espada de dos filos i para la oraci³n personal del sacerdote con el evangelio de cada da

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ESPADA DE DOS FILOS I Para la oración personal del sacerdote con el Evangelio de cada día Adviento Navidad P. Gustavo Elizondo Alanís «La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que una espada de dos filos» (Heb 4, 12). +++ Francisco, Ex. Ap. Evangelii Gaudium, n. 153 (24-XI-2013) En la presencia de Dios, en una lectura reposada del texto, es bueno preguntar, por ejemplo: «Señor, ¿qué me dice a mí este texto? ¿Qué quieres cambiar de mi vida con este mensaje? ¿Qué me molesta en este texto? ¿Por qué esto no me interesa?», o bien: «¿Qué me agrada? ¿Qué me estimula de esta Palabra? ¿Qué me atrae? ¿Por qué me atrae?». Cuando uno intenta escuchar al Señor, suele haber tentaciones. Una de ellas es simplemente sentirse molesto o abrumado y cerrarse; otra tentación muy común es comenzar a pensar lo que el texto dice a otros, para evitar aplicarlo a la propia vida. También sucede que uno comienza a buscar excusas que le permitan diluir el mensaje específico de un texto. Otras veces pensamos que Dios nos exige una decisión demasiado grande, que no estamos todavía en condiciones de tomar. Esto lleva a muchas personas a perder el gozo en su encuentro con la Palabra, pero sería olvidar que nadie es más paciente que el Padre Dios, que nadie comprende y espera como Él. Invita siempre a dar un paso más, pero no exige una respuesta plena si todavía no hemos recorrido el camino que la hace posible. Simplemente quiere que miremos con sinceridad la propia existencia y la presentemos sin mentiras ante sus ojos, que estemos dispuestos a seguir creciendo, y que le pidamos a Él lo que todavía no podemos lograr. *** Benedicto XVI, Ex. Ap. Verbum Domini, n. 59 (30-IX-2010). Importancia de la homilía La homilía constituye una actualización del mensaje bíblico, de modo que se lleve a los fieles a descubrir la presencia y la eficacia de la Palabra de Dios en el hoy de la propia vida. (...) lo que interesa al predicador es mostrar a Cristo, que tiene que ser el centro de toda homilía. Por eso se requiere que los predicadores tengan familiaridad y trato asiduo con el texto sagrado 1 ; que se preparen para la homilía con la meditación y la oración, para que prediquen con convicción y pasión. (...) que se tengan presentes las siguientes preguntas: «¿Qué dicen las lecturas proclamadas? ¿Qué me dicen a mí personalmente? El predicador tiene que «ser el primero en dejarse interpelar por la Palabra de Dios que anuncia» 2 , porque, como dice san Agustín: «Pierde tiempo predicando exteriormente la Palabra de Dios quien no es oyente de ella en su interior» 3 . *** 1 Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, sobre la divina revelación, 25. 2 Ibíd. 3 Sermo 179,1: PL 38, 966.

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Page 1: ESPADA DE DOS FILOS I Para la oraci³n personal del sacerdote con el Evangelio de cada da

ESPADA DE DOS FILOS I

Para la oración personal del sacerdote con el Evangelio de cada día

Adviento – Navidad

P. Gustavo Elizondo Alanís

«La palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que una espada de dos filos» (Heb 4,

12).

+++

Francisco, Ex. Ap. Evangelii Gaudium, n. 153 (24-XI-2013)

En la presencia de Dios, en una lectura reposada del texto, es bueno preguntar, por

ejemplo: «Señor, ¿qué me dice a mí este texto? ¿Qué quieres cambiar de mi vida con este

mensaje? ¿Qué me molesta en este texto? ¿Por qué esto no me interesa?», o bien: «¿Qué me

agrada? ¿Qué me estimula de esta Palabra? ¿Qué me atrae? ¿Por qué me atrae?». Cuando uno

intenta escuchar al Señor, suele haber tentaciones. Una de ellas es simplemente sentirse molesto o

abrumado y cerrarse; otra tentación muy común es comenzar a pensar lo que el texto dice a otros,

para evitar aplicarlo a la propia vida. También sucede que uno comienza a buscar excusas que le

permitan diluir el mensaje específico de un texto. Otras veces pensamos que Dios nos exige una

decisión demasiado grande, que no estamos todavía en condiciones de tomar. Esto lleva a muchas

personas a perder el gozo en su encuentro con la Palabra, pero sería olvidar que nadie es más

paciente que el Padre Dios, que nadie comprende y espera como Él. Invita siempre a dar un paso

más, pero no exige una respuesta plena si todavía no hemos recorrido el camino que la hace

posible. Simplemente quiere que miremos con sinceridad la propia existencia y la presentemos

sin mentiras ante sus ojos, que estemos dispuestos a seguir creciendo, y que le pidamos a Él lo

que todavía no podemos lograr.

***

Benedicto XVI, Ex. Ap. Verbum Domini, n. 59 (30-IX-2010).

Importancia de la homilía

La homilía constituye una actualización del mensaje bíblico, de modo que se lleve a los

fieles a descubrir la presencia y la eficacia de la Palabra de Dios en el hoy de la propia vida. (...)

lo que interesa al predicador es mostrar a Cristo, que tiene que ser el centro de toda homilía. Por

eso se requiere que los predicadores tengan familiaridad y trato asiduo con el texto sagrado1; que

se preparen para la homilía con la meditación y la oración, para que prediquen con convicción y

pasión. (...) que se tengan presentes las siguientes preguntas: «¿Qué dicen las lecturas

proclamadas? ¿Qué me dicen a mí personalmente? El predicador tiene que «ser el primero en

dejarse interpelar por la Palabra de Dios que anuncia»2, porque, como dice san Agustín: «Pierde

tiempo predicando exteriormente la Palabra de Dios quien no es oyente de ella en su interior»3.

***

1 Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, sobre la divina revelación, 25. 2 Ibíd. 3 Sermo 179,1: PL 38, 966.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

2

Para recibir estas meditaciones diariamente en su correo, pedir suscripción a:

[email protected] - facebook.com/espada.de.dos.filos12

ÍNDICE

• PREPARAR LA VENIDA DEL SEÑOR – LA MISIÓN DEL SACERDOTE

DOMINGO DE LA I SEMANA DE ADVIENTO

• FUERTES EN LA FE – ENTREGA TOTAL

LUNES DE LA I SEMANA DE ADVIENTO

• ENTREGAR LA VOLUNTAD – EL VALOR DE DECIR SÍ

MARTES DE LA I SEMANA DE ADVIENTO

• SACIAR A LA MULTITUD – ALIMENTAR CON LA EUCARISTÍA

MIÉRCOLES DE LA I SEMANA DE ADVIENTO

• PREDICAR CON EL EJEMPLO - EL PODER DE LA PALABRA

JUEVES DE LA I SEMANA DE ADVIENTO

• LA REVELACIÓN DE LAS ROSAS – MANTENERSE PEQUEÑOS

9 DE DICIEMBRE - FIESTA DE SAN JUAN DIEGO

• ENVIADOS – EL VERDADERO PROFETA

DOMINGO DE LA II SEMANA DE ADVIENTO (B)

• LA PAZ DE CRISTO – EL PODER DE HACER MILAGROS

LUNES DE LA II SEMANA DE ADVIENTO

• SANTA MARÍA DE GUADALUPE - «MUESTRA QUE ERES MADRE»

12 DE DICIEMBRE - FIESTA DE SANTA MARÍA DE GUADALUPE

• APRENDER DE JESÚS – DEJARSE AYUDAR

MIÉRCOLES DE LA II SEMANA DE ADVIENTO

• PERMANECER PEQUEÑOS – CON EL ARMA DEL AMOR

JUEVES DE LA II SEMANA DE ADVIENTO

• LA PREDICACIÓN DE LA PALABRA – EL PODER DE LA PALABRA

VIERNES DE LA II SEMANA DE ADVIENTO

• ALEGRÍA DE JESÚS – “YO SOY”

DOMINGO DE LA III SEMANA DE ADVIENTO (GAUDETE)

• TESORO EN VASIJA DE BARRO - EL SÍ DEL SACERDOTE

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

3

18 DE DICIEMBRE, FERIA MAYOR DE ADVIENTO

• ADMINISTRADORES DE MISERICORDIA - EL SACERDOTE ES PRECURSOR

19 DE DICIEMBRE, FERIA MAYOR DE ADVIENTO

• DECIR SÍ AL AMOR – MANTENER EL SÍ TODOS LOS DÍAS

20 DE DICIEMBRE, FERIA MAYOR DE ADVIENTO

• CREER EN LOS SACRAMENTOS – BENDECIR A LA MADRE Y AL SEÑOR

21 DE DICIEMBRE, FERIA MAYOR DE ADVIENTO

• GRANDEZA EN LA PEQUEÑEZ - LA COMPAÑÍA DE LA MADRE

22 DE DICIEMBRE, FERIA MAYOR DE ADVIENTO

• LABRADORES DE LA TIERRA - ENVIADOS Y ACOMPAÑADOS DE MARÍA

23 DE DICIEMBRE, FERIA MAYOR DE ADVIENTO

• DECIR SÍ AL AMOR – MANTENER EL SÍ TODOS LOS DÍAS

24 DE DICIEMBRE, DOMINGO IV DE ADVIENTO

• PRIMEROS ADORADORES – SACRIFICIO Y MISERICORDIA

MISA DE NAVIDAD (DE LA AURORA)

• ACUDIR AL LLAMADO - EL LLANTO DE DIOS

NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

• PERSEGUIDOS - PERSEVERANCIA

26 DE DICIEMBRE - FIESTA DE SAN ESTEBAN, PROTOMÁRTIR

• DEJARSE AMAR - EL MANDAMIENTO DEL AMOR

27 DE DICIEMBRE - FIESTA DE SAN JUAN, APÓSTOL Y EVANGELISTA

• GUERREROS DEL EJÉRCITO DE JESUS – INOCENCIA DEL SACERDOTE

28 DE DICIEMBRE - FIESTA DE LOS SANTOS INOCENTES, MARTIRES

• CONSAGRADOS A DIOS - SIGNO DE CONTRADICCIÓN

DÍA V DENTRO DE LA OCTAVA DE NAVIDAD

• CRECER Y FORTALECERSE – ALMA DE NIÑO

DÍA VI DENTRO DE LA OCTAVA DE NAVIDAD

• ESPOSOS DE LA SANTA IGLESIA - UNA SOLA FAMILIA

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ

• LOS TESOROS DE MARÍA - REINA Y MADRE DE MISERICORDIA

1 DE ENERO - SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS

• PROTEGIDOS POR LA MADRE – ACTUAR IN PERSONA CHRISTI

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

4

2 DE ENERO, FERIA DEL TIEMPO DE NAVIDAD

• DAR TESTIMONIO - EL NOMBRE DE JESÚS

3 DE ENERO, FIESTA DEL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS

• CONTEMPLAR A JESÚS – EL QUE TIENE A DIOS NADA LA FALTA

4 DE ENERO, FERIA DEL TIEMPO DE NAVIDAD

• TRANSFORMADOS POR EL AMOR - SEGUIR A JESÚS

5 DE ENERO, FERIA DEL TIEMPO DE NAVIDAD

• LÁMPARAS ENCENDIDAS - SER LUZ

6 DE ENERO, FERIA DEL TIEMPO DE NAVIDAD

• ADORADORES DEL AMOR ENCARNADO – ADORAR A JESÚS

SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

• ADMINISTRADORES DE LA GRACIA - PRECURSORES DE LA SALVACIÓN

FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR

***

PREPARAR LA VENIDA DEL SEÑOR – LA MISIÓN DEL SACERDOTE

DOMINGO DE LA I SEMANA DE ADVIENTO

Velen pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa.

+ Del santo Evangelio según san Marcos: 13, 33-37

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Velen y estén preparados, porque no saben

cuándo llegará el momento. Así como un hombre que se va de viaje, deja su casa y encomienda a

cada quien lo que debe hacer y encarga al portero que esté velando, así también velen ustedes,

pues no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa: si al anochecer, a la medianoche, al

canto del gallo o a la madrugada. No vaya a suceder que llegue de repente y los halle durmiendo.

Lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan alerta”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: comenzamos el Tiempo de Adviento, y debemos prepararnos, como tú nos

pides, para tu venida. La liturgia de la Misa nos irá ayudando a vivir este tiempo fuerte y, desde

el comienzo, tú nos dices “velen y estén preparados… permanezcan alerta”.

Nosotros, tus sacerdotes, te hacemos bajar al altar todos los días en la Santa Misa.

Ayúdanos a mantener despierta nuestra disposición, preparando tu advenimiento.

Tú has sido enviado al mundo como sacrificio de Dios, por amor a los hombres. Sacrificio

desde la encarnación del Hijo de Dios, para ser Dios todopoderoso y debilidad humana.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Humanidad que fue engendrada en el vientre preparado, para recibir la grandeza de Dios y

la debilidad del hombre, que trajo la luz al mundo.

Los profetas anunciaron a los hombres el nacimiento del Mesías. Pero los hombres no

estaban preparados para recibir a Dios. Y fuiste un Dios escondido entre los hombres, para que,

llegada la hora, comunicaras el Reino de los Cielos. Pero los hombres no estaban preparados para

recibir a Dios, y te mataron.

Entonces Dios resucitó al Hijo del hombre, para dar vida a todos los hombres,

destruyendo la debilidad del hombre, haciendo nuevas todas las cosas, entregando al hombre el

poder de Dios en la fragilidad del hombre, para transformar, para convertir, para incluir al

hombre en la gran obra de Dios: el cuerpo de Cristo, hijo único de Dios, por quien los hace hijos,

los hace parte. Y los llamó sacerdotes.

Jesús, tus sacerdotes tenemos la misión y la responsabilidad de preparar el mundo para tu

regreso, para que esta vez seas recibido como quien espera la primavera en el invierno, la lluvia

en el desierto, la libertad en la prisión, el regreso del amado, el nacimiento de un hijo, el alivio en

la aflicción, la paz en medio de la guerra, la alegría en el dolor.

Para que seas recibido como quien recibe una buena nueva, un regalo, un tesoro, la

esperanza, la libertad, la vida, como se recibe la luz en la obscuridad, como el agua en tierra

reseca, como bálsamo en las heridas, como calma en la tormenta, como fuego en el invierno,

como vida en la agonía, como descanso en el cansancio, como la esposa al esposo, como los

siervos a su Rey.

Tú eres el principio y el fin, el alfa y la omega, Rey del universo, Dios y hombre que

vendrá con todo el poder y la gloria.

Enséñanos a estar preparados y a preparar al mundo, para que crean.

Nosotros, tus sacerdotes, sabemos que somos pastores del pueblo santo de Dios, que

hemos sido llamados y elegidos para ser instruidos con la sabiduría de tus generaciones, para

conocer la verdad, para caminar en la verdad, para llevar la verdad a todos los hombres.

Hemos sido preparados para esperar la venida del Hijo de Dios, para enseñar a los

hombres la ley, el camino de salvación, para llevar fe, esperanza, caridad y paz, para anunciar el

Evangelio y construir el Reino de los cielos, para preparar a los hombres para la llegada del Hijo

de Dios, que vendrá con toda su majestad y gloria a buscar lo que le pertenece, lo que con su vida

ha ganado, lo que con su muerte ha comprado, lo que por la fe corresponde.

Hemos sido llamados tus amigos, para conocerte como tú nos conoces a nosotros, desde

antes de nacer; para ser amados y para amar, para ser perdonados y para perdonar, para ser

alimentados y para alimentar, para ser salvados y para salvar, para ser instruidos y para instruir,

para recibir tu misericordia y entregar tu misericordia, para ser justos y hacer tu justicia, para ser

uno contigo y mantener la unidad entre pastores y rebaños, entre pastores y pastores, entre ovejas

y ovejas.

Hemos sido preparados para ser santos y para llevar a tu pueblo a la santidad, uniéndolos

en un solo pueblo santo, construyendo tu Reino, para que, cuando vuelvas, todos estemos

preparados, todos estemos listos, todos creamos sin haber visto. Porque el día llegará en que

todos veremos tu gloria y tu majestad, tu poder y justicia. Entonces todos creeremos y será la

desolación y la angustia, el miedo y la muerte, para los que viendo no vieron y oyendo no oyeron,

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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y sabiendo no creyeron; para los que se prepararon para vivir en el mundo en medio de las

preocupaciones del mundo, de las riquezas y de los placeres del mundo, viviendo en los reinos

del mundo, pero no construyeron el Reino de los Cielos, para prepararse para recibir la llegada

del Rey con el tesoro del cielo.

Ayúdanos a permanecer en oración, fortaleciéndonos y preparando el Reino para recibirte,

Señor, Cristo Rey del Universo, Hijo único de Dios todopoderoso y eterno, que has venido al

mundo para nacer, para instaurar el Reino de Dios, para morir por los hombres y resucitar dando

vida nueva a todos los hombres. Que subiste al cielo, pero que te quedaste para permanecer Dios

vivo en la Eucaristía, en la transubstanciación del pan y del vino entre nuestras manos, y por

medio del Espíritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, y con el Padre y el Hijo es un solo

Dios verdadero, dar vida. Pan vivo bajado del cielo, alimento de vida para la vida eterna.

Creemos en tu sacrificio eterno, desde tu venida en el vientre materno de una virgen pura,

hasta tu muerte en el madero en cruz por el pecado del hombre.

Creemos en tu resurrección, en tu presencia viva como don, gratuidad, ofrenda,

comunión, alimento de vida eterna.

Creemos en tu venida definitiva, para que, por tu misericordia y justicia, sean los justos

sentados contigo a la derecha del Padre como los santos de Dios.

+++

Madre mía: tú caminas en medio del mundo buscando un refugio, una posada, una

morada para tu Hijo, como cuando vino al mundo pero el mundo no lo recibió.

Tú preparas el mundo, y nos das las gracias que necesitamos para que cuando tu Hijo

vuelva a buscar lo que es suyo, lo que le pertenece, los suyos sí lo reciban, y encuentre todo

preparado, limpio, digno, con fe.

Yo quiero obedecer y cumplir la voluntad de Dios, para cumplir tus deseos, y así te

alegres, y al alegrarte se llene de alegría el cielo.

Ayúdame, Madre, y danos tu auxilio, para que hagamos las obras de tu Hijo, para que

demos mucho fruto, mientras que la luz de tu vientre brilla para el mundo, abriendo con espada

de dos filos nuestros corazones, para que nos despertemos porque estamos dormidos, para que

nos muevan de la silla porque estamos cómodos, resignados y tibios, para que estemos

preparados para cuando llegue el Rey, porque llegará sin avisar.

Ayúdanos Madre, a perseverar construyendo el Reino de Dios en la tierra entregando a tus

hijos cada día los tesoros de tu corazón, que es la Palabra viva, alimento de vida y bebida de

salvación, porque es Palabra de Dios, viviendo enamorados de Cristo y enamorando a las almas

de Dios, para conseguir para Él una nación santa, un solo pueblo, un solo rebaño reunido con un

solo Pastor.

Ayúdanos, Madre, convierte nuestros corazones, para que cuando tu Hijo vuelva

encuentre fe sobre la tierra y un Reino preparado y bien dispuesto para recibir a su Rey. Te lo

pedimos a ti, Virgen peregrina, que caminas en el mundo buscando la conversión de los pobres

pecadores, y traes contigo las gracias, la salud, la fe, la esperanza, el amor, la perseverancia, la

confianza y la vida.

+++

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PARA MEDITAR – LA MISIÓN DEL SACERDOTE

«Velen y estén preparados, porque no saben cuándo llegará el momento».

Eso dice Jesús.

Y te lo dice a ti, sacerdote, y también te dice que tienes una gran responsabilidad.

Tú has sido llamado y elegido, y has sido enviado con una misión compartida con tu

Señor: preparar a los hombres para cuando Él venga; para que tengan fe, y ese día sea de

alegría y de paz, y no un día terrible.

Tu Señor te asegura que su misericordia estará presente en ese día, porque Él es la

misericordia misma que quiere derramar a los hombres a través de tu ministerio sacerdotal. Es

así, a través de ti, como se hace presente, resucitado y vivo, para ser Él mismo quien prepara a los

hombres.

Tu Señor anuncia que va a venir por segunda vez, ya no para hacer un sacrificio, sino

para recoger sus frutos. Y es, a través de ti, sacerdote, que Él prepara a los hombres

ofreciendo su único y eterno sacrificio, como ofrenda agradable al Padre.

Tú eres, sacerdote, un don, un regalo, para que el hombre pueda llegar a Dios.

Y tú, sacerdote, ¿te das cuenta de la grandeza de tu misión? ¿Reconoces que tú eres

Cristo vivo y resucitado, pero también signo de contradicción? Que el rechazo, la persecución,

el desprecio y la soledad no te hagan perder de vista esa gran responsabilidad, porque la

indiferencia del mundo ante la grandeza de Dios, destruye al sacerdote, y si el sacerdote no se

alimenta de la Palabra, no la vive, y así el mismo sacerdote es el que permite esa indiferencia.

¿Eres consciente de para qué fuiste llamado?, ¿cuándo fuiste llamado?, ¿cómo fuiste

llamado? Reflexiona, sacerdote, y dale sentido a tu vida, date cuenta de que eres responsable

de los actos de las almas que se te han encomendado, y de que tienes el poder y las armas para

dirigir esos actos hacia Dios. Esa es tu misión, sacerdote.

Pídele a tu Señor, que te ayude a predicar su palabra, y que puedas cumplirla también,

que la pongas por obra, para ser ejemplo, para no ser causa de tu propia destrucción.

Que tengas verdaderamente fe, esperanza y amor; que contagies, sostengas, guíes,

convenzas y enseñes a su pueblo.

Que seas consciente de que tienes en ti mismo la capacidad para hacer llegar a todos los

hombres las catorce obras de misericordia, pero no te das cuenta. Y esa es tu misión: llevar a

todos los rincones del mundo la misericordia de tu Señor derramada en la cruz.

Que tengas fe suficiente para expulsar a todos los demonios y para construir el Reino de

los cielos en la tierra, porque esa es tu misión.

Haz oración, sacerdote, y medita todas estas cosas en tu corazón, porque cuando

entiendas bien cuál es tu misión, le darás una gran satisfacción a tu Señor, porque amarás la cruz

y lo dejarás todo cada día, para seguirlo, porque esa es tu misión.

Acude al auxilio de tu Madre, sacerdote, y pídele que te ayude a creer para poder

cumplir con tu misión, construyendo y preparando el Reino de los cielos, para que cuando

su Hijo venga, no encuentre su morada como en su nacimiento: en un pesebre pobre y

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escondido, sino un Reino rico en fe, en esperanza y en amor, esperando al Rey que vendrá

con toda su majestad y esplendor.

____________________

FUERTES EN LA FE – ENTREGA TOTAL

LUNES DE LA I SEMANA DE ADVIENTO

Muchos vendrán de oriente y occidente al Reino de los cielos.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 8, 5-11

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó un oficial romano y le dijo:

“Señor, tengo en mi casa un criado que está en cama, paralítico, y sufre mucho”. Él le contestó:

“Voy a curarlo”.

Pero el oficial le replicó: “Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa; con que digas

una sola palabra, mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo

soldados a mis órdenes; cuando le digo a uno: ‘¡Ve, él va; al otro: ¡Ven!’, y viene; a mi criado:

¡Haz esto!’, y lo hace”.

Al oír aquellas palabras, se admiró Jesús y dijo a los que lo seguían: “Yo les aseguro que

en ningún israelita he hallado una fe tan grande. Les aseguro que muchos vendrán de oriente y de

occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de los cielos”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: yo me siento como ese enfermo de Cafarnaúm, ese paralítico que sufre

mucho. Y tú, en este Adviento, quieres venir a curarme. Yo no soy digno de que entres en mi

casa, pero sí quiero curarme.

Me humilla mucho darme cuenta de que tú me dices ‘ven’ y no voy, soy un paralítico. Te

pido tu gracia para poder levantarme, de modo que tú puedas decirme ‘haz esto’, y lo haga.

Quiero quedar sano, convertirme, para servirte con mi ministerio sacerdotal. Dame la fe que

necesito, esa fe grande que mueve montañas, que me hace superar mi cansancio.

Yo descanso en ti, confío en ti, me abandono en ti, y quiero obedecerte, y cumplir tus

deseos a través de una entrega constante y permanente.

Tú eres el principio y el fin, el Alfa y la Omega. Enséñame a permanecer en ti, en unión

con el Padre y el Hijo, por el Espíritu Santo. Fortalece mi voluntad aumentando mi fe, y sálvame

Señor, por mi fe.

Te lo pido, Señor, porque sé que no hay nada imposible para Dios. Yo creo, pero aumenta

mi fe, convierte mi corazón y alivia mi cansancio.

Ayúdame a fortalecer mi espíritu todos los días en la oración, levántame cuando esté

caído, sáname cuando esté enfermo, consuélame cundo llore, y protégeme cuando sea

perseguido.

Yo mantengo firme mi fe y mi voluntad fortalecida con la seguridad del socorro de tu

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Madre, porque sé que la batalla es de cada uno. En la lucha entre el bien y el mal, debo defender

la debilidad de mi humanidad, viviendo en la virtud, con la fortaleza de tu divinidad.

Quiero mantener encendido mi corazón con el fuego de tu amor, porque solo no puedo

nada, pero contigo todo lo puedo.

Yo voy a ti porque te amo, y quiero serte fiel y obedecerte. Ayúdame, Jesús, para que si tú

dices ve, yo vaya, y si tú dice ven, yo venga, y si dices haz esto, lo haga, y escuche y ponga en

práctica tu palabra, porque creo en ti, porque te amo y quiero llevarla a los demás.

Aumenta mi fe, para que puedas decir que ves en mí una fe tan grande como no habías

visto en estos tiempos. Esa es la fe que yo quiero, para hacer tus obras, para alimentar, para hacer

crecer, para llevar el sustento diario a tu pueblo a través de tu Palabra.

Enséñame a fomentar la unidad, manteniéndome unido a ti en un solo cuerpo y un mismo

espíritu, una sola alma y un solo corazón, para que mi fe contagie y fortalezca la fe de los demás,

para que, con mi disposición, tu Palabra, que es cortante como espada de dos filos, penetre hasta

lo más profundo y convierta cada corazón, para que crean en ti cuando yo haga las obras que tú

haces y aún mayores.

Yo te busco y te encuentro en la oración, quiero contarte mis cosas y quiero escucharte,

porque sé que tú vas al que con fe implora tu nombre, al que es obediente, y si tú le dices ve, él

va y si le dices ven, él viene, y si le dices haz esto, lo hace. Porque no basta tener fe, sino que hay

que obrarla, hacerla tangible.

Yo quiero continuar construyendo tus obras para dar mucho fruto, y que ese fruto

permanezca. Porque por mis frutos me reconocerán.

Bendice mi esfuerzo y mi trabajo, y aumenta mi confianza para que no me preocupe de

nada, con la plena seguridad de que tú estás aquí para salvarme.

+++

Madre mía: acuérdate que jamás se ha oído decir que uno solo de cuantos han acudido a

tu protección e implorado tu socorro haya sido desamparado.

Yo acudo a ti, porque estoy cansado. El hastío me debilita, pero confío en que tú

intercedes por mí ante tu Hijo, y una sola palabra suya bastará para sanarme. Acompáñame,

fortalece mi fe y la entrega de mi voluntad, porque sé que en esta voluntad entregada está la

victoria.

La lucha es de cada uno, cada día, constante. El cansancio del cuerpo debilita la voluntad

y tienta el alma. Pero un espíritu fortalecido por la oración y la entrega continua a Cristo es

invencible.

Por eso me consagro a tu Inmaculado Corazón. Ese es el llamado que yo te hago y por el

que tú acudes en mi socorro, en mi auxilio, con lo que sé que tengo la victoria asegurada, porque

es en la batalla que tu Corazón Inmaculado triunfará.

+++

PARA MEDITAR – ENTREGA TOTAL

«Yo les aseguro que en ningún israelita he hallado una fe tan grande».

Eso dijo Jesús.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Se lo dijo a una oveja que no era de su redil.

Y eso quisiera decirte también a ti, sacerdote.

Tu Señor te pide una entrega total. Él, que es perfecto, no se conforma con una entrega a

medias. Él te pide una entrega completa, en la que, o lo dejas todo para seguirlo, o mejor dile que

no, para que seas frío o caliente, porque a los tibios, Él los vomita de su boca.

Tu Señor te llama todos los días, sacerdote. Él espera un sí, y acepta un no, pero nunca

se conforma con un “a veces”.

Tu Señor te enseña con el ejemplo, que la tibieza y la resignación no son parte de la cruz.

La cruz, o se toma completa, o se deja.

Aprende, sacerdote, de la Madre de tu Señor, a decir un sí total, un sí entregado, un sí a

la cruz, un sí a la corredención. Eso es lo que ella está haciendo al pie de la cruz de su Hijo

crucificado, con el que tú estás configurado. Ella no está solo contemplando, no está solo

esperando, ella está participando.

La Madre se une con el Hijo en la cruz porque tiene los mismos sentimientos que Él,

porque dijo sí, porque esa entrega es total. Y esa es la entrega que te pide tu Señor, sacerdote, a

imagen de su Madre, tu Madre y Maestra, porque ella es la primera discípula, maestra de los

discípulos, maestra de fidelidad, maestra de obediencia, maestra de aceptación a la voluntad de

Dios, y de unir su voluntad a esa divina voluntad.

María siempre te llevará a Jesús, porque ella está unida en su cruz.

Y tú, sacerdote, ¿eres consciente de que Dios te ha llamado para hacerte parte de su plan

de salvación para el mundo? ¿Te reconoces elegido y tomas con seriedad la misión de tu Padre,

y la cumples? ¿Agradeces porque Él elige a quien quiere, y recibes lo que te da con humildad,

sabiendo que lo necesitas para cumplir con la misión que Él te encomendó?

¿Vas cuando tu Señor te dice ve, y vienes cuando tu Señor te dice ven, y haces lo que te

dice? ¿Tienes fe? ¿Qué tan grande es tu fe?

Tú eres, sacerdote, el equipo de trabajo de tu Señor, para cumplir su misión en la

empresa que Él te encomienda, y que Él mismo lleva a término en una eternidad que es constante,

en la cual incluye a cada uno de sus amigos, y los hace parte de la salvación, a cada uno en su

tiempo, y a cada uno en un lugar determinado, con una pequeña misión no menos importante que

la de otro, y no menos importante que la del conjunto; y que juntos realizan la misión, que Él ha

consumado con su muerte en la cruz, y que cada uno en su tiempo, en la eternidad de Dios la

hace posible.

Tu Señor ha destinado una misión particular para ti, sacerdote, y espera que la cumplas,

porque te da los medios. Y no sólo te da los medios, sino que Él mismo colabora, porque tú

solo no puedes, pero con Él todo lo puedes. Es Él quien obra en ti, quien vive en ti. Tú eres el

mismo Cristo que vive y reina por los siglos de los siglos.

Tu Señor te conoce desde antes de nacer, sacerdote, y cuando tú reconoces tu miseria, Él

la suple, cubriéndote con su misericordia.

Continúa la misión de tu Señor, diciendo sí, haciéndote uno con Él, abandonado en su

divina voluntad, con fe, para que cuando te vean a ti, lo vean a Él, y alcancen con Él y contigo las

promesas de la vida eterna.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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La entrega es total. Tu Señor llama de una vez y para siempre, y así como renueva su

sacrificio, renueva tú tu entrega una y otra vez, renovando tu alma en cada Eucaristía.

Nadie sabe el día ni la hora de la venida definitiva del Señor, cuando venga con su

justicia a buscar esa entrega total de cada uno. Pero sí sabemos el día y la hora en la que viene

todos los días con su misericordia. Viene hoy, cuando en tus manos se hace la

transubstanciación del pan y del vino en su cuerpo y en su sangre, en la que se revela que

Cristo está vivo y sigue viniendo al mundo todos los días.

Tu misión, sacerdote, es bajar el pan vivo del cielo, entregándote con Él en un

sacrificio incruento y real, que es uno para la eternidad, en el que espera una entrega total,

que es Él mismo en cada sacerdote configurado en el altar. No merece menos, no merece un

sí tibio, merece una entrega total, merece el sí de su Madre en cada uno de sus amigos.

____________________

ENTREGAR LA VOLUNTAD – EL VALOR DE DECIR SÍ

MARTES DE LA I SEMANA DE ADVIENTO

Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo.

+ Del santo Evangelio según san Lucas: 10 21-24

En aquella misma hora Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo y exclamó: “¡Yo te

alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los

entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien!

Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el

Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”.

Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: “Dichosos los ojos que ven lo que ustedes

ven. Porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo

vieron, y oírlo que ustedes oyen y no lo oyeron”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: durante el tiempo de Adviento acompañamos de manera especial a la

Santísima Virgen hacia Belén, y en ese acompañamiento me meto en el corazón de mi Madre

(nuestra Madre), y pienso que todo el camino estuvo recordando aquel momento que cambió su

vida para siempre: el anuncio de que sería la Madre de Dios. Ese día le fue revelado el misterio a

una mujer sencilla, y permaneció escondido a los sabios y entendidos. En Belén de nuevo serán

los pastores, la gente sencilla, la que tendrá noticia de tu nacimiento.

Yo quiero también mantener en mi corazón para siempre, esperando tu segunda venida,

aquel sí que te dije el día de mi ordenación. Sé que te fijaste en mí por ser poca cosa, y por eso

estoy seguro de que todo se hará en mí según tu Palabra. Ayúdame a cerrar los ojos al mundo y

abrir los ojos del alma, a cerrar los oídos al mundo y abrir los oídos en mi interior, para que vea,

para que oiga, para que sea humilde y sencillo, como mi madre María.

Al meditar sobre el misterio de tu encarnación, contemplo tu sí, y me doy cuenta de que

yo también puedo decir sí, porque ese sí está en el amor que ha sido infundido en mi corazón,

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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desde mi concepción, ese amor por el que fui creado a imagen y semejanza de Dios, esa divinidad

escondida que habita en la fragilidad de mi humanidad, pero que ha visto bien depender de la

libertad de mi voluntad para obrar en mí, para que sea mi disposición al amor un sí.

Contemplo la disposición de María, disposición en la pureza, en donde Dios encuentra

morada segura, y Ella dijo sí, para que en Ella se hicieran nuevas todas las cosas. Y Dios vio a

bien depender de su criatura, de un sí en la disposición a entregar su voluntad para unirla con la

suya, para abajarse, para encarnarse como criatura, en el vientre puro de una mujer virgen e

inmaculada, para ser arca de la alianza, en donde Dios ha guardado los tesoros del cielo.

Voluntad de niña que se hace madre, aceptando al fruto bendito de su vientre, abrazando al

mismo tiempo la cruz de la alegría para dar vida, para entregar la vida a la muerte, y con la

muerte recuperar la vida para el mundo entero.

Yo agradezco la compañía de tu Madre, que me ayuda a permanecer en el amor que me

dispone a decir sí, a entregar mi voluntad, para ser unida a la tuya, a abrazar tu encarnación, tu

nacimiento, tu infancia, tu juventud, tu madurez y tu cruz, para que tú me abraces en tu

resurrección.

Es en mi sí el amor engendrado en mi corazón, para vivir en ti, como tú vives en mí,

desde mi concepción, para que me entregue a ti, como tú te entregas a mí, desde tu encarnación

en el vientre puro de la mujer que fue concebida sin mancha ni pecado, para que en su seno fuera

engendrado y encarnado el amor, para ser llena de gracia, llena del Espíritu Santo que es fuente

de sabiduría, de ciencia, de entendimiento, de consejo, de fortaleza, de piedad y de temor de

Dios, fuente de vida que engendró la vida para dar vida, entregando la vida del Hijo de Dios en la

cruz que justifica a los hombres librándolos de la muerte del pecado.

Que da vida en la Resurrección del Hijo de Dios a todos los hombres.

Que fortalece el vínculo entre el hombre y Dios, uniéndolos para siempre como hijos en el

Hijo, dando vida eterna a todo el que crea en el Hijo de Dios y en su Espíritu.

Que se derrama en los hombres como don en el sacrificio de la cruz, que es Eucaristía.

Es Dios que ha visto bien depender del sí en la libertad de la voluntad de cada hombre,

para disponerlo a recibir la vida.

Somos nosotros, tus sacerdotes, los llamados, los elegidos a proclamar el sí de María, en

total libertad de voluntad, para disponer nuestros corazones para que Dios sea encarnado y unido

a nosotros, para que nazca en nosotros, para que viva en nosotros, para ser unidos por Él, con Él y

en Él a la cruz, muriendo al mundo para salvar al mundo para vivir en su resurrección la vida

eterna.

Yo te digo sí, te entrego mi voluntad para que la unas a la tuya, para mantenerme en la

disposición de mi entrega a tu servicio, y hacerme ofrenda agradable a Dios para fortalecer la

entrega de la voluntad de la humanidad.

Yo he sido llamado y he sido elegido, y he dicho sí. He entregado mi voluntad, que ha

sido unida a la tuya en el momento de mi ordenación, en el que he sido dispuesto a morir, para

vivir el amor. Y el amor ha sido encarnado en mi corazón. Tú eres el amor, y eres el Hijo de

Dios.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Es mi misión permitir que tú nazcas en mí, para entregarte al mundo, para llevar la luz al

mundo, para salvar a los hombres del mundo unido a ti, a tu sacrificio, a tu muerte y a tu

resurrección.

Es mi misión abrazar tu cruz, porque he dicho sí, y he renunciado a mí mismo, para tomar

mi cruz y seguirte, para unir mi cruz en la tuya, para ser configurado contigo, unido a ti, desde el

altar por tu sacrificio de una vez y para siempre. Y lo que Dios unió, no lo separe el hombre. No

podemos separarnos, porque tú vives en mí, encarnado en mi corazón para siempre.

Pero cumplir mi misión, depende de mí, de mi sí constante, todos los días de mi vida, para

que por mi libre voluntad te entregue y me entregue contigo, viviendo en ti, como tú vives en mí,

permitiendo que seas tú quien viva en mí, quien obre en mí, quien actúe por mí, para que sean tus

manos las que bendigan el pan y el vino, fruto del trabajo de los hombres, para que por el poder

de Dios sea la transubstanciación, y sea tu cuerpo y sea tu carne, y sea yo unido contigo

entregándome, en un único y eterno sacrificio, como ofrenda al Padre, entregándote y

entregándome contigo como alimento de vida para los hombres.

Dios encarnado en la forma de pan, que es pan vivo bajado del cielo.

Eucaristía que es tu carne entregada y es tu sangre derramada en el mundo por mí, para mi

salvación y la de todos los hombres.

Dios que vio bien depender del sí a la entrega de la voluntad del hombre, para unirlo a su

voluntad, para hacerlo suyo.

Dios que vio bien encarnarse en el corazón del sacerdote, para buscar el corazón de los

hombres.

Ayúdame, Señor Jesús, a permanecer en un sí constante, que me disponga a la conversión

de mi corazón, en un corazón humilde y puro, para que sea encarnado el amor, uniendo a mi

humanidad débil y frágil con la bondad y omnipotencia de Dios, para abrazar la cruz y vivir en la

alegría de un encuentro permanente contigo, Cristo encarnado, nacido en el mundo, muerto en la

cruz y vivo en la Eucaristía, por la gloria de tu resurrección.

+++

Madre mía: enséñame a permanecer contigo en un constante sí, en una constante entrega,

en constante unión con el Verbo encarnado, que es el Hijo de Dios.

Es en la pureza del corazón bien dispuesto en donde se encarna y permanece.

Es en tu vientre, en donde se guarda y se contiene el tesoro de Dios, revelado a los

humildes y sencillos, y escondido a los sabios y entendidos.

Intercede por nosotros, Madre, para que tus hijos sacerdotes cerremos los ojos del mundo

y abramos los ojos del alma, cerremos los oídos del mundo y abramos los oídos de nuestro

interior, para que veamos, para que oigamos, para que seamos humildes y sencillos, y sean a

nosotros revelados los tesoros que guardas en tu corazón.

Porque, al ser llena de gracia, todo te fue revelado para abrazar la cruz de Cristo desde la

encarnación del Hijo de Dios en tu vientre y en tu corazón, en la alegría de la unión eterna en

Dios y la salvación de todos los hombres encarnados como Cristo en tu corazón.

Ayúdame a permanecer en oración contigo, para que siempre diga sí, para que mi entrega

sea constante, para que mi corazón sea morada del Verbo encarnado, tu Hijo Jesucristo,

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uniéndome para siempre en su eternidad, para amar, para alabar, para adorar y glorificar

eternamente a Dios.

Intercede por mí, Madre, y por todos tus hijos sacerdotes, los que han dejado todo y

caminan con su cruz siguiendo a tu Hijo, los que dan todo por servir bien a la Iglesia, los que dan

su vida por amor a Dios y a los hombres, los que viven la vida de Cristo por su voluntad

entregada para que se fortalezca, por su perseverancia hasta el final, por su sí incondicional.

Intercede por ellos, porque las tentaciones los atormentan buscando oportunidad para derrotarlos

en la lucha. El camino es largo y la pendiente inclinada, hay que subir, siempre subir, y mientras

más arriba lleguen, hay que subir más. Hay que dar y darse, y mientras más dan, dar más, y

mientras más se dan, darse más. Un esfuerzo más cada día, nunca conformarse, nunca resignarse,

porque al que mucho tiene se le dará más, pero al que no tiene, hasta ese poco se le quitará.

Intercede por los que viven en los lugares más inhóspitos, cuidando enfermos, ungiendo a

los desahuciados, los que viven en las comunidades más pobres, más alejadas, en donde el

hambre, el dolor, la hostilidad y la enfermedad abunda, en donde los poderosos son indiferentes a

las carencias de la gente sencilla. Es ahí en donde tu Hijo se revela. En los sencillos, en los

pobres de espíritu, en los pequeños, en cada sacerdote decidido a dar lo que no tiene, confiado en

la divina providencia de su Padre.

Intercede por los que caminan largas distancias para llevar la buena nueva, la Palabra de

Dios, a todos los rincones del mundo, y a pesar de la adversidad, de las dificultades, siguen

caminando, atravesando desiertos, montañas, el mar, caminando sin descanso para ser

instrumentos de amor, viajeros incansables: misioneros.

Intercede por los que son perseguidos por la causa de tu Hijo, los calumniados, los

encarcelados, los secuestrados, los torturados, los sentenciados, los acusados, los burlados, los

despreciados, los incomprendidos, los condenados, los que viven en la locura del amor de Dios.

Intercede por los que ejercen su ministerio afuera de las parroquias, los que hacen el

trabajo tedioso, los que ordenan, y organizan, y ejercen como funcionarios, cumpliendo funciones

burocráticas y administrativas más que pastorales, pero necesarias para la organización jerárquica

del clero, que requiere una gran responsabilidad, para que no cambien los altares por escritorios,

que nunca cambien la sotana por un traje, ni el alzacuellos por corbata. Que obedezcan y cumplan

con los ministerios encomendados, pero que nunca olviden la cruz a la que fueron llamados.

Intercede por los que entregan su vida dentro de las parroquias, sirviendo, impartiendo los

sacramentos en jornadas agotadoras, con los pies inflamados sirviendo sin descanso, con el

estómago afligido por no tener tiempo para comer, con la cabeza adolorida y el alma afligida en

el confesionario, con el cuerpo agotado cumpliendo el deber administrativo, porque la mies es

mucha y los obreros pocos.

Intercede ante el Padre para que envíe más trabajadores a su mies, y por esas vocaciones

para que no sean truncadas, para que sean bien orientadas y dirigidas al amor.

Intercede por los formadores, para que cuiden, preparen y guíen esas vocaciones con el

ejemplo.

Intercede por todos tus sacerdotes, administradores de la gracia y de la misericordia, y

pide al Padre la gracia y la misericordia para ellos, para que ejerzan sus ministerios en virtud y

santidad, para que sigan caminando y nunca se detengan, para que tengan el valor de vivir la vida

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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de Cristo. Esto es a lo que han sido llamados, para lo que han sido preparados y a lo que han sido

enviados.

Intercede para que perseveren en el cumplimiento de su deber, sirviendo a la Iglesia,

amando a Dios por sobre todas las cosas, y a los hombres como Cristo los amó.

Intercede por la vida de cada uno, para que se configure en un tiempo determinado de la

vida de tu Hijo, cada uno en lo particular, de manera que les sirva para crecer en estatura, en

sabiduría y en gracia ante Dios.

Intercede para que sepan identificarse con Cristo en el pesebre o en la cruz, en su

madurez, en su niñez o en su juventud, en su vida privada, en su vida pública, o en cada momento

de su pasión, en Getsemaní, en el Pretorio, bajo el peso de la cruz, crucificado muriendo al

mundo, o en su resurrección.

Intercede por ellos para que sepan identificar su ministerio y unirlo a la vida, pasión,

muerte y resurrección de Cristo.

Bendice, Madre, a los que viven en el camino de Emaús, escuchando la Palabra de tu

Hijo, para que reconozcan en ellos mismos a Cristo cuando partan el pan y se dispongan a la

oración en unidad para recibir al Espíritu Santo.

Ayúdanos, Madre, a permanecer unidos a tu Hijo crucificado, extendiendo con Él y

contigo los brazos en esa cruz, mientras su corazón es atravesado por la lanza que derrama su

sangre y agua hasta la última gota para extender a todo el mundo su misericordia, para que todos

crean en Cristo, amen a Cristo, vivan la vida de Cristo, sean Cristo.

+++

PARA MEDITAR – EL VALOR DE DECIR SÍ

«¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a

los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla!»

Eso dijo Jesús.

Y lo dijo refiriéndose a ti, sacerdote.

La verdad te ha sido revelada desde la Encarnación hasta la Resurrección, cada día de

la vida de Cristo, tu Señor, desde que vivía en el seno de su madre hasta que regresó a sentarse a

la derecha de su Padre.

Cada día es una revelación, para sumergirte en el conocimiento de la verdad de Dios.

Esa es la misión a la que tu Señor fue enviado: revelarte el conocimiento de la verdad

de Dios, para que tú la reveles al mundo, porque el que conoce verdaderamente a Dios, cree en

Él, y lo ama. Y todo el que cree en Él tiene vida eterna.

La verdad de Dios incluye su sacrificio, porque la verdad es que Dios es amor, y por

amor se entrega a su criatura para hacerla a Él para siempre.

La verdad se te revela en la Anunciación y en el sí de María, porque la verdad es que

Jesucristo es el único Hijo de Dios que se hizo hombre naciendo del vientre de una mujer

virgen y pura para crecer en gracia estatura y sabiduría en medio del mundo, para aprender a ser

como los hombres, para enamorarse de los hombres y entregar su vida por amor, viviendo entre

las miserias de los hombres, sintiendo y haciendo lo mismo que los hombres, siendo igual a los

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hombres, menos en el pecado, porque eso es lo que precisamente vino a destruir: el pecado, con

su vida, con su muerte y con su resurrección, para darte vida.

La verdad está revelada en tu sí, sacerdote, cuando siendo tan solo un hombre,

escuchaste el llamado en el que te fue revelado que Dios amó tanto al mundo que le entregó a su

único Hijo para salvarlos, y lo dejaste todo para seguirlo, aun sin conocerlo, sin entenderlo,

pero sintiendo un llamado tan profundo que no lo pudiste negar, porque todos tus sentidos, todas

tus potencias estaban suspendidas en una sola verdad, que es el llamado de Jesús a su amistad,

para configurarte con Él, para servir a Dios por Él, con Él y en Él, para siempre.

La verdad está revelada en el sí de ese hombre que tuvo el valor de escuchar, de aceptar

y de obedecer el llamado a pesar de todo. Y tuvo el valor de decir sí, y de entregarse postrado

en el suelo humillándose ante el mundo haciéndose su servidor, sirviendo al mundo sin ser del

mundo, para servir sólo a Dios. Un mundo encadenado a las tentaciones y al pecado. Un mundo

que fue liberado en un solo sacrificio único y eterno, al cual ese mismo hombre se une y se

hace parte para servir a Dios salvando a los hombres de las cadenas de ese mundo que Dios creó.

La verdad esta revelada en ese hombre que Jesús llama y unge y bendice y lo hace

sacerdote para la eternidad.

La verdad se revela cuando el mismo Cristo se entrega a ese hombre, y ese hombre se

entrega a Cristo para ser una sola cosa. Y lo une con la Santísima Trinidad en un verdadero y

legítimo matrimonio espiritual. Eso es el sacerdocio.

La verdad está en el que Jesús ama más que a nadie en el mundo, a ese amigo que lo

dejó todo para unirse con Él y hacerse sacerdote, entregándose en la cruz extendiendo los

brazos para hacerse puerta con Cristo, por Cristo y en Cristo para que todas las almas puedan ir

al abrazo misericordioso del Padre.

La verdad está en que el sacerdote vive en Cristo y Cristo vive en él, resucitado y vivo,

en medio del mundo, para llevar la alegría, la buena nueva, el anuncio del Reino de los cielos

que Él mismo construye en la tierra.

Y tú, sacerdote, ¿eres consciente de que la verdad está en ti?, ¿agradeces esa verdad?,

¿reconoces en ti esa verdad?, ¿demuestras con tu ejemplo esa verdad revelada, para que el

mundo crea?, ¿o tu verdad es que vives en la mentira, porque te has henchido de orgullo y de

poder, de pecado y de placer en medio del mundo, y te falta valor, humildad y generosidad

para reconocer y vivir en la verdad?

La verdad está en cada alma que ha sido creada para la gloria de Dios, y que tú

conduces, guías y salvas a través de la cruz en la que tu Señor ha redimido al mundo. La

verdad se revela en ti, sacerdote, porque sin sacerdote no hay Cristo y sin Cristo no hay

cielo. La verdad se revela en ti que eres sencillo y pequeño, que eres hijo, y tu Madre

siempre está contigo, para ayudarte, para protegerte, para enseñarte, para que crezcas en

estatura, en sabiduría y en gracia ante Dios y ante los hombres.

____________________

SACIAR A LA MULTITUD – ALIMENTAR CON LA EUCARISTÍA

MIÉRCOLES DE LA I SEMANA DE ADVIENTO

Jesús, sana a muchos enfermos y multiplica los panes.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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+ Del santo Evangelio según san Mateo: 15, 29-37

En aquel tiempo, llegó Jesús a la orilla del mar de Galilea, subió al monte y se sentó.

Acudió a él mucha gente, que llevaba consigo tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos

otros enfermos. Los tendieron a sus pies y él los curó. La gente se llenó de admiración, al ver que

los lisiados estaban curados, que los ciegos veían, que los mudos hablaban y los tullidos

caminaban; por lo que glorificaron al Dios de Israel.

Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: “Me da lástima esta gente, porque llevan ya tres

días conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, porque pueden

desmayarse en el camino”. Los discípulos le preguntaron: “¿Dónde vamos a conseguir, en este

lugar despoblado, panes suficientes para saciar a tal muchedumbre?”. Jesús les preguntó:

“¿Cuántos panes tienen?”. Ellos contestaron: “Siete, y unos cuantos pescados”.

Después de ordenar a la gente que se sentara en el suelo, Jesús tomó los siete panes y los

pescados, y habiendo dado gracias a Dios, los partió y los fue entregando a los discípulos, y los

discípulos a la gente. Todos comieron hasta saciarse, y llenaron siete canastos con los pedazos

que habían sobrado.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: la multitud quiere escucharte y recibir tu favor, de modo que no le importa

quedarse sin comer. Pero a ti sí te importa alimentarlos, porque te da lástima esa gente.

Se trata de la segunda multiplicación de los panes y los peces, de modo que tus discípulos

ya sabían cómo podías resolver ese problema, pero no se atrevían a pedirte otra vez el milagro.

Ellos confiaban en tus entrañas de misericordia.

Aparece una pobre contribución, de siete panes y unos cuantos pescados, y comienzas a

dar instrucciones. Aquello debió ser complicado. Había que organizar bien las cosas para repartir

aquel alimento. Se necesitaban muchos voluntarios, canastos… y mucha fe, porque iban a repartir

un alimento que se multiplicaría en sus propias manos. Y así fue, y sobraron siete canastos, para

que nosotros, ahora, nos alimentemos también.

Señor, nosotros, tus sacerdotes, nos damos cuenta de que nos toca esa misión de alimentar

a tu pueblo, sobre todo con tu Cuerpo y con tu Sangre, pero también con tu Palabra. Somos

ministros que obedecen, y somos ofrenda que se entrega por los demás: esos pocos panes y peces,

que se multiplican por obra de tu poder.

Jesús, ¿cómo debe ser mi humildad, para que hagas conmigo tus prodigios?

Tú nos dices que el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido.

Ayúdame a humillarme al pie de tu Cruz, acompañando a tu Madre, para que sea enaltecido

contigo, que te anonadaste tomando la forma de siervo.

Contemplo tus ojos llenos de luz, pero enrojecidos de sangre.

Contemplo tu rostro desfigurado, con un semblante de dolor y agonía, tan cerca de mí,

que puedo tocarlo.

Contemplo tu cuerpo en la Cruz, y veo a través de tus ojos.

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Veo a tu Madre, fuerte, de pie, dispuesta, entregada, valiente, firme en la fe, llena de

esperanza, entregándose por amor como ofrenda en el sacrificio del Hijo que cuelga de la Cruz, y

que se entrega a la muerte, pero que lo abraza en el que está junto a ella lleno de vida.

Veo una multitud hambrienta y necesitada, que ha puesto su esperanza en ti, buscando la

misericordia de Dios, y se han humillado, porque han creído y han confiado en ti. Pero el mundo

te ha despreciado, y te ha desechado, y se han quedado sin ti, sin esperanza, vacíos, sin nada.

Veo la esperanza en tu Madre y en tu discípulo amado, dispuestos a ser ofrenda contigo.

Veo en ellos la humillación, haciéndose parte contigo, para ser despreciados y desechados

del mundo, para salvar a los hombres.

Veo en ellos siete panes y unos cuantos pescados, para saciar a los que crean en ti, y aun

después llenar siete canastos.

Veo en esta entrega la fe, la esperanza y la caridad de una Madre que te sostiene en esta

Cruz, humillada por el mundo, suplicando compasión y misericordia al Padre para el Hijo.

Veo esa humillación enaltecida en Dios, que es compasivo y misericordioso, que acepta la

ofrenda y la multiplica en gracias y en dones a través del discípulo, para que el Hijo permanezca

para saciar a los que creen y confían en Él, y que nunca queden defraudados.

Veo un discípulo junto a tu Madre, que obedece y se queda con ella y la lleva a vivir a su

casa, llenándose del Espíritu Santo, que Dios da a los que le obedecen, porque el Espíritu Santo

está con ella.

Escucho tu voz que me dice: he aquí a tu Madre, para que la lleves a vivir a tu casa, para

que se quede contigo, y te llene del Espíritu Santo, para que por tu fe abraces la cruz que es tu

ministerio, y te subas en ella, y perseveres hasta el final, mientras tu Madre te sostiene, para que

cumplas tu misión como Cristo en el mundo, sirviendo y alimentando al mundo con fe, con

esperanza y con amor, haciéndote ofrenda conmigo, participando en mi sacrificio, para la

salvación de los que creen y confían en mí.

Intento permanecer en silencio, pero con valor, como tu Madre, al pie de la Cruz,

cumpliendo mi misión, reunido con tu Madre, para que por ella sea lleno del Espíritu Santo, para

que cumpla mi misión en la cruz de mi ministerio, con alegría y con valor, para saciar a la

multitud que tiene hambre y tiene sed, que está cansada, pero que permanecen, porque creen en ti

y confían en ti.

Veo a tu Madre abrazando en el discípulo al Cristo resucitado, que se queda para saciar al

pueblo y que nadie se vea defraudado.

Veo las puertas del cielo que se abren por ti, y se mantienen abiertas por cada uno de tus

sacerdotes.

Pero tú nos adviertes, Señor:

«¡Ay de ustedes los hipócritas, que cierran a los hombres las puertas del Reino de los

Cielos, porque ustedes no entran, y no dejan entrar a los que quieren entrar!

¡Ay de aquellos que no reparten los panes y los pescados que yo les he dado, porque en

ustedes he confiado, y descuidan lo más importante, que es la justicia, la misericordia y la fe!

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¡Ay de aquellos hipócritas que purifican por fuera la copa y el plato, mientras que por

dentro están llenos de inmundicia y suciedad! Que purifiquen primero la copa por dentro, para

que también por fuera quede pura».

Tú envías profetas a los sabios y a los hipócritas, pero a algunos los matan, a otros los

persiguen y los azotan. Cuantas veces has querido reunir a los hijos de tu pueblo como una

gallina reúne a sus pollos bajo las alas, y no han querido. He aquí a tu madre, he aquí a tu hijo. El

que tenga oídos, que oiga.

Con tu brazo reúnes a todas las naciones, y con tu poder humillas a los que se enaltecen, y

enalteces a los que se humillan. Los que se enaltecen son hipócritas, porque por su soberbia han

conservado la luz para brillar ellos mismos, mientras el mundo permanece en tinieblas. Los que

se humillan son los que han perseverado en la cruz cumpliendo su misión, y que han llevado con

sus dones la luz al mundo y han dado mucho fruto, porque el Espíritu Santo está con ellos.

Tú has vencido al mundo, porque no hay nada imposible para Dios.

Yo quiero acompañar a tu Madre al pie de tu Cruz, y le pido que me ayude a no decir que

soy sólo un muchacho. Para que a donde quiera que tú me envíes yo vaya, y todo lo que me

mandes decir, yo diga, para que cumpla con mi misión, y sea ejemplo, para que otros hagan lo

mismo, para que acepten a la Madre como hijos, y se queden con ella, para que sean llenos del

Espíritu Santo, y venzan contigo al mundo.

+++

Madre mía: tú siempre cumples los deseos de tu Hijo.

Por eso quieres reunirnos, como una gallina reúne a sus pollitos bajo sus alas, para

protegernos, para cuidarnos, para darnos de comer, para guiarnos en el camino y que nunca nos

perdamos.

