el renacimiento y el humanismo

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Victorino de Feltre (1378-1446). Biografia. Vitorino Rambaldone también conocido como Victorino de Feltre por el nombre de su ciudad de nacimiento Feltre en Venecia Italia. Hijo de un escribano, se marchó hacia Padua para estudiar en la Universidad de Padua, donde fue alumno de Gasparino de Barzizza. Fue invitado a Mantua por Francisco I Gonzaga y allí se estableció en 1422. Pronto fundó (en 1423) allí una escuela bajo los ideales cristianos unidos a los del humanismo. La llamó Ca' Gioiosa, que significa La casa de la alegría. La estableció alejada de la agitada y mundanal vida cortesana, en un poblado que Gonzaga, su colaborador, dejó a su disposición. Él vivía con los mismos alumnos en la misma casa, por lo que se ha considerado que fundó la primera escuela pupila secular. Fue el pedagogo italiano más original, era un humanista cristiano, el primer educador del renacimiento italiano, tenía ideas novedosas para la época. Fue llamado para educar a los hijos del príncipe de Mantua y dirigir una escuela dentro de nuevos ideales humanísticos. El instituto, modelado con el espíritu del renacimiento, fue una verdadera escuela nueva, reuniendo sus nuevos métodos pedagógicos con las finalidades de la educación tradicional y

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Page 1: El renacimiento y el humanismo

Victorino de Feltre (1378-1446).

Biografia.

Vitorino Rambaldone también conocido como Victorino de Feltre por el nombre de su ciudad

de nacimiento Feltre en Venecia Italia.

Hijo de un escribano, se marchó hacia Padua para estudiar en la Universidad de Padua, donde

fue alumno de Gasparino de Barzizza. Fue invitado a Mantua por Francisco I Gonzaga y allí se

estableció en 1422. Pronto fundó (en 1423) allí una escuela bajo los ideales cristianos unidos a

los del humanismo. La llamó Ca' Gioiosa, que significa La casa de la alegría. La estableció

alejada de la agitada y mundanal vida cortesana, en un poblado que Gonzaga, su colaborador,

dejó a su disposición. Él vivía con los mismos alumnos en la misma casa, por lo que se ha

considerado que fundó la primera escuela pupila secular.

Fue el pedagogo italiano más original, era un humanista cristiano, el primer educador del

renacimiento italiano, tenía ideas novedosas para la época.

Fue llamado para educar a los hijos del príncipe de Mantua y dirigir una escuela dentro de

nuevos ideales humanísticos.

El instituto, modelado con el espíritu del renacimiento, fue una verdadera escuela nueva,

reuniendo sus nuevos métodos pedagógicos con las finalidades de la educación tradicional y

cristiana, en su escuela, reinaba un clima de alegría y libertad, corrigió abusos corrientes de la

época; desterró manjares delicados, la comida era sencilla y frugal, al igual que vestidos y

muebles.

Pensaba que los ejercicios físicos, influían saludablemente sobre el alma y les dio gran

importancia.

Sus alumnos eran ejercitados en danza, instrumentos de música y canto; en la primavera

interrumpían las clases para dar paseos interesantes y largos recreos.

Propuso varios estudios al mismo tiempo, para que el espíritu descansara con la variedad de los

asuntos, alababa la enciclopedia de los griegos, porque la ciencia y la educación se componen

de numerosas disciplinas, y es conveniente conocerlas para discurrir sobre ellas en su

oportunidad.

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Todo, en su sistema, tiende al desarrollo de la razón, a pensar. Procuró todos los medios para

que su enseñanza fuera atrayente. Prodigaba cuidados especiales a los menos dotados, exigía

una atención sostenida.

Los ejercicios escritos se hacían con sumo cuidado, y el maestro les corregía. A diario los

alumnos asistían a misa en la capilla de la casa.

Era inflexible respecto a la decencia y los buenos modales. Pretendía conocer a fondo a sus

alumnos, así que los dejaba en plena libertad de acción en las relaciones que tenían con él.

Se informaba sobre las condiciones de sus familias para descubrir las influencias de la herencia,

del atavismo, y escoger las actividades a desarrollar y las artes a dedicarse.

En la escuela había ardor para el bien y afición al estudio, por medio de alabanzas dadas

oportunamente, cultivándose con cuidado el sentido del honor y el afán de gloria.

Los castigos repugnaban a su modo de ser, por eso los aplicaba en caso de extrema gravedad.

Creía que era preferible prevenir las faltas mediante una disciplina prudente.

La bondad inteligente, combinada con firmeza, era el mejor sostén de la cultura moral.

El afecto dominaba en este sistema, uniendo a maestros y discípulos.

Tomas Moro (1478 – 1535).

Biografía.

Thomas More, conocido por la castellanización de su nombre como Tomás Moro y

en latín como Thomas Morus, fue un pensador, teólogo, político, humanista y escritor inglés,

que fue además poeta, traductor, Lord Canciller de Enrique VIII, profesor de leyes, juez de

negocios civiles y abogado.

Nació en el corazón de la ciudad de Londres (Inglaterra), en su casa familiar de Milk Street, el 7

de febrero de 1478. Fue el hijo mayor de sir John More, mayordomo del Lincoln's Inn (uno de

los cuatro colegios de abogados de la City de Londres), jurista y posteriormente nombrado

caballero y juez de la curia real; y de su mujer Agnes More (de soltera, Graunger). En 1486, tras

cinco años de enseñanza primaria en el Saint Anthony School, considerada la mejor escuela de

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gramática de Londres, además de la única gratuita, fue conducido según la costumbre entre las

buenas familias al Palacio de Lambeth, donde sirvió como paje del cardenal John

Morton, arzobispo de Canterburyy Lord Canciller de Inglaterra.

El cardenal era un ferviente defensor del nuevo humanismo renacentista, y tuvo en mucha

estima al joven Moro. Confiando en desarrollar su potencial intelectual, Morton decidió, en

1492, sugerir el ingreso de Tomás Moro, que por entonces contaba con catorce años, en el

Canterbury College de la Universidad de Oxford, donde pasará dos años estudiando la

doctrina escolástica que allí se impartía y perfeccionando su retórica, siendo alumno de los

humanistas ingleses Thomas Linacre y William Grocyn. Sin embargo, Moro se marcharía de

Oxford dos años después sin graduarse y, por insistencia de su padre, en 1494 se dedicó a

estudiar leyes en el New Inn de Londres y, posteriormente, en el Lincoln's Inn, institución en la

que había trabajado su padre. En 1496 comenzó a ejercer la abogacía ante los tribunales.

