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ACTUALIZACIÓN UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA Revista de la Facultad de Medicina 2000; 48 (2):77-88 El abuso de las drogas, una perspectiva internacional Ponencia presentada para la reunión anual de la Asociación Psiquiátrica Americana -Chicago, mayo 18, 2000 Ismael Roldán MD, Profesor Emérito y Honorario, Universidad Nacional de Colombia. Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanas Alejandro Angel E. 1995. En esta ponencia se describen las áreas so- ciales afectadas por el tráfico en Colombia, se discute el impacto del consumo y los enfoques epidemiológicos para sutratamien- to. Lo más importante para la sociedad co- lombiana es ganar legitimidad plena para el Estado como medio para construir escena- rios sociales basados en la confianza. La confianza en las instituciones de protección ciudadana es la mejor garantía contra las acciones de la criminalidad asociada al tráfi- co de drogas. Desde el punto de vista colombiano, este fenómeno tiene su mayor peso social con- centrado en el circuito de producción pese al crecimiento del consumo interno. Los es- tudios recientes sobre Colombia muestran el impacto social del tráfico en los más va- riados circuitos de la sociedad, en sus insti- tuciones y en las redes sociales. El consu- mo, si bien afecta un sector de la población desde el punto de vista médico y de la sa- lud, es relativamente circunscrito, como veremos. El tráfico en Colombia, sus bases sociales «Era cierto. No había forma de quitárse- las. Terminábamos siempreporconformar- nos, Emilio, Femey y yo. Nos contentába- mos con que regresara (Rosario) (...) -¿Quiénes son ellos, Rosario? Le pregunté una vez. -Vos los conocés. Salen todo el día en los noticieros. -Apenas vieron a Rosario lespasó lo que a todos: la querían para ellos. Y como el que tiene más plata es el que escoge, se queda- ron con ella. -Johnefe y Femey se pudieron colocar en la oficina -me contó. Eso es lo que todo muchacho quiere. Ahí un deja de ser chichipato y se puede volver duro (...) -Traducción, por favor -le dije. -Es la guerra parcero, la guerra. Toca de- fenderse. Estaban pagando un billete gran- de al que se bajara un tambo. A Femey y a Johnefe los contrataron. Femey no tenía buena puntería, pero manejaba bien la moto, pero en cambio Johnefe era un águi- la, donde ponía el ojo ponía el pepazo. Después de que probaron finura los ascen- dieron, les empezó a ir muy bien, cambia- ron de moto, defierros y le echamos un se- gundo piso a la casa. Así sí daban ganas de trabajar, todos queríamos que nos contra- taran.A después también me reclutaron». Así en un lenguaje vívido, Jorge Franco condensa en su novela «Rosario Tijeras» (1999) el impacto que ha dejado en la ciu- dad de Medellín, la segunda de Colombia, la violencia asociada al tráfico de drogas. Muchachos, casi niños, se lanzan al crimen con el señuelo del dinero fácil. Desde hace tres décadas, Colombia ha vis- to crecer inicialmente los cultivos de mari- huana y, posteriormente, la producción de coca y amapola. Con ellos se produjo la in- versión de grandes recursos económicos y la extensión de formas de violencia, corrup- ción y destrucción del medio ambiente. Los dineros del tráfico también han sido un me- dioeconómico decisivoparafinanciarlague- rra de los grupos insurgentes -tanto guerri- lleros como paramilitares contra el Estado. Una pregunta obvia es por qué el tráfico se enraizó en Colombia. En su estudio comparativo entre mafia y narcotráfico, Ciro Krauthauzen (1998) indica que la cocaína, la marihuana, el hashish, el opio y la heroína no eran drogas nuevas en América Algunas se conocían como cultivos, otras como sustancias curativas o como drogas sagradas. La coca, por ejemplo, se ha usado en la región andina desde tiempos prehispánicos para calmar el hambre y recobrar las fuerzas. Ha tenido diversas funciones sociales: se ha empleado como medio de cambio, y aún es parte integral en actividades rituales y laborales y además 77

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ACTUALIZACIÓN UNIVERSIDADNACIONALDE COLOMBIARevista de la Facultad deMedicina 2000; 48 (2):77-88

El abuso de las drogas, una perspectiva internacionalPonencia presentada para la reunión anual de la Asociación Psiquiátrica Americana -Chicago, mayo 18, 2000

Ismael Roldán MD, Profesor Emérito y Honorario, Universidad Nacional de Colombia. Premio Nacional de Ciencias Sociales y HumanasAlejandro Angel E. 1995.

En esta ponencia se describen las áreas so-ciales afectadas por el tráfico en Colombia,se discute el impacto del consumo y losenfoques epidemiológicos para su tratamien-to. Lo más importante para la sociedad co-lombiana es ganar legitimidad plena para elEstado como medio para construir escena-rios sociales basados en la confianza. Laconfianza en las instituciones de protecciónciudadana es la mejor garantía contra lasacciones de la criminalidad asociada al tráfi-co de drogas.

Desde el punto de vista colombiano, estefenómeno tiene su mayor peso social con-centrado en el circuito de producción peseal crecimiento del consumo interno. Los es-tudios recientes sobre Colombia muestranel impacto social del tráfico en los más va-riados circuitos de la sociedad, en sus insti-tuciones y en las redes sociales. El consu-mo, si bien afecta un sector de la poblacióndesde el punto de vista médico y de la sa-lud, es relativamente circunscrito, comoveremos.

El tráfico en Colombia, sus basessociales

«Era cierto. No había forma de quitárse-

las. Terminábamos siempreporconformar-nos, Emilio, Femey y yo. Nos contentába-mos con que regresara (Rosario) (...)-¿Quiénes son ellos, Rosario? Le preguntéuna vez.-Vos los conocés. Salen todo el día en losnoticieros.-Apenas vieron a Rosario lespasó lo que atodos: la querían para ellos. Y como el quetiene más plata es el que escoge, se queda-ron con ella.-Johnefe y Femey se pudieron colocar enla oficina -me contó. Eso es lo que todomuchacho quiere. Ahí un deja de serchichipato y se puede volver duro (...)-Traducción, por favor -le dije.-Es la guerra parcero, la guerra. Toca de-fenderse. Estaban pagando un billete gran-de al que se bajara un tambo. A Femey y aJohnefe los contrataron. Femey no teníabuena puntería, pero manejaba bien lamoto, pero en cambio Johnefe era un águi-la, donde ponía el ojo ponía el pepazo.Después de que probaron finura los ascen-dieron, les empezó a ir muy bien, cambia-ron de moto, defierros y le echamos un se-gundo piso a la casa. Así sí daban ganas detrabajar, todos queríamos que nos contra-taran.A mí después tambiénme reclutaron».

