el sabotaje como intuición filosófica una perspectiva de

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UNIVERSIDAD DE CHILE FACULTAD DE FILOSOFIA Y HUMANIDADES ESCUELA DE POSTGRADO El sabotaje como intuición filosófica Una perspectiva de interpretación desde América colonial Tesis para optar al grado de Doctor en Estudios Latinoamericanos Autor: Alejandro Javier Viveros Espinosa Profesor Guía: José Luis Martínez Cereceda Santiago de Chile, diciembre de 2012

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UNIVERSIDAD DE CHILE FACULTAD DE FILOSOFIA Y HUMANIDADES

ESCUELA DE POSTGRADO

El sabotaje como intuición filosófica

Una perspectiva de interpretación desde América colonial

Tesis para optar al grado de Doctor en Estudios Latinoamericanos

Autor: Alejandro Javier Viveros Espinosa

Profesor Guía: José Luis Martínez Cereceda

Santiago de Chile, diciembre de 2012

1

No hay ejercicio intelectual que no sea finalmente inútil. Una doctrina es al principio una descripción verosímil del universo;

giran los años y es un mero capítulo –cuando no un párrafo o un nombre– de la historia de la filosofía.

Pierre Menard, autor del Quijote

Jorge Luis Borges

Keep people off balance and in the dark by never revealing the purpose behind your actions. If they have no clue what you are up to, they cannot prepare a defense.

Guide them far enough down the wrong path, envelop them in enough smoke, and by the time they realize your intentions, it will be too late.

The 48 Laws of Power Robert Greene

I can't stand it I know you planned it I'm gonna set it straight, this watergate I can't stand rocking when I'm in here

Because your crystal ball ain't so crystal clear So while you sit back and wonder why

I got this fucking thorn in my side Oh my, it's a mirage

I'm tellin' y'all it's sabotage

So listen up 'cause you can't say nothin' You'll shut me down with a push of your button?

But yo I'm out and I'm gone I'll tell you now I keep it on and on

'cause what you see you might not get

And we can bet so don't you get souped yet You're scheming on a thing that's a mirage

I'm trying to tell you now it's sabotage

Sabotage Beastie Boys

2

AGRADECIMIENTOS

Cuatro años y seis meses de investigación fueron dedicados a la realización de esta tesis

doctoral. Durante este tiempo recibí la ayuda del Programa de Formación de Capital Humano

Avanzado de la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT),

institución que me benefició con su Beca de Doctorado Nacional entre los meses de marzo de

2008 y agosto de 2012.

Agradezco también al proyecto MECESUP UCH0710 “Fortalecimiento y Proyección

Nacional, Regional y Global del Programa de Doctorado en Estudios Latinoamericanos”,

proyecto ejecutado por el Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos de la Universidad de

Chile, por su fundamental ayuda y financiamiento para la realización de dos pasantías de

investigación en la Universidad de Potsdam.

Debo mi profunda gratitud al profesor José Luis Martínez Cereceda por su sincera guía y

fraternal consejo. Agradezco su confianza y espero “compartir caminos y aventuras

intelectuales” por mucho tiempo.

Agradezco al profesor Ottmar Ette de la Universidad de Potsdam quien durante mis

estancias de 2010 y 2011 me brindó su apoyo, orientación y la oportunidad de presentar esta

investigación en su Coloquio de Doctorandos.

Debo agradecer al Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos de la Universidad de

Chile por alentar mi trabajo y por entregar un espacio de continuo aprendizaje. Agradezco

particularmente a las profesoras Alejandra Vega y Alejandra Araya, y a los profesores Grínor

Rojo, Horst Nitschack y Raúl Villarroel, quienes en diferentes momentos se mostraron

dispuestos a contribuir y colaborar con mi trabajo.

Agradezco a Brown University y a su programa Brown International Advanced Research

Instititues (BIARI), al profesor Leonel Delgado por apoyar mi postulación y a los profesores

Anthony Bogues, Geri Augusto y Vasuki Nesiah por invitarme a presentar esta investigación en

el programa Towards a Critical Global Humanities en el año 2010. Agradezco conjuntamente a

3

Brown International Advanced Research Instititues (BIARI) y a Jindal Global University por

invitarme a presentar los resultados de esta investigación en el encuentro Human Rights Beyond

The Law. Politics, Practics and Performaces of Protest realizado en el año 2011.

Agradezco a Marieta Alarcón y Valentina Letelier por hacer todo lo difícil siempre más

fácil.

A mis amigos y compañeros de estudios, con quienes he permutado colores, risas y

pensamientos: Javiera Anabalón, Pablo Berríos, Fabián Escalona, Ignacio Ramos y Simón

Palominos.

A mis otros amigos y amigas, filósofos, historiadores, literatos, músicos, poetas, artistas,

todos ellos aventureros: †César Jiménez, Alfonso Covarrubias, Carlos Pérez, Giancarlo Alberti,

Camilo Vergara, Carolina Bruna, Gonzalo Díaz, Rodrigo Muñoz, Luis Carlos Toro, Ana María

López, Manuel Lizárraga, Gonzalo Peralta, Rodrigo Correa, Gonzalo Muñoz, Vicente

Bernaschina, Pablo Valdivia, Rachmi Diyah Larasati, Sunalini Kumar, Miguel Ángel del Arco

Blanco, BuhmSuk Beck, Prabbhakar Singh, José-Manuel Barreto, en cada viaje fueron parte de

mi experiencia.

¡Para todos todo, mis amigos!

A mi madre, mi padre y a mi hermano por su constante ayuda y cariño. Agradezco

especialmente la eterna comprensión, la apacible paciencia y el verdadero amor de Alejandra y

Annael, todo esto es por nosotros.

4

TABLA DE CONTENIDOS

AGRADECIMIENTOS 2

INTRODUCCIÓN 7

CAPÍTULO I

POSICIONAMIENTOS TEÓRICO-METODOLÓGICOS

1.1 Perspectivas, conceptos y aclaraciones hermenéuticas 23

a) La filosofía de la historia y la hermenéutica filosófica 25

b) Filosofía desde América Latina y el diálogo con sistemas de pensamiento indígena 35

1.2 ¿Por qué América Latina? Una aproximación histórico-filosófica 42

a) La pregunta por el ser histórico de América Latina 44

b) Eurocentrismo, modernidad, colonialidad, mestizaje y cultura 48

1.3 Sobre lo colonial y lo postcolonial 56

a) La disputa con el eurocentrismo 58

b) Los estudios postcoloniales como matriz de problematización 68

1.4 Sobre la traducción cultural 87

a) Traducción y poder. La traducción cultural como espacio de negociación 90

b) La relación entre traducción y mediación cultural 103

c) La utilidad de la autotraducción 108

1.5 Hacia una apropiación histórico-filosófico-cultural 112

a) Sobre la apropiación histórico-filosófico-cultural y las posiciones

de enunciación-interpretación

113

b) América colonial. Posiciones de enunciación-interpretación, el mestizaje

y el indio

138

5

CAPÍTULO II

ELEMENTOS PARA LA INTERPRETACIÓN DE LOS CAMPOS GEOCULTURALES.

HACIA LA TRADUCCIÓN Y LA MEDIACIÓN CULTURAL EN AMÉRICA COLONIAL

2.1 Acercamiento geocultural al mundo colonial mesoamericano y andino 145

a) Elementos para la interpretación del campo geocultural novohispano.

Mesoamérica y la reconstrucción cultural post-conquista

151

b) Elementos para la interpretación del campo geocultural peruano colonial.

Área andina y la reconstrucción cultural post-conquista

171

2.2 Traductor y mediador cultural en el mundo colonial mesoamericano y andino 194

a) El traductor y la mediación cultural en Nueva España y el Perú colonial 196

b) Otros espacios de traducción y mediación cultural 216

CAPÍTULO III

DOS CASOS DE TRADUCCIÓN Y MEDIACIÓN CULTURAL EN AMÉRICA COLONIAL

3.1 Consideraciones preliminares 234

3.2 Hernando Alvarado Tezozómoc. Nahuatlatos y traducción cronística 238

a) La Crónica Mexicana 243

b) La Crónica Mexicáyotl 251

c) El estilo de Tezozómoc 257

3.3 Felipe Guamán Poma de Ayala y traducción persuasiva 262

a) El indio: autor y cronista 272

b) El registro otro 278

c) La traducción persuasiva 285

6

CAPÍTULO IV

SOBRE LA RESISTENCIA Y EL SABOTAJE. HACIA UNA PERSPECTIVA DE

INTERPRETACIÓN DESDE AMÉRICA COLONIAL

4.1 El sabotaje y la resistencia cultural como matriz de interpretación 306

a) Reflexiones histórico-filosóficas sobre la resistencia cultural 311

b) Reflexiones histórico-filosóficas sobre el sabotaje 322

c) La resistencia y el sabotaje como conceptos político-militares 330

d) Las señales del sabotaje 338

4.2 El sabotaje como hermenéutica americana 345

a) Hacia una hermenéutica americana 347

b) Saboteadores: Rememoración y traducción cultural americana 356

c) Sabotaje como intuición filosófica. Perspectiva desde América colonial 367

CONCLUSIONES 378

BIBLIOGRAFÍA 387

7

INTRODUCCIÓN

“El sabotaje como intuición filosófica. Una perspectiva de interpretación desde América

colonial” tiene como objetivo central proponer un concepto histórico-filosófico-cultural

denominado el sabotaje en tanto instrumento de resistencia cultural y perspectiva crítica de

interpretación filosófica respecto de los fenómenos culturales y la situación histórica de América

colonial (siglos XVI – XVIII). El sabotaje desarrolla un aparato teórico capaz de otorgar la

operatividad a una perspectiva de interpretación filosófica que implica una lectura propositiva en

el ámbito de la traducción y la mediación cultural de las obras de Hernando de Alvarado

Tezozómoc: Crónica Mexicana (1598), Crónica Mexicáyotl (1609) y de Felipe Guamán Poma

de Ayala: Primer Nueva Corónica y Buen Gobierno (1615/1616). Estas obras funcionan en tanto

textos culturales como ejemplos de la configuración político-filosófica e histórico-cultural que

inaugura una reflexión hermenéutica americana. Esto significa que nuestra investigación busca

demostrar la ejecución de una perspectiva de la resistencia cultural en América colonial y, a su

vez, consolida la resignificación del sabotaje como un vehículo conceptual original y explicativo

de nuevas posibilidades para una reflexión filosófica desde América colonial.

Sin embargo, ¿qué significa el sabotaje como intuición filosófica?, ¿qué implica pensar la

intuición filosófica como perspectiva de interpretación desde América colonial? No saldremos

de esta pregunta, sino que desde dentro buscaremos emplazarla. Buscaremos alcanzar una

calidad creativa del pensar, en nuestro caso, un pensar filosófico que pueda hacer frente a las

contingencias y las circunstancias del mundo desde su profundidad como acto político y

existencial de resignificación y de vectorización. En consecuencia, es necesario establecer

algunas precisiones respecto del concepto de sabotaje y, por cierto, del modo cómo la

investigación busca resignificarlo como plataforma de interpretación referida a América

colonial.

En primer lugar, la palabra sabotaje proviene etimológicamente del idioma francés.

Sabotage se retrotrae a sabot, un zapato de madera (zueco). El sabot fue utilizado de forma

simbólica por movimientos sindicales (principalmente anarquistas) de finales siglo XIX y

principios del XX para sus reivindicaciones laborales y políticas, principalmente las relacionadas

con la jornada de trabajo. Sabotaje, según el diccionario de la Real Academia Española, es el

8

"daño o deterioro que se hace como procedimiento de lucha contra los patronos, contra el Estado

o contra las fuerzas de ocupación en conflictos sociales o políticos. Oposición u obstrucción

disimulada contra proyectos, órdenes, decisiones, etc"1. Esto significa que el sabotaje es

considerado una estrategia y un instrumento de resistencia cultural. Nosotros queremos pensar al

sabotaje como un medio de presión, de resistencia y de apropiación cultural, generalmente

acompañado de otros medios y manifestaciones sociales y culturales.

La intuición filosófica, por otra parte, es un complejo asunto por determinar. No

queremos, por el momento, referir sistemáticamente aquello que la intuición ha significado en

diferentes doctrinas y disciplinas del pensamiento. Por intuición entendemos (provisoriamente)

un eco de nuestra interioridad. La intuición del sabotaje es filosófica por necesidad interna.

Seguimos a Bergson sobre este punto: “Descendamos entonces al interior de nosotros mismos:

cuando más profundo sea el punto que toquemos, más fuerte será el impulso que nos volverá a la

superficie. La intuición filosófica es ese contacto, la filosofía es ese impulso”2. En este sentido,

la intuición filosófica compone una forma de interpretación de la realidad efectiva que se

desenvuelve internamente en la medida en que transita, en que comprende a la realidad en lo

móvil, lo mutable, descendiendo y ascendiendo. La interioridad y la movilidad son claves para

pensar un sabotaje como intuición filosófica. Planteamos un acercamiento simple que no busca

elegir entre conceptos, nociones, ideas, corrientes, doctrinas, tomando partido por algunos sobre

otros. Por el contrario, consiste en buscar una vía plural desde la cual descubrir y congeniar

diferentes acercamientos, nociones, conceptos. Queremos recalcar provisoriamente a la intuición

filosófica como una operación de búsqueda y de adopción de una “actitud metódica” que no se

limita a registrar lo que hay en el fenómeno, sino que más bien expresa un intento por

comprender e interpretar sus sentidos desde una multiplicidad transversal.

La acción de imaginar a través del sabotaje un cauce para el pensar americano desde sus

albores en la América colonial intenta discurrir sobre la originalidad y la necesidad de

reconsiderar un camino diferente, alternativo, para una crítica filosófica, histórica y cultural. Es

siempre complejo intentar posicionar las diferentes miradas que componen una investigación

1 REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de la lengua española [en línea] <www.rae.es> [consulta: 07 de febrero de 2012] 2 BERGSON, Henri. Introducción a la metafísica. Buenos Aires, Siglo Veinte, 1979. 133p.

9

filosófica. En especial cuando los objetivos de ésta están más bien encaminados hacia el

descubrimiento y el fortalecimiento de un problema filosófico pensado desde América. Este es

un quiebre en la manera de introducir nuestra investigación de forma tal que mantenga las

exigencias de una profundidad filosófica. El objetivo transversal de esta investigación es

entonces pensar desde América, pensar sus ambigüedades y proyecciones, desde su

problematicidad positiva, desde sus historicidades en confrontación, en la construcción de

subjetividades que discontinuamente recrean los tejidos identitarios y mueven el fondo de un

pensar americano. Desde ahí el sabotaje busca construir una interpretación de lo americano, en

general, y del pensar filosófico latinoamericano, en particular.

Ahora bien, la trayectoria argumentativa en la construcción de una reflexión filosófica

americana, por lo pronto, no se resuelve en una aproximación “solamente” filosófica. Para

cualquier intención de pensar América es siempre necesario un análisis interdisciplinario. Esto

es patente –en esta investigación– a través de la asunción del problema filosófico americano

desde múltiples perspectivas. La filosofía como matriz de problematización sobre América

solamente ha de ser entendida una vez que se eliminan los prejuicios y las distancias entre las

múltiples formas y accesos disciplinarios (sus enfoques) para enfrentar y cuestionar sus sentidos

y sus horizontes de significación. Un acercamiento filosófico hacia América tiene que

constituirse desde las especificidades y las aproximaciones que entregan diferentes enfoques

disciplinarios. Como parte de una discusión sobre ¿qué es eso lo americano?, o bien sobre

¿cómo se construye en tanto problema filosófico? Hemos de establecer la vectorización de la

filosofía en América sin dejar de lado sus diversas influencias ni sus referencias culturales. Esto

deviene en la consideración de una filosofía americana por sí misma sin necesidad de negar todo

aquello concomitante que elabora y compone su sentido y experiencia del pensar. Lo americano

en la experiencia del pensar será, en consecuencia, un estadio abierto y en proceso de

consolidación. Esto es lo que deseamos circunscribir dentro de nuestro tratamiento, en especial

porque el ejercicio de refundación de una filosofía americana es parte de los horizontes

interpretativos que procuramos establecer a través de estas páginas.

Nuevamente, ¿qué es lo americano?, ¿qué significa pensar desde América? Queremos

establecer que el cuestionamiento filosófico fundacional se juega en un problema que es a la vez

identitario. Escabullir este problema sería escabullir lo insoslayable. La identidad como matriz

10

gravitante de análisis e interpretación para América no clausura su rendimiento. Esto es muy

importante debido a que configura una relación fluctuante, un campo de interpretación, que se

mueve como problema cultural. Pensar lo americano desde la filosofía significa también pensar

la cultura en América. Esta conexión no implica reducir el cuestionamiento filosófico a uno

“culturalista”; por el contrario, en la medida en que se desarrolla una filosofía americana, se

desarrolla también una perspectiva crítica con la reducción cultural del problema identitario. La

filosofía como disciplina queda en este sentido interpelada por el hecho de lo americano. Más

bien, aquí la filosofía es un pensar en composición que debe incorporar al ser humano como el

gesto primigenio e inicial de reflexión. Preguntamos entonces por la invención de lo americano,

preguntamos por los modelos de interpretación que se han desarrollado para comprender la

plasticidad de sus formas y modulaciones desde un horizonte filosófico que reflexiona sobre la

identidad.

La gama de instrumentos teórico-metodológicos que podrían abrir este complejo escenario

serán expuestos paulatinamente durante esta investigación. Su finalidad está dada conforme a

sus intereses, esto es, el interés de pensar el sabotaje como elemento para la interpretación de lo

americano. Es ahí donde queremos volver a la mirada interna y al rendimiento de querer pensar

lo americano. En este caso, pensar la identidad desde América colonial y establecer las

características de su originalidad como reflexión filosófica. La necesidad de pensar América

colonial como un estadio inicial para la problematicidad filosófica conlleva el desafío de

considerar lo americano en abierto encuentro con sentidos y experiencias vinculadas a una

particularidad importante, a saber, su recorrido histórico como una concatenación de

acontecimientos que no sólo componen su especificidad, sino que transforman y producen otras.

El hecho colonial americano, el contacto con la alteridad radical, su efecto impositivo,

desembocan en la condensación de varios elementos históricos, lingüísticos, culturales que, si se

piensan acordes a su profundidad y resonancia, no han dejado de estar presentes en América

desde el período colonial.

La colonialidad de la condición americana será entonces revisada desde su complejidad;

atendiendo a la constitución de su trayectoria fluctuante que ha determinado la existencia

americana desde el kairós de 1492. Será el aspecto positivo de la colonialidad aquello que

buscaremos integrar e interrelacionar como la plataforma para pensar lo americano. La

11

colonialidad no será reducida a un espacio de opresión, sino más bien será considerada como un

elemento en proyección y recreación. La colonialidad como cuestión y como límite para

enfrentar lo americano podrá constituir entonces una reflexión funcional para adentrar e

interrogar la identidad americana. Esto es, la colonialidad como ámbito de discusión que

produce e involucra a la historicidad de América como una experiencia histórica

multidireccional y alternativa “en crecimiento y en proyección” hasta la actualidad.

Buscaremos describir, en consecuencia, cómo ha sido posible tratar este cuestionamiento

desde la filosofía en América. Un cuestionamiento diverso y anclado en problemas e influencias

que serán determinantes en la conceptualización del sabotaje. Autores como Rodolfo Kusch,

Aníbal Quijano y Bolívar Echeverría, entre otros (desde la comprensión de sus postulados y

argumentaciones en torno a la identidad americana y las posibilidades de un pensamiento

filosófico latinoamericano, alternativo y equivalente), serán apuntalamientos constructivos para

el tratamiento reflexivo y complejo de la colonialidad en América. Será el diálogo con Occidente

(con el eurocentrismo), estando dentro de éste pero siendo algo otro (alternativo), aquello que

encontrará eco en la crítica contemporánea de la filosofía latinoamericana.

En este punto es preciso establecer una perspectiva importante para nuestra

problematización sobre el pensamiento filosófico latinoamericano. En primer lugar, no podemos

dejar de reconocer la existencia de dos líneas o vertientes culturales que “traen” o bien

“contienen” modulaciones distintas de la experiencia del pensar. Nos referimos a la experiencia

eurocentrada y a la experiencia americana. Una experiencia americana que, en cierto modo,

queremos observar desde una perspectiva india o indígena (comprendiéndola como experiencia

del pensar en un sentido alternativo). Nuestro objetivo no es reducir la dicotomía o la tensión

entre ambas vertientes, ni tampoco volver sobre sus distancias o similitudes, por el contrario,

deseamos integrarlas y utilizarlas desde su diferencia. Deseamos establecer algunos vínculos sin

reducir ni yuxtaponer una sobre la otra. Esto significa, relevar nuestra propuesta sobre el

sabotaje como una modulación teórico-metodológica que no pretende volver sobre la

esencialización de ambas perspectivas o vertientes culturales, sino que precisamente “se

focaliza” sobre aquello que esta dicotomía produce y ha producido en la experiencia del pensar

“en estas tierras”.

12

Esto implica el reconocimiento y la pesquisa sobre aquellas perspectivas filosóficas

americanas, nativas y colonizadas, que se han configurado a la sombra de la filosofía

eurocentrada en una relación de tensión y obstáculo a ella. Entonces, nuestro concepto de

sabotaje se despliega desde el obstáculo, desde la dificultad y, por cierto, desde la violencia

involucrada) en tanto que elementos contextuales relacionados con y desde el proceso de

conquista y colonización latinoamericano. Es ahí desde donde podemos distinguir cómo

posicionar un pensamiento histórico-filosófico-cultural que no persiste en un modo

eurocentrado, estando determinado por éste. Consideraremos cuáles son sus características

específicas (que permiten su operatividad teórico-metodológica) y hasta dónde se desarrollan

cuando refieren a la colonialidad. En suma, comprendemos la noción de colonialidad como

axioma de profundización, como aquello que permite desarrollar el sabotaje, porque en ella se

consolida un “horizonte de interpretación” (comprensión) que adscribe y permite la regeneración

dentro de la hostilidad y la beligerancia, la resignificación dentro del conflicto y la violencia.

Al momento de pensar desde la colonialidad no es posible soslayar otras propuestas

filosóficas que han englobado este problema contemporáneamente en términos de su

postcolonialidad. No podemos dejar de lado la indicación decidora que encontramos en la

reflexión postcolonial. Claves de esta perspectiva como la subalternidad y la crítica al

eurocentrismo serán útiles en nuestro acercamiento. La pertinencia de un acercamiento filosófico

postcolonial otorga una dimensión global o bien globalizada respecto del análisis e

interpretación de la condición colonial “en y fuera” de América. Esto es sumamente relevante

para nuestros intereses puesto que establece niveles de solidaridad en la consideración de los

fenómenos sociales y culturales bajo condiciones coloniales en distintas geografías e

historicidades. La perspectiva filosófica postcolonial, entonces, se compone hacia una

interoperación de diferentes acercamientos críticos y consideraciones teóricas e histórico-

culturales que re-establecen la potencialidad de una experiencia histórica colonial como

horizonte de sentido constructivo. Lo postcolonial, en rigor, adscribe la interacción del

fenómeno colonial con realidades sociales y culturales que desde la dominación (imposición)

regeneran sus espacios y discursos, sus historias, sus tradiciones, su memoria cultural.

Sin embargo, no es solamente la colonialidad un elemento indicativo de nuestra

investigación filosófica. Podemos agregar junto a ésta la colonialidad una proposición

13

importante que atraviesa nuestra reflexión de forma positiva. A través del concepto de sabotaje

queremos exponer la necesidad de pensar desde un modelo teórico-metodológico apropiador y

regenerativo. Buscamos enfrentar filosóficamente a América colonial desde el

reposicionamiento de una pregunta sobre la profundidad identitaria que acarrea el problema de

lo americano. La direccionalidad de este cuestionamiento nos lleva a la consideración particular

de su desarrollo no sólo en términos de la imposición colonial, sino de su “efecto reverso”.

Queremos recalcar la importancia de la noción del “efecto reverso” (que será continuamente

desarrollada) como parte del hecho colonial donde sus apropiaciones, acomodos y adecuaciones

son puntos que cruzan esta investigación en la interoperación de diferentes conceptos que

procuran exponer un acto de invención, de imaginación, que toma forma en la re-significación

del concepto de sabotaje. En consecuencia, se trata de re-significar América colonial con un

concepto moderno, de protesta y demanda, que alumbra sentidos diferentes y reconsidera otros,

adyacentes u olvidados.

***

Ahora bien, pensar al sabotaje como perspectiva para la interpretación de América desde

su colonialidad, volviendo al período histórico colonial, implica resemantizar sus componentes y

profundizar sus tensiones e interpenetraciones. Las acciones de sabotaje y quienes las ejecutan

son entonces problemas fundamentales. Con esto queremos iniciar un camino de regreso a la

perspectiva del silenciado, del subalterno, desde su potencial y rendimiento. Las formas de

expresión y manifestación que se despliegan en aquello que nombramos como el sabotaje serán

entonces la plataforma para un acercamiento filosófico en un amplio sentido, convergente y

concomitante con dimensiones de análisis e interpretación: históricas, literarias, culturales,

finalmente, humanas.

Es aquí cuando lo que llamamos sabotaje deviene en un posicionamiento enunciativo e

interpretativo referido a algunas subjetividades que pueden ser analizadas desde su participación

en procesos de traducción y mediación cultural. En esta perspectiva, los indios ladinos, o más

bien la ladinidad3, funcionan como una clave para la comprensión de su proyección y

3 Respecto de la “ladinidad” como criterio de acercamiento para la traducción y mediación cultural queremos sostener dos precauciones. Primero, la acción comprometida está directamente relacionada con

14

reconstrucción cultural dentro de la sociedad colonial americana. Veremos esto en dos cronistas

indios en la medida en que consideramos para la exposición del sabotaje su ejecución, su

anclaje, en una realidad histórica efectiva, en casos específicos de acciones de sabotaje. De los

cronistas indios Hernando Alvarado Tezozómoc y Felipe Guamán Poma de Ayala tomaremos

sus obras, su enunciación-interpretación, como puentes y enlaces con un pensamiento

americano, ladino o ladinizado, que a través de su conocimiento fronterizo de tradiciones y

horizontes culturales en proceso de colisión e interoperación, logra desarrollar un pensar

rememorante, una rememoración4 como un componente basal para la construcción de una

hermenéutica americana. La investigación conducirá esta hipótesis como algo propio de ambos

indios cronistas y de todo un grupo humano excepcional que, en condiciones de negociación e

intercambio, volcaron también su esfuerzo a la reconstrucción de su memoria cultural. Entonces,

el sabotaje viene a dejar ver, a dejar percibir, que los textos culturales de ambos cronistas indios

tienen una sobrevida internamente determinada por la lucha y el control de su memoria cultural,

definiendo con ello un pensamiento rememorante original, un inicio en el pensar americano.

La radical expresión de una reconfiguración en modo cronístico (crónica-memorial) es

también un encuentro y una tensión entre conocimientos y tecnologías de registro y

comunicación, algunas europeas, otras no. Esto será trabajado al momento de integrar un análisis

desde la traducción y la mediación cultural en términos de la apropiación desplegada en la

producción histórico-literaria de algunos indios “ladinos y letrados” como Tezozómoc y

el proceso de comunicación y de expresión interpersonal, lo cual no pretende reducir su movimiento a una relación meramente lingüística, sino que la explota a partir de su dimensión socio-cultural. Segundo, “ladinidad” es entonces una noción atenta a la permeabilidad y la necesidad de reconocer los espacios y acciones de intercambio social y cultural con directa relación a las experiencias concretas de encuentro y choque entre seres humanos. Toda acción en un contexto comunicativo remite como “mensaje” a la posibilidad de recreación semántica, a la readecuación conforme a los objetivos y necesidades de la comunicación. La “ladinidad” responde entonces no solamente a una construcción histórica o lingüística (acorde a la época colonial latinoamericana) sino que más bien a una oportunidad abierta en su dimensión filosófica. 4 La rememoración es un concepto capital para la filosofía de la historia y la hermenéutica filosófica. Por rememoración definimos, provisoriamente, el acto reflexivo que involucra el recuerdo (memoria), la experiencia histórica y el pensamiento. Relacionaremos la rememoración con el concepto benjaminiano de “Eingedenken” en tanto “pensar rememorante” que configura la experiencia del recuerdo, y que establece la relación entre el pensar y la memoria. Ahondaremos también otras variantes filosóficas, históricas, antropológicas, relativas a la rememoración y la memoria. Esto lo veremos más adelante. Sin embargo, lo significativo en nuestra hipótesis es la posibilidad de comprender una rememoración alternativa, india y ladina, desde la operatividad de una reflexión sobre los cronistas indios (Tezozómoc y Guamán Poma) en términos de su rendimiento filosófico, es decir, como ejemplos constructivos del sabotaje en tanto una hermenéutica americana (como perspectiva de interpretación).

15

Guamán Poma. Nuevamente, queremos pensar y problematizar el potencial, el rendimiento

filosófico que se desenvuelve bajo un modo de enunciación cronístico. En este contexto,

seguimos a Eva Stoll en una oportuna indicación:

“La historiografía indiana ofrece un arco increíble de textos heterogéneos en

perspectiva y elaboración verbal, que permiten análisis comparativos de diferente

dimensión y objetivo. Si nos atrevemos a reconstruir el condicionamiento de la

producción textual y de entrar en las complejas interrelaciones, podemos

aprovechar plenamente estos textos fascinantes que todavía esconden muchas joyas

para nosotros”5.

Stoll es certera en su indicación sobre la historiografía indiana como textos heterogéneos.

Buscamos ver cómo se canaliza el reclamo subalterno, la demanda en la reconstrucción de una

identidad que está siendo resquebrajada y vuelta a armar entremedio de circunstancias y

contextos múltiples y cambiantes como los acaecidos durante el período colonial americano.

Así también, en nuestra intuición por un pensar americano rememorante y original

podemos incluir lo señalado por Aureliano Ortega Esquivel, quien propone volver sobre nuevos

espacios y registros, como las crónicas de indios, entre otros, en forma de “desenlaces

discursivos” posibles de explorar y explotar filosóficamente:

“¿Cuáles son los lugares, emplazamientos y desenlaces discursivos a los que

debemos acudir para encontrar esa filosofía dispersa –ya que no podemos hacerlo

en la tradición de nuestras universidades ni en nuestras escuelas de filosofía? No se

trata, por supuesto, de buscar filosofía en todos y cada uno de los registros

habituales de la literatura, la historiografía, el pensamiento jurídico-político, la

antropología o materias afines, sino de encontrar y examinar crítica y

reflexivamente fragmentos de discurso (o sistemas de dispersión) cuyos registros,

justamente por su indudable perfil y hondura filosófica, se reconocen incidental y

5 STOLL, Eva. Competencia escrita, pragmática textual y tradiciones discursivas en la historiografía colonial (en los siglos XVI y XVII). En: CASTEL Víctor M. y CUBO DE SEVERINO, Liliana (Eds.) La

renovación de la palabra en el bicentenario de la Argentina. Los colores de la mirada lingüística, Mendoza, Editorial Facultad de Filosofía y Letras Universidad Nacional de Cuyo, 2010. 1281p.

16

transitoriamente entretejidos en textos literarios, historiográficos, jurídicos-

políticos, antropológicos y aun técnico-científicos particulares”6.

Seguimos a Ortega Esquivel en su pregunta por los lugares y los emplazamientos para una

filosofía nómada, móvil y dispersa. Coincidimos en su indicación sobre la imbricación

(entretejido) presente en niveles alternativos de registro (sistemas de dispersión fragmentarios)

que contienen una calidad filosófica en su reflexión “por su indudable perfil y hondura”. Desde

su propuesta hacia nuevos materiales y recursos donde rastrear un pensamiento filosófico,

nosotros emplazamos dos casos particulares, en los cuales identificamos su profundidad

reflexiva, a saber, Hernando Alvarado Tezozómoc y Felipe Guamán Poma de Ayala.

La lectura sobre Tezozómoc, en este sentido, se interna desde la duplicidad del texto

cultural en la Crónica Mexicana (1598) y la Crónica Mexicáyotl (1609). La versión bilingüe (su

traducción) de una demanda por la historia mexica –con sus complementarios caminos de

narración– establecen a ambos textos culturales como una explicitación de la situación histórica

devenida en caos, en la pérdida y la recreación de las estructuras sociales dentro del orden

colonial novohispano. Tezozómoc y su época son entonces un problema que será expuesto

conforme a los caminos que reconocen una búsqueda por la reconstrucción y la interpretación de

su historia, de su memoria como mexica a la vez en dos códigos culturales establecidos en dos

lenguas diferentes pero ya en interrelación directa (castellano-náhuatl). Estableceremos el

reconocimiento de la interdependencia de ambas crónicas y las adecuaciones que cada una

ejecuta para consolidar la narración de la historia mexica bajo la apropiación de modelos de

registro europeos y la transformación escrita de algunos propios a la tradición cultural nahua (su

traducción cultural). Los modos de apropiación de los modelos y las convenciones para la

escritura, su acercamiento al género de narración histórica (crónica) en dos idiomas a través de

una tecnología alfabético-logocéntrica, serán entonces atendidos conforme a cómo son estos

modelos y convenciones aquello que logra ser saboteado y re-direccionado en la construcción de

una memoria social y cultural –que rescata y transforma sus códigos fundándose en los

encuentros y las tensiones entre horizontes culturales– en un momento de colisión como el

6 ORTEGA ESQUIVEL, Aureliano. ¿Qué pregunta la filosofía desde América? En: RAMÍREZ BARRETO, Ana Cristina (coord.) Filosofía desde América. Temas, balances y perspectivas. Quito, Abya-Yala, 2011. 40p.

17

México colonial. Intentaremos consolidar esta perspectiva buscando en ambas obras de

Tezozómoc características particularmente extensivas de su experiencia histórica y literaria

como ejemplo de una rememoración india, ladina, mexica, novohispana, mesoamericana,

alternativa, durante el siglo XVI.

La lectura de Guamán Poma, por otra parte, nos permitirá comprender el sabotaje en un

grado ulterior de desarrollo en términos de su proyección como acción política directa. La

historia de su texto cultural Primer Nueva Corónica y Buen Gobierno (1615/1616), el contexto

cultural peruano y las particulares condiciones de su escritura, ejercen una demanda, una

protesta, que Guamán Poma no sólo enfrenta cuando reconstruye escribiendo y dibujando la

memoria cultural andina, sino que siendo problematizada desde una perspectiva filosófica e

identitaria configura una dimensión rememorante (que involucra su situación histórica y

política). La demanda de Guamán Poma por el trato hacia los suyos, hacia los indios andinos, es

ejemplo patente de este gesto de crítica social. La dificultad en la policulturalidad de su texto

cultural, su triple utilización lingüística (quechua-aymara-castellano), sus famosos y bien

conocidos dibujos (componentes determinantes en la narrativa de Guamán Poma), contribuyen

no sólo a pensar sobre su genial traducción cultural, sino que instauran un pensar americano

situado en los Andes sudamericanos a partir de modos de apropiación y reconocimiento

complejos. Los modos de apropiación que Guamán Poma desarrolla en su texto cultural son, por

cierto, parte del entramado de su discurso persuasivo, de demanda y protesta. Dedicaremos

atención a la acción de traducción cultural que se muestra en su obra en la medida en que

comparte o bien se nutre de una realidad socio-cultural en caos y de una tradición cultural andina

en proceso de adaptación y reconstrucción. Intentaremos consolidar esta perspectiva buscando

características particularmente extensivas de su experiencia histórica y literaria como ejemplo de

una rememoración india andina durante período colonial.

Ambos cronistas indios, en condición de presentadores de los eventos y las acciones de

sabotaje, son entonces saboteadores porque tienden a una rememoración, a un pensar

rememorante americano. La posición de enunciación e interpretación de ambos autores indios,

de sus relaciones sociales y culturales concomitantes, nos obliga a penetrar en la complejidad de

su mundo vital y cómo es posible ver en ellos ejemplos de un reposicionamiento del indio en

términos enunciativos, interpretativos, ulteriormente, histórico-filosóficos. Por lo tanto, son

18

saboteadores porque direccionan una reconfiguración de su sentido histórico como grupo social

y cultural arrojado y funcionalizado en el orden colonial.

Esta investigación, en suma, pretende incorporar una multiplicidad de variables

filosóficas, históricas, culturales, hacia una proposición fundacional para atender aquel

movimiento, aquella movilidad y reconfiguración que va componiendo a lo americano desde su

condición colonial o colonialidad. El sabotaje es así presentado y determinado

“provisoriamente” como un instrumento de interpretación sobre lo americano porque entre sus

dimensiones de influencia se preocupa del qué americano desde su cómo, desde una categoría

transitoria, fluctuante, móvil. Intentaremos, por lo pronto, desplegar esta premisa hacia una

complementaria exposición argumentativa que permita vincular, más profundamente, aquellos

componentes del sabotaje en su dirección filosófica americana.

***

Hemos introducido el problema guía de nuestra investigación, no obstante, debemos

además describir la manera en la cual podremos ir edificando nuestra exposición sobre el

sabotaje como matriz de interpretación para un pensamiento filosófico alternativo (americano).

Ahora bien, la concatenación capitular de esta investigación intenta desarrollar un modo

concéntrico de análisis. Intentamos proceder según el método de Jericó. Este método de Jericó

compromete un acercamiento inquisitivo a través de rodeos concéntricos que, en diferentes

perspectivas, permiten dilucidar el objeto de investigación. La imagen bíblica retomada es en

este caso muy aclaradora. Jorge Acevedo lo explica como: “un camino que da múltiples rodeos

al camino directo, más a la mano… Consiste en aproximarse a un asunto en rodeos concéntricos

que, poco a poco, lleven a cargar hasta el fondo para invadir el asunto mismo en cuestión”7.

Desarrollaremos, consecuentemente, cuatro capítulos o rodeos concéntricos a través de los

cuales podremos construir nuestra reflexión sobre el sabotaje.

7 ACEVEDO, Jorge. En torno a la interpretación heideggeriana del principio de razón suficiente. Revista Diálogo Universidad de Puerto Rico. (81): 18-19, 2003.

19

Los rodeos concéntricos permiten no dar por superado un punto, pues éste se repite; el

movimiento es circular, no hay estaciones de avance al modo de un movimiento rectilíneo

(progresivo o teleológico), sino que volvemos al mismo punto pero con otros ojos, con otra

perspectiva para el mismo fenómeno. Esto despliega, fundamentalmente, un movimiento de

aproximación que compromete múltiples estadios de análisis correlativos a problematizaciones

interrelacionadas. Los rodeos van accediendo de forma paulatina a diferentes dimensiones y

cuestionamientos, por lo cual nos otorgan distintos modos de ir compaginando entradas a un

mismo problema. Este ejercicio concéntrico colabora en el reposicionamiento y la

resignificación de un concepto de crítica social europeo y moderno como el sabotaje,

volviéndolo una clave de interpretación tanto para la vectorización del pensamiento filosófico

latinoamericano como para la comprensión de América colonial.

Es necesario indicar que el marco teórico-metodológico desde el cual hemos articulado

nuestra investigación sobre el sabotaje como matriz de interpretación tiene directa relación con

ámbitos de reflexión específicos (tales como el concepto de apropiación cultural, la experiencia

histórica colonial y la colonialidad latinoamericana, la traducción y la mediación cultural, las

manifestaciones y construcciones sociales y culturales de sujetos subalternos coloniales, las

tecnologías de registro, conocimiento y comunicación coloniales europeas y americanas) que

procuran funcionar como una plataforma para el reconocimiento de las contribuciones

filosóficas e histórico-culturales presentes en las obras de Hernando de Alvarado Tezozómoc y

Felipe Guamán Poma de Ayala. Esto a fin de comprenderlas como una reflexión filosófica

original plausible de ser articulada en la resignificación del concepto de sabotaje en tanto que

perspectiva de interpretación desde América colonial.

El primer rodeo concéntrico es el relativo al desarrollo de un aparato teórico-

metodológico descriptivo y comprensivo de elementos y discusiones filosóficas que serán

imprescindibles para el establecimiento del concepto de sabotaje. Los posicionamientos

filosóficos serán diversos, principalmente nutridos por la hermenéutica filosófica, su recepción

en la filosofía latinoamericana y el pensamiento postcolonial. Estos elementos están centrados en

emplazar un camino del pensar latinoamericano que desarrolle una problematización sobre el

eurocentrismo, la colonialidad, la cultura, el lenguaje y la historicidad. La clave de este

acercamiento es interrogar a América Latina sobre sus trasfondos fundacionales, sobre las

20

consideraciones que la integran, la inventan, la clausuran y la abren a la modernidad. Por otra

parte, y cómo una reflexión relacionada, el desarrollo del aparato teórico-metodológico

contempla una problematización relativa a la traducción y la mediación, en su composición y

giro cultural. Ahí se encuentran elementos funcionales a un acercamiento sobre los fenómenos

culturales coloniales acaecidos en América. En consecuencia, la mediación y la traducción

cultural permitirán explicitar la noción de apropiación cultural. Comprender la apropiación

cultural como elemento distintivo de nuestro posicionamiento teórico-metodológico implica

delinear las trayectorias de sus procesos histórico-culturales que determinan la construcción de

las múltiples posiciones de enunciación e interpretación presentes en América colonial

(identidades y subjetividades).

El segundo rodeo concéntrico abarca la descripción de los campos geoculturales

mesoamericano y andino en el contexto histórico colonial, principalmente en el período inicial

de la colonización. Aquí la investigación es mutilestrática y busca contextualizar el período

colonial. Esto es desarrollado de forma convergente con los elementos ya expuestos en el

aparato teórico-metodológico. En este sentido, se establece como una evidencia de las tensiones

y los encuentros, las apropiaciones y las demandas que atraviesan el proceso de reconstrucción

cultural dentro de la dominación colonial en ambos campos geoculturales. Esta

contextualización funciona como un cauce o bien un anclaje de la investigación en América

colonial. Luego, este capítulo sostiene la explicación de una experiencia histórica americana

colonial fragmentaria y transversal. De forma concomitante en este capítulo se contextualiza y se

problematiza –en términos coloniales– la traducción y la mediación cultural profundizando en su

construcción de subjetividades fronterizas y policulturales, especialmente en la figura del “indio

ladino”, que será considerada desde sus espacios de circulación y poder concomitantes. Esto

configura una aproximación tendiente a verificar conjuntamente las condiciones y los

movimientos históricos y culturales que permiten reconocer elementos o bien rastrear

trayectorias que demuestran la reconstrucción identitaria y cultural dentro del orden colonial en

dimensiones históricas, lingüísticas y político-culturales.

El tercer rodeo concéntrico despliega un análisis sobre los autores Hernando Alvarado

Tezozómoc y a Felipe Guamán Poma de Ayala como traductores y mediadores culturales y a sus

obras Crónica Mexicana (1598), Crónica Mexicáyotl (1609) y Primer Nueva Corónica y Buen

21

Gobierno (1615/1616), respectivamente, como textos culturales únicos que contienen una

sobrevida y un valor histórico-filosófico incalculable. La clave de esta aproximación es la

participación de su experiencia creativa en un contexto colonial de mediación, negociación y

dominación. La disección de los modos de enunciación (estrategias narrativas, estilos, modelos)

en los cuales lograron verter sus narraciones históricas y memoriales es constructiva de una

profundización en el desenvolvimiento de sus apropiaciones de diferentes códigos culturales. A

través de la demostración de persuasiones y estilos, del diálogo entre tradiciones culturales y

literarias, entre tecnologías de conocimiento y comunicación, orales y escriturales, logocéntricas

o extralogocéntricas, es posible recalcar la necesidad y la búsqueda de memoria, de identidad y

de reconocimiento. Ambos cronistas indios, indios ladinos, ambos autores y traductores

culturales, usando estrategias literarias y preferencias político-filosóficas, en demanda y protesta,

elaboran un discurso que muestra una entrada a la dimensión rememorativa (hermenéutica) de

un pensamiento filosófico americano.

El cuarto y último rodeo concéntrico está dedicado al sabotaje como perspectiva de

interpretación desde América colonial. Aquí hay una re-convergencia de los capítulos anteriores,

considerando los elementos y los procedimientos que permitieron posicionar una gama de

reflexiones sobre América, entre ellos: lo colonial y la colonialidad, el contexto histórico-

cultural colonial mesoamericano y andino, la mediación y la traducción cultural, la

geoculturalidad del pensamiento americano. Sin embargo, hay también una reconstrucción

histórico-filosófica de los conceptos de resistencia y sabotaje. Desde la exposición de los

antecedentes histórico-culturales y las reflexiones político-filosóficas, contemplando las

resemantizaciones de ambos conceptos, procuramos delinear los fundamentos críticos que

pueden ser explicativos de una reconstrucción conceptual. Esta reconstrucción desemboca en

una articulación argumentativa que posiciona al sabotaje describiendo cómo es posible imaginar,

resignificar, un acto y una reflexión política, de resistencia cultural, para desplegar desde su

multiplicidad, desde sus señales preparativas y constitutivas, una hermenéutica americana

fundada en la rememoración y la reconstrucción alternativa de la memoria cultural por parte de

los cronistas indios.

Esto es lo que se establece en los casos de Hernando Alvarado Tezozómoc y Felipe

Guamán Poma de Ayala, entre otros, como aquellos agentes o saboteadores que están dispuestos

22

a consolidar un gesto de sabotaje, es decir, consolidar un pensamiento filosófico americano que

rememora y regenera su experiencia histórica para volverse una intuición filosófica y preguntar

nuevamente por América colonial como etapa inicial de un recorrido abierto al reconocimiento y

el rescate de elementos filosóficos, reflexivos, únicos. La comprensión del rendimiento

filosófico desde las acciones de apropiación y resistencia cultural, presentes en las obras de los

indios cronistas Hernando Alvarado Tezozómoc y Felipe Guamán Poma de Ayala, constituye el

aporte sustantivo de esta investigación. Esta perspectiva busca desarrollar un concepto histórico-

filosófico-cultural llamado el sabotaje logrando desplegar una reflexión propia y alternativa que

construye una hermenéutica crítica referida a la experiencia histórico-cultural de las

subjetividades fronterizas (indios cronistas y ladinos) y su producción intelectual en América

colonial.

Por lo tanto, el objetivo ulterior de este escalamiento concéntrico –a modo introductorio

en nuestro análisis y determinación del concepto de sabotaje como perspectiva de interpretación

desde América colonial– conduce la tensión constante de dos grandes componentes transversales

y problematizadores. Por una parte, una reflexión filosófica, histórica y cultural en tensión,

demostrando cómo imbricar y operativizar dos enfoques teóricos sutilmente, conceptualizando y

profundizando sus perspectivas; y por otra parte, la necesidad de imaginar, de recrear, a través

del concepto de sabotaje un campo de enunciación único y original constitutivo de un inicio

indio para el pensar filosófico americano. Podremos, entonces, ir paulatinamente evidenciando

una intuición filosófica que busca reinventar la pregunta por lo americano direccionada esta vez

en un acontecimiento, en un hallazgo y un problema llamado el sabotaje. Finalmente, nuestra

investigación da cuenta de su objetivo a partir de un escalamiento concéntrico que se estructura

en la determinación del concepto de sabotaje como perspectiva de interpretación sobre y desde

América colonial. Entonces, es posible establecer una intuición filosófica que busca reinventar la

pregunta por lo americano y por lo colonial direccionada esta vez en un concepto que provee una

perspectiva de análisis e interpretación con una mirada interior a los hechos, auscultando los

elementos desde la sospecha y el obstáculo a su estatuto de verdad, desde sus imbricaciones

efectuales, y que logra establecer un recorrido colonial y una trayectoria nueva y original para el

pensamiento filosófico en América Latina.

23

CAPÍTULO I

POSICIONAMIENTOS TEÓRICO-METODOLÓGICOS

1.1. Perspectivas, conceptos y aclaraciones hermenéuticas

La revisión de perspectivas, conceptos y aclaraciones hermenéuticas procura establecer las

contribuciones filosóficas, históricas y culturales para estructurar la propuesta del sabotaje como

perspectiva para la interpretación desde América colonial. Trabajaremos desde la hermenéutica

filosófica y desde algunas perspectivas filosóficas latinoamericanas (en diálogo con la identidad

latinoamericana y con sistemas de pensamiento de carácter indígena) como nexos para introducir

algunos antecedentes teóricos a través de los cuales queremos desarrollar esta investigación. En

este sentido, se vuelve necesario no caer en la ceguera que una demarcación teórica puede

generar, aquí lo importante es designar algunas claves de entrada a lo que en adelante será

desarrollado desde una óptica filosófica en la construcción del concepto que llamamos el

sabotaje.

En consecuencia, un acceso filosófico no resuelve sino que problematiza. Este

cuestionamiento se presenta en la “definición” del término filosofía, y expone el “suelo” desde

el cual podremos pensar no sólo “los antecedentes y la unidad de análisis” sino que sus

encrucijadas y desestabilizaciones, los sentidos que disruptoramente pueden abrirse desde éstos.

Karl Jaspers define a la filosofía como Auf dem Wege sein o “estar en camino”. Indica Jaspers:

“Quiere decir ir de camino, sus preguntas son más esenciales que sus respuestas y toda respuesta

se convierte en una nueva pregunta”8. Este acercamiento es simple; es un acercamiento sincero y

útil, sin mayores expectativas que las propias del sentido del preguntar. Luego, la filosofía no se

circunscribe a un sentido del pensar, sino a las preguntas que pueden generar los sentidos del

pensar. Pensar la filosofía en clave latinoamericana contempla este acercamiento al “estar en

camino”. No es útil cerrar las posibilidades del pensar a un único sendero; la potencialidad de la

filosofía, por el contrario, se juega en la condicionalidad de apertura (finalmente existencial) que

pueda ser llevada a cabo “en” la pregunta, “en” el pensar.

8 JASPERS, Karl. La filosofía. México, Fondo de Cultura Económica, 2003. 12p.

24

Aquí buscamos una lectura que soslaya desde las migajas todo tipo de prejuicio para con

el pensar, sus condiciones y la experiencia de la reflexión. Nuestra intuición filosófica, parte de

una prerrogativa que no discute solamente: ¿qué es eso la filosofía?, sino que busca poder leerla,

interpretarla, en sus diversos sentidos, lenguajes, espacios, tiempos.

Es en esta capacidad de interpretación donde destacamos como fundamental el

acercamiento tanto de la hermenéutica filosófica como de la filosofía de la historia. En cierto

sentido podemos pensar que funcionan como “método”. Aquí el objetivo es no sobrepasar o bien

establecer condiciones absolutas o reduccionistas, cargadas a una homogeneización en la

experiencia del pensar filosófico. Es el “diálogo” en cuanto que “encuentro tensionado” con

otros pensamientos, con otras reflexiones, aquello que establece la perspectiva de nuestro

acercamiento “teórico-metodológico”. En consecuencia, el análisis sobre la filosofía desde

América Latina intenta congeniar lo ganado por la tradición eurocéntrica y lo ganado o

superviviente de aquellas experiencias del pensar brotadas en nuestra amplia geografía.

Consideraremos la filosofía de la historia y la hermenéutica como un estadio explicativo de

nuestra “metodología”. A ello integraremos una reflexión respecto de las producciones

filosóficas latinoamericanas que vuelven a lo indígena e interaccionan de diversa manera con sus

sistemas de pensamiento, con sus reflexiones y perspectivas filosóficas. Este enlace pretende

involucrar un asunto determinante para nuestra investigación, a saber, cuál es y cómo se

establece la relación entre la hermenéutica y la filosofía latinoamericana a través de lo indígena

como factor relevante en la convergencia de una perspectiva filosófica desde América Latina.

No analizaremos todas las propuestas teóricas, más bien procuraremos establecer un suelo

interpretativo referido a la relación que se genera en el diálogo. Todo esto significa volver a

realizar un ejercicio de reconocimiento de las diferentes reflexiones teóricas (filosóficas). Volver

a considerar las múltiples modulaciones de sentido en la filosofía latinoamericana, desde sus

vectorizaciones, sus problemas y sus circulaciones. Estas han de ser integradas de forma inicial a

un “camino” para pensar filosóficamente, como intuición filosófica, como gesto de

interpretación, la diversidad reflexiva de América. La tarea inicial, en este caso, es reconocer el

cómo de estas interpretaciones, sus sentidos, sus caminos.

25

a) La filosofía de la historia y la hermenéutica filosófica

Primeramente, la contribución de la hermenéutica filosófica a esta investigación consiste

en considerar y utilizar su reflexión sobre la determinación histórica y el lenguaje. La

hermenéutica como corriente filosófica desprende diferentes reflexiones; nosotros utilizaremos

fundamentalmente las propuestas de Friedrich Nietzsche, Walter Benjamin y Hans-Georg

Gadamer para configurar un primer eslabón de nuestro aparato teórico-metodológico.

Nietzsche constituye una de las reflexiones más radicales que se haya elaborado respecto

de la modernidad (en su desarrollo europeo). Nietzsche posiciona disruptoramente una crítica a

la modernidad, a su religión, a su filosofía, a su ciencia y a su moral, desarrollando una crítica

hacia los dispositivos a través de los cuales se afianza el gran extravío de Occidente, su

decadencia. Si comprendemos a Nietzsche como un pensador de la profundidad de su tiempo, un

intempestivo, entonces su filosofía configura un diagnóstico “epocal”, una visión que vuelve y

piensa la facticidad histórica y sus posibilidades. El acercamiento crítico a la modernidad no

acarrea una mera descripción de la decadencia de su tiempo, puesto que Nietzsche es un

pensador, finalmente, propositivo.

Nietzsche busca confrontar a la razón centrada en el sujeto con aquello absolutamente otro

de ella. Produce una especie de contrapeso que a través del desenmascaramiento desestabiliza a

la subjetividad y la libera de la teleología y de la moral cristiana. Entonces, Nietzsche desarrolla

su crítica de la modernidad a partir de una reflexión “desenmascaradora” de la racionalidad y de

la subjetividad occidental. Mediante una “hermenéutica genealógica” busca profundizar el

horizonte de lo humano de la razón a través de la sospecha. La crítica hermenéutica al pensar

metafísico se debe comprender como una consecuencia del intento de des-montaje, de des-

ocultamiento, con respecto al fundamento del discurso filosófico occidental (la metafísica).

En la hermenéutica nietzscheana hay una fuerte la crítica a la metafísica, que es

transportada al plano del lenguaje. En la semántica y en la sintaxis del lenguaje hay una

construcción determinante. Nietzsche, propone sospechar de la creencia en la gramática, en el

sujeto lingüístico, como aquello que se ha mantenido con un estatuto ontológico a partir del

26

hecho de proyectar las estructuras lingüísticas a la realidad misma y pensar que aquéllas son

esenciales. Por ejemplo, señala Nietzsche respecto de la verdad:

“¿Qué es entonces la verdad? Una hueste en movimiento de metáforas, metonimias,

antropomorfismos, en resumidas cuentas, una suma de relaciones humanas que han

sido realzadas, extrapoladas y adornadas poética y retóricamente y que, después de

un prolongado uso, un pueblo considera firmes, canónicas y vinculantes; las

verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son; metáforas que se han

vuelto gastadas y sin fuerza sensible, monedas que han perdido su troquelado y no

son ahora ya consideradas como monedas, sino como metal”9.

Para Nietzsche la verdad entendida en cuanto que correspondencia resulta ser algo

ilusorio; a la vez causa del error y de la mentira de la metafísica occidental. Determinamos como

un objetivo central en la hermenéutica de Nietzsche su preocupación por separar y no confundir

la verdad y la ilusión (ficción). Es la comprensión del fenómeno del lenguaje lo que permite a

Nietzsche llevar adelante un planteamiento hermenéutico. Sin embargo, a pesar de haber

realizado una crítica a la “teoría tradicional de la verdad” y de haber descentrado el

“fundamento” del conocimiento hacia una creencia o ilusión, considera esto como un error “útil”

para vida.

Nietzsche piensa el acto del conocimiento, luego provoca la sospecha de las estructuras a

priori que hacen posible el conocimiento entendido como objetividad. El mundo es un enjambre

interpretativo confuso donde las condiciones de la experiencia no son solamente condiciones

subjetivas para una objetividad en el conocimiento. La hermenéutica nietzscheana trabaja

ulteriormente la concepción de la realidad (mundo), ahí Nietzsche busca recuperar una

perspectiva que obliga a considerar a la no-verdad como la condición de la vida (de su fuerza),

esto significa, establecer la no-verdad en tanto conditio possibilitatis de la verdad. Con ello,

genera una inconmensurabilidad entre pensar y ser (verdad), más bien entre el pensar y lo real

(mundo). En consecuencia, es posible desde esta perspectiva afirmar el mundo desde la

multiplicidad como aquel mundo realmente existente, asumiendo la realidad (vitalidad) de la

apariencia. 9 NIETZSCHE, Friedrich. Sobre la verdad y la mentira en sentido extramoral. Madrid, Técnos, 1994. 25p.

27

Algo parecido es lo que acontece en su comprensión sobre la historia desde una

hermenéutica genealógica. Nietzsche es un atento observador de las construcciones humanas,

por ello es la historia un lugar de enunciación e interpretación fundamental, no sólo como

acumulación de conocimientos, sino particularmente como espacio de relaciones de poder, como

espacio de relaciones morales, dentro de las cuales deviene una genealogía del saber. A este

respecto Michel Foucault en su lectura sobre los alcances de la genealogía nietzscheana indica:

“Las Intempestivas hablaban del uso crítico de la historia: se trataba de ajusticiar el

pasado, de cortar sus raíces a cuchillo, de borrar las veneraciones tradicionales, a fin

de liberar al hombre y de no dejarle otro origen que aquél que él mismo quiera

reconocerse. A esta historia crítica, Nietzsche le reprochaba el desligarnos de todas

nuestras fuentes reales y de sacrificar el movimiento mismo de la vida a la sola

preocupación de la verdad. Se ve que un poco más tarde, Nietzsche retoma por su

propia cuenta eso mismo que rechazaba entonces. Él lo retoma pero con una

finalidad muy diferente: no se trata ya de juzgar nuestro pasado en nombre de una

verdad que únicamente poseería nuestro presente; se trata de arriesgar la

destrucción del sujeto de conocimiento en la voluntad, indefinidamente

desarrollada, del saber”10.

Nietzsche conforma un posicionamiento crítico respecto de la metafísica occidental, de

sus medios de coerción y decadencia. Siguiendo a Foucault, la “historia efectiva” desmonta la

“historia monumental”, sospecha de toda composición y denuncia el contexto de poder que

pertenece al “sentido histórico”, reintroduciendo el devenir en todas las creencias inmóviles de la

metafísica occidental. La desestabilización del sentido de la historia expone la voluntad de poder

como voluntad de saber. En suma, la hermenéutica genealógica en cuanto desmontaje de la

metafísica occidental vuelve sobre una subjetividad referida al mundo a partir de la

desestabilización de la verdad tradicional. Nietzsche expone la disolución quimérica de la

subjetividad y sus consecuencias en la modernidad decadente a la cual refiere. Estos son factores

que determinan un suelo nutricio para nuestra investigación. Con Nietzsche logramos visualizar

10 FOUCAULT, Michel. Nietzsche, la genealogía, la historia. En su: Microfísica del poder. Madrid, La Piqueta, 1992. 29p.

28

el ritmo de la crítica, la sospecha, el cuestionamiento, como movimiento de la hermenéutica,

como fondo crítico para la interpretación.

Desde Benjamin recuperaremos tres reflexiones fundamentales en un movimiento

convergente. La primera transita sobre la violencia (Gewalt), en la discusión y la diferencia entre

violencia mítica y violencia divina, para exponer el modus operandi de la fundación de derecho

por parte de la violencia (como creación de poder) y de la interrupción como la violencia que no

funda ni conserva, sino que marca la discontinuidad y el conflicto dentro de la relación

dominador-dominado. Esto busca abrir el sentido de la violencia más allá de lo destructivo,

como aquello fundacionalmente fugaz, interviniente e interruptivo en términos positivos

(Stillstellung)11. La segunda reflexión consiste en el “Eingedenken” en tanto pensar

rememorante que configura la experiencia del recuerdo. Esto deviene en la relación entre

pensamiento y memoria –la relación del pensamiento mismo en su referencialidad a lo sido.

Podemos considerar la relación propuesta entre el pensar (denken), la memoria (Gedächtnis) y al

ser recordado (eingedenk sein), configurando la perspectiva del rescate, la remembranza y la

rememoración12. La tercera reflexión es la comprensión del lenguaje y la traducción. La

concepción interruptiva de la historia privilegia al lenguaje como una matriz determinante en la

comprensión histórica. Toda verdad (revelación) viene “en” el lenguaje. En la remisión a la

experiencia del lenguaje, éste se desarrolla como forma (performance). Las formas de significar

llevan a la comprensión del lenguaje como un lugar de operación, y no como lugar de contenido.

En el performance, en la relación lenguaje-lenguaje, la comunicación entre los hombres es

siempre traducción. El concepto de lengua pura (reinen Sprache) refiere al devenir y la mezcla;

desde esta perspectiva, la lengua se construye desde la traducción y no desde la inducción. Para

Benjamin la lengua pura se comprende desde las lenguas históricas reales, donde deviene la

confluencia de las formas de significación; al no rehuir la diversidad de las lenguas, la

traducción se completa y se complementa ad infinitum. Ello implica que el lenguaje no es, por

consiguiente, una totalidad cerrada ni idéntica a sí misma, así como un libro es sólo

aparentemente una unidad acabada13.

11 Véase BENJAMIN, Walter. Para una crítica de la violencia. En: Conceptos de filosofía de la historia. Buenos Aires, Terramar, 2007. pp. 113-138. 12 Véase BENJAMIN, Walter La dialéctica en suspenso. Santiago, LOM-ARCIS, 1996. pp. 66-67. 13 Véase BENJAMIN, Walter. La tarea del traductor. En su: Conceptos de filosofía de la historia. óp. cit. pp. 77-90.

29

La historia, la memoria, la rememoración, el lenguaje, la traducción y la violencia

construyen una matriz histórico-filosófica que integra la discontinuidad, esto es, la comprensión

de la experiencia histórica como lucha y movimiento de dominación al modo de una ontología

política del presente. Lo indicado por Pablo Oyarzún es aclarador en este contexto:

“Que la ontología del presente sea la expresión adecuada de una fuerza dominante

en la historia y de ella revela en su fundamento un elemento político insuprimible,

el elemento de un conflicto político –es decir, un conflicto de fuerzas– que tiene la

envergadura de toda la historia… El objeto de ataque que la crítica benjaminiana se

propone circunscribir a fin de conmover el fundamento sobre el que se alzan las

diversas ‘filosofías de la historia’ es, entonces, en su dimensión más plena, una

ontología política del presente”14.

Es decir, desde el campo de batalla de la historia, las relaciones de dominación son

inexorables. El enfrentamiento (dominación) es conjugado con la oportunidad oferente de su

existencia en la “dominación” y la “resistencia”, aquello que Benjamin denomina con los

términos “fuerza fuerte y débil fuerza”. La dialéctica en ejercicio entre la realidad efectiva de la

“fuerza fuerte y la débil fuerza” es aquello que expone la dominación y la resistencia –en

ejercicio– y que logra relevar la discontinuidad histórica (temporalidad), la voz del silenciado, el

despojo y la huella censurada. Esto en función de la alerta y el peligro del fascismo histórico, es

decir, contra el pathos de la historia universal de Occidente, contra la superposición histórica y

el silenciamiento. Una revisión teórica de este asunto requiere de una filosofía de la historia no

encausada por el progresismo, el historicismo o el fascismo. Es ahí donde la rememoración

(Eingedenken) presenta el rescate de la experiencia histórica desde la discontinuidad, desde la

intervención. He aquí un asunto fundamental, el estatus epistemológico de su propuesta es

desarrollado entre las relaciones de poder, entre las narrativas históricas universales. Esto

determina la búsqueda de un pensar focalizado en el recuerdo y el rescate del silencio y la

dominación, sus actores olvidados, en las migajas y las huellas del acontecer histórico.

14 OYARZÚN, Pablo. Cuatro señas sobre experiencia, historia y facticidad a manera de introducción. En: BENJAMIN, Walter. La dialéctica en suspenso. óp. cit. pp. 33-34.

30

Asimismo, desde Gadamer recuperaremos la presentación ontológica del lenguaje como

comprensión de la existencia histórica (consciencia histórica – Wirkungsgeschickliches

Bewuβtsein) y soporte para la interacción cultural (fusión de horizontes –

Horizontsverschmelzung). La hermenéutica de Gadamer (como propuesta teórica desde la

fenomenología) está basada en los conceptos de ser-ahí (Dasein), ser-en-el-mundo (In-der-Welt-

sein), lenguaje (Sprache), comprensión (Verstehen), interpretación (Auslegung) y diálogo

(Gespräch). Esto significa que a partir de la comprensión ontológica de la situación y

determinación histórica, la hermenéutica determina al lenguaje como vehículo para comprender

la existencia. Empero, debido a que la hermenéutica no es un método para conseguir la verdad,

el lugar de la hermenéutica es el “entre” (Zwischen). Aquí la hermenéutica busca escapar del

historicismo a través de una posición “entre” la extrañeza (Fremdheit) y la familiaridad

(Vertrautheit), “entre” la objetividad separada históricamente y la pertenencia a una tradición.

Situarse entre la extrañeza y la familiaridad condiciona la pérdida irremisible de una

perspectiva única históricamente determinada. Luego, la hermenéutica contrapone la idea de

representación exacta del mundo (moderna) proponiendo el diálogo y el acontecer dialógico,

donde la experiencia de mundo no se reduce a una concatenación de enunciados u oraciones. El

sustrato lingüístico se estructura desde el lenguaje como espacio de reflexión de la

existencialidad (temporalidad-historicidad). Con todo esto Gadamer compone un aparato teórico

que enfrenta la lectura historicista y progresista del acontecer histórico.

La temporalidad-historicidad dirige nuestra atención a lo que Gadamer entiende por

consciencia histórica en tanto la situación del hombre moderno de “tener consciencia” de las

diferentes historiografías de los pueblos y civilizaciones en el presente histórico y sus plurales

influencias. Según Gadamer la consciencia histórica “está llamada a comprender las

posibilidades de una multiplicidad de puntos de vista relativos”15. Eludiendo la definición de

sujeto cartesiano, la consciencia histórica indica la comprensión por parte del ser-ahí (el hombre)

de su facticidad, pues la existencia destruye-desestabiliza al sujeto trascendental y su proyecto de

autoconsciencia no condicionada históricamente. La temporalidad-historicidad y su criterio de

verdad remiten existencialmente a la experiencia. La crítica a la construcción histórica,

fundamentada en el principio de racionalidad (donde la certeza equivale a la verdad), es el 15 GADAMER, Hans-Georg. El problema de la conciencia histórica. Madrid, Técnos, 1993. 42p.

31

sendero hermenéutico pues la historia se entiende desde aquello que “le da sentido”. La verdad

de la consciencia histórica alcanza su sentido “cuando percibe el devenir en el pasar y el pasar en

el devenir, y cuando extrae del fluir incesante de los cambios la continuidad de la estructura

histórica”16. Luego, la comprensión histórica no se presenta solamente en el transcurso, sino que

en la comprensión de aquello que sale al paso y que interpretado desde la consciencia histórico-

efectual descubre el sentido histórico, a saber, la pertenencia a una tradición (Tradition).

Es en el concepto de fusión de horizontes donde determinamos la capitalización del

soporte teórico en forma de matriz de interpretación para la interacción humana y cultural. El

horizonte remite a una tradición. La fusión de horizontes conduce la aperturidad histórica en la

coexistencia de visiones y estructuras de sentido (tradiciones). En consecuencia, el horizonte de

interpretación es un planteamiento referido a la situacionalidad histórica de la comprensión. Sin

embargo, el horizonte no está cerrado, puesto que al construir la historia hacemos remembranza,

reinterpretación y transformación. La ampliación del horizonte, como campo histórico-

existencial, hacia otras tradiciones, culturas y personas, configura una sensibilidad hacia la

alteridad (del texto/del otro) en el ámbito del diálogo (la relación de conversación-

interpretación). Los horizontes que se fusionan son las tradiciones finitas de los dialogantes, sus

límites y sus posibilidades de anticipación de sentido dentro del diálogo. El diálogo pone en

práctica las variantes hermenéuticas de comprensión e interpretación de la perspectividad de la

verdad, de la alteridad, en la congregación e intercambio existencial, histórico y cultural. La

consciencia práctica-efectual, la consciencia hermenéutica, reconoce los límites y las

oportunidades del acontecer histórico. La historicidad –su sentido práctico– es imposible sin la

comprensión de que en el tiempo no hay perspectivas sin expectativas, ni prospectivas sin

retrospectivas, que la alteridad y el contraste desde el saber histórico y el diálogo conforman un

puente de comunicación y construcción de experiencias históricas exigiendo una combinatoria

que remite a una tradición (en cuanto pertenencia) pero que no concluye ni censura su

aperturidad de sentidos e interpretaciones.

Estas conceptualizaciones tienen un carácter fundamental en nuestra configuración

teórica. La presencia de una reflexión sobre la consciencia histórica indica un movimiento de

autocomprensión logrado fuera de la noción de sujeto moderno, esto significa, sin remitir a la 16 GADAMER, Hans-Georg. Verdad y Método Vol. I. Salamanca, Sígueme, 1999. pp.135-136.

32

verdad y la certeza (como criterio de verdad), siempre determinado histórico-existencialmente.

Este movimiento insiste en la pertenencia y la integración, busca interponerse al solipsismo y la

incomunicación; por ello, el diálogo y la conexión entre horizontes, finalmente, histórico-

filosófico-culturales funcionan como la plataforma para la interacción y el encuentro entre

tradiciones (interpretaciones).

Sin embargo, tomando como suelo la perspectiva hermenéutica desestabilizadora de

Nietzsche, queremos discutir la concatenación teórica entre Benjamin y Gadamer, lo que implica

advertir el distanciamiento entre ambas posiciones filosóficas. Podemos destacar la contrariedad

entre la interrupción histórica de Benjamin y la pertenencia histórica (tradición) de Gadamer.

Este asunto refiere a la distancia teórica, específicamente con el concepto de facticidad, el cual

en Gadamer y en toda la corriente fenomenológico-hermenéutica es fundamental y al que

Benjamin declara como parte de un proyecto histórico caduco relacionado con el fascismo.

Desde la fenomenología-hermenéutica, el asunto de la facticidad es propio de la reflexión sobre

la analítica de la existencia realizada por Martin Heidegger que envuelve el proyecto de una

destrucción de la metafísica occidental a partir de la comprensión de la exterioridad (ser-en-el-

mundo) y la determinación fáctica de la existencia17.

La facticidad es un elemento fundacional de una ontología del acontecer de la existencia,

que problematiza la temporalidad y la historicidad, a saber, en el planteamiento ontológico-

existenciario de la historia y en la relación de pertenencia entre el ser y la historicidad. Gadamer

retoma el problema expandiendo su análisis hacia el concepto de tradición (Tradition), el cual

recoge la ontología existenciaria como el fondo teórico del cual depende la historicidad. Esto

significa considerar la facticidad histórica en la pertenencia a una tradición; soslayando el olvido

histórico Gadamer recupera la experiencia fundamental de la verdad (desocultamiento), la cual

se da, ulteriormente, radicada en la experiencia de la tradición.

Benjamin, por otra parte, ubica la facticidad como un peligro relacionado con el

historicismo, referido al fascismo. Esto es importante porque entiende la filosofía de la historia

como actitud que enfrenta la homogenización, la totalización. Puede así proponer una

17 Véase HEIDEGGER, Martin. El ser y el tiempo. México, Fondo de Cultura Económica, 2003. En particular la Primera Sección: Análisis fundamental y preparatorio del ser-ahí. pp. 53-252.

33

experiencia histórica desde una posición político-ontológica que resiste la facticidad y su

influencia (positivismo e historicismo) y que establece una atención histórico-filológica hacia “la

huella, lo nimio y lo fugaz”, la cual debe considerar que:

“La apariencia de la cerrada facticidad que es inherente a la investigación filológica

y que fascina al estudioso, se desvanece en el mismo grado en que el objeto

(Gegenstand) es construido en perspectiva histórica. Las líneas de fuga de esta

construcción convergen en nuestra propia experiencia histórica”18.

Esto significa que la perspectiva histórica no solamente advierte la pertenencia,

finalmente, ontológica, sino que además se debe a la construcción fugaz, políticamente

determinada, que acontece en lo histórico y que en su reconstitución-rememoración

(Eingedenken) se desprende de las ataduras y los límites de la facticidad como reducción de la

existencia. En abierta contradicción con lo postulado por la tradición fenomenológico-

hermenéutica Benjamin permite y distingue un acercamiento a “la huella de lo fugaz” que

desestabiliza la verdad progresiva e historicista, develando su calidad de mitos y su incapacidad

para enfrentar el fin de la historia (Angelus Novus), ahí donde la dominación totalitaria, es decir,

el fascismo, ha convertido a la historia en naturaleza a través de la petrificación del acontecer

histórico.

Experimentar lo histórico sin caer en lo fáctico como reducción existencial, es

experimentar la rememoración. Desde ésta se acogerá el concepto de chance revolucionaria, a

través del cual es posible comprender que:

“No hay un instante que no traiga consigo su chance revolucionaria, sólo que ésta

tiene que ser definida como una chance específica, a saber, como chance de una

solución enteramente nueva. Para el pensador revolucionario, la chance

revolucionaria peculiar de cada instante histórico resulta de una situación política

dada. Pero no resulta menos para él en virtud del poder que este instante tiene como

18 BENJAMIN, Walter La dialéctica en suspenso. óp. cit. 42p.

34

clave (Schlüsselgewalt) para abrir un recinto del pretérito completamente

determinado y clausurado hasta entonces”19.

Siguiendo a Benjamin, en esta proposición de una chance revolucionaria está dada una

aprehensión de lo histórico no centrada en la pertenencia clausurada a una tradición, sino en la

concatenante posibilidad y apertura del acontecer histórico como experiencia histórica

“clausurada hasta entonces”.

Ahora bien, la reflexión filosófica en los tres autores establece –en su operatividad– las

perspectivas desde las que es susceptible realizar una aproximación a la realidad histórico-

existencial que considera aspectos hermenéuticos de forma crítica y constructiva. Éstos, por no

ser el “asunto” de nuestra investigación han de ser encausados hacia una proposición y una

lectura sobre su rendimiento en América Latina, en su contemporaneidad y su pasado. Nuestro

giro sobre América Latina es entonces un ejercicio teórico que debe atender otras

argumentaciones histórico-filosóficas, en cierto sentido, relacionadas y ajenas, cercanas-lejanas,

con la problematización teórica expuesta en Nietzsche, Benjamin y Gadamer.

19

Ibíd., 66p.

35

b) Filosofía desde América Latina y el diálogo con sistemas de pensamiento indígena

La pregunta por América Latina y su relación con los sistemas de pensamiento indígena20

aborda un problema fundamental, a saber, ¿qué es aquello que llamamos un pensamiento

indígena y cuál es su influencia en un pensamiento latinoamericano? Intentaremos acceder a

estos cuestionamientos focalizando nuestro esfuerzo en exponer diversas perspectivas a través de

dos posiciones. Esto no significa que encontraremos una definición sobre aquello que compone

un pensamiento indígena, más bien describiremos las dificultades y los múltiples enfoques que

conlleva. Una primera posición entiende el pensamiento indígena como “lo otro” en tanto que

objeto de conocimiento y descripción, a modo de un discurso “sobre” lo indígena. En la segunda

posición reconocemos un tratamiento “desde” lo indígena, sus tradiciones y pensamientos.

Ambas posiciones, a saber “sobre” y “desde” son perspectivas entrecruzadas y tensionadas por

diversas expresiones. En este contexto, el encuentro crítico entre un pensamiento filosófico

latinoamericano y los sistemas de pensamiento indígena debe ser establecido como “axioma” de

la experiencia del pensar “en estas tierras”. Las modulaciones de pensamiento extra-occidental

forjadas por las culturas indígenas de América en todas sus latitudes tienen relación con la lógica

de colonización e imposición eurocéntrica; el eurocentrismo ha debido compartir su dominio con

diferentes expresiones, que a modo de resistencia cultural, o bien “re-existencia” al influjo

dominador, han co-existido desde 1492. Asuntos éstos que trataremos más adelante pero que

condicionan nuestra pregunta y división entre un diálogo “sobre y desde” los sistemas de

pensamiento indígena.

El diálogo con lo indígena como objeto “sobre” el cual la filosofía ha debido desarrollar

una reflexión puede iniciarse con la figura de Bartolomé de las Casas21. Es en él donde la

discusión por lo indio (indígena) y su estatus dentro de la concepción eurocéntrica del 20 La referencia a un pensamiento indígena tiene como base la tensión con un pensamiento europeo o eurocéntrico. Queremos establecer esta tensión con la concepción occidental de “pensamiento” (como todo aquel esfuerzo humano para entender el mundo). Intentamos ante todo desligarnos de una comprensión reduccionista y excluyente, para lo cual la denominación: “sistemas de pensamiento indígena” viene a evidenciar una dimensión más transversal o bien alternativa a la concepción occidental. Por sistemas de pensamiento indígena comprendemos un esfuerzo emocional e intelectual que no es monocultural ni logocéntrico y que engloba una multiplicidad de reflexiones y manifestaciones histórico-culturales realizadas por los habitantes (indígenas) de América, en las cuales se plasman complejos ejercicios de comprensión e interpretación de su realidad e identidad. 21 Véase LAS CASAS, Bartolomé. Brevísima relación de la destrucción de las Indias. Buenos Aires, EUDEBA, 1966, pp. 27-138.

36

pensamiento determina la instalación de un cuestionamiento sobre lo americano (en tanto que lo

indígena), que lo reduce y define desde la tradición europea. La posición lascasiana no sólo es

una demanda sobre los derechos de los indios en el marco argumentativo escolástico de la

servidumbre natural, sino que es un cuestionamiento radical que establece dentro del

pensamiento eurocéntrico, cristiano, situado en la época de conquista y colonización (siglo

XVI), un modelo para el reconocimiento de la necesaria pertinencia de pensar lo otro (indígena)

y del inexorable encuentro con sus tradiciones culturales. No es relevante aquí la discusión

propia de Las Casas, ni su recurso evangelizador como condición justificadora (de forma divina

y racional) de la imposición sobre un pensamiento alternativo como el indígena. Este es un

ejemplo de la determinante influencia presente en la perspectiva lascasiana y su apreciación

sobre el encuentro-choque con lo indio (indígena).

Así también, el descubrimiento de la alteridad americana contrapuso el paradigma del otro

al eco “absoluto” del eurocentrismo. Hegel, como expresión de la consumación del pensar

occidental moderno, somete al pensamiento indígena americano y lo clasifica como mágico y

barbárico, volviendo esta reflexión funcional a su propio proyecto (movimiento del espíritu) con

la descripción de América como un lugar donde el Espíritu no ha llegado a posicionarse22. En

este caso, Hegel contribuye a la clausura de un diálogo con un pensamiento indígena

latinoamericano, pero entrega una clave decidora: cuando el eurocentrismo habla “sobre”

América, lo hace en términos teleológicos y progresivos a su propio proyecto de constitución y

dominio.

Podemos también destacar, en esta perspectiva, el marxismo andino de José Carlos

Mariátegui, considerando su propuesta como entrada hacia una crítica al eurocentrismo que

sigue dentro de paradigmas eurocéntricos, pero que demuestra entronques y tendencias con y

hacia un pensamiento indio (indígena). El rescate en Mariátegui remite a un suelo teórico que

viene dado en lógica marxista, principalmente en la figura del campesino indígena andino y en

su pasado mítico, en su caso específico, el imperio Inca. Este rescate es una descripción “sobre”

lo indio que funciona como base para la extensión de una crítica política y socio-económica que

22 HEGEL, G.W.F. Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal. Madrid, Alianza, 1999. pp.169-199.

37

ahonda desde lo identitario hacia un referente simbólico (indígena) para la construcción moderna

latinoamericana (en rigor, andina).

Aquí el indio (indígena) surge como participante del diálogo, en calidad subalterno

(campesino-proletario) y con una sorprendente carga mítica-simbólico-identitaria23. El rescate

del pensamiento (o la sabiduría) original pre-hispánico (incaico), y el indigenismo como

corriente intelectual y política son dos apuntalamientos determinantes en su propuesta teórica.

Empero ambas carecen de un acercamiento a lo indígena en términos de reconocimiento y

equivalencia. Tal como en Las Casas y Hegel son funcionales con al proyecto eurocéntrico,

teleológico y progresivo de dominación (en este caso ya revolucionario), esta vez en términos

críticos y de fundación identitaria y nacional.

Queremos indicar también el aporte de José Vasconcelos y su relación con el mundo

indígena mesoamericano, donde su aseveración “raza cósmica” tiene un carácter diferente. Aquí

el rescate y el diálogo con el pensamiento indígena responden a la construcción identitaria y

nacional. Vasconcelos no comulga con el purismo cultural o étnico, estando abierto al mestizaje

como categoría integradora de lo indígena, lo africano y lo europeo, et alter. Vasconcelos logra

posicionar un acercamiento nuevo frente al estudio del mestizaje en tanto que un modo natural

para la convergencia y el futuro de la humanidad. La noción de “raza cósmica” contribuyó a la

consideración de lo étnico como un problema latinoamericano desde una fuente diversa,

inclusiva no sólo de lo occidental, sino de todo aquello que compone la humanidad

latinoamericana (la mezcla como la superación fusionada-creativa de las viejas razas-culturas en

una “nueva raza cósmica” posicionada en América)24.

Ahora bien, el indicador de “raza cósmica” como mesiánica, junto con el marcado carácter

de fundamentación del estado-nación (en este caso mexicano) desde un mítico pasado indígena

hacia la nueva raza integradora, per-vierten su diálogo con lo indígena y permiten establecer

nuestra crítica. Esto es, entendiendo su propuesta como un pensamiento que se realiza “sobre” lo

indígena y que en el empleo de la “raza cósmica”, desde una reflexión utópico-mesiánica, hay un

23 Véase MARIÁTEGUI, José Carlos. Siete ensayos sobre la realidad peruana. México, Era, 1979. pp. 35-93. 24 Véase VASCONCELOS, José. La raza cósmica: misión de la raza iberoamericana: notas de viajes a la América del Sur. Buenos Aires, Espasa-Calpe, 1948. pp. 1-40.

38

acto de correspondencia con las apreciaciones hegelianas de la historia de Occidente. Siendo

parte del propio eurocentrismo (proyecto de imposición) y su condicionalidad histórico-cultural

frente a América.

También es preciso considerar, en concordancia con nuestra construcción conceptual, la

propuesta elaborada desde la filosofía de la liberación, la cual tiene algunas potencialidades

respecto de los posicionamientos teóricos expuestos. Enrique Dussel, principalmente a través de

su reflexión sobre a colonialidad del ser, logra posicionar la cuestión del lugar de filosofías no-

occidentales, asumiendo que este cuestionamiento deviene del proceso de liberación y

reivindicación de lo propio en términos ontológico-identitarios. La figura del ego cogito

transformado en ego conquiro resume el giro latinoamericano hacia su propia diversidad-

alteridad histórico-ontológica25. Esta comprensión de lo latinoamericano retoma lo indígena no

como utopía sino dentro del atropello realizado por la conquista y colonización americana.

La referencia “sobre” lo indígena como algo perteneciente a lo latinoamericano sigue

siendo considerada como un “hecho de la causa”, algo que es necesario establecer pero que

finalmente no decide su importancia desde sí misma, sino desde la destrucción de la colonialidad

del ser. Sin embargo, Dussel persiste en una discusión teórica y crítica dentro del propio sistema

de pensamiento eurocéntrico, aún cuando, su presentación filosófica pretenda no serlo. Su

principal aporte es la apertura desde la destrucción ontológica de la colonialidad, hacia un

reconocimiento y cuestionamiento, finalmente, prioritario sobre lo latinoamericano y su

encuentro inexorable con lo indígena y con lo mestizo, ya no como parte de un proyecto

eurocéntrico, sino como posicionamiento propiamente latinoamericano.

Respecto de un diálogo con los sistemas de pensamiento indígena en el que se reconozca

un pensamiento “desde” lo indígena, debemos indicar la experiencia de Rodolfo Kusch. Es

prudente considerar que su reflexión adhiere a los paradigmas occidentales en términos

metodológicos. La fenomenología y la hermenéutica (Husserl y Heidegger) son entonces las

matrices desde las cuales Kusch abarca la experiencia de pensamiento en el mundo andino y

25 Véase DUSSEL, Enrique. 1492 El encubrimiento del Otro. Hacia el origen del “mito de la Modernidad”. La Paz, Plural: Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación – Universidad Mayor San Andrés, 1994. pp. 91-117.

39

popular latinoamericano. Esto se logra reconociendo, por una parte, lo telúrico como parte del

arraigo del ser humano a su entorno. La estructura existencial del ser-en-el-mundo expone un

modelo para integrar y comprender la condición existencial del hombre andino, sus

características y sus autenticidades. Kusch enfrenta desde un enfoque fenomenológico las

principales características del otro en su espectro cultural y personal, esto es, el indígena, que en

este caso se comprende como alteridad compartida y convivida en América andina. Aquí el “otro

indígena” es establecido desde el encuentro, el reconocimiento y la intersubjetividad.

El pensamiento de Kusch utiliza la vía fenomenológica para analizar la cultura, lo que

implica en primera instancia un acercamiento al lenguaje, los ritos y las expresiones socio-

culturales de los pueblos indígenas-campesinos andinos. La recolección del material a estudiar,

en este caso, se vuelve hacia un carácter participativo e integrador. Kusch reconoce en las

expresiones indígenas y populares una estructura alternativa del ser-en-el-mundo (estar-aquí,

estar-siendo), y define una modulación de lo humano en América contra-puesta a la mentalidad

moderna eurocéntrica. Desestabilizando la fagocitación o la supraculturalidad para con los

procesos culturales acaecidos en América, el inicio de una filosofía latinoamericana se da en la

asunción de la interpelación del rostro radical del indígena y el sujeto popular como soporte para

la reflexión de su identidad, desde el “encuentro” intersubjetivo26.

Ergo, el “sujeto cultural latinoamericano” obtiene fuentes nutricias en un suelo donde la

sola existencia de comunicación e interrelación del lenguaje, de la cultura, hace impensable el

establecimiento de un sujeto monadológico, aislado. La fenomenología de la intersubjetividad

pone énfasis en el encuentro real con el otro, con los otros, y se arraiga definitivamente en un

encuentro con el origen, el cual en su diálogo con el pensamiento indígena descubre,

ulteriormente, el carácter de lo indígena desde una geo-cultura que no desarrolla la diástasis

entre el hombre y su “marco cósmico”, ni en cada hombre respecto de los otros y lo divino-

natural, vinculando y rescatando la relación entre el suelo y lo sagrado (lo telúrico).

Asimismo, Miguel León-Portilla y sus investigaciones sobre el pensamiento indígena

náhuatl, despliega una interpretación con carácter no sólo identitario, sino que calificable como

un diálogo (con equivalencia teórica entre lo occidental y lo indígena en términos de una 26 Véase KUSCH, Rodolfo. América Profunda. Buenos Aires, Editorial Biblos, 1999. pp. 135-182.

40

posición filosófica). La equivalencia propuesta entre los filósofos griegos y los tlamatinime

náhuatl, desde el origen mítico y lírico común, donde siguiendo a León-Portilla: “el pensamiento

racional comienza a formular sus atisbos a base de símbolos capaces de cautivar su atención. La

elaboración racional es el andamiaje; los mitos ofrecen el contenido simbólico que hace posible

la comprensión”27. Ésto permite reconocer la presencia de un gesto determinante, a saber, el

pensamiento filosófico náhuatl prehispánico, alejado completamente de cualquier forma de

racionalismo eurocéntrico, no deja de ser y hacer filosofía.

Los pensamientos, las emociones, son enfoques arraigados en una experiencia universal-

transversal como lo es el propio pensar y la filosofía como el lugar de la pregunta por la

existencia y la experiencia del pensar. En este sentido, León-Portilla establece una posición

teórica que podemos clasificar como una propuesta “desde” Latinoamérica en diálogo y

reconocimiento con lo indígena.

Es posible también, desde el prisma de la filosofía intercultural28, encontrar una reflexión

desde América Latina que dialoga con lo indígena en su conjunto. Este es un movimiento

filosófico contemporáneo que contempla la absoluta equivalencia en cada uno de los

pensamientos, occidentales o no-occidentales, y que desarrolla un acercamiento particularmente

abierto con lo indígena, rescatando-interpretando no sólo la “cosmovisión” (Weltanschauung)

sino la calidad de su pensar, sus modulaciones propias y tradicionales. La filosofía intercultural

no pretende reemplazar ni establecer una filosofía supracultural, hegemónica o reduccionista.

27 LEÓN-PORTILLA, Miguel. La filosofía náhuatl. México, Universidad Nacional Autónoma de México – Instituto Nacional de Investigaciones Históricas, 1974. pp. 83-84. 28 Respecto del problema de una filosofía intercultural, por una parte, y de lo intercultural, por otra, deseamos cuestionar no sólo la disciplina llamada “filosofía” que, a nuestro parecer, una vez problematizada como filosofía de la cultura tiene una relevancia directa en nuestra investigación. Un posicionamiento intercultural busca llevar a cabo un giro cultural en la filosofía contemporánea. Empero, esto no significa que sea lo intercultural lo que determina un pensar filosófico. En rigor, otros conceptos relacionados con la cultura son igualmente útiles. He ahí la transculturación y la transculturalidad, que en esta investigación pretenden funcionar correlacionalmente, esto significa, no como meros sinónimos de interculturalidad, sino como parte de una explicitación que el concepto de interculturalidad no desarrolla. La consideración de lo intercultural junto con lo transcultural permite establecer otros medios de acercamiento con los fenómenos y relaciones culturales. No obstante, entre éstos será la característica dialogal de la interculturalidad y la circulación (movilidad) de la transculturalidad respecto de los fenómenos culturales aquello que nos interesa sostener y reutilizar en esta investigación.

41

En este sentido, es parte de una crítica al eurocentrismo desde el rechazo al solipsismo

cultural basado en la inconmensurabilidad e incomunicación de las culturas. La filosofía

intercultural se vuelve un camino que recurre al diálogo y a la conmensurabilidad de los

conceptos y las culturas, procurando el entendimiento. Aquí, la comprensión de la inexorable

penetración de los paradigmas culturales (de las diversas culturas y seres humanos que las

componen) no es uni-direccional (con lo cual no hay supra-culturalidad).

El rescate de la interpenetración de los paradigmas culturales es entonces un

condicionamiento teórico flexible y atento a las correspondientes expresiones y pensamientos

indígenas. Un ejemplo lo constituye Josef Estermann quien desarrolla un acercamiento

fenomenológico-hermenéutico que reconoce como axioma de trabajo la relación vital-vivencial

para con el estudio del otro, en este caso, el hombre andino y su pensamiento. Desde el recurso

“vivencial” es posible adentrar en las modulaciones del pensar que están presentes en una

reflexión indígena (fundamentalmente andina). Reconociendo la conmensurabilidad entre

culturas su exposición de la “filosofía andina” (pachasofía) dialoga constantemente con aquello

indígena, colonizado y tergiversado, para sustentar su particular experiencia del mundo y del

pensar. El diálogo con el pensamiento filosófico indígena andino se centra en el establecimiento

de lo vivencial simbólico-ritual-celebrativo como soporte para la interpretación propositiva de

sus reflexiones. Aceptar el nombre de “filosofía andina” expone la influencia y reciprocidad

teórica posible de desarrollar en el encuentro intercultural y sostiene una contribución cualitativa

al pensamiento latinoamericano que “desde” lo indígena puede desplegar una reflexión abierta,

finalmente, un verdadero polílogo entre y con las tradiciones y sistemas de pensamiento

indígenas29.

29 Véase ESTERMANN, Josef. Filosofía Andina. Quito, Abya-Yala, 1998. pp. 5-47.

42

1.1 ¿Por qué América Latina? Una aproximación histórico-filosófica

Buscamos pensar América Latina de forma abierta. La construcción que analizaremos

hemos de hacerla desde una apreciación histórico-filosófica. Esta aproximación deviene de la

crítica al eurocentrismo y, con ello, del reconocimiento de nuevas y diversas modulaciones del

pensamiento, de filosofías, que no sólo están determinadas por el carácter eurocéntrico, sino que

estando dentro de él proponen sentidos y discursos propios y apropiativos. Ahora bien, nuestra

reflexión sobre América Latina no es un acontecimiento nuevo para los pensadores que por

determinación geográfica han vivido “en estas tierras”. La historia de la reflexión filosófica en

América Latina ha de ser considerada de forma aclaratoria para las posiciones y las perspectivas

que debemos desarrollar y que son antecedentes para nuestra investigación. Luego, debemos

establecer ciertas indicaciones, particularmente respecto de la historicidad latinoamericana. Este

paso es fundamental en nuestra conceptualización. El problema de la historicidad y América

Latina deviene en la pregunta por dos espacios fundamentales: el origen y la identidad. La

aproximación histórico-filosófica se encamina en la problematización del origen y la identidad

en este caso “latinoamericana”. El ejercicio de revisión y desencubrimiento de la historia en y

desde América implica el desarrollo de una comprensión histórica que experimenta la

concatenación de acontecimientos, relaciones de poder, encuentros-choques de seres humanos

remitidos a imaginarios absolutamente disímiles, procesos de mestizaje y alienación racial,

procesos libertarios y emancipadores, procesos republicanos, dictaduras atroces, democracias sui

generis, entre otras.

Atender a la historicidad de América no sólo responde a una pregunta rectora: ¿de dónde

venimos? América, problematizada desde su historicidad, sustenta una crítica eurocéntrica, es

decir, la construcción, la “invención” de América por Europa, o bien la misma creación europea

canalizada en su encuentro con la alteridad indígena, en la recreación y reafirmación de ambos

desde el hallazgo del Almirante y el inicio de un proceso histórico situado y tendiente a la

colonización y sus corolarios socio-económicos y político-culturales a la vez en Europa y en

América. Es preciso considerar la irrupción histórica del descubrimiento de América y cómo

implica el inicio de la noción planetaria respecto de la humanidad incluyéndola en una Historia

Universal que no le es propia pero que está determinada desde ella. En consecuencia, volver y

preguntar desde América Latina se desarrolla, primeramente desde la pregunta por América, por

43

el nombre de América. El nombre en tanto que referido al proyecto de dominación por sobre la

alteridad. América Latina, Indias, Iberoamérica, Hispanoamérica, son nombres, entre otros, para

describir la diferencia, la identidad devenida de la diferencia. América Latina como recipiente

semántico y simbólico de la diversidad y diferencia, de la otredad geo-cultural post 1492, el

Mundus Novus. Esta denominación adscribe comprensivamente todo aquello que se mostraba

ante los ojos del descubridor europeo como lo “extra-ordinario”. Como parte del imaginario

eurocéntrico es el apelativo que, de forma explícita, condiciona el sentido de todas las

posteriores denominaciones para América30.

Todo apelativo referido a este Mundus Novus, toda palabra, toda traducción, responde a

un movimiento interno que se descubre en la necesaria construcción y comprensión de la

alteridad radical. Nuestro acercamiento reflexiona sobre la carga eurocéntrica de los conceptos a

través de los cuales fue posible describir y definir a América. El eje del acontecimiento histórico

del descubrimiento de América es la potencialidad de la definición semántica y simbólica (el

nombre) que surge desde el mismo descubrimiento en tanto que encuentro con la alteridad y que

patentiza el gesto de autoexplicación que domina la razón moderna. El nombre de América es

por tanto el nombre de la apertura de significaciones, en crecimiento y apropiación, una

constelación (pensado en clave benjaminiana) que desde el siglo XVI emerge y concreta la

pregunta histórica por un acontecimiento que cambió la perspectiva de mundo. Pero, ¿qué es eso

América Latina? Ésta se da más allá de la mera representación, se vuelve experiencia, una

experiencia histórica interviniente en la construcción de mundo eurocéntrica. Este es un aspecto

principal y que contiene el solipsismo eurocéntrico y desde éste el esencialismo latinoamericano.

Es necesario volver a la pregunta por América Latina sin caer en el esencialismo, es decir,

problematizar desde sus distintas características y desde su complejo desarrollo. Buscar el qué de

América Latina es reconocer el dinamismo de aquello que nombramos como latinoamericano.

América Latina, sin embargo, incluye una reflexión coperteneciente a la oportunidad de

encontrar y abrir en la propia pregunta, en este caso, ¿qué es eso América Latina?, aquello que

“le da sentido”.

30 Véase ROJO, Grínor. Notas sobre los nombres de América. Revista Atenea. (483): 63-75, 2001.

44

a) La pregunta por el ser histórico de América Latina

Preguntar qué es América Latina, sin caer en el esencialismo, es cuestionar por el sentido

que esta pregunta puede entregar para América Latina. Es en la aperturidad de la pregunta donde

América Latina logra des-encubrir su identidad, significar su existencia, realizar sus chances

revolucionarias. La pregunta por el sentido de América Latina recoge la multitud de posiciones e

interpretaciones desde un prisma intersticial. Luego, pensar a América Latina es un juego, un

preguntar por el sentido que, desde el propio cuestionamiento, abre y clausura estructuras y

límites significantes. La pregunta por el “ser histórico” en América Latina retoma el problema de

la constitución ontológico-política de la alteridad. El apuntalamiento de una revisión histórica de

América no configura un espacio de análisis cerrado, por el contrario, cuestiona el alcance y el

carácter de una comprensión histórica que desestabilice desde América su propia construcción

de sentido.

La lectura de Edmundo O´Gorman respecto del ser histórico americano contribuye

metodológicamente a situar el problema. La comprensión de mundo como Orbis Terrarum

compone la real naturaleza de la desestabilización conceptual eurocéntrica ya en el siglo XVI.

Bajo este argumento la condición insular del Orbis Terrarum (la descripción de la triada:

Europa, Asia y África rodeada por el mar) es expandida, o bien en palabras de O´Gorman tiene

una condición trascendente, a través de la cual se expresaría su búsqueda de universalidad y de

una explicación homogénea de la realidad. El sentido trascendental del proceso de invención de

América es el punto en el cual Occidente rompe sus ataduras mentales: “En vez de vivirse como

un ente predeterminado en un mundo inalterable, empezó a concebirse como dotado de un ser

abierto, el habitante de un mundo hecho por él a su semejanza y medida”31.

En este sentido, Occidente se entiende a sí mismo, en su modernidad sólo si existe

América. Aquí América es el gesto operativo de la autoconsciencia eurocéntrica que inicia su

movimiento explicativo sobre la base de la construcción de su mundo. Siguiendo a O´Gorman,

América como una semejanza, una vez superado el shock del descubrimiento, logra integrarse,

como cuarta parte del Orbis Terrarum, superando las ataduras y los límites mentales

relacionados con el mar (considerado ulteriormente como “accidente geográfico”). La noción 31 O’GORMAN, Edmundo. La invención de América. México, Fondo de Cultura Económica, 2004. 141p.

45

insular (particular) cede frente a la universalidad del concepto. La homogeneización de América

desde la continuidad geográfica conlleva el gesto final de apropiación en el vocablo geográfico

“continente”. El Orbis Terrarum finaliza como un sinónimo de aquello que contiene y se

contiene a sí mismo. Indica O’Gorman los fundamentos de esta aproximación:

“Se trata por lo tanto, de cuatro entidades diferenciables por sus accidentes, pero

semejantes por su índole, del mismo modo que lo son, pongamos por caso, cuatro

hombres de distinta edad y condición que, a pesar de eso, son semejantes en cuanto

se les postula una común naturaleza, o si se prefiere, un mismo tipo de estructura

interna”32.

Empero, la homogeneización geográfica, a la vez que instancia de imposición y poder, es

contenida por la necesidad eurocéntrica autoexplicativa de su diferencia con lo otro (africano,

asiático o americano). La imagen de una América diferente es parte también del argumento

autoexplicativo eurocéntrico. Esto significa, una homogeneidad que tiene como trasfondo una

intención moral e histórica, a saber, la noción de un orden puramente geográfico para una

alteridad radical, que se individualiza desde el punto de vista del lugar que toma Europa para su

propia autoexplicación. Europa como la sede del espíritu y la cultura, lugar de la Cristiandad,

asume su destino y su lugar en la historia de la Humanidad, como Historia Universal, como

paradigma histórico, como norma autoreferencial de comparación para la alteridad. La

concepción “metageográfica” potencia esta autoreferencialidad y es constitutiva del gesto

eurocéntrico explicativo de sí mismo. Se encubre en la homogenización espacial la

diferenciación radical de sí frente al otro, viejo o nuevo, mundo u hombre. Desde esta

perspectiva, el reconocimiento de la “condición humana” de los indios americanos (todos

descendemos de Adán y podemos beneficiarnos del sacrificio de Cristo) posiciona su carencia y

su condición de dominado frente al “modelo dispensador de significación histórica”, es decir,

frente a Europa misma.

O’Gorman propone a América como un ser concedido, como una cédula de significado en

la potencialidad de réplica del modo y mundo europeo. Nuevamente, la designación “Nuevo

Mundo” entrega el sentido de América: “Esa designación, en efecto, indica, precisamente, la 32 Ibíd., 145p.

46

diferencia específica que individualizó en el orden histórico a la “cuarta parte” del mundo frente

al conjunto de las otras tres partes, correlativamente designadas en su conjunto como el ‘Viejo

Mundo’”33.

Interesante es la consideración colonial que O’Gorman entrega al ser histórico americano,

donde América es un ser ab alio en cuanto a la potencialidad de realización de una nueva

Europa. La colonización ibérica, el orden colonial español y portugués, en el caso de América

Latina, solamente expresan la dificultad de la réplica eurocéntrica. Seguimos a O’Gorman:

“Si se examinan los principios que guiaron en su política colonizadora, ya en la

esfera de los intereses religiosos, políticos y económicos, ya en la relativa a la

organización de las relaciones sociales, se advierte que la norma consistió en

trasplantar en tierras de América, las formas de vida europea, concretamente,

ibérica”34.

La fidelidad del criollo hacia la madre patria, a un nivel simbólico-identitario, permite “un

sentimiento de inautenticidad o desequilibrio ontológico” que a su vez genera la confusión de

“no ver o no querer ver que lo acontecido a partir del derrumbe de la Colonia fue una mudanza

en el modelo, cosa bien distinta de dejar de tenerlo”35. O’Gorman ubica la dificultad de réplica

en el seno del ser histórico americano, en la truncada posibilidad de ser él mismo algo propio. El

desengaño y la identidad histórica de lo americano encuentran su espacio y desarrollo en la

noción de lo “euro-americano” y el “nuevo” Mare Nostrum (Atlántico) a modo de consumación,

por una parte, del concepto geográfico autoexplicativo y homogeneizador de Orbis Terrarum (el

cual América desestabiliza y transforma), y por otra, como consumación de la crisis del concepto

de mundo histórico como elemento privativo del devenir europeo (dentro del cual América es

totalmente determinante para su constitución).

Ahora bien, la pregunta por los modos de comprensión (el qué no esencialista) de América

conlleva, nuevamente, una carga eurocéntrica. Es ésta también posible de ver desde una

33 Ibíd., 151p. 34 Ibíd., 153p. 35 Ibíd., 156p.

47

propuesta, ya canónica sobre América, en las Lecciones sobre Historia Universal de Hegel,

donde persiste en el ámbito del cuestionamiento sobre el ser histórico americano desde el límite

del devenir europeo. El sustento de Hegel para comprender América proviene del dispositivo

autoexplicativo eurocéntrico y ubica al Nuevo Mundo como receptor del espíritu, modalidad de

réplica mejorada, condicionada por el propio movimiento del espíritu en la historia.

La modernidad (Hegel) concreta la autoexplicación eurocéntrica bajo un carácter

filosófico crucial, a saber, el espectro del universalismo/idealismo (razón) como expresión de la

experiencia y del comprender histórico en clave autoconsciente. Esto implica la clausura del

devenir histórico propio y auspicia la integración a la Historia Universal en calidad de

“cuarterón” o “cuarta parte”. La constitución de un “Nuevo Mundo” solamente remite a la

determinación ontológica del “Viejo Mundo”. Es éste quien entrega el sentido histórico del

movimiento del espíritu. De hecho, Hegel indica la condición futura, no utópica, de América

dentro del desenvolvimiento del espíritu en la Historia Universal:

“Por consiguiente, América es el país del porvenir. En tiempos futuros se mostrará

su importancia histórica, acaso en la lucha entre América del Norte y América del

Sur. Es un país de nostalgia para todos los que están hastiados del museo histórico

de la vieja Europa. Se asegura que Napoleón dijo: ‘Cette vieille Europe m’ennuie’.

América debe apartarse del suelo en que, hasta hoy, se ha desarrollado la historia

universal. Lo que hasta ahora acontece aquí no es más que el eco del viejo mundo y

el reflejo de ajena vida”36.

Algo de ello puede ser considerado en la actual posición de poder de Norteamérica,

particularmente EE.UU., pero de esto no trata nuestra investigación. Deseamos destacar la

remisión de la posibilidad concreta, desde Hegel, de pensar a América como un lugar en el

tiempo, como réplica de Europa, pero fuera de Europa, finalmente, hacia una futura posición

geopolítica equivalente pero determinada en su sentido histórico por la necesidad eurocéntrica de

autoexplicación (autofundamentación). Luego, la lectura hegeliana nos permite expresar la

condicionalidad del desarrollo histórico americano a partir de la modernidad como el soporte

semántico e histórico para América (considerando Latinoamérica y América anglosajona). He 36 HEGEL, G.W.F. Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal. óp. cit. 177p.

48

ahí el problema; en la clausura del devenir histórico se encuentra el escollo principal. La

integración a la modernidad sólo avala la imposibilidad de un ser histórico americano propio.

Establecer la falacia de esta posición es parte del ejercicio crítico que se ha realizado con la

propuesta de Hegel y con la modernidad eurocéntrica. Es posible indagar en la falacia de la

modernidad eurocéntrica considerando una perspectiva explicativa desde la Filosofía de la

Liberación, la cual impugna a Hegel y al eurocentrismo, la particular y determinante influencia

en la construcción de la modernidad por parte del acto de “descubrimiento” y principalmente de

“conquista” llevado a cabo en América. Señala Dussel sobre este asunto:

“Mi intención en estas lecturas es dar cuenta de una Modernidad que muestra lo

contrario, que la experiencia no sólo del ‘descubrimiento’ sino especialmente de la

‘conquista’ es esencial en la constitución del ego moderno, no sólo como

subjetividad per se sino como subjetividad que está en el ‘centro’ y en el ‘fin’ de la

historia. Latinoamérica es así, la ‘otra-cara’ (teixtli en azteca), la alteridad esencial

de la Modernidad”37.

Desde ello, la figura del conquistador logra performativizar la dominación del mundo en

el carácter europeo. El sujeto europeo medieval se desarrolla en la conquista americana, donde

expande su particular voluntad de dominio, estructuras de poder e instituciones, validándolas en

un espacio extra-europeo, nuevo. Luego, la colonización de América y la formación de la

modernidad europea persiguen una redefinición desde un prisma global. Los mitos que la

sustentan, en este sentido, desarrollan una violencia a nivel epistemológico y, por cierto, bélico.

Los ideales de superioridad y civilización eurocéntricos generan “víctimas” de la modernidad;

colonizados, esclavos, mujeres, etc. La noción de bárbaro en el contexto de conquista y

colonización, no sólo americana, es fundamental para acentuar el carácter de la violencia

ejercida, el cual responde a una visión civilizatoria y a la misión redentora de la modernidad.

Dussel descompone la legitimación eurocéntrica a través de un cuestionamiento a la racionalidad

eurocéntrica desde su violencia y coerción. Este autor critica la violencia de la modernidad desde

su “irracionalismo como mito sacrificial” y proclama la “razón del Otro”, con la cual resuelve su

37 DUSSEL, Enrique. Eurocentrismo y modernidad. En: MIGNOLO, Walter. Capitalismo y geopolítica del conocimiento. El eurocentrismo y la filosofía de la liberación en el debate intelectual contemporáneo. Buenos Aires, Duke University–Ediciones Signo, 2001. 68p.

49

transformación en la “transmodernidad”, concepto que logra concertar tanto la modernidad

como la alteridad negada (las víctimas) en la co-realización de una “mutua fertilización

creativa”. Este movimiento se logra toda vez que la modernidad logra “salir” de sí misma,

volviendo desde lo dialéctico hacia lo analéctico, es decir, una suerte de solidaridad

incorporativa, entre centro-periferia, diferentes grupos humanos, clases sociales y culturas. El

momento analéctico se da, entonces, en la apertura de la totalidad a la exterioridad y el Otro;

alteridad radical que está más allá del horizonte de la totalidad. Lo analéctico se funda en la

afirmación de la exterioridad hacia una totalidad en apertura. Para ello, la periferia colonial, los

vencidos y modernizados, la otra cara de la modernidad, deben descubrirse a sí mismos como

inocentes, como parte del “sacrificio” ejecutado durante los últimos 500 años, en América,

siempre en un horizonte inclusivo.

El rescate de las víctimas y los vencidos, la auscultación de la violencia de la racionalidad

eurocéntrica es un aspecto notable y sin duda innegable, empero esto no significa que los

vencidos no contemplen sus propias estrategias de pensar y saber, de poder y dominio. Sustentar

la violencia de la racionalidad eurocéntrica no puede descontar que este fenómeno no es

exclusivo de la modernidad ni de los conquistadores hispanos. La violencia como expresión del

ser humano es una característica constitutiva de su humanidad. Imperios indígenas ejercieron

una violencia semejante y probablemente con justificaciones cercanas o lejanas a la eurocéntrica.

Quizá la diferencia radica en los efectos y las nuevas condiciones y relaciones surgidas junto con

la hegemonía de la modernidad eurocéntrica desde y en América. Dussel propone asignar un

sentido histórico co-realizado en una modalidad de encuentro entre el dominio eurocéntrico y las

“otras caras”. Un tercer ámbito de inclusión en una racionalidad empática y desarrollada desde la

alteridad; un tercer ámbito de inclusión donde la realización de la modernidad no debe ser

“superada” (escapando a la trampa hegeliana: Aufhebung) sino derogada, desalojada y

transformada desde el Otro. El límite de la Filosofía de la Liberación proviene precisamente de

su solidaridad con el eurocentrismo. Al no salir de una comprensión sobre la razón como

universalidad (incluso como alteridad radical) Dussel resguarda el punto central de todo

eurocentrismo.

50

b) Eurocentrismo, modernidad, colonialidad y cultura

El desarrollo del eurocentrismo se explica dentro de la formación del sistema mundo

moderno, concepto capital que expone un diagnóstico ya canónico sobre Occidente. Immanuel

Wallerstein38 concibe el sistema mundo moderno desde una perspectiva atlántica y

eurocapitalista, dividida en tres dimensiones o bien posiciones geopolíticas: centro, semiperiferia

y periferia. El lugar de atención para Wallerstein sería el centro y su desarrollo dentro del

modelo económico-cultural capitalista, la semiperiferia y la periferia serían solamente unidades

geo-históricas y económicas funcionales al modelo hegemónico. Siguiendo este problema

Walter Mignolo aclara:

“Hoy se suele decir que no tiene sentido hablar de periferia porque la periferia está

tanto en Europa como en Estados Unidos (es decir, en el centro). Esta afirmación la

hacen, en general, quienes participan de una concepción lineal del desarrollo

histórico en una territorialidad limitada, en la que se sitúa el lado ‘moderno’ de la

historia del capitalismo mientras que el lado oscuro, el de la ‘colonialidad’, aparece

como aquello que es necesario superar mediante la ‘modernización’. Lo curioso es

que el discurso de la modernización es precisamente el que justifica la

colonialidad”39.

El sistema mundo-moderno incluye la hegemonía histórico-cultural-económica por parte

no sólo de Europa sino que de Occidente como configuración geopolítica fagocitante. He ahí

donde es posible considerar como aclaradora la indicación que entrega Aníbal Quijano al referir

al eurocentrismo:

“La elaboración intelectual del proceso de modernidad produjo una perspectiva de

conocimiento y un modo de producir conocimiento que dan muy ceñida cuenta del

38 Véase WALLERSTEIN, Immanuel. The Modern World-System: Capitalist Agriculture and the Origins of the European World-Economy in the Sixteenth Century. Berkeley, University of California Press, 2011. pp. 300-357; WALLERSTEIN, Immanuel. Abrir las ciencias sociales: informe de la Comisión Gulbenkian para la reestructuración de las ciencias sociales. México, Siglo Veintiuno, 2006. pp. 76-114. 39 MIGNOLO, Walter. Colonialidad global, capitalismo y hegemonía epistémica. En: SALVATORE, Ricardo (comp.) Culturales imperiales, experiencia y representación en América, Asia y África. Rosario, Beatriz Viterbo, 2005. 64p.

51

carácter del patrón mundial de poder: colonial/moderno, capitalista y eurocentrado.

Esa perspectiva y modo concreto de producir conocimiento se reconocen como

eurocentrismo.

Eurocentrismo es, aquí, el nombre de una perspectiva de conocimiento cuya

elaboración sistemática comenzó en Europa Occidental a mediados del siglo XVII,

aunque algunas de sus raíces son sin duda más viejas, incluso antiguas, y que en las

centurias siguientes se hizo mundialmente hegemónica recorriendo el mismo cauce

del dominio de la Europa burguesa. Su constitución ocurrió asociada a la específica

secularización burguesa del pensamiento europeo y a la experiencia y las

necesidades del patrón mundial de poder capitalista, colonial/moderno,

eurocentrado, establecido a partir de América”40.

Al considerar la construcción histórica Quijano confabula un intento por encontrar en el

eurocentrismo el criterio de verdad bajo el cual él mismo se constituye. La autoexplicación

eurocéntrica a partir de un acercamiento historiográfico identifica la necesidad de construir un

suelo ideológico donde el relato eurocéntrico explique su realidad histórica de dominación-

imposición frente a sí misma y frente a sus propios criterios de verdad. Se juega aquella

identidad “civilizatoria” en todo pensar eurocéntrico. Si consideramos su construcción histórica

podemos ver desde el bárbaro griego aquel gesto de aculturación del eurocentrismo41. Sin duda

la modernidad desarrolla de diferentes maneras esta gesta civilizatoria. En cierto sentido, su

objeto no sólo es América, no obstante sea en América dónde se despliega por vez primera. El

eurocentrismo remite al otro y lo domina, lo somete y transforma, en la medida en que se somete

y se trasforma en un movimiento que lo incluye excluyendo.

Un punto importante para nuestra lectura es destacar al eurocentrismo en el gesto de

fagocitar toda alteridad, alterarla y asimilarla en términos de dominio. El ejemplo puede verse en

la Historia Universal –eurocéntrica– inclusiva y fagocitante. La Historia Universal nos presenta

el carácter del eurocentrismo, su construcción filosófica, a saber, el universalismo moderno; éste

40 QUIJANO, Aníbal. Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. En: LANDER, Edgardo (comp.) La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. Buenos Aires: CLACSO-UNESCO, 2000. 211p. 41 Véase PAGDEN, Anthony. La caída del hombre natural. Madrid, Alianza, 1988. pp. 21-87.

