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EL REY SE DIVIERTE VÍCTOR HUGO Ediciones elaleph.com

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  • E L R E Y S E

    D I V I E R T E

    V C T O R H U G O

    Ediciones elaleph.com

    Diego Ruiz
  • Editado porelaleph.com

    2000 Copyright www.elaleph.comTodos los Derechos Reservados

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    Prefacio

    La aparicin de este drama en el teatro diomotivo a un acto ministerial inaudito. Al da siguiente de su estreno remiti al autor,Jouslin de la Salle, director de escena del TeatroFrancs, el siguiente oficio, cuyo original conserva: En este momento, que son las diez y media,acabo de recibir la orden de suspender lasrepresentaciones de EL REY SE DIVIERTE, queme comunica H. Taillor en nombre del ministro. Hoy 23 de noviembre. Lo primero que le ocurri al autor fue dudar delo que estaba leyendo, porque el acto era arbitrariohasta lo increble. En efecto, la Constitucin, llamada La Carta,dice: Los franceses tienen derecho de publicar...El texto no slo concede el derecho de imprimir, sino elderecho de publicar. El teatro, pues, no es ms que unmedio de publicacin como la prensa, como elgrabado y como la litografa. La libertad del teatroest implcitamente consignada en la Constitucincomo las dems libertades del pensamiento. La ley

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    fundamental aade: La censura no podrrestablecerse nunca. No dice el texto la censura delos peridicos, la censura de los libros; habla de lacensura en general, de la del teatro como de la delos escritos. Las obras dramticas no pueden ser,pues, legalmente censuradas. En otra parte laConstitucin dice: Queda abolida la confiscacin.Pues la supresin de una obra, despus de haberserepresentado, no slo es un acto de censura y dearbitrariedad, sino que es adems una verdaderaconfiscacin, porque usurpa violentamente al autory al teatro su legtima propiedad.

    En una palabra, para que todo sea claro, paraque los cuatro o cinco grandes principios socialesque la Revolucin francesa grab en bronce quedenintactos en sus pedestales de granito, laConstitucin deja abolido expresamente en sultimo artculo todo lo que sea contrario a su letra ya su espritu en nuestras leyes anteriores. Esto es lo formal. El decreto ministerial queprohbe la representacin de un drama, por mediode la censura atenta a la libertad y por medio de laconfiscacin a la propiedad. Todo nuestro derechopblico se subleva contra semejante hecho defuerza. El autor no se decida a creer en tanta insolenciay en tanta locura, y se present en el teatro, dondele confirmaron lo ocurrido. El ministro, por s yante s, redact la susodicha orden, sin fundarse en

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    razn alguna. El ministro usurp la obra a su autor,su derecho y su propiedad; no le falt ms queencerrarlo en la Bastilla. La Comedia Francesa, estupefacta y consternada,quiso dar algunos pasos cerca del ministro paraobtener la revocacin de tan extraa orden, perofueron intiles. El Consejo de ministros sehabareunido aquel da, y la orden del ministro del da 23pas a ser el da 24 una orden de todo el Ministerio.El 23 suspendieron la representacin del drama, el 24lo prohibieron, conminando a la empresa a queborrara de los carteles el pavoroso ttulo EL REYSE DIVIERTE. Intimaron adems al Teatro Francsa que se abstuviera de quejarse. Acaso hubiera sidoconveniente resistir este despotismo asitico, pero aeso no se atreven los teatros, pues el temor de queles retiren las subvenciones los convierte en siervosy en vasallos, en eunucos y en mudos. El autor permaneci y debi permanecer extraoa estos manejos del teatro. Es poeta y no dependede ningn ministro. Los ruegos y las solicitudes queacaso le aconsejaban su inters, le prohibaentablarlas su deber de escritor libre. Pedir favor alpoder era reconocerlo: la libertad y la propiedad nodeben pedirse en las antesalas, y un derecho nodebe solcitarse como un favor; para conseguir elfavor se acude al ministro, para lograr un derecho sele pide al pas. Al pas, pues, se dirige el autor.Existen dos caminos para obtener la justicia: el de la

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    opinin pblica y el de los tribunales. El autorrecurre a ambos. Ante la opinin Pblica el proceso est yajuzgado y ganado. Por eso el autor da las sincerasgracias a todos los individuos graves eindependientes de la literatura y de las artes, que enesta ocasin le han dado tantas pruebas de simpatay de cordialidad. Contaba con su apoyo, porquesabe que cuando se trata de luchar por la libertad dela inteligencia y del pensamiento no ir nunca soloal combate. Por mezquinos clculos, el gobierno sevanagloriaba de contar como auxiliares hasta conlos hombres que forman en las filas de la oposiciny con las pasiones literarias sublevadas hace tiempocontra el autor; el gobierno se haba imaginado quelos odios literarios seran ms tenaces aun que losodios polticos, fundndose en que los primerosnacen del amor propio y los segundos de losintereses. El poder se equivoc: su acto brutalindign a los hombres honrados de todas lasopiniones. El autor vio con gran satisfaccin aliarsea l, para afrontar la arbitrariedad y la injusticia, amuchos de los que con ms violencia le atacaban elda anterior. Si por casualidad algunos odiosinveterados persisten contra l, sienten ahora elauxilio momentneo que prestaron entonces alpoder. Cuantos enemigos honrados y leales cuentael autor se le han ofrecido, tendindole la mano, sinperjuicio de que vuelvan al combate literario tan

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    luego como acabe el combate poltico. El que esperseguido en Francia no tiene otro enemigo que superseguidor. Si despus de sentar que el acto ministerial esodioso e incalificable y contra derecho,descendemos por un momento a discutirlo comohecho material, la primera cuestin que se nospresenta es la siguiente: Por qu motivo se dictsemejante medida? Hay que decirlo, porque as es, y porque si elporvenir se ocupa un da de la pequeez de nuestroshombres, no ser este detalle el menos curioso deeste curioso acontecimiento. Parece que losencargados de censurar se han escandalizado,ofendidos en su moralidad, de EL REY SEDIVIERTE; este drama ha ofendido el pudor delos gendarmes: la brigada Leotand presenci laprimera representacin y la encontr obscena; laoficina de las buenas costumbres se ha tapado lacara y Vidocq se ha ruborizado. En una palabra, laconsigna que la censura dio a la polica es lasiguiente: El drama es inmoral. Veamos si tienenrazn. Daremos explicaciones, no a lapolica, a la queyo, como hombre honrado, prohbo hablar de estasmaterias, sino al escaso nmero de personasrespetables y concienzudas, que por lo que han ododecir, o por no haberlo comprendido en la primerarepresentacin, se las ha impulsado a pronunciar taninjusto fallo. El drama corre ya impreso: si no lo

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    habis visto representar, leedlo, y si lo habis vistoen el teatro, leedlo tambin. Recordad que suestreno, ms que representacin, fue una especie debatalla de Montlhery (y perdonadme esta vanidosacomparacin), fue una batalla en la que losparisienses y los borgoones creyeron, ambos porsu parte, haberme embolsado la victoria, como diceMatthieu. Que la obra es inmoral? Vamos a verlo.Veamos primero si es inmoral en el fondo.Triboulet es deforme, est enfermo, es bufn depalacio, y esta triple miseria que le envuelve leconvierte en malvado. Triboulet odia al rey, porquees rey, a los seores porque son seores y a loshombres porque no han nacido con una joroba enla espalda como l. Su nico pasatiempo consiste entrabajar para que choquen los seores contra el rey,y que perezca el ms dbil vctima del ms fuerte.Deprava al rey, le corrompe, le embrutece y leempuja hacia la tirana, hacia la ignorancia y hacia elvicio; le introduce en medio de las familias de losnobles, sealndole con el dedo la esposa que puedeseducir, la hermana que puede robar, la hija quepuede perder. El rey, en manos de Triboulet, no esms que un polichinela todopoderoso, que amargatodas las existencias que el bufn se empea endeshonrar. Un da, en medio de una fiesta, cuandoTriboulet induce al rey a robar a la mujer de M. deCoss, llega hasta el monarca Saint-Vallier y lereprocha en alta voz la deshonra de Diana de

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    Poitiers: Triboulet insulta y escarnece a este padre, aquien el rey ha robado la hija. De aqu arranca todoel asunto del drama. Su verdadero asunto es lamaldicin de Saint-Vallier. Llegamos al segundoacto, y vamos a ver sobre quin recae la maldicinde Saint-Vallier. Triboulet es hombre, es padre, ytiene una hija que ama con todo su corazn. Todoel inters del drama estriba en que Triboulet tieneuna hija, que oculta a todo el mundo en un barriodesierto y en una casa solitaria. Cuanto ms haceque corra por la ciudad el contagio del escndalo ydel vicio, tanto ms aislada y oculta tiene a su hija, ala que educa en la inocencia, en la fe y en el pudor.Le inquieta el temor de que se pervierta, porque l,que es perverso, sabe lo que sufre el que no esbueno. Pues bien, la maldicin del anciano alcanzara Triboulet en la nica cosa que ama en el mundo,en su hija. El rey, a quien Triboulet induce a robarmujeres, robar al bufn su hija, y ste se vercastigado por la Providencia del mismo modo queSaint-Vallier. Cuando ver a su hija deshonrada yperdida, tender al rey un lazo para vengarla, perotambin en este lazo caer su hija. Triboulet tienedos discpulos, el rey y su hija: al rey lo arrastra alvicio y a Blanca la encamina hacia la virtud. El unopierde al otro: el bufn quiere robar para el rey laesposa de M. de Coss, y roba su propia hija; quiereasesinar al rey para vengarla y es su hija la que recibela pualada. El castigo no se detiene en la mitad delcamino; la maldicin del padre de Diana cae de

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    lleno sobre el padre de Blanca. No nos toca anosotros decidir si este enredo encierra intersdramtico; pero es claro, es evidente, es indudableque entraa una idea moral. En el fondo de algunasobras del autor se ve la fatalidad, pero en el fondode sta se ve la Providencia. Repetimos que no discutimos aqu con la polica,a la que no queremos hacer tanto honor, sino con laparte del pblicoa la que pueda parecer necesariaesta discusin. Si el drama en su parte de inventiva es moral,ser inmoral en su ejecucin? Propuesta la cuestinde este modo, ella misma se defiende:probablemente nadie encontrar nada inmoral enlos actos primero y segundo. Parecer acasoinmoral la situacin del tercero? Leed ese terceracto, y luego nos diris con probidad que laimpresin que os causa es profundamente casta,virtuosa y honrada. Ser inmoral el cuarto acto? Desde cundo noes permitido a un rey cortejar en la escena a unamoza de posada? Esto no es nuevo, ni en la historiani en el teatro; os diremos ms: hasta la mismahistoria nos autorizaba para presentar en pblico aFrancisco I, ebrio en los tabucos de la calle delPelcano. Llevar el rey a una casa pblica no seratampoco nuevo; esto se ve en el teatro griego, quees clsico; esto se ve en Shakespeare, que representael teatro romntico; pero esto no pasa en EL REYSE DIVIERTE. El autor del drama conoce todo lo

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    que se refiere de la casa de Saltabadil; pero por ququieren hacerle decir lo que no ha dicho? Por quse le hace traspasar a la fuerza un lmite que notraspasa? La Magdalena, tan calumniada, de su obra,no es tan descarada como las Lisetas y las Martasdel teatro antiguo. La cabaa de Saltabadil es unahostera, una taberna sospechosa, una madriguera,pero no es un lupanar. Es un lugar siniestro, terribley espantoso, pero no es un lugar obsceno. Quedan, pues, por juzgar los detalles del estilo.El autor acepta por jueces de la austera severidad desu estilo a los mismos que se escandalizan de laspalabras que pronuncia la nodriza de Julieta y elpadre de Ofelia, a los que se escandalizan deBeaumarchais y de Regnard en la Escuela de lasmujeres y en el Anfitrin. Pero donde el autor hacredo necesario ser franco, ha credo que debaserlo de su cuenta y riesgo, aunque siempre congravedad y con mesura, pues le gusta el arte casto,pero no el arte gazmoo. He aqu la obra contra la que el Ministeriointent sublevar tantas prevenciones, acusndola deinmoralidad. El gobierno tena motivos secretospara concitar contra EL REY SE DIVIERTE lamayora posible de preocupaciones, y hubieradeseado que el pblico la ahogase sin conocerla,como para vengar un agravio imaginario; hubieraquerido ahogarla como Otelo ahoga a Desdmona;pero como esto no sucedi, Yago tuvo que arrojarla mscara y encargarse de ello. Al da siguiente del

