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El profesor buena papa Por Julián Cubillos OPINIÓN Muchos estudiantes, padres y algunos directivos de instituciones educativas parecieran no estar de acuerdo con la reprobación. No se les ocurre pensar que es por el bien del estudiante. Jueves 9 Diciembre 2010 Hace un par de días fueron reveladas las conclusiones del estudio Pisa 2009, presentadas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde). Reprobamos. Colombia ocupó el puesto 52, entre 65, en las pruebas de lectura; en habilidades matemáticas quedamos en el puesto 58, y en las habilidades para la ciencia nos ubicamos en el puesto 54. De acuerdo con el estudio, el 47 por ciento de los estudiantes colombianos de 15 años no logra el nivel mínimo adecuado de lectura para desempeñarse en la sociedad – porcentaje en el que sólo el 17 por ciento está asociado con las condiciones socioeconómicas de los jóvenes–. Hace un par de semanas supimos que el mejor colegio del país, según las pruebas Icfes 2010, es el Liceo Campo David. Un colegio que, si bien es privado, no es nada caro y funciona en una pequeña casa ubicada en una de las localidades más pobres y deprimidas de Bogotá. La fórmula del éxito, sostuvo el rector, ha sido sencillamente: "exigencia, pero con afecto". Al lado de estos dos recientes hechos, permítaseme ubicar otro, que nada tiene que ver con estadísticas, pero que nunca dejará de presentarse: por estos días, una vez finalizado el semestre académico, no faltarán los estudiantes universitarios que alberguen su habitual desprecio hacia el profesor con quien reprobaron una materia. –Qué desgraciado – exclamarán–. No le costaba nada subirme una décima –olvidando, claro, que la escala de calificación es de cero a cinco, no de cero a tres, y que una décima es la diferencia entre perder y pasar–. Leídos entre líneas, estos tres hechos deberían suscitar nuestra reflexión en materia de formación educativa (primaria, secundaria y superior). Porque el buen funcionamiento de toda sociedad depende, en gran medida, del buen nivel educativo de todos sus individuos. Y porque –como bien sugiere el rector del Liceo Campo David– la exigencia es el pilar fundamental sobre el que se debe construir todo programa educativo. Es cierto, sí, que los docentes deben esforzarse por propiciar entornos amables y creativos, para que los estudiantes se interesen de la mejor manera por los contenidos. Pero esto no va en detrimento de lo primero: la amabilidad para enseñar y el amor por lo que se enseña no pueden ser sinónimo de laxitud y justificación de la mediocridad. Muchos estudiantes, padres e, incluso, algunos directivos de instituciones educativas parecieran no estar de acuerdo con la reprobación, una consecuencia inevitable de la exigencia. No se les ocurre pensar que es por el bien del estudiante, que el profesor no celebra este hecho y que, más bien, esto lo lleva a tener que dar muchas y engorrosas explicaciones. La creencia en que exigir no es necesario es más desconcertante aun cuando es el profesor mismo quien la defiende: los profesores de colegios públicos, principalmente. Ellos tienden a creer que es ya un logro inmenso el hecho mismo de tener al estudiante en clase –ya que dados los problemas socioeconómicos que éste debe sortear, no se le puede pedir más–. Puesto así, pareciera constituir una comprensión contextual por parte del profesor con respecto a su población estudiantil. Pareciera una virtud: un profesor ‘buena papa’. Pero es más bien un vicio. Es una forma de justificar la propia mediocridad y, por qué no, hasta un menosprecio por los estudiantes mismos. Porque tener deficiencia económica no es tener deficiencia mental; más bien, el profesor buena papa no valora el esfuerzo de los padres de estratos bajos por enviar a sus hijos al colegio, el esfuerzo del país. Más aún, pienso que el profesor buena papa de los colegios públicos es ciertamente artífice de la pobreza mental de las clases menos favorecidas. Esa mentalidad de no

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El profesor buena papaPor Julián CubillosOPINIÓN Muchos estudiantes, padres y algunos directivos de instituciones educativas parecieran no estar de acuerdo con la reprobación. No se les ocurre pensar que es por el bien del estudiante. Jueves 9 Diciembre 2010Hace un par de días fueron reveladas las conclusiones del estudio Pisa 2009, presentadas por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde). Reprobamos. Colombia ocupó el puesto 52, entre 65, en las pruebas de lectura; en habilidades matemáticas quedamos en el puesto 58, y en las habilidades para la ciencia nos ubicamos en el puesto 54. De acuerdo con el estudio, el 47 por ciento de los estudiantes colombianos de 15 años no logra el nivel mínimo adecuado de lectura para desempeñarse en la sociedad –porcentaje en el que sólo el 17 por ciento está asociado con las condiciones socioeconómicas de los jóvenes–. Hace un par de semanas supimos que el mejor colegio del país, según las pruebas Icfes 2010, es el Liceo Campo David. Un colegio que, si bien es privado, no es nada caro y funciona en una pequeña casa ubicada en una de las