Posiblemente durante esta época aprendió el francés, necesario tanto para las cortes de justicia

inglesas como para el trabajo diplomático, uniéndose este idioma al inglés y latín ya aprendidos

durante sus estudios primarios.

En torno a 1497, comenzó a escribir poesías, con una ironía que le valió cierta fama y

reconocimiento. En esta época tiene sus primeros encuentros con los precursores

del Renacimiento, conociendo a Erasmo de Róterdam, con quien entablaría amistad, y a John

Skelton.

Hacia 1501 ingresó a la Tercera orden de San Francisco, viviendo como laico en un

convento cartujo hasta 1504. Allí se dedicó al estudio religioso. Alrededor de 1501 tradujo

epigramas griegos al latín y comentó De civitate Dei, de San Agustín de Hipona. A través de los

humanistas ingleses tuvo contacto con Italia. Tras realizar una traducción (publicada en 1510)

de una biografía de Giovanni Pico della Mirandola escrita por su sobrino Gianfrancesco, quedó

prendado del sentimiento de la obra que adoptó para sí, y que marcaría definitivamente el curso

de su vida. Aunque abandonó su vida ascética para volver a su anterior profesión jurídica hasta

ser nombrado miembro del Parlamento en 1504, Moro nunca olvidó ciertos actos de penitencia,

llevando durante toda su vida un cilicio en la pierna y practicando ocasionalmente la

flagelación.

El Rey Enrique VIII se enemistó con Tomás Moro debido a las desavenencias surgidas en torno

a la validez de su matrimonio con su esposa Catalina de Aragón que Tomás, como Canciller,

apoyaba. Enrique VIII había pedido al Papa la concesión de la nulidad de su matrimonio con

Catalina de Aragón y la negativa de éste supuso la ruptura de Inglaterra con la Iglesia Católica

de Roma y el nombramiento del rey como cabeza de la Iglesia de Inglaterra.

El rey insistió en obtener la nulidad de su matrimonio a fin de poder casarse nuevamente para

conseguir su deseo de tener un hijo varón, que Catalina de Aragón no podía ya darle. La nulidad

hubiese borrado la infidelidad y le hubiera permitido un matrimonio válido a los ojos de la

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Iglesia Católica, legitimando los hijos que pudiera tener de su matrimonio con Ana Bolena y

todo hubiese quedado en un asunto intrascendente.

Las sucesivas negativas de Tomás Moro a aceptar algunos de los deseos del rey acabaron por

provocar el rencor de Enrique VIII, que acabó encarcelando a Tomás Moro en la  Torre de

Londres, tras la negativa de éste a pronunciar el juramento que reconocía a Enrique VIII como

cabeza suprema de la Iglesia de Inglaterra, tras la ruptura con Roma.

Finalmente el rey, enojado, mandó juzgar a Moro, quien en un juicio sumario fue acusado de

alta traición y condenado a muerte (ya había sido condenado a cadena perpetua anteriormente).

Otros dirigentes europeos como el Papa o el emperador Carlos V, quien veía en él al mejor

pensador del momento, presionaron para que se le perdonara la vida y se la conmutara por

cadena perpetua o destierro, pero no sirvió de nada y fue decapitado una semana después, el 6

de julio de 1535. Está enterrado en una bóveda subterránea anexa a la Capilla Católica de San

Pedro ad Vincula, que se encuentra en la Torre de Londres.

Mantuvo hasta el final su sentido del humor, confiando plenamente en el Dios misericordioso

que le recibiría al cruzar el umbral de la muerte. Mientras subía al cadalso se dirigió al verdugo

en estos términos: «I pray you, I pray you, Mr Lieutenant, see me safe up and for my coming

down, I can shift for myself» («Le ruego, le ruego, señor teniente, que me ayude a subir, porque

para bajar, ya sabré valérmelas por mí mismo»). Luego, al arrodillarse dijo: «Fíjese que mi

barba ha crecido en la cárcel; es decir, ella no ha sido desobediente al rey, por lo tanto no hay

por qué cortarla. Permítame que la aparte». Finalmente, ya apartando su ironía, se dirigió a los

presentes: «I die being the King's good servant—but God's first» («Muero siendo el buen siervo

del Rey, pero primero de Dios»).

Moro no fue el único que estuvo en la encrucijada de si debía seguir al rey Enrique VIII o a la

Iglesia Romana. El por entonces recién nombrado cardenal John Fisher también pasó por el

mismo trance; Enrique VIII le mandó el capelo cardenalicio cuando Fisher estaba en prisión, y

fue también ejecutado.

Tomás Moro fue beatificado junto a otros 53 mártires (entre ellos John Fisher) por el papa León

XIII en 1886, y finalmente proclamado santo por la Iglesia Católica el 19 de mayo de

1935 (junto a John Fisher), por el papa Pío XI; y su fiesta se estableció el 9 de julio. Ese día

todavía es observado por los católicos tradicionalistas. Luego de una serie de reformas post-

Vaticano II, su fiesta fue cambiada y su nombre añadido al santoral católico en 1970 para

celebración el 22 de junio junto a John Fisher, el único obispo (debido a las muertes naturales

coincidenciales de ocho obispos ancianos) que, durante la Reforma Inglesa, mantuvo, por

merced del rey, lealtad al papa.

El 31 de octubre del año 2000 Juan Pablo II lo proclamó patrón de los políticos y los

gobernantes, respondiendo así a la demanda que, en 1985, le presentó el Presidente de la

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República Italiana, Francesco Cossiga, y que recogió centenares de firmas de jefes de Gobierno

y de Estado, parlamentarios y políticos.

Pensamiento.

La alta consideración en que sus contemporáneos tuvieron a Moro se debe tanto a sus ideas

como a sus escritos religiosos. Richard Whittington, maestro de escuela de Londres, escribía a

este respecto en 1520: “Moro es un hombre que posee el ingenio de un ángel y una erudición

singular; tan pronto maravillosamente alegre y entretenido como solemne, según lo requieran

las circunstancias, dijéramos, un hombre para toda ocasión”.

Tomás Moro, “cuya integridad, encanto personal, suave determinación y doloroso destino hacen

de él la figura más atractiva de comienzos de siglo XVI”, junto con su gran amigo Erasmo, hizo

que los estudios renacentistas dieran prioridad al pensamiento moral y religioso, y no sólo a las

influencias paganas o artísticas, corno ocurría en Italia. Se atribuía igual importancia a las

cuestiones filosóficas y morales planteadas por escritores griegos como Platón y Aristóteles que

a las historias y leyendas.

Moro se habría considerado a sí mismo un humanista, no en el sentido moderno de la palabra

que significa la tendencia a centrarse en el hombre y no en Dios, sino como una persona

interesada por las humanidades y por el estado del mundo.

