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37 �MOROS EN LA COSTA�. UNA SOCIEDAD DE

FRONTERA A ORILLAS DEL MAR DEALBORÁNJUAN GARCÍA LATORRE

RESUMENTras la expulsión de los moriscos (1570) el territorio que hoy forma la provincia de Almería (S.E de laPenínsula Ibérica) quedó casi despoblado. Atacado continuamente por piratas berberiscos y turcosprocedentes del Norte de África, adquirió algunos de los rasgos sociales y económicos que han carac-terizado históricamente a las «sociedades de frontera».

Palabras clave: Almería, piratas, frontera

ABSTRACTAfter the expulsion of Muslims (1570) the province of Almería (S.E of the Iberic Peninsula) became anempty world and a dangerous frontier land because of the frequent raids of Northafrican and Turkishpirates. The territory adquired some of the social and economic traits that have historically characterizedthe «frontier societies».

Key words: Almería, pirates, frontier-land

RESUMÉAprés l´expulsion des morisques (1570) le territoire qui forme des nos jours la province d´Almería (S.Ede la Peninsule Ibérique) reste presque depeuplé. Soumis aux continuels attaques de la part des piratesnorafricains et turques, il prit certains traits sociaux et économiques qui ont historiquement caracteriséles «societés de frontiére».

Mots clés: Almería, pirates, frontiére

1. DE NUEVO EN LA FRONTERA1. DE NUEVO EN LA FRONTERA1. DE NUEVO EN LA FRONTERA1. DE NUEVO EN LA FRONTERA1. DE NUEVO EN LA FRONTERA

Almería se ha convertido en los últimos añosen punto de contacto entre Europa y el continenteafricano, nexo de unión entre mundos separadospor un pequeño brazo de mar y por un abismo dediferencias culturales, políticas demográficas yeconómicas. Sólo muy recientemente la sociedadalmeriense ha tomado conciencia de su nuevacondición de frontera entre estos dos mundos y lo

ha hecho de manera dramática. Después de unlargo período en el que las relaciones con el Nortede África han sido mínimas, el Norte de África senos ha �echado encima�. En apenas una década,se ha pasado de la práctica ausencia de contactosa una situación caracterizada por el establecimien-to de nuevas, intensas y, en algunos casos, con-flictivas relaciones. La proximidad del Magreb va a

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“Moros en la costa”. Una sociedad de frontera a orillas del Mar de Alborán • J. García Latorre

tener, de hecho ya la tiene, una incidencia decisi-va en la evolución de nuestra propia sociedad.Como vamos a ver esta situación no es nueva.

Históricamente, en una perspectiva muy largaque abarcara los últimos 2000 años, las relacio-nes de las dos orillas del Mar de Alborán han osci-lado entre tres situaciones extremas: la integra-ción, por pertenencia de ambas al mismo ámbitocultural, económico e incluso político; es decir, ala misma civilización (por ejemplo en el períodoromano y en varias ocasiones a lo largo de la edadmedia islámica); la confrontación, cuando, tras laconquista cristiana Almería se incorpora al mundoeuropeo y éste entra en conflicto con el mundoislámico; y, en tercer lugar, la indiferencia y la ig-norancia recíprocas cuando los contactos casi des-aparecen y ambas sociedades viven de espaldasla una a la otra (desde fines del siglo XVIII hasta elcomienzo de la emigración a Argelia a fines delXIX; la segunda mitad del siglo XX hasta los años90).

Los orígenes de la sociedad almeriense actualy de las gentes que la forman no se pierden en lanoche de los tiempos. La Almería moderna tuvo,por decirlo de algún modo, un �año cero� y unacta de fundación. El año es 1570 y el acta defundación la representan los decretos del rey Feli-pe II que ordenan, por una parte, la expulsión delos moriscos y, por otra, el inicio de un ambiciosoproyecto estatal de colonización del territorio concampesinos cristianos. El desarrollo del proyectoestuvo fuertemente mediatizado por la existenciade un estado de guerra intermitente entre las dosorillas del mar de Alborán, estado que se prolongócon mayor o menor intensidad durante casi 200años. Esta relación entre Almería y el Norte de Afri-ca, pues la guerra es una forma de relación, fue laresponsable de que la sociedad almeriense nacie-ra con ciertos rasgos de �sociedad de frontera�.

2. LAS SOCIEDADES DE FRONTERA EN EL CINE2. LAS SOCIEDADES DE FRONTERA EN EL CINE2. LAS SOCIEDADES DE FRONTERA EN EL CINE2. LAS SOCIEDADES DE FRONTERA EN EL CINE2. LAS SOCIEDADES DE FRONTERA EN EL CINEY EN LA HISTORIAY EN LA HISTORIAY EN LA HISTORIAY EN LA HISTORIAY EN LA HISTORIA

De entrada, la manera más intuitiva y fácil deaproximar al lector a la noción de �sociedad defrontera� es remitirlo al cine, porque todo el mun-do ha visto películas del Oeste y porque el salvajeOeste americano del siglo XIX, el far West, consti-tuye un buen ejemplo histórico de sociedad de

frontera. Es lamentable tener que recurrir a ejem-plos lejanos y ajenos, cuando los propios y cerca-nos son, como veremos, igualmente válidos. Pero,para empezar, el caso americano, por ser univer-salmente conocido gracias al cine, proporciona unaprimera aproximación.

Las sociedades de frontera, que han existidoen diversos lugares del mundo hasta el siglo XIX,son aquellas que cristalizan en los puntos de con-tacto y fricción entre civilizaciones distintas y en-frentadas, ya sea porque una de ellas es expansivay su crecimiento sólo se puede producir a costade la destrucción de la otra, o porque ambas sonexpansivas e inevitablemente chocan. ¿Cuáles sonlas características de las sociedades de frontera?Aunque es difícil generalizar, ya que cada caso pre-senta innumerables peculiaridades, se puedenseñalar algunos rasgos comunes.

