el sobrediagnóstico de tdah como síntoma de una sociedad destructiva
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Universidad de Santiago de Chile
Escuela de Psicología
Clínica Infanto-Juvenil
El Sobrediagnóstico de TDAH como
Síntoma de una Sociedad Destructiva
Integrantes: Boris Reyes
Profesor(a): Andrés Albornoz
Ayudante: Marcelo Vallecillo
Cuando se anuncia el porvenir se infringe la regla, y
se corre el peligro de alterar el suceso venidero, en
cuyo caso la ciencia se viene abajo como un
verdadero juego de niños.
(La Cartuja de Parma, Stendhal)
“No atiende en clases, le va mal en la escuela, tenemos miedo de que repita el grado.
(…). Es imparable, son las doce de la noche y no se duerme; nos agota. (…). No atiende cuando
se le habla, no puede quedarse quieto, se despierta de mal humor.” Son algunos ejemplos con lo
que comienza Beatriz Janin sus reflexiones acerca del Trastorno por Déficit Atencional e
Hiperactividad (TDAH), donde desde un principio comienza a cuestionar el para quién es el
problema, si para el niño, para los padres, para lo profesores, etc. (2004, p. 17)
Este cuestionamiento no es menor si indicamos que:
El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) es el trastorno
neuropsiquiátrico más común a nivel mundial en la población pediátrica, ocupando un
límite entre 3 y 7%, y en Latinoamérica, se considera un problema de salud pública,
que afecta aproximadamente a 36 millones de personas. (De Lourdes, 2011, p. 3).
En el caso chileno, si bien no existen cifras exactas respecto a su prevalencia, algunos
autores señalan que sería entre un 5% a un 10% en menores de 18 años cuando se realiza el
diagnóstico en base al DSM-IV, y un 1% a 2%, cuando se utiliza el CIE-10. (López, Rodillo y
Kleinsteuber, 2008; De la Barra y García, 2005).
Frente al caso chileno y al escenario mundial, Janin apunta que tanto en consultorios
psicológicos, pediátricos y en el ámbito escolar es frecuente el diagnostico en los niños, gracias al
uso generalizado del DSM-IV, y además de que existe una pasión por diagnosticar, por catalogar,
por definir cuadros, ya que así se avanza supuestamente en la resolución del problema (2004).
En base a lo que se ha mencionado hasta ahora, es prudente afirmar que la relevancia de
revisar esta temática y enfocar nuestro esfuerzo en producir un análisis suficientemente profundo
como para este formato, radica en que hasta ahora en la teoría se ha mencionado la posibilidad de
la existencia del sobrediagnóstico del TDAH, pero nada se ha mencionado respecto de la relación
que tiene esto con el tipo de sociedad en los que se realiza tal acto, del sistema en el que se
envuelven los niños identificados con este síndrome.
A la vez, a partir de esta perspectiva es posible señalar la pregunta que guiará el desarrollo
de este ensayo, el cual radica en comprender ¿es posible que el sobrediagnóstico del TDAH sea
un síntoma respecto de una sociedad violenta y destructiva, donde impera el moldeamiento y la
competitividad? De esta misma pregunta se desvela el objetivo que se busca conseguir, el cual es
analizar la relación entre el sistema capitalista y el sobrediagnóstico de TDAH. Para cumplir con
este objetivo se recurrirá a una revisión bibliografía que agrupa tanto libro, papers y artículos
online.
Antes de proseguir, se debe entender que el TDAH “es un cuadro complejo en el que
predomina la confusión debido a la heterogeneidad en sus manifestaciones clínicas y su etiología
variable e imprecisa” (Morán, De Concepción, De la Cruz, Moreno y Robles, 2006, p. 1). Esto se
puede visualizar perfectamente en los indicadores o criterios que indica el DSM-IV, los que en
muchas ocasiones son bastante amplios, o incluso vagos. Por ejemplo, se indica la insuficiente
atención a los detalles, no sigue instrucciones y no finaliza tareas, dificultades para organizar
tareas y actividad, etc. (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales [DSM-IV-
TR], 2000)
En este sentido, Janin señala que en la diagnosticación se actúa bajo el precepto de que los
niños son sujetos sin conflictos internos y que los síntomas se presentan aislados de contexto.