localidades más pobres y deprimidas de Bogotá. La fórmula del éxito, sostuvo el rector, ha sido sencillamente: "exigencia, pero con afecto". Al lado de estos dos recientes hechos, permítaseme ubicar otro, que nada tiene que ver con estadísticas, pero que nunca dejará de presentarse: por estos días, una vez finalizado el semestre académico, no faltarán los estudiantes universitarios que alberguen su habitual desprecio hacia el profesor con quien reprobaron una materia. –Qué desgraciado –exclamarán–. No le costaba nada subirme una décima –olvidando, claro, que la escala de calificación es de cero a cinco, no de cero a tres, y que una décima es la diferencia entre perder y pasar–. Leídos entre líneas, estos tres hechos deberían suscitar nuestra reflexión en materia de formación educativa (primaria, secundaria y superior). Porque el buen funcionamiento de toda sociedad depende, en gran medida, del buen nivel educativo de todos sus individuos. Y porque –como bien sugiere el rector del Liceo Campo David– la exigencia es el pilar fundamental sobre el que se debe construir todo programa educativo. Es cierto, sí, que los docentes deben esforzarse por propiciar entornos amables y creativos, para que los estudiantes se interesen de la mejor manera por los contenidos. Pero esto no va en detrimento de lo primero: la amabilidad para enseñar y el amor por lo que se enseña no pueden ser sinónimo de laxitud y justificación de la mediocridad. Muchos estudiantes, padres e, incluso, algunos directivos de instituciones educativas parecieran no estar de acuerdo con la reprobación, una consecuencia inevitable de la exigencia. No se les ocurre pensar que es por el bien del estudiante, que el profesor no celebra este hecho y que, más bien, esto lo lleva a tener que dar muchas y engorrosas explicaciones. La creencia en que exigir no es necesario es más desconcertante aun cuando es el profesor mismo quien la defiende: los profesores de colegios públicos, principalmente. Ellos tienden a creer que es ya un logro inmenso el hecho mismo de tener al estudiante en clase –ya que dados los problemas socioeconómicos que éste debe sortear, no se le puede pedir más–. Puesto así, pareciera constituir una comprensión contextual por parte del profesor con respecto a su población estudiantil. Pareciera una virtud: un profesor ‘buena papa’. Pero es más bien un vicio. Es una forma de justificar la propia mediocridad y, por qué no, hasta un menosprecio por los estudiantes mismos. Porque tener deficiencia económica no es tener deficiencia mental; más bien, el profesor buena papa no valora el esfuerzo de los padres de estratos bajos por enviar a sus hijos al colegio, el esfuerzo del país. Más aún, pienso que el profesor buena papa de los colegios públicos es ciertamente artífice de la pobreza mental de las clases menos favorecidas. Esa mentalidad de no obtener las cosas con el propio esfuerzo, de esperar un golpe de suerte para superarse, encuentra en él un inmejorable nicho para reproducirse. Porque la idea según la cual la carencia de educación es causa de pobreza, por más trillada, cobra toda su fuerza en el hecho de que la educación no se agota en contenidos, sino que radica en aprender a ganarse las cosas con verdadero esfuerzo. Pero dicha creencia no se agota en lo público, también se sostiene en algunas instituciones privadas y por razones igualmente deplorables. Para cuidar el puesto –piensan muchos profesores– tan solo hay que tener contentos a los estudiantes, pasarlos, aun cuando no lo merezcan. Pero, de nuevo, parecen olvidar que los padres que envían a sus hijos a instituciones privadas tampoco lo hacen porque les sobre el dinero, sino porque quieren una educación de calidad para sus hijos. De ahí que, como su homólogo de institución pública, el profesor buena papa de institución privada resulte igualmente deshonesto con su trabajo. Así es, ser profesor no es fácil –implica, a veces, ganarse el título de ‘mala papa’–. Es una labor que requiere exigir, y para ello hay que tener con qué. No se puede exigir siendo mediocre. No se puede exigir sin fijar reglas transparentes de calificación y sin cambiarlas nunca de espaldas al grupo en general: porque esa falta de transparencia académica –la vieja idea de poder ser un caso especial frente a los demás–, es extrapolada por el estudiante a su comportamiento en general, a su forma de participación política y social. En contraste, si bien la pérdida académica (justa) es inicialmente percibida con desprecio por parte del estudiante, más temprano que tarde terminará agradeciéndola. De ahí que el jalón de orejas por los bajos rendimientos académicos, más que para los estudiantes, deba ser para los profesores mismos. Porque en lugar de dar el brazo a torcer en cuestiones de exigencia académica, hay que hacerla integral. Si se restringe a materias consideradas como básicas, se está haciendo una lectura parcializada de la educación: la exigencia debe ir desde la educación física hasta las ciencias puras, desde las electivas hasta el núcleo básico de cualquier carrera. En suma, el profesor buena papa es, por lo general, un pésimo profesor: un completo artífice del subdesarrollo.

