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Entre pumas y jaguares. Algunas reflexiones acerca de la iconografía del valle de Ambato {Catamarca-Argentina)
Pablo Cruz
Introducción
Bajo influencia de los movimientos posmodernistas de comienzo de la década de los 80's, las representaciones iconográficas del pasado remoto parecen hoy en día pensadas como polisemánticas y por lo tanto, cuando se trata del arte parietal, incomprensibles a nuestros ojos. Como consecuencia podemos ver cómo en los últimos años los estudios iconográficos se limitan cada vez más a la descripción y a los análisis tipológicos-estilísticos buscando filiaciones culturales pero, a la vez, evitando análisis interpretativos o de tipo estructuralista.
Sin embargo, más allá del vacío temporal o cultural que nos puede separar de estas diferentes iconografías y de la prudencia con la cual debemos proceder a su análisis, la subestimación del mensaje iconográfico nos puede estar indicando una realidad actual : la falta de lectura crítica de las imágenes. A modo de ejemplo, cada uno de nosotros recibe diariamente un bombardeo de 2 500 imágenes gráficas, la mayor parte con un contenido publicitario. Los iconos comerciales invaden la mayoría de los espacios de nuestras vidas, la calle, la casa, el trabajo, las diversiones ... Sin embargo, quizá como una respuesta natural a este sobreestítimlo, solamente un 5% de estas imágenes son retenidas por nuestra atención (Ramonet 2001). De esta manera, es probable que nuestra indiferencia al mensaje de las imágenes la estemos transfiriendo a nuestros objetos de estudio, banalizando y marginando los contenidos iconográficos de manera similar a lo que ocurre con las imágenes en la
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actualidad. ¿Estamos desconfiando de las imágenes? Si evaluamos la dimensión que ocupa la imagen en nuestra sociedad, sin duda desme
surada, así como el enorme poder de sugestión e identificación que tienen nuestros iconos (instituciones, marcas publicitarias, religiones, etc.), podemos tener ya una idet del potencial de información que podríamos intentar recuperar en ciertas iconografías.
Es evidente que no podemos leer las representaciones iconográficas exactamente de la misma manera que leemos los textos. Pero tampoco podremos limitar su lectura al mismo marco de análisis que utilizamos en el estudio de útiles y objetos arqueológicos. Si bien es posible encontrar símbolos y significados detrás de cada gesto humano, la imagen, como el texto, se caracteriza por llevar consigo un lenguaje más explícito y dirigido. De hecho, el problema de la objetividad del mensaje en la imagen se asemeja a los problemas de interpretación de los textos. Sin embargo, esta limitación no nos impide intentar una lectura más profunda de la imagen iconográfica, buscando el debate científico y la validación arqueológica. Podríamos así enriquecer nuestros análisis descriptivamente pobres.
Presentaré aquí un breve ensayo acerca de la iconografía del valle de Ambato (Catamarca-Argentina). Para ello analizaré ciertas representaciones iconográficas características de esta región, marcando las asociaciones que me parecen más sugestivas. De esta manera y guardando la distancia necesaria, consultaré fuentes etno-históricas y etnográficas, considerándolas como un catálogo abierto de posibilidades.
Este trabajo se basa principalmente en la clasificación cerámica realizada por Bedano, Juez y Roca ( 1974) de piezas originarias del valle de Ambato y que hoy componen la colección Aroldo Rosso y hacen parte de un trabajo que realicé hace algunos años (Cruz 1999).
Breve descripción de la arqueología del valle de Ambato
El valle de Ambato se localiza en la provincia de Catamarca dentro de la región valliserrana del noroeste argentino. Se trata de un valle fértil, bordeado al oeste por la cadena del Ambato, cuyo pico más alto, El Manchao, alcanza los 4 350 m. Al este el valle se encuentra limitado por las sierras de la Graciana-Balcozna que cuentan con una altura promedio de 1 900 m. Más allá de este último cordón serrano descienden las selvas de alturas llamadas "yungas" ( dominio amazónico) hasta llegar a las cálidas planicies de la región chaqueña. La ladera oriental del valle, irrigada por numerosas vertientes , es marcadamente más húmeda y exuberante que la ladera occidental, más seca y arbustiva. Sobre la cima de La Graciana y sobre la cabecera norte del valle se extienden ricos pastizales de altura. Por su parte, el fondo del valle se encuentra irrigado por el río Los Puestos, que es el único curso de agua regular. Todas estas características físicas, planicies, laderas secas y húmedas, y pastizales, así como su estratégica localización entre los Andes y las tierras bajas, jugaron un papel importante en la ocupación y desarrollo humano en el valle.
