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EL RECONOCIMIENTO DE LA PAZ EN LAS CULTURAS POLÍTICAS MEDITERRÁNEAS*
Fernando Martínez López Francisco A. Muñoz.Universidad de Almería, Instituto de la Paz y los Conflictos de la Universidad de
Granada.
Uno de los grandes cambios de la percepción global del Mediterráneo se realizó con el avance de la modernidad, entendida como el avance progresivo de la cultura y la tecnología occidental. La gran paradoja fue que, mientras que en la Antigüedad – el único período en que mantuvo una coherencia cultural, política y socioeconómica global «mediterráneo» designaba una realidad históricogeográfica, en la época contemporánea el contenido semántico del vocablo se ha ido enriqueciendo y ampliando, hasta designar un modo de vida, una estética, un área de cooperación e incluso una comunidad de intereses. Revisión semántica del Mediterráneo en tanto que concepto globalizador y superador de la pluralidad de herencias culturales de al menos cinco importantes tradiciones (europea, hebrea, eslava, turca y árabe), o de la heterogeneidad política y religiosa, a pesar de que algunos autores de la ribera meridional la han situado como una invención reciente de la ribera Norte, motivada por intereses más coloniales que científicos1.
1. Un Mediterráneo entrelazado
El Mediterráneo es aprehendido y comprendido con cierta facilidad, especialmente cuando es percibido como Mare Nostrum pero, paradójicamente, es difícil alcanzar una definición del mismo que nos satisfaga completamente. Parece como si nuestro imaginario fuese capaz de abarcarlo pero nuestro intelecto tuviera dificultades para ello. La razón de esta disfunción podría residir en su complejidad física, humana, histórica, cultural o religiosa. Una complejidad que alcanza desde lo más global o genérico a lo más particular, atravesando todas las escalas, desde lo más pequeño a lo más general. Que puede convertir al Mediterráneo en una maraña que separa, que actúa de frontera, como un espacio comunicativo, de acuerdo con la capacidad que tengamos para entender y vivir su riqueza.2
Para superar esta dificultad es necesario un abordaje desde el reconocimiento de las relaciones entre las comunidades, de todos aquellos enlaces e interacciones que favorecen la creación de un espacio unitario, lo que llamamos «trama mediterránea». El Mediterráneo como resultado final de minúsculas interacciones que con el paso del tiempo se muestran mayúsculas. La construcción del Mediterráneo no existiría sin estas relaciones que comienzan en todas las entidades humanas (personas, grupos y población en general), que se entrelazan entre sí salvando los obstáculos geográficos y culturales. Sin ser constreñidas por los estados ni por las fronteras físicas ni políticas. De esta manera podremos entender ese sinfín de contactos en los que cada cultura aporta sus
*. El represente texto ha sido publicado en el libro MARTÍNEZ LÓPEZ, Fernando y MUÑOZ, Francisco A. (eds.) (2007) Políticas de Paz en el Mediterráneo, Biblioteca Nueva, Madrid, págs. 1739. Las referencias a este «volumen» coinciden con esta publicación.1. Cf. Eduardo GONZÁLEZ CALLEJA, «Sobre los diversos usos del “Mare Nostrum”: imágenes del Mediterráneo en la España Contemporánea». CSIC. Texto mecanografiado.2 Cf. MUÑOZ, Francisco A. (2005) «La trama mediterránea. Sobre los orígenes históricos del mediterráneo (y de Europa)», Saetabi 55, págs. 2943.
experiencias y modelos, de tal forma que la pertenencia a este tejido común hace que sean transmitidos, potenciados o sincretizados.
Una situación desde la que se puede establecer comunicaciones, desde la que se comparte y aprende de las experiencias de los otros. Efectivamente, mujeres, hombres, niños, jóvenes, mayores, judíos, griegos, romanos, bizantinos, turcos, burgueses, obreros, conservadores, liberales, republicanos, socialistas, comunistas, cristianos, sunnies o sufíes, han tenido que definir cómo entender sus relaciones exteriores, internacionales, e integrarlas en sus cosmovisiones, en la búsqueda de su bienestar. Eirene, shalom, pax, salam, pace, paix, paz, peace o mir, son palabras que representan y sustentan estas prácticas. Al igual que otras virtudes públicas y cívicas con las que se relacionan, como son: hospitalidad, concordia, diplomacia, salud, justicia, igualdad, solidaridad, e incluso libertad. Son innumerables las experiencias, las normas culturales y las instituciones en este sentido.
Nuestro punto de vista, es deudor de la Investigación para la Paz (Peace Research), entendida como un campo transdisciplinar, y si queremos de una «Historia de la Paz», en la que es necesario reconocer los conflictos y las acciones de paz como «motores» de las realidades sociales. Sin perjuicio ni olvido del papel desempeñado por la violencia en muchas ocasiones. Los conflictos, inherentes a la especie humana, nos relacionan con los satisfactores (que incluyen técnicas, normas culturales e instituciones) y los bienes necesarios para colmar las necesidades de las personas, los grupos, las instituciones, los estados y las sociedades. En la medida en que lo hacen siendo respetuosos con las necesidades de los otros, podemos catalogarlas de pacíficas. Y, justamente al contrario, cuando en los procesos de toma de decisiones no se satisfacen las necesidades de los demás, hablamos de violencia. Desde este enfoque son los intereses, sentimientos, satisfactores, bienes, deseos, percepciones y objetivos, de cada momento, lo que nos define una matriz múltiple con la que debían de operar las diversas agrupaciones sociales mediterráneas y frente a la cual estaban obligadas a buscar vías de regulación.3
Cuando a partir de finales del siglo XVIII se fueron consolidando diferentes culturas políticas (liberalismo, republicanismo, socialismo o comunismo), estas tuvieron que reelaborar su posicionamiento con respecto a la regulación de los conflictos. Y las teorías de la Paz se multiplicaron ante los conflictos bélicos del siglo XIX y especialmente con motivo de la Primera y la Segunda Guerra Mundial. No en vano la Paz fue uno de los objetivos y principios de la Sociedad de Naciones y de la creación de las Naciones Unidas.
A pesar de todo, la Violencia ha sido otro factor de construcción social. Gestionada por los egoísmos, por los deseos mal socializados, por intereses particulares, también ha estado presente en toda la historia del Mediterráneo. Es el motivo principal de nuestra preocupación. La Violencia nos aturde, conmueve y moviliza, la Paz creemos que es el principal remedio. Por esta razone, los acontecimientos de los últimos años como son los conflictos de Oriente Medio, Argelia, exYugoeslavia, Afganistán, Irak o El Chad, nos han vuelto a poner de manifiesto la importancia de una estabilidad mediterránea basada en la regulación pacífica de los conflictos.
La historia del Mediterráneo ha sido, pues, una historia llena de conflictos, tensiones, paces, intercambios, diplomacia, diálogo, interculturalidad y, también, guerras, políticas colonialistas e imperialistas, terrorismo, y otras formas de violencia.
3. Cf. MUÑOZ, Francisco A., HERRERA FLORES, Joaquín, MOLINA RUEDA, Beatriz y SÁNCHEZ FERNÁNDEZ, Sebastián (2005) Investigación de la Paz y Derechos Humanos desde Andalucía, Granada.
Frente a lo cual creemos que la Paz –imperfecta por supuesto, las diferentes vías de regulación pacífica de los conflictos, han sido elementos ampliamente utilizados e imprescindibles para darle la mejor salida posible a estas situaciones. Y, por tanto debe ser implementada con los mejores de nuestros recursos.
2. La Paz en el Mediterráneo
La complejidad mediterránea esta cargada de conflictos; la multiplicidad, nos atrevíamos a decir que efervescencia, de actores y proyectos insertos en el Mediterráneo generaba continuamente problemas y tensiones. Si reconstruimos un mapa de población y de entidades políticas de cualquier momento del Mediterráneo nos encontramos con un enjambre, por no decir una charca repleta de ranas como afirmaban los griegos completamente ingobernables si no fuese por iniciativas organizacionales muy cualificadas.
Sabemos que normas culturales e iniciativas institucionales (tales como reyes, faraones, sultanes, magistraturas, diplomáticos, embajadas, asambleas, obispos, concilios, ligas, dietas monarquías, democracias, repúblicas, federaciones o confederaciones, etc.) han dedicado gran parte de sus energías a la gestión pacífica de las tensiones, la búsqueda del bienestar de la población, a evitar las guerras y la construcción de la Paz. Esta actividad queda reflejada en fuentes escritas, epigráficas, papirológicas, numismáticas y arqueológicas y en los tratados, actas, misivas, oraciones, o reflexiones de pensadores, filósofos, religiosos, científicos o políticos.