Moro expuso algunas de sus opiniones sobre la educación en una carta a Pedro Egidio, que en

aquella época era secretario del municipio de Amberes. “Como sabe, mi joven asistente John

Clement estaba entonces con ustedes. Yo le permito que asista a toda entrevista de que pueda

sacar algún provecho, pues los rápidos progresos que hace en latín y en griego me hacen

concebir las más grandes esperanzas”. Más adelante añade: “... He puesto gran cuidado en no

relatar falsedades en mi libro... porque prefiero que me consideren honrado antes que

ingenioso”. En esa misma carta, no oculta su desprecio por ciertos compatriotas: “La mayor

parte de los lectores ignoran las letras, muchos las desprecian. Los rudos encuentran tedioso

todo lo que no es completamente rudo. Los intelectuales desprecian por vulgar todo lo que no es

desueto. Algunos sólo se complacen en las cosas antiguas, y la mayoría solamente en sus

propias cosas. Unos son tan serios que no admiten el menor humor; otros tan insulsos que no

sufren las agudezas”.

En las cartas que escribía al preceptor de sus hijos (Peter Gunnell), Moro le daba instrucciones

muy precisas acerca de su educación. Era un decidido partidario de la educación superior para la

mujer, basada especialmente en el estudio de los clásicos y la filosofía, como antídoto de las

aburridas lecciones de música, bordado y cocina.

Por desgracia, a comienzos del siglo XVI la educación, dominada por la Iglesia, era estéril y

aburrida, y consistía en el aprendizaje memorístico del catecismo y las conjugaciones latinas,

algo de cálculo y traducciones del latín al inglés y viceversa. La progresiva aparición, inspirada

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en la literatura griega, de una nueva percepción del mundo como un lugar hermoso, y de la

belleza y la personalidad del ser humano, transformó la concepción de la educación, y Moro

trató de poner en práctica las nuevas ideas en su “academia”.

Moro fue un punto de referencia para muchos humanistas del Renacimiento, y su “academia”

era el lugar en que solía recibir a sus amigos, ya que allí podía poner en práctica muchas de sus

ideas, mediante tranquilas conversaciones con su mujer, sus hijos y sus amigos, sin distinción

de clase o de sexo, sobre arte y literatura, así como sobre religión y los valores laicos.

Le interesaba tanto la disciplina, siempre dentro de un ambiente civilizado y cortés, como el

debate libre entre los sexos.

Sus Principales Obras.

Carta a Martin Drop (1515).

Cartas a la Universidad de Oxford.

Utopia (1516).

Cartas a Germain de Brie.

Cartas a Edward Lee (1519).

Carta "a un monje" (1520).

La substancial contribución a la Assertio Septem Sacramentorum (1521).

Vindicatio Henrici VIII, in Lutherum (1523).

Carta a Iohannis Bugenhagen (Pomeranus 1525) defendiendo la supremacía papal.

Dyalogueb Concerning Herecies and Matters of Religion...touchynge the pestilent Sect

of Luther and Tyndale (1529).

The Supplycacyon of Souls (1529) contra la confiscación de bienes de la Iglesia.

A Confutacyon of Tyndales Answere (1532).

The Apology of Syr Thomas More, Knight (1533).

Debellacyon of Salem and Bizance (1533).

Answere to the... Poysoned Booke... named the Souper of the Lord (1533).

Conclusión final presentada en el libro Utopía (Tomas Moro).

Os he descrito con la mayor sinceridad el modo de ser de su República a la que considero no

sólo la mejor, sino la única digna de llevar tal nombre. Porque en otros sitios los que hablan de

la República lo que buscan es su interés personal. Pero en Utopía, como no hay intereses

particulares, se toma como interés propio el patrimonio público; con lo cual el provecho es para

todos.

En otras repúblicas todo el mundo sabe que si uno no se preocupa de sí se moriría de hambre,

aunque el Estado sea floreciente. Eso le lleva a pensar y obrar de forma que se interese por sus

cosas y descuide las cosas del Estado, es decir, de los otros ciudadanos. En Utopía, como todo

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es de todos, nunca faltará nada a nadie mientras todos estén preocupados de que los graneros

del Estado estén llenos. Todo se distribuye con equidad, no hay pobres ni mendigos y aunque

nadie posee nada todos sin embargo son ricos. ¿Puede haber alegría mayor ni mayor riqueza

que vivir felices sin preocupaciones ni cuidados? Nadie tiene que angustiarse por su sustento,

ni aguantar las lamentaciones y cuitas de la mujer, ni afligirse por la pobreza del hijo o la dote

de la hija. Afrontan con optimismo y miran felices el porvenir seguro de su mujer, de sus hijos,

nietos, bisnietos, tataranietos y de la más dilatada descendencia. Ventajas que alcanzan por

igual a quienes antes trabajaron y ahora están en el retito y la impotencia como a los que

trabajan actualmente.

Bien quisiera que alguien midiera este sentido de justicia con el que rige en otras partes.

Yo tengo que confesar que apenas he encontrado un leve rastro de justicia y equidad en ninguna

de ellas. ¿Qué justicia es la que autoriza que un noble cualquiera, un orfebre, un usurero o

cualquier otro que no hacen nada o hacen cosas contrarias al Estado, puedan llevar una vida

regalada sin mover un dedo. o en negocios sucios y sin responsabilidad? Entre tanto el criado, el

cochero, el artesano, el labriego andan metidos en trabajos que no aguantarían ni los animales

por lo duros y al mismo tiempo tan necesarios que sin ellos la República se vendría abajo antes

de un año. Apenas les llega para alimentarse malamente y llevan vida peor que la de las mismas

bestias. Estas, al menos no soportan trabajo tan continuo; aunque les den peor comida la

soportan más fácilmente y además no tienen las preocupaciones del futuro. A todos estos los

mata el trabajo presente, tan estéril como infructuoso, y les desazona el pensamiento de su pobre

ancianidad. Si no les llega para mal vivir, ¿cómo pueden ahorrar para su ancianidad?, ¿No es

injusta una sociedad que se vuelca con los llamados nobles, los manipuladores y los traficantes

de cosas inútiles, aduladores y perezosos? Por el contrario deja en el olvido a los labradores, los

carboneros, los braceros, - caballerizos y obreros sin cuyo trabajo no puede subsistir la república

ni obtenerse bien alguno. ¿No es injusto abusar de su trabajo cuando están en pleno vigor y

cuando el peso de los años, las privaciones y la enfermedad cae sobre ellos, condenarles a una

muerte miserable sin tener en cuenta sus muchos desvelos y trabajos?, ¿Qué podemos pensar de

esos ricos que diariamente expolian al pobre? En realidad lo hacen al amparo, no de sus propias

maquinaciones, sino amparándose en las mismas leyes. De esta manera, si antes parecía una

injusticia no recompensar debidamente a quienes lealmente lo habían servido, estos tales se han

ingeniado para sancionar legalmente esta injusticia con lo que la república viene a ser más

aborrecida.