52

asoma como la imposición de una experiencia del pensar que se funda desde la autoconsciencia,

que es capaz de establecer regularidades y normalizar la realidad. Se le ha identificado con la

ciencia y la técnica moderna (Mathesis Universalis42); esto hoy es evidente. Pero hay también en

ello una carga política que no podemos obviar, y que se evidencia si consideramos

simultáneamente dos elementos centrales. Por una parte, el universalismo moderno como la

presentación de un patrón histórico (en este caso europeo, podríamos decir, se trata de una

historia local, pero que mantiene una tendencia hacia la universalización). Por otra parte, la

tendencia política que podemos encontrar a través de la “proposición civilizatoria” del

eurocentrismo y, con ello, la justificación para el establecimiento de una Historia Universal.

Las características de esta Historia Universal están atravesadas por la clave económica e

ideológica, desde nuestra perspectiva: el capitalismo. Es preciso desarrollar una lectura del

capitalismo y del eurocentrismo en la cual ambos jueguen papeles entrelazados. Empero,

tampoco queremos subsumirnos en el capitalismo. Debemos entender que el eurocentrismo no es

posible sin pensar el capitalismo en la perspectiva del desarrollo europeo, su sociedad y

economía. Bien sabemos que nuestro interés no puede ser sometido solamente a la característica

económica de la modernidad. Hay otros espacios donde también se ejecuta y logra ciertas

especificidades y características. Desde este prisma, no evadimos el hecho de que América

Latina y su relación con el eurocentrismo-capitalismo son fundacionales y determinantes. A

partir de ello podemos hablar de colonización y de colonialidad. Al tomar estos conceptos

volvemos a una consideración que desde una matriz económica apunta a una matriz histórico-

filosófica. Dentro del universalismo moderno, de su característica civilizatoria y capitalista, la

colonialidad es la fuente de análisis desde la cual se establecen otras modulaciones, constitutivas

en prácticas y expresiones que envuelven la reflexión eurocéntrica en una compresión sobre el

poder y el dominio que proviene desde el “afuera” y que a la vez está “dentro”.

El universalismo moderno está compuesto por la colonialidad. Esto significa que como

entrada es importante desestabilizar los conceptos y sus alcances, en un gesto aclaratorio y a su

vez desafiante. ¿Qué entendemos por colonialidad? Esto engloba el diálogo entre reflexiones

filosóficas mundiales al cual volveremos más adelante. Por lo pronto, podemos despejar la

42 Véase HEIDEGGER, Martin. Filosofía, Ciencia y Técnica. Santiago, Editorial Universitaria, 2003. pp. 87-148.

53

mirada atendiendo a la conceptualización de la colonialidad. Colonia, colonizar, colonialismo,

colonialidad, son todos remitidos a una raíz latina infranqueable. La etimología nos lleva a

reconocer un verbo fundamental y que ha de servir como garantía del sentido bajo el cual se

propone comprender a la colonialidad. Colonia remite al verbo latino colere que significa

“cultivar”. Colonia y cultura comparten en buen latín la referencia al verbo colere. La cultura (de

cultus) deriva de colere: “cultivar, cuidar; adornar; tratar; proteger; habitar; practicar; honrar,

venerar; tratar con consideración”43, y como sustantivo refiere a tres acepciones. La primera

“cultivo, cuidado, modo de vestir”; la segunda corresponde a “género de vida”; y la tercera al

“refinamiento, elegancia, lujo (en el estilo y en las cosas)”44. Respecto de la etimología asombra

que muchos de los sentidos que están considerados en el verbo de origen entregan una lectura

abierta e interconectada, el sentido de veneración y honra es especialmente atractivo, si se

comprende desde el habitar, la práctica y la protección. Esto responde a una dimensión de

apropiación y búsqueda de referentes que podemos calificar como identitarios. Serán éstos los

que se honran y veneran, aquellos que se debe proteger, cuidar y cultivar. Intentamos

comprender la cultura no sólo desde su etimología agrícola estereotipada del cultivo del huerto,

buscamos problematizar el carácter humano de la cultura. Es preciso considerar la materia que

construye a la cultura, esto es, lo humano de la cultura que, en sí mismo define la inestabilidad,

la constante mutación, sus fronteras permeables y dúctiles. En este punto es posible establecer la

lectura de una cultura definida como un concepto simbólico45 siempre preparativo y

propedéutico para la comprensión de la colonialidad.

43Véase DICCIONARIO LATÍN–ESPAÑOL, Barcelona, VOX, 1996. 44 Ibídem. 45En esta perspectiva de la cultura en tanto construcción simbólica se consideran las expresiones lingüísticas, acciones y objetos significativos, por medio de los cuales los seres humanos logran comunicarse y compartir. Ahora bien, contemplando que cada cultura tiene su propio cuerpo de significados, ¿qué es y cómo es posible asir lo simbólico?, ¿cómo opera el símbolo? Aquí el símbolo (gr. symballein) es lo que trae en conjunto, “symballein” expresa: “echar, llevar en abundancia; reunir, juntar; suministrar; cambiar palabras, conversar con; lanzar uno contra otro; comparar, interpretar, explicar; evaluar; encontrarse con, unirse, llegar a; venir a las manos; mezclar; reunir; contribuir, prestar; ponerse de acuerdo con, convenir en; evaluar, interpretar, explicar” (Véase DICCIONARIO GRIEGO–ESPAÑOL. Barcelona, VOX, 1999). Esto es, aquello que condensa la realidad y puede expresarla, es decir, no es solamente una representación cognoscitiva, sino que además una presencia vivencial, en tanto que reunión, encuentro, interpretación, en tanto que contribución y convenio. Esta vivencialidad determinada por el afán de comunicación y diálogo es aquello que permite acercar lo simbólico a una lectura de la cultura que se constituye como vehículo de transmisión y comunicación. No es el objeto o el discurso por sí, sino que estos mismos, en el contexto de su relación con el ser humano, en la medida en que son capaces de interconectarse. Es en lo simbólico donde es posible realizar un avance concreto a la pregunta por la cultura, la colonialidad y la identidad.

54

Pues bien, por detrás de la colonialidad está la cultura, el material humano, aquello que

sostiene los alcances de la colonialidad. Una cultura como concepto simbólico implica la

necesidad de una explicación de lo que significa la cultura “en-desde” la colonialidad. En este

caso, ¿cómo se logra una colonialidad basada culturalmente?, ¿qué es eso de la cultura de

colonialidad? Primero, colonialidad y colonialismo se forjan en la intención de implantar un

símil (social, cultural, humano) en un territorio nuevo. El colonialismo es la parte ejecutiva de la

intención de similitud que desde antaño cruza las expectativas humanas (como una búsqueda de

homogeneidad). Esto va más allá de los alcances políticos y económicos remitidos, llega un

momento en que la necesidad de sobrellevar la carga de ser símil se vuelve una apropiación. La

colonialidad tiene este matiz si se utiliza el prisma cultural, esto deviene de su carga histórica, de

su necesidad de contrapesar desde sí la carga de ser un símil. La colonialidad implica no sólo

sumisión sino adaptabilidad, transformación. Esto es, la colonialidad sostiene la necesidad de ser

símil a la vez que de dejar de serlo. Más allá del genocidio contra el vencido, hubo resistencias y

apropiaciones. La cultura que impone la colonialidad carece de oportunidad en tanto que

imposición unidireccional. Las instancias de apropiación, de adaptación, de empalme, son

siempre dominantes. La colonialidad, en este sentido, no remite meramente a una conquista

impositiva, sino que a una conquista bidireccional, bifronte, fundada en la cultura que desde el

símil des-encubre, se adapta y apropia.

El qué de América Latina, su sentido y devenir histórico tienen un rasgo impositivo y

originario en el fenómeno de lo colonial. La colonialidad no sólo puede ser expuesta como

instancia de imposición. Aquello que la colonialidad puede llegar a significar no sólo incluye la

barbarie del colonialismo, sino que incluye su propia forma de cultivar(se). En América Latina,

siguiendo a Bolívar Echeverría:

“La invocación de una identidad colectiva substancializada, responsable de proezas

civilizatorias está fuera de lugar. En un continente donde la población en su gran

mayoría ha vivido de intersticios dejados por las grandes historias de los otros, en

55

este caso la metrópoli y su historia universal, se ha afirmado la identidad cultural ‘a

la intemperie’, atravesada por los más variados procesos de mestizaje”46.

La ambigüedad entre lo nuevo y el símil es propia y constitutiva del sentido histórico

latinoamericano y, ciertamente de la colonialidad, en este caso, propiamente latinoamericana. Se

juega un “dar forma” a lo impuesto, un gesto de re-existir entre la dominación. Seguimos a

Echeverría:

“La idea de lo que es ‘dar forma’ que prevalece aquí no es sólo diferente de la idea

europea, o contraria a ella; es sobre todo ajena a ella. Lo es porque ésta implica una

elección de sentido completamente divergente de la suya, que subraya la

continuidad entre lo humano y lo otro”47.

Es este “dar forma” lo que entendemos como una colonialidad en apertura que entrelaza

un paso ulterior. Esto es, se condensa y “dando formas” ejecuta una interpretación que apropia y

re-existe. Hemos señalado que el problema de la historicidad latinoamericana deviene en la

pregunta por dos espacios fundamentales: el origen y la identidad. Entre ellos se juega el “dar

forma”. Es ahí donde la colonialidad deviene en mestizaje, no únicamente biológico, sino que

cultural. Pensar la colonialidad desde el enfoque cultural y, desde ello, preguntar por América

implica desarrollar una “elección de sentido” que, como plataforma, adentre el sentido histórico

latinoamericano.

46 ECHEVERRÍA, Bolívar. La identidad evanescente. En su: Las Ilusiones de la Modernidad. Quito, Tramasocial, 2001. 71p. 47 Ibíd., 74p.

56

1.2 Sobre lo colonial y lo postcolonial

El problema que conlleva pensar lo colonial y lo postcolonial no es menor. La imbricación

teórico-metodológica presente y posible de asir es suficiente para desarrollar senderos

multidireccionales y, por cierto, conceptos y profundizaciones útiles en la construcción del

sabotaje. La reflexión sobre lo colonial y lo postcolonial no puede tampoco restarse a su propia

historicidad como modelo de respuesta a la tensión epistémica eurocéntrica. En este sentido, es

menester historizar lo postcolonial y profundizar qué significa pensar desde esta particular

experiencia histórica. Bien sabemos que las posibilidades de un pensamiento postcolonial se

miden en la relación que tienen con un pasado colonial, más bien colonialista, y en cómo ha

podido encontrar maneras de recuperar y reconstruir su experiencia histórica, su memoria

política y cultural, su pasado o presente como afirmación y enunciación. Lo colonial y lo

postcolonial son entonces caras de una moneda todavía en acuñación. Esto es determinante

porque nos permite apelar a la transversalidad y copertenencia de ambos conceptos (y sus

cuestionamientos fundamentales), como también a su realidad efectiva (temporal) en una

descripción integradora de los principales estadios y modelos de análisis e interpretación.

Proponemos dos instancias de interpretación respecto de lo colonial y lo postcolonial. Este

ejercicio quiere descomponer varias posiciones y perspectivas sobre la colonialidad. En un

primer rodeo aproximativo –conforme al cuestionamiento relativo a la colonialidad como

condición para la problematización y análisis de categorías de reflexión respecto de las

relaciones de poder y su determinación en y para América Latina– es menester volver la mirada

a algunas de las producciones y proposiciones que exponen Aníbal Quijano y Bolívar

Echeverría. Proposiciones teórico-metodológicas que involucran reflexiones asertivas y

concomitantes a nuestra investigación. Ambos autores son representantes de voces resistentes a

la imposición histórico-filosófica eurocéntrica, ambos llegan a ser ejemplos de la manera en la

cual el problema de la colonialidad puede ser desarrollado desde un eje filosófico

latinoamericano. En cierto modo, a través del cruce de sus propuestas es posible articular aquel

“dar forma” al sentido histórico latinoamericano.

En un segundo rodeo de aproximación queremos también considerar algunas de las

propuestas teóricas postcoloniales como matrices de interpretación y problematización, en

57

especial aquellas referidas a las reflexiones de algunos de sus principales autores: Ranajit Guha,

Dipesh Chakrabarty, Gayatri Spivak, Homi Bhabha, Aimé Césaire, John Beverley, Walter

Mignolo y Silvia Rivera Cusicanqui. En cada uno se configuran acercamientos diferentes, con

diversos matices, sean éstos subalternos, híbridos, post-occidentales, de-coloniales, indígenas,

asiáticos, caribeños o latinoamericanos. El objeto de esta composición es no reducir la capacidad

ni el rendimiento analítico y crítico presente en sus categorías y conceptos, ni tampoco la

profundidad que cada uno ejecuta en su particular acercamiento y problematización, sino que dar

cuenta de la amplia gama de reflexiones que son posibles de ser conducidas y construidas desde

una matriz de problematización en forma conjunta y solidaria.

En consecuencia, diferentes nociones y problematizaciones relativas y conducentes al

cuestionamiento sobre lo colonial y la colonialidad serán tomadas en cada una de las propuestas,

finalmente atravesadas por la búsqueda de los sentidos variopintos que se presentan en cada una.

Aquí la reflexión filosófica no es solamente latinoamericana, es mundial y solidaria. Esto debido

a un gesto teórico-metodológico comprehensivo. Para cada uno de los estadios de análisis, el

objetivo aquí es delinear disímiles y transversales accesos que logren profundizar un trasfondo

en convergencia. El objetivo es abrir los límites teórico-metodológicos de reflexiones históricas,

filosóficas, culturales para compaginar una consecución argumentativa que deviene

fragmentada, siempre en abierta discusión de sus alcances hacia una reflexión filosófica

latinoamericana.

58

a) La disputa con el eurocentrismo

Volver a pensar el eurocentrismo no significa que podamos establecer definitivamente el

alcance de su impacto. Lo que nombramos como la “disputa”48 con el eurocentrismo intenta

declarar el constante litigio que se desarrolla al pensar contra-hacia sus categorías y conceptos.

La palabra “disputa” remite al latín disputare. Aquí hay una clave importante para explicitar este

movimiento de ida y vuelta. Disputare significa: “discutir, examinar, exponer, disertar sobre,

razonar, tratar, debatir”49. La figura de una disputa con el eurocentrismo intenta canalizar el

debate teórico sobre dos ejes que se entre-cruzan, esto es, la modernidad y la colonialidad.

Ambas se mueven una contra-hacia la otra en un juego copresencial y coperteneciente de

necesidad constitutiva.

En este contexto, debemos nuevamente pensar el problema de lo colonial y de la

colonialidad. Deseamos discurrir esta problematización desde la reflexión gravitante del

eurocentrismo. Esto conlleva cuestionar y evidenciar cómo el eurocentrismo puede ser descrito y

desestabilizado en términos teóricos. Pero, ¿cuáles son los principales soportes para una crítica

al eurocentrismo? Es la tarea que buscamos realizar, particularmente a partir de la lectura sobre

la colonialidad del poder (Quijano) y la ilusión de la modernidad (Echeverría). Aquí ambas

posiciones exponen un modo de desocultar al sistema mundo moderno (la modernidad). En

nuestra perspectiva, ambas posiciones se juegan en una lectura contra-hegemónica focalizada

sobre el capitalismo y sus implicaciones existenciales totalitarias.

Quijano advierte el avance de una colonialidad del poder contenida en el seno del sistema

mundo moderno e iniciada con la conquista de América en el siglo XVI. Este avance de la

colonialidad del poder se nutre de una certera crítica al eurocentrismo. Lo relevante no es el

conjunto de críticas o diagnósticos que se derivan de la colonialidad, por el contrario, lo

determinante es cómo esta crítica descubre un “soporte” ineludible. En este sentido, las

relaciones de poder establecidas bajo los parámetros de la colonialidad del poder son indicadores

48 En referencia al título del texto de Antonello Gerbi y su invitación crítica. Véase GERBI, Antonello. La Disputa del Nuevo Mundo. Historia de una polémica 1750-1900. México, Fondo de Cultura Económica, 1993. pp. 3-31. 49 Véase DICCIONARIO LATÍN –ESPAÑOL. óp. cit.

59

de un gesto original de resistencia, de disputa a la fagocitante carga eurocéntrica histórico-

económico-cultural. Veamos esto.

Siguiendo a Quijano, la colonialidad no solamente se muestra en el sistema mundo

moderno, sino que junto con éste en la categoría de raza como clasificación social. Quijano

pregunta cómo logra ser operativizada en América Latina constituyendo, respecto de la

colonialidad, su matriz ideológica más peligrosa. La distinción social fenotípica responde a

criterios insoslayables en el orden colonial. La característica de este orden es racial. La raza es

un concepto cargado, detestable, pero aclaratorio. Ahora bien, para Quijano la instauración de la

raza como medio de imposición y como germen de la colonialidad del poder implica comprender

que:

“‘Colonialidad’ más allá del colonialismo, esto es, un esquema mental que justifica

y legitima las desigualdades y que perdura más allá del colonialismo. Según esto, si

se pretende des-colonizar las ciencias sociales y la filosofía, no es posible perder de

vista que la actual globalización es la culminación de un proceso que comenzó con

la conquista de América, como primera identidad moderna, y del eurocapitalismo

colonial/moderno como un nuevo patrón de poder mundial. Uno de los soportes

fundamentales de ese patrón de poder es la clasificación social de la población

mundial sobre la idea de raza, una construcción mental que expresa la experiencia

básica de la dominación colonial y que desde entonces permea las dimensiones más

importantes del poder mundial, incluyendo su racionalidad específica, el

eurocentrismo”50.

A ello Quijano agrega el carácter etnocéntrico del sistema mundo moderno:

“En fin, el éxito de Europa Occidental en convertirse en el centro del moderno

sistema-mundo, según la apta formulación de Wallerstein, desarrolló en los

europeos un rasgo común a todos los dominadores coloniales e imperiales de la

50 QUIJANO, Aníbal. Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. En: LANDER, Edgardo (comp.) La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. óp.

cit. 201p.

60

historia, el etnocentrismo. Pero en el caso europeo ese rasgo tenía un fundamento y

una justificación peculiar: la clasificación racial de la población del mundo después

de América. La asociación entre ambos fenómenos, el etnocentrismo colonial y la

clasificación racial universal, ayuda a explicar por qué los europeos fueron llevados

a sentirse no sólo superiores a todos los demás pueblos del mundo, sino, en

particular, naturalmente superiores. Esa instancia histórica se expresó en una

operación mental de fundamental importancia para todo el patrón de poder mundial,

sobre todo respecto de las relaciones intersubjetivas que le son hegemónicas y en

especial de su perspectiva de conocimiento: los europeos generaron una nueva

perspectiva temporal de la historia y re-ubicaron a los pueblos colonizados, y a sus

respectivas historias y culturas, en el pasado de una trayectoria histórica cuya

culminación era Europa”51.

Y si bien dicho eje tiene su origen y su carácter colonial, ha probado ser más vigente y

estable que el colonialismo. Esto es lo que Quijano determina en la expresión: colonialidad del

poder. Una expansión del colonialismo, es decir, la colonialidad en términos del dominio de las

condiciones no solamente socio-económicas sino, precisamente de la producción y dominio del

conocimiento y su condición hegemónica frente a otros modelos siempre subordinados. Todo

esto, remite a un entronque fundacional, la relación con la modernidad y cómo ésta configura su

efectividad, su espacio y su discurso, en la construcción de una modernidad eurocéntrica y otra

extra-eurocéntrica. Respecto de la modernidad y la relación con América, Quijano sostiene:

“Con América se inicia, pues, un entero universo de nuevas relaciones materiales e

intersubjetivas. Es pertinente, por todo eso, admitir que el concepto de modernidad

no se refiere solamente a lo que ocurre con la subjetividad, no obstante toda la

tremenda importancia de ese proceso, sea que se trate de la emergencia del ego

individual, o de un nuevo universo de relaciones intersubjetivas entre los individuos

y entre los pueblos integrados o que se integran en el nuevo sistema-mundo y su

específico patrón de poder mundial. El concepto de modernidad da cuenta,

igualmente, de los cambios en la dimensión material de las relaciones sociales. Es

decir, los cambios ocurren en todos los ámbitos de la existencia social de los 51 Ibíd., 210p.

61

pueblos y, por tanto de sus miembros individuales, lo mismo en la dimensión

material que en la dimensión subjetiva de esas relaciones. Y puesto que se trata de

procesos que se inician con la constitución de América, de un nuevo patrón de

poder mundial y de la integración de los pueblos de todo el mundo en ese proceso,

de un entero y complejo sistema-mundo, es también imprescindible admitir que se

trata de todo un período histórico. En otros términos, a partir de América un nuevo

espacio/tiempo se constituye, material y subjetivamente: eso es lo que mienta el

concepto de modernidad”52.

Quijano evidencia la relación entre la expansión europea y su integración a nuevas

relaciones intersubjetivas. América, en su lectura, es el lugar de inicio de la modernidad,

precisamente porque pone en juego la creación de nuevos patrones de poder (materiales y

subjetivos), esta vez a escala mundial.

A partir de la confrontación entre las experiencias históricas y la perspectiva eurocéntrica

de conocimiento, Quijano puede señalar algunos de los elementos determinantes del

eurocentrismo. Primero, una articulación tendiente a un dualismo (precapital-capital, no

europeo-europeo, primitivo-civilizado, tradicional-moderno, etc.) y funcional (operativo) desde

la teleología (condición teleológica), es decir, como aquella unidireccionalidad en la

comprensión del carácter de la sociedad moderna europea. Segundo, la naturalización de las

diferencias culturales entre grupos humanos por medio de su codificación con la idea de raza.

Tercero, la distorsionada reubicación temporal de todas esas diferencias, de modo que todo lo

no-europeo es percibido como pasado. Estas operaciones son interdependientes y no habrían

podido ser desarrolladas sin la condición de posibilidad que implica el colonialismo/colonialidad

como trasfondo de la modernidad.

Siguiendo a Quijano, todos aquellos no europeos pueden ser considerados, por una parte,

como pre-europeos y, al mismo tiempo, dispuestos en cierta línea histórica “en continuidad o

progreso” desde lo primitivo a lo civilizado, de lo irracional a lo racional, de lo tradicional a lo

moderno. En otras palabras, desde lo no-europeo/pre-europeo hacia algo que en el tiempo se

“modernizará” eurocentradamente. Ecce, el discurso hegemónico eurocéntrico que finalmente 52 Ibíd., 216p.

62

sintetiza nuestra principal disputa con el eurocentrismo. Esto es, cómo y por qué América Latina

deviene en la necesaria configuración de un lugar propio en el mismo proceso de búsqueda de

una alternativa a la imposición moderna eurocéntrica por la cual ha sido afectada. Esta doble

condición de necesidad y búsqueda es la caracterización de la “disputa”. El camino de ésta

discute con la modernidad en la medida en que también es parte constitutiva de ella, en tanto que

aquel otro oxímoron positivo en la pregunta por la relación entre América y la modernidad.

Ahora bien, es prudente realizar una reflexión sobre la crisis de la modernidad donde

podamos encontrar otros elementos teóricos para la disputa con el eurocentrismo. La posición de

Bolívar Echeverría sigue el sendero de la crisis y, en cierto sentido, le corresponde. Interesante

es su reflexión sobre el pasaje entre la crisis y la ilusión, como figura poética para desocultar la

contrariedad de la modernidad en América Latina y cómo es en América Latina donde se cultiva

no sólo el origen de la modernidad sino la aperturidad y condensación más allá de la ilusión.

Pero ¿cuál es la vectorización de la relación entre la modernidad y el motor llamado América

Latina? ¿Cómo enfrenta Bolívar Echeverría la ilusión de la modernidad? La comprensión de una

necesidad de modernidad permite la crítica al desenlace que esta misma ha logrado. La discusión

teórica con Marx, Benjamin y Heidegger permite a Echeverría articular un diagnóstico liberador

sobre la modernidad, donde el cuestionamiento hacia el capitalismo intenta “averiguar otra vez

en qué medida la utopía de una modernidad post-capitalista – ¿socialista?, ¿comunista?,

¿anarquista? – es todavía posible”53.

El diagnóstico atiende al eurocentrismo y su dinámica material. La relación entre la

modernidad y el capitalismo es el espacio fértil para la aprehensión de las dimensiones de su

despliegue en la cotidianidad o bien en el mundo de la vida. La modernidad en términos de un

horizonte de interpretación en controversia con la realidad material de los acontecimientos, que

adscribe de forma crítica las condiciones de vida generadas y esperadas en el ámbito para el

capitalismo ya no sólo como vorágine socio-económica, sino como dimensión hegemónica del

mundo de la vida. Echeverría advierte en la modernidad otras alternativas de despliegue, en ellas

cabe su propuesta.

53 ECHEVERRÍA, Bolívar. Modernidad y capitalismo (15 tesis). En su: Las Ilusiones de la Modernidad. Quito, Tramasocial, 2001. 153p.

63

El entronque de la modernidad, el capitalismo y la alternativa es atravesado por una

mirada epistémica. El logocentrismo como el sendero del pensar que comparte con la vía

capitalista el peligro de la homogenización, de la fagocitación unidireccional del pensar y las

condiciones del hombre. Esta modulación logocéntrica tiene su propia cadena de eventos que la

explicitan, pero que refieren finalmente a la configuración del sujeto moderno como

representación de sí mismo y como condición autoexplicativa de la realidad de lo otro (objeto-

mundo). Los efectos colaterales de esta configuración subjetiva se miden en la “economía

política” que puede llevarlos a efecto, a saber, se mueven en la facticidad y en su despliegue,

podríamos agregar, social y cultural. Este despliegue se presenta en la relación entre la

modernidad y el capitalismo, siendo este punto concordante con la hegemonía del

logocentrismo.

El logocentrismo prevalece en el momento en que es el modo dominante de clasificación

y explicación de la realidad, un modo exitoso, por decirlo de alguna manera. Es consistente

definir aquí el ámbito del lenguaje como el puntal del éxito del logocentrismo. La reflexión de

Echeverría sobre el lenguaje, profundizando el cuestionamiento al logocentrismo, es evidente

cuando problematiza la noción de “lenguas naturales”. Éstas dominadas por la oralidad ya en la

modernidad en tanto que “lenguas naturales modernas” se reconstituyeron radicalmente porque

“obedecían al llamado que venía de la creatividad liberada en la esfera de las ‘hablas

cotidianas’”54, en tensión y condicionadas por la voluntad de clasificación moderna. La

creatividad de las “hablas cotidianas” es el reto de toda disciplina que se articule

lingüísticamente. Empero, la clasificación logocéntrica no duda en establecer los parámetros de

comprensión del fenómeno lingüístico, siendo finalmente un juego del gato y el ratón, entre la

oralidad primaria y la voluntad de clasificación logocéntrica. Sobre ello señala Echeverría:

“Pero aparte de logocéntrica, la comunicación social debió ser también logocrática;

es decir, no sólo tuvo que someter su producción global de sentido al que se origina

en la comunicación puramente lingüística, sino que debió además comprometerla

en una tarea determinada que le corresponde específicamente a ésta última, la tarea

54 Ibíd., 194p.

64

muy especial que consiste en defender la norma de identidad singular al código de

una civilización”55.

Echeverría recurre a la noción de “logocracia” explicando un complejo movimiento

relacional. El peligro de la logocracia es la subordinación de los múltiples usos del lenguaje, los

múltiples senderos de la compresión y la interpretación a uno sólo, uno hegemónico. Sin

embargo, para Echeverría la modernidad tiene también un “impacto liberador”, que en el caso

del impacto sobre el logocentrismo permitió que las hablas instrumentales no fueran coartadas

por el poder unidireccional de quien administraba el lenguaje; junto con ello, el proyecto

liberador genera otros espacios de poder. He ahí donde resurge la voluntad capitalista que se

explica con el logos productor de conocimiento y sentido refuncionalizado, recompuesto, de

forma moderna. El tránsito, de la comunicación social basada en el “habla natural cotidiana” a la

codificación comunicativa de la escritura, o bien “habla escrita” como instrumento-tecnología

del logocentrismo, ofrece el modelo, el paradigma según el cual se articula, pensado desde el

capitalismo: “el ordenamiento racional productivista de la actividad humana”56.

Aquí, nuevamente, en el análisis respecto de cómo se ejerce el lenguaje en tanto que

instrumento de producción de conocimiento, Echeverría aborda el espacio de liberación que

puede ser adscrito a la modernidad. El diagnóstico de la modernidad, su condición ilusoria, es

plasmado en la posibilidad de desarrollarla de manera radical, sin los espacios dominantes que la

coartan y cooptan. Las condiciones de alienación-enajenación de la modernidad capitalista son

apropiadas como espacios receptores de otros discursos, en apertura a la codificación particular

que éstos puedan articular. Sostiene Echeverría sobre este punto:

“La modernidad es un modo de totalización civilizatoria. Como tal, posee diferentes

grados de dominio sobre la vida social, tanto en el transcurso histórico como en la

extensión geográfica. Allí donde su dominio es más débil aparecen ciertos

fenómenos híbridos en los que otros principios de totalización concurrentes le

disputan la ‘materia’ que está siendo conformada por ella. Es en la zona de los

límites que dan hacia el futuro posible en donde se presentan los fenómenos post-

55 Ibídem. 56 Ibíd., 198p.

65

modernos. En la que da hacia el pasado por superar se muestran los fenómenos pre-

modernos. En la que se abre/cierra hacia los mundos extraños por conquistar se dan

los fenómenos semi-modernos”57.

Echeverría asume el concepto de postmodernidad en tanto que es la característica de

ciertos fenómenos que se presentan de forma necesaria dentro/fuera de la modernidad. Las tres

modalidades son compuestas dentro de una “zona limítrofe” que contempla la dinámica

fundamental de la modernidad, a saber, la generación constante de “nuevas constelaciones de

posibilidades para la vida humana”. Es en el límite donde se juega el reto de salir de ellos sin

salir de la modernidad. He ahí los fenómenos semi-modernos como claves fragmentarias,

necesariamente referidas a su colonialidad, como huellas y ruinas, de civilizaciones o

construcciones del mundo social no-occidentales/no-eurocéntricas. Es ahí donde el discurso

totalizante de la modernidad no ha logrado eliminar, destituir, aquellas figuras y valoraciones

perdurantes y funcionalizadas por la propia modernidad estando dentro/fuera de ella.

Las construcciones del mundo social no occidentalizadas juegan y mantienen su existencia

en el marco de la modernidad eurocéntrica y su proceso de modernización. Sin embargo, la

vitalidad de estas construcciones es “la prueba más evidente de la limitación eurocéntrica que

afecta al proyecto de la modernidad dominante”58. Las reacciones de la modernidad capitalista,

que procura caducar la dinámica fundamental de la modernidad, se dan en tanto que respuesta al

discurso sobre la “elección civilizatoria” de la modernidad occidental. La crisis propia de la

modernidad acontece cuando una vez abierta la posibilidad económica de la emancipación

moderna (el capitalismo) “entra en contradicción con el segundo momento de la misma, es decir,

con su re-negación de la vida emancipada, con la represión a la que somete a toda densidad de la

existencia que no es traducible al registro de la economía capitalista: la asunción del pasado, la

disposición al porvenir, la fascinación por ‘lo otro’”59.

Es precisamente la “elección civilizatoria” aquello que da sentido a una instancia diferente

de la modernidad. Esto es lo que Echeverría indica como la “modernización exógena y

57 Ibíd., 199p. 58 Ibíd., 201p. 59 Ibídem.

66

endógena”. Estas son claves para definir cómo opera una comprensión de la modernidad que

considera la exterioridad e interioridad del fenómeno y que “se encuentra” en los estadios semi-

modernos. La modernización exógena refiere a la imposición de una identidad cultural de una

sociedad y sus metas históricas sobre la identidad y las metas históricas de otra. La

modernización endógena se sostiene desde “todas las resistencias de la sociedad donde acontece,

en calidad de consolidación y potenciación de la identidad respectiva”60 y que al buscarse desde

dentro soslaya y resiste la asimetría de la modernización capitalista y la duplicación o el

desdoblamiento de la identidad social en términos referenciales y de significación que surgen

como efectos colaterales de la modernización exógena. Ahora bien, Echeverría sintetiza su

propuesta sobre la modernidad y su carácter considerando que:

“La modernización por conquista se vuelve conflictiva y virulenta cuando acontece

en la situación de sociedades decididamente no occidentales. Dos opciones

tecnológicas propias de dos ‘elecciones civilizatorias’ y dos historicidades no sólo

divergentes sino abiertamente contrapuestas e incompatibles entre sí deben, sin

embargo, utópicamente, ‘encontrarse’ y combinarse, entrar en un proceso de

mestizaje. Por ello, la asimilación que las formas civilizatorias occidentales,

inherentes a la modernidad capitalista, pueden hacer de las formas civilizatorias

orientales tiene que ser necesariamente periférica o superficial, es decir,

tendencialmente destructivo de las mismas como principios decisivos de

configuración del mundo de la vida. Una asimilación de éstas como tales podría

descomponer desde adentro el carácter europeo de su ‘occidentalidad’ o someterlo a

una transformación radical de sí mismo –como fue tempranamente el caso de las

formas de la modernidad mediterránea (ibérica), obligadas en el siglo XVII a

integrar profundamente los restos de civilizaciones precolombinas, por un lado, y

de civilizaciones africanas, por otro”61.

Siguiendo a Echeverría, el camino de una modernidad alternativa, desde dentro, enfrenta

al proceso de modernización exógeno, que se re-articula y auto-genera en su modulación

moderna capitalista como la vorágine de producción/consumo, y asume la posibilidad de un

60 Ibíd., 202p. 61 Ibíd., 203p.

67

descentramiento de lo occidental de la modernidad como un soporte funcional a su proyecto. Los

receptores de la modernidad alternativa dependen de su “capacidad de regresión cultural” para

crear su modernidad. Empero, esto no es “un antídoto seguro contra el capitalismo”62. La

condición de posibilidad para entrelazar la modernidad alternativa se construye como parte de un

desafío inherente, esto es, aquello que hemos denominado la colonialidad. El retrotraimiento de

la colonialidad como desafío y parte sustantiva del sistema mundo-moderno (Quijano) asume en

la propuesta de Echeverría la asimilación de nuevos significantes que respaldan una producción

del conocimiento basada en la identidad en cierto sentido “evanescente” que desde sí compone

una contra-modulación al capitalismo en tanto que una alternativa construida bajo la flexibilidad

y la creatividad de los significantes o “códigos” en tanto condición de posibilidad de una

modernidad otra.

La disputa con el eurocentrismo en sus modos ora logocéntricos, ora logocráticos, es la

propuesta que adquiere apertura en tanto que ella presenta una perspectiva de interpretación

reflexiva de la calidad del fenómeno de la modernidad-capitalismo desde América Latina.

Encierra una reveladora huella cuando es el carácter problemático de la raza y del mestizaje

aquello que mantiene una centralidad identitaria y cultural. La colonialidad en América Latina,

siguiendo a Echeverría, define su sentido particularmente bajo una compresión de la

interoperación e interpenetración de los paradigmas culturales. La colonialidad del colonialismo

es entonces un efecto de las condiciones hegemónicas que lo componen. Empero, la colonialidad

no defiende solamente un mestizaje, por lo demás, la colonialidad permite y comprende

modulaciones del pensar, alternativas a la hegemonía y homogeneidad.

Lo alternativo es entonces un fenómeno bifronte, político-económico e histórico-cultural,

que des-encubre códigos y prácticas y que debe responder, finalmente, a su modernidad. Es este

el contrapunto, cuando la colonialidad es también un espacio de cuestionamiento y a la vez un

reducto de lo propio, de la identidad. Pensar la colonialidad exige superar el biologicismo del

mestizaje, exige eliminar prejuicios y consolidar caminos de interpretación. El efecto bifronte, el

desencubrimiento de su modernidad, realiza una exigencia que evoca senderos más allá y más

acá de los eurocéntricos, senderos que despliegan encuentros, choques, cercanías y lejanías.

62 Ibíd., 204p.

68

b) Lo postcolonial como matriz de problematización

La crítica postcolonial intenta destruir la herencia ideológica del colonialismo no sólo en

términos de la periferia (las colonias), sino también en la metrópoli. Esto implica descentrar la

soberanía intelectual y la dominación del eurocentrismo, entregando una apertura en términos de

la validez y la confirmación de la existencia de otras posibilidades, es decir, abrir la posibilidad

argumentativa de perspectivas anteriormente no consideradas. La crítica hacia un historicismo

eurocéntrico, como totalidad ordenada (teleológica) y única narrativa de las diversas historias del

mundo, evidencia las condiciones fundamentales de la crítica postcolonial para con el

eurocentrismo.

Ahora bien, desde la perspectiva de los estudios postcoloniales queremos destacar algunos

aspectos significativos para nuestra investigación. Destacamos a Edward Said como el artífice de

la teoría postcolonial especialmente en el reconocimiento de la condición dicotómica entre

Oriente y Occidente (en un movimiento de contacto y fricción cultural). Said adscribe el choque

cultural en tanto relación de conflicto y violencia en el ámbito ideológico, socio-político y

económico, produciendo un quiebre en la lectura de los estudios coloniales bajo el prisma de la

sospecha de su imposición teórica63.

Esta simple indicación abre espacios proscritos por la ideología colonialista, descargando

una posición de enunciación tendiente a los fragmentos y los espacios de desestabilización.

Intentaremos considerar los alcances de la teoría postcolonial en varios senderos. Estos son el

sendero de los estudios subalternos donde consideramos a Ranajit Guha, Dipesh Chakrabarty y

Gayatri Spivak; el sendero del hibridismo, particularmente desde Homi Bhabha; el sendero de la

negritud correspondiendo, principalmente, al pensamiento sobre lo colonial desde Aimé Césaire

y, finalmente, el sendero latinoamericano, donde utilizaremos las propuestas de John Beverley y

Walter Mignolo en su consideración teórica relacionada con la edificación teórica subalterna y

decolonial, respectivamente, y la reflexión indianista postcolonial-subalterna donde será revisada

la propuesta de Silvia Rivera Cusicanqui.

63Véase SAID, Edward. Orientalismo. Barcelona, Random House Mondadori, 2003. pp. 19-80.

69

Desde los estudios subalternos queremos destacar a Ranajit Guha como un autor bisagra,

principalmente en lo referido a la comprensión del sentido de la subalternidad. Guha pregunta:

¿qué significa ser subalterno? Al parecer lo subalterno sería, nominalmente, la no pertenencia a

la élite, es decir, todo aquello que deviene en una relación de subordinación. Señala Guha al

respecto:

“La palabra ‘subalterno’ en el título admite el sentido que el Concise Oxford

Dictionary le entrega, esto es, ‘de rango inferior’. Será usado en estas páginas como

un nombre para el atributo general de la subordinación en la sociedad Sudasiática

en cuanto esto es expresado en términos de clase, casta, edad, género y oficio o en

cualquier otro sentido”64.

El trabajo de Guha articula algunos patrones para la comprensión de la historicidad y la

creación de subjetividades en el contexto de dominación colonial-moderna en India. Guha busca

decodificar las relaciones de poder y desenmascarar las intervenciones descalificatorias

relacionadas con la historicidad, en este caso, de la India colonial y la inclinación/imposición a

leerla en términos de una carencia o incompletud, de una insuficiencia. La narrativa de la

historia colonial de la India, en este sentido, se hace cargo de la violencia y la conquista

considerando la imposición de una modernidad homogeneizante (eurocentrada). Hablamos de

una discusión del contexto histórico indio, de desencubrimiento de las relaciones y las

consecuentes diferencias “en” la sociedad india producto del colonialismo. El rescate de una

metodología para habilitar esta historicidad se juega en un esfuerzo crítico de inversión en forma

de inicio teórico hacia una “transición narrativa”. Ahí donde la historia oficial juzga el fracaso de

los movimientos subalternos, por ejemplo, de los campesinos insurrectos de la India colonial,

Guha advierte aspectos de supervivencia y éxito frente a la imposición.

Importante es indicar que la categoría de subalterno contempla definir la categoría de élite

de forma heterogénea en su composición gracias al carácter asimétrico de las relaciones

64 GUHA, Ranajit. Preface. En: GUHA, Ranajit y SPIVAK, Gayatri. Selected Subaltern Studies. New York, Oxford University Press, 1988. 35p. “The word ‘subaltern’ in the title stands for the meaning as given in the Concise Oxford Dictionary, that is, ‘of inferior rank’. It will be used in these pages as a name for the general attribute of subordination in South Asian society whether this is expressed in terms of class, caste, age, gender and office or in any other way”. (Traducción Alejandro Viveros)

70

económicas y desarrollos sociales en cada particular área. Guha sostiene que la élite puede ser

extranjera (foreign) o local (indigenous) y que su desenvolvimiento se ve condicionado a las

posibilidades y el lugar dentro del sistema de dominación al cual pertenecen. Una élite puede ser

subalterna de otra conforme a su situación y dependencia específica en una estructura de poder

compleja. Este punto es determinante si deseamos analizar las relaciones de poder a nivel socio-

cultural debido a que compromete un acercamiento que contempla el análisis y la caracterización

de estructuras de dominio internas e interrelacionadas, con traspasos y funcionalidades dentro de

una estructura de poder mayor, finalmente, la estructura colonial-moderna65.

Guha acusa a la historiografía nacionalista India de excluir a las clases subalternas, a los

grupos que conforman la masa de la fuerza de trabajo y los grupos intermedios en un contexto

no urbano. Este autor utiliza el término subalterno, concentrándose en el rescate del subalterno

como sujeto histórico. Esto es evidente en su consideración sobre las rebeliones del campesinado

en la India, observando cómo se logra invertir la dinámica del poder entre éstos y la élite,

determinando el modo en el cual bajo un contexto de lucha política, los rebeldes (campesinado)

destruyeron y/o apropiaron los símbolos y la semántica del poder de su dominador. En ese

contexto Guha proyecta la emancipación de su condición subalterna, argumentando que a fin de

recuperar y redescubrir al subalterno como un agente de su historicidad, la historiografía debe

ser interpretada como parte de una inversión epistemológica (epistemological inversion), esto es,

como una imagen de espejo de una narrativa histórica que reclama la condición subalterna desde

el posicionamiento de su autorepresentación.

Guha divide la política India durante el período colonial en dos dominios separados: élite

y subalternos. Para comprender el principio desde el cual se somete esta división, entonces es

posible preguntar: ¿cuáles son las fuentes del poder de la élite? Éstas fueron los circuitos de

intercambio, ganancias, impuestos, renta o capital financiero, desde los cuales la élite emergió.

Recordemos que Guha apela al concepto de burguesía (bourgeoisie) como sinónimo de élite,

empero no alcanza a describirlos bajo los parámetros usuales de ambos términos. La élite de

Guha es una espléndida fusión del Estado, grupos de comerciantes y de terratenientes.

65 Véase GUHA, Ranajit. On Some Aspects of the Historiography of Colonial India En: GUHA, Ranajit y SPIVAK, Gayatri. Selected Subaltern Studies. óp. cit. pp. 37–44.

71

Desde sus inicios los estudios subalternos tematizan a la élite en términos del

posicionamiento de un área común de problematización. No obstante, dentro de las categorías de

élite y subalterno, Guha expone sub-categorías. Divide la estructura colonial india en tres grupos

diferentes: los grupos extranjeros, los grupos dominantes indios y las clases bajas, que responden

y actúan según los intereses de la élite a quien están supeditados y, por cierto, a los propios. Es

ahí donde sus intereses no son necesariamente correspondientes con su posición social. Esta

lectura permite a Guha integrar la noción en la cual un observador puede conocer la verdad

esencial de una identidad colectiva e incluso la totalidad de las identidades sociales en la medida

en que es capaz de describir las relaciones de interdependencia no basadas solamente en criterios

de clase. En consecuencia, Guha entendió la relación entre hegemonía y subalternidad como una

condición binaria. La noción binaria de la relación entre hegemonía y subalternidad perpetuada

por la tradición del discurso colonial es desmontada desde la inversión epistemológica como

fundamento para la reconsideración de la dinámica del poder. Esta relación binaria permite

analizar las complejidades y las ambigüedades inherentes y propias de cada lugar dentro del

poder. Esto nos abre a considerar las vastas diferencias en situaciones histórico-político-

culturales acaecidas en las distintas modulaciones de la colonización.

Los procesos de descolonización –desde el siglo XVIII y XIX, considerando su expansión

durante el siglo XX posterior a la Segunda Guerra Mundial– vuelven imposible pensar el

postcolonialismo en un sentido únicamente temporal. Las colonias se han descolonizado en

diferentes formas y tiempos, el asunto es descifrar cómo cada cual pudo llegar a hacerlo. El

concepto de postcolonialismo no puede ser simplemente definido como el proceso donde un ser

subordinado llega a ser liberado del colonialismo, especialmente si se hace a partir de las

existencia de jerarquías sociales que siguen operando y son mantenidas dentro de la matriz

colonial. No obstante Guha haya establecido como teorizable la dicotomía élite/subalterno esto

no implica asumir que sólo sea posible una configuración de oposición binaria. Guha nos invita a

pensar que la dicotomía no está solamente delimitada por un contexto histórico, sino que está

matizada por éste. Ahora bien, la potencialidad de esta dicotomía gira en una reflexión no

dialéctica, sino existencial. Las consecuencias de sus reflexiones se advierten en el diálogo que

generan los estudios subalternos ya no como reflexión particular, sino como problematización

mundial.

72

Respecto de esta problematización mundial, Dipesh Chakrabarty, contribuye con una

crítica a las condiciones de hegemonía del pensamiento eurocéntrico, ciertamente focalizado en

la crítica al historicismo occidental. Sobre esto indica:

“Es preciso que abandonemos dos de los supuestos ontológicos implícitos en las

concepciones seculares de lo político y de lo social. El primero considera que existe

en el marco de un tiempo histórico único y secular que encierra otras clases de

tiempo. […] El segundo supuesto, presente en las ciencias sociales y en el

pensamiento político de Europa moderna, considera que lo humano es

ontológicamente singular, que los dioses, espíritus son en definitiva ‘hechos

sociales’, que de alguna manera lo social existe antes que ellos. Me propongo, por

el contrario, pensar sin el supuesto siquiera de una prioridad lógica de lo social”66.

Chakrabarty reacciona contra el historicismo, particularmente en su descripción sobre el

movimiento social campesino indio llevada a cabo por Guha, a quien reconoce como un aporte

central para el desarrollo de una comprensión subalterna y de una posición autónoma frente a las

categorías de análisis de la historia occidental. En suma, la comprensión del campesinado indio

como fundamentalmente “político” en sus convicciones y acciones conduce la controversia con

la definición prepolítica de éstos. Chakrabarty sostiene:

“A mi parecer, la crítica que dirige Guha a la categoría de “prepolítico” pluraliza,

en esencia, la historia del poder en la modernidad global y la separa de todo relato

universalista del capital. La historiografía subalterna cuestiona el supuesto de que el

capitalismo lleva de manera necesaria las relaciones de poder burguesas a una

posición de hegemonía”67.

Cualquier lectura prepolítica desintegra las posibilidades de encontrar fuera de Europa una

posición propia. En este sentido, el objeto de estudio, es decir, la cultura india colonial, es

desafiada a ser interpretada como una “réplica” en la cual las relaciones de poder se reconocen

66 CHAKRABARTY, Dipesh. Al margen de Europa: pensamiento postcolonial y diferencia histórica. Barcelona, Tusquets, 2008. pp. 44-45. 67 Ibíd., 43p.

73

como una modulación de la dominación capitalista sin una cultura burguesa hegemónica, una

“dominación sin hegemonía” en los términos de Guha.

El esfuerzo teórico es entonces establecer una entrada de análisis hacia el eurocentrismo

con un grado de consciencia suficiente de las diferencias fácticas que devienen de la condición

colonial. Aquí Chakrabarty entronca la necesidad y la limitación del pensamiento eurocéntrico al

momento de pensar las experiencias de la modernidad política en naciones o culturas no

occidentales. Provincializar Europa es entonces la exploración de un pensamiento, hoy por hoy

herencia de todos y que afecta a todos, hacia una renovación desde y para los márgenes, la

periferia, los bordes, y que conduce la eliminación de la lógica binaria entre centro y periferia El

desafío impregna dejar de considerar “el problema de la modernidad capitalista” como un asunto

meramente sociológico o de transición histórica. Por el contrario, la necesidad de este

pensamiento deriva de la escisión central en el propio pensamiento europeo referido a la

separación entre las tradiciones analítica y hermenéutica en las ciencias sociales. En este

respecto Chakrabarty sostiene:

“La ciencia social analítica se propone sobre todo ‘desmitificar’ la ideología con el

objeto de producir una crítica que apunte hacia un orden social más justo.

Considero que el representante clásico de esta tradición es Marx. La corriente

hermenéutica, por otro lado, genera una comprensión escrupulosa del detalle en

busca de la comprensión de la diversidad del mundo de vida humano. Produce lo

que podría denominarse ‘historias afectivas’. La primera tradición tiende a vaciar lo

local asimilándolo a algún universal abstracto; no afecta en lo más mínimo a mi

exposición el que ello se pueda llevar a cabo mediante un lenguaje empírico. La

corriente hermenéutica, por su parte, considera que el pensamiento está

íntimamente vinculado con lugares y formas particulares de vida. Es inherente a

ella la crítica del nihilismo de lo puramente analítico. Heidegger es para mí la figura

más representativa de esta segunda tradición”68.

El objetivo teórico-metodológico de Chakrabarty es llevar a cabo un diálogo entre ambas

tradiciones, no sólo desde ellas, sino también desde sus exteriores complementarios (los 68 Ibíd., pp. 47-48

74

márgenes y bordes). Esto nos lleva a reconocer la necesidad política de pensar universalmente

bajo categorías totalizadoras y, al mismo tiempo, desconstruir, develar, desmontar

constantemente el pensamiento totalizador contrastándolo con categorías fragmentarias. La

fragmentación, en este sentido, reconoce que el pensamiento ontológico político europeo resulta

indispensable para las diferentes interpretaciones de la modernidad política no europea. El giro

postcolonial, en este caso, es un resultado de la tensión que el propio eurocentrismo provoca.

Gayatri Spivak, por otra parte, enfatiza la posibilidad de contra-conocimientos en términos

de lo subalterno. El acercamiento postcolonial es entonces dirigido a la recuperación de las

historias del dominado y del excluido. En esta perspectiva, Spivak busca analizar los efectos de

la violencia e imposición colonial y la negación de subjetividad hacia el subalterno69. Esto

implica considerar las historias revisionistas desde su proceder hegemónico, retrotrayendo sus

olvidos y borraduras hacia una presencia histórica activa. El trabajo de Spivak procura el

reconocimiento y la desestabilización del monopolio epistemológico del logocentrismo y la

razón eurocéntrica. Una razón postcolonial es el resultado de la apropiación y la reinscripción de

perspectivas silenciadas pero presentes.

La herramienta conceptual que Spivak propone como esencialismo estratégico (strategic

essentialism) opera en la aceptación de una identidad cultural desde la diseminación y la

diferencia, siempre de forma estratégica hacia un propósito de acción social, de resistencia y

apropiación, que además refiere al uso necesario de las nociones, herramientas y estrategias de

los dominadores por parte de los sujetos subalternos, o bien a la subversión de las mismas para

intereses y objetivos políticamente claros. Spivak insiste en una reflexión teórica que puede,

desde la desconstrucción, desestabilizar cualquier identidad cultural y establecer su

esencialismo. Esto deriva en una herramienta conceptual que se mueve entre la teoría

antiesencialista postmoderna y el esencialismo tradicional colonialista. Luego, se vuelve también

una forma de canalizar un movimiento político, una posición de enunciación que no se reduce en

la dialéctica de superación hegeliana (Aufhebung), sino que logra consolidar su propio espacio y

discurso. El discurso del subalterno propone “leer al revés” el discurso dominante para

esclarecer la especificidad e intencionalidad de los otros (subalternos) en sus luchas y espacios

69 Véase SPIVAK, Gayatri. In Other Worlds: Essays in Cultural Politics. Londres, Methuen, 1987. pp. 197-221.

75

sociales. Esto no significa identificar la otredad (alteridad) con el subalterno como otra expresión

de su exclusión, sino que como una respuesta frente a la dominación en cuanto advierte y utiliza

las estrategias y métodos de dominación en su favor y en concordancia con su acción socio-

política de resistencia, construyendo su propia subjetividad70.

La lectura de la categoría de subalterno, que para Guha logra adscribir a la clase

trabajadora y a los campesinos tanto como a los estratos medios y las élites regionales-

periféricas –incluso aquellos sujetos que no están específicamente contenidos en términos de

clase– logra ser leída por Spivak considerando que el subalterno es aquél que se encuentra “en

movimiento”, que se desliza o distancia de la representación que quiere darse sobre él. Para

Spivak lo subalterno se define en la tensión entre un proyecto desconstructivo respecto de

aspiraciones de identidad y construcción nacional, y un proyecto “estratégico” relativo a nuevas

formas de gestión colectiva en el ámbito político-cultural (basado en el apoyo a organizaciones y

movimientos sociales de base a un nivel sub- o supra-nacional). En este sentido, los estudios

subalternos deberían ser a la vez una posición contra-representacional, transnacional y post-

hegemónica, que logre fortalecer y contribuir a una nueva forma de hegemonía político-cultural

desde abajo, o bien según Guha: una “política del pueblo”.

Finalmente, siguiendo a Spivak, la posición subalterna puede acaecer solamente en cuanto

proceso de “desplazamiento-desconstrucción” que busque subvertir los binarismos

fundamentales: dominador/dominado, moderno/tradicional, colonial/nativo, et alter. El peligro

de esta posición teórica acaece en la caída hacia el esencialismo occidental. Esencializar la

posición subalterna, incluso con un matiz estratégico, implica establecer límites teóricos

cautelosos con binarismos o polaridades en una precisión de sus componentes frente a los

cánones culturales que pretende subvertir. La razón postcolonial enfrenta este desafío y es en

esta perspectiva que podemos avizorar nuestra atención, es decir, considerando la oportunidad de

una posición de enunciación estratégicamente esencialista y a la vez subalterna.

Para el sendero del hibridismo revisaremos el pensamiento de Homi Bhabha desde una

crítica a la representación identitaria a través del análisis de las contra-historias y los efectos del

70 Véase SPIVAK, Gayatri. A Critique of Postcolonial Reason: Towards a History of the Vanishing Present. Cambridge; Massachusetts., Harvard University Press, 1999. pp. 423-431.

76

colonialismo en la construcción de subjetividades. Nuestro objetivo es exponer un acercamiento

ambivalente o polivalente de las estrategias de dominación e imposición identitarias y culturales.

La producción discursiva colonial es descentrada desde una profunda crítica, que sostiene que el

subalterno en su proceso de hibridación ha sabido manipular el discurso del opresor

transgrediéndolo e inactivando el poder que impone. Al referir a los procesos que se producen en

la articulación de las diferencias culturales, Bhabha plantea que éstos son los que entregan el

terreno para elaborar estrategias de identidad que inician nuevos signos identitarios y que pueden

ser leídos en el lenguaje de las crisis sociales desencadenadas por las historias de diferencia y

hegemonía cultural. Importante, según Bhabha, es que los términos del compromiso cultural, ya

sea antagónico o afiliativo, se producen performativamente.

Introduciendo su concepto capital de In-Between (entre-medio) Bhabha indica que:

“La obra fronteriza de la cultura exige un encuentro con ‘lo nuevo’ que no es parte

del continuum de pasado y presente. Crea un sentimiento de lo nuevo como un acto

insurgente de traducción cultural. Ese arte no se limita a recordar el pasado como

causa social o precedente estético, renueva el pasado, reconfigurándolo como un

espacio ‘entre-medio’ (In-Between) contingente, que innova e interrumpe el

performance del presente” […] La posibilidad misma del cuestionamiento cultural,

la capacidad de mover el campo del saber o de comprometerse en la ‘guerra

posicional’ marca el establecimiento de nuevas formas de sentido y estrategias de

identificación”71.

Siguiendo a Bhabha, la relación binaria de oposiciones (Norte/Sur, Oriente/Occidente, et

alter) se desarrolla ulteriormente como interacción y entendimiento transgresivo y

transformador, en una combinatoria inclusiva del encuentro cultural inter pares. Visto tal

concepto de hibridismo y tomando como base el entre-medio en cuanto una perspectiva que

traspasa las posibilidades de experimentación de una reflexión sobre las innumerables posiciones

de un mismo sujeto o de sujetos diferentes, entonces es posible comprenderlo como un

acercamiento transversal (político-cultural-lingüístico) para entender la relación entre el ser

humano y su entorno. 71 BHABHA, Homi. El Lugar de la Cultura. Buenos Aires, Manantial SRL, 1994. 199p.

77

Bhabha indica que el entre-medio es una estrategia de subjetivación que da inicio a

nuevos signos de identidad, a saber, un espacio de articulación entre las diferentes culturas. Una

articulación que causa extrañamiento y negocia los poderes desde la diferencia. Podemos decir

que el entre-medio es un espacio-tiempo intersticial donde las culturas conviven y negocian su

existencia. Un espacio limítrofe, situado “entre medio” de las designaciones identitarias; una

ligazón que construye la diferencia entre éstas, un movimiento que evita que la diferencia sea

vista a través de polaridades y binarismos fijos, puesto que las reconoce y las encara. Este

movimiento –que el entre-medio permite– acaba por abrir una perspectiva para el hibridismo

cultural que acoge la diferencia sin jerarquía. Esta noción de hibridismo ayuda a entender que

ningún sistema cultural se constituye sin la diferencia. Luego, es válido destacar que esta

relación no es realizada sobre la base de la tolerancia, sino que desde la interacción y la

negociación, desde donde es posible el reconocimiento de la diferencia. Bhabha produce una

zona de descentramiento, que viene a testificar al mismo tiempo la diferencia, la marca de

contestación y contrariedad, como una posición intermediaria. Entonces, el entre-medio es un

espacio de (re)significación, de (re)creación, un retorno al propio presente para (re)escribirlo, un

espacio de intervención.

Por otra parte, sobre el sendero de la negritud, deseamos advertir dos puntos centrales para

nuestra atención. Primero, la negritud desarrolla un posicionamiento teórico que admite una

fuerte crítica al colonialismo. Segundo, asume las condiciones de posibilidad de su discurso

como un fenómeno colonial de re-lectura y re-semantización, finalmente, identitaria.

La negritud, en tanto que crítica al colonialismo, deviene de una reflexión sobre la

condición existencial de seres humanos dentro de los dominios ultramarinos de las potencias

europeas. Un aspecto fundamental es la unidad de la negritud con las condiciones fenotípicas de

los sujetos adscritos a ésta (afrodescendientes). Ahora bien, es la elemental aseveración del

genocidio, de la esclavitud y las condiciones de dominación a las cuales las comunidades e

individuos fueron sometidas aquello que revela, en nuestro parecer, la inversión y la crítica del

efecto del colonialismo. La validación de la autonomía y la autodeterminación del sometido, de

su posición de enunciación en una compresión “desde abajo” de la violencia del dominio. Esto

78

es aquello que evidencia la posibilidad de una real intervención en el horizonte histórico del

dominado, una suerte de re-fundación.

La denuncia de la operatividad del colonialismo queremos analizarla desde una lectura

sobre Aimé Césaire y se centra en la re-semantización del concepto de negritud como

movimiento político-cultural enraizado en la revitalización de la comprensión de lo negro en

tanto una propuesta identitaria radical. Este concepto, pensado como reacción a la opresión

cultural del sistema colonial, particularmente el francés, tiene como objetivo, por una parte,

rechazar la asimilación y aculturación cultural; y por otra parte, fomentar la identidad cultural

afrodescendiente. Lo negro de la negritud busca lo africano desde una revitalización necesaria

luego del racismo surgido de la ideología colonialista. Edificado en contra del colonialismo

francés del siglo XIX y XX, el proyecto de la negritud es una caja de resonancia hacia límites

que el colonialismo no logra superar y que son horizontes claros si pensamos desde la

subalternidad de la negritud. La negritud es entonces un movimiento de exaltación de los valores

culturales de los pueblos afrodescendientes en abierta contienda con la experiencia de

dominación colonial, en cierto sentido, por la condición fenotípica que caracteriza. Un eje

central es advertir la negritud desde Césaire como argumentación filosófica entendida como

crítica al eurocentrismo y como tal en tanto que una argumentación identitaria revitalizante.

Césaire se enmarca dentro de una corriente de pensamiento que busca desestabilizar al

eurocentrismo desde la crítica a su colapso racial interno, fenómeno post Segunda Guerra

Mundial que, sin embargo, operaba en la condición colonial desde mucho más atrás. La

concentración de una argumentación en su carácter racial es una ventana hacia la consideración

de la experiencia vital de Césaire; su condición poética complejiza la asimilación de un pensar

otro, alternativo al eurocéntrico, dentro de un desencubrimiento de la relación de dominación

colonial y sus componentes, finalmente, raciales e ideológicos de blanquitud y

homogeneización.

Una clave de interpretación es la correlación y la tensión teórica con la filosofía

cartesiana, que podemos decodificar en un texto y un recurso fundamental: el Discurso sobre el

colonialismo. Parafraseando a Descartes, y en clara relación crítica con el acontecer filosófico

europeo, Césaire pregunta por la modernidad y los nuevos lugares donde hubo de buscar los

79

cimientos para la reconstrucción filosófica luego del colapso interno de la Gran Guerra y la

destrucción total en la Segunda Guerra Mundial. La pregunta por Descartes es rastreable en

autores disímiles. Husserl, Heidegger, Gadamer, Foucault, Derrida, Habermas, todos ellos

dialogan con Descartes. Cualquier pensador sobre la modernidad remite a la construcción

cartesiana y sus múltiples concatenaciones e influencias en la vida moderna. Césaire hubo de

encontrar el mismo referente, ineludible, pero en vez de profundizar la herida en un rescate

eurocéntrico, mantuvo un camino alternativo no sólo en términos epistemológicos, sino

experienciales.

¿Cuál es la condición del argumento hacia Descartes elaborado por la experiencia

filosófico-poética de Césaire? ¿Cuál es la tensión que propone Césaire? Notable es el inicio de la

argumentación del Discurso sobre el Colonialismo:

“El hecho es que la civilización llamada ‘europea’, la civilización ‘occidental’, tal

como ha sido moldeada por dos siglos de régimen burgués, es incapaz de resolver

los dos principales problemas que su existencia ha originado: el problema del

proletariado y el problema colonial. Esta Europa, citada ante el tribunal de la

‘razón’ y ante el tribunal de la ‘conciencia’, no puede justificarse; y se refugia cada

vez más en una hipocresía aún más odiosa porque tiene cada vez menos

probabilidades de engañar. Europa es indefendible”72.

Según Césaire es posible identificar esta Europa indefendible desde el banquillo del

acusado, acusada por sí misma, en una referencia crucial: el “tribunal de la consciencia”. La

construcción cartesiana del cogito73 como plataforma para la modernidad es el ápice de una

crítica que socava esta concepción de consciencia y cómo en tanto que construcción filosófica ha

obviado aquellas condiciones de dominación que ha impuesto, volviendo al “engaño” un símil

del genio maligno cartesiano74, el ulterior fundamento de su crisis. Lo indefendible se muestra en

tanto que crítica a la consciencia decadente del constructo histórico europeo.

72 CÉSAIRE, Aimé. Discurso sobre el colonialismo. Madrid, Akal, 2006. 13p. 73 Véase DESCARTES, Rene. Discurso del método. Barcelona, Bruguera, 1975. Particularmente la cuarta parte de la obra. pp. 119-132. 74 Sobre Descartes y el genio maligno, “Supondré, pues, que existe, no por cierto un verdadero Dios, que es la soberana fuente de verdad, sino cierto genio maligno, tan astuto y engañador como poderoso, que ha

80

Descartes es para Césaire el referente en el cual se mueve una crítica que no sólo se

determina en términos raciales, sino que filosóficos. Hay un desenlace contra la operacionalidad

del eurocentrismo, en cierto sentido esto se ejemplifica con la comprensión del criterio de verdad

cartesiano (certeza), no desde el sendero de la postmodernidad eurocéntrica y la técnica

moderna, sino desde la perspectiva de la alteridad periférica del pensamiento. Un pensamiento

fronterizo que basado en la corporalidad como criterio de verdad se desenvuelve contrario sensu

y desenmascara la dominación en un código poético al cual nombra la negritud. Un gesto

hermenéutico que encuentra en el racismo y en la violencia colonial una crítica fundacional a

Occidente, congregando a todos quienes han padecido sus condiciones de dominación y

otorgando sentido a ésta y a sus posibilidades de resistencia y respuesta. Ecce, donde la negritud

es un criterio de verdad diferente al ideal cartesiano de certeza. Césaire aborda el problema

colonial no desde la lectura civilizadora homogeneizante, sino desde la diferencia que surge

como respuesta, como vaivén necesario, como efecto reverso, constituyendo una posición activa.

Sostiene Césaire al respecto:

“Pero la negritud no es únicamente pasiva.

No pertenece al orden del padecer y sufrir.

No es ni un patetismo ni un dolorismo.

La negritud resulta de una actitud activa y ofensiva del espíritu.

Es sobresalto, y sobresalto de dignidad.

Es rechazo, quiero decir rechazo de la opresión.

Es combate, es decir, combate contra la desigualdad”75.

Siguiendo a Césaire, la comprensión del colonialismo como proceso dialéctico en la

dicotomía colonizador-colonizado, evidencia cómo la empresa de la colonización termina por

convertir en bárbaro al civilizador. A través de la violencia y el racismo, el colonizador se hace

bárbaro. El colonizado, por su parte, se configura como el “otro” del “discurso” europeo, como

aquello que necesita ser civilizado (dominado). La propuesta de Césaire para resolver la doble

empleado toda su habilidad en engañarme”. DESCARTES, Rene. Meditaciones metafísicas. Santiago, Universitaria, 1981, 12p. En relación también con la duda metódica o metafísica véase DESCARTES, Rene. Discurso del método. óp. cit. pp. 119-122. 75 CÉSAIRE, Aimé. Discurso sobre la negritud. En su: Discurso sobre el colonialismo. óp. cit. 87p.

81

situación de alienación de la negritud –racial y de clase–, no significa un retorno al África mítica

y atemporal, tampoco significa negar los valores e influencias de la cultura europea, dentro de

cuya tradición el colonialismo y la colonialidad se han forjado. Césaire busca, en cierto sentido,

la construcción de una sociedad sin clases ni razas orientada hacia el futuro, una suerte de

futurismo o “afro-futurismo” cultural e identitario.

Es en lo surrealista y en su poesía, en lo político como materialidad, en el cuerpo negro,

ahí donde se descubre una construcción teórica que alcanza el ideario de una revolución y

refundación en lo singular de la negritud. El combate a una identidad yuxtapuesta, imagen

conducente a una regresión cultural, genera un problema particular de análisis, donde lo negro y

sus condiciones de opresión pueden abrirse motu proprio para ser pensadas como alteridad y

posibilidad epistémica. Césaire direcciona el espíritu de la negritud en tanto que solución o

respuesta al problema colonial bajo una relectura de las posibilidades de la identidad y la

singularidad. Césaire define entonces:

“Diría, entonces, no etnicidad, sino identity [identidad], palabra que designa bien lo

que designa: lo que es fundamental, aquello sobre lo que el resto se edifica y puede

edificarse, el núcleo duro e irreductible; lo que da a un hombre, una cultura, a una

civilización su propio carácter, su estilo y su irreductible singularidad”76.

La liberación de las ataduras de la identidad es percibida por Césaire, finalmente, bajo la

categoría del reconocimiento. El camino se enfrenta con la asimilación, “contra la deculturación

y contra la aculturación”, contra una identidad yuxtapuesta y contra el olvido de la creación

identitaria. Es el reconocimiento de la negritud como consolidación de una búsqueda por el

sentido, aquello que desarrolla una amplitud política dispuesta al enfrentamiento y la respuesta;

el combate al dolor y la penumbra del colonialismo, su racismo inherente, su imposición en y

desde la cual Césaire se reconoce y delibera sobre la negritud.

Respecto del sendero latinoamericano de la teoría postcolonial es posible describir un

acercamiento fundamental en la propuesta de John Beverley. Podemos determinar que una

dinámica de la subalternidad, de negación subalterna y binaria, implica un enfoque con una 76 Ibíd., 89p.

82

dimensión histórica importante, si se desarrolla con una dirección genealógica. Es decir, no sólo

como un problema exclusivamente historiográfico o antropológico (de campesinos, pueblos

indígenas, cimarrones, etc.), sino también como un concepto para designar el nuevo sujeto que

emerge en los intersticios de la modernidad. Precisar la naturaleza de la colonialidad del poder

como episteme que todavía rige nuestras concepciones de sujeto, territorialidad, cultura, saber,

ciencia, etc., es una tarea epistemológica y política necesaria, imprescindible sobre todo para una

nueva elaboración de lo latinoamericano. La perspectiva de la subalternidad está siempre

anclada en la cuestión de la desigualdad, no importa su naturaleza o punto de origen; no

obstante, tiene un alcance más amplio, puesto que corrige la tendencia a “esencializar” el sujeto

en una especie de neo-costumbrismo tensionando a la lógica binaria que forma la dicotomía

dominador/subalterno.

En este contexto, lo subalterno identifica a un sujeto que no es abarcable ni como pueblo

(en el sentido totalizador que éste ha tenido en el discurso nacionalista) ni tampoco dentro del

concepto de ciudadano (racionalidad instrumental o comunicativa). La ecuación entre sociedad

civil, cultura letrada y hegemonía oculta lo esencial, que es aquello que radica en comprender al

subalterno como un sujeto que se dirige necesariamente contra lo que debe entenderse por

“cultura” y valores culturales por parte de los grupos dominantes. Aquí el subalterno sería un

sujeto que nada tiene en común con un pasado idílico y que persiste (y se resiste) a ser

incorporado por las disciplinas normativas de la modernidad. A esta forma de posicionamiento

discursivo Beverley la denomina multiculturalidad, y la define como una propuesta de

diversidad proyectada “desde abajo” por los movimientos y actores sociales, estableciendo una

entrada diferente al fenómeno social del subalterno en América Latina. Beverley señala al

respecto:

“El problema del subalterno no es sólo ético o epistemológico, sino también

estructural. Los diálogos interculturales e interclase no puede ser simplemente algo

que ocurre al interior de un curso enseñado en una institución de élite (o, lo que

termina siendo similar, dentro de un texto artístico o literario dado). Éstos deben

también ocurrir entre ese curso o texto y algo que está necesariamente fuera y en

oposición al curso o texto. Por ello creo que, en el rango de las determinaciones

señaladas por Guha con respecto al subalterno (‘clase, casta, edad, género y oficio o

83

cualquier otra forma’), los estudios subalternos deben retomar el problema de la

desigualdad y explotación de clase, porque la clase es la forma de subalternidad que

subyace a las otras”77.

Es ahí cuando la concentración del análisis de Beverley se vuelca a otras experiencias y

registros para la comprensión de estos fenómenos. La argumentación implica reconocer que los

estudios subalternos deben conducir la articulación del multiculturalismo como un valor en sí

mismo y como espacio crítico reconociendo el antagonismo producto de las relaciones socio-

culturales asimétricas (desigualdad y explotación).

Por otra parte, la contribución de Walter Mignolo, desde su acercamiento decolonial,

consiste en decodificar otros instrumentos y soportes que funcionaron como vehículos de

comunicación y conocimiento previo al encuentro-choque de 1492 y el posterior proceso de

conquista-dominación78. Mignolo está consciente del problema de decodificación y procura

resolverlo volviendo a la hermenéutica filosófica. Principalmente tomando la exploración del

problema de la comprensión (Verstehen) en un horizonte pluricultural (asumiendo y resolviendo

la crítica al monoculturalismo de Gadamer) no dominado por el humanismo occidental

eurocéntrico. Mignolo pregunta por la condición de producción de textos, de posiciones de

enunciación en espacios culturales fronterizos, en los bordes, atravesados por relaciones de

poder colonialistas. La hermenéutica de Mignolo se articula como un ejercicio de comprensión

en situaciones y herencias coloniales, de las posibilidades de producción discursiva que se

contextualizan en una condicionalidad epistémica periférica, en su colonialidad como espacio de

disrupción de las epistemologías objetivizantes eurocéntricas.

A partir de la recuperación de las historias locales acaecidas desde el legado colonial

ibérico en América, o bien en el neocolonialismo norteamericano desde el siglo XIX, Mignolo

produce lo que denomina “pensamiento del borde” (Border Thinking), el cual se desprende como

matriz de integración y argumentación histórico-filosófica, generando una lectura que, localizada

en el borde del poder del colonialismo, posibilita una doble crítica a la modernidad eurocéntrica.

77 BEVERLEY, John. Subalternidad y representación. Madrid, Iberoamericana, 2004. 210p. 78 Véase MIGNOLO, Walter. The darker side of the Renaissance. Ann Arbor, University of Michigan Press, 1995. pp. 27-122.

84

Es una crítica a la modernidad desde el interior, desde su propia construcción de poder, sus

argumentaciones y límites histórico-filosóficos, como también es una crítica a la modernidad

desde la perspectiva de la colonialidad, desde las colonias y sus colonizados. Todo ello

conducente a liberar conocimientos que habían sido subalternos y proscritos, enfrentando el

eurocentrismo como única perspectiva epistemológica.

Aparece ahí la reflexión sobre lo postcolonial en la denominada “razón post-occidental”

(Post-Occidental Reason). En ella Mignolo desarrolla una intervención teórica que busca

reinscribir y desestabilizar la razón moderna y sus consecuencias teóricas, congeniando

perspectivas subalternas y fronterizas para constituir un problema sobre un nuevo asunto de

estudio, a saber, la constitución epistemológica de sujetos y subjetividades que piensan desde y

hacia los bordes. Con ello, Mignolo presenta la perspectiva de la razón decolonial (De-colonial

Reason), entendiendo lo decolonial como el estado mental que cruza-soslaya el sistema de

mundo moderno/colonial eurocéntrico reclamando una argumentación propia y diferente, desde

las distintas latitudes olvidadas y subalternas, desde sus transgresiones y apropiaciones79.

Silvia Rivera Cusicanqui, por otra parte, conduce la teoría postcolonial dentro de las

consecuencias de la geopolítica del conocimiento. Los procesos de descolonización política, en

la segunda mitad del siglo XX, acompañados por la iniciación de proyectos de descolonización

intelectual, permiten comprender la colonialidad tanto del poder como del saber. Por un lado,

reconoce los mecanismos mediante los cuales opera el poder colonial a todo nivel, asumiendo

que la colonialidad del poder está asentada sobre la colonialidad del saber. Son las formas del

saber moderno en las que se justifica el colonialismo. Por otro lado, asume que en la

colonialidad del saber y el poder se fundan y crean experiencias y subjetividades subalternas.

Rivera Cusicanqui, ilustra la importancia del concepto de pensamiento crítico-social en la

descolonización del saber. Dos ejes caracterizan su propuesta. El primero de esos ejes es la

actualización del concepto de “colonialismo interno” conjugando dos perspectivas disciplinarias:

la sociología antropológica y la historiografía económica colonial. El segundo eje refiere a sus

propuestas sobre la interacción entre la ética y la epistemología en las ciencias sociales. Aquí, su

79 Véase MIGNOLO, Walter. Local Histories/Global Designs. Coloniality, Subaltern Knowledges and Border Thinking. New Jersey, Princeton University Press, 2000. pp. 91-126.

85

crítica a las ciencias sociales subraya las tensiones entre las normas metodológicas y los

principios epistemológicos, profundizando y tensionando la similitud y la diferencia entre el

colonialismo hispánico (en los Andes a partir del siglo XVI) y el colonialismo inglés (en India a

partir de finales del siglo XVIII), para determinar cómo la diversidad de legados coloniales

genera posturas y proyectos postcoloniales “cercanos”. Es esto lo que está en juego,

precisamente la genealogía de los conceptos de colonialismo, colonialismo interno y

colonialidad en el pensamiento crítico-social de América Latina80.

Pues bien, el potencial epistemológico de la historia oral es otra contribución importante.

Para entender la radicalidad de la propuesta hay que distinguirla de los posicionamientos

canónicos vinculados con la “historia oral”, esto es, con la importancia justamente otorgada a la

información y los testimonios que no están registrados por la escritura. La colonialidad presenta

una dimensión distinta de estas ramificaciones historiográficas. A pesar de la importancia que

tuvo y tiene la apertura de la disciplina historiográfica hacia “fuentes” no canónicas de

investigación, Rivera Cusicanqui lleva otra perspectiva. No son las “fuentes” (su veracidad) lo

que le interesa; más bien recalca el criterio de razón instrumental que predomina en el concepto

de “ciencias sociales” y la justificación “científica” del conocimiento y la comprensión social. El

potencial epistemológico de la historia oral reside, desde su argumento, en el hecho de que es

posible producir conocimiento “crítico”, y que este conocimiento y comprensión “crítica” es

aquello que falta en la cientificidad.

Este argumento se funda en la experiencia que Rivera Cusicanqui tiene con el Taller de

Historia Oral Andina (THOA)81, con el propósito de operativizar el ejercicio de un pensamiento

80 Véase RIVERA CUSICANQUI, Silvia. La raíz: colonizadores y colonizados. En: Xavier Albó y Raúl Barrios (coords.) Violencias encubiertas en Bolivia, Vol. 1, Cultura y política. La Paz, CIPCA-Aruwiyiri, 1993. pp. 25-139; RIVERA CUSICANQUI, Silvia. El potencial epistemológico y teórico de la historia oral: de la lógica instrumental a la descolonización de la historia. Temas Sociales (11): 49-75, 1990. 81 El Taller de Historia Oral Andina (THOA), fundado en los años 80´s, es una de las iniciativas más importantes en el proceso de recuperación y revalorización de la memoria y la historia de los aymara (de sus luchas por el reconocimiento, el territorio y la identidad). El THOA es un grupo de trabajo que reúne investigadores aymara, quechuas y urus (entre otros) con el objetivo de investigar, difundir y revitalizar la cultura, la historia y la identidad de los pueblos indígenas de los Andes. El THOA elabora investigaciones sobre la historia, las relaciones de género, los derechos y la cultura de los pueblos indígenas (Bolivia) y su interrelación con la sociedad mestiza. Realiza, asimismo, diferentes labores de comunicación y difusión a través de programas de radio, video y documentales sobre culturas y derechos indígenas, así como de los testimonios de sus procesos organizativos y demandas. Véase STEPHENSON, Marcia. Forging an

86

crítico desde los Andes sudamericanos. El THOA contribuyó a entender los horrores del

colonialismo desde la perspectiva indígena. Reflexionando sobre los problemas humanos, la

explotación y la desvalorización de la vida humana, cercados por la búsqueda de la eficiencia, la

acumulación capitalista y la neutralidad científica, el THOA buscó desarrollar su proyecto

crítico. El potencial epistémico de la historia oral se distingue de la razón instrumental y del

método de las ciencias sociales porque se articula como un nuevo campo para una reflexión

histórico-cultural. La historia oral, en este contexto, es mucho más que una metodología

“participativa” o de “acción”, es un ejercicio colectivo de desalienación. Si en este proceso se

conjugan esfuerzos de interacción consciente entre distintos sectores –y si la base de este

ejercicio es el mutuo reconocimiento–, entonces al recuperar el estatuto epistémico de la

experiencia humana el proceso de sistematización se transforma en una síntesis dialógica entre

dos (o más) variantes activas de reflexión y conceptualización, ya no entre un “yo conocedor” y

un “otro conocido/pasivo”, sino que entre subjetividades culturales que reflexionan sobre su

experiencia y sobre la visión que cada una tiene del otro.

Así, el potencial epistemológico y teórico de la historia oral introduce una dimensión

faltante en la investigación-acción, esto es, la historia y la experiencia histórica de los sujetos

relacionados por estructuras de poder, principalmente por la colonialidad. El potencial

epistemológico de la historia oral re-ordena la relación entre el sujeto de conocimiento y los

sujetos por conocer o comprender. Así también, la tradición oral no es sólo una nueva “fuente o

corpus” para la historiografía. Es ella misma producción de conocimiento. En este sentido, y

debido a la colonialidad involucrada en la sociedad y en las formas de conocimiento, Rivera

Cusicanqui da un paso más allá en su reflexión sobre la historia volviendo sobre los relatos

orales.

Un acercamiento desde la historia oral es un ejercicio teórico-metodológico

(epistemológico) que tiende a eliminar la diferencia en tanto que se construye denunciando la

diferencia colonial. Puesto que fue el ejercicio de la colonialidad del poder el que estableció la

diferencia epistémica colonial entre sujeto cognoscente-dominador y sujetos cognoscibles-

dominados, entonces debemos reconocer también la dimensión cognoscitiva de los sujetos

Indigenous Counterpublic Sphere: The Taller de Historia Oral Andina in Bolivia. Latin American Research Review 37 (2): 99-118, 2002.

87

objetivizados-dominados por la diferencia colonial. Aquí la descolonización geopolítica del

conocimiento implica sugerir que estos aportes no se limitan al área andina o bien sólo a

América Latina, sino que tienen una dimensión planetaria; puesto que despliega y produce

respuestas locales a la expansión del colonialismo y del capitalismo desde el siglo XVI. La

contribución de Rivera Cusicanqui consiste en mostrar los límites tanto de las disciplinas de la

modernidad como de los principios epistemológicos que la sustentan. Esto significa, por una

parte, en la descripción y el análisis de la configuración colonial del saber; y por otra parte, en la

de encajar la propia producción/transformación de conocimientos en la lucha epistémica que la

descolonización geopolítica del conocimiento presupone. No sería productivo asumir que la

descolonización geopolítica es un mero objeto de estudio, más bien la forma para estudiarlo

necesita estar dentro/fuera de esa “lógica”, en algún lugar propio respecto de la configuración

del mundo moderno/colonial.

En suma, conforme a los diferentes autores y modulaciones del pensamiento postcolonial,

la revisión conceptual panorámica que hemos llevado a cabo es necesario establecerla como una

referencia amplia y aclaratoria sobre cómo es posible comprender abiertamente a los estudios

postcoloniales perfilando un “acercamiento postcolonial” en tanto que una fuente teórica válida

y útil en una aproximación hacia América Latina y su contexto histórico colonial. Esto en virtud

de las conceptualizaciones postcoloniales que consideramos de forma positiva en nuestra

investigación y que persiguen una problematización funcional al concepto de sabotaje. Un

acercamiento postcolonial nos provee de una plataforma de análisis que, desde la aceptación de

posiciones de enunciación subalternas, puede configurar una atenta relación con América

colonial y sus estructuras de dominación-imposición, luego subvertidas y apropiadas,

permitiendo introducir y describir, de forma correlacional, importantes claves para su análisis.

88

1.4 Sobre la traducción y la mediación cultural

Es necesario incluir un apuntalamiento teórico-metodológico importante como enlace con

uno de los problemas más complejos de nuestra investigación. La revisión de los conceptos de

traducción y mediación cultural no implica solamente la complejidad de pensar a ambas como

soporte teórico. Queremos destacar una “condición propositiva” como el efecto transversal de

cualquier reflexión sobre la traducción y la mediación cultural. Trabajaremos primeramente la

perspectiva de la traducción cultural. Con ello, señalaremos el giro cultural de la traducción

considerándola como un estadio ulterior y necesario, donde la traducción es la que deja de

obedecer a las condiciones meramente lingüísticas aperturizando sus capacidades hacia un

encuentro cultural. Luego, podremos preguntar por la mediación cultural y su relación con la

traducción como elemento de resignificación y recreación. Este recorrido intenta recuperar una

propuesta traductora y mediadora, que colabora en nuestra investigación en tanto que entrega

una perspectiva diferente, nuevos problemas y elementos, útiles para configurar y problematizar

al sabotaje como perspectiva de interpretación.

La traducción cultural –como perspectiva de análisis cultural– tiene lugar no sólo en

contextos de investigación lingüísticos, literarios o artísticos. Queremos retomar un camino

teórico sobre la traducción cultural –presente en la academia alemana– desde el enfoque de las

ciencias de la cultura (Kulturwissenschaften82). La posición generada desde la plataforma de las

82 Kulturwissenschaft o “ciencia de la cultura” es la disciplina que investiga las dimensiones materiales y simbólicas de la cultura. Las “ciencias de la cultura” reúnen y problematizan su objeto de análisis: la cultura, desde diferentes combinaciones y disciplinas tales como la antropología, la teoría del arte, la literatura, la lingüística, la etnología, la filosofía, la teología, la psicología y la sociología, entre otras. Interesante es la continuidad (dentro de la academia alemana) entre las “ciencias del espíritu” (Geisteswissenschaften) y la “ciencias de la cultura” (Kulturwissenschaften). Las primeras forjan una importante tradición de análisis e interpretación, reconocemos en Wilhem Dilthey a su mejor exponente La reflexión de Dilthey sobre la historicidad y la experiencia histórica es relevante para nuestra investigación en cuanto es una reflexión desde la hermenéutica. (Véase DILTHEY, Wilhem. Introducción a las ciencias de espíritu. México, Fondo de Cultura Económica, 1949. pp. 24-137). No obstante, la recuperación de la tradición teórica de las “ciencias del espíritu” renueva la profundidad y el rendimiento interpretativo de las variables y variantes fácticas del acontecer histórico, llevando a reconocer la determinación de factores y modulaciones culturales respecto del problema del sentido histórico. En esta perspectiva las “ciencias de la cultura” no tratan de permutar la cultura por el espíritu, sino que de concretar una hermenéutica atenta a la proyectividad de la experiencia humana (su historicidad) considerando la heterogeneidad y la multidimensionalidad del fenómeno humano (Véase BACHMANN-MEDICK, Doris. Cultural Turns. Neuorientierung in den Kulturwissenschaften. Berlin, Rowohlt Taschenbuch Verlag, 2006. pp. 58-237).

89

ciencias de la cultura busca ser más multi-estrática que la mezcla y la hibridación.

Provisoriamente comprendemos a la traducción cultural como parte del ejercicio de intercambio

bilingüe y bicultural donde se comulgan palabras y sentidos en una relación comunicacional que

no solamente está determinada por una relación lingüística, sino que desde dentro es también

parte de una composición focalizada en las imbricaciones y las convergencias humanas,

finalmente, culturales. La traducción, en este sentido, va más allá de la confrontación o la

mezcla, más allá de la hibridación. La potencialidad de este acercamiento teórico está

garantizada por la atención a un fenómeno en crecimiento dentro de un contexto de investigación

contemporáneo. Desde esta consideración la traducción amplifica la posibilidad de comprender

los procesos histórico-culturales (los préstamos y las negociaciones culturales). Superando las

nociones comunes y convencionales sobre la traducción lingüística y textual, la traducción

cultural busca un sentido que integra una práctica de negociación socio-cultural, que permite

considerar las asincronías y las contradicciones entre diferentes mundos culturales (vitales). Es

aquí donde la traducción se encuentra con la mediación cultural en la medida en que se configura

desde una negociación e imbricación socio-cultural.

Esto produce espacios intermedios, fisuras, grietas, frente a las tendencias convencionales

de la traducción hegemónica. Serán los espacios fronterizos, las zonas de contacto, aquello que

origina “espacios de traducción y mediación”, espacios de configuración de relaciones e

interacciones. En consecuencia, preguntaremos sobre el concepto de mediación cultural para

encontrar desde éste una lectura que pueda operar (desde su diferencia) conjuntamente con la

traducción cultural. Esto implica desarrollar dos dimensiones analíticas importantes, por una

parte, la dimensión del proceso de traducción y mediación como tal y, por otra, la

interfuncionalidad entre ambos conceptos. La propuesta es atender la traducción y la mediación

entre textos y lenguajes, enriqueciéndolos con su dimensión humana, con sus pensamientos y

prácticas, con sus tensiones y préstamos. Expondremos entonces varias nociones y conceptos

buscando operativizar esta perspectiva teórico-metodológica; detendremos también nuestro

análisis en la utilidad de la noción de autotraducción. En este contexto, la complementación

entre traducción, mediación y autotraducción, entre el desdoblamiento lingüístico y cultural,

cimienta ulteriormente una perspectiva de entrada que contempla un acercamiento a algunos

problemas funcionales en nuestra conceptualización del sabotaje.

90

a) Traducción y poder. La traducción cultural como espacio de negociación

La historia occidental de la traducción está cruzada por su comprensión como metáfora,

que desde su fuente en el griego (metaphorá83) fue traducida en latín como translatio

84.

Referimos a la transposición que sucede en el “pasaje” entre conceptos heterogéneos y también

entre signo y significado; podemos aventurar: entre palabra y mundo. En la retórica clásica la

metáfora es la sustitución de un concepto por otro equivalente, siendo el vehículo de un discurso

organizado según la lógica de la razón85 (logos). Aquí la figura metafórica en sí misma queda

reducida como ornamento funcional del lenguaje en su expresividad y descripción.

La traducción clásica se mueve entre el literalismo y la adecuación (traducción adecuada)

al sistema de comprensión a quien estaba referida. Buenos ejemplos son Gerónimo y Lutero86,

para cada caso, quienes entendían la idea del lenguaje como vehículo de una verdad primigenia a

la cual el acto de la traducción procura corresponder. Este lenguaje original es ciertamente

“divino” y se entronca con el poder (con una específica apreciación del lenguaje que se vuelve

hegemónica). He ahí el punto ciego de la traducción clásica, es decir, la revitalización de un

original en el cual su neutralidad (como traducción) sólo determina un carácter aséptico respecto

de otras lenguas que no sean “la divina”.

Siguiendo la noción de traduttore traditore consideramos al argumento del traidor como

el reconocimiento del tejido de las negociaciones que se dan en los espacios de la traducción. La

traición de una verdad única se enfrenta con la homogenización, persigue las desviaciones, las

diferencias y lo heteróclito. El traductor y el traidor son uno en sentido creativo. En el “traductor

traidor” se expone la ambivalencia del signo lingüístico, éste conoce, traspasa y utiliza el sistema

83 Metaphorá del verbo metaphéro: llevar a otra parte, trasladar, transferir; cambiar, mudar, trocar; confundir, enredar. Véase DICCIONARIO GRIEGO-ESPAÑOL. óp. cit. 84 Translatio: Traslado, transferencia; acción de desviar sobre otro una acusación, recusación, imputación; metáfora; traducción; transposición, cambio. Véase DICCIONARIO LATÍN-ESPAÑOL. óp. cit. 85 En la Poética de Aristóteles se descubre la aparición y el empleo de metáforas sobre las especies del nombre. Allí se define el término como traslación de un nombre ajeno, desde el género a la especie, o desde la especie al género, o desde una especie a otra especie, o según analogía. Véase ARISTÓTELES. Poética. Madrid, Gredos, 1974. 1404b. 86 Sobre ambos referimos su trabajo sobre la Biblia como espacios y modelos de construcción de textos y traducciones culturales, a saber, la Vulgata, traducción de la Biblia al latín corriente, realizada a finales del siglo IV (en el 382 d.C.) por Gerónimo de Estridón y la Biblia alemana (Bibelübersetzung) de Martín Lutero publicada en 1522.

91

de oposiciones, distingue los signos y establece las fronteras del original y la traducción

(identidad y diferencia). La semejanza y la diferencia (el original y la traducción), tensión

insoslayable e irreductible en el traductor traidor, nos presentan la ruptura y la apertura de sus

fragmentos y vestigios. Esto nos vuelve a una comprensión ya no clásica de la traducción,

retomando a Benjamin87, nos vuelve hacia una nueva tarea para la traducción.

La referencia a la plasticidad de la recomposición interlingual en la noción benjaminiana

de lengua pura (reinen Sprache) –como aquel recuerdo de lo irrevocablemente perdido y

simultáneamente lo potencial y creativo “en y para” cada lengua– muestra cómo la lengua pura

termina contrapesando la totalización lingüística y permite la apertura a otras articulaciones en

las relaciones inter linguae. En este sentido, se logra asir una comprensión de la traducción que

apela a los intersticios entre lenguas y entre quienes las hablan. La traducción, por lo tanto,

permite el encuentro de espacios intermedios dentro de un contexto de creación cultural.

Buscamos entonces nuestro lugar en un acercamiento a la traductibilidad de la traducción como

aquél gesto infiel, traidor, que subraya únicamente aquello inscrito en la materialidad de la letra,

a saber, el vestigio de la experiencia. La traducción es utópica, mesiánica, aquel no-lugar que

llega a ser sin cumplirse en su totalidad. La traducción, desde la lectura benjaminiana, funciona

como el espacio del devenir infiel, rupturista, móvil, en tránsito, pero cercano y abierto al

carácter mixto de las lenguas y a su historicidad.

Otra entrada importante para con la traducción, desde esta perspectiva, es la que

encontramos en Jorge Luis Borges. Su acercamiento a la traducción construye en la figura del

traductor la oportunidad para dejar de transcribir y comenzar a interpretar un significado que se

añade: “He sospechado muchas veces que el significado es, en realidad, algo que se le añade al

poema. Sé a ciencia cierta que sentimos la belleza de un poema antes incluso de empezar a

pensar en el significado”88. En “Los traductores de las mil y una noches” Borges enfatiza el

carácter complementario que es añadido al texto original, al que cada traducción enriquece. No

sorprende la frase del personaje Madrus: “Su infidelidad, su infidelidad creadora y feliz, es lo

87 Véase BENJAMIN, Walter. La tarea del traductor. En: Conceptos de filosofía de la historia. Buenos Aires, Terramar, 2007. pp. 77-90. 88 BORGES, Jorge Luis. Pensamiento y Poesía. En su: Arte poética. Barcelona, Crítica, 2001. ´pp. 97-117.

92

que nos debe importar”89. Galland, el personaje que traduce Las mil y una noches, interviniendo

y proveyendo sentidos y palabras logra elaborar su traducción como un original. El gesto teórico

de Borges sostiene la idea de desenmascarar lo absurdo de la autenticidad, considerando de paso

el anonimato del autor y la imposibilidad de fijar o petrificar el original. Esto es patente en su

reflexión sobre el Quijote, particularmente en el personaje Pierre Menard90, quien es él mismo su

traducción. Menard/Quijote logra evidenciar el proceso reconstructivo y complementario que se

presenta en la sobrevida del texto. En esta perspectiva, Borges entiende que la traducción crea

espacios y sentidos heterogéneos, en conformidad con el cambio contextual, lo que en nuestro

enfoque implica un proceso cultural como trasfondo para la traducción. Debe comprenderse aquí

a la traducción liberada de la dicotomía con el original. Siguiendo la tensión borgeana entre el

original y la traducción (sobrevida) Elisabeth Gerling sostiene:

“Es de este modo que el desplazamiento y la opacidad dejan entrever una

traducción que no aspira al ideal establecido de la transparencia sino que, por el

contrario, sirve de método textual para subvertir la relación de poder entre el

original y la traducción. Esto equivaldría a un desplazamiento implícito del texto:

en la traducción concreta, el no aceptar la reivindicación de la transparencia y la

legibilidad, hace perceptible el estado transcultural del texto. Lo que significaría,

asimismo, romper con la aculturación y domesticación hegemónica al inscribirse lo

‘otro’ en el texto”91.

Considerando lo expuesto por Gerling entendemos que la traducción, el texto original y la

comunicación del sentido de éste tienen directa relación con el desplazamiento, con el tránsito y

el traspaso que se ubica fuera del ideal de transparencia. En este desplazamiento es posible

producir la subversión de la relación de poder entre original y traducción. Puesto que la creación

del lenguaje reside precisamente en el momento en el cual cada palabra adquiere su propio

sentido en el roce de sus posibles significados, con-textos y culturas (su estado transcultural).

89 BORGES, Jorge Luis. Los traductores de las mil y una noches. En su: Obras Completas. Buenos Aires, Emecé, 1974. 410p. 90 BORGES, Jorge Luis. Pierre Menard, autor del Quijote. En su: Ficciones. Bogotá, La Oveja Negra, 1984. pp. 39-50. 91 GERLING, Vera Elisabeth. Sobre la infidelidad del original. Huellas de una teoría postestructural de la traducción en la obra de Jorge Luis Borges. En: FEIERSTEIN, Liliana Ruth y GERLING, Vera Elisabeth (eds.) Traducción y Poder. Sobre marginados, infieles, hermeneutas y exiliados. óp. cit. 47p.

93

Así también, Ottmar Ette en su descripción sobre la traducción cultural y el traductor

literario, inclina su análisis hacia un cierto tipo de “contrabando, mentira y traición”, un tipo de

movimiento específico direccionado tanto hacia una relatividad con los compromisos y

responsabilidades concomitantes al acto de traducción, como hacia una composición ficcional

creadora que se produce en el acto de traducción. Esta es una caracterización que no deja de

encontrar asidero en cualquier reflexión sobre la traducción cultural. Seguimos a Ette en su

consideración sobre el traductor:

“El traductor se representa a partir de esta perspectiva como contrabandista, cuya

patria es la frontera y cuya residencia permanente está en movimiento. Un buen

contrabandista que debe ser capaz de fingir: él dice de otra manera las palabras de

los otros, él miente tanto como edita, recreando las verdades de los otros y

transformándolas en otras. Él es el verdadero mentiroso”92.

Ette destaca el centro de su descripción en la plasticidad del movimiento propio de la

traducción, y en cómo esta condición convierte al traductor en un espacio de reflexión dirigido

hacia su dimensión socio-cultural y su particular capacidad para recrear y transformar verdades.

Aquello que es la verdad, en este punto, se encuentra en un sentido que puede llegar a ser

siempre alterado por el agente de intercambio (traductor), que abre y cruza las fronteras humanas

de la relación socio-cultural bajo un modo de obediencia y traición, en una suerte de

“dramatización” de aquello que se comunica a través de su intervención. No obstante, el precio

de la traducción, en este caso, es la mentira, el contrabando, siempre a favor de la interpretación

y de la comunicación que se juega en ella. Ette indica sobre esta característica:

“El hábil mentiroso es más bien el traductor que mejor familiarizado está tanto con

los contextos socioculturales de la lengua de partida como con los de la lengua de

destino y el que mejor utiliza ese doble saber para tender puentes entre ambas 92 ETTE, Ottmar. ZwischenWeltenSchreiben: Literaturen ohne festen Wohnsitz. Berlin, Kadmos, 2005, S. 112p. “Der Übersetzer stellt sich aus diesem Blickwinckel wie ein Schmuggler dar, dessen Heimat das Grenzland und dessen fester Wohnsitz die Bewegung ist. Ein guter Schmuggler aber muß fingieren können: Er sagt die Worte des Anderen anders, er lügt wie gedruckt, die Wahrheiten des Anderen nach-schaffend und die andere Wahrheiten verwandelnd. Er ist der wahre Lügner”. (Traducción Alejandro Viveros)

94

culturas. Pero los puentes no pertenecen ni a un continente ni a otro, sino que

constituyen un espacio propio, un ámbito de transición y de lo transitorio”93.

Desde la mentira señalada por Ette encontramos una traducción que logra revelar

verdades, revelar verdades del otro; es un puente alternativo ofrecido como un suelo desde el

cual es posible apoyarse sin pretender estabilidad. Cuando la traducción se posiciona entre

culturas, entre producción y recepción de signos, códigos y significados, entonces los enlaza.

Pero, ¿qué significa fingir?, ¿por qué fingir y traicionar?, ¿a quién se traiciona? La traición, en

este caso, se exacerba en las dimensiones de su construcción y el enlace que se ejecuta a través

de los puentes móviles que la traducción construye. Aquí el drama, la ficción, la actuación, la

performatividad de la acción, son puntos relevantes en los criterios que debemos establecer para

profundizar el sentido de la traducción cultural.

Por otra parte, desde la traductología André Lefevere problematiza la acción de traducción

cultural en su concepto: manipulación. Traducir es una labor fragmentaria y de sobrevida, de

creación y recreación94. En este caso, consideramos la manipulación como un elemento de

interpretación funcional a la complejidad del análisis del texto y el contexto cultural de cualquier

traducción. Seguimos a Vittoria Borsò en una aclaración referida a la traducción y la opción

culturalista de ésta:

“La historia de la traductología –una disciplina recientemente reconstruida, entre

otros, por el libro de Susan Bassnett y André Lefevere– enseña la actualidad y

necesidad de una opción ‘culturalista’ que deje atrás la idea del poder y la

supremacía del original frente a la traducción. La traducción es más bien una

reescritura. Sin embargo, dentro de la tradición culturalista existen distintas líneas.

Mientras que André Lefevere postula una acepción ideológica del problema de la

‘manipulación’, los translation studies de origen británico, norteamericano o

australiano, así como la concepción latinoamericana del proceso de traducción, ven

93 ETTE, Ottmar. Con palabras del otro. Un excelente traductor es un magnífico mentiroso. Revista Humboldt (153): 18, 2010. 94 Véase LEFEVERE, Andre. Translation, Rewriting, and the Manipulation of Literary Fame. London/New York, Routledge, 1992. pp. 41-110.

95

en los desplazamientos debidos a las transferencias culturales el motor de la

creación”95.

Siguiendo a Borsò, será a través de la manipulación o de las transferencias culturales

donde se articulan dos caminos desde los cuales es posible proseguir hacia un asunto de evidente

importancia, a saber, lo cultural del proceso de traducción. El intercambio cultural y la

traducción (como re-escritura del proceso de intercambio cultural) permiten aseverar y asumir la

opción culturalista como el apuntalamiento determinante en la expansión y la resignificación de

las posibilidades de interpretación, manipulación o desplazamiento concomitantes al hecho de la

traducción.

Pues bien, cuando se utiliza la palabra traducción en un sentido amplio, entonces es

posible comprender al concepto de traducción cultural. A este respecto y en encuentro con la

antropología y los estudios culturales Ovidi Carbonell i Cortés indica:

“Cuando las teorías más recientes de la antropología o aquéllas que tratan del

conflicto cultural en general se ocupan del tema amplísimo de la traducción entre

culturas, se refieren a cuestiones semióticas (o, mejor, hermenéuticas) más que a los

problemas puramente lingüísticos de fidelidad al texto de origen. La teoría cultural

contemporánea, por lo tanto, trata de la relación entre las condiciones de producción

de conocimiento en una cultura dada y cómo un saber procedente de un contexto

cultural diferente se relocaliza y se reinterpreta según las condiciones en las que

tiene lugar todo conocimiento”96.

Ciertamente, siguiendo a Carbonell i Cortés, es muy importante no dejar de lado la

composición y el dinamismo que se evoca al momento de hablar de una traducción cultural. El

cruce de disciplinas –y de sus transferencias– en términos de la comprensión del fenómeno

95 BORSÒ, Vittoria. El poder del original y las potencialidades de la traducción. En: FEIERSTEIN, Liliana Ruth y GERLING, Vera Elisabeth (eds.) Traducción y Poder. Sobre marginados, infieles, hermeneutas y exiliados. Frankfurt am Main/Madrid, Verveurt/Iberoamericana, 2008. 55p. 96 CARBONELL I CORTÉS, Ovidi. Traducir al Otro. Traducción, exotismo, postcolonialismo. Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, 1997. 48p.

96

cultural de la traducción establece el concepto capital de “texto cultural”. Así lo indica Sabine

Fritz refiriendo a Bachmann-Medick:

“La autora (Bachmann-Medick) define el concepto de ‘texto’ en su sentido amplio,

implicando no sólo documentos escritos, sino todas las simbolizaciones y signos en

las que se manifiesten informaciones culturales específicas, es decir, tanto literatura

o textos administrativos, como artes, pintura, fiestas y ritos, teatro, etc. Por

consiguiente, estos ‘textos’ pueden ser considerados como manifestaciones de la

memoria cultural”97.

Siguiendo a Fritz, es importante consignar la expansión del concepto de texto en directa

relación con sus posibilidades de enunciación en otros materiales y soportes que, de alguna

manera, están más allá de la letra. Esto es importante y deviene de las exigencias que es

necesario realizar sobre la noción de texto, buscando un rendimiento más bien cercano a la

vivencia y la experiencia que se presentan en el contexto cultural. Debemos señalar que nuestra

propuesta teórico-metodológica precisa de esta comprensión, en particular en referencia a la

relación entre el texto, la traducción y la reconstrucción o resignificación de la memoria cultural.

Esto implica reconocer como un aspecto clave el “giro cultural” para la comprensión del

fenómeno de la traducción. Siguiendo lo indicado por María Martín Ruano:

“El ‘giro cultural’ de la traducción, pues, supone una apuesta por desentrañar las

relaciones de poder, dinámica de fuerzas y la trama de autoridad que condicionan y

subyacen a toda traducción de un texto, y que en buena medida explican cómo y por

qué se hace dicha traducción y por qué se ha seleccionado ese texto en concreto, lo

que supone preguntarse, a la inversa, por qué se han descartado otros posibles. Y es

que, como mantienen los autores citados y quienes los secundan, una traducción

nunca es inocente. […] Los textos traducidos, con el giro cultural se escrutan como

correlatos del poder, como puntales que consolidan su estabilidad o como ataques,

97 FRITZ, Sabine. Reclamar el derecho a hablar: el poder de la traducción en las crónicas de Guamán Poma de Ayala y del Inca Garcilaso de la Vega. En: FEIERSTEIN, Liliana Ruth y GERLING, Vera Elisabeth (eds.) Traducción y Poder. Sobre marginados, infieles, hermeneutas y exiliados. óp. cit. 104p.

97

más o menos directos y sutiles, para minarlo y transformar el statu quo. De ahí que

quienes han ahondado en este enfoque hayan definido la traducción como ‘práctica

social’, ‘acto político’, ‘responsabilidad política, ideológica y estética’,

‘compromiso político’ y ‘posicionamiento ideológico’”98.

Entonces, una vez desarrollado el giro cultural, el movimiento de la traducción genera

necesariamente una perspectiva simbólica y societal consciente de las reales potencialidades de

una consideración heterotópica en su construcción práctica y política. Es el compromiso

axiológico del giro cultural aquello que funda una transformación epistémica en la traducción.

Esto es recalcado por Carbonell i Cortés:

“Posiblemente la cuestión más importante de contemplar a la traducción desde una

perspectiva que ponga de relieve la importancia de los símbolos y normas de una

sociedad, la ideología que subyace en la producción de sus textos, y la

manipulación inevitable que se da al trasladar un texto de una a otra cultura

(entendido como el tejido lingüístico y su tupida red de vínculos con el contexto

comunicativo y sociocultural), es que toda traducción es producto del marco

conceptual que le da lugar. Más aún, toda reflexión sobre la naturaleza de la

traducción está también determinada por la manera peculiar cómo se organiza el

saber en una época dada, es decir, depende de los paradigmas de conocimiento al

uso, lo que se ha venido a llamar la episteme de cada época. Desde esta perspectiva,

se hace muy difícil reducir el fenómeno de la traducción a la cuestión de la

‘fidelidad’ o la ‘equivalencia’, del mismo modo que es muy difícil, por no decir

imposible, descubrir ‘relaciones exactas’ de causa-efecto entre normas, pues nos lo

va a impedir su carácter dinámico y siempre cambiante”99.

Es entonces un dilema fundamental, a partir de lo indicado por Carbonell i Cortés, atender

cómo nos podemos hacer cargo del traslape semántico cuando no sólo nos centramos en las 98 MARTÍN RUANO, María del Rosario. El “giro cultural” de la traducción: perspectiva histórica, conflictos latentes y futuros retos. En: ORTEGA ARJONILLA, Emilio (ed.) El giro cultural de la traducción. Reflexiones teóricas y aplicaciones didácticas. Frankfurt am Main, Peter Lang Verlag, 1997. 41p. 99 CARBONELL I CORTÉS, Ovidi. Traducir al Otro. Traducción, exotismo, postcolonialismo. óp. cit. 65p.

98

palabras sino en sus contextualidades culturales, en los mensajes culturales y sus codificaciones

particulares. La dificultad deviene de la sobrevida que se juega en cada traducción, de la

sobrevida que no es meramente texto sino imbricación interlingual y cultural. La traducción

cultural, en este sentido, opera como espacio de redención del sentido multicultural y

multiestrático transferido en el ejercicio de la traducción. Atendemos lo referido por Gema

Castillo García respecto de la traducción cultural y la complejidad de la traducción de un texto

literario y cultural:

“El objetivo de estudiar la traducción en relación con la cultura es no sólo prestar

atención al intercambio de palabras y estructuras lingüísticas, sino también evaluar

la importancia de la ‘transference of cultural message of the source language text

into the target language’. Lo que debe primar en el proceso de traducción es la

transferencia del mensaje cultural implícito en el texto que se va a traducir. En

muchas ocasiones, los traductores deben trasladar una cultura entera con el

propósito de traducir mejor un único texto literario. Ya apuntaba Joseph Casagrande

que uno no traduce lenguas, sino culturas. Y en ese proceso de traducir culturas, el

traductor debe ser capaz, por su condición bicultural, de decodificar la intención del

texto de origen, debiendo, asimismo, recontextualizarla en ‘a new cultural and

lingual environment’”100.

En consecuencia, siguiendo a Castillo García, los traductores siendo, por lo menos,

bilingües y biculturales, son también conscientes de los sentidos de los mensajes culturales y de

las culturas que traducen, de este modo, pueden construir un “nuevo ambiente cultural”

decodificando intenciones y recontextualizándolas en su traducción.

Sin embargo, queremos volver a una pregunta sobre la dimensión postcolonial de la

traducción. Castillo García abre la pregunta estableciendo algunos elementos para una lectura

postcolonial:

“Los teóricos poscoloniales proponen precisamente hacer uso de la ambivalencia

del discurso colonial y subvertir esa dominación mediante la traducción, para que

100 CASTILLO GARCÍA, Gema Soledad. La (auto)traducción como mediación entre culturas. Alcalá de Henares, Universidad de Alcalá, 2006. 49p.

99

‘esa manipulación pued[a] aprovecharse en beneficio de aquéllos que deberían ser

perjudicados en el proceso’”101.

Seguimos a Castillo García en relación con la lectura postcolonial de la traducción,

entonces podemos preguntar: ¿cuál es el significado de este tipo traducción/manipulación

postcolonial? Todo acercamiento a una traducción y un contexto cultural debe asumir la

naturaleza móvil de los traspasos culturales; luego puede descubrir el sentido complejo de la

multidireccionalidad de una traducción en su contexto postcolonial. La traducción desde una

perspectiva postcolonial postula la descentralización del acto de traducción. El lugar de las

culturas no sólo permite asir la compleja determinación geográfica, sino que también permite

comprender los campos de articulación y negociación de un conflicto entre voces diferentes e

intervinientes. Textos, signos y lenguajes son remarcadas como los medios prácticos (fácticos)

donde es explícito el cruce y la reinterpretación de un reclamo subalterno (traductor) por una

acción, por un nuevo “lugar” creado, finalmente, como un lugar para la construcción de sujetos

subalternos no solamente como parte de procesos políticos o económicos, sino experienciales e

histórico-culturales.

La esfera postcolonial de la traducción vectoriza la comprensión de los inconmensurables

caminos de la interpretación y manipulación de los significados. Respecto de esta compleja

situación, el paradigma de una “cultura como texto” puede ser llevado a sus límites; ayudando a

una reflexión sobre las culturas basada en una semiótica cultural, en la posibilidad de traducir

una cultura en otra. Cultura como traducción es entonces “un nuevo paradigma” que agota los

aspectos de negociación en la constitución y el reclamo cultural, en el énfasis problemático de la

búsqueda de una conmensurabilidad cultural desde una fundamentación histórico-local. Ahí se

establece el límite de una traducción toda vez que colinda con el poder desde una perspectiva

subalterna.

Ahora bien, ¿cuál es la relación entre la traducción, la cultura y el poder? Desde una

perspectiva binaria se descubren los enlaces entre centro-periferia, amo-esclavo, dominador-

dominado, vencedores-vencidos. No obstante, estas dicotomías no deben ser vistas desde una

posición metódica, sino como resultados de una praxis. Estas dicotomías no existen en sí 101 Ibíd., pp. 55-56.

100

mismas, sino que remiten a los efectos de las prácticas culturales desarrolladas a través de

articulaciones humanas (históricas-políticas). Poder y libertad no son hechos en sí mismos, son

prácticas, construcciones, constelaciones. Michel Foucault entiende el poder como articulación

discursiva y constelación espacial, un ámbito de relaciones de poder, un resultado de prácticas a

partir de las cuales un grupo o un sujeto controlan el comportamiento de sí y de los otros102. Con

esta propuesta Foucault aniquila el estatuto metafísico del poder y de la libertad, y los ubica

referencial y existencialmente en el mundo circundante. El poder se vuelve entonces no una

entelequia, sino una práctica de dispositivos de control, los cuales son invisibles pero se

traslucen en las instituciones de control: la ley, la justicia, la policía. La violencia y el poder son

retroalimentadas desde lo cotidiano; lo que Foucault distingue es la alianza entre el poder y

quien lo ejerce. El ejercicio de rescate hacia la figura del traductor es para nosotros la visibilidad

de esta alianza entre el poder y los sistemas lingüísticos y políticos a él vinculados. En la

relación entre la traducción cultural y el poder se evidencia un aspecto importante y que es

constitutivo de nuestro análisis, a saber, la mediación cultural. Nos referimos a las negociaciones

necesarias para el traspaso de significantes culturales, que son desarrolladas dentro de los

espacios y las relaciones de poder e imposición (control) cultural.

Pero, ¿cuáles son espacios de traducción entre personas y culturas donde se abre la

negociación y la mediación cultural? Aquí no podemos sustraer la escritura como espacio y

medio de resistencia a la colonización lingüística; la escritura funciona como espacio de

respuesta, en un sentido amplio, no solamente logocéntrico. Es aquí donde se da un espacio de

creación y potencialidad de la traducción, particularmente en América Latina. Buen ejemplo de

esto es la literatura postcolonial y, en buena medida, la literatura latinoamericana, que se origina

en contextos de hegemonía colonial, con la lengua y la escritura del conquistador/colonizador,

pero que en la misma escritura encuentra su espacio de resistencia. Esta escritura, en el amplio

sentido, rescata los vestigios, las ruinas, las rupturas y las trazas de las voces silenciadas. Aquí es

el poder de la traducción que se enfrenta y se contrasta con la violencia monolítica de la

unidireccionalidad lingüístico-escritural. Queremos pensar en espacios de resistencia y poder

operando como fenómeno simultáneo en virtud de la relación de dominación que emana desde

un sujeto o grupo sobre otro, pero que en la práctica puede invertirse, como discurso, como

102 Véase FOUCAULT, Michel. La arqueología del saber. México, Fondo de Cultura Económica, 2001. pp. 298-355.

101

“inversión epistémica” (siguiendo a Guha). El poder incluye la resistencia, ambas se de-limitan.