Con el seguimiento de estas iniciativas podemos testificar que la búsqueda de la Paz ha sido una habilidad política permanente orientada a obtener las mejores condiciones de convivencia, para conseguir el bienestar de las sociedades mediterráneas. Frente a los problemas planteados por la confluencia de intereses, necesidades, objetivos o percepciones diferenciadas en las sociedades, la acción pública y política ha sido un continuo esfuerzo por lograr que se alcancen el mayor número de expectativas con el menor coste social posible. Implícita y explícitamente la transformación y regulación pacífica de los conflictos ha influido en la toma de decisiones políticas de las sociedades, instituciones y Estados.4
La Paz se ha convertido en una práctica, una ideología y una teoría pública y política que ha tenido capacidad para hacer frente a los diversos desafíos de las sociedades mediterráneas. Podríamos decir que todas las tendencias políticas presentes en las culturas y países mediterráneos han mantenido posiciones y discursos con respecto a la Paz, al menos entendida como la ausencia de guerra. Ha servido para enmarcar las relaciones entre los estados, las culturas, las religiones, las ciudades, los grupos sociales y las personas. La Paz aparece como un deseo, un horizonte ético, una diosa, el establecimiento de relaciones diplomáticas, la firma de un tratado, el fin de una guerra, un lema político o un proyecto social. Justamente, esta polisemia y plasticidad de la Paz es la que le ha hecho ser un recurso útil.
En gran medida la reconstrucción histórica que hacemos del Mediterráneo está condicionada por las fuentes que nos han sido legadas y también por las interpretaciones que de ellas ha realizado la historiografía. Esto ha dado como resultado, en muchas ocasiones, la sobrevaloración de determinadas opciones con respecto a otras. En nuestro 4. Cf. PÉREZ BELTRÁN, Carmelo y MUÑOZ Francisco A. (2004) (eds.) Experiencias de Paz en el Mediterráneo, Granada.
caso, la aparición de la Violencia con mayor capacidad de gestión de la realidad que la Paz. La Violencia como herramienta «fundamental» de los grupos dominantes aparece expuesta y ensalzada en los documentos que, a la postre, se convierten por razones obvias en los disponibles. La sentencia «La historia la escriben los vencedores» describe esta realidad. Por ejemplo, el mayor número de documentos escritos provenientes de Grecia y Roma son de los grupos dominantes, y la fuerte influencia de éstas sobre sociedades posteriores les ha convertido en paradigmáticas sobre los orígenes violentos de la civilización occidental cuando sólo representan a una parte de la realidad, fundamentalmente y en ocasiones casi exclusivamente, la de las elites del poder.
Estudiar las distintas informaciones que nos muestren la regulación pacífica de cualquier tipo de conflictos nos permitirá aproximarnos y reconstruir sus modelos culturales y de pensamiento relacionados con la Paz. Como en tantas ocasiones el problema no está en la respuesta sino en la pregunta. Podemos constatar que hay un déficit historiográfico al respecto, condicionados por las metodologías pero también, por que no, por los modelos antropológicos y sociológicos de partida. Estas son, en gran medida, las razones por las que las políticas relacionadas por la Paz aparecen como inexistentes o deformadas.5
Todos los grupos humanos mediterráneos estaban regidos por instituciones y definidos por conjuntos integrados y coherentes de pautas de conducta que aseguraban el cumplimiento de funciones socialmente relevantes, entre las cuales la cooperación social era esencial. Ésta estaba guiada por una serie compleja de normas y reglas, que las alejaba de la simple satisfacción primaria de las necesidades y los deseos, y que reconoce, por encima de todo, la mutua dependencia de las personas y grupos para la realización de sus objetivos y fines. Por estas razones fue tan trascendental la construcción de conceptos y realidades que transmitieran y garantizaran lo mejor posible la continuidad de las sociedades. Desde la invención de la escritura, cuando aparece la representación gráfica de la Paz en distintos contextos y realidades sociales, ésta debe ser interpretada como un símbolo semántico que representa a tales prácticas y que se desarrolla grandemente en ideas, tratados y proyectos.
También, en las sociedades en las se institucionalizó la violencia, especialmente como guerra, debió de nacer con más fuerza el concepto de Paz. Es posible que en el mismo proceso de abstracción se conceptualizase la Paz como situación ya existente, conocida en la práctica, y contrapuesta a la violencia emergente. De esta manera, el supuesto, teórico y práctico de la Paz, sirve para garantizar el bienestar social, reconociendo y reforzando las regulaciones pacíficas de los conflictos, como el mecanismo óptimo para frenar o amortiguar la violencia. El horror de la Violencia debe de ser explicado y a su vez neutralizado con un horizonte de esperanza, basado en las propias vivencias, en que esta no existiera.6
Estos procesos de creación y potenciación de lo que podría identificarse como una Cultura Política de la Paz están, en gran parte, vinculados a las reivindicaciones y acciones de todo tipo de agrupaciones sociales civiles y religiosas que, de esta forma, promueven acciones que queremos reconocer como un «empoderamiento pacifista». Un empoderamiento reivindicativo de la participación en la toma de decisiones, en la
5. Cf. MUÑOZ, Francisco A. y MOLINA RUEDA, Beatriz (eds) (1998) Cosmovisiones de paz en el Mediterráneo, Granada.6. Cf. GALTUNG, Johan (1985) «La cosmología social y el concepto de paz», Sobre la paz, Barcelona, 73105. MUÑOZ, Francisco A. y LÓPEZ MARTÍNEZ, Mario (eds.) (2000) Historia de la Paz,. Actores, espacios y tiempos, Granada.
distribución del poder, y en el que podríamos incluir muchas acciones de la «noviolencia». Aunque en todo este reconocimiento siempre nos tropezamos con las dificultades de la identificación y definición del poder. Por un lado porque ha sido, injustificadamente, relacionado con el poderviolento, de otro porque no han sido reconocidas suficientemente las capacidades de transformación pública y política de las gestiones pacíficas de los conflictos.
A continuación nos detenemos en las escalas y ejes (ámbitos personales y religiosos; relaciones grupales y sociales; pactos y alianzas; diplomacia, paz frente a guerra; tratados y planes de paz; virtud pública; Humanismo, Ilustración y Socialismo) sobre los que se pudieron establecer los debates en el Congreso.
2.1.Ámbitos personales y religiosos
La Paz es una virtud personal sustentada por diversas formas de expresión y en particular las religiones y las filosofías. Las religiones, especialmente los grandes credos monoteístas que tienen su cuna en el Mediterráneo, tienen un importante papel en la configuración de las culturas, las identidades y las relaciones mediterráneas.7 La importancia social que alcanza en Grecia y Roma le lleva al punto de ser divinizada lo que supone la más clara confirmación de su valor. La entrada en el panteón de aquellos (as) dioses (as) identificados con la Paz nos confirma su carácter popular e interclasista. En la medida en que participasen del mismo valor, éste podría ser apelado por cualquiera de las partes para evitar los enfrentamientos y favorecer el diálogo y la negociación.
De otro lado es llamativo su carácter femenino, especialmente en el mundo grecorromano, frente a los dioses de la guerra. Aspecto que debe de tener su relación con las actitudes «pacíficas», desarrolladas por las mujeres. Mientras que los hombres lo masculino practicaban y usufructuaban la guerra, la violencia, las mujeres lo femenino que no participaban directamente en ella, son las encargadas de reproducir la vida con su maternidad, su trabajo doméstico, de encarnar la Paz. La construcción de género masculino/femenino crea esta dicotomía en las sociedades patriarcales, en la que hombres y mujeres desempeñaban roles sociales diferenciados, en este caso ante la guerra (violencia) y la Paz.
Al margen de las asociaciones del léxico, hemos podido constatar cómo en todo el ámbito mediterráneo las actitudes religiosas actuaban en determinadas circunstancias como elementos importantes en la gestión de la Paz. Los dioses, sean únicos o diversos, pueden desempeñar una función mediadora, como gestores de la Paz, ya que al presentarse como proyecciones de los deseos y aspiraciones de los individuos, catalizan sus invocaciones y prácticas. Esta función de «lo divino» está ampliamente ejemplificada, en casos tales como las ceremonias de ratificación de los tratados griegos, o la presencia de los dioses en la Roma monárquica como garantes de ciertas propuestas pacíficas, o muchas de las ceremonias públicoreligiosas durante la Edad
7. Por eso es importante movilizar la energía pacificadora que parte de las tradiciones religiosas y desactivar cualquier, odio, violencia o agresión que apele a una legitimación religiosa. En la construcción de la paz en el Mediterráneo es imprescindible el diálogo interreligioso. Véase en este mismo volumen las aportaciones de José María ALEMANY «Apuntes sobre cristianismo y paz en el Mediterráneo», en este vol. págs. 91101, y Beatriz MOLINA «Propuestas de paz desde el mundo árabe islámico mediterráneo», en este mismo vol., págs. 263285.
Media y Moderna. Pero donde tal vez este aspecto cobraba especial relevancia era en las civilizaciones monoteístas, como la judía, la cristiana, o la islámica, donde la Paz remitía, en última instancia, al orden de Dios, el cual se presentaba como el verdadero autor y administrador de la misma, el que protegía a las criaturas y repartía seguridad, para lo que se apoyaba en elementos tales como la concordia, la armonía, o la mediación. En este sentido, la divinidad, y la religión, actuaban como generadoras de comportamientos pacíficos, al propugnar la Paz como última forma de concordia; por eso se hablaba de «recompensa» ya sea espiritual o material, de promesas de bienestar, concordia y seguridad, a cambio de mantener ciertas actitudes positivas que garanticen la consecución de una Paz social eficaz y duradera.8
También ciertas costumbres y prácticas asociadas a lo religioso estaban conectadas con comportamientos sociales de carácter pacífico, así las expresiones de saludo por la paz, ligadas a un deseo de armonía y cohesión entre los miembros del grupo. En el mismo sentido econtramos, en la práctica totalidad de las culturas mediterráneas, diversos ritos y ceremonias religiosas que refuerzan el papel de la Paz en los asuntos públicos y colectivos.