La frontera, amplia franja de perfiles difusos másque línea bien definida, es, antes que nada, unterritorio peligroso en el que se lucha a diario conel enemigo, en donde todo el mundo va armado.Y por ser un lugar en el que se vive peligrosamentees un lugar semivacío, un espacio de muy bajadensidad demográfica. Sin embargo, no constitu-ye un mundo aparte totalmente aislado, ya que enrealidad no es más que la periferia, el extrarradio,de una sociedad de la que recibe hombres y ciertonivel de organización. Su situación es ambigua ycontradictoria. Debe estar habitada para cumplircon las funciones defensivas que se le han enco-mendado y hacer frente al peligro exterior, pero elpeligro se convierte en el principal factor de repul-sión, en la principal causa de su debilidad demo-gráfica. Por tanto, las personas que se instalan enella sólo lo hacen si, a cambio de los riesgos queasumen, el territorio fronterizo ofrece ventajas quecontrarresten en mayor o menor medida los fac-tores de repulsión; o sea, si la frontera tambiéngenera factores de atracción.

Como producto de una política consciente des-tinada a atraer colonos o como realidad que seimpone de facto, por la propia fuerza de las cir-cunstancias, en la frontera las sociedades seflexibilizan, se desestructuran y con frecuencia lohacen a favor de las clases populares. La fronterapuede ser la tierra de la libertad para los deshere-dados. En ella los mecanismos de control socialse relajan o se cuestionan, las estructuras socialesse vuelven más fluidas, se producen fenómenos

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37 de movilidad social ascendente y aparecen posibi-

lidades de enriquecimiento rápido. Todo esto su-cede porque también la situación económica delas zonas fronterizas es excepcional.

La otra cara de la debilidad demográfica es laabundancia de recursos económicos potencialmen-te explotables. Y como estamos hablando de so-ciedades preindustriales, el principal recurso eco-nómico es la tierra. En la frontera la tierra es bara-ta. Se coge, se toma o se recibe gratis o casi gra-tis de un estado que desde la retaguardia la ofrecegenerosamente. El acceso a la tierra, la posibili-dad de convertirse en propietario, es el principalseñuelo que empuja a los pobres hacia la frontera.�Boy, go to West�, era la frase con la que los pe-queños granjeros de Nueva Inglaterra o Kentuckyanimaban a sus hijos a dirigirse al Oeste para con-seguir su propia granja.

La coincidencia de densidades de poblaciónmuy pequeñas con grandes cantidades de tierrada lugar a combinaciones de los factores producti-vos que, si bien no son exclusivas de este tipo desociedades, sí son especialmente característicasde las mismas. La base económica de la sociedadtiende a organizarse en torno a actividades queahorran el factor más escaso y valioso, el trabajo,y usan grandes cantidades del más abundante ybarato, la tierra. Estas actividades pueden ser unaganadería o una agricultura muy extensivas, la re-colección, la caza... Los rendimientos de la tierrapor unidad de superficie son muy bajos, pero laproductividad del trabajo puede llegar aincrementarse en mayor o menor medida, porque�una vez que se han conseguido ciertos nivelesmínimos de seguridad- la población se puede per-mitir el lujo de explotar las mejores tierras, confrecuencia tierras vírgenes y, por ello, muy fértiles.Es posible, por tanto, que en las fronteras se pro-duzcan súbitos booms demográficos e incluso fe-nómenos de crecimiento económico, entendidocomo incremento de la renta per cápita de la po-blación. Este último es un hecho extraordinario enlas sociedades anteriores a la revolución industrial,una situación que dura poco, generalmente no másde un siglo, y que sólo se da después de grandescrisis demográficas o en zonas recientementeabiertas a la colonización. Fue precisamente en los100 años que siguieron a la gran peste negra delsiglo XIV cuando las rentas reales de las clasespopulares europeas (y el consumo de carne y pro-

ductos lácteos) alcanzaron niveles que no se vol-verían a conocer hasta bien entrado el siglo XIX y,en algunos casos, hasta el XX (BACCI, 1987:146-147).

Las economías preindustriales eran �economíasorgánicas�, es decir, basadas en la energía solar o,para ser más exactos, en la transformación de laenergía solar por las plantas. En ellas, y precisa-mente por limitaciones energéticas insuperables,el crecimiento sostenido no se conocía. Podíanpasar de una situación de equilibrio a otra, pero sutendencia natural era hacia el estado estacionarioporque la población dependía casi por completode la tierra para obtener materias primas, alimen-tos y energía (WRIGLEY, 1993: 48).

�En realidad se trata de algo muy sabido,que actualmente se da por descontado; talvez no haría falta ni hablar de ello si no sehubiera relegado al último puesto, o inclusoolvidado en los tratados de historia de lapoblación, porque huele a determinismo bio-lógico o natural. Sin embargo, las vicisitu-des de los pueblos europeos, y no solamen-te las demográficas, en muchos aspectosvan ligadas al proceso de conquista del es-pacio� (BACCI, 1999: 25).

Hasta el siglo XVIII todos los procesos de creci-miento demográfico plurisecular se han basado enla colonización de nuevos espacios. �El hecho deque las principales fuentes de energía que no seanel trabajo muscular del hombre permanecieran li-mitadas a las plantas y los animales �escribeCipolla- puso un límite a la posible expansión de laenergía disponible para cualquier sociedad agríco-la del pasado. En este aspecto la limitación vieneimpuesta fundamentalmente por la cantidad de tie-rra disponible.� (BACCI, 1999: 20)

Los padres de la economía, los grandes econo-mistas británicos de finales del siglo XVIII y princi-pios del XIX, eran muy conscientes de todo esto.Sabían que el granjero y el trabajador norteameri-cano tenían rentas, salarios, y, en general, nivelesde vida superiores a los de sus colegas inglesesporque vivían en una frontera recientemente abiertaa la colonización en la que, como observó AdamSmith, la tierra parecía inagotable (WRIGLEY, 1992:37-69). Y los estudios antropométricos nos mues-tran que los norteamericanos de finales del siglo

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XVIII eran más altos y robustos que los europeosporque estaban mejor alimentados (BACCI, 1988:167). No hay que perder de vista, pues, lo que seha señalado sobre los precios relativos de los fac-tores en las zonas fronterizas porque nos permitecomprender que hasta el simple bracero pudieraver mejorada su situación económica trasladán-dose a ellas.

En condiciones normales, en países habitadosy explotados desde hacía siglos, la producción selimitaba a crecer al mismo ritmo que la poblacióny, por consiguiente, las rentas reales no seincrementaban. Eso en el mejor de los casos, esdecir, mientras existiera una reserva de tierra quepermitiera ampliar las áreas cultivadas, porque tardeo temprano los rendimientos marginales decrecien-tes hacían retroceder las rentas a un nivel próximoa la mera subsistencia.

