el sol es un pájaro cautivo en el reloj - rosamel del valle

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  • 8/22/2019 El sol es un pjaro cautivo en el reloj - Rosamel del Valle

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    R O S A M E L D E L V A L L E

    E L S O L E S U N P A J A R (C A U T I V O E N E L RELO

    cnlwrirn El Viento en la. Llama

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    P-

    +E3 universo es unaSaint POL ROUXcatstr4Yre t w v .

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    GaviiJn mver. U:ricn sif

    aanhattarLondres, een FiorencYork, angido d e las (:ia de No6multitudesabismo. Nc

    LA SIRENA EN EL JARDIN

    "Un poeta debe dejar hueiias,no pruebas. Slo las huellashacen soar".- RENE C'HAR.

    otas traspasadas por el sol revoloteangico encantamiento sobre el East Ri-n principio de sueo, variable, aleg-._.2mpre y siempre el mismo en su esen-cia. El ruido de la tierra, el ruido de las cosas

    en el exilio. Y una angustia. Una angustiaextraa, absurda, tenaz, como consecuencia.Una inanera de aquiescer a la voluntad delfantasma que me acompaa, certero en sumanera de despertarme. Ruido y angustia en1, en Amsterdam, en Pars, enn Eruselas, en Ginebra, en Roma,:ia, en Berna, etc. Ruido de Nuevaistia de Virgilio en el retorno. Rui-)bras de arte en los museos, angus-! en el arca, sonambulismo de lasen afn de desprenderse delBstalgia sera la palabra mas sim-

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    gle, la ms favorable y la ms intil. A vet?.contemplacin pura, ideas plidas, exceptio'hecha de las poticas. Un placer y un arras-trarse primitivos. Un sol demasiado VanGogh, una noche demasiado Novalis, siempreun estremecimiento no identificable . Entrrtodo y claramente algo as como el temor deperder las races. Uno de los peligros de!exilio, si es que existe alguno. Pero, jcmoSov todo rakes. races extendidas en uro-fudidad, brillantes, ruidosas, imposibles dedesmenderse o de ser d-------- ---eUpIe-I1uIuUrb. 1Vll y u -pio-mito, quizs.

    OEl primer golpe delmundo que no es de unotarde desaparece la palmnaras errantes y un(morfosea en lmpara yentre millones de otras

    lenguaje, metamorfoseaabre el mundo. En semicrea que no era. Incitlenguaje mineraI, del 1lenguaje animal, del lergoras, misteriosas alegosajes, alegoras todava.bin alegora. En unamente e infinitamente ctinto brillo, mares de dde distinta magia. Brilltela que tiembla en las ode la hierba musical enmujer a nado en las pal

    mundo extrao, dr!, parece terrible. Mi ;ura, las gentes PORo a la vez se meti -pasa a formar filalmparas. Surge eldo a su vez, y scda todo es como uno,aciones secretas de!enguaje vegetal, de!iguaje humano. Ale-ras. Ciudades y pai-Y el espritu, t am -palabra, uno nfima-!n todo. Soles de dis-listinto ruido, tierrasantes araas en e i arn i radas, conversacinla vibracin kie unaabras. El amor. siem-

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    !re el.. . amor atravesado por hilos iridiscentes.i mis venas, el mapa de la tierra dibujado av d o color por el ciego que cuida del mat du-mte la noche.O

    Adems hay algo que siempre estoy verda-leramente temiendo perder y que, precisa-vente, no es la tranquilidad. Por ejemplo,.n sueo. No e llama sueo a esa idea man-mda, sostenida como razn y obieto de todawocupacin, especie de halo mgico, nece-Idad de vivir con eso y a expensas de eso yn lo cual la existencia perdera todo s~entido? Un amor, una idea imposible de des-aartar, gata solitaria pidiendo socorro bajo

    o! sol? Un sueo, nada ms que un sueo,nferido entre todos, vivo aun en su muerte,- d e l cual no podra decir sino que es laverda invisible que me hace caminar hastaen el reposo fsico, abominable excusa parad e n no sabe nadar ro arriba entre lassabanas.

    OTvoli, t e recuerdo. La colina de las fuen-

    es, unas sobre otras, armonio bajo el firma-vento. La mas alta muriendo sobre la msbaja y la ms baja trepando al comps de lamisma msica hacia la ms alta. Escala deJacob. las tempestades solares la transfor-man: una desaparece, otra surge y sin dudahay una hora en que todas se pierden devo-radas por la propia transformacin de la

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    colina para la cual la paIabra enaantaa ca-recera de toda significacin puesto que setrata en verdad de la propia madre de lamagia. No obstante, ninguna se ha perdidonunca del todo. Mas, insisto, mi sueo noesta hecho de tales materiales. Mi sueopuede caer, subir, diluirse, abandonarme amenudo, pero nunca podr decir de l quese ha corrido de m, por ejemplo, como unaestrella al anochecer.

    8El miedo cambia la forma de las flores.Vicente Haidobro, Altazor.

    eDesastre No 25. Alto ah hombre vestido desol y dueo del mundo / no des un paso mashacia mi jardn con planetas verdes tocia-va / no des un paso ms hacia mi mar LO^gelado porque un perro verdaderamente so

    lar duerme entre el ramaje del rbol msimposible de reconocer a causa de los cuchi-llos tatuados que le muestra al viento muchon!s libre que los sentidos y que no recurre ahistoria alguna para creer que sas son sushojas y no las que le inventa la primavera/ dormido como estoy en la ventana por cu-yos cristales atravesar hoy o mafanz Inmujer sin nombre que me visita a la horajusta de las catstrofes y quien justificada-mente ignora todo negocio relacionado conlo que no sea por ejemplo la sormesa / nun-ca te ser posible ya no digo azentar Finoi a

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    comprender el significado de la estrella quese derrite en cada palabra cuandc el cora-zn est ms enjaulado que los leones en elzoo? / hay una lnea de la mano a m recha-za con solemnidad cuanta imagen del fastidiore le pasea por el dorso y eso significa que110 debes insistir ni protestar sino dejarmer iv i r junto a mi fogata donde una lengua defuego canta Anoche cay un planeta en ellardin y que parece venir de ms ail6 deionde otra lengua le responde con el rstribi-!o Junto a la ventana hay un mar de jabnaunque no sea ms que para indicarme uueni noche est veTdaderamente poblada deoatstrofes.

    OY ya que nada me impide, por eieir~plo,llamar sirena a la imaginacin y jardin a lamemoria no tengo para a u olvidar que des-

    DUS del sol nativo, e l primer sol, el segundofue el que de algn modo debo diferenciarcon el nombre de sol de Nueva York, nictn-morfoseado, como todo lo que creo descubriren el exilio, en una especie de ruido ecuato-rial estremecedor o de monstruo de cien cn-bezas ardientes. A propsito de este sol mr-mtaseme recordar una cualidad, entre tan-tos defectos y abandonos, que parece iorta-leerme en cualquier circunstancia y que esla de tratar de entrar lo ms puramente,desnudo posible en lo que para m guardatodos los atributos mgicos de lo desconoci-do. Armas podermas como son la fuerza jn-sobornable de la sangre, los hbitos hereda-13

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    dos, la lealtad incondicional a manes y3emures pegados a mi espalda, et&, son obje-t o inconscientemente 'de una purificacinconceptual profunda que me permite hacerbrillar mi pasaporte espiritual como la ex-presin menos ambigua de la inocencia. Nodebi baarse en tal cristal al reconocer tie-rra despus del diluvio. As, que bello lo queviene y qu mgico lo que pueda venir enseguida. Como lo es ahora este sol bajo cuyoojo quemante sigo agregando visiones y ex-periencias sin que nada de l o mo se diluya,sin que ninguna de mis antiguas visiones yexperiencias pierda el brillo y sin que la es-trella que me sigue dicte para m desde suescondrijo otra escritura que la que yo mis-mo pueda leer a toda hora en el corazn demmano reacia al tatuaje.