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Colombia, pobres resultados en prueba de educación internacionalColombia estuvo en el lugar 52 entre 65 en las pruebas de lectura Pisa.La OECD reveló los resultados de la prueba Pisa que se les aplica a medio millón de estudiantes de 15 años en 65 países del mundo. Colombia sale mal librada en lectura, ciencia y matemáticas. Corea y Finlandia ocuparon los primeros lugares. Los aumentos en cobertura no se han traducido aún en grandes mejoras en la calidad de la educación en Colombia. El país ocupó el puesto 52 entre 65 en las pruebas de lectura Pisa que elabora la OECD entre sus 34 miembros y algunas economías emergentes para establecer la calidad de sus sistemas de educación. Las pruebas se les aplican a muchachos de 15 años. En habilidades matemáticas, los niños colombianos estuvieron en el puesto 58, apenas a 7 lugares del final de la tabla y en las habilidades para la ciencia se ubicaron en el puesto 54. Corea y Finlandia ocuparon los primeros dos lugares en la prueba cuyos resultados se calculan a partir de una prueba de dos horas que se les hace a 500.000 estudiantes en 70 países. La OECD divulgó los resultados de 65 países el martes. Después de esos dos países, siguieron HongKong, Singapur, Canadá, Nueva Zelanda y Japón. La provincia china de Shanghai participó por primera vez en esta prueba y sacó la mejor calificación del mundo en las tres categorías, lectura, matemáticas y ciencia, por encima de cualquier país. “Mejores resultados educativos son un predictor fuerte de crecimiento económico futuro”, dijo el secretario General de la OECD, Ángel Gurría. Los países que más mejoraron sus habilidades en lectura fueron Chile, Israel y Polonia. En matemáticas, México, Turquía, Grecia, Portugal Italia y Alemania. En ciencia Turquía, Portugal, Corea, Italia, Noruega Estados Unidos y Polonia. “Pisa se enfoca en la habilidad de los jóvenes para usar sus conocimientos y sus capacidades para enfrentar retos de la vida real. Esta orientación refleja un cambio en las metas y en los objetivos de los programas de educación, que están cada vez más enfocados en lo que los estudiantes pueden hacer con lo que aprenden en el colegio y no solamente si han dominado un contenido curricular específico”, dicen los redactores del informe que reveló la OECD el martes. En este sentido la prueba Pisa incluye elementos que permiten evaluar las diferencias en los patrones de desempeño de los mejores estudiantes, de los mejores colegios y de los mejores sistemas educativos, incluyendo, además de los resultados de los exámenes, características de los estudiantes y otros factores clave que pueden ayudar al aprendizaje fuera del colegio. También ofrece una nueva definición de alfabetismo, que se refiere tanto a la capacidad de los estudiantes de aplicar el conocimiento y sus capacidades en áreas clave, como a su habilidad de analizar, razonar, comunicar y resolver problemas en situaciones diferentes. Además, toma en cuenta el interés de los estudiantes en mantener un proceso de aprendizaje durante toda la vida. La prueba les pregunta sobre sus motivaciones y sus creencias sobre ellos y sus estrategias de aprendizaje.