Así en un lenguaje vívido, Jorge Francocondensa en su novela «Rosario Tijeras»

(1999) el impacto que ha dejado en la ciu-dad deMedellín, la segunda de Colombia, laviolencia asociada al tráfico de drogas.Muchachos, casi niños, se lanzan al crimencon el señuelo del dinero fácil.

Desde hace tres décadas, Colombia ha vis-to crecer inicialmente los cultivos de mari-huana y, posteriormente, la producción decoca y amapola. Con ellos se produjo la in-versión de grandes recursos económicos yla extensión de formas de violencia, corrup-ción y destrucción del medio ambiente. Losdineros del tráfico también han sido un me-dio económico decisivo para financiar la gue-rra de los grupos insurgentes -tanto guerri-lleros como paramilitares contra el Estado.Una pregunta obvia es por qué el tráfico seenraizó en Colombia. En su estudiocomparativo entre mafia y narcotráfico, CiroKrauthauzen (1998) indica que la cocaína,la marihuana, el hashish, el opio y la heroínano eran drogas nuevas en América Algunasse conocían como cultivos, otras comosustancias curativas o como drogassagradas. La coca, por ejemplo, se hausado en la región andina desde tiemposprehispánicos para calmar el hambre yrecobrar las fuerzas. Ha tenido diversasfunciones sociales: se ha empleado comomedio de cambio, y aún es parte integral enactividades rituales y laborales y además

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EL ABUSO DE LAS DROGAS

tiene variedad de aplicaciones de tipocurativo.A la planta de coca y a sus hojas se lesatribuye también un significado sagrado.

Pese a su larga historia, la coca adquiere uncontexto social completamente nuevo desdelos inicios de la década de los años ochenta.La planta americana entró a formar parte deuna red internacional que vinculó a lospequeños cultivadores campesinos de losAndes y de las selvas orientales de Colombia,con los distribuidores y los expendedorescallejeros de las grandes ciudades de EstadosUnidos y Europa. Pero antes de entrar enlos eslabones de ese circuito, es precisodetenerse en las bases sociales amplias quepermiten el arraigo del narcotráfico enColombia en contraste con otros países deAmérica Latina.

Una primera condición propicia al tráfico esla ubicación geográfica de Colombia en elnorte de Sur América, con dos costasrelativamente extensas, y cerca de losgrandes cultivos del PeIÚ,Bolivia y del másimportante mercado de consumidores:Estados Unidos de América.

Pero una posición similar la tienen los paí-ses caribeños y centroamericanos, así queotros factores se aunaron a la posición geo-gráfica de Colombia para favorecer el cre-cimiento del narcotráfico. Pienso que entrelos más importantes están la conformaciónestatal y el precario monopolio de la fuerzapor parte del Estado.

Un rasgo de la conformación del Estadocolombiano es su estrecha articulación conel llamado clientelismo o intercambio de fa-vores políticos, que condicionan e interfie-ren el ejercicio de la función pública. Estoha debilitado su acción en áreas tan impor-tantes como la justicia y el sistema de segu-ridad para el ciudadano. Por ejemplo, a raízdel proceso judicial iniciado en 1996 contraalgunos parlamentarios y algunos miembrosde los organismos de control por su co-nexión con los traficantes (conocido comoproceso ocho mil) se puso en evidencia larelación de dependencia de un grupo depolíticos respecto a algunos poderosos

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narcotraficantes. Las redes clientelares ope-raban hasta entonces como su escudo pro-tector. Por el proceso judicial se pudo co-nocer cómo muchos políticos paralizaronel aparato estatal y lo pusieron al servicio delnarcotráfico.

Un factor de debilidad institucional ha sidola corrupción ejercida por los traficantes.Un número importante de jueces, guardia-nes y policias se hicieron complices de lostraficantes, especialmente en las ciudadesde Medellín (noroccidente) y Cali(suroccidente).

En el diario «El Espectador» el día dos deenero del presente año, el Fiscal General dela Nación enumeró lo que consideró las si-tuaciones más apremiantes de la justicia enColombia. Durante una época, se conside-ró que el problema de la Justicia Penal era lainexistencia de una Fiscalía. Según el fiscal«Se creó la Fiscalía y alguna gente diceahora que nofunciona lajusticia penalporculpa de la Fiscalía, ya que tiene demasia-do poder. También he oído decir -continúaelfiscal-, que se necesitaban jueces en unacarrera judicial y se estableció la carrerajudicial. Se dijo luego que faltaban recur-sos, y a partir del Gobierno Barco (1986-1990) se aportaron recursos. En promedio,los sueldos de lajusticia son de los mejoresque hay al interior del Estado. Se decía tam-bién que a lajusticia lefaltaba un <geren-te>,y nos inventamos de mala manera, elConsejo Superior de la Judicatura, funda-mentalmente en el área administrativa, conunos Magistrados para decidir si se com-pra una máquina o si se construye en unsitio, cuando lo que se necesitaba era unGerente que administrara los grandes re-cursos de laAdministración de Justicia» «<ElEspectador», 2 de enero del 2000).

De lo anterior se puede desprender que unpunto álgido es la desconfianza de la socie-dad en sus relaciones con la justicia y engeneral con lo institucional. Esto conduce aque se privilegien las relaciones personales,ya sean las de familia o las clientelistas, quepriman sobre lo público. Este terreno favo-rece al narcotráfico ya que propicia el ejer-cicio ilegal del poder y el surgimiento de ins-

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tancias paralelas al Estado que imponen unorden normativo particular, garantizan la se-guridad personal con sus propias fuerzas yretroalimentan la debilidad institucional. Lostraficantes se mueven bien en la descon-fianza de lo público porque este atributo esla características fundamental de los esce-narios ilegales.