2.2. Relaciones grupales y sociales
Sin que podamos separar claramente, como hemos visto, los ámbitos personales y religiosos se podrían ver sus anclajes en las prácticas sociales y grupales. La presencia de la Paz a escala individual tiene además una rentabilidad social, pues la tranquilidad, el sosiego y la seguridad que proporciona el sentimiento individual de unos valores morales, marcan pautas de conducta que suponen cierta garantía de convivencia pacífica en las relaciones interpersonales. En este sentido, además de lo individual, podemos distinguir a lo largo de las múltiples realidades culturales, aquellas relaciones que se producen entre iguales, entre actores que, por pertenecer al mismo grupo, tienen los mismos intereses, con lo que se produciría una paz unificadora, coordinadora. Por otro lado, entre los actores con intereses distintos se llegaría al establecimiento de una relación entre desiguales, con lo que la Paz tendría un matiz de negociación y conciliación.
En las relaciones dentro del grupo se proyectan asimismo actitudes que tienden a regular los conflictos frente a elementos externos. Aquí entra en juego la negociación, pero también el sentido de solidaridad y cohesión, los lazos que crea el sentimiento de pertenencia a un mismo grupo con unos intereses comunes. En muchos casos la solidaridad se convierte en un elemento fuertemente constitutivo del sistema. En sentido parecido, la «paz entre los ciudadanos», en Roma, en Edad Media o en la Edad Moderna, alude a la necesidad y esperanza de Paz, de una armonía en el seno de las diversas instancias de la sociedad.9
Diferentes grupos sociales aparecen directamente interesados en la paz, especialmente todos aquellos a los que la guerra les genera pocos beneficios cuando no enormes sufrimientos y pérdidas. Como se afirmaba desde la Antigüedad: Nada tan popular como la Paz, la Paz es grata y agradable y querida por los pueblos, significa unidad y tranquilidad, dignidad del gobierno y de toda la sociedad. Podríamos decir
8. Cf. MUÑOZ, Francisco A. y MOLINA RUEDA, Beatriz, Cosmovisiones de Paz ...9 Cf. MUÑOZ, Francisco A. «La Paz un anhelo público y político universal. Aportaciones históricas desde el Mediterráneo», en este volumen, págs. 4175.
que son los menos favorecidos socialmente los no ciudadanos los más beneficiados por la Paz, pues con ella se reduce el nivel general de violencia, de la que son sus principales receptores. Este hecho no es ignorado por las instancias superiores que procuran arbitrar soluciones y negociaciones, exteriores e interiores, teniendo en cuenta la dependencia mutua dentro del conjunto social que tienen de estos grupos.
3. La paz en la política mediterránea.
En el epígrafe anterior, cuando abordábamos la «Paz en el Mediterráneo», queríamos rescatar los espacios, los actores y los tiempos donde la Paz estaba presente sin que ello supusiera, en sentido estricto, un horizonte político. Estamos haciendo un recorrido desde la escala inferior lo personal hasta superior lo internacional. Esta perspectiva nos permite pormenorizar las acciones de Paz y, en su caso, establecer los vínculos de unas escalas con otras. Porque, como cabe suponer, la moralidad personal cívica o religiosa puede tener implicaciones en lo público y lo político. También a la inversa, determinadas políticas podrían repercutir en las actitudes personales o domésticas. Esto es así porque las necesidades y expectativas de las personas la subsistencia, la libertad, la participación, la seguridad o la identidad tienen implicaciones en su gestión en las diferentes escalas. Así, también, los pactos, las alianzas, las embajadas, los planes de paz o la firma de los tratados también dependen de las actitudes de las personas que los administran.
3.1. Pactos y alianzas.
Una manifestación clara de lo que estamos viendo son los acuerdos más o menos formales (pactos, tratados, alianzas, etc.). En todas las lenguas mediterráneas abordadas existen términos que aludían a estas circunstancias, como prácticas, «pacíficas», que articulan las relaciones y los intereses entre individuos o grupos sociales. El pacto, como forma institucional concreta de gestión de los problemas entre diversos grupos, tuvo una de sus primeras manifestaciones en los establecidos entre grupos nómadas con el objetivo de solventar problemas de corto alcance, sin embargo con el paso de los tiempos los pactos actuaron a distintas escalas (tribales, estatales, o internacionales), ante diversos conflictos (tierras, prisioneros de guerra, entre ciudadanos, fronteras, mutua ayuda, etc.) y con un carácter preventivo o finalista.
Aunque también hay que dejar claro que existían importantes variables en la organización social, en sus instituciones, lo que también condiciona las formas y ritmos de las alianzas internas y externas. Particularmente el Estado como ente catalizador y aglutinante también opresivo varía en las distintas sociedades, tanto en sus referencias temporales como culturales. Por supuesto que el modelo griego y romano no son identificables con el estado árabe, turco, el «moderno», o el absolutista. Sin embargo, la Paz, como expresión colectiva y simbólica, aparece siempre asociada a las instituciones particulares del Estado (asambleas, magistrados, tribunales, leyes, etc.) que al ejercer su autoridad, su poder, debían de ser garantes de la Paz, entendida como un derecho, de sus habitantes, frente a la fuerza y la guerra. El Estado es, además, el espacio de mediación institucional donde se producen pactos entre los actores implicados. De esta forma, el Estado se convierte, en muchas ocasiones, en una fuente de donde emergen las virtudes
que justifican y garantizan todas estas funciones pacificadoras interiores y exteriores, a pesar de que formalmente pudieran aparecer en contradicción con otras características o atribuciones del mismo. Se convierte, en suma, en la institución mediadora por excelencia entre el bien común y el uso de la violencia.
En las instituciones existían diversas fórmulas que articulan las relaciones entre sus representantes y los grupos sociales, lo que conllevó paulatinamente al reconocimiento de uana autoridad estable, del poder y la soberanía política que el Estado representaba para actuar de árbitro y mediador. Se estableció un tipo de pactos o alianzas cuyo fin último era la aceptación de una autoridad común que regulara las relaciones entre los miembros de la comunidad. De manera similar, ante la nueva conflictividad que generaba la extensión territorial, los estados se vieron impulsados a crear nuevos mecanismos de regulación pacífica: las instituciones protectoras de extranjeros que, en el mundo griego, garantizaban la hospitalidad o la igualdad social, o el estatuto especial al que, en la sociedad islámica, se someten las comunidades no musulmanas que conviven en un mismo espacio político. Todos estos debates están presente en la filosofía política, particularmente la que surge con el Humanismo, la Ilustración y el Liberalismo.
Observamos, en definitiva, cómo se fue produciendo una remodelación y ampliación del concepto de Paz, desde la escala «micro» hacia concepciones más elaboradas, que coinciden con el gradual desarrollo organizativo y la complejidad de las sociedades. Incluso en circunstancias de expansión, como en los casos del Imperio Romano o las conquistas del Islam, la necesidad de adaptarse a nuevas situaciones propicia modificaciones en la forma de concebir la Paz, que permitieron articular y establecer unas relaciones estables con los pueblos y comunidades sometidos.
3.2. Diplomacia. Paz frente a guerra.
Igualmente, la Paz fue continuamente un objetivo perseguido por las relaciones exteriores. Una meta con muchos condicionantes y mediaciones, pero orientadora del deseo de los actores implicados. Pese al interés de imponer o defender unos criterios, o intereses por la fuerza, el objetivo final era siempre la Paz, del vencedor, del vencido, o de ambos. El principal antagonista de la Paz es la guerra. Es en la guerra donde se concentraba la mayor capacidad destructiva, la mayor violencia hacia las vidas humanas, hacia los bienes que garantizan su supervivencia. No es de extrañar, por tanto, que una gran parte de las referencias de la Paz estuviese relacionadas con la guerra, con las relaciones internacionales que la regulaban.
Una de las manifestaciones de tal antagonismo era la relación paz interior/guerra exterior, el «orden interior» era asimismo cuestionado por el peligro externo. El equilibrio de la Paz, garantizada por las tradiciones, las instituciones, el Estado, los gobernantes, se ve cuestionado por acciones exteriores. En este sentido se reconocen lazos muy estrechos entre la necesidad de mantener el orden interior frente al desorden exterior, con lo que las tensiones internas pasarán a un segundo plano. Los conflictos entre ciudadanos se atenúan, o se postergan, propiciando la concordia ante un peligro exterior. De esta manera la continuidad de conflictos externos es, en ocasiones, promotora de la paz interna, la paz interior proporcionaba un grado de seguridad ante eventuales peligros exteriores.
De cualquier forma, sí podemos afirmar que, al nivel que refleja la documentación existente, la dinámica de las relaciones exteriores se desenvolvía generalmente bajo las pautas de un interés por aminorar en lo posible los costes que supondría el mantenimiento de situaciones de violencia. Así, las fuentes y la historiografía nos informan de la importancia que, en las diferentes culturas, tenían los procedimientos, no violentos e institucionalizados, de regulación de conflictos interestatales, y cómo la ausencia de conflicto armado era considerada un bien. De modo similar, en las demás culturas se constata una abundante terminología para describir las relaciones no directamente violentas entre los estados. La mayoría de los testimonios se refieren al establecimiento de acuerdos y tratados internacionales que demuestran cómo todas las formaciones sociales son conscientes de la importancia de unos valores que pueden facilitar las relaciones entre los pueblos. Una muestra significativa es la presencia de la pax como propaganda política e ideológica en diplomas, monumentos y monedas.