    OPegada al muro, la sombra. El da miislcido, el da de los imanes viene de los ojosruidosos, d e los gestos que me invitan a via-jar por hilos insostenibles, fieles a la atrac-cin peligrosa, hmedos y fros instrumentosde la mirada en exilio. La sombra se renecon el sol y la hierba y algo que debe ser miposible perennidad se derrumba sonriendo

    sobre el lecho ms brillante que el mar.O

    Por ese tiempo tena yo de visita a unavisin identificable y comunicable. Ms an,no puedo comprender el poco o el vago lnte-14

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    res con qua me dejaba encantar por ella niexplicarme a la vez !a especie de familiaridadcon que me permita aceptar sus seducciones,el misterio natural de su existencia, el golpeinslito que en otros das hubiera sido para,mi como la inconfundible aparicin de unngel. Quizs la n i c a explicacin posible deesa dispiicencla, d e esa audacia o de esairresponsabilidad sea la idea de que en taltiempo nada me era sobrenatural, extraordi-nario, de otro mundo, y nada ms que porquelo visible y lo invisible! se haban apoderadode m 'de tal modo que me pareca lo msnatural de la existencia oir voces, recibir vi-sitas ni conocidas ni invitadas o conversarcon personas-objetos, a veces ms objetos quelpersonas, y como si la vida se hubiese trans-formado de pronto en lo que deba ser o enlo que es verdaderamente. Es decir, una vezm as la inocencia, la pura inocencia de lacual todos tratan de desprenderse y que paramuchos no es sino la noche o la muerte. Mastodo parece ser identificado y resuelto, alfin. As, por entonces mi ser total parecaposedo por una idea fija: la de que todonacfa, surga y vena del hechizo cierto queejerca su imperio sobre m y que n o era sinoel aire (hipntico del Bar de los Acrbatas.Haba ah un demonio alado parecido a unamujer y cuyas alas le salan de la boca parareinventar el mundo desde el trapecio. Oh,ese acto superior y de tan alta jerarqua co-rno el de una visin 'en visita permanente.Pero, para ser sincero y para no alterar el!orden o el desorden de mis contradiccionesde entonces, no era reinando en su mundo

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    areo donde yo la vea en su verdadera ma-jestaA sino distribuyendo silencio a manosllenas junto a sus amigos en uno de los rin-cones del bar. Esa idea se me impuso a cual-quier otra debido sin duda a esa inseguridadcierta en que yo la vea en el aire de su pro-pia vida y tan diferente a la seguridad y aldominio de sus nervios y su espritu de quepareca hacer alarde en el trapecio. Su cuer-po mismo, dispensador de grandes fantasiaspara la mente pronta a dejarse atrapar d ela multitud, era para m mas flexible y lu-minoso en aquel cielo sin colores del bar.Ahora en cuanto a su belleza nunca me pa-reci estar en mayor contradiccin con losespectadores del circo que cuando se le vea.nadar en el aire y tanto porque daba la sen-sacin de que ella no haca nada por retri-ibuir ni en mnima parte la pasin anhelantey desbordada de quienes la contemplabanpasar de un mundo a otro entre las argollasdel trapecio, como porque yo estaba absolu-tamente seguro de que ese acto era paraella como asomarse a la ventana a mirar pa-sar los pjaros mientras su cuerpo permane-ca de hierro al recibir las flechas no pocoenvenenadas de deseo de los espectadores.Nada de eso suceda en su cielo privado. Ahis u cuerpo era para m un oleaje soberbio ysu inseguridad ante la vida una playa lejanaa la que ella no quera llegar porque ah elmundo perda por completo su razn de sery ella misma no sera ya sino el resto flotantede un naufragio. Ideas? Quizs. Lo cierto esque yo iba a verla al circo, a su vida pblica,y la segua luego al bas, a su muerte privada.

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    orecisamente, era su disolucin mgica, suliuerte sonriente, lo que empec a amar end a con una fuerza irresistible. N o contabaPO las horas ni las noches para regocijarmesn ese amor, para otros sin color ni calor,%io para mi ms placentero que cualquieritro amor y tan dentro del orden de mis vi-:ones aunque la nica realidad que ella sedignaba obsequiarme era la flor de su silen-

    rio, una flor marohita que un garzn invisiblegonia indefectiblemente sobre la mesa pocoiespus que ella se marchaba a su tercernundo. Con ese don yo recuperaba mi vida3or completo y reciba la fuerza necesariaw a volver a ser, a la noche siguiente, el ad-xirador desapasionado y, como ella, segurol e mis habilidades del todo diferentes a las:UYRS, pero de cuya constancia y progresome pareca depender el equilibrio y la segu-ndad de su pensamiento. Cuando aquello ter-min, si es que algo termina alguna vez,sent que ella no s610 me haba hecho traspasode su habilidad y su silencio sino a la vez delo!eaie de su mar vestido de len, de su playapetrificada y hasta de su destino total. Comonunca supe su nombre, la estuve recordandopor largo iempo con el que suelo llamar apersonas o cosas que atravesaron para siem-pre e l reino al cual no hago ms que enca-minarme pero al que nunca llego a pesar deldeseo y la avaricia con que lo persigo al tra-vs de todos los resplandores terrestres.

    e17

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    En el momento en queal travs de la garganta dtitud se puso a cantar en tcon fervor y profmdo reese canto montono el bason tan hiriente como lachillo invisible. Y mientrinuaba. W. B. Seabrook,

    O

    El hombre tiene que reumo el astrnomo rene cacllas. El ejercicio consiste, 1cuento de los actos yextraer imgenes invisible!formar as e l movimientogirn sus actos y pensamitmedios secretos para ex]otro, en adiestrarse en econstelaciones, profundamqcupado del ruido que puedEen su cielo una estrella o 1puesto, nada impide queotros astrnomos se permivoluntad y, llevados porel convite de los que rehujporque les sobra jolgoriohartarse a s mismos. Mahartura para el hombre qucijarse con sus propios sec

    OEste sueo crispado se cc

    el cuchillo brillabael animal, la mu!-ono ni alto ni bajocogimiento. Enrrclido inhumano rc-punta de otro cu-ELS ,el canto conti-La isla mgica.

    nir su soledad co-la noche sus estre-)ara uno, en el E-bensamientos para; de las visibles ydesde el cual sur-mtos futuros y losxesarlos; para el1 recuento de susente solo y preo-tn hacer de prontoin cometa. Por su-otros hombres ytan quebrantar suel miedo, aceptenren cielo y soledady resonancia paras,ninguna mayore la de saber rego-retos.