Ayúdanos a permanecer contigo, para que seamos llenos del Espíritu Santo, que siempre

está contigo; para que, fortalecidos en la fe y en el amor, alcancemos la esperanza de tu auxilio;

para que seamos reunidos bajo tus alas y obtengamos la protección de tu manto.

Intercede, Madre, por nosotros:

para que sepamos humillarnos;

para que seamos obedientes, y te aceptemos como Madre al pie de la cruz;

para que te llevemos a nuestra casa y nos quedemos contigo;

para que Dios, que es compasivo y misericordioso, derrame sobre nosotros su Santo

Espíritu, que siempre está contigo;

para que nos fortalezca y tengamos el valor de tomar la cruz;

para salir al mundo y dar testimonio de la misericordia derramada, por la que Cristo

resucitado y vivo se queda y permanece en cada uno de nosotros;

para que, con su luz, iluminemos el mundo entero, llevando con compasión la fe, la

esperanza y el amor;

para que los que buscan la misericordia de Dios la encuentren en Cristo, en su Cruz y en

su resurrección;

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para que los que están cansados vayan a Él y los haga descansar;

para que los que tienen hambre sean saciados, porque todo el que cree en Él tiene vida

eterna.

Acompáñame, Madre, a llevar mi testimonio al mundo con tu palabra, para alimentarlos,

porque no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Ayúdame a permanecer contigo, dispuesto a la voluntad de Dios, valiente y firmes en la

fe, en la esperanza y en el amor, en un sí y en una humillación constante, para que Dios me mire

y se haga en mí según su palabra, y mi cruz sea la alegría de servir a Cristo, porque el Espíritu

Santo está contigo, y está conmigo, y con todos los que te acompañan.

+++

PARA MEDITAR – ALIMENTAR HASTA SACIAR

«Todos comieron hasta saciarse».

Eso dice la palabra de Dios.

Y te lo dice a ti, sacerdote, porque el pueblo tiene hambre.

Tu Señor te envía a alimentarlos hasta saciarlos.

Tu Señor es el alimento de vida. El único alimento que salva y que sacia, que perdona y

que da gracia, que es eterno y nunca se acaba.

Tú eres, sacerdote, el instrumento para compartir el alimento. Pero tu Señor quiere

también la generosidad de su pueblo, y te pide que recojas con Él el fruto del trabajo de los

hombres, y lo transformes en ofrenda, para que con Él y contigo sean uno, como el Padre y Él

son uno, transubstanciando la ofrenda en su carne y en su sangre.

Tu Señor ha querido necesitar de ti, sacerdote, para hacerse presente, para alimentar a

la gente, para guiarlos y para salvarlos, porque son como ovejas, que sin pastor se pierden.

Tu Señor te pide que llames a las ovejas de su rebaño, que las reúnas y no las disperses,

que las mantengas unidas y las alimentes. No le digas que sólo eres un muchacho, porque a

donde quiera que Él te envíe irás, y lo que quiera que tú digas dirás, porque Él ya sabe que

eres sólo un muchacho, pero Él te ha dado siete panes y unos cuantos pescados.

Tu Señor te envía, sacerdote, y te dice: no tengas miedo, que contigo estoy para salvarte.

Mira que ha puesto sus palabras en tu boca, y no podrás equivocarte.

Tu Señor te da autoridad sobre las gentes y sobre los reinos, para destruir y derrocar,

para reconstruir y para plantar. Él es velador de su propia palabra para cumplirla, y te

convierte en plaza fuerte, en pilar de hierro, en muralla de bronce frente a toda la tierra,

porque te harán la guerra, pero no podrán contigo, pues contigo está tu Señor para salvarte.

Y tú, sacerdote, ¿crees esto? ¿Le das a tu Señor todo lo que tienes, y abandonas tu

voluntad en su voluntad, para que haga contigo lo que Él quiere? ¿Confías en el poder de tu

Señor y en sus milagros? ¿Aceptas que Él ponga ese poder entre tus manos? ¿Tienes el

corazón dispuesto para acoger a su pueblo? ¿Mantienes reunido a su rebaño?, ¿o caminan como

ovejas sin pastor, porque tú te has ido, porque te has cansado y lo has abandonado? ¿Los

alimentas?, ¿o tienen hambre? ¿Tienen un pastor valiente?, ¿o tan sólo ven en ti un muchacho

cobarde?

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

21

Reflexiona, sacerdote, en la compasión de tu Señor, y pídele que te dé sus mismos

sentimientos, que te llene de valor para asistir las necesidades de su pueblo, y entrégate en sus

manos para ser usado como instrumento de amor, al ser configurado con Cristo Buen Pastor,

y el medio para que Él haga llegar su misericordia a su pueblo.

Dispón tu corazón, sacerdote, y participa con tu Señor en su sacrificio redentor, que

es un diario milagro en el altar, para alimentar, para salvar, para compartir y multiplicar

la gracia obtenida por tu ofrenda, que se derrama sobre el mundo entero, y aun así sobra,

porque Dios no se deja ganar en generosidad.

____________________

PREDICAR CON EL EJEMPLO - EL PODER DE LA PALABRA

JUEVES DE LA I SEMANA DE ADVIENTO

El que cumple la voluntad de mi Padre entrará en el Reino de los cielos.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 7, 21.24-27

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No todo el que me diga: ‘¡Señor, Señor!’,

entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad de mi Padre, que está en los

cielos.

El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica, se parece a un hombre

prudente, que edificó su casa sobre roca. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los

vientos y dieron contra aquella casa; pero no se cayó, porque estaba construida sobre roca.

El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica, se parece a un hombre

imprudente, que edificó su casa sobre arena. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron

los vientos, dieron contra aquella casa y la arrasaron completamente”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: me hacen pensar mucho las palabras que dirigiste a tus discípulos, porque

ejerciendo mi ministerio sacerdotal te digo muchas veces “¡Señor, Señor!”, pero no sé si siempre

cumplo la voluntad del Padre.

Tengo el deber de predicar, como instrumento tuyo. Y predicando asumo tu autoridad,

para exigir a los demás que cumplan tu ley. Las palabras que salen de mi boca son las tuyas.

Ayúdame a que sepa también escucharlas y ponerlas en práctica.

Yo soy enviado para anunciar tu palabra: ¿qué debo hacer para también escucharla y

cumplirla? Aunque esté cansado ¿qué debo hacer para predicar también con el ejemplo,

uniéndome a tu cruz?

+++

«Sacerdote mío, no te canses de mí.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

22

La palabra que sale de mi boca no regresará a mi vacía. Yo he enviado a mis

discípulos a anunciar mi palabra, para que con mi palabra construyan el Reino de los

cielos, para que al anunciar el Evangelio edifiquen sobre roca firme.

Yo soy la palabra. Yo soy la Roca sobre la cual edifico mi Iglesia y permanezco en

aquel quien me representa. Todo el Evangelio es resumido en una sola palabra: amor. Yo

soy el amor. El amor fortalece, anima, sostiene, vivifica. Yo te envío fortalecido con mi

amor, a anunciar el Evangelio a todos los rincones del mundo.

Yo te lleno de amor y te desbordo, para que nunca te canses de mí.

Reciban el amor, vivan en el amor y anuncien el amor engendrado en la pureza y en

la belleza Inmaculada, para nacer al mundo, para entregarse al mundo para morir en el

mundo, para salvar a todos los hombres, amándolos hasta el extremo.

Pastores míos, vengan a mí los que estén cansados y agobiados que yo los aliviaré.

Dispónganse a recibir mi amor, para que toda palabra que salga de su boca regrese a

mí, para que por su boca llegue mi palabra hasta los confines del mundo, para que todos

conozcan mi ley, la ley del amor, y cumplan mis mandamientos, los mandamientos del

amor, para que cumplan la voluntad del Padre uniendo su voluntad a la voluntad del

Padre, anunciando la buena nueva, el Reino de los cielos, y crean en mí, para que todo el

que me escuche de su boca, crea en mí, y el que crea sea salvado para la vida eterna.

¡Ay de aquel que yo haya enviado y no anuncie mi palabra, porque ese será

condenado!

¡Ay de aquel que anuncie mi palabra y no la cumpla, porque todo lo que construya

será destruido!

¡Ay de aquel que escuche mi palabra y no la cumpla, porque no entrará en el Reino

de los Cielos!

Es en la cruz en donde se derrama el amor y se desborda en misericordia.

Porque el amor no se puede contener, porque el amor es infinito y eterno, porque

quien vive en el amor vive en la verdad.

Ustedes que conocen la verdad, únanse a mi cruz cumpliendo la voluntad del Padre,

para que vivan en el amor, para que desborden misericordia.

Reúnanse en torno a mi Madre para que sean fortalecidos en el amor, para que

escuchen mi palabra, para que anuncien la verdad, y cumplan con sus deberes, predicando

con su boca mi palabra, predicando con su ejemplo mi sacrificio, uniendo su voluntad a la

mía, edificando sobre roca firme, porque el tiempo está cerca.

A los que han escuchado mi Palabra y la han puesto en práctica, y han sido

prudentes en prepararse para estar listos para mi venida que es todos los días en la

Eucaristía, que es lo que los prepara para mi venida definitiva cuando yo vuelva a poner los

pies sobre la tierra para buscar lo que me pertenece, yo los envío a proclamar mi Palabra

para que el mundo crea que Dios me ha enviado, para que se conviertan y crean en el

Evangelio, para que se arrepientan y pidan perdón, porque no todo el que me diga Señor,

Señor, entrará en el Reino de los Cielos sino el que escuche mi Palabra y la cumpla.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

23

El que cumple mi Palabra confía en mí, y en que yo estoy a su lado todos los días de

su vida hasta el fin del mundo.

Con esa confianza, preparen mi advenimiento».

+++

Madre mía: tú eres modelo de quien escucha la palabra de Dios y la pone en práctica.

Ayúdame a estar atento, porque no quiero otra cosa en mi vida que cumplir la voluntad de Dios.

«Hijo mío, sacerdote: acompáñame a entregar ese amor que vive en mí y que vive en

ti, que te llena y te desborda, anunciando el amor por medio de la palabra que ha salido de

la boca de mi Hijo, porque no regresará vacía, porque será cumplida hasta la última letra.

Yo intercedo por mis hijos sacerdotes, para que escuchen la palabra, y recuerden

por la palabra lo que deben hacer, lo que han prometido, a lo que han sido llamados, lo que

han aceptado cuando dijeron sí, a lo que se han comprometido y por lo que deberán

entregar cuentas cuando el tiempo se haya cumplido.

El ángel del Señor defiende en la batalla a los que escuchan la Palabra de Dios y la

cumplen, porque esos hacen la voluntad de Dios. Y es esa voluntad la que él defiende

protegiendo la integridad de los hombres que en total libertad aman a Dios por sobre todas

las cosas y eligen obedecer a Dios antes que a los hombres, uniendo su voluntad a la

voluntad de aquel que lo ama porque es Dios y es Padre.

Confía en el Padre, confía en el Hijo, confía en el Espíritu Santo. Confía en el Señor,

y cumple su voluntad, porque el que cumple la voluntad de Dios, ese entrará en el Reino de

los Cielos.

Permanece unido a mi Hijo en una sola alma y un solo corazón, construyendo el

Reino de los cielos en la tierra, escuchando su Palabra y cumpliéndola, porque esa es la

voluntad de Dios.

Trabaja de sol a sol, para llevar a las almas al abrazo misericordioso del Padre, para

que cuando tu corazón de sacerdote se humille ante la grandeza y la omnipotencia, ante la

abundancia y la gracia de la Palabra, entonces puedas decir ¡Señor, Señor! y entrar en el

Reino de los Cielos.

Trabaja sin tregua ni descanso todos los días y no te distraigas. Permanece en

oración contemplando los tesoros de mi inmaculado Corazón, como alma contemplativa en

medio del mundo.

Tus oraciones se unen a mi entrega total e incondicional a la voluntad de Dios, para

pisar la cabeza de la serpiente. Construye sobre los cimientos existentes, pero asegúrate de

que los cimientos estén puestos sobre roca.

Todo está en el plan de Dios. Confía en el Señor».

+++

PARA MEDITAR - EL PODER DE LA PALABRA

«No todo el que me diga: ‘¡Señor, Señor!’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que

cumpla la voluntad de mi Padre, que está en los cielos».

Eso dice Jesús.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

24

Y te lo dice a ti, sacerdote, para que escuches su palabra y la pongas en práctica.

Tu Señor te advierte, porque te ama.

¿Y qué es la Palabra, sino la verdad?

Una verdad que tu Señor te ha venido a enseñar.

Esa verdad que es la verdad del amor.

Es el amor que es Él mismo, y que ha sido derramado al mundo para incluirte en esa

única verdad de Dios, porque tanto amó Dios al mundo que le dio a su único Hijo, para que todo

el que crea en Él no muera, sino que tenga vida eterna.

Esa es la verdad, sacerdote. Tu Señor fue enviado por su Padre para rescatar lo que se

había perdido, y lo hace a través de la Palabra, que se entrega para llegar a todos los rincones del

mundo, a través de la misericordia derramada en su cruz.

Palabra que no regresa vacía, regresa con las almas, porque la Palabra recoge, acoge,

guarda, enriquece y diviniza, alimenta, sostiene, purifica, vivifica, santifica y salva.

Tu Señor es la Palabra, y la Palabra se encarnó en el vientre de una mujer elegida, pura,

inmaculada y digna morada de Dios para contener a su criatura, que siendo Dios se despojó de sí

mismo para hacerse criatura, y en esa criatura, y en ese vientre, renovar al mundo a través de la

sangre compartida de una criatura con su creador.

La Palabra es dinámica, está viva, fortalece el alma. La Palabra fortalece la fe. Fe que

se engendra en cada criatura por el mismo Cristo encarnado en el corazón de cada hombre

dispuesto a transmitir su Palabra para ganar almas para el Reino de Dios.

Palabra que sale de la boca de una mujer que dice sí, y ese sí es Palabra de Dios que Él

mismo pone en su boca, en sus labios y en su corazón, por el que la criatura une su voluntad a su

creador.

Palabra que se vuelve presencia cuando la fe de la criatura se transforma en las obras de

Dios.

La Palabra de Dios es como espada de dos filos que escruta los corazones, que penetra

hasta las articulaciones y la médula de los huesos y expone los corazones para convertirlos, para

cambiarlos, para transformar los corazones más duros, los corazones de piedra en corazones de

carne.

La Palabra es el poder de Dios para divinizar al hombre actuando en lo más íntimo, en

la esencia del ser.

Ese es tu deber, sacerdote: transmitir el poder de Dios de convertir los corazones de los

hombres a través de su Palabra, como espada cortante de dos filos, que enciende los corazones

en el fuego del amor del Espíritu Santo y transforma el querer y el obrar.

Sin la Palabra el hombre es como una flor marchita que nadie ha tenido cuidado de

regarla, de cuidarla, de protegerla, y se pierde en la indiferencia de una tierra árida en la que su

misma semilla se pierde, se muere, se marchita.

Y tú, sacerdote, ¿escuchas la palabra de tu Señor?, ¿la meditas en tu corazón?, ¿la

practicas?, ¿o sólo dices “Señor, Señor”, y no haces lo que Él te dice? Porque, si no escuchas la

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Palabra, ¿cómo vas a conocer la verdad? y ¿cómo vas a hacer la voluntad de Dios que es que

todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de esa verdad?

Dios dijo hágase, y todo fue hecho. Ese es el poder de la Palabra, y ése es el poder

que tu Señor Jesucristo ha traído al mundo, te ha hecho su siervo, pero te ha llamado

amigo, y te ha dado voz para hacer tu ministerio eficaz a través de la Palabra.

____________________

INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA - PUREZA

SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA

Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.

Del santo Evangelio según san Lucas: 1, 26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada

Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se

llamaba María.

Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está

contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir

semejante saludo.

El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y

a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. él será grande y será llamado Hijo del

Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por

los siglos y su reinado no tendrá fin”.

María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco

virgen?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te

cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí

tienes a tu parienta Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes

la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la

esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: celebramos una gran fiesta de nuestra madre. Una fiesta que nos habla, entre

otras cosas, de la importancia de la virtud de la pureza. Virtud que hay que vivir por dentro y por

fuera.

Desde niño yo he aprendido a tratar a la Virgen como madre. Y una madre buena siempre

está pendiente de sus hijos, quiere lo mejor para sus hijos. Estoy seguro de que la Inmaculada

custodia de modo especial el corazón de sus hijos sacerdotes, para que esté siempre limpio y

puro, digno de quien es Cristo, esposo de la Iglesia, sin mancha ni arruga.

¿Cómo puedo, Jesús, luchar por mi parte, para vivir bien la santa pureza, y así cumplir

fielmente con mis deberes sacerdotales?

+++

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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«Sacerdotes míos, amigos míos: el que quiera seguirme que reciba a mi Madre como

madre, para que se haga hijo en el Hijo, para que por el Hijo sea unido al corazón de la

Madre, para ser conducidos a la casa del Padre, porque ella es la puerta del cielo.

Es por ella que ha venido la luz al mundo.

Es por ella que es entregado el Hijo al mundo, para redimirlos y recuperarlos a

todos.

Ella es Madre de la misericordia y de la gracia, es Madre del amor, porque ella es la

Madre de Dios, creador de todo lo creado, creador de ella, para hacerse hombre, para

hacerlos hijos con el Hijo, por medio de la pureza de su virginidad y de su vientre

inmaculado, en el que está el camino, la verdad y la vida.

Ella los mantiene en el camino seguro, los ayuda a vivir en la verdad para encontrar

la vida.

Yo soy el camino, la verdad y la vida.

Nadie va al Padre si no es por mí.

Háganse como niños y busquen a mi Madre como un niño perdido busca a su madre,

porque de los niños es el Reino de los Cielos, y déjense abrazar por ella.

Y confíen en ella, como un niño confía en su madre, porque una madre cuida,

protege, abraza, ama, sirve, alimenta, viste, enseña, sana, acompaña, asiste, auxilia, socorre,

hace crecer al hijo y entrega su vida por él, para darle lo mejor. Y lo mejor soy yo.

Sacerdotes de mi pueblo: el que quiera ser mi amigo, que renuncie a sí mismo, que

tome su cruz de cada día y que me siga, para que se una conmigo y, por mí, al Inmaculado

Corazón de mi Madre, para que, ayudados por ella, unan su cruz a la mía, y permanezcan y

perseveren en su entrega, porque una madre ayuda, sostiene, alienta, compadece, da

esperanza, fortalece la fe, para que, por mi cruz, mueran al mundo, para que por mi

resurrección tengan vida eterna.

Sacerdotes míos: sean hijos y dejen que ella sea Madre, para que sean puros como

ella, por el Espíritu Santo, perfectos como mi Padre, y santos como yo.

Para que, cuando el Hijo del Hombre vuelva, los encuentre unidos al corazón de la

Madre por el Hijo, para llevarlos a la gloria del Padre, con el Hijo, por el Espíritu Santo.

Pidan misericordia a la Madre de la misericordia, pidan sabiduría a la Madre de la

sabiduría, pidan las gracias a la Madre de la gracia, y reciban el amor de la Madre del

amor.

Confíen en mi Madre como madre y lleven su auxilio a todas las almas, para unirlas

a la pureza de su corazón, por el mío, que purifica, que sana, que une, que santifica, que

salva.

Su nombre es María y en ella está consumada la belleza de la creación, porque ella es

la Madre de Dios.

Ella es el Arca de la alianza, en donde guardo todos mis tesoros».

+++

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Madre mía: Tú eres la perfección humana, la pureza en forma de mujer, la belleza plena,

la llena de gracia, la Inmaculada Concepción, el arca de la alianza, la puerta del cielo, la estrella

de la mañana, Madre del creador, Madre del redentor, Madre de gracia, Madre de misericordia,

Madre de todos los hombres, Madre de la Iglesia, Madre de Dios, Reina concebida sin pecado

original, la siempre Virgen y Madre, Reina del Paraíso, la Inmaculada y pura desde su

concepción, la que permanece siempre virgen, que nunca fue tocada ni transformada, que

permanece tal cual como ella fue creada desde un principio para ser digna morada del Hijo de

Dios, y que es perfecta.

Virginidad de cuerpo y de alma, que encierra la integridad magistral de la criatura que fue

creada Inmaculada y pura para ser preservada de todo pecado, para permanecer sin mancha ni

arruga, pensada así por Dios desde antes de que el mundo existiera, para contener en sus entrañas

la manifestación salvífica de la misericordia de Dios.

Vísteme de tu pureza, Madre, para que en mí encuentre gracia ante Dios.

+++

«Hijo mío, sacerdote: yo soy Inmaculada desde mi concepción, para permanecer en

la pureza, para ser la Madre de Dios, para que el Padre atraiga a los hombres a mi Hijo,

para llevar por medio de mi Hijo a todos los hombres a Él.

Es mi vientre puro el que los viste de pureza, porque el Espíritu Santo está conmigo.

Y es por mi Hijo, que es el fruto de mi vientre, y por su infinita misericordia, que son

acogidos todos los hombres como mis hijos, frutos del fruto bendito de mi vientre, que

entregué al mundo para que, por su muerte y su resurrección, rescatara al mundo de la

muerte, dándoles vida, haciéndolos partícipes de mi maternidad como hermanos de Cristo,

unidos en un solo cuerpo y un mismo espíritu, para permanecer en la pureza que los

santifica y los une como hijos al Padre.

Yo intercedo por ustedes para que permanezcan conmigo, unidos a mi Hijo, por

quien se derrama la misericordia de Dios para ustedes, y por ustedes para todos los

hombres, para que permanezcan vestidos de fiesta, reunidos en vela y en oración,

esperando al novio.

Yo vengo a traerles misericordia, como en las bodas de Caná, cuando ya no tenían

vino, y que, aunque no haya llegado la hora, me escuchen, y crean, y hagan lo que Él les

diga, para que sean saciados con el mejor de los vinos.

Yo les pido que se reúnan como en Pentecostés, dispuestos a recibir y a entregar la

gracia, y que permanezcan dispuestos a servir al Señor, con la sierva del Señor, para entrar

vestidos de fiesta al banquete del Cordero.

Mi belleza es el reflejo de un alma Inmaculada, pura, sin mancha ni arruga. Así es el

alma en el plan de Dios, desde siempre y para siempre. Es a lo que la humanidad está

llamada, a la perfección.

Pero el pecado corrompió esa perfección y dañó ambas partes: a la humanidad y a

Dios. Fue tan grave la negación del hombre al don, que en la humanidad dejó la mancha de

ese pecado para siempre, haciendo al hombre imperfecto y alejando al hombre de la

perfección que es Dios, en quien la herida y el dolor ocasionado por la traición al amor de

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su propia creación fue tan grande, como es el daño que sólo podía ser reparado con el

propio amor al que ofendió.

Y Dios amó tanto al mundo que le dio a su único Hijo para que todo el que crea en él

tenga vida eterna. Y no sólo les dio a su Hijo, sino que le dio al Hijo una Madre, y el Hijo la

hizo Madre de la humanidad. Y la Madre era una virgen, pura e inmaculada que dijo sí,

para permanecer virgen, pura e inmaculada, y hacerse Madre engendrando al Hijo por

obra del Espíritu Santo, para hacerse uno.

Y el Hijo se hizo igual a los hombres en todo menos en el pecado, para hacerse

pecado liberando a los hombres de la muerte a la que estaba sujeto por el pecado,

destruyendo el pecado con su propia muerte, inmolando su cuerpo y derramando su sangre

en la cruz, haciendo a todos los hombres hijos, para que sean como ella y digan sí, porque

un hijo siempre se parece a su madre, y así, por obra del Espíritu Santo, sean engendrados

por el Padre en filiación divina, a través del agua viva del sacramento del Bautismo, que los

renueva y los hace hermanos del Hijo, y por tanto hijos de la Madre, para parecerse a ella y

ser inmaculados y puros, para que alcancen la perfección como ella, diciendo sí, recibiendo

al Hijo en el sacramento de la Eucaristía, para hacerse uno.

Pero la miseria de los hombres los aleja de Dios, que es tan infinitamente bueno y

misericordioso que rescata continuamente al hombre de la miseria que lo inclina al pecado,

que lo mancha y que lo aleja de Dios, a través del sacramento de la Confesión, que los

renueva y les devuelve la belleza de la Madre que es el reflejo de un alma inmaculada y

pura, sin mancha ni arruga, para que sea digna de retornar a Dios.

Es por eso que yo les muestro el camino, porque el camino, que es Cristo, lo he

caminado yo. Un camino sin pecado en medio de un mundo de pecado, para hacerse

esclavos del Señor, para que humillándose en el mundo, una vez renovados, encuentren

gracia ante Dios.

Yo soy la esclava del Señor, y he hallado gracia ante Dios, quien desde antes de la

creación del mundo me eligió para hacerme Madre de todos los hombres, y renovar

constantemente sus obras más perfectas: las almas de sus sacerdotes.

En un principio Dios creó al hombre y a la mujer para darles vida y compartir su

paraíso. Y si por una mujer vino la muerte al mundo, al tentar al hombre para cometer

pecado, por una mujer vino al mundo la vida y por un hombre la salvación.

Eva fue la mujer que alimentó al hombre con el fruto del pecado.

Yo soy la nueva Eva, que renueva a los hombres alimentándolos con el fruto bendito

de mi vientre, en cuerpo, en sangre, en alma, en divinidad, para darles vida.

Adán es el hombre que conduce el pecado a los hombres.

Mi Hijo Jesús es el nuevo Adán, que es la salvación y la vida para los hombres.

Mis hijos sacerdotes son los hombres que conducen el alimento de salvación, para

alimentar a los hombres con el fruto bendito de mi vientre, que es Eucaristía.

El dolor de mi Inmaculado Corazón es causado por la espada de dos filos, por la cual

se derrama la gracia, y que lo atraviesa para preservar la pureza de los corazones de

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ustedes, los hijos que me acompañan y pisan conmigo la cabeza de la serpiente, mientras

ella intenta morder mi talón.

No tengan miedo, yo los protejo y el Señor, que siempre está conmigo, está con

ustedes, y su gracia les basta. Los Santos interceden por ustedes para preservarlos en la

pureza y en el amor».

+++

PARA MEDITAR – PUREZA

“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”.

Eso dijo el Ángel del Señor.

Se lo dijo a María, anunciándole que sería la Madre del Salvador.

La pureza engendra pureza.

La pureza no puede ser engendrada si no es por la pureza.

La pureza es Dios, la pureza es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Pureza que fue enviada al mundo para ser encarnada en la pureza.

Pureza hecha creatura en el vientre inmaculado y puro de una creatura pura, creada

inmaculada, sin mancha ni pecado desde su concepción, para nacer pura, sin mancha y sin

pecado, y crecer para convertirse en una mujer inmaculada y pura, sin mancha ni pecado, para

engendrar la pureza, digna de merecer una morada inmaculada y pura, sin pecado, sin mancha

ni arruga.

El Padre, que amó tanto al mundo que envió a su único Hijo para salvarlo, prepara desde

un principio una morada digna para su Hijo; morada que recibe, engendra, hace crecer,

alimenta, permite nacer a la pureza, en medio de la miseria del mundo, y en medio del pecado

de los hombres, para salvar a los hombres, para dignificarlos, para devolverles la pureza con la

que habían sido creados en un principio.

Tu Señor te ha elegido, sacerdote, para ser purificado, para ser ofrenda, para ser

dignificado, para ser divinizado, para ser puro y vivir sin mancha ni pecado.

Pero tú, sacerdote, naciste siendo un hombre pecador, miserable, indigno, que no

conoció la gracia de la pureza, porque fuiste concebido con la mancha del pecado original, del

que has sido purificado por la gracia, de manos de otro sacerdote, a través del Bautismo, que

infunde la gracia que solo da el Espíritu Santo.

Y es así como el hombre conoce la gracia, y se convierte en una creatura pura,

inmaculada, sin mancha ni arruga, sin pecado, para vivir en medio de un mundo de pecado.

Pero en donde abundó el pecado sobreabundó la gracia, que acompaña a ese niño que

un día escuchó un llamado y se siente indigno y pecador, y Dios lo llama para ser ejemplo de la

pureza, de la belleza, de la gracia del Hijo de Dios, y dice sí, pero sigue siendo un pecador.

Tu Señor ha creado tu alma sacerdotal, para ser una morada digna, pura, inmaculada,

para recibir y para configurarse con la pureza que es Dios.

Y tú, sacerdote, ¿eres consciente de que sólo la pureza engendra pureza? ¿Estás siempre

dispuesto a recibir la gracia que te purifica, que te dignifica y que te diviniza en Cristo?

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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¿Recibes la gracia para transformar tu corazón? ¿Estás dispuesto a renovar tu alma, para ser una

morada digna de tu creador, a imagen y semejanza de la Mujer que te engendró en su corazón?

Acepta, sacerdote, la dignidad que te da tu Señor, y dispón tu corazón para

entregarlo en los brazos de la Mujer que en su pureza engendró la pureza, para que naciera

en medio de la miseria de los hombres, para atraerlos, por su misericordia, a la pureza que

lo engendró: el Espíritu Creador, Espíritu de gracia, Espíritu consolador, Santo Paráclito

renovador.

____________________

EL MILAGRO DE LA VOCACIÓN – LA MEJOR VOCACIÓN: SER CRISTO

SÁBADO DE LA I SEMANA DE ADVIENTO

Al ver a la multitud se compadeció de ella.

Del santo Evangelio según san Mateo: 9, 35-10, 1. 6-8

En aquel tiempo, Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las

sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia. Al ver a las

multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin

pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen,

por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”.

Después, llamando a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus

impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias. Les dijo: “Vayan en busca de las ovejas

perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los

cielos. Curen a los leprosos y demás enfermos; resuciten a los muertos y echen fuera a los

demonios. Gratuitamente han recibido este poder; ejérzanlo, pues, gratuitamente”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: me conmueve eso que dice Mateo, de que te compadecías de las multitudes

porque estaban como ovejas sin pastor. Y me doy cuenta de que hoy la cosecha sigue siendo

mucha y los trabajadores siguen siendo pocos.

Nos pides oración por las vocaciones, porque cada alma que se entrega a ti es un milagro,

sólo se entiende como fruto de la gracia de Dios. Cuántas historias inexplicables hay en la vida de

la Iglesia durante estos veinte siglos. La única explicación es que tú eres el que llama y la oración

por las vocaciones hace posible responderte que sí.

Tenemos que rezar todos más, para que vengan a la Iglesia las vocaciones que se

necesitan. Y los sacerdotes también debemos dar testimonio con nuestra entrega, para fomentar

esas vocaciones.

Además, el milagro tiene que seguirse realizando en la vida de todos los que nos hemos

entregado a ti: esa oración nos sostiene en la fidelidad.

A los doce les diste el poder de expulsar a los espíritus impuros, y curar toda clase de

enfermedades y dolencias. A nosotros, sacerdotes, también nos has dado gratuitamente tu poder,

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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y vemos que los milagros se producen en nuestras manos, y arrojamos demonios y resucitamos

muertos administrando los sacramentos.

Jesús, ¿cómo podemos ejercer ese poder con más fidelidad?

+++

«Sacerdotes míos: oren al Padre para que envíe más obreros a su mies.

Yo los he enviado a ustedes para que anuncien mi venida, para que preparen la

tierra para la vida.

Ustedes son los responsables de que la semilla que ha sido plantada germine.

Ustedes trabajan y preparan la tierra, y conducen el agua viva de mi manantial de

misericordia a todos los rincones de la tierra.

Yo estoy vestido de sangre, derramada para el perdón de los pecados y la redención

del mundo, por la justificación que les ha sido merecida por mi cruz.

También visto de agua viva, gracia santificante, para la vida eterna.

Estoy vestido de misericordia.

Ustedes son los conductores de esta misericordia, que es infinita, y que ya ha sido

derramada de una vez y para siempre.

Ustedes son los que anuncian el Reino de los Cielos.

Ustedes son los constructores de mi Reino.

Ustedes son los que preparan los caminos de paz, para que, cuando yo vuelva,

encuentre a mi pueblo reunido, como la ofrenda de fruta madura de mi siembra.

Ustedes son Elías y son Juan, anunciando la venida del Hijo del hombre, preparando

el trono en la tierra para el Hijo de Dios, anunciando el nacimiento del amor en cada

corazón, el Verbo encarnado, que es la luz para el mundo, el camino, la verdad y la vida,

que nace de la eternidad, para morir y dar vida al mundo para la eternidad, que sube al

cielo, para quedarse en presencia viva, cada vez que ustedes anuncian la venida del Hijo de

Dios que se hace presente en la Eucaristía.

Pero la mies es mucha y los obreros pocos.

Oren para que el Padre envíe más obreros a su mies.

Oren para que los obreros permanezcan en su labor.

Oren para que los obreros que permanecen, perseveren en la fidelidad y en el

cumplimiento de sus deberes, para que cuando yo vuelva, toda la tierra haya sido

trabajada, sembrada, labrada, y el agua viva de mi manantial de misericordia haya dado

vida a la semilla plantada en cada corazón, para recoger el fruto de mi misericordia.

Ustedes son instrumentos de mi amor, para que mi misericordia llegue a todos los

rincones del mundo. Pero si ustedes no la reciben, y si los que la reciben no la entregan, y si

los que la entregan no la llevan a la tierra, la siembra no sirve para nada, no hay fruto, no

hay cosecha, no hay ofrenda.

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Que sea su oración una súplica constante al Padre, para que la tierra sea bien

labrada, la semilla plantada sobre tierra fértil, y la misericordia conducida, para que la

vida, que es la semilla, germine y dé buen fruto, para que el fruto sea ofrenda a Dios, para

la vida eterna.

Ustedes son los labradores. La semilla es la Palabra. La Palabra soy yo.

Siervos fieles: yo los envío, y ustedes van; yo los llamo y ustedes vienen; yo los mando

y ustedes hacen lo que yo les digo.

Pero hay algunos a los que es necesario decirles que hagan lo que yo les digo, porque

yo los envío y no van, yo los llamo y no vienen, yo los mando y no obedecen.

Yo no me cansaré de llamar a mis amigos con insistencia, y tocaré la puerta en

medio de la noche, y aunque me respondan que está cerrada y están acostados, y no quieren

levantarse, yo les aseguro que, si no se levantan por ser mis amigos, se levantarán para que

deje de molestarlos y me abrirán la puerta.

Miren que estoy a la puerta y llamo, y si alguno oye mi voz y me abre la puerta,

entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo.

Acompañen a mi Madre para que llamen e insistan conmigo, porque todo el que pide

recibe, el que busca halla, y al que llama le abrirán. Ella tiene poder porque es mi Madre, y

un hijo siempre quiere complacer a su madre, y ella sabe que yo hago lo que me pida, como

en la boda de mi amigo, cuando aún no había llegado mi hora».

+++

Madre nuestra: los sacerdotes somos tus hijos predilectos, sabemos que tu amor de madre

intercede para que vengan muchas vocaciones. Ayúdanos a perseverar en la oración para que

vengan abundantes trabajadores para la mies del Señor, para que haya muchos Cristos, Buenos

Pastores de tus ovejas.

«Hijos míos, sacerdotes: aquí estoy yo, que soy su madre. Y a los hijos se les acoge

desde el vientre. Yo acojo a todas las vocaciones que Dios envía.

Oremos, para que los obreros que Dios envía nazcan a la luz y sean portadores de

luz.

Oremos, para que los obreros que ya han nacido a la luz del Evangelio sean

portadores de la Palabra, anunciando el Reino de los Cielos.

Oremos, para que los que anuncian el Reino de los cielos sean conducto de la

misericordia de Dios, derramada en la cruz de Cristo, para que, con obras de misericordia,

construyan el Reino de Dios, para que cuando el Rey venga con todo su poder, majestad y

gloria, el fruto para la ofrenda sea abundante.

Oremos, para que en esta espera nazca de mi vientre la luz para el mundo, y que

ustedes, mis hijos sacerdotes, sean conductores de la luz, como las estrellas de mi manto,

que brillan por la luz que emana del fruto de mi vientre, para que sean mensajeros de

amor, portadores de paz y misioneros de misericordia.

Oremos por los que están por nacer y los que ya nacieron, los que están en

formación y los ordenados, los que están cerca y los alejados, para que reciban las gracias

para preparar la tierra que siembran, para que la tierra sea buena, para que, al alimentar

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la tierra, y conducir la misericordia, sea un torrente de agua de vida que dé fruto en

abundancia, para la ofrenda al único Dios verdadero, el que da la vida eterna, el que era, el

que es y el que ha de venir.

Hijos míos: con lágrimas suplicantes los llamo, y con poder de Madre los mando.

Sean obedientes, como niños, y acudan con prontitud a mi llamado, para que

construyan el Reino de los cielos en la tierra.

Yo les doy este tesoro de mi corazón: mis lágrimas. Lágrimas de amor y de dolor, de

alegría y de sufrimiento, de fe y de esperanza, de ternura y de compasión. Lágrimas que

suplican y consiguen misericordia. Con estas lágrimas construyan, porque todo lo que

pidan, compartiendo los sentimientos de mi corazón, les será concedido.

Pidan la salvación de mis hijos.

Pidan al Padre, como pido yo y como pide mi Hijo, cosas buenas, con insistencia, aún

en medio de la noche, hasta que les haga caso.

Pidan con insistencia y con confianza, porque está escrito que el Padre que está en

los cielos dará cosas buenas a los que se las pidan.

Yo descanso entregando a mi Hijo a ustedes, sus amigos, para que todos mis hijos se

salven.

A ustedes se les dio poder gratuito para que vayan por el mundo a proclamar la

Buena Nueva del Reino de los Cielos, para curar a los enfermos, para resucitar a los

muertos, para expulsar a los demonios. Y han sido enviados sin pertenencias, a llevar la paz

al mundo, porque la gracia de Dios les basta.

A ustedes les ha sido dado el poder de conquistar los corazones del pueblo de Dios, y

ya saben lo que tienen que hacer.

Yo sufro por los que no los escucharán y por los que no los recibirán, porque ustedes

al que llevan y al que entregan es al Hijo de Dios, y el castigo será riguroso para el que,

siendo llamado con insistencia, aun así, no le abra la puerta.

No se cansen de llamar, no se cansen de insistir y, ante la ingratitud de algunos, vean

la generosidad de otros, y sean siempre buenos y misericordiosos».

+++

PARA MEDITAR – LA MEJOR VOCACIÓN: SER CRISTO

«La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la

mies que envíe trabajadores a sus campos».

Eso dice Jesús.

Se lo dice a sus siervos, a sus obreros, a sus amigos. Te lo dice a ti, sacerdote. Y tú,

eres testigo de esto, porque lo vives, porque lo sufres, porque lo sabes.

Y tú, sacerdote, ¿haces lo que tu Señor te dice, y ruegas al dueño de la mies para que

mande más obreros a sus campos?, ¿o sólo te quejas por la cantidad de trabajo que debes

hacer, y de tus fatigas, y del poco tiempo con que cuentas para descansar? ¿Fomentas las

vocaciones, siendo ejemplo con tu vida de la alegría que te causa servir a tu Señor? ¿Te

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comportas de manera irreprochable en tus actos, y obras con rectitud de intención, dando buen

testimonio? ¿Ejerces un ministerio íntegro, virtuoso y santo? ¿Practicas en tu vida ordinaria,

en todo momento, lo que predicas?, ¿o eres un sacerdote de “medio tiempo”?

Tu Señor te ha llamado, sacerdote, no eres tú quien lo eligió a Él, sino que es Él quien te

eligió a ti, con un llamado tan fuerte que no pudiste resistir, no pudiste negar, no pudiste

ignorar, no pudiste callar, y dijiste sí, y lo dejaste todo, tomaste tu cruz, y lo seguiste, con la

emoción y la ilusión de un corazón enamorado.

Tu Señor ha traspasado tus miserias con su mirada, y ha encendido tu corazón, en donde

ha hecho su morada, para que, a través de ti, y con tu voluntad entregada a la voluntad del Padre,

adquieras sus mismos sentimientos, muriendo al mundo para vivir en Él, para hacer sus obras,

actuando por Él, con Él y en Él, in persona Christi.

Por tanto, sacerdote, tú has sido configurado con tu Señor, con su humanidad y con su

divinidad, cada minuto de tu vida, en todo momento, en todo lugar, y no solamente en la sede,

en el ambón y en el altar.

Agradece, sacerdote, y corresponde al favor de tu Señor, que al darte su misma

vocación te da su poder, y también te da la gracia para seguirlo, para aprender de Él, para vivir

como Él, haciendo el bien, resistiendo a toda tentación, fortaleciendo en la oración tu voluntad

y tu corazón, recibiendo y transmitiendo el amor de tu Señor, a través de su misericordia.

Tu Señor te ha enviado a curar enfermos, a resucitar muertos, a expulsar demonios.

Y tú, sacerdote, ¿haces todo esto? ¿Proclamas que el Reino de los Cielos está cerca?

¿Cumples los compromisos adquiridos, de acuerdo a tu vocación y al ministerio que te ha sido

encomendado? ¿Agradeces con tus obras constantemente todo lo que tu Señor te ha dado

gratuitamente?

Haz un alto en el camino, sacerdote, y revisa a fondo tu conciencia: ¿has cumplido con

todo lo que tu Señor te ha pedido? ¿Has amado como Él, hasta el extremo, entregando tu vida

de acuerdo a tu vocación y a través de tu ministerio?, ¿o te has quedado sentado y resignado,

esperando a que otros terminen tu trabajo?

¿El rebaño que te ha sido confiado camina seguro en la alegría de seguir a su Señor?, ¿o

camina como ovejas perdidas sin pastor?

Tu Señor te ha elegido y te ha enviado como cordero en medio de lobos. Pero no te ha

enviado solo, sacerdote, Él está contigo todos los días de tu vida, y te ha enviado al Espíritu

Santo con sus dones, frutos, y carismas, para que nada te falte.

Tú tienes, sacerdote, la mejor vocación: vocación al servicio, vocación al amor,

vocación a ser Cristo, para ser partícipe de la redención, porque tú tienes el poder de

convertir al mundo para alcanzarle la salvación, porque estás configurado con tu Señor, y

el Espíritu Santo te ha sido dado, y su gracia te basta.

____________________

LA REVELACIÓN DE LAS ROSAS – MANTENERSE PEQUEÑOS

FIESTA DE SAN JUAN DIEGO

Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón.

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Del santo Evangelio según san Mateo: 11, 25-30

En aquel tiempo, Jesús exclamó: “¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra,

porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla!

Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.

El Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y

nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio.

Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y

encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga ligera”.+++

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: hoy celebramos con especial alegría la memoria de San Juan Diego,

preparándonos para la celebración de la fiesta Santa María de Guadalupe.

Qué adecuadas para el día de hoy son esas palabras tuyas, cuando exultas de gozo con el

Padre porque ha revelado “estas cosas” a la gente sencilla.

El mismo Juan Diego se sentía indigno de presentarse al obispo con el mensaje de nuestra

Madre, pero ella le dijo expresamente que era precisa su mediación para que se cumpliera su

voluntad.

Yo también reconozco mi indignidad, pero he sido elegido por ti para llevar tu mensaje de

salvación a todas las almas. Te pido que me ayudes para que, con humildad, esté siempre

dispuesto a ser instrumento tuyo, consciente de que me has revestido de los dones y gracias

necesarios para dar fruto.

En la tilma de San Juan Diego quedó grabada la imagen bendita de nuestra Madre, con

señales claras de estar embarazada. Te llevaba a ti en su vientre. Eso me hace pensar en que yo,

sacerdote, configurado contigo, estoy revestido de Cristo, debo portar tu imagen cuando ejerzo

mi ministerio.

Jesús, tu parecido físico con tu Madre debe ser asombroso, ¿cómo puedo contemplar tu

rostro cuando miro el rostro de Santa María de Guadalupe?

+++

«Sacerdote mío, ven.

El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Yo soy el mismo ayer, hoy

y siempre, y mi palabra es la misma, ayer, hoy y por los siglos. Ven a contemplar mi

eternidad.

Contempla en el rostro de mi Madre el reflejo del rostro de la misericordia que lleva

en el vientre.

Yo soy el rostro de la misericordia de Dios.

Yo soy la misericordia infinita del Padre, derramada para los hombres.

Misericordia que es expresión del amor de Dios, de su poder infinito y de su eternidad.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Contempla en su vientre la Eucaristía, que es la carne y la sangre del Cordero, en el

cuerpo y en la sangre de la Madre del Cordero.

Es Ella, en su pureza inmaculada, la primera persona que se une a Dios en Cristo,

por el Espíritu Santo, para siempre.

Es Ella la primera persona que participa del banquete del Cordero, y recibe y

entrega la misericordia de Dios hecho hombre.

Es Ella la primera persona que renuncia a sí misma y dice sí, para tomar la cruz de

Jesús, en la que la misericordia de Dios es derramada, para aceptarla, para abrazarla, para

seguirlo.

Es Ella la que se hace esclava del Señor para hacerse Madre de misericordia.

Es Ella la que acepta por libre voluntad ser llena por el Espíritu Santo, entregando

su voluntad para vaciarse de sí misma y ser cubierta con la sombra del Espíritu Santo, para

hacerse Madre de la gracia.

Y siendo engendrado el Hijo de Dios en su vientre, fue engendrada en Ella la

sabiduría, el entendimiento, la ciencia, el consejo, la fortaleza, la piedad y el temor de Dios.

Y fue engendrada la luz, para llevar en la luz el rostro de la misericordia de Dios a

todos los hombres del mundo.

Rostro que se impregna en un lienzo, no por rosas sino por la sangre del Cordero

que quita los pecados del mundo, para que el mundo vea el rostro de la misericordia.

Rostro de Dios entregado y muerto en manos de los hombres.

Rostro de perdón para la filiación divina.

Rostro sepultado para ser resucitado, y mostrar al mundo el verdadero rostro de

Dios, vivo, glorioso, todopoderoso y eterno.

Es en mi eternidad mi divinidad y mi humanidad en el vientre de mi Madre,

caminando en el mundo entre la gente, muerto en la cruz y resucitado en la gloria del

Padre, que por su misericordia incluye a todos los hombres en el Hijo, para hacerlos hijos,

partícipes de su eternidad.

Es mi Madre Reina del cielo y de la tierra por toda la eternidad. Quien va a ella

viene a mí, por el Padre que los atrae hacia mí, para que en mí sean unidos al Padre por el

Espíritu Santo. Y el Espíritu Santo está con ella.

Yo los llamo, pastores míos, para que todos los que estén cansados vengan a mí, para

que en torno a mi Madre digan sí, por su propia voluntad, renunciando a sí mismos y a su

libertad, para ser esclavos del Señor, para aceptar con un sí en conciencia la cruz, para

vaciarse de sí, para llenarse de mí, recibiendo la misericordia de Dios, que perdona, que

limpia, que sana, que conduce, que une, que reconcilia, que purifica, estableciendo la paz en

los corazones contritos y humillados, arrepentidos y entregados, que dejan todo para

seguirme, para llevar a todos los rincones del mundo la misericordia de Dios: la Palabra y

la Eucaristía, alimento para la vida eterna.

Sacerdotes míos, vengan a mí los que estén cansados y agobiados que yo les daré

alivio.

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Vacíense de ustedes mismos y entréguenme su carga pesada, que Yo la cambiaré por

la mía, que es ligera.

Entréguenme sus culpas por sus pecados, entréguenme sus preocupaciones y sus

miedos. Entréguenme sus trabajos y sus cansancios.

Entréguenme su voluntad y su libertad. Pero sumérjanse en el mar de mi

misericordia, para que su entrega sea total, entregando las concupiscencias de la carne, la

infidelidad, la idolatría, el desamor, las malas pasiones, los malos pensamientos, la

fornicación, la masturbación, la pornografía, la prostitución, la violación, la pedofilia, la

homosexualidad, el egoísmo, la deshonra, el uso en vano de mi nombre, la falta de devoción

y de celebración de mis fiestas, la mentira y el falso testimonio, la avaricia, el asesinato, el

adulterio, la injuria, la ignominia, la lujuria, la gula, la codicia, la envidia, la pereza, la ira,

la soberbia, la desobediencia, la ambición de poder y de riqueza, la falta de amor y

misericordia con el prójimo, la apatía, la infidelidad, la desconfianza en mí, la falsa

predicación, la falta de virtud.

Entréguenme todo y entréguense a mí arrepentidos, porque yo un corazón contrito y

humillado no lo desprecio. Yo lo recibiré y lo transformaré para retornarlo a ustedes en

misericordia, en perdón, en absolución, en virtud, en celo apostólico, en fidelidad, en amor,

en confianza, en compasión, en alegría, en indulgencia, en fortaleza, en sabiduría, en

entendimiento, en consejo, en ciencia, en piedad, en temor de Dios, en fidelidad y en

amistad.

Entréguense totalmente a mí, amigos míos, para que yo viva en cada uno de ustedes

como cada uno de ustedes vive en mí. Entonces, yo pondré mis palabras en su boca, y mi

rostro en su rostro, y mis manos en sus manos, y mis pies en sus pies, y tomaré sus

corazones para unirlos al mío.

Cuando ustedes, mis amigos, renuncien a ustedes mismos, tomen su cruz y me sigan,

yo los haré descansar, porque mi yugo es suave y mi carga ligera».

+++

Madre nuestra: tú le pediste a san Juan Diego una muestra de su fe, pidiéndole que

subiera al cerrillo por las rosas. Como fruto de esa fe contamos con tu imagen bendita. Yo te pido

a ti: ¡muestra que eres madre!

«Hijos míos, sacerdotes: estas son las rosas que plasmaron mi rostro en una tilma,

rosas que son símbolo de fe y de amor.

Rostro que se queda para darles esperanza.

Rosas de muchos hombres del mundo que, unidos en la eternidad de Dios, claman al

cielo con su esperanza entregada en una mujer que es Madre de Dios y de los hombres.

Madre que lleva a todos sus hijos a Dios, por medio del Hijo, fruto bendito de su

vientre, para llevar la luz al mundo, y en esa luz la misericordia, para todos los hombres del

mundo.

Madre que pisa la cabeza de la serpiente mientras los protege en su vientre.

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Yo los llamo, para que con su oración me traigan rosas, y por su fe sea plasmado el

amor en el rostro de cada uno de ustedes, para que sean para el mundo rostros de

misericordia, rostros de Cristo que derrama su amor en obras de misericordia.

Yo quiero mostrarme Madre, derramando mi amor y mi auxilio por medio de la

misericordia de mi Hijo para ustedes, para que la reciban y la entreguen, para que se

reúnan conmigo y reciban los dones y las gracias del Espíritu Santo, porque en mi seno

llevo a Dios y el Espíritu Santo está conmigo.

Pero las gracias se derraman de arriba hacia abajo. Por tanto, permanezcan unidos

y en fidelidad al Sumo Pontífice, a la roca que representa a Cristo, sobre la cual se

construye el Reino de los Cielos en la tierra, el hombre al que mi Hijo ha confiado su

palabra y su nombre, encomendándole la misión de llevar su reconciliación a todos los

hombres del mundo por su misericordia: el Papa».

***

PARA MEDITAR – MANTENERSE PEQUEÑOS

«Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a

los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños y humildes».

Eso dijo Jesús.

Se lo dijo a su Padre, alegrándose por ti, sacerdote.

Tu Señor, que es grande, se ha hecho pequeño, anonadándose a sí mismo, para hacerse

hombre y derramar al mundo su misericordia, que es infinita, a través de ti, su más pequeño,

su más amado, su sacerdote.

Tu Señor te ha pensado desde la eternidad, te ha creado para ser sacerdote para la

eternidad. Te ha llamado cuando te ha visto debajo de la higuera. Te ha elegido, te ha

preparado, te ha ordenado sacerdote con la gracia del sacramento, y te ha enviado,

encomendándote una misión particular a través de tu ministerio, que sólo puede ser cumplida

manteniéndote pequeño.

Tu Señor te ha dado una gran responsabilidad, pero también te da los medios, te revela

la verdad, porque en ti ha encontrado un hombre según su corazón, dispuesto a hacer su

voluntad.

Tu Señor también dijo que nadie conoce al Padre sino el Hijo, y nadie conoce al Hijo

sino aquel a quien el Padre se lo quiera revelar, y Él en su infinita bondad te revela a ti,

sacerdote, la verdad, porque ha visto en ti, no el poder y la ambición, no sabiduría ni

grandeza, no ostentación ni riquezas, sino tu debilidad y tus flaquezas, tu necesidad y tus

miserias, tu incapacidad y tu pequeñez, la inocencia y el amor de tu corazón, en el que ha

mirado la humillación de su esclavo.

Tu Señor te ha tomado por sorpresa, te ha hecho completamente suyo, y te ha

transformado de los pies a la cabeza para ser mensajero de paz, testimonio de fe, misionero de

esperanza, instrumento de misericordia, profeta que anuncia la buena nueva, portador de

amor, constructor del Reino de los cielos en la tierra, promotor de unidad, vínculo de

caridad, revelación de la verdad, configurado con Cristo Buen Pastor, para llevar a su pueblo

la salvación, porque esa es tu misión.

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Y tú, sacerdote, ¿cómo correspondes a ese amor de predilección? ¿Te mantienes

pequeño? ¿Procuras preservar la pureza de tu corazón, rectificando el camino cuando cometes

pecado de palabra, obra u omisión? ¿Procuras la humildad, la sencillez, la virtud, la inocencia,

la alegría, la sobriedad, la fidelidad, la ilusión, el entusiasmo, la generosidad, la capacidad de

dar y recibir, de abandonarse, de confiar, de obedecer, de aceptar y agradecer, de

adaptarse, de abandonarse, de aprender, de pedir perdón y de perdonar, que tiene un niño?,

¿o te has henchido de orgullo, de soberbia y de poder, y te has crecido?

Vuelve, sacerdote, al amor primero, conviértete, persevera, y lleva ese amor al mundo

entero, manteniéndote pequeño, sabiendo que tu Señor te ha convertido en plaza fuerte, en

pilar de hierro, en muralla de bronce frente a toda la tierra, porque te harán la guerra, pero no

podrán contigo, porque Él está contigo para salvarte.

Abandónate, sacerdote, como un niño en los brazos de su Madre, reconociendo con

humildad que eres sólo un hombrecillo, un cordel, escalerilla de tablas, cola, hoja, gente

menuda… pero dispuesto a servir y a cumplir los deseos de la Madre de tu Señor, tu

Madre, tu Reina, tu Señora, para que ella te diga: «Hijo mío, el más pequeño, es nada lo

que te asusta y aflige, no se turbe tu corazón, no temas cosa alguna, ¿acaso no estoy yo aquí

que soy tu Madre?»

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ENVIADOS – EL VERDADERO PROFETA

DOMINGO DE LA II SEMANA DE ADVIENTO (B)

Enderecen los senderos del Señor

+ Del santo Evangelio según san Marcos: 1,1-8

Éste es el principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. En el libro del profeta Isaías

está escrito:

He aquí que yo envío a mi mensajero delante de ti, a preparar tu camino. Voz del que

clama en el desierto: “Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos”.

En cumplimiento de esto, apareció en el desierto Juan el Bautista predicando un bautismo

de conversión, para el perdón de los pecados. A él acudían de toda la comarca de Judea y muchos

habitantes de Jerusalén; reconocían sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.

Juan usaba un vestido de pelo de camello, ceñido con un cinturón de cuero y se

alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Proclamaba: “Ya viene detrás de mí uno que es más

poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus

sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: la figura del Bautista es impactante. Tú dijiste que no había hombre, nacido

de mujer, mayor que Juan. Llevaba una vida de mucha austeridad, y era muy eficaz su

predicación, porque no sólo predicaba con su palabra, sino con su ejemplo.

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Yo pienso, Jesús, que a él lo santificaste en el seno materno, y por eso dio mucho fruto,

porque era tu predilecto. Yo, en cambio, me siento muy limitado. No tengo esa gracia especial

con que contaba Juan. Y me pides también que prepare tus caminos. ¿Cómo le voy a hacer?

¿Debo sentirme también tu predilecto, por ser sacerdote? A veces se me olvida que soy

“el mismo Cristo”. No soy yo, eres tú el que quiere actuar a través de mí.

Señor ¿qué es lo que esperas de mí?

+++

«Sacerdote mío: yo te envío a anunciar el Evangelio.

Para que los que tengan ojos vean y los que tengan oídos oigan.

Para que los que no creen, crean y los que creen se dispongan a recibir mi alegría

para llenarlos y desbordarlos.

Para que entregues esta alegría en el anuncio de la buena nueva, llegando a todos los

rincones del mundo, anunciando que el Reino de los cielos está cerca.

Estoy a la puerta y llamo: que me abran, y que me dejen entrar.

Ustedes, mis sacerdotes, son Juan y son Elías, precursores de mi llegada, los que

proclaman mi palabra, los que construyen mi Reino, anunciando el Evangelio, bautizando

en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Ustedes, que no son dignos de desatar la correa de mis sandalias, son los que yo he

enviado antes de mí, para anunciar que el Hijo de Dios ha venido al mundo, nacido de un

vientre puro de mujer virgen, engendrado por el Espíritu Santo, nacido como hombre

siendo Dios, alimentado por los hombres, bautizado, recibido y aceptado por los hombres,

escuchado y alabado por los hombres, tentado por el diablo viviendo en el desierto,

rechazado por los hombres, juzgado y sentenciado injustamente, despreciado, torturado,

despojado de todo, por los hombres, desangrado hasta la muerte en una cruz, sufriendo en

carne y en espíritu el destierro y el exilio del mundo, al que Dios tanto ha amado, que

entregó a su único Hijo al mundo para salvarlo, para redimirlo, para hacer nuevas todas las

cosas, para vencer a la muerte y al pecado en la resurrección del Hijo que trae al mundo la

fe, la esperanza y el amor para la vida eterna.

Permanezcan en vela y en oración, esperando a que vuelva, porque nadie sabe ni el

día ni la hora, pero el tiempo está cerca.

Crean en el Evangelio, arrepiéntanse, pidan su conversión, y entréguense a mí, para

que yo cambie sus corazones de piedra en corazones de carne, para que reverdezca su

desierto, para que florezca y dé fruto.

