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El término 'política' se suele aplicar a una actividad por la que mucha gente siente en nuestros días una mezcla de escepticismo y desconfianza, ya sea porque la consideren como algo ajeno a los problemas cotidianos o, en muchos casos, como una manera de engañar. Es evidente que este sentimiento desvirtúa la verdadera naturaleza de la palabra, que más bien debe servirnos para indicar formas de dirimir y solucionar los conflictos que existen en toda actividad humana que entrañe cooperación para la producción y distribución de bienes y recursos. Pero, desde este punto de vista, ¿qué no es político o no está sujeto a la política? Nuestro siglo ha visto nacer, además, innumerables teorías acerca del poder y de las maneras en que éste afecta nuestra vida, y en esa misma medida se habla ya de políticas del amor, del ocio, de la experiencia y de mil asuntos más. Pero lo 'político' continúa refiriéndose tanto a las situaciones en que están en juego los distintos intereses de grupos humanos concretos en torno al futuro de una sociedad como a la toma de decisiones al respecto, y en este sentido la definición de lo propiamente político todavía está sujeta a discusión.

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El término 'política' se suele aplicar a una actividad por la que mucha gente siente en nuestros días una mezcla de escepticismo y desconfianza, ya sea porque la consideren como algo ajeno a los problemas cotidianos o, en muchos casos, como una manera de engañar. Es evidente que este sentimiento desvirtúa la verdadera naturaleza de la palabra, que más bien debe servirnos para indicar formas de dirimir y solucionar los conflictos que existen en toda actividad humana que entrañe cooperación para la producción y distribución de bienes y recursos. Pero, desde este punto de vista, ¿qué no es político o no está sujeto a la política?Nuestro siglo ha visto nacer, además, innumerables teorías acerca del poder y de las maneras en que éste afecta nuestra vida, y en esa misma medida se habla ya de políticas del amor, del ocio, de la experiencia y de mil asuntos más. Pero lo 'político' continúa refiriéndose tanto a las situaciones en que están en juego los distintos intereses de grupos humanos concretos en torno al futuro de una sociedad como a la toma de decisiones al respecto, y en este sentido la definición de lo propiamente político todavía está sujeta a discusión.

Entrevista a Raúl Cerdeiras filósofo y docente de la UBA

El fin de la era del hombre víctima                 Regresar a Prensa Alternativa Diario Mar de Ajó (el diarito) Prensa Popular

- ¿A qué se refiere con el concepto de "fin del hombre víctima"?- Quiero decir que hay que tratar de salir de la posición en la que la humanidad se piensa a

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sí misma, bajo la forma de un hombre que padece una situación insoportable y que está más allá de su capacidad poder modificarla. Pareciera que la única alternativa que nos queda es siempre elegir entre lo malo y lo menos malo, que la situación es irreversible. Esa posición de hombre víctima propone, casi como naturalmente, la posición del resentido. Es decir, me refiero a aquél que cree que las cosas que le suceden son obra de un poder extraño y que no tiene ninguna responsabilidad sobre la situación que padece. Esa posición de resentimiento provoca un estado constante de culpar al resto por lo que a uno le pasa. De ahí que la situación queda siempre congelada, porque en vez de producir algo nuevo y pensar que lo que pasa involucra su propia actividad, más bien trata de desresponsabilizarse de la situación.

- ¿Esta idea tendría, entonces, que ver con el comienzo de un hombre generador y productivo?- Por lo menos tiene que ver con cambiar la subjetividad de este hombre nuevo, para que la humanidad no se sienta como padeciendo algo, sino que pueda recuperar la capacidad de inventar y de decir que otras cosas son también posibles. O sea, involucrarse con la situación en la que uno habita. Vivimos bajo un sistema injusto, excluyente, pero ¿por qué delego en otro mi capacidad de hacer algo para que se solucionen mis problemas? Eso arma un mecanismo de repoducción de aquello mismo que se quiere rechazar o cambiar. En vez de haber una situación nueva, inventiva, que produce algo distinto, lo único que hay es algo que se organiza a partir de "estar en contra de". Eso no organiza nada nuevo.

