el pensamiento vivo de juana de ibarbourou

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  • 8/19/2019 El Pensamiento Vivo de Juana de Ibarbourou

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    El pensamiento vivo de Juana de Ibarbourou

    EL PENSAMIENTO VIVO DE JUANA DE IBARBOUROU

    En algún momento fue la más discutida yaudaz poetisa de América; hoy sus librosconst ituyen una lectura obligada en los

    programas esco lares. Rompiendo unvoluntario mutismo de tres décadas,

    repasa sus momentos más gloriosos yalude a sus constantes, empecinados

    f antasmas. Revista Siete Días Ilustradosmayo 1974

    Junto a J. Zorrilla de San Martín(izq.) y Alfonso Reyes (der.)

    Es la única sobreviviente del legendario terceto depoetisas que integró con la chilena Gabriela Mistral yla argentina Alfonsina Storni. Es también el mayor mito viviente de Uruguay. Bautizada Juana Fernández

    Morales, firmó sus poesías como Juana deIbarbourou. En 1929 fue consagrada Juana de América y glo rif icada por los grandes escritores de laépoca. Tiene 82 años, una quincena de librospublicados y alrededor de 500 mil ejemplaresvendidos. Medio siglo atrás, fue el best-seller delromanticismo rioplatense con sus versos "de unaudaz erotismo"; hoy, niños orientales, argentinos yde otros países latinoamericanos la leen —a vecescon resignación— en los textos escolares. Vive enuna vieja casona de la avenida 8 de Octubre, a cincominutos del centro de Montevideo. Sale poco y no

    recibe siquiera a sus más fieles amigos. En esemundo hermético, que comparte casi exclusivamentecon su hijo Julio César, pasa sus días leyendo yescribiendo. Hace mucho sobrelleva el peso de ser unmonstruo sagrado, un jirón de la historia de laliteratura. Tras un exterior rimbombante, tras el mito

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    al medio de Delia del Carril(primera mujer de Neruda) y elpoeta chileno

    1935 en un acto en la Universidadde Montevideo

    Juana de Ibarbourou, se esconde una mujer alegre,sencilla, tierna y generosa. Sobre el final de su vida,ésa sigue siendo su imagen íntima, verdadera, quepocos conocen, y que Siete Días pudo revelar através de una entrevista obtenida por sucorresponsal en Montevideo. En una charla que duróuna hora y media, Juana de Ibarbourou habló comonunca sobre sí misma y sobre su obra, recordó a susantiguos amigos (Pablo Neruda, Juan RamónJiménez, Jorge Luis Borges, Gabriela Mistral, Alfonsina Sto rni y otros), explicó las causas de suenclaustramiento y evocó su esplendoroso pasado.Demostró además que conserva una envidiablelucidez mental, disminuida apenas por cierta flaquezaen memorizar nombres o fechas. Lo que sigue es laentrevista a Juana de Ibarbourou, la primera que sedifunde en varías décadas en una publicaciónargentina."La señora lo va a recibir", anuncia una ceremoniosacriada mientras abre la pesada puerta de roble. Sobreel parquet del vestíbulo dos plebeyas palanganas deplástico recogen las gotas de agua que se filtran

    desde el techo. Afuera llueve, y en esta casona congoteras, entre la penumbra, se distinguen unaparador estilo colonial y un par de alfombrasprecariamente enrolladas contra la pared para evitar que se mojen. Crujen los peldaños de la escalera y elruido hace ladrar a un perro, encadenado en algúnrincón lejano de la casa. En la planta alta, hay unaestantería con libros y tres puertas: la de la izquierdaestá abierta. Desde allí parte una voz de agudasinflexiones: "Hágalo pasar, pase, pase".Es un cuarto mal iluminado, cuadrado, de cuatro por cuatro, donde se alinean una cama doble, unacómoda, un aparato de televisión y varios anaquelesde libros. Junto a la ventana-balcón que asoma a laavenida 8 de Octubre, arrellanada en un viejo sillón,está Juana de Ibarbourou. Sonríe, hace un cortésademán de incorporarse pero permanece sentadamientras estrecha la mano del visitante. Luce bienpeinada, el cutis blanquísimo ligeramente empolvado,un toque de color en los labios. No parecesorprendida ni intimidada por la inminente requisitoriaperiodística. Expectante, mira a su interlocutor consus ojos negros que conservan el brillo de otrostiempos.—¿Por qué es tan difícil verla?

