el sexo de los políticos y la política de los sexos (2004), por braulio garcía jaén

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  • 8/9/2019 El sexo de los polticos y la poltica de los sexos (2004), por Braulio Garca Jan

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    Lateral, nm. 118, 2004, p. 14

    El sexo de los polticos y la poltica de los sexos*

    [RESUMEN: El autor del artculo no cree que la desigualdad sea la principal

    causa de la violencia contra las mujeres. Aunque hoy pueden ser ministras de

    Estado, continan recibiendo palizas. El meollo de los conflictos de pareja

    parece estar ms en las relaciones de propiedad que en la tan cacareada

    disparidad. Al final, no hay ms verdad para el crimen que la posesin.]

    Cada vez que oigo la palabra inmigracin, salgo en busca de un psicoanalista. La liebre ya la

    haba levantado Ana Botella, hace cosa de unos meses, cuando creo que dijo algo as comoque con la inmigracin aumentara el problema de la violencia de los hombres contra sus

    mujeres. Algo as me comentaron. Lo que me sorprende ahora es ver que tambin Arcadi

    Espada (vase el 10 de julio en su blog en internet) se acuerda de la inmigracin hablando de

    la violencia domstica, en respuesta a una carta de cinco profesoras publicada ese mismo da

    enEl Pas. Aunque no queda del todo claro en la referencia de Espada, en general la alusin a

    la inmigracin apunta no slo a su aporte cuantitativo sino sobre todo cualitativo: los

    inmigrantes pegan y matan ms que los espaoles y que los europeos. La razn sera que

    proceden de pases donde la desigualdad hombre y mujer es mucho ms importante que en los

    nuestros, Europa. De hecho, la tesis de que la desigualdad es la principal causa de las

    palizas y los asesinatos es la de casi todo el mundo, desde luego tambin la de las profesoras

    de Barcelona, y ya slo por ese sb(d)ito acuerdo colectivo resulta ms bien sospechosa

    (T.W.A.) Como las alusiones fantasmagricas a la inmigracin no son razonamientos, ni se

    basan en hechos, discutirlas sera ya darles un valor que no tienen, as que all Ana Botella

    con sus fantasmas. Pero se puede aprovechar la ocasin para hablar de nosotros y de los

    demonios que apenas se disimulan ya con motivo de la violencia de gnero, que es de lo

    que no quieren or hablar ni los que se acuerdan de los inmigrantes, ni los que hablan de la

    desigualdad. Y para esto vienen muy al pelo la carta de las profesoras y la respuesta de

    Espada, porque condensan en pocas lneas un silencio monumental. Las profesoras hablan de

    la desigualdad como principal motivo, y Espada nos cita a una feminista que cuenta con la

    naturaleza humana, con la realidad, al abordar el problema de la violencia de los hombres

    contra sus mujeres. El inters est en el punto de fuga que hay entre ambos.

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    El meollo de la cuestin no est en la desigualdad, para empezar por el final.

    Denunciar la desigualdad est muy bien, y a partir de ah reclamar la paridad efectiva en el

    trabajo o en el consejo de ministros, denunciar el uso de las mujeres como objeto de reclamo

    publicitario o pedir una asignatura de gnero (femenino?), tambin. Pero de ah a pretender

    que el principal motivo de la violencia es la desigualdad, es como creer que Bush mand

    invadir Afganistn para liberar del burka a las afganas: ambas ilusiones sirven para mantener

    intactos los mecanismos del poder, por decirlo con las palabras de las profesoras, en

    Afganistn y aqu. Todas esas cosas del mundo del trabajo estn muy bien que se hagan y

    adems tienen mucho futuro por delante. De paso, el discurso de la desigualdad alienta la

    maltrecha competitividad, rinde beneficios, resalta la eficacia, maquilla la publicidad y pone a

    la escuela todava ms a merced de los adultos, o sea de los padres, porque es que las parejas

    ya no tienen tiempo ni de ocuparse de los nios. Pero no deja de ser curioso y triste que un

    problema que podra dar para hablar de la pareja como problema, acabe vendindoles una

    solucin para sus vidas a las parejas. La pareja como problema, es de eso de lo que nadie

    quiere acordarse en todo este debate. Porque hablarcontra la pareja tiene muy mala prensa, y

    si no que se lo pregunten a Garca Calvo, que sigue escribiendo en La Razn.

