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Las Enterobacteriaceae son un grupo de bacterias que pueden causar infecciones del aparato gastrointestinal u otros órganos del cuerpo. Muchos de estos microorganismos normalmente habitan en el aparato gastrointestinal. El grupo incluye las bacterias Salmonella, Shigella, Escherichia, Klebsiella, Enterobacter, Serratia, Proteus, Morganella, Providencia y Yersinia. A pesar de que la Escherichia coli (E. coli) normalmente habita en el aparato gastrointestinal, ciertas variedades de E. coli pueden provocar una diarrea con sangre, acuosa o inflamatoria (diarrea del viajero). En los niños, la diarrea provocada por E. coli enterohemorrágico puede producir el síndrome hemolítico-urémico, una enfermedad que destruye los glóbulos rojos y causa insuficiencia renal. La bacteria E. coli también es causa frecuente de infecciones de las vías urinarias y puede infectar el flujo sanguíneo, la vesícula biliar, los pulmones y la piel. Entre los recién nacidos, E. coli produce bacteriemia y meningitis, en particular en los prematuros. Por lo general se comienza con antibióticos inmediatamente y luego se cambian si los resultados del cultivo demuestran que otro antibiótico resultaría más eficaz. Para una infección simple de las vías urinarias, se administra una sulfamida por vía oral. Las infecciones graves requieren antibióticos intravenosos. Las infecciones por Klebsiella, Enterobacter y Serratia suelen contraerse en el hospital, principalmente por pacientes con una capacidad reducida para combatir las infecciones. Estas bacterias suelen infectar los mismos lugares del organismo que la E. coli. La neumonía por Klebsiella es una infección pulmonar rara pero grave que afecta especialmente a los diabéticos y los alcohólicos. El enfermo puede expectorar flemas de color marrón oscuro o rojo oscuro. La neumonía puede provocar abscesos en los pulmones y acumulaciones de pus en el revestimiento pulmonar (empiema). Si se trata con la suficiente antelación, la neumonía puede curarse con antibióticos intravenosos, generalmente cefalosporinas o quinolonas. El término Proteus comprende un grupo de bacterias que normalmente se encuentran en la tierra, el agua y las heces. También pueden causar infecciones profundas, en particular dentro de la cavidad abdominal, las vías urinarias y la vejiga. Fiebre tifoidea La fiebre tifoidea es una infección causada por la bacteria Salmonella typhi. Las bacterias tifoideas se encuentran en las heces y la orina de las personas infectadas. Un lavado incorrecto de las manos después de defecar o de orinar transmiten la Salmonella typhi a los elementos utilizados para comer y beber. Las moscas pueden transportar las bacterias directamente desde las heces a los alimentos. En raras ocasiones, el personal de los hospitales que no ha tomado las precauciones debidas, puede contraerla al manipular la ropa de cama de las personas infectadas. Las bacterias entran en el tracto intestinal y acceden al flujo sanguíneo. A continuación se produce una inflamación del intestino delgado y grueso. En casos graves, que pueden poner en peligro la vida, aparecen úlceras sangrantes en el tejido afectado, que puede perforarse. El 3 por ciento aproximadamente de los infectados con Salmonella typhi que no reciben tratamiento alojan bacterias en su materia fecal durante más de un año. Algunos de estos portadores nunca desarrollan síntomas de fiebre

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Las Enterobacteriaceae son un grupo de bacterias que pueden causar infecciones del aparato gastrointestinal u otros órganos del cuerpo. Muchos de estos microorganismos normalmente habitan en el aparato gastrointestinal. El grupo incluye las bacterias Salmonella, Shigella, Escherichia, Klebsiella, Enterobacter, Serratia, Proteus, Morganella, Providencia y Yersinia.