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    estreno se prohibi de orden superior larepresentacin de la obra. Si por un instante aceptamos la hiptesis ridculade que en esta ocasin, nicamente el celo por lamoral pblica mueve a nuestros gobernantes, que,escandalizados al ver el desenfreno de ciertosteatros, desean hacer un escarmiento contra ley ycontra derecho con una obra y con un escritor, seraextraa la eleccin de la obra, y mucho ms laeleccin del autor. En efecto; a quin el podermiope ataca tan extraamente? A un escritor cuyotalento es discutible, pero no su carcter; a unhombre de bien a toda prueba, ser raro y venerableen esa poca; a un poeta a quien indigna la licenciaen los teatros, y que hace dieciocho meses, alsusurrarse que iba a establecerse la censura, fue conotros poetas dramticos a advertir al ministro queviera lo que haca, pero reclamando en voz alta unaley represiva para los excesos del teatro, a la vez queprotestaba contra la censura, como seguramenterecordar el ministro. El autor de EL REY SEDIVIERTE es un artista que se haconsagrado alarte, que jams ha buscado xitos por mediosindignos, y que se ha acostumbrado toda su vida amirar al pblico cara a cara; es un hombre sincero,que ha combatido ms de una vez por la libertad ycontra todo lo arbitrario; que en 1829 rechaz laindemnizacin que el gobierno de entonces leprometa por haberle prohibido representar Marionde Lorme; y que despus de 1830, esto es, despus de

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    la Revolucin de Julio, se neg contra su propiointers a permitir la representacin del susodichodrama. Ahora juzgad con conocimiento de causa: a unaparte estn el autor y su obra, y a otra el Ministerio ysus actos. Despus de destruir la supuesta moralidadde esta obra, vamos a sealar el verdadero motivode prohibir sus representaciones, motivo de antesalade corte y secreto, motivo que no se revela porpudor. Pero ha transpirado ya hasta el pblico, ycomo el pblico lo ha adivinado, no seremos msexplcitos. Acaso sea til a nuestra causa dar anuestros adversarios ejemplo de cortesa y demoderacin, y que los particulares den al gobiernolecciones de dignidad y de prudencia y el perseguidoal que le persigue. Nosotros no somos de los quetratan de curar las propias heridas emponzoandolas ajenas. Realmente hay en el tercer acto de estedrama un verso en el que la torpe sagacidad dealgunos familiares de palacio ha descubierto unaalusin, en la que el pblico ni el autor habanpensado hasta entonces, pero que despus dedenunciarle como a tal se convierte en sangrienta ycruel injuria. Ese solo verso ha sido suficiente paraque el Teatro Francs recibiera la orden de nopresentar ya a la curiosidad del pblico la frasecillasediciosa EL REY SE DIVIERTE. Este verso, quees un hierro candente, no le vamos a citar, ni aunnos ocuparemos de l en otra parte ms que en el

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    ltimo extremo, en el caso de que se coartasenuestra defensa. No queremos hacer revivir antiguos escndaloshistricos ahorrando en lo posible a una persona dealtsima jerarqua las consecuencias de aturdimientospalaciegos. Hasta un rey puede hacrsele la guerragenerosamente, y as hacemos; pero piensen lospoderosos lo conveniente que es tener por amigo alque slo puede aplastar con la censura las alusionesque se le dirigen. Tampoco sabemos si seremos indulgente hastacon el Ministerio. El gobierno de Julio es un recinnacido, slo cuenta treinta meses de vida, est en lacuna, por decirlo as, y le acometen rabietasinfantiles. No merece que se gaste con l muchaclera viril. Cuando crezca veremos. Mirando la cuestin desde el punto de vistaprivado, la confiscacin de la obra de que se tratainspira quiz ms lstima al autor de este drama quea cualquier otro. En efecto, hace catorce aos queescribe, y casi todas sus obras han merecido elmalhadado honor de escogerse para campo debatalla en cuanto aparecen en la escena. No haescrito obra que no haya desaparecido ms o menospronto, moviendo ruido y haciendo polvo y humo.Por lo tanto, cuando da una obra al teatro, lo que leimporta, viendo que no debe esperar que elauditorio se entere el da del estreno, es que obtengauna serie de representaciones. Si el primer da ahogasu voz el tumulto y no puede comprender el

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    pblico el pensamiento del drama, los dassiguientes puede rectificar la impresin del primerda. Hernani consigui cincuenta y tresrepresentaciones, Marion de Lorme sesenta y una,pero EL REY SE DIVIERTE, gracias al atropellooficial, slo se represent una vez. El perjuicioocasionado al autor es considerable, porque nadie esya capaz de ofrecerle, intacta y bajo el punto devista en que estaba colocada, esta terceraexperiencia dramtica, tan importante para l. Es curioso el momento de transicin poltica enque nos encontramos; es uno de esos instantes defatiga general, en los que los actos ms despticosson posibles en esta sociedad, tan penetrada deideas de emancipacin y de libertad. Francia corrimucho y de prisa en 1830, haciendo tres buenasjornadas, tres grandes etapas en el camino de lacivilizacin y del progreso. Ahora hay ya muchosfatigados y que, faltos de aliento, piden que se hagaalto, pretendiendo detener a los espritus generososque no se cansan y que se empenan en seguiradelante. Quieren esperar a los rezagados que sequedaron atrs y darles tiempo para que lesalcancen. De esto nace un temor tan singular a todolo que anda, a todo lo que se menea, a todo lo quehabla, a todo lo que piensa. Es situacin extraa,fcil de comprender, pero difcil de definir. En nuestra opinin, el gobierno abusa de lapredisposicin al reposo y del miedo a nuevasrevoluciones; nos tiraniza en pequea escala, y se

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    equivoca para l y para nosotros. Si cree que ahorason indiferentes para los espritus las ideas delibertad, se engaa; lo que tienen es cansancio, yllegar un da en que se le pida estrecha cuenta delos actos ilegales que acumula contra nosotros dealgn tiempo a esta parte. Hace dos aos podatemer que se turbase el orden, pero hoy debe temercoartar la libertad. Verdaderamente, causa profundodolor ver cmo termina la Revolucin de Julio:Mulier formosa suyerne. Considerando la poca importancia que tiene elautor y la obra, la medida ministerial de que se tratano deba tener gran importancia. Slo fue undesdichado golpe de Estado literario, que no tieneotro mrito que el de no desemparejar la coleccinde actos arbitrarios que le han precedido; pero sielevamos la cuestin, comprenderemos que aqu nose trata slo de un drama y de un poeta, sino de lalibertad y de la propiedad, y las dos estn muyinteresadas en esta cuestin. Se ventilan, pues, enella altos y serios intereses, y aunque el autor se veaobligado a entablar este importante litigio por unsencillo proceso comercial contra el Teatro Francs,no pudiendo atacar directamente al Ministerio, quese ha parapetado detrs del no ha lugar del Consejode Estado, espera que su causa aparecer a los ojosde todo el mundo como una gran causa, el da enque la presente en la barra del tribunal consular,llevando la libertad en su mano derecha y lapropiedad en su mano izquierda. El autor

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    personalmente abogar por la independencia de suarte, y defender con energa su derecho, sin odio anadie, pero tambin sin temor. Cuenta con el apoyode todos, con el auxilio franco de la prensa, con lajusticia de la opinin y con la equidad de lostribunales. No duda que triunfar y que se levantarel estado de sitio en la ciudad literaria lo mismo queen la ciudad poltica. Cuando el autor reivindique intacta, inviolable ysagrada su libertad de poeta y de ciudadano, volverpacficamente a consagrarse al trabajo de toda suvida, del que se le arranca con violencia, y del queno hubiera querido separarse ni un instante. Desdeluego, tiene que representar su papel poltico, que,aunque no lo busc, se ve obligado a aceptar. Enrealidad, el poder que nos atropella no ganarmucho con que nosotros, hombres de arte,abandonemos nuestro trabajo tranquilo y solitario yvayamos a confundirnos, indignados, ofendidos yseveros, con el pblico irreverente y burln quehace quince aos ve pasarentre silbidos a pobresdiablos polticos, que creen haber edificado unedificio social porque todos los das van y vienen,sudando y jadeantes, a llevar y traer multitud deproyectos de ley desde las Tulleras al palacio deBorbn y desde el palacio de Borbn alLuxemburgo. 30 de noviembre de 1832.

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    Drama en cinco actos

    PERSONAJES

    EL REY FRANCISCO ITRIBOULETBLANCAM. DE SAINT-VALLIERSALTABADILMAGDALENACLEMENTE MAROTM. DE PIEUNEM. DE GORDESM. DE PARDAILLAUM. DE BRIONM. DE MONTCHENUM. DE MONTMORENCYM. DE COSSM. DE LA TOUR-LANDRYMADAME DE COSSMADAME BERARDAUN GENTIL HOMBRE DE LA REINAUN PAJE DEL REYUN MDICOSEORES, PAJES, GENTE DEL PUEBLO.

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    Acto primero

    M. De Saint-Vallier

    Fiesta nocturna en el Louvre. Sala magnfica y muyalumbrada, que ocupan muchos caballeros y damas en trajede baile. Sirvientes traen y llevan platos de oro y vajilla deesmalte. Grupos de damas y caballeros. La fiesta toca a sufin. El alba blanquea ya las vidrieras. La arquitectura, los

    muebles y los trajes son del gusto del Renacimiento.

    Escena primera

    EL REY, vestido como lo retrat el Ticiano, y M. DE LATOUR-LANDRY.

    EL REY. -Me propongo seguir hasta el fin estaaventura,conde; indudablemente, es mujer deoscuro linaje, de la clase media, pero encantadora. LA TOUR. -Y la encontris en la iglesia?

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    REY. -En San Germn, donde voy todos losdomingos. LA TOUR. -Pues la estis encontrando ya dosmeses! REY. -S. LA TOUR. -Y dnde vive? REY. -En el callejn de Bussy. LA TOUR. -Cerca del palacio de Coss? REY. -S, cerca de sus altas paredes. LA TOUR. -Y la persegus, seor? REY. -La persigo intilmente, porque siempreva con ella una vieja adusta que la vigila. LA TOUR. -De veras? REY. -Lo curioso es que por la noche entra en lacasa un hombre misterioso, embozado en la capa. LA TOUR. -Pues haced vos lo mismo. REY. -No es eso fcil. LA TOUR. -Cuando vuestra majestad sigue a ladama, notis en algo que os corresponda? REY. -Por ciertas miradas comprendo que no leinspiro odio. LA TOUR. -Sabe que la ama el rey? REY. -No, porque yo la sigo disfrazado. LA TOUR. -Entonces...Entran TRIBOULET y muchos seores. REY. (A LA TOUR.) -Vienen, mucho silencio.En amor hay que saber callar para conseguir. (ATRIBOULET, que ha odo estas ltimas palabras.) Noes verdad?

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    TRIBOULET. -El misterio es la nica envolturadonde las intrigas amorosas estn seguras.

    Escena II

    EL REY, TRIBOULET, M. DE GORDES y muchoscaballeros. EL REY contempla un grupo de damas que

    pasan.

