ensayo sobre el arte de la guerra de sun tzu

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Ensayo sobre El Arte de la Guerra de Sun Tzu. Por Armando Salmerón Mendoza El Arte de la Guerra es un ensayo clásico escrito por el general chino Sun Tzu, sobre estrategias militares, con una amplia aplicación en diversas áreas de la vida contemporánea, y el cual está basado solo en dos principios: el Arte de la Guerra se base en el engaño y su suprema expresión es someter al enemigo sin luchar. Dicho ensayo, en el primer capítulo denominado “Sobre la Evaluación”, señala que la guerra es de vital importancia para el Estado, ya para la supervivencia, ya para el mantenimiento del imperio. Esta es una de las más grandes de las paradojas del mundo civilizado, pues para mantener la paz, es necesaria la guerra. Es evidente que durante las primeras civilizaciones, el expansionismo era una de las mejores justificaciones de la guerra, hasta la formación de los modernos estados nación. Sin embargo, en la actualidad, la guerra se hace con el afán por apropiarse de riquezas y de recursos, en donde la política armamentista de las potencias más industrializadas solo busca asegurar el control de mercados y de aprovisionamiento de recursos de naciones pobres. Lejos están los factores que enunciaba en primer lugar el general chino, autor del ensayo mencionado, por los que había que valorar hacer la guerra. La doctrina, definida como la relación armónica entre el pueblo con su gobernante, salvo escasos países, de regímenes populistas, aunque con una fuerte oposición, han sido capaces de conseguir que su pueblo lo siga donde sea. El tiempo, ya no significa más el día y la noche; el terreno no es más disputado palmo a palmo, salvo en el caso de las guerrillas urbanas que enfrentan gobiernos musulmanes, africanos y latinoamericanos. El mando y la

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Ensayo sobre El Arte de la Guerra de Sun Tzu.

Por Armando Salmerón Mendoza

El Arte de la Guerra es un ensayo clásico escrito por el general chino Sun Tzu, sobre estrategias militares, con una amplia aplicación en diversas áreas de la vida contemporánea, y el cual está basado solo en dos principios: el Arte de la Guerra se base en el engaño y su suprema expresión es someter al enemigo sin luchar.

Dicho ensayo, en el primer capítulo denominado “Sobre la Evaluación”, señala que la guerra es de vital importancia para el Estado, ya para la supervivencia, ya para el mantenimiento del imperio. Esta es una de las más grandes de las paradojas del mundo civilizado, pues para mantener la paz, es necesaria la guerra. Es evidente que durante las primeras civilizaciones, el expansionismo era una de las mejores justificaciones de la guerra, hasta la formación de los modernos estados nación. Sin embargo, en la actualidad, la guerra se hace con el afán por apropiarse de riquezas y de recursos, en donde la política armamentista de las potencias más industrializadas solo busca asegurar el control de mercados y de aprovisionamiento de recursos de naciones pobres.

Lejos están los factores que enunciaba en primer lugar el general chino, autor del ensayo mencionado, por los que había que valorar hacer la guerra. La doctrina, definida como la relación armónica entre el pueblo con su gobernante, salvo escasos países, de regímenes populistas, aunque con una fuerte oposición, han sido capaces de conseguir que su pueblo lo siga donde sea. El tiempo, ya no significa más el día y la noche; el terreno no es más disputado palmo a palmo, salvo en el caso de las guerrillas urbanas que enfrentan gobiernos musulmanes, africanos y latinoamericanos. El mando y la disciplina no están más asociados a la sabiduría y la benevolencia, pues nos remiten solo a la organización de los privilegiados ejércitos, prácticamente de todas las graduaciones y rangos. Lo que no ha cambiado en que el arte de la guerra se basa en el engaño, pues la guerra se hace en nombre de la democracia, pero sigue siendo un negocio y el botín la recompensa.

Además de los cinco factores mencionados, cuando se trazan los planes que permitan ganar la guerra, se debe seleccionar al más sabio, capaz y talentoso general al mando, analizar las ventajas que ofrece la naturaleza y el terreno, asegurarse que las tropas tengan las mejores regulaciones e instrucciones, que sean los más fuertes y mejor entrenados, con los mejores oficiales, así como con el mejor sistema de castigos y recompensas. Estos otros factores son tan válidos en cualquier aspecto de la vida social, ya sea en organización de la empresa privada, e inclusive en las organizaciones gubernamentales, donde señala Adolfo Aguilar Zinser, ha ganado terreno la administración gerencial.

