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Universidad Pontificia de México Nombre: Alejandro Estrada Pérez Número de lista: 9 Materia: Seminario de pensamiento y comunicación Ensayo: Dios y la acción del hombre, su relación y los alcances de esta En una definición general, la Filosofía se entiende por la búsqueda del saber último de las cosas por medio de sus mismas causas. En una explicación etimológica es el amor a la sabiduría expresado por los griegos. Esto nos lleva a ver a la filosofía como un saber científico que no se alcanza solamente con la sabiduría natural o adquirida de manera innata, sino que lleva una depuración en el análisis de sus causas a partir de una experiencia sensible. La experiencia sensible es aquella que es cotidiana a todos nosotros como seres humanos, con una conciencia de nuestra existencia, a diferencia de los animales y demás seres vivos que se limitan a responder a necesidades e instintos. Cuando esta experiencia sensible pasa por un razonamiento, podremos decir que el hombre piensa, incluso más allá de sí mismo. Esta acción de filosofar es un acto que no se realiza por actos ficticios o mero ejercicio de la imaginación, sino que tiene en sí elementos que vamos percibiendo. Sin embargo, la relación entre Dios, como ente creador, y el hombre es de los más enigmáticos y profundos. Uno de sus temas es la acción del hombre y su estrecha relación con Dios desde el plano sensible. Desde que el hombre ha podido concebir la idea de un ente infinito y creador, como el estado de ente finito en que se encuentra, ha surgido la inquietud de una relación estrecha con causas, fines y consecuencias. En la vida real se puede apreciar una relación con los distintos seres de nuestro entorno, absorbiendo o asimilando su esencia, más siempre ha existido la continua interrogante de la relación de Dios y el hombre. Dios y la acción del hombre, su relación y los alcances de esta Página 1 de 9

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Universidad Pontificia de MéxicoNombre: Alejandro Estrada Pérez Número de lista: 9Materia: Seminario de pensamiento y comunicación

Ensayo: Dios y la acción del hombre, su relación y los alcances de esta

En una definición general, la Filosofía se entiende por la búsqueda del saber último de las cosas por

medio de sus mismas causas. En una explicación etimológica es el amor a la sabiduría expresado por

los griegos. Esto nos lleva a ver a la filosofía como un saber científico que no se alcanza solamente con

la sabiduría natural o adquirida de manera innata, sino que lleva una depuración en el análisis de sus

causas a partir de una experiencia sensible. La experiencia sensible es aquella que es cotidiana a todos

nosotros como seres humanos, con una conciencia de nuestra existencia, a diferencia de los animales y

demás seres vivos que se limitan a responder a necesidades e instintos. Cuando esta experiencia

sensible pasa por un razonamiento, podremos decir que el hombre piensa, incluso más allá de sí mismo.

Esta acción de filosofar es un acto que no se realiza por actos ficticios o mero ejercicio de la

imaginación, sino que tiene en sí elementos que vamos percibiendo. Sin embargo, la relación entre

Dios, como ente creador, y el hombre es de los más enigmáticos y profundos. Uno de sus temas es la

acción del hombre y su estrecha relación con Dios desde el plano sensible.

Desde que el hombre ha podido concebir la idea de un ente infinito y creador, como el estado de ente

finito en que se encuentra, ha surgido la inquietud de una relación estrecha con causas, fines y

consecuencias. En la vida real se puede apreciar una relación con los distintos seres de nuestro entorno,

absorbiendo o asimilando su esencia, más siempre ha existido la continua interrogante de la relación de

Dios y el hombre.

Entre Dios y la verdad hay una relación que proviene del profundo pensar del hombre en otra realidad,

es decir, en un plano superior. Este pensar despierta en el hombre un sentimiento de curiosidad por

descubrir lo que le rodea y explicar su origen y fin en esta vida en base al plano material y al espiritual.

Así él mismo se concibe como un ser con un fin en una relación en un plano superior. Además de que

esto lo lleva a investigar el constante cambio de una acción que él realiza y lo que suscita en las

realidades material y espiritual. En especial, a preguntarse qué tanto sus acciones repercuten en aquella

realidad y en qué medida éstas aún permanecen incluso hoy en día. En pensar que estas repercusiones

afectan a Dios, en su concepción como ser con todas la potencialidades.