El valle de Ambato está densamente ocupado por sitios arqueológicos; actualmente el Proyecto Arqueológico Ambato ha identificado unos 300 sitios. La gran mayoría de ellos son hábitat dispersos sobre las planicies del fondo de valle y las bajas laderas. Están generalmente compuestos por una o dos estructuras de habitación con patios y galerías adosadas (Assandri 1992; Herrero et Avila 1992; Juez 1992). El patrón de asentamiento recuerda las aldeas o las estancias actuales de la región andina. Sobre ambas laderas del valle se extien-
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den innumerables terrazas de cultivos, muchas de las cuales fueron irrigadas mediante canales artificiales.
Otro tipo de sitio que se impone en el paisaje de Ambato son los recintos agrupados y organizados en torno a un espacio central que le da forma de "U". Una estructura en forma de montículo domina generalmente estos sitios. En razón de su morfología y de sus montículos estos sitios fueron interpretados por los arqueólogos como centros ceremoniales.
Desde hace más de 25 años las investigaciones arqueológicas realizadas en este valle brindaron numerosas e importantes informaciones concernientes a las sociedades que lo poblaron.' Los testimonios arqueológicos observados en el valle de Ambato reflejan dos períodos crono-culturales conocidos como el Período Formativo (0 -300 de nuestra era) y el Período de Integración Regional2 (300 - 900 de nuestra era). Es durante el transcurso de estos dos períodos que nace, se desarrolla y se expande en la región un inédito proceso de complejización que llevó a un aumento de la diferenciación y desigualdad social de la población (Pérez Gollán 1992). Esta nueva configuración social reposó sobre un incremento de la producción, con una intensiva explotación de los diversos pisos ecológicos existentes en el valle y sus alrededores, donde la administración, control y repartición de los recursos se concentró en manos de una jerarquía gobernante. Este proceso se materializa en la denominada cultura La Aguada, que desde el valle de Ambato se expandió hacia gran parte del noroeste argentino al mismo tiempo que se establecieron relaciones con regiones más lejanas como San Pedro de Atacama (Chile) y la región andina central (Berenguer 1984; Pérez Gallan 1992).
Como veremos aquí, la iconografía, y en particular la iconografía cerámica, tuvo un papel muy importante como mecanismo de memoria y soporte ideológico dentro de este proceso de complejización social . Limitaré aquí mi análisis a la cerámica fina por ser ésta la más rica en el campo iconográfico.
La cerámica fina de Ambato presenta características que le son propias de su técnica de elaboración, de la composición de su pasta y de la manufactura de su decoración. Es sin duda la calidad de esta industria lo que la convierte en el material predilecto de la arqueología del valle de Ambato. En todos los niveles su complejidad y belleza muestran una maestría tecnológica y una calidad plástica pocas veces logradas en esta región andina.
La cerámica fina de Ambato está representada por numerosas formas , vasijas, pucos, escudillas, etc. (Lámina 1 ). Las superficies, generalmente negras o grises, están mayormente pulidas y la técnica de decoración más frecuente es el diseño inciso, pero también existen, y en ciertos casos combinadas, cerámicas grabadas, modeladas y pintadas.
Las decoraciones, particularmente las de la cerámica negra o gris incisa, se adaptan armoniosamente a las formas, ocupando, en muchos casos, todos los espacios plásticos posibles. Todas estas características nos llevan a pensar que la producción cerámica pudo haber sido realizada por alfareros con cierto grado de especialización, donde una técnica normalizada se impuso sobre las variaciones individuales. No obstante, un pequeño porcentaje de las reprrsentaciones incisas no ofrece las mismas calidades de ejecución que el resto:
1 Ver, entre otros, Pérez Gollán ( 1992, 1994 ). 2 Horizonte Medio para la región andina.
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Lámina 1. Tipología cerámica del Valle de Ambato
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trazos imprecisos y entrecortados, figuras de proporciones desmesuradas, falta de un orden sobre la superficie plástica. Quizá todas estas imprecisiones pudieron haber sido originadas por individuos en curso de aprendizaje, aunque también, dentro de un sistema normalizado, la producción y circulación de cerámicas con estas características o imperfecciones pueden ser entendidas como una forma de resistencia o más bien corresponder a una voluntad simbólica.
