el problema de la realidad social

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El Problema de La Realidad Social

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Page 1: El Problema de La Realidad Social

Alfred Schutz El problema de la realidad social Escri tos 1

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Page 2: El Problema de La Realidad Social

Blbliotcx:a de sociología

Co/leclcd Pupe.rs: / . Th e. Proble.m 01 Social Re.alily Alfred Sch ulz €l Martinus NijhofT, La lIaya, Holanda, 1962 ' Pl'imera edición en castellano, 1974; segunda edición 199r.:.· . s ión, 2003 ' 0, pnmera rCllnpre-

Traducción, Néstor Miguez Rc\risión, Ariel Bignam i

La rep~oducci~n tota! ~ parcial de este libro en fo rma idéntica o modificada por c~alqUl.e~ m~dlO .mecanlco, electrónico o informático, incluyendo fotocopia graba­~Ión. dlg~tahzaclón o. cualquier sistema de almacenamiento y recupera'ción de info rmaCión, no autorizada por los editores , viola derechos reservados.

CO Tados los derechos de la edición en castellano reservados por Amorrortu cditore~ S. A. , Paraguay 1225, 7" piso (057) Buenos Aires www.amorrortuedltores.com

Amorrortu ed itores España SL CNelázquez, 117 - 6u izqda. - 28006 Madrid

Queda hecho e l depósito que previene la ley n" J 1. 723 Ind us tria argentina. Made in Argentina

ISDN 950-518-173-6

300 SCH

Schutz, Alfred

El problema de la rea lidad social.- 2n ed. ]a rcimp.-Ouenos Aires' Amorrort.u, 2003. .

336 p. ; 23x14 cm.- (Biblioteca de sociología )

Traducción de: Néstor Míguez

ISBN 950-518-173-6

I. Títu lo -1. Fenomenología 2. Ciencias socin les

Imprcso cn los Tnllcrcs e rMicos Color Efe Paso J 92 A 11 d . UU(mOM Ain'K, en tlRo~tll de 2003, .. I • ve RIlC ti, provincia de

Prólogo

El presente volumen reúne varios estudios de A1fred Schutz sobre diversas cuestiones que giran alrededor de un problema filosófico fundamental: el de la socialidad. Aunque en su mayoría ya fueron publicados, oe hallaban dispersos y eran en algunos casos difíciles de obtener. Tal como aqul oe la presenta, esta obra no es sino la pri­mera parte de una recopilación, que el autor se .proponía encomendar a su discípulo y amigo Maurice Natanson, de los numerosos ensayos que escribió desde su llegada a Estados Unidos, a comienws de la pasada guerra. Murió sin ver realizado este proyecto. Consideramos que la publicación sucesiva de este conjunto de trabajos, siguiendo fielmente las indicaciones dejadas por el autor, era el mejor home­naje que podíamos rendir a este pensador que fue nuestro amigo y sin duda merecía ocupar en la corriente fenomenológica un lugar destacado, que las dramáticas circunstancias de su vida, unidas a 6U

excesiva modestia personal, se conjuraron para negarle. Aquí tendría que referirme al hombre, evocar su espíritu sutil, su penetrante ironía, su serenidad y valor en el exilio, la vasdsima gama de sus inquietudes, la lozanía y capacidad de comprensión que le permitieron, a los cuarenta años, emprender y cumplir la tarea de asimilar una culmra nueva, que no tardó en dominar. Como temo decir demasiado poco y decirlo mal, me limito a recordar su pasión, constantemente renovada, por el conocimiento de 10 humano: Schut2 era a la vez filósofo, psicólogo, sociólogo y musicólogo, y todas esas ac tividades se nutrlan en él de esa misma pasión_ Nacido en 1899 en Viena, esmdió allí dereoho y ciencias sociales bajo la dirección de mae"tos ilustres, como Ludwig von Mises, Othmar Spann, Hans Kelsen y Friedrioh von Wieser_ En los medíos univel'Sitarios germánicos, esta era la época del debate metodológico acerca de las Nalurwisrenschaften (ciencias de la naturaleza) y Geis­I<swissenschaften (ciencias del espíritu) _ Dilthey que tanto illÍluyó en la filosofía y la sociología alemanas habla señalado que el cono­cimiento del mundo humano y las culmras históricas supone la com­prensi6n de ciertas significaciones inmanentes a la vida, y que tal comprensión difiere radicalmente de la explicación causal practicada por las ciencias de la naturaleza. Con posterioridad, Rickert analizó y precisó esta díferencia metodológica. Por último, Max Weber im­puso la idea de una sociología comprensiva que procura descrifrar los fenómenos soci.les e históricos a la luz de ciertos tipos ideales, o de esencias en cierto modo puras y activamente creadas por el espíritu humano. Critica del naturalismo, reflexión de 1. vida sobre oí mis­mn . comprensión <.le las significaciones, ideación: con estas dimen­sl\l lle' metodolósicRS ,,~ lao ciencias humanas estaba familiarizado

I

Page 3: El Problema de La Realidad Social

l. El sentido común y la interpretación l ientífica de la acción humana

1. Introducción. Contenido de la experiencia y objetos de pensamiento

1. Las constmcciones del sentido )1 del pensamiento cientí ¡ico

, comtm

~ Ni el sentido común ni la ciencia pueden avanzar sin apartarse del <.runen estricto de lo que es real en la experiencia • . Esta formulaci6n de A. N . Whitehead fundamenta su análisis de la organizaci6n del pensamiento. ' Hasta la cosa percibida en la vida cotidiana es algo más que una simple presentación sensorial2 Es un objeto dé pensa­miento, una construcción de Índole sumamente compleja, que no solo incluye formas particulares de sucesiones en el tiempo, que la cons­tituyen como objeto de un solo sentido -p. ej ., la vista-,' y de rela­dones espaciales, que la constituyen como objeto sensorial de varios sentidos -.p. ej ., la vista y el tacto ," sino tamhién presentaciones .ensoriales hipotéticas, imaginadas, que la completan.' Según White­head, precisamente e! último factor nombrado -la imaginaci6n de presentaciones sensoriales hipotéticas «es la roca sobre la cual se levanta toda la estructura del pensamiento de sentido común»,6 V corresponde a la crítica reflexiva «interpretar nuestras presentaciones ,ensoriales como realización efectiva de! objeto de .pensamiento hipo­té tico de las percepciones • . 7 En otras palabras, ,los presuntos hechos concretos de la percepci6n de sentido común no lo son tanto como parecen, pues ya exigen abstracciones de índole muy complicada, si tu ación que debemos tomar en cuenta para no caer en la falacia de l. materialización inadecuada. 8

1 Alfred North Whitehead, The Organiz.alion 01 Tboughl •• •• Londres, 1917 reim­preso parcialmente en Tbe Aims 01 EducJtion, Nueva York, 1929, y también como «Mentor-Book», Nueva York, 1949. Las citas se refieren a esta última edición. Para esta primera cita, véase pág. 110. [Agregamos el signo ••• cuando lIe menciona por primera vez en las notas de cada capítulo una obra que tiene versión castellana. La nómina completa se e;-:contrará en la Bibliografía en cas­l'ellAno a1 final del volumen.] 2 ¡bid., cap . 9, .. Thc Anatomy of Sorne Scientific Ideas, l . Fact, 11. Objects». J Ibid., pág •. 128 Y siSo y 1)1. 4 I bid. pá¡., IJ 1 Y 1)6. ' Ibld , pdg. IJJ . 6 I bid., pá¡. 04 . 7 Ibld" ris. 13'. ft AI(ccd Nonh Whh C'hcIUI , Srlt'nr~ and Ihr Mod~rn World,.·. Nueva York, 192', rt'lnlfl fr!K'l ('milO «Mnllnr lx)()k». Nucvll York, 1948, "dA: . '2 y sigll.

Page 4: El Problema de La Realidad Social

11, '" IItld" con Whitehead, la ciencia tiene siempre un doble obje­lIy" ,u llllrro, elaborar una teoría que concuerde con Ja experiencia;

Hlllld", explicar, al menos en líneas generales, los conceptos de ""11.10 común acerca de la naturaleza, y para ello conservarlos en 1111" teor!. científica de pensamiento armónico.' Con este fin, la cien­d. ((sica (única que interesa a Whitehead en este ron texto ) debe elaborar recursos que permitan reemplazar los objetos de pensamiento de la percepción de sentido común por los objetos de pensamiento de la ciencia. lo Estos últimos p. ej., las moléculas, átomos y electro­nes no poseen ninguna de las cualídades que detel'lllinan una presentación -sensorial directa en nuestra conciencia, y solo nos son conocidos mediante la serie de sucesos en que se hallan involucrados, y que) por supuesto, están representados en nuestra conciencia por presentaciones sensoriales. Este recurso permite establecer un puente entre la fluida vaguedad de los sentidos y la definición exacta del pensamiento.u

No nos proponemos seguir aquí paso por paso el ingenioso método mediante el cual Whitehead utiliza el principio que acabamos de esbozar para analizar la organización del pensamiento, comenzando con la «anatomía de las ideas cientlHcas» y terminando con las tea­oías matemáticamente formuladas de la ¡¡sica moderna y las reglas de procedimiento de la lógica simbólica.12 En cambio, sI nos interesa la concepción básica que Whitehead comparte con muchos otros destacados pensadores de nuestra época, tales como William James," Dewey i' Bergson 16 y HusserV' y que de modo muy general puede ser formulada así: Todo nuestro conocimiento del mundo, tanto en el sentido común como en el pensamiento científico, supone construcciones es decir conjuntos de absuacciones, generalizaciones, formalizacion'es e idea~ lizaciones propia~ del nivel respectivo de organización del pensa­miento. En térmlDos estrlctos, los hechos puros y simples no exis­ten. Desde un primer momento todo hecho es un hecho extraído de un contexto universal por la actividad de nuestra mente. Por con-

9 The Aim.r 01 Educa/ion, op. cil., pág. 126. lO Ibid., pág. 135. 11 1 bid., pág. 136. 12 Ibid., págs. 112·23 y 136-55. 13 William James, Principies 01 PsycholoD •• •• vol. J, cap. IX, .-:The Stream of Though,., pág. 224 y sig.; esp. pág. 289 y sigo 14 Joho Dewey, Logíc, The The~ry 01 Inquiry,.*. Nueva York, 1938. esp. caps . lIHV, VII-VIII y XII. Véase también el ensayo «The Objectivism-Subiectivj~m of Modern Philosophy~ (1941), reimpreso en la recopilaci6n Problems 01 Men Nueva York, 1946, pág. 316 y sigo ' 15 Henri Bergson, M(Jti~,e el Mémoire, CAp. r, «La Sélection des Imases par la Répresentauon •. 16 Véase, por ~je":lplo. Ed~un.d Husserl, ,Logische f.!nlerruchunge" ,.*. vol. 11, cap. n, «DIe ldeale ElnheIt der Spectes und die neuen Abmaktions Theorien»; muy bic!l explicado por Marvin Farber en Th~ FoundlJliofl 01 Ph~ namenolou, CambrIdge, 1943, cap. IX, esp. pág. 251 y Sig.; Edmund Husserl. Ideen zu einer reinen Phiinomenologie •• •• trad. al jngl~s por Boyce Gibson Londres, 1931, primera sección; Forma/e und /rans%endenlo/t! Lo1.ilr ;.·. Halle: 1929, sees 82·86, 94-96 (véase Marvin Farber, op. rlt .• P'R. '01 Y sigs.); Erlahr~ng und Urtei/, L. Landgrebe, ed., P'I188, 1939, oc,,, 610, 16-24.41-43 y pass,",.

siguiente, se trata siempre de hechos inte.rpretados, ya sea 9ue se ~o_s considere separados de su contexto mediante una abstraCCión artifi­cial o bien insertos en él. En uno u otro caso, llevan consigo su hori­zonte interpretativo interno y externo. Esto no significa que en la vida diaria o en la ciencia seamos incapaces de captar la realídad del mundo; sino que captamos solamente ciertos aspectos de ella: los que nos interesan para vivir o desde el punto de vista de un conjunto de reglas de procedimiento aceptadas para el pensar, a las que se denomina método científico.

2. Estmctura particular de las construcciones de las ciencias sociales

Si como -sostiene esta concepción, todas las consttucciones científicas están destinadas a reemplazar las construcciones del pensamiento de sentido común, surge una diferencia principal entre las ciencias na~ turales y las sociales. Corresponde a los especialistas en ciencias narurales determinar qué sector del universo de la naturaleza, qué hechos y sucesos de él, y qué aspectos de tales hechos y sucesos son temática e jnterpretativamente significaúvos par~ su pr0p<?sito .espe~ cífico. Estos hechos y sucesos no son preseleCCIOnados DI premter­pretados; no revelan estrucruras in~rlnsecas de significatividad. La significatividad (relevance) no es Inherente a la naturaleza como tal, sino que constituye el resultado de la acdvidad selectiva e inter­pretativa que el hombre reahza dentro de la naruraleza o en l. obset­vación de esta. Los hechos, datos y sucesos que debe abordar el especialista en ciencias naturales lSon hechos, datos y sucesos solamente dentro del ámbito de observación que le es propio, pero este ámbito no .sig­nifica» nada para las moléculas, átomos y electrones que hay en él. En cambio, los hechos, sucesos y datos que aborda el especialista en ciencias sociales tienen una estructura totalmente distinta. Su campo de observación, el mundo social, no es esencialmente inesttuc~ tutado . Tiene un sentido particular y una estrucrura de significad­vidades para los seres humanos que viven, piensan y acrúan dentro de él. Estos han preseleccionado y preinterpretado este mundo me­diante una serie de construcciones de sentido común acerca de la realidad cotidiana, yesos objetos de pensamiento determinan su conducta, definen el objetivo de su acción, los medi06 disponibles para alcanzarlo; en resumen, los ayudan a orientarse dentro de su medio natural y sociocultural y a relacionarse con él. Los objetos de pensamiento construidos por los expertos en ciencias sociales se refieren a los objetos de pensamiento construidos er el pensamien-10 de sentido común dd hombre que vive su vi a cotidiana entre sus semejantes, y se basan en estos objetos. Las construcciones usados por el especialista en ciencia, sociales son, pues, por as! decir, con~trucciones de sesundo grodo, o seo, construcciones de las conllrtICciOnC8 hc:<>hn. por los nctr>rcs en lo sociedad mismo, actores

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Page 5: El Problema de La Realidad Social

CUY' conducta el investig.d~r .observa y procura explicar de acuer­do con las reglas de procedImIento de su ciencia." Las ciencias sociales modernas enfrentan un grave dilema. Cierta escuela de pensamIento conSIdera que existe una diferencia básica entre la estructura del mundo social y la del mundo de la natura­leza. Esta concepción, sin embargo, conduce a la errónea conclusión de que las CIencias sociales difieren 1010 caelo de las ciencias na­tur~le~, con lo ~ue desdeña el hecho de que ciertas reglas de pro­cedirnJento relaclOnadas con la organización correcta del pensamiento son comunes a todas las ciencias empíricas. La otra escuela procura c?ntemplar la conducta del hombre tal como el especialista en cien­cIas naturales contempla la «conducta» de sus objetos de pensa­ouento, dan~o t:?Ot sentado que los únicos métodos cienúficos son l~lS de las CIenCIas naturales (sobre todo los de la física matemá­tlc,a), que han redHuado tan magníficos resultados. Presupone, ade­mas, que basta con adoptar los métodos de las ciencias naturales en cuanto a con~truccío~es teóricas para lograr un conocimiento se­¡¡uro de la realIdad. SOCIal. Sin embargo, estos dos supuestos son Incompatibles . Un sIstema conductista idealmente perfeccionado y totalmente elaborado, por ejemplo, nos alejaría mucho de las cons­truCClOnes en cuyos térmi-?os los hombres experimentan su propia conducta y la de sus ~emeJantes en la realidad de la vida cotidiana. Para , superar esa difIcultad, se r~quieren recursos metodológicos especlfIC?S, entre ~llos la construccIón de pautas de acci6n racional. Con el fIn de analIzar má~ a ~ondo la indole específica de los objetos de pensamJento de ,las CIenCIas SOCIales, debemos caracterizar algu­nas de las ~nstruc~l?nes de sentido común empleadas por los bom­bres en la VIda cotidiana, y en las cuales se basan aquellos.