Cuando contemplo el espectáculo de tantas repúblicas florecientes hoy en día, las veo -que Dios

me perdone-, como una gran cuadrilla de gentes ricas y aprovechadas que, a la sombra y en

nombre de la república, trafican en su propio provecho. Su objetivo es inventar todos los

procedimientos imaginables para seguir en posesión de lo que por malas artes consiguieron.

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Después podrán dedicarse a sacar nueva tajada del trabajo y esfuerzo de los obreros a quienes

desprecian y explotan sin riesgo alguno.

Cuando los ricos consiguen que todas estas trampas sean puestas en práctica en nombre de

todos, es decir, en nombre suyo y de los pobres, pasan a ser leyes respetables.

Pero estos hombres despreciables que con su rapiña insaciable se apoderan de unos bienes que

hubieran sido suficientes para hacer felices a la comunidad, están bien lejos de conseguir la

felicidad que reina en la república utopiana. Allí la costumbre ha eliminado la avaricia y el

dinero, y con ellos cantidad de preocupaciones y el origen de multitud de crímenes.

Pues todos sabemos que el engaño, el robo, el hurto, las riñas, las reyertas, las palabras groseras,

los insultos, los motines, los asesinatos, las traiciones, los envenenamientos son cosas que se

pueden castigar con escarmientos, pero que no se pueden evitar. Por el contrario las elimina de

raíz la desaparición del dinero que elimina al mismo tiempo el miedo, la inquietud, la

preocupación y el sobresalto. La misma pobreza que parece que se basa en la falta de dinero,

desaparece desde el momento en que aquel pierde su dominio.

Quiero poner esto en claro con un ejemplo que vamos a examinar. Pensemos en un año malo y

de poca cosecha en él. Cual han perecido de hambre miles de hombres. Estoy seguro que, si al

cabo de esta catástrofe se abren los graneros de los ricos, se encuentra en ellos tanta cantidad de

grano que si se hubiera repartido entre todas las víctimas de la peste y el hambre no se habría

enterado nadie de los rigores de la tierra ni del cielo. Nada más sencillo que alimentar a la

humanidad. Pero el bendito dinero, inventado para lograr más fácilmente el camino del

bienestar, es el cerrojo más duro que cierra la puerta del mismo.

Pienso que los ricos se dan cuenta de esto. Saben que no hay nada mejor que tener lo que se

necesita. Sin abundar en superficialidades, es multiplicar disgustos vivir asfixiados por tantas

riquezas.

Creo además que o bien por interés personal o por seguir la voz de Cristo, todo el mundo

hubiera seguido hace tiempo las leyes de esta república utopiana. Cristo, dada su sabiduría, no

pudo ignorar lo que más nos convenía, ni, dada su bondad, aconsejarnos lo más conveniente.

Pero se opone tenazmente nuestra soberbia, bestia maligna y madre de todos nuestros males. Su

felicidad se mide no por el propio bienestar, sino por las desgracias de los otros. Dejaría incluso

de ser diosa si desaparecieran los hombres sobre los que puede ejercer su dominio exultante. Su

felicidad comprada con la desgracia de los otros se satisface mostrando unas riquezas que pisan

y atormentan la pobreza ajena.

Esta serpiente infernal se enrosca en los pechos de los hombres y les impide seguir el buen

camino. Como una rémora los entretiene y los disuade. Está tan enraizada en los hombres que

no es fácil extirparla.

Mucho me alegra que esta forma de gobierno que yo quisiera que la tuvieran todos, la hayan

conseguido al menos los utopianos. Basados en las instituciones que he descrito han fundado

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una república que se desarrolla no sólo prósperamente sino que, en cuanto se puede conjeturar

humanamente, creo que ha de durar para siempre. Han sido eliminadas en ella las raíces de la

ambición y las disensiones. No hay por lo mismo peligro de disturbios internos, que en más de

una ocasión han echado por tierra las ciudades más ricas y sólidas. Lograda esta armonía

interior y gracias a sus magníficas organizaciones la envidia de los reyes vecinos no ha sido

capaz de derribar esta república ni aun siquiera conmoverla, caso que inútilmente intentaron ya

algunas veces en tiempos antiguos.

Al terminar de hablar Rafael, me vinieron a la mente no pocas reflexiones sobre cosas que me

parecían absurdas en sus leyes e instituciones.

Por ejemplo, su modo de entender la guerra, sus creencias y religión y otros muchos ritos. Pero,

sobre todo, lo que está en la base de todo ello, es decir, su vida y gastos comunes sin

intervención alguna del dinero. Con ello se destruye la raíz de la nobleza, la magnificencia y el

lujo, y la grandeza, cosas que en el común sentir constituyen el decoro y el esplendor de un

Estado. Me di cuenta, sin embargo, que estaba bastante cansado de tanto hablar. No sabía, por

otra parte, si aguantarla que opinásemos en contra de sus teorías, máxime que a lo largo de su

relato ya se había manifestado contra quienes piensan no ser suficientemente discretos si no

critican las invenciones ajenas. Así pues, le cogí de la mano y tras alabar su exposición y las

costumbres de los utopianos le introduje en la casa para cenar. Le dije que tendríamos tiempo de

discurrir con más profundidad sobre estos temas y discutir más Profusamente. ¡Ojalá. que algún

día pueda realizarlo!.

Entre tanto tengo que confesar que no puedo asentir a todo cuanto me expuso este docto varón,

entendido en estas materias y buen conocedor de los hombres. También diré que existen en la

república de los utopianos muchas cosas que quisiera ver impuestas en nuestras ciudades. Pero

que no espero lo sean.

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Erasmo de Róterdam (1466 -  1536).

Biografía.

Desiderio Erasmo nació en Rotterdam entre 1466 y 1469, de padre sacerdote y madre de

procedencia burguesa. Fue bautizado como Geert Geertsen.

Entre 1478 y 1483 estudió en la escuela de Saint Lebwin, en Deventer, bajo la dirección

de Alexander Hegius. Allí, recibió su primera formación humanista, entrando en contacto con

la devotio moderna, un movimiento religioso bajomedieval que recomendaba la imitación de

Cristo, la oración personal como medio para llegar a Dios y el estudio e interpretación de las

Sagradas Escrituras, y cuyos principales representantes fueron Gert Groote, Florens

Radewijns y Tomás de Kempis.

