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EMBAJADAS EL SIGLO X (941-950) FRANCISCO SUÁREZ SALGUERO

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EMBAJADAS EL SIGLO X (941-950)

FRANCISCO SUÁREZ SALGUERO

~ 1 ~

Este libro lo ha escrito el Dr. D. Francisco Suárez Salguero, presbítero de la

Archidiócesis de Sevilla, el cual, con su elaboración propia y esmerada, lo pres-

enta teniendo en cuenta que por algunos de los textos que aquí se ofrecen, no

siendo muchos, cabría también considerarse como a modo de editor.

Agradeciendo a cuantas personas documentan al respecto por diversas fuentes

bibliográficas o informáticas.

Por todo ello y para no causar ningún perjuicio, ni propio ni ajeno, queda pro-

hibida la reproducción total o parcial de este libro, así como su tratamiento o

transmisión informática, no debiendo utilizarse ni manipularse su contenido por

ningún registro o medio que no sea legal, ni se reproduzcan indebidamente di-

chos contenidos, ni por fotografía, ni por fotocopia, etc.

~ 2 ~

~ 3 ~

A MODO DE PRÓLOGO

EL JUDÍO HASDAY

Hasday ibn Shaprut, que aparece en ocasiones con el gentilicio Al-Yayaní (de Yay-

yan, nombre árabe de Jaén)1 y cuyo nombre completo era Hasday Abu Yusuf ben Yit-

zhak ben Ezra ibn Shaprut fue un célebre médico y diplomático judío de Al-Ándalus.2

Según el historiador Heinrich Graetz, Hasday fue desde la Edad Media el principal im-

pulsor de la conocida Edad de Oro de la cultura judía sefardí.

Su padre, Ishaq (Isaac) ben Ezrá ibn Shaprut, también natural de Jaén, fue un hombre

rico y piadoso, que incluso ejerció el mecenazgo con artistas judíos de su comunidad lo-

cal y fundó una sinagoga en aquella ciudad. Aunque Hasday empezó sus estudios en

Jaén, pronto fue enviado a Córdoba para completarlos y ampliarlos, en vistas sobre todo

a las actividades comerciales y financieras de su padre.

Siendo bastante joven dominó ya plenamente hebreo, árabe y latín, además de saber

usar a la perfección las nuevas lenguas romances emergentes, entre ellas el castellano.

Estudió también medicina, adquiriendo fama de haber descubierto un remedio o pana-

cea conocida como “Al-Faruk”, una especie de antídoto o fórmulas de antídoto contra

los venenos. Fue el médico oficial del califa Abderramán III y de su familia. Gracias a

1 Nació en Jaén (año 910) y murió en Córdoba (año 975). Cf. Manuel Carriedo Tejedo (2008): “Un sol

esplendoroso en León: el judío Hasday de Córdoba (941-956)”, en Estudios Humanísticos. Historia,

León, 7, 21-60.

2 Como Nasi de Al-Ándalus, es la primera personalidad hispanojudía cuya vida y obra se conoce con

cierto detalle. Nasi es un término hebreo (bíblico) que significa, "príncipe". En hebreo moderno, Nasi

equivale a "presidente", y no se utiliza ya en su sentido antiguo, quedando para "príncipe" la palabra

Nasich.

El Nasi era el miembro con mayor rango en la cultura judía en cuanto presidente del Sanedrín, también

cuando éste se reunía como tribunal penal. El cargo de Nasi fue creado en el año 191 a. de C., cuando el

Sanedrín perdió la confianza en la capacidad directiva de los Sumos Sacerdotes. Los romanos recono-

cieron al Nasi como "Patriarca de los Judíos", y exigieron que todos los judíos pagaran un impuesto para

el mantenimiento del cargo, que fue clasificado dentro de la jerarquía oficial romana en un puesto rele-

vante.

Según la Halajá (la recopilación de las principales leyes judías), el Nasi era el encargado de realizar al-

gunos anuncios de importancia, como el de proclamar en años bisiestos el decimotercer mes (Adar Bet),

hasta que Hillel II (320-385), publicó unas reglas para el cálculo del calendario judío.

El rabino Yehudá Hanasí (de finales del siglo II), descendiente de David, fue uno de los más conocidos

por haber redactado la Mishná. Siendo descendiente de David (también, por tanto, del linaje de Jesu-

cristo), recibió el título de Príncipe.

Gamaliel VI fue el último Nasi, siendo ejecutado en el año 425 por orden de Teodosio II, por autorizar

la construcción de nuevas sinagogas en contra de las leyes dictadas por Honorio en Occidente y por él

mismo en Oriente. Teodosio II suprimió el cargo de Nasi. Sin embargo, el impuesto siguió cobrándose y

se ingresaba en el tesoro imperial.

El rabino Adin Steinsaltz (año 2012) es el actual Nasi, que intenta de restablecer en el judaísmo tanto un

Tribunal Superior de Justicia como tribunales menores.

~ 4 ~

sus cualidades llegó a ser uno de sus principales consejeros, y en todos sus cargos con-

tinuó durante el califato de Alhakén II. Aunque nunca llegó a recibir el título oficial de

visir, ejerció funciones similares a las de un ministro de asuntos exteriores actual y

supervisaba las aduanas en el puerto y entradas de Córdoba. Fue bien considerado en su

cargo hebreo de Nasi como máximo responsable de las comunidades judías de Al-Án-

dalus. Estableció alianzas entre el califato de Córdoba y otras potencias o territorios de

importancia. Fue el gran encargado de recibir embajadas, como la que en el año 949

envió a Córdoba el emperador bizantino Constantino VII, que trajo como regalos al ca-

lifa, entre otros, un magnífico Códice de Dioscórides, muy valorado por los médicos y

naturalistas árabes. Con la ayuda de un culto monje bizantino llamado Nicolás, Hasday

tradujo la obra al árabe.

Prestó importantes servicios al califa tratando con la embajada que, encabezada por

Juan, abad de Gorze, fue enviada a Córdoba por Otón I en el año 956. El califa, sa-

biendo que la carta del mandatario germánico contenía palabras ofensivas para el Islam,

encargó a Hasday que negociase con los enviados. Hasday pronto comprendió que la

carta de Otón no podía entregarse al califa sin antes expurgarla de todo aquello que pu-

diera resultar ofensivo a la fe musulmana. El embajador Juan de Gorze afirmó que

“nunca visto un hombre de intelecto tan sutil como el judío Hasday”.

Obtuvo también un brillante triunfo diplomático cuando surgieron dificultades entre

los reinos de León y Navarra. Sancho I de León (956-966) había sido depuesto por los

partidarios de Ordoño IV (958-960). Gracias a las gestiones de Hasday, la abuela de

Sancho, la ambiciosa y muy capaz reina Tota (o Toda) de Navarra, pidió ayuda a Ab-

derramán III para volver a instalar en el trono a su nieto. Éste, entretanto, fue curado en

Córdoba por el médico judío de su obesidad. Existe la hipótesis de que para la cura de

Sancho de León, Hasday le hizo recorrer el camino de Pamplona a Córdoba a pie. Final-

mente las tropas coaligadas de musulmanes y navarros vencieron a Ordoño IV y repu-

sieron a Sancho en el trono. A cambio, el rey de León entregó al califa diez castillos en

la zona del Duero. Hasday mantuvo su influencia en la Corte de Alhakén II, hijo sucesor

de Abderramán III.

También intervino Hasday ante la emperatriz bizantina Elena Lecapena, hija del em-

perador Romano I Lecapeno, defendiendo a una comunidad judía del sur de Italia que el

emperador quería obligar a convertirse al cristianismo. Desde el siglo XI circuló en las

comunidades judías de Al-Ándalus una carta en hebreo escrita por él y dirigida al rey de

los Jázaros, pueblo establecido al norte del mar Negro que había abrazado el judaísmo

como religión oficial. En la carta, Hasday pedía información acerca del país de los já-

zaros, e informaba a su vez sobre la situación de los judíos en Occidente. Algunos au-

tores, como Baer, dudan sin embargo de que dicha carta, que fue publicada en el siglo

XVI, sea realmente obra de Hasday ibn Shaprut.

Hasday mantuvo relación con varias de las destacadas escuelas rabínicas de todo

Oriente. Fomentó los estudios rabínicos, nombrando a Moses ben Hanoch director de

una escuela en Córdoba, consiguiendo que el pensamiento judío de Occidente se inde-

pendizase de la influencia babilónica y llegara a convertirse en el epicentro del saber

judío a nivel internacional. Su figura marca el principio de la floreciente cultura judía

andalusí. Estimuló el estudio de la literatura hebrea, y apoyó a intelectuales como Me-

~ 5 ~

nahem ben Saruq de Tortosa, que fue protegido de su padre,3 y Dunash ben Labrat.

4

Ambos dedicaron poemas a su protector.

Para terminar, cabe señalar que la figura de Hasday inspiró la novela de Yael Guiladi5

Los Cipreses de Córdoba.

3 Poeta hebreo. No se sabe nada sobre su educación ni de su formación literaria, posiblemente fuera auto-

didacta. En el año 959 aparece en Córdoba, al servicio de la familia ben Shaprut. Su primer protector, se-

guramente desde Jaén, será el padre de Hasday, siendo el secretario y poeta de la familia. Acabó también

destacando en la diplomacia cordobesa. Escribió un Diccionario de raíces hebreas. Su vida estuvo luego

llena de vicisitudes e infortunios.

4 Destacó sobre todo en el cultivo del piyyut (composición de carácter cultual o litúrgico), aunque fue

también autor de obras de poesía secular. Discípulos del gaón (sabio) Seadya, fue rabino durante el ca-

lifato en Córdoba.

Dunash fue un destacado poeta en lengua hebrea, el primero en adaptar la métrica árabe a la poesía en

hebreo. La poesía árabe tradicional estaba basada en la cantidad vocálica (distinción entre vocales cortas

y largas), que no existía en hebreo. Dunash sustituyó este rasgo por el timbre de las vocales, estableciendo

las bases de una nueva métrica hebrea, que alcanzaría gran difusión en la poesía hebrea medieval. In-

trodujo también en la lírica hebrea la estructura de la casida árabe (que se utilizaba mucho como pane-

gírico).

Sus innovaciones fueron en su época objeto de numerosas críticas, ya que afectaban a los piyyutim (sin-

gular piyyut), un género poético de carácter litúrgico, como hemos señalado, cuya tradición estaba muy

arraigada. Fue criticado sobre todo por los discípulos de Menahem ben Saruq, quienes le acusaban de

corromper la lengua hebrea con sus innovaciones procedentes del árabe.

Algunos de sus poemas han sido incorporados a la liturgia judía, como las canciones Dror Yikra y Dvai

Hasair. Salomón ibn Gabirol (1021-1058) se refirió a él como el más importante poeta de su tiempo.

Como gramático, su obra más importante son las Tesubot (Respuestas), libro en el que critica dura-

mente la principal obra de Menahem ben Saruq; el libro Majbéret (Cuaderno), por razones tanto filo-

lógicas como religiosas (Dunash defendía la ortodoxia frente a ben Saruq, cuya obra estaba influida por la

corriente judía del caraísmo, una especie de protestantismo temprano entre el judaísmo en relación a la

Tenaj). Dunash dedicó su Tesubot al príncipe (nasi) de los judíos de España y principal protector suyo,

Hasday, en un poema laudatorio que es el primer ejemplo de su adaptación al hebreo de la métrica árabe.

En las Tesubot, Dunash introdujo por primera vez en la gramática hebrea nociones como la distinción

entre verbos transitivos e intransitivos, o entre raíces fuertes y débiles, además de ser el primero en hacer

una lista de verbos según sus raíces de tres letras. Acusa a Saruq de ser incapaz de percibir la estrecha re-

lación entre las lenguas hebrea y árabe.

5 Escritora y periodista neozelandesa que reside en Israel, gran estudiosa de la cultura hebrea que se hizo

célebre por varias novelas históricas en las que demuestra sus extensos conocimientos sobre el tema.

~ 6 ~

~ 7 ~

Año 941

~ 8 ~

SANTIAGO DE

COMPOSTELA

Abderramán III, desde Córdoba, envió una embajada a León para pactar con Ramiro

II el recate de los prisioneros musulmanes que los cristianos había capturado en Siman-

cas (año 939) y para firmar un tratado de paz. El prisionero o rehén más importante a

rescatar era Mohamed ibn Hasim, emir de Zaragoza. Los embajadores fueron el secre-

tario del califa, el judío Hasday, el arzobispo metropolitano de Sevilla Abbas ibn al-

Mundir, el obispo Abd al-Malik ibn Hassan de Elvira6 y el obispo Yacub ibn Mahran de

Urci.7 La embajada fue atendida por Ramiro II en Galicia (nombrada Yilliqia por los

musulmanes),8 concretamente en Santiago de Compostela. Aquí fue donde se firmaron

los acuerdos y se estableció un período de paz, el día 26 de agosto.

6 Granada.

7 Residente en Pechina (Almería), probablemente la ciudad en la que estuvo situada la muy antigua lla-

mada Urci.

8 En realidad, los musulmanes llamaban gallegos a todos los cristianos del norte.

~ 9 ~

CÓRDOBA

Desde Cataluña llegaron embajadores a Córdoba con la finalidad de ratificar o forta-

lecer las negociaciones de paz que se habían firmado un año antes. La embajada fue en-

cabezada por Sendred de Cervelló, primo del conde Sunyer I.

De otra parte, los habitantes de Tortosa9 obtuvieron en Córdoba una reducción tribu-

taria, ya que alegaron por su parte ante el califa que sus vecinos los condados catalanes,

que se habían apoderado de Tarragona y de varios enclaves fortificados del entorno, les

perjudican mucho.10

Abderramán III se ocupó también en este año (el 3 de marzo) de inaugurar el canal

que va desde la sierra de Córdoba hasta el Almunia de la Noria, su residencia de recreo

favorita, al oeste de la ciudad.11

Al mismo tiempo se construyó la mezquita aljama de

Medina Al-Zahra, habiéndose empleado en menos de dos meses y de forma permanente,

sin interrupción, unos mil artesanos.12

En el ámbito cultura podemos destacar también en este año la llegada a Córdoba, pro-

cedente de Bagdad, del filólogo, lexicógrafo y gramático armenio Abu Alí al-Qali, céle-

bre por sus obras Libro de los Dictados y Libro de rarezas. Esto es indicativo de un pre-

tendido refinamiento orientalizante de Al-Ándalus, ahora tendiendo más a la cultura que

a la guerra.13

9 Cerca de la desembocadura del Ebro en el Mediterráneo.

10

El bereber Al-Mundir ibn Said al-Balluti (luego cadí de Córdoba) es encargado de la supervisión de las

fronteras.

11

Hay que tener en cuenta que este año fue de una tremenda sequía y se hicieron rogativas en las mez-

quitas para que lloviera.

12

No obstante, según una lápida encontrada no hace mucho, se lee la fecha del año 333 de la Hégira, lo

que podemos interpretar como equivalente al año 944 ó 945 de nuestro calendario cristiano.

13

Podemos destacar también en este año que fue el de la muerte del poeta persa Abdullah Jafar ibn Mo-

hamed Rudaki, más conocido sin más como Rudaki. Tenía 90 años de edad. Fue el primer genio literario

de la lengua persa, todo un clásico, a partir de la Edad Media, habiendo compuesto célebres poemas ará-

bigos.

Nació en Rudak, un pueblo de Transoxiana, en lo que actualmente se conoce como Pankakent en Tayi-

kistán. La mayoría de sus biógrafos informan que era totalmente ciego, pero el acertado conocimiento de

los colores que muestra en su poesía hace dudar sobre esta cuestión. Fue el poeta de la corte de Nasr II

(914-943) en Bujará, pero se cree que perdió luego sus favores y terminó sus días en la pobreza.

Rudaki escribió en todos los estilos poéticos, aunque su temática preferida era la bucólica: en su obra

prevalece la alegría y el optimismo. Se considera que Kalila wa Dimna, de la que se conservan sólo frag-

mentos, es su obra más destacada:

Vive felizmente con las de ojos negros

que el mundo no es nada más que viento y fábula.

~ 10 ~

CONSTANTINOPLA

Constantinopla estuvo sitiada por Ígor de Kiev.14

La guerra la iniciaron los jázaros,15

deseos de vengarse de los bizantinos, porque Romano I Lecapeno emprendió mucha

persecución contra los judíos.

A raíz de todo esto sucedió que los rus o rusos y sus aliados los pechenegos16

desembarcaron en la costa norte de Asia Menor y se hicieron con Bitinia (mayo del año

Alégrate de lo que has conseguido

y no recuerdes el pasado.

Para mí aquel rizado y perfumado cabello,

para mí aquella cara de luna que es de raza de ángeles.

Afortunado es el que utiliza y obsequia,

desafortunado el que no utiliza y no ofrenda.

Este mundo de anhelo es como el viento y la nube,

acerca el vino, ¡pase lo que pase!

14

Monarca de la piratería varega (vikinga) de la Rus de Kiev (912-945), hijo de Rúrik. Ígor sitió Cons-

tantinopla en dos ocasiones (941 y 944) y, como su escuadra fuera destruida por el fuego griego, firmó un

tratado con el emperador (Constantino VII, siendo co-emperador su suegro Romano I Lecapeno). Pode-

mos recordar o tener en cuenta que los rusos saquearon a los árabes en el mar Caspio en los años 913 y

944. Igor reinó en verdad durante tres años, hasta su muerte (941-945). Ígor murió haciendo una colecta

de tributos de los dreulianos (junto al ucraniano río Irpín), tras lo cual se vengó de él su esposa Olga

(Santa Olga). Las crónicas asocian su muerte a sus excesivas ganancias, indicando que intentaba reco-

lectar tributos por segunda vez en el mismo mes. Como resultado de esto, Olga modificó el sistema de

obtención de tributos (poliudie).

Santa Olga, de origen varego, murió en Kiev el 11 de julio del año 969. Se tiene el año 903 como el de

su matrimonio con Ígor de Kiev. Tras la muerte de éste, fue regente rusa de su hijo Sviatoslav I de Kiev.

Fue la primera soberana de los rusos convertida al cristianismo (ortodoxo), entre los años 945-957. Las

ceremonias para su recepción formal en Constantinopla aparecen minuciosamente descritas por el em-

perador Constantino VII en su obra De ceremoniis. Tras su bautismo, tomó el nombre cristiano de Ye-

lena, en honor de la emperatriz reinante Elena Lecapena.

Olga fue la primera rusa proclamada Santa, habiéndose propuesto la evangelización de sus territorios.

Sin embargo, no logró la conversión de su hijo Sviatoslav I. El cristianismo como religión de Rusia em-

pezó por obra de su nieto San Vladimiro I de Kiev.

15

Pueblo búlgaro procedente del Asia central, llamados así por el significado de errantes en lengua turca.

En el siglo VII dominaron gran parte del Cáucaso, a orillas del mar Caspio, donde con el paso del tiempo

el judaísmo fue religión oficial. En su momento de máximo esplendor, los jázaros y sus tributarios con-

trolaron buena parte de lo que hoy es el sur de Rusia, Kazajistán occidental y Ucrania oriental, además de

Crimea, entre otros territorios.

Los jázaros fueron importantes aliados del Imperio Bizantino contra el Imperio Sasánida y fueron una

significativa potencia regional en su momento de máximo esplendor. Emprendieron una serie de guerras,

todas victoriosas, contra los califatos árabes, evitando así posiblemente la invasión de los mismos hacia la

Europa Oriental. A finales del siglo X, su poder declinará frente al Rus de Kiev, desapareciendo miste-

riosamente de la historia.

~ 11 ~

941). Como era habitual, parece ser que habían sido bien informados de que la capital

imperial estaba desguarnecida y era vulnerable a los ataques, porque la flota bizantina

luchaba contra los árabes en el Mediterráneo y la mayor parte del ejército imperial se

habían estacionado a lo largo de las fronteras orientales.

Siendo sitiada Constantinopla, Lecapeno organizó la defensa de la ciudad mediante

quince buques equipados con fuego griego. Ígor deseaba capturar los barcos y sus tri-

pulaciones, pero desconocían los lanzallamas, y su flota fue rodeada. Luego, en un ins-

tante, el fuego griego fue arrojado a través de tubos a los rusos y sus aliados.17

Así pues, los bizantinos lograron dispersar la flota rusa, pero no pudieron impedir que

los paganos saquearan las afueras de Constantinopla, tras lo cual se aventuraron al sur,

por Nicomedia, causando mucho pavor y destrozos.18

En septiembre, Juan Tzimisces y Bardas Focas, dos de los mejores generales bizanti-

nos, regresaron rápidamente a la capital, ansiosos por repeler a los invasores. Los ru-

sos, con su flota, trasladaron rápidamente sus operaciones a Tracia. Cuando estuvieron a

punto de retirarse, cargados de trofeos, la armada bizantina mandada por Teófanes cayó

sobre ellos y los derrotó.19

16

Pueblo seminómada proveniente de las estepas del centro de Asia, de habla túrquica, que invadieron la

Europa oriental y central por Bulgaria, Hungría y Ucrania (siglo IX).

17

El obispo y cronista Liutprando de Cremona escribiría que "los rus, viendo las llamas, saltaron por la

borda, prefiriendo el agua al fuego. Algunos se hundieron, abrumados por el peso de sus corazas y cas-

cos, otros se quemaron". Los prisioneros fueron decapitados.

18

Los cronistas relataron muchas atrocidades. Contaron que los rusos crucificaron a sus víctimas cla-

vando los clavos en la cabeza de los que apresaron.

19

Parece ser, según las fuentes, que los rusos perdieron la totalidad de su flota en aquel ataque sorpresa,

regresando a Crimea muy pocos y maltrechos barcos. Los prisioneros fueron llevados a Constantinopla,

donde fueron decapitados. Según los jázaros, Ígor logró escapar y murió después luchando contra los

árabes junto al mar Caspio.

Todos esos informes puede que sean exagerados, ya que Ígor atacó de nuevo a Constantinopla en el año

945, cuando hizo un tratado con el Imperio Bizantino.

~ 12 ~

~ 13 ~

Año 942

~ 14 ~

CELANOVA: MONASTERIO

DE SAN SALVADOR

El muy notable y conocido obispo Rosendo20

de Mondoñedo renunció a su sede para

trasladarse al monasterio de San Salvador de Celanova,21

que él mismo había fundado

en 936.

20

San Rosendo, de quien trataremos biográficamente de manera más completa en el momento de su

muerte, en el año 977.

21

En la provincia de Orense. Tras la desamortización de Mendizábal (siglo XIX) es ayuntamiento e insti-

tuto de la localidad. La magnífica obra que hoy se contempla es el resultado de la evolución arquitectó-

nica de una construcción que se inició en los tiempos del fundador con un conjunto de pequeñas edifi-

caciones levantadas en las inmediaciones de una antigua capilla.

Pervive de esos tiempos la capilla de San Miguel, destacado ejemplo de la arquitectura mozárabe, si-

tuada actualmente tras el ábside del templo monacal, en lo que se denominó la “huerta del noviciado”.

Finalizada en el año 942, es la joya del conjunto y uno de los edificios religiosos más singulares de

España (Monumento Nacional desde 1923). Levantada con perfectos sillares de granito de medidas muy

diversas y asentados a hueso, mide 8,5 metros de largo por 6 de alto, ocupando en planta no más de 22

metros cuadrados. Tanto desde el exterior como interiormente, se distinguen tres volúmenes o cuerpos

identificativos de la denominada arquitectura mozárabe o de repoblación. El primero de ellos es la nave,

desde la que se accede al interior, y que está cubierta con bóveda de cañón. Un cuerpo central, de mayor

altura que los demás, se superpone en el centro con bóveda interior de aristas de ladrillo, y hay un vola-

dizo al exterior muy salido y dotado de las características ménsulas de rollos. El tercer cuerpo es el áb-

side, al que se accede por un arco de herradura con alfiz. En su interior presenta una bóveda gallonada. La

serena belleza de San Miguel es ya un buen regalo para quien visite Celanova. Sus pequeñas dimensiones

llevan a hacer dudosa cualquiera teoría que se realice sobre su función original. Ya fuera capilla para la

devoción privada, ya edificio funerario, lo cierto es que está dedicada a San Miguel Arcángel y fue

mandada construir por Froila, hermano de San Rosendo, tal como revela una inscripción de la época

grabada sobre el dintel de la puerta y que constituye una plegaria a Cristo, de “Froila, pecador e indigno

siervo de Dios”, para que el visitante lo encomiende en sus oraciones.

~ 15 ~

MONASTERIO DE SAN

JUAN DE LAS ABADESAS

En noviembre murió en el monasterio benedictino de San Juan de las Abadesas22

su

célebre abadesa Emma, a los 62 años de edad. Como sabemos, fue hija de los condes de

Barcelona Wifredo el Velloso y de Guinidilda de Ampurias.

En el año 885, Wifredo fundó el monasterio de San Juan de las Abadesas con el fin de

propulsar la repoblación de las comarcas centrales de Cataluña. Emma fue nombrada

abadesa. Mientras era una niña, toda su actuación fue dirigida por sus padres y por una

comunidad de canónigos. Cuando murió Wifredo (año 897) fue ella quien dirigió ya

plenamente el cenobio.23

Emma activó la repoblación del valle de San Juan, pero su acción se desplegó también

hacia las tierras del Vallés y del Berguedá. Envió personal excedente del ya saturado

valle de San Juan y gente que bajaba de las comarcas del alto Pirineo. Emma fue adqui-

riendo pequeñas o grandes propiedades con las que el monasterio llegó a tener un terri-

torio equivalente al de un condado. Su soberanía era también parecida a la de un conde.

Por concesión de su padre, sus dominios estaban exentos de toda interferencia de los

condes vecinos a los que ella supo oponerse y hacer valer su autoridad.

Siempre se mostró espiritual y piadosa. Su acción no se limitó a realizar trasvases de

población. Con la construcción de iglesias, ponía en los nuevos pueblos una presencia

espiritual y establecía elementos de cohesión. Mediante sínodo consiguió reafirmar sus

derechos sobre las parroquias situadas dentro de sus dominios. En el monasterio de San

Juan, estableció un scriptorium en el que se confeccionaban los libros litúrgicos con los

que proveía a las nuevas fundaciones. Detrás de la amplia actuación económica y po-

lítica de Emma siempre hubo un espíritu cultivado y ferviente.

Ahora que ha muerto, mediante la intervención de su hermano el conde Sunyer I en el

monasterio le sucede una abadesa que no parece que vaya a destacar demasiado.24

22

En la comarca del Ripollés (Gerona).

23

El primer documento escrito que acredita este dato es del año 898. Identificada con su cargo y dotada

de una visión y energía excepcionales, Emma cumplió muy eficientemente la misión que tenía como aba-

desa del monasterio.

24

Fue una desconocida e inepta abadesa (942-949).

~ 16 ~

BALTARGA

Miles de guerreros magiares (húngaros) fueron enviados por el monarca italiano Hugo

de Arlés contra los musulmanes de la Península Ibérica cruzando para ello los condados

catalanes, saqueando a su paso cuanto pudieron y les vino en gana, lanzando ataques in-

discriminados por doquier. Fue una desastrosa y desordenada campaña, sin resultado

positivo alguno. Lérida fue atacada por sorpresa, en el mes de julio. En Barbastro hi-

cieron prisionero al gobernador Yahya ibn Mohamed al-Tawil. Pero los magiares fueron

derrotados finalmente en Baltarga, en una batalla en la que murió Ermengol, el primo-

génito del conde Sunyer I de Barcelona.25

Hicieron frente a los magiares los musul-

manes catalanes y francos unidos. Pero toda esta contienda pasará a la historia como de

mucha confusión y de muy revueltas circunstancias entre bandos y condados, todo co-

mo muy internacionalizado a la vez que localizado, todo muy de irrupción de barbarie.

25

Tras la muerte de Ermengol, el condado de Osona se reintegra a las posesiones de Sunyer I.

~ 17 ~

CÓRDOBA

Este año 942 fue el del traslado de la Corte califal cordobesa a Medina Al-Zahra, ha-

biéndose concluido también la calzada que une el lugar con la Almunia de la Noria.

Córdoba está cada vez más rutilante y próspera, movida y comercial. Se está dando,

entre otros hechos a destacar, un intenso comercio entre la capital andalusí y mercaderes

que vienen desde Cerdeña y Amalfi.

En el Palacio, Abderramán III construyó un salón conocido como Al-

cázar de los Califas, cuyo techo era de oro y grueso mármol, lo mismo

que las paredes. En medio del techo colocó la gran lámpara que le había

regalado el rey de Constantinopla. El Palacio estaba revocado en oro y

plata y en medio había una alberca llena de azogue. El salón tenía ocho

puertas que estaban enjambradas en arcos de marfil y ébano con in-

crustaciones de oro y piedras preciosas, sobre columnas de mármol de

color y cristal. Cuando el sol penetraba en el salón y sus rayos alcan-

zaban la alberca y las paredes, todo brillaba con una luz que deslum-

braba la vista. Cuando el califa quería asombrar a alguien ordenaba que

se agitase el azogue y aparecían en el salón como relámpagos de luz que

estremecían los corazones, hasta el punto de que el salón parecía volar...

(Al-Maqqari: Naf al-Tib).

~ 18 ~

ROMA

Murió en Roma el Papa Esteban VIII,26

en el tercer año de su casi nada destacable

pontificado, y le sucede Marino II.27

El Papa Esteban VIII

26

Ayudó a Luis IV de Ultramar contra la insurrección de los súbditos francos. Trató de inculcar el pro-

ceder evangélico a los poderosos de su tiempo, oponiéndose como pudo a la tiranía de Alberico II.

27

Fue elegido Papa, al igual que su predecesor el recién fallecido Esteban VIII, por disposición de Al-

berico II, quien a fin de cuentas se está portando de manera semejante a su madre Marozia, teniendo para

sí Papas sometidos a su control. De este pontificado no habrá que destacar más que algunas cartas que

escriba el Papa a ciertos abades y a ciertos obispos, aunque no falta quien resalta de él que dio ejemplo de

perfección en su vida, capeando una etapa de la historia tan turbulenta en la Santa Sede, impulsando el

saber y las artes y promoviendo la reforma monacal y eclesiástica lo mejor que pudo.

~ 19 ~

CLUNY

En Cluny, el 19 de noviembre, murió su abad Odón.28

Tenía 64 años de edad, ha-

biendo sido el tercer abad de Aurillac desde 920 y el segundo de Cluny desde 926, su-

cediendo a Bernón29

y prosiguiendo sus reformas monásticas, de tan gran repercusión

eclesiástica. La vocación religiosa, inculcada por sus padres, le vino a Odón desde su in-

fancia. Tuvo buena formación desde su misma familia, una familia feudal que le pro-

porcionó todo lo relativo a la cultura de su tiempo.

Benedictino desde el año 909 fue pronto superior y maestro de la escuela abacial de

Baume, de la que antes había sido maestro Bernón. A la biblioteca de Baume propor-

cionó Odón un centenar de libros.

Como abad de Aurillac sucedió al abad Jean, pariente del que fue fundador de la aba-

día, San Gerardo, de quien escribió una biografía a petición del obispo Turpin de Limo-

ges. Este obispo fue quien le ordenó como presbítero en el año 925. Odón recopiló to-

dos los documentos y testimonios de los que habían conocido a San Gerardo y estudió

cuidadosamente la fundación y los estatutos de la abadía que había servido de modelo

para Cluny. Con la Vida de San Gerardo de Aurillac, propone Odón el primer modelo

de caballero cristiano: señor o poderoso que pone su fuerza y sus riquezas al servicio de

la justicia y de la paz.30

Escogido en su testamento por Bernón para sucederle como segundo abad de Cluny,

tomó posesión de esta abadía tras su muerte. La abadía, todavía constituyéndose, tenía

entonces 12 monjes y no muchas propiedades.31

Desde 931, por privilegio del Papa Juan XI, Odón consigue que la abadía de Cluny

tenga la misma inmunidad que la de San Gerardo de Aurillac. Al depender directamente

de la Santa Sede, se le permite dirigir todos los demás monasterios aún no reformados

que se le quieran confiar.32

Odón actuó fundamentalmente en la reforma de monasterios en Aquitania, norte de

Francia, e Italia. Entre 936 y 942 visitó Italia en varias ocasiones, teniendo gran influen-

cia, como consejero de los Papas León VII y Esteban VIII. Fundó en Roma el monas-

28

San Odón de Cluny.

29

San Bernón de Cluny.

30

Se desconoce durante cuánto tiempo fue abad de Aurillac, donde tuvo como coadjutor a Arnulphe, que

fue quien le sucedió en el año 926.

31

Es muy probable que fuera Odón el autor de facto del acta fundacional de Cluny, expedido en Bourges,

porque Odón conocía a la perfección el Derecho Canónico de entonces y el acta tiene reconocible su

firma.

32

El mayor número de monasterios reformados, sin embargo, se mantuvo independiente y se convirtieron

en varios centros de reforma.

~ 20 ~

terio de Nuestra Señora en el Aventino y reformó varios conventos, entre ellos Subiaco

y Montecasino. En varias ocasiones tuvo que ocuparse de importantes misiones diplo-

máticas y políticas, por ejemplo para poner en paz a Hugo de Arlés y Alberico II de

Spoleto.

Así pues, puede decirse que Odón se convirtió en el gran reformador de Cluny, que

vino a ser el modelo de vida monástica, sirviendo de ejemplo a la piedad en la vida co-

tidiana de la Europa del momento, enriqueciendo las bibliotecas y hasta acuñando mo-

neda, pero todo ello promoviendo la santidad. Por eso atrajo a tantos y fue llamado a re-

formar monasterios, entre ellos los de San Pablo Extramuros en Roma o el de San

Agustín en Pavía.

Y de la misma manera que Bernón le escogió a él para sucederle, él escogió a Aimar

(o Aimaro) como sucesor en Cluny.

Odón fue el primero que reunió manuscritos en la biblioteca de Cluny llevando libros

provenientes de San Martín de Tours. Entre las obras escritas por Odón, tenemos:

Collationes (Conferencias, muy estimadas y valoradas durante la Edad Media): tres

libros de ensayos de moral sobre las virtudes y los males de su tiempo, apuntando a sus

remedios con meditación espiritual y teniendo como modelo lo escrito por Juan Casiano

(siglos IV-V).

Occupatio: un largo poema épico sobre la Redención.

De Vita Sancti Gerardi o sobre la vida de San Gerardo de Aurillac, presentado como

un guerrero caballero que lucha únicamente por la paz, rehúye derramar sangre, va a

Misa habitualmente y es un modelo de humildad, sobriedad y otras virtudes. La vida de

Gerardo (militar y de santidad) es una de las primeras descripciones de un santo escritas

en lenguaje accesible para el gran público en la literatura medieval.

Epítomes o resúmenes de otras obras religiosas.

Sermones: en los que insiste en la autoridad de la jerarquía eclesiástica y en la casti-

dad.

Translatio: una historia del traslado del cuerpo de San Martín de Tours en Borgoña.33

Tenemos también obras suyas musicales, como teórico de la música y compositor,

escribiendo acerca de las notas y de las escalas musicales. Su producción musical como

compositor incluye 12 antífonas corales en honor a San Martín de Tours.

33

Una ceremonia importante en esa época.

~ 21 ~

Odón de Cluny, miniatura del siglo XI.

~ 22 ~

San Gerardo de Aurillac

~ 23 ~

Año 943

~ 24 ~

SALDAÑA

En torno a Saldaña34

está el señorío jurisdiccional perteneciente a Diego Muñoz,35

el

cual se alió con Fernán González, conde de Castilla, para rebelarse contra el rey Ramiro

II, con la idea de hacerle reconocer el derecho de hacer herederos de Castilla a los des-

cendientes de ambos. Ambos señores feudales fueron llamados a presentarse ante el rey.

Como Fernán González se negó a comparecer, el rey lo depuso.36

34

Provincia de Palencia.

35

Primer conde de Saldaña.

36

Aunque lo rehabilitará en el año 947.

Del condado de Monzón (Palencia), por parte de su conde Ansur Fernández, del señorío feudal de los

Ansúrez, y de su esposa Gontruda, está documentada en este año una donación al monasterio de San Pe-

dro de Cardeña (Burgos). La creación del condado de Monzón por el rey Ramiro II, probablemente an-

terior a esta fecha, podría responder a limitar la expansión de los condados de Castilla y Saldaña, lo que

podría haber motivado la rebelión de sus titulares.

A pesar del grave distanciamiento entre Castilla y León, del el año 944 existen una carta y un contrato

de permuta, fechados en Burgos a 1 de enero y a 14 de marzo respectivamente, utilizándose la fórmula

oficial de “Ramiro, rey en Oviedo, y el conde Fernando [Fernán] en Castilla”.

~ 25 ~

CASTILLO

DE PEÑA FALCÓN

Sobre una loma estrecha y alargada se levanta el castillo de Peña Falcón, en manos

cristianas.37

Parece una nave flotando en tierra.38

37

Actualmente Peñafiel (Valladolid).

38

Del origen de esta fortaleza hablan los documentos históricos del siglo X a partir de este año 943,

siendo rey de León Ramiro II. Almanzor se adueñará de este castillo en 983, quedando en poder de los

moros hasta que en 1013 lo reconquiste el conde castellano Sancho García. Este conde fue el que le

cambió el nombre de Peña Falcón por el de Peñafiel, pues cuando lo reconquistó dijo: “Desde hoy en

adelante esta será la peña más fiel de Castilla”.

Las desavenencias matrimoniales entre Urraca de Castilla y Alfonso I el Batallador propiciaron que el

rey se viera sitiado en este castillo de Peñafiel (año 1112) por las tropas de Urraca, y en otra ocasión tam-

bién por las tropas de Alfonso VI, padre de Urraca. Por entonces había sido alcaide de la fortaleza el bur-

galés Álvar Fáñez, primo hermano de Rodrigo Díaz de Vivar (el Cid Campeador). De hecho, Álvar Fáñez

es también celebrado en el Cantar de mío Cid.

La historia del castillo es como sigue, a lo largo de la Edad Media española: Fernando III el Santo dará

el señorío de Peñafiel a su hijo Alfonso X el Sabio, el cual lo transfirió a su sobrino, y nieto del rey santo,

el infante don Juan Manuel. Éste fue quien se ocupó de la reedificación del castillo y del recinto amura-

llado en la primera mitad del siglo XIV. Algo después, siendo rey de Castilla Pedro I el Cruel, se supri-

mió el señorío y pasaron sus bienes a propiedad regia. De Juan I pasó el castillo a manos de Fernando de

Antequera, y de las de éste a su hijo Juan II de Aragón. Siendo Juan todavía infante residió en el castillo

durante algún tiempo, de forma que en él nació el primogénito Carlos, príncipe de Viana (año 1421). En

él también protagonizó una revuelta contra Juan II de Castilla, quien lo tomó en el año 1451 y ordenó su

demolición. No obstante, en 1456 concedió a don Pedro Téllez Girón, Maestre de la Orden de Calatrava,

los derechos sobre los restos del castillo, incluido el de su reedificación.

Su trazado en planta posee forma muy estrecha y alargada (unos 35 metros de anchura frente a 210 de

longitud). El conjunto está defendido por una primera muralla exterior de lienzos lisos que puede datar

del siglo XI, correspondiéndose con la parte más antigua de la construcción. En su lado oriental se abre

una única puerta de acceso flanqueada por sendos torreones circulares y coronada por un matacán del que

sólo quedan los modillones. Una segunda formación de murallas delimita el recinto interior. Está consti-

tuida por 28 cubos almenados que se intercalan equidistantemente en el prolongado cerramiento defi-

niendo una sucesión de cortinas también almenadas y transitables en su cumbre a través de un adarve.

En el centro aproximado de este espacio se levanta la torre del homenaje, prisma rectangular de unos 34

metros de altura que alberga tres plantas abovedadas. El resto queda dividido por ella en dos zonas cuyos

primitivos forjados han desaparecido; servirían de alojamiento para la tropa y acogerían los almacenes y

áreas de servicio. Sus terrazas harían función de patios elevados. En una de esas alas, la sur, se encuentra

ahora el Museo Provincial del Vino.

El Castillo de Peñafiel fue declarado Monumento Nacional a mediados de 1917 y es propiedad del

Ayuntamiento del lugar.

~ 26 ~

Castillo de Peña Falcón o Peñafiel

~ 27 ~

MARCA HISPÁNICA

Dado que desde Córdoba se vio la necesidad de asentar los territorios del nordeste es-

pañol, se preparó desde el califato una expedición naval contra la Marca Hispánica, pero

tal expedición, llevada a cabo a comienzos del verano, se malogró particularmente por-

que arreciaron unas incontrolables tormentas y tempestades.

Lo más que lograron los musulmanes fue restituir a Yahya ibn Mohamed en el go-

bierno de Barbastro.39

39

Provincia de Huesca.

~ 28 ~

~ 29 ~

Año 944

~ 30 ~

BURGOS

Para reforzar el control sobre Castilla, el rey Ramiro II envió a Burgos a su hijo San-

cho.40

A Fernán González lo encarceló en León, nombrando en su lugar como conde de

Castilla al conde de Monzón Ansur Fernández. También fue encarcelado el conde de

Saldaña, Diego Muñoz, en el castillo de Gordón.41

40

El futuro Sancho I, que permanecerá en Burgos al menos hasta el año 950.

Al mismo tiempo, Ramiro II logró pactar con Abderramán III una tregua de paz para cinco años.

41

Actualmente en Pola de Gordón (León). El castillo de Gordón está situado en una peña que domina el

valle del río Bernesga y la calzada que iba de León a Oviedo por el Puerto de Pajares. Tiene forma de rec-

tángulo irregular, de unos 90 por 30 metros, y fue construido con sillarejo. Parece haber tenido sólo una

torre. Actualmente, sus ruinas se reducen a los cimientos de sus muros y a un paño de la torre, que apenas

descuella dos o tres metros. La construcción del castillo se debe a Alfonso III y desempeñó un papel fun-

damental en la rebelión de sus hijos. La reina Jimena, en el año 910, se lo entregó a García, su primo-

génito, junto con los castillos de Luna, Alba y Arbolio, tras lo cual vino la abdicación de Alfonso y el

ascenso de García al trono leonés.

La encarcelación de Diego Muñoz en este castillo fue breve, pues el conde juró fidelidad al rey Ramiro

II y fue liberado.

En el año 997, el castillo de Gordón resistió los ataques de Almanzor. También resistieron los castillos

de Luna, Alba y Arbolio.

~ 31 ~

TORTOSA

En Tortosa,42

por órdenes de Abderramán III, se construyeron las atarazanas que con-

vierten el lugar en una considerable fuerza naval. También se construyó, en el interior

del castillo, una zuda o pozo que lo abastece de agua.43

De Cataluña se aprecia cada vez más en Al-Ándalus su producción de seda. Por lo

demás, puede decirse del buen hacer de los monjes y eclesiásticos de la zona, más vol-

cados hacia Francia y Europa que hacia el resto de la Península.

Más al sur, los andalusíes fortificaron la localidad de Guardamar del Segura,44

cons-

truyendo también allí una mezquita.

42

Provincia de Tarragona.

43

Este Castillo de la Zuda es actualmente Parador Nacional.

44

Provincia de Alicante. Los orígenes de esta rábida, según los datos aportados por las excavaciones, co-

rresponden a los restos del muro de una musalla o zona abierta que se levanta en la parte más alta del

yacimiento arqueológico en una fecha encuadrable a finales del siglo IX. En la segunda mitad del mismo

siglo, cuando Abderramán III consiguió pacificar y reestructurar administrativamente Al-Ándalus, del que

el Sharq era la región oriental, comenzó el control y defensa andalusí del Mediterráneo, para evitar inva-

siones y controlar el comercio.

Una rábida es una fortificación musulmana construida tanto con fines militares como religiosos. Es una

fortaleza y puesto de vigilancia, ubicada en lugares fronterizos o de importancia estratégica. A la vez, es

un monasterio árabe o islámico consagrado a la oración y a la yihad o guerra santa, por lo que implica la

existencia de lugares de oración o mezquita, con morabitos, en su recinto. Los morabitos son monjes

guerreros y también se denominan morabitos a los lugares, a modo de capillas, en que rezan y son se-

pultados. En los morabitos, como lugares de hospitalidad, se alojan también comerciantes y peregrinos.

Las excavaciones en la rábida de Guardamar del Segura comenzaron en diciembre del año 1984, con la

intención de encontrar el edificio de donde provenía una lápida que había sido encontrada en 1897 y cuya

traducción es la siguiente:

“En el nombre de Alá, el Clemente, el Misericordioso. No [hay] Dios sino Alá: Mahoma es el

enviado de Alá, se concluye esta mezquita en el mes de Almoharren el año tres y treinta s, tres-

cientos: mandó construirla Ahmed hijo de Buhlul hijo de la hija de Alwatsecbilá, el que busca la

recompensa de Alá [lo hizo] con auxilio de Mohammad hijo de Abusalema: ¿obra de Aben Morra

cha?... el constructor”.

El monasterio o rábida está formado por un excepcional complejo arquitectónico de celdas-oratorio se-

paradas por calles o espacios abiertos, en cuyo interior una comunidad de musulmanes dedicaba su vida al

retiro y a la espiritualidad.

Abundan los objetos relacionados con las actividades cotidianas: los candiles para la iluminación, las

marmitas para cocinar, los jarros, etc. Sobresale un conjunto de grafitos sobre las paredes de alguna celda,

producto de las visitas de peregrinos al monasterio.

~ 32 ~

Morabito actual, con tumba, en Marruecos

Un morabito (grabado del siglo XIX)

~ 33 ~

CEUTA

Abderramán III envió a Ceuta al visir Qasim ibn Mohamed ibn Tumlus al mando de

una expedición contra la rama idrisí de los Banu Mohamed. Esto tuvo lugar en noviem-

bre y se enmarca en la necesaria política de control de las fronteras y del Mediterráneo

que afronta el califato.45

Musulmanes vencedores llevando cautivos y botín de guerra.

45

También por el norte, a Galicia, fue dirigida una aceifa del califato al mando de Ahmad ibn Mohamed

ibn Alyas. Habrá de nuevo aceifas contra Galicia en los años 948 y 949, pero todas sin demasiadas conse-

cuencias aunque ocasionaron daños. Fue de esperar, como de hecho ocurrirá, la reacción de los cristianos

a estos ataques.

~ 34 ~

DORSET: ABADÍA DE

SHAFTESBURY

En la abadía de Shaftesbury, donde era monja, murió en este año Elgiva,46

que ha-

bía sido reina consorte de Inglaterra, al haber estado casada con Edmundo I.47

El ma-

trimonio se había celebrado en el año 940 y le nacieron una hija y dos hijos.48

Elgiva

recibió sepultura en la abadía de Shaftestbury.49

Santa Elgiva

46

Santa Elgiva (también llamada Aelfgifu). Se conmemora el 18 de mayo.

47

Este matrimonio debió de ser anulado para que Elgiva pudiera profesar como monja.

48

Posteriormente los reyes Edwy y Edgar.

49

La abadía de Shaftesbury (o Shaston) fue fundada por el rey Alfredo (año 888) para una hija suya y lle-

gó a ser el cenobio más rico y poderoso de Inglaterra. Se decía (durante los siglos XV-XVI) que si su aba-

desa se casara con el abad de Glaston (o Glastonbury, otro monasterio rico y extenso), sus herederos dis-

pondrían de más tierras que el mismísimo rey de Inglaterra. Por eso, en el año 1539, el rey Enrique VIII

suprimió las dos abadías y mantuvo su peculiar política religiosa en su reinado. De tales abadías sólo que-

dan actualmente sus cimientos.

~ 35 ~

Año 945

~ 36 ~

MONASTERIO

DE SANTA CECILIA

DE MONTSERRAT

Por expreso deseo del conde Sunyer I de Barcelona y de su esposa la condesa Ri-

quilda, el obispo Jordi de Vic, dispuso que Cesari fuera el abad del monasterio de Santa

Cecilia de Montserrat, instituyendo en el mismo la regla benedictina y quedando tute-

lado por la diócesis.50

La pequeña comunidad de monjes que allí queda establecida está

formada por mozárabes de tradición eremítica procedentes de Al-Ándalus. Pronto le-

vantaron una iglesia.

La condesa Riquilda donó a Cesari las iglesias de la montaña de Montserrat usurpán-

doselas al dominio del monasterio gerundense de Ripoll.51

50

Es el primer monasterio documentado en la montaña de Montserrat. Se encuentra en la localidad cata-

lana de Marganell, en la comarca del Bages. Desde 1940 hasta 1954 residió en él una comunidad de mon-

jas benedictinas. Al morir Cesari, el poderoso abad Oliba (971-1046), que era también obispo y conde de

Berga y Ripoll, intentó anexionarse el monasterio de Santa Cecília, cuando el monasterio de Ripoll tenía

ya otras posesiones en la montaña, como el monasterio de Santa María, pero se encontró con la oposición

de los monjes de la comunidad de Santa Cecilia. En 1108, la casa condal de Barcelona vinculó este mo-

nasterio al de Sant Cugat. A pesar de que la comunidad también se opuso a la unión, el cenobio quedó

unido al del Vallés durante más de 50 años. Más tarde pasó a depender de nuevo del obispado de Vic.

Aunque los monjes intentaron liberarse, el obispado de Tarragona confirmó la dependencia diocesana del

cenobio (año 1220).

El monasterio funcionó como lugar de acogida de los peregrinos que viajaban a Montserrat. En el siglo

XV entró en decadencia y en 1539 quedó unido de forma definitiva al monasterio de Santa María de

Montserrat.

Posteriormente, el edificio fue saqueado e incendiado por las tropas francesas en dos ocasiones (1811 y

1812). El abad de Montserrat, Miquel Muntadas, ordenó su reconstrucción en 1862. Funcionó como

iglesia hasta que en 1940 se instaló en el recinto una comunidad de monjas benedictinas, filial del mo-

nasterio de San Pedro de las Puellas. Las religiosas se trasladaron en 1954 hasta un nuevo monasterio, el

de Sant Benet. A partir de esa fecha el recinto funciona como refugio de excursionistas y centro de reu-

niones.

De su arquitectura destaca la iglesia románica del antiguo cenobio. Se trata de un templo de tres naves

encabezadas por tres ábsides con decoración lombarda. Las plantas de cada nave son distintas entre sí,

siendo las dos laterales más pequeñas que la nave central y una de ellas menor que la otra. Se comunican

mediante dos arcadas de medio punto. La cubierta de las naves es de bóveda de cañón mientras que los

ábsides están cubiertos con bóveda de horno.

La iglesia ha sido reformada en diversas ocasiones. La última de las reformas se realizó entre 1928 y

1931 y fue obra del arquitecto Josep Puig i Cadafalch.