Este acercamiento permite y adscribe espacios para la exclusión. Esto se logra percibir en una

problematización de su instancia fronteriza y de diferencia, pero a la vez fagocitada por aquello

propio y aquello ajeno, generando un tejido que trama dentro de sí no sólo las grandes empresas

del poder, sino que incluye también la textura polifacética de los espacios y las prácticas socio-

culturales subalternas en esta relación (las marginaciones y las asimetrías).

Las fronteras, las divisiones, se dan en el establecimiento del poder y, dentro de éste, son a

la vez los lugares de resistencia, de mediación, de negociación, son los límites al poder. La

paradoja del poder es su “efecto reverso” visto desde los lenguajes y la traducción; es ahí donde

emergen los espacios de resistencia y sus mediaciones (negociaciones, intercambios). Lenguajes

y traducciones como resistencias y resignificaciones se mueven en la transversalidad, en las

letras del texto y la materialidad de la letra, en las imágenes que ellas proponen, en la voz, en las

personas. Indica sobre ello Borsò refiriendo a América Latina:

“Las traducciones son portadoras de resistencias ‘transversales’, inherentes tanto al

poder como a su oposición. ¿En qué consiste este método alternativo de sondear al

saber? Básicamente, en examinar las constelaciones del poder y de las

categorizaciones –por ejemplo, a través de una ciencia directriz– no partiendo de su

lógica interna sino de las formas de resistencia que se oponen a ella. La resistencia,

por ende, no opera de forma frontal. Se requiere más bien una práctica indirecta, o

transversal, que discurra de forma oblicua –en cierto sentido heterotópica– a través

de las órdenes del saber. De ese modo, tales resistencias cubren con el estatus

paradójico del poder también la impotencia del mismo. La situación histórica y

político-social de Latinoamérica, así como las prácticas de sus culturas, son un

extraordinario laboratorio de estas resistencias transversales, inscriptas en el tejido

de los textos”103.

Nuevamente, siguiendo a Borsò, lo transversal aquí significa que los espacios y las

resistencias no se supeditan a una sola disciplina o un terreno específico, sino que por el

contrario, trascienden los márgenes disciplinarios, “desgarrando el tejido” en diferentes 103 BORSÒ, Vittoria. El poder del original y las potencialidades de la traducción. op. cit. 62p.

102

direcciones. Lo heterotópico es aquello que encarna la materialidad del tejido cultural, es aquello

que tiene una conexión contradictoria de las configuraciones de orden, es el otro-lugar dentro del

discurso. Heterotopías son entonces posicionamientos que están en conflicto con los

emplazamientos de control y poder, son aquellos ejes dispersos que neutralizan las relaciones de

poder estructurales, logrando que éstas se estilicen, se reflejen o proyecten.

Finalmente, si entendemos la función de la traducción desde un enfoque cultural que

entiende la traición y la creación, la resignificación y la negociación, entonces el traducir se

vuelve un puente móvil, una bisagra entre los mensajes y las intenciones comunicativas de dos o

más culturas. Traducir es, en este sentido, ir a la frontera para hacer accesible la experiencia de

una comunidad cultural a otra distinta. El desafío del traductor es entonces ser capaz de hacer

empatía con el otro, con la otra cultura, salvaguardando las relaciones y las distancias. La labor

del traductor es entonces mediar entre dos o más lenguas y culturas permaneciendo en un

espacio intermedio, de tránsito y transición, un “borderland”104.

104 Sobre la noción de borderland queremos rescatar lo propuesto por Gloria Anzaldúa en su análisis sobre el mestizo como elemento significativo para nuestra reflexión sobre la condición bi-cultural e intermediaria de la traducción cultural. Es nuestro interés integrar su lectura como parte de la perspectiva postcolonial de traducción cultural. Anzaldúa permite asir –en su concepto de borderland– la contrariedad y la interioridad de los fenómenos de trasmisión de significantes/significados culturales. Véase ANZALDÚA, Gloria. Borderlands/La Frontera: The New Mestiza. San Francisco, Aunt Luke Books, 2007. pp. 99-120.

103

b) La relación entre traducción y mediación cultural

No podemos dejar de lado la necesidad de establecer la relación entre la traducción y la

mediación cultural. Esto es fundamental debido a que busca dimensionar los grados de relación

entre ambos conceptos y cómo serán dispuestos dentro de esta investigación. Procuraremos

desarrollar un análisis centrado en las interdependencias y negociaciones. Éstas se muestran

tanto en la mediación como en la traducción siendo comprendidas desde una perspectiva

cultural. Reconocemos que la mediación cultural es un ámbito de estudio reciente;

comprendemos al multiculturalismo occidental en calidad de soporte para la irrupción de la

mediación cultural como campo de estudio105, sin embargo, tampoco queremos definir al

multiculturalismo como su única causa. Nuestro objetivo es, simplemente, determinar el

entrelazamiento de la traducción y la mediación cultural como elementos partícipes y útiles en

una reflexión sobre los intercambios culturales.

Nuestra lectura sobre la mediación y el mediador cultural está determinada por el

acercamiento que ha sostenido Robert Taft–en la problematización del término–. Taft sostiene

una lectura sobre el mediador cultural como un “agente de mediación”, presente en diferentes

niveles de la vida social-cultural106. Surge en esta perspectiva un enlace con la traducción en la

medida en que el mediador cultural es un actor comunicativo, determinante en el proceso

comunicativo y profundamente determinado por éste. La comunicación permite la introducción

del problema de la traducción. En esta perspectiva, seguimos a George Steiner quien entiende al

traductor como mediador desde un horizonte comunicativo: “El traductor es un agente mediador

bilingüe entre participantes de una comunicación monolingüística en dos diferentes comunidades

lingüísticas”107. La comprensión de la acción mediadora como parte de la interacción

comunicativa y lingüística (también accesible desde la traducción) es recalcada por Taft quien,

definiendo al mediador cultural (cultural mediator), sostiene:

105 Véase DUFRÊNE, Bernadette y GELLEREAU, Michèle. La mediation culturelle. Enjeux professionnels et politiques. Revista Hermès (38): 199-206, 2004. 106 Véase TAFT, Robert. The role and personality of the mediator. En: BOCHNER, Stephen. (ed.) The Mediating Person: Bridges between Cultures. Cambridge, Schenkman, 1981. pp. 53-88. 107 STEINER, George. After Babel. Oxford, Oxford University Press, 1975. 45p. “The translator is a bilingual mediating agent between monolingual communication participants in two different language communities”. (Traducción Alejandro Viveros)

104

“Un mediador cultural es una persona que facilita la comunicación, el

entendimiento y la acción entre personas y grupos que difieren respecto de su

lengua y cultura. El rol del mediador es ejecutado a través de interpretar las

expresiones, intenciones, percepciones y expectativas de cada grupo cultural hacia

el otro, esto es, a través de establecer y equilibrar la comunicación entre ellos. Para

servir como enlace, en este sentido, el mediador debe ser capaz de participar en

cierta medida en ambas culturas. Luego, el mediador debe ser en cierta medida

bicultural”108.

Siguiendo a Taft, el mediador sería una persona que procura y facilita la comunicación, el

entendimiento y la interacción entre personas que difieren en lenguajes y cultura. En este caso, el

papel del mediador se realiza estableciendo interpretaciones. A fin de servir de enlace el

mediador debe estar dispuesto a participar en ambas culturas demostrando su carácter bicultural

(o bien policultural). Este planteamiento consolida una determinación funcional a todo tipo de

actor o agente cultural estableciendo habilidades no sólo en un ámbito lingüístico, sino que

también social y político.

Por mediación cultural podemos establecer diferentes definiciones. Deseamos

comprenderla como el proceso de intercambio, interrelación y negociación comunicativa que

acontece en una dimensión cultural109. Esta referencia a la noción de mediación cultural atraviesa

numerosas prácticas dentro del campo social y cultural. Es posible determinar dos niveles

fundamentales de la mediación en su dimensión cultural. Por una parte, la mediación como

“situación de mediación específica” y, por otra, como un “sistema integral de mediaciones”. En

este contexto ambos niveles están constituidos desde acciones o prácticas de comunicación y

negociación. El primer nivel permite analizar a la mediación como manifestación de un hecho

108 TAFT, Robert. The role and personality of the mediator. En: BOCHNER, Stephen. (ed.) The Mediating Person: Bridges between Cultures. óp. cit. 58p. “A cultural mediator is a person who facilitates communication, understanding and action between persons or groups who differ with respect to language and culture. The role of the mediator is performed by interpreting the expressions, intentions, perceptions, and expectations of each cultural group, to the other, that is, by establishing and balancing the communication between them. In order to serve as a link in this sense, the mediator must be able to participate to some extent in both cultures. Thus a mediator must to be a certain extent bicultural”. (Traducción Alejandro Viveros) 109 Véase LAMIZET, Bernard. La Méditation culturelle. Paris, L’Harmattan, 2000. pp. 9-14.

105

social (permite ver la facticidad de la mediación); el segundo permite exponer las condiciones de

posibilidad de esta manifestación logrando establecer sus diferentes tipos y articulaciones.

La observación de diferentes espacios y dispositivos desde los cuales es posible pensar a

la mediación cultural como un sistema de negociaciones e intermediaciones no busca abolir las

jerarquías implícitas y persigue cuestionar los principios de interpretación de las acciones

culturales. A través de la diversa gama de procesos de mediación cultural, de intervención y

recreación (realizados por los mediadores culturales), es posible observar la generación de

espacios y agentes con vínculos sociales múltiples. En consecuencia, los problemas de

mediación entre personas son expandidos como problemas sociales, grupales, culturales. La

mediación cultural se configura como un espacio móvil de enlace y de “solución de problemas”

entre personas o grupos sociales que responden a culturas diferentes. Comprendemos, entonces,

a la mediación cultural como un espacio de negociación entre seres humanos y sus respectivas

culturas.

Podemos considerar, distintivamente, el concepto en francés “passeur culturel” en tanto

que mediadores, pasadores, conectores o tejedores de redes sociales, culturales, materiales y

simbólicas tanto internas y como externas en un contexto de occidentalización. No podemos

obviar la imagen de una mundialización occidental o bien una “occidentalización” que opera

como plataforma u horizonte de un particular acontecer histórico “en” el cual los passeurs

occidentalizan lo europeo y lo no europeo. Crean una esfera propiamente occidental en diversos

campos de relación social y cultural. Los componentes no europeos, en desarrollo dentro los

campos de relación socio-cultural, se modifican a la vez que logran multiplicar puertas,

intervenciones, ajustes y mezclas con aquello que nos presenta lo céntrico desde lo periférico.

Desestabilizando la relación asimétrica, los mediadores culturales de símbolos y textos

culturales, en nuestro acercamiento, se abordan como parte del proyecto colonial a la vez que

como parte de una época histórica a la cual ellos pertenecen y dan inicio (modernidad). La

entrada es el cotejo de su participación no desde la perspectiva de la historia comparada, sino

desde la microhistoria, desde las imbricaciones históricas que ellos producen en estos niveles. En

este sentido, la mediación cultural piensa las trayectorias múltiples no integradas totalmente en

el flujo de la historia occidental.

106

Ahora bien, los passeurs son aquellos personajes que ponen de relieve las conexiones, los

lazos históricos y culturales en los cuales participan y que a la vez determinan. Son entonces

agentes culturales (occidentalizados) tendientes al descentramiento, tendientes a la pluralidad de

centros móviles, ya desde el siglo XVI, a una escala transcontinental y planetaria110. Los

passeurs, siendo éstos mezclas entre sociedades y sujetos, exploran sus conexiones y mestizajes

en el sentido más amplio del término, a partir del estudio de los encuentros y enfrentamientos

que les suceden. Empero, desde su condición no involucran necesariamente mediaciones

intencionales, pueden simplemente traspasar fronteras sin llegar a involucrarse totalmente.

Luego, cuando buscamos pensar los procesos de traducción y mediación en una

perspectiva cultural surge un cuestionamiento importante: ¿por qué podemos entrar a la

mediación cultural desde la traducción cultural? Debemos reconocer la dificultad de desarrollar

una clasificación de la mediación cultural y del mediador cultural focalizada en el traductor

como su agente social y cultural. Es preciso indicar aquí que el elemento creativo de la

traducción cultural no se reduce a su expresión lingüística (como hemos destacado en su giro

cultural). Esto implica reconsiderar la noción de texto cultural (y de su traducción) hacia las

texturas y las textualidades que pueden desarrollarse en otros modos o soportes comunicativos

(corporales, visuales, sensibles, simbólicos), los cuales están también determinados por sus

espacios de circulación y negociación, así como por las posibilidades de traducción dentro de

cada uno.

Como hemos indicado nuestra perspectiva pretende problematizar la mediación cultural

desarrollada en la traducción como una dimensión entrelazada. Al recalcar la función

determinante del traductor como mediador cultural intentamos establecer una comprensión que

funcione como pivote para el fortalecimiento en la descripción del tránsito, del movimiento en la

situación cultural (inter et extra lingüística), que funciona en ambos niveles (traductor y

mediador). Esto significa, en términos metodológicos, no extrapolar la condición de mediación

cultural de su situación y contextualidad específica, sino que a la vez asumirla dentro de un

proceso de traducción cultural que establece el intercambio comunicativo al negociar, interpretar

110 Véase GRUZINSKI, Serge. Introducción. En: O’PHELAN, Scarlett y SALAZAR, Carmen (eds.). Passeurs, mediadores culturales y agentes de la primera globalización en el Mundo Ibérico, siglos XVI-XIX. Lima, Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA), 2005. pp. 13-33.

107

y reconstruir sentidos y significados culturalmente cargados. Comprendemos que la interrelación

traductor-mediador es directa. En la medida en que abrimos una lectura sobre el traductor como

mediador estamos en condiciones de aprehender el proceso de intercambio y resignificación en

el cual está inmerso. Esto significa que para nuestros intereses la traducción y los espacios de

mediación funcionan integradamente. La propuesta es por un nuevo rol para el traductor-

mediador. En este punto, la mediación cultural aborda problemas que incluyen a la traducción y

la interpretación desde una problematicidad diferente. El rol del traductor-mediador ha sido

pensado como discreto, de escasa relevancia, como un simple transmisor de palabras, por el

contrario, queremos establecerlo como un factor determinante en la construcción de

entendimientos y negociaciones entre seres humanos y culturas.

Recapitulando, queremos destacar el rendimiento de pensar la traducción y la mediación

cultural desde una relación de tensión y propositividad, no sólo como procesos convergentes,

sino que también en la condensación de estos procesos, presente en las subjetividades histórico-

culturales que los ejercen. Ambas nociones serán consideradas como parte de un entramado que

procura poner en manifiesto no sólo la congruencia de dos lecturas sobre la interacción cultural,

sino la necesidad de pensarlas conjuntamente. La composición de un texto cultural y su posterior

circulación, modificación y resemantización en forma de traducción (su sobrevida) se dirimen en

la facultad polisémica, manipuladora, traidora del traductor-mediador de re-encontrar sentidos

y re-significarlos dentro de las negociaciones que realizan. Luego, la atención a la relación entre

traducción y mediación cultural busca problematizar ambos conceptos desde una perspectiva

bifronte relativa tanto a los fenómenos de la comunicación interpersonal como a las relaciones

de poder presentes en éstos. En consecuencia, para nuestra construcción teórico-metodológica, la

relación entre la traducción y la mediación cultural recorre espacios y sentidos presentes en

agentes de intercambios culturales multiestráticos y multidireccionales. En éstos es posible

profundizar en sus modulaciones de enunciación e interpretación, no sólo considerando el

fenómeno y la necesidad de comunicación cultural e interpersonal, sino que también en las

estrategias de invención y apropiación que se abren y determinan en su condición fronteriza.

108

c) La utilidad de la autotraducción

Desde un acercamiento a la traducción y la mediación cultural, es preciso también integrar

la noción de autotraducción como apuntalamiento funcional y de enlace nuestros objetivos

teórico-metodológicos. Este fenómeno no es común en la condición de traductor. Ser traductor

de su propia obra es un alcance que podremos admirar en los ejemplos que contemplan esta

investigación, a saber, Hernando Alvarado Tezozómoc y Felipe Guamán Poma de Ayala. Ambos

son considerados como traductores y mediadores culturales, no obstante, es menester

considerarlos también como parte de un proceso de autotraducción. Si bien la utilidad de la

noción de autotraducción vuelve hacia la pregunta por la traducción y la mediación cultural, este

cuestionamiento, determina un modo de enunciación que se distingue y establece algunas

particularidades. Veamos esto.

Procuraremos explayar el concepto de autotraducción como una categoría complementaria

que permite considerar las dimensiones emocionales, internas o interiores, de quien realiza una

traducción sobre sí mismo y sobre su texto cultural. Seguimos a Gema Castillo García quien

profundiza en el concepto de autotraducción:

“Los términos ‘autotraducción’, ‘auto-traducción’, ‘traducción de autor’ (ya en

inglés ‘auto-translation’ y ‘self-translation’) vienen todos a referirse tanto al acto

de traducir un autor su obra original a otro idioma, como al resultado de esa tarea, al

producto de la misma, la obra en sí autotraducida. La autotraducción ‘is essentially

free of external ‘noise’ or secondary influences’ porque una misma persona lleva a

cabo dos tareas –produce el original y la traducción– que normalmente ejercen dos

personas distintas. Algunos estudios, no obstante, hacen referencia a la

autotraducción entendida simplemente como la traducción que realiza un traductor

–una persona ajena a la obra original– empleando un estilo propio. Otras

investigaciones utilizan la palabra autotraducción para explicar el proceso de

traducción en el que un escritor –que pertenece a la misma cultura y habla la misma

lengua del texto que intenta traducir– desea fervientemente realizar una traducción

para dar a conocer su mundo al resto de la humanidad. El traductor, en este caso,

109

pese a traducir las obras de otros, se traduce ciertamente a sí mismo al traducir su

cultura”111.

Castillo García problematiza la ambivalencia del proceso de autotraducción. En este

contexto indica algunos puntos importantes, por una parte, el ideal de autotraducción “libre de

influencias secundarias” o bien como simple ejercicio de traducción de textos realizado por

cualquier traductor toda vez que emplea su “estilo” (interviene o interpreta el original); por otra

parte, Castillo García establece la interioridad de la autotraducción y la consecuente necesidad

emocional de “mostrar su mundo en otra lengua”.

El autotraductor, que se enfrenta a la dificultad de traducir su propia obra, ha de conocer

experiencialmente las culturas que están en juego. En caso contrario, en lugar de hallar

respuestas a su doble identidad, puede “perderse”; puede perder su sentido de identidad, en la

actividad de traducirse de un idioma a otro, es decir, al trasladar conceptos de una perspectiva

cultural a otra. Ahora bien, ¿puede un creador ser el mismo en dos lenguas? ¿Qué tipo de actitud

y compromiso axiológico son propios de una y de otra? ¿De qué manera se refleja la vivencia de

la duplicidad cultural cuando el propio escritor se impone la tarea de autotraducirse?

Autotraducirse tiene sus ventajas, una de ellas es su calidad de lector ideal, que no malinterpreta

las intenciones del autor en el original. En este sentido, tiene un grado de autonomía y autoridad

frente al texto que deben traducir. Su condición bilingüe/polilingüe y bicultural/policultural le

permite anular las dificultades de comprensión del texto original y de expresión en el texto

traducido. Asimismo, dispone de la libertad que le confiere esta doble condición de autor en

ambas lenguas. Esto es claro en lo que Castillo García sostiene:

“Un gran porcentaje de autores que se traducen a sí mismos se toman la libertad de

añadir, suprimir y reorganizar el texto en lengua meta. El poder permitirse esta

revisión les proporciona una gran satisfacción, como afirma la escritora Nicole

Brossard en una entrevista con Marcella Durand (‘Interview’): ‘I can cheat because

it is my text, and therefore what would normally be a translation becomes a sort of

transcreation, transformance. Cheating then can give you a lot of pleasure’. Sin

embargo, este engaño no obedece siempre a un capricho del autor, sino a un 111 CASTILLO GARCÍA, Gema Soledad. La (auto)traducción como mediación entre culturas. óp. cit. 80p.

110

propósito consciente de mejora del original: ‘on returning to a text, [the author] can

see a better way of using what has already been constructed’. Al comparar una

lengua con la otra, el autotraductor se cuestiona el uso de cada palabra y, mediante

los cambios que ejerce sobre el nuevo texto, intenta mejorar lo que una vez creó”112.

Es entonces la autotraducción, siguiendo lo indicado por Castillo García, un fenómeno de

reescritura y reinterpretación, en el cual desde las orillas lingüísticas y culturales de un autor hay

un acto de producción estética y de creación literaria. Un acto de interpretación que modula, que

modifica su propio devenir lingüístico-cultural conforme es también un espacio de recreación y

reinscripción. Puesto que la originalidad y la creatividad no son solamente reproducciones sino

parte de un proceso creativo, entonces la práctica de la traducción es siempre un acto de escritura

creativa. Al ser creación literaria y producción estética, el acto de reescritura modulado por la

autotraducción es también un acto de reconocimiento dentro del propio escritor para con su

identidad y su configuración bilingüe–bicultural (polilingüe–policultural).

La importancia del ejercicio de autotraducción radica en rescatar el sentido de la obra en

otra lengua y otro paradigma cultural. Las pérdidas y las ganancias del proceso de traducción y

autotraducción remiten no sólo una aproximación al original, ni una duplicación o un sustituto,

sino que también a la continuación de la obra, a la sobrevida del texto cultural, la prolongación

de la obra no sólo como original sino como una expansión del mismo como una obra nueva. La

autotraducción enfrenta la manipulación, la domesticación, la fluidez, la equivalencia, la

fidelidad y la traición, en tanto que se constituye como un espacio para la mediación de culturas,

en tanto que es un espacio bilingüe/polilingüe y bicultural/policultural. La autotraducción es una

entrada a la condición de puente entre culturas que evidencia el ejercicio necesario de la

supervivencia de elementos y códigos culturales en un mundo fronterizo.

Desde un punto de vista cultural, la autotraducción deviene en una operación que permite

la reflexión sobre diferentes identidades que conviven en un escritor-autor-traductor. La

autotraducción es una respuesta a la búsqueda de identidad e implica la reconciliación de

mundos antagónicos, de mundo opuestos pero en contacto interior. En el proceso de

autotraducción el autor-traductor des-encubre los matices culturales y personales-emocionales 112 Ibíd., pp. 91-92.

111

que se juegan en cada lengua a la que recurre y en los cuales se traduce. Este ejercicio implica

adecuación y apropiación a cada lengua y, junto a ello, múltiples sustituciones, ampliaciones,

omisiones, manipulaciones del texto por su propio autor-traductor. El propósito de los

“autotraductores” al igual que el de los “traductores” debe condensar el dar a conocer el universo

y el sentido de su obra junto con reconciliar su mundo con las otras lenguas y culturas con las

cuales tiene una relación de identidad.

En consecuencia, los autotraductores y la autotraducción (necesariamente pensados en

conjunto) sirven para trasvasijar y transmitir mensajes que aporten distintas lecturas del mundo

que los rodea; en este trasvasije permiten consolidar la relación de sobrevida y proyección que

acaece “en camino” a la composición de una traducción y mediación cultural propia a la vez que

ajena. En este ejercicio se comprueba la magnitud y la dificultad de “pasar entre” culturas,

lenguas, personas, imágenes y sentidos, para volver sobre sí a re-conocer(se) y re-identificar(se).

La autotraducción es entonces parte de un entramado que construye textos culturales desde un

prisma propio, con su estilo, y que podemos destacar y adosar a nuestro análisis sobre la relación

entre traducción y mediación cultural.

112

1.5 Hacia una apropiación histórico-filosófico-cultural

Una vez expuesta la variedad de sentidos y acercamientos sobre lo colonial y lo

postcolonial, así como los conceptos de traducción y mediación cultural, es posible focalizarnos

en una perspectiva teórico-metodológica para interpretar el mundo colonial latinoamericano.

Sobre esto es sumamente importante no superponer los hallazgos y los sentidos que han ido

surgiendo en las exposiciones previas. Nuestro acercamiento será, nuevamente, recopilatorio y

concéntrico. Buscamos desarrollar perspectivas sobre dos apuntalamientos teórico-

metodológicos cruciales para nuestra investigación: la apropiación histórico-filosófico-cultural y

las posiciones de enunciación-interpretación. El recorrido contempla una comprensión de

ciertos componentes que permiten a la apropiación histórico-filosófico-cultural llegar a ser un

instrumento conceptual útil para la determinación de los funcionamientos e interrelaciones

culturales. Revisaremos el concepto de apropiación en una propuesta clarificadora respecto de

sus fuentes y sus significados. Procuraremos adscribir a la apropiación histórico-filosófico-

cultural un abanico de elementos conceptuales relacionados principalmente con la colonialidad y

la condición colonial como un aspecto transversal y necesario en toda reflexión sobre América.

Volveremos a la hermenéutica filosófica y a la antropología como plataformas teóricas para dar

cuenta de algunos axiomas metodológicos (histórico-filosóficos) llevados a efecto por la

apropiación y que nos permiten dar continuidad a aquello que nombramos como posiciones de

enunciación-interpretación. En consecuencia, buscamos entroncar una perspectiva filosófica

sobre lo cultural en atención a su situación histórica bajo condiciones de análisis e interpretación

propositivas y abiertas.

Lo que nos interesa es demostrar la operatividad de la apropiación histórico-filosófico-

cultural como “acceso” para el problema de la cultura y lo latinoamericano en un acercamiento

focalizado en América colonial a través del reconocimiento y la construcción de diferentes

posiciones de enunciación-interpretación intentando desarrollar una aproximación hacia las

nociones de mestizaje y de indio, girando el ámbito de la discusión hacia los espacios coloniales,

sus subjetividades e historicidades concomitantes. Este “giro” retoma un ejercicio crítico, sobre

las rupturas y las construcciones identitarias que evidencian modalidades, finalmente,

alternativas para la comprensión de América colonial.

113

a) Sobre la apropiación histórico-filosófico-cultural y las posiciones de enunciación-

interpretación

¿Qué significa una apropiación histórico-filosófico-cultural? ¿Por qué tres aristas para un

mismo concepto? ¿Cuál es el principal atributo que debemos considerar con estas modulaciones

de la apropiación? Corresponde determinar algunos referentes que permitan conducir nuestro

acercamiento. Un acercamiento histórico-filosófico-cultural no es otra cosa que una

consideración interdisciplinaria y en construcción. Se desarrolla no sólo como un gesto reflexivo

en cada una de las tres perspectivas referidas, sino desde aquello que comparten, a saber, una

condición necesaria de pensar más allá de los propios límites disciplinarios. Determinar una

inquisición reflexiva, creativa, con propiedad y sospecha, comprehensiva y develadora, es

aquello que buscamos problematizar con una perspectiva histórico-filosófico-cultural,

especialmente cuando pretendemos abordar un concepto ya trabajado como el de apropiación.

Pero, ¿por qué no hemos utilizado otros conceptos como el de aculturación o sincretismo?, ¿por

qué es la apropiación el término adecuado? Este es un asunto complejo pues nos obliga a

recopilar en un concepto cargado una perspectiva que pretende ser diferente. Para solventar este

desafío, estableceremos los límites de la aculturación y el sincretismo, motivos por los cuales es

la apropiación un acceso mejor provisto para nuestros intereses. Esto no desmiente la existencia

de procesos de aculturación o sincretismo dentro del campo cultural latinoamericano ora colonial

ora republicano, ni tampoco que éstos no tengan participación o relevancia. Por el contrario, lo

que buscamos es evidenciar un acercamiento bajo dimensiones correlativas (histórico-filosófico-

culturales) que presentan a la apropiación como un vehículo de análisis e interpretación aplicable

en el acontecer cultural latinoamericano.

Sobre la aculturación quisiéramos considerar un punto de inflexión en su propuesta. La

aculturación se entiende generalmente como la recepción y asimilación de elementos culturales

de un grupo humano por parte de otro. La aculturación, en este sentido, es un proceso a través

del cual un grupo humano adquiere o asimila determinadas costumbres, valores y símbolos

ajenos a su tradición cultural. La aculturación comprende aquellos fenómenos que resultan

cuando grupos que tienen culturas diferentes entran en contacto directo y continuo, con los

subsiguientes cambios en la cultura original de uno de ambos grupos. Esta definición establece

un esquema conceptual para la observación de los procesos y mecanismos culturales, que

114

reconoce ulteriormente como exitosa a la posición dominante en el proceso de imposición

cultural e ideológica. Los límites de la aculturación son los fenómenos de resistencia cultural. La

aculturación no reviste de atención a éstos, más bien los congenia con la imposición y

fagocitación cultural. Expresiones de una decadencia cultural en vías de la aniquilación, las

resistencias a la fagocitación son finalmente desvaloradas en su potencial creativo. La

aculturación reduce su análisis a un espectro que no logra acceder a la co-pertenencia de las

relaciones culturales, esto en virtud de la desvalorización que ejecuta desde un prisma de poder

desde la imposición. Hugo Nutini recalca las condiciones de la aculturación:

“En pocas palabras, la aculturación, como llegó a ser conceptualizada por la

mayoría de los antropólogos en la América nuclear, puede ser definida y evaluados

sus resultados de la manera siguiente: cuando dos tradiciones culturales entran en

contacto cara a cara –se enfrentan mutuamente en situaciones en que una tiene un

predominio social, político y económico sobre la otra, o sobre una base igualitaria

cuando no hay tal predominio– ocurrirán cambios en ambas tradiciones culturales.

Sobre periodos habitualmente largos, surge un nuevo sistema sociocultural, que no

conserva ninguna de las tradiciones originales interactuantes, sino que es una

combinación de ambas. El contenido sociocultural de la entidad resultante es una

combinación de elementos, rasgos e instituciones compartidos por las tradiciones

originales interactuantes, cuya proporción depende, por lo general, del grado de

predominio de una sobre otra”113.

Nuevamente, ¿qué implica hablar de aculturación? Implica el reconocimiento de un

concepto de cultura como un sistema cuyas fronteras son discernibles. Sin embargo, el asunto no

se reduce a la imagen de una cultura auto-contenida que se traslada como tal a otro espacio como

una simple transposición, más bien hay procesos de reacomodación, espacios intermedios. Así,

los límites, los bordes que separan y determinan a las culturas no son impermeables. Por

ejemplo, para el caso del período colonial latinoamericano, pensado bajo la polaridad

indio/europeo, debemos asumir que las formas de dominación no actuaron exclusivamente entre

113 NUTINI, Hugo. Aportaciones del americanismo a la teoría y la práctica de la antropología moderna. En: LEÓN-PORTILLA, Miguel. (coord.) Motivos de la antropología americanista. México, Fondo de Cultura Económica, 2001. 49p.

115

unos y otros, sino que también al interior de cada una. Ahora bien, la aculturación referida por

Serge Gruzinski muestra una percepción complementaria a nuestro acercamiento. Gruzinski

piensa la occidentalización en tanto medio de dominación a través de los imaginarios. Esta

occidentalización se produce desde una perspectiva de aculturación; por medio del mestizaje.

Esto propone un cambio en la mirada sobre la occidentalización, ya no solamente en tanto que

una irrupción destructora, sino que como participante en la creación de formas de expresión

mestizas. En síntesis, lo que pone en cuestión es la precisión de las fronteras entre las culturas y

la incapacidad para nombrar y determinar con categorías conceptuales adecuadas a los espacios

intermedios. Para Gruzinski el concepto de asimilación cultural es insuficiente para exponer

estos procesos creativos. En tanto que no hay un receptor único, se trataría de un mestizaje a

partir de intrincados intercambios y reconfiguraciones de la cultura hispana, indígena, afro-

descendiente, asiática, hasta el punto que en sus materializaciones y expresiones estéticas los

elementos de cada una se encuentran unos con otros114.

Sobre el concepto de sincretismo, podemos indicar lo siguiente. El término proviene de la

palabra griega: Sincretismós, que significa coalición de dos adversarios contra un tercero.

Ahondando en su raíz, quisiéramos agregar su relación con el verbo sinkerannúein “mezclar con;

juntar, unir, componer, disponer; ligar íntimamente; unirse a, estar ligado a” y con el verbo

sinkrínein que significa: “juntar, combinar, componer; unir; comparar, parangonar; conjeturar,

juzgar; compararse”115. En ambos términos se puede advertir el sentido adquirido por el

concepto de sincretismo. Quizá podemos detener la mirada en la “composición de una unión

íntima” que “compara y juzga” los grados de pertenencia en la generación de una nueva

“mezcla”. El sincretismo entrega una perspectiva filosófica que trata de conciliar doctrinas

diferentes. Así también, es la expresión en una sola forma de dos o más elementos diferentes. En

un sentido amplio, el término sincretismo hace alusión a la conciliación de ideas (filosóficas,

religiosas, entre otras) procedentes de ámbitos culturales distintos. Supone la síntesis de

pensamientos y formas de vida distintas. No obstante, podemos adoptar la perspectiva del

sincretismo cultural que también refiere al proceso de encuentro, influencia y mestizaje entre

distintas culturas. Las redes de la hibridación e imbricación no se reducen solamente a las

114 Véase GRUNZINSKI, Serge. El pensamiento mestizo. Barcelona, Paidós, 1999. pp. 42-73. 115 Véase DICCIONARIO GRIEGO–ESPAÑOL. óp. cit.

116

mediaciones que hubo y que hay en el encuentro sincrético. En este contexto, consideramos la

indicación de Nutini:

“Así, el sincretismo se concibe como un tipo especial de aculturación, en que los

elementos que interactúan tienen un grado relativamente alto de semejanza inicial

en su estructura, función y forma. Aunque esa idea del sincretismo se ha formulado

diciendo que se aplica a cualquier aspecto de la cultura y de la sociedad, los

estudiosos más considerables se han limitado a fenómenos religiosos”116.

Siguiendo a Nutini distinguimos que el sentido ecléctico del sincretismo cultural ha sido

fuertemente trabajado en su referencia a los fenómenos religiosos, particularmente a través del

“sincretismo religioso”. En términos generales, remite a cómo se dio ese proceso entre Europa

(cristianismo), sobre todo España y Portugal (catolicismo) y América, dando como resultado la

mezcla entre ideas y costumbres religiosas que, en términos de la evangelización, llegó a ser

totalmente determinante. Aquí son las tradiciones religiosas las que se yuxtaponen y convergen

en el discurso religioso cristiano que, a su vez, es desmontado semántica y simbólicamente por

las tradiciones no cristianas y que, por cierto, deben ser explicitadas a través del cristianismo.

Este vaivén posiciona ambas tradiciones en un discurso que se vuelve útil modificando su

calidad, acomodando su semántica al receptor (de la evangelización), en este caso, toda tradición

religiosa no cristiana.

La aculturación o el sincretismo como conceptualizaciones de fenómenos de fusión y

condensación de tradiciones y horizontes culturales, en nuestra consideración, no abarcan la

amplitud y la expansión que se juega en todo contacto e imbricación entre culturas y seres

humanos. Sus límites no son patentes en su rigor historiográfico ni en su armazón teórico, más

bien se hacen evidentes en la medida en que dejamos de describir y comenzamos a interpretar.

Es la dimensión interpretativa la que nos acerca al concepto de apropiación. Es necesario,

primeramente, ubicar el concepto de apropiación cultural en la concatenación teórica que

deseamos realizar. Siguiendo a Bernardo Subercaseaux en una oportuna definición:

116 NUTINI, Hugo. Aportaciones del americanismo a la teoría y la práctica de la antropología moderna. En: LEÓN-PORTILLA, Miguel. (coord.) Motivos de la antropología americanista. óp. cit. 50p.

117

“El enfoque de apropiación cultural implica prestar atención no sólo a la dimensión

racional del pensamiento, sino también a su dimensión simbólico-expresiva, a su

voluntad de estilo… Es, por ende, un enfoque más perceptivo y sensible a lo

híbrido, a los acoplamientos, a los sincretismos, y a los rasgos y matices que se van

configurando en el proceso de hacer propio lo ajeno. […]

El modelo de apropiación cultural implica… un modelo productivo para

comprender las relaciones de identidad y diferencia con la cultura europea. De este

modo se matiza la mala conciencia y se supera el síndrome de la periferia. Tras el

enfoque de la apropiación subyace la visión de una cultura ecuménica, abierta y no

endogámica… Las fronteras culturales dejan de ser rígidas y de coincidir con las

fronteras físicas o políticas; la autarquía y el nacionalismo cultural aparecen,

entonces, como posturas rancias y sin fundamento. Desde esta perspectiva se matiza

también la oposición maniquea entre lo autóctono y lo extranjero, entre lo original y

lo supuestamente imitado. Oposición ésta que impedía ver la originalidad o

creatividad de lo apropiado y la parte rutinaria o carente de energía cultural de lo

autóctono”117.

Esto significa, siguiendo a Subercaseaux, reconocer a la apropiación cultural como teoría

y metodología, especialmente porque a través de ésta es posible indagar la cercanía-lejanía

desarrollada por el encuentro inter pares y su inexorable interpenetración de fronteras culturales

cargadas con originalidad y creatividad.

Ahora bien, la elección de un acercamiento desde la apropiación histórico-filosófico-

cultural se dirige a una utilización de su potencial hermenéutico. Buscamos dónde puede ser

vista una reflexión filosófica que problematiza la imposición y borradura de los horizontes

culturales hacia la reinscripción y resemantización de éstos posicionando la apropiación cultural.

Sin embargo, ¿cuál es gesto de la apropiación? ¿Cómo vectoriza sus posibilidades en un

contexto subalterno o dominado? ¿Qué códigos es capaz de subvertir o resemantizar?

Intentaremos acceder a nuestra propuesta considerando cuatro perspectivas, las que en un avance

117 SUBERCASEAUX, Bernardo. La apropiación cultural en el pensamiento y la cultura de América Latina. Revista Estudios Públicos (30): 133, 1988.

118

escalonado buscan adentrar nuevamente en la apropiación histórico-filosófico-cultural y su

generación de posiciones de enunciación-interpretación:

i. El gesto de apropiación es viable bajo toda condición o relación de dominación

ii. La apropiación se desenvuelve bajo códigos crípticos pero determinantes

iii. La capacidad de resemantización de cada apropiación sobrepasa los límites de la tradición

cultural a la cual refiere contextualmente

iv. A partir de la apropiación se desarrollan posiciones de enunciación-interpretación

Veamos esto en cada particular caso:

i. El gesto de apropiación es viable bajo toda condición o relación de dominación

El gesto de apropiación y su viabilidad en toda condición de dominación responde,

ulteriormente, a la materialidad de la apropiación. Bajo una relación de dominación la condición

de subalterno (postcolonialmente pensada) no difiere radicalmente en su materialidad (realidad

efectiva); puede diferenciarse en sus contextos, en sus ejecuciones, pero mantiene una

transversalidad en su sentido. Aquí es importante adscribir que la condición de poder es

determinante y que sus características contextuales o bien coyunturales, no logran determinar

por sí mismas alguna diferencia central o plusvalía en su existencia. La dominación in nuce es

fáctica, tiene un carácter existencial efectivo, es un fenómeno humano, un fenómeno histórico-

cultural. La relación amo-esclavo en tanto que reflexión filosófica –ya con Aristóteles118–

describe una necesidad en su existencia. De alguna manera, lo que buscamos es asumir el

sentido de la dominación como fundamental y transversal permitiéndonos profundizar la

especificidad de cada caso en el cual se presenta.

Queremos establecer la transversalidad en el sentido de la dominación como fenómeno

humano a modo de un elemento central. Si esta transversalidad es fundamental en la dominación

(y todos sus casos y condiciones humanas), entonces es también fundamental una

transversalidad reversa, en este caso, desde el punto de vista del dominado. El efecto colonial

reverso, del cual hemos podido dar cuenta especialmente en la reflexión postcolonial, es aquí un 118 ARISTÓTELES. Política. Madrid, Gredos, 1995. 1255b.

119

modelo transversal y juega simultáneamente en la dominación. Podemos hablar de un

movimiento sinérgico en la dominación, que no remite a las condiciones contextuales o bien

coyunturales como únicas vías explicativas de su acontecer. Esto significa que hemos entender a

la dominación sin una relación causal de por medio. Buscamos descifrar a la dominación como

entramado “no causal”. Buscamos un acercamiento capaz de considerar a la dominación bajo un

parámetro reflexivo, complementario y relacional, desde el cual es posible reconocer la

condición de dominación y su transversalidad reversa como un fenómeno bifronte. La

apropiación como fenómeno reverso y transversal se constituye dentro de la relación de

dominación sea cualquiera su particularidad y el contexto de ésta. En consecuencia, la condición

de dominación se consolida como elemento estructural a su propio desarrollo. En este sentido, la

dominación es considerada como un elemento constitutivo de lo humano (como fenómeno

histórico-cultural), al cual es posible determinar como el armazón o el eje fundamental para

potenciar una perspectiva de interpretación desde la apropiación cultural.

ii. La apropiación se desenvuelve bajo códigos crípticos pero determinantes

El segundo punto nos habla sobre los códigos y el desenvolvimiento críptico de la

apropiación. Podemos verlo como una extensión del fenómeno reverso dentro de la dominación

y su dimensión fáctica en cualquier relación de dominación en términos positivos y propositivos.

Luego, pensamos la manera en la cual se puede sobrellevar los efectos de la dominación y

emerger como apropiación cultural. Para ello revisaremos los conceptos de código y

encriptación en una dimensión histórico-filosófico-cultural procurando describirlos de forma

interrelacionada.

Primero, es menester problematizar el término “código”; palabra de origen latino que

remite a codex: “tablilla para escribir”, un “libro, registro, escrito”119. Es también relevante su

referencia al soporte material y principal tecnología del logocentrismo, en este caso, un libro, un

instrumento alfabético de registro. No obstante, un código refiere al sistema de signos y de

reglas que permite formular y comprender un mensaje (entiéndase en la relación comunicativa-

performativa entre un emisor y un receptor), pero también refiere a un conjunto sistemático de

reglas o preceptos sobre cualquier materia, incluso en el comportamiento humano (nivel ético), 119 Véase DICCIONARIO LATÍN – ESPAÑOL. óp. cit.

120

llegando a ser buenos ejemplos, los códigos civiles y penales. Queremos pensar a los códigos

como soportes semiótico-lingüísticos para el acto humano de intercambio comunicativo. Dentro

de este ámbito, es necesario considerar la intercodificación en términos de la convergencia de los

códigos en uno o más referentes significantes. Con ello, respecto de los códigos nos interesa

destacar una perspectiva fundamental desde la reflexión de Echeverría sobre el mestizaje

cultural, y que alumbra el sentido filosófico que buscamos en lo que denomina como

códigofagia:

“El mestizaje cultural ha consistido en una ‘códigofagia’ practicada por el código

cultural de los dominadores sobre los restos del código cultural de los dominados.

Ha sido un proceso en que el devorador ha debido muchas veces transformarse

radicalmente para absorber de manera adecuada la substancia devorada; en el que la

identidad de los vencedores ha tenido que jugarse su propia existencia intentando

apropiarse de la de los vencidos”120.

Seguimos a Echeverría determinando que hay un axioma relevante y que compromete el

movimiento de codificación que se lleva a cabo en la fagocitación cultural desde la perspectiva

del dominador (o la dominación). Sin embargo, la apropiación tiene la capacidad de adecuación

y adaptación, siendo a la vez hospitalidad y resistencia. En este caso se torna necesario denotar

la conexión entre el código y la noción de identidad. Esta conexión es posible comprenderla bajo

una apropiación cultural que funciona dentro de la fagocitación y que en una perspectiva

filosófica encuentra la manera de condensar su movimiento en un acto creativo, de adaptación-

imposición y hospitalidad-resistencia, que conjuntamente en su realización “dan forma” a su

identidad en un gesto de intercambio. Sostiene Echeverría al respecto:

“Baste aquí, para finalizar, un apunte en relación con esta última para indicar la

posibilidad y la conveniencia de tal cambio de perspectiva en la reflexión. Si la

identidad cultural deja de ser concebida como una sustancia y es vista más bien

como un ‘estado de código’ – como una peculiar configuración transitoria de la

subcodificación que vuelve usable, ‘hablable’, dicho código–, entonces, esa

120 ECHEVERRÍA, Bolívar. La identidad evanescente. En su: Las Ilusiones de la Modernidad. óp. cit.

63p.

121

‘identidad’ puede mostrarse también como una realidad evanescente, como una

entidad histórica que, al mismo tiempo que determina los comportamientos de los

sujetos que la usan o ‘hablan’, está siendo hecha, transformada, modificada por

ellos”121.

Echeverría propone certeramente una reflexión sobre la identidad cultural que, una vez

pensada como “estado de código”, es permeable y dúctil, en sus términos, “evanescente”. En

este sentido determina sus modos y posibilidades de re-codificación o subcodificación, esto es,

en el uso, en la ejecución del código, logrando ser trasformado, modificado, por quienes asumen

y desarrollan su “estado de código”, esto es, su identidad.

Por otra parte, deseamos indicar el movimiento de encriptación de los diversos códigos.

Buscamos admitir el sentido del sustantivo griego: kruptós, que mienta: “oculto, secreto,

disimulado, engañoso”, y del verbo kríptein que significa: “cubrir para defender; ocultar,

esconder, celar; ocultarse, permanecer oculto; ocultar para sí”122. Aquí hay varios aspectos

explicativos de la condición de codificación desde la encriptación, en este caso cultural, de uno o

más códigos. La criptografía es definida como el arte de escribir con una clave secreta o de un

modo enigmático. Es útil también comprender que la encriptación presenta el acto criptográfico

que establece y produce (re-codifica) un código, el cual finalmente sería secreto, restringido.

Aquel “cubrir para defender” queda en manos de quienes son capaces de entender el código

encriptado. Lo que queremos ver en la encriptación de cada código es un sentido elocuente y

decidor. El fundamento de esto es precisamente un criterio de verdad que ve en el ocultamiento

el fondo ontológico del lenguaje y, con ello, de la existencia. Heidegger y la tradición

fenomenológica-hermenéutica siguen este camino; igualmente podemos verlo en la perspectiva

de Benjamin, no obstante, con matices más fragmentarias y por ello menos ontologicistas. El

punto central es aquí dimensionar el ocultamiento en su potencial de pluralidad y apertura. Será

el ocultarse no sólo en una dimensión ontológica, sino que también político-cultural, aquello que

persigue nuestra aproximación.

121 ECHEVERRÍA, Bolívar. La Modernidad de lo Barroco. México, Era, 2001. 31p. 122 Véase DICCIONARIO GRIEGO-ESPAÑOL. óp. cit.

122

Pero, ¿cómo se establecen las encriptaciones?, ¿cuáles son sus referentes y parámetros?,

¿cuál es su fuente? Encriptar es un gesto creativo que busca significantes en diferentes contextos

y, desde ello, busca también una regeneración. Dos cosas podemos indicar a este respecto.

Primero, las fuentes de la encriptación se determinan por su adecuación y la premura con la cual

se logre configurar un código. En este sentido, no hay paradigma que reduzca la potencialidad de

cada encriptación. Segundo, si hubiese un paradigma este sería fragmentario, en el aspecto de

una ontología político-cultural, como un gesto disruptor, no ligado a una condición inmóvil ni a

una reducción de su creatividad. Si cada palabra, concepto, o sentido encriptado/descifrado es

siempre parte de una composición ontológico-política, entonces el valor de cada una es

inconmensurable. En rigor, describimos la necesidad existencial y la sobrevida del lenguaje en la

metáfora “dar forma” –que ya hemos expuesto dentro del análisis de la colonialidad

(Echeverría)– pensada “en” el fenómeno de la encriptación de cada código cultural.

iii. La capacidad de resemantización de cada apropiación sobrepasa los límites de la tradición

cultural a la cual refiere contextualmente

El tercer aspecto de la apropiación es la capacidad de resemantizar y su ulterior influencia

en una o más tradiciones culturales. Referimos a aquella capacidad de sobrepasar los límites de

sus tradiciones culturales y componer una o muchas nuevas. Aquí es menester determinar el

alcance del concepto de “tradición cultural”, para ello buscaremos dos entradas. Por una parte,

una hermenéutica, por otra, una antropológico-cultural. Ambas entradas invitan a pensar la

apropiación cultural y la capacidad de resemantización que ésta despliega. Veamos esto.

Respecto de una aproximación hermenéutica queremos destacar, nuevamente, a

Nietzsche, Benjamin, Gadamer, integrando también las reflexiones de Ette, dado que estos

autores nos entregan avizores componentes al respecto. Sobre Nietzsche, brevemente, es posible

atender su “consideración” sobre “la utilidad de la historia para la vida”, punto desde el cual

desmonta la construcción de la tradición europea, finalmente, en un enfoque filosófico-cultural.

La decadencia cultural de Europa, su letargo, funcionan como una “genealogía” no solamente de

la “moral occidental”, sino de toda su articulación histórico-filosófico-cultural. Nietzsche nos

entrega una comprensión destructiva de la tradición, una explosión a la historicidad y a la con-

formación moderna occidental, basada principalmente en la provocación y el

123

desenmascaramiento de sus oscuros orígenes. Nietzsche descubre en un filosofar histórico

(genealógico) el trasfondo moral, costumbrista, tradicional, al cual el ser humano vuelve su

fundamento. En la eticidad de las costumbres, en el sentimiento por las costumbres, Nietzsche ve

la tradición como un recurso de autoridad:

“¿Qué es la tradición? Una autoridad superior a la que se obedece, no porque ella

mande cosas útiles para nosotros, sino porque ella manda. – ¿En qué se distingue

este sentimiento de apego a la tradición del temor en general? Es el temor ante una

inteligencia superior que ordena, el temor a una potencia incomprensible e

indefinida, a algo que es más personal. Este temor tiene mucho de supersticioso”123.

Siguiendo a Nietzsche, la tradición de las costumbres llega a adquirir una autoridad

superior a través de un sentimiento de obediencia y resguardo que incluso desplaza la utilidad de

la costumbre para la comunidad. Ecce, la superstición, lo sagrado, la antigüedad, lo “indiscutible

de la costumbre”. Nietzsche designa también un componente importante: el olvido. Siendo éste

también una de las condiciones decisivas de la historicidad humana, a través del cual se

legitiman los mandatos de la tradición y los sentimientos relativos a esta eticidad. José Jara

aclara en este sentido:

“Es el peso de la tradición de las costumbres, de su autoridad, y del olvido de su

condición inicialmente humana lo que las convierte en algo que, cabe decir,

adquiere la condición de sobrehumano, y que puede luego transfigurarse en una ley

que termina siendo considerada como válida y verdadera en sí misma”124.

La tensión contra el olvido es entonces una característica humana. Esta expone una

memoria que perdura a través del olvido, porque perdura en sus comportamientos cotidianos

referidos a aquello que los subyace como su fundamento lejano –y que por ello está ya olvidado–

y que contribuye a su establecimiento como aquello valioso por sí mismo.

123 NIETZSCHE, Friedrich. Aurora. Buenos Aires, Ediciones Mediodía, 1967. 14p. 124 JARA, José. Nietzsche, un pensador póstumo. El cuerpo como centro de gravedad. Barcelona, Anthropos, 1998. 230p.

124

Nietzsche, pensando la autoridad de la tradición, esto es, en la costumbre de la tradición y

su peso en la construcción histórico-cultural, determina en la herencia el origen pre-moral de

cada tradición. En este punto, refiriendo a Nietzsche, Jara sostiene que:

“Con la herencia se trata pues de describir partes y fases de un proceso de

formación de los sentimientos morales, que a su vez subyace al proceso de

formación de la racionalidad. Y puesto que estos dos son aspectos de un mismo y

crucial problema, que a lo largo de mucho tiempo ha preocupado a los hombres,

con este uso del concepto de herencia se pretende fijar algunos elementos de ese

‘problema’. Por tanto, de este modo se los designa, se los delimita de una manera

tal que puedan seguir siendo pensados, es decir, interpretados de acuerdo con toda

la información que sobre ellos se posea y elaborando las reflexiones a que ésta de

lugar. Es claro que en esta ocasión Nietzsche recurra a toda la información

etnológica disponible en su tiempo; así como en otros momentos ha recurrido a

distintos elementos de la química, la física, la biología, la psicología, o a los estilos

de pensamiento vigentes en ellas y que puedan servirle para sus propios propósitos

de trabajo. Y al hacer todo esto, asume la apertura intelectual requerida por un

estudio de los primeros períodos de las culturas humanas, desprovista de prejuicios

religiosos, metafísicos, teleológicos o logocéntricos”125.

Siguiendo a Jara, Nietzsche construye una perspectiva de análisis que profundiza una

apertura precisamente en la necesidad de superar el significado biológico-genético de la

herencia, más bien busca un sentido amplio y profundo que pueda inspeccionar los componentes

humanos de ésta. La herencia es el lugar donde las relaciones sociales y de poder, que se forjan

en la historicidad y la corporalidad de los hombres, son posibles de ser interpretadas como

fuerzas instintivas, configuradoras de voluntad, sentimientos y afectos, finalmente, heredados.

Nietzsche piensa la herencia como aquello que no está totalmente aclarado, pero que designa,

que establece, un problema basado en nuestra capacidad de adaptación126.

125

Ibíd., 233p. 126 NIETZSCHE, Friedrich. Más allá del bien y del mal. Madrid, Alianza, 2001. pp. 206-208.

125

Así también, aquellas dimensiones no consideradas de la tradición, las migajas y las

huellas, son plausibles de ser incorporadas desde la reflexión filosófica de Walter Benjamin.

Queremos destacar, especialmente, cómo es la tradición un compuesto de historicidades, de

fuerzas e interrupciones, que direccionan su potencialidad creadora, principalmente como

redención y rememoración. En este sentido, hay un “suspenso” (Stillstand), una tensión entre la

tradición. Indica Benjamin lo siguiente:

“(Aporía fundamental: ‘La tradición como el discontinuum de lo sido en oposición

a la historia como el continuum de los acontecimientos.’ – ‘Puede que la

continuidad de la tradición sea ilusión. Pero entonces precisamente la constancia de

esta ilusión de constancia instituye en ella la continuidad’.)

‘(Aporía fundamental: ‘La historia de los oprimidos es un discontinuum’ –‘Tarea de

la historia es adueñarse de la tradición de los oprimidos’)

Adiciones a estas aporías: ‘El continuum de la historia es el de los opresores.

Mientras que la representación del continuum iguala todo al suelo, la representación

del discontinuum es el basamento de la genuina tradición’”127.

¿Qué es lo que se apunta aquí con la aporía fundamental? Es una máxima el hacerse cargo

de la tensión, del suspenso, que se forja con la ilusión del continuum y la irrupción del

discontinuum, a los cuales Benjamin accederá bajo diferentes categorías de análisis e

interpretación. La genuina tradición, entonces, no es algo estático, inmóvil, por el contrario está

en proceso de generación y regeneración. Siguiendo a Benjamin, lo determinante es la

reinscripción que se produce en cada regeneración. La clásica dialéctica amo-esclavo (ya con

Aristóteles en el mundo antiguo y Hegel dentro de la modernidad europea) tiene aquí un final

abrupto. La tradición a la cual remite no es unívoca y no puede dejar de relacionarse con aquello

que silencia. Nuestro acercamiento benjaminiano busca reconocer un movimiento interno de la

tradición, una reconstrucción constante de la historicidad experiencial que puede llegar a ser una

modulación discontinua. La aporía es la necesidad de no sobrepasar, no yuxtaponer, la

construcción histórica que acaece en la medida en que oculta a la vez su origen. A través de una

crítica al historicismo, Benjamin devela la imagen eterna del pasado que se limita a la

acumulación sucesiva y homogénea de acontecimientos históricos, y que establece solamente las 127 BENJAMIN, Walter. La dialéctica en suspenso. óp. cit. 83p.

126

relaciones de causalidad entre ellos. A esta versión simplista, propone el tiempo-ahora (Jeztzeit),

un tiempo denso, una historicidad cruzada por múltiples fuerzas en conflicto, y cargada de

múltiples sentidos128. Desde esa posición la continuidad y la discontinuidad son posibles de asir

como parte de una “aporía positiva”.

Por otra parte, a través de su concepción de la tradición, Gadamer relativiza radicalmente

los supuestos fundamentales de la filosofía moderna de la historia. El giro hacia la tradición

permite poner un fundamento de continuidad histórica y, al mismo tiempo, explicar su dinámica

como proceso de transmisión de la tradición. Así el influjo determinante de la tradición cumple

un doble objetivo. Por un parte, logra anteponer la intuición de las grandes continuidades

históricas a la de las discontinuidades o rupturas revolucionarias. Por otra, hace al propio influjo

de la tradición residir en el “ámbito de la proyectividad”, fundamento de la movilidad del

discurrir del continuo histórico. La tradición asume en ella misma todo acontecimiento histórico,

tanto lo que permanece como lo que cambia. Entonces, la historicidad que surge a los ojos de

Gadamer no es la que resulta, por ejemplo, del antagonismo y la interacción de los hombres con

el medio y entre sí, sino del continuo discurrir de la tradición.

Es ahí donde retomamos la comprensión de la fusión de horizontes, que ya hemos

analizado en Gadamer, como cedazo para con la noción de “tradición” bajo un prisma cultural.

El carácter conservador de esa relativización consiste en que la tradición sea invocada no contra

la racionalidad de lo real, de lo históricamente consolidado, sino contra la realidad de la razón.

El conservadurismo de Gadamer residiría en haber eliminado toda contraposición, toda

desarmonía preestablecida, entre la consciencia y la realidad histórica129.

Queremos también agregar respecto de la reflexión hermenéutica sobre la tradición

cultural, un acercamiento transversal focalizado en un movimiento multidireccional de

128 “La historia es objeto de una construcción cuyo lugar no es el tiempo homogéneo y vacío, sino aquél pletórico tiempo-ahora”. Ibíd., 6p. 129 La crítica a Gadamer busca problematizar el ideal de armonía que determina el cruce de horizontes y tradiciones culturales. No hablamos necesariamente de un historicidad anterior al lenguaje al modo de la histórica (Véase KOSSELLECK, Reinhart y GADAMER, Hans-Georg. Historia y hermenéutica. Barcelona, Paidós, 1977. pp. 65-125), sino que buscamos determinar cómo su lectura no guarda atención a los desniveles fácticos que se presentan en las relaciones entre tradiciones culturales abogando por un encuentro o fusión de horizontes que no considera el peso y la participación de los sujetos culturales (en su propia construcción).

127

circulación. Esto es lo que Ottmar Ette llama lo “trans” (lo transareal130) y que se sitúa en una

discusión sobre la globalización y la circulación de saberes y conocimientos. Desde una mirada

interdisciplinaria y atenta a las condiciones de desarrollo de la “globalización acelerada” Ette

designa los límites y los cuestionamientos que se generan y que vectorizan nuevas y otras

alternativas para el desarrollo de la modernidad desde los encuentros culturales. La introducción

de una perspectiva multidimensional es posible contemplarla a través de “El Biombo de la

Conquista”131, desde el cual Ette decodifica la condición de expansión planetaria y la perspectiva

transareal.

La condición de traslado de saberes y técnicas del mundo cristiano en el Japón, conectado

con América y Europa a través de los puertos de mexicanos de Acapulco y Veracruz, llegó a ser

tal que su penetración e influencia en otras latitudes del Reino español no es casual. Aquí lo

importante es América como intermediario en un circuito que parte desde ella (con el kairós de

1492), extrapolando e internalizando saberes, técnicas, modulaciones de creación y mixtura,

ulteriormente explicativas de su fondo planetario, de sus múltiples tradiciones y raíces culturales.

La existencia del “Biombo de la Conquista” es claro ejemplo de la red mundial de saberes y su

conjunción con escenarios y espacios de circulación allende sus fronteras. El Biombo es

anónimo, pero las técnicas que lo componen no. Éstas discurren en la simultaneidad de formas

que debieron adecuarse y resignificar sus fuentes y modelos. Una técnica japonesa con motivos

testimoniales del evento de consolidación de la expansión europea en América, pero a la vez

como la consolidación de un nuevo axis mundi, ubicado en “aquello” y en “aquellos” que poblan

la Ciudad de México dieciochesca. El Biombo expone el inicio de una época, interpretado por

130 “Ello implica, a su vez, dentro del contexto científico-histórico del incipiente siglo XXI, que los tradicionales Area Studies deben ser ampliados, complementados y transformados por medio de los TransArea Studies; perspectiva que incluye en primera línea la vectorización de los espacios en el nivel translocal, transregional y transnacional, así como en los niveles transareales y transcontinentales. No se trata, entonces, de partir desde un espacio pre-determinado por su territorialidad y sus respectivas fronteras, sino de tomar las redes de formas y figuras de movimientos acumulados como puntos de partida y base para la comprensión de un área desde su relacionalidad y dinámica. Sólo así es posible analizarla transarealmente”. ETTE, Ottmar, MACKENBACH, Werner, MÜLLER, Gesine y ORTIZ WALLNER Alexandra (eds.) Trans(it)Areas. Convivencias en Centroamérica y el Caribe. Un simposio transareal. Berlín, Edition Tranvía Verlag Walter Frey, 2011. 10p. 131 El Biombo de la Conquista es una obra de arte colonial. Es un Biombo de estrado. Rodastrado de diez hojas, con dos vistas o haces. Inscripciones: La Muy Noble y Leal Ciudad de México-Conquista de México, Ciudad de México. Fines del siglo XVII. El material es óleo sobre tela, madera y metal. La escena de la Conquista de México incluye diez arcos y una cenefa que imitan cordobán dorado. 2130 cm. de alto por 5500 cm. de ancho. Ubicado en el Museo Franz Mayer, Ciudad de México.

128

un extranjero, con sus saberes y técnicas, relatando un evento del cual es directo beneficiario y

que ubica el cruce de las tradiciones culturales en América con la suya propia. El movimiento de

interoperación es entonces de carácter convergente. La circulación de saberes y conocimientos

de seres humanos pertenecientes a tradiciones culturales diferentes se implementa, en este caso,

en códigos trans-puestos, en tradiciones trans-puestas132.

Ahora bien, respecto de una aproximación antropológico-cultural a la noción de tradición,

queremos detener nuestra mirada dos propuestas teóricas elaboradas por Thomas Abercrombie, a

saber, la noción de doble articulación y el concepto de memoria social.

La noción de doble articulación establece un marco de análisis que remite a la etnogénesis

como un problema fundamental para cualquier acercamiento antropológico. Las etnicidades,

siguiendo a Abercrombie, tienen la capacidad de recreación debido a su continua participación

sociocultural, siendo parte de una dinámica que mantiene una “doble articulación” donde se

apropian estrategias y modelos impuestos con el propósito de reconstruirse (culturalmente)

conforme tanto a sus propios fines como a los de sus dominadores. Esto es evidenciado por

Abercrombie en su acercamiento a la religiosidad en los Andes y en la adecuación de las

sociedades andinas a los modelos político-administrativos impuestos desde la Colonia. La doble

articulación requiere re-pensar los conceptos de cultura y de sistemas sociales integrando una

lectura activa y propositiva a los sujetos que reproducen y redireccionan prácticas culturales e

identitarias entre horizontes culturales en fricción133.

Así también, Abercrombie presenta un acercamiento atento a las diferencias y las

posibilidades metodológicas del concepto de memoria social (social memory), en una

problematización sobre la tradición cultural. Abercrombie aclara al respecto:

“Uso el término ‘memoria social’ para transmitir los sentidos incorporados a través

de los cuales las personas se constituyen ellas mismas y sus formaciones sociales en

132 Véase ETTE, Ottmar. Tres fines de siglo. Kulturelle Raume Hispanoamerikas zwischen Homogenität und Heterogenität. Revista Ibero-romania (49): 97-122, 1999. 133 Véase ABERCROMBIE, Thomas. Doble articulación y etnogénesis. En: MORENO, Segundo y SALOMON, Frank (Comp.) Reproducción y transformación de las sociedades andinas. Siglos XVI-XX. Quito, Abya-Yala, 1991. pp. 197-212.

129

acciones comunicativas e interacciones, haciéndose ellas mismas, creando más que

heredando su pasado. Recolectar y conmemorar el pasado siempre toma lugar en un

contexto contingente donde se juega el poder. Como resultado, las formas

alternativas de memoria social y las posibilidades alternativas para interpretar lo

social están siempre en contención”134.

Abercrombie dirige su análisis sobre los Andes sudamericanos como un ejercicio de

combinación entre la investigación etnográfica e histórica. Esto para explorar en el contexto

andino la relación entre memoria y los diferentes componentes sociales-materiales-rituales. Al

confrontar la plasticidad metodológica de la experiencia etnográfica con los contextos de poder

que producen las fuentes históricas, deja en claro la mezcla temprana y profunda de las prácticas

y visiones del mundo entre españoles e indígenas, entre cristianos y no cristianos. Abercrombie

critica tanto de la tendencia romántica de la cultura andina como aquel perdurar independiente y

siempre resistente a las influencias europeas, y el punto de vista melodramático donde todas las

prácticas indígenas han sido borradas por las élites coloniales y nacionales. Esto significa,

articular una perspectiva que muestre la complejidad de los rituales en los que se comunican

tradiciones europeas e indígenas, tales como dedicatorias y sacrificios, fiestas y festivales. Éstas

son evidencias potentes de la memoria social en las comunidades andinas. La contribución a la

antropología y la historia andina es cerrar la brecha entre la escritura y lo no-escrito

confrontando la historia con la etnohistoria, confrontando a la etnohistoria escrita con las

tradiciones orales y las prácticas culturales y rituales a través de las cuales en los Andes es

factible recordar y traer el pasado. Sostiene Abercrombie al respecto:

“Más difícil de entender para ambos españoles y andinos, como sea, fue el contraste

entre el énfasis hispano concerniente en dos sentidos, la escritura visible y el

134 ABERCROMBIE, Thomas. Pathways of Memory and Power. Madison, University of Wisconsin Press, 1998. 21p. “I use the term “social memory” to convey the embodied ways by which people constitute themselves and their social formations in communicative actions and interactions, making themselves by marking rather than inheriting their past. Recollecting and commemorating the past always takes place in contingent contexts where power is at play. As a result, alternative forms of social memory and alternative possibilities for construing the social are always in contention”. (Traducción Alejandro Viveros)

130

discurso audible como mnemotécnicas, y las técnicas andinas polisensuales de la

memoria social135”.

Siguiendo la cita, Abercrombie argumenta que los festivales y las celebraciones, en

ámbitos públicos y privados, caen en un espectro en cierto sentido o bien “más andino” o bien

“más cristiano”. Sin embargo, la gente andina usa ambas tradiciones en un sentido de

“entendimiento” de la relación entre “el infierno y el cielo”, entre seres y poderes más cristianos

y menos cristianos, y entre esferas domésticas y colectivas. En este sentido, los sujetos indios

andinos han incorporado múltiples creencias en las suyas, pero no en una larga y única mixtura,

sino más bien dentro de varios espacios y significaciones integradas en sus prácticas

mnemotécnicas rituales.

Abercrombie construye su reflexión sobre las diversas complejidades en el desarrollo de

una interculturalidad andina donde se profundiza la confusión resultante del encuentro e inter-

conocimiento de lo andino y las nociones occidentales de la historia. Su estudio sobre las dos

historias lleva a una explicación del poder de la palabra y la escritura, así como a sus

implicaciones para la cultura andina y el sentido andino de la historia. Los europeos, quienes

establecen una gran narrativa a través del imperio de la escritura, degradaron la historia andina

por carecer de escritura, ignorando la oralidad y su historicidad, ignorando sus movimientos y

todo tipo de memoria social polisensualmente presente en textiles, bebidas, cantos, bailes, entre

otros. Como resultado de estas diferencias, y de la hegemonía de la perspectiva eurocentrada, la

reconstrucción del mito/historia andino trajo una nueva versión de la historia andina que se

convierte en la memoria social andina. Abercrombie realiza un acercamiento donde la

conceptualización de lo intersubjetivo se mueve en la facticidad socio-cultural, esto es, en la

práctica habitual de la costumbre se abre a una reflexión compleja determinada por las

condiciones de posibilidad y el éxito de una tradición cultural frente a otra. Hay aquí un gesto de

profundización en la memoria social no sólo como apuntalamiento metodológico, sino también

como posición política para la autodeterminación identitaria y cultural.

135 Ibíd., 192p. "More difficult to grasp for both Spaniards and Andeans, however, was the contrast between the Spanish emphasis involving two senses, visible writing and audible speech as mnemotechniques, and the polysensual Andean techniques of social memory". (Traducción Alejandro Viveros)

131

El concepto de memoria social, en este caso, quiere intervenir y desmontar aquellos

contextos vinculados a ciertas costumbres sociales y a ciertas tradiciones de significación

colectiva, cuya autoridad reside, finalmente, en su supuesta fuente original en el pasado. Por el

contrario, la memoria social encuentra una manera de ingresar a la tradición cultural volviendo a

la consideración de registros no escritos, de alguna manera, rituales. La apertura considera cómo

las sociedades andinas fueron transformadas por el colonialismo hispano y cómo fueron capaces

de entender la imposición en su experiencia colonial, logrando adecuarse e incluso logrando

hacer “perdurar” varios aspectos simbólicos de su tradición anterior a la colonización. Aquí

perdurar no significa establecer una reducción cultural (purismo) como antecedente ideológico,

sino muy por el contrario, potenciar la resemantización, la reinscripción, la resignificación como

parte del complejo proceso de desarrollo cultural. La contribución de Abercrombie, en este

sentido, es poder delimitar la movilidad de las fronteras dentro del traspaso histórico-

antropológico de procesos y soportes en el espectro de una traducción cultural. Sobre ello indica:

“Si no es posible desenterrar en los documentos coloniales mucha información

sobre los pasados precolombinos que no haya sido destrozada en el proceso de

traducción cultural al español escrito, por lo menos puede focalizarse en el proceso

de traducción cultural mismo, lo que significa, focalizarse en el génesis de la

interculturalidad colonial que está aún muy viva en los Andes. Cruzando el límite

en oralidad y escritura (o más bien entre los pasados polisensuales y lo visual de la

escritura) […] Haciendo esto, yo no buscaba destacar las culturas e historias ni

‘puramente andina’, ni ‘puramente española’, sino más bien la historia de la cultura

limítrofe que resultó del encuentro colonial y los nuevos pasados que produjo”136.

Es importante considerar la lectura de la traducción cultural que Abercrombie establece,

en especial porque responde a los límites de la oralidad y la escritura, y desde ellos a los

sistemas de registro y comunicación polisensuales o multisensoriales como parte de un programa

136 Ibíd., 413p. “If one cannot unearth in colonial documents much information on pre-Columbian pasts that has not been mangled in the process of cultural translation into written Spanish, one can focus on the process of cultural translation itself, which is to say, on the genesis of the colonial interculture that is still very much alive in the Andes. Crossing the border between orality and literacy (or rather, between polysensual pasts and the visual ones of writing) […] By doing so, I sought to foreground neither “pure Andean” nor “pure Spanish” cultures and histories, but rather the history of the border culture that resulted from the colonial encounter and the new pasts that it produced”. (Traducción Alejandro Viveros)

132

de reconocimiento de los encuentros y las reconstrucciones semánticas del pasado ya traspasadas

por un horizonte de interculturalidad. Indicadora es su caracterización del entorno y de la

construcción de éste en conjunto con la tradición, con la memoria. Cuando Abercrombie vuelve

sobre la encriptación de mensajes y códigos culturales dispuestos a ser decodificados en soportes

y materiales no escriturales, entonces nos entrega la posibilidad de reconfigurar cómo se han

producido las transformaciones, y cómo han sido estas “otras modulaciones” las que, finalmente,

determinan nuevos sentidos histórico-culturales. Será la reconfiguración aquello que determina

una posición teórico-metodológica fundamental para nuestros intereses en el sentido de una

apropiación histórico-filosófico-cultural.

En consecuencia, la perspectiva filosófica (hermenéutica) y la perspectiva antropológico-

cultural determinan elementos significativos y útiles en el reconocimiento de las posibilidades y

el rendimiento de un relectura sobre la tradición cultural. Seguimos aquí la indicación

fundamental de reinscripción, recreación y reconfiguración en un proceso móvil e interactivo,

interesado en la interpretación de la historicidad latinoamericana desde el período colonial;

hablamos de un proceso atento en dimensionar los impactos y las respuestas que generan

sentidos y espacios de significación posibles de estructurar tradiciones culturales nuevas e

inclusivas de códigos culturales propios y ajenos. La problematización de la tradición como

espacio de resemantización, reconstrucción y reconfiguración se establece en la medida en que el

ejercicio de apropiación es también un asunto de identidad y de memoria social y cultural, que

posibilita subjetividades, posiciones y espacios para la enunciación y la interpretación.

iv. A partir de la apropiación se desarrollan posiciones de enunciación-interpretación

Una cuarta perspectiva nos indica que a partir de la apropiación histórico-filosófica-

cultural se desarrollan posiciones de enunciación-interpretación. Buscamos su formación dentro

de la dominación como gesto apropiativo, creativo, propositivo. Pues bien, ¿qué significa una

posición de enunciación-interpretación? Para nuestros objetivos significa la estructura básica

para la construcción de discurso desde una condición o posición subalterna. La noción de locus

enuntiationis entrega un acercamiento interesante. Las raíces latinas de los términos nos

entregan algunas claves. Locus significa: “lugar, sitio, posición social, estado, situación, ocasión,

133

pretexto, momento; punto, cuestión de que se trata, tema”137. Enuntiatio: “enunciación,

exposición, proposición”, el verbo enuntiare: “revelar, descubrir, divulgar (un secreto); enunciar,

exponer, decir; pronunciar”. Otros términos relacionados son: “Ars enuntiatrix: la retórica y

enuntiator: expositor, recitador, apuntador”138. Sin embargo, lo importante es el caso genitivo

utilizado en la expresión. Esto es evidente cuando es la enunciación la que se adecúa al lugar.

Con ello, hay un contenido espacial muy decidor. El lugar otorga el inicio espacial de una

enunciación, la posición, la situación, la ocasión, el momento para un cuestionamiento, para un

tema, que se expone, se revela, se divulga en un decir, en un pronunciar, en términos poéticos:

en un recitar. La enunciación es, en este sentido, un ámbito de creación específico, una vez que

el decir, el revelar (un secreto), se despliega no desde lo abstracto sino desde la materialidad de

un lugar, de una situación, de una especial ocasión, un momento y circunstancia. Aquí

descubrimos un aspecto fundamental en la enunciación, a saber, no se da en cualquier lugar o

momento, hay una gesta y una coyuntura que permiten el despliegue de la enunciación.

El problema aquí es comulgar la imposición y la recepción de paradigmas culturales, en

cierto sentido, “dar forma” a un espacio constituido desde la creación y el reciclaje de

tradiciones culturales, prácticas y costumbres que van construyendo relaciones

interdependientes, pero que a la vez establecen paradigmas propios, nuevos, adecuados, a su

lugar de enunciación. El cómo de la enunciación se expone en el genitivo de forma tal que

permite una multiplicidad de locus enuntiationis, esto es determinante si avizoramos el potencial

que acarrea. La teoría postcolonial ha hecho uso de este potencial. Los diferentes giros

postcoloniales o descolonizadores vuelven sobre la semántica del lugar de enunciación como

suelo fecundo para las experiencias histórico-filosófico-culturales que se presentan en diversas

latitudes del planeta. Un buen indicador del rendimiento que ha sido obtenido por parte de la

teoría postcolonial está más bien remitido al carácter metodológico de la posición de

enunciación. Es aquí donde notamos la complementación con la interpretación, con el efecto

hermenéutico que trae consigo la consideración postcolonial. La enunciación es también una

interpretación. Interpretación en tanto que revelación, descubrimiento, desocultamiento, una

entrada a la comprensión de su condición fragmentaria; una convergencia no solamente bajo

137 Véase DICCIONARIO LATÍN-ESPAÑOL. óp. cit. 138 Ibídem.

134

varias tradiciones culturales –y sus espacios concomitantes– sino que en cualquier

posicionamiento enunciativo como parte de una relación de interpretación en construcción.

Pensar las posiciones de enunciación-interpretación desde la revelación y la oportunidad

de re-significar(se) –generada por la apropiación– es la plataforma para nuestro análisis. Para

ello volveremos sobre la noción de lo barroco en Bolívar Echeverría como un ejemplo de la

construcción de una posición de enunciación-interpretación desde América Latina. Este es un

buen ejemplo del gesto de apropiación histórico-filosófico-cultural determinante y que permite

entender cómo se logran asir y traspasar los paradigmas y las tradiciones culturales en diferentes

modulaciones de sentido, ulteriormente, como fagocitaciones multidireccionales. En este

contexto, buscamos profundizar en la conceptualización del ethos barroco desarrollada por

Echeverría. Señalemos, brevemente, por qué ethos y por qué barroco.

Para la referencia al concepto griego de ethos, Echeverría responde con una consideración

particular atenta a su acontecer histórico:

“El término ethos tiene la ventaja de su ambigüedad o doble sentido; invita a

combinar, en la significación básica de ‘morada o abrigo’, lo que en ella se refiere a

‘refugio’, a recurso defensivo pasivo, con lo que en ella se refiere a ‘arma’, a

recurso ofensivo o activo. Conjunta el concepto de ‘uso, costumbre o

comportamiento automático’ –una presencia del mundo en nosotros, que nos

protege de la necesidad de descifrarlo a cada paso– con el concepto de carácter,

personalidad individual o modo de ser –una presencia de nosotros en el mundo, que

lo obliga a tratarnos de una cierta manera–. Ubicado lo mismo en el objeto que en el

sujeto, el comportamiento social estructural al que podemos llamar ethos histórico

puede ser visto como todo principio de construcción del mundo de la vida”139.

Siguiendo el acercamiento de Echeverría podemos descubrir en el ethos un “modo de ser”

que en su historicidad llega a ser un comportamiento social que rompe con la dicotomía sujeto-

objeto. El problema de este “modo de ser” en su historicidad americana se presenta en su

particularidad respecto de otros “modos de ser”, surge ahí la pregunta por lo barroco. 139 ECHEVERRÍA, Bolívar. La Modernidad de lo Barroco. óp. cit. 37p.

135

En general, lo barroco funciona como un al adjetivo que califica los estilos artísticos y

literarios post-renacentistas. Pero lo barroco “en profundidad” presenta lo superficial y

sensualista en su ornamentalismo; lo artificioso y recargado en lo extravagante; lo prescriptivo y

formalista en lo ceremonial. Es en el comportamiento artístico barroco donde acontece su

desdoble, en pasos diferentes, contrarios y simultáneos. Es en el agotamiento del canon artístico

donde lo barroco encuentra su sentido y se mueve siguiendo un juego de paradojas, sinsentidos,

permutaciones, encuentros y lejanías. Con ello, el valor de lo barroco no sólo logra llegar a ser

con o junto al canon sino que lo hace a través de él. Echeverría lo describe asertivamente:

“El barroco parece constituido por una voluntad de forma que está atrapada entre

dos tendencias contrapuestas respecto del conjunto de posibilidades clásicas, es

decir ‘naturales’ o espontáneas, de dar forma a la vida –la del desencanto, por un

lado, y la de la afirmación del mismo como insuperable– y que está además

empeñada en el esfuerzo trágico, incluso absurdo, de conciliarlas mediante un

replanteamiento de ese conjunto a la vez como diferente y como idéntico a sí

mismo. La técnica barroca de conformación del material parte de un respeto

incondicional del canon clásico o tradicional –entendiendo ‘canon’ más como un

‘principio generador de formas’ que como un simple conjunto de reglas–, se

desencanta por las insuficiencias del mismo frente a la nueva sustancia vital a la que

debe formar y apuesta a la posibilidad de que la retroacción de ésta sobre él sea la

que restaure su vigencia; de que lo antiguo se reencuentre justamente en su

contrario, en lo moderno”140.

Ciertamente, el seguimiento de la fundamentación expuesta por Echeverría se dirige a

posicionar el ethos barroco en “la historia de la cultura en la España americana de los siglo XVII

y XVIII y lo que se ha reproducido de ella en los países de la América Latina”141. Aquí vemos la

concreción de la labor teórica que desde un pensamiento latinoamericano, desde un ethos

histórico latinoamericano, encierra una reveladora huella cuando mantiene una centralidad

140 Ibíd., 44p. 141 Ibíd., 47p.

136

identitaria y cultural. El ethos barroco sintetiza la respuesta a la modernidad, sintetiza la

alternatividad de América Latina. Echeverría así lo define:

“El ethos barroco no puede ser otra cosa que un principio de ordenamiento del

mundo de la vida. Puede ser una plataforma de salida en la puesta en juego con que

la vida concreta de las sociedades afirma su singularidad cultural planteándola al

mismo tiempo como absoluta y evanescente; pero no el núcleo de ninguna

‘identidad’, si se entiende ésta como una inercia del comportamiento de una

comunidad –‘América Latina’, en este caso– que se hubiese condensado en la

historia hasta el grado de constituir una especie de molde peculiar con el que se

hacen exclusivamente miembros de la misma. Sustantivar la singularidad de los

latinoamericanos, folclorizándolos alegremente como ‘barrocos’, ‘realistas

mágicos’, etcétera, es invitarlos a asumir, y además con cierto dudoso orgullo, los

mismos viejos calificativos que el discurso proveniente de las otras modalidades del

ethos moderno ha empleado desde siempre para relegar el ethos barroco al no-

mundo de la pre-modernidad y para cubrir así el trabajo de integración,

deformación y refuncionalización de sus peculiaridades con el que esas

modalidades se han impuesto sobre el barroco”142.

Al comprender “lo absoluto y lo evanescente” como una entrada para la reflexión sobre

las singularidades culturales, Echeverría determina cómo se muestran éstas en su propio

movimiento dentro/fuera de la modernidad. En el caso de América Latina estas singularidades se

designan como lo “barroco”. La atención dirigida a caracterizar su modernidad debe realizarse

desde una comprensión radical de la colonialidad. Luego, el mestizaje cultural y la colonialidad

en América Latina son los que han de definir su sentido, siempre desde una compresión de la

mixtura e interpenetración no “naturalista”, opuesta a una visión unidireccional de los

intercambios culturales, atenta a las asimetrías en las relaciones de poder concomitantes como

fuentes necesarias de su sentido y constitución. Aquí es preciso convenir que visualizamos en

Echeverría y su argumentación respecto de un camino moderno alternativo (ethos barroco) un

aspecto central a la hora de desarrollar teóricamente una posición de enunciación-interpretación

desde América Latina. 142 Ibíd., 48p.

137

Retomando los cuatro puntos de reflexión que hemos procurado delinear, comprendemos

que funcionan en términos de una conceptualización sobre la apropiación histórico-filosófico-

cultural. Esto es parte de una exposición de las posibilidades y perspectivas teórico-

metodológicas que, en nuestra investigación, busca agrupar elementos y reflexiones importantes

desde diferentes disciplinas y ámbitos del conocimiento. A través de estas posibilidades

queremos pensar una posición capaz de mirar a América Latina desde su colonialidad con

aquello diferente de otras colonialidades, pero siempre en relación solidaria con todas aquellas.

Este aspecto resulta fundamental. Los efectos internos de una condición colonial particular no

tendrían sentido considerados en solitario, siempre deben de ser valorados como parte integral de

las redes de circulación (planetaria) donde el efecto colonial inscribe su desarrollo, y que

permiten, por cierto, el “efecto reverso” de la colonialidad. En esta transición hacia una

colonialidad solidaria y especial surge la oportunidad de interpretar desde ésta el acontecer

americano en toda su profundidad y multiplicidad. La gravitación de lo colonial y la colonialidad

–en los fines filosóficos que perseguimos en esta investigación– abordan el suelo o fondo de lo

alternativo como potencialidad, como espacio de producción y generación en un nivel

ontológico-político donde los encuentros y las tensiones se resuelven en fagocitaciones

multidireccionales y multiestráticas (posiciones de enunciación-interpretación), considerando

sus componentes transversales y heterogéneos. Esta transversalidad heterogénea –en tanto

apropiación, recreación y resemantización– es el soporte de nuestra reflexión por la colonialidad

desde su experiencia americana. Esta experiencia es la que hemos querido profundizar con

nuestro cuádruple acercamiento hacia la apropiación histórico-filosófico-cultural.

Habiendo recorrido el sendero de la apropiación histórico-filosófico-cultural en un sentido

“teórico-metodológico” son las posiciones de enunciación-interpretación los soportes y los

canales para una comprensión abierta de América Latina. El consecuente giro de nuestra

investigación concita, en este punto, la atención y la preocupación por el contexto historiográfico

y cultural de América colonial. Lo determinante es aquí lograr ver la articulación de estas

posiciones en una óptica focalizada hacia el afianzamiento de la apropiación histórico-filosófico-

cultural en una crítica directa y contextual a algunos elementos representativos y determinantes

en nuestra problematización sobre América colonial.

138

b) América Latina colonial: Posiciones de enunciación-interpretación, el indio y el

mestizaje

Al momento de volver la mirada hacia América Latina colonial no es posible descartar

algunos ejes determinantes y funcionales para nuestro acercamiento teórico-metodológico.

Nuestro objetivo es configurar un panorama y una entrada a los problemas fundamentales

presentes en América Latina colonial a través de los conceptos de posición de enunciación-

interpretación, indio y mestizaje. Ambos procuran englobar una primera aproximación al

contexto histórico-cultural colonial y cómo es posible encontrar en éste algunos problemas

fundamentales de la cultura latinoamericana143. Los conceptos expuestos pretenden incorporar

diferentes reflexiones que a su vez puedan clarificar algunos espacios y mecanismos de

apropiación histórico-filosófico-cultural en los cuales sea plausible reconocer procesos,

estrategias y prácticas de construcción identitaria.

Pues bien, focalizando nuestro acercamiento hacia América Latina colonial, es

fundamental considerar una problematización en términos de la construcción de la “idea” de

América. Esto invita a pensar nuevamente desde O`Gorman en el kairós que acaece el 12 de

octubre de 1492, básicamente bajo el significado del “encuentro-choque”, el cual hemos de

asumir como “primera clave” en la construcción de América. Es en el encuentro-choque, donde

se puede advertir la oposición entre lo europeo y lo otro, lo alternativo y lo desconocido, desde

aquí se constituye en el siglo XVI una matriz de comprensión que responderá al objeto desde el

paradigma de la semejanza cultural, esto es, desde la teleología eurocéntrica y la

homogeneización de lo otro, lo desconocido y lo extraño. Esto es bien tratado por O'Gorman,

quien con su tesis central determina que el status del descubrimiento depende, en gran medida,

de quien interpreta, poniendo así el acento en la posición de enunciación como plataforma para

la construcción de saberes. En este sentido, es preciso re(de)-construir la historia, no del

descubrimiento de América, sino de la idea de América y de su necesario proceso de invención-

legitimación en términos histórico-políticos. 143 Consideramos prudente destacar la problematización teórico-metodológica desarrollada en el “Seminario Troncal I. Problemas fundamentales de la cultura latinoamericana. Construyendo identidades y diferencias: América entre dos rupturas (siglos XVI-XVIII)” impartido por los profesores Alejandra Araya, José Luis Martínez y Alejandra Vega. El Seminario Troncal consolida un espacio de constante aprendizaje y profunda reflexión que permitió vectorizar los cuestionamientos y desafíos de nuestra propuesta en torno al sabotaje como perspectiva de interpretación de América colonial.

139

Es preciso posicionar al proyecto colonizador como plataforma para el control socio-

cultural en términos de un “orden civilizatorio” necesario frente al “desorden salvaje” del

“Nuevo Mundo”. Aquí se expresa un movimiento de dominio desde una matriz eurocéntrica-

logocéntrica tendiente a homogeneizar la realidad otra del Mundus Novus, a sus habitantes y

geografías, lenguajes y representaciones, religiones y costumbres. Este orden colonial es genera

e impone una posición de enunciación hegemónica, determinada por una organización socio-

cultural que impone una construcción de sujetos a partir de la segregación, del distanciamiento.

La formación de la sociedad española en América durante la Colonia –instaurada desde patrones

de conquista, principalmente como invasión militar– logra articular instituciones y una

comprensión socio-cultural de sí misma de forma homogénea, pero permeable y que,

ciertamente, está atravesada por un factor determinante: el demográfico. Teniendo en cuenta que

el proyecto colonizador dispara un mortandad exorbitante en la población india (plagas y

enfermedades), el ingreso de africanos, asiáticos, y por cierto europeos de diversas latitudes,

colabora en la realidad interétnica de la sociedad colonial, finalmente determinada por las

mezclas pluriétnicas144.

El locus –donde la sociedad colonial valida su orden– es la ciudad colonial. Esta es

comprendida como instrumento fundamental para la construcción de una sociedad occidental

(hispana) colindante, pero diferente de las sociedades indias contemporáneas a ella (verbigracia:

las dos Repúblicas de indios y españoles). Este plan urbanístico, desde lo simbólico-semántico,

determina la creación de subjetividades e identidades dentro/fuera de la urbe española colonial

latinoamericana, como también evidencia la necesaria interrelación entre estos límites y sus

habitantes. Facilitando el encuentro, las ciudades despliegan el hecho humano del contacto

efectivo inter et extra pares, en términos de convivencia (el mercado o el hogar colonial como

lugar de intercambio cultural), en términos lingüísticos (la koiné colonial en tanto un castellano

en contacto y construcción con los idiomas nativos), y en términos estamentales y de

interrelación racial (la estratificación social-étnica, finalmente el sistema de castas145). Luego, el

proceso transversal de orden y control homogeneizante en términos de colonización es preciso

144 Véase MIDGEN, Susan. La población de la América colonial. En: BERNAND, Carmen (comp.). Descubrimiento, conquista y colonización de América a quinientos años. México, Fondo de Cultura Económica, 1994. pp. 218-248. 145 Véase LOCKHART, James. La formación de la sociedad hispanoamericana. En: CARRERA DAMAS, Germán (coord.). Historia General de América Latina. Madrid-Paris, Trotta-UNESCO, 2000. pp. 341-371.

140

advertirlo como background de diferentes procesos colonizadores constructivos de sujetos y

subjetividades interoperantes, complementarias, divergentes y convergentes, relacionados con

europeos, indios, afrodescendientes, asiáticos y mestizos, hombres y mujeres, con sus estrategias

y prácticas sociales distintivas y propias a sus condiciones existenciales dentro del orden

colonial.

Ahora bien, acorde a los objetivos de nuestra investigación, dirigiremos nuestro esfuerzo a

la situación y la noción de indio que se construye en el escenario colonial. Respecto del indio es

preciso distinguir, por una parte, la construcción de la noción de indio146 como producto del

proceso colonial de dominación entendido como una categoría occidental de homogeneización

con dimensiones continentales y globales para la descripción de aquello otro, nuevo y diferente.

Asimismo, se puede observar una sistemática destrucción de las sociedades indias, en el

establecimiento de la diferencia entre las dos repúblicas, en las reducciones, en las campañas de

evangelización y extirpación de idolatría y, ciertamente, en el dominio político-administrativo

sobre los indios y su potencial económico como fuerza de trabajo (encomienda, mita, et alter).

Con ello, el orden colonial reconoce una sistemática dominación estableciendo

estratificaciones sociales funcionales a su proyecto. Por ejemplo, la élite india –caciques,

pipiltin, kuracas– versus el indio anónimo, como acto funcional-comprensivo de las relaciones

de poder locales entre los indios147. Consecuentemente, las estrategias sociales frente a esta

descripción-clasificación se observan en la supervivencia de estas sociedades y los sistemas de

interacción-apropiación que surgen en un contexto colonial bajo la convivencia de formas 146 Respecto del problema de la construcción de la noción de indio debemos aclarar algunos puntos importantes. Primero, la noción de indio es parte de la instalación del orden colonial en la medida en que establece condiciones (de clasificación) para quienes pueden ser categorizados como “indios”. Esto acontece en múltiples niveles, dentro de los cuales, queremos destacar a los indios de élite y los indios ladinos (principalmente a través de las figuras de Hernando Alvarado Tezozómoc y Felipe Guamán Poma de Ayala). No obstante, la referencia al indio tiene una posición política que, en nuestra investigación, tampoco podemos olvidar. Aquí determinamos la tensión con la noción de indígena, la cual en adelante no consideramos representativa de la posición de enunciación-interpretación que, por el contrario, la noción de indio mantiene (o por lo menos tensiona con la apropiación de la politicidad del término). La construcción de la noción de indio es entonces parte de un “efecto reverso” a la imposición hecha por el orden colonial; es una aceptación de la condición de indios hecha desde los “indios”. Esto no pretende cerrar la discusión sobre las posibilidades del concepto, sino que consolida una indicación sobre cómo deseamos utilizar este cargado término durante esta investigación. 147Véase SAIGNES, Thierry. The colonial condition in the Quechua-Aymara heartland (1570-1780). En: SALOMON, Frank y SCHWARTZ Stuart B. (eds.) The Cambridge History of the native peoples of the Americas. Vol. 2, Part 2, Cambridge, Cambridge University Press, 1999. pp. 59-137.

141

culturales diversas148 y que adscriben la generación de posiciones de enunciación-negociación

propias. Esto es claro, como veremos más adelante, en la figura del indio ladino y su

apropiación lingüístico-cultural, en sus “estatutos híbridos e intermedios”, siendo clave en el

proyecto colonial de asimilación de los indios (entre otras subjetividades) como mediadores y

traductores culturales149 en relación con su participación en las “zonas de contacto” que, en tanto

espacios sociales de encuentro-enfrentamiento, el ladino transita y transforma oral y

escrituralmente150.

Otro camino para la construcción de posiciones de enunciación-interpretación desde la

noción de indio es la organización comunitaria-sociocultural. El nativismo, por ejemplo,

presenta una operación subversiva que ofrece resistencia frente a las relaciones sociales

establecidas por la dominación político-religiosa española, deviniendo en una resignificación-

apropiativa de su pasado y en la creación de una identidad de indio en un espacio propio desde

su religiosidad151. Asimismo, podemos tomar el caso de la rebelión de Túpac Amaru quien lleva

la organización a niveles extremos. El descontento socio-político, las reformas borbónicas, la

insatisfacción de la élite india, auspician la organización de redes de contacto y comunicación

con fines sediciosos y libertarios, resultantes en actos bélicos explícitos tales como la rebelión de

1780, y que pueden ser establecidos como antecedentes a la emancipación decimonónica

latinoamericana152.

Ahora bien, otro concepto clave y determinante para pensar América colonial es, como

bien sabemos, el mestizaje. Esto significa que su posibilidad se entronca con la hegemonía, la

148Véase LOCKHART, James. Los nahuas después de la Conquista. México, Fondo de Cultura Económica, 1999. pp. 605-640. 149Véase O’PHELAN, Scarlett y SALAZAR, Carmen (eds.) Passeurs, mediadores culturales y agentes de la primera globalización en el Mundo Ibérico, siglos XVI-XIX. óp. cit. pp. 311-343; BERNAND, Carmen. Mestizos, mulatos y ladinos en Hispanoamérica: un enfoque antropológico de un proceso histórico. En: LEÓN-PORTILLA, Miguel (coord.) Motivos de la Antropología Americanista. Indagaciones en la Diferencia. México, Fondo de Cultura Económica, 2001. pp. 105-131. 150Véase PRATT, Mary Louise. Ojos imperiales. Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 1997. pp. 13-33. 151Véase SILVERBLATT, Irene. El surgimiento de la indianidad en los Andes del Perú central: el nativismo del siglo XVII y los muchos significados de indio. En: GUTIÉRREZ ESTÉVEZ, M., LEÓN-PORTILLA, M., GOSSEN, GARY H., y KLOR DE ALVA, J.J. (eds.) De Palabra y Obra en el Nuevo Mundo (Vol. 3: La formación del otro). Madrid, Siglo Veintiuno, 1992. pp. 459-482. 152 Véase VALCÁRCEL, Carlos. La rebelión de Túpac Amaru. México, Fondo de Cultura Económica, 1996. pp. 167-237.

142

dominación y los marcos jerárquicos que son, finalmente, las realidades fácticas dentro de las

cuales el mestizaje se encuentra. Una lectura sobre el mestizaje nos congrega frente a la variable

cultural. Este acercamiento es rastreable desde la apertura disciplinaria que pone “en cuestión”

la interoperatividad semántica y los préstamos interdisciplinarios. Por ello, figuras literarias,

simbolismos y alegorías, teatralidades y materialidades son útiles pero determinadas desde la

responsabilidad y el compromiso teórico-práctico que subyace en la utilización y la

problematización del mestizaje, sus desafíos y perspectivas153. Cuando pensamos el mestizaje,

comprendemos, primeramente, la existencia de mezclas biológicas propias al ser humano: el

mestizo. Así como de su teorización y problematización deviniente en lo que denominamos: el

mestizaje. Luego, frente a la realidad efectiva existente (el mestizo), se abren diversas reflexiones

descriptivo-explicativas sobre éste. Desde la contextualidad histórica colonial y su proyecto de

dominación, el mestizo es ubicado y pensado en el borde –del latín burdus: marginal y excluido–

y caracterizado peyorativamente desde su inherente hibridez biológica y alteridad/diferencia

cultural, desde su ambigüedad identitaria, socio-cultural y, por cierto, judicial154. La categoría de

mestizo es prudente considerarla como un hito para con la apropiación semántica-simbólica que

patentiza la búsqueda de un posicionamiento enunciativo y, ciertamente, la intempestividad

reflexiva en atender y entender la significación del mestizo como categoría social que, ya al final

del período colonial, ocupa espacios de identificación útiles en la emancipación del siglo XIX155.

Nuestra reflexión enfatiza en el mestizo y el mestizaje su aspecto cultural, donde los

límites étnicos y sociales no pueden ser establecidos como categorías contrapuestas, sino como

sistemas de representación mutuamente significativos156, determinados por los factores

geográficos-demográficos-socioculturales que distinguen y particularizan su desarrollo,

generando una aprehensión del mestizaje desde la convivencia y el compartimiento de lugares,

lenguas y situaciones en y de encuentro. Aquí las condiciones sociales coloniales se muestran

153 Véase CORNEJO POLAR, Antonio. Mestizaje e hibridez: los riesgos de las metáforas. Cuadernos de Literatura. (6): 5-12, 1997. 154 Véase BERNAND, Carmen. Mestizos, mulatos y ladinos en Hispanoamérica: un enfoque antropológico de un proceso histórico. En: LEÓN-PORTILLA, Miguel (coord.). Motivos de la Antropología Americanista. Indagaciones en la Diferencia. óp.cit. pp. 108-111. 155 Véase KNIGHT, Franklin. El mestizaje en América Latina. En: CARRERA DAMAS, Germán (coord.). Historia General de América Latina. óp. cit. pp. 533-542. 156 Véase GARAVAGLIA, Juan Carlos y MARCHENA, Juan. Mestizos y mulatos en la sociedad colonial. En su: América Latina de los Orígenes a la Independencia. Vol. II. La sociedad colonial ibérica en el siglo XVIII. Barcelona, Crítica, 2005. pp. 353-368.

143

proclives a un proceso de mestizaje concomitante a la progresiva adopción de patrones y

materialidades culturales –lengua, casa, vestimenta, actividades laborales, costumbres, comidas,

entre otros– que de modo exponencial permiten el acercamiento y el contacto157. Esto puede ser

referido desde el sistema de castas que, a partir de criterios biológicos (fenotipo) estratificantes

socio-culturalmente, intenta contrarrestar un fenómeno evidente, a saber, la proliferación de

mezclas y mestizos y su complejidad cultural contraproducente al proyecto colonial

homogeneizante158.

Lo que queremos establecer es la construcción de posiciones de enunciación-

interpretación en el indio y el mestizaje cultural. Ambas construcciones no son exclusivas de

América colonial, pero si son posibles de asir en su contexto. Si bien la discusión postcolonial

entrega elementos importantes al respecto, es necesario indicar que su utilización en un contexto

colonial americano requiere de precaución. La referencia a América colonial no deja de estar

determinada por alcances particulares dentro de los cuales surgen temáticas diferentes a las

presentes en la discusión postcolonial o bien a las temáticas situadas en otras latitudes (Asia,

África et alter).

Sin embargo, para el contexto colonial latinoamericano buscamos determinar cómo las

estrategias y las prácticas sociales (constitutivas de la noción de indio y de mestizaje que se

desenvuelven dentro del orden colonial) se desarrollan en un contexto de traducción y

mediación cultural; atendemos al carácter íntimo de su influencia –que responde al ámbito de lo

interior en el contexto social colonial– en cuanto que se expande al ámbito exterior; se expande

en sus espacios apropiativos que responden a la comprensión socio-cultural del indio

(justificador de la teoría social) develando sus mecanismos de posicionamiento enunciativo-

interpretativo. Buscamos evidenciar la desestabilización radical de la dicotomía entre lo europeo

157 Véase BAUER, Arnold. Somos lo que compramos. Historia de la cultura material de América Latina. México, Taurus, 2002. pp. 77-121. 158Véase ESTENSSORO, Juan Carlos. Los colores de la plebe: razón y mestizaje en el Perú colonial. En: MAJLUF, Natalia (ed.). Los cuadros de mestizaje del Virrey Amat. La representación etnográfica en el Perú colonial. Lima, Museo de Arte de Lima, 2000. pp. 67-107; VINSON, Ben. Estudiando las razas desde la periferia: las castas olvidadas del sistema colonial mexicano (lobos, moriscos, coyotes, moros y chinos). En: DE LA SERNA, Juan Manuel (coord.). Pautas de convivencia étnica en América Latina colonial (indios, negros, mulatos, pardos y esclavos). México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2005. pp. 248-305.

144

y lo indio, entregando un radio de análisis atento y en directa relación con un posicionamiento

existencial-enunciativo, con una participación socio-cultural activa y constitutiva. La generación

de miradas y perspectivas que construyen identidades y subjetividades contradice la noción

homogeneizante del sujeto colonial. Ausculta las dimensiones apropiativas de los distintos

actores y subjetividades socio-culturales e invita a descomponer sus procesos específicos,

desenmascarando las intervenciones silenciadas y ocultas. Ergo, el des-encubrimiento de las

modulaciones histórico-culturales que imbrican una conformación identitaria-existencial ha de

ser conducido, en esta investigación, hacia la problematización de los procesos coloniales dentro

y desde los espacios y mecanismos de producción-apropiación de posicionamientos de

enunciación-negociación, desde su experiencialidad, sus simbolismos, sus mediaciones y

significaciones.

Dentro de estos espacios y mecanismos perfilamos una reflexión histórico-filosófica-

cultural que considera las nociones de indio, de ladino, de orden colonial, de mestizaje cultural

como problemas característicos y claves teóricas para con el contexto colonial. Este es a la vez

un espacio abierto que, finalmente, distingue posiciones de enunciación-interpretación en

América Latina desde una perspectiva creativa y propositiva. Entonces, corresponde profundizar

el período colonial latinoamericano, sus implicancias y sus alcances desplegando los

posicionamientos teórico-metodológicos que hemos expuesto y concatenado.

145

CAPÍTULO II

ELEMENTOS PARA LA INTERPRETACIÓN DE LOS CAMPOS GEOCULTURALES.

HACIA LA TRADUCCIÓN Y LA MEDIACION CULTURAL

EN AMÉRICA COLONIAL

2.1 Acercamiento geocultural al mundo colonial mesoamericano y andino

No es fácil delinear una perspectiva del mundo colonial que sea capaz de exponer y

profundizar algunos de los aspectos y cuestionamientos más relevantes del desarrollo cultural en

América Latina. En consecuencia, nuestra exposición no define sino que advierte. La

descripción de los campos geoculturales159 no pretende reducir la múltiple cantidad de variantes

159 Por campo geocultural comprendemos un acercamiento a las dimensiones y los espacios de formación de discursos e identidades que acontecen en un determinado contexto geográfico y cultural. Retomaremos tres aspectos fundamentales: la noción de campo, el componente vivencial de lo geográfico y el dinamismo de una reflexión geocultural Primero, la noción de campo tiene una consideración espacial abstracta y material al mismo tiempo. Una primera compresión de campo es tomada como un espacio rural y abierto (rústico), que se utiliza para el cultivo, la ganadería y otros fines. Esta acepción de “campo” es clarificadora en la simpleza que construye, ciertamente es un acercamiento que podemos conectar con la exposición realizada sobre la cultura y lo colonial, es decir, el campo como lugar para el cultivo. Segundo, lo geográfico no funciona como un reduccionismo, sino más bien como referencialidad al “espacio vivencial” en el cual se desenvuelven sujetos y culturas. Aquí lo cultural involucra un componente telúrico, siguiendo a Kusch, un suelo ontológico que otorga y determina la plataforma para nuestra comprensión sobre lo geocultural. “La idea de fundamento en la filosofía es, en realidad, un derivado del concepto de suelo, en el sentido de ‘no caer más’, de estar parado en el suelo, o de estar, como stare o estar de pie (stehen en alemán). Y este estar parado es un estar dispuesto ante la circunstancia a fin de poder instalar la existencia. Esto conduce a un pensamiento con adherencias empíricas que generalmente lleva al ensayo o a la praxis, y lo aleja a uno de la filosofía. Es el pensamiento pegado al suelo, pero donde se advierte el hilo de lo esencial, entreverado con la circunstancia del estar mismo”. KUSCH, Rodolfo. Esbozo de una Antropología Filosófica Americana. óp. cit. 18p. Tercero, es imposible determinar un campo geocultural como fenómeno estático, más bien es el movimiento interior y exterior (circulación e interacción) aquello que lo constituye e incluye una profundización de cada uno de sus elementos. Siguiendo a Bourdieu el concepto de campo cultural implica un espacio social de acción y de influencia en el cual se desarrollan relaciones sociales determinadas. Estas relaciones quedan definidas por la posesión o producción de una forma específica de capital propia del campo en cuestión (no sólo desde su comprensión económica, sino que desde ella en su referencia a otros espacios de expresión y relación, finalmente, en forma de capital simbólico). Cada campo es autónomo e interrelacionado; la posición dominante o dominada de los participantes en el interior del campo depende de las reglas específicas del mismo. El conjunto estructurado de los campos, que incluye sus influencias recíprocas y las relaciones de dominación entre ellos, define la estructura social. (Véase BOURDIEU, Pierre. Capital cultural, escuela y espacio social. México, Siglo Veintiuno, 1998. pp. 23-76). No obstante, el campo cultural de Bourdieu puede ser considerado también “hermenéuticamente”, “vivencialmente”, “telúricamente”, esto es, que la estructura social de campos interrelacionados puedan aceptar un acercamiento no solamente descriptivo sino que existencial y coperteneciente con el espacio vital e histórico en el cual se desenvuelve. He ahí tres aspectos convergentes que permiten la comprensión del concepto de campo geocultural.

146

que conforman el mundo colonial latinoamericano. Por el contrario, buscamos ciertas “vetas”,

ciertas “claves” para la interpretación de las composiciones culturales, de los campos, que se

configuran dentro de geografías intensas, dentro de diferentes expresiones culturales bajo el

alero de la instalación e imposición del orden colonial hispano.

Un acercamiento a los campos geoculturales involucra, en nuestros objetivos, considerar

dos áreas culturales160, a saber, Mesoamérica y los Andes sudamericanos. Ingresar desde una

agrupación geográfica y cultural intenta superar la consideración de corte “nacional” para los

espacios geográficos que son contenidos en ambas áreas geoculturales. Este ejercicio de

superación deviene del conflicto propio de una enunciación nacional sobre lo latinoamericano.

Intentamos entrar desde un sendero más bien lejano a la identidad nacional, sin por ello dejar de

pensar la identidad. La utilización de ambas denominaciones en nuestra investigación no es

casual. Por una parte deseamos poner en tensión la denominación contemporánea con la

denominación virreinal. Nuestro objetivo es poner en tensión las clasificaciones coloniales y las

modernas. En este sentido, Mesoamérica y los Andes son equivalentes a Nueva España y el

Perú.

¿Cuál es la garantía de este movimiento enunciativo? Poner atención en el nombre como

entrada equivalente, sin reducir la amplitud de sentido y los diferentes modos que se presentan

en ambas denominaciones sobre un mismo espacio geocultural. Sin jerarquizar proponemos la

equivalencia e interacción de ambas denominaciones como una plataforma metodológica al

momento de interpretar ambos campos geoculturales. Luego, la cercanía-lejanía de los

conceptos, de los nombres y sus consecuentes capacidades de resignificación son claves para

establecer nuestro acercamiento.

160 Respecto de las áreas culturales queremos tensionar y relacionar nuestra comprensión con el concepto de área cultural, principalmente desde lo señalado por Ángel Rama. El concepto de área cultural es posible utilizarlo en una lectura comprensiva de las formas y expresiones culturales. A la luz de una transculturación el área cultural determina la persistencia, la resistencia y la recreación de elementos culturales, rompiendo los límites espaciales (geográficos-nacionales) y fortaleciendo nuestro cuestionamiento desde la apropiación cultural. Nuestra lectura de los campos geoculturales (y por ello de las áreas culturales) permite, en consecuencia, adherir la propuesta de Rama, desde la cual es plausible una vectorización teórica tensionada y problematizante respecto de las maneras de composición de la cultura (la plasticidad de la construcción cultural). Véase RAMA, Ángel. Transculturación narrativa en América Latina. Buenos Aires, El Andariego, 2008. pp. 143-196.

147

Mesoamérica como denominación y concepto surge en el Handbook of the Latin

American Studies161 para describir de forma transversal el espacio cultural actualmente

comprendido desde el Norte de México hasta Panamá. Mesoamérica representa un espacio de

conflictividad al límite, de convergencias culturales y de grandes procesos de construcción

identitaria. Las civilizaciones mesoamericanas anteriores a la invasión hispana dan cuenta de un

mega-relato mesoamericano que desde tiempo lejanos involucra las relaciones humanas y

culturales, los traspasos y los dominios, los auges y las decadencias.

El mundo mesoamericano está configurado por las asimetrías propias a un alto desarrollo

socio-cultural; no obstante, lo que nos interesa recalcar es cómo un mundo conformado por estas

asimetrías es resemantizado con el factor colonial. Octavio Paz sintetiza esta perspectiva:

“En resumen, se contemple la Conquista desde la perspectiva indígena o desde la

española, este acontecimiento es expresión de la voluntad unitaria. A pesar de las

contradicciones que la constituyen, la Conquista es un hecho histórico destinado a

crear una unidad de la pluralidad cultural y política precortesiana. Frente a la

variedad de razas, lenguas, tendencias y Estados del mundo prehispánico, los

españoles postulan un solo idioma, una sola fe, un solo Señor”162.

Siguiendo a Paz, el giro en la comprensión de mundo que se lleva a cabo con la

colonización conduce una explosión de las relaciones sociales y una reconfiguración cultural que

alberga los antecedentes de varios mundos culturales. La participación del área mesoamericana

en el circuito colonial mundial es determinante para la forma en la cual los componentes

culturales indios, europeos, africanos y asiáticos “se mezclan y se apropian entre sí”. Seguimos

la interpretación de Paz:

161 “The Handbook of Latin American Studies” es la primera recopilación bibliográfica de los llamados estudios de área (Area Studies). El Handbook es una propuesta bibliográfica sobre Latinoamérica consistente en trabajos seleccionados y comentados por diferentes investigadores. El espectro disciplinario del Handbook se alterna entre las Ciencias Sociales y las Humanidades. Sobre el término: Mesoamérica, Paul Kirchhoff lo inscribe y emplea para delimitar un área mayor de cultura en México y América Central. El método utilizado por Kirchhoff es la comparación sistemática con otras áreas en términos de los rasgos culturales. Véase KIRCHHOFF, Paul. Mesoamerica. The Handbook of Latin American Studies. 1 (1): 92-107, 1943. 162 PAZ, Octavio. El laberinto de la soledad. Madrid, Fondo de Cultura Económica, 2007. 108p.

148

“Es cierto que Nueva España, al fin y al cabo sociedad satélite, no creó arte, un

pensamiento, un mito o formas de vida originales. (Las únicas creaciones realmente

originales de América –y no excluyo naturalmente a los Estados Unidos– son las

precolombinas). También es cierto que la superioridad técnica del mundo colonial y

la introducción de formas culturales más ricas y complejas que las mesoamericanas,

no bastan para justificar una época. Pero la creación de un orden universal, logro

extraordinario de la Colonia, sí justifica a esa sociedad y la redime de sus

limitaciones. La gran poesía colonial, el arte barroco, las Leyes de Indias, los

cronistas, historiadores y sabios y, en fin, la arquitectura novohispana, en la que

todo, aun los frutos fantásticos y los delirios profanos, se armoniza bajo un orden

tan riguroso como amplio, no son sino reflejos del equilibrio de una sociedad en la

que también todos los hombres y todas las razas encontraban sitio, justificación y

sentido”163.

Paz sostiene la necesidad de rescatar lo acontecido en Nueva España como la generación

de un orden particular centrado en una armonía tensionada; Paz advierte la recreación de un

orden plural, amplio, comprehensivo, donde “todas las razas encontraban sitio, justificación y

sentido”. Paz considera la experiencia colonial como espacio de reproducción de

particularidades sólo posibles debido al “equilibrio” entre múltiples fuerzas y pulsiones

identitarias, histórico-culturales. Esto, en su lectura, sería lo único nuevo, lo único verdadero, del

orden colonial y la experiencia novohispana.

Por otra parte, para el caso del campo geocultural andino es preciso aclarar algunos puntos

previos al desarrollo de una profundización conceptual. Queremos establecer el concepto de “lo

andino” como un escape a la tradicional comprensión nacional. Asimismo, no es nuestro interés

incorporar solamente una dimensión aséptica respecto de las construcciones nacionales

latinoamericanas. Vislumbramos para nuestros objetivos más bien un sendero focalizado en las

convergencias y traspasos culturales que se desarrollan en los Andes sudamericanos.

Ya en la segunda mitad del siglo XX en América Latina, sostiene José Luis Martínez:

“antropólogos, sociólogos y filósofos, entre otros muchos, se dieron a la tarea de estudiar, 163 Ibíd., 111p.

149

conocer y comprender esa cultura andina que –por primera vez– era visualizada no como algo

pasado o un conjunto de restos en vías de extinción”164. Para Martínez, la creación de nuevas

identidades culturales sobre la base del contexto andino proporcionó:

“Un nuevo sujeto de enunciación: los hombres andinos, o los andinos, como se

empezó posteriormente a denominarlos, más coloquialmente. Identidad y sujeto que

fueron también prontamente asumidos por muchas agrupaciones indígenas que las

hicieron suyas como núcleo de identificación”165.

Siguiendo a Martínez, el sujeto andino rompe con la clasificación campesina a la cual

estaban limitados los indígenas habitantes de los Andes. En cierto sentido, esto no invalida la

real relación entre la tierra y el sujeto indio andino, más bien prepara una comprensión en clave

identitaria e histórico-cultural. Lo andino viene a configurar un “campo de enunciación” para el

conflicto determinado por la definición y la autodefinición de los principales elementos

culturales desde los cuales se persigue una “unidad para la pluralidad”. Los Andes son una zona

geográfica llena de contrastes y de referencias particulares, locales, que no han sido

homogeneizadas por la conceptualización de lo andino. Las diversas dimensiones de lo andino

responden en general a las profundizaciones llevadas a cabo por las ciencias sociales, las

humanidades y el arte. Cada disciplina ha incorporado el concepto y lo ha vuelto a codificar

conforme a sus intenciones desde el abierto encuentro de los límites disciplinarios.