Cuando lo que se intenta es, rápidamente, hacer un diagnóstico, clasificarlo, lo más
probable es que se dejen de lado las diferencias, se piense sólo en las conductas, en lo
observable y se pase por alto el sufrimiento del niño. (2004, p. 21)
Sin embargo, no se menciona la inexistencia del trastorno como tal, sino que se alude al
hecho de que en algunos casos, si es que no son la mayoría, el diagnóstico es errado y en base a
eso se encasilla a un niño con el distintivo “enfermo” o “invalido” (2004). Como menciona
Enrique Gavilán:
El TDAH está sobrediagnosticado. No me refiero a los errores en el diagnóstico, sino a
que muchos de los afectados podrían haber tenido una vida perfectamente normal,
feliz e integrada incluso sin haber sido nunca diagnosticados o tratados. El exceso de
celo a la hora de etiquetar a niños y adolescentes hiperactivos ha creado una epidemia
desproporcionada, y en un importante porcentaje de ocasiones puede haber ocasionado
más desventajas que beneficios, además de muchos sufrimientos innecesarios. El
sobrediagnóstico lleva parejo, en muchos casos, el uso de fármacos en personas en las
que pueden ser más perjudiciales que útiles. (2013, 3¶)
Y es que el niño se inserta dentro de una sociedad que presiona para que obtenga los
resultados esperados, presionado tanto por sus padres, como por sus profesores. Ambos, padres y
apoderados, actúan bajo demandas sociales, donde el fracaso significa quedar fuera del mundo, al
margen de éste. Se espera que todos los niños aprendan al mismo ritmo, con tal de responder a la
importancia del rendimiento y de la eficacia. (Janin, 2004)
En Chile, existen los Mapas de Progreso, que son una guía para los establecimientos
educacionales para indicar el progreso de aprendizaje que debería mostrar un niño a lo largo de
los 12 años de educación escolar y también es una forma de dar cuenta del cumplimiento de los
objetivos fundamentales y contenidos mínimos obligatorios establecidos por el Ministerio de
Educación (Cox, 2011). Así se da cuenta de la falta de integración de los niños al sistema
educacional, y se presenta más bien un tipo de inclusión, donde se busca que estos se inserten, se
adapten y moldeen de acuerdo a los criterios que establece el organismo central.
Este organismo, el Mineduc, es parte de un sistema social, el que es entendido como un
producto articulado de distintos niveles de organización, donde cada parte es interdependiente de
cierto modo con el resto. Dentro de este sistema social, la escuela y la familia perpetúan los
valores y normas centrales de la sociedad, permitiendo la convivencia de las distintas personas.
(Montenegro, 2001)
Ahora, ¿Quién establece esos valores y normas?, pues el sistema, ya que este busca el
equilibrio de las distintas esferas o instituciones que conforman el sistema social. Así, cuando se
presente un desequilibrio o haya una desviación de una de las instituciones, el sistema realizara
los ajustes necesarios para volver al equilibrio. (Montenegro, 2001) De esta forma, el Mineduc,
modificara cuanto sea necesario los objetivos y contenidos mínimos obligatorios, con tal de
mantener el sistema imperante.
Como máxima institución de este tejido socio-político, se haya el Estado, quien permite, regula y
mantiene el sistema dominante, que en este caso se trata del sistema de dominación capitalista. Es
el Estado, a través de la ejecución de políticas en sus distintos niveles quien coarta las libertades
individuales y de los colectivos. Este sistema se basa en un modelo competitivo, donde existe la
confrontación con otros a la hora de conseguir el éxito (enfoque exitista). Esto genera que dentro
de la misma sociedad exista la mirada individualista acerca de lo que significa crear comunidad o
sociedad (Montenegro, 2001)
Aquí se puede apreciar que el papel de los sujetos en la sociedad, se conforma según las
determinaciones sociales y políticas, en pos de un orden establecido y con ello del sistema
imperante.
(…) la racionalización es dominada y utilizada por los modernistas tecnócratas o
burócratas, quienes la transforman en instrumento de producción o de consumo. El
hombre moderno está constantemente amenazado por el poder absoluto de la sociedad;
por eso ha reencontrado la idea de Sujeto como centro de resistencia al autoritarismo.
(Lomelí; El Individuo, El Sujeto, El Actor, 4¶)
De esta forma, el niño que presente síntomas de TDAH, es en parte un sujeto resistente
frente al autoritarismo que proviene de las instituciones miembros del sistema, quienes para
acallar los síntomas, sin preguntarse acerca de lo que determina al niño ni el contexto, utilizan la
medicación y la “modificación conductual”. Sin embargo, los niños no suelen someterse tan
fácilmente a las ataduras de los adultos, y prefieren manifestarse. “Mi mama le pide a la doctora
que me medique porque ella quiere que yo sea perfecto, y yo no soy perfecto”. (Janin, 2004, p.
