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Página1 Marcel Claude. nuestro deber es recuperar el sentido honorable de la cuestión pública” (por Isabel Olivares) Marcel Claude es un economista eco-socialista, postula un modelo de desarrollo económico que ponga en el centro al ser humano y sus derechos para que el desarrollo de la economía cobije al ser humano y su derecho a una vida digna sin dañar el ecosistema. Fue presentado como candidato a la presidencia en el año 2013 por el Movimiento Todos a La Moneda, (TALM). El programa de Tod@s a La Moneda estaba enfocado en cambios profundos y necesarios para terminar con el duopolio y su sistema de gobierno heredado de la dictadura y aprovechado por el duopolio. ¿Marcel, cuáles fueron tus primeros pasos en la política? R: Yo creo que nací haciendo política, todo en mi infancia me hablaba de política. Mi viejo me introdujo desde que tengo juicio en los temas políticos. Marché con él sobre sus hombros en ese gran evento que fue la marcha de la patria joven. Yo aún percibo las emociones de ese tiempo. Tenía un tío panameño, médico socialista que siempre discutía con mi viejo, pero como compadres que eran, es decir, en el marco de la fraternidad. Este tío mío, masón, socialista y allendista, fue para mí también uno de mis primeros acercamientos a las posiciones de izquierda. En ese tiempo Chile era un país que vibraba con los sueños de progreso social y había certeza en que el hacer política era central en la vida de los pueblos, en donde había una conducta moral de los dirigentes políticos que hoy está completamente desaparecida, en donde la palabra y los compromisos adquiridos tenían un valor mucho más allá de los votos y los cargos. Eso yo lo vi y nadie me puede decir que “siempre ha sido igual la política”. Lo que ocurre es que somos hombres de una época de decadencia notable de la política y nuestro deber es recuperar el sentido honorable de la cuestión pública.-

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Marcel Claude. “nuestro deber es recuperar el sentido honorable de la cuestión pública”

(por Isabel Olivares)

Marcel Claude es un economista eco-socialista, postula un modelo de desarrollo económico que ponga en el centro al

ser humano y sus derechos para que el desarrollo de la economía cobije al ser humano y su derecho a una vida digna

sin dañar el ecosistema.

Fue presentado como candidato a la presidencia en el año 2013 por el Movimiento Todos a La Moneda, (TALM). El

programa de Tod@s a La Moneda estaba enfocado en cambios profundos y necesarios para terminar con el duopolio y

su sistema de gobierno heredado de la dictadura y aprovechado por el duopolio.

¿Marcel, cuáles fueron tus primeros pasos en la política?

R: Yo creo que nací haciendo política, todo en mi infancia me hablaba de política. Mi viejo me

introdujo desde que tengo juicio en los temas políticos. Marché con él sobre sus hombros en ese gran

evento que fue la marcha de la patria joven. Yo aún percibo las emociones de ese tiempo. Tenía un

tío panameño, médico socialista que siempre discutía con mi viejo, pero como compadres que eran,

es decir, en el marco de la fraternidad. Este tío mío, masón, socialista y allendista, fue para mí

también uno de mis primeros acercamientos a las posiciones de izquierda. En ese tiempo Chile era un

país que vibraba con los sueños de progreso social y había certeza en que el hacer política era central

en la vida de los pueblos, en donde había una conducta moral de los dirigentes políticos que hoy está

completamente desaparecida, en donde la palabra y los compromisos adquiridos tenían un valor

mucho más allá de los votos y los cargos. Eso yo lo vi y nadie me puede decir que “siempre ha sido

igual la política”. Lo que ocurre es que somos hombres de una época de decadencia notable de la

política y nuestro deber es recuperar el sentido honorable de la cuestión pública.-

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Luego en los años da la Unidad Popular mi padre me inscribió en el PDC y me hice un activista de la

