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I I I ¡ , , ~ Grado séptimo: cristianismo como Iglesia realidades centrales del cristiano. Si el cristiano no pudiera alcanzar esas realidades, si no pudiera realizarías verdaderamente con la fuerza más íntima de su existencia, entonces su eclesialidad, su sentirse perte- neciente a la Iglesia concreta no sería en el fondo sino apariencia vacía y fachada engañosa. La difícil pregunta acerca de la verdadera Iglesia Sabemos por la teología de las diversas confesiones cristianas y pode- mos conocer claramente por la historia de los dogmas que la pregunta acerca de la Iglesia, acerca de la Iglesia realmente pretendida y funda- da por Cristo, es una de las cuestiones más difíciles y más disputadas teológicamente. Aquí, cuando hablamos de la Iglesia, llegamos a la si- tuación manifiesta de que hemos de decir a qué Iglesia nos referimos y por qué creemos en nuestra Iglesia concreta como la Iglesia de J esu- cristo. Semejante pregunta es extraordinariamente difícil en el plano de la teología bíblica y en el histórico. No cabe hablar aquí de que po- damos responder con precisión exacta a las preguntas históricas del devenir de la Iglesia, de la evolución de la constitución eclesiástica, del enjuiciamiento de las diversas separaciones que se han dado en la historia de la 1glesia. Es evidente que mucho de lo que diremos sobre la esencia de la Iglesia formalmente será percibido por muchos no católicos como per- teneciente a su concepción de la Iglesia. Pero hay también afirmacio- nes formales y materiales sobre la Iglesia que según la teología católi- ca sólo pueden decirse de su Iglesia y que, sin embargo, según la con- ciencia católica pertenecen a la Iglesia pretendida por Cristo. Y en re- lación con estos estados de cosas y afirmaciones es- necesario aportar una justificación en una controversia teológica. Tal justificación po- dría consistir en principio en una elaboración directa, material de las preguntas respectivas. Entonces debería mostrarse en una exégesis más exacta, por ej., lo que se dice en realidad en Mt 16 sobre el oficio de Pedro, en qué medida con ello el Jesús histórico quería crear una institución duradera en una comunidad de fe, por qué un episcopado con una sucesión apostólica pertenece realmente a los datos institucio- nales de la Iglesia pretendida definitivamente por Cristo. Habría que mostrar cómo este oficio de Pedro ha seguido desarrollándose en la 378 Planteamiento del problema Iglesia, que tal oficio ha permanecido fiel a su esencia .originaria, que la interpretación posterior del alcance y de la esencia del mismo co- rresponde al principio originario, si bien a través de un desarrollo tan fuerte en la historia de la Iglesia y de los dogmas, que apenas es fácil reconocer la identidad entre la Iglesia primera y la actual. Mas nosotros, en el primer nivel de reflexión, no podemos pro- ponernos llevar a cabo este camino directo de confrontación objetivo- material con las instituciones particulares de la Iglesia romano- católica. Intentamos emprender un camino más bien indirecto, tal como corresponde a nuestro primer nivel de reflexión, a través de toda esta introducción al concepto de cristianismo. Ese camino consis- tirá en una reflexión del católico sobre su pertenencia a la Iglesia cató- lica; desde su situación religiosa responderá en cierto modo a la pre- gunta de por qué el católico cree con persuasión firme que él en su Iglesia' encuentra realmente a Jesucristo, y que no tiene ninguna razón para cuestionar o abandonar la posición de su Iglesia, que le ha sido transmitida como situación existencia!' 2. LA IGLESIA, FUNDACIÓN DE JESUCRISTO Planteamiento del problema En esta sección, sin olvidar lo que en principio hemos afirmado sobre nuestro método ni relegarlo a segundo plano, queremos decir algo acerca de por qué y en qué medida la Iglesia (entendida todavía pre- viamente a la diferencia de las Iglesias y confesiones cristianas) es una fundación del Jesús histórico, resucitado. Queremos por lo menos lan- zar una breve mirada a la relación de la Iglesia con Jesucristo mismo. En este punto, la situación del problema ha cambiado con frecuencia y rapidez en el curso de los siglos XIX y XX. Los teólogos serios de las diversas confesiones cristianas apenas defienden hoy una Iglesia como comunidad espiritual -en un sentido meramente abstracto- de los que creen en el mensaje de Jesús, en un mensaje que en sí no sería nin- gún mensaje de Jesús también sobre la Iglesia. De otro modo, en el fondo no podría darse ninguna pregunta ecurnenica, o sea, una pre- gunta sobre la necesaria unidad de la Iglesia o de las Iglesias cristia- nas. y habría que decir que donde se crea en el mensaje de Jesús, que 379

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III ¡,,~

Grado séptimo: cristianismo como Iglesia

realidades centrales del cristiano. Si el cristiano no pudiera alcanzaresas realidades, si no pudiera realizarías verdaderamente con la fuerzamás íntima de su existencia, entonces su eclesialidad, su sentirse perte-neciente a la Iglesia concreta no sería en el fondo sino apariencia vacíay fachada engañosa.