A pesar de que la Escherichia coli (E. coli) normalmente habita en el aparato gastrointestinal, ciertas variedades de E. coli pueden provocar una diarrea con sangre, acuosa o inflamatoria (diarrea del viajero). En los niños, la diarrea provocada por E. coli enterohemorrágico puede producir el síndrome hemolítico-urémico, una enfermedad que destruye los glóbulos rojos y causa insuficiencia renal. La bacteria E. coli también es causa frecuente de infecciones de las vías urinarias y puede infectar el flujo sanguíneo, la vesícula biliar, los pulmones y la piel. Entre los recién nacidos, E. coli produce bacteriemia y meningitis, en particular en los prematuros. Por lo general se comienza con antibióticos inmediatamente y luego se cambian si los resultados del cultivo demuestran que otro antibiótico resultaría más eficaz. Para una infección simple de las vías urinarias, se administra una sulfamida por vía oral. Las infecciones graves requieren antibióticos intravenosos.

Las infecciones por Klebsiella, Enterobacter y Serratia suelen contraerse en el hospital, principalmente por pacientes con una capacidad reducida para combatir las infecciones. Estas bacterias suelen infectar los mismos lugares del organismo que la E. coli. La neumonía por Klebsiella es una infección pulmonar rara pero grave que afecta especialmente a los diabéticos y los alcohólicos. El enfermo puede expectorar flemas de color marrón oscuro o rojo oscuro. La neumonía puede provocar abscesos en los pulmones y acumulaciones de pus en el revestimiento pulmonar (empiema). Si se trata con la suficiente antelación, la neumonía puede curarse con antibióticos intravenosos, generalmente cefalosporinas o quinolonas.

El término Proteus comprende un grupo de bacterias que normalmente se encuentran en la tierra, el agua y las heces. También pueden causar infecciones profundas, en particular dentro de la cavidad abdominal, las vías urinarias y la vejiga.

Fiebre tifoidea

La fiebre tifoidea es una infección causada por la bacteria Salmonella typhi.

Las bacterias tifoideas se encuentran en las heces y la orina de las personas infectadas. Un lavado incorrecto de las manos después de defecar o de orinar transmiten la Salmonella typhi a los elementos utilizados para comer y beber. Las moscas pueden transportar las bacterias directamente desde las heces a los alimentos. En raras ocasiones, el personal de los hospitales que no ha tomado las precauciones debidas, puede contraerla al manipular la ropa de cama de las personas infectadas.

Las bacterias entran en el tracto intestinal y acceden al flujo sanguíneo. A continuación se produce una inflamación del intestino delgado y grueso. En casos graves, que pueden poner en peligro la vida, aparecen úlceras sangrantes en el tejido afectado, que puede perforarse.

El 3 por ciento aproximadamente de los infectados con Salmonella typhi que no reciben tratamiento alojan bacterias en su materia fecal durante más de un año. Algunos de estos portadores nunca desarrollan síntomas de fiebre tifoidea. Así, por ejemplo, según estadísticas procedentes de los Estados Unidos, generalmente las personas portadoras son mujeres de edad avanzada con enfermedad crónica de vesícula biliar.

Síntomas y diagnóstico

Por lo general, los síntomas comienzan gradualmente entre 8 y 14 días después de la infección. Entre ellos figuran fiebre, dolor de cabeza, dolor articular y de garganta, estreñimiento, pérdida de apetito, y molestias y dolores abdominales. Con mucha menos frecuencia, se producen micción dolorosa, tos y hemorragias nasales.

Si no se inicia un tratamiento, la temperatura corporal sube lentamente durante 2 o 3 días, se mantiene a 39,5 o 40 °C durante 10 a 14 días, comienza a descender gradualmente al final de la tercera semana y alcanza niveles normales alrededor de la cuarta semana. Esta fiebre sostenida suele estar acompañada por una frecuencia cardíaca lenta y un cansancio extremo. En los casos graves puede producirse delirio, estupor o coma. En alrededor del 10 por ciento de los enfermos, aparecen grupos de diminutos puntos rosados sobre el pecho y el abdomen durante la segunda semana de enfermedad, que duran de 2 a 5

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días. A veces la infección causa síntomas similares a los de la neumonía o bien sólo fiebre, o sólo síntomas semejantes a los de una infección de las vías urinarias.

Aun cuando los síntomas y la historia de la enfermedad de la persona pueden sugerir fiebre tifoidea, el diagnóstico debe ser confirmado identificando el crecimiento de las bacterias en cultivos de sangre, orina, heces u otros tejidos corporales.