No obstante, las posibilidades económicas delas fronteras no pasaban de ser eso, simples posi-bilidades virtuales, mientras el nivel de violencia�estructural� y de inseguridad que las caracteriza-ba se mantuviera por encima de cierto umbral in-compatible con cualquier actividad económica re-gular, por muy abundantes que fuesen los recur-sos. En este caso los factores de repulsión pesa-ban más que los de atracción. La presencia huma-na se reducía al mínimo, la vida se volvía difícil,todo era escaso y todo era caro. Los habitantes dela frontera sólo tenían entonces dos posibles fuen-tes de renta. O se convertían en soldados profe-sionales, alimentados y mantenidos por algún es-tado, o forzaban una �transferencia de rentas�desde el territorio enemigo hacia el propio pormedio del saqueo y el pillaje.

Justo por debajo de ese umbral de inseguridadpodía abrirse un período de prosperidad, excep-cional y transitorio como ya se ha dicho, en el quelos factores de atracción superasen a los de repul-sión. La llegada masiva de nuevos colonos y unfuerte crecimiento natural de la población acaba-ban pronto con las ventajas comparativas de la fron-tera. Este proceso iba acompañado de otro dehomogeneización y de integración con la retaguar-dia que terminaba por borrar o diluir en mayor omenor medida las peculiaridades sociales y eco-nómicas de la franja fronteriza.

Por todas las circunstancias señaladas no hade extrañar que las zonas de frontera, sobre todoen los momentos iniciales, atraigan a pobres y

marginados, a aventureros y a rebeldes sociales,a todos aquellos que no tienen nada que perder.Tampoco ha de extrañar que sean espacios en losque se dan cita todas las formas de la violencia,en los que conviven el militar profesional y el sim-ple saqueador, el campesino militarizado y el ban-dido. De la violencia nacen otros personajes típi-cos de la �fauna� fronteriza: el cautivo, el esclavo,el fugitivo, el hombre atormentado que ha visto atoda su familia asesinada o cautiva y en adelantesólo vive para vengarse.

Hay, por último, otro aspecto de la vida en lafrontera, relacionado con las ideologías, con las�mentalidades�, que merece al menos un peque-ño comentario. En los puntos de contacto y fric-ción las sociedades en lucha acentúan al máximosus señas de identidad ideológicas. No sólo se ar-man en sentido estricto, también se arman de ar-gumentos para reforzar su cohesión interna y parainmunizarse contra cualquier posible �contamina-ción�. Todas las sociedades anteriores a la revolu-ción francesa están dotadas de una cosmovisiónde carácter religioso, una ideología religiosa endefinitiva. La religión no forma parte del ámbitopersonal, de la vida privada, de la intimidad, quees donde la sitúa la revolución liberal. Al contrario,está presente en todos los aspectos de la culturay, por tanto en todas las facetas de la vida. Explicay justifica el orden social, el orden político, el ordennatural, por referencia a Dios o a los dioses. Elmodo de vida propio es el correcto porque tiene elaval de la divinidad. Por eso en las fronteras nosólo se enfrentan los hombres, también lo hacenlos dioses y cuando al frente de los ejércitos mar-chan los dioses el conflicto puede adquirir rasgosde guerra santa, de cruzada, de yihad, contra unadversario que no sólo representa una amenazafísica, sino también el error y el mal. En últimoextremo al enemigo se le puede negar la condi-ción humana. Sólo hay para él entonces dos des-tinos aceptables: la esclavitud o la muerte. �Onlya dead indian is a good indian� (sólo un indio muertoes un buen indio) se decía en el Oeste americano.

Y, a pesar de todo, en la frontera se estableceninevitablemente relaciones con el enemigo, sepactan treguas, se intercambian prisioneros, seaprende su idioma. Aparece, también inevitable-mente, la figura del tránsfuga, el renegado, el trai-dor, personajes ambiguos y sospechosos.

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37 3. ALMERÍA: “FRONTERA DE MOROS”3. ALMERÍA: “FRONTERA DE MOROS”3. ALMERÍA: “FRONTERA DE MOROS”3. ALMERÍA: “FRONTERA DE MOROS”3. ALMERÍA: “FRONTERA DE MOROS”

Algunas de las circunstancias que otorgan ras-gos de sociedad de frontera a la Almería de la edadmoderna, sobre todo durante los siglos XVI y XVII,son de carácter local y se relacionan con la situa-ción geográfica de la provincia y con su propia pe-queña historia; otras tienen un alcance mediterrá-neo y dependen de la gran política de la época, dela geopolítica de los grandes imperios, de los cho-ques entre civilizaciones que tienen por teatro ycampo de operaciones el Mediterráneo.

Desde finales del siglo XV el mundo europeo yel islámico, como dos gigantescas placas tectónicasseparadas por el mar, se aproximan y colisionanviolentamente (no era la primera vez que esto su-cedía). Una nueva potencia islámica en ascenso,el imperio turco otomano, se extiende por OrienteMedio y el Norte de Africa, unifica bajo su autori-dad a los países árabes (en el Magreb sólo Marrue-cos permanece como estado independiente) yataca a Europa. Los turcos se apoderan de Grecia,Bulgaria, los estados rumanos, Albania, Serbia,Bosnia, Hungría, de toda la península balcánica yla costa Norte del Mar Negro. En 1526 están a laspuertas de Viena, es decir, en el corazón de Euro-pa.

La conquista de Constantinopla en 1453 habíamarcado el inicio de esta formidable expansión. Almargen de su evidente interés estratégico,Constantinopla, la segunda Roma, la capital delprimer emperador cristiano, tenía un enorme va-lor simbólico para los europeos. Su caída produjouna auténtica conmoción porque, por encima delas fronteras políticas que dividían el continente,los europeos tenían conciencia de pertenecer auna civilización compartida que aún se definía a símisma, en términos medievales, como la �cris-tiandad�. Por eso la toma de Granada por los Re-yes Católicos en 1492 fue celebrada en toda Eu-ropa como la revancha que la cristiandad se toma-ba frente al Islam. Era al mismo tiempo el puntode partida de una nueva potencia cristiana queamenazaba con continuar su expansión por el Nortede Africa. A la toma de Granada siguen la conquis-ta de Melilla, Orán, el peñón de Vélez, Bugía, Bona,Bizerta, La Goleta y otros puntos fortificados de lacosta africana desde Marruecos hasta Túnez. Losportugueses, que se apoderan de Ceuta, Tánger,

Azemur, Mazagan, acompañan a los castellanos ensu aventura africana. A lo largo del siglo XVI laslíneas de expansión y los ámbitos de influencia delimperio hispánico y del turco se cruzan en el Nortede Africa y en el centro de Europa. El choque esinevitable.