Se supone que todo tiene su fin último en Dios, el ser supremo que es el creador de todo el universo, en

todo es causa y origen. Dios a su vez, tiene en si el origen de todo lo creado, es decir, al mundo sensible

y a su vez a todo lo que se es concebido en el pensamiento. La verdad es el fin comprobable y duradero

de las cosas dentro de la realidad en la cual vivimos, es decir, no hay una verdad relativa en el fin

último de las cosas. Por lo tanto, tenemos una de los atributos de Dios que es la omnipresencia, es

decir, está presente en todas partes, en las cuales El habita como la verdad.

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Sin embargo, partiendo de esto, si el saber último de las cosas nos lleva a Dios como el creador de todo

lo visible y lo invisible, entonces nos queda preguntar si toda acción del hombre nos lleva a Dios y si

todo lo que hace el hombre va encausado por tanto a la verdad. Si no hay verdades relativas quiere

decir que todo nos debe de llevar a Dios, desde la sabiduría comprobable y con un pensamiento

ordenado hacia el saber último, dejando la ignorancia en una definición personal. Entonces, toda acción

debe llevar a Dios de alguna manera.

Para poder ver si todas las acciones llevan a Dios debemos de conocer a Dios. Como ser supremo y

causa de todas las cosas, Dios ha originado todo cuanto vemos y percibimos por medio de los mismos

seres creados: el sol, la luna, la luz, la oscuridad, el sonido, el viento, el mar, la tierra, en fin, el

universo. Como punto cúspide de su creación tenemos al hombre, quien es capaz de concebir

pensamientos o ideas con las cuales puede concretar tareas específicas ya sean trascendentales, lo cual

es el ideal del desarrollo humano, o no. Sin embargo, a pesar de que Dios existe en todas las cosas, no

es en su mismo ser definido visible, quiere decir que no podemos palpar o percibir a Dios como es con

los ojos, las manos o siquiera conocer su voz. Solamente tenemos la certeza de su presencia. Entonces

cómo poder saber en esta realidad que toda acción del hombre nos guía a Dios.

Como ser racional, el hombre es el único que de manera inteligible percibe el mundo, ya que deja de

actuar por instinto y empieza a crear una idea abstracta de las cosas a partir de una imagen. El hombre

es el único que puede filosofar y llegar incluso a un estudio metafísico y una conclusión. Sin embargo,

hay acciones diversas del hombre, las cuales se pueden catalogar en un marco limítrofe. El hombre a

pesar de ser un ser pensante, está limitado tanto en su conocimiento como en sus acciones físicas. Toda

acción del hombre responde a una necesidad en sí misma, incluso de pensar en un ser superior y su

relación con él. En el ámbito filosófico esto se le conoce como metafísica, es decir, considera a los

entes en toda su realidad, a los que no son visibles y a los que son, partiendo de su esencia (lo que son

en sí) y su substancia (afectada por los accidentes).

El hombre como ser racional con una parte animal piensa primero en su sobrevivencia y

sustentabilidad, después de haber cumplido un periodo de adaptación, empieza a preguntarse sobre el

origen de las cosas y las intelectualiza para poder después analizarlas con detenimiento. Es así que el

hombre ha llegado a hacer progresos en la ciencia, descubriendo su entorno, transformándolo y

reflexionando sobre él para llegar a un conocimiento último. Sólo cuando el hombre piensa en el

conocimiento último de las cosas entonces reflexiona acerca de Dios, la realidad invisible y el fin de

estas, es decir, que no toda acción necesariamente va dirigida en torno a un pensamiento profundo de

Dios.

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No obstante, no podemos concluir que toda acción del hombre no va dirigida a Dios solamente porque

el hombre no piensa en El. En otros términos, no porque algo no se haya abstraído aún quiere decir que

vive fuera de la realidad. Es decir, la abstracción es un proceso mental del hombre y de todo animal en

distintos niveles, con la diferencia de que los animales actúan por instintos -conductas adquiridas- y el

hombre por uso de la inteligencia y la razón. Incluso, toda abstracción en nuestro entorno es aprendida

a través de un proceso de años, décadas y siglos. En relación con Dios, el hombre no ha nacido con una

idea clara de Dios sin antes llegar a la conclusión de que existe alguien, un ente superior, que lo ha

creado a él con todas sus capacidades y que, en consecuencia, puede dirigir sus acciones hacía El.