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Una vez dispuestos los factores básicos para organizar la guerra, para el estratega militar o gerencial, es conveniente tomar en cuenta que si bien el arte de la guerra se basa en el engaño, si se es capaz de atacar al adversario, se ha de aparentar incapacidad, si el enemigo está cerca, hacerla creer que está lejos; y si está lejos, aparentar que está cerca, además de poner cebos al enemigo. Golpearlo cuando este desordenado, evitarle cuando se manifieste como el más fuerte, irritarle si es colérico, y fomentar su egoísmo si éste es arrogante. Intentar desordenar las tropas enemigas si están unidas, atacar al enemigo cuando no está preparado, y atacarle cuando no lo espere. Esas son las principales claves para la victoria ahora y siempre.

Sobre la iniciación de las acciones, título del segundo capítulo, Sun Tzu aconseja que aunque se esté ganando, no es conveniente mantener una campaña por mucho tiempo, porque agotará las fuerzas. Las armas, señala, son instrumentos de mala suerte, producen calamidades cuando se utilizan por mucho tiempo. Si bien este principio parece lógico, en la actualidad pocos países sostienen guerras, si son capaces de mantener guerras sostenidas contra la insurgencia que se manifiestan contra gobiernos tiránicos despóticos, como los musulmanes y africanos, aunque la industria bélica internacional es capaz de armar a todos los países que lo demanden. Así lo reseña una película denominada El Señor de la Guerra, cuya primera versión fue dirigida por Franklin Schaffner en 1965, y una segunda versión, en el 2005, a cargo de Andrew Niccol, en las se describen el contrabando mundial de armas, aunque todo se reduce a simples negocios: para los que compran las armas, alcanzar y mantener el poder por la fuerza, y para los que producen y venden, solo obtener ganancias.

Este principio tiene mejor perspectiva aplicado en otro sentido, como recurso gerencial, aplicado sobre todo a la producción distribución de productos tan diversos, donde los ejércitos son enormes equipos de ventas, donde lo importante ya no solo es llegar a las zonas más apartadas del mercado con productos chatarra, sino, reforzados por enormes campañas de publicidad en medios de comunicación, mantener un lugar privilegiado en la preferencia de mercados cautivos, que son presa fácil de una sociedad desinformada y escasamente educada.

La administración de esos ejércitos de ventas, si funciona en los términos recomendados por Sun Tzu, pues las recompensas son los incentivos que promueven mayor compromiso de los empleados soldados con las organizaciones, e inclusive existe un mercado bien cotizado de agentes de ventas, a quienes se premia no por la ética instrumentada en los negocios, sino por la cantidad de ventas y ganancias que generan a las empresas. La victoria así se traduce en buenos salarios, bonos, premios y otras prestaciones, aunque los

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mercados son cambiantes, pues algunas empresas premian a sus empleados con prestaciones económicas, que bien resuelven problemas de necesidades primarias, de acuerdo con la pirámide de Abraham Maslow, aunque existen otras formas de reconocimiento que no son económicas según dicha graduación, las cuales van desde la palmada en el hombro del empleado por el gerente o supervisor, hasta el otorgamiento de reconocimientos públicos como la entrega de diplomas, los cuadros de honor y los empleados del mes, no obstante que con la aparición del internet se empiezan a manifestar otras formas de mercadeo que irán desplazando a esos buenos empleados y soldados de ventas.

Con respecto a las proposiciones de la victoria y la derrota, como se denomina el capítulo tres, Sun Tzu recomienda como regla general, que es mejor conservar al enemigo intacto que destruirlo, capturar a sus soldados para conquistarlos y dominar a sus jefes. En ese sentido, recomienda maestría en ganar la batalla, es mejor ganarla sin luchar que ganarla por la fuerza: la victoria completa se produce cuando el ejército no lucha, la ciudad no es asediada, la destrucción no se prolonga durante mucho tiempo, y en cada caso el enemigo es vencido por el empleo de la estrategia.