De esta manera, para imponer la ley y elorden sobre el narcotráfico es imprescindi-ble recobrar la legitimidad del Estado y aban-donar las prácticas clientelistas de ejerciopolítico para que así las normas sean respe-tadas. Una sociedad atomizada por la pre-caria institucionalización de los conflictoshace más pobre el control social y abre unabanico para la acción ilegal y desde luegoactiva la desigualdad social.

El circuito del tráfico

La primera pieza del circuito de tráfico dedrogas son los campesinos, colonos de lasáreas de frontera de Colombia y otros paí-ses de América. Expulsados de las regionescentrales por la pobreza y la escasez de tie-rras especialmente desde la segunda mitaddel pasado siglo, se internan cada día másen el bosque tropical húmedo (Krauthauzen,1998;Molano, 1994; Jimeno, 1997). Su sub-sistencia en estas regiones es difícil pues suproducción, arroz, cacao, plátano, está so-metida a precarias vías de comunicaciónque hacen costosa y arriesgada lacomercialización. Carecen de subvenciónpara sus productos y la amenaza de la pér-dida de su parcela, hecha a costa de la talade los bosques, está siempre presente. Trasellos acosan los latifundistas para comprarlas parcelas que dedican a la ganadería Cual-quier observador desprevenido de la eco-nomía de mercado puede comprender queel cultivo de coca representa la gran opor-tunidad de cultivo rentable pese a que estásometido a los cambiantes precios del mer-cado mundial.

Como se puede ver en la Figura 1, son losnarcotraficantes los que conectan ycohesionan el circuito comercial. Son ellosla pieza central de este circuito. ¿Quiénesson ellos, de dónde surgen? Cuando en Co-

ROLDÁN 1.

lombia repasamos las raíces del narcotráficoes preciso recordar que entre los años cua-renta y cincuenta del siglo XX la degrada-ción del conflicto político partidista llevó auna ola de acciones violentas en el corazónproductivo del país. De ese conflicto que-daron como secuelas grupos criminales,como ocurrió en el norte delValle,Santandery Boyacá, grupos que con el tiempo se sir-vieron de su influencia local para incursionaren los mercados ilegales (esmeraldas yluego cocaína).

Otras de las raíces de los traficantes tienenque buscarse en el contrabando, como loplantea el ya citado Ciro Krauthauzen. Diceél que desde los lejanos tiempos de la Colo-nia, los monopolios reales sobre la exporta-ción de oro y plata y la importación de es-clavos eran burlados por el contrabando queen Colombia goza de considerable acepta-ción. En zonas propicias costeras como laGuajira, en el norte de Colombia, todo tipode mercancía cruza la frontera. La indus-trialización de Antioquia que se inició aprin-cipios del siglo XX y hoyes el paradigmade modernización, en parte se facilitó conmaterias primas y maquinaria de contra-bando (Krauthausen, 1998).Esporádicamente ha florecido el contra-bando de café para evadir el monopolioexportador de la Federación de Cafeteros.

Otra señal es la tolerancia frente a los mer-cados urbanos de contrabando de electro-domésticos norteamericanos en los local-mente llamados «Sanandresitos». Justamen-te, estas redes de contrabando fueron utili-zadas para el tráfico de cocaína. El puertode Buenaventura le sirvió a losnarcotraficantesdelValley elGolfo deUrabá

~ 1t1éMW~ del narcotráfico fue lapequeña delincuencia urbana: atracadores,ladrones de carros, asaltantes de bancos,secuestradores, se convirtieron en pione-ros del tráfico. AJgunos de ellos empezaronen pequeña escala hasta llegar a formar lacúpula del negocio en los años ochenta. Enescasos años escalaron de pequeños delin-cuentes hasta llegar a ser dueños de secto-res de la economía colombiana, invirtieronen los mercados inmobiliarios y financie-ros intemacionales e incluso algunos secontaron, en su momento, entre los hom-bres más ricos del mundo. Según la DEAlos narcotraficantes colombianos fueron losresponsables de 80% del tráfico de cocaí-na a Estados Unidos durante los años 80(Gaviria, 1999).

La industria de drogas ilegales en Colombiase ha diversificado con el tiempo y hoyinvolucra también a compradores localesque acopian estos productos en cantidadesque facilitan su posterior procesamiento;

empresarios que elaboran los productos in-termedios para producir cocaína y heroí-na; los llamados carteles que son los gru-pos que coordinan algunas de las activida-des de refinación, el contrabando intema-cional y en ocasiones controlan parte delmercadeo en Estados Unidos y Europa. Enaños recientes las organizaciones guerrille-ras han obrado como dueñas o protectorasde cultivos, de laboratorios o cobran «im-puestos» al valor agregado y a la exporta-ción fuera de las zonas de producción. Pro-fesionales talescomo quúnicos, pilotos, abo-gados, contadores y asesores fmancierosespecializados en colocar los dinerosile gales, se suman a guardaespaldas y otrosempleados de seguridad que incluyen or-ganizaciones paramilitares, y asesinos asueldo, los «sicarios» (Presidencia de laRe-pública, 1999).

La necesidad que tiene el narcotráfícode desarrollar una amplia red de apoyohace que se nutra de varias capas de lapoblación y tenga influencia en muchosaspectos de la vida económica del país.En Colombia, las regiones donde elnarcotráfico ha sido más fuerte comoen el Valle, Antioquia y Risaralda, el trá-fico se convirtió en una vía de movili-dad social. Jóvenes desempleados, conbaja educación y en condiciones de vida

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Fuente: De Rementeria Iban. «La elección de las drogas». Bogotá: Fundación Friedrich Ebert 1995.

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EL ABUSO DE LAS DROGAS

en pobreza, se convirtieron en las bases dereclutamiento del narcotráfico. El ejemploprincipal está en los jóvenes de las comu-nas de Medellín, sobre los que existe unaabundante literatura, como nos narra «Ro-sario Tijeras».