    —No es tan difícil. Lo que sucede es que estuve unpoco enferma últimamente, y entonces los que mecuidan, mi médico, mi hijo Julito, piensan que puedofatigarme si atiendo personalmente a todos los quequieren verme o quieren hablarme por teléfo no. Ahoraestoy bien de salud, tengo este problema (se toca elojo izquierdo; sobre la frente, de ese lado, lleva unagasa sujeta por dos tiras de cinta adhesiva), pero mevoy acostumbrando.—¿Qué le pasó en el ojo?—Tuve un accidente. El año pasado pisé una baldosarota, ésa que está ahí (señala un agujero en elembaldosado), tropecé y caí. Me di un gran golpe enel ojo izquierdo por el que ya no veo, y me quedóesta herida en la frente que no termina de curarse yeso que voy seguido al médico.—¿Usted sale muy f recuentemente de es ta casa?—Voy a un médico oculista por el centro. Además,salgo con Julito en el auto y nos vamos

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    a la rambla o al parque Rodó. Nos bajamos a caminar.—Sin embargo, sus mejores amigos dicen que nopueden verla porque usted no sale nunca y no quiererecibirlos.—¿Quiénes son mis mejores amigos? Los amigos deverdad, los fieles, siempre entraron a esta casa. Losque dicen esas cosas no son amigos y cuentanmentiras: que me tienen secuestrada, que memaltratan, que me encierran y no sé cuantas cosashorribles. No hay que hacerles caso.El enclaustramiento de Juana es un hecho cierto. Lamás reciente generación de uruguayos nunca la vioen público. Quienes antes la visitaban diariamenteafirman que en los últimos dos años su aislamientose agravó. "El teléfono y el timbre suenan en su casasin que nadie responda", dicen. Hubo denuncias alrespecto; a tal punto que, a fines del año pasado,varios policías allanaron su casa y pudieroncomprobar que la poetisa estaba allí y sin peligro a lavista. Entonces se supo que las versiones alarmistascarecían de fundamento. Pero el hermetismo en tornoa Juana siguió y los rumores crecieron otra vez. El

    mes pasado, el vespertino montevideano El Diariologró entrevistarla. Fueron sus primerasdeclaraciones en muchos tiempo. "Juana deIbarbourou no estaba secuestrada", tituló elvespertino. Desde entonces, las o las se apaciguaron.Pero su aislamiento sigue y todo indica que seguirá. Algunos señalan que Juana f ue s iempre introvert ida ytímida, y que en su vejez ha reasumido su verdaderapersonalizad. "Mis últimos años me pertenecen", dijoalguna vez. Según esta interpretación su voluntarioretiro es una forma de eludir los compromisos y lasmolestias que acarrea la fama. Es, también, un modode disf rutar su propia intimidad.

    LOS LABERINTOS DE LA MEMORIA—¿Está escribiendo actualmente?—Siempre escribo algo. Trabajo todos los días, s inhorarios , me pongo a escribir cuando quiero y sientoque debo hacerlo. Estoy escribiendo o tro libro, tengomás de treinta poesías terminadas. No me pregunte elnombre del libro porque no lo sé; siempre f ui malapara elegir nombres.—Qué técnica usa para escribir?—Los poetas no se hacen, nacen. Es una verdad.Escribo espontáneamente, sin preparativos

    artif iciales, cuando siento una idea, una palabra, unpaisaje, como una obsesión aquí, en la cabeza. Noentiendo a los poetas que piensan que para escribir versos hay que encender velas o escuchar música. Lomío es sencillo, natural, y así debe ser porque lapoesía no se f abrica, no se provoca; se siente o no.—Hoy se lee poca poesía, ¿cuál es la razón?—Se lee poca poesía y lo comprendo. No vivimos enun mundo de poetas. Este es un mundo loco, loco,que no da tiempo a leer ni a serenarse. Pero siemprehabrá poetas maravilloso s y se volverá más a lapoesía. Estoy segura.—¿Qué está leyendo en este momento?

    —Leo mucho. Leer me hace más llevadera la vida. Eneste momento estoy leyendo Papillon y me gusta por que es entretenido y humano.—¿Qué otras distracciones tiene? Veo una televisiónen su cuarto.—Miro po ca televisión, me hace mal a la vista.