    LA TOUR. -Es divina la seora Vendme. GORDES. -No lo Son menos la de Alba y la deMontchevreuil. REY. -Pero la de Coss las aventaja a todas. GORDES. -Bajad la voz, seor, que su esposolo est oyendo.Indicndole a M. COSS, que pasa por el fondo. REY. -Nada me importa. GORDES. -Ir a decrselo a Diana. REY. -Que vaya!Va al fondo a hablar con otras damas que pasan. TRIBOULET. (A GORDES.) -Acabar porenojar a Diana de Poitiers, a la que no ve hace ochodas. GORDES. -Si querr remitrsela a su marido? TRIBOULET. -Creo que no. GORDES. -Ha pagado el perdn de su padre, yen paz. TRIBOULET. -A propsito de Saint-Vallier,qu capricho tuvo este viejo estrafalario de casar a

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    su hija Diana, que es hermosa y angelical, con unsenescal jorobado? GORDES. -Porque su padre es un viejo loco.Me encontraba yo al pie del cadalso en el momentomismo en que el rey le perdon, y le o decir estaspalabras: Dios guarde al rey! Pero ahora est locode remate. REY. (A MAD. DE COSS.) -Sois tan cruelque vais a partir? MAD. COSS. (Suspirando.) -Voy a Soissons,donde me lleva mi esposo. REY. -No es lstima que cuando vuestroshermosos ojos inflaman los corazones de losgrandes seores de Pars, cuando deslumbris en lacorte con el resplandor de vuestra hermosura, osvayis como astro humilde a brillar en un cielo deprovincia, despreciando seores y prncipes? MAD. COSS. -Calmaos. REY. -Es original capricho apagar la luz enmedio del baile.(Entra M. COSS.) MAD. COSS. -Aqu viene mi celoso. (Se apartadel REY.) REY. -El diablo se lo lleve! (A TRIBOULET.)No por eso he dejado de echar muchas flores a sumujer. Te ha enseado Marot los ltimos versosque he compuesto? TRIBOULET. -No leo nunca vuestros versos:los versos de los reyes siempre son malos. REY. -Eres muy chusco!

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    TRIBOULET. -Dejad que escriba versos laplebe... Vos cortejad a las mujeres hermosas yMarot que las dedique coplas. REY. -Si no estuviera viendo ahora a madamede Coislin, mandaba que te dieran azotes.(Corre hacia la COISLIN, a la que dirige algunasgalanteras.) TRIBOULET. -(Todas le gustan!) GORDES. -Mira en aquella puerta a la Coss.Apuesto cualquier cosa a que va a dejar caer unguante para que el rey lo recoja. TRIBOULET. -Observemos.(MADAME DE COSS, que ve con despecho que elREY hable con la COISLIN, deja caer el ramo que llevaen la mano; el REY lo recoge y entabla con la dama undilogo al parecer tierno.) GORDES. -No te lo dije? TRIBOULET. -S, S; la mujer es un diabloperfeccionado.

    (El REY besa la mano a la dama; mientras habla, entra suesposa por la puerta del fondo. M. DE COSS sedetiene

    mirando el grupo que forman su esposa y el Rey.)

    GORDES. -El marido! MAD. COSS. -(Separmonos.) TRIBOULET. -Qu vendr a hacer aqu esebarrigudo? COSS. -(Qu se estaran diciendo?)

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    LA TOUR. (A COSS.)-Sabis que vuestraesposa es bellsima? GORDES. (A COSS.)-En qu estispensando? Por qu miris de reojo? TRIBOULET. -Por qu estis tancariacontecido? (Suelta ste una carcajada y da lasespaldas al desdichado marido, que se va furioso.) REY. -A mi lado, Hrcules y el mismo JpiterOlmpico son futuros ridculos. Estoy entre mujeresbellsimas y soy dichoso. Y t? (A TRIBOULET.) TRIBOULET. -YO? Yo estoy entre bastidoresy me ro de la funcin; vos gozis y yo critico. Vossois dichoso como rey y yo corno jorobado. REY. (Mirando a M. DE COSS, que acaba deentrar.)- Slo se agua la fiesta. Qu te parece? TRIBOULET. -Un mentecato. REY. -Excepto ese celoso, todo lo dems megusta, Triboulet; soy muy dichoso y es cosaexcelente vivir. TRIBOULET. -Ya lo creo, seor; estis ebrio! REY. -All a lo lejos descubro los hermosos ojosy los bellsimos brazos... TRIBOULET. -De la seora de Coss? REY. -S; ven, me guardars las espaldas.

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    Escena III

    GORDES, PARDAILLAU, PAJE, VIC,CLEMENTE MAROT, AYUDA DE CMARA

    DEL REY. Despus PIEUNE. De vez en cuandoCOSS se pasea serio y pensativo.

    MAROT. -Qu se dice por ah? GORDES. -Nada... que la fiesta es magnfica yque el rey se divierte. MAROT. -Pues que el rey se divierte es una grannoticia. COSS. -Gran desgracia, digo yo, porque espeligroso que el rey se divierta. (Pasa adelante.) GORDES. -Ese pobre gordinfln lleva lamuerte en el alma. MAROT. -Parece que el rey acosa mucho a sumujer.Entra M. DE PIEUNE. GORDES. -Aqu est nuestro duque. PIEUNE. (Con misterio.) -Noticia, amigos mos.Od una cosa capaz de marear a cualquiera; od unanoticia risible, admirable, inverosmil... GORDES. -Qu noticia? PIEUNE. -Silencio! Venid aqu, Marot! MAROT. -Qu hay, seor? PIEUNE. -Que no crea que erais necio! MAROT. -Por qu lo decs? PIEUNE. -He ledo en vuestra composicinsobre el sitio de Pesquiere que decs a Triboulet:

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    Loco de cabezadesmochada, tan necio a los treintaaos como el da en que naci. Repito que sois unnecio. MAROT. -Que me maldiga Cupido si oscomprendo. PIEUNE. -Pues que os maldiga. Amigos mos,adivinad si podis el caso extraordinario que leocurre a Triboulet. PARDAILLAU. -Se le ha cado la joroba? COSS. -Le han nombrado condestable? MAROT. -Le han servido asado en la mesa? PIEUNE. -Algo ms gracioso que todo eso. Sies increble! Tiene... GORDES. -Un desafo con Garganta? PIEUNE. -No. PARDAILLAU. -Un mono ms feo que l? PIEUNE. -No. MAROT. -El bolsillo lleno de escudos? PIEUNE. -Apuesto ciento contra diez a que nolo adivinis. Triboulet el bufn tiene algoexorbitante, que es... MAROT. -Una joroba. PIEUNE. -No, una querida.Todos se echan a rer. MAROT. -Qu chistoso est el duque! PARDAILLAU. -Es una noticia muy graciosa! PIEUNE. -Seores, os juro que os he de ensearla casa de la dama. Todas las noches va all,embozado en la capa, con aspecto sombro y altivo,como un poeta en ayunas. Al rondar yo cerca del

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    palacio de Coss he descubierto ese secreto y ossuplico que lo guardis. MAROT. -Triboulet transformado por la nocheen Cupido! PARDAILLAU. -Triboulet tiene una mujer!(Riendo.)

    Todos se ren.

    Sabis decirme por qu el rey sale todos los dasal oscurecer y slo en busca de aventuras? PIEUNE. -Vic nos dir eso. VIC. -Lo nico que puedo afirmar es que el reyse divierte. COSS. -No hablis de eso! VIC. -Pero no s a qu parte el viento empujasus caprichos, ni si sale de noche disfrazado, ni sientra o no por alguna ventana; no estando casado,amigos mos, eso no me importa. COSS. (Moviendo la cabeza.) -Los veteranos en lacorte, seores, saben que el rey torna en casa ajenacuanto le place. Debe guardarse de l el que tengahermana, esposa o hija. El poderoso que est debuen humor no piensa ms que en perjudicar, y haymotivos para temerle; la boca que re ensea losdientes. VIC. (Bajo a los otros.) -Qu miedo tiene al rey! PARDAILLAU. -No le tiene tanto su mujer. MAROT. -Por eso se espanta el marido.

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    GORDES. -No tenis razn, Coss. Esconveniente que el rey se mantenga alegre,contento, y que sea prdigo. PIEUNE. -Soy de tu opinin, conde. El rey quese fastidia es como unadoncella vestida de negro ocomo un verano lluvioso. PARDAILLAU. -O como un amor sin querellas. MAROT. -El rey viene hacia aqu con CupidoTriboulet.Entra el REY y TRIBOULET. Los cortesanos seapartan respetuosamente.

    Escena IV

    Dichos, el REY y TRIBOULET

    TRIBOULET. (Continuando una conversacin.) -Esuna rara monstruosidad que haya sabios en la corte. REY. -Eso puedes decrselo a mi hermana lareina de Navarra, que quiere rodearme de sabios. TRIBOULET. -Debo deciros, seor, que hebebido menos que vuestra majestad; por lo que parajuzgar con acierto de las cosas y de los resultados detodo, os llevo una ventaja, o por mejor decir dos: noestar alegre y no ser rey. Antes que sabios, seor,traed aqu la peste y la fiebre amarilla. REY. -Poco me halaga ese consejo. TRIBOULET. -Porque vuestra hermana osaconseja mal al deciros que traigis sabios; no os

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    hace falta ms que lo que tenis: placeres, poder,conquistas y mujeres areas que perfumen vuestrasfiestas. REY. -Mi hermana Margarita me dijo una nocheen voz baja que las mujeres no me satisfarnsiempre, y que cuando me haste de ellas... TRIBOULET. -Es una absurda medicinarecetar sabios al que se hasta! Ya sabis que la reinaMargarita est siempre por los remedios radicales. REY. -Pues bien, no traer sabios; traer cinco oseis poetas... TRIBOULET. -Seor, si yo fuera lo que soisvos, tendra ms miedo a un poeta que temeBelceb a un hisopo rociado con agua bendita. REY. -Cinco o seis nada ms. TRIBOULET. -Cinco o seis es tener unaacademia. Nos basta con Marot para envenenarnosa todos. MAROT. -Muchas gracias. TRIBOULET. -Las mujeres, seor, son lo nicobueno que hay en el cielo y en la tierra; y ya queposeis las que se os antojan, no volvis a acordarosde los sabios. REY. -No creas que esa idea me roba el sueo.

    Se re el grupo de los cortesanos que est en el fondo.

    Creo que aquellos galanes se ren de ti. TRIBOULET. -Creo que se ren de otro loco.

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    Se acerca a ellos el bufn y luego vuelve hacia el REY.

    REY. -De quin se ren? TRIBOULET. -Del rey. REY. -Y qu dicen? TRIBOULET. -Que sois un avaro, y que losfavores y el dinero van a parar a Navarra; que nohacis nada por ellos. REY. -Veo que estn all Montchenu, Brion yMontmorency. TRIBOULET. -Pues sos son los quemurmuran. REY. -Son insaciables: al uno le nombralmirante, al otro condestable y a Montchenumayordomo de palacio. Todava no estncontentos!... TRIBOULET. -Todava con justicia podraisproporcionarles algo. REY. -Qu? TRIBOULET. -La horca. PIEUNE. (A los tres aludidos.) -Habis odo loque dice Triboulet? BRION. -S. MONTMORENCY. -Me la pagar. MONTCHENU. -Es un miserable. TRIBOULET. -Seor, debis encontrar en elalma un vaco, que debe causarlo no tener a vuestroalrededor una mujer cuyas miradas os digan que no,pero cuyo corazn os diga que s. REY. -Qu sabes t de eso!