51

En la documentación de estas donaciones se hace mención del castillo de Gelida, situado en el Alto Pe-

nedés de Barcelona. Es un castillo actualmente medio en ruinas con una iglesia adyacente, dedicada a San

Pedro. La iglesia es el único edificio que permanece en pie. Actualmente forma parte de un espacio mu-

seístico gestionado por la Asociación de Amigos del Castillo de Gelida.

~ 37 ~

De otra parte, el monasterio de Santa María del Camí,52

fue suprimido en este año por

el conde Sunyer I al morir su abadesa (y su hermana) Quixilona (24 de febrero), here-

dando Sunyer todas las propiedades y posesiones de la comunidad.53

Probablemente se

deba todo también a no encontrar abadesa sucesora que esté a la altura de las preten-

siones condales. No se querrá repetir con alguna inepta, como ocurrió ya en San Juan de

las Abadesas.

Santa Cecilia de Montserrat

52

En La Garriga (Barcelona). Este monasterio lo había fundado la abadesa Emma (año 921), hermana

también de Quixiliona y del conde Sunyer, con el mismo fin repoblador que San Juan de las Abadesas.

53

Queda en pie la vieja ermita, habiendo sido modificado el edificio actual varias veces en el siglo XII.

Todo había sido construido sobre antiguas ruinas romanas. La ermita es de planta prerrománica, desta-

cando su portada románica del siglo XII. Cuenta con una sola nave y está cubierta con arco fajón.

~ 38 ~

~ 39 ~

Año 946

~ 40 ~

MONASTERIO DE SANTA

EUFEMIA EN COZUELOS

Florece con prosperidad en Cozuelos,54

del condado de Monzón,55

el monasterio de

monjes de Santa Eufemia.56

También es noticia que Fernán González vuelve a ser conde de Castilla, habiendo

aceptado Ramiro II su juramento de fidelidad.

54

Provincia de Palencia. Actualmente es un pueblecito de no más de 50 habitantes.

55

Monzón de Campos (Palencia), que no debemos de confundir con el Monzón de la provincia de Hues-

ca. Aunque de los orígenes de Monzón no hay fecha, sí se sabe que en el año 906 existían allí dos cas-

tillos. En la catedral de León se conserva un documento del año 916 que dice que la localidad pertenecía

al obispado leonés. En unos pocos años Monzón se convirtió en la cabeza de uno de los condados palen-

tinos más importantes, jugando un papel importante, aunque efímero, en la agitada vida del reino leonés y

del cada vez más poderoso condado de Castilla durante el siglo X.

Aunque el primer documento que hace referencia a Monzón como condado sea del año 943, parece ser

que unos años antes Ansur Fernández había sido designado ya como primer conde de Monzón. Ansur no

era otro que el hijo de Fernando Ansúrez, el cual había desempeñado años antes, por nombramiento real,

el cargo de conde de Castilla. Con otro Fernando Ansúrez, segundo conde de Monzón en el año 950, el

condado llegará a su máximo esplendor. La influencia política del condado se verá acrecentada por Tere-

sa Ansúrez, hermana del conde, al casarse con el rey Sancho I de León. Este matrimonio supuso que se

añadiesen al condado las posesiones de Tariego y Dueñas.

El actual castillo de Monzón de Campos es uno de los dos que tuvo la villa en su día, pertenecientes a la

familia Ansúrez. Está formado por un sólido torreón de planta cuadrada, de unos 13 metros de lado, al

que se le adosa un recinto de forma trapezoidal. La obra original data del siglo X, si bien se vio remo-

delado varias veces entre los siglos XII-XIV. En 1964 fue parcialmente restaurado, reconstruyéndose las

almenas del recinto. Entre los años 1966 y 1972 se completó la restauración, habilitando el castillo como

Parador Nacional, con una acertada distribución interior recreando un cierto ambiente histórico. El 22 de

julio de 1978 tuvo lugar allí la constitución del Consejo General de Castilla y León.

56

Santa Eufemia, virgen y mártir (16 de septiembre del año 303, durante las persecuciones de Diocle-

ciano), era hija de un respetable ciudadano de Calcedonia, cerca de Constantinopla. Por su condición de

cristiana, fue hecha prisionera, acabando torturada y arrojada a las fieras en los espectáculos martiriales.

Iconográficamente viene representada con la palma del martirio, una rueda y uno o más leones al lado. Es

patrona y protectora de la ortodoxia. Sus reliquias se conservan en el Duomo o catedral de Rovigno

d´Istria (Croazia).

~ 41 ~

MADINAT SALIM

Madinat Salim,57

que viene a coincidir con la antigua y arruinada ciudad romana de

Occilis, ha sido reconstruida y repoblada de musulmanes por el liberto musulmán Galib

al-Nasirí, señor de la Marca Media de Al-Ándalus, importante frontera respecto a Tole-

do, siguiendo las órdenes de Abderramán III.

57

Actual Medinaceli (Soria).

~ 42 ~

ROMA

El 1 de mayo murió en Roma el Papa Marino II,58

en el cuarto año de su pontificado,

un pontificado del que no hay mucho que contar. Era buena persona y estaba bien pre-

parado, pero le tocaron tiempos y circunstancias difíciles para su misión.59

Hizo lo que

pudo. Le sucede Agapito II (a 10 de mayo),60

designado por Alberico II, cada vez más

caracterizado como tirano en Roma. Ya veremos en su momento el balance del pontifi-

cado de Agapito II.

El Papa Marino II

58

Desconocemos su edad, ya que no se sabe el año de su nacimiento.

59

El período más humillante del Papado.

60

Probablemente romano, como sus inmediatos predecesores, pero también de este Papa desconocemos

datos biográficos y la fecha de su nacimiento, por lo que no sabemos su edad.

~ 43 ~

ABADÍA DE

GLASTOMBURY

(INGLATERRA)

El 26 de mayo murió el rey de Inglaterra Edmundo I,61

con 25 años de edad y en el

séptimo año de su reinado. Fue asesinado en la localidad de Pucklechurch (Dorset) a

manos de Leofa, un ladrón exiliado. El rey había estado participando de una fiesta en

Pucklechurch, cuando escupió a Leofa frente a la muchedumbre.62

Como el proscrito re-

chazara irse, el rey y sus consejeros lucharon contra Leofa, muriendo ambos durante es-

ta pelea. El rey fue sepultado en la abadía de Glastombury, en el condado de Somerset.

Era el hijo mayor de los cuatro que tuvo el rey de Wessex Eduardo (el Viejo) con su

segunda esposa Edgiva, hija de Sigehelm, caballero de Kent.

Accedió al trono tras la muerte de su medio hermano el rey Athelstan (año 939), ha-

biendo sido coronado en Kingston upon Thames, el 29 de noviembre de aquel año.

No tardó mucho en verse amenazado por conflictos militares, cuando el rey Amalaíb

mac Gofraid (Olaf III Guthfrithson),63

que había conquistado Northumbria, invadió las

conocidas como Tierras Medias, debido a lo cual Edmundo tuvo que firmar condiciones

de paz. De todos modos, cuando Olaf murió, Edmundo pudo reconquistar las Tierras

Medias.

De su esposa Elgiva,64

nacieron Edwy65

y Edgar,66

así como también una hija.67

Tras

la muerte de Elgiva, contrajo matrimonio con Ethelfleda (a la que ha quedado viuda a

61

Pasando a la historia como Edmundo I el Magnífico. Es considerado Santo y se conmemora el 26 de

mayo.

62

Acción que hemos de reconocer que no nos parece muy propia de un Santo.

63

Vikingo de Dublín. Tras la muerte de Athelstan, Olaf invadió York forzando a Edmundo I a ceder el

reino de Northumbria y parte de Mercia. Las monedas de aquel período, al contrario que muchas contem-

poráneas, no estaban escritas en latín o inglés antiguo sino en idioma nórdico antiguo, con la inscripción

ANLAF CVNVNGI (Rey Olaf), proviniendo la acuñación de Jórvik, con la efigie de un pájaro, probable-

mente el cuervo representativo del dios nórdico Odín.

Distinto es Olaf de York, sobrino y ahijado de Edmundo, además de su aliado, el cual, a la muerte de

Olaf III Guthfrithson, reinó en Dublín como Olaf Cuaran.

64

Santa Elgiva, de la que hablábamos años atrás.

65

Apodado el Bello.

66

Apodado el Pacífico.

67

Contrajo matrimonio con el conde Balduino de Hesdin (Francia).

~ 44 ~

los pocos meses de la boda), hija de Alfhar, señor feudal de la poderosa familia de los

Wilsaetas.

En el año 934, Edmundo I conquistó el reino de Strahclyde y le concedió sus derechos

sobre el territorio al rey Malcolm I de Escocia. Firmaron un tratado de ayuda mutua y

establecieron así una política de fronteras seguras y de relaciones pacíficas. Durante el

reinado de Edmundo I recibieron gran impulso los monasterios, iniciándose así como un

renacimiento de la Iglesia Católica en los reinos ingleses.

A Edmundo I le sucede en Inglaterra su hermano menor Edred, ferviente católico, que

tiene 22 años de edad.68 Fue coronado el 16 de agosto en Kingston upon Thames.

Edmundo I el Magnífico

68

Estaba afectado por una enfermedad de estómago, la misma que ocasionará su muerte a sus 31 años de

edad (año 955). Un cronista refiere que apenas podía ingerir alimentos. Puesto que habrá de morir soltero

y sin hijos, le sucederá entonces su sobrino, hijo de Edmundo, Edwy el Bello.

~ 45 ~

Año 947

~ 46 ~

LEÓN Y CASTILLA

Unión y separación. Eso es lo que hay entre León y Castilla, ambas fuertes como lo

demuestra el fracaso de una expedición musulmana desde Córdoba contra el norte al

mando de Kand, un cliente califal, que no pudo avanzar más allá de Zamora y tuvo que

volverse de vacío.

Hubo boda. El primogénito de Ramiro II, Ordoño,69

contrajo matrimonio con Urraca

de Castilla, hija del conde Fernán González.70

69

Futuro Ordoño III (951-956).

70

Parece ser que Urraca de Castilla será la madre del futuro rey Bermudo II. No obstante, Castilla man-

tendrá su independencia de León.

Podemos contar también de este año que Fernán González donó al monasterio de San Millán de la Co-

golla el monasterio de San Juan Bautista de Zafiuri (actual Cihuri, en La Rioja, declarándola villa poco

después y donándola también a San Millán de la Cogolla).

Esto de las donaciones estaba mucho en vigor por estos tiempos. Otros ejemplos de las mismas son los

de los catalanes. El conde Guillem de Ribagorza (o Ribagorça, en Lérida) y su tío el obispo Ató de Roda

(Huesca) hicieron donación al monasterio benedictino de Lavaix (Alta Ribagorza) de la iglesia de Sant

Joan d’Espluga de Serra (Pallars Jussá, en Lérida). La iglesia de Sant Joan de Viu, en Viu de Llevata

(también de la Alta Ribagorza) fue donada al monasterio de Lavaix con el fin de fundar un priorato, el

cual no alcanzó demasiada importancia.

Los condes de Cerdanya y Besalú lograron el nombramiento de un pariente de ambos, Riculf II, como

obispo de Elna (un municipio francés de los Pirineos orientales). Es digna de ser visitada la catedral de

esta antigua sede dedicada a las Santas Eulalia de Barcelona y Julia. Hubo obispos desde el siglo VI hasta

el XVII. Actualmente es la diócesis de Perpiñán-Elna.

~ 47 ~

MONASTERIO

DE SANT PERE DE RODES

EN PORT DE LA SELVA

(ALTO AMPURDÁN)

Al monasterio de Sant Pere de Rodes, regido por el abad Eldesind,71

en Port de la Sel-

va (Alto Ampurdán), se retiró el conde Sunyer I, por motivos de edad y de salud, tras

abdicar a favor de sus hijos Borrell II y Miró, conjuntamente condes de Barcelona, Ge-

rona y Osona.72

Tras este retiro murió Sunyer (o Suñer) I.73

Al morir su tío Radulfo I de Besalú (en los primeros años del siglo X), surgió un con-

flicto entre Sunyer y su hermano Miró de Cerdanya disputándose el condado de Besa-

lú, resultando la incorporación de Besalú a Cerdanya, a cambio de lo cual Miró renun-

ciaba a sus aspiraciones al condado de Barcelona.

Sunyer I contrajo matrimonio por primera vez con Aimilda (año 914), naciendo de es-

te matrimonio Ginidilda de Barcelona, casada con el conde Hugo I del alto Quercy.

En 925, Sunyer se casó en segundas nupcias con Riquilda de Tolosa, hija del conde

Roergue, con la que tuvo cuatro hijos y una hija: Armengol I de Osona (925-943), Miró

I de Barcelona, Borrell II de Barcelona, Adelaida de Barcelona (casada con Sunifredo II

de Urgel y luego abadesa de San Juan de las Abadesas) y Guillermo de Barcelona.

Con una política de repoblación, sobre todo del condado de Osona, Sunyer protegió y

fortaleció las instituciones monásticas y eclesiásticas, concediéndoles tierras, con dona-

ciones y tributos.

En su política exterior, Sunyer fue abandonando la habitual actitud defensiva que ha-

bía predominado entre los condes catalanes y luchó abiertamente contra los musulma-

nes, sobre todo en Lérida y Tarragona, a la vez que mantenía relaciones diplomáticas

con el califato para poder continuar con su política de repoblación.

71

Parece ser que con monjes benedictinos procedentes de la mozarabía andalusí que buscaron lugar más

seguro y tranquilo para sus vidas.

72

Encargándose respectivamente de los asuntos militares y exteriores (el primero) y del gobierno de Bar-

celona (el segundo). Precisamente será Miró el encargado de la reconstrucción del acueducto romano

barcelonés conocido como Rec Comptal.

73

Hijo de Wifredo el Velloso (hermano pequeño de Wifredo II Borrell, Sunifredo de Urgel y Miró de

Cerdaña), conde de Barcelona, Gerona y Osona desde el año 911. También se sostiene que murió en el

monasterio de la Grassa (condado de Conflent, allende los Pirineos) y hacia el año 950, a la edad de entre

57 ó 60 años de edad más o menos (pues nos resultan inciertas las fechas de nacimiento y de defunción).

~ 48 ~

Entre los años 936-937 luchó contra los musulmanes desplazando campañas por el li-

toral mediterráneo hacia el sur, obteniendo significativas victorias, incluso tomando el

control temporal sobre Tarragona y Tortosa.

~ 49 ~

CÓRDOBA Y TAHERT

Con la ayuda del califato de Córdoba, que emite ya monedas desde la ceca de Medina

Al-Zahra, el príncipe bereber miknasí74

Hamid ibn Yasal conquistó Tahert,75

pero el

74

De Miknasa Al-Asnam (actual Zalamea de la Serena –o tal vez Villanueva de la Serena–, en la pro-

vincia de Badajoz, aunque la localización de esta ciudad musulmana bereber sigue siendo en la actualidad

bastante enigmática). Miknasa es el nombre, según las fuentes árabes, de una ciudad, de una tribu bereber

y de una estación caminera situada a cuatro jornadas al norte de Córdoba, en la ruta que unía esta ciudad

con la de Zamora, en el reino de León, a través de tierras extremeñas.

En la época musulmana existieron tres ciudades con el nombre de Miknasa: una, la más antigua, situada

en el norte de África, llamada actualmente Meknés o Mequinés, cercana a la ciudad de Fez, y las otras

dos en Al-Ándalus, la del valle del Ebro, llamada hoy Mequinenza y la extremeña perdida hasta la fecha

en la comarca de La Serena.

La ciudad extremeña tuvo un sobrenombre o calificativo que de por sí podría ayuda a localizarla:

Miknasa al-Asnam (Miknasa de la de las columnas). Los árabes llamaron Asnam a la actual comarca de

La Serena.

El paisaje de La Serena, una penillanura bastante monótona, aunque llena de encinas y alcornocales (y

un monte bajo en el que abundan jaras, tomillos, cantuesos y retamas), posee sin embargo unos relieves

graníticos y pizarrosos que podrían ser los que se denominan con el término asnam.

Al oeste de la comarca aparece el batolito granítico de los Pedroches. Estos granitos se encuentran su-

perficialmente enrasados con el nivel general de la penillanura y por ello forman parte igualmente del

substrato rocoso de esta comarca. Más al oeste aparecen otras sierras cuarcíticas.

Entre los grupos tribales de beréberes que intervinieron (año 711) en la primera conquista del solar his-

pano se encontraban los Miknasa, los Nafza y los Hawwara, emigrantes de las regiones montañosas del

Rif y del Gran Atlas, los cuales una vez finalizada la conquista se establecieron en las mejores tierras de

las comarcas del centro y del oeste peninsular: Los Miknasa en la cuenca del Guadiana, en La Serena; los

Nafza en las vegas del Alagón y penillanura trujillana, y los Hawwara en las vegas del Tajo y en la Jara

toledana, regiones todas ellas pertenecientes al distrito o cora de la Marca Inferior cuya capital era Mé-

rida.

A estas regiones fronterizas, donde abundaban los bereberes, más bien fanáticos y fáciles tanto a la

conversión como a la apostasía, afluyeron a fines del siglo IX y principios del X los iluminados y místicos

que intentaron hacer adeptos entre los más destacados como crédulos (podemos recordar a Ibn al-Qitt y su

campaña contra Zamora).

El cronista árabe Al-Razi señala que en el verano del año 915, “salió el tirano Ordoño, hijo de Alfonso,

rey de los leoneses infieles, a quienes Dios maldiga, con sus mesnadas hacia tierras musulmanas, ata-

cando el norte de Miknasat al-Asnam, tomando la fortaleza de Alanje y haciendo gran daño a los mu-

sulmanes [...]. Salió de su capital, León, a la ciudad de Zamora [...]. Era objetivo del maldito la ciudad

de Mérida, la mayor de las regiones occidentales de Al-Ándalus: cruzó, pues, el Tajo, por el puente de

Alcántara, con guías de su propia religión y desvergonzados musulmanes tránsfugas, entre los que los

más hábiles eran dos hombres de Mérida, de la tribu Masmuda, clan de los Baranís, que estaban con él,

llamado uno Ibn al-Risi [...] para guiarles. Envió a ambos con un gran cuerpo de caballería por delante

de su ejército, para sorprender la ciudad de Miknasa antes de que lo advirtiera la población y se pre-

caviera […]”.

También se cuenta (año 916) que Ibn Marwan, emir de los muladíes de Badajoz, se vio obligado a en-

frentarse con los miknasíes, porque eran “un nido de salteadores de caminos y refugio de criminales”.

75

En la actual Argelia.

~ 50 ~

avance del califa fatimí76

contra los bereberes le hizo retroceder y retornar a la Penín-

sula.

Zalamea de la Serena (Badajoz): Diptylo sepulcral romano (único en nuestra arqueo-

logía peninsular, aunque similares a él se encuentran en Siria). El monumento conme-

morativo funerario está fechado en el siglo I (año 102).

76

Ismail al-Mansur (Ismael Almanzor: 946-952). Los fatimíes formaron califato en el norte de África

desde el año 909 hasta el 1171.

~ 51 ~

NEKOR

En el emirato de Nekor,77

los súbditos se rebelaron y mataron al emir (Abd al-Samí

ibn Jurthum ibn Idris ibn Salih I ibn Mansour), sustituyéndolo por uno de sus parientes

que estaba refugiado en Málaga: Jurthum ibn Ahmad ibn Ziyadat Allah ibn Said I ibn

Idris, el cual adopta enseguida la justicia según el modelo malikí, el habitual y más re-

currente entre los omeyas.

77

En el actual Rif de Marruecos (al noroeste).

~ 52 ~

~ 53 ~

Año 948

~ 54 ~

CONDADO DE URGEL

El conde Sunifred II murió sin descendencia, aunque estaba casado con Adelaida de

Barcelona, heredándole dinásticamente el condado su sobrino Borrell II de Barcelona.78

78

Sunifred II era el tercero de los hijos de Wifredo el Velloso y Giniguilda de Ampurias. Mientras un

hermano suyo, Wifredo II Borrell, heredó los condados de Barcelona, Gerona y Osona y Miró, otro her-

mano, heredó el condado de Cerdaña, él heredó el condado de Urgel, convirtiéndose así en su primer

conde privativo. Promovió, uniéndolos, el auge de los monasterios que andaban más decaídos.

Recordemos o hagamos el siguiente apunte: Después de la conquista carolingia en los territorios pire-

naicos que dominaban los francos encontramos históricamente mencionados los condados catalanes, más

o menos a modo de distritos territoriales administrativos: Pallars, Ribagorza, Urgel, Cerdaña, Barcelona,

Gerona, Osona, Ampurias, Roselló, junto a otras circunscripciones menores denominadas pagi (plural de

pagus): Berga, Ballespir, etc.

Podemos constatar que dichos territorios ya existían antes de la conquista carolingia y durante el reino

visigodo de España con capital en Toledo, delimitados según diversas tribus íberas. Así, el condado de

Cerdaña correspondía a los ceretanos (que ya eran unos especialistas en la cura de jamones), el condado

de Osona correspondía a los ausetanos (de origen céltico y que significan etimológicamente dorados co-

mo el sol), el pagus de Berga a los bergistanos (rebeldes contra Roma y que ocupaban la comarca del alto

Llobregat), etc.

Desde fines del siglo VIII hasta el X de hecho y hasta mediados del XIII de derecho estas tierras cata-

lanas formaron parte del reino franco, al que estaban más vinculadas que al resto de España. Hay que

decir también que a toda esta zona (y a la Septimania) empezaron a acudir muchos hispanos que huyeron

de las represiones de Abderramán I (756-788) contra quienes había colaborado con Carlomagno en su fa-

llida campaña contra Zaragoza. Fueron los primeros mozárabes en Cataluña de entre muchos más que se-

guirían llegando posteriormente. Tuvo que darse, no sin algunas tensiones, la integración entre los habi-

tantes de vida y tradición franca y los de vida y tradición hispana mozárabe. Todo contribuyó al inde-

pendentismo, más o menos interrelacionado, de estos territorios. Hacia el año 815 aparece este amplio

territorio políticamente dividido en cinco condados: Barcelona, Gerona, Ampurias, Rosellón y Urgel-Cer-

daña. El conjunto de todos ellos, tierras fronterizas o Marca Hispánica del Imperio Carolingio, se des-

dobla desde el año 817 en virtud del Acta Constitucional del Imperio, en dos grandes bloques, integrado

el primero por los condados continentales, que forman parte de la Marca Tolosana, y el segundo por los

marítimos, incluidos en la Marca Septimania. Se trata, por tanto, de una reorganización del sur de Francia,

también en lo militar y aristocrático, de cara al control de los pasos pirenaicos.

A partir del siglo IX, los condados se fueron desvinculando cada vez más de la tutela o influencia franca

afianzándose en su soberanía propia, correspondiéndose ésta con los tiempos de Wifredo el Velloso. Este

conde, al dominar los cinco condados más importantes, reestructuró el territorio y lo fue repoblando.

Aprovechándose de la crisis carolingia (y de sus repercusiones en Francia), los condes catalanes dejaron

de ser nombrados por los reyes francos adoptando feudalmente líneas dinásticas y sucesorias propias. La

futura evolución al respecto ya la iremos viendo.

~ 55 ~

MEDINA AL-ZAHRA

Hay frecuente recepciones de Abderramán III en su Corte de Medina Al-Zahra, una de

ellas, en este año, la de los (aplacados) hijos de Musa ibn Abi-l-Afiya, jefe de la tribu

bereber zenata79

de los miknasíes, el cual fue asesinado por los fatimíes en el año 937,

acompañados por Hamza ibn Ibrahim, señor de Argel.

Otra importante audiencia fue la concedida por el califa a Ibn Hawqal, célebre geó-

grafo y viajero oriental80

que, según se divulgó, quedó muy asombrado ante la riqueza

del tesoro califal de Córdoba, diciendo que no había visto nada igual en el mundo islá-

79

Los zenatas (también zenetas, zanatas y otras variaciones) fueron un grupo de pueblos o tribus bere-

beres medievales provenientes de varias etnias y de los que provienen también varias etnias actuales. Era

nómadas que se fueron estableciendo por todo el norte de África, particularmente en el Magreb, y que lle-

garon a formar algunos reinos. Tenían como vínculos comunes algunos rasgos culturales, el paganismo

(hasta que se fueron convirtiendo al Islam) y la lengua zenetí.

Una rama de los zenetas fue la antigua de los garamantes (de la actual región libia de Fezán, con capital

en Gadames), siendo las otras ramas bastante más nómadas (los gétulos númidas y los antiguos moros o

mauritanos).

Ya islamizados y aliados con los árabes, los bereberes marcharon sobre la Andalucía Hispánica cuando

la invasión del año 711 y a partir de entonces muchos zenatas se establecieron en Al-Ándalus, influyendo

mucho en la destreza ecuestre (por ejemplo, la palabra jinete se deriva de zeneta).

En Ifriqiya mientras tanto se fueron sucediendo en el poder algunas dinastías más destacadas (aglábida,

idrisí, etc.). Liderados por Abu Yazid, de los Banu Ifren, hubo rebeliones internas y en relación al ámbito

califal cordobés, pero eran sobre todo aliados de Abderramán III en el control del Magrab occidental

frente a los fatimíes. Abu Yazid los contuvo, siendo Kairuán la capital jariyí del Magreb (los jariyíes son

una rama del Islam, como las de los chiíes, suníes, fatimíes, etc.). Como los fatimíes se impusieron en el

norte de África, los zenetas acabaron siendo sus aliados, queriendo serlo también de los andalusíes.

Los Omeyas intentaron por todos los medios mantener el poder y la influencia en el Magreb, lo cual fue

provocando disensiones zenetas, pues los fatimíes se mantenían contrarios al califato omeya cordobés.

Los zenatas se inclinaban por los jariyíes y resistieron como pudieron contra los fatimíes hasta que murió

Abu Yazid (año 947), a partir de los cuales los zenetas se disgregaron y se diversificaron en sus alianzas.

Perseguidos por los fatimíes tuvieron que retroceder al Magreb occidental, al actual territorio marroquí,

que se mantuvo bajo el poder de idrisíes y zenatas, controlando también el actual territorio argelino, pero

parte del mismo estaba bajo el control de otras tribus, particularmente de los hammánidas y de los zíridas.

Los Omeyas de Córdoba se fueron alarmando cuando muchos fatimíes fueron dedicándose a la piratería

por el Mediterráneo y temieron una posible alianza zenata-fatimí, sobre todo porque los zenatas eran brio-

sos y decididos guerreros. De hecho, fueron los zenatas los que lograron la caída de los Omeyas en el

Magreb. Las tribus beduinas de los Banu Hilal devastaron el Magreb y aquel territorio se fue volviendo

cada vez más caótico e ingobernable.

Más adelante podremos ir viendo (sucediéndose) el resurgir de otros poderes como los almorávides y

los almohades. Pese a todo, hasta bien entrado el siglo XIII, los zenatas mantuvieron una importancia

política de primer rango en el Magreb y en Al-Ándalus, hasta que aparecieron facciones dinásticas como

la de los abdalwaditas o la de los benimerines, etc. Todo hasta que llegó la expansión del Imperio Turco

Otomano (siglo XVI).

80

Nacido en la actual Turquía, cerca de la frontera con Siria.

~ 56 ~

mico o en todo caso podría compararse tanta riqueza con la del príncipe de Mosul, el

hamadí Abu Taglib Fadl Allah.81

Ibn Hawqal

81

Mosul, que se corresponde con la antigua Nínive, está ubicada al este del río Tigris, al norte del actual

Irak, a 396 kilómetros de Bagdad.

Los hamidíes (Banu Hammad) fueron una dinastía bereber que logró imponerse en un área que co-

rresponde aproximadamente al norte de la actual Argelia durante los años 1008-1152, fecha en la que

fueron eliminados por los almohades. Poco después de llegar al poder, se opusieron a la doctrina ismaelita

de los fatimíes y se afianzaron en el sunismo malikí con el reconocimiento de los abasíes como los más

legítimos califas.

~ 57 ~

CONSTANTINOPLA

Murió Romano I Lecapeno, emperador bizantino de forma compartida con su yerno

Constantino VII Porfirogéneta, desde el año 920 hasta que fuera depuesto (16 de

diciembre del año 944).

Romano era hijo de un guardia imperial de origen armenio llamado Teofilacto Abs-

tartos, que era apodado como "el Insoportable". Romano nació en Lecape, de ahí el so-

brenombre de "Lecapeno". Aunque no recibiera ninguna educación refinada (de lo cual

más tarde se burlaría su yerno Constantino VII), Romano avanzó en las filas del ejército

durante el reinado del emperador León VI, que también era de orígenes armenios. En

911 era general del thema naval de Samos y más tarde sirvió como almirante (drounga-

rios) de la flota imperial. En calidad de almirante de la flota, participó en las operacio-

nes bizantinas contra Bulgaria en el Danubio (año 917), pero fue incapaz de realizar su

misión. Después de una durísima derrota bizantina a mano de los búlgaros (batalla de

Arquelao, en el año 917), Romano regresó a Constantinopla, donde gradualmente fue

imponiéndose a la desacreditada regencia de la emperatriz Zoe que era apoyada por el

general León Focas (también derrotado en Arquelao).

Romano se fue haciendo cada vez más influyente en Bizancio, exiliando a sus rivales

y reforzando sus vínculos con el emperador Constantino VII durante su minoría de

edad, con quien llegó a casar a su hija Elena (año 919), siendo así proclamado basileo-

pátor (padre del emperador). Al año siguiente fue designado César y el 17 de diciembre

de ese mismo año se convirtió en co-emperador coronado, adquiriendo de hecho el po-

der imperial sobre Bizancio.

En los siguientes años Romano I coronó a sus propios hijos como co-emperadores:

Cristóbal en 921, Esteban y Constantino en 924, aunque, por el momento, Constantino

VII fuera considerado como primero en la fila de sucesión después del mismo Romano

I. Es notable que, como él no agredió físicamente a Constantino, le llamaron "el usur-

pador apacible". Romano reforzó pronto su posición al casar a sus hijas con los miem-

bros de las familias poderosas y aristocráticas del entorno bizantino. Además, depuso al

patriarca Nicolás el Místico y puso fin al conflicto con la Santa Sede de Roma acerca de

los pasados matrimonios del emperador León VI.

El primer y principal desafío que tuvo que afrontar Romano fue el de la guerra con

Bulgaria, asunto muy recrudecido durante la regencia de Zoe. Así, el ascenso al poder

de Romano puso fin a los proyectos matrimoniales de Simeón I de Bulgaria al casar a su

hija con Constantino VII. Además, Romano pudo negar, con apoyo popular, el recono-

cimiento de Simeón como emperador búlgaro. Así transcurrieron lo primeros cuatro

años del gobierno de Romano en Bizancio.

Simeón no fue capaz de traspasar los muy defensivos muros que ciñen Constanti-

nopla. En 924, cuando Simeón había bloqueado una vez más la capital por tierra, Ro-

mano logró la apertura de negociaciones con los búlgaros. Encontrando a Simeón en

persona en Kosmidion, Romano criticó la indiferencia de Simeón para la tradición y la

~ 58 ~

hermandad ortodoxa cristiana, y supuestamente lo avergonzó así para que Simeón lle-

gara a un acuerdo con el Imperio y levantara el sitio.

En realidad, la paz fue lograda por el reconocimiento tácito de Romano a Simeón co-

mo emperador de Bulgaria. Las relaciones posteriormente fueron estropeadas por la dis-

cusión continuada sobre títulos (Simeón se autoproclamó emperador de los romanos,

título igual al del emperador bizantino), pero la paz se había establecido eficazmente.

Después de la muerte de Simeón (año 927), Pedro I, nuevo emperador de Bulgaria, hi-

zo una demostración de fuerza al invadir Tracia, pero se mostró dispuesto a negociar

por una paz más permanente. Romano aprovechó la ocasión y propuso una alianza ma-

trimonial entre las familias imperiales de Bizancio y Bulgaria. En septiembre de ese

mismo año 927 Pedro I contrajo matrimonio con María, hija del co-emperador Cristóbal

Lecapeno y nieta por tanto de Romano I. Con este motivo, Cristóbal recibió la prefe-

rencia en la línea de sucesión sobre su cuñado Constantino VII, lo cual le causó resenti-

miento a Constantino VII hacia los Lecapeno, los búlgaros y los matrimonios imperia-

les concedidos a forasteros.82

También tuvo que lanzar Romano campañas militares hacia el este, para lo cual de-

signó a su excelente general Juan Curcuas, exitoso ya frente a algunas rebeliones y en

una campaña en Armenia (año 924). Este general dirigió una expedición contra los aba-

síes (año 926), derrotándolos en Melitene (año 934), ciudad que les fue arrebatada a los

musulmanes.83

En el año 941, una flota formado por algunos viejos barcos pero hábilmente dirigida

por Curcuas fue capaz de defender Constantinopla de los rusos que la rodeaban, siendo

derrotados tanto por tierra como por mar. En 944, Romano pudo firmar acuerdo de paz

con Ígor de Kiev, cuando Curcuas se había vuelto de nuevo a las fronteras del este, don-

de invadió Mesopotamia y sitió Edesa.

Así pues, como en lo exterior, también en lo interior logró Romano I Lecapeno re-

forzar Bizancio, tanto militar como diplomáticamente (a veces también mediante tribu-

tos).

Hemos de contar también lo sucedido en relación a los jázaros. Éstos eran aliados de

los bizantinos pero dejaron de serlo cuando Romano I la emprendió contra los judíos

con persecuiones. Los judíos se dieron a responder contra los cristianos también persi-

guiéndolos. Romano tuvo que enmendar mucho su política al respecto.

También podemos contar que restableció y enmendó muchos de los asuntos de tensión

o conflicto pasados en lo eclesiástico. Romano aprovechó el momento de sede vacante

82

Así aparece documentado en De Administrando Imperio, escrito por él.

Podemos concluir que aquel tratado de paz y alianza matrimonial acabó con los enfrentamientos búl-

garo-bizantinos. Aunque desde Constantinopla se apoyó tácitamente una rebelión de Serbia contra Bul-

garia (año 931), y los búlgaros permitieron que invasores húngaros cruzaran su territorio hacia el de los

bizantinos, Bizancio y Bulgaria permanecieron en paz entre sí durante 40 años.

83

Ciudad situada al este de Capadocia, a orillas de uno de los afluentes del Éufrates, una ciudad que Tra-

jano había engrandecido.

~ 59 ~

en el patriarcado de Constantinopla (año 933) designando para el cargo a su joven hijo

Teofilacto.84

En lo social, habiendo legislado bien, protegió los derechos del campesinado contra

las ambiciones de los señores y aristócratas.85

Al mismo tiempo logró el aumento de im-

puestos sobre las clases sociales más pudientes y aseguró un equilibrio financiero en el

Imperio.

Parece ser que permaneció durante toda su vida con la conciencia de haber sido usur-

pador del trono imperial y torpe, siendo más sensible a ello, con verdaderos senti-

mientos de culpa, durante los últimos años de su vida. Por eso hizo cuanto pudo por re-

saltar los derechos sucesorios en su yerno Constantino VII. Y así se ha cumplido a su

muerte. Cuando los hijos de Romano86

se percataron de las intenciones de su padre, se

rebelaron contra él y lo exiliaron a las islas Príncipe87

obligándole a hacerse monje.

Llegado un momento, los hijos de Romano amenazaron seriamente a Constantino VII,

lo cual sentó muy mal al pueblo, que se amotinó contra ellos y, apresándolos, los envía-

ron al exilio, también a las islas Príncipe, con su padre. Y así acabó todo, siendo estos

usurpadores despojados de todo derecho al trono y de la libertad. Romano murió en ju-

nio de este año 948 siendo sepultado en la iglesia de Myrelaion.88

84

Teofilacto no fue ni piadoso ni espiritual sino amante del teatro (como tal influyó en la liturgia bizan-

tina) y excelente en la cría de caballos. Se cuenta que una vez abandonó su celebración de la Misa para

atender a una de sus yeguas que se había puesto de parto.

85

Podemos recordarlo a raíz de la fuerte hambruna del año 927.

86

Esteban y Constantino, habiendo muerto ya Cristóbal.

87

Son nueve islas pequeñas en el mar de Mármara.

88

En Myrelaion, en Constantinopla y cerca del mar de Mármara, Romano I se había construido un pa-

lacio y al lado del mismo una iglesia destinada a ser de enterramientos privados (el primer edificio de

estas características en el Imperio Bizantino para un emperador). También fueron enterrados en esta igle-

sia otros miembros de la familia de Romano I Lecapeno.

Constantino VII había vivido muchos momentos de su vida bajo la amenaza de ser depuesto, tanto por

Romano I como por sus hijos. Por eso estaba muy resentido con esta familia. Esto explica que, al escribir

su De Adminitrando Imperio, dedicado a su hijo y sucesor Romano II, se expresara así, denigrando de su

suegro: “El señor Romano el Emperador era un idiota y un hombre iletrado, nunca criado a la alta

manera imperial, ni siguiendo los principios de las costumbres romanas, ni descendiente de emperadores

o nobles, y por lo tanto el más grosero y autoritario en hacer la mayor parte de cosas [...siendo] para sus

creencias era grosero, obstinado, ignorante de lo que está bien, e indispuesto a adherirse a lo que es co-

rrecto y apropiado”.

Constantino VII escribió también sobre otros asuntos, por ejemplo sobre los pechenegos y demás pue-

blos del entorno fronterizo bizantino.

~ 60 ~

Myrelaion

~ 61 ~

Año 949

~ 62 ~

MONASTERIO DE SAN

JUAN DE LAS ABADESAS

El 16 de agosto, Adelaida, viuda del conde Sunifred II de Urgel y hermana del conde

Borrell II, ingresó con nombramiento de abadesa en el monasterio de San Juan de las

Abadesas, siendo acompañada por los obispos Guadamir de Vic y Gotmar de Gerona,

además del conde Sunifred II de Cerdanya, el vizconde Guadall,89

el arcediano Ató de

Vic,90

el clérigo Miró91

y una decena de monjas que consienten en la designación de la

nueva abadesa.

San Juan de las Abdesas (pintura de Ernest Descals)

89

De Cerdanya o de Osona.

90

Que sucederá como obispo a Guadamir.

91

Futuro obispo de Gerona y conde de Besalú.

~ 63 ~

CÓRDOBA

Y

CONSTANTINOPLA

Desde Constantinopla llegó a Córdoba y Medina Al-Zhara, en audiencia concedida

por el califa Abderramán III, una embajada del emperador Constantino VII con el acom-

pañamiento del mozárabe (embajador) Hisham ibn Hudhayl.92

Tuvo lugar el 8 de sep-

tiembre. Los presentes que esta embajada ofreció al califa, entre otros, fueron libros: un

ejemplar de Historia (de Pablo Orosio)93

y un ejemplar del Tratado De Materia Medica

de Dioscórides.94

La correspondiente embajada cordobesa a Constantinopla, no menos espléndida, fue

recibida en la capital bizantina el 24 de octubre.

Y entre tanto, Abderramán III mandó intervenir militarmente en el Magreb para frenar

el caos que se está dando en estos momentos por aquellas tierras, siendo sobre todo ne-

cesario poner freno a las revueltas e invasiones de los idrisíes.

92

Kulayb o sobrenombre de Católico. Los emires y califas cordobeses se sirvieron preferentemente de

mozárabes y sobre todo de obispos para sus embajadas a territorios cristianos, lo cual les dio siempre muy

buenos resultados.

93

Pablo o Paulo Orosio (siglos IV-V), presbítero, probablemente de Braga (Portugal), fue un gran teólo-

go e historiador. Aunque hay elementos confusos de su biografía, se sabe que fue una figura de gran re-

nombre desde el punto de vista cultural, dado que tuvo contactos con las grandes personalidades de su

época, como San Agustín de Hipona o San Jerónimo. Para relacionarse realizó sus correspondientes y lar-

gos viajes.

Dichos viajes determinaron su vida y su producción literaria. Con San Agustín no sólo conversó sobre

temas teológicos, sino que pudo colaborar con él en la elaboración de su Ciudad de Dios. Además, San

Agustín se sirvió de él y de las aportaciones de sus continuos viajes (se cuenta que se trajo a Occidente

desde Jerusalén las reliquias del protomártir San Esteban).

Pablo Orosio, entre otras obras, escribió, de modo muy positivo, Historiae Adversus Paganos, que es

uno de los libros con más repercusión historiográfica de la Edad Media (y de todos los tiempos), po-

niendo en esta obra de manifiesto su método historiográfico.

94

Fue un médico, farmacólogo y botánico de la antigua Grecia (siglo I), cuya obra De Materia Medica

alcanzó una amplia difusión y se convirtió en el principal manual de farmacopea durante toda la Edad

Media y en el Renacimiento.

Abderramán III pidió enseguida que este libro le fuera traducido, ya que había sido traducido por pri-

mera vez por los abasíes de Bagdad (siglo IX). Para Abderramán III lo tradujeron al árabe un monje lla-

mado Nicolás ayudado por el judío Hasday ibn Shaprut.

~ 64 ~

También hay que destacar de este año que el 1 de junio hubo un fuerte terremoto que

se hizo sentir mucho, con destrozos, en el oeste de la Península Ibérica.95

Hasday Ibn Shaprut en la Corte de Abderramán III.

Cuadro de Dionís Baixeras 1885. Universidad de Barcelona

95

La única noticia histórica de la existencia de este terremoto procede de un Cronicón burgense (o de

Burgos) y de otros del norte de España, ninguno de ellos demasiado serios o autorizados, hablando de

muchos incendios y llamas.

También es notorio que hubo en este año “un aspecto maligno de las estrellas”. En realidad, lo que hu-

bo fue una peculiar alineación planetaria. Por efecto de sus órbitas, se posicionaron los planetas de

nuestro sistema solar de un mismo lado del Sol con una dispersión inferior a los 90 grados en vista he-

liocéntrica, lo que no volverá a ocurrir hasta el año 2492.

Lo de la dispersión menor a los 90 grados tiene que ver con que las órbitas de los planetas no están so-

bre el mismo plano, sino que cada una se mueve muchísimo y cada una a su manera, una manera de difí-

cil o rara convergencia.

~ 65 ~

Año 950

~ 66 ~

PENÍNSULA IBÉRICA

La condesa Muniadona Dias de Portucale,96

ya viuda,97

es muy notoria durante este

año, que es un año de gran vitalidad monástica en toda la Península Ibérica,98

un año

también en el que se afianzan los condados existentes, un año, en fin, de mitad de siglo,

apropiado para hacer un balance de cómo van las cosas. Los reinos de España y Portu-

gal están en ciernes, mientras Al-Ándalus se reafirma en el califato de Córdoba. Al nor-

deste de España se consolidan y defienden las fronteras.

Ramiro II, en respuesta a las aceifas musulmanas contra el norte peninsular, contra su

reino, bajó hasta el Tajo saqueando y dominando a los musulmanes hasta causarles gran

derrota en la toledana Talavera,99

volviéndose luego a León enfermo. Se hizo cargo del

gobierno su hijo Ordoño.100

96

Portugal. Muniadona Dias era hija del conde Diego Fernández y de la condesa Onega (u Oneca), que

habían sido tutores del rey Ramiro II de León. Es muy reconocida en varias ciudades portuguesas por sus

acciones y proyectos realizados.

En el año 926, Ramiro II otorgó a Muniadona y a su esposo Hermenegildo González la villa de Cre-

ximir, próxima a Guimarães. Hermenegildo murió en el año 928, dejando a Muniadona como poseedora

de muchos dominios (los condados de Portugal y Coímbra). Esos dominios fueron divididos en este año

950 entre los 6 hijos, siendo Gonzalo Menéndez quien se queda con los del condado Portucalense. En ese

momento y de manera muy piadosa, se fundó en Vimaranes el monasterio de San Mamede, en el que

Muniadona profesó como religiosa, construyéndose también el castillo para defensa contra los vikingos y

a la sombra del cual se desarrolló Guimarães, viniendo a ser sede cortesana de los condes de Portugal. El

documento testamentario en el cual hace la donación de sus dominios, ganado, rentas, objetos de culto y

libros religiosos al monasterio de Guimarães es del 26 de enero del año 959, y es un documento impor-

tante por testificar la existencia de diversos castillos y poblaciones en la región.

97

Del conde Hermenegildo González.

98

En este año está al menos parcialmente documentada la muerte del Santo abad de Leyre Virila, del

cual se cuentan muchas leyendas y milagros. Resultó que érase una vez, en primavera, el abad Virila

decidió dar un paseo por el magnífico bosque que rodea al monasterio. Fatigado tras la marcha, se sentó a

descansar juntó a una fuente, y entonces escuchó el cantar de un pájaro. Era tan bello ese canto, que el

abad quedó absorto y maravillado. Cuando regresó al monasterio, se sorprendió de no reconocer a los

monjes ni de que nadie supiese quién era. Al decir que era Virila, el abad, alguien quiso recordar algo

oído de tiempo atrás. Buscaron en los archivos del monasterio y hallaron que, efectivamente, Virila había

sido abad, pero hacía 300 años, y que había desaparecido en el bosque. Sólo entonces, Virila se dio cuenta

que había permanecido extasiado durante todos esos años. Es verdad que existió un abad llamado Virila,

y también se puede acreditar el culto secular al Santo. El monasterio de Leyre sigue siendo muy visitado,

siendo muy frecuentada aquella fuente en la que oró y reposó San Virila.

99

Las crónicas cristianas relatan que murieron en la batalla de Talavera 12.000 musulmanes y que los

cristianos se llevaron 7.000 prisioneros.

100

Futuro Ordoño III.

~ 67 ~

En Barcelona, el conde Borrell II, al contrario que su padre (Sunyer I) está actuando

de un modo más diplomático que militar. Está procurando y consiguiendo mantener sa-

ludables y cordiales relaciones con sus dos poderosos vecinos: los francos al norte y los

omeyas andalusíes al sur. Intercambia embajadas con Córdoba y busca la paz.

También se propuso Borrell II mantener vínculos y comunicación con la Santa Sede,

enviando embajadores al Papa para reorganizar de la mejor manera todo lo relacionado

con la Iglesia en los condados catalanes.101

Desde Córdoba, Abderramán III envió una embajada a Otón I (rey de Francia Orien-

tal),102

muy molesto por las incursiones de la piratería sarracena (corsarios andalusíes de

Fraxinetum) por la Provenza.103

Las cartas credenciales que llegaron a Otón fueron in-

terpretadas como ofensivas, pues nada menos que venían a pedir que lo que tenían que

hacer los cristianos era convertirse al Islam o por lo menos complacerse de un modo

más tolerante con los musulmanes. Lo que decidió Otón fue retener a los embajado-

res.104

No son tiempos de miramientos. De hecho, el mismo Abderramán III,105

habiéndose

percatado y habiendo sido informado de una conspiración contra él en la misma Córdo-

ba, coincidiendo con la designación de su hijo Alhakén106

para sucederle, decidió que en

su misma presencia fueran ejecutados los conspiradores: su mismo hijo, el príncipe Abd

Allah, y el eminente jurista y polígrafo Ahmad ibn Abd al-Barr, entre otros. Esto ocu-

rrió el 22 de marzo.

101

De hecho, él mismo viajará a Roma para verse con el Papa, en el año 970, con la finalidad de resta-

blecer debidamente el arzobispado de Tarragona.

Con el fin de promover la cultura, el arte y las ciencias en sus dominios se atrajo a Cataluña al desta-

cado monje Gerberto de Aurillac, el cual, al término de este siglo X, será el Papa Silvestre II.

102

Futuro emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (962-973). Su Corte estaba en Memleben,

lugar donde habrá de fallecer.

103

Otón había escrito a Abderramán III cartas muy duras contra el Islam.

104

Así permanecieron durante tres años, durante los cuales, uno de los embajadores, que era un obispo

mozárabe (de nombre y sede desconocidos), murió.

105

En este año le nació el último de sus numerosos hijos: Al-Mugira. Será un príncipe cortesano, extra-

vagante, libidinoso…

106

Futuro Alhakén II.

~ 68 ~

Ramiro II de León

San Virila

~ 69 ~

EPÍLOGO

LA VIDA EN LEÓN DURANTE EL SIGLO X107

PRÓLOGO

Cuando el Duque de Rivas escribía su Moro Expósito o Córdoba y Burgos en el siglo

décimo, iba inspirado por un atractivo tema poético e histórico: la evocación de las dos

cortes, la islámica y la cristiana, durante uno de los períodos en que España vivió una

vida más intensamente suya, más rica en fermentación y en entusiasmos heroicos. Pero

el Duque iba guiado sólo por el instinto poético que lanzaba a los románticos en busca

del color local, y por la lectura de escasas e inadecuadas fuentes históricas. En el poema

del Duque de Rivas la ciudad cristiana surge de la lectura de obras de los últimos siglos

medievales, como la del canciller Ayala y el Paso Honroso de Suero de Quiñones;108

la

ciudad musulmana busca sus cimientos en la mala historia de Conde y en el romancero

morisco del siglo XVI.109

He aquí ahora la reconstrucción de la corte cristiana en el siglo X, hecha por un lite-

rato, que es, antes que literato, un historiador; un historiador preocupado de la más es-

crupulosa exactitud cronológica, informado en la lectura de miles de documentos autén-

ticos y curioso indagador de las miniaturas de los códices coetáneos y de todos los res-

tos arqueológicos de la época.

107

Texto de Claudio Sánchez Albornoz con prólogo de Marcelino Menéndez Pidal, todo ello expuesto

aquí con adaptación o reelaboración propia.

108

Esta nota es mía: El Paso Honroso es el "paso de armas" protagonizado por el caballero leonés Suero

de Quiñones, entre el 10 de julio y el 9 de agosto de 1434, con el "pretexto meramente literario" de hon-

rar a la dama de la que estaba enamorado. Se trata de uno de los más famosos pasos de armas de la Edad

Media europea, y es una de las muestras fehacientes del entorno y puesta en escena del Amor Cortés,

puesto que los términos del paso quedaron fijados al entenderse el caballero "prisionero" del amor por

una dama; y, en consecuencia, su rescate había sido fijado en trescientas lanzas, es decir, que para libe-

rarse de su prisión, Suero de Quiñones, y los caballeros que le acompañaron, como mantenedores, debían

participar en cuantos combates fuesen necesarios, en el paso, hasta quebrar trescientas lanzas, pues sólo

así finalizaría la "prisión" del caballero, simbolizada mediante una argolla de hierro que Suero de Qui-

ñones llevaba al cuello todos los jueves. El lugar elegido para la celebración del paso fueron las llanuras

que siguen al puente sobre el Órbigo en dirección a Astorga. Allí montaron los actores del paso todo el

escenario que permitiese los combates y las fiestas. El puente aún sigue en pie, huesudo y quebrado. Y

allí se extienden cubiertas de chopos ceremoniosos y verdes, las llanuras de la ribera del Órbigo, a pocos

kilómetros de Astorga y de la propia capital leonesa.