Lo que deben saber todos los colegios colombianosEl debate público sobre los temas que conforman el plan decenal de educación inició el pasado 15 de febrero y se extenderá hasta el 30 de abril.Qué hizo Shanghai para convertirse en el milagro de la educación en el mundo. Qué debe hacer Colombia para alcanzar a México y superar a Brasil en calidad educativa. Lo bueno y lo malo de los colegios y de los profesores colombianos. Una entrevista con el experto del BID Hugo Nopo sobre las pruebas Pisa. Qué hizo Shanghai para convertirse en el milagro de la educación en el mundo. Qué debe hacer Colombia para alcanzar a México y superar a Brasil en calidad educativa. Lo bueno y lo malo de los colegios y de los profesores colombianos, como lo reflejan los resultados de las pruebas internacionales Pisa, que se les efectuaron a medio millón de estudiantes de 15 años en 70 países del mundo. Una entrevista con el experto del BID, Hugo Nopo. ¿Qué hizo Shanghai para desplazar a Finlandia del primer lugar de la tabla de las pruebas Pisa? En realidad, es la primera vez que Shanghai participa de manera aislada en las pruebas. Y este debut no ha estado nada mal. Este resultado, que viene acaparando titulares, realmente no ha caído por sorpresa dentro de la comunidad internacional de educadores. El caso de Shanghai ya venía discutiéndose como uno emblemático de reformas efectivas que han funcionado rápido y bien. Son muchos los factores de éxito que se congregan en este caso. Un informe reciente, precisamente de la Oecd, hace un buen resumen de ellos: (i) el desarrollo de un sistema educativo inclusivo, en contraste con el de “escuelas elite” que prevalecía, en el que se espera que todos los estudiantes tengan desempeño sobresaliente, (ii) un aumento sustancial de salarios y estatus de la profesión docente, acompañado de una mejora de la formación de maestros, (iii) el cambio de modelo pedagógico, de uno basado en la repetición y memoria a uno enfatizando la compresión de fenómenos y la habilidad de aplicar conocimientos de manera creativa, y (iv) los cambios en los currículos y las evaluaciones, acompañados de una mayor libertad de elección tanto para estudiantes como para maestros. Durante los ocho años anteriores el Ministerio de Educación consiguió logros importantes en cobertura escolar. ¿Se ha visto algún avance en los resultados de la prueba Pisa que muestren el efecto de la mayor cobertura sobre las habilidades de los muchachos colombianos? Sí, hay mejorías. De las tres áreas que mide la prueba Pisa, Colombia muestra un progreso interesante en Ciencias. En promedio el país ha mejorado alrededor de 14 puntos en tres años (esto representa un aumento de 3,5% en su puntaje promedio). El progreso es pequeño, pero el periodo es también corto. En las otras dos áreas (Lectura y Matemáticas) no es posible hacer una medición de progreso. Por esto es de gran importancia que Colombia mantenga su participación en las pruebas con estándares internacionales

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además de sus pruebas nacionales, que son un referente de evaluación dentro de la región Latinoamericana. El mantener participación en las pruebas Pisa permitirá hacer seguimiento a los progresos en las otras áreas. ¿Qué debería hacer Colombia para mejorar las capacidades de sus estudiantes en matemáticas, un área en la que el país ocupa el puesto 58? La mejora de desempeños, en general, depende de muchos factores: gestión política, gestión pedagógica, selección de docentes e incentivos a los mismos, currículos, jornadas de trabajo y evaluación, entre otros. En el tema particular de matemáticas vale la pena distinguir entre dos enfoques pedagógicos. Por un lado está el tradicional, ligado a un entendimiento instrumental del mundo según el cual el alumno resuelve los problemas matemáticos utilizando instrumentos o formulas, mientras por el otro tenemos un enfoque moderno basado en relaciones donde lo importante no es el uso de las formulas sino la comprensión del por qué estas funcionan. Nuestros países Latinoamericanos tienden a ubicarse más cercanos al primero que al segundo de estos enfoques, siendo este primero menos efectivo para obtener buenos desempeños en las pruebas estandarizadas que miden las habilidades relacionales que son necesarias para la vida diaria de las personas. Esta es precisamente un área en la que el Banco Interamericano de Desarrollo está desarrollando investigaciones para dar nuevas luces sobre estos enfoques en las realidades Latinoamericanas. ¿Qué hace México sustancialmente mejor que Colombia en materia de educación? En las tres categorías obtuvo una mejor posición en el ranking Pisa. Si bien las diferencias en desempeño no son muy amplias, México está ligeramente mejor que Colombia en las pruebas, es cierto. ¿Por qué? No es muy sencillo dar una respuesta. A nivel agregado, podríamos mencionar que México es un país con PIB per cápita superior al de Colombia y, como bien sabemos, las condiciones socio-económicas juegan un rol en el desempeño de los estudiantes. Por otro lado, datos de la Oecd indican que el gasto público por alumno es aproximadamente 20% más alto en México que en Colombia. Se está invirtiendo más en la educación de cada estudiante en México. Esta mayor disponibilidad de recursos seguramente se traduce en mejor infraestructura y maestros mejor remunerados, por mencionar dos de los determinantes más importantes del desempeño. ¿Qué tienen los sistemas educativos de Colombia y Brasil en común, que sus resultados son tan parecidos? Brasil y Colombia se muestran muy parecidos no solo en la medición actual de desempeños educativos sino también en la manera en que estos han evolucionado en los últimos años. El progreso en ciencias al que me refería líneas arriba para Colombia también se observa en Brasil el progreso es de similar magnitud en el mismo periodo. Pero hay algo adicional, Brasil muestra también progresos muy interesantes en el área de Matemáticas. En promedio, han mejorado cerca de 35 puntos en la prueba en un periodo de 6 años.