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Qué bello es Nuestro Dios Padre, que
ha inspirado al Papa Francisco para
que toda la humanidad, sin excepción
alguna, tenga a partir del 8 de
Diciembre de 2015 y hasta el 20 de
Noviembre de 2016, la oportunidad de
ver en su propia vida y en la de los
demás la manifestación directa y clara
de la Misericordia de Dios.
Misericordia viene de miser=miseria y
cordia=corazón. Misericordia significa
entonces, sentir en forma real y
verdadera con el otro sus miserias y
necesidades y como consecuencia de
esa compasión (sentir con) ayudarlo,
auxiliarlo. Y a la vez, es sentirnos
misericordiosos con NOSOTROS
MISMOS y con los demás.
Pero, ¿qué es la Misericordia de Dios?,
¿cómo se manifiesta?, ¿es verdad?,
¿pero si yo soy muy pecador(a)?, ¿es
posible que yo tenga perdón?, ¿por
qué?, ¿para qué?, pero si otros no
tienen compasión y misericordia
conmigo qué la va a tener Dios!!…
Primero hay que saber que nuestro
creador: Dios Todopoderoso, Omnipotente y Omnipresente es un
–AÑO DE LA MISERICORDIA DEL SEÑOR-
8 DE DICIEMBRE DE 2015 AL 20 DE NOVIEMBRE DE 2016
Happy holidays from our family to yours!
PADRE, y es un Padre de verdad, que
nos hizo a su imagen y semejanza y
que Él nos conoce como nadie más
nos conoce, es más, sabe de nuestra
debilidad humana y por ello está con
nosotros siempre, es más, nos envió a
su Único Hijo Nuestro Señor Jesucristo,
para que haciéndose hombre,
nosotros comprendiéramos (con su
ejemplo y vida) que no es fácil seguir el
camino dispuesto y propuesto por Él,
pero que si vemos la realidad de Jesús
(Dios hecho hombre) en su trascurrir en
el mismo mundo nuestro, lo que nos
indica es muchas fórmulas y ejemplos
de cómo sacar adelante todos y cada
uno de los retos que se nos presenten
en nuestra vida.
“Oren para no caer
en la tentación”.
Lucas 22; 39
Imágenes tomadas de Google:
www.revistaecclesia.com
“Soy un gran
pecador,
confiando en la
misericordia y
en la paciencia
de Dios. En el
sufrimiento,
acepto”
Palabras del Cardenal
Jorge Mario Bergoglio
al aceptar la elección
como Papa.
Fundación Sikuani. Bogotá, D.C., Colombia –enero 2016-
ENSAYO SOBRE LAS OBRAS DE MISERICORDIA
decir, el Padre conoce nuestra
realidad y necesidades, nosotros se
la presentamos a nuestra manera y
le pedimos que nos asista, pero a la
manera como nos la imaginamos,
pero Jesús nos enseña y dice: luego
de pedirle al Padre lo que ustedes
piensen que debe ser –aparta de
mí estos problemas-, se decide a
aceptar la voluntad de Él, a dejar
que Él intervenga como debe ser
para realizar todo como sólo Él
sabe que debe ser. A nosotros nos
resta pedirle los dones, frutos,
gracias y carismas del Espíritu Santo
para fortalecernos espiritualmente y
poder enfrentar, como Jesús, la
realidad y destino de nuestra
salvación y la de nuestro prójimo.
La Misericordia de Dios está
manifiesta en la Parábola del Hijo
Pródigo o de la Misericordia:
cuando el padre acoge a su hijo
(después de haber derrochado
todo y haberse perdido) que
vuelve arrepentido y dispuesto a
aceptar los designios del padre.
(Lucas 15;11-32).
¡Dios nos perdona todo, del todo y
en todo momento!
Imágenes tomadas de Google: www.fundacionmedinaceli.org
Imágenes tomadas de Google:
www.seminariodepalencia.es
www.catholic.net
Aún más, nos demostró en su
propia carne la debilidad humana,
cuando se presenta el momento de
la oración en el huerto y le pide a
Dios “Padre, si quieres, aparta de mí
esta copa” (Lucas 22; 42). Nos
indica que puede haber momentos
muy difíciles en donde no sabemos
qué hacer o en donde nuestras
tristezas o confusiones pueden
superar nuestra razón y debilitar
nuestro espíritu. Pero Él mismo nos
da el ejemplo pues antes en el
versículo 39 les dice a sus discípulos:
“Oren para no caer en la
tentación”. Lo que hace Él mismo:
se postra y ora al Padre Dios para
que le ayude: sus fuerzas se
debilitan y acude a quien debe ser:
al Señor y Dador de Vida, le expone
su naturaleza humana (no nos
debe dar miedo ni temor decirle a
Dios Padre lo que pensamos). Pero
Jesús también nos enseña después
de exponer su necesidad a
acogernos a la decisión del Padre:
“Pero no se haga mi voluntad, sino
la tuya.” (fin del versículo 42). Es
La Misericordia de Dios es el perdón (como en la
Parábola anterior) que Él tiene para con nosotros. Lo
único que Él requiere para PERDONARNOS TODO, DEL
TODO Y EN TODO MOMENTO, es que nosotros le
digamos de corazón, como el hijo pródigo, que
deseamos su perdón y que estamos dispuestos (con la
fuerza del Espíritu Santo) a cambiar. Él nos observa en el
corazón y nunca desprecia un corazón contrito y
humillado “El sacrificio que te agrada es un espíritu
quebrantado, un corazón arrepentido y humillado, oh
Dios, no lo desprecias.” (Salmo 51,19) Se manifiesta con
la satisfacción de la confesión nuestra y nosotros mismos
experimentamos la gracia del perdón cuando salimos
del sacramento de la reconciliación o confesión.
Pero ¿es verdad que perdona todo, del todo y en todo
momento?, SÍ, Jesús nos lo indica en el pasaje de la
mujer adúltera en el evangelio (Juan 8; 1-11). La
narración es compleja pues dice la palabra que “los
fariseos le presentaron a Jesús una mujer sorprendida en
adulterio.” Y sin embargo Jesús no ofende a ninguno de
los que lo desean probar ni tampoco a la mujer. Sólo
entra al corazón de cada uno (como lo hace todavía
con nosotros) y les dice: “El que no tenga pecado, tire
la primera piedra” (Lucas 8; 7) y, después de estas
palabras, se queda solo con ella y es donde le dice:
“tampoco yo te condeno. Ve y en adelante no peques
más”. (Lucas 8; 11).