    Sin embargo, la tesis de la desigualdad y la solucin de la paridad efectiva, es verdad

    que apenas se sostiene si la paseamos por Europa. En otros pases, con mayor paridad efectiva

    e histrica que el nuestro, hay tantos o ms asesinatos. En Finlandia, el Primer Ministro es una

    mujer, y es el pas de la Unin Europea con mayor porcentaje de mujeres asesinadas. Es slo

    un ejemplo. Pero es ejemplar que la misma dificultad que hay para enfocar el perfil del

    maltratador en nuestro pas, porque los hay de toda condicin, la haya tambin a la hora de

    perfilar el pas de los maltratadores, porque los hay catlicos, protestantes, laicos y ortodoxos,

    pobres y ricos, fros y calientes, con buena y con mala educacin, con mejor y peor televisin,

    con publicidad chusquera o sofisticada, cejijuntos y rubitos. La teora de la desigualdad sedesdibuja entre tanto perfil socio-econmico y nacional distinto. La desigualdad en qu? Lo

    nico que tienen en comn todos esos pases y sus maltratadores es que en todos ellos las

    mujeres mueren a manos desupareja. Es poca cosa, pero quiz sea suficiente para empezar a

    perfilar algo y tantear de paso el nudo de la cuestin. La mat porque era ma, que rezaba el

    adagio popular, es seguramente lo que todos al fin dudaran si confesar o no en comisara. No

    es ese el motivo, claro, pero es importante que pueda ocurrrsele a alguien como justificacin.

    Ese es un miserable, que deca Acebes de Otegui, s, vale, pero a lo mejor sus palabras nosaclaran algo.

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    Aclaran, por derecho, la verdad de lo que sublima la desigualdad. Que la relacin

    hombre y mujer que todas las parejas contienen es una relacin de propiedad, y no de

    desigualdad. La diferencia puede parecer un matiz, pero sus consecuencias son csmicas. Ya

    que citan a San Pablo, las profesoras de Barcelona, para adornar su tesis de la desigualdad,

    habr que recordar aqu tambin que ya lo citaba Jos Requejo para demostrar lo contrario,

    citaba su explicacin de por qu en la iglesia las mujeres tenan que cubrirse la cabeza y los

    hombres no: porque Cristo es la cabeza de todo varn, y el varn la cabeza de la mujer(I

    Cor. 11, 3-10, cito por Requejo). Y Requejo, a diferencia de las profesoras, daba en el clavo y

    deca: mientras que un hombre se salva por su propia realizacin como ser social, por ser l

    mismo, as una mujer se salva slo por ser de un hombre. Porser de un hombre. Aunque a

    m me parece que tampoco el hombre se basta por s mismo como ser social. En la realidad

    social, es decir, fuera de la iglesia, un hombre que no tenga su mujer no es un hombre, es un

    don Nadie. (Dentro de la Iglesia puede uno llegar a Papa.) Y puede que la cosa se haya

    perfeccionado tanto que ahora las mujeres tambin sean de verdad propietarias y tengan

    tambin su hombre, con lo que se acaba as la desigualdad, pero no lo que ocultaba. Pero

    vayamos al origen: la Propiedad, para empezar, la propiedad de la mujer por el hombre, la

    mujer como primera forma de dinero, y al mismo tiempo si se quiere la propiedad de la casa

    y de los hijos, la Familia, como primera unidad productiva. Eso es algo que todo el mundo

    saba hasta hace cuatro das, pero que ya slo Garca Calvo dice; o es que me van a decir que

    lo de que fuera de buena familia era cosa de que fuera buena de verdad, como decimos de

    alguien que es buena gente? As pues, la desigualdad sirve para echar balones fuera, para

    creernos que ahora que somos iguales, o cuando lo seamos efectivamente, y ahora que ya

    no nos importa el dinero, podremos seguir repitiendo la misma historia, sin repetir los mismos

    crmenes: que el Matrimonio (o cualquiera de sus formas ltimo grito) ya no es lo que era,

    que ahora es un contrato libre entre partes iguales. No: no hay ms verdad que la posesin.En el tenerest la fundacin y esencia de la pareja, en el mo o ma. (A.G.C.) As que si

    son contratos deben ser contratos de compra-venta que una vez firmados mi Domingo es mi

    Domingo y mi Mari Cruz es mi M. Cruz. Ma. Y por eso la mat.