JDC en esa época. Fui a cursos de formación política desde los 13 años y también fui candidato al

centro de alumnos. Y aunque me cuelguen eso de que fui golpista y colaborador de la derecha, tengo

en mi recuerdo que como dirigente de la JDC de la época en el Liceo N°17, me negué a un pacto

electoral con la derecha, contrariando las disposiciones de la directiva nacional y no conformé una

lista unitaria, entre otras cosas porque siempre he sido contrario y crítico de las posturas derechistas

oligárquicas. Recuerdo que una noche en que el liceo estaba tomado por la oposición a Allende

(entre los cuales estábamos nosotros), llegué a ver la situación y el liceo estaba tomado por la

Rolando Matus (grupo de choque del Partido Nacional) y habían capturado a militantes de izquierda a

quienes les estaban sometiendo a apremios del todo ilegítimos. En ese momento les exigimos a sus

dirigentes que desocuparan inmediatamente el liceo y como no lo hicieron, hicimos abandono de la

toma y anunciamos el fin de la movilización, por lo que al día siguiente se reanudaron las clases. Yo

nunca he sido de derecha y no lo seré jamás.-

¿Cuándo y porque renunciaste a la DC?

R: Yo me hice político en la DC, y tengo recuerdos muy nobles de mi paso por allí. En realidad tiene

mucho que ver con mi padre de quien aprendí el compromiso político y a través de él vi y aprendí de

los aspectos éticos del quehacer político. A través de mi viejo conocí a Radomiro Tomic y Bernardo

Leighton. Ellos tenían una mirada muy crítica de la salida golpista y en mi casa, lejos de destaparse

botellas de champagne, fue para mi padre un día sombrío. Yo pertenecí a una DC que postulaba el

socialismo comunitario, la sindicalización campesina y la reforma agraria, la chilenización del cobre y

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la revolución en libertad. Yo pertenecí a la JDC que celebró la elección de Allende en el Congreso.

Haber sido DC en aquella época no es lo mismo que pertenecer hoy a ese partido. Y en cierto sentido

se puede decir lo mismo de los socialistas y los comunistas. Esos partidos hoy ya no tienen proyectos

revolucionarios y son simples fusibles del proyecto capitalista neoliberal. Yo reivindico un proyecto

revolucionario de refundación de Chile y de superación, como región latinoamericana, del capitalismo

degradante y depredador. Lo hago al igual que en aquella época.-

Mi alejamiento del PDC fue algo natural, de hecho no renuncie pues después del Golpe de Estado

creo desaparecieron los registros de los partidos y yo nunca me volví a inscribir en la DC. Fui

progresivamente comprometiéndome en grupos de discusión y activismo que me fueron vinculando

con sectores de izquierda. Una de esas personas fue Ignacio Valenzuela en la Escuela de Economía de

la Universidad de Chile. Recuerdo muchas conversaciones con él en el casino de la escuela. Él había

sido compañero de mi hermano en el liceo. Yo estaba en Lovaina cuando lo mataron en la Operación

Albania o Matanza de Corpus Christi, y no me sorprendió sabiendo el grado de su compromiso, pero,

no dejó de ser para mí chocante y desafortunado. Su sacrificio es parte de los hechos que han ido

profundizando mi compromiso político. Por alguna razón su imagen desde que éramos compañeros

en el liceo 17 –él estaba una año adelante- siempre ha estado en mi memoria. Me fui acercando en lo

humano a las ideas de izquierda y también en lo ideológico pues fui adquiriendo y revisando el

pensamiento crítico del capitalismo. En realidad mi acercamiento ideológico a la izquierda viene por

mi más rotundo y siempre presente pensamiento crítico del capitalismo. Encontré en el pensamiento

de izquierda una crítica mucho más contundente y sólida del capitalismo que el que pueda haber

desarrollado el pensamiento demócrata cristiano. La lectura crítica de Marx respecto del modo

capitalista de producción, hasta ahora es insuperable.-

¿Qué me puedes decir de tu paso por el PPD?