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Pero debemos empezar por practicar estas obras
de misericordia con y en nosotros mismos, es decir,
ser comprensivos, reconocer mi realidad,
enfrentarla y con la ayuda de Dios seguir adelante
y cambiarla si es el caso. Pero me debo de
reconocer pecador, débil y necesitado de la
ayuda y soporte de Dios. Sin olvidar que la
Misericordia del Señor es infinita y para nada se
parece a la de los hombres, pues Él perdona
siempre todo, del todo y en todo momento.
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Esto es, el año de la Misericordia no sólo es arrepentirnos
y qué bueno que así fuera, sino también encaminarnos
por la senda del Señor en nuestra vida real, diaria y
común que tenemos con la presencia de los demás, los
que nos rodean que a veces pueden ser a los que
nosotros les echamos la culpa de nuestros problemas
pero que no los vemos como deben ser, o también
aquellos, que estando a nuestro lado, sufren o padecen
necesidades materiales, humanas o espirituales como
nosotros, y que no hemos visto.
Esto quiere decir que la forma más fácil para que
nosotros también nos hagamos otro Jesús en la tierra,
esto es, instrumento vivo de la Paz, el Amor y la
Misericordia de Dios, además de estar en la presencia
de Dios (con el sacramento de la reconciliación y la
Eucaristía) debemos colaborarle a Él con las
necesidades de nuestro prójimo y que más que
practicando las Obras de Misericordia que son 7
corporales y 7 espirituales. “No acumulen tesoros en la
tierra…, acumulen tesoros en el cielo…” (Mateo 6; 19)
El la Sagrada Escritura encontramos un resumen
maravilloso de estas obras de misericordia en El Juicio
a las Naciones en Mateo 25; 31-45
Es verdad y en muchos hechos de la vida de Jesús,
en la Biblia, y en la vida de muchos hombres y
mujeres que se hicieron santos por creer, aceptar y
proceder a solicitar de corazón el perdón de Dios, los
vemos como reales y tangentes ejemplos.
Pero siendo yo pecador, como lo soy, ¿tengo perdón
de Dios? Sí, porque el amor de Dios es tan grande
que estando siempre a nuestro lado: escuchando y
observando al detalle todas nuestras actuaciones
(por más pecaminosas que sean), Él sólo está
esperando que acudamos con verdadero
arrepentimiento a solicitar su perdón y ayuda para
proceder a darnos su perdón real, definitivo y total. Y
viendo nuestra contrición de corazón nos da la ayuda
del Espíritu Santo para que sigamos el camino con la
dificultad que se presente, pero con la presencia viva
y permanente de Él en nuestro corazón.
Después de haber decidido solicitar y aceptar el
perdón de Dios, esto es, “Amar a Dios sobre todas las
cosas”, (Marcos 12; 30), vamos a pedirle a la
Santísima Trinidad: Dios Padre, Dios Hijo –Nuestro Señor
Jesucristo- y Dios Espíritu Santo que nos ayuden para
“amar al prójimo como a sí mismo” (Lucas 10;27) pues
no estamos solos y debemos de llevar nuestra luz y
nuestro sabor espiritual a los demás.
En este asunto el Papa Francisco en muchas
ocasiones ha reconocido públicamente que “es un
pecador”, hay dos especiales: una en el momento
de la elección como papa que responde si acepta y
una de las cosas que dice es: “Soy un gran pecador,
confiando en la misericordia y en la paciencia de
Dios. En el sufrimiento, acepto”. La otra en una
entrevista concedida y cuando le preguntan quién
es Jorge Mario Bergoglio Él dice: “Soy un pecador en
quien el Señor ha puesto los ojos”
Entonces, desde esa mirada interna, real y concreta
de nosotros con Dios, reconociéndonos pecadores,
también encomendemos esa debilidad al creador, al
Padre Nuestro, para que podamos vernos con los
mismos ojos que Él nos ve y así podamos ver a los
demás con los mismos ojos de Dios Padre.
Es decir, reconocer y solicitar a Dios el pan para este
hambriento de Él, que soy yo; para mí, sediento, que
tengo muchas otras cosas y puedo calmar mi sed de
muchas maneras, pero que sigo teniendo la misma
sed o hasta más sed de la que tenía, pues nada me
sacia.
Que me acoja como peregrino y necesitado de
posada en Dios, pues he caminado en muchos
momentos sin dirección ni horizonte y no me he dado
posada en quien debe ser.
Que me sepa reconocer desnudo ante todas las
cosas que Dios quiere para conmigo y que hasta de
pronto, a veces, he renegado y hablado mal de Él
porque no hace las cosas como me parecen, es más
a veces creo ver que no hace nada por este
desnudo de amor.
“Soy un
pecador en
quien el
Señor ha
puesto los
ojos”
Francisco
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Que me comprenda como
enfermo y que sólo aspiro a
las cosas materiales, terrenas,
las cosas a mi manera, que
todo me saca de quicio
porque no hacen los demás
las cosas como yo quiero y
por eso vivo triste, infeliz,
aburrido, bravo, iracundo,
malgeniado y creo que nadie
me comprende, cuando
debo ser YO mismo quien
empiece a ver mi
enfermedad y comprender a
la vez las de los demás que
son iguales a mí en el
pecado.
Que me permita socorrerme
en la cárcel en donde estoy:
algún vicio, desorientación,
desviación, dolor, pecado,
tristeza, etc. que muchas
veces ha sido consecuencia
del maltrato de los demás
hacia mí, pero que ha sido
porque YO lo he permitido
pues me hago consciente
que sólo YO, y nadie más que
YO, puedo ser el que me
convenza de todo lo bueno o
malo que dicen de mí, pues
en la esclavitud del qué dirán
puedo estar toda mi vida, y a
pesar de todo lo que digan
de mí, mi Padre Dios, me ama
y espera en mí, tal como soy:
con todas mis dificultades,
debilidades, flaquezas,
aciertos o desaciertos pero
espera que sea YO el que
quiera salir de la prisión pues
el carcelero, el visitante y el
preso soy YO mismo en
muchas ocasiones.
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Y qué decir cuando nos sentimos que no
valemos nada, que no somos nada, que
nadie nos ama, que a nadie le importamos,
que ya no tenemos el perdón de nadie, que
ya no servimos para nada, que somos tan
pecadores que ya nos vemos como muertos.
Es en el preciso momento en que Dios está
esperando que le digamos que nos ayude a
enterrar este muerto y que, con la gracia de
Él, nazca el nuevo y definitivo YO, para ser un
instrumento de Dios en la tierra, haciendo de
nuestra vida diaria una ofrenda permanente
para Él, y así con Él y en Él seguir avanzando
ya no a nuestra manera sino a la manera de
Él, y así las cosas que a diario se nos
presenten serán todas para bien de nosotros,
de los que nos rodean y para gloria de Dios.