    As que no reduzcamos esos asesinatos de un sexo sobre el otro a una cuestin de

    desigualdad porque eso supone deslizarse por el lado de los principios, del deber moral, lo

    que acaba siempre entregndonos a la explotacin econmica y a la violencia con que serompen tambin los contratos. La mujer liberada trabaja el doble, vena a decir Isabel

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    Escudero en un artculo sobresaliente, y en Afganistn Bush puso de presidente a un ex-

    consejero empresarial de su amado Dick Cheney (vase Farenheit 9/11). Conviene no olvidar

    que en el principio fue la propiedad y que es eso lo que todo lo envenena. Reducir la

    revolucin feminista a la paridad efectiva entre los dos sexos en el trabajo, que es de lo

    nico que hablan las profesoras en su carta, es no querer volver si quiera a recordar que la

    cosa tiene antes que nada que ver con el fundamento de la Pareja, con la posesin y con el

    dinero. Y que el que tiene algo, como el que paga, quiere saber que lo que tiene es lo que pone

    en el contrato, que es suya, para empezar, y cuanto ms se crea que es suya ms celosamente

    la vigilar, la controlar, querr saber de ella, con quin va, con quin habl, a qu hora, lo

    que mira, por qu, y as hasta querer someterla entera. Ese celo no descansa nunca a no ser

    que deje de pensar que es suya. Y, sinembargo, sobre esa idea se produce toda la publicidad.

    La revolucin feminista digo yo que algo dijo contra todo eso y podra de paso recordarlo,

    porque si son vitales las medidas legales y prcticas, la oficina, hace falta recordar tambin

    que esa revolucin quera salvarnos de la condena de que cada una tuviera que ser de cada

    uno y borrar as del mapa de las ideas lo de que cada oveja con su pareja y que eso era

    empezar a borrar tambin al machito ibrico del mapa de la pennsula y de las crnicas de

    sucesos. Mientras tanto, entre un mapa y otro que se sigan tomando medidas prcticas que

    equiparen los salarios y las oportunidades, que eviten la paliza mortal, que cumplan con el

    alejamiento, que premien el divorcio, pero si hablamos de principios, empecemos por el

    principio, por la casa y no por la oficina. Porque lo otro es no querer siquiera rozar el nudo de

    toda esta cuestin tan espinosa, no querer coger el toro por los cuernos. Me acuerdo ahora que

    durante el debate sobre el libro aqul que creo que se titulaba Todas putas, pareca como si

    todo el mundo estuviera de acuerdo en que las mujeres no eran putas, pero no porque no

    cobraran dinero, sino porque no se acostaban con cualquiera!. Algunas frases parecan

    sacadas de una declaracin de la Conferencia Episcopal. Era como si se hubiera aceptado que

    no es el dinero lo nico que huele mal en todo ese asunto.

    Pero si la desigualdad sublima el meollo del problema, las referencias a la naturaleza

    humana y el mundo real, ese mundo ideal en el que las cosas son como son, lo despolitizan

    pretendiendo que slo la diferencia de fuerza fsica puede explicar el que en el enfrentamiento

    mutuo las muertas sean las mujeres y difuminando el porqu en una multiplicidad de

    situaciones cuyas razones se agotan en las circunstancias particulares que concurren en cada

    caso. Sin embargo, todos los conflictos conyugales tienen algo en comn, el yugo, lo que nopuede dejarse de lado a la hora de explicar las mil formas en que se manifieste. Si conflicto

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    hubiere. Adems de las circunstancias de cada caso en particular, si el asesino estaba borracho

    o no, si haba perdido al pker esa noche, si se senta engaado o si la vctima lo insult, se

    puede intentar explicar el porqu de las muertes de esclavos sin hablar de la esclavitud como

    principio fundamental? Explicar el problema de la violencia de los hombres contra sus

    mujeres contando con la naturaleza humana es como buscar a dios entre la niebla. El

    camino de los instintos no lleva a ninguna parte. No se encuentran en la naturaleza machos

    que violen a sus hembras y despus la maten, slo los hombres, animal poltico, lo hacen: si

    el suyo es un instinto, se tendra que poder decir instinto poltico. Nada de lo humano,

    tampoco el sexo, es natural.