La difícil pregunta acerca de la verdadera Iglesia

Sabemos por la teología de las diversas confesiones cristianas y pode-mos conocer claramente por la historia de los dogmas que la preguntaacerca de la Iglesia, acerca de la Iglesia realmente pretendida y funda-da por Cristo, es una de las cuestiones más difíciles y más disputadasteológicamente. Aquí, cuando hablamos de la Iglesia, llegamos a la si-tuación manifiesta de que hemos de decir a qué Iglesia nos referimos ypor qué creemos en nuestra Iglesia concreta como la Iglesia de J esu-cristo. Semejante pregunta es extraordinariamente difícil en el planode la teología bíblica y en el histórico. No cabe hablar aquí de que po-damos responder con precisión exacta a las preguntas históricas deldevenir de la Iglesia, de la evolución de la constitución eclesiástica,del enjuiciamiento de las diversas separaciones que se han dado en lahistoria d e la 1glesia.

Es evidente que mucho de lo que diremos sobre la esencia de laIglesia formalmente será percibido por muchos no católicos como per-teneciente a su concepción de la Iglesia. Pero hay también afirmacio-nes formales y materiales sobre la Iglesia que según la teología católi-ca sólo pueden decirse de su Iglesia y que, sin embargo, según la con-ciencia católica pertenecen a la Iglesia pretendida por Cristo. Y en re-lación con estos estados de cosas y afirmaciones es- necesario aportaruna justificación en una controversia teológica. Tal justificación po-dría consistir en principio en una elaboración directa, material de laspreguntas respectivas. Entonces debería mostrarse en una exégesismás exacta, por ej., lo que se dice en realidad en Mt 16 sobre el oficiode Pedro, en qué medida con ello el Jesús histórico quería crear unainstitución duradera en una comunidad de fe, por qué un episcopadocon una sucesión apostólica pertenece realmente a los datos institucio-nales de la Iglesia pretendida definitivamente por Cristo. Habría quemostrar cómo este oficio de Pedro ha seguido desarrollándose en la

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Planteamiento del problema

Iglesia, que tal oficio ha permanecido fiel a su esencia .originaria, quela interpretación posterior del alcance y de la esencia del mismo co-rresponde al principio originario, si bien a través de un desarrollo tanfuerte en la historia de la Iglesia y de los dogmas, que apenas es fácilreconocer la identidad entre la Iglesia primera y la actual.

Mas nosotros, en el primer nivel de reflexión, no podemos pro-ponernos llevar a cabo este camino directo de confrontación objetivo-material con las instituciones particulares de la Iglesia romano-católica. Intentamos emprender un camino más bien indirecto, talcomo corresponde a nuestro primer nivel de reflexión, a través detoda esta introducción al concepto de cristianismo. Ese camino consis-tirá en una reflexión del católico sobre su pertenencia a la Iglesia cató-lica; desde su situación religiosa responderá en cierto modo a la pre-gunta de por qué el católico cree con persuasión firme que él en suIglesia' encuentra realmente a Jesucristo, y que no tiene ninguna razónpara cuestionar o abandonar la posición de su Iglesia, que le ha sidotransmitida como situación existencia!'

2. LA IGLESIA, FUNDACIÓN DE JESUCRISTO

Planteamiento del problema

En esta sección, sin olvidar lo que en principio hemos afirmado sobrenuestro método ni relegarlo a segundo plano, queremos decir algoacerca de por qué y en qué medida la Iglesia (entendida todavía pre-viamente a la diferencia de las Iglesias y confesiones cristianas) es unafundación del Jesús histórico, resucitado. Queremos por lo menos lan-zar una breve mirada a la relación de la Iglesia con Jesucristo mismo.En este punto, la situación del problema ha cambiado con frecuencia yrapidez en el curso de los siglos XIX y XX. Los teólogos serios de lasdiversas confesiones cristianas apenas defienden hoy una Iglesia comocomunidad espiritual -en un sentido meramente abstracto- de losque creen en el mensaje de Jesús, en un mensaje que en sí no sería nin-gún mensaje de Jesús también sobre la Iglesia. De otro modo, en elfondo no podría darse ninguna pregunta ecurnenica, o sea, una pre-gunta sobre la necesaria unidad de la Iglesia o de las Iglesias cristia-nas. y habría que decir que donde se crea en el mensaje de Jesús, que

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Grado séptimo: cristianismo como Iglesia

nos trae el perdón y nos comunica a ,Dios mismo, e~tá ya ,Presente elcristianismo y no se requiere nada mas. En este sentido existe hoy unnuevo consenso sobre el hecho de que a partir de Cristo haya debehaber una Iglesia como magnitud r~al de ti~o h~st~rico. ,