R: Eso fue menos luminoso, fue más bien una experiencia dolorosa. Allí viví la traición de la

Concertación; ese proceso sibilino, hipócrita y traicionero del que Chile fue víctima. En ese sentido

fue una suerte haberlo visto desde adentro. Ese paso al menos me sirvió para entender ya en 1991

cuál era el proyecto secreto de los concertados. Igual sirvió, pero, no para llenarse el corazón de

nobles ideales ni para formarse la convicción de sumarse a las grandes tareas que exige la vida a los

hombres y mujeres que aspiran a estar en lo más alto del arco de triunfo de la humanidad. Yo llegué

a ser presidente de la comisión económica del PPD y secretario general de la comisión programática.

Pero mis ideas molestaban mucho a Girardi, Bitar, Eyzaguirre y otros tantos. Un día llegando a una

reunión con Bitar, en el camino nos enteramos por la portada del diario La Segunda que Sergio Bitar

había sido nombrado director de la Fundación Paz Ciudadana por el mismísimo Agustín Edwards. No

nos faltaron palabras para hacerle saber nuestro desagrado a Bitar al llegar a la reunión. No lo

entendíamos para nada. Solo atinó a desacreditarnos diciéndonos que no entendíamos los sacrificios

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que exigía una transición. No le aceptamos su explicación. Progresivamente me fueron sacando.

Recuerdo una reunión que todavía me resulta chocante. Era presidente del PPD en ese entonces

Sergio Bitar. Asistían: Juan Eduardo Herrera, consejero del Banco Central; Nicolás Eyzaguirre, gerente

de estudios del Banco Central; Enrique Marshall, gerente general del Banco Central; Erich Schnake

creo era secretario general del PPD; Bitar y yo. Eyzaguirre pedía ser nombrado en un alto puesto del

Banco Central y Juan Eduardo Herrera pidiendo que la izquierda exigiera la vicepresidencia del Banco

Central, o sea: él. Era repugnante a decir verdad. Por mi mente pasaron los cadáveres de Víctor Jara,

Ignacio Valenzuela, Allende y de todos aquellos que sacrificaron sus vidas para un Chile de justicia y

estos mercachifles de la política pidiendo cargos. Ninguno pedía defender tal o cual política

económica en beneficio del pueblo chileno, ni menos que lucháramos por un Banco Central orientado

a políticas más acordes con la justicia distributiva y de redistribución del ingreso. Nada, querían

cargos los niñitos bien. La única tontera que se me ocurrió decirles fue que eso estaría bien en el

entendido que ellos de verdad fueran de izquierda. Un silencio mortuorio cayó sobre la reunión y

rápidamente se levantaron todos. Al poco andar, Eyzaguirre fue ascendido a Director y Juan Eduardo

Herrera a Vicepresidente del Banco Central. Las políticas siguieron siendo neoliberales y a mí me

mandaron a los páramos de la Tierra Media. No demoré mucho, ante tanta expresión de aprecio y

afecto, en tomar mi equipaje y salir otra vez al descampado. Siempre debo partir a mis exilios en mi

propia tierra. Obviamente, dejando detrás de mí un cúmulo de desprestigio y desacreditación. A

estas alturas mido mi éxito en la profundidad de mis compromisos políticos por la envergadura de mi

desprestigio. Yo y mis exilios. Cuento más de 20 destierros en mis propios pagos.-

El PPD me sirvió para hacerle una autopsia in situ a la “democracia” chilena, para darme cuenta de

que nunca hubo verdadera intención de terminar con la dictadura oligárquica que el régimen militar

de esa dictadura instaló y que perdura hasta el día de hoy. Desde 1991 que conozco esa verdad mil

veces demostrada.-

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¿En qué consistía tu trabajo en el Banco Central?

R: Yo trabajé en dos oportunidades para el Banco Central. La primera vez entre 1983 y 1986. Justo

cuando se iniciaron las protestas yo ingresé como funcionario del departamento de deuda externa.