109

La verdadera evocación de la vida del siglo X tiene que ser comenzada totalmente de nuevo. La

reconstrucción literaria de la Córdoba califal está aún por hacerse o completarse como es debido.

~ 70 ~

Las amenísimas estampas leonesas que van a pasar ante los ojos son a la vez una obra

de fino arte novelesco y de sólida ciencia histórica.

Las sabrosas curiosidades de estas escenas arcaicas nos muestran cómo la vasta y afa-

nosa erudición de don Claudio Sánchez-Albornoz ha penetrado hasta en sus más ínti-

mos escondrijos toda la vida ciudadana de aquellos remotos días precursores del mile-

nio, avalorando los más secos detalles de los diplomas con docto poder interpretativo;

nos muestran asimismo lo mucho que la imaginación y el espíritu artístico, auxiliares

necesarios de toda reconstrucción histórica, asisten a Albornoz para evocar aquella vida

extinguida en las escasas reliquias que de ella quedan.

Sólo para atender en algo la indicación de Albornoz, procuraré ayudar la imaginación

del lector en las estampas, señalando algunas particularidades del lenguaje que usaban

aquellos leoneses del siglo X, descubriendo algunas de las ideas lingüísticas y de las

modas de hablar que entonces corrían.

El idioma romance se hallaba durante el siglo X en su período de orígenes o de for-

mación, y lo que más esencialmente distinguía el lenguaje de entonces del de después

era la falta de una norma lingüística fija. Varias normas luchaban entre sí, cada una sin

fuerza bastante para vencer rápidamente a su contraria.

El habla vulgar de la Corte de León en el siglo X tenía una gran debilidad constitutiva:

su vacilante indecisión. En ella concurrían tendencias venidas de Galicia, con el gran

prestigio de la cultura, la riqueza y la gran densidad de población de aquella tierra occi-

dental; tendencias venidas de Asturias, antigua sede de la monarquía; tendencias veni-

das de Castilla, región que ya entonces se distinguía por una firme orientación lingüís-

tica, muy alejada de las grandes vacilaciones leonesas. León gozó su gran prestigio po-

lítico en una época en que la calidad de corte la perjudicaba lingüísticamente por la

mezcla de gentes e influencias muy diversas que a ella concurrían, y en que todavía no

existía una literatura romance capaz de reducir a armónica unidad esas varias tenden-

cias.

INTRODUCCIÓN

Con esperanzas de éxito sólo puede intentarse reconstruir históricamente la vida ante-

rior al milenio de dos viejas ciudades españolas: León y Córdoba. La variada y rica li-

teratura arábigo-española, la frondosa y expresiva histografía hispanomusulmana y los

espléndidos restos de la capital del califato conservados hasta nuestros días, me parecen

materiales suficientes para acometer la evocación de la ciudad de los califas en los días

de Abderramán III y de Almanzor. En estas páginas me propongo tan sólo trazar unas

Estampas de la vida en León durante el siglo X.

Muy a mi pesar no puedo ofrecer al lector en mi trabajo una reconstrucción acabada

del León milenario. Faltan por entero textos literarios en que espigar noticias relativas a

la vida privada, fiestas y costumbres de los leoneses de aquel tiempo. No quedan apenas

de la sociedad del novecientos sino edificios religiosos, lápidas devotas, mármoles, pie-

dras y algunos –muy pocos– objetos de culto. Escasean incluso las representaciones fi-

~ 71 ~

guradas de aquellos días, y las que nos conservan Biblias, Antifonarios y Beatos, en

ocasiones son de rudeza o estilización tales, que resulta en extremo complejo interpre-

tarlas, y a veces suscitan dudas sobre si sus autores reprodujeron en ellas escenas del vi-

vir diario o se dejaron arrastrar por la tradición erudita y copiaron costumbres y modas

del vivir pretérito. Las crónicas cristianas de la época […] son breves y misérrimas bio-

grafías de reyes, secas, esquemáticas, faltas de colorido, que ofrecen triste contraste

comparadas con obras tan jugosas, detalladas y llenas de vida como la de Al-Juxaní, tra-

ducida por Ribera, maestro de arabistas, y otras varias musulmanas contemporáneas. Es

forzoso acudir casi exclusivamente a los áridos diplomas de aquella centuria, que alzan

su laconismo torturador frente a los parleros documentos de los siglos siguientes. Sobre

ellos, sobre el Fuero de León de 1020 que cristaliza la tradición jurídica, económica y

social legada a los contemporáneos de Alfonso V por sus antepasados, y utilizando con

la atención precisa las fuentes gráficas, narrativas y monumentales mencionadas, me

propongo trazar, con los adobos necesarios, mis estampas de la vida leonesa entre el año

900 y el 1000.

Algunas licencias voy a permitirme al construir los cuadros. La penuria de datos apro-

vechables me obligará, aunque no siempre, a concentrar en un año y en una ciudad

noticias procedentes de todo el reino y datadas en fechas diversas del período que

abarco. La necesidad de llenar los abismos que, no obstante mis investigaciones, abre en

el conocimiento de la sociedad leonesa del siglo X lo misérrimo de nuestras fuentes, me

forzará a suplir, con auxilio de las más viejas tradiciones locales, aún vivas esporádi-

camente, y con ayuda de la imaginación –recuérdese que hablé al principio de recons-

truir–, los trazos que el tiempo haya ido borrando en las estampas primitivas. Por últi-

mo, para dar vida a las pobres noticias mortecinas y dispersas que he podido espigar en

diplomas, textos legales, miniaturas y crónicas, me trasladaré con los lectores al León de

los Ordoños y de los Ramiros y procuraré evocar aquella sociedad en que todo era aún

vario, amorfo e inestable, pero que llevaba en sus entrañas todas las singularidades de

nuestra historia medieval y moderna.

No tema el lector, sin embargo, que mi fantasía se desborde. No quiero hacer novela,

sino historia, y así como los filólogos publican los textos restaurados en forma tal que

siempre pueda distinguirse lo nuevo de lo viejo, así yo procuraré ofrecer al pie de cada

página los testimonios necesarios para mostrar a cada paso las bases de mi aserto. Esta

quinta edición de las Estampas reproduce a la letra las anteriores. No se han alterado si-

quiera las noticias, a veces transidas de contemporaneidad, consignadas en las notas. Pe-

ro han transcurrido casi veinte años desde la última aparición de este libro y he creído

oportuno anotar en unas Adiciones las fuentes narrativas y documentales publicadas

desde 1926 y las novedades que mis investigaciones y las ajenas han añadido al estudio

de las instituciones y de la vida leonesas en la temprana Edad Media.

~ 72 ~

LA CIUDAD Y SU HISTORIA

Edificada para albergar a la Legio VII Gemina, fue ya quizás asiento del dux de ésta

que como legado augustal gobernó a veces Asturias y Galicia. Desconocemos su his-

toria tras la ruina de la dominación romana en España. Hubo de ser conquistada por

Muza en su campaña del Noroeste, y acaso sirvió de asiento al prefecto musulmán de

los astures cismontanos, mientras el de los astures trasmontanos, el bereber Munuza,

residía en la ciudad marítima de Gijón. Reconquistada, mediado el siglo VIII, en las

grandes campañas de Alfonso I que la rebelión berberisca hizo posibles, quedó desierta,

por cerca de cien años, al trasladar el citado caudillo, a las abruptas montañas de su rei-

no, las gentes que habitaban en la alta meseta comprendida entre el Duero y los montes.

En pie sus viejos muros, construidos por el pueblo romano, que edificaba para la éter-

nidad, y más o menos arruinadas sus termas y algunos otros monumentos de idéntico

abolengo, debió ser morada de las sombras durante casi un siglo, por cuanto, a lo que

creo, la halló vacía el vencedor del conde palatino Nepociano, cuando, asentado en el

trono de Asturias, pudo continuar la reconquista. A lo menos el esfuerzo en tomarla de-

bió de ser tan pequeño, que ni su nieto el rey cronista, ni la crónica atribuida sin razón a

un monje de Albelda, mencionan la ocupación de la ciudad por don Ramiro. Y, sin em-

bargo, es indudable que se estableció en ella población cristiana durante su reinado, por-

que varios historiadores musulmanes hablan de que aquélla huyó de León en 846, ante

el ataque de los islamitas. Y estas mismas fuentes nos declaran la fortaleza y, en conse-

cuencia, el origen de los muros en pie, al referirnos que, tras haber incendiado la ciudad,

los sarracenos intentaron destruir su recinto murado, pero que hubieron de retirarse de

León sin lograr su propósito, ante el grosor y la resistencia de la cerca. El incendio y el

fracasado intento de arrasar las murallas son buena prueba de que las tropas cordobesas

no pensaron siquiera en guarnecer la plaza conquistada, y ésta debió, por tanto, conti-

nuar desierta. Así la encontró, en efecto, el rey Ordoño cuando abandonada la barrera

montañosa que defendía el reino astur, y sintiéndose seguro en la llanura, restauró As-

torga y Amaya al pie de los montes y ocupó León en 856. La repobló, como en general

todas las nuevas tierras, con cristianos del Norte, venidos a correr fortuna en la frontera,

y con mozárabes que huían de las persecuciones y de las discordias civiles de la España

musulmana. Gómez-Moreno ha probado el mozarabismo de buena parte de los poblado-

res del alfoz leonés. Y un pasaje del texto rotense, ahora tenido por primera redacción

de la crónica de Alfonso III, ha venido a confirmar rotundamente las conclusiones a que

llegara por diversos caminos el ilustre arqueólogo e historiador citado.

Ordoño restauró los destrozos ocasionados en las murallas leonesas por los sarracenos

en los días de su padre Ramiro; erigió en la ciudad por primera vez un obispado, e

instaló su palacio en las antiguas termas. Reinaba Alfonso el Magno cuando hacia el

año 875, tres antes de la victoriosa jornada de Polvoraria, como dicen los textos, se dio

nuevo empuje a la repoblación de la ciudad. Sus habitantes tomaron entonces agua del

Bernesga para ella y después levantaron torres y fortalezas en la campiña próxima,

construyeron presas y molinos en los ríos cercanos, edificaron granjas e iglesias en los

campos vecinos y se desparramaron en aldeas por los valles del Porma, del Bernesga y

~ 73 ~

del Torío. Apoyado en las recias murallas de León esperó Alfonso III, en 882 y en 883,

la acometida del príncipe Al-Mundzir y del general Háxim Ben Abd Al-Aziz, que al ca-

bo volvieron a tierras andaluzas sin combatir con el ejército cristiano. Después, mientras

el emirato cordobés parecía extinguirse en medio de persecuciones religiosas, alzamien-

tos locales, odios de raza y discordias civiles, el Rey Magno, en un salto de tigre, exten-

dió sus estados hasta el Mondego, el Duero y el Pisuerga; León dejó de estar amena-

zada; al desplazarse hacia el Sur la raya fronteriza, pasó a ser centro político del reino, y

en adelante se convirtió en la capital de la joven y fuerte monarquía, en que se fundieron

sangres, ideas, costumbres, normas jurídicas, instituciones y formas artísticas de abolen-

go romano, de raigambre visigoda y de origen árabe.

Durante el siglo X, León fue la población más importante de la España cristiana. No la

imaginen, sin embargo, los lectores como una gran ciudad. Era reducido su perímetro.

Tenía la forma de un rectángulo casi perfecto. Su eje mayor iba, de Sur a Norte, desde el

mercado, fronterizo a San Martín, hasta el castillo, y su eje menor cruzaba desde la

Puerta del Obispo a la Cauriense, situada a la altura del espléndido palacio que levan-

taron más tarde los Guzmanes. Ceñida por la antigua cerca que edificaron los romanos,

daban acceso a ella cuatro puertas: La llamada Archo de Rege conducía al mercado y se

abría en la calle donde se alzaba el palacio del rey, enclavado a espaldas de la iglesia

actual del Salvador. Al oriente, no lejos de la Torre Cuadrada, se encontraba la Puerta

del Obispo, como tal conocida hasta hace pocos años. La del Conde, al septentrión de la

ciudad, después Puerta del Castillo, debía su nombre al gobernador de León por el mo-

narca, cuyo palacio y fortaleza –castrum o castellum le denominan los diplomas– se ha-

llaba junto a ella. Por último la Puerta Cauriense se abría frontera a San Marcelo, de

extramuros, en el lugar citado arriba, y conducía a la llamada, por las escrituras de la

época, Carrera de Fagildo.

Plano de la ciudad de León en el siglo X

~ 74 ~

En su interior la cruzaban, en direcciones diferentes, numerosas vías, calles, carrales y

carreteras, registradas en diversos diplomas. Las antiguas termas se convirtieron en sede

episcopal por Ordoño II; trasladó éste el solio regio a un palacio situado junto a la

Puerta del Mercado, desde entonces tal vez llamada Archo de Rege; y en el curso del si-

glo que estudiamos se alzaron en León, fuera y dentro de sus viejas murallas, diversas

iglesias y numerosos monasterios. De monjes unos, de religiosas otros y varios dúplices,

ora seguían las antiguas reglas españolas de San Fructuoso o de San Isidoro, ora se re-

gían por la de San Benito, extranjera, pero ya propagada en la Península. Regulares tam-

bién los clérigos de la iglesia episcopal, completaban el cuadro de los habitantes de

León algunos infanzones y diversos ingenuos no nobles. De éstos, unos eran peones y

caballeros otros. Pero todos trabajaban en diversos oficios o labraban el campo; ya culti-

vando sus propias heredades, ya explotando las tierras de los otros, como juniores, o

mediante diversos tipos de contratos agrarios.

El proceso de la colonización había creado en los páramos leoneses numerosas pe-

queñas y medianas propiedades, que hacían de León y su alfoz tierra de hombres libres

o ingenuos, a veces acogidos a la benefactoría de un patrono. Había, sí, en las medianas

y grandes propiedades una numerosa masa de tributarios, colonos o juniores, dueños ya

de su libertad de movimiento, pero a quienes la miseria ataba a las heredades del señor.

Existía también una clase de juniores de capite o cabeza, constituida por los hijos jóve-

nes, sin tierra, de los tributarios, juniores de hereditate u homines mandationis; y algu-

nos pocos siervos adscripticios, en los campos, y diversos siervos personales, que ser-

vían como criados o domésticos en las cortes de los más ricos leoneses.

El Conde gobernaba a la ciudad, auxiliado por el merino y el sayón. El concilium o

asamblea general de vecinos de León y su alfoz se reunía bajo la presidencia de aquél:

para hacer justicia, para presenciar actos de jurisdicción voluntaria –donaciones, testa-

mentos, cartas profilationis o contratos de variada especie–; para fijar las medidas de

pesos, líquidos y áridos, el precio de los jornales y la tasa de las mercaderías, y para

elegir los zabazoques, o jueces del mercado, primeros funcionarios autónomos de la ciu-

dad futura.

León vivía a ras de tierra, sin otro acicate que la sensualidad y sin otra inquietud espi-

ritual que una honda y ardiente devoción. Mística y sensual, guerrera y campesina, la

ciudad toda dividía sus horas entre el rezo y el agro, el amor y la guerra. Los laicos em-

puñaban la espada para luchar con los infieles, o el arado para labrar la tierra; y los

monjes, la azada para cavar el huerto o la pluma para copiar el Viejo o el Nuevo Tes-

tamento, las obras de los Santos Padres más famosos de la Iglesia cristiana o los libros

litúrgicos al uso. Todos o casi todos amaban y rezaban; sólo una minoría de escogidos

mantenía encendida la mortecina llama de la cultura clásica, al leer y al copiar, aunque

de tarde en tarde, los divinos versos de Horacio o de Virgilio.

Tratemos ahora de sorprender algunos instantes de la vida de León durante este siglo

de su historia. Esforcemos un poco nuestra potencia evocadora y trasladémonos a la ciu-

dad que nos ocupa, no para asistir a escenas llenas de dramatismo y de pasión, sino para

presenciar la monotonía de su vivir diario, para acudir a su mercado, recorrer sus calles,

carrales y carreras, penetrar en sus casas, escuchar sus diálogos, sorprender sus yantares,

~ 75 ~

verla animada y curiosa en horas de bullicio cortesano, marcial y devota en vísperas de

fonsado o de guerra, y quieta, silenciosa y recogida en días de paz y de sosiego...

Lagar de viga (Beato de Liébana, Biblioteca del Real Monasterio de El Escorial)

EL MERCADO

Por una ancha calzada, cuyo pavimento de pequeños guijarros muestra, en sus fre-

cuentes baches y descarnaduras, el descuido de los hombres, caminan, seguidos de sus

gentes, dos magnates.110

Es una mañana tibia de octubre. El aire tiene esa maravillosa

transparencia que adquiere en la otoñada cuando las lluvias han posado ya el polvo del

estío. Señores y vasallos cruzan el páramo leonés. A derecha e izquierda del camino se

extiende la llanura suavemente ondulada. A su vista se ofrecen rastrojos que aún amari-

llean, barbechos que esperan la semilla, praderas, campos de lino, frondosas viñas que

110

Les supongo caminando por la vieja calzada romana de Zaragoza a Astorga. Véase BLÁZQUEZ: Vías

romanas del valle del Duero (1916), BLÁZQUEZ Y SÁNCHEZ-ALBORNOZ: Vías romanas del valle del

Duero y Castilla la Nueva (1917) y BLÁZQUEZ (Antonio y Ángel): Vías romanas de Carrión a Astorga

y de Mérida a Toledo 1920). Después de aparecida la primera edición de esta obre me he ocupado de la

geografía romana de esta región en mi estudio: Divisiones tribales y administrativas del solar del reino

de Asturias en la época romana, Bol. Ac. Ha., 1929.

~ 76 ~

no brindan ya negros racimos entre sus verdes pámpanos, grandes choperas en las ori-

llas de los ríos, y al norte, al fondo del paisaje, la silueta oscura de los montes lejanos.

La luz de la mañana permite divisar a la izquierda de la calzada que siguen los jinetes

algunas míseras aldeas, cuyas casas de adobes, cubiertas de ramaje y de barro ya seco,

apenas se destacan del suelo.111

Junto al camino un grupo de labriegos derrama la si-

miente en varias heredades vecinas, mientras otros rústicos, con sendas parejas de bue-

yes, hunden la reja en el barbecho y cubren el grano con los nuevos surcos. Son juniores

o tributarios de Santa María, que prestan las habituales sernas otoñales, es decir, las

obligadas jornadas de trabajo que han de realizar, varias veces al año, en las tierras cu-

yos productos íntegros reserva para sus cellarios o graneros la Iglesia de León.112

Los desconocidos caballeros caminan en dos hermosos potros, uno castaño y otro ba-

yo. Al cruzar el Porma les alcanzan unos mercaderes judíos113

que traen en su recua ri-

cas preseas eclesiásticas de Bizancio (greciscas), sedas, tapices y brocados del oriente

islamita o de la España musulmana,114

y otros varios productos adquiridos a bizantinos

y a andaluces. Han traficado con éxito en Castilla. Doña Abba, nuera del conde don Fer-

nando, les ha comprado unas almuzallas o cobertores, varios paños, dos dalmáticas, una

111

Como es notorio a cuantos conocen la tierra leonesa, las casas aldeanas son hoy en ella todavía de ba-

rro y paja. De barro hay también alguna típica y vieja casa en la plaza del Mercado de la misma León.

Además, los documentos de la época que estudiamos hablan de casas territas.

112

Hablaré más adelante de juniores. Respecto a las sernas, no creo necesario mayor aclaración. La pres-

tación de sernas fue, durante toda la Edad Media, servico muy generalizado entre los aldeanos de todo

el reino de León y Castilla. No cabe dudar de que ya pesaba tal carga sobre la población rural mediado

el siglo X, a la vista del privilegio concedido a Santa María de Rezmondo por Fernán González en 969,

y del fuero de Castrojeriz de 976 (MUÑOZ, Colección de fueros municipales y cartas pueblas, Madrid,

1847, págs. 34 y 38). Ambos documentos son castellanos; pero comprueba la prestación de ternas y el

uso mismo de la palabra serna en tierras leonesas, la frecuencia con que aparece en diplomas leoneses

tal vocablo. Se aplica a tierras diversas; pero éstas recibirían probablemente aquella denominación por

ser cultivadas mediante la ejecución de tales servicios. La donación por Alfonso III en 908 a la sede de

Oviedo de una serna de 300 modios situada en el monte Naaranco –la he publicado por primera vez en

mi Serie de documentos inéditos del reino de Asturias, Cuadernos de Historia de España, I y II, Bue-

nos Aires, 1944, 333– acredita, por lo remoto de la fecha en que el nombre la prestación había empe-

zado a aplicarse a las tierras mediante ella labradas, lo antiguo del uso del vocablo para designar antes

el servicio. Santa Rosa de Viterbo, en su Elucidario das palavras, termos e frases que em Portugal an-

tigamente se usaram (II, 208) acredita con textos el significado indicado de la palabra serna.

113

GÓMEZ-MORENO (Iglesias mozárabes, 126) se inclina a suponer al comercio leonés en manos de ju-

díos, y cita un texto de 1047 en prueba de su aserto. A lo menos debía correr a su cargo la importación

de paños, alhajas y preseas eclesiásticas.

114

La importación de telas y objetos diversos spaniscos o moriscos está comprobada en el siglo X, más

que por citas documentales de prendas o preseas así calificadas –en diplomas leoneses de 935 y 959 se

habla de genabes o cobertores mauriscos (T. Leg., fols. 419 v°, y 321 v°), por el sinnúmero de voca-

blos de procedencia árabe empleados en textos leoneses para designar tejidos, pieles, vestidos, piezas

de mantelería, colores, etc... GÓMEZ-MORENO ha reunido las voces de la época que tienen a su juicio

ese abolengo (Iglesias mozárabes, 126-129).

~ 77 ~

casulla y dos frontales greciscos.115

Han vendido mal tarde algunas piezas spaniscas o

hispanoárabes en Sahagún y van a León después de haber intentado comerciar con las

comunidades, aún pobres, de San Miguel de Escalada y de San Pedro de Eslonza.

Es cuarta feria, día de Mercurio, como decían los romanos, y caminan deprisa para lle-

gar al mercado en buena hora.116

Acomodan los hebreos la marcha de sus cabalgaduras

al paso de los caballos que montan los magnates, y platicando mercaderes y jinetes –son

todos latinados– se acercan a León. Dos cosas han sorprendido a los judíos en su viaje.

Las manos del conde don García y la iglesia de San Miguel. Nunca habían visto manos

de varón más blancas ni más bellas. Conocían Córdoba, Toledo, España entera y, sin

embargo, vienen impresionados por la sencillez y armonía de líneas de la iglesia de Es-

calada. Tienen grabado en la memoria el extraño recuerdo de las finas manos de don

García117

y viva todavía en la retina la imagen del templo, consagrado al Arcángel en el

repecho de aquel cerro pelado que ve correr a sus pies el anchuroso Esla.

El dialogar ameno acorta los caminos. Han cruzado ya el Torío por un viejo puente y

han adelantado a varios labriegos del alfoz que, montados en las ancas de sus asnos,

llevan en sus cuévanos o cestos, nabos, ajos, cebollas y castañas, y a varios campesinos

de Macellarios,118

que, también caballeros en pollinos, traen a León carne, sebo y ceci-

na. Una lenta carreta de bueyes cargada de madera queda, como los labriegos, rezaga-

da, y llegan al mercado. Apiñada muchedumbre de gentes se estruja, grita, discute, ges-

ticula. Los colores vivos de las túnicas o sayas de las mujeres, y de los jubones, sayos y

mantos de los hombres destacan sobre el fondo gris oscuro de los lienzos de muralla que

empieza a dorar el sol del mediodía. Se oyen voces humanas, sonar de esquilas, mu-

gidos y relinchos, Los judíos avanzan como pueden por medio de aquella masa en que

se funden hombres, bestias y mercaderías. Las gentes armadas que acompañan a los dos

caballeros se desvían hacia saliente para entrar en León por la Puerta del Obispo, y sólo

queda junto a ellos un su siervo que, con treinta vacas, un toro y dos perros, les habían

cambiado Froila y su mujer por unas tierras.

115

Consta que dicha señora y el conde don García donaron diversas piezas greciscas a su hija al fundar en

978 el monasterio de Covarrubias (Cartulario de Covarrubias, ed. Serrano, 22).

116

En las cuartas ferias se celebraba el mercado de León según el artículo 46 del fuero de 1020, que dice:

“mercatum publicum, quod quarta feria antiquitus agitur”, y en miércoles sigue celebrándose aún en

nuestros días.

117

La Primera Crónica General recoge esta tradición legendaria de las bellas manos del conde don Gar-

cía que había de llevar luyas para no enamorar a las mujeres de sus vasallos (Ed. Menéndez Pidal, Ma-

drid, 1906, N. B. AA. EL, v. 427).

118

La existencia de la aldea de Macellarios en el siglo X está comprobada por diversos diplomas, entre

otros por la donación de unas sernas otorgadas por Alfonso IV al monasterio de San Cosme y San

Damián en 930; de una de ellas dice el texto “iacet sub Mazellarios” (T. Leg., fol. 454). Véanse tam-

bién la venta de un huerto “in villa Macellarios” (939. Arch. Cat. León, 1336), y la donación de una

viña “in Macellarios”, otorgada en 985 por Vimara a San Salvador de Mataplana (T. Leg., f. 140).

Hasta hace años han seguido proveyendo a la ciudad de León montados en sus pollinos, los carniceros

del alfoz.

~ 78 ~

Los próceres cuyas huellas seguimos se detienen en el teso del ganado. Dos leoneses

comen grandes rebanadas de pan y refrescan la garganta empinando una bota llena de

vino raspante del país. Celebran el alboroque119

con que acaban de cerrar su trato.120

El

que con rostro más alegre moja con el vino el gaznate ha vendido al otro una yunta de

novillos. Son dos hermosos animales, uno berrendo y otro blanco; pero ha recibido por

ellos veinte sueldos y está satisfecho de su venta.121

Un su compadre ha vendido tres

bueyes óptimos en doce sueldos, y a lo sumo por dos bueyes, con su atondo y su carro,

se han pagado en el mercado último quince sueldos romanos. Supera incluso el precio

conseguido por cada uno de sus novillos al de seis sueldos en que se ha mercado un

buey negro, orgullo de su dueño. Y se explica por ello el regocijo del afortunado ven-

dedor que obsequia con su bota a los testigos de su éxito.

Junto al grupo que come, bebe y ríe se vende una vaca preñada en doce sueldos;122

un

campesino pide cuatro por un asno gigante;123

un aldeano ofrece ocho denarios por un

cerdo cebado;124

se compran cien ovejas en cien sueldos, una cabra en un modio de tri-

go, y se tantean potros, mulas, yeguas y pollinos. Los dos jinetes misteriosos vuelven a

detener sus pasos ante un corro que presencia interesado el regateo de un feo potro de

color morcillo. El comprador es un villano de Castrrojeriz venido a León a liquidar la

herencia de una tía. Ha vendido un herrén (forraje), un linar y su parte en unos molinos

del Torío, y es tal su impaciencia por convertirse en caballero que no espera a volver a

su tierra para comprar caballo. Ha obtenido unos sesenta sueldos por esos bienes, divisa

119

Agasajo que hacen el comprador, el vendedor, o ambos, a quienes intervienen en una venta. Regalo o

convite que se hace para recompensar un servicio o por cualquier motivo de alegría.

120

De alboroque de pan y vino hay noticias en diversos diplomas. Véanse, por ejemplo, un documento de

1038 (Arch. del Obispo de León, n.° 154) y otro de 1026 (T. Leg., fol. 303).

121

Hay noticia de una yunta de bueyes valorada en 20 sueldos en 971 (B. Sahagún, fol. 75), y en dos

diplomas castellanos de 972 (Becerro de Cardeña, ed. Serrano, 103) y de 981 (B. de Cardeña, 221) se

habla de “uno iugo de bobes [duos boues]... uno albo et alio berrendo”, cuyo precio era de 20 modios.

En una monografía titulada: El precio de la vida en el reino asturleonés hace mil años, Logos, Revista

de la Facultad de Filosofía y Letras, IV, Buenos Aires, 1945, he sistematizado todos los abundantes

datos que he logrado reunir sobre el valor de las diversas especies de ganado, de las joyas y orna-

mentos de Iglesia, de las prendas integrantes del traje, de los objetos de uso doméstico, etc... en la

época aquí estudiada. Sirva esta cita para cuantas veces en el curso de esta obra consigne cifras acerca

del precio de animales o de cosas. El modio era la medida para áridos, que usaron los romanos y

equivalía aproximadamente a 8,75 litros.

122

En esa cifra se valora una vaca preñada en un documento de 1014, número 64 del Archivo del Obis-

pado de León.

123

En un diploma de 948 copiado en el B. de Sahagún, fol. 207, v°, se habla de un asno apreciado en

cuatro sueldos. Le supongo gigante, pues valía lo mismo que algún buey. Puede explicarse el alto valor

de los pollinos por su empleo para las labores.

124

La única cita que permite fijar en ocho denarios el valor de un cerdo en el siglo X procede de Portugal

y del año 999 (Archivo Distrital de Braga, Liber Fidei, fol. XVII).

~ 79 ~

o partija125

que le había tocado al repartir con sus hermanos la herencia referida. La cifra

de los sesenta sueldos es reducida. No le permite adquirir un buen caballo, que se cotiza

a muy altos precios en todos los mercados del reino de León. El caballo es indispensa-

ble para la guerra con el moro y alcanza un valor elevadísimo en proporción al conse-

guido por las demás especies animales. Después de la batalla de Simancas, en que pere-

cieron tantos brutos y jugaron tan decisivo papel los jinetes cristianos, los reyes distin-

guen a los caballeros con marcada preferencia, la demanda de cabalgaduras ha crecido y

es más que difícil adquirir una de ellas. Un gallego unido al grupo que presencia el trato

refiere en este punto que ha visto cambiar en su tierra, por ocho y por seis bueyes, un

caballo castaño y otro bayo como los que montan los dos incógnitos jinetes.126

No acep-

tarían ellos un cambio semejante. Exigirían de diez a veinte bueyes, o un centenar de

sueldos, a lo menos,127

y en León vale un caballo de cuarenta a sesenta,128

es decir, de

cuarenta a sesenta ovejas, de seis a doce bueyes como mínimo.129

El aspirante a caba-

llero ha apalabrado ya una silla gallega de altos borrenes en diez sueldos; pero no puede

emplear los cincuenta restantes en mercar el caballo, porque necesita adquirir el atondo

propio de todo caballarius, y ha de comprar aún: cabezada, pretal, riendas, freno y ata-

harre, para completar los arreos de la cabalgadura, y escudo, espada y lanza, para su

equipo personal. Ha encontrado un potro morcillo huesudo y con mal pelo, por lo que su

dueño le pide treinta sueldos. No le satisface la estampa de la bestia; pero con la espe-

ranza de engordarla, y forzado por lo exiguo de su caudal, discute de modo peregrino

con el dueño del potro para alcanzarlo más barato. El trato dura; el vendedor, a quien

125

Partición o repartimiento, especialmente el de una herencia.

126

Un caballo bayo y otro castaño aparecen, en efecto, apreciados en 6 y en 8 bueyes en un documento

gallego de 947 (LÓPEZ FERREIRO, Historia de... Santiago).

127

Conozco varias menciones de caballos valorados en 100 sueldos. Aparecen en documentos leoneses de

962 (A. C. L., T. Leg., fol. 365 v.°), 974 (B. de Sahagún, fol. 214 v.0), 1004 (T. Leg., fol. 174), 1008

(Archivo Ob. León, núm. 54) y 1035 (Arch. Ob. León, núm. 115). A juzgar por los precios del ganado

vacuno arriba mencionados, por 100 sueldos podían compararse de 10 a 20 bueyes.

128

Exceptuada la extraña valoración de un potro morcillo en 20 sueldos, la cifra más baja en que apa-

recen apreciados los caballos en tierras de León es 40 sueldos. Valoración tan reducida se encuentra

sólo, de otra parte, en documentos de fines del siglo X: de 997 (T. Leg., fol. 195) y 999 (Archivo Ob.

León, núm. 34). Eran, a lo que parece, más numerosos los caballos de 50 sueldos. En esta cantidad se

valoran en diplomas de 946 (ESCALONA, Historia de Sahagún, 394), 969 (13. de Sahagún, folio

213), 979 (ESCALONA, Historia de Sahagzín, 425), 1002 (T. Leg., folio 305 v°) y 1030 (Arch. Ca-

tedral de León, núm. 152). También debían ser muchos los caballos apreciados en 60 sueldos. Se men-

cionan en escrituras de 941 (B. de Sahagún, fol. 177 v°), 995 (T. Leg., fol. 131), 998 (B. de Sahagún,

fol. 184) y 998 (ESCALONA, Historia de Sahagún, 436). Por encima de estos precios había caballos

de 80, 100, 120, 150 y hasta 300 sueldos, pero, como he dicho antes, envío al cuadro completo de va-

lores de esta especie animal en todo el país, que he trazado en mi estudio: El precio de la vida en el rei-

no asturleonés, Logos, 1945.

129

Sobre la base de las valoraciones indicadas en la nota anterior y de las consignadas para bueyes y ove-

jas, esas eran las correspondientes comparativas de una especie a otra.

~ 80 ~

urge la venta, pues la ruindad de la cabalgadura es imagen de la pobreza de su dueño,

cede al cabo; y el nuevo caballero da veinte sueldos galicanos por el potro.

Más allá los dos desconocidos ven pagar cien sueldos por un mulo a un siervo del

obispo, quince por una yegua vieja a un infanzón del conde que gobierna Luna,130

y

sorprendidos admiran un caballo bayo de la alzada, estampa y pelo de uno de los dos

suyos, por el que entregan también hasta cien sueldos.131

Se apean de las cabalgaduras,

las coge de las bridas el siervo que los sigue, abandonan el teso del ganado y se dirigen

al Arco del Rey o de Palacio, para entrar por él en la ciudad.

No es empresa fácil abrirse paso por medio del mercado. Como las gentes de León

han de proveerse en él de semana en semana de todo lo preciso para el vivir diario, y

aun de lo superfluo, que como indispensable les reclama también el regalo y adorno de

su persona y casa, la ciudad se ha vaciado toda en la explanada situada, mirando al me-

diodía, fuera de las murallas. Hay ya algunas tiendas dentro de la cerca que ciñe la agru-

pación urbana; pero unas se han abierto para remedio de los más pobres, cuya penuria

no les permite hacer acopio un día a la semana de lo más necesario, y otras han surgido

al calor del lujo, para ofrecer a los ricos que viven o vienen a León, pan tierno, bocados

exquisitos, carnes frescas, joyas y bellos paños. Ni aquéllas por lo mísero, ni éstas por lo

escogido de los productos en que trafican, bastan al aprovisionamiento de la ciudad. El

número de todas es, además, pequeño, tal vez cuatro como mucho, y el vecindario acude

todas las cuartas ferias al mercado, a vender y a comprar, que pocos dejan de ser a la

vez mercaderes y consumidores. Unos venden las galochas, abarcas y zapatones que han

fabricado durante la semana, para comprar nabos, sebo, pan, vino, una pierna de carne-

ro, cecina de vaca o de castrón132

y, si los hay, algunos lomos; y otros el trigo o el vino

que les sobra, cabezas de ganado menor, lino, legumbres o alguna res envejecida en el

trabajo o desgraciada en accidente fortuito, para adquirir rejas de arado, espadas y mon-

turas o para mercar sayas, mudas de mesa, tapetes y plumacios.

A vender y a comprar acuden al mercado también los aldeanos del alfoz e incluso los

ricos propietarios laicos y los numerosos monasterios de la campiña leonesa. Lo redu-

cido y lo disperso de sus pobres dominios, por lo general grandes tan sólo en parangón

con las pequeñas parcelas que poseen los más de los labriegos, les impide vivir de sus

propios recursos y les fuerza a enviar sus mayordomos o vaheas a León las cuartas fe-

rias. Ni aun los más poderosos pueden bastarse a sí mismos económicamente. Necesitan

vender los sobrantes de sus cosechas o de sus ganados para adquirir enseres de labor o

de casa, prendas de lujo, armas, arreos de caballo o productos alimenticios de comarcas

extrañas. Se mueven, por tanto, sin remedio, dentro de la órbita comercial de la ciudad

130

En esa cifra se valora una yegua baya en escritura de 1002 (Becerro de Sahagún, fol. 102 v°). La re-

lación de dependencia en que presento a un infanzón en relación a un conde, era muy frecuente en la

época.

131

De un caballo bayo apreciado en 100 sueldos habla un documento de 974 (B. Sahagún, fol. 214 v°).

132

Es el nombre vulgar leonés usado en lugar de cabrón.

~ 81 ~

vecina, y con frecuencia, de una parte sus bolsas bien repletas y de otra sus gentes, sus

ganados o sus carros –cargados de cereales, de legumbres o de frutas–, contribuyen a

hacer del mercado leonés centro de contratación importantísimo, por el que no se puede

marchar sin embarazo.

Al dejar atrás el teso del ganado cruzan primero nuestros incógnitos amigos por entre

algunos labriegos y varios mayordomos de diversas iglesias y magnates que, al socaire

de sus asnos o al pie de sus carretas, venden, en sacos, cebada, centeno, trigo y mijo.

Cuando pasan por frente a los criados del monasterio de Abeliare, ven medir a una pa-

nadera de León varios modios de trigo a sueldo el modio. No les sorprende el precio. De

antiguo es el modio (romano) de trigo, como también la oveja, valor equivalente al

sueldo, y a menudo han visto pagar en modios o en ovejas, tierras, ganados o mercade-

rías ajustados en sueldos.

Más allá atraviesan entre los hortelanos de la ciudad y del alfoz. Para gozar de sombra

–el sol calienta hoy después de haber estado oculto entre nubes varios días– los horte-

lanos han armado sus miserables toldos. Han clavado en el suelo gruesos troncos, han

cruzado dos ramas por los dos agujeros abiertos en los palos, unos dedos antes de su re-

mate superior, y han tendido, sobre las dos varas aspadas, un sucio pedazo de lienzo

moreno.133

Bajo estos tenderetes, en grandes banastas hechas con delgadas tiras de cas-

taño, haya o sauce, o en cestos, cuévanos, carguillas o talegas de mimbre,134

ofrecen

manzanas, ajos, cebollas, uvas, higos, peras, castañas, nueces y otras mil frutas y horta-

lizas diversas.135

Empiezan ya a venderse también nabos tempranos, alimento funda- 133

Este sencillo tipo de tenderetes se ha usado en León hasta nuestros días y se usa aún en otras ciudades

de los reinos de León y Castilla, en Ávila, por ejemplo. Hoy los labriegos del valle Amblés –y hasta

hace años los campesinos de la vega de León–, para que no sea preciso clavar en el suelo el tronco del

toldo, lo sujetan en un trípode de madera.

134

Supongo en uso las mismas banastas, cestos, cuévanos, carguillas y talegas que aún emplean con estos

nombres los aldeanos de la tierra de León. Su origen se remonta probablemente a la época romana.

SAN ISIDORO (Etimologías, XX, 9) habla ya del canistrum o canasto hecho de cañas; de la cistella o

cesta fabricada con cañas o con mimbres, de la corbis de mimbre y de la sporta de esparto.

135

Cito sólo las frutas y hortalizas de otoño de que he hallado noticias en escrituras de la época. No con-

signo mención alguna de manzanas ni de uvas, porque la abundancia de citas de pomares y de viñas o

maxuelos en los documentos del siglo X es a todos notoria. Hoy no se conservan aquéllos ni éstas en la

cantidad que los diplomas atestiguan para entonces, pero aún recuerdan tales tiempos pueblos leoneses

con nombres como éstos: Manzanedo, Villanueva de las Manzanas...–Ajos y cebollas se llevaban al

mercado de Villavicencio, y, a lo que parece, en abundancia, puesto que se mencionan al consignar las

cantidades recaudadas por el sayón de los productos que se vendían por labradores e industriales, y se

habla de carretas cargadas de alios aut de cepolas (MUÑOZ, Colección..., 173). Las cebollas eran

alimento muy frecuente en el yantar del pobre. El fuero de Cirueña (972; B.A.H., XXIX, 348), al

señalar la comida que había de dar el señor a los villanos los días en que éstos prestaban sernas, nos

declara que los labriegos yantaban por la montaña comuña (pan de trigo y centeno), queso y cebollas.–

De higueras he encontrado mención en diplomas de 842 (T. Sobrado, fol. 17 v.°), 960 (P.M.H., D. et

Ch., 50), 963 (T. Sobrado, 1, fol. 22 v.°) y 989 (T. Celanova, fol. 17 v.°); podrían hallarse en mil textos

más y siguen cuidándose en las aldeas de tierra de León.–De perales se habla en escrituras de 883 (T.

Sobrado, I, fol. v°), 931 (T. Sobrado, I, fol. 36 v°), 950 (Rev. Hispanique, 1900, 336), 963 (T. Sobrado,

I, fol. 22 v°), 980 (Arch. Ob. León, núm. 42), 1006 (Arch. Ob. León, núms. 40 y 48), 1017 (Arch. Ob.

León, núm. 74). De castaños hay cita en diplomas de 842 (T. Sobrado, fol. 17 v°), 931 (T. Sobrado,

~ 82 ~

mental en todos los yantares leoneses136

y de los que hacen por tanto, gran acopio las

mujerucas de León vestidas de ordinario con sayas bermejas y amarillas. Un hombre al

servicio de los canónigos de Santa María elige ahora en uno de los puestos referidos los

mejores higos que ha logrado encontrar en el mercado. No son para la mesa del capí-

tulo, sino para la del monarca, pues mientras el soberano habita en la ciudad han de

proveerla de higos y de postre los capitulares de León.137

El sayón viene recaudando las maquillas del rey, los derechos que pertenecen al mo-

narca, impuesto que pagan cuantos llevan algo a vender al marcado de León las cuartas

ferias. Por cada carreta de nabos exige tres denarios, uno por la carga de cada pollino y

un puñado de nabos a los labriegos que vienen a pie con las alforjas llenas. De cada ca-

rro de ajos o cebollas toma veinte ristras de ocho cabezas, diez ristras por la carga de un

asno y cinco por la de un peón, y en proporción análoga cobra maquillas de las cas-

tañas, peras, nueces y demás productos que se venden en aquella zona del mercado.

Desde allí se encaminan hacia poniente, donde se agrupan pellejos de vino de Toro y

de aceite de Zamora, traídos de las márgenes del Duero por recuas leonesas;138

varios

sacos de sal, venidos a lomos de pollinos desde las salinas de Castilla;139

ramas de urce

fol. 36 v°), 960 (P.M.H.; D. Ch., 50), 965 (P.M.H.; D. Ch., 57), 973 (P.M.H.; D. Ch., 69). Hoy llegan

castañas a León desde el Bierzo y se venden en grandes cantidades en la plaza del Conde... Figuran no-

gales en textos de 950 (Rev. Hisp., 1900, 336), 992 (Arch. Ob. León, núm. 13), 992 (Arch. Ob. León,

núm. 26), 1006 (Arch. Ob. León, núm. 40)... y son muy abundantes en diversos pueblos del antiguo

alfoz y aun en las afueras mismas de la ciudad.

136

Antes de la introducción de la patata, el nabo hizo quizás sus veces. Aun hoy se consume en León y,

en gran cantidad, en Galicia, región muy conservadora en éste y otros muchos aspectos de la vida. El

fuero de Villavicencio los menciona entre los productos cuya tributación importaba fijar; es de presu-

mir que por su frecuente venta. En carretas, en asnos o a hombros llevaban los labriegos al mercado de

Villavicencio las cargas de nabos, y de la misma manera les supongo conducidos por los campesinos

del alfoz al de León.

137

En 1190 eximió Alfonso IX al obispo y a la Iglesia de León de esta carga, que puede datar del siglo

X. Ignoro su origen, pero no hallo razones para juzgarla posterior (Arch. Cat. León, núm. 1.072).

138

Como el reino de León no es tierra de olivares, he dudado si llegaría aceite al mercado leonés las

cuartas ferias. Los textos me han resuelto el problema. Llegaba ya en el siglo X, y llegaba de Zamora.

En la donación de Ordoño II a la Iglesia de León de alredeor de 916 (España Sagr., XXXIV, 441) se

lee: “offerimus de nostro partatico pro illas septem solemnitates majores de Sancti Martini usque ad

Pentecostem, pro una cuique solemnia XIIim. libras de cera, et XIIim. argenteos incensi Libani; et pro

diem Ramos palmarum duas mensuras olei, quos dicunt refrenas ad faciendum Crisma”. Y puede

suponerse con fundamento que el aceite venía de Zamora, porque en Zamora hay y había olivos, según

consta en un diploma de 945 (ESCALONA, Historia de Sahagún, 393). Ramiro II, que concedió a Sa-

hagún en esa fecha la villa de Traviesa, dice en él: “Et dedisti nobis por ipsa Villa tres Acenias in Za-

mora ad olivares iusta palatium nostrum”.

139

La mayor abundancia de salinas conocidas en Castilla y la mayor comodidad para el transporte de la

sal en recuas de pollinos desde Salinas de Añana, Salinillas de Bureba o Poza de la Sal hasta León –la

calzada romana de Zaragoza a Astorga por Briviesca facilitaba el acarreo– me ha movido a atribuir pro-

cedencia castellana a la sal que se vendía en el mercado leonés.

~ 83 ~

(brezo) para encender el fuego, sebo, cestos con gallinas y palomas, cera, miel, pi-

miento, grandes patos, queso, sícera, es decir, sidra del país o de Asturias y numerosas

grullas, que crían para el mercado de León las gentes de una aldea vecina, los mora-

dores de Grullarios. El sayón cobra una emina140

por cada carro de sal, un sueldo y una

olla de vino por cada carreta de pellejos o cubas, quince cuartillos a los vinateros por la

carga de cada asno, y así de la cera, grullas, gallinas y palomas. Los pellejos de aceite

están ya desinflados. No viene aceite a León todas las cuartas ferias, sino de tarde en

tarde, y el día que aparecen con él las recuas de Zamora, en las primeras horas del

mercado se lo disputan los siervos de cocina del obispo, del conde, de palacio y de al-

gunos magnates.141

La disputa se explica; no es siempre fácil proveerse de manteca en

cantidad bastante, es insufrible el sabor del sebo en las comidas,142

y da mejor gusto en

ellas el aceite de olivas que el de linaza –de uso muy general, procedente del Órbigo–143

y que el de nueces, fabricado en el país o traído de Asturias, pero también difícil de

encontrar y de adquirir. Hoy se han terminado los pellejos venidos de Zamora más tem-

prano que nunca, porque unos hombres del monasterio de Escalada han acudido de ma-

ñana al mercado y han adquirido cuanto aceite han podido cargar en sus carretas. Mo-

zárabes aún algunos monjes de aquel claustro y acostumbrados al aceite andaluz o tole-

dano, por todos los medios a su alcance pesquisan el rico producto de aquellas lumino-

sas campiñas que les vieron nacer.

140

Medida antigua para líquidos, equivalente a medio sextario. Cierta medida que se usó antiguamente en

el cobro de tributos. En la provincia de León, medida de capacidad para frutos, equivalente a algo más de

18 litros. Medida agraria usada en la misma provincia para la tierra de secano, que tiene 110 pies de lado,

y equivale a 939 centiáreas y 41 decímetros cuadrados. Medida para las tierras de regadío en la provincia

de León, que tiene 90 pies de lado, y equivale a 628,88 m2.

141

Ya he probado que podía venir y que de hecho venía aceite a León desde Zamora, pero no olvido que

Zamora es punto extremo de la zona olivarera de la Península, donde, por tanto, la cosecha de aceituna

no permitiría a un tiempo satisfacer las necesidades del consumo local y proveer con abundancia los

mercados del reino de León.

142

El uso del sevo en las comidas por los leoneses del siglo x me parece probable. La obligación de los

macellari legionenses de dar al sayón por vendimias un “arrelde de sevo”, y las actuales costumbres

de los campesinos leoneses y aun de los barrios populares de nuestras ciudades, me inclinan a sospe-

charlo así. Pero ¿no usarían además la manteca? No he encontrado cita alguna de manteca en los diplo-

mas de aquel tiempo, ni tampoco la ha hallado en ellos hasta hoy MENÉNDEZ PIDAL, al reunir noticias

para el eruditísimo vocabulario del lenguaje de entonces que prepara. La primera mención de la man-

teca que conoce, según me comunica, se refiere a textos mozárabes del siglo XII. Y, sin embargo, ¿có-

mo dudar de su empleo en un país tan ganadero y tan distante de la zona de cultivo de la oliva, que

apenas llega y llegaría a tierras de Zamora? ¿Emplearían la palabra sebo de un modo genérico para

significar también la manteca? Hoy se usa más en la montaña que en la ribera.

143

En nuestros días se emplea aún en tierras de León el aceite de linaza, procedente del valle del Órbigo,

como aceite de arder. La escasez del de olivas que debía padecerse en el período que estudiamos, la

gran difusión en éste del cultivo del lino y la circunstancia de que todavía hoy prefiera el pueblo leonés

el aceite de linaza en el guiso de determinados platos, me mueven a considerarlo ya de uso muy gene-

ral en el siglo X.

~ 84 ~

Resguardados por toldos parecidos a los usados por los hortelanos, los industriales de

León y su alfoz venden, hacia saliente del mercado, diversos utensilios de uso diario en

las casas de los artesanos y de los labradores, de la ciudad y de las aldeas. Sentadas de-

trás de sus cántaros, ollas, pucheros, barreños y cazuelas de barro rojo vidriado en su in-

terior, unas mujeres de Nava de Olleros, cejijuntas, de pómulos salientes, pelo entrecano

y tez morena, esperan comprador a sus cacharros. A su lado otras mujerucas de Tor-

narios venden zapicos o jarros y platos, fuentes, domas y herradas de madera. Junto a

ellas unos mozos, de manos ennegrecidas y de rostros ahumados, ofrecen instrumentos

de hierro, latón, acero y cobre. Sobre mantas raídas tienen hachas, hoces, azadas, azue-

las, candados, cuchillos y tenazas; amontonadas junto a las mantas varias rejas de arado,

y delante largas filas de trébedes, morteros, sartenes, cuencos y calderos, entre los que

figuran algunos de latón. Un siervo de cocina del obispo, que ha comprado entero un

pellejo de aceite, elige en este instante unas enormes trébedes, y un rústico de Trobajos

trata de convencer a Domingo, el herrero, de que gana, al cambiarle por una carga de

nabos y de trigo, un caldero, un hacha, un cuchillo y una reja.