    El sexo, si se quiere, es la primera divisin de lo natural, pero es ya una divisin

    social, o sea poltica. Como toda divisin de lo sensible, que dira Rancire, la divisin de

    sexos es ya tambin una divisin que implica las tareas, lugares y funciones que le toca a cada

    parte. Una divisin que incluye tambin la divisin del trabajo en la pareja y todas las que

    le han seguido en la realidad social. As por ejemplo, en el realismo poltico del que haca gala

    san Pablo con ese las mujeres en la Iglesia, cllense, que citaban las profesoras en su carta,

    y que ya haba sido formulado con una pretenciosidad ms exquisita por Aristteles en sus

    celebrados pasajes sobre el lenguaje como fundamento de la capacidad poltica, al distinguir

    entre los que poseen el lenguaje y pueden expresarse sobre lo justo y lo injusto (los

    ciudadanos libres) y los que slo lo utilizan para expresar lo que les duele y lo que no, lo que

    les gusta y lo que les disgusta (mujeres, esclavos, pobres vctimas, animalicos). El sexo

    Mujer, pues, no es ninguna cosa natural, no es la hembra del mundo animal, es la parte de

    la comunidad dividida que no posee el lenguaje, cuyas tareas son las domsticas, cuyo sitio

    es la cocina y cuya funcin es criar los hijos. Todo lo cual, dicho sea de paso, me parece que

    est muy claro que lo que pretende impedir de verdad es precisamente que no disfrute ella de

    su sexo, del coo, quiero decir, con naturalidad, esto es, sin control ni condiciones, en lams viva indefinicin, que es de lo que tienen miedo todos los hombres, y no de que les

    quiten el trabajo.

    Una diferencia de matiz y, como se ve, las consecuencias van flechadas al corazn de

    Cupido, ese broker. Pero de nada sirve insistir de frente en asuntos tan delicados y personales,

    y gritar abajo la Propiedad podra hacer subir los seguros de la vivienda. Sin embargo, como

    vivimos en la sociedad del Amor, las ventajas tericas de matizar en lo que se funda el Hogarpueden rebotar en la prctica por todas partes. La actualidad del problema exige que se seale

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    alguna consecuencia prctica: ejemplos, ejemplos!. Se me ocurre una tan clarita, tan de

    actualidad y tan cercana como ejemplar: si no se hubiera olvidado que en el fondo estaba la

    propiedad y no la desigualdad, si todo el mundo lo tuviera claro todava, ese matiz, tal vez

    muchos feministas y muchos ateos que defendan la prohibicin del velo en las escuelas

    francesas, porque era un signo de inferioridad de la mujer, de la violencia contra la mujer,

    asumiendo que las que no se lo quitaran deban ser expulsadas, porque en el espacio pblico

    de la escuela laica todos somos libres e iguales, libertad e igualdad efectivas, quiz entonces

    esos defensores de la igualdad habran sentido un escalofro de ver que lo que estaban

    haciendo era mandarlas de vuelta a su casa, con su padre y con su madre, que para eso es

    suya, en lugar de dejarles abiertas las puertas de la escuela, abiertas a esa libertad e igualdad

    que slo se encuentra saliendo de casa a ganar la calle, de lo privado a lo pblico, en ese ir y

    venir que va deshilachando la frontera entre lo uno y lo otro, perdindole el respeto. O quiz

    tampoco. Porque lo cierto es que ya mosquea tanto que cualquier problema se quiera

    solucionar sealando a los inmigrantes, como que la violencia contra la mujer se quiera

    resolver escondiendo en casa los signos que la muestran. O sea, volvindola in-significante,

    en dos palabras.

    BRAULIO GARCA JAN.