La iconografía cerámica de Ambato
Limitaré aquí mi análisis a las representaciones antropomorfas y zoomorfas dejando de lado aquellas decoraciones geométricas o abstractas. Dentro de las representaciones zoomorfas me ocuparé particularmente de las representaciones de felinos y de aquellas que en un principio fueron denominadas "draconianas". Intentaré sugerir aquí algunas de las temáticas que pueden estar relacionadas con esta iconografía, para ello partiré de la hipótesis de que el mensaje que portan los diferentes elementos iconográficos reside en la relación que se entreteje entre los unos con los otros y que de su articulación surge una verdadera narración. No me es entonces posible intentar descifrar los diferentes elementos iconográficos de manera aislada, independientemente los unos de los otros.
Representaciones de felinos
Se trata de los motivos que con más frecuencia aparecen en los soportes cerámicos y otros. Este tipo de representación se encuentra en cerámicas incisas, grabadas, modeladas y en algunos casos pintadas. Las representaciones del felino oscilan entre un tipo naturalista y otro estilizado. Las representaciones naturalistas suelen mostrar a los felinos en posición de marcha, sentados o recostados. Generalmente estos animales aparecen sueltos, aunque en pocos casos presentan una cuerda alrededor del cuello. Los cuerpos están recubiertos de manchas particulares representadas generalmente por varios círculos al interior de uno más grande y en algunos casos por círculos concéntricos. Las fauces de los felinos están normalmente abiertas, mostrando los colmillos y la lengua. Por su parte, la cola puede estar estirada o enrollada. En algunos casos, las extremidades del animal dan nacimiento a otras cabezas felinas, propiedad que es característica de las representaciones draconianas. Existen también representaciones estilizadas, en mayor o menor grado, donde los atributos emblemáticos del animal, fauces, colmillos, garras y manchas, son acentuados. Algunas de estas representaciones se extienden de manera exagerada hasta lograr formar un friso único en torno al cerámico.
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Lámina 2. Representaciones de felinos
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La-S representaciones antropomorfas
De manera similar a las de los felinos, las representaciones antropomorfas aparecen sobre todo en los soportes conocidos en el valle y dentro de ellas se pueden listar varios tipos. Se destacan así ciertas representaciones modeladas que alcanzan una singular calidad y que muestran personajes sentados o simplemente sus rostros. Son también típicas del valle las representaciones de semblantes con una nariz en gancho orientada verticalmente hacia arriba. Las representaciones antropomorfas se diferencian entre sí gracias a sus atributos específicos como decoraciones corporales o tatuajes (generalmente manchas de felinos), complejos tocados y peinados, aros, collares, pectorales y cinturones. Las armas representadas con más frecuencia son los propulsores, los proyectiles y las hachas. En numerosos casos los personajes portan cabezas como trofeos. La articulación de todos estos atributos logran dar a los personajes una apariencia individualizada y fácilmente identificable. Cuando las figuras antropomorfas portan una cabeza de felino (una máscara, por ejemplo) las mismas no son representadas de frente sino de perfil, de la misma manera que las representaciones de los felinos. Sin embargo, su cuerpo continúa siendo mostrado de frente.
Dentro de esta categoría merecen un lugar aparte aquellas figuras antropomorfas que incorporan atributos propios de las representaciones draconianas que se detallan a continuación. Se trata generalmente de un personaje representado en el espacio central de la superficie plástica; de sus extremidades se desprenden cuellos y cabezas de figuras de tipo draconiano.
Las representaciones draconianas
Por último se encuentran aquellas representaciones denominadas draconianas y que, junto con las representaciones felinas, son las más características del valle de Ambato. Ellas se hallan igualmente incisas, grabadas y en menor número pintadas. Se trata de representaciones serpentiformes o bien de seres semejantes a saurios que incorporan ciertos atributos de los felinos como las garras y los colmillos. A la inversa de las representaciones zoomorfas y antropomorfas, las representaciones draconianas fueron generalmente ejecutadas en negativo. A través de sus extremidades estos seres dan nacimiento a nuevas cabezas draconianas que a su vez pueden dar nacimientos a otras más. Como mostraré más adelante, este proceso generador evoca una idea de renovación y de perennidad.