Yo haré florecer sus desiertos, para que sus ofrendas sean grandes y agradables al

Padre, si ustedes permanecen a los pies de mi cruz, recibiendo al Espíritu Santo, por quien

recibirán la gracia de la perseverancia, y los dones para permanecer en la disposición a

recibir y a entregar mi amor.

Sacerdotes míos: yo los envío a anunciar el Evangelio a todos los rincones del

mundo, a llevar mi misericordia por medio de los sacramentos.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

41

A buscar, a encontrar, a convertir, a perdonar, a reconciliar y a mantener en una

misma fe a todas las almas del mundo.

Yo los envío a predicar y a edificar, a conducir el agua de mi manantial a todos los

desiertos del mundo, para que brote la vida que está oculta a los ojos del mundo, a anunciar

la buena nueva: que la venida del Hijo del hombre está pronta, y se acerca el día en el que

el pueblo de Dios será liberado.

Que ese día los encuentre reunidos, en una misma fe, en un solo pueblo, en una sola

Iglesia, en torno a mi Madre, que es Madre de mi pueblo y de mi Iglesia.

Muchos signos son enviados. No cierren sus ojos, para que vean, no cierren sus oídos

para que oigan.

Ustedes son menos que Juan y menos que Elías. Ustedes son los más pequeños, pero

el más pequeño en el Reino de los cielos es el más grande.

Yo los envío como Juan y como Elías a anunciar y a construir mi Reino, para que en

su pequeñez sean fruto, como el fruto bendito del vientre de mi Madre, para que siendo

pequeños sean grandes, para que sean sacerdotes, para que sean Cristos en el mundo,

anunciando la venida del Cristo, el Rey del Universo.

Yo soy el que soy, el que era y el que vendrá.

Ustedes son mis amigos, por los que yo he dado la vida.

Permanezcan en mi amistad, en sacrificio, unidos a mi sacrificio, entregados a mi

servicio, sirviendo, unidos a mí, orando, pidiendo y haciendo penitencia, para que todo lo

que yo he venido a buscar sea encontrado, lo que yo he venido a edificar sea construido y lo

que yo he venido a salvar sea salvado.

Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá.

Porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra y al que llama se le abre.

El que tenga oídos que oiga».

+++

Madre nuestra: Juan sentía su indignidad, pero Jesús dijo que era la antorcha que ardía y

alumbraba, y todos quisieron alegrarse por un momento con su luz. Era la luz de Cristo, que iluminaba sus

corazones. ¿Cómo puedo yo también ser esa antorcha de luz ante los hombres?

«Hijos míos, sacerdotes: yo soy la esclava del Señor. En mi vientre ha sido

engendrada la luz, para ser llevada a todas las naciones del mundo. Es por esta luz que ha

nacido Dios en el mundo, siendo Dios y siendo hombre, conteniendo toda la grandeza del

único Dios verdadero en la fragilidad de la humanidad, para redimir, para salvar, para

restablecer la paz en el mundo por su infinita misericordia.

Y siendo esclava me ha hecho Madre, y siendo Madre me ha hecho Reina.

Tú eres esclavo del Señor. Acepta y recibe toda la ayuda que se te ha dado: los

Ángeles, los Santos y las personas que permanecen a tu lado, para ayudarte a cumplir los

deseos de la Reina, que siendo libre se hizo esclava, para cumplir los deseos del Rey.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

42

Permanece dispuesto a los pies del Rey que ha sido crucificado, muerto y expuesto en

la cruz, y desde la cruz muriendo al mundo destruye la muerte, y resucitando en el mundo

da vida para que todo el que crea en Él tenga vida eterna.

Yo intercedo para que la luz que es fruto bendito de mi vientre nazca en el corazón

de cada uno de ustedes, mis hijos sacerdotes, para que ilumine a todo el mundo y

permanezca para siempre».

+++

PARA MEDITAR – EL VERDADERO PROFETA

«Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos».

Eso dijo Juan el Bautista.

Y lo dijo con voz de profeta, para que sea escuchada ayer, hoy y siempre, proclamando

un bautismo de conversión para el perdón de los pecados, para que todos vean la salvación de

Dios.

Tu Señor te envía a ti también, sacerdote, para que hagas lo mismo. Profeta de las

naciones te ha constituido, porque para Él ya te tenía consagrado desde antes de nacer.

Eres tú, sacerdote, creado a imagen y semejanza de Dios, para ser Cristo, desde siempre

y para la eternidad.

Eres tú, sacerdote, el que el mismo Cristo llama para ser sacerdote para la eternidad.

Muchos son los llamados, pero pocos los elegidos. Tú has sido llamado y has sido

elegido.

Él te llama por tu nombre, y espera ser correspondido.

Es tu sí, sacerdote, el que consuma ese deseo de Dios, para el que has nacido.

Eres tú, sacerdote, el que Cristo eligió, porque desde antes de hacer, Él ya te conocía.

Para ser profeta hay que ser llamado, y hay que ser elegido, hay que ser consagrado y

hay que ser constituido.

Para eso, es para lo que tu Señor te ha llamado y te ha elegido, te ha consagrado y te ha

constituido.

Él espera que tú correspondas y digas sí, y lleves en tu boca no tu palabra, sino la suya,

no tu verdad, sino la única verdad, que es Él mismo, con la voz que clama en el desierto:

“preparen los caminos del Señor”.

Tu Señor es el que vino después de Juan, pero antes que tú, y es más fuerte que él y

que tú, y ni siquiera eres digno de quitarle las sandalias. Pero Él dijo que no hay, entre los

nacidos de mujer, ninguno mayor que Juan; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los

cielos es mayor que él. Y se refiere a ti, sacerdote. Él confía en ti, y espera de ti, que seas un

verdadero profeta.

El verdadero profeta profesa la verdad y la vive, convence con su palabra, respaldada

por el ejemplo.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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El verdadero profeta tiene credibilidad ante los demás, porque lo ven, porque lo

escuchan, porque creen en él, porque lleva la única verdad en la que cree, porque la vive, porque

la conoce, porque la profesa, porque hace suya la verdad que es Cristo: que es el único Hijo de

Dios, que ha sido enviado al mundo para que todo el que crea en Él tenga vida eterna por Él,

con Él y en Él.

El verdadero profeta no solo expresa la verdad con palabras, sino que muestra el camino,

andando el camino, poniendo su fe por obras, para ser ejemplo.

Tu Señor es el camino que conduce a la vida, vida que es Cristo, por quien fuiste creado

a imagen y semejanza del Padre, para ser sacerdote desde siempre y para la eternidad, desde un

principio.

Para eso has sido llamado, elegido, consagrado y constituido por Cristo, con Cristo y en

Cristo, que sólo espera tu sí para ser correspondido.

Y tú, sacerdote, ¿profesas la verdad? ¿Bautizas al pueblo de Dios en el Espíritu Santo y

su fuego? ¿Crees en que tu Señor está pronto a venir? ¿Preparas sus caminos? ¿Confiesas tus

pecados? ¿Eres un siervo fiel y prudente que da fruto?, ¿o crees que sólo por ser un profeta estás

exento de perecer en el fuego del infierno?

Rectifica tu camino, sacerdote. Acércate a tu Señor con el corazón contrito y

humillado, que Él no desprecia. Analiza tu conciencia y pide perdón, permaneciendo

siempre en la disposición a recibir la gracia y la misericordia de Dios, que provoca la

conversión de tu corazón, todos los días, dando testimonio de fe y de amor con tus obras,

para que seas verdadero profeta, verdadero sacerdote, que clama en el desierto con voz

fuerte que estén preparados para cuando Cristo vuelva.

____________________

LA PAZ DE CRISTO – EL PODER DE HACER MILAGROS

LUNES DE LA II SEMANA DE ADVIENTO

Hoy hemos visto maravillas.

Del santo Evangelio según san Lucas: 5, 17-26

Un día Jesús estaba enseñando y estaban también sentados ahí algunos fariseos y doctores

de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, de Judea y de Jerusalén. El poder del Señor

estaba con él para que hiciera curaciones.

Llegaron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y trataban de entrar, para

colocarlo delante de él; pero como no encontraban por dónde meterlo a causa de la

muchedumbre, subieron al techo y por entre las tejas lo descolgaron en la camilla y se lo pusieron

delante a Jesús. Cuando él vio la fe de aquellos hombres, dijo al paralítico: “Amigo mío, se te

perdonan tus pecados”.

Entonces los escribas y fariseos comenzaron a pensar: “¿Quién es este individuo que así

blasfema? ¿Quién, sino sólo Dios, puede perdonar los pecados?” Jesús, conociendo sus

pensamientos, les replicó: “¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil decir: ‘Se te perdonan tus

pecados’ o ‘Levántate y anda’? Pues para que vean que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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para perdonar los pecados —dijo entonces al paralítico: Yo te lo mando: levántate, toma tu

camilla y vete a tu casa”.

El paralítico se levantó inmediatamente, en presencia de todos, tomó la camilla donde

había estado tendido y se fue a su casa glorificando a Dios. Todos quedaron atónitos y daban

gloria a Dios, y llenos de temor, decían: “Hoy hemos visto maravillas”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: a veces soy yo el paralítico, pero tú quieres que también sea camillero. Que

lleve a las almas a tus pies, para que los cures, del cuerpo y del alma.

Y quieres también que yo sea un hombre de fe, y que se vea esa fe. Tú viste la fe de

aquellos hombres y sanaste el alma del paralítico, porque te pareció más importante, en ese

momento, que sanar su cuerpo, que curarías después.

Jesús, yo quiero tener esa fe para llevarte almas, muchas almas a tus pies. Para llevar tu

paz a muchos corazones. Para que te abran sus puertas. Para que derroches tu misericordia sobre

ellos. Para que regresen a su casa glorificando a Dios.

Señor, ¿cómo puedo ser yo misericordioso como el Padre, para poder llevar tu paz a todo

el mundo?

+++

«Sacerdotes míos: miren que estoy a la puerta y llamo; escuchen mi voz y déjenme

entrar, para que cenen conmigo y yo con ustedes.

Es mi cruz la bandera de la victoria, el triunfo del bien sobre el mal, la señal de que

el amor vence siempre al odio, la verdad a la mentira, la luz a las tinieblas, la vida a la

muerte.

Es la misericordia de Dios la señal de su amor, que derrama sobre ustedes a través

del amor del Hijo y de su muerte en la cruz, en donde se cumplen todas sus promesas, en

donde la palabra es revelada, en donde la verdad es anunciada, en donde el camino es

mostrado, en donde la vida es nueva y es eterna.

Mi paz les dejo, mi paz les doy. Reciban mi paz a través de mi misericordia y lleven

mi paz a todos los rincones del mundo.

Yo los envío a buscar a las ovejas perdidas, a proclamar que el Reino de los Cielos

está cerca, a alimentar, a curar, a liberar, a enseñar, a perdonar, a llevar misericordia a

través de sus obras, dándolo gratis, como ustedes gratis lo reciben.

Y entren en las casas, en los corazones, para que reciban de ustedes mi paz. Pero si

alguno no quiere recibirla, que la paz vuelva a ustedes, sacudan el polvo de sus pies, y lleven

mi paz a otra parte.

Yo los envío a proclamar mi palabra a todos los confines del mundo, bautizándolos

en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolos a cumplir mis

mandamientos.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

45

Hagan esto para que la misericordia del Padre regrese al Padre, pero que no regrese

vacía, como mi Palabra no regresa a mí vacía.

Para que el Hijo regrese al Padre muchas almas santas, unidas por el Espíritu Santo

con ustedes, y a través de ustedes y de su ministerio en perfecta virtud, en el cumplimiento

de su misión, que es difícil, pero que con Dios nada es imposible, porque es un Dios justo,

misericordioso, todopoderoso y eterno».

+++

Madre nuestra: tú eres Reina de la Paz, y Madre de misericordia. Nosotros, tus

sacerdotes, tenemos experiencia de cómo los penitentes que acuden al sacramento de la

misericordia recuperan la paz perdida por el pecado. Enséñanos a ser buenos administradores de

la misericordia, a través de los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, y de la predicación

de la Palabra.

«Hijos míos, sacerdotes: reciban la paz de Dios y llévenla al mundo por medio de su

misericordia. Porque toda misericordia viene de Dios, derramada en la cruz desde siempre

y para siempre, para llevar a los hombres a Dios.

La misericordia de Dios se derrama en la cruz del Hijo, como la muestra más grande

de amor de Dios por los hombres, porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su único

hijo para que todo el que crea en Él no muera, sino que tenga vida eterna.

Pero el mundo no quiso ver la luz, y cegado en las tinieblas del pecado, lo rechazó,

torturándolo y matándolo en la cruz, en donde Él mismo se entrega como el más grande

signo de amor, perdonando, amando hasta el extremo, destruyendo el pecado en cada

herida, en cada espina, en cada clavo, recibiendo todo el peso y el impacto de todos los

pecados del mundo, para destruir el pecado y la muerte del mundo que por el pecado había

ganado, recibiendo de adentro del corazón del hombre todo lo que contamina al hombre,

entregando desde dentro del corazón de Dios lo que salva al hombre: el amor, por medio de

su misericordia.

Porque lo que sale de la boca del hombre viene de dentro del corazón y es lo que

contamina al hombre. En cambio, lo que sale de la boca de Dios hiere los corazones de los

hombres como espada de doble filo, para que por esa herida derramen como Él su

misericordia.

Es en la cruz en donde el Hijo de Dios, que fue encarnado en vientre inmaculado de

mujer para ser Hijo del hombre, para abajarse al hombre, para hacerse débil para ganar a

los débiles, para hacerse todo a todos, para ganar a todos los que crean en Él, se entrega

totalmente para morir y triunfar, para resucitar al mundo en la misericordia de su

resurrección, para que crean en Él y darles vida eterna.

Porque todo el que crea en Él aunque muera vivirá, y el que vive y cree en Él no

morirá jamás.

Es su sangre derramada hasta la última gota la que limpia el pecado del mundo

porque Él es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, pero su misericordia

derramada por su sacrificio es infinita.

Es su carne inmolada y destrozada en la cruz el pan vivo bajado del cielo que

alimenta para dar vida.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Y es su sangre y es su carne, en su misericordia infinita, para alimentar al

hambriento y saciar al sediento, para liberar al oprimido y sanar al enfermo, para

perdonar al pecador y corregir sus errores, para acoger a los pobres de corazón y vestir de

pureza al desnudo, para consolar a los tristes con la alegría del encuentro, para aconsejar e

instruir en el camino correcto con paciencia, para enterrar el pasado y darles vida nueva,

para permanecer en la oración que fortalece la unión entre Dios y los hombres. Por tanto, la

misericordia de Dios es Palabra y es Eucaristía.

Crean, hijos, en el Evangelio, y en que cada letra, cada palabra, cada texto, es

misericordia derramada que alimenta y fortalece.

Crean en la Eucaristía, en que cada consagración, cada celebración, cada partícula

de pan y cada gota de vino, es el cuerpo y la sangre viva de Cristo muerto, resucitado y

glorioso, que se derrama en misericordia para perdonar y purificar a los hombres, para

atraer a los hombres a Dios, porque nadie va al Padre si no es por el Hijo, y nadie conoce al

Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Yo bendigo al Padre como mi Hijo lo bendice, porque ha visto bien ocultar estas

cosas a sabios e inteligentes y se las ha revelado a los pequeños.

Ustedes, mis hijos sacerdotes, son los más pequeños, y es por ustedes que me

complazco en llevar la paz al mundo entero.

Yo intercedo por ustedes, para que crean en Cristo, confíen en Cristo y amen a

Cristo, porque el creer está en la fe, el confiar en la esperanza y el amar en la caridad”.

+++

PARA MEDITAR – EL PODER DE HACER MILAGROS

«¿Qué es más fácil: decir se te perdonan tus pecados, o decir levántate y anda?»

Eso pregunta Jesús.

Tu Señor te hace una pregunta, sacerdote, y pone a prueba tu fe.

Tu Señor te ha dado el poder de expulsar demonios y de perdonar los pecados de los

hombres, y también te ha dicho que el que crea en Él, hará él también las obras que Él hace, y

aún mayores, porque Él está en el Padre, y el Padre está en Él, y te envía a dar testimonio de

esta verdad, para que el mundo crea por tus obras.

Demuestra tu fe, sacerdote, y haz lo que tu Señor te dice, pidiéndole en su Nombre,

confiando en que Él te dará todo lo que le pides, para que el Padre sea glorificado en el Hijo, a

través de ti y de tu fe puesta en obras.

Confía, sacerdote, en el poder de tu Señor, que Él mismo ha confiado en ti para

conquistar al mundo a través de sus obras y su Palabra, pero si tú, sacerdote, a quien Él ha

llamado “amigo”, no crees en su poder, ¿quién creerá en Él?

Y si tú, sacerdote, a quien Él ha hecho pastor de su rebaño, no crees en tu poder, ¿quién

creerá en ti?

Y si tú no predicas con el ejemplo, haciendo la Palabra de Dios tu propia vida, y no eres

digno de confianza porque no cumples sus mandamientos, ¿quién confiará en ti?, ¿quién

confiará en la Palabra que predicas?,

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Tu Señor vive en ti, sacerdote, y si al mundo le falta fe, que crean al menos por tus

obras.

Tu Señor ha obrado milagros para que el mundo crea, y lo sigue haciendo para que conste

que Él está vivo, que habita entre los hombres a través de ti, sacerdote, que obras cada día ante

sus ojos un milagro patente, transformando un trozo de pan y un poco de vino, fruto del trabajo

de los hombres, en el cuerpo y en la sangre de Cristo, en su alma, en su divinidad, que es don,

alimento, comunión, gratuidad, ofrenda y vida, elevada en el altar: la presencia de Dios en la

Eucaristía.

Y tú, sacerdote, ¿crees en los milagros? ¿Crees en el poder que te ha dado tu Señor, y en

el poder de la intercesión de los santos? ¿Pides, en el nombre de tu Señor, beneficios, dones y

gracias, para su pueblo? ¿Tienes caridad?, ¿tienes compasión?, ¿tienes encendido el corazón de

celo apostólico, que te motiva a hacer las mismas obras que hizo tu Señor? ¿Le permites obrar

por ti, contigo y en ti?, ¿o limitas la gracia por tu incredulidad y tu poca fe?

Recupera la confianza en tu Señor, sacerdote, teniendo visión sobrenatural, caminando

con los pies en la tierra, pero con el corazón en el cielo, alimentando tu fe con su palabra, en la

oración, abriendo tu corazón, reconociendo que tú solo no puedes nada, pero que en cada

encuentro tu Señor te fortalece y su gracia te basta.

Decídete, sacerdote, a obedecer a tu Señor, y haz lo que te manda. Pídele en su nombre,

y haz sus obras, confiando en su poder, perdonando los pecados de su pueblo y derramando

sobre él su misericordia.

Cree en ti, sacerdote, y cree en Cristo que vive en ti. Repara su Sagrado Corazón con

tus obras de amor, y confía en que Él te ha dado el poder, la gracia y el don para que no

seas incrédulo, sino creyente.

____________________

SANTA MARÍA DE GUADALUPE - «MUESTRA QUE ERES MADRE»

FIESTA DE SANTA MARÍA DE GUADALUPE

Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.

+ Del santo Evangelio según san Lucas: 1, 39-48

En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea y,

entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la criatura

saltó en su seno.

Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: “¡Bendita

tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi

Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno.

Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.

Entonces dijo María: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios,

mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava”.

Palabra del Señor.

+++

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Virgen de Guadalupe: ¿quién soy yo, para que la Madre de mi Señor venga a verme?

Los pueblos de América se identifican con santa Isabel, y yo, sacerdote, me identifico con

san Juan Diego, tu hijo el más pequeño.

Reconozco, Madre, que, en momentos de dificultad, me vienen a la mente aquellas

palabras tuyas en el Tepeyac: “¿no estoy yo aquí que soy tu Madre?”. Qué seguridad y qué

descanso me da contar con una Madre tan buena, que viene a buscarme, precisamente para

mostrarse Madre.

María de Guadalupe se podría traducir como “el santo cauce del río que porta el Agua

viva y la Luz verdadera”. Tú no eres el Agua, sino quien conduce el Agua; no eres la Luz, sino

quien ilumina por la Luz. Tu Hijo Jesús es la Luz y el Agua viva.

Bajo tu manto nos acogemos. Todos te necesitamos mucho. ¡Muestra que eres Madre con

tus hijos predilectos, tus hijos sacerdotes!

+++

«Hijos míos, sacerdotes: confíen en mí.

¿De qué se preocupan? ¿No estoy yo aquí que soy su Madre?

Sean hijos, porque yo soy Madre.

Yo soy Madre de Misericordia, y en mi seno llevo la luz. Pero los ojos de ustedes

están ciegos: reciban la Luz.

Yo soy Madre del Verbo encarnado, que es la Palabra de Dios. Pero sus oídos están

sordos: reciban la Palabra.

Yo soy Madre del Amor. Pero sus corazones están cerrados: reciban el Amor.

Conozcan a Cristo:

para que amen a Cristo;

para que se entreguen a Cristo;

para que sean ofrenda con Cristo;

para que se configuren con Cristo;

para que sean uno en Cristo;

para que lleven a Cristo a donde ustedes vayan;

para que con su luz ilumine todos los rincones del mundo;

para que todos los hombres conozcan a Cristo y amen a Cristo;

para que los guíen a la luz en medio de las tinieblas;

para que les muestren el camino que es la verdad y es la vida;

para que los unan en una misma fe, en una sola Iglesia, y con ellos construyan el

Reino de los Cielos.

Ustedes son pilares de construcción y Cristo es la piedra angular.

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Quiero despertar en ustedes mi amor por las almas; ese es mi deseo: el pueblo santo

de Dios.

Dios, que es amor, es Padre y es Madre, y es Hijo y es Espíritu, y ha sido su voluntad

que yo sea Madre del Hijo por el Espíritu, para derramar su misericordia sobre el mundo,

para salvar a todos los hombres.

Y la Luz ha sido engendrada en mi vientre, para iluminar a los hombres, para

encender sus corazones en el fuego de su amor, haciéndolos hijos en el Hijo, haciéndome

Madre de los hijos por el Hijo, para recuperar a cada uno, para que cada hijo encuentre el

camino de vuelta a casa, al abrazo seguro del Padre.

Y haciéndome Madre de todos los hombres, fui llevada al cielo, para hacerme Reina

del cielo y de la tierra, para que, como Madre, regrese a la tierra a buscar a mis hijos, para

mostrarles el camino.

Y he venido a este pueblo, en donde me han recibido, porque es un pueblo de fe, y

muchos vienen a mí, pero caminan como ovejas sin pastor, y no saben lo que hacen.

Yo soy Madre que se queda, que abraza, que acoge, que protege, que lleva al

encuentro con el Hijo.

Pero es por voluntad del Padre, por su infinita misericordia, que sean mis hijos, los

más pequeños, los sacerdotes del pueblo santo de Dios, los que guíen al pueblo, los que

lleven la Luz para iluminar al pueblo, los que lleven a Cristo al mundo, para que el mundo

sea atraído a Cristo, porque nadie va al Hijo si no lo atrae el Padre y nadie va al Padre si no

es por el Hijo.

Y es el Hijo el que los une a mi corazón de Madre, por su Sagrado Corazón expuesto

en la cruz, en donde se derrama el amor en misericordia.

Yo permanezco como Madre, al pie de la cruz, a los pies de Jesús crucificado, en

donde Él mismo recibió mi consuelo y fortaleza de madre, para resistir, para soportar, para

perseverar en sus sufrimientos, y en su entrega como hombre y Dios.

Y es Él quien me hizo Madre de todos los hombres, desde donde conduzco las gracias

para unirlos al Sagrado Corazón de Jesús, porque el Espíritu Santo está conmigo.

Reúnanse, hijos míos sacerdotes, en torno a mí:

para que los lleve al encuentro con el Amor, fruto bendito de mi vientre;

para que renuncien a sí mismos, y Él los una a su corazón ardiente;

para que en esa unión los una conmigo para siempre;

para que sean hijos, para que me dejen ser madre, y los consuele y los fortalezca;

para que tomen su cruz;

para que perseveren en la cruz;

para que se entreguen, y en esa entrega sigan a Jesús;

para que sean misioneros, y cumpliendo su misión, lo lleven a todos los rincones del

mundo, por medio de obras de misericordia;

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para que lo conozcan, para que lo amen, para que crean en Él y tengan vida eterna,

porque todo el que crea en Él vivirá para siempre;

para que todo el que crea en Él haga la voluntad del Padre, cumpliendo su ley,

amándolo por sobre todas las cosas, amando al prójimo como Cristo los ha amado.

Yo los llamo, hijos míos, sacerdotes, para que se reúnan y se entreguen a mí como un

ramo de rosas, que sean hijos y me acepten como Madre, para que sean plasmados en mi

corazón de madre, para llevarles mi auxilio, para entregarles el amor, para que en ese amor

reciban la luz, para que lleven la luz de Cristo a todos los hombres del mundo.

Que la palabra de Dios que es la luz que brilla en mi vientre, Verbo encarnado,

nazca en cada uno de ustedes, y sean la sal de la tierra y la luz del mundo, para que lleven la

paz a todos los hombres de buena voluntad.

Son los sacerdotes los que alimentan, los que sacian, los que visten, los que acogen,

los que liberan, los que sanan, los que bendicen, los que enseñan, los que corrigen, los que

perdonan, los que oran, los que consuelan, los que sufren con paciencia, los que dan

consuelo.

Son los sacerdotes, los que guían y conducen al pueblo, los que conquistan con el

ejemplo viviendo en la virtud, los que reúnen, los que construyen, los que edifican, los que

salvan.

Son los sacerdotes, los que alimentan al pueblo con la Palabra y con la Carne y la

Sangre del Cordero.

Son los sacerdotes los que ofrecen el vino y el pan en el altar, para unirse en el

sacrificio del Cordero, convirtiendo el vino en la Sangre y el pan en la Carne del Cordero de

Dios que quita los pecados del mundo, haciéndolo en memoria suya, haciéndose con Él

Eucaristía.

Yo los llamo para que se entreguen en el sacrificio del Cordero, para que sean luz y

lleven la luz al mundo, por medio del Cordero, porque sin sacerdotes, no hay alimento para

saciar, para conducir, para salvar.

Es a través de ustedes que llegará la luz de mi vientre desde este rincón de la tierra,

al mundo entero, desde donde anuncio la victoria de mi Inmaculado Corazón, pisando la

cabeza de la serpiente, mientras ella intenta morder mi talón.

+++

Señor Jesús: tu Madre, Santa María de Guadalupe, vino a estas tierras de América para

confirmar el mensaje del Evangelio que traían tus misioneros. Fue un alivio para ellos contar con

esa cercanía tan especial de la Madre de Dios, quien llegó para animarlos en una tarea que

resultaba difícil. Lo que necesitaban en ese momento era una madre que los confortara, y María

se mostró madre.

Nosotros, tus sacerdotes, estamos permanentemente en misión, y también necesitamos

una madre que nos conforte. Te agradecemos, Jesús, que nos hayas dejado, cuando estabas en la

Cruz, la compañía de María, en la persona del discípulo amado, uno de tus primeros sacerdotes.

Jesús, ¿cómo debemos cumplir nuestra misión?

+++

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

51

«Sacerdotes de mi pueblo, pastores de mi rebaño, apóstoles del amor: Yo los he

llamado y los he escogido para ser misioneros de misericordia.

Yo los envío a llevar mi palabra y mi misericordia a todos los rincones del mundo.

Yo los envío a llevar luz en medio de la obscuridad.

Yo los envío a llevar mi alegría y mi paz.

Es su misión que me conozcan.

Es su misión que me amen.

Es su misión que las almas que atrae el Padre lleguen a mí.

Cumplan con su misión, pero vengan ustedes primero, reúnanse con mi Madre, que

es Madre de Misericordia, para que reciban las gracias, para que sean unidos en un solo

cuerpo, en un mismo espíritu, por mi cuerpo y por mi sangre, configurados conmigo, en mi

humanidad y en mi divinidad, como Cristos en el sacrificio del Cordero.

Es su misión ser la sal de la tierra y la luz del mundo.

Es su misión continuar la misión para la que Yo vine al mundo, como Dios y como

hombre, nacido de vientre de mujer pura y virgen, muerto en manos de los hombres, para

rescatar a los hombres, resucitado y elevado al cielo, sentado a la derecha del Padre, de

donde vendré con todo mi poder y majestad a buscar lo que vine a rescatar y les he

encomendado, para que todos, los que por mi sacrificio son hijos, reconozcan la

misericordia y la bondad del Padre, de quien son herederos en el Reino de los Cielos».

+++

PARA MEDITAR - «MUESTRA QUE ERES MADRE»

«Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu Madre».

Eso dice Jesús.

Se lo dijo a Juan, y te lo dice a ti, sacerdote.

El que quiera que la Madre se muestre madre, que quiera ser hijo y se muestre hijo, y

que acepte a la Madre.

El que reconozca a la Madre, que se reconozca como hijo, y que se comporte como un

buen hijo se comporta con su madre.

A una madre se le respeta, se le valora, se le alaba, se le obedece, se le agradece, se le

pide, se le recibe, se le espera, se le cree, se le ayuda, se le acompaña, se le regala, se le da, se le

consiente, se le mima, se le habla con cariño, se le acoge...

Pero se le pide ser acogido, se le pide ser protegido.

A una madre se le confía, pero, sobre todo, se le ama.

El que quiera que la Madre se muestre madre, que se muestre hijo, que la atienda, que

no la olvide, que la frecuente, que sea su confidente, que sea sincero, que sea leal y que la honre.

El que quiera que la Madre lo alimente, que le diga que tiene hambre.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

52

El que quiera que la Madre lo aconseje, le enseñe, que le platique, que se acerque, que le

tenga confianza.

El que quiere que la Madre lo arrulle, que se deje abrazar.

El que quiere que la Madre acuda a él, que se deje encontrar.

Eso es lo que haría un buen hijo, pero la Madre se muestra madre, aunque el hijo no

sepa mostrarse hijo, y la Madre perdona, espera, aguanta, tiene paciencia, es piadosa, es

misericordiosa, es sabia, es prudente, es buena.

Sabe lo que cada hijo necesita, y se lo da.

Sabe lo que cada hijo sufre, y lo consuela.

Sabe lo que cada hijo goza, y lo consiente.

Sabe cuando el hijo la necesita, y acude, no espera a que el hijo se lo pida, acude con

prontitud, aunque el hijo no merezca.

La Madre se presenta en medio de la necesidad, en medio de la miseria, en medio de la

pobreza, en medio de la tristeza, en medio de la soledad, le auxilia.

Esa es la Madre del Señor.

Esa es la Madre que dice: “hijo mío, yo vengo a verte porque el Hijo de Dios me ha

hecho merecerte, me ha hecho madre, y una madre merece al hijo que Dios ha puesto en su

vientre, porque ama, porque da la vida, porque se entrega por ese hijo, que pocas veces sabe

mostrarse como un buen hijo, pero que la madre se complace en abrazar para llevarlo a la

presencia y al abrazo misericordioso del Padre”.

La Madre se muestra madre porque Dios se muestra Padre con el más pequeño, con el

más humilde, con el más sencillo, con el más ignorante, con el más pobre, y lo hace grande, y lo

hace rico, y lo hace sabio, y lo hace hijo, pero lo mantiene humilde para que sea digno, para que

un día sepa mostrarse un buen hijo con su madre.

La Madre que muestra su maternidad, derrama sobre el hijo su bondad, su belleza,

su poder, su alegría, su misericordia, que es el Hijo, fruto bendito de su vientre, por quien

ella puede mostrarse Madre para todos sus hijos y llevarles la luz de la vida que brilla de su

vientre y que ilumina al mundo a través de sus estrellas. Madre que es madre, siempre

virgen, santa María de Guadalupe, que se ha mostrado Madre y que no ha hecho cosa igual

con ninguna otra nación.

____________________

CON EL PODER DE DIOS – DEJARSE AYUDAR

MIÉRCOLES DE LA II SEMANA DE ADVIENTO

Vengan a mí. todos los que están fatigados.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 11, 28-30

En aquel tiempo, Jesús dijo: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por

la carga, y yo les daré alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

53

humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga, ligera”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

HAY QUE RETOCAR ESTA INTRODUCCIÓN, PARA QUE EMBONE CON EL

TEXTO CORRECTO

Señor Jesús: …

sólo tú puedes decir con toda seguridad esas palabras: “aprendan de mí”, porque eres

perfecto Dios y perfecto hombre. Es verdad que en tu Iglesia también ha habido hombres y

mujeres santos, de los cuales también aprendemos, pero nosotros tenemos limitaciones y

defectos, y debemos ser humildes.

Todos podemos aprender de ti meditando el Evangelio. En primer lugar, a través de tus

palabras, que son palabras de vida eterna. Y, en segundo lugar, a través de tu vida, de tu ejemplo,

de lo que nos cuentan los diversos pasajes de la Escritura.

Hoy nos pides tú mismo que tomemos tu yugo y aprendamos de ti. Y la lección es de

mansedumbre y humildad. Me queda claro: tomar el yugo es someterse, es obedecer, es olvidarse

de uno mismo para servir. Tú te hiciste obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Y yo quiero

aprender de ti a llevar el yugo suave de la obediencia total al Padre.

Jesús, yo soy pastor, pero ¿cómo puedo ser también una buena oveja?

+++

ESTO HAY QUE RETOCARLO, Y EMBONARLO BIEN.

«Sacerdote mío: descansa en mí como yo descanso en ti. Descansa en mí, pero nunca

te canses de mí. Descansa en mí, pero sigue caminando y construyendo mis obras. Y cuando

te canses, descansa en mí. ¡Ánimo!

Yo he vencido al mundo. Yo renovaré tus fuerzas, confía en mí y abandónate en mis

brazos, y permanece en mí como yo permanezco en ti. No puedes nada sin mí, pero conmigo

conquistarás el mundo entero, correrás sin cansarte y caminarás sin fatigarte.

Pero no vengas solo, tráeme a mis amigos. Yo les daré alivio, les daré descanso, les

daré protección, les daré auxilio, les daré la compañía de mi Madre, belleza concebida sin

pecado, inmaculada, santa y pura, para que ella los enseñe a ser como yo, mansos y

humildes de corazón, para que los lleve al abrazo misericordioso del Padre.

Eres mío, todo lo tuyo es mío, y todo lo mío es tuyo. Trae contigo a más de mis

amigos, y yo les daré a mi Madre.

Yo te pregunto, amigo mío: ¿quién te crees que eres, para creer que sin mí todo lo

puedes?

Yo soy el todopoderoso, tú eres un siervo de Dios. Somos uno. ¿Acaso se te olvida

que yo existo?

¿Quién te crees que eres para pensar que nada puedes?

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

54

Yo soy el todopoderoso, y tú eres a quien yo he llamado amigo. Somos uno. ¿Acaso

no confías en mi poder?

¿Quién te crees que eres para esconderme tus pecados?

Yo soy el todopoderoso. Somos uno. ¿Acaso crees que soy un tonto?

¿Quién te crees que eres para dudar de mi palabra?

Yo soy el todopoderoso. Somos uno. ¿Acaso no crees que yo vivo en ti?

¿Quién te crees que eres para dudar de tu capacidad para cumplir con lo que yo te

pido?

Yo soy el todopoderoso. Somos uno. ¿Acaso yo merezco que me humilles con tu

soberbia?

¿Quién te crees que eres para desconfiar de mí?

Yo soy el todopoderoso. Somos uno. ¿Acaso merezco tu desconfianza?

¿Quién te crees que eres para pensar primero en ti?

Yo soy el todopoderoso. Somos uno. ¿Acaso es el discípulo más que el maestro?

¿Quién te crees que eres para llevar tú solo una carga tan pesada?

Yo soy el todopoderoso. Somos uno. ¿Acaso no crees que yo puedo cargar mi cruz y

la tuya?

Ven a mí, cuando estés cansado. ¡Ven a mí!

Ven a mí, cuando estés fatigado. ¡Ven a mí!

Ven a mí cuando tu carga sea mucha. ¡Ven a mí!

Yo te daré alivio, toma mi yugo sobre ti, y aprende de mí, que soy manso y humilde

de corazón. Encontrarás descanso en mí, porque mi yugo es suave y mi carga ligera.

¡Ánimo! Yo soy el todopoderoso. Somos uno, y yo he vencido al mundo».

***

ESTA FUE LA ESPADA ORIGINAL, PERO HAY QUE REUBICARLA

APRENDER DE JESÚS

«Pastores míos: Yo soy Pastor y soy cordero. Yo soy el Buen Pastor y cuido a mis

ovejas.

Ustedes son las ovejas de mi rebaño y son Pastores de mi pueblo. Las ovejas en los

rebaños caminan, pastan, conviven y son guiados juntos, la oveja que se aleja o queda sola

se pierde.

Guíen en la unidad, y ustedes, Pastores, manténganse en unidad. Ayúdense,

cuídense, protéjanse, unos a otros. Porque ustedes también son ovejas y Yo soy quien los

mantiene unidos en mi corazón.

Reparen, adoren, oren, amen. Este es mi corazón entregado a los hombres. Corazón

divino en fragilidad humana.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Junten sus manos, y que toda rodilla se doble al pronunciar mi nombre. Oren al

Padre y realicen actos de amor, para reparar el desamor que causa tantas heridas a mi

corazón.

Sacerdotes míos: regresen aquí. Que mi corazón sea su único refugio. Vengan a mí

los que están cansados, que yo los aliviaré.

Es mi corazón que se entrega en cada Eucaristía, en cada consagración, en cada

sacrificio en el altar.

Es mi corazón de carne, por el que corre sangre divina en mi cuerpo humano.

Es por este corazón que he redimido a la humanidad y mi Padre ha derramado su

misericordia.

Es por este corazón que yo me entrego por completo por amor a los hombres.

Es por este corazón que recibo desprecios y adoración, burlas y alabanzas, ultrajes y

protección, golpes y caricias, desamor y amor.

Es por este corazón que todo un Dios trino y todopoderoso se abaja para subir de

nuevo llevando a la humanidad, renovada por el amor, a la vida eterna.

Es el Sagrario el corazón de todo templo. Es ahí donde está mi corazón vivo,

esperando ser amado y adorado, entregado y recibido, para alimentar, para nutrir, para

dar vida.

Es el corazón de cada uno de ustedes en donde habito yo.

Reciban el amor que yo les doy y ámenme con mi amor, para que sea yo mismo

quien repare mi lastimado y doloroso corazón.

Busquen primero el reino de Dios y su justicia. Y sean justos como mi Padre del cielo

es justo. Ámense los unos a los otros como yo los he amado, con mi amor.

Busquen la felicidad en el hermano. La Felicidad soy yo.

Busquen al que ha quedado solo, fuera del rebaño. El Camino soy Yo.

Busquen conducir a sus ovejas en la luz. La Luz soy yo.

Busquen enseñar con mi palabra. La Palabra soy yo.

Busquen llevar a mi pueblo a la verdad. La Verdad soy yo.

Encuentren el amor en los corazones de los hombres. Ahí estoy yo. El Amor soy yo.

Manténganse en unidad en un solo cuerpo, en un mismo espíritu, en mi corazón, que

nadie va al Padre si no es por el Hijo».

***

Madre mía: aprendemos de Jesús con la ayuda del santo Evangelio, pero también

necesitamos la gracia de Dios, los dones del Espíritu Santo, para que nos iluminen la mente y el

corazón, y descubramos esos tesoros. Tú meditabas todo en tu corazón con la ayuda del Paráclito,

que siempre estaba contigo. ¡Ayúdanos!

+++

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

56

Hijos míos sacerdotes: yo les doy este tesoro de mi corazón: mi Ciencia.

Ciencia para que construyan, encontrando la belleza de Dios en cada uno ustedes.

Ciencia para que cada uno de ustedes encuentre la belleza de la creación de Dios, y el

valor de cada criatura en relación a su Creador.

Ciencia para que encuentren lo invisible y divino en lo visible y terreno, y que

pongan su corazón en la verdad de Dios, y no en la mentira del mundo.

Que sean humildes para reconocerse pecadores y necesitados de la misericordia y del

perdón de Dios, y acepten la ayuda que yo les doy a través del prójimo.

Que se reconozcan a ustedes mismos como los que pasan por el camino sin detenerse

ante el necesitado, porque viendo no ven, y oyendo no oyen.

Que reconozcan que el necesitado está entre ustedes, entre sus hermanos; que vean

al sacerdote necesitado y se detengan, y lo ayuden, y lo atiendan.

Que todo lo que quieran que los demás hagan con ustedes, háganlo también ustedes

con los demás, porque esta es la ley y los profetas; y que se den cuenta que es el mismo

Cristo el que da y el que recibe.

Que vean al necesitado en ustedes mismos, y se dejen acoger:

para que reciban la misericordia de Dios;

para que abran su corazón a la gracia;

para que abran sus ojos y encuentren a Cristo;

para que se detengan en el camino y pongan en Dios, y no en el mundo, el fin de su

propia existencia, encontrando el amor infinito de Dios en la creación, en medio del mundo,

descubriendo la verdad desde su pequeñez y su miseria, sabiéndose frágiles y necesitados, y

así pongan toda su confianza en Aquel que era, que es y que ha de venir.

Que reciban mi auxilio tomándose de mi mano, reconociéndome Madre y

reconociéndose entre ustedes como hermanos, y se dispongan a recibir y a dar misericordia,

para encontrar en la fe, la verdadera alegría de servir a Cristo.

+++

PARA MEDITAR – DEJARSE AYUDAR

«Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso».

Eso dice Jesús.

Él es tu Maestro, sacerdote, y quiere enseñarte a aligerar tu carga, porque te

comprende.

Tu Señor te ha enviado no a llevar tu carga, sino tu cruz, y que camines no atado a las

cadenas del mundo, sino bajo la suavidad de su yugo; no bajo la opresión de los hombres, sino

en la libertad de tu voluntad unida a la voluntad del Padre, para que lo sigas, para que lo

alcances, y te haga descansar de tus fatigas, porque su yugo es suave y su carga ligera.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Por tanto, sacerdote, necesitas humildad, para dejarte guiar, para dejarte ayudar. Y la

mansedumbre del cordero, que se deja conducir con docilidad por su Pastor hacia fuentes

tranquilas, para reparar sus fuerzas.

Tu Señor es tu Pastor, sacerdote. Confía en Él, porque Él da la vida por sus ovejas.

Aprende de Él, porque Él conoce a sus ovejas y sus ovejas lo conocen a Él. Él las llama por su

nombre y ellas lo siguen. Él les da la vida eterna, y no perecerán jamás. Nadie las arrebatará de

su mano.

Escúchalo y síguelo, sacerdote: tú eres parte de su rebaño.

Tu Señor te ha enviado como cordero en medio de lobos, para que seas pastor. Aprende

de tu Maestro, y libra a tu rebaño de la opresión. Invita a tus ovejas a tomar el yugo de tu

Señor, y no les des cargas pesadas, sino ligeras. Sé compasivo y misericordioso, y enséñalas a

seguirte, para que aprendan de ti, y se dejen conducir por su propia voluntad a la verdadera

libertad, que es el conocimiento de la verdad, que las libera de las cadenas del mundo y les

concede la paz.

Y tú, sacerdote, ¿estás cansado? ¿Tu carga es pesada? ¿Estás atado al mundo por las

cadenas del orgullo que te frustran y te debilitan? ¿Pretendes seguir caminando con tus propias

fuerzas? ¿Asumes la responsabilidad de tu rebaño, y cargas sobre tus espaldas todos sus

problemas? ¿Pretendes ganar el mundo tú solo, y no te das cuenta de que puedes perderte a ti

mismo? ¿Estás cansado de tu trabajo, porque estás envuelto en el vicio del activismo? ¿Cierras

tus ojos para no ver, y tus oídos para no escuchar, creyendo que lo sabes todo, que no necesitas

nada, y no te dejas ayudar, pero en realidad no crees en tu poder, porque ni un demonio puedes

expulsar?

¿Hasta cuándo te va a soportar tu Señor? ¿Hasta cuándo?

De ti, sacerdote, se requiere humildad, porque el que no reconoce que está cansado,

¿cómo podrá descansar?

El que no quiere ver que su carga es pesada, ¿cómo podrá aligerarla?

El que cierra los ojos a lo invisible, y pretende que lo visible sea su única realidad,

¿cómo podrá alcanzar la libertad?

Y el que se resiste a ser conducido por el camino de la verdad, ¿a dónde va?, ¿a dónde

quiere llegar?, ¿conoce la meta?, ¿la podrá alcanzar?

Acude, sacerdote a la oración y al encuentro de tu Señor en medio de tus trabajos y

de las fatigas de todos los días, y entrégale tu corazón cansado, contrito y humillado, para

que sea renovado en el amor, y configurado en la humildad y en la mansedumbre de su

Corazón Sagrado, que ha sido ya tan lastimado por las cargas de tus errores y tus pecados,

y que merece de ti ser amado para ser reparado por el amor del amigo que nunca lo

abandona, su más pequeño, su más amado.

____________________

PERMANECER PEQUEÑOS – CON EL ARMA DEL AMOR

JUEVES DE LA II SEMANA DE ADVIENTO

No ha habido ninguno más grande que Juan el Bautista.

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Del santo Evangelio según san Mateo: 11, 11-15

En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: “Yo les aseguro que no ha surgido entre los hijos

de una mujer ninguno más grande que Juan el Bautista. Sin embargo, el más pequeño en el Reino

de los cielos, es todavía más grande que él.

Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los cielos exige esfuerzo, y los

esforzados lo conquistarán. Porque todos los profetas y la ley profetizaron, hasta Juan; y si

quieren creerlo, él es Elías, el que habría de venir. El que tenga oídos que oiga”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: el Bautista se consideraba a sí mismo indigno de desatar la correa de tu

sandalia, y tú dices que no ha surgido entre los hijos de una mujer ninguno más grande que él. Y

eso es verdad, el hombre más grande no es digno de prestarte un servicio.

Tú me has concedido la dignidad del sacerdocio, me has hecho tu servidor, y me siento

indigno de haber sido elegido. Siempre recordaré el momento de mi postración en el suelo, el día

de mi ordenación. No somos dignos.

Ayúdame a permanecer pequeño, para que tú puedas hacer grandes obras conmigo.

Porque no soy yo, eres tú el que actúa.

Concédeme la humildad y la docilidad de Juan, el precursor, para llevarte muchas almas a

través de mi ministerio, dejándote actuar a ti, sin estorbarte.

+++

«Sacerdotes míos, mis más pequeños, mis discípulos, mis apóstoles, mis servidores,

mis amigos: yo los envío a anunciar el Evangelio, para que los que tengan ojos vean y los

que tengan oídos oigan. Para que los que no creen, crean y los que creen se dispongan a

recibir mi alegría, para llenarlos y desbordarlos, para que entreguen esta alegría en el

anuncio de la Buena Nueva, llegando a todos los rincones del mundo, anunciando que el

Reino de los cielos está cerca.

Miren que estoy a la puerta y llamo, para que me abran y me dejen entrar.

Ustedes son Juan y son Elías, precursores de mi llegada, los que proclaman mi

palabra, los que construyen mi Reino, anunciando el Evangelio, bautizando en el nombre

del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Ustedes, que no son dignos de desatar la correa de mis sandalias, son los que yo he

enviado antes de mí, para anunciar que el Hijo de Dios ha venido al mundo, nacido de un

vientre puro de mujer virgen, engendrado por el Espíritu Santo, nacido como hombre,

siendo Dios, alimentado por los hombres, bautizado, recibido y aceptado por los hombres,

escuchado y alabado por los hombres, tentado por el diablo viviendo en el desierto,

rechazado por los hombres, juzgado y sentenciado injustamente, despreciado, torturado,

despojado de todo, por los hombres, desangrado hasta la muerte en una cruz, sufriendo en

carne y en espíritu el destierro y el exilio del mundo al que Dios tanto ha amado, que

entregó a su único Hijo al mundo para salvarlo, para redimirlo, para hacer nuevas todas las

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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cosas, para vencer a la muerte y al pecado en la resurrección del Hijo, que trae al mundo la

fe, la esperanza y el amor para la vida eterna.

Permanezcan en vela y en oración, esperando a que vuelva, porque nadie sabe ni el

día ni la hora, pero el tiempo está cerca. Crean en el Evangelio, arrepiéntanse, pidan su

conversión, y entréguense a mí, para que yo cambie sus corazones de piedra en corazones

de carne, para que reverdezca su desierto, para que florezca y de fruto.

Yo haré florecer sus desiertos, para que su ofrenda sea grande y agradable al Padre.

Permanezcan con mi Madre a los pies de mi cruz, recibiendo al Espíritu Santo, por quien

recibirán la gracia de la perseverancia y los dones para permanecer en la disposición a

recibir y a entregar mi amor.

***

Madre mía: yo aprendo de Juan a ser pequeño, y aprendo de ti a ser esclavo. Así como el

Bautista era el hombre más grande nacido de mujer, tú eres la creatura más grande, más excelsa,

más maravillosa que ha salido de las manos de Dios. Eres Madre y eres Reina del Universo como

fruto de tu “fiat”, de tu entrega generosa.

Ayúdame a mantenerme esclavo, para cumplir siempre los deseos del Rey.

+++

«Hijo mío sacerdote: yo soy la esclava del Señor. En mi vientre ha sido engendrada

la luz, para ser llevada a todas las naciones del mundo. Es por esta luz que ha nacido Dios

en el mundo, siendo Dios y siendo hombre, conteniendo toda la grandeza del único Dios

verdadero en la fragilidad de la humanidad, para redimir, para salvar, para restablecer la

paz en el mundo por su infinita misericordia.

Y siendo esclava me ha hecho Madre, y siendo Madre me ha hecho Reina. Tú eres

esclavo como yo. Acepta y recibe toda la ayuda que te da tu Señor, para cumplir los deseos

de la Reina, que siendo libre se hizo esclava, para cumplir los deseos del Rey.

Permanece dispuesto a los pies del Rey que ha sido crucificado, muerto y expuesto en

la cruz, y desde la cruz muriendo al mundo destruye la muerte, y resucitando en el mundo

da vida, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna.

Yo intercedo para que la luz, que es fruto bendito de mi vientre, nazca en el corazón

de cada uno de ustedes, mis hijos sacerdotes, para que se mantengan pequeños, y a través

de ustedes ilumine a todo el mundo y permanezca para siempre».

+++

PARA MEDITAR – CON EL ARMA DEL AMOR

«Yo he vencido al mundo».

Eso dice Jesús.

El arma con la que se vence es el amor.

Es así como vence Jesús, con amor. Él es el amor. Y es con él, sacerdote, la única manera

de ganar todas las batallas.

Confía, sacerdote, en el amor. Recibe, sacerdote, al amor. Y ama.

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Es así como destruyes toda tentación, todo conflicto, toda dificultad, en cualquier

situación.

Es así como Cristo actúa, resolviendo, reconciliando, sanando, salvando.

Es así, uniendo con amor, la única manera, porque él es el único mediador.

Sacerdote: cualquier momento y cualquier pretexto es bueno para actuar

manifestando el amor de Dios, porque todos los días son días del Señor, y el Señor es bondad y

es misericordia.

Él justifica al hombre a través del amor, para unirlo al Padre en filiación divina, para

darle su heredad, que sólo el amor puede ganar.

Sacerdote, tu Señor, siendo un gigante, se ha hecho pequeño, por amor, porque tanto

amó Dios al mundo que envió a su único Hijo, que siendo Dios se hizo hombre para salvar a los

hombres, haciéndose como ellos, pequeño, salvándolos en lo ordinario, en lo pequeño, por

amor, muriendo como un miserable, el más pequeño entre los pequeños, en una cruz, en medio

del dolor, atado de manos y pies, coronado de burla, totalmente entregado en las manos de los

hombres, como cordero, para perdonarles todos sus pecados.

Y desde esa humillante inmolación de su pequeña humanidad, ha vencido todas las

batallas en un único y eterno sacrificio, por amor.

Y siendo pequeño, ha vencido al gigante de la muerte, para demostrar que el más

pequeño es el más grande en el Reino de los Cielos, y tiene todo el poder, porque en él se

contiene todo el poder del amor.

Y amando hasta el extremo se quedó entre los hombres, para alimentarlos, para

fortalecerlos, para enseñarles el camino de la salvación.

El camino es el amor.

Sacerdote, convierte tu ira, tu dolor, tu impotencia, tu frustración, tu deseo, tu ilusión, tu

pasión, tu valentía y tu cobardía, tu alegría y tu sufrimiento, tu anhelo y tu esperanza, tu fe y tu

confianza, tu debilidad y tu fragilidad, en amor.

Pero para amar, hay que recibir. Porque amar es dar y nadie puede dar lo que no tiene.

Recibe, sacerdote, al amor, porque a ti se te ha concedido la capacidad de amar, de

recibir, de entregar, de corresponder a la gracia, que a ti, sacerdote, se te da, por tu estado

sagrado.

Tú, sacerdote, tienes la capacidad de tener un amor tan grande como el que tiene Él,

Cristo, porque Él vive en ti, está vivo, Él es el amor, sólo tienes que abrirle tu corazón.

Ábrete sacerdote, a recibir la gracia y la misericordia de Dios, y entonces, conocerás

el amor.

El amor es don, y por ese don, harás milagros.

El primer milagro, sacerdote, es la conversión de tu corazón. Convierte con ese amor

tu corazón de piedra en corazón de carne, para que se mueva, para que actúe, para que se

entregue, para que venza al mundo ganando todas sus batallas.

Sacerdote, tú eres pequeño, aunque a veces te sientas grande.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Vuelve, sacerdote, a ser como niño, para que tengas los mismos sentimientos de Cristo,

para que obedezcas en todo momento, primero a Dios, antes que a los hombres.

Ése es el poder que tú tienes, sacerdote. El poder de discernir la voluntad de Dios, por el

Espíritu Santo que se te ha dado y que te muestra la verdad con amor.

La obediencia a la voluntad de Dios, por amor de Dios, gana para ti, todas las

batallas.

Misericordia, sacerdote, misericordia, ese es el amor de Dios manifestado a través de ti,

a los hombres. Ése es el triunfo del Señor.

____________________

LA PREDICACIÓN DE LA PALABRA – EL PODER DE LA PALABRA

VIERNES DE LA II SEMANA DE ADVIENTO

No escuchan ni a Juan ni al Hijo del Hombre.

Del santo Evangelio según san Mateo: 11, 16-19

En aquel tiempo, Jesús dijo: “¿Con qué podré comparar a esta gente? Es semejante a los

niños que se sientan en las plazas y se vuelven a sus compañeros para gritarles: ‘Tocamos la

flauta y no han bailado; cantamos canciones tristes y no han llorado’.

Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dijeron: ‘Tiene un demonio’. Viene el Hijo del

hombre, y dicen: ‘Ése es un glotón y un borracho, amigo de publicanos y gente de mal vivir’.

Pero la sabiduría de Dios se justifica a sí misma por sus obras”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: es verdad que era muchísima la gente que acudía a escuchar tu predicación,

como lo cuentan los Evangelios, pero no todos te “escuchaban”. No faltaba en esa muchedumbre

gente que sólo acudía por curiosidad, pero sin un verdadero interés por convertirse. Lo mismo

que sucedería con los que se acercaban a Juan.

Yo me doy cuenta de que buena parte de mi ministerio sacerdotal tiene que ver con la

predicación de tu palabra. No solamente porque debo exponer el Evangelio en las homilías, sino

porque debo predicar también con el ejemplo.

Pero a veces me desanimo cuando no veo que haya impactado mi predicación. ¿Será que

me estoy predicando a mí mismo y no tu verdad?

Señor, ¿qué debo tener en cuenta para que la predicación de tu palabra sea eficaz y dé el

fruto que tú esperas?

+++

«Sacerdote mío: sólo hay una verdad, sólo hay una palabra, la Palabra de Dios. No

deben los hombres escuchar palabrerías, no deben distraerse escuchando a los mismos

hombres.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Yo soy la Palabra de Dios, el Verbo que se hizo carne para dar testimonio de la

verdad, para ser Camino, para dar Vida.

Yo soy la Palabra que anunciaron los Profetas, contenida en el Evangelio, escrita por

la mano de Dios, encarnada en vientre puro de mujer virgen, entregada al mundo para que

los que tengan ojos vean y los que tengan oídos escuchen.

Yo soy Palabra viva y eficaz, Pan de Vida, y el que venga a mí no tendrá hambre ni

tendrá sed.

Yo soy la Luz, la palabra que ilumina, la fuente de la vida, que, como espada de

doble filo, hiere corazones y abre gargantas, para que todo el que la escuche crea en mí,

porque todo el que crea en mí vivirá para siempre.

Yo soy alimento de vida, entregado en el altar como ofrenda.

Palabra que es Eucaristía, pan vivo bajado del cielo.

Palabra que existía en el principio junto a Dios y era Dios.

Palabra por la que todo fue hecho, luz y vida para los hombres.

Palabra encarnada y viva para habitar entre los hombres, para ser cumplida hasta

la última letra.

Cree en el Evangelio, porque es la palabra de Dios. Que nadie agregue ni quite una

sola palabra, porque ya está advertido por el que da testimonio de la verdad y que está

pronto a venir.

Cree en el Evangelio, porque el que cree en estas palabras y las pone por obra

cumple los mandamientos de la ley y hace la voluntad de Dios, y el que cumple la voluntad

de Dios permanece para siempre.

Sacerdotes de mi pueblo: honren mi nombre y proclamen el Evangelio, porque la

boca habla de lo que abunda en el corazón.

Que sea la palabra de Dios en su boca, que es efusión del Espíritu Santo, pero sepan

que al que hable una palabra en contra del Hijo del hombre se le perdonará, pero al que

blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará.

No contaminen a los hombres con doctrinas extrañas ni falsa predicación, porque de

toda palabra darán cuenta en el juicio para ser declarados justos o condenados.