La llegada de los turcos al Norte de Africa pro-pició la aparición de varias estructuras políticassemiautónomas, las �regencias berberiscas�, re-ducidas en la práctica a una ciudad y su entornoinmediato, que asumieron como razón de su exis-tencia la de atacar los barcos y los países cristia-nos. La piratería se convierte en la principal �acti-vidad económica� de estas ciudades y en la causade su prosperidad. Argel llega a ser una gran urbecuando los famosos hermanos Barbarroja, rene-gados cristianos, se establecen en ella y la trans-forman en el mayor centro pirata de todo el Medi-terráneo. Hacia 1560 se parece muy poco al pe-queño poblado bereber que todavía era a princi-pios de siglo. Es una �ciudad nueva que ha surgi-do a la americana�, en donde un pastor de cabraspuede llegar a ser rey (BRAUDEL, 1976: II, 291).

En realidad son varios y complejos los factoresque explican el fuerte arraigo del corso y la pirate-ría en el Norte de Africa1. Además de la llegada delos turcos se debe tener en cuenta que la instala-ción de castellanos y portugueses en numerosospuntos del litoral africano había provocado un re-pliegue de la población y las actividades económi-cas �normales� hacia el interior y una relativadesertización de las costas (BAZZANA, 1997: 28-29). Por otra parte, a lo largo del siglo XVI y hastaprincipios del XVII, estas costas reciben un flujoconstante de moriscos españoles huidos o expul-sados que, en muchos casos, se incorporan alúnico negocio que florecía en ellas y podía ofre-cerles un empleo. Los moriscos españoles no sóloreforzaron los viejos centros de la piratería, sinoque incluso crearon otros nuevos, como la famo-sa república de Salé (DOMÍNGUEZ ORTIZ, VINCENT,1978: 234-235). Y no fueron únicamente losmoriscos quienes encontraron refugio en las ciu-dades piratas del Magreb. Delincuentes, disiden-tes políticos o religiosos, aventureros y renegados

1 Aunque técnicamente corso y piratería no eran la mismacosa , y un pirata no era exactamente lo mismo que uncorsario, de cara a la incidencia de estas actividadessobre el litoral almeriense la distinción entre ambasresulta irrelevante.

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de toda Europa fueron bien acogidos porque apor-taban conocimientos y avances tecnológicos a unmundo que empezaba a quedarse rezagado.

A principios del siglo XVII llegan los marinos delNorte (ingleses, holandeses) y con ellos una nue-va inyección de tecnología naval y militar que per-mitió a los corsarios magrebíes adentrarse en elAtlántico y ampliar su campo de acción hasta Is-landia y Terranova (BRAUDEL, 1976: II, 310-311).

Durante los siglos XVI y XVII la pirateríaberberisca es una pesadilla para los países euro-peos del Mediterráneo. No es que los cristianos nodesarrollen su propia piratería dirigida contra lospaíses musulmanes, pero ésta no alcanzará elmismo grado de desarrollo. La orilla europea adoptauna actitud claramente defensiva. Se eriza de to-rres y fortificaciones, construye una muralla a sualrededor, se defiende; la orilla africana ataca, por-que para muchos de sus habitantes la piratería seha convertido en un modo de vida y en la base desu economía. Cuando los barcos cargados de bo-tín y cautivos no llegaban a Argel toda la vida de laciudad se paralizaba.

A lo largo de la edad moderna en el entornodel Mediterráneo y en sus aledaños aparecen va-rias sociedades de frontera. En los Balcanes el avan-ce turco ha creado amplias franjas fronterizassemivacías que los gobernantes austriacos inten-tan poblar con campesinos eslavos y alemanesmilitarizados a los que ofrecen tierras, libertades yprivilegios excepcionales. En las estepas situadasal norte del mar Negro los cosacos rusos yucranianos, auténticos campesinos-soldados,constituyen una típica sociedad de frontera frenteal imperio turco y sus aliados los tártaros. Y en elSureste de la Península Ibérica el territorioalmeriense adquiere rasgos de sociedad de fron-tera porque la despoblación casi absoluta que pa-dece tras la expulsión de los moriscos y la confi-guración de sus costas, en especial las del Cabode Gata, ofrecen todo tipo de facilidades a los ata-ques provenientes del Magreb. Desde la conquis-ta cristiana Almería se había convertido en lo quelos textos de la época llaman una �frontera demoros�.

Hasta 1568 los moriscos constituían la pobla-ción mayoritaria del sector oriental del reino deGranada, (básicamente la actual provincia deAlmería y la Alpujarra), de ahí que la expulsión loconvirtiera en un territorio vacío y que el proyecto

estatal de colonización le prestara una atenciónprioritaria. Los colonos cristianos que se instalanen la zona no sólo reciben del estado, en un régi-men jurídico muy próximo a la plena propiedad,las tierras y las casas que habían pertenecido a losmoriscos, sino también un trato fiscal ventajoso.Por otra parte, las comunidades que forman losrepobladores disfrutan en principio de cierto gradode autonomía y de democracia interna. La fronterales ofrece �libertades y privilegios� (GARCÍALATORRE, 1995: 57-88).

El reparto de las tierras es bastante igualitario yaspira a crear una masa de pequeños y medianospropietarios comprometidos en la defensa de sunuevo país. Entre ellos hay militares profesionalesa quienes se ha animado e incentivado para quese establezcan en los pueblos y actúen como je-fes de sus vecinos (SÁNCHEZ RAMOS, 1995: 357-388). La pequeña explotación, que ha caracteriza-do la estructura agraria almeriense durante siglos,tiene su origen remoto en estos momentos.

A cambio de tanta generosidad los repobladoresdebían asumir toda una serie de obligaciones decarácter militar que, en la práctica, los convertíanen �campesinos-soldados�(SÁNCHEZ RAMOS,1995). He aquí algunas de ellas:

�...han de se ser obligados a hacer en loslugares de la marina o en los que fuesemenester ... un cercado o reducto de tapiacomo las que de presente hay en este reynoy han de tener todos los pobladores espa-das y con ellas un arcabuz o ballesta...rodelas o alabarda o partesana o otras ar-mas semejantes enhastadas� (ORIOLCATENA, 1934: 82).