    implace en romper18

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    los instantes que le son al corazn lo que lashojas al rbol.e

    Ninguna ciencia ms profunda que la d epasar la mano por la frente de la noche ysentir el contacto de los rayos perdidos delsol que se le prendieron al despojarlo de sureino. Quiero un estremecimiento as paracada uno Cie mis pensamientos, para cadauna de mis palabras y mis actos porque dsotro modo corro 'el riesgo intil de no saberlo que dice el corazn por la noche. Quierocortarle las alas al temblor nocturno yatraerlo hacia la piedra de los sueos hipno-tizada por m y sin ms intervencin que laidea de caminar por los bosquels del pas queno existe. Necesito para ello rechazar e1contacto turbio y el consejo llamado cordialde cuanto ser lcido me rodea no para ha-cerme compaa sino para destruirme? Evi-dentemente, no de otra manera es posibleaclarar la existencia contaminada con ideascomunicables ni apartar para mi ei rayo desol, perdido entre los otros, que con su pali-dez de serpiente atrapa y golpea con mayorfuerza. Quiero una magia mayor, tatuada dasignos, una magia de uso imposible, una ma-gia semejante a la del corazn en sus mo-mentos ms desesperados. Por algo el horn-bre es un signo y no, como se quiere creer,!a experiencia manejable y transportable.Con una llave de oro as nada de imposibilida-des, nada de terrores en rebelin permanente

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    en la mirada, nada de obediencia servil, nadade lo que se da en llamar beso en la mejillao adoracin a toda prueba. Ni convivenciacon el oso vestido de semejante para el re-parto de consignas terrestres o celestes, ninada con el gusano ansioso de resplandecerantes de tiempo. Que el ambiguo mensajerovenga y diga su palabra. A quin, si no am le tocara escoger? An ms, a quin sino a m le sera permitido sealar la exactapuerta por donde se debe pasar, el exactocielo para quemarse los ojos, la exacta tierradonde se es acogido descalzo y sin el tatuajeno poco mixtificador de la ninguna ciencia,de la ninguna magia, de la ninguna poesa?A h , no. Quiero una fuente ms clara y m asrodeada de pjaros que la mujer-noche o lamujer de vidrio que me sigue sin cesar encada uno de mis sueos.

    OS que el reloj que me espa encender el

    ltimo silbido mensajero que debe resonar alo largo de mis huesos por largo tiempodesobedientes girasoles y ahora atrapados porel ms sonmbulo diamante lunar que e ltiempo identifica, quirase o no, mas quecon la vida, con la muerte. S que la puertade oro se abrir a la hora justa y que el dra-gn solar perder sus dientes a causa delsilencio sin fin, y que la noche amaestradapor mis ejercicios secretos se colgar de larama ms alta del rbol a cuya sombra fa-briqu, precisamente, este reloj de tantaslenguas para cmplacencia y regocijo de mi

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    corazn cmplice del resplandor de todas laspiedras levantadas.O

    Todava es posible pensar en la gracia.Basta evocar remotas angeologas, permitirque el cuerpo se pasee por debaja de los le-chos inundados, oir la conversacin en sue-os de las cosas inanimadas o mirar creceruna planta por la noche. N o la gracia a laespera de contactos a cielo abierto sino lagracia de estremecernos con alguna ideacuya orden sea la de pasar los pensamientospor el fuego. Por qu no cenar con la viday con la muerte junto a una misma mesa?Por qu rehuir las uas del viejo tentador,la mirada del tigre? Estamos hechos de todoy nuestros movimientos y transformacionesno son menos giles que los movimientos ylas transformaciones de las piedras en eltiempo. N o apresuremos las respuestas anuestras propias preguntas, ni agotemos lanoche primordial que nos acompaa en lasvigilias. No olvidemos aue necesitarnos acu-mular muchos relmpagos para morir.

    OInquietante gusano de luz de las palabrasajenas.

    OQu me importa ser el hombre que secomplace en pasar al travs de los muros con

    ai

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    una lmpara de cobre injertada en los pies?A quien me despertase de pronto con unapalmada en el hombro, sin duda por intetro-garme, le respondera: No me atraves losojos con hilos para que este ejercicio mefuese al fin la ms preciada satisfaccin?.Porque me niego a ir en persecucin de laluz que todo el mundo persigue para que losespejos sean fieles a su manera, para que lascosas sean imagen y semejanza, para queningn pjaro errante se pare sobre lascuerdas del violn de todos los das. No aui f -r ni creo necesario ir a ese t donde falsosfantasmas se han puesto de acuerdo parajugar a las cartas.

    O

    El solitario entre la multitud. Quin aplas-ta a quien? Quin se desprende de quin?e

    El ciego 1c pasa la mano por los cabe1lc.i ala luz. Qu vidente, si no el poeta, puedehacer lo mismo? e

    El viento entre los rboles, evocacin dc!gozo primordial.e

    No, no todas las cosas tienen ojos, decala joven, tratando de quitarse las hormigas22

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    de encima. El sol se haba detenido sobre elvbol. El rbol se cambiaba de traje y eravidente su intencin de salir del bosque para!contar el milagro. El milagro no lograba des-prenderse de la aureola llena de telaraasbrillantes que no era otra cosa que la propiacabrza &e Absaln. No, no, cuando algo bri-lla es el corazn perdido a causa de las in-clinaciones irremediables, deca la joven,tratando de retener a ias hormigas para cu-brirse la desnudez. El sol haba descendidode l rbol. Y , entonces, como en las historias,apareci el leador formidable. El hacha lebrillaba como un ojo en el hombro. El len,, el len, y para que todo tuviese algunaamejanza con las parbolas. Bien, deca yorue el sol haba descendido del rbol y meeo obligado a agregar que cuando se sonren sueos es porque alguna mano flota entreia lengua del mar o que cuando se hace tandifcil caminar sobre los dientes de las esca-leras solas es porque la noche triunfa defini-tivamente sobre los deseos sorprendidos. Laverdad, nada se arregla con eso. Y sigue eldn de la joven semidesnuda atrapada sbi-tamente por esa luz que slo ella conoce, peroque ahora le parece un dedo acusador. Pero*se no es mi asunto. Lo que debo decir esiue con la luz nacida de los cabellos de Absa-Ion o del dedo acusador el mundo no es loque a veces parece que es, sobre todo cuando

    hay alguien en lucha por no dejarse descu-brir, justamente como es el caso de esta jovenllamada Agonina, tan desesperada, tan pare-cida al pez tratando de librarse de la redmientras el sol hace el amor una vez ms a23

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    la tierra -una idea- o mientrasformidable empieza a sentir deseosy se prepara a derribar el rbolcon el sol entre las ramas, con Alnegando de su aureola, con el ribuscando a quin contarle el milagbosque mostrando el vientre abieren par a causa de lo que le sucedsearlo, y con la joven Agonina tr:vano de cubrir su desnudez con lasy ya casi resuelta del todo a sabe]lo que sera el amor si en vez delsol, de Absaln, del leador, del n1-as hormigas, por ejemplo, aparecifpente el bello monstruo aue le ensueos con una mano ms larga 1vierno y que tanta semejanza guaifuego que la despierta en la allLa alta noche que nunca se deshacy que por pura casualidad tambirAgonina.