La consideración de lo mesoamericano/novohispano y de lo andino/peruano nos permite

congeniar dos lecciones de carácter metodológico que han de seguir siendo utilizadas no sólo

como referencialidad general sino que en un particular cauce para nuestra investigación.

Primero, el retorno a la época colonial desde estos conceptos contemporáneos implica

desarrollar un aparato descriptivo que opere y profundice un ámbito histórico-filosófico-cultural

útil para dibujar el panorama heterogéneo que se compone sobre el hecho colonial

latinoamericano. Segundo, en varios aspectos nuestro acercamiento a cada uno de los campos

geoculturales durante la etapa colonial está cargado hacia la explicitación de ciertos elementos

164 MARTÍNEZ, José Luis. La construcción de identidades y de lo identitario en los estudios andinos. Ideas para un debate. En su: Identidades y Sujetos. Para una discusión latinoamericana. Santiago, Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, 2002. 91p. 165 Ibíd., 92p.

150

significantes como vehículos de entrada a la profundidad y el espectro de acción durante y frente

al poder colonial. La consignación de las estructuras políticas, religiosas, organizacionales, de

las lenguas y las formas de expresión y registro comunicacional, histórico e identitario, que

confluyen en el “crisol” colonial, son espacios de descripción y de reinscripción que no podemos

dejar de lado.

Lo que buscamos establecer es una compresión del campo geocultural

mesoamericano/novohispano y andino/peruano desde algunos elementos de interpretación

consistentes y atentos a la profundidad de las producciones, recreaciones, reconstrucciones,

reinscripciones y apropiaciones. Es aquí donde decidimos entroncar y redireccionar, en nuestra

aproximación sobre los campos geoculturales, la vuelta hacia lo indio, hacia la noción de indio.

La decisión de focalizar en el indio nuestros esfuerzos por indicar elementos de interpretación

intenta establecer un criterio de significación útil para nuestros objetivos ulteriores relacionados

con el concepto de sabotaje. Esto no significa dejar de atender y entender que las relaciones

dentro del orden colonial son multiestráticas y convergen en diferentes modos y subjetividades.

Distinguiremos claves de interpretación relativas a ciertos elementos culturales que permiten asir

las reconstrucciones y las apropiaciones que consideramos como transversales para nuestro

acercamiento sobre ambos campos geoculturales. Entonces, pesquisaremos respecto de ambos

elementos relativos a lo político, lo religioso, al lenguaje y sus tecnologías; finalmente, relativos

a la reconstrucción cultural desde claves de análisis funcionales para la profundización de una

comprensión geocultural. La noción comprehensiva de campo geocultural proporciona, en

consecuencia, un entramado que vuelve a la descripción de elementos histórico-culturales un

tejido interpretativo abierto a diferentes modos indicadores de la plasticidad y la fragmentación

en los procesos de reconstrucción cultural postconquista.

151

a) Elementos para una interpretación del campo geocultural novohispano colonial.

Mesoamérica y la reconstrucción cultural post-conquista

Los accesos para realizar una descripción sobre Mesoamérica y su reconstrucción cultural

postconquista son múltiples. Buscamos desocultar las principales creaciones y relaciones de

interdependencia presentes en por lo menos tres niveles de relación y reconfiguración cultural.

Rescataremos un primer nivel de reconfiguración referido a la organización política india dentro

del orden colonial y sus aparatos de control (instituciones civiles y religiosas). Adentraremos en

un segundo nivel correspondiente a la reconstrucción lingüística que implicó la colonización en

Mesoamérica, particularmente relacionada con la interacción de las lenguas indias y el

castellano. Finalmente, profundizaremos un tercer nivel referido a los sistemas y las tecnologías

de registro que los indios aprendieron y utilizaron, además de cuáles fueron sus mecanismos e

intenciones. Estos niveles, pensados conjuntamente, colaboran en el desarrollo de un enfoque

centrado en lo colonial y lo indio en Mesoamérica postconquista.

Primeramente, queremos referir a la condición de dominación ejercida luego de la

destrucción del Imperio mexica, específicamente luego de la caída de México-Tenochtitlán y el

inicio del dominio hispano sobre el valle de Anáhuac. Sabemos que entre 1522 y 1524, una

nueva ciudad fue construida desde las ruinas, la Ciudad de México; ocupando el mismo lugar

que su predecesor. William Prescott describe las decisiones políticas de Hernán Cortés para con

la nueva ciudad y con sus otrora habitantes, así como sus dimensiones y distribuciones:

“La siguiente preocupación general era proveer de población a la capital. Invitó a

los españoles hasta allí con ofrecimientos de tierras y casas, mientras que a los

indios, con una liberalidad política, les fue permitido vivir bajo sus propios jefes

como antes, y disfrutar de varias inmunidades. Con este llamado, la cuarta parte

española de la ciudad, en el vecindario cercano a la plaza mayor podía jactarse de

tener en unos pocos años dos mil familias, mientras que el distrito de indios de

Tlatelolco incluía no menos de treinta mil”166.

166 PRESCOTT, William H. History of the Conquest of Mexico and History of the Conquest of Peru. New York, Random House, 1936. 633p. “The general´s next care was to provide a population for the capital. He invited the Spaniards thither by grants of lands and houses, while the Indians, with politic liberality,

152

Las labores de reconstrucción fueron realizadas por la población india, traída de todos los

rincones del valle de Anáhuac, incluyendo a los propios mexicas, muchos de ellos,

concertadamente utilizados por Cortés a través de convenientes tratos con la élite india

colaboracionista167. Esta es una primera constelación de interconexión cultural. La reedificación

del Imperio, de su capital, grafica la insistencia en el establecimiento de nuevas redes de poder y,

con ello, la supremacía del proyecto político de una reconstrucción hispana (hispanizada).

Es preciso indicar, de un modo panorámico, que la población del México central tenía ya

una particular diversidad. Los grandes grupos indios nahuas y otomíes, eran los principales

grupos étnicos y lingüísticos. No obstante, esta sensación de transversalidad cultural era

resultado del proceso de expansión e influencia de diferentes grupos culturales desde tiempos de

Teotihuacán por todo el valle de México. Podemos afirmar que esta transversalidad se forja

desde un prisma de dominio político-económico precortesiano. Esto explicaría, por ejemplo, la

plusvalía del náhuatl como una lingua franca precortesiana, empero no logra asir la propia

comprensión de la diversidad entre por ejemplo: Texcocanos, Coyoacanos, Tlapaneses,

Xochimilcos, et alter. Muchos de estos grupos se identificaban con locaciones geográficas

específicas y con líneas dinásticas168.

were permitted to live under their own chiefs as before, and to enjoy various immunities. With this encouragement, the Spanish quarter of the city in the neighborhood of the great square could boast in a few years two thousand families, while the Indian district of Tlatelolco included no less than thirty thousand”. (Traducción Alejandro Viveros) 167 Sobre el papel de las élites indias seguimos la indicación de Sarah Cline: “Mientras estas élites actuaron como protectores de sus comunidades y como intermediarios con los españoles, su rol también facilitó el dominio español, de hecho fue crucial para éste. A los nobles, quienes actuaron concertados con los intereses de la Corona, les fue permitido mantener su posición o bien avanzar en el sistema, mientras aquellos que no colaboraron fueron sumariamente removidos de sus cargos. Esta relación de dependencia con los españoles y la necesidad de colaborar disminuyó la efectividad de las normas como intermediarias”. “While these noblemen acted as protectors of their communities and intermediaries with Spaniards, their role also facilitated Spanish rule, indeed was able to maintain their position or advance within the system, while those who did not were summarily removed from office. This relation of dependency on the Spaniards and the necessity to collaborate lessened the rules´ effectiveness as brokers”. CLINE, Sarah L. Native people of colonial central Mexico. En: ADAMS, Richard E. W. y MACLEOD, Murdo J. (eds.) The Cambridge History of Native Peoples of the Americas. Vol. 2. Part 2. Mesoamerica. Cambridge, Cambridge University Press, 2000. 193p. (Traducción Alejandro Viveros) 168 Véase CHARLTON, Thomas H., The Aztecs and Their Contemporaries: The Central and Eastern Mexican Highlands . En: ADAMS, Richard E. W. y MACLEOD, Murdo J. (eds.) The Cambridge History of Native Peoples of the Americas. Vol. 2. Part 1. Mesoamerica. Cambridge, Cambridge University Press, 2000. pp. 500-558.

153

Ya en el inicio del período colonial y con la edificación de la Ciudad de México, los

cambios en la región fueron resultado de varias fuerzas, entre ellas, la catástrofe demográfica por

epidemias, el crecimiento de la población española por migración y reproducción y, ciertamente,

el aumento de población mestiza. Señala Enrique Florescano al respecto:

“Un rasgo propio de esta época es la aparición de nuevos actores sociales y la

correspondiente afirmación de su memoria étnica o grupal. A lo largo de tres siglos,

y con mayor fuerza entre 1521 y 1700, la Nueva España experimentó el nacimiento

de nuevas identidades hasta ahora poco estudiadas, […] se trata del nacimiento de

una nación pluriétnica y pluricultural, marcada por la inesperada inserción de los

europeos, negros y asiáticos en la matriz nativa, y por la transformación de las

etnias indígenas en grupos culturalmente mestizos. Es una época trasegada por

movimientos sociales intensos y por un proceso que va de lo homogéneo y bien

delimitado a lo heterogéneo flotando en fronteras imprecisas”169.

Florescano expone la pluriculturalidad como elemento central en el surgimiento y la

construcción de nuevas identidades. Su referencia a la convergencia o convivencia étnica

permite establecer una heterogeneidad fronteriza (mestiza). Florescano advierte certeramente el

problema central para lo indio y lo colonial en Mesoamérica, a saber, la mezcla necesaria de

patrones culturales (mestizaje cultural) donde lo indio permea y transita junto con otras

identidades en proceso de construcción.

Podemos decir que para los indios del México central la colonización marcó el quiebre de

la superestructura política instaurada por el Imperio mexica. Empero, muchos de los otrora

componentes políticos persistieron y se transformaron en bastiones de la vida política, social y

cultural india bajo el dominio hispano. La organización política mesoamericana, es decir, el

altepetl o ciudades-estado, regidas por dinastías señoriales tlatoani, tlatoque, y la élite o pipiltin,

siguió operando (con restricciones progresivas), con una carga de dominio y cooperación que

debemos considerar como parte de la reconstrucción socio-cultural. James Lockhart indica este

camino y define el concepto de altepetl:

169 FLORESCANO, Enrique. Memoria Indígena. México, Taurus, 1999. 234p.

154

“En el centro de la organización del mundo nahua, tanto antes de que llegaran los

españoles como después, se encontraba el altepetl o estado étnico. Los pueblos

indígenas concebían toda la región del México central en términos de esas

unidades. […]

La palabra en sí es una forma algo modificada de la doble metáfora in atl, in tepetl,

‘el(las) agua(s), la(s) montaña(s)’, y por tanto refiere, en primer lugar, al territorio,

pero lo que significa principalmente es una organización de personas que tiene

dominio de un determinado territorio”170

En la clara definición de Lockhart encontramos la necesaria referencia al “estado étnico” y

la unidad fundamental de “organización de personas” que tiene (o bien que habita) un territorio.

Lockhart insiste sobre el altepetl ya como una estructura social transversal no sólo al espacio

geográfico (México central) sino también al perdurante en los tiempos coloniales:

“En esencia, entonces, el altepetl sobrevivió en los tiempos que siguieron a la

conquista como la base de todas las formas institucionales más importantes que

afectaban la vida en el campo indígena, distante de las ciudades españolas. Un

altépetl siempre podía convertirse, sin que cambiaran sus fronteras y sus partes

constitutivas, primero en una encomienda, luego, además en una parroquia, después

también en una organización municipal de tipo español”171.

Seguimos a Lockhart en la comprensión del altepetl como estructura social móvil,

perdurante en la periferia (campo indígena) pero en directa relación con la posibilidad de cambio

de su condición (adecuación) dentro de las instituciones coloniales de organización social. En

consecuencia, es el altepetl la unidad fundamental dentro de la reconstrucción social india

mesoamericana. Los avatares de su sobrevivencia implican que la asimilación y la sumisión al

orden colonial fueron siempre tensas. Los indios mesoamericanos aceptan y usan las

instituciones hispanas (sus mecanismos de control), manteniendo la unidad fundamental

territorial y socio-cultural: el altepetl.

170 LOCKHART, James. Los nahuas después de la Conquista. óp. cit. 27p. 171 Ibíd., pp. 47-48.

155

Las primeras instituciones con las cuales los indios entraron en relación fueron aquellas

pertenecientes a las esferas económicas y religiosas. En la esfera económica, la organización

política india facilitó y complementó las expectativas de los conquistadores. La economía de

conquista y colonización de una zona ampliamente poblada como Mesoamérica consolidó la

importancia de la fuerza de trabajo india. El éxito económico de la conquista y la colonización

deviene del tributo y el trabajo forzado172.

Ya a mediados del siglo XVI el altepetl o la estructura organizacional y política (ciudad-

estado) seguía controlando un territorio particular, regido aún por el tlatoani. La “policía”

española y el altepelt funcionaron de forma equivalente. La Corona hispana intentó redistribuir

los poderes políticos y la administración de las élites indias (tlatoani – pipiltin). Las condiciones

de dominio buscaron la intervención de la oficialidad española en la administración de las

localidades, lo cual alteró la estructura social india ya en evidente modificación. Sin embargo,

junto con figuras como los Alcaldes, que funcionaban como jueces, o bien Regidores o

Consejeros, Alguaciles u Oficiales del Orden y Escribanos, se constituyó también una estructura

administrativa alternativa, que era mantenida por las élites locales en términos prácticos173.

Pues bien, mientras la administración de los pueblos de indios era similar al modelo

español, el modo de realizar las labores de administración era muy diferente. El proceso político

en los “Pueblos de indios” estaba profundamente marcado por las estructuras de poder

precortesianas (tradicionales), es un buen ejemplo para esto la rotación de los Oficiales y de los

puestos administrativos que a menudo siguieron el modelo de traspaso de poder tradicional,

descubriendo la flexibilidad en la configuración administrativa y la necesidad de consolidar una

172 Seguimos a Marcello Carmagnani quien comprende a esta “fuerza de trabajo india” en un proceso de redistribución económico bajo el modo de producción feudal implantado en América colonial: “El análisis de los mecanismos por los cuales se efectuó una redistribución de los factores productivos nos ha permitido hacer resaltar también cómo se configura el modo de producción feudal, que se basa en la utilización directa o indirecta de una mano de obra servil y en la explotación a título gratuito de los recursos naturales (tierras y minas). Además, ha sido posible hacer ver que esta redistribución sucede en un período de tiempo relativamente breve, ya que en sus líneas esenciales se acaba en el último tercio del siglo XVI”. CARMAGNANI, Marcello. Formación y crisis de un sistema feudal. México, Siglo Veintiuno, 1976. 26p. 173 Sobre la organización del altepetl y los cargos concomitantes seguimos a Lockhart en su análisis sobre la reorganización social durante el siglo XVI. Véase LOCKHART, James. Los nahuas después de la Conquista. óp. cit. pp. 47-75.

156

administración en Nueva España ad hoc a las exigencias tanto de la policía española como de los

sistemas organizacionales indios174.

Los indios no fueron solamente confrontados en una dominación política-administrativa,

sino también en un horizonte religioso, en una dominación evangelizadora. Ahora bien, así como

la organización política colonial española fue cruzada con los patrones indios, el ámbito

religioso también lo fue. Así como el altepetl y los asentamientos periféricos se convirtieron en

los “sujetos” de la esfera política, en la esfera religiosa el altepetl se convirtió en el lugar para el

desarrollo de la “vida religiosa”175. Dentro de la mayoría de los “Pueblos de indios” en

Mesoamérica residían religiosos españoles, inicialmente frailes, luego del clero secular,

procurando controlar las actividades religiosas de los indios, sus bautizos y casamientos. La

conquista espiritual en Mesoamérica fue tramada inicialmente por franciscanos, dominicos y

agustinos176. Esta conquista trató de trasformar a la población india desde el paganismo al

cristianismo. La introducción de los patrones religiosos cristianos, con énfasis en la salvación a

través de Cristo, trajo consigo cambios en la religión nativa. Por ejemplo, la Trinidad como

concepto teológico era particularmente compleja en su asimilación debido a la dificultad de

encontrar patrones similares en la religión politeísta india. Mucho más manejable fueron los

santos cristianos, intermediarios y protectores en dominios específicos (geográficos, temporales,

espirituales) en quienes se condensaban semejanzas y retrotraimientos a las deidades indias. La

religiosidad precortesiana había sido un vehículo para la expresión y el reforzamiento de la

174 Seguimos lo indicado por Sarah Cline: “Hay casos particularmente bien documentados para Tlaxcala, donde los registros municipales del siglo XVI sobreviven en náhuatl, indicando que la rotación de los pueblos de indios tenía relación con facciones políticas y con los feudos basados en el parentesco, en la lealtad hacia una subunidad política, y en otros factores. Estos procesos pueden ser particularmente bien estudiados en la región de Cuernavaca. Incluso hacia el final del período colonial, los gobernadores de los pueblos eran vigorosos en resolver sus disputas internas y defender sus pueblos contra usurpaciones foráneas, sean de españoles o indios” “There are particularly well documented for Tlaxcala, where sixteenth-century municipal records in Nahuatl survive, indicating rotation of indigenous towns were political factions and feuds based on kinship, loyalty to a political subunit, and other factors. These processes can be particularly well studied in the Cuernavaca region. Even at the end of the colonial period, town governments were vigorous in pursuing their internal disputes and defeating their towns against outside encroachments, whether Spanish or indigenous”. CLINE, Sarah L. Native people of colonial central Mexico. óp. cit. 197p. (Traducción Alejandro Viveros) 175 Sobre la “vida religiosa” en el México postconquista y la relación entre religión y política con el altepetl. Véase LOCKHART, James. Los nahuas después de la Conquista. óp. cit. pp. 291-377. 176 Sobre estas tres órdenes religiosas en México colonial seguimos lo sostenido por Lockhart: “La parroquias nahuas originales eran casi todas atendidas por cualquiera de estas tres órdenes –los franciscanos, los dominicos o los agustinos–, si bien los primeros, por haber llegado antes que los otros, controlaron la mayor parte”. Ibíd., 294p.

157

unidad de la comunidad, asimismo, la cristiandad proveyó un vehículo para continuar esta

cohesión social. Podemos indicar que fueron las élites (tlatoani - pipiltin) quienes realizaron

inicialmente el sacramento y se introdujeron a la nueva religión, en cierta medida por presión de

los españoles y, ciertamente, como estrategia de posicionamiento frente a éstos177. Así es como

cada pueblo tenía un santo patrono. Verbigracia, el nombre del santo se identificó con el nombre

de la localidad, luego las celebraciones relacionadas con el santo se acoplaron a las

celebraciones de la localidad convergiendo en una sensación de identidad y continuidad del

sentir religioso. Asimismo, los sitios de culto precortesianos fueron utilizados y reconstruidos

bajo el alero de iglesias y capillas cristianas178. Buen ejemplo de esto es Tepeyac, lugar que

devino en un sitio de identificación religiosa local (luego regional y finalmente nacional) en la

figura de la Virgen de Guadalupe.

Es prudente destacar también las instituciones cívico-religiosas tales como las cofradías.

Éstas extendían y reforzaban tanto los vínculos familiares y comunitarios, como los religiosos.

El caso de las cofradías en los “Pueblos de indios” (algunas establecidas en el siglo XVI, pero

principalmente durante el siglo XVII y principios del siglo XVIII) proveyeron beneficios

corporativos e individuales, motivos suficientes para potenciar su existencia y proliferación179.

Establecidas desde el principio del siglo XVI tenían, inicialmente, labores de colaboración en la

organización y mantención de las iglesias. Conformadas por indios de la élite local,

generalmente varones, desarrollaron un avance sustancial en su número de miembros. Hombres,

mujeres, niños, familias, parejas en matrimonio y mujeres solteras o viudas, en fin, un número

importante de la población de los “Pueblos de indios” pertenecía a las cofradías. Así también, 177 Destacamos lo señalado por Lockart: “Los nobles del altépetl esperaban servir como funcionarios y participar del funcionamiento de la iglesia, y de hecho así lo hicieron, al igual que habían supervisado el funcionamiento del templo antes de la conquista”. Ibídem. 178 Notamos lo indicado por Lockhart sobre este punto: “Las iglesias conventuales, aunque con frecuencia no se terminaron sino ya bastante avanzado el siglo XVI, por lo general se planearon y empezaron a construir desde fechas tempranas, por lo común cerca del antiguo templo principal del altépetl y, es más, algunas veces en el mismo lugar. Ya fuera o no que estuviera en el mismo sitio, los nahuas consideraron a la iglesia cristiana como análoga al templo antes de la conquista”. Ibíd., 295p. 179 Sobre las cofradías y sus mecanismos de funcionamiento y posicionamiento social utilizados por los indios mesoamericanos véase: LOCKHART, James. Los nahuas después de la Conquista. óp. cit. pp. 314-330. Asimismo, destacamos el trabajo de John Chance y William Taylor, quienes también destacan los mecanismos de posicionamiento social de las cofradías como instituciones cívico-religiosas coloniales. Véase CHANCE, John. K. y TAYLOR, William B. Cofradías y cargos: una perspectiva histórica de la jerarquía cívico-religiosa mesoamericana. Boletín del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México. (14): 1-24, 1987.

158

mientras mayor era el asentamiento humano, mayor era la cantidad de cofradías. Las cofradías

funcionaban como un seguro eclesiástico para sus miembros; eran espacios de interacción no

sólo religiosa, sino socio-cultural y económica. Para los españoles, las cofradías proveían un

vehículo para la práctica religiosa de los indios nominalmente bajo la supervisión del clero

residente. Sin embargo, para los indios, las cofradías eran organizaciones que proveían

estabilidad estructural durante la colonización y, en otro sentido, eran receptáculos donde

reforzaban su identidad colectiva y obtenían beneficios sociales por su participación.

Los indios participaron de la vida religiosa cristiana con una interesante autonomía dentro

del sistema colonial hispano. Temprano, en el período post-conquista, las colaboraciones de los

indios (generalmente jóvenes) fueron importantes para iniciar el “proselitismo” de la instrucción

religiosa cristiana; ya a mediados del período colonial, los varones de la élite india asistían a los

sacerdotes en sus labores, particularmente desde la figura del fiscal180, el oficial de mayor rango

en la jerarquía religiosa cristiana para la participación india. Operando, asimismo, en varios

“Pueblos de indios” existían varios agentes culturales idolátricos, conjuradores, comadronas,

brujos y curanderos, es decir, indios e indias que ejercían sus conocimientos médicos

tradicionales y su conexión con lo natural y lo supranatural, siendo un ejemplo de la continuidad

de la religiosidad precortesiana. Éstos, claramente, con un grado de influencia limitado a niveles

de reconocimiento general, seguían siendo parte del mundo popular y pertenecían al ámbito de la

supervivencia y la resistencia cultural, al cual el orden colonial no pudo desarticular

completamente181.

180 Sobre el fiscal seguimos la lectura de Lockhart: “El líder del personal de la iglesia era el fiscal (de la

iglesia), supervisor general y administrador de la iglesia y de todos sus bienes y actividades, la mano derecha y el principal intermediario del sacerdote español. Los españoles introdujeron el cargo y el término llegó a muchos de sus territorios americanos desde épocas muy tempranas, al parecer con la finalidad de establecer un equivalente del cacique en los asuntos eclesiásticos”. Ibíd. pp. 300-301. 181 Seguimos a Gruzinski en una reflexión integral sobre la idolatría y sus agentes culturales dentro del contexto colonial mesoamericano: “Recordemos que de la comadrona al curandero, del ‘conjurador de nubes’ al indio en su campo, en su casa, a la orilla del río poblado de peces, del guardián de la reliquia doméstica al ‘devorador de corazón, en aquel primer tercio del siglo XVII, la idolatría teje su tela antigua, discreta, transparente, protegida o casi, de las miradas de los españoles, hecha de una combinación de saberes y de prácticas que presentan una realidad indígena, que marcan el campo experimental e instauran una relación específica con el otro y con el mundo. La idolatría aporta no sólo una respuesta a la desgracia biológica y social, a la precariedad de las condiciones de vida sino que, mucho más todavía, inculca una manera de ver y de actuar en contextos tan distintos y complementarios como la ancestralidad, la producción y la reproducción, el cuerpo enfermo, el hogar, el vecindario, los campos, el espacio más lejano del monte adonde va uno a cazar el venado y a recolectar la miel silvestre”. GRUZINSKI, Serge.

159

Si bien las prácticas religiosas de los indios estaban determinadas por el control español,

desde finales del siglo XVI, varios hogares indios mantenían símbolos y figuras religiosas, como

cruces, pinturas de evocación religiosa, imágenes de santos, conforme a las características del

catolicismo hispano de la época. Esta práctica formó un fuerte componente para toda la vida y

religiosidad india, por lo cual no es sorprendente que hubiesen encontrado diversas maneras de

canalizar su sentir religioso a un nivel privado, en sus hogares. Esto debido a que el aspecto de

mayor dificultad para acercarse a la cristiandad india era el nivel de la creencia individual.

Evidentemente durante el período colonial hubo variadas maneras de controlar y resignificar las

percepciones religiosas cristianas, a través del registro de nacimientos, de la vida conyugal y la

muerte, en los sacramentos, en bautizos, matrimonios y entierros, prácticas y lugares donde

lentamente iba configurando la imposición evangelizadora desde el recambio de la

institucionalidad religiosa.

Ahora bien, otra arista fundamental dentro del proceso de reconstrucción cultural es la

relacionada con el devenir de la lengua náhuatl en contacto con el castellano. La importancia del

encuentro lingüístico expone un acercamiento que considera algunos elementos culturales

interoperando en dimensiones sociales, políticas, religiosas, entre otras, a las cuales a su vez

determinan. El encuentro interlingüístico funciona como trasfondo de explicitación de una

trayectoria argumentativa que deseamos fortalecer. Veamos esto.

En los inicios del período colonial no hubo un contacto profundo con la cultura española,

más bien el modo de encuentro estaba cruzado por la condición lingüística, donde era necesario

encontrar conexiones para explicitar las diferencias culturales, la evolución del náhuatl como

“lengua general” en Mesoamérica es una clara evidencia de esta perspectiva182. Una primera

etapa en el proceso de intercambio lingüístico fue la expansión de los términos, de las palabras La colonización de lo imaginario. Sociedades indígenas y occidentalización en el México español. Siglos XVI-XVIII. México, Fondo de Cultura Económica, 2004. 160p. 182 Sobre la descripción del náhuatl y sus procesos lingüísticos coloniales seguimos lo indicado por Lockhart, quien considera una división de tres “etapas” de contacto con la lengua castellana (desde 1519 hasta 1800). Estas “etapas” cumplen con la descripción necesaria de los procesos de adaptación de los hablantes náhuatl al uso del castellano (procesos que incluso podemos considerar actualmente y que Lockhart determina como la etapa 4, finalmente relacionado con la “bifurcación del desarrollo lingüístico” y que considera la apropiación del español por los actuales hablantes náhuatl). Lockhart permite adentrar la configuración de los préstamos, las transiciones y las traducciones en las relaciones lingüísticas náhuatl-castellano, principalmente enfocadas en la construcción de textos culturales por parte de los indios mesoamericanos. Véase LOCKHART, James. Los nahuas después de la Conquista. óp. cit. pp. 378-468.

160

para nombrar cosas propias del mundo hispano/europeo. Esto responde a la necesidad de atraer

al horizonte cultural propio una realidad cultural nueva. El cruce de los horizontes lingüísticos,

de todos modos, funciona como un descriptor de las características no conocidas, en un proceso

de asimilación ambivalente pues la condición descriptiva aplica su utilidad para ambas lenguas.

Para los indios, el proceso de asimilación lingüístico era informal y se ejercía como una

estrategia de adaptación en el caso de los nombres de cosas y la descripción de acciones y

contextos. Para los españoles, especialmente para quienes fueron los mediadores lingüísticos por

antonomasia, es decir, los religiosos –en el ejercicio de evangelización– las palabras en náhuatl y

sus sentidos fueron siempre funcionales. Ya a mediados del siglo XVI el encuentro y la

interacción entre ambos horizontes lingüísticos y culturales se incrementa, ofreciendo una gama

de préstamos semánticos. Si bien el impacto del castellano mantiene una uni-direccionalidad y

homogenización del uso europeo del castellano (lengua en pugna con otras y parte del proyecto

político-cultural hispano de Antonio de Nebrija183), es evidente también el alto grado de

intercambio e influencia del náhuatl en el castellano utilizado en Mesoamérica. Algunos

ejemplos didácticos son: tomate, tomatl, chocolate, chocolatl, y aguacate, ahuacatl, los cuales

encontramos hoy en el español (y otros idiomas modernos) y que devienen de esta fricción-

adaptación semántica. Una gran cantidad de palabras del castellano fueron tomadas prestadas

para explicitar la materialidad cultural nahua, sus herramientas, ropas, plantas y animales, entre

otros, lo que indica la familiaridad de los indios con estos objetos. Sin embargo, ya en una

tercera etapa, no sólo se introdujeron sustantivos en castellano, algunos verbos también fueron

adecuados recibiendo las formas verbales náhuatl. En consecuencia, como efecto del proceso de

relación y reconstrucción lingüístico y cultural, una gran cantidad de indios poseía (y posee) una

condición bilingüe184.

En suma, la relación inter-lingual operó unidireccionalmente, pero en la medida en que

requería de asimilación y apropiación fue constituyéndose en un movimiento multidireccional o

por lo menos bidireccional. Es evidente la integración lingüística a partir de los horizontes

culturales. Es posible presumir que, en algún momento del período colonial, la condición

183 Sobre el proyecto político-cultural de Antonio de Nebrija (1444-1522) véase MIGNOLO, Walter. The darker side of Renaissance. óp. cit. pp. 29-68. 184 Intentaremos más adelante profundizar la condición bicultural de los indios en la categoría de “indio ladino”.

161

bilingüe debió ser fundamental, decayendo progresivamente en el caso de los españoles y

mestizos quienes, no obstante, por mor de la necesidad de control e intervención social

seguramente manejaban náhuatl en un contexto utilitario y funcional.

Es preciso recalcar la utilidad de la lengua náhuatl en causas judiciales. La división

colonial de la “República de indios” implicó la aceptación no sólo de grados de autonomía

político-administrativa, sino también la adecuación de su sistema judicial a la presencia y validez

del náhuatl como vehículo para el testimonio jurídico. Esto determina dos puntos relevantes, por

una parte, la lengua náhuatl era funcional dentro del sistema colonial (como lingua franca), y

por otra, la lengua logra una particular pervivencia a través de archivos judiciales. Esto afirma la

supervivencia del náhuatl, no obstante, se presenta en relación con la tradición oral y en

contextos de traducción de textos culturales, elemento significativo para nuestra investigación.

Si bien hay diferentes tipos de documentos producidos por los indios, en forma y

contenido, éstos son un indicador de la continuidad y el movimiento de los horizontes

lingüísticos en su vida cotidiana. Los documentos precortesianos tratan ampliamente sobre los

linajes reales, cobro de impuestos y tenencia de tierras. Los documentos, ya con el estilo español

como testamentos, recibos de compra-venta, etc., comienzan a verse entrada la segunda mitad

del siglo XVI185. Éstos siguen mayormente la forma y el contenido de los documentos españoles,

pero están escritos en náhuatl (alfabéticamente), lo que muestra la introducción directa desde el

mundo hispano hacia el mundo indio y, por cierto, la traductibilidad cultural concomitante. Es en

estos documentos donde se logra demostrar la fuerte tradición legal de los indios que, en la

asimilación de los modelos españoles, establece un factor clave para leer su papel como espacio

para la mediación y la resistencia cultural.

Hay también otro tipo de documentación, textos de lenguaje florido, donde surge la

condición de expresión de la lengua náhuatl. Particularmente en su “poesía”186, en su relato

histórico y la exaltación de ciertas entidades e instituciones, en claro proceso de interacción y

185 Véase GRUZINSKI, Serge. La colonización de lo imaginario. óp. cit. pp. 29-59. 186 Sobre la poesía náhuatl sugerimos las investigaciones de Miguel León-Portilla. Véase LEÓN-PORTILLA, Miguel. Literaturas indígenas de México. México, Fondo de Cultura Económica, 1992. pp.135-190; LEÓN-PORTILLA, Miguel. Quince poetas del mundo náhuatl. México, Diana, 1994. pp. 7-64; LEÓN-PORTILLA, Miguel. Poesía Náhuatl: la de ellos y la mía. México, Diana, 2006. pp. 9-19.

162

traspaso con la lengua castellana y sus categorías, con las tecnologías de pensamiento y

comunicación logocéntricas. Esta condición nos ubica en un contexto de interacción con las

estructuras de poder y saber colonial, siendo el prisma de un acercamiento atento no sólo a lo

original de estos textos, sino que a los cruces que en éstos nos es posible interpretar. Veamos

brevemente algunos aspectos en dos modelos o tecnologías de comunicación y registro: los

Anales y los Títulos primordiales.

Los anales son anotaciones año por año de los eventos llevados a cabo en el altepetl,

usualmente anónimos, pero probablemente escritos por la misma persona por varios años. Los

anales, en la mayoría de los casos, contienen información política sobre el altepetl, como los

cambios en la administración del mismo, las noticias eclesiásticas o bien las noticias de interés

general, incluyendo fenómenos naturales tales como terremotos, inundaciones, plagas o eventos

astronómicos (eclipses, cometas, etc.). En cierto sentido, los anales son registros para la

información cotidiana de importancia, las celebraciones, los escándalos públicos, las bulas

papales y decretos reales, finalmente, un sistema de recopilación de la información. Respecto de

los anales, sus procedimientos y problemas Lockhart señala:

“Por diversas razones, un tipo de obra histórica al que llamamos anales, porque las

anotaciones por lo normal están ordenadas rigurosamente según el año, ocupa un

lugar único entre las variedades de escritura practicada por lo nahuas después de la

conquista. […] El mismo tipo de personas que produjo la documentación náhuatl

cotidiana escribió los anales, pero en este caso estaban en libertad de expresar sus

opiniones personales o de facción, además de representar al altépetl. De hecho, la

forma de los anales les permitía abarcar un rango más amplio de temas y actitudes

que cualquier otro género del periodo que siguió a la conquista”187.

Siguiendo a Lockhart, los niveles de traductibilidad presentes en este tipo de registro

pueden presentar desconcertantes giros semánticos y simbólicos. La organización y la

transformación de la estructura nahua de narración histórica para el altepetl responden a su

relación tanto con modelos narrativos previos a la colonización, como con los modelos llegados

con ésta. Un punto central es el referido a las anotaciones y la libertad de opinión que está 187 LOCKHART, James. Los nahuas después de la Conquista. óp. cit. 533p.

163

presente en estos textos culturales. Destaca Lockhart el “rango más amplio de temas y actitudes”

de este género o manifestación cultural. Los anales, en consecuencia, son expresiones

intelectuales y culturales que pueden ser comprendidas como un género único dentro de las

expresiones escritas en náhuatl. En los anales hay una experiencia estética profunda que exige

una salida a la mera categorización “histórica o literaria” de estas producciones culturales.

Luego, queremos considerar los componentes y las habilidades de los anales como una

tecnología de comunicación y registro apropiada por los indios mesoamericanos, constitutiva de

un acceso amplio a su vida cotidiana y a sus espacios de enunciación.

Por ejemplo, los Anales del Barrio de San Juan del Río188 relatan lo acontecido que entre

1610 y 1613:

“1610 Nican iPan xihuitl ohuala Don Ju[an] bap[tis]ta tisatl

yc yei go[bernadore]s auh cano iquac in omochiuh cabildo

casa real

S[an]tiago cano

Iquac omochiuh Bi Rei arzobispo mexico teopixqui

188 “Los Anales del Barrio de San Juan del Río se conservan dentro del Libro & de Papeles Varios, en dos versiones manuscritas dispuestas una después de la otra con una hoja en blanco de separación entre ambas. La primera versión es un documento en náhuatl, con registro mixto en tinta negra y color rojo –así como un poco de verde– sobre papel de 19.5 x 28.5 cm y un inserto de 20.5 x 16.5 cm (este último con una variedad de colores). Se presenta sin carátula, incompleta. El documento consta de 32 fojas (16 folios), más un inserto agregado posteriormente en los que se registran los eventos correspondientes a los años comprendidos entre 1610 y 1692. El registro se realiza dentro de un marco de tinta negra de 17.5 cm y que contienen dos columnas. La primera de ellas de 2.5 cm, que se presenta a lo largo del margen izquierdo en la cual se registra en orden cronológico el pictograma del año náhuatl, su transcripción al registro alfabético de dicho pictograma, aunque no de manera sistemática (incluso a veces no se incluye), y el año español en números arábigos que están encuadrados por dos líneas paralelas un por encima del número y otra por debajo de él. En la segunda columna, de 15 cm, se registran los eventos de manera cronológica de acuerdo a su acontecer durante el año, con el ya mencionado registro mixto. La segunda versión es un documento bilingüe que fue realizado a finales del siglo XVIII, el cual se encuentra completo y en buen estado, sin manchas, enmendaduras o mutilaciones. Esta versión constituye una copia de la primera y su traducción al castellano. Le antecede una doble carátula también bilingüe, sin foliar, que se presenta por el anverso en náhuatl y por el reverso en castellano. Esta segunda versión consta de 49 fojas, numeradas consecutivamente por en anverso en el margen superior derecho y por el reverso en el margen superior izquierdo, un inserto entre las páginas 28 y 29, y una nota en castellano firmada por don Joaquín Alexo Meabe al final del documento”. Anales del Barrio de San Juan del Río. Crónica indígena de la ciudad de Puebla, siglo XVIII. Transcripción y traducción en el siglo XVIII por Don Joaquín Alexo Meabe. Estudio introductorio y paleografía Lidia E. Gómez García, Celia Salazar Exaire, María Elena Stefanón López. Puebla, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades-BUAP, 2000. pp.11-12.

164

Santto Domingo itoca Don Fray garcia de guerra

Cali

Nican iPan Xihuitl in otlayohuac ypan

1611 bisperas San Bernabel apostol ypan yey ora biernes=

Nican ipan xihuitl ohuala Bi Rei Marques

1612 Guadarasca ano yquan oquichiuhque yaoiotl tliltiq[u]e

Ipan Juebes snto ompa Mexico= acatl

Nican ipan xihuiltl ohuala señor oBispo D[on] Alonso

1613 de la Mota”189.

Su traducción en la segunda versión bilingüe de los Anales indica en castellano:

“En este año vino Don Juan Bautista Tizatl, tercer gobernador. Como también en

éste tiempo hubo cabildo en Casas Reales, con concurso de tres pueblos: San

Francisco, San Pablo y Santiago. En este mismo año, fue nombrado Virrey el

Señor Arzobispo de México, religioso de Santo Domingo llamado Don Fray García

de Guerra. En este año eclipsó en la víspera de San Bernabé, apóstol, a las tres de la

tarde del día viernes. En este año vino el Virrey Marqués de Guadalcazar. En el

mismo año se sublevaron los Negros, día Jueves Santo, en México. En este año

vino el Señor Obispo Don Alonso de la Mota, Criollo. En este año vinieron los

Japoneses a trece de Mayo”190.

A través de nuestro ejemplo (Anales del Barrio de San Juan del Río), de su escritura y

estilo indio, encontramos un registro de los eventos que adolece de rigurosidad historiográfica,

pero tiene un carácter interesante en lo relativo a su percepción histórica y la identidad particular

y grupal. Escritos bajo el modelo y estilo legal español, no tuvieron validez legal oficial y en

muchos casos parecen ser documentos deliberadamente falsificados, con mezclas entre ficción y

realidad, y con una urgencia personal en su validación como reportes y consideraciones sobre la

historia colonial; probablemente este no era su único sentido ni uso. Ahora bien, en lo

concerniente a la propia historia india, estos documentos mantienen una semántica abierta y son

189 Ibíd., 42p. 190 Ibíd., 78p.

165

una fuente importante para reestructurar la manera en la cual se desenvolvía la vida en el altepetl

y en las sociedades indias coloniales mesoamericanas. Sobre esto recalca Lockhart:

“A pesar de su énfasis en el aspecto corporativo y público de los sucesos, los anales

del periodo posterior a la conquista, por ser una producción no oficial, muchas

veces contienen además registros personales”191.

Siguiendo a Lockhart, nuestro objetivo es integrar a los anales como ejemplo de la vida

cotidiana, como ejemplos de la interacción entre diferentes grupos sociales y como entradas a las

posibles reflexiones de los autores escritores respecto del acontecer histórico de su comunidad o

altepetl.

Por otra parte, respecto de los Títulos primordiales, que documentan el derecho del

altepetl a regir un territorio, podemos distinguirlos como un fenómeno propio del período

colonial, principalmente desde mediados del siglo XVII. Seguimos a Lockhart en su explicación

sobre las dimensiones y las profundizaciones de los Títulos:

“Si los anales, las canciones y las obras teatrales representan la alta cultura y la

documentación cotidiana una cultura cotidiana actualizada, eficiente, los títulos

parecen corresponder a la cultura popular, tanto en sus aspectos superficiales como

en los profundos”192.

Insiste Lockhart destacando la historicidad de estos textos culturales:

“Así los títulos, a pesar de todo su contenido histórico, no son historia como los

anales, sino una combinación de ideología corporativa, admoniciones especiales,

oratoria y mito. Casi nunca tratan sencillamente de hechos interesantes al azar, y

está claro que no son el lugar para ir a buscar datos relativamente fidedignos sobre

este o aquel evento. Sin embargo, descartar del todo la historicidad del material de

los títulos es ir demasiado lejos. Se ha demostrado que algunos de los nombres que

191 LOCKHART, James. Los nahuas después de la Conquista. óp. cit. 537p. 192 Ibíd., 586p.

166

aparecen en ellos son de personajes históricos reales, y que algunas de las

congregaciones mencionadas en realidad se llevaron a cabo, e igual ocurre en otros

casos”193.

Serge Gruzinski complementa nuestro acercamiento:

“Los títulos constituyeron así especies de collages que posiblemente yuxtaponían

adopciones y los géneros más diversos, materializaban la torpe y borboteante

tentativa de grupos que acaso se ejercitaban en la escritura fuera de la vigilancia de

los clérigos, sin modelo y sin formación previa. Nada hay en esto de la concisión

más o menos normalizada de las Relaciones ni tampoco de la prosa en ocasiones

pesada de los historiadores indígenas del siglo XVI. Se trata de un juicio rápido,

basado una vez más en la apariencia caótica de una narración que desconcierta y en

el olvido del nombre que llevan: Títulos. Como el plural lo indica de manera que no

puede ser más clara, lejos de corresponder a una narración única por lo general

reúnen textos de longitud desigual y de tenor distinto”194.

Considerando lo indicado en las citas, podemos decir que este tipo de tecnologías de

comunicación son un buen ejemplo de la mezcla, el encuentro-choque entre la experiencia

histórica precortesiana, los eventos de la conquista y la colonización desde el punto de vista de

un determinado altepetl, con toda la complejidad que esto conlleva. La indicación de Lockhart

sobre los Títulos como manifestaciones de la “cultura popular”, junto con su “ideología

corporativa” y su particular “historicidad” nos permite comprender a estos textos en directa

relación con el escenario cultural que están reconstruyendo. Es ahí donde podemos potenciar la

definición de Gruzinski, quien establece la “yuxtaposición”, la “adopción”, lo “caótico”, como

un entramado posibilitador de un collage de experiencias históricas menos elaboradas, “fuera de

vigilancia”, que reúnen textos desiguales, plurales en su narración, y que por ello abren y

desarrollan reflexiones múltiples.

193 Ibíd., 591p. 194 GRUZINSKI, Serge. La colonización de lo imaginario. óp. cit. 116p.

167

Considerando las falencias y las posibles inclinaciones e intereses de quienes

desarrollaron estos textos culturales (y de quienes los leen e investigan) no podemos obviar el

tipo de validez que se les confiere. Nuestro análisis va no sólo en un aspecto historiográfico sino

que también en un aspecto vivencial resemantizado. En estos documentos, Anales y Títulos,

como en otras formas de expresión e inscripción identitaria, se explaya el esfuerzo de

reconstrucción cultural. Se explaya la integración de la memoria cultural, de la tradición oral, de

las técnicas pictográficas y los procedimientos y tecnologías de comunicación eurocéntricos

(hispanos). Un claro efecto de éstos fue el fortalecimiento de una memoria histórica centrada en

espacios nuevos o intermedios determinados necesariamente por la identificación (posesión) y el

arraigo al suelo, a la tierra195.

En suma, la reconfiguración cultural novohispana puede ser comprendida desde diferentes

fuentes y percepciones en una interrelación política, religiosa y lingüística. Estos ejes nos

permiten establecer la reconstrucción cultural post-conquista en el marco de las prácticas de

negociación con el orden colonial hispano. Hemos recalcado la participación de las élites indias

como canales de enlace entre ambas dimensiones del poder y el saber. Su competencia en

aspectos políticos y religiosos se desarrolla, finalmente, gracias al bilingüismo (náhuatl-

castellano) y los componentes culturales que esto conlleva. El ejercicio de reconocimiento como

indios dentro del orden colonial, y la ulterior apropiación de sistemas de comunicación y

195 Por ejemplo, una clara consecuencia de la política hispana de los “Pueblos de indios” es la pérdida o más bien el olvido y la fragmentación de la memoria social y cultural precortesiana, tendiendo hacia un desarrollo identitario nuevo, centrado esta vez en el nuevo altepelt, en las reducciones y pueblos a los cuales fueron migrados por el orden colonial. Así lo indica Florescano: “Los Títulos primordiales registran en primer lugar la fecha de fundación del pueblo, que unos títulos remontan a los tiempos prehispánicos y otros al siglo XVI, a la época de las congregaciones. La mayoría rememora, en escenificaciones de tipo mítico, a sus antepasados de la época prehispánica, a quienes unen con las primeras autoridades españolas. Detallan minuciosamente los linderos del pueblo, adjuntan un mapa que lo delimita en el espacio, y hacen constar cómo les fueron adjudicadas las tierras. Recuerdan, asimismo, la edificación de su iglesia y el bautizo del pueblo con el nombre del santo patrono. En estos papeles el deslinde y la repartición de las tierras, la conversión al cristianismo, la elección del santo patrono, la construcción de la iglesia y los actos de posesión que acompañan al establecimiento del pueblo se presentan con el aura de una fundación primordial. De manera semejante a los antiguos mitos mesoamericanos, estas ceremonias establecían los derechos de la comunidad a la posesión de tierras”. FLORESCANO, Enrique. Memoria Indígena. óp. cit. 254p. Florescano destaca certeramente los puntos centrales de los Títulos. Desde la rememoración de la “fundación”, de lo “mítico”, de lo “territorial” del altepetl, descubre la relación con la evangelización y la refundación de los códigos sociales y culturales (por efecto de la colonización hispana) entrelazados con eventos cotidianos que toman lugar en un registro histórico (texto cultural) complejo, el cual vuelve sobre una “fundación primordial”.

168

movimientos de traducción cultural por parte de las sociedades indias, fue producto de la

necesaria convivencia y coexistencia dentro del proceso de reconstrucción cultural generadora

de espacios de poder concomitantes a la imposición del orden colonial hispano.

La indudable colaboración y resistencia por parte de las élites nativas solamente

contribuye a hacer evidente la importancia de su participación. No obstante, estas modulaciones

convergen en la apropiación sistemática de las tecnologías de comunicación eurocéntricas en

interoperación y recreación conjunta con aquellas técnicas y tecnologías propias. Este gesto de

apropiación reinventa las necesidades y los vehículos de expresión, consolidando una posición

de enunciación-interpretación que busca su propia reinscripción histórica. La obra de Domingo

Francisco de San Antón Muñón Chimalpahin Cuauhtlehuanitzin y de Hernando Alvarado

Tezozómoc, entre otros, justifican esto muy claramente.

La construcción de un texto bajo el modelo de la crónica reviste ciertas sutilezas en su

consideración. En el caso mexicano hubo diferentes modos de reproducción del modelo

cronístico. Los casos de Chimalpahin junto con el de Tezozómoc (veremos más adelante)

muestran un tempo traductor e interpretativo respecto del modelo cronístico apropiado. A partir

de un trabajo de investigación “reconstructivo” logran “ordenar, traducir, recuperar” la memoria

social e histórica en un momento complejo de pérdida e intervención de horizontes culturales.

Tomaremos el caso de Chimalpahin como ejemplo de un difícil trabajo de recopilación y

traducción de la memoria cultural. Esto lo refiere Gruzinski en su consideración sobre

Chimalpahin:

“A este respecto, la comparación con los escritos de Chimalpahin, el historiador

indígena de la región de Chalco y Amecameca –de quien por lo demás proceden

varios de nuestros títulos–, resulta esclarecedora. El historiador murió hacia 1660

en la época en que los títulos adoptaban su forma definitiva. Noble instruido en sus

tradiciones e imbuido de cultura cristiana, Chimalpahin detalla a placer las

genealogías antiguas, las conquistas, las dependencias señoriales desde los orígenes

más remotos citando sus fuentes e informantes, empleando con arte todos los

cómputos. Los títulos sólo resucitan jirones de historia estrictamente local, sin

169

marco cronológico ni verdadera profundidad temporal. Chimalpahin redacta en

náhuatl una historia de España, mostrando su conocimiento del pasado europeo”196.

Gruzinski explaya su acercamiento sobre Chimalpahin apuntando decidoramente a la

labor de traducción cultural que puso en movimiento:

“Su obra es de ordenación, traducción y recuperación de una memoria histórica a

punto de extinguirse, dispersa y hasta entonces inaccesible. Con un propósito

distinto al de los misioneros este indígena educado en los colegios españoles, dueño

del español y del náuatl, orgulloso y nostálgico de sus orígenes, volvió legible el

borroso lenguaje de las pictografías y entregó a sus compatriotas una colección de

escritos en náuatl que recogía la historia de la región de Chalco-Amaquemecan

desde los tiempos más remotos hasta finales del siglo XVI”197.

Chimalpahin, siguiendo a Gruzinski, es ejemplo de los vehículos de expresión y de la

versatilidad necesaria de éstos para afrontar la reconstrucción cultural post-conquista en el

campo geocultural novohispano. El traspaso de anales y títulos, de historias y relatos, convergen

en la necesidad del autor, traduciendo y autotraduciendo, de describir el acontecer histórico

propio y de sus congéneres; convergen en la necesidad de imbricar y congeniar formas y

contenidos históricos hacia una configuración basada en la multidireccionalidad de los

componentes culturales (lingüísticos-políticos-religiosos), basada en la profundidad de la

experiencia histórica y de la traducción cultural llevada a cabo en y a través de la instauración

del orden colonial por estos indios letrados.

Recapitulando, la exposición de algunos elementos para una reconstrucción crítica del

campo geocultural novohispano-mesoamericano intenta mostrar cómo la tensión entre los indios

y el orden colonial se forja en la interoperación cultural, conforme a intereses divergentes dentro

de una superestructura de poder que incluye espacios y discursos culturales impuestos,

asimilados o bien propiamente “otros” (indios). La interpelación por el lugar de enunciación de

los indios, por su lugar en la construcción de la noción de indio, nos ha permitido observar

196 GRUZINSKI, Serge. La colonización de lo imaginario. óp. cit. 133p. 197 Ibíd., 263p.

170

elementos políticos fundamentales (todos ellos relacionados con la unidad socio-cultural

fundamental: el altepetl), elementos religiosos (consecuencia del proceso de evangelización),

elementos lingüísticos (entrelazados al devenir colonial de la lengua náhuatl y sus procesos de

comunicación) y elementos tecnológico-comunicativos (principalmente presentes en la

apropiación de la escritura y otras tecnologías eurocéntricas). Estos elementos, en nuestra

descripción, procuran encaminar una plataforma de interpretación comprensiva de la

multidireccionalidad del acontecer histórico colonial mesoamericano.

Queremos declarar la necesidad de pensar estos elementos como “propedéuticos”,

tendientes a consolidar una perspectiva de memoria y rememoración de su historicidad en

reconstrucción. Es por ello que volveremos a la escritura memorial, a las crónicas y los cronistas

indios (sin olvidar otras expresiones e inscripciones históricas). Las crónicas de indios (junto con

otras manifestaciones) componen un “teatro de intervención” o bien un “contexto epocal”,

particularmente fructífero tanto en la instrumentalización de estas tecnologías de comunicación

como en la traducción histórico-cultural y la consecuente reconstrucción cultural que despliegan.

Esta perspectiva de reconstrucción, a su vez, está determinada por una perspectiva o dimensión

cultural “ladina”198. Esta dimensión “ladina” atraviesa la posición cultural de los indios y

condiciona la construcción de la noción de indio, esta vez, como una necesidad bifronte de

recuperación memorial-cultural y de creación de enunciaciones e interpretaciones nuevas bajo

códigos, tecnologías y patrones culturales en colisión. En suma, la reconstrucción del campo

geocultural mesoamericano (junto con la determinación de algunos elementos o dimensiones

para su interpretación) se condice, en este punto, con la capacidad regenerativa de una

experiencia histórica india en un recorrido inicial hacia su reafirmación y autodeterminación.

198 Sobre la dimensión “ladina” o la ladinidad como clave de comprensión y construcción de la noción de

indio veremos más adelante su significación como “indio ladino” en tanto traductor y mediador cultural. Así también, la dimensión “ladina” como una rememoración cultural será parte de nuestra descripción del concepto de sabotaje situado para el caso mesoamericano en Hernando Alvarado Tezozómoc. Esta dimensión “ladina”, ciertamente, supera las fronteras del campo geocultural mesoamericano.

171

b) Elementos para la interpretación del campo geocultural andino colonial. Los Andes y

las modulaciones de reconstrucción cultural post-conquista

En un esfuerzo por comprender la manera en la cual se desarrollaba la vida en el último

Imperio indio conquistado en el Nuevo Mundo. Es preciso advertir ciertos aspectos mayormente

relacionados con las estructuras de poder socio-políticas que fueron intervenidas para tal efecto.

No fue en vano el esfuerzo de conquista sobre un gran reino con una geografía siempre al límite,

entre mares, selvas, desiertos y montañas, con habitantes diversos, diversos lenguajes, diversas

tradiciones culturales. El poder del Imperio incaico no estaba solamente relacionado con su

capacidad bélica o la administración desarrollada para su reino. Quisiéramos establecer una

entrada hacia una particular habilidad en su propia construcción y orden social, y cómo fue

replicado a través de su expansión sobre otras sociedades indias. Notable es la composición

organizacional, la distribución del poder, que forjó relaciones de dependencia y solidaridad

determinantes para la expansión del Inca, y que remiten a experiencias previas de asociación

socio-cultural (preincaicas) en proyección dentro del mundo colonial andino.

Primeramente, es conveniente indicar qué es lo que se juega con la estructura de la

sociedad andina desde una influencia o eje de interpretación incaico. El acceso desde lo incaico

para con lo andino funciona en una doble operación de resonancia y memoria. Pensar desde lo

incaico no resta ni reduce la pluralidad de lo andino. Más bien será la condición adaptativa del

incario, en sus modos de dominio y su particular resonancia-memoria, aquel elemento que

condensa su característica transversal heterogénea que opera (ya resemantizada en una decadente

comprensión nacionalista) hasta la actualidad. Sin embargo, reiteramos lo incaico como un

anclaje metodológico y simbólico, como un elemento o clave hermenéutica.

En esta perspectiva es prudente hacerse cargo, en primer lugar, del sentido de su

composición política fundamental, afirmada en la categoría socio-familiar del ayllu. Seguimos la

definición de María Rostworowski y Craig Morris en referencia al poder incaico:

“La nobleza cuzqueña estaba organizada en grupos de descendencia corporativa de

la realeza ayllus (escrito ayllo, etc. en tiempos coloniales), o panakas (panaca), y

en ayllus plebeyos. (La palabra ayllu, que tiene numerosos y desconcertantes usos,

172

parece referir básicamente a un grupo de descendencia centrado en un antepasado a

cualquier nivel de relación. Con referencia a parentescos relativamente pequeños, el

antepasado podía ser un antepasado reciente, mientras algunos segmentos mayores

de humanidad –quizá étnicos– podían ser imaginados como el ayllu fundado por un

ser mítico de tiempos remotos). Estos ayllu plebeyos estaban compuestos de los así

llamados Incas-por-privilegio, gente no Inca proveniente del área del Cuzco cuyos

kuracas eran otorgados conforme al estatus hereditario de nobleza provincial.

Debido a que el Inca consideraba a esta gente leal y a que ellos hablaban quechua,

muchos eran reubicados como mitmaq o colonos a lo largo del Imperio”199.

Siguiendo a Rostworowski y Morris el concepto de ayllu es establecido como la unidad

fundamental dentro de la organización social incaica. Importante es la descripción de las

asimetrías dentro de los grupos de ayllu (nobles y plebeyos). Otro punto central es la indicación

sobre el proceso de colonización incaico (mitmaq). La colonización incaica permite difundir y

fortalecer la unidad fundamental del ayllu en los Andes. Esto nos lleva establecer un antecedente

directo relacionado con la construcción social andina prehispánica desplegada por el incario.

Ahora bien, lo que ayllu significa como estructura social y cultural puede ser adscrito a

dos fuentes principales para la interpretación. La primera recoge el sentido primario del concepto

ayllu, es decir, su integración social y su carácter nuclear (familia o grupos de familias). Esta

acepción del término es compleja porque permite una amplia gama de usos y carece de identidad

semántica con la palabra “familia”. Esta traducción es siempre deficitaria y eufemística.

Podemos más bien comprender histórico-filosóficamente el real alcance de su significado

considerando junto con Estermann que:

199 ROSTWOROWSKI, María y MORRIS, Craig. The Fourfold Domain: Inka Power and Its Social Foundations. En: SCHWARZ, Stuart B. y SALOMON, Frank (eds.) The Cambridge History of Native Peoples of the Americas. Vol. 3. Part 1. South America. Cambridge, Cambridge University Press, 1999. 780p. “Cusco´s nobility was organized into corporate descent groups of royal ayllus (written ayllo, etc., in colonial times), or panakas (panaca), and nonroyal ayllus. (The word ayllu, which has numerous and puzzling usages, seems basically to have meant an ancestor-focused descent group at any given level of aggregation. With reference to a relatively small kindred, focused ancestor might be a recent forebear, while some large – perhaps ethnic – segment of humanity might be imagined as the ayllu founded by a mythic being of remote times.) These nonroyal ayllus were composed of so-called Inkas-by-privilege, non Inka peoples from the Cusco area whose kurakas were accorded the hereditary status of provincial nobility. Because the Inka considered these people loyal and they spoke Quechua, many resettled as mitmaq colonist throughout the empire”. (Traducción Alejandro Viveros)

173

“En el Ande, la entidad colectiva fundamental (hasta podríamos decir:

‘transcendental’) y la base imprescindible de la ‘identidad’ es el ayllu, la unidad

étnica de las comunidades campesinas. El ayllu ni es una categoría netamente

genealógica (familia extensa), ni una entidad exclusivamente socio-política. El

ayllu es la ‘célula de la vida’, el ‘átomo’ celebrativo y ritual, pero también base

económica de subsistencia y trueque interno. […] Aunque la estructura social en los

Andes ha cambiado considerablemente, debido a las grandes migraciones y la

irrupción de elementos ajenos, podemos apreciar en el campo hasta hoy día el

ordenamiento social, cúltico y económico en torno al ayllu que se suele denominar

‘comunidad campesina’. Un comunero tiene su identidad como tal, porque

pertenece al ayllu, normalmente por nacimiento, y vive en la marka (aldea) que

aglutina las casas de las familias nucleares-simples”200.

Siguiendo a Estermann, ayllu puede leerse desde una segunda fuente semántica, esto es,

desde la condición vital o experiencial. Esta dimensión implica un profundo nivel de

copertenencia existencial entre diversos grupos humanos en una geografía determinada por los

contrastes. El acercamiento al ayllu como un patrón para la descripción del funcionamiento

socio-cultural en la zona andina responde a un trasfondo histórico que supera el límite colonial.

La consolidación del ayllu como estructura primaria en las sociedades indias andinas responde a

su propio movimiento de modificación, alteración y apropiación de significantes exógenos. La

lectura campesinal del ayllu no es menos o más certera que la lectura incaica. La plasticidad del

concepto, en este contexto, es capital para determinar su potencial significado en tanto

resistencia, apropiación y vitalidad. Ayllu es entonces un concepto móvil de descripción y

autodeterminación, su principal potencial epistémico es la tensión que conlleva al ser

contrapuesto con lecturas occidentales para la identidad cultural. Esto significa, atender el grado

de apertura que implica esta particular “identidad colectiva” en razón del contraste con la

compresión occidental fundamental: el sujeto moderno. Ayllu en este punto acuña sentidos

divergentes y heterogéneos, posiciones de enunciación-interpretación complejas en su desarrollo

discursivo.

200 ESTERMANN, Josef. Filosofía Andina. óp. cit. pp. 203-204.

174

Un componente fundamental para explicitar la complejidad del desarrollo discursivo del

ayllu como posición de enunciación-interpretación es el referido al uso del quechua en la zona

andina. La lengua quechua funcionó como parte de una homogeneización lingüística fortalecida

por el dominio Inca. Empero, esta homogeneización se enmarca entendiendo que es el quechua

el idioma más utilizado en la zona andina, y que su utilización hasta hoy día se corresponde con

la antigua distribución geográfica del Tawantinsuyu. Es asimismo un hecho que el sistema

incaico utilizó el quechua como lengua oficial y administrativa, obligando a las élites locales a

aprenderlo y usarlo201. Si deseamos reconstruir brevemente el desarrollo histórico-lingüístico de

la lengua quechua, es preciso indicar las contribuciones de la lingüística y de la etnohistoria.

Alfredo Torero, desde un enfoque lingüístico, sostiene que la lengua quechua se origina en la

costa y sierra centrales del Perú contemporáneo, correspondiendo al centro social y religioso de

Pachacamac, y que mantuvo una difusión en las regiones adyacentes. Torero comprende la

situación lingüística múltiple o bien polidialectal, comprende el “mosaico” lingüístico presente

en los Andes prehispánicos202.

Desde un enfoque etnohistórico el quechua sigue los estadios de desarrollo destacados por

el enfoque lingüístico. Primeramente, debemos establecer la relación del quechua en su primera

versión con dialectos utilizados en la zona costera del Perú prehispánico. Los descendientes

201 Sobre el quechua como lengua preponderante en los Andes determinada (introducida) por la expansión incaica queremos destacar lo señalado didácticamente por Gonzalo Ortiz Arellano: “Eficaces en sus métodos de conquista, los Incas también lo fueron para la implantación del idioma. Dos eran los métodos principales que utilizaron. El aprendizaje ‘por inmersión’, que consistía en llevar al Cuzco a los miembros de la nobleza local. Allí rodeados de quichuahablantes aprendían el idioma suave y fácilmente y a la perfección. El otro método consistía en enviar profesores cuzqueños a las provincias conquistadas. Esto profesores iban a las provincias en condición de ´mitimaes’, con la obligación además de aprender los idiomas locales”. ORTIZ ARELLANO, Gonzalo. El quichua en el Ecuador. Ensayo histórico-lingüístico. Riobamba, Abya-Yala, 2001. 15p. 202 Torero realiza estudios sobre la separación sociohistórica de los desplazamientos idiomáticos, postula tres fases de expansión del quechua a partir de la costa y sierra centrales del Perú. La primera fase expansiva de la lengua, en este caso, la primera dispersión del protoquechua, habría estado asociada con el surgimiento de Pachacamac alrededor del año 880 d. C., articulando el Quechua I. La segunda fase expansiva se habría dado alrededor del siglo XIII. Por último, la tercera expansión del quechua habría ocurrido a finales del siglo XV desde la variedad chínchay, que en la actualidad mostraría diferencias poco profundas y es la que se atribuye como hablada y difundida por los Incas. Es ésta la variedad que cumple la última fase expansiva del quechua se le denomina la “lengua general” tal como aparece en los documentos coloniales. Véase TORERO, Alfredo. Lingüística e historia de la sociedad andina. Anales Científicos de la Universidad Agraria 8 (3-4): 231-264, 1970.

175

directos son los dialectos quechuas que se expandieron hacia la zona central andina203. Una

segunda versión del quechua fue difundida profundamente antes que el Inca y se encontraba

relacionada con la interacción económica, principalmente en las zonas costeras, en cierto

sentido, una variedad del quechua que funcionó como koiné preincaica. Sobre este segundo

quechua Rostworowski y Morris señalan:

“Quechua II también difundido antes del Inka, propagándose inmensas distancias

hacia el norte y el sur desde alrededor del siglo VI hasta el X. Torero asocia la

propagación hacia el norte en buena medida con la navegación en aguas profundas

y llama a esta variedad que probablemente sirvió como lingua franca marítima

Wampuy o quechua ‘flotante’. La expansión hacia el sur pudo haber estado

relacionada con la extensa influencia del gran santuario del centro peruano de Pacha

Kamaq. El dialecto peruano del norte llamado Cañaris (Quechua IIA) pudo haber

tomado forma en esta era, en cuanto el sistema gramatical y fonético, tiene una

semejanza con lo que los españoles más tarde llamaron ‘lengua general’. Las

variantes nortina (ecuatoriano) y sureña (boliviano) del Quechua II parecen haberse

separado de su ancestro común por fundamentos léxicos hace muy poco tiempo –

tal vez alrededor de año 1230”204.

203 Destacamos lo señalado por Rostworowski y Morris: “Una serie de estudios histórico-lingüísticos hechos por Torero y otros han hecho cada vez más claro que la lengua madre de los muchos dialectos Quechua surgieron en la costa central del Perú, no en la sierra sureña del área del Cusco, y esto cobró forma por lo menos un milenio antes del ascenso del Inka. Sus más cercanos descendientes son los dialectos “Quechua I”, que fueron dispersados con una considerable diversidad interna, a través de la sierra central peruana”. “A series of historical-linguistic studies by Torero and other have made it increasingly clear that the parent language of Quechua’s many dialects arose in central coastal Peru, not in the south-highland Cusco area, and that it took form at least a millennium prior to Inka ascendancy. Its nearest descendants are the “Quechua I” dialects, which have spread, with considerable internal diversity, through the central Peruvian highlands”. ROSTWOROWSKI, María y MORRIS, Craig, The Fourfold Domain: Inka Power and Its Social Foundations. En: SCHWARZ, Stuart B. y SALOMON, Frank (eds.) The Cambridge History of Native Peoples of the Americas. óp. cit. 807p. (Traducción Alejandro Viveros) 204 ROSTWOROWSKI, María y MORRIS, Craig, The Fourfold Domain: Inka Power and Its Social Foundations. En: SCHWARZ, Stuart B. y SALOMON, Frank (eds.) The Cambridge History of Native Peoples of the Americas. óp. cit. 808p. “Quechua II also diffused long before the Inka, spreading immense distances both northward and southward in the sixth through tenth centuries. C. E. Torero associates the northward spread in good measure with deepwater navigation and calls the variety that probably served as the maritime lingua franca Wampuy or “floating” Quechua. The southward spread may have been related to the far-flung influence of the great central Peruvian shrine Pacha Kamaq. A northern Peruvian dialect called Cañaris (Quechua IIA) may have taken shape in this era; in grammar and sound system, it bears a likeness to what Spaniards later called the “General Language”. The northern (Ecuadorian) and southern

176

Seguimos el enfoque etnohistórico de Rostworowski y Morris en su aclaración sobre el

Quechua II como plataforma para su expansión lingüística por los Andes centrales. Conforme a

lo explicado, la dispersión de la lengua quechua en los Andes centrales responde a variables que

se fundan tanto en el uso como lingua franca del “quechua flotante” (Wampuy) –que influencia

hacia el norte–, como en su expansión desde el centro socio-religioso de Pachacamac –que

influencia hacia el sur–. En consecuencia, el “Quechua II” sería el momento central de difusión

del quechua como idioma “dominante” en los Andes, finalmente en sus variantes: norteña

(referido dialecto Cañaris en Ecuador) y sureña (Bolivia).

Una tercera etapa del lenguaje quechua es iniciada por Domingo de Santo Tomás en 1560

como “lengua general”205, la cual está directamente relacionada con el dialecto Cañaris.

Sugerimos la existencia de una simbiosis o relacionalidad profunda entre la administración

político-administrativa y la lengua quechua (ya con el incario como plataforma para esta labor,

ciertamente sostenida y profundizada en la colonización hispana). Este relacionalidad es parte

fundamental de la tercera etapa de desarrollo de la lengua quechua. Luego, no es descabellado

pensar la realidad de la lengua quechua durante la etapa de encuentro-choque con los españoles

(1530–1570) como una más de las lenguas y dialectos coexistiendo en el Tawantinsuyu.

Podemos establecer la figura de un mosaico lingüístico en el cual hubo diversos senderos para el

desarrollo de las lenguas quechuas que, asimismo, manejaban una modalidad (del quechua)

como lengua general, a modo de un polilingüismo necesario dentro del campo geocultural

peruano prehispánico206.

Entonces, el quechua descrito por Domingo de Santo Tomás como “lengua general” (junto

con todas las descripciones lingüísticas hechas a posteriori por otros evangelizadores) es sin

duda el resultado de la evidente necesidad de establecer una comprensión comunicativa-

(Bolivian) variants of Quechua II seem on lexical grounds to have separated from their common ancestor quite recently – perhaps about C.E. 1230”. (Traducción Alejandro Viveros) 205 Sobre Domingo de Santo Tomás y la lectura de la lengua quechua como “lengua general” véase el estudio introductorio llamado el “Nebrija indiano” de Rodolfo Cerrón-Palomino En: SANTO TOMÁS, Domingo de. Grammatica o arte de la lengua general de los indios de los reynos del Perú (1560). Cuzco, Centro de Estudios Regionales “Bartolomé de las Casas”, 1995. pp. I-LXVI. 206 Sobre la diversidad de las lenguas en los Andes prehispánicos y coloniales véase: TORERO, Alfredo. Idiomas de los Andes. Lingüística e historia. Lima, Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA), 2002. pp. 37-52; FOSSA, Lydia. Narrativas problemáticas. Los inkas bajo la pluma española. Lima, Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú – Instituto de Estudios Peruanos, 2006. pp. 225-302.

177

lingüística unívoca y útil. Este es el último paso del desarrollo de la lengua quechua, a saber su

expansión como parte de la colonización y la evangelización en cuanto instrumento y estrategia

conducente a legitimar el quechua en su sentido político previo (como lengua del incario) en

virtud de una resignificación colonial. En esta etapa se logra rearticular la lengua quechua como

vehículo de legitimidad política prehispánica vuelto útil para la homogenización del proyecto

colonial respecto de las expresiones lingüísticas locales (otras lenguas andinas). Este instrumento

de dominio y colonización mantiene una historicidad diferente y determina el giro escritural en

el devenir de la lengua quechua. La adopción como vehículo transmisor de contenidos religiosos

y el traspaso de la oralidad a la tecnología alfabética de registro –en cuanto efecto reverso de

este proceso– abren discursos disruptores y de apropiación. En este sentido, el quechua

resemantizado (alfabetizado) se vuelve un nuevo espacio para la enunciación y para la identidad

cultural andina.

Un cuestionamiento interesante en relación con la alfabetización es cómo pudo el quechua

ser codificado en un material tan complejo como el quipu. Por una parte, el registro y el sistema

de registro son crípticos, pero comúnmente usados. Era la propia élite incaica la cual replicaba

en esta materialidad su acercamiento al lenguaje quechua oral. Números, cuentas, inventarios,

pero sin duda mucho más era posible de ser registrado. Es necesario aceptar que el proceso de

registro quipu era un recurso tecnológico y de comunicación de la élite india y, con ello, parte

fundamental de su dominio político. Por otro lado, es conveniente pensar qué relación y desde

dónde proviene la materialidad del quipu. Esto como ejercicio en la reconstrucción de su

condición de soporte comunicativo, de su encriptación y los alcances como vehículo de

enunciación. Sobre el quipu podemos indicar siguiendo a Gary Urton que:

“Khipu (nudo; nudar) es un término elaborado del quechua, la lingua franca y

lenguaje administrativo del imperio Inca (alrededor de 1450-1532). Los khipu eran

dispositivos de cuerdas anudadas que fueron usadas para registrar información

estadística y narrativa, de forma más notable por el Inca pero también por otras

comunidades en los Andes centrales desde tiempos prehispánicos, e incluso –en una

forma considerablemente transformada y atenuada– hasta la actualidad”207.

207 URTON, Gary. Signs of the Inka Khipu: binary coding in the Andean knotted-string records. Texas, Texas University Press, 2003. 2p. “Khipu (knot; to knot) is a term drawn from Quechua, the lingua franca

178

Urton define al quipu determinando su funcionamiento como sistema de registro y

comunicación operativo en los Andes desde tiempos prehispánicos (y preincaicos). La

posibilidad de registrar información “estadística y narrativa” en este lenguaje nodal es sin duda

un aspecto central en una producción rastreable hasta la actualidad.

Pero, ¿qué es un quipu? Dentro de la diversa gama de quipus, grandes y pequeños, hay

una técnica conocida en los Andes; un lenguaje nodal, transversal y heterogéneo, que se

distingue no sólo en sus materialidades o técnicas, sino que caracteriza un pensamiento desde

una tecnología de registro y comunicación propia (andina). A través de las crónicas coloniales se

explica la eficiencia de este sistema de registro, demostrando cómo las cuerdas y los nudos

podrían abarcar relaciones numéricas. Es importante establecer que el quipu funciona tanto para

datos estadísticos y cuantitativos, como para el registro cualitativo, histórico, narrativo, o bien

como narración de la memoria oral208. Los intentos por reconstruir el sentido del quipu más allá

de su registro meramente numérico en tanto que código verbal-nodal adscriben entonces

significaciones referidas a códigos etnocategoriales y narrativos (construcciones gramaticales)209

and language of administration of the Inka Empire (ca. 1450-1532 C.E.). The khipu were knotted-string devices that were used for recording both statistical and narrative information, most notably by the Inka but also by other peoples of central Andes from pre-Hispanic times, and even –in a considerably transformed and attenuated form– down to present day”. (Traducción Alejandro Viveros) 208 Seguimos a Gary Urton sobre el rendimiento comunicativo del quipu: “Descripciones de los khipus contenidas en documentos escritos en el tiempo de la conquista española (comenzando en 1532) y las subsecuentes dos o tres décadas revelan que los Incas usaron los khipus para registrar tanto datos cuantitativos (ej.: registros de censos y tributación) como canciones, genealogías y otras formas de narración conteniendo información histórica”. “Descriptions of the khipus contained in documents written at the time of the Spanish conquest (beginning in 1532) and the subsequent two or three decades reveal that the Inkas used khipus to record quantitative data (e.g., censuses and tribute records) as well as songs, genealogies, and other narrative forms containing historical information”. URTON, Gary. From knot to narratives: Reconstructing the art of historical record keeping in the Andes from Spanish transcriptions of Inka khipus. Ethnohistory 45 (3): 409-410, 1998. (Traducción Alejandro Viveros) “No dudo que la memoria tanto como las construcciones verbales individuales y creativas jugaron un rol central en la representación discursiva, o en la presentación, de la información codificada en un khipu”. “I do not doubt that memory as well as creative, individualistic verbal constructions played central roles in the discursive rendering, or reporting, of the information encoded on a khipu”. Ibíd., 411p. (Traducción Alejandro Viveros) En ambas citas se dispone y acepta al quipu como sistema de registro y comunicación abierto a la codificación de información “cualitativa”. Urton destaca la posibilidad de plasmar en el quipu información no sólo estadística sino que narrativa, histórica, memorial. 209 Gary Urton entiende lo etnocategorial como un elemento significativo al momento de comprender y agrupar objetos y acciones en el mundo andino: “Mi punto al introducir el tópico de las etnocategorías es sugerir que el concepto es útil en explorar otro aspecto del registro khipu desde tiempos prehispánicos: el uso de un número de verbos que denotan tipos de labores de servicio efectuadas en el sistema tributario

179

en los cuales se condensa un sentido comunicativo que no solo “cuenta” sino que también “relata

y reconstruye”.

Otros soportes y materialidades deben aquí ser también considerados como espacios de

codificación no escrita de información y significación. La composición semántica de los queros,

en calidad de vehículos-soportes volumétricos de significación y comunicación210, o bien de

otras manualidades tales como tablas, textiles, pinturas, o bien vehículos corporales,

musicalidades, bailes (waynos, taquis), teatralidades/performatividades (wankas, tinkus), reflejan

la alternatividad del registro comunicativo posible de asir desde un contexto incluso preincaico.

La celebración simbólica que involucran algunos de estos vehículos de comunicación permanece

a través de la reconstrucción colonial andina. Este punto es sumamente importante si se

complejiza el alcance y la persistencia de estos sistemas durante la etapa colonial. Los grados de

recodificación y resemantización no implican un esencialismo de los mismos, más bien nuestro

acercamiento gira hacia el movimiento, la movilidad de éstos, dentro de algunos espacios

intermedios del poder colonial. Los lugares alcanzados para el desarrollo de estos sistemas de

comunicación y sus vehículos, soportes y materiales, son parte del éxito no solamente de la

resistencia india, sino de la manera en la cual dentro del orden colonial y dentro de las

limitaciones y coerciones hacia el mundo no hispano, hubo espacios para lo inefable, para lo

indecible. Queremos pensar cómo esto “indecible” gozaba de profundos sentidos y

Inca”. “My point in introducting the topic of ethnocategories is to suggest that this concept is also useful in exploring another aspect of the khipu records from pre-Hispanic times: the use of a number of verbs denoting types of labor service performed in the Inka tribute system”. Ibíd., 425p. Urton, en este sentido, entiende que lo narrativo se basa en la existencia de “construcciones gramaticales”, las cuales son posibles en virtud de la existencia de codificaciones verbales en los quipu (desde lo cual se construirían frases con descripciones de acciones y tiempos verbales). Urton es certero al distinguir en las etnocategorías la función verbal implícita. En consecuencia, las capacidades de descripción de tipos de labores que contienen los quipu son enlaces directos con sus capacidades de comunicación. Luego, siguiendo a Urton, si hay verbos en los nudos, entonces hay un sistema de escritura (verbal-nodal), y solo resta aprender a leerlo. Sin embargo, debemos indicar que codificación verbal-nodal en dirección al establecimiento de patrones, elementos y categorías para la interpretación de un quipu y su información cualitativa es todavía un asunto en discusión e investigación. 210 Respecto de la composición semántica volumétrica del quero y su resemantización en el período colonial andino a través de los querocamayo véase: LIZÁRRAGA Ibañez, Manuel Antonio. Los queros coloniales y el imaginario clásico y renacentista. Tesis (Magíster en Estudios Culturales Latinoamericanos). Santiago, Chile. Universidad de Chile, Facultad de Filosofía y Humanidades, 2011.

180

significaciones ligadas tanto al pasado (memoria socio-cultural) como al presente, a su realidad

existencial cambiante y dúctil211.

Aquí se vuelve necesario establecer una conceptualización que profundice los alcances de

las diferentes plataformas y vehículos de expresión cultural andina. El concepto de

mnemotecnología, siguiendo a Frank Salomon, colabora como categoría descriptiva:

“Sudamérica no ofrece nada similar a los códices mesoamericanos porque ninguna

cultura nativa sudamericana practicaba la escritura en el sentido común de la

palabra antes del contacto ibérico. Para estar seguros, antes de 1492 la mayoría de

los sudamericanos expresaban pensamientos sobre descendencia, tiempo y cambio

en innumerables prácticas mnemotécnicas, las cuales, sin parecer escritura fueron

tomadas como recuerdos legibles. Algunos grupos codificaron el pasado en

acciones corporales: bailes con tradiciones representando seres ancestrales o cantos

o peregrinaciones para originar lugares. Otros inscribieron el pasado en artefactos

sagrados, algunos referidos a eternizar evocativamente la acción corporal: momias

ancestrales como vivas y reales, trofeos como máscaras hechas con rostros humanos

(en Perú) o la piel de los enemigos secada con ceniza (en Colombia) para

conmemorar sus victorias. Otros objetos mnemotécnicos engrandecen una persona

histórica o un grupo familiar tales como los soberanos. Estos modelos de

rememoración acompañados de una idea del pasado como una realidad paralela en

la cual uno podría entrar a través de significados rituales, recuperan un poderoso

conocimiento y por ello influencian el futuro”212.

211 Estas reflexiones sobre las posibilidades de enunciación de los diferentes sistemas de registro y comunicación han sido compartidas y complementadas con el grupo de estudiantes del proyecto FONDECYT N° 1090110. “Discursos andinos coloniales. Soportes, confluencias y transformaciones”. Investigador Responsable: José Luis Martínez. 212 SALOMON, Frank. Testimonies: The making and reading of native South American historical sources. En: SCHWARZ, Stuart B. y SALOMON, Frank (eds.) The Cambridge History of Native Peoples of the Americas. Vol. 3. Part 1. Cambridge, Cambridge University Press, 1999. 20p. “South America offers nothing similar to Mesoamerican codices because no native South American culture practiced writing in the common sense of the world before Iberian contact. To be sure, before 1492, most South Americans expressed thoughts about descent, time, and change in innumerable mnemonic practices, which, without resembling writing, were taken as legible remembrances. Some groups encoded the past in bodily actions: dances with costumes representing ancient beings, or chants, or pilgrimages to origin places. Others inscribed the past in sacred artifacts, some meant to eternalize evocative bodily action: lifelike ancestor

181

El alcance de la mnemotecnología, siguiendo a Salomon, como categoría descriptiva está

directamente relacionado con lenguajes alternativos, con materialidades que contienen códigos y

sentidos que funcionan como narración y movilizan la memoria cultural. Su condición de

legibilidad en acciones y materiales corporizados o volumétricos contiene complejos repertorios

iconográficos y variados registros testimoniales. En este sentido mnemotecnológico qhipus,

queros, wankas, waynos, et alter, son espacios de expresión e inscripción histórica participantes

del proceso de reconstrucción cultural post-conquista.

En consecuencia se vuelve imperativo direccionar cautelosamente la plasticidad de los

soportes y materiales de interpretación para asir los códigos y los significantes que comunican.

La condición mnemotecnológica de interpretación, que los diferentes materiales han podido

condensar para ser comunicados, ejercita una aproximación experiencial que supera la relación

objetual (artefacto), develando más bien un giro hacia una historicidad rememorativa compleja,

no sólo accesible a través de una reducción hacia el objeto o bien hacia su contexto. Hay

ciertamente dimensiones que significan variantes particulares (específicas) de un conocimiento o

práctica generalizada o tradicional. Debemos poner atención al necesario proceso que está

presente en cualquier práctica mnemotecnológica de adaptación y apropiación. La condición

mnemotecnológica nos entrega un espacio intermediario para con las múltiples particularidades

comunicativas presentes incluso hoy en la zona andina. Conforme a nuestro objetivo buscamos

destacar la multiplicidad evidente de vehículos y formas de comunicación y registro, de

pensamiento y reflexión, como también buscamos conectar esta multiplicidad con nuestra lectura

del campo geocultural en términos de expresiones o manifestaciones alternativas en la

reconstrucción cultural posterior a la invasión hispana.

Otro factor importante en el establecimiento del orden colonial andino es la tensión entre

Lima y el Cuzco (más bien la tensión entre el centro urbano costero (capital) y los centros

urbanos serranos como periferias de éste). Esta apreciación político-administrativa, que engloba

mummies, trophies such as masks made from human faces (in Peru) or skins of enemies stuffed with ash (in Colombia) to commemorate victories. Other mnemonic objects aggrandize a historic person or kin group in sovereigns. These models of remembrance accompanied an idea of the past as a parallel reality into which one could enter by ritual means, retrieving powerful knowledge and thereby influencing the future”. (Traducción Alejandro Viveros)

182

el proyecto colonizador en el Perú, marca la tensión entre las élites española e india. La

fundación de Lima (ciudad de los Reyes) en 1535 debemos advertirla en tanto que el motor para

el desarrollo del modelo colonizador en los Andes centrales. Al respecto seguimos lo propuesto

por Ángel Rama:

“Sobre ese primer discurso ordenado, proporcionado por la lengua, se articulaba un

segundo que era proporcionado por el diseño gráfico. Este superaba las virtudes del

primero porque era capaz de eludir el plurisemantismo de la palabra y porque,

además, proporcionaba conjuntamente la cosa que representaba (la ciudad) y la cosa

representada (el diseño) con una maravillosa independencia de la realidad, tal como

lo traslucen con orgullo las descripciones epocales. De la fundación de Lima por

Pizarro en 1535, que tantas críticas motivara en el pensamiento peruano de la

República, se nos dice con candor que ‘fue asentada y trazada la ciudad conforma a

la planta de dibujo que para ello se hizo en el papel’”213.

Rama destaca la planificación que se articula desde la lengua hacia el orden urbano. La

ciudad de Lima entrega la posibilidad de aunar la realidad con la representación, de comprender

la urbe como espacio nítido de intervención y creación. La idea al papel, y del papel a la

realidad. Lima funciona como ejemplo del proyecto de orden colonial, opera como paradigma de

la dimensión ideal de la colonización; Lima es la ciudad ordenada conforme a un modelo

dispensor de lugares y sentidos bajo un primigenio ideal moderno214.

Luego, la obtención de un puerto y la urbanización perfectamente adecuada al proyecto de

orden colonial estimularon la creación de dos polos de poder y desarrollo intrínsecamente

ligados pero a su vez contrapuestos (costa y sierra). Es la fundación de Lima un hito de la

colonización en la medida en que fortalece la integración en la red mundial de circulación

económica colonial, finalmente un fenómeno transatlántico y transpacífico. Asimismo, Lima

articula el “crisol” cultural que encarna el resultado del proyecto colonial sobre el Perú. 213 RAMA, Ángel. La transculturación narrativa en América Latina. óp. cit. 43p. 214 Sobre el ideal de orden de la ciudad colonial seguimos a Ángel Rama: “Dentro de ese cauce del saber, gracias a él, surgirían esas ciudades ideales de la inmensa extensión americana. Las regirá una razón ordenadora que se revela en un orden social jerárquico transpuesto a un orden distributivo geométrico. No es la sociedad, sino su forma organizada, la que es transpuesta; y no a la ciudad, sino a su forma distributiva”. RAMA, Ángel. La ciudad letrada. Santiago, Tajamar Editores, 2004. 38p.

183

Por otra parte, otras ciudades sin tener la ventaja de Lima como proyecto civilizatorio,

florecieron de otras maneras. Es el caso de Quito, como facción alternativa a la metrópoli

limeña. A ello Serge Gruzinski y Carmen Bernand indican:

“Desde 1563 Quito era la sede de una audiencia fundada por Hernando de Santillán.

La institución le confería a la provincia una relativa autonomía, aun si, en última

instancia, todas las decisiones emanaban de Lima, para gran descontento de las

familias criollas. Los encomenderos y los patrones de talleres textiles constituían un

grupo influyente en torno del cual gravitaban incontables mestizos”215.

O bien Potosí, mita minera de enorme complejidad socio-cultural, ligada directamente con

el mundo indígena serrano (no obstante, sus habitantes provienen de todas las latitudes) y con el

mundo transcontinental. En este contexto, Gruzinski y Bernand la describen con alcances

globales:

“La noticia de este descubrimiento cundió por los Andes, provocando una

verdadera carrera hacia la Villa Rica, conocida sobre todo con el nombre de Potosí.

En 1610, con sus 160 mil habitantes, Potosí era la ciudad más poblada de América,

el equivalente de Ámsterdam o Londres. El renombre de esas minas fue tal que

llegó a los confines del mundo. En China los mandarines pequineses la ubicaron

fácilmente en el mapamundi del jesuita Mateo Ricci, donde figuraba con el nombre

de monte Pei-tu-hsi”216.

Cuzco, por otra parte, determina un espacio de poder tensionado con el limeño. La

concentración de una élite prehispánica y colonial (incaica), su influencia político-cultural en la

sierra peruana como centro y enlace en una red económica y de comunicación proveen niveles

de autonomía, en cierto sentido, alternativos y equivalentes a la metrópoli limeña. Aflora ahí la

215 GRUZINSKI, Serge y BERNAND, Carmen. El crisol de las ciudades. En su: Historia del Nuevo Mundo. Tomo II. Los mestizajes (1550-1640). México, Fondo de Cultura Económica, 1999. 279p. 216 Ibíd., 287p.

184

tensión en el proyecto colonial entre Lima y Cuzco. Tensión que, por lo demás, persiste durante

todo el período colonial.

Pues bien, con la conquista española del Tawantinsuyu la estructura socio-cultural andina

resiste, en algunos niveles, las alteraciones producto de proceso de colonización. Durante la

conquista las élites indias logran persistir en espacios de poder generados dentro el orden

colonial sobrellevando la dificultad de desarrollar un proyecto alternativo (paralelo) dentro de la

estructura política hispana. Esta dificultad de desarrollo es necesario considerarla desde la

asimilación de las estructuras de dominio y colonización (instituciones civiles y religiosas).

El incario cae en 1532, no obstante, la consolidación del poder colonial no se logra sino

con la intervención de Francisco de Toledo (1569). Son estos cuarenta años una etapa

fundamental para el desarrollo de la sociedad colonial peruana. Hubo una condición de enlace

funcional al proyecto de colonización que atraviesa la figura incaica y su influencia política

establecida por las élites indias bajo la alianza “mestiza” (colaboracionista) entre conquistadores

y conquistados. Así también, la resistencia incaica en Vilcabamba, siempre en contacto y

circulación con los españoles, es parte de un sendero de constitución de una sociedad india

diferente a la prehispánica. Podemos establecer, siguiendo a Carmen Bernand, que:

“En los primeros años de la conquista del Perú se formó un universo andino

caracterizado por la heterogeneidad y la invención de nuevas pautas culturales.

Desde luego que no se puede calificar al imperio incaico de homogéneo, pues lo

grupos étnicos que poblaban los Andes antes de la llegada de Pizarro ya eran el

producto de repoblamientos coercitivos de mitmaqkuna operados por los incas”217.

Bernand sostiene la imagen de un universo social heterogéneo sumergido en la creación

de nuevos patrones culturales por necesidad de múltiples migraciones ejercidas desde el orden

incaico. Ahora bien, las animadversiones entre los conquistadores, las epidemias, la introducción

de la encomienda y el poderoso influjo de la evangelización y del mestizaje, lograron

217 BERNAND, Carmen. El mundo andino: unidad y particularismo. En: BERNAND, Carmen (comp.). Descubrimiento, conquista y colonización de América a quinientos años. México, Fondo de Cultura Económica, 1998. pp. 86-87.

185

desestabilizar las fronteras culturales entre los diferentes grupos étnicos indios, generando una

“diáspora colonial” en reconstrucción. Esto se consolida con la intervención del virrey Toledo y

en particular su política de “reducciones de indios”, separando las “Repúblicas de españoles e

indios” y reubicando (nuevamente) a los habitantes de los Andes. Aquí podemos integrar una

reflexión sobre las “reducciones de indios” en los Andes. Seguimos a Manuel Burga en su

descripción sobre los efectos de la política del virrey Toledo:

“Con Toledo (1569-1581), conquistados y conquistadores fueron incorporados a un

nuevo orden colonial. […] El nuevo corregidor de indios debía controlar la

conducta señorial de los encomenderos, se prohíbe y reglamenta el uso de

yanaconas (siervos), se modifican las tasas del antiguo tributo, se levanta un censo

de la población indígena, se incorporan ricas encomiendas bajo la administración

real y se ‘reduce’ a la población indígena. La ‘reducción’ llamada después

comunidad, quiebra sus jerarquías internas puestas al servicio de la administración

colonial. Los curacas, convertidos ya en codiciosos, venales y despóticos jefes

étnicos, alejados de las normas andinas de reciprocidad y redistribución, comienzan

a cumplir el rol de cordón umbilical entre las dos ‘repúblicas’, la de indios y la de

españoles, que paso a paso parecen distanciarse inexorablemente”218.

Siguiendo a Burga, comprendemos que el proyecto de dominio hispano involucraba

modificar la composición social india de forma tal que los cimientos de la estructura social

fueran funcionales con el desarrollo de la sociedad colonial central y no respondieran a poderes

locales. La creación y el distanciamiento que representa la política del “Pueblo de indios”, por el

contrario, producen espacios nuevos de reflexión y acción política. Los kuracas se vuelven

“entes de traspaso y fricción”. Las posibilidades de interoperación entre los indios y los

españoles se vuelven claves de reorganización y redistribución dentro de las cuales las élites

funcionalizan y catalizan la reconstrucción cultural desde su condición de mediación y control

sobre otros grupos de indios. Este proceso es descrito por Thierry Saignes:

218BURGA, Manuel. La sociedad colonial (1580-1780). En: Luis Guillermo Lumbreras “et al.” Nueva Historia General del Perú. Un compendio. Lima, Mosca Azul, 1982. 64p.

186

“Tan pronto como el régimen toledano tomó forma, la Corona estuvo por un tiempo

insegura sobre qué lugar asignar a los líderes étnicos en el sistema tributario. El

problema central era si el ayllu debía permanecer como una unidad social

impenetrable, debiendo su tributo colectivamente al cacique y obedeciendo sus

decisiones sobre implementarlos en las reglas andinas de economía política, o si el

cacique era merecedor de ser el agente de la Corona obligando a pagar el tributo

asignado per capita por jueces de la Corona a cada jefe de hogar”219.

En este sentido, siguiendo a Saignes, la convergencia tensionada entre ayllu y el “Pueblo

de indios” genera entidades de administración político-económico-cultural remitidas a espacios

de poder heterogéneos y asimétricos, dentro de los cuales deviene su legitimidad

“ambiguamente”. La “República de indios” en tanto que asentamientos reconocidos pero lejanos

al poder central se vuelve un semillero ideal para nuevas expresiones culturales y políticas,

espacios de resemantización y contacto inter pares. Con éste distanciamiento se configura el

surgimiento de fenómenos sociales complejos de raigambre e impacto político-religioso, de

inspiración nativista y milenarista-mesiánica. El Taqui Onkoy es claro ejemplo de la dificultad

en la colonización política y espiritual andina. Ahora bien, esto responde también a la primera

etapa de la colonización; luego de la profunda intervención de las políticas del virrey Toledo

para la extirpación de idolatría, fenómenos de este tipo son provistos de un impacto discursivo

alternativo de carácter político-religioso socialmente omniabarcador. Consideramos lo que

Alberto Flores Galindo señala al respecto:

“En el Taqui Onkoy se puede advertir un cambio significativo. No es un grupo

étnico que emprenda solitariamente la lucha para regresar al orden anterior; los

sacerdotes hablan de la resurrección de todas las huacas, desde Quito hasta el

219 SAIGNES, Thierry. The colonial condition in the Quechua-Aymara Heartland. En: SCHWARZ, Stuart B. y SALOMON, Frank (eds.) The Cambridge History of Native Peoples of the Americas. óp. cit. 65p. “As the Toledan regime took shape, the Crown was for a time unsure about what place to assign the ethnic chiefs in the tributary system. The core issue was whether the ayllu should remain an impenetrable social unit, owing its tribute collectively to the cacique and obedient to his decisions about implementing it within Andean rules of political economy, or whether the cacique was merely to be the crown´s agent in enforcing a tribute assigned per capita by crown judges to household heads”. (Traducción Alejandro Viveros)

187

Cusco. Las dos más importantes son la huaca de Pachacamac, en la costa, cerca de

Lima, y la huaca del lago de Titicaca, en el altiplano aymara”220.

Thomas Cummins desarrolla también un acercamiento al Taqui Onkoy:

“Por lo tanto, acá no nos interesa el grado de éxito, o incluso la realidad, del Taqui

Onkoy para reunir a todos los segmentos de la sociedad andina en una causa

común. En cambio, lo que es importante históricamente es lo que el Taqui Onkoy

llegó a representar para los españoles y las reacciones que generó. El Taqui Onkoy

mostró a los europeos que, realmente, no controlaban al Perú nativo de una manera

significativa. Económicamente, las demandas de trabajo de la mita española podían

encontrar súbitamente incumplimiento y resistencia, y las villas nativas estaban

muy descentralizadas como para controlar de una manera efectiva a los

recalcitrantes. Militarmente, el movimiento mostraba un odio profundo por los

españoles y, cuando coordinaba con los incas de Vilcabamba, amenazaba con

hundir la colonia en una rebelión armada total. Finalmente, el Taqui Onkoy

demostró que los españoles habían fallado en la misma tarea que, en primer lugar,

justificaba ideológicamente su presencia en el Perú. La idolatría nativa no sólo

estaba viva y coleando, sino en campaña militante contra la Cristiandad, con

muchos conversos que caían en la apostasía abierta”221.

Tanto Flores Galindo como Cummins permiten entender las dimensiones del Taqui Onkoy

como clave de interpretación para un fenómeno cultural determinante en la historia colonial

andina. La lucha por el regreso a un “orden anterior” tiene directa relación con una “reunión” de

los “segmentos de la sociedad andina” en una resistencia política en abierta “desobediencia e

incumplimiento” de los dispositivos de control hispanos, especialmente aquellos que entregaban

el principal sentido de la colonización, es decir, la evangelización. Consecuentemente, la

intervención contra-idolátrica condujo un paulatino proceso de construcción de códigos y

referencias nuevas dentro de lo imaginarios religiosos indios en el virreinato peruano. El efecto

220 FLORES GALINDO, Alberto. Buscando un inca: Identidad y utopía en los Andes. Lima, Instituto de Apoyo Agrario, 1987. 46p. 221 CUMMINS, Thomas. Brindis con el Inca. La abstracción andina y las imágenes en los queros coloniales. Lima, Universidad Nacional Mayor San Marcos (UNMSM), 2004. 214p.

188

de la profundización en la evangelización del Perú se presenta con las campañas de extirpación

de idolatría, donde los códigos y las técnicas tradicionales cotejadas como diabólicas

encontraron muchas veces espacios y grietas conducentes a la resemantización en un claro

movimiento de traducción cultural. Sobre los efectos de las campañas de extirpación de idolatría

Cummins agrega:

“Las campañas contra las formas simbólicas andinas, y la introducción de un nuevo

sistema de representación, no significaron la pérdida de los códigos de significación

andinos. Por el contrario, para los peruanos que aún se identificaban en relación con

la estructura social del ayllu, estas formas occidentales tenían que ser

reestructuradas y reimaginadas en cierto modo para transmitir términos de

significado andinos”222.

Siguiendo a Cummins, junto con el surgimiento de nuevas expresiones y vehículos de

comunicación, de códigos y símbolos culturales, la reimaginación de algunos modelos y

patrones culturales desde el cuestionamiento identitario presente en el espectro religioso,

buscamos recalcar la irrupción del ideal incaico como modelo conductor de una identidad grupal

en reconstrucción. La forma en la cual la memoria cultural andina vuelve al incario es

fundamental en la composición de su nueva subjetividad india. Esta subjetividad responde a una

necesidad importante, a saber, encontrar un suelo nutricio, un suelo de convergencia posicionado

en un ideal incaico, un suelo político, religioso, identitario, desde el cual es posible acceder a una

reconstrucción cultural anclada en las expectativas y las prospectivas del indio dentro de la

sociedad colonial peruana. Esto es significativo en el acercamiento de Flores Galindo:

“La idea de un regreso del inca no apareció de manera espontánea en la cultura

andina. No se trató de una respuesta mecánica a la dominación colonial. En la

memoria, previamente, se reconstruyó el pasado andino y se lo transformó para

convertirlo en una alternativa al presente. Este es un rasgo distintivo de la utopía

andina. La ciudad ideal no queda fuera de la historia o remotamente al inicio de los

tiempos. Por el contrario, es un acontecimiento histórico. Ha existido. Tiene un

nombre: el Tahauantinsuyo. Unos gobernantes: los incas. Una capital: el Cusco. El 222 Ibíd., 230p.

189

contenido que guarda esta construcción ha sido cambiado para imaginar un reino

sin hambre, sin explotación y donde los hombres andinos vuelvan a gobernar. El fin

del desorden y la obscuridad. Inca significa idea o principio ordenador”223.

Flores Galindo indica no sólo la relevancia del orden incaico como parte del imaginario de

los indios andinos coloniales, sino que advierte la “alternatividad” de esta comprensión de su

pasado histórico. Esta alternatividad en la comprensión ubica a los incas bajo una clave utópica

andina, la cual es real, es posible de condensar y asir en un “acontecimiento histórico” que “ha

existido” no sólo como entelequia, sino como un “principio ordenador” en un plano real e ideal.

Sin embargo, el espectro de intervención sobre el imaginario político y religioso

prehispánico (incaico) no condensa toda la actitud de los indios, ni los nuevos espacios de

enunciación-interpretación para con sus intereses. Éstos pueden ser analizados si se contempla

que el desarrollo de la sociedad colonial funciona desde un conjunto de instituciones, espacios,

elementos y prácticas culturales de imposición, resistencia y convergencia, cruzados por los

intereses políticos e identitarios, que están siendo creados a partir y dentro de ella. Es posible

observar con igual profundidad este movimiento en la integración política de las élites indias en

algunas de las instituciones religiosas cristianas presentes en el contexto colonial peruano.

Instituciones como las cofradías224

(entre otras) orbitan el espectro indio de participación en la

sociedad colonial más allá de la radical división entre “República de indios y españoles”. Las

integraciones de la religiosidad india, como parte del ejercicio de fagocitación presente en la

evangelización (antes y después de los Concilios Limenses y de Toledo como extirpador de

idolatría), devienen en supresiones y censuras necesarias, a partir de las cuales se producen

espacios intermedios, espacios de participación y reconocimiento dentro de la supresión

religiosa. La élite india andina reconstruye su campo geocultural en la medida en que se reinserta

ejecutando una nueva interpretación de su posición (espiritual y política) dentro de la sociedad

colonial. Abercrombie continúa esta lectura:

223 FLORES GALINDO, Alberto. Buscando un inca: Identidad y utopía en los Andes. óp. cit. 49p. 224 Sobre las cofradías en el Perú colonial desde un panorama descriptivo y bibliográfico véase: VEGA, Walter. Cofradías en el Perú Colonial: Una aproximación bibliográfica. Revista Diálogos (1): 137-152, 1999.

190

“En el mismo periodo en que las reformas de Toledo ubicaron la estirpe de la

nobleza castellana sobre una plataforma alta que los encomenderos no podían

alcanzar, la élite nativa estaba en un proceso de aprendizaje sobre aquello que la

nobleza castellana realmente significaba. Si ellos eran el equivalente indio a los

duques y condes castellanos, entonces comenzaron a reclamar que debían ser

tratados como tales. […] Solo para su elaboración, en cualquier caso, estos jefes

indios tuvieron que aprender primeramente los nuevos caminos de enlace y relación

de su discurso para ser útil en el contexto colonial”225

.

Siguiendo a Abercrombie, las nociones de “indio” y de “nobleza” como vehículos de

identidad y subjetividad son parte de este proceso y, ciertamente, son capaces de canalizar las

modulaciones de su reconstrucción “aprendiendo nuevos caminos de enlace y relación” con el

orden colonial esta vez en términos discursivos y políticos.

Es ahí donde interviene un importante tópico de análisis, relacionado directamente con la

utilización de códigos eurocéntricos (particularmente hispanos) en la construcción de textos

culturales complejos por parte de los sujetos indios andinos. La búsqueda de transmisión de un

mensaje, la búsqueda de una mejor comunicación entre horizontes culturales ya imbricados, es el

complemento del ejercicio histórico realizado por los indios andinos, por ejemplo, en sus

crónicas. La escritura de los indios andinos es un resultado contenido en una dimensión de

transición de los elementos culturales. Las crónicas funcionan como una tecnología útil para la

integración de los patrones culturales hispanos e indios. La integración de nuevos elementos

culturales se juega entre la obligación (la formalidad exigida) y la búsqueda de comunicación y

comprensión por parte del receptor de los mensajes culturales. Por ello, consideramos a las

crónicas en el contexto colonial andino como registro histórico en un sentido amplio, esto es,

como vehículo de registro y comunicación de dimensiones históricas y culturales en tensión, en

conflicto, pero también en intercambio y apropiación. Un clave para profundizar nuestra

225 ABERCROMBIE. Pathways of Memory and Power. óp. cit. 226p. “In the same period that Toledo´s reforms put Castilian-style nobility on a high shelf that encomenderos could not reach, the native elite was in the process of learning that Castilian nobility actually meant. If they were the Indies´ equivalent to Castilian dukes and counts, they began to argue, they should be treated as such. […] Just to draw them up, however, these native lords have first to learn new ways of engaging the narrative to be useful in the colonial context”. (Traducción Alejandro Viveros)

191

conceptualización la entrega Franklin Pease quien refiere a los cronistas indios y su comprensión

histórica andina en colisión con la comprensión cristiana (eurocentrada):

“No fueron solo los cronistas españoles quienes buscaron integrar la historia de los

Andes a una historia universal única y linealmente entendida; también ingresaron a

esta línea andinos como Felipe Guamán Poma de Ayala o Juan de Santa Cruz

Pachacuti Yamqui Salcamaygua. Guamán Poma, por ejemplo, finalizó la redacción

de su Nueva corónica y buen gobierno en 1615; presentó en su libro una serie de

edades cristianas aparentemente paralelas a las andinas que su mismo trabajo

precisó. El cronista no pudo sustraerse a la visión eurocentrista ligada a una

específica concepción de la historia, y por ello afirmó –acorde con muchas

discusiones de sus tiempos– que los hombres andinos eran descendientes de Noé, lo

cual determinó una manera de presentar sus edades del mundo andino”226.

Pease nos permite contemplar el caso de Guamán Poma en términos de su comprensión

temporal entrecruzada por la historia cristiana y la historia andina. Además Pease indica el

contexto en el cual otros indios escritores están produciendo sus textos culturales. Aquí el

problema cuestiona: ¿qué es aquello que decide la reinscripción de la historicidad bajo un

paradigma cultural y una tecnología eurocéntrica? Intencionalidades e intereses perspicaces son

evidentes al momento de asumir aquellos elementos, de algún modo supraculturales tales como

la comprensión temporal cristiana. Lo extraordinario, en ese caso, deviene de la utilidad y

utilización del paradigma temporal cristiano como traducción de una temporalidad andina. No es

posible desconocer que este gesto no invalida ninguna posición de enunciación del cronista o

autor andino, sólo le otorga una vestimenta nueva a significados culturales propios en un proceso

activo de reconstrucción. Salomon contribuye en esta perspectiva indicando que:

“Las aspiraciones andinas re-concebidas en este disfraz de un renacimiento

teleológico de la historia dio a estos autores la ocasión de escribir bajo enormes

cantidades de lo que parece ser la memoria oralmente transmitida. La genealogía

local e inca, la política, las instituciones y creencias prehispánicas, el conocimiento

tradicional de la agricultura, y los fragmentos de aquello que los autores creyeron 226 PEASE, Franklin. Las crónicas y los Andes. Lima, Fondo de Cultura Económica, 1995. 95p.

192

ser la poesía y las canciones antiguas vuelven a la vida en las páginas e

ilustraciones de Guamán Poma como en ninguna otra parte”227.

Nuevamente, siguiendo a Salomon, aquello que decide la historicidad presente en las

crónicas de indios andinos es aquella capacidad de integrar y seleccionar tanto elementos

pertenecientes a horizontes culturales divergentes, como tecnologías de comunicación de raíz

europea y prehispánica. Los resultados de esta apropiación son variados y componen, para el

caso de las crónicas y los cronistas indios, uno de los aspectos más determinantes en la

reconstrucción cultural andina a partir de su peculiar intervención y mediación. El objetivo de

recalcar la funcionalidad de la crónica en la reconstrucción cultural colonial andina se ve inserto

en una problematización mayor de los resultados de la dominación colonial ejercida desde el

proyecto imperial hispano. La crónica al igual que en Mesoamérica es parte de una estrategia

mayor de resistencia cultural. Las crónicas y los cronistas indios son, en consecuencia, puntos de

inflexión para cualquier acercamiento al mundo colonial. Podemos en todo sentido establecer

que constituyen un intento de solución a la situación en la cual devino la posición social de un

grupo particular de indios (élite) y sus particulares demandas. No obstante, el giro cultural de

estas obras contiene no sólo el ámbito de demanda o inscripción histórica de un grupo

específico, sino que busca y logra ser la plataforma para la adscripción y el reconocimiento de

un mundo cultural indio-andino (y sus liderazgos) dentro del sistema colonial hispano. Los

intentos de reinscripción e interpretación del campo geocultural andino no afloran sin la

intencionalidad clara de un posicionamiento enunciativo en creación que, bajo parámetros

políticos de demanda, logra visibilizarse a través de su escritura histórica.

Recapitulando, la exposición de algunos elementos para una reconstrucción crítica del

campo geocultural peruano-andino nos ha mostrado cómo la tensión entre los indios y el orden

colonial se desarrolla conforme a intereses divergentes dentro de una superestructura de poder

que incluye espacios y discursos culturales impuestos, asimilados o bien propiamente “otros”

227 SALOMON, Frank. Testimonies: the making and reading of native South American historical sources. En: SCHWARZ, Stuart B. y SALOMON, Frank (eds.) The Cambridge History of Native Peoples of the Americas. óp. cit. 48p. “Andean aspirations reconceived in this guise of renaissance teleological history gave these authors occasion to write down enormous amounts of what appear to be orally transmitted memory. Local and Inka genealogy and politics, prehispanic institutions and beliefs, traditional agricultural knowledge, and fragments of what the authors believed to be ancient poetry or song come to life in Guaman Poma´s pages and illustrations as nowhere else”. (Traducción Alejandro Viveros)

193

(indios). Hemos querido desplegar una interpelación por el lugar de enunciación de los indios,

por su lugar en la construcción de la noción de indio. Ésto nos ha permitido observar elementos

políticos fundamentales (todos ellos relacionados con la unidad socio-cultural fundamental: el

ayllu, y con los polos de desarrollo urbano), elementos religiosos (consecuencia del proceso de

evangelización), elementos lingüísticos (entrelazados al devenir colonial de la lengua quechua y

sus procesos de comunicación) y elementos tecnológico-comunicativos (principalmente

presentes en la apropiación de la escritura). Estas dimensiones de nuestra descripción procuran

encaminar una plataforma de interpretación comprensiva de la multidireccionalidad del

acontecer histórico colonial andino.

Declaramos la necesidad de pensar estos elementos como “propedéuticos”, tendientes a

consolidar una perspectiva de memoria y rememoración de su historicidad en reconstrucción. Es

por ello que consideramos a la escritura memorial, a las crónicas y los cronistas indios (sin

olvidar otras expresiones e inscripciones históricas, en términos de elementos

mnemotecnológicos polisensuales o multisensoriales). Las crónicas de indios andinos (junto con

todas las otras manifestaciones descritas) componen un “teatro de intervención” o bien un

“contexto epocal”, particularmente fructífero tanto en la instrumentalización de estas tecnologías

de comunicación como en la traducción histórico-cultural y la consecuente rememoración que

despliegan. Esta perspectiva de reconstrucción, a su vez, está determinada por una perspectiva o

dimensión cultural “ladina”228. Esta dimensión “ladina” atraviesa la posición cultural de los

indios y condiciona la construcción de la noción de indio, esta vez, como una necesidad bifronte

de recuperación memorial-cultural y de creación de enunciaciones e interpretaciones nuevas bajo

códigos, tecnologías y patrones culturales en colisión. En suma, la reconstrucción del campo

geocultural andino (junto con la determinación de algunos elementos o dimensiones para su

interpretación) se condice, en este punto, con la capacidad regenerativa de una experiencia

histórica india en un recorrido emergente hacia su reafirmación y autodeterminación.

228 Sobre la dimensión “ladina” o la ladinidad como clave de comprensión y construcción de la noción de

indio veremos más adelante su significación como “indio ladino” en tanto traductor y mediador cultural. Así también, la dimensión “ladina” como una rememoración cultural será parte de nuestra descripción del concepto de sabotaje situado para el caso andino en Felipe Guamán Poma de Ayala. Esta dimensión “ladina”, ciertamente, traspasa las fronteras del campo geocultural andino.

194

2.2 El traductor y el mediador cultural en el mundo colonial mesoamericano y andino

Es complejo imaginar las condiciones de existencia de un traductor en el contexto de la

conquista y la colonización de América. Podemos profundizar la condición de un lenguaraz, de

un ladino, capaz de traspasar e interoperar entre dos mundos culturalmente muy distintos y en

una relación de encuentro-choque que deviene de la conquista-colonización ejercida por el

Imperio hispano sobre las diferentes sociedades indias de Mesoamérica y los Andes. La elección

de Nueva España y Perú como centros de convergencia/divergencia cultural y lingüística

pretende explicar cómo en los centros del poder la exigencia de interrelación y apropiación

deviene en modelos mixtos, heteróclitos, primeros ejemplos de una identidad multiestrática.

Asimismo, permite considerar las diferencias con otros modelos y contextos, tales como los

presentes en las fronteras del espacio colonial, por ejemplo, Arauco y el norte de México229.

Deseamos llevar a cabo una lectura decodificando las estrategias de creación de los traductores y

mediadores culturales para luego llevar a cabo una exposición de los procesos de intercambio

que a través de ellos pudieron ser realizados. Es ahí donde un acercamiento teórico “en clave”

nos entrega una mirada para la comprensión de los fenómenos culturales de traducción y

mediación cultural. Esto vuelve la pregunta hacia la relación de los traductores en América en

tanto mediadores culturales. Pero, ¿cuál es su posición y cuáles son sus espacios de poder?, ¿cuál

es su influencia, su anonimato, su especificidad para con la traducción y la mediación cultural

desarrollada en el mundo colonial mesoamericano y andino?

Una vez que la conceptualización está en abierta y directa relación con la dimensión

cultural, y por ello con la movilidad, con la circulación, con los intercambios entre seres y cosas

en el periodo colonial, entonces se torna necesaria una revisión del “crisol” cultural y lingüístico

en tanto que plataforma para los encuentros y los tránsitos. En esta revisión la exigencia de

cualquier univocidad de la experiencia lingüístico-cultural no tiene cabida, por el contrario, esta

perspectiva teórica reitera la diversa gama de interconexiones e imbricaciones como parte del

difícil sendero de la composición cultural de América colonial. Queremos tomar esta indicación 229 Véase ALONSO, Icíar, BAIGORRI, Jesús y PAYÀS Gertrudis. Nahuatlatos y familias de intérpretes en el México colonial. [en línea] 1611 Revista de Historia de la Traducción. (2), 2008 <http://www.traduccionliteraria.org/1611/art/alonso-baigorri-payas.htm> [consulta: 07 de febrero de 2012]; PAYÀS, Gertrudis. El revés del tapiz: traducción y discurso de identidad en la Nueva España (1521-1821). Madrid, Iberoamericana, 2010. pp. 43-88.