Hacer posible lo imposible

- ¿Qué es la invención de la política?- Diametralmente diferente a elegir entre posibles, es justamente inventar aquello que desde el mundo de lo posible se decreta como imposible. Es decir, hacer posible lo imposible. Esto significa exigirle a una situación dada, mucho más de lo que esa situación aparentemente está en condiciones de dar. La posición victimaria es absolutamente opuesta a la de querer entender la política como la intención de la conciencia colectiva de la humanidad. Hoy no tenemos ese horizonte político, como el que originó la "República de Platón", el "Contrato social" con Rousseau o la idea de comunismo con Marx. Hoy lo único que tenemos son planes de gobierno y de gestión, que son la muerte misma de la política. Entonces, la vida colectiva de los hombres no encuentra en ninguna parte ese lugar que se llama política para poder discutir colectivamente el destino como comunidad. ¿Qué es lo que queremos hacer con nuestra vida colectiva? Eso no se discute, sólo se consideran planes de gobierno que implican satisfacer o componer distintos intereses en pugna. Cada cual puja porque finalmente su interés sea satisfecho y así se llega a transar. Esa es la lógica de los gobiernos. Finalmente construyen una estructura y un mecanismo que impide todo cambio.

Para pensar la política

- ¿Cuáles son los principales enfoques de la revista "Acontecimientos"?- La revista nace en el año 1991 y ya lleva publicados 24 números, a un ritmo de dos por año. El eje fundamental es llevar la siguiente pregunta al corazón de la militancia: ¿qué es la política? Obviamente, frente al significado que tuvo el derrumbe de los países socialistas - es decir, la esterilización de esa experiencia que ya no tiene más capacidad de producir cosas como en otro momento - entonces la pregunta es: ¿qué pasa con la política? Si esa pregunta no se hace, entonces la política desaparece. Para un militante político, hoy la tarea más importante es reflexionar acerca de lo que está haciendo ¿Por qué llama política a eso que está haciendo? Cuando uno se empieza a hacer esa pregunta, se da cuenta que los cuadros que ya están armados, es decir los esquemas que uno tiene, empiezan a titubear. Porque parece que es natural que hagamos la política como la hacemos. Siempre pensamos que los partidos representan al pueblo, que el Estado es el punto fundamental a

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conquistar, porque ahí está el poder, y que una vez que se toma ese poder se puede cambiar la sociedad parcial o totalmente. Ese tema para mí ya está colapsado. Mientras se siga pensando en el interior de ese circuito y no se plantee una invención de la política al margen de ese esquema, vamos a estar reproduciendo siempre el mismo sistema.

- ¿Cómo se introducen las nuevas concepciones de la política en el ámbito académico?- En general, hay experiencias que ya empiezan a proponer políticas al margen de los partidos. Yo creo que en muchos lugares universitarios, por lo menos a nivel estudiantil, empieza a haber agrupaciones que plantean una cuestión no partidista para tratar de involucrar al estudiante en un tipo de reflexión distinta: que no sea ni la pura gestión de un apunte, ni tampoco la reproducción de una militancia partidaria en el seno de la universidad. En los circuitos académicos este planteamiento no tiene consenso. Los ámbitos académicos está saturados por el saber sociológico y el saber del "politicólogo". En cambio, esta propuesta refiere a una invención que tiene como función, justamente, subvertir el saber establecido.

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Conferencias de Alain Badiou24 y 25 de abril del 2000

1 . Conferencia del día 24 de abril del 2000http://www.grupoacontecimiento.com.ar/documentos/documentos.htm

Finalmente, entonces, la pregunta que nos hacemos es la siguiente: ¿qué es la política?