Yo soy la Palabra y el Verbo hecho carne, por quien todo fue hecho, la luz que

ilumina al mundo, y que habitó en el mundo, para permanecer y llegar a todos los rincones

de la tierra, que fue enviado para dar testimonio de Dios verdadero, de Dios vivo,

todopoderoso y eterno.

Ustedes son la sal de la tierra y la luz del mundo.

Yo los he enviado para ser testimonio de la Palabra, para ser testigos de la verdad,

para ser guías en el camino, para dar vida.

Yo soy la Palabra encarnada y crucificada, por la que se derrama el agua de la vida,

que da vida, y la sangre viva del Cordero, que lava los pecados del mundo.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

63

Palabra que alimenta y se derrama en misericordia, que es sabiduría, entendimiento,

ciencia, que da consejo, que da fortaleza, que es piadosa, que mantiene en el temor de Dios,

y que al proclamarla se traduce en obras de misericordia, que alimenta al hambriento, sacia

al sediento, viste al desnudo, libera al oprimido, sana al enfermo, acoge al peregrino,

bendice y da esperanza a los muertos, enseña al que no sabe, da consejo al que necesita,

corrige al que se equivoca, perdona al pecador, consuela al triste, sufre con paciencia,

transforma toda obra en oración de alabanza y en suplica para los vivos y para los muertos.

Toda palabra que se proclama y se predica es para la gloria de Dios.

Yo los envío a ustedes como a aquel que envié a dar testimonio bautizando con el

agua de la vida, agua viva de mi manantial, y el que bautiza en mi nombre, bautiza con la

fuente de la vida que es el Espíritu Santo».

+++

Virgen de Guadalupe: en tu vientre el Verbo se hizo carne, y quisiste dejar plasmada en

tu imagen bendita señales claras de la presencia viva de tu Hijo, el Sol de justicia. Él es la

Palabra, y tú quisiste que los naturales de estas tierras también la escucharan, primero con el

lenguaje escrito que ellos entendían, y luego con la predicación de tus sacerdotes.

Madre nuestra: tú escuchaste también las palabras de tu Hijo, y las pusiste por obra.

Ayúdanos, a tus hijos sacerdotes, a saber irradiar la luz de la sabiduría encarnada a todos los

hombres.

+++

«Hijo mío, sacerdote: contempla conmigo la luz engendrada en mi vientre, que es el

Verbo encarnado en mí, para nacer al mundo, para iluminar al mundo entero.

Palabra que ha sido plasmada en el papiro, por el dedo de Dios, como mi imagen ha

sido plasmada en la tilma, para dar testimonio de la verdad y que los que tengan ojos vean,

para que se predique la verdad, y los que tengan oídos, oigan.

Palabra que ha sido plasmada en tu corazón por el amor de Dios, para ser escrita y

entregada para iluminar los corazones de mis hijos más amados, mis más pequeños, mis

sacerdotes.

Palabras para encender sus corazones en el fuego vivo del amor, para llevarles

auxilio a los que claman, como lluvia en su desierto, para llevar a los corazones más pobres

los tesoros de la misericordia de Dios, alimento de vida, bebida de salvación, vestido de

pureza, salud del alma, libertad a los cautivos del pecado, acogida a los que están lejos, vida

a los que mueren al mundo, guía en el camino, consejo al turbado, perdón al arrepentido,

corrección al que se equivoca, consuelo al triste, paciencia en los defectos, unión en oración

para recibir los dones y gracias que los mantengan en la virtud para alcanzar la santidad y

dar testimonio de vida para la construcción del Reino de los Cielos.

Que mi imagen plasmada en la tilma sea testimonio del amor a mis hijos, a los más

pequeños, como el pueblo que yo he escogido para quedarme y recordarles mi presencia en

el mundo, trayendo al mundo la luz, que es la palabra encarnada que proclama la

misericordia de Dios, en cada templo, en cada parroquia, en cada capilla, palabra de vida

que es infinita y eterna.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

64

Que sean las rosas testigos de mi amor, plasmando la misericordia de mi Hijo en

cada corazón para que la luz llegue a todos los rincones de la tierra».

+++

PARA MEDITAR – EL PODER DE LA PALABRA

«Hágase».

Eso dijo Dios, y todo fue creado.

Ese es el poder de la Palabra de Dios, la palabra que crea desde la nada la vida para

hacerla al Ser, que es Dios mismo.

El poder de la palabra es el amor mismo, expresado de manera que llegue al oído de los

que escuchan, de manera que salga de la boca de los que hablan, de manera que abra los

corazones de los que sienten, de los que aman, de los que se han olvidado de amar y de los que

se han olvidado de sentir, de los que han descuidado su corazón, y se ha vuelto de piedra.

La palabra tiene el poder de convertir los corazones de piedra en corazones de carne,

de herir y de llegar hasta las profundidades del alma para descubrir las intenciones de los

corazones.

La palabra tiene el poder de discernir las conciencias, de convencer y de rectificar los

caminos de los que se equivocan.

La palabra tiene el poder de guiar, de transformar y de renovar las almas.

La palabra tiene el poder de ser hablada y de ser escuchada, de ser aceptada y de ser

rechazada, de ser expuesta y de ser guardada. Pero la palabra tiene el poder de la eternidad, de

conservar a un alma en el camino para dirigirla a la verdad.

La palabra es la verdad. “Hágase”, y la luz se hizo.

La palabra ilumina en medio de la obscuridad y disipa las tinieblas.

La palabra da claridad.

La palabra enseña, es maestra.

La palabra consuela, es misericordiosa, perdona.

Es por la palabra que Dios llega a lo más íntimo del corazón de los hombres, por esa

palabra que Él mismo engendra en el vientre de la pureza inmaculada de la Mujer perfecta, que

con una palabra Él creó para Él mismo, para ser su morada y la llamó Madre.

El poder de la palabra es la humildad del mismo Dios que se abaja para humillarse,

porque siendo Dios se despoja de sí mismo y se hace hombre para ser igual en todo como los

hombres, excepto en el pecado, porque la palabra de Dios no acepta el pecado, es incompatible,

lo rechaza, lo desprecia y por tanto lo destruye, lo perdona, lo absuelve y lo transforma en

misericordia.

Y tú, sacerdote, ¿escuchas la palabra de tu Señor?, ¿la meditas en tu corazón?, ¿la vives?,

¿la predicas? ¿Eres dócil al Espíritu Santo?, ¿o sólo dices palabrerías? ¿Eres consciente del

poder que Él ha puesto en tu boca?

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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La palabra tiene el poder de construir o de destruir, de dar vida o de matar, de exaltar

o de tirar, de unir o de desatar, de perdonar o de juzgar y condenar.

La palabra tiene el poder divino cuando sale de la boca de quien Dios mismo ha

escogido para dirigirla a las conciencias, a los corazones, a los hombres, y ese es el

sacerdote. Por tanto, tú tienes, sacerdote, el poder de Dios a través de la Palabra, para

clamar en el desierto con voz fuerte: ¡Arrepiéntanse y crean en el Evangelio! ¡El tiempo

está cerca! Pero el que dice esas palabras debe escucharlas primero.

____________________

CON EL PODER DE DIOS - RECONOCIDOS POR LOS FRUTOS

SÁBADO DE LA II SEMANA DE ADVIENTO

Elías ha venido ya, pero no lo reconocieron.

Del santo Evangelio según san Mateo: 17, 10-13

En aquel tiempo, los discípulos le preguntaron a Jesús: “¿Por qué dicen los escribas que

primero tiene que venir Elías?”

Él les respondió: “Ciertamente Elías ha de venir y lo pondrá todo en orden. Es más, yo les

aseguro a ustedes que Elías ha venido ya, pero no lo reconocieron e hicieron con él cuanto les

vino en gana. Del mismo modo, el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos”.

Entonces entendieron los discípulos que les hablaba de Juan el Bautista.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús:

HAY QUE RETOCAR ESTA INTRODUCCIÓN, PARA QUE EMBONE BIEN

CON LAS PALABRAS DE JESÚS

así como a Juan, también ahora sucede que muchas veces a los sacerdotes “no nos

reconocen”. Hasta nos insultan por el sólo hecho de ser sacerdotes.

Es verdad que también muchos nos aprecian, nos estiman, nos quieren y rezan por

nosotros. Pero también la pasamos mal cuando nos damos cuenta que el insulto no es a la persona

del sacerdote, sino a ti, Jesús, con quien estamos configurados.

Pero es nuestra misión: actuar, vivir, “in persona Christi”. Y tú padeciste a manos de los

hombres.

Juan fue enviado delante de ti para preparar el camino. Algunos lo escucharon y se

convirtieron. Otros no aceptaron su bautismo.

Mi misión, como la de Juan, es preparar a las almas para tu venida. Y también yo tengo

experimentado que no todos escuchan tu palabra, no todos están dispuestos a convertirse.

Señor, aunque sé que cuento con tu ayuda: ¿cómo puedo cumplir bien con esa misión que

me has dado, para la que me has enviado? ¿Cómo cumplir esa misión en un ambiente adverso?

¿Cómo superar el cansancio?

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

66

+++

«Sacerdotes míos: yo los envío a anunciar el Evangelio a todos los rincones del

mundo, a llevar mi misericordia, por medio de los sacramentos. A buscar, a encontrar, a

convertir, a perdonar, a reconciliar y a mantener en una misma fe a todas las almas del

mundo.

Yo los envío a predicar y a edificar, a conducir el agua de mi manantial a todos los

desiertos del mundo, para que brote la vida que está oculta a los ojos del mundo, a anunciar

la buena nueva: que la venida del Hijo del hombre está pronta, y se acerca el día en el que

el pueblo de Dios será liberado.

Que ese día los encuentre reunidos, en una misma fe, en un solo pueblo, en una sola

Iglesia, en torno a mi Madre, que es Madre de mi pueblo y de mi Iglesia. Muchos signos son

enviados, no cierren sus ojos para que vean, no cierren sus oídos, para que oigan.

Ustedes son menos que Juan y menos que Elías, ustedes son los más pequeños, pero

el más pequeño en el Reino de los cielos es el más grande.

Yo los envío como Juan y como Elías, a anunciar y a construir mi Reino, para que en

su pequeñez sean fruto, como el fruto bendito del vientre de mi Madre, para que siendo

pequeños sean grandes, para que sean sacerdotes, para que sean Cristos en el mundo,

anunciando la venida de Cristo, el Rey del Universo.

Yo soy el que soy, el que era y el que vendrá. Ustedes son mis amigos, por los que yo

he dado la vida. Permanezcan en mi amistad, en sacrificio unidos a mi sacrificio, entregados

a mi servicio, sirviendo, unidos a mí, orando, pidiendo y haciendo penitencia, para que todo

lo que yo he venido a buscar sea encontrado, lo que yo he venido a edificar sea construido, y

lo que yo he venido a salvar sea salvado.

Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá. Porque todo el

que pide recibe, el que busca encuentra y al que llama se le abre. El que tenga oídos que

oiga».

+++

Madre mía: me imagino tu sufrimiento cuando veías el desprecio que la gente hacía a tu

Hijo, y también a sus discípulos. Él es signo de contradicción, y tu corazón sufría.

Pero también me imagino lo que suponía para Jesús y para sus discípulos tenerte a ti muy

cerca, poderte contemplar mirando tu belleza, y sintiendo tu cariño, tu protección y cuidados de

madre.

Yo te siento también muy cerca de mí, aunque no te busque. Perdóname mis faltas de

amor, mis faltas de atención a tu cariño materno. Te prometo que lucharé para ser buen hijo.

+++

«Hijo mío, sacerdote: contempla la belleza de mi rostro y contemplarás la fe.

Contempla la belleza de mis ojos y contemplarás la esperanza.

Contempla la belleza de mi vientre y contemplarás al Hijo de Dios hecho hombre.

Contempla la belleza de mis pies y contemplarás la fortaleza del Espíritu, en una

mujer a la que Dios le ha dado el poder de vencer.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Contempla la belleza de mis manos y contemplarás la ternura de una Madre.

Contempla el brillo de mis estrellas y contemplarás la luz de la santidad.

Contempla mi corazón y contemplarás la pureza inmaculada de mi concepción, y

entenderás la belleza de mi alma.

Desde esa pureza vive tú, en la fe, en la esperanza y en el amor. En estas tres virtudes

está la belleza del alma, porque de estas crecen las demás virtudes, y es en la fe, en la

esperanza y en la caridad, en las que se transforma el alma y adquiere la belleza de un alma

inmaculada y pura.

Ustedes, mis hijos sacerdotes, son sólo instrumentos y conducto de la misericordia y

del amor de mi Hijo, pero son necesarios. Dios, que es el todopoderoso, se abaja al hombre

de manera que, siendo omnipotente, quiere hacer al hombre necesario para la realización

de sus obras, y lo incluye, lo hace parte.

No se alegren ustedes por lo que hacen, sino porque sus nombres están escritos en el

cielo.

+++

PARA MEDITAR – RECONOCIDOS POR LOS FRUTOS

«Por sus frutos los reconocerán».

Y tú, sacerdote, ¿qué clase de árbol eres?

¿Eres el árbol que nace de la semilla sembrada en tierra fértil?, ¿o eres el árbol que nace

de la semilla que ha caído entre las rocas?

¿Eres el árbol que ha sido alimentando y regado con agua viva?, ¿o eres el árbol que ha

crecido estéril y no da vida?

¿Eres el árbol que da fruto y ese fruto da buena semilla?, ¿o eres el árbol que da fruto seco

y amargo, que no produce semilla?

Por sus frutos los reconocerán.

Y tú, sacerdote, ¿qué clase de profeta eres?

¿Eres el profeta que ha sido alimentado con la palabra de Dios, para ponerla en práctica y

esparcir buena semilla?, ¿o eres el falso profeta que contamina con su amargor la buena semilla?

¿Qué clase de profeta eres?

¿Eres el que alimenta con la palabra y da vida?, ¿o el que con la palabra conduce a la

muerte?

Por sus frutos los reconocerán.

Y tú, sacerdote, ¿qué clase de frutos le das a Dios?

¿Le das almas convencidas de la verdad de su creador, reunidas en un solo rebaño y con

un solo Pastor?, ¿o almas que son como ovejas dispersas que vagan por el mundo sin Pastor?

Por sus frutos los reconocerán.

¿Qué clase de árbol eres tú?

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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¿El que alimenta con sus frutos el paraíso?, ¿o el que es cortado y arrojado al fuego eterno

porque no sirve para el Reino de Dios?

¿Qué clase de profeta eres?

¿Eres el que grita en el desierto: rectifiquen el camino, porque el Reino de Dios está

cerca?, ¿o eres el que escucha, y quiere creer, y quiere ser convertido, para dar el fruto que aún

no ha concebido?

¿Cómo quieres ser tú reconocido: como el árbol que ha sido cuidado, alimentado, y que

con sus frutos ha correspondido?, ¿o como el árbol que fue cortado y fue arrojado al fuego,

porque no era árbol bueno, porque fue alimentado con agua viva, pero no era una buena semilla?

Por sus frutos los reconocerán.

Y tú, sacerdote, ¿qué clase de frutos quieres dar?

Rectifica tu camino, porque por tus frutos te reconocerán.

____________________

ALEGRÍA DE JESÚS – “YO SOY”

DOMINGO DE LA III SEMANA DE ADVIENTO (GAUDETE)

En medio de ustedes hay uno al que ustedes no conocen.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 1, 6-8.19-28

Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Éste vino como testigo, para dar

testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino testigo de la

luz.

Éste es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén

a unos sacerdotes y levitas para preguntarle: “¿Quién eres tú?”.

Él reconoció y no negó quién era. Él afirmó: “Yo no soy el Mesías”. De nuevo le

preguntaron: “¿Quién eres, pues? ¿Eres Elías?”. Él les respondió: “No lo soy”. “¿Eres el

profeta?”. Respondió: “No”. Le dijeron: “Entonces dinos quién eres, para poder llevar una

respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?”. Juan les contestó: “Yo soy la voz que

grita en el desierto: ‘Enderecen el camino del Señor’, como anunció el profeta Isaías”.

Los enviados, que pertenecían a la secta de los fariseos, le preguntaron: “Entonces ¿por

qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta?”. Juan les respondió: “Yo bautizo con

agua, pero en medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen, alguien que viene detrás de

mí, a quien yo no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias”.

Esto sucedió en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan bautizaba.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Señor Jesús: hoy la Iglesia celebra el Domingo “Gaudete”, y nos invita a alegrarnos en

medio del Adviento, porque tú ya estás cerca. La liturgia de este día nos invita a pedir a Dios

poder alcanzar la dicha que nos trae la salvación y celebrarla con vivísima alegría.

Y seguimos reflexionando sobre la misión de Juan el Bautista, quien nos invita a

enderezar el camino del Señor. Él era el precursor, y advierte a los fariseos que tú vienes detrás

de él.

Me hace pensar mucho la pregunta que le hacen a Juan: “¿quién eres tú?”. Seguramente la

predicación del Bautista, del testigo de la luz, los interpelaba, como quien tiene autoridad, para

que cumplieran con su obligación. Querían saber el origen de esa autoridad.

Me hace pensar porque tú, Jesús, me has dado autoridad para predicar tu palabra, y con

ella convertir los corazones, devolverles la alegría de la salvación. Yo soy otro Cristo.

Cuando se ha perdido la salud espiritual se acude al sacerdote para recuperarla. Y los

“muertos” resucitan. He visto a muchos de esos casos, que no sólo recuperan la salud de su alma,

sino que se llenan de alegría, una alegría que el mundo no puede dar: la verdadera alegría, la de

tenerte a ti, la de encontrarte de nuevo.

Quisiera darme más cuenta de ese gran poder que me has dado: ser fuente de alegría.

Ayúdame, Jesús. ¿Qué debo hacer?

+++

«Sacerdote mío: tú eres mi alegría.

Permanece en mí, como yo permanezco en ti. Yo te busqué y te encontré. Te muestro

el poder de Dios cuando curo tu cuerpo y sano tu alma. He abierto tus ojos y has visto, he

abierto tus oídos y has oído. Me has conocido y me has amado. Me has seguido porque has

creído en mí, y yo te daré vida, para que vivas conmigo para siempre.

Alégrate, porque has hallado gracia ante Dios, no por tus méritos, sino por tu

pequeñez; no por tus obras, sino por tu fe; porque estabas perdido y has sido encontrado;

porque estabas enfermo y has sido sanado; porque tenías hambre y has sido saciado.

Alégrate, porque al que mucho ama mucho se le perdona, y yo te llevo en mis brazos.

Alégrate de servir a la que está llena de gracia, porque siendo libre se hizo esclava,

para que en su seno fuera engendrada la luz; y tú, siendo libre, alégrate, haciéndote esclavo

del amor, para que la acompañes a llevar la luz al mundo, compartiendo lo que tienes con

los que no tienen, llegando hasta los corazones más pobres, para enriquecerlos con mis

tesoros.

Pastores de mi pueblo: yo los llamo a la alegría de mi encuentro.

Y en este encuentro yo los envío a buscar y a traer a mi pueblo santo hasta mí.

Pero ¿cómo puede ser enviado el que no viene a mi encuentro?

Y ¿cómo puede encontrarme el que no me busca?

Y ¿cómo puede buscarme el que no me conoce?

Yo los he llamado, pero muchos son los llamados y pocos los elegidos.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Yo los he elegido para que me conozcan, para que me amen, para que me busquen,

para que me encuentren.

Yo soy el Buen Pastor y ustedes son mi rebaño.

Yo los reúno para darles mi paz, y los envío con el Espíritu Santo a buscar, a

encontrar y a traer lo que estaba perdido, y yo he venido a encontrar lo que estaba muerto,

y por mí ha vuelto a la vida.

Yo los envío a compartir mi alegría, la buena nueva que transmite el Evangelio, a

predicar mi palabra, llevando esperanza, luz y paz.

Muchas son las señales, para que el que quiera ver las reconozca.

Muchos son los signos de mi amor, para que el que tenga ojos vea y el que tenga

oídos oiga.

Yo los envío a sumergir a mi pueblo en el agua viva de mi amor, para introducirlos

en la fuente de la vida, bautizándolos con el Espíritu Santo, lavándolos, purificándolos,

haciéndolos dignos, haciéndolos hijos de Dios.

Yo los envío a propagar la alegría que comunica el Evangelio: la misericordia de

Dios Padre derramada a los hombres, a través del amor de Dios Hijo, por medio de Dios

Espíritu Santo, para llevarlos al encuentro con el amor a cada uno en particular, para

unirlos a todos en comunidad, a cada pastor, a cada rebaño, en un solo cuerpo y en un

mismo espíritu, del cual yo soy cabeza, para llevarlos a la unión definitiva en el encuentro

con el amor.

Yo comparto mi alegría con ustedes, haciéndolos Cristos conmigo, bienaventurados,

cabezas de sus rebaños.

Para reunirlos a todos les he dado mi mayor alegría: mi Madre, como madre de

todos y de cada uno.

Ella es la fuente de mi alegría, porque en su seno lleva la fuente inagotable de amor,

la luz que ilumina al mundo, para encontrar el camino, la verdad y la vida.

Ella es Madre de la gracia y Madre de misericordia, en Ella la Palabra es encarnada

para nacer al mundo y dar vida.

En ella el Cordero es engendrado, para nacer al mundo y hacerse ofrenda, gratuidad

y sacrificio; para morir al mundo, para quedarse, para donarse, para unir, para alimentar,

para dar vida, para ser Eucaristía.

En ella se cumple toda profecía, y con ella se cumplirá hasta la última letra de la ley.

Alégrense en su presencia, mantengan sus lámparas encendidas con mi luz, para que

su luz brille para los hombres, y sean ustedes la luz del mundo, que ilumine con sus buenas

obras, para la gloria del Padre que está en el cielo».

+++

Madre mía: tú eres causa de nuestra alegría, y la razón es porque me siento protegido por

tu corazón de madre, y me siento acompañado por tu intercesión poderosa; porque me basta

mirarte para aprender de ti, motivando mi entrega; porque nos trajiste al mundo al Salvador de

todos los hombres.

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Imagino tu alegría camino a Belén, esperando el nacimiento de Jesús. Imagino a San José,

también muy alegre, porque verían sus ojos al Mesías esperado.

Ayúdame a mí a permanecer alegre esperando la venida del Rey, y a compartir esa alegría

con muchas almas, llevándoles la luz a sus corazones.

+++

«Hijo mío, sacerdote: acompáñame a llevar la alegría del triunfo de mi inmaculado

Corazón al mundo, llevando al mundo la luz del Verbo hecho carne, para que en cada

corazón nazca el amor y habite la esperanza, para que sean unidos en una misma fe,

esperando en este triunfo la venida del Rey, mientras permanecen en vela con las lámparas

encendidas.

Yo quiero a todos los pastores del pueblo santo de Dios en torno a mí, para que sean

iluminados con la sabiduría divina, para que sean alimentados con el pan de la vida, para

que sean sumergidos en la esperanza y en la alegría, para que sean fortalecidos y enviados a

llevar el amor de Dios a cada rincón del mundo a la luz del Evangelio.

Alégrate conmigo, porque has sido llamado a servir, porque en este llamado

acudirán otras almas para unirse conmigo en oración y en sacrificio, para alimentar, para

proteger, para consolar, para alentar, para fortalecer, para acompañar y mantener en el

camino a los demás pastores del pueblo santo de Dios, que son luz en las tinieblas del

mundo, para guiar a todas las almas al encuentro con Cristo.

Acompáñame a compartir la alegría del nacimiento de mi Hijo; del triunfo de mi

Hijo, que me ha dado a tantos hijos míos; de la resurrección de mi Hijo, que ha dado vida a

mis hijos; del triunfo de mi inmaculado Corazón y la paz del mundo, a la espera de la

venida definitiva del Hijo del Hombre al mundo, como Dios y como hombre, con todo el

poder y la gloria, para llevar a su pueblo, por su infinita misericordia, a la Ciudad Santa, en

el Reino eterno de los Cielos, en donde todos los justos verán a Dios».

+++

PARA MEDITAR – “YO SOY”

«Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen»

Eso dijo Juan el Bautista refiriéndose a Jesús.

Y tú, sacerdote, ¿sí lo conoces?

Juan preguntó si era Él quien ha de venir o había que esperar a otro.

Imagina la respuesta de tu Señor:

El que quiera venir a mí, que me ame.

El que quiera amarme, que me conozca.

El que quiera conocerme, que escuche mi palabra y que la ponga en práctica.

Es así como entenderán que “Yo soy”.

“Yo soy” es Cristo, y eres tú, sacerdote.

“Yo soy” es el Camino, es la Verdad, y es la Vida.

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“Yo soy” es la Palabra, el Verbo hecho carne, nacido de una mujer, para hacerse igual a

los hombres, para salvar a los hombres.

“Yo soy” es la palabra que se expresa en las obras de misericordia de Dios, que amó

tanto al mundo que le dio a su único Hijo para que el que crea en él tenga vida eterna.

“Yo soy” es Dios todopoderoso que tiene el poder para dar la vida o para quitarla.

“Yo soy” es el Dios que camina en medio del mundo, buscando a cada alma para que lo

conozcan, para que lo amen, para que crean en Él, para salvarlos.

“Yo soy” es ese hombre y Dios que entrega su vida por su propia voluntad. Nadie se la

quita, Él la da, porque nadie tiene un amor tan grande que el que da su vida por sus amigos.

“Yo soy” es el que salva, el redentor, el que libera, el dador de vida, por quien todo fue

hecho.

“Yo soy” es el que ama hasta el extremo, quedándose en manos de los hombres para

hacerse suyo, para hacerlos suyos.

“Yo soy” es el que es, el que era, el que vendrá, el que vino al mundo a conquistar el

mundo con el amor derramado en la cruz, para hacer llegar ese amor a cada uno de los hombres

en misericordia.

“Yo soy” es el que murió en la cruz, haciéndose pecado para destruir la muerte

ocasionada por el pecado.

“Yo soy” es el que descendió a los infiernos para anunciar su victoria.

“Yo soy” es el que resucitó de entre los muertos, para con su vida destruir la muerte y

dar vida a todo el que crea en su palabra y entienda lo que quiere decir “yo soy”.

“Yo soy” es Jesús, sumo y eterno sacerdote, que se queda en el mundo en cada uno de

los siervos que Él mismo eligió, para que cuando ellos digan “yo soy”, Él sea en cada uno que

cumpla su palabra. Y no los llama siervos, los llama amigos. Cuando cada uno de ellos dice sí,

entonces dice “yo soy”.

“Yo soy” es el mismo Cristo en cada sacerdote.

“Yo soy” es el Buen Pastor que conduce a sus ovejas, que las reúne porque ha visto que

están dispersas, como ovejas sin pastor, y es el mismo Cristo quien se hace presente para ser el

Buen Pastor en ti, sacerdote.

“Yo soy” es la alegría y la esperanza de los que tienen fe y buscan, y se acercan, y creen

en ti, sacerdote. Porque en ti ellos ven a Cristo, que dice: “yo soy, y he venido al mundo a

buscarte hasta encontrarte para unirte a mí porque te amo”.

“Yo soy” es el que está a la puerta y llama, y está esperando que le abran el corazón

de cada uno a los que viene a buscar, porque son suyos, le pertenecen. Y los reúne en un

solo cuerpo y un mismo espíritu, para hacerlos uno a través de ti, sacerdote, esperando el

día en que sea enviado de nuevo para unir a su rebaño en un solo rebaño con un solo pastor,

y entonces diga: yo he vencido al mundo, somos uno. Como el Padre y yo somos uno, ellos y

yo somos uno, para ser unidos por el Espíritu Santo al Padre, una Santa Trinidad en la que yo

soy.

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TESORO EN VASIJA DE BARRO - EL SÍ DEL SACERDOTE

18 DE DICIEMBRE, FERIA MAYOR DE ADVIENTO

Jesús nació de María, desposada con José, hijo de David.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 1,18-24

Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María su madre, desposada con

José, y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba

esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia,

pensó dejarla en secreto.

Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: “José, hijo de

David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del

Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su

pueblo de sus pecados”.

Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta

Isaías: “He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de

Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros”.

Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y

recibió a su esposa.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: qué difícil fue para José aquella situación. Se dio cuenta de que en el seno

de María se encerraba un gran misterio, y no se sentía digno de participar. Ahí estabas tú: Dios y

hombre, “tesoro escondido”. Y el ángel del Señor le revela el misterio y le dice que su misión es

custodiar ese tesoro.

Señor, eso me hace pensar en mi misión de sacerdote. ¡Es lo mismo! También debo

custodiar el tesoro de tu Palabra. Tú eres la luz, y yo debo ser lámpara, portador de esa luz.

San José fue esposo fiel y guardián de tu Madre. Yo debo ser, como tú, esposo fiel de la

Iglesia. ¿Cómo puedo cumplir bien esa misión?

+++

«Sacerdotes míos: acompañen a mi Madre, y entreguen el tesoro que llevan en vasija

de barro. Tesoro que es Palabra de Dios, porque la Palabra soy yo.

Ustedes son mi familia, ustedes son mi Sagrada Familia.

Esposos de mi Iglesia, custodios de mi tesoro: el Reino de los Cielos.

El que encuentra mi tesoro lo guarda en el campo en donde lo encontró, vende todo,

y compra el campo aquel, para quedarse con el tesoro.

Ustedes han sido elegidos para cuidar y proteger mi tesoro, para enriquecerse y

enriquecer a mi pueblo.

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Pero no acumulen tesoros en la tierra, en donde hay plagas que los corroen y

ladrones que se los roban.

Acumulen tesoros en el cielo, en donde no hay plagas que los corroen ni ladrones que

se los roben, porque en donde esté su tesoro, ahí estará también su corazón.

Ustedes son mi tesoro, que yo he guardado en vasijas de barro. Son ustedes

portadores de la Palabra, que es el Verbo hecho carne, y que habita entre ustedes.

La Palabra soy yo.

Y si la vasija se corrompe ¿quién llevará mi tesoro al mundo?

Son ustedes portadores de luz.

La lámpara del cuerpo es el ojo. Y si tu ojo está sano todo tu cuerpo tiene luz, pero si

tu ojo está enfermo, todo tu cuerpo estará en obscuridad.

Yo soy la luz. Pero si tú vives en la obscuridad ¿quién llevará la luz al mundo?

Ustedes son portadores de mi presencia.

Yo he venido para que tengan vida en abundancia.

Es en su sí en el que yo me hago presente.

Que su sí sea como el sí de María, para que la Palabra sea encarnada en sus

corazones, y por ustedes nazca la luz y la esperanza para el mundo.

Que su sí sea como el sí de José, para que acojan, cuiden, protejan, sirvan, guíen y

custodien a su esposa, la Santa Iglesia, permaneciendo reunidos en torno a la Madre, que en

su seno lleva al Hijo de Dios.

Que el ángel del Señor les diga “effeta” y se abran sus oídos, para que escuchen mi

voz, para que me reciban, para que me acojan, para que me custodien y me guarden, para

que me lleven por la palabra a todos los rincones de la tierra, para que lleven luz, esperanza

y paz a todos los hombres, para que por sus manos lleven mi presencia al mundo para

darles vida en abundancia.

Contemplen el encuentro en la alegría: José recibiendo a María, mientras lágrimas

de amor ruedan por sus mejillas, y hablan en silencio con la mirada, mientras dicen sí,

porque el Espíritu Santo estaba con ellos.

Sacerdote mío: ven a contemplar el sí de María y el sí de José. Ven a conocer a mi

familia, la Sagrada Familia.

Contempla a mi Madre, María, mujer sencilla, tan hermosa, tan santa, pero tan

normal, dedicada al quehacer de toda mujer, pero también a la oración continua, amando a

Dios por sobre todas las cosas. Ella dijo sí, aceptando, recibiendo, permitiendo que Dios

actuara en Ella, por Él, con El y en Él. Y el Verbo se hizo carne, y ella crecía en sabiduría y

en entendimiento, en ciencia, en consejo, en piedad, en fortaleza y en temor de Dios, porque

el Espíritu Santo estaba con ella, y ella llevaba en su seno a Dios. Y Él la divinizaba

mientras Él se humanizaba en el vientre de ella. Y eran dos cuerpos que compartían la

misma carne y la misma sangre, y ella lo alimentaba a Él, mientras Él la alimentaba a ella,

y crecían juntos. Y Él en el vientre de ella era cuerpo y era sangre y era vida: era

Eucaristía.

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Acompaña a María. Que sea ella tu modelo, tu ejemplo, tu guía. Une tu sí al sí de

ella, todos los días de tu vida. Acepta, recibe y haz crecer el tesoro que Dios te ha dado, y

medita todo en silencio en tu corazón, para que des fruto. Permanece dispuesto en tu vida

cotidiana, en las labores de tu ministerio, permaneciendo en la confianza, en la obediencia y

en el abandono de tu voluntad en la voluntad de Dios.

Contempla a José, preocupado, angustiado, escuchando a los hombres, pensando

como los hombres, decidiendo como los hombres, pero permaneciendo en oración, en vela,

atento a la voluntad de Dios. Y él dijo sí, aceptando, acogiendo, renunciando a sí mismo,

renunciando al mundo, abrazando la cruz del tesoro que Dios le había encomendado, para

cuidarlo, para protegerlo, para guardarlo, mientras crecía en el vientre de una virgen, Dios

hecho hombre, un tesoro en vasija de barro.

Este es el sí de mis sacerdotes, el sí de María, en el que por su disposición y entrega el

Verbo se hace carne en la Eucaristía, para entregarlo como fruto bendito, para que el que

coma de esta carne nunca tenga hambre, y el que beba de esta sangre nunca tenga sed.

Es el sí de José, en el que entrega su vida en la confianza y la obediencia,

abandonándose en las manos de Dios, uniendo su voluntad a la voluntad de Dios,

renunciando a sí mismo, abrazando la cruz en la confianza, en la obediencia, en el

abandono de su voluntad en la voluntad de Dios, en la castidad, en el servicio, en la virtud,

en la pobreza, en la fe, en la esperanza de la verdad revelada, engendrada en el vientre de

una virgen, aceptando cuidarla, protegerla, amarla, desposarla y servirla todos los días de

su vida».

+++

Madre mía: tú también habrás sufrido pensando en el sufrimiento de José. Pero tú

estabas llena del Espíritu Santo, y confiabas en que Dios se encargaría de explicarle el misterio.

Esperabas confiada, repitiendo tu sí todos los días, haciendo oración, renovando tu entrega a la

voluntad divina.

Imagino tu alegría y la de tu esposo amado cuando te contó José el sueño que había

tenido, y la paz que había brotado en su corazón. Seguramente habrán estado conversando largo

rato sobre la misión que Dios les había encomendado. Y sobre la responsabilidad que tenían de

custodiar ese tesoro, el fruto de tu vientre.

Ayúdame a mí a mantener mi sí todos los días, confiando, amando, haciendo oración,

custodiando el tesoro, para poderlo llevar a todas las almas.

+++

«Hijo mío, sacerdote: permanece en la disposición para decir sí todos los días de tu

vida, para recibir, para hacer crecer, para entregar, para enriquecer, para dar fruto.

Que mi tesoro sea tu tesoro, para que lo lleves a los demás, porque tu tesoro no es

para guardar.

Y en ese sí, recibe la misericordia de mi Hijo para ti, mientras permaneces en el

silencio de tu oración, mientras te entregas al servicio de Dios por medio de tus labores de

sacerdote, en tu vida sencilla y ordinaria, dando gloria a Dios, amando a Dios por sobre

todas las cosas, enriqueciendo con mi tesoro a la Santa Iglesia.

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Los ángeles y los santos te acompañan, y mi Hijo está contigo siempre, a donde

quiera que vas.

Acompáñame al pie del pesebre, que es altar y es cruz, esperando, adorando,

amando».

+++

PARA MEDITAR – EL SÍ DEL SACERDOTE

«El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me

siga».

Ese es el sí.

Es el sí de María y es el sí de José.

Ese es el sí del sacerdote.

Abandono, confianza, y obediencia a la voluntad de Dios, que llama, que manda, que

espera.

El sí de María, que confía, que se abandona, que obedece, y que dice: hágase en mí,

Señor, según tu voluntad.

Que no duda, pero qué pregunta: ¿y cómo será esto?

Y en esas palabras ella expresa la verdad, que manifiesta la grandeza de su humildad, en

esa pequeña criatura que se sabe indigna, pero que se sabe pura, se sabe sierva, y se hace

esclava, mientras el Espíritu Santo la hace madre, la hace digna y la mantiene pura.

Es el sí de José, que tiene fe, pero que duda, porque se siente indigno; pero se abandona

y confía, abre sus oídos, escucha, entrega su corazón y obedece en todo la voluntad de Dios,

antes que la razón de los hombres.

Es el sí de María, que recibe y acepta en su propio seno al Hijo de Dios.

Es el sí de José, que acoge en ese seno a la verdad, que por su fe le ha sido revelada, que

acoge a la mujer que le ha sido confiada, y al fruto bendito de su vientre, para cuidarlos, para

protegerlos, para permitir que Dios obre en los hombres, a través de un sí.

Es tu sí, sacerdote, que uniendo el sí de María y de José a tu propio sí, consigues la

Trinidad de la Sagrada Familia, porque eres tú el mismo Cristo que va a nacer.

Ese es tu sí, sacerdote, es el sí del mismo Cristo, el Hijo único de Dios, que siendo Dios

se despojó de sí mismo adquiriendo la naturaleza humana, haciéndose obediente hasta la

muerte y una muerte de cruz.

Y tú, sacerdote, ¿recuerdas cuando dijiste sí? ¿Confías y te abandonas en la voluntad de

tu Señor?, ¿o tienes dudas? ¿Has pensado abandonar a tu Señor en secreto?, ¿o confías y haces

lo que tu Señor te manda?

Ese es tu sí, sacerdote: es el sí de María, de José y de Jesús, por el que renuncias a ti

mismo, para tomar tu cruz, para seguir a aquél por quien ha nacido la salvación para el

mundo, y de la cual, por ese sí te hace parte, cuando confías, te abandonas y obedeces a la

voluntad de Dios, uniendo tu fe en tus obras, para recibir, para preguntar: ¿cómo va a ser

esto?, para traer a Cristo al mundo, sin dudar del poder de Dios que obra en ti, y para

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decir, cuando la duda te asalte: “Señor, en ti confío, mi fe está en cumplir tu voluntad, para

acoger, para cuidar, para proteger a esa Madre y a ese Hijo, que es Iglesia y es Eucaristía”. Y

decir el sí de María, el sí de José y el sí de Jesús todos los días de tu vida.

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ADMINISTRADORES DE MISERICORDIA - EL SACERDOTE ES PRECURSOR

19 DE DICIEMBRE, FERIA MAYOR DE ADVIENTO

El nacimiento de Juan es anunciado por un ángel.

+ Del santo Evangelio según san Lucas: 1, 5-25

Hubo en tiempo de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, del grupo de

Abías, casado con una descendiente de Aarón, llamada Isabel. Ambos eran justos a los ojos de

Dios, pues vivían irreprochablemente, cumpliendo los mandamientos y disposiciones del Señor.

Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril y los dos, de avanzada edad.

Un día en que le correspondía a su grupo desempeñar ante Dios los oficios sacerdotales, le

tocó a Zacarías, según la costumbre de los sacerdotes, entrar al santuario del Señor para ofrecer el

incienso, mientras todo el pueblo estaba afuera, en oración, a la hora de la incensación.

Se le apareció entonces un ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al

verlo, Zacarías se sobresaltó y un gran temor se apoderó de él. Pero el ángel le dijo: “No temas,

Zacarías, porque tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu mujer, te dará un hijo, a quien le pondrás

el nombre de Juan. Tú te llenarás de alegría y regocijo, y otros muchos se alegrarán también de su

nacimiento, pues él será grande a los ojos del Señor; no beberá vino ni licor y estará lleno del

Espíritu Santo, ya desde el seno de su madre. Convertirá a muchos israelitas al Señor; irá delante

del Señor con el espíritu y el poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacia sus

hijos, dar a los rebeldes la cordura de los justos, y prepararle así al Señor un pueblo dispuesto a

recibirlo”.

Pero Zacarías replicó: “¿Cómo podré estar seguro de esto? Porque yo ya soy viejo y mi

mujer también es de edad avanzada”. El ángel le contestó: “Yo soy Gabriel, el que asiste delante

de Dios. He sido enviado para hablar contigo y darte esta buena noticia. Ahora tú quedarás mudo

y no podrás hablar hasta el día en que todo esto suceda, por no haber creído en mis palabras, que

se cumplirán a su debido tiempo”.

Mientras tanto, el pueblo estaba aguardando a Zacarías y se extrañaba de que tardara tanto

en el santuario. Al salir no pudo hablar y en esto conocieron que había tenido una visión en el

santuario. Entonces trató de hacerse entender por señas y permaneció mudo.

Al terminar los días de su ministerio, volvió a su casa. Poco después concibió Isabel, su

mujer, y durante cinco meses no se dejó ver, pues decía: “Esto es obra del Señor. Por fin se dignó

quitar el oprobio que pesaba sobre mí”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

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Señor Jesús: ¡qué sorprendente! Todavía no ha sido concebido Juan, y ya le está diciendo

el ángel a Zacarías todo lo que será y hará tu precursor: “será grande”, “estará lleno del Espíritu

Santo desde el seno de su madre”, “convertirá a muchos israelitas”...

Es una pena que a Zacarías le faltara fe. Es verdad que había motivos humanos para

dudar, pero ¡era un ángel el que estaba hablando! Un enviado de Dios directamente el que le

estaba dando la noticia. Su hijo sería la voz que clama en el desierto, y él se quedó mudo, por no

haber creído.

Ese relato me hace pensar mucho en mi vocación sacerdotal. Tú también me has elegido

desde el vientre materno, para administrar tu misericordia. Y cuentas con mi vida de fe, porque

yo debo llevar al mundo la luz y la vida, a través de tu palabra.

Jesús ¿cómo puedo ser un administrador fiel de los divinos tesoros?

+++

«Sacerdote mío: yo te agradezco, porque no te escandalizas de mí, sino que has

perseverado en el cumplimiento de mi voluntad poniendo tu fe en obras. Yo he rogado por

ti para que tu fe no desfallezca, y te he confirmado.

Yo te envío a confirmar a mi pueblo en la fe.

Yo te envió a dar vida, llevando la luz al mundo a través de la palabra. Yo soy la

palabra. Yo soy la vida.

No hay árbol bueno que dé fruto malo. Yo te aseguro que de tus obras ya he recibido

frutos buenos, y por tus frutos te reconocerán.

Yo te pido que acompañes a mi Madre en su maternidad, y a mi padre en su

paternidad, aceptando, recibiendo, cuidando y protegiendo el tesoro que tú llevas dentro,

que es mi palabra, yo soy. Y que es como espada de dos filos que hiere los corazones, pues

viva es mi palabra y eficaz, más cortante que una espada de dos filos; penetra hasta la

división de alma y espíritu, articulaciones y médulas, y discierne sentimientos y

pensamientos del corazón. Nada es invisible para mí. Encomiéndate a María y a José para

que custodies con celo apostólico, con valentía y con amor el tesoro que te ha sido confiado.

Mantente firme en la fe, alcanzando la misericordia y la gracia a través del auxilio

oportuno de mi Madre, que lleva con prontitud a mis amigos, mis más amados, mis

sacerdotes.

Esta es mi cruz, abrázala y hazla tuya. Esta es la cruz del amor derramado. Esta es

la cruz de la misericordia.

Acompaña a mi Madre, que es Madre de misericordia y Madre de todas las gracias

que brotan de mi misericordia derramada en la cruz.

Es por medio de ella que Dios ha visto bien hacer llegar la luz al mundo.

Es por medio de ella que el vástago reverdece y brota un retoño de sus raíces dando

vida nueva. Retoño de justicia y misericordia, que por la bondad de Dios justifica al

hombre, derramando su Santo Espíritu, para regenerar y renovar a los hombres, para

hacerlos hombres nuevos por mi pasión y muerte en la cruz, de donde se derrama la

misericordia infinita de Dios y brota la gracia santificante como rayos de luz para el

mundo.

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Las gracias por mi misericordia son para todos, pero deben querer recibirlas,

pedirlas y disponerse a recibirlas. Es mi Madre la mediadora de todas las gracias que se

derraman de arriba hacia abajo, y se vale de instrumentos para conducirlas para que

lleguen a todos, a los que piden y a los que no piden.

Ella es Madre de misericordia y se vale de instrumentos para conducir la

misericordia a todos sus hijos. Pero sus hijos no saben pedir.

Ella, que fue elegida como mujer sencilla y humilde, sierva y esclava del Señor, se

vale de los instrumentos más pequeños y sencillos para hacerlos humildes conductores de

mi amor. Amor que se derrama en misericordia en la cruz. Misericordia que llena de

gracias a los que quieren y a los que no quieren, a los que piden y a los que no piden, a los

que están dispuestos y a los que no están dispuestos a recibir, para alentar su querer y su

voluntad para pedir y para recibir.

Tú has sido elegido para que digas sí, para que seas instrumento de mi amor, que

conduce la misericordia, derramada en la cruz, desde mi Sagrado Corazón a todos los

rincones del mundo, para que llegue la salvación a todos los hombres. Abraza la cruz de mi

misericordia y en ese abrazo permanece dispuesto a recibir y a entregar, en compañía de mi

Madre, compartiendo con ella el dolor de mi pasión y muerte, y la alegría de mi

resurrección y misericordia, el dolor de sus hijos que no quieren y la alegría de los

corazones que reciben la gracia que los llena y los desborda.

Sacerdotes míos: la misericordia ha sido derramada desde mi corazón para el

mundo.

Ustedes están en mi corazón, y es a través de ustedes que llega mi misericordia al

mundo.

Son ustedes los que reciben las gracias para salvar al mundo, conduciendo las

gracias santificantes a las almas.

Son ustedes los que alimentan, sanan, visten, acogen, visitan, bendicen, enseñan,

perdonan, corrigen, aconsejan, consuelan, compadecen, oran.

Es mi misericordia derramada primero para ustedes, para que llegue a todos.

Acepten mi amor, que es la fuente de misericordia.

Pidan las gracias para perseverar en el amor.

Permanezcan dispuestos a recibir las gracias que los santifican, para que sean

instrumentos fieles y conductos puros del mar de mi misericordia, para que inunde a todas

las almas.

Cada uno de ustedes ha sido elegido desde siempre y para siempre, para nacer de

vientre de mujer para iluminar el mundo.

Permanezcan en la virtud, para que su pureza transmita mi luz; para que sus obras

transmitan mi misericordia; para que su fe transmita la vida nueva para el mundo; para

que todos reciban las gracias para participar de la vida eterna.

Ustedes son mis lámparas de luz en la obscuridad, son mi mar de misericordia en la

aridez del mundo, son mis instrumentos de gracia para la salvación de las almas.

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Reciban la misericordia de lo alto, para derramarla al mundo, para que dé fruto

para la gloria del Padre que está en lo alto».

+++

Madre mía: tú eres maestra de fe, y tu Hijo quiso que nos acompañaras en esta vida,

especialmente a tus hijos predilectos, tus hijos sacerdotes, para que podamos llevar la cruz de

cada día, siguiendo los pasos de Cristo.

Te pido que nos ayudes para ser fieles administradores de la misericordia, para que tu

Hijo se alegre cuando venga a juzgarnos, mirando el fruto de su entrega en la Cruz.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: yo intercedo por ustedes para que sea la cruz de la

misericordia de mi Hijo la cruz que abracen todos ustedes, mis hijos sacerdotes, para que

más almas estén dispuestas a recibir la misericordia que ha sido derramada en la cruz

desde el Sagrado Corazón de Jesús.

Porque cuando mi Hijo venga todos serán juzgados: los que quisieron y los que no

quisieron, los que pidieron y los que no pidieron, los dispuestos y los no dispuestos, los que

recibieron y los que no recibieron, los que dieron fruto y los que no dieron fruto.

Por su fe serán salvados, por sus obras serán juzgados, y por sus frutos los

reconocerán. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos recibirán misericordia.

Acompáñenme al pie de la cruz, y permanezcan en oración, para que pidan y

reciban las gracias para cumplir con sus ministerios desde el centro de esta cruz, desde el

Sagrado Corazón de Jesús».

+++

PARA MEDITAR – EL SACERDOTE ES PRECURSOR

«Esto es obra del Señor».

Eso dijo Zacarías, refiriéndose a Juan, el precursor del Salvador.

Tú también eres precursor, sacerdote.

Eres el que anuncia la buena nueva, el que prepara los caminos del Señor para el

encuentro con las almas.

Tú eres, sacerdote, precursor de luz y de esperanza, ejemplo de fe y amor.

Precursor de vida que infunde el Espíritu Santo a través de los sacramentos que obran

sus manos.

Tú eres, sacerdote, precursor de la palabra y mensajero de misericordia.

Eres quien lleva al mundo la esperanza y la salvación de aquél que ha venido al mundo a

entregar su vida para hacerse redención.

Tú eres, sacerdote, precursor de paz.

Eres quien lleva la paz de Cristo a cada casa para que la paz se quede entre los hombres

de buena voluntad.

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Tú eres, sacerdote, precursor de luz.

Eres tú mismo la luz en Cristo, por Cristo y con Cristo.

Luz que ilumina los corazones de los hombres y transforma en día la noche, iluminando la

obscuridad y las tinieblas en las que el mundo somete sus almas.

Tú eres, sacerdote precursor de alegría.

Eres el que lleva al mundo el alimento de vida y la bebida de salvación a través de la

Eucaristía, que es cuerpo, sangre, alma y divinidad, de quien tú mismo, sacerdote,

precursionas y representas, con el que tú mismo te donas, en el mismo y único sacrificio de

Cristo, haciéndote con Él uno.

Tú eres, sacerdote, precursor de gracia, por la que tú mismo participas en el misterio de

la salvación.

Tú eres, sacerdote, precursor de la santidad del único que es tres veces Santo, y que

viene a buscarte para compartir contigo esa santidad, para que seas modelo de perseverancia, de

fidelidad, de obediencia, de servicio, de humildad, precursor de justicia y de prosperidad.

Tú eres, sacerdote, la luz que ilumina y dirige el rumbo de la humanidad.

Y tú, sacerdote ¿eres digno de llevar al mundo, con tu ejemplo, esa promesa que te

hace ser precursor de la luz, de la esperanza, de la paz, de la santidad, de la vida, de la verdad, y

ejemplo de fe, de amor, de fidelidad, para que seas tú mismo el que obra, el que transforma, el

que salva, el que convierte, el que une, el que santifica por Cristo, con Cristo y en Cristo, para ser

sacerdote, precursor y puerta del cielo y del paraíso?

Tú eres precursor, sacerdote. Tú eres obra del Señor, que se digna quitar el oprobio

que pesa sobre la humanidad.

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DECIR SÍ AL AMOR – MANTENER EL SÍ TODOS LOS DÍAS

20 DE DICIEMBRE, FERIA MAYOR DE ADVIENTO

Concebirás y darás a luz un hijo.

+ Del santo Evangelio según san Lucas: 1, 26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada

Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se

llamaba María.

Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está

contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir

semejante saludo.

El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y

a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del

Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por

los siglos y su reinado no tendrá fin”.

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María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco

virgen?”. El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te

cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí

tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes

la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la

esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: me gusta mucho recordar esa escena del Evangelio todos los días “a la hora

del Ángelus”. Y me gusta paladear las Avemarías de esa oración, diciéndole a nuestra Madre las

mismas palabras que el ángel Gabriel, sabiendo que le siguen agradando, porque fue seguramente

el momento más importante de su vida: cuando se convirtió en la Madre de Dios.

Meditando sobre el diálogo que recoge san Lucas advertimos que nos muestra un modelo

de entrega generosa, del “sí” total para cumplir la voluntad de Dios.

No deja de ser un misterio considerar cómo es necesaria la completa libertad para decir

“sí”, al mismo tiempo que reconocemos que todo está en los planes de Dios, que no pueden dejar

de cumplirse.

Se necesita la gracia para poder decir “sí”, pero la respuesta siempre es libre, y existe la

posibilidad de no corresponder eficazmente a esa gracia, o rechazarla, que es peor.

Señor, ayúdame a ser generoso y a tener siempre la fe necesaria para darme cuenta de que

si Dios me está pidiendo algo es porque eso está en sus planes, y me ayudará a que sea un buen

instrumento en sus manos, respetando mi libertad.

Los sacerdotes estamos claramente en los planes de Dios, para llevar su gracia a muchas

almas. Tenemos que decir que “sí”, continuamente, a todo lo que nos pida.

Jesús, tú dijiste al Padre en el Huerto que aceptabas beber el cáliz. ¿Qué debo hacer para

cumplir siempre la voluntad de Dios, aunque me cueste?

+++

«Sacerdotes míos: la alegría de mi Padre es el sí de María, por el que el cielo se vistió

de fiesta.

Acompañen a mi Madre y reciban al Espíritu Santo, para que el sí de ustedes sea

total, como el de ella, y mi constante alegría.

El ángel de Dios anunció a María: “Alégrate, llena eres de gracia, el Señor es

contigo. No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios, concebirás un hijo y le

pondrás por nombre Jesús, se llamará hijo de Dios y reinará sobre todas las naciones, y su

reino no tendrá fin. El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder de Dios te cubrirá con su

sombra, porque no hay nada imposible para Dios”.

Ella era la pureza, la inocencia, la virgen inmaculada, concebida sin mancha ni

pecado, la elegida para ser Madre de la humanidad renovada, la criatura perfecta de Dios.

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En ella era la paciencia, la bondad, la obediencia, la docilidad, la mansedumbre, la

templanza, la benignidad, la fe, la esperanza, la caridad, la paz, el gozo, pero sobre todo la

humildad y el amor.

En ella todo era fruto de los dones infundidos por Dios, porque el Espíritu Santo

estaba con ella.

En ella era la fortaleza, la inteligencia, la ciencia, la sabiduría, el consejo, la piedad,

pero, sobre todo, el santo temor de Dios.

En ella estaba puesta la esperanza: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí

según tu palabra”.

Ella dijo sí, y en su vientre brilló la luz para el mundo».

+++

Madre mía: que tu ejemplo me sirva siempre para decir “sí” al amor. Contemplo todos

los momentos de tu vida después del anuncio del ángel, y me doy cuenta de que fue un constante

decir “sí” a Dios, aunque te estuviera atravesando el alma una espada de siete filos.

Ayúdame a mí a mantener siempre mi disponibilidad al querer divino.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: el tesoro más preciado de mi corazón es causa de la alegría

de Dios: es un sí total de mi voluntad a la suya, es la humillación de su esclava aceptando

que se haga en mí lo que Él, por boca del ángel que ha enviado, me ha dicho. Es el sí al

amor, en la confianza, en la fidelidad, creyéndolo todo, porque creo en Dios, en su bondad,

en su omnipotencia, en su Palabra, en que Él es la única verdad.

Y dije sí, porque Dios me dio libertad para decidir amarlo, y aceptar o no el amor,

por mi propia voluntad.

Y dije sí, y en ese sí entregué mi vida, abandonándome en sus manos, con fe, con

esperanza, con amor.

Y el Espíritu de Dios hizo temblar mi cuerpo, llenándome de Él, desbordándome de

amor. Y se quedó conmigo, haciéndome suya, haciéndolo mío, para siempre.

Y concebí por obra y gracia del Espíritu Santo, y en mi vientre brilló la luz.

Y dije sí, y el Verbo se hizo carne, y brilló la luz para el mundo, y habitó entre

nosotros.

Y mi vida fue un constante sí, en el que entregaba en cada sí mi voluntad a Dios.

Y dije sí al amor, en el servicio, en la entrega de este amor, porque el amor cuando es

verdadero es inquieto, no se puede contener, se recibe, se acoge y se da, porque es don,

gratuidad divina que se derrama.

Y dije sí al amor, aceptando la protección y la compañía de José.

Y de ese sí nació el fruto bendito de mi vientre, aceptando la voluntad de Dios, sin

entenderlo todo, pero confiando en su misericordia, con fe, con esperanza, con amor.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

84

Y dije sí al amor, presentándolo ante Dios, abrazando la espada que atravesaría mi

corazón.

Y dije sí al amor, en la tribulación, en la humillación, en el destierro, en el abandono

de ese Hijo que había perdido, para encontrarlo de nuevo.

Y dije sí al amor, en la oración constante, en la que acudía y entregaba mi voluntad a

Dios, en un sí constante.

Y dije sí al amor, pidiéndole un sí a mi Hijo, para mostrar su caridad al mundo,

cuando aún no había llegado su hora.

Y dije sí al amor, cuando se fue, y en ese sí yo iba con Él, para entregarme con Él al

mundo.

Y dije sí al amor, aceptando la voluntad de Dios cuando el mundo se apoderó de Él,

aprisionando mi corazón, para ser desechado del mundo con Él.

Y dije sí al amor, en la pasión y en la Cruz.

Y dije sí al amor, cuando dije “sí, aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad”, al pie

de la Cruz, entregando su vida y conservando la mía.

Y dije sí al amor, acogiendo en mi maternidad al discípulo amado de mi Hijo, y con

él a todos los hijos de Dios por Cristo, con Él y en Él.

Y dije sí al amor, sosteniendo al amor crucificado hasta la muerte, para el perdón de

los pecados de quienes lo entregaron a la muerte.

Y dije sí al amor, al recibir su cuerpo muerto, y al entregarlo a la soledad del

sepulcro, con la esperanza en su resurrección, para traer con Él la vida al mundo.

Y dije sí al amor, esperando, orando a Dios con fe, con esperanza y con amor.

Y dije sí al amor, al ver a mi Hijo, mi Señor, mi Dios vivo, resucitado y glorioso.

Y dije sí al amor, al acompañar a mis hijos para que creyeran en Él, y dijeran sí al

amor.

Y dije sí al amor, cuando Él subió al cielo para sentarse a la derecha del Padre, y

recuperar la gloria que tenía con Él antes de que el mundo existiera.

Y dije sí al amor, reuniendo a mis hijos en torno a mí, para fortalecerlos en la fe,

para darles esperanza, para sostener su sí al amor, esperando para ellos la venida del

Espíritu Santo, para que, como yo, profesen un constante sí al amor, para que abran sus

corazones y reciban el amor, para que los llene y los desborde, para que lleven en ese sí el

amor, y lo entreguen al mundo en obras, como misioneros de paz y de misericordia.