Era la época de la gran crisis económica de los ochenta. Los bancos quebrados por operaciones

delictuales de sus directivos y con una cesantía brutal. Mi trabajo consistía en determinar el monto

de la deuda de los bancos y en hacer informes sobre la evolución de la deuda latinoamericana. Me

hice un experto en ese tema, al punto que mi primer trabajo que hice a mi vuelta en 1990, fue

precisamente sobre la deuda subordinada, es decir, la deuda que los bancos habían adquirido con el

Estado por haberlos salvado de la quiebra en los ochenta y que le costó 40% del Producto Interno

Bruto al país. Fue un gran trabajo pues hasta el Ministro de Hacienda de la época –Alejandro Foxley-

me recibió junto con Sergio Bitar para comentar el trabajo y confirmar la creación de una comisión

para resolver el problema. Yo pensé que sería incluido en dicha comisión, pero, me dejaron afuera.

Años después entendí la razón: no querían resolver el problema.-

Recuerdo que el mismo día que ingresé en 1983 al Banco Central, por la noche participé en la primera

protesta nacional. Era complicado pues el ambiente pinochetista en el Banco Central era evidente y

no tardaron mucho en darse cuenta que yo no era de los suyos. Al mismo tiempo yo era activista de

la Agrupación de Economistas Socialista, de la Agrupación Sebastián Acevedo contra la Tortura y de

una célula de la Teología de la Liberación. Por eso me da mucha risa cuando me dicen que yo trabajé

para la dictadura. Contrariamente, no hubo un solo día de esos tres años que yo no hiciera trabajo de

contra información, pues facilité muchos datos sobre la deuda para quienes hacían en esa época la

crítica de las políticas neoliberales. También era profesor de desarrollo económico en la Universidad

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Católica de Valparaíso y creo no hay ningún estudiante de ese tiempo que fuese mi alumno que no

pueda dar testimonio de mi postura radicalmente crítica de las políticas neoliberales de esa época.

Debo haber sido de los pocos economistas que enseñaban la teoría marxista del valor en plena

dictadura militar.-

Mi segunda estadía en el Banco Central fue desde 1990 hasta 1995. Entré junto con la “democracia”,

aunque dentro del Banco Central el pinochetismo y el neoliberalismo nunca se fueron y nunca se han

ido, lo cual noté desde el principio, dado que a Eyzaguirre le gustaba trabajar con los economistas de

la UDI y RN. Ingresé en la Gerencia de Estudios, cuando el Director era Ricardo Ffrench-Davis y el

gerente Nicolás Eyzaguirre. Allí trabajé en coyuntura económica, inversión extranjera y finalmente

como jefe del proyecto de Cuentas ambientales. Este último fue el trabajo más apasionante que haya

realizado en el Banco Central. Me di uno de los primeros gustos en mi vida profesional, hacer un

trabajo de verdad, con sentido de responsabilidad con Chile, lo hice a toda conciencia, con toda

pasión. Demostramos que en Chile el crecimiento económico se hacía sobre la destrucción del

Bosque Nativo, las pesquerías y los recursos mineros. Crecimiento depredador a todas luces.-

¿Qué gatilló tú salida del Banco Central, fue voluntaria?

R: La primera vez, en 1986, me fui pues conseguí una beca para hacer estudios de postgrado en la

Universidad Católica de Lovaina que me ofreció el PET (Programa de Economía del Trabajo) que dirigía

Humberto Vega y que en ese entonces hacía la contra ofensiva del modelo económico por el lado de

los derechos laborales. Sin embargo, ya me tenían amenazado explícitamente pues no les gustaba mi

posición política. La segunda vez, en 1996, yo renuncié, pero, después de que me pusieron todo el

camino de la salida por delante. Después de que se conocieron los resultados de las cuentas

ambientales, se desató una tormenta política en Chile. Que el Banco Central –el alma mater del