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Lámina 3. Representaciones antropomorfas
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Lámina 4. Representaciones draconianas
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El jaguar y el hombre J elinizado
Las representaciones del felino no son exclusivas al valle de Ambato. Su imagen ocupa un lugar central dentro de las iconografías de las diferentes culturas que poblaron el continente americano, tanto en la región andina como en las tierras bajas. Si contemplamos otras iconografías como la mesoamericana, podemos ver que este tipo de representación traspasa incluso los límites subcontinentales. Seguramente la fascinación que producen estos animales está en parte relacionada con sus atributos de gran depredador, en numerosos casos su imagen aparece asociada con representaciones guerreras. Omnipresente, la imagen del jaguar fue asociada por J. Pérez Gollán ( 1992, 1994) con el culto solar. El jaguar y el sol constituyen pues la base de una antigua religión compartida por numerosos pueblos andinos .
Si las representaciones felinas son una temática muy recurrente en la iconografía andina, alcanzan, sin embargo, proporciones excepcionales en el valle de Ambato, organizando la mayoría de sus expresiones plásticas. Su omnipresencia y la manera en que sus atributos impregnan otras representaciones zoomorfas y antropomorfas condujeron a investigadores como Florencia Kush e Inés Gordillo (1987) a hablar de una verdadera "obsesión" de los pobladores del Ambato por la figura del felino.
Antes de esbozar los posibles contenidos de los felinos representados, conviene cuestionarse acerca de su identidad, para ello las manchas -atributo esencial del felino- son el principal elemento.
El puma (Felis concolor) es el único gran felino que habita actualmente el valle. Según los actuales pobladores, este animal ingresaría al valle desde las sierras occidentales del Ambato. Hoy en día el puma es responsable del temor de los campesinos porque ataca constantemente las majadas de cabras al punto de transformarse en una verdadera plaga. Sin embargo, el puma sólo posee manchas en los primeros meses de vida, lo cual lo aleja de las representaciones felinas en cuestión. No obstante, como mostraré más adelante, se puede relacionar este animal con algunas representaciones draconianas.
Entre los grandes felinos adultos, cuyo hábitat es próximo al valle de Ambato, sólo el jaguar (Panthera onca), el ocelote (Felis parda/is) y ciertas razas de gato montés presentan manchas que son sensiblemente diferentes entre sí. En razón de su apariencia, las manchas dibujadas en el cuerpo de los felinos de la iconografía de Ambato indican que se trata de jaguares.3
En la actualidad el hábitat del jaguar se encuentra a unas cuantas centenas de kilómetros al este del valle, descendiendo por las selvas de altura y en las planicies calurosas de la región chaqueña. De suerte que el animal está asociado con las tierras bajas y húmedas del continente; sin embargo, en tiempos anteriores el hábitat natural del jaguar pudo extenderse hasta el valle mismo de Ambato. En efecto, una zona del faldeo oriental del valle de Ambato presenta, gracias a la irrigación producida por numerosas vertientes, un microclima marcadamente más húmedo y una vegetación más exuberante y "selvática" que el fondo del valle y sus laderas occidentales. Es frente a esta franja fértil que se registra, significativamente,
3 Yaguareté (guaraní), uturuncu (quechua).
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una densa ocupación de jaguares en el valle4 y en los caminos que comunican con el vecino valle de Paclín.
La presencia del jaguar en esta región esta grabada en la historia oral del valle que recuerda el daño producido por una hembra jaguar con su cachorro en la finca La Rinconada a principios del siglo XX y la dificultad que tuvieron los campesinos por capturarlos. Como otras numerosas especies de la región, la extinción del jaguar fue producto de la colonización de las tierras, la deforestación y las actividades agro-granaderas. Si consideramos entonces que por lo menos una parte del valle de Ambato pudo formar parte del territorio de este depredador, podemos minimizar la presencia de otros competidores próximos como pumas y ocelotes. Estos últimos pudieron estar restringidos a las faldas occidentales del valle. Estos elementos aumentan la probabilidad de que los felinos manchados de la iconografía de Ambato representen al jaguar.