Permanezcan conmigo, en un constante sí al amor, entregando su vida, para que

sean partícipes de este sí al amor, en este misterio que es fruto del amor y de la misericordia

de Dios en la Cruz, el misterio de mi maternidad, por la que dije sí al amor, haciéndome

madre de tantos hijos como estrellas hay en el cielo.

Acompáñenme en este sí compartido, para que sea símbolo de unión entre ustedes,

para que, por la misericordia de Dios, sean reunidos en la fe, en la esperanza y en el amor,

para que, en esta entrega, obrando con misericordia, reciban las gracias y los dones del

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Espíritu Santo, que siempre está conmigo, fortaleciendo su vocación al amor, para que

permanezcan en un constante sí al amor, en oración, en expiación y en obras, entregando su

voluntad a Dios, uniendo su sí al mío, recibiendo en ese sí, por el anuncio del ángel, la

gratuidad, la presencia viva, el alimento, el don, la comunión, el sacrificio, la ofrenda, que

es Cristo vivo, que es Eucaristía, para que lleven dentro la luz, para que sean divinizados en

Cristo y sean ustedes luz para el mundo.

Aprendan a decir sí al amor, orando, amando, adorando en la Eucaristía a mi Hijo

resucitado y vivo, entregando sus vidas por Él con Él y en Él, en favor de la santidad de

cada uno de ustedes.

Permanezcan conmigo en la humildad y yo les daré la gracia, yo les daré mi sí, y

ustedes serán mi tesoro más preciado y la alegría de mi corazón, partícipes de mi sí al amor,

por el que el cielo permanece vestido de fiesta».

+++

PARA MEDITAR – MANTENER EL SÍ TODOS LOS DÍAS

«Sí».

Esa es la única respuesta que espera de ti tu Señor, sacerdote, cuando te dice: “ven y

sígueme”.

Esa es la respuesta que tú le has dado, cuando Él te ha llamado y te ha preguntado si

estás dispuesto a renunciar a todo, incluso a ti mismo, para tomar tu cruz y seguirlo, para ser

en el mundo el mismo Cristo, que actúa en persona, para conquistar el mundo para Él.

Y tú has dicho “sí, hágase en mí según tu Palabra”.

Y tu Señor ha tomado tu “sí”, y lo ha transformado en un “ahora y para siempre”,

haciéndote sacerdote configurado con Cristo para la eternidad.

Tú dijiste “sí” sacerdote, y tu Señor se ha tomado en serio tu palabra.

Y tú, sacerdote, ¿te tomas en serio la palabra de tu Señor?

¿Has dicho “sí” por tu propia y completa voluntad, entregando en ese “sí” tu vida?

¿Mantienes, sacerdote, ese “sí” todos los días?

¿Es completo tu “sí”, o le pones condiciones?

¿Reflejas con tu ejemplo de vida ese “sí” completo?

¿Manifiestas con tus obras tu fe, reafirmando en ese “sí” tu total entrega al servicio de

Dios a través del servicio a la Santa Iglesia?

¿Es tu “sí” total, sacerdote?

Analiza tus actos y tu conciencia, y descubre tu realidad, y date cuenta, sacerdote, que

sin un “sí” completo no puedes vivir en la verdad, entonces no eres libre.

Busca, sacerdote, tu propia libertad, abandonando tu voluntad en la voluntad de aquél

que te pide que seas frío o que seas caliente, pero que no seas tibio.

“Sí”. Esa es la única respuesta a las preguntas de tu Señor. Esa es la correspondencia a

su amor.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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“No”, es el rechazo a la voluntad de tu Señor.

A veces sí y a veces no, es el desconcierto de tu voluntad aprisionada por el pecado y

encadenada al mundo, que desprecia la gracia de la gratuidad infinita de Dios.

Permanecer abierto a la vida a través de la misericordia de tu Señor, eso es lo que Él te

pide.

Pero para decirle “sí”, también necesitas su gracia.

Acércate, sacerdote, a tu Señor, con un corazón contrito y humillado que Él no

desprecia.

Pídele perdón, dale las gracias y dile ayúdame más, para que perseveres en la

humildad, en el “sí” y en la entrega que de ti espera.

Pídele la gracia, sacerdote, para que puedas decir “sí”, por tu propia y completa

voluntad, “aquí estoy Señor, hágase en mí según tu Palabra”.

Acepta, sacerdote, la voluntad de tu Señor y el plan que tiene para ti, en tu misión para

salvar con Él a las almas.

Obedece a esa voluntad, aunque no quieras, aunque no te guste, aunque tengas miedo,

aunque te preocupes, aunque no entiendas, aunque sea absurdo.

Escúchalo y agradece que te llama a ti, y que se complace en ti cuando le dices “sí”.

Entrega, sacerdote, el timón de tu vida a tu Señor, y deja que Él sea tu Guía, tu

Maestro y tu Pastor.

No juzgues sus designios ni contradigas sus deseos, antes bien, obedece como un siervo

prudente y fiel, porque eso es lo que tu amo merece.

Él, que es tres veces santo, es digno de confianza, es digno de tu amor, es digno de

merecer tu abandono, tu confianza y tu obediencia y tiene derecho de actuar en ti porque un

día tú dijiste “sí” y ya no eres tú, sino Él quien vive en ti, y en ese “sí” te has embarcado con Él

en una maravillosa aventura diferente cada día, emocionante y a veces desconcertante, bella,

a veces difícil, a veces cansada, a veces incomprensible, pero siempre en la esperanza de que

esta maravillosa aventura la vives con Cristo, y no tiene fin, porque continúa en el paraíso.

Dile “sí”, sacerdote, a la vida, y vive en Cristo, porque Él es la Vida.

Dile “sí”, sacerdote, al amor, y ama con Cristo, porque Él es el Amor.

Dile “sí”, sacerdote, a la verdad, y consigue la libertad en Cristo, porque Él es la

Verdad.

Dile “sí”, sacerdote, al camino que te lleva al paraíso, y camina con Cristo, porque Él es

el Camino.

Pídele, sacerdote, a tu Señor, la gracia de la perseverancia en el “sí” todos los días de tu

vida, y ábrele tu corazón, para que recibas la gracia y la misericordia de Dios todos los días de

tu vida, para que escuches y hagas siempre lo que Él te diga.

Tú no eres digno de tu Señor, sacerdote, pero una sola palabra tuya bastará para

sanarte: FIAT!

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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____________________

CREER EN LOS SACRAMENTOS – BENDECIR A LA MADRE Y AL SEÑOR

21 DE DICIEMBRE, FERIA MAYOR DE ADVIENTO

¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme?

Del santo Evangelio según san Lucas: 1, 39-45

En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea y,

entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la criatura

saltó en su seno.

Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “¡Bendita

tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi

Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno.

Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: Isabel elogia a tu Madre por su fe. Le salió del alma esa felicitación para su

prima. Y es que tenía muy presente la falta de fe de su esposo Zacarías. Era más difícil para

María creer lo que le decía el arcángel: que su Hijo sería por obra del Espíritu Santo. Pero creyó,

y eso la llevó a poner por obra su fe.

Señor, yo tengo que ser un hombre de fe, y tengo motivos más que suficientes para vivir

de fe, porque veo las maravillas que obras por mis manos, cuando administro los sacramentos y

cuando predico tu palabra. Creo, Señor, pero ¡dame la fe que me falta!

+++

«Sacerdotes míos: dichosos los que no han visto y han creído.

Crean en mí, crean en mi palabra, crean en mi Resurrección, crean que yo soy el

Hijo de Dios.

Crean en la Eucaristía, que es Dios verdadero, presencia, sacrificio, don, comunión,

ofrenda, alimento, gratuidad, vida, encarnación, muerte y resurrección en el altar, que es

pesebre, cruz y sepulcro.

Crean en que han sido llamados y elegidos para participar unidos conmigo en este

único y eterno sacrificio, en el que ustedes, por el poder de Dios, convierten el pan y el vino

entre sus manos, en carne, en sangre, en vida.

Crean en que yo soy Eucaristía, pan vivo bajado del cielo, alimento que permanece

para la vida eterna.

Crean en los signos que les he dado, porque mis señales son claras.

Crean en lo que les he dicho, confíen en lo que les he dicho, obedezcan y hagan lo que

les he dicho, porque todo eso se cumplirá, hasta la última letra.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Crean en el Evangelio, que es la fe que profesa la Santa Iglesia, para que sean dignos

de participar de la gloria de Dios.

Crean en los Sacramentos y en el poder que yo les he dado para impartirlos.

Crean que por estos Sacramentos los hombres son salvados.

Crean en el Bautismo, que quita la mancha del pecado e incluye a los hombres como

Hijos de Dios.

Crean en la Confirmación, por la que el Espíritu Santo los llena de Dios.

Crean en la Reconciliación, por la que los pecados quedan perdonados.

Crean en la Comunión, que es mi cuerpo y es mi sangre, es alimento de vida.

Crean en la Unción, por la que los enfermos reciben mi paz, mi consuelo y mi gracia

santificante.

Crean en el Matrimonio, que es la unión indisoluble en el amor entre un hombre y

una mujer. Yo soy el amor.

Crean en el Sacerdocio, al que han sido llamados, para el que han sido elegidos desde

siempre y para siempre, por el que han sido ordenados para servir a Dios en la pobreza, en

la obediencia, en la castidad, por el que son llamados a ser Cristos, para creer, para confiar,

para abandonarse a mi voluntad, y sea yo quien viva y actúe por ustedes, con ustedes y en

ustedes, para que sean ustedes fieles instrumentos de la gracia de Dios, para construir el

Reino de los cielos, para llevar la salvación a todos los hombres del mundo, para llevar a

todas las almas a Dios.

Crean, sacerdotes míos, que son ustedes parte del plan de Dios para la salvación del

mundo, y vivan en la fe.

Confíen, sacerdotes míos, en la promesa de Dios para la vida eterna, y alégrense en

la esperanza.

Abandónense, sacerdotes míos, en la voluntad de Dios y actúen con caridad

entregando mi misericordia.

Crean en mi misericordia derramada en la cruz, que procede del amor del Padre por

los hombres.

Porque tanto amo Dios al mundo que le entregó a su único Hijo para que todo el que

crea en él tenga vida eterna.

Crean en la maternidad de mi Madre y confíen en Ella, como hijos, abandonándose

en su protección, para que perseveren en la cruz de la misericordia, que es camino, verdad

y vida. Yo soy el camino, la verdad y la vida

Sacerdote mío: contempla la dicha de María, porque ella ha creído con fe, ha

confiado con esperanza y ha actuado con amor, entregando su voluntad, abandonándose en

la voluntad de Dios, permitiendo a Dios hacer su voluntad y actuar por ella, con ella, y en

ella, y es así como el Verbo se hizo carne para habitar entre los hombres.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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María creyó con fe, como yo, en la salvación del mundo, por medio de mi pasión y

muerte en la cruz, confiando en lo que yo le había dicho, en la esperanza de la resurrección,

abandonándose como yo en la voluntad de Dios.

María profesó su fe en Dios:

- aceptando ser llena del Espíritu Santo para ser la Madre del Hijo de Dios;

- aceptando acompañar al Hijo de Dios en su pasión y muerte, en la esperanza de la

resurrección;

- aceptando ser madre de todos los hombres en Cristo, quien los hace a todos hijos de

Dios;

- aceptando la ascensión de su Hijo al cielo para sentarse a la derecha del Padre, en

la esperanza de la vida eterna, abandonando su voluntad a la voluntad de Dios, reuniendo a

sus hijos en torno a ella para ser llenos del Espíritu Santo, para proclamar el triunfo del

Hijo de Dios y la salvación de todos los hombres.

María ha creído y ha sido asunta al cielo y coronada como Reina del Cielo y de la

Tierra, en la esperanza de reunir a todos sus hijos en una sola Iglesia, en una misma fe, en

un solo Pueblo Santo para la gloria de Dios, actuando en la caridad, derramando las gracias

que sus hijos necesitan para creer, para confiar, para dejar a Dios actuar en ellos, para

aumentar su fe, su esperanza y su caridad, para construir en la tierra el Reino de los Cielos,

para que cuando su Hijo vuelva a buscar lo que es suyo, encuentre a los suyos reunidos en

la misma fe, con la misma esperanza, amando a Dios por sobre todas las cosas, y amándose

entre ellos como yo los he amado, para ser llevados conmigo a la vida eterna.

Dichosa Ella que ha creído, porque todo esto será cumplido.

Dichoso tú, que por la fe has creído, por la esperanza has confiado y por la caridad

has actuado en la obediencia, abandonando tu voluntad en la voluntad de Dios.

Dichoso tú, porque todo lo que te he dicho se cumplirá.

Permanece en la confianza, en la obediencia y en el abandono en mi voluntad, para

que seas fiel instrumento de mi amor, para conducir mi misericordia al mundo entero.

Yo creo en ti y yo espero en ti, porque te amo».

+++

Madre mía: Isabel te considera dichosa por haber creído. Eso me hace pensar que la

alegría tiene que ver con la fe. Es fácil imaginar el encuentro con tu prima, en el que las dos

exultaban de gozo, no tanto por la alegría de verse, sino porque era la manera de manifestar

externamente la dicha de ver cómo se cumplen las promesas de Dios.

Es la misma alegría que siento cuando veo los milagros que realiza la gracia de Dios a

través de mi ministerio.

Es la paz que siento, con la luz de la fe, también cuando hay sufrimiento, al darme cuenta

de que ningún día debo llevar la cruz sin alegría.

Ayúdame, Madre, a contemplar tu vida, para aprender a exultar de gozo cumpliendo la

voluntad de Dios, confiando en que Él siempre cumple sus promesas.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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+++

«Hijo mío, sacerdote: dichoso tú que has creído, dichoso tú que has confiado, dichoso

tú que has actuado en la obediencia, abandonándote en la voluntad de Dios, porque es así

como permites que Dios actúe por ti, contigo y en ti. Permanece en la fe, en la esperanza y

en la caridad, creyendo, confiando y amando.

Dichosa yo que he creído, que he confiado, que he obedecido, porque todo se ha

cumplido: Dios me ha bendecido entre todas las mujeres y ha sido bendito el fruto de mi

vientre, ha nacido de mi vientre el Redentor del mundo, que ha vencido a la muerte, y que

ha resucitado al mundo para la vida eterna.

Que la fe sea tu alegría y el gozo en el sufrimiento, que la esperanza te mantenga en

la confianza, y que el amor gobierne tu vida, para que sea Él quien viva y actúe por ti,

contigo y en ti.

Cree, y recibe, obedece, y cumple la voluntad de Dios, permaneciendo dispuesto a

servir por Cristo, con Él y en Él, de la misma manera que Él vino, no a ser servido, sino a

servir, y a dar su vida.

Contempla mi vientre y contempla la luz del Sol que ha venido al mundo, para

iluminar, para reinar, para dar vida.

Contempla la ilusión del amanecer a un nuevo día lleno de esperanza.

Contempla el amor que Dios ha tenido al mundo, que es tanto, que le dio a su único

Hijo para que todo el que crea tenga en Él la vida eterna.

Contempla la paz que ya desde antes de nacer ha traído este niño al mundo, la paz

de saberse salvados, redimidos, liberados, amados, unido en filiación divina al Padre por su

misericordia.

Contempla el esplendor de la vida que llevo dentro y admira conmigo el fulgor de la

luz que emana de este vientre que dará al mundo un fruto bendito, a quien Dios lo exaltará

y le será otorgado el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús toda

rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo

Jesús es el Señor para gloria de Dios Padre.

Contempla conmigo el encuentro con mi prima Isabel, cuando al escuchar mi saludo,

la criatura que llevaba en su seno saltó de gozo, y ella quedó llena del Espíritu Santo,

exultando su alma en Dios, porque había llegado la salvación al mundo.

Contempla el momento de alegría del encuentro entre el Hijo de Dios y su precursor,

el que Dios había consagrado para Él desde antes de nacer, y lo constituiría como profeta

de las naciones, para prepararle el camino a su único Hijo, para señalarlo, para revelar la

verdad: que el que viene detrás de él es el Hijo de Dios, y viene a bautizar con el Espíritu

Santo, y él no es digno de desatarle las sandalias.

Contempla y medita cada palabra, porque es el Espíritu Santo quien pone las

palabras en su boca.

Contempla mi dicha al escuchar de su boca que soy la Madre del Señor, y poder

compartir con ella mi alegría, pues todo cuanto me fue anunciado se cumplirá.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Contempla mi prisa y mi voluntad de servir, porque el Espíritu Santo está conmigo,

y es Espíritu de vida, que se mueve, es dinámico, es el amor del Padre y del Hijo, y no se

puede contener, se expresa, se nota, se manifiesta en obras. Tú me acompañas, y has sido

lleno del Espíritu Santo. Por eso, yo te envío a servir.

Contempla en mi prima Isabel al precursor, y en él al Hijo en cada uno de ustedes,

mis hijos sacerdotes, para reunirlos conmigo, para que yo les sirva, llevándolos al encuentro

con Jesús.

Así como ella, exultará tu alma en Dios, porque serás revestido con ropas de

salvación, para que cumplas tu misión, entregándote en cuerpo y alma al servicio de Dios,

alimentando, cuidando, protegiendo y haciendo crecer a los hijos que Dios engendre en tu

corazón.

Contempla el misterio de la encarnación del Verbo, y camina conmigo y con José

hacia Belén.

Contempla nuestra renuncia a dejarlo todo para cumplir la voluntad de Dios, y dar

al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Porque todo lo que está escrito se

cumplirá, y en Jesús se cumplen todas las profecías.

Yo te pido que sirvas bien a la Iglesia».

+++

PARA MEDITAR – BENDECIR A LA MADRE Y AL SEÑOR

«Bendita tú eres entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre».

Eso dicen las Escrituras, y habla de la Madre de tu Señor.

Dichoso el que bendice a la Madre y al Hijo de Dios.

Dichoso el que cree, y repite estas palabras.

Y tú, sacerdote, ¿qué tanto bendices a la Madre de Dios, y al fruto de su vientre?

¿Acostumbras decir esas palabras con el amor de quien recita una oración desde el fondo de

su corazón?

¿Eres consciente, sacerdote, de que esas palabras son la respuesta a la Madre de Dios

que acude con prontitud a la llamada de quien solicita su auxilio?

Alégrate, sacerdote, porque ante tu necesidad, tu Madre acude con prontitud a tu

encuentro para llevarte su caridad.

Bendice a la llena de gracia, sacerdote, cuando acudas a ella, implorando su favor. Y

salta de gozo, porque ella siempre te lleva al encuentro con tu Señor.

Alégrate, sacerdote, porque tu Señor ha puesto sus ojos en la humildad de su esclava, y

ha hecho en ella grandes cosas, para que su misericordia llegue a ti, y a través de ti, de

generación en generación, al mundo entero.

Bendice a tu Señor, sacerdote, y glorifícalo, porque ha puesto sus ojos en ti, y te ha

llamado para servirlo.

Acude con prontitud, sacerdote, porque el llamado es todos los días. Deja todo, toma tu

cruz y síguelo con alegría.

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Dichoso tú eres, sacerdote, porque has creído, y siendo tan solo un siervo, tu Señor te ha

llamado amigo.

Agradece, sacerdote, la delicadeza que ha tenido tu Señor contigo, sirviéndolo con

fidelidad, porque eso es lo que hace un amigo.

Bendice a la Madre de tu Señor, sacerdote, porque eso es lo que hace un siervo fiel y

prudente, y ante la necesidad de su favor, acude a ella, porque eso es lo que hace un hombre

inteligente.

Toma conciencia, sacerdote, y pregúntate ¿quién soy yo para que la Madre de mi Señor

venga a verme?

Tú eres el portador de la verdad, el precursor de tu Señor, el que anuncia la buena

nueva, el constructor del reino de los cielos en la tierra, tú eres el que ha sido consagrado desde

antes de nacer, y constituido profeta de las naciones, el que rige, el que dirige, el que enseña, el

que santifica al pueblo de Dios, el que lo reúne en un solo rebaño y con un solo pastor.

Tú eres el que hace bajar el pan vivo del cielo.

Tú eres sacerdote, víctima y altar.

Tú eres el que celebra el memorial de la pasión y muerte de tu Señor, y el que celebra su

resurrección.

Tú eres el que predica, llevando la verdad a través de la palabra, a cada alma, el que

alimenta al hambriento y da de beber al sediento, el que viste al desnudo y acoge al

peregrino, el que visita al enfermo y al preso, el que da santa sepultura a los muertos, el que

aconseja, el que corrige, el que perdona, el que soporta con paciencia, el que consuela, el que

ora por los vivos y por los muertos.

Tú eres un instrumento fidelísimo de Dios que lleva a las almas los dones y gracias del

Espíritu Santo, a través de los Sacramentos.

Tú eres hijo de Dios, sacerdote para la eternidad, configurado con tu Señor, para ser

como Él: Cristo: sacerdote, profeta y rey.

Glorifica tu alma al Señor, porque se ha dignado poner sus ojos en la humildad de su

esclavo, que era tan solo un hombre, indigno y pecador, que ha sido llamado, y ha sido

elegido como discípulo, para ser en todo igual que su Maestro: la alegría y el fruto bendito

de la Madre de Dios.

____________________

GRANDEZA EN LA PEQUEÑEZ - LA COMPAÑÍA DE LA MADRE

22 DE DICIEMBRE, FERIA MAYOR DE ADVIENTO

Ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede.

+ Del santo Evangelio según san Lucas: 1, 46-56

En aquel tiempo, dijo María: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo

en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes

cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre, y su misericordia llega de generación en

generación a los que lo temen.

Él hace sentir el poder de su brazo: dispersa a los de corazón altanero, destrona a los

potentados y exalta a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los

despide sin nada.

Acordándose de su misericordia, viene en ayuda de Israel, su siervo, como lo había

prometido a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia, para siempre”.

María permaneció con Isabel unos tres meses y luego regresó a su casa.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: Dios puso sus ojos en la humildad de su esclava. Es un cántico el de nuestra

Madre, alabando la grandeza de su pequeñez. Por eso la llamamos bienaventurada todas las

generaciones.

¡Cómo me cuesta a mí vivir la humildad! El pecado de origen fue de soberbia, no podía

ser de otra cosa. Y venimos arrastrando todos los hombres esa herida, con la única excepción de

la Virgen Inmaculada.

Quiero aprender de ti, Señor, en esta Navidad, y también de mi Madre, para no dejarme

llevar por mis intereses y caprichos personales, sino sólo pensar en darte gloria y servir a las

almas con mi ministerio, que me hace Cristo, y no sólo en la Cruz, sino también en el Pesebre:

¡enséñame!

+++

«Sacerdote mío: contempla el poder de Dios que hace obras grandes por una mujer

sencilla, de corazón humilde y puro, que creyó y por su fe dijo sí, aceptando que se hiciera

en ella la Palabra de Dios. Yo soy la Palabra.

Contempla la obra redentora de su amor, la obra en la que expresa su grandeza

derramando al mundo su misericordia de generación en generación, desde ese vientre de

mujer virgen, en el que fue engendrado el amor.

Contempla la lógica de Dios, que rebasa el entendimiento de los hombres y su

razonamiento, que hace parecer irracional, ilógico, incomprensible esa voluntad que

sobrepasa los límites de la inteligencia y raciocinio de los hombres, locura divina, que no

queda más que aceptar, sin entender, sin preguntar.

Voluntad en la que dispersa a los soberbios de corazón, derribando del trono a los

poderosos para enaltecer a los débiles y humildes, confundiendo a los sabios y a los fuertes,

a fin de que el que se gloríe, se gloríe en el Señor.

A los hambrientos los colma de bienes, y a los ricos los despide vacíos. Los

hambrientos son los corazones contritos y humillados, vacíos del mundo para ser llenados

por las riquezas de Dios. Los ricos son los corazones llenos de las riquezas del mundo, en

donde no hay cabida para la grandeza de Dios.

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Este es el auxilio que da a su pueblo, esta es su misericordia.

Contempla a María, instrumento fiel y puro que contiene la gracia y la misericordia

de Dios en su vientre, para entregar al mundo su amor conducido por la luz.

Contempla a José, instrumento fiel y virtuoso que protege y fortalece en la fe, en la

confianza y en la esperanza, al instrumento portador de la luz para el mundo, en la que es

realizada la obra de sabiduría y de justicia salvífica y redentora de Dios, de una sola vez y

para siempre.

Pastores de mi pueblo: a ustedes les es mostrada la grandeza del Señor, en la

pequeñez y en la humildad de su esclava.

A ustedes se les ha llamado a la pobreza y humildad, para que vean grandes cosas,

para que acepten la voluntad de Dios y su sabiduría en medio de su ignorancia.

A ustedes se les ha invitado a adorar al Niño, recibiéndolo en el pesebre de sus

corazones.

A ustedes se les ha confiado la verdad, para que sean la luz para el mundo.

A ustedes se les ha pedido preparar el camino, y se les ha dado la piedra angular,

para que construyan mi Reino en la tierra, para que cuando yo vuelva, mi techo no sea

piedra, sino el cielo, mi altar no sea pesebre, sino trono, y mi hogar no sea una gruta, sino

los corazones contritos y humillados de los hombres, alimentados con mi presencia

eucarística y enriquecidos con los tesoros del cielo.

Son ustedes mis Pastores, llamados a ser los primeros adoradores de mi cuerpo y de

mi sangre, de la fracción de pan, que ustedes convierten, con mi poder, para que el Verbo se

haga carne y habite entre los hombres.

Ustedes están llamados para ser colmados en la fe, en la esperanza y en la caridad de

Cristo, para conducir la fe en obras de misericordia para que otros crean, la esperanza en

confianza, para que otros obedezcan a mi voluntad, y la caridad en muestras de amor a

Dios por sobre todas las cosas, y al prójimo como yo los he amado, hasta dar la vida para

salvarlos.

Ustedes están llamados a permanecer en oración, para que, cuando yo vuelva,

encuentre las lámparas encendidas y los corazones dispuestos.

Permanezcan Pastores míos adorando en Belén, siendo ejemplo para el mundo,

aceptando sin entender, obedeciendo sin raciocinio, abandonándose sin límite, procurando

la virtud, limpiando la casa, preservando la pureza, proclamando la grandeza del Señor,

construyendo el Reino de Dios en el mundo, y un trono digno dentro de sus corazones,

abriendo sus ojos y sus oídos a las señales, entregados con fervor a sus ministerios, amando

como yo, hasta el extremo, conduciendo a mi pueblo hacia la luz, reunidos en torno a mi

Madre, esperando mi venida, agradeciendo, alabando y glorificando a Dios, que con su

poder y en su grandeza se ha hecho al hombre y a su pequeñez, para engrandecerlos a

todos».

+++

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

95

«Hijos míos, sacerdotes: proclama mi alma la grandeza del Señor, porque soy testigo

de su misericordia, que es más grande que su justicia, que es infinita y llega a todos los

rincones de la tierra.

Se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su

esclava. Porque se ha dignado mirar mi humildad, penetrando su palabra hasta la

profundidad de mis entrañas.

Por eso desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el que es

Todopoderoso ha hecho grandes obras por mí. Su nombre es Santo y su misericordia llega a

todos los que lo siguen, de generación en generación.

Él envía a su único Hijo al mundo para redimir a los hombres de todas las

generaciones, desde un principio y hasta el fin del mundo, porque su sacrificio es uno, es

único y es eterno.

Porque si por un hombre vino la muerte al mundo, también por un hombre viene la

resurrección de los muertos, y del mismo modo que por Adán murieron todos, así también

todos revivirán en Cristo.

Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono

a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos

los despide vacíos.

Yo doy gracias y alabo a mi Señor porque él oculta estas cosas a los sabios y

poderosos y las revela a los pequeños y sencillos. Nadie conoce quién es el Hijo sino el

Padre, y quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia, como lo había prometido

a nuestros padres, en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Yo soy Madre de misericordia, y auxilio de los cristianos.

Hijos míos: no son sus obras ni su fe, no son ustedes, no son sus méritos ni sus

palabras, son los designios de Dios, que, porque así lo ha querido, se ha dignado mirar su

humillación y su pequeñez, y ha elegido sus corazones para entregar sus tesoros.

Acepten la voluntad de Dios, y en esa voluntad acompáñenme, ¡y vamos a Belén!

Contemplen conmigo el misterio del Hijo de Dios, el Verbo engendrado por obra del

Espíritu Santo, la Palabra encarnada que va a nacer, para dar testimonio de la verdad,

porque Él es la Verdad, para mostrar el camino al cielo, porque Él es el camino, para darle

vida al mundo, porque Él es la Vida, y es por Él que se hacen nuevas todas las cosas.

Yo les pido que me acompañen como lo hace José, para que custodien los tesoros de

Dios, para que los administren bien y los compartan con sabiduría, para que enriquezcan

los corazones de todos mis hijos, para que den testimonio de la verdad, para que sean

camino y sean guía, para que lleven al mundo la vida que mi Hijo, a través de su

nacimiento, pasión, muerte y resurrección ha confiado en sus manos, para que el mundo

crea que Dios lo ha enviado, y no perezcan, sino que tengan vida eterna.

Yo les pido que me acompañen, porque en este mundo todos están muy ocupados en

las cosas del César y nadie se ocupa en las cosas de Dios. Yo llevo la luz en mi vientre y la he

traído en medio de la gente, pero nadie se da cuenta. La Palabra es la luz verdadera que

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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ilumina a todo hombre, viniendo a este mundo. En el mundo está, el mundo fue hecho por

ella, que vino al mundo, pero en el mundo hay mucho ruido y mucha indiferencia. Vino a

los suyos, pero los suyos no la recibieron. Los suyos están acomodados en los palacios de la

tibieza y la resignación, alimentándose de soberbia y de pecado. Entonces Dios, que busca

ser aceptado, ser amado, ser recibido, se manifiesta en la pobreza y en la humillación.

Hijos míos: esta es la esperanza del pueblo de Dios: un niño envuelto en pañales,

recostado en un pesebre, bajo el techo de una gruta, protegido por la pureza y la virtud de

un hombre y una mujer que creyeron y confiaron, y aceptaron la voluntad de Dios,

obedeciendo su palabra para que obrara grandes cosas, para exponer la luz salvadora al

mundo en manos de los hombres impíos y duros de corazón, para ser inmolado como

sacrificio santo en una cruz y recostado en un sepulcro, para resucitar venciendo a la

muerte, dando vida al mundo.

Ese es el Niño que llevo en mi vientre inmaculado, fruto bendito que traerá el auxilio

por la misericordia de Dios a todos los hombres del mundo, para llevar a los hombres a

Dios.

Ustedes que custodian la verdad, sean portadores de luz en esa verdad, sean

portadores de alimento en esa Palabra, sean portadores de vida en los Sacramentos, para

que sean parte de la obra redentora de Dios, de su sacrificio salvífico, y de la grandeza de su

gloria.

Permanezcan conmigo en oración continua, esperando la llegada del Único Hijo de

Dios, que por una mujer vino al mundo para hacerse hombre entre los hombres, haciéndola

bendita entre todas las mujeres, haciéndola Madre para reunirlos a todos a la espera del

fruto bendito de su vientre.

Permanezcan unidos y perseveren en la santidad, poniendo su fe en obras, para que,

ustedes, que son los elegidos, los pobres, los humildes, reciban y custodien al único que es

tres veces Santo.

Yo soy María, la esclava del Señor, la Madre de Dios y Madre de todos los hombres,

la que es llena del Espíritu Santo, la que reúne a los hijos en el auxilio de Dios, para

recordarle su misericordia, para preparar el trono del Señor, para cuando Él vuelva.

+++

PARA MEDITAR – LA COMPAÑÍA DE LA MADRE

«Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador,

porque puso sus ojos en la humildad de su esclava».

Eso dijo la Madre de Jesús.

Se lo dijo a la madre del precursor del Hijo de Dios, que llevaba en su vientre, y te lo

dice a ti, sacerdote, para que tú también saltes de gozo, porque tú también has sido elegido para

anunciar la buena nueva a todas las naciones.

Ella viene a tu encuentro, sacerdote, ¿y quién eres tú para que la Madre de tu Señor

venga a verte?

Recíbela, sacerdote, para que glorifiques con ella a tu Señor, para que aprendas de ella a

ser un humilde esclavo, un servidor, en el que Dios se ha dignado poner sus ojos para hacerte

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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en todo igual que Él, tanto, que te ha hecho hijo de su Padre, y te ha dado a su Madre, te ha

hecho hermano, y te ha llamado amigo.

Recibe, sacerdote, el tesoro más grande de Dios, y llévala contigo a vivir a tu casa,

porque ese fue el último deseo en vida de tu amigo, de tu Maestro, de tu Pastor, de tu Amo, de

tu hermano, de tu Señor, que ha muerto por ti, y ha resucitado para darte vida, y que vivas

eternamente a su lado.

Tu Señor te ha elegido a ti, sacerdote, porque ha visto en ti un hombre sencillo, que

desde antes de nacer fue predestinado para servirlo. Acepta, sacerdote, con agradecimiento esa

predilección, y cumple los deseos de tu Señor, porque Él vive en ti, y exige su derecho de hijo,

de tener a su Madre junto a Él, mientras camina en medio del mundo haciendo sus obras

contigo.

Tu Señor te ama tanto, sacerdote, que te ha dado la compañía de su Madre, y te ha

dado su verdadera presencia en cuerpo y en sangre, en alma y en divinidad, en Eucaristía,

porque tú has dicho sí, el sí de María, por el que la sombra de Dios te ha llenado con el

Espíritu Santo, para que saltes de gozo junto a la Madre, lleno de alegría, cuando haces bajar el

pan vivo del cielo.

Tu Señor no se equivoca, sacerdote. Él ha elegido bien. Te ha elegido a ti, para que

seas como Él, y lo representes en medio de su pueblo, y los alimentes, y los fortalezcas para

que lleguen al reino celestial, porque Él los ha venido a buscar y ha pagado por ti y por ellos,

con su sangre, y con su muerte y su resurrección, los ha ganado para la gloria de su Padre.

Tu Señor la ha elegido a ella desde antes de nacer, y la ha creado inmaculada y pura,

sin macha ni pecado, y ha sido llena del Espíritu Santo, para permanecer en el amor y en la

virtud, aún en medio del sufrimiento y del dolor, y la hizo mujer perfecta, para permanecer

virgen, intacta, inmaculada desde su concepción y hasta su muerte, incorruptible también

después de la muerte, para ser venerada como bendita entre todas las mujeres, y ser exaltada

como la siempre perfecta Virgen Santa María, al ser elevada al cielo en cuerpo y alma, para

ser coronada de gloria y llenar el cielo de alegría.

Recibe el favor de tu Señor, sacerdote, y acepta la compañía de su Madre, que es

Madre de Dios y Madre tuya, Madre de la Iglesia, para que cada hombre la haga suya y

encuentre el camino seguro, porque ella siempre los lleva a Jesús.

Glorifica a tu Señor, sacerdote, recibiendo la compañía de la Madre que nunca

abandona. Déjate embelesar por su belleza, y recibe su auxilio, su protección, su

misericordia y su amor, y déjate abrazar como un niño, para ser elevado con ella a los

altares en su bendita Asunción, para que tu Señor te mire y te conceda, como a ella, un

cuerpo glorioso en el día final de la resurrección.

____________________

LABRADORES DE LA TIERRA - ENVIADOS Y ACOMPAÑADOS DE MARÍA

23 DE DICIEMBRE, FERIA MAYOR DE ADVIENTO

Nacimiento de Juan el Bautista.

+ Del santo Evangelio según san Lucas: 1, 57-66

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Por aquellos días, le llegó a Isabel la hora de dar a luz y tuvo un hijo. Cuando sus vecinos

y parientes se enteraron de que el Señor le había manifestado tan grande misericordia, se

regocijaron con ella.

A los ocho días fueron a circuncidar al niño y le querían poner Zacarías, como su padre;

pero la madre se opuso, diciéndoles: “No. Su nombre será Juan”. Ellos le decían: “Pero si

ninguno de tus parientes se llama así”.

Entonces le preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamara el niño. El pidió

una tablilla y escribió: “Juan es su nombre”. Todos se quedaron extrañados. En ese momento a

Zacarías se le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a bendecir a Dios.

Un sentimiento de temor se apoderó de los vecinos, y en toda la región montañosa de

Judea se comentaba este suceso. Cuantos se enteraban de ello se preguntaban impresionados:

“¿Qué va a ser de este niño?”. Esto lo decían, porque realmente la mano de Dios estaba con él.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: al sacerdote Zacarías “se le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a

bendecir a Dios”.

Quiero pensar que eso se podría aplicar a un pecador que “se confiesa, recibe la

absolución y, con esa ayuda, lucha por cumplir su propósito de enmienda”.

Pero también se puede aplicar al ministerio sacerdotal, cuando “me convierto, recibo tu

gracia y transmito tu palabra”. Eso me pides: que sea misionero de misericordia, portador de tu

amor a muchas almas, sembrador de tu Palabra.

Jesús ¿qué debo hacer para que “se me suelte la lengua”, para ser un buen misionero?

+++

«Sacerdotes míos: yo he enviado a algunos antes que yo, para que anuncien mi

venida, para que preparen la tierra para la vida.

Ustedes son los responsables de que la semilla que ha sido plantada germine.

Ustedes son los que trabajan y preparan la tierra, y conducen el agua viva de mi

manantial de misericordia a todos los rincones de la tierra. Estoy vestido de sangre

derramada para el perdón de los pecados y la redención del mundo, por la justificación que

les ha sido merecida por mi cruz; y de agua viva, gracia santificante, para la vida eterna.

Estoy vestido de misericordia.

Ustedes son los conductores de esta misericordia, que es infinita, y que ya ha sido

derramada de una vez y para siempre.

Ustedes son los que anuncian el Reino de los Cielos.

Ustedes son los constructores de mi Reino.

Ustedes son los que preparan los caminos de paz, para que cuando yo vuelva

encuentre a mi pueblo reunido, como la ofrenda de fruta madura de mi siembra.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

99

Ustedes son Elías y son Juan, anunciando la venida del Hijo del hombre, preparando

el trono en la tierra para el Hijo de Dios, anunciando el nacimiento del amor en cada

corazón, el Verbo encarnado que es la luz para el mundo, el camino, la verdad y la vida,

que nace de la eternidad para morir y dar vida al mundo para la eternidad, que sube al

cielo para quedarse en presencia viva, cada vez que ustedes anuncian la venida del Hijo de

Dios, que se hace presente en la Eucaristía.

Pero la mies es mucha y los obreros pocos.

Oren para que el Padre envíe más obreros a su mies.

Oren para que los obreros permanezcan en su labor.

Oren para que los obreros que permanecen perseveren en la fidelidad y en

cumplimiento de sus deberes, para que, cuando yo vuelva, toda la tierra haya sido

trabajada, sembrada, labrada, y el agua viva de mi manantial de misericordia haya dado

vida a la semilla plantada en cada corazón, para recoger el fruto de mi misericordia.

Ustedes son instrumento de mi amor, para llevar al mundo la Buena Nueva, porque

mi misericordia ha sido derramada primero para ustedes, para que por ustedes llegue a

todos los rincones del mundo.

Pero si ustedes no la reciben, y si los que la reciben no la entregan, y si los que la

entregan no la llevan a todos los rincones de la tierra, la siembra no sirve para nada, no hay

fruto, no hay cosecha, no hay ofrenda.

Que sea su oración, y la de muchos, una súplica constante al Padre, para que la

tierra sea bien labrada, la semilla plantada sobre tierra fértil, y la misericordia conducida,

para que la vida, que es la semilla, germine y dé buen fruto, para que el fruto sea ofrenda a

Dios, para la vida eterna.

Los obreros son labradores. Los labradores son ustedes, mis sacerdotes. La semilla

es la Palabra. La Palabra soy yo.

Sacerdotes de mi pueblo, labradores de la tierra, sembradores de la Palabra: sean

misioneros de misericordia, para que cosechen buen fruto.

Sean portadores de mi amor, anunciando al mundo mi llegada, la buena nueva de la

salvación.

Como mi Padre ha enviado a los profetas, como envió a Elías, como envió a Juan, a

anunciar y a preparar al pueblo para mi llegada, así los envío yo a ustedes, antes que yo: a

preparar los corazones, para que sean tierra fértil; a sembrar mi palabra en tierra buena; a

conducir mi misericordia, para que mi palabra, que es vida, dé fruto para la vida eterna;

para que cuando yo venga a llevarme lo que es mío, ustedes puedan entregar buenas

cuentas.

Así como a Juan se le anunció el nacimiento del Hijo de Dios, y así como Juan lo

recibió y lo anunció como el que bautiza con el Espíritu Santo, así anuncien ustedes mi

nacimiento, y el de ustedes por inmersión a la vida, que por la misericordia del Padre han

recibido, y lleven la misericordia a todos los rincones de la tierra; lleven fe, esperanza y

amor, por medio de los sacramentos: del agua de la vida, de la evangelización, de la

reconciliación, de la Eucaristía, que es el alimento para la vida eterna.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Es mi presencia en la Eucaristía continua misericordia.

Preparen la tierra, trabajen la tierra, labren la tierra, conduzcan mi misericordia

derramada desde mi cruz, anunciando mi eternidad en mi nacimiento, mi pasión, mi

muerte, mi resurrección y mi próxima venida, para que estén todos preparados para la

cosecha, porque estoy a la puerta y llamo».

+++

Madre mía: pienso en esos meses cuando estuviste acompañando a tu prima Isabel.

Además de los cuidados y atenciones que tendrías con tu pariente, habrán sido largas las

conversaciones sobre las maravillas de Dios.

Todas las madres sueñan con el futuro de sus hijos, pero ustedes dos contaban con las

profecías. Ya sabían lo que estaba anunciado para Jesús y para Juan. Y de eso conversaban,

meditando sobre lo que decían las Escrituras.

Nosotros, sacerdotes, somos tus hijos predilectos. Y tú, como buena madre, nos llevas en

tu corazón de modo especial. Nos cuidas desde el vientre materno y nos acompañas en cada paso

que damos.

Madre de los sacerdotes: intercede por las vocaciones, los que están por nacer y por los

que ya nacieron.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: a los hijos se les acoge desde el vientre. Yo acojo a tantas

vocaciones que Dios envía, como fruto de mi oración.

Yo intercedo para que los obreros que Dios envía nazcan a la luz y sean portadores

de luz, para que los obreros, que ya han nacido a la luz del Evangelio, sean portadores de la

Palabra anunciando el Reino de los cielos, para que los que anuncian el Reino de los cielos

sean conducto de la misericordia de Dios, derramada en la cruz de Cristo, para que con

obras de misericordia construyan el Reino de Dios, para que cuando el Rey venga con todo

su poder, majestad y gloria, el fruto para la ofrenda sea abundante.

Que en esta espera nazca de mi vientre la luz para el mundo, y que ustedes, mis hijos

sacerdotes, sean conductores de la luz, como las estrellas de mi manto que brillan por la luz

que emana del fruto de mi vientre, para que sean mensajeros de amor, portadores de paz y

misioneros de misericordia.

Yo intercedo por todos los sacerdotes, los que están por nacer y los que ya nacieron,

los que están en formación y los ordenados, los que están cerca y los alejados, para que

reciban las gracias para preparar la tierra que siembran, para que la tierra sea buena, para

que, al alimentar la tierra, y conducir la misericordia, sea un torrente de agua de vida que

dé fruto en abundancia, como ofrenda al único Dios verdadero, el que da la vida eterna, el

que era, el que es y el que ha de venir».

+++

PARA MEDITAR – ENVIADOS Y ACOMPAÑADOS DE MARÍA

«Así como el Padre me ha enviado, así los envío yo».

Eso dice Jesús.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Y Jesús es la palabra de Dios, que fue enviado al mundo para que todo el que crea en Él

tenga vida eterna.

Tú eres, sacerdote, el enviado de Dios, el que abre el camino, el que prepara la tierra,

el que labra, el que alimenta y el que riega.

Tú eres el enviado a transmitir la Buena Nueva con la palabra, que es Cristo y que Él

mismo representa.

Tú eres el enviado a recoger los frutos de la semilla que el mismo Cristo ha sembrado,

para entregarlos como ofrenda al Padre, quien, a través de la palabra, te ha enviado, para reunir

lo que con su muerte ha recuperado.

Pero no te envía solo. Tu Señor los envía de dos en dos.

El mismo Cristo fue acompañado por la criatura a quien envió para concebirlo, para

protegerlo, para cuidarlo, para darle vida, para acompañarlo, para sostenerlo, y ayudarlo a

cumplir la misión para la que Él había sido enviado.

Tú, sacerdote, has sido enviado como luz, desde la cruz, acompañado de la criatura que

te concibió en su corazón, cuando le fuiste entregado para cuidarte, para que la llevaras a vivir

contigo a tu casa, para protegerte, para acompañarte, para sostenerte y ayudarte, para que Él

lleve vida al mundo, porque esa es la misión para la que fue enviado.

Tú eres, sacerdote, el que acepta la compañía de la Madre de Dios, el que acepta la

compañía de esa criatura, la compañía de María, para dejarse cuidar y proteger, acompañar,

sostener, ayudar, con la humildad de saberse portador del tesoro más grande de Dios, que es el

Camino, la Verdad y la Vida, y que llevas en vasija de barro.

Y tú, sacerdote, ¿te dejas acompañar?, ¿o caminas solo? ¿Aceptas que eres un enviado

de Dios, y que a través de ti Él se manifiesta al mundo derramando su misericordia?, ¿o

permaneces dormido, pretendiendo que Dios no te ha elegido, porque te consideras indigno, y

permaneces sometido a la iniquidad de tu indiferencia?

Te has mirado al espejo, has remado mar adentro, y te has preguntado ¿qué va a ser de

este niño?

Date cuenta, sacerdote, que la mano de Dios está contigo. El que te ha enviado te ha

conocido desde antes de nacer, te ha enviado como profeta de las naciones, y te ha dado a su

Madre para que te acompañe, y volverte a Él cuando desvíes el camino. Persevera en la

humildad, y no camines solo, sacerdote. El que camina solo es derrotado por su soberbia,

porque hasta el mismo Dios, que envió a su Hijo al mundo, lo envió acompañado.

____________________

PRIMEROS ADORADORES – SACRIFICIO Y MISERICORDIA

MISA DE NAVIDAD (DE LA AURORA)

Los pastores encontraron a María, a José y al niño.

+ Del santo Evangelio según san Lucas: 2, 15-20

Cuando los ángeles los dejaron para volver al cielo, los pastores se dijeron unos a otros:

“Vayamos hasta Belén, para ver eso que el Señor nos ha anunciado”.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Se fueron, pues, a toda prisa y encontraron a María, a José y al niño, recostado en el

pesebre. Después de verlo, contaron lo que se les había dicho de aquel niño, y cuantos los oían

quedaban maravillados. María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su

corazón.

Los pastores se volvieron a sus campos, alabando y glorificando a Dios por todo cuanto

habían visto y oído, según lo que se les había anunciado.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: es muy comprensible la reacción de los pastores en aquella noche santa.

Eran gente muy sencilla, pero sí sabían que vendría un Salvador, un Mesías redentor.

Se habrán quedado también impresionados por esa multitud del ejercito celestial que

alababa a Dios. Se fueron a toda prisa a Belén, y también se habrán asombrado de lo que ahí

vieron. Se volvieron a sus campos glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído.

Hoy es la Nochebuena y quiero unirme a los pastores de Belén, la “casa del pan”, para

adorarte y manifestarte que te quiero, a pesar de mis miserias.

Ahora soy yo, sacerdote, el que lleva el Pan de vida a los hombres, y no sólo conozco las

profecías sobre tu nacimiento, sino también tus palabras de vida eterna. Contemplando todo tu

paso por la tierra, desde el Pesebre hasta la Cruz, y la gloria de tu Resurrección, yo también

puedo maravillarme de todo lo que he visto y oído.

Jesús ¿cuáles son las lecciones de Navidad que quieres dejarme? ¿Cómo puedo ser ahora

un adorador tuyo?

+++

«Sacerdote mío: ven a contemplar el misterio de mi nacimiento, pasión, muerte y

resurrección. Ven, que te necesito.

Necesito tus brazos y tu calor, tus ojos y tu voz, tus oídos y tu amor, tu disposición y

tu entrega, para que me recibas, como me recibió mi Madre.

Yo he visto la fe de Abraham cuando estuvo a punto de entregar a su único hijo

como ofrenda a Dios. He visto su esperanza, he visto su amor, pero, sobre todo, he visto su

obediencia, su confianza y su abandono en las manos de Dios, cumpliendo sus

mandamientos y haciendo su voluntad.

Ha sido el sacrificio de un hombre irresistible para Dios. Entrega de amor a la que el

amor no se resiste; pero a cambio se da en misericordia, que bendice su descendencia como

estrellas hay en el cielo; que cumple su promesa de donación a su pueblo, entregando a su

Hijo que está en el cielo, en las manos de los hombres.

Y, siendo el Hijo de Dios, fui enviado al mundo para ser hijo del hombre. Dios y

hombre que nace del vientre de una mujer pura y bendita por el Espíritu Santo, que lleva

en su seno a Dios para hacerse como el hombre y nacer para ser Luz para el mundo, y

crecer aprendiendo a ser hombre, entre las miserias de los hombres; para ser atado de pies

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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y manos, y sacrificado por las manos de los hombres; para salvar a los hombres de la

muerte causada por el pecado de los hombres, y salvar a los hombres para llevarlos a Dios.

Rescate inmerecido, entrega de amor no correspondido, misericordia derramada, en

la espera de ser aceptada, para corresponder por la gracia al amor del Padre, que por este

único y santo sacrificio los hace a todos hijos, haciendo nuevas todas las cosas.

He aquí el sacrificio de una mujer y de un hombre, entregando a su único hijo en un

pesebre como ofrenda a Dios, para entregarlo en sacrificio en manos de los hombres,

obedeciendo, confiando, abandonándose en las manos de Dios.

Y es para Él irresistible esta entrega de amor, que se vuelca en misericordia,

aceptando este sacrificio para la salvación de todos los hombres, derramando el amor en

misericordia, entregando una vez más a su Hijo al mundo en la vida de la resurrección,

quedándose el Hijo en las manos de los hombres, en cada Consagración, en cada Eucaristía,

muestra de misericordia infinita, pan vivo bajado del cielo, para alimentar a los hombres,

para que todo el que crea en mí, sea parte conmigo en mi resurrección y tenga vida eterna.

Este es un Misterio incomprensible para la inteligencia del hombre, porque la

grandeza de Dios rebasa siempre la pequeñez del hombre. Acepta, amigo mío, la voluntad

de Dios, para que la grandeza de su amor te llene y te desborde.

Acompaña a mi Madre en este nacimiento inminente del amor, compartiendo su

alegría y su dolor, recibiendo a Dios en la pequeñez y fragilidad de un Niño, para entregar

la grandeza y poder de Dios a todos los hombres cuando el Niño se convierta en hombre, en

sacrificio, en ofrenda, en muerte que destruye la muerte, y en vida de resurrección.

Pastores de mi pueblo: ustedes son mis primeros adoradores.

Adórenme en este Niño en el vientre de la Madre.

Adórenme en mi nacimiento, adórenme en mi niñez, adórenme en mi juventud y en

mi madurez.

Pero, sobre todo, adórenme en mi Cruz, entregándose conmigo, uniéndose en mi

sacrificio, en el que se derrama el amor en misericordia, para la salvación de todos los

hombres.

Y adórenme en la Eucaristía, que es mi presencia viva, gratuidad, don, comunión,

alimento para la vida, sacrificio y ofrenda agradable a Dios.

Pídanme la fe, la esperanza y la caridad de José, para que actúen como él, en la

obediencia, en la confianza y en el abandono a la voluntad del Padre.

Ofreciéndome en sacrificio y ofrenda el cumplimiento de los mandamientos de la ley

de Dios, porque el que cumple mis mandamientos ese me ama, y el que me ama será amado

de mi Padre.

Cumpliendo con sus deberes, porque así es como obedecen.

Viviendo en la virtud, porque así es como me alaban.

Entregándose como corderos en el altar conmigo, a cambio de la salvación de

muchos para la vida eterna, porque así es como me sirven.

Es mi nacimiento la entrega de Dios a los hombres.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Es mi pasión la entrega del hombre a los hombres.

Es mi muerte la entrega del hombre a Dios.

Es mi resurrección la entrega de Dios con los hombres a Dios.

Participen en esta entrega por mí, conmigo, en mí, y yo los haré partícipes de mi

resurrección, en la gloria de Dios Padre, para la vida eterna».

+++

Madre mía: tú guardabas todas esas cosas que sucedían en torno a tu Hijo, y las

meditabas en tu corazón.

Tú quieres que nosotros, ahora, nos unamos a ti, para seguir meditando todo eso en

nuestro corazón, porque Jesús es el mismo ayer, hoy, y lo será siempre.

Dime, Madre, ¿qué meditabas en tu corazón en Nochebuena?

+++

«Hijo mío, sacerdote: los vientos son suaves, el mar está en calma, el día llama a la

noche, las estrellas tienen un brillo especial. La luna esplendorosa ilumina al mundo con el

reflejo del sol. El camino es seguro. Todo está dispuesto para que en el Hijo de Dios se

cumpla toda profecía. Y le sea otorgado el Nombre que está sobre todo nombre, para que al

nombre del Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos y toda

lengua confiese que Jesús es el Señor para gloria de Dios Padre.

En esta dulce espera no estoy sola, tú me acompañas, y también todos los ángeles de

Dios que han bajado del cielo para ver nacer en el mundo a su Señor. Para recibirlo y

adorarlo. Para contemplar en un niño el rostro de Dios. Me acompaña también José.

Hijo: en la eternidad de Dios, esta noche es Nochebuena, y nacerá para el mundo la

Misericordia, para ser derramada en el mundo para todos los hombres que ama Dios, para

iluminar a los que viven en tinieblas y guiarlos por el camino de la paz.

Y así vendrá después con su anhelada justicia, porque justo es que los hombres

amen, alaben y adoren a Dios. Comparte conmigo y con José esta dulce espera y ten estos

mismos sentimientos, y la experiencia de paz, ilusión, esperanza, alegría, calma, luz,

gratitud, fe, amor, responsabilidad, humildad, admiración, pureza, deseo y anhelo de ver a

Dios, de contemplarlo, de abrazarlo, de servirlo, de adorarlo.

Mantente como nosotros en profunda oración, y medita este gran misterio en tu

corazón, y descubre que la morada que Dios dispuso no es lujosa ni cómoda, sino pobre y

humilde. Los ángeles se han encargado de hacerla digna. Ha sido limpiada y renovada para

recibir al Hijo de Dios.

Jesús nace para habitar en los corazones de todos los hombres, pero depende de la

voluntad de los hombres que esa presencia permanezca. Y depende de mis hijos sacerdotes

que esa presencia sea aceptada por la voluntad de los hombres, para que permanezca en

cada uno.

La luz que nace y que es fruto bendito de mi vientre, ilumina y fortalece los

corazones de los hombres, para que reciban, para que amen, para que alaben, para que

adoren al Hijo de Dios, que siendo Dios se hace hombre.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

105

Hijo mío: la indiferencia, que es la tibieza y la resignación fomentada por la

soberbia, cierra los ojos y los oídos de los hombres, y endurece su corazón.

Alaba esta noche al Hijo de Dios, que está a punto de nacer, por los que no lo alaban.

Adóralo por los que no lo adoran.

Ámalo por los que no lo aman.

Y contempla el misterio mientras me acompañas, por todos aquellos que están

dispersos, distraídos en el mundo, ciegos, sordos y mudos.

Permanece atento, hijo, que así como el sepulcro quedará vacío e intacto cuando

resucite lleno de vida el Hijo de Dios, de esta misma manera quedará intacto mi vientre

cuando nazca al mundo el Hijo de Dios. En este vientre llevo al hombre y Dios en el que se

reúnen todas las naciones en un solo pueblo, todas las ovejas con un mismo Pastor,

formando todos parte de un mismo cuerpo y un mismo espíritu, del cual Él es cabeza.

Para resucitar, primero hay que morir, pero para morir, primero hay que nacer. De

eso se trata el misterio. De eso se trata la Navidad.

Hijo mío: yo te protejo y te bendigo, y libre ya de tus enemigos, acompáñame a

servir a Dios en santidad y justicia todos los días de su vida.

Y a ti, hijo mío, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a

preparar sus caminos, y a anunciar a su pueblo la salvación. Mira que está a la puerta y

llama. Acompáñame».

+++

PARA MEDITAR – SACRIFICIO Y MISERICORDIA

«Misericordia quiero y no sacrificios».

Eso dice Jesús.

Misericordia que ha bajado del cielo, para ser entregado en un pesebre y en una cruz.

Misericordia para unir el cielo con la tierra, a través del único mediador entre Dios y los

hombres, que es Cristo Jesús, y que es misericordia que salva, que redime, que libera, que da

vida eterna.

Misericordia que diviniza al hombre en Cristo, cuando Cristo se hace hombre, para

que el hombre se haga Dios, y sean uno, perfectamente uno, como Él y el Padre son uno.

Misericordia para hacer a los hombres hijos de Dios, por filiación divina, por la que el

hombre recibe y alcanza el Paraíso por heredad.

Misericordia de Dios para los hombres, a través de un único y eterno sacrificio de Dios.

Porque «tanto amó Dios al mundo que le dio a su único Hijo para que todo el que crea en él

tenga vida eterna».

Sacrificio por amor, cuando el Hijo de Dios adquiere la naturaleza humana para ser

en todo como los hombres, menos en el pecado, haciéndose obediente hasta la muerte y una

muerte de cruz.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Sacrificio cuando el Verbo se hace carne, en el vientre inmaculado y puro de una mujer,

que entrega su vida para unirse en sacrificio en el único y eterno sacrificio de Cristo, para que Él

habite entre los hombres.