195

como una plataforma para la comprensión donde la traducción y la mediación cultural no sólo

evidencian su calidad de instrumento de imposición (colonización), sino que propone una

relación en-entre las posibilidades de traducción cultural de los textos y los contextos coloniales.

Éstos son impresionantes si se admira el real alcance de su problematicidad y sus condiciones de

producción. A ello, debemos integrar una referencia a tradiciones orales propias que funcionaron

en relación con sus propios sistemas de registro y mnemotecnologías.

Procuraremos conducir el análisis hacia la participación de los “indios ladinos” como

elementos transversales dentro de la sociedad colonial latinoamericana. Esta elección no es

casual, por el contrario, pretende constituir una categoría de análisis sin reducir el sentido de la

traducción y la mediación cultural. La noción de “indio ladino” será acreditada en términos de su

ladinidad, en términos de su acercamiento y propensión a la interpenetración de horizontes

culturales a través de diferentes tecnologías de comunicación y prácticas socio-culturales. En sus

traducciones culturales es donde encontraremos expresiones cuyo sentido elude la unívoca

significación, donde los contextos o las etimologías son insuficientes para establecer las

posibilidades de su polisemia identitaria. En esta descripción es evidente la condición no sólo de

lenguaraz sino de negociador como una habilidad determinante del “indio ladino” para

interoperar entre mundos y romper (o traspasar) sus propias ataduras culturales (con sus

tradiciones culturales). Destacaremos, consecuentemente, los espacios y los movimientos de

negociación en los que se desenvuelven los indios ladinos (su ladinidad).

Queremos proponer a América colonial como un espacio que se condensa en un horizonte

de significado que gira al mismo tiempo hacia la figura del mediador cultural, del traductor

cultural, como lugar de resistencia y de apropiación. En consecuencia, el eje de esta reflexión es

articular y desarrollar una perspectiva de interpretación que funcione desde la apropiación

histórico-filosófico-cultural hacia una particular modulación de la enunciación-interpretación

(presente en la traducción y la mediación cultural en tanto ladinidad) como un camino posible de

seguir, profundizar y fortalecer al momento de pensar y problematizar América colonial.

196

a) Perspectivas sobre la traducción y la mediación cultural en Nueva España y el Perú

colonial

Al momento de localizar las acciones de traducción y mediación cultural que se presentan

en la composición de textos culturales, procuraremos utilizar un prisma histórico-filosófico para

volver sobre su realidad y especificidad en América colonial. Recurriremos entonces a una

estrategia propedéutica. Esto implica repasar las principales corrientes y comprensiones sobre la

traducción, sus actores y sus complejidades, encuentros y conflictos, para desde ello dar espacio

a nuestra percepción del traductor y mediador cultural en su condición histórica colonial. El

traductor-mediador cultural no reconoce una etnia particular, no obstante, está conectado con sus

proveniencias inexorablemente culturales. A este respecto, queremos señalar un horizonte de

análisis que ubica tres tipos de traductores-mediadores culturales: los españoles (europeos), los

mestizos y los indios, dentro de éstos preguntaremos consecuentemente por el “indio ladino”.

Sobre los españoles (europeos) es posible describir de forma genérica su perspectiva sobre

la traducción y la mediación cultural desde la evangelización, finalmente un suelo común a todos

los religiosos en América durante la primera etapa de la colonización. Sin embargo, debemos

indicar la diversidad dentro de esta misión evangelizadora. Hay giros y modulaciones en cada

orden religiosa, particularmente si lo que está en juego es la concatenación de paradigmas

teológicos (y por ello hermenéuticos), que imprimen a cada modalidad, a cada modulación, un

tempo particular. No es preciso aquí volver sobre todas las formas de traducción y mediación

cultural que operan en cada una de las órdenes religiosas, pero sin duda, podemos referir

brevemente a sus complejidades teológicas y filosóficas.

La dominación colonial en América tuvo en la escolástica su matriz teológica, y dentro de

ésta sus corrientes ideológicas fundamentales: la tomista (Tomas de Aquino), la escotista (Duns

Escoto), la agustina (Agustín de Hipona) y la suarista (Francisco Suárez), las cuales

corresponden, respectivamente, a los dominicos, franciscanos, agustinos y jesuitas. Estas

órdenes religiosas recurren a la escolástica (a la cual entienden como philosophia ancilla

theologiae, como una “filosofía sierva de la teología”) y responden a ésta conforme a la “gracia”

que cada una desarrolla (es decir, los dones o la manera en la cual despliegan su vida conforme

al evangelio, esto es, las reglas de su vida religiosa acorde a los preceptos de cada orden), y que

197

finalmente las diferencia unas de otras230. En general, la temática que exportaron a América las

órdenes religiosas fue la misma que por entonces mantenía la atención de los pensadores y

teólogos católicos en Europa (principalmente en el mundo ibérico), introduciendo también sus

puntos de divergencia y sus disputas. En el Nuevo Mundo, a lo largo de la dominación colonial

hasta mediados o fines del siglo XVIII, la escolástica domina las inquietudes que caracterizaban

el pensamiento religioso americano y, en consecuencia, sus expectativas de traducción y

mediación cultural en el continente. La escolástica es el fondo ideológico que genera lecturas

múltiples sobre cómo llevar a cabo la vida religiosa y la evangelización, y dentro de ésta, la

labor de traducción y mediación cultural que está involucrada. Los avatares traductológicos de

cada orden religiosa pueden ser considerados desde la indicación de Marietta Gargatagli:

“Estos religiosos, al principio, empezaron a enseñar el catecismo por señas, con

dibujos, cuadros o métodos aún más expresivos, como los gatos y perros que

Jacobo de Testera (el gran defensor de los indios ante Carlos V) hizo arder en un

horno ante los ojos aterrorizados de sus potenciales feligreses. Y también la

confesión, en esos primeros tiempos, se hizo mediante intérpretes. Pero esto, a todas

luces, no era coherente con las normas de la Iglesia. Ni la confesión podía admitirse

sin intimidad, ni los sacramentos podían impartirse sin nociones básicas de lo que la

religión católica considera las verdades de la fe. Esto impulsó a los religiosos a

estudiar a fondo las lenguas del lugar, con paciencia conmovedora y con un rigor

encomiable. Así, después de muchos esfuerzos, estuvieron en condiciones de

escribir ‘artes’ (gramáticas) y ‘vocabularios’ (diccionarios) de unas cincuenta de

ellas y también de traducir textos doctrinarios: breviarios, misales, diurnarios,

horas, entonatorios, procesionarios, que fueron (se han conservado muy pocos) los

únicos libros a los que tuvieron acceso los indígenas, y por esto su único contacto

escrito con la cultura y la civilización europeas”231.

Siguiendo a Gargatagli, si bien las órdenes religiosas tuvieron una activa participación en

la vida social y cultural tanto de los europeos como de los indios, el centro de su acción deviene

230 Véase GILSON, Etienne. El espíritu de la filosofía medieval. Madrid, RIALP, 1981. pp.13-46. 231 GARGATAGLI, Marietta. La traducción de América [en línea] 1611 Revista de Historia de la Traducción (1), 2007 <http://www.traduccionliteraria.org/1611/art/gargatagli.htm> [consulta: 07 de febrero de 2012].

198

de las complejas relaciones sociales que pudieron establecer dentro del proyecto de

evangelización. Entonces, desde la escolástica y sus paradigmas teológicos podemos acercarnos

a diferentes modulaciones de la traducción y la mediación cultural, consolidadas en la traducción

(construcción) de textos para la evangelización, en cada caso, según el propio interés y

comprensión de la labor evangelizadora (sean dominicos, franciscanos, agustinos o jesuitas).

Tomaremos por ejemplo el caso de los agustinos, ahí podemos seguir el impacto de su labor de

traducción y mediación, intentando extrapolar de su experiencia ciertos aspectos comunes o

transversales a fin de establecer la dimensión traductológica del religioso hispano en el período

colonial. Sobre la traducción cultural de los agustinos en Nueva España, Cristina Adrada indica:

“Si la traducción por antonomasia se define como una labor de mestizaje cultural

que se erige en puente de unión de dos culturas, en Nueva España, en los primeros

momentos de la conquista política y espiritual, sirvió, al igual que hiciera la

religión, para establecer relaciones que unieran a los individuos de diferentes

culturas en un mismo orden político, lingüístico y social. El religioso agustino jugó

ante todo un papel de mediador lingüístico, realizando una labor cercana, con una

dimensión humana inmediata y con un fin muy preciso: transmitir conocimientos y

difundir la religión. Desde el punto de vista puramente traductológico, se trata de un

traductor-intérprete primitivo, que tuvo que crear su propia metodología dadas las

nuevas circunstancias que obstaculizaban la comunicación. Nos encontramos ante

un traductor que trabaja individualmente y que practica una traducción empírica,

basándose en los resultados obtenidos para asentar las bases de su actividad, la cual

desarrollaba, en un principio, de manera ajena a cualquier pauta comunitaria que

marcara su labor. Atendiendo al proceso propio de traducción, podemos decir que,

en Nueva España en los siglos XVI y XVII, los religiosos agustinos llevaron a cabo

una traducción con una finalidad eminentemente evangelizadora y didáctica, basada

en el esquema natural de toda traducción: descodificación del signo original –por la

unión de un significante a un referente–, codificación en lengua meta y creación de

equivalencias normativas. Especialmente en las traducciones, no podemos hablar de

199

una equivalencia terminológica fiel, sino de una equivalencia global del mensaje

religioso”232.

Extrapolando lo indicado por Adrada hacia una determinación de la dimensión

traductológica de los religiosos coloniales podemos determinar una fuerte crítica hacia su labor

como traductores y hacia el contenido ideológico de su traducción. Aquí el sentido de la

traducción y de la mediación cultural, siguiendo nuestra propuesta teórico-metodológica, opera

como dispositivo de control y cedazo correctivo. En este sentido es “la traducción desde el

poder”, configurando condiciones de existencia y posibilidades de traductibilidad propias. Esto

es evidente, específicamente con la generación de gramáticas y diccionarios de las lenguas

amerindias (labor realizada por cada orden conforme al lugar en el cual se llevaba a cabo la

misión, siendo este fenómeno global y no solamente americano); desde una “filología

comparada” los religiosos estandarizaron a su medida la comprensión del otro, del indio. Este

movimiento de imposición, camuflada en un gesto divino, solo aclara la necesidad ideológica

(divina) y la magnánima tarea de evangelización que está detrás de su traducción y mediación

cultural.

Así también, queremos profundizar la figura del “mestizo” (indio-español) como traductor

y mediador cultural. Esta figura es compleja y no puede ser establecida sin considerar que los

niveles y desniveles (asimetrías) de mestizaje cultural tanto en el indio como en el español son

siempre evidentes. En esta perspectiva, el mestizo como vehículo de la traducción y la

mediación cultural es indudable, y tiene esta doble remisión semántica. En cierto sentido,

español e indio son mestizos por naturaleza (biológica) o necesidad (política). Ahora bien,

intentaremos reconstruir la figura del mestizo y su condición de traductor y mediador cultural a

través de un ejemplo clásico: el Inca Garcilaso de la Vega. A través de Garcilaso se evidencia la

constitución política de la figura del mestizo233.

232 ADRADA, Cristina. Traducción y tipología textual: La Orden de San Agustín en Nueva España en los siglos XVI y XVII. En: BUENO GARCÍA, Antonio (ed.) La labor de traducción de los agustinos españoles. Valladolid, Estudio Agustiniano, 2007. 151p. 233 Sobre el Inca Garcilaso de la Vega y la crítica a su obra como construcción identitaria mestiza véase: BERNAND, Carmen. Un Inca platonicien: Garcilaso de la Vega, 1539-1616. París, Fayard, 2006. 388p.; CHANG RODRIGUEZ, Raquel. (ed.), Franqueando fronteras. Garcilaso de la Vega y La Florida del Inca. Lima, Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú, 2006. 289p.; DUQUE, Félix. La conciencia del mestizaje: el Inca Garcilaso y sor Juana Inés de la Cruz. Cuadernos Hispanoamericanos,

200

Garcilaso consolida la interoperación de dos horizontes culturales que, estando en

colisión, devienen en una nueva creación identitaria, en ambivalencia y en creciente

significación. Garcilaso entiende la positividad de su condición de híbrido entre dos mundos,

reconociendo la posición de enunciación-interpretación que se produce en sí mismo y en

aquellos “hijos” de la colonización hispana en América. Su posición de enunciación emite un

espacio de intervención en ningún caso cercano a la clausura de sus posibilidades de creación e

impacto en el futuro de “estas tierras”. Garcilaso es capaz de describir la plasticidad y

multidimensionalidad que surge y se impone en la figura del mestizo, encontrando en sí mismo

el argumento final. El evidente argumento ad hominem del Inca, por el contrario, es el

apuntalamiento directo de la necesidad de enfrentar al mestizo como una construcción cultural

nueva, sin precedentes. La tensión que él mismo provoca, la tensión entre sus tradiciones, sus

credos, sus sangres, sus saberes y conocimientos, representa la fragmentación dentro del mundo

colonial desde sus inicios.

Antonio Cornejo Polar sigue esta lectura sobre Garcilaso, desde lo cual perfila su

comprensión del mestizo:

“No es necesario insistir en que la obra íntegra de Garcilaso es un empeñoso y

hasta obsesivo trabajo alrededor de su condición mestiza; o mejor aún, una

laboriosa semiosis destinada a producir la legitimidad de esa condición, personal y

socialmente, comenzando por la legitimidad de una escritura –la propia– que se

autopropone como articulación armónica de lo vario y lo mezclado: como escritura

mestiza, en suma. Basta recordar que vincula tradiciones hispanas y quechuas, que

supone el constante trasiego de la oralidad a la escritura, notable todo cuando se

trata de la oralidad quechua, trasvasada a la escritura en español, y que envía su

504: 6-31, 1992; FLORES QUELOPANA, Gustavo. La metafísica de la luz: claves del primer filósofo mestizo, Inca Garcilaso de la Vega, Lima, Instituto de Investigación para la Paz, Cultura e Integración de América Latina, 2005. 200p.; MORA, Carmen de y GARRIDO ARANDA, Antonio (eds.), Nuevas lecturas de La Florida del Inca. Madrid-Frankfurt, Iberoamericana-Verveurt, 2008. 327p.; ORTEGA, Julio. Leer y describir: El Inca Garcilaso y el sujeto de la abundancia. En: ESPINOZA, Javier Flores (ed.), El hombre y los Andes; homenaje a Franklin Pease, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 2002. pp. 397-408; PEASE, Franklin. Las lecturas del Inca Garcilaso y su información andina. Revista Histórica, 18 (1): 13-157, 1994.

201

mensaje tanto a sus lejanos parientes cusqueños cuanto a la corte peninsular y al

lector culto del Renacimiento.

Pero lo que interesa es poner de relieve que la validación de la escritura mestiza de

Garcilaso, específicamente en los Comentarios, no tiene únicamente que ver con la

duplicidad de sus fuentes, ni siquiera con el esfuerzo por preservar las fidelidades

que debe a uno y otro de sus ancestros; se refiere en lo esencial, a la construcción –

o mejor, a la autoconstrucción– del sujeto que habla en el texto y del espacio desde

el que lo hace”234.

El énfasis en lo político que implica la lectura de Cornejo Polar respecto de la

autoconstrucción del sujeto mestizo, de su enunciación-interpretación mestiza, utiliza una amplia

gama de recursos y posiciones discursivas. Destaca su comprensión del mestizo, en tanto

proceso de autoconstrucción, como un resultado de la colonización (en términos de la

vectorización de los efectos políticos de ésta); atendiendo a la configuración del mestizo inserto

en la cadena político-cultural del orden colonial. Destaca también la comprensión móvil desde su

escritura mestiza en tanto proceso cruzado por una oralidad “trasvasada”. Nuestro sendero

solamente ilumina la potencia discursiva de Garcilaso y cómo la problematización del mestizo

no conduce a expectativas puras, originales, o bien culturalmente impermeables. Seguimos las

indicaciones de Cornejo Polar, esta vez profundizando sus posibilidades en la tensión y la

alteridad entre indio y mestizo:

“Me parece claro, sin embargo, que ‘indio’ e ‘Inca’ funcionan casi como hipérboles

de la extrañeza del ser mestizo, pero dentro de un código siempre ambiguo que a

veces delata modestia y a veces soberbia, y al mismo tiempo, pero sobre todo, como

aviso al lector de que va a leer un discurso distinto, un discurso otro. Casi podría

decirse que la autodefinición del mestizo real como indio o Inca escriturales es una

forma de subrayar la alteridad de ese discurso y de quien lo emite”235.

234 CORNEJO POLAR, Antonio. Escribir en el aire. Ensayo sobre la heterogeneidad socio-cultural en las literaturas andinas. Lima, Horizonte, 1994. 93p. 235 Ibíd., 96p.

202

En Garcilaso encontramos la tensión entre la oralidad y la escritura de forma tal que

evidencia el desarrollo de estrategias de mediación cultural móviles. La ambigüedad de los

dispositivos conceptuales y su escritura (prosa) exponen la conflictividad como parte del proceso

de construcción de su propia enunciación, particularmente como trasmisor de los sentidos

alternativos (indios) en el horizonte cultural hispano. El respeto, la aclaración y la plurisémica

expresión escrita (modesta y soberbia a la vez) respecto de aquellos elementos de su tradición

oral india componen variados ejemplos en el desarrollo de su enunciación. Este es el “discurso

otro” –referido por Cornejo Polar– que se valida desde la autocomprensión de Inca como

metáfora para la ambivalencia de su construcción identitaria. Sobre esto seguimos lo señalado

por Cornejo Polar:

“Pero además, puesto que la lógica del significado se abre aquí a la equivocidad

plurisémica ¿no subyace en todo este relato la nostalgia por una unidad posible,

totalmente áurea, que la historia terminó por destrozar? Frente a esta unidad,

esencial e impecable, la imagen de la armonía que trabajosamente construye el

discurso mestizo del Inca se aprecia más como el doloroso e inútil remedio de una

herida nunca curada que como la expresión de un gozoso sincretismo de lo plural.

Ahora entiendo en términos de violencia y empobrecimiento, casi como mutilación

de la completud de un ser que la conquista hizo pedazos, el mestizaje –que es la

señal mayor y más alta de la apuesta garcilasista a favor de la armonía de dos

mundos– termina por reinstalarse –y precisamente en el discurso que lo ensalza– en

su condición equívoca y precaria, densamente ambigua, que no convierte la unión

en armonía áurea sino –al revés– en convivencia forzosa, difícil y traumática”236.

Cornejo Polar destaca el aspecto de una “armonía imposible” y de un conflicto constante.

Éstos son elementos que no podemos dejar de considerar en la dimensión de mediación que se

juega en el mestizo. El rendimiento de esta proposición por la “falta de armonía”, y ciertamente

por su ambivalencia identitaria, conjuga una categorización sobre lo mestizo desde sus medios y

mecanismos de participación en la sociedad colonial. La variedad de las creaciones que surgen

del choque remite a la cantidad de elementos que se confrontan, luego el conjunto europeo de

dispositivos conceptuales y expresiones culturales no destruye el conjunto indio. Dentro del caos 236 Ibíd., 99p.

203

del siglo XVI y en los siguientes, lo europeo y lo indio interactúan en una frontera donde luego

de la colonización –y por medio de ésta– es posible extraer elementos culturales mixtos, ni

europeos ni indios. En esta perspectiva, los mestizos, considerando lo indicado por Gruzinski,

serían ellos mismos una: “zona de convergencia, relativamente estables y relativamente

ordenadas, donde tiene lugar la acción de los atractivos, ‘como si el desorden se viera canalizado

en el seno de los motivos construidos según un modelo subyacente’”237.

Por otra parte, es preciso considerar la labor de traducción realizada a través de los indios

–su reconstrucción y mediación lingüística y cultural– que surge en tensión al proyecto de

traducción evangelizador. La necesidad de cumplir con la rápida evangelización de los indios, en

toda América, obligó a los religiosos a incluir intérpretes debido a la necesidad de

institucionalizar la religión. Saber el detalle de esas mediaciones y negociaciones es sin duda

algo imposible, sin embargo, es importante indicar la instancia de cruce de significados y

sentidos, en los cuales las aclaraciones semánticas y lingüísticas de ida y vuelta deben haber sido

parte importante del proceso de evangelización de los indios. El acceso a una traducción desde la

perspectiva del conquistador y la evangelización deviene en la problematización de sus

paradigmas y parámetros. Aunque hay un trasfondo muy estricto para esta labor (ulteriormente,

el dogma católico y su labor en el orden colonial), no podemos ignorar la ambivalencia presente

en este fenómeno. Los actos de traducción y mediación cultural, en este caso, advierten

diferentes niveles de interpretación. Distinguimos tres. En primer lugar, un nivel lingüístico, en

el cual a partir de la necesidad de comunicación y comprensión el castellano es modificado para

encontrarse con las lenguas amerindias (náhuatl, quechua, et alter) en un proceso de interacción

y construcción basado en la analogía y el traspaso de los sentidos en un nivel funcional para la

comprensión del mensaje. Podemos establecer un segundo nivel para los actos de traducción y

mediación cultural en la dicotomía entre la oralidad india y la cultura “letrada” europea, en este

caso, al aprehender y aprender las diferentes maneras de transmisión de la memoria cultural. La

oralidad depende de personas y contextos, con un fuerte énfasis en la performatividad, donde la

coherencia se logra bajo mecanismos mnemotécnicos de repetición transmisores de sentido. La

diferenciación entre tradición oral y tradición escrita (la cultura “letrada”) en el contexto de

colonización del Nuevo Mundo obliga a reconocer el analfabetismo de españoles e indios (para

con la lengua hispana) como condición desde la cual la relación entre la escritura y el poder tuvo 237 GRUZINSKI, Serge. El pensamiento mestizo. óp cit. 293p.

204

que ser fortalecida por las condiciones y las posibilidades de traductibilidad (por el mutuo

entendimiento). En este nivel la traducción y la mediación cultural subyacente en los aspectos

lingüísticos y extra-lingüísticos refieren al nivel semántico de las codificaciones culturales. El

análisis y la interpretación de analogías y diferencias entre las culturas (presentes en sus

lenguajes orales y/o polisensuales) funcionan claramente en el ejemplo de quien ostenta el poder

y direcciona una acción de traducción cargada ideológicamente. Es este el caso de la traducción

desde la evangelización que busca la interpretación de la religiosidad de los indios, lo cual es

una ida y vuelta pues despliega, en cierto sentido, un movimiento de imposición en el cual se

abre su apropiación, modificación y sobrevida. En un tercer nivel de la traducción y la

mediación cultural –desde la apertura a la modificación y la apropiación de tecnologías y

conocimientos– volveremos a destacar la elección de la lengua castellana para la redacción de

manifiestos históricos (es decir, cronistas indios y sus crónicas) como un factor determinante.

Esto implica someter el nivel mediático de la cultura hispana (crónica) como medio y acción de

superación y apropiación de los códigos culturales logocéntricos. No está demás indicar el

carácter didáctico en la utilización de otros recursos comunicativos, especialmente los

relacionados con la cultura visual (buen ejemplo de esto es Guamán Poma).

Ahora bien, la acción de traducción y mediación del indio nos posiciona en un ámbito

emergente, es decir, la necesidad de decir, de decirse, en cierto sentido, de adscribir el derecho al

habla, al discurso propio. ¿Qué traducción es aquella que se desarrolla en la narración de la

historia “propia” al público europeo, es decir, al otro? ¿Hasta qué punto estos traductores-

mediadores son determinados por las estructuras de poder que envuelven su producción y que

permiten su discurso en términos de apropiación cultural? Si bien el orden colonial establece

jerarquías insoslayables (estructuras de poder, sistemas de clasificación e instituciones), esto no

significó ningún silenciamiento ni marginación debido a que en un nivel lingüístico y cultural las

fronteras entre las jerarquías sociales son traspasadas por las necesidades de comunicación y

entendimiento (que son anteriores y funcionales). En este contexto, queremos determinar una

perspectiva fundamental de apropiación cultural, a saber, la regeneración histórica llevada a cabo

por los indios en la escritura de crónicas en Nueva España y en los Andes. Para el caso

novohispano, sostiene Manuel Aguilar Moreno:

205

“El período de tiempo cubierto por este grupo de historiadores corre desde la mitad

del siglo XVI hasta la mitad del siglo XVII, desde la instauración de las primeras

generaciones de nativos y mestizos nacidos después de la conquista hasta la

madurez de aquellos cuyos bisabuelos habían experimentado la invasión española.

Para el caso mexicano, los escritores post-conquista de tradición india representan

muchas de las divisiones étnicas básicas del Valle central de México. Los más

notables son Hernando Alvarado Tezozómoc (activo en 1598 - principios del siglo

XVII), Fernando Alva Ixtlixóchitl (1578-1648), Domingo Francisco de San Antón

Muñón Chimalpahin Quauhtlehuanintzin (nacido en 1579), Diego Muñoz Camargo

(1529-1599) y Juan Bautista de Pomar (activo en 1582)”238.

En lo que respecta a los Andes, siguiendo a Franklin Pease:

“A caballo entre dos siglos, muchos autores estaban trabajando en los Andes y

España. En los primeros, Felipe Guamán Poma de Ayala bien podía estar

escribiendo su Nueva corónica y buen gobierno terminada posiblemente en 1615.

Un par de años antes habría ultimado la redacción de su obra otro autor andino:

Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui Salcamaygua (se la tituló, Relación de

Antigüedades desde reino del Pirú). Mientras, en su autoexilio peninsular, el Inca

Garcilaso de la Vega redactaba sus Comentarios reales de los Incas, la primera

parte de los cuales vería la luz en Lisboa en 1609. Unos años después, a poco de

morir el Inca, apareció su Historia general del Perú (1617). Obras distintas, pero

ciertamente andinas a su modo, cada una, los Comentarios reales y la Nueva

corónica buscaban una interpretación de los Andes antes y después de la invasión

española”239.

238 AGUILAR MORENO, Manuel. The indio ladino as cultural mediator in the colonial society. Revista Estudios de Cultura Náhuatl (33): 172, 2002. “The time period covered by this group of historians runs from the middle of sixteenth century to the middle of seventeenth, from the coming age of the first native and mestizo generations born after the conquest to the maturity of those whose great-grandparents had experienced the Spanish invasion. For Mexico, the post conquest writers of native tradition represent several of the basic ethnic divisions of the Central valley of Mexico. Most notable are Hernando Alvarado Tezozómoc (active 1598-early seventeenth century), Fernando Alva Ixtlixóchitl (1578-1648), Domingo Francisco de San Antón Muñón Chimalpahin Quauhtlehuanintzin (born 1579), Diego Muñoz Camargo (1529-1599) and Juan Bautista de Pomar (active 1582)”. (Traducción Alejandro Viveros) 239 PEASE, Franklin. Las crónicas y los Andes. óp. cit. 41p.

206

Considerando lo indicado en ambas citas distinguimos las diferencias entre las herencias

y tradiciones culturales en tanto que se consolidan en sujetos indios escritores. Estos cronistas

indios, autores mexicanos y peruanos, asumieron posiciones de enunciación y de subjetividad,

en las cuales es posible comprender las potencialidades y los límites de la construcción de sus

textos culturales. Cada uno se presentaba como señor o líder de su respectivo grupo étnico,

algunas veces por herencia, otras como autodesignación, en general aspiraban o tenían autoridad

para hablar en nombre del grupo. Cada uno estaba envuelto activamente en peticiones legales

tendientes a la restauración de sus derechos, privilegios y propiedades. Asimismo, sus trabajos

eran animados por la aceptación del prestigio de las tradiciones y dinastías que ellos

representaban. Como resultado, en la articulación de su historia precolombina, inevitablemente

enfatizaron ciertos componentes de sus tradiciones culturales y suprimieron o ignoraron otros.

Un elemento interesante en la comprensión de la traducción y mediación cultural ejercida

por los cronistas indios es la relacionada con la educación (sus conocimientos adquiridos) a la

cual tuvieron acceso, esto en directa relación con su lugar dentro del orden colonial. En

consecuencia, focalizaremos nuestro esfuerzo en las élites indias. Aprender a ser “cacique” bajo

la condición de dominio hispana, implica la intromisión en asuntos relativos a lo político,

administrativo o religioso. El encuentro lingüístico y cultural, el aprendizaje de la lengua y el

reconocimiento de las prácticas y significados de ambos mundos no era tarea fácil. Los estadios

de mediación eran determinantes, para este fin los receptores e interventores fueron las élites

indias. Sabine Fritz sostiene al respecto:

“Los indios que se ubicaban en las ‘zonas fronterizas’ de fuerte contacto con la

cultura española donde podían teóricamente usar sus conocimientos adquiridos o a

favor de –sacando provechos personales– o contra el poder colonial. Las

posibilidades de actuar contra el poder colonial eran, evidentemente, muy

limitadas”240.

240 FRITZ, Sabine. Reclamar el derecho a hablar: el poder de la traducción en las crónicas de Guamán Poma de Ayala y del Inca Garcilaso de la Vega. En: FEIERSTEIN, Liliana Ruth y GERLING, Vera Elisabeth (eds.) Traducción y Poder. Sobre marginados, infieles, hermeneutas y exiliados. óp. cit. pp. 103-104.

207

Fritz destaca las “zonas fronterizas” determinando el contacto y la interacciones

necesarias en los traspasos de conocimientos en los Andes sudamericanos entre las élites indias y

el poder colonial. La indicación insiste en los beneficios que obtienen actuando en estas

dimensiones intermedias. Estos beneficios, de todas maneras, no eran fáciles ni evidentes

considerando que los medios de acción de las élites indias eran claramente “limitados” pero no

“imposibles”. Pero, ¿cuál fue la actitud del poder colonial en y sobre la educación de los indios?

La instalación de Colegios e instituciones educativas de instrucción lingüística y religiosa fue el

mecanismo establecido desde el poder colonial para la educación y aculturación de la élite india

dentro del sistema colonial. Tomaremos, como ejemplos de este proceso y de sus resultados,

algunos casos paradigmáticos en Nueva España y Perú.

Con la fundación del Colegio de San José de los Naturales (1527) por parte de Pedro de

Gante se establece una orgánica para la enseñanza y el aprendizaje de los indios dentro del orden

colonial novohispana. El programa educacional se basó en la proyección de sus enseñanzas hacia

la instalación de la “Ciudad de Dios” en América, una suerte de Jerusalem india, la cual desde

preceptos cristianos pudiera reconstruirse culturalmente241. El efecto concomitante y

consecuente era la participación de estos indios “instruidos” en diferentes labores

administrativas y políticas para la Corona conforme a los requerimientos, las posibilidades y los

límites por ella establecidos. El éxito del programa educacional motivó la creación de una

institución de educación superior con un alcance y proyección mayor: el Colegio Imperial de

Santa Cruz de Tlatelolco (1536). Sus propósitos pretendían reconocer las culturas india e hispana

en la formación y la preparación de los indios de élite como parte determinante del proceso de

imposición cultural y adoctrinamiento religioso242. La experiencia de Santa Cruz de Tlatelolco

fue determinante en un sentido alternativo, particularmente para los procesos de apropiación e

interacción del conocimiento tradicional indio y el conocimiento europeo. Siguiendo a

Gruzinski:

241 Véase MORALES, Francisco. Fray Pedro de Gante. Libro de colores es tu corazón. En: BALLÁN Romeo, Misioneros de la primera hora. Grandes evangelizadores del Nuevo Mundo. Madrid, Mundo Negro, 1991. pp. 75-81. 242 Véase MATHES, Michael. The America’s first academic library. Santa Cruz de Tlatelolco. Sacramento, California State Library, 1985. pp. 35-78.

208

“Hemos de recordar que en enero de 1536 se abrió, bajo la dirección de los

franciscanos, el colegio de Santa Cruz de Tlatelolco. Desde el primer año acogió a

unos 60 muchachos salidos de la nobleza nahua del país, quienes ‘vinieron a

entender todas la materias del arte de la gramática y a hablar latín y entenderlo y

escribir en latín y aun hacer versos heroicos’. Durante unos 20 años, de 1546 a

1565, los estudiantes indígenas formados por los religiosos incluso tuvieron a su

cargo la dirección de la institución y una parte de las enseñanzas. Con frecuencia se

insiste en la mala administración que durante este periodo estuvo a punto de

arruinar la empresa, olvidando preguntarse sobre el alcance de la autonomía

temporal pero excepcional de la que disfrutaron estos indios”243.

Si bien disímiles en varios aspectos, principalmente pedagógicos, los religiosos y los

estudiantes indios lograron afianzar un profundo diálogo entre la sabiduría tradicional nahua y el

humanismo renacentista europeo. En suma, si en el Colegio de San José de los Naturales tuvo

lugar la occidentalización o hispanización de los indios, entonces en el Colegio Imperial de

Santa Cruz de Tlatelolco tuvo lugar el efecto reverso, a saber, la indianización o nahualización

de los europeos. Sin duda, este efecto reverso ya cargado de occidentalización, procura

focalizarse y establecer los traspasos de los tipos de conocimientos y tradiciones culturales, lo

que dimensiona la formación de indios como líderes políticos, intelectuales, letrados, músicos,

artistas y artesanos, llevada a cabo en ambas instituciones educacionales.

Experiencias parecidas están presentes en la zona andina. Salvedades se consignan en la

instalación de los proyectos educacionales para indios. Si bien el caso mexicano se engloba en

una primera etapa de la colonización hispana (principalmente la oleada evangelizadora con fines

formativos en los indios de élite), con el caso peruano esto persiste de forma diferente debido a

la “particular continuidad” de la experiencia realizada en Nueva España, pero esta vez a partir de

una visión religiosa diferente, con tonos jesuitas. Esta educación para los indios de élite viene

acompañada de los resultados y la resonancia de la Contrarreforma en órdenes religiosas como la

Compañía de Jesús. La Compañía toma en los Andes un ritmo propio, una red de circulación

religiosa y económica a escala global (aspecto que no es privativo de los jesuitas) que provee

dentro de los parámetros de la instrucción religiosa, una amplitud pedagógica particularmente 243 GRUZINSKI, Serge. La colonización de lo imaginario. óp. cit. 65p.

209

inclusiva y correctiva. Desde este punto de vista, la educación de la prole de la élite india fue una

medida central dentro del fenómeno conocido como extirpación de la idolatría. Antes de la

fundación de los colegios, los caciques se educaban en los conventos o con el doctrinero. El

proyecto para institucionalizar la educación de los hijos primogénitos de los caciques se funda

con dos colegios de invocación jesuita: uno en Lima llamado Colegio Real del Príncipe244 y otro

en el Cuzco llamado de San Francisco de Borja245. Sobre esto Monique Alaperrine-Bouyer

aclara:

“Las autoridades coloniales, al fundar estos colegios, se propusieron formar una

elite indígena cristiana y fiel a la Corona, capaz, por lo tanto, de gobernar a sus

indios en el respeto de una fe católica libre de ritos paganos, y de lograr, con su

sumisión al poder monárquico español, la fidelidad de las masas indígenas. Se

trataba, pues, de alejar varios años de sus pueblos y familias a los hijos

primogénitos que heredarían el cacicazgo, para evitar toda contaminación de la

llamada idolatría, y de darles mientras tanto una formación religiosa intensiva. Por

otro lado, los caciques también mostraron interés en el nuevo proyecto educativo,

ya que buscaban ser reconocidos como elite y, de paso, acceder a los mismos

derechos de educación que los españoles y criollos”246.

Siguiendo a Alaperrine-Bouyer, el Colegio San Francisco de Borja del Cuzco fue una de

las instituciones que la Corona española destinó a la educación de los hijos de los caciques a los

cuales la administración colonial reconocía con derecho a sucesión. El Colegio se orientó a

reforzar su posición de intermediarios entre el poder colonial hispano y el mundo indio andino.

La influencia de estos colegios –y de los religiosos jesuitas que los dirigían– en la creación de

una utopía andina fue sustantiva. No obstante, en nuestra perspectiva, se trata de un proyecto

político fallido, un fracaso, pensado desde la institucionalidad y, al mismo tiempo, un éxito

rotundo, desde la apropiación india de tecnologías y saberes hispanos (eurocéntricos). El aspecto

“fallido” del proyecto educacional no sólo tiene relación con la desventaja política de los indios

244 Véase ALAPERRINE-BOUYER, Monique. La educación de las elites indígenas en el Perú colonial, Lima, Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA)-Instituto Riva Agüero, 2007. pp. 123-148. 245 Ibíd. pp. 149-157. 246 ALAPERRINE-BOUYER, Monique. La biblioteca del colegio de yngas nobles: San Borja del Cuzco. Revista Histórica 2 (29): 164-165, 2005.

210

(y su élite) frente a los criollos y españoles, sino que además nos permite contemplar que, debido

a la presión de las élites coloniales y el interés económico colateral, el proyecto de colegios de

caciques se convirtió, finalmente, en escuelas para españoles y criollos. Este cambio

fundamental, contrario a las constituciones y promesas que ejecutaron la fundación de los

colegios, acarreó una inevitable segregación. Indica Alaperrine-Bouyer al respecto:

“Las élites indígenas comprueban constantemente que las decisiones de la Corona

en su favor son, en realidad, desviadas en provecho de los españoles: fue el caso de

la renta que el virrey Toledo había concedido al futuro colegio del Cercado pero

que fue utilizada para el colegio de San Martín destinado a los hijos de los

‘beneméritos’, con pretexto de que los tiempos habían cambiado y que los colegios

de caciques ya no eran una prioridad, fue el caso de la encomienda vaca de Livitaca

que debía financiar el colegio del Cuzco y fue recuperada por los herederos como lo

fue también la donación de Domingo Ros, y cuando por fin los colegios estaban

fundados los españoles, atraídos por la fama pedagógica de los jesuitas, lograban

poner a sus hijos en detrimento de los indios”247.

Siguiendo lo indicado por Alaperrine-Bouyer, las resistencias a la instrucción de la élite

india suponen un aspecto de poder que, desde la percepción española, muestra el evidente

peligro de esta práctica y la necesidad de destruir la condición social de la élite india para

volverla funcional (subordinada) al orden colonial. Intuimos que esta carga deviene de la

necesidad de establecer un grado de autoridad, que no se impone solamente con la violencia

bélica o religiosa, sino que depende de factores anteriores, de dominio y destrucción de la

memoria cultural. La dominación, particularmente en los Andes, dependía mucho de la autoridad

del kuraca; la fuerte figuración de esta élite india debió haber sido uno de los espacio de poder

más difíciles de destruir por parte de la vorágine colonizadora. Un ejemplo de esta posición

247 ALAPERRINE-BOUYER, Monique. Saber y poder: la cuestión de la educación de las élites indígenas. Incas e indios cristianos. En: DECOSTER, J. J. (ed.) Élites indígenas e identidades cristianas en los Andes coloniales. Cuzco, Centro Bartolomé de las Casas (CBC)- Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA)-Asociación Kuraka, 2002. pp. 159-160.

211

destructiva y sospechosa es Bartolomé Álvarez248, Alaperrine-Bouyer recalca su objeción contra

educación de los indios. Álvarez sería:

“quien denuncia con vehemencia ejemplar las idolatrías y doble juego de los

caciques y ladinos. Acusa a los viejos dogmatizadores de seguir transmitiendo los

cultos paganos y no vacila en decir que hay que quemarlos a todos ya que de todas

formas se han de asar en el infierno y ¡cuánto antes mejor! Insiste en el gusto que

tienen los caciques por el poder y la influencia nefasta que tienen sobre sus indios.

Argumentos estos que se usan en los textos relativos a la extirpación y a los

colegios de caciques”249.

Empero, ejemplos de este comportamiento no son solamente propios de la época colonial

y reconocen, para nuestro efecto, dos asuntos importantes. El primero es la condición del poder

de la élite india que contaba inexorablemente con un reconocimiento ante los demás indios. A

esto se agrega el temor de la élite española, del poder colonial a esta clase de indios, pero a la

vez, su existencia como algo necesario, muy importante para la estabilidad del orden colonial.

Debemos indicar que la educación formal de la élite india es la que permite el particular modo

de participación en el mundo colonial. Evidencia de ello son los decretos y las diferentes

medidas de control que coercitivamente se impusieron a este respecto. Sin embargo, el deseo del

indio instruido, educado, era el reconocimiento de la posición de enunciación que con él se

condensaba en la intermediación entre el poder colonial y la realidad del mundo indio. La élite

india, en consecuencia, se instruyó a sí misma, buscó oportunidades, con otros instructores, con

el traspaso de conocimiento a nivel personal, familiar, se sobrepuso al caos de su pérdida,

reestructuró su status para volverlo móvil y adecuable al poder colonial. Luego, una vez

instruido el líder de su comunidad se volvía “indio ladino” en sus intereses, en su actuar, por

necesidad. La traslación de su posición social se juega en su conocimiento y en la relación de

autoridad que mantenía. Las maniobras de resistencia y apropiación lograron funcionar en el

orden colonial porque desde dentro éste componía y necesitaba a las élites indias, las cuales se

248 Sobre el doctrinero Bartolomé Álvarez véase ALVAREZ, Bartolomé. De las costumbres y conversión de los indios del Perú. Memorial a Felipe II (1588). Madrid, Polifemo, 1998. 462p. 249 ALAPERRINE-BOUYER, Monique. Saber y poder: la cuestión de la educación de las élites indígenas. Incas e indios cristianos. En: DECOSTER, J. J. (ed.) Élites indígenas e identidades cristianas en los Andes coloniales. óp. cit. 155p.

212

transforman en “élites de indios ladinos”. El desenvolvimiento de la traducción y la mediación

cultural en esta perspectiva (la del indio de élite) advierte una mirada integradora de una

posición social y de una acción o práctica cultural relativa al uso y manipulación de los

lenguajes, de los significados, de los soportes, tecnologías y materialidades. En este punto se

presenta la figura del “indio ladino” enlazada con el “indio de élite”. Este particular indio

presenta la amalgama de saberes y la aspiración social de su clase, de sus privilegios perdidos y

de aquellos ganados. Por cierto, aquí el sentido de la élite como receptor y agente de

traducciones y mediaciones culturales está relacionado con la movilidad y participación socio-

política que implicó manejar un conocimiento determinante como la escritura alfabética o bien

las lenguas europeas (castellano, latín, griego). He aquí la importancia de comprender a la élite

india a partir de una multidimensionalidad y transversalidad centrada en su movilidad y

adecuación dentro de la estructura social colonial.

Rolena Adorno define claramente lo ladino y al “indio ladino”, rescatando argumentos

importantes para comprender el lugar de enunciación-interpretación que “en ellos” se

desarrollaba:

“El término ‘indio ladino’ se utilizaba desde el comienzo de los tiempos coloniales

en México y en el Perú; aparentemente había llegado a España en una de sus

acepciones conocidas. Según el diccionario castellano de 1611 de Sebastián de

Covarrubias, el término se refirió a los habitantes nativos de la Península Ibérica

que habían llegado a dominar la lengua de los colonizadores romanos. ‘Ladino’

quería decir, sencillamente, ‘latino’. En tiempos medievales y modernos, llegó a

aplicarse a quienes no siendo originariamente hispanoparlantes (‘al morisco y al

estrajero’), llegaron a ser expertos en la lengua española. Aparte de señalar los

logros lingüísticos, el término también adquirió la connotación, según Covarrubias,

de prudencia y sagacidad. Fue de uso frecuente este término en la sociedad

multiétnica de la España medieval y del Siglo de Oro.

Dado que los llamados indios ladinos no se circunscribían a una sola clase social, ni

a una sola vocación, ni a un solo género, y que como tales individuos, participaban

en varios ambientes sociales, es imposible ofrecer aquí algo más que un cuadro

213

fragmentario de sus actividades, de sus autopercepciones y de los juicios que

merecían”250.

De acuerdo a lo señalado por Adorno no podemos dejar pasar la referencia a lo “latino”.

La condición de hispanoparlante es aquí una habilidad “adquirida” dentro de un mundo

multiétnico europeo, ejemplo de “sagacidad”. Asimismo, la indicación a la no pertenecía a una

clase social de los “indios ladinos” y la fragmentariedad de sus actividades denotan el sentido

móvil y multiestrático de su interacción cultural. Hay también otras lecturas sobre el “indio

ladino”, seguimos a Salomon quien indica respecto de éstos su condición bicultural y comprende

el proceso de alfabetización como un fenómeno abierto y no sólo relacionado con la movilidad

dentro de los espacios de poder:

“Por ejemplo, la demanda española de alfabetización y competencia bicultural en

algunos de los roles sociales de los indios (no sólo en los roles aristocráticos, sino

también aquellos humildes como el escribano del consejo del pueblo de indios)

produjeron miles de personas llamadas ladinos (indios biculturales) por toda la zona

andina. Ladinos, como jugadores de un juego cultural, generaron la desconfianza de

ambos, sus similares indios y la élite española; en el uso colonial de la palabra se

denota tanto una cierta astucia y fealdad, como una valiosa competencia”251.

El contraste entre ambas definiciones de “indio ladino” configura una tensión interesante

y compromete nuestra lectura sobre este concepto. Por una parte, Adorno describe una situación

excepcional de constante fragmentación que tiene lugar en el “indio ladino” (podemos aventurar

siempre cercano a una élite funcional de traductores-mediadores dentro del orden colonial), por

250 ADORNO, Rolena. El indio ladino en el Perú colonial. En: LEÓN-PORTILLA, Miguel, ACOSTA-BELÉN, Edna y KLOR DE ALVA, José Jorge. De palabra y Obra en el Nuevo Mundo. Imágenes interétnicas. México, Siglo Veintiuno, 1992. 371p. 251 SCHWARZ, Stuart B. y SALOMON, Frank. New Peoples and New Kinds of People: Adaptation, Readjustment, and Ethnogenesis in South American Indigenous Societies (Colonial Era). En: SCHWARZ, Stuart B. y SALOMON, Frank (eds.) The Cambridge History of Native Peoples of the Americas. Vol. 3. Part 2. South America. Cambridge, Cambridge University Press, 2000. 455p. “For example, Spanish demand for literacy and bicultural competence in some native social roles (not only aristocratic roles but also humbler ones like village council Scribe) produced thousands of people called ladinos (bicultural natives) all over the Andes. Ladinos, as cultural game players, incurred the distrust of both native peers and Spanish élites; in colonial usage the word connoted an ugly sort of cunning as well as a valuable competence”.

214

el contrario, Salomon apela a una comprensión del “indio ladino” más participativa, más

presente en las sociedades andinas coloniales (podemos aventurar siempre cercanos a un proceso

de aprendizaje-enseñanza del castellano y de sistemas de comunicación y registro logocéntricos).

Esto nos lleva a establecer para el caso colonial un doble vínculo del “indio ladino”, por un lado,

en un nivel de élite funcional al orden colonial y, por otro, en un nivel subalterno referido a la

apropiación y difusión de conocimientos y saberes europeos. Este punto es determinante en

nuestra comprensión del “indio ladino”, no queremos retomarlo sin dejar en claro la

potencialidad de este doble vínculo en la definición de la noción de “indio ladino”. Doble

vínculo que recalca el desplazamiento de su identidad social y cultural bajo la categoría de

“ladino” en la cual el sentido de la noción de “indio” ya no es solamente descriptiva, sino que

capaz de abordar el complejo desarrollo de una interpenetración cultural única y múltiple. Pero,

¿cuál es el impacto de la traducción y la mediación cultural hecha por el “indio ladino”?, ¿cómo

perduró el eco de su acción entre resistencias lingüísticas, políticas y culturales?, ¿cuál es el giro

que encuentra esta traducción cultural frente a otras hechas por traductores no indios? Estos

cuestionamientos devienen en una problematización sobre la enunciación y la sobrevida de las

traducciones culturales indias. Veamos esto siguiendo, nuevamente, a Adorno:

“Al participar en las actividades que conducían a, e incluían, la producción de estas

obras, los naturales que dominaban la lengua colonizadora habrían visto la palabra

que mandaba la acción y la que la interpretaba como inextricablemente

relacionadas. Habían visto que las actividades lingüísticas –desde la creación y la

conservación de las tradiciones orales hasta la producción de textos escritos– no se

podían separar de las prácticas sociales sino que eran constituyentes de las mismas.

El indio ladino comprendía que la escritura era una institución clave de la

colonización europea, y entrar en su uso era tomar una posición frente a ella”252.

A través de la comprensión de las actividades lingüísticas y principalmente la utilización

de la escritura, Adorno establece la figura del “indio ladino” englobando la intervención y la

producción de sentido que puede generar un traductor-mediador en términos de su apropiación

252 ADORNO, Rolena. El indio ladino en el Perú colonial. En: LEÓN-PORTILLA, Miguel, ACOSTA-BELÉN, Edna y KLOR DE ALVA, José Jorge. De palabra y Obra en el Nuevo Mundo. Imágenes interétnicas. óp. cit. pp. 392 -393.

215

cultural. La traducción y la mediación cultural hecha por el indio ladino es, en este punto,

determinante si establecemos sus grados de impacto en un horizonte temporal en apertura y no

cerrado sobre sí, esto es, permitir que la condición de texto cultural y de autoría sea leída bajo

una prisma histórico-filosófico y no solamente historizado desde su contexto colonial.

Pues bien, dentro del contexto colonial podríamos afirmar que el grado de injerencia del

“indio ladino” es sustantiva y que sus condiciones y redes sociales pueden corroborar su

intervención en los textos y las interpretaciones que desarrollaron e intermediaron. Hemos

descrito bajo el problema de la traducción y la mediación cultural en América colonial tres

posiciones de enunciación-interpretación (español, mestizo e indio). Así también, debemos

reconocer que dentro de cada una de éstas –y dentro de sus procesos de interacción con las

otras– funciona la ladinidad como elemento constitutivo. Los mecanismos de traducción y

mediación cultural llegan a ser “ladinos” toda vez que buscan establecer enlaces de

comunicación entre personas, grupos y culturas. La atención a los “indios ladinos” no reduce el

potencial de la ladinidad, tampoco lo hace la escritura como vehículo de comunicación y

apropiación cultural. Sin embargo, destacamos el carácter indio de esta ladinidad. Esto es un

punto importante porque permite comprender la ladinidad desde un matiz subalterno que está

“en reconstrucción” de códigos y patrones culturales.

En ese sentido, es menester descifrar la ladinidad no sólo puesta en los sujetos indios

coloniales, sino que en sus espacios concomitantes, en aquellos otros espacios de traducción y

mediación cultural donde hubo condiciones para la interacción de horizontes culturales. Esto

espacios colindan dentro del orden colonial y responden a diversos procesos de construcción de

subjetividades “ladinas” que, a partir de una experiencia histórica fundamental, atañen a la

sociedad colonial latinoamericana en diversos niveles.

216

b) Otros espacios de traducción y mediación cultural en América colonial

Desde una posición descriptiva (panorámica) buscamos problematizar y presentar otros

espacios de traducción y mediación cultural que recorren una multiplicidad de expresiones

culturales y que provienen, además, de diferentes trasfondos y raíces. Centraremos nuestra

exposición en algunos de los muchos modos de participación social y cultural, donde los efectos

de la traducción y la mediación cultural de agentes y sujetos diversos tuvieron lugar dentro del

orden colonial, principalmente desde la perspectiva del indio ladino o bien desde la ladinidad de

los acontecimientos en variados espacios y modulaciones. Esto significa que en los espacios y

las modulaciones de la traducción y la mediación cultural buscamos reconocer y reafirmar la

condición de ladinidad como un concepto o bien una “categoría integradora” de diferentes

posiciones y situaciones de enunciación-interpretación. La ladinidad entrega –a los fenómenos

de interrelación entre seres humanos durante la época colonial– una especialización y tendencia

hacia una integración “forzada y a la vez conveniente” de modelos culturales variopintos.

Entonces, la ladinidad nos permite ingresar a espacios en los cuales la traducción y mediación

cultural conducen experiencias históricas particulares e interrelacionadas. Los procesos de

acercamiento de los horizontes culturales hispanos/europeos e indios presentan en su origen

“ladino”, en su ladinidad, una dimensión desde la cual buscamos ubicar diferentes espacios

culturales de encuentros y desencuentros en la sociedad colonial.

En este sentido, la ladinidad expande en gran medida la visibilización de estas distintas

dimensiones y acontecimientos. Una revisión de la composición ladina y sus maneras de

posicionamiento social enunciativo nos dirige hacia el fenómeno de recopilación histórica,

literaria y cultural que se muestra en los múltiples “ladinos”; y que a partir de su

desenvolvimiento social, encuentran espacios propios y mezclados, de algún modo “originales

en construcción”, momentos en los que la ladinidad busca la construcción de una identidad.

Nuestro acercamiento distingue lo “ladino” en amplio sentido como instrumento teórico

suficiente para describir y caracterizar aquellos movimientos y espacios de relación humana que

acontecen dentro de la sociedad colonial y que se caracterizan por el traspaso y por la

apropiación de elementos culturales, tanto en dimensiones interiores y exteriores, en relaciones

económicas, legales, religiosas, técnicas, artísticas, musicales, corpóreas, finalmente,

vivenciales.

217

Rastrear la ladinidad en los diferentes acontecimientos de traducción y mediación cultural

(a saber, materiales, mentales, sociales, económicos, entre otros) es por lo menos un movimiento

de integración de situaciones, espacios y contextos donde la fragmentación –que deviene de la

traducción y mediación cultural– puede conducir elementos o variantes agrupables como

“ladinas”. Veamos algunos.

Un espacio importante para el desarrollo de la ladinidad (traducciones y mediaciones

culturales) son los cabildos de indios. En efecto la existencia de “Pueblos de indios” derivó en

una estructura de poder interna, dominada por indios. Esta mediación político-cultural de

aquellos indios ladinos y de élite es capaz de sintetizar su alto grado de intervención en la vida

política colonial. Los posicionamientos políticos propios de la comunidad india corresponden a

un horizonte cultural anclado en las tradiciones pero alterado en su funcionamiento final por el

sistema colonial. Luego, es posible adherir la lectura en la cual la composición política de los

indios responde a criterios de organización e interoperación, reticentes y a la vez partícipes, de la

estructura política colonial.

A partir de esta consideración política surgen las posibilidades de medición de actores

económicos ligados con la producción de bienes y servicios. Las estructuras de poder y

producción del sistema colonial admiten la intervención de los comerciantes y, con ello, su

inclusión dentro de la categoría de indios ladinos. El indio comerciante o responsable de la

producción de un determinado producto artesanal, agropecuario, ganadero, etc., se interna en la

fusión cultural que lo obliga a negociar con productores y compradores, con peones y patrones.

Buen ejemplo de la relación y acción de los indios ladinos comerciantes es Gabriel

Condorcanqui, quien como comerciante (arriero) logra congeniar sus redes económicas con su

rebelión libertaria. Condorcanqui como ejemplo, ya en el siglo XVIII, sólo refleja una condición

común dentro del sistema colonial, especialmente para indios ladinos de élite, quienes heredan o

poseen capitales económicos y de trabajo debido a su participación como enlaces dentro del

complejo sistema económico colonial.

218

Hay otra figura acompaña que surge dentro del flujo económico colonial y refiere a la

itinerancia del comerciante, hablamos del “migrante” o forastero. Carlos Sempat Assadourian

sostiene al respecto:

“Señalada de este modo la notable importancia del fenómeno migratorio en el

espacio andino, y la permanencia durante todo el período colonial de la categoría

forastero originada por este movimiento, intentemos un nuevo acercamiento a la

problemática de esta estructura agraria durante los dos siglos de su reproducción.

En el siglo XVII, el abandono de los propios territorios étnicos volvió a alterar el

paisaje agrario, sobre todo para aquellas áreas indígenas afectadas por la mita de

Potosí. El vaciamiento de los pueblos y esas tierras de nuevo desamparadas, de las

que con tanta insistencia se habla en los documentos, nos recuerdan aquella

alteración del siglo anterior ocasionada por la crisis demográfica”253.

Siguiendo a Sempat Assadourian, lo que determina al forastero es la movilidad no sólo

bajo los patrones de migración campo-ciudad, sino dentro de las diversas estructuras económicas

periféricas, locales, que son producidas conforme al desarrollo central de la minería como motor

de procesos económicos y culturales concomitantes. El forastero dentro del esquema de

intercambio cultural corresponde a un sujeto que desarrolla patrones culturales en adecuación,

que participa de la actividad social pero no tiene el reconocimiento social o bien no es parte del

“cuerpo social” (no goza de los derechos o la pertenencia a la comunidad funcionando siempre

como extranjero). Este sujeto no procede como parte de la élite india responsable de procesos de

producción, más bien es la fuerza de trabajo de los proyectos económicos que giran en torno a la

principal producción del sistema mercantil colonial, a saber, la minería.

Desde una perspectiva legal, las traducciones y las mediaciones culturales llevadas a cabo

comúnmente por indios ladinos en calidad de “pleitistas” nos muestran otro espacio de acción e

intervención. Es necesario destacar que el “pleito” era uno de los recursos legales con los cuales

las comunidades indias podían defender sus intereses frente a la dominación hispana y frente a

las disputas con otros indios. Este tipo de causas legales son ciertamente numerosas; y dentro de

253 SEMPAT ASSADOURIAN, Carlos. El sistema de la economía colonial. El mercado interior, Regiones y espacio económico. México, Nueva Imagen, 1983. 294p.

219

ellas, el papel del traductor y mediador cultural, en este caso, un indio ladino validado por el

sistema judicial colonial, atraviesa los horizontes europeos e indios para colaborar con la

justicia, finalmente, propia.

Debemos indicar también la dimensión religiosa de la traducción y la mediación cultural

en directa relación con la dimensión judicial. Dentro de los espacios religiosos la necesidad de

mediación cultural involucra la participación de indios en varios niveles. En la medida en que las

misiones religiosas se establecían en América el desarrollo del catequismo como estrategia de

educación religiosa primaria no pudo ser implementado sin la participación directa de indios en

calidad de traductores y mediadores culturales. Los indios fiscales o mandones llevaron a cabo

una serie de actividades y responsabilidades, dentro de las cuales ciertamente hubo varias

relacionadas con el acopio de indios no conversos para ser evangelizados, como también con la

verificación en los indios ya cristianizados de su participación en la Iglesia bajo los preceptos

religiosos y morales que ésta impone (esto incluye en términos generales la denuncia de

embriaguez, concubinato o adulterio, o bien prácticas religiosas paganas). Así también, en

aquellos “Pueblos de indios” donde no había un sacerdote asignado debían hacerse cargo de la

limpieza y mantenimiento de la Iglesia, llevar el registro de bautizos y obrar ellos mismos como

agentes de la doctrina. Es preciso no deslindar los patrones de cooptación de los traductores y

mediadores culturales en términos religiosos. Traducciones y mediaciones culturales como

aquellas realizadas por los fiscales o cualquier indio colaborador de la Iglesia comprenden un

espacio de negociación e interpretación al cual no es conveniente desatender, en particular

respecto a la profundidad y los elementos (culturales, materiales, espirituales) que son

determinados en éstos.

Varios fiscales aprendieron a leer y escribir, sumar y restar; los evangelizaron logrando

volverlos catequistas, acólitos, indios funcionales en la fase de la conquista espiritual. El enlace

entre la formación religiosa de los indios, su condición de clase en tanto que indios de élite, y la

creación de sistemas de apoyo y fortalecimiento de su labor, evidencian instancias de

intervención directa en la vida común (cotidiana). Aquí, nuevamente, la plasticidad de estos

indios religiosos, entre lo cristiano y lo pagano, entre lo aprendido en la catequesis y lo

aprendido en su tradición cultural, consolidan un paso fundamental de apropiación y creación de

nuevos códigos culturales.

220

Desde el caso peruano queremos dar énfasis a la construcción de un paradigma para la

extirpación idolátrica a través de la participación de indios ladinos. Este fenómeno no es

privativo del área andina, pero si es fundamental para la dimensión y la profundidad social que

alcanzaron traductores y mediadores culturales en América colonial. Estos indios ladinos son, en

efecto, el receptáculo de la intermediación entre el poder colonial y la masa de sujetos indios,

conjugando así expectativas varias y no siempre favorables. Adorno sostiene refiriendo a

Guamán Poma:

“Por el momento, sin embargo, la mejor fuente sobre la relación entre el ‘principal’

ladino y la extirpación de idolatrías continúa siendo don Felipe Guaman Poma […]

Como queda sugerido en su descripción de las actividades de Cocha Quispe, el

testimonio de Guaman Poma releva que el indio ladino era tal vez la persona más

odiada del equipo de inspección, menospreciado tanto por la comunidad nativa

como por su padre doctrinante”254.

Las expresiones de Adorno son comprometedoras y nos llevan a considerar el fuerte

efecto social de los indios ladinos en las sociedades andinas coloniales. Sin dejar de lado este

elemento negativo (odio y menosprecio) tampoco podemos obviar la necesidad en el uso y la

existencia de este tipo de indios ladinos en los procesos de interrelación social entre la masa de

indios y los doctrineros. La posición de Adorno, siguiendo el caso de Guamán Poma,

profundiza:

“Esta perspectiva colonial y exterior del indio –sobre todo del indio ladino– como

potencial elemento perturbador, la corrobora el testimonio de Guamán Poma.

Expresa con amargura el odio que creía que todos los colonialistas tenían hacia los

indios ladinos. Al citar los términos ‘ladinejo’ y ‘santico ladinejo’ como

254 ADORNO, Rolena. El indio ladino en el Perú colonial. En: LEÓN-PORTILLA, Miguel, ACOSTA-BELÉN, Edna y KLOR DE ALVA, José Jorge. De palabra y Obra en el Nuevo Mundo. Imágenes interétnicas. óp. cit. 384p.

221

descripciones despectivas aplicadas al ladino, Guamán Poma muestra que al indio

ladino muchas veces se le caracterizaba como neófito ofensivo y celoso”255.

El indio ladino, siguiendo a Adorno, presenta el testimonio de un perseguido por su doble

e inestable pertenencia. Su ambivalencia y su competencia para reconocer prácticas culturales de

ambos mundos, en este caso políticas y religiosas, articulan una cierta capacidad para atraer la

desconfianza. El oficio de indio ladino los vuelve figuras de desprecio, donde su identificación

con el dominador tiene como efecto el repudio de la comunidad. Sin embargo, el fiscal ladino no

fue necesariamente odiado, así tampoco lo fueron todos aquellos quienes actuaron desde y a

favor de las comunidades indias en su relación con el poder colonial. Aquí es importante

considerar la carga y la tensión, la violencia que se presenta en la intermediación de estos indios

ladinos. La sospecha hacia aquél que siendo indio colaboraba con el orden colonial es parte del

complejo escenario en el cual se desenvuelven los indios ladinos toda vez que son parte integral

del dominio (mundo del dominador) y de la resistencia al poder colonial (mundo del dominado).

Aquí su condición de bisagra es, ciertamente, ambigua y no reduce el carácter violento de los

espacios en los cuales desarrollan su traducción y mediación cultural.

No obstante, hubo también traductores y mediadores culturales indios que fueron líderes

populares con una connotación religiosa libertaria y mesiánica. Alrededor del 1560, en Perú, el

Taqui Onkoy convoca al retorno a la religiosidad prehispánica resemantizada. Varios líderes

indios jugaron papeles fundamentales en la organización y la transmisión, como también en la

destrucción de este movimiento político-religioso. Adorno refiere, en este caso, al juicio de

Cristóbal de Albornoz256 sobre este asunto:

“El papel clave del indio ladino como predicador y dogmatizador de éste y en otros

cultos mesiánicos es indiscutible. Cristóbal de Albornoz, principal extirpador del

255 Ibíd., 390. 256 Véase ALBORNOZ, Cristóbal. Instrucción para descubrir todas las guacas del Perú y sus camayos y haciendas. En: URBANO, Henrique y DUVIOLS, Pierre (eds.). Fábulas y mitos de los incas. Madrid, Historia 16, 1989. pp. 161-198.

222

movimiento, identificó a ‘los indios ladinos criados entre nosotros’ como los

responsables de la difusión de la herejía Taki Unqui en todo el Perú”257.

Siguiendo lo indicado por Adorno es evidente que, en la construcción de un paradigma

para la extirpación idolátrica, la participación de los indios ladinos (traductores y mediadores

culturales) fue inevitable. En México no hubo un movimiento tan extendido como el Taqui

Onkoy, pero hubo proclamas personales hacia acciones subversivas y milenaristas en contra de

la Iglesia y la evangelización. Seguimos el caso de Andrés Mixcoatl258; para ello referimos lo

señalado por Aguilar Moreno:

“En su confesión ante la Inquisición, Andrés Mixcoatl dijo que había sido bautizado

por un fraile en Texcoco en 1532, que aprendió el catequismo y fue instruido en los

sermones a abandonar los ídolos nativos, los ritos y a creer en el nuevo Dios.

Admitió incluso que, por tres años, había predicado que los sermones de los frailes

eran buenos para nada, que él era un dios y, por ello, que los indios debían practicar

sacrificios hacia él y volver a los ídolos y sacrificios del pasado”259.

Mixcoatl llevó a cabo un recorrido contestatario a la religiosidad, fuera de la norma, en los

intersticios del sistema religioso, donde instala ya una problematicidad hacia la compresión real

de la evangelización por parte de varios indios conversos transformados en heréticos. Las

fronteras entre la declaración libertaria y el anticlericalismo son visibles gracias a su profunda

257 ADORNO, Rolena. El indio ladino en el Perú colonial. En: LEÓN-PORTILLA, Miguel, ACOSTA-BELÉN, Edna y KLOR DE ALVA, José Jorge. De palabra y Obra en el Nuevo Mundo. Imágenes interétnicas. óp. cit. 374p. 258 Sobre Andrés Mixcoatl particular es la lectura de Gruzinski porque indica la relación con Martín Ocetolt y Juan Tlaloc en términos de la continuidad de una relación político-familiar (hermanos de lucha) como parte de la validación de un grupo de hombres-dioses (Man-Gods) que coordinaban la resistencia espiritual en la Sierra Madre del México colonial. Véase GRUZINSKI, Serge. Man-Gods in the Mexican Highlands. Indian Power and Colonial Society 1520-1800. Stanford, Stanford University Press, 1989. pp. 31-62. 259 AGUILAR MORENO, Manuel. The indio ladino as cultural mediator in the colonial society. óp. cit.

151p. “In his confession before the Inquisition, Andrés Mixcoatl said that he had been baptized by a friar at Texcoco in 1532, learned the catechism and was told in the sermons to abandon native idols and rites and believe in the new God. He admitted instead that, for three years, he had been preaching that the friars´ sermons were good for nothing, as he was a god and, furthermore, that the Indians should practice sacrifices to him and return to the idols and sacrifices of the past”. (Traducción Alejandro Viveros)

223

convicción religiosa, adecuada a sus expectativas de participación e intervención política. Cómo

él hubo muchos, mayormente durante el siglo XVIII260.

Otro ejemplo es, en los Andes, Juan Santos Atahualpa (1710-1756) quien decía descender

de Atahualpa y encarnar el Espíritu Santo, explicando de esa manera su nombre. No obstante,

tanto como un enviado divino logró ser también un imbatible estratega militar. Flores Galindo

indica al respecto:

“Entre 1743 y 1756 se produjeron enfrenamientos entre los seguidores de Juan

Santos Atahualpa y las tropas, primero del corregidor de Tarma y después del

virrey. En total se organizaron cinco expediciones, que fueron replicadas por un

número similar de incursiones de Juan Santos en la sierra central. A los nativos se

sumaron campesinos indígenas e incluso mestizos y negros”261.

Siguiendo a Flores Galindo, hay aquí una mezcla entre milenarismo y utopía andina. Juan

Santos Atahualpa muestra cómo los espacios de intervención de los indios ladinos subvertían la

instrucción religiosa y utilizando la religiosidad india ya cristianizada lograban establecer

nuevos parámetros de comprensión de sus aspiraciones sociales dentro de un horizonte cargado

hacia la resemantización de las tradiciones culturales, en este caso, religiosas y políticas (esto es

evidente en la inclusión multiétnica entre indios, mestizos y negros).

Por otra parte, la funcionalidad de la traducción y mediación cultural se dio también en la

aplicación de tecnologías y saberes europeos. El caso de la participación de indios ladinos en la

cartografía puede ser un referente claro. La historia de la cartografía americana en un escenario

post-conquista nos muestra cómo la geografía y las comprensiones espaciales fueron parte de un

proceso de transformación en el cual los miembros de ambas culturas, colonizadora y

colonizada, ejecutaron un activa interacción. La construcción y la lectura de mapas

mesoamericanos discurren en la utilización de soportes alternativos y, ciertamente, de 260 “El análisis de los movimientos milenaristas y mesiánicos en Cancuc (Chiapas), Quisteil (Yucatán), Chilahuacán-Yautepec (Morelos), Tulancingo (Hidalgo) y en la Pimería Alta (Sonora) en el siglo XVIII, muestra que en estos lugares estallaron con violencia los antagonismos étnicos y no hubo límites que contuviera las aspiraciones de indigenizar los dioses y los cultos, ni freno para realizar la utopía indígena más anhelada: fundar un gobierno autóctono”. FLORESCANO, Enrique. Memoria Indígena. óp. cit. 267p. 261 FLORES GALINDO. Buscando un inca: Identidad y utopía en los Andes. óp. cit. 60p.

224

convenciones cartográficas nuevas. Bien sabemos que la materialidad de los mapas

mesoamericanos difiere de la comprensión europea. Aguilar Moreno señala en este contexto:

“Considerando la existencia de una cartografía nahua prehispánica, debemos

reconocer que los ‘mapas’ prehispánicos eran mucho más que meros instrumentos

geográficos, incluso más que una apropiación simbólica del espacio. Éstos

mantenían la memoria mítica, social, política y económica del pasado”262.

Luego, junto con servir como documentos históricos y económicos, los mapas coloniales

de los indios mesoamericanos proveen también un prisma para la descripción y la comprensión

de la sociedad india colonial que está emergiendo, que contiene y renueva cargas simbólicas en

relación directa con su memoria y tradición cultural. Aguilar Moreno explica al respecto:

“Durante el siglo XVI, debido a que los cartógrafos españoles eran muy pocos, la

administración colonial se basó principalmente en la colaboración de pintores

indios para producir los mapas necesitados. Lejos de ser indiferentes a sus

habilidades y conocimientos del país, parece ser que los virreyes y sus oficiales

reconocieron la eficiencia y precisión del sofisticado sistema de convenciones

provisto por los glifos indios. Por estas razones, durante 1579-1600, las décadas

correspondientes a la elaboración de las Relaciones Geográficas, las tierras

otorgadas a los españoles, pintores indios fueron requeridos para dibujar cientos de

mapas para las nuevas autoridades. Muchos de éstos, cartógrafos y pintores ladinos

fueron herederos de la nobleza y el clero prehispánico; los más ancianos entre ellos

habían sido educados antes de la conquista española”263.

262 AGUILAR MORENO, Manuel. The indio ladino as cultural mediator in the colonial society. óp. cit.

157p. “Considering the existence of a pre-Hispanic Nahua cartography, we must acknowledge that pre-Hispanic ‘maps’ were much more than mere geographical instruments, even more than symbolic appropriation of space. They maintained a mythical, social, political, and economic memory of the past”. (Traducción Alejandro Viveros) 263 Ibíd., 159p. “During the sixteenth-century, because Spanish cartographers were very few, the Colonial administration relied mainly on the collaboration of Indian painters to produce the maps they needed. Far from being indifferent to their skill and knowledge of the country, it seems that the viceroys and their officers recognized the efficiency and accuracy of the sophisticated system of conventions provided by Indian glyphs. For these reasons, during 1570-1600, the decades corresponding to the elaboration of the Relaciones Geográficas, the land given to the Spaniards, Indian painters were requested to draw hundreds of maps by the new authorities. Most of these ladino map-makers and painters were the heirs of the pre-

225

Seguimos a Aguilar Moreno, especialmente en su indicación sobre quiénes serían aquellos

cartógrafos indios coloniales y cuál sería su radio de intervención. En sus producciones se

retienen muchos de los viejos glifos y símbolos, como aquellos relacionados con el altepetl,

agua, ríos, primavera, montañas, caminos; en ellos se produce también el impacto, la recepción y

la recreación de nuevos signos necesarios por el contexto para la construcción del imaginario

colonial. En este sentido, los pintores indios crearon glifos nuevos para designar nuevas cosas o

conceptos, verbigracia, iglesias, campañas, planos urbanos (dameros), las estancias y haciendas,

corrales, entre otros. Los contenidos de estos nuevos glifos eran completamente nuevos (cosas e

ideas de origen hispano), sin embargo, retenían algunos de los patrones culturales de la

iconografía india. Aguilar Moreno refiere este asunto:

“Este es el significado y el mensaje; el mapa evolucionó como un diálogo, quizá

largamente silenciado, entre dos personas y dos tradiciones. La voz india en el

diálogo tiene el monopolio sobre la autenticidad, mientras el Criollo-Mestizo tiene

la ventaja de una metodología cartográfica más versátil, y la ventaja sostenida por el

dominio socioeconómico y la sanción ideológica del poder colonial. Pero con el

tiempo las dos voces llegaron a ser comprensibles mutuamente, en cuanto cada uno

aceptaba la humanidad y creatividad del otro”264.

Siguiendo a Aguilar Moreno, la noción de una “cartografía india” sobrevive y traspasa los

límites anteriores y posteriores a la colonización. El vocabulario y las tecnologías de

comunicación desarrollan un “diálogo” que tiende a la europeización (al predominio del

vocabulario y las tecnologías europeas), pero que bajo el contexto y el contenido espacial-

territorial al cual refería aún acarreaba (y creaba nuevas) semánticas indias. Consecuentemente,

el artista español o mestizo tuvo que aprender a ver y leer sus paisajes a través de ojos indios.

Hispanic nobility and clergy; the oldest among them had been trained before the Spanish Conquest”. (Traducción Alejandro Viveros) 264 Ibíd., 171p. “This is the meaning and the message; the map evolved as a dialogue, perhaps largely unspoken, between two peoples and two traditions. The indigenous voice in that dialogue has the monopoly on authenticity, while the Creole-Mestizo has the advantage of a more versatile cartographic methodology, and advantage sustained by socioeconomic dominance and the ideological sanction of the Colonial power establishment. But over time the two voices became mutually comprehensible, as each accepted the humanity and creativity of the other”. (Traducción Alejandro Viveros)

226

La producción plástica, por otra parte, es también un espacio para la traducción y la

mediación cultural. El indio ladino utilizó diferentes lenguajes y materiales artísticos, soportes y

vehículos para la expresión y reflexión de su experiencia cultural. El encargo de obras a artistas

indios bajo la aprobación y guía de los evangelizadores desarrolló la interacción de técnicas y

repertorios iconográficos. Aquellos indios ladinos podían volver a sus propios orígenes como

escribanos y pintores, dibujando en un vocabulario simbólico una reinterpretación de los temas

europeos y cristianos. Indica Gruzinski sobre el caso novohispano:

“Al lado de las pinturas de retablo y de las esculturas, en casi todos los conventos y

las iglesias, frescos monumentales desplegaban ante los ojos de los indios lo

esencial de la iconografía cristiana. […]

Pero los religiosos y los artistas europeos nunca fueron sino una minoría. Indios

formados desde fines del decenio de 1520 en el taller abierto de Pedro de Gante en

México, reprodujeron y difundieron las pinturas flamencas y españolas y más

todavía los grabados que tenían antes sí. Sus obras adornaron las primeras iglesias y

las moradas de los nobles indígenas. Numerosos émulos de la ciudad de México y

del poblado vecino de Tlatelolco se apresuraron a seguir sus pasos, sin haber

recibido siempre la misma formación. Al grado de que al poco tiempo, en 1552, el

virrey Luis de Velasco, inquieto, pretendió someterlos a la supervisión de la capilla

de San José, donde trabajaban Pedro de Gante y sus discípulos”265.

Gruzinski indica varias claves de análisis para el escenario novohispano. Primero la

cotidianidad y la presencia de elementos y códigos visuales, principalmente provenientes de la

iconografía cristiana y renacentista. En este contexto de producción la existencia de artistas

indios es recalcada no por su creación sino por su “reproducción y difusión” de códigos visuales

europeos. Estos códigos, cada vez más presentes en las sociedades indias, son generados y luego

controlados por el orden religioso hispano, sin por ello dejar de ser agenciados y resignificados.

El escenario novohispano contiene, en consecuencia, contactos, traducciones y mediaciones de

265 GRUZINSKI, Serge. La colonización de lo imaginario. óp. cit. 188p.

227

modelos y códigos culturales puestos en producciones visuales y plásticas que reconstruyen y

difunden, esta vez, modelos ya mezclados, nuevos, recreados.

En el caso del virreinato peruano las intermediaciones de los artistas se desenvuelven en

un ritmo particular. Una característica notable es que al igual que en México, luego de la primera

etapa de educación artística evangelizadora, la pintura y la plástica pasa a manos de artistas

mestizos e indios que fueron formados y entrenados en los talleres religiosos. Estos artistas son

quienes comienzan a formar “centros de producción” que definen el genio peculiar de cada

región. Con la repercusión de la plata del Cerro Rico surge la “Escuela Potosina”, mientras que

en otras regiones irrumpen la “Escuela de La Paz o del Collao", la “Escuela Cuzqueña” y la

“Escuela Quiteña”. Teresa Gisbert recalca lo indicado:

“Algunos estudiosos suponen falta de habilidad, industrialización excesiva y trabajo

artesanal, como factores que determinan la estética de esa parte de la pintura

popular. Mesa-Gisbert en sus trabajos proponen la existencia de una corriente

erudita y culta en contraposición a una pintura masiva, hecha principalmente por

indígenas y mestizos, y que se afianza en el siglo XVIII la cual respondería a lo que

podemos llamar ‘escuelas andinas’ entre las que estarían la ‘escuela cuzqueña’, la

‘escuela del collao’, la ‘escuela potosina’ y la ‘quiteña’. Valedera esta propuesta en

una primera aproximación explica cómo en el siglo XVIII los artistas se apartan del

arte europeo para popularizar su producción. Este procedimiento arranca en el siglo

XVII que es cuando empieza a existir una diferencia entre los modelos importados

y la pintura local que los interpreta”266.

Siguiendo a Gisbert, los estilos o técnicas del arte en el período colonial no se pueden

dividir claramente porque perviven tradiciones e iconografías que se prolongan de un período a

otro o bien porque cambian en forma constante. Gisbert insiste: “El problema consiste en ver

hasta qué punto son los indígenas los que determinan la creación de esta pintura que responde a

una estética diferente de la occidental”267. La mayoría de los indios artistas y ladinos

266 GISBERT, Teresa. Iconografía y Mitos Indígenas en el Arte. La Paz, Libreros Editores, 1980. 104p. 267 Ibidem.

228

permanecerá en el anonimato. Sin embargo, no es posible censurar todo el impacto de su

creación artística.

Hubo también artistas plásticos indios dentro del sistema colonial quienes, en cierta

forma, representan el ulterior reconocimiento de la participación de los indios en la producción

plástica colonial y validan su funcionalidad como traductores y mediadores en el poder colonial

a través sus obras como materiales para la evangelización. Es bien sabido el carácter

fundamental de la visualidad como instrumento de evangelización, como también no es

descabellado aceptar que los artistas indios, ladinos en este traspaso semántico-religioso, no

dejan de interpretar y expresar aficiones, preferencias, referencias personales y grupales

pertenecientes a los mundos culturales que traspasan y que serán los espectadores de su obra.

Estos indios “artistas y ladinos” vuelcan las perspectivas culturales hacia una

interpretación en la cual convergen repertorios iconográficos e ideológicos, intereses e

intencionalidades políticas, religiosas, morales, particulares, grupales. Los grados de traducción

cultural presentes en los indios artistas condensan una calidad hermenéutica significativa. Los

traspasos y los resultados de éstos no escapan de la subjetividad de la creación artística. Sin

embargo, están determinados a la vez por su contexto y procedencia cultural. La forma y el

contenido llevada a efecto en la resemantización de materiales, repertorios y soportes artísticos y

simbólicos nos entregan una evidencia de la particular creatividad producida por estos agentes

culturales.

En el ámbito musical el panorama no es esencialmente distinto. En este caso, los músicos

y los cantores, instrumentistas varios, son generalmente proveídos del beneplácito de la Iglesia y

las élites indias que los integran como parte de su “capital cultural” conforme al proyecto

evangelizador. Sin duda el conflicto de intereses abunda en la caracterización de la funcionalidad

de la música y sus intérpretes dentro del sistema colonial americano. Nuestra lectura comprende

la interacción de estos sujetos culturales tanto en los proyectos a los cuales sirvieron, como

respecto de sus propios intereses de consolidación y aspiración social. Rolando Mellafe y Lorena

Loyola refieren a este particular caso:

229

“El grupo de actores comenzó de esta manera a tener un rol distinto al de la época

pre-hispánica, empezaron a ocupar en sus comunidades un lugar excepcional que

provenía de los mismos derechos que como músicos, maestros y organizadores de

fiestas les habían otorgado los frailes. La importancia de los cantores como grupo

intermedio se había ido configurando como un proceso constante y muy rápido

desde los tiempos de la conquista, en éste podríamos distinguir las siguientes

etapas: 1) Los españoles requerían que al menos una parte de los vencidos fuesen

sus aliados; 2) En consecuencia, debían encontrar los conductos idóneos que les

facilitasen, en primer lugar, la comunicación y el intercambio de relaciones

cognitivas que uniesen ambos mundos culturales; 3) Identificaron y atrajeron a

ciertos grupos con la disposición, aptitud y capacidad que convenía a sus

propósitos, especialmente representados en caciques, lenguas y cantores quienes,

inmediatamente, fueron adquiriendo un estatus preferente dentro de la nueva

estructura social; 4) Sin embargo, el dominio efectivo necesitaba de la mantención

permanente del poder sobre el resto de la población conquistada; 5) En

consecuencia, estos grupos serán favorecidos y utilizados para traspasar y estimular

signos, significados y significantes pertinentes en el cambio de mentalidad”268.

Siguiendo a Mellafe y Loyola, la exención de tributo, el salario generado por y para su

función social, el auspicio por parte el sistema colonial y la valoración de su labor artística, su

profunda relación con la Iglesia y con los ritos por ella realizados, evidencian en su conjunto la

complejidad de analizar el alcance de su traducción y mediación cultural. Esta posición social

privilegiada nos lleva a cotejar su participación (en conflicto y dependencia) dentro del poder

colonial y dentro sus instituciones (como auspiciadores y protectores de su actividad cultural).

Es la movilidad en la difusión y la diseminación de rasgos culturales variopintos, esto es,

conocimientos, valores, costumbres, entre otros, lo que desde el lenguaje de la música fue

canalizado de manera ascendente y descendente por estos grupos intermedios. Es necesario

identificar su relevancia social a partir de las esferas de comunicación que fueron los vehículos

para su mediación. Aquí el contexto celebrativo, las fiestas, los espacios de goce y alegría,

268 MELLAFE, Rolando y LOYOLA GOICH, Lorena. Músicos y cantores: interlocutores de la sociedad colonial americana. Cuadernos de Historia (13): 59-60, 1993.

230

descanso y relajo, fueron primordiales y constituyen un esquema importante en cualquier

acercamiento a la traducción y la mediación cultural en la época colonial.

Existen también aquellos espacios que involucran el ámbito de la vida privada, en otras

palabras, aquellos que abordan la dimensión interior del orden colonial. En este contexto, las

traducciones y las mediaciones culturales se encuentran con lo femenino como un componente

fundamental. La mujer en su contextualidad colonial es parte fundamental del proceso de orden

homogeneizante. Esto significa que la sociedad colonial le entrega un código propio en términos

de género (instalación del modelo de mujer), un lugar y una configuración de la subjetividad

femenina dentro de los límites socio-culturales de la época. El carácter íntimo (interior) de su

influencia logra expandirse al ámbito exterior en concordancia con su propia subjetividad en

construcción. En sus espacios y discursos apropiativos que responden, ulteriormente, a la

comprensión socio-cultural de la mujer como cuerpo (justificadora de la teoría social coloniales

decir, las “castas”) es posible desenmascarar su activa influencia y sus mecanismos de

posicionamiento enunciativo. Reconocemos en el orden colonial la construcción de una

dicotomía entre la noción de masculinidad y feminidad que a su vez está en una estrecha relación

(en tensión y copresencia) con los espacios (e individuos) interiores y exteriores que configuran

(y que permiten) el orden colonial. Aquí podemos advertir una clave importante para enfrentar el

problema de lo femenino dentro de un complejo sistema de intermediaciones, siendo un espacio

determinante de ejecución de traducciones y mediaciones culturales.

El giro en el posicionamiento enunciativo femenino tiene una funcionalidad extraordinaria

en un nivel ideológico. La funcionalidad de lo femenino recibe la determinante labor de ser el

medio de clasificación racial dentro del orden colonial. La importancia de la madre como figura

de clasificación social deviene del simbolismo de la sangre como patrón de articulación y

descripción étnica (racial). En este contexto, la madre blanca funciona simbólicamente, para la

sociedad colonial, como referente distintivo de la pureza de su prole. Madre india o madre negra,

sin importar la “calidad del padre”, serán sinónimos de mestizaje (aunque la legitimidad jurídica

viene del padre). Esta funcionalidad racial se vuelve nebulosa cuando nos acercamos a la

cotidianidad de la crianza materna. La participación colectiva en la crianza no es un fenómeno

casual en la sociedad colonial. Por el contrario, afirma la interrelación étnica necesaria en el

231

contexto colonial. El claro ejemplo de esta interrelación étnica y cultural son las “amas de

leche”. Claudia Rosas sostiene al respecto:

“En la temprana sociedad hispano-peruana, eran mayormente las mujeres indígenas

las que se dedicaban a este menester, aunque más adelante serían sobre todo las

negras, mulatas y mujeres pertenecientes a otras castas las que se emplearían para

este fin. ¿Quiénes eran estas mujeres? ¿Qué rol cumplieron en el ámbito familiar?

¿A qué grupos pertenecieron y cómo se relacionaron con las madres y los infantes?

¿Cuál es la percepción que se tenía de ellas?”269

Insiste Rosas refiriendo al Lima colonial:

“Pero, ¿quiénes eran estas mujeres? ¿De qué contexto social procedían? El conjunto

de las amas de leche o nodrizas estaba conformado tanto por esclavas domésticas

como por mujeres pertenecientes a las diversas castas que constituían la plebe

urbana en la ciudad limeña del siglo XVIII”270.

Siguiendo a Rosas, el silenciamiento del cual se acusa a la sociedad colonial en su trato

hacia la mujer no es necesariamente fructífero. Las maneras en las que la mujer y lo femenino

logran asidero dentro de la sociedad colonial fueron siempre múltiples y profundas. Esta

multiplicidad está relacionada, particularmente con su pertenencia y ubicación en el plano

familiar, siendo ésto aquello que le otorga un suelo significativo y siempre funcional a criterios

de constitución social en tensión y desarrollo. La multiplicidad y la funcionalidad son entonces

dos entradas para la traducción y la mediación cultural en términos de la participación femenina.

Ahora bien, las preguntas sobre cómo se resuelve su traducción y mediación cultural, o bien

sobre qué o quién está siendo traducido y mediado, recaen en la necesidad de afirmación de

espacios disímiles que van desde lo interior, desde un ámbito familiar, y se conducen hacia un

ámbito exterior de participación social, el cual está presente en estas mujeres coloniales en

niveles que competen a códigos culturales propios del imaginario colonial. Los códigos

269 ROSAS, Claudia. La visión ilustrada de las amas de leche negras y mulatas en el ámbito familiar (Lima, siglo XVIII). En: O’PHELAN, Scarlett y SALAZAR, Carmen. Passeurs, mediadores culturales y agentes de la primera globalización en el Mundo Ibérico, siglos XVI-XIX. óp. cit. 312p. 270 Ibíd., 323p.

232

culturales que acarrea el cuerpo de la mujer, sus particulares espacios de participación dentro del

mundo colonial, finalmente, su condición de género, se resuelven en interacciones

multiestráticas con lo masculino y lo femenino (y con sus fronteras) acaecidas dentro del orden

colonial.

Otra manera en la cual la traducción y la mediación cultural (desde su condición

femenina) lograron ser desarrolladas fue en la escritura (como experiencia femenina social y

religiosa). En consecuencia, el texto y la escritura femenina, dentro de su refinación y delicada

relación con otros estamentos de la sociedad colonial, constituyen componentes importantes para

la comprensión de su enunciación dentro del imaginario colonial. Adriana Valdés señala sobre

este punto:

“La noción de texto como espacio multidimensional en que se mezclan y chocan

muchas escrituras, la noción de imaginario, la noción de discurso (por oposición a

obra), la posibilidad de lecturas múltiples, entre ellas las psicoanalíticas, han ido

conformando una práctica de lectura que puede efectivamente interesarse

muchísimo en los avatares de este imaginario colonial femenino, inserto en el

primero de los grandes macrorrelatos que tuvieron vigencia en América Latina: el

macrorrelatos religioso. Podríamos tal vez imaginar este macrorrelato como un

enorme altar barroco americano, en que todas las urgencias y pasiones humanas

encuentran un lugar –sólo que los lugares son completamente distintos a los

producidos por nuestro imaginario actual. Desde ese punto de vista, resulta una

tarea fascinante rastrear, en estos textos conventuales, la trayectoria de la

imaginación y del deseo, de las mujeres en un marco decididamente otro. La

experiencia de lectura a que ellos invitan no es principalmente la de identificación

emotiva […] sino una experiencia más bien cognitiva: contrastar las expectativas

del texto con las propias, sorprenderse, cuestionar los propios supuestos”271.

Siguiendo a Valdés, la persistencia de la escritura como un espacio religioso femenino (de

traducción y mediación cultural) mantiene una especial capacidad de manejo y expresión que se

271 VALDÉS, Adriana. Composición de lugar. Escritos sobre cultura. Santiago, Editorial Universitaria, 1995. 201p.

233

presenta en obras religiosas escritas por mujeres. He ahí una frontera entre la enunciación

femenina y la enunciación divina desde el punto de vista del imaginario colonial. Esta relación

es compleja porque habla de las diferentes enunciaciones y, con ello, varios niveles de

validación social en un contexto colonial. Esta validación es contrapuesta y asimétrica debido a

que lo femenino no tiene la misma validez que lo divino. No obstante, hay aquí una suerte de

contrabando de la enunciación que cruza lo femenino y lo divino, que permite que ambos logren

igual manifestación y validación social.

Finalmente, respecto de la traducción y la mediación cultural femenina, intentamos

demarcar algunas de las múltiples estrategias y prácticas sociales llevadas a cabo por las mujeres

coloniales tales como las amas de leche, o bien en el desenvolvimiento femenino en la vida

familiar, en la vida religiosa de monjas y beatas, en su escritura en tanto que registro y acceso a

la experiencia socio-religiosa femenina. Todas éstas evidencian una desestabilización radical de

la dicotomía entre lo exterior/interior como masculino/femenino (en una dimensión socio-

cultural) para con la cuestión de la mujer colonial, entregando un radio de análisis atento y en

directa relación con su posicionamiento existencial-enunciativo, con su participación socio-

cultural activa y constitutiva de sí mismas (subjetividad).

En suma, hemos procurado delinear un panorama múltiple de espacios de traducción y

mediación cultural, en los cuales hemos podido operativizar la ladinidad de los acontecimientos

que en éstos suceden. Los modos de explicación de cada uno de estos espacios integran una

perspectiva transversal que les permiten ser parte del “entramado ladino” de traducciones y

mediaciones culturales multiestráticas y multidireccionales. Este “entramado ladino” tiene un

potencial semántico que se desarrolla en América colonial. Las indicaciones referidas a estos

espacios alternativos de apropiación y circulación de saberes y tecnologías de comunicación

dentro del orden colonial (en tanto mecanismos complejos de realización, intercambio y traspaso

simbólico e identitario), permiten esclarecer la pluralidad de los fenómenos de ladinidad. Esta

pluralidad es el principal beneficio de una perspectiva ladina para América colonial, en especial

porque nos permite advertir –en algunos casos– un potencial político, histórico y filosófico capaz

de reconstruir su memoria cultural desde la ladinidad.

234

CAPÍTULO III

DOS CASOS DE TRADUCCIÓN Y MEDIACIÓN CULTURAL

EN AMÉRICA COLONIAL

3.1 Consideraciones preliminares

Procurando continuar algunos aspectos fundamentales de la relación entre traducción y

mediación cultural acaecida en América colonial, queremos ingresar a dos casos representativos

de los desafíos y complejidades que engloban nuestra investigación, a saber, Hernando Alvarado

Tezozómoc y Felipe Guamán Poma de Ayala. Es preciso, por una parte, explicitar las

dificultades metodológicas que encontramos en la obra de cada uno, sus contextos, sus

entronques con la traducción y la mediación cultural en el proceso de vectorización que desde

éstos es posible asir como plataforma para la interpretación de América colonial. Pues bien,

cuando pensamos en la traducción de textos culturales en un contexto colonial hemos de

contemplar algunas indicaciones metodológicas que vuelven a nuestra apreciación algo más

compleja. Preguntamos: ¿cómo enfrentar el problema de una traducción y la mediación cultural

“dentro” de un texto colonial?, ¿cómo pensar la sobrevida de una traducción cultural que

contiene reflexiones y mediaciones multidireccionales?, ¿cómo determinar un “proceder” que

pueda abrir (vectorizar) la interpretación? En general, los pasos principales para un acercamiento

sobre la traducción cultural en un contexto colonial272 debiesen ser por lo menos cuatro:

1) Paleografía del texto (escritural) / Interpretación del soporte (no escritural)

2) Traducción en un primer intento, contextualización lingüística y extralingüística

3) Revisión de los resultados y establecimiento de una versión “definitiva”

272 Es difícil determinar qué implica un “contexto colonial”. Hemos ya indicado algunos elementos para la interpretación y, ciertamente, ya hemos adentrado suficiente lo colonial como problema fundamental en tanto que “condición colonial o colonialidad”. Seguiremos esta huella para enfrentar el problema historiográfico presente en los textos de autores-traductores durante la primera etapa de colonización en Mesoamérica y los Andes. No obstante, la calidad de una aproximación al contexto colonial no quiere cerrarse a su dimensión historiográfica, por el contrario, lo que queremos rescatar es el acontecimiento propio de la interpretación que contempla la existencia de asimetrías no sólo en términos de hegemonía o poder, sino también en la recreación y la oportunidad que se presenta en la recodificación de textos culturales bajo patrones siempre disímiles “en forma y contenido”. En este sentido, el cruce de tecnologías de comunicación y registro se compone y se reconstruyen de múltiples maneras. Nuestra proposición sobre un “contexto colonial” no puede sino aseverar aquello múltiple como criterio transversal y basal para comprender las potencialidades que determinan cada particular traducción y mediación cultural.

235

4) Establecimiento del texto “original” respecto del texto “intervenido o traducido”

(sobrevida)

Las dudas surgen en el instante de la paleografía, cuando se presentan las palabras, líneas,

párrafos o folios enteros e ilegibles, crípticos. Es entonces el momento de la transcripción. Si la

traducción enfrenta soportes no escriturales la dificultad se encuentra en la interpretación y la

convergencia de intuiciones y asociaciones que permitan adentrar los sentidos (polisensualidad)

de estos particulares textos culturales. Asimismo, hay que investigar las posibles fuentes y

circulaciones con las cuales se nutre y que el autor utilizó aunque no lo especifique o refiera.

Este proceso de trascripción y comprensión es ya una traducción por sí misma. La traducción

propiamente dicha es la que suele constituir la parte más árida y compleja. Ahí se presentan las

dificultades previas a una versión “definitiva” (siendo lo definitivo algo solamente formal pues

la traducción exige estadios de re-escritura y transformación). El problema mayor remite a la

transferencia de las palabras; la viabilidad de los traspasos no se condensa solo en la analogía,

particularmente como recurso retórico (como metáfora). Esto en relación con la omisión o

añadidura de palabras y conceptos equivalentes y útiles para la comprensión e interpretación en

la lengua en la cual se vierten los sentidos (se traduce). Josefina García Quintana sostiene al

respecto:

“Así pues, no se trata sólo de un problema de forma. En segundo término aun si

solo se tratara de aspectos formales, eludir las maneras propias de expresión del

lenguaje que se traduce también menoscaba la validez de la información, porque, a

mi parecer, dar cuenta de aquellas formas es también necesario para la comprensión

de una cultura y de la historia de un grupo social dado. Por consiguiente, es

indispensable una traducción cuidadosa, precisa, correcta tanto para ser veraces en

cuanto a la información fáctica y conceptual, como para dar a conocer la lengua que

habló el grupo a quien concierne dicha información”273.

Pero, ¿qué hay aquí? Hay un intento por descifrar modos de composición de textos

culturales como traducciones cruzadas por mediaciones y contrastes. Hay también una necesaria

273 GARCÍA QUINTANA, Josefina. ¿Traduttore o traditore? El arte de la traición o los problemas de la traducción. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1992. 76p.

236

vuelta hacia dos tradiciones de traducción (europea y americana)274, que tiene un punto de

inflexión en la colonización y en el encuentro-choque de tecnologías de comunicación y registro.

Es importante entonces volver a lo simple. Es importante entonces volver a la condición humana

que se vierte en la traducción y que vemos claramente en los ejemplos que hemos seleccionado

para nuestra investigación. Ahora bien, ¿por qué nos centraremos en los ejemplos de Tezozómoc

y Guamán Poma? ¿Por qué son estos autores-traductores un prisma para el análisis de la

traducción y la mediación cultual en América colonial? Brevemente, queremos explicitar que la

amplia gama de casos similares no permite nunca universalizar la experiencia de traducción y

mediación cultural. Tezozómoc y Guamán Poma son los enlaces, nada más. Enlaces que desean

manifestar una búsqueda transversal en varios caminos y posibilidades. Esta condición y sus

posibilidades son señaladas por Adorno:

“Las figuras que llenan estas páginas, de cualquier modo, se elevaron no por la

espada, sino por la pluma, y por las tranquilas horas que pasaron leyendo y

escribiendo (no es el fragor de la batalla sino más bien en la cacofonía de debates

conciliares sonando en sus oídos) captan nuestra atención aquí”275.

Hay entonces un camino y una intención que recorre a través de la pluma el antes y el

después de Tezozómoc y Guamán Poma. Un camino repleto de cuestionamientos, finalmente

dirigidos a la confrontación por las letras, por el discurso y la enunciación. No exento de fallas,

ni de pugnas humanas, la producción histórico-literaria de ambos contiene un valor

274 Provisoriamente destacamos la perspectiva de Gary Urton sobre una “tradición de la traducción andina”. Urton retoma el concepto establecido por Hardman-de-Bautista (Véase HARDMAN-DE-BAUTISTA, Martha. The mutual influence of Spanish and the Andean languages. Word. Journal of Linguistic Circle of New York. 33: 143-157, 1982) como “la traducción de términos y oraciones idiomáticas nativas (especialmente en quechua y aymara) en el castellano en los primeros años de la colonización”. “the translation of native (especially Quechua and Aymara) commentaries into Spanish in early colonial times”. URTON, Gary. From knot to narratives: Reconstructing the art of historical record keeping in the Andes from Spanish transcriptions of Inka khipus. Ethnohistory 45 (3): 413, 1998. (Traducción Alejandro Viveros). Es preciso indicar la bifurcación de sentido que acontece entre una tradición de la traducción europea y una americana, donde los sistemas de registro y comunicación alfabético-logocéntricos son, en consecuencia, los elementos que tensionan una tradición de la traducción americana (no logocentrada). Profundizaremos las implicancias de la bifurcación de sentido más adelante. 275 ADORNO, Rolena. The polemics of possession in Spanish American narrative. New Haven, London, Yale University Press, 2007. 19p. “The figures that fill these pages, however, lifted not the sword but the pen, and the quiet hours they spent reading and writing (not in the din of battle but rather with the cacophony of conciliar debates ringing in their ears) draw our attention here”. (Traducción Alejandro Viveros)

237

inconmensurable y decidor, especialmente referido a la manera cómo en ambos comulgan y

convergen tensiones y distanciamientos identitarios y culturales. Dificultades y oportunidades

como éstas son las que hemos de contemplar al enfrentar la obra de Tezozómoc y Guamán

Poma. Esto es, giros, plasticidades y contradicciones, todo aquello que consolida el “estilo” de

ambos autores y cronistas indios. Debemos entonces soslayar las dificultades que se presentan en

cada uno, en su vida (su obra y su sobrevida). Será menester profundizar en cómo ambos

cronistas indios –a través de sus obras– son capaces de evidenciar propositivamente el impacto

de la traducción cultural y de su reflexión identitaria en la era colonial latinoamericana. A

continuación deseamos establecer a ambos desde las diferentes categorías de interpretación que

hemos implementado, tanto desde la demanda y la oportunidad histórica de reconocimiento y

participación de los indios de élite en la sociedad colonial como desde la oportunidad filosófica

que generan éstos en la construcción y presentación de sus textos culturales. Por lo tanto, es

necesaria la descripción de estos elementos teóricos de forma tal que puedan establecer el grado

de injerencia e intervención y conduzcan nuestro acercamiento hacia una determinación del

estilo y de la apropiación en su función de traductores y mediadores culturales. En este sentido,

seguimos a Rocío Quispe-Agnoli quien señala:

“En el ámbito enunciativo observamos las estrategias del lenguaje (escrito, oral,

icónico) que los productores de textos emplean para exponer estos temas y operar

una persuasión sobre el otro sujeto para iniciarlo a la acción”276.

Jugarán, entonces, un papel preponderante, la persuasión, las motivaciones personales, de

su grupo social, las intencionalidades que se pretenden lograr con objetivos (lectores) múltiples,

esto es, su sobrevida (que despliega su historicidad hasta el presente). En suma, volveremos

sobre su ladinidad (como concepto integrador) en tanto que ejercicio de traducción y mediación

cultural contemplando la apropiación y la creación de una entrada teórica que rastrea su

participación e inscripción hacia una perspectiva filosófica, hacia una hermenéutica americana,

que denotamos en la producción de cada uno y desde la cual podremos hablar de sabotaje en

América colonial.

276 QUISPE-AGNOLI, Rocío. La fe andina en la escritura: resistencia e identidad en la obra de Guamán Poma de Ayala, Lima, Fondo Editorial Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM), 2006. 232p.

238

3.2 Hernando Alvarado Tezozómoc. Nahuatlatos y traducción cronística

Deseamos problematizar a Hernando Alvarado Tezozómoc y sus textos culturales

“Crónica Mexicana” (1598) y “Crónica Mexicáyotl” (1609-1610) en un “contexto epocal”. Este

“contexto epocal” responde a la necesidad de afirmación y construcción de identidad que tiene

lugar en Nueva España en el inicio de la colonización. Podemos destacar a Chimalpahin (como

ya lo hemos indicado), o bien a Fernando Alva Ixtlixóchitl, junto con otros, como expresiones

fragmentarias de un contexto epocal. Estos indios cronistas, letrados, y muchos otros, construyen

un escenario de enunciación y demanda en el cual Tezozómoc se inserta277.

El carácter de este “contexto epocal” se presenta en una serie escritores (autores-

traductores) y en sus textos culturales, donde se entrelazan diferentes apropiaciones de saberes y

tecnologías europeas (por efecto de la alfabetización y la evangelización). Sin embargo, hay

también una crítica social y política (en la instalación del orden colonial) y un posicionamiento

en el que cada cual reclama en nombre de sí y de su comunidad. Ángel María Garibay sostiene

las motivaciones tras el “contexto epocal”:

“Más importante, a mi juicio, es la otra causa. Viene de dentro. Es el natural anhelo

de todo pueblo vencido. Si cayeron las instituciones, al menos que se conserve la

memoria. Y crece esta ansia de supervivir en el futuro, cuando se adquiere el

conocimiento de la cultura grecolatina, por limitada que ella se entregue a los

indios, y se palpa lo que fue para la grandeza de aquellos pueblos la historia que

narraba sus hazañas y recordaba su buena y su mala fortuna. Los más brillantes

277 Sobre los cronistas indios novohispanos y el complejo escenario de producción de sus textos culturales véase: GARIBAY, Ángel María. Historia de la Literatura Náhuatl. El trauma de la conquista (1521-1750). México, Porrúa, 1954. pp. 104-304; MIGNOLO, Walter. Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento y la conquista. En: IÑIGO MADRIGAL, Luis. (Ed.) Historia de la literatura hispanoamericana. Vol. 1: Época colonial. Madrid, Cátedra, 1982. pp. 57-116; LEÓN-PORTILLA, Miguel. Visión de los vencidos: relaciones indígenas de la conquista. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2003. pp. 5-20; ROMERO GALVÄN, José Rubén (coord.). Historiografía mexicana. Vol. I. Historiografía novohispana de tradición indígena. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2003. pp. 313-366.; STOLL, Eva. Géneros en la historiografía indiana: modelos y transformaciones. En: OESTERREICHER “et al.” Competencia escrita, tradiciones discursivas y variedades lingüísticas: aspectos del español europeo y americano en los siglos XVI y XVII: coloquio internacional, Friburgo en Brisgovia, 26-28 de septiembre de 1996. Tübingen, Gunter Narr, 1998. pp. 143-168.

239

historiadores indios pasaron por Santa Cruz de Tlatelolco, o quedaron sometidos a

su influjo”278.

Garibay, refiriendo a Santa Cruz de Tlatelolco, comprende que el “contexto epocal”

determina también la reconstrucción de la identidad y la memoria de diferentes grupos humanos

en el México colonial. Entonces, el “contexto epocal” es un contexto social en crecimiento y

movimiento, donde el ejercicio de escritura de Tezozómoc acoge las necesidades de un discurso

en pugna con otras enunciaciones indias, todas en busca de reconocimiento.

Quisiéramos destacar dos elementos fundamentales para la comprensión del “contexto

epocal” dentro del cual Tezozómoc desarrolla sus textos culturales. El primero responde a la

negociación con el orden colonial en términos de una “narración histórica” desde un punto de

vista indio (posición de enunciación). El segundo, en directa relación con el relato histórico

indio, refiere a la reconstrucción de la memoria cultural presente en la redacción de estos textos

culturales. En este caso la reconstrucción funciona como manifestación de una identidad en

proceso de regeneración de sus patrones culturales, dentro de los cuales los textos escritos

hechos por indios recobran dimensiones y narraciones históricas propias en convergencia con

aquellas nuevas (europeas).

Ambos elementos, es decir, la negociación y la reconstrucción, son parte del entramado

necesario para definir un reclamo directo no sólo al poder colonial, sino que también hacia los

sujetos indios coloniales que, en medio de una transición epocal (a saber, la colonización en el

México colonial), pueden “dar forma” a nuevos horizontes culturales e identitarios. Ambos

elementos configuran un aspecto fundamental puesto que permite delinear la construcción de la

noción de indio en Mesoamérica colonial como un proceso fragmentario y multidimensional. El

reconocimiento de un “contexto epocal” nos permite ingresar al campo de enunciación de los

indios novohispanos adscribiendo sus necesidades políticas de forma equivalente a sus

necesidades identitarias y de reconstrucción de su memoria e historicidad.

278 GARIBAY, Ángel María. Historia de la Literatura Náhuatl. El trauma de la conquista (1521-1750). óp. cit. 268p.

240

***

Hernando Alvarado Tezozómoc fue un hombre, un indio, un autor, un ladino y un

traductor. Hijo de don Diego de Alvarado Huanitzin y doña Francisca de Moctezuma. La

condición de indio de élite en Tezozómoc encaja con el nombramiento de su padre como

gobernador de Tenochtitlán, cargo que ocupó hasta su muerte en 1542. Siendo la probable fecha

de nacimiento de Tezozómoc entre 1538-1539, años en los que Diego de Alvarado Huanitzin fue

nombrado en el cargo. José Romero Galván afirma sobre la persona de Tezozómoc:

“Hernando Alvarado Tezozómoc nació de un matrimonio por el cual dos linajes de

tlahtoques mexica-tenochcas se unieron. Francisca de Moctezuma, decimonovena y

posiblemente la última hija del tlahtoani Moctezuma Xocoyotzin, y Diego

Huaniztin, hijo de Tezozomoctli y nieto del tlahtoani Axayacatl, fueron padre de

cuatro hijos de los cuales el benjamín fue Hernando Alvarado, a quien pusieron por

segundo apellido Tezozómoc, seguramente para honrar la memoria de su abuelo

paterno”279.

Tezozómoc mantuvo una condición de lenguaraz o nahuatlato. Ser nahuatlato280 en la

Audiencia de México implicaba sin lugar a dudas mantenerse atento e informado de los

aconteceres y avatares que aquejaban a la población india perteneciente a su jurisdicción. La

279 ROMERO GALVÁN, José Rubén. Los privilegios perdidos. Hernando Alvarado Tezozómoc, su tiempo, su nobleza y su crónica mexicana. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2003. 82p. 280 Aceptamos de la condición de Nahualtato no como un mero cargo público dentro del sistema colonial novohispano, sino como una categoría de clase que funciona en Tezozómoc por su condición de indio de élite. “Tezozómoc conocía sin duda y perfectamente el náhuatl, lengua de sus padres en la modalidad que era propia de la nobleza; de ello tenemos dos pruebas irrecusables: La Crónica mexicáyotl, escrita íntegramente en esta lengua y el hecho de haber sido durante varios años intérprete en la Real Audiencia”. ROMERO GALVÁN, José Rubén. Historiografía novohispana de tradición indígena. óp. cit. 89p. Hay investigaciones que niegan la condición de Nahuatlato de Tezozómoc por su ignorancia del latín y por no encontrarse en los registros oficiales, esto lo indican Gonzalo Díaz Migoyo y Germán Vásquez Chamorro en su estudio crítico e introductorio sobre la edición que presentan de la Crónica Mexicana. “Ignoraba la palabra latina y esa carencia condicionó su vida, dado que en la Nueva España, al igual que en la vieja Castilla, era complicado acceder a algún cargo oficial sin la latín tlatolli. Así pues, mal pudo ser nahuatlato de la Real Audiencia de México. Lo cual no implica que, dado su bilingüismo, su posición y buenos contactos con las distintas élites virreinales, se le encargaran asuntos de índole oficial o la defensa antes la administración de intereses particulares, ya fueran éstos de españoles o de mexicanos”. ALVARADO TEZOZÓMOC, Hernando. Crónica Mexicana. Madrid, Dastin, 2001. 32p.

241

perspectiva del nahuatlato nos ofrece un acercamiento a lo que implicaba pertenecer a la élite

india, a cómo ésta convergía no sólo en los espacios públicos, sino que también en sus redes

sociales dentro del sistema español. Nahualtato no es en consecuencia un simple cargo público,

sino que un cargo simbólico, de enlace e imbricación en el orden colonial novohispano, con

fines grupales ambiguos pero direccionados al posicionamiento de aquellos quienes como

nahuatlatos (como seres humanos biculturales, indios ladinos) persisten y resisten la imposición

colonial desde dentro. Consideramos lo indicado por Gruzinski respecto de los nahuatlatos:

“De ahí también esa solicitud para ocupar funciones de escribanos y de intérpretes –

nahuatlatos– que aseguraban la unión entre ambas sociedades. Sobrevivir

socialmente conciliando lo que ya no era sino un pasado en parte prohibido y la

inevitable realidad colonial, tal fue, al parecer, la constante diligencia que

materializan los manejos de la pintura y la escritura entre esos nobles vencidos,

pero eso sí, muy conscientes de ser todavía enlaces indispensables entre los

conquistadores y las poblaciones autóctonas”281.

O bien como indio de élite o como nahuatlato, varios debieron ser los textos escritos por

Tezozómoc, entre documentos, papeles varios y, ciertamente, pensamientos y narraciones; dos

de éstos han llegado hasta nuestros días. En castellano la Crónica Mexicana (1598) y en náhuatl

Crónica Mexicáyotl (1609). Veremos por separado qué sucede en cada una, permitiendo que sea

la diferencia el elemento de definición de su propia condición y estilo. En cierto sentido, será

diferenciándolas desde lo cual podremos ver la sobrevida de ambos textos y la relación entre

ambos.

En su obra hay una fuerte referencia al pasado precortesiano, a la Conquista y los

primeros pasos del orden colonial. Su formación en la tradición oral y los antiguos códices,

conservados por las familias nobles, reflejan cómo Tezozómoc es uno de los tantos indios de la

élite que habiendo sido parte del nuevo orden pudo acceder a la instrucción europea,

adiestramiento en la lecto-escritura, al menos, en castellano y náhuatl. El trabajo de Tezozómoc

–como el de otros tantos– constituye el resultado de un complejo proceso donde se conjugaron

las ideas fundamentales de la reconstrucción de la memoria histórica precortesiana en diversas 281 GRUZINSKI, Serge. La colonización de lo imaginario. óp. cit. 69p.

242

formas de conservación y recreación, persistiendo una apropiación e interoperación entre

modelos y estilos, palabras y ordenamientos. Este proceso se enmarca dentro de lo que se podría

llamar una historiografía de la tradición indígena. Indica Romero Galván respecto de una

historiografía india y el sentido de ésta:

“La historiografía de la tradición indígena tuvo sus orígenes en las épocas, ya

remotas, en que ciertos hombres de cada comunidad tenían como tarea guardar el

recuerdo de los acontecimientos trascendentales que conformaban el fundamento

histórico del grupo al que pertenecían”. […] “Cuando sobrevino la conquista

española y un nuevo orden se impuso, los antiguos códices de contenido histórico

vinieron a ser testimonios, entre otros muchos, que sirvieron en los alegatos a través

de los cuales los antiguos nobles indígenas pretendieron hacer valer sus derechos

ante el régimen que recién se instauraba. El contenido de tales documentos, dado

sus sistemas de registro, no era evidente para el entendimiento de los españoles. Era

necesario, por lo tanto que algún indígena versado en su lectura explicara lo que en

ellos se relataba” 282.

Siguiendo a Romero Galván, conforme a nuestros intereses, comprendemos que los indios

de élite, en su mayoría, instruidos en el nuevo sistema de registro, se dieron la tarea de

transcribir antiguos códices en los que se daba cuenta del devenir histórico de sus comunidades;

generando la necesidad de autoafirmar su identidad, ya en esos años, luego de la pérdida de la

antigua gloria. Entre ellos Tezozómoc, noble indio e indio ladino, tenía sin lugar a dudas las

mismas inquietudes sociales que sus pares, quienes redactaron petitorios, cartas, reclamos,

dirigidos al Rey y otras autoridades españolas. Ciertamente, la manera en la cual participó de

estas posiciones de resistencia política-cultural frente a la degradación social de la élite india no

fue la misma, se concentró en una reconstrucción histórica del pasado y la gloria, una suerte de

memoria genética plasmada en sus textos culturales. En sus crónicas se encuentra ese testimonio

emocional y político, donde Tezozómoc afianza su lugar e identidad. En éstas podemos

establecer cómo se leía la condición histórica subalterna, cómo veía su realidad social

contemporánea y, ciertamente, cuál fue el matiz de su propuesta.