El siglo XX fue un gran siglo para la política. El escritor francés André Malraux decía que en nuestro siglo la política fue lo que reemplazó al destino. Entonces el destino del siglo es la política, y la tragedia del siglo es la política. Pero se acabó el siglo. Y ahora ya no sabemos lo que es la política. Somos ignorantes y estamos ciegos. Y como somos ignorantes y ciegos, nos vemos librados a las fuerzas materiales más poderosas, entonces hoy somos todos esclavos, esclavos del mercado y de la Bolsa. Porque el poder actualmente es el poder de las Finanzas y el poder del mercado., Y como no sabemos lo que es la política, somos esclavos del poder. Inclusive los propios gobiernos son esclavos de la Bolsa y del mercado. Entonces, cuando votamos sabemos que estamos reemplazando a un esclavo del capital por otro esclavo del capital.

Hace ya 150 años, en 1848, Marx decía lo siguiente: ?Los gobiernos son los apoderados del capital?, y eso sigue siendo aún mas cierto

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actualmente. A veces se dice que Marx se equivocó, pero en esto les aseguro que no. Aquí, en Argentina, creo, hubo gente que propuso que estuviésemos a 501 km. del lugar de voto. Era una idea buena, muy buena, simbólica, pero aún si todos nos quedamos a 501 km. del lugar de voto, seguiremos reemplazando a un esclavo de capital por otro esclavo de capital. Porque el voto en sí mismo no es una verdadera opción, no es una verdadera decisión. Entonces, ¿qué es una verdadera opción, y qué es una verdadera decisión? Es un acto libre en su forma y en su contenido. Libre en su forma, en primer lugar, porque son ustedes los que deciden cuándo y dónde van a pensar y van a actuar. Ustedes deciden, por ejemplo, que van a hacer una manifestación en tal lugar y a tal hora, tal día. Como lo hacían, por ejemplo, las Madres de Plaza de Mayo. El voto, en su forma, no es libre. Incluso tengo entendido que aquí es obligatorio. De todas maneras, es el Estado el que dice que se debe votar tal día y en tal lugar. Y el voto tampoco es libre en cuanto a su contenido. Todos sabemos que las cosas van a seguir siendo lo que son. Entonces, el voto es lo mismo, con otras personas. No hay un solo ejemplo en todo el mundo de verdadero cambio político producido por el voto. Y siempre se reemplaza a un esclavo del capital con otro esclavo del capital. Hoy, el esclavo de la izquierda está algo triste y el de derecha está contento. Esa es la gran

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diferencia.

El voto, entonces, no es un acto político. Es un acto importante, pero es un acto estatal. Y entonces hay que diferenciar al acto político del acto estatal.

Un acto estatal no es un verdadero momento de libertad. Es una especie de comprobación. En las elecciones lo que se hace es comprobar que las cosas siguen su curso. Y nosotros participamos en esta comprobación. Entonces, hoy y mañana lo que vamos a hacer es preguntarnos qué es un acto político.

Lo que ya sabemos es que es un acto que tiene que ser libre en su forma y en su contenido.

Un acto político es algo que crea tiempo y espacio. Crea tiempo porque dice "voy a hacer esto o lo otro, según un tiempo que yo estoy construyendo y no según el tiempo que domina", que es el tiempo del capital y de las elecciones.

El acto político también crea espacio porque dice: "Voy a transformar a este lugar en un lugar político", es decir, voy a transformar una calle, una fábrica, una universidad. A ese lugar yo lo voy a transformar en un lugar político.

Entonces, un acto político crea tiempo y

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lugares. Pero el problema es saber si actualmente nosotros queremos y si sabemos crear tiempo y espacios políticos.

¿Es posible no seguir siendo esclavos del capital y del mercado? Esta es una definición posible de la política. Es decir, la posibilidad de no ser esclavos. Si la política existe verdaderamente, entonces la política es la posibilidad de no ser esclavos.

Entonces hay que saber si la práctica de lo posible, de esto que llamamos política, es posible. Entonces, en el fondo, en este fin de siglo, la pregunta es la siguiente: Lo posible, ¿es posible? Porque la ley del capital y del mercado dice que lo posible político es imposible. Lo único que existe es el mercado y el voto. El resto no es más que utopía. Y la utopía es criminal. Eso es lo que nos están enseñando actualmente.