II. Construcciones de objetos de del sentido común

• pensarruen to • propIaS

l. El conocimiento de sentido común que tiene del mundo el individuo es un sistema de construcciones de su tiPicidad

Tratemos de ca.'acteriz~r el modo en que el adulto alerta ,. contem­pla el mundo mtersubJetlvo de la vida coticliana, en cuyo interior

17 Sobre el concepto de reglas de procedimiento véase Felix Kaufmann M thodol~t.1 o/ Ih,e Social Sciencer,.·. Nueva York, '1944, esp. caps. In-IV' 'sob:~ las oplruon~ d.lverge~tes a~~ca de la relaci6n entre las ciencias de la 'natura­leza y las aenaas SOCJales, ,b,d. J cap. x . 18 En ~a~to al significado preciso de es ta expresión, véase «Sobre las reali­dades dúlttples», pág 201. [Cuando se citen artículos sin otras indicaciones acerca e las fuentes, como en este caso, la referencia corresponde al resente volumen. (N. de M. Natanson.)] [También se dan en caslcllnno las referencias que . corre~ponden al seS';Indo volumen de ensayos de: &hlll:>;, Estudios sobre (ÑTljeiE~r~ ed. por ArvlO Broderscn, Buenos Aire8. Alnnrronu ('dilote., 1974.

IR

y sobre el cual actúa como un homhre entre sus semejantes. Ese mundo existía antes de nacer nosotros, y era experimentado e in­terpretado por otros, nuestros predecesores, como un mundo orga­nizado. Ahora es ofrecido a nuestra experiencia e interpretación. Toda interpretación de este mundo se basa en un acervo de expe­riencias previas sobre él, que son nuestras o nos han sido transmi­lidas por padres o maestros; esas experiencias funcionan como un esquema de referencia en forma de «conocimiento a mano». A este acervo de conocimiento a mano pertenece nuestro conoci­miento de que el mundo en que vivimos es un mundo de objetos más o menos bien determinados, con cualidades más O menos defi­nidas, entre los cuales nos movemos, que se nos resisten y .sobre los cuales podemos actuar. Sin embargo, ninguno de esos objetos es percibido como si estuviera aislado, sino como situado desde un primer momento dentro de un horizonte de familiaridad y trato previo, que, como tal, se presupone hasta nuevo aviso como el Acervo incuestionado -aunque cuestionable en cualquier momento­de conocimienro inmediato. Sin embargo, también las experiencias previas ¡ndiscutidas están a mano desde un primer momento como 'lpicas, ° sea que presentan horizontes abiertos de experiencias si­milares anticipadas. Por ejemplo, el mundo exterior no es experimen­I.do como un ordenamiento de objetos individuales únicos, disper­!lOS en el espacio y en el tiempo, sino como «montañas», «árboles», «animales», «hombres», etc. Aunque nunca haya visto un perdi­Auero irlandés, cuando vea uno sabré que es un animal y, en par­ticular, un perro, que manifiesta todas las características habituales y la conducta típica de un perro, y no de un gato, por ejemplo. Podré preguntar razonablemente: «¿Qué tipo de 'perro es esteh. Esta pregunta da por sentado que la diferencia de este perro en particular con respecto a todos los demás tipos de perros que conozco resalta y se hace cuestionable únicamente por referencia a su seme­¡nnza con mis experiencias incuestionadas de perros típicos. Como Jice con lenguaje más técnico Husserl cuyo análisis de la tipici­dad del mundo de la vida cotidiana hemos tratado de resumir-," lo que se experimenta en la percepción real de un objeto es trans­(erido aperceptivamente a cualquier otro objeto similar, que es per­cibido simplemente como del mismo tipo. La experiencia real con­nrmará o no mi anticipación de la conformidad dpica con otros objetos. Si la confirma, el contenido del tipo previsto se ampliará; ni mismo tiempo, el tipo se clividirá en subtipos; por otra parte, el objeto real concreto presentará características individuales que, sin embargo, tienen también una forma de tipicidad. Ahora bien -y esto parece tener especial importancia-: yo puedo tomar el objeto típicamente apercibido como un e;emplor del tipo general y dejarme conducir a este concepto del tipo, pero de ningún modo lengo que pensar el perro concreto como un ejemplar del mncepto genero I de «perro». «En general», mi perdiguero irlandés Ro ver muCstrn todas las caractetÍsticas incluidas en el tipo «perro»,

19 lklmund llU 811C'rl, BrlflJmmg und Urleil, secs. 18·21 y 82-8.5; véase también «1\1 !('I1Atllljt", 1011 In8tolllOIJ del lenguaje y la Lextura de 11\ conciencia», esp. II~M' 2'2'7

1'/

Page 6: El Problema de La Realidad Social

según mi experiencia previa. Sin embargo, no me interesa saber pre. cisamente qué tiene en común con otros perros. V ~ en él • mi amigo y compañero Rover, distinguiéndolo como taJ de todos lo. demás perdigueros irlandeses, con los que comparte:: ciertas carac· terísticas típicas de apariencia y conducta. Sin un ll::aotivo especial, no me siento inducido a ver en Raver un mamífero, un animal, un objeto del mundo externo, etc., aunque sé que tambié61 es todo esto. De tal modo, en la actitud natural de la vida cotidiana, nos interesan únicamente determinados objetos, que se destacan C<7ntra el campo cuestionado de otros experimentados previamente, -y el resultado de la actividad selectiva de nuestra mente es determ inar cuáles de las características particulares de tal objeto son individuales y cuál .. las típicas. Más en general, solamente nos interesan algunos aspectos de este objeto particular tipificado. Afirmar que este objeto S tiene la propiedad característica P. en 13 forma «5 es p»". es un enun­ciado e¡¡ptico, porque S, aceptado sin cuestionamiento tal como se me aparece. no es solamente p, sino también q y r J y muchas otras cosas. El enunciado completo debería ser: .5 es, entre muchas otras cosas, tales como q y " también pi;. Si, con referencia a un elemento del mundo presupuesto, afirmo: .5 es P», lo hago porque, en las circunstancias vigentes, me intere:;a el ,hecho de que S .es p, mientras no considero significativo que sea también q y r.2•

No obstante, ·los términos «inte:és» y «significatividad», que aca­bamos de emplear, apenas designan una serie de complejos proble. mas que es imposible exponer en el marco de este ex:amen, por lo cual debemos limitarnos a unas pocas observaciones. En cualquier momento de su vida diaria, el hombre se encuentra en una situación biográficamente determinada, vale decir, en un medio físico y sociocultural que él define 21 y dentro del cual ocupa una posición, no solo en términos de espacio físico y tiempo exte­rior, o de su status y su rol dentro del sistema social, sino también una posici6n moral e ideoI6gica.22 Decir que esta definici6n de 'la situaci6n está biográficamente determinada equivale a decir que tie· ne su historia; es la sedimentaci6n de todas las experiencia. previas del hombre, organizada en el patrimonio corriente de su acervo de conocimiento a mano, y J como tal, es su posesión exclusiva, dada a él y solo a él.- Esta situaci6n biográficamente determinada incluye ciertas posibilidades de actividades prácticas o te6rica. futuras a las que, para resumir, denominaremos «propósito a manO» (purpose a' hand). Este propósito es el que define aquellos elementos, entre todos los demás contenidos en tal situaci6n, que son significativos con respecto a él. Este sistema de significatividades determina, a su

20 Véanse las referencias de la nota 19. 21 En cuanto al concepto de «definir la situaci6n .. , véanse los diversos artículos sobre el tema de W. 1. Tbomas, ahora reunidos en Edmund H. Volkart, cd., Social Behavior and Personality, Contributions 01 W. l . Thomas to Tbeory and Social Research, Nueva York, 1951, con índice anaHuro y valioso ensayo jorro­ductorio por el recopilador. 22 Véase Maurice Mer)cAu-Ponty, Pbénomtnologl(! d(f 1" ptJrr(!p/;on,.*. p"rrs, 1945, pág. 158. * V~ase «La elecci6n entre dIversos proye<lm ()(" 'Kddn», l,d~~ 9) 94 , (N Ji! M. Na/anso" ,)

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é I tos deben ser convertidos en un sustrato de tipifica. vez qu eemen . l d be er ci6~ generalizadora qué caracterísucas de esoS e ementos e In. s degidas como cara~terísticamente típicas, y cuáles

d c~o exc uSlvas

e individuales' en otras palabras, basta qué punto e mos ~netrat en el horizonr'e abierto de la tipicidad. volvlendo

l a nuestro

d eJ~mPfl?

. b' mi ropósito a mano y e sistema e slgm l~

~~::'v':d:de~n q~~mlol~c';;'mpañ~, la modificaci6n dd «conte¡toh» tnt~t

~~le Su:~ :.eU:i~~e:r":: q~e ~lh~:h~ad:' q~~\a:'bi~:e:~s; d~ja d~ ~e~~ importancia para mL

2. El carácter intersubjetivo ~el cOllocimiento de sentido común Y sus impltcactOtles

Al analizar las primeras construcciones del pe~samiento de sentido ~ en la vida cotidiana hemos actuado, ~1n em~~rgo, comO ~I

COI mun d f . mundo privado v como Sl estuvleramos autorl­e mun o uera mI l 1 hecho de 'que es desde d comienzo, un zados a pasar por a lO e ' . . ~undo cultural intersubjetivo. Es intersubjetivo porque vIvImos tn

él como hombres entre otros hombres, con qUIenes nc:s vtn~U an influencias y labores comunes, comprdenddiend¡ a los demas ~::d~dd eom rendidos por ellos. Es un mun o e cu tura P?rque, .'

. p.. l mundo de la vida cotidiana es un untverso de slgdnt. prtnCIPlO, e d . de sentido que e· ficación ara nosotros, vale eClr, una textu~a ; hemos i~erpretar para orie~tal rnos Ydcfondumn¡s '~b~l~ ~:rla :i. textura de sentido -he aqul o que I :~encla a a. tura del ámbito de la naturaleza- se onglOa en aCCIOnes humanas ~ ha sido instituido por ellas, por dlas nuestraT:d~:s I~~ ~bi::~~s c~. meJantes contemporáneos y pre ecesores. . b d

