el sargento cabral

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EL SARGENTO CABRAL Emilio Noya La historia patria es pródiga en hechos cuyos protagonistas gravitaron decisivamente en el arduo proceso de la independencia y posterior organización nacional, mereciendo a la postre juicios laudatorios de parte de sus contemporáneos y aún encarnan ponderables modelos de arrojo y desinterés, puestos al servicio de la noble causa de la argentinidad. No obstante, sobre otros personajes de nuestro acontecer histórico, que cumplieron importantes desempeños en circunstancias particularmente difíciles del acontecer histórico, todavía se abaten las dudas y la polémica desatada relegó sus acciones a planos secundarios, como si se trataran de verdaderas invenciones de mentes proclives a encumbrar mitos. Entre esa pléyade de héroes no siempre valorados en sus justas dimensiones, emerge la figura arquetípica del sargento de granaderos Juan Bautista Cabral, quien no vaciló en inmolarse para salvar la vida de su jefe, en un acto que la posteridad recoge como el más hermoso ejemplo de sublimato patriotismo. De él solo sabemos que había nacido en jurisdicción del pueblo de San Jose de las Muchas Islas y las Lagunas Saladas, ignorándose la fecha precisa dado que no fue posible dar con la partida que certifique fehacientemente ese punto oscuro de su existencia. Aquí cabe efectuar una breve disquisición sobre los orígenes e importancia del solar nativo en el concierto provincial, e inclusive, en el plano nacional. Así el naturalista español Félix de Azara sostiene en su obra ‘Geografía física y esférica de las provincias del Paraguay y Misiones Guaranís’, que la fundación de Saladas se remonta al

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Page 1: El sargento cabral

EL SARGENTO CABRAL

Emilio Noya

La historia patria es pródiga en hechos cuyos protagonistas gravitaron decisivamente

en el arduo proceso de la independencia y posterior organización nacional,

mereciendo a la postre juicios laudatorios de parte de sus contemporáneos y aún

encarnan ponderables modelos de arrojo y desinterés, puestos al servicio de la noble

causa de la argentinidad. No obstante, sobre otros personajes de nuestro acontecer

histórico, que cumplieron importantes desempeños en circunstancias particularmente

difíciles del acontecer histórico, todavía se abaten las dudas y la polémica desatada

relegó sus acciones a planos secundarios, como si se trataran de verdaderas

invenciones de mentes proclives a encumbrar mitos. Entre esa pléyade de héroes no

siempre valorados en sus justas dimensiones, emerge la figura arquetípica del

sargento de granaderos Juan Bautista Cabral, quien no vaciló en inmolarse para salvar

la vida de su jefe, en un acto que la posteridad recoge como el más hermoso ejemplo

de sublimato patriotismo.

De él solo sabemos que había nacido en jurisdicción del pueblo de San Jose de las

Muchas Islas y las Lagunas Saladas, ignorándose la fecha precisa dado que no fue

posible dar con la partida que certifique fehacientemente ese punto oscuro de su

existencia. Aquí cabe efectuar una breve disquisición sobre los orígenes e importancia

del solar nativo en el concierto provincial, e inclusive, en el plano nacional. Así el

naturalista español Félix de Azara sostiene en su obra ‘Geografía física y esférica de

las provincias del Paraguay y Misiones Guaranís’, que la fundación de Saladas se

remonta al año 1703. En tanto, Raúl de Labougle opina en su libro ‘Historia de los

Comuneros’ que tuvo lugar en 1732, cuando los estancieros del contorno peticionan la

edificación de una capilla y solicitan el nombramiento de un párroco permanente a la

jerarquía eclesiástica, siendo gobernador don Bruno de Zabala y obispo el Ilustrísimo

Fray Juan de Arregui.