El estado daba por hecho, además, que en ade-lante los colonos habían de contribuir a la defensade la costa y a su propia autodefensa constituyen-do �batallones de milicias�, �compañías de soco-rro� o �milicias locales�. Se trataba de formacio-nes paramilitares caracterizadas por la dependen-cia exclusiva de las autoridades municipales, porsu espontaneidad y por la falta de una organiza-ción homogénea (CONTRERAS GAY, 1997).

Las dificultades que encuentran los colonos sonextraordinarias porque no sólo tienen que contarcon los ataques procedentes del mar, sino tam-bién con los moriscos que no han aceptado la or-

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37 den de expulsión y se han escondido en las mon-

tañas convirtiéndose en salteadores, los �monfíes�.Son apenas unos cientos de hombres desespera-dos que integran varias bandas, pero durante másde diez años siembran el terror en las sierras ydificultan la repoblación (VINCENT, 1981). Frente aellos, al igual que frente a los piratas, se instala el�presidio�, el fortín o fuerte habitado por soldadosprofesionales que, en algunos casos, terminan sien-do �soldados-campesinos�, ya que también reci-ben tierras del gobierno. Es el caso de Ohanes,Bayárcal, Darrícal, Níjar y otros lugares (SÁNCHEZRAMOS, 1995).

De los presidios salen a diario cuadrillas a ca-ballo que recorren las sierras y las costas en buscade monfíes y piratas. Al frente de las mismas, siem-pre que es posible, hay cristianos nacidos en elpaís. Estos �naturales�, pues así se les denomina-ba, eran descendientes de los primeros cristianosque llegaron en tiempos de los Reyes Católicos oen los primeros años del siglo XVI. Habían convivi-do con los moriscos, conocían la tierra tan biencomo ellos, frecuentemente sabían hablar árabe yestaban movidos por un insaciable deseo de re-vancha porque, durante el levantamiento y la san-grienta guerra que se prolongó desde 1568 hasta1570, sus familias fueron las primeras víctimas delos moriscos sublevados2. El capitán Hernando deArévalo era uno de estos típicos personajes de lafrontera (SÁNCHEZ RAMOS, 1995). Unico supervi-viente de una familia asesinada durante la guerra,hizo de la venganza su profesión. En el escudo dearmas familiar puso nueve cabezas de musulma-nes, símbolo, según se decía, de las que habíacortado (RUZ MÁRQUEZ, 1986: 116).

La misma ciudad de Almería no era más queun gran fuerte en el que la vida se parecía muchoa la de los presidios del Norte de Africa. Hastafinales del siglo XVII buena parte de su poblaciónla componen soldados profesionales. Esto no exi-me a los civiles, organizados en cuatro batallo-nes con sus propios capitanes, de colaborar enlas tareas defensivas. La obligación de acudir a la

defensa de la ciudad afectaba por igual a los veci-nos y visitantes de cualquier condición social. Enlas milicias de Almería y los pueblos de su juris-dicción debían encuadrarse todos los hombre úti-les sin excepciones de ningún tipo (CONTRERASGAY, 1997). En 1621, el propio ayuntamiento,consciente del esfuerzo que suponía para los par-ticulares la adquisición de armas de fuego, de laimportancia de dichas armas y del mal estado enque se encontraban muchas de ellas, compra 500arcabuces y los reparte entre los vecinos(CONTRERAS GAY, 1997).

Ante situaciones de grave peligro, como porejemplo las que se produjeron en los años 1616,1617 y 1618, cuando importantes flotas argelinasmerodeaban cerca de la ciudad, se adoptaba todauna serie de medidas extraordinarias. Inmediata-mente era nombrada una junta o comisión de de-fensa que debía encargarse de almacenar alimen-tos, pólvora y municiones en la Alcazaba. Se orde-naba a los cuatro capitanes de las milicias que alis-tasen a su gente y organizaran los turnos de guar-dia. Otras medidas iban encaminadas a proteger alas mujeres y los niños, a reparar las murallas, aprocurar que todos los vecinos permanecieran enel interior de la ciudad y a evitar que los esclavosmusulmanes pudieran colaborar con los asaltantes:�que los dueños de los esclavos moros los tenganrecogidos en sus casas en dando la oración�(CONTRERAS GAY, 1997). Los �esclavos moros�eran, en muchos casos, el producto de incursionesfracasadas que habían terminado con la captura delos berberiscos, o de la actividad de los corsarioscristianos en el mar y en las costas del Magreb.

Las torres de las iglesias construidas en estaépoca en varios pueblos de la provincia están di-señadas para servir como fortalezas y lugares derefugio; y es en esta época cuando se piensa enlevantar todo un sistema de atalayas yfortificaciones costeras que debía servir como pri-mera línea de contención. Sin embargo, el siste-ma de defensas de la costa no termina de cons-truirse hasta el siglo XVIII y, entre tanto, el Cabo deGata siguió siendo una de las principales zonas deacción de la piratería en el Mediterráneo occiden-tal. Sus calas resguardadas favorecían el desem-barco rápido y seguro de los piratas. Al otro ladode la bahía de Almería las calas del Cañarete cum-plían una función similar como señala un texto delsiglo XVI:

2 Curiosamente, y por contradictorio que parezca, estoscristianos autóctonos �criados entre moriscos-desempeñarán un papel fundamental como transmisoresde elementos muy importantes de la cultura morisca(tradiciones y técnicas agrícolas y arquitectónicas,gastronomía, etc.) a los repobladores venidos de fuera.El mismo papel jugaron los pocos moriscos queconsiguieron eludir la expulsión.

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�adonde de hordinario desembarcan los mo-ros y con las cabalgadas que hacenatrabiesan por el Boloduy o taha deMarchena o sierra Alhamilla a embarcarlasen Cabo de Gata, y quando desembarcanen el Cabo de Gata buelven hazia el ponien-te por los mismos lugares a embarcar en elCañarete o en las Roquetas� (MUÑOZBUENDÍA, 1997: 263).