El impacto del tráfico en la sociedad

Como todo negocio ilegal de estasproporcciones, el circuito se respaldó ensu propio aparato de violencia La violenciade los traficantes se orientó al enfrentamien-to con las fuerzas de seguridad y a los con-flictos con opositores políticos y sociales.Es larga la lista de asesinatos, atentados,explosiones, que los ciudadanos colombia-nos hemos visto desde cuando, atónitos,sufrimos el asesinato del Ministro de Justi-cia Rodrigo Lara en 1984. Nadie en esemomento imaginó la escalada futura deactos de violencia contra todos aquellos queestorbaran la expansión de su poderlo. Na-die pudo prever el alcance de la filtracióndel aparato institucional de justicia, de la po-licía, del Congreso de la República, de los

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2010

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partidos políticos, de los órganos de con-trol del Estado, del sector financiero y has-ta actividades sociales inocentes como elfútbol, los reinados de belleza, o los clubessociales. El impacto del narcotráfico es unbuen ejemplo de acción sistémica.

La magnitud del crimen que ocurrió entre1985 y 1999 en Colombia es aterradora. Latasa de homicidios en el país se volvió tresveces mayor que la de países particular-mente violentos como Brasil y Méjico; sie-te veces mayor que en EE.UU. y cincuentaveces más que en cualquier país típico eu-ropeo (Gaviria, 1999, documento de traba-jo; ver también Cubides et al, 1998 y la com-pilación de Arocha, Cubides y Jimeno,1998; Gaitán y Deas, 1995). Medellín, lasegunda ciudad de Colombia, tuvo al prin-cipio de los años noventa, más de 400 ase-sinatos por cien mil habitantes. Esto es mássorprendente cuando se sabe que Colom-bia ha tenido un gobierno democrático yestable por más de cuarenta años y estálibre de cualquier fragmentación religiosa oétnica.

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En la figura 2 sobre las tasas de homicidioen Colombia entre 1962 y 1994 se muestracon claridad su rápido ascenso a partir delos años ochenta. La tendencia de la tasa dehomicidios en Colombia se hizo progresivaentre finales de los años sesenta y a princi-pios de los noventa se triplicó.No sólo fue la actividad criminal directa-mente ligada al tráfico la que se disparó enlos años ochenta. Fueron también el secues-tro, el robo de carros, el asalto a bancos yaún los crímenes menores (ver figura 3).No es descartable la hipótesis que el debili-tamiento general institucional causado porlos traficantes, especialmente de la policíay la justicia, ya de por sí débiles tradicional-mente, los que permitieron este salto de lacriminalidad. La figura 4 muestra el declivede las posibilidades del ser enjuiciado porhomicidio en ellapso de 1980 al 92 (Gaviria-A).

La aceleración del crimen violento en Co-lombia se acompañó de una aguda polariza-ción espacial por cuanto el crimen seincrementó por un factor de 10 en al-

Figura 2. Tasa de homicidios en Colombia: 1962-94 (Homicidios por 100.000 Residentes).

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Figura 3. Crimen organizado en Colombia (1980s).

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Fuente: Gaviria Alejandro, 1999.

ROLDÁN 1.

gunas regiones y se mantuvo igual enotras.

Pese a que los estimativos disponiblesarrojan que los homicidios directa-mente atribuibles a los traficantes al-canzan sólo una proporción apenas del10% del total de homicidios ocurridosen Colombia en los años críticos(1990-95) (ver Gaitán y Deas, 1995),estas cifras ocultan resortes que co-munican las formas criminales y lostraficantes. De acuerdo con el trabajode A. Gaviria sobre el incremento delcrimen en Colombia (Gaviria, 1999,)existe una relación entre la droga y elcrimen en Colombia a pesar de ser pe-queña la tasa de homicidios directospor narcotráfico. Los narcotraficantesjugaron dos roles diferentes en la es-calada violenta en Colombia. Por unaparte, generaron directamente violen-cia a través de sus actividades, y, porotro lado, lo hicieron a través de ac-ciones criminales variadas tales comopropiciar la congestión judicial, entre-nar individuos en tecnologías de gue-rra y con el auspicio de una culturadel dinero fácil y la resolución violen-ta de conflictos.

El impacto económico del tráfico

Desde el punto de vista económico (ver

«Programa Rumbos», Presidencia de laRepública, 1999; Steiner R, 1997) lasconsecuencias del tráfico puedenresumirse en el impacto de la abundan-cia de divisas lo que causa una sobre-valuación de la tasa de cambio y unapérdida de la competitividad internacio-nal de las exportaciones y de la produc-ción nacional. En la Figura. 5 se observala comparación de las exportaciones decocaína de Colombia con Bolivia y Perú.

La gran inestabilidad del narcotráfico ge-nera bonanzas y crisis regionales en laszonas de cultivos ilegales y en las ciu-dades en las que los traficantes se con-centran. Otros impactos tienen que vercon la concentración de la riqueza, conel empleo regional, en especial en laszonas de cultivos ilícitos, con el lavadode divisas y capitales, con la distorsión delos patrones de consumo que facilitan ellavado de activos y con la promoción deexpectativas de enriquecimiento rápido quehan llevado a inversiones especulativas yarriesgadas. (<<Programa Rumbos» Pre-sidencia de la República ).

El tráfico de las drogas ilegales ha teni-do un efecto desigual sobre las regionescolombianas. Las bonanzas de la mari-huana, en los años setenta y de la co-caína en los ochenta afectaron respec-tivamente a Barranquilla (cuarta ciudad

Figura 4. Probabilidad de ser acusado por homicidio (1980s).

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Fuente: Steiner Roberto, 1997.

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En estas ciudades la mano de obra, losservicios, la finca raíz y la industria ma-nufacturera aumentaron en forma ele-vada sus costos, lo cual debilitó sucompetitividad. Un fenómeno semejanteha tenido lugar en las zonas de cultivosde coca, situadas principalmente en laAmazonia (suroriente), donde los cul-tivos de alimentos disminuyeron y seencarecieron notablemente.