Sacrificio desde el pesebre hasta la cruz, cuando Dios mismo, que es omnipotente,

omnipresente y omnisciente, se entrega como prisionero, en los límites de un cuerpo y del

tiempo de los hombres, para nacer como niño, para crecer como hombre, para amar hasta el

extremo, entregando su cuerpo y su sangre en el altar, para morir y resucitar, para subir y

penetrar el cielo como sacerdote.

Sacrificio revestido de misericordia. Ese eres tú, sacerdote, configurado con Cristo,

para compartir con Él su único y eterno sacrificio, por el que el mismo Cristo se dona al

sacerdote en cuerpo, en sangre, en alma, en divinidad, para compartir la salvación para todos

los hombres, por su misericordia.

Por tanto, tú, sacerdote, compartes el sacrificio y la misericordia de Dios, desde el

pesebre hasta la cruz.

Para morir al mundo y resucitar con Cristo, por Él y en Él, y habitar entre los hombres.

Para divinizar a los hombres haciéndolos hijos de Dios por filiación divina, a través de los

sacramentos, que son sacrificio y misericordia.

Para que todos los hombres reciban y alcancen el Paraíso, y la vida eterna por heredad.

Tú tienes, sacerdote, como modelo a un único, sumo y eterno sacerdote, con quien te

unes en un único y eterno sacrificio, desde el pesebre hasta la cruz.

Tu Señor te ha anunciado su misericordia. Y tú, sacerdote, ¿has acudido con prontitud a

su encuentro? ¿Alabas y glorificas a Dios por todo cuanto has visto y oído, según lo que se te

ha anunciado? ¿Recibes la misericordia y la transmites a través de la palabra, contando las

maravillas que ha hecho el Señor a través de sus obras prodigiosas?, ¿o haces sacrificios

costosos para ti, pero que no agradan a tu Señor, porque están vacíos de misericordia?

Date prisa, sacerdote, y acércate al trono de la gracia, dispuesto a recibir la

misericordia que ha nacido de una Virgen, que descansa en un pesebre y que es derramada

en una cruz, por el único y eterno sacrificio agradable al Padre, la muerte de su Hijo

Jesucristo, para que, por su resurrección, tengas vida, y con tu vida transmitas la

misericordia al mundo entero, para que juntos alcancen la salvación.

____________________

ACUDIR AL LLAMADO - EL LLANTO DE DIOS

NATIVIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

Hoy nos ha nacido el Salvador.

Del santo Evangelio según san Lucas: 2, 1-14

Por aquellos días, se promulgó un edicto de César Augusto, que ordenaba un censo de

todo el imperio. Este primer censo se hizo cuando Quirino era gobernador de Siria. Todos iban a

empadronarse, cada uno en su propia ciudad; así es que también José, perteneciente a la casa y

familia de David, se dirigió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, llamada

Belén, para empadronarse, juntamente con María, su esposa, que estaba encinta.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Mientras estaban ahí, le llegó a María el tiempo de dar a luz y tuvo a su hijo primogénito;

lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no hubo lugar para ellos en la posada.

En aquella región había unos pastores que pasaban la noche en el campo, vigilando por

turno sus rebaños. Un ángel del Señor se les apareció y la gloria de Dios los envolvió con su luz y

se llenaron de temor. El ángel les dijo: “No teman. Les traigo una buena noticia, que causará gran

alegría a todo el pueblo: hoy les ha nacido, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Mesías,

el Señor. Esto les servirá de señal: encontrarán al niño envuelto en pañales y recostado en un

pesebre”.

De pronto se le unió al ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios,

diciendo: “¡Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad!”

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: no había lugar en la posada para el Hijo de Dios, el Creador del universo.

Perdónalos, Señor, porque los hombres de Belén no sabían que le estaban cerrando sus

puertas al que venía a abrir las del Paraíso.

Y perdóname a mí por todas esas veces que no he respondido a tu llamado. Sé que estás a

la puerta y llamas. Yo sí quiero escuchar tu voz, abrirte y cenar contigo.

Los pastores acudieron, presurosos, al llamado del ángel del Señor. Ante aquella visión no

habrán dudado. Y la señal era clara: un niño envuelto en pañales, recostado en un pesebre.

Yo, sacerdote, he sido llamado para ser custodio del Pan de Vida, tu Cuerpo y tu Sangre,

que son los mismos que tenía aquel Niño recién nacido.

Los pastores seguramente quedaron asombrados por la belleza del Niño, y también la de

la Madre. Yo quiero que Ella me enseñe y me ayude a ser buen custodio de ese Tesoro.

¿Qué me dices, Jesús Niño, desde el portal de Belén?

+++

«Sacerdote mío: ven a contemplar mi nacimiento.

¡Ágape! José, María y yo, los ángeles y los pastores, llamados y elegidos para ser

testigos del nacimiento del Niño Dios, para anunciar la buena nueva: ha nacido el Salvador.

Contempla a mi Madre, dentro de la gruta junto a un pesebre, y a los ángeles que la

acompañan y la sirven. El Niño acaba de nacer, llora como un niño de verdad, y es el fruto

bendito de su vientre entre sus brazos. Lo envuelve en pañales y lo recuesta en el pesebre.

Siente su alegría, y su amor de madre contemplando a su hijo, llamando a José,

haciéndolo partícipe de este nacimiento. Ellos besan al Niño y así lo adoran, mientras

contemplan maravillados el rostro de Dios. Se parece a su madre en rasgos, en facciones, en

belleza, en pureza, en gracia.

Sacerdote mío: escucha mi llanto al nacer, dulce melodía al oído de una madre,

palabra de vida en la boca de Dios, palabra encarnada en vientre de madre que nace en

cuerpo de niño, que anuncia al mundo la salvación. Llanto de hambre y sed, llamado

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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incesante que clama alimento, calor, abrazo, amor. Llanto que clama la necesidad de

cuidado maternal.

Acude a mi llamado y sacia mi hambre y mi sed de almas. Acude a mi llamado.

Acepta la maternidad y la compañía de mi Madre. Déjate acoger y alimentar con mi

palabra. Déjate abrazar con el calor de mi Madre, y déjate amar por ella, abandonándote

en sus brazos, para que te traiga a mí, para que sacie mi hambre y mi sed con tu sacerdocio

santo.

Pastores míos: mis señales son claras.

Escuchen mi llamado. Acudan a mi llamado y vean mis señales. Crean en mi

palabra, que es la palabra de Dios, que soy yo, en este cuerpo de niño, envuelto en pañales y

recostado en el pesebre.

Divinidad humanizada para hacerse como los hombres, para salvarlos a todos.

Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, que es carne y es sangre, que es

alimento de vida, que invita al ágape del banquete celestial.

Miren que estoy a la puerta y llamo, si alguno oye mi voz y me abre la puerta,

entraré en su casa, y cenaré con él y el conmigo.

Pastores míos: ustedes han sido llamados y elegidos para ser custodios de mi cuerpo

y de mi sangre, para ser soldados de Dios en el ejército celestial que habita en el mundo,

para cuidar y proteger el tesoro de Dios enviado al mundo, en manos de los hombres.

Ustedes son llamados para ser custodios del amor de Dios, en mi cuerpo y en mi

sangre, palabra encarnada y Eucaristía.

Yo los llamo a descubrir que el Reino de los Cielos ha llegado al mundo a través del

nacimiento del Hijo de Dios, que se revela en el Verbo hecho carne, que se manifiesta en la

alegría de anunciar la buena nueva, que se construye desde el nacimiento en el pesebre

hasta la muerte en la cruz y se consuma en la vida de la resurrección.

Acudan a mi llamado, en el que el tesoro les es entregado, para cuidarlo, para

protegerlo, para custodiarlo; pero sepan que el tesoro lo llevan ustedes en vasijas de barro.

Acudan al llamado de mi Madre, y reúnanse en torno a ella:

- para que ustedes sean cuidados y protegidos bajo su manto maternal;

- para que sean enriquecidos con los dones y gracias del Espíritu Santo;

- para que sean acogidos en su abrigo y alimentados y saciados con mi amor;

- para que sean fortalecidos y sepan cumplir en la obediencia, en la pobreza y en la

castidad, las obligaciones y responsabilidades de sus ministerios, conduciendo el

tesoro de misericordia, procurando la santidad en la virtud, permaneciendo en la

fe, en la esperanza y en el amor, creyendo en mí, confiando en mí, entregándome

su voluntad, amando a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a ustedes

mismos;

- para que vivan en mí y yo en ustedes, porque el que me ama guarda mi palabra y

el Padre lo ama y viene a él, y hacemos morada en él; pero el que no me ama no

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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guarda mi palabra, y la palabra no es mía, sino de mi Padre, que es quien me ha

enviado.

Pastores míos: miren que estoy a la puerta y llamo, acudan a mi llamado».

+++

Madre nuestra: cuéntanos qué pasó aquella noche de Belén, cuáles eran tus sentimientos

cuando diste a luz a quien es la Luz.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: mi alma no cesaba de alabar y de bendecir a Dios, mientras

adoraba al fruto bendito de mi vientre esperando con paciencia el nacimiento inminente,

entregándome totalmente a la voluntad de Dios, a su providencia y su misericordia.

Y mi alma sumida en profunda oración fue arrebatada hasta el cielo en éxtasis

divino, en el que se pierden los sentidos, pero nunca la conciencia, en el que los ojos ven y

los oídos oyen lo que ni ojo vio ni oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios

preparó para los que lo aman.

La seguridad de la presencia de Dios es experiencia, no es un sueño, no es una

ilusión, es la realidad. Y en esa realidad encontré que el cielo era unido a la tierra. Y en ese

momento, así, sin sentir dolor, sin sentir ninguna incomodidad ni aflicción, sino un inmenso

gozo, así fue el nacimiento de mi Hijo, el Niño Dios.

“¡Gloria a Dios en el cielo y paz a los hombres de buena voluntad!”

Escuchando este canto de alabanza, a muchas voces de ángeles, en medio de una luz

muy fuerte, como de relámpago, y un estremecimiento de toda la tierra, un instante tan

rápido, casi imperceptible, en el que se unió la tierra con el cielo, bajaron todos los ángeles

para adorar y para llevar adoradores a los pies del Hijo de Dios.

Jesús nace de la oración. Yo estaba en profunda y perfecta oración. También José. Y

el llanto del Niño nos “despertó” de ese estado. El Niño estaba desnudo junto a mí y su

rostro era brillante como el sol. Nuestros vestidos se pusieron blancos y resplandecían,

como la luz. El cielo estaba abierto y miles de ángeles estaban junto a nosotros adorando al

redentor que acababa de nacer.

Fue tan hermoso el nacimiento, como estar en el mismo cielo. De no haber sentido mi

vientre vacío y de no haber visto al Niño junto a mí, podría haber imaginado que todo era

un sueño, pero era demasiado real. No lo imaginé, lo viví, no hubo duda, porque la Verdad

vino al mundo, y estaba junto a mí.

Yo me sentía en perfecta salud. Cansada por el arrobamiento, el éxtasis y el esfuerzo

natural del cuerpo de llevar durante nueve meses a una criatura en mi seno. Mi rostro

reflejaba plenitud, gozo, felicidad y asombro.

Yo miré al Niño, y el Niño me miró. Tenía sus ojos abiertos y veía el mundo que no lo

conocía y no lo recibía, pero entonces lo recibieron los brazos de su Madre, cuando lo tomé

y lo abracé.

El Niño tenía hambre y tenía frío. José estaba atónito al darse cuenta del milagro

que acababa de suceder, envuelto en el misterio. Él no sabía cómo sería el nacimiento, pero

era testigo de que la Luz había venido al mundo, porque sabía que en el principio existía la

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Todo se hizo por ella y sin

ella no se hizo nada. Lo que se hizo en ella era la vida y la vida era la luz de los hombres, y

la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. La Palabra era la luz verdadera

que ilumina a todo hombre, viniendo a este mundo y en el mundo estaba.

Y viendo mi instinto natural y maternal de Madre, guardó silencio y lo adoró

mientras yo lo alimentaba y lo envolvía en pañales. Luego se lo di. Él lo abrazó, haciéndolo

suyo, sintiendo su presencia viva entre sus brazos. Lo besó y lo recostó en el pesebre que

estaba preparado para ser su morada de descanso.

Mientras él lo adoraba y lo contemplaba, yo también descansé.

Y él vio en el Niño toda la sabiduría, el entendimiento, el consejo, la fortaleza, la

ciencia, la piedad y el santo temor de Dios. Y vio que el cielo permaneció abierto porque ese

Niño es la puerta que había sido abierta. Y vi que los ángeles seguían cantando alabanzas

buscando a los pastores, los que cuidaban a sus rebaños cerca de ahí, los que eran pobres de

espíritu y limpios de corazón. Ellos serían dichosos porque de ellos sería el Reino de los

cielos y ellos verían a Dios en ese Niño.

A Dios no lo ha visto nadie jamás, pero por su Hijo unigénito le es revelado.

Hijo mío, sacerdote: el tesoro ha sido engendrado en tu corazón, el tesoro es el amor,

pero el amor no es para guardarse, debe entregarse como en el pesebre, adorando,

protegiendo, cuidando, alabando, anunciando el Reino de los Cielos, como en la pasión

redentora, haciendo penitencia, como en la cruz, entregando la vida en manos de los

hombres, para salvar a los hombres por la misericordia de Dios, como en la resurrección,

dando vida a los hombres en Cristo, siendo luz para el mundo, conduciendo su misericordia

en obras, a todos los rincones del mundo.

En este alumbramiento recibe tú la luz de Jesús para que la lleves a todos los

corazones, para que nazcan a la luz y al amor de Cristo, participando en este ágape del

banquete celestial, en reunión fraterna, en alegría compartida, en Eucaristía.

Déjame abrazarte y arrullarte, déjame calmar tu llanto, saciando tu hambre y tu

sed, mientras recibes la palabra de Dios que es agua y es alimento para la vida.

Permanece junto a mí, sirviendo a la Iglesia, entregando mis tesoros como yo, y serás

como los ángeles en el cielo. Este Niño es la Vida, porque es el Hijo del Dios de Abraham,

del Dios de Isaac y del Dios de Jacob, que no es un Dios de muertos, sino de vivos.

Ustedes, los pastores, son llamados a reunirse en torno a mí, para que adoren en este

Niño al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, que es el Mesías que ha venido

para habitar entre los hombres, para salvar al mundo, entregando su vida por su propia

voluntad, para quedarse entre los hombres, en Eucaristía, para llevar a todos los hombres a

Dios.

Dejen todo para ir presurosos al encuentro con el Hijo de Dios, que ha nacido, y los

ángeles les han anunciado que lo encontrarían recostado y envuelto en pañales en un

pesebre.

Vengan guiados por la luz, al encuentro de la Luz, y póstrense para adorarlo,

mostrando al mundo su asombro y su alegría, alabando y bendiciendo a Dios, para luego ir

a anunciar al mundo todo lo que han visto y han oído.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Yo guardo todo esto en mi corazón. Estos son mis tesoros que yo pongo en su

corazón, como si fuera un pesebre, que es en donde se une el cielo con la tierra, porque ahí

descansa el Hijo de Dios, que es el único Mediador.

Entreguen ustedes mis tesoros, para que Jesús nazca todos los días en los corazones

de su pueblo, para que lo busquen, para que lo encuentren, para que lo amen, para que lo

entreguen, porque mis tesoros son el tesoro de Dios: es el Verbo hecho carne, que es

Palabra y es Eucaristía.

Contemplen a Jesús, que acababa de nacer, y nació sin nada. Su cuerpo está

desnudo, y envuelto en pañales, totalmente entregado en las manos de los hombres,

recostado en un pesebre.

Contemplen y miren que la Vida tiene rostro. Reúnanse los pastores, adorando y

anunciando la Buena Nueva a los pueblos dispersos.

Contemplen al pesebre transformarse en un sepulcro, y miren a Jesús, que acababa

de morir. Yo vi que murió sin nada. Su cuerpo estaba desnudo, y envuelto en pañales,

totalmente entregado en las manos de los hombres, recostado en un sepulcro.

Contemplen y miren que la Vida tiene rostro, ha resucitado, ha vencido a la muerte,

para reunir a través de sus pastores al pueblo Santo de Dios.

Contemplen y miren en mí una señal que les lleve al pesebre, al encuentro, al

nacimiento, para que lo acompañen hasta el sepulcro, a través de la cruz, y consigan por Él,

con Él y en Él, la resurrección y la vida para el mundo entero.

Yo llamo a mis pastores, para que sean adoradores a los pies del único Dios al que

tienen que adorar.

Yo los llamo para que anuncien que el Reino de los Cielos ya está aquí, y el Rey está

pronto a venir a reclamar su reino, para establecer en ustedes su reinado eterno. En sus

manos tienen el cielo unido a la tierra.

Permanezcan en la disposición de recibir a Jesús en el pesebre de su corazón, porque

las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde

reclinar la cabeza.

Adoren al Niño.

Contemplen el rostro de Dios en este Niño.

Anuncien con gran alegría que el Mesías ha llegado.

Vayan y lleven la Buena Nueva al pueblo elegido, porque ustedes son testigos de la

verdad, la palabra hecha carne, la alegría del Señor manifestada en el nacimiento de un

niño.

El Hijo de Dios, Salvador del mundo, el Cristo que esperaban, ha sido enviado al

mundo, y ha sido recibido en el vientre de una mujer virgen, y ha sido entregado como hijo

de hombre, en manos de los hombres, para distribuir y repartir el tesoro entre los hombres,

para enriquecer a los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

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Hijos míos, sacerdotes: ustedes han sido configurados con este Niño. Encomiéndense

a José, que protege y custodia el tesoro de Dios, de los peligros del mundo y de las manos de

los hombres».

+++

PARA MEDITAR – EL LLANTO DE DIOS

«Escuchen mi voz y acudan a mi llamado».

Eso dice el Hijo de Dios.

¡Gloria a Dios en el cielo y paz a los hombres de buena voluntad! ¡Hosanna en el cielo!

El llanto de Dios, ése es el llamado.

Soplo de vida, elixir de Dios, canto del cielo, dulce melodía, respiración divina por

vez primera, que aspira en el oxígeno del mundo la miseria de los hombres, transformarla en

vida.

El llanto de Dios, ése es el llamado, a través del ser que ha sido engendrado en vientre

puro de mujer, Palabra divina, el Verbo hecho carne, que ha nacido al mundo por voluntad

Divina para habitar entre los hombres.

El llanto de Dios, ése es el llamado, la primera expresión del Dios humano.

El llanto de Dios, ése es el llamado, para que todo ser viviente se disponga a adorarlo.

El llanto de Dios, es la voz que clama la atención de los hombres, para que acudan a su

llamado, para que lo escuchen y crean en Él, porque todo el que crea en Él y haga su voluntad,

será salvado.

El llanto de Dios es el llamado para que los hombres vean, en ese pequeño y frágil cuerpo

humano, la belleza contenida de la grandeza de Dios en esa pequeña criatura, que Él mismo

confía a los cuidados y la protección de una Sagrada Familia, a través de sus brazos maternales y

la seguridad del abrazo y sus cuidados paternales.

El llanto de Dios, es el llamado que anuncia la Buena Nueva: el mismo Dios se ha

humillado, se ha abajado, se ha hecho hombre, siendo Dios, para ser, como hombre y Dios, en

todo igual a los hombres, menos en el pecado, porque Dios aun siendo hombre y aun expuesto a

ser tentado, no puede negarse a sí mismo.

Pero que viene a llamar a los hombres para que acudan, al escuchar su llanto, al auxilio, al

refugio y a la salvación, a través de la misericordia, que en ese llanto de Dios se anuncia, se

expresa, se manifiesta, se entrega, se abre a la vida en medio del mundo, anunciando en ese llanto

su necesidad del hombre, para que el hombre conserve esa vida que Dios le confía, para ser

entregada, por su propia voluntad, a la muerte en manos de los hombres, para morir al mundo y

resucitar en Él a los hombres que quieran con Él compartir el llanto de Dios, para abrirse a la

vida.

El llanto de Dios, ése es el llamado, para que el que escuche su voz renuncie a sí mismo,

tome su cruz, para seguir al Hijo único de Dios que ha venido al mundo, para salvar al mundo,

haciéndose dependiente de la voluntad de los hombres que Él mismo eligió, para que escuchen su

llamado a través de su voz y le abran la puerta.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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El llanto de Dios, es la voz que clama en el desierto: “arrepiéntanse y crean en el

Evangelio”.

Es el llanto de aquellos que llamó y eligió, y los hizo como Él, sagrados y divinos, en

un cuerpo frágil, con toda la miseria de su humanidad para confiar a ellos la salvación del

mundo, que con su llanto anuncia como un canto del cielo que es elixir divino, melodía celestial,

esperanza, alegría, misericordia, por la que ha llegado al pueblo elegido su liberación.

El Mesías ha nacido.

El Verbo se ha hecho carne.

El Amor de Dios ha sido derramado en los corazones a través del llanto de Dios, que es

la voz de sus sacerdotes.

Y tú, sacerdote, en ese llanto ¿qué anunciarás? ¿Tu propia muerte, en un llanto

desesperado?, ¿o la alegría de ser y dar vida, con un llanto de alegría que se abre a la vida para

llevar al mundo la salvación?

Que sea tu llanto, sacerdote, aliento de vida, que exprese el nacimiento, la alegría y la

paz de Dios, que tanto amó al mundo, que le dio a su único Hijo para que todo el que crea

en Él tenga vida eterna, y sea su llanto un canto de esperanza, de paz y de vida, motivo de

eterna alegría.

____________________

PERSEGUIDOS - PERSEVERANCIA

FIESTA DE SAN ESTEBAN, PROTOMÁRTIR

No serán ustedes los que hablarán, sino el Espíritu de su Padre.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 10,17-22

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “Cuídense de la gente, porque los llevarán a

los tribunales, los azotarán en las sinagogas, los llevarán ante gobernadores y reyes por mi causa;

así darán testimonio de mi ante ellos y ante los paganos. Pero, cuando los enjuicien, no se

preocupen por lo que van a decir o por la forma de decirlo, porque, en ese momento se les

inspirará lo que han de decir. Pues no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre el

que hablará por ustedes.

El hermano entregará a su hermano a la muerte, y el padre, a su hijo; los hijos se

levantarán contra sus padres y los matarán; todos los odiarán a ustedes por mi causa, pero el que

persevere hasta el fin se salvará”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: me cuesta mucho reflexionar sobre lo que nos dices acerca de las

persecuciones que habrá por causa de tu Nombre.

La historia de la Iglesia muestra que se han cumplido tus palabras a lo largo de los siglos

en muchísimos lugares. Y se sigue cumpliendo actualmente.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

114

Y no sólo en lo que llamamos “tiempo de persecuciones”, sino en lugares y tiempos en

donde supuestamente hay paz, en lugares que se dicen cristianos. Sigue habiendo persecuciones,

porque los que no están contigo están contra ti.

Y los ministros de la Iglesia, tus sacerdotes, nos tenemos que enfrentar con todo eso,

porque tenemos que ser testigos de la verdad.

Gracias, Jesús, porque nos prometes la asistencia del Espíritu Santo, para saber qué decir

y cómo decirlo. Que no nos falte tampoco la fortaleza.

Señor, ¿cómo vencer el miedo y perseverar en la fidelidad?

+++

«Sacerdotes míos: quiero que sean testimonio de mi amor y testigos de mi

misericordia.

Quiero que lleven mi palabra a mi pueblo.

Quiero que los llamen para que me escuchen.

Yo soy el Buen Pastor y yo cuido a mis ovejas.

No tengan miedo de la persecución, ni de sus perseguidores, ni de lo que van a decir,

porque yo pondré mis palabras en su boca, y yo los protegeré extendiendo mi brazo, y mi

Madre los cubrirá con su manto, y nadie podrá hacerles daño.

Quiero que hagan lo que yo les digo, quiero que me amen y cumplan mis

mandamientos.

Ustedes son las ovejas de mi rebaño y los pastores de mi pueblo.

Crean en mi palabra y cumplan mis mandamientos.

No tengan miedo de vivir entre los hombres, porque soy yo quien vive en ustedes.

No tengan miedo de hablar de mí a los hombres, porque yo pongo las palabras en su

boca.

No tengan miedo de ser perseguidos y apresados, porque yo soy la verdad, y yo los

hago libres.

No tengan miedo de morir por mi causa, porque el que persevere hasta el final se

salvará.

Yo les daré el agua de la abundancia, para que nunca tengan sed.

Yo les daré el pan de la vida, para que nunca tengan hambre.

Yo les he dado el vino que han de beber, para el perdón de los pecados, y el pan para

la vida.

Cada vez que comen de este pan y beben de este vino anuncian mi muerte hasta que

vuelva.

No lo beban y no lo coman indignamente: examinen su conciencia.

Ustedes convierten con sus manos el pan en mi Cuerpo y el vino en mi Sangre, para

alimentar a mi pueblo, para salvarlo: que no sea este alimento su condena.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

115

Porque no todo el que me diga “Señor” se salvará, sino el que escucha mi palabra y

la pone en práctica.

Invoquen el nombre del Señor y escuchen al Espíritu de Dios, que es quien les habla.

Acojan la palabra y cumplan los mandamientos, para que en todo lo que hagan

glorifiquen al Señor.

No persigan ustedes a los que me aman, porque no son ellos los que hablan, es el

Espíritu del Padre quien habla por ellos.

Amen a los que los persiguen y a los que los odian por mi causa, pero no se

preocupen de lo que van a decir, porque yo pondré mis palabras en su boca.

Entonces darán testimonio de mi amor y de mi misericordia, y ellos los escucharán.

Pero, si aun así no se convierten, no se convencerán, ni aunque un muerto resucite».

+++

Madre mía: imagino tu sufrimiento cuando te enterabas de que alguno de los discípulos

de tu Hijo padecía persecución por la causa de Cristo. Era lo mismo que revivir la Pasión del

Señor, paso a paso, ya que nos habías recibido a todos en la Cruz. Somos tus hijos.

Pero también tenías muy presente lo que sucedió el día de Pentecostés, cuando el Espíritu

Santo los llenó a todos con sus dones. Estabas segura de que no les iba a faltar la gracia para dar

testimonio, ni el amor y la fortaleza para dar su vida, hasta el martirio.

Virgen fiel: ayúdame a mantenerme firme en la persecución, y a dar testimonio, con

palabras y con obras, de mi fidelidad a Cristo.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: ustedes están llenos del Espíritu Santo para que den

testimonio, como los profetas, sirviendo y perseverando en la fe, en la esperanza y en la

caridad, para que sean ejemplo como apóstoles y mártires de amor.

Acaban de contemplar a mi Hijo recién nacido. Jueguen y rían con Él, como con un

bebé, pero también sírvanlo como a Dios, y atiéndanlo como a Hijo de hombre,

admirándolo y adorándolo, mientras contemplan el misterio contenido en ese pequeño

cuerpo humano que lavo, que acaricio, que visto, que alimento, que abrazo.

Compartan mis sentimientos de alegría, de gozo y de plenitud del amor que llevo en

mis brazos, pero que, inmerso en el misterio, está el sufrimiento y la angustia de lo que

tendrá que padecer, porque Él ahora es cuidado y custodiado por justos, pero no ha venido

al mundo a buscar a justos sino a pecadores.

Y será perseguido, y darán de Él falso testimonio, y dirán mentiras sin fundamento,

sin razón. Y se enfurecerán, porque no les convendrá lo que les diga el Hijo de Dios. Y con

piedras en las manos y odio en la mirada se reunirán, en una conspiración, para desterrar

del mundo al que ha venido a reinar para salvar al mundo, por amor al mundo, pero que no

es del mundo. Y perseguirán a los que daban testimonio de Él, a los que son como Él.

Pero no tengan miedo, porque el cielo permanecerá abierto, y verán a mi Hijo Jesús

hermoso, resucitado y glorioso, sentado en un trono. Porque es hombre, y es Dios, y es Rey,

es Cordero, es Pastor, es Verbo hecho carne, es Redentor, es Sacerdote, es el Hijo de Dios,

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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es Cristo y es el Mesías. Y siendo Dios y hombre, es el único Mediador entre Dios y los

hombres, por lo que los falsos testimonios y las mentiras, las calumnias, y las persecuciones,

serán expuestas ante la Verdad el día del Juicio, cuando cada uno sea juzgado.

Esa es la confianza, y ese es el gozo unido al sentimiento de angustia y al sufrimiento

de su corazón, por lo que cada uno de ustedes debe padecer por la causa de Cristo, pero que

Él ya padeció primero. Yo permaneceré junto a ustedes.

Una madre sabe qué es lo que conviene a sus hijos. Yo les he pedido tres cosas tantas

veces, y les ruego que las cumplan: oración, consagración, sacrificio.

Perseveren en su entrega, porque tendrán persecuciones, calumnias, falsos

testimonios, dificultades, por la causa de mi Hijo. Pero al final se salvarán, y aunque

algunos de los que son cercanos a ustedes, los mismos por los que ustedes entregan la vida,

no les creerán, al final por ustedes y su perseverancia, por su testimonio, por su oración y

por su sacrificio, también se convertirán, porque ustedes están llenos del Espíritu Santo. Y,

aunque los lleven ante los tribunales, no serán ustedes, sino el Espíritu de Dios quien hable.

Yo les pido el martirio de amor, que es la perseverancia en la oración, en el sacrificio

y en la consagración a mi Inmaculado Corazón, entregados al servicio de Dios, sirviendo a

la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida.

Yo soy Madre de Misericordia. Vengan a mí, y yo los llevaré al verdadero encuentro

con Cristo, a través de la oración, de la fe y del abandono a la voluntad de Dios, para que se

adentren y vivan en el misterio del Hijo de Dios, que cada día nace, crece, muere, resucita y

vive en ustedes, para que el mundo tenga vida y la tenga en abundancia».

+++

PARA MEDITAR – PERSEVERANCIA

«El que persevere hasta el final se salvará».

Eso es lo que dice y lo que enseña Jesús. Ese es su ejemplo.

Perseverancia en el sí. En ese sí, que has profesado en plena libertad y voluntad, en

perfecta conciencia de aceptar el llamado de Cristo, que es la voz de Dios para cumplir su

voluntad.

Perseverancia en la entrega y en la fidelidad al amor, y a los compromisos que

aceptaste cuando dijiste sí, cuando te entregaste en plena libertad, por tu propia voluntad y en

perfecta conciencia.

Perseverancia en la fe, buscando y encontrando los medios que la alimentan, que la

fortalecen, que la mantienen firme, compartiendo esa fe con los demás, dando testimonio de

amor, siendo dóciles instrumentos de Dios, para que otros conserven y fortalezcan su fe, y la

pongan con tu ejemplo en obras.

Perseverancia en la confianza de que es Cristo quien vive en ti, porque es así como das

testimonio de fe, cuando comprendes y manifiestas que ya no eres tú, es Cristo quien vive y

obra en ti y a través de ti. Confianza en la perfección de la voluntad y de las obras de Dios,

cuando es Él, y no tú, quien vive en ti.

Perseverancia en el abandono a esa voluntad divina y a sus designios. Abandono a esa

Providencia divina, que, a través de la paternidad, por filiación, te es por heredad merecida.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Perseverancia en la obediencia, imitando en todo momento al hijo de Dios, que siendo de

condición divina se despojó de sí mismo, para adquirir la naturaleza humana, y hacerse

obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz.

Perseverancia en la inocencia, en la pureza, en la castidad de tu cuerpo y de tu alma,

para que seas digno instrumento de Dios, a través del Cristo, que, por su bondad y misericordia,

pero que, por tu propia voluntad, aceptaste en perfecta libertad y conciencia, para entregar tu

vida, y decir como Él: nadie me la quita, yo la doy por mi propia voluntad.

Perseverancia en el amor, en ese amor primero, cuando te vio por vez primera debajo de

la higuera, y te llamó. Ése es el encuentro con el amor primero.

Perseverancia en la pobreza de espíritu, por la que renuncias al mundo y a todos sus

placeres, para ser completamente de Dios, y enriquecerte con sus tesoros, que acumulas en el

cielo, en donde no hay polilla que los corroe ni ladrones que se los roben. Pobreza que te

mantiene humilde de corazón, por lo que Dios se digna mirarte cada día, y se entrega en tus

manos cuando perseveras en tu entrega, uniendo tu voluntad a la suya, para ser uno,

perfectamente uno, en cada Eucaristía.

Perseverancia en la predicación, apegado a la Doctrina Cristiana y al Magisterio de la

Santa Iglesia Católica, en la que tu alma ha sido confirmada, y no como los falsos profetas que

buscan profanar el Santo Nombre de Jesús. Por sus frutos los reconocerán.

Perseverancia en tus obras, para que siempre sean buenas, porque no hay árbol malo que

dé frutos buenos, y no hay árbol bueno que dé frutos malos. El árbol bueno se mantiene bueno

alimentándose de la verdad.

Perseverancia en la esperanza, teniendo vida sobrenatural en todo momento, en todo

pensamiento, en toda palabra, en toda acción. Viviendo en presencia del Espíritu Santo que

pone las palabras en tu boca y que te recuerda todas las cosas del cielo, del paraíso, de la

eternidad, para que, conociendo la meta alcances la corona.

Perseverancia en el agradecimiento, porque ha revelado estas cosas no a los sabios y

letrados, sino a los humildes y pequeños.

Perseverancia en ser el último siempre, en ser pequeño, en permanecer siendo niño,

porque los últimos serán los primeros, y de los niños es el reino de los cielos.

Perseverancia y constancia en la oración, porque ahí es el encuentro íntimo con el

Amigo, con el Amado, con el Hijo Único de Dios, para que, dispuesto lo busques,

conscientemente lo encuentres y totalmente convencido, lo ames. Oración de corazón a corazón,

para que lo conozcas, para que te conozcas, para que, aceptando tus defectos, tus errores, tus

pecados, tus traiciones, tus infidelidades, tus desconfianzas, tu soberbia, tu egoísmo, tus miedos,

tu desamor, tu poca fe, tu fragilidad, pero tu responsabilidad -porque sabes que llevas un tesoro

en vasija de barro-, te humilles ante él, y lo conozcas, para que lo ames, porque es imposible

conocer a Cristo y no amarlo.

Reconócete débil ante Él, y pídele su fortaleza. Entonces Él, que te ama, se dignará

mirar tu humillación, como un día miró la humillación de su esclava, y con tu sí, te dará su

perseverancia.

____________________

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

118

DEJARSE AMAR - EL MANDAMIENTO DEL AMOR

FIESTA DE SAN JUAN, APÓSTOL Y EVANGELISTA

El otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro.

Del santo Evangelio según san Juan: 20, 2-9

El primer día después del sábado, María Magdalena vino corriendo a la casa donde

estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del

sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.

Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos,

pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose,

miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró.

En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro.

Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús,

puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro

discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no

habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: el Apóstol Juan era tu discípulo amado. No explica el Evangelio cuál era el

motivo de esa predilección, pero él sentía claramente ese amor tuyo y no duda en presentarse así,

como el discípulo “a quien Jesús amaba”.

Juan fue el único de los Apóstoles que te acompañó en el Calvario. Fue el que se recostó

en tu pecho en la Última Cena. Y el que corrió con prisa al sepulcro el día de tu Resurrección. El

que vio y creyó.

Seguramente tú lo amabas más, porque él se dejaba amar por ti. Y luego, lleno de tu amor,

supo transmitirlo a los demás, aprendiendo también de la Madre, a quien llevó a vivir con él.

Señor ¿qué debo hacer para dejarme amar por ti?

+++

«Sacerdote mío: yo soy totalmente hombre y totalmente Dios todopoderoso,

compasivo, bondadoso, misericordioso, Rey de los ejércitos, amable y terrible, y digno de

toda adoración y alabanza, y que está absolutamente enamorado de los hombres.

En mí es la plenitud del amor, porque yo soy el Amor; y en mí se llega a la eternidad,

porque yo soy el Camino; y en mí se revela toda verdad, porque yo soy la Verdad; y en mí

se concentra toda vida porque yo soy la Vida.

Mi palabra es melodía para tus oídos, dulce miel para tu boca, poesía para tu alma,

bálsamo para las heridas de tu corazón. Yo soy poesía, cántico de amor, palabra viva,

alivio, auxilio, salud. Déjate envolver en mi locura de amor, totalmente decidido y

entregado a mi voluntad para hacerte parte. Déjate llevar en esta maravillosa aventura que

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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es la vida misma, y que es recorrer conmigo el camino que te lleva a la plenitud de mi

gloria, por la que todo, absolutamente todo, vale la pena.

Tú me has conocido porque te has dejado amar por mí. Yo te he amado y me has

conocido por la experiencia de mi amor derramado en ti. Yo te he llenado y te he

desbordado de mí. Yo soy amor, y te he dado mi paz. Tu alma descansa en mí, porque has

venido a mí, cansado, fatigado, agobiado, y has experimentado que mi yugo es suave y mi

carga ligera.

Sacerdote mío: yo te amo, y yo descanso en ti, porque tú te dejas amar por mí, y ese,

es mi descanso. Recibirme como me recibió mi Madre, ese es el sí.

Ese es el sí de mi Madre y el sí de mi discípulo el más amado.

Es el sí al amor, sí a recibir el Amor, sí a dejarse amar por mí, sí a amarme

cumpliendo la voluntad de mi Padre, sí a contemplar el Amor adorándome en cada

palabra, en cada acto, en cada Eucaristía.

Sí a ser dócil instrumento del Espíritu Santo, y permitir que el Amor te llene, te

desborde y se derrame, desde tu corazón a todos los corazones de los hombres, a través de

mi Palabra y de mis obras.

Imita la docilidad y la amabilidad de Juan, mi discípulo amado, que sabía ser como

niño y escoger siempre la mejor parte, en la disposición de recibir todo lo que yo quería

darle, recostando su cabeza en mi pecho, recibiendo mi amor en cada latido de mi corazón;

permaneciendo al pie de mi cruz, recibiendo mi amor al recibir mi Madre; manteniendo la

fe y corriendo, acudiendo con prontitud y antes que nadie, con la esperanza de recibir mi

amor en el sepulcro, por lo que vio y creyó.

Recibe mi amor, conserva la paz de tu corazón, y transfórmate en morada de mi

descanso. Navega en calma en medio de la tribulación, de las tormentas, de los vientos

fuertes, sostenidos por la confianza de la fe, guiados por el faro de la luz de la esperanza y

animados por la seguridad de mi amor.

Escucha y abre los ojos de tu alma, contemplándome y tocándome con los sentidos

de tu corazón, recibiéndome a través de la oración, escuchando mi Palabra y viéndome,

tocándome, sintiéndome en la Eucaristía.

Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a

quien el Hijo se lo quiera revelar. A ti, sacerdote mío, he querido revelarme a través de la

experiencia de mi amor, para que seas testigo de mi misericordia y apóstol de mi amor.

Yo soy el amor de Dios manifestado a los hombres, nacido de mujer, muerto en

manos de los hombres y resucitado para la gloria de Dios. Yo te digo, que al dejarte amar

por mí, te haces como niño, me entregas tu voluntad y me recibes, como Juan, recibiendo

por mi misericordia a mi Madre y con ella la fortaleza, el valor y la gracia para permanecer

en la fidelidad, y perseverar en la entrega. Eso quiero de ti: dejarte amar por mí.

Dejarte amar por mí es entregarte en la seguridad de mis brazos, sabiendo que yo te

amo.

Dejarte amar por mí es permanecer sin prisa en el calor de mi abrazo.

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Dejarte amar por mí es contemplar mi rostro mientras escuchas mi voz, como un

susurro del viento, como dulce melodía a través del canto de las aves, con la fuerza del

estruendo de las olas del mar, diciendo “te amo”.

Dejarte amar por mí es recibir mis caricias a través del aire que respiras, del

corazón que late sin descanso, manifestando la vida que hay en ti.

Dejarte amar por mí es abrir tu corazón a la gracia y a la misericordia que se

derrama de mi costado, a través del agua y la sangre que fluye como fuente viva de mi

corazón, para darte vida en abundancia.

Dejarte amar por mí es detener tu día y dedicarme un poco de tu tiempo, para que

tus sentidos, tus ojos, tus pensamientos y tus oídos se llenen de mí, porque muchas cosas son

importantes, pero sólo una es necesaria.

Dejarte amar por mí es guardar silencio para que escuches mi voz.

Dejarte amar por mí es abrir tus ojos para verme en cada persona, en cada lágrima,

en cada sonrisa, en cada corazón arrepentido, en cada palabra de súplica, en cada gesto de

agradecimiento, en cada nueva vida, en cada voluntad entregada, en cada trabajo realizado,

en cada gota de sudor derramada, en cada rayo de sol, en el reflejo de la luna, en el brillo de

las estrellas, en la belleza de la naturaleza, y en el pan y en el vino que tus manos convierten

en mi carne y en mi sangre para verme en la Eucaristía.

Dejarte amar por mí es aceptarme, decirme sí, y pedirme, con tu oración, tu

disposición para recibir mi amor.

Dejarte amar por mí es contemplar el misterio de mi amor por ti, desde que te llamé

y te elegí para que seas todo para mí.

Dejarte amar por mí es dejarme hacer mi voluntad en ti, agradeciendo cada día que

ya no eres tú, sino yo, quien vive en ti.

Dejarte amar por mí es darte cuenta y aceptar que eres mío y yo te amo, porque

quiero, y estoy contigo todos los días de tu vida, para llevarte a vivir conmigo en la

eternidad de mi Paraíso.

Dejarte amar por mí es permanecer a mis pies, configurado conmigo, reconociendo

tu pequeñez, tu fragilidad y tu voluntad de ser mi siervo para que yo te llame amigo.

Dejarte amar por mí es conocerme a través de la experiencia del amor que espera

ser recibido para llenarte, para desbordarte, para que, a través de ti, se derrame al mundo

mi amor.

Sacerdote mío: yo nunca te dejaré. Cielos y tierra pasarán, pero mi Palabra no

pasará. Tú me has recibido y yo me quedo para siempre contigo, porque yo soy la Palabra y

estoy vivo. Permanece a mis pies, persevera en tu entrega dejándote amar, adorándome,

escuchándome, alabándome, recibiéndome, para que yo te llene y te desborde de este amor

que sólo quiere amarte, porque quiere, y que espera que con ese mismo amor me ames, tan

solo porque tú quieras.

Aprende de mi Madre a recibirme, y acompáñala, porque es a través de la

adoración, de la alabanza y del amor, que mis obras y los frutos se verán a través de ti. Yo

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soy el amor, y te mantengo unido en el amor del Corazón de mi Madre y en el mío, porque

te amo».

+++

PARA MEDITAR – EL MANDAMIENTO DEL AMOR

«Amarás al Señor tu Dios por sobre todas las cosas, y al prójimo como a ti mismo».

Eso dice Jesús.

El amor es un mandamiento. Por tanto, el que obedece ama.

El que escucha la palabra de Dios y cumple sus mandamientos, ése tiene vida eterna.

Ése es la madre y los hermanos de Jesús. Porque una madre ama y un hermano ama.

Ésa es la ley de Dios.

Tú eres, sacerdote, enviado a transmitir el amor.

Y tú, sacerdote ¿estas cumpliendo tu misión?

El amor ha sido derramado en los corazones.

Y tú, sacerdote ¿has recogido con tu Señor, o has desparramado?

¿Estás con el Amor, o en contra del Amor?

El camino es uno, como uno es el Amor.

Y tú, sacerdote, ¿por dónde caminas? ¿Estás cumpliendo los mandamientos de tu Señor?

¿Estás imitando en todo a tu Señor, que se hizo obediente hasta la muerte y una muerte de cruz,

para derramar el amor a través de su sangre, para llegar a todos los rincones del mundo en

misericordia?

Y tú, sacerdote ¿qué tan obediente eres?

Y tú, sacerdote ¿amas?

Y tú, sacerdote ¿permites ser amado? ¿Recibes el Amor?

El amor de Dios ha sido manifestado en el Hijo, para que el mundo sepa cuánto Dios lo

amó, que entregó a su único Hijo para que todo el que crea en Él tenga vida eterna.

Pero el mundo no lo recibió.

Y tú, sacerdote ¿eres del mundo?, ¿o has sido llamado y elegido para ser configurado

con Él, y ser como Él, que no es del mundo? ¿Has recibido al amor?

El Amor es la Palabra, es la Luz que ilumina en las tinieblas.

El Amor es Cuerpo, es Sangre, es Alma, es Divinidad y es Eucaristía.

Y tú, sacerdote ¿cómo recibes al Amor?, ¿lo recibes como un discípulo que se sabe

llamado por su Señor, y corresponde permaneciendo fiel y obediente junto a Él hasta la

muerte?, ¿o eres el discípulo que lo abandona porque no ha sabido disponerse para recibir el

Amor que lo fortalece, y lo mantiene en la fidelidad, en la obediencia, y en la perseverancia al pie

de la Cruz cuando todos se han ido?

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Y tú, sacerdote, ¿estás dispuesto a recibir y a transmitir al mundo el Amor para cumplir

con la misión a la que has sido enviado, desde aquel encuentro con el Primer Amor?

Y tú, sacerdote, ¿estás dispuesto a recibir y a entregar el amor, a través de la Palabra

de Dios?

El amor es un mandamiento, el más importante y el primero de la ley de Dios, para

que todo aquél que ame y tenga ojos vea, y tenga oídos oiga, y cumpla la palabra de Dios,

que es una: Amor.

____________________

GUERREROS DEL EJÉRCITO DE JESUS – INOCENCIA DEL SACERDOTE

FIESTA DE LOS SANTOS INOCENTES, MARTIRES

Herodes mandó notar a todos les niños menores de dos años en la comarca de Belén.

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 2, 13-18

Después de que los magos partieron de Belén, el ángel del Señor se le apareció en sueños

a José y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allá hasta que

yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”.

José se levantó y esa misma noche tomó al niño y a su madre y partió para Egipto, donde

permaneció hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por medio del

profeta: De Egipto llamé a mi hijo.

Cuando Herodes se dio cuenta de que los magos lo habían engañado, se puso furioso y

mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, conforme a la

fecha que los magos le habían indicado.

Así se cumplieron las palabras del profeta Jeremías: En Ramá se ha escuchado un grito,

se oyen llantos y lamentos: es Raquel que llora por sus hijos y no quiere que la consuelen,

porque ya están muertos.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: tu vida quedó a salvo en esa ocasión porque ibas en los brazos de tu Madre,

permanecías con Ella, y el ángel del Señor los protegía.

Hoy sigue habiendo poderosos que quieren acabar contigo. Pero siempre llegará la ayuda

divina para custodiarte.

Para custodiarme, Señor, porque yo soy de los tuyos. Es una guerra, y necesito armas para

vencer. Reconozco mi debilidad, que implicará salir herido en alguna batalla.

Además de buscar la ayuda de Santa María, ¿cuáles son las armas con que debo contar?,

¿cuál es el escudo que debo llevar al combate?

+++

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

123

«Sacerdotes míos: yo soy la inocencia y pureza derramada, sangre y agua que lava,

que redime, que perdona, que salva. Mi Madre es la inocencia pura desde la concepción

hasta la eternidad, que entrega su vida entregando al Hijo en sacrificio, sangre inocente y

pura, derramada en manos de los hombres para la redención del mundo.

Yo quiero madres como ella, que protejan a sus hijos, que no permitan que les sean

arrebatados de los brazos; que entreguen sus vidas por ellos, para que su inocencia sea

devuelta, fortalecida, preservada, y entregada en mi único y eterno sacrificio, para salvar a

todas las almas.

Quiero almas dispuestas a morir conmigo al mundo, para vencer al mundo, para

resucitar conmigo. Pero los hijos están muriendo por las manos de sus propias madres,

cuya inocencia ha sido desterrada por el pecado, porque son como ovejas perdidas, sin guía,

sin rebaño, sin Pastor.

Ustedes, mis Pastores, son sangre pura e inocente, elegida desde siempre y para

siempre para la salvación del mundo. Pero su inocencia está siendo corrompida, y su pureza

manchada por el pecado.

Yo soy el cordero de Dios que quita los pecados del mundo, sangre pura e inocente

que sana, que salva, que redime, que purifica y devuelve a los hombres la inocencia de

niños, para que sean ofrenda digna y se entreguen conmigo en mi sacrificio inocente, puro y

santo para la salvación de todos los hombres.

Sean hombres fuertes, con inocencia de niños. Yo los envío como profetas y

apóstoles, y a algunos los perseguirán y los matarán para que caiga sangre inocente sobre

los hombres, la sangre inocente derramada sobre la tierra. Pero ¡ay de aquel que

escandalice a uno de ustedes, mis pequeños, y les robe la inocencia! Mejor sería que le

pongan piedras al cuello y los arrojen al mar.

Entréguense conmigo, en mi único y eterno sacrificio, como sangre inocente, para

que sean reconciliados, purificados, y ofrecidos en el altar conmigo para la salvación de

todos los hombres. Permanezcan junto a mi Madre para que su inocencia sea preservada, y

su sacrificio sea digno y recibido como ofrenda para la gloria del Padre.

Sacerdotes míos: reúnanse con mi Madre y permanezcan con Ella, para que sean

alimentados, protegidos, fortalecidos, y crezcan en estatura y en sabiduría, alejados de la

corrupción del pecado.

Para que sean guerreros en mi ejército al que han sido ustedes llamados, para

permanecer de pie, para luchar, para vencer, para enseñar, para santificar y para

gobernar, para custodiar mi Cuerpo y mi Sangre.

Los ejércitos del mal son poderosos, porque se les ha permitido tener poder, y hacer

daño a los que se dejen vencer. Pero el poder de Dios es más grande.

Fortalezcan su debilidad con mi poder. Permanezcan en la obediencia, en la pobreza,

en la castidad, en la fe, en la esperanza, en la caridad, y permanecerán en la inocencia que

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les ha dado mi sangre derramada en la cruz, escudo protector que no traspasa ningún

arma, que no daña ningún mal, pero que justifica y salva.

Y si alguno ha sido tocado por la tentación y ha pecado, revístase con la sangre de mi

misericordia en el sacramento de la Reconciliación, y regrese a fortalecerse con mi

alimento, que es mi Sangre y es mi Cuerpo, y crean en el Evangelio, que es Palabra de vida.

Y luego entréguense conmigo en el altar, ofreciéndose en el servicio, y en sacrificio

para la salvación de los hombres; y salgan a buscar y a encontrar, a predicar y a

evangelizar, a convertir y a sanar. Expulsen a los demonios y regrésenme la inocencia que el

mundo ha perdido.

Yo no quiero sacrificios ni holocaustos, quiero corazones contritos y humillados,

revestidos de la pureza de mi sangre inocente derramada, que quita todos los pecados del

mundo.

Participen dignamente de este único sacrificio y permanezcan conmigo de una vez y

para siempre».

+++

Madre mía: tu corazón de madre habrá sufrido mucho con la muerte de aquellos

inocentes. Eso fue parte de lo que te había anunciado el anciano Simeón, de que una espada de

siete filos te traspasaría el alma. Ya desde recién nacido tu Hijo era signo de contradicción.

Tu inmaculado corazón sigue sufriendo ahora ante la muerte de tantos niños inocentes. Te

duele de manera especial cuando son las mismas madres las que le quitan la vida a sus hijos.

¡Cuántas vocaciones de entrega a Dios truncadas desde el seno materno! ¡Cuántas vidas

que no llegan a alabar a tu Hijo, porque el pecado de los hombres lo han impedido!

Tú entregaste la vida inocente de tu Hijo para la salvación de todos los hombres. Yo

comparto tu dolor, y pido tu protección, para salvar mi vida espiritual y para que cumpla bien con

mi misión, cumpliendo la voluntad de tu Hijo, para reconducir a los hombres a Dios.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: acompáñenme y compartan el dolor de mi corazón, por

tanta sangre inocente derramada en el mundo, por tantos niños que no nacen y que mueren

en el vientre de sus madres.

Ustedes son la sangre inocente elegida para unirse en el sacrificio de mi Hijo, pero no

se están entregando, no están dispuestos, están débiles, y necesitan protección, necesitan ser

alimentados y fortalecidos con la oración.

Ustedes son luz, que ilumina y conduce a las almas en el Camino, que es el Principio

y el Fin, la inocencia, la pureza, la verdad y el amor derramado en misericordia, para lavar

el pecado y restaurar la inocencia en los corazones, para que puedan ser unidos al único y

Sumo Sacerdote que es el único Santo, inocente, libre de pecado, incontaminado, que no

teniendo que ofrecer sacrificios diarios, realizó un sacrificio de una vez y para siempre,

ofreciéndose a sí mismo, por todos los que son débiles, y que es nombrado Hijo perfecto

para toda la eternidad, sentado en el trono a la derecha del Padre, para ser coronado de

gloria.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

125

En aquél tiempo yo hubiera entregado a mi Hijo recién nacido, para salvar a tantos

inocentes. Pero yo no lo sabía. Y su tiempo aún no había llegado. Pero luego lo supe todo el

tiempo, yo debía entregarlo para salvarlos a todos. Y lo entregué en la Cruz, y lo entrego

todo el tiempo en cada Consagración, en que el sacrificio se hace presente, porque es eterno.

Yo los abrazo a ustedes, hijos míos inocentes, que se ofrecen en sacrificio en el altar con

Cristo, entregando sus vidas al servicio de Dios para salvarlos a todos.

Yo intercedo por ustedes, para que Nuestro Señor les conceda salvar su vida de la

muerte espiritual, abriendo sus ojos a la Luz, porque Dios es luz y en Él no hay obscuridad.

Para que abran sus oídos y escuchen el Evangelio y vivan conforme a la verdad.

Para que viviendo en la luz, estén unidos unos con otros en un solo cuerpo y un

mismo Espíritu.

Para que se arrepientan y crean en el Evangelio, y con un corazón contrito y

humillado vuelvan a la casa del Padre, para que reciban su abrazo misericordioso cuando

se acerquen al confesionario y confiesen sus pecados, para que por la sangre preciosa de mi

Hijo, les sean perdonados.

Adoren a Jesús, vivan y contemplen el misterio. Hagan oración, consagración y

sacrificio, y reciban mi auxilio y mi compañía, para que reciban mi protección. Porque el

diablo, que es un homicida desde el principio, mentiroso y padre de la mentira, seductor del

mundo entero, está al acecho, como león rugiente buscando a quien devorar. Pero el que es

de Dios escucha las palabras de Dios.

Es necesario que comprendan bien su misión y pongan en práctica la Palabra de

Dios haciendo lo que mi Hijo les diga, para que sean salvadores también de tantos niños

inocentes no nacidos, cuando predicando con el ejemplo y con la Palabra, que el Espíritu

Santo pone en sus bocas, logren persuadir a las madres para que no asesinen a sus hijos,

evitando y erradicando el aborto.

Hijos, ¡están matando a tantos hijos míos, y a tantas vocaciones desde antes de

nacer! Los está matando la obscuridad, porque sus padres no quieren vivir en la luz. Los

está matando la mentira, porque sus padres no quieren vivir en la verdad.

Yo les pido que custodien y protejan mis tesoros que llevan en vasija de barro,

porque los demonios intentarán robarlos. Pero no tengan miedo, los ángeles del cielo los

protegen y los santos interceden por ustedes. Sean dóciles y déjense guiar por el Espíritu

Santo y encomiéndense a mi esposo José, para que los conduzca y los ayude».

+++

PARA MEDITAR – INOCENCIA

«Éste es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo».

Eso es lo que dices tú, sacerdote, exaltando al Hijo de Dios, exaltando su Nombre sobre

todo nombre, para que «al Nombre de Jesús toda rodilla se doble».

Inocencia, eso es lo que exaltas, sacerdote, en el altar.

Inocencia que derrama su sangre en un único y eterno sacrificio, para salvar a los que

han perdido esa inocencia por el pecado original, para devolverles la pureza y la dignidad.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Inocencia en el pesebre y en la cruz, que no puede ser corrompida, porque es inocencia

divina que purifica, que sana, que salva, que redime, que alimenta, que da vida.

Inocencia que resucita para permanecer en medio de un mundo que necesita la sangre y

la carne del Cordero de Dios, en sacrificio para el perdón de los pecados del mundo.

Inocencia nacida de la inocencia de una mujer, que fue creada en la pureza, para

permanecer en la inocencia, siendo modelo y siendo ejemplo de Aquel que vino al mundo

haciéndose obediente hasta la muerte y una muerte de cruz; en la inocencia de una pequeña

creatura entregada en manos de la iniquidad, de la insolencia, de la inmundicia, de la

barbaridad, de la miseria de los hombres y del pecado.

Inocencia que renueva con su sangre, y hace nuevas todas las cosas con su misericordia.

Inocencia plasmada en tu corazón, sacerdote, porque es lo que el sacerdote representa.

Pero la inocencia del sacerdote es corruptible, es tentada, es manchada, es destruida, y daña

la inocencia de los que ellos mismos hacen nacer a la vida, bañándolos de inocencia con el agua

del bautismo.

Date cuenta, sacerdote: eres la imagen de Cristo. Representas la pureza y la inocencia

del Cordero de Dios que quita los pecados del mundo, y que exaltas todos los días entre tus

manos.

Date cuenta, sacerdote, que eres tú quien exalta su nombre. Por tanto, deben ser tus

rodillas las primeras que se doblen. Y debe ser preservada tu pureza, para que tu inocencia sea

exaltada entre tus manos, uniendo tus sacrificios al único y verdadero sacrificio del Cordero de

Dios que quita los pecados del mundo, para que todos los invitados al Banquete del Señor sean

purificados, limpiados, perdonados, redimidos, salvados y dignos de participar con Cristo, por

Él y en Él, de la vida eterna, a través de la pureza de tus manos y de la inocencia de tu corazón.

Inocencia que te hace ser como niño y alcanzar la santidad, porque de los niños es el

Reino de los Cielos.

Inocencia que tú mismo renuevas en cada alma, cuando configurado con el Cordero de

Dios, perdonas y absuelves los pecados de aquellos que, humillados, se acercan al confesionario

para revestirse de pureza y ser dignos de participar del Banquete del Señor.

