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Colombia: El Proyecto Nacional yLa Franja Amarilla

ENSAYO

DEILA BIBIANA BECERRA

Basado En El Texto De William Ospina

UNIVERSIDAD COOPERATIVA DE COLOMBIA

FACULTAD DE DERECHO

MATERIA O ASIGNATURA: HISTORIA DE LAS IDEAS POLÍTICAS

CARTAGO VALLE DEL CAUCA 07 DE ABRIL DE 2010

1 Colombia: El Proyecto Nacional y la Franja Amarilla. Ensayo basado en el texto original de William Ospina, realizado por DEILA BIBIANA BECERRA.

Cuando uno se detiene a pensar en la realidad de la Colombia de hoy y reflexionamos respecto de su enorme problemática social, política y administrativa; necesariamente tenemos que remitirnos al análisis de los antecedentes históricos que han constituido las raíces y la estructura misma de la base social que hoy conforma nuestro país.

Y es que la realidad que vivimos no es por mero accidente, sino que es la conjugación de una serie de factores que han venido dando forma al modelo de país que hoy presentamos al mundo; irónicamente un modelo que no ha sido precisamente ejemplo de dignidad a los ojos del mundo, por lo que anteriormente manifestábamos, ha sido conformado por hechos históricos que desde el comienzo mismo empezaron mal.

Aunque en la escuela, la maestra obedeciendo al modelo educativo, quisiera mostrarnos a Cristóbal Colón como el “…gran descubridor de América”, hoy es un hecho demostrable, que no hubo tal descubrimiento puesto que el continente estaba poblado con culturas milenarias y que paradójicamente, lo que pretendían mostrarnos como el acontecimiento histórico más importante del siglo XV, no fue sino otra cosa que la más grande carnicería humana de la época, para lo cual Colón pudo contar con la financiación de la reina y los “reclusos y peores asesinos que por entonces se hallaban en las cárceles”, a fin que pudiesen llegar a cumplir con su cometido de asesinar indígenas, violar nuestras mujeres indígenas y robarse el oro que para entonces abundaba en nuestro continente.

William Ospina, natural del departamento del Tolima del municipio de Padua, traductor, poeta y ensayista nacido en 1954, autor del libro “La Franja Amarilla”, “Esos extraños prófugos de occidente” y “Un álgebra embrujada”, entre otros; presenta en este documento “Colombia: El Proyecto Nacional y La Franja amarilla”, un documento corto a manera de ensayo, en donde hace de manera seria y analítica, u a retrospectiva de todos esos componentes histórico – políticos que han servido de base para llegar a la “Colombia que hoy tenemos”.

Efectivamente -según el texto-, ante la serie de interrogantes que le planteara su amiga de origen norteamericano y ante la dificultad que representó para él, poder dar respuesta coherente, entra en una serie de reflexiones históricas. "No entiendo -le decía su amiga-, con el país que ustedes tienen, con el talento de sus gentes, por qué se ve Colombia tan acorralada por la crisis social; por qué vive una situación de violencia creciente tan dramática, por qué hay allí tanta injusticia, tanta inequidad, tanta impunidad. ¿Cuál es la causa de todo eso?". Sintió el autor, que aunque se quedara toda la noche pensando en una respuesta, no tendría las palabras suficientes para describir la realidad de lo que pretendiera explicar, pero si se detiene a pensar en el hecho, si es verdad lo que se plantea respecto de la realidad del país que tenemos: “El primer asunto es, pues, preguntarse si de verdad la sociedad colombiana vive