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neoliberalismo- reconociera que el crecimiento económico del sector forestal se hacía sobre el

cadáver del bosque nativo era inaceptable para la CORMA (Corporación de la Madera, o sea, el

gremio de la industria forestal). Pusieron el grito en el cielo, le hicieron punto fijo a Zahler (Presidente

del Banco Central en esa época), me acusaron para variar de haberme robado la información, de ser

un agente de los grupos ecologistas, que el estudio era deficiente, etcétera, etcétera. Eyzaguirre me

prohibió prender hasta el computador, decidieron revisar los resultados y formaron una comisión con

mayoría pro empresa. En consecuencia, me fui pues no estaba dispuesto a aceptar los nuevos

resultados que obviamente fueron favorables a las empresas forestales. Recuerdo un episodio

grotesco que me tocó vivir con el entonces Gerente de Estudios, Guillermo Lefort, quien cuando la

Comisión de Medio Ambiente del Senado pidió que el Banco Central concurriera a explicar el estudio

sobre el bosque nativo, me prohibió asistir a dar las explicaciones técnicas, ante lo cual el presidente

de la comisión, en ese entonces el senador Antonio Horvath, exigió mi presencia. No les quedó más

remedio que llevarme al Congreso, pero, Lefort me prohibió hablar. Yo nada le contesté y cuando el

presidente de la comisión del Senado preguntó mi opinión, obviamente expliqué con lujo de detalles

el trabajo realizado. El rostro de Lefort estaba descompuesto y enrojecido. Todos podrán imaginar lo

que se desató a continuación. Lefort esperó que el viaje de retorno en un vehículo del Banco Central

estuviera suficientemente avanzado en el camino y me soltó el doblado. Vivamente alterado -y

enrojecido su rostro blanquecino- parecía un torturador SS de las películas de Hollywood. Me gritó

altaneramente que se me había dado la orden de no hablar y que yo gravemente la había incumplido.

Su grosería fue desmedida. Yo en mi mejor modo –el que más pude- le dije simplemente que no tenía

razón alguna de tolerar su grosería, que yo no era militar sino que solo un profesional y que no

cumplía órdenes y que mi obligación era con el interés público y no con órdenes de un funcionario

superior, que se guardara sus recriminaciones porque eran inaceptables y no me podía bajo ningún

reglamento -ni menos un derecho- prohibir que hablara ni menos que no podía explicar mi trabajo

pues era mi derecho y no recuerdo qué otras cosas más le dije. Todo por supuesto en un tono que no

era precisamente suave. La cara del chofer que miraba esa escenita por el espejo retrovisor todavía la

recuerdo. Creo nunca había presenciado algo así. El resto del camino fue en un silencio a 20 grados

bajo cero. Un frío siberiano se instaló adentro de esa camioneta oficial en ese día soleado de la

primavera de 1995.-

¿Qué te motivo a ser parte activa en el Movimiento Sebastián Acevedo?

R: Esa época era un tiempo de mucha épica revolucionaria. Los carretes eran peñas, las grandes

amistades se forjaban en la lucha callejera en contra de la dictadura militar. De allí que todo aquello

que apareciera en tu vida como una oportunidad de darle curso a ese impulso revolucionario se

asumía sin grandes cavilaciones. Yo era todavía católico y estaba muy golpeado por el nombramiento

de Karol Wojtyla como Juan Pablo II y con la salida de Raúl Silva Henríquez del Arzobispado de

Santiago. Veía venir la sombra del conservadurismo en la Iglesia Católica. Yo me formé como católico

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en la Iglesia de Medellín, del Concilio Vaticano Segundo, de los curas obreros. Mi padre me hizo leer

el libro “Los Santos Van al Infierno” de Gilbert Cesbron. Yo fui un hijo de la iglesia comprometida con

la suerte de los desheredados en América Latina, que seguíamos a Monseñor Óscar Arnulfo Romero y

sufrimos su asesinato. Yo sigo reivindicando esa iglesia de Hélder Cámara quien como Arzobispo

católico brasileño y su defensa de la justicia social, así como su actitud de condena de las dictaduras

latinoamericanas, lo convirtieron en un ícono de la llamada "Iglesia de los pobres". En esa época los

curas hacían noticia por su compromiso social y porque los expulsaban de los países bajo dictaduras

militares, porque los mataban debido a sus vidas heroicas. Hoy hacen noticia mayormente por los

escándalos de pedofilia. Toda nuestra civilización se ha degradado con el predominio de los valores

hedonistas del capitalismo neoliberal. Por eso no tuve duda alguna cuando acepté la invitación de mi

amigo Fernando Escobar –quien en ese entonces era abogado de la Comisión Chilena de Derechos