Volviendo al análisis iconográfico, desde un punto de vista simbólico las representaciones del jaguar en libertad evocan los principios y las fuerzas salvajes del espacio no doméstico. Las representaciones del jaguar sometido o en posición fetal parecen escenificar la dominación del felino por el hombre. Más allá del animal en sí mismo, lo escenificado podría ser los principios que encarnan aquellos que son dominados. Estos dos tipos de representación parecen ilustrar la conocida dicotomía entre lo salvaje y lo doméstico.
En ciertas representaciones los atributos del jaguar no son encarnados por el animal mismo, sino incorporados a las representaciones antropomorfas. Estos atributos son generalmente las manchas, los colmillos y las garras del animal. En algunos casos estos elementos se presentan a manera de motivos corporales y faciales como si se tratara de tatuajes o pinturas. Se distinguen también peinados y tocados con manchas que parecen confeccionados con la piel del animal. En fin, se destacan las máscaras con la cabeza y piel de felino colocados sobre la cabeza y la espalda de las representaciones antropomorfas. Como en el caso anterior, puedo suponer que más allá de las características físicas y estéticas son los atributos simbólicos del animal los que son transferidos a las figuras antropomorfas. Lamentablemente no puedo establecer si se trata ya del resultado de esta transferencia, de un medio para acceder a ella o de la expresión del deseo por adquirir tales atributos.
Es interesante volver a señalar aquí que cuando las figuras antropomorfas incorporan una máscara de jaguar dejan de ser representadas de frente como las demás representaciones antropomorfas, aun aquellas que están parcialmente felinizadas. Más allá de una dificultad técnica o una opción plástica, este tipo de representación parece hablar de una situación liminar con el mundo del felino que es siempre representado lateralmente. Esta dualidad es particularmente evidente cuando una representación antropomorfa presentada de frente está acompañada de otra con máscara y presentada lateralmente. Es como si el alfarero hubiera buscado resaltar el contraste entre las dos. ¿Se trata acaso de un proceso de transformación experimentado por un mismo personaje? Estas incorporaciones y transformaciones evocan una relación entre las representaciones iconográficas y prácticas
4 Esta franja se extiende aproximadamente a lo largo de La Rinconada hasta más allá de la vecindad de La Aguada.
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chamánicas. En este sentido, varios arqueólogos ( entre otros Pérez Gollán, 1992, 1993; Dillehay y Kaulicke, 1984-1985; Rex González, 1999) han señalado las asociaciones existentes entre el jaguar, el chamanismo y el consumo de alucinógenos.
Podemos ver también que las representaciones antropomorfas felinizadas están generalmente armadas con proyectiles y propulsores en las manos. Esta asodación parece confirmar la valorización de las cualidades guerreras del felino y de sus poderes. Numerosos son los casos en la arqueología y la etnografía americana que dan cuenta de una estrecha relación entre guerreros y felinos.
Por otro lado, sería conveniente aquí preguntarse sobre el significado de la adopción de una figura emblemática de las tierras bajas por la iconografía de una sociedad considerada, en mayor o en menor medida, como andina. Podemos imaginar, aunque los contactos hayan sido frecuentes, que el mundo de la selva representó para los habitantes del valle de Ambato un universo sorprendente, prolífico, lujurioso e inquietante. De manera general para los actuales campesinos de la región andina, las tierras bajas son fuente de peligro y de enfermedades desconocidas. Encaman un mundo no socializado y relacionado con los saqras, las fuerzas vivas de la naturaleza ligadas con los espacios salvajes y no cultivados, con los diablos, con los muertos y con los ancestros (Harris, 1983; Bouysse Cassagne y Harris, 1987). Tanto en la época prehispánica como en la actualidad, este mundo caótico y peligroso es también fuente de fertilidad, de generación y de mayor concentración del principio vital del cosmos en constante circulación y que anima todos los organismos vivos (Taylor, 1974-76;Riviere, 1995).