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    TRIBOULET. -Que nos amen corazonesdeslumbrados, no es ser verdaderamente amados. REY. -Qu sabes t si hay o no hay mujer queme ame por m mismo? TRIBOULET. -Sin conoceros? REY. -Sin conocerme. (No comprometer a mibeldad del callejn de Bussy.) TRIBOULET. -Es villana? REY. -Por qu no? TRIBOULET. -Desconfiad de las villanas y noos arriesguis a amarlas. Los hombres de esta clasesuelen ser feroces romanos, que en cuanto se ponela mano en su tesoro, nos dejan en la mano lasseales; los locos y los reyes debemos concretarnosa las esposas y a las hermanas de los cortesanos. REY. -Me dara por satisfecho con conseguir elcario de la seora de Coss. TRIBOULET. -Tomosle. REY. -Eso es fcil de decir y difcil de lograr. TRIBOULET. -Robmosla esta misma noche. REY. -Y el conde? TRIBOULET. -Le encerraremos en la Bastilla. REY. -Oh, no! TRIBOULET. -Pues para que no se queje,ascendedle a duque. REY. -Es celoso como un plebeyo y rechazarael ttulo. TRIBOULET. -Es un hombre que nosincomoda mucho, porque no se puede pagarle nidesterrarle.

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    M. DE COSS, que se ha acercado por detrs, escucha laconversacin. TRIBOULET se da una palmada en lafrente y dice con alegra: Hay un medio sencillo, cmodo y fcil que no scmo no se me ha ocurrido antes. Cortarle lacabeza.M. DE COSS retrocede asustado. Finjamos que est metido en una conspiracincon Espaa o con Roma. COSS. - Jorobado de Satans! REY. (Riendo, halagando a COSS.) -Por mi fede caballero, qu has dicho? Cortarle la cabeza? COSS. -Cortarme la cabeza! TRIBOULET. -Y qu? REY. (Bajo.) -No le desesperes. TRIBOULET. -Qu diablos!, para qu sirveser rey, si no se puede satisfacerel menor capricho? COSS. (Estoy consternado.) -Yo te castigar,tunante. TRIBOULET. -No os temo. Me rodeanpoderosos, a los que hago la guerra, y la hagoimpunemente, porque todo lo que puedo arriesgares una cabeza de loco. Lo nico que temo es que lajoroba me entre en el cuerpo, o que me caiga en labarriga, como a vos, porque me afeara mucho. COSS. (Echando mano de la espada.) -Miserable! REY. -Deteneos, conde. Ven, bufn. GORDES. -El rey se desternilla de risa. PARDAILLAU. -Poco necesita para eso.

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    MAROT. -Es muy curioso un rey que sedivierte.

    En cuanto se alejan el REY y el bufn, se acercan loscortesanos al proscenio y persiguen a TRIBOULET Con

    Miradas de odio.

    BRION. -Vengumonos del bufn. TODOS. -S, S. MAROT. -Est acorazado y no s por dnde lepodamos herir. PIEUNE. -Yo os lo dir. Todos tenemos con lalgn resentimiento y todos nos vengaremos. Estatarde al anochecer acudid armados al callejn deBussy, junto al palacio de Coss.... y no hablemos yams de l. MAROT. -Ya comprendo. PIEUNE. -Estamos de acuerdo? TODOS. -S. PIEUNE. -Vienen, silencio!Vuelven TRIBOULET y el REY rodeado de damas. TRIBOULET. -(A quin jugar una mala pasada?Al rey?)

    Entra un ujier.

    UJIER. (Bajo a TRIBOULET.) -Un ancianovestido de negro, que dice que se llama Saint-Vallier, desea ver al rey.

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    TRIBOULET. -Pardiez! Djale entrar. Queentre, que dar aqu un buen escndalo.

    Ruido y tumulto en la puerta principal del fondo.

    UNA VOZ. (Dentro.) Quiero hablar al rey! REY. -Quin se atreve a tanto? Voz. -Quiero hablar al rey!

    Un anciano vestido de luto se abre paso y se presenta delantedel REY; los cortesanos, sorprendidos, se apartan.

    Escena V

    Dichos y SAINT-VALLIER

    VALLIER. -Vengo a hablaros. (Al REY.) REY. -Caballero de Saint-Vallier! VALLIER. -Efectivamente, se soy yo.

    El REY, colrico, da uno paso hacia l; el bufn lo detiene. TRIBOULET. -Permitidme, seor, que yo leeche un discurso. (Tomando una actitud dramtica.)Monseor, habis conspirado contra Nos, y Nos,como rey bondadoso y clemente, os hemosperdonado. Por qu deseis ahora tener nietos,hijos de vuestro yerno, que estmal conformado,que es tuerto, velludo, descolorido, y que tiene tantabarriga como M. Coss y tanta joroba como yo? El

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    que vea a su lado a vuestra hija, de seguro se burlarde l. Si el rey no interviniera en este asunto, seraistan desgraciado, que tendrais nietos deformes,ridculos, barrigudos como este caballero yjorobados como yo.

    El seor COSS est sumamente indignado; los cortesanosaplauden al bufn y ren a carcajadas.

    VALLIER. (Sin mirar al bufn.) -Eso es uninsulto ms! Escuchadme, seor, como debis, yaque sois rey. Un da me hicisteis conducir descalzo ala plaza de la Grve, y al ir a subir a la horca meenviasteis el perdn; os bendije entonces, ignorandolo que en su fondo ocultaba vuestro perdn,ignorando que en l escondais mi deshonra. Sinrespetar a una raza antiqusima, a la raza de losPoitiers, noble desde hace mil aos, mientras yoregresaba de la Grve, rogando a Dios que osconcediera muchos aos de vida, vos, Francisco deValois, sin temor, sin piedad y sin pudor,deshonrasteis y envilecisteis a Diana de Poitiers,condesa de Brez. Mi casta Diana, mientras yoesperaba la muerte, corra al Louvre a comprar miperdn; y el rey, consagrado caballero por Bayardo,puso precio a su honor, y el tablado horrible quelevant el verdugo aquella maana, tena que servirde patbulo al padre o de lecho a la hija. Oh, Dios,que nos juzgis! Qu os pareci desde el cielo verrevolcarse, ensangrentada y sucia, la lujuria real

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    disfrazada de clemencia?... Mal obrasteis, seor; enbuena hora que me hubierais sacrificado; sabiendoque yo perteneca al bando del condestable, merecacastigo y me resignaba a sufrirlo; pero sacrificar auna joven inocente y tmida es una hazaa impaque ha de castigar el cielo. El padre os perteneca,pero la hija no. Soy acaso ingrato porque no meresigno a aceptar vuestro perdn? Si en vez deabusar de Diana hubierais entrado en mi calabozo aproponrmelo, os hubiera contestado: Matadme,pero respetad a mi hija y respetad mi honor.Prefiero la muerte a la afrenta; aunque tambin esdecapitar a un cristiano, a un conde y a un caballero,arrebatarle el honor. Esto os hubiera contestado.Entonces, aquella misma noche, en la iglesia, sobremi ensangrentado fretro, mi honrada hija Dianahubiera podido orar por un padre honrado. Novengo a pediros a mi hija; el que no tiene honor notiene ya familia. Que os ame o no con amorinsensato, nada me importa ya; despus de que lehabis hecho perder la vergenza, retenedla envuestro poder. Pero me propongo venir a turbartodos vuestros festejos; y hasta que un padre, unhermano o un marido me vengue de vos, lo quetarde o temprano suceder, me veris penetrar entodos vuestros banquetes y deciros siempre:Habis obrado mal. Y me tendris que escucharavergonzado hasta que yo termine. Para obligarme acallar, pensaris en entregarme al verdugo; pero no

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    os atreveris: tendris miedo de que venga ahablaros mi espectro con la cabeza en la mano. REY, (Sofocado de clera.) -Es inverosmil tantaaudacia y tanto delirio! (A PIEUNE.) Duqueprended a ese lenguaraz.

    El duque hace una sea y dos alabarderos se colocan a uno yotro lado de SAINT-VALLIER.

    VALLIER. (Levantando los brazos.) -Malditos seislos dos. (Al REY.) Hacis mal en soltar un perrocontra el len moribundo. (A TRIBOULET.) Y t,bufn viperino, que has escarnecido el dolor de unpadre, maldito, maldito seas!

    FIN DEL ACTO PRIMERO

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    Acto segundo

    Saltabadil

    El rincn ms desierto del callejn sin salida de Bussy. A laderecha una casita de reservada apariencia, con un pequeopatio, rodeado de pared, que ocupa una parte del teatro. En

    el patio hay algunos rboles y un banco de piedra. En lapared una puerta que da a la calle, y encima de la pared una

    galera con arcadas del estilo Renacimiento. La puerta delprimer piso de la casa da a la terraza, que se comunica con elpatio por medio de una escalera. A la izquierda del teatro se

    ven las altas tapias del jardn del palacio de Coss. En elfondo casas lejanas y el campanario de San Severo.

    Escena primera

    TRIBOULET y SALTABADIL. A su tiempoPIEUNE y GORDES por el foro.

    TRIBOULET, embozado, aparece en la calle y se dirigehacia la puerta de la pared de la casa. SALTABADIL,

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    vestido de negro y embozado tambin, y con espada cuyapunta asoma por debajo de la capa, va siguindole los pasos.

    TRIBOULET. -Cmo me maldijo aquelanciano! SALTABADIL. (Acercndosele.) -Caballero!... TRIBOULET. -Ah! (Registrndose los bolsillos.) Nollevo dinero. SALTABADIL. -Qu diablo! Tampoco os lopido. TRIBOULET. -Entonces, alejaos de aqu.

    Salen PIEUNE y GORDES, que se quedan en el foroobservando.

    SALTABADIL. -Me habis juzgado mal; soyhombre de armas. TRIBOULET. -(Ser algn ladrn?) SALTABADIL. -No temis nada. Veo querondis por aqu todas las noches, y presumo quevigilis a alguna mujer. TRIBOULET. -No acostumbro a revelar a nadiemis secretos.

    Quiere marcharse y SALTABADIL lo retiene.

    SALTABADIL. -Por vuestro propio inters meinmiscuyo yo en los vuestros. Si me conocierais metratarais mejor.Acercndosele ms.

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    Ha puesto acaso algn fatuo los ojos en vuestramujer? Estis celoso? TRIBOULET. -Acabemos. Qu es lo quequeris? SALTABADIL. -Si me dais una buena propinahago desaparecer a vuestro rival. TRIBOULET. -Ah! Bien, muy bien. SALTABADIL. -Ya veis que soy hombrehonrado. TRIBOULET. -Pardiez! SALTABADIL. -Y que os sigo con buenasintenciones. TRIBOULET. -En efecto, sois un hombre til. SALTABADIL. -Soy el guardin del honor delas damas de la ciudad. TRIBOULET. -Y cunto cobris por matar aun rival? SALTABADIL. -Segn sea ste y segn lahabilidad que se necesite. TRIBOULET. -Por despachar a un gran seor. SALTABADIL. -Los grandes seores van muybien armados; por consiguiente, hay que dar yrecibir. Un gran seor es caro. TRIBOULET. -Caro! Acaso los villanos sedejan matar? SALTABADIL. -Pero matar a un gran seor escosa de lujo, y por regla general slo se lo permitenlos hombres bien nacidos. Hay quien, gastando unabuena cantidad, quiere echrsela de caballero y se

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    vale de m, dndome la mitad antes y despus la otramitad. TRIBOULET. -Cmo os exponis a ir a lahorca... SALTABADIL. -No..., porque pagamosnuestros derechos a la polica. TRIBOULET. -A tanto por hombre? SALTABADIL. -Pues... A menos que... no mateuno al mismo rey. TRIBOULET. -Y cmo te lo arreglas? SALTABADIL. -Mato en la ciudad o en mi casa,segn me exigen. TRIBOULET. -Eres muy considerado. SALTABADIL. -Para trabajar fuera de casatengo un estoque agudo y muy bien templado; meescondo, acecho a la vctima y... TRIBOULET. -Y dentro de casa? SALTABADIL. -Tengo all a mi hermanaMagdalena, que es una mozatan gentil como fuertey atrevida, que baila en las calles y en las plazas, yque atrae el galn a casa y... TRIBOULET. -Ya comprendo. SALTABADIL. -Pero esto se hace sin ruido,decentemente. Hacedme el encargo y os juro quequedaris contento. No soy hombre de pual, comolos bandidos, que se juntan ocho o diez para nohacer nada. Ved el instrumento que yo gasto.