3.3. Tratados y Planes
La firma de un tratado de paz, el final de una guerra, el acuerdo que pone freno a la violencia, es probablemente, la forma de paz más reconocida. Los tratados se producen por la voluntad de las partes y son la confirmación institucionalizada de las negociaciones emprendidas por cualquier tipo de embajadores. En un sentido amplio deben de haber existido desde que los grupos humanos tienen cierta estructura política y especialmente desde la existencia de los estados mesopotámicos, egipcios, cretenses, griegos o romanos, a partir de los cuales se extendieron como ciudadesestado por todo el Mediterráneo. Efectivamente, la guerra y los ejércitos se convirtieron en instrumentos ocasionales de las relaciones exteriores de los estados que fueron precedidas y acompañadas por las acciones diplomáticas que garantizaban mayor estabilidad y el mejor logro de sus objetivos.
Posteriormente en el mundo moderno y contemporáneo los tratados fueron dotándose de unos protocolos más elaborados que recogían las expectativas y los deseos de grupos y sectores de la población que a lo largo de la contienda habían sufrido sus efectos devastadores. En la actualidad un Tratado internacional es un acuerdo entre Estados u organizaciones internacionales, dos o más (bilaterales o multilaterales), regido por el Derecho internacional, que puede constar de uno o varios instrumentos jurídicos conexos. Están regidos por la «Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados» o por la «Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados entre Estados y Organizaciones Internacionales o entre Organizaciones Internacionales».10 Su motivación y objetivos puedes ser militares, geográficos, económicos, políticos, culturales, humanitarios o de otra índole. Cualquier tratado es alcanzado tras un período imprescindible de negociación y queda finalmente fijado en un texto que debe ser refrendado por los estados.
Son muchas los tratados de paz que podíamos referir a lo largo de la historia, citemos algunos de ellos entre los más conocidos: Tratado de Paz entre Ramsses II y Hattusili III (1.280 a. C.), Paz de los Treinta Años (446 a. C.), Paz de Nicias (421 a. C.),
10. La «Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados» fue subscrita en 1969 y entró en vigencia en 1980. Fue elaborada por una conferencia internacional, sobre la base de experiencias y elaboraciones previas retomadas por la Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas.
Paz del Rey (386371 a. C.), Paz de Filócrates (346 a. C.), Paz de Apamea (188 a. C.), Tratado de Paz entre Fraatres y Augusto (20 d. C.), Paz de Singara (344 d. C.), Tratado de Paz entre Bizancio y Bulgaria (716), Tratado entre Saladino y Ricardo (1.192), Paz de Bretigny (1.327), Paz de Augsburgo (1.555), Paz de CateauCambrésis (1.559), Paz de Lodi (1.454), Paz de Westfalia (1.648), Tratado de Utrecht (1.7121.714), Paz de Amiens (1.802), Tratado de San Stefano (1.878), Tratado de Lausana (1924), Conferencia de Paz de París (1.919), Tratado de Sèvres (1.820), Tratado de Versalles (1919), Sin ánimo de ser exhaustivos hemos señalado algunas de paces firmadas por actores diferentes a través de los cuales se puede visibilizar su continuidad a lo largo del tiempo y del espacio mediterráneo.11
De otro lado, la aparición continua de conflictos bélicos, a pesar de ser atemperados por la diplomacia y los tratados, se pretendió paliarla con la propuesta de planes de paz, que preocupándose por las causas continuas y estructurales razones de los conflictos establecían pautas que pudieran transcender con éxito las condiciones coyunturales que permitían la emergencia de las guerras. Surgieron a partir del siglo XIV cuando las condiciones sociales, religiosas, políticas y filosóficas habían madurado lo suficiente, para establecer reflexiones con el alcance suficiente para poder superar las circunstancias concretas de cada momento.
Los primeros planes de paz, fueron elaborados por pensadores o políticos, casi todos con formación religiosa, que daban respuesta crítica a los planes de guerra de las monarquías o la nobleza. También, muchos proyectos nacieron para favorecer la formación de coaliciones de naciones y gobiernos, para establecer formas políticas superiores que previnieran la guerra o se adelantaran a intereses contrapuestos y enfrentados, y que estuvieran fundamentados en equilibrios y formas de seguridad que tuvieran ciertas garantías. Fuesen planes políticos, ideológicos, jurídicos o económicos, los mismos permitieron en el momento de convertirse en literatura divulgar sus propuestas, motivar nuevas ideas y, especialmente, ocasionar debate entre las élites intelectuales de su tiempo, a través de ellos es posible seguir los debates y presupuestos que acompañaban a la paz.12
Destaquemos en primer lugar De Monarchia de Dante Alighieri (c. 1310) donde expone sus ideales políticos, entre los que destaca un Sacro Imperio Romano y la separación entre la Iglesia y el Estado. Poco después la obra Defensor Pacis de Marsilio de Padua (1324) con la colaboración de Juan de Jandum, alcanzó una gran influencia en su época. Igualmente llevaba al terreno político la separación entre fe y razón y entre el fin material y espiritual del hombre. La vida de la comunidad debía delegar su poder en el príncipe que ostentaría el poder ejecutivo y también el legislativo, pero sometido a la ley, vigilado por la comunidad que podría deponerle si se convirtiera en un tirano. Erasmo de Rotterdam, que en su Querella de la Paz, 1517, hizo su propuesta de «convencer por la palabra y no por la espada» en el contexto de la crisis de conciencia en el mundo cristiano ante las guerras de religión y bajo la el concepto de contemplar el
11. Cf. LESAFFER, Randall (ed.) (2004) Peace Treaties and International Law in European History: From the Late Middle Ages to World War One, Cambridge; KENDE, Istvan «The History of Peace: Concept and Organizations from the Late Middle Ages to the 1870s», Journal of Peace Research, Vol. 26, No. 3, págs. 233247 (1989).12. ARON, Raymond (1985) Paz y guerra entre naciones, Madrid, . 197223; BOUTHOL, Gaston (1984) «Los planes de paz políticos», Tratado de polemología (Sociología de las guerras), Madrid, págs. 665718.
fenómeno de la guerra como hecho contrario al ideal apostólico y ecuménico universalista y pacifista.13
A partir del siglo XVII aumentó el número y la calidad de las propuestas, entre ellas: el que, El Grand dessein (c. 1620) de Maximiliano de Béthune, duque de Sully y superintendente de Finanzas de Enrique IV; El nuevo Cyne (The new Cyneas, 1623) del monje francés Eméric Crucé, también enunciado como discurso de Estado, representando las ocasiones y medios de establecer una paz general y la libertad de comercio para todo el mundo; De jure belli ac pacis (1625) de Hugo Grotius, considerado por muchos como el primer tratado de derecho internacional ya que intenta establecer un sistema que permitiera a los gobiernos negociar dentro de un marco jurídico; An Essay towards the Present and Future Peace of Europe de William Penn (1693), miembro de Sociedad Religiosa de los Amigos, generalmente conocida como cuáqueros, propone un gobierno mundial (sirvió de inspiración a la constitución estadounidense); Some Reasons for an European State de John Bellers (1710), reconocido por sus ideas cooperativistas que enlazan con la creación de un mercado común para afrontar los problemas bélicos; Memoires pour rendre la paix perpetuelle en Europe del abate de SaintPierre (1712) propone una santa alianza entre los monarcas de Europa y la renuncia al uso de las armas en pro de la conciliación; Un proyecto para la paz perpetua de J. J. Rousseau (1761) desde su preocupación por la injusticia social propone el establecimiento de una liga de paz compuesta por naciones libres e independientes; A Plan for Universal and Perpetual Peace de Jeremy Bentham (1832), que defiende los propósitos y las ideas de la Paz que debían defender católicos y protestantes, la reducción de las fuerzas militares y la emancipación de las colonias; Zum ewigen Frieden, ein Philosophischer Entwurf de Immanuel Kant (1795), obra de gran influencia, escrita bajo la difusión de las ideas de Rousseau, que está a favor de un gobierno republicano, opuesto al despotismo, y una federación de Estados libres.
Durante el siglo XIX, los autores de los planes de paz mantuvieron cierta relación con los movimientos sociales, sociedades o grupos organizados que proponían alternativas a las políticas amenazantes para la paz. Citemos a: An Essay on a Congress Nation de William Ladd (c.1840), autor norteamericano, que proponía un plan para un congreso mundial de naciones; War and Peace. The Evils of the First, and a Plan for Preserving the Last de William Jay (1842) desde su perspectiva abolicionista de la esclavitud y anticolonialista presentó un plan que apelaba a la negociación entre naciones. Como decimos, todas estas propuestas coincidieron en gran medida con los debates mantenidos por los teóricos anarquistas, socialistas o igualitaristas, tal como veremos más abajo.14 En el siglo XX, los planes para construir la paz fueron de mayor dimensión, tanto por su número e importancia, con una relación cada vez más estrecha con la construcción del derecho y la sociedad internacionales. La Sociedad de Naciones, las Naciones Unidas y otras formas institucionales son ejemplos muy significativos que tienen la Paz como uno de sus objetivo para construir la realidad y planificar los futuros. Igualmente merece ser especialmente destacada la «Declaración Universal de Derechos Humanos», que continua siendo un instrumento muy valioso para la construcción de la Paz en el mundo.15 Las propuestas desarrolladas a partir de la segunda mitad de siglo
13. Cf. CASTELLANO, Juan Luís (1993) «La paz en Erasmo», MUÑOZ, F.A. (Ed.) La confluencia de culturas en el Mediterráneo, Granada, págs. 277288.14. Cf. MUÑOZ, Francisco A. LÓPEZ MARTÍNEZ, Mario, Op. cit.; MARTÍNEZ GUZMÁN, Vicent (ed.) (1995) Kant: La paz perpetua, doscientos años después, Valencia.