Con ello, evidentemente, todavía no están eliminadas las auten.ticas cuestiones controvertidas en el plano teológico. En efecto, la pre-gunta de si el Jesús histórico mismo pret~ndió y fundó un~ Iglesia visi-ble, constituida, universal, ha permanecido y se ha agudizado, y, porotra parte, se plantea incluso, la. pre~~t.a de si él en general, ante elhecho de su mensaje escatológico dmgld? a Israel, pu10 fundar t~!Iglesia como una magnitud permanente: S.I decunos ~ue el se en~endlOsólo como el último profeta, como el último mensajero d~l r.emo deDios, que a manera de juicio y gracia (o, mej?~, por la gracia). mumpeahora en su tiempo, si, por tanto, hubiera edificado su mensaje ent~rode cara a una absoluta espera próxima, entendida ter.nporalmente, SI. élno hubiera sabido de ningún tiempo que pueda considerarse como m-termedio, es evidente que en consecuencia no se daría de antemano talposibilidad de una fundación de la Iglesia en el horizonte del mensajede Jesús. . ..

Pero en la eclesiología actual de todas las confesiones cnstianasse reconoce de manera más o menos general que poco después de pascuase dio algo así como una constitución de la !gle~ia; SO? muy d~sc~~-pantes, en cambio, las opin~ones sobre la conclenc.l~ de SI.de la prl~llt~-va cristiandad, sobre su unidad, sobre la penetraclOn vacilante +histó-ricamente hablando- de la Iglesia en el mundo pagano. Donde ~ásdivergentes son los puntos de vista -porque esto afecta de forma l~-mediara a las preguntas eclesiológicas controvertidas- es en 10 relati-vo a la constitución concreta de la Iglesia, en tanto ésta puede remon-tarse a Jesús: en lo relativo al primado de Pedro, a la p~sición de losdoce y a la pregunta de la sucesión apostólica, e~ el sentido de. ~ue elcolegio de los doce se continúa en el colegio eplsco~a~,1 el Ofl~l~ dePedro se perpetúa en el papado romano como transmlslon.del m.ID1S;~-rio que Cristo fundó, y a la pregunta de si, por el contrano, ~s ileglti-ma la apelación a una comunidad c~nstitu~da por .J~sús mismo. .

En la teología no católica esta diferencia de opmlOnes se cornpli-ea también por cuanto en parte se cuestiona que en :1 tiempo neotesta-mentario existiera una concepción común de la Iglesia dentro de las co-munidades pospascuales que se llamaban cristianas. Se defiende la opi-

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Acción fundaciona1 de Jesús

nión de que ya en el tiempo neotestarnentario coexistían diversas con-cepciones de la Iglesia y diferentes tipos de constitución de la Iglesia.En consecuencia, estaría en contradicción con los hechos históricos lapretensión de una determinada comunidad de ser ella la Iglesia queri-da por Cristo y, por tanto, la única de derecho divino.

Presupuestos para una acción fundacional de Jesús

Si miramos en primer lugar a los presupuestos que debemos establecerpara que en general dentro del espacio del Jesús histórico pueda pen-sarse en algo así como una fundación de la Iglesia, hemos de decirante todo: Jesús no anuncia ideas religiosas generales, quizá en unaforma especialmente original y conquistadora, pero en principio pen-sables y asequibles siempre y. en todas partes, sino que dirige un men-saje escatológico a Israel. El anuncia un suceso histórico, que estádado por primera vez ahora a través de él. Jesús dice que ahora ha lle-gado la basileia, el reino de Dios, en él y en su persona bajo una formaque plantea exigencias totalmente nuevas y radicales. A esta basileiapertenece sin género de dudas un pueblo de la salvación, un pueblo deDios, que es formado por la basileia, pues el reino constituye un sucesoque hace efectiva la voluntad salvífica de Dios por el hecho de congre-gar el pueblo de los creyentes. A tenor de esto, vemos que Jesús con-grega en su seguimiento a los que aspiran a la salvación, que carecíande guía y eran ovejas perdidas de la casa de Israel.

Pero en oposición con los otros grupos religiosos de aquel tiem-po, los fariseos, los esenios, ete., Jesús concede la salvación a todos,también a los pecadores, si aceptan el Evangelio, la buena nueva de lavenida del reino de Dios, y cumplen sus exigencias morales. Es impor-tante acentuar esto, porque de ahí se desprende que Jesús propiamenteno quería fundar un grupo especial, una especie de orden dentro de }asinagoga judía, por así decir, una organización de un resto sagrado. Else dirigía realmente a todos, quería llamar a todos. Y con ello estádada ya de antemano la situación de que o bien Israel, al que él dirigeen primer lugar su mensaje, se trasforma como un todo, como institu-ción religiosa en esta comunidad del seguimiento de Cristo, en una co-munidad que representa la basileia, o bien Jesús debe fundar no den-tro, sino fuera de Israel, esa comunidad de los creyentes que le siguen.

