el territorio boyacense toda una maravilla

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El territorio boyancense toda una maravilla Las siete maravillas: naturaleza e inversión para el bienestar de los boyacenses Cada porción del territorio del Departamento resulta maravillosa, por sus enormes potenciales de recursos bióticos, minerales, hidrológicos, por el clima, por las gentes que lo habitan, por el privilegio de tener frontera internacional, tocar los llanos orientales y alcanzar la rivera del Río Grande de la Magdalena; por estar cerca y formar parte del territorio del Distrito Capital, por tener las tierras más fértiles del altiplano cundiboyacense, por ser la ruta obligada entre Caracas y Bogotá; por sus climas, que van desde la ardiente llanura a las nieves perpetuas de Chiscas, Güicán y Cocuy. Las siete maravillas son una realidad para entenderla, potenciarla y aprovecharla en cada metro cuadrado del territorio, para propiciar oportunidades a sus habitantes en los 123 municipios, de generar riquezas materiales y del espíritu. En este horizonte, el gobierno de Juan Carlos Granados Becerra, junto con la totalidad de la representación política del Departamento, han garantizado una de las mayores inversiones para acondicionar la infraestructura de las siete maravillas a la potencialidad que tienen, para hacer de Boyacá, otra vez, el gran polo de desarrollo que todos aspiran. Los más de $700 mil millones garantizados en el Contrato Plan suscrito con el gobierno del presidente Santos, serán una inversión que favorecerá la totalidad del Departamento y propiciará nuevas oportunidades colectivas e individuales.

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EL DIARIO Separata de Boyacá

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Page 1: El territorio boyacense toda una maravilla

El territorio boyancensetoda unamaravilla

Las siete maravillas: naturaleza e inversión para el bienestar de los boyacenses

Cada porción del territorio del Departamento resulta maravillosa, por sus enormes potenciales de recursos bióticos, minerales, hidrológicos, por el clima, por las gentes que lo habitan, por el privilegio de tener frontera internacional, tocar los llanos orientales y alcanzar la rivera del Río Grande de la Magdalena; por estar cerca y formar parte del territorio del Distrito Capital, por tener las tierras más fértiles del altiplano cundiboyacense, por ser la ruta obligada entre Caracas y Bogotá; por sus climas, que van desde la ardiente llanura a las nieves perpetuas de Chiscas, Güicán y Cocuy. Las siete maravillas son una realidad para entenderla, potenciarla y aprovecharla en cada metro cuadrado del territorio, para propiciar oportunidades a sus habitantes en los 123 municipios, de generar riquezas materiales y del espíritu.

En este horizonte, el gobierno de Juan Carlos Granados Becerra, junto con la totalidad de la representación política del Departamento, han garantizado una de las mayores inversiones para acondicionar la infraestructura de las siete maravillas a la potencialidad que tienen, para hacer de Boyacá, otra vez, el gran polo de desarrollo que todos aspiran.

Los más de $700 mil millones garantizados en el Contrato Plan suscrito con el gobierno del presidente Santos, serán una inversión que favorecerá la totalidad del Departamento y propiciará nuevas oportunidades colectivas e individuales.

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TunjaCiudad de la historia, el conocimiento y el

crecimiento de Colombia

Capital de Boyacá, es el cruce de caminos para todos los puntos del territorio; desde Tunja se toman todas las rutas y a Tunja llegan los ecos de todas las actividades, de la economía y la política, del arte y la religión. Tunja, la gran ciudad con la tierra propicia para hacer perpetua casa. Tunja, desde el universo de la educación, es la primera maravilla.

Los tesoros de Tunja sustentan la historia desde los mundos de realidades e imaginarios de los pueblos aborígenes, desde el encuentro de los silencios elocuentes con Castilla, Andalucía y Aragón; en las historias contadas en los infinitos versos de Juan de Castellanos; en las historias de amor y delirio de las Hinojosa; en la última batalla contra el imperio y el comienzo de la República, que

ahora cumplirá los 200 años.