XX tienen un significado aún más importante ya que inauguran un periodo real e intencional de regulación pacífica de los conflictos a escala internacional.
Todos estos acontecimientos, todas estas paces, diseñaban los años de vigencia de los mismos, no sólo el momento de su elaboración, sino también los tiempos venideros. A través de ello podríamos reconocer la duración de los periodos de paz, al menos una paz imperfecta, tal como la entendemos, en la que no hay enfrentamientos, violencias y guerras que la alteren o que fuesen de tal magnitud como para poder hablar del fin de tal etapa. Igualmente, podríamos reconstruir una línea del discurrir histórico en la que los hitos de la paz estuvieran representados y fuesen fácilmente perceptibles (la vigencia de los tratados, o los segmentos de paz, por más pequeñas que fueran). Puede que de esta manera pudíeramos apreciar con toda claridad que los periodos de guerra son significativamente pequeños frente a los ciclos de paz.
4. La paz como guía política
A lo largo del Congreso se pudo ir comprobando paulatinamente como los interrogantes iniciales sobre el papel público y político de la Paz obtenían una línea de respuesta positiva: la Paz había desempeñado un papel relevante, en muchas ocasiones, en las decisiones de los estrategas, monarcas, conservadores, revolucionarios, religiosos y líderes de todo tipo de formaciones. Queremos incidir, ahora, en tres ejes cualitativos que estuvieron presentes en el Congreso: la Paz como una virtud pública; la Paz en el Humanismo, la Ilustración y el Liberalismo; y la Paz basada en la igualdad.
4.1. Virtud pública
Se entiende que la Paz, al igual que otras virtudes con las que se relaciona y complementa, es una disposición habitual a obrar bien en sentido moral, un presupuesto ético y práctico. Ideas y virtudes tales como Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza (reconocidas como virtudes cardinales), o Clemencia, Concordia, Piedad, Paciencia o Esperanza (retomada por el cristianismo junto con la Fe y la Caridad como virtudes teologales) están incluidas en las prácticas políticas mediterráneas. Estas virtudes, tanto religiosas como filosóficas, estéticas y políticas, han guiado la práctica de reyes, gobernantes y estados, de grupos y comunidades, lo que ha permitido que se alcancen objetivos sociales y civilizadores importantes. Esta propuestas de virtudes pacíficas estuvieron presentes desde el mundo clásico (Platón, Aristóteles, estoicos, pax romana…), en las diversas culturas (cristianos, árabes, judíos…), en los distintos momentos culturales y políticos (pax carolingia, capitulaciones, humanistas,…). A partir del siglo XVI estas orientaciones morales y éticas serán retomadas con intensidad.
Eirene fue una virtud que guió a la práctica política de los griegos, al igual que lo hizo la concordia entre los ciudadanos, shalom fue un guía para el pueblo judío a lo largo de su historia, pax fue un lema y un principio políticos durante la República y el Imperio Romano, y salam tiene un amplio significado en todo el mundo árabe. Y, especialmente, las religiones judaica, cristiana e islámica hicieron que shalom, pax y salam fuese una guía irrenunciable de los gobernantes: una paz universal, opuesta al
15. Cf. PUREZA, José Manuel (2002) El patrimonio común de la humanidad. ¿Hacia un derecho internacional de la solidaridad?, Madrid; SANTOS, Boaventura de Sousa (1998) La globalización del derecho. Los nuevos caminos de la regulación y la emancipación, Bogotá.
mal, mediadora ante los desfavorecidos y noviolenta. Todas las religiones, igualmente, nos transmiten el mensaje: haz la paz contigo mismo para estar en paz con los demás seres humanos, lo que el teólogo Hans Küng ha reconocido y promovido como una ética global. La historia de las religiones muestra que el mensaje de la Paz ocupa un lugar central en todas ellas, a pesar de la impresión generalizada de que en el cambio de milenio ha crecido exponencialmente la violencia con rostro religioso y la renovada apelación a Dios de los actores del terrorismo o de la guerra. Sólo desde las entrañas del mismo hecho religioso se puede encontrar una terapia apropiada para los conflictos violentos en los que se hayan enrolados.16
Como cualquier precepto del Islam la Paz afecta unitariamente al conjunto social, dado su carácter cultural, político y directivo de los modos de vida, que trascienden los elementos exclusivamente religiosos. De esta forma, Salam es un precepto siempre considerado en la toma de decisiones y en las acciones públicas de sus dirigentes; la Paz, las metodologías de regulación pacífica de conflictos presentes en el Corán y en la tradición árabe siguen teniendo plena vigencia y son recursos útiles para afrontar los problemas de la realidad contemporánea. Una interpretación «moderna» más que posible de los mismos es de una gran utilidad para los problemas y desafíos con los que se enfrentan las sociedades árabes islámicas contemporáneas.17
Numerosas declaraciones institucionales e internacionales, de otro lado, ha reconocido a la Paz como un principio central. Esto puede comprobarse en las constituciones de cada país o las declaraciones conjuntas o las propias Naciones Unidas. Aunque la cuestión fundamental no es solamente el reconocimiento formal que la Paz obtenga de manera expresa en las normas constitucionales, sino la existencia en su entramado normativo, sustentado en el control del poder y en el respeto y garantía de los derechos fundamentales. En el mismo sentido, la Paz está recogida en el desarrollo constitucional de la mayoría de los países mediterráneos que, asimismo, se vinculan a las diversas resoluciones aprobadas por su Asamblea General de las Naciones Unidas, los Pactos Internacionales de derechos, y los principios y directrices que orientan la Unión Europea.18
Las mujeres a pesar de ser un grupo vulnerable del Mediterráneo objeto de violencia (directa, estructural y cultural) han tenido capacidad para ejercer un cierto protagonismo político y, particularmente, para defender la Paz. Una Paz que, en la mayor igualdad, les beneficia de igual modo que al conjunto de la población. La actividad política de las mujeres a favor de la paz ha sido una constante a lo largo de toda la historia del Mediterráneo, sin embargo se visualiza más claramente a partir de los siglos XIX y XX. Mítines, convenciones, congresos y manifestaciones de mujeres se multiplicaron por muchos países, unidas por una causa por encima de los particulares intereses de cada país: frenar las guerras.19
4.2. Humanista e Ilustrada
16. Cf. en este mismo volumen Jesús María ALEMANY, Op. cit..17. Cf. Beatriz Molina Rueda, Op. cit y Tarik Ramadán «El Islám y la Paz», págs. 263285.18. Cf. Gregorio Cámara Villar, «La paz en el constitucionalismo de los países del Mediterráneo», págs. 127146; Francisco A. Muñoz, «La paz un anhelo...».19. Cf. Carmen Magallón Portolés, «Iniciativas de paz de mujeres del Mediterráneo: Bat Shalom, en Israel y Handa across the divide, en Chipre», págs. 249262.
A partir del siglo XVI se producen cambios en el pensamiento, en la cultura, en la política, que modifican en algún sentido los presupuestos de la Paz. El pensamiento filosófico y político del Renacimiento, el Humanismo, la Ilustración y el Liberalismo intentaban dar respuesta a las nuevas situaciones, que no eran otra cosa que la aparición de nuevos intereses, percepciones o proyectos o la reordenación de los ya existentes. La tradición humanista, nutrida de las tradiciones previas clásicas y cristianas, contribuye a ordenar todo el pensamiento y la práctica política. Así, desde el Renacimiento reaparecen con fuerza valores tales como justicia, armonía, concordia, dignidad del hombre, que conectan con la filosofía estóica y muchas de las propuestas de paz del mundo antiguo.20
La convivencia entre nuevos y viejos grupos sociales y económicos, las transformaciones culturales, la desaparición y la formación de nuevos estados generaron situaciones de gran conflictividad que fue gestionada en muchas ocasiones por la Paz y en otras por la Violencia (revueltas, cismas, herejías, guerras, ...). La reacción frente a los problemas mal gestionados por las culturas dominantes constituyó una actitud crítica frente a las directivas de las autoridades y genera la reflexión sobre la necesidad de utilizar los mejores recursos intelectuales y políticos para dar buenas soluciones a todos los nuevos conflictos. La capacidad inventiva y la imaginación favorecieron la aparición de propuestas liberadoras en las que podemos reconocer cambios en los valores económicos, políticos, sociales, filosóficos, espirituales, religiosos y estéticos. En el siglo XVI, como consecuencia de estas tendencias, la vida política sufre un proceso de secularización de la vida política de la mano del Humanismo. Un intento de recuperar los mejores valores y virtudes del ser humano, que no cabe entenderlo completamente como antagónico de lo medieval, aunque sus intereses, orientaciones y ámbitos de desarrollo sean en algunos aspectos diferentes.