Ingresó en la orden de San Agustín y fue ordenado sacerdote en 1492, aunque nunca dijo misa

en toda su vida, por escrúpulos morales. Posteriormente, trabajó como secretario del arzobispo

de Cambrai hasta que marchó a París, para completar su formación en la Sorbona. Allí

perfeccionó sus conocimientos de los clásicos, llegando a ejercer como profesor durante unos

años.

Tras frecuentar los círculos cultos parisinos, Erasmo comenzó una larga serie de viajes. En

primer lugar, en 1499 marchó a Inglaterra, donde trabajó como profesor de Teología en

Cambridge. Entabló amistad con Tomás Moro y, bajo la influencia de John Colet, empezó a

interesarse por los problemas de la teología. De vuelta al continente, en 1500 publicó

sus Adagios (Adagiorum collectanea), una colección de 800 proverbios recogidos de las obras

de los autores clásicos, que le dio una enorme popularidad. Esta recopilación acabó siendo uno

de los mayores éxitos editoriales de su época, con 122 ediciones impresas en la primera mitad

del siglo XVI. Con el paso de los años, Erasmo fue introduciendo nuevos proverbios (hasta unos

4.250) e incrementó la extensión y profundidad de sus comentarios, de forma que acabó

convirtiéndose en una obra de consulta.

La búsqueda de nuevas fuentes bibliográficas y de mecenas, y sus obligaciones editoriales le

convirtieron en un viajero infatigable a través de la Europa culta, desarrollando una tupida red

de contactos y amigos, una comunidad de pensadores, una singular República de las Letras,

cosmopolita y abierta a la tolerancia y la libertad de pensamiento y publicación. A lo largo de su

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vida, llegó a escribir más de 20.000 cartas, de las que se conservan unas 3.000. En ellas, se

dirigió no solo a los humanistas cristianos, sino también a personajes poderosos, como reyes o

papas. Él mismo afirmaba haber llegado a escribir 40 cartas en un solo día.

Durante la primera década del Quinientos cambió repetidamente de lugar de residencia,

viviendo temporadas en Francia, los Países Bajos, Italia e Inglaterra. En todos los lugares fue

recibido y tratado como un maestro, y fue admirado por su conocimiento del latín y de los

escritores clásicos, y por su humanidad. Entre 1506 y 1509 vivió en Italia; pasó la mayor parte

del tiempo en Venecia, trabajando a las órdenes del editor Aldus Manutius (inventor del libro de

bolsillo). Entre 1509 y 1514 vivió en Inglaterra, bajo la hospitalidad de Tomás Moro, a quien

dedicó su Elogio de la locura (Moriae encomium, 1511). De vuelta al continente, se instaló en

principio en Basilea. Después vivió también en Lovaina y Friburgo, y siguió realizando viajes,

fundamentalmente por motivos editoriales. Finalmente, acabó instalándose en Basilea, donde

encontró a su principal editor, Johan Froben, y allí murió el 12 de julio de 1536.

Pensamiento.

Contemporáneo a Maquiavelo y Lutero, Erasmo propone un mensaje humanista opuesto al de

ambos. Frente a la visión pesimista y conflictiva del hombre que marca el pensamiento del

italiano y el alemán, el holandés cree en las posibilidades del hombre y, por consiguiente, su

obra está concebida bajo el signo del optimismo y de la concordia, aunque se le presente como a

un escritor cáustico e irónico, que se dedica a criticar a los clérigos de su época, por su laxitud

moral y escasa formación teológica, en el Elogio de la locura y en los Diálogos.

Erasmo pretende la moralización de la vida política, esto es, que la política quede subordinada a

la ética cristiana. Personaliza la política en la figura del príncipe, propia de la época, y centra su

reflexión en la formación y en el ejercicio del poder dentro de los límites definidos por la moral

cristiana. El príncipe cristiano es, por tanto, un buen príncipe, y el Evangelio es la mejor guía

para la política. Su perspectiva es radicalmente diferente de la que veremos en Maquiavelo. Para

Erasmo la moral cristiana debe ser la norma que guíe todas las acciones humanas, incluidas las

de los gobernantes.

Erasmo se definió a sí mismo como:

el defensor del latín, la lengua internacional de su tiempo.

el reformador de las tradiciones cristianas, en busca de un cristianismo esencial y

evangélico, con el fin de lograr una aproximación más directa del cristiano a Dios.

un pedagogo que renovó los sistemas de enseñanza mediante la publicación de

gramáticas o tratados escolares, y la creación de escuelas nuevas, como el Colegio de

las Tres Lenguas, en Lovaina.

Las ideas principales que Erasmo deseó difundir fueron las siguientes:

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Renovación de la Iglesia. Para Erasmo, la función principal de la institución eclesiástica

había de ser la evangelización y para dicha labor no era necesario que estuviese

estructurada como un Estado. Su actitud le aportó numerosas críticas de parte de los

teólogos oficiales y de la Inquisición. Sus libros y sus ideas contribuyeron a preparar el

caldo de cultivo en el que estallaría la Reforma luterana y acabaron minando el sistema

oficial de la Iglesia católica (pese a que Erasmo prefirió siempre quedarse dentro de

ella).

Educación cristiana. Erasmo defendió la educación del hombre, partiendo del

conocimiento de las Sagradas Escrituras y siguiendo las directrices de la moral

cristiana.

Tolerancia y pacifismo. Aterrorizado por las desastrosas consecuencias de las

numerosas guerras que conoció durante su existencia –como los enfrentamientos

entre Francisco I y Carlos V, o las invasiones turcas-, no cesó de intentar convencer,

mediante cartas y libros, a los gobernantes para que detuvieran la guerra y apostaran por

la paz por encima de cualquier otra consideración.

Unidad de la cultura europea. Erasmo se definió a sí mismo como ciudadano del

Universo, rehuyendo todo compromiso nacionalista o partidista, y buscando solamente

los espacios donde la cultura humanista fuera floreciente y libre. Por eso, las dos únicas

sociedades a las que se adhirió fueron la República de las Letras y la Iglesia cristiana.

Sus Principales Obras.

Adagios (primera edición en 1500; edición corregida y aumentada por el autor en 1508,

1518,1520,1523,1526,1528,1533 y 1536).

Enchiridion militiis christiani (Manual del caballero cristiano) (1503).

De ratione studii (Sobre el método de estudio) (1511).

Enchomion moriae seu laus stultitiae (Elogio de la locura) (1511).

Institutio principis christiani (Educación del príncipe cristiano) (1516) dedicada

a Carlos V.