La palabra utopía es una palabra importante. Se dice hoy que la política de emancipación es una política utópica, que el comunismo es una utopía. Que la igualdad es una utopía.

¿Qué quiere decir lo posible es imposible? Lo único que existe es la necesidad. La necesidad de la economía capitalista y las necesidades de la democracia electoral.

Hace 150 años, Marx dijo que si la igualdad es

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posible, y si la utopía es posible, eso se hace contra la economía, contra la democracia. El gran libro de Marx, El Capital, tiene como subtítulo Crítica de la economía política. Y el proyecto político de Marx se llamaba Dictadura del proletariado. Critica entonces de la economía, y crítica de la democracia. Esa es la crítica de Marx. Y para él ésas son las condiciones de la igualdad y del comunismo.

Actualmente se nos explica que es imposible criticar la economía, la economía es la realidad, y ustedes no pueden criticar la realidad. Y se nos explica que es criminal criticar a la democracia electoral. La democracia electoral es la moral, y no pueden criticar la moral.

No pueden criticar la economía porque no pueden criticar la realidad, y no pueden criticar la política de la representación porque no pueden criticar al bien y al derecho del hombre. Por lo tanto la igualdad es imposible. Es una utopía.

Lo único que existe son los negocios, el dinero, el trabajo, la familia. Y la política es imposible. Por eso todos somos esclavos. Esto es lo que los esclavos del gobierno les dicen a los esclavos de la sociedad: nosotros, que gobernamos sabemos que la política e libertad y de igualdad es imposible, y ya que es imposible, vótennos.

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Entonces el asunto nuestro es poder decir "no". Tenemos que poder decir "La política es posible", la política existe y existirá. Es débil, es poco frecuente, pero puede fortalecerse, puede ser algo que abunde, puede haber tiempo político y lugares políticos. Lo cual quiere decir "se puede y se debe criticar la economía, se puede y se debe criticar la política de la representación".

No se puede hacer como lo hacía Marx hace 150 años. Tenemos que inventar la política, debemos pensar sobre las nuevas condiciones de la política. Entonces, la cuestión en este fin de siglo es qué es la política, después de Marx, después de Lenin, después de Mao, y también después de Saint Just, después de Robespierre, después de Bakunin, Trotski, Castro, y también después de Mayo del 68 en Francia, las Madres de Plaza de Mayo en la Argentina, o el subcomandante Marcos en Chiapas.

Para examinar este tema les propongo que tomemos como base tres términos. Las masas populares y sus movimientos, por un lado; el poder del Estado; y en tercer lugar los partidos políticos. Yo querría definir de una manera bastante concreta y clara estos tres términos.

En primer lugar, qué es un movimiento. Un

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movimiento considerado como condición para toda política. Porque si no hay movimiento, lo único que existe es el orden, y toda política exige que haya movimiento. Entonces, yo voy a llamar movimiento a una acción colectiva que obedece a dos condiciones. En primer lugar no está prevista ni regulada esta acción por la potencia o el poder dominante y sus leyes. Entonces, esta acción tiene algo imprevisible. Es decir, es una acción colectiva que rompe con la repetición.

Entonces, vamos a llamar movimiento a algo que rompe la repetición colectiva, social. Es la primer condición.

Y la segunda condición para un movimiento es que proponga hacer un paso más, hacia delante, con respecto a la igualdad. Es decir, si lo decimos en otras palabras, la consigna de un movimiento, lo que dice, lo que está proponiendo, va de una manera muy general en el sentido de una mayor igualdad.

Para que exista un movimiento, entonces, es necesario que se reúnan estas dos condiciones. No vamos a llamar movimiento a aquello que es una simple defensa egoísta de un interés. Para que haya movimiento tiene que haber una idea que nuclee a todos. Y esta idea, forzosamente, es algo que va hacia la igualdad. Entonces un movimiento, grande o pequeño, es algo que interrumpe el curso

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común de las cosas, y es algo que propone que vayamos hacia la igualdad. Al menos en un punto determinado. Eso es lo que yo voy a llamar movimiento.