Numerosos trabajos arqueológicos, particularmente en los Andes centrales, pusieron igualmente en evidencia la relación del felino con el mundo subterráneo desde una época por demás temprana (Tello, 1960; Lumbreras, 1989). Entre todos ellos es sin duda el lanzón ubicado al interior del templo de Chavín de Huántar (1200 - 700 a. C.) el que ilustra más claramente esta relación entre el felino, el subsuelo y el poder genésico del mundo. En una época más tardía, esta antigua asociación del felino con el universo saqra y el subsuelo se evidencia en los cultos mineros andinos del siglo XVII. Antes de entrar en los socavones, los mineros de Oruro, en Bolivia, rendían culto al uturuncu (en quechua.jaguar) consumiendo coca y curu -un potente alucinógeno-, culto orientado a la adquisición de fuerza (BouysseCassagne, 1997).
Las representaciones draconianas
Como he mostrado ya, en la iconografía cerámica del valle de Ambato se puede ver algunas representaciones que parecen estar menos inspiradas en un mundo empírico y sensorial como sí lo están las representaciones antropomorfas y zoomorfas.
Morfológicamente cercanas a las representaciones felinas, pero sin llegar a serlo totalmente, las representaciones draconianas muestran seres estilizados, desprovistos de manchas pero con garras y colmillos amenazantes, aunque en gran número de casos la boca está cerrada a diferencia de la de los jaguares, que siempre está abierta. En la mayoría de los casos estos seres están dotados de múltiples cabezas y sus miembros alargados dan origen a otras cabezas, creando en la superficie plástica de los recipientes cerámicos una representación densa en figuras. Sus miradas están orientadas hacia todas direcciones, ocupando y
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quizás controlando con su presencia todo el espacio. Esta invasión total del espacio plástico contrasta igualmente con las representaciones de los felinos, aisladas y bien delimitadas.
Sin embargo, estos dos tipos de representación, la de los jaguares y la draconiana, se oponen sobre todo por su estilo de ejecución. Las representaciones draconianas están lejos de presentar el aspecto naturalista de los felinos , son más rígidas, lineales y geométricas. Sus características se asemejan a las decoraciones textiles de muchos pueblos andinos del pasado o actuales, como los tejidos producidos por 1osjalq 'as de Chuquisaca, Bolivia.
En otras representaciones draconianas la posición central está ocupada por una figura antropomorfa que da origen en sus extremidades a otras nuevas cabezas draconianas que dirigen sus miradas hacia todas direcciones. Personaje antropomorfo que parece manejar ese principio de omnipresencia de las figuras draconianas.
¿Qué sentido dar a estas figuras? Como he indicado anteriormente, las representaciones que se dan nacimiento mutuamente parecen expresar un proceso de regeneración. Ellas evocan igualmente un principio de reproducción y continuidad. En este sentido, algunos diseños del valle y regiones vecinas muestran representaciones draconianas que contienen otras representaciones más pequeñas como si se tratara de una gestación. En otros casos, las representaciones presentan un vientre significativamente hinchado, dando la misma impresión. En las representaciones más frecuentes los nuevos seres surgen generalmente de la boca que actúa, en este caso, como órgano de reproducción. Sin embargo, cuando es una figura antropomorfa la que genera los nacimientos estos surgen de sus extremidades. En ciertos casos este personaje central posee un sexo masculino. A la inversa, las representaciones dracónicas no presentan marcadores sexuales, a no ser por la probable gestación, evidentemente de carácter femenino.
Es interesante señalar aquí que los tipos de representaciones -por un lado, jaguares y representaciones antropomorfas, y por el otro, figuras draconianas- no han aparecido nunca asociadas en una misma cerámica. De suerte que, de la misma manera que los jaguares no comparten su hábitat natural con los pumas, existe una frontera entre estos diferentes tipos de representación. Es como si ellas estuvieran encarnando dos espacios simbólicos distintos, uno más ligado al mundo visible y empírico, y otro más conceptual y asociado con un principio de reproducción (creación) y de continuidad (regeneración). Pero no se debe descartar que los inconfundibles atributos felinos de las representaciones draconianas, así como la ausencia de manchas de jaguar, pueden estar señalando un vínculo más o menos explícito con el puma. En tal sentido, sabemos que en los Andes el puma fue y es asociado con el principio fertilizador de las lluvias y del granizo, ligados con la divinidad prehispánica del rayo o Illapa.5 Aun hoy en día, en ciertas regiones andinas, perdura el mito de Qoa, el felino volador que trae las lluvias. Su figura aparece en el famoso diagrama cosmográfico de Santa Cruz Pachacuti, donde el felino Qoa está representado al lado de una nube soplando granizo. Este felino es un puma.