Estas circunstancias pueden apreciarse claramente en Nicolás de Cusa, Erasmo, Juan Luís Vives, Francisco de Vitoria o Tomás Moro. La Paz es un instrumento de gran valor para el pueblo que debe ser utilizado por los gobernantes. Como dice el profesor Juan Luís Castellano, los valores de armonía, concordia y dignidad del hombre en los inicios de la Edad Moderna reaparecen con fuerza coincidiendo con el pleno Renacimiento artístico e intelectual. La Paz pasa a depender de los hombres, que adquieren mayor protagonismo como centros del microcosmos, en correspondencia con una sociedad menos teocéntrica. En cualquiera de los casos, no se puede olvidar que las modificaciones producidas durante el Humanismo conectan directamente con muchas de las elaboraciones y premisas de la tradición grecoromana, especialmente en sus aspectos racionalistas y, que a su vez, están estrechamente imbricadas con el pensamiento religioso del que, en la mayoría de los casos, provienen, cuando no conviven estrechamente. No podía ser de otra forma, tanto por el contexto, como por la coincidencia de muchos de sus objetivos y preceptos.
También en el Mediterráneo coexistían diversas culturas que asumían desigualmente estos cambios. Recordemos que a parte de una primera clasificación que pudiéramos hacer religiosocultural entre judíos, cristianos y musulmanes, las entidades políticas también eran múltiples. Culturas, religiones y estados se incorporarían o no a los nuevos presupuestos. Por estas razones hay que tener ciertas precauciones para no confundir mecánicamente lo que ocurre en Europa con lo que ocurre en el Mediterráneo.
20. Véase, en este mismo volumen, el capitulo de Juan Luis CASTELLANO «Paz y Justicia en el Humanismo», págs. 103113.
Con la aparición del racionalismo, el pensamiento refuerza, frente al formalismo escolástico, la lógica de las ciencias de la naturaleza. Actualiza las enseñanzas de filósofos de la Antigüedad como Platón y Aristóteles, concediendo una gran confianza al poder de la razón en todas las facetas de la vida y, entre ellas, la Paz. La asociación de la Paz con la razón marcará un camino muy fructífero en los siguientes siglos. Hobbes, Arnauld, Spinoza, Pascal o Locke se posicionarán al respecto y convertirán en referentes posteriores.
La Ilustración, o Siglo de las Luces, a partir del siglo XVIII, es una continuación del espíritu del Renacimiento desarrollando, consecuentemente, la oposición con lo sobrenatural y lo tradicional. El buen funcionamiento de la Naturaleza, el control sobre ella, el progreso científico y social, son motivos para el optimismo. La Paz puede ser propiciada por unos gobernantes que actúen en consonancia con estas circunstancias. En el mismo sentido se considera que la Naturaleza ha creado al hombre para que sea feliz y el amor al prójimo era un vehículo guiado por la razón, por la revelación. Los hombres de la Ilustración comienzan a pensar que la sociedad puede ser transformada de acuerdo con los principios universales de la razón y que puede, por lo tanto, ser mejorada indefinidamente.
Finalmente, el liberalismo reafirma y promueve las libertades individuales y pone límites al poder coactivo de los gobiernos. Tanto el desarrollo de las libertades individuales como el establecimiento de un Estado de Derecho, donde todos los seres humanos están sometidos a las mismas leyes y disfrutan de los mismos derechos y libertades, tienen estrecha relación con las ideas de Paz que, ahora, se basaría en la búsqueda de unos principios plasmados en los derechos de los ciudadanos y del pueblo. David Hume y los economistas clásicos como Adam Smith y David Ricardo continuaron esta línea de pensamiento, especialmente en lo que se refiere al librecambismo.
4.3. Basada en la igualdad
Derechos y libertades para todos, pero también igualdad económica y social eran las aspiraciones con las que nacía el pensamiento socialista ante un nuevo sistema económico, político y social que generaba profundas desigualdades entre las masas trabajadoras y los dueños de los medios de producción. La idea de socialismo que apareció asociada a comunitarismo y cooperativismo en Inglaterra y Francia durante la década de 18301840, se universalizó para posteriormente designar los puntos comunes de las distintas corrientes críticas con el capitalismo liberal. El primer socialismo – el llamado utópico , pese a su diversidad, se movió bajo el pensamiento de que la persuasión, la educación y el ejemplo eran suficientes para modificar el rumbo de una sociedad que aún no se llamaba capitalista.
El pacifismo fue uno de los rasgos que caracterizó a gran parte de los llamados «socialistas utópicos», especialmente al inglés Robert Owen y los franceses SaintSimon, Charles Fourier y Etienne Cabet. En la Inglaterra de la primera mitad del siglo XIX, Robert Owen (17711858), un empresario que dedicó gran parte de su vida a mejorar las condiciones de vida y de trabajo de sus obreros, creó escuelas, moderó el trabajo infantil y mantuvo salarios altos. No tuvo en cuenta las realidades del poder político en la creencia de que el socialismo cooperativo, pacífico, acabaría desplazando al capitalismo mediante el ejemplo y la educación. Pese a ello, ejerció una poderosa
influencia entre las masas trabajadoras de las que fue durante un tiempo uno de sus principales referentes, pues las comunidades impulsadas por Owen, basadas en la cooperación y solidaridad humanas, con la escuela en su centro, fueron imitadas en otras partes del mundo.
Entre los franceses, el conde de SaintSimon (1760 1825), Carlos Fourier (17721837) y Etienne Cabet (17881856) fueron destacados pacifistas. El aristócrata positivista Saint Simon propuso organizar la nueva sociedad industrial como una Gran Asociación de Productores en la que el gobierno regulara y coordinara la producción de la riqueza en una feliz coexistencia de capital y trabajo. Fourier confiaba en que la constitución y extensión de falansterios, pequeñas comunidades socialistas con formas de vida comunal y cooperativa, produjeran una transformación paulatina de la sociedad en la que se debía de unir capital, trabajo y talento. Cabet optó por defender la vida comunitaria tal como expresó en su libro Viaje a Icaria. En esta ciudad utópica imaginó una sociedad regida por sufragio universal y una asamblea popular donde el comercio era una actividad no especulativa y los cargos se regían por concurso. Imaginó, entre otras cosas, baños en cada vivienda, jubilación a los sesenta y cinco años y ocho horas de jornada laboral.
La mayor parte de ellos fueron vejados, burlados e incluso perseguidos. Cuando el movimiento socialista se dio cuenta que la persuasión no bastaba y fracasaba comenzó a cobrar conciencia de que el cambio de la sociedad vendría de la presión e incluso de la violencia, tal como plantearían Federico Engels y Carlos Marx al impulsar el llamado «socialismo científico», que terminó siendo hegemónico en el seno de los movimientos obreros europeos y en los partidos políticos socialistas. La lucha de clases, la confrontación social y la vía revolucionaria serían el eje impulsor de las tácticas y estrategias políticas y sindicales de la Europa del último tercio del siglo XIX, quedando relegada la opción pacifista a los sectores democráticos, especialmente republicanos, llamados «burgueses», y a los grupos cristianos. Esta tendencia se quebró a fines del siglo XIX y principios del siglo XX cuando en el seno del socialismo apareció el reformismo y fue ganando posiciones la socialdemocracia. La implantación del sufragio universal masculino en los países industriales más avanzados del mundo fue una excelente excusa para que los partidos socialistas abandonaran en la práctica la opción revolucionaria – la mantendrían estratégicamente – y movilizaran a su electorado obrero hacia las urnas para, desde la conquista pacífica del poder, emprender las reformas políticas y sociales que demandaban las clases trabajadoras.
Las tensiones de principios del siglo XX entre los principales países europeos, las pruebas de fuerza dirimidas entre ellos en el Norte de África o en los Balcanes suscitó en el seno de movimiento socialista de la II Internacional la preocupación por una inminente guerra devastadora en el corazón de Europa, hasta tal punto que las propuestas de paz, desarme, o la creación de foros internacionales empezaron a constituir los ejes principales de los debates de sus Congresos.
En efecto, cómo evitar la guerra y asentar la Paz se convierte en el eje de las discusiones de la II Internacional, sobre todo desde el Congreso de Stuttgart de 1907 hasta agosto de 1914. Conjurar el peligro de la guerra fue la consigna que se extendió por todo el proletariado internacional. Los Congresos de Copenhague de 1910 y especialmente el Congreso extraordinario de Basilea de noviembre de 1912, dedicado exclusivamente a reforzar las ideas de la Internacional contra la guerra e impulsar
manifestaciones a favor de la Paz, son las expresiones más significativas del deseo de la Paz por parte del socialismo internacional21.
Desde la crisis de Marruecos de 19051906 el ambiente internacional de Europa había llegado a ser realmente amenazador. La posibilidad de una guerra generalizada empezaba a estar en el orden del día de las cancillerías europeas. En estas circunstancias, el Congreso socialista de Stuttgart apenas se ocupó de las diferencias doctrinales entre socialistas tan habituales en los Congresos anteriores, para centrarse más en la cuestión de cómo evitar la guerra o cómo hacer frente a la difícil situación en que se verían los partidos socialistas en el caso de que estallase la guerra a pesar de sus esfuerzos.22
La amenaza de una guerra entre las grandes potencias imperialistas puso a los socialistas ante un auténtico problema: tenían que decidir si su hostilidad respecto a los estados capitalistas era tan profunda que les relevase de sus obligaciones de defender sus territorios nacionales si estos fueran atacados; tenían que pronunciarse sobre la cooperación con los pacifistas burgueses en sus intentos por evitar la guerra, sobre los proyectos burgueses de arbitraje internacional y sobre los convenios para reducir armamento; tenían, en suma, que plantearse si distinguirían entre guerras ofensivas y guerras defensivas, y si considerarían el comienzo de una gran guerra como la señal para una revolución proletaria.