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,i,1I

y así, el rechazo del mensaje de Jesús por la mayor parte del pueblojudío conduce a la pregunta de cómo Dios realiza su plan salvífico apesar de la incredulidad judía. A este respecto hemos de ver con clari-dad que Jesús sabe también empíricamente la necesidad de su muerte yla revela a sus discípulos, por 10 menos en tanto está persuadido de quepor su muerte no queda desvirtuada su proclamación dela cercaníavictoriosa del reino de Dios, sino que precisamente con ello se cumplede manera definitiva. Su muerte expiatoria se convierte en base de unnuevo orden de la gracia dado por Dios, en base de una nueva alian-za. Jesús prevé un tiempo intermedio entre su muerte y la venida delreino consumado de Dios. Ese intermedio no es sólo un tiempo de es-pera, sino también un tiempo de congregación y de preparación delpueblo de Dios formado sobre la nueva base. Estos presupuestos sólopueden impugnarse como dados en Jesús si negamos que en él existie-ra una voluntad clara y una acción con sentido hasta su muerte (inclui-da). Con él está ahí un nuevo pueblo de Dios; él 10 congrega y, portanto, ha de abordar la pregunta de qué debe acontecer con esta con-gregación de seguimiento en torno a su persona, si el pueblo de Israelrechaza la oferta de entrar en el nuevo pueblo de Dios y de ser en cier-to modo su soporte.

La tesis y sus problemas

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Jesús "fundó" su Iglesia. Esto es persuasión común de las Iglesias cris-tianas si de momento prescindimos de la pregunta de qué significamás exactamente "fundación" y cuál de las interpretaciones de estapalabra dadas en las teologías e Iglesias cristianas es la recta. Donde-quiera aparece un cristianismo eclesiástico, aparece con la convicciónde proceder de Jesús, con la convicción de que no pone autónoma-mente y por sí mismo una relación con Jesús, sino que ésta procede delcrucificado y resucitado y es puesta por él, es acción de Jesús y no pri-mariamente de la Iglesia misma. Si esto es exacto, está dado ya unsentido fundamental y una justificación de la afirmación de que laIglesia es fundación de Jesús. Pero con ello todavía permanecen obs-curas y abiertas muchas preguntas, y en la tesis fundamental quehemos establecido no aparece claro aún el sentido de "fundación".

Son 'Conocidas las preguntas que aquí se plantean. Reproduzca-

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Intento de una r~spu~sta

moslas: (Pudo Jesús en su espera próxima contar con un "tiempo dela iglesia ?¿ ~udo ver y querer explícitamente que su círculo más es-trecho de ?ISClPulos, los doce, se continuaría con igual función en losque después encontramos en la Iglesia como obispos y colegio de obis-pos? ¿ Pode.mos opmar con .s,eri~d~d histórica que Jesús mismo previóuna determinada orgamzaClon ]urIdlca de una comunidad particularque acepta J co.nflesa su mensaje sobre la cercanía del reino de Dios (yen ello de el mismo), o incluso de la totalidad de tales comunidades?¿ P~;de pensarse históricamente que Jesús mismo entendió como insti-t~clon para ,todo~ los ,tiempos futuros de su Iglesia la posición privile-gIada que el atribuyó a Cefas en el círculo de. los doce?

Intento de una respuesta: reflexiones fundamentales

S!, ?~jo la reserva de 10 que debe decirse luego con probabilidadhistórica acerca de una fundación d e la Iglesia por parte de Jesús, notendemos a res~onder, a .las preguntas antes formuladas y otras seme-]an;es con un SI apodíctico, sobre todo si vemos en qué medida des-pues .de p~scua y en todo el tiempo apostólico la organización de laIglesIa est~ todavía en un devenir y fluir y los contornos sociales delas. c?munldades y de la Iglesia entera permanecen confusos, entoncesqUlza es recomendable ya aquí en primer lugar un método indirectopara responder a la pregunta (aunque para comenzar sea minimalista)d.e} ~,entido en que de todos modos puede hablarse de una "funda-CIOn de la Iglesia por Jesús. Por ello decimos:

a) En primer lugar, la Iglesia está fundada por el hecho de queJesús es en realidad tal como es profesado por los creyentes, como sal-vador absoluto, como la irreversible autodonación histórica de Diosen medio d.e una concreción histórica, y por el hecho de que él no sería10 que es SI'la autocomunicación de Dios dada en él, en virtud de esacomunicación misma, no permaneciera presente de manera constanteen el mundo a t~avés de una confesión y de una fe en Jesús histórica-mente aprehensibles. La fe permanente en Jesús es un elemento in-terno ~onstltu:IVO de la comunicación de Dios mismo, que se ha~echo irreversible en él; Y así, como hemos dicho antes en este sen-tido -positivo, pero no exclusivo- Jesús ha resucitado necesariamen-te para todos los tiempos en la fe de sus discípulos. En tanto esa fe

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proviene de Jesucristo, la iglesia como comunidad de tales creyentesprocede de Jesús. La fe y con ello la Iglesia no puede considerarse so-lamente como la reacción nueva por completo y autónoma de loshombres ante este crucificado y resucitado.

