el poder de tus palabras hacia tus hijos

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8 L as palabras que decimos no se las lle- va el viento, dejan huella en quienes las escuchan. Hay palabras que nunca se olvidan, éstas marcan la vida de un ser humano, sea para bien o para mal. Debemos tener cuidado en esto, ya que puede llegar a tener mucho po- der en la vida de nuestros seres queridos. En unos segundos se puede destruir lo que tanto amamos, nuestros hijos. Unas pocas palabras pueden hacer la diferencia, un “Felicidades, lo hiciste muy bien” o un “Eres un tonto, no haces nada bien” , pue- den marcan la vida de nuestros pequeños. Para nosotros pueden ser palabras sin sen- tido que mencionamos en un momento de irá, de cansancio, de desesperación, pero para ellos es algo que los sella para toda la vida. Porque ellos ven en nosotros al maes- tro, al modelo a seguir y bien pueden decir: “Si mi mamá me dice que soy un tonto, soy un tonto”, o bien, “¡Mi mamí me dice que soy inteligente, que sí puedo!” Esta anécdota ilustra muy bien, el poder de las palabras: Cuando era joven, mi carácter fuerte, im- pulsivo y explosivo, me hacía reventar en cólera a la menor provocación. La mayoría de las veces, después de uno de estos inci- dentes, me sentía avergonzado y me esfor- zaba por consolar a quien había dañado. Un día mi maestro, quien me vio dando excusas a un compañero de salón después de una explosión de ira, me llevó a un aula, me entregó una hoja de papel lisa y me dijo: ¡Estrújalo! Asombrado, obedecí, lo arrugué e hice con él una bolita. Luego me dijo: “Ahora déjalo como estaba antes”. Por supuesto que no pude dejarlo como estaba. Por más que traté, el papel quedó lleno de pliegues y arrugas. El profesor me dijo: “El corazón de las personas es como este papel. La impresión que dejas en ellos, será tan difícil de borrar como esas arrugas y esos pliegues que has hecho en el papel”. Así aprendí a ser más comprensivo y paciente. Cuando siento ganas de estallar, recuerdo ese papel arrugado. La impresión que dejamos en los demás es imposible de borrar más aún cuando lastimamos con nuestras reacciones o con nuestras pala- bras. Como madres, somos protagonistas en la formación de nuestros hijos y no sólo espectadoras, no dejemos que la T.V., los videojuegos, maestros(as), sean quienes hacia tus hijos Ana de Gutiérrez palabras El poder de tus La impresión que dejamos en los demás es imposible de borrar más aún cuando lastimamos con nuestras reacciones o con nuestras palabras

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Page 1: El Poder de Tus Palabras Hacia Tus Hijos

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Las palabras que decimos no se las lle-va el viento, dejan huella en quienes las escuchan.

Hay palabras que nunca se olvidan, éstas marcan la vida de un ser humano, sea para bien o para mal. Debemos tener cuidado en esto, ya que puede llegar a tener mucho po-der en la vida de nuestros seres queridos.

En unos segundos se puede destruir lo que tanto amamos, nuestros hijos. Unas pocas palabras pueden hacer la diferencia, un “Felicidades, lo hiciste muy bien” o un “Eres un tonto, no haces nada bien”, pue-den marcan la vida de nuestros pequeños. Para nosotros pueden ser palabras sin sen-tido que mencionamos en un momento de irá, de cansancio, de desesperación, pero para ellos es algo que los sella para toda la vida. Porque ellos ven en nosotros al maes-tro, al modelo a seguir y bien pueden decir: “Si mi mamá me dice que soy un tonto, soy un tonto”, o bien, “¡Mi mamí me dice que soy inteligente, que sí puedo!”

Esta anécdota ilustra muy bien, el poder de las palabras:

Cuando era joven, mi carácter fuerte, im-pulsivo y explosivo, me hacía reventar en cólera a la menor provocación. La mayoría de las veces, después de uno de estos inci-

dentes, me sentía avergonzado y me esfor-zaba por consolar a quien había dañado.

Un día mi maestro, quien me vio dando excusas a un compañero de salón después de una explosión de ira, me llevó a un aula, me entregó una hoja de papel lisa y me dijo: ¡Estrújalo!

Asombrado, obedecí, lo arrugué e hice con él una bolita. Luego me dijo: “Ahora déjalo como estaba antes”. Por supuesto que no pude dejarlo como estaba. Por más que traté, el papel quedó lleno de pliegues y arrugas.