282 ROMERO GALVÁN, José Rubén. Historiografía novohispana de tradición indígena. óp. cit. pp. 78-79.

243

a) Crónica Mexicana

La Crónica Mexicana es una obra redactada en castellano con mano e interpretación india.

No es precisa una indicación sobre la fecha de elaboración, tampoco sobre su término, más bien

podemos adscribir la hipótesis de que es una obra en movimiento, probablemente escrita y

pensada con paciencia y cuidado a lo largo de varios años. No obstante, hay una opinión

consensuada en fechar la elaboración de la Crónica Mexicana alrededor de 1598, año del cual

proviene su copia más antigua283. Para esta fecha, según la datación de la vida de Tezozómoc,

seguramente ya tenía una edad madura.

El escrito rescata dimensiones que otros textos culturales realizados por indios no

alcanzan. Sirve para comprender el grado de asimilación e interconectividad entre dos mundos, y

cómo este indio de élite persiste en la re-significación de su historia e historicidad. “Porque en el

fondo sigue siendo la vieja cepa nahualtaca” mostrando cómo: “La lengua castellana en

Tezozómoc es balbuciente a veces, incorrecta otras, siempre ágil y colorida”284. Su estilo

intercala, mezcla, palabras y frases que colorean el relato, así también se deja ver un espíritu

subyacente, una “prístina sencillez”, puesto que conserva la oralidad, la tradición oral, detallando

las acciones, los pormenores que traslucen su prosa algunas veces fuerte, otras suave.

Es interesante indicar la relación y la circulación de las posibles fuentes desde las cuales

Tezozómoc trabajó su texto cultural. Sin duda la tradición oral y los códices debieron ser

utilizados. Empero, es también necesario aseverar la recepción de la literatura clásica y

humanista, de las “crónicas, relaciones y cuestionarios” en las que probablemente él mismo hubo

de colaborar indirectamente en su condición de oficial administrativo o nahualtato. Queremos

reiterar la condición de ida y vuelta del conocimiento europeo e indio, hispano y católico, nahua

y mexica, como apreciación principal en la interpretación de su trabajo recopilatorio. En nuestro

parecer su obra indica la existencia de una tradición participante y consciente de su pasado. Por

283 El manuscrito #117 de la Hans P. Kraus Collection. El manuscrito se encuentra en la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos. A pesar de estar incompleto (falta una hoja), es hasta el momento el manuscrito más antiguo que se conoce, y probablemente el “original”. Es además desde dónde se elabora la edición que utilizaremos en esta investigación. Véase ALVARADO TEZOZÓMOC, Hernando. Crónica Mexicana. Madrid, Dastin, 2001. 572p. 284 GARIBAY, Ángel María. Historia de la Literatura Náhuatl. El trauma de la conquista (1521-1750). óp.

cit. 302p.

244

otro lado, el gesto de Tezozómoc de reelaborar la historia mexica en forma de crónica es

ciertamente una evidencia de su necesaria relación con los modelos europeos. Probablemente,

parte de su acervo cultural y constante preocupación era la lectura de este tipo de textos, en

propia concordancia con su proyecto histórico-literario.

Es posible comprender el grado de circulación de la Crónica Mexicana dentro de

colecciones particulares y bajo las manos de copistas e historiadores, que las han referido y han

provocado su regeneración en diferentes momentos y situaciones. En su eclosión académica, a

finales del siglo XIX (puntualmente la edición de 1878), el manuscrito se recodifica para ser

configurado como texto moderno. La sobrevida del texto de Tezozómoc es determinada

“modernamente” en la edición de la Crónica Mexicana como edición facsimilar a la de 1878,

precedida por el Códice Ramírez285. No obstante, en esta edición facsimilar dos textos de

diferentes manos y labrados en disímiles condiciones, son reelaborados e interpretados de forma

convergente y en parentesco con un solo texto. Muy probablemente, hay una fuerte relación

entre las versiones y corpus que sirvieron de fuentes para describir la historia mexica en una

relación proclive a un carácter colonizador/evangelizador. La Crónica Mexicana, por otra parte,

vuelve al mismo tema, es decir, la historia mexica, rompiendo con el carácter colonizador.

Es notable que diferentes crónicas coincidan en la descripción, y que sigan el mismo

orden en el relato. Respecto de las coincidencias, probablemente sean los largos discursos, su

detalle, adornado con figuras retóricas y formas de expresión elaboradas conforme a los estilos y

convenciones. Asoma aquí una de las teorías sobre la relación entre variados textos escritos por

indios y españoles. Por lo pronto, Romero Galván y Peperstraete infieren que Tezozómoc se

basa en un texto “común”, la Relación o Crónica que denominan X, por no saber su exacta

existencia. Peperstraete insiste en la relación con la Historia de las Indias de Durán. Peperstraete

establece que la Crónica X funcionaría, en este caso, como plataforma para la continuidad de sus

relatos; cada uno (Tezozómoc y Durán) estaría “traduciendo” y, desde este gesto, logrando

configurar sus propios textos (versiones). En consecuencia, la Crónica X seguramente fue

285 Véase ALVARADO TEZOZÓMOC, Hernando. Crónica Mexicana edición facsimilar de 1878, anotada por Manuel Orozco y Berra, precedida del Códice Ramírez. México, Porrúa, 1975; Aquí la introducción del texto cultural en el patrón de la edición moderna implica la consideración de la reorganización del conocimiento de aquella modernidad decimonónica, en la cual el texto logra ser resignificado como espacio de investigación en un contexto de construcción nacional, en este caso, mexicano.

245

elaborada sobre la base de uno o varios códices de contenido multidimensional (no sólo

historiográfico) y con la información complementaria proveniente de la “siempre presente”

tradición oral286.

Pero, ¿quién es al autor?, ¿qué es aquello que fue tomado desde la Crónica o Relación X y

luego utilizado por Tezozómoc? El autor de esta Crónica teórica o Crónica X pudo haber sido un

indio mexica, probablemente de élite, ex alumno alguna de las instituciones educacionales en sus

gloriosos inicios coloniales; pudo ser incluso el mismo Tezozómoc o bien alguien muy cercano o

parecido a él. Romero Galván indica al respecto:

“Tezozómoc en su obra no afirma en ninguna parte estar siguiendo alguna historia.

Sin embargo, a lo largo de todo el texto es evidente que está traduciendo una

relación escrita originalmente en náhuatl, llegando algunas veces a dar la impresión

de tratarse de una versión literal. Tezozómoc, como Durán, nada dice respecto de la

existencia de ilustraciones en el original que traduce, incluso en el texto de Crónica

mexicana no hay pasaje alguno donde por las formas de expresión pueda inferirse

tal cosa”287.

Siguiendo a Romero Galván, establecer una fuente “común” no se debe solamente a una

explicación reduccionista o aclaratoria, o bien a una consideración comparativa de los

contenidos de las obras a fin de establecer similitudes en la narración. Más bien, nos abre a la

posibilidad de preguntar por una memoria previa, una puerta a la dimensión fundamental de la

traducción y la mediación cultural por parte de Tezozómoc.

En cuanto a la composición narrativa de la obra es preciso indicar que Tezozómoc rescata

(rememora) las causas de las guerras precortesianas y el resultado de éstas, destacando las

conductas de los monarcas mexicas-tenochcas en forma de diálogos, con un estilo fuerte, a veces

descuidado, retomando la tradición oral, explicitando la vida diaria de la élite india, las

anécdotas de los hechos históricos precortesianos, los modos de conservación de la tradición y el

286 Véase PEPERSTRAETE, Sylvie. La "Chronique X ": essai de reconstitution d'un manuscrit méxicain du debut de l'époque coloniale à partir de sources dérivées. Escritural – Ecritures d’Amérique Latine (2): 260-284, 2009. 287 ROMERO GALVÁN, José Rubén. Historiografía novohispana de tradición indígena. óp. cit. 102p.

246

trato a los tlatoani. La Crónica Mexicana contiene 110 capítulos. Se desarrolla cronológicamente

donde la continuidad no se interrumpe excepto por los cortes que marca el capitulado, estos

cortes son utilizados para introducir el relato del capítulo y lo que será descrito. Sin embargo, es

plausible distinguir tres partes temáticas en la Crónica Mexicana.

La primera parte está referida a la partida de los mexicas de Aztlan Chicomoztoc, su

migración y la llegada al valle de Anáhuac, al islote donde se funda Tenochtitlán. Aquí el relato,

se condensa en los primeros tres capítulos de la obra y tiene como característica la reiterada

mención a las promesas que Huitzilopochtli hace a los mexicas, sobre un lugar donde podrán

erigir su ciudad y su reino. Una vez que esto ha acontecido, una vez cumplida la promesa divina,

se cierra la primera parte. La segunda parte se inicia en el capítulo cuarto y concluye en el

noveno, refiere a los primeros años de los mexicas en Tenochtitlán, desde la muerte de

Acamapichtli, el primer tlatoani, hasta la coronación de Itzcóatl y la guerra con Azcapotzalco.

Aquí el relato es atravesado por la condición de opresión y subalternidad que mantuvieron por

parte de los tecpanecas. La tercera parte, más extensa que las dos anteriores, contiene la historia

de las guerras y las conquistas de los mexicas luego de su liberación de los tecpanecas.

Campañas militares que llevaron a cabo la construcción del imperio encontrado por los

españoles a su llegada. Esta parte de la Crónica Mexicana se inicia en la mitad del noveno

capítulo y prosigue hasta el final de la obra, donde se concluye con la llegada de Cortés y sus

tropas a Tlaxcala. Romero Galván señala refiriendo a la construcción narrativa de la Crónica

Mexicana:

“Una lectura atenta de los 110 capítulos que la componen nos permiten ver que la

historia allí relatada concierne primordialmente a un grupo social: los pipiltin, la

nobleza mexicana. Las acciones guerreras que este grupo llevó a cabo, sus triunfos,

sus derrotas, sus preocupaciones, la sucesión de sus miembros en los cargos

importantes del gobierno, la milicia y el clero, son los hechos que retienen la

atención del autor. En las escenas de esta historia, el fondo escénico es la

extraordinaria ciudad de México Tenochtitlán, el pueblo interviene sólo como los

coros en las obras de teatro clásico, y las figuras protagónicas que se mueven

continuamente y ocupan siempre los primeros planos son el huey tlahtoani, el

cihuacóatl, los pipiltin… Es por tanto la historia de la clase que ocupó la cúspide de

247

la pirámide social mexica, aunque, ciertamente, en el relato se dibuje también, casi

velada, la otra historia, aquella de quienes se encontraban en la base de la estructura

de la sociedad indígena prehispánica”288.

Romero Galván reconoce la trayectoria central de la obra de Tezozómoc. En los 110

capítulos hay una recreación de un grupo humano (una élite) que supo organizarse desde “un

fondo escénico” en México-Tenochtitlán, y pudo dominar a otros. Reconoce bien Romero

Galván que esta versión de la historia obscurece otras, las de aquellos dominados por los

mexicas. Entonces, ¿quiénes son los mexicas para Tezozómoc? ¿Desde dónde vienen?

Tezozómoc remarca la relación entre los mexicas y su dios guía Huitzilopochtli, presentado en la

Crónica Mexicana como el dios protector, como dios principal. Ya al salir de Aztlan y,

ciertamente, en la fundación de México-Tenochtitlán, es siempre a Huitzilopochtli a quién los

mexicas dedican su religión. Podemos indicar que hay un acercamiento dicotómico en torno a

los dioses precortesianos y, por cierto, un fenómeno de explicación del propio Tezozómoc quien

debe encontrar un sentido a los rituales y ceremonias en honor de Huitzipolochtli, especialmente

a los sacrificios humanos, proscritos con la llegada del orden colonial. Si bien Tezozómoc

expresa que los mexicas tenían consciencia sobre la protección de Huitzipolochtli, no es un

argumento suficiente para explicar cómo se articula un Imperio. Tezozómoc relata la capacidad

bélica y la valentía de los mexicas, su orden y cohesión social para enfrentar su condición de

dominados y dominadores. Un punto importante en esta descripción es la relación que existe

entre los mexicas y sus vecinos en el valle central de México. Los mexicas son descritos como

un pueblo que infunde temor en los demás, precisamente por su capacidad bélica y violencia.

Hay, asimismo, cierto grado de mesianismo, puesto que desde un inicio, se configura la noción

de un futuro glorioso por parte de los mexicas, atravesado ciertamente por la crueldad y el

orgullo de un pueblo que ha llegado a dominar a muchos otros. El castigo a una rebelión o

sublevación es descrito por Tezozómoc como una campaña militar punitiva provista de crueldad

y dureza, que además gozaba del tributo de las provincias, no sólo en bienes o prestaciones, sino

que, en cierto sentido, de sumisión absoluta y respeto basado en el temor al castigo. No obstante,

Tezozómoc también hace un reconocimiento de la grandeza y la misericordia de los mexicas,

recordando la petición de los huexotzincas para su protección, quienes aceptando ser sus vasallos

288 ROMERO GALVÁN, José Rubén. Los privilegios perdidos. Hernando Alvarado Tezozómoc, su tiempo, su nobleza y su crónica mexicana. óp. cit. 119p.

248

y tomando a Huitzipolochtli como dios, fueron finalmente incluidos en el Imperio mexica289. La

descripción de Tezozómoc enaltece las virtudes guerreras y políticas de la élite mexica (líderes

políticos, militares y sacerdotes) que desde México-Tenochtitlán, pudieron dominar un extenso

territorio, siendo la descripción detallada y psicológica de estos personajes un eje en su relato.

Ulteriormente, es la historia de una etnia particular (calpulli) guiada por Huitzipolochtli, de su

fuerte éxito militar, de su mano dura pero inteligente, que domina y se vuelve “flor del mundo”.

En este punto Tezozómoc establece el sentido de la relación con Huitzipolochtli:

“Pues aún no abía Cihuacoatl ni los rreyes pasados, sino solo bosotros, mediante el

gran fauor, ayuda, socorro del tetzahuitl Huitzilopochtli, <que> aun por su mandado

dixo luego lo acometésemos, que él yba con bosotros. Pues esto es ansí mexicanos,

agora <que> sois flor del mundo, no a de acouardar u<uest>ro alto, valeroso ánimo,

que todo es un solo día de trauajo y es ganar onrra y fama para siempre jamás y

bernán en rreconoscimiento de más obidientes n<uest>tros henemigos y basallos

lexanos, pues n<uest>ra propia patria y nación hazemos, contra ellos, justicia por

guerra y derramamiento de sangre n<uest>ra” 290

Desde esta “justicia por guerra” las hazañas militares son descritas por Tezozómoc con

exhaustivo detalle. La guerra es develada como una institución importante en la vida de la élite

mexica. Esta institución se vuelve compleja por su origen mítico-histórico y su relación con la

religiosidad mexica (Huitzipolochtli). El origen mítico en Aztlan y la migración determinada por

Huitzipolochtli serán el fundamento ideológico (divino) de la guerra como institución, motor de

su expansión. Finalmente, es a través de la guerra donde se congrega la identidad mexica y se

afirma la cohesión grupal. Huitzipolochtli es un dios con un oficio guerrero. La voluntad de

Huitzipolochtli es el argumento que justifica divinamente la acción bélica. Es el elemento de

legitimidad que implica la violencia y el dominio que debe ser ejercido luego de las victorias

militares. En este contexto Romero Galván afirma:

289Véase ALVARADO TEZOZÓMOC, Hernando. Crónica Mexicana. Madrid, Dastin, 2001. pp. 420-424. Capítulo 98 “Trata en este capítulo como ubieron batalla los mexicanos con los de Huexocingo, Cholula,

Atilxco, y como murieron en ella de los mexicanos ocho mil y dozientos y de los enemigos seis mil, y del

llanto que dellos se hizo”. 290 Ibíd. Capítulo 45, 198p.

249

“Si la religión, con todo su peso, daba fundamento, explicaba y justificaba la

actividad guerrera de los mexicas tenochcas, la historia, por otro lado, hacía otro

tanto. En efecto, el pasado proporcionaba continuamente un sinnúmero de

justificaciones al espíritu belicoso del pueblo de Huitzilopochtli. La historia

mostraba cómo las generaciones de mexicas de otros tiempos habían hecho la

guerra, cómo habían logrado extender sus conquistas y cómo, finalmente, habían

logrado forjar un gran imperio. Ese ejemplo era digno de ser imitado, sólo así se

podía llegar a ser, venido el tiempo, también un ejemplo para las futuras

generaciones. Tal era el hilo conductor de un devenir en el que el pasado, el

presente y el futuro se vinculaban a través de continuas guerras de conquista” 291.

En consecuencia, siguiendo a Romero Galván, las guerras pasadas son el suelo nutricio de

las nuevas campañas militares. La guerra surge como la continua ocupación de los mexicas, esto

es, conquistar y reconquistar cada vez más territorios y personas, someter su voluntad a

Huitzilopochtli, establecer la dominación y el tributo. Ergo, podemos establecer la consciencia

(dentro de la cultura mexica) sobre la guerra como un medio para acceder a la continuidad

histórica y la identidad cultural (de la élite mexica). En cierto sentido, hay una comprensión de la

guerra que no se dirige solamente a fines tributarios o de dominio, sino de autocomprensión

identitaria, precisamente en la identificación entre la guerra, la gloria y el honor y, ciertamente,

la historia. La muerte y la guerra son parte de la gloria, el culto mexica a Huitzilopochtli

potencia su autoafirmación y la compleja comprensión histórica que alcanza niveles de

rememoración para Tezozómoc en tanto que debe hacerse cargo de la gloria y el fracaso del

Imperio mexica, su caída y asimilación en el nuevo orden colonial español.

En la consciencia mexica sobre el poder, la violencia operó como un centro simbólico. La

historicidad e identidad basada en la violencia y lo bélico, sostenida en la figura de la

Tenochtitlán como centro de poder, evidencian la estabilidad del poder mexica. Tezozómoc

muestra esta historicidad desde el origen marginal y mítico (Aztlan) hasta el punto culminante de

su gloria y magnificencia. Ya con el señorío de México notable es la denominación que utiliza

291ROMERO GALVÁN, José Rubén. Los privilegios perdidos. Hernando Alvarado Tezozómoc, su tiempo, su nobleza y su crónica mexicana. óp. cit. 127p.

250

para nombrar su Imperio. “Cemanahuac tenochca tlapan: el universo tenochca sobre la

tierra”292.

El cierre del relato de Tezozómoc remite a la figura del Moctezuma Xocoyotzin coronado

en Tenochtitlán y señor de la “flor del mundo”, quien se nombra a sí mismo como in

cemanahuac tlatoani, “señor del universo”, y que es a la vez en quien se concentra el fin de la

historia de poder, honor y gloria. Moctezuma es un personaje ambiguo, misterioso,

supersticioso, en cierto modo, temeroso de su propia condición y responsabilidad histórico-

identitaria. El modo en el cual Moctezuma recurre al mal augurio sobre la caída de

Tenochtitlán293, imprime a la Crónica Mexicana un carácter de comprensión y justificación de

los acontecimientos de la dominación española. Tezozómoc nos presenta un personaje

contrariado, por vez primera un tlatoani cae en temor y desconfía de sí y de cómo enfrentar su

destino. No importa qué maneras aplique para evitarlo, huir, persuadir, provocar, Moctezuma

fracasa y debe afrontar la caída de Tenochtitlán. Sobrepasado por la tristeza y desesperanza,

Moctezuma en tanto que personaje en la obra de Tezozómoc, expresa la desolación y el final de

una historia. Los mexicas, pueblo desconocido y marginal en sus inicios, otrora el pueblo

elegido por Huitzilopochtli, a través de la guerra, la gloria y la crueldad, honor y muerte,

rodeados de su origen mítico, tienen un final profético, fatalista, inexorable. La salida de Aztlan,

la fundación del centro de su identidad, Tenochtitlán, sus guerras y expansión imperial dedicada

a Huitzilopochtli, en gran medida, la elegía mexica, su destino, se cierra en la cúspide de su

poder y gloria entregando sentido al recorrido de un pueblo, de su élite dirigente, hacia su

inevitable sumisión al nuevo orden. Aquí hay una continuidad que guarda un sentido identitario

que afirma las condiciones de su lugar en el nuevo orden a través del rescate y la rememoración,

que se articulan hacia un final, del cual el propio Tezozómoc es parte. El impacto del encuentro-

choque con los españoles y la continuación de sí dentro de una nueva configuración de poder, de

religión, de identidad cultural, se explican entre una forma destinal (aceptación determinista de

la derrota) y una aceptación apropiada, adaptada, comprendida, interpretada.

292 Ibíd., 134p. 293 Nos referimos a Crónica Mexicana, capítulos 102-108. Particularmente a la noción de la caída y de la soberbia, que Nezahualpilli (tlatoani de Aculhuacan) le advierte y que el propio Moctezuma confirma con sus sueños y los de sus sacerdotes; esto remite a la visión de la llegada de Cortés a Veracruz. Véase ALVARADO TEZOZÓMOC, Hernando. Crónica Mexicana. óp. cit. pp. 438-469.

251

b) Crónica Mexicáyotl

Debemos hablar, consecuentemente, de la Crónica Mexicáyotl. Escrita en náhuatl, tiene

como fecha de redacción 1609, indicada en el texto. “En ese año de 1609, yo, don Hernando de

Alvarado Tezozómoc… doy por verdadero (nicneltía) y corroboro (nicchicahua), la palabra de

los ancianos, la conversación tradicional (tenontzaliztli)”294.

Es prudente indicar la historia del texto desde un acercamiento complementario y atento a

su circulación y sobrevida. La historia del manuscrito una vez elaborado entre 1609-1610 es

compleja, ya a finales del siglo XVII se encuentra dentro de la colección de Carlos de Sigüenza

y Góngora295. La colección fue donada a su muerte a los jesuitas (Colegio de San Pedro y San

Pablo, México) según su testamento, es probable que la Crónica Mexicáyotl haya permanecido

guardada ahí hasta que Lorenzo Boturini296 la integra a su Museo Indiano, donde la atribuye a

Chimalpahin. Una vez que Boturini deja Nueva España, su colección es confiscada y guardada

en los archivos del Virreinato. Ya hacia finales del siglo XVIII, Antonio de León y Gama297

examina los documentos de Boturini y rescata la Crónica, entregando la única copia hasta hoy

conservada. En el siglo XIX la Crónica Mexicáyotl forma parte de la colección de Joseph-Marie-

Alexis Aubin298, quien la lleva a Francia, donde pasa a manos de Eugène Goupil299 y se integra a

la Biblioteca Nacional de París en el Fondo de Manuscritos Mexicanos con el número 311,

donde actualmente se encuentra. Por otra parte, el reconocimiento y conservación de la Crónica

294 GARIBAY, Ángel María. Historia de la Literatura Náhuatl. El trauma de la conquista (1521-1750). óp.

cit., 301p. 295 Véase SIGÜENZA Y GÓNGORA, Carlos de. En su: Obras. México, Sociedad de Bibliófilos Mexicanos, 1927. 392p. 296 Véase BOTURINI BENADUCCI, Lorenzo. Manuscritos de autores indios. En su: Idea de una nueva historia general de la América Septentrional. México, Imprenta de I. Escalante, 1871. pp. 229-327. 297 Es preciso destacar la consideración de fuente histórica veraz (equivalente a la producción europea) sobre las costumbres mexicas y su relación con los calendarios y astronomía precortesianos que se atribuye abiertamente a Tezozómoc y Chimalpahin. Véase LEÓN Y GAMA, Antonio de. Descripción histórica y cronológica de las dos piedras que con ocasión del nuevo empedrado de la plaza principal de México se hallaron en ella en el año de 1790. México, Imprenta de Don Felipe Zúñiga y Ontiveros, 1792. pp. 59-60. 298 Véase AUBIN, Joseph-Marie-Alexis. Memoire sur la peintre didactique et l’écritture figurative des anciencs mexicans. Paris, Impremerie Nationale, 1885. pp. 78-106. 299 Véase BOBAN, Eugène. Documents pour servir à l’historie du Mexique. Catalogue raisonné de la collection de M. E. Eugène Goupil (ancienne collection J.M.A. Aubin), Manuscrits figuratifs et autres sur papier indigène d’agave mexicana et sur papier européen antérieur et postèrieurs à la conquête du Mexique (XVIe. Siècle) y un atlas de introducción de M. Auguste Génin. Paris, Ernest Lerous éditeur, 1891. pp. 408-409.

252

Mexicáyotl en México la realiza Francisco del Paso y Troncoso, que en su misión cultural por

Europa (1892–1912) logra fotografiar la Crónica300. El único ejemplar de esta reproducción

fotográfica se conserva en la Biblioteca del Museo Nacional de Antropología e Historia de

México. Esta es la fuente que utiliza Adrián León para publicar a través de la Universidad

Nacional Autónoma de México (UNAM) la traducción en versión bilingüe de la Crónica, única

en español hasta la fecha301.

En este recuento podemos encontrar algunos detalles interesantes. Principalmente

relacionados con la autoría de texto a partir de la atribución de Boturini a Chimalpahin. Los

motivos de esto, podemos suponer, tienen relación con el acceso del propio Boturini a una

versión del texto que estaba relacionada o bien pertenecía a Chimalpahin. Aubin, cien años

después, desmiente esta autoría indicando que el texto era un compendio de dos autorías

reconocibles, la de Tezozómoc y de Alonso Franco, junto a algunas anotaciones hechas por

Chimalpahin302. Esta observación es aceptada e incluso opera en la versión (traducción) de

Adrián León. Paul Kirchhoff303 también analiza la Crónica y atribuye tres autores y tres partes al

texto: Tezozómoc, Franco y Chimalpahin. La novedad de este acercamiento es reconocer la

calidad de autor, como editor del texto, a Chimalpahin, especialmente en la segunda parte del

texto. La justificación de esta autoría radica en que sólo en la primera parte hay una clara

referencia a Tezozómoc, que hay una clara intervención del texto de Alonso Franco, y que la

condición de corrector de Chimalpahin debió haber sido mayor, llegando incluso a participar del

texto y editarlo. Finalmente, Kirchhoff explica la uniformidad del texto como el esfuerzo del

propio Chimalpahin, quien habría rescatado ciertas formas y expresiones para introducir la

unidad literaria (continuidad) en la segunda parte del texto.

Ahora bien, ¿qué significa la atribución de un texto en lengua náhuatl a tres diferentes

autores? Dice mucho y dice nada. El reconocimiento de la calidad de autor a Tezozómoc, aun

300 Véase ZAVALA, Silvio. Francisco del Paso y Troncoso, su misión en Europa 1892-1912. México, Publicaciones del Museo Nacional, 1938. pp. 357-465. 301 Véase ALVARADO TEZOZÓMOC, Hernando. Crónica Mexicáyotl/ Traducción directa del náhuatl por Adrián León. México, Imprenta Universitaria, 1949. 187p. 302 Véase AUBIN, Joseph- Marie-Alexis. Memoire sur la peintre didactique et l’écritture figurative des anciencs mexicans. óp. cit. 106p. 303 Véase KIRCHHOFF, Paul. El autor de la segunda parte de la Crónica Mexicáyotl. En: COMAS, Juan “et al.” Homenaje al doctor Alfonso Caso. México, Imprenta Nuevo Mundo, 1951. pp. 225-227.

253

cuando haya tenido la oportunidad de compartir su texto con otros, no niega la complejidad y las

intervenciones del proceso de construcción narrativa que debió haber sido necesario soslayar en

su elaboración. Seguramente hay múltiples fuentes, códices, oralidades, documentos y textos,

jugando por detrás, con lo cual el grado de traductibilidad y comprensión de tres autores, o bien

uno solo, no desmerece la condición histórico-literaria de la Crónica Mexicáyotl. Por el

contrario, reconoce en la triple autoría posiciones de enunciación e interpretación convergentes.

Empero, en nuestro acercamiento si hay alguien a quien atribuir la obra, ciertamente, es

Tezozómoc.

Dentro de la Crónica la introducción se enmarca con la presentación clara de Hernando

Alvarado Tezozómoc como autor. La intervención de Alonso Franco comienza con las

siguientes palabras:

“He aquí que comienza la ‘crónica’ de la mexicanidad donde está dicho el

renombre, el vaso, el nacimiento, aquel mero comienzo, salida, llegada de quienes

aquí a la que se llama la Nueva España vinieron a colocarse, vinieron a merecer

todo aquello que es grande, y también de cuando empezó, principió, echó raíz la

ciudad de Mexico Tenochtitlan; pues se llaman, mexicanos, chichimecas, gentes de

Aztlan, chicomoztoquenses; pero cuándo, en qué tiempo, no se recuerda bien,

cuándo o en qué momento”304.

Su intervención llega hasta el párrafo que indica el final de su intervención:

“Allá acaba la plática de él, del viejo ‘Alonso Franco’, su morada aquí en la

población, ‘ciudad’ Mexico Tenochtitlan, y que se vino a morir en el año ‘de 1602

años’, éste era mestizo”305.

304 ALVARADO TEZOZÓMOC, Hernando. Crónica Mexicáyotl. óp. cit. 11p. “Yzcatqui nican ompehua yn Chronica Mexicayotl y non can quitauhca teneuhtoc ynin tecoma ynin tlacatiliz. Ynhuel yehuatl ynin tzintiliz pehualiz yuan yninhuallaliz ynimecoliz. Yn yehuantin. Ynican ypanin Nueva España motenehua omotecaco yuan oquimacehuaco ymochi ynixquich yc huey. Yehuatl. Auh yuan yni cotzintic ynicopeuh yniconelhuayohuac in huey Altepetl in Mexico Tenochtitlán, ca yn toca. Mexitin chichimeca Aztlan tlaca Chicomoztoca. Auh yniquac ynipan cahuitl amohuelmolnamiqui yniquin quehma”. 305 Ibíd., 25 “Oncan tlami initlatol huehue in Alonso Franco catca nican ichan ipan altepetl Ciudad Mexico Tenochtitlan, auh in omomiquillico ipan xihuitl de 1602 año, inin Mestizo catca”.

254

Básicamente la intervención de Alonso Franco recupera la salida de los mexicas de Aztlan

Chicomoztco, y tiene como característica la mixtura, su condición cultural mestiza es denotada

en su relato, se presenta como un conocedor de la cultura europea y, dentro de ello, la religión

cristiana. Dentro del fatalismo del destino mexica, la fundación de Tenochtitlán es leída como

causa para la llegada del cristianismo:

“Y a causa de esto, para que fuera en auxilio de ellos, quiso el muy alto, el sin fin,

sin término, divinísimo Dios, se separaran entonces de sus moradas, sus

habitaciones, y por eso salen ya, vienen ya a establecerse aquí, vienen a esparcirse

en las varias partes todas de la tierra; entonces estará, vendrá, se establecerá en

tiempo de ellos la verdadera luz, y entonces les visitarán los españoles cuando

vendrán a cambiarles vida, y entonces ciertamente se salvarán sus espíritus, sus

almas, como hicieron ya ha mucho las gentes de Roma, y las gentes de allá de

España, los españoles, que por eso se esparcieron por todo el mundo”306.

Así también, la intervención de Chimalpahin es correctiva y se juega en dos pasajes:

“Más pero yo, que aquí menciono mi nombre, ‘Domingo de San Antón Munón’

Chimalpain, reuní, consideré el papel chalca e cuentas de años, en el que fueron a

sitiar a los mexicanos allá en Chapultepec en el año 2-caña ‘1299 años’”307

“(mas yo, ‘Domingo de San Antón Munón’ Chimalpain, examiné bien el papel de

cuentas de años de los mexicanos, vi en el mencionado arriba, el año 2-caña, ‘1299

años’, él, Cozcoztli reinó allá en Culhuàcan)”308

306 Ibíd., 12-13. “Auh ynipampa yn. ynic in pelehui locayez: quimoqueltitzino yn cenquizca huey huecapan yn atlancatzintli yn atzonquizqui. y niteoyotzin Dios. yninc moxexellozque ininyeyan ynin netlaliayan ynic ye huallazque in ye nican omotecaco omo cecenmanaco ynepapan nohuiampa tlallipan. ynic yn panyez. Ynpanhuallaz ynpan motlaliquiuh yn mellahuac tlanextli. y huan ynic quinhualmatizque in yehuantin Españoles me ynic quinnemiliz cuepaquihui. yniuh quiziuhque yehuecauh ynyehuantin rroma tlaca. yuan ynompatlaca españa yn Españoles me yn huelizquich y comocenmanque y nipan cemanhuatl” 307 Ibíd., 47 “Auh yece inehuatl nìcan ninotocatenehua Domingo de San Anton Muñon Chimalpahin, onic tepotzttocac onic nemilli in Chalca Xiuhtlapohuallamatl iniquaz ipanin yaoyahualloloque Mexica in oncan Chapoltepec, inipan Ome Acatl, 1299 años”. 308 Ibíd., 49 “(yece inehuatl Domingo de Sn Anton Muñon Chimalpahin huellonic nemillic ìn Mexica Xiuhtlapohuallamatl oniquittac, inipan omoteneuh tlapac in ome actal xihuitl 1299 años, yehuatl in Coxcoxtli tlatocati in oncan Culhuacan)”.

255

A nuestro respecto, la condición de autor de Tezozómoc, y la colaboración con Franco y

Chimalpahin sólo retribuyen la especial característica de este texto cultural dentro de su

composición estilística.

Luego, dentro de las partes del texto, bien podemos notar la introducción general, la salida

de los mexicas desde Aztlan, la migración y la fundación de Tenochtitlán, y las genealogías de

los tlatoque tenochcas. Ya la introducción muestra un cuidadoso Tezozómoc entregando los

comentarios que darán sentido al texto, la historia tenochca, mexica, que debe afrontar las

historias de otras élites (por ejemplo, la de Tlatelolco), atribuyendo el énfasis en su condición y

linaje tenochca. Sin duda hay partes del relato que guardan directa similitud con las presentes en

la Crónica Mexicana. No obstante, hay otros pasajes que sólo aparecen en la versión náhuatl o

bien donde se recalcan características diferentes a las presentes en la versión castellana. Un buen

ejemplo es la glorificación de la valentía mexica, de sus guerreros, especialmente en la

migración hacia Tenochtitlán, esta fuerza y énfasis no es tan evidente en la Crónica Mexicana,

donde su coraje militar se muestra en la guerra contra Azcapotzalco para librarse de su señorío y

permanecer en Tenochtitlán. Así también, la descripción de las genealogías de los señoríos

mexicas, siendo exhaustivas en la versión náhuatl, no lo son en la versión castellana, que refiere

y recoge los acontecimientos militares con detalle. Podemos decir que son las historias

familiares, los linajes de la élite mexica, el centro del relato en la versión náhuatl. Siguiendo a

Romero Galván sobre este asunto:

“Así, a la noticia de la ascensión al poder de cada uno de ellos, sigue su relación

genealógica. El sentido histórico de esta parte de la Crónica mexicáyotl es el de la

explicación de un grupo en el tiempo más que el del devenir de una nación. Es un

sentido que se dibuja tenuemente en la Crónica mexicana y que aquí cobra gran

vigor. Esta tercera parte contiene la historia de la nobleza indígena; historia que va

más allá de 1521, pues la conquista no llegó a interrumpir totalmente la vida de este

grupo social. Si la historia de Tenochtitlán se detiene con la capitulación de la

ciudad, la de la nobleza va más allá para formar parte de la historia colonial”309.

309 ROMERO GALVÁN, José Rubén. Los privilegios perdidos. Hernando Alvarado Tezozómoc, su tiempo, su nobleza y su crónica mexicana. óp. cit. 151p.

256

En la lectura de Romero Galván, Tezozómoc re-genera una historia relatada en la

tradición oral y en los códices, dotando de justo reconocimiento e importancia a particulares

elementos dentro de la sociedad mexica precortesiana. Tezozómoc le habla a las nuevas

generaciones de la élite mexica, le habla con todo el peso de la historia mexica de forma

didáctica. Aquí los venideros han de poder encontrar el sentido de su lugar en el orden colonial,

de la relevancia de su casta y, ciertamente, del pasado y de su memoria social y cultural. Sobre

esto sostiene Romero Galván:

“Podemos, para concluir, afirmar que el ejercicio de la memoria, tlalnamaquiliztli

en lengua náhuatl, aplicado a itlahtollo in ipohualloca in huehuenemiliztli, lo que se

dice y cuenta de la antigua forma de vida, fue un elemento que abonó no sólo la

riqueza de la información contenida en las crónicas que nobles indígenas

escribieron entre los últimos años del siglo XVI y los primeros de XVII, sino que

las dotó de una frescura incuestionable al dar a sus autores la posibilidad de incluir

en sus obras, al lado de datos precisos, la confrontación de testimonios, y la

evocadora presencia de alocuciones que no estaban en los códices pictográficos que

guardaban sus familias. Es así que, con lo registrado en los antiguos papeles de

amate, en documentos escritos con caracteres latinos y con aquello que rescataban

de boca de los ancianos, lograron dar forma a una expresión de la memoria

colectiva”310.

Desde lo señalado por Romero Galván entendemos la complementariedad de la versión

escrita en náhuatl con la memoria oral como un reflejo de la reconcepción de la historicidad

mexica. A saber, la historia de un grupo, la élite, en un devenir de guerra, de gloria, de su destino

y su ciudad, ulteriormente de su identidad. El texto acaba de forma abrupta, quizá de forma

abierta, en suspenso. Un claro diseño estilístico que no podemos dejar pasar, pues al no haber un

final, un cierre, entonces la comprensión del texto y su historicidad quedan en apertura.

310 ROMERO GALVÁN, José Rubén. Memoria, oralidad e historia en dos cronistas nahua. Estudios de Cultura Náhuatl. 38: 182, 2007.

257

c) El estilo de Tezozómoc

La sobrevida del texto cultural de Tezozómoc tiene dos caras, por una parte, la

maravillosa experiencia de reelaborar la historia mexica y, por otra, la caída de la élite india, esto

es, sus condiciones de dominación bajo el orden colonial. Los nobles, la élite mexica, luego de la

caída de Tenochtitlán con la captura de Cuauhtémoc (1521), sufrieron la progresiva degradación

de su status social. Su poder y riqueza fueron robados, confiscados, perdidos. No obstante, la

transformación social del nuevo orden –y dentro de éste las instituciones políticas, económicas,

sociales y religiosas que configuran el mundo dentro del cual se desenvolvía la élite mexica, en

cuanto que violentadas por el conquistador– genera espacios para la persistencia y resistencia

cultural en diversos modos. Las élites procuran la colaboración con las nuevas autoridades

jugando a favor de la consolidación del nuevo sistema. Este es el momento en el cual los nobles

indios (élite) ostentan cargos mediadores para con la masa. Aquí diversas instituciones (políticas,

religiosas, económicas, legales, militares) se nutren de la élite como enlaces con la masa india y

sus configuraciones socio-culturales. Este es el tiempo de la educación europea y la tradición

propia funcionando simultáneamente en busca de un conducto de encuentro. Esta posición

intermedia será en cualquier caso temporal; en la medida en que la administración y el nuevo

orden colonial se afianzan la élite india pierde su posición y privilegio. Paso a paso, la élite debe

recurrir a la nueva legislación española para reclamar sus derechos y privilegios. Cartas,

petitorios, reconocimientos de nobleza y tierras, etc., serán las acciones y los mecanismos para

mantenerse vigentes en la estructura social colonial novohispana.

En este contexto, hubo quienes dedicaron su trabajo a conservar y transcribir su historia, a

rememorar el sentido de su existencia y su pasado glorioso. Nos referimos a quienes guardando,

transcribiendo, escribiendo, los antiguos testimonios orales, la información de los códices, las

materialidades, sus sentidos –a través de las tecnologías de comunicación y registro– jugaron un

rol fundamental en la construcción de su propio trasfondo cultural. Estos relatos reconstruyen

sus vidas y las demandas por sus derechos y privilegios usurpados. Aquí aparecen también las

crónicas como hemos procurado explicitar, a saber, una traducción cultural, un texto alfabético,

algunas veces también pictográfico, que expresa la reconstrucción de la memoria cultural. Los

textos escritos por estos indios de élite, de distintos pueblos y orígenes, sostienen la

interpretación de la decadencia de su posición social y de la necesidad de revitalizar su papel en

258

la estructura colonial. Estas crónicas nos muestran cómo la élite comprendía su pasado, su

historicidad y cómo enfrentaba la nueva realidad postconquista.

Tezozómoc es uno de estos casos, su escritura confirma la decadencia de su linaje, de los

otrora señores de Tenochtitlán. Hemos revisado de forma panorámica las dos crónicas a él

atribuidas: la Crónica Mexicana y la Crónica Mexicáyotl. En ellas se recrea la historia mexica,

se refiere a su dios protector Huitzilopochtli, sus proezas guerreras y el rol de la élite en esta

grandeza, y cómo estando en la cúspide de su poder y gloria surgen los augurios de su caída y la

destrucción de su imperio.

La narración en la Crónica Mexicana, insiste la condición guerrera y la valentía de la

nobleza mexica. Esto es quizá parte de la idealización de un pasado, donde la élite componía

todo su poder sobre la base del divino mandato de Huitzilopochtli. Por otro lado, está la lectura

del presente, donde el otrora grupo dominante debe explicar su condición al nuevo orden

colonial hispano bajo el cual debe actuar y con el cual debe “colaborar”. La Crónica Mexicáyotl,

nos permite establecer otro espacio de reflexión, especialmente, en lo concerniente a la manera

como la “lírica náhuatl” logra resistir modelos europeos, y cómo de la misma manera los

modelos de la tradición oral náhuatl logran pervivir. Una evidencia de esto es la utilización de

las genealogías con abundancia y maniobrabilidad. Aquí el estilo mezcla modelos en una

tendencia hacia la tradición oral india. Esta crónica parece tener un objeto concomitante pero

distinto al de la versión en castellano. Probablemente la triple autoría contribuye a esta

perspectiva.

Se mueven aquí dos cuestionamientos importantes: ¿cuál es la intención de escribir en

castellano la historia mexica? y ¿cuál es la intención de hacer una versión en lengua náhuatl? Es

acaso un punto clave el grado de cercanía-lejanía entre ambos textos, con dos estilos diferentes,

pero en relación de necesidad, finalmente, como parte de una sobrevida múltiple en ambas

versiones. En esta perspectiva, es prudente destacar los “objetivos políticos” que parecen

atravesar ambos textos culturales, puesto que serán estas motivaciones aquellas que

determinarán el estilo y la forma de expresión particular de cada obra. El idioma castellano y los

modelos europeos forjan la presentación y el estilo de la Crónica Mexicana. La estratégica

validación de los éxitos militares corresponde a un gesto literario proclive al lector hispano,

259

proclive a modelos caballerescos de narración histórica. La Crónica Mexicáyotl, por otra parte,

valida una estrategia diferente a través del uso lírico del náhuatl y los modelos genealógicos.

Aquí el gesto literario es proclive al lector indio y su memoria oral.

La consideración de las convenciones y matrices líricas de la tradición y memoria oral

india, en conjunto con el rescate de las relaciones de parentesco (genealogías), persigue

reinscribir y explicar una identidad en pleno proceso de reconstrucción. La pérdida de su

identidad como élite y su disgregación cultural son parte del eco que Tezozómoc logra

escenificar en ambas obras. Ambas nos remiten a un presente oscuro y un futuro incierto,

empero abierto, y dentro del cual la reafirmación de sí como grupo con historia y memoria es la

única consecuencia efectiva frente a la debacle socio-cultural. Por lo tanto, hay dos movimientos

de reinscripción histórica motivados por intereses políticos fronterizos, claramente relacionados

con dos “lectores” diferentes.

El discurso de Tezozómoc también compromete un ejercicio de encuentro entre la

memoria oral y sus tecnologías de registro con la mnemotecnia eurocéntrica y los modelos y

convenciones que desde ella se suscriben. En este respecto, la oralidad se introduce en los textos

historiográficos. Se trata de pasajes, conexiones, en los que el discurso narrativo ofrece ciertas

expresiones que constituyen ciertas fórmulas, que se perciben fijadas de antemano, y que nos

remiten de inmediato a la presencia de algún sistema mnemotécnico complementario.

Tezozómoc en ambas Crónicas entrega ejemplos que corresponden a esta forma de co-presencia

de la memoria y la oralidad. Romero Galván aclara sobre este asunto:

“Los discursos emitidos por Huitzilopochtli durante la migración mexica, que en los

códices que conocemos sólo quedan registrados con la vírgula de la palabra que

sale del glifo que representa a esta deidad, se reproducen en la Crónica mexicana y

se caracterizan por incluir frases que permiten asegurar que tales alocuciones, que

allí han quedado plasmadas a través de la escritura, emergen de los repositorios de

la memoria y que el autor del texto las obtuvo escuchando a alguien que las oyó de

algún anciano de su comunidad quien a su vez las habría recogido de boca de otro

más anciano que él. Es evidente que se trata de un texto escrito que contiene trazas

inequívocas de oralidad que lo vinculan con ésta de manera clara e indudable. Las

260

huellas de la oralidad son expresiones formularias que constituyen verdaderos

recursos mnemotécnicos que, intercalados en el discurso, proporcionan al emisor el

tiempo de traer de los repositorios de sus recuerdos los discursos que incluye en la

narración”311.

Siguiendo a Romero Galván, comprendemos que la oralidad es estratégica y muestra los

componentes de una memoria histórica en construcción (oral y escrita) que se desarrolla en

ambas obras de Tezozómoc. La reconstrucción histórica pone en jaque no sólo la comprensión

de autoría que contienen los conocimientos comunicados en ambos textos culturales (claramente

en relación con diferentes fuentes y sistemas de registro, oral-pictórico-escriturales), sino que

tensiona la creación de ambas obras. Bajo la categoría de la autotraducción, podemos interpretar

inicialmente su estilo y sobrevida en una relación complementaria. Sin embargo, aquí debemos

considerar una autotraducción múltiple, circulante entre varios escritores, autores y traductores,

poseedores de un texto cultural complejo que se nos presenta en la relación entre ambas

Crónicas. No es sólo su carácter bilingüe, no es sólo la intervención de otros autores o los

avatares del texto como composición histórica o literaria; es más bien la necesidad de forzar y

acomodar la categoría de la autotraducción hacia la convergencia y el equilibrio de los diferentes

elementos que propician la reflexión por la experiencia histórica y, dentro de ésta, por los gestos

de manipulación y resignificación de su memoria cultural. Por ello hablamos de un estilo, en este

caso, en la figura múltiple que representa Tezozómoc. Aquí hay componentes importantes de

relación con otras fuentes, con “Crónicas X” que se atribuyen y diferencian, pero que también

operan como trasfondos basales. Traducción o autotraducción cultural que involucra discursos

múltiples, múltiple agencias, a partir de las cuales se configuran las expectativas y los cruces

culturales, históricos y literarios.

Cabe, por cierto, un establecimiento importante respecto de la escritura cronística como

modelo para una traducción cultural en este caso múltiple y versátil. La especificidad del estilo

en Tezozómoc utiliza la tecnología de registro y narración en un movimiento de apropiación y

transformación. El estilo presente en los rescates orales, la necesaria convivencia con otros

relatos, con otros registros (y ciertamente sus traducciones) determinan sus posibilidades como

recreación. Esto significa que los cruces a los cuales remitimos tienden a la concreción de la 311 Ibíd., 179p.

261

manipulación y la contaminación multidireccional de perspectivas de interpretación, las cuales

se conjugan en la escritura bilingüe de Tezozómoc.

Finalmente, Tezozómoc nos muestra la posibilidad de configurar una posición de

enunciación-interpretación que no reniega en su instrumentalización de recursos y modelos

mnemotécnicos provenientes de la tradición india y de la tradición europea, como tampoco

difiere en direccionar su enunciación-interpretación como un espacio propenso a una

rememoración fundacional de la experiencia histórica precortesiana en proyección hacia la

experiencia colonial. Podríamos hablar de una fusión de horizontes culturales que encuentra en

el cruce de ambos textos culturales, en su autotraducción, en su bilingüismo e interrelación, un

claro ejemplo de encuentro o empatía cultural, de apropiación de códigos bajo un patrón de

interpretación móvil y adaptativo, maleable.

262

3.3 Felipe Guamán Poma de Ayala y la traducción persuasiva

Deseamos problematizar a Felipe Guamán Poma de Ayala y su texto cultural: “Primer

Nueva Corónica y Buen Gobierno” (1615/1616) en un “contexto epocal” que determina las

posibilidades de su enunciación y de la traducción cultural que involucra. Este “contexto epocal”

responde a la necesidad de afirmación y construcción de identidad que tiene lugar en los Andes

en el inicio de la colonización. En el desarrollo de este “contexto epocal” Garcilaso está

escribiendo sus Comentarios; así también Pachacuti Yamqui trabaja en su Relación. Y, por

cierto, los autores anónimos de Huarochirí, atendiendo en cada uno a su complejo contexto de

producción312. Estos indios cronistas, andinos letrados, y muchos otros, construyen un escenario

de enunciación y demanda en el cual Guamán Poma inserta su texto cultural. Indica sobre esto

Raquel Chang-Rodríguez:

“Con sus escritos, los autores querían llegar al destinatario europeo y a la vez

hacerse entender por cierto público lector recientemente alfabetizado o cuya

alfabetización parece inminente –indios ladinos, los mestizos, la aristocracia

andina–”313.

Siguiendo a Chang-Rodríguez, el carácter de este “contexto epocal” se presenta en los

cronistas indios (escritores, autores y traductores) y en sus textos culturales; es ahí donde se

entrelazan y realizan diferentes apropiaciones de conocimientos y tecnologías europeas (por

efecto de la alfabetización y la evangelización). Sin embargo, hay también una crítica social (en

la instalación del orden colonial) y un posicionamiento (hacia el lector o destinatario europeo) en

el que cada cual reclama en nombre de sí y de su comunidad. El “contexto epocal” determina

312 Respecto del contexto histórico-literario de los cronistas indios y la producción de sus textos escritos en los Andes coloniales véase: CHANG-RODRÍGUEZ, Raquel. La apropiación del signo. Tres cronistas indígenas del Perú. Tempe, Arizona State University, 1988. pp. 23-54; MIGNOLO, Walter. Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento y la conquista. En: IÑIGO MADRIGAL, Luis. (ed.) Historia de la literatura hispanoamericana. Vol. 1: Época colonial. Madrid, Cátedra, 1982. pp. 57-116. MIGNOLO, Walter. Decires fuera de lugar: sujetos dicentes y formas de inscripción. Revista de Crítica Literaria Latinoamericana. 21 (41): 9-31, 1995; PEASE, Franklin. Las crónicas y los Andes. óp. cit. pp. 15-160; PORRAS BARRENECHEA, Raúl. Los cronistas del Perú: 1528-1650 y otros ensayos. Lima, Banco del Crédito del Perú, 1986. pp. 9-53; STOLL, Eva. Géneros en la historiografía indiana: modelos y transformaciones. óp. cit. pp. 143-168. 313 CHANG-RODRÍGUEZ. Raquel. La palabra y la pluma en Primer nueva corónica y buen gobierno. Lima, Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú, 2005. 26p.

263

también la construcción de identidad de diferentes grupos humanos en los Andes coloniales; el

“contexto epocal” nos presenta un “contexto social” en crecimiento y movimiento, donde el

ejercicio de escritura de Guamán Poma configura un discurso en pugna con otros, en pugna con

otras enunciaciones indias, europeas, mestizas, ladinas.

Profundizando el cuestionamiento por un “contexto epocal” queremos hacer una relación

especial entre Guamán Poma y Titu Cusi Yupanqui. Esta relación vuelve hacia un ejercicio

anterior de enunciación-interpretación en busca de una trayectoria argumentativa. En este

sentido, Quispe-Agnoli señala sobre Titu Cusi y Guamán Poma:

“Otro ejemplo de sujeto andino que produce un texto en la época de la conquista y

se preocupa en recrear su genealogía es el inca Titu Cusi Yupanqui, bautizado

cristianamente como Diego de Castro. En su Relación de la Conquista del Perú

(1570), este autor, quien dicta su crónica a un sacerdote español porque no sabe

escribir, reconoce la importancia de la escritura en el régimen colonial. Por eso la

emplea para acusar y reclamar. Titu Cusi, al igual que Guamán Poma desde el

punto de vista discursivo, insiste en su ascendencia real, vocea su estirpe y sus

derechos, además de reiterar una y otra vez la autenticidad de su abolengo”314.

Siguiendo a Quispe-Agnoli, Titu Cusi Yupanqui ejemplifica un reclamo a través de un

texto escrito sin él saber escribir, nos referimos a su Instrucción al licenciado Lope García de

Castro (1570)315. En este texto Titu Cusi procura el reconocimiento de su nobleza y describe la

historia desde una narración “india” o bien, propiamente, “incaica”. Es preciso considerar a Titu

Cusi como autor intelectual de su texto cultural, pero también es necesario destacar las

condiciones de traducción (traductibilidad) que contiene. La enunciación de Titu Cusi es

traducida316. Esta relación entre autoría y traducción es aquí fundamental, debido a dos motivos.

314 QUISPE-AGNOLI, Rocío. La fe andina en la escritura: Resistencia e identidad en la obra de Guamán Poma de Ayala. óp. cit. 127p. 315 Véase YUPANQUI, TITU CUSI. Instrucción al licenciado Lope García de Castro. Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 1992. pp. 3-70. 316 Sobre la traducción de Titu Cusi Yupanqui quisiéramos destacar algunos elementos significativos. Es preciso indicar el acto de enunciación en términos de un “dictado”, esto configura un escenario donde el texto cultural contiene una doble traducción, así como una doble enunciación. En nuestro acercamiento, el ejercicio de traducción y mediación cultural de Titu Cusi (de sus escribanos y sus traductores al castellano:

264

Primero, hay un acto de enunciación oral llevado (traducido) a otra lengua (castellano) dentro de

un proceso de formalización en la escritura. Segundo, es un reclamo que vuelve a la

reconstrucción de una historia desde “el punto de vista del vencido”, pero no desde cualquier

vencido, sino que desde uno de élite. Titu Cusi y Guamán Poma tienen, en consecuencia, una

relación directa en su argumentación y persuasión. Esta relación no se presenta solamente en la

recreación de la historia y las eventuales rectificaciones y adecuaciones, ni tampoco la mera

propuesta de un texto escrito, o bien en el “abolengo” de estos indios, sino que se presenta en la

capacidad de reconocer una dimensión comunicativa nueva y fundamental (escritura) como

instrumento de reclamo y enunciación. El resultado es una enunciación que funciona como

instrumento de traducción y mediación cultural esta vez en términos de un posicionamiento para

la negociación política y para la reconstrucción de la memoria cultural india.

Ambos elementos, negociación y reconstrucción, son parte del entramado necesario para

definir un reclamo directo tanto al poder colonial como hacia los sujetos indios coloniales que,

en medio de una transición epocal (a saber, la colonización en los Andes), pueden “dar forma” a

nuevos horizontes para su identidad y cultura. Este es un aspecto fundacional pues permite

delinear la construcción de la noción de indio en los Andes coloniales como un proceso

fragmentario que a su vez tiene una continuidad en su argumentación (negociadora y

reconstructiva). El reconocimiento de un “contexto epocal” nos permite ingresar al campo de

enunciación de los indios andinos coloniales adscribiendo las necesidades políticas que

contienen, de forma equivalente, elementos identitarios funcionales en la reconstrucción de su

memoria social y cultural.

***

El estudio sobre la obra de Felipe Guamán Poma de Ayala recorre ya una tradición

compleja de interpretaciones y posiciones políticas respecto de lo que ha significado en el siglo

pasado (y lo que significa actualmente) su texto cultural “Primer Nueva Corónica y Buen

Gobierno” (1615/1616), particularmente en la comprensión de las diversas modulaciones

el agustino Marcos García y su secretario Martín Pando) proyectan una trayectoria argumentativa “ladina” que reclama derechos y demanda espacios de autogobierno. Véase REGALADO DE HURTADO, Liliana. El inca Titu Cusi Yupanqui y su tiempo. Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 1997. pp. 57-118.

265

culturales de los Andes sudamericanos abarcando tanto el estudio de su contexto colonial como

también sus repercusiones en una reflexión postcolonial. La historiografía, la literatura y la

antropología han trabajado profusamente la obra de Guamán Poma. La manera en la cual se ha

desarrollado la observación de estas disciplinas sobre el texto cultural ha obligado a ampliar la

perspectiva de cada una, desarrollando diálogos con otras como la etnografía, la lingüística, la

semiótica y la iconografía y, en nuestro acercamiento, con la filosofía. En nuestra perspectiva la

obra de Guamán Poma funciona problemáticamente porque permite desmantelar y desconstruir

la sociedad colonial y la vigencia de sus herencias en la actualidad de América Latina.

Quisiéramos historizar y reconstruir brevemente la crítica al texto cultural de Guamán Poma.

Esto significa recorrer también su sobrevida en la academia y cómo esta recepción ordena y

operativiza el impacto y la influencia de su obra como reflexión creativa y constructiva para la

interpretación de las experiencias históricas coloniales en la zona andina.

El texto cultural “Primer Nueva Corónica y Buen Gobierno” probablemente fue escrito

“sólo después de su destierro” en la localidad de Huamanga, zona que hoy en el Perú responde al

nombre de Ayacucho, “es decir, luego del 19 de diciembre de 1600, y no a partir de la mitad de

la década de 1580 como en general se ha escrito sobre la base de su misma aserción que estuvo

empeñado en esa tarea ‘veinte si no treinta’ años”317. Es preciso destacar que la información

biográfica proviene del propio Guamán Poma y si bien hay consenso en su existencia histórica,

la mayor cantidad de datos de su vida se encuentran en la Nueva Corónica y pueden ser

perfectamente “tendenciosos”. Para nuestra perspectiva Guamán Poma habla de su vida en

términos autobiográficos, reconstructivos, principalmente relacionados con su propia figura

frente al lector ideal de su obra. La Nueva Corónica, texto cultural escrito en el Perú virreinal y

enviado a Europa en el siglo XVII, no fue impreso, ni publicado, al parecer no tuvo un lector

importante, y debió haber caído dentro del sistema de clasificación de cartas, petitorios y

demases documentos dirigidos a la Corona hispana. Ya en el siglo XX el texto fue reubicado

(encontrado) por Richard Pietschmann (1908) en la Biblioteca Real de Copenhague, Dinamarca

(lugar donde actualmente se encuentra) dándolo a conocer a la comunidad científica en el

Congreso de Americanistas realizado en 1912.

317 CURATOLA PETROCCHI, Marco. El códice ilustrado (1615/1616) de Felipe Guamán Poma de Ayala: hacia una nueva era de lectura. Colonial Latin American Review 12 (2): 257, 2003.

266

Marco Curatola Petrocchi sostiene al respecto:

“El documento empezó a ser conocido y estudiado, aunque todavía por un

restringido grupo de especialistas, después de que Paul Rivet en 1936 llegara a

publicar con el Instituto de Etnología de la Universidad de París una edición

facsimilar (basada en reproducciones fotográficas parcialmente retocadas), sobre

cuya base posteriormente Arthur Posnansky (La Paz, 1944) y Luis F. Bustios

Gálvez (Lima 1956-1966) elaboraron y publicaron las primeras, por cierto no muy

precisas, versiones paleográficas. Pero fue sólo a partir de la cuidadosa edición

crítica de John V. Murra y Rolena Adorno (1980) que la obra alcanzó una mayor

difusión y pudo al fin ser plenamente apreciada y utilizada por un número más

amplio de historiadores, antropólogos, literatos, lingüistas, historiadores del arte e

incluso arqueólogos especialistas del mundo andino”318.

Siguiendo a Curatola Petrocchi, al trabajo realizado por Arthur Posnansky319 y Luis

Bustios Gálvez320 se suma la edición de Guillermo Ludena de la Vega321 en 1975. Sin embargo,

en el circuito académico de la obra guamampiana, debemos considerar las ediciones facsimilares

y críticas de Rolena Adorno, John Murra y Luis Urioste322, y de Franklin Pease323 junto con Jan

Szeminski324 como un puente con el trabajo crítico que ha ido configurando, en idioma español,

una importante contribución a disciplinas como la historia, la literatura y la antropología de la

zona andina. Asimismo, no podemos dejar de considerar la digitalización del manuscrito,

proyecto realizado por Rolena Adorno (utilizando su versión de la Nueva Corónica realizada con

Murra y Urioste) con el gentil auspicio de la Biblioteca Real de Copenhague, que hace posible

318 Ibíd. 352p. 319 Véase GUAMAN POMA DE AYALA, Felipe. El primer nueva coronica y buen gobierno. La Paz, Instituto Tihuanacu de Antropología, 1944. 1165p. 320 Véase GUAMAN POMA DE AYALA, Felipe. La nueva crónica y buen gobierno. Lima, Editorial Cultura. Dirección de Cultura, Arqueología e Historia del Ministerio de Educación Pública del Perú. 1956 (reimpresa en 1966). 1384p. 321 Véase GUAMAN POMA DE AYALA, Felipe. La obra del cronista indio Felipe Guamán Poma de Ayala, Nueva coronica y buen gobierno. Lima, Editorial Nueva Educación, 1975. 212p. 322 Véase GUAMAN POMA DE AYALA, Felipe. El Primer Nueva Corónica y Buen Gobierno. México, Siglo Veintiuno, 1980. 1175p. 323 Véase GUAMAN POMA DE AYALA, Felipe. Nueva Corónica y Buen gobierno. Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1980. 1173p. 324 Véase GUAMAN POMA DE AYALA, Felipe. Nueva Corónica y Buen gobierno. México, Fondo de Cultura Económica, 1993. 1566p.

267

desde mayo de 2001 revisar el texto íntegramente en versiones paleografiadas con sorprendente

detalle en español e inglés325. Ahora bien, ¿cuál es la constante en esta discontinuidad de más de

trescientos años? ¿Cuál es el elemento que distingue a esta Nueva Corónica respecto de otros

textos culturales? Hay un elemento fundamental, a saber, su vectorización como fuente, corpus,

texto, ya en un tiempo lejano al de su escritura. En un modo particular se convirtió en un enlace

al pasado, en un enlace al dominio colonial que además nos ha permitido acceder, conocer y

aperturizar la sociedad colonial peruana. Este el momento en que la sobrevida del texto se

proyecta en la modernidad. Este es el momento de la crítica al texto, donde Guamán Poma ya no

es un autor anónimo, un indio ladino de pasado glorioso y colaboracionista, caído en desgracia.

Esto no es menor puesto que durante un interludio de trescientos años los avatares de su

existencia y sus reclamos vuelven para relatar todo su pesar desde un prisma diferente.

Durante los 1960´s John Murra, siguiendo un enfoque antropológico y focalizado en la

organización social y económica del mundo andino, trabaja sobre el texto de Guamán Poma326.

Murra despliega desde éste interesantes datos relativos a la producción y el impacto de la

economía andina fortaleciendo su análisis sobre los “nichos o pisos ecológicos”. La

historiografía económica a la cual Murra intenta revitalizar logra ser el primer espacio de

reinterpretación del potencial del texto guamampiano. Este gesto –como parte de una

fundamentación sobre la distribución económica en términos de reciprocidad y adaptabilidad– es

importante puesto que delimita la necesidad de incorporar elementos y variables que puedan

hacerse cargo de las distancias culturales pre-existentes en las actuales sociedades indias

andinas. Ya en los 1970’s investigadores como Rolena Adorno, Nathan Wachtel y Juan Ossio

redescubren la crónica como texto artístico y cultural, antropológico y literario, rompiendo con

la lectura meramente descriptiva con la cual se había identificado al texto hasta la fecha. Con

esto se abre una clave de interpretación diferente de la económica, con capacidad de

descomponer los discursos tradicionales en términos culturales e identitarios referidos a la época

325 Véase GUAMAN POMA DE AYALA, Felipe. Primer Nueva Corónica y Buen Gobierno (1615) [en línea] <http://www.kb.dk/permalink/2006/poma/info/es/frontpage.htm> [consulta: 07 de febrero de 2012] 326 Véase MURRA, John. Guamán Poma de Ayala: A Seventeenth-Century Indian’s account of Andean civilization. Natural History 70 (7): 35-46, 1968; MURRA, John. Guamán Poma de Ayala: A Seventeenth-Century Indian’s account of Andean civilization. Natural History 70 (8): 52-63, 1968. Una versión en español fue publicada en: MURRA, John. El Mundo Andino: Población, Medio Ambiente y Economía. Lima, Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú e Instituto de Estudios Peruanos (Historia Andina 24), 2002. pp. 375-425.

268

colonial andina. Este gesto de renovación es profundizado en la búsqueda de estructuras

culturales propias y alternativas donde, nuevamente, Guamán Poma resulta un testimonio

importante.

Por una parte, serán los trabajos de Nathan Wachtel aquellos que procuran reconstruir las

principales categorías conceptuales e interpretativas (particularmente referidas al tiempo y al

espacio) en clave andina, desarrollando la complejidad en el análisis del texto cultural

guamampiano, en concordancia con la profundidad de sus postulados (y la reinterpretación de

los mismos). Pensar las claves andinas de pensamiento en términos de espacialidad y

temporalidad son entonces hitos en una perspectiva de investigación útil y cercana a nuestros

objetivos. Brevemente, Wachtel advierte una tesis central donde presenta a Guamán Poma como

un “indio puro” que percibe el mundo colonial “a través de categorías auténticamente

indígenas”; un sujeto cuyos esquemas mentales y sistemas de pensamiento eran diferentes del

nuestro (propiamente occidental). El análisis del “Mapamundi del reino de las Indias” demuestra

un aspecto donde el mapa no sería otra cosa que una representación indígena del universo. En

esta representación ideal del Tahuantinsuyo (un imperio con cuatro provincias y un centro), el

orden espacial sería concebido por Guaman Poma a partir de categorías andinas tradicionales

(dualidad, cuatripartición) y de la clásica oposición “arriba/abajo (Hanan/Hurin)”, éstas

funcionarían como reapropiación de los discursos de poder y como parte de un ejercicio de

resistencia a las letras europeas, una suerte de “des-estructuración” en la narrativa de su

experiencia histórica y cultural327.

Por otra parte, Rolena Adorno propone una lectura política desde lo artístico y lo cultural

al recuperar el texto y sus dibujos desde el punto de vista de los discursos verbales, sus

mecanismos retóricos y sus funciones simbólicas. El trabajo de Adorno, ciertamente canónico,

desarrolla la apropiación y reproducción del autor cronista de las convenciones retóricas

hispanas y la importancia de su texto cultural como fuente para la comprensión y la

reconstrucción del mundo intelectual peruano en los primeros años de la colonización, para la

representación simbólica del espacio contenido en sus dibujos, o bien para la articulación de una

327 Véase WACHTEL, Nathan. Los vencidos. Los indios del Perú frente a la conquista española (1530-1570). Madrid, Alianza, 1976. pp. 23-34; WACHTEL, Nathan. Sociedad e ideología: ensayos de historia y antropología andinas. Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1973. pp. 165-230.

269

retórica de la resistencia cultural en la crónica memorial como texto subvertido328. La

producción de Adorno respecto de Guamán Poma se mantiene actualmente en dos ámbitos

teóricos. Primero, su condición subalterna y de “enlace” desde un discurso postcolonial.

Segundo, su potencial como forma de rescate cultural desde la literatura, esto en clara relación

con la línea de interpretación que ha recorrido su estudio sobre la Nueva Corónica.

Juan Ossio, por su parte, determina la visión del cronista indio sobre el pasado y la

historia y la espacialidad andina como parte de un pensamiento que se enmarcó en categorías

ajenas al mundo europeo que le era contemporáneo. Una suerte de construcción paralela y

alternativa, donde el orden andino será el eje de su proposición respecto de un “buen gobierno”

indio329. No podemos dejar de lado el análisis de lo simbólico en los dibujos realizado por

Mercedes López-Baralt. En su estudio del texto ilustrado llega a una conclusión política en el

uso y la presentación de sí mismo como “príncipe”, siendo un “yo agente” que se ficcionaliza a

sí mismo y a sus lectores toda vez que aprovecha políticamente las imágenes y sus contenidos

para la consolidación de un lector ideal (destinatario ideal con una dimensión colectiva)330. Así

también, Thomas Cummins integra, como ya hemos visto, la posibilidad de diálogo e

interrelación entre soportes visuales (queros, quipus, tocapus) y el texto escritural-visual de

Guamán Poma. De algún modo, una escritura dentro de su escritura y una interacción entre

imágenes y escritura, es decir, la combinación de contenidos y formas de expresión gráfica

occidentales y andinas331.

Tampoco podemos obviar el acercamiento literario, lingüístico y extralingüístico que se

ha desarrollado sobre la obra de Guamán Poma. Raquel Chang-Rodríguez, por ejemplo, se

focaliza en el paso de la oralidad a la escritura como un ejercicio de comprensión y explicación

de su experiencia literaria, finalmente dirigido hacia el “fetichismo” de la escritura alfabética y 328 Véase ADORNO, Rolena. Writing and Resistance in Colonial Peru. Austin, University of Texas Press, 1986. pp. 57-144. 329 Véase OSSIO, Juan. Guaman Poma: Nueva corónica o carta al rey. Un intento de aproximación a las categorías del pensamiento andino. En: Ideología mesiánica del mundo andino. Lima. Biblioteca de Antropología, 1973. pp. 155-213; OSSIO, Juan. En busca del orden perdido. La idea de la historia de Felipe Guamán Poma de Ayala. Lima, Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú, 2008. pp. 173-237. 330 Véase LÓPEZ-BARALT, Mercedes. La Crónica de Indias como texto cultural: la articulación de los códigos icónico y lingüístico en los dibujos de la Nueva Corónica de Guamán Poma. Revista Iberoamericana (120-122): 461-531, 1988. 331 Véase. CUMMINS, Thomas. Brindis con el Inca. óp. cit. pp. 207-248.

270

la tecnologías de comunicación (libros) en Latinoamérica332. Lydia Fossa, por otra parte,

desarrolla un entramado mayor tendiente a determinar la influencia de Guamán Poma en la

construcción de una literatura latinoamericana conforme a una aproximación combinada entre un

enfoque antropológico y un enfoque literario. Esto se desarrolla a través de acercamiento sobre

el ejercicio escritural durante la era colonial, particularmente centrado en la producción y la

traducción de textos culturales por europeos e indios333.

Otra perspectiva es recogida por Walter Mignolo, ya en una óptica postcolonial o bien

decolonial. En este sentido, la Nueva Corónica sería una “enciclopedia cultural”; esto en tanto

que un momento de inclusión para una reflexión sobreviviente y contestataria al saber europeo.

En esta línea de análisis se incluyen a otros cronistas indios (verbigracia, Inca Garcilaso, Santa

Cruz Pachacuti Yamqui Salcamaygua, Titu Cusi Yupanqui, los autores anónimos del Manuscrito

de Huarochirí) que sirven como sujetos coloniales enunciantes y denunciantes en clara

afirmación y reconstrucción de su posición subalterna dentro del orden colonial. Esta lectura ha

recorrido hasta hoy un sendero interesante y útil para nuestra investigación puesto que enlaza la

condición subalterna (subalternidad) y la condición colonial (colonialidad) actualizando la

potencialidad del discurso americano obrado desde el siglo XVI334. Es preciso señalar que son

los posibles rendimientos y vectorizaciones de esta línea de interpretación del texto

guamampiano aquellos que, mayormente, conducen nuestra conceptualización del sabotaje

desde Guamán Poma. En esta línea de interpretación es prudente integrar el proceso de

construcción de un “discurso indio andino” en el cual Guamán Poma colabora directamente. Un

“discurso” que expone la transición de la expresión oral a la escrita mediante su condición

“ladina” y en su rol enunciativo de “autor” y a la vez de “personaje” dentro de su texto cultural.

En suma, Guamán Poma se ubica a sí mismo como un sujeto múltiple en virtud de sus

horizontes y su producción de sentido.

332 Véase CHANG-RODRÍGUEZ, Raquel. La palabra y la pluma en Primer nueva corónica y buen gobierno. óp. cit. pp. 19-35. 333 Véase FOSSA, Lydia. Narrativas problemáticas. Los inkas bajo la pluma española. óp. cit. pp. 225-337. 334 Véase MIGNOLO, Walter. Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento y la conquista. óp. cit. pp. 57-116; MIGNOLO, Walter. Decires, fuera de lugar: sujetos dicentes y formas de inscripción. óp. cit. pp. 9-31; QUISPE-AGNOLI, Rocío. La fe andina en la escritura: Resistencia e identidad en la obra de Guamán Poma de Ayala. óp. cit. pp. 97-207

271

La Nueva Corónica es siempre un texto complejo en términos de la comprensión y la

reconstrucción de sus propuestas. No obstante, ¿cuál es el elemento que distingue a esta Nueva

Corónica respecto de otros textos culturales? ¿Qué es aquello que provoca nuestro acercamiento

a Guamán Poma? Aquello que nos convoca a revisar nuevamente a Guamán Poma es

simplemente la seguridad de su condición fáctica de traductor y mediador cultural en los Andes

coloniales, lo que a su vez permite considerar e interpretar su texto cultural desde diferentes

perspectivas y con una lectura propositiva (en términos de reclamo y protesta). Intentaremos

abordar este difícil asunto desde tres diferentes puntos de referencia. Primeramente,

cuestionaremos la autoría como una pregunta por una identidad cultural bifronte, esto es,

considerar a Guamán Poma un articulador de su propia identidad india, elaborando una pregunta

que nos lleva al límite de las posibilidades de transgresión y modificación del impacto de su obra

en la medida en que ésta se compone desde una tensión de los horizontes culturales en el propio

autor. La pregunta por el autor-traductor nos permite dimensionar un problema anterior

focalizado en el rendimiento que logra el texto cultural cuando desmonta la condición de autoría

desde la construcción de subjetividad desarrollada por Guamán Poma. En segundo lugar, es

prudente preguntar por la tensión del texto con la oralidad, es decir, con la polisensualidad y la

materialidad de otras semánticas andinas. En el uso de un registro otro (no alfabético) y, por

cierto, una matriz de conocimiento diferente, que supone una reflexión situada, especialmente en

aquellas otras “fuentes” o “discursos otros”. Fuentes y discursos que nutren y determinan la

construcción de la Nueva Corónica como texto cultural propiamente andino. Finalmente, en un

tercer punto de referencia, cuestionaremos la elaboración persuasiva de un discurso político

dispuesto dentro de una crónica-memorial, esto es, revisaremos las estrategias de persuasión de

las cuales se sirve Guamán Poma para establecer sus demandas y validar sus propuestas. El

recorrido de este problema busca conectar las necesidades de expresión no sólo de Guamán

Poma como indio cronista (sus demandas personales), sino que busca enfatizar el reclamo

identitario que en sus páginas se presenta. A través de éstos tres puntos de referencia o

“momentos de aproximación” deseamos rescatar y destacar diversos elementos como partes

integrales de una relectura sobre la experiencia histórico-filosófica que se presenta en la Nueva

Corónica. Queremos enfrentar los espacios y las dimensiones discursivas que entre lo escrito, lo

oral, lo visual, lo político, lo identitario, pueden colaborar en la apertura de sus propuestas como

instancias y ejemplos de reconstrucción y rememoración cultural.

272

a) El indio: autor y cronista

Durante el proceso de establecimiento del dominio colonial hispano, Felipe Guamán

Poma de Ayala fue uno de los tantos indios que buscó reconocimiento de su condición de élite

(en este caso provincial) para asegurar la continuidad de su status social dentro del orden

colonial. Instruido en la religión católica, como hemos indicado, sirvió como intérprete para

Cristóbal del Albornoz (1580’s) en la guerra idolátrica colonial. Guamán Poma fue un indio de

élite, ladino, intérprete y traductor. Su participación o colaboración con el poder colonial le

otorga la condición de “enlace y denuncia” de aquello que a sus ojos parece mermar la

estabilidad y el orden social en los Andes. Esta parece ser la motivación de su carta, “Primer

Nueva Corónica y Buen Gobierno” a Felipe III, donde recrea la historia andina, así como la

realidad socio-cultural india bajo el orden colonial. Guamán Poma se califica como cacique,

descendiente de la dinastía Yarovilca Allauca Huánuco, por el lado paterno, y de los incas, por el

lado materno. Sin posibilidades de afirmar cómo y dónde aprendió a leer y escribir, muy

probablemente hay una directa relación con su infancia y la instrucción cristiana que

seguramente recibió conforme a su categoría social. Asimismo, es seguro un perfeccionamiento

de su aprendizaje en la relación con Cristóbal de Albornoz en las campañas de extirpación de

idolatría contra en Taqui Onkoy mientras le sirvió de intérprete. Podemos intuir su acercamiento

como parte de una autoformación, posiblemente, poco sistemática pero continua, funcionando

como una plataforma para el aprendizaje de los modelos escriturales e iconográficos hispanos.

En este proceso debió haber comprendido la importante condición de las crónicas y los cronistas

como vehículos y figuras de autoridad y enunciación.

Guamán Poma muestra cómo los indios andinos están sujetos al gobierno colonial, sea por

hecho o sea por derecho. Es posible percibir también una sed de reclamo e interpelación a las

autoridades coloniales y, ciertamente, a su mayor autoridad: el Rey. Ecce, aquello que se ha

leído como resistencia cultural en la obra de Guamán Poma. El objetivo de su crónica memorial,

su carta (texto cultural), será entonces presentar un compendio desde el cual las demandas de los

indios tengan espacio frente al “mal gobierno” de las autoridades hispanas. Los matices socio-

económicos y político-culturales permiten conocer la visión del indio en el contexto en el cual se

está gestando esta epístola. Recordemos que Guamán Poma vive un momento trascendental de la

historia de la colonización en el Perú, siendo testigo de la resistencia india frente a las

273

disposiciones del virrey Toledo, finalmente centradas en establecer las bases para el

sometimiento de las comunidades indias. Los movimientos de resistencia, algunos a través de la

violencia bélica, otros a partir de la reivindicación cultural y religiosa, son parte del escenario en

el cual Guamán Poma nutre su texto cultural. Sea en el Taqui Onkoy (alrededor de 1560), como

en otros muchos movimientos que se extendieron hasta el siglo XVIII, Guamán Poma en su

condición autoafirmada de cronista reconoce la necesidad de la reivindicación y la memoria

cultural de los indios andinos. La crónica memorial, él mismo como cronista, son un ejemplo

entre varios que nos muestran y contrastan la multidimensionalidad de la resistencia cultural

colonial en los Andes.

Seguimos la lectura de Rolena Adorno concentrando el análisis en el proceso de

configuración que tuvo el texto cultural focalizado en su sentido visual, que cumpliría dos

funciones como elemento explicativo de los eventos indicados y como ejemplo de la distribución

y la fricción entre imaginarios europeos y andinos. Puesto que Guamán Poma integra dibujos

para “facilitar” la comprensión y lectura al Rey, elabora una iconografía en tanto que “función

didáctica o medio didáctico” y que se muestra en cada uno de los 400 dibujos o ilustraciones.

Esta función didáctica proviene de su instrucción católica, donde la imagen (iconografía) era un

soporte determinante para la comprensión y la conversión de los indios en la fe cristiana. Los

dibujos responden a las tradiciones gráficas europeas, pero en un segundo plano, están basados

en la comprensión espacial andina (particularmente su tetradivisión)335.

Guamán Poma utiliza el código artístico europeo de la iconografía religiosa católica y,

conjuntamente, el sistema andino del simbolismo espacial. Ambos códigos culturales se juegan

en la composición de los dibujos, produciendo un lenguaje propio de la imagen, que podemos

establecer como un claro gesto de traducción en camino a la construcción de un texto cultural.

Las oposiciones (el dualismo del imaginario andino) son el anclaje de la relación entre las

imágenes y el texto, entre dos códigos: el lingüístico y el iconográfico. Sin embargo, es la

relación entre estos códigos aquello que vuelve novedoso el trabajo de Guamán Poma, pues

logra que el texto trascienda los límites de la literatura ilustrada, siendo los dibujos un vehículo

explicativo alternativo de su obra. A estos les agrega etiquetas verbales en diferentes posiciones

335 ADORNO, Rolena. Cronista y príncipe. La obra de don Felipe Guamán Poma de Ayala. Lima, Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica del Perú, 1989. pp. 166-178.

274

procurando una polifuncionalidad semántica. Guamán Poma ejerce un nivel de interpretación

que a través de la crónica ilustrada decodifica los sistemas lingüísticos e iconográficos por

separado, y desarrolla una articulación de ambos desde una perspectiva estructural del texto

cultural, esto es, la obra como una totalidad y dentro de ella, el espacio visual intervenido y

explicativo. Los dibujos como eje alternativo del texto funcionan como recursos auxiliares a la

vez que como evidencias explicativas de diferentes significados culturales puestos en

interacción.

Guamán Poma reclama a la Corona por la situación de vida de los indios, proponiendo

medidas correctivas y concretas para la revitalización de su condición social y, desde ello, la

revitalización del orden colonial hispano en los Andes. Su uso de la lengua castellana disglósica

es algunas veces complejo en la transferencia de los significados. Ciertamente, tiene

hipercorrecciones que nos hablan de su condición de aprendizaje del castellano; a ello se suma la

integración de otros idiomas a modo de textos insertados en la narración, en quechua y aymara.

Guamán Poma muestra un examen de la sociedad colonial andina donde se devela la posibilidad

de traducir culturalmente lo andino y lo europeo. Este examen está determinado por el

bilingüismo y la utilización de recursos pictóricos (dibujos) referidos a los repertorios

iconográficos a los cuales pudo acceder (andinos y europeos). Se trata de determinar los aspectos

que caracterizan la doble referencia cultural y la tradición oral (oralidad) como los vestigios que

Guamán Poma asume para enfrentar la forma y experiencia escritural. Ariruma Kowii refiere a

esta perspectiva cuando establece las posibilidades de comprensión del gesto político de Guamán

Poma:

“En este sentido, es clara la percepción de Guamán Poma cuando expresa y

considera que ante las nuevas circunstancias que vivían era imprescindible aprender

a leer y escribir. En sus crónicas exhorta a las autoridades para que brinden el apoyo

necesario para que la población indígena pueda instruirse. No se rechaza la

escritura, más bien se trata de apropiarse de ella para que ésta esté al servicio de los

intereses del pueblo: y es precisamente esto lo que Guamán Poma hace con sus

crónicas”336.

336 KOWII, Ariruma. Estado de la cuestión de la obra de Guamán Poma de Ayala. Cuadernos de Literatura Latinoamericana. (18): 21, 1998.

275

Ahora bien, Guamán Poma retoma e integra la historia andina en la tradición cristiana a

partir de la aplicación de símbolos e iconografías propias a ambas culturas, formulando

persuasivamente analogías entre ambas. Los símbolos cristianos se muestran en la ilustración del

mundo andino, entregando valores y códigos cristianos a la sociedad andina. Por otra parte, el

mantenimiento de ciertos códigos iconográficos, especialmente respecto de su representación y

la ubicuidad dentro del texto, nos presentan un texto cultural donde los símbolos y su

codificación procuran traducir la información desde una codificación cultural andina hacia una

hispana o europea. Es entonces el modelo de la crónica-memorial aquello que despliega un

sentido andino. Una crónica-memorial construida epistolarmente desde los Andes. Un intento de

descripción complejo de una sociedad que se reinventa necesariamente. Un modelo de recepción

de componentes simbólicos diversos, de estilos visuales y escriturales en reciclaje constante.

Todo esto para establecer una entrada hermenéutica al texto, a su veracidad y autoridad frente a

un destinatario, finalmente, ideal. Entender la crónica-memorial desde el impacto político es

también entender la elaboración del texto como una motivación personal. Desde la perspectiva

de un reclamo y una exposición político-cultural, debemos considerar la lectura de la Nueva

Corónica como una interpretación persuasiva que “juega” con la autoría del texto procurando

desmantelar los prejuicios que puedan existir sobre él mismo como autor, como indio y como

cronista.

En esta perspectiva podemos integrar y encausar la noción de un “taller de escritura”

como una clave de interpretación para la comprensión de su ejercicio escritural y la composición

del texto. Paula Martínez determina el taller de escritura y el lugar de Guamán Poma dentro de

éste:

“Rolena Adorno señala, comentando el método de producción de la Nueva corónica

de Guamán Poma de Ayala, que es posible seguir las hipótesis de Ossio con

respecto a que Guamán Poma se habría valido de un equipo familiar para llevar a

cabo su labor, mientras que, en cuanto a la prosa de la Nueva corónica, Cárdenas

Bunsen (2001: 70-71, 75, 92-98) propone ‘que la obra es en gran parte

responsabilidad de uno o varios amanuenses. Su análisis es lingüístico; compara las

obras transcritas con el texto redactado y también estudia los tipos grafémicos

276

empleados. Identifica tres tipos distintos’, de los cuales sólo el tercero –autor de las

más de ciento veinte enmiendas a pie de página– sería Guamán Poma”337.

El “taller de escritura” en el cual Guamán Poma escribe-dibuja su texto, no solamente

logra exponer un factor determinante en el tipo de construcción del texto cultural (en tanto que

una tarea mancomunada), sino que se proyecta en diferentes modos y soportes (como una

tradición) hacia un horizonte utópico grupal en los Andes coloniales (la configuración de un

sujeto andino)338. Pues bien, nuestra percepción respecto del ejercicio de apropiación efectuado

en el texto guamampiano deviene de las circunstancias en las cuales se gesta y se mueve. A

través de la escritura se busca legitimar la posición de enunciación e interpretación de los indios,

de su historia y sus demandas sociales. Además, bien sabemos que la oralidad como vehículo

para la expresión cultural ha pervivido en el mundo andino como una modalidad cultural que

rememora y se fusiona con múltiples prácticas culturales y con diversas tecnologías de registro y

comunicación.

Luego, el problema de la autoría para Guamán Poma no es solamente un problema de

reconocimiento. El indio cronista, como otros en su tiempo, resuelve su autoría de forma

multidimensional. Para nuestra investigación el autor es siempre un traductor, un mediador

cultural, que tiene la necesidad congregar lo escrito con lo oral y lo visual; que configura un

discurso en clave rememorativa con, por lo menos, tres dimensiones o estadios relativos a la

autoría de su texto cultural.

La primera dimensión es aquella arista personal, psicológica, donde el autor y el personaje

convergen como cronista por gracia y fidelidad a la Corona, como indio andino letrado entre una

amplitud de etnias de las cuales busca diferenciarse. La segunda dimensión es aquella arista

social donde el indio ya no es autor por necesidad literaria, sino que se vuelve plataforma para

un diagnóstico y crítica social, nuevamente bajo la autoridad autoatribuida de cronista.

337 MARTÍNEZ, Paula. Algunas reflexiones sobre las prácticas escriturarias en los Andes coloniales (siglo XVII). Revista Atenea (503): 105, 2011. 338 “En términos específicamente andino-coloniales, estas prácticas escriturarias se insertarían dentro de una tradición mayor que involucra otros tipos de soportes sobre los cuales no tenemos mayor información en cuanto a su manufactura y que permitirían abordar modos de organización distintos de los europeos y que habrían modificado las condiciones a tal punto que un nuevo sujeto enunciante se erigió en las instituciones escriturarias: el sujeto andino”. Ibíd. 108p.

277

Finalmente, la tercera dimensión es aquella que va más allá de su texto y que compromete ya no

sólo el estudio o análisis de sus imágenes y letras, sino que precisa detenerse en la propositividad

y rendimiento como rememoración de un “autor-traductor” que proyecta bajo diferentes modelos

y tecnologías una reflexión alternativa339.

En este punto ya no es sólo cronista sino que la autoría de su obra se diluye en la

sobrevida del texto. Guamán Poma como indio cronista, autor y traductor, en nuestra lectura,

debe constituir un discurso multidimensional que no se cierra en sí mismo sino que abre la

oportunidad de comprender una reflexión histórico-filosófica, una reflexión distintiva de una

hermenéutica americana. Analizaremos, en consecuencia, la posibilidad y el rendimiento de un

registro otro en la obra de Guamán Poma, buscando descubrir y preparar un acercamiento al

carácter persuasivo de su texto cultural y su vectorización como traducción cultural.

339 Como veremos más adelante en nuestra comprensión del sabotaje y de Guamán Poma como un saboteador. Provisoriamente nos referimos al rendimiento que tiene su obra si es considerada ya no como fenómeno literario o bien como fuente historiográfica, sino como espacio de reflexión filosófica (hermenéutica).

278

b) El registro otro

Pues bien, ¿qué significa un registro otro? ¿Qué pretende aquí la intervención de una

alteridad en tanto que otra fuente o corpus? ¿Desde dónde viene aquello otro? Rolena Adorno

identifica en la obra de Guamán Poma lo sustantivo de las influencias europeas como los

modelos bajo los cuales está diseñada la Nueva Corónica. Al introducir esta discusión sobre la

relación entre el texto de Guamán Poma y los textos europeos, retoma la noción de “imaginación

educada” (the educated imagination340) donde establece que la motivación para la escritura

proviene de una experiencia previa con la literatura y que sus escritos comienzan como imitación

de algo que ya ha leído. Adorno discute el camino en el cual Guamán Poma recurre a la forma y

el estilo de la historiografía colonial y la literatura religiosa, atribuyendo también la fuerte

influencia de su contexto cultural indio a una múltiple tradición oral y a los quipus como sistema

de registro y comunicación. De hecho Guamán Poma apela abiertamente a esta tradición. En las

primeras páginas de la Nueva Corónica en “el prólogo al lector cristiano” indica:

“que leyere deste dicho libro, biendo ocación en las manos al escrito, para sacar en

linpio estas dichas historias ube tanto trauajo por ser cin escrito ni letra alguna, cino

no más de quipos [cordeles con nudos] y rrelaciones de muchas lenguaxes

ajuntando con la lengua de la castellana y quichua ynga, aymara, poquina colla,

canche, cana, charca, chinchasuyo, andesuyo, collasuyo, condesuyo, de todos los

bocablos de yndios, que pasé tanto trauajo por ser serbicio de Dios Nuestro Señor y

de su Sacra Católica Magestad, rrey don Phelipe el terzero”341.

De acuerdo a lo que Guamán Poma indica hubo dos tipos de fuentes extra-eurocéntricas

en la composición de su texto: la memoria oral y los quipus. Lo cual genera inmediatamente

importantes preguntas sobre cómo éstas fueron traspuestas al lenguaje escrito, sobre cómo

340 Noción perteneciente a Northrop Frye, en sus investigaciones sobre la relación entre lenguaje y literatura. Véase FRYE, Northrop. The educated imagination. Toronto, House of Anansi Press, 2002. pp. 436-494. El gesto teórico de Adorno en el reconocimiento de la influencia de Frye es útil y propositivo respecto de su relación con el universo eurocéntrico de la escritura-alfabética y sus repertorios iconográficos. Juega por detrás de esta fundamentación la comprensión de Guamán Poma como un indio culto y letrado. 341 GUAMÁN POMA DE AYALA, Felipe. El Primer Nueva Corónica y Buen Gobierno. México, Siglo Veintiuno, 1980. pp. 9-11[11].

279

aparecen interrelacionadas estas modulaciones narrativas orales y nodales en un texto escrito

(alfabético). Podemos sostener que las características de un discurso oral no desaparecen

inmediatamente con la trasposición a una literatura alfabética. Guamán Poma refiere a la

existencia y la utilización de los quipus (entre otros soportes) complicando el problema y

cuestionando las definiciones occidentales sobre la escritura (que chocan con la comprensión

andina, evidente en el caso del quipu como sistema de registro/escritura). Un acercamiento a la

oralidad en el texto de Guamán Poma puede demostrar una consideración múltiple operando

entre diferentes sistemas y tecnologías de comunicación. Lo que nuestra comprensión busca

reconocer es la posibilidad de recreación múltiple de la oralidad (finalmente de su tradición

cultural) en diferentes niveles de su enunciación en el texto cultural. En nuestra perspectiva,

Guamán Poma y su enunciación (discurso) poseen y despliegan elementos culturales andinos

(códigos propios de su tradición oral) operando en conjunto con elementos culturales

relacionados con sistemas y tecnologías logocéntricas (alfabéticas y visuales europeos).

Respecto de la diferencia esencial entre dos clasificaciones culturales tales como la

literatura oral y la literatura escrita –junto con los dos tipos de categorías de pensamiento que

éstas emplean en la existencia y las condiciones de posibilidad de un “estado de la literatura”–;

debemos indicar que definición de literatura es altamente problemática y no corresponde aquí

determinarla (quizá la lectura más prudente sea la de Martin Lienhard como “literatura

alternativa”342). No obstante, es bueno recordar que la producción literaria en la zona andina

mantiene (ha logrado mantener) un carácter cercano a lo oral (siendo esto lo “alternativo”).

Salomon comprende este fenómeno y lo describe como “literatura de lo imposible”. En esta

literatura los escritores andinos:

“[…] tratan de crear una narrativa diacrónica del período de la conquista que fuera

totalmente inteligible para los españoles contemporáneos pero, al mismo tiempo,

estuviera hecha con auténticos materiales andinos, ajenos a la diacronía europea.

Hay contradicción de términos en la base de sus trabajos. Su legado es la literatura

342 Véase LIENHARD, Martin. La Voz y su Huella: Escritura y conflicto étnico-cultural en América Latina 1492-1988. Lima, Editorial Horizonte, 1992. pp. 25-60.

280

de lo imposible: si se eliminara la contradicción de términos y los obstáculos de la

obra desaparecieran, desaparecería también la obra misma”343.

Siguiendo a Salomon, al abrir la dimensión de lo “imposible”, de los obstáculos y las

divergencias (finalmente de lo alternativo), es posible una comprensión más profunda de las

condiciones de producción de sus textos culturales. Es particularmente útil, en nuestros intereses,

el obstáculo como parte determinante de una construcción narrativa que a su vez refiere a

dimensiones culturales diferentes y tensionadas. Los obstáculos (lo imposible) que generan para

explicar(se) en ambos mundos (europeo/hispano e indio/andino) recorren condiciones de

producción únicas y, por ello, desarrollan espacios y modulaciones alternativas; modulaciones

de reconstrucción móviles, maleables conforme a los contenidos y los objetivos que en tanto

texto cultural (y como receptáculo de múltiples tecnologías mnemotécnicas y de comunicación)

puede llegar a referir.

Los cuestionamientos sobre este asunto “imposible o alternativo” derivan en la pregunta

por la capacidad de leer otras tecnologías de comunicación, otros soportes y materialidades,

entre ellas, los quipu. Si bien no hay duda de la oralidad como fuerte medio para la mantención

de sus tradiciones, no podemos aislar ni reducir la condición del quipu, o de cualquier otro

sistema andino de registro no logocéntrico. Estos “registros otros” deben ser considerados

cuando se discute la relación de Guamán Poma con las tradiciones orales indias que se juegan

tras su texto. La suma de las tradiciones orales al sistema de registro quipu –atendiendo su

sistema de numeración y su policromía semántica– se presenta en la Nueva Corónica,

particularmente en su descripción sobre los “escribanos (secretarios)” entre otros, a quienes

atribuye el éxito de la administración incaica y, ciertamente, un afán cristiano. Guamán Poma

señala sobre esto:

“Estos dichos secretarios onrrosos tenían quipos [cordeles con nudos usados en

contabilidad] de colores teñidos y se llaman quilca camayoc [encargados de

iconografía] o quilla uata quipoc [el que lleva cuenta de los meses y los años].

343 SALOMON, Frank. Crónica de lo imposible: Notas sobre tres historiadores indígenas peruanos. Revista Chungará (12): 82, 1984.

281

Y en todo el rreyno auía escriuano de cabildo; éstos asentauan lo que pasaua en los

dichos cada pueblo deste rreynno. Y abía escriuano rreal; éstos andauan asentando

en los caminos rreales y en otras parte. Y auía escriuanos nombrados; estos dichos

escriuanos lo lleuaua los jueces y alcaldes a las prouincias para que dé fe y aciente

por quipo y qüenta y razón. Éstos tenían tanta auilidad, pues que en los cordeles

supo tanto, ¿qué me hiciera ci fuera en letra?

Con los cordeles gouernaua todo el rreyno. Éste fue el buen monteroso que escriuía

cin mentira y con cohecho nenguna. Era cristianícimos”344.

Luego, el quipu era una forma o sistema de registro que mantenía una relación dialógica

(el discurso derivado del quipu como “fuente” reitera esta relación). Adorno ha demostrado

cómo el texto cultural de Guamán Poma está en una relación directa con el espacio discursivo

europeo, particularmente hispano. Es menester recalcar también la participación de su texto

cultural en el contexto del espacio discursivo andino. En este sentido, Guamán Poma funciona

como un discurso policultural y polifónico, donde las nociones de lo intertextual, de texto

cultural y traducción cultural, contribuyen a la comprensión de esta particular característica no

sólo en la contemplación de la presencia de diversas tradiciones culturales sino también en cómo

estas tradiciones interactúan en la materialidad y el estilo del texto. Asimismo, la indicación a

los quilcacamayoc no es fortuita y seguramente se dirige a complementar el por qué de sus

dibujos desde otras materialidades más allá del quipu (verbigracia: tocapus, queros, wankas).

Esto lo señala Quispe-Agnoli:

“Además de las prácticas tangibles, existía en quechua la palabra qellca o quilca

con la que los andinos se referían a una marca gráfica o una forma o medio de

expresión. En más de una ocasión Guamán Poma llama quilcacmayoq a las

personas que usan khipus. Tal vez el concepto globalizante era qellqaykamayoq,

siendo el khipuqamayoq una de sus posibilidades, de la misma manera como la

palabra para marca gráfica era qellqay, y el khipu una de sus manifestaciones.

Después de la llegada de los españoles, en los diccionarios coloniales quechuas se

344GUAMÁN POMA DE AYALA, Felipe. El Primer Nueva Corónica y Buen Gobierno. óp. cit., 331p. 359[361]

282

tradujo quilca como los verbos ‘pintar, dibujar, labrar, esculpir, registrar

estadísticamente, escribir, dictar, bordar, escarauajear, rasguear’”345.

El vocablo quilca es complejo y su definición, al parecer, es siempre ambigua. Siguiendo

a Quispe-Agnoli es posible comprenderlo (traducirlo) como “dictar”, que no sería lo mismo que

“hablar” en tanto que el dictar implica una acción o intención de “escritura” y que relaciona a

dos sujetos (por lo menos). Quilca sería, entonces, aquella expresión oral que llegar a ser una

expresión gráfica. Quipe-Agnoli aclara:

“Sin embargo, quisiera añadir la posibilidad de que quilca sea un término general

con el que se designa la acción destinada a la producción de un texto, sea visual,

táctil en el mundo andino prehispánico, o escrito en la colonia. Podemos así

englobar la traducción de ‘dictar’ como una acción previa y destinada a la escritura.

Entendida con este matiz, la palabra quilca engloba prácticas que dan como

resultado la transmisión de información por medio de khipus, tokhapu y pinturas. El

término quilca no se refiere a un sistema de notación gráfica sino a la acción y al

resultado de dicha acción como lo sería escribir/dibujar (quilca) frente a

libro/pintura (khipu/tokhapu)”346.

En este punto seguimos a Quispe-Agnoli:

“Quipus y tocapus son, en mi opinión, sistemas tangibles de comunicación en el

mundo andino. Y ambos pueden incluirse en un concepto quechua abstracto que

tiene que ver con el registro, transmisión y creación de información: qellca o

quilca. Con este término los andinos se referían a una marca gráfica o una forma o

medio de expresión. […] Como podemos observar, el término quilca se aplicó en el

campo de la marca gráfica sobre superficies textiles y cerámicas en el mundo

345 QUISPE-AGNOLI, Rocío. Cuando Occidente y los Andes se encuentran: Qellqay, escritura alfabética, y tokhapu en el siglo XVI. Colonial Latin American Review. 14 (2): 271, 2005. 346 Ibíd., 272p.

283

andino prehispánico, y posteriormente sobre el papel con la llegada de los

europeos”347.

Por lo pronto, forzando y siguiendo la interpretación de Quispe-Agnoli, dentro de aquello

nombrado como quilca surgen otras manifestaciones y expresiones tales como quipus, queros,

tocapus, wankas, entre otros. Éstas son siempre maneras dentro de las cuales se puede dar por

evidente la multiplicidad de significantes que operan tras el discurso escrito (alfabético y visual)

del texto guamampiano. El rescate de la marca gráfica y su relación con lo que quilca puede

significar es importante si es pensado como plataforma para la reflexión sobre los diversos

sistemas de registro andinos. Quilca funciona entonces como la manera en la cual la

multidimensionalidad y su combinatoria mantienen un “arraigo” proveedor de una carga

semántica, en este caso, andina. Para nuestros intereses deseamos entender y traducir aquello que

quilca expresa como un “hablar escribiendo/dibujando y escribir/dibujar hablando”.

En nuestra atención y reflexión sobre el sentido del quilca reconocemos un eje importante

de análisis en la medida en que establecemos su significado como una manifestación

comunicativa y epistémica presente en el texto guamampiano. Quilca aquí se traduce o bien

“procura traducir” un conocimiento andino. Nos interesa destacar el ejercicio de traducción de

un saber andino (preincaico) a un soporte escritural alfabético-logocéntrico. Una revisión

comparativa de esta fuente epistémica llamada quilca (en términos hermenéuticos) nos lleva a

potenciar no la yuxtaposición de significados, sino que su especial manera de traducción cultural

en la cual “forma y contenido” pueden entrar en compenetración sin desmerecerse

(combinatoria). Esto implica no pensar al quilca como problema per se, sino como parte de un

pensar andino que actúa (a través de diferentes tecnologías mnemotécnicas y de comunicación)

en su reconstrucción cultural. Ahí es donde el examen de la fuente quilca y su relación con lo

numérico, nodal, iconográfico, textil, polícromo, corporal, performativo y simbólico muestra

“modulaciones narrativas propias”, ofreciendo una comprensión sobre lo que está presente en el

saber quilca desde un horizonte de traductibilidad.

347 QUISPE-AGNOLI, Rocío. La fe andina en la escritura: resistencia e identidad en la obra de Guamán Poma de Ayala. óp. cit. 185p.

284

Recapitulando, queremos profundizar el texto cultural de Guamán Poma como parte de un

acercamiento hermenéutico en el cual se releva su dimensión policultural. Esta comprensión

puede llegar a concretarse en un acercamiento determinado hacia una exégesis cultural desde un

enfoque múltiple. Para un estudio de los textos coloniales quizá lo más importante sea dibujar un

análisis desde el gesto político de la toma de papel y lápiz por parte de los escritores y cronistas

indios en la construcción de su resistencia cultural frente al dominio hispano; ahí donde armas y

letras no sólo respondían a la perspectiva europea de diseño y edición, sino que integraban y

mantenían internamente sus propios modos de expresión literaria y narrativa (quilca, oralidad).

La configuración del texto cultural, en este caso, sugiere una “estructuración alternativa”,

particularmente en la transposición de la narrativa, en el rescate de la historia andina, en sus

descripciones societales y el recuerdo de los hechos que marcan su memoria colectiva. Esto

demuestra su capacidad escritural adaptativa y apropiativa, como también la tendencia a las

convenciones estructurales y sus subversiones en un contexto cultural dominado por el lenguaje

castellano, la escritura alfabética y la iconografía religiosa. El reconocimiento de una “literatura

imposible y alternativa” india, andina y ladina, de su influencia y desarrollo en textos

alfabéticos, re-establece en los cronistas indios una importante expresión (en otras múltiples

modulaciones) de resistencia cultural. El texto cultural de Guamán Poma contiene este gesto de

resistencia y de relación con un saber alternativo, con otra forma de conocer; como tal está en

camino a una reflexión interpretativa que se crea en un horizonte cultural determinado por la

rememoración. Una instancia que se encuentra abierta y que se constituye desde un registro

alternativo, desde otra forma de registrar y crear conocimiento.

285

c) Traducción persuasiva

¿Cuál fue el objetivo de Guamán Poma en la redacción de una crónica-memorial?, ¿cuáles

son los modos de persuasión que logra en su Nueva Corónica?, ¿quién es aquél que persuade?,

¿por qué persuadir –en este particular caso– es un acto de traducción y mediación cultural?

Buscamos seguir las huellas de su traducción como una propuesta múltiple de argumentos,

tecnologías, idearios y resistencias. La traducción persuasiva busca profundizar diferentes modos

o modulaciones de explicación y fundamentación a las cuales Guamán Poma redirecciona en su

texto cultural. Buscaremos, en consecuencia, problematizar las estrategias de persuasión que su

texto cultual ofrece. Atendemos, primeramente, lo indicado por María Pérez Cantó:

“La crónica-memorial será el medio para promover su causa y la de su pueblo. El

castellano, un arma para comunicarse con el rey, los argumentos propios o

prestados de otros autores y las ilustraciones le servirán no sólo para hacerse

entender sino para contar la historia de sus antepasados de modo que le sirviese

para justificar sus reivindicaciones”348.

Siguiendo a Pérez Cantó, distinguimos la intención que Guamán Poma tiene en su texto

cultural. Distinguimos también la consideración del castellano y la escritura que dan forma a su

crónica-memorial y que a la vez le permiten reconstruir y direccionar diferentes argumentos

dentro de su relato y reivindicación. Aquí destacamos la crónica-memorial como el instrumento

(tecnología de comunicación) para la múltiple enunciación guamampiana; dentro de ésta

procuraremos establecer sus mecanismos de enunciación y persuasión.

Es importante destacar, dentro de los múltiples niveles de enunciación y argumentación, el

“ideal endogámico” que Guamán Poma mantiene en su propuesta. Esta discriminación no

deviene de una lectura meramente racista. Pensamos que es mejor considerar su visión del

“orden social andino” como aquello que orienta su lectura y que articula el fondo de una

argumentación mayor. Juan Ossio contempla este problema y afirma:

348 PÉREZ CANTÓ, María Pilar. El buen gobierno de don Felipe Guamán Poma de Ayala. Quito, Abya-Yala, 1996. 50p.

286

“Él asumió un orden jerárquico preexistente y utilizó las categorías binarias de

hanan y urin para clasificar a los individuos de acuerdo a si pertenecían o no al

grupo central que él consideraba como referencia. Esta manera de concebir al orden

social estaba profundamente arraigada en el mundo andino; la realización máxima

de este ideal endogámico fue llevada a cabo por el Inca…”349

Seguimos a Ossio reconociendo que será el arquetipo del orden y su resignificación uno

de los argumentos centrales en la delimitación persuasiva de Guamán Poma. Cuando referimos a

la búsqueda de un orden es importante distinguirlo no sólo bajo los parámetros de cruce de

tradiciones culturales u horizontes simbólicos, sino que también bajo la comprensión de un

orden heterogéneo que subyace (determina contextualmente) al discurso de la Nueva Corónica.

No obstante, la crítica, la endogamia y la distancia al mestizaje remiten a un discurso alternativo

que se articula como una propuesta política frente al crisol social y cultural colonial, entrelazado

y caótico. Es el caótico crisol andino colonial la causa y la realidad en la cual está arrojado el

texto cultural de Guamán Poma. Ossio sostiene al respecto:

“Por lo tanto, para comprender la Nueva Corónica es importante tener en mente que

para Guamán Poma el caos reinante en los territorios indígenas estaba básicamente

más allá de cualquier explicación humana. Para él, como también para el resto de

los indios, la Conquista tuvo el efecto de un gran cataclismo y la presencia de los

españoles en sus territorios constituía un constante recuerdo de la imagen del caos.

[…]

La Nueva Corónica no está concebida en términos de individuos, sino en términos

de arquetipos y este rasgo es lo que la diferencia de las crónicas europeas que le

eran contemporáneas. Solo en su forma externa aparece influida por la

historiografía que le es contemporánea, pero en su esencia permanece moldeada por

el pensamiento indígena”350.

349 OSSIO, Juan. En busca del orden perdido. La idea de la historia de Felipe Guamán Poma de Ayala. óp.

cit. 218p. 350 Ibíd., 240p.

287

Lo sostenido por Ossio nos permite reforzar la noción de orden y caos en los Andes

durante el siglo XVI. Esto es fundamental porque consolida una estrategia de persuasión que

releva y describe el orden que funcionó en el mundo andino y que debe “reinstaurarse”. Estas

reflexiones permiten una “lectura alternativa” sobre la crónica guamampiana, donde el trasfondo

es un pensamiento indígena (andino) a través del cual se determina un “modo de volver” a ese

orden. El anhelo de orden guamampiano es establecido desde un modelo ideológico que recalca

las diferencias (finalmente culturales), siendo por ello arquetípico.

Una importante estrategia de persuasión usada por Guamán Poma es la referencia al linaje

(élite india andina) en directa relación con un orden andino previo. La autoidentificación como

cacique, como kuraca, como príncipe, funciona como un elemento persuasivo en el uso que cada

concepto tiene en su discurso. Rolena Adorno sostiene al respecto: “Es evidente que para

Guamán Poma este ajuste era un tipo de traducción de términos más que un cambio significativo

de status y que la traducción era tanto cultural como lingüística”351. Siguiendo a Adorno, sería

Guamán Poma un traductor cultural que persuade a través de su status. Entonces, el intercambio

de palabras (príncipe, cronista, autor, kuraca) para identificar su calidad o bien su autoridad

frente al destinatario, son elementos ineludibles de un análisis que busca profundizar las

estrategias de persuasión utilizadas.

La autoridad como antecedente para el reconocimiento social es una estrategia presente

en los petitorios de los indios andinos coloniales. Seguimos a John Murra sobre este asunto:

“Treinta años antes de Waman Puma oímos ya la queja de los ‘señores naturales’

contra advenedizos, sin genealogía (‘gente uaja… picheros’), quienes aprovechaban

la nuevas estructuras para atraer hacia sí el beneplácito de las autoridades

coloniales”352.

Esta argumentación de los “señores naturales” tiene directa relación con las decisiones

políticas tomadas en torno al lugar de los indios en el establecimiento del orden colonial en los

351 ADORNO, Rolena. Cronista y Príncipe. La obra de don Felipe Guamán Poma de Ayala. óp. cit. 78p. 352 MURRA, John. Waman Puma, etnógrafo del mundo andino. En: GUAMÁN POMA DE AYALA, Felipe. El primer Nueva Corónica y Buen gobierno. óp. cit., p. XVIII.

288

Andes. Murra destaca la influencia de Domingo de Santo Tomás, quien persigue el autogobierno

indio como una forma de mejorar tanto la evangelización como el tributo a la Corona. En este

proceso convoca a “congresos regionales”, de los cuales el de San Pedro de Mama (1562)353

destaca como antecedente directo del posicionamiento político y el reclamo social que

desarrollarán los indios andinos coloniales (indios de élite – kuracas). Entonces, siguiendo a

Murra, esta trayectoria en la argumentación andina sería retomada por Guamán Poma:

“Waman Puma sigue en la trayectoria trazada por el ‘congreso’ de Mama y por el

obispo de Charcas. En la obra de 1615 se escuchará con frecuencia el eco de las

deliberaciones de 1562. Pero en 1615 ya no era posible el retiro de los Andes de los

asentamientos europeos. Eran tantos los hijos del país – mestizos, mulatos, criollos.

La segregación de la población indígena, dirigida por sus señores naturales, era una

solución desesperada que ahora se le ocurre a Waman Puma. Tal ‘salida’ no es sino

un débil eco de las palabras de los señores reunidos en San Pedro de Mama unos 53

años antes: ‘que se nos guarden nuestras buenas costumbres e leyes que entre

nosotros a abido y ay, justas para nuestro gouierno e justicia, y otras cosas que

solíamos tener en tiempo de nuestra ynfidelidad’”. 354

Murra entiende a Guamán Poma como parte de esta trayectoria argumentativa, no obstante

también considera el contexto en el cual escribe, por ello su demanda refiere (o vuelve) a la

“segregación” como la protección de los indios bajo el comando de sus “señores naturales” en

una suerte de autogobierno salvífico de sí mismos, de sus costumbres e identidad frente a los

otros “hijos del país”. Murra, de todos modos, es atento al destacar la continuidad del argumento

de autodeterminación política por autoridad presente en Guamán Poma.

353 Sobre el congreso regional de San Pedro de Mama seguimos lo indicado por Frank Salomon: “Otro ejemplo habría sido la famosa reunión de Mama, de 1562, cuando una asamblea impresionante de kurakas de todo el Perú central acordó con el Padre Domingo Santo Tomás en proponer al Consejo de Indias la extinción de las encomiendas a cambio de un autogobierno indígena con considerable gravamen impositivo”. SALOMON, Frank. Testimonios en triángulo: personajes de la nueva corónica de Guamán Poma y del Manuscrito quechua de Huarochirí en el pleito sobre el cacicazgo principal de Mama (1588-1590). Chungará. Revista de Antropología Chilena 35 (2): 265, 2003. 354 MURRA, John. Waman Puma, etnógrafo del mundo andino. En: GUAMÁN POMA DE AYALA, Felipe. El primer Nueva Corónica y Buen gobierno. óp. cit. p. XIX

289

Hay también un “giro maternal” en la persuasión de Guamán Poma. A saber, la

identificación materna como parte del abolengo incaico del cual disponía como antecedente de

validación social e identitaria. Adorno posiciona esto claramente en términos políticos:

“Llega el momento, sin embargo, en que se identifica también con la familia de su

madre. Este cambio es más interesante porque revela un cambio de estrategia por

parte del autor y lo podemos atribuir con certeza a la experiencia que tuvo en Lima

en 1614: Decide que la única pretensión a nobleza que vale en el mundo virreinal es

la identificación con los Incas, a pesar de la mala fama de ellos entre los

colonizadores gracias al esfuerzo de las historiadores toledistas”355.

Siguiendo a Adorno, el giro maternal complejiza la argumentación de la Nueva Corónica.

Luego, correcciones y enmiendas fueron desarrolladas en el texto para explicar de mejor modo

su ascendencia. Entre las enmiendas Adorno distingue las referidas a las doce Coyas, en directo

propósito de ensalce de las élites incaicas catalogando el aspecto femenino de las clases sociales

andinas. La nobleza femenina funciona aquí bajo una intencionalidad que obedece y sigue

criterios previos y contextuales de legitimidad social dentro del orden andino que Guamán Poma

desea reestablecer. Sin dejar de considerar esta funcionalidad el giro hacia lo femenino en su

texto es una estrategia profundamente interesante y útil en la persuasión dirigida a un imaginario

hispano.