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Dignificarla política

           En los periodos electorales, cuando los políticos salen de sus despachos para acercarse a plazas, polideportivos y medios de comunicación, es cuando se pone de manifiesto la degradación que ha sufrido la práctica política. Políticos que demonizan a su adversario, que ridiculizan sus ideas o que nos avasallan con sus innumerables promesas. Antes de las próximas elecciones –y al margen de cuál sea el veredicto popular– nos parece imprescindible llamar la atención sobre la necesidad de devolver seriedad y credibilidad a una vida política que parece haberse degradado ostensiblemente en los últimos años.   1. ¿Qué es lo que no funciona?

 

La democracia es sin duda la mejor –quizás la única– forma de convivencia en medio de la pluralidad y la diversidad. Garantiza respeto e igualdad de trato a todas las opciones sociales por distintas que sean. Ahora bien, va cundiendo la sensación de que nuestros partidos políticos, en lugar de convivir, malviven en la confrontación y el empeño de destruir al adversario. En la medida en que los partidos no alimentan la convivencia, hemos de concluir que no construyen democracia. Y esto es grave. Se escuchan cada vez menos propuestas y más descalificaciones entre el aplauso y la aclamación de los correligionarios. Algunos parecen dar por sentado que en esta sociedad “telecrática” una mentira o un eslogan repetidos hasta la saciedad, acaban por convertirse en verdad. La hipocresía parlamentaria de llamar “señoría” a quien antes se ha insultado no devuelve dignidad a la política. Ante los ojos del ciudadano, el Parlamento corre el riesgo de convertirse en una mentira institucional porque allí ni se parlamenta ni se delibera y los argumentos de un orador jamás inducen a los demás a cambiar de opinión. Todo se decide de antemano y sólo se trata de deslumbrar a periodistas y telespectadores. Pero esta degradación quizás no es casual. La democracia iguala el valor del voto de todos, pobres y ricos, débiles y poderosos. Esto no es fácil de asumir por quienes pretenden que sus intereses prevalezcan siempre sobre los de la mayoría de los ciudadanos. Lo aceptaron durante muchos años porque era un mal menor frente al riesgo de revolución comunista. Pero, desaparecida esta amenaza, buscan desactivar la democracia para garantizar que los gobernantes adoptan “decisiones sensatas”. Y lo logran cuando reducen la política a un mero espectáculo mediático. Entonces los ciudadanos se desinteresan del verdadero contenido de la política y la dejan en manos de los intereses de los económicamente poderosos. Hoy, la aceptación de un partido depende más de su presencia mediática que de la calidad y seriedad de sus propuestas. Los partidos sólo pueden aspirar al poder si les respalda una

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gran cadena mediática. Por eso, la bochornosa parcialidad de muchos medios –particularmente los públicos– deteriora seriamente la democracia, como se ha evidenciado en la Italia de Berlusconi. La política queda de nuevo a merced del dinero. La política aparece como un espectáculo que ganará quien sea mejor actor o sepa ridiculizar de forma más contundente. En ocasiones, estás dinámicas generan una polarización política que acaba por transmitirse a la sociedad. Cuando la sociedad percibe a los políticos como actores de un teatro ajeno a sus inquietudes o intereses, pierde la confianza en ellos y muchos ciudadanos se refugian en la apatía o el catastrofismo social. Su alejamiento de la participación política –incluida la electoral– puede ser aprovechado fácilmente por quienes hacen propuestas demagógicas, explotando el sentimiento de inseguridad generado por el propio sistema. Las últimas elecciones presidenciales francesas y la deriva de la opinión pública americana tras el 11 de septiembre muestran cómo esta situación puede permitir que políticos de extrema derecha alcancen importantes cuotas de poder. Pero lo que más ahuyenta a los ciudadanos –la gran corrupción de la política– es el uso deliberado de la mentira como forma de ejercer el poder. Así, hemos ido a la guerra contra Irak con unos argumentos que todos sabíamos que eran mentira. Lo sabían ellos y lo sabíamos quienes masivamente nos manifestábamos contra la guerra. Se ha demostrado, pero siguen en su puesto. Creen que el poder da licencia para mentir.   2. La actividad política