    *Este artculo se public en Lateral, n. 118, 2004, p. 14. Dos nmeros despus, Antonio

    Prometeo-Molla respondi a mi artculo con otro titulado Del machismo al hembrismo.

    Pego aqu abajo algunos prrafos de la respuesta que por carta enve al director de Lateral,

    porque sirven para aclarar en parte el contenido de este artculo. La carta se public ntegra

    en un nmero posterior que no he encontrado.

    Por alusiones

    [...]

    De las dos ideas con que A-P Molla resume mi artculo, la segunda no est

    contenida en l. Dice as: La mujer no tiene libertad sexual y como el hombre

    teme esta libertad, un buen da mata a su cnyuge. Esa causalidad, es una tesis de

    mi corresponsal, no ma. Todo lo que de mi artculo se puede leer respecto de la

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    reconstruccin del crimen, se resume precisamente en esa advertencia frente al la

    mat porque era ma: se no es el motivo, claro, pero es importante que pueda

    ocurrrsele a alguien como justificacin (n 118). Mi artculo hablaba del mapa

    mental en el que se sitan ese tipo de justificaciones. No de los motivos. El mapa

    mental en el que se justifica el terrorismo etarra puede que sea la Nacin Vasca

    Esencial y Eterna y Eternamente Oprimida por el Estado Espaol y Francs.

    Ahora bien, decir que el terrorista que le vuela la nuca a un fontanero, lo

    haceporque que es lo que est diciendo su como el hombre teme(...), un buen

    da la matael fontanero era espaol, no es slo aventurar un motivo, es sobre

    todo y desde ya, compartir el mapa mental del que dispara, o lo que es lo mismo,

    servirle la Causa en bandeja de plata. La lnea causal que une la posesin como

    fundamento de la pareja y el miedo a la libertad sexual como causa del crimen, es

    una recta que traza A-P Molla en su resumen, pero no yo, que me tuerzo mucho.

    Me pareca a m, dicho sea de paso, que ese miedo a la libertad sexual era la

    razn que explicaba la construccin del sexo Mujer como algo natural no el

    crimen--, cuando era precisamente lo ms natural que pueda haber lo que se

    dejaba fuera, encerrndola de puertas adentro (afortunadamente al menos, los

    fantasmas entran por la ventana). Repito, mi artculo comentaba ms los

    razonamientos de la tesis de la desigualdad y la naturaleza humana que los

    motivos del crimen.

    Y segundo. Es verdad que yo tampoco conozco todos los casos de violencia

    domstica, como bien sospecha A.-P. M. Pero es una verdad que no se demuestra

    por las pruebas que usted aporta, esto es, porque los casos que yo [A-P M.]

    conozco no encajan en el modelo que l describe con tanta seguridad. Es una

    verdad de Pero Grullo. Es curioso, con todo, que entre los casos que ustedconoce no se encuentre ninguno de los que ms se habla: Una mujer muere a

    manos de su pareja (No tengo cifras ahora aqu, pero rondan los 70 cada ao.)

    Pero bueno, cauno eh cauno y hace sus cauns. Cada cual ve o recuerda los

    programas que le parecen ms impactantes. Ahora bien, los dos casos que usted

    rescata en el segundo y tercer prrafo de su artculo, s que encajan, para su

    infortunio, en el modelo que yo describa con todo, por cierto, menos con

    seguridad. En mi artculo ya se dice, y aparece en parte destacado en la edicin,que la cosa no cambia, si cambian los roles, esto es, que sea la mujer la que se

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    sienta propietaria (ejemplo 1, prrafo 2): de hecho dice que se perfecciona.. Y dos,

    todos los casos que incluye usted en el de la mujer desengaada del marido (ej.

    2, prr. 3) encajan perfectamente, otra vez, en el modelo, pues precisamente esa

    decepcin de encontrarse otra cosa que la idea que nos habamos hecho, ese que

    ste no es el Fulanito que yo conoc, que me lo han cambiao, ese fraude, es el

    fraude de faltar a la letra del contrato, punto de partida fundamental de todo el

    modelo: el que tiene algo, como el que paga, quiere saber que lo que tiene es lo

    que pone en el contrato(Lateral, X-2004, n 118, p. 14).

    [...]