el placer

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Ensayo sobre El placer en Aristóteles Epicuro y Mill

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Page 1: El placer

ÉTICA

Page 2: El placer

EL PLACER

Se considerará para el presente análisis del concepto de placer en tres teorías éticas; por un lado la

ètica de la virtud de Aristóteles, por otro el hedonismo utilitarista que presenta Epicuro y, por otro,

el utilitarismo de Stuart Mill.

A modo de primera aproximación se tendrá en cuenta una similitud que es relevante: las tres

doctrinas hacen un planteo ético relacionado con la felicidad:

//Aristóteles en Ética Nicomáquea [EN] explica que la felicidad es “fin de todo lo humano”, “lo

mejor, lo más hermosos y lo más agradable” (EN, LI 8 1099a 25).

En su teoría ética, Aristóteles, sostiene que: la vida feliz “es la vida conforme a la virtud” (EN LX 6

1176a 33, 1177a 3).

//Epicuro en Epístola a Meneceo [EM] identifica la felicidad con un equilibrio atómico (placer) en

el alma (ataraxia) y el cuerpo (aponia).

Desarrolla una ètica hedonista utilitarista y considera que para una vida feliz es principio y fin el

placer, así como, también, indispensable la prudencia (que es, de las virtudes, la más valiosa).

//Mill en El Utilitarismo [EU] define felicidad de modo hedonista, y dice: “Por felicidad se

entiende el placer y la ausencia de dolor; por infelicidad el dolor y la falta de placer” (Stuart MILL,

J, 1997, EU, trad. E. Guisàn, Madrid, Alianza, 2007,pp 50-51).

Mantiene que para la moral utilitarista “las acciones son correctas en la medida que tienden a

promover la felicidad <para el mayor número de personas> e incorrectas en cuanto tienden a

producir lo contrario a la felicidad”. (Stuart MILL, J, 1997, EU, trad. E. Guisàn, Madrid, Alianza,

2007,pp 50)

Habiendo hecho una pequeña aproximación a sus teorías, se hace necesario desarrollar cada una

con una mayor independencia, con el fin de llegar a al concepto de placer en cada una e identificar

qué papel tiene tal concepto en ellas. Comenzando por Stuart Mill.

Stuart Mill describe el placer como el elemento sin el cual la felicidad no puede ser. Felicidad es,

como ya se ha dicho, placer (más acertadamente, placer superior) y ausencia de dolor.

El fundamento de la moral (criterio de lo correcto e incorrecto) para Mill se basa en su principio de

mayor felicidad para el mayor número de personas, este es el fin último con relación al cual y por el

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cual todas las demás cosas son deseables. Las acciones correctas serán las que promuevan este

principio. Hablamos de una moral utilitarista hedonista universalista.

Propone una moral adecuacionista de los medios a los fines, el criterio de lo correcto e incorrecto de

esa moral depende de los fines, y estos no admiten, para Mill, una justificación racional a la

manera lógica o científica, no son susceptibles de prueba directa, para demostrar que algo es bueno

debe mostrarse que constituye un medio para conseguir “algo” que se admite que es bueno sin

recurrir a pruebas (la felicidad es buena y deseada por todo individuo, fin en sí misma), estos son

los fines últimos.

La razón para los fines está relacionada, sostiene Mill, con el deseo. Lo deseado es, lo deseable y lo

es para el individuo y la comunidad. Para el utilitarismo la felicidad es deseada y, como tal,

deseable y, además, la única cosa deseable como fin, sentido de todas las demás cosas sólo

deseables en cuanto medios para tal fin.

Para aclarar este punto [que es susceptible de dos críticas fundamentales: a la falacia de la

composición, según la cual la felicidad de cada persona es un bien para esa persona, y un bien para

el conjunto de todas las demás personas, como felicidad general; y a la falacia naturalista, según la

cual la gente desea la felicidad y ninguna otra cosa] Esperanza Guisán hace la siguiente aclaraciòn:

Mill entiende que el hombre hace lo que hace en cuanto ser sintiente y a la vez racional, desde esta

perspectiva si lo deseado concierne al mundo sensible y para lo deseable apelamos a la razón y a

bienes que son colectivos, ambas nociones son propias de lo que el hombre es. Pero, es importante

tener en cuenta que, como Guizan aclara, de los presupuestos de Mill se desprende que lo deseable

se confunde con aquello que los hombres moralmente desarrollados desean (la felicidad para el

mayor número de personas) , y será el placer deseado por estos hombres los que se corresponden

con el placer máximo, que “constituye la meta del vivir humano y confiere sentido a los demás

placeres, a los sufrimientos y dolores, a los sacrificios momentáneos que tienen valor moral en

cuanto encaminados a la consecución de un placer más intenso” (Stuart MILL, J, 1997, EU, trad. E.