22)
Ahora bien, dentro de la escuela los niños que presenten el TDAH muestran fracaso
escolar. Sin embargo, un niño puede fracasar en el colegio por muchos motivos, como por
ejemplo, la relación docente-estudiante, el modo de transmitir el conocimiento, desvalorización
social o familiar de lo que la escuela enseña, etc. “Los problemas en el rendimiento escolar
pueden no coincidir con dificultades intelectuales y ni siquiera responden siempre a conflictos o
déficit intrapsíquicos.” (Janin, 2004, p. 28)
Así pues, el acto mismo de adquirir el conocimiento para por un movimiento de búsqueda,
donde sin pasión no hay verdadero conocimiento, y de esta forma, toda búsqueda intelectual se
sostiene en deseos inconscientes. Aprender supone un trabajo psíquico, donde se entrecruzan los
deseos, sus cambios, el yo y los ideales. (Janin, 2004)
En definitiva, y una vez revisado todos los puntos teóricos relevantes, se puede decantar
que en primer lugar, el diagnosticar a un niño, en este caso de TDAH, significa que para la
sociedad y para sus pares más próximos, tendrá un lugar distinto al de los demás y esto lleva a
alterar su relación con el medio social. Esto ya que no se haya en un lugar de igualdad, sino que
el niño cuenta con una catalogación que lo borra como sujeto, pero lo brinda una posición distinta
si estar fuera de la relación social.
En segundo lugar, al momento de la diagnosticación se produce un quiebre entre el niño
como sujeto y el sistema social. Esto se debe a que el niño se presenta como una desviación a la
normalidad de la sociedad, donde por medio de la escuela se busca moldear para que se inserten
en un sistema que los aliena de su condición de sujeto, y le otorga el lugar de oprimido,
violentado. Así, la diagnosticación se convierte en el medio que posee el sistema para normalizar
al niño, al que se ve como un sujeto descontextualizado que debe responder a las exigencias de la
sociedad. En este punto cabe preguntarse acerca de la sociedad y el sistema que impera, en razón
de si es éste el que se encuentra enfermo. Es decir, si son las personas quienes deben insertarse a
un sistema que es hostil para la gran mayoría, ¿por qué continuar con el mismo sistema?
Como se mencionó anteriormente, el niño se presenta como una especie de resistencia
para con el sistema, y por ende, en un mal agente para éste. Dejando a la diagnosticación como el
método para reequilibrar el sistema, modificando la conducta del niño, para que no cause
problema, o más bien, para que no sea diferente. Si bien reconocemos la existencia del TDAH, la
pregunta recae en el sí el exceso de diagnósticos de este trastorno se vuelve una problemática, y
para quién sería esa problemática.
Pues bien, permítasenos concluir que el sobrediagnóstico es un problema para el sistema,
en el sentido de que constituye una señal de un desequilibrio en los fundamentos de sí mismo, el
cual radica en la conformación de personas sujetas a sus valores y determinaciones sociopolíticas.
Y es que siempre existirán personas que busquen el cómo relacionarse con los demás y cómo
adquirir el conocimiento por sí mismos. Si el sistema no le abre las puertas a un nuevo modelo
socio-educativo, deberá de continuar con el sobrediagnóstico y así tratar de perpetuar relaciones
injustas entre el Estado (representante del sistema), la familia y los niños.
A partir de esto, surgen ciertas preguntas abiertas a la discusión y el análisis. Una de estas
trata acerca de cómo actuar, desde la psicología, contra un sistema opresor, cuando no se generan
los espacios de discusión y de acción. Además, sería de gran aporte conocer una visión
multidisciplinaria respecto del sobrediagnóstico de distintas patologías y trastornos.
Referencias
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Trastornos Mentales. 4 ª ed., Texto rev. Washington, DC: Autor
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De la Barra, F. & García, R. (2005). Actualización en el Diagnóstico y Tratamiento del Trastorno
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De Lourdes, M. (2011). ADDH: Sobrediagnóstico o Subdiagnóstico. Revisando la Evolución del
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Gavilán, E. (2013). Carta a las Madres y Padres de Niños y Adolescentes Hiperactivos. Zapatilla
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Janin, B. (2004). Niños Desatentos e Hiperactivos: Reflexiones Críticas acerca del Trastorno por
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Lomelí, L. (s.f) Modernidad y Sujetos Sociales en Alain Touraine. Debate Social. ITESO, 8.
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