Traducción del Nuevo Testamento al latín (1516).

Paráfrasis del Nuevo Testamento (1516).

Colloquia (1517), edición no autorizada. Sucesivas ediciones corregidas y aumentadas

por el autor en 1519, 1522, 1526, 1530.

Spongia adversus aspergines Hutteni (1523)

De libero arbitrio diatribe ("Discusión acerca del libre albedrío") (1524) que

desencadenó la contestación de Lutero con su "De servo arbitrio".

Primer tomo de Hyperaspistes (Superescudo) (1526), réplica al De servo

arbitrio de Lutero.

Page 13: El renacimiento y el humanismo

Segundo tomo de Hyperaspistes (1527).

De pueris statim ac liberaliter instituendis (La temprana educación liberal de los niños)

(1528).

Utilissima consultatio de bello turcis inferendo (Utilísima consulta sobre si se ha de

hacer la guerra a los turcos) (1530).

Ecclesiastes (tratado de predicación) y Preparatio ad mortem (Preparación para la

muerte) (1534).

Fragmento de “La temprana educación liberal de los niños (Erasmo de Róterdam)”.

Se ha de engañar con determinados atractivos a aquella edad que todavía no puede conocer

cuánto fruto, cuánta dignidad y placer han de proporcionarle las letras en un porvenir cercano.

Conseguirán en parte este resultado la suavidad y el comedimiento del preceptor y, en parte, su

ingenio y su habilidad para amenizar sus enseñanzas con varias invenciones que harán las

lecciones agradables para el niño y le harán olvidar la fatiga del esfuerzo. No hay cosa más

inútil que la enseñanza cuando el carácter desapacible y agrio del preceptor hace que los niños

empiecen a tomar fastidio al estudio antes que puedan entender los motivos por que debe ser

amado.

El primer grado de la docencia es el amor del que enseña.

Andando el tiempo sucederá que el niño, que comenzó a amar las letras por afecto al que se las

enseñaba, cuando ya no sintiere su influencia las amará por ellas mismas.

(………………...)

A estos también puede proveer nuestro cuidado de que sea mínimo el trabajo y, por ello,

también mínimo el desgaste. Ello se logrará si a los niños no se les atiborra ni de mucha ni de

farragosa doctrina, sino exclusivamente de la mejor y de la que se acomoda más a su edad, que

más deleite toma en lo ameno que en lo sutil. Además, una cierta afabilidad en el método de

enseñar hará que parezca un juego y no una penalidad. (...) En la enseñanza de todos los

conocimientos es menester que el preceptor no sea ni pesado ni severo, sino asiduo más que

inmoderado. No causa enojo la asiduidad si es comedida, si la sazonan la variedad y el agrado,

si, finalmente, estas cosas se enseñan de modo que esté ausente la idea de trabajo y el alumno se

imagine que todo se hace por juego.

(………………...)

Hoy en día no vemos a hombre tan ruin, tan inútil, tan poca cosa que el vulgo no le atribuya

suficiente aptitud para regentar una escuela. Y ese maestro, a su vez, figurándose haberse alzado

con un reino, os causa maravilla cómo se hace el feroz porque tiene mando, no sobre fieras, sino

sobre aquella edad que es menester que se la trate con toda dulzura y cariño.

Dirás que aquélla no es escuela sino prisión por el estallido de los azotes, por el estrépito de los

Page 14: El renacimiento y el humanismo

palos; allí dentro no se oye nada sino llantos y quejas y amenazas espantables. ¿Qué otra cosa

aprenden allí los niños sino aversión por las letras?

(………………...)

No hay quien desuelle y martirice con mayor crueldad a los niños que aquellos maestros que no

tienen nada que enseñarles.

¿Qué hacen esos en las escuelas sino gastar todo el día en azotainas y denuestos?

(………………...)

Cómo abundan hoy en día los padres que, con sus implacables azotainas, dañan la salud de sus

hijos, los llenan de cardenales, los azotan, y no es raro que los maten. La saña de algunos no se

contenta con varas, sino que los golpean con el mango, muelen las carnes tiernas con bofetones

y puñadas, y si tienen al alcance de la mano un instrumento más recio, lo arrebatan y se lo

rompen encima de las costillas.

(………………...)

Tampoco debe ser frecuente la severa amonestación. La medicina tomada con inoportunidad

exacerba la dolencia, no la alivia, y tomada asiduamente, poco a poco, deja de ser remedio y no

logra sino el efecto que suele producir el manjar desabrido y poco saludable.

Juna Luis Vives (1492 – 1540).

Biografía.

Nació en Valencia en 1492, el mismo año en que los Reyes Católicos conquistaron el último

reino musulmán de la península, el reino nazarí de Granada. Se iniciaba así una época difícil

para todos aquellos que profesaban una religión distinta a la cristiana, tanto musulmanes

como judíos.

La familia Vives era importante dentro del núcleo de comerciantes judíos, religiosos y

económicamente acomodados en Valencia. Para proteger la vida de sus familiares así como sus

propiedades y evitar así mismo el riesgo de ser expulsados, se vieron obligados a convertirse al

cristianismo. Sin embargo, siguieron practicando el judaísmo en una sinagoga que tenían en su

Page 15: El renacimiento y el humanismo

casa y de la que era rabino un primo hermano de Juan Luis, Miguel Vives. Pero en 1482,

la Inquisición descubrió a Miguel y a su madre en la sinagoga en plena liturgia, iniciándose así

un proceso contra la familia Vives a manos de la inquisición.

A los quince años, Juan Luis Vives empezó a estudiar en la Universidad de Valencia, fundada

cinco años antes. Acudió a dicho centro desde 1507 hasta 1509 aproximadamente.

El proceso contra su familia continuó y en 1509, su padre, preocupado por el cariz que tomaba

el asunto, decidió enviar a su hijo a estudiar al extranjero. Así, el otoño de 1509 Vives partió

rumbo a París para perfeccionar y ampliar sus conocimientos en la Universidad de la Sorbona,

centro de atracción de muchos estudiantes de la Corona de Aragón y en el que enseñaban

muchos profesores españoles.

Terminó sus estudios en 1512 alcanzando el grado de doctor y se trasladó a Brujas (Bélgica)

donde vivían algunas familias de mercaderes valencianos, entre ellas la de su futura mujer,

Margarida Valldaura.

Recibió la noticia de que su padre había sido condenado y quemado en 1526, y su madre Blanca

March, muerta en 1508, desenterrada y sus restos quemados en 1529. Inmerso en una depresión

anímica, se trasladó a Inglaterra después de rechazar una oferta para enseñar en la Universidad

de Alcalá de Henares. Vives no aceptó por miedo a que la Inquisición le persiguiera y porque

tampoco disponía de medios económicos que le permitieran viajar hasta su destino.