Durante mucho tiempo los pueblos de Almeríatendrán algo de �Fort Apache� y el grito de �mo-ros en la costa� no será una metáfora. En 1576los funcionarios que están inspeccionando los lu-gares repoblados ordenan a los colonos deAlboloduy que tapien las calles del pueblo que danal campo, les recuerdan que deben organizar pa-trullas y turnos de guardia y que han de tener siem-pre pólvora y municiones en cantidad suficiente(SÁNCHEZ RAMOS, 1995).

No eran preocupaciones gratuitas. En 1573,cuando acaban de llegar los primeros repobladoresa la sierra de Filabres, se presenta por sorpresa enTahal uno de los más famosos monfíes moriscos,el Xorayque. Después de varios años de actividaden las sierras almerienses había huido al Norte deAfrica y ahora regresaba reconvertido en hábil cor-sario. Secuestra a varios repobladores y vuelve conellos a las costas africanas. Los demás, asusta-dos, abandonan la comarca. El funcionario que vi-sita el lugar tras el ataque se limita a levantar actade lo sucedido:

�La qual dicha poblaçión estava començada ahazer en Tahalí y avía quarenta vecinos, sin otrosmunchos que estaban alistados para benir, losquales por la benida del Xorayque, morisco, quefue a diez y seys de setiembre pasado, que sellevó diez dellos, y de temor se fueron todos.�3

Lo que sorprende aquí es la profundidad de laincursión, porque la sierra de Filabres está a másde 50 kilómetros de la costa y separada de la mis-ma por otras sierras. Todavía en 1593 losrepobladores de Uleila del Campo, al pie de lamencionada cordillera, afirman que el lugar tienemuy pocos vecinos porque, entre otras cosas,�está çerca de la mar y con peligro de moros�.4 El

mar está lejos; son los piratas quienes, al pasear-se impunemente por el interior del territorio, creanla sensación de que se encuentra mucho máscerca.

Pero la más espectacular de estas acciones fuela que sufrió Cuevas de Almanzora en 1573, quese saldó con la muerte en combate de un buenpuñado de cristianos y con el secuestro y trasladoa Marruecos de casi 250 personas, en su mayoríamujeres y niños, que acababan de establecerseen el pueblo. Y es que las personas, que son ven-didas en los mercados de esclavos de los paísesislámicos o por las que se pide rescate, constitu-yen el principal botín de los corsarios.

El éxito y la precisión de las incursiones se ex-plica en gran medida porque están dirigidas oguiadas por moriscos almerienses huidos al Nortede Africa. Conocen perfectamente el terreno ysaben dónde y cuándo atacar. Esta es la explica-ción también del encarnizamiento y la crueldad deque hacen gala los asaltantes. No buscan sólo elbotín; ellos también buscan venganza, también tie-nen motivos. La escena es siempre la misma: elasalto rápido, la ejecución inmediata de una partede los habitantes del lugar atacado, el ensañamien-to con los símbolos cristianos en las iglesias. Ade-más, las �cabalgadas de piratas� van siempreacompañadas de una exhibición de cultura islámicaen forma de estandartes, danzas, canciones, ce-remonias religiosas, que se lanzan contra los cris-tianos como un desafío (VINCENT, 1985: 287-302).Estos, por su parte, cubren iglesias, casas y blaso-nes de imágenes y símbolos antiislámicos. Nonecesitan inventar nada. Les basta con recurrir a laiconografía y las tradiciones forjadas durante lossiglos de la reconquista medieval, entre las queocupaba un lugar destacado la vieja imagen de�Santiago Matamoros� aplastando con su caballoa los musulmanes (el santo, en forma de gran es-cultura, preside la entrada de una de las más anti-guas iglesias de la capital almeriense). Es la con-frontación ideológica.

En este terreno una de las representacionesplásticas más significativas es, sin duda, la del re-tablo de la virgen de la Victoria, que actualmentese encuentra en la iglesia de Vera. Sobre una torrejunto al mar ondea un estandarte con la cruz rojade San Jorge. Junto a la torre un amenazador bar-co de guerra enarbola la bandera de la media lunaislámica. A los pies de la virgen la cabeza de un

3 Archivo General de Simancas, Cámara de Castilla, leg.2201.4 Archivo General de Simancas, Cámara de Castilla, leg.2215.

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37 musulmán con turbante. Todo un programa icono-

gráfico.El macabro escudo de armas de los Arévalo,

con sus cabezas de musulmanes degollados, ne-cesita pocas explicaciones. Y no es éste el únicoescudo almeriense que muestra descarnadamentelos pensamientos y los sentimientos de sus pro-pietarios hacia el Islam. En el de los VázquezPallarés, por ejemplo, un brazo armado con unaespada atraviesa de abajo a arriba la cabeza deotro musulmán (RUZ MÁRQUEZ, 1986: 59).

No obstante, como se dijo más arriba, el en-frentamiento, continuo y salvaje, da lugar paradó-jicamente a ciertas formas de comunicación entrelas comunidades enfrentadas. Tras el ataque aCuevas de Almanzora se inicia un fantástico inter-cambio de correspondencia entre Said El Dhogalí,el corsario que ha dirigido el asalto, y las autorida-des españolas que intentan, sin éxito, rescatar alos cautivos. Estas cartas nos muestran la natura-lidad con que se vivían sucesos tan dramáticos ylos canales de comunicación que existían entrelas dos orillas del mar.

El Dhogalí escribe al presidente de la Chancille-ría de Granada, Pedro de Deza, en un tono cordialy casi afectuoso, como a un viejo amigo. Inclusoparece lamentar que las cosas tengan que ser así,pero la guerra entre moros y cristianos, afirma, esinevitable:

�... Vuestra Señoría sepa que en la guerra,guerra y en la paz, paz. Obligados somos losmoros a hazer la guerra a cristianos y loscristianos a los moros. Yo fui al lugar de lasCuevas y tomé allí docientas y quarenta ytantas almas, hombres y mujeres y niños...pobre gente y criaturas... Cierto que yoholgaría que con toda presteça Vuestra Se-ñoría diese orden en cómo mandar rescatartoda esta presa junta, porque como sonmujeres y criaturas temo que si tarda el res-cate se perderán muchos de ellos... porqueel rey, mi señor [se refiere al rey de Marrue-cos], los dará a hermanos y hermanas e hi-jos y parientes suyos... Vuestra señoría estécierto que yo holgaría mucho, ya que yo loscautivé, que fuesen libertados por mi mano...Nuestro señor guarde la ilustrísima personade su señoría. Tetuán, 11 de dizienbre de1573.� (VINCENT, 1985: 301).