La resolución de Stuttgart23 planteó que la obligación de la clase trabajadora y de los socialistas era hacer el máximo de esfuerzos por evitar la guerra con todos los medios que parecieran más apropiados, medios que variarían con arreglo a la intensidad de la lucha de clases y a la situación política en general. Sin embargo, nada se decía sobre la necesidad de apelar a la huelga general para detener la guerra ni acerca de la insurrección por explícita negativa de los socialistas alemanes. En el caso de que estallara la guerra la propuesta planteaba como obligación intervenir para ponerle fin inmediatamente, y aprovechar la crisis económica y política creada para agitar los estratos más profundos del pueblo y precipitar la caída de la dominación capitalista. El Congreso de Copenhague (1910) aprobó un conjunto de propuestas sobre el arbitraje y el desarme que coincidían con los programas de los movimientos pacifistas no socialistas. En este sentido se les pidió a los parlamentarios socialistas que votasen en contra de los gastos militares y navales, que exigiesen la aceptación del arbitraje obligatorio en todos los pleitos internacionales, que trabajasen en pro del desarme general, en favor de los convenios que limitaran los armamentos, y en pro de la abolición de la diplomacia secreta y la publicación de todos los tratados internacionales.
El comienzo de la guerra de los Balcanes provocó la reunión de emergencia del Congreso de Basilea en noviembre de 1912. No fue un Congreso para discutir sino una auténtica manifestación en la que se trataba de presentar un frente socialista unido en contra de la guerra. Fue el Congreso de los discursos y de las grandes manifestaciones a favor de la Paz que dejó una enorme impresión en la opinión pública. Los documentos
21. Cf. Miguel Gómez Oliver, «La Paz en la Cultura Política del socialismo español», en este volumen, págs. 175188.22. Cf. G.D.H. COLE, (1974) Historia del pensamiento socialista. III. La Segunda Internacional 18891914. Fondo de Cultura Económica. México, págs. 70 y ss.23. El acuerdo de Stuttgart contra la guerra fue fruto de la recopilación de diversas propuestas formuladas por las cabezas pensantes del socialismo internacional: Bebel en representación de la socialdemocracia alemana, Jean Jaurés y Vaillant en nombre de la mayoría del Partido Socialista Unificado de Francia. Guesde por la minoría socialista francesa y Gustave Hervé en representación de la fracción antimilitarista.
de Basilea ofrecen un significativo repertorio de las ideas fuerza sostenidas por la II Internacional. Además de mostrar el apoyo a los acuerdos de los anteriores Congresos se formula una dura crítica a la burguesía por haber abandonado la mayor parte de las ideas pacifistas de sus grandes precursores (Goethe, Herder) y se reivindica la herencia pacífica de la civilización burguesa en referencia a Kant (De la paz perpetua) y al cristianismo24. Junto a ello se planteó que llegaría el día de exigir cuentas a quienes lanzaran a unos pueblos contra otros y se intentó crear la ilusión de que nada podría parar la marcha triunfal del socialismo, cuya victoria aportaría definitivamente la Paz a los pueblos.
Al internacionalismo socialista de principios del siglo XX preocupaba el conflicto de los Balcanes, proponían una Federación de Pueblos Balcánicos , pero lo que realmente les movilizó fue el riesgo de que las grandes potencias europeas, especialmente Alemania, Francia e Inglaterra, entraran en la guerra y ésta se generalizase. En realidad, la crisis de Marruecos y la guerra de los Balcanes eran consideradas como guerras locales, situadas en la periferia del centro del capitalismo, toleradas si no aceptadas por un concepto de pacifismo que pensaba en términos de negociación y de relaciones entre los principales estados. Las corrientes socialistas mayoritarias y sus principales líderes concebían la acción en términos de gobierno y en términos diplomáticos. Las esperanzas de paz se situaban en la vía de la presión ministerial más que en la movilización militante25.
Por ello, después de la gran demostración y la ilusión que supuso el Congreso de Basilea26 la confianza en las manifestaciones de masas vino a menos. Fue una oportunidad perdida para poner los medios que realmente pudieran evitar la gran guerra. La unanimidad de fachada escondía serias divergencias de interpretación sobre la Paz, la guerra y la revolución que se pusieron de manifiesto por el desencadenamiento generalizado de las hostilidades en agosto de 1914.
Los partidos socialistas hicieron lo que pudieron en forma de protestas y manifestaciones dentro y fuera de los parlamentos, pero según señala Cole no tenían ni fuerza ni voluntad para evitar la guerra por el único medio que podían evitarla: la revolución; e incluso en Rusia la revolución vino no para evitar la guerra sino a consecuencia de ella27.
En agosto de 1914 la II Internacional dejó de existir por su impotencia para impedir la guerra. La aceptación de la misma y el soporte positivo que le aportó la gran mayoría de los socialistas terminaron también por hundir el internacionalismo. A partir de ahí era difícil restablecer la confianza recíproca entre los trabajadores de los
24. El socialista francés Jean Jaurés dijo en su discurso a la manifestación: Aquí en Basilea, los cristianos nos han abierto su catedral. Nuestro fin responde a su pensamiento y a su voluntad: mantener la paz... Ellos se opondrán con nosotros a que los pueblos sean cogidos por las garras del demonio de la guerra. En PANACCIONE, A. (1989) «La mue de l´internacionalisme avant et pendant la Premiere Guerre mondiale», en Le Mouvement Social, nº 147, págs. 105 y ss.25. GALLISOT, R., «La patrie des proletaires», en Le Mouvement Social, nº 147, págs. 1225.26. Con motivo del setenta y cinco aniversario del Congreso extraordinario de Basilea, la Casa de las Ciencias del Hombre de París celebró un Coloquio en diciembre de 1987 en el que, a la luz de los debates recientes sobre la Paz y los movimientos pacifistas de diferentes países, se analizó las repercusiones del Congreso y el hundimiento de la Internacional y el Internacionalismo. Algunas de las ponencias fueron recogidas en la revista Le Mouvement Social en el monográfico dedicado a la Desunión de los proletarios. Número 147. París, abriljunio de 1989.27. Op. cit. pág. 96.
diferentes países y nacionalidades28. Quedaba, no obstante, un internacionalismo elemental, popular, en aquellos países en los que la formación nacional aún no estaba definitivamente consolidada al menos en las conciencias, como es el caso de las manifestaciones claramente antimilitaristas del primero de mayo de 1915 en Italia, cuando este país se preparaba para entrar en la guerra. Un internacionalismo que también animaba a las obreras de Berlín a declararse dispuestas, en el debate sobre la huelga de vientres del verano de 1913, a rehusar a dar nacimiento a futuros soldados destinados a defender la patria.29
La guerra puso fin al periodo de transición de un movimiento obrero que en los países desarrollados se inscribió mayoritariamente desde entonces en el campo de la política nacional. Para Lenin, sin embargo, la guerra puso al orden del día la necesidad de una nueva Internacional como instrumento para hacer la revolución proletaria, a cuyo objetivo quedaba subordinada la Paz. ocialistas
Desde otro punto de vista, la política exterior de las potencias europeas y particularmente las crisis desatadas por las guerras han hecho que el debate de la Paz este siempre presente en los últimos siglos y se crearan los foros internacionales – Sociedad de Naciones, ONU para tratar de evitarla o regular los conflictos. La propuesta de Constitución Europea, a pesar de sus vicisitudes, puede ser un excelente reflejo de estos debates y expectativas.30
5. Unas políticas futuras de Paz
El mosaico mediterráneo sigue aportando imágenes bellas y horrores, democracia, desarrollo, interculturalidad, diálogo, cooperación o multilateralismo; y falta de participación, pobreza, marginación, unilateralismo o guerras. Todo ello en una realidad plagada de identidades, pluriidentidades que son fuente continua de mediación, conflicto, paz y violencia.31 Para avanzar por el camino de la Paz es necesario tomar medidas en este sentido, promoviendo el desarme, el desarrollo y la democracia. Esto debe implicar, entre otras cosas, el compromiso de los países más ricos y desarrollados de Europa para combatir la desigualdad estructural y el malestar antropológico de fondo, que son el caldo de cultivo de otros muchos males sociales (autoritarismo, fundamentalismos, racismo, xenofobia, terrorismo o las guerras). Las
28. Ver el artículo de G. HAUPT, (1969) «Guerre ou Revolutión? L´Internationale et l¨Unión Sacré en août 1914» en Les Temps Modernes, nº 281, pág. 839.29. Sobre el debate de la Huelga de vientres del verano de 1913 véase el artículo de Nicole Gabriel «Des berceaux aux tranchées: les enjeux sur la 'greve des ventres' de l´été 1913 en Allemagne», en Le Mouvement Social, nº 147, págs. 87104. El debate estuvo impulsado por médicos de pobres, encontró un gran éxito en el proletariado, especialmente en las mujeres obreras de Berlín, pero chocó con la oposición unánime de la jerarquía del partido socialdemócrata e incluso de las conocidas mujeres socialdemócratas Clara Zetkin y Rosa Luxemburgo.30. Cf. Gregorio Cámara Villar, Op. cit.31. Cf. En este mismo volumen: Joaquín Herrera Flores, «Derechos humanos y multiculturalidad: la construcción de los espacios culturales», en este vol, págs. 189204; .Omer Faruk Genckaya «Estado de las derechos culturales y étnicos en turquía: dos informes recientes comparados», en este vol., págs. 205216; Juan Sebastián Fernández Prados, «Derechos humanos y multiculturalidad: música y letra para una ciudadanía global», en este vol., págs. 217221.