1 ' h . t únbolos sistemas de lenguaje, o ras e arte, tura es - erramten as, s, .' ignifi

~~~~tul~i~n:~ti~rc¡~J~: ' d~c'suje~~~a\~~m";n;~ ~~rm~st~rl~:~, ssomo; d l h ' .' d d de la cultura que encontra-

siempre lcons~~tes e y ias ~~:~';;,b~es. Esta historicidad es pasibl~ d:sse

e; e::r:rnad~l~~e~u referencia a actividades hdumanas cuYci sedi-

. P 1 misma razón no pue o compren er un ;b¡~:~ ~l~~~IY:in ~derirlo a la a;tividad humana e? la cllal se .' Por ejemplo no comprendo una herram1enta SI no c~>n07..cé

~íl~:~sitO para ~ ~ual ~~d~tada'r~:n:i~~~ ~ ~~a:í::li~s~\r::~i6n qué represen~. en lé mf;nifica par. los individuos que orientan su SIO compren ~~ quet; a su existencia. Este es el origen de ~o q~e ~nj~~~~:~ posiulado de la interpretaci6n subje.tiva de las CienCIas sociales qlle mlls adelante exigirá nuestra atenc16n. . No obs;""te, nuestra tarea inmediata .es ex¿minar !~t const~cc~?nt: odicionnleR quo surgen en el pensamIento. e ~d~ °ri~~d:",;ino un mamOS on Cllenln que CAle mllodo no es mI mu. p..' d él oluncl~ Inlttallhjcl ivo, y qnc, por lo tnnl?, mi con;:!::1i:~ d:sde no t. tlwnln mI" 1"lvtldll, . Ino InlerKIlhJellvo O s

I

Page 7: El Problema de La Realidad Social

el principio. Para nuestros fines, debemos tener en cuenta breve~ mente tres aspectos del problema de la socialización del conocimiento:

o. La reciprocidad de perspertivas o la socialización estructural del • • CQnOClmlen to.

b. El.origen social del conocimiento o la socialización genética del conOCimiento. c. La distribución social del conocimiento.

a. La reciprocidad de perspectivas

En la actitud natural del pensamiento de sentido común de la vida ~oti~iana, presupongo la existencia de semejantes inteligentes. Esto Implica que los objetos del mund" son, en principio, accesibles a su conocimiento, o sea que son cO!locidos o conocibles por ellos. Es algo que sé y presupongo fuera de toda duda. Pero también .é y presupongo que, en términos estrictos, el «mismo» objeto debe significar algo diferente para mí y para cualquiera de mis semejantes. Esto es así por los siguientes motivos:

i. Yo, por hallarme «aquí», estoy a una distancia diferente de los objetos y experimento como !fpicos otros aspectos de ellos que él quien está «allí». Por la misma razón, ciertos objetos están fuer~ de mi alcance (de mi vista, mi oído, mi esfera manipulatoria, etc.), pero dentro de! suyo, y viceversa . ii. Mi situación biográficamente determinada y .]a de mi semejante, y por ende nuestros respectivos propósitos a mano y nuestros sis­temas de significatividades origiaadas en ellos, deben diferir al menos en cierta medida. '

El pensamie.n~o de sentido común supera las diferencias en las pers­pec.lvas lOdlVlduales que resultan de esos factores mediante dos idea­lizaciones básicas :

i . La idealización de la intercambiabilidad de los puntos de vista: presupongo -y presumo que mi semejante hace lo mismo que si cambio mi lugar por e! suyo, de modo tal que su «aquÍ» se con­vler}a en el mío, estar~ ? igual distancia d; las cosas que él y las vere con la misma tlplcldad, y que ademas estarán a mi alcance las mismas cosas que están ahora al alcance de él (lo inverso tam­bién es verdadero). ii . . La idealización de la congl"Uenci? del sistema de significatividades. M.lentras. no se pruebe ~o contrarIO, presupongo -y presumo que mI semejante hace lo ~"smo que las diferencia~ de perspectivas o,rlgl.nadas en nuestras ~ltuaclOnes blOgráflcas exclusivas no son signi­fIcativas para el propóSIto a mano de cualquiera de nosotros, y que él y yo, .Nos?tros», suponemos. que ambos hemos elegido e interpre­tado los objetos real o potenCIalmente comunes y sus caractedsticas de una manera idéntica, o al menos de una moncra «emplricamente idénlica», vale decir, suficiente para todos los (J11(" I"ácticos.

111 -------

Es obvio que ambas ideo:lizaciones, la de la intercambiabilidad de los puntos de vista y la de la congruencia de las significarividades que constituyen en conjunto la tesis general de las perspectiVt1s recípro­car-, son construcciones tipificadoras de objetos de pensamiento que reemplazan a los objetos de pensamiento de mi experiencia privada y la de mi semejante. Mediante esas construcciones del pensamiento de sentido común, se supone que el sector del mundo presupuesto por mí también es presupuesto por usted, mi semejante individual; más aún, que 10 presuponemos «Nosotros» . Pero este «Nosotros» no nos incluye solamente a usted y a mí, sino también a «cualquiera que sea uno de nosotros», es decir, a todo aquel cuyo sistema de significativi­dades esté sustancialmente (suficientemente) en conformidad con el suyo y el mío. Así, la tesis general de las perspectivas reciprocas con­duce a la aprehensión de objetos y sus aspectos realmente conocidos por mí y potencialmente conocidos por usted como conocimiento de todos. Tal conocimiento es con:ebido como objetivo y anónimo, es decir, separado e independiente ck mi definición de la situación y la de mi semejante, de nuestras circunstancias biográficas exclusivas y de los propósitos reales y potenciales inmediatos que ellas involucran. Debemos interpretar 'los términos «objetos» y .aspectos de los obje­tos» en el sentido más amplio posible, como objetos de conocimiento que se presuponen. De tal modo descubriremos la importancia que las construcciones de '¡os objetos de pensamiento intersubjetivos - objetos que se originan en la socialización estructural del conoci­miento que acabamos de describir- tienen para muchos problemas investigados, pero no analizados exhaustivamente, por eminentes especialistas en ciencias sociales. Lo que se supone conocido por todo e! que comparta nuestro sistema de significatividades es el modo de vida que los miembros del endogrupo consideran natural, bueno y correcto; 23 como tal, está en el origen de las diversas recetas para manejar cosas y hombres con el fin de enfrentar situa­ciones tipificadas, de los usos y costumbres, de la «conducta tra­dicional», en el sentido que daba Max Weber a esta expresión,u, de los «enunciados obvios» que e! endogrupo cree válidos a pesar de ser inconsistentes; 2S en resumen, del «aspecto ·natural relativo del mundo».26 Todos estos términos se refieren a construcciones de un conocimiento tipificado y una estructura muy socializada, que reem­plazan a los objetos de pensamiento de! conocimiento privado mío y de mi semejante con respecto al mundo presupuesto. Sin embargo, este conocimiento tiene su historia, es una parte de nuestra «herencia

23 WiIliam Graham Sumner, Folkways, A Study 01 /he Sociological Impor/ance 01 Manners, Cus/oms, Mores ond Morals , Nueva York, 1906. 24 Max Weber, The Theory 01 Social and Economic OrganizaJion,.·. trad. al In81~s por A. M. HendersoD y Talcott Parsens, Nueva York, 1947, pág. 115 y . i8S.¡ véase también Talcon Parsons, The Structure 01 Social Action •• •• Nueva York, 1937, cap. XVI. n Robcrt S. Lynd, Middletown in Transi/ion. Nueva York. 1937. cap. XIl, y K'lowled&e Jor Whal?, Princelon , 1939,¡ágs. 38·63 . 26 Mllx Scheler, Dít \Visstnslormen un die Gescllschaft, ProbJeme einer So­d% g/o drs Wirstt" L<JI" iR, 1926, pdS. 58 y sigs. Wase Howard Becker y He!· IllUI DlIhlkt' , « MA Je ~1\f' l("r'lI Sodology or Knowlcdge. , Philosophy and Phenome­."/,,,Ir,/ Rrs •• rrh , v<ll , 11, 1942, "'Al, 310·22, "'p. pig. 315 .

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socia!., y esto nos conduce al segundo aspecto del problema de la socialización del conocimiento, el de su estructura genética.

b. El O1'igen rocial del conocimiento

Solo una parte muy pequeña de mi conocimiento del mundo se origin~ dentro de mi experiencia personal. En su mayor parte es de OrIgen social, me ha sido transmitido por mis amigos padres

I d· , ,

maestros y 'os maestros e miS maestros. Se me enseña no solo a definir el ambiente (es decir, las características típicas del aspecto natural relativo del mundo que predomina en el endogrupo como la suma total incuestionada, pero siempre cuestionable, de cosas que se presuponen hasta nuevo aviso) sino también a elaborar cons. trucciones dpicas de acuerdo con el sistema de significatividades .ceptado por el punto de. vista ,:nónimo unificado de! endogrupo. Esto mcluye modos de Vida, m~todos para abordar el ambiente r~tas .. c.ficaces ~ra e} uso ?c. rneclios típicos tendientes a logra; fmes tlplCOS en sLtuaclOnes tlpLC'S. El medio tipificador por exce­lenCJ3 que permite transmitir el conocimiento de origen social es o; vocabul~rio y la sintaxis del lenguaje cotidiano. La jerga de la vJda cotldlana es pnncipalmente un lenguaje de cosas y sucesos nombrados, y cualquier nombre incluye una tipificación y generali­za",ón que ,se refiere al sistema de significatividades predominante en el end~g:upo lingüístico que atribuyó a la cosa nombrada impor­tanCia sufICiente como para estahlecer un término especffico para ella. El lenguaje habitual precien tífico puede ser comparado con un depósito de tipos y características ya hechos y preconstituidos todos ellos de origen social y que llevan consigo un horizonte abi~rto de contenido inexplorado. 27

c. La distribuci6n social del conocimiento

El conocimiento está socialmente distribuido. La tesis general de las pers¡x;ctivas recíprocas supera, sin duda, la dificultad de que mi cono~lmlento ~eal sea meramente el conocimiento potencial de mis semejantes y VIceversa. Pero el acervo de conocimiento real a mano difiere de un individuo a otro, y el pensamiento de sentido común toma en cuenta este hecho. No solamente d ifiere lo que un individuo con,oce-de lo que conoce su semejante, sino también el modo como conocen ambos los «mismos» hechos . El conocimiento tiene muchos grados de claridad, nitidez, precisión y familiaridad . Para tomar co~o ejemplo la cól)",:ida distinción de William James 2' entre «ca­nocumento por trato dlfecto» (knowledge olacquointance) y «cono­cimiento acerca de» (knowledge.about), es obvio que conozco mu­chas cosas, a la manera silenciosa del mero trato directo (acqulJin~ lance), mIentras que usted tiene conocimiento «acerca de» Jo que

27 Véase .. El lenguaje, los trastornos del lenguaje y la texluril de la roncién. cia», pág. 239 Y sigo 28 William James, op. dI., vol. l. pág 221 y sigo

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les hace ser lo que son, y viceversa. Yo soy «experto» en un campo limitado y «lego» en muchos otros, igual que usted.21I Todo acervr de conocimiento que un individuo tiene a mano en un momento cualquiera de su vida está estructurado en zonas de diversos grados de claridad, nitidez y precisión. Esta estructura se origina en el sistema de significatividades vigente y, por ende, está biográfica­mente determinado. El conocimiento de esas diferencias individuales constituye en sí mismo un elemento de la experiencia de sentido común: yo sé a qué médico o abogado «competente» debo consultar y en qué circunstancias típicas he de hacerlo. En otras palabras, en la vida diaria construyo tipos acerca del campo de trato directo del Otro y del alcance y textura de su conocimiento. Al hacerlo, presu­mo que él se guiará por determinadas estructuras de significa ti vi­dades, que se expresan en un conjunto de motivos constantes que conducen a una pauta particular de acción y hasta codeterminan su personalidad. Pero esta afirmación anticipa el análisis de las cons­trucciones del sentido común relacionadas con la comprensión de nuestros semejantes, que constituye nuestra pr6xima tarea. so

3. La estructura del mundo social y S1t tipificación por parte de las construcciones del sentido común

Yo, ser humano, nacido en el mundo social y que vivo mi existencia cotidiana en él, lo experimento como construido alrededor del lugar que ocupo en él, como abierto " mi interpretación y acción, pero siempre con referencia a mi situación real biográficamente de~~cmi­nada. Solo con referencia a mí logra cierto tipo de mis relaciones con otros el significado especifico que designo con la palabra «Nosotros»; solo con referencia a «Nosotros», cuyo centro soy yo, aparecen otros como «Vosotros», y en referencia a «Vosotros», que a su vez se refieren a mi, surgen terceros como «Ellos» . En la dimensión del tiempo, existen con referencia a mí, en mi momento biográfico actual. «contemporáneos», con quienes puedo establecer un inter­cambio de acción y reacción; .predecesores», sobre los cuales no puedo actuar, pero cuyas acciones pasadas y su resultado están

29 AHred Schutz, «The We11-lnformed Citizen, an Essay on the Social Dis­tribution oí Knowledge~, Social Research, vol. 13, 1946, r:ígs. 463-72 [cEI ciudadano bien informado», en Estudios sobre teoria socia, op. cit.) cap. 6] 30 Exceptuando algunos economistas (p. ej., F. A. Hayek, «Economics and Knowledgt!~1 Eco"omiclJ, febrero de 1937, reimr.reso en Individualism and Eco­nom;, Order, Chicogo, 1948), el problema de a distribuci6n social del conoci­miento no ha atraído la atenci6n que merece de los expertos en ciencias socia­les. Abre un nuevo campo para la investigaci6n re6rica y empfrica que verda­deramente merecerfa el nombre de sociologío del conocimiento, ahora reservado ji \lna disciplina mal definida que se Hmita a presuponer la distribuci6n social cid conocimiento, IObre la cual se basa.. Cabrio esperar que la investigaci6n sis­Ir,"dlic!! de eale camlX> brindara sianj(jcativas contribuciones a muchos proble­mRII de J.~ denclas l{K'iAI('~, como los del rol social, la eSlratificaci6n social, la '-Hlulu(llt In"lIludnnal u oq~,,"i"l.Rlivl\, la aociologfa de Il\s ocupaciones y proíe­"Iunef. (1('1 Ilrc.1l11MJo '1 ti .tftlU1, CI~lerlt .

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abiertos a mi interpretación, y pueden influir sobre mis acciones; y «sucesores», de quienes ninguna experiencia es posible, pero hacia los cuales puedo orientar mis acciones en una anticipación más o menos vacía. Todas estas relaciones muestran las múltiples formas de inti­midad y anonimia, familiaridad y ajenidad, intensidad y extensión'· En el presente contexto, nos limitamos a la relaci6n que se establece entre contemporáneos. Refiriéndonos todavía a la experiencia de stntido com.ún, podemos presuponer que el hombre es capaz de com­prender a su semejante y sus acciones, y que puede comunicarse con otros porque presume que ellos comprenden las acciones de él; y también que, aunque esta mutua comprensión tiene ciertos límites, basta para muchos fines prácticos. Entre mis contemporáneos hay algunos con quienes, mientras dura la relación, comparto una comunidad no solo temporal sino también espacial. Por conveniencia terminológica, denominaremos a tales con­temporáneos «asociados», y a la relación establecida entre dIos una relación «cara a cara», entendiendo esta expresión en un sentido distinto del utilizado por Cooley" y .us sucesores; con ella solo designamos un aspecto puramente formal de la relaci6n social, apli­c~ble por igual a una charla íntima entre amigos y a la copresencia de extraños en un vagón de ferrocarril. Compartir una comunidad de espacio implica que cierto sector del mundo externo está por igual al alcance de cada copartícipe, y con­tiene objetos de interés y significatividad que les son comunes. Para cada copartícipe, el cuerpo del otro, sus gestos, su porte y sus ex­presiones faciales son inmediatamente observables, no solo como cosas o sucesos de] mundo externo, sino en su significación fisonó­mica, vale decir, como síntomas de los pensamientos del otro. Com­partir una comunidad de tiempo -y esto se refiere no solo al tiempo exterior (cronológico) sino también al tiempo interior­implica que cada copartícipe interviene en la vida en curso del otro, puede captar en un presente vívido los pensamientos del otro tal como este los construye, paso a paso. Así, cada uno de ellos comparte las anticipaciones del futuro del otro -planes, esperanzas o ansiedades-o En resumen, cada uno de los asociados se halla impli­cado en la biografía del otro; envejecen juntos; viven, por decir así, en una pura relaci6n Nosotlos. En tal relación, por fugitiva y superficial que sea, el Otro es captado como una individualidad única (aunque solo un aspecto de su per­sonalidad se ponga de manifiesto) en su situaci6n biográfica única (aunque revelada de manera solamente fragmentaria). En todas las otras formas de relación social (hasta en la relaci6n entre asociados, en la medida en que concierne a los aspectos no revelados del sí­mismo del Otro), el s(-mismo del semejante sólo puede ser captado