Y en cuanto a las obras de misericordia
espirituales es obvio que después las
debemos también de practicar en y con
nosotros mismos. Buscándonos enseñarnos a
nosotros mismos lo que no sabemos: ir donde
Él, al Santísimo, visitarlo y pedirle nos regale
los dones, frutos, gracias y carismas del
Espíritu Santo para poder enseñarnos en Él,
con Él, por Él y para Él todo lo que Él quiere
que seamos, sólo así podemos darnos un
buen consejo, corregir nuestro error,
perdonarnos las ofensas que nos hayamos
hecho nosotros mismos, consolarnos en la
tristeza, sufrir con paciencia mis propios
defectos o debilidades y rogaré a Dios por los
vivos en la gracia de Él y por los muertos,
como yo, para que volvamos, entre todos a
nacer para nuestro Creador, Salvador,
Redentor, Fortaleza y Firmeza nuestra que es
Dios en la esencia de la Santísima Trinidad:
Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, y
ahora sí estamos preparados para practicar
las obras de misericordia corporales y
espirituales para con los demás. Pues
llegaremos, con la gracia de Dios, a lograr lo
que Jesús nos dice en su Sermón de la
Montaña: “Felices los misericordiosos, porque
serán tratados con misericordia” (Mateo 5; 7)
Es importante tener en cuenta la exhortación
del Papa Francisco: “Nuestra respuesta de
amor tampoco debería entenderse como
una mera suma de pequeños gestos
personales dirigidos a algunos individuos
necesitados, lo cual podría constituir una
«caridad a la carta», una serie de acciones
tendientes sólo a tranquilizar la propia
conciencia. La propuesta es el Reino de Dios”
Las Obras de Misericordia Corporales
son 7
1. Dar de comer al hambriento: hay
que verlo de dos maneras:
La necesidad de pan material:
nosotros podemos tener necesidades
materiales, pero hay otros que tienen
unas mayores a nosotros y por los cuales
también debemos velar. Son los que
realmente requieren de una ayuda y no
sólo porque la pidan (muchos teniendo
la necesidad no la piden por muchas
razones) sino también los que sepamos,
a la luz de Dios, que requieren de
nuestro compartir de lo que tenemos así
sea poco, pero es mucho más valioso
compartir de lo que tenemos que de lo
que nos sobra. “…pero ella en su
pobreza, ha puesto cuanto tenía para
vivir” (Lucas 21; 1-4)
La necesidad de pan espiritual:
cuando nos damos la oportunidad del
perdón con Dios, debemos de llevarlo a
los demás para que sepan, desde
nuestra realidad, del verdadero perdón
y reconciliación con Dios y con los
demás. Que observen nuestro ejemplo,
nuestro cambio para que sean
impulsados a hacer lo mismo. Porque es
el ejemplo el que arrastra y no sólo las
palabras, pues no podemos dar de lo
que no tenemos. “Ustedes hagan y
cumplan lo que ellos digan, pero no los
imiten; porque dicen y no hacen”
(Mateo 22; 3)
Algunas otras citas bíblicas que nos
ayudan a discernir esta primera obra:
Parábola de los Talentos: Mateo 25;
14-30
Unción en Betania: Mateo 26; 6-13
La viuda de Sarepta: Reyes 17; 7-16
El anuncio del nacimiento de Isaac:
Génesis 17; 15-21
“Felices los
misericordiosos,
porque serán
tratados con
misericordia”
(Mateo 5;7)
“…pero ella en su pobreza, ha
puesto cuanto tenía para vivir”
Lucas 21; 1-4
2. Dar posada al peregrino o necesitado: Dar
acogida al prójimo que lo necesite, parcial, momentánea
o definitivamente, así nos haremos parte del plan de Dios.
Es por eso que cuando alguien que no conocemos nos
ayuda, nos “provoca decir” que son ángeles porque no
vemos el cómo pueden haber sucedido los hechos. Pues
aquí es donde se hace verdad que lo imposible y lo
irracional es todo posible y entendible para Dios. En estos
momentos tan difíciles se puede pensar y cómo voy a ser
capaz de hacer esto si es un riesgo.
Pues bien, habiendo tantas situaciones complicadas de
desplazamiento interno en las ciudades, interno en los
distintos países y aún desplazamiento internacional, si no
tenemos la oportunidad de hospedar realmente a alguien
que podamos, nos debemos hacer solidarios con ellos en
las distintas campañas que se hagan para ayudarlos y
respetar su dolor no abusando y aprovechando de la
situación de ellos para ofenderlos o excluirlos, pues en ellos
está la esencia misma de Dios. Recordemos cómo San
Pablo nos exhorta en esta obra de misericordia: “No
olviden la hospitalidad, por la cual algunos, sin saberlo,
hospedaron a ángeles.” (Hebreos 13; 2).
Pero además están también los que requieren de nuestra
acogida en nuestro corazón, empezando por nuestros
propios familiares los cuales deben ser perdonados por
nosotros mismos y así nos hacemos merecedores del
perdón de Dios: “perdona nuestras ofensas como también
nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (Mateo 6; 12).
Así empieza el ejemplo por mí mismo y me haré digno de
ser instrumento vivo de Él para hacerme no yo, sino Él con
los demás. (Mateo 6; 14-15). Reconocer en todo el que me
rodea mi prójimo, mi hermano para saber comprender y
poder ayudar sólo como Dios quiere y no como yo creo
que debe ser. Esta parte de la “posada en nuestro corazón
a los demás”, es tal vez muchísimo más difícil, pero con la
humildad nuestra, solicitándole al Padre Dios su ayuda, lo
haremos tan fácil que a nuestros propios ojos vamos a ver
cómo es de increíble la manifestación del Amor de Dios y
con qué ternura, facilidad, comprensión y, aún con nuestra
debilidad, cómo lo hace Él todo nuevo.
Algunas otras lecturas bíblicas que nos complementan esta
obra de Misericordia:
Respecto a la venganza: Mateo 5; 38-48
Sobre la práctica de las buenas obras: Mateo 6; 1-8
El juicio a los demás: Mateo 7; 1-5
Perseverancia en la oración: Mateo 7; 7-11
Sobre el perdón de Dios: Marcos 3; 28-30
Sobre el perdón a los demás: Lucas 17; 3-4
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3. Dar de beber al sediento: lo mismo que el
anterior lo debemos ver en los dos aspectos:
Darle de beber al que no tiene o al sediento: al
prójimo que necesite, solicite o requiera así sea de
un vaso con agua, no negarle y asistirle todo en el
nombre de Dios, pues no somos dueños de nada.
“Quien les dé a beber un vaso de agua en
atención a que ustedes son del Mesías les aseguro
que no quedarán sin recompensa” (Marcos 9; 41).