 

Gestión y servicio. La política es ante todo servicio a los ciudadanos. Hay que garantizar una buena gestión de ese servicio. No podemos olvidar que más de un tercio de los recursos de nuestro país son administrados por el sector público y esa administración ha de ser eficiente. Liderazgo social. El ámbito político no debe olvidar su papel de educador del conjunto de la sociedad. Ha de promover ciudadanos con capacidad crítica, capaces de asumir el poder democrático que les atribuyen las leyes y de ejercerlo desde la solidaridad y al margen de la competitividad. Sólo la difusión de estos valores permitirá al político construir una sociedad en la que el bien público prevalezca sobre el interés privado. Transformadora de la sociedad. La política es la principal herramienta para la transformación social, pero no la única. Los movimientos sociales han logrado éxitos importantes a nivel internacional y han cambiado la agenda de partidos y gobiernos. El ámbito político ha de ser permeable a su influencia, reconociendo su potencial transformador y aprendiendo de sus formas de participación y funcionamiento. El éxito de Lula Da Silva y su Partido de los Trabajadores acredita el potencial transfomador de esta colaboración.   3. ¿Qué puede hacer el ciudadano?

 

Pero no son los políticos los únicos responsables de lo que pasa en el ámbito político. En el largo plazo, la idea de que “los países tienen los gobernantes que se merecen” puede tener algún fundamento. La sociedad de consumo ha contribuido a crear personas acríticas, ajenas al mundo que las rodea. Una gran parte de la ciudadanía cree que con votar una vez cada cierto tiempo es suficiente para el buen funcionamiento de la democracia. Sin embargo, son los ciudadanos los primeros responsables de los problemas que les afectan. Tienen la responsabilidad de preocuparse por el funcionamiento de sus instituciones y de recordar a los políticos que eligen que el voto no es una carta en blanco. Se ha de recordar, además, que no sólo es política la que se ejerce desde las grandes instancias, sino que también la que se realiza desde la asociación de vecinos o desde un grupo de presión que defiende determinados intereses. En este sentido, los movimientos sociales y

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las ONG, que han adquirido gran relevancia en las últimas décadas, constituyen un intento de la sociedad por recuperar un protagonismo que jamás debería haber perdido. 

Cabe plantearse, pues, qué podemos hacer los ciudadanos para ejercer nuestra responsabilidad en el ámbito de la política:

 Educar y sensibilizar, desde la familia a la escuela, en la tolerancia, el diálogo, la paz y la

responsabilidad con el entorno social, político y ecológico. Enseñar a pensar por sí mismo y educar en el objetivo del bien común.

 Mantenerse informado. En la era de la comunicación, los ciudadanos vivimos muy

desinformados. El excesivo ruido informativo hace difícil atender lo que resulta verdaderamente relevante. Es necesario promover un espíritu crítico que permita identificar la información significativa y buscar la pluralidad. Sólo así el ciudadano evitará ser víctima de la manipulación y estará en disposición de exigir, con criterio propio, responsabilidades a los dirigentes políticos.