31 Alfred Schutz, Der sinnha/te Au/bau der sozialen Welt •• •• Viena. 1932; 2~ ed., 1960. Véase también Alfred Stonier y Karl Bode. «A New Approach to me Methodology oC the Social Sciences», Economica. vol. 5. noviembre de 1937. págs. 406-24, esp. pág 416 y sigs. 32 Charles H. Cooley, Social Org(mizatiotl. Nueva York, 1909. caps. III-V, .Y Alfred Schutz. 4CThe lfornccomc:n, Americon JourmJI 01 Sl1riolop;y, vol. '0, ]94'. pág. 371 . [«Lo vueltll Al hogar. , en l!SJIU!;OS sobre /rorla wrh,/, op rll ., cap. ' .]

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mediante una «contribución de la imaginación de presentaciones hipotéticas de sentido» (para aludir a l~ frase de Whitehead _ antes citada) o sea elaborando una construcc.6n de una forma típIca de conduc~a, una pauta típica de motivos subyacentes, de ac~tudes típi­cas de un tipo de personalidad, de las cuales no son SIDO casos o ejemplos el Otro y la cooducta suya que se examina, ambas fuera del alcance de mi observaci6n_ No podemos elaborar aquíSS una taxonomía completa de la estructuración del mundo social y de las diversas formas de construcciones de tipos de cursos de acción y tipos de personalidad necesarios para captar al Otro y su conducta. A! pensar en mi amigo ausente A, elaboro un tipo ideal de su perso­nalidad y su conducta basado en mi experiencia pasada de A como mí asociado. Al colocar una carta en el buzón, preveo que personas a quienes no conozco, llamadas empleados del correo, actuarán de una manera típica no totalmente inteligible para mí, con el resultado de que mi carta llegará al desti:J.at~rio en un tiempo tí[Jicamente razonable. Aun sin haber conocido nunca a un francés o un alemán, comprendo «por qué teme Francia el rearme de Alemania». Al cum­plir con una regla de la gramática inglesa, sigo una pauta de conducta socialmente aprobada de mis semejantes contemporáneos de habla inglesa, a la cual debo ajustar mi propia conducta para hacerme comprender. Finalmente, todo artefacto o utensilio se ~efiere a los semejantes anónimos que lo elaboraron para ser usado por otros se­mejantes anónimos con el fin de alcanzar fines típicos por medios típicos. * Estos no son más que unos pocos ejemplos, pero ordenados según el grado de creciente anonimia de la relación entre contemporáneos involucrada y, por consiguiente, de la construcción necesaria para aprehender al Otro y su conducta. Se hace evidente que un aumento en la anonimia supone una disminuci6n de la plenitud del conte­nido . Cuanto más anónima es la construcción tipificadora, tanto más alejada esrá de la singularidad del semejante individual implicado y tanto menores son los aspectos de su personalidad y pautas de conducta que entran en ]a tipificación como significativos respecto del propósito a mano para el cual ha sido construido el tipo_ Si distinguimos entre tipos personales (subjetivos) y tipos de cursos de acción (objetivos), podemos decir que la creciente anonimia de la construcci6n conduce al reemplazo de los primeros por los segun­dos. En la anonimia completa, se supone que los individuos son intercambiables, y el tipo de curso de acción se refiere a la conducta de «cualquiera» que actúe de la manera definida como tlpica por la construcci6n. Resumiendo, podemos decir que, excepto en la pura relación Noso­irOS entre asociados, nunca aprehendemos la singularidad individual de nuestro semejante en su situación biográfica única. En las cons­I rllcciones del pensamiento de sentido común, el Otro aparece, a lo

J' V ~1"le nOtA 31 . .. Véase At(rc:d Schutz, «The Problem of Rationolity in the Social World», Fr()fUJllllra vol. 10, muyo de 1943. (N. de M. Na/ansan.) (<<El problema de 111 flt(:hlllllllttRd t'1l et mund~l 5OCinh~. en /JI/lidios sobre Jeor/a social, op. cit., l.p J. I

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sumo, como un sí-mismo parcial, forma parte incluso de la pura relación Nosotros sólo con una parte de su personalidad. Esta idea parece importante en varios aspectos . Ayudó a Simmel" a superar el dilema entre la conciencia individual y l. colectiva, que Durkheim" advirtió con tanta claridad; está en la base de la teoda de Cooley" acerca del origen del sí-mismo en un «efecto de espejo»; permitió a George H. Mead 37 elaborar su ingenioso concepto del «otro ge­neraHzado»; por último, es decisiva para la clarificaci6n de conceptos tales como los de «funciones sociales», «rol social» y, finalmente, aunque no menos importante, «acci6n racional». * Pero esto no es más que la mitad de la historia. Cuando construyo el Otro como un sí-mismo parcial, como el que desempeña roles o funciones típicos, el corolario es el proceso de autotipificación que se produce si yo entro en relación con él. Yo no estoy implicado en tal relación con mi personalidad total, sino solo con algunas capas de ella. Al definir el rol del Otro, yo mismo asumo un rol. Al tipi­ficar la conducta del Otro, estoy tipificando mi propia conducta, que se interrelaciona con la suya, transformándome en pasajero, con­sumidor, contribuyente, lector, etc. Esta autotipificaci6n constituye el fondo de la distinción de William James 38 y de George H. Mead·' entre el «yo» y el «mí» en relación con el sí-mismo social. Sin embargo, debemos recordar que en gran medida las construc­ciones de sentido común usadas para tipificar al Otro y a mí mismo tienen origen y aprobación sociales. Dentro del endogrupo, la ma­yoría de los tipos personales y de los tipos de cursos de acción son presupuestos (hasta que se pruebe lo contrario) como un conjunto de reglas y recetas que hasta ahora han resistido la prueba y se espera que la resistan en el futuro. Más aún, la pauta de construc­ciones típicas es institucionalizada con frecuencia como una norma de conducta, autorizada por las costumbres tradicionales y habitua­les, y a veces por medios propios de lo que se denomina control socia], tales como el orden juríclico.

34 Georg Sirnmel. «Note on the Problem: How is Society Possible?:., trad . al inglés por Albion W. Small, American }ournal 01 Sociology, vol. 16, 1910, págs. 372-9l; véase también The Sociology 01 Georg Simmel, (Glencoe, Ill., 1950), trad . al inglés por Kurr H. Wolff. quien estuvo a cargo de la edición y escribió una introducción para ella, e (ndice anaHtico en «Individual and Group~. 35 Se hallará una excelente exposición de la concepción de Durkheim, en Geor· ges Gurvitch. La Voca/ion ACluelle de la Sociologie •• •• París, 1950, cap. VI, págs. 351-409; véase también Talcott Parsons, op. cit., cap. Xi Emite Benoit-Smullyan «Tbe Socíologism of Emile Durkheim and his School:.. en Harry Elmer Barnes: ed., An Inlroduclion lo Ihe Hislory 01 Sociology, Chicago, 1948, págs. 499-537 y Robelt Merton. Social Theory and Social S/ructure,.·. Glencoe, IlI ., 1949, cap: IV, págs. 125·50. 36 Charles H. CooJey. Human Natme and lhe Social Order, Nueva York, ed. rev ., 1922, pág. 184. 37 George H. Mead, Mind, Sell ond Sociely,.·. Chicago 1934 págs. 152-63. • Para una clarificación crítica de este concepto, v~ «Th~ Problem or Ra· tionality .. . ~. op. cit. (N. de M. Natanson. ) 38 William James, op. ci/ .• vol. J, cap. x. 39 George H. Mead, op. cil., págs. 173-75, 196-98, 203; .The Genesl. of .he Sel~~. rei~preso en The Philosophy 01 the Present , 1932, págs, 176-9'; .Whlll Social ObJocts Must Psychology PresuPflOllC?, Jour .. l 01 Phllnrop¡'y, vol lO, 1913, págs. 374-80.

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4. Tipos de cursos de acción. y tipos person.ales

Debemos ahora investigar brevemente el esquema de acción e inter­acción sociales que subyace en la construcció? de los tipos de cur~os de acción y los tipos personales en el pensamIento de sentido comun.

a. Acci6n, proyecto y motivo

Tal como se lo emplea en este trabajo el término «acción» designará la conducta humana concebida de antemano por el actor, o sea, una conducta basada en un proyecto preconcebido. El tér1I!ino «ac:o» designará al resultado de este proceso .en cu.rso, vale decir, la aCCIón cumplida. Esta .puede ser latente (p. ej., el mtento de resolver men­talmente un problema científico) o manifi~ta, jnsert~ ~n el mu~do exterior; puede llevarse a cabo por comIst6n u OIIl1~lÓn, conSIde­rando .la abstención intencional de actuar como una accIón en sI. Toda proyección cansiste en anticipar la conducta futura mediante la imaginad6n; sin e~barg?, no es el proceso de la aC:16n en curso sino el acto que se unagma ya cumplida lo que constituye el punto de partida de toda proyección. Debo VIsualIZar el estado de cosas que provocará mi acción futura antes de poder esbozar los pasas específicos de dicha acción futura de la cual resultará ese estado de cosas. Hablando metafóricamente, antes de poder esbozar los. planos debo tener alguna idea del edificio por consrruir. Asr, d~~ Situarme imaginariamente en un tiempo futuro, cuando es~ aCCIOn ya h.oya >ido llevada a cabo. Sólo entonces podré reconstruu en la lmagma­ción cada uno de los pasos que habrán producido ese acto futuro. En la terminología indicada, el proyect? no anticipa la acción futura, sino el acto futuro, y lo hace en el tiempo futuro .perfecto, modo futuri exaeli . Esta perspectiva temporal que es peculiar del proyecto tiene consecuencias bastante importantes.

i Todos los proyectos de mis actos futuros se .~asan en mi cone: cimiento a mano en el momento de la proyecclOn. A este conocI­miento pertenece mi experiencia de actos previamente ef~c~ados v aue lSon típicamente similares al proyectado. Por conSiguiente, lod; proyección supone una idealización particular, que Husserl de­nomina idealización del «puedo volver a hacerlo»,"o es deCir, la suposici6n de que, en circunstancias típicamente similares, puedo pctuor de una manera típicamente simüar a aquella en que actué "nles para producir un estado de cosas típic.amente s~i1ar. Es c1~ro (lile esto idea1iza~i6n .supone un.a ~onstrucc16n de caracter especial. l~n términos estrictOS, el COI OClIDtento a mano en el momento de rlllhorar el proyecto debe dilcrir del conocimiento a mano después d~ haber cfecruado el ncto proyectada, aunque solo sea porque .h~ tnvcjccido» y las experiencias que tuve ~ie?tras llev~ba a. ca~. mI I'lllyrclo han modificado por lo menos mtS circunstanCIas blograflcas

-In F.tlmllntl l1u!"It' rl, Fo,"ude und Iransundtnt"lt! LegUe, seco 74, p4g. 167; 11,/.,/I,u"" uml U,./ril, 't'(' . 24, ~. 5Ih .

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y ampliado mi acervo de experiencia. As!, la acción «repetida» será algo más que una mera re-efectuación. La primera acción A' co­menzó dentro de un conjunto de circunstancias C' y pr;'¿uj~ el estado de cosas S'; la acción repetida A" comienza en un conjunto de circunstancias e" y se espera que prod~zca el estado de cosas S", Es i?evitable que e" difiera de C' porque la experiencia de que A' logro producir S' pertenece a mi acervo de conocimiento que forma parte de C", mientras que a mi acervo de conocimiento que for­ma parte de C' perteneda solamente la anticipación vada de que tal cosa sucedería. De modo simiJar, S" diferirá de S' como A" de A'. Esto es así p?r9ue todos los términos e', e", A', A", S' y S"­son sucesos ~U~lCOS e irreversibles. Sin embargo, exactamente aque­llas caracterlStlcas que los hacen únicos e irreversibles en sentido estricto quedan eliminadas -para mi pensamiento de sentido co­mún- por no ser significativas para mi propósito. Cuando efectúo la IdealizaCión del «puedo volver a hacerlo» solo me interesa la tipicidad de A, e y S, sin apóstrofos. La ~onstrucd6n consiste, habl~ndo. en. términos figur~dos, en suprimir los ap6strofos por no ser .lgOlf,catlvos, lo cual, dicho sea de paso es caractedstico de las tipificaciones de toda clase. ' Este punto adquier~ espe~j~1 im~rtancia para analizar el concepto de 1.0 que se den.offil?3 aCClOn ractona1. Es obvio que en las acciones habauales y rutlnanas de la vida diaria aplicamos la construcción que acaba.mos de describir siguiendo recetas y reglas empíricas que han reSIstido las pruebas a las 9ue hasta ahora se las sometió y, con frecuencia, Uniendo medIOS y fmes sin un claro conocimiento «acer­ca d;» sus co~exiones reales. Hasta en el pensamiento de sentido comun c<?ostrUlmos un mundo de hechos supuestamente relacionados q.ue .C?nu.enen de manera exclusiva elementos a los que se considera sIgmfICatIVOS para nuestro propósito. ;~. La per~pectiva teo;poral que caracteriza al proyecto aclara en cierta medida, la .relacl6n entre proyecto y motivo. En el lenguaje habitual, el termJOo «motivo» abarca dos conjuntos diferentes de conceptos, que es necesario distinguir. a. Podemos decir que el motivo de un asesinato fue robar dinero a. la víctima. A:quí, «motivo» ~ignjfica el estado de cosas, el obje­tivo que se qUiere lograr mediante la acción emprendida. Denomi­nare~os a este tIpO de motIvo el «motivo para». Desde el punto de vista del actor, esta clase de motivos se refiere al futuro. El es­~ado . de cosas que será creado por la acción futura, previamente Im~~mada en su proyecto, es el motivo «para» llevar a cabo la aCClOn. b. Podemos decir que el asesino ha sido motivado a cometer el hec~o »Orque creci6 en talo cual ambiente, tuvo tales o cuales ex­periencias mfantiles, etc. Desde el punto de vista del actor esta clase ~~ motiv?s, a los que llamaremos «motivos porque (genui­nos)>>, se reftere a sus experiencias pasadas, que 10 han llevado

41 Lingüísticamente, los ~otivos «parn» también pueden ser exprc!iAdos, en las ~enguas modernlls, mediante orac;oll('$ «porque». En clllnhlo, lo!t RC'l1uinos ~Otlvos. «porque", no pueden . . ~er exprt'!lddo, medi.nte nrar;ontl «pílr¡l_. Ella dlfercnCJa entre IRI! dOIl po~lblll(h,dcs d(' IM'I C'XllrClllO!1t:s IinMllr'll~tli tcUI("('wlrn

a actuar como lo hizo. Lo que en una acción está motivado en forma del «porque» es el proyecto de la acción misma (p. ej., satisfacer la necesidad de dinero matando a un hombre) .

Aunque aquí no podemos detenernos en un análisis más detallado de la teoría de los motivos," debemos señalar que el actor que vive en su proceso de actuación en curso tiene en vista únicamente el motivo del tipo «para» de la acción en curso prevista, es decir, el estado de cosas que se proyecta crear. Solo volviendo a su acto realizado, o a las fases iniciales pas:ldas de su acción aún en curso, o al proyecto antes establecido que prevé el acto modo futuri exac/i, puede el actor aprehender retrospectivamente el motivo «porque. que lo impulsó a hacer lo que hizo o proyect6 hacer. Pero entonces el actor ya no actúa; es un observador de sí mismo. La distinci6n entre los dos tipos de motivos adquiere vital impor. tancia para el análisis de la interacci6n humana, a la cual dirigimos ahora nuestra atención.

b. Interacción social

Toda forma de interacci6n social se funda en las consrrucciones ya descriptas, referentes a la comprensi6n del Otro y el esquema de acción en general. Tomemos como ejemplo la interacción de aso­ciados producida al preguntar j responder. Cuando proyecto mi pregunta, preveo que el Otro comprenderá mi acción (p. ej., el hecho de que yo formule una oración interrogativa) como una pregunta, y que esta comprensión lo inducirá a actuar de tal maner,a que yo pueda comprender su conducta como una respuesta adecuada. (Yo: «¿D6nde esrá la tinta?». El Otro señala hacia UDa mesa.) El motivo «para» de mi acción es obtener información adecuada que, en esta situaci6n particular, presupone que la comprensión de mi motivo «para» se convertirá en el motivo «porque» que lo lleva al Otro a efectuar una acción «para» suministrarme esa información, siempre que esté en condiciones de hacerlo, como presumo. Yo preveo que él entiende mi idioma, que sabe donde está la tinta, que me lo dirá si lo sabe, etc. En términos más generales, preveo que él será guiado por los mismos tipos de motivos que en el pasado -.e­gún mi acervo de conocimiento a mano , nos guiaron a mí y muchos otros en circunstancias típicamente similares. Nuestro ejem­plo muestta que hasta la interacci6n más simple de la vida común presupone una serie de construcciones de sentido común en este caso, construcciones de la conducta prevista del Otro ,todas ellas basadas en la idealización de que los motivos «para» del actor se convertirán en motivos «porque» de su asociado y viceversa. A esto lo denominaremos la idealizaci6n de la reciprocü1ad de motivos.