Darle de beber al sediento del espíritu: estando
nosotros en gracia de Dios, podemos, con su
gracia, ayudar al necesitado de compañía, apoyo,
una palabra de aliento y hasta llevarlo a la fuente
de agua viva. “Si conocieras el don de Dios y quién
es el que te pide de beber, tú le pedirías a Él, y Él te
daría agua viva” (Juan 4; 1-45: diálogo con la
Samaritana). Debemos de ponernos siempre en las
manos de Dios para que nos envíe su Espíritu Santo,
porque a veces podemos dudar de nuestra ayuda,
pero debemos tener siempre en cuenta que NO
somos nosotros, sino Dios mismo a través de nosotros
quien orienta y ayuda al que lo necesita. Y así la
obra se completa como debe ser.
Algunas otras lecturas bíblicas que nos
complementan:
Consuelo en la Tribulación: 2 Corintios 1; 3-11
Jesús, fuente de vida: Juan 7; 37-39
El agua viva: Jeremías 2; 13
“Si conocieras el don de Dios y quién es el
que te pide de beber, tú le pedirías a Él, y Él te
daría agua viva”
(Juan 4; 1-45)
“Den y se les
dará: recibirán
una medida
generosa,
apretada,
sacudida y
rebosante.
Porque con la
medida que
ustedes midan
serán
medidos”
(Lucas 6; 38)
“porque miran y no ven, escuchan y no oyen
ni comprenden” (Mateo 13; 13-17).
4. Vestir al desnudo: En esta parte de la
colaboración o ayuda al necesitado de un
vestido, abrigo, calor o protección es un
poco más fácil en lo que tiene que ver con
muchas campañas que se hacen en las
distintas parroquias en todo el mundo. Sólo es
que llevemos nuestra colaboración a dichos
lugares y ellos se encargan de distribuirlo a
donde más lo necesiten. Sin embargo, no
debemos de entregar lo que ya no sirve, o si
es alguna prenda que requiere de un arreglo,
lo debemos hacer nosotros mismos y luego si
regalarla, tampoco debemos entregar cosas
sucias ni inservibles, pues vamos a recibir
según nuestras obras. “Den y se les dará:
recibirán una medida generosa, apretada,
sacudida y rebosante. Porque con la medida
que ustedes midan serán medidos” (Lucas 6;
38). Entonces cuando demos de vestir al
necesitado, el cuerpo de ese pobre, la carne
de aquel cuerpo hablará a Dios de nosotros,
de nuestra caridad (en el grado que la
hayamos realizado), y Dios nos colmará de
bendiciones en todo según nuestra obra.
Ojalá que fuéramos capaces de dar aquello
que más nos gusta o, mucho mejor aún,
regalar algo totalmente nuevo.
Pero hay una desnudez aún peor y que tal
vez no se deje ver o no la notemos: la
espiritual, la moral, la sentimental, la familiar,
la profesional… Aquella que requiere de un
esfuerzo mayor de nosotros que la poseemos
para que sea descubierta y que no la vemos
en el necesitado, para que estando en la
gracia de Dios, podamos hacernos
instrumentos de Él para empezar a
descubrirla, manifestarla con el amor de Dios
al afectado, y pueda la gracia de Dios
empezar a ser mostrada en el desnudo y
podamos ambos empezar un camino de
salvación conjunta. Pues la desnudez de
nosotros o de muchos de los que nos rodean
es tal vez una desnudez conjunta, o por lo
menos, seremos responsables de no ver y no
ayudar así sea la desnudez propia o ajena
pues debemos ver siempre con los ojos de
Dios. “porque miran y no ven, escuchan y no
oyen ni comprenden” (Mateo 13; 13-17).
Y esto nos debe llevar a tener el valor para descubrir mucha
desnudez moral, profesional y ética que hay en el mundo pues
seremos responsables de la misma en tanto nosotros conozcamos
de ella y no actuemos así sea por ser dependientes de la misma.
“Se cumple en ellos aquella profecía de Isaías: Por más que
escuchen, no comprenderán, por más que miren, no verán. Se ha
endurecido el corazón de este pueblo; se han vuelto duros de
oído, se han tapado los ojos.” (Mateo 13; 14-15)
Algunas otras lecturas que nos ayudan a discernir esta obra de
Misericordia:
Roca y arena: Mateo 7; 24-27
Sobre la verdadera pureza: Mateo 15; 10-20
Un corazón puro: Salmo 51 (50); 1-19
5. Visitar al enfermo:
En este capítulo de las obras de
misericordia recordamos aquellos enfermos
familiares y sobre todo los desconocidos o
aquellos que están en clínicas y hospitales
sin que nadie los visite. No sólo es colaborar
con alguna campaña y nada más, lo más
bello sería el donarnos nosotros mismos a
las visitas y llevar alegría, compartir el
tiempo y espacio con ellos y que sepan de
la bondad de nuestro Padre Dios, con
nuestra presencia. Cuando visitemos algún
enfermo hay una cosa fascinante que
debemos hacer: ponernos como si
fuéramos el enfermo y entonces, pensar
qué desearíamos nosotros que nos hicieran,
qué nos dijeran, cómo nos visitaran y qué
nos trajeran, y le hiciéramos lo mismo al
enfermo que visitamos para así estar por lo
menos de acuerdo con lo que hacemos.
Pero hay otro nivel mucho mejor y es el de
orar antes de la visita para que sea Dios el
que, a través nuestro, por medio nuestro, le
visite y le llene de la Paz, el Amor y la
Misericordia que sólo Él sabe que necesita
el enfermo, y de nuestra parte, dejarnos
llevar por El Señor y Él hará todo. El ejemplo
vivo en la Palabra de Dios es la Parábola
del buen samaritano: “Ve y haz tú lo
mismo…” (Lucas 10; 30-37)
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Esta etapa espiritual es antes de la desnudez anterior, se está iniciando un proceso
de abandono pues las preocupaciones, problemas, situaciones especiales que
podemos llamar malas nos han llevado a pensar que estamos solos. Y puede que sea
así, que nuestros propios familiares nos dejen “aparentemente” solos en los problemas,
pero acordémonos que por más que nuestra propia madre nos abandone Él jamás lo
hará: “¿Puede una madre olvidarse de su criatura, dejar de querer al hijo de sus
entrañas? Pero, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré” (Isaías 49; 15) y tener la
certeza de su ayuda: “Si mi padre y mi madre me abandonan, el Señor me acogerá”
(Salmo 27(26); 10)
Algunas lecturas adicionales para ayudar a la reflexión:
Oración de un afligido: Salmo 102(101)
Paciencia y confianza: Eclesiástico 2; 2-6
Esperanza de la gloria: 2 Corintios 4; 16-18
6. Visitar y socorrer a los presos:
En esta obra se nos exhorta a visitar y/o socorrer, ayudar a los presos y es en un lugar
como las cárceles en donde prácticamente encontramos todas las facilidades para
realizar, en nombre de Dios y con su ayuda, las obras de Misericordia. Pues en el
mundo en que vivimos, las injusticias han llevado a muchos a tomar la ley por sus
manos, los resentimientos, malos manejos de la tristeza, de la ira, del dolor, de la pena,
de la desilusión, etc… han llevado a muchos a tomar decisiones desesperadas sin
tener en cuenta las consecuencias aún en daño propio. Más aún con la manipulación
de la justicia humana (civil o religiosa) a nivel mundial, se han entrado a las cárceles
muchos(as) personas inocentes que sólo por no ser del corriente los excluyen y pasan
cierto tiempo pagando penas que no son de ellos, pueden ser santos del siglo XXI que
ofrecen su dolor, pena y sufrimiento a Dios por la injusticia. Recordemos lo que Jesús en
su sermón de la montaña, nos dice: “Felices los que tienen hambre y sed de justicia,
porque serán saciados” (Mateo 5; 6).