    OUn sueo repetido: que puedo M

    sin pestaear. OUna satlsfaccin profundamenteque el demonio llamara egosta.: ha quien me habla de que me depor sus palabras sin sentido. Elyo las invento.Tratar de permanecer sera repetAs, preprate para el viaje. Empiez

    01 leadorde gloriade nuevobsaln :e-101 mismo:ro, con 01to de parle, sin de-ktando !nhormigasr de vensrbol, d?liilagro, de?ra de rt-ciende 10sque el ir-?da con !I;a noche.e del toco1 se llaxra

    irai el rol

    potica yacer rreerjo seducirlas repit?,$hnos.:a por des-

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    colgar esas golondrinas de la ventana,Por soltar las mariposas anidadas en los mil-ros a la espera de otra metamorfosis,habiMadas como nosotros a los sueos.Y entre otras cosas no olvides comenzar 5quitarte d e los ojos ese sol que ha pasa-do a ser el sol manchado de las cebra?.Hasta puedes contar que el misterio, floralucinada de todas las noches -de lasnoches que empiezan a ser das-.

    Es la flor ruidosa ms aproximada a nosotrosque el perfume.O las especulaciones de naturalistas aterro-rizados.Debilidades comprendes? dignas de conside-racin, ahora que nuestra familiaridadcon el sol y la vida.Nos permite sonreir ante la falta de sol y devida, ante la antigua fbula y la tramm.Olvida que nadie se prepara para nada. 01-vida el terror que viene de !as larvas,de ser lo que se es entre apreciablesmixtificaciones.Olvida aue olvidar es la ciencia quemantemas parecida a la ciencia de las dis-tracciones.As las golondrinas pasan a ser bienes terres-trc- y los suefios parte de los tesor@sdel avaro,Ccn aiquna preocugacin solar, con distin-ciones para el moribundo.Col el -0s agrietado y e seguir siendo1herido a bala.Y sin diferenciarnos de las coronas de unda para los muertos,

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    Porque el corazn cultiva su jardn entreQuin utiliza el espejo para verse los hues%?Quien invita a cenar a la tormenta?Los temores no fuercn nunca J I O S ; ~ ~ .N i la alegra fue cielo jams para los cometas.Pero smbolos y amarantos nos vistieron al-guna vez para la llegada del verano.Y en algn lecho de amor nos derramamoscomo vino.Estamos hablando de a m o r , de amor y de

    vida.Cosas secas, dirs.Pero de cosas secas se forman !as lgrimassin objeto, porque la sequedad es lacomysfia y lo hmedo el terror. Ytampoco tenemos compaas: acompa-amos para acompaarnos a nosot-iosmismos.Tan solo es el nacimiento aunque los padrnslevanten la copa de la fbulaSolos ellos y solos los hijos.Y el mundo totalmente solo entre el fuegoy e l agua.Mas, gloria a nuestra inocencia ya que cstci-mos en el desprendimiento.En el sueo en flor, en eil viaje hacia la tierra.En el ruido del sol que viene en busca de 103pasajeros del arca.

    oscuras compaas.

    O

    El rbol no puede llegar a ser ms a v euna llama floreciente, el hombre una llamaparlante, el animal una llama errante -Novalis.26

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    LOS ESTROPICIO53

    Brillas entre los muertos, rayode oro del amor?-HOELDERLIN

    Oh! Este da sin par en que toda parecetmasiado visible. F3 sol mira como un niomioso al travs de los vidrios, pero de pron-to entra en la habitacin con el estrpito delos ojos al abrirse por la maana. Ahoraes un rayo diagonal, parecido al que en lasestampas religiosas visita a santos y santassonrientes, traspasados ya por los imanes deotra especie de visitacin. Un cono traspa-rente por el cual se pasean innumerables in-sectos de otro mundo, vidos de brillar en elcorazn mismo de la catstrofe. Este rag0es la orden del desorden, me digo, y lo atra-vieso una y otra vez, puesto que el universoesta en plena iridiscencia y la habitacinnaufraga a pesar de todo en la parte mssola de un ocano, en e! punto donde el solno es un rayo solitario ni un cono translcidosino un cristal ardiendo. He aqu, pues, la

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    temida y rechazada rmIidad donde las cosasson tal como son y no como suele ser posibleinventarlas. He aqu el orden perenne de losobjetos, el equilibrio que tanto fortalece Bcierta especie de imaginacin y que en ver-dad no es sino el infinito desorden y elpermanente desequilibrio no slo de las cosassino del hombre mismo. Un rayo de sol. Larealidad en persona, la sonrisa del mundo y,en una palabra, la eternidad. Y, in embar-g o , a toda hora la tierra cambia de lado enel sueiio como e! hombre en el lecho, el marse desborda, la casa pierde los pilares, las co-lumnas nadan, los objetos se dividen y s?subdividen y a lo mejor solamente la faltade imaginacin es lo que permanece inamo-vible y escamada de audacia en nosotros, cie-gos paseantes entre seres y cosas.

    OCada hambre est epectro.-William Blake.

    O

    i es-

    Hay varias muertes. u w ut! ~ I M Y puedeser la de volvernos de pronto hacia la parteoscura a que da la mitad de nuestro cuerpo.La de adelante, la vida. La de atrs, la muer-te. Es decir que un da el arden de las cosascambia, nos volvemos sbitamente hacia elcido invisible y nuestra parte oscura entrnen la claridad. No vemos esa claridad. Es-tamos muertos.28

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    ...Y ese es]te. El espectrcr i n n t n t in1 h n r

    iectro es la forma de la muer-) es la muerte, la parte cons-Ilr.yI ,LuLnbreque el confunde con smismo, con su personalidad, sus hbitos, suidentidad.. . El espectro es invisible, cornouna sombra, pero cuando ejerce su ascenden-cia sobre el hombre todo resta slido, incam-biable, inamovible, irreal.-Colin Wilson,

    The Outsider.&Saber escribir? Eso se arregla. Saber leer,he ah la dificultad.