Humanos- a ser parte de una célula de activistas de la Teología de la Liberación y el mismo me llevó al

Movimiento Sebastián Acevedo contra la Tortura que fue impulsado por el cura José Aldunate.

Recuerdo que él –mi amigo- era quien me llamaba y me invitaba a tomar café a determinada hora

que era el acto que debíamos realizar rápidamente y en forma sorpresiva. Un día recuerdo que una

hora antes de una manifestación, el gerente de la división en que yo me desempeñaba en el Banco

Central me llamó a una reunión. Estaba yo muy complicado pues se acercaba la hora del evento y

como era a las 13 hrs, lo único que se me ocurrió fue decirle que tenía un grave problema en mi

banco pues estaba sobregirado. Un funcionario del Banco Central no podía tener esos antecedentes,

así es que me liberó de la reunión rápidamente y yo pude llegar a tiempo a la manifestación. Después

me preguntó si había resuelto el problema y yo le dije “¿qué problema?”. Me miró incrédulo y allí

reaccioné acordándome y pude salir del paso. Así era la vida entonces, llena de improvisaciones para

cumplir con ese llamado irresistible del compromiso político.-

Otro episodio de esa época que revela las vicisitudes que muchos vivimos fue para un 11 de

septiembre, una marcha no autorizada al Cementerio General. Íbamos por Avenida La Paz al costado

del Hospital José Joaquín Aguirre. Pronto llegaron los pacos, nos rodearon y no había escapatoria. Yo

sabía que si me tomaban detenido perdía mi trabajo pues el ambiente pinochetista del Banco Central

era superlativo. Entonces decidí saltar las rejas del hospital y como eran tan altas quedé ensartado en

las dos piernas y mi mano izquierda con las puntas. Me ayudaron a salir de esa situación mis amigos

empujándome y pude finalmente saltar. Aproveché de irme directo a la posta del hospital; me

curaron las heridas y me fui a la casa. Durante 20 días quedé inhabilitado de ir a trabajar pues fueron

profundas las heridas. El médico que me atendió fue buena onda y no le informó al paco de turno

nada. Tuve que contar grande cuento en el Banco Central gracias a mi amigo médico que me dio una

sólida licencia, Galvarino Araya, amigo de mi padre, allendista y socialista, profesor de salubridad en

la Universidad de Chile y médico a la antigua, en donde el trabajo era más importante que el dinero.

Desde acá le hago a ese querido viejo un homenaje personal, mío y cariñoso. Él fue el pediatra de

todos mis hijos hasta su muerte.-

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En internet podemos ver muchos videos tuyos, algunos de hace más de una década y en todos ellos

podemos ver algo casi premonitorio del acontecer político, económico etcétera. ¿Siendo así a que

apuntarías tú como causa del fracaso electoral del 2013?

R: Muchas son las explicaciones que podemos dar al respecto. No obstante, creo importante señalar

que fue un éxito político esa candidatura. Llenar el teatro Caupolicán, copar universidades, plazas,

auditorios. Llevar 10 mil personas a la inscripción de la candidatura y cerrar con 40 mil a 50 mil

personas en Av. Brasil es un hecho político que no tuvo otro candidato. Bachelet no logró eso ni en

medida menor. Nuestra candidatura tuvo épica, discursos que pudimos plasmar en un libro pues

estos los hacíamos a conciencia, con trabajo. Cada discurso era un trabajo de días. Recorrimos Chile

como los viejos políticos, hablando y compartiendo con trabajadores, estudiantes, hasta altas horas