No sólo esta obra de misericordia es para aquellos presos en las cárceles físicas, sino
también para que, abriendo los ojos que Jesús desea que abramos, veamos los presos
del corazón, los presos del desamor, la ira, la tristeza, la rabia, la mentira, el dolor;
además de ver las cárceles del pecado, la cárcel del permiso a matar que es la del
aborto, la de las distintas adicciones: droga, alcohol, sexo, tabaco, prostitución,
libertinaje, manipulación y desviación sexual, desorientación familiar y social; que
veamos también a los carceleros que permiten todo para el supuesto “bien general”:
los carceleros de las leyes que sólo manipulan y disfrazan de verdad lo que es falso, de
bueno lo que es malo, de realidad lo que es mentira, de permisividad peligrosa lo que
debe ser controlado, de libertad simulada lo que es un desenfreno a mis pasiones y
desorientaciones, lo que substituye el orden moral, ético, familiar, religioso y hasta
espiritual por una simulación bien disfrazada de desórdenes sociales, moral, éticos,
religiosos y espirituales basados todos en una cantidad de mentiras soportadas por
leyes y arreglos jurídicos que sólo tienden a dañar la estructura familiar y por ende la
social para una manipulación más controlada del ser humano. “Dichosos en cambio
los ojos de ustedes porque ven y sus oídos porque oyen. Les aseguro que muchos
profetas y justos ansiaron ver lo que ustedes ven, y no lo vieron, y escuchar lo que
ustedes escuchan, y no lo escucharon.” (Mateo 13; 16-17)
Otras lecturas que nos permiten discernir más esta obra:
Parte del juicio a las naciones: Mateo 25; 35-36
Exhortaciones finales: Hebreos 13; 1-3
El ayuno: Isaías 58; 1-12
“Dichosos en cambio los ojos de ustedes porque ven y
sus oídos porque oyen. Les aseguro que muchos profetas
y justos ansiaron ver lo que ustedes ven, y no lo vieron, y
escuchar lo que ustedes escuchan, y no lo escucharon.” (Mateo 13; 16-17)
“Felices los que
tienen hambre y
sed de justicia,
porque serán
saciados”
(Mateo 5; 6)
7. Sepultar a los muertos:
Esta obra parece en cierto sentido como muy rara pues es
obvio, normal y claro que hay que enterrar a los muertos,
pero lo debemos ver en el sentido más sencillo, práctico y
humano. El acompañar a las personas que han perdido un
ser querido, el estar presente no por compromiso social sino
por verdadera entrega y solidaridad, respetando,
auxiliando, siendo próximos y aun ayudando (si podemos)
con temas más allá del estar ahí: llevándolos a donde
necesiten, orientando algunas cosas en que podamos
hacerlo y sin ningún tipo de interés, solidarizándonos con
sus necesidades y requerimientos, rezando y orando por el
alma del difunto, por ellos y por nosotros los que quedamos
todavía en este peregrinar para que nos sirva de purga de
nuestros pecados. Y los más importante TOMAR
CONCIENCIA de la realidad que nos espera a todos y que
hoy por ti, mañana por mí.
La realidad de la muerte nos debe llevar a vivir una vida al
estilo de Jesús, con conciencia viva de la fuerza del Espíritu
Santo que debemos de manifestar en todo momento para
cambiar nuestros errores por aciertos y nuestros pecados
por comprensión y misericordia hacia los demás.
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Teniendo la realidad de este hecho para todos insalvable,
vivir a diario como sólo Dios lo requiere de todos y cada
uno de nosotros. Otro compromiso muy importante es el de
rezar por las almas de los difuntos y ofrecer sacrificios por la
reparación de sus pecados y la salvación de las mismas,
pues es la única forma en que después de muertos
podemos obtener beneficio inmediato de las oraciones
que hagan los vivos.
Es pues un compromiso el de rezar por los muertos así sean
los desconocidos, y más aún por todos los del mundo y en
especial por aquellos que han muertos asesinados, pues no
les han dado la oportunidad de arrepentirse, confesar ni
enmendar sus pecados, y según como va este siglo XXI,
cada vez van a ser más los muertos por asesinatos en serie,
masacres en masa, todas las distintas guerras que el
hombre ha generado por todas partes, sin olvidar los
desastres naturales y demás temas de accidentes no
ocasionados que también generan muchas muertes.
Un ejemplo claro de esta obra la encontramos en el
evangelio: “Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron
en lienzos con los perfumes, según la costumbre de
sepultar que tienen los judíos.” (San Juan 19; 40)
Además también debemos de estar pendientes de los
que requieren de nuestra compañía, para que
podamos, entre todos, desterrar y enterrar
definitivamente el aislamiento, abandono o pereza
espiritual que tienen en sus vidas para, con la gracia del
Espíritu Santo, podamos ser ayuda y ejemplo para que
cambien y orienten sus vidas, su actuar diario y su razón
a la sostenibilidad de la vida en el universo en todas sus
dimensiones: espiritual, moral, intelectual, material,
humana, financiera, individual, familiar, grupal y en
sentido general social.
Pues la muerte en todos estos sentidos es mucho más
compleja de ver y cada vez la aceptamos más aún en
forma inconsciente que es mucho más peligroso. “¿No
saben que su cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que
han recibido de Dios y habita en ustedes? De modo que
no se pertenecen a sí mismos” (1 Corintios 6; 19).