Tunja, enseñando el camino de la civilidad y la democracia desde la constitución de 1811 y ahora, emprendiendo un nuevo camino como la ciudad del conocimiento en el centro de Colombia. Tunja, el epicentro de la historia desde el altar de la patria de todos los colombianos.

Como capital y, por tanto, cabeza de un nuevo enfoque sobre la ocupación y el aprovechamiento del territorio, en el gran corredor que es común hasta el Lago de Tota y que abre la

puerta a otras maravillas, aguas abajo, por la hoya del Chicamocha y se extiende a oriente y occidente sobre el eje de la Trasversal de Boyacá.

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Acogedora y cosmopolita desde siempre

Desde los tiempos de los orígenes, el pueblo de los muiscas supo que en lo alto de sus cerros, que presencian todos los días la salida del dios sol, surgió la creación de la humanidad. Más tarde, Andrés Venero de Leyva la eligió para el descanso de quienes buscan reparar el cuerpo y alimentar el alma, entre la imponencia de los cerros y el embrujo de los colores misteriosos del desierto, bajo el espléndido cielo de las noches limpias cruzadas por la alucinante belleza de la vía láctea y el fondo de otras galaxias que parecen tan cercanas que nos hacen sentir amigos de otros mundos.

Fascinante es Villa de Leyva, extendida hacia el valle de Saquenzipa, coronado en Santo Ecce Homo; y las tierras de Sáchica hasta más arriba con el embrujo de las arcillas convertidas en los múltiples objetos de los tiestos hechos “del barro de mi tierra raquireña” y el retiro ascético que inspira la Candelaria, al pie de los páramos de Rabanal y Santuario, hasta volver por Tinjacá, el retazo de clima que es el mejor de Colombia, para terminar con la boca hecha agua con el sabor inigualable de la longaniza de Sutamarchán.

Y desde la Villa de Leyva, no se podía dejar una conexión que siempre ha existido, con el camino que se desprende desde Santa Sofía, a la dulce tierra del bocadillo y la panela para llegar a la cálida y exuberante Moniquirá, río abajo, antes de llegar al Suárez y seguir a Bucaramanga o enfilar al Magdalena por el camino de Vélez, desandando los pasos de Quesada.

Los dos Ricaurte, ahora fundidos en una sola maravilla para mejores oportunidades, nuevos negocios y más integración social.

Villa de Leyva

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El camino del aguaentre tota y Pisba

Arriba de Sogamoso están los espacios del páramo que forman los extraordinarios dominios del frailejón, de las alfombras del musgo y de cristalinas escorrentías que brotan de los peñascos para confundirse en el indescifrable azul del lago de Tota, o que se deslizan por entre las piedras gigantes que se precipitan a la infinita llanura; las aguas que forman las quebradas y los ríos para alimentar al Chicamocha, pasando antes por las magníficas praderas desde Pesca hasta Sogamoso o que se precipitan hacia Lengupá por el cauce del Upía.

Los dos sistemas viales que integran este corredor de agua, vegetación, industria, minería, agricultura y laboriosidad de sus gentes, consolidarán dos circuitos de oportunidades que completarán, en muy poco tiempo, la infraestructura necesaria para alcanzar prosperidad en lo económico, equidad en lo social, sostenibilidad en lo ambiental y un nuevo sentimiento de orgullo y apego por su pródigo territorio.

De los páramos de Pesca, de Las Alfombras, de Siscunsí, de Mongua, hasta el de Pisba se asegura el agua que nutre el valle por el occidente y se precipita al piedemonte por el oriente; y se podrá disfrutar de dos recorridos sin igual: desde Sogamoso, hacia Aquitania, bordeando el lago, para bajar luego por las suaves pendientes de Tota y Cuítiva, antes de llegar al pie de la planicie del Valle y encontrarse con la joya inestimable de las casonas, el parque y los postres de Iza, para luego ir a Pesca, la tierra de los fosfatos, las minas de asfalto, el esquile de las ovejas, con laboriosas hilanderas, para regresar por Firavitoba antes de volver a Sogamoso.