    Saca una daga desmesuradamente larga.

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    TRIBOULET. (Retrocediendo.) -Por ahora no lanecesito; mil gracias. SALTABADIL. (Envainando la espada.) -Puescuando me necesitis me encontraris siempre amedioda pasendome por la fonda del Maine. Mellamo Saltabadil. TRIBOULET. -Sois gitano? SALTABADIL. -Y borgon. GORDES. (Tomando nota.) -Es un hombre queno tiene precio, y apunto su nombre. SALTABADIL. -No pensis mal de m. TRIBOULET. -No! Qu diablo! Es precisotener algn oficio. SALTABADIL. -O ser un mendigo, un holgazno un miserable. Tengo cuatro hijos. TRIBOULET. -Que debis educar... Ea, adis.(Despidindole.) PIEUNE. (A GORDES.) -An hay bastante luzy temo que Triboulet nos vea. (Se van GORDES yPIEUNE.) TRIBOULET. -Buenas tardes. SALTABADIL. -Estoy siempre a vuestrasrdenes. (Se va.) TRIBOULET. -Nos parecemos los dos; yotengo la lengua acerada y l la espada puntiaguda.Yo soy el hombre que re y l es el hombre quemata.

    Escena II

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    TRIBOULET Solo

    El bufn abre cautelosamente la puerta que da al patio,despus quita la llave y la vuelve a cerrar por dentro, dando

    algunos pasos por el patio, preocupado e inquieto.

    Cmo me maldijo el anciano!... Mientras memaldeca me estuve burlando, pero interiormenteme espant su maldicin. (Se sienta en el banco, junto ala mesa de piedra.) La naturaleza y los hombres mehan hecho perverso, cruel y cobarde. Me ponerabioso ser bufn y ser deforme, y este pensamientonunca me abandona, ni cuando velo ni cuandoduermo. Ser el bufn de la corte, y sin querer y singanas tener la obligacin de hacer rer! Esto es unexceso de oprobio y de miseria. Ni siquiera tengo elderecho de que pueden usar los soldados reunidosalrededor de su bandera; ni el derecho que tiene elmendigo espaol, y el esclavo de Tnez, y elforzado en la galera, y todo hombre que respira: elderecho de llorar cuando quiere; cuando, triste ydespechado y con el disgusto que me causa mideformidad, adusto y solitario, quiero recogermepara llorar mi desgracia, se me aparece de improvisomi seor, mi seor omnipotente, mi seor dichoso,el hermoso rey de Francia, que me da un puntapi yme dice bostezando: Bufn, hazme rer. Odio alrey y a los seores; les hago pagar caros susdesprecios y busco bien mis desquites. Soy el

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    demonio familiar que aconseja, que tienta a su amo,y que en cuanto puede agarrar entre sus uas uncorazn lo destroza o lo mata. Vosotros me hicisteisperverso y me vengo de vosotros. Pero no es vivirmezclar la hiel en el vino con que los otros seembriagan, pasar por un genio malfico en losfestines, turbar la dicha de los que gozan, desear elmal ajeno y guardar y esconder tras burlona sonrisaun odio eterno que me envenena el corazn.(Levantndose del banco de piedra.) Pero al llegar aqume olvido de todo: soy otro hombre al pasar esapuerta. Se me borra de la memoria el mundo dedonde salgo. Aqu no debo traer nada de l. Cmome maldijo el anciano!... Por qu me perseguircon tal insistencia este pavoroso recuerdo? Con talde que no me suceda ninguna desgracia! Bah! Soyun necio.

    Se acerca a la puerta de la casa y llama; abren y aparece unajoven vestida de blanco, que le abraza con alegra.

    Escena III

    TRIBOULET, BLANCA y en seguida la SEORABERARDA

    TRIBOULET. -Hija ma! Abrzame bien. A tulado todo me sonre. Qu feliz soy contigo! Eres

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    ms hermosa cada da. No careces de nada, esverdad? Ests bien aqu? BLANCA. -Qu bueno sois, padre mo! TRIBOULET. -Es porque t eres para m lavida y la felicidad; si t no existieras, qu sera dem? BLANCA. -Estis suspirando! Tenis pesaressecretos? Confidselos a vuestra hija. Ah! An nos quin es mi familia. TRIBOULET. -No tienes familia, hija ma. BLANCA. -Ignoro hasta vuestro nombre. TRIBOULET. -Qu te importa cmo me llamosi te adoro? BLANCA. -Los vecinos de la pequea aldeadonde me cri me crean hurfana antes de quevinieseis a recogerme. TRIBOULET. -Lo ms prudente hubiera sidoque te hubieras quedado all. Pero yo no poda vivirlejos de tu lado, y tena necesidad de que un ser meamase. Mira, no salgas de casa. BLANCA. -En los dos meses que hace que estoyen esta casa, apenas he ido ocho veces a la iglesia. TRIBOULET. -Por compasin no despiertes enm tan amargo pensamiento, no me recuerdes queen otro tiempo encontr una mujer distinta de lasotras mujeres, que tuvo lstima de m al verme solo,aborrecido y despreciado, y me am por mi miseriay por mi deformidad. Muri llevndose consigo a latumba el secreto de un amor fiel, que pas por lavida para m como un relmpago. Sale la tierra

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    ligera! Desde entonces t sola me quedas en elmundo. BLANCA. -Padre mo, si lloris me parts elcorazn. TRIBOULET. (Amargamente.) -Pues qu tesucedera si me vieras rer? BLANCA. -Qu tenis, padre mo? Depositaden mi pecho todas vuestras penas. TRIBOULET. -No.... no. Soy tu padre y basta.Fuera de aqu, unos me temen, otros me desprecian,y hasta hay quien me maldice. Qu conseguirs consaber mi nombre? Quiero al menos en este rincndel mundo, a tu lado, aqu donde habita lainocencia, ser slo para ti padre carioso y augusto. BLANCA. -Padre mo! TRIBOULET. (Abrazndola.) -Te amo tantocomo odio a todos los dems. Sintate a mi lado yhablemos. Quieres mucho a tu padre? T, miquerida Blanca, eres la nica felicidad que el cielome ha concedido: otros tienen padres, hermanos,amigos, esposas, vasallos, muchos hijos, qu s yo?Yo slo tengo a mi hija. Otros son ricos y t eres miriqueza. Oh, si llegara a perderte..., no podrasoportarlo!... Mrame y sonrete: cuando te sonreste pareces a tu madre, que tambin era muyhermosa. BLANCA. -Quisiera poderos hacer feliz. TRIBOULET. -Si soy muy feliz contigo! Quhermosos son tus cabellos negros! (Acaricindolos.)Cuando nia eras rubia. Quin lo haba de decir!

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    BLANCA. -Una tarde, antes de oscurecer,quisiera salir un poco para ver Pars. TRIBOULET. (Con mpetu.)-Eso jams! Hassalido alguna vez con Berarda? BLANCA. -No, no. TRIBOULET. -Cuidado! BLANCA. -Slo he ido a la iglesia. TRIBOULET. -(Si la vieran, la seguiran y quiz mela robaran. La hija de un bufn no inspira respeto, ycausara risa deshonrarla.) Te suplico, Blanca ma, quepermanezcas viviendo encerrada aqu. Respirar elaire de Pars es malsano para las mujeres. Sisupieras cuntos libertinos hay en la ciudad, sobretodo entre los seores! BLANCA. -No os hablar ms de salir. Nolloris por eso, padre mo. TRIBOULET. -Esto me alivia. Lloro porque remucho anoche.... pero ya anochece y es tiempo de ira ponerme el collar. (Levantndose.) Adis. BLANCA. -Volveris pronto? TRIBOULET. -S.... aunque yo no soy dueo dehacer lo que quiero. Berarda! (Llamando.)Aparece en la puerta de la casa una duea vieja. BERARDA. -Seor... TRIBOULET. -Habis notado si cuando vengome ve alguien entrar? BERARDA. -Nadie, seor. Si esto es undesierto!

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    Es casi de noche. En la calle, y a la otra parte de la tapia,aparece el REY disfrazado con traje oscuro y sencillo, y

    examina la altura de la pared y la puerta cerrada, dandomuestras de impaciencia y de despecho.

    TRIBOULET. -Adis, hija ma. (Abrazndola.)Habis cerrado bien la puerta que da al terrapln?(A la duea.) BERARDA. -S, seor. TRIBOULET. -A espaldas de San Germn mehan dicho que hay otra casa ms retirada que statodava. Maana ir a verla. BLANCA. -Padre mo, sta me gusta por laterraza, desde la que se ven jardines. TRIBOULET. -Por Dios, no subas a la terraza!(Escuchando.) Parece que andan por fuera de lapuerta.

    Va a la puerta del patio, la abre y mira a la calle coninquietud. El REY se ha ocultado en un hueco que hay cerca

    de la puerta, que deja entreabierta TRIBOULET.

    BLANCA. -No puedo salir por las tardes arespirar un rato en la terraza? TRIBOULET. -Te podran ver, y no pongisnunca luz en la ventana, Berarda.El REY, a espaldas del bufn, por la puerta entreabierta sedesliza en el patio y se esconde tras un rbol. BERARDA. -Y cmo queris que entre aquningn hombre?

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    BERARDA se vuelve y apercibe al REY detrs de ella. Almomento que va a gritar, el REY le tapa la boca y le pone

    en la mano una bolsa, que ella aprieta.

    BLANCA. -Para qu tomis tantasprecauciones? Qu temis, padre mo? TRIBOULET. -Por m nada, por ti todo. Adis,hija ma.

    Un rayo de luz de la linterna que tiene la duea en la manoalumbra al padre y a la hija.

    REY. -(Es Triboulet! Y mi desconocida es su hija!Curiosa historia!) TRIBOULET. (Volviendo desde la puerta.) -Decidme: cuando vais a la iglesia os sigue alguno?

    BLANCA inclina los ojos al suelo.

    BERARDA. - Jess! Nadie. TRIBOULET. -Si os siguiera alguno pedidauxilio. BERARDA. -Desde luego. TRIBOULET. -Y si llaman a la puerta no abrisnunca. BERARDA. -Aunque fuese el rey? TRIBOULET. -Sobre todo si es el rey.

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    Abraza por ltima vez a su hija y sale, cerrando tras s lapuerta.

    Escena IV

    BLANCA, BERARDA y el REY, escondido detrs delrbol.

    BLANCA. -Tengo as como un remordimiento... BERARDA. -De qu? BLANCA. -Como mi padre de todo se alarma yse espanta!... Deba haberle dicho que los domingoscuando vamos a misa nos sigue un galn. Aquelgallardo mozo que t sabes. BERARDA. -Nia, esas cosas no se debenreferir a los padres, y ms cuando son, como elvuestro, huraos y raros. Pero os es antiptico esemozo? BLANCA. -Al contrario..., desde que le vi estoysiempre pensando en l. Desde el da que sus ojoshablaron a los mos, le tengo siempre presente y meparece que soy suya... Ilusiones infantiles! Meparece que es ms alto que los dems hombres, ymuy altivo y muy arrogante. BERARDA. -Realmente es un buen mozo.

    Pasa cerca del REY, que le da un puado de monedas.

    BLANCA. -El hombre debe ser as.

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    BERARDA. -Parece caballero y noble.

    Tendiendo la mano al REY, que vuelve a darle dinero.

    BLANCA. -A sus ojos se asoma un grancorazn. BERARDA. -Verdaderamente que es as.

    A cada palabra que dice tiende la mano al REY, que lesigue dando monedas.