En el sector empresarial la utilización de la fuerza es un proceso común y corriente del sistema capitalista, es decir, el pez grande se come al chico. En cualquiera de los segmentos de mercado en que divide la economía nacional existen gigantes corporativos que hacen de la competencia una forma para hacerse más fuertes. Uno de los ejemplos más claros en este sentido fue la forma en que Microsoft se fue abriendo paso hasta convertirse en el corporativo más grande en programas de computadora y convertir a Bill Gates en el primero o segundo hombre más rico del mundo, de acuerdo con la revista Forbes. En este caso, su desarrollo bien se aplica el principio de que si tus fuerzas son diez veces más grandes que las de tu contrincante, es más fácil rodearlo; que atacarlo si solo se es cinco veces superior; dividirlo si solo se es dos veces más superior, y luchar si son iguales tus fuerzas en número, así como mantenerse en guardia si las fuerzas son inferiores, pues la prudencia y la firmeza de un pequeño grupo de personas puede llegar a ganar a enormes ejércitos. Solo se triunfa cuando se sabe cuándo luchar y cuándo no, cuando utilizar muchas o pocas tropas, cuando todos los rangos tienen el mismo objetivo, cuando se enfrenta a enemigos desprevenidos, y cuando los gerentes competentes no son limitados por los consejos de administración.

Una de las grandes teorías del management que se derivan de esa estrategia fue desarrollada por Blanchard y Johnson en su libro “El Ejecutivo al minuto”, quienes desarrollan la idea de Sun Tzu a cerca de “si conoces a los demás y te conoces a ti mismo, ni en cien batallas correrás peligro”, pues dichos autores señalan que los ejecutivos de empresa que entiendan y reconozcan a su personal como el más

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importante de sus activos, habrán descubierto la forma de alcanzar la victoria, el éxito. Particularmente, ellos se refieren a eliminar casi todos los conflictos y a la identificación de los miembros de su equipo con sus tareas y responsabilidades, de manera que los resultados sean tan eficientes y reduzcan la intervención de los ejecutivos.

Sobre la medida en la disposición de los medios, título del capítulo cuatro, Sun Tzu se refiere que la invencibilidad es una cuestión de defensa y que vulnerabilidad es una cuestión de ataque. Si bien es cierto que ser invencible significa primero conocerse a sí mismo, es decir, conocer el grado de competencia y experticia, para luego buscar la vulnerabilidad del adversario. Al respecto, me recuerda el análisis de fortalezas y debilidades que ha desarrollado el management, acompañado del estudio de oportunidades y amenazas.

El análisis FODA como comúnmente se le conoce, nos permite primero analizar en qué aspectos tenemos habilidades, en que somos competentes, cuáles son nuestras principales fuerzas, así como analizar también en que somos débiles, pues si bien a nivel individual o empresarial se puede ser muy fuerte el alguna rama de la industria y la economía, siempre manifestaremos algunas debilidades que pueden ser aprovechadas por la competencia, además de que el conocimiento del contexto también desempeña un papel muy importante pues de la adaptabilidad y permanencia depende el éxito en los negocios, pues el mercado así como ofrece oportunidades también tiene amenazas, las cuales si no advierten a tiempo nos pueden sacar del mercado. Algo parecido le ocurrió a la compañía canadiense BlackBerry, cuando después de ser pionera de los smartphones ha sido relegada al tercer lugar, después de otras marcas como Samsung y Apple, quienes han ofrecido mejores equipos y servicios al mercado al desarrollar una mejor relación entre tecnología y precio, presionada incluso por marcas de menor presencia el este segmento de mercado, como son Sony, LG y Nokia.

Al respecto, dice Sun Tzu que la victoria obtenida por medio de la batalla no se considera una buena victoria, parece cobrar sentido, pues la compañía en cuestión, no fue capaz de ver lo sutil que es el mercado, el cual atento a mejores equipos y servicios, ni cuenta se dio hacia donde giraría el mercado. Las otras compañías, al darse cuenta de lo oculto, irrumpieron antes del orden de la batalla y eso es lo que ha merecido una victoria fácil, estar en la preferencia del mercado. A eso le llama el autor del Arte de la Guerra, cultivar el camino y observar las leyes, pues cuando se resuelven los problemas antes de que surjan, ¿quién llama a eso inteligencia? cuando hay victoria sin batalla, ¿quién habla de bravura? esa es la diferencia entre los que tienen estrategia y los que no tienen planes premeditados. La aplicación de dichos planes está orientada hacia el cumplimiento

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de cinco reglas militares: las mediciones del terreno o el contexto; las cuales dan lugar a las valoraciones, las valoraciones a los cálculos, los cálculos a las comparaciones, y las comparaciones dan lugar a las victorias.