Inmediatos a los puestos de olleros y torneros varios aldeanos de Saliame (Sejambre)

ofrecen trillos, carros, bieldos, manales para majar el trigo y forcados o carretas sin rue-

das; y junto a ellos algunos artesanos de Rotarios, las típicas ruedas leonesas que fabri-

can sin radios, con trozos de madera ensamblada, y que venden sueltas o emparejadas

por un eje. Un hombre de behetría, que habita junto a San Félix del Torío, entrega en es-

te punto tres sueldos galicanos de plata por una carreta de madera de sólida y fuerte

construcción. El vendedor elogia al comprador la calidad de la mercancía y le garantiza

que ha advertir las excelencias de su carro al escuchar el chirrido armonioso que su

rodar produce.

Más allá varios arrieros del concejo de Arbolio ajustan unas botas para vino, tantean

cueros de buey y de caballo y regatean unos folles cabrunos o pellejos de cabra, que

necesitan para renovar los desgastados en los frecuentes viajes de sus recuas. A dos

pasos, unos labriegos de Toletanos miran, remiran, palpan y vuelven a palpar varias ti-

ras anchas de cuero que llamamos tórdigas, unos sobeios, es decir, correas para atar el

yugo a la lanza del carro, varias melenas para adornar la testuz de los bueyes y algunas

sogas, coyundas y cabestros, que penden, con sobeios, tórdigas y melenas, de un palo

horizontal colocado sobre dos verticales clavados en el suelo. Son los puestos de los

talabarteros, que ofrecen asimismo bridas, sillas y albardas. Allí encontramos otra vez al

nuevo y como tal hinchado y gozoso caballero del potro morcillo, que está pagando en

este punto y hora y en dinero pondere pensato, los diez sueldos de la silla adquirida y

otros varios importe de los arreos de su cabalgadura. El talabartero, a presencia de to-

dos, prepara una pequeña balanza que le presta unos de los zabazoques o inspectores del

mercado, allí presente,144

y se dispone a pensar los denarios romanos, los sueldos gali-

144

Los zavazoures de León aparecen en el artículo XXXV del fuero de 1020. MUÑOZ, en sus Notas a los

fueros latinos de León (Colección, 152), siguiendo a Lista, considera a los zavazoures leoneses

zaharrones o juglares. Hoy se conoce el verdadero significado del vocablo en cuestión. En Córdoba el

zabazoque era juez o inspector del mercado, y de sus sentencias podía apelarse ante el juez de la

ciudad (AL-JUXANÍ, Historia de los jueces de Córdoba, trad. Ribera, 121 y 220). Esto mismo eran

probablemente los zavazoures leoneses, y el artículo XXXV del Fuero parece comprobarlo al hablar de

~ 85 ~

canos, los dirhemes moriscos y los demás pedazos de plata que entrega por la silla, el

petral, la cincha y unas bridas el caballero recién improvisado. Circulan por León mo-

nedas del pueblo hispano-musulmán, con que comercia el reino y a la par las viejas pie-

zas galicanas o romanas que alza el arado de la tierra a cada paso. Mas no bastan los

dirhemes de Córdoba, los sueldos de Galicia ni los viejos denarios, y aunque con fre-

cuencia se acude al trueque directo los objetos por objetos, como no es éste siempre su-

ficiente y los reyes leoneses no acuñan numerario, fuerza es admitir en los pagos todo

trozo de plata y pesar la moneda, para igualar de algún modo los diversos instrumentos

de cambio.

Abarcas y zapatones en hilera esperan comprador en el puesto de al lado; mal allá pie-

les de conejo, cordero, ardilla y comadreja penden de sogas sujetas en dos álamos blan-

cos, y enfrente, echados sobre arcones, tendidos sobre lienzos en el suelo o colgados

también de varias sogas atadas a otros árboles, se ofrecen a la venta: sayas, mantos, ca-

misas, telas para plumazios o colchones, galnapes, es decir, mantas o cobertores, paños

diversos y tapetes de cama. Tres, cuatro, cinco, seis, siete, y hasta ocho sueldos se pagan

por varias pellicas de conejo, comadreja o cordero; tres por un tapete, ocho por dos gal-

napes o cobertones, cinco por un manto azul, tres modios de trigo por un largo sayal,

treinta por una rica saya carmesí y quince sueldos por una saya bermeja de lana, saya de

habí,145

como dicen los vendedores, de abolengo mozárabe, que aún emplean vocablos

aprendidos en tierras de Toledo.

Los compradores, infanzones, clérigos, caballeros o labriegos de la ciudad y del alfoz,

traducen en seguida en ovejas o en bueyes los precios mencionados. Para ellos una piel

vale cinco a doce ovejas; un galnape, quenabe o cobertor, de cuatro a treinta, y una sa-

ya, de tres a siete bueyes. El valor de las telas es, pues, considerable, en paragón con las

diversas especies de ganados y, como consecuencia, las transacciones son escasas en

aquellos puestos de mantos, paños y tapetes. Las gentes hilan y tejen de ordinario en sus

casas para satisfacer, con más o menos gusto, la necesidad apremiante de vestirse, y só-

lo cuando ella les fuerza a adquirir piezas que no es posible elaborar en los hogares o les

incita el lujo, acuden a las tiendas de intra muros o al mercado y vacían sus bolsas en

ellos en unión de los carniceros. El abolengo mozárabe de la palabra es indiscutible, pero no es tan se-

guro el de la institución. Advirtamos que en Córdoba había un zabazoque, según se deduce de los

citados pasajes de AL-JUXANÍ, y, por el contrario, los diversos textos del Fuero utilizados por MUÑOZ

y ROMERO para su edición pluralizan el término. El zabazoque cordobés de los siglos IX y X dependía

del poder central, como todos los que regían la ciudad, que no era autónoma en su régimen, que no

existía en el sentido jurídico que tuvo la voz ciudad en Europa durante la Edad Media. Y los zava-

zoures eran ya, probablemente en 1020, de elección popular. Puesto que el conde gobernador y juez de

la ciudad lo nombraba el rey, y el rey designaba también al merino y al sayón, a los zavazoures sólo

parece referirse la elección de justicia que se realizaba el día primero de cuaresma en el capítulo de

Santa María, según dispone el art. XXIX del Fuero. He estudiado de nuevo el tema en mi Ruina y

extinción del municipio romano en españa e instituciones que le reemplazan, Buenos Aires, 1943, Ap.

3.°, 142-145.

145

Una saya vermelia de habí, apreciada en 15 sueldos, se cita en una escritura de 994 (B. de Cardeña,

ed. Serrano, 282).

~ 86 ~

manos de tejedores o alvendarios, nacidos en León o acogidos a ella en busca de liber-

tad y de trabajo.146

También cobra maquilas el sayón en esta zona del mercado. Están exentos de dere-

chos las tórdigas, los zapatones y las abarcas, que en reducido número se venden o se

cambian por gentes que no son del oficio; pero los artesanos pechan en general por

todos los productos que llevan a vender las cuartas ferias. Una reja por carga y una

meaja (moneda antigua) por cada dos rejas han de pagar los vendedores de objetos de

hierro, unas abarcas al mes los abarqueros, y en forma parecida tributan las mujerucas

de los cacharros, los albarderos, los boteros, los curtidores de pieles y los alvendarios o

tejedores.

Los magnates a quienes seguimos al principio, después de haberse detenido ante di-

versos grupos, correspondido a mil saludos y tanteando unas recias espadas de acero

bien templado, llegan ahora a dos pasos del arco abierto en uno de los lienzos de la vieja

muralla y se disponen a penetrar por él en la ciudad. Mas antes de que hayan logrado su

propósito les detiene en su marcha un tumulto lejano, cuyo rumor parece llegar hasta

ellos del teso147

del ganado. En un abrir y cerrar de ojos quedan solitarios en sus puestos

tiraceros, curtidores, tejedores y talabarteros. La multitud corre curiosa hacia el lugar de

la disputa. La siguen nuestros dos caballeros y en un vuelo se encuentran transportados

al borde de aquella faja del mercado donde hemos visto vender bueyes, mulos, potros y

caballos. Muchedumbre de gentes se agrupa en medio de unos prados. Comen y beben

en ellos, tumbados en la hierba, varios arrieros y algunos campesinos, que han vendido

ya el vino o el aceite, la cebada o el trigo traídas por sus recuas o sus carros. Se alzan

del suelo al escuchar las voces; mas temiendo un espanto del ganado, no se unen a la cu-

riosa multitud por no desamparar en el tumulto los asnos y los bueyes que pastan junto a

ellos; y por no exponer a un posible peligro las pequeñas, despaciosas y chirriantes

carretas que yacen como tristes, abandonadas de sus yuntas.

Cuando los viajeros logran abrirse paso hasta el centro del grupo que pregunta, dis-

cute, escucha y contradice, encuentran a los zabazoques y al sayón oyendo a un hombre

que empuña en su diestra una espada desnuda, mientras sujeta con la izquierda las

bridas de una yegua. Un viejo judío leonés tiene también fuerte y nerviosamente asida

con su huesuda mano la cabezada de la cabalgadura. El hombre de la espada, infanzón

del conde de Luna, a quien vimos ha poco mercar su yegua en quince sueldos, dice que,

contra la costumbre y las órdenes del rey, el judío y su gente habían intentado apode-

rarse de su bestia, y encendido su cólera hasta el punto de haberse visto forzado a ame-

nazarlos con su espada. El hebreo, sin soltar su presa, traza con palabras que quieren

mover a compasión, un largo, hipócrita y divertido relato de sus cuitas. El infanzón es

flaco de memoria. Ha olvidado los favores que le dispensó en uno de los postreros años

malos que había sufrido la ciudad, cuando remedió sus hambres y miserias con un cuan-

tioso préstamo o renovo. Ha llenado su bolsa al servicio del señor de Luna, compra

cabalgaduras en el teso, gasta y triunfa, y trata, sin embargo, de burlarlo una vez más.

146

Hasta nuestros días ha durado la costumbre de hilar en los hogares.

147

Cada una de las divisiones del rodeo en las ferias. Sitio en que se efectúa la feria de ganados.

~ 87 ~

Pero ésta no se escapa; le ha prendado su yegua para obligarlo a comparecer con él a

juicio, y pide a todos ayuda para obtener justicia. El sayón le pregunta cómo no ha

esperado a otra ocasión y se ha atrevido a prendar a su deudor en el mercado, y el

hebreo responde, con asombro fingido, que no le ha prendado en el mercado, sino al

borde, fuera del mismo, donde el rey autoriza a tomar prendas de fiadores y deudores.

No convencen al sayón las argucias del judío y le pide sesenta sueldos por su deso-

bediencia a los decretos reales que prohíben prendar en día, sitio y hora como éstos, y

otros sesenta al infanzón por haber desnudado su espada y quebrantando así la paz del

rey, que es la paz del mercado.

Replican varias veces el deudor y el hebreo; la opinión se divide en el grupo; desin-

teresados del asunto, nuestros desconocidos se separan, aunque no sin trabajo, de la ma-

sa humana apiñada en torno a la yegua vieja de los quince sueldos, y platicando sobre

las sutilezas del judío entran en la ciudad por el Archo de Rege. Siguen la carrera en que

se hallan las cortes de doña Eldoara y del diácono Miguel, el palacio del príncipe y el

recién construido monasterio del Salvador; avanzan por el carral estrecho y tortuoso

donde habitan Paterna y su mujer Galaza; llegan al cabo al ángulo que forma esta ca-

rrera con la que une la Puerta del Obispo y la Cauriense y penetran, por último, en la

corte de don Arias, el incógnito jinete del caballo castaño. Su compañero, de edad más

respetable –don Arias es muy mozo– se llama Assur Fernández, es conde de Monzón y

viene a la ciudad a distraer sus ocios otoñales y a holgarse en el bullicio cortesano.

Biblia de San Isidoro de León (s. X).

Salida de Egipto: los hijos de Israel, bueyes, ovejas, cabras. Fol. 38 v.

(Foto Manuel Viñayo).

~ 88 ~

Ciudadanos.

Dibujo parcial de una miniatura del Beato de Liébana de la Catedral de Gerona.

Fol. 34.

~ 89 ~

Dos Magnates.

Dibujos parciales de una miniatura del Beato de Liébana de la Biblioteca Nacional

(Madrid) que representa una reunión de Nabucodonosor y sus sabios.

~ 90 ~

Biblia de San Isidoro de León (s. X).

Representación de San Mateo y San Lucas. Fol. 400 r. (Foto Manuel Viñayo).

~ 91 ~

LA CORTE DE LEÓN

Discurren por León gentes llegadas de todos los extremos del reino. En las calles, ca-

rrales y carreteras de la ciudad reina un bullicio extraordinario. Ramiro ha celebrado una

asamblea plena de su Palacio y han acudido a la regia sede legionense, para asistir a

ella, condes y prelados de Portugal y de Castilla, de Galicia y de Asturias, del Bierzo y

de las márgenes del Duero. Los obispos han venido acompañados de sus clérigos y to-

dos, de los infanzones sus vasallos y de tropas armadas. León es pequeño para albergar

a tamaña muchedumbre. Los prelados se hallan repartidos entre la régula o canónica de

Santa María, la posada del obispo y los monasterios edificados extramuros o en el inte-

rior de la ciudad. Los magnates han alzado sus tiendas fuera de las murallas o se han

alojado en las cortes de algunos ricos leoneses. Diego Muñoz es huésped del Conde de

León y habita con él en el castilo. Fernán González no ha querido encerrarse dentro de

la ciudad y se ha establecido con su gente en la explanada del mercado. Assur Fernán-

dez mora en la corte de don Arias y de doña Adosinda, situada entre las calles que lle-

van a Santa María y al Palacio del rey; Osorio Gutiérrez, en la de Miro Barraz, cons-

truida junto a la puerta de poniente, y Gutierre Osóriz en la de Ablabelle y su mujer

Gontroda, edificada en la carrera de la Puerta del Conde.

Terminaron ayer las deliberaciones de la asamblea. El obispo de Santiago, Hermene-

gildo, ha salido de mañana para Galicia (anticipadamente): el viaje es largo, el sol abra-

sa –está acabando julio– y camina hacia su tierra con la aurora. Los demás condes y

prelados se disponen a imitarle. En este instante besan la mano al rey y le piden licencia

para retirarse a sus mandaciones y obispados. Las cámaras de palacio están llenas de

obispos y magnates que esperan el momento de ser recibidos por Ramiro. En una de

ellas, apartados de todos, de pie junto a una puerta, dialogan en voz baja Fernán Gon-

zález y el conde de Saldaña Diego Muñoz, su gran amigo. Aliados en la sublevación

contra el monarca y compañeros después en la desgracia, platican tan recatadamente

que los fieles del príncipe los espían celosos, por temor a que maquinen nuevos levan-

tamientos. En otro extremo del salón, Ilderedo, obispo de Segovia, ruega la infante don

Ordoño, de quien es gran privado, que interceda cerca del rey, su padre, para la con-

versión en efectivo de su obispado in partibus. Repoblada Sepúlveda –arguye el buen

obispo– y extendido el reino al sur del Duero, ¿por qué no crear una sede en Simancas

para regir las nuevas tierras? Cerca de Ordoño y del prelado conversan Hermenegildo

González, venido de Guimaráes a León, y el conde de Monzón, Assur Fernández. Ha-

blan de joyas, brocados y tapices, de los que gustan mucho, sentados en un muy bello

escaño de madera labrada, cuya dureza ablanda una panzuda cúlcitra de lana, disimu-

lada bajo un rico tapete palleo, de trama de tapiz. En un grupo de obispos, el de León,

Oveco Núñez, refiere su expedición al alfoz de la ciudad de Salamanca para poblar en él

nuevas aldeas y consagrar varias nuevas iglesias. En otro, de prelados y de condes ga-

llegos, Rosendo, hijo de Gutierre Menéndez y obispo del monasterio de San Martín de

Dumio, habla del templo de San Miguel de Celanova, terminado no ha mucho por el

mismo maestro que edificó Santiago de Peñalba. Y en un corro de jóvenes magnates,

uno de ellos ameniza las horas de antesala trazando la crónica escandalosa de la tierra

~ 92 ~

en que habita. Después de varios relatos chispeantes, describe ahora el adulterio de una

tal Basilisa, de Villar de Porcos, en la sede de Oporto, con un monje conocido por

Nausto.

Mientras condes, próceres y prelados aguardan el momento de besar la mano de Ra-

miro platicando así de mil temas diversos, sus siervos y criados disponen las acémilas

para emprender la marcha. En la posada del obispo, frontera al monasterio de Santiago,

los familiares de un prelado están cargando en una mula la valija de su señor. Llevan en

ésta, entre otras ricas preseas eclesiásticas, adquiridas en la corte por el obispo de Viseo,

un cáliz de cincuenta sueldos galicanos, dos parejas de candelabros y lucernas, merca-

das en cien sueldos, y una cruz de oro, adornada con rica pedrería y de valor equivalente

al de las otras piezas reunidas. No han terminado sus tareas cuando llega la orden de

suspender los preparativos del viaje. El clérigo portador del mandato trae la noticia de

que ha habido un incidente en palacio al despedirse del rey el conde Osorio Gutiérrez,

hijo de Gutier Osóriz, pariente, gran amigo y servidor del príncipe. Ignora lo ocurrido,

sólo sabe que se ha suspendido el besamanos. Al encaminarse con su señor el obispo

Dulcidio a la iglesia de Santa María, un grupo de jinetes que al trote largo de sus bestias

se dirigían al Arco del Rey, sin duda para salir de la ciudad, les forzó a detenerse de-

lante de los solares de Miguel el diácono en la misma carrera que conduce al mercado.

El polvo que alzaban los caballos no le había permitido conocer al capitán del grupo;

pero cree haber adivinado en él a Sisnando Menéndez, prepósito o mayordomo de Pa-

lacio.

La noticia corre rápida por León. Las calles se pueblan de infanzones, burgueses, clé-

rigos y escuderos. Por la que lleva de la Puerta del Obispo a la Cauriense y cruza de

Este a Oeste la ciudad, no puede darse un paso. Un grupo de magnates aguarda la lle-

gada de Osorio Gutiérrez en el cruce de aquélla con la que en sentido transversal con-

duce del monasterio de San Salvador a la Puerta del Conde. Al cabo llega Osorio por el

estrecho carral, nacido en la carrera del Arco del Rey, y el grupo de curiosos le rodea y

pide detalles del suceso. En un momento desaparece el misterio y el interés que en-

volvía al incidente. Al despedirse de Ramiro le pidió autorización para entregar a doña

Gunterode, su parienta, la casa de Santa Columba, en tierras de Galicia. La posee actual-

mente un tal Odoino; pero su protegida tiene las oportunas escrituras que justifican su

derecho a ella. Para más afirmar su petición, puso por testigo de la razón que le asistía

en la demanda al obispo Hermenegildo de Santiago, y, contra lo esperado, el monarca se

negó a concederle el mandato preciso y ha enviado a su mayordomo en busca de Her-

menegildo, camino de Santiago desde esta madrugada.

La explicación del propio interesado pone fin a las hablillas y rumores de la mu-

chedumebre y poco a poco quedan desiertas calles, carreras y carrales, al acogerse a sus

tiendas o posadas los forasteros venidos a León y a sus cortes los propios leoneses.

El conde Assur Fernández, su huésped don Arias y algunos infanzones del cortejo de

aquél descienden por la calle teatro de la escena descrita, calle trazada desde Santa Ma-

ría a San Marcelo, y penetran en la tienda de Zaayti Manzor, situada casi al final de la

carrera, cerca ya de la Puerta Cauriense. Véndense en ella, entre otras varias cosas, ricos

paños de Bizancio, Persia, Francia o Andalucía, importados por famosos mercaderes ju-

díos, y bellas telas fabricadas en el país por los llamados tiraceros del rey. Son éstos

~ 93 ~

tejedores de sedas, tapices y brocados, venidos de tierras del sur y establecidos no lejos

de León, bajo el amparo y la protección de los monarcas. A diferencia de otros obreros a

jornal, que ganan su salario practicando su oficio por las cortes de los ciudadanos leo-

neses, los tiraceros viven agrupados en la villa de Pajarejos y trabajan en sus casas, por

encargo de clientes fijos o para depósito en las tiendas de la ciudad.

A la vista de los bellos tejidos y de los valiosos objetos de plata que le muestra el mer-

cader mozárabe, tienta al conde el deseo de adquirir algunos de aquellos finísimos paños

síricos, tramisirgos o palleos, mas le detienen en su empeño los precios elevados que

Zaayti Manzor exige obstinadamente por sus mercaderías. “Estas prendas de lujo –ar-

guye el vendedor– han sido y serán siempre caras”. Y a la verdad no miente por lo que

se refiere a aquellos días. Una escudilla de plata vale de uno a dos bueyes, una camisa

de seda, lo que tres bueyes óbtimos, un rico cobertor de cama, unas sesenta ovejas, y

ciento unos magníficos paños de seda, cuyo encanto decide a Assur a abrir los cordones

de su bolsa y a mercar un gran lote de aquellas bellas piezas. Paga setenta sueldos por

un tapete nuevo, veinte por un manto ferucí, ciento por unos paños de sirgo y quince

por una camisa verde de seda, con que se propone obsequiar a la condesa. Zaayti Man-

zor se precia todavía de vender barato. Según él, Eulalia, su vecina, dueña también de

otra tienda pareja de la suya, exige precios aún más elevados. Añade que por tres paños

greciscos pide quinientos sueldos, y ha tomado cerca de trescientos por una capa tejida

con oro y adornada con piedras preciosas, que ha comprado un magnate de tierras portu-

guesas –Hermenegildo González– para doña Mummadona (Muniadona), su mujer. An-

tes de abandonar la tienda el conde Assur, don Arias y las gentes de su séquito, Zaayti

Manzor les muestra con orgullo un balteo o cinturón de oro, ornado con amatistas y

turquesas, y un precioso paño en que se combinan zonas de trama de tapiz, de seda y de

lino, y se mezclan, en su dibujo geométrico, los blancos y celestes con los amarillos ver-

des y carmesíes. Es una magnífica pieza de tonalidad muy viva, obra maestra tejida por

los tiraceros leoneses para el monasterio de San Pedro de Montes, en el Bierzo.

Es hora de yantar; don Arias y su huésped deshacen los pocos pasos que los separan

de la morada del primero y penetran en ella por una portalada, abierta en la cerca de ta-

pial que rodea a la corte. Dejémoslos yantando para seguir al Mayordomo de Palacio en

su marcha tras el obispo de Santiago. Sisnando, para acortar camino, vadeando el Ver-

nesga, gana la calzada de Astorga por una de las muchas sendas que como red de araña

rodean a León. El paso largo de sus caballos le permite encontrar temprano al obispo y

los suyos, que caminan despacio. Montado en recia mula, enjaezada con soberbia silla

jineta de altos borrenes, recubierta de plata, escucha Hermenegildo la orden real de vol-

ver a León sin pérdida de tiempo, y ante la iussio regis, cuyos preceptos no puede deso-

bedecer en modo alguno, el obispo y su gente vuelven las riendas de sus mulas y co-

mienzan a desandar lo andado. De camino infórmase Hermenegildo del suceso, y al ca-

bo de unas horas de marcha entretenida, mayordomo y prelado entran en la ciudad por

la Puerta Cauriense.

Terminado el yantar y reposado éste durante la hora sexta, el rey se huelga en este ins-

tante jugando al ajedrez con el obispo de León, Oveco, que asiste a la corte durante la

permanencia de ésta en la capital de su obispado. Se hallan en una cámara, cuyas es-

trechas ventanas, cubiertas por arcos de herradura, permiten admirar la magnífica fábri-

~ 94 ~

ca del monasterio de San Salvador, terminado no ha mucho junto a los mismos solares

de palacio. Cubren las paredes de la cámara espléndidas acitharas o alhagaras, es decir,

paños de trama de seda con decoración geométrica, según el gusto mozárabe a la moda.

Forman el ajuar del salón algunas arcas de madera cubiertas con tapa a dos vertientes,

un escrinio, un analogio o ancho atril de madera con soportes torneados y arquillos de

herradura como adorno, un escaño de alto respaldar mullido con cojines, algunos sillo-

nes de guadamecíes cordobeses, fabricados por los judíos del castro próximo a la ciu-

dad, y varias banquetas, unas rectangulares de madera y otras de tijera con asiento de

cuero, sostenido por palos que imitan patas y garras de animales. Fronteros a una de las

ventanas que iluminan débilemente la estancia y separados por una mesa de un solo pie,

mesa en forma de taula, juegan con unas chatas piezas de marfil el obispo y el príncipe.

Ocupa Oveco un taburete de tijera y el rey una silla o cátedra de madera, de ancho

asiento y de respaldo alto, ornado con recuadros e incrustaciones de metal o de hueso.

Rodrigo Muñoz, alférez del monarca, Fernando primiclerus y dos consiliari de Ramiro,

Gundesindo y Bermudo, presencian en pie la marcha del partido. Oveco maneja roques,

caballos y peones con mayor maestría que Abderramán sus tropas. Es más difícil al mo-

narca derrotar al obispo que al califa, y el vencedor en Simancas, Alhandega y Talavera

lleva la peor parte en la contienda con Oveco. Tiene perdidos los alfiles, un roque y un

caballo cuando penetra en la estancia el mayordomo, saluda presens manibus [et] in-

clinatio capite según la costumbre de la época, y anuncia la llegada de Hermenegildo.

Ramiro aprovecha la ocasión que la casualidad le brinda para evitar nuevos y seguros

desastres en el juego y orden la comparecencia inmediata del prelado.

Explica el príncipe al obispo de Santiago las causas por las que ha ordenado su re-

greso, y su vago recuerdo de haber oído hablar otra vez, en vida de su padre, de la casa

de Santa Columba y de Odoino. Hermenegildo confirma el recuerdo del monarca: “El

príncipe Ordoño, mi señor, de gloriosa memoria –dice–, hizo, en efecto, justicia a

Bermudo ordenando a mi predecesor en la sede apostólica, el obispo Gundesindo, la

devolución de la casa referida, que poseía sin derecho. Sólo Odoino, hijo de Bermudo,

es legítimo propietario de Santa Columba” –añade Hermenegildo con extraña firmeza y

con asombro del monarca, propicio a escuchar al conde Osorio–. Mucho pueden en el

ánimo de Ramiro los merecimientos de Gutierre Osóriz, de quien ha recibido servicios

muy recientes. Poco antes le ha encomendado el gobierno de las mandaciones, regidas

hasta allí por los infantes cautivos en León, cuya muerte acaba de decretar en la asam-

blea ya disuelta. Pero ama la justicia, reverencia al apóstol Jacobo, a quien ha hecho

voto en la batalla de Simancas y el respeto al pastor de la iglesia apostólica puede en él

más que su inclinación a complacer al hijo de Gutierre. La nueva afirmación de Herme-

negildo, de que se halla autorizado para encargarse como adsertor de la voz o defensa

de Odoino, le mueve a resolver conforme a derecho la cuestión suscitada, y al instante

ordena que se cite a Osorio Gutiérrez y que se convoque a todos los obispos y magnates

de su Palacio o Aula Regia, para celebrar un plácito judicial entre la hora nona y la hora

nocturna.

Poco después los sayones del rey recorren la ciudad y el campamento anejo, y los cu-

bicularii de Ramiro dirigen en el atrio de Santa María de Regla los trabajos precisos

para la preparación de la asamblea proyectada. Mientras aquéllos pregonan a toque de

~ 95 ~

bocina o de cuerno el llamamiento real, los pueri regis o siervos de palacio transportan

afanosos, bajo la dirección de los cubicularii, primero las vigas y maderas para alzar el

tablado donde ha de colocarse el solio del monarca, después el solio mismo y por último

sillones, cátedras y taburetes para los infantes y grandes de la corte. Las gentes vuelven

a preguntarse: ¿qué sucede?; el campamento se vacía en la ciudad; condes y obispos

envían sus escaños y cátedras al sitio que ha de ser teatro del suceso; las calles se pue-

blan de nuevo de curiosos, y la que lleva del Arco del Rey a la iglesia mayor se con-

vierte en hormiguero humano que aguarda impaciente el paso de la Corte.

Mientras las gentes se estrujan en la carrera del mercado o del Archo de Rege –así

nombran al carral donde se abren las puertas del palacio–, Ramiro llama a su notario y

le pregunta si guarda los cartorios reales en el vecino escrinio o en el arca forrada de

badanas cordobesas que está en la cámara del solio. Ante la respuesta del notario, el

príncipe hace abrir el cuerpo superior del escrinio, que sostiene columnas torneadas,

unidas por un alto travesaño central, adornado con varios arquillos de herradura. Saca

de uno de los cajones que forman el indicado cuerpo superior del escrinio, el cartorio

donde están registradas las villas o granjas propiedad de los monarcas leoneses. Entre el

rey y el notario desenvuelven el rollo de pergamino que integra el cartorio referido y

buscan en él pacientemente la villa de Piniés, enclavada en el Territorio Saliniense. Ce-

dióla Ordoño durante los días de su vida a Munio Gutiérrez, su sobrino, y desea Ramiro

recuperarla ahora para hacer merced de ella a la reina Goto, su cuñada, mujer que fue de

su hermano don Sancho, rey de Galicia en los días de don Alfonso el Monje. Hállase, al

cabo, la villa de Piniés entre las otras que dependen de los cellarios reales y el monarca

dicta las órdenes precisas para que sus sayones tomen posesión de ella y ordena que el

notario extienda, después, la oportuna escritura de donación a doña Goto.

Terminado este asunto y el yantar de la tarde, Ramiro se encamina a la cámara donde

se halla su lecho, y en ella, con la ayuda de dos cubicularii, se cubre con las regias ves-

tiduras de ceremonia. Calza unas ballugas o altos borceguíes hechos de una pieza de

cuero; sobre la fina camisa de hilo, que sujetan las bragas, viste una algupa alvexí, rica

túnica cerrada, de brocado; ciñe a su cintura un balteo de oro guarnecido de preciosas

gemmas, y tercia, por último, sobre su hombro izquierdo el espléndido manto de corte,

tejido con seda, bordado con oro y forrado de armiño, que sus cubicularios, en el len-

guaje al uso, califican de mobatana halaní de tiraz. Uno de ellos entrega después al mo-

narca la extraña y cornuda diadema con que adorna sus sienes en las solemnes reuniones

de Palacio, y él con la mano diestra, única que el manto le permite manejar libremente,

empuña un alto cetro, de pomo en forma de cabeza de clavo, cuajado de esmeraldas y

granates.

Únense al rey sus hijos los infantes don Sancho y don Ordoño vestidos con adorras de

seda y mantos ferucíes de brocado y, acompañado de su séquito, sale de su palacio y se

dirige a las antiguas termas, que su padre había convertido en iglesia. La multitud que

espera en la carrera abre paso a la Corte. Preceden al monarca los arqueros y lanceros de

su guardia le siguen los Infantes, el obispo de la ciudad, el armiger o alférez, el maior-

domus o prepositus, el notarius, los comites palatii y los milites de la militia regis.

En el atrio de Santa María aguardan a la Corte obispos, condes y magnates, con los

clérigos, infanzones y escuderos de sus séquitos. Allí están, vestidos con túnicas aboto-

~ 96 ~

nadas o adorras y cubiertos con mantos ferucíes o barraganes, Ilderedo, titulado obispo

de Segovia; Dulcidio, de Zamora; Oveco, de Oviedo; y Salomón de Astorga. Llevan al-

gupas y mobatanas forradas de pieles conelinas (de conejo) o alfaneques (de coma-

dreja), Hermenegildo, obispo de Santiago, su homónimo de Lugo y Arias de Mondo-

ñedo. Y se cubren con túnicas pintellas y con ropones llamados feiraches en las tierras

del Miño: Gundesindo, prelado de Coimbra; Dulcidio, de Viseo; Baltario, de Tuy; Ru-

desindo, de San Martín de Dumio, y Ornato de Lamego. Todos se tocan con la capucha

picuda que llevan de ordinario y se apoyan en báculos de regatones aguzados y de sen-

cillos puños en forma de tau, de cayada o de bola.

Allí se hallan también diversos condes, que ya hemos visto en las cámaras de palacio

o en las calles y tiendas de León. Assur Fernández luce una famosa espada que le costó

cien sueldos y el manto ferucí adquirido en la tienda de Zaayti Manzor antes del me-

diodía. Gutierre Osóriz y su hijo el conde Osorio ocupan un escaño de madera tallada,

sobre cuyo alto respaldo han abandonado sus mantos de piel o mobatanas. Fernán Gon-

zález y Diego Muñoz, recelosos después de lo ocurrido, llevan recias lorigas de cuero

bajo sus algupas de brocado y sus capas franciscas. Osorio Muñoz viste un zoramen

cárdeno; Ximeno Díaz, un feirach o ropón kaskerxi; Pelayo González, un manto rojizo,

una arrita zumake, como dicen en los montes de Asturias, y en forma parecida se ata-

vían los otros magnates reunidos. Todos llevan espadas, de empuñaduras muy diversas

y pendientes del cuello las más veces, y o destocados lucen su cabello partido en raya y

cortado a melena, o cubren su cabeza con extraños bonetes o con capelos de tiraz de

seda. Las gentes de sus séquitos visten de ordinario ballugas, calzas, bragas y túnicas

cortas, ceñidas a la cintura y de mangas estrechas; pero a veces llevan también sayos

más amplios con que ocultan las bragas, o jubones con mangas y anchos calzones a mo-

do de gregüescos. En ocasiones cubren en parte las túnicas estrechas y ceñidas con

mantos cortos y ligeros, que sujetan sobre su hombro derecho, y siempre empuñan es-

padas o se apoyan en lanzas.

Llega la Corte al cabo. El rey ocupa su magnífico solio, ancho sillón, cuyo asiento

cuadrado sujetan, cortándose en ángulo recto, tres tableros corridos de admirable labor.

Tallados en recuadros y ornados con incrustaciones de hueso y con clavos argénteos,

rematan en sus ángulos con bolas de plata terminadas en punta. A los pies del asiento un

rico escabel sirve de complemento al solio, y junto a éste, en el tablado mismo, ocupan

los infantes cátedras de alto respaldo, de anchos brazales y de remates torneados. Algo a

distancia de los príncipes, Oveco, obispo de León, descansa en una silla de tijera de

bellas proporciones; detrás del rey se hallan en pie los dignatarios y condes de palacio y

la militia regis, y a la derecha e izquierda de la corte, en sus escaños, taburetes y cá-

tedras, los condes, magnates y prelados del reino. Guardan las espaldas de cada grande

o de cada obispo las gentes de su séquito, y cerrando el rectángulo presencian la solem-

ne asamblea los infanzones, clérigos y caballeros de León y la turba del pueblo.

Entre la multitud, contempla el espectáculo Zaayti Manzor, a quien ya conocemos. Su

espíritu industrial admira el lujo de las sedas y de los brocados, de los escaños y de las

espadas. Junto a él un tiracero, con alma de artista, se deleita ante la belleza del con-

junto, el movimiento de la composición, la viva tonalidad de algunas telas, los maravi-

llosos contrastes de color de las túnicas, de los mantos y de los escaños, el refulgir de

~ 97 ~

las espadas, que hace brillar el sol poniente, y el de las lanzas, cuyas señas triangulares

o farpadas, de colores chillones, mueve la brisa de la tarde.

Ramiro impone silencio a la asamblea con un gesto. Se dirige a los dos litigantes y

abre el juicio con las palabras de costumbre: Veritatem loquimini michi de hanc rem pro

quo uos in concilio pulsantur. Alzase de su escaño el conde Osorio y en voz alta co-

mienza su alegato como adsertor de doña Gunterode, exclamando: Misericordiam peto:

Domine, vestras queso prebete aures, nostras audite querimonias. Explica luego cómo

su representada posee escrituras que la hacen propietaria de Santa Columba, y al por-

menor especifica los supuestos derechos de la parte cuya voz lleva en el litigio. Le res-

ponde el obispo Hermenegildo, que, puesto en pie, dice, dirigiéndose al monarca: Tu,

domine, mi rex audiat me dementia vestra, y relata después la historia del asunto. Rei-

nando Alfonso, abuelo de Ramiro –dice–, al repoblar el conde Odoario la comarca de

Chaves sobre el Tamega, en el reparto de las tierras entregó la casa disputada a su con-

germano, el diácono Odoino, y éste la ocupó, según la costumbre del país, “cum cornu

et cum albende de rege”. Su predecesor en la sede apostólica, Gundesindo, arrancó a

Bermudo, hijo del citado Odoino, con ocasión de una grave enfermedad que padecía, la

cesión de la villa referida. Mas, recobrada la salud por Bermudo, volvió aquélla a su po-

der en virtud de sentencia dictada por el príncipe Ordoño, el vencedor en San Esteban,

en asamblea celebrada en Lugo. Pero las escrituras invalidadas por el rey y su corte,

quedaron en poder de Gundesindo y éstas son las que posee y alega la señora que re-

presenta el conde Osorio, cuyo padre se había apoderado con violencia de Santa Co-

lumba y había puesto en ella las cadenas signo de su exención y privilegios.

Duplican y replican el prelado y el conde, consulta el rey con sus hijos, con Assur

Fernández y con los obispos Oveco, de Oviedo, y Salomón, de Astorga, elegidos jueces

para fallar el caso, y puesto en pie, extendiendo su mano, ordena que juren Hermene-

gildo y cinco de los suyos en la iglesia frontera. Escuchada la suprema decisión del mo-

narca y sus jueces, que no extraña al prelado por ser el juramento de la parte acusada o

demandada medio de prueba muy usado a la sazón en todo el reino, y aún en España y

en Europa toda, en medio de un profundo silencio vuélvese el obispo hacia los suyos

para elegir conjuradores entre sus infanzones y sus clérigos. Mas antes de que termine

su elección conmueve a la asamblea la frase sacramental en casos como éste: el agnosco

me inveritate, pronunciado por su adversario el conde Osorio. El desistimiento de la

parte que había provocado el proceso fina el pleito. Osorio promete suscribir la agnitio

consiguiente a su renuncia, y el rey encarga al obispo Rosendo, su pariente, de notificar

a Odoino los resultados del litigio, es decir, de la intentio.

Anochece; la luna asoma su ancha faz por cima de los muros; se disuelve el congreso

de prelados, de palatinos y de próceres, y el príncipe regresa a su palacio, planeando una

gran montería con redes, con lazos y con perros, en las abruptas sierras de Oseja de Se-

jambre y de Riaño.

~ 98 ~

Un príncipe.

Dibujo parcial de una miniatura del Códice Emilianense (Fol. 107),

en la Biblioteca del Real Monasterio de El Escorial.

~ 99 ~

Dos obispos y un guerrero (Códice Emilianense)

~ 100 ~

La justicia en el siglo X.

Escena de representación de ejecuciones.

Dibujo de una miniatura del Beato de Liébana de la Catedral de Gerona.

~ 101 ~

La justicia en el siglo X. Representa a unos jueces examinando una causa.

Biblia de San Isidoro de León (s. X). David ordena respetar la vida de Absalón.

Fol. 138 v.

~ 102 ~

EN VÍSPERAS DE GUERRA

Los sayones de Ordoño, el hijo de Ramiro, han hecho sonar la bocina y el cuerno lla-

mando a los hombres a las armas. El rey de León desea emprender una gran aceifa con-

tra los sarracenos y convoca al fonsado.148

Quiere llevar la guerra a tierras enemigas an-

tes de que las tropas musulmanas invadan sus fronteras. El califa es ya viejo,149

pero aún

así, siempre es de temer que sus caudillos, llegados los días de las mieses, entren en el

valle del Duero por Medinaceli y San Esteban o ataquen Osma, Simancas o Zamora.150

No es fácil que conquisten las plazas fronterizas, bien defendidas y guardadas, pero sí

que devasten el país, incendiando los campos, robando los ganados y saqueando las pe-

queñas aldeas y las villas o granjas. No pueden siempre los campesinos refugiarse con

tiempo en las fortalezas o castillos, y al daño en las cosechas o en los pueblos se une el

cautiverio de muchos infelices.151

Para evitar estas entradas en su reino, Ordoño se dis-

pone a ser él quien ataque primero. No le anima la esperanza de conquistar ciudades,

pues también los califas tienen bien guarnecidas sus fronteras. Intenta sorprender y sa-

quear Lisboa y volver a León cargado de riquezas. La guerra en esta forma es una em-

148

El fonsado es el ejército, el reclutamiento, la hueste. Ignoramos cómo se llamaba a los hombres al

fonsado en el siglo x. Hay noticias tardías de que los reyes hacían “intonare voces et preconia” o sim-

plemente “intonare regalía preconia” para convocar el ejército a la guerra (Crónica de Alfonso VII.

Esp. Sagr., XXI, 324 y 353). Supongo que en el período a que ahora me refiero ocurriría otro tanto.

Puede sospecharse que los pregones se harían a toque de bocina y de cuerno. A lo menos Sampiro

refiere (Esp. Sagr., XIV, 451) que cuando Ramiro II supo la vuelta a León de su hermano el Rey Monje

“jussit intonare buccinis, vibrare hastas” para marchar contra él huido de Sahagún.

149

Imagino ocurridos estos sucesos en el reinado de Ordoño III, después del año 950. Abderramán III vi-

vió hasta 961.

150

Estas plazas defendían los pasos naturales de acceso al reino de León y se hallaban situadas en los

cuatro grandes caminos romanos que conducían a la meseta superior: Medinaceli, en la que iba de To-

ledo a Zaragoza (BLÁZQUEZ: Vías de Sigüenza a Zaragoza..., 1923), que facilitaba la entrada en Casti-

lla por las fuentes del Duero. Desde Osma partía la que llevaba a Atenza y a Segontia. Por Simancas

pasaba el Duero la vía que venía desde Laminium (Alhambra, no lejos de Ruidera) y se cruzaba en

Titulcia con la de Toledo a Zaragoza (BLÁZQUEZ: Vías romanas del Valle del Duero, 1916). Y por Za-

mora, Ocelo Durii, atravesaba el Duero la gran vía del Oeste, que unía Mérida y Astorga. Simancas,

Osma y San Esteban fueron por esto durante el siglo X teatros de las grandes batallas conocidas de

todos. Hay dos estudios en que se han examinado total o parcialmente las vías romanas citadas ahora:

SÁNCHEZ-ALBORNOZ: Divisiones tribales y administrativas del solar del reino de Asturias en la época

romana, Bol. Ac. Ha., Madrid, 1929, y TARACENA: Vías romanas del alto Duero, Anuario del cuerpo

facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, II, 1934, 257 y ss.

151

En el relato de esta guerra de devastación coinciden las crónicas cristianas y musulmanas. Véanse las

de Albelda (Esp. Sagr., XIII, 454 a 458) y Sampiro (Esp. Sagr., XIV, 453 a 457) y Al-Bayán al-Mugrib

(TD FAGNAN, 1015 (Esp. Sagr., XXXVI, pág. XX) y 1023 (Esp. Sagr., XXXVI, XIX) en que se refiere

la desolación de la tierra leonesa tras las campañas de Almanzor.

~ 103 ~

presa productiva y una saneada fuenta de ingresos para el fisco.152

Quiere sorprender al

enemigo, y en vez de cruzar el Duero por cerca de Simancas, para pasar por los puertos

de Ávila a tierras de Toledo, como hicieron muchas veces su padre y sus mayores,153

proyecta caminar desde León a Astorga, de Astorga a Braga, por la vía más corta, y de

Braga a Lisboa.154

Una gran calzada facilita su marcha, y aunque es larga y arriesgada la

aceifa, confía en hacer gran botín por lo inesperado del ataque. Como no suele llevarse

la guerra a aquella zona, no deben hallarse tan defendidos sus castillos, ni sus guarni-

ciones tan alerta como en las tierras del Tajo central, donde se pelea de ordinario.

No quiere Ordoño, sin embargo, desguarnecer sus fortalezas de la línea del Duero, por

temor a una sorpresa no imposible, pues aunque los sarracenos no suelen atacar hasta

más tarde –son las nonas de mayo– a veces adelantan sus campañas.155

Desde Zamora a

San Esteban y desde Zamora hacia poniente quedan, pues, guarnecidos los castillos, y

quedan los infanzones de la tierra en servicio de anubda, vigilia o vigilancia.156

Ha citado en Astorga a los condes y potestades de Galicia, y a los de León, Asturias y

Castilla en la capital de sus estados. Desde el día tercero de las nonas llegan a la ciudad

del Torío y del Bernesga, a cada hora, los majorinos, potestades y comites de estas di-

versas tierras.157

Con ellos vienen los infanzones,158

los caballeros villanos y los peo-

152

Lo fue mucho más cuando los cristianos poseyeron la superioridad militar. En el siglo XII, del botín

pagaba a veces el rey su salario a los caballeros (Chronique latine des rois de Castille. Ed. Cirot, Ap.

del Bull. Hisp., 1912-1913, 149). Pero ya en esta época se obtenían en ocasiones grandes despojos.

Véanse las crónicas de Albelda (Esp. Sagr., XIII, 454, 455), Sampiro (Esp. Sagr., XIV, 453-55) y Silos

(Ed. Santos Coco, 38).

153

Recuérdense las expediciones de Alfonso III a Toledo (SAMPIRO, Esp. Sagr., XIV, 447); de García,

sin duda también a tierras toledanas, puesto que a su regreso pasó por el Tiemblo, situado en el camino

de Ávila a Toledo (SAMPIRO, Esp. Sagr., XIV, 448), y de Ramiro II a Madrid y a Talavera (SAMPIRO,

Esp. Sagr., XIV, 452 y 454).

154

SAMPIRO nos refiere con su habitual concisión esta gran campaña de Ordoño III (Esp. Sagr., XIV,

455).

155

Ya SAMPIRO habla de “illis diebus guando hostes solent ab bella procederé”. En otras fuentes pos-

teriores se fija más concretamente la época de las campañas sarracenas, y se dice “en los días de las

mieses”. Diversos pasajes del Bayán (TD FAGNAN, II, 295, 361) señalan los meses de junio y julio co-

mo los preferidos por los sarracenos para sus entradas en tierras de cristianos. En Simancas se peleó el

6 de agosto (Anales castellanos primeros: GÓMEZ-MORENO, Discursos..., 24).

156

Un interensatísimo documento de hacia 1030, procedente de San Juan de la Peña, publicado ya por

SERRANO y SANZ en sus Noticias históricas del condado de Ribargoza (pág. 336), mal interpretado por

MAYER en su Historia de las instituciones... (154, 155), y ahora de nuevo reproducido con ciertas co-

rrecciones por MENÉNDEZ PIDAL, en sus Orígenes del español (pág. 39), nos ilustra detalladamente

sobre este servicio de anubda o vigilancia. Me he ocupado con detenimiento del mismo y confío que he

resuelto sus dificultades, que descarriaron a MAYER, en: Muchas páginas más sobre las behetrías,

Anuario, IV, 1927, 72 y ss.

157

Entre las pocas noticias legales que poseemos acerca del servicio militar en el reino asturleonés,

destaca el art. XVII del Fuero de León, que dice: “Illi etiam qui soliti fuerunt ire in fosatum cum Rege,

cum comitibus, cum maiorinis, eant semper solito more”. Me permito introducir en escena, junto a los

~ 104 ~

nes159

de sus condados, mandationes o commisos,160

e incluso los habitantes de ciertas

villas o heredades, adornadas con el privilegio de inmunidad, pero no eximidas de acu-

condes y a los merinos, a las potestades, porque éstos gobernaban con frecuencia, como los primeros,

las circunscripciones administrativas del reino, y como ellos, dirigían la hueste de su mandación, cuan-

do el rey llamaba al fonsado. Que así ocurría en efecto nos demustra la concesión de inmunidad por

Bermudo III al conde Piniolo Xemenni en 1031 (Esp. Sagr., XXXVIII, 287), en la que se lee: “Homi-

cidium, rausura, fossataria ab hodierno die, et deinceps non tribuantur Regi infra istos terminos, nec

eant in expeditione Regis et ejus potestatibus...”. El artículo copiado del Fuero de León prueba que los

merinos o mayordomos continuadores de los villicos godos y romanos habían avanzado extraordinaria-

mente en su transformación de funcionarios privados de los dominios reales y particulares en oficiales

públicos. Su evolución es síntoma de la experimentada por el régimen señorial. No es éste lugar ade-

cuado para estudiar la organización local del reino de León, que merecerá un extenso capítulo en otra

parte. De la que pudiéramos llamar feudalizante organización militar del reino asturleonés he tratado

en mi obra: En torno a los orígenes del feudalismo, Mendoza, 1942, I, 180-186, y III, 283 y ss. De

condes y potestades, en la misma, I, 125-128, y en mi Ruina y extinción del municipio romano en

España e instituciones que le reemplazan, Buenos Aires, 1943, 68-78. Y de los merinos he hablado en

Muchas páginas más sobre las behetrías, Anuario, IV, 1927, 121-123.

158

No los menciona en tal concepto el Fuero de 1020; pero el diploma citado en 1030 (nota 9) se deduce

que era el pelear su obligación principal para con el monarca. Ignoramos si ya habrían logrado los

infanzones de León en los días de Ordoño III que fuera su deber de acudir al fonsado carga aneja a los

prestimonia que poseían o a la soldada que recibían del soberano leonés. Es de presumir que los cas-

tellanos conseguirían tal privilegio antes de los días del conde don García, pues aunque fuentes tardías

refieren este suceso al gobierno de don Sancho, no es de creer que alcanzaran de aquél los caballeros

villanos de Castrojeriz, en 976, ventajas que no disfrutasen ya los infanzones. Después de publicadas

las anteriores ediciones de estas Estampas he llegado a creer que data del período visigótico la conce-

sión de tierras con cargo al servicio de guerra. Véase: En torno a los orígenes del feudalismo, I, Fi-

deles y Gardingos en la monarquía visigoda, 168-173 y 180-186.