El citado autor narra en ‘Litigios de antaño’, que poseía más de 300 habitantes y el

patriarca San Jose era titular de la parroquia. Por su parte, Hernán F. Gómez

manifiesta en ‘El Municipio de Saladas’ que los orígenes del vecindario datan de los

primeros días del siglo XVII y confirma que Azara toma su antigüedad de una

inscripción hallada en la puerta del templo (enero de 1703) y fue una ‘guardia’

establecida para proteger a las explotaciones pecuarias del medio. El ilustre

historiador Manuel Florencio Mantilla, en cambio, agrega en su monumental obra

Page 2: El sargento cabral

‘Crónica histórica de la Provincia de Corrientes’, que el pueblo de las Lagunas Saladas

era centro de la campaña más habitada provisto de ganados y sementeras.

Federico Palma señala en ‘Orígenes del pueblo de Saladas’: ‘A fines del siglo XVII el

pago de las Lagunas Saladas, asi denominado por el sabor salobre de las aguas de

sus numerosas lagunas, comenzó a poblarse mediante la voluntad de los vecinos de

Corrientes y no pocos foráneos, favorecidas por la bondad de las pasturas naturales y

abundancia de aguadas, llegando a ser denominado ‘el riñon de las estancias de

Corrientes’, según la gráfica expresión del capitán Jose Antonio Mieres, vecino

feudatario y procurador de ella. Esto mueve al Lugarteniente a resolver arruinar al

poblado, ordenando la demolición de la capilla y todas las casas circundantes, con la

obligación de edificarlas en el pago de ‘Anguá’ (mortero, en guaraní).

La drástica medida originó encendidas protestas encabezadas por el presbítero

maestro Jose Francisco de Casajus, vicario (por oposición) del curato de Las Saladas

desde 1742, motivando la intervención del gobierno de Buenos Aires, que ordena el

restablecimiento del pueblo a su sitio originario y el consiguiente abandono del Anguá

el 22 de agosto de 1751. Posteriormente, el clérigo participa de un alzamiento contra

las autoridades impuestas desde España, episodio conocido con el nombre de

‘Revolucion de los Comuneros’, el 29 de octubre de 1764. Enviado prisionero a

Buenos Aires, fallece en el convento de la Recoleta el 22 de mayo de 1767. Su sobrina

nieta, Tomasa de Casajús y Casajús, hija de Francisco Javier de Casajús y Ruíz de

Bolaños y doña Rosa de Jericó de Casajús y Pesoa, recibió una merced de tierras de

dos leguas y media al nordeste de Saladas.

En dicho predio, la esclava Carmen (quien toma el apellido de doña Maria de Robledo,

siguiendo la inveterada costumbre de los amos de otorgar el suyo al personal de

servicio) concibe un hijo con el indio Francisco, al cual llaman Juan Bautista. Más

tarde, Luis Cabral desposó a Tomasa en 1805 y con ella se instalan en una vivienda

ubicada frente a la plaza del pueblo, haciendo cruz con la iglesia, donde no es

aventurado suponer trajo entre sus fieles servidores al propio vástago de la pareja,

quien ya figuraba con el apellido del patrón. El periodo transcurrido desde esa fecha

hasta que viaja a Buenos Aires para incorporarse al Regimiento de Granaderos a las

ordenes de su comprovinciano, coronel Jose Francisco de San Martin, vuelve a

perderse en la nebulosa que caracteriza su corta vida terrena.

En el legajo de la Sala X- 6- 3- 2 del Archivo General de la Nación, se encuentra la

nómina de 75 reclutas incorporados por la leva realizada por el Teniente Gobernador

de la Ciudad de San Juan de Vera de las Siete Corrientes, Teniente Coronel don

Toribio de Luzuriaga. (Dicha lista que pese a haber sido del conocimiento de eruditos

historiadores permanecia inédita, recién es transcripta por el mayor ® de artillería

Page 3: El sargento cabral

Arturo de Carranza en su documentado trabajo ‘Nuestro Cabral’), incluyendo los

nombres de tres personas conducidas en calidad de presos y otros once que quedan

enfermos en la capital correntina. Suscriben el documento Jose Ignacio Avendaño, con

el visto bueno del citado Luzuriaga.