Otras lecturas que complementan:
Sepultura de Jesús: San Juan 19; 38-42
No cambiar de condición: 1 Corintios 7; 17-24
Sepulcros blanqueados: Mateo 23; 23-38
Comienzo de los dolores: Mateo 24; 3-31
Fundación Sikuani. Bogotá, D.C., Colombia –enero 2016-
“¿No saben que su cuerpo es
santuario del Espíritu Santo,
que han recibido de Dios y
habita en ustedes? De modo
que no se pertenecen a sí
mismos”
(1 Corintios 6; 19)
“Tomaron el cuerpo de Jesús y lo
envolvieron en lienzos con los
perfumes, según la costumbre de
sepultar que tienen los judíos.”
(San Juan 19; 40)
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“Delante de Dios y
de Cristo Jesús, que
ha de juzgar a vivos
y muertos, te ruego
por su
manifestación
como rey:
proclama la
palabra, insiste a
tiempo y
destiempo,
convence,
reprende, exhorta
con paciencia y
pedagogía.”
(2 Timoteo 4; 1-2)
Las Obras de Misericordia
Espirituales son 7
Recordemos que primero
debemos de practicarlas en
nosotros mismos para que, con
la ayuda de Dios, podamos ser
instrumentos vivos de Él y, no
siendo nosotros, podamos
manifestarlo a los demás, y así
convertirnos en ejemplos vivos
del amor, la paz y la
misericordia de Dios.
1. Enseñar al que no sabe: siendo nosotros instrumentos vivos de Jesús,
estar siempre pendientes de mostrarlo a Él como debe ser. Jesús, con su vida,
nos dio ejemplo de cómo hacer para vivir en este mundo, rodeado de las cosas
que siempre nos deben acompañar y con las personas que tenemos a nuestro
lado.
No se dejó incomodar por nada ni por nadie, más bien nos mostró claramente,
con su vida, cómo hay que hacer para aceptar la voluntad del Padre en
nosotros, a su manera y no a la nuestra. Además, en el salir al encuentro de los
demás, en los discursos en las plazas, en las sinagogas, en las montañas y en las
distintas partes en donde estuvo con toda clase de personas de distintas
condiciones religiosas, morales, éticas, espirituales, intelectuales, sociales,
políticas, jurídicas, etc., SIEMPRE NOS HABLÓ DE LO QUE NO SABÍAMOS, porque
éramos ciegos y sordos a la voz de Dios que ha estado, está y estará siempre a
nuestro lado.
En esto es muy claro San Pablo en la exhortación a ser servidores de la palabra
de Dios: “Delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos,
te ruego por su manifestación como rey: proclama la palabra, insiste a tiempo y
destiempo, convence, reprende, exhorta con paciencia y pedagogía.” (2
Timoteo 4; 1-2)
Otras lecturas que nos ayudan al discernimiento y profundizan la realidad actual:
Los últimos tiempos: 2 Timoteo 3; 1-17
Servidor de la palabra de Dios: 2 Timoteo 4; 1-5
Resurrección y salvación: Daniel 12; 1-13
Respeto de Dios: Proverbios 22; 1-29
Hijos y esclavos: Efesios 6; 1-9
Exhortaciones de Moisés: Deuteronomio 4; 9-10
Lucha contra el mal: Efesios 6; 10-20
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2. Dar buen consejo al que lo necesita:
recordemos que siempre, para poder, aunque
sólo sea hablar de Dios, debemos estar en gracia
de Él, pues nadie puede hablar de lo que no
conoce. Además, es importante tener en cuenta
que NO debe ser nuestra opinión sobre lo que le
sucede, nuestro parecer de lo que debes hacer,
lo que debes hacer según mi experiencia, NO,
debe ser la inspiración del Espíritu Santo quien nos
guíe y la persona que nos escucha determine por
sí misma la decisión y orientación que debe
seguir.
Sólo es Dios quien puede las cosas, nosotros en
ese momento, y por la gracia de Dios, nos
convertimos en instrumentos de Él para poder
llegar Él al corazón del necesitado y no nosotros.
Recodemos el pasaje del joven rico: es Jesús
(Dios hecho hombre) hablando con un joven
(que puede decirse bueno, santo) y si embargo
al recibir el consejo de Jesús, dice la escritura: “Al
oírlo, el joven se fue triste”. Podemos ver la
reacción del joven y la de Jesús: espera la
respuesta de corazón y deja que se marche.
(Mateo 19; 16-30).
También podemos ver en los Proverbios muchas
orientaciones sobre el buen consejo: “Donde no
hay buen consejo, el pueblo cae, pero en la
abundancia de consejeros está la victoria”
(Proverbios 11; 14).
Algo fundamental en el momento de dar el buen
consejo es la parte más importante que es el
escuchar al necesitado, pues muchas veces sólo
hay que escuchar y nada más. Al estar en la
gracia de Dios para escuchar, nosotros no
debemos ni podemos recordar nada para
contarlo a los demás, en absoluto, es Dios quien,
a través de nosotros, escucha para amar en el
corazón al que requiere de ayuda.
Cuando el necesitado vea una ayuda especial,
que nos considere como ángeles que le
ayudamos, es cuando nos damos cuenta que es
Dios y solo Él, quien está, a través de nosotros,
ayudando y soportando a los demás. “Escucha el
consejo, acepta la corrección y llegarás a ser
sensato.” (Proverbios 19; 20)
Otras citas bíblicas:
Ocozías de Judá: 2 Crónicas 22 ;3-5
La lengua y los sabios: Proverbios 15; 1-33
No juzgar a los otros: Proverbios 20; 18-30
El Concilio de Jerusalén: Hechos 15; 6-11
3 Corregir al que está en error: Esta obra es un poco difícil
pues no sólo se trata de corregir al que comete errores en todos
los sentidos humanos: en casa, en la oficina, como hombre,
como mujer, como hijo, como padre o madre; tampoco se
trata sólo de ayudar al que comete errores conmigo, con la
sociedad, con el otro, sino también que debemos corregir al
que está en el error del pecado.
Y en este último punto (sin olvidar los otros que pueden ser
consecuencia) es que debemos poner todo el sentido de esta
Obra de Misericordia Espiritual, pues se trata de acoger con
todo el amor con que lo haría Jesús, al pecador:
CONDENAMOS AL PECADO, PERO ACOGEMOS, AYUDAMOS,
RESPETAMOS Y AMAMOS AL PECADOR.
Éste es el sentido profundo de esta obra y lo debemos practicar
en todo momento, con todo el mundo y de todo corazón. Si lo
hacemos así NO debemos discriminar, excluir, señalar ni muchos
menos odiar al que yerra, pues estamos llamados a ser imagen
y semejanza de Dios: entonces debemos hacer sólo lo que Él
haría en nuestro caso.
Un ejemplo concreto de esta obra es el pasaje de Jesús y la
mujer adúltera en el evangelio según San Juan 8; 1-11: Él no
juzga ni a los letrados y fariseos y mucho menos a la mujer, pero
llega al corazón de todos para que analicen, comprendan y
luego les quede claro que NO debemos juzgar a nadie, pues
NO ESTAMOS LIBRES DE PECADO.