te. " los motivos «para», por importante que sea en otro contexto, será igno­rAdA en lo que sigue, y lAS expresiones «motivo porque» ti «oración porque. .('t4" rC_Nvnt!"" ~)tcll1 l11ivnmt'nlc pllrn el genuino «motivo porque» y su expre­.Ió" IIr'Rllf"Ic •. 42 Véll'~ IItU. JI

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Es .obvi? que esta idea!!zación depende de la resis general de la recIproCIdad de perspectivas, puesto que implica que los motivos Imputados al Otro son típicame,n~e los mismos que los míos o que los de otros en CIrcunstancIas Uplcamente similares ' todo esto con4 forme a mi conocimiento a mano, genuino o de o;igen social. SUl?"nga~os ah';>ra que deseo hallar un poco de tinta para llenar mi estilográfIca, a fIn .d.e redactar un.a solicitud al comité de becas que, si es aprobada, modifIcará todo mI modo de vida. Yo, el actor (inte­rrogador), y sólo yo, conozco ese plan mío de obtener la beca que constituye el motivo final de mi acci6n actual, e! estado de ~osas que de~o prodUCIr. Esto, claro está, solo puede lograrse mediante un~ sene de pas~s ,( redactar una solicitud, poner a mi alcance ma. terlales para escnbIr, etc.), cada uno de '¡OS cuales se materializará en una «~cci6n» con su particular proyecto y su particular motivo «para» , S~n embargo, todas estas «subacciones» no son 'Sino etapas d ... Ia ~cClón total, y todos I~s pasos intermedios que ellas mate­nalizaran son ~olamente me.dlOs 'para alcanzar mi objetivo final, defInldo por mI proyecto ongInano. Es la dimensión de este pro­ye~to originario la que suelda la cadena de subproyectos en una unIdad. Esto. se h~ce evide?te si consideramos que en la cadena de aCCIOnes parCiales InterrelacIonadas, destinadas ,a materializar estados de cosas que son simplemente «medios» para alcanzar e! fin pro­yectad~, cier~os <:,Ia~>nes pueden ser reemplazados por otros o hasta supn!'lldos SIn mngun cambIO en. <:1 proyecto .original. Si no encuen­tro tI?ta, puedo preparar mI soliCItud recurnendo a l. máquina de escribIr. E? otras palabras, sólo el actor sabe «cuándo comienza y dónde ter. mma su aCCIón», es deCIr, por qué habrá sido efectuada. La dimensión de su proyecto determina la unidad de su acción. Su asociado no ti~ne conocimiento del proyecto que precede a la acción del actor DI de! contexto de la unidad superior en la cual se inserta. Conoce solamente ese ftagmento de la acción del actor que se hace manifiesto ¡>ara él, a saber .. el acto ~fectuado que él observa, o las etapas ante­rIOres de ·la accl6n que sIgue en curso. Si más tarde una tercera per­son~ preguntara al destinatario de mi pregunta qué le pedi, respon­~ena que yo .quería saber dónde encontrar tinta. Esto es todo lo que e! sabe de mI proyecto y su contexto, y tiene que considerarlo como una ac:i6n.~nidad autónoma, Para «comprender» qué me proponía con mI accl6n yo, el actor, él tendría que comenzar con el hecho observado y construir a partir de este mi motivo 'para» subyacente que me indujo a hacer lo que él observó. ' Ahora está claro que e! sentido de una acción difiere inevitablemente ?) parad actor; b) !,ara su asociado, que participa con él en una mteracClón y por consl$wente comparte con él un conjunto de signi­(jcatividade~ y prop6sitos, y ~) para e! observador que no toma parte en ta! relacIón. Este hecho tiene dos. consecu;ncias importantes: pri­~e!oJ que en el pensamIento ,de sentido comun sólo tenemos la posi. bzlzdad de com!,render la aCCIón del Otro de manera suficiente para n?~tro propósito ,3 m~o; segundo! que, pa~a aumentar esta posi. bilIdad, debemos lDVeStlgar e! sentIdo que tIene l. acción para el actor. Así, el postulado de l. «interpretación subjetiva del sentido»,

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según reza la infortunada expresi6n, no es una particularidad de la sociología de Max Weber" ~i ~e.1a metodología de. las cien~i.s so­ciales en general, sino un prInCIpIO de la construccIón de tIpoS de cursos de acción en ·la experiencia de sentido común. * Pero la interpretación subjetiv~ del s",ntido solamente '7 posible rev7-lando los motivos que determman CIerto curso de aCCl6n. Al refenr un tipo de curso de acción a los motivos úpicos subyacentes del actor, llegamos a la construcción de .un. tipo personal. Este puede ser más o menos anónimo y, por consigUiente, más o menos vado de contenido. En la re!aci6n Nosotros entre asociados, e! curso de acción de! Otro sus motivos (en la medida en que sean manifiestos) y su perso~a (en la medida ~n q~e esté implicada en la. acci6n man!­fiesta) pueden ser compartIdos mmedlatamente, y los tipos construI­dos, que se acaban de describir, mostrarán un gr~do. mu-y bajo de anonimia y un alto grado de compleclón . Al construIr ti!'?' de c;ursos de acción de contemporáneos que no son nuestros asocIados, Impu­tamos a los actores más o menos anónimos un conjunto de motivos supuestamente invariables qu~ gobiernan .S?S aecion.es. Ese conjunto es en s( mismo una construccIón de prevIsIones dplcas con rec;pecto • la conducta del Orro y ha sido investigado con frecuencia en tér­minos de roles o funciones sociales, o conducta institucional. En el pensamiento d~ 'Sentido común, tal construcción tiene particular im­portancia para proyectar accione.s orientadas según la . conducta de mis contemporáneos (no la de mIS asocIados). Sus funCIOnes pueden ser descriptas del siguientes modo: 1) Presupongo que mi acción (v. gr., colocar en un buron un sobre estampillado y con la dirección correcta) ind.ucirá a .semejantes, anónimos (empleados del correo) a efectuar accIOnes úplcas (mane­jar la correspondencia ) de acuerdo con motivos «para» típicos (cum­plir sus obligaciones ocupacionales), con el resultado de que se alcanzará e! estado de cosas proyectado por mí (que el destinatario reciba la carta en un lapso razonable ). 2) Presupongo asimismo que mi construcción de! tipo de curso de acción del Otro corresponde sustancialmente a su propia autotipificación, y que forma parte de esta una construcción tipificada de mi manera típica de conducta -la de su asociado anónimo basada en motivos tipicos y supuestamente invariables. (<<Cuando alguien pone en el buzón un sobre debida­mente dirigido y estampillado, se le atribuye el propósito de que sea entregado al destinatario en un lapso adecuado».) 3) Más aún ; en mi propia autotipificación es decir, al asumir el papel de un cliente del correo tengo que proyectar mi acción de la manera úpico en que, según supongo, el empleado de correos típico espera que se comporte un cliente tlpico. Tal construcci6n de pautas de conducto

43 Max Weber, op, cit., págs. 9, 18, 22, 90 y esp; 88: .EI t¿:rm}no. ','acci6n" abarca toda conducta humana cuando y en la medida en que el mdlvld~o ac· tuante le Hsigna un sentido subiet~vo ( ... ) La a~i6n es ~i~l. en la medida en que, en virtud del sentido sub¡ctl vo que le Atrtbuye el mdlvlduo actuII."te (o !ot individuos IlCtuRntes). toma en cuenta la cond~cta de otros y es ~rlentl\dA por t lht en 8U cuno». V~llnse Talcott PafS?ns, op. CIt .• esp: pág!l. 82 y SIRS, 34'· 47 Y 484 pIR'.' Y Ftlix KAufm.nn, op. rl l ., p!g. 166 Y "R'· • V~alC «J1orrnacl6n de conceptOs '1 frorfllll en 1118 ciencia. lodaJeu, 1'1'8-77 y 1118-(N 11. M N./al/mn)

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entrelazadas se revela como una construcción de motivos «para. y «porque» entrelazados que son supuestamente invariables. Cuando más institucionalizada o estandari .. da se halla tal pauta de conducta es decir, cuanto más tipificada está de una manera socialmente apt; bada por leyes, reglas, regulaciones, costumbres, hábitos, etc., tanto mayor es la probabilidad de que mi propia conducta autotipificadora produzca el estado de cosas al que apunta.

c. El observador

Tod~v¡a nos falta caracterizar el caso especial del observador que no partJclpa de las pautas de interacci6n. Sus motivos no están entre­lazados con los de la persona o las personas observadas' él está «sin­tonizado» con ellas, pero no ella~ con él. En otras palabras, el obser­vador no .particI!,a en los complicados reflejos especulares que en la pauta de mteraceJón entre contemporáneos permiten que los motivos «par~» del actor se hagan co,!,prensibles para el asociado como sus propIOS motivos «porque» y VIceversa. Precisamente este ,hecho cons­tituye e! llamado «desinterés» o clistanciamiento del observador. Este no comparte las esperanzas y temores del actor acerca de si se com­prenderán uno al otro y lograrán su objetivo mediante e! entrelazamien­to de ~otivos. Así, su sistema de significatividades clifiere de! de las partes Interesadas y le permite ver al mismo tiempo más y menos de lo que est~s ven. Pero en todas las circunstancias, lo accesible a s.u observacIón son .solamente los fragmentos manifiestos de las aCClOnes de ambos aSOCiados. Para comprenderlos, e! observador tiene 9ue val~rse de su conocimiento de pautas típicamente similares de InteraCC1ón ~n encuad~es situacio:lales típicamente similares, y tiene que constrUir los motJvos ~e l~s actores a partir de ese fragmento de! curso de aCCIón que esta abierto a su observaci6n. Las construc­ciones del observador difieren, por lo tanto de las que utilizan los participan.tes en la interacción, aunque solo ;ea por el hecho de que el propóSIto del observador es cliferente de! propósito de los inter­actuantes, por lo cual difieren también los sistemas de significativi­d.des aSIgnados a tales propósitos. Que e! observador pueda, en la Vida cotJdlana, captar e! sentido subjetivo de los actos del actor es ~na mera ~robabilidad -aunque esta probabilidad basta para muchos fmes práctJcos-. Esa probabilidad aumenta con el grado de anonimia y. estandarización de la conc;Jucta observada. Para que sus construc­ClOnes sean aphcables a la rnterI:'retación del sentido subjetivo que los actos observados tJenen para .os actores e! observador cientifico de .los sistema.s de interrelación humana, ei especialista en ciencias SOCIales, necesita elaborar método~ específicos para lograrlas. Entre esos recursos, nos interesan aquí especialmente las construcciones de moc:Jelos ~e !a~ llamadas acciones racionales. Examinemos primero e! pOSible sl.gnlÍJcado .de la expresión «acción racional. dentro de la expeneneJa de senudo común de la vida coticliana.

111. La acción racional dentro de la de sentido común ..

• • expenencla

El lenguaje común no establece una distinción marcada entre modos de conducta sensatos, razonables, y modos racionales. Podemos d~sir que un hombre actuó con sensatez si el motivo y el curso de su aCeJon son comprensibles para nosotros, sus aSOCIados u observadores. Tal será el caso si su acción se ajusta a un conjunto de reglas y recetas socialmente aprobadas para enfrentar problemas típicos aplicando :ne-dios típicos para lograr fines típicos. Si yo, s~ Nosotros! SI «C';1alqUlera que es uno de nosotros» se e~Cl;lentra en CUCUflstanclas d~Icamente similares actuará de manera SimIlar. La conducta sensata, Sin embar­go, no pr~supone que el actor esté gui~do por la visión de su.s motivos yel contexto de medios y fines . Una mtensa reaccl6n emoclOnal con­tra un ofensor podría ser sensata, y abstenerse de ella podrí,a ser absurdo. Si una acción parece sensata al observador y, ademas, se plesume que surge de una elección meditada entre diferentes cursos de acción, podemos llamarla razonable, aunque tal aCCIón siga pau.tas traclicionales O habituales que simplemente se presuponen. Una acción racional, en cambio, implica que el actor tiene una c1~ra y nítida percepción" de los fines, medios y res~ltados sec~ndarlOs que «en­traña la consideración racional de medios alternauvos para alcanzar el fin de las relaciones del fin con otros posibles resultados del emple~ de cualquier medio determinado y, por último,. de .la impor­tancia relativa de diferentes flOes poSibles. La determmaclón de la acción, en términos afectivos o en términos tradicionales, es, por ende, incompatible con este tipo».4a;

1r Véase «The Problc:m of Rationality ... », op. cit. (N. de At. Natanson.) . 44 Como es obvio , este postulado de Leibniz subyace .en el concepto ~e .rael?, nalidad que emplean muchos ~s[Udio~os de esta cu!!:sttón. ~areto, al ~lStlDgwr entre acciones lógicas y no 16glcas, exige qu~ las ptlrn;.ras Vincule"; lóglcam<;nte medios y fines, no solo desde el punto de Vista del sUJeto que r~a}¡~a la aCCión, sino también desde el de otras personas que tengan un conOCimiento m~s o menos amplio, es decir, de los científicos. (Vilfredo Pateta, .Traltato de St;'c!olo­gill GNI~ale, trad. al inglés con el título The Mind and Soctety, Arthur Llvmgs­ton , ed., Nueva York, 1935 y 1942; véase.esp. ~1 vol. 1, sec 150 y sigs.) El pro­pósito objetivo y el subjetivo deben se~ I~énttcos. El pto~esor. Talcott Parsons (op. cit ., p~g. 58) elabora una teoria sLnular. Pareto adrrute, Sin embargo, que desde el punto de vista subjetivo casi todas las acciones humanas pertenecen a la clase lógica (op. cit., seco 150). El profesor Howard ~ecke[ (Throu~h Values to Social Interpreta/ion, Durharn, 1950, págs. 23·27) opma qu~ la accIón puede ser considerada (convenientemente) racional cuando está centrada de m:x:Jo total en medios juzgados por el actor como adecuados para el logro de fmes que concibe sin ambigüedades. . . ., 4' Max Weber, op. cit., pág. 117. La caractenzaa6n d~ la «acaó~ racl0n~1,. sigue a la definición de Max Weber de uno de los dos tIpoS de acciones. raao­oAJes que (listingue Copo cit., p~g. 115), a saber, la Uamada «zweck.rat,onales Ilandeln» (que Porsons traduce por «orientación raci?nal hacia. un sls~ema de fine! (fiscretos.) . Dejamos aqur de Indo el segundo u~ de ~cclón ~aclonal ~e W tber. el «IIIt'rlfalional es Tltlndeln» C I raducido por «orientación raao~al. h3:aa un volor :1hIlOlulo.) porque, en loC! térmi~os. d~ nlJestro exa~en, la dlsun~6n tr1lre ~lIllbot liJ'X'1I putdc reducirse B unA distinCiÓn entre dos tipos de «~Ot1VOS {Klrquc. qllt" (.THlthlC~n ni proyreto de un" ncclón como tnl. 4CZweckrntJonales l1Mht!("'n . hlll,lint IIU(' d("nlro del IIhuemll dc proyectos jer(irqu!cos que hemos drll(.lIl1!tuull) «,ll lll1ru 1(" u{rcc('n " lA t!rcclón Vl1rios curIO' de Acción y esta

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Estas definiciones, muy provisionales, de las acciones sensatas razo­nables y racionales están formuladas en términos de las interpr~tacio­nes de sentido común de las acciones de otras personas en la vida cotidiana, pero es característico de ellas que no se refieran solo al acervo de conocimiento presupuesto en el endogrupo al cual perte­n~ce el ob~rvador de ese curso de acción, sino también al punto de vIsta subJetIvo del actor, esto es, al acervo de conocimiento que tiene a .n;ano en el mom~nto de llevar a cabo la acción. Esto implica varias difIcultades. En prImer lugar, como hemos visto es nuestra siruación biográfi~ala 9ue. determina el problema a mano y, por ende, los siste­mas de slgmflcatlVldades en los cuales los diversos aspectos del mundo son construidos en for~a de tipos. Es, por consiguiente, inevitable que la reserva de conocImiento del actor difiera de la del observador. Ni siquiera la tesis general de la reciprocidad de perspectivas basta para eliminar esta dificultad, porque presupone que el observador y el ?bservado comparten un sistema de significatividades cuya homo­g~neldad de estructura y contemdo basta para el fin práctico en vista. SI no es asf, un curso de acción perfectamente racional desde el punto de vista del actor puede no parecerlo para el asociado o el observador, y viceversa. Los intentos de hacer llover ejecutando la danza de la ,llu.vla o creand~ nubes de yoduro de plata son, consi­derados sU~Jeuvament~, ~cclOne~ racionales, desde los respectivos puntos de vIsta de los Indios hopl o de! meteorólogo moderno, pero un meteorólogo de hace veinte años habría juzgado como no racionales a uno y otro. En s~gundo ~u~arJ aunque res~injam~s ~ues~ra investi;ción al punto de vista subJetivo, debemos dIscermr SI eXIste una erencia en el significado del término .racional., en el sentido de razonable si se lo aplica a mis propios actos pasados o a la determinación de un curso fu~ro de mis acciones. A primera vista, la diferencia parecería .er consIderable. Lo que yo hice ya está hecho y no puede ser deshe­cho, .a~nque el ~st.ado de cosas provocado por mis acciones pueda ser modIfIcado o elImInado por otras. Con respecto a las acciones pasadas,