159

La manera de prestar el servicio militar los hombres no nobles, a pie o a caballo, fue creando entre

ellos diferencias sociales. Es conocida la teoría de BRUNNER (Der Reiterdienst und die Anfünge des

Lehenwesens: Forschungen zur Geschichte des deutschen und franzóschischen Rechtes (Stuttgart,

1894), págs. 39 y sigts.) sobre el papel de la caballería en los orígenes del feudalismo y su tesis acerca

de la influencia ejercida por las luchas de los francos con los musulmanes en el siglo VIII en la orga-

nización de la caballería carolingia. Esta teoría de Brunner fue ya combatida por: DELBRÜCK: Ges-

chichte der Kriegskunst, II, 1902, 424 y sigts.; MAYER: Die Entstehung der Vassallitát und des Le-

henwesens, Festgabe für R. Sohm, 1914, 45 y ss. y DOPSCH: Wirtschaftliche und soziale Grundlagen

del europüischen Kulturentwicklung, II, 1920, 291 y sigts. Fue defendida por VOLTELINI: Prekarie und

Benefizium, Vierteljahrschrift für Sozial und Wirtschftsgeschichte, XIV, 1922, 292 y ss., y por VON

SCHWERIN: Zeitschrift für die Gesamten Staatswissenschften, LXXX, 1926, 719 y ss. Ha sido impug-

nada de nuevo por DOPSCH: Benefizialwesen und Feudalitüt. Mitteilungen des Oestrreichischen Insti-

tuts für Geschitsforschung, XLVI, 1932, 1 y ss. Y ha roto una nueva lanza a su favor, GANSHOF: Note

sur les origines de l'union du bénefice avec la vassalité. Etudes dediées á la memoire de H. Pirenne,

1937, 173 y ss. Confío en haberla definitivamente destruido por otros caminos de los seguidos por sus

contradictores, en mi obra: En torno a los orígenes del Feudalismo. Parte Segunda: Los árabes y el

régimen prefeudal carolingio, T. III, La caballería musulmana y la caballería franca del siglo VII,

Mendoza, 1942.

Mas aunque después de mi obra ahora citada no sea posible admitir la vieja tesis, no puede negarse la

eficacia de la caballería en la organización europea de los siglos medios, y sobre todo en los comienzos

de la época feudal. No influyó poco en nuestra diferenciación de Europa en la Edad Media la peculiar

solución parcial que aquí se dio al problema con la caballería villana. Fue en el siglo X cuando surgió

~ 105 ~

dir al fonsado.161

Los capitanes de las diversas huestes y sus tropas han alzado sus

tiendas fuera de la ciudad. Sólo algunos se alojan dentro de ella, en las cortes más ricas

o con el conde de León. Han llegado también varios prelados con sus gentes armadas,

dispuestos a acompañar al príncipe en su empresa y a pelear en las batallas, si la suerte

lo quiere.162

Abundan entre las fuerzas acampadas las tropas de a caballo. Hay también muche-

dumbre de infantes. No están, sin embargo, sino parte de los peones disponibles. Por no

dejar desguarnecidas por entero las fortalezas y ciudades del interior del reino –de las

fronterizas no se han sacado hombres– el rey ha decretado que de cada tres infantes o

peones quede uno de reserva y empuñen dos las armas. De esta manera no sólo perma-

necen defendidas todas las poblaciones y castillos, sino que al mismo tiempo se dulci-

fica algo el servicio de guerra, obligatorio para todos los habitantes varones de la mo-

narquía leonesa, pero que cada día resulta menos grato a quienes no hacen del batallar

su oficio y se dedican a las entonces rudimentarias industrias de la paz o a cultivar la

tierra. El sistema tiene además otra ventaja. Se exige de los peones que permanecen en

sus casas la prestación de sus pollinos, y así dispone el ejército, de modo gratuito, de un

considerable número de bestias en que cargar armas y provisiones, a la ida a la guerra, y

el botín, si se logra, al regresar de la campaña.163

esta última. Nada nos dicen los textos leoneses; pero el castellano F. de Castrojeriz del 976 (MUÑOZ,

Fueros, 38) la presenta ya formada. Los condes de Castilla, para facilitar la creación de cuerpos de ji-

netes, dieron a los caballeros villanos exenciones y derechos que les equiparaban con los nobles, sin

confundirlos con ellos. En adelante, por siglos, aquéllos fueron a éstos como los libertos de derechos

plenos a los ingenuos. Sobre la caballería villana en España véase la obra de mi discípula Carmela Pes-

cador. 160

Comitatos, mandationes y commissos se llamaron las circunscripciones administrativas en que el reino

se hallaba dividido. Nada permite distinguirlos entre sí. Eran vocablos que se aplicaban indistinta-

mente a un mismo distrito. También se empleaban con el mismo significado las palabras terram ad im-

perandum y mandamentum, si bien se llamaban mandamenta de ordinario a las pequeñas circunscrip-

ciones en que ejercían su cargo los sayones (art. XVI del Fuero de León).

161

De la época asturleonesa sólo conozco tres concesiones de inmunidad en que se exima a los habitantes

de la tierra acotada de acudir al fonsado. Me refiero a las siguientes: de FERNÁN GONZÁLEZ a San Mi-

llán en 945 (LLORENTE, Historia de las Provincias Vascongadas, III, 323); de García Fernández a Co-

varrubias en 978 (C. de Covarrubias, ed. Serrano, 21), y de Bermudo III a Piniolo Xemenni en 1031

(Esp. Sagr., XXXVIII, 287). Sobre el fonsado véase el estudio de Antonio Palomeque: Contribución al

estudio del ejército en los estados de la Reconquista, Anuario ha. dcho. esp., XV, 1944.

162

No hay textos de la época que nos presenten a los prelados rodeados de gente de armas; pero consta

por Sampiro (Esp. Sagr., XIV, 449) su presencia en la guerra. En Valdejunquera cayeron prisioneros

los obispos Dulcidio de Salámanca y Hermogio de Tuy. Es, por tanto, probable, que tuviera ya realidad

la frase de la Compostela “Episcopus S. Jacobi, baculus et ballista”.

163

Ya en el período merovingio muchas veces se llamó sólo a un hombre armado de cada familia. Bajo

los carolingios se generalizó este sistema. Se tuvo en cuenta la riqueza de cada cual para exigirle de

modo diferente el servicio de armas. Se fijó una determinada unidad de fortuna. Los que la poseyeron

tenían que acudir personalmente; los demás se reunían en grupos hasta completar aquella cantidad mí-

nima, y cada grupo enviaba un hombre a quien auxiliaban económicamente sus compañeros mediante

~ 106 ~

Durante todo el día ha estado la ciudad pletórica de tropas. Desde poco después de la

hora nona se hallan reunidos con el rey los condes, las potestades y los obispos llegados

a León, y con ellos los dignatarios de la corte.164

El Palatium ha deliberado hasta des-

pués de la caída de la tarde. Se han discutido diversos detalles de la empresa, han reci-

bido instrucciones cada uno de los jefes y se ha acordado la hora en que ha de co-

menzarse a caminar. Acabado el consejo, designa el príncipe al prelado que ha de llevar

la cruz durante la campaña; el obispo Gonzalo de León recibe orden para disponer la ce-

remonia que ha de celebrarse en la iglesia episcopal antes de la partida,165

los togae pa-

latii, optimates y episcopi besan la mano a Ordoño, y, terminado el besamanos ya de

noche, cada cual se retira a su posada o a su tienda.

Juntos salen de palacio los condes de León y de Luna y Fredinando Assúriz, que ha

reemplazado a su padre Assur Fernández en el condado de Monzón.166

El de Luna se

despide de sus dos compañeros para torcer a la derecha, cruzar el Arco del Rey, salir de

la ciudad y acogerse a sus tiendas; y su colega, huésped del de León aquellos días, se

encamina con él hacia la izquierda, por la calle adelante. Es noche cerrada y marchan

precedidos de unos escuderos con hachones y seguidos por los infanzones de ambos

el adjutorium. No ocurrió exactamente lo mismo en la Península; pero también se hizo sensible la cre-

cida repugnancia de los hombres a empuñar las armas, que había de obtener satisfacción paulatina en

los fueros municipales, cuyas exenciones en orden al deber militar dificultaron y retrasaron considera-

blemente la reconquista. Faltan textos leoneses acerca de este asunto; pero el Fuero de Castrojeriz

(MUÑOZ, Colección, 38) de 976, presenta por primera vez en vigor un sistema parecido al del adju-

torium franco, mucho más antiguo: “Et si illo comite tenuerit arcato faciant se tres pedones in uno et

det uno illo asino et vadant illos duos”. Este pasaje me permite conjeturar que la merced concedida a

perpetuidad a los peones de Castrojeriz en 976 se habría ya otorgado alguna vez esporádicamente a

diversos distritos u ocasionalmente a todo el reino, en convocatorias diversas por las razones y con los

fines señalados arriba. Sobre el ejército al Norte de los Pirineos hacia la misma época véase: FRA-

UENHOLZ: Das Heerwesen der germanischen Frühzeit des Frankenreiches und des ritterlichen Zeital-

ters, München, 1935.

164

La intervención de los magnates del Palatium en la plática y preparación de empresas militares está

comprobada por SAMPIRO (Esp. Sagr., XIV, 452): “Ranimirus securus regnans, consilum iniit cum

omnibus Magnatibus Regni sui, qualiter Chaldaeorum ingrederetur terram”.

165

Según el Ordo: “Quando rex cum exercitu ad prelium egreditur” (Liber Ordinum; ed. Ferotin, 150 y

sigts.), antes de la ida del príncipe a la guerra se celebraba una solemne ceremonia religiosa en la que

el rey recibía y entregaba a un eclesiástico, para que la llevase durante la campaña, la cruz de la Vic-

toria. Puede describirse después la fiesta.

166

No sé quién gobernaba Luna en los días de Ordoño III. Hacia 952 era conde de León Velasco (T.

Leg., fol. 381), y desde 950, a lo que parece, regía Monzón Fernando Ansúrez en lugar de su padre

(ESCALONA, Historia de Sahagún, 395). En un documento de 976 escribe el mismo Fernando Ansúrez:

“Nempe plures manet notum eo quod dive memorie genitori meo Assuri Comite satis fidelissimum

fuisse Domino Rademiro Principe et post obitum genitoris mei Ego vicem ipsius obtemparavi, ut potuit

supradictum... [sic]... Ego yero tempore ut ille fines vite excepit et prolis ipsius Domino Ordonio re-

galía vice adquisivit, ego ut michi mee supetierunt vires adiutor et fidelissimus illi extiti et contra re-

sistentes illi atquietavi adtentius dimicavit” (ESCALONA, Historia de Sahagún, 420).

~ 107 ~

grandes.167

Se dirigen al castellum en que habita el gobernador de la ciudad, situado,

como sabemos ya, junto a la puerta que, por él, se llamaba del Conde. Cruzan la calle

principal de León, que lleva de la Puerta del Obispo a la Cauriense, y se adentran por el

carral estrecho en cuya esquina se alzan las cortes de Lobón y del monasterio de

Abeliare. La calle está desierta, los condes platican distraídos, mas al pasar por junto a

los solares donde poco después había de consagrarse un templo al mártir San Pelayo,

Fernando Ansúrez cree reconocer, a la luz de una antorcha, las caras de dos hombres

que, apoyados en los tapiales de una corte vecina, han hecho un movimiento de sorpresa

y de pánico al acercarse los dos condes. Visten un corto sayo pardo que descubre las

piernas, tercian sobre sus hombros una a modo de manta168

y revelan en sus personas lo

ínfimo de su condición y la pobreza de su vida. Antes de que el terror les permita mo-

verse, dos de los infanzones de Fredinando Assuriz sujetan sin resistencia a aquellos

infelices, mientras su señor ordena, con presteza, a uno de los criados de las hachas, que

acerque su luminaria, sin tardanza, a los espantados rostros de los dos leoneses.169

Son éstos Félix y Gúdila, siervo el primero y junior de capite el segundo170

de Assur

Fernández, padre del que es hoy huésped del conde de León. Habitaban ambos en una

167

Imagino aquí cómo estaría constituido el cortejo de los grandes. De escuderos habla ya un documento

de 1.011 (T. Leg., fol. 358 v°), y por lo que hace a los infanzones, ya observó Hinojosa que se hallaban de

ordinario al servicio de los condes y de los altos magnates eclesiásticos, y aun utilizó dos textos del siglo

X entre los distintos que alega en prueba de su aserto (El Derecho en el Poema del Cid. Estudio..., 78).

He podido reunir otros varios testimonios de aquella frecuente su-bordinación, tan frecuente que inclina a

considerar tal situación como la normal de aquellos nobles inferiores. En diversos diplomas los vemos

gobernando condados o teniendo en afondo o prestimonio tierras del rey, de un obispo o de un abad, que

les llama meos infanzones, o de quien son tenidos por suos infanzones (951-958. Escrituras de Lugo, Hi-

nojosa, lugar citado, 966. Cart. de Sobrado, I. fol. 1.007. L. FERREIRO, H. de Sant., II, 202, Ap.). Y en

otros aparecen encargados de la crianza de los hijos de su señor (982, L. FERREIRO, Historia..., II, 177,

Ap.), acompañándolo cuando acudía a juntas o placitos judiciales y aun prestos a actuar a su lado como

conjuradores si las circunstancias lo exigían (1.055. FITA, San Miguel de Escalada y Santa María de

Piasca, Bol. Ac. Hist., XXXIV, 339, y ME-NÉNDEZ PIDAL, Orígenes del español, 34). No dudo, por tanto,

de que concurrirían a León con los condes y obispos asistentes a la asamblea de Palacio reunida por Ra-

miro II, según refiere el diploma de Odoino ya citado en la Estampa anterior, y ahora al acudir sus

señores a la convocatoria del ejército por Ordoño III. Cf. C. SÁNCHEZ ALBORNOZ, Estampas de la

vida en León durante el siglo X, editada por la Diputación de León (I.S.B.N.: 84-505-2249-8), obra a la

que corresponden estos textos del Epílogo en que nos encontramos.

168

Los supongo ataviados como los dos plebeyos que figuran en el fol. 499 del códice Morales de San

Gregorio, de la Biblioteca Nacional, fechada en 945.

169

Imagino este incidente para ofrecer al lector idea de las escenas a que debía de dar lugar la fuga y el

hallazgo de siervos, aquélla comprobada por inventarios como el de Celanova, y éste posible en oca-

siones.

170

He elegido los nombres al azar, pero no la condición de las personas. Siervos y juniores de cabeza

carecían de la libertad de movimiento. Los artículos XXI y XXII del Fuero de León lo comprueban de

modo indubitable en relación a los primeros, y el XX respecto a los segundos, ya que al no permitir

acoger en León libremente sino a los que fueran cuberos o tejedores, prueba que los demás juniores de

cabeza no gozaban de la libertad de domiciliarse a su albedrío, y que los señores podían reivindicarlos

en derecho. No desconozco la teoría de MAYER acerca de los juniores leoneses, ni las explicaciones

~ 108 ~

misma corte de su señor Assur y juntos huyeron de ella en una oscura noche de di-

ciembre, hace ya mucho tiempo. El viejo conde de Monzón ordenó su pesquisa, su sa-

yón Hanne Obecoz los buscó por todo el commiso de su amo y encomendó su hallazgo

a sus colegas de las tierras vecinas.171

Todo fue inútil; Gúdila y Félix lograron burlar to-

das las vigilancias, y al cabo de los años consiguieron acogerse a León, donde se esta-

blecieron. Trabajaban aquí como alvendarii o tejedores, se casaron y, aunque de modo

miserable, vivieron como libres, y como ingenuos criaron a sus hijos.172

Cien veces es-

tuvieron a punto de ser reconocidos por gentes del conde de Monzón, pero otras tantas

sortearon con éxito el peligro. Cuando se anunciaba la reunión de una asamblea de Pa-

lacio o tenían noticia de la llegada a León de su señor, se encerraban de día en sus mo-

radas y sólo de noche, y no siempre, salían de sus casas.

Ahora llevaban ocultos en sus viviendas cuatro ferias.173

A fin de evitar posibles en-

cuentros con el hijo de Assur, o con sus gentes, durante las largas jornadas de la guerra,

habían conseguido, aunque no sin trabajo, exceptuarse de acudir al fonsado mediante la

entrega, en su reemplazo, de sus preciadísimos pollinos. Cerrada la noche, habían aban-

donado sus moradas para saludar a unos compadres que partían con el ejército en la

hueste del conde de León y, sobre todo, para despedirse tiernamente de sus asnos, que

marchaban con ellos. Esta vez la suerte les fue adversa. Ella quiso que se toparan con el

cortejo de su nuevo señor, con quien habían jugado de muchachos, y que la llama indis-

creta de una antorcha descubriera a aquél al siervo y al junior de su padre.

que ofrece para obviar la dificultad insuperable que alza contra aquélla el artículo citado del Fuero; pe-

ro, como ha dicho CARANDE (Rev. de Occidente, XXV, 139), MAYER no ha probado su tesis. Confío

en haberla pulverizado en Muchas páginas más sobre las behetrías. Frente a la última teoría de

MAYER, Anuario ha. dcho. esp., IV, 1927, 4 a 157. En tal monografía me he ocupado con alguna

detención de los juniores (44-67). Baste aquí apuntar que entre los juniores leoneses de los artículos

IX, X y XI y del XX hay, según se deduce del texto de éstos, la misma diferencia que entre los juniores

de heredad y de cabeza del diploma de Alfonso IX de León publicado por Hinojosa (Colección…,

147), que coincide en su esencia con los pasajes citados del Fuero de 1020, y que MAYER olvida, ig-

noro si intencionadamente.

171

En un documento de 943 (B. de Cardeña, ed. Serrano, 364), consta que el sayón del conde Assur Fer-

nández se llamaba Hanne Obeçoz. 172

Les supongo alvendarios por ser de oficio al que solían dedicarse los juniores de cabeza. Juzgo no-

vedad del Fuero la licencia concedida para establecerse en León a tales juniores. Parece indicarlo la

circunstancia de incluirse este precepto en el mismo artículo que habla de la repoblación de la ciudad.

Se otorgaría tal libertad a fin de atraer gente a restaurar los daños producidos por Almanzor. En la épo-

ca de Ordoño III es, por tanto, probable que incluso los juniores alvendarios pudieran ser reivindicados

por los señores.

173

Los días de la semana en el siglo X eran aún en el reino de León: Dies dominici (978 T. Leg., fol. 204

v°), secunda feria (944. LLORENTE, Historia de las P. Vascongadas, III, 321; y 949, B. Gótico de San

Millán, fol 60 vº; Beato Gallicano, fol. 175; Copias Minguella), tertia, quarta, quinto, sexta feria (944.

LLORENTE, op. cit., III, 321) y séptima feria (985. B. Cardeña, ed. Serrano, 306) o die sabbati (853.

Esp. Sagr., XXXVII, 320). “Tan diebus cotidianis quam et dominicis” se dice en una escritura de 920

(B. Sahagún, fol. 177 v°).

~ 109 ~

La comitiva se detiene antes ellos. Fernando Ansúrez y uno de sus viejos infanzones

los reconocen y nombran por sus antiguos nombres. Ellos protestan de llevar ya en li-

bertad el número de años precisos para ser libres de derecho;174

mas les replica, con au-

torización de su señor, el anciano escudero que fue ayo o amo del joven conde de Mon-

zón, que sigue a su servicio todavía, le acompaña fielmente en sus empresas y combate

a su lado en las batallas.175

La disputa se corta en este punto. Velasco, el gobernador de

la ciudad, testigo mudo de la escena descrita, interviene a la postre en el diálogo para or-

denar que sean conducidos al castillo aquellos desdichados, a quienes acusan su colega

y su gente176

y a quienes delatan también su turbación y desconcierto. No hay tiempo

–dice– para fallar la causa antes de la partida del ejército; se reunirá el concilium en

juicio al regresar de la campaña, pero entre tanto Gúdila y Félix permanecerán encarce-

lados, si no dan prendas ni ofrecen fiadores como garantía de acudir al proceso y de es-

tar a los resultados de la prueba.177

Mientras los dos infelices fugitivos ingresan en la cárcel del castillo, los dos magnates

se instalan en una de las cámaras del mismo, que ilumina un lucernario de bronce pen-

diente de cadenas. De forma circular el cuerpo de la lámpara, arrancan de él diversos

brazos que sostienen, de tres en tres, varias candelas. Se ha levantado viento, y para evi-

tar que la corriente deje en tinieblas el salón del palacio, aún a trueque de padecer el hu-

mo de la cera, se han taponado con lienzos encerados y cortinas o acitharas los huecos

de la estancia.178

Sentados en dos altos sillones de cuero, los condes dictan después a

174

Es sabido que según la Lex Visigothorum (X, 2, 2) los siervos fugitivos adquirirían la libertad por

prescripción de cincuenta años. No hay motivos para dudar de que esta ley se aplicara en el reino as-

turleonés, y menos para suponer que los juniores de cabeza disfrutaran en este punto de peor condición

que los siervos.

175

Consta por el documento de Odoino que a veces los magnates encargaban a algunos de los infanzones

a su servicio de la crianza de sus hijos (L. FERREIRO, Historia..., II, 177, Apénd.). Lo demás del relato

parece consecuencia obligada de aquél hecho indudable.

176

La acusación era requisito previo en el procedimiento germánico acusatorio, y lo fue en el castellano-

leonés de los siglos siguientes, como prueban los repetidos preceptos de los fueros: “Nadie responda

sin querelloso”. Es probable que lo fuera también en el siglo X.

177

El artículo XXII del Fuero de León dice: “Servus yero qui per veridicos homines servus provatus

fuerit, tam de cristianis quam de agarenis, sine aliqua contentione detur domino suo”. De no haber

mediado el argumento de la prescripción de cincuenta años, los fugitivos, probada su servidumbre por

la acusación del conde y su gente, hubieran sido entregados sin más proceso a su dueño, pero ante lo

alegado por ellos en su defensa, es posible que se resolviera la cuestión mediante un litigio regular. A

lo menos en un documento de 912 (L. FERREIRO, H. Stgo., II, 74 Ap.) aparecen defendiendo perso-

nalmente su libertad ante el rey y sus jueces unos siervos que, acusados de tales, contestaron que lle-

vaban largos años viviendo como libres. ¿Regiría para estos casos el precepto del Fuero (art. XL) “Ho-

mo habitans in Legione et infra praedictos terminos pro ulla calupnia non det fidiatorem nisi in V so-

lidos?”.

178

Conjeturo que se utilizarían ya los lienzos encerados a guisa de vidrieras en las casas del León an-

terior al milenio. Naturalmente no hay texto alguno de la época que hable de esto; pero se usaron ya en

la postrera Edad Media, según prueban fuentes tardías, y se emplean aún para los mismos fines por al-

~ 110 ~

sus infanzones y merinos las instrucciones necesarias para que, con el día, organicen en

orden de marcha sus huestes de infantes y jinetes. El de León ordena a sus vasallos179

que reúnan sus gentes muy temprano y que se instalen con ellos junto a Santa María, en

la carrera del Obispo; y ambos platican luego a su sabor por largo espacio. Se habla

primero de armas. Velasco muestra al de Ansúrez el yelmo y la loriga que ha adquirido

en ciento veinte sueldos180

para defender su cuerpo y su cabeza en los combates pró-

ximos, y el de Monzón, la rica espada de factiles dorados que, mercada por su proge-

nitor en un centenar de sueldos kacetníes, fue por él usada y afamada en cien en-

cuentros.181

Se hacen después augurios favorables sobre la nueva empresa, se recuerdan

otras jornadas ya pretéritas, Fernando cuenta las proezas de su padre en Simancas, y el

de León, las suyas de Alhandega,182

se elogia con entusiasmo la decisión de Ordoño, y

cuando los cuerpos les reclaman reposo, se retiran cada cual a su cella y se entregan al

sueño.

Poco duerme León aquella breve noche. En la ciudad y en el campamento, alzado

junto a ella, reina la ansiedad precursora de un fonsado de tamaña importancia. Condes

y potestades dictan órdenes; sus infanzones y merinos trasmiten sus mandatos a infantes

y a jinetes; aquéllos cuidan de los asnos, y éstos, de sus cabalgaduras; unos beben y

brindan; otros cantan y ríen; muchos platican y discuten, y los menos descansan. Poco a

poco silencian los parleros, se apagan los cantos y las risas, cesa el trasegar de la sidra y

del vino, triunfa de todos el cansancio y el sueño. La aurora sorprende dormidos a la

ciudad y al campamento. Comienza la actividad de nuevo. Se enjaezan de prisa los ca-

gunas comunidades religiosas de vida estrecha y de remota fundación. En la Crónica del Príncipe de

Viana se describe una escena pareja de la narrada arriba.

179

En relación de vasallaje debían encontrarse, con los magnates laicos o eclesiásticos a quienes servían,

los infanzones que aparecen en dependencia o servicio de aquéllos. Pero además he encontrado algún

documento leonés de principios del siglo en el que se usa la palabra, no con la significación ínfima de

colono, única conocida hasta ahora de tal vocablo en la época que estudio, sino en el sentido técnico

jurídico que tenía a la sazón en todo el centro y occidente de Europa. Sin embargo, hace mil años era

milites el vocablo más usado, en el reino de León, para designar a los llamados vasallos en la termi-

nología jurídica del viejo solar del imperio carolingio. Lo he comprobado en las páginas que he con-

sagrado a las instituciones prefeudales asturleonesas en mi obra: En torno a los orígenes del feuda-

lismo, Mendoza, 1942, III, 275 y ss. También después de la aparición de las primeras ediciones de

estas Estampas he publicado el diploma de 1029 al que he aludido en esta nota, en Un documento de

interés para la historia del vasallaje español, Logos, II, 1942, 315 y ss.

180

En un documento de 1034 (Ind. Sahg., 194) se lee: “duos elmos laboratos in LX solidos, una loriga

de LX solidos”. El dato es relativamente tardío; pero es el más temprano que conozco acerca del precio

de lorigas y yelmos.

181

Una “spata obtima cum factiles deauratos ualente solidos centum” se cita en un documento de 959

(B. de Sahagún, fol. 152 v°).

182

Consta por los Anales Castellanos Primeros (GÓMEZ-MORENO, Discursos..., 24) la presencia en Si-

mancas de Assur Fernández, y no es imposible la del conde Velasco en Alhandega.

~ 111 ~

ballos;183

se arman los caballeros sus lorigas de cuero184

y sus agudos yelmos;185

em-

brazan infantes y jinetes sus redondos, pequeños y pintados escudos;186

empuña cada

uno su ancha espada187

o su robusta lanza;188

toman sus armas los arqueros;189

se cargan

los pollinos, y se agrupan, por último, las varias haces de las diversas huestes.

183

Los arreos de las cabalgaduras eran en el siglo X: silla jineta de borrenes muy altos, pretal, cincha y

ataharre, cabezada, freno y bridas. Pueden verse jaeces de este tipo en los Beatos de Thompson (fol

241), de Valladolid (fol. 148 v°), de Gerona (fols. 15, 373 y 376), de Urgel (fol. 209), de Fernando I

(fols. 171 v°, 206, 237 y 266), del Escorial (fol. 144) y de Osma (fols. 85 v° y 157). Varía, natu-

ralmente, la riqueza y el adorno de estos arreos, y se observa que en las representaciones de fecha más

tardía a veces se reproducen caballos enjaezados sin ataharre (B. de Osma, fols. 85 v° y 151) o sin pre-

tal y sin ataharre (B. Fdo. I fol. 171 v°). Son frecuentes las citas de sillas y de frenos en los docu-

mentos de la época que estudiamos. Se encuentran en escrituras de 960 (Bibl. Nac. Ms. 18.382. T.

Castañeda, fol. 33 v°), 941 (C. de Santo Toribio, fol. 38), 945 (B. Cardeña, 301), 946 (P.M.H. D. et

Ch., 32), 963 (B. Cardeña, 8), 980 (C. de Santillana; ed. Jusué, 31), 1004 (T. Leg., fol. 174). A juzgar

por los textos, había sillas arintias (922. P.M.H., D. et Ch., 16), uermellas (960.T. Leg., fol. 37 vº) y

argenteas (véase nota 54). Los diplomas no mencionan nunca bridas, pretales y ataharres. Debían

constituir el atondo o loramen del jaez y ser incluidos en la denominación genérica: silla.

184

El uso de lorigas por los guerreros cristianos no aparece comprobado por las miniaturas de los códices

de la época, pero sí por documentos de fecha muy cercana al milenio, como el de 1034 (Ind. Sahg.,

194), ya citado. En Francia y en Aragón se usaban en los siglos X y XI brunias de cuero con escamas o

anillos de metal. Y en Castilla parece que fueron de cuero, a lo menos hasta la época del Cid (M. PI-

DAL, Cantar de Mio Cid, 736, 37).

185

En el mismo documento de 1034 mencionado en las notas 38 y 42 se citan “duos elmos”, y no es im-

posible que llevasen yelmos los jinetes del Apocalipsis bajo las picudas capuchas con que se tocan, por

ejemplo, en el Beato de Gerona, fol. 376.

186

Así son los que, pendientes de los arzones de las sillas jinetas, o embrazados por caballeros y peones,

aparecen en las iluminaciones de los Beatos de Thompson (fols. 241 y 160), de Gerona (fols. 257 y

376), de Urgel (fols. 208 v°, 209 y 222), de Valladolid (fol. 194 vº) y de Fernando I (fols. 178, 265 v°,

266 y 283). El escudo anterior al siglo XIII, guardado en la Armería Real, procedente de una sepultura

de Oña (Conde de Valencia de Don Juan, Catálogo de la Real Armería, 150), aunque de otra forma, es

de madera forrada de cuero. ¿Serían también así los usados por los guerreros en el siglo X? Lo ignoro.

Documentos de 978 (YEPES, Cronica, V, fol. 444) y de 985 (P.M.H., D. et Ch., 92) hablan sólo de

scutos, sin emplear ningún calificativo. No he encontrado en los códices leoneses y castellanos sino es-

cudos redondos, a diferencia de lo que ocurre en las Biblias de Rodas y Ripoll (NEUSS, Die kata-

lanische Bibelillustration..., láms. 24, 27, 29 y otros), donde se reproducen escudos alargados que sólo

aparecen en ilustraciones castellanoleonesas muy posteriores al año mil, alrededor del que fecha Neuss

las Biblias citadas.

187

Como era natural, a juzgar por las miniaturas de los códices de la época que nos interesa, los hombres

del siglo X usaban espadas muy diversas. Anchas son las que se reproducen en el Vigilano y en el

Emilianense, pero mientras unas tienen el pomo flordelisado (Emil., folios 106 v° y 453), otras son de

arriaz en cruz y de pomo en forma de cabeza de clavo (Vig., vol. 428, y Emil., fol. 107). Espadas an-

chas hallamos también en los Beatos de Thompson (fol. 241), de Valladolid (fols. 177 v° y 194 vº) y

de Fernando I (fols. 205 y 266); estrechas y largas, sólo en los de Urgel (fols. 136 v°, 208 v° y 209) y

de Fernando I (fol. 178), y anchas y muy cortas, a veces a guisa de puñales, en los del Escorial (fols.

102 v°, 144 y 150) y Osma (fols. 85 v° y 114). La espada era arma usada al igual por caballeros y

peones. De ella encontramos en los documentos de la época citas más frecuentes que de lorigas, yel-

mos, lanzas y escudos.

~ 112 ~

Ordoño madruga con el día; viste sobre su camisa y sus bragas de lino,190

una túnica

hendida o mofarrex, usada por los magnates para sus cabalgadas; se arma su loriga de

cuero, cuya capucha o capiello, cubierta por el yelmo, defiende su cabeza, y oculta su

armadura bajo un amplio kabsan o sobretodo.191

Toma su espada de arriaz en cruz y de

pomo en forma de cabeza de clavo,192

se encomienda al Dios hombre y, embrazado su

escudo, abandona su cámara. Le esperan ya los condes y oficiales de Palacio, armados

de modo semejante, y en el patio bracea inquieto su caballo castaño, enjaezado con

magnífica silla argéntea de altos borrenes, recubierta de oro y sujeta, a más de por la

cincha, por un rico ataharre y un lujoso petral, de los que penden variados pinjantes, tal

como se representan de manera unánime en los Beatos. Como no se conocen los estri-

bos, Ordoño monta de un salto sobre el hermoso bruto; le imitan las gentes de su sé-

quito; cuelga el escudo del arzón de la soberbia silla;193

al aflojar las bridas, libera la

boca de la cabalgadura de la presión que el freno argénteo ejerce sobre ella, y marcha a

la iglesia mayor precedido de sus arqueros y lanceros y seguido de los magnates de su

corte y de los milites de la schola regalis o milicia palatii,194

todos mandados por el ar-

miger regis, que enarbola la insignia del monarca.195

188

Lanzas de formas muy diversas hallamos en el Emilianense (folio 453) en los Beatos de Thompson

(fols. 241 y 260), de Valladolid (fol. 194 v°), de Gerona (fols. 15, 257, 367, 376 y 379), de Urgel (fols.

129, 136 v°, 208 v°, 209 y 222), de Fernando I (fols. 173 v°, 265 v°, 266, 283 y 290) y de Osma (folio

85 v°). También la lanza se usaba indistintamente por infantes y jinetes. Lanzas se citan en un diploma

de 985 (P.M.H., D. et Ch., 92) y en otro de 978 (YEPES, Cronica, V, fol. 444), en que se habla de ir

“ad pignora cum lanceas et scutos et lapides”.

189

Armados con arcos aparecen caballeros y peones en los Beatos de Thompson (fol. 241), de Valladolid

(fol. 194 v°), de Urgel (fol. 208 v° y 209), de Gerona (fols. 376 y 379), de Fernando I (fols. 265 v° y

266) y de Osma (fol. 85 v°). No encuentro citas de arcos en los documentos de la época. Ignoro si se

referirá, pero no es probable que aluda a estos arcos la frase del Fuero de Villavicencio en que, fijando

lo que había de pagarse por los productos llevados al mercado, se dice: “De Karrata de arcos octo, de

assinos duos, de peone uno” (MUÑOZ... 175).

190

Cabalgando con túnica hendida se representa ya a los reyes castellanoleoneses en el siglo XII. ¿Lo

usarían ya Ordoños y Ramiros en el siglo X? No es imposible, puesto que algún documento de 969

habla ya de mofarrage o mofarrex. Los jinetes del Apocalipsis representados en los Beatos repetida-

mente visten una especie de pelele, o ballugas, calzas, bragas y jubones.

191

Si suponemos cubiertas de esta forma las lorigas, se explica por qué no se advierten en las reproduc-

ciones de los Beatos.

192

Véase una espada de este tipo en el Emilianense, fol. 107.

193

Del arzón llevan pendientes sus escudos los jinetes del Apocalipsis en los Beatos de Thompson (fol.

241), de Urgel (fol. 209) y de Fernando I (fol. 266).

194

En una escritura de 1007 (T. de Celanova, fol. 4. v°) se refiere que el conde Hermenegildo Gutiérrez,

encargado por Alfonso III de someter al rebelde Vitiza, le combatió con su gente y “cum omnibus

militibus palatii”. Esta frase me permite suponer ya en uso las expresiones “militia palatii” y “schola

regalis” que hallo en la Crónica de Alfonso VII (Esp. Sagr., XXI, 371, 392). He hablado de los fideles

~ 113 ~

Todo León presencia el paso de Ordoño y su cortejo en el corto trayecto que separa el

palacio de la iglesia consagrada a la Madre de Dios. Esperan a la corte junto a la puerta

del Obispo los caballeros y peones de la capital y de su tierra; en el atrio del templo,

varios diáconos y clérigos, y dentro de la iglesia, el prelado y el clero de León. Las tro-

pas, a las órdenes del conde gobernador de la ciudad, forman, de espaldas a los muros,

entre el monasterio de Santiago y las termas romanas.196

Los diáconos y presbíteros del

atrio visten casullas preciosas y albas de seda –listadas, amarillas, y blancas–;197

llevan

incensarios o turíbulos –argénteos, de cobre o de latón–,198

y rodean a un clérigo que,

ornado con una capa de tejido de seda,199

alza una cruz de forma visigoda, labrada con

oro y cuajada de gemmas.200

Dentro del templo se hallan recogidas, mediante las polegias o poleas, las alhagaras

palleas es decir, los velos o cortinas policromas de trama de tapiz, que ocultan a las ve-

ces, en las tres naves de las antiguas termas, las aras consagradas: a Santa Mafia, en la

central, y al Salvador y a sus Apóstoles y al Bautista y a los santos confesores y már-

o milites regis asturleoneses en mi obra En torno a los orígenes del feudalismo, I, 66-71, 120, 187... y

III, 274 y ss.

195

Textos tardíos acreditan que el alférez llevaba la insignia real en los combates. Alfonso VIII premió al

suyo, Álvaro Núñez de Lara, otorgándole el señorío de Castroverde, “pro servitio plurimo commen-

dando, que mihi in campestre prelio fecisitis, cum vexillum meum sicut vir strenuus tenuistis, cum Al-

miramomeninum regem Cartaginis devici...” (A. H. N., Tumbo Menor de Castilla, pág. 110). Imagino

que en Simancas ocurriría poco más o menos lo mismo que en las Navas de Tolosa.

196

El ceremonial incluido en el Liber Ordinum presupone la presencia de tropas junto a la iglesia donde

se verifica una precisa solemnidad religiosa.

197

Véase Iglesias mozárabes, 335 a 37. Como apenas puedo añadir nada a lo que Gómez-Moreno dice en

su obra sobre prendas y objetos de culto, a ella he de referirme en esta parte de la mía. Los folios de los

Beatos están llenos de representaciones de clérigos y diáconos con albas y casullas.

198

Iglesias mozárabes, 330. Véanse incensarios en los fols. 367 y 375 del Beato de Gerona.

199

No abundan las menciones de capas en los documentos de la época. Gómez-Moreno alega una de

1003 (Igl. moz., 337, núm. 3). Yo puedo añadir otra más antigua de 959 (P.M.H., D. et Ch., 46). Véase

una reproducida en el Antifonario de León, fol. 241.

200

Así cree GÓMEZ-MORENO que eran (Igl. moz., 327) y así aparecen en el B. de Fernando I (fol. 6 v°), y

en el Antifonario de León (fol. 5 v°). De cruces de la época se conservan la de los Angeles (808) y la

de la Victoria (908) en Oviedo, y hasta 1906 se conservaba también la de Compostela (874). Vénase

Igl. moz., 378, 79 y láminas 136 y 137. En un documento inédito del Archivo Catedral de Oviedo,

fechado en 908, he encontrado la ofrenda de la Cruz de la Victoria y referencias a otra cruz traída de

Toledo con unos dípticos ebúrneos. El notario describe así la llegada hasta hoy: “crucen principalem

totam ex purissimo cocto auro fabrefactam diuersis gemmarum uiridum generibus ornatam, a pre-

ciosis lapillis insutam”, y añade refiriéndose a la otra: “ídem et altera modica cruce uetusto opere ubi

reconditum est lignum sancte crucis”. He publicado íntegramente y estudiado tal donación de Alfonso

III, que nadie había logrado leer, en mi Serie de documentos inéditos del reino de Asturias, Cuadernos

de Historia de España, I y II, 944, 308-316 y 329-334.

~ 114 ~

tires, en las dos laterales.201

Al fondo de las mismas se divisan, por tanto, tres altares,

adornados con frontales palleos, en las naves menores, y con un grecisco, el que preside

la nave principal. Una cruz y varias margaritas bordadas con hilillo de oro se destacan

en el frontal grecisco, y águilas amarillas sobre fondo cárdeno y aves bordadas y sobre

fonde bermejo, en los frontales palleos. Tres pallas –francisca o galicana y exaurata o

dorada en el altar mayor, y de brocado o alvexíes en los dos laterales– cubren, en unión

de las camisas líneas, las tres mesas de las tres aras: del Señor, de su Madre y del Bau-

tista.202

Colgadas encima de los dos altares secundarios refulgen sendas cruces de esmalte u

olovítreas, y en el central, una argéntea, dorada y ornada con rica pedrería. Varias co-

ronas, argénteas asimismo, y una de ellas, además, gemmata y deaurata, como la cruz

de la nave mayor, penden de la pérgola delante de las tres aras referidas; y con las co-

ronas, lucen también varios vasos litúrgicos y tres almenaras o lámparas de plata, con

quince lucernas de vidrio la del altar central.203

Dos ciriales de bronce, la alta cátedra episcopal ornada con incrustaciones de metal y

de hueso,204

el solio que ha de ocupar el príncipe y un analogio o ancho atril de made-

201

Sampiro (Esp. Sagr., XIV, 448) nos detalla así la iglesia construida en tiempos de Ordoño II en las

viejas termas, donde antes se alzaban los palacios reales.

202

Para trazar la descripción de la iglesia y de los altares me he servido de las páginas que dedica

GÓMEZ-MORENO a este asunto en sus Iglesias mozárabes, X. Me parecen aquéllas excelentes y las

sigo, aunque para mi libro Covadonga haya reunido no pocos inventarios que añadir a la larga y muy

completa lista de ellos ofrecida en Igl. moz., 321, 322. He hallado inventarios en donaciones de

Frunimio I a Santa Eulalia de Vinagio (873. Esp. Sagr., XXXIV, 427); de Frunimio I a la Iglesia de

León (874. Arch. Cat. León, núm. 1.326); de Alfonso III a San Adriano de Tuñón (891. Esp. Sagr.,

XXXVII, 339); de Alfonso III a la Iglesia de Oviedo (908. Arch. Cat. Oviedo); de Ikilano al mo-

nasterio de Santiago de León (917. Arch. Cat. León, T. Leg., fol. 349 v°); de Félix presb. a la iglesia de

Lugo (923. T. Viejo de Lugo, folio 58); de Donano a San Martín de Coimbra (924 P.M.H., D. et Ch.,

18); de Cándido a San Claudio del Rivero (928. Bol. Com. Monumentos Orense, VI, 129); de Frunimio

II a la Iglesia de León (928. Arch. Cat. León, núm. 1.330); de Gugina al monasterio de Ferreira, 939

(A. H. N., Clero leg., 719); de Engladios a Santiago de Villebria (952. T. de Lorenzana, folio 21 v°);

de Fafila a San Vicente de Miño (952. T. de Celanova, folio 192); de Arias al monasterio de San

Clodio (968. T. de San Clodio, fol. 649); de Senior al monasterio de San Miguel en la Sierra de Lemos

(976. Arch. Cat. Lugo. Priv. Reales I, núm. 4); de Fernando Flainez al monasterio de Benevivere

(1020. A. H. N., Clero leg., 1157), de doña Salomona a San Vicente de León (1036. Arch Cat. León,

T. Leg., folio 268 v°), de Ruderico y Sancha a la Iglesia de San Antolín junto a Coyanza (1038. A. C.

Leg., T. Leg., fol. 176) y de doña Sancha a la misma iglesia de San Antolín (1038. A. C. Leg., T. Leg.,

fol. 33). Para la descripción de los frontales me he valido principalmente del inventario incluido en la

donación de Alfonso III a la Iglesia de Oviedo en 908, donde he publicado al cabo en Cuadernos ha.

Esp. I y II, 1945.

203

Sigo las noticias de GÓMEZ-MORENO en el citado capítulo X de sus Iglesias mozárabes. A las refe-

rencias de cruces puedo añadir las siguientes de la citada donación de Alfonso III, en 908, a la Iglesia

de Oviedo: “Dedimus igitur in primis cruces argenteas tres: processoria, deaurata et gemmata, et

olouitrata ad altare Sancti Tirsi, tertia idem ad altare sancte Leocadie deauratam a lapidibus orna-

tam”.

204

Así se describe una cátedra episcopal en un diploma de 911 (L. FERREIRO, Historia..., II, 64, Apénd.).

~ 115 ~

ra,205

cubierto con un largo paño palleo, superevangeliaris en el lenguaje al uso,206

completan, con los escaños y banquetas del coro, el ajuar de la iglesia.207

En medio de la clerecía leonesa ocupa el obispo su sitial.208

Se cubre con una rica capa

tejida con seda, bordad con oro y adornada con gemmas,209

y se toca con la cetharis o

mitra blanca, cual corresponde a tan solemne ceremonia como va a celebrarse.210

En pie

detrás del analogio, un diácono, vestido con una amplia casulla, pone su diestra sobre el

rebelde pergamino del Liber Ordinum,211

donde se halla copiado el ritual que ha de se-

205

En el Vigilano (fol. 47 v°) y en el Emilianense hallamos tipos de analogios con soportes torneados y

arquillos de herradura por adorno. Otras formas más simples y más cercanas de los atriles actuales se

representan también en el Vigilano (folios 35, 37 v° y 43 vº) y en el Emilianense (folios 31 v° y 40).

206

GÓMEZ-MORENO, Iglesias mozárabes, 335. En las miniaturas siempre aparecen los analogios desnu-

dos.

207

Se reproducen banquetas, taburetes, sillas y sillones de formas muy dispares en los Beatos.

208

GÓMEZ-MORENO cree que en las iglesias españolas del período mozárabe la cátedra episcopal no se

hallaba en el presbiterio, detrás del ara, como en la época romana, sino en el coro (Igl. moz., 332).

209

De una “capa deaurata et lapidibus ornata”, valorada en 260 sueldos, y que por su riqueza supone-

mos usada por los prelados en las más solemnes ceremonias, se habla en un documento de 959 (P. M.

H., D. et Ch., 46).

210

Se la menciona como propia de los días muy señalados en la obra del presbítero cordobés Leovigildo

(siglo IX) De habitu clericorum, publicada por el P. Serrano en el B. A. H., LIV, 500.

211

Sobre las fuentes, contenido, manuscritos y utilización del Liber Ordinum ha disertado eruditamente

Ferotin en el prólogo a su edición del mismo, aparecida en los Monumenta Ecclesiae Liturgica, vol. V

(París, 1904. A juicio de Ferotin, el Líber Ordinum se usó desde la época visigoda hasta la adopción

del rito romano por influencia de los cluniacenses. Mis búsquedas en los diplomas de la época astur-

leonesa me permiten ofrecer al lector una larga serie de citas del referido libro halladas en las escri-

turas inéditas o publicadas de que he tenido noticia. Estas citas prueban a las claras el no interrumpido

uso de aquél en todas las regiones que comprensís en su período de mayor expansión la monarquía leo-

nesa. Se menciona en las donaciones de Frunimio, obispo de León, al monasterio de Santiago de Vi-

nagio (873. Esp. Sagr., XXXIV, 427); de Beato, presbítero, a la iglesia de Santa María, San Pedro y

San Pablo de Arnogio (889. T. Celanova, fol. 17 v°); de Alfonso III al monasterio de Tuñón (891. Esp.

Sagr., XXXVII, 340); de Addalinus, abad a Leovigildo, presbítero (910. AHN., Clero Cat. Lugo,

número 77, leg. 735); de Sisenando, obispo de Ida, al monasterio de Montesacro (914. A. H. N., Cle-

ro); de San Genadio a la iglesia de San Pedro, San Andrés y Santiago de Montes (915. Yepes, IV, fol.

447); de Hermenegildo a Sahagún (922. ESCALONA, Historia..., 383); de Félix a Lugo (923. Tumbo

Viejo Lugo, fol. 58); de Abo a Sahagún (925. B. Sahagún, fol. 135); de Cixila al monasterio de

Abeliare (927. Iglesias mozárabes, 348); de Theoda y Argonti al monasterio de Sahagún (930.

ESCALONA, Historia..., 387); de Oveco, obispo de León, al monasterio de San Juan de Vega (950-51,

Esp. Sagr., XXXIV, 455); de Fáfila al monasterio de San Vicente de Miño (952. T. de Celanova, fol.

91); de Monnio Nequetez al monasterio de Salcedo (955. Llorente, Hist. Prov. Vascongadas, III, 333);

de doña Mummadona al monasterio de Guimaraes (959. P.M.H., D. et Ch., 46); de Osorio Gutiérrez al

monasterio de Villanueva de Lorenzana (969. Esp. Sagr., XVIII, 337); de Velasco Monniz a Sahagún

(996. B. Sahagún, 147 v°); de Adosinda al monasterio de S. Martín de Lalín (1019. A. H. N., Leg.

1.157); de Geroldo presbítero a S. Pedro de Soto (1040, SERRANO, Cart. S. Vicente de Oviedo, 34). En

fecha muy reciente he inventariado las citas que he encontrado en documentos asturleoneses de los

~ 116 ~

guirse para despedir al soberano y para entregarle la cruz de la victoria. Los demás diá-

conos y clérigos, todos con casullas, albas, estolas, amitos y cíngulos o balteos de di-

versos tejidos y colores,212

y algunos con vihuelas y con cítaras,213

aguardan, en pie

también, la entrada de la corte. Arden a una las diversas candelas, perfuma el aire el olor

del incienso, se oye el chisporrotear de las lucernas, el bisbiseo de las plegarias y el

murmurar de los diálogos, y en diversos instantes llega hasta los atentos oídos de algu-

nos impacientes el ruido de la calle.

El repicar de las campanas anuncia la llegada de la Corte ante el atrio de la sede anti-

quísima de Santa María.214

Un conde de Palacio tiene de las bridas el caballo castaño

del monarca; apéase Ordoño de la bestia; rodéanle diáconos y clérigos; los primeros le

inciensan, y precedido de la cruz alzada, penetra con su séquito en el interior de la

basílica. Toda la clerecía leonesa, a su frente el obispo y con él los prelados venidos pa-

ra asistir a la campaña, esperan al príncipe en el coro. El rey se prosterna en el suelo y

ruega en medio de un silencio absoluto.215

Alzase al punto Ordoño y los clérigos todos

cantan, en alta voz y acompañados de vihuelas y de cítaras, la antífona en que piden al

Dios de las batallas auxilio y protección para el ejército cristiano. Cesan los cantos y

ruega sólo el obispo Gonzalo.216

Implora para el rey la victoria, fuerza para las huestes,

confianza, fidelidad y acuerdo para las tropas y sus duces, y el retorno triunfal de todos

a la misma iglesia donde al presente se hallan. Un diácono toma entonces la cruz de oro

que contiene reliquias del sagrado madero en que se consumó la redención del hombre,

libros litúrgicos usados por la Iglesia a la sazón, en mis Notas sobre los libros leídos en el reino de

León hace mil años, Cuadernos hist. Esp., I y II, 1944, 232-238.

212

Véase Iglesias mozárabes, 335-337.

213

Instrumentos de cuerda tocados a mano aparecen reproducidos en los Beatos de Gerona (fols. 370 y

otros), de Urgel (fol. 157 v°), de Valladolid (fol. 145 vº) y de Fernando I (fols. 6 v°, 114 v°, 202 y 208

v°). De cuerdas también, pero tocados con arco, figuran en los fols. 127 del Beato del siglo X de la

Bibl. Nac., y 177 y 184 del Beato de la Academia de la Historia, y monocordios, en los fols. 117 y 122

v° del B. del Escorial.

214

Son frecuentes las citas de campanas y signos (Igl. moz., 331): “Unum [signum] qui pendet post tri-

buna in domum sancti Saluatoris grandissimum rotundum mire opere factum”, donó Alfonso III a la

Iglesia de Oviedo en 908, según consta en la escritura del Archivo Cat. Ovetense ya citada, inédita

hasta su publicación por mí en los Cuadernos de historia de España, y II, 1944, 329. Una miniatura

conocidísima del Beato de Tábara reproduce la famosa torre de este monasterio en un momento de re-

pique.