b) La fe no puede considerarse de antemano como un acontecerde una interioridad privada. Así no podría ser nunca la permanenciade la comunicación histórica de Dios mismo en Jesús. Debe ser másbien pública, ha de ser confesión, la fe de una comunidad. En este sen-tido, la Ig~esia procede de Jesús porque la fe, como confesión públicay comunitaria de él, proviene de él misno.

e) Tanto la fe, que en ese sentido es formadora de la Iglesia,como la misma Iglesia, deben tener una historia, porque hay una histo-ria de la salvación, porque la fe en Jesús de una generación posteriorestá siempre condicionada juntamente por la tradición de la genera-ción precedente y no surge en forma siempre absolutamente nueva enuna especie de génesis originaria. Pero esta historicidad de la fe y dela Iglesia en medio de un auténtico cambio y de una identidad perma-nente (ambas cosas pertenecen a la historia auténtica) incluye lo si-guiente: cada época posterior de tal historia proviene constantementede la precedente, aunque la cambie. Y con ello viene dado que la am-bivalencia histórica (la amplitud de posibilidades de las decisiones his-tóricas) de una época anterior no tiene que pasar sin más a una épocaposterior. Si debe mantenerse la continuidad, la identidad dentro deun ente que desarrolla su esencia históricamente, entonces no puedeevitarse que en una fase anterior de ese ente histórico se pongan deci-siones libres que constituyen una norma irreversible para épocas veni-deras. El que esto se dé o no en un caso determinado, el que tales deci-siones puedan revisarse mediante otras nuevas, depende, por una par-te, de la profundidad y absolutez de tal decisión de una época anteriory, por otra, de la fidelidad con que una época posterior -para conser-var la identidad de lohistórico+ se comporta respecto de tal decisiónde la época anterior.

De todos modos se echa de ver, si el cambio se piensa en formarealmente histórica y a una con ello se piensa la mismidad de algo his-tórico y se toma en serio la unilinealidad de la historia (que pierdetambién posibilidades anteriores mediante decisiones libres), que tam-poco en el devenir de la Iglesia como algo libre e histórico sigue sien-do o tiene que seguir siendo posible ahora todo lo que antes (según un

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Continuidad entre Jesús y la Iglesia

juicio histórico -quizá problemático- de hoy) estaba dado en ellacomo posibilidad de una decisión. A fin de que una decisión históricaen una época sea vinculante para otra posterior en orden a mantener lacontinuidad histórica, sólo puede exigirse con seriedad que esa deci-sión se hallara dentro de las auténticas posibilidades del origen y no lecontradiga, pero no puede exigirse que tal decisión fuera la única posi-ble y estuviera preceptuada como única desde el punto de partida.U na decisión auténtica -aunque no forzosa en virtud del origen- yobligatoria para la historia siguiente de algo histórico, de algo quemantiene su continuidad en el cambio, puede considerarse de todopunto como legitimada por su origen, como procedente de él y "fun-dada" por él.

Aplicación al problema de la continuidad entre Jesús y la Iglesia

Si presuponemos estos principios (ahora sólo insinuados) de un enteque desarrolla su esencia históricamente y con libertad, que cambia y ala va conserva su identidad, y si presuponemos que la comunidad delos que creen en Jesús es una modalidad así de ente histórico que tern-poraliza con libertad, entonces se desprende lo siguiente:

a) Una procedencia de Jesús y en tal sentido una fundación porparte de él se dan incluso cuando esta comunidad, en decisiones histó-ricas a través de una evolución, se da a sí misma estructuras que sonelegidas de entre un amplio número de auténticas posibilidades, lascuales están dadas en sí y abstractamente y, sin embargo, permanecenirreversibles y obligatorias para épocas posteriores. Bajo esa perspecti-va tales estructuras (por ejemplo una constitución monárquico-episcopal y un permanente ministerio de Pedro) pueden entendersecomo procedentes de Jesús y iuris divini (por lo menos si se establecenen el tiempo apostólico, pues entonces, según muestra, p. ej., la forma-ción de los escritos normativos del Nuevo Testamento, todavía noestá cerrada la historia pública de la revelación), aunque no puedan re-ducirse a una palabra propia de Jesús inequívocamente aprehensiblepara nosotros en el plano histórico. Se presupone solamente que puedahacerse comprensible que tales decisiones (tales actos de la Iglesiacreadores de una constitución) se hallen dentro de las auténticas posi-bilidades dadas por Jesús y la fe en él. También tales actos pueden ser

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irreversiblemente obligatorios y en este sentido iurts diuini para las gr:-neraciories posteriores bajo los presupuestos ya mencionados.

b) Desde esta perspectiva (en el sentido de nuestro método mi-nimalizado hipotéticamente) no es de todo punto necesario referir lasestructuras constitucionales concretas de la Iglesia (católica), que éstadeclara ahora como vinculantes de manera permanente para ella, auna palabra histórica fundacional de Jesús salida explícitamente de suboca, como si sólo así la Iglesia constituida pudiera entenderse comoprocedente de Jesús y fundada por él.