Es evidente que en estas condiciones de inse-guridad era muy difícil poner en marcha cualquieractividad económica regular. La piratería impidió laexplotación de los recursos agrícolas y pesquerosdel litoral, hizo inseguros los caminos, obstaculizóel comercio terrestre y marítimo y desvió haciagastos de defensa las escasas rentas de los parti-culares y las instituciones.

Pero es que, por otra parte, los repobladoresque llegan en los primeros años, como capital hu-mano, dejan mucho que desear. Los textos delsiglo XVI hablan así de ellos:

�gente holgazana, escoria del reino, perdi-dos, rústicos y facinerosos...��...hombres pobres... que a las primeras pa-gas que se les pidieren se subirán a la sie-rra a ser más salteadores que los moros...��no atienden al gobierno de dios ni del reyni a la buena poblaçión, más de substentarsede cualquier manera para bolberse a sus tie-rras cuando les paresçe� (GARCÍA LATORRE,2000: 675-704).

Como ya se dijo éste es el tipo de individuosque forma las sociedades de frontera. En principiono se podía esperar otra cosa. De todas formas,se trata de la opinión sesgada de las clases domi-nantes y de las instituciones, molestas porque loscolonos �que se saben imprescindibles- están apro-vechando la situación para obtener del estado todotipo de ventajas políticas y económicas, en defini-tiva, para �flexibilizar� las estructuras sociales.

Estos colonos constituían, además, una pobla-ción muy inestable como señala uno de los textoscitados. En el último tercio del siglo XVI hubo untrasiego constante de gentes que llegaban y seiban al poco tiempo, derrotadas por las dificulta-des de todo tipo que encontraban. En esos añosprobablemente llegaron a la provincia de Almeríaunas 30.000 personas, de las cuales al menos lamitad volvió pronto a sus lugares de origen.

En 1595, casi 25 años después de su inicio, elestado da por concluido el plan de colonizaciónque, en esos momentos, puede ser calificadocomo un fracaso. La población de toda la provinciaestá formada por algo más de 20.000 individuos(unos 15.000 repobladores recién llegados, fun-damentalmente de Murcia, Valencia y Castilla LaNueva; unos cuatro mil cristianos �naturales� del

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país; entre 1000 y 1500 moriscos más o menosasimilados y algunos cientos de esclavosmagrebíes), lo que representa una densidad depoco más de dos habitantes por kilómetro cuadra-do, una densidad sahariana (la densidad de pobla-ción de España era entonces de 14 o 15 habitan-tes por kilómetro cuadrado).

Hasta ese momento los factores de repulsiónhan pesado más que los de atracción y el futurono parece muy prometedor porque entre 1580 y1620 la piratería argelina vive uno de sus períodosmás prósperos y brillantes.

En 1620 corsarios turcos procedentes de Ar-gel se apoderan de Adra y permanecen en ellavarios días. Ninguna ayuda llegó del exterior pararecuperar la población. Fueron los campesinos delos pueblos próximos, en especial los de Berja yDalías, quienes -organizados militarmente, comoun pequeño ejército, con estandartes, tambores ysus propios oficiales- bajaron a la costa, se enfren-taron a los turcos y los derrotaron.

Los ataques de los corsarios berberiscos conti-nuaron casi hasta finales del siglo XVIII. Sin em-bargo, desde 1600 se aprecian ciertos síntomasde cambio. El contexto internacional se está alte-rando irreversiblemente. España y el imperio tur-co comienzan a desinteresarse del Mediterráneo.Los problemas de los españoles en los Países Ba-jos y los de los turcos en su frontera con Persiaalejan a los grandes ejércitos y a las grandes flotasdel mar interior. Pero lo más importante es que loscentros del poder político y económico se estándesplazando hacia el Atlántico. El imperio otomanoentra en una lenta decadencia y, aunque los tur-cos vuelven a estar a las puertas de Viena en 1685,la posibilidad de que toda Europa sea invadida porlos ejércitos otomanos, muy real durante el sigloXVI, desaparece. La superioridad tecnológica, eco-nómica y militar de los países europeos sobre elmundo islámico se acrecienta constantemente alo largo de los siglos XVII y XVIII.

En el Mediterráneo los piratas berberiscos yano son la punta de lanza de una gran potencia agre-siva y no constituyen una amenaza seria para casinadie, todo lo más una molestia.

¿Cómo se refleja esta nueva situación enAlmería? Sigue siendo un espacio acosado y a ladefensiva. Pero los piratas encuentran cada vezmás dificultades para penetrar en el interior delterritorio y, al menos desde los años 30 del siglo

XVII, se encuentran con un enemigo inesperado:los primeros corsarios almerienses. Jerónimo deGibaja y Venegas, patrón de un bergantín, es unode los primeros de los que se tiene noticias. En1636 andaba por la ciudad comprando armas parasu tripulación (TAPIA GARRIDO, 1990: 33). En al-guna ocasión estos corsarios autóctonos dieron�golpes� espectaculares (conocidos y festejadosen todo el país) que los convirtieron en hombresricos de la noche a la mañana, pero no parece quesu intervención fuera tan intensa como para di-suadir a los berberiscos de seguir atacando el lito-ral de Almería.

Por desgracia el siglo XVII es el gran desconoci-do de nuestra historia moderna. Mientras la repo-blación fue un asunto oficial generó una enormemasa de documentos (gracias a ella conocemoscon gran detalle todo el proceso de colonización).A partir de 1595 la información se vuelve muchomás escasa y dispersa. Pero los datos de que dis-ponemos nos permiten suponer que fue en elsiglo XVII cuando -gracias a la tenacidad y al corajede los primeros colonos, que habían resistido to-das las agresiones y superado todas las adversi-dades- los factores de atracción comenzaron apesar más que los de repulsión. Y el principal fac-tor de atracción era la tierra . Hacia el año 1600 el90% del territorio almeriense, más de 700.000hectáreas, no estaba cultivado. Bosques, matorra-les y grandes espacios de vegetación sabanoide,cuyos únicos habitantes eran los lobos, los cier-vos y los rebaños trashumantes, esperaban la lle-gada del arado (GARCÍA LATORRE, 1998: 275-300). Sobre esta gran fuente de energía el hom-bre se multiplicará rápidamente

En apenas 150 años, entre 1600 y 1750, lapoblación pasa de 20.000 a 125.000 habitantes yla provincia conoce las mayores tasas de creci-miento demográfico de toda su historia desde quetenemos datos. En las condiciones de una demo-grafía antigua el simple crecimiento natural de lapoblación, por intenso que fuese, no puede expli-car un fenómeno de tal magnitud.