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    —¿Qué opina de la televisión como medio decomunicación?—Me hace admirar la técnica y la inventiva humana.Lást ima que la televisión se use poco para difundir lacultura, para enseñar a la gente. Podrían hacersecosas importantes pero no se hacen. Me gusta másel cine, aunque hace mucho que no voy.—¿Recuerda a algún actor o actriz en especial?—Mis predilectos le van a parecer un poco ant iguos.Me gusta Chaplin, porque era admirable que hicierareír a la gente en épocas donde costaba muchoreírse. También Greta Garbo. Y María Félix por subelleza, y porque me recordaba a una amiga que tuveen mi infancia, allá en Melo.Melo, capital del departamento de Cerro Largo,f rontera con Brasil. Ciudad donde nació, de padregallego y madre uruguaya, el 8 de marzo de 1892,Juana Fernández Morales. Por sus escritos yconfidencias se sabe que su infancia no fue del todof eliz, que su padre solía recitar en voz alta aEspronceda y Rosalía de Castro , que dos hermanosde su madre eran poetas y que uno de ellos murió en

    un duelo batiéndose por una mujer. Se sabe tambiénque Aparicio Saravia, el guerrero blanco que acaudillódos revoluciones, f ue su padrino de bautismo. Contales antecedentes, Juanita o Juaneca, como lallamaban, fue creciendo en su Melo pueblerino,"ciudad de casas bajas, naranjos y aroma depitangas". No muy lejos de Melo, en 1904, el padrinode Juana, "el último caudillo a caballo del Río de laPlata", se levantó contra el gobierno de José Batlle yOrdóñez.—¿Cómo era Aparicio Saravia?—Mi padrino, cómo lo recuerdo. Nunca olvidaré unatarde cuando el negro Camundá tocó el clarín yapareció padrino, el general Aparicio Saravia, elGeneral como le decíamos con to do respeto en casa.Venía por la calle 25 de Mayo, con la cabezalevantada, sobre un tordillo. Medio caballo atrás veníasu gente, la f lor y nata de le juventud montevideana.Estaban los Ponce de León y... era impresionante.Todo Melo los miraba desde las ventanas. Erapadrino que iba a hacer la última revolución. A él loadorábamos, en casa había retratos suyos porque mipadre era blanco, nacionalista, como t odos en mif amilia. Había peleado con el General en ot rasguerras. Por todo eso siempre f ui blanca, blanca

    como hueso de bagual.—¿En aquella época ya escribía?—A los doce o trece años ya hacía mis primerosversos. Algunos se publicaron después en el diario deMelo con un seudónimo feísimo: Jeannete d'lbar.—Se casó muy joven, ¿no es así?—Sí, muy joven. De mi marido (el capitán LucasIbarbourou) tomé mi nombre poético. Ibarbourou, misuegro, era vasco f rancés. Después nació Julito(repentinamente pregunta la hora; son las cinco de latarde y eso la alarma). Las cinco de la tarde y todavíano vino a comer. Lástima que Julito no esté, megustaría que lo conociera.—Después usted se vino a Montevideo.—Nos vinimos todos. De Melo tengo los recuerdosmás t iernos, hace años que no voy por allá. Peropara mí la ciudad, la gran ciudad, f ue Montevideo. Aquíme trataron maravillosamente. Era una ciudad chiquitala que conocí entonces, y no la gran ciudad que es

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    ahora. Ha cambiado t anto Montevideo. Alguna vezescribí que prefería Montevideo a París, Madrid oNueva York, y que si Dios me diera la oportunidad yme preguntara dónde quiero volver a vivir, yo le diríasimplemente a Montevideo, Señor, ¡y gracias!—¿En esa etapa ya escribía sus Lenguas dediamante?—Ya tenía algunos versos escritos pero aquí pudeterminar el libro y aquí, en Montevideo, encontrégente que me animó a publicarlos. Lenguas dediamante, f ue el primer libro y el que me dio mássatisfacciones.Lo prologó y publicó, en 1919, el escrito r argentinoManuel Gálvez, en la edito rial Buenos Aires, de lacapital argentina. "Es un acontecimiento en laliteratura americana", auguró Gálvez. Y lo f ue. Sunombre se hizo f amoso en el Río de la Plata y aúnmás lejos. Desde España, el gran Miguel de Unamunole dio su bendición ("jamás ha hablado en español,que yo sepa, así la pasión desnuda y ardiente; aquíuna mujer no haría versos así a su novio; si los hacía,los rompería sin publicarlos"). El peruano José