Bajo estos y sólo bajo estos presupuestos ha de leerse lo que to-davía diremos positivamente sobre momentos particulares de la rela-ción de la primera (y posterior) Iglesia en sus estructuras con el Jesúshistórico. Podemos conceder sin reservas -y sin acentuarlo cada vezde forma expresa- la problemática histórica de tales afirmaciones. Silo dicho hasta ahora es cierto, en definitiva resulta intrascendente elque este o el otro momento en la Iglesia que se forma en los tiemposapostólicos pueda reducirse de manera más o menos inmediata al Jesúshistórico, o bien deba pensarse como una decisión histórica, pero irre-versible, que se halla dentro de las posibilidades auténticas de la Igle-sia originaria. Si está presente ahí una Iglesia originada por la fuerzadel Espíritu y la fe en Jesús, el resucitado, la cual procede así de Jesúsy ha sido "fundada" por él, entonces no sólo puede concederse a estaIglesia (cosa que nadie impugna) la posibilidad de libres cambios acci-dentales -según la situación concreta en la que ella se encuentra encada caso-, sino también un devenir desde este origen hacia su esenciaplena.

1,

1Actos de Jesúsfundacionales de la Iglesia

En las dos secciones siguientes tendremos que resumir también algu-nos resultados exegéticos. Puesto que para nuestro fin no tiene sentidoni es posible una discusión del estado de la investigación exegética,nos orientamos aquí por obras de compendio, sobre todo de RudolfSchnackenburg (artículo Kirche 1, en LThK2 V1, 167-172, Y DieKirche im N euem Testament, Friburgo de Br. 31966), que asumimos"a nuestro propio riesgo" y que por eso no tenemos que demostraraquÍ en sus detalles particulares.

386

Actos de Jesús fundacionales de la Iglesia

Algunas acciones y palabras de Jesús tienen carácter de funda-ción de Iglesia, si bien en medida diferente según su posiciónhistÓrico-salvífica. Esta tesis debe esclarecerse a continuación.

En primer lugar, no debe dudarse que Jesús congregó discípulosen torno a él, para agrupar junto a sí al pueblo de Dios, en primerlugar Israel. A este respecto, tiene importancia la formación del círcu-lo de los doce, la cual apenas puede discutirse en el plano histórico.Con ello, Jesús revela una pretensión sobre todo Israel; y en conse-cuencia es históricamente falso opinar que Jesús reunió sin duda algu-na un determinado círculo en torno a él, pero lo entendió sólo comouna especie de orden o secta dentro de Israel, sin pretensión sobre elpueblo entero. Los doce, precisamente por su número, han de repre-sentar en forma simbólica a todo Israel, al Israel escatológico, preten-dido por Jesús. Por ello, ] esús envía a los doce a predicar, y éstos par-ticipan' de aquellas fuerzas salvíficas de Jesús que son un signo de queen él es operante la basileia escatológica como magnitud que irrumpe yse hace presente ahora.

La legitimidad de esta dirección de nuestra pregunta por actosde Jesús "fundadores de Iglesia" se pone de manifiesto también en elhecho de que la comunidad de discípulos se mantiene después del re-chazo de Jesús por una gran parte del pueblo judío; el reconocimientode su elección por Dios, la introducción al misterio de su pasión, lainstrucción sobre persecuciones venideras, etc., permiten reconocerque Jesús se afianza en la idea de una comunidad salvífica, la cual sereúne en torno a él y en principio llama a todos los hombres a la meta-noia, a la conversión y a la fe. Desde aquÍ debería interpretarse tam-bién la última cena, con la fundación de la eucaristía, como orientadaal nuevo orden de salvación, a la nueva alianza. Asimismo las palabrasa Sirnón (Lc 22, 31s) esclarecen que debe seguir existiendo la comuni-dad de los discípulos. A esta línea pertenece también la promesa de laconsumación escatológica en el reino de Dios de lo que se ha hechoaquí sacramentalmente (Lc 22, 16.20.30a).

Finalmente, hemos de referimos también a las "palabras de mi-sión eclesiológica del resucitado" (A. Vógele}, porque en ellas se con-cede de manera definitiva a los discípulos los poderes conferidos a Je-sús, para que ellos continúen su obra en el mundo (cf. Mt 28, ete.).