La Figura 6 muestra el porcentaje delas exportaciones totales de drogas ile-gales y lo que representa del PIB.

En las Figuras 7, 8 y 9, en las cualesno me detendré, se ven las fluctuacio-nes de los precios por kilo de cocaína,la relación entre producción y decomi-sos y la relación entre producción, de-comisos/ventas entre 1980-1995.

Es de particular relevancia el impacto delas drogas en el departamento del Valle delCauca (suroccidente) y en su capital, Cali,pues causó distorsiones en la dinámica eco-nómica y una profunda erosión en la vidainstitucional. La variación del Producto In-temo Bruto regional real pasó de 11.15% en1994 a 3.44% en 1996, en buena medida

50%

AÑOS

Figura 4. muestra el declive de las posibilidades del ser enjuiciado por homicidio en el lapso de 1980 al 92 (Gaviria)

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EL ABUSO DE LAS DROGAS

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Figura 9. Colombia: Producción y ventas efectivas de cocaína Toneladasmétricas) 1980-1995.

82Fuente: Steiner Roberto, 1997.

ROLDÁN 1.

como efecto del éxito de la lucha oficialcontra las cabezas regionales del tráfico.

Cali sigue siendo la ciudad del país más gol-peada por el desempleo. Los resultados dela Encuesta de Hogares del DepartamentoAdministrativo Nacional de Estadística -DANE- realizada en septiembre de 1998 re-velan que el 20.6% de la población, econó-micamente 'activa, no cuenta con empleo.En 1992, era la tercera ciudad con menordesempleo en el país; en seis años la tasa dedesempleo aumentó más del doble y el nivelactual está muy por encima del promediode las siete ciudades principales. De otrolado, se produjo un debilitamiento en elliderazgo social y político que ha sumergidoal Valle en una crisis fiscal sin precedentes(Rubio, 1996).

Desde los años 80 los dineros del tráfico seemplearon en muchas regiones de Colom-bia para comprar tierras. En la adquisiciónde varios millones de hectáreas, los trafi-cantes vieron no sólo una manera de inver-tir dineros ilícitos, sino una oportunidad deinserción en la sociedad local. Cuando seencontraron en esas áreas con la presenciade los grupos guerrilleros promovieron yfinanciaron la formación de grupos arma-dos para combatirlos. Fue en la confronta-ción rural entre los nuevos hacendados ylos guerrilleros donde se gestaron las fuer-zas irregulares que hoy azotan la vida ruralde la mayor parte de Colombia.Paramilitares, como se les conoce actual-mente, y guerrilleros, ambos, se han nutri-do de los dineros del tráfico y fue éste elque proveyó las condiciones financieras, téc-nicas y de debilitamiento institucional paraque el conflicto colombiano escalara hastael punto actual.

La adquisición de estas tierras se ha dadoprincipalmente mediante la compra de gran-des extensiones sin que los dineros delnarcotráfico hayan penetrado losminifundios o en aquéllas zonas donde pre-valece la agricultura moderna. La comprade pequeñas parcelas, no obstante, ha teni-do lugar en las zonas con alto potencial tu-rístico o cercanas a las ciudades, con el con-secuente incremento de su valor.

El capital ilegal también ha sido invertido enmanufactura y otras actividades económi-cas, pese a que aún se conoce poco al res-pecto. El conocimiento es aún pobre sobrelos usos finales de las utilidades obtenidaspor quienes han traficado con precursoresquímicos; quienes han ayudado a losnarcotraficantes a «lavar» su capital e in-vertirlo; quienes han proporcionado seguri-dad a los carteles, los pilotos y profesiona-les que les han dado su apoyo. Lo mismosucede con los traficantes que han partici-pado en la distribución dentro de EstadosUnidos y Europa y han regresado a Colom-bia. Una parte importante del ingreso gene-rado por los actores menores delnarcotráfico no es fácil de identificar pa-sando por inadvertido.

En los inicios de las drogas ilegales poco sesabía de su efecto sobre el empleo directo yaunque se sabía de su importancia en algu-nas regiones y ciudades, a escala nacionalno parecía significativo. Sin embargo, el cre-cimiento ininterrumpido en los años noven-ta de los plantíos de coca y amapola ha cam-biado el panorama. Esto significa que la tra-ma de implicados y beneficiados con el trá-fico es mas densa y diversificada y comose ha dicho, aprovecha toda la jerarquía so-cial.

Independiente de cuál haya sido la mag-nitud del capital que ha ingresado a Co-lombia por la industria ilegal, no cabe dudaque ha tenido efectos estructurales muyimportantes (Rubio M, 1996; Steiner R,1997). Cualquier organización criminal queexporte 50 ó más toneladas de cocaína oheroína obtiene utilidades comparables a lasde los grandes grupos financieros del país,y aunque los flujos ilegales pueden ser ma-nejados a escala macroeconómica, éstos al-teran las estructuras de propiedad y elpoder del país.Ahora bien, pese a que la industria ilegalha penetrado muchos espacios de la so-ciedad colombiana, no se puede afirmarque haya favorecido el crecimiento eco-nómico del país (Thoumi, 1994; Steiner,1997). De hecho, la tasa de crecimientode la economía colombiana a partir definales de los años 70 ha sido aproxima-

damente 2% más baja que durante lospasados treinta años (Sarmiento, 1991;Rubio, 1996).

La mayoría de los economistas colom-bianos que han estudiado el fenómeno hanconcluido que los efectos negativos de laindustria ilegal han prevalecido sobre lospositivos. Esta ha actuado como un ca-talizador que agravó características ne-gativas del sistema de mercado colom-biano, debilitó la capacidad del Estado parahacer cumplir contratos y resolver con-flictos, disminuyó notablemente la con-fianza para efectuar transacciones eco-nómicas en el país, contribuyó adeslegitimar la propiedad, aumentó la vio-lencia, promovió la avidez de rentas y deenriquecimiento rápido contribuyendo ainversiones especulativas, bancarrotas,desfalcos y otros crímenes de cuelloblanco (Rubio, 1996). Todos estos fac-tores han aumentado los costos de hacernegocios en el país. Por otro lado, el au-mento en los índices de criminalidad hacontribuido a disminuir significativamentela tasa de crecimiento. Es así como Ru-bio (1996) ratifica lo anteriormente ex-puesto sobre la disminución en un 2% dela tasa de crecimiento a causa del crimen,sin incluir los efectos de largo plazo sobre laproductividad y la formación de capital.