El profesor me dijo: “El corazón de las personas es como este papel. La impresión que dejas en ellos, será tan difícil de borrar como esas arrugas y esos pliegues que has hecho en el papel”.

Así aprendí a ser más comprensivo y paciente. Cuando siento ganas de estallar, recuerdo ese papel arrugado. La impresión que dejamos en los demás es imposible de borrar más aún cuando lastimamos con nuestras reacciones o con nuestras pala-bras.

Como madres, somos protagonistas en la formación de nuestros hijos y no sólo espectadoras, no dejemos que la T.V., los videojuegos, maestros(as), sean quienes

hacia tus hijos

Ana de Gutiérrez

palabras

El poder de tus

La impresión que dejamos en los demás es imposible de borrar más aún cuando lastimamos con nuestras reacciones o con nuestras palabras

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9Abril - Junio 2010

eduquen y formen a nuestros hijos, atrevámonos a ser excelentes protago-nistas en las vidas de nuestros peque-ños y a contribuir con nuestras palabras y nuestro ejemplo para formar hijos con una autoestima aceptable, que puedan valerse por sí mismos, que se acepten como son, que crezcan con un exce-lente amor propio hacia ellos mismos y hacia los demás.

La autora Sharon Jaynes en su libro: El poder de tus palabras, menciona lo siguiente:

“Dios pone talentos y dones en cada niño, y es la responsabilidad de los pa-dres el descubrir el tesoro escondido detrás de ese rostro pecoso, ese pelo rebelde y esos pies embarrados. Una madre sabia mira más allá de los mo-ños rosa, las mejillas rosadas o los la-bios carnosos. Al ser específica en la alabanza, el niño cree lo que su madre percibe. Nuevamente, la madre se con-vierte en el espejo en el que ese niño o niña se ve a sí mismo.

Las palabras de una madre son como la brisa que hincha las velas de la esperanza y de los sueños en un niño para impulsarlo hacia nuevos horizon-tes. Pero debemos ser cuidadosas de que esa brisa que impulsa sus velas los envíe en la dirección que Dios ha pla-neado y no fuera de curso en una ruta de su propio diseño humano.

El apoyo de una madre significa mu-cho para su hijo o hija. Ella es alenta-dora y puede escucharse su voz como un eco en la distancia infundiendo va-lor y confianza en los corazones de sus hijos.

Además nos aconseja lo siguiente al dirigirnos a nuestros hijos.

Palabras para evitar:• Deberías…• Tendríasque…• Nopuedeshacernadabien…• ¡Meestásvolviendoloca!• Telohedichomilveces.• ¿Por qué no puedes ser como tu

hermana/hermano?• Miratodoloquehagoporti.

Palabras que un niño siempre desea escuchar:

• ¡Bien hecho!• Mealegraqueseasmihijo/hija• Meencantanpasartiempocontigo.• ¡Eresunagranamigaoungranami-

go!• Graciasporlimpiartucuarto.Hicis-

te un buen trabajo. • Siemprepuedocontarcontigo.• Eres un verdadero regalo de Dios

para mí.• ¡Estoyorgullosadeti!• Estoyorandoporti.• ¡Sabíaquepodíashacerlo!”

Pidamos sabiduría a Dios para que nuestras palabras sean de mucha ben-dición en la formación de nuestros pe-queños “Y mi lengua hablará de tu justica y de tu alabanza todo el día” Salmo35:28.Nopermitamossersega-das por la ira, el enojo, la desespera-ción, recordemos que el tono y la acti-tud que tengamos cuando les hablamos a nuestros pequeños, definirán el valor que ellos mismos les otorguen a nues-tras palabras. Es importante que pon-gamos atención en ello para determinar si estamos construyendo o deformando la vida de nuestros hijos.

Pongamos en práctica la herramien-ta poderosa que tenemos como hijas de Dios, la oración, todo lo que le pidamos a Dios con fe, Él nos lo dará como dice su palaba “Pídeme, y te daré por he-rencia las naciones” (Salmo 2:8ª). Con esta confianza, podemos descansar en Dios. Él será el que ponga en nuestra boca palabras que edifiquen y con ello formemos personas al servicio de su Nombre.

Las palabras de una madre son como la brisa que hincha las velas de la esperanza y de los sueños en un niño para impulsarlo hacia nuevos horizontes.

“Sondea tu corazón; tal vez tú mismo seas culpable de lo que tanto criticas de otros”.