Este principio de fertilidad, simbolizado en la región andina a través el puma, concuerda con el principio de reproducción y continuidad sobre el que he hecho énfasis en las
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5 Según las regiones se denomina también Libiac, Pariacaca, Chuquilla, Catequil (Kauffmann Doig 1988). Hoy en día la divinidad del rayo se confunde con Santiago.
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representaciones draconianas . Esta coincidencia refuerza mi hipótesis sobre la relación entre las representaciones draconianas y el puma. De esta manera, el contraste entre las representaciones draconianas y las del jaguar recuerda la dicotomía simbólica jaguar-puma, que es un hecho recurrente en el área andina. Veremos más adelante que esta dicotomía nos conduce nuevamente a la idea de fertilidad y circulación de fuerzas, así como a la noción\de frontera y de identidad.
Frontera, identidad y complementariedad
Siempre dentro de una óptica de lectura andina, he relacionado las representaciones del jaguar con las tierras bajas, el universo de los saqras y la fuerza genésica del cosmos. He mostrado también cómo las representaciones antropomorfas incorporan elementos del felino para acentuar sus cualidades guerreras o jerárquicas. Por otro lado, las representaciones draconianas pueden asociarse con un principio de generación, continuidad y con la imagen del puma, él mismo asociado con las lluvias y la fertilidad. Al igual que sus representaciones, la alternancia entre el jaguar de un lado y el puma del otro evocan principios complementarios, la fuerza salvaje del inframundo, de un lado, y el poder fertilizador de las lluvias, por el otro. De esta manera, es válido preguntarse si la dicotomía entre las representaciones de los jaguares y las draconianas-pumas no estarían aportando algunos elementos de la visión del cosmos de sus productores. Esta relación de contraste y complementariedad entre pumas y jaguares, Andes y selva, fertilidad y fuerza genésica nos acerca al concepto andino de yanantin desarrollado por Platt ( 1978), ya que cada uno de estos elementos encuentra en su par la razón de su existencia y, como la imagen y su reflejo en los espejos, no se les puede disociar.
Al mismo tiempo, la dicotomía jaguar-puma fue empleada en los Andes prehispánicos como un símbolo de frontera entre espacios ecológicos diferentes (Molinié Fioravanti 1986). Otros investigadores (Tel10 1960; Isbell 1977; Dillehay y Kaulicke 1984) han enfatizado cómo la imagen del felino se desarrolla más en regiones ecológicas intermedias cercanas a las selvas. Es en estas zonas intermedias donde curiosamente se localizan los sitios ceremoniales en forma en "U", como los que existen en Ambato. En la región andina central estos sitios en "U" fueron asociados a la representación del felino (lsbell 1977; Dillehay y Kaulicke 1984 ). Este simbolismo ecológico coincide también con elementos político-religiosos; para la época inca Zuidema (1983) resalta la oposición entre puma (sierra, sociedad, gobierno) y jaguar (selva, mundo salvaje, sacerdote, brujería).
Volviendo al caso que me ocupa, es evidente que el valle de Ambato se encuentra localizado en la frontera oriental de los Andes, al límite de las tierras bajas y selváticas. Pero no estoy seguro de que esta frontera ecológica marque también una frontera política, cultural o, aún más allá, ideológica.
La arqueología de Ambato se puede representar como una amalgama donde los elementos "andinos" se sobreponen, sin duda, sobre otros más relacionados con las tierras bajas. Entre esos elementos están la organización social, la economía, este culto al felino y los sitios en "U". Sin embargo, estos elementos se fusionan con otros que son particulares al mismo valle. Ahora, si se puede pensar que el valle se adhirió a una ideología que se extendió en ese momento por toda la región andina, es posible ver que esta adhesión incluyó
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algunos matices y contrastes de otras culturas vecinas. Una de esas particularidades es la constante presencia de elementos selváticos en la cultura material y en particular en la iconografía: jaguares, monos, loros ... Es como si a través de estas mismas representaciones estuviesen evocando y reafirmando el lugar que ocupan dentro el mundo. Se puede aquí hacer un paralelo, por un lado, entre la iconografía de Ambato dominada por las representaciones draconianas y felinas que se acompañan de otros elementos selváticos y, por otro lado, la iconografía de Tiwanacu dominada por las representaciones de pumas y cóndores. Estos últimos son emblemáticos del altiplano y de las montañas.