    BLANCA. -Debe de ser valiente. BERARDA. -Temerario. BLANCA. -Tierno. BERARDA. -Y generoso. (Alargando la mano.) REY. -(Como la vieja me admira al pormenor,me ha dejado exhausto.) BERARDA. -Se conoce que es un gran seor. BLANCA. -Pues yo, en vez de un noble o unprncipe, quisiera que fuera un pobre estudiante....as me amara ms... BERARDA. -Es posible! (Qu mal gusto tienenestas jvenes! Pues que ya debe haberse quedado sinblanca, no le elogio ms.) BLANCA. -Cunto tardan en venir losdomingos! Cuando no le veo estoy triste. El otroda, al llegar la misa al Ofertorio, cre que me iba ahablar, y el corazn me saltaba de alegra en elpecho. Creo que mi amor tambin le absorbe, yestoy cierta de que lleva mi imagen grabada en el

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    alma. Creo que para l no existen juegos nidiversiones.... creo que no piensa ms que en m.Hay noches que sueo en l y que creo tenerlo aqu,delante de mis ojos...

    Sale el REY de su escondite y se arrodilla a sus pies,mientras ella mira al otro lado.

    Y que le digo: Estate contento, s feliz.... porqueyo te a...

    Se vuelve, ve al REY y se para petrificada.

    REY. -Te amo! Acaba de decirlo. Nada temas.Suenan tan bien esas palabras, pronunciadas portus graciosos labios! BLANCA. (Asustada, buscando con la vista a laduea que ha desaparecido.)-Berarda! No est! OhDios! REY. (Siempre de rodillas.) -Los amantes dichososdeben estar solos. BLANCA. (Temblando.) -De dnde sals? REY. -Del infierno o del cielo. Que yo seaSatans o Gabriel, nada debe importaros si os amo. BLANCA. -Oh Dios, tened compasin de m!Creo que nadie os habr visto entrar, pero salid,porque si mi padre... REY. -Que salga de aqu cuando te tengo enmis brazos, cuando te pertenezco y me perteneces!Me has dicho que me amas.

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    BLANCA. (Confundida.) -(Lo ha odo!) REY. -Qu armona ms divina hubiera podidoor? BLANCA. -Pues ahora que habis conseguidohablarme, os suplico que salgis de aqu. REY. -No debo salir, porque mi suerte estligada a la tuya, porque vengo a despertar tucorazn de nia, y el cielo me ha elegido para queabra el amor tu alma virginal y tus ojos a la luz,porque el amor es el sol del alma. No hay en latierra, donde todo es efmero, ms que una cosadurable y divina, el amor. Oh Blanca! Tu rendidoamante te trae la felicidad que tmidamenteesperabas. Oh, ammonos, vida ma!Quiere abrazarla y ella le rechaza. BLANCA. -Dejadme, por Dios.

    El REY la estrecha al fin en sus brazos y la besa.

    BERARDA. (Desde el fondo.) -(Esto va viento enpopa.) REY. -Dime que me amas. BERARDA. -(Truhn!) BLANCA. (Inclinando los ojos al suelo) -Ya lohabis odo, ya lo sabis. REY. -Soy dichoso! BLANCA. -Estoy perdida! REY. -No; eres feliz conmigo. BLANCA. -Sois un extrao para m; decidmecmo os llamis.

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    BERARDA. -(Ya es tiempo de que lo sepa.) BLANCA. -No seris un gran seor; mi padreles teme tanto! REY. -No lo soy; me llamo Gaucher Mahiet; soyun pobre estudiante. BERARDA. -(Embustero!)

    Entran en la calle PIEUNE y PARDAILLAU,embozados y con una linterna sorda en la mano.

    PIEUNE. -Aqu es.

    BERARDA baja precipitadamente de la terraza y avisa aBLANCA.

    BERARDA. -Hablan en la calle. BLANCA. (Espantada.) -Quiz sea mi padre. BERARDA. -Partid, caballero. REY. -Si pudiera apoderarme del que as meestorba! BLANCA. (A BERARDA.) -Hazle salirpor la puerta que da al muelle. REY. -Separarme de ti tan pronto! Me amarsmaana? BLANCA. -Y vos? REY. -Toda la vida. BLANCA. -Me engaaris, porque engao yo ami padre. REY. -Nunca. Ahora, Blanca, un beso dedespedida. BERARDA. -(Es muy besucn.)

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    BLANCA. -No, no.

    El REY la besa y sigue a la duea; BLANCA los siguecon la vista. Entretanto aparecen en la calle varios caballerosarmados y con mscaras. Noche oscursima. Los caballeros,

    que han ocultado la linterna sorda bajolas capas, se entiendenpor seas. Les sigue un criado llevando una escala.

    Escena V

    Los CABALLEROS, luego TRIBOULET y despusBLANCA

    BLANCA aparece en la puerta del primer piso, en laterraza; lleva en la mano una luz, que alumbra su rostro.

    BLANCA. -Se llama Gaucher Mahiet el hombreque yo adoro. PIEUNE. -Seores, all est. PARDAILLAU. -Es Verdad. GORDES. -Ser alguna beldad vulgar. PIEUNE. -Te gusta, conde? MAROT. -No es fea la villana. GORDES. -Es un hada, un ngel, una diosa. PARDAILLAU. -Pues es la manceba delhipcrita bufn. GORDES. -Es un tunante.

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    MAROT. -La ms hermosa siempre le toca alms feo, porque Jpiter se complace en cruzar lasrazas.

    BLANCA se retira por donde ha salido y se ve la luz altravs de la ventana.

    PIEUNE. -Seores, no perdamos el tiempo.Resolvimos castigar a Triboulet, y con ese objetohemos venido aqu provistos de una escala.Escalemos, pues, las paredes y robmosle a sucompaera; llevmosla al Louvre, y que al levantarsemaana el rey se la encuentre en palacio. COSS. -Si el rey interviene en esto... MAROT. -El diablo desenredar la trama. PIEUNE. -Pues ea, manos a la obra. GORDES. -Verdaderamente esa mujer esbocado de rey.Sale TRIBOULET. TRIBOULET. -(Vuelvo..., a qu? No s porqu vuelvo.) COSS. (A los otros.) -Seores, decidme si osparece bien que el rey sople la dama a todo elmundo? Querra yo saber lo que dira si alguno leescamotease la reina. TRIBOULET. -(No puedo olvidarme de lamaldicin del anciano.... estoy perturbado!)

    La oscuridad es tan densa que no ve a GORDES, con elque tropieza al pasar.

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    Quin es? GORDES. -Es Triboulet, seores! COSS. -Doble victoria; matemos al traidor. PIEUNE. -Eso no. COSS. -Est en nuestro poder, PIEUNE. -S; pero quin nos divertir maana? GORDES. -Nos estorbar. MAROT. -Yo le hablar y lo arreglar todo. TRIBOULET. -(Parece que hablan en voz baja.) MAROT. (Acercndosele.) -Triboulet? TRIBOULET. -Quin es? MAROT. -No te asustes; soy yo. TRIBOULET. -Quin eres t? MAROT.-Marot. TRIBOULET. -Cmo est tan oscuro!... Quocurre? MAROT. -Venimos.... no lo adivinas? TRIBOULET. -No. MAROT. -Pues venimos a robar para el rey a laesposa del seor Coss. TRIBOULET. (Respirando.)-Ah! Magnfica idea! COSS. -(Estoy por romperle la cabeza!) TRIBOULET. -Cmo os arreglaris para llegarhasta su aposento? MAROT. (A COSS.) -(Dadme la llave devuestra casa.)COSS se la entrega a MAROT y ste la trasmite aTRIBOULET. El bufn tienta la llave y reconoce en ella elcincelado blasn del conde.

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    TRIBOULET. -S, sta es; tiene tres hojas desierra, que constituye su blasn. (Soy tan necio, queme haba imaginado otra cosa.) Pues si vens arobarla, ah tenis el palacio de su marido. MAROT. -Con ese objeto venimos todosenmascarados. TRIBOULET. -Pues dadme tambin unamascarilla.

    MAROT le pone una mscara, aadindole una venda quele ata sobre los ojos y sobre las orejas.

    Y ahora qu vamos a hacer? MAROT. -Ahora nos sostendrs la escala.

    Los caballeros suben por la escala, fuerzan la puerta delprimer piso que da a, la terraza y penetran en la casa. Poco

    despus uno de ellos aparece en el patio y abre la puerta; luegoel grupo de los caballeros baja al patio y franquea dicha

    puerta, llevndose a BLANCA, desceida y despeinada, queresiste todo lo que puede.

    BLANCA. -Padre, padre mo! Socorro!... LOS CABALLEROS. -Victoria!

    Desaparecen llevndose a BLANCA.

    TRIBOULET. (Que se ha quedado solo al pie de laescalera.) -Me estn haciendo pasar aqu elpurgatorio! Deben haber acabado ya.

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    Suelta la escala, se lleva la mano a la mascarilla y seencuentra con la venda.

    Los tunantes me han vendado los ojos!

    Se arranca la venda y la mascarilla. A la luz de la linternasorda que han dejado olvidado en el suelo ve un objeto blanco,lo recoge y reconoce que es el velo de su hija. Se vuelve y ve quela escala est apoyada en la pared de su terraza y la puerta

    de su casa abierta. Entra en la casa como un loco, yreaparece un momento despus, arrastrando a la duea

    amordazada y casi desnuda. La contempla con estupor, luegose mesa los cabellos lanzando gritos inarticulados, y al fin

    recobra la palabra y grita sordamente:

    Ha cado sobre m la maldicin del anciano!

    Cae sin sentido.

    FIN DEL ACTO SEGUNDO

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    Acto tercero

    El rey

    Escena primera

    LOS CABALLEROS

    GORDES. -Vamos a preparar el desenlace de laaventura. Es Preciso que Triboulet se atormente yse desespere, sin dejarle sospechar que hemos tradoaqu a su adorada. COSS. -Que la busque es muy natural..., pero silos porteros han visto cmo la introducamos estanoche... MONTCHENU. -Hemos mandado ya a todoslos ujieres de palacio que digan que no han vistoentrar esta noche a ninguna mujer. PARDAILLAU. -Adems, uno de mis lacayos,muy hbil en esta clase de intrigas, ha ido adesorientar al bufn dicindole que a medianoche lvio que llevaban a la fuerza a una mujer al palaciode Haltefort.

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    COSS. (Riendo.)-Pues ese palacio est muy lejosdel Louvre. GORDES. -Apretmosle la venda que le ciega. MAROT. -Yo le he escrito esta maana estebillete: (Saca un papel y lee.) Acabo de robarte tubeldad, amigo Triboulet, y para que sepas de ella, teparticipo que la saco de Francia.

    Todos se ren.

    GORDES. -Quin lo firma? MAROT. -Juan de Nivelles.

    Nuevas carcajadas.

    PARDAILLAU. -La buscar como undesesperado. COSS. -Pensndolo me divierto ya. GORDES. -El maldito bufn nos va a pagar enun da todas sus deudas atrasadas.

    brese la puerta lateral y entra el REY con PIEUNE.Todos los cortesanos se descubren y abren paso. El REY y

    PIEUNE vienen riendo a carcajadas.

    REY. -Est ah la hermosa? PIEUNE. -La manceba de Triboulet? REY. -En verdad que soplarle la dama a mibufn es cosa que causarisa. (No le crea padre defamilia.)

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    PIEUNE. -Quiere verla vuestra majestad? REY-Ya lo creo!

    Vase el duque y vuelve sosteniendo a BLANCA, velada yvacilante. El REY se sienta.

    PIEUNE. -Entrad, hermosa ma, y no temblis,que os encontris en presencia del rey. BLANCA. -Aquel joven es el rey!

    Con rapidez se arrodilla a sus pies; al or la voz deBLANCA el REY se estremece y hace seal a todos de que

    salgan.

    Escena II

    El REY y BLANCA

    En cuanto se quedan solos, el REY le levanta el velo.

    REY. -Blanca! BLANCA. -Es Gaucher Mahiet! REY. (Riendo.) -A fe de caballero que estoy muycontento de mi invencin. Blanca, amor mo, ven amis brazos. BLANCA. (Retrocediendo.) -El rey! El rey!Dejadme, seor. Ya no s cmo hablaros ni qu oshe de decir. Tened compasin de m!