Un recorrido que tiene todo para sus habitantes, la excelente vía que quedará terminada muy pronto, energía, gas natural, conectividad, distrito de riego, suelos fértiles y mucho más.

Y el segundo recorrido será volviendo a salir de Sogamoso, bordeando el Chicamocha; de Vado Castro hacia abajo, se conectará el gran corredor del carbón, no sin contemplar la monacal Monguí y asombrarse con las formas elaboradas del carbón que habilidosas manos juveniles tallan en la fría Tópaga.

Siguiendo el río se llega a Corrales, el pesebre que dura todos los días del año; o se puede ir a Gámeza o Mongua; y, en todo caso, alcanzar hasta Tasco, entrada magnifica al Páramo de Pisba. Con esta vía terminada solo faltará un pequeño esfuerzo para completar el recorrido hasta Paz de Río y conectar por excelente carretera la provincia de la Valderrama, completando la ruta del carbón.

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El camino del aguaentre tota y Pisba

Naturaleza, esmeralda y esperanzaPartiendo (que puede ser también llegando) del santuario de la Virgen, patrona y Reina de Colombia, se

va más al occidente por los viejos caminos del territorio Vásquez, descendiendo a los dominios de Fura y Tena propiciadores del embrujo (a veces trágico) de sus lágrimas en “las gotas de aceite” que son la más bellas del mundo.

Es el Occidente de la hoya del río teñido de la tierra negra del Minero; es la tierra del pueblo del lenguaje de las ranas, donde el macho entona “bor” y la hembra responde “bur”; la tierra de los caminos que se abrieron “espantando el vuelo violeta de las mariposas de muzo”; de las laderas de la Locha, la quebrada que no admite puentes que la pasen; es el espacio de las heliconias y de la flor del paraíso que, como la flor de Coleridge, puede estar al despertar, debajo de la almohada.

Es el Occidente indómito de la mula y el arriero que descuajaron y llevaron las maderas que ornaron arqui-tecturas y amoblaron estancias de señores y comuneros; la tierra de los sonidos “tortur” y “borbur” cerca de la única vereda de otro mundo; son los repliegues de las laderas de los centenarios aguacates, de las naranjas de Muzo, de los cacaotales preñados, de los cafetales verdirrojos y las serpientes escurridizas.

Es la maravilla del occidente esperanzado y soñador al encuentro de la vida, que ha dejado atrás la noche de la zozobra.

Un recorrido enigmático y delirante desde Boquemonte hasta la Serranía de las Quinchas antes de tocar el valle del gran río de la Magdalena; dos caminos: uno, por la ruta de Pauna, Borbur y Otanche y, el otro, desde Buenavista hasta La Victoria, yendo por Coper o por Maripí hasta Muzo y Quípama.

Entre la terminación de la Transversal de Boyacá, garantizada por el gobierno nacional y las inversiones del corredor a Muzo, el futuro es para quedarse en esta maravillosa tierra.

Occidente

verde

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Quizá seamos los últimos en conocer el hielo tan cerca; en alcanzar la nieve en las laderas múltiples que preside imponente el púlpito del Diablo. La experiencia, mientras se pueda, debe ser aprovechada por los de aquí y los que vengan.

Caminar por los ascensos infinitos hasta los picos inalcanzables, es la promesa de tocar el cielo desde este mundo en una mañana cualquiera de diciembre o enero cuando todo queda a los pies de las majestuosas alturas.

Pero antes de comenzar el sendero de las cumbres están las historias, los caminos, las calles y las iglesias de sus pueblos; están la vida y las obras de los habitantes del Norte de Boyacá. Desde el peñón de los muertos con las historias de los nativos que prefirieron el suicidio antes que la obediencia a los extraños; con los chulavitas y los ejércitos conservadores o con los liberales de Chiscas.

Por las calles de sus pueblos y los caminos de las veredas, en un contraste permanente de paisajes y temperaturas, desde el Chicamocha hasta el pie de la Sierra, se ha forjado una cultura especial, proporcional al encanto de la naturaleza, pero a veces desesperanzada, que ha tenido que emigrar por décadas.