215

Al describir la ceremonia en la iglesia sigo el “Ordo guando rex cuem exercitu ad prelium agreditur”,

que nos ha conservado el Liber Ordinum (ed. Ferotin, 140 a 154).

216

Gonzalo sucedió a Oveco. Rigió la diócesis legionense desde 951 a 966, según Risco (Esp. Sagr.

XXXIV, 256 y ss.). Era, pues, obispo de León en el momento en que presentamos a Ordoño III co-

menzando su expedición contra Lisboa. Sobre el episcopologio leonés durante el siglo X véase ahora

el estudio del profesor. A. PALOMEQUE TORRES: La iglesia y el obispo de León desde sus orígenes has-

ta la dinastía navarra. Boletín de la Universidad de Granada, 1943.

~ 117 ~

se la entrega al obispo y éste la pasa al rey, mientras cien voces entonan la antífona que

empieza: Accipe de manu Domini y que prosigue luego: Sume scutum inexpugnabile

equitatis.

Encarga Ordoño a Ilderedo, obispo de Simancas,217

de llevar la cruz durante la cam-

paña; reciben de mano del prelado los alféreces de las diversas haces del ejército los es-

tandartes bendecidos, se dirigen a la puerta del templo y, entretanto, diáconos, clérigos y

obispos cantan oraciones diversas, que terminan así: Dominus custodiet introitum tuum

et exitum tuum.

Salen al atrio de la iglesia los portadores de las señas, es entonado el Gloria Patri, un

diácono exclama: Humiliate vos benedictione, y el obispo pronuncia acto seguido la lar-

ga fórmula de la bendición que los ritos prescriben. ¡Que Dios proteja a la hueste de

Ordoño en su lucha contra los musulmanes y que todos regresen victoriosos a aquel

mismo lugar donde se encuentran! Les da paz el prelado; In Nomine Domini nostri Ihe-

su Cristi ite in pace, dice otro diácono, y el rey sale del templo, mientras la cleracía

canta la antífona Domine Deus, uirtus salutis mee obumbra caput meaum in die belli.218

Abraza el príncipe al obispo, monta a caballo, suenan las trompas y bocinas,219

se pone

la corte en movimiento y, seguida de las tropas del conde de León, desfila, despaciosa,

por la calle que conduce al real palacio. Atraviesan por bajo del Arco del Rey o del

mercado; únense en éste a Ordoño y a su corte de huestes de los condes, potestades y

merinos de tierras leonesas, y los de Asturias y Castilla, y por el viejo puente romano

del Torío220

88

ganan la gran calzada que ha de llevarlos primero a Astorga, después a

Braga y por fin a Lisboa.

217

Según el Ordo que vengo siguiendo en el relato, el rey encargaba un clérigo de llevar la cruz durante

las jornadas de la guerra. Las fuentes tardías presentan siempre a un obispo o arzobispo enarbolando la

cruz en las batallas. Por esta causa y por la amistad que supuse existía entre Ordoño III e Ilderedo,

obispo de Simancas, me permito suponer a éste portador de la insignia.

218

Insisto en remitir al lector al Liber Ordinum (150-154) para todo cuanto se refiere a la solemne cere-

monia descrita.

219

Ya he citado más de una vez el texto de Sampiro (Esp. Sagr., XIV, 451), quien refiere cómo Ramiro

II, para poner el ejército en marcha, “jussit intonare buccinis, vibrare hastas”. Ignoro si las tropas lle-

varían consigo en sus campañas algunos instrumentos músicos. Pueden verse diversos instrumentos de

aire, flautas sencillas, dobles flautas... en los folios de los Beatos donde se reproduce a los adoradores

de la estatua. Véanse los folios 199 v° 248, 212 v° y 272 v° de los Beatos de Valladolid, Gerona, Urgel

y Fernando I.

220

Está por hacer el estudio de la utilización de las vías romanas en las campañas de la reconquista. Mas

era tal la facilidad y seguridad de aquéllas, y ha sido tanta su duración, que las creo en relativamente

buen estado durante el siglo X y las juzgo preferidas como base de los itinerarios de los ejércitos leo-

neses y sarracenos en esta época. Las crónicas latinas y árabes prueban, en efecto, cómo muchas expe-

diciones de musulmanes y cristianos se hicieron siguiendo en gran parte las vías romanas. Así ocurrió

con las campañas de Muza y Tarik; así con las anuales invasiones de Alava, Galicia y Asturias durante

los siglos VIII y IX; así con las expediciones de Háshim ibn Abdalaziz en los días de Alfonso III; así

también con las de Abderramán III contra Ordoño II y Ramiro II.

Después de la primera edición de este libro he estudiado Una vía romana en Asturias: La vía de la

Mesa y de Lutos. Anuario del cuerpo facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, III,

~ 118 ~

Representación de infantería y caballería cristianas.

Dibujo de una miniatura del Beato de Thompson Morgan. Fol. 241.

1936. En tal trabajillo examiné una calzada desconocida por donde entró en Asturias Abdalmalik ibn

Mugaytz en la campaña que concluyó en el desastre de Lutos. El camino más corto de León a Lisboa era el apuntado arriba, y en el reinado de Ordoño III, dada la

extensión de la frontera cristiana por tierras portuguesas, el que podía recorrerse durante mayor espa-

cio dentro del reino de León. La expedición se realizó con éxito, como nos refiere Sampiro (Esp. Sagr.,

XIV, 455).

~ 119 ~

Dibujo de una miniatura que representa La defensa de una población.

Beato de Liébana, en el Museo de la Catedral de Gerona.

~ 120 ~

Dos jinetes

Dibujo de una miniatura del Beato de Liébana de Fernando I (Fol. 240)

Biblioteca Nacional (Madrid)

~ 121 ~

Beato mozárabe del monasterio de Tábara (Zamora). Fol 139 vº

Dibujos de una miniatura que representa la torre y campanario del monasterio

~ 122 ~

UNA CASA Y UNA CORTE

Han transcurrido largos años. León vive horas de paz. Gobierna la ciudad el conde

designado no ha mucho por la reina Elvira, tía y tutora del rey junior Ramiro. Sólo

menudos incidentes turban la monotonía del vivir diario. Los leoneses madrugan con el

día, y mientras clérigos y monjes rezan y leen en el silencio de sus claustros o en sus

casas, los artesanos trabajan en su oficio, los labradores salen al campo con sus yuntas,

y de entre los señores, unos visitan sus presas o molinos, otros encierran en sus cellarios

o graneros las rentas de sus tierras –cedidas a colonos,221

en censo,222

a solariegos,223

ad

laborandum224

o en precaria–225

y los restantes dividen sus cuidados entre sus lagares y

sus viñas.

Hoy, día de los idus226

de octubre, presencia León un espectáculo, vulgar e inexpresi-

vo para la masa de los ciudadanos del novecientos, pero triste y cruel para hombres de

sensibilidad más aguzada. La escena ocurre junto a la Puerta del Obispo. A la diestra se

alzan el monasterio de Santiago Apóstol y la pausata del prelado y enfrente los viejos

muros de las termas romanas, hace ya muchos años consagradas al culto. En la carrera

221

Buena parte de las tierras que los propietarios leoneses no cultivaban directamente mediante sus sier-

vos personales o juniores de cabeza –y estas dos clases de hombres, especialmente la primera, no muy

numerosas en tierras de León a juzgar por el silencio relativo de los textos– debían ser labradas por

juniores de heredad o tributarios, que hallamos en la campiña de León desde el siglo IX.

Ya en 917 fijó el obispo Frunimio II de León las rentas y servicios que habían de pagar y de prestar

los tributarios o juniores de Villa Berzolanos junto al Orbigo. Publicó el documento en cuestión Risco

en la Esp. Sag., XXXIV, pero con muchos claros y dudas. En 1921 pude copiar el original del mismo

que se guarda en el Arch. Cat. leg. núm. 1.328. 222

La entrega de tierras a censo hubo de ser frecuente en un país donde (como prueban sin lugar a duda

las escrituras leonesas) era numerosa la población libre. Puede verse el contrato firmado en 955 entre

los habitantes de Campolongo y los frailes de Perameno (Arch. Cat. León, núm. 101).

223

De tierras leonesas y del período aquí estudiado procede la más antigua carta puebla conocida, otor-

gada por María Froilaz y sus hijos a los hombres de Villa Hermegildo. Conservaba tal diploma don

Juan Torvado de León. Lo publico en mi estudio: El precio de la vida en el reino asturleonés, Logos,

VI, 1945.

224

El contrato ad laborandum, usado para la plantación de viñas o de frutales, era equivalente al que en

Europa se llamaba ad partionem. Cedida una tierra por su dueño a un labriego para que la plantara, al

cabo del número de años acostumbrado, la viña o el huerto de frutales se dividía por mitades entre el

propietario y el aldeano. Este contrato se empleaba en tierras leonesas durante el siglo X, como prue-

ban dos diplomas de 920 (B. de Sahagún, fol. 212 vº) y de 929 (Archivo Cat. León, núm. 1.331).

225

De precarias vitalicias, en las que el precarista se comprometía a pagar renta, hay algunos ejemplos en

la época asturleonesa. Puede verse un documento de 1006 conservado en el T. de Celanova, 193.

226

Palabra del antiguo calendario romano, por la que se denominaba al día 13 de ocho de los doce meses:

enero, febrero, abril, junio, agosto, septiembre, noviembre y diciembre, y también al día 15 de los cuatro

restantes meses: marzo, mayo, julio y octubre.

~ 123 ~

un grupo de hombres, mujeres y chiquillos rodea a un desdichado a quien han despojado

de su sayo y sus bragas. Lleva una soga al cuello, cubre sus desnudeces con una sucia y

raída camisa y en medio de la hostil y rapugnante curiosidad del coro es azotado por

Abolkacem, el sayón,227

con un recio vergajo. Ha sido sorprendido desvalijando a unos

pescadores del alfoz que traían a León truchas del Porma y del Bernesga y padece el

castigo que reciben cuantos interrumpen el normal aprovisionamiento de la urbe. Acaba

de caer sobre su espalda el último de los cien azotes con que de antiguo se flagela a

quienes incurren en tal crimen, y, abochornado y sangrando, huye, arrastrándose, de los

crueles testigos de su infamia, y por la puerta próxima sale de la ciudad.228

El sayón abandona el lugar del castigo y se adentra por el carral que lleva de Santa

María a San Miguel, para continuar ejercitando su odiado y miserable oficio. No ha mu-

cho que ha desaparecido Abolkacem de la calle trazada desde la Puerta del Obispo a la

Cauriense, cuando asoma por ésta una recua de asnos. A su frente cabalga en un caballo

dosno el merino del rey.229

Los pollinos, guiados por sus dueños, vienen cargados con

sacos de centeno, cebada, trigo y mijo y con canastos de uvas. Son los asnos de los

vinateros o arrieros leoneses que prestan uno de los dos servicios anuales a que los

obliga la costumbre. El merinus regis los utiliza para transportar a los cellarios reales

los frutos de las tierras que labran los siervos del monarca o en las que prestan sernas

sus tributarios o juniores. Los emplea, además, para conducir al lagar del palacio las

227

Los sayones, patrocinados en el Código de Eurico aparecen en la Lex Visigothorum, como funcio-

narios subalternos de la administración de justicia, continúan desempeñando tal cometido en la curia de

los cadíes musulmanes (Al-Juxaní, trad. Ribera, 165 y 232) y en los tribunales del rey y de los jueces

asturleoneses. A su misión antigua unieron ahora la de recaudar las calumnias o penas pecuniarias,

carga que los llevó en seguida a intervenir también en la recaudación de impuestos y gabelas. Había en

la monarquía leonesa sayones del rey y de los condes. Estos tenían su mandamento dentro del distrito o

mandatione que aquél regía, y su vida se hallaba protegida contra los odios que su oficio levantaba a su

paso, por una composición, wergeld u homicidio de 500 sueldos, igual al que correspondía a los nobles.

He nombrado al sayón leonés de los días de Ramiro III con el nombre de Abolkacem, porque así se

llamaba un sayón de León de tiempos de Alfonso V (T. Leg., fol. 154, e Iglesias mozárabes, 117, nota

1). Abolkacem vivía cerca de la Puerta del Conde, según acreditan los textos 45, 46 y 47 del Apénd. I.

228

He aquí el art. XLV del Fuero de León, que me ha servido para imaginar esta escena hasta en sus de-

talles: “Piscatum manis et fluminis, et carne quae adducuntur ad Legionem ad vendendum, non ca-

piantur per vim in aliquo loco a sagione, vel ab ullo homine, et qui per vim fecerit, persolvat concilio

quinque solidos, et concilium det illi centum flagella in camissa, ducens illum per planteam civitatis,

per funem ad colum eius, ita et de caeteris omnibus rebus quae Legioni ad vendendum venerint”. Ima-

gino anterior al Fuero la práctica que en él se fija como norma jurídica.

229

Aún en el siglo XI recibían los merinos la antigua denominación de villicos (Un texto desconocido del

Fuero de León [1017]. Ed. S. Albornoz: Rev. Filología Esp., IX, 323). La misión de este funcionario

tenía que ver con las cuestiones de guerra, siendo sobre todo administrativa y económica como la de

los antiguos mayordomos, ntada por este funcionario, que le llevó a adquirir intervención en cuestio-

nes de guerra. Así aparece en el Fuero de León de 1020, arts. XXX, XXXIV y XXXVII. Le presento

montado en un caballo dosno, pelo de que hablan varios diplomas. Con posterioridad a las primeras

ediciones de esta obra me he ocupado de los merinos en Muchas páginas más sobre behetrías, An. ha.

dch. esp., IV, 1928, 121; y de villicos en mi obra: En torno a los orígenes del feudalismo, I, 1942, 95.

~ 124 ~

uvas de las viñas del rey, fronteras a León, que se están vendimiando en estos días.230

Desocupan los arrieros sus sacos en los regios superatos y las banastas en el lagar del

príncipe,231

y mientras funciona la gran viga, el merino da descanso y comida abundante

a los vinateros y a los asnos, para volver después por nuevas cargas.232

Entretanto, el sayón cruza calles, carreras y carrales, cobrando a las panaderas los ar-

genzos que satisfacen por semana, a los macellarii o carniceros los odres y los arreldes

de sebo que deben pagar en tiempos de vendimia,233

y a los defraudadores, recalcitran-

tes en sus mermas del peso de los panes, los cinco sueldos de calumnia o multa que

acostumbra a exigirles por sus segundos hurtos.234

Después de larga marcha se detiene en un carral estrecho que va desde la Puerta del

Conde a San Pelayo. A la derecha se alzan en él los altos tapiales de una corte y a la

izquierda, en un solar abierto, una pobre vivienda.235

Paredes de barro salpicado de paja

sostienen el barro y el césped de la techumbre, a dos vertientes.236

Una puerta inte-

230

Escenas de vendimia se reproducen en los Beatos de Valladolid, folio 148 v°; de Gerona, fol. 373; de

la Biblioteca Nacional, fol. 124 v°; del Escorial, fol. 120; de Fernando I, fol. 206, y de Osma, fol. 132

v°. Imagino que el servicio de los arrieros tendría por finalidad la señalada arriba; en primer término,

dada la índole de las funciones ordinarias de los merinos, y además, porque en el precepto del Fuero se

pone como condición de aquel servicio, “ut possint ipsa die ad domum suam reddire”, y esta limita-

ción excluye la posibilidad de que se tratase de carga relacionada con empresas de guerra y coordina

muy bien con la natural cercanía en que debían hallarse con relación a la ciudad las heredades poseí-

das por el monarca en el alfoz. Los juniores, solariegos, aparceros o precaristas de palacio llevarían

ellos mismos a las apotecas o cellarios del monarca las rentas anuales; mas el merino tendría que dis-

poner el transporte a aquéllos de los frutos de las tierras que podríamos llamar dominicatas. No sólo

carecemos de una ordenanza de los dominios reales leoneses parecida al Capitulare de Villis, sino que

incluso es imposible reunir suficientes noticias seguras sobre ellos.

231

La existencia de cellarios reales en León está comprobada por una escritura de 1015 (T. Leg., fol.

350 v°), que también presenta a los merinos adscritos al servicio de los mismos. Los cellarios abar-

carían, naturalmente, graneros –tal vez como aún hoy establecidos en superatos o sobrados–, lagares

y apotecas o bodegas.

232

De la misma manera que el señor debía alimentar a los labriegos que prestaban sernas en sus tierras,

el merino había de dar a los arrieros y a sus asnos “victum abunde”, dice el Fuero.

233

Los arts. XLIII y XLIV del Fuero de León prescriben estas cargas. Me inclino a creer tales gabelas an-

teriores al Fuero.

234

Según los arts. XXX y XXXIV del Fuero, era el merino quien recaudaba estas calumnias; el desa-

rrollo de la escena me fuerza a atribuir esta tarea al sayón. La intervención de éste en misiones parejas

de las ejercidas por el mayorino me permite hacer este trastrueque sin violencia.

235

Los documentos leoneses de la época distinguen entre solares y cortes Algunasd casas se edificaban

en solares sin cerrar.

236

De este tipo son las casas aldeanas que cualquier mediano conocedor de la campiña leonesa ha visto

muchas veces en los pueblecillos fronteros a León. De piedra, pero con techumbre parecida a la seña-

lada arriba, son también en Sanabria (Krüger, Die Gegenstandskultur Sanabrias und seiner Nachbar-

gebiete). Por último, en diversos documentos de la época se habla de casas territas.

~ 125 ~

rrumpe el acceso a la mísera casa y en el único ventanuco del tugurio un lienzo ence-

rado contraría sus naturales fines, impidiendo la entrada de la luz y del sol y dando paso

al frío de la calle.237

Dentro, la casa abarca una humilde cocina, cuyos humos no as-

cienden por amplia chimenea, como en las cortes de los ricos, sino por entre el barro y

el ramaje del techo,238

y una pequeña alcoba, donde duerme amontonada la familia.

Adorna la cocina un ajuar modestísimo y cinco banquetas de madera; y ocupan la re-

ducida cella tres lechos de tablas ensambladas, con sendos colchones o plumacios que

tuvieron lana. En comunicación con la cocina, fuera ya de la casa, se levanta una es-

trecha y oscura habitación donde se alza un horno y se almacenan sacos vacíos y aros y

tableros para fabricar cubas; y adosados al horno, una vacía cochiquera (pocilga) y una

cuadra en que habitó un pollino.239

Es la humilde vivienda de Ermiario y de Leticia.240

Él era junior o tributario de Santa

María; moraba en un solar en el valle del Esla y labraba una heredad y un huerto del

obispo.241

En las ociosas veladas del invierno aprendió a hacer cubas para las apotecas o

bodegas, adquirió maestría al fabricarlas, vendió muchas, ahorró unos sueldos, compró

unas tierras y mercó un borrico.242

Oyó hablar de León y aún vino alguna vez a la ciu-

237

FERNÁNDEZ BALBUENA, en su artículo “La arquitectura humilde de un pueblo del páramo leonés”

(Arquitectura, IV, núm. 38, 238), escribe: “Rara vez un diminuto ventano toma su luz de la calleja”; y

más adelante: “Cuando en las épocas propicias, primavera, otoño y canícula, han de almacenarse los

henos ya secos o la paja trillada, ábrese un hueco al pajar, bocarón que luego cuidadosamente se

cierra con adobes, barro y paja mezclados”.

238

FERNÁNDEZ BALBUENA dice (Arquitectura, IV, 239): “En Ardoncino las casas verdaderamente típi-

cas carecen de chimeneas en las campanas de sus cocinas; el humo márchase por entre las tejas, len-

tamente”. Imagino que en el siglo X en las casas misérrimas no habría tampoco campana.

239

Me sirvo para imaginar esta vivienda del citado artículo de FERNÁNDEZ BALBUENA (Arquitectura.,

IV, 38) acerca de la casa actual en los pueblos del páramo leonés, porque, naturalmente, los diplomas

ofrecen muy escuetas noticias sobre las moradas de las gentes del siglo X, y además, la mayoría de las

que hallamos en los textos se refieren a las viviendas de los ricos. También he tenido en cuenta las no-

ticias que ofrece sobre distribución de las casas primitivas de Sanabria KRUGER, en su Die Gegens-

tandskultur Sanabrias, 48-50.

240

He tomado los nombres al azar en los diplomas de la época.

241

Ya he hablado de juniores en la nota 27 de la Estampa III, y también ha registrado el estudio en que

he rechazado detenidamente la tesis defendida por MAYER en su Historia de las instituciones sobre

los juniores leoneses, tesis concebida hace muchos años en su Die Entstehung der Vassalitiit und der

Lehenwesens (Festgabe für Sohm., Müchen, 1914, 48 y ss.), cuando apenas tenía noticia de nuestra

historia y sólo disponía de la España Sagrada y de la Colección de Muñoz. Al encontrarse después

con muchos textos que prueban la condición semiservil de los juniores, que él hacía infanzones, arras-

trado por el peso muerto de aquella teoría, no ha tenido valor para olvidarla y se ha visto obligado a

esforzar su imaginación a fin de explicar lo inexplicable. El art. IX del Fuero de León habla del solar,

el huerto y la heredad que habitaban y labraban los juniores.

242

Lo mismo pudo adquirir un caballo... ¡El caballo!; he aquí la clave del error de Mayer. Este famoso y

prolífico investigador no puede considerar como gente inferior a quienes poseían caballo (art. XI del

~ 126 ~

dad en días de mercado. Admiró sus murallas, sus iglesias y sus cortes; envidió el lujo

de sus caballeros y de sus infanzones y soñó con adquirir fortuna en ella, trabajando en

su industria. No halló otro junior que comprara el solar, el huerto y la heredad que cul-

tivaba, y hubo de vender a un hombre de behetría del conde de palacio Gundesindo la

mitad de las tierras que había mercado con sus pobres ahorros.243

Abandonó al obispo,

como le era forzoso, la otra mitad de sus ínfimos bienes e íntegras la casa, el huerto y

las heredades que como colono cultivaba,244

cargó en su asno su pobrísimo atondo,245

y

usando de su libertad de movimiento, vino a León henchido de esperanzas. Alquiló un

solar de la rica Galaza, con cargo a su pollino, como era costumbre en la ciudad;246

pre-

paró los tapiales y mercó unos delgados cabrios (maderos en la trabazón de la techum-

bre), que llamaban latas; labró con sus propias manos una puerta y reunió el césped que

había de servir de techumbre a su modesta casa;247

trabajaron todos, padres e hijos, du-

rante los largos días de un estío, y al cabo se alzó, a un tiempo orgullosa y humilde, la

vivienda.

Fuero). Parece ignorar lo escrito por DÍEZ CANSECO en el Anuario de historia del derecho español, I,

355 y ss.

243

A esa mitad de sus bienes propios se refiere el art. IX del Fuero leonés cuando habla de la media

heredad de fuera, única que podía vender el junior al noble, al hombre de behetría o a otro junior que

no quisiese levantar sus cargas viviendo en su solar. Me parece que esa media heredad equivale en el

art. XI a la “bonorum suorum medietate”, que había de perder, junto con las tierras del señor, al aban-

donar éstas. He estudiado el asunto en Muchas páginas más sobre las behetrias, Anuario, IV, 1927, 47

y ss.

244

A ello estaba obligado según el art. XI del Fuero leonés y según acreditan otros diplomas.

245

Según el art. el junior, al abandonar la heredad que labraba, podía ir libre, “ubi voluerit cum caballo et

atondo suo”. Atondo y ajuar son aquí una misma cosa (véase MEREA, Sobre a palavra “atondo”,

Anuario historia derecho español, I, 74-83). Yo creo que el texto dice caballo para significar más la

total disposición por el junior de sus bienes y para que no se le interrumpiera en su marcha si lo tenía y

lo llevaba; pero que los juniores lo tendrían o no, según sus medios.

246

Galaza, mujer de Paterno, debía tener caudal bastante en los días de Ramiro III para que la llamemos

rica. En 972, según las fuentes de que disponemos, compró, juntamente con su marido, la corte de don

Arias en 60 sueldos. La imagino dueña de diversos solares en León, y a Ermiario arrendando uno de

ellos. Escribo con cargo a su pollino en atención al art. XXVII del Fuero de León que dice, hablando

de quienes tenían casa en solar ajeno: “Qui autem equum non habuerit, et asinos habuerit, bis etiam in

anno det domino soli asinos suos, sic tamen ut eadem die possit revertí ad domum suam; et dominus

soli det illi et asinis suis victum”.

247

FERNÁNDEZ BALBUENA nos da a conocer en su estudio citado: La arquitectura humilde un pueblo del

páramo leonés (Arquitectura, IV, 230-233), la técnica de los tapiales de barro. No hay inconveniente

en remontar su origen a la época a que me refiero. De carros cargados de latas que acudían al mercado

se habla en el Fuero de Villavicencio (MUÑOZ, Colección, 173). Todavía se llaman hoy latas a los ca-

brios delgados.

~ 127 ~

Ermiario ganaba su jornal fabricando y reparando cubas para las apotecas de las múl-

tiples cortes de León y de su alfoz, que almacenaban vino.248

Pero la vida era en León

costosa, la familia crecía y Leticia pensó en vender pan para aumentar así el mísero jor-

nal que lograba el marido. Levantaron entonces la pieza donde hemos visto alzado el

horno, y mientras Ermiario trabajaba en su oficio en casa de los ricos, ella sacaba hor-

nadas de pan tierno, elaborado, de ordinario, con la mezcla habitual de trigo y de cen-

teno.249

La suerte les fue adversa. Se cocía pan en muchas casas de la ciudad y del alfoz;

Ermiario tuvo competidores numerosos; fue preciso vender el asno en cuatro sueldos250

y hubo de pagarse en adelante a Galaza, la dueña del solar, un lomo, una canadiella de

vino y diez panes de trigo.251

Empeoró aún más la suerte del cubero; Leticia fue un in-

vierno azotada por el sayón, en castigo de sus fraudes en el peso de los panes ven-

didos;252

disminuyó la clientela; aumentó el hambre; se pensó con tristeza en la casa, en

el huerto y en la heredad abandonadas; repitieron los hurtos en el peso y hoy, mientras

los chiquillos juegan en la vacía cochiquera, los padres, silenciosos, abatidos y tristes,

escuchan, sentados junto al hogar, que tuvo fuego, fuertes golpes que suenan muy cer-

canos. No llaman. Es el sayón que desenclava la puerta de la casa para cobrarse en ella

la multa o calumnia de cinco sueldos que ha impuesto a Leticia por sus nuevos robos en

los panes.253

Los antiguos tributarios del obispo han malvendido dos cubas fabricadas

248

Hago a Ermiario cubero, porque, según el art. XX del Fuero de 1020, era este oficio muy necesario a

la ciudad, y muy frecuentemente ejercido por antiguos juniores, siquiera el Fuero se refiera a los de

cabeza y yo hable ahora de un junior de heredad.

249

Según los arts. XXXIV y XXXVII del Fuero eran mujeres las dedicadas en León a la panadería. Por

esto me decido a hacer panadera a Leticia. Supongo que se elaboraría pan de centeno y trigo, como

aún hoy se fabrica en las aldeas. El Fuero de Cirueña me permite, además, apoyar en alguna noticia de

la época esta suposición.

250

En cuatro sueldos se valora un asno en un documento leonés de 948 (B. de Sahagún, fol. 207 v°).

251

El art. XXV del Fuero de León dice: “Qui habuerit cassam in solare alieno, et non habuerit caba-

llum, vel asinum, det semel in anno domino soli decem panes frumenti, et mediam canatellam vini, et

unum lumbum bonum...”.

252

En el art. XXXIV del Fuero de León se lee “Panatariae quae pondus panis falsaverint, in prima vice

flagelantur, in secunda vero V solidos persolvant maiorino Regis”. A un hombre de hoy parecerá

extraño que se azotara por la primera falta y se exigiera multa por la segunda. El orden de las penas

respondía, sin embargo, a sentimientos humanitarios. El azote no tenía otras consecuencias que el do-

lor y la vergüenza naturales, siempre de menor trascendencia que el ingreso en servidumbre o la ruina

económica, secuelas obligadas de la multa o calumnia. Cinco sueldos era el valor de un buey, y para

una pobre panadera cantidad gigantesca, por tanto, que difícilmente podía reunir. Al incurrir en esta

pena pecuniaria, o tenía que arruinarse entregando todos sus pobres bienes o que entrar en servi-

dumbre como deudora insolvente. Por esto era mucho más leve la pena de azotes que la calumnia de

los V sueldos, y sólo se imponía esta última caso de reincidencia.

253

Véase lo dicho en la nota anterior. Para cobrar la multa, el sayón o el merino acudían, por lo que se

deduce del art. XLI del Fuero, a prendar en la casa del obligado a pagarla.

~ 128 ~

en los ratos de ocio y obtenido ocho denarios por el cerdo;254

pero aún así no pueden

pagar la pena pecuniaria que el sayón les exige. Se han encerrado en su vivienda; la paz

de la casa es inviolable para el sayón, que no puede, por tanto, prendar en la morada a

Leticia para cobrar la multa; pero no está prohibido todavía el arrancar la puerta, y la

separa del tapial con violencia.255

Ella es al cabo la única propiedad de algún valor que

conserva la desdichada panadera, ya que su ajuar es miserable, no tiene cerdo, ni pollino

y nada valen el barro ni el césped de la casa.

Contrastando con esta escena de dolor y miseria, todo es lujo, riqueza y abundancia en

la corte de don Arias y de doña Adosinda. Ya conocemos su emplazamiento entre las

calles que conducen al Palacio del rey y a la Puerta Cauriense. Corte conclusa, la rodea

alto tapial de barro.256

Tras las puertas de fuertes tablas, adornadas y sujetas con grandes

clavos de cabeza labrada,257

se abre al atrio o patio,258

con un pozo en el centro,259

sobre

254

En ocho denarios se aprecia un puerco en una escritura de 999 (Arquivo Distrital de Braga, Liber Fi-

dei, fol. XVII).

255

El art. XLI del Fuero dice: “Et mandamus ut maiorinus vel sagio, aut dominus soli, vel aliquis senior

non intrent in domum alicuius hominis in Legione commorantis pro ulla calumnia, nec portas auferant

a domo illius”. Está claro que el año 1020 la paz de la casa era inviolable, incluso para la cobranza de

las penas pecuniarias; pero como no se prohíbe lo que no se ha hecho alguna vez, la frase “nec portas

auferant a domo illius” indica que con anterioridad a la concesión del Fuero, ante la imposibilidad de

recaudar la calumnia por el forzado respeto a la paz de la casa, se acudía a tomar prendas del deseado

pago arrancando la puerta. Por esta razón imagino la escena descrita, que supongo ocurrida medio si-

glo antes que Alfonso V decretara el precepto copiado.

256

De los pasajes reunidos desde las fuentes en que me apoyo, me inclino a concluir que las cortes as-

turleonesas eran solares cercados, dentro de los que se alzaban diversas edificaciones, más o menos

aisladas o agrupadas, que llamaban genéricamente casas y que destinaban específicamente a habita-

ción, a cocina, a establos, a granero y a los demás servicios indispensables en la morada de un labra-

dor. Son diversas, como no podía menos de ocurrir, las dependencias de cada corte que enumeran los

diplomas, pero todos coinciden en la multiplicidad de edificaciones que componían la corte y en

presentar a ésta cerrada o cercada. En efecto, son muchos los textos documentales que hablan en plural

de las casas que se elevaban dentro del solar de la corte, por ejemplo en los diplomas de 917 (T. Leg.,

fol. 349 v°), 934 (B. Sahagún, fol. 46), 940 (B. Sahagún, fol. 206 v°), 993 (T. Leg., fols. 305 y 342),

995 (T. Leg., fol. 137 v°), 997 (B. Sahagún, fol. 188 v°), 999 (T. Leg. folio 135), 1012 (Arch. del Ob.

de León, núm. 60), 956 (D. 41, 712, fol. 107 vº), 1019 (T. Leg., fol. 349), 1030 (Arch. Cat. Leg., núm.

152), 1041 (T. Leg., fol. 151 vº) y 1032 (T. Leg., fol. 296). Puede dudarse de cómo sería la cerca, pero

no de que era elemento integrante de la corte en tierras de León. Jamás se habla en los textos de cortes

abiertas, y, por el contrario, muchas veces se citan cortes conclusas, y aún más concretamente, cortes

“clausas in giro” o “per circuito”. Así ocurre en documentos de 934 (B. Sahagún, fol. 46), 940 (B.

Sahagún, fol. 206 v°), 956 (D. 41; 712, fol. 107), 961 (B. de Sahagún, fol. 65), 962 (T. Leg., fol. 365

v°), 972 (B. Sahagún, fol. 193), 993 (T. Leg., fol. 305), 1002 (T. Leg., fol. 286), 1002 (Esp. Sagr.,

XXXVI, XIII), 1011 (T. Leg., fol. 358 vº) y 1021 (T. Leg., fol. 151 v°). Que incluso en la misma

ciudad de León había cortes conclusas está comprobado. Conjeturo que las cortes leonesas se hallaban

cercadas por muros de tapial de barro.

257

En el Beato de Gerona he hallado varias reproducciones de puertas del tipo indicado arriba (en los

fols. 373, 380, y en otros dos que no puedo fijar por no estar foliadas todas las fotografías del Beato de

que dispongo). En una de estas iluminaciones se advierte que se usaban cerraduras semejantes a las

que aún se empleaban en Granada en los últimos tiempos de la Edad Media. Muy típicas eran las lla-

~ 129 ~

cuyo brocal se alza la típica armadura de hierro, que sostiene un caldero.260

En el ángulo

que mira al mediodía se elevan edificios de una planta, construidos con cantos rodados

y argamasa de barro,261

y teliatos, es decir, con techumbre de armazón de madera recu-

bierta de teja.262

Se entra en ellos por un arco de herradura, y se hallan iluminados por

pequeñas ventanas, de formas parejas del arco de la puerta.263

Son los palacios, como

los llaman orgullosos, sus dueños. Se componen de cámaras que sirven de salón o refec-

torio, donde, según las horas, se platica o se yanta, y de otras estancias o aposentos, di-

vididos en cellas y utilizados para dormitorios.264

ves que se representan muchas veces en los Beatos de Urgel, fols. 22 y 128 v°; de Gerona; de Va-

lladolid, fol. 9. vº; de Fernando I, fol. 46; del Escorial, fol. 3 vº; de la Acad. de la Hist., fol. 20 v° y de

Osma, fol. 62 v°, y en el Antifonario de León, fol. 104.

258

Aún aparece la palabra atrio en un diploma de 956. D. 41, 712, fol. 107, Bibl. Nac. Mss.

259

Supongo que el pozo sería general en las cortes leonesas del siglo X, como sigue ocurriendo hoy en

día en lo que se conerva o mantiene al respecto.

260

En el inventario de los bienes embargados en la casa de Santa María de Bezdemarbán (M. PIRAL,

Orígenes del español, 28), se cita “I.ª asa de puçal y I.ª conga de allaton”, que serviría a guisa de cal-

dero en el puçal o pozo.

261

De esta forma se hacían las paredes en los edificios de importancia del viejo León, como hoy es fácil

comprobar a cualquiera. Cantos rodados y barro forman el puntido sobre que se cimentan los típicos

tapiales leoneses (FERNÁNDEZ BALBUENA, Arquitectura, IV, 231). De una casa Ex petra muricie fabri-

cata se habla, además, en un documento de 968, y de casas murias en otros de 943 y 985.

262

De edificios teliatos se habla en diverso documentos.

263

Puertas y ventanas con arco de herradura no sólo figuran en las iglesias mozárabes de la época, sino

en edificios a lo que parece de uso civil, reproducidas en los Beatos de Urgel (fols. 22, 53, 66 v°, 70

v°, 74 v°, 80 v°, 133, 136 v°, 204, 208 v° y 219), de Gerona (fols. 373, 379, 380 y 381), de Valladolid

(fols. 8 v°, 123 v°, 148 v°, 167 v°, 177 v°, 182 v°, 194 v° y 204 vº) y de Fernando I (fols. 220, 230 v°,

165 v° y 288), para no citar sino algunas iluminaciones como ejemplo.

264

Si se comparan los textos citados en la nota anterior con otros, parece resultar que en la época astur-

leonesa se llamaba palacio de entre las casas que integraban la corte a la destinada a habitación del

dueño. Mas como no siempre se usaba el vocablo en cuestión al enumerar las edificaciones de una cor-

te, cabe relacionar este silencio con la significación que la palabra tuvo en tiempos posteriores. En

fuentes tardías se denominaba palacio a la “sala o aposento principal y común de una casa” (M. PI-

DAL, Cantar del Mío Cid, 783). Y en las Partidas (II, 9, 29) se dice: “palacio es dicho aquel logar do

el rey se ayunta paladinamente para fablar con los homes; et esto es en tres maneras: o para librar

pleytos, o para comer, o para fablar en gasajado”. Si se relaciona esta significación tardía de la voz

palacio con la circunstancia de no aparecer palacios en todas las cortes del siglo X, cabe conjeturar

que en fecha tan remota se aplicaría a edificaciones de alguna importancia, que, integrando la vivienda

de personas de relieve, fueran por éstas destinadas a fines parejos de los que señalan las Partidas. Este

significado de morada de un hombre de calidad se avenía al cabo con la clásica del término; mas como

dentro de la corte del siglo X, integrada por diversas edificaciones, el palacio no era sino la principal

de ellas, pudo formarse sin violencia el postrer sentido con que se usó la palabra palacio, y emplearse

para designar el salón o aposento de mayor relieve de la casa o del alcázar. No es, por tanto, imposible

que en la época asturleonesa se llamase genéricamente palacio incluso a las habitaciones destinadas a

~ 130 ~

El tercer cuerpo del patio lo forma otro edificio de proporciones semejantes, pero de

adobes. Es la cocina, por cima de cuyas tejas asoma una panzuda chimenea.265

Comu-

nica aquélla con el corral, en que se alzan varias construcciones de barro; unas también

teliatas, otras territas o cubiertas de césped; algunas decopertas,266

y varias matera-

cas,267

con muros de madera. Son los superatos,268

en uno de los cuales se abre el sótalo

o silo,269

y en otro la apoteca o bodega,270

con sus cupas o cupos de nueve palmos de

altas, o de cabida para cinco carros, treinta modios o sesenta quinales.271

Son también

dormitorios. Pero ocurriera así, o sólo se nombrasen palacios los salones, los textos, al enumerar las

dependencias de una corte, citan a veces los refectorios, dormitorios y cellas, mas nunca cuando ha-

blan de palacios, y jamás, que yo sepa, distinguen entre éstos y aquéllos, indicio no despreciable para

conceder a la voz que nos ocupa su sentido más amplio.

265

La cocina se destaca como edificio separado de las demás casas que formaban la corte. En tierras de

León, casi todas las casas tienen, y es de suponer que muchas tuvieran, gran campana y ancha chime-

nea (F. BALBUENA, Arquitectura, IV, 239).

266

En un documento del Arch. Catedral de Lugo, fechado en 982, se citan Kasas cubertas vel descu-

bertas. Imagino que estas últimas servirían a modo de corralizas o cierros de ganados.

267

Casas materacas o tabula copertas aparecen en diplomas leoneses de 940 y 1012, y de madera cor-

tada para edificar cuatro casas y techar tres iglesias, en otro castellano de 940.

268

Eran muy frecuentes en tierras leonesas. Se mencionan en numerosos textos al enumerar las depen-

dencias de las cortes. De ellos puede deducirse que eran habitados o destinados a cualquiera de las

mil necesidades de una casa de labor, como lo eran, sin duda, todas las cortes de León y sus campi-

ñas. La palabra sobrado no había adquirido, pero empezaba a adquirir, la significación que hoy tiene

en los pueblos castellanos, de parte alta –generalmente abuhardillada– de una casa, empleada para

guardar granos o enseres varios. No la había logrado, porque en diversos diplomas se advierte que se

llamaba sobrado a una edificación entera y no a una parte, al doble de una casa. Pero empezaba a

adquirirla, porque según los textos documentales, parece deducirse que la palabra en cuestión se

aplicaba para designar a aquellas construcciones de más de un piso, no por alzar dos del suelo, sino

por tener sotalo o apoteca, es decir, sótano o silo y bodega. Sobre este significado remotísimo pudo

formarse el aún vivo hoy en nuestros campos.

269

En algunos documentos se habla de sótalos con superatos, o a la inversa. No creo dudoso que por

sotalo deba entenderse sótano, pero es problemático si llamarían sótano al silo.

270

El algún documento referente a una casa enclavada junto al Arco del Rey en el interior de León se lee:

“superatis obtimas cum suis abutecis”. Puede relacionarse esta frase con la costumbre leonesa (F.

BALBUENA, Arquitectura, IV, 240 y sigts.) de conservar el vino en cuevas.

271

Las gentes del siglo X distinguían entre cupos y cupas. ¿Lo harían, como hoy se hace, entre cubos,

recipientes pequeños en uso de calderos y cubas a modo de toneles? Lo ignoro. De distintas maneras

se aprecia en los documentos de la época la capacidad de las cubas. En un diploma de 976 (Cart. de

Eslonza, 59) se habla de “cupa una de nobe palmos”; en otro de 985 (T. Leg., fol. 140) se cita una

“cuba qui leuat V karros”; en dos de 980 y 985 (P.M.H., D. et Ch., 79 y 80) se mencionan cubas de

“XXXX” y de “LXX quinales”, y por último, en uno de 980 (P.M.H., D. et Ch., 79) hallamos un cupo

de “XXXX modios”.

~ 131 ~

los graneros, que llamaban cellarios,272

el lagar con su viga,273

los establos con sus pe-

sebres ahuecados en gruesos troncos de álamos blancos,274

el palomar,275

el gallinero, el

almacén, la cochiquera y las cellas para los siervos o criados. Junto al establo se hallan

las tristigas o letrinas,276

y en una de las casas materacas, frontera de las habitaciones

del palacio destinadas a dormitorio o cellas, unas cubas donde se bañan Adosinda y don

Arias.277

Un siervo está encargado de la limpieza de las trístigas, de calentar agua para

el baño en grandes ganzas o calderas,278

y de disponer estos originales balnea de que

272

De cellarios hablan varios textos y diplomas de 867 (L. FERREIRO, Historia, II, 14, Apénd.) y de 939

(A. H. N., Clero. Ferreira, leg. 719).

273

A veces se dice en las fuentes al respecto “lacares cum suo addondo”, es decir, con su atonto o ense-

res. En documentos de 995 (T. Leg., 342), de 1002 (Esp. Sagr., XXXVI, pág. XIII) se citan torcu-

larios.

274

De un establo se habla en un documento leonés de 980. Lo supongo cuadra y establo a un tiempo.

275

¿Podían faltar estas piezas en una casa de labranza del siglo X? Hoy rara vez dejan de formar parte de

las viviendas leonesas aldeanas. Se cita un palumbare integrando una corte conclusa en un texto de

956. 276

En un inventario o colmellum de los siervos que poseía la Iglesia de Oviedo en tierras de Pravia (MU-

ÑOZ, Colección, 124), se menciona la casata de Gormando como encargada de “portare canales per

ubi fuerit episcopus Ovetensis et letrina mundare et totum servitium facere”. Y en otro colmellum de

los siervos de aquella Iglesia en Gauzón y en Pravia aparece obligados a “purgarse trestigas” y a

“portare kanales in collo”: la casata de Gonando –tal vez la misma de Gormando– y las de Martín

Tironiz y Flaino (Libro Gótico del Archivo Catedral Ovetense, fol. 11 v°). Si esto ocurría en las po-

sesiones del obispo de Oviedo en Pravia, ¿por qué no suponer que habría también tristigas en las

cortes bien aderezadas de los más ricos leoneses?

277

Según una noticia de los siervos del monasterio de Celanova procedente del siglo XI (T. de Celanova,

fol. 56), Adulfo, siervo de San Rosendo, estaba encargado de custodiar las “greges porcorum et ablue-

re cupas, et de semine illius facere balneos in quibus fratres Cellenone corpore ablusisent”. Tan nu-

merosos debían de ser los baños, que aún había otra familia de siervos encargada de los mismos cui-

dados que la de Adulfo. En el mismo inventario se lee, en efecto, después: “Petro Aquilion tornar

porcos et lauare cupas et facere baineum, ille et semen illius”. Si se bañaban los frailes de Celanova,

no es aventurado suponer que se bañarían también de modo semejante las gentes distinguidas de León

de posible abolengo mozárabe, o a lo menos tan influidos por la cultura y las costumbres hispano-

musulmanas. Además, las citas de baños son relativamente frecuentes en documentos de la época. Se

mencionan como existentes en el palacio de Oviedo, en diplomas de 897 (VIGIL, Asturias Monu-

mental, 58), de 905 (Esp. Sagr., XXXVII, 330), de 908 (Arch. Cat. Ovetense) y de 945 (ESCALONA,

Historia Sahagún, 393). En este último se detalla su situación, pues se dice “residente rex in

Pretorium suum ad mensa super illum Balneum Oveto...”. Se citan baños en escrituras de Lugo (910,

A. H. N., Clero Cat, Lugo, leg., 735, núm. 77) y de León (1036 y 1050; T. Leg., fols. 269 y 31 vº) y

los había en Zamora, en el Duero. Ordoño III dice en 951: “sub balneos nostros in flumen Durio in

Zamora” (BARRAU-DIHIGO, Notes et Docs., Rey. Hisp., 1903, 384).

278

He aquí los textos leoneses que permiten sospechar el empleo de ganzas o calderas para calentar el

agua del baño. En un documento de 1021 (T. Leg., fol. 235 y Esp. Sagr., XXXVI, XXXIV) se lee: “Et

servitium quoquine ganzas duos obtimas et suas pregancias”; en otro de 1036 (Leg., fol. 269):

~ 132 ~

usan los príncipes, los laicos e incluso los religiosos de diversos cenobios en León, y

que se usan también en Asturias, en tierras de Galicia y hasta en Zamora, junto a las

márgenes del Duero. Otras mancipia, puellae o siervas cuidan de la cocina; algunos

pueri, hombres y mujeres, del aseo de las habitaciones y del servicio de los amos, y los

restantes, como vaqueros y yegüerizos, del ganado.279

La casa está alhajada con riqueza. En el salón, aparte de la mensa, hállanse dos arcas

con techo a dos vertientes, un escaño mullido con una culcitra o colchoneta forrada con

paño tramisirgo y rellena de lana,280

dos cátedras de alto respaldo, un sillón de cuero

cordobés y varios taburetes de tijera. De las paredes penden las inferturias, mensorios,

frixorios, cúcumas y taregos y las demás ricas piezas de la espléndida vajilla de plata

que poseen los dueños de la corte.281

En uno de los ángulos de esta lujosa cámara se

yergue un alto candelabrum sostenido por un astil enclavado en un trípode,282

y encima

“ganzas II: una de balneo et alia minore de super fogo”; y en un tercero de 1050 (T. Leg., 31 v°):

“ganza una de balneo”. El penúltimo texto nos declara además su tamaño.

279

Aunque León no era tierra de siervos, no dudo de que los habría personales o domésticos, y aun al-

gunos adscritos a la tierra. Y no dudo porque documentos leoneses de 949 (B. Sahagún, fol. 135 vº) y

950 (Esp. Sagr., XXXIV, 454) hablan de siervos moros; escrituras de tierras de León de 873 (Esp.

Sagr., XXXIV, 437), 963 (B. Sahagún, fol. 208) y 997 (Arch. Cat. Leg., núm. 887), citan siervos per-

sonales; y otros textos legionenses de 864 (Arch. Cat. Leg., núm. 50), 870 (Arch. Cat. Leg., núm. 52),

905 (T. Leg., fol. 368 v°), 917 (Arch. Cat. Leg., núm. 1.328), 936 (T. Leg., fol. 397), 976 (ESCALONA,

Historia Sahagún, 421) y 1026 (T. Leg., fol. 41 vº) mencionan siervos casati. Admitida la existencia

de siervos en tierras de León, contra lo que se decía, me parece probable que dentro de las cortes leo-

nesas hubiese algunos encargados de servicios parejos de los ejercitados en Celanova por Adulfo y su

progenie. Por lo que hace a los servicios de los siervos personales, véase lo que escribe MUÑOZ Y

ROMERO en su estudio Del estado de las personas en los reinos de Asturias y León (pág. 39): “En los

inventarios de los monasterios y de las iglesias los vemos que ejercían el oficio de cocineros, panade-

ros, pescadores, sastres, zapateros, tejedores, carpinteros, herreros, yegüeros, porquerizos y muchos

otros”. En forma parecida, aunque quizá con una menor división del trabajo y en menor número, es

probable que trabajasen en las más ricas cortes de León. Sobre la servidumbre en el reino de León

importa conocer dos trabajos aparecidos después de la publicación de las primeras ediciones de estas

Estampas: las páginas que le ha consagrado CH. VERLINDEN en su excelente monografía: L'esclavage

dans le monde Iberique Médiéval, Anuario, 1934, 87 y las líneas que yo le he dedicado en mi Serie de

documentos del reino de Asturias, Cuadernos de historia de España, I y II, 1944, 321-322-323-324.

Aun me queda mucho por decir sobre el tema para mis Orígenes de la nación española y de sus insti-

tuciones.

280

Escaño con respaldo puede verse, por ejemplo, en el fol. 55 v° del Beato de Osma.

281

Pendientes de los muros se lucían las ricas piezas de las vajillas argénteas, según atestiguan miniaturas

carolingias que cita G. MORENO, Igl. moz., 339. No es imposible que hubiera en León algún magnate

que poseyese un servitium mense argenteum integrum, como dicen los textos. Más o menos comple-

tas, consta que había vajillas de plata en tierras de León.

282

Así se representa en las miniaturas que figurando la cena de Baltasar, hallamos en los Beatos de Urgel

(fol. 219), Gerona y Valladolid (fol. 204), y en el Pentateuco de Ashburnham (fol. 44; NEUSS, Obr.

cit., lám. 12).