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    REY. -Qu te tenga compasin, yo que teadoro? Lo que te dijo Gaucher Mahiet te lo repite elrey Francisco. Me amas y te adoro y seremos felices.Ser rey no nos priva de estar enamorados. Eras unainocente, que creas que era yo un estudiante; peroporque la casualidad me haya hecho nacer ms alto,porque sea rey, no es motivo para que me rechacesy me aborrezcas. Nada importa que yo no hayanacido patn para quererte. BLANCA. -(Parece que se burla, Dios mo!Quisiera morir en este instante!) REY. -Tu porvenir Y el mo sern de hoy enadelante las fiestas, las danzas, los torneos, losdilogos de amor en el fondo de los bosques, y cieny cien placeres que las sombras cubrirn con susalas. Seremos dos amantes felices. La vida, Blanca,se reduce a muy poco: toda la sabidura humana sereduce a honrar a Dios Padre, a amar, comer, bebery gozar. BLANCA. (Aterrada y retrocediendo.) -Qudiferente es del ideal de mis sueos! REY. -Me suponas acaso amante tmido ytembloroso, uno de esos hombres fros y lgubres,que creen que basta para cautivar los corazones delas mujeres exhalar suspiros y exclamaciones? BLANCA. (Rechazndole.) -Dejadme!Desdichada de m! REY-No sabes que yo soy la Francia entera,que represento quince millones de almas, la riqueza,el honor, el placer y el poder sin cortapisa? Pues

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    todo eso es mo; soy el rey, y t, Blanca, sers lareina. BLANCA. -La reina! Y vuestra esposa? REY. (Riendo.) -Virtud de la inocencia! Mi mujerno es mi favorita. BLANCA. -Vuestra favorita! Oh, quvergenza!

    Tapndose la cara con las manos.

    REY. -Eres orgullosa! BLANCA. -No soy vuestra, soy de mi padre. REY. -Tu padre es mi bufn; es mi esclavo, y nopuede querer ms que lo que yo quiera. BLANCA. (Llorando amargamente.) -Pobre padremo! REY. -Blanca, te juro que te adoro y no quieroque llores ms. Quiero estrecharte contra micorazn. BLANCA. (Retrocediendo.) -Eso jams. REY. -Ingrata, no me has repetido que meamas! BLANCA. -Ni lo repetir ya. REY. -Te ofend sin querer; perdname. Nosolloces como una mujer abandonada. Antes quearrancar lgrimas a tus ojos, quisiera morir y quemis vasallos me tuvieran por un rey dbil y sinhonor. Es un cobarde el rey que hace llorar a unamujer.

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    BLANCA. -No es cierto que esto ha sido unabroma? Sabis que mi padre me buscar llorando, ysi sois rey, haced que en seguida me acompaen asu casa. Vivimos junto al palacio Coss, demasiadolo sabis. No comprendo nada de lo que me sucede.Varios enmascarados me han arrebatado lanzandogritos de alegra, y este acontecimiento extraorueda confuso por mi cerebro. (Llorando.) Nisiquiera s ya si os amo. Cuando creo que sois rey,me causis miedo. REY. (Queriendo tomarla en brazos.) -Os causomiedo, ingrata! BLANCA. (Rechazndole.) -Dejadme. REY. -Un beso para que sepa que me perdonis. BLANCA. -No. REY. (Riendo.) -(Qu extraa mujer!) BLANCA. -Dejadme... Esta puerta...Ve la puerta de la cmara del REY abierta, se precipita porella y la cierra con violencia. REY. (Sacando una pequea llave de oro de su cintura.)-Yo tengo la llave.

    Cierra con llave dicha puerta.

    MAROT. (Que ha estado observando desde el fondo.)(La pobre muchacha, huyendo, se refugia ellamisma en la cmara del rey.)

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    Escena III

    MAROT, LOS CABALLEROS y despusTRIBOULET

    GORDES. (A MAROT.) -Qu ha sucedido? MAROT. -Que el len ha arrastrado a la oveja asu madriguera. PARDAILLAU. (Con alegra.) -Pobre Triboulet! PIEUNE. -Silencio, que viene. GORDES. -Mucho disimulo. MAROT. -A m solo me puede reconocer,porque no habl ms que conmigo. PIEUNE. -Hagamos como que no sabemosnada.

    Entra TRIBOULET. Nada ha cambiado en l;nicamente est muy plido.

    PIEUNE. (Como continuando una conversacin.) -Entonces fue, seores, cuando inventaron estacopia:

    Cuando Borbn fue a Marselladicen que dijo a su squito:Qu capitn, Dios bendito,

    en la ciudad hallaremos?

    TRIBOULET. (Continuando la cancin.)

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    Del monte de la Colombaes el paso muy estrecho,Y subieron todos juntos,

    mas soplndose los dedos.

    Risas y aplausos irnicos.

    TODOS. -Bravo! TRIBOULET. (Adelantado hacia el proscenio.) -(Pobre hija ma! Dnde estar?... ) (Cantando.)

    Y subieron todos juntos, mas soplndose los dedos.

    GORDES. (Aplaudiendo.) -Muy bien! TRIBOULET. -(No hay duda que entre todosellos me la robaron.) COSS. (Riendo y dndole una palmada en elhombro.) Qu hay de nuevo, bufn? TRIBOULET. -Este gentilhombre se relgubremente. (Remedndole.) Qu hay de nuevo,bufn? COSS. (Riendo.) -T nos lo dirs. TRIBOULET. -Que no la echis de gracioso,porque an estis ms horrible. (Dnde la habrnescondido?... Si se lo preguntase, se burlaran dem.) (Acercndose a MAROT.) Me alegro que no tehayas constipado esta noche. MAROT. -Esta noche! TRIBOULET. -Ha sido una buena tostada. MAROT. -Qu tostada?

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    TRIBOULET. -Bah! MAROT. -Te aseguro que al toque de nimasestaba ya en la cama, y que cuando me desperthaba ya algunas horas de sol. TRIBOULET. -No has salido de casa estanoche? Entonces es que lo he soado.

    Ve un pauelo en una mesa y se echa encima de l.

    PARDAILLAU. -Mira, duque, cmo registra lamarca de mi pauelo. TRIBOULET. (Dejando caer al suelo el pauelo.) -(No es el suyo! Dnde estar?) PIEUNE. (A GORDES.) -Por qu te restanto? GORDES. -Porque t nos haces rer. TRIBOULET. -Estn todos hoy muy risueos.El rey no se ha levantado an? PIEUNE. -No lo s. TRIBOULET. -Parece que se oye ruido en suhabitacin.

    Va hacia all y PARDAILLAU le detiene.

    PARDAILLAU. -No quiero que vayas adespertar a su majestad. GORDES. -Este diablo deMarot nos est refiriendo un cuento muy gracioso.Al volver los tres Guy, no s de dnde, encontrarona sus tres mujeres...

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    MAROT. -Con otros tres que no eran susmaridos. TRIBOULET. -La moral ahora est muyrelajada! COSS. -Son tan traidoras las mujeres!... TRIBOULET. -Cuidado con lo que decs! COSS. -Por qu? TRIBOULET. -Porque no hay que mentar lasoga... COSS. -Qu dices? TRIBOULET. (Burlndosele en las narices.) -En unaaventura enteramente igual. COSS. -Hum! TRIBOULET. -Seores, acertad cul es elanimal que cuando est furioso dice: Hum!

    Todos se ren. Entra VANDRAGON.

    PIEUNE. -Qu ocurre, Vandragon? VANDRAGON. -La reina, mi seora, desea veral rey para hablarle de un asunto urgente.

    PIEUNE le hace seal de que es imposible, pero elgentilhombre insiste.

    Sin embargo, no est con el rey la seora deMerze. PIEUNE. -Es que el rey no se ha levantadotodava. VANDRAGON. -No se ha levantado? Hace uninstante estaba hablando con vosotros.

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    PIEUNE. (Hacindole seas que l no comprende.) -Elrey est de caza. VANDRAGON. -No se caza sin pajes y sinmonteros. PIEUNE. -A ver si ahora me entendis: el reyno quiere ver a nadie en estos momentos. TRIBOULET. (Con voz de trueno.) -Entoncesest aqu! Entonces est con el rey!

    Se asombran todos los caballeros.

    GORDES. -El bufn est delirando. TRIBOULET. -Bien sabis todos a lo que merefiero: la mujer que anoche robasteis en mi casaest aqu y la recobrar. PIEUNE. (Riendo.) -Triboulet ha perdido suquerida! Pues, sea fea o sea hermosa, bscala en otraparte. TRIBOULET. -He perdido a mi hija. TODOS. -Su hija!

    Momento de sorpresa.

    TRIBOULET. (Cruzando los brazos.) -Es mi hija,y... reos ahora. Os habis quedado mudos, oshabis sorprendido de que un bufn sea padre y deque tenga una hija!... Los lobos y los seores tienenfamilia; tambin yo la puedo tener. Basta de burlas.

    Con voz terrible.

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    S que est aqu mi hija y quiero que me ladevolvis.

    Los caballeros se colocan delante de la puerta y le impidenque pase.

    MAROT. -Su locura ha entrado en el perodo dela furia. TRIBOULET. (Retrocediendo con desesperacin.) -Es verdad que estos cortesanos, que estosbandidos, que esta raza de demonios me hanrobado a mi hija? Una mujer a sus ojos no valenada: cuando el rey es un rey disoluto, las mujeresde los grandes seores, si son hbiles, les hacen astos hacer carrera... El honor de una doncella espara ellos un lujo intil, un tesoro oneroso. Unamujer debe ser un campo productivo, una heredad,cuyo real colono paga cada plazo, y por eso lluevensobre ellos favores, de no se sabe dnde; hoy ungobierno, maana el collar del Toisn, y unaporcin de gracias que van en aumento cada da.

    Mirndoles cara a cara.

    Hay alguno entre vosotros que se atreva adesmentirme? No; porque todo lo venderais, si nolo habis vendido ya, por un ttulo o por unavanidad cualquiera. T, Brion, a tu mujer; t,Gordes, a tu hermana; t, Pardaillau, a tu madre.

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    Pausa.

    Quin me haba de decir que los ms ilustrespersonajes de la nacin se juntaran para robarle lahija a un pobre hombre! Son indignos de noblesrazas corazones tan viles; sin duda vuestras madresse prostituyeron a sus lacayos y sois todosbastardos. GORDES. -Es muy chusco! TRIBOULET. -Cunto os ha dado el rey porhaberle vendido mi hija? (Mesndose el cabello.) Yo notena en el mundo ms tesoro que ella! Creer elrey que puede, hacer algo por m? Darme un ttulocomo los vuestros? Puede convertirme en gallardo,en hermoso como los dems! No puede, y todo melo ha quitado!... Seores, devolvedme mi hija almomento. Abridme esa puerta.

    Corre a pasar por la puerta otra vez y los cortesanos se lovuelven a impedir. Lucha porfiadamente con ellos hasta caer

    de rodillas en el suelo.

    Todos juntos contra m! Diez contra uno! Nome avergenzo de llorar... (Arrastrndose a los pies delos cortesanos.) Ved cmo me arrastro a vuestrasplantas pidindoos perdn... Estoy enfermo...Tened piedad de m! Es mi nico tesoro! Oh,fatalidad! No sabis ms que rer o callar.

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    Abrese de repente la puerta de la real cmara y apareceBLANCA, despavorida y desgreada.

    BLANCA. -Padre mo! TRIBOULET. -Ah, es mi hija! (Recibindola en susbrazos.) Seores, es toda mi familia, es mi ngeltutelar, y eran legtimos mis arrebatos y justas mislgrimas. (A BLANCA.) No temas ya nada.... es unabroma que te gastaron y que te habr asustadomucho; pero estos seores son buenos, hanconocido ya cunto te amo, y desde hoy en adelantenos dejarn vivir en paz. Qu dicha es volverte aabrazar, hija ma! Pero.... por qu lloras? BLANCA. (Tapndose la cara avergonzada.) -Somos muy desgraciados los dos! TRIBOULET. (Estremecindose.) -Qu dices! BLANCA. (En voz baja a su padre.) -No lo dirdelante de nadie; slo quiero ruborizarme ante vos.