Finalmente, la mayoría de los economistascolombianos concuerdan en que la econo-mía del país estaría sólida sin el tráfico delas drogas ilegales. Colombia cuenta con unaeconomía diversificada que antes del desa-rrollo del tráfico exportaba una gran varie-dad de productos y servicios. En este senti-do, si la industria ilegal llegara a desapare-cer, no hay duda de que el país podría re-emplazar las divisas generadas por ella enun tiempo relativamente corto.

Por supuesto que el impacto económico essimultáneamente un impacto sobre comu-nidades y etnias locales y sobre las estruc-turas de propiedad y poder del país en suconjunto. De allí que encontrar solucionesal tráfico ilegal se haya convertido en unelemento central para la sociedad colom-biana.

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EL ABUSO DE LAS DROGAS

hnpacto ecológico

Otros aspecto del impacto social del tráficoson los efectos ambientales ocasionados porel desmonte de los bosques para el estable-cimiento de los cultivos ilícitos y tambiénpor el uso de precursores químicos, el abu-so en la utilización de cemento, de gasolina,de herbicidas, de plaguicidas, de fertilizan-tes y la fumigación aérea con el fin de des-truir los cultivos ilícitos con sustancias quí-micas. Estos efectos que aún no han sidosuficientemente evaluados, generan una pe-ligrosa presión sobre ecosistemas que, aun-que ricos en biodiversidad y servicios am-bientales, son de alta fragilidad.

Como quedó dicho, la producción decoca se concentra en los bosques húme-dos tropicales amazónicos que soportanviejos y persistentes procesos de coloniza-ción campesina e incrementos considera-bles de ocupación por grandes cultivadorescomerciales de la hoja Estos ecosistemasque se caracterizan por la abundante y re-conocido biodiversidad, son de gran fragili-dad frente a actividades e impactosantrópicos «<PlanNacional Contra la Dro-ga», Presidencia de la República, 1999).

La amapola se produce en los denomina-dos bosques de niebla, ubicados en zonasandinas altas, los cuales son verdaderas fá-bricas de agua; históricamente han estadoamenazados por la expansión de la fronteraagrícola debido a que en su mayoría se ubi-can en áreas de difícil control y tienen losmayores riesgos de extinción ante el auge eincremento de los cultivos ilícitos Ylos pro-cesos de colonización subsecuentes(Thoumi, 1994). Por lo general, los cul-tivos en pequeña escala se encuentran ensu mayoría dentro de la frontera agrícolamientras los comerciales, de mayor ta-maño, se localizan sobre áreas periféricaso en zonas aisladas bosque adentro. Ensíntesis, las grandes áreas de reservas fo-restales y parques naturales, amazónicosy andinos, se convierten en zonas poten-ciales de expansión de los cultivos ilícitos.La situación se agrava en forma conti-nua dado que las siembras crecen anual-mente y se realizan con técnicas de culti-

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vo limpio, circunstancia que acelera elproceso contaminador y desestabilizadordel ambiente (<<PlanNacional Contra laDroga» Presidencia de la República,1997). La mayoría de los cultivos ilícitosdetectados en el país se establecen en tie-rras vírgenes y de difícil acceso, en lasque los productores talan y queman bos-ques primarios. Lo anterior expone di-chas tierras a la colonización intensiva lacual genera, a su vez, procesos erosivosque destruyen las condiciones necesariaspara la llamada lluvia horizontal, agotan ycontaminan las fuentes de agua superfi-cial y subterránea y afectan la conserva-ción, mantenimiento y supervivencia dela biodiversidad. Además, el uso deinsumos químicos para el mejoramientode las cosechas ilícitas y el control deplagas de una manera indiscriminada eirracional contribuyen aún más a agravarel problema (Ibid.),

El Ministerio del Medio Ambiente estimaque entre 1984 y 1998 se han utilizadopara la producción de estupefacientesmás de 900.000 toneladas, de precurso-res químicos, productos que por sus ca-racterísticas de movilidad, residualidad yescorrentía ponen en riesgo la estabili-dad de los diferentes ecosistemas (Ibid).Por cada hectárea de amapola, el cultiva-dor destruye en promedio tres hectáreasde bosque; en coca, la relación es de 1 a4, y para la marihuana, de 1 a 1.5. Así, elMinisterio del Medio Ambiente estima queen Colombia, para implantar cultivosilícitos entre 1974 Y 1998, se han des-truido entre 850.000 y 1.000.000 hectá-reas de bosque.

El consumo en Colombia

No se podría finalizar una exposiciónsobre el impacto del tráfico sin mencio-nar, así sea brevemente, su impacto so-bre la población desde el punto de vistadel consumo.

La historia cultural muestra una diversi-dad grande sobre el lugar social de lospsicoactivos y su uso social, así comosobre el papel socioeconómico y político

Rev Fac Med UN Col 2000 Vol. 48 N° 2

que cada sociedad específica le asigna(al respecto ver Escohotado, 1989).

Actualmente, el consumo de droga esasumido como un problema médico por-que su uso puede provocar dependenciay adicción en el consumidor alterando suconducta y tiene gran impacto en su vida,la de su familia y su entorno social. Esconsiderado un problema de salud públi-ca porque afecta la salud de un porcen-taje importante de la población y se lo vecomo un problema de control social so-bre la conducta humana.

El consumo de drogas psicoactivas setransforma en un problema de salud pú-blica cuando un grupo significativo de lapoblación hace uso indebido de ellas, eimplica asumirlo como tal, conociendosus causas, modos de transmisión y pre-vención. Sabemos todos que en nuestroenfoque de salud pública se trata de im-pedir este consumo mediante un sistemade control legal, administrativo y penal.Este sistema prohíbe su libre uso, regla-menta su utilización terapéutica y castigapenalmente cualquier forma de oferta.Por lo general, el consumo de droga y laposesión mínima para uso personal notiene castigo penal, de manera que el pesodel castigo se dirige hacia la provisión ilegal.