En el verano de 1523, fue elegido lector del Colegio de Corpus Christi por el cardenal Wolsey,

cargo que comportaba también ser nombrado canciller del rey Enrique VIII de Inglaterra. Vives

veía cumplido así su anhelo de establecerse en una corte, único lugar en el que un humanista

podía desarrollar dignamente su trabajo investigador de la cultura y enseñar los descubrimientos

de sus estudios. Ahí trabó amistad con Tomás Moro y la reina Catalina de Aragón.

Sin embargo pronto se desanimó, ya que añoraba a sus amigos flamencos y la vida académica

de Lovaina, en la que destacaba Erasmo de Rotterdam, y donde tenían lugar las discusiones más

apasionantes entre los más destacados humanistas europeos.

Su amistad con la reina Catalina le permitió que el 28 de abril de 1525 se le concediera la

licencia para importar vino y lana hasta Inglaterra y exportar trigo al continente. Con los

beneficios de este comercio y la pensión real su situación económica mejoró.

Desde mayo de 1526 hasta abril de 1527 residió de nuevo en Brujas, lugar en el que se enteró de

la condena a muerte de su amigo Tomás Moro por oponerse al divorcio del rey.

Vives realizó en Brujas su obra "Tratado del socorro de los pobres", en la que analizaba y

sistematizaba la organización de ayuda a los pobres y cómo debía hacerse. Por ello se considera

a Vives la primera persona en Europa en llevar a la práctica un "servicio organizado de

asistencia social" mediante su tratado. Fue por tanto el precursor de la organización futura de los

servicios sociales en Europa, y por tanto, uno de los precursores de la intervención del Estado

organizada y asistencial a los necesitados.

Page 16: El renacimiento y el humanismo

Para intentar ayudar a la reina, Vives escribió al emperador Carlos, enemigo del rey, y al

papa Clemente VII, pero sus notas fueron interceptadas por el cardenal Wolsey. Viendo que sus

esfuerzos eran inútiles y que el rey jamás renunciaría al divorcio, intentó convencer a la reina

para que lo aceptara. Esta estrategia desagradó tanto a Enrique como a Catalina; le fue retirada

la pensión real y tuvo que abandonar Inglaterra.

Buscó entonces protección en Carlos V, a quien dedicó su tratado De concordia et discordia in

humano genere y otro al inquisidor general de España que tituló De pacificatione. Le fue

concedida una renta anual de 150 ducados que representaba la mitad de sus gastos; sin embargo,

jamás consiguió el beneficio eclesiástico solicitado.

Los últimos años de su vida los dedicó a perfeccionar la cultura humanística de los duques de

Mencia. Se convirtió en un reformador de la educación europea y en un filósofo moralista de

talla universal, proponiendo el estudio de las obras de Aristóteles en su lengua original y

adaptando sus libros destinados al estudio del latín a los estudiantes; sustituyó los textos

medievales por otros nuevos, con un vocabulario adaptado a su época y al modo de hablar del

momento. Su libro destinado a la enseñanza del latín se editó en 65 ocasiones

entre 1538 y 1649. Propuso también la reforma de la Sorbona, depurando su educación

filosófica, dotando de una gran calidad a su educación.

En 1529 su salud era ya muy delicada: padecía de dolores de cabeza y una úlcera estomacal.

La artritis degeneró en fuertes dolores y el 6 de mayo de 1540 moría en su casa de Brujas a

causa de un cálculo biliar. Fue enterrado en la iglesia de San Donaciano.

Pensamiento.

Su pensamiento es uno de los máximos exponentes del humanismo renacentista: trató de

rescatar el pensamiento de Aristóteles, descargándolo de las interpretaciones escolásticas

medievales; sustentó una ética inspirada en Platón y en los estoicos. Pero, más que plantear

teorías de altos vuelos, Vives fue un hombre ecléctico y universalista, que avanzó ideas

innovadoras en múltiples materias filosóficas, teológicas, pedagógicas y políticas, y propuso

acciones en favor de la paz internacional, la unidad de los europeos y la atención a los pobres.

Entre sus abundantes obras cabe destacar los tratados Sobre el alma y la vida (1538) y Sobre la

verdadera fe cristiana (1543).

Sus escritos, todos en latín, son aproximadamente unos sesenta. La variedad de esta obra y su

valor de innovación revela la honda calidad humana de Luis Vives, que insiste en problemas de

métodos, por lo que ante todo es un pedagogo y un psicólogo. En su tratado De anima et

vita (Sobre el alma y la vida), aun siguiendo a Aristóteles y defendiendo la inmortalidad del

alma en base al argumento "res omnis sic se habet ad esse, quemadmodum ad operari", atribuye

a la psicología el estudio empírico de los procesos espirituales, estudia la teoría de los afectos,

Page 17: El renacimiento y el humanismo

de la memoria y de la asociación de las ideas, por lo que se le considera como precursor de la

antropología del siglo XVII y de la moderna psicología.

De su obra pedagógica destacan la Institutione de feminae christianae (1529, La educación de la

mujer cristiana), especie de manual ético-religioso para la joven, la mujer casada y la viuda; De

ratione studii puerilis (1523), sobre los métodos y programas de una educación humanística; De

ingenuarum adolescentium ac puellarum institutione (1545) y De officio mariti, similares a las

anteriores. De disciplinis(De las disciplinas, 1531), por último, se divide en tres partes: De

causis corruptarum artium, De tradendis disciplinis y De artibus.

En ellas Vives propone una renovación y planteamiento más científico de la enseñanza frente a

la artificiosidad y vacuidad escolástica y retórica del tiempo; la enseñanza habrá de realizarse

además de acuerdo con la naturaleza y personalidad del alumno, es decir, la psicología ha de ser

la base de la pedagogía, y en este sentido había dirigido desde Lovaina (1519) contra los

escolásticos de la Sorbona su texto In pseudo dialecticos. En realidad, Vives supera ya el

humanismo y marca el tránsito de la pedagogía a la edad moderna y la instauración de la

psicología como ciencia experimental, precediendo a Descartes y a Bacon.

Lo importante en Vives es su preocupación por aquellos aspectos más inmediatos de la realidad

humana; con un profundo conocimiento del hombre y de su historia, Vives pudo intuir las

decadencias de su época, al tiempo que su concepción prudentemente optimista de la vida le

impulsaba a renovar esta realidad. Católico, comprensivo y tolerante, dotado de un gran sentido

de la realidad, Vives va aplicando estos módulos invariables de su conocimiento a los

problemas que estudia.