Sin embargo, ha llegado la hora de quedarse, de volver a florecer; recobrar la esperanza y la confianza, en una empresa que va creciendo, hombro a hombro, entre el gobierno y la iniciativa de las gentes, pacientes y trabajadoras, en los campos del tabaco a la orilla del río, con los criaderos de cabras entre los peñascos de sus laderas, en los espacios de las artesanía únicas de Gacamayas, entre las minas y las parcelas de Boavita, la Uvita y San Mateo; en la tradición centenaria de las actividades de cultivos y crianza de ganado en El Espino, El Cocuy, Güicán y Chiscas.

El cumplimiento del Contrato Plan será un gran paso para alcanzar estos objetivos con el surgimiento de nuevas empresas y oportunidades.

Su majestad

La Sierra

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El placer de los sentidos, el disfrute de los buenos negocios

Entre los ecos de las músicas que desfilan cada año, traídas de los cuatro puntos cardinales; en medio del verdor diverso de nativas, eucaliptus, pinos, sauces y cultivos; al pie del lago artificial cruzado por la quebrada del Salitre, en medio de hoteles y casaquintas y flotando en las aguas salitrosas de las piscinas humeantes, cual escapes insondables de la entraña de la tierra, Paipa crece, se reinventa para el turismo y propicia el bienestar de quienes allí habitan.

En Paipa, la naturaleza y la mano del hombre han creado el binomio propicio para cautivar cada uno de los sentidos, para propiciar el encuentro, los negocios, la salud, el placer de la vida.

En Paipa, también, parte de la energía que mueve a Colombia; el carbón, extraído de su propio suelo, genera la potencia del complejo termoeléctrico, piedra angular del sistema interconectado del País y sustento de la minería tradicional que genera empleo y recursos importantes para sus empresarios.

Paipa es, con orgullo, la marca región de los quesos hechos con la leche de los hatos que pastan en sus abundantes praderas.

También contiene parte del testimonio de la historia de la República con el campo del Pantano de Vargas exaltado en la expresión de los intrépidos lanceros del maestro Arenas Betancur.

Paipa, la maravilla destino del turismo nacional e internacional, es el motor del desarrollo de esta industria que abarca toda la provincia del Tundama, cuyo impulso será defintivo con las inversiones del Contrato Plan, ya destinadas.

Paipa

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El Piedemonte

Entre los andes y la llanura

Desde los Cravos hasta el Upía, por los despeñaderos vertiginosos que van cambiando el clima, la vegetación y sus gentes a cada pocos metros, surge a la vista, la mejor de las visiones para sobrecoger el espíritu ante los raudales de luz y color, cuyos tonos anuncian cercanías o median en la lejanía infinita, donde el cielo y la tierra se juntan en el horizonte indefinido de la llanura; y, de otra forma, vistos los picos del páramo, perderse en las nubes grises cercanas al cielo.

No hay que decirlo, hay que sentirlo, verlo, olfatearlo, escucharlo; los territorios del piedemonte cautivan la imaginación expanden el espíritu y asombran en la exuberancia de la vida.

Lengupá, cruzada por sus dos emblemáticos ríos, se integra con los territorios de Márquez Oriente y Neira para formar el mejor circuito de naturaleza y belleza, de tradiciones y de pueblos.

En el cruce de caminos desde Puente Camacho, en Ramiriquí, se puede tomar la decisión de hacer el recorrido yendo primero a Garagoa o bajando a Miraflores; y desde cualquiera de estos lugares ir más abajo hasta encontrar el borde de la llanura en los límites de cuatro departamentos: Boyacá, Casanare, Cundinamarca y Meta.

El Valle de Tenza y la provincia de Lengupá, confluyen en la unión de sus ríos, cuando todos se unen en el Upía para buscar el comienzo de la llanura, hasta encontrar el Río Meta.

Este inmenso territorio, sin duda será la gran región económica del siglo XXI, conectada a la región del altiplano por las grandes vías que van desde Boyacá, entre la alterna al Llano, la transversal de Boyacá y la carretera del Cusiana.