~ 133 ~

de la mesa sirve a la iluminación de los yantares, en las tardes de invierno, un “cavalle-

llo pro cereo portare”, es decir, un cirial en forma de caballo.283

Las habitaciones destinadas a cellas son de proporciones estimables y se hallan dividi-

das por bajos tabiques materatos y por varios paramentos construidos por alhagaras o

cortinas, palleas y tramisirgas.284

También hay en ellas otras arcas donde se guardan las

pintellas, adorras, mobatanas, algupas y feiraches de don Arias (su indumentaria mas-

culina); las almexias, sayales mantos y alfiniames o tocas de Adosinda (su indumentaria

femenina), y la ropa de cama o lectuaria.285

El lecho del señor de la corte es un hermoso

mueble. Una tallada armazón de madera sostiene una tarima de tablas ensambladas, y a

su vez se apoya en cuatro patas labradas con riqueza, que no arrancan de los extremos

del rectángulo sino de puntos intermedios, bien calculados los sitios donde es mayor el

peso del cuerpo que descansa en la cama. Desde los cuatro vértices del armazón rectan-

gular se elevan los correspondientes pies derechos, unidos los de la cabecera, para el

sostén de las almohadas, mediante un travesaño, como aquéllos, labrado. Cuatro bolas

rematan las patas en que se apoya la tarima; y bolas y conos invertidos, los que, por de-

nominarlos de algún modo, podríamos llamar brazos del lecho.286

Ablandan la dureza de la armazón descrita287

unas almohadas llamadas fazales o plu-

mellas y dos plumacios palleos y greciscos, colchones de pluma forrados de tapicería

bizantina. Cubren los plumacios las almelehas en servicio de sábanas, y a éstas dos ta-

petes o mantas facenzales, un galnape o cobertor, morisco y tramisirgo, y un alifafe o

colcha, forrada de pieles de ardilla o de conejo. El lecho de Adosinda es también rico y

fastuoso; pero menos friolera su dueña que don Arias, en lugar del alifafe con envés de

283

Frunimio II donó a su iglesia de León en 1002 (Esp. Sgr., XXXVI, XIV), entre otros enseres diversos,

un “cavallello eneo pro cerco portare ad mensa...”, y en un documento de la catedral de Oviedo, de

1045, se menciona un “Ciriale similitudinem eqiis...” (VIGIL, Asturias Monumental, 72).

284

Las supongo así divididas en atención a lo que ocurría en tiempos posteriores en España y a lo que

textos francos de la época, y aun anteriores, refieren respecto al uso de cortinas para dividir los gran-

des salones, pero no porque haya podido encontrar noticia alguna en las fuentes leonesas del siglo X.

285

“Lectos cum sua lectuaria” o “cum sua raupa” se citan en diversos diplomas de la época; por ejem-

plo, en uno de 922 (T. de Aguilar, fol. I) y en otro de 974 (B. Sahagún, fol. 131 v°).

286

Describo arriba el lecho que reproduce el B. de Gerona.

287

De entre los diversos inventarios utilizados por Gómez-Moreno y por mí, para conocer la raupa, tegu-

menta, vestimenta, stragmina o stramenta lectorum como denominaban los diversos diplomas al con-

junto de los colchones, almohadas, sábanas y cobertores de un lecho, interesan en particular los si-

guientes: Sahagún, 922; ESCALONA, Historia Sahagún, 383; San Cosme de Abeliare. 927; Igl. moz.,

348; Celanova, 938; Igl. moz., 243; Ferreira, 939; AHN. Clero Leg., 719; Santo Toribio, 941; Cart. de

Santo Toribio, fol. 38; Celanova, 942; YEPES, Cronica, V, 424 v°; Santiago de Valdeavia, 949; Índice

de Sahagún, 128; Sobrado, 955; L. FERREIRO, Historia Santiago, II, 156; Sahagún, 960; ESACLONA,

Historia Sahagún, 405; Lorenzana, 969; Esp. Sagr., XVIII, 331; Covarrubias, 978; Cart. Covarrubias,

22; San Pedro de Arnogia, 989; T. Celanova, fol. 17 v° Estos tienen el especial interés de agrupar bajo

una de las denominaciones indicadas al principio, tegumenta, stragmina..., las diversas piezas que sin

esta indicación, y mezcladas con ropa de mesa o con objetos de culto, se señalan en los demás.

~ 134 ~

pieles, cubre, a medias, las almelehas, galnapes o tapetes con una fina almuzalla gre-

cisca y pallea, colcha de trama de tapiz importada de Oriente.288

En las cellas vacías, los lechos de respeto se asemejan a los ya descritos, pero a veces

difieren de ellos en detalles289

y tienen plumacios asargados o forrados simplemente de

lino, linolas o sábanas de lienzo del país, galnapes de lana y alifafes vulturinos o hubei-

dies.290

En cada cella, una banqueta, una lucerna de latón, un gran conco, a guisa de jo-

faina, y su aguamanil correspondiente, completan el moblaje.

El zaguán, con sus bancos de adobes,291

enlaza éstas, y las demás habitaciones, con la

pieza más importante de la casa, a un tiempo villana y señorial, con la cocina. Es una es-

tancia amplísima, cuyo centro constituye el hogar, que desahoga sus humos por una

gran campana. A derecha e izquierda de la ostentosa chimenea aparecen dos grandes pe-

ro lisos escaños de madera ensamblada, que ocupan muchas veces en los días de invier-

no los dueños de la corte.292

En el hogar, alzado sobre una chata plataforma de barro, se

encuentran los morillos y unas tenazas para encuadrar y remover la lumbre, trébedes pa-

ra colocar pucheros y marmitas, y la ganza o caldera sujeta sobre el fuego por las ca-

denas o pregancias.293

288

La elección de la procedencia de las piezas está hecha también sobre los textos. De plumacios palleos

y greciscos habla la dotación del monasterio de Covarrubias de 978 (Cart. de Covarrubias, 22); de

galnapes moriscos, precisamente dos documentos leoneses de 935 y 959 (T. Leg., fols. 419 v° y 231

v°), y de una almocalla grecisca y pallea, el citado diploma de Covarrubias.

289

Lechos diversos del reproducido tomado del Beato de Gerona se representan en dicho Beato (fol. 257

entre otros) y en los de Thompson (fol. 260), de Urgel (fols. 210 y 222) y de Fernando I (fol. 268).

Muy dispares del descrito y de este último, y mucho más simples, los hallamos en el B. de Fernando I,

fols. 110 v° y 290, y en el Antifonario de León, fol. 68. A juzgar por el que aparece en este último,

formado por una baja y sencilla tarima, los leones gustaban de los lechos muy altos, de tres o más col-

chones.

290

No me atrevo a afirmar tan en concreto como Gómez-Moreno que la voz sábanas no se usara para

nombrar las prendas de cama de este nombre. En documentos de 935 (Rev. Hisp., XV. 317), de 951

(Cart. Santo Toribio, fol. 38) y 978 (Cart. Covarrubias, 22) se citan sábanas junto a galnapes, tapetes,

almuzallas, y no se habla de ropa de mesa. ¿Pueden aludir, sin embargo, tales sábanas a servilletas? Es

posible, pero no probable.

291

Conjeturo que ya existiría esta pieza, tan fundamental hoy y siempre, en las casas aldeanas leonesas

(F. BALBUENA, Arquitectura, IV, 239).

292

La importancia de la cocina resalta de la frecuencia con que la citan distintamente los diplomas de la

época, entre las diversas edificaciones que integraban la corte. Para describirla me valgo del citado es-

tudio de F. Balbuena (Arquitectura, IV, 239), y para elogiarla, de las costumbres actuales en todos los

pueblos de León y Castilla.

293

Morillos, trébedes, tenazas, calderas y pregancias se usan hoy en las cocinas aldeanas leonesas (F.

BALBUENA, Arquitectura, IV, 240), y no creo aventurado suponer que se usarían también en las co-

cinas del León anterior al milenio. En documentos de 917 y 970 (T. Leg., fols. 349 v° y 334) se in-

ventarían ganzas, en uno de 1020 (A. H. N., Clero, Benevivere, Leg. 1157) se cita “ganza 1.a de co-

quina”, y en otro de 1036 (T. Leg., fol. 269): “ganzas II... alia minore de super fogo”. El uso de pre-

gancias está también comprobado por dos textos, uno de 1021, que dice: “ganzas duas obtimas et suas

~ 135 ~

Algo apartada del hogar, y junto a la ventana, se halla una mesa, y en ella varias ta-

zolas y un aceptre ereos, un mortalio o mortero de latón, con su mano o pestello,294

un

caral de aceto,295

es decir, de vinagre, el odre con el sebo o manteca,296

unas tonsorias o

tijeras,297

y varias cazuelas y pucheros de madera y de barro.298

Por último, una dorna,

artesa y fregadero, un arca para las provisiones y un compendial o cuba para agua, ter-

minan el ajuar complicado de aquella pieza indispensable y fundamental en la vivienda.

Todo es ahora actividad en la corte de Adosinda y don Arias. En el refectorio, los cria-

dos, gentes de condición servil, descuelgan la vajilla de plata, sacan del arca manteles,

sóbanos (servilletas) y manutergias o toallas, y disponen la mesa para dos comensales.

Los siervos de cocina preparan el yantar y sacan vino de las cubas más viejas de la apo-

teca de la corte. En el cellario, el villicus o mayordomo de don Arias, dirige la descarga

de las rentas que traen los tributarios, hombres de behetría y arrendatarios de las here-

dades de su amo.299

En el almacén, donde se guardan las carretas, un siervo busca un

hacha entre hoces, azadas, azuelas, cueros de buey y de caballo, tórdigas, sobeos y ca-

bestros.300

Los bodegueros cantan alegres mientras cumplen su oficio; los yegüerizos

dan pienso en el establo a las caballerías; y en las cellas de la servidumbre de don Arias,

tres siervas viejas gruñen, platican, rezan y murmuran mientras hilan, tejen y cortan las

sayas y tocas de Adosinda.

Diez pláticas distintas resuenan en las diversas estancias de la corte. En la cocina dos

mozas bien plantadas, morena, blanca, de anchas caderas y pechos abultados una de

ellas, y morena también, pero cetrina, menuda y vivaracha la más joven, conversan, ale-

gres y afanosas, mientras preparan el yantar de los amos y el guisado o pulmenta de la

pregancias” (T. Leg., fol. 235 vº) y otro de 1090, donde se cita: “ganza una cum pregantiis” (T. Leg.,

fol. 233 v°).

294

Pueden verse en Igl. moz., 343 las voces tazona, mortalio...

295

Cf. M. PIDAL, Orígenes del español, 29.

296

“Singulos ugres bonos et singulas arreldas de sevo” habían de pagar cada año al sayón los macellarii

o carniceros de León, según el art. XLIII del Fuero de 1020.

297

Se incluyen en el inventario del embargo de Santa María de Vezdemarbán (cerca de Toro, Zamora).

298

Varios textos prueban el uso, durante el siglo X, de cacharros de madera (“uasa lignea”).

299

Al lado de los vilicos o mayordomos del rey, ya funcionarios públicos, si cabe hablar de derecho y de

funcionarios públicos en toda la Edad Media, como ahora se inclinan a creer ilustres juristas alemanes

(G. VON BELOW: Der deutsche Staat des Mittelalters, Leipzig, 1914, y KEUTGEN: Der deutsche Staat

des Mittelalters, Jena, 1918), había, naturalmente, villicos y maiordomos de particulares.

300

Todos estos enseres de una casa de labor que aún se emplean hoy ya se nombraban casi de la misma

manera en el siglo X.

~ 136 ~

servidumbre de la casa.301

La más ruín de cuerpo, “tomadora de lenguas”,302

sabedora

de enredos y noticias, avisada vigía de cuanto ocurre o se dice al alcance de su ojo o de

su oído, refiere a su consierva lo que sabe de la boda de Elvira, hija de Paterno y Gala-

za, dueños y señores de la corte frontera. No ignoraba que estaba la boda concertada ha-

cía tiempo, pero ardía en deseos de conocer detalles de las arras o dote, como dice don

Arias que se llaman los regalos del novio. Por confidencias de la mora Mariame, que

sirve en casa de la novia,303

ha conseguido al cabo averiguar, a la hora tercia, que Elvira

había recibido diversas heredades, siervos, alhajas, pieles, vestidos y ganados. En Fe-

nestrosa la concede el futuro marido hasta dosciendos modios de sembradura en tierras;

viñas, pomares y molinos en Liébana, y así en Castilla y en otros diez lugares que la

mora ignoraba. En ganados, joyas y en vestidos parece que recibe otro tanto. A creer a

Mariame, el novio le regala diez parejas de bueyes, cincuenta vacas, cien ovejas, tres

siervos, un caballo con su silla jineta y su freno de plata, una rica muda para el lecho,

una sarta o collar, dos anillos, varias adorras o túnicas de seda, un lujoso vestido matro-

nil, un copo o taza y una escudilla argéntea que valen treinta sueldos, varias pieles ag-

ninas, es decir, de cordero, y una alhaguma arintea.304

En el Palatium de la corte conversan también a su sabor el siervo que dispone la mesa

y el que trae vino añejo en una gran redoma. La plática es distinta. Versa acerca del úl-

timo suceso comentado entre el pueblo. Es éste un crimen cometido en sagrado. Sapi-

nato y sus hijos, e incluso su mujer Celedonia, embriagados, según lo que se cuenta, se

dejaron arrastrar por el diablo, y junto a Villa Pedro, en la decanía de Sahagún, rompie-

ron las puertas de la iglesia y mataron al monje que allí gobernaba la hacienda de su

claustro. Fue pronto castigada la familia asesina; el abad presentó querella ante los re-

yes; el monarca y su madre la reina doña Elvira, para hacer pagar el homicidium, orde-

naron la entrega al monasterio de cuantos bienes poseían aquellos “vinos iniquos et pe-

simos”, como los llama el siervo encargado de la apoteca o bodega de la casa; y el con-

301

Supongo que los pulmenta leguminum constituirían la base de las comidas de la gente ínfima en

tierras de León, como la formaban en Cirueña. Puede verse un preciso pasaje al respecto en el Fuero

de Cirueña.

302

La frase no es mía. Está inspirada en el Fuero de Cuenca, cap. XXX, ley XI.

303

Existían siervos moros en tierras de León. El nombre de Mariame, con los de Sahema y Zafara, se

aplica a siervas moras en un documento de 908 (P.M.H, D. Ch., 11).

304

Los detalles de la supuesta dote están tomados de dos escrituras que nos dan a conocer: la dote con-

cedida a Adosinda, hija de Gormiri, por su esposo Olito Tetoni (946. P.M.H., D. Ch., 32), y la otor-

gada a Elvira por Gonzalo en 962 (A.H.N., Clero Sahagún, Leg. 620, núm. 402). Otras diversas cartas

de arras del siglo X he ido reuniendo. No quiero, sin embargo, hablando de la dote, anticiparme al es-

tudio que prepara sobre este asunto DÍEZ CANSECO con el título Arras a fuero de León, para el tomo

próximo de nuestro Anuario. E1 viejo profesor de historia del derecho de la Universidad de Madrid

murió sin publicar tal estudio. Sobre la aparición de la palabra arras y su significado puede verse

MEREA: Un problema filológico-jurídico: a palabra “arras”. Novos estudos de historia do direito,

Barcelos, 1937.

~ 137 ~

vento ha regalado al príncipe in offertione, agradecido por su fallo, que todo el pueblo

aplaude como justo, un hermoso caballo valorado en cien sueldos.305

También suena el nombre de Sahagún y se habla de caballos en el establo y caballeri-

za de la corte. Un tributario de don Arias acaricia el potro morisco de Adosinda y refiere

al yegüerizo de la casa que idéntico al caballo acariciado era el robado, en Santa Eu-

genia, al monasterio de los Santos Facundo y Primitivo, por un labriego vecino del lugar

de Cascarilla. Preso aquél, había tenido que ceder sus bienes a Sahagún para no caer,

como deudor insolvente, en servidumbre.306

Por el alto valor de los caballos no tenía el

ladrón, llamado Ranimiro, ganado, sueldos ni tierras suficientes para pechar el robo, y

sólo a ruegos de hombres buenos se avinieron los monjes a aceptar, en pago por el fur-

tum, la carta profiliationis que aquél les hiciera de su hacienda.307

En la apoteca, los jornaleros de don Arias, fatigados de su ruda faena, sienten deseos

de llenar sus estómagos, nunca hartos y a la sazón vacíos. Al asomar el día habían que-

brantado el ayuno nocturno con medio pan de trigo y de centeno –comuña en el len-

guaje al uso–, unas cebollas y un gran trozo de queso,308

pero habían transcurrido largas

horas y era empresa cansada colocar los capachos de uva debajo de la viga y dar vueltas

al huso para que aquélla descendiera por efecto de la mole de piedra que sujetaba éste.

305

Describe este suceso un documento de 977 (BARRAU-DIHIGO, Notes et Docs.: Rey. Hisp., 1903, 409 y

B. de Sahagún, fol. 209). La entrega al juez in offertione de algún bien mueble o semoviente por la

parte favorecida con su fallo, era costumbre muy generalizada en la época y que contribuyó no poco a

la formación de las grandes propiedades.

306

Ya ha demostrado MUÑOZ Y ROMERO (Del estado de las personas en los reinos de Asturias y León,

32 y sigts.) que por “deuda se sometían a la servidumbre los que habiendo cometido un delito no po-

dían pagar la composición”.

307

El robo de Ranimiro y sus consecuencias se refieren al pormenor en una escritura de 998 (ESCALONA:

Ha. Sahagún, 434, y B. Sahagún, fol. 184). El artículo IV del Fuero de León detalla las penas que

pesaban sobre el ladrón en sagrado y fuera de sagrado. Las cartas profiliationis, o escrituras de

prohijamiento –como el sistema de los ejecutores testamentarios, muy usados durante esta época en

sustitución del testamento, a consecuencia de la gran difusión del derecho germánico por todo el reino

asturleonés– equivalían a veces a donaciones simples; en ocasiones tan poco espontáneas como en el

caso presente. He publicado en parte la escritura a que me refiero en esta nota en El precio de la vida

en el reino asturleonés hace mil años, Logos, VI. Sobre el sistema sucesorial en el reino de León han

aparecido los siguientes estudios: GARCÍA DE VALDEAVELLANO: La cuota de libre disposición en el

derecho hereditario de León y Castilla en la Alta Edad Media, Anuario, 1932, 129-177; J. A. RUBIO:

“Donaciones post obitum” y “Donationes reservato usufructu”, Anuario, IX, 1932, 1-33; MEREA:

Sobre as origens do executor testamentario, Lisboa, 1940: BRAGA DA CRUZ: Algunas consideraçoes

sobre a “perfiliatio”, Boletín da Facultade de Direito, XIV, Coimbra, 1938, y GUILHERME BRAGA

DA CRUZ: O Direito de troncalidades e o régimen jurídico do patrimonio familiar, Braga, 1941.

Pueden verse además las páginas que he dedicado al tema en mi Serie de documentos inéditos del

reino de Asturias, Cuadernos ha. Esp., I y II, 1944, 322-324 y 326.

308

Esto yantaban de mañana los hombres de Cirueña cuando prestaban sernas al señor. Puede verse un

pasaje al respecto en el Fuero de Cirueña.

~ 138 ~

No llegaba todavía la merienda309

y el hambre impone el tema de la plática. El jornalero

que en este mismo instante, ahincado en el suelo, pone en tensión todos sus músculos y

hace girar el huso, interroga a sus otros colegas acerca de las ferias que faltan para el día

en que los carniceros una cum zavazoures –dice– han de obsequiar con una gran comida

a todo el pueblo. En este prandium obligación tradicional no interrumpida de los mace-

llari leoneses,310

y el buen obrero, que no se ahita de carne en todo el año, mientras su-

da, descalzo y apenas cubierto por el sayo, paladea la imagen de las grandes e hirvientes

ollas en que cuecen los toros el día de la fiesta.

Se conversa también en el cellario. Mientras el villicus de la corte encierra en el gra-

nero las rentas de los juniores, arrendatarios y precaristas de don Arias, los labriegos

ofrecen noticias distintas de sus diversas tierras y, curiosos, las piden de León al ma-

yordomo de la casa. Uno de ellos refiere que en una aldea cercana de la suya, un tal Ge-

mondo había tenido varios días sitiada una familia en su morada, y que por este ince-

rramentum domorum se había visto forzado a entregar su parte en el maxuelo que

poseía junto a las viñas de don Arias.311

Otro cuenta el incendio intencionado de un

monte inmediato al lugar donde habita.312

Y un tercero, vecino de Trobajos, pide noti-

cias al villicus de cómo había terminado el asunto de Ranulfo que, acusado de un robo,

de acuerdo con la parte contraria en el litigo, se había acogido a la prueba caldaria, para

demostrar a todos su inocencia. El labriego vecino de Trobajos había asistido al con-

cilium o concejo en que tuvo lugar la primera parte de la prueba, pero ignoraba, y de-

seaba saber, si se había librado de la pena el supuesto ladrón, a quien siempre había te-

nido por inocente del delito de que se le acusaba. El mayordomo de don Arias le res-

ponde que sí, que había salido limpio y salvo. Tres días después de la primera reunión

del concilium se había éste congregado de nuevo delante de San Pedro de los Huertos.

En presencia de todos rompieron Abolkacem, el sayón, y los fieles nombrados por las

309

De merienda se habla en el citado Fuero de Cirueña.

310

El art. XXXV del Fuero de León dice: “Omnes carnizarii cum consensu concilii, carnem porcinam,

ircinam, arietinam, bacunam per pensum vendant, et dent prandium concilio una cum zavazoures”.

Me inclino a creer que todo el pueblo libre disfrutaba de la comida, porque la significación de la pa-

labra concilio no ofrece dudas. Recuerdo haber oído a Hinojosa interpretar este pasaje en el mismo

sentido. No puede sorprendernos esta obligación general, pues dado el perímetro que alcanzaba la ciu-

dad y lo poco densa que era la población, a juzgar por los textos, no debía ser crecido el número de

los miembros del concilio. Advirtamos, además, que entre éstos sólo figuraban los cabezas de familia,

y que por esto se reducía aún más la cifra de los comensales de aquel gran banquete. Hasta hace me-

nos de un lustro, en algunos pueblos de Castilla los toros de la fiesta se cocían en grandes calderas, de

las que comía todo el pueblo. Como puede apreciarse, algo de festejo taurino había ya en León por es-

tos tiempos.

311

Nos da noticia de un asedio o incerramentum que terminó como describo arriba, una escritura gallega

de principios del siglo XI. (T. Celanova, fol. 69 v°).

312

También en estos tiempos se incendiaban intencionadamente los montes. Resulta así de un documento

de 1011 (T. de Celanova, fol. 54). Gudesteo dice en él al abad y al prepósito del monasterio: “damus

uobis ipsam supra nominatam hereditatem pro illa defesa que uobis meo germano Odermo kei-

mauit”.

~ 139 ~

partes, los sellos con que ellos habían rematado el vendaje del brazo y, descubierto és-

te, se halló sin quemaduras y enteramente sano. Dios había hecho justicia a Ranulfo.

Nadie esperaba tal suceso, todos habían sospechado que saldría abrasado, pues bullía

hirviendo el agua de la ganza o caldera cuando el acusado había desnudado su brazo y

le había metido en el líquido hirviente, para sacar las tres piedrecillas arrojadas por el

sayón al fondo.313

Don Arias penetra en este instante por la gran portalada que da acceso a la corte, y

cruza despacioso el atrio de ésta acompañado de un flaco galgo corredor, su favorito.

Tiene don Arias en atondo, beneficio o prestimonio, una torre y unas tierras de la reina

situadas a orillas del Torío, y ha recibido orden de doña Elvira para que la acompañe a

una juncta que se propone celebrar en San Pedro de Eslonza. Trata aquélla de atraer al

partido del monarca al conde de Monzón, Fernando Ansúrez,314

y quiere acudir a las

vistas con él la quinta feria, rodeada de todos sus fieles servidores.315

Don Arias, a su

vez, cual es costumbre, desea ir acompañado de un séquito lucido, y a este efecto, antes

de regresar a su morada, ha ordenado a sus maulados y escuderos que se apresten a es-

coltarle desde León a Eslonza316

y ha pasado recado a los tres caballeros cuyas casas se

313

Un Juicio de Dios, el de la prueba caldaria. Fue muy frecuentemente empleada en el reino astur-

leonés. He reunido numerosos diplomas para estudiar su aplicación. La forma en que se practicaba

puede verse, por ejemplo, en un diploma de 987 (Esp. Sagr., XIX, 375). Que se acudía a la pena

caldaria en caso de robo lo prueba un documento de 959 del Archivo Catedral de Lugo. El Fuero de

León en su artículo XL establece la previa conformidad de las partes como requisito para que se acu-

diera a este género de prueba. Las dos escrituras mencionadas atestiguan que en ocasiones salía lim-

pio y sin quemaduras el brazo de quien se sometía a ella. Por último, casi es innecesario advertir que

dada la infinita variedad que durante la época asturleonesa se advierte en las costumbres jurídicas se-

gún las regiones y los pueblos, en cada comarca y en cada lugar serían diversos los detalles del pro-

cedimiento con que se practicaba la pena o prueba caldaria. Ya se sacarían de la caldera tres, ya diez

o más piedras; ya se descubriría el brazo a los tres o a los cuatro días de vendado; ya se sellaría éste

con los sellos del sayón, ya con los de los fideles nombrados por las partes para presenciar la prue-

ba..., etc...

314

No hay noticia documental de que se celebrara tal juncta, pero no es imposible que, esto no obstante,

hubiese tenido lugar, porque, en efecto, la reina necesitaba atraer al partido de su hijo por aquellos

días al conde de Monzón, Fernando Ansúrez, el cual no reconocía la autoridad de Ramiro III y en-

viaba embajadas a Córdoba como señor independiente.

315

Los diplomas de la época asturleonesa hablan lacónicos del servitium que prestaban los vasallos o te-

nedores de prestimonios a sus patronos o señores, que ambos nombres se usaban; mas, a juzgar por lo

que sabemos de tiempos posteriores, tal servicio abarcaría fundamentalmente los de corte y de guerra.

Sólo los arzobispos de Santiago, desde Gelmírez en adelante, lograron eximirse, que sepamos, de am-

bas cargas. Puede verse mi estudio La potestad real y los señoríos en Asturias, León y Castilla. Apar-

te de la R.A.B.M., 1914, 28. Es indicio de que así debía ocurrir ya en el período que estudiamos la

circunstancia de que los caballeros que habitaban en solar ajeno tenían obligación en León de acom-

pañar a juntas al señor del suelo; deber equivalente al de acudir el vasallo o prestamero al llamamien-

to del patrono o señor.

316

Imagino que si, como veremos en la nota siguiente, debían ir a juntas con el dueño del suelo los caba-

lleros que no poseían solar propio, también pesaría igual deber sobre escuderos y maulados –libertos

u hombres de behetría– cuya relación de dependencia con el señor era aún más estrecha que la de

~ 140 ~

alzan sobre los tres solares que, aparte de su corte, posee en la ciudad, para que cumplan

la carga aneja a quienes viven en solar ajeno y le acompañen a caballo el día de la

junta.317

Mientras cruza don Arias despacioso el atrio de su corte, sale de la cocina, corre a su

encuentro y se arroja a sus pies Tedón, uno de sus maulados u hombres de behetría, aco-

gidos a su protección y sometidos a su señorío. “¡O domine, multa mala passa sum

propter quod nec dixi, nec feci!”, dice Tedón mientras besa los pies de su señor. “¿Quid

habes homo?”, le interroga don Arias. “Domine, aprendeverunt me inimicis meis abs-

que culpa et ferro vinctus, ductus sum ad carcerem”, responde acongojado el hom-

bre“de benefactoría”. “¿Propter quam causam hoc sustinuistis?”, le pregunta el señor

con paternal afecto. Y Tedón, confiado, refiere entonces cómo por una menuda disputa

que había tenido en una fiesta con un junior del abad de San Cosme de Abeliare, le ha-

bían preso los demás hombres de aquel claustro y le habían encerrado en la cárcel del

monasterio referido. Callaba Tedón que, embriagado, había dado muerte al junior de ca-

beza del abad; pero ignorante don Arias de la verdad de lo ocurrido, ante la queja de su

patrocinado, que juzgaba atropellado sin motivos, “exarsit nimis in forore magno”, lla-

ma a Sendino su escudero, y le envía sin pérdida de tiempo al monasterio de Abeliare

para pedir cuentas al abad por lo ocurrido.318

Cruza después don Arias el atrio, la cocina y el corral y encamínase, siempre acom-

pañado de su perro,319

al lagar y a la bodega o apoteca. Se detiene en ellos para observar

cómo realizan las primeras tareas de la fabricación del vino, no sus siervos sino sus jor-

aquellos caballeros, ya que éstos podían tener otro señor a más del propietario de la tierra en que se

alzaba su vivienda (art. XXVI del Fuero de León).

317

Me parece segura la interpretación del señor Díez Canseco al pasaje del art. XXXVI del Fuero de

León, que dice: “Si yero miles in Legione in solo alterius casam habuerit, bis in anno eat cum do-

mino soli ad iunctam. Ita dico, ut eadem die ad domun suam possit reverti et habeat dominum qua-

lemcumque voluerit”. Para CANSECO (Sobre los Fueros del Valle de Fenar, Castrocalbón y Pajares.

Anuario hist. derecho esp. I, 366-68), el “ire ad junctam” no significa el ir con él a la asamblea ju-

dicial del Concejo de León, sino a las asambles judiciales a que debía asistir el dueño del suelo. Yo

añado: “y a todas las juntas –a veces entrevistas o reuniones no judiciales– a que estaba obligado a

acudir el señor”.

318

La escena que describo es rigurosamente histórica. Está narrada en los términos copiados en un docu-

mento de Celanova de 1056 (MUÑOZ Y ROMERO, Del estado de las personas, 145, y en mis Be-

hetrias: Anuario hist. dcho. esp., I. 233). El diploma habla de un maulado u hombre de behetría, de un

conde Sancho que en una romería en Arnogia mató a un siervo del abad de Celanova. Me permito

trasladar el sucedido a León, reemplazar el conde por don Arias, el abad de Celanova por el de Abe-

liare y hacer junior de cabeza al siervo del diploma gallego. Las dos primeras sustituciones son obli-

gadas por la localización de la escena, y la tercera conveniente por abundar más en tierras leonesas los

juniores de capite que los siervos.

319

He supuesto galgo al perro de don Arias. Debo al señor Menéndez Pidal dos citas de galgos inte-

resantes, aunque posteriores al período que estudio. En un diploma de 1073 se habla de un “galgo

leporario” (Ind. Sagh., 253), y en otro de 1081 se menciona un “galgo colore nigro ualente centum

solidos de argento” (Cart. de Eslonza, 74).

~ 141 ~

naleros, pues León es tierra de hombres libres que no tienen señor y que viven de su

trabajo en casa de los ricos.320

Ve en el lagar cómo ante el peso del enorme pedrusco

sujeto a la gran viga o huso, desciende aquélla acuñada por naspas y por pejos.321

Y

comprobado el buen funcionamiento de la máquina, penetra en su, para la época, sun-

tuosa morada.

Biblia de San Isidoro de León (s. X) Silla representativa del mobiliario de la época.

Vemos aquí una original Anunciación: la Virgen ya tiene al niño en brazos.

(Foto Manuel Viñayo).

320

De esta abundancia de hombres libres en León y sus alrededores he hablado ya en mis Behetrías y en

otra parte de este estudio. Puesto que se almacenaba el vino en cubas, es posible que los cuparii del

art. XX del Fuero de León fueran cuberos, fabricante de cubas y elaboradores de vino o bodegueros.

321

En todos los Beatos del siglo X y de la primera mitad del XI se hallan reproducidos lagares. Pueden

verse los de Gerona (fol. 373), Valladolid (fol. 148 v°), Bibl. Nacional (fol. 124 v°), Escorial (fol.

120), Fernando I (fols. 206), Ac. de la Hist. (fol. 181) y Osma (fol. 132 v°). En todas estas pinturas el

lagar tiene viga. El texto bíblico impone a los iluminadores en todas ellas la presencia de caballos y la

desfiguración del lagar que tenían delante de los ojos, que habían visto mil veces en la apoteca del

monasterio donde trabajaban o en otras tierras, si no era de vino la que rodeaba al claustro en que vi-

vían. Sólo el pintor del Beato de la Biblioteca Nacional que reproduzco arriba, más realista que sus

otros colegas, suprime los caballos del texto apocalíptico y nos presenta a un hombre luchando ru-

damente con el torno para hacer descender la enorme viga ante el peso del enorme pedrusco acuñado

al huso o torno. Este es aún el sistema actualmente empleado en los lagares leoneses (F. BALBUENA,

Arquitectura, IV, 243-45).

~ 142 ~

Distintos modelos de lechos del siglo X según añgunas miniaturas de Beatos

~ 143 ~

Biblia de San Isidoro de León (s. X).

Miniatura representando a fieles en un templo, con distintos tipos de vestidos.

(Foto Manuel Viñayo).

~ 144 ~

Códice Albaldense (Biblioteca del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial).

Dibujo de una miniatura que representa a un lector ante el atril o analogio.

~ 145 ~

UN YANTAR Y UNA PLÁTICA

Don Arias, después de haber regido diversas mandaciones en nombre de Ordoño, de

don Sancho y aun del niño Ramiro, se ha retirado a gobernar su hacienda y vive en

León, como hemos visto.322

Liberal y hospitalario desde mozo, como antaño al conde

Ansur Fernández, tiene ahora alojado al abad de San Justo de Ardón, que regresa de

Córdoba. Había éste llegado a León, con su cortejo, de mañana y, cruzadas unas frases

corteses con su huésped, se había apresurado a dar cuenta de su embajada a la regente.

Le espera don Arias en una de las cámaras de la mansión del príncipe, y terminada la

audiencia con los reyes, infórmale el abad de su viaje. Envióle la reina doña Elvira a la

capital de la España islamita para saludar y renovar la paz con Alhakén II.323

De León

fue a Simancas; desde allí a Toledo, por la calzada que pasa cerca de Magerit, y de To-

ledo a Córdoba por la vía de Alhambra.324

Se alojó fuera del recinto murado en la Al-

munia de Násar, junto al Guadalquivir,325

y allí, mientras esperaba el día de la audien-

cia, trató a los principales cristianos cordobeses. Eran éstos su cadí Asbag ben Nábil, su

obispo, Iça. ben Mansur, su conde Muáwiya ben Lupo y Ubaid Allah ben Qásim, el me-

tropolitano de Sevilla.326

Todos se hallaban bien avenidos con su vida entre los musul-

322

De don Arias sólo sabemos en concreto, aparte de su nombre, el de Adosinda, su mujer, y que poseía

una corte en León hacia el 970, corte cuya situación nos es también notoria. Le he elegido al azar entre

los diversos leoneses de su tiempo de que hay noticia, por el estratégico lugar en que moraba en la es-

quina de las calles de Merino y Varillas. Nadie puede probar que don Arias no rigió las mandaciones

que le supongo gobernando. Por el contrario, en un documento de 1007 (L. FERREIRO, Historia, II, 202,

Apénd., se lee: “Item uenerunt in diebus domini ueremunde principes proles hordonii per ordinatio-

nem eius sui infanzones fortes didacus et arias aloiti et teherunt ipsum comitatum auiancos”. Este Arias

Aloiti pudo ser el mismo don Arias de León y, como en tiempos de Bermudo II, haber también regido

commitatos en los de Ordoño III, Sancho I y doña Elvira.

323

BEN HAYYÁN da noticia en su Al-Múqtabis de una embajada enviada por Elvira a Alhakén II en otoño

del año 976. La desempeñó cerca del califa, el 1 de octubre, un abad, cuyo nombre no leía con segu-

ridad CODERA (Embajadas de príncipes cristianos en Córdoba, B.A.H., XIII, 458-59). Le supongo

abad de San Justo y Pastor en Ardón, porque nada se opone a creer que lo fue en realidad este enviado

de Ramiro III.

324

De León a Simancas pudo ir por la vía romana que llevaba desde Astorga a Cesaraugusta, pasando

cerca de León y conduciendo por Intercatia (La Mudarra) a Tela (Tudela de Duero, junto a Valladolid).

Desde Simancas a Toledo el camino romano iba por Madrid y Titulcia (no lejos de Aranjuez). Y de To-

ledo a Córdoba podía seguirse la vía de Laminium (Alhambra, entre Solana y las lagunas de Ruidera).

Véase BLÁZQUEZ (Vías romanas del Valle del Duero) y BLÁZQUEZ y SÁNCHEZ-ALBORNOZ (Vías ro-

manas del Valle del Duero y Castilla la Nueva).

325

No dice Ben Hayyán dónde se albergó el abad legado de Elvira. Le supongo alojado donde lo estuvo

el conde Bon Fill, enviado de Borrell I de Barcelona, en junio de 971, según el Al-Múqtabis (CODERA,

Embajadas; B. A. H. XIII, 455).

326

Los cita Ben Hayyán con motivo de la embajada del abad a que me refiero (CODERA..., B. A. H., XIII,

459).

~ 146 ~

manes andaluces, que ahora les permitían el libre ejercicio de su culto, les respetaban su

semiautónomo gobierno y aún los utilizaban en la corte.

Estando él en la ciudad de los califas llegaron: Ximeno, enviado del rey García de

Pamplona, y los embajadores de los condes de Castilla y Monzón, de García Fernández

y de Fernando Ansúrez.327

Como los Beni Gómez de Carrión y Rodrigo Velázquez de

Galicia, han roto estos magnates su debida obediencia al soberano de León; se dan aires

de príncipes y envían directamente sus legados a la corte de Alhakén II.328

El primer sábado después de su llegada a Córdoba fue el abad con su séquito al pa-

lacio de Al-Zahra, escoltado por un piquete de la guardia y acompañado por un alto fun-

cionario del gobierno. El soberano le recibió en un maravilloso salón que daba a unos

espléndidos jardines. Se hallaba sentado en un trono magnífico de marfil y de plata,

alzado sobre una plataforma y rodeado de una serie numerosa de dignatarios, goberna-

dores y visires, ataviados, como el príncipe, con lujo insuperable.329

Aturdido ante ta-

maña ostentación, se acercó vacilante hasta el califa, le besó la mano y recitó su arenga,

que tradujo a la letra Asbag ben Nábil, cadí y obispo de los cristianos cordobeses. Le

respondió el mismo soberano, interrogándole por la salud del niño rey y de la reina doña

Elvira, y aceptando, complacido, la renovación de la paz concertada hacía años. Mucho

extrañó al embajador la palabra obediencia que empleara el califa, según el intérprete ci-

tado, pero no osó contradecirle y retiróse, como a la entrada en el palacio, acompañado

de un grupo de la guardia que llamaban chund los agemíes o cristianos de Córdoba.330

Tal fue el relato que hizo a don Arias el abad de San Justo mientras se dirigían desde

las habitaciones de la reina a la corte del primero, cruzaban después el atrio de la misma

y penetraban juntos en los que su dueño calificaba de palacios, con el barroquismo ha-

bitual de los peninsulares. Les aguardaba en ellos un sabroso yantar, y alta, erguida,

arrogante, Adosinda, la dueña de la casa, para quien los años habían transcurrido sin

mermar su belleza. Aficionada aquélla a galas juveniles, cubría su cabellera, aún rubia,

327

Así lo dice Ben Hayyán según traduce CODERA (B. A. H., XIII, 459).

328

En el citado estudio de CODERA hay noticias de cuatro embajadas enviadas a Córdoba por el conde de

Castilla, en agosto y octubre de 971 y en junio y en julio de 974. Legados de Fernando Ansúrez fueron

recibidos por el califa en agosto y octubre de 971, en septiembre de 973 y en el verano de 974. Tam-

bién habla Ben Hayyán de la recepción de los enviados de Rodrigo Velázquez y de los Banu Gómez en

septiembre de 973 (B. A. H., XIII, 457-61).

329

Así fue recibido por Alhakén el conde Bon Fill (B. A. H., XIII, 455), y así es de suponer que lo fuera

el abad.

330

El relato de la entrevista del abad con Alhakén está trazado siguiendo las noticias que nos ha con-

servado Ben Hayyám acerca de la recepción del legado de Borrell I, pues el Múqtabis se limita a decir

que el califa “acercó a su persona” al enviado de Elvira y de Ramiro. Bon Fill besó la mano de

Alhakén; fue interrogado por éste acerca del estado de su señor; a él y a sus colegas de embajada dio a

conocer el califa “lo que habían de decir a Borrell de su parte y lo que proponía acerca del fin de la

obediencia”, y tales enviados fueron acompañados y despedidos con las solemnidades señaladas arri-

ba. Supongo a Asbag ben Nábil actuando de intérprete porque Ben Hayyán le hace asistir a la recep-

ción del abad, y refiere que actuó como tal en la de otros legados de Elvira y de Ramiro.

~ 147 ~

con unas blancas tocas, llamadas alfiniames en el lenguaje al uso,331

y velaba su cuerpo,

esbelto todavía, mediante una camisa sirica, un mutebag o túnica sin mangas, una alme-

xía, largo sayal usado por las mozas, y un manto azul de seda, bordado con gran arte.

Ceñía la almexía a sus caderas con una rica cinta argentea, por la que dio don Arias

hasta trescientos sueldos;332

sujetaba el manto sobre su hombro derecho mediante un

gran broco, broche o fíbula333

de plata y ostentaba además joyas espléndidas. Oprimía

sus ebúrneos brazos con unos torques de oro cuajados de esmeraldas y rubíes, adornaba

sus largos y torneados dedos con cuatro anillos o sortijas, y lucía, por último, unos cos-

tosos reiteles argenteos y exauratos.334

Saluda el abad presentando las manos e inclinando la frente, que en esto de saludos no

hay grandes diferencias entre León y Córdoba, y pídele Adosinda noticias del viaje.

Reitera su relato el enviado de Ramiro y de Elvira, y acósale la dueña de la corte con

mil preguntas diferentes sobre las casas, los jardines, los vestidos, las damas y las mo-

das de las ciudades musulmanas, y sobre todo de Toledo y de Córdoba. Apurado se ve

el abad para responder a tal acoso; mas satisface a medias la curiosidad de la señora de

la casa y canta entusiasmado las bellezas de la ciudad de los califas. El cielo, el clima, la

luz, la sierra, el campo han impreso en su alma un recuerdo imborrable y más aún los

jardines de mirtos y naranjos, las cámaras de mármoles y jaspes y el bosque de colum-

nas de la bellísima y magnífica mezquita, adivinado más que visto a través de las entre-

abiertas y también admirables portadas de sus muros. Tienen su encanto nuestros cam-

pos, nuestras grandes choperas y nuestros callados y recogidos huertos, ensombrecidos

por gallardos álamos; pero no puede nuestra ciudad resistir parangón con la de los emi-

res, ni nuestros templos con el suyo, ni nuestras cortes con sus casas. Sólo nuestras mu-

rallas compiten en solidez, en fortaleza y en belleza con las suyas. Lástima grande –con-

cluye el buen abad– que tanta maravilla como encierra Córdoba esté en manos de in-

331

Con tocas aparecen figuras femeninas en la Biblia de San Isidoro (fol. 247), en el Beato del Escorial

(fols. 105 y 133), en el Antifonario de León (fol. 68), y en los Beatos de la Ac. de la Hist. (fols. 196 v°

y 197 vº) y de Osma (fol. 55 v°), la meretriz representada tendida en un escaño o lecho.

332

De una cinta argentea valorada en 300 sueldos se da noticia en un diploma leonés de 1012 (Esp.

Sagr., XXXVI, XIX).

333

Una escritura castellana de 944 (B. de Cardeña, ed. Serrano, 56) cita un broco apreciado en cinco

sueldos, y traduzco broco por broche siguiendo a MEYER-LUBKE: Romanischbes etymologisches Wor-

terbuch, 1319. Una figula argentea donó, entre otras preseas y objetos diversos, Alfonso III a la Iglesia

de Oviedo en 908 (Arch. Cat. Ovetense). He publicado y estudiado tal diploma de Alfonso III, como

antes he dicho, en mi Serie de documentos inéditos del reino de Asturias, Cuadernos ha Esp., I y II,

1944.

334

Se citan en una escritura portuguesa de 959 (P. M. H., D. et Ch., 46) unas “torques deauratas et la-

pidibus ornatas”. Imagino que las piedras preciosas serían esmeraldas o rubíes en atención a lo que sa-

bemos de las gemmas que ornaban alhajas de la época llegadas hasta el día. De “III° annellos” se ha-

bla en otro diploma portugués de 446 (P. M. H., D. et Ch., 32). Y un texto gallego de 928 (BARRAU-

DIHIGO, Notes et docs...: Rev. Hisp., 1903, 370) valora en 100 sueldos unos “reiteles argentios exo-

ratus”, especie de alhaja cuyo significado se ignora.

~ 148 ~

fieles y que por justas disposiciones del Eterno haya que renunciar, tal vez por siempre,

a la esperanza de arrebatar a los secuaces de Mahoma aquellas campiñas luminosas y

aquellos palacios de ensueño.

Mientras Adosinda completa en la cocina los preparativos del yantar, del servicio y de

la mesa, muestra a su huésped el abad de San Justo una silla jineta recubierta de cuero,

dos algupas o aljubas de finísima seda, una acémila y otros varios objetos regalo del

califa.335

Es lujosa y es rica la silla donada por Alhakén al enviado de Ramiro; y ofrece

de otra parte un detalle que la hace singularmente apetecible para el caprichoso gusto de

don Arias: tiene estribos. Se usan ya habitualmente monturas de esta clase en la España

islamita, pero como en tierras cristianas se cabalga todavía de ordinario sin estribos,

aunque ya se utilizan algunas sillas de este tipo, procedentes también de Andalucía, son

muy raras aún en todo el reino,336

y es, por tanto, explicable que apetezca don Arias po-

335

Regalos, vestidos y acémilas se dieron a Bon Fill y sus compañeros de legación según Ben Hayyán

(CODERA, Embajadas... B. A. H., XIII, 457). No es imposible que también se obsequiara de la misma

manera al abad enviado de Elvira y de Ramiro.

336

Según las iluminaciones de los Beatos anteriores al milenio, los jinetes cristianos montaban sin estri-

bos. El uso de éstos se generalizó en el reino de León, a lo que parece deducirse de las miniaturas de

los códices, en el siglo XI. Mientras en los Beatos de Thompson de 926 (fol. 241), de Gerona de 975

(fol. 376) y de Urgel, también del siglo X (fol. 209 e Igl. moz., lám. CXXX), el primero leonés, y los

segundos de procedencia castellana, los jinetes del Apocalipsis no utilizan estribos, en los de Fernando

I, de 1047 (fols. 171 v°, 237 y 266), y Osma, de 1086 (fols. 85 v° y 151), ya los usan. Puede con-

jeturarse que su introducción en los reinos cristianos debió ocurrir en el último tercio del siglo X y ser

obra de la influencia musulmana. Hacia esa época se utilizaban ya, en efecto, estribos por los jinetes

sarracenos, que se representan montando con ellos, según me comunica Gómez-Moreno, en las arque-

tas cordobesas anteriores a 1002 y en el plato de Elvira, que no puede llevarse más allá de 1008. Que

debieron de empezar a usarse en el reino cristiano en el último tercio del siglo X resulta del Beato de

Gerona. En éste, mientras en diversos folios se reproducen jinetes cristianos sin estribos, en dos de sus

iluminaciones (en el fol. 15 y en otro que no puedo precisar) se representa, montado con ellos sobre un

corcel, a Nabucodonosor. La cola del caballo, entrelazada a la moda cordobesa, la significación del ca-

ballero cuya imagen se quiere ofrecer a los lectores y otros detalles de indumentaria permiten suponer

que el pintor reprodujo la figura de un jinete sarraceno. Pero al mismo tiempo, la reproducción misma

de éste en un códice castellano autoriza a sospechar que, como el iluminador del Beato, pudieron tam-

bién los laicos empezar a conocer y a imitar los usos cordobeses por lo que toca a los estribos. Por otra

parte, el empleo de estribos no era sólo costumbre de los musulmanes andaluces. Se usaban en la Fran-

cia carolingia. En el Psalterium Aureum de San Gall de fines del siglo IX y en el Apocalipsis de Va-

lenciennes del mismo siglo se representan jinetes montando con ellos (AMEDÉE FOINET, La miniature

carolingienne, 1913: Planches CXLV y CLIX). De todas partes podía, pues, recibir la costumbre a que

me vengo refiriendo aquel coto cerrado del reino leonés. Aislado del resto del mundo en un rincón

perdido del occidente europeo, no es extraño que sólo llegaran a él tardíamente prácticas difundidas

antes por las demás naciones de Europa, incluso por los pueblos vecinos: musulmanes y francos, y aun

en la misma Península, en regiones del extremo oriental de España más en contacto con Francia: en

Cataluña. Obsérvese, en efecto, que en las Biblias catalanas de Rodas y Ripoll –fechadas por Neuss

hacia el año 1000– los jinetes cabalgan de ordinario con estribos (láms. 25, 29 y 39, por ejemplo).

Después de publicadas las primeras ediciones de estas Estampas ha aparecido la obra de LEFEBVRE

DES NOËTTES: L'attelage et le cheval de selle a travers les âges, 2 vols., París, 1931. Su autor cree que

el estribo fue inventado por los sármatas y que fue introducido en Occidente por los godos, que habían

vivido largo tiempo en las orillas del Mar Negro. Si Lefebvre des Noëttes hubiese consultado los có-

dices miniados leoneses y castellanos de la temprana Edad Media, que ha desconocido sin excepción,

~ 149 ~

seer y lucir la traída de Córdoba por el abad su amigo. Adivina el buen monje los poco

reservados deseos del rico magnate leonés que le hospeda y le honra cuantas veces

viene de su cenobio a la ciudad, y al instante, sin vacilar un punto, le ofrece la silla

cordobesa. Conoce desde siempre la nunca desmentida devoción y generosidad del viejo

prócer, y espera obtener provecho de su gesto. Y, en efecto, no se equivoca en sus

cálculos el abad de San Justo. Don Arias acepta complacido la oferta de su huésped;

pero no de modo gratuito. Tomará la silla in offertione, in roboramento o in honore por

la donación de un su molino situado a orillas del Torío, que desde aquel momento cede

para la hora de su muerte al claustro regido por el legado de Ramiro y de Elvira.337

Entretanto el yantar está a punto; la mesa, preparada; arriman los siervos unas sedilias

de cuero y de tijera,338

y mientras Adosinda dirige los servicios, ocupan los puestos se-

ñalados el abad y don Arias.339

Cubre la mesa un mantelio tramisirgo y literato, mantel

habría vacilado antes de aventurar tal conjetura, supuesta la ausencia en aquéllos de representaciones

gráficas de jinetes con estribos. Por primera vez aparecen éstos en miniaturas norpirenaicas del siglo

IX. Pero todavía en las del X se representa con frecuencia a los caballeros sin estribos.

337

Ya habló HINOJOSA en sus trabajos El derecho en el Poema del Cid (Estudios, 109 y 110) y El ele-

mento germánico en el Derecho español (trad. G. Sánchez, 23), de cómo la idea “de que no hay nin-

guna transmisión de bienes gratuita –idea que se revela en el Launegild lombardo y que produce

efectos jurídicos entre los visigodos bajo el nombre de «vicisitudo»– domina imperiosamente en la

época que sigue a la invasión árabe”. Muchos textos del siglo X reunió ya Hinojosa en prueba de su

tesis, y muchos más he encontrado en la numerosa serie de diplomas inéditos de esta época de que he

dispuesto. Es frecuente en las donaciones de tierras, villas, herrenes o molinos, la entrega al donante,

por el favorecido con la donación, de caballos, sillas, alhajas u objetos diversos, cuyo valor no era

equivalente al de la cosa recibida, puesto que no se cedía como precio de la misma, sino que su entrega

era expresión formularia de una idea jurídica de abolengo germánico. Tales contradonaciones se ha-

cían ad confirmandam islam cartam, in honore..., y ellas me han servido de base para completar la

escena ideada arriba. ¡Cuántas veces el capricho de poseer una alhaja extraña o un magnífico bruto se-

rían, como en el caso imaginado ahora, la íntima causa de mercedes al parecer piadosas!