Su vida y su obra se han hecho modelo de universalidad y profundidad, de pasmosa seguridad;

su actitud fue la del mejor humanismo, pero ensalzado por virtudes más universales de

sobriedad y mesura, de una profunda soledad y comprensión del fenómeno humano, a través de

la cual este humanismo cobró características más trascendentales que las brillantes y entusiastas

de la época.

Sus Principales Obras.

Opuscula varia (Lovanii, 1519) : colección de opúsculos donde encontramos la que fue

su primera obra de carácter filosófico De initiis, sectis et laudibus philosophiae.

Adversus pseudodialecticos (Selestadii, 1520): presenta la lectura de los clásicos,

como humanista que es, como medio para adquirir agilidad mental.

De subventione pauperum. Sive de humanis necessitatibus libri II (Brugis, 1525): trata

el problema de la mendicidad buscando soluciones en las instituciones públicas, que

deben socorrer a los verdaderos pobres y hacer trabajar a los que sólo son vagos; para

ello es preciso una organización de la beneficencia y una reforma del sistema sanitario,

de asilo...Siendo un plan de actuación contra la pobreza en la ciudad de Brujas.

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De Europae dissidis et Republica (Brugis, 1526).

De concordia et discordia in humano genere (Antuerpiae, 1529).

De pacificatione (Antuerpiae, 1529).

Quam misera esset vita christianorum sub Turca (Antuerpiae, 1529).

De disciplinis libri XX (Antuerpiae, 1531): es una obra enciclopédica, en la que se

encierra su obra pedagógica, y que está dividida en tres partes: De causis corruptarum

artium, De tradendis disciplinis, y De artibus. Ésta última contiene a su vez : De prima

philosophia, De explanatione cuiusque essentiae, De censura veri, De instrumento

probabilitatis, De disputatione.

De anima et vita (Basileae, 1538): es su obra de madurez y en ella el autor desarrolla

conceptos de psicología.

Lingvae latina exercitatio, son Diálogos sobre la educación dedicados al príncipe que

después sería Felipe II, y cuya intención es instruir en la lengua latina al mismo tiempo

que introduce amenas cuestiones sobre moral y conducta social y evoca sus recuerdos

infantiles. 

De Europeae statu ac tumultibus. Se dirige al Papa para exigir su mediación a favor de

la paz entre los príncipes cristianos, en la misma línea que la Querella de la paz de su

amigo Erasmo.

Introductio ad sapientiam (Lovaina, 1524), es la más importante de sus obras

pedagógicas.

De institutione feminae christianae, traducida al castellano en Valencia en 1528, un

tratado sobre la educación de la mujer cristiana.

Tratado de la enseñanza (Juan Luis Vives) extraido de Introductio ad sapientiam.

Cuando un padre lleve a un niño a la escuela, hágasele ver que no ha de acudirse a las letras

como un medio de procurarse un sustento de la ociosidad, fin indigno de trabajo tan elevado. Si

el maestro confirma con sus obras y vida entera esta máxima, será fácilmente creída por los

demás; en caso contrario, medrada confianza abrigarán los padres con la prudencia y probidad

futura del alumno, viendo que quien ha de ser su ejemplo demuestra las cualidades opuestas.

Antes bien se le debe manifestar que el objeto de los estudios es hacer al joven más instruido y

mejor por lo tanto. Durante uno o dos meses permanecerá en la escuela para examinar sus dotes

mentales; y los maestros se reunirán aparte cuatro veces cada año para hablar y preguntarse

mutuamente sobre la capacidad de sus alumnos y para designar cuál sea la ocupación que según

las individuales disposiciones conviene a cada uno de ellos.

Realizada debidamente la enseñanza, respetarán los indoctos a los sabios como a dioses venidos

del cielo, mirarán sus escuelas cual lugar sagrado y honroso habitado por alguna deidad, como

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antiguamente lo fueron Helicón y el Parnaso. Cosa es muy indigna, bien pensado, que se burlen

de nosotros y desprecien, a causa de nuestros hábitos y torpeza. Las personas sin instrucción,

siendo lo peor del caso que es con justicia. Más no podría tolerarse que a menudo tengan

sentimientos más moderados los campesinos, los zapateros y carpinteros, las gentes inferiores,

que muchos intelectuales.

A una escuela bien gobernada no sólo habrían de acudir los niños, sino aún los mismos viejos,

como refugio, huyendo de las tempestades que la ignorancia y los vicios producen; a todo el

mundo atraerían los buenos maestros con esa especie de majestad y autoridad que respiran; y de

mayor provecho para los oyentes sería esa confianza y respeto, que los golpes y amenazas; más

punzante el estímulo para el estudio, y motivo para obedecer a los preceptores, la admiración de

su talento y virtudes.

Tal será la verdadera Universidad, esto es, "una reunión y convenio de personas doctas al par

que buenas, consagradas para hacer iguales a ellos a todos cuantos allí acudiesen para

aprender"; no bastando que sean buenos algunos si hay muchos malos, porque éstos los

vencerán en número, intrigas y audacia, vemos, en efecto, que suelen adherirse los discípulos a

quien más condescienda con ellos.

Lo esencial es que el niño se acostumbre a complacerse con las buenas cosas, a amarlas, y al

contrario, disgustarse de las que no lo son y aborrecerlas; también tiene importancia en todo

caso el que se acomoden las explicaciones a la capacidad infantil, que no consiste más bien el

aprendizaje en una costumbre que penetra dulcemente, perdurando todo el resto de nuestra vida

las sentencias que oímos en aquella edad, particular cuando se confirma luego mediante la

razón. Además, son los pequeños algo de naturaleza sínica y propensos a imitarlo todo,

principalmente a quienes consideran digno de ello, padres, lacayos y maestros.

Por eso heredamos, de quienes debíamos recibir un espíritu sano, no uno corrompido por los

elementos que acabamos de mencionar.

Es muy conveniente que atienda con esmero el padre a las costumbres de su hijo, más aún que a

la herencia misma; téngala o no, son aquellas de mayor importancia y en primer lugar debe estar

la probidad, porque las riquezas "pronto las adquiere el bueno y las disipa el perverso". Así la

razón como las sagradas Escrituras demuestran con preceptos y ejemplos que el Señor pedirá a

los padres cuenta de la educación de sus hijos; por esto al tratarse de la enseñanza deben

recapacitar seriamente sobre este punto decisivo; ver si hay en la familia quien pueda ejercer

influjo nocivo en la tierna mente del niño, y en tal caso separarlo del lado de éste, siendo

posible, y de no serlo, enviarle fuera a instruirse.

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