de la noche. Nos lo cantamos todo. Fue un trabajo a conciencia. Pero, el problema lo constituye la

posibilidad de convertir una fuerza política –que la construimos- en fuerza electoral. Y este problema

lo vivimos nosotros y lo vive la izquierda a nivel internacional. El triunfo de la derecha en España,

después de la tremenda mística de Podemos es una prueba más de las dificultades de convertir la

fuerza política en fuerza electoral. Topamos siempre con la tremenda influencia de los medios y sus

campañas de desprestigio y su publicidad mercachiflera que tanto influye en una ciudadanía que se

ha acostumbrado a los procesos electorales como un símil de las ofertas de temporada de las casas

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comerciales. Es difícil que la ciudadanía vuelva a entender que los procesos políticos requieren el

compromiso activo de las personas pero como militantes y activistas en el tejido social y no como

consumidores de candidatos. Ese es un problema serio pues además para conseguir ser fuerza

electoral se requieren muchos recursos financieros y presencia mediática que candidatos como el de

nuestra fuerza no logran fácilmente. Sin contar con el fenómeno de la división al interior de las

fuerzas contrarias al monopolio, lo cual es promovido por la forma de financiamiento de las campañas

políticas que promueven la proliferación de candidaturas en la búsqueda de fondos de libre

disposición. Desgraciadamente, en Chile el SERVEL dispone fondos sin la menor fiscalización y contra

la entrega de boletas, las cuales mayoritariamente son ideológicamente falsas, lo cual promueve

negativamente candidaturas que asumen el discurso crítico en contra de las AFP, las Isapres, en pro

de la educación pública, etcétera, pero, mayormente son estrategias de marketing político y no

responden a un proyecto honestamente revolucionario y de esta manera, se diluye cualquier

proyecto de transformación real y auténtica. Si a esto le agregamos las prácticas autodestructivas de

la izquierda, podemos entender el fracaso electoral, pero, no menos importante es el hecho de que

hoy en día, por la forma en que se cuentan los votos –mediante una licitación que se adjudica una

empresa privada- es muy probable la existencia de fraude electoral, dado que, la ciudadanía no

cuenta con los mecanismos de fiscalización de los procedimientos de contabilidad y recuento de

votos.-

¿Piensas tú que afectó de alguna manera tu vida familiar, tus conflictos que fueron muchas veces el

arma que uso la clase política para neutralizar tu actividad política?

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R: Bueno, nada de eso constituye sorpresa para mí, dado que, cualquier proyecto político que se

levante en Chile con miras a refundar el país, eliminar las AFP, convocar una Asamblea Constituyente,

restituir tierras a los pueblos originales, nacionalizar los recursos naturales y recuperar las empresas

estatales fraudulentamente privatizadas, será objeto de la más brutal y desmedida campaña en

contra. No deja de ser desagradable y odioso, pero, es el precio que hay que pagar. En todo caso, yo

tengo la certeza de haber actuado con decencia y responsabilidad. Cuando tuve trabajadores a mi

cargo siempre cumplí con las leyes laborales íntegramente, y lo del Diario Uno fue un abuso de

algunos periodistas que no les gustó que se cerrara el diario, pero, yo no podía seguir endeudándome

por esa iniciativa. Simplemente no se vendía suficientemente para pagar los costos. Nunca fue una

empresa ni un negocio y solo era una apuesta política. De hecho nadie daba boletas, no habían

ningún tipo de contrato y no existía dependencia ni obligación de horario ni de asistencia a un lugar

de trabajo. El fallo favorable se obtuvo gracias al recurso de testimonios falsos. Esos “izquierdistas”

que cuando se trata de dinero actúan como el peor burgués capitalista y se olvidan del discurso

revolucionario del que son campeones para pronunciar y gritar a todos los vientos.-

En relación a mi familia tengo la tranquilidad de nunca haber recurrido a la violencia ni al castigo

como forma de educación con mis hijos ni de vinculación con las mujeres con quienes he estado

casado. Así de simple, jamás las he violentado ni física ni verbalmente y cumplí a cabalidad, no solo

como proveedor sino también como padre presente en todos los aspectos de la vida de mis hijos.