    OMe acuesto, me duermo. El hilo de mi res-piracin es el nico contacto evidente conla vida. Pero este hilo viene desde un bos-que, el ms vasto, el ms animado de latierra. Un sol de rayos que han perdido elfilo para no herir los ojos mira por entrelos rboles y con mgica dignidad dirige lasinfona de las soledades enmaraadas y elencantamiento de los pjaros ocultos en susnidos. La luz hipnotizante surge de cauces

    primordiales, vaga por debajo de las hojascomo tocando con varilla mgica los hornosapagados de la memoria donde nada podrimpedir que sigan cocindose los panes delsueo. Entonces comprendo que es la horade tu danza, cuerpo temporalmente muertoy unico por un hilo a la resurreccin. No\29

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    hay reposo para ti ni lo necesitas porque 1%msica avanza entre transparencias y cuer-das y tambores traen perdidas reminiscen-cias de vida y muerte para que la danzahable del tiempo abolido, de la angustia abo-!ida, de la o.sciiridad abolida nara que elgo70 sea el eco total de un universo sin so-bresaltos y para que el cuerpo siga desinfln-dose en el corazn de la noche imantada. Soytu yo iiicnmbiahle, la sombra con el oido pe-gado a la tierra, e! rbol que da frutos colorarcngel, el silencio mOc espacioso y m slunar por ahora que e l del fondo del mar.Soy t u Irilagen y semejanza. Cuando el aireproftico e c h a las cartas sobre la hierba veoclaramente el da por venir, el sol por venir,10s sueos por venir, las angustias metamor-f0s.ea.da.s en palomas o en leones que avan-zan hacia m por los desiertos. Las puertas,como las flores, S aprestan paxa abrirse ydejar pasar el futuro vestido de plumas o dellamas y que de todos modos ser la orden0u.e debo cumplir an con los ojos cerrados.Y si la alfombra del recuerdo, n o mencs m -gica que !as cartas, me dvsprende del hi!oque me sujeta a la vida aires adentro porla memoria hipnotizada me dejar hechizarpor el cielo de otro tiempo, por la sonrisade In sota de bastos, por las pal.abras todavaen el limbo, por las interrogaciones an sinrespuestas, por el amor a todo fuego, por elretorno de las visiones errantes entre las cua-les hay la de la mujer ,ahogada en el ocanode su propia cabellera y un paisaje que nopuede ser otro, .debido a su persistencia fa-bulosa, que el de la V ia Appia con pinos y ci-

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    preses,sileiiciianiigucuerpo!a resi.me suahogupiedratomespues,caucedond?to sinrelhmr:la vidsuee.m a s dflla aleel avevuelo,iar sucuerpoabkertcamena

    ?1 polvo en torbellino y con el,no mas sonriente que todos los_ - I__._ios del mundo. Y ti sabes,transparente y unido por un hilo airreccin, que me aterra la idea de quejetes demasiado a la noche y que mees convirtindome en estatua, en lareal desprendida de todo vaco. En-, nada de igualdad y semejanza. Echa,esta ltima idea al mar y anima eldonde sonre el nio recin nacido,arde la fianza primordial, el movimien-Dar del hombre y de la tierra, ellago que gira alrededor de s mismo,a, en resplandor a lo largo de esteQue la soga del despertar tire una vez%de el borde del pozo, pero que cente-; una corte el hilo del viaje para quemensaj*era no pierda Y aspiracin delni el presidiario de1 alba deje de &evo-desayuno en la taza de ceniza. Oh,derrumbado, portador del fuego, ojo1 de par en par, sombra mia 9 fielza del Paraso por perder.

    OOh tormento de arrancarse al sueo, enun soado despertar. Ese sueo de despert,arest condicionado tambin por el destino,

    poraue tiene sus fronteras en el interior delsueo el cual se manifiesta por s mismo en-1 seno del conocimiento sensible y, sin em-bargo, el sueo soado es ya un sobrepasar!os lmites del suefio y una separacin por-que el corazbn, desde que comienza a palpi-31

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    tar, pide que se le abra y, dispuesto a entraren lo real, palpita hasta las fronteras de larealidad y llama a sus puertas....- Hermann

    ianosnesteres de su existencia privada, se aureo-laban al dejarse admirar por amigos y derco-nocidos e iban de UQ vaco a otro comodejando una estela alucinada . Meteoros,decan algunos, por decir algo y en la. impo-sibilidad de atrapar la palabra exacta. Loterril?le eir,pez cuando la joven despert u11dia muy temprano y sin ellas. Quiero decir,sin sus manos. A l comienzo crey en unaidea. Pero a la tercera o cuarta vez que sedespert sin manos le fue imposible dudarya de la catstrofe. Se prometi, y lo con-sigui, despertarse en adelante a una horadesacostumbrada, es decir, al alba. Las ma-nos estaban ah , pegadas a su cuerpo, a esecuerpo que de todos modos no pareca guar-dar relacin fsica alquna con sus manos.Se sinti desolada. Algo andaba mal en sucabeza. Rasaron algunos das y la fuga novolvi a repetirse. Vino el sol, vino la prima-vera tal vez y la tranquilidad total. Pero enuna oportunidad despert a medianoche. A h estaban otra vez sus brazos, digamos, solita-rios. Se durmi en seguida y no sin amonestarun poco a su imaginacin. AI alba abri losojos: ah estaban sus manos. Un juego te-rrible? Un juego alucinado, alguna curiosa

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    enfermedad. Recurri al mdico. Ideas, fa-tigas, infantilismos, dijo el viejo Jfipiter. Eljuego sigui su curso. Una maana sinti unextrao olor en ellas, que acababan de re-gresar. Un olor a alimentos, en una palabra,a cocina. Se encogi de hombros. En otraocasin e l olor cambi: era un aroma d ehierbas humedecidas por el rocio. Ms tardefue un olor a frutas y luego no olieron sinoa sus propias cremas nocturnas. Olor a ma-nos, simplemente. Sonri todava. Pero unamaana y a no le fue posible seguir sonriendoa l vrselas sucias, manchadas con tierra ycomo si hubiesen estado escarbando en eljardn. Es posible?, se pregunt, aterro-rizada de veras. El juego se volva trgico.No obstante se dio nimo para esperar cosaspeores. Pens en revelar el secreto a su fa-milia, a sus amigas y amigos. Un espantoms, se dijo, y se contuvo. Pas el tiempotal vez, no se sabe, porque el tiempo no eselemento alguno en asuntos como stos. Re-pitamos, pas el tiempo. Envejeci ella, peroms envejecieron sus manos. Llegaron a serdos ramas huesudas, plidas, sin sangre. Levinieron miedos religiosos. Un castigo,pens. Y se puso a hurgar en su conciencia.Mucho digno de culpa, sin duda. Quizs,nunca sabemos nada. Se expa algo, eso estodo. Los cielos lo saben. Y se acomod ala idea de dejarse castigar. Las manos se levolvieron transparentes y poda ver al travsde ellas. Sus errancias nocturnas continua-ban. N o le era posible ya distinguir oloreso manchas. No haba nada que hacer en esesentido. Tenan ellas su vida propia, como

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    decir, independiente de su cuerpo, de su es-pritu, de todo su ser. En compensacin, suhasta entonces pobre y ms bien distradaimaginacin se haba vuelto maravillosa. silo bello existe realmente, todo cuanto vea erabello. Un barniz de belleza profunda brilla-ba a su alrededor y en sus pensamientos.Todo ola a parbola. Los movimientos m$insignificantes del mundo animado tenanpara ella una significacin ardiente y los ob-jetos mismos cobraban una vida extraa ydespedan un deleite como nunca pudo ha-berlo imaginado. De ah que, en yrez d e des-esperarse, sonrea. Sonrea interminablemen-te y como si el sol la estuviese siguiendo portodas partes. Termin por volver las espaldasa la vida. Se encerr en casa y no vea 11luz mas que en el jardn, all donde m ascontinuamente pasaban sus manos la noche.El quehacer ms afanoso era Dara ella el dejuntar la tierra que IF. llevaban las manos alalba para devolverla luego al jardn. Fncuanto a los olores, stos le traan la visinde la vida exterior que ella habia olvidado yacasi enteramente. Pero la desesperacin esun insecto cruel y sola visitarla. La resista,dicindose: Un maravilloso secreto, a msarde todo. Cmo revelarlo? Nadie creera. Yluego, complicaciones. No, mejor morir conl. Y sonrea ante sus dos hojastransparen-tes, resecas pero vivas, errantes y fieles a lavez. Sigui pasando el tiempo, quizs, y qui-zs si necesariamente mientras ella sonreay sonrea al ms inslito de los mundos. Msde una vez busc huellas, huellas frescasqu e pudieran indicarle el lugar o los lugares