Como problema de salud pública, el con-sumo de psi coactivos es asumido pormedio de estudios epidemiológicos del fe-nómeno. En Colombia la mayoría de lasinvestigaciones epidemiológicas sobre elconsumo de sustancias psicoactivas uti-lizan una metodología descriptiva. Ocu-rre entonces un reduccionismo explica-tivo del consumo de drogas psicoactivas.Teniendo como símil el modelo etiológicoy epidemiológico de las enfermedadesinfectocontagiosas, termina por reducir elagente (la conducta humana) a una pestecontagiosa, o a un flagelo contra la humani-dad, causado por un agente maligno internoo externo en la comunidad que debe serextirpado. (Rementería, 1995).

El modelo epidemiológico, sin embargo,es útil para describir el agente patógeno. Este

ROLDÁN 1.

hecho descriptivo nos explica el número ycaracterísticas de las personas que consu-men sustancias psicoactivas y este númerodefine la gravedad del problema social y lascaracterfsticas sociodemográficas de la po-blación que se automedica, siendo este elcontexto epidemiológico del problema.

Pero ¿puede el modelo empleado para com-prender el consumo ignorar que consumirciertas sustancias está firmemente atado aun delito que también se corresponde conel objetivo de atender una necesidad de con-sumo? ¿Qué tánto incide en la conducta delos consumidores la ilicitud que envuelveeste consumo? ¿Qué tan vinculadas están laprohibición y el impacto del consumo? ¿Elconsumo de psicoactivos puede desligarsede la droga como categoría económica,política, social e ideológica, con representa-ciones y valoraciones asociadas a cambiosen la economía, en el control de la socie-dad, en el poder político y ancladas en re-presentaciones en la ideología y la culturacomo se plantea Rementeóa? (Ibid.)

Un ejemplo nos lo suministra el estudio deprevalencia realizado por medio de una en-cuesta personal. Encuesta realizada el 20de octubre del 99 por el «Programa Rum-bos» de la Presidencia de la República, en29 capitales y 21 ciudades no capitales,con 307.7143 jóvenes.

El estudio evidencia que de las sustanciaspsicotrópicas, las ilegales ocupan un lugarintermedio dentro de las preferencias de losconsumidores colombianos tanto en la pre-valencia de vida como en el último mes. Seobserva que es mayor el consumo para loshombres y menor para las mujeres y se en-contró que la mayor probabilidad de consu-mo de las sustancias analizadas se presentapara las personas entre 20 a 24 años, comose ve en las Tablas 1 a 6 (ver al final delescrito).

Las mayores proporciones de consumo desustancias ilegales se observaron en perso-nas sin ningún nivel educativo, a diferenciade las sustancias psicoactivas legales don-de el mayor consumo se encontró en el ni-vel universitario.

Por ocupación principal, el mayor riesgo deconsumo de marihuana, de cocaína y debasuco se encontró en personas que no tra-bajan. En cambio el consumo de sustanciasilegales es ligeramente menor en las perso-nas que estudian.

Cuando este estudio se compara con ante-riores realizados por el Ministerio de SaludPública (Estado Mental de Colombia y elUso de Sustancias Psicoactivas, 1992-1997), se destaca que la inclusión de unmayor número de variables no incrementala explicación del consumo de drogas ilega-les y se limita a describir o registrar unacaracterfstica Por tanto, se puede concluirque no se logra explicar a través del modeloel consumo. Este apunta, sin embargo, aque si una persona es del sexo masculino,tiene entre 20 a 24 años de edad, no estudiay no trabaja, tiene una mayor posibilidad deser consumidor de alguna droga ilegal.

CONCLUSIONES

En los últimos 30 años Colombia ha vistolas consecuencias sociales múltiples del trá-fico ilegal de drogas. Grandes recursos hantenido efectos macroeconómicos, sociales,regionales, estructurales y ecológicos. La.droga ha traído consigo formas de violen-cia y corrupción que han afectado el teji-do social de Colombia y de sus institu-ciones.

Por otra parte el consumo interno, aunqueen niveles bajos, aumenta rápidamente. Deallí que Colombia tenga que llevar a caboacciones que disminuyan el peso social con-centrado especialmente en el circuito de laproducción y aunque esté circunscrito acontrolar el consumo. Lo que se requierecomo prioridad en la circunstancias actua-les es generar las condiciones sociales y eco-nómicas legales para que se pueda realizarun desarrollo alternativo y ofrecer oportu-nidades para los campesinos cultivadores,como para las personas en los sectores po-bres urbanos. Es preciso generar las condi-ciones económicas, sociales y culturales quehagan viable la eliminación de los cultivosen zonas campesinas e indígenas. Se preci-sa la conservación de ecosistemas que son

frágiles como los bosques húmedos dondehay cultivos de coca y los bosques de nie-bla donde se cultiva la amapola. De allí laimportancia de restaurar y detener la des-trucción de áreas frágiles.

Pero como ya se ha enfatizado, lo más im-portante es ganar legitimidad plena para elEstado. Se requieren institucionesoperativas que recuperen la legitimidadsocial de la justicia con el fin de reducirlos niveles de violencia y criminalidad.

El consumo de drogas ilícitas ha venidocreciendo en Colombia, y de allí la im-portancia de controlarlo, ofreciendo a lasconsumidores alternativas de tratamien-to, de reinserción social y de rehabilita-ción. Es necesario iniciar investigacionesque sobrepasen las limitaciones del enfo-que epidemiológico tradicional y apuntena conocer los factores asociados al con-sumo de drogas, como son los perfilesdel consumidor, su contexto cultural y larelación entre ilícitud y consumo. Paralograrlo se hace necesario realizar estu-dios cualitativos, analiticos, de casos ycontroles y de cohorte. Con el objetivode analizar los riesgos en personas afec-tadas por la droga, riesgos en personnasexpuestas a factores culturales, socialesy economicos asociados con el abuso delas drogas. Estudios de evaluación de te-rapias, y de metodos preventivos quesean coherentes con nuestras caracterís-ticas nacionales. De esta manera, se esta-blecerían hipótesis mas sólidas tanto para elprogreso del conocimiento del abuso de lasdrogas, como de la historia del abuso, lomismo en la toma de decisiones para el con-trol del abuso, teniendo en cuenta las di-ferentes situaciones del ethos cultural na-cional.