Sobre la firmeza, título del capítulo cinco, Sun Tzu dice que la fuerza es la energía acumulada o la que se percibe, y de esa manera es posible que los expertos sean capaces de vencer al enemigo sin necesidad de ejercer su fuerza. Ello se debe a la capacidad de organización, pues cuando un ejército tiene la fuerza del ímpetu, de la percepción, cuando hay entusiasmo, convicción, orden, es posible asignar a los empleados por sus capacidades, habilidades y encomendarles deberes y responsabilidades adecuadas, lo cual nos lleva nuevamente el libro de Blanchard y Johnson, pues en El Ejecutivo al Minuto, las causas del buen funcionamiento se basan en tres aspectos primordiales: en primer lugar la previsión de objetivos, lo cual implica invertir tiempo en el personal, pues ello contribuye a forjar una relación armoniosa y duradera; los elogios dan también buenos resultados por su aplicación al aprendizaje del individuo, así como las sanciones y castigos permiten la realimentación de las acciones del individuo con las expectativas que se tienen de él y las que se supone son las correctas.

Si haces que los adversarios vengan a ti para combatir, su fuerza estará siempre vacía, pues si no sales a combatir, tu fuerza siempre estará llena. Este es el arte de vaciar a los demás y de llenarte ti mismo dice Sun Tzu, es decir, versa sobre lo lleno y lo vacío, el cual es el tema del capítulo seis.

Lo que impulsa a los adversarios a venir hacia ti es la perspectiva de ganar y lo que los desanima de ir hacia ti es la probabilidad de sufrir daños. Aquí cobra vigencia una de los bien sabidos refranes populares que devienen precisamente de la estrategia castrense de que la mejor defensa es el ataque, pues Sun Tzu recomienda una serie de consejos a efecto de reducir la fuerza del adversario, a efecto de cansarlos cuando estén en posición favorable, cortarles los suministros, ponerlos en movimiento cuando estén descansando, atacarlos inesperadamente para que corran por salvar sus vidas, a travesar por tierras despobladas, atacar donde no haya defensa, arremeter en sus puntos débiles, es decir, establecer cambios estratégicos para confundirlos y llenarlos de incertidumbre, lo cual implica que tú estás concentrado mientras que él está dividido, aunque sean superiores en número. De esa manera tus fuerzas son superiores en capacidad porque induces más defensas en tu enemigo, y eso lo debilita, te permite conocer sus puntos más sensibles. Esa es la capacidad de obtener la victoria cambiando y adaptándose al enemigo.

Uno de los ejemplos más evidentes que recogen estos consejos es la guerra que enfrentó Vietnam del sur, apoyada principalmente por los Estados Unidos, contra

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Vietnam del Norte, apoyada por el bloque comunista, en el contexto de la guerra fría. Tras el fin de la guerra, con la firma del armisticio entre el sur y el norte, la guerra de Vietnam quedó marcada en historia como la primera derrota en la historia militar de los Estados Unidos.

Esa guerra refiere muchos de los factores comentados porque no transcurre con la formación de las tradicionales líneas de frente, salvo las que establecieron alrededor de los perímetros de las bases militares, de manera que las operaciones ocurrieron en zonas no delimitadas, proliferando las misiones de guerra de guerrillas o de búsqueda y destrucción, junto con acciones de sabotaje en las retaguardias de la áreas urbanas, el uso de la fuerza aérea para bombardeos masivos y el empleo extensivo de agentes y armas químicas.