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    donde sus manos sonmbulas cavaban tierrauor la noche. Intilmente. Termin, como alcabo de otras experiencias, preguntndose:lPara que? Ellas no son ya parte de mmisma sino mi ser mismo extraamente en-cantado y como si el destino hubiese queridorehacerme, transformarme, metamorfosear-me. Y por que preocuparse de ese desha-cerse y rehacerse raro, nico, increble3 Ha-ba una compensacin, le era imposible noapreciar eso. Y no slo la compensacin re-tiaida por el trueque era el hecho de verodo distinto, sino que deba apreciar tam-bin - q u e estremecimiento- la tranquilidady la soledad no menos maravillosas que iahacan pa,sar como una luz en exilio entreius pensamientos y sus actos. Pareca com-orender que ese estado de gracia no es al-canzado sino a costa de un desdoblamientotenaz y que no era otra cosa que la hacasentirse ms en s misma y a la vez ms encontacto con la claridad exterior hasta en-tonces desconocida: la realidad del mundoms lejano que una estrella. Yo estaba enotro lugar, se deca, pero a oscuras, porquepocas cosas visibles me procuraron verdade-ra satisfaccin. Ahora es distinto y me pare-ce alargarme en crculos alrededor de mimisma y del mundo. A veces el recuerdo.que no es un insecto crud sino ms bien elenano que habita en la lmpara maravillosa,!e traa el eco, un ruido, una palabra que:nconfundih:emente le sonaba como la pala-bra amor. Tampoco eso le pareca ms vasto,ms profundo ni de ms ardor que el encan-tamiento en que la envolva ahora la inslita

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    conducta de sus manos. En primavera o in-vierno, ese hechizo pegado o despegado de sucuerpo no era ms que un par de hojaserrantes que se desprendan y retornaban alrbol solitario. Sigui pasando el tiempo, taivez. Un da se vio desnuda delante del espejo.Le caus extraeza ese cuerpo joven an yque pareca haberse detenido en el tiempo.Pero su s manos, sus manos estaban resecas yslo parecan manos vivas debido a la trans-parencia que las animaba y al movimientocasi rtmico con que nadaban sujetas apenasal extremo de los brazos. Mas, haba q u e ol-vidar eso tambin. Haba que olvidarlo todcpuesto que ella misma no era sino el olvido.Pero el olvido nada tena que ver con la zonapetrificada, el lugar cubierto de nubes, r Iuniverso silencioso y ms lejano que todoslos sueos porque ni representaba en ella lanada fabulosa que surge de la memoria ni 1 ~ .ausencia con que lo designan los sentidos. Elolvido suyo era el lado secreto pero por esomenos vivo de su mente y , como los smbolosde nacimiento y muerte, irradiaba sobre ellala lmpara misteriosa que balancea luz ysombra, el exacto mensaje unitario de lovisible y lo invisible. As, recordar l e era lomismo que presentir porque el mundo habasido recreado para ella y de modo que nadafuese diferente. Una parbola, de dndeme viene esta idea?, ms que un smbolo,pensaba. Y para qu entenderla si no ne-cesito comunicarla?. No, ella tena su mun-do tambin. Un mundo pegado al de sus ma-nos. Un mundo distinto y las leyes por lascuales ste se rega eran leyes mgicas, po-

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    incisi ecieimiesuCUPserm ano.loscieiter:ole:alciparinecr

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    las mova en el aire como si el encantamientode la fuga, de la ruptura ms bien, se hubie-se deshecho de pronto y para siempre. Laprimera vez que ie ocurri fue un golpe te-rrible. L o s vapores del sueo la abandonarony desea desesperaflarnente que surgieran losprimeros vapores del alba. Haba muerto e!hechizo? Ira a volver todo a la horriblerealidad? Vino al fin el amanecer y todo re-sult cierto en cuanto al regreso definitivo delas dos hijas prdigas, pero no en cuanto ala prdida del hechizo pues las cosas siguie-ron encantadas, fantsticas, inslitas, bellas.Con un estremecimiento total y profundoagradeci esa afirmacin de la gracia. Y aun-que no le fue posible volver a sentirse conmanos -de tal modo continuaba la ausencia,tal era la nueva metamorfosis-, al menos,esa curiosa reintegracin fsica quintuplic sufidelidad a los secretos y alab con mayor f eaquello que era la verdadera tranquilidaddel cuerpo y del espritu. N o obstante, ms*de alguna noche vinieron a aEetear a su al-rededor las liblulas portadoras del temor.Haban sus mano6 renunciado del todo aldesprendimiento, a la errancia nocturna? Sumente, que en su excitacin demasiada viva ,no cesaba de atraer tanto ideas favorablescomo desfavorables, se neg a ir ms lejos yproclam, como la lluvia proclama la giorindel trueno, que su relino era un reino defini-tivampntc restituido y que el orden terrestrey el orden celeste, el orden negro y el ordenblanco, se haban salvado del cataclismo pa-ra resplanecer en la unidad de la graciasin par en s misma. Se senti6 rescatada y

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    con todas las virtudes de lo humano puestoque la mayor parte de su cuerpo era la viday la menor la muerte. Los smbolos del co-mienzo, del nacimiento, sonrean en gloria Ymajestad a lo s del fin, los de la muerte. Ce-rraba los ojos sonriendo, sonriendo entre suluz verdadera -expiacin o recompensa-entre el misterio total, restituida, salvada,presente y ausente como sus manos resecaspor fuera, lozanas por dentro. Hasta que.. .Oh, silenciosos dragones del destino, quenube se atraves en el cielo para que nadiesupiese exactamente el final de esta historia,la para m mas ardiente de todas las histo-rias posibles de ser vividas 5 inventadas? S-lo ha sido posible saber de lguien que vio ala joven de las manos errantes en la hora desu muerte y que al oir a las gentes decir, in-citadas por la poesa concreta de la muerte,que esas manos estaban ms fras, por ejem-plo, que el resto del cuerpo, le fue imposiblerechaza la idea de que en verdad estabanfrias, pero fras como una estrella.

    eEstropicio No 9. Como homenaje a la quedebo llamar mujer-abeja me someto una ve7ms y casi con placer a la magia asesina

    de los hierros rojos del verano, posibilidadnica de sentirla girar alrededor de todas lasflores del mundo ahora que las salidas pare-cen haberse cerrado para m, nufrago ten-dido sobre una playa cuya ubicacin geogra-fics me es imposible adivinar y no tanto porel abandono sino por la oscuridad invernal

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    que ha tomado posesin de mis ojos a pesarde tenerlos tan abiertos como los del marque parece protegerme. Bella catstrofe,puesto que an puedo permanecer ligado a 16presencia y a la msica de quien es para mialgo ms que el amor. No es ella la que ha-bita la dorada colmena del sueo desde don-de se desliza hacia toda flor resplandeciente?No es ella quien me trae a la noche en unaazucena y al da en u n diente de len? Nces ella la que retiene la duracin del veranoentre las cuerdas de arpa de su cuerpo siem-pre de perfume en perfume y de eternidaden eternidad? N o puedo dudarlo, amor, por-que en este mismo instante, tarde colgada deuna horca, el Concierto No 20 de Mozart em-pieza a descender desde alguna parte haciam, el nufrago no identificado. CY a quinpodra reconocer en el laeve torbellino musi-cal sino a ti, con el corazn atravesado porel rayo que a veces gusta derrumbarse sobrelos jardines?