elec;ción debe ser raci~na1; . .:Wertrationales Handeln» no puede elegir entre vaClos proyectos de acaón Igualmente abiertos para el actor dentro del sistema de su I?lan . Aunque el proyecto se presupone, se abren varias alternativas para p.roduclI. el estado de cosas proyectado, y ellas deben ser determinadas por selec. clón racl0~a~. Pat:SOns ha señala~o ~n razón (op. cit., .pág. 115, nota 38) que es C~SI unposlble halla~ t~rm.lnos mgleses pa!a tradUCIr .. lweckrationaJ-.,. y .. ~ ertrat,o,!ol», pero ,la delimitaCIón que ha elegido para su traducción ya im. plica, una. mterpretacló!1 de la teolia de Weber y produce confusión en una cuestión I,mport~nte: 01 ~n el caso de .. lweckrationaliliit» se presupone un siso tema de fmes d,scretos, ni en el de «Wertrationalitiit» se presupone un valor ah-­sol~to, (Con, respecto a la teoria del mismo Parsons, véase pág. 166 y sigs. de $U mtroducCJón a la obra de Weber.) Para n,uestro p~blema, mucho más importante que distinguir entre dos tipos de aCCIOnes raclonal.es es hac~r!o entre acciones racionales de ambos tipos por ~a parte, y las a~on~ rradiClonales y afectivas por la otra, 1.0 mismo es va­hd~ para las manifestaC!0nes sugeridas por Howard Beclc:er (op, cit" pág. 22 y ~Igs.) e.ntre .. cuatro ttpos de medios. adoptados por los miembros de cual. 9ulet SOCiedad para a1canz~r 5,,!S fines: ,1} racionalidad adec;uada; 2) roCÍonA­Itd.ad aprobada; 3) no raCionalidad tradlClonul, y 4) no raCionalidad A(ectivII , ~lentras que Weber y ?arsons incluyen los fines en su concepto ele flldona. hdad, Becker habla de II(lQS de medios.

no tengo posibilidad de elección. El resultado de mi acción ha cum­plido o no con todo lo previsto en e! vacio por el proyecto que pre­cedió a mi acción pasada. En cambio, toda acción futura es proyec­tada en la idealización del «puedo volver a hacerlo», que puede resistir la prueba o no. Un análisis más minucioso muestra, sin embargo, que aun al juzgar la razonabilidad de nuestra acción pasada nos referimos siempre a nuestro conocimiento a mano en el momento de proyectar tal acción. Si descubrimos, retrospectivamente, que lo que habfamos proyectado como W1 curso razonable de acción en las circunstancias entonces conocidas resulta un fracaso, podemos acusarnos de varios errores: de un error de juicio, si las circunstancias vigentes fueron aprecia­das de manera incorrecta o incompleta; de falta de previsión, .i no logramos prever el proceso futuro, etc. No diremos, sin embargo, que hemos actuado de manera no razonable. Asf, en ambos casos, e! de la acción pasada y el de la acción futura, nuestro criterio de razonabilidad se refiere al proyecto que determina el curso de acción y, con mayor precisión aún, a la elección entre diversos proyectos de acción posibles. Como hemos demostrado en otra parte,46 toda proyección de acciones futuras supone una elección entre por los menos dos cursos de conducta: llevar a cabo la acción proyectada ° abstenernos de hacerlo. Como dice Dewey," cada una de las alternativas que se presentan debe ser ensayada en la fantasía, para permitir la elección y la deci­sión. Con e! fin de que esta deliberación sea estrictamente racional, el actor debe tener un conocimiento claro y nítido de los siguientes elementos de cada uno de los cursos de acción proyectados que eS posible elegir:

a. El particular estado de cosas dentro del cual debe iniciarse la acción proyectada. Esto supone una definición bastante precisa de su si tuación biográfica en e! medio físico y sociocultural. b El estado de cosas que se quiere crear mediante la acción proyec­tada, vale decir, su fin. Pero como no existe un proyecto o fin aislado (ya que todos mis proyectos, presentes en mi mente en un momento dado, están integrados en sistemas de proyectos denomi­nados mis planes, y todos mis planes están integrados en mi plan de vida), tampoco existen fines aisla:los. Están relacionados en un orden jerárquico, y el logro de uno de ellos puede tener repercusiones sobre los otros. Por lo tanto, debo tener un conocimiento claro y nítido del lugar que ocupa mi proyecto dentro de! orden jerárquico de mis planes (o la relación del fin que quiero lograr con otros fines) de la compatibilidad de uno con otro y de las posibles repercusiones de uno sobre otro; en resumen, de los resultados secundauios de mi acción futura, como diría Max Weber.·8

c. Los divorsos medios necesarios para alcanzar e! fin establecido, la posibilidad ele ponerlos a mi alcance, e! grado de conveniencia de su aplicación, el posible empleo de esos mismos medios para el logro

4(, .1." rlC'Ccl6n ('n¡fe divefM)l!l proyecto. de acción • . 47 10hl\ OC'wry, , lumll" Na/ure ImJ Candllcl,l. Nueva York, 1922, pág, 190. 4R 'N •• < 1'1, •• 1< M .. W<her en l. p4", " .

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de otros fines potenciales y la compatibilidad de los medios elegidos con otros medios necesarios para la materialización de otros pro~ yectos.

La complicaci6n aumenta en gran medida si el proyecto de acci6n racional del actor supone la acción o reacción racional de un seme· jante; por ejemplo, de un asociado. La proyecci6n racional de tal tipo de acción supone conocer con claridad y nitidez suficientes la situaci6n inicial, no solo definida por mí, sino también definida por el Otro. Además, debe haber suficiente probabilidad de que el Otro sintonice conmigo y considere mi acción bastante significativa como para ser motivada del modo .porque» por mi motivo .para». Si es así, debe haber suficiente probabilidad de que el Otro me comprenda, 10 cual significa, en el caso de una relación racional, que interpretará mi acción racionalmente como acción racional y que reaccionará de una manera racional. Sin embargo, presumir que el Otro obrará así implica, por una parte, que tendrá un conocimiento suficientemente claro y nítido de mi proyecto y de su lugar en la jerarquía de mis planes (al menos, en la medida en que mis acciones manifiestas lo hagan evidente para él) y del sistema de significatividades que le asigno; Y, por otra parte, que la estructura y el alcance de su acervo de conocimiento a mano serán, en sus aspectos significativos, sustan· cialmente similares a los míos, y que ISU sistema de significatividades y el mío, sí no se superponen, serán congruentes por lo menos en parte. Además, si supongo en mi proyecto que la reacci6n del Otro a mi acción proyectada será racional, supongo que él, al proyectar su respuesta, conoce todos los elementos ya mencionados (a, b y e) de su reacción, de manera clara y nitida . Por consiguiente, si proyecto una acción racional que exija un entrelazamiento de mis motivos y los del Otro, con respecto a la acción que debe llevarse a cabo (p. ej ., quiero que el Otro haga algo para mí), debo tener, por un curioso efecto especular, suficiente conocimiento de lo que él, el Otro, sabe ,y sabe que es significativo con respecto a mi propósito), y se supone que este conocimiento suyo incluye suficiente familiaridad con lo que yo sé. Esta es una condición de la interacciÓn idealmente racional, porque sin tal conocimiento mutuo yo no podría proyectar «racio­nalmente» el logro de mi objetivo por medio de la cooperaci6n o reacci6n del Otro. Además, tal conocimiento mutuo debe ser claro y nítido; no basta una mera anticipación, más o menos vacía, de la con­ducta del Otro . En estas circunstancias, la interacción social racional parecería imprac­ticable, aun entre asociados. Sin embargo, recibimos respuestas razo­nables a preguntas razonables, se cumplen nuestras órdenes, realiza­mos actividades muy «racionalizadas» en fábricas, laboratorios y oficinas, jugamos al ajedrez y, en tesumen, nos entendemos de modo conveniente con nuestros semejantes. ¿Cómo es posible esto? Al parecer, hay dos respuestas diferentes. Primero, si existe de por medio una interacción entre asociados, podemos suponer que la par­ticipaci6n mutua en la vida en curso del asociado, el heeho de compar­tir sus anticipaciones tan c3rncter1stico de la pura relaci6n Nosotros, establece los requisitos para l. interacci6n racional que acabamos de

analizar. Sin embargo, precisamente esta pura relaci6n Nosotros es lo que constituye el elemento irracional de toda relaci6n entre aso­ciados. La segunda respuesta no solo se refiere a la relaci6n entre asociados sino entre contemporáneos en general. Podemos exphcar la racionalidad de la interacci6n humana por el hecho de que ambos actores orientan sus acciones según ciertos patrones socialmente apro­bados como reglas de conducta por el endogrupo al que ellos perte­necen: normas, buenas costumbres, modales, el marco organizativo establecido para talo cual forma determinada de divisi6n del trabajo, las reglas del juego de ajedrez, etc. Pero ni el origen ni el contenido del patrón socialmente aprobado es comprendido «racionalmente». Tales patrones pueden ser aceptados tradicional o habitualmente como presupuestos y, dentro del significado de nuestras definiciones ante­riores la conducta de este tipo será sensata y hasta razonable, pero no n~cesariamente racional. En todo caso, no será «idealmente» racional es decir no cumplirá con todos los requisitos elaborados en " , el análisis de este concepto. Llegamos, por consiguiente, a la conclusión de que la «acción racio­na1» en el plano del sentido común, es siempre acción dentro de un mar~o incuestionado e indeterminado de construcciones de tipicídades del encuadre, los motivos, medios y fines, los cursos de acci6n y per­sonalidades involucrados y presupuestos . Sin embargo, no solo los presupone el actor¡ tamb~én se presume que lo hace .su sem~jante. D~ este marco de construCCiones, que forman su horIzonte mdeterml: liado se destacan conjuntos meramente particulares de elementos que son e'lara y nítidamente determinables. A esos elementos se refiere el concepto de racionalidad del propio sentido común. Así, podemos decir que, en este plano, las acciones son a 10 sumo parcialmente racionales y que la racionalidad tiene muchos grados. Por ejemplo, el supuesto de que nuestro semejante que participa con nosotros en una pauta de interacci6n- conoce sus elementos racionales nunca alcanzará «certidumbre empirica» (certidumbre «hasta nuevo aviso» o «válida mientras no se pruebe lo contrario»), 49 pero tendrá siefllpre el carácter de plausibilidad, es decir, de probabilidad subjetiva (en contraposici6n a la probabilidad matemtáica). Tenemos siempre que «aventurarnos» y «correr riesgos») y esta situación se expresa en nuestras esperanzas y temores, que no son sino los corolarios subje­tivos de nuestra incertidumbre básica respecto del resultado de nuestra interacción proyectada. Sin duda, cuanto más estandarizada es la pauta de acci6n prevale­ciente, cuanto más anónima es, tanto mayor es la probabilidad sub­jetiva de conformidad y, por ende, del éxito de la conducta inter­subjetiva. No obstante -y esta,. la paradoja de la racionalidad en el plano del sentido común-, cuanto más estandarizada es la pauta, tanto menos analizables resultan los elementos subyacentes para el pensamiento de sentido común en términos de comprensi6n racional. Todo esto se refiere ni cr(terio de racionalidad aplicable al pensamien­to de la vid. cotidiana y sus construcciones. Solo en el nivel de los modelos c.le pnll\[lS ele interacción construidos por el especialista en

"1 _____ _

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ci.encias sociales de acuerdo con ciertos requisitos particulares, defi­nidos por los métodos de su ciencia, adquiere el concepto de raciona­lidad su plena significación. Con el fin de aclarar esto, debemos pri­mero exammar el carácter básico de tales construcciones científicas y su relación con la «realidad» del mundo social, tal como esa realidad se presenta al pensamiento de sentido común de la vida cotidiana.

IV. Las construcciones de objetos de en las ciencias sociales

pensamJento

1. El postulado de la interpretación subjetiva

La afirmación de que el objeto de las ciencias sociales es la conducta humana, sus formas, su organización y sus productos no provocará c<;,ntroversias entre l~s especialistas. Sin embargo, habrá opiniones d,ferentes acerca de Sl esa conducta debe ser estudiada de la misma l1?ane~a q?e el especi~ist~ en ci~ncias naturales estudia su objeto, o Sl la fmalidad de las ClenClas soclales es la explicación de la .realidad social» tal como la experimenta el hombre que vive cotidianamente dentro del mundo social. En la sección introductoria de este ensayo 'n..t~ntamos demostrar que estos principios son incompatibles. En las pagmas slgUlentes sostenemos que las ciencias sociales deben abordar la conducta humana y su interpretación de sentido común en la reali­dad s~cial, lo cual re<¡ui~re el análisis de todo el.istema de proyectos y mouvos, de Slgmhcauvldades y construcciones considerado en las secciones precedentes. Tal análisis remite necesariamente al punto de vista su?jetivo; es decir, a la interJ;lretación de la acción y su encuadre en :ér!I'lnOS del actor. Puesto que este postulado de la interpretación subJ.etIva es, como hemos visto, un principio general de construcción de tipOS de cursos de acción en la experiencia de sentido común toda cienc~~ social qu.e a~p.ire a captar la «realidad social. tiene que adoptar tamblen este punClpJO. A primera vista, sin embargo, esta afirmaci6n parece contradecir el método establecido incluso para las ciencias sociales más avanzadas. Tomemos como ejemplo la economia moderna. ¿Acaso los economis­ta~ no estudian el «comportamiento de los precios», y no el comporta­mIento de los hombres en la situación de mercado; las .formas de las c~rvas.de demanda», y no las previsiones de los sujetos econ6micos sllllboltzadas por esas curvas? ¿No investigan con éxito ,asuntos tales como los «ahorros», el «capital», el «ciclo econ6mico» los «salarios» y. la .desocupación», los «multiplicadores» y el «mo~opolio», como S' fueran fen,ón:enos totalmente aparte de cualquier actividad de los $.uJetos economICOS, y menos aún penetrando en la estructura subje­tiva de sentido que tales actividades tienen para ellos? Los logros de las teorias económicas modernas hurran absurdo negar que un esquema conc~ptual abstraclo pueda ser utilizado con buenos resultados para solUCIonar muchos problema, y podrf.n d.rl" cjcmplm . imiJ.rcI

tomados de! campo de casi todas las otras ciencias sociales . Una investigaci6n más minuciosa revela, sin emba~go, que ~e esqll:ema conceptual abstracto no es más que una especIe de taquJgraffa . lOte· lectual, y que los elementos subjeúvos suby~centes de .las aCCJOnes humanas en cuestión son presupuestos o conSiderados ~Jenos al pro­pósito cientifico a mano el problema que se examtna- y, por ende, pasados por alto. Correctamente comprendido, el postulado de la interpretación subjetiva aplicado ~ !a econom!a, as! como a todas las otras ciencias sociales, solo slgruflca que Siempre podemos -y para ciertos fines debemos- referirnos a las actividades ele los s.uje­los de! mundo social y a su interpretación por los actores en té,:"m~s de sistemas de proyectos, medios disponibles, motIvos, slgmflcau-vidades, etcétera. 1$0 •