Siguiendo este razonamiento es posible preguntarse, también, si las representaciones draconianas-pumas que he asociado con los principios de reproducción, continuidad y fertilidad, estarían igualmente acentuando su filiación con el mundo andino, de suerte que, como ya se vio, el elemento selvático se fertiliza y se activa al contacto con el elemento andino.
Imagen y mensaje
Los atributos guerreros y los signos de status que portan ciertos personajes antropomorfos, la exhibición de cabezas trofeos, la ocupación y control de los espacios plásticos de las figuras draconianas, así como los atributos felinos que invaden la mayoría de las representaciones, parecen estar dentro de una misma temática que pienso está relacionada con el principio de poder.
Si como sugerí anteriormente el contraste entre un tipo de representaciones más inspiradas en un mundo empírico y otras más "imaginarias" o metafóricas fue algo significativo para los alfareros del Ambato, esta distinción podría corresponder a la doble naturaleza del poder social, control social de un lado y maestría con ciertos elementos y principios de fuerzas no humanas, de otro. ¿Podrían entonces asociarse las representaciones de hombres con atributos jerárquicos, con una representación del poder bajo la forma de una autoridad central? Queda por saber si esta representación se refiere al mundo real.
En lo que concierne a la función de este tipo de cerámica, he constatado que la misma se encuentra dentro de los sitios de hábitat en asociación con otros materiales domésticos pero al mismo tiempo con objetos asociados con lo ritual. Hasta el presente, su función exacta me es desconocida y no es posible saber si su uso fue doméstico, ritual o los dos al mismo tiempo. Sin embargo, cualquiera fuese su uso práctico, en razón de la fuerte carga simbólica de su iconografía este tipo de cerámica jugó probablemente un rol como vehículo narrativo: a la vez como mecanismo para perpetuar la memoria y como soporte material de una ideología. Es interesante señalar que entre los mecanismos y las técnicas utilizados para perpetuar y reproducir la memoria en la región andina, desde antes del Incario, conocidos como taquis, T. Bouysse Cassagne y O. Harris (1987) identifican las quiilcas que designan los tiestos o vasijas dibujadas.
Así, a lo largo de este trabajo he sugerido ciertos mecanismos que pudieron haber acompañado la aparición y reproducción de la inédita configuración socio-política del valle de Ambato conocida como Aguada. El poder narrativo de las imágenes de la iconografía cerámica, su presencia en todos los contextos, desde los sitios ceremoniales hasta la intimidad del mundo doméstico, dan cuenta de que este tipo de cerámica pudo funcionar como un
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eficaz vehículo de difusión ideológica y, al mismo tiempo, como marcador identitario. Se ha visto cómo más allá del posible contenido simbólico de las representaciones iconográficas, sujeto a los riesgos de la interpretación, estas se hallan sumergidas en una misma temática relacionada con el poder. Un poder compuesto por dos fuentes complementarias, un poder propio o adquirido, asociado a la asimilación de ciertos atributos del mundo nó-humano, y un poder "sobre" o de dominación, o de control. Así, ciertos personajes antropomorfos presentan a la vez elementos tomados del jaguar pero también son signos de status social como pueden ser los pectorales. Mientras que otras representaciones, como las del personaje antropomorfo que origina cabezas draconianas, parecen expresar otro tipo de poder vinculado con un principio de regeneración y omnipresencia.
Si podemos pensar la iconografía como vehículo ideológico, ¿cómo interpretar entonces las simetrías con otras sociedades andinas alejadas en el tiempo y en el espacio? Un elemento de repuesta está en la posible existencia de una base ideológica común -de carácter panandino-, lo suficientemente fuerte y a la vez moldeable como para adaptarse, sobrevivir y comunicar entre los diferentes contextos culturales y los cambios sociales que se han producido a lo largo del tiempo.
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