    ORecuerdo a la vidente ciega que me vio flo-tar, en una de sus adivinaciones, por supues-to , sobre las aguas de un ro ms intranquiloque los ojos de una joven de quince afioss o n sus palabras-, aguas que parecan ne-game a conducirme hacia el mar y queformaron a mi alrededor un torbellino d?cabellos blancos para permitirme flotar sinavanzar ni retroceder. Recuerdo, entre otrascosas: Al final del camino hay un hoyo,deca, y pronto tu camino te llevar hasta

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    ese hoyo, como a todos. Slo que, no me obli-gues a asegurarlo, t demorars un pocoms que quines? no lo s. Es decir, flotarspor un tiempo todava, no sobre aguas sinosobre aire. Hasta que el reloj que hay aden-tro del pozo te hable en campanadas. Esaser tu hora. Y despus de una de sus lar-gas pausas: Te veo flotar ya, pero sobraaguas benignas. Te protegen, ignoro el por-qu. Y finalmente, un enigma: No olvidesque en el murdago brillan con mayor fuerzalas estrellas. Lo supongo, porque aquellavidente ciega se ha perdido en mi memoriaaunque la reencuentro a veces y no s si laveo flotando sobre agua o aibe o si ha oido yaa! pozo hablarle en campanadas.O...La tierra me ofrece un camino entresus antros profundos y despus de atravesar-los vuelvo a ver los astros que se ocultaban amis ojos. Ovidio, %as metamorfosis.

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    Hema:Impcipioespactierr:nas 1draenterque :gunaY palla ticgen 4encei

    ,US UEROSGLODITA

    tra vida no es un sueo,pcro es posible que llegue 8 serun sueo".NOVALIS

    aqu m casa: un hoyo. Hse aqu m tie-un rayo de sol. He aqu mi cielo: unaara. Lo demhs, el silencio desde el prin-del mundo: m cuerpo en este triple:io donde da y noche entierra y desen-i os granos de una memoria que ape-e pertenece y donde la vida es u n a pie-levantada y la muerte una piedra*rada, ambas encendidas de tal modo3 veces me es imposi>ble aber si soy al-cosa entre ellas o si ellas son, en verdadra siempre, el paisaje que me restituye ama o si se trata solamente de una ima-detenicia en el tiempo y a la que deboider una fogata ms alta que el cielo

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    para que el hombre desnudo y olvidado quesoy pueda seguir enterrando y desenterrandolos granos de una memoria que ms que vir-tuosa, en el sentido be las grandes experien-cias, es solamlente una ciega ladrona delmparas olvidadas.

    ONo, ni en la luz en que duermes, ni en elplcido vaivn entre universo y universo, nientre los signos parecidos a los que giran en laesfera d,e los relojes muertos que en las gran-des ciudades son el ojo lunar de las torres.No, porque la vida ms vida que ninguna tealimenta de noche como a un pjaro.

    OEl mundo es en ti una barca con guirnaldasen la soledad del mar, una danza lejana enla que mis ojos te sostienen entre olas mspreocupadas de la msica de las profundida-des que del viento. Tu muerte o mi muertesern un da como el derrumbe fortuito deuna lmpara.

    OOh y el viento alucinado que pasa entretu cuerpo y mi cuerpo: apenas el leve sonidode la vida.

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    Pienso en el da en que las estrellas se des-prendern una por una hacia la tierra. Sercuando yo entienda, por fin, el lenguaje delabismo en conversacin con Ias hormigas.O

    Todo puede ser glorificacin. El mundodespierto, el mundo dormido. El cuerpo entodos los colores del da y de la noche. El mo-vimiento y e1 reposo unidos por algunas delas palabras ms indescifrables, por la res-piracin de algunas de las ideas ms secre-tas, por el calor de algunos de los pensamien-tos ms parecidos, por ejemplo, al esplendorde la vida. Y yo junto a eso. Yo, l viajero quehabr aprendido a cambiar de piel corno lasserpientes.

    OHomenaje al homenaje de tu mirada enaparicin y resplandor. Aun cuando a vecesyo vuelva el corazn hacia los fantasmas. cantores que levantan fuegos misteriosos en

    colinas tan invisibles para ti como para m.O

    En esta vida, ya ves, que es imaginacintotal aunque nuestros sentidos se identifi-quen con seres y cosas, aunque nuestros pa-sos se unan a otros pasos y seamos viajerosentre viajeros. Somos? Vamos? Nos Ilevan,tal vez. Nos llevan imantados, quizs.45

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    eAydame a recoger el roco que .sea la noche antes de irse a dormir.

    eOh y qu b,eilo era el sol olvidtodos!

    eUn comienzo de poema: Cierrode mi v& y t e entrago las llaves.

    eLmpara No 13. No hay alucinzmamente ni encantamiento tempor:hay en el hombre es la lucha contrcinaciones, en 1 siempre breves, yde algunos encantamientos, los mslos ms falsos, pero que de todos mnas si le sirven para sacudirse 1;miedo, plato servido a toda hora. L:

    le es ya, contra su voluntad, una aJ un encantamiento, aunque lemenos placer que al animal o al pe

    Eh el esplendor de la. noche, es dtesplendor de t u vida, la nostalgia fgo en las colinas. Porque viejos tocarpa evocan el exilio de sus propia:

    le cay

    ado por

    la puerta99.. .

    tcin per-al. Lo quea las ah- ,el ecechocomunes.iodos ape-% piel. E lt piel, que;lucinacin;procurantjaro.

    %ir,en e l2s un fue-:adores do; ombras.

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    Y C'da 'iualqui,er pensamiento levanta su humare-3 propsito de la msica.