La amplia participación de los medios de comunicación, generó una amplia división de la sociedad estadounidense, razón por la cual Estados Unidos se retiró en 1973 con la firma de los acuerdos de paz, aunque eso no puso fin al conflicto, el cual continuó hasta 1975 con la toma de Saigón, lo cual forzó la rendición incondicional de las tropas sud vietnamitas y la unificación del país, bajo el control del gobierno comunista de Vietnam del Norte, con el nombre de la República Socialista de Vietnam, el 2 de julio de 1976.

Nada es más difícil que la lucha armada, nos reflejan las imágenes que conocemos de la primera y la segunda guerra mundial, el enfrentamiento directo e indirecto, cómo se denomina el capítulo VII del ensayo comentado.

La lucha armada puede ser provechosa, pero también puede tener muchos peligros, pues no pueden combatir con un ejército no equipado, o sin provisiones, lo que el dinero facilita.

En la administración como en la milicia, un aspecto de vital importancia es la regla general de la lucha armada: gana el que conoce primero la medida de lo que está lejos y lo que está cerca, y en ello la planeación estratégica es fundamental para adaptarse a los cambios constantes que ofrece el entorno, y el personal debe conocer las estrategias e inclusive participar en su elaboración y definición, a fin de hacerlos responsables de sus tramos de control, mediante la esperanza de recompensa. Por supuesto que los recursos son necesarios, pues no puedes movilizar si no cuentan con los equipos necesarios para realizar la tarea, sobre todo cuando la tecnología te ofrece enormes ventajas comparativas para que el personal se movilice como una sola persona cuesta abajo en la consecución de las metas previstas.

En este aspecto es muy importante adiestrar al personal en el pleno respeto de las operaciones estratégicas, pues la clave de un buen rendimiento en las

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organizaciones es ayudar a las personas a sentirse satisfechas con su trabajo, ayudándoles a enfocar sus fuerzas en las metas organizacionales, colaborando con ellos, a través de señales para evitar que caigan en la confusión y el desorden, como señala Sun Tzu, en las batallas nocturnas con fuegos y tambores, y el batallas diurnas con banderas y estandartes, para orientarlos en sus tareas individuales y no enfrentarse a una gran montaña, ni ponerse de espaldas a ésta. Una vez alcanzado los objetivos, también en conveniente dividir con ellos parte de los beneficios obtenidos en la batalla, concederles parte de las ganancias que obtenga la organización con el trabajo colaborativo de todos ellos.

En el capítulo ocho, sobre los nueve cambios, Sun Tzu reseña algunas estrategias puntuales, particularmente referidos al conocimiento del terreno de la batalla a efecto de aprovechar las diversas variables en el manejo de las fuerzas armadas. En primer lugar, señala que un buen comandante no debe levantar campamento en terreno difícil.

Sobre ese particular, recuerdo uno de los consejos de un profesor universitario sobre el desempeño del administrador público profesional, el político o administrador, no deshacer maletas, porque en la administración pública, no hay empleo seguro. También desarrolla en este capítulo el concepto de terreno cerrado, el cual significa estar rodeado por todas partes, así como el terreno mortal. En el primero, se debe desarrollar una estrategia a efecto de moverse, y en el segundo, no que otra más que luchar. Es decir, planear de manera estratégica implica conocer el terreno, pues de ello depende parte de la victoria, pues no es lo mismo estar cuesta arriba que cuesta abajo, saber hacia dónde escurrirse, hacia dónde escapar, son ventajas que solo el que conoce el terreno puede aprovechar.

Sin embargo, esos consejos no son propicios para generar ventajas si no antes se practica una introspección, ver hacia adentro del propio reino, del propio, país, de la propia empresa, pues la primera labor para desarrollar un ejército fuerte, un pueblo prospero, una sociedad armonioso y una manera ordenada de vivir, se requiere de requiere de un liderazgo efectivo, real, de un gobernante democrático, que realmente genere y distribuya la riqueza conseguida por todos.

Si hacia adentro se tiene orden, el gobierno de la organización debe estar también atento al peligro, aún en tiempo de paz, cuando éste aún no se genera, y para ello debe contar con buenos generales: que se comprometan hasta la muerte, pero que se aferren a la esperanza de sobrevivir, que actúen de acuerdo con los acontecimiento, de manera racional, sin dejarse llevar por las emociones, que cuando vean una buena oportunidad, sean como tigres, o cerrarse en caso contrario.