Pero si es así es necesario responder a otros dos Interrogantes. En primer términ'o, los an~lisis anterio~es nos han permitid? yer q~e ~l sentido subjetivo que tiene una acción para el ~cror e.s untCO e. mdl­vidual, porque se origina en la situación biográhca ~mca y parucular del actor. ¿Cómo es posible, entonces, captar clentlflcamente ellSen­tido subjetivo . En segundo término, el contexto. de sentid,! de todo sistema de conocimiento cienrífico es un conOCimIento obJetIvo, Igual­mente accesible a todos los demás hombres de ciencia y abierto a su control lo cual significa que puede ser verificado, invalidado o rero­tado p~r ellos. ¿Cómo es posible, ~n tal caso, captar estructur?s S1lb­jetivas de lSentido mediante un c;lstema de conOCImIento obJetlvo? ¿No es esto una paradojú . . Es posible responder satlsfactoflamente a ambas preg.unta. med,ante dgunas consideraciones simples. En cuanto ,a 1~ primera cuesuór:t, Whitehead nos ha enseñado que todas las ClenClas deben construJ[ objetos de pensamiento propios que reemplacen a los de! pen~amiento de .. ntido común." Los objetos de pensamlentO construIdos por las ciencias sociales no lSe refieren a actos singulares de individuos singulares y que tienen lugar dentro de ';lna situación singular .. ~e­diante determinados recursos metodológlcos, que luego descnbrre­IDOS, e! especialista en ciencias sociales sustituye los objetos de peno samiento de sentido común referentes a sucesos y acontecImientos únicos construyendo un modelo de un sector del mundo social dentro del cual solo se producen los suce,os tipif~cad?s ~ignifkativos para e! problema especifico que el hombre de ClenCla mvestlg~ . Tod~ los demás sucesos del mundo social son considerados no sIgmflCatIVOS, «datos» contingentes, que deben .er ap~rtados del análisis mediante técnicas metodológicas a~ropiadas; por eJemplo, n:'edlante ~! supuesto de que «todos los demas factores permanecen 19uales». - Esto no obstante, es posible construir un !I'odelo de un <;ector del mundo social que consista en una interaCCión humana dplca .Y analtzar esta pauta típka de interacción en lo que respecta al senudo que podría

' 0 Ludwig von Mises llama correctam~nle La acci6n humana ~ su 4!Tratado dI «(Inomf •• (11u,tul1l Acaon , New llaven , 1949). Véase tambIén F. A. Hayek, TIJt' Counl l'r RttlolulÍon 01 Science, Glcncoe, m., 19'2, págs , 25-36. ' 1 W .. e ",pro, 1'4~1 . 36·38. . ' 2 Sohr(' ~.le con('('ptn. v~.~ P~lIx Kau(m,,"n , op. cit., p6Rs. 84 y 5Igs. , Y 213 y . IK_ j luhrt ti (."cln\,:t llhl de: d lnulCión t:lt-mHlu .. , r4MI. ' 2 y 2'1 , nota 4 .

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tener para los tipos personales de actores que presumiblemente la crearon. Debemos responder a la segunda cuestión. En verdad, e! problema particular de las ciencias sociales consiste en elaborar recursos meto­dológicos para alcanzar un conocimiento objetivo y verificable de una estructura subjetiva de sentido. Para aclarar esto, debemos con­siderar muy brevemente la actitud particular del científico ante e! mundo social.

2. El especialista en ciencias sociales como observador neutral

Esa actitud del especialista en ciencias sociales es la de un mero observador neutral de! mundo social. No toma parte en la situación obse~vada, que no tiene para él interés práctico, sino solamente cog­nOSCItivo. Aquella no es e! teatro de sus actividades, sino solo el objeto de su contemplación; no actúa dentro de ella vitalmente interesado en el resultado de sus acciones, con espera~za o temor frente a sus consecuencias, sino que la contempla con la misma dis­tante ecuanimidad con que el especialist-a en ciencias naturales observa los sucesos de su laboratorio. En este punto se hacen necesarias algunas palabras de advertencia, para evitar posibles malentendidos. Por supuesto, en la vida cotidiana el especialista en ciencias sociales es un ser humano, un ser que vive entre sus semejantes, con quienes se relaciona de mucha·s maneras. y la misma actividad científica se produce, claro está, dentro de la tra­dición de un conocimiento de origen social, se basa en la cooperación con otros especialistas, exige mutua confirmaci6n y crítica, y solo puede ser comun ¡cada mediante la interacción social. Pero en la medida en que la actividad científica tiene fundamento social, es una más entre las otras actividades que se llevan a cabo dentro del mundo social. Una cosa es abordar la ciencia y los asuntos científicos dentro del mundo social, otra la actitud científica específica que debe adoptar el especialista hacia su objeto de conocimiento. Esta última es la que nos proponemos estudiar en las página'S siguientes . Nuestro análisis de la interpretación de sentido común del mundo social de la vida cotidiana ha mostrado que la situación biográfica del hombre en la actitud natural determina en un momento dado -su

• • J ,

propÓSito a mano. El respectivo sistema de significatividades elige determinados objetos y determinados aspectos típicos de tales obje­tos, destacándolos contra un fondo incuestionado de cosos presu­puestas. En la vida cotidiana e! hombre se considera como el centro del mundo social, que agrupa a su alrededor en capas de diversos grados de intimidad y anonimia. Al resolverse a adoptar la actitud neutral de un observador científico en nuestro lenguaje, al establecer un plan de vida de labor científica- el especialista en ciencias sociales se separa de su situación biográfica dentro del mundo social. Lo que se presup.one .en la situaci~n bi<;,sráfica. de l. vida cOlidiano puede hacerse dlscuuble para el clentlflco, y vlOeversa; lo que en un nivel

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parece muy significativo puede no serlo en absoluto en el otro. El centro de orientación cambia radicalmente, y con él la jerarqula de planes y proyectos. Al decidirse a llevar a cabo un plan de labor cien­tífica regido por la búsqueda desinteresada de la verdad de acuerdo con reglas preestablecidas, que reciben e! nombre de método cien­tífico, el hombre de ciencia penetra en un campo de conocimiento preorganizado, que recibe el nombre de corpus de su ciencia.58 Tiene que aceptar lo que otros hombres de ciencia consideran un conoci­miento establecido o explicar por qué no 10 hace. Unicamente dentro de este marco puede elegir su problema cientifico particular y adoptar decisiones científicas. Este marco constituye su «estar en una situa­ción científica.>. que reemplaza a su situación biográfica como ser humano dentro del mundo. En adelante, solo el problema cientlfico, una vez establecido, determina 10 que es significativo para su solu­ción y 10 que no lo es, y por ende lo que debe ser investigado y 10 que debe presuponerse como «dat0»; Y. finalmente, el nivel de inves­tigación en el más amplio sentido, vale decir, las abstracciones, gene­ralizaciones, formalizaciones e idealizaciones, en síntesis : las cons­trucciones necesarias y admisibles para considerar el problema resuelto. En otras palabras, el problema científico es el .cen~ro» de todas las construcciones posibles atinentes a su solución, y cada construcción lleva consigo, para usar una expresi6n matemática, un subíndice que se refiere al problema por el cual ha sido creada . De esto se desprende que todo cambio del problema en examen y del nivel de investigación supone una modificación de las estructuras de significatividades y de las construociones elaboradas para la solución Je otro problema o en otro nivel; la omisión de este hecho ha ocasio­nado muchos malentendidos y controversias, sobre todo en las cien­cias sociales.

3. Diferencias el/tre las construcciones del sentido y las construcciol/es ciel/tíficas cOl/cemientes a las pautas de acción

, C01111t'lt

Consideremos muy brevemente (y de manera muy incompleta) al­gunas de las diferencias más importantes entre las construcciones del sentido común y las construcciones científicas referentes a pautas de interacción que se originan en la transición de la situación bio­Aráficamente determina3a a 1a situación científica. Las construcciones del sentido común se forman a partir de un Aquí dentro de! mundo que determina la supuesta reciprocidad de perspectivas. Ellas presu­ponen un acervo de conocimiento de origen social y socialmente uprobado. La distribución social del conocimiento determina la es­truclura particular de la construcción tipific~dora, por ejemplo, el presunto grado de anonimia en los roles personales, la estandarización dc Ins paUlas de cursos de acción y la presunta constancia de motivos. Sin cmbarRo, CsllI distribución social misma depende de la campo·

Id

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sición heterogénea del acervo de conocimiento a mano, que es en si mismo un elemento de la experiencia de sentido común. Los con­ceptos de «Nosotros», «Vosotros», «Ellos», «endogrupo» y «exQ­grupo», de asociados, contemporáneos, predecesores y sucesores, to­dos con su estructuración particular de familiaridad y anonimia, están por lo menos impIJcitos en las tipificaciones de sentido común e incluso las constituyen. Todo esto no solo es válido para qwenes participan en una pauta de interacción social, sino también para el mero observador de tal interacción que aún hace sus observacio­nes desde su situación biográfica dentro del mundo social. La di­ferencia entre unos y otros es simplemente que el participante en la pauta de interacción, guiado por la idealización de la reciprocidad de motivos, supone que sus propios motivos están entrelazados con los de sus asociados, mientras que para el observador sólo son acce­sibles los fragmentos manifiestos de las acciones de los actores. Sin embargo, participantes y observador forman sus construcciones de sentido común con relación a su situación biográfica. En ambos casos, esas construcciones ocupan un lugar particular dentro de la cadena de motivos iniciada en la jerarquia biográficamente determi­nada de los planes del constructor. En cambio, las construcciones de pautas de interacción humana ela­boradas por el especialista en ciencias sociales son de un tipo com­pletamente diferente. Este no tiene ningún Aqul dentro del mundo social; más precisamente, considera su posición dentro de él y el correspondiente -sistema de significatividades como ajenos a ,su em­presa cientifica. Su acervo de conocimiento a mano es el corpus de su ciencia, y él debe presuponerlo o sea, en este contexto, cansi­.Jetado cienúficamente establecido , a menos que explique sus ra­zones para no hacerlo. A este corpus de ciencia pertenecen también las reglas de procedimiento aprobadas, es decir, los métodos de su ciencia, incluso los métodos para elaborar construcciones de una manera científicamente correcta. Este acervo de conocimiento tiene una estructura muy diferente del acervo que tiene a mano el hombre en la vida cotidiana. Sin duda, también manifiesta diversos grados de claridad y nitidez. Pero esta estructuración dependerá del conoci­miento de los problemas 'resueltos, de sus implicaciones aún ocultas y de sus horizontes abiertos sobre otros problemas todavia no formu­lados. El hombre de ciencia presupone lo que él define como un dato, yeso es independiente de las creencias aceptadas por cualquier endogrupo en el mundo de la vida cotidiana." Una vez establecido, solamente el problema cientffico determina la estructura de significa­tividades . Al no tener ningún Aquí dentro del mundo social, el especialista en ciencias sociales no organiza este mundo en capas que lo tienen como centro . Nunca puede entrar, como asociado, en una pauta de inter­acción con uno de los actores de la escena social, sin abandonar, .1 menos temporariamente, su actitud cientlfica. El observador partici­pante o trabajador de campo e.tablece conlaClO con el grupo estu

54 Dejamos de Jado intencionalmente los prohl('mlll ~I(' \11 IIMlllluJ¡I MM.:loluAfll (Id conocimiento que d~ .'tuf le despr~nd~n ,

d' d mo un hombre entre sus semejantes; solo su sistema de sigo la. a ~a. l' amo esquema para selecCIOnar e lIlter·

niflcauvlda?es, que. e sdlIve c 1 ctitud ciendfica, que abandona pretar, es ta determma o por. a la

. te para reasumIrla uego. ... I temporanamen . d ' if el especialista en CIenCIas SOCIa es Así, al adoptar la adl~t~:~~ió~ahumana o sus resultados en la me­observa las pautas e 'bl s observaciones y están abiertos Q sus d'd en que son aceeSl es a su d . 'ó . la. P d be interpretar estas pautas e mteraCCI n en LOterpretaclones. ero e b' t" de sentidO para no tener que términos de su estructura su Je Iva l'd d' . 1

d de captar la «lea I a SOCIa ». abandon~r to a esperanza I bservador cientifico actúa de una Para sau~facler es;e dls~t!~dorOde una pauta de interacción social

::~i~~~~ad: 1: v~a. co~~a~a! aunque guiado por un sistema ter talmente diferente de Slgmf,catlVldades.

4. El modelo científico del mundo social"

. . .' sociales comienza por construir pautas tí· El especIalista ed clen~.. pondientes a los sucesos observados. picas de cur~os e aocl n corres tipo personal un modelo de actor Lu o coordma estas autas co~ un . . ' conciencia

que se Ita a con d sos de acción observadas y, por lo tanto, tu ación de las pautas .e cur tudio Así atribuye a esta conciencia par~ el prob~~mJ:n:d:'::;ti~~:~para~ dpi~os, correspondlientes a. los l~ctJcla un C rsos de s.cdón observadas y a os motIVOS fmes de las

i !Jautas! cJos que se fundan los motivos «para». Se

«porque» t p,c°bos s tipore, de motivos son invariables en la mente del supone que am s. . actor-mndelo imagmatlo. de actores no son seres humanos que Sin embargo, esos mode~?". 'f 1 mundo social de la vida viv~~ dentE d~ su .situa~~~c~~~g~~o l~:e~~ne biografía ni histor.ia, y la coudlana. n t rrrunOS 1 d' no está definida por ellos, SInO por 'i¡ tuación en la que ~~s~~ ~aci~~cias sociales, que ha creado esos d­sU creador, e,1 espe<:! . ularlos con vistas a lograr su propó­teres u homunculos para n:amp .' 010 aparente cons-. li 1 tnbuye una conCIenCia s I

sito. El especla sta es a de conocimiento a mano que se I [Uid~ de t~1 clmodo dque I el ace~~~ adscripto de motivos invariables) les ~Slgna (ID uyen o e conJu 'bl 1 . nes originadas en él, hada subjetivamentellcomdPrenSl ~ ap~r"~~res reales dentro del 'empre q le fueran eva as a ca 'f' . 1 á ne

K! d . 1 Pe el titere y ISU conciencia aru ICla no est n s?I -

~d::' ~ l"~~~dis:i~nes ~to16~icasN:e ;~~!e~s ~~~:a~o~ ~!~~:':;'c:~ lu no 113ci6, ~o d c~re DI mo~ltIl. al motivo drtodos sus actos. No es

r,(I'~:;C:I1I~¡";:~~idno J~~~/s~n~~~i6n pueda uansgredir los limites que

I d I I hihll(l~rllffA mcncionlldu c.n l"s not1'S 31 " I·III~ ('",,11\ .1. ... thl~lIl, . I"{'·1I1 \I\ ~ j)Y"hlrm of HlIltH'lIllhy , ..• , op. cit., Jlág8. y .Ih, V~ll~t' Allrtr ,~ \III'.. 1 I \() ,1"