una situación excepcionalmente trágica, si es tan distinta esta realidad de la del resto de los países, o al menos de los países del llamado tercer mundo. Mi respuesta es que sí. Colombia es hoy el país con mayor índice de criminalidad en el planeta, y la inseguridad va convirtiendo sus calles en tierra de nadie. Tiene a la mitad de su población en condiciones de extrema pobreza, y presenta al mismo tiempo en su clase dirigente unos niveles de opulencia difíciles de exagerar. Muestra uno de los cuadros de ineficiencia estatal más inquietantes del continente, al lado de buenos índices de crecimiento económico. Muestra fuertes niveles impositivos y altísimos niveles de corrupción en la administración. Muestra unas condiciones asombrosas de impunidad y de parálisis de la justicia y al mismo tiempo una elevada inversión en seguridad, así como altísimos costos para la ciudadanía en el mantenimiento del aparato militar. Muestra las más deplorables condiciones de desamparo para casi todos los ciudadanos, y sin embargo es un país donde no se escuchan quejas, donde prácticamente no existen la protesta y la movilización ciudadana: una suerte de dilatado desastre en cine mudo.

Siempre se ha dicho que un pueblo que desconoce su historia, está condenado a repetir sus errores y en Colombia pareciera ser que no hemos aprendido de ese precepto, fundamentalmente porque somos un pueblo sin memoria que olvidamos de manera fácil. Hace el autor una metáfora respecto de las características culturales de los colombianos y la “pasmosa pasividad que ello conlleva” frente a otros movimientos de países como Francia; lo que al parecer se deriva del hecho que los dirigentes que día a día, de manera tradicional y amañada, han ido construyendo nuestro proyecto de país, han creado en los colombianos el estereotipo que da esa capacidad de aguantar con resignación toda la infamia de que ha sido víctima nuestro pueblo.

Si hoy Colombia vive momentos difíciles, no es por nada, sin que ello comienza –aunque suene redundante- desde el principio, es decir desde “el heroico descubrimiento”, “desde la patria boba a que nos condujo las disputas entre Simón Bolívar y el General Santander, que no eran por ideas, sino por poder y dinero”. Es comprensible entonces que el autor entre en la reflexión de todos esos antecedentes históricos, que generaron un ambiente de intereses individualistas, y que ya para la época determinó –según el autor- una cultura de viejos comerciantes que se impusieron en la joven república y que obedeciendo a lo que se manifestaba anteriormente, generalizaron en nuestra ignorante y sórdida población con bajos niveles de educación, la idea que era mejor montar un modelo económico que no fuese independiente, sino que fuera productor de materias primas para las otras economías, al tiempo que seríamos un país de consumo de manufacturas extranjeras, con los privilegios que ello representaba para quienes tenían mayor capacidad de adquisición de bienes y servicios.


Hoy perdura todavía esa cultura impuesta, en la que quieren hacernos ver, que lo más conveniente para la economía, es abrir nuestras puertas de par en par, a los mercados externos. Es claro que en los tiempos modernos, ninguna economía puede ser ajena a los avances tecnológicos y a los modelos de globalización, pero lo que no tiene presentación que históricamente nuestros gobiernos y líderes, irónicamente no han representado los intereses de quienes los eligen para que nos representen, sino que han vendido los intereses y sentimientos de la patria con fines de lucro personal y de acrecentar más riquezas, dejando a nuestros productores internos en la más completa situación de desventaja frente a los modelos extranjeros.

Nadie se explica hoy, porqué nuestras dirigencias han permitido de manera inexorable, tanta intervención del modelo norteamericano, cuando para nadie es secreto, que históricamente han participado con su financiación en la mayoría de conflictos internos de los países americanos, como las guerras internas en Salvador y Nicaragua, que han invadido países como Vietnam e Irak, que fueron capaces de asesinar miles de personas con la bomba de Hiroshima; pero fundamentalmente para los intereses colombianos, que fueron capaces de promover –ante la caída de la posibilidad de hacerlo en otro país centroamericano- de promover un movimiento de segregación en Panamá que le representaría a Norteamérica el privilegio de construir el canal y usufructuarse hasta por 100 años.