Guisàn, Madrid, Alianza, 2007,pp 15). Respecto a la falacia naturalista Mill explica que “no existe

en la realidad nada que sea deseado excepto la felicidad. Todo lo que es deseado de otro modo que

no sea media para algún fin más allá de sí mismo, y en última instancia para la felicidad, es deseado

en sí mismo como siendo él mismo una parte de la felicidad.” (Stuart MILL, J, 1997, EU, trad. E.

Guisàn, Madrid, Alianza, 2007,pp 100). Este último caso, es el de la virtud.

Con respecto a la virtud la moral utilitarista determina que un hombre puede o no desear la virtud

(que ya aclaramos que es intrínseca a la felicidad) y será mediante la experiencia sensible, en la

cual la virtud conlleva placer y ausencia de dolor, que a partir de hábito el individuo

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voluntariamente querrá la virtud que es inherente a la vida feliz, placentera y moralmente correcta.

Es decir la virtud es en primera instancia, útil a la felicidad.

Entonces si le concedemos al autor que “la naturaleza humana está constituida de tal forma que no

desea nada que no sea ya una parte de la felicidad o un medio para la felicidad” (Stuart MILL, J,

1997, EU, trad. E. Guisàn, Madrid, Alianza, 2007,pp 101) esto es “prueba” suficiente (ni lógica ni

científica, sino basada en los deseos) de que la felicidad es el único fin de la acción humana, y

como tal constituye el criterio de la moralidad, que tiene como principio la mayor felicidad para el

mayor número de personas.

Entonces el criterio que usa Mill para su principio de moralidad utilitarista se basa en los placeres,

estos son de dos tipos: Superiores, preferibles y propios de las facultades humanas; e inferiores.

La fuente de tal supremacía para Mill está dada, en primer lugar, por un sentido de dignidad y

autorespeto, según el cual quien conoce ambos tipos de placeres “nunca puede desear hundirse en lo

que él considera que es un grado más bajo de existencia” y en este sentido están en correlación lo

que son las facultades más elevadas del hombre y lo que constituye su felicidad. Estos hombres

moralmente desarrollados que poseen el conocimiento de ambos tipo de placer, constituyen los

únicos jueces competentes para determinar el valor de los placeres respecto de su calidad.

Pero para el principio de mayor felicidad para el mayor número de personas es necesario que los

placeres, además de ser según su naturaleza intrínseca de mejor calidad, sean preferibles como

medios para “la mayor cantidad total de felicidad” . El ser humano que posea un moderado

equilibrio entre los intereses particulares y su participación en la promoción del bienestar de la

colectividad tendrá una existencia libre, en la medida de lo posible, de dolor y rica, como sea

posible, en goces. Serán estos hombres los mejores dotados para constituir un criterio de moralidad:

“reglas y preceptos para la conducta humana” mediante la observación de los cuales podrá

asegurarse una existencia feliz a todos los hombres.

Es necesario , en segundo término, que, para que una moral utilitarista se desarrolle de forma ideal,

la educación y la opinión pública establezca en la mente de todo individuo una asociación

indisoluble entre su propia felicidad y el bien del conjunto.

Por otro lado Epicuro en Ética Nicomaquea sostiene que placer es “no sufrir dolor en el cuerpo ni

turbación en el alma” (Epicuro, EM, D.L. X, 128) y un estado pasional conforme a la naturaleza

humana. Es también descrito como principio y fin de la felicidad. Vemos que: la moral utilitarista

de Epicuro tiene como fundamento primero al hedonismo (vincula el bien con el placer).

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Hay, para Epicuro, un equilibrio primero (atómico) que al romperse conlleva dolor. Los deseos

surgen por el anhelo de restablecer el equilibrio perdido, y al satisfacer ese deseo de equilibrio se

regenera el placer primigenio.

El placer, está vinculado a la experiencia sensible, y conocemos la noción de placer y dolor a partir

de la sensación de placer y dolor, respectivamente. Es así que, el criterio epistemológico por

excelencia es la sensación y es por medio de la afección que nos conjuramos la noción de placer y

dolor. De estas nociones se obtiene el criterio para el juicio moral.

Para epicuro, existen placeres del cuerpo y del alma y están relacionados, los placeres del alma son

producto de una representación o anticipación de un bien que es de un bien corporal, es decir tienen

su origen en los sentidos, es por eso que placeres del alma se refiere necesariamente a placeres del

cuerpo (de igual forma pasa con los dolores del alma).