Inocencia que tú mismo, sacerdote, puedes y debes alcanzar a ejemplo de aquellos que tú

mismo dignificas, humillándote y pidiendo perdón en el confesionario a través de otro que, como

tú, ha sido bendecido con la gracia de Dios, para ser y representar al único Cordero de Dios que

quita los pecados del mundo.

Sacerdote, dignifica tu entrega, configurando tu corazón con Aquél a quien representas

y exaltas en el altar entre tus manos, cuando exaltas su Nombre, y que, en esa inocencia, eres tú

el Cristo inocente, crucificado en la cruz, y que derrama su sangre inocente para el perdón de

los pecados del mundo, a través de tus benditas manos, y que merece la pureza y la inocencia de

esas manos que tocan y exaltan su Cuerpo y su Sangre inocente, que da vida, que redime, que

perdona, que sana, que salva, que alimenta y que justifica la inocencia de los hombres para la

vida eterna.

Renueva la inocencia de tu alma, la pureza de tus manos y la dignidad de tu corazón,

que te hace exaltar tu nombre y llamarte a ti mismo “sacerdote”.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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____________________

CONSAGRADOS A DIOS - SIGNO DE CONTRADICCIÓN

DÍA V DENTRO DE LA OCTAVA DE NAVIDAD

Cristo es la luz que alumbra a las naciones.

Del santo Evangelio según san Lucas: 2, 22-35

Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José

llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo

primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de

tórtolas o dos pichones.

Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que

aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no

moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando

José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó

en brazos y bendijo a Dios, diciendo:

“Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido,

porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos; luz

que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel”.

El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los

bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: “Este niño ha sido puesto para ruina y

resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al

descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: había que cumplir con la ley de Moisés y presentarte en el Templo, para no

llamar la atención. José y María tenían que consagrarte al Señor y cumplir con el rito de la

purificación de la Madre.

En estricto sentido, no hacía falta ninguna de las dos cosas: tú eras el Señor del Templo y

tu Madre la Inmaculada, la Purísima. Pero lo más importante es cumplir la voluntad de Dios.

Y a mí se me viene a la cabeza y al corazón el día de mi consagración en el templo,

cuando fui ungido por las manos del obispo y me impuso las manos para configurarme contigo.

Yo quiero renovar todos los días esa consagración, volviendo al primer amor, y que sean

los brazos de mi Madre los que me ofrezcan.

¿Cómo debe ser, Jesús, esa consagración mía?

+++

«Sacerdote mío: contempla la Consagración de Dios, hecho hombre, a Dios Padre,

por medio de las manos de quien tiene al Espíritu Santo. Ofrenda del fruto del vientre

inmaculado, en donde el Verbo fue encarnado, para habitar entre los hombres.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Consagración de hombre y Dios, a Dios, que amó tanto al mundo que envió a su

único Hijo para salvarlo.

Consagración del Hijo Unigénito de Dios, engendrado del Padre antes de todos los

siglos, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, que por amor

descendió del cielo para ser encarnado en vientre de mujer virgen; para ser hecho hombre;

para ser ofrecido a Dios en manos de los hombres, enviado de Dios a los hombres; para ser

sacrificado en manos de los hombres en beneficio de todos los hombres; para ser luz para el

mundo y como propiciación de los pecados del mundo.

Acepta la compañía de mi Madre y entrégate como ofrenda a Dios, para ser

consagrado por las manos de mi Madre y su Inmaculado Corazón, por mí, conmigo, en mí.

Ofrenda agradable al Padre en un mismo sacrificio, de una vez y para siempre, para la

salvación de tu alma al servicio de Dios, y de todas las almas por quienes te ofreces, para

que, al ser recibido conmigo en las manos del Padre, aumente en ti la fe, la esperanza y la

caridad, y seas enviado de nuevo al mundo como apóstol de amor y misionero de

misericordia, protegido en los brazos de mi Madre, porque no hay creatura que dé mayor

ejemplo de misericordia que una madre.

Porque ¿qué madre, si su hijo tiene hambre, no lo alimenta?

Y si su hijo tiene sed ¿no le da de beber?

Y si su hijo está desnudo ¿acaso no lo viste?

Y si está enfermo ¿no lo cuida?

Y si está preso ¿no lo visita?

Y si regresa a casa ¿no lo acoge?

Y si muere ¿no le da sepultura?

Y ora por él, y lo corrige, y lo perdona, y lo consuela, y le tiene paciencia, y lo

aconseja, y lo enseña. Pero también lo acompaña.

Sacerdote mío: tú has sido elegido desde siempre para ser consagrado a Dios desde

antes que nacieras, porque antes de haberte formado yo en el vientre de tu madre, yo ya te

conocía.

Y a dondequiera que te envíe irás, y dirás todo lo que te mande.

No me apartes de ti, porque a dondequiera que tú vayas yo iré.

Yo he ido dondequiera que hayas ido, y he eliminado a tus enemigos, y te daré un

nombre grande: serás llamado “Padre”.

No tengas miedo, porque yo estaré siempre contigo para salvarte, porque yo no te he

llamado siervo, te he llamado amigo, si tú cumples mis mandamientos, amando a Dios por

sobre todas las cosas, amando a tu hermano como yo te he amado, con amor de padre, con

amor de madre, con amor de amigo, porque nadie tiene un amor más grande que el que da

la vida por sus amigos.

Entrega tu vida al servicio de Dios, sirviendo a tus hermanos con obras de

misericordia. Entonces amarás con amor de padre, y con amor de madre, y con amor de

amigo.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Yo doy mi vida por mis amigos.

Yo soy el Buen Pastor, y doy la vida por mis ovejas. Nadie me la quita. Yo doy mi

vida, para recuperarla de nuevo.

Tú, amigo mío, has sido consagrado para hacer lo que yo te mando, y permanecer en

mi amistad.

Reconcíliate conmigo y regresa, conságrate de nuevo por tu propia voluntad, para

que entregues tu vida como yo, y hagas mi voluntad, uniendo tu voluntad a la mía, y tu

sacrificio al mío, para ser ofrenda agradable a Dios Padre.

Confía en mi Madre, como confío yo, y entrégate al cuidado de sus brazos.

Que sean las manos de mi Madre quienes te entreguen, para que la ofrenda sea bien

recibida.

Que mi Sagrado Corazón te una a su Inmaculado Corazón, y permanezcas bajo su

protección y resguardo, para que por Ella recibas la misericordia derramada en la cruz, y

en ti brille de nuevo la luz para el mundo».

+++

Madre mía: tú acudiste al Templo para cumplir con el rito de purificación de la madre,

sin estar sujeta a esa ley, pero no podías dejar de cumplir con el mandato divino para todo el

pueblo elegido. Y eso también estaba en los planes de Dios.

Era importante la presentación del Niño en el Templo. Consagrarlo a Dios.

Era el mismo Hijo de Dios, pero había adquirido la naturaleza humana. Era necesario

presentarlo al Padre.

Y yo pienso en esa consagración que hago todos los días cuando celebro la santa misa. En

el momento de presentar las ofrendas quiero renovar mi entrega, poniéndola en la patena, junto al

pan y al vino, para que se convierta en el cuerpo y la sangre de Cristo. Quiero renovar mi

consagración a Dios, quien me eligió desde antes de la constitución del mundo.

Y pienso también en ti, que estás presente siempre en el santo sacrificio, de pie a mi

derecha, como una reina, presentándome a mí al Padre, como lo hiciste con tu Hijo.

Y me consagro también a ti, a tu Inmaculado Corazón.

+++

«Hijo míos, sacerdotes: renueven su consagración por voluntad y por amor, para

que renuncien al mundo y se entreguen al servicio de Dios que es para lo que han sido

creados, para lo que han sido llamados y para lo que han sido elegidos.

Entreguen su vida, para que la recuperen de nuevo en la resurrección de mi Hijo, a

través de la consagración a Jesús a través de mi Inmaculado Corazón, y aumente su

devoción a la Sagrada Eucaristía, que es Dios vivo, cuerpo, sangre, alma y divinidad,

presencia, gratuidad y alimento de vida, don, ofrenda y comunión para la unidad del

pueblo Santo de Dios.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Ofrézcanse en el sacrificio del altar, en cada consagración que realizan sus manos, en

el único y verdadero sacrificio redentor que es salvación de los hombres y alimento para la

vida eterna.

Conságrense a mi Inmaculado Corazón elevando sus oraciones al cielo, entregando

su vida por amor a las almas.

Conságrense con verdadera devoción al cuerpo y a la sangre de mi Hijo, en cada

alabanza y en cada adoración a la Eucaristía.

Yo los recibo en mis brazos para que sean cuidados, protegidos, custodiados,

amados, acompañados, para que perseveren en la alegría de ser hombres elegidos y

consagrados al servicio de Dios, de ser hombres divinizados por Dios, para ser Cristos, por

Él, con Él, y en Él, y su luz encienda sus corazones y brille a través de ustedes para el

mundo».

+++

PARA MEDITAR – SIGNO DE CONTRADICCIÓN

«Signo de contradicción».

Ése es Jesús.

Contradicción para los que son del mundo, porque Él no es del mundo, como tampoco

los que son como Él son del mundo, porque han sido consagrados a Dios desde antes de nacer,

para ser la luz que ilumina la obscuridad del mundo.

Ése es el sacerdote.

Consagración, que es entrega total a Dios, para ser todo suyo en el querer y en el obrar.

Consagración, por la que el sacerdote renuncia al mundo, para unir su vida a Cristo en su

Resurrección.

Consagración, promesa de fidelidad.

Consagración, entrega completa del alma a la voluntad de Dios, donación total de

cuerpo y alma en el altar, que consuma el deseo de unión de una criatura con su Creador, por

amor.

Consagración, realidad divina que realizan tus manos en la transubstanciación del pan

y del vino, fruto del trabajo de los hombres, en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, que se dona Él

mismo a los hombres, para ser todo suyo, para hacerlos todos de Él, divinizando con su entrega

la miserable humanidad del hombre, para transformarlo en Él.

Consagración, mutua donación, entrega recíproca, que es una revelación del alma, que

busca, que encuentra, y que ama.

Consagración, ofrenda viva, unida a la Eucaristía, en la que eres configurado con tu

Señor para ser uno, perfectamente uno, como el Padre y Él son uno.

Tú eres, sacerdote, símbolo de contradicción en ti mismo, cuando el mundo te tienta con

sus placeres y tus pasiones, y te encadena a un mundo de pecado, al cual tú no perteneces, porque

para Dios fuiste consagrado, para ser libre, para vivir en plenitud, en la alegría y en el gozo de

ser Cristo y no tú quien vive en ti.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Sacerdote, recupera tu identidad. Descubre quién eres, para qué fuiste creado, y qué has

elegido ser, por tu propia voluntad, cuando fuiste llamado y elegido por quien estás puesto como

luz para iluminar la obscuridad.

Sacerdote, descubre tu brillo, y colócalo en el candelero, porque tú has nacido para ser

signo, para ser señal, para iluminar el camino de los hombres en medio de las tinieblas del

mundo, para ser faro que lleve la barca a puerto seguro.

Descubre en ti, sacerdote, para qué has sido consagrado desde antes de nacer, y

confirmado por tu propia voluntad, entregando a Dios tu libertad, por tu fe y tu lealtad.

Consagración que te hace ser vino y ser pan, y al mismo tiempo ser alimento, por

Cristo, con Él y en Él, para darle al mundo vida y eternidad.

Sacerdote: tú has sido consagrado para amar, y para ser amado por Aquel que es, que

era y que vendrá, y que es el Camino, la Verdad y la Vida, signo de contradicción de muchos,

por el que quedarán al descubierto muchos corazones, y por ti, sacerdote, conseguirá sus

conversiones.

Eres tú, sacerdote, destinado por Dios para ser profeta de las naciones, y la luz que

ilumina al mundo, para consagrar a todos los hombres del mundo a Dios, estableciendo el

Reino de Dios en el mundo.

____________________

CRECER Y FORTALECERSE – ALMA DE NIÑO

DÍA VI DENTRO DE LA OCTAVA DE NAVIDAD

Ana hablaba del niño a los que aguardaban la liberación de Israel.

+ Del santo Evangelio según san Lucas: 2, 36-40

En aquel tiempo, había una profetisa Ana hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una

mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de

edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones.

(Cuando José y María entraban en el templo para la presentación del niño), se acercó Ana, dando

gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Israel.

Una vez que José y María cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron

a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría

y la gracia de Dios estaba con El.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: conmueve mucho saber que tú, siendo Dios, también crecías y te fortalecías,

y te llenabas de sabiduría. Es decir, queda muy claro que tu naturaleza humana es igual que la

nuestra.

Tú también aprendiste a hablar, a caminar, a trabajar, a rezar… Y eso me hace pensar en

la importancia de ser como niños, para estar aprendiendo continuamente, creciendo y

fortaleciéndonos continuamente.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Nosotros, tus sacerdotes, somos otros Cristos. Y toda tu vida es modelo. Hemos de

aprender también de tus años de infancia.

Ayúdame, Señor, a aprender siempre de ti, a vivir toda tu vida, también haciéndome niño.

Ayúdame, porque no quiero perderme.

+++

«Sacerdote mío: tú serás la alegría de mi rebaño.

Yo te llevaré a dónde están reunidas las noventa y nueve ovejas de mi rebaño, que

dejé para venir a buscarte.

Te mostraré lo que hago yo con la oveja que se pierde, y que yo mismo salgo a

buscar, y cuando la encuentro la curo, la abrazo y la cuido, para hacerla como mis más

pequeños.

De esta alegría está lleno el cielo, de la alegría de los más pequeños, de los que son

como yo, porque los que son como yo son los que entran en el cielo. Yo te he elegido entre

mis amigos, mis sacerdotes, mis pastores.

No eres tú el que me han elegido. Soy yo quien te ha elegido a ti, para que seas como

yo, para que seas como niño, y seas modelo de inocencia, de pureza, de obediencia, de

abandono, de confianza, de fidelidad, de amistad sincera, de buena voluntad, de fe, de

esperanza, de caridad, de servicio, de entrega, de alma agradecida, de alegría, de paz; para

que seas guía para los hombres del mundo hacia la salvación, el camino, la verdad y la vida,

porque yo soy, y ellos son por mí, conmigo, y en mí.

Yo te he elegido y te he puesto al frente, para que administres mis bienes y los

repartas entre los hombres, entre los ricos y los pobres, y yo te envío para que llegues hasta

los más necesitados, a todos los rincones del mundo, y lleves mi gloria en tu sonrisa de niño,

para que se vea que en tu pequeñez está mi grandeza, en tu humildad mi poder y en tu

debilidad mi fortaleza.

Entonces el mundo verá que basta ser como un niño pequeño, para poder entrar en

el Reino de los Cielos.

Un niño se ciñe a la obediencia de sus padres, y no hay mejor cosa que quiera hacer

que agradarles y recibir su amor y su abrazo.

Un niño llama la atención de su padre para pedir lo que quiere y recibir lo que

necesita.

Un niño se deja llevar de la mano de su padre y va a donde él va, y hace lo que él le

dice, y vive sin preocuparse, porque confía, como hijo, en la providencia y en el amor de su

padre.

Un niño siempre dice la verdad, porque es lo único que conoce.

Un niño juega como niño y sueña a ser grande.

El alma de un niño es misericordiosa, porque un niño es generoso y se da, pero

también pide y siempre está dispuesto a recibir con emoción, con alegría, con ilusión, con

esperanza.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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El rostro de un niño es alegre y es señal de corazón satisfecho, porque un rostro

triste es de preocupación y afán.

Un niño no se preocupa por el mañana, disfruta hoy y deja que el mañana se

preocupe de sí mismo. Bástale a cada día su propio afán.

Un niño se abandona en los brazos de su madre, y en la seguridad de su protección y

de su auxilio en todo momento.

Un niño camina con su madre, la sigue a dondequiera que va, y permite y espera que

ella lo alimente, le dé de beber, lo vista, lo acoja en su casa, lo cure, lo ayude, lo aconseje, lo

enseñe, lo corrija, lo consuele, lo perdone, le tenga paciencia por sus errores, lo proteja y

rece por él.

Un niño crece en estatura, en sabiduría y en gracia de Dios, cuando el modelo que

sigue soy yo ceñido a mis padres en el seno de mi Sagrada Familia: Dios Padre y la Santa

Madre Iglesia.

Pero algunos de mis amigos no están siendo modelos, no se están ciñendo a la

obediencia de sus padres. Se quedan en el templo, pero se olvidan de ser niños por querer

ser grandes, y se pierden.

Y buscan reconocimiento entre los doctores y los sabios, y se pierden.

Y asumen servir a Dios sin buscar a Dios, y se pierden.

Y proclaman la ley de Dios, pero no la cumplen, y se pierden.

Y predican la Palabra de Dios, pero no la entienden, y no la guardan, y se pierden.

Y obedecen primero a la voluntad de los hombres que a la voluntad de Dios, y se

pierden.

Y salen del templo para caminar en medio del mundo, pero no pretenden perder su

vida llevándome a los demás, sino encontrarse ellos mismos, y piensan como los hombres, y

se pierden.

Porque el que quiera salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por mí y

por mi Palabra, la salvará.

Yo envío a mis amigos como niños a llevar la paz a cada casa, a cada familia, a cada

alma. Pero, si no los reciben, volverá la paz a ellos para que la lleven a otra parte.

El que reciba a uno de estos niños en mi nombre a mí me recibe. Y el que dé de

beber tan solo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, tan solo por ser mi amigo, no

perderá su recompensa.

Pero más grande será el premio para el que reciba a uno de estos pequeños que ha

perdido el camino, que ha olvidado la verdad, que ha descuidado la fe y la esperanza de

vida, y lo devuelve al abrazo misericordioso del Padre, que no quiere que se pierda ninguno.

Porque cuando estaba yo con ellos cuidaba en su nombre a todos los que me había

dado. Y velé por ellos, y ninguno se perdió, menos el que tenía que perderse, para que se

cumpliera la Escritura.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Pero ahora estoy sentado a la derecha del Padre y les digo esto para que tengan mi

alegría en cada uno, para que se ayuden unos a otros, para que se amen los unos a los otros

como yo los he amado.

Yo llamo a mis ovejas para que reciban y sigan a mis pastores, y los tomen como

modelo para entrar en el Reino de los Cielos. Pero algunos no están siendo modelo, y se

pierden con ellos.

Yo llamo a las ovejas a través de mi Madre, para que los ayuden y mis pastores se

conviertan, y vuelvan a ser como niños, y ninguno se pierda, para que sean como yo soy, y

sean pequeños, para ser grandes en el Reino de los Cielos».

+++

Madre nuestra: junto con José te ocupaste de ayudar al Niño a crecer y fortalecerse,

consciente de que se trataba de formar al Hijo de Dios, y no te iba a faltar ayuda para hacerlo

bien.

Me queda claro que debo hacerme pequeño, para ser grande en el Reino de los cielos.

Enséñame a hacerme como niño, dame tu inocencia, para aprender de ti, como Jesús.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: ustedes son elegidos para ser grandes, como modelos de

Cristo, pero para ser grandes primero deben hacerse pequeños, humildes y sencillos de

corazón, como los niños, porque el que no se haga como niño no entrará en el Reino de los

cielos, pero el que se haga como niño será el más grande en el Reino de los cielos.

Yo vengo a traerles mi auxilio y mi misericordia, para que todos mis hijos sacerdotes

se salven, porque el Padre que está en el cielo no quiere que se pierda ni uno de estos

pequeños.

Yo les doy este tesoro: la inocencia de mi corazón.

Inocencia para que acojan a todos mis pequeños y no desprecien a ninguno.

Inocencia para que sean modelo de un corazón de niño, y tengan los mismos

sentimientos de Cristo.

Alégrense de su inocencia, porque ustedes son la alegría del cielo».

_______________________

PARA MEDITAR – ALMA DE NIÑO

«Jesús crecía en estatura, en sabiduría y en gracia ante Dios y ante los hombres».

Eso dicen las Escrituras.

Y tú, sacerdote, ¿cómo has crecido?

Has crecido en estatura, en sabiduría y en gracia, pero ¿has conservado el alma de niño?

¿O has crecido en orgullo, en soberbia, en poder, en riqueza, en egoísmo, en vanidad,

en ambición, en ignorancia, en indiferencia, en mundaneidad, en tibieza?

¿O has mantenido tu alma de niño, que es el alma configurada con Cristo?

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Analiza tu conciencia, sacerdote, y revisa el estado de tu alma.

¿Qué es lo que hay en ti?

¿Alegría o amargura?

El alma de un niño es alegre, es servicial, es entusiasta, es optimista, es transparente.

El alma de un niño tiene fe, tiene esperanza, pero sobre todo tiene caridad.

El alma de un niño sabe amar y ama, no se limita por lo que digan los demás,

simplemente ama y se deja amar.

El alma de un niño sabe dar y también sabe recibir.

El alma de un niño da y también recibe.

El alma de un niño es humilde y se deja enseñar, y aprende.

El alma de un niño es inocente, no conoce la maldad, tiende a hacer el bien y a rechazar

el mal.

El alma de un niño agradece, de todo se sorprende, es paciente, es amable, no es

envidiosa, no es soberbia, no es jactanciosa, no es ambiciosa, no busca lo suyo, no se irrita, no

toma en cuenta el mal, no se alegra por la injusticia, le gusta la verdad, todo lo cree, todo lo

espera, todo lo soporta, y es así como crece en gracia ante Dios y ante los hombres.

Tú, sacerdote, cuando eras niño, actuabas como niño, jugabas como niño, sentías como

niño, hablabas como niño, pensabas como niño. Pero ahora eres un hombre y te has desprendido

de las cosas de niño.

Y tu alma, sacerdote, ¿de qué se ha desprendido cuando tú has crecido?

¿Mantiene la inocencia y la conducta de un niño?

¿Conserva la fe, la esperanza y la caridad, o también de eso se ha desprendido?

Y tú, ¿amas, sacerdote?

¿O te has olvidado de ser como niño?

El alma de un niño es fiel y confía en aquél que lo llama amigo, y lo sigue, porque le

gusta estar con él.

El alma de un niño aprende de su padre y se hace obediente, porque escucha y hace

todo lo que él le dice.

El alma de un niño pide, porque se sabe necesitado y acepta ser corregido y

aconsejado, y se propone agradar al que lo provee, al que lo corrige, al que le enseña, al que lo

aconseja, al que lo ama y de quien obtiene la heredad.

Así es el alma sacerdotal. Y de los que son como ellos, es el Reino de los cielos.

Medita, sacerdote, todas estas cosas en tu corazón, y renueva tu alma, corrigiendo tu

conducta, recuperando tu inocencia, rectificando tu intención, fortaleciendo con obras tu fe, tu

esperanza y tu caridad, obrando con pureza y con amor.

Permite, sacerdote, que tu alma de niño se acerque a tu Señor.

Te espera en el sagrario y en cada sacramento.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

136

Te espera en la oración.

Ve a su encuentro y permítele descansar en tus manos cuando se entrega como Pan vivo

bajado del cielo.

Recíbelo en tu corazón y entrégalo a su pueblo, que se ha acercado con la alegría de

reunirse con un amigo, como lo hace un niño.

Deja que los niños se acerquen a ti, sacerdote.

Deja que los niños se acerquen a Cristo.

____________________

ESPOSOS DE LA SANTA IGLESIA - UNA SOLA FAMILIA

FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ

El niño iba creciendo y se llenaba de sabiduría.

+ Del santo Evangelio según san Lucas: 2, 22-40

Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José

llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo

primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de

tórtolas o dos pichones.

Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que

aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no

moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando

José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó

en brazos y bendijo a Dios, diciendo:

“Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido,

porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos; luz

que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel”.

El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los

bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: “Este niño ha sido puesto para ruina y

resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción, para que queden al

descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma”.

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy

anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se

apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Ana se

acercó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban

la liberación de Jerusalén.

Una vez que José y María cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron

a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría

y la gracia de Dios estaba con él.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

137

Señor Jesús: tus padres se quedaron admirados de lo que decía el anciano Simeón.

Aunque conocían muy bien tu divinidad, el asombro era sobre el modo como se iba manifestando

a los hombres.

Simeón dijo, inspirado por el Espíritu Santo, que tú eres luz que alumbra a las naciones. Y

es que toda tu vida, y no sólo tus palabras, iba a iluminar a todos los pueblos del mundo entero.

Hoy quieres iluminarnos con la doctrina sobre la familia, partiendo de tu Sagrada Familia

divina, la Santísima Trinidad, que se expresa en la tierra a través de la familia humana.

Por eso has querido venir al mundo en una familia, para que nos sirva como modelo.

Y has querido también dejarnos la familia de la Santa Iglesia, en donde todos los hombres

podamos permanecer unidos contigo, con un solo corazón y una sola alma.

Yo, sacerdote, debo ser custodio de esa gran familia de Dios, la Santa Iglesia. Un solo

rebaño con un solo pastor. Unidad de sacerdotes y laicos en una sola familia. Somos un cuerpo y

tú eres la cabeza.

Señor ¿qué debo hacer para lograr esa unidad?

+++

«Sacerdote mío: contempla a mi familia.

Epifanía del amor: Trinidad Santa, Sagrada Familia divina, expresada en la

Sagrada Familia humana.

Contempla la luz de mi nacimiento, que lo llena todo, iluminando la noche, disipando

la obscuridad y las tinieblas.

Mis padres están admirados, arrodillados al pie del pesebre. Ellos veneran, alaban y

adoran la luz, extasiados en el amor que los une en Dios, para dar como fruto del amor a

todos los hombres, como hijos de Dios, por medio de la luz que acaba de nacer para el

mundo.

La Luz es la Palabra encarnada, para dar vida al mundo.

He ahí la manifestación del amor misericordioso de Dios, he ahí mi familia: la

Santísima Trinidad, tres personas distintas, un solo Dios, engendrado en vientre de mujer,

para darse como luz al mundo, para formar con los hombres una sola familia, enviando a

Dios Hijo como epifanía del amor, para unir a todos los hombres en el amor que soy yo,

Cristo, que nace en el seno de una familia, para ser ejemplo y vínculo de unión por el

Espíritu Santo, a imagen y semejanza de Dios.

Sagrada Familia que es Padre, y es Madre, y es Hijo, y es unión en el amor. Ejemplo

del deseo de Dios para su gran familia: la Santa Iglesia.

En el principio era la Palabra, y la Palabra era Dios, y todo se hizo por ella, y en ella

era la vida. Y la vida era la luz de los hombres.

Y la luz venció a las tinieblas.

Y la luz venció al mundo.

Y la luz es el amor de la familia de Dios.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

138

Yo soy la luz del mundo, y el que camine en la luz no tendrá obscuridad, sino que

tendrá la luz de la vida.

Recibe, amigo mío, la luz, para que, si caminas en la obscuridad, encuentres la luz, y

si la has encontrado, seas luz para el mundo.

Sacerdotes míos: ustedes son mi familia.

Ustedes son, en unidad conmigo, esposos de la Santa Iglesia, para crear familias a

imagen de la Sagrada Familia, y unirlas en una sola familia: la Santísima Trinidad, que es

un solo Dios.

Ustedes son la sal de la tierra y la luz del mundo.

Constructores del Reino de los Cielos: la gran familia de Dios, un solo pueblo santo.

Lo que ustedes unan, que no lo separe el hombre, porque la unión es en el amor. El

amor soy yo: el Cristo, y ustedes son Cristo, como yo, en el mundo.

Atiendan las cosas de mi Padre.

Permanezcan en la virtud, y sean la luz que brille delante de los hombres, con sus

obras.

Sean misericordiosos, como el Padre que está en el Cielo es misericordioso, y lleven

la luz al mundo, por medio de obras de misericordia, a imagen de la Sagrada Familia.

Misericordia de los padres a los hijos (los hijos sometidos a la voluntad de los

padres), porque mis padres vieron que tenía hambre y me dieron de comer, que tenía sed y

me dieron de beber, que estaba desnudo y me vistieron.

La misericordia del Padre fue derramada para el mundo por medio de la obediencia

del Hijo, para unir por el Hijo a todos los hombres, haciéndolos hijos, unidos con el Hijo al

Padre, por medio del Espíritu Santo, formando en el Hijo un solo cuerpo, que, unido a la

Santísima Trinidad, forman una sola familia.

Son ustedes, sacerdotes míos, pastores de mi pueblo, responsables de reunir a mis

rebaños en un solo rebaño.

Unidad de sacerdotes en Cristo.

Unidad de laicos en familias.

Unidad de familias y sacerdotes en una sola familia: la Santa Iglesia, de la cual yo

soy cabeza.

Unidad a ejemplo de la Sagrada Familia, reunidos en torno a la Madre, porque el

Espíritu Santo está con Ella, y los une al Hijo, y por el Hijo se va al Padre, porque nadie va

al Padre si no es por mí.

Yo estoy en mi Padre y el Padre está en mí.

El que guarda mis mandamientos ese me ama, y el que me ama es amado de mi

Padre, y yo lo amaré y me manifestaré en él».

+++

Page 139: ESPADA DE DOS FILOS I Para la oraci³n personal del sacerdote con el Evangelio de cada da

Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

139

Madre nuestra: el Apóstol Juan te recibió en su casa cuando Jesús se lo pidió desde la

Cruz. A partir de ese momento tú eres Madre de todos los cristianos, los que formamos la familia

de Dios, la Santa Iglesia.

Yo quiero permanecer contigo, recibirte en mi casa, para sentir tu protección y amor de

Madre, y para que reciba también los dones y gracias del Espíritu Santo.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: es aquí, en la humillación de la esclava del Señor, en donde

se manifiesta el amor. Permanezcan conmigo al pie de la cruz, que es en donde, por un solo

hijo que permanece, recibo a todos mis hijos.

Ha sido el más pequeño, y el más amado de mi Hijo, el que lo complació, y lo

acompañó hasta la muerte, quien me recibió como la Madre de todos los hombres.

Él es Juan, y por él se manifiesta la Palabra, para reunir a los hijos con la Madre en

una sola familia.

Yo pido que mis hijos sacerdotes permanezcan con la Madre, como Juan, al pie de la

cruz, y reciban la luz que ha nacido para el mundo, y lleven la luz al mundo, para que

reúnan a todos los hijos con la Madre en una sola familia.

Yo pido que se reúnan en torno a mí, y el Santo Paráclito se manifieste en cada uno,

y les enseñe y les recuerde todo lo que mi Hijo les ha dicho.

Permanezcan conmigo, al pie del pesebre, y al pie de la cruz, recibiendo la luz,

orando, adorando, amando».

+++

PARA MEDITAR – UNA SOLA FAMILIA

«Yo voy a reunir de todas las naciones a mi pueblo, en una sola familia, un solo pueblo

santo. Y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios».

Eso dice el Señor.

Una sola familia: la Santa Iglesia Católica, que reúne de entre las naciones a todos los

hijos de Dios.

Tú, sacerdote, eres medio de unión, porque tú eres padre, porque tú eres Cristo, y por

Él, con Él y en Él eres cabeza, eres centro, haces familia, santificas, alimentas, sanas, reúnes,

eres proveedor, eres pastor, eres esposo de la Santa Iglesia Católica, en la que haces de todo el

pueblo de Dios, un solo pueblo santo, una sola familia.

Familia, esa es la obra de Dios. Desde un principio hombre y mujer los creó, y procrear

y multiplicarse les mandó.

Familia, a través de la que Dios se manifiesta generando vida.

Familia, de la cual hay un solo modelo: la Sagrada Familia.

Unidad en Cristo, unidad en la fe, unidad en la esperanza, unidad en el amor.

Unidad, sacerdote: esa es tu responsabilidad.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Unidad, sacerdote, entre las familias y sus miembros, para establecer en cada familia el

Reino de los Cielos, y así cada familia es un solo miembro que forma un solo cuerpo de Cristo,

con un mismo espíritu, una sola fe, un solo Dios, una sola Iglesia, de la cual Cristo es cabeza.

Familia que acoge, que perdona, que olvida, que vive en armonía, en la que todos se

ayudan, pero que también todos se afectan.

Tú eres, sacerdote, modelo y ejemplo de la segunda persona de la Santísima Trinidad, un

solo Dios verdadero, que en tres Personas distintas manifiestan tu heredad.

Familia que adquiere la responsabilidad de educar, de hacer crecer y alimentar, de

cuidar, de proteger, de aconsejar, de guiar, de reunir a sus miembros en un solo rebaño y con

un solo pastor.

Eres tú, sacerdote, pastor del rebaño de Dios, unión de su pueblo para ser reunido en un

solo pueblo santo de Dios.

Familia conformada a la perfección, siguiendo el modelo de la Santísima Trinidad, para

ser a imagen y semejanza de Dios, porque Dios es padre y es madre, y Dios es amor.

Eres tú, sacerdote, quien bendice y une a las familias por el sacramento del santo

matrimonio entre un hombre y una mujer en plena libertad, por su propia voluntad, que

profesan uno a otro su amor, y les mandas: vayan a procrear y multiplíquense para que formen

una sola familia, un solo miembro del cuerpo de Cristo. Y unes a las familias en torno a la Santa

Iglesia, para ser Una, Santa, Católica y Apostólica.

Eres tú, sacerdote, el responsable de dar ejemplo, de ser un buen padre, de reunir a tus

hijos en torno a la Madre.

Lo que une, sacerdote, es el amor.

No hay más definición de familia que Jesús, María y José, la Sagrada Familia de

Nazaret.

___________________

LOS TESOROS DE MARÍA - REINA Y MADRE DE MISERICORDIA

SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS

Encontraron a María, a José y al niño. Al cumplirse los ocho días, le pusieron por

nombre Jesús

+ Del santo Evangelio según san Lucas: 2,16-27

En aquel tiempo, los pastores fueron a toda prisa hacia Belén y encontraron a María, a

José y al niño, recostado en el pesebre. Después de verlo, contaron lo que se les había dicho de

aquel niño y cuantos los oían, quedaban maravillados. María, por su parte, guardaba todas estas

cosas y las meditaba en su corazón.

Los pastores se volvieron a sus campos, alabando y glorificando a Dios por todo cuanto

habían visto y oído, según lo que se les había anunciado.

Cumplidos los ocho días, circuncidaron al niño y le pusieron el nombre de Jesús, aquel

mismo que había dicho el ángel, antes de que el niño fuera concebido.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

141

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Madre nuestra: tú guardabas y meditabas en tu corazón todo lo que experimentabas

junto a Jesús, como quien guarda unos tesoros que no quiere perder. Pero eres Madre y compartes

todo con tus hijos generosamente.

Nosotros, sacerdotes, también somos pastores, y también hemos recibido el anuncio del

nacimiento de tu Hijo, el Hijo de Dios.

Yo quiero pedirte que compartas tus tesoros con nosotros, para que sepamos conocer a tu

Hijo y amarlo, para servirlo con nuestro sí, con nuestra entrega, con nuestro servicio a nuestra

esposa la Santa Iglesia, para servir a los demás.

Reconociéndote Madre, nos reconocemos hijos. Muéstrate Madre con nosotros, y

compártenos tus tesoros.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: yo soy la siempre Virgen Santa María, la Madre de Dios y

Reina del Cielo.

Y, por mi Hijo, soy la Madre de todos los hombres: hijos en el Hijo.

Contemplen en este Niño, el rostro de un rey, el más pequeño.

No desprecien al más pequeño, porque el más pequeño es el más grande en el reino

de los cielos.

Contemplen a los pastores que vinieron a adorar a este Niño, postrados ante el

pesebre, como ante un altar. Yo me maravillé de todo lo que de Él decían.

Parecía como si desde antes lo conocieran, como si supieran todo lo que por Él

sucedería.

Y no se fueron, se quedaron a custodiar el tesoro más grande jamás conocido, el

tesoro tan anhelado, por fin encontrado.

Nos alimentaron y nos dieron de beber, nos trajeron agua y comida, y se encargaron

de que nada nos faltara.

Entonces vi la providencia divina: la misericordia en manos de los pastores.

Y en mi corazón entendí que nadie debe despreciar a ninguno de estos pequeños.

Nadie debe despreciar a mis pastores, porque todo aquel que da de beber tan solo un

vaso de agua a uno de estos pequeños, por ser de mi Hijo, no quedará sin recompensa.

Porque quien recibe a uno de estos pequeños, es a mi Hijo a quien recibe, y quien

recibe a mi Hijo recibe a aquel que lo ha enviado.

Ustedes son mis pastores.

Ustedes son bienaventurados porque son pobres de espíritu, porque son mansos de

corazón, porque lloran, porque tienen hambre y sed de justicia, porque son misericordiosos

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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y limpios de corazón, porque buscan la paz, porque son perseguidos por causa de la justicia,

y son injuriados, y perseguidos por la causa de mi Hijo.

Ustedes recibirán la herencia del Reino de los Cielos, y de ustedes será la tierra.

Y serán consolados, y serán saciados, y recibirán misericordia, y ustedes verán a

Dios, y serán llamados hijos de Dios, y lo llamarán Padre, y su recompensa será grande en

el cielo.

Permanezcan en oración, para fortalecer su fe, su esperanza y su caridad.

Fe al creer en las promesas de Jesús que es el mismo ayer, hoy y siempre.

Esperanza al acudir a la oración dispuestos a seguir sirviendo.

Caridad al quedarse junto a mí, y arrodillarse para alabar, y adorar, y bendecir, y

amar.

Reciban la misericordia de mi Hijo, fruto bendito de mi vientre:

Misericordia derramada desde Dios para los hombres, enviando a su Hijo a nacer

entre los hombres para entregar su misericordia a los miserables del mundo, porque Él no

tiene miserias. Está lleno. No le falta nada.

Misericordia a los orgullosos, porque Él es humilde.

Misericordia a los pobres, porque Él es riqueza y abundancia.

Misericordia a los hambrientos, porque Él es alimento.

Misericordia a los oprimidos y a los cautivos, porque Él es libertad.

Misericordia a los muertos, porque Él es vida.

Misericordia a los enfermos, porque Él es salud.

Misericordia a los que no tienen casa, porque Él es morada.

Misericordia a los desnudos, porque Él está vestido de sangre que purifica y salva, y

de gloria para la vida eterna.

Misericordia al que no sabe, porque Él es Maestro.

Misericordia al que se equivoca, porque Él corrige a los que ama. Él nunca se

equivoca, porque él es perfecto.

Misericordia al necesitado y al triste, porque Él es consejo y consuelo.

Misericordia al pecador, porque Él es el Cordero de Dios que quita los pecados del

mundo.

Misericordia derramada desde el pesebre hasta la cruz, en la que los hace a todos

hijos en el Hijo, para cubrir sus miserias, haciéndolos como Él, que es Santo.

Él nunca se equivocó, porque Dios es perfecto, pero tuvo la humildad de aprender a

ser un niño. Aprender, no a ser perfecto, porque ya lo era, sino a ser hombre, expuesto al

mundo.

Todo hombre, para ser hombre, tiene que ser primero niño, y al hacerse hombre

debe hacerse como niño, porque de los niños es el Reino de los Cielos.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Por este Niño las naciones se levantarán una contra otra, y después de la guerra

traerá la paz.

Pero antes, tendrá que padecer mucho y ser reprobado por los sabios y los

poderosos.

Y se mantendrá bajo la ley, derramando sangre bajo la ley, para ser nombrado como

el ángel me lo ha anunciado: Jesús.

Pastores míos, permanezcan reunidos conmigo, a los pies de este Niño, en la

disposición de servirlo, orando, adorando, amando».

+++

PARA MEDITAR – REINA Y MADRE DE MISERICORDIA

«Bienaventurados los misericordiosos porque ellos recibirán misericordia».

Eso dice Jesús.

Se refiere a ti, sacerdote, y se refiere a Él, porque Él es la misericordia misma.

La misericordia de Dios ha nacido del vientre inmaculado y puro de una mujer.

Su nombre es María.

La misericordia de Dios ha sido enviada y ha nacido al mundo.

Su nombre es Jesús.

La misericordia ha sido derramada para el mundo desde el martirio del Hijo de Dios en

una cruz, para que llegue a todos los rincones del mundo, a través de los que Él mismo ha

llamado y ha elegido, y ha destinado para que sean bienaventurados.

Ese eres tú, sacerdote.

Nacido en el mundo, pero elegido desde antes de nacer, para no ser del mundo, sino

para ser bienaventurado.

Eso es a lo que tú, sacerdote, estás llamado, para ser pobre de espíritu y limpio de

corazón, para ser manso y tener hambre y sed de justicia, para derramar lágrimas y llorar,

pero para trabajar por la paz, para ser perseguido por causa de la justicia, para recibir injurias y

ser perseguido por la causa de Cristo, para ser por Él, con Él y en Él, la misericordia misma.

Bienaventurado seas, sacerdote, porque a eso estás llamado, para eso has sido elegido,

para eso has sido consagrado, y para eso has sido destinado, porque para eso has nacido.

Tu nombre es Cristo, Profeta de las naciones, Pastor, Sacerdote, Guía, Padre,

Maestro, Regidor, Apóstol, Discípulo de amor, y has nacido para ser en todo igual que el Rey,

para proclamar la Buena Nueva y establecer su Reino en la tierra.

Pero para ser como Él, un verdadero Sacerdote, Profeta y Rey, debes conocerlo.

El que quiera conocer al Hijo, que conozca a la Madre.

María, su nombre es María.

Ella es Reina y es Madre. Es tu Reina, sacerdote, y es tu Madre.

Ella es Madre de gracia y de misericordia.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Ella es quien te ha visto nacer y quien te ha recostado en un pesebre, que es altar y es

cruz, que es sepulcro y es gloria de resurrección, que es signo de vida, y es desde donde brilla tu

luz al mundo, para que llegue la luz de Jesús y su misericordia a todos los rincones del mundo.

Es ella quien te abraza y te envuelve en pañales para que no tengas frío.

Es ella quien te alimenta con sus pechos para que no tengas hambre, para que no tengas

sed.

Es ella quien procura tu salud, y quien te protege con su manto durante la persecución

para que mantengas tu libertad.

Es ella quien te procura un techo y te acoge como verdadero hijo, porque Ella es

verdadera Madre.

Es ella quien te ayuda a perseverar en la fe, en la esperanza y en el amor, y te sostiene en

la cruz para ayudarte a morir al mundo y recostarte en el pesebre que es altar, es cruz y es

sepulcro, para que nazcas, para que vivas, para que mueras, para que resucites por Cristo, con Él

y en Él, y vivas con Cristo resucitado en el mundo, para que lleves su misericordia a todos los

hombres, para que todos los hombres se salven.

Ella es quien te acompaña cuando todos se han ido.

Ella es quien te recibe en sus brazos para que descanses cuando no tienes un sitio en

donde reclinar tu cabeza.

Ella es quien te enseña, quien te aconseja, quien te ayuda a reconocer tus errores y a

pedir perdón.

Ella es quien te consuela, quien te perdona y tiene paciencia cuando te equivocas, pero

te corrige con amor, porque ella conoce tu fragilidad, tu debilidad, tu humanidad, pero ella ora

por ti y te ayuda a mantenerte en la divinidad de Aquél que te ha configurado con Él, para que

seas lo que has venido a ser: un bienaventurado hijo de Dios, para darle gloria a tu Padre,

cuando cumplas tu misión, llevando en tu ministerio esa gloria de Dios que decide compartir con

los hombres, porque los ama.

Tanto los ama, que te envía a ti sacerdote, como envió a su Hijo al mundo, para que todo

el que crea en Él y en que Él es el Hijo de Dios, tenga vida eterna, para que todo el que crea en Él

se acerque a ti, para recibir la misericordia de Dios Padre, que los hace hijos, para darles su

heredad que es el Cielo, el Paraíso, la Eternidad compartida por Cristo, con Él y en Él, contigo.

Conoce a la Madre, sacerdote, para que conozcas al Hijo, para que seas como Él:

Bienaventurado.

Eso es lo que tú has sido llamado a ser.

Para ser como Cristo, primero debes ser hijo.

Para ser Cristo, debes configurar tu vida con la vida de Él.

Y no hay mejor maestra que su Madre.

Su nombre es María.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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PROTEGIDOS POR LA MADRE – ACTUAR IN PERSONA CHRISTI

2 DE ENERO, FERIA DEL TIEMPO DE NAVIDAD

Viene después de mi alguien que existía antes que yo.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 1, 19-28

Éste es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén

a unos sacerdotes y levitas para preguntarle: “¿Quién eres tú?”.

Él reconoció y no negó quién era. Él afirmó: “Yo no soy el Mesías”. De nuevo le

preguntaron: “¿Quién eres, pues? ¿Eres Elías?”. Él les respondió: “No lo soy”. “¿Eres el

profeta?”. Respondió: “No”. Le dijeron: “Entonces dinos quién eres, para poder llevar una

respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?”. Juan les contestó: “Yo soy la voz que

grita en el desierto: ‘Enderecen el camino del Señor, como anunció el profeta Isaías”.

Los enviados, que pertenecían a la secta de los fariseos, le preguntaron: “Entonces ¿por

qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el profeta?”. Juan les respondió: “Yo bautizo con

agua, pero en medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen, alguien que viene detrás de

mí, a quien yo no soy digno de desatarle las correas de sus sandalias”.

Esto sucedió en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan bautizaba.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: el Bautista la pasó mal siendo cuestionado por sacerdotes y levitas. “¿Quién

eres tú?” Le preguntaban. Seguramente les incomodaba su predicación y querían saber con qué

autoridad hablaba.

Hablaba de conversión, y no todos quieren convertirse.

Pero él sólo preparaba tus caminos, tú eras aquel que estaba en medio de ellos y no te

conocían.

Señor, yo sé que también a mí, sacerdote, que soy otro Cristo, me debe pasar lo mismo:

debo hablar de conversión, debo preparar tus caminos, cargar con mi cruz y nunca negarte. Me

siento débil para eso, necesito los cuidados y la protección de los brazos de mi Madre.

¿Cómo puedo tener presente siempre esa ayuda materna, sobre todo en los momentos

difíciles?

+++

«Sacerdotes míos: que María, mi Madre, sea su modelo y su ejemplo.

Que sea la presencia de ella su fortaleza, para que nunca nieguen a Cristo, para que

permanezcan en Cristo, porque son la voz que grita en el desierto, y también son Cristo que

bautiza con el Espíritu Santo, para hacerlos hijos a todos.

Acompañen a mi Madre al pie de mi cruz, y humíllense, como mi Madre se humilla,

para enaltecer al Hijo.

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146

Mediten en su corazón el tesoro que mi Madre lleva en el suyo, y permanezcan

conmigo, en la fe, en la esperanza y en mi amor».

+++

Madre nuestra: en este tiempo de Navidad te hemos contemplado con el Niño en brazos,

con ternura de madre, con un amor al Hijo que no se puede igualar.

Nosotros, tus sacerdotes, somos otros Cristos, y nos sentimos también especialmente

protegidos por tus brazos, por tu amor, sobre todo en los momentos de dificultad. Tenemos

presente que Jesús mismo, desde la Cruz, te pidió esa protección, y Juan te llevó a su casa.

Pero puede suceder también que nos descuidamos, y dejamos de acudir a tu amparo. Tú

siempre velas por nosotros, pero nos distraemos con nuestras cosas, con nuestra soledad, sin tener

en cuenta que tú pisas la cabeza del demonio, quien no puede nada contra ti.

Yo te pido que no nos sueltes de tu mano, y que nos sigas transmitiendo los tesoros de tu

corazón, para ser buenos hijos en el Hijo.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: contemplen a Dios en este Niño, que es mi Hijo, y mírense

todos en Él.

Ustedes son como bebés, que nacen en el altar cuando son ordenados.

Miren a mi Hijo, que es el Todo, Dios hecho hombre, por quien fueron hechas todas

las cosas, necesitado del calor del abrazo de su madre, ser alimentado, limpiado, abrigado,

protegido, cuidado, amado.

Contemplen cómo Dios es alimentado de los pechos de su esclava, abandonado a mi

merced, confiando en mi protección y en mis cuidados de madre, fortalecido por el alimento

que Él mismo provee, a través de mí.

Confiando totalmente en los cuidados y en la protección de un corazón de madre, a

través de mí.

Entregado totalmente a los hombres, humillado desde su nacimiento hasta su

muerte, entregado en manos de los hombres, a través de mí.

Donación total de Dios al hombre, para llevar al hombre a Dios, a través de mí y de

este Niño, fruto bendito de mi vientre, a quien debo cuidar y proteger, y hacer crecer para

entregarlo y entregarme con Él, en manos de los hombres, para la salvación de los hombres,

para la gloria de Dios.

Y guardo en mi corazón esta responsabilidad, de recibir, de cuidar, de proteger, de

hacer crecer, de acompañar, de sostener y de entregar al Hijo.

Pero algunos de ustedes no están siendo protegidos, porque se han alejado de mis

brazos, están solos. Soledad que aprovecha el demonio.

Yo piso la cabeza de la serpiente, por medio de mi corazón de Madre bien dispuesto,

que se entrega por amor, unido al de mi Hijo en sacrificio, para la salvación de ustedes, mis

hijos sacerdotes.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

147

Yo quiero recibirlos y enriquecerlos con los tesoros que yo medito en mi corazón,

desde que son ordenados en el altar, y que son como niños recostados en el pesebre, débiles,

indefensos, expuestos al mundo, para cuidarlos, para protegerlos, para fortalecerlos, para

que crezcan y se suban a la cruz, para sostenerlos y mantenerlos en la perseverancia hasta

el final, porque muchos serán torturados, y los matarán, y serán odiados de todas las

naciones por el nombre de mi Hijo, pero el que persevere hasta el final se salvará.

Yo arrullo en este Niño a cada uno de ustedes, mis hijos sacerdotes, para protegerlos

y cuidarlos, para que la misericordia de Dios llegue a ustedes a través del arrullo de mi

amor de Madre».

+++

PARA MEDITAR – ACTUAR IN PERSONA CHRISTI

«Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».

Esto dice el sacerdote.

Esto dice Cristo, a través del sacerdote.

Esto dice el que vino detrás de los profetas a bautizar no con agua, sino con el Espíritu

Santo, y que ningún profeta es digno de desatarle las sandalias.

Pero que Él mismo configura al sacerdote, para que sea Él mismo, a través del sacerdote

que actúa in persona Christi, para afiliar a cada uno de los hombres al Padre, perdonando y

borrando toda mancha de pecado, para ser dignos y verdaderos hijos del Padre.

Éste es el sacerdote: el que tiene este poder en sus manos y en su palabra, para

transformar completamente un alma.

Eres tú, sacerdote, en quien Dios descansa cuando ve consumada su obra a través de ti.

Eres tú, sacerdote, en quien Dios confía sus obras, para que sean realizadas a través de

ti.

Eres tú, sacerdote, con quien Dios participa su redención salvadora: su obra redentora y su

misión salvífica, uniéndote con su persona y su divinidad, en su único y eterno sacrificio, en el

que otorga a todos los hombres la gracia de unirse a Él y de permanecer en Él, para que todo el

que crea en Él, tenga vida eterna.

Eres tú, sacerdote, quien consuma la misión a la que el Hijo ha sido enviado al mundo

por el amor del Padre, que amó tanto al mundo, que se entregó Él mismo a través de la entrega de

su Hijo, para que todos puedan salvarse, y es el Hijo que tanto amó a sus amigos, que los hizo

partícipes de esta misión de tal manera, que aunque Él se haya despojado de sí mismo para

adquirir la naturaleza humana, para hacerse en todo como los hombres, menos en el pecado, para

morir en manos de los hombres para que el mundo sea salvado, ha querido compartir la gloria

de la salvación de cada uno contigo, su amigo.

Tanto te ama, que no ha querido recibir Él solo la gloria de su Padre. Te hace a ti,

sacerdote, ser parte.

Tanto así te ama. Tanto así sufre por ti, cuando tú no te dejas amar por él, y no

correspondes a su amor, cuando tú te alejas de su amistad, y no aceptas ser parte de la gloria del

Padre, que tiene preparada para ti, de la cual su Hijo ya goza sentado a su derecha, esperándote.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Eres tú, sacerdote, amor predilecto de Dios.

¡Date cuenta! ¡Acepta! ¡Vive y agradece ese amor que no mereces!, pero que Él, siendo el

Hijo de Dios, tiene derecho a decidir entregarte, porque Él quiere amarte. Y te ama.

Eres tú, sacerdote, quien ha sido llamado y elegido para clamar con voz fuerte en medio

del desierto a todos los hombres: “¡arrepiéntanse y crean en el Evangelio! ¡Conviértanse!”

Con esa convicción. Porque tú sabes que el que llama no eres tú. Es el Hijo de Dios. Y es

la voz de Dios tu voz, cuando el Espíritu Santo pone sus palabras en tu boca.

Eres tú, sacerdote, el que tiene el compromiso, la responsabilidad y el deber de actuar

en la persona de Cristo, porque esa es su voluntad, para bautizar, para confirmar en la fe, para

entregarlo y entregarte con Él en cada Eucaristía, a cada alma desde la primera vez, de

perdonar, de unir y de regresar esa alma al abrazo misericordioso del Padre, para quien

consigues por Cristo, con Él y en Él, la vida eterna para cada uno.

¿Cuánta gloria, sacerdote, quieres dar al Padre?

¿Cuánta gloria, sacerdote, quieres compartir con Cristo?

Que sea tu gloria la gloria de cada hombre bautizado en el Espíritu Santo, confirmado

en la fe, reunido con Cristo a través de la Eucaristía y ungido en el amor de Dios para la vida

eterna.

Eres tú, sacerdote, corredentor con Cristo, por Él y en Él, para darle a Dios Padre,

omnipotente, toda la gloria que merece, por cada pecador que se convierte. Que seas tú,

sacerdote, el primero en convertir tu corazón para permanecer en Cristo, con Él y en Él,

llevando almas al cielo, la tuya primero, para la gloria de Dios.

____________________

DAR TESTIMONIO - EL NOMBRE DE JESÚS

3 DE ENERO, FIESTA DEL SANTÍSIMO NOMBRE DE JESÚS

Este es el Cordero de Dios.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 1, 29-34

Al día siguiente, vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacia él, y exclamó: “Este es el

Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo he dicho: ‘El que

viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’. Yo no lo

conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que él sea dado a conocer a Israel”.

Entonces Juan dio este testimonio: “Vi al Espíritu descender del cielo en forma de paloma

y posarse sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel

sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu

Santo’. Pues bien, yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: qué importante es dar testimonio de la verdad.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Juan estaba seguro de que tú eras el Hijo de Dios. No dudó en presentarte como el

Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Y al decir Cordero estaba hablando de

sacrificio, de entrega, de muerte.

Era lo que Dios había establecido en la Ley de Moisés: para darle culto había que

sacrificar corderos, limpios, puros, sin mancha.

Señor: yo también, como sacerdote, debo dar testimonio de ti, de la verdad, sin miedo al

sacrificio. Y debo hacerlo porque has derramado tu sangre para purificar, para sanar, para salvar a

todos los hombres y llevarlos a la casa del Padre. Y para eso cuentas conmigo.

Jesús ¡dame la fe que necesito para cumplir bien con esa misión!

+++

«Sacerdotes míos: el Padre del cielo ha enviado a su único Hijo al mundo para que

todo el que crea en Él tenga vida eterna. Y yo he entregado mi cuerpo limpio, puro, sin

mancha ni pecado. Pero los hombres del mundo han enviado al Hijo a la muerte, para

devolverlo al Padre, herido el cuerpo, abierto el corazón y desfigurado el rostro, por el

pecado de los hombres.

Esta es mi sangre derramada para el perdón de los pecados de todos los hombres,

para entregar a los hombres a Dios a su imagen y semejanza, tal como Él los creó: limpios,

puros, sin mancha ni pecado. Pero la lepra del pecado ha permanecido en los hombres,

porque no han creído que el Hijo de Dios sí puede sanarlos.

Que den testimonio de esto los que crean en mí, porque todo el que cree en mí y

cumple mis mandamientos, ha sido sanado.

Den testimonio también del don de la fe que Dios les ha dado para creer en Él, para

creer en mí, porque todo el que cree en el Hijo de Dios viene de Dios y da testimonio de la

verdad.

Hagan lo que yo les digo».

+++

Madre nuestra: tu preocupación de madre alcanza a todos tus hijos, y por eso esperas

que nosotros, tus hijos predilectos, demos testimonio de Jesús, para que todos lo conozcan,

incluyendo a las ovejas “que no son del mismo redil”, para que toda lengua confiese que

Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

Tú quieres a todos tus hijos, porque sabes que la sangre de Jesús nos redimió a todos, y

quieres que su sacrificio sea eficaz.

Tú quieres que hagamos todo lo que Él nos diga, para cumplir así la voluntad de Dios y

ver así actuar su gracia a través de nuestras manos.

Tú sigues queriendo mantenernos muy unidos en la oración, para que el Espíritu Santo se

derrame en todos tus hijos, y al nombre de Jesús toda rodilla se doble, en los cielos, en la tierra y

en los abismos.

Madre ¿cómo quieres que sea el testimonio de tus sacerdotes?

+++

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

150

«Hijos míos, sacerdotes: el corazón de la Santa Iglesia, de la cual mi Hijo es cabeza,

está en el Papa, quien une a los cardenales y obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos,

consagrados y laicos, bautizados en este cuerpo místico de Cristo en una misma fe, en un

solo pueblo santo de Dios.

Y tiene el poder de atar y desatar, porque mi Hijo se lo ha dado, y todo lo que ate en

la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desate en la tierra quedará desatado en el

cielo.

Afuera de la Iglesia hay más hijos míos, que son ovejas que no son de este mismo

redil. Pero todos son mis hijos, y yo los quiero a todos.

Para eso ha entregado su vida el que ha venido al mundo, el que era, el que es y el

que vendrá, para hacerlos hijos a todos en el Espíritu, para salvarlos a todos con su sangre

y llevarlos a todos unidos en Él, a la casa del Padre.

Lleven, hijos, su testimonio de amor y misericordia al mundo, porque todos son hijos

de Dios y todos son mis hijos.

Y todos los que crean en mi Hijo, como el Hijo de Dios todopoderoso, por la gracia

de la fe serán salvados, pero por las obras obtendrán la plenitud de la vida eterna en la

gloria de Dios, cuando sean juzgados.