Jurisdicción de Corrientes, octubre 1812

Lista de los mozos destinados al servicio de las armas que se remiten de esta

jurisdicción por el Teniente Gobernador y Comandante General de Armas, con arreglo

a la Orden Superior del 5 de septiembre último.

Martiniano Rolón

Juan Bautista Báez

Valentin González

Roque Valdez

Juan de la Cruz

González

Antonio Escobar

Severino Servín

Lino Sosa

Sebastian Gauna

Fernando Benítez

Norberto Suárez

Feliciano Soler

Pedro Estigarribia

Clemente Núñez

Simón Arellano

Domingo Rodríguez

Francisco Robledo

Pedro Alegre

Felipe Zárate

Juan Salinas

Francisco Macareno

Alejo Segovia

Pedro Artiaga

Pedro Pardo

Acencio Román

Ignacio Cuenca

Zacarías Gallardo

Luciano Millán

Solano Ojeda

José Leyes

José Alegre

Miguel Leyes

Manuel Frutos

Manuel Maciel

Lázaro Maciel

Tomás Alegre

Santiago Alarcón

Mariano Acevedo

Luciano Ballejos

Roque Medina

Juan Silguero

Pedro Acevedo

Juan Gomez

José Silva

Mariano Ojeda

Pedro Avalos

Francisco Recalde

Iglesias Ojeda

Marcelo Cáceres

Pedro Aguirre

Manuel Altamirano

Juan Caballero

Eugenio Taboada

Juan Fernández

Atanacio Ríos

Silverio Zarza

José Correa

Dionicio Delgado

Antonio López

Antonio Segovia

José Segovia

Antonio López

Antonio Frias

Cipriano García

Alejandro Ojeda

Feliciano Silva

Pedro Segovia

José Meza

Carlos Acevedo

Mariano Vargas

José Fernández

Manuel Bergara

Domingo Romero

Pedro Medina

Bautista Cabral

Page 4: El sargento cabral

En la numeración se advierte la presencia de otro correntino, quien ofrenda su vida en

el combate de San Lorenzo. Trátase de Feliciano Silva, hijo de Francisco Antonio de

Silva, hijo de Francisco Antonio de Silva y Casajús y de Florencia Navarro (no Sylvas

ni Florencia, como publican en la Gazeta del 10 de marzo de 1813), nacido y

bautizado en Corrientes el 17 de junio de 1792, advierte de Carranza en el opúsculo

mencionado.

Dicho contingente partió en la lancha del patrón Pastor Pérez el 3 de noviembre de

1812, a cargo del Teniente de Milicias de Voluntarios de Caballeria, don Juan Bautista

Parrety Figueroa. Luego de 4 días de navegación por el río Paraná desembarcan en

Santa Fé, desde allí continúan por tierra y a caballo, pasando alternativamente por

Coronda, Capilla del Rosario, San Nicolás, San Pedro y San Fernando, y arriban a

Buenos Aires, incorporándose sólo 50 hombres al cuartel del Retiro el 19 del mismo

mes, quienes de inmediato son sometidos a rigurosa instrucción militar. Sin embargo,

no todo resultaría satisfactorio para nuestro Juan Bautista, pues su nombre figura

entre los internados en el Hospital de Hombres de la Residencia, cuya administración

ejercían los hermanos de la Orden de Belén.

En efecto, ingresa en el establecimiento sanitario el 29 de diciembre de 1812 y

permanece con parte de enfermo sin consignarse el carácter de la dolencia que lo

aqueja hasta el 3 de enero del año siguiente, en que se reintegra a la primera

compañía del primer escuadrón del Regimiento. Atestiguan su internación los frailes

betlemitas Antonio Severino de San Alberto y Bernardo de Copacabana, con la

constancia del Sargento Mayor, José Zapiola y el visto bueno del coronel San Martín.