Siempre he apoyado en el desarrollo personal y profesional de las mujeres que me han acompañado.

Nadie es buen juez de sí mismo, y por cierto debo haber incurrido en muchos errores y falencias, y

probablemente más de las que puedo recordar o darme cuenta, pero, nadie puede acusarme de usar

la violencia física o verbal a no ser que falte grave y severamente a la verdad. No es sorprendente –y

debería ser pensado con mayor agudeza- que durante la candidatura se me hayan acusado en dos

oportunidades por mi ex mujer: la primera por 20 millones y la segunda por 400 millones. En el

primer caso se me exigía pensiones por una hija que vivía conmigo y por otra que ya en el año 2010 (3

años antes de la candidatura) había dejado de cumplir los requisitos para recibir pensión de

alimentos. Eso, obviamente, a los medios nada les importó y lo usaron en su política de

desacreditación. Lo que me molesta es que muchos de los nuestros se dejaron llevar por esas

campañas y no se dieron la menor molestia de indagar y verificar.

¿Qué significa para ti el TALM?

R: En primer lugar una experiencia extraordinariamente gratificante. Un movimiento que se

construye con el despliegue de una campaña al estilo de lo que ya se había perdido en nuestro país

como modelo de campañas políticas. Yo vi gente emocionada, poniendo de su bolsillo, trabajando

hasta altas horas de la noche, arriesgando su corazón. Vi llorar a muchos hombres y mujeres de

emoción por la esperanza que se había levantado. Como reza la canción de Fito Páez y que canta tan

bellamente Mercedes Sosa: “quien dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón”. Esa

canción resume el espíritu de ese movimiento. Creo que es un esfuerzo que no debemos perder y

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que hay que reactivar pues sobre ese emocionar y compromiso podremos levantar una fuerza política

que se convierta en un poder electoral que junto a otros movimientos y organizaciones sociales

pueda realmente refundar Chile, restituir la dignidad de nuestro pueblo, recuperar los derechos

mercantilizados y transados. Un TALM a gran escala cambiaría nuestra oscura y dolorosa realidad de

pueblo sumiso y esclavizado.-

¿Cuál piensas tú que es el camino para lograr enfrentar al duopolio?

R: El único camino es la construcción de una tercera fuerza política a la que concurran trabajadores,

estudiantes, movimientos sociales, partidos políticos que de verdad salgan de esa lógica de la

búsqueda de fondos y robar platas del SERVEL. Un Frente Popular o como quiera que se le llame –

Frente Amplio, por ejemplo- con un proyecto común y con la voluntad férrea de dedicar su energía y

trabajo político hacia la refundación de Chile. La unidad de las fuerzas críticas del capitalismo salvaje

y neoliberal es la clave para superar esta larga y dolorosa noche dictatorial que aún sufrimos y

vivimos.-

Por último Marcel, ¿Cómo te definirías tú políticamente hablando y a qué apuntas tú como objetivo

para nuestra sociedad?

R: Ideológicamente un crítico radical del orden capitalista nacional e internacional, profundamente

ecologista y un miembro activo de la clase trabajadora a la cual pertenezco. Creo que a nivel país

debemos cambiar todas las instituciones pinochetistas, tales como: la Constitución del 80; las AFP; las

isapres; la propiedad privada y extranjera de recursos como el litio, el agua, el cobre, las pesquerías,

etcétera; la educación y la salud como negocio; los derechos como razón del lucro y la acumulación

capitalista. Y a nivel latinoamericano, el proyecto ha de ser la superación del modo capitalista, dado

que, no es posible sacarse este sistema de encima sino es a nivel de nuestra región. Un orden

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fundado en la lógica del trabajo y no del capital, donde el excedente productivo quede en aquellos

que lo producen y no en quienes controlan el proceso productivo.