Entonces, por naturaleza, según Epicuro, buscamos placer y rechazamos el dolor; el placer

constituye así el fin de la naturaleza humana y fin de la inteligencia (de los sentimiento de placer y

dolor surge el conocimiento, y todas nuestras opiniones referirán a la evidencia real y efectiva de

los sentidos).

En este punto, es importante aclarar que: el sensualismo del que se habla no es un “sensualismo

ordinario”. En este sentido, Epicuro diferencia tipo de deseos: Unos son vanos y surgen como

producto de la mala opinión, pretender satisfacer estos deseos trae al hombre más dolor (un ejemplo

para esto es el deseo de inmortalidad). Otros son los deseos naturales, entre esto se pueden

discriminar por un lado los deseos naturales y no necesarios, estos surgen como posesión de placer

y no comportan dolor si no son satisfechos; por otro lado Epicuro hace referencia a los deseos

naturales y necesarios, son los que surgen como respuesta al dolor y su satisfacción lleva a

reestablecer el equilibrio. Estos últimos son de tres tipos para la felicidad, para el bien del cuerpo y

para la vida misma.

Esta clasificación es importante en la teoría Epicurea porque los deseos naturales y necesarios son

condición del máximo placer (del cuerpo, y el alma), y en la satisfacción de ellos radica la

felicidad.

Epicuro determina dos tipos de placer catastemáticos, en reposo, y cinéticos, en movimiento.

Los placeres cinéticos, se siguen de la ausencia de dolor. Entre la sed y tomar bebida la relación es

de variación, hay un movimiento o proceso de restauración (katástasis). En el cuerpo se da como

restablecimiento de equilibrio atómico en el cuerpo. En el alma se da como movimiento de alegría o

júbilo provocados por la representación o anticipación de un bien, en oposición a la tristeza, que

surge de la representación o anticipación de un mal (es decir, el placer cinético del alma se refiere

siempre a una representación o anticipación de un bien que es corporal) .

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Los placeres catas temáticos, equilibrio estable de la physis o naturaleza (se refiere a un atomismo

físico). La simple ausencia de dolor en el cuerpo (aponia) e imperturbabilidad en el alma (ataraxia).

Entre estos dos tipos de placeres, la ataraxia tiene cierta superioridad. Esta superioridad se da

gracias a la mayor autarquía que poseen estos placeres.

Aristóteles en Ética Nicomaquea dedica el Libro X a la “Naturaleza del placer y de la felicidad”. El

placer, en este libro, se presenta como íntimamente asociado a nuestra naturaleza, por ella todos los

hombres escogen deliberadamente lo agradable y evitan lo molesto.

Aristóteles va a decir que el placer es perfecto en cualquier intervalo de tiempo; es un todo, eterno y

completo. No es movimiento , ya que todo movimiento es por causa de un fin y es completo cuando

este se ha realizado.

Sin actividad no hay placer y el placer perfecciona toda actividad, como un telos logrado. Los

placeres intensifican las actividades que les son propias; pero las actividades específicamente

diferente deben corresponder placeres específicamente diferentes.

Puesto que, según la ética aristotélica, las actividades difieren por su bondad o maldad, y unas son

dignas de ser buscadas, otras evitadas, y otras indiferentes. Al hablar de los placeres, lo mismo

ocurre, pues, como dijimos, a cada actividad le corresponde su propio placer.

Sabemos que, según esta teoría, toda facultad de sensación ejerce su actividad hacia un objeto

sensible y la mejor actividad de cada facultad es la que está mejor dispuesta hacia el objeto más

excelente que le corresponde, y esta actividad será la más perfecta y la más agradable.

De esto se deriva que los placeres que perfeccionan las actividades del hombre perfecto y feliz,

serán llamados legítimamente placeres propios del hombre, y los demás, en un sentido secundario y

derivado, así como la correspondientes actividades.

Las actividades más preferibles para cada hombre será la que está de acuerdo con su propio modo

de ser, y para el hombre bueno será la actividad de acuerdo con la virtud. Pero si la felicidad es un

actividad de acuerdo con la virtud, es razonable, dice Aristóteles, que sea una actividad de acuerdo

con la virtud más excelente, y ésta será una actividad de la parte mejor del hombre. Y esta parte es

el intelecto y la actividad será la actividad contemplativa, la más excelente, la más continua.