    Santos Chocano y el mexicano Alf onso Reyes laelogiaron. No había cumplido treinta años y estabaconsagrada. En los románticos twenties, losuruguayos sabían de memoria aquellos versosf emeninos, audaces para la época (Tómame ahoraque aún es temprano / y que llevo dalias nuevas en lamano. / Tómame ahora que aún es sombría / estataciturna cabellera mía. / Ahora, que tengo la carneolorosa. / Y los ojos limpios y la piel de rosa .../).—Eran versos un poco at revidos por venir de unamujer.—¿Sí? Eran sinceros y apasionados, como son lascosas que se hacen en la juventud. Pero no f ui laprimera mujer que escribía poesías. Estaba Delmira.—¿La uruguaya Delmira Agustini?—Delmira, sí, escribía con una gran pas ión. Era unaépoca con mujeres que sabían escribir con talento .—¿Recuerda aquel acto en la Universidad deMontevideo, en 1938, donde se juntaron usted,Gabriela Mistral y Alfonsina Storni?—Gabriela ... Era f uerte, recia, hablaba muy cast izo,muy español. Le gustaba contar historias deembrujos y de fantasmas que asustaban un poco.Estuvo en casa y nos sacamos fotos juntas. Era unamujer inteligente, pobre Gabriela que fue tan infeliz

    en su vida, pobrecita.—¿Y Alf ons ina Sto rni?—No hubo entre noso tras esa amistad tanespontánea que se dio con Gabriela. No por mi culpani por culpa de ella. Éramos distintas, no .. pero yo laadmiré siempre. La recuerdo con su cara muy roja yesa altivez que tenía. A Gabriela y Alfo nsina las quisey las quiero mucho. Que me vincularan a ellas, que elpúblico nos viera como f ormando una cosa común,fue uno de los mayores homenajes que recibí en mivida. Era una f orma de unirnos a los uruguayos, loschilenos y los argentinos.—Usted sabe que los cuentos de Chico Carlo estánincorporados a textos de gramática escolar no sóloen Uruguay sino también en Argent ina. Lo mismo pasacon sus poesías y con sus libros que son, muchasveces, de lectura recomendada para niños y jóvenes.¿Qué siente ante un público tan especial?—Me gusta, adoro a los niños, me alegro tanto

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    cuando los t raen de visita. Aquí han venido muchosniños, vienen con las maest ras, a veces desde Argent ina. Sé que me conocen en Argent ina, es unhomenaje y un honor. Los argentinos siempre f ueronbuenos conmigo, t engo muy buenos amigos allá.—¿Jorge Luis Borges es uno de ellos?—Borges, el gran Borges, es un hombre tanprofundo.—Usted contaba una anécdota graciosa con Borges,aquella de los discurso ...—Sí, los dichosos discursos (se ríe). Le dieron unbanquete a Borges, aquí en Montevideo, y yo teníaque hablar en nombre de los escritores uruguayos .Mejor dicho tenía que leerle un discurso, y estabaprevisto que él leyera su discurso de respuesta. Notenía muchas ganas de hacerlo. Yo sabía que aBorges le pasaba lo mismo, así que le dije con todasinceridad: Borges, debo leerle un discurso pero nome siento muy dispuesta a hacerlo en este momento.¿Sabe qué contes tó? Yo tampoco, así que no lo lea,déme su discurso, yo le doy el mío, y después cadauno lo lee en su casa. Intercambiamos

    los respectivos papeles donde estaban escritos losdiscursos, y nos quedamos tan tranquilos.

    LOS HONORES RECIBIDOS—¿Cuál fue la alegría más grande de su vida?—E1 día que recibí el título de Juana de América.Estaban Juan Zorrilla de San Martín, Alfonso Reyes yot ros grandes de la literatura. ¡Había tanta gente enel Palacio Legislativo! ¿Conoce el episodio de loscuatro so ldados? Me los pusieron alrededor míoformando una guardia de honor. Tenía un ramo devioletas en la mano y cuando el acto terminó, lossoldados de la guardia me pidieron que les diera

    algunas f lores de recuerdo. Años después, unmuchacho go lpeó en la puerta de mi casa. Era uno deaquellos soldados. Traía las violetas en una caja,como un tesoro; se iba a casar y quería regalárselasa su novia. Para su regalo de bodas necesitaba unatarjetita de mi puño y letra, que acreditara queaquéllas eran mis violetas . Se la di. Qué recuerdo tantierno me dejó ese episodio. Diez de agosto de 1929,día en que la proclamaron Juana de América. La ideapartió del peruano José Santos Chocano. Escritoresuruguayos y extranjeros la apoyaron. Querían darleun título simbólico, honorario, para honrarla en toda