Además, en otro pasaje nos enseña cómo debemos hacer una
corrección fraterna: “Si tu hermano te ofende, ve y corrígelo, tú
y Él a solas. Si te escucha has ganado a tu hermano. Si no te
hace caso, hazte acompañar de uno o dos, para que el asunto
se resuelva por dos o tres testigos. Si no les hace caso, informa a
la comunidad” (Mateo 18; 15-17).
“Escucha el consejo,
acepta la corrección y
llegarás a ser sensato.”
(Proverbios 19; 20)
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He aquí el ejemplo claro de corrección hacia los demás,
que debe ser fraterna, llena de caridad, comprensión,
mansedumbre y compasión, pues nosotros mismos somos
también igual o hasta peor de pecadores que los demás,
y entonces, debemos de expresar la corrección como a
mí me gustaría que lo hicieran conmigo y, si por algún
motivo me gusta hacerlo a las malas, hacerlo como
Jesús nos indica.
Y terminemos esta obra como termina el Apóstol
Santiago su carta: “el que convierte al pecador del mal
camino salvará su vida de la muerte y obtendrá el
perdón de una multitud de pecados” (Santiago 5; 20).
Otras lecturas adicionales:
Parábola sobre el perdón: Mateo 18; 23-35
La verdad libera: Juan 8; 31-38
Los verdaderos hijos de Dios: Juan 8; 39-47
Ciego, guía de ciegos: Lucas 6; 39-40
“el que convierte al pecador del mal
camino salvará su vida de la muerte y
obtendrá el perdón de una multitud de
pecados” (Santiago 5; 20)
“Pues si perdonan a los demás las
ofensas, su Padre del cielo los
perdonará a ustedes, pero si no
perdonan a los demás, tampoco el
Padre los perdonará a ustedes.”
(Mateo 6; 14-15) 4. Perdonar las ofensas e injurias: “Entonces se
acercó Pedro y le preguntó: Señor, si mi hermano me
ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta
siete veces? Le contestó Jesús: No te digo hasta siete
veces, sino hasta setenta veces siete” (Mateo 18; 21-22).
Con esta cita bíblica comprendemos claramente el fondo
de esta obra de misericordia, pues SIEMPRE debemos de
perdonar.
Es fácil decirlo, pero también puede ser muy fácil realizarlo.
Todo depende de la preparación espiritual y
comunicación que mantengamos permanentemente con
Dios, pues es Él y sólo Él, quien nos puede hacer como su
hijo Jesucristo, Nuestro Señor.
El ejemplo claro, contundente, divino, sincero, puro y
definitivo del perdón, está en toda la pasión del Señor,
pero en especial cuando Jesús pronuncia las palabras:
“Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.”
(Lucas 23; 34).
Teniendo presente que todos los seres humanos (sin
distinción de sexo, raza, credo, nivel social o económico,
político, religioso, etc.) hemos sido creados a imagen y
semejanza de Dios.
Entonces debemos de acudir a Él para que nos ayude a
sacar esta imagen y semejanza en todos y cada uno de
los momentos de nuestra vida, sean buenos o malos,
tristes o alegres, fáciles o difíciles, solos o acompañados,
para que sea la fuerza del Espíritu Santo en nosotros la
que actúe y enfrentemos así todas las situaciones como
debe ser para el bien de nosotros, de todos los que nos
rodean y sobre todo para gloria de Dios. Pues así no sólo
sabremos salir adelante en los distintos problemas que se
nos presenten, sino que estaremos purgando de la mejor
manera todos nuestros pecados. No debemos olvidar la
oración que Jesús mismo nos enseñó “EL PADRE
NUESTRO” y en la cual está la clave de todo perdón:
“perdona nuestras ofensas como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden.” (Mateo 6; 12).
Pero el mismo Jesús más adelante complementa: “Pues si
perdonan a los demás las ofensas, su Padre del cielo los
perdonará a ustedes, pero si no perdonan a los demás,
tampoco el Padre los perdonará a ustedes.” (Mateo 6;
14-15).
Nos queda muy claro que, en la misma forma, nivel,
manera, estilo, sinceridad, etc. con que perdonemos
las ofensas a los demás, también de la misma forma
nuestro Padre Dios nos perdonará a nosotros. Entonces
si yo realmente quiero estar perdonado
definitivamente y estar tranquilo, debo perdonar total y
definitivamente lo que me hayan hecho sin importar
qué tanto me perjudicaron, pues el ejemplo empezó
claro: con la pasión del Señor Jesús.
Otras citas bíblicas que nos ayudan a discernir:
Arresto de Jesús, negaciones de Pedro, ante Pilato,
condena a muerte: San Juan 18; 1-40
Conducta cristiana: Efesios 4; 17-32
El reino de la luz: Efesios 5; 6-21
La praxis cristiana: Colosenses 3; 12-13
No juzguen y no serán juzgados: Lucas 6; 36-38
“Entonces se acercó Pedro y le preguntó: Señor, si
mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo
que perdonarlo? ¿Hasta siete veces? Le contestó
Jesús: No te digo hasta siete veces, sino hasta
setenta veces siete” (Mateo 18; 21-22)
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5. Consolar al triste: “Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados” (Mateo 5; 4). Es estar presente en
el momento más triste de la persona necesitada. Sea con sólo
nuestra presencia, con una palabra, una ayuda material, una
oración o acompañarla cuando ella lo requiera.
Pero todo acto de solidaridad con el triste debe ser de corazón
y de llorar con el dolor del otro como si fuera mío. Y entender, a
la luz del evangelio, lo que Dios quiere que hagamos y que la
persona deba hacer para enfrentar la situación delicada que
conmueve su corazón.
Lo más hermoso para nosotros es que podamos llorar por el
dolor de nuestros pecados y los pecados del mundo entero, sólo
así comprenderemos el dolor de Dios y la necesidad de
ayudarnos, soportarnos, acompañarnos, amarnos los unos a los
otros. “Te declaré mi pecado, no te encubrí mi delito; propuse
confesarme de mis delitos al Señor; y tú perdonaste mi culpa y
mi pecado.” (Salmo 32; 5).
Muchas veces cuando solemos estar tristes o nos dolemos de lo
que nos sucede, a veces es que la situación de pecado que
tenemos nos lleva a encerrarnos en nosotros mismos y cometer
actos que no deben ser y, además, también nos puede llevar a
dolernos de todo lo que creemos que los demás nos hacen, y
esto es un indicativo que requerimos siempre del Amor y la
Misericordia de Dios, acercarnos a su perdón y podernos liberar
de muchas cosas que nos impiden ver la verdad y a Dios como
debe ser.