Nuevamente la oscuridad proyecta sombras en torno del saladeño hasta que en la

inminencia del intento de desembarco de fuerzas realistas sitiadas en Montevideo por

Rondeau, el Triunvirato ordena a San Martin marchar por tierra al frente de 125

granaderos el 28 de enero de 1813, para proteger las poblaciones costeras del

Paraná.

Amanecía el 3 de febrero, cuando el militar observa desde el Monasterio de San

Carlos Borromeo (conocido como ‘Convento de San Lorenzo’ por encontrarse situado

en San Lorenzo, Santa Fe) el despliegue de la flotilla enemiga en un número de 250

efectivos. Sobre la elevada planicie que remata la barranca, tuvo lugar el

enfrentamiento entre ambas fuerzas. Durante su desarrollo, un disparo de cañón

alcanzó al caballo de San Martin, que al caer fulminado aprisiona la pierna izquierda

del jinete, quien recibe en la incómoda posición una herida en la mejilla del mismo

lado, dejándole una cicatriz permanente. En circunstancias que varios soldados se

disponían a rematarlo, Cabral desmonta y sable en mano libera a su jefe del peso que

lo oprime, recibiendo dos bayonetazos que lo hieren mortalmente.

Page 5: El sargento cabral

El combate se resolvió en fracción de minutos (no más de 15) y al crepúsculo fueron

recogidos los cadáveres del campo de marte. Se los arrastraba a la cincha de las

cabalgaduras, en virtud de su estado de descomposición. Posteriormente, los padares

lorenzinos les dieron cristiana sepultura junto al muro de la huerta del convento al pie

de unos cipreses, según consta en el Boletin de la Comisión Nacional de Museos y

Monumentos y Lugares Históricos. El arquitecto Mario J. Buschiazzo relata en ‘‘El

Histórico Convento de San Lorenzo’’, como los soldados voluntarios ejecutaron la

excavación de una larga zanja destinada a tumbas de sólo medio metro de prfundidad,

y que la tierra que cubria los cuerpos sobrepasaba dicha superficie, ofreciendo un

panorama sobrecogedor. Por su parte, Adolfo P. Carranza menciona en el libro ‘San

Martin’ la existencia de un acta suscripta en San Lorenzo el 22 de marzo de 1894, que

lleva las firmas de Fray Domingo Delfino, a la sazón guardián del convento y del propio

Carranza, director del Museo Histórico Nacional, donde consta que los despojos de

Cabral fueron inhumados en el ‘campo santo’ del monasterio, lugar en el cual San

Martín le erigió un cenotafio que ha desaparecido.

Respecto de las bajas experimentadas por el ejército patriota, Bartolomé Mitre informa

en ‘Historia de San Martin y de la Emancipación Sudamericana’: ‘Los Granaderos

tuvieron 27 heridos y 15 muertos, siendo de estos últimos 1 correntino, 2 porteños, 3

puntanos, 2 riojanos, 2 cordobeses, 1 oriental y 1 santiagueño, estando todas las

demás Provincias Unidas representadas por algún herido, como si en aquel estrecho

campo de batalla se hubiesen dado cita sus más valientes hijos para hacer acto de

presencia en la vida y en la muerte´´.

Pese a la rotunda afirmación de tan calificado autor, en la Relación de los individuos

que han muerto en San Lorenzo figuran 2 comprovincianos caídos, a saber: Juan

Bautista Cabral, hijo de Francisco y de Carmen Robledo, natural de Saladas,

Corrientes, estado soltero. Y en la misma Primera de línea, mensiona a Feliciano

Sylvas, hijo de Francisco Antonio y de Florencia Navarro, natural de Corrientes, estado

soltero. Suscribe el documento, José Zapiola.

El 27 de febrero, San Martin oficiaba al gobierno de Buenos Aires, recomendando a la

superioridad el heroísmo puesto en evidencia por aquellos valientes, en estos

términos: ‘Como sé la satisfacción que tendrá V.E. (vuestra excelencia) en

recompensar las familias de los individuos del regimiento, muertos en la acción de San

Lorenzo, o de sus