Complicaciones

Aun cuando muchas personas se recuperan por completo, pueden aparecer complicaciones, principalmente en quienes no son tratados o bien lo han sido tardíamente. Muchas personas sufren hemorragias abdominales y alrededor del 2 por ciento de ellos presentan hemorragias graves. Por lo general, el sangrado se produce durante la tercera semana de la enfermedad. La perforación intestinal se produce en el uno al dos por ciento de los individuos y ocasiona fuertes dolores abdominales debido a que el contenido del intestino infecta la cavidad abdominal, lo que se conoce como peritonitis.

Durante la segunda o tercera semana puede desarrollarse neumonía, que suele deberse a una infección neumocócica, aun cuando las bacterias tifoideas también pueden causarla. También se puede producir una infección de la vesícula biliar y del hígado. Una infección de la sangre (bacteriemia) ocasionalmente puede producir una infección de los huesos (osteomielitis), las válvulas cardíacas (endocarditis), la membrana que cubre el cerebro (meningitis), los riñones (glomerulitis) o los tractos urinario o genital. Una infección muscular puede provocar un absceso.

En alrededor del 10 por ciento de los casos no tratados los síntomas de la infección inicial recurren 2 semanas después de haber empezado la fiebre. Por motivos que se desconocen, los antibióticos tomados durante la fase inicial de la enfermedad incrementan el índice de recurrencia del 15 al 20 por ciento. Si se administran antibióticos para una recaída, la fiebre desaparece mucho más rápidamente de lo que lo hizo en la enfermedad original, pero ocasionalmente se produce una nueva recaída.

Prevención y tratamiento

La vacuna oral contra la fiebre tifoidea ofrece un 70 por ciento de protección. Sólo se aplica a personas que han estado expuestas al organismo y a las que corren un gran riesgo de exposición, incluyendo los técnicos de laboratorio que estudian el organismo y las personas que viajan a sitios en los que la enfermedad es frecuente. Los turistas que se dirigen a estas áreas deben evitar comer legumbres de hoja verde crudas y otros alimentos servidos o almacenados a temperatura ambiente. Los alimentos recién preparados servidos calientes o tibios, las bebidas gaseosas embotelladas y los alimentos crudos a los que se les puede quitar la piel suelen ser seguros. A menos que se sepa que el agua no está contaminada, antes de su consumo debe ser hervida o clorada.

Con un rápido tratamiento antibiótico, más del 99 por ciento de los casos de fiebre tifoidea se curan. Por lo general, los enfermos que mueren están desnutridos, son muy jóvenes o bien de edad muy avanzada. El estupor, el coma y el shock son signos de una infección grave y un mal pronóstico.

La convalecencia puede durar varios meses, pero los antibióticos disminuyen la gravedad y las complicaciones de la fiebre tifoidea, así como la duración de los síntomas. El cloranfenicol se usa en todo el mundo, pero como la resistencia al mismo es cada vez mayor, se han comenzado a utilizar otros fármacos. Si el paciente está delirando, en coma o en shock, se administran corticosteroides para reducir la inflamación cerebral.

Es necesario que la persona se alimente con frecuencia debido a las hemorragias intestinales u otras alteraciones del tracto digestivo. En ciertos casos debe administrarse alimentación por vía intravenosa hasta que se puedan digerir los alimentos. Los pacientes con perforación intestinal necesitan antibióticos que eliminen un amplio espectro de bacterias (porque entrarán muchas variedades diferentes de bacterias en la cavidad peritoneal) y quizás deban ser sometidos a cirugía para reparar o eliminar la sección del intestino que se ha perforado.

Las recaídas se tratan del mismo modo que la enfermedad inicial, pero, por lo general, los antibióticos sólo son necesarios durante 5 días.

Los portadores (personas que no tienen síntomas pero albergan las bacterias en su materia fecal) deben comunicarlo al departamento de salud de su comunidad y se les prohíbe trabajar con alimentos. Las

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bacterias pueden ser completamente erradicadas en muchos de los portadores tras 4 a 6 semanas de terapia con antibiótico.