    Duerme, pues, vuelto hacia el muro,donde mi sombra debe pulsar algninstrumento para ser atrada. El ca-escenso es a veces confun-camino del r'etorno.En el silencioalgunos insectos felices,so l con forma de avispasronfunda con las reminis-

    O

    ;os a extraasO

    T ,dirs qu es la vida, yo dir qu es laaspiracin hacia el movimiento cuando lavida pasa por t u mirada como soibre unacuerda. El viento dir cmo se danza en la,arena de los desiertos, yo dir cmo hay que,dar transparencia a los huesos para dormir.La lluvia dir cmo se canta de hoja en hojaen un bosque, yo dir cmo se aprende a en-cantar los precipicios. T dirs cmo habr,que desnudarse para la cita con la tierra. yYO dir, baibuceando, cmo habr que pre-

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    parar los ungentos que el cuerpo necesitapara la muerte.e

    Levntate en sueos, as se est ms des-pierto. Nada sera posible sin la virtud, nosolamente de los sueos, sino del sueo ron-creto que es el trnsito terrestre. Una razextrae a la otra y yo extraigo para ti la so-ledad que olvid la paloma en el nido.e

    El hoyo respland.eciente que abren los ao!al fin: ah viv, desde ah me dej tocar poilas vibraciones totales de la vida. Y ah, sir:saberlo, tej la red para la muerte. Ahora e?so! canta en el hoyo que podra llamarmagico. 'i

    eEnerga, f:e, la perenne ansiedad. Y letierra, el mar, los pjaros? Ninguna convul-

    sin. Solamente un poco de luz inexpresableeTodas las ciudades me siguen, mas ningu-na noche extranjera me cie. Estoy hechcde materiales derrumbables?

    e

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    EEEriacrulasigudiddeda:

    :1 poder del exilio.:1 poder de amar la lejana en uno misma.:1 poder de partir en dos partes la memo-y unir lejana y proximidad. Voces quezan los espacios, pjaros que emigran conalas marcadas. Y le1 fuego de la nocheal en todas partes. Mas, de qu profun-ad asciendo cada maana? De la nica,la de mi ser: la misma aqu, all y en to-3 partes.

    OSe haban encendido los muros de la salaabierta. y ios invitados entraban tan soloscomo las nubes estivales y tomaban asientocon la misma nabralidad con que se hubie-sen tendido a dormir. A dormir, por fin, un

    sueo real donde cada uno conversaba condelfines de rpida ,aparicih por el lado dealgn mar. De pronto uno de los invitadoslevant las manos. Nada dijo, ni nadie dijonada. Pero todos bajaron la mirada hacia 18arena. Esa fue, para ellos, la primera vez queentr en sus cuerpos la ceniza.O

    No es tiempo de soar bellas sueos. Se sa-be. N i es tiempo de reunir palabras para unomismo ni para unos pocos cuya herida no se'cierra temporalmente sino a golpes de magia.S e dice. N i es posible tener de visita a unamariposa. Se cree. N i hay ya mistwio algunoque resulte superior a la tranquilidad. Sepredica. N i el hombre puede caminar ne-

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    gndose a llevar a sus semejantes al hombro.Se aconseja. N i hay que perdonarle la vida aaquel que apart sueo para tener casa queconvidar y palabra que decir. Se ordena. N i serpuede negar la existencia del hroe de nues-tro tiempo. Se ensea. N i hay que despertaral hombre de su pesadilla para que abra laventana que da al resplandor de la mas ce-rrada de las noches. Se prohibe. S, y sobratodo se prohibe vivir. N o es tiempo de soarbellos sueos.

    ODecas era extrao era horrible el gusanosobre la boca del tulipn / T e contentabastanto con el grito que gritar t e era estar enel concierto entre jvenes agrietados aunque

    el himno terrestre suba y sub a a semejanzade las palabras que vienen cargadas por elrelmpago porque de la arena se levantanun da en que es bello dejarse llevar por lavida o por planetas minsculos arrojados delespacio vctimas de la primera cada / Decasy querias imponer la idea de que nada danla vida ni la muerte ms que lo que da l amano del hombre / Extrao y horrible en laclera en el sopor en el vapor que nadie tedaba aunque creas recoger los mensajesabandonados por el lejano condenado amuerte ajeno a toda obediencia o adoracin/ Oh y cmo el tiempo peda auxilio en losojos de aquel que t e Ilevaba de la mano ha-cia l a luminosidad sin par.

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    La poesa no es, precisamente, nada deaquello qup s e dijo, se dice, se dir. Slo sf?sabe a ciencia cierta que a menudo se le bus-ca y se le encuentra. Porque, por ejemplo, elsonido de arpa de los pinos solitarios\..O

    Aquel hombre, mi agigo, dorma despojadode todos sus pensamientos. El leve cataclis-mo ocurri de pronto. Primero fue la idea deque adoraba y luego pas a una especie detemblor. Comprendi que deba poseer e l donde reunir gran parte de aquello que el hom-bre inventa para adorar a ojos cerrados. Diosque duerme no es dios. Eso era lo nico quedeca y lo repeta el eco de un sol somnolien-to sobre el ocano de su cabeza desinflada.e

    Pregntame, pregntame. Sabes lo que esponer de pronto las manos sobre el hombrode quien esta desnudndose? Pregntame.Sabes lo que es atrapar un pjaro en elvuelo? Pregntamme. Y o te respondera:Atrapar, atrapar. Esa es la sabidura total.N o la tuya, ni la ma. La de la tierra.

    eVivimos el tiempo superlativo. Horrible, yalo se. Eh estos das no se pide vida, se exigemuerte. Una idea? Pues, a la muerte. Lacontemplacin? A la muerte. La accin? Ala muerte. La ciencia? A la muerte. La so-

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    ledad? A la muerte. La poesa? A la muerte.Naturalmente, olvidamos ser. Y cuando al-guien enjuicia a la vida, todos preparan lashorcas. Oh as palabras sombras! N o lastuyas, no las mas. Solamente las del hombrede este tiempo y de todos los tiempos que di-ce: Prohibicin absoluta de no ser como yo.O

    con permiso. voya mirar el sol. voy atenderme sobre la hierba a escuchar lo quedicen las cosas mnimas. Porque las cosasmnimas hablan justamente, al revs de loque se cree, el lenguaje apenas comunicable.0

    Lo real y lo irreal, reunidos como en unavida, como en una cbntemplacin, como enuna accin, como en una boda, como en unamuerte. Iba a decir tambin como en unnacimiento. Pero hoy no se nace, se muere.O

    Cuando la noche entrb de repente en lacabeza de aquel hombre que se miraba laslneas de la mano.. .O

    Cdldate de tu poesa. Por la poesa.O

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    Hay quien lee y escoge. Hay quien escogey no lee. Y hay tambin aquel que se pareceal cosechador de frutos: el que los trata co-mo a frutos y el que los corta. Dime ahora dequ lado vendr el sol el jueves prximo.Enigmas, experiencias odiosas.

    OQu haramos con un meteoro entre lasmanos? Yo o s, O al menos creo saberlo: se

    lo dara a aquel que cree que todo ha desa-parecido.O

    Lo que deca a muerta voz el moribundo.Record el trozo de mstil que encontr unda en la playa. Imagin sus viajes. Las tem-pestades. Los das de sol en alta mar o enislas donde las plantas le dan a uno las bue-nos das apretndole la mano. Y donde elhombre llamado salvaje le habla a uno de lavida, de los dioses, de la alegra, del terror,del conocimiento, de la poesia que brota co -mo un vino de los geroglificos, de todo lo queuno apenas comprende. Un moribundo. Un,trozo de mstil abandonado en la playa de lavida. El nico que sabe en verdad lo que ha-bla, el nico que sabe lo que dice. El nico,justamente, que no ser jams escuchado.

    Nueva York, 1961.

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