De esta manera, para imponer la ley y elorden sobre el narcotráfico es imprescindi-ble recobrar la legitimidad del Estado y aban-donar las prácticas clientelistas de ejerciopolítico para que las normas sean respeta-das. Una sociedad atomizada por la preca-ria institucionalización de los conflictos hacemás pobre el control social y abre un abani-co para la acción ilegal y desde luego activala desigualdad social.

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EL ABUSO DE LAS DROGAS Rev Fac Med UN Col 2000 Vol. 48 N° 2

Tabla 1.Porcentaje de consumo de sustancias psicoactivas ilegales según género, 1999.

MASCULINO FEMENINO

En la vida Ultimo mes En la vida Ultimo mes

Marihuana 12.8 5.1 5.8 2.1

Cocaína 5.3 l.8 l.9 0.6

Basuco 3.1 lA 1.1 0.5

Extasis 2.3 0.7 1.3 0.5

Hongos l.9 004 0.7 0.2

Acidos 0.9 0.3 004 0.2

Mandrax 0.4 0.2 0.1 0.1

Anfetaminas 0.9 0.2 0.6 0.2

Heroína l.2 0.5 004 0.2

Fuente: Presidencia de la República, «Programa Rumbos», 1999.

Tabla 2. Porcentaje de consumo de sustancias psicoactivas ilegales según grupos de edad, 1999.

10-14 AÑOS 15·19 AÑOS 20-24 AÑOSEn la vida Ultimo mes En la vida Ultimo mes En la vida Ultimo mes

Marihuana 3.7 1.6 11.4 404 16.6 6.1

Cocaína 1.5 0.6 4.4 lA 6.8 2.1

Basuco 1.3 0.6 2.2 0.9 3.8 1.7

Extasis 0.9 0.3 2.3 0.7 2.4 0.7

Hongos 0.6 0.2 lA 0.3 2.6 004Acidos 0.5 0.2 0.6 0.2 1.1 0.3

Mandrax 0.2 0.1 0.3 0.1 0.6 0.2

Anfetaminas 0.5 0.2 0.8 0.2 1.0 0.2

Heroína 0.6 0.3 0.9 004 l.l 0.4

Fuente: Presidencia de la República, «Programa Rumbos», 1999.

Tabla 3. Porcentaje de consumo de sustancias psicoactivas legales según ocupación, 1999.

ESTUDIA TRABAJA ESTUDIA Y TRABAJA NADA

En la Ultimo En la Ultimo En la Ultimo En la Ultimovida mes vida mes vida mes vida mes

Alcohol 71.5 45.7 80.2 59.1 79.5 56.5 73.3 79.3

Cigarrillo 3404 18.3 45.3 3l.8 4l.0 25.3 44.8 32.3

Inhalantes 1.8 0.5 2.5 0.7 2.3 0.7 8.5 4.2

Tranquilizantes 2.1 0.6 2.9 0.8 3.2 l.0 5.5 204

Fuente: Presidencia de la República, «Programa Rumbos», 1999.

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ROLDÁN 1.

Tabla 4. Porcentaje de consumo de sustancias psicoactivas ilegales según nivel educativo, 1999.

PRIMARIA SECUNDARIA UNIVERSITARIA NINGUNA

En la Ultimo En la Ultimo En la Ultimo En la Ultimovida mes vida mes vida mes vida mes

Marihuana 8.4 4.9 8.1 3.1 14.3 4.3 30.5 21.6

Cocaína 2.4 l.l 3.3 l.l 5.7 1.5 11.4 6.6

Basuco 3.6 2.0 1.8 0.8 1.9 0.6 18.2 12.3

Extasis 0.5 0.2 1.7 0.6 2.6 0.8 5.3 2.7

Hongos 1.0 0.3 1.0 0.3 2.4 0.4 5.4 20.6

Acidos 0.7 0.4 0.5 0.2 J.l 0.3 3.3 2.2

Mandrax 0.4 0.1 0.2 0.1 0.4 0.1 2.2 1.2

Anfetaminas 0.5 0.2 0.6 0.2 1.2 0.2 2.0 1.0

Heroína 0.6 0.3 0.8 0.3 0.8 0.3 5.6 3.3

Fuente: Presidencia de la República, «Programa Rumbos», 1999.

Tabla 5. Porcentaje de consumo de sustancias psicoactivas legales según nivel educativo, 1999.

PRIMARIA SECUNDARIA UNIVERSITARIA NINGUNA

En la Ultimo En la Ultimo En la Ultimo En la Ultimovida mes vida mes vida 'mes vida mes

Alcohol 51.2 28.1 72.5 46.4 87.8 65.5 68.149.8

Cigarrillo 2l.l 12.3 35.8 19.2 44.7 27.9 44.3 34.0

Inhalantes 2.9 1.2 2.0 0.5 1.3 0.2 10.2 5.8

Tranquilizantes 1.6 0.7 2.1 0.7 4.1 0.9 5.4 2.6

Fuente: Presidencia de la República, «Programa Rumbos», 1999.

Tabla 6. Porcentaje de consumo de sustancias.

10-14 AÑOS 15-19 AÑOS 20-24 AÑOSEn la vida Ultimo mes _ En la vida Ultimo mes

Alcohol 56.9 29.9 82.3 57.5

Cigarrillo 24.6 10.9 43.0 25.2

Inhalantes 1.9 0.7 2.2 0.6

En la vida Ultimo mes85.0 62.4

42.8 27.5

1.8 0.4

Fuente: Presidencia de la República, «Programa Rumbos», 1999.

Encuesta realizada el 20 de octubre de 1999 por el «Programa Rumbos»

de la Presidencia de la República, en 29 capitales y 21 ciudades no capitales,

con 307.713 jóvenes.

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