En los versículos Mt 16, 18s se expresa una voluntad inmediatade Jesús de fundar la Iglesia. En primer lugar, puede decirse con segu-

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Grado séptimo: cristianismo como Iglesia

ridad que estas palabras a Simón como piedra de la Iglesia, como por-tador de las llaves de la Iglesia de Jesús, como investido del poder deatar y desatar, pertenecen realmente al antiguo Evangelio de la Igle-sia. La autenticidad se insinúa por el ritmo y el carácter semíticos dellenguaje, por los lugares paralelos de los textos de Qurnrán, sobretodo por la tradición de Cefas ligada al pasaje comentado, cuyo naci-miento apenas puede explicarse de otro modo; conviene notar aquíque de un apodo objetivo se hace un nombre propio. Por doquier enla Iglesia primitiva Simón se llama Cefas, Pedro. Y propiamente estecambio de nombre como causa del nombre de Simón que tiene validez.en la comunidad primitiva, apenas puede explicarse sino por el origende la palabra Cefas que Jesús usa en Mt 16, 18. Cabría dudar de laautenticidad de esta sentencia sólo en el caso. de que se demostrara deantemano que es imposible en boca de Jesús. P era no ocurre así, puesno puede afirmarse que la espera próxima y la predicación sobre el fu-turo reino de Dios, que irrumpe ya en Jesús, no admitan en el horizon-te y en la mentalidad de la teología, así como en la propia interpreta-ción de Jesús, un espacio para la idea de la Iglesia en general (si bienno hemos de rompemos la cabeza sobre la medida en que el Jesús his-tórico hubo de pensar anticipadamente en forma explícita y sobrecómo tuvo que hacerla en concreto, si él concibió de algún modo unacomunidad institucionalizada de aquellos que creen en su mensaje y enél, y esperan la venida definitiva e indetenible del reino de Dios).

Entonces tampoco se entendería bien por qué y cómo la comuni-dad primitiva de Jerusalén llevó a cabo en una teología creadora algoque de antemano no podemos atribuir a Jesús mismo. Dónde deba lo-calizarse históricamente en la vida del Jesús prepascual esta sentenciade Mt 16, 18, es una cuestión que podemos confiar al exegeta, pues ala postre para nuestras reflexiones no tiene una importancia decisiva.Aun cuando opinemos que Mareo la desplazó a un lugar en la vida deJesús que no puede ser el originariamente histórico, de ahí no se siguenada para nuestra pregunta; también la comparación con el texto deLe 22, 31 s -un pasaje libre por completo de sospechas- muestra queel Jesús prepascual pudo pronunciar tal frase por lo menos inmediata-mente antes de su pasión. El sentido de esta frase es: Jesús quiere fun-dar su comunidad salvífica en Simón, en su persona como la piedra, yfrente a los fariseos asegura a esta Iglesia suya asistencia contra los po-deres de la muerte, contra las "puertas del hades". Simón es designa-

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I 'j'

388

Actos de Jesús fundacionales de la Iglesia

do plenipotenciario por la entrega de las llaves, que no designan alportero, sino al administrador de la casa; con ello recibe el poder dedar entrada a la futura basileia (esto se hace más claro todavía en com-paración con los versículos Mt 23, 1 3, dirigidos contra los "escribasy fariseos"). Esta fundamental plenitud de poderes de Simón comopiedra en l~ ~ueva edificación de Dios, que como Iglesia suya, de Je-sús, es delimitada en forma explícita frente al Israel anterior comopueblo de Dios, queda esclarecida más de cerca mediante la imagend~l atar y desatar; y de momento es indiferente para nosotros qué sig-nifica con exactitud dentro de la comunidad particular y de la Iglesiaentera este poder de atar y desatar, que en Mt.1 8 se concede tambiéna los doce, a los apóstoles. Nos basta constatar, de acuerdo con la in-tención de la argumentación históricamente indirecta y existencial-mente inmediata, que Jesús quiso sin duda alguna una Iglesia comosuya y le dio una cierta constitución fundamental, en tanto constituyóa Simón como piedra y' llavero,;y le confirió los poderes de atar y de-satar. '

Así, Jesús dio a la Iglesia una constitución fundamental, aunqueno desarrollada todavía. Esta posición fundamental reconocida aPedro (Mt 16, 18), esta posición "petrina", es confirmada medianteLe 22, 31 s como posición primacial en el círculo de los discípulos, yen Jn 21, 15 ss queda expresado su poder de dirección sobre toda lagrey .~e Cristo mediante palabras del Jesús pospascual. Cierto quetambién los otros doce reciben el poder de atar y desatar, y aquí tam-poco tiene importancia inmediata para nosotros preguntar cómo se re-laciona este poder de atar y desatar de los doce con el poder de atar ydesatar que aparece luego en la comunidad postapostólica. Tambiénhemos de referirnos finalmente a Jn 2 O, 22ss, donde el resucitado, enun, texto que no ~ace falta seguir investigando aquí, concede a losapostoles una plenitud de poderes concebida en analogía con el poderde atar y desatar.. , Sin duda puede d~cirse también que Jesús, fuera de esta disposi-

cI.on f~damental, confió todo lo demás al Espíritu prometido y a lahistoria d~ la ~glesia dirigida por el Espíritu y sobre todo, naturalrnen-t~, a ~a hlstor;~ de la Igle~ia primitiva, .~or cuanto en esa originariahistoria apostólica de la primera generaclOn se concreta y confirma unnúde.o fu.ndamental que es decisivo para los tiempos siguientes de laIglesia. SI finalmente se pregunta si y en qué medida Jesús mismo pudo

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Grado séptimo; cristianismo como Iglesia

concebir la organización de su comunidad en torno a Cefas como váli-da para todos los tiempos -que él no pudo prever de manera concre-ta-, creemos que de cara a esta pregunta no cabe sino remitir a lo quehemos dicho antes sobre el devenir de la esencia de un ente histórico.