Otro elemento decidor respecto de la argumentación persuasiva de Guamán Poma

corresponde, como hemos indicado, a los códigos visuales y su necesaria policulturalidad y

condición meta-lingüística. Hemos indicado las dificultades de un acercamiento a un texto

colonial; en éste el lenguaje de la descripción (emisor) puede perfectamente corresponder al del

receptor, en este caso, el colonizador; la complejidad de esto radica en cualquier caso en la

medida en que es un lenguaje empleado por un emisor extranjero, foráneo –culturalmente–,

Guamán Poma conoce y utiliza los códigos escritos (castellano) y los códigos visuales (dibujos)

en tanto que realiza una traducción cultural a través de éstos; dentro de éstos sostiene también

“otra” tradición cultural, la suya propia, a saber, la andina (que mantiene otros códigos sobre los

355 ADORNO, Rolena. Cronista y Príncipe. La obra de don Felipe Guamán Poma de Ayala. óp. cit. pp. 78-79.

290

escrito y lo visual). Para el caso de los códigos visuales queremos establecer la interoperación

necesaria de tradiciones culturales europeas y andinas. En este sentido, los códigos visuales

permiten y construyen un “texto visual” propio y alternativo, que no transmite necesariamente el

“texto escrito”, configurando una función didáctica a la vez que alternativa. Sostiene Adorno al

respecto:

“Según este principio, una narración visual construida de signos de diversos

orígenes culturales será más eficaz que su contraparte verbal. Esto es, cuando los

signos de dos idiomas no relacionados, como por ejemplo, el español y el quechua,

se emplean dentro de una misma frase, ni el buen uso ni la inteligibilidad se logra si

ciertos elementos son desconocidos desde la perspectiva de una cultura u otra. Tal

construcción lingüística no funciona normalmente como texto.

En cambio, los íconos andinos y europeos pueden mezclarse en una composición

pictórica para crear un texto relativamente comprensible al receptor. Si los valores

simbólicos de la imaginería codificada no son del todo aparentes al espectador, la

iconicidad de la imagen visual permite por lo menos una comprensión parcial. De

esta manera, el interés de la narrativa pictórica para el análisis tipológico reside en

su capacidad única de significar por juntar diversos lenguajes icónicos y por crear

mensajes que son suficientemente inteligibles y coherentes para funcionar como

textos en el sentido semiológico de la palabra”356.

Siguiendo a Adorno, los códigos visuales responden a paradigmas culturales en

construcción. Aquí la gama de formas y contenidos que pueden advertirse en cada uno de los

400 dibujos no responden necesariamente, como ya lo hemos indicado, a una condición

jerárquica de un modelo sobre otro. Más bien el eje de interacción parece ser la necesidad de

componer este relato “otro” desde las imágenes y sus encuentros con la letra. El posicionamiento

en el plano de descripciones e imágenes complementadas muestra detalles inconmensurables

(vestimenta, rostros, gestos, motivos, seres humanos y animales, seres extraordinarios, ángeles y

demonios, entre muchos otros) que son expuestos y dispuestos para la interpretación generando

un espacio abierto para la comprensión intersubjetiva. 356 Ibíd., 180p.

291

Ahora bien, ¿es el destinatario ideal el verdadero lector de esta obra? ¿Quién es aquél que

persuade? Es quizá este punto un contrasentido. La evidencia no refiere solamente a una variante

del problema, por el contrario, queremos establecer el estado de “doble agente” que se juega en

la participación de Guamán Poma como autor-traductor. El persuadido y quien persuade, en este

caso, son el mismo autor. El sentido de la persuasión en el nivel visual debe ser considerado por

sí mismo y no solamente en directa relación de necesidad con un emisor o un receptor. La

composición de un texto visual condensa y apropia los sentidos que las imágenes nos pueden

otorgar conforme no sólo al horizonte cultural al cual pertenecen, sino que también al cual

intentan configurar.

Otra estrategia interesante es la relativa al acontecimiento cristiano (su llegada previa a la

conquista hispana). A través de este tipo de argumentación Guamán Poma busca posicionar una

historia alternativa de la evangelización en la zona andina. Una historia alternativa que pueda

descifrar el inicio de una “condición especial” para la fertilidad del cristianismo. Este

movimiento retroactivo sobre la presencia de los valores del cristianismo (en Viracocha) en una

modulación andina (finalmente la reciprocidad andina) ofrece y busca modos de explicación

complejos en especial frente al imaginario europeo. Sobre ello Sabine Fritz sostiene:

“Sin embargo, si el cristianismo hubiese llegado ya antes de los conquistadores

españoles, como sugiere Guamán Poma contradiciendo al Inca Garcilaso, el

derecho al poder sería en parte deslegitimado: Y ací los indios somos cristianos por

la rremdición de Jesucristo y de su madre bendita Santa María […] y por los

apóstoles de Jesucristo […] que llegaron a este rreyno más primero que los

españoles (NC 1090)”357.

Luego, la bifurcación de la historia de la evangelización en los Andes sudamericanos,

ciertamente es uno de los puntos más interesantes en su relato. Esta posición radicaliza los

parámetros de comprensión que pudo tener el propio Guamán Poma respecto del “hecho” y el

“peso” de la religión y el proyecto evangelizador dentro del imaginario hispano. La renovación

357 FRITZ, Sabine. Reclamar el derecho a hablar: el poder de la traducción en las crónicas de Guamán Poma de Ayala y del Inca Garcilaso de la Vega. En: FEIERSTEIN, Liliana Ruth y GERLING, Vera Elisabeth (eds.) Traducción y Poder. Sobre marginados, infieles, hermeneutas y exiliados. óp. cit. 113p.

292

de la lealtad al Dios cristiano es determinada (con la llegada de los españoles) como un destino

aceptado, intercambiado y modificado conforme a la necesidad de explayar una comprensión

alternativa y positiva de la religiosidad de los indios andinos. La otra historia de la religión y la

fe cristiana en la zona andina es, en suma, la consolidación de saberes teológicos, históricos,

ideológicos, vueltos a significar en concordancia con una historia andina que precisa

reconstrucción y descontaminación (especialmente de la idolatría incaica). Ahora bien, aquello

que nos interesa recalcar es la introducción de los indios dentro del macrorrelato cristiano y

cómo esto opera dentro del texto cultural como estrategia de persuasión.

Este es quizá el momento en el cual Guamán Poma decide la construcción de una “Nueva

Corónica”, es decir, una reconstrucción y reconfiguración de la historia de los Andes

desarrollada para demostrar la existencia de valores cristianos. La construcción de una “nueva

crónica” (“Nueva Corónica”) como re-inscripción histórica será entonces el medio de

explicación y persuasión de los antecedentes históricos y culturales que vuelven y reconstruyen

el mundo andino, logrando a su vez deslegitimar el mayor de los argumentos a favor de la

colonización en América, a saber, la infidelidad de los indios y su necesaria evangelización. La

idea de una narrativa de reconstrucción histórica india tiene un carácter pedagógico y

constructivo, abarca la mitad de la obra guamampiana358 y contempla un reinicio en la historia

andina. Aquí Guamán Poma muestra su dominio y conocimiento de la historia bíblica y

cristiana. Demuestra también su conocimiento de la “otra historia”, de los indios, sus orígenes y

sus edades y, por cierto, de los Incas y sus prácticas políticas y culturales. La persuasión de la

“Nueva Corónica” es compleja porque establece una historicidad en colisión; establece una

necesidad de explicación y de traducción cultural que atraviesa narraciones históricas e

ideológicas de ambos mundos: el indio y el cristiano.

358 Seguimos la canónica división del texto de Guamán Poma. La primera parte, la “Nueva Corónica” contiene desde 1[1] hasta 435[437], dedicando capítulos que abarcan: la motivación divina del texto, las edades de los indios, los Incas (sus prácticas políticas, religiosas, culturales), y la reinscripción de la conquista del Perú. La segunda parte, el “Buen Gobierno”, contiene desde 436[438] hasta s.n[1188], dedicando capítulos a instituciones, espacios y prácticas culturales coloniales, a quienes las desarrollaban, finalmente, a una descripción del caos del mundo andino colonial como el lugar desde el cual se articula su demanda política: el autogobierno indio. Seguimos la edición crítica del texto a cargo de John Murra, Rolena Adorno y la traducción y el análisis textual del quechua de Jorge Urioste. GUAMÁN POMA DE AYALA, Felipe. El Primer Nueva Corónica y Buen Gobierno. México, Siglo Veintiuno, 1980.

293

Este entrelazamiento ideológico (religioso) acontece luego del diluvio, siendo hijos de

Noé todos los indios desde la “Segunda edad del mundo”. Guamán Poma sostiene:

“Mandó Dios salir desta tierra, derramar y multiplicar por todo el mundo. De los

hijos de Noé, destos dichos hijos de Noé, uno de ellos trajo Dios a las Yndias; otros

dizen que salió del mismo Adán. Multiplicaron los dicho[s] yndios, que todo lo

saue Dios y, como poderoso, lo puede tener aparte esta gente de yndios"359.

Esta estrategia de persuasión es una evidencia de los conocimientos del propio Guamán

Poma sobre el cristianismo. Al reconocer un origen semítico previo, Guamán Poma asume un

antecedente bíblico común tanto para Europa como para los Andes (las Indias). El diluvio

reinicia la historia cristiana entregando además una “renovación espiritual” de la cual se sirve

para justificar la cristiandad de los indios desde una “moral cristiana” que subyacería en la zona

andina. Esto es referido por Guamán Poma con la llegada de Viracocha a los Andes –luego del

diluvio y por mandato divino– y en sus descendientes andinos, los Uari Uira Cocha Runa, la

primera generación de indios en los Andes:

“Prólogo a los dichos primeros yndios, gente llamado Uari Uira Cocha Runa:

¡O, qué buena gente! aunque bárbaro, ynfiel, porque tenía una sonbrilla y lus de

conosemiento del Criador y Hazedor del cielo y de la tierra y todo lo que ay en ella.

Sólo en dezir Runa Camac [creador del hombre], Pacha Rurac [hacedor del

universo] es la fe y es una de las más graue cosas, aunque no supo de lo demás ley y

mandamiento, euangelio de Dios, que en aquel punto entra todo. Ued esto,

cristianos letores, de esta gente nueba y prended de ellos para la fe uerdadera y

serbicio de Dios, la Santícima Trinidad”360.

En la cita Guamán Poma pide al lector cristiano comprender a esta “gente nueba” como

gente de “fe uerdadera”. Interesante es el paralelo explicativo entre la “creación” y la noción de

un “hazedor”. Ambas tienen un correlato andino (Runa Camac, creador del hombre, Pacha

359 GUAMÁN POMA DE AYALA, Felipe. El primer Nueva Corónica y Buen gobierno. óp. cit., 18p. 24[24]. 360 Ibíd., 43p. 52[52].

294

Rurac, hacedor del universo); ambos conceptos son traducciones culturales que explicitan la fe

inocente de los indios (porque no supo de “ley y mandamiento, euangelio de Dios”). En este

caso, Guamán Poma aclara el origen indio de la fe (que estuvo perdido o bien desconocido)

exigiendo al lector cristiano comprensión y tolerancia.

Sin embargo, la argumentación guamampiana reconoce una decadencia361 del indio,

rastreable en el recorrido de las “edades de los indios”. Un punto de inflexión en la decadencia

se presenta en su descripción de los Auca Runa en la cuarta edad de los indios. Sobre ellos

sostiene Guamán Poma:

“Y por eso les llamaron Auca Runa: cómo se matauan y acauáuanse y se quitauan a

sus mugeres y hijos y se cautiuauan unos y con otros por la mucha batalla un rrey y

con otro rrey. Con todo eso no dexauan de adorar a Dios del cielo y guardauan el

mandamiento que tenían y las buenas obras de misericordia y para auer de yr a la

bata[lla] primero hazían oración, pidiendo uitoria todos ellos a gran bos alta,

deziendo como los profetas: ‘¿Hasta quándo, señor, clamaré y no me oyrás y daré

bozes y no me rresponderás; sues [sic] señor ciego, no me uerás. ¡Ayúdame, señor

padre!’ ‘Hayca pachacama, capac apo, señor, caparimosac? Mana

oyariuanquicho, cayariptipas, manatac hay hiuanquicho, apo Dios. Nauzacho

canqui? Manacho cauariuanquiman? Yanapauay, apo, yaya Dios’.

Todo el rreyno adorauan a Dios con corazón y palabra, aunque fueron rrica gente de

oro, plata, vestidos y ganados. Con todo eso adoraron a Dios y tuvieron fiestas

ellos.

Fin del Auca Runa y entra los Yngas poco a poco”362.

361 Nos referimos a la decadencia como un elemento persuasivo que intenta congeniar lo indio con lo cristiano. La decadencia es parte de una persuasión en la cual el indio llega a re-encontrarse con el cristianismo, elemento olvidado en los Andes pero posible de recuperar. Guamán Poma describe esta decadencia en tanto los indios se corrompen ellos mismos y sus sociedades (siendo el punto culmine la idolatría incaica). La decadencia está aquí referida como una estrategia de supeditación al acontecer colonial (orden colonial y evangelización), pero también a la necesidad de introducir y describir en este acontecer lo indio y su historia previa. Véase “De generación de indios”. Ibíd., pp. 41-62. 48[48]-78[78]. 362 Ibíd., 61p. 78[78].

295

Seguimos a Guamán Poma en la descripción del Auca Runa como indio fiel al “Dios del

cielo” pero “caído” en desgracia y belicosidad debido a su contexto social inestable y al

abandono divino. El anhelo por misericordia a favor de un orden y una regeneración social de

los indios andinos está ya presente en la petición del Auca Runa al “Dios del cielo”. Destacamos

aquí la opción por la decadencia (belicosidad) y por la virtud (religiosidad) en el Auca Runa

como funcional, permitiendo cerrar una etapa de la historia india para asumir la entrada y el

dominio del Inca.

La entrada del Inca se inicia luego de la descripción de las “edades de los indios”. En esta

parte del texto se desarrolla la explicación guamampiana sobre lo incaico desde diversos puntos

de vista, produciendo diferentes descripciones “autoetnográficas”363 tales como genealogías de

incas, collas y capitanes, diversas indicaciones sobre el calendario, los ritos y las festividades

religiosas, sobre la administración política incaica, cada una con particulares detalles, cerrando

con una narración sobre su resistencia y caída frente al poder hispano. He ahí el exhaustivo

ejercicio de traducción cultural realizado por Guamán Poma en cada una de sus descripciones y

correspondientes dibujos (su especificidad andina o particular “autoetnografía”). Dentro de los

diversos modos de exposición destacamos, nuevamente, el sentido transversal de lo idolátrico,

estableciendo un discurso problemático y ambiguo para con lo incaico desde el cual Guamán

Poma reconstruye esta etapa de la historia andina. Jean-Philippe Husson resume la lectura

ambigua de Guamán Poma sobre lo incaico:

363 Respecto del concepto de “autoetnográfico” seguimos a Mary Louise Pratt: “Uso estas expresiones para referirme a aquellos casos en los que los sujetos colonizados se proponen representarse a sí mismos de maneras que se comprometen con los términos propios del colonizador”. PRATT, Mary Louise. Ojos imperiales. óp. cit. 27p. Consideramos también la indicación sobre el carácter autoetnográfico del texto cultural de Guamán Poma. “La revisión que en su Nueva Corónica hace Guamán Poma de la historia y las costumbres incaicas, y su apropiación de la forma de la crónica española para hacerlo, constituyen un ejemplo canónico de representación autoetnográfica”. Ibíd., 28p. Siguiendo a Pratt, las descripciones sobre lo incaico en Guamán Poma dan lugar a reflexiones y descripciones autoetnográficas. Lo autoetnográfico se establece porque implican la “colaboración parcial” con el dominador y porque desarrollan (se comprometen con) una apropiación de sus lenguajes y tecnologías de comunicación. Debido a su doble referencia cultural (india y cristiana) el texto autoetnográfico de Guamán Poma tiene en la descripción de lo incaico un rendimiento importante. En este sentido, como hemos indicado, volver sobre lo incaico es también volver sobre la historia reciente, sobre prácticas culturales constantes y diferentes a las traídas con el orden colonial. La “autoetnografía” en la descripción de lo incaico es una clave tendiente a aclarar y recompaginar un imaginario sobre lo inca (un horizonte cultural) que proporciona diferencias y distancias con las reflexiones que redactaron otros cronistas (europeos, religiosos). La imagen de lo incaico en Guamán Poma es múltiple, siempre en relación con la mirada india (andina) que tiene en el Inca un antecedente fundamental.

296

“En cuanto a los Incas, Waman Puma no sólo los presenta como a idólatras, sino

que los culpa de haber introducido los cultos idolátricos en un mundo andino que

hasta entonces estaba virgen de huellas de paganismo. Sin embargo, de manera muy

significativa, no les imputa ninguna perversión moral a causa de esta innegable

culpa en materia religiosa. Es más, muy a menudo celebra la elevación de los

principios morales que instauraron en el Perú, hasta el punto de escribir ‘me parese

auia muchos cristianos’, refiriéndose a esta época bendita. Al parecer, una vez

escritas estas palabras, el cronista se dio cuenta de que había ultrapasado los límites

de la ortodoxia, puesto que juzgó conveniente matizar su elogio añadiendo: ‘...y ci

no tubiera ydolos uacas fueran cristianos y se bautisaran fuerâ unos tantos’. En el

fondo hay poca diferencia: Para Waman Puma, los Incas acataban espontáneamente

la moral cristiana”364.

Siguiendo a Husson, se configura una evidente petitio principii que vuelve a lo incaico

ambiguamente, con precaución y contradicción. La moral cristiana del indio en los Andes

establece una condición espiritual ya dispuesta desde su bifurcación noéica para el reencuentro

con el cristianismo hispano. La lectura de Guamán Poma procura esclarecer antecedentes

espirituales, en todo sentido, originarios a favor de una comprensión de la evangelización en la

cual el indio destaca por sus atributos morales. Estos atributos superan a la idolatría incaica, en

cierto sentido, por la profunda y vívida espiritualidad del indio en los Andes.

En suma, es preciso reconocer en la Nueva Corónica un discurso de reinscripción que

debe alejarse de lo incaico en la medida en que debe también explicarlo. Por ello es importante

dimensionar a Guamán Poma y su utilización de la evangelización como una respuesta al

dominio incaico. Esto permite a Guamán Poma establecer una diferencia que determina el

recorrido de su narración histórica. Esta diferencia radica en las posibilidades de construcción de

una noción de lo indio en los Andes que desarrolla componentes histórico-culturales

directamente relacionados con el acontecer colonial (esto es evidente en el argumento del

cristianismo andino prehispánico y de una re-evangelización de los indios). Guamán Poma

propone, en consecuencia, un espacio de reinscripción y redirección de la historicidad de los

364 HUSSON, Jean-Philippe. La idea de nación en la crónica de Waman Puma de Ayala. [en línea] <http://www.fas.harvard.edu/~icop/phillipehusson.html> [consulta: 07 de febrero de 2012].

297

Andes en colisión con un macrorrelato cristiano que sirve a la vez de plataforma para explicar y

diferenciar la particular experiencia histórico-religiosa que ahí acaece.

Otro aspecto importante en el texto guamampiano es el uso del sermón como estrategia de

persuasión. El sermón funciona como estrategia para la narración de su texto cultural. El sermón

es un género discursivo exhortativo que busca “afectar al lector” (auditor), que busca explotar

sus sentimientos y afecciones. El término sermón significa, según la Real Academia Española,

aquel “discurso cristiano u oración evangélica que predica el sacerdote ante los fieles para la

enseñanza de la buena doctrina. Amonestación o reprensión insistente y larga. Habla, lenguaje,

idioma. Discurso o conversación”365. El sermón se relaciona con el “predicar”. Predicar

(praedicare) remite a proclamar, a anunciar, a publicar, hacer patente y claro algo. “Praedicare:

decir públicamente o ante el público, pregonar, publicar, proclamar; celebrar, alabar, enalzar;

predicar, propagar [el evangelio]”. Prae-dicare significa también un “decir antes (ut praedixi,

como antes he dicho); comenzar diciendo; profetizar, pronosticar, anunciar de antemano; fijar de

antemano, determinar con anterioridad; notificar, recomendar, ordenar que o que no”366. Predicar

es anunciar la proclama que es anterior (prae), un decir previo que cumple con el anuncio o

pronóstico para llevar a cabo una recomendación, una orden. Este anuncio (esta prédica), es

entonces configurado desde una clara intención persuasiva que elabora una validación estilística

religiosa para sus demandas y reclamos por la condición de los indios andinos coloniales.

Quispe-Agnoli indica sobre este punto:

“En lo que concierne al planteamiento de una teoría comunicativa con fines

didácticos, hay tres aspectos enunciativos que se consideran en todos estos textos y

que Guamán Poma recoge y pone en práctica. Estos tres aspectos coinciden con las

tres partes del sermón: la exposición o narración de los que sucede, la

argumentación o pruebas dirigidas al entendimiento y la amplificación o el

movimiento de los afectos del receptor. […] En lo que se refiere a la

argumentación, la necesidad de ‘descender a cosas particulares’ es uno de los

rasgos discursivos que diferencian el sermón de la oratoria. De acuerdo con ese

365 REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de la lengua española [en línea] <www.rae.es> [consulta: 07 de febrero de 2012]. 366 Véase DICCIONARIO LATÍN–ESPAÑOL. óp. cit.

298

principio, el predicador debe administrar según las necesidades particulares de cada

oyente, es decir ‘aterrorizar a algunos, inspirar a otros, consolar a otros, y aplicar a

cada uno las medicinas más beneficiosas a la salud personal’ (Granada 1576,

tratado 2, capítulo 12). Entre las recomendaciones que provee el Tercero Catecismo

para predicar y enseñar a los indios se encuentra una vez más la necesidad de

acomodar el mensaje al oyente, persuadir, emplear un estilo claro y breve y repetir

los tópicos para que se fijen en la memoria”367.

Siguiendo a Quispe-Agnoli, el sermón –en tanto que oratoria religiosa– estaba dirigido a

todos los grupos sociales (y esta sería su particularidad positiva). Por medio de esta estrategia

Guamán Poma logra poner en manifiesto problemas y dilemas morales desde la óptica religiosa

y valórica cristiana. En este sentido, el sermón como estrategia de oratoria es siempre una

prédica, un anuncio. Una prédica que en este caso responde a un destinatario ideal (el Rey)

cumpliendo asimismo una función doctrinal y pedagógica. El recurso del sermón recompone

elementos, temas y tópicos (dolor, llanto, queja, remedio) provenientes de la literatura profética

medieval española encausados, en la lectura guamampiana, hacia una función (y proyección)

política ubicada en los Andes. Quispe-Agnoli destaca esto:

“El discurso profético con registro apocalíptico que se globaliza en el discurso del

sermón presenta, desde el punto de vista enunciativo, dos instancias. La

comprobación de un estado negativo (la decadencia y corrupción colectiva) que se

debe cambiar, lleva al sujeto enunciador a la primera instancia de su discurso: hay

que enunciar para lograr una reacción del receptor o enunciatario. Aquí es donde se

encuentra la necesidad de ‘mover a la acción o los afectos del lector’, que es

también uno de los objetivos del ars praedicandi. Una vez cumplido este objetivo,

se accede a la segunda instancia enunciativa: la acción en sí misma que aquí se

configura como las propuestas de ‘reparación’ o ‘remedio’”368.

367 QUISPE-AGNOLI, Rocío. La fe andina en la escritura: resistencia e identidad en la obra de Guamán Poma de Ayala. óp. cit. pp. 46-47. 368 Ibíd., 61p.

299

Para Quispe-Agnoli, la búsqueda y la petición de “reparación y remedio” para los males

acaecidos en el Perú colonial son las motivaciones determinantes en los objetivos políticos del

texto cultural en tanto que “carta” o “petitorio” a la Corona hispana. La exigencia o exhortación

por la necesidad de una reparación o remedio para los dolorosos avatares de los indios andinos,

atravesada y funcionalizada por el sermón como estrategia de construcción de su narrativa,

evidencia la continuidad de su persuasión hacia la consolidación de su propuesta final: el “Buen

Gobierno”.

El “Buen Gobierno” es probablemente la más importante de las estrategias de persuasión.

La descripción realizada de la vida social cotidiana de los indios en los Andes encuentra aquí un

eco fundamental. Fuere quien fuere el gobernante, muy seguramente debía comprender las

vicisitudes del arte de gobernar. Guamán Poma sugiere en esta acuciosa y profunda descripción

no sólo la denuncia del caos socio-cultural y la proposición de un gobierno indio, sino que

además perfila una dimensión identitaria que tiene relación con una argumentación, en cierto

sentido y a la vez, aristocrática y subalterna. Veamos esto.

El “Buen Gobierno” como componente dentro del texto cultural encierra una múltiple

gama de instrumentos de control social que pueden ser útiles en cuanto sean virtuosos y leales

quienes los ejerzan. El control social derivado de la propuesta de Guamán Poma expone y

reclama el mal uso y la opresión ejercida por aquellos no aptos para llevar a cabo “el buen

gobierno” en los Andes coloniales. Lo interesante de esta perspectiva es el desenvolvimiento de

un grado de racismo (por ejemplo sus descripciones hacia los mestizos, ladinos, negros y, por

cierto, españoles) y un etnocentrismo político que complejizan su propuesta. Ciertamente, es un

reclamo, un gesto de protesta y de resistencia, de autodeterminación y de posicionamiento

enunciativo, que tiene múltiples entradas dentro de las cuales queremos distinguir algunas

pertinentes y más bien generales.

“El capítulo del buen gobierno” (438-490) dentro del texto cultural muestra algunas claves

generales de comprensión. El capítulo remite a la genealogía del poder español en la figura de

los virreyes. Y ciertamente al otro eje de poder colonial, la Iglesia Católica y sus representantes.

A ello dedica certeras alabanzas que buscan condescender al Rey y sus instituciones de

gobierno. Ahora bien, hay algunas trazas de un discurso de protesta dentro de estas alabanzas,

300

particularmente en dos secciones: “La captura y ejecución de Topa Amaro Ynga” y “La visita

general de los indios de este reino, por el autor de esta crónica”. En ambas secciones hay un

declarado interés por dimensionar la realidad india ya en términos propositivos y no meramente

descriptivos.

En “La captura y ejecución de Topa Amaro Ynga” destaca la interpretación tendenciosa

sobre la muerte de Túpac Amaru Inca. La escena la configura la decisión del virrey Toledo y su

error de estrategia política. El ruego por la vida de Inca, hecho por lo religiosos, solo decora la

persuasión del caso. Más bien, el interés persuasivo corre bajo la figura de los tesoros y las

riquezas ancestrales que la actitud de Toledo no logra vislumbrar por desconocimiento y

soberbia. Indica Guamán Poma:

“¡O, cristiano soberbioso, que aués hecho perder la hazienda de su Magestad, de los

millones que daua la ciudad y los tesoros escondidos de sus antepasados y de todas

las minas y rrequiesas!

A perdido su Magestad por quererse hazerse más señor y rrey don Francisco de

Toledo. ¡No seáys como él!”369.

En “La visita general de los indios de este reino, por el autor de esta crónica”, sección

subsiguiente a la dedicada a la muerte de Túpac Amaru, Guamán Poma expone en su

introducción el concepto de “indio tributario” y las categorías de tributación que divide en dos;

una noble, a quienes no asigna la condición de “tributario”, y otra plebeya, tributaria

propiamente tal, donde se mezclan condiciones etarias, sociales y de salud. Sostiene Guamán

Poma al respecto:

“La becita general de los yndios tributarios deste rreyno, conpuesto de don Phelipe

de Ayala, príncipe, autor desta dicha corónica, a la uecita antigua deste rreyno,

como lo mandaua uecitar sus agüelos Topa Ynga Yupanqui, rrey deste rreyno, y su

agüelo, capac apo Guaman Chaua, Yaro Uilca, Allauca Uanoco, bizorrey y

segunda persona del Ynga, excelentícimo señor destos rreynos, uecita general: auca

369 GUAMÁN POMA DE AYALA, Felipe. El primer Nueva Corónica y Buen gobierno. óp. cit., 417p. 450 [452].

301

camayoc [soldado], puric uayna [mandadero], tributarios: macho lluccic, uncoc,

uanoc, cipas, yquima, tasque, uaccha, casarasca [viejo mandadero, enfermo,

moribundo, joven casadera, viuda, adolescente, huérfano, casado]” 370.

Hay también un recordatorio directo a la nobleza india de su servicio al Inca. Bajo el alero

de la justicia divina y del Rey, quien ocupa el lugar del Inca, se declara la aceptación del cambio

político y la necesidad de afianzar la lealtad del Rey tal como lo fue con el Inca. Interesante es

este recurso retórico, a saber, la analogía entre los reinos, a través del cual Guamán Poma

distingue el simbolismo del trono y de su lugar como eje ordenador social. Sostiene Guamán

Poma:

“Tenía su cilla llamado tiana de oro finícimo, tan alto como un codo. Fue rrey y

Ynga en todo este rreyno.

Agora lo es y posee, en su lugar está, nuestro señor, Sacra Católica Real Magestad y

rrey don Phelipe el terzero de [E]spaña”371.

Interesante es también la sección en la cual describe la injusticia o bien la inoperancia de

la protección judicial a los indios. Ahí Guamán Poma despliega sus juicios y propuestas

políticas, finalmente, etnocentristas:

“Para el buen gobierno los excelentícimos señores bizorreys an de gouernar doze

años en este rreyno y conoser la tierra y cada ciudad y prouincia a los corregidores

o a los comenderos y padres y curas de las dotrinas y de los uecinos de las ciudades,

para el buen gobierno y justicia y castigo de los malos y agradeser a los buenos

cristianos, seruidor de Dios y de su Magestad y faboreser a los pobres y onrrar a los

caualleros deste rreyno como a cauallero y a los picheros como a pichero, al natural

como a natural, al estrangero como a estrangero”372.

370 Ibíd., 420p. 453 [455]. 371 Ibídem. 372 Ibíd., 453p. 485 [489].

302

Seguimos la cita evidenciando que el etnocentrismo político de Guamán Poma responde

de forma violenta y separatista a algunos de los mecanismos de control social en el Perú

colonial. El corolario de esta actitud divisoria entre “fieles e infieles” apelando a la imagen de

“naturales o extranjeros” permite develar la maniobra retórica (la interpretación) relativa al

consenso y validación tanto en el imaginario europeo como en el andino, a modo de trasfondo

para su proposición y descripción del control social indio. El tópico del abuso de poder y de la

violencia en la imposición social son los cauces de su reclamo, en este punto, nadie que no sea

indio está libre de sus ataques. El “Buen Gobierno”, en consecuencia, es un momento de tensión

en el texto cultural, un momento de profunda desconfianza entre medio de las genealogías de los

virreyes, sus tiempos y sus obras. Es un momento de reclamo, pues declara las esperanzas de una

solución para los continuos sometimientos que experimentaron los indios andinos coloniales.

He ahí el trasfondo de la insatisfacción, a saber, el hecho presente en la memoria india del

peligro español, del peligro de sus leyes y aparatos de coerción y control. La estructura y el

estilo de descripción y proposición de este peligro se desarrollan en toda la obra y es preciso

considerar la clara relación con la línea argumentativa que hemos expuesto. En concordancia, el

ataque sistemático hacia el gobierno hispano colonial y la constante aclaración de los modos de

parentesco, pertenencia y convivencia (finalmente de caracterización de quiénes son los indios)

se conjugan como los elementos gravitantes en su argumentación.

En consecuencia, el problema del tratamiento sobre lo indio nos entrega dos claves de

interpretación. Primero, la noción de lo indio no era comprendida suficientemente por el

imaginario político-cultural hispano, por lo cual precisiones y detalles debían ser necesarios en la

descripción. Entonces, bajo la necesidad de satisfacer la complejidad conceptual y categorial de

indio, Guamán Poma despliega los niveles genealógicos, de parentesco, políticos, históricos,

religiosos y teológicos, sociales, morales, económicos, climáticos, urbanos y geográficos en los

cuales su caracterización del concepto va tomando forma. La noción de indio es aquí

problemática cada vez que el argumento racial no puede producirse a favor del indio. Como

categoría “el indio” está siempre ligado a la condición secundaria, en oposición a otras,

construida desde y contra otras (españoles, mestizos, negros, ladinos, salvajes, extranjeros).

Precisamente esa es la carga problemática del discurso de resistencia de Guamán Poma.

Asimismo, es problemática la noción de indio que se encuentra ya transformado por la

303

evangelización. He aquí el doble agente: indio y cristiano. Si bien, Guamán Poma procura

argumentar construyendo la categoría de indio, será en nuestra perspectiva lo más gravitante, es

decir, el juego, el vaivén, la “doble agencia” que realiza en la construcción y vectorización de su

texto cultural.

Este gesto hacia la noción de indio configura la segunda clave de interpretación, a saber,

el gobierno del indio andino como persuasión final. Esto es pensado desde una categoría de indio

diferente a las anteriores y leal a los ojos del Rey. Lo interesante de esta clave es la manera en la

cual esta lealtad es siempre una quimera, incluso para los intereses del propio Guamán Poma.

Esta ambivalencia con pretensiones de validez social es desplegada en un modo de reclamo por

derechos y deberes. La fuerte crítica a la forma en la cual el gobierno hispano no logra, ni a

través de sus instituciones civiles ni eclesiásticas, proporcionar garantías para los derechos y los

deberes de los indios andinos, es evidente a lo largo del texto. En suma, la lealtad al Rey de estos

sujetos indios re-significados no tiene como validez la confianza en el sistema político. Guamán

Poma desconfía del sistema (ya establecido por la Corona) para proponer otro (propio e indio).

El movimiento de persuasión es aquí (también en otras temáticas de la obra) una tensión entre la

tentación y la soberbia. La tentación porque dispone al autor como un oferente y al lector como

negociador-comprador. La autoridad del Rey es contrapuesta a su necesidad de recursos. Esto

significa ya una comprensión importante sobre el tributo y las condiciones de establecimiento de

lealtades bajo un marco económico. Esta es la tentación de Guamán Poma quien parece ofrecer

siempre una plusvalía económica en sus consejos. Así también, esta lealtad se mueve en la

soberbia, desde dos puntos de vista, desde el peligro de la mala decisión (expuesta en toda la

obra) y sus efectos colaterales en el modo de dominio, como también desde la soberbia del autor,

en su modo de enunciación.

Es sumamente complejo considerar el modo de su enunciación cuando se atribuye a lo

largo de sus discursos autoridades diversas, configurativas de sí mismo como un personaje.

Guamán Poma es ahí un personaje carente pero soberbio de su conocimiento. Soberbia que “en

el buen sentido” es autorizada en tanto que autor y cronista. La interoperación entre su calidad

de autor y de cronista es fundamental, configurando ulteriormente el enlace con los modelos

eurocéntricos en términos de validez y reconocimiento. La calidad de la persuasión que busca

fortalecer el relato a través de la relación autor-cronista ofrece en el texto de Guamán Poma una

304

soberbia por autoridad como erudito, indio leal y sabio, que intenta camuflar su fatal destino

pobre y solitario.

Luego, las claves del indio como espacio discursivo en construcción y del autor-cronista

como elemento de significación y autoridad nos permiten pensar la persuasión de Guamán Poma

como un elemento mediador y negociador con el lector ideal y consigo mismo. Así también, el

elemento mediador traduce y autotraduce horizontes culturales heterogéneos. La traducción

persuasiva de Guamán Poma es entonces una traducción cultural. Se compone de una necesidad

de congeniar horizontes culturales y sobrellevar la tensión producida con la dominación y

evangelización en los Andes sudamericanos. Estos horizontes culturales permiten a Guamán

Poma transitar e interaccionar sus contenidos y prácticas desarrollando un gesto de “integración

de particularidades” en un relato explicativo e inclusivo pero consciente de las diferencias entre

cada uno de estos horizontes.

El estilo de Guamán Poma evidencia esta necesidad, es decir, se evidencia en la

imposibilidad (obstáculo) de traducir algunos términos y en la frecuencia del uso de palabras en

aymara y quechua. El estilo es el tránsito, el estilo es la movilidad y la convergencia de

diferencias (diferentes horizontes) en una tecnología de registro epistolar-cronístico-memorial

alfabético-visual que no puede abandonar su estrecha relación con las tecnologías extra-

eurocéntricas (propiamente andinas) y con la oralidad como espacio y movimiento de memoria y

rememoración cultural. La traducción cultural de Guamán Poma persuade desde diferentes

perspectivas y, ciertamente, es esto fundamental pues canaliza las expectativas del lector junto

con los modelos y las estrategias de validación (tecnológica o por autoridad). La doble función

alfabética y visual establece una relación de traducción, de explicación y complementación que,

sin embargo, mantiene una bifurcación semántica (una distancia) entre ambas dimensiones. De

algún modo siguen siendo diferentes dimensiones desde horizontes culturales propios que, en

ciertas condiciones y bajo estrategias determinadas, interaccionan e interoperan, creando en

esos momentos códigos mixtos, códigos culturales como los presentes en el texto cultural de

Guamán Poma. Esta doble función interoperativa se dispersa, se pierde, en la pretensión

etnocéntrica como propuesta política, como solución a la cuestión social andina colonial. Ahí la

doble función gira hacia una identidad definida por la misma obra, la noción de indio, de indio

de élite, de sí mismo (su proyección como personaje dentro del texto). He ahí una autotraducción

305

en sentido psicológico que se juega en su personaje dentro de la obra. Los movimientos de

adaptación que entrega en la Nueva Corónica, su enunciación y discurso de autor-cronista-indio,

la rememoración y el reclamo presente en su escritura, su pathos existencial, funcionan como

suelo y nutriente, como sendero para la comprensión de su enunciación-interpretación.

El estilo de Guamán Poma y las estrategias de persuasión que hemos establecido en su

texto cultural abren entradas interesantes para la comprensión de un posicionamiento político e

identitario del indio andino. Hablamos de entradas para la reorganización política de un mundo

andino que es el “teatro de intervención”, el “contexto epocal”, donde explaya sus demandas y

sufrimientos, así como sus propuestas y reivindicaciones. Guamán Poma direcciona e

instrumentaliza modelos provenientes de tradiciones propias y europeas tendiendo a condensar

en ellas su experiencia histórica propositiva como indio andino. En este sentido, comprendemos

a Guamán Poma como quien apropia y agencia códigos culturales bajo una interpretación móvil,

interoperativa, astuta, persuasiva, a través del cual desestabiliza las posibilidades del discurso

colonial hispano en los Andes. Finalmente, encontramos también en Guamán Poma el ejemplo

de una posición de enunciación-interpretación resistente que, al igual que en Tezozómoc, puede

ser vectorizada en su texto cultural hacia una compresión alternativa que determina otra

trayectoria para el pensamiento americano.

306

CAPÍTULO IV

SOBRE LA RESISTENCIA Y EL SABOTAJE:

HACIA UNA PERSPECTIVA DE INTERPRETACIÓN DESDE AMÉRICA COLONIAL

4.1 La resistencia cultural y el sabotaje como matriz de interpretación

“Y recíprocamente, para una relación de poder, la estrategia de lucha constituye

también una frontera: la línea donde la inducción calculada de las conductas de los

otros no puede ir más allá de la réplica a su propia acción. Como no puede haber

relaciones de poder sin puntos de rebeldía que por definición se le escapan, toda

intensificación, toda extensión de las relaciones de poder para someterlos, no

pueden sino conducir a los límites del ejercicio del poder; éste encuentra entonces

su tope en un tipo de acción que reduce al otro a la impotencia total (una ‘victoria’

sobre el adversario sustituye al ejercicio del poder), o en una confrontación con

aquellos a los que se gobierna y en su transformación en adversarios. En suma, toda

estrategia de enfrentamiento sueña con convertirse en una relación de poder, y toda

relación de poder se inclina a convertirse en una estrategia victoriosa, tanto si sigue

su propia línea de desarrollo como si choca con resistencias frontales”373.

Desde lo indicado por Foucault introducimos una lectura respecto de la relevancia y la

participación de las “relaciones de poder”. Éstas tienden a desarrollar, siguiendo a Foucault, un

cuestionamiento sobre el enfrentamiento, los choques y los cruces; en este sentido, las relaciones

de poder albergan “puntos de rebeldía” que “se le escapan”, momentos en los cuales la condición

de poder busca su “victoria”. Las relaciones de poder en tanto que “estrategias de lucha” no sólo

constituyen los límites del ejercicio del poder, sino que contienen la posibilidad de regeneración,

de transformación (en adversarios). Foucault es certero recordando la efectividad de las

relaciones de poder tanto en “su propia línea de desarrollo” como “si choca con resistencias”.

Para nuestro acercamiento al sabotaje recogemos la perspectiva del enfrentamiento, y rescatamos

una lectura sobre la supervivencia y la tendencia a la “victoria”, a la “transformación en

adversarios” como claves fundamentales.

373 FOUCAULT, Michel. El sujeto y el poder. Revista Mexicana de Sociología. 50 (3): 20, 1998.

307

Ahora bien, comprendemos las complejidades teórico-metodológicas cuando

cuestionamos la adecuación y la composición de un concepto respecto a su realidad efectiva

(desde la cual es referido y a la cual refiere), especialmente cuando se pretende volver hacia una

experiencia colonial como soporte para una interpretación sobre lo latinoamericano. Múltiples

palabras y sentidos se entremezclan en formas diversas, abiertas a nuevas determinaciones, a

nuevas apropiaciones y codificaciones culturales. Esto, ciertamente, es parte fundamental del

ejercicio teórico que buscamos establecer y es el principal escollo por sortear. Nuestro objetivo

es proyectar una nueva entrada para la relación entre la resistencia y el sabotaje. De esto

trataremos en las siguientes páginas.

Por ello, volver la mirada sobre los conceptos de resistencia cultural y sabotaje es también

volver la mirada sobre los caminos que desde ambos conceptos es posible recorrer buscando

concretar un acercamiento atento a las modulaciones y las reconstrucciones que desde éstos se

nos ofertan. Esta mirada profundiza, en este caso, la evaluación de los sentidos (de sus señales) y

la historicidad que desde ellos se articula. Volveremos, entonces, paso a paso, sobre las

modalidades de recreación y propositividad que se desarrollan desde un acercamiento histórico y

de una reflexión filosófica.

Intentaremos descifrar cada concepto de forma integrada para explicitar y configurar

aquellos espacios de interacción e interoperación conducentes al cuestionamiento y la

problematización de los sentidos que ejercen e influencian las nociones de sabotaje y resistencia

cultural. Esto significa, hacerse cargo de una entrada aclaratoria, de un espacio para articular y

construir una perspectiva de interpretación desde América colonial. Un espacio para presentar

las fronteras de un acercamiento basado en el concepto de sabotaje que a partir de su significado

y de los sentidos que contiene puede desplegar elementos únicos, útiles en la comprensión del

sentido histórico latinoamericano y su experiencia cultural. En este sentido, el sabotaje considera

la utilización de una reflexión contemporánea (moderna) en un ejercicio de recontextualización

histórica que pretende funcionar como una metodología útil al momento de repensar –desde las

relaciones de poder– a la experiencia histórica e identitaria en América desde la era colonial.

Deseamos hacer también una breve indicación desde una “teoría de la resistencia cultural”

que ha estado muy activa en América con motivo de la rememoración de los quinientos años de

308

la llegada de Colón. Un contrapunto importante en nuestra investigación sobre la resistencia

cultural es el desligue con la declaración quincentenaria que reduce la experiencia americana al

metarelato de un “encuentro o contacto” entre dos mundos. El gesto idealista de este metarelato

es la inauguración de una relectura “desde abajo” de un contexto histórico prehispánico que

aparece como un “mundo ideal”. Esta perspectiva nos parece “bien encaminada” pero limitada,

en cierto sentido, carente. La lectura quincentenaria propone volver a la pregunta por América y

por su legado desde 1492, sin embargo no logra cuestionar ni desarrollar un giro en su

comprensión sobre la subalternidad propositiva que condensa el “mundo colonial

latinoamericano”. Esta condensación en lo colonial es expuesta en el proceso de reconstrucción

de la experiencia histórica americana más allá del “contacto entre los mundos”. Esta

reconstrucción, sospechosa del “ideal”, siempre interna y ladina, que desconfía del “contacto

entre los mundos”, es el esfuerzo del sabotaje. Queremos distinguir nuestro acercamiento, sin

dejar de asumir la gran cantidad de recursos y la fuerte influencia que este discurso

quincentenario tiene en nuestra teorización sobre el sabotaje.

Iremos mostrando a continuación cómo es posible estructurar una categoría de

interpretación crítica sin caer en superposiciones o esencialismos, en un camino de recreación y

comprensión que nombramos el sabotaje y que hemos intentado constituir a través de los

escalamientos interpretativos, en los argumentos histórico-filosóficos presentes en las páginas

anteriores. Esta reproyección es preciso encausarla en tanto que una compaginación contraria a

las lecturas impositivas eurocéntricas donde las acciones de resistencia política y cultural (y por

ello de sabotaje) solamente componen perspectivas de explicitación o de extensión de los “ojos

imperiales”374. En suma, queremos seguir aquella noción resemantizada de resistencia cultural

que contempla una ganancia, una plusvalía en el final de su ejecución. Consideramos, en este

sentido, la indicación de Jorge Lora Cam respecto al concepto de resistencia:

374 Sobre la perspectiva “imperial” es preciso reconocer en Mary Louise Pratt a su interlocutor más conocido. Expresamos nuestra distancia no con el hallazgo de una posición “imperial” sino más bien con las implicaciones subsecuentes que definen e involucran a los discursos de los sujetos subalternos en tanto que “autoetnografías”. Éstas no constituyen acciones de resistencia (reactiva o propositiva) sino que despliegan movimientos de explicación y comprensión frente y hacia al ojo dominador (imperial). Los “ojos imperiales”, en consecuencia, responden a una reducción en las posibilidades de resemantización de testimonios culturales de sujetos subalternos. Por el contrario, establecemos que el sabotaje opera como los “ojos subalternos” parafraseando a Pratt. Véase. PRATT, Mary Louise. Ojos imperiales. óp. cit. pp. 17-33.

309

“La resistencia, diversa y multidimensional, muestra que la lucha hace visibles a los

sujetos, expresa la necesidad de valorar la recuperación de las distintas formas de

autonomía en la reflexión y en la capacidad de conocer por sus propios intelectuales

–en el buen sentido de la palabra– lo invaluable; esto significa dar continuidad a las

luchas y a la experiencia, la importancia de la reidentificación como originarios y

productos de altas culturas, la relevancia que tienen las alianzas multiétnicas a partir

de la comprensión de lo étnico-clasista. Lo valioso de dar el verdadero significado a

la política como antipolítica independiente de las élites en el poder; y, sin embargo,

desarrollando prácticas políticas que permanentemente subviertan al régimen y al

sistema político”375.

Lora Cam establece una comprensión “diversa y multidimensional” que busca recuperar la

noción de resistencia a través de la regeneración y la reidentificación con cultural. El sentido de

la resistencia que Lora Cam ofrece es el de una “antipolítica” que busca autonomía (política-

intelectual) y que se presenta en el desarrollo de prácticas subversivas. Pero, ¿qué es entonces lo

determinante de la resistencia cultural como matriz de problematización?, ¿cuál es, finalmente,

la oportunidad que ofrece la resistencia cultural cuando queremos pensar por y para el sabotaje?

Por último, ¿cuál es la relación entre resistencia y sabotaje?, ¿cuáles son las características que

(en este caso) permiten comprender y resignificar ambos conceptos?

Bajo estos cuestionamientos intentaremos delinear una propuesta conceptual basada en la

posibilidad de direccionar nuevamente –y en un nuevo sentido– el concepto fundamental de

sabotaje, siendo éste parte de una configuración histórico-filosófica que integra en su

construcción los principales motivos y fuentes de reflexión para América, a saber, su origen y su

identidad. Es este el ulterior paso, es decir, integrar los instrumentos y los elementos analíticos

para desencubrir un fenómeno y canalizar su impacto como perspectiva de interpretación que

funciona transversalmente bajo el modo de un sabotaje. Esto implica aceptar la proyección de un

alternativo punto de encuentro y enlace con América, con América colonial, con América

Latina, incorporando estrategias y prácticas culturales divergentes pero confluyentes en su estilo.

Pensar la resistencia cultural y el sabotaje como plataforma de interpretación concede la

375 LORA CAM, Jorge. Recolonización y resistencia en el espacio andino-amazónico. Lima, Fondo Editorial del Pedagógico San Marcos, 2004. 131p.

310

oportunidad de visibilizar no sólo a las subjetividades olvidadas, sino que permite también

reconocer su plusvalía como re-significación.

Este es el desafío de nuestro acercamiento saboteador, a saber, aquello que radica en no

olvidar la necesidad de comprender la dominación colonial desde sus implicaciones y

proyecciones; y de afianzar, de la misma manera, una matriz de problematización acorde a las

necesidades de una propositividad histórico-filosófica enmarcada en la tensión cultural, en la

configuración de identidades, desde una plataforma resistente, saboteadora. Esta plataforma es

avizora porque hace visibles a los sujetos culturales, a sus prácticas, a sus experiencias y re-

identificaciones, desplazándose desde la protesta hasta la resignificación, desde la traducción y

la mediación cultural hasta la memoria, desde el obstáculo y la demanda hasta la rememoración

y el inicio colonial de un pensamiento hermenéutico americano.

311

a) Reflexiones histórico-filosóficas sobre la resistencia cultural

Llevar a cabo una reflexión histórico-filosófica sobre la resistencia cultural es sin duda

una compleja labor; imposible de ser reducida a las palabras que intentan describirla y

determinarla. Nuestro acceso ha sido y será entonces conducente a una comprensión en

construcción del concepto. Cuestionaremos, primeramente, ¿qué es aquello llamado

“resistencia”?, para luego referir a su dimensión “cultural”.

Pensar en la resistencia conduce una multiplicidad de expresiones y orientaciones.

Buscamos interpelar algunas de éstas desde la complejidad que es requerida. Sabemos que la

resistencia define una acción de resistir. Resistencia es un acto defensivo-ofensivo, provocador

y, en cierta perspectiva, premeditado. Debemos reiterar que la resistencia como instrumentación

política está relacionada necesariamente con la estructura bifronte dominador-dominado

(relaciones de poder). Opresión y resistencia serían entonces condiciones humanas ejecutadas

conjuntamente, desde este punto de vista la estructura de dominación es siempre una perspectiva

oferente.

En el Diccionario de la Real Academia Española (RAE) la palabra “resistencia” tiene

variadas acepciones:

“Acción y efecto de resistir o resistirse; capacidad para resistir; conjunto de las

personas que, clandestinamente de ordinario, se oponen con violencia a los

invasores de un territorio o a una dictadura. En el psicoanálisis, oposición del

paciente a reconocer sus impulsos o motivaciones inconscientes. Electr. Dificultad

que opone un circuito al paso de una corriente. Electr. Magnitud que mide esta

propiedad. Su unidad en el Sistema Internacional es el ohmio. Electr. Elemento que

se intercala en un circuito para dificultar el paso de la corriente o para hacer que

esta se transforme en calor. Mec. Causa que se opone a la acción de una fuerza.

Mec. Fuerza que se opone al movimiento de una máquina y ha de ser vencida por la

potencia”376.

376 REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de la lengua española [en línea] <www.rae.es> [consulta: 07 de febrero de 2012].

312

Dos puntos de vista se presentan en la definición que nos entrega el órgano consensual del

idioma español. Uno político y otro científico. Lo extraño surge porque el “espacio de

significación” de ambos es congruente. La física en sus modalidades mecánica y electricidad, no

se aleja del sentido político que pareciera la inspira. Aquí la significación intermedia entregada

desde el psicoanálisis es decidora como enlace con una explicación humana e interna en el “acto

de resistir”. El dominio de un lenguaje científico en relación congruente con un término político

es propio de “nuestros tiempos modernos”, sin embargo, esto también funciona como parte de la

sobrevida del término. La noción de la resistencia “en nuestros tiempos” obscurece los

componentes de interpretación que le entregan sentido.

La palabra resistencia proviene del latín resistentia. Aquí se abre un ámbito de

significación complementario y determinante. Resistentia remite al verbo intransitivo resistere:

“Detenerse, quedarse (in hoc resisto, me quedo donde estoy, mantengo mi

posición). Enfrentarse, oponerse, resistir (eadem ratione ab nostris resistitur, los

nuestros oponen la misma resistencia; dolori resisto, resistir al dolor; omnibus his

sententiis resistitur, todas estas opiniones encuentran resistencia). Evitar,

impedir”377.

Hablamos entonces de luchar para compensar las acciones, los efectos, o la fuerza que

impone otro. Es mantenerse firme contra las acciones, contra los efectos concomitantes, por

ejemplo, “la resistencia de una bacteria a los antibióticos” o bien “la resistencia al dolor”.

Resistir implica evitar ceder. ¿Pero qué significa aquí “evitar ceder”? ¿Qué significa “mantener

la posición”? ¿Qué significan oponerse, evitar e impedir? Es necesario aclarar algunos aspectos

importantes. Por una parte, reconocemos que hay un “grado de consciencia” que se presenta en

todo acto de resistencia. La resistencia puede ser pasiva o activa, proactiva o reactiva, pero es

siempre consciente cuando hace valer una decisión, cuando “opta” por resistir. Por otra parte,

cuando la resistencia refiere a una detención no niega el movimiento. Mantenerse en una

posición no significa incapacidad de adaptación y adecuación. Evitar ceder, mantenerse en una

posición, implica un movimiento reactivo. Frente a una presión, se resiste. Esto es importante

porque nos permite reconocer un elemento fundamental de la resistencia, esto es, la reactividad 377 Véase DICCIONARIO LATÍN-ESPAÑOL. op. cit.

313

como elemento propositivo. Luego, impedir, oponerse y evitar son movimientos reactivos que

devienen de la necesidad de afirmación o contención que acontece en una relación de

dominación.

El desarrollo de la teoría de la resistencia es complejo y se basa en gran parte en

argumentos políticos, filosóficos, religiosos y jurídicos. Brevemente, la teoría de la resistencia

nutre sus argumentos desde tres antecedentes fundamentales: el derecho romano, el derecho

canónico y la justicia medieval europea. Así, el derecho a la autodefensa y a la propiedad, la

relación contractual entre el gobernante y el pueblo, y la teoría de la guerra justa, serán las

justificaciones “en derecho” para el uso de la violencia en defensa propia. La guerra justa y la

reciprocidad del pacto social se convirtieron, consecuentemente, en una justificación para el uso

de la violencia, para resistir a la autoridad del gobernante cuando éste haya violado la relación

contractual que es la base de su poder.

La teoría cristiana de la guerra justa entrega una dimensión pertinente del problema.

Según esta perspectiva hay tres condiciones necesarias para que una guerra sea justa. Primero,

un cierto grado de ordenamiento en el proceder de la guerra. Segundo, la “causa” o motivación

de la intervención bélica debe ser justa (en este caso el enemigo es quien debe hacer algo para

provocar la guerra). Tercero, los declarantes de guerra deben tener “buenas intenciones” para

luchar contra la represión del mal (diablo) y no por venganza (lo que sería estar provocado por el

mal). Durante el Medioevo los compromisos reales en sus coronaciones y legitimidad política

comprendían la defensa y la protección de la religión. Lo cual, al mismo tiempo, identificó en

éstas como causas para la guerra justa, o bien la guerra entre fieles e infieles. Ejemplo evidente

de este acontecer durante el siglo XV es la Reconquista española y el dominio de América desde

el siglo XVI. Seguimos lo indicado por Silvio Zavala en una aclaradora reflexión sobre el

problema de la legitimidad y el dominio entre fieles e infieles:

“El canonista Enrique de Susa, conocido más bien como el Ostiense (1271), cree

que el Papa es vicario universal de Jesucristo, y que consiguientemente tiene

potestad, no sólo sobre los cristianos, sino también sobre todos los infieles, ya que

la facultad que recibió Cristo Padre fue plenaria. Y le parece que, después de la

venida del Redentor, todo principado y dominio y jurisdicción han sido quitados a

314

los infieles y trasladados a los fieles, en derecho y por causa justa, por aquel que

tiene poder supremo y es infalible”378.

Otra corriente, más bien cercana a la legítima potestad y dominio por parte de los infieles

de sus bienes y territorios, indica que el dominio no se basa en la fe ni en la caridad, sino que en

el derecho natural. Esta posición generosa, de todas formas, predomina dentro de una lógica

mayor, imperial y universal, que es aquella que incluye una discusión jurídica fundamental para

el desarrollo de Occidente. Zavala sostiene al respecto:

“Dentro de la misma corriente de ideas encontramos en la Suma teológica de

Tomas de Aquino (1225-1274), que el dominio y la prelación se introducen por

derecho humano; en cambio, la distinción entre fieles e infieles es de derecho

divino. Pero éste, que proviene de la gracia, no anula el derecho humano, que se

funda en la razón natural. En consecuencia, la distinción entre fieles e infieles,

considerada en sí misma, no hace desaparecer ni aun el dominio que puedan tener

los infieles sobre los cristianos. Es cierto que Santo Tomás templa luego esa

doctrina, admitiendo que la superioridad de los infieles puede desaparecer

justamente por la sentencia u ordenación de la Iglesia que ejerce la autoridad de

Dios; porque los infieles, en razón de su infidelidad, merecen perder la potestad

sobre los fieles, que pasan a ser hijos de Dios. Pero no se trata, según se desprende

de lo anterior, de un derecho omnipotente de la Cristiandad frente al desvalimiento

completo de los gentiles, antes bien, el pensamiento cristiano vuelve sobre sí mismo

y halla en su seno esos elementos de Derecho Natural y de Razón que son

patrimonio de todos los hombres”379.

En consecuencia, la guerra justa, los fieles y los infieles, la ley natural y de gentes, la

adecuación de los poderes, son todas operaciones que involucran las maneras de imposición o

dominación y la validez de ésta. El giro americano de estos cuestionamientos está presente en la

378 ZAVALA, Silvio. La filosofía política en la Conquista de América. Santiago, Fondo de Cultura Económica, 1994. pp. 25-26. 379 Ibíd., pp. 27-28.

315

polémica lascasiana. Hemos indicado esto previamente, deseamos de todos modos incluir una

reflexión convergente.

Respecto de las demandas indias encausadas y propuestas por Las Casas –siempre desde

el derecho natural– la Corona española (frente a la realidad del Nuevo Mundo) llegó a reconocer

tanto la libertad personal (limitada) como las propiedades de los indios, conforme al

mantenimiento y colaboración con el orden político y religioso colonial. Buen ejemplo de esto es

el cacicazgo como “función legal” fiel y útil a la Corona. Ahora bien, es claro que estos

reconocimientos de iure no lo eran de facto. El indio podía ser “libre” dentro del marco teórico y

legal hispano, empero los obstáculos del propio orden social colonial americano constituyeron

todo tipo de escollos. Siempre por detrás, las reflexiones lascasianas sobre la libertad y la

protección de los indios nativos forman parte de este complejo escenario colonial donde la ley se

acata, pero no se cumple. Seguimos a Zavala sobre este asunto:

“En suma: a consecuencia de la evolución del pensamiento acerca de la conquista

del Nuevo Mundo, el propio pueblo conquistador llegó a revisar su primera actitud

dominadora y violenta, adoptando otra más liberal que la aceptada a fines de la

Edad Media en los tratos con pueblos gentiles.

Esto se tradujo, no sólo en una orientación más generosa de la vida institucional

indiana, sino también en un legado perdurable a la historia de las ideas y al régimen

de la colonización en el mundo moderno”380.

Nuestra proposición, siguiendo a Zavala, es atender cuán grande fue la influencia del

hecho americano como “paradigma” y plataforma para la reflexión europea relativa a la

legitimidad de sus gobiernos y gobernantes. La idea de generar un gobernante desde una nueva

comunidad, mediante un contrato sustentado en base a la mutua voluntad, surge con la escuela

filosófica y jurídica de Francisco de Vitoria (Escuela de Salamanca381), quien aboga por la

380 Ibíd., pp. 38-39. 381 Respecto de la Escuela de Salamanca deseamos indicar la corriente de pensamiento (en diversas áreas del conocimiento) que llevó a cabo un importante grupo de profesores en la Universidad de Salamanca durante el siglo XVI, principalmente teólogos y juristas, y dentro de éstos su fundador: Francisco de Vitoria. Las concepciones tradicionales del hombre, su relación con Dios y con el mundo se habían visto

316

existencia de una ley natural legitimadora, inserta en la mente de los hombres, dirigida por la

razón y que permite discernir correctamente el bien del mal. María Rovira Gaspar sostiene

respecto de Vitoria:

“Al interior de toda esta problemática Vitoria presenta un pensamiento que supera,

en cierto modo, el círculo político medieval: oponiéndose al ‘monismo cristiano

medieval’, basado primordialmente en un ideal religioso, Vitoria plantea el

pluralismo de repúblicas (estados) cuyo poder y legalidad se basa en el derecho

natural y por ello mismo son justas y respetables, aun cuando dichas repúblicas sean

de bárbaros o de infieles. Ya no es una unidad cristiana de pueblos que deben

respetarse por ser cristianos, sino una pluralidad de repúblicas que deben respetarse

por estar ordenadas de acuerdo con una politicidad que responde a fines precisos y

en la que está presente el derecho natural” 382.

Desde ahí Vitoria propone crear un gobierno a partir del “consenso” mediante el acuerdo

entre las voluntades particulares. Es necesario no omitir esta argumentación, en especial por su

influencia en el Derecho indiano, y en las teorías políticas del siglo XVI.

Buscamos problematizar el “giro jurídico euro-americano” a partir de la experiencia

colonial y la influencia de Vitoria –o bien Las Casas– dentro de éste contexto. Aquí las

posiciones más bien logran funcionar conjuntamente en un trasfondo que queremos comprender

sacudidas por la aparición del humanismo, por la reforma protestante, por los descubrimientos geográficos (principalmente América) y sus corolarios políticos y económicos (el problema subsiguiente de la colonización). Estos determinaron un giro importante en el concepto del hombre occidental (ya iniciado en el Renacimiento). La Escuela de Salamanca abordó estos problemas desde nuevas perspectivas, teólogos, filósofos y juristas realizaron el ejercicio de reconciliar y rearticular la doctrina tomista con el nuevo contexto social y económico mundial. Por lo tanto, sus temas de estudio se centraron en el hombre y sus problemas prácticos (morales, económicos, jurídicos), en la construcción de una doctrina múltiple pero universal. La Escuela de Salamanca construye una doctrina jurídica que representa el final de las nociones medievales del derecho, con una reivindicación de la libertad en cierto sentido “revolucionaria”, integradora de pueblos y religiones, reconociendo la libertad del pensamiento, la soberanía de los pueblos y su autodeterminación. Véase RAMOS PÉREZ, Demetrio. La ética en la conquista de América: Francisco de Vitoria y la Escuela de Salamanca. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1984. pp. 17-63; RODRÍGUEZ MOLINERO, Marcelino. La doctrina colonial de Francisco de Vitoria o el derecho de la paz y de la guerra: un legado perenne de la escuela de Salamanca. Salamanca, Librería Cervantes, 1993. pp. 15-136. 382 ROVIRA GASPAR, María del Carmen. Francisco de Vitoria: España y América; el poder y el hombre. México, Porrúa, 2004. 148p.

317

desde la alteridad eminente que sucede en cada uno de los problemas que cruzan la dimensión

analítica de la resistencia y la dominación. El giro jurídico es una concreción de los modelos de

dominación y resistencia que acogen el problema de la alteridad (acaecida radicalmente en

América). En este sentido, el derecho y la validez de la imposición desde la idea de una “guerra

justa” o bien la condición de “fieles o infieles” a una religión (en términos lascasianos: la

evangelización) es supeditado a la condición fáctica (y por ello jurídica) de la dominación

europea y su expansión acelerada desde el siglo XVI.

Nos gustaría también enfatizar cómo la teoría de la resistencia es desarrollada de forma

compleja durante el siglo XVI por algunos teóricos político-religiosos franceses383. Esto como

bisagra para una reflexión hacia los componentes coloniales que determinan los modos de la

resistencia cultural americana. Queremos destacar, primeramente, a Théodore de Bèze (1519–

1605). Sucesor directo de Calvino y del calvinismo, Bèze tomó una gran cantidad de conceptos a

partir del derecho feudal francés, en su obra “Derecho de los magistrados sobre sus súbditos”384

(Du droit des Magistrats sur leurs sujets, publicado en 1574) argumenta que el reinado puede ser

electivo, recordando que los Reyes franceses tomaban juramento en nombre de los súbditos.

Otro texto, también influido por el derecho feudal francés es el Vindiciae contra Tyrannos385

(texto de reclamo hugonote atribuido a Hubert Languet (1518–1581) bajo el seudónimo Marcus

Junius Brutus –fuertemente influido por las ideas de Bèze– publicado en 1579). En este texto se

reclama un doble juramento o pacto (pactum) recíproco en la coronación, por una parte, sobre un

contrato entre Dios y el Rey, y por otra parte, otro contrato vinculante y complementario entre

Dios y el pueblo. La obediencia al Rey se fundamenta en que sea éste un regidor responsable

conforme a las determinaciones contractuales (“divinas”) que validaron su liderazgo.

Estos planteamientos tuvieron una fuerte influencia en la teoría política europea del siglo

XVI. El pueblo y los actores sociales de la época reconocieron la necesidad de permanecer

dentro de los límites prescritos por la ley, particularmente en el uso de la violencia. Para el caso

francés recordamos que tanto hugonotes como católicos justificaron sus revueltas no contra la

383 Véase PARROW, Katheleen. From Defense to Resistance: Justification of violence during the French Wars of Religion. Transactions of the American Philosophical Society New Series, 83 (6): 1-79, 1993. 384 Véase BÈZE, Theodore de. Du droit des magistrats sur leurs sujets (1574). Droz, Génova, 1971. pp. 34-86. 385 Véase LANGUET, Hubert. Vindiciae contra Tyrannos. Madrid, Técnos, 2008. 294p.

318

autoridad del Rey como argumento final, sino contra “el mal y la herejía”. El argumento incluía

la legítima autodefensa, de sus bienes y propiedades, sus Reyes y sus religiones.

Théodore de Bèze exige que sea deber de reyes o “magistrados” resistir la tiranía y

salvaguardar al pueblo en camino a un “Estado General”. Bèze propone que el “Estado General”

tenga la autoridad de nombrar y relevar los oficiales de la Corona, o bien supervisar la labor real.

Argumentando desde las leyes feudales, Bèze declara que en tanto que un lord pierde su feudo

por cometer atropellos e injusticias contra sus vasallos, entonces un Rey también puede perder

sus feudos, su reino, al cometer atropellos e injusticias contra sus súbditos. En este perspectiva

Bèze da un paso hacia legitimar la resistencia y la rebelión contra la Corona; determinó que un

Rey que ha cometido delitos contra su pueblo también ha cometido traición contra el reino (lèse

majesté). Bèze concibe la relación de dominio como una doble obligación la cual es recíproca

entre el señor feudal y el vasallo. A partir del argumento anterior Bèze logra introducir el

derecho a la resistencia como reacción contra el rompimiento de la lealtad del Rey hacia sus

súbditos. En este sentido, Bèze nos recuerda que la resistencia no sólo se funda en el uso de la

fuerza como autodefensa, sino también de la legitimidad que tiene frente a un sistema de

gobierno y sus gobernantes cuando no han cumplido con sus deberes políticos hacia los

gobernados. Bèze funciona, en este punto, como pivote y ejemplo de una amplia gama de

reclamos y consideraciones políticas que se desarrollan en el contexto europeo y que son la

proto-configuración de un fenómeno político en desarrollo “desde y hacia” la libertad moderna

(autoconsciencia y autodeterminación).

Hemos vuelto sobre el reclamo hugonote como parte de un ejercicio panorámico

integrador. El entronque con América colonial se presenta en la aplicación de ciertas políticas

contra-reformistas en el Nuevo Mundo y cómo cruzan su argumentación con las corrientes

reformistas europeas. Este fenómeno no puede aislarse y, ciertamente, no funciona solamente a

escala religiosa. El argumento político-filosófico que juega por detrás de la problematización

sobre la resistencia en América es religioso en la medida en que éste es el paradigma sobre el

cual se validó la colonización americana. En este contexto, los fenómenos de resistencia en

América Latina distan de cubrirse bajo un manto legal como el sugerido por Bèze, empero en

algunos casos no distan demasiado de los fines últimos a los cuales pretenden acceder.

319

Por ejemplo, Guamán Poma nos sugiere un razonamiento cercano a la teoría de la

resistencia hugonote en la medida en que exige un compromiso mayor y específico con los

súbditos andinos. Este ejercicio es notable y conduce la concreción de la teoría de la resistencia

andina que desde San Pedro de Mama y el Inca de Vilcabamba386, termina siendo desarrollada

como un reclamo político acorde a claras exigencias sociales. Guamán Poma, en este sentido,

cierra un ciclo en la teoría de resistencia andina pues elabora la persuasión acorde a

modelamientos argumentativos que despliegan demandas de reconocimiento, y que profundizan

demandas ulteriores, demandas en construcción que se juegan en las posibilidades de concretar

espacios de poder internos y autodeterminados dentro del orden colonial. Esta interioridad es lo

que nos permite considerar este caso como útil y ejemplar. El movimiento desde la interioridad

del fenómeno de resistencia es parte de un despliegue mayor y más atento a las debilidades del

“dominador”. Esto complejiza la operatividad de la resistencia.

Precisamente en el momento en que la teoría de la resistencia se valida como argumento

político y jurídico a la vez que religioso y filosófico, entonces la intervención y la fusión de los

horizontes culturales se ha vuelto un movimiento convergente. Esta convergencia es sin duda

parte del sentido de la resistencia una vez que se presenta como un fenómeno cultural. Sentido y

convergencia que han sido interpuestos a lo largo de nuestra investigación. El sentido se juega

aquí en aquello que considera una perspectiva “desde” la resistencia en tanto que potencial

creador del acto de resistir. Bien podemos inquirir a la resistencia, en este caso, como una

creación y re-creación, como una re-existencia. A nuestro parecer este conducto es el que puede

llevarnos a complejizar el sentido de la resistencia cultural. Esto significa, inscribir las

dimensiones de apropiación, resemantización, enunciación e interpretación, de reticencia y re-

existencia, de tolerancia y rechazo, de pervivencia y combate. Comprender la resistencia como

fenómeno cultural invita a comprender cómo se aferra en el ser humano el instinto de

supervivencia y la voluntad de mantener, apropiar, manejar y recodificar, los eventos y las

circunstancias en las cuales está arrojado.

La resistencia, en este punto, no cierra la reflexión en la mera oposición o bien en la mera

aceptación de los contextos en los cuales está arrojada y condicionada. Por el contrario, en

386 Esta trayectoria argumentativa en Guamán Poma la hemos referido al Congreso de San Pedro de Mama (1562). Véase nota al pie n° 353.

320

nuestra argumentación queremos girar la comprensión de la teoría de la resistencia hacia su

condensación como creación existencial en movimiento, en necesaria construcción y re-

construcción. Ahora bien, dentro de este panorama, es preciso admitir la re-existencia como un

gesto bifronte tanto de características externas como de características internas. Queremos

atender este punto de forma breve y directa.

Un movimiento de resistencia externa dispone modalidades de acción que establecen una

noción de alteridad determinada por una comprensión de la diferencia desde un criterio

unidireccional (homogeneizante). En buenas cuentas, un movimiento de resistencia externa

cumple con la sentencia hacia el “enemigo”, hacia la alteridad, estando éste en el “otro lado” o

bien en el “otro bando”. Esta distancia y tensión es, desde luego, necesaria por las condiciones

fácticas en las cuales se presenta. Por el contrario, un movimiento de resistencia interna

despliega una comprensión de la alteridad de forma multidireccional (o por lo menos

bidireccional). El hecho de ser un fenómeno interno entrega diferentes condiciones fácticas de

intervención, más bien rodeadas por la asimilación y la apropiación. Un movimiento de

resistencia interna deviene en una alteridad compartida, diferenciada a la vez que conjunta. El

“otro lado” o bien “el otro bando” están aquí dentro del aparato de imposición al cual se busca

resistir. Hablamos de un “otro lado” desde dentro. Es importante aquí recalcar que la

complejidad de “llevar a cabo” una experiencia interna de la resistencia no funciona

aisladamente respecto de la resistencia externa.

La correlación entre las expresiones y movimientos de resistencia cultural y los modelos

bajo los cuales operan y se interconectan, en nuestro acercamiento histórico-filosófico, han de

tender o propender a la interioridad no sólo como oportunidad de análisis sino como

oportunidad de diagnóstico positivo de sus recreaciones, transformaciones y apropiaciones, de

sus estrategias y modulaciones efectivas, del impacto de un ejercicio interno de re-existencia en

tránsito y rememoración. Por ello, la resistencia cultural no funciona en términos de sabotaje

como una mera “reacción”. Queremos distinguir la noción de resistencia como punto de

inflexión positivo tendiente a la consolidación de una perspectiva de interpretación interna. La

resistencia cultural en términos de demanda y conflicto por el reconocimiento –dentro de una

relación de dominación– se despliega de forma particular en el concepto del sabotaje. Es

prudente establecer esto describiendo la distancia y la cercanía del sabotaje como instrumento de

321

análisis-interpretación que deviene tanto en un rescate de la carga semántica que contiene, como

en una re-significación con otros contenidos, pensado esto en un nivel complementario. La

relación entre la resistencia como manifestación cultural (como matriz de problematización y

plataforma de discusión) y el sabotaje (como manifestación de una especificidad y una

potencialidad de recuperación y rememoración) es establecida entonces como un enlace co-

perteneciente debido a sus demandas y acciones.

Sin embargo, no queremos clausurar la posibilidad de la resistencia y del sabotaje como

teorización cultural propia y original. Buscamos un escalamiento que pretende “dar forma” al

concepto de sabotaje, adentrando e historizando su sentido para ver en su rendimiento filosófico

otras formas de significación; para descentrar al sabotaje de sus referentes tradicionales y

dimensionarlo en otros estadios históricos, en otros tiempos, en otros lugares, en camino hacia la

fundación de una determinación filosófica americana (de un rendimiento filosófico) desde una

perspectiva colonial. La resistencia cultural y el sabotaje entrelazan la posibilidad de considerar

afirmativamente los fenómenos de apropiación cultural; ambos contribuyen desde un enfoque

político-filosófico a la relectura de los límites y los significados que histórica y conceptualmente

ya acarrean. En consecuencia, para “dar forma” y comprender al sabotaje precisamos volver

sobre éste.

322

b) Reflexiones histórico-filosóficas sobre el sabotaje

Desde el ámbito de la teoría de la resistencia y de nuestro acercamiento a los movimientos

de resistencia interna, queremos interpelar y analizar la dimensión cultural existente y re-

existente en éstos. En este contexto, queremos acceder a esta perspectiva de análisis e

interpretación desde un concepto propositivo al cual hemos denominado el sabotaje. Sin buscar

reducir los modos de acción de la resistencia cultural, el sabotaje constituye un ejercicio de

condensación sobre la re-existencia y las re-creaciones de prácticas y manifestaciones que, como

parte del encuentro y choque cultural, tuvieron lugar durante la etapa colonial latinoamericana.

Ahora bien, volver sobre un concepto como el sabotaje atribuido a un contexto histórico distante

y diferente es para nuestros intereses una búsqueda de resemantizar y potenciar aquello que el

concepto puede entregar. El horizonte final de este acercamiento en tanto que reflexión

histórico-filosófica es pensar y problematizar una “experiencia histórico-filosófica

latinoamericana” hecha y mediada desde y para América colonial.

Sin embargo, deseamos direccionar, primeramente los alcances del concepto. Volvamos

entonces a las palabras. Las palabras "sabotaje", "sabotear" y "saboteador" son frecuentes, en la

política, el sindicalismo, las luchas sociales y la inteligencia militar. Como ya hemos visto,

según el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), la palabra sabotaje significa:

"Daño o deterioro que se hace como procedimiento de lucha contra los patronos,

contra el Estado o contra las fuerzas de ocupación en conflictos sociales o políticos.

Oposición u obstrucción disimulada contra proyectos, órdenes, decisiones, etc”387.

Es decir, el sabotaje es una estrategia-instrumento de lucha. Su legitimidad viene dada

conforme a los objetivos propuestos. Nosotros queremos pensarlo en esta investigación como un

medio de presión y resistencia, generalmente acompañado de otros medios más violentos, con

vistas a un fin específico.

387 REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de la lengua española [en línea] <www.rae.es> [consulta: 07 de febrero de 2012].

323

Pues bien, ya hemos indicado que la palabra sabotaje proviene etimológicamente del

idioma francés. Sabotage se retrotrae a sabot388

, un zapato de madera (zuecos). El sabot fue

utilizado de forma simbólica por movimientos sindicales, particularmente anarquistas, hacia

finales siglo XIX y principios del XX. Los sabots y el sabotaje, en cuanto que elementos

simbólicos de protesta, fueron utilizados mayormente para las reivindicaciones laborales y

políticas, principalmente aquellas relacionadas con la jornada de trabajo y el valor del jornal.

Existen dos versiones explicativas respecto del uso de los sabots como elementos de protesta y

oposición en la industria europea. En una primera versión se indica su empleo explícito y directo

en la inutilización de las diferentes maquinarias industriales. Esto significa utilizar el sabot como

instrumento o “medio de interrupción” de la cadena de producción (línea de producción). Aquí

la dureza de la madera era el elemento principal para entorpecer y detener los engranajes que

mantenían la línea de producción. Detener la producción es un ámbito de protesta abierto a la

diversificación de modalidades para presionar y llevar a efecto demandas específicas y

transversales. La segunda variante explicativa sobre el sabotaje remite a una particular

consideración sobre la ineficiencia y la dificultad de movimiento. Esto a partir de la atención y

observación del “ejercicio” de caminar con zuecos o sabots. El uso de estos zapatos impide la

fluidez de la acción de caminar, exige incluso (para quien los calza) un cierto dominio en su uso.

Este caminar defectuoso, difícil e incómodo nutre la semántica del sabotaje. La ineficiencia y la

dificultad en el “ejercicio”, en la “acción”, serán elementos fundamentales para comprender el

concepto. La historicidad del concepto es más bien oscura y no queremos atribuir o construir una

jerarquía en las diversas significaciones del sabotaje. La afinidad de los posibles orígenes de

todas maneras adquiere matices particulares si se procede desde un horizonte explicativo

diferente.

388 Sobre la etimología de la palabra sabot en el idioma francés: “Sabot, origen desconocido; derivados: hacer calzado, sabotear, trabajar toscamente, echar a perder el trabajo, a partir del cual (deriva) saboteador y sabotaje. Parece que sabot tiene la misma raíz que calzado, a partir de lo cual (deriva) el zapatero y el hacer calzado, cuyo sentido (significado) se aproxima al de sabotaje”. “Sabot, origine inconnue; dérivés: sabotier, saboter, travailler grossiérement, gacher la besogne, d'où saboteur et sabotage. Il semble qu'on ait dans sabot la méme racine que dans savate, d'où savetier et le verbe saveter, dont le sens se rapproche de celui de saboter” DICTIONNAIRE ÉTYMOLOGIQUE DE LA LANGUE FRANCAISE. Paris, Hachette, 1914. 514p. (Traducción Alejandro Viveros) Sobre sabot deseamos continuar el sentido rústico de la palabra. Sabot significa en un contexto rural: la pezuña, la herradura, el “zapato” del caballo. Sabot articula un gesto epistemológico fundamental al arraigarse en el mundo rural y desde éste pasar al mundo industrial. Esto despliega un gesto de continuidad para con la profundidad epistémica presente en reflexiones que parecen venir “desde dentro”, desde el mundo anterior, arcaico, artesanal, pero que desarrollan una resemantización tensionada con la necesidad de expresar y manifestar reflexiones nuevas pertenecientes a un contexto histórico y social diferente (moderno).

324

El contexto industrial despliega el primer paso para la consolidación del concepto en tanto

que concierne a la defensa, la obstrucción y el impedimento propiciado por un contexto adverso,

de reclamo y protesta. Veremos esto desde una perspectiva particular, a saber, el anarquismo

francés finisecular. El horizonte explicativo que sugiere el anarquismo finisecular389 (en cuanto

que corriente ideológica) concita a una reflexión donde el horizonte de significación está

presente en el concepto de sabotaje una vez que es utilizado y resemantizado como estrategia

política y sindical.

Para el activista y teórico anarquista Émile Pouget390 (acuñador del concepto) el sabotaje

significa:

“Hace 15 años la palabra sabotaje era solamente un término argótico, que no

significaba el acto de fabricar sabot, sino aquel expresivo y ocurrente de un trabajo

‘como a golpes de sabot’.

Desde entonces la palabra fue transformada en una fórmula de combate social y en

el Congreso de Toulouse de la Confederación General del Trabajo en 1897 recibió,

finalmente, el bautismo sindical.

La nueva palabra en un primer momento no fue aceptada con cálido entusiasmo por

la clase obrera, incluso algunos lo vieron con desconfianza, reprochándole por su

origen rústico, anárquico y también por su… inmoralidad.

Sin embargo, a pesar de todas las sospechas que parecían casi hostilidades, el

sabotaje se mantuvo firme en su camino por todos los mundos.

389 Sobre el desarrollo político-ideológico del anarquismo en un contexto decimonónico y finisecular véase: GARCÍA MORIYÓN, Félix. Del socialismo utópico al anarquismo. Madrid, Cincel, 1992. pp. 57-84; JOLL, James. Los Anarquistas. Barcelona, Grijalbo, 1972. pp. 12-69; ROCKER, Rudolf. Anarchism and Anarcho-Syndicalism, Londres, Freedom Press, 1998. pp. 54-105; WOODCOCK, George. Anarchism: A History Of Libertarian Ideas And Movements. Toronto, Toronto University Press, 2004. pp. 357-403. 390 Émile Pouget (Pont-de-Salars, Aveyron, 1860 - Lozère, 1931). Activista francés de tendencia anarco-sindicalista. En 1898, Pouget sugiere la idea del sabotaje (entre otras) como medio de lucha contra el capital, este punto de vista fue expresado a través de numerosos panfletos y artículos periodísticos. Entre 1901 y 1908 fue elegido vicesecretario de la Confédération Générale du Travail (CGT) representando la tendencia anarcosindicalista. Respecto de una reflexión filosófica por el sabotaje, desde las perspectivas y profundizaciones de Pouget en el texto Le Sabotage (1898), junto con el contexto en el cual las desarrolla (su publicación del Almanach du Père Peinard pour...: farci de galbeuses histoires et de prédictions

épatouflantes. Folletín redactado entre 1894-1899), debemos notar que ha constituido una fuerte y fructífera influencia para nuestra investigación en términos del origen y la problematicidad del concepto.

325

Ahora tiene la simpatía de los trabajadores. Y eso no es todo. Ganó su

reconocimiento en el Larousse, y sin duda la Academia –a menos que haya sido

‘saboteada’ incluso antes de llegar a la letra S en su diccionario– se rendirá a la

palabra ‘sabotaje’ con la cortesía más ceremoniosa, para abrir las páginas de su

colección oficial”391.

En el breve texto Le Sabottage presente en Almanach du Père Peinard de 1898, Pouget

sostiene una aproximación mucho más directa:

“La idea de SABOTAJE no permanecerá en el estado de sueño azul: vamos a

utilizar el truco.

Y los explotadores, finalmente comprenderán que el oficio de patrón comienza a no

ser todo color de rosa.

Dicho esto, para la gente buena que no sabe todavía lo que es, les explico lo que es

el sabotaje.

El sabotaje es devanar a quemarropa, el fracaso de un trabajo, es el grano de arena

en los engranajes alineados astutamente con cuidado para que la máquina no pueda

seguir, la fundición sistemática de un patrón... Todo esto practicado tranquilamente,

sin hacer nada grande para no impresionar.

391 POUGET, Émile. Le Sabotage. Edición anónima 1969. [en línea] <http://www.cnt-f.org/spip.php?article715> [consulta: 07 de febrero de 2012]. Esta versión sigue la edición de POUGET, Emile. Le Sabotage. Biblioteque du mouvent prolétarien, Paris, s/n, 1911-1912. Asimismo, hay una reedición de esta versión del texto comentada por Grégorie Chamayou y Mathieu Triclot, y editada por Mille et Une Nuits, Librairie du Arthème Fayard, 2004. “Le mot ‘sabotage’ n’était, il y a encore une quinzaine d’années qu’un terme argotique, signifiant non l’acte de fabriquer des sabots, mais celui, imagé et expressif, de travail exécuté ‘comme à coups de sabots’. Depuis, il s’est métamorphosé en une formule de combat social et c’est au Congrès Confédéral de Toulouse, en 1897, qu’il a reçu le baptême syndical. Le nouveau venu ne fut pas, dès l’abord, accueilli par tous, dans les milieux ouvriers, avec un chaleureux enthousiasme. Certains le virent d’assez mauvais œil, lui reprochant ses origines roturières, anarchiques et aussi son... immoralité. Malgré cette suspicion, qui ressemblait presqu’à de l’hostilité, le sabotage a fait son chemin... dans tous les mondes. Il a désormais les sympathies ouvrières. Et ce n’est pas tout. Il a conquis droit de cité au Larousse, et nul doute que l’Académie, - à moins qu’elle n’ait été ‘sabotée’ elle même avant d’être parvenue à la lettre S de son dictionnaire, -ne se résolve à tirer au mot ‘sabotage’ sa plus cérémonieuse révérence et à lui ouvrir les pages de son officiel recueil”. (Traducción Alejandro Viveros)

326

El sabotaje es el primo pequeño del boicot. ¡Y a la mierda!, en una serie de casos

donde la huelga es imposible él puede rendir servicio sagrado a los proletarios”392.

Pouget defiende y define el sabotaje en función de los elementos teóricos que tiene a la

mano. Es importante comprender conjuntamente el fenómeno sindical como un eje transversal

para su proposición sobre el sabotaje. El contexto referencial relativo a la industria o bien al

proceso de industrialización que opera como trasfondo histórico no puede ser considerado como

una reducción de su significación. Pouget está escribiendo para el movimiento obrero y dentro

de éste para la formación y la educación que se ejerce, finalmente, en el ámbito sindical. El

paralelismo con la idea de boicot funciona sin duda como un ejemplo explicativo en la semántica

que Pouget intenta impregnar al concepto de sabotaje. En este sentido, la referencia al Go Canny

funciona bajo intenciones explicativas tendientes al ejemplo y la comparación, siendo

aclaratorias del sentido que se pretende otorgar al sabotaje. Aclara al respecto Pouget:

“¿Qué significa Go Canny?

Es una palabra corta y conveniente para describir una nueva táctica utilizada por los

trabajadores en lugar de la huelga.

Si dos escoceses caminaran juntos y uno corre muy rápido, el otro diría: ‘Go

Canny’, lo que significa: ‘camina tranquilo, a tu gusto’

Si alguien quiere comprar un sombrero que vale cinco francos, debe pagar cinco

francos. Pero si quiere pagar sólo cuatro, ¡y bien! obtendrá una menor calidad. El

sombrero es “una mercancía”.

392 POUGET, Emile. La Sabottage. Almanach du Père Peinard pour…: farci de galbeuses histoires et de prédictions épatouflantes. (4): 28-31, 1898. [en línea] <http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/cb32688869f/date> [consulta: 07 de febrero de 2012]

“L'idée du SABOTTAGE ne restera pas à l'état de rêve bleu: on usera du truc! Et les exploiteurs comprendront enfin que le métier de patron commence à ne plus être tout rose.

Ceci dit, pour les bons bougres qui ne sauraient pas encore de quoi il retourne, que j'explique ce qu'est le sabottage.

Le sabottage, c'est le tirage à cul conscient, c'est le ratage d'un boulot, c'est le grain de sable roublardement fourré dans l'engrenage minutieux pour que la machine reste ne passe, c'est le coulage systématique du patron... Tout ça pratiqué en douce, sans faire de magnes, ni d'épates.

Le sabottage est le petit cousin du boycottage. Et foutre, dans une kyrielle de cas où la grève est impossible il peut rendre de sacrés services aux prolos”. (Traducción Alejandro Viveros)

327

Si alguien quiere comprar seis camisas de dos francos cada uno, tiene que pagar

doce francos. Si paga diez, sólo tendrá cinco camisas. La camisa sigue siendo ‘una

mercancía para la venta en el mercado’.

Si una empleada quiere comprar un trozo de carne que vale tres francos, es

necesario que los pague. Y si ella ofrece sólo dos francos, entonces les damos carne

mala. La carne de res sigue siendo ‘una mercancía para la venta en el mercado’.

Y bien, los patrones dicen que el trabajo y la casa son ‘bienes para la venta en el

mercado’ –como sombreros, camisas y carne de res.

–Perfecto, nosotros respondemos, le tomamos la palabra.

Si son ‘mercancías’ nosotros las venderemos así como el sombrerero vende sus

sombreros y el carnicero su carne. Si el precio es malo, ellos darán mercancías

malas. Nosotros haremos lo mismo.

Los patrones no tienen derecho a depender de nuestra caridad. Si se niegan incluso

a discutir nuestras demandas, bien, nosotros podemos aplicar el Go Canny –la

táctica de ‘trabajar relajado’ esperando que nos escuchen.

Así, el sabotaje es definido simpáticamente: ¡a mala paga, mal trabajo!”393.

393 Ibíd. “Qu'est-ce que Go Canny?

C’est un mot court et commode pour désigner une nouvelle tactique, employée par les ouvriers au lieu de la grève.

Si deux écossais marchent ensemble et que l’un coure trop vite, l'autre lui dit: Go Canny, ce qui veut dire: ‘Marche doucement, à ton aise’.

Si quelqu’un veut acheter un chapeau qui vaut cinq francs, il doit payer cinq francs. Mais s'il ne veut en payer que quatre, eh bien! il en aura un de qualité inférieure. Le chapeau est "une marchandise". Si quelqu’un veut acheter six chemises de deux francs chacune, il doit payer douze francs. S'il n’en paie que dix, il n'aura que cinq chemises. La chemise est encore ‘une marchandise en vente sur le marché’. Si une ménagère veut acheter une pièce de bœuf qui vaut trois francs, il faut qu'elle les paye. Et si elle n'offre que deux francs, alors on lui donne de la mauvaise viande. Le bœuf est encore ‘une marchandise en vente sur le marché’.

Eh bien, les patrons déclarent que le travail et l'adresse sont ‘des marchandises en vente sur le marché’, - tout comme les chapeaux, les chemises et le bœuf.

— Parfait, répondons-nous, nous vous prenons au mot. Si ce sont des "marchandises", nous les vendrons tout comme le chapelier vend ses chapeau et le

boucher sa viande. Pour de mauvais prix, ils donnent de la mauvaise marchandise. Nous en ferons autant. Les patrons n’ont pas le droit de compter sur notre charité. S’ils refusent même de discuter nos

demandes, eh bien, nous pouvons mettre en pratique le Go Canny— la tactique de ‘travaillons à la douce’, en attendant qu’on nous écoute".

Donc, voilà le sabottage chouettement défini: à mauvaise paye, mauvais travail!” (Traducción Alejandro Viveros)

328

Queda con esto expuesto el gesto central de la explicación y significación del concepto de

sabotaje en Pouget: ¡mala paga, mal trabajo! Empero, ¿qué quiere decir esto? Por qué la idea de

mercancía es tan gravitante para la aclaración de la ligereza del “Go Canny”. “Ir relajado”

atiende también a una dimensión existencial. Atiende a la forma en la cual se desenvuelven las

acciones del trabajo y su cotidianidad. El uso de esta estrategia otorga al sabotaje una propiedad

y particularidad a nivel práctico. En cierto punto opera como modelo ético de igualdad y

reciprocidad. La paga y el trabajo simbolizan desde la noción de mercancía los límites de esta

relación de poder. La paga y el trabajo funcionan aquí como criterios morales, de acción y

relación inter pares.

Otro aspecto relevante es la comprensión temporal que Pouget utiliza al momento de re-

semantizar el sabotaje. La concepción progresiva (teleológica) del tiempo se vuelve un marco

interpretativo fundamental para su explicación del sabotaje. Indica Pouget:

“No hay nada en que enredarse: para realizar el equilibrio de la vida, a fin de elevar

la actividad humana al más alto nivel, no puede descuidar el presente ni el futuro.

Cuando uno de los dos prevalece sobre el otro, la ruptura del equilibrio que resulta

no es para nada graciosa: o bien, cuando le damos todo al presente, nos incrustamos

en huevadas y mezquindades; o bien, si volamos en el azul, (entonces) nos

cristalizamos (concretamos) en el ideal”394.

Respecto de la dimensión progresiva de la temporalidad humana no debemos olvidar los

límites que ésta implica. La comprensión progresiva de la temporalidad al parecer no alberga un

pasado evidente. Pouget propone el equilibrio entre el presente y el futuro. Esto es

particularmente interesante debido a que objetiviza la acción de sabotaje a una finalidad

específica “en camino” a un futuro que se determina desde el presente. Es evidente la teleología

en sus proposiciones. Ciertamente el anarquismo decimonónico se basa filosóficamente en las

reflexiones eurocentradas (revolucionarias). El soporte filosófico es moderno y, con ello, está 394 Ibíd. “Y a donc pas à tortiller: pour réaliser l'équilibre de la vie, de façon à porter l'activité humaine au plus haut degré, il ne faut négliger ni le présent, ni l'avenir.

Quand l'un des deux l'emporte sur l'autre, la rupture d'équilibre qui en résulte ne donne rien de chouette: ou bien, quand on est tout au présent, on s'encroûte dans des couillonnades et des mesquineries; ou bien, si c'est dans le bleu qu'on s'envole, on arrive à se cristalliser dans l'idéal”. (Traducción Alejandro Viveros)

329

determinado por la noción de autoconsciencia radicalizada hacia la autarquía. El progreso,

comprendido desde este prisma en tanto que “temporalidad idealista” se ubica como “causa” de

un movimiento hacia sí mismo en términos de consumación. En cierto sentido, este tipo de

comprensión de la temporalidad y su significación teleológica provocan y funcionan como

“arenga” pensando en el grupo de lectores a quienes pretendía influenciar. Es parte de una

reinterpretación social que viene adjunta a la modernización. En palabras de Nietzsche sería el

“crepúsculo de los ídolos”, el “fin de la modernidad” aquel contexto filosófico que diagnostica

una transformación humana (transvaloración)395. El anarquismo finisecular de Pouget es síntoma

de este diagnóstico.

Llama la atención que el “recuerdo” (el pasado) opera a un nivel negativo. Al parecer el

sabotaje, para Pouget, debe adecuarse a la ulterioridad de su accionar; al objetivo ulterior y

determinante del equilibrio que propone. La contextualidad en la que los objetivos del sabotaje

operan es, según este criterio, limitada. Limitada no por el pasado, sino por el futuro. La

progresividad de las acciones contempla la condicionalidad del presente, el cual se torna también

“ideal”. El desenlace de esta propositividad filosófica es la pérdida de sentido. Sin pasado, sin

recuerdo o rememoración que conduzca el presente, el anarquismo no concede ninguna

oportunidad como espacio de reflexión. Se cierra en sí mismo conforme a su teleología.

Empero, si el pasado es integrado como espacio otorgador de sentido y ubicado de forma

central en tanto que componente simbólico, entonces los golpes al adversario (simbólicamente)

son más importantes que el daño que se le provoca. Si se comprende que lo que se sabotea es el

poder, entonces el sentido del sabotaje pro-viene de su lucha contra el orden dominante. A nivel

político, ideológico, económico, finalmente, pertenece y se despliega también al nivel existencial

e histórico-filosófico. No es posible negar el carácter simbólico de la retórica de la oposición al

sistema dominante, que siempre ha apelado a la noción de destrucción y caos como referentes

del sabotaje y la resistencia. Ahora bien, el sabotaje no es terrorismo, no es criminal ni

delincuente. El sabotaje es parte de un lenguaje de protesta y reclamo, es una estrategia de lucha

político-económica-ideológica que funciona simbólicamente396.

395 Véase NIETZSCHE, Friedrich. El crepúsculo de los ídolos. Madrid, Alianza, 1998. pp. 53-75. 396 Jacques Rancière adscribe esta perspectiva sobre el sabotaje. Veáse RANCIÈRE, Jacques. Note sur la notion de sabotage [en línea] <http://pajol.eu.org/article1040.html> [consulta: 07 de febrero de 2012].

330

c) La resistencia y el sabotaje como conceptos político-militares

No es posible obviar la contemporaneidad de los conceptos de resistencia y sabotaje. Si

bien nuestra búsqueda opera hacia la interpretación de América colonial, es necesario volver

brevemente la mirada sobre cómo han sido apropiados en el ámbito bélico. Los conceptos de

resistencia y sabotaje son hoy significados importantes dentro de la “jerga militar”. Seguiremos

esta huella de forma meramente panorámica, descriptiva. No deseamos más que posicionar otra

entrada sobre la resistencia y el sabotaje, otra entrada sobre los límites semánticos que contienen.

Usaremos para la siguiente descripción una fuente saboteadora, una filtración; usaremos a

WikiLeaks397 como fuente para explicitar la noción militar que se juega hoy en ambos

conceptos. Usaremos la filtración del manual de las “Fuerzas Especiales de los Estados Unidos

para Operaciones de Guerra No Convencional: derrocamiento de gobiernos, sabotaje,

subversión, inteligencia y abducción, FM 3-05.201, abril 2003 (US Special Forces

Unconventional Warfare Operations: overthrowing governments, sabotage, subversion,

intelligence and abduction, FM 3-05.201, Apr 2003)398”. Este documento es parte de los

manuales de trabajo diseñados en la “Escuela y Centro Especial de Guerra John. F. Kennedy del

Ejército de los Estados Unidos” (United States Army John F. Kennedy Special Warfare Center

and School) y que debieron ser entregados a diversas representaciones diplomáticas y militares

estadounidenses alrededor del mundo. Queremos poner en manifiesto la paradoja de usar como

fuente a WikiLeaks pues constituye en sí misma una acción de resistencia y sabotaje.

Pues bien, es decidor considerar de forma directa una historicidad propiamente bélica para

la noción de resistencia y sabotaje. Analizaremos ambos conceptos en conjunto. Deseamos

incorporar un acercamiento a la resistencia como gesto devenido desde su matriz anarco-sindical

hacia una matriz militar. El sendero de este giro es posiblemente parte de la continuidad de los

397 WikiLeaks es una organización internacional sin fines de lucro que publica a través de su sitio web: http://wikileaks.org/ informes anónimos y documentos filtrados con contenidos sensibles en materias de interés público. El lanzamiento del sitio se realizó en diciembre de 2006, su actividad comenzó en julio de 2007 y desde entonces su base de datos ha crecido constantemente. La organización se ofrece a recibir filtraciones que revelen comportamientos no éticos (o bien corruptos) por parte de gobiernos y corporaciones transnacionales. Actualmente las actividades más destacadas de WikiLeaks se han centrado en la política exterior de los Estados Unidos. 398 WIKILEAKS. US Special Forces Unconventional Warfare Operations: overthrowing governments, sabotage, subversion, intelligence and abduction, FM 3-05.201, Apr 2003. [en línea] <http://wlstorage.net/file/us-fm3-05-201.pdf> [consulta: 07 de febrero de 2012]

331

conceptos en imbricaciones y circulaciones que no podemos aclarar completamente.

Seguramente es el contexto europeo en el siglo XX (con dos guerras mundiales industrializadas)

lo que presta atención a la noción política de resistencia y sabotaje, adhiriendo los principales

elementos para reubicarlos de forma “doctrinaria” en la formación militar. Ahora bien, es

interesante el movimiento de códigofagia (fagocitación) que ejecuta la doctrina militar al

reconsiderar ambos términos (y muchos otros) desde su sentido político, social, cultural. Lo que

tenemos en claro es la necesidad de resemantizar y comprender el rendimiento de los conceptos

que giran en torno a una condición humana fundamental, es decir, la violencia. Reconocemos en

la violencia una plataforma para la resignificación, principalmente de las nociones de resistencia

y sabotaje.

Lo primero es distinguir dentro del contexto militar los lineamientos principales para

ambos términos. La guerra no convencional es asunto importante para la doctrina militar en

general, ésta se expresa como una modulación política determinante y, ciertamente, tiene una

comprensión del fenómeno bélico en tanto que “irregular”. Dentro de su estudio por la guerra

moderna Karl von Clausewitz reconoce el concepto de resistencia (Widerstand) dentro de su

análisis sobre el fenómeno bélico. Notable es su enlace con la noción de obstinación y de

constancia en el enfrentamiento, el entusiasmo y la decisión (bravura, aplomo en combate);

asimismo, distingue la resistencia como elemento constitutivo dentro de las “cualidades

naturales” de los seres humanos cuando son movilizados para la guerra399.

Así también, Brian Crozier (en el ámbito de la teoría del conflicto contemporánea)

reconoce la noción de resistencia, dedicando algunas reflexiones sobre su naturaleza y proceder.

Crozier tiene una lectura ya atenta a la polaridad en las relaciones de poder y dominio durante el

siglo XX. Su lectura advierte la polaridad y la necesidad de distinguir la “dialéctica” del

conflicto como choque de intereses, como tensión que requiere solución, que se desarrolla en la

cotidianidad del ser humano en su relación con la sociedad y el entorno. En suma, un conflicto

en tanto que una relación de poder y, en tanto que relación de poder, como la capacidad de

influir e imponer sobre otros (usar el poder). La dimensión “irregular” es también considerada,

399 Véase VON CLAUSEWITZ, Karl. On war. USA, Barnes & Noble Books, 2004. pp. 385-546.

332

Crozier busca expresar la dimensión compleja (realidad efectiva) y el alejamiento de los

patrones “ideales” en la ejecución de un conflicto, finalmente, bélico 400.

Por cierto, tanto Clausewitz como Crozier despejan el asunto de la resistencia acudiendo a

un argumento psicológico fundamental, donde la resistencia funciona como centro de gravedad

para el surgimiento, la mantención y la continuación de las hostilidades (del conflicto). Para

ambos autores es una actitud volitiva que debería doblegar (tiende a doblegar) la de contrario o

contendor para alcanzar la victoria.

Desde esta perspectiva teórica el manual filtrado: “Fuerzas Especiales de los Estados

Unidos para Operaciones de Guerra No Convencional: derrocamiento de gobiernos, sabotaje,

subversión, inteligencia y abducción, FM 3-05.201” identifica la noción de resistencia con la de

insurgencia. Es importante indicar que la insurgencia es un concepto que agrupa la existencia de

una “actividad política” que puede configurar desobediencia social, actos violentos o bien

enfrentamientos armados. La insurgencia como plataforma para la descripción de la resistencia

ejemplifica la compaginación que existe entre el fenómeno político-social y el militar. En

consecuencia la resistencia es definida como:

“1-13. La resistencia puede ser no violenta o violenta. La resistencia no violenta

incluye actos tales como ostracismo, evasión tributaria, boycotts, huelgas y otros

tipos de desobediencia civil. La resistencia violenta incluye sabotaje, subversión y

guerra de guerrillas. Las personas usualmente resisten en un principio no

violentamente. De cualquier modo, ellos pueden estar dispuestos a asumir la

resistencia violenta si un grupo subversivo provee a éstos una causa que perciben

como valorable y digna. Si las condiciones sociopolíticas son lo suficientemente

opresivas, la resistencia puede desarrollarse en un movimiento organizado.

1-14. Un movimiento de resistencia es un esfuerzo organizado por una parte de la

población civil de un país para oponerse o derrocar un gobierno establecido o

causar la retirada de un poder de ocupación. El centro de gravedad en cualquier

movimiento de resistencia es la voluntad del pueblo a resistir. Las personas llevan 400 Véase CROZIER, Brian. La teoría del conflicto. Buenos Aires, Emecé, 1977. pp. 37-85.

333

la peor parte de las medidas de represalia de la autoridad establecida. Si bien, la

resistencia armada puede ser la estabilidad de operaciones y apoyo de operaciones

desde la perspectiva estadounidense, es la guerra total para aquellos quienes toman

las armas401.

¿Qué implica esta lectura de la resistencia? ¿Por qué la resistencia llevada a una

interpretación político-militar es útil para la resemantización del sabotaje? Finalmente, ¿cuál es

el enlace entre la resistencia y el sabotaje que se nos presenta en esta comprensión devenida del

cruce de sus significados en un gesto códigofagico? Primero debemos establecer que el sentido

del sabotaje tomado desde su lectura militar contiene una diferencia importante con el sentido

anarco-sindical previamente expuesto. Recordamos que Pouget lo comprende como un acto no

necesariamente violento, incluso como un acto “alegre”. En la lectura militar el acto de sabotaje

es siempre bélico.

Ciertamente, la manera cómo la resistencia ha sido calificada nos abre a un gesto

importante en la distinción entre una resistencia violenta y no violenta. Esto implica identificar

esta resignificación en una bifurcación fundamental de sus modos de acción, especialmente al

ser establecida una distancia psicológica en la adhesión a la resistencia, en un primer modo no

violento como estadio inicial y una derivación o concreción violenta, una vez que las

circunstancias auspician esta posición. Esta compleja relación con la violencia es un aspecto

importante y está relacionado directamente con la actitud de quienes resisten. He aquí una

indicación fundamental, esto es, la voluntad de resistir es lo que mantiene la resistencia. Esto es

401 WIKILEAKS. US Special Forces Unconventional Warfare Operations: overthrowing governments, sabotage, subversion, intelligence and abduction, FM 3-05.201, Apr 2003. [en línea] <http://wlstorage.net/file/us-fm3-05-201.pdf> [consulta: 07 de febrero de 2012] “1-13. Resistance may be either nonviolent or violent. Nonviolent resistance involves acts such as ostracism, tax evasión, boycotts, strikes, or other types of civil disobedience. Violent resistance includes sabotage, subversion, and guerrilla warfare. People usually resist nonviolently at first. However, they may willingly take up violent resistance if a subversive cadre provides them with a cause they perceive to be worthy and achievable. If the sociopolitical conditions are oppressive enough, resistance may develop into an organized resistance movement. 1-14. A resistance movement is an organized effort by some portion of civil population of a country to oppose or overthrow the established government or cause withdrawal of an occupying power. The center of gravity in any resistance movement is the people’s will to resist. The people bear the brunt of the established authority’s retaliatory measures. Although armed resistance may be stability operations and support operations from the U.S. perspective, it is total war for those who take up arms”. (Traducción Alejandro Viveros)

334

irrefutable y profundiza la condición política y psicológica que soporta y conduce la decisión de

resistir. Interesante es el reconocimiento de la acción de resistencia como una convicción

organizada, tendiente a un objetivo claro y posible de desarrollar en la medida en que hay

“voluntad”, finalmente, insurgente. La insurgencia es entendida aquí como enlace para

comprender la resistencia y el sabotaje, ciertamente, como una plataforma para designar aquellos

actos de rebelión, alzamiento o levantamiento que pueden llegar a ser manifestaciones violentas

de rechazo a la autoridad.

Hay aquí una lectura contraria de la resistencia como acto de re-existencia, es más bien un

acto completamente defensivo y reactivo, una consecuencia de las circunstancias sociales o bien

de los intereses de intervención que puedan generar una actitud de resistencia. Bajo esta

perspectiva la instrucción militar vuelve sobre la descripción de la resistencia dividiéndola en

fases, siendo en la primera donde es posible ejecutar diferentes acciones, entre ellas: el sabotaje.

Se indica en el manual “Fuerzas Especiales de los Estados Unidos para Operaciones de Guerra

No Convencional: derrocamiento de gobiernos, sabotaje, subversión, inteligencia y abducción,

FM 3-05.201”:

“Fase I – Insurgencia latente o incipiente

1-32. Durante esta fase, el liderazgo de la resistencia desarrolla el movimiento en

una organización clandestina efectiva. La organización de la resistencia usa una

variedad de técnicas subversivas para preparar psicológicamente a la población para

resistir. Las técnicas pueden incluir propaganda, demostraciones, boycotts y

sabotaje. Las actividades subversivas ocurren frecuentemente en un patrón

organizado, pero no un importante brote de violencia armada. En los estadios

avanzados de esta fase, la organización de la resistencia debe establecer un

gobierno en las sombras que sea paralelo a la autoridad establecida402”.

402

Ibíd. “Phase I – Latent or Incipient Insurgency 1-32 During this phase, the resistance leadership develops the movement into an effective clandestine organization. The resistance organization uses a variety of subversive techniques to psychologically prepare the population to resist. The techniques may include propaganda, demonstrations, boycotts, and sabotage. Subversive activities frequently occur in an organized pattern, but not major outbreak of armed violence occurs. In the advanced stages of this phase, the resistance organization may establish a shadow government that parallels the established authority”. (Traducción Alejandro Viveros)

335

El sabotaje es entonces una manifestación violenta de la resistencia durante una etapa

inicial de la insurgencia, es decir, de organización y desarrollo de acciones efectivas y

productivas de voluntad para resistir y alzarse en protesta y demanda. En este sentido, podemos

afirmar que es un instrumento de lucha política conducente a la “lucha armada”. Interesante es la

definición que se establece, y cómo ésta contempla el acto de sabotaje en tanto que acción

militar. Sobre el sabotaje el manual “Fuerzas Especiales de los Estados Unidos para Operaciones

de Guerra No Convencional: derrocamiento de gobiernos, sabotaje, subversión, inteligencia y

abducción, FM 3-05.201” señala:

“1-4. Sabotaje es un acto o actos con intención de injuriar u obstruir la defensa

nacional de una nación al intencionalmente dañar o destruir cualquier defensa

nacional o material de guerra, locales o empresas de servicios públicos, incluidos

los recursos humanos y naturales. También puede referirse a las medidas adoptadas

para dañar u obstruir la capacidad militar de una potencia ocupante. El sabotaje

puede ser el más eficaz o el único medio de atacar objetivos específicos más allá de

las capacidades de los sistemas de armas convencionales. El sabotaje interrumpe de

forma selectiva, destruye o neutraliza las capacidades hostiles con un mínimo de

recursos humanos y materiales. Las Fuerzas Especiales llevan a cabo el sabotaje de

manera unilateral a través de personal autóctono (indígena) o personal equivalente.

El sabotaje es también una forma de selección de objetivos basada en los efectos

realizada por personal de Fuerzas Especiales”403.

Seguimos la cita y comprendemos la definición doctrinaria, pero más allá de sus

contenidos militares, destacamos “la obstrucción y el daño” que el sabotaje provoca. La eficacia

del sabotaje deviene del obstáculo que desarrolla (como producción selectiva y con el mínimo

403 “Sabotage is an act or acts with intent to injure or obstruct the national defense of a nation by willfully damaging or destroying any national defense or war materiel, premises, or utilities, including human and natural resources. It may also refer to actions taken to injure or obstruct the military capability of an occupying power. Sabotage may be the most effective or the only means of attacking specific targets beyond the capabilities of conventional weapon systems. Sabotage selectively disrupts, destroys, or neutralizes hostile capabilities with a minimum of manpower and material resources. SF conducts sabotage unilaterally through indigenous or surrogate personnel. Sabotage is also a form of effects-based targeting performed by SF personnel”. (Traducción Alejandro Viveros)

336

uso de recursos humanos y materiales). Destacamos también que quienes llevan a cabo el

sabotaje (“Fuerzas Especiales”) precisan de “ayuda o colaboración” (personal indígena o

equivalente). Sin embargo, esta comprensión del sabotaje genera algunos cuestionamientos:

¿Qué es entonces el sabotaje desde esta perspectiva político-militar? ¿Es acaso un mero acto de

personas, pueblos, naciones, desde ya insurgentes, que buscan atacar objetivos militares

estratégicos a bajo costo (material y humano)? ¿Qué hay del sabotaje como una dimensión de la

inteligencia militar y del espionaje? Es preciso reiterar el peligro del sabotaje como filtración o

espionaje. Los conflictos bélicos se resuelven con inteligencia y con información, esta máxima

se ejecuta en cada acción de sabotaje.

No podemos reducir al sabotaje a una comprensión material del mismo, por el contrario,

es menester integrar una comprensión inmaterial del sabotaje como un elemento de

interpretación, particularmente importante y en directa relación con el peligro que hay en él. Este

peligro sobrepasa las condiciones materiales, sobrepasa las acciones de cualquier “Fuerza

Especial”. Será entonces la oportunidad, la chance, aquello que permitirá acceder y ejecutar el

peligro del sabotaje. Será también en un contexto interno donde “de forma latente” podemos

vislumbrar los límites de la resistencia y el sabotaje. He aquí un claro ejemplo:

“Manera de hablar. 3-159. El instructor debe hablar a los estudiantes como si ellos

entendieran cada palabra que dice. Debe transmitir entusiasmo y usar todas las

gesticulaciones, movimientos, entonaciones de voz e inflexiones que usaría para

una audiencia angloparlante. Los estudiantes reflejarán la misma cantidad de

energía, interés y entusiasmo que el instructor les trasmite. El instructor no debe

permitir al intérprete ‘sabotear’ el entrenamiento con una entrega y presentación

poco animada del material”404.

He aquí el peligro del sabotaje cuando el “ladino” o bien el “intérprete” debe ser

controlado por su conocimiento y la forma en la cual puede trasladarlo. El control de la manera 404 Ibíd. “Manner of Speaking. 3-159. The instructor must speak to the students as if they will understand every word he says. He must convey enthusiasm and use all of the gestures, movements, voice intonations, and inflections he would use for an English speaking audience. The students will reflect the same amount of energy, interest, and enthusiasm that the instructor conveys to them. The instructor must not let the interpreter ‘sabotage’ training with a less than animated delivery and presentation of the material”. (Traducción Alejandro Viveros)

337

hablar es siempre decidor. La forma de trato, la entonación, la gesticulación, todo detalle que

permita a quien desea dirigir la voluntad de otros controlar cualquier desviación o posible

reinterpretación, en suma, mantener el control para no perder la moral, para no perder la

voluntad. Es el elemento psicológico el que se explota para conducir la actitud política. Hay

entonces un límite específico en la manera de persuasión y conducción, un límite que viene

“desde dentro” y que siendo “interior” preocupa a quien ejerce el poder, intentando siempre

controlarlo. Ecce una violencia, una resistencia, una insurgencia en potencia, en hibernación y

espera.

Hemos señalado que nos interesa describir y utilizar la perspectiva presente en el manual

“Fuerzas Especiales de los Estados Unidos para Operaciones de Guerra No Convencional:

derrocamiento de gobiernos, sabotaje, subversión, inteligencia y abducción, FM 3-05.201” como

un ejemplo de la reconceptualización y códigofagia respecto de los conceptos de resistencia y

sabotaje. Hemos procurado establecer las principales comprensiones sobre ambos conceptos, y

dentro de cada uno hemos descubierto su enlace de forma panorámica. La transformación

conceptual de ambos es necesariamente una continuación tensionada con el trasfondo histórico,

político y social que hemos declarado en los apartados anteriores. La construcción de una

interpretación político-militar es entonces parte de una múltiple aproximación hacia un sentido

instrumental de la resistencia y el sabotaje tendiente a una determinación mayor, a saber, la

forma de intervención y conducción de la voluntad y la violencia.

La comprensión político-militar pretende incorporar una dimensión determinante referida

a un campo semántico algunas veces soslayado o bien ignorado. La descripción de esta

perspectiva junto con la iluminación de los componentes que le entregan su calidad dentro de un

“discurso bélico” doctrinario nos obliga a pensar en la posibilidad de bifurcar nuevamente los

sentidos de ambos conceptos. Buscamos la oportunidad de inscribir al sabotaje ya no solamente

como una acción de resistencia sindical, social, cultural y, por cierto, insurgente y militar, sino

que buscar su adecuación, su apropiación en un camino diferente, un sendero histórico-filosófico

en reconstrucción.