Infecciones causadas por Salmonella atípica

Se conocen alrededor de 2 200 variedades de Salmonella, incluyendo la que causa la fiebre tifoidea. Cada una de estas variedades puede producir malestar gastrointestinal, fiebre entérica e infecciones localizadas. La carne infectada, las aves de corral, la leche sin tratar, los huevos y los productos derivados del huevo son fuentes habituales de Salmonella. Otras fuentes incluyen reptiles domésticos infectados, el colorante de cochinilla y la marihuana contaminada. Estas infecciones siguen siendo un importante problema de salud pública en muchos países desarrollados.

Síntomas y diagnóstico

Las infecciones por Salmonella pueden causar malestar gastrointestinal o fiebre entérica; en ocasiones afectan a una zona específica. Algunas personas infectadas no tienen síntomas pero son portadoras.

El malestar gastrointestinal suele comenzar entre 12 y 48 horas después de ingerir las bacterias Salmonella. Los síntomas se inician con náuseas y retortijones dolorosos en el abdomen seguidos rápidamente de diarrea, fiebre y a veces vómitos. Por lo general, la diarrea es acuosa, a pesar de que la persona puede producir una materia fecal pastosa, semisólida. El malestar suele ser ligero y dura de 1 a 4 días, pero puede durar mucho más. El diagnóstico se confirma en un laboratorio realizando un cultivo de una muestra de materia fecal o de un frotis rectal de la persona infectada.

La fiebre entérica se produce cuando las bacterias Salmonella ingresan en la sangre. La fiebre produce un agotamiento extremo (postración). La fiebre tifoidea es el prototipo de esta enfermedad. Una afección menos grave puede ser provocada por otras variedades de Salmonella.

La Salmonella puede afectar a una zona específica. Por ejemplo, las bacterias pueden alojarse y multiplicarse en el tracto digestivo, los vasos sanguíneos, las válvulas cardíacas, el revestimiento del cerebro o la médula espinal, los pulmones, las articulaciones, los huesos, las vías urinarias, los músculos u otros órganos. En ciertos casos, puede infectarse un tumor desarrollando un absceso que proporciona una fuente de infección continua de la sangre.

Los portadores no presentan síntomas pero siguen albergando las bacterias en su materia fecal. Menos del uno por ciento de las personas con infecciones por Salmonella no típica siguen albergando las mismas en su materia fecal durante un año o más.

Tratamiento

El malestar gastrointestinal se trata con líquidos y una dieta blanda. Los antibióticos prolongan la excreción de bacterias en la materia fecal y, en consecuencia, no están recomendados para quienes sólo experimentan este malestar. Sin embargo, los niños, las personas que viven en residencias y las

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infectadas por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) son tratados con antibióticos ya que corren un mayor riesgo de sufrir complicaciones. En los portadores que no presentan síntomas, la infección suele desaparecer por sí sola; rara vez necesitan tratamiento antibiótico.

Pero cuando el antibiótico se hace necesario, la ampicilina, la amoxicilina o la ciprofloxacina suelen dar buenos resultados; de todos modos, la resistencia a estos antibióticos es muy frecuente. Los antibióticos se toman durante un período de 3 a 5 días, pero los individuos infectados con el VIH suelen necesitar tratamientos más prolongados para evitar recaídas. Las personas con bacterias Salmonella en la sangre deben tomar antibióticos durante un período de 4 a 6 semanas. Los abscesos se tratan mediante un drenaje quirúrgico y 4 semanas de terapia con antibiótico. Los individuos con infección de los vasos sanguíneos, válvulas cardíacas u otras zonas por lo general necesitan cirugía y una antibioterapia prolongada.

Shigelosis

La shigelosis (disentería bacilar), una infección intestinal que produce diarrea intensa, está causada por la bacteria Shigella.

Las bacterias Shigella causan disentería en todo el mundo y son responsables del 5 al 10 por ciento de las enfermedades diarreicas producidas en muchas áreas. La infección se transmite por contacto con las heces de personas infectadas. Una persona puede contraer la enfermedad a partir de un contacto oral-anal o bien a través de alimentos, agua, objetos o moscas contaminadas. Las epidemias son mucho más frecuentes en las zonas superpobladas que no cuentan con un sistema sanitario adecuado. Por lo general, son los niños quienes presentan los síntomas más graves.

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