Como Santo Tomas de Aquino recogió en su doctrina el acto de ser: “la esencia limita en cada ente a

su acto (ser), recibido del Ser que subsiste por sí mismo (Dios). El acto de ser, constitutivo de cada

ente, se convierte así en el centro de la metafísica, siendo el principio que permite entender a los entes

en su constitución, en su perfección, en su actividad y en su finitud y dependencia de Dios como Causa

primera del su Ser” 1.

Esto nos quiere decir que, a pesar de no poder abstraer a Dios en un primer instante, las acciones que

realizamos, en un sentido inherente, van dirigidas a él. Mas todavía queda una pregunta de a qué nivel

somos conscientes de nuestro actuar en Dios y cómo Dios y el hombre interactúan en una serie de

acciones que afectan en supuesto dos planos: el material y el espiritual.

Como se sabe, el hombre es un ser racional que no solo realiza acciones que tienen como objetivo

subsistir sino también que hay acciones que traspasan la barrera del tiempo y afectan la misma realidad.

El hombre como ser filosófico reflexiona continuamente acerca de su vida, el pensamiento del hombre

es un don valioso a los ojos de Dios. Sin embargo, conforme el ser humano crece en conocimientos y

en reflexión, hay una capacidad de conciencia, es decir, de conocer con ciertas certezas la consecuencia

de sus actos con respecto a los demás y a un ente superior, que es Dios. Esta imagen del mundo que es

captada por cada ser humano crece por medio de la experiencia del día a día y, conforme nuevas

experiencias se presenten en la vida, mayor es la asimilación de la realidad. Más aún, queda ver al

hombre no solo como un cúmulo de imágenes y experiencias vividas, sino como un ente consciente de

su existencia, el cual actúa con base al grado de conocimientos adquiridos.

Si pudiéramos concluir que nuestra experiencia en el mundo se reduce al mundo sensible, quedaríamos

desprovistos no solo de una mística espiritual que es inherente en el ser humano, sino que reduciríamos

al hombre a una realidad fuera del pensamiento que va construyendo. Es decir, la imagen del ser

humano se quedaría solamente en un ser palpable, carente de ideas y de una profunda hambre del

1 Cfr. T Alvira, L Clavell y T. Melendo, Metafísica, EUNSA, Pamplona 1993 (5a. ed.), pp. 116-117

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sentido de la vida. “Y los creó a su imagen y semejanza, macho y hembra” (Génesis 1:27). La

consciencia del ser creaturas, entes que piensan y sienten, nos abre un abanico de probabilidades, aún

así, nuestras acciones tienen una reacción en el mundo y una coacción con Dios mismo.

El hombre ha sido el único ente con ambas realidades (física y material) que ha transformado de

manera sorprendente el entorno que le rodea, a tal grado que ha sido capaz de destruirlo por completo.

Más allá de un tema moral, el hombre ha concebido imágenes del mundo que ha percibido y ha sido

capaz de crear, tanto seres inanimados como nuevas ideas o formas de concebir la realidad. En una

forma, somos capaces de afectar la realidad sin ser plenamente conscientes de nuestros actos, sino que

aprendemos a través del tiempo por medio de ellos.

Cuando un acto es solamente producto de la abstracción, como lo es el conocimiento de Dios por

medio de la Biblia y la experiencia personal, es difícil concebir una relación estrecha con la realidad

divina por medio del plano material. Incluso se nos hace difícil pensar en el “como” entramos en

reciprocidad con Dios como un ser abstracto que puede percibir nuestros actos físicos e intelectuales.

Tomando en cuenta que tanto nuestros actos como las ideas son producto de nuestra experiencia

personal con el mundo, también nuestra relación con Dios como El Ente creador de todo depende de

nuestro conocimiento y consciencia de su existencia. Entonces, ambas realidades se unen en un

vínculo, es decir, en un plano donde estas convergen.