338

d) Las señales del sabotaje

En cualquier presentación o establecimiento conceptual es siempre prudente profundizar

los sentidos que a través de una “particular conceptualización” pueden llegar a ser alcanzados.

¿Cuáles son las señales del sabotaje? ¿Por qué hablamos de señales? Queremos pensar algunas

indicaciones, entradas; múltiples entradas al concepto de sabotaje, el que ya hemos expuesto en

su sentido anarco-sindicalista y político-militar. Entradas múltiples a modo de recapitulación de

las líneas teóricas que hemos desarrollado buscando posicionar y problematizar la

resemantización del sabotaje como estrategia de resistencia cultural, de resistencia interna, de

acto de protesta y posicionamiento enunciativo-interpretativo. Abordaremos dos movimientos de

acercamiento. Por una parte, volveremos sobre nuestro marco teórico-metodológico, es decir,

relación y la tensión entre la hermenéutica filosófica y la filosofía extra-eurocéntrica; por otra

parte, intentaremos desplegar una entrada hacia las posibilidades (el rendimiento) del concepto

cuando es referido (a través de ejemplos) hacia América colonial. En suma, queremos encausar

nuestra comprensión propositiva del sabotaje desde la pluralidad y la profundidad de las

reflexiones histórico-filosóficas que hemos analizado en el transcurso de esta investigación y que

pueden sólo devenir en una perspectiva crítica, subalterna, ladina, de aquello que acaeció en

América colonial.

Pues bien, una primera señal corresponde a la violencia. Hay violencia en el sabotaje, pero

sin duda es un tipo de violencia que debemos comprender como aquella potencia creadora que

está en y detrás de aquello que comprendemos como el sabotaje. Esta violencia es fundacional e

interventora; siguiendo a Walter Benjamin es interruptora (Stillstellung). No conserva ni

mantiene, solo des-encaja y des-aparece. Esto es el sabotaje, el des-encaje y la huída, la rapidez

y el escape. El sabotaje opera de forma relampagueante, su estilo es cerrado y críptico, pero

oferente y aperturizante. El sabotaje, mirado desde la violencia interruptora, es la operatividad de

la resistencia interna entendida como “el lugar de ejecución en el intersticio”, una suerte de

borde interior. He aquí el sitio de mayor dificultad para una reflexión sobre el cómo del sabotaje.

Porque considerar el sabotaje es considerar, fundamentalmente, los despojos y los desechos

como aquello que compone a la verdad. Seguimos a Benjamin:

339

“La verdad jamás entra en una relación, y especialmente no en ninguna relación

intencional. El objeto de conocimiento, como uno que está determinado en la

intención conceptual, no es la verdad. La verdad es un ser libre de intención

conformado por ideas. Por eso, el comportamiento conmensurable con ella no es un

mentar en el conocer, sino un absorberse y desaparecer en ella. La verdad es la

muerte de la intención”405.

Obsérvese que el concepto benjaminiano de método no-intencional es paradójico. Es la

aceptación de la muerte de la intencionalidad puesto que exige resignar la voluntad de conocer

(sin la cual tanto el método como el conocer mismo no pueden ser pensados). El ejercicio

benjaminiano busca corregir la “arbitraria unilateralidad de la verdad”, abriendo al conocer en

tanto una operación de rescate y remembranza hacia un pensar rememorante (Eingedenken).

Esta reflexión es fundamental para la conceptualización del sabotaje debido a que radicaliza la

verosimilitud desde el alejamiento de la intencionalidad, determinando a todo acto cognitivo

como multilateral y regenerativo (rememorante).

Hemos desarrollado también una explicitación del sabotaje desde el concepto

gadameriano de “fusión de horizontes” (Horizontsverschmelzung). Este concepto, siendo otra

señal del sabotaje, remite al modelo fenomenológico-hermenéutico desde una posición

dialógico-ontológica, considerando al horizonte (tradición) en términos de un límite histórico-

contextual ampliable y en construcción. La integración de horizontes de interpretación establece

una oportunidad ineludible de intercambio y apertura ontológica desde el ámbito fundacional de

la relación entre lenguaje y comprensión. Esto es, todo comprender es interpretar, toda

interpretación se da a través del lenguaje; asumiendo que la realidad no reniega del lenguaje, su

historia, su comprensión y su humanidad transcendental (finitud).

Ha sido decisiva, por cierto, la consideración a un acercamiento filosófico determinado

por el diálogo con sistemas de pensamiento no eurocéntricos. Aquí se juega una señal del

sabotaje que identifica la capacidad de comprensión y posicionamiento de una perspectiva

filosófica desde América Latina que no cierra su espacio de reflexión a las corrientes extra-

eurocéntricas, dejando de lado la unidireccionalidad eurocentrada del pensamiento. Hemos 405 BENJAMIN, Walter. La dialéctica en suspenso. óp. cit. 9p.

340

destacado la problematización sobre la colonialidad del ser (Dussel), la colonialidad del saber y

del poder (Quijano) y lo alternativo de lo barroco (Echeverría), a modo de plataforma para la

constitución de una propuesta filosófica latinoamericana que, ulteriormente, desarrolla una

crítica al eurocentrismo desde sus fundamentos ontológicos y políticos. Asimismo, el

reconocimiento del carácter filosófico en el pensamiento náhuatl (León-Portilla) y el

pensamiento andino (Kusch, Estermann) determinan una reflexión asertiva y útil toda vez que

contemplan la inclusión de reflexiones filosóficas extra-eurocéntricas, visualizando en éstas un

espacio en apertura que, desde el reconocimiento, el rescate y la diversidad (particular para cada

una), logra desplegarse en la comprensión, la interpretación y la generación de cuestionamientos

arraigados en particulares condiciones histórico-culturales, en su colonialidad, en sus

encuentros-choques, recogiendo y retomando las interacciones, las integraciones, las resistencias

(re-existencias) y los palimpsestos. Es preciso también reconocer el sentido postcolonial que

invade nuestro acercamiento. Nociones tales como subalternidad o dominación colonial

funcionan como cimientos de un recorrido abierto a la comprensión del fenómeno colonial

americano como parte de un repertorio histórico-filosófico que es global y por ello solidario en

estas condiciones. Aquí el reconocimiento y el rescate desde la diversidad de la comprensión

filosófica no eurocéntrica es, finalmente, el apuntalamiento para una crítica al eurocentrismo que

funciona en un contexto histórico actual y que además consideramos posible de aplicar desde el

contexto histórico colonial latinoamericano. El sabotaje como propuesta filosófica, en este

punto, asume la crítica y la necesidad de reconocimiento y rescate al pensamiento filosófico

extra-eurocéntrico sin obviar la relación de la filiación de esta crítica con el propio

eurocentrismo (a modo de una crítica interna al eurocentrismo).

Hemos referido también, estratégicamente en la construcción del sabotaje, al ámbito del

lenguaje, y dentro de éste al ámbito de la traducción desde la atención a sus componentes

histórico-filosóficos pensando en una posición de enunciación-interpretación posibilitante y

condicionante de y para el proyecto de apropiación cultural que se desarrolló en la América

colonial. Buscamos, específicamente, el sabotaje en la figura del ladino bajo su dimensión

determinante como traductor y mediador cultural. Pretendemos utilizar este término como una

plataforma de acercamiento interpretativo, que es polifuncional y que permite considerar a la

traducción y la mediación cultural no sólo en contextos de dominación-imposición, sino que en

la manipulación de las condiciones de dominación en su favor, desencadenando acciones,

341

conversiones y subversiones, huellas y vestigios que son posibles de observar y decodificar

dentro de la pregunta por la historicidad del lenguaje y la traducción. Surge aquí un asunto

central que responde a la imagen del saboteador en tanto que traductor y mediador cultural.

Esto significa, pensar al saboteador como sujeto colindante en sus prácticas y negociaciones con

los lenguajes de dos o más mundos diferentes. Más allá y más acá del logocentrismo euro-

alfabético, cercano a su realidad existencial como sujeto mimetizado, camuflado y olvidado,

pero radicalmente interviniente y determinante. Es prudente declarar, siguiendo nuestra

argumentación, el rendimiento de la dimensión lingüística y cultural como instancia de contacto

y fricción, de ósmosis y reciprocidad. Reconociendo también la performatividad del acto de

traducción que funciona en todos los casos de mediación cultural.

Así también, otra señal relevante ha sido la noción de los bordes internos, de aquellos

espacios de encuentro-choque, donde las relaciones de poder entre los sujetos y sus horizontes

culturales son, generalmente, asimétricas. La convivencia genera patrones relacionales a veces

violentos, otras veces contractuales-pacíficos, independientemente de su carácter particular, ora

comercial, ora judicial, ora político-cultural, et alter. Ver actuar al sabotaje implica considerar

los bordes internos desde su profundidad teórica y práctica, asumiendo que explicitan el

contacto (la frontera) entre dominador y dominado, entre personas de diversa y múltiple

identidad, partícipes de diferentes lenguajes y comprensiones de mundo que se juegan en su

relacionalidad constitutiva. Hablamos de bordes internos en términos de co-presencia y co-

pertenencia, de interacción, de comprensión y de tráfico cultural.

Ahora bien, ¿dónde se muestra el relámpago del sabotaje?, ¿dónde están sus bordes

internos? Seguir el relámpago es buscar su huella en asuntos y situaciones concurridas, donde

existan claras relaciones de dominación canalizadoras de encuentros-choques culturales. Con

ello, el borde interno en tanto que relámpago aparece y desaparece, prepara su venida (la

anuncia), pero en tanto que huella se esconde, se pierde. El sabotaje persigue un fin específico

en cada operación en que se ejecuta, pero el trasfondo y la conexión entre el hecho y el sentido

del hecho se pierde, se extra-vía. Para reconocer el relámpago es preciso atender a su anuncio,

pues ese momento se recuerda ahí donde su fugacidad es infinita. Hablamos aquí de una suerte

de intersticio como aquel momento que puede llegar a ser recordado por su tránsito, por su

paso, en la rememoración. En este sentido, es preciso rescatar, rememorar y comprender algunos

342

momentos que exponen la perspectiva del sabotaje en el contexto histórico colonial

latinoamericano. El acercamiento al sabotaje, a su originalidad, se despliega en tanto una

observación atenta a determinadas situaciones y hechos histórico-culturales desde la perspectiva

del sabotaje, procurando no ver solamente el sabotaje en los ejemplos, sino que también los

ejemplos desde el sabotaje. Esto es determinante pues nos permite un acercamiento específico,

pero desde una matriz reunidora, integradora y heterogénea. Esto significa, asumir la necesidad

de encontrar un armazón filosófico flexible y atento a la operativización de sus postulados en el

análisis del acontecer histórico-cultural colonial latinoamericano. En consecuencia, y como lo

hemos señalado, la forma en la cual utilizamos al sabotaje está determinada por el

acontecimiento histórico-cultural particular en el cual ejemplificamos la operatividad del

concepto. Luego, el sabotaje suscribe la pesquisa bajo los encuentros y las divergencias

indicativas de una multiplicidad interpretativa que reconoce y adscribe la interpenetración de

códigos y modelos histórico-filosóficos-culturales.

Nuestros ejemplos se distinguen entre sí, pero consideran modulaciones de interpretación

interdependientes que han sido investigadas pensando en sus correlaciones, esto es, el sabotaje

en el indio-autor, en el traductor y mediador cultural, en el sujeto político, en su rescate cultural

y re-existencia identitaria. La oportunidad de acceder a las crónicas coloniales de Tezozómoc y

Guamán Poma (en tanto que textos y traducciones culturales) nos ha permitido comprender

cómo estos autores-traductores, cronistas indios de élite, funcionaron de intermediarios

fundamentales (transversales) para las sociedades coloniales novohispanas y peruanas. No

solamente como parte de la historiografía de élite india, sino como representantes de una

estrategia de resistencia cultural fructífera y recurrente frente a la dominación hispana, con altos

grados de proyectividad en términos de la reconstrucción de la memoria cultural. El contexto

colonial apoya nuestro acercamiento histórico. Empero, hay que recordar que nuestro objetivo es

establecer un análisis-interpretación de estas obras (traducciones culturales) desde la perspectiva

del sabotaje, entendiendo y proponiendo que la dimensión lingüística-cultural de los ladinos

(traductores y mediadores culturales) establece un ámbito flexible (móvil) en la descripción de

los procesos de apropiación cultural, siendo agentes de una especial interacción antagónica y

asimétrica, finalmente, constitutiva de una dimensión ontológico-política en la cual se

desenvuelven sus textos culturales. Esto significa situar las señales del sabotaje en el encuentro y

la tensión lingüística-cultural que ambos autores-traductores realizaron, contemplando su

343

condición de márgenes o fronteras que, siendo ellos quienes las traspasaron, permiten asir la

apropiación, la utilización y la subversión de los códigos y tecnologías culturales (como las

crónicas) desde una lectura “instrumental” y “operativa” dentro el contexto de dominación

colonial.

Quisiéramos establecer una señal fundamental para nuestro análisis sobre el sabotaje, a

saber, el rescate cultural como el gesto de rememoración, realizado por Tezozómoc y Guamán

Poma, cada uno a su manera, en la estructura cronística, en sus estilos mixtos e interacciones con

lenguas y lenguajes, repertorios y tradiciones diversas, propias y apropiadas. Ahí se fragua un

proyecto ontológico-político comprehensivo de los alcances y medios de resistencia cultural

realizada por los indios durante el período colonial latinoamericano. El gesto de rememoración y

el posicionamiento enunciativo-interpretativo en ambos autores indios es ciertamente original y,

en cierto modo, “específico”. No obstante, es desde esta especificidad del fenómeno desde donde

se configura la rememoración y el rescate cultural como modelo de obstáculo y reclamo, de

resistencia cultural en tanto que plataforma para la comprensión de la enunciación-interpretación

desde la subalternidad.

Las señales del sabotaje abogan por una consideración constructiva, solidaria, en abierto

encuentro con múltiples estadios y formas de recreación, no solamente “mestizas”, “mezcladas”

o “híbridas” sino que culturalmente, identitariamente, nuevas; hablamos de recreaciones vueltas

hacia los componentes o los elementos constitutivos de tensiones, choques, imbricaciones,

asimetrías, entre el pasado y el presente, en concatenación con un sentido histórico bifurcado, en

búsqueda. Bifurcación o alternatividad del sentido histórico, de la experiencia histórica

americana que, con los autores-traductores, cronistas indios, inaugura una búsqueda

regenerativa, una transversalidad solidaria y co-perteneciente; una búsqueda regenerativa

donde los horizontes culturales, las tradiciones y las prácticas que los componen, funcionan de

forma equi-diferente, presentándose de múltiples modos siempre determinados por las

circunstancias, por los contextos, siempre en movimiento y vectorización. Sobre ello, Echeverría

entrega una clave interesante refiriendo a los indios coloniales:

“Pero lo más importante y sorprendente de todo esto es que fueron los mismos

indios quienes asumieron la agencia o sujetidad de este proceso, su ejecución;

344

hecho que llevó a que éste se realizara de una manera tal que lo que esa re-

construcción iba reconstruyendo resultaba ser algo completamente diferente del

modelo que pretendía reconstruir. De ella resultaba una civilización occidental

europea retrabajada en el núcleo mismo de su código precisamente por los restos

sobrevivientes de ese código civilizatorio indígena que esa civilización tenía que

asimilar para poder revivirla. Jugando a ser europeos, no copiando las cosas o los

usos europeos, sino imitando el ser europeo, simulando ser ellos mismos europeos,

es decir, repitiendo o ‘poniendo en escena’ lo europeo, los indios asimilados

montaron una muy peculiar representación de lo europeo. En una representación o

imitación que en un momento dado, asombrosamente, había dejado de ser tal y

pasado a ser una realidad o un original: en el momento mismo en que, ya

transformados, los indios se percataron de que se trataba de una representación que

ellos ya no podían suspender o detener y de la que, por lo tanto, ellos mismos ya no

podían salir; era una ‘puesta en escena absoluta’, que había transformado el teatro

en donde tenía lugar, permutando la realidad de la platea con la del escenario”406.

Luego, y siguiendo lo indicado por Echeverría, el rescate cultural (rememoración)

presente en la capacidad de “asimilar” y de “simular” de los indios (en nuestro caso Tezozómoc

y Guamán Poma) componen y muestran las “señales del sabotaje” en tanto que plataformas para

la configuración de una perspectiva de interpretación desde América colonial. Ahí se devela el

nacimiento de una especificidad transversal americana, de una enunciación propia, de una

enunciación solidaria, vigente e intempestiva, que marca el sendero propio de un pensamiento

americano desde la “puesta en escena absoluta”. Es aquí donde buscamos posicionar, donde

buscamos abrir nuestro cuestionamiento sobre las señales del sabotaje en tanto que condiciones

preparativas y constitutivas para la problematización y la elaboración de una hermenéutica

americana.

406 ECHEVERRÍA, Bolívar. Modernidad y blanquitud. México, Era, 2010. 191p.

345

4.2 El sabotaje como hermenéutica americana

La filosofía magistral pasa al vacío y en su lugar surgen filosofías de lo diverso, lo

nómada, lo móvil. Filosofías que no buscan someter la realidad a prejuicios racionales o

etnocéntricos occidentales. Occidente debe renunciar al criterio exclusivista, su apartheid

filosófico debe ser superado. Las localidades e identidades culturales postcoloniales hoy

abundan como fenómenos de expresión y protesta contra el homogéneo discurso occidental. El

logos moderno más allá de conocer la realidad para expresarla, fundamentarla, explicarla, la ha

sometido a la limitación de sus intereses. El logos dejó de ser forma de comprensión y

comunicación y se redujo a una afirmación universal a la vez que totalitaria, incuestionable,

magistral. En esta construcción, logocéntrica o bien logocrática (siguiendo a Echeverría),

América jugó un rol incuestionable y fundacional. América otorga la renovación de esta

logocracia en la medida en que renueva la voluntad de Occidente, renueva el sentido de su

ubicuidad desde un centro autosuficiente, como proyecto mundial, como nuevo eje de

construcción cultural para un proyecto magnánimo en desarrollo. La instalación del discurso

eurocéntrico en su calidad de “códigofagia cultural” (es decir, desde la perspectiva del

dominador) no tiene otro inicio sino que el acontecimiento americano.

¿Cuál es el ritmo de este proceso de códigofagia? ¿Es acaso siempre lo americano aquello

distintivo del proceder eurocentrado? Finalmente, ¿por qué es la hermenéutica el anclaje para un

pensamiento filosófico americano?, ¿cuál es el “modo” de esta hermenéutica? Pues bien, una

hermenéutica americana debería proponer una particular atención a las historicidades, a las

experiencias históricas, a los lenguajes y a los códigos culturales. La noción de una hermenéutica

americana exige la condensación de múltiples diferencias en un horizonte de interpretación

heterogéneo que funciona como “máxima” o “moral provisional”. La elección de una

historicidad múltiple es una elección identitaria, un desmarque y una apropiación de elementos

diversos que determinan a América. La composición de estos elementos en términos

correlacionales, recíprocos, mediadores, copertenecientes, es el reto que una hermenéutica

americana debe afrontar como el primer estadio de su análisis-interpretación. Esto debido a que

la modulación americana exige una amplitud de criterio y referencialidad que confronta su lugar

entre una multiplicidad de caminos, convergentes y divergentes, constitutivos de historicidades

alternativas y otras experiencias históricas.

346

Respecto de otros modelos filosóficos la hermenéutica ofrece y permite una lectura sobre

la historicidad americana desde un prisma “propio y apropiado”. Las bifurcaciones americanas,

sus sentidos históricos complejos, complementarios, alternativos, son finalmente el suelo de su

propositividad filosófica. Aquí la influencia y la distancia de la hermenéutica como matriz de

análisis-interpretación en un sentido americano contempla re-pensar los antecedentes, formas y

acontecimientos, re-pensar cómo han sido apropiadas “en estas tierras”.

Los dispositivos de apropiación cultural frente a la condición colonial y la colonialidad, la

geoculturalidad radical que circunda y determina su alternatividad, las creaciones y las

potencialidades de la bifurcación de su sentido en sus múltiples mediaciones e interoperaciones

desde la imposición cultural del kairós de 1492, exigen conjuntamente una hermenéutica

flexible, intuitiva en su acercamiento y observación; interior por su circunstancia; expectante y

sospechosa de los megarelatos y las reducciones; cuidadosa con las totalizaciones y

universalizaciones; atenta a los desniveles fácticos de cualquier relación cultural. En suma, una

hermenéutica americana “en contacto” con la multiplicidad y la interpenetración de modelos y

códigos histórico-culturales.

En consecuencia, la hermenéutica americana da un giro importante respecto de su calidad

teórica y sus antecedentes en la filosofía europea. Esto implica desarrollar la hermenéutica como

soporte teórico (complejo y eurocentrado), en una búsqueda de la diferencia y de la

consolidación de un camino propio. En este sentido, la hermenéutica como “método” para la

reflexión americana durante el período colonial vuelve sobre los espacios y las posiciones de

enunciación-interpretación subalternas. En esta hermenéutica se presenta la resemantización del

sabotaje desde un prisma histórico-filosófico-cultural. Aquí las acciones de sabotaje, de reclamo

y protesta, de re-posicionamiento, se re-direccionan hacia comprensiones y rememoraciones

diferentes. Parafraseando a Kusch en su pregunta por el hedor407 americano, podemos decir que

el sabotaje en tanto que hermenéutica americana persigue su aroma.

407 KUSCH, Rodolfo. América Profunda. óp. cit. pp. 178-182.

347

a) Hacia una hermenéutica americana

¿Qué significa una hermenéutica americana? ¿Por qué es diferente? ¿Cuáles son sus

mediaciones, sus negociaciones, sus configuraciones particulares y sus elementos transversales?

La hermenéutica, en este caso, es un sendero filosófico que deseamos comprender desde las

historicidades, los lenguajes y las resistencias culturales en tanto que elementos configuradores,

o bien en tanto que movimientos, modulaciones, que muestran y enfrentan la problematicidad de

pensar una hermenéutica americana. Veamos esto.

Cuando la hermenéutica americana piensa estos tres elementos como modulaciones,

movimientos (historicidades, lenguajes y resistencias culturales) desde el reconocimiento de su

multiplicidad, entonces puede también considerarlos “siendo” al mismo tiempo, ejecutándose a

la vez. Diferentes historicidades “siendo” y “construyendo” múltiples identidades y significados

culturales. América Latina en general cumple durante el período colonial esta necesidad de

reconstrucción constante de múltiples identidades. Empero su necesidad de control –sea con un

sistema de castas (colonial) o una homogeneización igualitaria (republicana)– no esconde el

hecho de la múltiple constitución identitaria que tiene América previa a su invención. Pensar

hermenéuticamente la multiplicidad de historicidades nos lleva a considerar cómo desde

América colonial es posible comprender profundamente las tensiones y las pulsiones en los

procesos generadores de identidades culturales, junto con sus trasfondos y alcances epistémicos

e ideológicos.

Desde esta posición ya hemos indicado a la colonialidad como un enlace central. Las

historicidades están conectadas a través de la colonialidad. No son historicidades que surgen

desde la comparación, son más bien trayectorias múltiples, no integradas totalmente en el flujo

de la historia única o unidireccional, eurocéntrica y universalista. La comprensión histórica de la

hermenéutica, en este punto, no deja de ser occidental. Más bien lo es internamente. Es la

colonialidad aquello que apunta a la hermenéutica americana y sus historicidades en trayectorias

múltiples hacia una morada solidaria y alternativa. La realidad colonial o postcolonial es

enfrentada pensando cómo operan sus modos de dominio en tiempos y geografías diversas. En

este contexto, las historicidades son integradas por su interacción como experiencias históricas

extra-europeas que se mueven dentro de la condición colonial desde el siglo XVI en América.

348

Estas historicidades otras, alternativas, han fagocitado, comprendido, adaptado, acomodado sus

experiencias a las circunstancias en las cuales se han desenvuelto, sin por ello perder

completamente la actitud de rememoración de sus identidades pasadas (perdidas, olvidadas). La

hermenéutica americana debe pensar estas identidades situadas, estando junto a otras, pasadas,

contemporáneas, diferentes, nuevas. Por ello, comprendemos a la pluralidad de historicidades

como una entrada teórico-metodológica determinante para lo colonial y sus efectos reversos. Si

son pensados éstos desde una América colonial como un re-inicio o un inicio otro de todas sus

trayectorias históricas.

Respecto de los lenguajes es importante destacar su condición creativa. Los lenguajes en

América se distinguen por su acercamiento o relacionalidad con una oralidad y una materialidad

otra, diferente, extra et intra eurocéntrica. Hemos establecido que los lenguajes en América son

polisensuales, múltiples y en proyección. Aquí una hermenéutica americana debe interpretar

estos materiales, sin reducir lo lingüístico a lo extralingüístico y viceversa. Sin establecer

univocidades. Los lenguajes, en este sentido, son útiles porque dicen, porque median. Mediante

los lenguajes los seres humanos componen sus mundos, sus culturas. En América lo polisensual

se nutre de “formas narrativas” (orales y no orales) constituyentes de conocimientos, sabidurías

y memorias culturales. Hablamos de formas encarnadas y actuadas de la memoria, donde lo

narrativo es también performático. Ahí donde lo narrativo colinda con lo no narrativo, entre lo

oral y lo no oral. Es entonces una narración no lineal, no progresiva, no constructiva en un

sentido teleológico o programático. Son narrativas rememorantes que no buscan “representar”,

que no buscan “relatar” una historia sino que traerla de vuelta resemantizada. En cierto sentido,

son lenguajes dominantes, pero sin hegemonía. Polisensualidades dispuestas para la

interpretación desde las propiedades particulares de sus códigos pertenecientes al proceso de

interpenetración de prácticas y modelos culturales. Si estas polisensualidades logran ser

traducidas, entonces se encuentran muchos lenguajes y significados en copertenencia y traspaso.

La polisensualidad es ya una traducción porque acarrea el traspaso de sentimientos, experiencias,

a una materialidad, a un soporte no escritural (alfabético). El ejercicio de la oralidad traducida a

las materialidades no escriturales es ya una bifurcación en el sentido de una traducción. He ahí lo

visual, lo musical, lo teatral, lo textil, lo volumétrico, entre otros, como modelos y materiales

puestos para la interpretación y la traducción cultural de sus contenidos.

349

En un acercamiento a los lenguajes, a sus modos y procesos constructivos de códigos

cultuales en América colonial, no es posible descontar la dimensión relativa al control de la

memoria cultural. Las tecnologías de comunicación logocéntricas –conforme a su posición de

dominio– desarrollan la escritura alfabética en virtud de sus proyectos políticos, su ideología

dominante. Una escritura basada en un orden, una materialidad, una progresividad que en el caso

americano se encuentra “entre o junto” a niveles de interpretación múltiples. El proceso de

instalación ideológica a través de la escritura alfabética en América (desde el siglo XVI) ha sido

necesariamente transformativo, compartiendo, apropiando y agenciando tecnologías de

comunicación, escrituras tensionadas por imágenes, por nudos, por texturas y tradiciones, por

símbolos y experiencias otras que forman aquel espacio de dominación sin hegemonía. He ahí la

aparición del intérprete, del traductor y mediador cultural, como figura determinante en estos

procesos de control político a través de los lenguajes. Una lectura sobre la traducción como

acción política, como estrategia de control y dominio, y como espacio de creación y posibilidad,

es la propuesta por Echeverría:

“En efecto, ser intérprete no consiste solamente en ser un traductor bifacético, de

ida y vuelta entre dos lenguas, desentendido de la reacción metalingüística que su

trabajo despierta en los interlocutores. Consiste en ser el mediador de un

entendimiento entre dos hablas singulares, el constructor de un texto común para

ambas.

La mediación del intérprete parte necesariamente de un reconocimiento escéptico,

el de la inevitabilidad del malentendido. Pero consiste sin embargo en una

obstinación infatigable que se extiende a lo largo de un proceso siempre renovado

de corrección de la propia traducción y de respuesta a los efectos provocados por

ella. Un proceso que puede volverse desesperante y llevar incluso, como llevó a la

Malintzin, a que el intérprete intente convertirse en sustituto de los interlocutores a

los que traduce.

Esta dificultad del trabajo del intérprete puede ser de diferente grado de radicalidad

o profundidad; ello depende de la cercanía o la lejanía, de las afinidades o antipatías

que guardan entre sí los códigos lingüísticos de las hablas en juego. Mientras más

350

lejanos entre sí los códigos, mientras menos coincidencias hay entre ellos o

mientras menos alcancen a cubrirse o coincidir sus respectivas delimitaciones de

sentido para el mundo de la vida, más inútil parece el esfuerzo del intérprete. Más

aventurada e interminable su tarea”408.

Echeverría conjuga la figura de la Malintzin con nuestro acercamiento a la noción del

indio ladino y su ladinidad. Como hemos intentado demostrar, ahí se desarrolla la noción de una

subjetividad equi-diferente, ambivalente de forma equilibrada y problemática entre horizontes

culturales diversos. En la ladinidad evidenciamos cómo las traducciones y las mediaciones

lingüísticas y culturales se “acomodan” apropiando algunos elementos y obviando otros,

ubicándose entre jerarquías, categorías, distanciamientos. Este “acomodo” es el centro de su

posibilidad y rendimiento para una hermenéutica americana. La acción de mediación e

interpretación condensa la dificultad y la relevancia de encontrar grados de traductibilidad en

determinadas subjetividades o bien posiciones de enunciación-interpretación que se desarrollan,

se traducen, por necesidad, finalmente, política.

Hemos ya indicado la dimensión histórica y lingüística, desde ellas entramos en la

dimensión política no como producto del problema histórico y lingüístico, sino como un

problema equivalente. Desde esta perspectiva política queremos pensar el rendimiento de las

resistencias culturales. Es preciso situar a cada una de las diferentes formas de resistencia

cultural como parte de complejos ejercicios de apropiación, recodificación y resemantización.

Las resistencias culturales, como hemos señalado, contienen un sentido profundamente

relacionado con el reclamo y la oposición, con la demanda y la protesta. Esto nos obliga a pensar

una hermenéutica americana ahí donde la resistencia es subalterna y plural en sus reclamos.

Pensar las resistencias es también pensar los modos particulares de subalternidad en las

relaciones de dominio asimétricas que han acontecido “en estas tierras”. Cuando la hermenéutica

integra la subalternidad no sólo descubre al otro (alteridad) sino cómo éste co-pertenece a las

relaciones de dominio. Los modos de la subalternidad en América han sido siempre modos de

una “propositividad reversa” al dominio. Es este efecto reverso aquello que vuelve a sus

múltiples historicidades, lenguajes y resistencias culturales cruzadas y tensionadas por sus

oportunidades, sus resignificaciones y sus recreaciones concomitantes (ciertamente, bajo el alero 408 ECHEVERRÍA, Bolívar. La Modernidad de lo Barroco. óp. cit. pp. 21-22.

351

de la colonialidad como aquella diferencia sustancial que determina la manera de una

hermenéutica americana).

Las resistencias culturales –incorporadas a la problematicidad de una hermenéutica

americana– son consecuencia del impulso teórico crítico que busca al sabotaje como modulación

metodológica en el análisis-interpretación de América desde su condición colonial y su

colonialidad. Es la actitud del sabotaje aquello que lo diferencia en la instalación de la pregunta

por la hermenéutica americana. Pensar desde la triple acción y relación entre historicidades-

lenguajes-resistencias dota al sabotaje de una particular hospitalidad para con prácticas

culturales de reclamo y demanda llevadas a cabo por subalternos. El eje de interpretación

presente en la resistencia cultural proporciona la mirada asimétrica necesaria para comprender

las particularidades de los fenómenos culturales en América Latina. En otras palabras, es el

momento de una hermenéutica que funciona como ontología política americana, donde la triple

relación (historicidades-lenguajes-resistencias) cuestiona y produce nuevas problemáticas desde

dentro.

Aquí lo importante es establecer la crítica americana a la noción eurocéntrica de

hermenéutica. Lo determinante es entonces potenciar una hermenéutica situada en América y el

sabotaje como el relámpago, como el aroma que nos permite acceder a ella. Para ello, es

prudente volver sobre la reflexión de Kusch, particularmente en la distinción entre el ser y estar.

Seguimos la aclaración de Enrique Mareque: “La oposición de estar y ser es la de dos

experiencias humanas que se enfrentaron en América: el ser como horizonte de la dinámica

cultural europea y el estar como modo de supervivencia y acomodación al ámbito americano”409.

Bien sabemos que Kusch vuelve al saber indígena como fuente filosófica, asimismo sabemos

que descubre la tensión entre las dimensiones no eurocéntricas del pensamiento indígena y

popular desde un criterio situado, acomodado en su geoculturalidad. En cierto sentido, para

Kusch, el indio se encuentra dentro del mundo, es parte del paisaje, a diferencia del europeo o

criollo, quien está ante el mundo para dominarlo. En la diferenciación entre el ser y el estar,

cuando Kusch habla del ser es evidente la resonancia del pensamiento de Heidegger y su crítica

a la técnica, empero cuando Kusch destaca el estar, entonces inicia un desplazamiento hacia el

409 MAREQUE, Enrique. Líneas fundamentales del pensamiento de Rodolfo Kusch. En: AZCUY, Eduardo (comp.) Kusch y el pensar desde América. Buenos Aires, Fernando García Gambeiro, 1989. 65p.

352

terreno de lo aún no dicho, hacia un pensamiento filosófico americano aprehendido desde

cuestionamientos propios en diálogo crítico con las categorías del pensamiento occidental.

Para Kusch el estar implica la falta de una esencia fija. Ubica en primer lugar un mundo

poblado, sujeto a múltiples circunstancias, y no de lleno de “objetos” o “cosas”. Esto lleva a

pensar la vigencia de un mundo donde la vida tiene un arraigo, puesto que el estar refiere al

habitar en el aquí y el ahora de modo tal que asegure un domicilio, un lugar. Al respecto sostiene

Carlos Beorlegui:

“Frente a la lógica occidental griega, apoyada en la categoría ser (configurada como

esfuerzo por llegar a ser), y frente a la categoría del acontecer, como historia y

ética, de la tradición judía, está la realidad indígena, constituida por la categoría

central del estar-así, que implica pasividad y mayor cercanía con la realidad. La

cultura indígena estaría constituida, según Kusch, por un contacto previo y

emocional con la realidad. El mundo del estar está configurado por un mundo

mágico, lleno de símbolos, mientras que el mundo del ser, tiene un radical carácter

agresivo, conquistador, racional, fuera de todo control”410.

El ser para Kusch es siempre ser alguien y conlleva una actitud de invasión y dominio del

mundo (la técnica o el patio de objetos y utensilios411). El estar ocurre en el mundo, en la

naturaleza, por el contrario el ser se distancia, objetiviza al mundo, para manipularlo, dominarlo,

calcularlo. En el estar todo ocurre en la naturaleza, le ocurre al hombre. En el ser todo ocurre

afuera, separado del hombre. Indica Kusch:

“La intuición que bosquejo aquí oscila entre dos extremos. Uno es el que llamo el

ser, o ser alguien, y que descubro en la actividad burguesa de la Europa del siglo

XVI y, el otro, el estar, o estar aquí, que considero como una modalidad profunda

de la cultura precolombina…”412.

410 BEORLEGUI, Carlos. Historia del pensamiento filosófico latinoamericano. Bilbao, Universidad de Deusto, 2004. 703p. 411 Véase KUSCH, Rodolfo. América Profunda. óp. cit. pp. 101-134. 412 Ibíd., 20p.

353

Luego, Kusch sostiene que la filosofía siendo universal es también regional y refleja

necesariamente las condiciones ontológicas (existenciales) de cada pueblo o cultura. La filosofía

contemporánea europea, por lo tanto, no es universal aunque lo pretenda porque no atiende a la

regionalidad sino que privilegia una específica; su aspiración universal denota solamente la

aspiración colonial impositiva de una experiencia histórica y de su verdad como única y

universal. América, por lo tanto, debe hacer su propia verdad derivada de su historicidad. He ahí

el pensamiento indígena y popular de Kusch como aquel factor seminal413 de un pensamiento

otro. Nuevamente, aquí lo fundamental es comprender que la hermenéutica eurocentrada no

alcanza a pensar los nichos culturales, emocionales e identitarios que hubo y que siguen

habiendo en América desde el período colonial. En cierto sentido, es pensar que Occidente en

América es un episodio y no una totalidad, o bien que desde América se configura

apropiadamente una reflexión post-occidental. Desde ahí podemos hablar de una

postcolonialidad americana en camino a una ontología otra, una epistemología otra. En ese

“estar en camino” la hermenéutica americana es propicia.

La idea del sabotaje tiene entonces que hacerse cargo de un pensar hermenéutico siempre

rememorante y alternativo. Pero, ¿cómo pensar rememorando desde América? ¿En qué forma

una hermenéutica americana, un sabotaje, logra llevar a cabo tal pensamiento de manera

“particular” y a la vez “alternativa”? El ejercicio de una hermenéutica americana, en este caso,

saboteadora, se juega en la potencialidad de los grados de desarrollo reverso que se han logrado

desde la experiencia colonial americana. Desarrollo reverso que conduce una rememoración que

re-elabora una memoria alternativa. Esta rememoración americana, alternativa, representa lo

ausente, lo trae de vuelta, ya no como tal sino como aquello otro, nuevo, devenido del ejercicio

de convergencia y divergencia entre horizontes culturales (tradiciones y memorias) que se

rearticulan desde un imperativo ontológico-político que, parafraseando a Kusch, “está siendo”.

Luego, siguiendo a Kusch, si el pensamiento occidental (europeo) se juega en el patio de los

413 Respecto del pensamiento seminal es importante distinguirlo como aquella “lógica irracional indígena” en la cual se desarrolla la distancia con el pensamiento occidental. El pensamiento seminal es afectivo, se juega en la negación y no en la afirmación. El pensar causal occidental (determinado por la forma de aprehender el mundo y “su patio de objetos”) se aleja de la espera y la contemplación que caracterizan un acercamiento seminal. En este sentido, un pensamiento seminal es también un código conductual (comportamiento) que se distancia de la occidentalidad del pensar, precisamente porque se “conduce” de manera alternativa conforme a sus afectividades otras, diferentes de las establecidas por la occidentalidad del pensar (suisuficiencia), más comunitarias (solidarias o transversales).

354

objetos y utensilios, entonces el pensamiento seminal (americano) se da en términos de

“contemplación y espera”, en busca de conciliar los extremos desgarrados que se presentan en la

experiencia de la vida. Lo indígena y lo popular van directo a una lógica diferente en el trato con

el mundo de la vida. Kusch distingue la negatividad e irracionalidad del pensamiento seminal

americano en relación directa con la causalidad y progresión del pensamiento occidental.

Negatividad fundante (en oposición a la lógica occidental de la afirmación) que niega lo óntico

para pensar desde lo sagrado. El sentido de un pensamiento rememorante en Kusch nos alerta

sobre la composición particularmente opuesta a los patrones culturales occidentales. Entonces, lo

propiamente americano recrea lo recibido como algo nuevo. Negar cualquiera de las fuentes

culturales parcializa y resta profundidad en una reflexión americana. Al atender la particularidad

de la subjetividad americana desde una integridad e interioridad se establece la experiencia

abierta de reconocimiento, de resignificación en todas sus posibilidades. Kusch interviene en el

posicionamiento de una hermenéutica de lo pre-óntico (sagrado) para desentrañar y abrir el

acontecer americano a través de una consideración por sus “medios tonos”, por los gestos y los

silencios implícitos en la recreación y en su diferencia cultural. Lo complejo de su indicación es

la regionalidad del pensamiento seminal414 que, finalmente, se puede soslayar sólo con una

comprensión ontológico-política solidaria.

Echeverría, por su parte, nos ha indicado otros avizores componentes para nuestra

reflexión hermenéutica: el mestizaje cultural y lo barroco (ethos). Éstos ponen en manifiesto no

sólo la experiencia colonial americana, sino la existencia de un “pensamiento alternativo”

producto de sus componentes heterogéneos. Echeverría afirma una compleja situación identitaria

(su evanescencia) como parte fundacional de un pensamiento alternativo americano. Esta

afirmación no reduce el factor geocultural, pero si lo encausa como parte correlacional de un

fenómeno inevitable. Más allá de un pensamiento seminal Echeverría reconoce la posibilidad de

la imbricación cultural como parte de un camino histórico-filosófico propio. En Echeverría se

encuentra el elemento solidario de aproximación y entendimiento debido a que reflexiona sobre

la especificidad de la identidad americana dentro de una modernidad múltiple (no sólo

eurocéntrica). Destacamos, nuevamente, la entrada y la propuesta filosófica presente en su

comprensión por lo barroco y por el ethos barroco:

414 Es preciso recalcar que Kusch argumenta desde el campo geocultural andino, desde los hombres andinos (runa) y sus tradiciones culturales en el contexto epocal de la modernidad tardía (siglo XX).

355

“La sabiduría particular que se genera dentro del ethos barroco es una sabiduría

conceptuosa (como diría Gracián) o metafórica (en la acepción original que tiene

este término en la Poética de Aristóteles); una sabiduría que se atreve sin duda a

conocer, que se aventura en la actividad propia de los dioses, la de nominar lo

innominado, pero que lo hace sin quitar a éstos de su sitio, como si no lo hiciera. Es

un comportamiento cognoscitivo que concibe al conocer como un poner a lo otro,

no metafísicamente en conceptos, sino mundanamente en palabras, en obras; como

un trabajo que consiste en desatar primero la articulación natural que constituye el

signo, entre su plano de expresión y su plano de contenido (en cortar la conjunción

contingente pero fundadora de necesidad que está en la arbitrariedad del signo), y

en arreglárselas inmediatamente después, al multiplicar el significado mediante un

llevar más allá (metá-féro) la vigencia del significante –al re-anudar o re-suturar esa

articulación en la mise-en-scène instantánea de la frase pronunciada y entendida, de

la forma modelada y disfrutada–, para prestarle fugazmente un nombre a lo sin

nombre, para hacerle por un momento un lugar a lo excluido o inexistente”415.

Nuevamente, siguiendo a Echeverría, he aquí un pensar de forma rememorante desde

América que considera el período colonial en tanto que el momento de desestabilización y

creación de aquel ethos barroco, de aquella manera de pensar “poniendo lo otro”, de aquel “estar

siendo” expectante y relacionado vitalmente a su entorno. Pensar de forma rememorante desde

América colonial es pensar lo intempestivo del acontecimiento histórico americano también

como metáfora, conceptuosamente. Desde ello, la pregunta por las historicidades, los lenguajes y

las resistencias culturales funciona como plataforma de conceptualización para una hermenéutica

situada y pensada desde América. Una hermenéutica atenta a los procesos de reconstrucción de

la memoria cultural y los mecanismos, tecnologías y apropiaciones que la permiten. En

consecuencia, buscamos un pensar rememorante que emerge y que se ubica en términos del

sabotaje no como entelequia discursiva, sino que encarnándose en todos aquellos quienes

poniendo lo otro “en palabras y en obras” cumplen el sabotaje, en todos aquellos saboteadores.

Son ellos quienes inauguran un pensar rememorante americano.

415 ECHEVERRÍA, Bolívar. La Modernidad de lo Barroco. óp. cit. 224p.

356

b) Saboteadores: Rememoración y traducción cultural americana

La noción del sabotaje como hermenéutica americana nos ha permitido descubrir algunos

elementos transversales para el análisis-interpretación de América colonial. El sabotaje puede

también ser adscrito a una particular subjetividad americana, es esto lo que hemos intentado

visualizar en nuestro acercamiento a los traductores y mediadores culturales en el contexto

histórico y cultural del período colonial latinoamericano. Dentro de estas subjetividades

mediadoras y fronterizas hemos destacado los casos de indios cronistas, autores y traductores,

ladinos, enlaces para y dentro de una sociedad en reconstrucción de sus horizontes culturales.

Los indios ladinos de élite, educados, evangelizados, son aquellos quienes sabotean y

direccionan una reconfiguración de su sentido histórico como grupo social y cultural arrojado y

funcionalizado en el nuevo orden colonial.

Entendemos por saboteadores a todos aquellos que logran encausar la proyectividad de su

experiencia histórica en términos de memoria y rememoración. Los sujetos históricos que hemos

presentado como parte de la composición teórica del sabotaje no son casos generales. En el

mejor de los casos son generalizables no por sus obras sino por sus intenciones. Ambos,

Tezozómoc y Guamán Poma, buscan su memoria. Bien hemos utilizado la comprensión de la

traducción y la mediación cultural como categorías de descripción útiles y cercanas al proceder

estilístico presente en sus Crónicas. Pero también, de forma coordinada, debemos indicar un

antecedente cultural relacionado, ciertamente, con su modo colonial americano. Una cultura de

la traducción americana es el campo abierto donde cultivar e integrar a los saboteadores y su

ejercicio rememorante. Este movimiento explicativo pretende determinar los inicios de una

tradición americana relativa a la traducción cultural. La traducción como reflexión occidental

sobre la relación intercultural es un elemento que hemos calificado como transversal, sin

embargo, comprendemos que en esta transversalidad hay siempre una especificidad, una

particularidad que se establece debido a que la rememoración no es única sino múltiple y

determinada por su contexto referencial. Hablamos de un pensar rememorante americano que

cumple con el balance entre la multiplicidad y la transversalidad del fenómeno de encuentro y

traducción cultural.

357

Ahora bien, es preciso diferenciar (caracterizar) la bifurcación de la traducción americana

atendiendo a la tensión con la traducción europea. Esta perspectiva es sostenida por Wolf

Lepenies, quien indica claramente la condición de traducción y una cultura de la traducción en el

contexto eurocéntrico:

“La adaptación de las culturas no puede ser el objetivo, sino su principal

traductibilidad recíproca. Por eso, se permite la palabra belles infidèles, de ‘bellos

infieles’, que fue acuñada por Francia como lema para las traducciones bien

intencionadas pero defectuosas en tanto que características generales de todas ellas,

también utilizada para las traducciones ‘correctas’: Ellas son infieles, aquí hay una

total e inevitable infidelidad, que tiene una función artística y social importante. La

conciencia de una cultura común europea no se construyó, finalmente, a través de

las traducciones; la cultura europea es una cultura traducida. Así escribió Nietzsche,

se conquistó siempre cuando se tradujo, pero se corrió el peligro (en ello) –algunas

veces extraordinariamente atractivo–, de ser asimilado por la cultura

conquistada”416.

Seguimos a Lepenies, identificando el indicador eurocéntrico de la traducción como

oportunidad y peligro de fagocitación reversa. Sin embargo, la oportunidad y el peligro se

presentan tanto en el acontecer europeo y extra-europeo de la traducción cuando despliega una

traducción cultural. Si se piensa desde la colonialidad del fenómeno de traducción, entonces el

componente eurocéntrico no deja de ser un punto de inflexión. La traducción cultural americana

tensiona la traducción eurocéntrica tanto como en su dimensión solidaria lo hacen todas las

experiencias de traducción desarrolladas desde la expansión europea del siglo XVI. La cultura de

416 LEPENIES, Wolf. Die Übersetzbarkeit der Kulturen. Ein europäische Problem, eine Chance für Europa. En: HAVERKAMP, Anselm. Die Sprache der Anderen: Übersetzung, Politik zwischen den Kulturen. Frankfurt am Main, Fischer Taschenbuch Verlag, 1997. 101p. “Nicht die Angleichtung der Kulturen kann also das Ziel sein, sondern ihre prinzipielle wechselseitige Übersetzbarkeit. Daher last sich das Wort von den belles infidèles, den ‘ungetreen Schönen’, das Frankreich als Schlagwort für gutgemeinte, aber fehlerhafte Übersetzungen geprägt wurde als generelles Kennzeichen aller, auch der “richtigen” Übersetzungen verwenden: Sie sind untrue, aber hier ist die Untreue ganz unvermeidlich, sie hat eine wichtige Künstlerische and soziale Funktion. Das Bewusstsein von einer gemeinsamen europäischen Kultur bildet sich nicht zuletzt durch Übersetzungen heraus; die europäische Kutltur ist eine übersetzte Kultur. Wie Nietzsche scrieb, erobert man stets, wenn man übersetzte, aber man Lief dabei auch die –manchmal ausserordentlich reizvolle– Gefahr, von der eroberten Kultur assimiliert zu wenden”. (Traducción Alejandro Viveros)

358

la traducción americana tensiona las tecnologías y técnicas de comunicación, como ya hemos

indicado, desde la polisensualidad referencial, pero también tensiona la expresividad propia de

una tradición oral basada en elementos corporales y materiales. Hay una doble tensión que

construye a la cultura de la traducción americana. El traspaso de contenidos es multidireccional.

El proceso códigofagico (apropiativo) da cuenta de este fenómeno. La dificultad o bien la

especificidad polisensual de los lenguajes americanos determinan este proceso apropiativo y

agenciante en el espacio de la resemantización de los signos y significados que busca traspasar e

interrelacionar. Aquí la especificidad americana es un movimiento relacionado con un acontecer

extra-eurocéntrico de dimensiones profundamente arraigadas y difícilmente traspasables, pero

siempre transformables.

El problema de la traducción cultural americana, su tradición traductora, logra ser

supeditado, en el caso del sabotaje como hermenéutica americana, a un espacio que dentro de la

memoria proyecta el pasado más allá de la letra (escritura), recuperándola a través de ésta junto

con otras formas y tecnologías de registro. Aquí lo determinante es el grado de supervivencia

(permanencia) de sentidos y significados, y el cambio (resemantización) al cual están sometidos

como parte del desarrollo y reconstrucción de una memoria cultural.

Siguiendo a Paul Ricoeur, respecto de la reflexión sobre la memoria cultural, hay un grado

de compromiso, de promesa, fuertemente involucrado. La promesa no tiene sólo un destinatario,

sino también un beneficiario. La memoria se compone de una promesa ahí donde se vectoriza el

sentido del recuerdo hacia un futuro. El compromiso de este prometer, de la promesa, es el suelo

de la memoria. Ricoeur señala:

“De una promesa más fundamental, la de cumplir con su palabra en cualquier

circunstancia; se puede hablar aquí de ‘la promesa de antes de la promesa’. Es ella

la que le da a cada promesa su carácter de compromiso: compromiso para con… y

compromiso de… Y a este compromiso precisamente se vincula el carácter de

ipseidad de la promesa que encuentra, en ciertas lenguas, el apoyo de la forma

pronominal del verbo: yo me comprometo a… Esta ipseidad, a diferencia de la

mismidad típica de la identidad biológica y del carácter de un individuo, consiste en

una voluntad de constancia, de mantenimiento de sí, que pone su sello en una

359

historia de vida enfrentada a la alteración de las circunstancias y a las vicisitudes

del corazón”417.

La promesa conduce en forma particular la rememoración del sabotaje. Conduce la

memoria y la traducción cultural americana en un sentido fundacional debido a que no se cierra a

la proyección (en múltiples formas) de su experiencia histórico-cultural. La promesa y el

compromiso que maniobran la rememoración americana impregnan a la traducción cultural de

un elemento vital que está encausado de un modo diferente en la medida en que esa “historia de

vida” ha sido enfrentada a la alteración de sus circunstancias de forma profunda y violenta

(finalmente la colonialidad de su experiencia histórica), y que su reconstrucción cultural no ha

podido soslayar completamente. La oportunidad de una rememoración como promesa en el

terreno de “lo americano” abre la reflexión por una traducción cultural americana y no desmiente

la necesidad identitaria que compone su cuestionamiento. He ahí el paso ulterior de la traducción

cultural americana en términos del restablecimiento de la identidad cultural. Una identidad que

desde su pasado perdido se compromete con la interacción de elementos culturales en un modo

convergente pero asimétrico, desde una posición fragmentaria y propositiva. Sobre ello Beatriz

Sarlo sostiene:

“La fragmentariedad del discurso de memoria, más que una cualidad a sostener

como destino de toda obra de rememoración, es un reconocimiento preciso de que

la rememoración opera sobre algo que no está presente, para producirlo como

presencia discursiva, como instrumentos que no son específicos al trabajo de

memoria sino a muchos trabajos de reconstrucción del pasado”418.

Una tensión propositiva en la memoria cultural es aquello que queremos posicionar como

parte del sabotaje. Sabotear en términos de reconstrucción cultural significa articular el recuerdo,

la memoria, la identidad, considerando la plasticidad en la rememoración de los horizontes

simbólicos que determinan sus componentes culturales (costumbres, tradiciones, et alter) en un

movimiento constitutivo desde su interioridad como gesto tanto de reclamo y demanda, como de

417 RICOEUR Paul. Caminos del reconocimiento. Tres estudios. México, Fondo de Cultura Económica, 2006. 167p. 418 SARLO, Beatriz. Tiempo pasado. Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión. México, Siglo Veintiuno, 2005. 138p.

360

reinscripción y resemantización de códigos culturales. Aquí el sentido restringido de la memoria

se abre a un segundo grado (propositivo) presente en la modificación de los códigos culturales.

Es lo que viene después de la memoria de quienes vivieron los hechos y que establecen con éstos

una relación de posterioridad. Si el pasado no fue vivido, su relato no puede sino provenir de lo

conocido a través de mediaciones, traducciones, encuentros y tensiones. Luego, la

fragmentariedad de la memoria es constitutiva de una pluralidad de posiciones de enunciación-

interpretación que vuelven a la memoria un campo abierto. Múltiples formas de la memoria que

no pueden ser reducidas a una división sencilla entre la memoria de quienes vivieron los hechos

y la memoria de quienes los recrean. El ejercicio de traducción cultural es entonces parte de la

fragmentación y la rememoración que profundizan los re-establecimientos de códigos culturales

desde la complejidad de sus interacciones entre historicidades, lenguajes y prácticas de

resistencia cultural. Con ello, una vez que hemos adentrado la problematicidad de una traducción

cultural americana y su construcción de memoria cultural volvemos sobre los ejemplos del

sabotaje. Volvemos sobre los saboteadores quienes, como hemos expuesto, producen

móvilmente, fragmentariamente, su actitud ya en una América colonial. Ambos casos,

Tezozómoc y Guamán Poma, indios de élite y ladinos en cuanto a su gesta política, no pueden

llegar a ser reducidos a una categorización disciplinaria in extremis “histórica” o “literaria”.

El gesto de posicionamiento enunciativo presente en la obra de Tezozómoc y Guamán

Poma desacredita toda reducción de sus sentidos en la medida en que no son obras meramente

históricas o literarias. Junto a esta dimensión hay un sentido vital y un horizonte cultural que no

se juega “solamente” en las palabras que utilizaron para sus escritos. La condición de saboteador

entrega a ambos autores-traductores un emplazamiento alternativo. Esto viene dado entre

motivaciones concretas y circunstancias vitales, entre fines utilitarios individuales e

inspiraciones sociales.

Hemos indicado que el objetivo de Tezozómoc con sus Crónicas es la presentación de la

antigua oligarquía mexica-tenochca en una doble modalidad de reconstrucción identitaria. Las

Crónicas de Tezozómoc son casos únicos en la historiografía india postcortesiana. En su obra la

escritura funciona como instrumento que simplifica la memorización del relato oral que le da

origen. Ahora bien, Tezozómoc despliega una historia no progresiva, sin principio ni fin.

Despliega una historia estática que recrea los acontecimientos del momento inicial (la fe en el

361

destino mexica-tenochca). Ahora bien, esta historia estática no es una historia inmóvil, es más

bien una historia que conserva y se cruza con la teleología occidental. Tezozómoc no es un

historiador inepto o bien caótico, sino que es un historiador indio, un mexica-tenochca. En

consecuencia, los hechos históricos relatados o rememorados no son buenos o malos per se, sino

positivos si apuntan al orden primigenio y negativos si roen a éste. La “dialéctica del orden y el

caos” (si podemos utilizar estas palabras como eufemismos) en el mundo mexica-tenochca es el

elemento inicial de su comprensión de mundo y, por ello, un eje fundamental en la narración de

Tezozómoc. Sin embargo, es preciso subrayar que el ejercicio de recuperación y reconstrucción

de la memoria cultural, para el caso de sus Crónicas, establece un criterio concomitante y de

fagocitación de los elementos culturales, más allá “del caos y el orden”. En esta perspectiva, la

traducción cultural americana, ejecutada por Tezozómoc, es el medio de análisis-interpretación

que produce dos obras, dos crónicas (textos culturales) puestas en relación a través de dos

idiomas diferentes. Tezozómoc pertenece a la tradición americana de la traducción cultural en la

medida en que se ubica idiomáticamente entre dos horizontes culturales. Esto es evidente en la

dificultad de su escritura en castellano, con estructuras heterodoxas, grafías arcaicas y

referencias culturales muy específicas. Tezozómoc parece escribir desde una obsesión con la

traductibilidad explicativa, esto es evidente en la gran cantidad de frases en náhuatl que

conllevan una traducción castellana, fenómeno estilístico muy repetitivo en la versión castellana

(Crónica Mexicana).

El caso de Guamán Poma nos ha llevado a una enunciación diferente. La rememoración

de Guamán Poma propone una recuperación y reconstrucción de la memoria cultural que ya ha

apropiado los patrones hispanos (en particular la evangelización) y que desarrolla un reclamo

abierto hacia las circunstancias históricas (personales y grupales) de la época. El objetivo de la

Nueva Corónica –a partir de su sistema cronístico/epistolar– no tiene como destinatario a sus

contemporáneos indios. Es la Corona hispana el destinatario de la Nueva Corónica. Los avatares

de su sobrevida ya los hemos indicado, aquí solamente queremos volver sobre la noción de

destinatario que tiene el texto cultural de Guamán Poma. Hemos indicado la referencia personal

(relación autor-traductor/destinatario) de su producción como un gesto persuasivo en

construcción de una demanda, finalmente, etnocéntrica y utópica. No obstante, en cuanto a su

pertenencia o repercusión en una traducción cultural americana Guamán Poma permite, como

hemos indicado, la consolidación de la maniobrabilidad de códigos escritos y pictóricos como

362

medios de enunciación explicativos de otros (oralidades, nudos, teatralidades, musicalidades,

etc.) en proyección dentro la experiencia histórica andina. El estilo de la Nueva Corónica, en

este caso, despliega una persuasión –a través de la intervención política– referida a la

composición cultural en el Perú virreinal. La complejidad del texto cultural de Guamán Poma

acarrea desafíos complejos dentro de los cuales la reconstrucción de la memoria cultural no deja

de ser problemática (en un nivel de creación e influencia de horizontes de significación). La

reconstrucción de la memoria cultural en la especial manera de la Nueva Corónica –como una

narración persuasiva– denota la tensión de una estrategia de enunciación que busca legitimar el

espacio andino por medio de tecnologías y mecanismos ajenos a su tradición cultural, pero

cercanos y agenciables. Brenda Acevedo contempla esta perspectiva indicando que:

“De este modo podemos considerar el concepto de ‘literatura alternativa’ propuesto

por Martin Lienhard para el estudio de algunos textos coloniales, como el texto

guamampiano. La Corónica es un texto descentrado, subvertido, en el cual el autor

ha equiparado básicamente dos espacios: el verbal (escritura) y el icónico

(imágenes). Este tipo de discurso, debido a su condición, requiere un tipo especial

de interpretación ‘doble’. Guamán Poma asimila lo occidental para dar validez a su

texto; sin embargo, mediante los dibujos subvierte el poder dado en la escritura a lo

europeo; esta ‘subversión’ solo puede ser comprendida por medio de una doble

lectura (lectura profunda) interpretativa de las imágenes. Es, precisamente, la

segunda lectura la que nos ayudará a probar la hipótesis presentada: la Corónica es

un texto policultural (Lotman) en el cual la configuración de lo andino y lo

occidental es una estrategia consciente del autor”419.

En este contexto, el discurso de Guamán Poma en estos términos “resistentes” es un

discurso fronterizo, limítrofe. La Nueva Corónica ejemplifica claramente las repercusiones

sociales en el conocimiento y el uso de la lengua castellana por el autor-traductor (en mixtura

con el quechua y el aymara traspuestos en un alfabeto latino). Podríamos sostener que el mero

hecho de su inclusión en el estilo de la Nueva Corónica ya presenta una “inversión

419 ACEVEDO, Brenda. La resistencia cultural en Felipe Guamán Poma de Ayala. Análisis del yo discursivo en la Nueva corónica y buen gobierno a través de la iconografía: ¿Un yo disidente o un yo amalgamador? Crónicas Urbanas (15): 22, 2010.

363

epistemológica” de los códigos culturales coloniales, siendo éste un aspecto positivo para una

enunciación india. Asimismo, a través de esta intervención sucede la ruptura del binarismo

(indio-europeo/oral-escrito). Esta ruptura es el resultado de la combinación lingüística que llega

a transformar la manera en la cual funcionan e interactúan los códigos culturales andinos e

hispanos. Al mostrar que se puede comunicar por escrito en quechua o aymara, Guamán Poma

altera la estructura lingüística india esencialmente oral y simbólica, europeizándola.

La interoperación de elementos culturales distintos, presentes en la obra de Guamán

Poma, demuestra que el proceso de colonización en las regiones andinas se forja desde una

especial reconstrucción de la experiencia histórica. El contacto entre la historicidad andina y la

europea desestabiliza tanto la referencia a la tradición oral (histórica-memorial) como el

etnocentrismo logocéntrico europeo. Puesto que las rupturas y resignificaciones de las culturas

andina y europea resultan de sus interacciones sociales. Es posible concluir que las relaciones

interculturales generan nuevas entidades socioculturales más complejas que una simple “mezcla”

entre la cultura europea e india (andina). La noción de apropiación histórico-filosófico-cultural

aquí otorga la consideración a las relaciones de poder asimétricas desde el punto de vista

subalterno. Por lo tanto, la posición del indio (ya apropiativamente pensado) debe enfrentarse,

como hemos expuesto, desde la necesidad de una historicidad reconstructiva.

En este sentido, la aproximación a ambos cronistas indios, autores-traductores, se enmarca

en la discontinuidad con la tradición europea (hispana), y en la construcción de una

historiografía india (no indiana). Hemos descrito algunas distinciones determinantes para la

comprensión de estos autores-traductores indios reconociendo sus modos de enunciación como

elementos constitutivos de un pensamiento rememorativo americano. Quisiéramos explicitar este

aspecto desde su diametral influencia como el inicio de una trayectoria de interpretación

filosófica acaecida en América colonial. A lo largo de la investigación han sido expuestos los

contenidos históricos y filosóficos que nos permiten sustentar la existencia de un pensamiento

rememorativo americano. La pregunta sobre los saboteadores, sobre la calidad de la propuesta

de una reconstrucción de la identidad y memoria cultural india (mesoamericana o andina) hecha

por ambos autores-traductores es posible de ser comprendida desde la textualización de la

memoria cultural como base para el análisis-interpretación de sus reconstrucciones. Siguiendo a

Salomon en una acertada aproximación a la zona andina colonial:

364

“Toda la documentación indígena perteneciente a la primera gran acumulación de

testimonios por ‘naturales’ peruanos (de 1569 en adelante) es producto de esfuerzos

innovadores para colocar los datos de la memoria en nuevos marcos contextuales y

vertirlos en nuevos géneros, lo cual implica reformulación a todo nivel. No se trata

de la prolongación de tradiciones orales orgánicas en sus contextos habituales. Las

décadas de conversión religiosa, revolución tecnológica, desastre demográfico y

guerra política, ya habían problematizado una vez por todas el tiempo de los

antepasados. Las condiciones represivas del coloniaje comenzaban a impedir hasta

la formulación de preguntas relevantes al pasado precristiano. Todo lo que se

recordaba del pasado inca cambiaba rápidamente de significado, y los testigos lo

sabían. A cada paso los narradores tanteaban nuevos empleos del pasado, bajo

nuevas reglas discursivas, ante foros recién establecidos. Es, pues, inútil buscar en

la documentación colonial objetos verbales prehispanos en un sentido simple.

Nuestro objeto de estudio es el recuerdo en el mismo acto de reconceptualizarse”420.

En nuestra perspectiva, siguiendo a Salomon, queremos pensar el acto del recuerdo

reconceptualizado como el factor principal de regeneración cultural. Aquí la dimensión

filosófica del saboteador cruza las dimensiones históricas y culturales cuando buscamos en la

obra de ambos autores-traductores la pregunta por el sentido de su experiencia histórica (su

existencia), cuando logramos adosar a su reflexión un compromiso con el pasado y con el futuro.

La reconstrucción cultural como plataforma para un pensamiento americano, desarrollada por

autores-traductores, mediadores culturales, como Tezozómoc, Guamán Poma y muchos otros, se

convierte en la condición rememorativa que los distingue y, con ello, distingue a un pensamiento

americano anclado en la experiencia histórica, en su vitalidad y en el desarrollo de su memoria

cultural.

Las acciones de sabotaje (de reflexión rememorativa) que desarrollan ambos autores-

traductores son la evidencia de su proyecto ontológico-político de apropiación y reinscripción

histórica y cultural. La ladinidad de sus acciones apoya también esta perspectiva de apropiación.

420 SALOMON, Frank. La textualización de la memoria en la América andina: Una perspectiva etnográfica comparada. América Indígena (4): 250, 1994.

365

Su condición colonial y subalterna edifica la comprensión de los desniveles fácticos de su

experiencia histórica de forma atenta a las oportunidades (chances) que sus circunstancias les

ofrecieron. Las características de un pensamiento americano desarrollado desde la perspectiva de

los saboteadores transgrede el propósito literario y estético, además de postular la formulación

de una historicidad orientada a revalorar el componente indio frente al discurso colonial.

Son saboteadores, Tezozómoc y Guamán Poma, como muchos otros en su tiempo, porque

son capaces de re-establecer, a través de sus textos culturales, la memoria cultural. Cumplir el

compromiso de un pensamiento americano que vuelve en la rememoración de sus componentes

tensionados por una historicidad en ruptura con horizontes simbólicos (culturales) diversos. Son

saboteadores porque desarrollan un especial ethos que perturba la linealidad y la uni-

direccionalidad de la reinscripción histórica-memorial. Son saboteadores porque intervienen

desde dentro la lucha por la identidad cultural. Ambos autores-traductores se dedican a registrar

varios siglos de vida social india (tradiciones y costumbres). Ambos despliegan sus

motivaciones personales hacia demandas y reclamos de su grupo socio-cultural. Ambos

“cronistas indios” tienen ambigüedades y contradicciones debido a su libertad de pensar, escribir

y proponer soluciones a los problemas de las sociedades indias coloniales. Ambos expropian y

apropian, agencian y cruzan, diversos modos y tecnologías de comunicación y registro por la vía

de dotarlas de un significado diferente, adecuado a sus objetivos, reconceptualizado.

Esto vuelve al sabotaje y los saboteadores una categoría dispensadora de sentidos en

directa relación con los procedimientos, con las condiciones de apropiación y traspaso de

componentes culturales en una dimensión positiva. La forma en la cual componen sus acciones

de sabotaje conduce la acción de demanda hacia la reconstrucción de la filosofía latinoamericana

desde un inicio alternativo, no criollo, no mestizo, no europeo. La discusión filosófica por el

sabotaje como un inicio indio y colonial de la filosofía americana –en un cauce hermenéutico–

es el centro de nuestra reconceptualización. El rendimiento filosófico de la gesta política y

cultural presente en la llamada historiografía india nos muestra la ganancia de un pensamiento

rememorativo que traspasa en su sobrevida los sentidos y los límites a través de una

reconstrucción ontológico-política siempre determinada por el rendimiento de “los cruces y los

obstáculos” que pueden tener lugar en la multiplicidad regenerativa de historicidades, lenguajes

y resistencias culturales, conformando aquello que llamamos el sabotaje.

366

Lo que surge, en consecuencia, es la necesidad de pensar al sabotaje como factor de

interpretación móvil y atento a las propias fluctuaciones de un pensar que rememorando

determina la pregunta por lo americano. El trabajo de descripción del sabotaje debe entonces

girar hacia una profundización de su posibilidad transversal como perspectiva de interpretación

desde América colonial. Debe girar hacia un filosofía de la cultura americana que encuentra una

especialidad, una especificidad o particularidad, en un pensar alternativo inscrito por los

cronistas indios, por los saboteadores, donde legitiman su existencia y su historicidad en

proyección y tensión de sus horizontes de interpretación. Una particularidad que permite

vectorizar el impacto de la intervención de los saboteadores en un cauce filosófico propio,

americano, indio, persistente y resistente. La vectorización de los saboteadores es entonces

aquella intuición filosófica que guía las acciones de sabotaje. En suma, la intuición filosófica del

sabotaje vuelve a pensar América colonial como el amanecer del pensar rememorativo

americano.

367

c) Sabotaje como intuición filosófica. Perspectiva desde América colonial

“Se diría que el problema de América es un poco el de tolerar, si cabe, posibles

racionalidades diferentes, quizá para encontrar una racionalidad más profunda, o

mejor, más próxima a nuestros conflictos. Esto mismo habrá de restituir lo que

vitalmente se desgarra entre nosotros, porque facilitaría la intuición de una

coherencia interna que nivela los conflictos”421.

Ahora bien, ¿por qué el sabotaje es una intuición filosófica?, ¿cuál es su modo intuitivo y

a dónde conduce?, ¿por qué es retrotraído a América colonial como etapa inicial de un asunto

principalmente filosófico? El gesto intuitivo del sabotaje determina el avance ulterior de una

teorización que ha sido descrita en niveles de interpretación multidireccionales y, en todo

sentido, descentrados o bien tensionados en elementos descriptivos y cuestionamientos histórico-

filosóficos. Éstos han permitido demostrar una compaginación preparatoria para la definición de

una perspectiva de interpretación filosófica desde América colonial. El sabotaje como intuición

filosófica será expuesto, por lo tanto, como la consolidación de una perspectiva para aprehender

e interpretar los avatares constitutivos y los complejos procesos histórico-culturales a través de

un horizonte que rememorando reconstruye la memoria cultural.

La propuesta final del sabotaje como intuición filosófica sigue la noción de una tolerancia

transversal, que entrega coherencia la necesidad de “reconstruir en nosotros aquello que nos

desgarra”, un pensamiento adecuado a “nuestros conflictos”. Un pensamiento filosófico sobre lo

desgarrador, sobre lo humanamente íntimo, sobre la sensibilidad de la vida, sobre la vitalidad

como fuente de sentido para una existencia desde “estas tierras”. El sabotaje como intuición

filosófica es el agente conductor de una interpretación de América que atiende a “nuestros

conflictos”. Ésto ha sido desplegado a través de la investigación como aquella particular manera

de interiorizar los componentes (tensionados y en co-pertenencia) que forman y alimentan la

resemantización del concepto de sabotaje. Un pensamiento filosófico sensible, transversal,

integrador, que se conduce como rememoración y reconstrucción de la memoria cultural desde

421 KUSCH, Rodolfo. Geocultura del Hombre Americano. Buenos Aires, Fernando García Cambeiro, 1976. 136p.

368

un inicio alternativo, como hemos indicado, pero que proyecta indicaciones fundamentales para

nuestra reconceptualización de lo americano. Veamos esto.

Procuraremos establecer, primeramente, qué es lo que entendemos por intuición filosófica.

Siguiendo al Diccionario de la Real Academia Española (RAE), la palabra intuición refiere a la

“facultad de comprender las cosas instantáneamente, sin necesidad de razonamiento”.

Coloquialmente se entiende como “presentimiento”. En filosofía significa la “percepción interna

o instantánea de una idea o una verdad que aparece como evidente a quien la tiene”422. La raíz

latina remite al verbo intueri. Así también, refiere al sustantivo intuitio, o intuitionis. Intuir

remite a “percibir íntima e instantáneamente una idea o verdad, tal como si se la tuviera a la

vista”. “Mirar hacia dentro o contemplar”. El sentido de la intuitio es recogido desde el verbo

intueor: mirar hacia dentro, del cual el infinitivo es intueri y el perfecto intuitus sum. Intueri

indica también “considerar, estimar, observar, prestar atención, admirar, contemplar” 423.

El sentido de intueri es plausible de ser comprendido como un “modo de la consciencia”,

una facultad constitutiva del ser humano. La intuición utiliza un modo de la consciencia

inmediata sin recurrir a la razón (deducción). Esto significa que una intuición no es inferencial ni

desarrolla una conclusión de un razonamiento consciente. Tiende a la evidencia. Las intuiciones

son especies de pensamientos basados ulteriormente en la experiencia, siendo habitualmente

consideradas como un conocimiento “evidente”. Se entiende también como percepción sensible

en tanto que ella ofrece un conocimiento intuitivo de la realidad.

Filósofos y corrientes filosóficas diversas han atendido el problema de la intuición.

Ciertamente no podemos ignorar todo el trabajo de construcción teórica reflexiva sobre la

intuición iniciado ya con Platón y Aristóteles, y presente en el complejo desarrollo de la

metafísica como historia del ser424. La intuición como método se juega en la modernidad

eurocéntrica con Descartes, Leibniz, Spinoza, Hegel, Schelling, Nietzsche, Husserl y muchos

otros. No es nuestro deber profundizar en cada uno de ellos, ni tampoco centrar nuestra

422 REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. Diccionario de la lengua española [en línea] <www.rae.es> [consulta: 07 febrero 2012] 423 DICCIONARIO LATÍN-ESPAÑOL. óp. cit. 424 Véase HEIDEGGER, Martin. La metafísica como historia del ser. En su: Nietzsche II. Barcelona, Destino, 2000. pp. 326-372.

369

comprensión de la intuición a sus diferentes postulados. Por el contrario, podemos conferir la

problematicidad sobre la intuición (en la filosofía moderna) como la necesidad de explicar las

facultades cognitivas del ser humano bajo un problema ontológico anterior determinado por la

autoconsciencia (subjetividad) y su corolario epistemológico, es decir, el criterio de verdad

centrado en la certeza. Sin embargo, dentro de esta gama de posibilidades para problematizar el

sendero eurocéntrico, es conveniente detener nuestra mirada en cómo la hermenéutica filosófica

se ha hecho cargo del problema de la intuición. Nos gustaría volver a lectura de Henri Bergson

como una entrada y una invitación:

“¿Cuál es esa intuición? Si el filósofo no ha podido dar su fórmula, tampoco

nosotros lo lograremos. Pero lo que llegaremos a asir y fijar es una cierta imagen

intermedia entre la simplicidad de la intuición concreta y la complejidad de las

abstracciones que la expresan, imagen huyente y desvaneciente, que acosa,

inadvertida acaso, el espíritu del filósofo, que le sigue como su sombra a través de

todas las vueltas y revueltas de su pensamiento, y que, si no es la intuición misma,

se le aproxima mucho más que la expresión conceptual, necesariamente simbólica,

a la cual la intuición debe recurrir para dar “explicaciones”. Observemos bien esa

sombra y adivinaremos la actitud del cuerpo que la proyecta. Y si procuramos

imitar esa actitud, o más bien insertarnos en ella, veremos, en la medida de lo

posible, lo que el filósofo ha visto”425.

Para Bergson, la intuición es siempre una invención y, por lo tanto, es también una

discontinuidad. Sin caer en la yuxtaposición de influencias ni en la tergiversación de los

significados, determinamos que todo pensamiento filosófico se expresa a través de un(os)

determinado(s) lenguaje(s) y a través de ciertos símbolos y significados. Considerar a éstos

como la filosofía de un pensador, es un clásico error. Los símbolos y los lenguajes son sólo el

medio a través del cual se manifiesta una intuición. Por lo tanto, una vez que un pensador

pretende escrutar el sentido profundo de su intuición, se desarrolla un impulso, una dirección

que, recogiendo a su paso los diferentes elementos que la concitan, termina construyendo un

sistema conceptualizado (entramado conceptual). El sentido profundo de una filosofía para

425 BERGSON, Henri. Introducción a la metafísica. óp. cit.103p.

370

Bergson, en lugar de satisfacerse con el producto, debe insertarse en la intuición como una

“intuición filosófica”:

“Pero no es así; la materia y la vida que llenan el mundo están también en nosotros;

las fuerzas que obran en todas las cosas las sentimos en nosotros; cualquiera sea la

esencia íntima de lo que es y de lo que se hace, nosotros somos ello. Descendamos

entonces al interior de nosotros mismos: cuanto más profundo sea el punto que

toquemos, más fuerte será el impulso que nos volverá a la superficie. La intuición

filosófica es ese contacto, la filosofía es ese impulso. Vueltos al exterior por una

impulsión venida del fondo, alcanzaremos la ciencia a medida que nuestro

pensamiento se ensanche al esparcirse”426.

Seguimos a Bergson buscando en la materia y en la vida “el impulso y el ensanche” para

nuestro pensamiento filosófico, para nuestra reflexión sobre el sabotaje como intuición

filosófica. Comprendemos a la intuición filosófica como un movimiento del pensamiento que

relampaguea y desaparece, que evidencia y huye. Entonces, desde una comprensión material y

vital de la intuición, queremos conducir al sabotaje (en tanto perspectiva de interpretación) como

la mediación directa de un presentimiento referido a cómo leer y encontrar mirando

profundamente, interiormente, una “veta filosófica” en América colonial. Una “veta filosófica”

arraigada en las transformaciones, negociaciones, apropiaciones, intercambios en la dimensión

ontológico-política que hubo en los casos de demanda y reconstrucción de la memoria cultural

que hemos presentado intentando operativizar el concepto. He ahí el sabotaje como intuición

filosófica buscando desarmar “de forma alternativa e interior” las convenciones que han

interpretado a América colonial.

Por cierto, en la filosofía “de estas tierras” hay también algunas apreciaciones sobre la

intuición filosófica que nos gustaría considerar, en especial en su conflicto con la perspectiva

occidental de la intuición. Nuestra comprensión contempla una lectura sobre la intuición

filosófica que está relacionada directamente con la lectura que Kusch realiza sobre un método

intuitivo. Método intuitivo que Kusch acomoda para pensar lo americano:

426 Ibíd., 133p.

371

“Indudablemente, se trata de una aventura que está al margen de nuestra cultura

oficial. El pensamiento como pura intuición implica, aquí en Sudamérica, una

libertad que no estamos dispuestos a asumir. Cuidamos excesivamente la pulcritud

de nuestro atuendo universitario y nos da vergüenza llevar a cabo una actividad que

requiere forzosamente una verdad interior y una constante confesión”427.

Pero si comprendemos la frase de Kusch desde la libertad no alcanzada, desde su

marginalidad de la cultura oficial, lejana a la pulcritud del discurso academicista, científico,

entonces vemos llegar la verdad interior en forma alternativa, en un camino que no tiene el

temor de pensar desde la “pura intuición”. ¿Qué quiere decir aquí pensar desde la pura intuición

algo como la libertad?, ¿qué es lo que desde América puede configurarse como libertad utópica

alcanzable desde la verdad interior, si sólo pudiésemos empezar desde ella? No es nuestro

objetivo final definir la noción de libertad en América, pero si debemos establecer que el

parámetro que sigue Kusch para comprenderla es compatible con el sabotaje en la medida en que

dimensiona la intuición como acceso privilegiado. Tomar a Kusch es volver sobre la necesidad

de no caer en la supresión de la diferencia del pensar americano respecto del resto del pensar

occidental. Pensar desde la intuición americana exige pensar conjuntamente una salida otra, una

salida liberadora, una verdadera “vuelta de mundo” en una comprensión geocultural que

determina el pensamiento y la reflexión filosófica.

Ergo, la intuición del sabotaje opera frente a la multiplicidad de identidades culturales

como un acercamiento tendiente a una nivelación de tensiones y asimetrías en las relaciones de

poder acaecidas en América. Esto permite caracterizar el movimiento de interpenetración de

horizontes culturales dentro del proceso de “interpretación”, entre la explicación y la

comprensión. Aquí la hermenéutica (la interpretación) nos entrega una entrada importante para

la comprensión de los textos culturales. Comprendemos que la hermenéutica (como método

intuitivo) no es solamente un instrumento cognoscitivo, sino un componente existencial del ser

humano en su relación con el mundo de la vida. Por lo mismo, desde una intuición filosófica,

desde una intuición hermenéutica, lo que buscamos es hacer una filosofía propiamente

latinoamericana a la vez que inserta, diferente y equivalente en la reflexión filosófica mundial.

La hermenéutica americana, finalmente, el sabotaje como intuición filosófica pretende abrir el 427 KUSCH, Rodolfo. América Profunda. óp. cit. 20p.

372

ámbito de las interpretaciones sin caer en superposiciones. El sabotaje, en este sentido, comparte

proporcionalmente las interpretaciones conforme a sus desniveles fácticos concomitantes, esto

significa que no hay supresión total u olvido de los elementos en conflicto (dentro de cualquier

relación de poder), por el contrario, hay una valoración, una plusvalía en cada uno de los

elementos que interaccionan en las relaciones de dominación (subalternidad), en sus

apropiaciones, ganancias y despilfarros.

La categorización según nuestra comprensión del sabotaje en términos de las “acciones o

movimientos de sabotaje” ha procurado instalar una problematicidad referida a la realización de

acciones de resistencia cultural desde un prisma de apropiación y como un ejercicio de reclamo

y protesta encaminado a la refundación de su memoria cultural. Hemos recuperado la noción de

sabotaje desde su referencia a las ideas de resistencia cultural y desde su propia historicidad. Lo

que hemos puesto en debate, ulteriormente, es la subjetivación de la dominación, esto es, el

ejercicio del poder y las maniobras de oposición a éste, que constituye a los sujetos y que les

permite la recuperación de su memoria cultural. Recuperar la resistencia cultural es entonces un

movimiento de restitución de la identidad histórica. La resistencia como re-existencia puede

modificar las relaciones de poder. Para ello es necesario un movimiento conjunto en múltiples

dimensiones, fragmentario y multiestrático.

Pero, ¿qué es lo evidente de una intuición americana? ¿Por qué la intuición es un

sabotaje? Lo intuitivo de un pensamiento filosófico americano viene junto con su “herencia”,

viene de su “identidad”. Será la herencia identitaria en conflicto (y su potencialidad) lo

preponderante para la intuición americana, algo así como su alma mater. Es una herencia, una

identidad violentada, pero constitutiva. El gesto intuitivo que incurre en lo americano es aquello

que nos ha permitido ver la “evidencia” americana. Lo evidente es la reconstrucción de su

memoria cultural. Lo evidente es la existencia de especiales modos de reconstrucción, uno de los

cuales llamamos el sabotaje. Este particular modo de reconstrucción interior, desde dentro, lo

hemos demostrado desde la reflexión por la ladinidad y dentro de ésta, en los cronistas indios

como punto “cúlmine e inicial”. La relación interdependiente del sabotaje como teoría y del

saboteador como praxis, condiciona integralmente nuestra conceptualización desde una

interpretación compleja, siempre cercana a la experiencia histórica (y a sus transformaciones).

373

Nuevamente, ¿por qué intuición? ¿Por qué el sabotaje quiere desplegar una intuición

filosófica desde América colonial? Intuición filosófica aquí es una vuelta positiva a la dificultad

y la oportunidad que se presenta (en un modo hermenéutico) en la interpretación de América

colonial. Esto vuelca nuestra perspectiva hacia los códigos y las códigofagias culturales como

aquellos acontecimientos que rememoran y reconstruyen la identidad cultural de sus “usuarios”.

La intuición más valiosa, en este caso, es la referida a lo americano como elemento configurador

de tensiones identitarias. Lo americano como elemento tensionado, interior y transversal es

entonces el suelo de nuestra comprensión del sabotaje como intuición filosófica. Aquí es donde

el sabotaje se yergue como forma de leer nuevamente América porque sigue pensando un

problema fundacional desde los bosquejos y las reinscripciones que tienden y construyen la

memoria y la identidad americana. El problema de lo americano no se deja resuelto en términos

progresivos, más bien buscamos refundar a través del sabotaje una filosofía americana, intuitiva,

en proyección.

Refundar una filosofía de carácter subalterno como plataforma de entrada a sus

expresiones y sus modalidades de reconfiguración de memoria e identidad que acontecen de

forma especial desde el hecho de la colonización americana. Nuestro encausamiento del sabotaje

como reconstrucción de la memoria cultural es el gesto inicial de una reflexión filosófica que

converge y crea desde la etapa colonial una caracterización particular de la modernidad “en

clave americana”. La creatividad y el desplazamiento de un sabotaje como interpretación de

América colonial ha denotado los elementos centrales de una perspectiva crítica sobre lo cultural

y lo identitario. Seguimos a Kusch sobre este asunto:

“Y es que lo cultural consiste en un movimiento de visualización constante, que

parte de lo dado o impensable y apunta a lo visible, en el sentido de presente, pero

cuya esencia está en lo impensable mismo. Todo a su vez brinda habitualidad al

individuo, ya que se ubica, no obstante el carácter impensable, en el horizonte

simbólico propio y porque todo es a su vez fundante”428.

Siguiendo la indicación de Kusch hemos diseñado una fundación del pensar americano en

los actos de sabotaje que desarrollaron cronistas indios, indios ladinos, capaces de reinscribir su 428 KUSCH, Rodolfo. Esbozo de una Antropología Filosófica Americana. óp. cit. 67p.

374

memoria cultural. Estos saboteadores pensaron lo impensable y construyeron su horizonte

cultural y simbólico. El sabotaje como clave hermenéutica en referencia al elemento cultural

fundacional y simbólico de lo americano ha des-establecido los criterios reduccionistas para la

descripción de su labor de traducción y mediación cultural como mero relato o narrativa

histórico-literaria, visualizando su rendimiento como reflexión filosófica. En consecuencia, la

fundación de este gesto filosófico que busca o tiende a pensar lo impensable, lo logra cuando

trae y transforma los horizontes, las tradiciones y las prácticas culturales sobre la base de una

configuración identitaria en fragmentación, fronteriza y subalterna.

El accionar del sabotaje es complejo por cuanto no hemos establecido a la subalternidad

como una posición fija, inmóvil y esencial. Bien sabemos que donde no hay expectativa de

“trascendentalidad” no puede haber ninguna clase de “esencialismo”. Bien sabemos que se

obtiene un mayor rendimiento si comprendemos al subalterno como una pluralidad móvil, como

un “efecto” desplegado por y entre relaciones antagónicas, asimétricas, desniveladas. Digamos

que la posición de subalterno se obtiene allí donde una subjetividad sufre un proceso de

subalternización ejercida por otra. Por lo tanto, el subalterno no es solamente aquel que también

puede hablar, entre otras razones porque quienes supuestamente “no pueden hablar o realizar

actos de enunciación” son también ellos subalternizadores en un efecto reverso y propositivo de

la dominación. La diferencia entre las distintas subjetividades, grupos y pluralidades

antagonistas no impide la efectividad de las luchas políticas de los subalternos, ni de sus

acciones de protesta y demanda, puesto que hubo y hay situaciones que las requieren, y que son

constitutivas de acciones de rememoración y reconstrucción cultural.

El sabotaje determina la necesidad de estos relatos, de estas acciones de protesta y

demanda, las cuales en nuestra investigación ha sido referidas a las crónicas memoriales de

indios ladinos en tanto que espacios de apropiación, negociación e intervención. En ellas vemos

al sabotaje de forma afirmativa como parte de un doble movimiento de respuesta (doble vínculo–

double bind429), como una reflexión que involucra demandas y obstáculos improductivos en un

429 El sentido que el sabotaje toma desde la subalternidad, principalmente desde Spivak, es preparativo para una reflexión sobre cómo pensar dentro/fuera de las polaridades o dicotomías fundamentales: tradición/modernidad, colonial/postcolonial. Spivak habla de un sabotaje afirmativo (affirmative sabotage) intentando determinar una aparente contemporaneidad (entre tradición/modernidad) que precisamente no puede ser advertida si se piensa dicotómicamente. Spivak insiste en un doble vínculo (double bind) que

375

sentido fáctico, pero determinantes y fructíferos en su sentido rememorativo, memorial, cultural.

El movimiento conducente a una reflexión del sabotaje como doble movimiento obstaculizador a

la vez que regenerativo, demuestra la paradoja de su efectividad. La propuesta de pensar lo

americano desde una propositividad conceptual llamada el sabotaje retrotrae un ejercicio de

invención y redimensión de aquello que puede llegar a ser pensado desde América colonial y

que obliga a “imaginarnos” llevando a cabo un esfuerzo por cuestionar nuestra identidad, nuestra

particular condición de existencia, nuestras experiencias, construcciones y reconstrucciones

histórico-culturales. Bajo este desafío Anthony Bogues invita a usar la imaginación:

“En la medida en que lo hacemos e intentamos decidir cómo es eso, podemos vivir

juntos, nos preocupamos en llevar la invención a la existencia, haciendo a la

invención uno de los más importantes actos políticos de podemos realizar. Para

hacer esto se requiere de la imaginación. Para ocuparnos del profundo acto crítico y

radical de lo político, debemos restablecer la imaginación. Restablecer la

imaginación nos permite comenzar a pensar sobre las posibilidades. Nos permite

comenzar a pensar a través de otras prácticas que están fuera de nuestros

particulares campos conceptuales”430.

Y precisamente este gesto de imaginación es el que acarrea el sabotaje como intuición

filosófica. Bogues afirma claramente la necesidad de pensar lo existencial en lo político siendo

la imaginación, ulteriormente, el canal para pensar en proyección (vectorización) más allá y más

acá de nuestros límites, de nuestras fronteras educadas para la exclusión. Imaginar es aquí

transgredir; imaginación es una transgresión. No podemos dejar de considerar esta perspectiva

porque nos ha permitido modular el pensar por América colonial desde la conceptualización

filosófica llamada el sabotaje. Cuando se exige una calidad creativa del pensar que pueda

permitiría soslayar el pensar dicotómico estableciendo la necesidad de enfrentar y crear una epistemología alternativa. Véase SPIVAK, Gayatri. An Aesthetic Education in the Era of Globalization. Cambridge, Harvard University Press, 2012. pp. 1-34. 430 BOGUES, Anthony. Imagination, Politics, and Utopia: Confronting the Present. Boundary 2. 33 (3): 159, 2006. “As we make do and try to decide how it is we can live together, we engage in bringing invention into existence, making invention one of the most important political acts of making do. To do this requires the imagination. For us to engage in profound critical and radical acts of the political, we have to restore the imagination. Restoring the imagination allows us to begin to think about possibilities. It allows us to begin to think through other practices that are outside of our particular conceptual frames”. (Traducción Alejandro Viveros)

376

además hacer frente a la contingencia del mundo desde su profundidad como acto ontológico-

político, entonces el sabotaje se consolida como una alternativa de interpretación y una

interpretación alternativa de lo americano en general y del pensar histórico-filosófico americano

en particular. La exigencia de pensar las posibilidades, las trazas no completamente elaboradas

pero delineadas en una trayectoria reveladora, se torna en el sabotaje una amalgama de factores

y consideraciones que determinan una reflexión filosófica resemantizada y crítica.

El modo intuitivo del sabotaje tiene un tempo complejo y diacrónico. La discontinuidad

del sabotaje opera “dentro de” las estructuras de poder y significación que dominan las

relaciones dominador-dominado. Esta estructura (parte fundamental del orden colonial) es la que

se sabotea en la medida en que logra ser intervenida (obstaculizada) a la vez que

propositivamente desarrollada (desde su subalternidad, desde su reversibilidad) como plataforma

no sólo de reclamo y oposición, sino que también como espacio fructífero para la rememoración

y la reconfiguración cultural. Finalmente, la propositividad del sabotaje como perspectiva para

América colonial tiene una tendencia imaginativa, una tendencia intuitiva; supone una capacidad

de flexibilizar las fronteras teóricas, metodológicas, filosóficas, históricas y culturales para re-

imaginar cómo es posible pensar filosóficamente desde una posición de enunciación-

interpretación atenta tanto a los fenómenos y las experiencias humanas como a sus impactos

(negociaciones, mediaciones, intervenciones). Impactos que están en América desde su etapa

colonial y que han re-imaginado sus memorias, sus trasfondos y tradiciones culturales,

aperturizando un pensamiento otro, rememorativo y creativo, que enfrenta el problema de

América desde el hallazgo y la posibilidad alternativa de un alba fundacional para el pensar

americano, para un sabotaje americano.

377

CONCLUSIONES

Finalizar una propuesta para pensar América Latina en ningún caso es un cierre o una

clausura. Difícilmente lograremos decidir un “argumento final” sobre los problemas que a lo

largo de estas páginas hemos expuesto “en tensión” a través del ejercicio crítico de construcción

del concepto de sabotaje. La intuición filosófica del sabotaje como perspectiva de entrada a un

pensar hermenéutico, que rememora y reconstruye su memoria cultural en “un sendero propio”,

compone no sólo una conclusión sino que más bien una apertura. Es así como pretendemos

emplazar al sabotaje, procurando no clausurar su recorrido.

Queremos entonces impedir todo cierre en la problematización que hemos ido hilvanando.

Buscamos dimensionar la profundidad lograda por el sabotaje porque ha podido desentrañar

desde dentro las modulaciones de resistencia y apropiación que definen un recorrido alternativo

para el pensamiento filosófico americano. Los niveles de esta proposición por una filosofía

americana han sido fronterizos e interiores. Las variantes que fueron utilizadas para enfrentar los

desafíos de conceptualizar e historizar un concepto como el sabotaje en los acontecimientos

histórico-literarios (los textos culturales de Tezozómoc y Guamán Poma) permitieron de-

mostrar, de-velar sus posibilidades como plataforma de interpretación no sólo “histórica” o

“literaria”. Esto nos condujo a la problematización del sabotaje como expresión inicial de una

trayectoria del pensamiento americano entrelazada con la traducción, la mediación y la

resistencia cultural como parte de un camino reflexivo propio y acontecido desde América

colonial. En este sentido, las conclusiones de esta investigación propician un ejercicio de crítica

desde la atención a las interconexiones disciplinarias (principalmente, filosóficas, históricas y

literarias) y, junto con ello, desde los problemas fundamentales de cada perspectiva cuando

persiguen pensar y problematizar lo americano en términos de identidad y cultura.

El sabotaje como perspectiva de interpretación de un pensamiento desde América colonial

ha procurado ser determinado como un aparato teórico-metodológico móvil y flexible, acotado a

la necesidad insoslayable de volver a pensar en las historicidades, los lenguajes y las resistencias

culturales como elementos primarios para un acercamiento hermenéutico y crítico situado “en

estas tierras”. Nuestra comprensión por la hermenéutica no es aquí lejana a nuestra comprensión

por la colonialidad y el pensamiento postcolonial. El sabotaje busca problematizar la noción

378

tradicional (eurocéntrica) de la hermenéutica, esto significa, hacerse cargo del sabotaje como una

tensión y una extensión del concepto de hermenéutica en el modo de una hermenéutica

americana. El recorrido de la investigación ha logrado establecer criterios de reflexión filosófica

en conjunto con un análisis histórico-cultural. La concatenación de los elementos de

interpretación reunidos en el concepto capital de sabotaje persiste en desestabilizar las fronteras

del pensar filosófico desde América Latina.

En consecuencia, el sabotaje enfrenta la necesidad de pensar lo americano en términos

constructivos de horizontes culturales múltiples, fragmentarios, pero transversales y solidarios.

A este respecto debemos indicar que el sabotaje como proposición filosófica americana tiene su

propia huella. En efecto, lo que nos importa es destacar al sabotaje como una canalización

hermenéutica que persigue encontrar su huella en tanto que ejercicio de re-existencia y

reconstrucción identitaria y cultural.

Las modalidades de implementación del sabotaje en un contexto como América colonial

fueron dispuestas de forma tal que, escalonadamente, fueran englobando algunas cuestiones

fundamentales respecto del pensamiento filosófico americano. Esto obligó a descentrar a la

filosofía como parte de una reflexión sobre de sus propias limitaciones. Además, abrió la

discusión hacia la necesidad y utilidad de una reflexión filosófica americana atenta a los

hallazgos y las proposiciones reflexivas que circundan “otros espacios y modos” de enfrentar lo

americano. El potencial de un giro histórico, literario y cultural es por lo tanto el apuntalamiento

fundacional para una filosofía basada en la experiencia histórica americana y en profunda

relación con su lugar de enunciación. En consecuencia, pensamos el contexto colonial como

espacio inicial, como punto de partida del sabotaje americano; desde ello entregamos la

oportunidad de interrelacionar nuevos elementos y factores para el pensamiento crítico

latinoamericano, para la filosofía “de estas tierras”, para toda consideración profunda de aquello

otro, alternativo, que tiene lo americano cuando demuestra sus posibilidades hoy en un mundo

moderno, técnico y capitalista.

Precisamente, son las modalidades del sabotaje las que permiten el movimiento de

vectorización de la filosofía situada desde América colonial. Un movimiento que va desde

dentro apropiando y agenciando, protestando y rememorando. El rendimiento del sabotaje como

379

concepto interpretativo ha podido ser demostrado en las condiciones y tendencias de los

discursos indios presentes en las crónicas memoriales (de Tezozómoc y Guamán Poma,

conforme a nuestros objetivos, entre otros muchos). La explicitación de este componente indio

como anclaje histórico del sabotaje ha posibilitado dimensionar su propositividad en conexión

con sus mediaciones y traducciones, con su ladinidad. El entorpecimiento, el obstáculo como

gesto político, que configura al sabotaje desde su semántica moderna anarco-sindical, es

transformado “entre medio” de las circunstancias coloniales americanas en un gesto histórico-

filosófico-cultural de reconstrucción y de lucha por el control de la memoria. Los cronistas

indios dentro de la sociedad colonial contextual se establecen, en este proceso, como

saboteadores.

De forma diferente y bajo diferentes tecnologías de registro y comunicación, se desarrolla

la resistencia cultural de los indios; su continuidad y supervivencia frente a la destrucción

colonial se juega en su rescate, en su regresión propositiva presente en movimientos y prácticas

de resistencia y reconfiguración de su narración histórica e identitaria. Dentro de ellos, los

cronistas indios desestabilizan el relato europeo respecto de la historicidad y los acontecimientos

histórico-culturales del Nuevo Mundo. Los cronistas indios sabotean dentro de la sociedad

colonial americana; alcanzan un nivel de elaboración en sus cuestionamientos que conduce, un

paso ulterior (una reflexión filosófica) en la composición de su pregunta por la existencia e

identidad. Esta ha sido la plataforma de su ejercicio de rememoración, que hemos procurado

exponer a través de la composición y la escritura de textos culturales únicos. Los cronistas indios

en calidad de autores-traductores, de saboteadores, de pensadores americanos indios, dirimen la

regeneración de un tempo americano, dirimen nuestra comprensión de una reapertura por la

pregunta sobre la existencia, la identidad cultural y la experiencia histórica.

En este sentido Rodolfo Kusch asume la problematicidad filosófica en América:

“Pero así visto el problema, todo lo que hace a la esencia no pasa de ser un episodio

menor dentro del pensar en general. Quizá lo propio de la filosofía entre nosotros ha

de ser, ya no su enseñanza misma, sino advertir en qué medida se deforma a causa

de la gravidez local. Y es esta gravidez la que se torna esencial. La misma

imperfección del filosofar hace a la filosofía americana. En el defecto en suma

380

habrá de darse la verdad, o en otras palabras, nuestra verdad siempre deforma lo

que se pretende instituir formalmente”431.

Seguimos a Kusch en su advertencia por el defecto, por una verdad que se “deforma”

conforme a su “gravidez local”. La instauración del sabotaje como problema filosófico grávido

puede, por lo tanto, llegar a configurar un pensar filosófico propio. Hablamos de un inicio otro

para un pensar “acomodado”, para una proposición filosófica americana nunca “aislada”, ni

menos “ajena” a su lugar inicial en la bifurcación del sentido y su vectorización alternativa, esto

es, su “gravidez” siempre “esencial”. Aquí es donde se abre la propuesta en su calidad

alternativa, en su comprensión del pensamiento desde una interpretación india en tensión,

apropiación y reconstrucción de modelos culturales e identitarios. El sabotaje como propuesta

para una filosofía latinoamericana significa ver un inicio indio, ladino, co-perteneciente,

mediador, traductor pero fundamentalmente tendiente hacia la rememoración de su experiencia

histórica; significa verlo como un inicio dentro de condiciones adversas y de destrucción, dentro

de las condiciones coloniales, ahí donde se jugó (y se juega) un destino de profundo impacto

para nuestra reflexión saboteadora.

El sabotaje es entonces arrojado como una perspectiva de interpretación, como una

propuesta alternativa, con ánimo crítico y atento a la reconstrucción de las experiencias

históricas como parte de un movimiento mayor, que abarca la identidad americana, esta vez

desde un horizonte radicalmente nuevo, centrado en una reflexión filosófica sobre las

posibilidades de interpretación y las modulaciones de resistencia y apropiación cultural que han

tenido lugar en América Latina desde su etapa colonial. El sabotaje establece un diagnóstico

sobre la colonialidad en cuanto que posibilidad desde América en el momento en que se funda

en su ladinidad americana o americanidad ladina; en el momento en que lo americano es

expuesto en sus dimensiones olvidadas pero presentes, en las “huellas o trazas” donde ha

actuado y ha podido ser intencionalmente útil en la recreación de su memoria cultural.

El impacto ontológico-político del sabotaje como acto de rememoración y reconstrucción

de la memoria cultural no tiene entonces fronteras claras ni homogéneas. Por el contrario, tiene

431 KUSCH, Rodolfo. Esbozo de una Antropología Filosófica Americana. Buenos Aires, Castañeda, 1978. 18p.

381

fronteras otras, tiene fronteras que tienden a una imbricación única dispuesta para que desde el

presente “en estas tierras” sea nuevamente posible inspeccionar y admirar los albores de un

sendero que re-direcciona su pensamiento y reflexión filosófica.

***

La perspectiva de interpretación desde América colonial que llamamos el sabotaje

propone una lectura que rompe con la comprensión tradicional de la filosofía en América Latina.

Rompe tanto con la comprensión centrada en el símil de América siempre determinado por su

acontecer filosófico subsidiario del eurocentrismo, como con el esencialismo hacia el indio y su

pensamiento filosófico reducido a mera cosmovisión. Rompe con la comprensión criolla (con su

blanquitud eurocentrada), asumiendo “lo otro” no sólo como lo indio, lo negro o lo subalterno,

sino bajo un “mestizaje cultural”, bajo un “barroquismo alternativo” (siguiendo a Echeverría),

que sostiene una evanescencia identitaria en los diferentes procesos de construcción de

subjetividades (apropiaciones) acaecidos desde la etapa colonial.

El sabotaje como perspectiva de interpretación vuelve hacia América colonial como un

momento que, de cualquier manera, cuestiona la historia del pensamiento filosófico “en estas

tierras”. Lo indio, lo mestizo y lo ladino son creados manteniendo, subvirtiendo, apropiando y

acomodando modulaciones y experiencias del pensar que pueden llegar a ser comprendidas

como únicas e iniciales. Cualquier pensamiento filosófico, cualquier reflexión sobre la existencia

en América, cualquier experiencia del pensar en América, contrapone y se nutre de estas

“fuentes”. Nuestra interpretación sobre el sabotaje apuesta por una bifurcación en el pensar

filosófico que decide su participación dentro de lo indio, lo mestizo y lo ladino sin establecer en

cada una esencialismos innecesarios. Por el contrario, el sabotaje identifica cómo a través de

éstos se construye una trayectoria que precisa tensionar su existencia desde la interacción y la

capacidad de redirección de los horizontes de sentido que los constituyen.

En este contexto, el sabotaje se ha concentrado en dos indios ladinos, dos indios de élite,

que ejemplifican un proceder saboteador cada vez que en su apropiación (en su escritura y

reflexión histórico-literaria) se juegan dimensiones de rememoración y reconstrucción

(identitaria, cultural) desplegando una particular propositividad filosófica. Dimensiones de un

382

pensar complejo, ladinizado y rememorativo que, bajo el modelo cronístico, incorpora

horizontes culturales en confrontación, dentro de los cuales, además, desarrolla obstáculos

constructivos, obstáculos que proponen, intervienen y redireccionan nuevas modulaciones para

la comprensión del pensamiento filosófico americano. Las crónicas de Tezozómoc y Guamán

Poma logran esta intervención reconstructiva y obstaculizadora si se leen (interpretan) desde el

sabotaje.

Luego, el sabotaje exige modelos heterogéneos de construcción del conocimiento en tanto

que problematiza desde la tensión constante (desde el obstáculo afirmativo) de componentes

transversales. Esto conlleva un impacto directo en dos dimensiones centrales. Por una parte, el

sabotaje como intuición filosófica y su co-relacionalidad con reflexiones históricas, literarias y

culturales (problema necesario y evidente en cómo imbricar diversos enfoques teóricos,

conceptualizando, desestabilizando y profundizando sus perspectivas y sus posibilidades como

modelos disciplinarios en un horizonte de interpretación filosófico); y por otra parte, la

necesidad teórico-metodológica de imaginar, de recrear y de resemantizar a través del concepto

de sabotaje un campo de enunciación único y original constitutivo de un inicio indio y colonial

para el pensar filosófico americano. Aquí se configura, por lo tanto, un elemento decisivo en la

construcción de interpretaciones, de categorías de análisis, sobre cómo pensar lo americano

desde lo indio, finalmente, desde lo alternativo. En ambas dimensiones el sabotaje expone y

desarrolla una reflexión que, dentro de un campo de enunciación e interpretación principalmente

histórico-filosófico, consigue asir y proyectar líneas de investigación nuevas tanto para la

filosofía aquí en América Latina, como para los estudios culturales latinoamericanos.

El sabotaje como perspectiva de interpretación demuestra la necesidad fundamental de

interoperación de discursos y posiciones disciplinarias diferentes. Éstos han sido encausados

bajo la comprensión del sabotaje como una hermenéutica americana. Desde una lectura crítica a

la noción tradicional de hermenéutica (eurocentrada) no es posible dejar de considerar los

elementos analíticos que diferentes modelos disciplinarios (históricos, literarios, culturales)

proporcionan y que son fructíferos al momento de pensar y problematizar a América. Estos

modelos disciplinarios funcionan en una operación convergente, construyendo una reflexión

hermenéutica que encuentra en éstos un lugar atento a las distancias discursivas y a sus

concomitantes relaciones y espacios de poder. La co-relacionalidad de modelos disciplinarios

383

como propuesta para la articulación de una hermenéutica saboteadora integra y propone una

lectura centrada en la interpretación de textos culturales (no solo escritos) en un enfoque

multidimensional y multiestrático, en un enfoque que precisa varias entradas y perspectivas de

cuestionamiento y descripción. Este es el efecto positivo del sabotaje en términos de la necesaria

reconstrucción de elementos discursivos (textos y texturas escritas-orales) bajo una comprensión

de su rendimiento filosófico, político, rememorativo y crítico, aún sin describir ni profundizar.

Simultáneamente, el sabotaje expresa la necesidad de crear y recrear aparatos y

plataformas de interpretación y resignificación desde un inicio alternativo, indio y colonial,

resistente y ladino en sus acciones e intereses. Asimismo, el sabotaje ha sido dispuesto para

pensar la filosofía en América Latina desde una regeneración de conceptos, de categorías de

análisis, que permitan entender América desde su bifurcación colonial como un acontecimiento

determinado por su “condición fragmentaria”. Establecer a la fragmentación como característica

de los procesos de subjetivación colonial implica entender que estos procesos enfrentan y

procuran una reintegración apropiativa de elementos culturales que son re-direccionados en la

era colonial por sujetos, agentes culturales, saboteadores hacia un pensar y una rememoración

propia. Una intuición filosófica, una perspectiva de interpretación como el sabotaje, es entonces

un entramado de materiales, elementos, narrativas en cruce, que vuelven, que rememoran a

través de obstáculos afirmativos; obstáculos donde el sabotaje cuestiona y emplaza a América

colonial como un espacio inicial de rememoración alternativa, de constitución inicial de un

pensamiento indio, ladino, americano que es preciso distinguir y actualizar. Por ello, volver

hacia América colonial es volver sobre lo más profundo del pensar americano, es volver sobre

sus bases donde las trazas del pasado prehispánico todavía presentes producen paulatinamente

nuevos horizontes de comprensión que se fragmentan y se reconstruyen discontinuamente.

El sabotaje como perspectiva de interpretación para América colonial retoma con atención

la colonialidad y las posibilidades de fragmentación en diversas modulaciones tendientes a la

comprensión y la construcción de su experiencia histórica y memoria cultural. El sabotaje recoge

el imperativo fragmentario de comprender una ontología-política desde el obstáculo afirmativo

acaecido durante una América colonial, presente fundamentalmente en la noción de indio y de

indio ladino (indio bicultural). En consecuencia, el aporte fundamental del sabotaje como

reflexión fragmentaria está presente cuando se focaliza en los obstáculos afirmativos, en los

384

reclamos activos y las protestas discursivas; ahí donde se presentan los obstáculos se presentan

también las oportunidades, éstas ya no corresponden solamente a las necesidades fácticas de

sobrevivencia social y cultural en un medio hostil y de dominación, sino que se transforman y

adecuan hacia nuevos horizontes de comprensión anclados en las posibilidades de

reinterpretación y recomprensión de su acontecer histórico-cultural como un problema de

calidad filosófica, hermenéutica.

En el enfrentamiento teórico con el pensar dicotómico, el reduccionismo y el

esencialismo, el sabotaje realiza un salto inicial. El sabotaje determina el sentido filosófico de

una constelación múltiple (una constelación conceptual y vivencial) donde la comprensión por

América puede ser restaurada en nuevas modulaciones de resistencia y apropiación cultural. En

directa relación con la vectorización de otras entradas sobre América, la comprensión del

sabotaje como un enfoque hermenéutico para cuestionar y volver a preguntar por América desde

un horizonte colonial y sus procesos de construcción de subjetividades e identidades fronterizas,

permite incorporar diferentes claves y elementos de interpretación que compaginan y configuran

aquella constelación conceptual múltiple. El sabotaje, en suma, discrimina y condensa

“conceptuosamente” una perspectiva múltiple, un punto de vista fragmentario, para una

interpretación transversal y experiencial plausible de vectorizar desde América colonial.

***

¿Cuál es el fin del sabotaje?, ¿cuál es su objetivo ulterior? El objetivo es el rescate de un

problema filosófico, que se trama y se realiza en las modulaciones de sentido, en las

experiencias históricas que lo construyen. El sabotaje, reiteramos, muestra el acceso inicial a un

pensamiento otro, indio, ladino, colonial. El inicio es una invitación para pensar desde un lugar

interior y móvil, para pensar en los desafíos que se asumen cuando se explota e interviene la

pregunta por lo americano.

El sabotaje como perspectiva de interpretación persiste en la trayectoria de la memoria y

la rememoración identificando cuáles son las perturbaciones, los obstáculos y las resistencias

que, en un espectro ontológico-político (hermenéutico y crítico), llegan a ser un “punto de fuga”

para nuevas líneas y perspectivas, nuevas intuiciones para volver a preguntar por la existencia,

385

por la historicidad, por la identidad y la memoria cultural. La posibilidad de enfrentar

positivamente estas preguntas es el “sino” del sabotaje; el impacto directo de su reflexión es la

oportunidad de desarrollar otra vía de interpretación para la cultura en América. Una vía anclada

en su reinicio histórico-cultural acaecido desde el contexto colonial.

El sabotaje desarrolla una comprensión alternativa de lo cultural. Una compresión situada

en América colonial y, por ello, bifurcada de la noción tradicional de cultura (eurocentrada y

etnocéntrica). El concepto tradicional de cultura es un concepto homogeneizante y, al mismo

tiempo, de separación y clasificación. El escape o la bifurcación del concepto de cultura hacia un

suelo americano, colonial, indio, ladino, procura ser permeable y tendiente hacia la

desestabilización de la dicotomía entre lo propio y lo otro (lo extraño). Al asumir un enfoque

sobre lo cultural, lejano al dominio de un pensamiento dicotómico (subjetivo-objetivo), el

sabotaje contribuye y persigue la comprensión del fenómeno cultural e identitario desde una

trinchera hermenéutica. Esta trinchera nos proporciona una lectura simbólica de la cultura (y de

la identidad) que es entonces proclive a la construcción de su realidad y experiencia desde

contextos histórico-efectuales arraigados, algunas veces olvidados, siempre presentes y

determinantes.

Pues bien, ¿qué está en juego en el sabotaje? Se juega el mayor peligro. El sabotaje es un

enfrentamiento directo al peligro, y he ahí su final, su objetivo ulterior. El sabotaje obstaculiza el

mayor de todos los peligros, es decir, el peligro de la homogeneización del pensar, del acontecer

reflexivo de “estas tierras”. El peligro latente cuando la noción tradicional de cultura

(hegemónica y homogeneizante) produce una perspectiva unidimensional de la identidad

cultural, una subjetividad modelada y servil al proyecto modernizador capitalista, técnico. He ahí

el peligro de la homogeneización, es decir, el peligro de pensar en resultados y descripciones, en

predicciones y superposiciones dicotómicas, reduccionistas y esencialistas sobre lo humano, lo

cultural y su contenido, que obscurecen y silencian todo potencial de interpretación y

cuestionamiento alternativo.

Es aquí donde el sabotaje desafía al peligro, porque propone lugares y discursos interiores,

fragmentarios, diversos, reflexivos y rememorativos, en este caso: hermenéuticos, que inauguran

otras trayectorias, obstaculizadoras y regenerativas, de un pensamiento filosófico americano. El

386

sabotaje como hermenéutica de la cultura latinoamericana, como perspectiva para una

interpretación desde América colonial, es entonces un mapa en construcción, una tarea para la

filosofía en América Latina. Tarea que hemos delineado en un primer acceso, en un alba, en un

inicio, en una bifurcación de su trayectoria, en un nuevo problema.

La reconstrucción de un pensar americano en textos y texturas alternativas, en materiales

otros, en códigos y significados, en continuidades y discontinuidades, en experiencias históricas

en apertura y redirección, nos invita a doblegar las dicotomías y las reducciones, a doblegar

categorías de análisis, a doblegar y sabotear los discursos y las relaciones de poder; el campo de

enunciación de un pensamiento saboteador, en definitiva, reconduce y reelabora obstáculos,

escollos, resistencias, reclamos; reconsidera la violencia, reconsidera la astucia y produce un

modo de comprensión, un modo particular para cuestionar lo americano, para cuestionar los

desenlaces de todos aquellos enfrentamientos y rememoraciones, pasados, presentes y futuros,

donde sea posible reinventar, proteger y cultivar entradas otras, múltiples direcciones y accesos,

múltiples huellas y hallazgos, múltiples cuestionamientos que de forma especial logran ser

identificados en sus rendimientos reflexivos, filosóficos, en sus oportunidades de interpretación

y propositividad como acciones de sabotaje.

El sabotaje abre la pregunta por lo americano hacia un modo de emplazar, de pensar y de

profundizar desde lo intuitivo y lo multidireccional, desde lo interior, lo fragmentario y lo

multiestrático; como tal el sabotaje está siempre “en camino” hacia la consolidación y el

reconocimiento de nuevas preguntas en espacios y momentos alternativos, en modulaciones

otras, en diversos tiempos y geografías, en todo aquello que pueda llegar a colaborar en la

necesaria tarea de (re)pensar y (re)interpretar la polisemia cultural y filosófica de América.

387

BIBLIOGRAFÍA

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