     América. Diez mil personas asist ieron al solemneacto, en la sede del parlamento uruguayo. Fue unaespecie de glorificación en vida, prematura quizá parauna joven emot iva y sencilla que nunca había soñadocon tamaño homenaje. Visto a la distancia, el fastopuede resultar hoy desprovisto de sent ido; pero bienmirado, se insertaba en una época f eliz, pródiga consus ídolos, donde uno de los grandes fenómenos erael ascenso de la mujer a todos los planos de laactividad diaria. Como un signo de ese tiempo, la jovencita de Melo f ue coronada Juana de América y eltítulo prendió en la gente porque sus poesíasgustaban: eran frescas, liberadas, hablaban de amor 

    y de belleza, en cont raste con el modernismodecadente y amanerado que moría de asfixia en lossalones.—Según ciertos críticos, su obra ref leja vitalidad eintuición antes que una amplia cultura y una depuradaformación intelectual. Lo cree así?

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    —Al comienzo, tenía una formación elemental.Conocía unos pocos autores y unos pocos libros,pero los conocían bien. Después, el tiempo, losamigos, el contacto con el ambiente intelectual de laciudad, me fueron dando más conocimientos. Detodas maneras, no creo que todo eso que vinodespués haya cambiado de un modo importante elsentido y el estilo de mis libros.—¿Cuáles son sus poetas preferidos?—Los de siempre: los dos Machado, Manuel y Antonio, y el gran Juan Ramón Jiménez. A JuanRamón tuve la suerte de conocerlo estuvo en estacasa; a los Machado, no.—¿Cómo era Juan Ramón?—Un hombre y un poeta superior. Llevaba a suEspaña metida acá adentro , como una espina. Habíasuf rido mucho con la guerra y con las desgracias desu pat ria. Cuando lo conocí (en 1948) era un escrito r consagrado, festejado en todas partes. En laintimidad era sencillo, adoraba a su esposa Z enobia;era galante, muy caballero españo l. Recuerdo que leregalé un salerito de plata f rancesa y él se s intió en

    la obligación de retribuir el regalo. Después que sefue, un día recibí de su parte un libro y un espejo. Elespejo era f ino, antiguo y f rancés. La dedicatoriadecía: Para Juana, un libro, un espejo y un beso.—Pablo Neruda fue otro de sus visitantes.—Era un simpatiquísimo ladrón. Estuvo en mi casa dela rambla, donde yo tenía una colección de caracoles.El también los coleccionaba y los empezó a mirar y adecir: me llevo éste y éste, y se iba agachando pararecogerlos y ponérselos en el bolsillo. Se llevó cuatroo cinco de mis mejores caracoles. Era estupendo. Eraun poeta f uerte, expresivo, tenía versos que yo sabíade memoria. Se volvió a casar, creo con una deUrrutia, y murió hace poco. Pobre Pablo. Era comotodo gran poeta: un intermediario entre Dios y elhombre.—¿Usted es católica?—Sí, y muy devota.—Se dice que vivimos una época de descreimiento ,de escepticismo religioso...—El hombre logró muchos adelantos, inventómaravillas y llegó a la Luna. Pero no debe creerseigual o superior a Dios. Quien tiene fe, verdadera f een Dios , no debe perderla sino af irmarla por elavance de la civilización y la cultura. Hay una verdad:

    Dios nos da y nos quita todo. La religión la ayuda auna a vivir y a esperar... y yo de la vida ya no esperonada, lo espero todo del más allá.

    LA JUVENTUD DE LA ANCIANA DAMA—¿Volvería a vivir su vida tal cual la vivió?—Sí, no tengo dudas, la viviría igual, salvo algunasmalas mujeres que se cruzaron en ella. Los hombressiempre f ueron más buenos conmigo que las mujeres.—De todas las etapas de su vida, ¿cuál le dejó losmejores recuerdos?—La juventud. Para mí, como para todo ser humano,fue la época más hermosa de la vida.