338

Supongo al abad y a don Arias yantando sentados y no tumbados como se solía comer en Roma. No

hay prueba gráfica de que se yantase como creo. Antes al contrario, siempre que en los Beatos se re-

presenta la cena de Baltasar, los comensales aparecen tumbados. Véanse los B. de Gerona, Urgel, Va-

lladolid (fol. 204). Sin embargo, me inclino a creer con Gómez-Moreno que tales representaciones res-

ponden, a un recuerdo erudito de tiempos pretéritos. No olvidemos que trataban de reproducir escenas

de fecha remotísima, y no es extraño que, conocedores por la tradición de la forma en que se acos-

tumbraba a comer en la antigüedad, la reprodujeran, volviendo la espalda a los sistemas del día. Ya es

indicio para sospechar que comían sentados la circunstancia de que abunden en los textos las citas de

catedras, o sedilias y mensas, mientras sólo en un documento de 862 (VIGIL, Asturias monumental...,

58) se habla de tricliniis. Pero además concretamente se habla de “sedilias in refictorium” en una

escritura de 929 (Igl. moz., 338); y tanto en los marfiles de San Millán de hacia 1070 (Igl. moz., 374),

como en la Biblia de Rodas –para NEUSS de hacia el año 1000– también aparecen sentados los co-

mensales (Obr. cit., láms. 33, 40 y 41).

339

Es aventurado conjeturar si comería o no también la dueña de la casa con el huésped. Para suponer

yantando solos al abad y a don Arias me he atenido a la tradición, aun viva en las aldeas castellanas, de

que la mujer y las hijas del dueño de la casa dirijan los servicios o sirvan a la mesa, mientras comen el

marido y el huésped de calidad a quien se desea festejar con el mayor fausto posible.

~ 150 ~

de hilo con listas paralelas de tejido de seda. Cada uno de los dos comensales tiene de-

lante de su asiento una conca o gran tazón de plata, una cuchara o cocleare argéntea,

una copa dorada para vino, un vaso irake para agua, pan un cultello de mesa y una ser-

villeta que llaman sábano. El vaso para agua es de vidrio tallado, y la copa en forma de

cáliz, imaginata y sculpa, es decir, esculpida y con figuras. En el centro de la mesa se

ofrece, con agua cristalina, una herrada de plata, ferratella argentea en el lenguaje de la

época, y a su lado una arrotoma o redoma con vino añejo de la apoteca de don Arias,

dos salares o saleros, varias sulcitras o salseras y un pigmentario con pimienta. De cris-

tal tallado la redoma, son argénteas también las otras piezas.340

Antes de comenzar a servir los manjares aparecen con ricos aquamaniles de plata los

siervos de la corte y dan agua a las manos del abad y su huésped en unos grandes con-

cos a modo de jofainas. Les alargan después las manutergias o toallas, y comienza la

fiesta, que fiesta era en efecto el yantar de aquel día, porque doña Adosinda y su marido

querían obsequiar al abad de San Justo y hacer ante él alarde de su lujo y riqueza.

Sírvese primero en una soparia o sopera de plata un caldo grasiento, hecho con to-

cino, cecina de colas de castrón, ajo, pan, berza y hojas frescas de nabos. Con un tru-

lione o cucharón vierte cada uno a su tazón o conco la cantidad de caldo que le place,341

bendice el abad la comida, y con las primeras cucharadas se renueva la plática. Escucha

don Arias de su huésped de relato de su entrevista con los reyes. Le ha recibido doña El-

vira teniendo a su derecha al rey junior Ramiro, que desatento a su discurso jugaba con

la espada de García Iñiguez, su amo.342

Ha disgustado, mas no extrañado a la regente, la

actitud de Fernando Ansúrez y Rodrigo Velázquez, ambos tan favorecidos por don San-

cho e hijo el primero del conde As-sur Fernández, tan fiel al rey Ramiro, de gloriosa

memoria. Y hanla enojado las palabras del califa al llamar obediencia a lo que es paz y

tregua entre sus reinos. “Habrá que rechazar tal sumisión en la primera circunstancia

oportuna que se ofrezca”, ha dicho impaciente doña Elvira, heredera directa del temple

y de la bravura de su padre. La reina es el último vástago de una estirpe de grandes capi-

tanes. Ha tenido energías bastantes para hacer rey a su sobrino; es la primera mujer que

340

Al azar he elegido la forma y la materia de manteles, vasos, herradas, cucharas y redomas... De todas

hay cita documental. También están documentados los sábanos o servilletas; y un cultello de mensa

fue embargado con otros enseres en la casa de Santa María de Bezdemarbán, según el diploma que

publica M. PIDAL en sus Orígenes del español, 29. Cubiertas con manteles se representan las mesas en

la Bi-blia de Rodas. En ella aparecen sobre las mesas fuentes, vasos, redomas, trozos de pan y

cuchillos.

341

Respecto a la sopa debo confesar que no sin dudas me he decidido a inaugurar el yantar con este a

modo de caldo gallego. Está por hacer la arqueología de la cocina en España. No encuentro, natural-

mente, cita documental de esta sopa; pero dada la influencia gallega a que entonces estaba sometido

León, no es imposible que el plato tradicional y típico todavía de Galicia, y que con ciertas variantes se

come aún en el Bierzo, se guisase y comiese ya en tierras leonesas en la época que consideramos. Ad-

viértase además que los documentos hablan de soparias.

342

En la agnitio con que terminó la intentio entre Iñigo García y el presbítero Berulfo, celebrada en 968

ante Ramiro III, la reina doña Elvira y los obispos y magnates del Palacio, confirma “Gersea Enneconi

amo regis” (Arch. Cat. Cat. Leg., núm. 909, y T. Leg., fol. 369 v°).

~ 151 ~

se sienta en el trono de los reyes godos y, no obstante los cambios de los tiempos y sus

tocas monjiles, conserva su carácter entero. Su orgullo le ha dictado sin duda las pala-

bras postreras de su respuesta al abad, su legado. “Daré instrucciones a los primeros

embajadores que envíe a la corte de Alakén –ha dicho, según el huésped de don Arias–

para que aclaren la verdadera naturaleza de las relaciones existentes entre León y Cór-

doba”.

No lo dijo el abad, pero debe añadirse que, en efecto, las hostiles palabras de unos en-

víados de la reina al califa ocasionaron, meses después, la destitución del cadí de los

cristianos cordobeses, que las tradujo a la letra en el momento de la solemne audien-

cia,343

y que estuvieron a punto de acarrear la entrada de los legados de Ramiro en la

misma prisión que visitaron años después los embajadores del conde de Castilla.344

Terminado el relato de su entrevista con la reina, el abad refiere a su huésped don

Arias sus proyectos de aprovechar su estada en la ciudad para vender la corte que un de-

voto había legado al monasterio, y con este motivo se habla de los incidentes ocurridos

al donante, Julián, con ocasión de sus piadosas donaciones.345

Había comenzado por en-

343

He puesto en boca de doña Elvira las frases citadas arriba precisamente porque BEN HAYYÁN da no-

ticia de las palabras insultantes que dirigieron al califa el 17 de noviembre de 973 los primeros emba-

jadores que llegaron a Córdoba desde León después del supuesto abad de San Justo (CODERA, Em-

bajadas...: B. A. H., XIII, 461). Indignado el califa, como declara BEN HAYYÁN, destituyó al intérprete

y envió a León al jurisconsulto Ahmad ben Arux y al metropolitano de Sevilla Ubaid Allah ben Qa-

sim.

344

Refiere el suceso BEN HAYYÁN como ocurrido en septiembre de 974. CODERA, Embajadores de Cas-

tilla encarcelados en Córdoba en los últimos años de Alháquem II (B. A. H., XIV, 187 y ss.).

345

Dado el interés y la índole del documento (T. Legionense, fol. 371, 945) en que se relatan estos inci-

dentes, creo oportuno y reproducirlo íntegro:

Ambiguum quippe non est: Set plerisque cognitum patet. Eo quod ego infimus et exiguus lulianus

quasi presbiter, cum esse ego abitante in uilla Auctarios, in domicilio proprio meo quam manibus

propriis edificaui, abenta euenit mihi cogitatio, et de paupertati mee aliquis munusculum Domino in

memorie mee possim offerri, potius aliqua possim inueniri remunerationem. Ita cogitaui et ad mo-

nasterium de Calle de Salice perrexi et per manus abba nomine Salbatus testamentum feci. Dum

essem ibidem constructum uel colligatum, arreptum est ille abba a diabolo et conmiscuit se in adul-

terio cum meretrice in ciuitate Legione et comprehensi sunt in uno coram puplicum omnium; et pa-

riaui pro tali scelus ipse abba ad ipsos pressores uel at potestates solidos CC. Item et ad sorores de

monasterio qu fuit de domna Froilo alium testamentum similiter elegi et construxi et confirmaui per

manu abbatissa, nomine Proniflina et eorum sorores. Et post quam omnia feceram atque elegeram,

post. III 0r dies expletis, exierunt ipsas sorores alias pregnantes, alias adulterio penetrantes. Gentes

uero, de ipsas meretrices dum agnouissent tali scelus, cucurrerunt at ipso reculuso et multas de illas

occiderunt et quod non occiderunt exterminauerunt. Et per multis diebus seu temporibus atque annis

permansit ipse reclusus direptus de ipsa confessione.

Dum ego peccatrix talis scelus agnoui, perexi ad concilium legionensem, ante episcopus uel ponti-

ficia, et nunciaui omnia gesta mea secundum egeram quod super resonat. Et cepi ego miser cum la-

crimis flere et, quod uotum meum rationabile non esset in cuius manibus peccato meo commen-

daueram et paupertate mea testaueram. Ipsi autem pontificis ciuitate seu episcopus congregati sunt

in uno portico ad regulan/ beate Marie semper uirginis et sedis episcopale, et conpatuerunt de hec

causa et scelus tale et peruiderunt bene et modi misericordia hordinauerunt: ut unusquisque quod ad

ipsos super taxatos pigros et neglegentes contestauerat uel dederat ut sibi recepisset et ubi stabilitas

confessionum inuenisset suum munusculum ibi retulisset ita et factum est. Ea ratione manentem pe-

~ 152 ~

tregar una parte de sus bienes al cenobio de Villa Saelice; pero arrebatado por el diablo,

mezclóse Salbato, su abad, en adulterio con una meretriz, y quiso el Señor castigar su

pecado haciendo que fuesen él y ella descubiertos in uno coram puplicum en la misma

León. Hizo luego Julián una importante concesión al monasterio que fue de doña Froilo

y que regía como abadesa Proniflina; más cuatro días después de otorgar la escritura,

exierunt ipsas sorores alias pregnantes, alias adulterio penetrantes, como dice don

Arias, aprovechando la ausencia de Adosinda. Aún recuerda la ciudad con espanto el

asalto de aquel claustro de vírgenes impúdicas y la matanza de aquellas meretrices, y el

señor de la casa los detalles del concilio o asamblea general de vecinos, congregada en

el pórtico de Santa María de León por orden del obispo y a ruegos del infortunado pres-

bítero Julián que, lloroso, pidió autorización para revocar sus anteriores donaciones.

Dase fin a la sopa durante esta poco edificante plática y aún tienen ocasión los co-

mensales, antes de terminarla, de gustar una sabrosa pierna de cordero que aparece en la

mesa en un bello frixorio, fuente plana para servir asados. Mientras saborean unas deli-

ciosas truchas del Porma o del Bernesga, presentadas en una inferturia o bandeja cón-

rrexi ipsa uia de ipso concilio ad monasterio de Iulianus abba uel collegium fratrum sanctorum Iusti

et Pastoris oppidum Ardon, et placuit Domino et michi indigno et affirmaui ibidem meam here-

ditatem, quod in uilla Auctarios possedi: Kasas, terras seu etiam uineas, pratis, hortis, cubas uel om-

nem intrinsecus domorum; tam de quo augmentaui uel conparaui, quam eciam qui me contigerit de

parentes meos seu et quod de fraterna mea abeo comparata. Adicio desuper huic corte quam con-

paraui in Legione: clausa in giro cum tres kasas et omne suo intrinseco.

Et dum hec isto quod resonat elegi prediui uoluntate et benediccione, secundum est foro et con-

suetudo in monasterio ut abitassem in ipso monasterio, ita et dederunt mihi benediccionem. Et dum

essem ibi remorantem, expediui me post quatuor diebus et perrexi ad meam kassam ut dedissem

omnia rem mobile in egenis et reuertissem ad monasterio in ipso monasterio permanente. Egrotaui

ibidem in tertio die, et dum uidi me infirmum, direxi pro ipso abba suprino meo nomen Salutem. Et

dum plegaui ipse abba iussi ad coniermanum meum nomen Mauia presbitero hunc testamentum et

confirmaui ego illum in conspectu de fratres meos, suprinos et consanguineos seu et extraneos, qui

ueniebant me uisitandum; et in illorum faciem confirmaui ipsud quod superius dictum est ad ipso

monasterio iam taxatum sanctorum Iusti et Pastoris, pro remedium anime mee uel parentum meo-

rum, omnia ab integro ut sit ibi seruitura pro sustentatione fratrum ospitum atque egenorum. De ce-

tero enim omnem rem mobilem posui fideles congermanos meos nominibus Olemundus Ekerede et

Uiliemundus, ut distribuant in captiuis et egenis unde de suo labore et meo facto ante Deum aliqua

mercedem possumus inueniri. Ita quod preuidimus firmiter iubemus stare.

Si quod absit, aliquis hunc uotum meum infringere temptauerit de propinquis, consanguineis seu

extraneis, uilicus aut dux uel comes, quam etiam de aliquo officio episcobatico, abbatatico, sacerdo-

talico uel quoslibet persona, temerarius fuerit et ad infringendum uenerit uotum meum secundum

resonat, in primis sit extraneus a corpus et sanguinis Domini, et lucem domini illa fronte kareat et

penas non euadat eternas et cum luda sit afflictus, in tartaro cruciatus, et in die illo magni iudicii

mecum sit kausurus. Et ob inde in igne sit passurus, et a diabolo sit cruciatus; et insuper a dampna

secularia quod distulerit reddat in triplo et auri talenta duo persoluat et hunc factum meum plenam

obtineat firmitatis robore per secula cuneta amen. Factum et confirmatum nodum die XIII kalendas

nouembris. Era DCCCCXCII. Ego Iulianus hunc testamentum cos confirmaui et tradidi et concessi

manu mea signum impressi.

Sancius rex conf imans. Ordonius rex confirmans. Sancius confirmans. Sub Christi nomine Gun-

disalvies Dei gratia episcopus confirmans. Rapinatus presbiter confirmans. Adulfus presbiter con-

firmans. Frater Bonus testis Recaredus testis. Sisibutus testis. Vistremirus testis, Nebocianus testis.

Garsea testis. lustus presbiter notuit.

~ 153 ~

cava de plata y comidas, como el cordero, a mano,346

cámbiase el tema del diálogo y se

habla de solares y de cortes. El abad desea conocer el precio que alcanzan en venta de

ordinario y don Arias le informa con detalle.

Según él es reducido en León el valor de cortes y solares. Consiguen precios elevadí-

simos los objetos de lujo, piezas de orfebrería o tejidos preciosos, del país o importados.

Son caros, sobre todo, los caballos, pero no el ganado, las tierras ni las casas. En 200

sueldos mermó don Arias su caudal para comprar su lecto palleo, lecho con cobertores

de trama de tapiz,347

y no adquiriría en menos de 600 una sella argentea o montura recu-

bierta de plata que posee.348

Delante de él pagó un día el conde Assur Fernañdez 100

sueldos por unos paños síricos, y le hubieran costado hasta 500 si hubiesen sido gre-

ciscos o moriscos.349

Un buen caballo vale también 100 sueldos, y sin embargo por esa

misma cifra se compran 100 ovejas, de 12 a 20 bueyes o alrededor de 25 asnos, o a la

inversa se adquieren una iglesia, un monte y un molino.350

Por 300 sueldos venderían

sin duda los diáconos Albaro y Abraham su Villanova,351

y Velasco Aquilone, por me-

nos de 200, su magnífica corte, situada a orillas del Bernesga.352

346

Me atrevo a suponer que el cordero y las truchas formarían parte de todo yantar señorial. Consta por

el Fuero de Fenar que los habitantes de este concejo debían dar de comer al señor una vez al año “sin-

gulos panes, uno tocino, duos carneros, singulas gallinas, de uino tres canadiellas” (DÍEZ-CANSECO,

Notas para el estudio del Fuero de León: An. hist. derecho español, I, 372). Y el artículo XLV del

Fuero de León prueba que en la ciudad se consumía “piscatum maris et fluminis”. Conjeturo que se

gustaría más pescado de río que de mar, y entre aquél especialmente las truchas del Porma, del Ber-

nesga y del Torio, ríos de sierra y entonces –sin explotar las minas– más abundantes aún que hoy en

truchas. No dudo de que los dedos serían el principal instrumento usado en los yantares de la época

astúrleonesa.

347

Poseemos noticias de la valoración de dos lectos palleos; uno castellano, apreciado en 80 sueldos en

984 (B. Cardeña, 219), y otro leonés, valuado en 200 sueldos en 1015 (B. Sahagún, fol. 117).

348

En el mismo diploma de 1015 (B. Sahagún, fol. 117) se aprecia en 600 sueldos “I.ª sella argéntea”.

349

En 500 sueldos se valoran unos paños greciscos en un diploma de 968 (P. M. H., D. et Ch., 62).

350

Naturalmente, cada iglesia, huerta, monte o molino alcanzaría en venta un precio diferente. Sin em-

bargo, tengo noticia de una iglesia vendida el 943 en 45 sueldos (P. M. H., D. et Ch., 30), de un monte

adquirido el 930 por el monasterio de Sahagún también en 30 sueldos (B. Sahagún, fol. 171); de un

molino con su presa en el Cea, comprado en otros tantos sueldos por los frailes de Santiago de Val-

davia en 954 (B. Sahagún, fol. 222), y de un huerto con manzanas que en 943 se vendió a Sahagún en

20 sueldos (B. Sahagún, fol. 221 v°). Y aparte de los datos señalados poseo otros muchos que me per-

miten afirmar en el texto el valor relativamente reducido de tierras, huertos y molinos.

351

En 300 la vendieron, en efecto, según consta en una escritura de 967 (T. Leg., fol. 38 v°).

352

Ciento cincuenta sueldos dio la reina doña Elvira, viuda de Bermudo II, por dicha corte con sus tie-

rras, molinos y pesqueras, como declara ella misma en un documento de 1017 (L. FERREIRO, Hª de...

Santiago, II, 207). Este precio y el de Villanova, indicado en la nota anterior, constituían excepciones:

una casa con su correspondiente presa en el Bernesga se vendió en tres sueldos en 999 (Arch. Cat.

Leg., núm. 916), y así podría citar otras ventas diversas.

~ 154 ~

“En León –continúa don Arias–, un solar sin edificaciones puede valer de cuatro a 20

sueldos, y de 60 a 100 una corte de proporciones regulares. En 25 venden Cipriano y

su mujer María un solar con tres casas: una teliata, otra territa y otra para cocina; por

20 se adquiere una tienda en el mercado y en 70 quieren comprar, y tal vez compren,

Paterno y Galaza, una corte vecina de la suya. La ciudad va siendo absorbida, sin em-

bargo, por los monasterios e iglesias que se edifican cada día, y a menos que ocurra

una catástrofe, va a llegar año en que todo León estará en manos de monjes, de reli-

giosas y de clérigos. Será entonces difícil adquirir un solar y se pagarán a precios fa-

bulosos los pocos que queden libres del dominio del clero”.

Aparecen, entre tanto, los siervos de don Arias con unos lomos de adobo,353

presen-

tados en un tarego argenteo, vasija usada de ordinario para servir conservas; intervienen

los cultellos de mensa y con ellos los dedos, y prosigue el diálogo. Lleva ahora el peso

de la plática el abad de San Justo, y tras un elogio de los lomos, recogiendo las últimas

palabras de su huésped, habla de la extraordinaria religiosidad de los moradores de

León, acreditada por el sinnúmero de templos que elevan al Altísimo. Cada día se edi-

fica uno nuevo. Desde la Puerta del Obispo puede salirse a la Cauriense con ligeros ro-

deos, teniendo siempre a derecha o a izquierda algún cenobio. Ya antes de entrar en la

ciudad se alzan junto a la puerta referida San Pedro de los Huertos y la iglesia de los

santos Justo y Pástor; pasada áquella se hallan a un lado y otro del carral: Santa María y

el templo de Santiago; con Santa María linda también el monasterio de San Andrés

Apóstol, y desde él se llega hasta San Juan, frontero a la muralla del poniente, pasando

por San Miguel Arcángel y San Pelayo Mártir. Fuera de la Puerta Cauriense se encuen-

tran además San Marcelo, San Adrián y San Miguel, más allá el no menos famoso de

San Claudio, y aún quedan fuera de la ruta trazada el de San Salvador, junto al Arco de

Rey, y el de Santa Cristina.

Tenía razón el buen abad. León era un solo y gran cenobio; en cada corte se levantaba

un claustro y en cada calle cuatro templos. Y aún ignoraba el huésped de don Arias que

muy poco después, apenas comenzado el siglo XI, se consagrarían diversos y nuevos

monasterios: a San Julián, en el corazón de la ciudad; a Santa Leocadia, en la carrera

que iba de la Puerta del Obispo a la Cauriense; a San Vicente, junto a Santa María; a

San Pedro, cerca de la Puerta del Conde; a San Román, en las inmediaciones de la Cau-

riense; a San Juan Bautista, en la corte de Aldoara, apoyada en el Archo de Rege; a San

Félix y a Santa Marina, también dentro de la cerca murada, y la iglesia de San Martín,

en el mercado.

353

No se necesita indicio alguno para conjeturar que los lomos constituirían plato obligado en los yan-

tares leoneses otoñales. Pero además consta documentalmente que se comían porque, según el art.

XXV del Fuero de León, quienes habitaban en solar ajeno y no poseían asno ni caballo se hallaban

obligados a dar “semel in anno domino soli decem panem frumenti, et mediam canatellan de vini et

unum lumbum bonum”. También en el Fuero de Fenar se lee: “Clericos qui ecclesias tenuerint duos

lumbos, singulas gallinas, singulios panes, media terraza uino uel sizera” (Anuario historia derecho

español, I, 372).

~ 155 ~

Con la enumeración del último cenobio se terminan los lomos en adobo y surge en-

tonces un humeante y oloroso guisado de ánade y de gallina,354

servido en un mensorio

dorado y de gran peso. Con un trulione o cucharón ebúrneo o de marfil y con unas te-

nacillas o tenaces, pasa cada comensal a su scala o escudilla argéntea los trozos de gui-

sado que le agradan; y trasiégalos luego de la scala a la boca con el intermedio de la

oportuna codeare o cuchara de plata y con frecuencia de los dedos.355

Con el postrero de los platos fuertes deriva el diálogo por caminos distintos. Después

del largo y fatigoso viaje de los últimos meses, añora el abad el silencio y la quietud del

monasterio y ansía hallarse cuanto antes en medio de los monjes y monjas de su Claus-

tro, dúplice como tantas otras comunidades de la época.356

No sólo mueve al huésped de

don Arias el deseo de paz y de sosiego. También su afición a las letras le sirve de aci-

cate para anhelar el pronto regreso a su cenobio. Lleva meses sin gustar el placer de la

lectura reposada. De todas las estancias de su claustro ninguna está tan fija en su me-

moria como la cámara que, apoyada en la torre, sirve a sus religiosos de biblioteca y de

scriptorium.357

Era ésta su rincón favorito. Había conseguido reunir en ella numerosos

354

Tal vez parezca al lector excesivo el número de platos. No hay textos para contrastar mi hipótesis; pe-

ro no conviene olvidar las costumbres de pueblos, como el marroquí, que emparentados con el nuestro

viven aún en plena Edad Media, y en éstos las comidas con que se quiere honrar a un huésped ilustre

constan de multitud de platos y casi todos fuertes. No es imposible, de otra parte, que un guisado de

ánade y de gallina figurase en los yantares leoneses del siglo X. Toda casa medianamente acomodada

estaba provista de ánades y gallinas. El inventario de los enseres y animales embargados en Santa

María de Bezdemarbán lo atestigua (M. PIDAL, Orígenes del español, 28). Entre las prestaciones que

habían de cumplir los villanos de la época aparece la entrega de gallinas al señor. Esta carga pesaba, en

efecto, sobre los moradores de Fenar, como sabemos (Anuario Hª dcho. esp., I, 372). El Fuero de Ci-

rueña de 972 prueba, por último, que se acostumbraba a comer guisados, llamados en los documentos

de la época pulmenta. Los días que los villanos de la aldea prestaban sernas al señor, yantaban a costa

de éste “dimidium panem tritici, et dimidium comunie, caseum et tepes in mane, et in nocte duo legu-

minum pulmenta, et tribus vicibus tam ad prandium quam ad cenam ab bibendum et ad merendam

duabus vicibus” (B. A. H., XXIX, 348).

355

Pueden verse las citas de mensorios, truliones, scalas y cocleares en el Apéndice I. GÓMEZ-MORENO

(Igl. moz., 339), donde se considera a los mensorios como tacitas para servir licores. Ignoro las razones

que le mueven a opinar de este modo. PÉREZ PUJOL (Historia de las instituciones sociales de la Espa-

ña goda, IV, 408) identifica mensorios y missurios y tiene a unos y otros por platos grandes equi-

valentes a nuestras fuentes actuales, y menciona uno ofrecido por Sisebuto a Dagobcrto, según Fre-

degario, que pesaba cincuenta libras de oro. En los documentos del período en estudio se citan men-

sorios y missorios, y que los había relativamente grandes pruebas un documento de Guimaraes (Igl.

moz., 339) que menciona un “mensurio de XXX sólidos dcaurato”.

356

No consta que el monasterio de San Justo de Ardón fuera dúplice, pero de haberlo sido, no hubiera

constituido una excepción entre los cenobios del período asturleonés. Alcanzaron gran difusión y larga

vida los monasterios dúplices en España. Dúplices fueron algunos de los más célebres de la monarquía

leonesa (Guimaraes, Sobrado, Piasca, Covarrubias, Aguilar). Los monjes y las monjas vivían bajo la

dirección de su abad y de su abadesa respectiva. A juzgar por los diplomas del monasterio de Piasca, a

veces era ésta la que recibía las donaciones, firmaba los contratos, etc. Hombres y mujeres habitaban

convenientemente separados y entregados a sus rezos y prácticas piadosas.

357

Apoyado en la torre se hallaba el scriptorium en Távara, según puede verse en la conocida miniatura

del B. del mismo monasterio.

~ 156 ~

volúmenes. Junto a los libros de liturgia, tan abundantes allí como en los más ínfimos

cenobios, y junto a los divinos, constituidos por el Viejo y el Nuevo Testamento y por

comentarios a los mismos de San Agustín, de Casiodoro, de San Gregorio y de Beato,

figuran en la colección de San Justo de Ardón diversas obras de los Santos Padres de la

Iglesia cristiana occidental y en particular de la española; los comentarios de Apringio

al Apocalipsis de San Juan; las Reglas de San Isidoro, San Fructuoso y San Benito; las

Historias de Orosio, de Eusebio y de Rufino; el Fuero Juzgo y un ejemplar rarísimo del

Código de Alarico o Breviario de Aniano.358

Avaro el abad de la lectura ajena y generoso de la propia, estableció hace tiempo un

sistema de préstamo de libros con varios monasterios distantes y cercanos,359

y gracias a

este medio y al constante trabajo de sus monjes aumenta cada día el caudal de su ya rica

biblioteca. Cuando, enviado por la reina, marchó a Córdoba, copiaban sus religiosos va-

rios códices de diversos cenobios leoneses y del claustro de Abeliare, situado en las ori-

llas del Torío. Un monje reproducía los poemas cristianos de Prudencio y Draconcio;

otro el Liber Homiliarum, donado por el obispo Oveco al monasterio de San Juan de

Vega; un tercero, las Sátiras de Juvenal y ciertos escritos de Catón, y el mismo abad se

deleitaba leyendo y copiando la Eneida de Virgilio,360

que a veces no entendía, pero en

la que hallaba infinitas bellezas, revelación de un arte y de un mundo insospechados. El

abad termina su añoranza de la biblioteca de su claustro, que don Arias escucha desin-

teresado y distraído, hablando a su huésped de un códice de la Explanatio in Apocalip-

358

Esta podía ser la biblioteca de un monasterio leonés. Remito a los lectores al estudio de TAILHAN Les

bibliotéques espagnoles du Haut Moyen Age. Nouveaux Mélanges, IV, y a las páginas que dedica a

este asunto GÓMEZ-MORENO en sus Iglesias mozárabes, 347 a 353. Los únicos volúmenes raros de

esta supuesta biblioteca serían la Lex romana visigothorum, de la que, sin embargo, había ejemplares

en tierras leonesas durante el siglo X, como prueba el palimpsesto de la catedral legionense, y los co-

mentarios de Apringio utilizados, a lo que se cree, por Beato de Liébana y hoy perdidos, pero exis-

tentes, entonces, a lo menos en el monasterio de San Pedro de Montes, en el Bierzo (YEPES, Cronica,

IV, folio 448, 915). Para la obra muchas veces anunciada he estudiado también esta cuestión de las bi-

bliotecas asturleonesas y reunido numerosos materiales que no es éste el lugar de exponer. Acaso en

fecha próxima dé al público las noticias conseguidas sobre libros litúrgicos. Mucho he tardado en

cumplir tal promesa, pero al cabo la he hecho efectiva en mis Notas sobre los libros leídos en el reino

de León hace mil años, Cuadernos de Historia de España, I y II, 1944, 222-238.

359

No es imposible que se llegara al establecimiento de acuerdos de esta índole. Recuérdense las dispo-

siciones de San Genadio sobre la lectura de los libros que dejaba en común a los monasterios de San

Pedro, San Andrés y Santiago (YEPES, Cronica, IV, fol. 447, 915): “Hos omnes libros iubeo ut omni-

bus fratribus in istis locis communes sint neque quisquam eorum pro dominatione sibi vindicet, sed si-

cud dixi per partes, et in comune posidentes videant legem Dei, et ad supra scriptas Ecclesias per-

currant, verbi gratia: ut quantoscumque fuerint, et eis in Sancto Petro, alios tantos in sancto Andrea,

et alios tantos similiter in Sancto Jacobo, et multo eos disponentes, istos quos quie legerint in vno mo-

nasterio comutent eos cum alio ita per singula loca discurrentes, vt totos eos comuniter habeant, et to-

tos per ordinem legant...”.

360

Todos los manuscritos citados en este pasaje se mencionan en el inventario de los bienes y alhajas

donados al monasterio de Abeliare por Cixila en 927 (Igl. moz., 348, del T. Leg., fol. 384 vº) y el Liber

Homiliarum en la dotación de Oveco al claustro de San Juan de Vega en 951 (Esp. Sagr., XXXIV voy,

455, y en el T. Leg., fol. 72).

~ 157 ~

sim de Beato de Liébana, que poco antes de emprender su viaje había conseguido llevar

a su scriptorium para que lo copiaran en él sus mejores escribas. Era un manuscrito va-

liosísimo, reproducido en Valcavado, e iluminado allí, con un vigor y una fuerza de

expresión maravillosa, por Oveco, un monje maestro en la pintura, famoso en todos los

monasterios desde el Bierzo a Castilla.

De la mano le lleva la obra de Beato a otro tema distinto: los vicios de la época. El

abad se lamenta de la extraordinaria sensualidad que invade y corrompe campos, aldeas

y ciudades: “Dios castiga con razón nuestros pecados. Ha suscitado discordias civiles

entre condes y príncipes cristianos y ha permitido que los monarcas leoneses, olvidan-

do las jornadas de San Esteban, Simancas y Lisboa, se arrastren ante el trono de los

califas sarracenos: No hace mucho que el rey don Sancho imploró humillado el auxilio

de infieles para arrojar del reino a su rival Ordoño, y en nuestros días cada año se re-

nueva sin falta una paz bochornosa, que en Córdoba no se interpreta como amistad re-

cíproca, sino que se traduce en obediencia”.

Asiente don Arias a su huésped, y, alegre por las frecuentes libaciones, refiere el caso

de la abadesa Onega y de Odoino, que vagó luxuriose cum ea per diversa loca;361

el del

ermitaño Gundisalvo, que oraba en una peña situada sobre el río Torío y a quien dece-

pit... inimicus diaboli et conmiscuit se cum filia perdicionis, y otros varios parejos de

clérigos y monjes.362

Algo disgustado el abad por la tendenciosa estadística trazada por

don Arias, defiende las virtudes de religiosos y presbíteros y subraya los vicios de los

laicos, haciendo notar pecados terribles cometidos por ellos con nueras, con cuñadas y

con nietas.363

. Están próximos, profetiza el abad de San Justo, los días de ruina y de

361

L. FERREIRO, Historia Santiago, II, 180, Apénd.

362

Por desgracia, dado el sistema de monasterios particulares frecuente en el período que estudiamos,

fueron numerosos los casos de liviandad de tales seudorreligiosos, y su ejemplo en los demás Claus-

tros, fue fatal. Ya ha reconocido estos hechos Ferotin. Los documentos son en este asunto muy

explícitos. Véanse escrituras de 927 (Esp. Sagr., XVIII, 327), 949 (P. M. H., D. et Ch., 33), 952 (T.

Celanova, fol. 29), 980 (T. Leg., fol. 374), 985 (Esp. Sagr., XXXIV, 477), 1009 (T. Celanova, fol. 163

vº) y 1014 (Arch. Ob. León, núm. 62). Han llegado a nosotros estas noticias por la pena pecuniaria que

llevaban consigo tales delitos, pena que suponía la confiscación de algunas tierras por el obispo al

monje delincuente, o la entrega de ciertos bienes por la familia de la mujer culpable a los represen-

tantes del poder. Así leemos en uno de los textos citados: “et pariauit uobis ea [hereditate] propter

culpa que inuenerunt super mea filia nomine Baselesa eo quod penetraui adulterio con Nausti

monagi”; en otro: “pariamus uobis illo, penis nostro facto quod filia mea dedi ad adulterio ad fratrum

Uidramora”, y en un tercero: “Joane Meternizi ad uobis comite Petru Flainizi pro ipsas calumnias de

filia mea Uitalia que compreserunt cum Flaino monaco et miserunt illa in palatio pro tradere, et ro-

cando cum omines pectaui eo Ioane ipsa uilla et ipsa eredita ad integro” (Arch. Ob. León, núm. 62).

363

La oleada de sensualidad que invadía a los laicos en el siglo X llegaba a extremos que maravillan. La

atestiguan muchedumbre de diplomas de 954 (Arch. Cat. Lugo), 958 (C. Sobrado, I, fol. 31), 960 (C.

Sobrado, I, fol. 46 v°), 979 (C. Covarrubias, ed. Serrano, 35), 989 (T. Celanova, fol. 127 v.°), 994

(Anuario Hª dcho. esp., I, 385), 1003 (T. Leg., fol. 194 v°), 1008 (T. Leg., folio 183 v°), 1000 a 1010

(T. Celanova, fol. 73 v°), 1000 a 1010 (T. Celanova, folio 138), 1016 (Esp. Sagr., XXXVI, XXII),

1022 (Anuario Hª dcho. esp., I, 227, nota 74) y 1022 (AnuarioHª dcho. esp., I, 229, nota 78). Casos de

tragedia en otros ambientes allí se llevaban a juicio y se solucionaban mediante el simple pago de una

~ 158 ~

tragedia que anuncia el Apocalipsis de San Juan. El reino favorecido del Altísimo va a

ser aniquilado, cual nueva Babilonia, por haberse entregado, como ella, a la disipación y

a la lujuria.

Es don Arias, como todos los leoneses de su siglo, hombre temeroso de Dios y de pie-

dad ardiente, pero sin darse cuenta siente una casi imperceptible, aunque al cabo efec-

tiva, hostilidad al clero. De la misma manera que tantos otros magnates de su época, ha-

bía topado con la Iglesia en varias ocasiones, tropezando a menudo con su inmenso po-

derío o con sus inmunidades y riquezas. Como gobernador de mandationes o commisos

había tenido muchas veces que humillar su autoridad ante obispos o abades, y como

simple lego había sufrido la repetida competencia de claustros o de iglesias en la adqui-

sición de tierras, de solares y de viñas. Su hostilidad es, de otra parte, tanto más expli-

cable, cuanto que, en sus disputas con el clero, siempre le habían vencido la suprema su-

gestión de la autoridad divina de la Iglesia y sus tesoros terrenales.364

Predominan en él, sin embargo, su fe sencilla y ruda, pero firmísima y su acendrada

devoción, y así ante el disgusto y los terribles augurios de su huésped ataja su discurso

para rogarle que disculpe sus frases. No ha querido menoscabar ni desconocer las vir-

tudes de los representantes del Eterno, que humilde reverencia como hijo obediente y

sumiso. Aún está vivo en León el recuerdo de la santidad de su obispo Froilán; el mis-

mo Arias había conocido a dos prelados de Astorga que el pueblo y los reyes veneraban

por su piedad extraordinaria, y también él había sido testigo en Galicia de la bondad

admirable de Rosendo, por cuyas manos obraba Dios, al decir de las gentes, multitud de

prodigios.365

Ni esos casos de liviandad, ni otros diversos que pudieran citarse merman

su devoción ni su respeto a la Iglesia de Cristo. Y buenas pruebas son de ello las cuan-

tiosas donaciones a diversos monasterios de la ciudad y del alfoz que había dispuesto

para la hora de su muerte. Donaciones frecuentes en su tiempo, hubiera podido añadir

pena pecuniaria. Ziti Pinioliz, después de haberse mezclado en adulterio, como dicen los textos, con

una tal Gota y con su propia nuera, declara: “et pro tales neglegencias que feci...”.

364

Eran frecuentes los casos de litigios entre iglesias y monasterios, y condes, magnates o simples laicos.

Casi todos terminaban con la victoria judicial de los eclesiásticos. La lectura de muchos de estos plei-

tos y cuestiones me permite sospechar y deducir de ciertas frases de los mismos esa supuesta, casi im-

perceptible, hostilidad al clero que luego en siglos posteriores de la Edad Media sale pujante a luz en

obras literarias, en crónicas y en tallas escultóricas. No quiero, sin embargo, dejar de consignar que en

ocasiones era fallado el litigio a favor del laico contendiente. Así ocurrió en la “intentio” habida en

1008 entre el obispo Ximeno de León y el conde Munio Fernández, acerca de la villa Horma de San

Pelayo, que había sido de doña Velasquita, hermana del obispo. Este decía contra el conde: “prendi-

disti ea et misiste in custodie et uedasti ea uictum et oraculum; et saccasti ea ad ipsa mea iermana

inuitissime et fecit tibi carta de illa sine sua uoluntate et tenes ea contra te fortissime”. Se defendió

Munio Fernández y se llegó a la prueba; fue ésta favorable al conde, y el prelado hubo de firmar la ag-

nitio consiguiente (Arch. Cat. León, núm. 174).

365

Don Arias pudo tratar a multitud de personas que hubieran hablado a San Froilán, de cuya vida se

conservaba relato de mucha antigüedad y edificación: la Vita S. Froylani, terminada en 920, repro-

ducida en una Biblia de la catedral de León (BARRAU-DIHIGO, Recherches, R. H., LII, 1921, 32-35); y

él mismo pudo conocer de muchacho a San Genadio y a sus santos sucesores, y ya en su edad madura,

a San Rosendo, que no murió hasta 977 (Igl. moz., 241).

~ 159 ~

don Arias con verdad, pues era fórmula muy usada para alcanzar la gloria eterna sin gra-

ve daño del bienestar terreno.366

Aparece Adosinda en este punto del diálogo, y deseosa de interrumpir la plática, que

había adivinado por las últimas frases y por el gesto de los dos comensales, logra po-

nerla cabo ordenando a sus siervos que escancien al abad y a don Arias sícera o sidra en

moiolos dorados, y ofreciendo a su huésped higos, peras, manzanas y melones, miel y

queso y ciertas confituras regalo de la abadesa de San Miguel Arcángel.

Los incidentes postreros del diálogo aceleran su término. El abad busca un tema ayu-

no de peligros e insiste en el relato de su viaje a Córdoba. A su regreso a León por Za-

mora había tenido ocasión de admirar los baños edificados en ella junto al Duero, y a

falta de otra plática de mayor interés para don Arias, rompe nuestro buen monje el em-

barazoso silencio que había seguido a las palabras de Adosinda, relatando a su huésped

detalles curiosos sobre la fundación, emplazamiento, y magníficas vistas sobre el río de

los balneos, y noticias diversas acerca de su funcionamiento, distribución, alzada y pro-

porciones. Los construyó el rey Alfonso el Magno, hace ya casi un siglo, y los disfruta

el público mediante el pago de un pequeño estipendio. Y es tal, según el enviado de

Ramiro, la afición a bañarse del pueblo de Zamora, que la Iglesia de Oviedo, a quien

Alfonso había donado el fruto de los baños, obtiene de ellos veinte sueldos mensua-

les.367

La plática fenece sin remedio, da gracias al Altísimo el abad de San Justo, vuelven los

siervos a dar agua a las manos, se levantan al cabo los manteles y, tras breve reposo,

don Arias acompaña a su huésped a visitar el molino y la presa cedidas por él hacía unas

horas al claustro de su amigo. Montan en dos caballos el monje y el magnate, el viejo

prócer leonés se afirma en los estribos de la silla jineta cordobesa, y ufanos y orgullo-

sos, don Arias de la montura del califa y su huésped del excelente trato realizado con

ella, salen de la ciudad por la Puerta del Conde y al paso lento de sus bestias se dirigen

despacio hacia el molino.

366

Estas donaciones para la hora de la muerte eran las más empleadas a los fines señalados arriba. El en-

riquecimiento de iglesias y monasterios se verificó principalmente –prescindiendo de las mercedes rea-

les– gracias a esta fórmula, de la que han conservado multitud de casos los diplomas. Y esto no sólo en

el reino asturleonés, sino en Europa toda, como se ha hecho notar ya por Dopsch y por otros investi-

gadores centroeuropeos. Sobre tales concesiones, que podían revestir dos formas diferentes, ha tratado

J. A. RUBIO: “<<Donationes post obitum>> y <<Donationes reservato usufructu>> en la alta Edad

Media en León y Castilla” (Anuario Hªª dcho. esp. IX, 1932, 1-33).

367

En la donación de Alfonso III a la iglesia de Oviedo que, fechada en 908, guardaba inédita el Archivo

Catedral Ovetense hasta que la he publicado en mi Serie de docms. inédits. del reino de Asturias (Cua-

dernos Hª Esp., I y II, 1944, 329-334), se lee: “Idem et pro luminaria domui tui uel pro cerotariorum

neccesaria euangelii stipendia uf nulla domui tue in secutiva secula senciat lumini iactura fructus

balnei quam construximus in ciuitate Zamora, cuius fructus omni luna apenditur argenti solidos XXti.

qui in anno faciunt solidos ducentos quadraginta perobtamus qui huic sancti Saluatoris pretoriensis

nostre adeptus fuerit pastoralis officium sollicitam curam de hoc habere, de ipso balneo per unum-

quoque mense solidos XXti. exigere et mens ex inde ceram que necessaria fuerit pro candelis cereas et

luminaribus”.

~ 160 ~

Copero real y sirviente abanicando a los reyes (Beato de Valcavado – Valladolid)

~ 161 ~

Biblia de San Isidoro de León (siglo X)

Paso del Mar Rojo, con la muerte de los egipcios. Fol. 39 vº.

(Foto Manuel Vilayo).

~ 162 ~

Tocadores de vihuela

De una miniatura del Beato de Fernando I y Sancha (Fol. 127)

Madrid, Biblioteca Nacional

~ 163 ~

Dos obispos dialogando (Códice Emilianense)

~ 164 ~

LEÓN DESPUÉS DEL SIGLO X

Fue profeta el abad de San Justo y Pastor. Sobrevinieron días apocalípticos. La ciudad

que hemos contemplado en minutos de paz, preparando la guerra y en horas de bullicio

cortesano, padeció, a fines de aquel siglo, el asalto, el saqueo y la desolación. León, que

alegre había visto entrar por las puertas de sus muros a Alfonso, después de la victoriosa

jornada del foso de Zamora; a Ordoño II triunfante en San Esteban; a Ramiro vencedor

en Simancas, y a Ordoño III luego de saquear Lisboa, entristeció ante las derrotas de

Sanchos, Ramiros y Bermudos; fue teatro de las sublevaciones de su alfoz contra el rey,

que van siempre los desastres seguidos de revueltas, y al cabo, ella misma llegó a ser

asediada y rendida por la invencible espada de Almanzor. Ella, alejada de la raya fron-

teriza desde hacía más de un siglo; ella, que había visto alzarse en su interior ricas igle-

sias y suntuosas cortes; ella, centro mercantil y político de un reino que había humillado

muchas veces a los califas cordobeses, fue al cabo asaltada y destruida. Fueron abatidas

sus murallas romanas, que habían resistido la pesadumbre de cerca de diez siglos; fue-

ron derruidos sus infinitos templos y arruinadas sus cortes, y hasta fueron cautivadas sus

más ilustres damas y las abadesas de sus claustros.

Después de aquellos días todo eran solares en León; las gentes, arruinadas, se des-

prendían de ellos por cantidades irrisorias; subió, a la inversa, el coste de la vida; alcan-

zaron valores elevados los ganados de distintas especies; los caballos sobrepasaron sus

antiguos y ya altísimos precios, y fue preciso repoblar la ciudad, reconstruir sus muros,

reedificar sus cortes y rehacer sus templos.

León resucitó pujante de aquella amarga crisis. Mientras el califato se hundió con es-

trépito en muchos pedazos diferentes, la monarquía leonesa restañó sus heridas, recu-

peró las tierras dominadas en los días más gloriosos de Ordoño y de Ramiro; se fundió

de nuevo con Castilla; avanzó aún más al sur sus antiguas fronteras; impuso la ley en la

España islamita con Fernando I, y con Alfonso VI realizó el sueño de tres siglos: la con-

quista de la ciudad que había sido capital del reino visigodo. Durante el siglo XI, en me-

dio de tantas y tantas grandezas, que hubieran parecido sueños irrealizables incluso a los

vencedores en San Esteban y en Simancas, León, aunque emulada muy de cerca por

Burgos, siguió siendo la primer ciudad de la gran monarquía. Se engrandeció como nun-

ca hasta allí; presenció cómo dentro de ella se formaba la primera ley territorial de la

España cristiana; logró que al mismo tiempo se fijara por escrito su derecho local; asis-

tió al nacimiento de la ciudad en el sentido jurídico que tuvo ese vocablo en la Edad

Media; vio aparecer nuevas modalidades en el culto, con el de las imágenes, y pudo ad-

mirar el desarrollo de un arte nuevo, importado, no ideado por los peninsulares, pero

que el genio nacional había de desenvolver en forma esplendorosa, adaptándolo a las ca-

racterísticas espirituales de la raza.

Mas con los días de mayor auge pudo advertir también los comienzos de su decaden-

cia; la toma de Toledo hizo palidecer su estrella. Como antes Oviedo, León quedó ahora

demasiado alejada de la frontera para servir de capital al reino. Siguió creciendo y en-

grandeciéndose con monumentos y palacios, vio coronarse emperador a Alfonso VII,

conservó su esplendor de capital de la monarquía leonesa durante más de un siglo, pero

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al cabo llegó a perder su rango de corte y de primera ciudad del nuevo Estado, cuyo

centro político declinaba, además, hacia Castilla. Fue más honda y perdurable esta crisis

que la padecida por la antigua corte de Ordoños Y Ramiros a manos de Almanzor, aun-

que fuera ésta más aguda, dolorosa y cruenta.

Del León cuya vida hemos intentado sorprender en diversos instantes del para ella

glorioso siglo X, apenas si alguna humilde bóveda y varios mármoles pueden contem-

plarse todavía. Más crueles los siglos que Almanzor, han destruido casi por entero las

huellas materiales de la ciudad evocada en estas páginas. Pero ni ellos, ni el famoso cau-

dillo han conseguido borrar el recuerdo de la sociedad leonesa del novecientos. Los mo-

radores de León y su tierra que alcanzaron los días del asalto y de la ruina lograron es-

conder y poner fuera de peligro, con sus reliquias y joyas más preciadas, los títulos de

sus grandes y de sus modestas propiedades, y al defender aquellos humildes y borrosos

pergaminos, salvaron algo más que sus derechos y que sus exenciones: salvaron con

ellos la historia de una ciudad anterior al milenio.

Omega (arcos de herradura).

Colofón de la Biblia de San Isidoro de León (Fol. 514 r.)

~ 166 ~

Escriba y escrinio. Del Códice Albeldense.

~ 167 ~

Guerrero atacando a un dragón. Del Beato de Gerona.

~ 168 ~

Plebeyo. De Morales de San Gregorio (Fol. 499), Biblioteca Nacional (Madrid)

~ 169 ~

Unción del rey. Del Antifonario mozárabe de la Catedral de León

~ 170 ~

Rey en su lecho con dos soldados o monteros. Del Beato de Silos.

Lecho. Del Beato de Gerona.

~ 171 ~

Lámparas. Del Beato de Gerona.

~ 172 ~

Sillón. Del Beato de Fernando I y Sancha.

~ 173 ~

Sillón. Del Beato de Thompson.

~ 174 ~

Vasos, copas y jarros. Del Beato de Fernando I y Sancha.

Espada ancha utilizada por los peones. Del Beato de Thompson.

~ 175 ~