 Ejercer la democracia participativa. Participar en organizaciones locales o estatales, en manifestaciones, campañas de sensibilización o recogidas de firmas. No son las leyes –el mundo está lleno de constituciones impecablemente democráticas que nadie respeta– sino la práctica de la ciudadanía lo que determina si una sociedad es o no democrática. Establecer prioridades y tenerlas en cuenta en el momento de ejercer el voto. Ninguna opción responderá enteramente a nuestras aspiraciones, pero no podemos dejar que lo inmediato –por ejemplo las nimiedades de una campaña electoral– determinen un voto que puede tener consecuencias mucho más amplias (¿Cuántos muertos –por guerra, hambre o falta de medicinas– se hubieran evitado si Gore hubiera ganado a Bush?)   4. Conclusión: dignificar la política desde dentro Más allá de las buenas intenciones, cabría estudiar algunas medidas concretas que contribuirían a dignificar la actividad política.   4.1. Espíritu de servicio a) Difusión de las fuentes de financiación de los partidos y auditorías obligatorias de oficio. Limitación de la financiación privada.b) Control estricto de la participación de los diputados en la actividad parlamentaria.c) Control del cumplimiento de las promesas electorales (un “Comité de sabios” podría hacer un informe antes de las siguientes elecciones).d) Fomentar la “cultura de la dimisión” entre los gestores políticos, como forma de garantizar la rendición de cuentas.

  4.2. Fomentar la participación de la ciudadanía a) Participación ciudadana en la elaboración de presupuestos municipales, autonómicos y estatales.b) Establecer mecanismos de participación ciudadana en la actividad legislativa parlamentaria.c) Ley electoral con listas abiertas, paridad entre hombres y mujeres y sufragio de los inmigrantes arraigados.d) Democratizar la selección de candidatos electorales Democratizar el funcionamiento interno de los partidos, de modo que puedan ser espacios de expresión de la pluralidad real de la sociedad.e) Facilitar los mecanismos de iniciativa popular, como la consulta popular o el referéndum.f) Regular la propiedad de medios de comunicación para evitar la creación de grandes grupos mediáticos excesivamente influyentes. Gestión plural de los medios públicos.g) Establecer mecanismos que garanticen la relación directa y formalizada entre políticos y ciudadanos.

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h) Impulsar la educación democrática y la formación política, especialmente entre la población marginada.

   4.3. El Parlamento como espacio de diálogo y debate transparente

a) Transparencia del proceso parlamentario, facilitando la publicidad necesaria para que el ciudadano pueda acceder al conocimiento de las leyes desde su formulación.

 b) Facilitar a las organizaciones sociales afectadas el acceso, incluso físico, para participar

en los momentos decisivos del proceso de elaboración de la ley. c) Facilitar los instrumentos de control, incluyendo la creación de Comisiones de

investigación a solicitud de los grupos parlamentarios. d) Rendir cuentas a la ciudadanía como práctica habitual y normalizada, Entender el

parlamento como lugar de expresión de la voluntad ciudadana, no de los intereses partidistas 

  5. Dignificar la política es posible La filósofa Hannah Arendt en su obra ¿Qué es la política? recuerda que ser libres comporta asumir en cada uno de nosotros la posibilidad de cambio y que la mejora de la actividad pública sólo depende de nosotros, de lo que estamos dispuestos a construir. Abandonar el espacio público, por escepticismo, apatía o desaliento, es sumamente peligroso y supondría la entrega definitiva de una herramienta que –aunque ya maltrecha– es esencial para la mejora de nuestra realidad. No partimos, sin embargo, de una situación tan trágica como puede parecer. En los últimos años hemos asistido a la recomposición de un cierto tejido social. Desde la cumbre de la OMC en Seattle en 1999, se ha ido gestando un movimiento social global cuya influencia y capacidad de movilización ha incidido con fuerza en las agendas de los políticos. Muchos partidos se apresuran hoy a identificarse con él, cuando un par de años atrás hubieran huido de cualquier posible vinculación. 

El Foro Social Mundial de Porto Alegre no se ha limitado a reunir a centenares de estas organizaciones diversas, sino que ha abierto un intenso debate entre ellas para configurar –por fin– una alternativa sólida al actual orden mundial y a la actual globalización. Si los ciudadanos queremos, otro mundo es posible. Y si no cambia, será nuestra responsabilidad.

     

CRISTIANISME I JUSTÍCIA 

(Área Social: Maria Lidón Martrat, Óscar Mateos, Luís Sols)