Hagan entonces lo que Él les ha dicho, y lo que Él, con sus obras, les ha enseñado,

para que su misericordia llegue a todos. La misericordia se derrama en la cruz elevada,

desde el corazón abierto de Jesús, de arriba hacia abajo, de los sacerdotes a los laicos, y de

abajo hacia arriba, de los laicos a los sacerdotes, uniéndolos en el círculo del amor de Dios

por el Espíritu Santo.

Que sea la oración de los laicos un torrente de sangre viva para los sacerdotes, en la

entrega de mi amor, por medio de una ofrenda mutua de amor, de madres e hijos unidos

por el Espíritu para la gloria de Dios, y vivifique el corazón de la Iglesia, para unir a todos

mis hijos, por la misericordia divina, en un solo pueblo santo de Dios.

Todo el que da testimonio de mi Hijo da testimonio de la verdad y todo el que da

testimonio de la verdad viene de Dios, para hacer su voluntad».

+++

PARA MEDITAR – EL NOMBRE DE JESÚS

«Y por eso Dios lo exaltó y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre; para que al

nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua

confiese: “¡Jesucristo es el Señor!, para gloria de Dios Padre”».

Eso dicen las Escrituras.

Y tú, sacerdote, eres quien da testimonio de Jesús.

El testimonio de Jesús es que Él es el Hijo de Dios, que Dios nos ha dado vida eterna y

que esa vida está en su Hijo.

Ese es el testimonio de Jesús, y ese es el testimonio del sacerdote, que, con su vida, con

su ejemplo, con sus obras y con su palabra, da testimonio de que Jesús es el Cordero de Dios

que quita los pecados del mundo. Que ha venido enviado por su Padre, para que este testimonio

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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se cumpla en todos los rincones del mundo, para que al nombre sobre todo nombre que Dios ha

otorgado a su Hijo, a quien ha exaltado, toda rodilla se doble.

Su nombre es Jesús.

Jesús es testimonio del amor y de la misericordia de Dios.

Jesús es el nombre del amor.

Jesús es la melodía que cantan los ángeles para alabar y bendecir a Dios.

Jesús es la alegría de los hombres al profesar su Santo Nombre.

Porque Jesús significa salvación, redención, perdón, vida, verdad, camino, libertad,

cielo, paraíso, gloria, eternidad, promesa cumplida, gozo, plenitud, felicidad.

Jesús es Dios con nosotros, signo de alianza, de unión, de filiación divina, en quien

toda palabra de los profetas se cumple.

Jesús es esperanza.

Jesús es la corona que se alcanza, la tierra prometida, la ciudad de Dios, el pueblo

santo, el alimento que sacia, la bebida por la que nadie ya jamás tendrá sed.

Jesús es la palabra que era junto a Dios desde el principio, desde antes de que el mundo

existiera.

Jesús es el principio y el fin, el alfa y la omega. Es el que es, el que era y el que vendrá.

Es el que está a la puerta y llama, para que lo escuchen y lo dejen entrar.

Jesús es el Buen Pastor que reúne a su rebaño en un solo pueblo santo con un solo Pastor.

Jesús es quien dice “también tengo ovejas que no son de este redil”, y envía a sus Pastores

a traerlas, porque Él no ha venido a buscar a justos, sino a pecadores, para reunir a todos los

hombres en un solo cuerpo, por un mismo espíritu, para la gloria de Dios.

Jesús es el nombre del Hijo de Dios, para que a su nombre toda rodilla se doble en el

cielo, en la tierra y en los abismos, porque Él es el Cristo, el Mesías, el que ha nacido de vientre

puro e inmaculado de mujer, el que ha padecido en manos de los hombres, el que ha muerto y

ha resucitado, y ha subido al cielo, para sentarse a la derecha de su Padre, para ser coronado

con la gloria que tenía con su Padre antes de que el mundo existiera, para ser declarado Cristo

Rey de los Ejércitos, Rey del Universo, Rey de reyes y Señor de señores, para venir de nuevo

a recuperar lo que con su muerte ha ganado: cada alma que cree en Él, para llevarlos a gozar de la

gloria de su cielo.

Eres tú, sacerdote, el que da testimonio de Él.

Eres tú, sacerdote, testimonio vivo del significado del Nombre Santo de Jesús.

Eres tú, sacerdote.

Tu nombre, también es Jesús.

____________________

CONTEMPLAR A JESÚS – EL QUE TIENE A DIOS NADA LA FALTA

4 DE ENERO, FERIA DEL TIEMPO DE NAVIDAD

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Hemos encontrado al Mesías.

+ Del santo Evangelio según san Juan: 1, 35-42

En aquel tiempo, estaba Juan el Bautista con dos de sus discípulos, y fijando los ojos en

Jesús, que pasaba, dijo: “Éste es el Cordero de Dios”. Los dos discípulos, al oír estas palabras,

siguieron a Jesús. Él se volvió hacia ellos, y viendo que lo seguían, les preguntó: “¿Qué

buscan?”. Ellos le contestaron: “¿Dónde vives, Rabí?”. (Rabí significa ‘maestro’). Él les dijo:

“Vengan a ver”.

Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Eran como las cuatro de la

tarde. Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron lo que Juan el Bautista

decía y siguieron a Jesús. El primero a quien encontró Andrés, fue a su hermano Simón, y le dijo:

“Hemos encontrado al Mesías” (que quiere decir ‘el Ungido’). Lo llevó a donde estaba Jesús y

éste, fijando en él la mirada, le dijo: “Tú eres Simón, hijo de Juan. Tú te llamarás Kefás” (que

significa Pedro, es decir, ‘roca’).

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: dice Juan: “eran como las cuatro de la tarde”. Cuando leemos esas palabras

nos puede venir el pensamiento de decir que no tenía eso mayor importancia. ¿Qué más da qué

hora era?

Pero para el discípulo amado sí tenía mucha importancia: fue la hora en que cambió su

vida para siempre. Fue la hora del amor que transformó su corazón. Su vida se dividió entre el

antes y el después de conocerte a ti.

A partir de ese momento Juan debía conocer muy bien tus mandamientos, y permanecer

en ti, que eres el camino, la verdad y la vida. Y tenía que prepararse para tomar la cruz de cada

día, y morir contigo.

Señor ¿yo te conozco realmente? ¿Permanezco en tu amor?

Te trato en la oración, y te conozco “en los libros”, pero quisiera conocerte más, para

poder ser un buen instrumento tuyo.

+++

«Sacerdotes míos: yo soy el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

Es el sacerdote, en la configuración conmigo, el Cristo, el que eleva la ofrenda al

Padre, uniéndose en mi único y eterno sacrificio, para que todo el que crea en mí y coma de

este alimento de vida, que es mi Cuerpo y es mi Sangre, tenga vida eterna.

Si sus manos están sucias, por mi misericordia las purifico en el instante de la

transubstanciación, para alimentar a mi pueblo.

Pero yo quiero manos que permanezcan limpias y puras. Yo quiero que ustedes,

sacerdotes, permanezcan en mí todo el tiempo, como yo permanezco en ustedes.

Qué cumplan mis mandamientos, para que permanezcan en Dios, y Dios en ustedes.

Que sean sacerdotes santos, para que sean ejemplo.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

153

Para que guíen en el camino, siguiendo el camino. El Camino soy yo.

Para que prediquen la verdad, viviendo en la verdad. La Verdad soy yo.

Para que crean en mí y tengan vida. Yo soy la Vida.

Que cuando los llame me sigan, y vean mis señales, para que al enviarlos vayan como

yo a anunciar la buena nueva del Reino de los Cielos.

Que permanezcan como un niño en los brazos de mi Madre, para que ella los vista

de su pureza y los mantenga bajo su protección

Esta es mi mayor señal: el Hijo de Dios es el Cordero que quita los pecados del

mundo, el Mesías, el Cristo, el que les dice: “Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de

los Cielos”.

El sacerdote es Cristo, y Cristo es el sumo y eterno sacerdote».

+++

Madre mía: sé que contemplando los misterios del Santo Rosario puedo conocer más a

Jesús, porque tú eres el mejor camino para llegar a tu Hijo.

Quiero aprender de ti, porque tú sabías conservar en tu corazón toda la vida de Jesús,

aprender de Él, atesorar y entender lo que te enseñaba.

Enséñame a hacerlo bien, para que, identificado con Cristo, pueda llevar a todas las almas

el anuncio del Reino de los Cielos.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: que sea el Rosario señal de oración, y el Escapulario señal

de Consagración.

Es así como permanecen en mis brazos y les doy mi protección. Es el camino más

seguro para la conversión de su corazón, para vestirlos con mi pureza, cumpliendo los

mandamientos por amor, viviendo en la virtud por amor, siendo ejemplo del amor.

Contemplen en el tesoro de mi corazón el misterio ahí guardado, misterio de la

Santísima Trinidad.

Contemplen a mi Hijo, que crecía en estatura y en sabiduría, aprendiendo la ley y

entendiéndolo todo, aún más que los sabios y los doctores, entendimiento que enseñaba.

Y mi Hijo, desde pequeño, fue discípulo y fue maestro.

Él aprendía con humildad a ser como los hombres. Y él enseñaba con sabiduría la

ley de Dios a los hombres.

Él fue mi maestro. Todo lo que guardo en mi corazón, lo aprendí por Él, y yo lo

podía atesorar y entender, porque el Espíritu Santo estaba conmigo.

Y era un niño y era Dios, y era sabiduría y entendimiento, y era toda la ciencia y era

consejo, y era piedad y fortaleza, y de Él aprendí el temor de Dios.

Él veía las señales de Dios Padre, decía que eran claras. Y vio que era hora de partir,

y anunciar, y enseñar, y su alegría iluminó mi rostro.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Y me llenó de alegría, porque iba a anunciar la buena nueva del Reino de los Cielos,

y yo todo eso lo entendía. Anuncio de libertad, de amor, de verdad, de salvación, ¡de vida!

Y al partir yo iba con Él, porque yo iba a donde fuera Él, porque el Espíritu Santo

estaba conmigo y estaba con Él, y vivimos en completa comunión. Él en mí y yo en Él.

Y entendí que yo soy hija de Dios en el Hijo, y Madre de Dios por el Hijo, y esposa de

Dios por el Espíritu Santo. Y en esta comunión entendí, que el Padre es uno, y el Hijo es uno

y el Espíritu Santo es uno, y los tres son Dios que es uno. El Dios por el que se vive, al que se

glorifica y se ama.

Entonces supe que en mi corazón no cabía otra voluntad más que la voluntad de

Dios. Y a esa voluntad debía llevar a mi Hijo, y por Él a todos los hombres.

Y supe que Él debía predicar y enseñar y dar ejemplo, y eso era bueno.

Y supe que debía alentarlo a continuar, a pesar de su cansancio y la fatiga, y a pesar

de la indiferencia, del rechazo y de las miserias de la gente.

Y lo siguieron, y lo aceptaron, y aprendieron palabras de vida, y se alimentaron de

Él. Pero eso no era suficiente: cumplir la voluntad de Dios era dar la vida.

Y supe que en ese dar, también daría yo mi vida, por amor, por voluntad, para la

salvación de lo que Dios más quería: las almas de todos los hombres.

Y las hizo mías, haciéndolos hijos, haciéndome Madre, para continuar alentando a

mis hijos a cumplir esa voluntad, para su salvación y la gloria de Dios».

+++

PARA MEDITAR – EL QUE TIENE A DIOS NADA LE FALTA

«El Señor es mi pastor, nada me faltará».

Esa es la revelación del amor de Dios hecho hombre.

Porque el que tiene a Dios nada le falta, sólo Dios basta.

Esa es la revelación del Hijo del hombre, que es Dios, y que ha venido a darse al hombre

para su salvación.

El que tiene a Dios nada la falta, porque Dios llena y desborda el alma de gracia, de

misericordia, de amor, de don. Y suple la miseria de los hombres con su misericordia, por lo

que le consigue la salvación.

El que está salvado nada le falta, porque lo único que salva es Dios.

Sacerdote: y a ti ¿qué te falta?

¿Eres tú medio de salvación para los hombres?

¿Eres tú, sacerdote, misericordia, gracia, don para los hombres?

A un pueblo con sacerdotes nada le falta, porque el sacerdote es el que lleva a los

hombres a Dios.

Es a través de los sacerdotes que los hombres alcancen la salvación, el amor, la

misericordia, la gracia y el don de Dios, para que nada les falte.

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Tú eres pastor, sacerdote. Llénate de Dios para que tampoco a ti nada te falte.

El amor de Dios que es irrevocable se entrega a ti, sacerdote, para que, a través de ti,

llene y transforme a los hombres. Transfórmate tú primero, para que seas ejemplo, para que te

sigan, para que, siguiéndote a ti, sigan a Cristo y sean reunidos en un solo pueblo, y con un solo

pastor. Para que nada les falte.

Tú eres el amor de Dios derramado a los hombres, para llegar a todos los rincones del

mundo.

Ámense los sacerdotes, los unos a los otros, como Jesús los amó, con el amor de Dios,

para que también se salven, porque el que tiene amor nada le falta, porque el que tiene a Dios

tiene amor, porque Dios es amor.

Y ¿de qué te sirve, sacerdote, salvar al mundo entero, si no te salvas tú mismo?

¿De qué te sirve, sacerdote, interceder, y ser mediador entre Dios y los hombres, si no te

reconoces Salvador, Cristo, Pastor?

Reconócete tú primero, y acepta, sacerdote, el amor de Dios.

Y sigue a Cristo, configurado con Cristo, para que los hombres que te siguen alcancen,

por ti, la salvación.

Entrégate, sacerdote, entrega tu vida a Dios, para que seas transformado en el amor, para

que nada te falte, para que conozcas el amor. Porque en esto conocemos el amor: en que Cristo

dio su vida por nosotros, en que Cristo nos amó primero.

El que ama a su hermano no le falta nada, porque el que ama a su hermano está lleno de

Dios.

El que está lleno de Dios ha seguido al Pastor y nada le falta.

El que sigue a Jesús verdaderamente ama.

El que ama verdaderamente tiene a Dios en él.

El que tiene a Dios, en él permanece el amor de Dios, y Dios permanece en él.

El que tiene a Dios, no le falta nada.

Sacerdote, tú representas el amor.

Tú eres responsable de que no te falte nada, y tú eres responsable de que no le falte

nada a tu rebaño. Concientiza, sacerdote, la gracia, el amor y el don que Dios te ha dado,

por el que nada te hace falta.

____________________

TRANSFORMADOS POR EL AMOR - SEGUIR A JESÚS

5 DE ENERO, FERIA DEL TIEMPO DE NAVIDAD

Tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel.

Del santo Evangelio según san Juan: 1, 43-51

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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En aquel tiempo, determinó Jesús ir a Galilea, y encontrándose a Felipe, le dijo:

“Sígueme”. Felipe era de Betsaida, la tierra de Andrés y de Pedro.

Felipe se encontró con Natanael y le dijo: “Hemos encontrado a aquel de quien escribió

Moisés en la ley y también los profetas. Es Jesús de Nazaret, el hijo de José”. Natanael replicó:

“¿Acaso puede salir de Nazaret algo bueno?” Felipe le contestó: “Ven y lo verás”.

Cuando Jesús vio que Natanael se acercaba, dijo: “Éste es un verdadero israelita en el que

no hay doblez”. Natanael le preguntó: “¿De dónde me conoces?” Jesús le respondió: “Antes de

que Felipe te llamara, te vi cuando estabas debajo de la higuera”. Respondió Natanael: “Maestro,

tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel”. Jesús le contestó: “Tú crees, porque te he dicho

que te vi debajo de la higuera. Mayores cosas has de ver”. Después añadió: “Yo les aseguro que

verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: comenzaste tu ministerio en Galilea, y lo primero que hiciste fue llamar a

tus discípulos, para compartir tu vida con ellos, y así conocieran mejor tu mensaje de salvación.

Era la mejor manera de aprender, porque ellos fueron los primeros que debían

configurarse contigo, los primeros sacerdotes.

Felipe le dijo a Natanael: “ven y lo verás”. Era una forma de decir: “yo no tengo palabras

para explicarte, pero basta que lo conozcas y te convencerás tú mismo”.

Bastó que le dijeras a Natanael que lo viste debajo de la higuera para que su corazón

latiera con más fuerza y se decidiera a entregar su vida por ti. Esas palabras encerraban un secreto

muy íntimo, algo que sólo existía entre Dios y él.

Qué fuerza tuvo ese momento para él. Qué fuerza tan grande tiene el amor a Dios, que

hace que una persona se transforme y decida entregar su vida para seguirte. Y es amor Trinitario,

que se vuelca en las creaturas.

Es un misterio, pero yo, sacerdote, debo sumergirme en el misterio, para amar más a Dios,

y para darlo a conocer a los demás.

Señor: yo también quedé transformado cuando me di cuenta claramente que me llamabas

al sacerdocio, y te dije que sí. No había más explicación que aquel secreto entre tú y yo, aquella

fuerza transformadora de tu gracia.

También sentí que me dijiste “mayores cosas verás”, y es que tú eres demasiado grande, y

no te dejas ganar en generosidad. Jesús, te amo, y me abandono en ti.

+++

«Sacerdotes míos: yo soy el principio y el fin.

El amor es trinitario, como un triángulo; es el principio y es el fin, es el alfa y es la

omega, es eternidad, es infinito, es deidad.

Es fuerza creadora, que dona de manera irrevocable, y se manifiesta en toda

creatura.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Es fuerza receptora, que recibe a la creatura transformada por su propia

manifestación.

Es fuerza incluyente, que en este dinamismo diviniza a las criaturas, para

manifestarse en plenitud.

Cumplan los mandamientos de Dios y eleven sus ojos al cielo diciendo “Padre”, y

luego esperen, y confíen, porque el Padre, que es Padre y que es Madre, nunca abandona al

hijo».

+++

Madre nuestra: tú eres Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, Esposa de Dios Espíritu

Santo. Nadie mejor que tú nos puede enseñar lo que es el amor Trinitario.

En ti se cumple primeramente aquello de ver el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir

y bajar sobre el Hijo del hombre.

Enséñanos a amar a las Personas divinas, en la dinámica trinitaria del amor.

+++

«Hijos míos sacerdotes: contemplen el amor, que es don de Dios, y es entrega de Dios

Padre a Dios Hijo, y de Dios Hijo a Dios Padre, por el Espíritu Santo, en una Trinidad

Santa, en la que los tres se donan y los tres reciben, y los tres son una sola cosa.

Un solo Dios verdadero, una entrega constante, en la que la creación participa de su

Creador, que los hace a todos hijos en el Hijo, por el Espíritu Santo, para ser parte de esta

Trinidad infinita de amor.

Yo soy la Madre de Dios, soy morada, soy arca, soy pesebre y lecho de rosas.

Santísima Trinidad que confía en su creatura para ser guardada, protegida,

custodiada, adorada, alabada, venerada, amada, en este corazón puro que Él mismo creó.

Los corazones de los hombres, en los que Dios hace morada, algunos son lechos de

rosas, pero otros son cruces y espinas.

Al abrazar a mi Hijo pequeño, entendí que el amor es Trinidad. Yo me doy, Él se da,

pero nos une el Espíritu de Dios que es amor. Y lo encierra en un triángulo perfecto.

Esto guardo en mi corazón: la revelación del amor Trinitario en Dios. Y entendí que

Dios es Padre y es Madre, y es Providencia divina.

Y entendí que el Padre nunca abandonaría a su Hijo. Lo protegería, y lo cuidaría, y

lo guiaría, y le daría todo lo que necesitaba. Y yo estaba con Él, y Él estaba conmigo. Y

nada nos hizo falta.

Y permití que creciera rodeado de muchos amigos, porque entendí que así se daba

Él a cada uno, y por Él, Dios estaba con cada uno. Y al que estaba con mi Hijo nada le hacía

falta.

Y entendí el amar a Dios por medio del prójimo: amor Trinitario. Uno dándose al

otro, unidos por el amor del Espíritu Santo, que es Dios, y que une al Padre y al Hijo,

infinitamente, por lo que no pueden separarse, porque siendo tres son uno mismo. Tres

personas distintas, un solo Dios verdadero, que se manifiesta en su propia donación de

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

158

amor, y que incluye a todo aquel que cumple los mandamientos, y que cree que mi Hijo es el

Hijo de Dios, por quien participan en esta Trinidad infinita y eterna de amor.

El Cuerpo y la Sangre del Hijo se hacen ofrenda al Padre, en el sacrificio de entrega

extrema de amor, dando la vida por los hombres, para purificarlos y así incluirlos por el

Espíritu Santo en el Cuerpo del Hijo, y por el Hijo en esa Trinidad Santa, para la gloria de

Dios: la Eucaristía.

Hijos míos, sacerdotes: deseo que sus corazones no sean cruces ni espinas, sino lechos

de rosas, en donde mi Hijo pueda descansar.

Aprendan a amar en esa dinámica trinitaria del amor, en el que no es el hombre el

que ama, sino Dios.

En el que no es al hombre al que se ama, sino a Dios.

En el que el hombre recibe, para ser transformado por el amor, para ser divinizado

y unido por el amor, en el triángulo perfecto infinito y eterno, Santísima Trinidad que es un

solo Dios.

Perseveren en la búsqueda de esa unión, amándose entre ustedes unos a otros, por

medio del amor que es Dios, compartiendo y repartiendo los dones recibidos, para

multiplicarlos, y que sean para todos, para incluirlos a todos en la dinámica trinitaria del

amor de Dios, para la vida eterna.

Adoren a la Santísima Trinidad en la Eucaristía, que es el Cuerpo y la Sangre de

Dios Hijo, hecho hombre, unido al Padre por el Espíritu Santo».

+++

PARA MEDITAR – SEGUIR A JESÚS

«El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me

siga».

Eso dice Jesús.

Seguir a Jesús, es caminar sobre sus huellas, dejándolo todo para seguir el camino

que ha dejado trazado en la tierra el Hijo del hombre, que siendo Dios se despojó de sí mismo por

amor, para hacerse hombre, para caminar y mostrarte el camino. Él es el camino.

Seguir a Jesús, es caminar en la verdad, para conocerlo, porque Él es la Verdad.

Seguir a Jesús, es alcanzar la vida, porque Él es la Vida.

Seguir a Jesús, es encontrar el amor, porque Él es el Amor.

Seguir a Jesús, es abrirse a la gracia y a la misericordia de Dios, porque a eso es a lo

que Él ha venido, a llenarte y a desbordarte de su amor, de su gracia y de su misericordia, para

que tú como Él seas hijo de Dios.

Seguir a Jesús, es hacerte cordero y seguir la voz de tu Pastor. Es hacerse como Él,

porque Él es el Cordero de Dios.

Seguir a Jesús, es encontrar una morada segura, para vivir por Él, con Él y en Él, en la

eternidad de Dios.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Seguir a Jesús, es aceptar el llamado, decirle: “sí, Jesús, yo te he escuchado”, porque

cuando tú escuchas, cuando estás dispuesto a cumplir eso que escuchas, entonces dices sí, porque

el llamado es muy fuerte para el que tiene oídos y oye.

No lo puedes ocultar, no lo puedes esconder, no lo puedes negar. Lo reconoces, es Él, te

ha llamado cuando te ha visto debajo de la higuera, Él te ha encontrado, te ha elegido, tú has

dicho sí, y Él te ha invitado a seguir sus huellas, a caminar su camino, a conocer su verdad, a

vivir su vida.

Y te ha dado su poder para transformar otras vidas, para que caminen detrás de ti,

siguiendo tus huellas, caminando tu camino, conociendo tu verdad, y alcanzando la vida que tú le

puedes dar, porque Él te ha dado el poder, porque te ha elegido, porque te ha llamado, porque ya

te conocía desde antes de nacer y te tenía consagrado para hacerte como Él, y llamarte

sacerdote.

Seguir a Jesús, es seguir al hombre y Dios, es hacerte al hombre y al Dios, es

permanecer humano, pero adquirir por Él, con Él y en Él la naturaleza divina.

Seguir a Jesús y alcanzarlo, es configurar tu miseria con su divinidad, para que Él, por

su misericordia, te perfeccione.

Seguir a Jesús, por tanto, es participar en la carrera para ganar la corona de la gloria

con la que Él te espera, sentado a la derecha de su Padre.

Seguir a Jesús, es santificar tu humanidad en medio del mundo, cargando la cruz que

Él mismo diseñó para ti, porque Él es Cordero y es Pastor. Te conoce como cordero y te enseña

a ser Pastor. Para reunir a su rebaño, primero debes conocer a su rebaño, siendo cordero, para que

puedas ser como Él, Buen Pastor.

Seguir a Jesús, es caminar de la mano de su Madre, porque ella es quien te muestra el

camino, quien te lleva a la verdad, porque de su vientre inmaculado y puro nació la vida.

Seguir a Jesús, es hacerse hijo de la Madre para llegar al Padre.

Seguir a Jesús, es amar la cruz, y desde la cruz contemplar a María, y contemplando

a María, aprender a amar a Jesús. Amar a Jesús, es haber escuchado el llamado, haber

dicho sí, dejarlo todo, para seguirlo y alcanzar su plenitud.

Seguir a Jesús: esa es la verdadera sabiduría que hay en ti, sacerdote.

____________________

LÁMPARAS ENCENDIDAS - SER LUZ

6 DE ENERO, FERIA DEL TIEMPO DE NAVIDAD

Tú eres mi Hijo amado: yo tengo en ti mis complacencias

+ Del santo Evangelio según san Marcos: 1, 7-11

En aquel tiempo, Juan predicaba diciendo: “Ya viene detrás de mí uno que es más

poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus

sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”.

Por esos días, vino Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán.

Al salir Jesús del agua, vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en figura de paloma,

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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descendía sobre él. Se oyó entonces una voz del cielo que decía: “Tú eres mi Hijo amado: yo

tengo en ti mis complacencias”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: en muchos lugares se celebra el día de hoy la fiesta de la Epifanía. Y en

otros sitios se proclama el evangelio de San Marcos, sobre tu bautizo en el Jordán. Son dos

epifanías.

Manifestarse es “darse a conocer”. Yo diría: brillar con una luz especial, para ser visto. Y

eso eres tú: la luz del mundo.

En esos dos momentos de tu vida brilló tu divinidad ante los ojos de los hombres. Y tienes

que seguir brillando.

Y yo, sacerdote, que soy Cristo desde el pesebre hasta la cruz, debo también ser luz del

mundo, debo reflejar con mi vida y con mi ministerio esa luz que eres tú, el Sol que ilumina el

mundo. Y bautizar con el fuego del Espíritu Santo.

La imagen bendita de Santa María de Guadalupe tiene unos rayos, a modo de halo

luminoso, que nos hace ver que es la Madre del Sol (que eres tú), y lo hace descender al “centro -

ombligo- de la luna” (México, en náhuatl).

Madre mía: ayúdame a saber transmitir esa luz.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: ¿no estoy yo aquí que soy su madre?, ¿no están bajo mi

protección y compañía? ¿Qué les aflige? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?”

Yo soy la Siempre Virgen Santa María de Guadalupe, Madre de Dios y Reina del

Cielo.

En mi seno llevo la luz que es el Sol para iluminar el mundo, y lo doy al mundo como

fruto de mi vientre para que el mundo lo conozca, y en Él todos los hombres tengan vida

eterna.

Roma es la roca bajo mis pies sobre la cual mi Hijo edifica su Iglesia.

Es desde aquí, desde el corazón de la Iglesia, desde donde brillará la luz para todos,

a través de las estrellas de mi manto.

No permitan, que mis estrellas se apaguen.

No permitan que se extinga la luz de la fe.

Sean como estrellas que reflejen la luz del sol, y transmitan la fe a través de la

palabra y del ejemplo.

Que la fe sea la luz que brille en sus corazones, encendidos en el amor de Cristo,

para que mantengan las lámparas encendidas y sean la luz del mundo.

Entonces vendrán pastores y reyes de todas las naciones del mundo para bendecir,

para adorar, para alabar, para glorificar al único sol que brilla por su propia luz, que es luz

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, Hijo del Padre todopoderoso y eterno, quien creó

el cielo y la tierra, que es amor, y por amor a los hombres envió a su único hijo al mundo,

para retornar a Él a todos los hombres de buena voluntad, en comunión en el cuerpo de

Cristo para la vida eterna.

La luz es enviada al mundo para que los que caminen por la obscuridad la

encuentren, para que los que caminen por la luz nunca se pierdan, para que los que quieran

ver la luz, encuentren en la luz el camino de vuelta a la casa del Padre.

Yo soy Madre de la Luz, y todo el que se reúna conmigo recibirá a Aquel que está

conmigo, y que es el Espíritu de Dios, que los une al Hijo y al Padre, para que Dios

permanezca en ellos y ellos permanezcan en Dios.

Mi hijo era muy pequeño, pero en Él yo veía la grandeza de Dios, y en Él yo

descubría la luz y la sabiduría cada día, y en Él descubría que era bueno temer a Dios y no

a los hombres, amar a Dios y no al mundo, pero también amar a Dios amando a los

hombres.

Y podía tocarlo y abrazarlo y besarlo, como hace cualquier madre con su Hijo, pero

cuando llegaron de lugares lejanos a adorarlo, entonces, entendí que la luz no era sólo para

mí, que debía compartirla con el mundo porque para eso había nacido yo, y para eso había

sido enviado Él a nacer en el mundo como un bebé, para hacerse niño, para hacerse

hombre, para ser Cordero y ser sacrificado, para lavar con su sangre todos los pecados del

mundo.

Y era un niño, y era hombre, y era Cordero, y era Dios revelado al hombre a través

del rostro de un niño.

Y Él era judío, como yo, nacido en Belén, para hacer santa la tierra de Jerusalén,

para invitarlos al banquete del Cordero. Pero los invitados no quisieron venir, y el Cordero

envió a sus amigos, con su luz, a traer como invitados a todos los que quisieran venir.

Porque la luz es para todos, pero el banquete sólo es para los invitados que quieran

venir, y que estén a la espera, vestidos de fiesta.

Es por esta luz que se unirán los pueblos y las naciones en un solo pueblo santo de

Dios, en una sola Santa Iglesia, edificada sobre la roca y protegida bajo mi manto maternal,

para que sea adorado, alabado y glorificado el que está pronto a venir, pero nadie sabe ni el

día ni la hora, sino sólo el Padre».

+++

PARA MEDITAR – SER LUZ

«Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no caminará en la oscuridad, sino que tendrá

la luz de la vida».

Eso dice Jesús.

Y también te dice a ti, sacerdote, que tú eres la luz del mundo y la sal de la tierra.

Y si la sal se desvirtúa, ¿con qué se le salará? Se vuelve inservible, un desecho, ya no

sirve para nada.

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Y si la luz no ilumina, si la luz se esconde, se oculta y se apaga, ¿de qué servirá? Una luz

que no ilumina tampoco sirve para nada.

Que brille tu luz, sacerdote, como la estrella sobre el pesebre, para que seas guía que

lleve a los hombres al encuentro con Cristo. Para que ilumines el camino de los adoradores, de

los que le llevan regalos, de los que desean ser santos, de los que están perdidos y quieren ser

encontrados y convertidos.

Que seas tú la luz de Cristo que brilla sobre la tierra.

Que seas tú el que lleva la buena nueva.

Que seas tú, sacerdote, luz que ilumine en medio de las tinieblas del mundo, porque la

luz vino al mundo, y el mundo no la recibió, porque prefirió las tinieblas a la luz.

Y el mundo ocultó la luz con la muerte en la cruz, pero la luz era Dios, y la luz brilló con

más fuerza, para llegar a todos los rincones del mundo.

Jesús era la luz de la tierra, cuando estaba en la tierra.

Ahora, la luz de la tierra, sacerdote, eres tú.

Brilla, sacerdote, expón al mundo tu luz, exaltando el nombre de Jesús, desde el pesebre

hasta la cruz, con tu vida, con la que das testimonio de que la luz está en la vida, porque la luz es

Jesús.

Ilumina, sacerdote, el camino de los hombres con tus pasos. Que te sigan, para que los

lleves a la verdadera fuente de luz, y permanece tú en la luz de Cristo, para que tu luz

permanezca en Él y Él en ti, para que brille para siempre. Que sea el Espíritu Santo la luz que te

encienda, para que tu brillo sea de amor, para que el reflejo de tu brillo sea esperanza que

encienda la fe de los hombres, para que los lleves a la luz, que es el encuentro con Cristo.

Y si un día se apagara tu luz, pide, sacerdote, con todas tus fuerzas ser encendido de

nuevo en la llama viva del amor de Dios, porque todo lo que tú le pidas en su nombre, Él te lo

concederá.

Que seas tú, sacerdote, siempre lámpara encendida, por Cristo, con Él y en Él, para que

se escuche la voz de tu Señor que abre el cielo para decir: “éste es mi Hijo amado, en quien yo

pongo mis complacencias”.

Eres tú, sacerdote, la luz de Cristo que brilla para el mundo, preparando los caminos del

Señor, para que seas como Él, y el mundo descubra su grandeza en tu pequeñez.

Que seas tú, sacerdote, la luz que brilla, iluminando las tinieblas en medio del mundo.

Que seas tú, sacerdote, quien dé a conocer el nombre de Jesús, y quien realice sus obras.

Que seas tú, sacerdote, quien prepare el camino para la venida definitiva del Hijo de

Dios.

Que seas tú, sacerdote, morada de descanso en donde él pueda reclinar su cabeza.

Que seas tú, sacerdote, adorador en el pesebre y en la cruz.

Que seas tú, sacerdote, quien haga presente al Hijo de Dios en el mundo a través de

la Eucaristía, para que, iluminado por el Espíritu Santo, seas un rayo de luz y seas la

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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estrella que guía a los hombres al encuentro con Cristo, y seas por Él, con Él y en Él, el hijo

amado en quien Dios se complace.

____________________

ADORADORES DEL AMOR ENCARNADO – ADORAR A JESÚS

SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR

Hemos venido de Oriente para adorar al rey de los judíos

+ Del santo Evangelio según san Mateo: 2, 1-12

Jesús nació en Belén de Judá, en tiempos del rey Herodes. Unos magos de Oriente

llegaron entonces a Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de

nacer? Porque vimos surgir su estrella y hemos venido a adorarlo”.

Al enterarse de esto, el rey Herodes se sobresaltó y toda Jerusalén con él. Convocó

entonces a los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo y les preguntó dónde tenía que nacer

el Mesías. Ellos le contestaron: “En Belén de Judá porque así lo ha escrito el profeta: Y tú, Belén,

tierra de Judá, no eres en manera alguna la menor entre las ciudades ilustres de Judá, pues de ti

saldrá un jefe, que será el pastor de mi pueblo, Israel”.

Entonces Herodes llamó en secreto a los magos, para que le precisaran el tiempo en que

se les había aparecido la estrella y los mandó a Belén, diciéndoles: “Vayan a averiguar

cuidadosamente qué hay de ese niño y, cuando lo encuentren, avísenme para que yo también vaya

a adorarlo”.

Después de oír al rey, los magos se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían

visto surgir, comenzó a guiarlos, hasta que se detuvo encima de donde estaba el niño. Al ver de

nuevo la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa y vieron al niño con María,

su madre, y postrándose, lo adoraron. Después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro,

incienso y mirra. Advertidos durante el sueño de que no volvieran a Herodes, regresaron a su

tierra por otro camino.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: llama la atención el relato del santo Evangelio sobre la adoración que te

hicieron los magos de oriente, sobre todo si pensamos en qué fue lo que los motivó a realizar ese

viaje tan lleno de dificultades.

Ellos no sabían exactamente el lugar a donde deberían ir, ni tampoco tenían más señales

para identificar a la persona que buscaban: al rey de los judíos. Sólo tenían una estrella.

Y una estrella misteriosa, que se movía. “Y se detuvo encima de donde estaba el niño”.

¿Cómo se detiene una estrella encima de un niño?

Todo es misterioso, pero todo es real. Y esos magos estaban convencidos, no sólo de que

debían encontrar a ese niño, sino que debían adorarlo. Ellos, que no formaban parte del pueblo

elegido.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Señor, yo no sólo me siento elegido por ti, por ser sacerdote, sino que mi ministerio

consiste en adorarte, de las múltiples maneras en que se te puede adorar.

Para eso me diste esta vocación, para vivir adorándote, sobre todo en tu presencia

eucarística, y para manifestarte a los demás.

+++

«Sacerdotes míos: contemplen en mí la manifestación del amor de Dios a los

hombres, la misericordia de Dios para los hombres, la luz de Dios para el mundo, que, como

estrella, brilla en la obscuridad, y los guía hasta María, mi Madre, que con su maternidad

me abraza y en sus brazos descanso, y acérquense a mí, mis pastores, mis amigos, mis

adoradores».

+++

Madre mía: seguramente tú ya no te sorprendías de nada. Sólo meditabas en tu corazón

todo lo que sucedía en torno a tu Hijo. Viste llegar a esos magos de Oriente, y entendiste que

Jesús quería manifestarse también a todos los pueblos.

Yo quiero también, como ellos, postrarme ante el Rey de los judíos. Déjame acompañarte,

y enséñame a adorar al Tesoro que guardas en tu corazón.

+++

«Hijos míos, sacerdotes: los magos de Oriente fueron los primeros adoradores de la

Eucaristía. Este es el tesoro de mi corazón: el cuerpo y la sangre de Cristo que permanece

para siempre en Eucaristía, en amor entregado hasta el extremo, para quedarse, para

donarse para siempre en cuerpo, en sangre, en alma, en divinidad.

Yo guardo en mi corazón las palabras de amor, las alabanzas y los signos de

adoración que reconocían en este Niño al Mesías, al Salvador.

Y mientras adoraban al Niño daban gracias a Dios, porque los pueblos cautivos

serían liberados, porque la alegría había llegado al mundo y la salvación a todos los

hombres.

Hablaban de la luz que brillaría para el mundo y de las bienaventuranzas.

Hablaban de llevar al mundo la buena nueva, anunciando haber visto al tesoro más

grande: el Salvador.

Entonces entendí que debía entregar a mi Hijo en manos de los hombres, para que lo

conocieran, para que lo amaran, para que lo adoraran.

Y eran pastores humildes, y eran reyes sabios y poderosos.

Les entregué al pequeño en sus brazos, y les dije que llevaba por nombre Jesús,

como el ángel del Señor había anunciado.

Y lo abrazaron, y lo arrullaron, y lo alabaron.

Luego lo recostaron en el pesebre, y lo adoraron dando gracias a Dios.

Entonces le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.

Los pastores le ofrecieron corazones contritos y humillados.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Y todos daban gloria a Dios.

Y entendí que serían adoradores para siempre los que buscaban y encontraban la

luz y reconocían a la Madre de Dios: se reunirían siempre conmigo, para adorar al Niño,

que es el Hijo de Dios.

Adoradores del Verbo hecho carne.

Adoradores del que es el principio y el fin.

Adoradores al pie del pesebre y al pie de la cruz.

Adoradores en el altar de Cristo vivo y resucitado, presencia, gratuidad y vida,

alimento, don, comunión y ofrenda.

Adoradores del amor encarnado, que es misericordia que se derrama para acoger a

todos los hombres en el Hijo, para hacerlos hijos de Dios.

Eran sólo hombres, y ahora son herederos del Reino de los cielos.

Adoren el cuerpo y adoren la sangre de Cristo en la Eucaristía, y entréguenle sus

tesoros. Es así como entregan su vida.

Adoren al tesoro más grande, en esta forma que era pan y era vino, y que ha sido

transformado por las manos de ustedes: los adoradores, los amigos, los pastores, en el

cuerpo y en la sangre de mi Hijo, Cristo resucitado y vivo.

Hoy es la Epifanía del amor. Mi Hijo presente en el altar, en cuerpo y espíritu, es el

mismo presente en el Pesebre. Vengan a adorarlo, como los magos de Oriente, a traer

regalos, ofrendas y súplicas. Así como ellos, también ustedes están ante la presencia del Hijo

de Dios, que nace en cada uno.

Contemplen el lugar más sagrado que existe en esta tierra: el portal de Belén, en

donde nació la luz, el Mesías, el Salvador, la esperanza. Él es la luz, el camino y la vida

eterna. Él es el Hijo de Dios. Él es el amor. Tómenlo entre sus brazos, cárguenlo, arrúllenlo.

Contemplen sus brazos que abrazarán al mundo.

Contemplen sus ojos, son las estrellas que dan luz al mundo.

Contemplen sus mejillas sonrosadas de ternura.

Contemplen sus pies, que caminarán en búsqueda de aquellos que quiere encontrar.

Contemplen sus manos, que abrirán corazones.

Contemplen su pequeñez y su grandeza, que siendo todo se hizo nada, para llevar la

nada al todo.

Agradezcan su entrega y su confianza en ustedes, cuídenlo, adórenlo y ámenlo

conmigo, protéjanlo de los que lo persiguen, consuélenlo en su dolor, bésenlo y abrácenlo en

su alegría.

Y entréguense y confíen ustedes, como Él lo hace.

Ya vienen los pastores a adorarlo. Son ustedes, los que Él ha llamado para venir

primero a reconocerlo, a adorarlo y a anunciarlo, a darlo a conocer al mundo, a dar la

buena nueva: ¡ha nacido el Señor!, ¡ha traído la paz!, ¡ha venido el Señor! ¡Crean, honren,

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amen, adoren al Hijo de Dios!

Y vienen los que están llenos de espíritu, buscándolo desde lejos, buscándolo hasta

encontrarle, guiados por una estrella que ilumina su camino y los conduce hasta Él. Y lo

encuentran, y le traen ofrendas, y se postran ante Él, y lo reconocen y lo adoran.

Así ahora, ante el mismo Hijo de Dios aquí presente, ¡que vengan a adorarlo desde

lejos!, ¡que lo alaben cielos y tierra! ¡Ha nacido el Salvador!, ¡alégrense, ha venido a

buscarlos!».

+++

PARA MEDITAR – ADORAR A JESÚS

«Adorarás al Señor tu Dios, y sólo a él rendirás culto».

Eso dice Jesús.

Eso es lo que merece Jesús.

Adorar a Jesús es adorar su pequeño cuerpo, sus pequeñas manos, sus pequeños pies, su

cuerpo entero, desde que era un bebé.

Adorar a Jesús es reconocerlo como Dios, y profesar al mundo que Él es el Hijo de

Dios.

Adorar a Jesús es postrarse a sus pies con reverencia, doblar las rodillas con humildad,

proclamándolo Rey del universo, Rey de la humanidad.

Adorar a Jesús es decirle que lo amas, y entregarle tu corazón, para que sólo a Él

pertenezcas.

Adorar a Jesús es entregarle tus tesoros, para que los haga suyos, para que lo honres con

tu virtud y tu vida.

Adorar a Jesús es alabar y bendecir a Dios en todo momento y en todo lugar.

Adorar a Jesús es ofrecerse a su servicio, poniendo tu fe en obras.

Adorar a Jesús es venerar su santísimo Nombre; es amarlo con todo tu corazón, con

toda tu alma, con toda tu mente, por sobre todas las cosas.

Adorar a Jesús es adorar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Adorar a Jesús es aceptar su divinidad como el único Dios vivo, como el único Dios

verdadero, como el único Dios omnipresente, como el único Dios omnipotente, como el único

Dios omnisciente.

Adorar a Jesús es dejarse amar por Él.

Adorar a Jesús es ir desde tierras lejanas, siguiendo la estrella, hasta llegar al portal de

Belén, y descubrir la grandeza de Dios en un pequeño niño que acababa de nacer.

Adorar a Jesús es tener la certeza de que Él es el único Hijo de Dios, porque está escrito

que sólo a Dios adorarás y darás culto.

Adorar a Jesús es alabarlo con tu vida todo el tiempo, en todo momento y en todo lugar.

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Adorar a Jesús es seguirlo, transformar tu camino en su camino, transformar tu voluntad

en la suya, llevándole el oro de tu pobreza, el incienso de tu castidad y la mirra de tu

obediencia.

Y tú, sacerdote, ¿adoras a Jesús? ¿Adoras su cuerpo y su sangre en cada Eucaristía? ¿O

consagras sin fe?

Y tú, sacerdote, ¿te dejas guiar por la estrella del brillo de la luz de Jesús?

Y tú, sacerdote, ¿te dejas amar por él? ¿Y correspondes a ese amor con la fidelidad de tu

amistad y con la pureza de intención de tu corazón?

Y tú, sacerdote, ¿reconoces al Cristo que es al único Dios que hay que adorar?

¡Cuidado!, sólo a Dios hay que adorar. No adores a los ídolos del mundo que te

prometen libertad, pero que te encadenan; que te prometen revelarte la verdad con la mentira; que

te prometen iluminar tu alma, dándote obscuridad.

Abre tus ojos sacerdote y mira al único que debes adorar.

Está en el pesebre, está en la cruz, está resucitado y vivo. Su nombre es Jesús.

Compórtate, sacerdote, y no tientes al Señor tu Dios, porque el Espíritu del Señor está

sobre Él, y lo ha ungido para llevar la buena nueva al mundo, y anunciarla entre los hombres. Él

te ha escogido a ti para que lo honres, llevándole al pueblo su salvación, y eso se ha cumplido,

para que tú sacerdote des testimonio de Él.

Adorar a Jesús es creer firmemente que está aquí, que te ve, que te escucha, que se

entrega a ti en la Eucaristía.

Adorar a Jesús es comulgar con un corazón limpio, sin mancha ni pecado, como Él se

entrega a ti, para ser una sola cosa.

Adorar a Jesús es adorar la sagrada Eucaristía, administrar la gracia a tantas almas

que dependen de ti.

Adorar a Jesús es entregarte con Él cuando transformas el pan en su carne, y el vino en

su sangre, con el poder que Dios te da.

Adorar a Jesús es elevar su cuerpo y su sangre, exponiendo al mundo su divinidad y su

humanidad.

Adorar a Jesús es abrazarlo con tu mirada, contemplándolo en el altar, cuando se

encuentra entre tus manos.

Adorar a Jesús es ponerte de rodillas y decirle: “te amo”.

Sacerdote, si verdaderamente amas a tu Señor, adora a su Hijo, adóralo en su Cuerpo y en

su Sangre, respetando y venerando tu propio cuerpo y tu propia sangre, manteniéndote sin

mancha ni pecado, porque ese a quien adoras vive en ti. No idolatres tu cuerpo, sacerdote. En

cambio, adora a Cristo que vive en ti.

Eres tú sacerdote hostia viva, pan bajado del cielo, Eucaristía, unido en el único eterno

sacrificio de Cristo, que los hacen una sola cosa.

Adora a Cristo en el pesebre, en el altar, en la cruz y en el sepulcro. Date cuenta,

sacerdote: ahí es donde debes estar tú, entregando, amando, venerando y adorando al único

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Hijo de Dios, a quien le diste tu vida, entregando tus tesoros, para que Él los convierta en

oro, incienso y mirra, para ser en ti, y a través de ti, epifanía.

____________________

ADMINISTRADORES DE LA GRACIA - PRECURSORES DE LA SALVACIÓN

FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR

Tú eres mi Hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias.

+ Del santo Evangelio según san Marcos: 1, 7-11

En aquel tiempo, Juan predicaba diciendo: “Ya viene detrás de mí uno que es más

poderoso que yo, uno ante quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus

sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”.

Por esos días, vino Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán.

Al salir Jesús del agua, vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en figura de paloma,

descendía sobre él. Se oyó entonces una voz del cielo que decía: “Tú eres mi Hijo amado; yo

tengo en ti mis complacencias”.

Palabra del Señor.

+++

REFLEXIÓN PARA EL SACERDOTE

Señor Jesús: Juan administraba un bautismo de penitencia, de conversión. Está claro que

tú no necesitabas ese bautismo, pero era necesario cumplir todo lo que Dios quería.

Y lo que quería en ese momento es que, con tu bautismo, quedara instituido el sacramento

de salvación, para que se aplicaran tus méritos en ese nuevo nacimiento a la vida de la gracia.

Era el Bautismo del Espíritu Santo y fuego. La puerta de los demás sacramentos de la

Iglesia.

Qué importante es el Bautismo para hacer a los hombres hijos de Dios, miembros de la

Iglesia, templos del Espíritu Santo.

Señor, a veces me acostumbro a celebrar ese sacramento, y lo hago de una manera

rutinaria. Cómo quisiera ser más consciente de esa maravillosa realidad, para cuidar su

celebración, y también para transmitir eso a los fieles.

Jesús, tú has querido que yo sea administrador de tu misericordia, de tu gracia, que pasa

por mis manos como agua viva. ¿Cómo puedo evitar el acostumbramiento?

+++

«Sacerdotes míos: vengan a sumergirse en el agua viva de mi manantial.

Este es el mar de mi misericordia que los inunda, para unirse a mi cuerpo, expuesto

al mundo por el amor de Dios a los hombres.

Es en la humildad en donde el amor se manifiesta.

Dios humillado, abajado a la naturaleza de su creatura, libre de miserias y de

mancha ni pecado, para hacer suyas las miserias de los hombres y compadecer con su

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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creatura, haciendo suya a su creatura asumiendo también su pecado, sumergiendo su

debilidad en el agua viva de su manantial, para limpiarlo, para purificarlo, para

fortalecerlo, para santificarlo con la gracia del Espíritu Santo, y hacerlo suyo y hacerlo

parte, formando con Él un solo cuerpo en un mismo espíritu.

Este es el Bautismo, en el que muere el hombre viejo y nace el hombre nuevo, en el

cuerpo de Cristo, por Él, con Él y en Él.

Este es mi cuerpo entregado a los hombres, y esta es mi sangre, derramada para los

hombres. Cuerpo que los une, sangre que los lava, que los purifica, que los hace nuevos.

Este es mi Espíritu, el agua que los vivifica y el fuego que los acrisola, para hacerlos

nuevos, para darles vida.

Yo soy el Hijo del hombre, y he sido enviado abajando los montes, para ser elevado.

Y he sido arrebatado para ser sentado en un trono a la derecha del Padre.

Y me fue concedido quedarme en medio de los hombres, para unir a todos los

hombres con Dios, como hijos en el Hijo, por medio de instrumentos que nacen siendo

hombres y que son llamados sacerdotes, para ser mis manos, y mis pies, mi cabeza y mi

cuerpo; para ser mi boca, para ser mi voz, para exaltar mi corazón, ser palabra encarnada

habitando entre los hombres, para ser Cristos.

Porque vine al mundo a salvarlos, a hacerlos parte de mí, a todos y a cada uno.

Pero les ha sido respetada su libertad de elegir, de amar a Dios o de pecar.

Y es pecando como se deja de amar, y se desprenden de mi cuerpo, del cual nunca

dejan de ser parte, porque han sido incluidos y sellados por el sacramento del Bautismo.

Entonces duele.

Son ustedes, sacerdotes, quienes los adhieren y los sellan, y los mantienen unidos a

mi cuerpo por los sacramentos.

Son ustedes como Juan y como Elías, pero son más que ellos, porque son enviados a

anunciar la buena nueva del Reino de los cielos, pero también a construir ese Reino,

bautizando a cada uno, no sólo con agua sino con el Espíritu Santo y con fuego, para que

sean hijos de Dios, unidos al Padre en el Hijo, como parte de mi cuerpo para la eternidad,

purificados por la sangre del Cordero que quita los pecados del mundo.

Son ustedes, sacerdotes, el pegamento santo para mantener la unidad.

Son los sacramentos también para ustedes, para que sean parte y se mantengan

nuevos, en gracia, santos.

Porque nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque se echarían a perder tanto el

vino como los odres; el vino nuevo se echa en odres nuevos.

Es el sacramento de la Confesión el que renueva al hombre.

Que ustedes, mis sacerdotes, que nacen siendo hombres, manifiesten su amor en la

humildad y en la humillación de su corazón, acercándose al sacramento de la

Reconciliación, que renueva a los hombres constantemente, para que sean odres nuevos,

para contener el vino nuevo, para que, abajados en el altar, dejen de ser hombres y sean

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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elevados en el altar siendo Cristos, uniendo a los hombres por medio de sus ministerios,

sumergiendo a los hombres viejos en el agua del manantial de mi misericordia, para dar

vida a hombres nuevos por la sangre derramada en mi sacrificio, en el único cuerpo de

Cristo: la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, de la cual el Papa, como Cristo, es

cabeza».

+++

Madre mía: el día de mi ordenación sacerdotal tú me miraste con amor de predilección.

Te pido que me sigas ayudando para ejercer muy bien mi ministerio, de manera particular para

celebrar dignamente los santos sacramentos, que son las huellas de tu Hijo en la tierra.

Ayúdame para que el Padre también tenga en mí sus complacencias.

+++

«Hijos míos: ustedes son sacerdotes para ser Cristos, como mi Hijo, ungidos de Dios,

los hijos en los que el Padre se complace, para llevar a todos los hijos a Dios.

Yo les pido que hagan lo que Él les ha enseñado, para que sean Cristo, el Verbo

hecho carne, para que habite entre los hombres. Que lo escuchen y que hagan lo que Él les

diga.

Que dejen todo, que tomen su cruz y lo sigan, para que manifiesten la bondad del

poder que les ha sido dado mediante la gracia del Sacerdocio, procurando para todos, la

gracia santificante que hace nuevas todas las cosas;

la Confirmación de la gracia que los une;

la gracia de la Reconciliación que los renueva;

la gracia de la Eucaristía que los alimenta con el pan vivo bajado del cielo;

la gracia del amor de Dios en el Matrimonio, para construir familias en una sola

familia, el pueblo santo de Dios;

y la gracia de la Unción de los enfermos, en la que Cristo compadece, fortalece y

sana.

Les pido que se vistan con vestidos nuevos, y no con remiendos. Que se vistan de

fiesta, se revistan de Cristo, y así permanezcan, perseverando en este estado cuando son

abajados en el altar, cuando son elevados en el altar, uniéndose en el único sacrificio

salvífico, y cuando son enviados entre los hombres, como Palabra de vida».

+++

PARA MEDITAR – PRECURSORES DE LA SALVACIÓN

«Detrás de mí viene uno, más grande que yo, al que yo no soy digno de desatarle las

correas de las sandalias. Yo los he bautizado con agua, pero él los bautizará con el Espíritu

Santo».

Eso dice Juan el Bautista.

Bautismo, renovación, vida, pureza, gracia santificante con la cual se abre el cielo,

para hacer a los hombres hijos de Dios.

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Espada de dos filos I – Adviento y Navidad

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Bautismo que une a los hijos en un solo pueblo santo de Dios.

Bautismo que regenera y hace nuevas todas las cosas.

Gracia que purifica al hombre para hacerlo digno de la unión con su Señor.

Bautismo que el mismo Cristo recibe, pero que no necesita, porque la pureza no puede

ser purificada: la pureza es y Cristo es.

Pero que obedece a la voluntad del Padre, para hacerse en todo como los hombres,

menos en el pecado, para abajarse completamente a la miseria del hombre.

Y, como signo de contradicción, el que recibe el Bautismo para el perdón de los pecados

es el Cordero de Dios que quita los pecados de los hombres.

Una sola es la fe, una misma es la esperanza, y uno solo es el Bautismo.

Sacerdote: tú eres esa unión entre Dios y los hombres, tú eres quien consigue que a

través del poder de tus manos el cielo se abra, para que el Espíritu Santo derrame su gracia y se

escuche la voz de Dios, presentando al mundo a sus hijos que acaban de ser afiliados a él.

Bautismo con agua, que lava, que limpia, que quita toda mancha dando vida, porque es el

agua de la vida, es el agua viva del manantial del Espíritu Santo, que renueva y que santifica.

Sacerdote: si tú no bautizas, ¿quién podrá ser hijo de Dios?; si tú no impartes los

sacramentos ¿quién podrá transformar su alma para dignificarla y poder ser unida con Dios?

Tú eres el sacerdote que bautiza en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu

Santo, que ata en el cielo, porque lo que ata en la tierra queda atado en el cielo.

Pero, si el sacerdote no ata nada en la tierra ¿qué quedará unido al cielo?

Sacerdote: eres tú el que continúa el camino de Jesús, el que cumple la voluntad de Dios

impartiendo la misericordia de Dios a través de los sacramentos.

Sacerdote: si tú no bautizas ¿cómo llegará la misericordia de Dios a los hombres? Y, si la

misericordia de Dios no es derramada a través de ti ¿cómo es que llegará la gracia de Dios a los

hombres? Y si la gracia no llega, sacerdote, ¿quién se salvará?

En tus manos está el poder de hacer llegar la gracia y la misericordia de Dios a todos los

rincones del mundo.

En tus manos está el poder de purificar las almas, para renovar los corazones de los

hombres.

En tus manos, sacerdote, está el poder de cambiar al mundo, y de llevar a Cristo a todos

los corazones.

Bautiza, sacerdote, a tu pueblo. Cumple la voluntad de tu Señor. Obedece y ejerce tu

ministerio como Cristo te enseñó.

Devuélvele la pureza a esas creaturas inocentes que llevan la obscuridad en sus almas

desde su nacimiento, porque están manchadas de un pecado que sus pequeñas manos no

cometieron, pero un hombre y una mujer, por su desobediencia, trajeron el pecado al mundo; y a

través de tus manos, sacerdote, le devuelves la pureza que, por la obediencia de un hombre y

una mujer, regenera a las almas para salvarlas.

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Tú eres, sacerdote, precursor de la salvación de cada alma que Dios envía al mundo,

nacida de un vientre de mujer, que nace con mancha de pecado, porque ese vientre ha sido

concebido desde un principio, manchado de pecado, porque vientre inmaculado y puro sólo

hay uno, y la pureza se ha engendrado y ha nacido de ese vientre sin mancha ni pecado, y por

la obediencia de ese hombre y esa mujer has sido tú sacerdote bautizado con el Espíritu Santo,

unido al Padre, por filiación divina, que te concede por heredad la vida.

Bautiza, sacerdote, porque tienes el poder en tus manos de hacer justicia.

No cometas, sacerdote, la injusticia de tu pereza, de tu tibieza y de tu resignación.

Sirve al pueblo de Dios para que sea santo, llevándole la Buena Nueva de la

salvación, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, para que

sean todos hijos de Dios.

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