    Cayendo a los pies de su padre.

    TRIBOULET. -(El infame! Ella tambin!)

    Dando tres pasos y despidiendo a los desconcertadoscaballeros.

    Idos de aqu, y si el rey de Francia se atreviera aentrar, decidle que no entre, porque se encontrarconmigo.

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    PIEUNE. -No he visto nunca un locosemejante. GORDES. -Con los locos y con los nios espreciso transigir. Estemos, sin embargo, a la mirapor lo que pueda suceder.

    Se van los caballeros.

    TRIBOULET. (Sentndose en el silln del REY y convoz siniestra y tranquila.) -Vamos, habla, dmelo todo.

    Escena IV

    BLANCA y TRIBOULET

    TRIBOULET. -Habla. BLANCA. (Entre sollozos.) -Padre mo... Ayer sedesliz dentro de casa... Hace mucho tiempo quedeba habroslo dicho.... un joven que me segua... TRIBOULET. -S, el rey. BLANCA. -Me segua todos los domingoscuando iba a la iglesia... TRIBOULET. -S, a or misa. BLANCA. -Nunca me haba hablado, pero parallamarme la atencin mova una silla cuandopasaba.... anoche consigui introducirse en casa... TRIBOULET. -Quiero ahorrarte la angustia quedebe causarte decirme lo dems, porque ya loadivino. (Se levanta.) Oh rabia! Ha echado el

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    oprobio y la vergenza sobre tu frente pura, y sualiento corrompido, impregnando el aire querespiras, ha deshojado brutalmente tu virginalcorona. Y ha perdido, ha hundido en el barroinmundo la nica alhaja que yo posea en la tierra!Qu ser de m despus de esta fatal desgracia, dem, que slo vea en esta tierra prostituida elimpudor, el vicio, el adulterio, la infamia y lacrpula, y al levantar los ojos al cielo, slo reposabami vista recrendome en tu virginidad! Pero ya estderribado el dolo y el altar!... Esconde la frente;llora, hija ma, llora. Parte de los dolores a tu edadalgunas veces los arrastra el llanto.

    Pausa.

    Blanca, cuando ya haya cumplido con mi deber,nos iremos de Pars... Si escapo con vida...

    Pausa.

    Quin me hubiera dicho que en un solo dahaba de cambiar mi suerte! Rey Francisco I!Plegue a Dios que me escucha, que prontotropieces y caigas en la pendiente que sigues y porella ruedes hasta el sepulcro! BLANCA. (Levantando los ojos al cielo.) -(Oh Dios!No le escuchis, porque yo le amo!)

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    Ruido de pasos por el foro. Aparecen en la galera exteriorsoldados y gentileshombres, a cuya cabeza va PIEUNE.

    PIEUNE. -Caballero Montchenu, mandad queabran la verja al seor de Saint-Vallier, al queconducen a la Bastilla.

    El grupo de soldados desfila a dos de fondo, y al pasarSAINT-VALLIER, a quien custodian, ste se detiene en

    la puerta del fondo.

    VALLIER. (En alta voz.) -Ya que a pesar de losultrajes con que el rey me ofende sin cesar, mimaldicin no encuentra, ni arriba ni abajo, una vozque la responda; ni un rayo en el cielo, ni unhombre vengador en la tierra, no espero ya nada.Ese rey continuar causando vctimas. TRIBOULET. (Levantando la frente y mirndole faza faz.) -Conde, os habis equivocado. Vive unhombre en el mundo que os vengar.

    FIN DEL ACTO TERCERO

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    Acto cuarto

    Blanca

    Escena primera

    TRIBOULET y BLANCA fuera, SALTABADILdentro de la casa TRIBOULET est inquieto y

    preocupado; SALTABADIL, sentado junto a la mesa, seocupa en limpiar su tahal.

    TRIBOULET. -Y t le amas? BLANCA. -Le amo y no le puedo olvidar. TRIBOULET. -En vano dej que pasara eltiempo para que te curara de ese amor insensato. BLANCA. -En vano, padre mo. TRIBOULET. -Explcame al menos por qu laamas. BLANCA. -No lo s. TRIBOULET. -Porque es rey? BLANCA. -No, no, no es por eso. Hay hombresque salvan las vidas a sus esposas, maridos que las

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    hacen opulentas, pero no por eso les aman. Esehombre slo me ha causado dao, y sin embargo, lequiero sin saber por qu. Y llega a tal punto milocura, que a pesar de ser vos tan tierno para m y ltan cruel, lo mismo morira por l que por vos. TRIBOULET. -Eres muy nia y te perdono. BLANCA. -Pero l tambin me ama. TRIBOULET. -No lo creas, hija ma. BLANCA. -Me lo dijo y me lo jur. Adems, suspalabras convencen y avasallan el corazn, porquees tan hermoso, tan gallardo!... TRIBOULET. -Es un infame y no se jactar derobarme impunemente mi tesoro. BLANCA. -Le habas perdonado ya, padre mo. TRIBOULET. -No; slo di treguas a mivenganza, mientras le tenda el lazo que le tengo yapreparado. BLANCA. -Desde hace un mes cre que habaisconcluido por querer al rey. TRIBOULET. -Lo aparentaba, pero te vengar,Blanca, te vengar. BLANCA. -Perdonadle, padre mo! TRIBOULET. -Estaras como yo colrica contral si te convencieras de que te est engaando. BLANCA. -No, no puedo creer que me engae. TRIBOULET. -Si te convencieras por tuspropios ojos, le seguiras amando? BLANCA. -No lo s..., ayer mismo me repitique me adora. TRIBOULET. -Cundo? (Amargamente.)

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    BLANCA. -Por la noche. TRIBOULET. -Pues ven aqu: mira si ves algo.

    Indicndole a BLANCA una grieta de la pared, por la queella se pone a observar.

    BLANCA. -Slo veo a un hombre. TRIBOULET. -Espera un poco y siguemirando.

    Aparece el REY vestido de simple oficial en la sala baja dela hostera, saliendo por la puertecilla de un aposento

    inmediato.

    BLANCA. (Estremecindose.) -Padre, es l!

    Sigue observando.

    Escena II

    Los mismos, el REY y MAGDALENA

    El REY le da una palmada en el hombro aSALTABADIL, que se vuelve de repente.

    SALTABADIL. -Qu se os ofrece? REY. -Quiero dos cosas en seguida. SALTABADIL. -Qu cosas? REY. -Tu hermana y un vaso de vino.

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    TRIBOULET. -Ya ves sus costumbres: se meteen los tugurios, y el vino que ms le gusta y ms lealegra es el que le escancian impdicas taberneras. REY. (Cantando.)

    La mujer es moviblecual pluma al viento;ay del que en ella fijasu pensamiento!...

    SALTARADIL, Mientras trae de la pieza inmediata unabotella y un vaso, que pone en la mesa, da dos golpes en eltecho con el Pomo de la espada, y baja dando saltos en laescalera una moza vestida de gitana, ligera y risuea. Encuanto aparece, el REY quiere abrazarla, pero ella huye.

    REY. -Amigo mo, si limpiaras el tahal al airelibre quedara mejor. SALTABADIL. -Comprendo.

    Se levanta, saluda y se va, abre la puerta de la calle y lacierra tras s. Reconoce a TRIBOULET y se dirige a l;

    mientras cambian algunas palabras, MAGDALENA haceal REY algunas zalameras, que BLANCA observa con

    terror.

    SALTABADIL. -El hombre ha cado ennuestras manos. Queris que viva o que muera? TRIBOULET. -Volved dentro de un poco.SALTABADIL se va.

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    MAGDALENA. -Digo que no. REY. -Pues ya hemos adelantado algo. Ven aqu,no huyas y hablemos. Hace ocho das que me llevTriboulet a la posada de Hrcules, y all fue dondepor primera vez vi tus hermosos ojos; pues desdeentonces te adoro y no amo a nadie ms que a ti. MAGDALENA. -Y a veinte ms; tenis trazasde ser un gran libertino. REY. -Es verdad, he causado la desgracia de msde una.... soy un monstruo... MAGDALENA. -Sois un fatuo! REY. -Pero te digo la verdad: en fin, me hastrado esta maana a esta maldita hostera, en la quese come y bebe muy mal, pero en la que deseo pasarla noche. MAGDALENA. -Claro est!

    El REY quiere abrazarla.

    Dejadme; os digo que no quiero. REY. -Pues eres poco esquiva! MAGDALENA. -Sed prudente. REY. -La prudencia consiste en amar, comer,beber y gozar; sta fue toda la sabidura deSalomn. MAGDALENA. -Me parece que vais menos alsermn que a la taberna. REY. (Tendindola los brazos.) -Magdalena! MAGDALENA. -Maana.

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    REY. -La mujer hermosa no debe decir nuncamaana. MAGDALENA. (Sentndose por fin al lado delREY.) -Pues hagamos las paces. REY. (Cogindole una mano.) -Qu hermosa mano!Mejor recibira bofetones de sta que halagos deotra. MAGDALENA. -No os burlis? REY. -Hablo de veras. MAGDALENA. -S soy fea! REY. -Pardiez! No digas eso; haz ms justicia atus atractivos. Reina de las desdeosas, estoyardiendo como un volcn. MAGDALENA. (Riendo.) -Eso lo habis ledoen algn libro?... REY. -(Es posible.) Ea, djate querer. MAGDALENA. -Vamos, estis ebrio. REY. -Ebrio de amor. MAGDALENA. -Os estis burlando de m. REY. -No, no.

    Quiere abrazarla otra vez.

    MAGDALENA. -Basta. REY. -Quiero casarme contigo. MAGDALENA. (Riendo.) -Palabra de honor? REY. -(Esta mujerzuela es deliciosa!)

    El REY la sienta en sus rodillas y hablan en voz baja.BLANCA no puede soportar ese espectculo y se acerca,

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    plida y temblorosa, a TRIBOULET, que permaneceinmvil.

    TRIBOULET. -Ves cmo necesitamosvengarnos? BLANCA. -No me esperaba del ingrato esainicua traicin! Cmo me engaaba! Esabominable que diga a esa mujer lo mismo que meha dicho a m! Dios mo, a una mujer tandesvergonzada! Oh!

    Ocultando la frente en el seno de su padre.

    TRIBOULET. -Calla y no llores, que yo tevengar. BLANCA. -Haced lo que queris. TRIBOULET. -As te quera ver. BLANCA. -Pero estis terrible. Qu planmeditis? TRIBOULET. -Todo lo tengo dispuesto; no teopongas a nada y obedceme. Ve a casa, disfrzatede hombre, toma el dinero que necesites y uncaballo y parte sin detenerte hasta Evreux, donde tealcanzar yo maana. En el cofre que hay debajo delretrato de tu madre est el traje de hombre que hicepara ti; el caballo lo tienes ensillado. Cumple todasmis rdenes; parte y no vuelvas, porque aqu va apasar algo terrible. BLANCA. -Venid conmigo, padre mo. TRIBOULET. -Ahora no puedo.

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    BLANCA. -Estoy temblando! TRIBOULET. -Maana nos veremos; haz loque te he dicho.

    BLANCA se aleja con paso vacilante; TRIBOULET seacerca al parapeto de la playa, hace una seal y sale

    SALTABADIL. Est oscureciendo.

    Escena III

    TRIBOULET, SALTABADIL, MAGDALENA y elREY

    TRIBOULET. -Me pides veinte escudos; aqutienes diez adelantados. Pasar aqu la noche? SALTABADIL. -Creo que s; se va cubriendomucho el tiempo. TRIBOULET. -(No siempre duerme enpalacio.) SALTABADIL. -Estad tranquilo, porque lloverantes de una hora y la tempestad y mi hermana ledetendrn toda la n