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ha establecido su creador, el científico .ocial. Por lo tanto, no puede tener otros conflictos de intereses y motivos que los que aquel le ha atribuido. No puede errar, si errar no es su destino dpico. No puede elegir, salvo entre las alternativas que el cient1fico social ha colocado ante él como abiertas a su elección . Mientras que el hombre, como ha visto con claridad SirnmeI,GO entra en toda relación social sim­plemente con una parte de su yo y está, al mismo tiempo, siempre dentro y fuera de tal relación, el homúnculo, colocado en una rela­ción social, participa en eUa en .u totalidad. No es más que el crea­dor de su función típica, porque la conciencia artificial que se le ha atribuido no contiene otros elementos que los necesarios para dotar de sentido subjetivo a tales funciones . Examinemos brevemente algunas de las implicaciones de esta carac­terización general. El homúnculo está dotado de un sistema de signi­ficatividades que se origina en el problema científico de su construc­tor, y no en la situación particular biográficamente determinada de un actor dentro del mundo. Es el hombre de ciencia quien define lo que es para su títere un Aquí y un Allí, lo que está dentro de su alcance, lo que es para él un Nosotros, un Vosotros o un EU"s. El especialista determina el acervo de conocimiento a mano q:.lC atri­buye a su modelo . Este acervo de conocimiento no es de origen social, y, a menos que sea especidlmente diseñado de tal modo, no remite a la aprobación social. El sistema de significatividades corres­pondiente al problema científico en estudio es lo único que determi­na la estructura intrÍnseet de este, o sea, los elementos «acerca de» los cuales se atribuye al homúnculo conocimiento, los que conoce por tr.to directo y los que simplemente presupone. Con esto queda de­terminado lo que se presume que es familiar y lo que es anónimo para él, y en qué nivel se produce la tipificación de las experiencias del mundo que se le atribuyen. Si -se concibe tal modelo de actor como relacionado y en interacción con otros actores -también ellos homúnculos- , entonces la tesis general de las perspectivas recíprocas, de su entrelazamiento y, por consiguiente, de la correspondencia de motivos, está determinada por el constructor. Los tipos de curso de acción y los tipos personales pre­suntamente elaborados por el títere acerca de sus asociados, incluso la definición de su sistema de significatividades, roles y motivos, no tienen el carácter de una mera posibilidad que será cumplida o no por los acontecimientos futuros . El homúnculo no tiene anticipaciones va­cías de las reacciones de los Otros ante sus propias acciones, y tampoco autotipificaciones. No asume otro rol que el que le asigne el director del espectáculo de títeres al cual 3e denomina modelo del mundo so­cial. Es él, el científico social, quien monta el escenario, distribuye los roles, hace de apuntador, define cuándo comienza una «acción» y cuándo termina, y así determina la «gama de proyectos» respectiva. Toda-s las normas e in~ti~uciones que gobiernan las pautas de conductu del modelo son suminIstradas desde un primer momenlO por las construcciones del observador científico. En tal modelo simplificado del mundo soeilll, 1m lletas rocinl1ules pu

56 Véase .)upro, nulR 34.

ros, las elecciones racionales a partir de mot.i:ros racionales, son po. sibles porque han sido eliminadas todas las difl,,!ltades que traban al actor real en el mundo de la vIda cotidiana. ASI, el c~:mcepto de ra­cionalidad, en el sentido estricto ya definido, no s~ refter~ ~ aCCiOnes dentro de la experienda de sentido común de la vIda coudiana ~n el mundo social; es la expresión de un tipo partic~lar de construcCIOnes de ciertos modelos específicos del mund~ ~oclal, ela!,?rados por el científico social con ciertos fines metodologlcos especificas. Pero antes de examinar las funciones particulares de los modelos «ra­donales» del mundo social, debemos indicar algunos prmcrplos que gobiernan la construcci6n de modelos científicos de la acción humana en general.

5. Postulados proPios de las cOl/Slrucciolles de los modelos cielltíficos del l/l¡¿lIdo social

Ya hemos dicho que el problema principal de las ciencias s?"iales es elaborar un método para abordar de manera obJetiva el senudo subJe­tivo de la acción humana, y que los objetos de pensamiento de. las ciencias sociales deben ser compatibles con los objetos del pe~samle~­lo de sentido común constituidos por los ~ombres en la v~da cou­diana con el fin de enfrentar la realidad SOCial. Las construccLo;,es de modelos antes descriptas cumplen con ~st~s reqUlsltos SI estan ela­boradas de acuerdo con los postulados sLgUlentes:

LI. El postulado de coherencia lógica

El sistema de construcciones ¡[picas elaborado por los .científicos debe ,er establecido con el grado más alto de clandad y nLudez en lo que 11Ioñe al armazón conceptual implicado y debe ser tot~ID?ente campa· tibie con los principios de la lógica formal. El cumpltmLento de este [lostulado garantiza la validez objetiva de los objetos de pensamJC~.'" rnnstruidos por el especialista en cie?ci.as soci~al~s, y su tndole esttlc· JI\mente 16gica es una de las caractenst.lcas m~s I~~ortantes que. per· mite distinguir los objetos del pensam¡ento cLenuflco de los obJetos del pensamiento de sentido común construidos en la Vida cotlcltana y " los que deben reemplazar.

h. r:t postl/llldo de la interpretación sub;etiva

1'11111 explicar las acciones humanas, el hombre de ciencia debe pre­~,"\l."sc qué motlclo de mente individual es p?sible constrUIr y qué ",,"tcllidn~ t(¡,iros 'c le deben ambu" para expltcar hechos ob.servados """'" rc ,u!tndo de le, .Lttivitlad Jc dicha mente en u.na relacI6n~om-1''''lI,ihl(' 1·:1 cUlllplim;enLo de este postulado garantizo la pOSLbtll~ad .Ir u·feril IlltlO'\ los d\1u'\ tic m:ción hUI1'I"nu o su rc.sultndo al sentido , "hlel;vl' '1",. tlll JI[dtln (] IC ' uh,Ldo de unll occlón tiene pnra el octor.

_ _ I.JI

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c. El pos/tllado de adecuación

Cada término de un modelo científico de acción humana debe ser construido de tal manera que un acto humano efectuado dentro del mundo vivo ~r un actor individual de la manera indicada por la construcCJón uplCa sea comprensible tanto para el actor mismo como para sus semejantes en términos de las interpretaciones de sentido común de la vida coddiana. El cumplimie!",1O de este postulado ga­rantIZa la compatibIlidad de las construccIones del científico social con las de la experiencia de senddo común de la realidad social.

V. Construcciones de acción racional

de Jos modelos científicos de pautas

Todas .las construcciones de modelos del mundo social para ser cien­tíficas, deben cumplir con los requisitos que establece~ esos tres pos­tulados. P~r~ , . ¿acaso ~oda construcción que cumpla con el postulado de compatibIlidad lógIca no es racional por definición, como lo es toda actividad cientllica? E,sto es exacto, .sj~ du~aJ pero debemos evitar un peligroso malenten­dIdo. Deben dIStInguIrSe las construcciones racionales de modelos de ~cciones humanas, por un lado, y las construcciones de modelos de accIOnes hUf!1anas racionales, por el otro. La ciencia puede construir model~s racIOnales d~ c<:>nd~cta irracio~al, como revela una ojeada a cualqUier texto de pSlqUlattla, En cambIo, el pensamiento de sentido común suele, construir modelos irracionales de conductas muy racio­n~l~s; por eJempl?J a~ ,explicar las dec~siones económicas, políticas, milltares'y hasta ClentlfiCaS c?n referencia a sentimientos o ideologías que, segun se presume, gobiernan la conducta de los participantes, La r,acionalidad de la construcción del modelo es una cosa, y en este sentIdo todos los modelos apropiadamente construidos de la ciencia -:-no solamente los d,e, las ciencias sociales- son racionales, y otra dIferente la construcclon de modelos de conducta racional. Sería un grave equívoco creer que es propósito de las construcciones de mo­delos en las ciencias sociales, o un criterio de su carácter científico el interpretar las pautas irracionales de conducta como si fuera~ racionales,

En lo que sigue nos ocuparemos principalmente de la utilidad de !~s modelos científicos -y por ende, racionales- de la pautas ra­CIonales de conducta. No es difícil entender que la construcción cíen. tífica de un tipo perfectamente racional de curso de acci6n de su correspondiente tipo personal y también de pautas racionales de inler. acción, es posible en principio. Esto se debe a que, nI construir un ~od,e!o ~e una conciencia ficticia, el investigador puede cle~ir C()IUU

S1g~tflcatlvos p~ra su problema sólo aquellos elemento, 'lile hUI'rn pOSIbles las aCClOnes o reaccIOnes racionales de sus hOIlHíll('lIlo!\ , LI postulado de racionnlidatl 'lile tul nlllSltllrt'Íc1n dd)(' .. lIli'¡(uC'rr pllC'd,' ser formulado de la !tiAuirntt mnnrrll

Los tipos racionales de cursos de acción y personale, deben ser cons­truidos de tal manera que un actor del mundo real efectuaría la acción tipificada si tuviera un conocimiento perfectamente claro y nítido de tedos los elementos que el especialista en ciencias sociales supone SIgnificativos para esta acción, y solo de ellos, y si tuviera además la tendencia constante a emplear los medios más apropiados de que, Sfgún oe presume, dispone para lograr los fines definidos por la construcción misma. La ventaja de utilizar en las ciencias sociales tales modelos de con­ducta racional puede ser caracterizada del siguiente modo:

1. La posibilidad de construir pautas de interacción social, en el su­puesto de que todos los participantes en ella actúan racionalmente dentro de un conjunto de condiciones, medios, fines y motivos defi­nidos por el especialista en ciencias sociales y que se suponen comunes a todos los participantes o distribuidos entre elJos de una manera específica. Mediante este ordenamiento, puede ser aislada para su estudio la conducta estandarizada, como los denominados roles socia­les, la conducta institucional, etcétera. 2. Al par que la conducta de los individuos del mundo social real no es predecible, salvo en anticipaciones vacías, la conducta racional de un tipo personal construido se supone predecible por definición dentro eJe los límites de los elementos tipificados en la construcción. Por consiguiente, el modelo de acción racional puede ser utilizado como recurso para establecer la conducta desviada en el mundo social real v para referirla a «datos que trascienden el problema», es decir, a ciernen tos no tipificados. 1, Mediante variaciones adecuadas de algunos de Jos elementos, es posible construir varios modelos y hasta conjuntos de modelos de ""ciones racionales para resolver eJ mismo problema científico, y com­"urarlos.

P"rcce necesario, sin embargo, comentar este último punto. ¿No ,It'dnrnmos antes que todas las construcciones llevan consigo un .• "b[ndice» que se refiere al problema en examen y deben ser revi­,¡Idas si este experimenta alguna modificación? ¿No existe cierta con­IIlItllcción entre esta concepción y la posibilidad de construir varios "¡,,dclos que compitan en la soluci6n del mismo problema científico? 1 ,¡ contradicci6n desapatece si consideramos que todo problema es

IIIplrmente un centro de implicaciones que pueden hacerse explícitas 11, IlIIrn usar un término de Husserl, G7 que lleva consigo su horizonte IlIlrlllU de elementos ¡ncuestionados, pero cuestionables. * '"11 el fin de hacer exp!(cilO el horizonte interno del problema, pode­IIIPII vnrinr las condiciones en las que se supone que actúan los acto-1<, (je licios, asr como los elementos del mundo de los cuales se les

" {-1I11 u'''''C'flo al con('tpt~ de horizonte, . véase HeJmut Ku~n, «T~e Pheno­IJlflI0IuMIr"t ümu'pt of 1Ior1zon_, e~ Mn~vtn Farber, ed., Phllosoph,ca[ ESJa~s IH Mr,,,,,,y (JJ }\'d,mwd IIlmrrl, Cnmbt1<lge, 1940f págs. 106-24, y LudWig I 11dNI.·I,.· ('tI Vdmund llu¡¡r.rrl, nrfahrtmg IInd Urtei , secs. 8-10. • V~dU·. 1~1t ('Irlllllll., .h.llullt'i6n de conceptos y trodR'i en hts ciencias socia­I '.1 "4,, •. ~2"' (N ¡Ir Al NII/lUlwn 1

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dtrifbuy'l. cOdo::imientos, sus presuntos motivos entrelazados, el grado ~ ami lar~ a O anorumla en que se supone que interactúan etc Por

eJcdPlo: SI c~mo economista me interesa la teoría del oügopollo 08

pee o construIr modelos de una <ola empresa de n . d . d' l S

• t ' . " J U a In ustrla o e 15 ema econamlco en su totalid:td SI· e l·· 1 ' . d. ·d " ro ¡rnlCO a a (eona de la

empresa In .. IVI ua! analizando, por ejemplo, los efectos de un acuer­do ~ntre cart~les sobre la producción de la respectiva mercadería pue o constru~r un modelo de un productor que actúa en condki n ' de c~~petencla no regulada. otro de un productor con las mi~m:: condlCJon~s de costoS que actúa bajo las restricciones ue le irn -rien los carteles y con el conocimiento de restricciones ;imilares k puestas a otros productore~ de la «misma» mercadería. Podemos en~ !t'nd'es comparar la produccl6n de «la» empresa en los dos modelos.

o ~s estos son modelos de accIones racionales pero no d . sfeiLlvadas por seres humanos vivos en situacion~s definida:;,~c~ll~~s c~n:[sr~~~od~l~:~cdl~ible:d~or lO~f.tí'p°l s personales q,ue el economist~

, 1 ro 10 art! lela en que ha situado a sus ho muneu os. .

VI. Observaciones finales

~a reladi6n flntre el especialista en ciencias sociales y el títere que y al~'~~t~¡[s~c:.Ja~1 e

de c;errta

l me;!tda, un Dv!ejo problema de la teología

. ~ ;. a e aelOO entre lOS y sus criatura El ' ~~~tdY acrua d,lnlcameo

ltc por ,g~'acia del especialista; no p~~de a~:~:~

1 ~ acuer o con e propOSlto que le determina la sabiduría de aque ci e ~upone, Sin, emb~rgoJ que actúa no como si estuviera detee· mma o,, SinO como SI pudiera dct..::rminarse a sí mismo Ha 'd es~abJec,¡da, una armonía IOtal entre la conciencia deter~inad~ q~l~r:~ aSIgna ~ t¡'.~re y el medIO preconstituido dentro del cual se supone ~~~a a~~~o~i:e:í~[: y Jlev,3

bl3 cabo elecciones y decisiones racionales.

d . s pOSt e porque ambos el títere y d· re. UC.I~O, son c

lrea

hci6n d~1 hombre de ciencia: que ateniénd~se roae l~~

prmclplos 9ue o an gUIado, logra en verdad descubrir dentr d l UnIverso as! creado la perfecta armonía que él mismo ha estabJe~id~,

58 A:gradezco a mi mni~o el profesor rrirt: M hl ., los ejemplos siguientes de su libro I'h /.... LI(, ,III' 1111. atll~rllJ1l' loll pM. hlll1M del A"alysís 01 Seller's CCJlld,1l'I nAhn~l ;~(mlt:!'''2hS (11' .\rllrr SI Complol/tUln.' 1\10'

, u ~, 7 I ,.,. M· " Y "K~· •

7tl

2. Formación de conceptos y teorías en las ciencias sociales 1

En el título de mi artículo, hago referencia deliberada al de un simpo­sio que se llevó a cabo en diciembre de 1952, en la reunión anual de la Asociación Filosófica Norteamericana. 2 Ernest Nagel y Cad G. llcmpel aportaron comentarios sumamente estimulantes sobre el pro­blema en discusión, formulados de la manera minuciosa y lúcida tan característica de estos investigadores, y referidos a una controversia que desde hace más de medio siglo divide en dos tendencias no solo n 16gicos y metodólogos sino también a los especialistas en ciencias !IIociales . Según sostiene una de aquellas, los únicos métodos científicos son los de las ciencias naturales, que han rendido tan magníficos resultados, y, por consiguiente, solo ellos deben ser aplicados en su totalidad ,,1 estudio de Jos asuntos humanos . Se afirma que es el no haber actua­tlo así 10 que ha impedido a las ckncias sociales elaborar sistemas de Icorías explicativas de precisi6n comparable a la que ofrecen Jas dencias naturales, ~. lo que hace discutible la labor empírica de teorías rlnboradas en dominios restringidos, como el de la economía. 1)(; ocuerdo con la otra tendenci:1, existe una diferencia estructural hhica entre el mundo social y el de la naturaleza. Esta idea condujo 111 extremo opuesto: a concluir que los métodos de la ciencias sociales .! ¡[¡eren toto coe/o de Jos que se utilizan en las ciencias naturales. Diversos argumentos han sido aducidos en apoyo de esa posición. Por ri<'mplo, se ha sostenido que las ciencias sociales son idiográficas, , ""tcterizadas por la conceptualización individualizad ora y la búsqueda .Ir I'roposiciones singulares asertivas, mientras que las ciencias natu­tllk.~ son nomotéticas y se caracterizan por la conceptualización gene­,.lllndora y la búsqueda de proposiciones apodícticas generales. Las l'IItll11RS se refieren a relaciones constantes entre magnitudes mensu­IIlhl,.g, y son pasibles de experimentación, mientras que en las ciencias .ndAlcs no es posible medir ni experimentar. En general, se afirma qur I,, ~ ciencias naturales se refieren a objetos y procesos materiales, 'u lunto las ciencias sociales se refieren a objetos y procesos psico16 . ... 11111 e intelectuales, por 10 cual ei método de las primeras consiste en I 1,lIellr, y eJ de las segundas en comprender. II I\V tille ndmitir que si se los examina con mayor atención, estos 'HIIIWliuJos ton R('nerales son insostenibles en su mayoría, y esto por

t ,4.ttf( 1110 I,re,tntado c:n In 3}R. Reunión SemeSlral de la Conferencia sobre ~1rt'hlll' t"n lií\olinrrn tIc lu" Ckndll'l. Nuevo York, J de mayo de 1953.

PuhllnHI" t·" ,,1 IIlnu .Vdr"ft', 1 Jn~U¡lgl IlnJ Hllman RiJt,hls (American Phi-1'llIupltlllll AlIwdl" 1011 , l'll llltlll Dlvhllon , vol. 1), Filadelfin, 19'2, p«gs 4)-86 11I11pll 11111 Irh·t1rCITlUI ,"'un\(' SI"} .