Hay que decir, que quien en principio encarnó el “Proyecto Nacional” fue Jorge Eliecer Gaitán, y que fue precisamente lo que le costó la vida antes que pudiera ser presidente de Colombia, puesto que ello obedecía a ese modelo de país implementado por los gamonales de la política tradicional, que con el uso sofismático de colores azul y rojo, y con un discurso irresponsablemente incendiario; históricamente han llevado a los colombianos a matarse entre unos y otros han despertado movimientos fanáticos que condujeron al asesinato del líder nacional. Lo más triste de ello, es que ni siquiera era enfrentamiento de colombianos de una manera general, sino de colombianos pobres, matándose contra colombianos pobres: ni siquiera tenían ideas ni capacidad de argumentar el “porqué”, sino que lo único que los diferenciaba eran los colores azul y rojo mientras que los “grandes líderes” tomaban whisky y departían en reuniones sociales de alta alcurnia; todo ello en el marco de una violencia civil desarrollada entre 1945 y 1965 y que solamente “terminó” –si se puede decir así-, con la repartición de la a “torta” que fue lo que hicieron con la creación del “Frente Nacional en el gobierno que inició con el gobierno de Misael Pastrana Borrero”.

Una torta repartida de tal manera, que dejó de lado los intereses colectivos de una población que elige, pero que cada día se vez más sumida en la miseria; cuyo modelo perdura todavía contribuyendo a ahondar más la enorme brecha que existe en Colombia entre ricos y pobres.


Lo anterior entonces, no es nada nuevo. Tradicionalmente en Colombia se han repartido el país entre unos cuantos, sea azules o rojos, solo que hoy han aprendido a mutarse entre una gran diversidad de colores haciendo inclusive uso, de multiplicidad de colores en un solo logo de campaña, como rojo verde y azul; pero lo más grave de todo, es que a partir del asesinato del Jorge Eliecer, se ha constituido un patrón en el que la lista de inmolados es larga, cuando un líder que se sale del estereotipo generalizado pretende representar verdaderamente los intereses del pueblo. Podemos hablar con ello, de asesinatos de grandes personalidades como Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo Ossa, Luis Carlos Galán Sarmiento, Carlos Pizarro León Gómez, Álvaro Gómez Hurtado; sumados a una gran lista de periodistas que han querido con ideas representar el sentir de la gran mayoría de colombianos que a diario parecen la injusticia de las infamias.

Décadas y décadas de guerras, y el país cada día poniendo más muertos, pero nada ha cambiado, porque los muertos los siguen colocando los más pobres, que ahora se encuentran en medio del fuego cruzado del gobierno nacional, de las guerrillas y paramilitares (que no tienen ideales, sino un negocio de guerra, narcotráfico, secuestro y extorsión), y de los delincuentes comunes a causa de la descomposición social a que hemos llegado.

En conclusión (si queremos hablar de cambio y de construir un verdadero proyecto de país), hay que retomar la idea encarnada por el inmolado líder y construir un “Proyecto Nacional”. Así las cosas – de manera afortunada-, se da la necesidad de que surgir un movimiento nuevo que por lo menos salga del estereotipo creado, que no es azul, ni rojo ni verde, sino que esté basado en la recuperación de los verdaderos valores de unidad alrededor de los intereses colectivos y no individuales, y fundamentalmente sobre la idea de que las guerras históricamente han sido negocios en los que ganan unos cuantos inescrupulosos que las promueven a expensas de las pérdidas de todo un colectivo. Con ello hay que decir que la sociedad que se quiere construir desde la filosofía del Verdadero Proyecto Nacional, tiene necesariamente que estar estructurada sobre bases sólidas en las que el único fusil que deben portar los jóvenes colombianos, es un lápiz como símbolo de la educación; es decir que la sociedad debe ser construida sobre principios tendientes a educar fundamentalmente a nuestros colombianos y a brindar mayores oportunidades de trabajo digno llegando con ello a preguntarnos: ¿Dónde está la Franja Amarilla?.


REFERENCIAS BIOGRÁFICAS Y O BIBLIOGRÁFICAS:

Colombia: El Proyecto Nacional y La Franja Amarilla –Ensayo por William Ospina

Información complementaria obtenida de la web.


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