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Las maniobras, las operaciones, deben ser el resultado de los planes, y las estrategias deben determinar la movilidad y efectividad de las tropas. Sobre ellas descansa la distribución de los medios, así denomina el capítulo IX del ensayo en cuestión. Abunda también en prácticos consejos, llenos de simbolismo y practicidad, pues mantienen una sencilla lógica, tales como observar al enemigo y no atacarlos dentro del agua, es conveniente dejar que pasen las mitad de sus tropas y en ese momento dividirlas y atacarlas, no en contracorriente ni contra el viento, en montículos y terraplenes, con el sol a la derecha y detrás.

Reconocer los efectos de las maniobras enemigas también es motivo de cuidado y atención, pues si se mueven los árboles, es que el enemigo se está acercando, si los pájaros alzan el vuelo, hay tropas emboscadas, si los animales corren asustados, hay tropas atacantes, si se eleven altas y espesas columnas de polvo, hay carros acercándose y si son bajas y anchas, se acercan soldados a pie, si hay pájaros sobrevolando la ciudad, el ejército ha huido.

Se debe tomar en cuenta que si bien se lucha para alcanzar la victoria, también se debe contemplar una estrategia de retirada posterior al ataque, se requiere serenidad y benevolencia, arte civilizado y reglamentos, señala SunTzu.

Los capítulos X y XI se refieren a la topología y las clases de terreno que si bien tienen una clara descripción en las estrategias castrenses también tienen un gran significado en las estrategias empresariales. Sobre los primeros, algunos terrenos son fáciles, otros son difíciles, algunos neutros, otros estrechos, accidentados o abiertos y que su conocimiento es la estricta responsabilidad de generales o la alta gerencia y las gerencias intermedias, pues sobre ellos despliegan las estrategias diseñadas que los llevan a la victoria o a la derrota. Al respecto Sun Tzu señala seis maneras de ser derrotados: el primer lugar no calcular la cantidad de tropas o fuerzas, la ausencia de un sistema de recompensas y castigos, el insuficiente entrenamiento, dejarse llevar por los sentimientos y corazonadas en lugar de tomar decisiones racionales, no respetar el orden y una mala seleccionar de personal.

Con respecto a los terrenos, me llaman la atención la conceptualización del terreno desfavorable, el cercano y el mortal. El primero se refiere a lugares accidentados, difíciles de atravesar, el segundo cuando éste es estrecho y de una salida que te expone a ser atacado por una pequeña unidad, como sucede en la batalla de las Termopilas, entre los 300 espartanos y el imperio Persa, en el año 480 AC, así como aquel en que solo luchando se puede sobrevivir, respectivamente.

El arte de atacar con fuego es una de las tácticas especiales del arte de la guerra, quizás valorada equivocadamente en la guerra de Vietnam, los cual fue repudiado

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en el contexto internacional, aunque metafóricamente hablando refiere estrategias empresariales más osadas que regulares: quemar a las personas, quemar los suministros, quemar el equipo, quemar los almacenes y quemar las armas.

Quemar a las personas, es un recurso común en ámbitos gerenciales, pues aquel que se hunde el barco, o que quiebre la empresa, es difícil que alguien vuelva a contratarlo; quemar los suministros y los almacenes, fue un recurso de los soviéticos para detener el avance alemán en la segunda Guerra Mundial; quemar el equipo y quemar las armas me recuerda a un hecho histórico en que Hernán Cortés, al ver que sus ejércitos deseaban abandonarlo en su empresa por conquistar el México Tenochtitlan, decidió quemar las naves para evitar así la huida de su gente. Imposibilitados de regresar, tuvieron que luchar con él.

El último capítulo, el autor lo titula Sobre la concordia y la discordia y está referido a utilizar al información disponible a través del espionaje del enemigo, pues esa información puede reducir sensiblemente los recursos que se pueden gastar en una guerra, así como evitar problemas y hambres del pueblo. SunTzu clasifica a los espías en cinco tipos: el nativo, el interno, el doble agente, el espía liquidable, y el espía flotante.