3. LA IGLESIA EN EL NUEVO TESTAMENTO

Cómo se concebía a sí misma la comunidad primitiva

Aunque aquí ha de bastar lo dicho hasta ahora para legitimar laprimera Iglesia como fundación de Jesús mismo, sin embargo todavíahemos de decir algo con brevedad sobre la concepción de sí de la Igle-sia tal como está atestiguada en el Nuevo Testamento. Pero no volve-remos a analizar de forma expresa el problema del derecho con queesa autoconcepción de la Iglesia apostólica puede a su vez apelar a Je-sús mismo.

La primera autodesignación de los cristianos como los creyentesen Jesús como su Señor resucitado y su salvador fue probablemente"los santos" (Act 9, 13.32.41; 26,10 etc.) y también la "comunidadde Dios", asumiendo la caracterización veterotestarnentaria de Israel.Esta designación "comunidad de Dios", "Iglesia de Dios" se dice pri-meramente de comunidades particulares judeocristianas, luego de laspaulinas y finalmente de la Iglesia entera (Act 2 O, 28; 1 Tim 3, 15;etc.: cf. en general las introducciones de las cartas paulinas). Ciertoque la comunidad primitiva de Jerusalén de momento está fuertementeatada a la comunidad del pueblo y de la religión de Israel. Pero no seentiende como un grupo israelita especial, sino como la comunidadcongregada por Jesús, su Mesías, y llamada por él, la cual ha de invi-tar al Israel entero a la fe en Jesús ya la conversión (Act 2, 36 etc.).Dicha comunidad tenía ya su propio culto y, finalmente, después dealgunas contradicciones, siguió la llamada de Dios a extender su mi-sión entre el mundo pagano. En la posesión pentecostal del Espíritu,la comunidad se experimenta como comunidad salvífica escatológica,llamada a una vida santa, incluso allí donde quiere cumplir esta obli-gación en el marco de la ley judía. Cierto que las recientes investiga-ciones exegéticas confieren de nuevo una rica diferenciación a estaimagen. Pero tales investigaciones tienen también un carácter fuerte-

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Teología de la Iglesia en Lucas y Mareo

mente hipotético-heurística, de modo que podemos de)<J,.rde tomarlasen consideración para nuestra manera de proceder, ya que no puedencambiar decisivamente y con la debida seguridad las líneas fundamen-tales.

La teolog{a de la Iglesia en Lucas J Mateo

En Lucas y Mateo -y sobre todo y de manera muy explícita enPablo- encontramos ya una auténtica teolog{a de la Iglesia. Si busca-mos la aportación especial de Lucas para la teología de la Iglesia a tra-vés de la base y del desarrollo del Evangelio y -de los Hechos de losApóstoles, que han de considerarse como dos obras complementarias,deberemos verla en el hecho de que este autor ordena explícitamenteel "tiempo de la Iglesia" y sus tareas misioneras entre la "ascensión"de Jesús y la parusía. Con ello no queremos decir precisamente que talidea de la Iglesia surgiera por primera vez en base a la experiencia deque los creyentes en Jesús no tenían que reducirse a esperar la prontavenida del reino revelado de Dios. Pero Lucas en su teología de laIglesia sin duda elaboró con mayor claridad que, entre la ascensión deJesús y su retorno, hay realmente un tiempo de la Iglesia, de modoque la historia de la salvación de Lucas conoce tres tiempos: el tiempode Israel (cf. Le 16, 16), el tiempo de Jesús como el "centro del tiem-po" y el tiempo de la Iglesia, el cual se extiende hasta la revelación deaquella dimensión definitiva que aconteció ya en el medio del tiempo,que es el tiempo de Jesús. Concuerda con esta visión histórico-salvíficael que la Iglesia se dirigiera primero a Israel, el antiguo pueblo deDios, y luego, a causa de la incredulidad judía, se dedicara definitiva-mente a la misión de los gentiles. A partir de Jerusalén, la Iglesia se di-rige a todo el mundo, pero manteniendo siempre su continuidadhistórico-sa1vífica con el antiguo Israel, a pesar de la cesura radicalque se ha creado por Jesús y por la incredulidad con que le respondiósu pueblo.

En Mareo se trata de la posición de Israel y de su interpretaciónhistórico-salvífica. Acerca del pueblo judío leemos: "Os quitarán elreino de Dios, y se 10 darán a un pueblo que produzca los frutos delreino" (Mt 21, 43). Este pueblo es el verdadero Israel, el cual constade judíos y paganos que creen en Jesús. El Evangelio de Mareo se es-

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