el poeta

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El poeta El poeta se cansó de buscar tema. Él, que siempre revolvía paja ajena, resolvió que no hay miseria que se aguante escudriñándose la vida entera. El poeta quiso tregua para dar a su virtud, la paz que tuvo su poesía y decidió poner en orden sus secretos para lidiar contra la hipocresía. Cercando el juego que lo pretendía para entablar conflictos en la historia, afán de ser burlada la memoria, ya no pudo con él la fantasía. Volcó su voluntad sobre una mesa rindiéndose al albur con pleitesía, tijeras y pinceles en la mano, tachando y mutilando su agonía. Asesinó los versos uno a uno. ¡Revolución al pie de cada estrofa! Rompió papel para matar la rima. Sangró senil la tinta de sus hojas. Allí quedó, poesía, aunque no escrita, evocación del trazo, tan hermosa, que no alcanzando a odiar lo que perdía atesoró en la imagen sus memorias. Se arrodillo el poeta frente al blanco. Y no pudiendo obviar el ejercicio de realizar con ritmo la maniobra, ametralló con un fusil de prosa. Y con este último ardid, desenfrenado, mientras desen- vainaba la arrogancia de su gloria, y aquí y allá como un rumor desavenido resucitaba la rima dando a luz su nueva forma... Se preguntó de quién eran los versos que caían, en qué verdad cabía la verdad acorralada, la voz desenredada que cercada de silencios temprano entorpecía su capricho de matarla. Se preguntó a quién amaba.

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Poema. Tipografía.

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Page 1: El poeta

El poeta

El poeta se cansó de buscar tema.

Él, que siempre revolvía paja ajena,

resolvió que no hay miseria que se aguante

escudriñándose la vida entera.

El poeta quiso tregua para dar

a su virtud, la paz que tuvo su poesía

y decidió poner en orden sus secretos

para lidiar contra la hipocresía.

Cercando el juego que lo pretendía

para entablar conflictos en la historia,

afán de ser burlada la memoria,

ya no pudo con él la fantasía.

Volcó su voluntad sobre una mesa

rindiéndose al albur con pleitesía,

tijeras y pinceles en la mano,

tachando y mutilando su agonía.

Asesinó los versos uno a uno.

¡Revolución al pie de cada estrofa!

Rompió papel para matar la rima.

Sangró senil la tinta de sus hojas.

Allí quedó, poesía, aunque no escrita,

evocación del trazo, tan hermosa,

que no alcanzando a odiar lo que perdía

atesoró en la imagen sus memorias.

Se arrodillo el poeta frente al blanco.

Y no pudiendo obviar el ejercicio

de realizar con ritmo la maniobra,

ametralló con un fusil de prosa.

Y con este último ardid, desenfrenado, mientras desen-

vainaba la arrogancia de su gloria, y aquí y allá como un

rumor desavenido resucitaba la rima dando a luz su nueva

forma...

Se preguntó de quién eran los versos que caían, en qué

verdad cabía la verdad acorralada, la voz desenredada que

cercada de silencios temprano entorpecía su capricho de

matarla.

Se preguntó a quién amaba.