desigualdades tan descarnadas dificultan el desarrollo de la Paz, la seguridad, la democracia y el Estado de Derecho.32
Las posibilidades de diálogo y entendimiento en el Mediterráneo, dependen, en gran parte, de las relaciones entre culturas provenientes de las tradiciones judaíca, cristiana y musulmana, del reconocimiento de los «otros», de los diferentes modelos y paradigmas y cosmovisiones. Es decir la puesta en valor de las abundantes propuestas y experiencias de regulación pacífica de los conflictos que históricamente se han desarrollado, y que están presentes en todas las sociedades. En este sentido sería necesario reafirmar políticas públicas basadas en una Cultura de Paz, reforzando la Educación para la Paz y la Noviolencia, respeto a los Derechos humanos, la revalorización de las experiencias positivas y la realización de autocríticas sobre las políticas discriminatorias y violentas.33
En gran medida, la Paz del Mediterráneo se juega en Oriente Medio, donde decenas de años de anquilosamiento del conflicto árabeisraelí parece empeñarse en cerrar todas las puertas entreabiertas a la esperanza. En ese sentido Shlomo Ben Ami opinaba, antes de los últimos acontecimientos del Líbano, que quizás Europa ha enseñado a los Estados Unidos que “fuerza sin legitimidad crea caos, y que legitimidad sin fuerza a veces crea confusión”. A lo mejor hay que reunir a esas dos partes, lo que se llama el poder duro americano y el poder blando europeo, para así, a través de un espacio común, recuperar los parámetros conocidos de este proceso de paz y llegar a un acuerdo de paz de la mano de la Comunidad Internacional.34
La Paz supone también, una «vía económica», esto es, una opción rentable de regulación de los conflictos, en la medida en que, al menos, a partir de un determinado estadio es una acción que «ahorra» energías a todas las partes implicadas. Se trata de una opción racional que implica una capacidad analítica, un grado de abstracción y la búsqueda del máximo de utilidad a tal decisión. Pero, ello es también fruto de la experiencia y del conocimiento histórico de situaciones anteriores que, siendo marcos de referencias propios o de otras latitudes, sirven para la toma final de decisiones. Una vez más, ciertos grados de equilibrio, sostenibilidad y seguridad se combinan, adecuadamente, para optar por la paz, en unos casos como mal menor, en otros como fin en sí mismo.
En los tiempos recientes las redes interculturales, de diálogo y cooperación mediterráneas se ven ahora interaccionadas por los nuevos influjos de la globalización. Creemos que todos aquellos lazos y vínculos antiguos, y los más modernos y
32. Cf.: Vicent Martínez Guzmán, «Paz y política en el mundo contemporáneo», en este vol., págs. 115126; Bernando Álvarez del Manzano, «La Seguridad y la Paz desde la perspectiva de las Fuerzas Armadas españolas», en este vol, págs. 239248; Larbi Messari, «El diálogo EuropaMagreb», en este mismo vol., págs. 287290; Rafael Estrella, en este vol., págs. 311317. En el aspecto práctico la Declaración de Barcelona debe evaluarse los avances efectivos en los objetivos propuestos; Gregorio Cámara Villar, Op. cit..33. Cf. Jesús Jarés, «Educación, política y Paz», págs. 147157; Sebastián Sánchez Fernández, «La conjunción de la educación, la política y la paz. estudio de un caso: el Plan Andaluz de Educación para la Cultura de Paz y Noviolencia», págs. 159173; Tamar Hermann, Op. cit.; Beatriz Molina, Op.cit.; Tarik Ramadan, «El papel del judaísmo como factor dentro de la cultura política de Israel en la actualidad», en este mismo vol., págs. 8189.34. Cf. Shlomo Ben Ami «La era post Arafat: perspectivas de paz», en este mismo vol., págs. 2317. ; Inocencio Arias Llamas «La Onu y la paz en el Medio Oriente», en este mismo vol., págs. 223229; ; Ana Ruth Vidal Luengo «Noviolencia y cultura de paz en Palestina/Israel», págs. 291309; Bernardo Álvarez del Manzano, «La seguridad y la paz en el Mediterráneo desde la perspectiva de la Fuerzas Armadas españolas», en este mismo vol., págs. 239248.
contemporáneos de Paz deben ser reconocidos y potenciados en todas sus dimensiones. La implementación de la Cultura y la Educación para la Paz son instrumentos privilegiados para estos objetivos, y como tales deberían gozar de un estatus preferente en las políticas de los estados, como formas alternativas de un entender la globalización, la política y la economía.
El futuro dependerá directamente del poder de la paz, de su papel en toda la toma de decisiones políticas. Si en el S. XX la paz fue, en diferentes culturas políticas mediterráneas, movilizadora para rechazar la guerra, en el S. XXI debiera significar, además, el florecimiento y potenciación del Desarrollo, la Democracia y los Derechos Humanos. En este sentido las propuestas aprobadas por el Congreso fueron las siguientes:
1. El Mediterráneo es un mar en el que confluyen gentes (latinos, judíos, árabes, bereberes, turcos o eslavos) y vida a lo largo de la historia. Una historia cargada de experiencias personales, grupales sociales e internacionales de entendimiento y cooperación en búsqueda de los óptimos de satisfacción de sus necesidades y expectativas.
2. Los desplazamientos de la población, forzosas en algunas ocasiones, la relaciones culturales y diplomáticas, han sido una constante para su supervivencia y una garantía del enriquecimiento de las culturas. La cultura mediterránea sería inexplicable sin las migraciones, colonizaciones, voluntades de encuentro, armonía y fusión en espacios compartidos.
3. La dinámica de esta historia mediterránea ha estado definida por los anhelos y los proyectos de las personas y los grupos. Deseos y propuestas que al interaccionarse con los demás ha generado una continua conflictividad que de esta forma sólo es una manifestación de la vitalidad social. El “conflicto” es una condición inherente a la condición humana que es semilla para la creatividad y deja abiertas muchas las posibilidades para la acción humana.
4. La historia del Mediterráneo ha sido, pues, una historia llena de conflictos, tensiones, paces y, también, guerras, políticas colonialistas, y otras formas de violencia. Creemos que la Paz –imperfecta si queremos, las diferentes vías de regulación pacífica de los conflictos, han sido siempre elementos ampliamente utilizados e imprescindibles para darle la mejor salida posible a estas situaciones.
5. Creemos que los procesos de creación y potenciación de Cultura de Paz y Noviolencia están, en gran parte, ligados a las reivindicaciones y acciones de las sociedades civiles. De esta forma promueven un “empoderamiento pacifista” y reivindican la participación en la toma de decisiones, y en la distribución del poder.
6. Las religiones, especialmente los grandes credos monoteístas que tienen su cuna en el Mediterráneo, tienen un importante papel en la configuración de las culturas, las identidades y las relaciones mediterráneas. Por eso es importante movilizar la energía pacificadora que parte de las tradiciones religiosas y desactivar cualquier, odio, violencia o agresión que apele a una legitimación religiosa. En la construcción de la paz en el Mediterráneo es imprescindible el diálogo interreligioso.
7. Reconocemos especialmente el papel de las mujeres en la creación y recreación de una cultura de paz grupal, social y política. En consecuencia coincidimos con las cada vez más abundantes políticas institucionales tendentes a eliminar la violencia de género y otorgar un papel más público y político a las mujeres.
Feminización de la paz, la cultura de paz desde la perspectiva de género, que nos enseña otra maneras de vivir como seres humanos.
8. La Paz ha desempeñado un papel público y político en el discurrir de todas las sociedades mediterráneas. Implícitamente, y explícitamente la transformación y regulación pacífica de los conflictos ha influido en la toma de decisiones políticas de las sociedades, instituciones y Estados. De esta forma la paz se ha convertido en una garantía de bienestar.
1. Las redes interculturales, de diálogo y cooperación mediterráneas se ven ahora interaccionadas por los nuevos influjos de la globalización. Creemos que todos aquellos lazos y vínculos antiguos, y los mas modernos y contemporáneos,
2. de paz deben ser reconocidos y potenciados en todas sus dimensiones. La implementación de la Cultura y la Educación para la Paz son instrumentos privilegiados para estos objetivos, y como tales deberían gozar de un estatus preferente en las políticas de los estados, como formas alternativas de un entender la globalización y la economía.10. El futuro dependerá directamente del «poder» de la paz, de su papel en toda
la toma de decisiones políticas. Si en el S. XX la paz fue en diferentes culturas políticas mediterráneas movilizadora para rechazar la guerra, en el S. XXI debiera significar, además, el florecimiento y potenciación del Desarrollo, la Democracia y los Derechos Humanos.