    ¡Soy libre, sana, alegre, juvenil y morena ...!, cantabaJuana en sus comienzos. La juventud, justamente, esuna constante en su primera producción, es decir, latrilogía compuesta por Lenguas, El cántaro f resco yRaíz salvaje. Juventud y amor (¡que rían los vecinos !Puesto que somos jóvenes / y los dos nos amamos y

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    nos gusta la lluvia ...) so n sus temas iniciales y,seguramente, las claves de su vida. Después, en ladécada del cuarenta, reasomarán en su obra bajo laf orma de recuerdos, como o curre en Chico Carlo,donde sus tituye la poesía por una prosa sencillacargada de añoranzas. Es la Juana madura,cincuentona, convertida ya en un monstruo sagrado,rodeada de leyendas, quien evoca su infancia através de Chico Carlo, un libro que es algo así comoel Platero y yo latinoamericano. Después, en 1949, lamuerte de su madre ahondará su soledad y la haráretornar a la poesía a través de Pérdida y Elegía, susobras máximas de la segunda época. Recibecondecoraciones, premios , invitaciones, la nombran"mujer de las Américas" y viaja a Norteamérica. En ladécada del cincuenta, cuando la fama y elreconocimiento arrecian sobre ella, cuando la cargadel mito se t orna insoportable para la mujer que amalos días sencillos y serenos, escribe un cuartetorevelador, símbolo quizá de sus actuales angustias:Digo mil veces que me estoy ahogando, / y sólo veoalrededor sonrisas. / Me estoy ahogando vertical y en

    medio / de una avenida gris, ruidosa y lisa.—Usted sabe que hay un mito llamado Juana deIbarbourou. ¿Le molesta?—La gente es buena, generosa, y ha imaginado suscosas sobre mi persona y mi obra. Tal vez yo mismasoy la culpable porque llevé siempre una vida retraída,dedicada muchos años a cuidar a mi marido y a mimadre que suf rieron largas enfermedades. Además,está el tiempo y usted sabe que el t iempo siempredefo rma las cosas.—En este enclaustramiento en que vive, ¿no sesiente un poco abandonada u o lvidada?—No, no estoy abandonada ni olvidada. Misverdaderos amigos son muy f ieles. Lo que siento, aveces, so n los problemas económicos . Con lo quecobro de derecho de autor y la pensión de mi maridono es suf iciente para vivir. A f ines del año pasado elgobierno me dio un millón de pesos que dividí con mihijo, y con eso pude hacer regalitos a mis mejoresamigas. Pero esas cosas no puedo hacerlas todoslos días. Hace tiempo que vengo pensando enhablarle sobre esta situación a la señora delpresidente Bordaberry.—¿La señora del presidente?—Sí, no sabe qué mujer más gentil, más amable. El día

    de mi cumpleaños me mandó un precioso ramo def lores. Cuánto se lo agradezco. Pensar que yo notuve con ella ninguna atención, ni siquiera cuandonació su último hijo. ¡Qué vergüenza! Debo escribirleuna carta para agradecerle sus f lores.—Sorprende que tenga problemas económicos. Haceaños el gobierno le donó es ta casa, ¿no es as í? Además, us ted debe cobrar derechos de autor conf recuencia, pues sus libros se reeditan en fo rmapermanente.—Sí, tengo esta casa y estoy muy agradecida. Perolos derechos de auto r que recibo no son muyimportantes. ¡Está todo tan caro!—Si tuviera que elegir uno ent re todos sus libros,¿cuál elegiría?—Chico Carlo, es casi autobiográf ico. Son losrecuerdos de mi infancia y pienso que de algunamanera son los recuerdos de la inf ancia de todos. Nome gustaría que se fuera sin darle un ejemplar de

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    Chico Carlo. Ayudada por la criada (que lleva ya cinco minutoshaciendo señas al visitante de que debe retirarse),Juana se levanta y da algunos pasos por lahabitación. De estatura mediana, regordeta pero debuen porte a sus 82 años, hurga en el anaquelabarrotado de libros . No encuentra el que busca,pero vuelve a su sillón con un ejemplar de JuanSoldado, una reciente recopilación de sus cuentos.Con un bolígrafo garabatea la dedicato ria en susprimeras páginas. La entrevista ha terminado. Poetisay periodista se despiden con un apretón de manos.Entonces, desde la puerta del cuarto , el visitante segira para mirarla por última vez; Juana sonríe, agita sumano en señal de despedida y con voz queda, dice:"Vuelva, vuelva o tro día". Antonio Mercader