“Porque yo reconozco mi culpa y tengo siempre presente mi
pecado. Contra ti, contra ti, solo pequé, cometí la maldad ante
tus ojos; así serás justo cuando juzgues e irreprochable cuando
sentencies.” (Salmo 51; 5-6).
Otras citas bíblicas importantes para entender más esta
obra:
Perdón para el ofensor: 2 Corintios 2; 5-8
La riqueza falsa: Apocalipsis 3; 15-17
Lamentación por Jerusalén: Lucas 19; 41-44
Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén: Lucas 23; 28-31
La tristeza que proviene de Dios: 2 Corintios 7; 8-11
“Te declaré mi
pecado, no te encubrí
mi delito; propuse
confesarme de mis
delitos al Señor; y tú
perdonaste mi culpa y
mi pecado.” (Salmo 32; 5)
“Bienaventurados los que
lloran, porque ellos serán
consolados” (Mateo 5; 4)
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“¿Por qué te fijas en la pelusa que está en
el ojo de tu hermano y no miras la viga
que hay en el tuyo? ¿Cómo te atreves a
decir a tu hermano: Déjame sacarte la
pelusa de tu ojo, mientras llevas una viga
en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la
viga de tu ojo y entonces podrás ver
claramente para sacar la pelusa del ojo
de tu hermano.” (Mateo 7; 3-5)
6. Sufrir con paciencia los defectos de los
demás: Sí que nos cae como anillo al dedo y de
pronto el guante nos cae encima. Porque nos es muy
fácil quejarnos, echarle a los demás la culpa,
fastidiarnos por los defectos o problemas de los
demás, pero en el mismo grado o nivel conque YO
mire en los demás sus defectos, así mismo o en
mayor cantidad estoy viendo mis propios defectos,
pero soy tan ciego que no los veo en mí sino en los
otros.
“¿Por qué te fijas en la pelusa que está en el ojo de
tu hermano y no miras la viga que hay en el tuyo?
¿Cómo te atreves a decir a tu hermano: Déjame
sacarte la pelusa de tu ojo, mientras llevas una viga
en el tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo
y entonces podrás ver claramente para sacar la
pelusa del ojo de tu hermano.” (Mateo 7; 3-5).
La paciencia, comprensión, respeto y solidaridad
que tengamos con los defectos de los demás no nos
debe llevar a atentar contra nuestra integridad física
ni mental ni la del otro, al contrario, nos debe llevar,
por la gracia de Dios, a un nivel en donde seamos
capaces de hablar y superar los prejuicios para ver la
verdad como debe ser.
Esta obra consiste en saber entender y comprender
las diferencias, incapacidades, desorientaciones,
actitudes, manifestaciones y demás de los que me
rodean para poder tener la paciencia necesaria
para sobrepasar todas estas situaciones. “Por tanto
no tienes excusa, tú que juzgas, sea quien seas; pues
al juzgar al otro, tú te condenas; ya que tú haces lo
mismo que condenas” (Romanos 2; 1)
Lecturas adicionales en la biblia:
Gozo en las tribulaciones: Romanos 5; 3-5
Ayuda mutua: Gálatas 6; 1-4
Libertad y caridad: Romanos 14; 1-6
7. Rogar a Dios por vivos y muertos: “Una lágrima se
evapora, una flor se marchita, sólo la oración llega al trono
de Dios” (San Agustín). Qué obra tan necesaria e
importante, aunque no veamos los efectos de forma
inmediata, pero si creemos, todo se hará tal como lo
decida el Señor.
La salvación está en las manos de todos nosotros, en el Yo
Pecador lo repetimos diciendo “…y a ustedes hermanos
que intercedan por mí ante Dios nuestro Señor”. “Cuando
tú vayas a orar, entra en tu habitación, cierra la puerta y
reza a tu Padre a escondidas. Y tu Padre que ve en lo
escondido, te lo pagará.” (Mateo 6; 6).
La oración no sólo debe ser para pedir, también debe ser
para dar gracias por todo lo que estamos pasando bueno o
malo (la vida, el trabajo, los hijos, los padres, el pan diario, y
también los problemas), porque sólo enfrentando las cosas
en la oración, las enfrentaremos como sólo Dios sabe que lo
debemos hacer. Y no hay necesidad de aislarnos, se puede
hacer oración desde el diario vivir, con los retos y problemas
de cada día, es más, ellos mismos son una gran oportunidad
de ofrecérselos a Dios para bien de toda la humanidad y
gloria de Dios.
“Por tanto les digo que, cuando oren pidiendo algo, crean
que se les concederá, y así sucederá.” (Marcos 11; 24). Ya lo
ha dicho el Papa Francisco “No rezar es esto: cerrar las
puertas al Señor, para que no pueda hacer nada. En
cambio, la oración, ante un problema, una situación difícil,
una calamidad, es abrir la puerta al Señor para que venga.
Pues Él hace nuevas las cosas, sabe arreglar las cosas,
ponerlas en su sitio.” (Homilía en la Casa Santa Marta, 8 de
octubre de 2013)
Otras citas bíblicas que nos pueden ayudar a
complementar:
La higuera seca: Marcos 11; 20-26
Oración en el huerto: Marcos 14; 32-42
La prueba en el desierto: Mateo 4; 1-11
“No rezar es esto: cerrar las puertas al Señor, para
que no pueda hacer nada. En cambio, la oración,
ante un problema, una situación difícil, una
calamidad, es abrir la puerta al Señor para que
venga. Pues Él hace nuevas las cosas, sabe
arreglar las cosas, ponerlas en su sitio.” (Papa Francisco)
“Vivan orando y suplicando, oren en toda ocasión
animados por el Espíritu; permanezcan despiertos y
oren con perseverancia por todos los consagrados;
también por mí, para que cuando yo abra la boca,
se me conceda el don de la palabra y pueda
exponer libremente el misterio de la Buena Noticia.” (Efesios 6; 18-20)
Para bien de todo el que lo necesite y gloria de Dios.
Todas las citas bíblicas han sido sacadas de La Biblia de
Nuestro Pueblo
(Biblia del peregrino –América Latina-), Luis Alonso
Schökel, Ediciones Paulinas.
Escrito por Arturo Mariño Wiswell con la gracia de Dios
Diciembre de 2015
Y se diseñó gráficamente en Enero de 2016
Todas las fotos e imágenes han sido encontradas en Google y con
distintas direcciones, entre otras:
www.seminariodepalencia.es www.catholic.net
www.revistaecclesia.com www.salesianos.pe
www.fundacionmedina.org www.periodistadigital.com www.div-
misericordia.com www.delamanodemaria.com
www.webcatolicodejavier.org
Fundación Sikuani. Bogotá, D.C., Colombia –enero 2016-
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