Si bien dicha clasificación no requiere que se abunde en ella, si es conveniente comentar sus efectos, pues no se requiere que nos remontemos para ello en los anales de la historia, ya que aún en la actualidad esta actividad genera una gran tensión internacional, ya sea con el espionaje industrial practicado tan comúnmente industrialmente en la copia de patentes, así como en el espionaje gubernamental que realizó recientemente los Estados Unidos a una gran cantidad de países amigos, incluidos por supuesto nuestro país. En otras palabras, podemos decir que espiar, sigue siendo, un elemento importante en el Arte de la Guerra para conocer la situación del enemigo.

Para concluir este ensayo, me parece fecundo trasladar los ejemplos y consejos de esta obra al contexto social contemporáneo que describe nuevas formas de aprovechar el Arte de la Guerra, pero que aplicadas a un sistema industrial y gubernamental, lejos está de resolver los problemas políticos, sociales, y económicos, sobre todo alimentarios de la sociedad global, más bien al contrario, genera diferencias abismales entre un mundo que no deja de crecer, más dividido a cada instante.

Con la tecnología, la guerra se ha hecho más cruel, ya que no es solo un sistema de defensa que protege al pueblo, ahora se arremete contra él, cuando debería estar instituido para cuidarlo, como cuando anuncian en la tele la instrumentación del Plan de Auxilio a la Población Civil en casos de desastre, denominado Plan DN-III-D

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Sin pretender ser pacifista, antimilitarista y mucho menos del pensamiento contra cultural del “haz el amor y no la guerra”, slogan acuñado por el movimiento social norteamericano contra la guerra de Vietnam, quiero retomar una frase de Fernando Savater, filósofo español, autor de Política para Amador, en el que señala que la guerra hasta ahora ha sido una compañera odiosa pero inseparable de las sociedades humanas, en virtud de que en la política son los medios los que justifican el fin, argumento que de ser cierto, nos lleva a un planteamiento básico, fundamental, ¿es la guerra un elemento constitutivo de la civilización?

La respuesta la podemos encontrar en la historia, y para ello el recuento de tres ideas me parecen importantes, sobre todo porque guardan cierto arreglo cronológico, porque además son una vena que permite sondear diversas perspectivas en la respuesta que buscamos: el origen de las desigualdades de Juan Jacobo Rousseau, la guerra indispensable de Federico Nietzsche y la guerra como hija de la civilización, de Arnold Tonybee.

Me parece que el planteamiento que hace Rousseau da en el blanco preciso para develar los orígenes de la guerra, pues considera que si bien los hombres nacen iguales, buenos en su estado natural, pero que al relacionarse con sus diferencias físicas, dan lugar a la propiedad y al derecho para el provecho de unos cuantos, sujetando al género humano al trabajo, a la servidumbre y a la miseria. Así una sociedad hizo indispensable el de todas las demás, extendiéndose por toda la superficie de la tierra, convirtiendo el derecho civil en regla común de todos los ciudadanos, y el derecho de gentes fue moldeado para hacer posible el comercio y suplir la conmiseración natural.

Los cuerpos políticos engendrados en esa nueva naturaleza, dieron lugar a guerras nacionales, batallas, asesinatos, represalias que hicieron estremecer al mundo y ofenden la razón, y todos esos prejuicios que colocan en la categoría de las virtudes el honor de derramar sangre humana. Así las gentes más honorables aprendieron a contar entre sus deberes el de degollar a sus semejantes, exterminar a millones de hombres sin saber por qué. Tales son los primeros efectos, concluye en su discurso Rousseau, que se observan de la división del género humano en diferentes sociedades.

Otra idea que parte desde el punto que concluye Rousseau, es la guerra indispensable, que describe Federico Nietzsche. Para éste alemán del siglo XVIII, la civilización no puede prescindir absolutamente de las pasiones, los vicios y las maldades, dando lugar al aniquilamiento del enemigo. Un argumento de este filósofo lo resume todo: ¡cuando los hombres no guerrean, se inventan bajo mil formas nuevos sustitutos de la guerra!

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Por último, y para cerrar este punto, me parece indispensable citar a Tonybee, el historiador y filósofo británico del siglo XX, para quien las civilizaciones son la respuesta de los grupos humanos a los desafíos que sufre, ya sean naturales o sociales. De ahí que el hundimiento social sea un drama, una intriga la cual tiene por clave la institución de la guerra.