Quiere decir que mientras más seamos conscientes de nuestra realidad, podremos hallar la forma de

relacionarnos con otras en nuestro propio modo de expresión de esta consciencia. Este modo rebasa el

culto religioso o el pleno acto científico comprobado. Esta consciencia no se limita a una condición

social o a una realización material. En la medida que somos capaces de percibir la relación Dios-

hombre en la realidad que convergen, podemos ver que ambas realidades se afectan una a la otra sin

modificar su propio sentido.

La realidad material es sensible y no dejará de serlo aunque tenga una relación estrecha con la realidad

divina, en esencia son lo mismo, lo que cambian son los accidentes y las potencialidades en esta

relación estrecha. Ambas realidades no limitan al hombre, sino que lo enaltecen, le dan un sentido a su

vida y explican su orientación como un ser metafísico. En esta relación el hombre se ve como un

agente de transformación del medio en el que vive y un ser que está en constante movimiento tanto en

el plano espiritual como en el plano material.

Cuando el hombre adquiere consciencia de su participación en ambas realidades por medio de sus

potencialidades, se desarrolla más plenamente, realiza actos inteligentes y, a pesar de que sus ideas no

son fácilmente palpables, son inteligibles y, por tanto, objeto de reflexión en sí mismas. Dios, como El

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Ente creador y perfecto, no puede ser abstraído en una sola idea o pensamiento, ni siquiera puede ser

analizado en una conclusión definitoria. A pesar de ello, no marca un límite al hombre en su

descubrimiento en el mundo pero le invita a crear una consciencia que no lo exhiba solamente como un

ser mecánico, o un ser que solamente se preocupa por sus causas materiales, o como uno que tenga que

establecer un conocimiento del medio en el que se desenvuelve para relacionarse con él.

Es por ello que también la filosofía es de gran importancia en el estudio de la relación de los actos del

hombre, porque en sus actos últimos, podemos descubrir su significancia en la realidad de lo visible y

en la de lo invisible. En consecuencia, lleva al hombre en una búsqueda de la verdad como valor

fundamental de su ansía por el conocimiento y a usar esta verdad en sus actos con respecto a su

entorno. Un hombre que no puede percibir la verdad ni siquiera en el plano material se ciega también

en su búsqueda espiritual, dejándolo solamente con un aspecto parcial de la realidad, y es incapáz de

reconocer la manera en que sus acciones forman parte de un todo.

Cuando la verdad es un parámetro que el hombre usa para conocer ambas realidades, su relación lo

lleva en efecto a conocer su realidad última, sea fundada o no en una religión específica. Es decir, que

la verdad en la vida del hombre que busca su trascendencia en ambas realidades toma un camino para

llegar al mismo destino que todos los demás hombres, es por esto que la verdad es la brújula en este

mundo que nos conduce y nos lleva al fin último de las cosas.

En conclusión, las acciones del hombre no tienen una significación sólo en sí mismas, son objeto de

estudio por su relación con el entorno, su trascendencia temporal en las realidades material y espiritual,

son constructoras de nuevo conocimiento y de la conciencia, tienden a la realización plena del hombre

y a una estrecha relación de lo material y lo espiritual. Las acciones del hombre que son orientadas a la

verdad llevan al mismo al conocimiento verdadero en las últimas causas, aumentando sus

potencialidades sin limitarlo solamente a la actuación de un plano palpable.

Además de que la realidad física y la realidad espiritual pueden modificar sus accidentes y potenciales

pero no pueden cambiar la esencia de una con respecto a la otra, es decir, lo material sigue siendo

material y lo espiritual sigue siendo espiritual, a pesar de que ambos puedan hacerse presentes o

yuxtaponerse. El acto del estudio de las acciones del hombre con respecto a Dios lo llevan a

desarrollarse como el ser metafísico que es. El hombre es un ser perceptivo que está en constante

movimiento y relación con su entorno, lo cual le exige una reflexión contínua del sentido de su vida y

el potencial que puede desarrollar en sus actos. También la perceptibilidad del hombre le induce a

reflexionar acerca de sus actos como una serie de consecuencias que tienen en sí un efecto de

transformar su medio ambiente y participar en la realidad divina sin perder su esencia.

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