En la ética aristotélica el placer debe estar mezclado con la felicidad y, sostiene que, todo el mundo

está de acuerdo en que la más agradable de nuestras actividades virtuosas es la actividad en

concordancia con la sabiduría. Con esta actividad se relaciona la autarquía, el ocio y la ausencia de

fatiga y toda las demás cosas que se atribuyen al hombre dichoso.

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Para Aristóteles la perfecta felicidad sería superior a la de un hombre, algo divino. Si la mente es la

parte divina respecto del hombre, también la vida según ella será divina respecto de la vida humana.

Para la vida activa y humana la virtud es feliz de manera secundaria, estas virtudes, llamadas, éticas

están íntimamente asociadas con el compuesto humano, parte apetitiva y parte calculadora, las

virtudes de este compuesto son humanas y la felicidad de acuerdo con estas virtudes serán también

humanas.

La virtud de la mente está separada.

Pero el hombre en tanto hombre elige actuar de acuerdo con la virtud humana para las cosas

prácticas. En ellas el fin no radica en contemplar, sino en realizar cosas, con respecto a la virtud,

aclara Aristóteles, no basta con conocerla sino que hemos de procurar tenerla y practicarla.

Completa Aristóteles su ética de la virtud refiriéndose a la educación, y dice: “el hombre que ha de

ser bueno debe ser bien educado y adquirir los hábitos apropiados, de tal manera de no hacer ni

voluntaria ni involuntariamente lo que es malo.”

De lo desarrollado se puede extraer la siguientes similitudes y diferencias.

Aristóteles, Epicuro y S. Mill relacionan el placer con la naturaleza humana.

Mill y Epicuro van a relacionar el placer con los deseos, mientras que Aristóteles hace una

diferencia, y los relaciona más directamente con las actividades.

Los tres autores hacen una clasificación y jerarquización de placeres, estableciendo como

fundamento de superioridad la relación que tienen esos placeres con las facultades humanas, y, más

precisamente, las facultades humanas consideradas por cada autor como superiores.

Mill y Aristóteles, se vinculan cuando establecen como necesario para su doctrina moral la

educación y la adquisición de hábito. Pero ambos se van a diferenciar respecto de la noción de

virtud: Mill la vincula, en primera instancia, con la utilidad, de forma similar que Epicuro; mientras

que, para Aristóteles, a la virtud se la quiere por sí misma.

Mill se va diferenciar de Epicuro, porque plantea un placer solidario, que se completa en

comunidad. Epicuro, en cambio, propone una noción de placer individualista, basado en un

equilibrio atómico.

Hay una diferencia marcada respecto de la definición de placer que dan Aristóteles y Epicuro, el

primero no da lugar a la noción de placer como movimiento, en cambio epicuro, al clasificar los

placeres, determina, como ya se desarrollo, que unos son cinéticos, en movimiento y otros catas

tematicos, en reposo.

Y, por último, habiendo comenzado este análisis destacando la importancia que dan las tres teorías

a la felicidad, cabe proponer una última diferencia. Mill y Epicuro determinan, a diferencia de lo

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que propone Aristóteles, que la felicidad plena es fácilmente procurable. Para Mill basta que la

razón práctica calcule prudentemente y mediante el justo conocimiento de los deseos refiera todo

acto de elección y rechazo a la salud del cuerpo y la tranquilidad del alma. Por otro lado, para

Epicuro, es falsa creencia la que reza que el bien sea difícil de obtener y el mal difícil de erradicar y

soportar, de lo que se desprende que la felicidad es fácilmente procurable. Para Aristóteles, en

cambio, la vida activa y humana puede ser feliz solo de manera secundaria.

Bibliografia:

ARISTÓTELES, Ética Nicomáquea, trad. J. Pallí Bonet y T. Calvo Martínez, Barcelona,Gredos, 2007, Libro X.EPICURO, Epístola a Meneceo, trad. C. García Gual y E. Acosta Méndez, en GarcíaGual, C. y Acosta Méndez, E., Ética de Epicuro. La génesis de una moral utilitaria, Barcelona, Barral, 1974, pp. 88-101.STUART MILL, J. (1997) El Utilitarismo, trad. E. Guisán, Madrid, Alianza, 2007, Capítulos II y IV.ACOSTA MENDEZ, E. Y GARCÍA GUAL, C. Ética de Epicuro. Génesis de una moral utilitarista, Barcelona, Barral, 1973, pp. 207-226 (Apartado: “El placer y el dolor. Los deseos”).GUIZÁN, E., “Introducción”, en El Utilitarismo, trad. E. Guisán, Madrid, Alianza, 2007, pp. 7-35.