La única explicación razonable es la llegada denuevos colonos atraídos por las oportunidades queofrecía un territorio semivacío, pero ya no tan in-seguro, y con una estructura social algo menosjerarquizada y opresiva que en sus lugares de pro-cedencia. Los registros de bautismos del siglo XVIIque han sido estudiados hasta ahora avalan la hi-

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37 pótesis de que esta corriente migratoria se habría

desarrollado a lo largo del siglo XVII y en las prime-ras décadas del XVIII (GARCÍA LATORRE, 1995: 57-88). La inmigración podría haber ido acompaña-da, por supuesto, de un fuerte crecimiento naturalde la población, ya que éste suele caracterizar atodos los procesos de conquista de nuevas tie-rras. Es lo que el demográfo Livi Bacci llama �elefecto del fundador� (1999: 34), que se traduciríaen la constitución de familias numerosas. El fenó-meno es tanto más llamativo por cuanto se iniciaen un siglo de aguda crisis económica y demográ-fica en el conjunto de España.

Por lo que sabemos, las formas de explotaciónde los recursos que posibilitaron este sorprenden-te despegue demográfico son las que cabía espe-rar en una situación de baja densidad demográfica(GARCÍA LATORRE, 2000: 675-704): agriculturade secano muy extensiva, con largas rotaciones,y ganadería igualmente extensiva en la que el ga-nado vacuno desempeñaba un papel muy impor-tante. Entre 1570 y 1750 la superficie cultivadaen la provincia de Almería se incrementa en un200%, pasando de 50.000 a 150.000 hectáreas(GARCÍA LATORRE, 1998: 275-300). Es probableque el medio natural, bastante distinto del queconocemos hoy, se viera negativamente afectadopor estas formas de explotación. La mayor partede los grandes mamíferos salvajes que habían ha-bitado el territorio durante siglos (osos, ciervos,corzos y las misteriosas encebras) desaparecie-ron de casi todas las comarcas y los bosques ini-ciaron un lento retroceso (GARCÍA LATORRE , 1993;GARCÍA LATORRE, J.; SÁNCHEZ PICÓN, A.; GARCÍALATORRE, J., 2001).

Ahora bien, el punto de partida había sido tanbajo que a mediados del siglo XVIII Almería conti-nuaba siendo un territorio débilmente poblado conuna gran cantidad de recursos naturales por ex-plotar. Es entonces cuando se plantea, como unacuestión de estado, la necesidad de fortificar lacosta del Cabo de Gata para acabar definitivamen-te con la piratería berberisca.

Los informes de los ingenieros militares quetrabajaron en la construcción de las nuevasfortificaciones son muy ilustrativos sobre la situa-ción de inseguridad que aún vivía el litoralalmeriense. Es posible incluso que los ataques delos corsarios se hubieran recrudecido durante lasprimeras décadas del siglo como consecuencia de

la toma de Orán por los argelinos en 1708 (Oránera una de las más antiguas plazas fuertes espa-ñolas en el Norte de Africa). Los españoles no re-conquistan aquella ciudad hasta 1732 y mientrastanto la corta distancia que la separaba de las cos-tas almerienses y la escasa protección con queéstas contaban habrían actuado como incentivospara multiplicar las incursiones. En 1729, en unaudaz golpe de mano, los piratas capturaron a todala guarnición que defendía la playa del Sollarete.En 1733, cuando comienzan las obras del castillode San José, la costa está infestada de piratas ylos secuestros, los combates en la playa y las es-caramuzas son una realidad cotidiana. FelipeCrame, el ingeniero que proyectó y dirigió, entreotras, las obras del citado castillo, dejó abundantetestimonio de ello en los documentos que envia-ba a Madrid.

La noche del dos de enero de 1734, escribeCrame, �una saetía de moros armada con catorcecañones� acorrala en la playa de los genoveses auna embarcación valenciana, �la que defendieronlos trabajadores [se refiere a los que construían elcastillo, que desde el principio estaban armados]con el fuego de su fusilería y el de un pequeñocañón que llevaba y pusieron en tierra, obligandoa los infieles a retirarse y a abandonar su empresa;y que habiéndose esparcido en este pueblo la vozde que pasan de treinta las embarcaciones y na-víos que los argelinos han armado de diferenteporte para cruzar en estos mares, he aumentadoel número de trabajadores hasta 160, así para ha-llarme en estado de oponerme a cualesquieraempresas que intentasen los bárbaros contra di-chas obras, como para adelantar éstas todo loposible mientras dure el buen tiempo y ponerlaspara la próxima primavera en estado de defensa�.(GIL ALBARRACÍN, 1994: 18).

Apenas tres meses más tarde parte precipitada-mente de Almería con refuerzos para sus trabaja-dores �por hallarse amenazados de tres fragatas demoros�. El asalto habría terminado en tragedia, dadala superioridad de los atacantes, si no los hubiesepuesto en fuga un barco español �que se hallabaancorado en Cala Figuera esperando el buen tiem-po para seguir su navegación a Levante, el cual tuvoel acierto de descomponer del primer cañonazo quedisparó la fragata más grande de los infieles, rom-piéndole la entena y jarcia del trinquete que cayó almar� (GIL ALBARRACÍN, 1994: 18).

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Los informes de los ingenieros insisten en lasconsecuencias económicas de esta situación.Aquella costa �al presente inculta y capaz en de-lante de producir granos, frutos, vinos y pastos degrandísima utilidad� poseía una gran cantidad detierra, de recursos pesqueros e incluso energéti-cos que no se explotaban suficientemente porculpa de la piratería. El comercio también se re-sentía de la inseguridad. Felipe Crame mencionafrecuentemente las posibilidades de un territorioen el que, una vez alejado el peligro, podrían culti-varse �viñas, huertas, abrir norias, tierras de labory colmenares y establecer... almadraba para losatunes y fabricar carbón� (GIL ALBARRACIN, 1994:19).

La construcción de las nuevas fortificaciones alo largo del siglo XVIII y el final de la pirateríaberberisca hicieron que Almería, después de másde 200 años, dejara de ser �frontera de moros�.

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