el parto de la literatura electrónica

2

Click here to load reader

Upload: natalia-zuazo

Post on 04-Aug-2015

77 views

Category:

Documents


2 download

DESCRIPTION

Por Natalia Zuazo. Le Monde Diplomatique Edición Cono Sur, 2011.

TRANSCRIPT

Page 1: El parto de la literatura electrónica

Cuando despertó, el dinosaurio todavía esta-ba allí.Augusto Monterroso

moría sí tagueaba #unanoche--> RT @Fer-nandezAnibal: Escuchando Un ángel para tu soledad. “...preso de tu ilusión vas a bailar, a bailar...@SoleVallejos

Los anteriores son microrrelatos: na-rraciones escritas en pocas palabras. El primero es el cuento más popular

de Augusto Monterroso, el escritor guate-malteco al que más rápido asociamos con la hiperbrevedad literaria. El segundo es un tweet, un mensaje que se escribe en la plata-forma de microblogging Twitter, en 140 ca-racteres como máximo. Pero no es cualquier tweet, sino el ganador del concurso “Una noche, un tweet, un cuento”, que premió al mejor microrrelato enviado por cualquier persona con una cuenta de Twitter, con la condición de incluir el hashtag (palabra cla-ve) #unanoche, y ser escrito entre las 21 y las 23 del 27 de marzo de 2011. En su dictamen, pasadas las 23, el jurado explicó que el valor del relato ganador de @SoleVallejos consis-tió en haber utilizado “la cita de una cita de una cita”, un recurso propio de internet que permite intervenir sobre las palabras de otra persona para la creación de un nuevo tex-to, colocándolas en un contexto diferente. En este caso, el tweet ganador había toma-do uno escrito por otro usuario, @Fernan-dezAnibal que, a su vez, había citado una

canción de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. “¡Ey!, ¿no tiene un error ortográfico cuando dice sí y no si?”, cuestionaron los twitteros presentes al conocer el resultado. “Sí. Y decidimos que ganara incluso con ese error, porque es algo común que sucede con la instantaneidad de lo digital: escribís y pu-blicás rápido, y a veces te equivocás”, expli-ca Diego Erlán, uno de los jurados, editor de la revista de cultura Ñ.

Algo está claro en los ejemplos anterio-res: los dos tienen una intención literaria y logran complacerla. Pero alguien podría argumentar que el tweet no merece ser incluido bajo el concepto de relato narrati-vo. ¿No lo merece? ¿No cuenta una historia, tiene personajes, y los hace transitar por un tiempo narrativo? Obviamente, sí. Enton-ces tal vez convenga pensar que se trata, en efecto, de un relato, sólo que escrito en y para un soporte diferente. En la era digi-tal, pensar en los géneros como estructuras regulares, clasificatorias, con límites, pare-ce más inadecuado que nunca. Los nuevos soportes se fueron metiendo en nuestras maneras de comunicarnos y nos hacen cambiar lo que decimos y cómo lo hacemos. Las viejas formas sobreviven, pero también existe un mundo de híbridos y remixes, aun-que todavía sin nombre ni antigüedad sufi-ciente como para entrar en los manuales.

El soporte-proletariado

Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas

de géneros discursivos. La poesía de la Gre-cia prearcaica, los textos jurídicos y políticos de la Roma de Cicerón, frente a frente siem-pre, en una lucha por la primera oposición: seducir al alma o convocar a las masas. Con la moderna sociedad burguesa y el desa-rrollo de la tradición literaria, los criterios se diversificaron y comenzaron a incluir otras formas de composición y clasificacio-nes literarias. Hay quienes dirán que todo depende de las funciones del discurso; otros clasifican según las interacciones; más allá, observan el anclaje social de cada discurso. Las imprentas producían y las librerías acu-mulaban papel en libros (y meta-libros que se encargaban de analizarlos y clasificarlos).

Pero un día el espectro del soporte comen- zó a cernirse sobre las nociones anteriores. Para Roger Chartier (1), la idea de que los géneros circulan en soportes y se producen con instrumentos nos vino a iluminar: no es lo mismo escribir con una cuña, la mano, un lápiz o un teclado, ni escribir sobre pie-dra, papel o una pantalla. Si la imprenta fue la revolución que democratizó la circula-ción a través del soporte libro, la revolución digital implica otro cambio contundente en el instrumento y el soporte, que afecta necesariamente a los géneros. ¿Acaso una carta y un e-mail no son dos variedades del género epistolar, sólo que escritas bajo distintas condiciones de producción? ¿Un blog no podrá leerse como una variación del relato de hechos íntimos en primera persona, que hace un tiempo pensába-mos propio del género “diario” o incluso

“autobiografía”? La nueva sociedad de los discursos está poblada de construcciones la mayoría de las veces basadas en identi-dades previas, que tomamos y remixamos para crear algo nuevo, nunca nuevo del todo, y que avanza –igual que la historia– con contradicciones, a veces superándolas, a veces haciéndolas explotar.

Las tres tensiones

Como en toda revolución, primero toca festejar por el nuevo mundo. Pero al día siguiente hay que dar batalla a las tensiones que nacen cuando lo anterior se rompe. Como dice Alessandro Baricco (2), si lo que tenemos entre manos es “una revolu-ción tecnológica que rompe de repente con los privilegios de una casta que ostentaba la primacía del arte”, resultan lógicas las reacciones ante las nuevas formas de con-cebir el valor original de las obras.

Un primer debate está relacionado con la hipertextualidad. Lo que en papel es inter-textualidad, en los formatos digitales está sospechado de plagio. ¿Es el tweet que cita-mos al principio una obra literaria original o el uso que hace de algo escrito anterior-mente por otro autor, que a su vez cita a otro autor, lo invalida como tal? Seguramente, nadie interpretaría que el cuento de Monte-rroso es un plagio de la tradición oral orien-tal, por más evocación flagrante que conten-ga. Nadie interpretaría como un plagio una cita textual dentro de un paper académico (siempre a salvo por las comillas que cada vez más se omiten sin querer…) o la paráfra-sis de un poeta griego dentro de una poesía moderna (donde las comillas molestarían la inteligencia del culto lector…). Sin embargo, se descalifican algunas producciones del formato digital por tomar elementos pre-vios para su construcción, como en el tweet mencionado, una canción remixada subida a YouTube o la tapa de un diario colgada en un blog e “intervenida” con un comentario. La “amenaza” es, en realidad, un elemento constitutivo del formato digital y se llama remix. ¿Pero es una amenaza nueva?

Los medios digitales son modulares y variables porque todas sus partes, desde un texto hasta una imagen o un sonido, están formadas por números y objetos divisibles (3). Aunque no se vea, una letra o una ima-gen en una pantalla es una serie de núme-ros que se pueden intercambiar o modificar fácilmente si conocemos un idioma relati-vamente nuevo pero bastante popular: el de las computadoras. En un texto, basta con hacer copy+paste; en una imagen, saber usar algún programa de diseño; en la red, cono-cer qué botones hay que apretar para publi-car un texto en un blog o bajar un video. La nueva “lengua remix” (4) está genéticamen-te determinada para que tomemos las obras y las hagamos mutar. En la red, lo que no se puede manipular tiene poco valor; al mismo tiempo, se valora a quien puede tomar un contenido, experimentar con él y producir algo nuevo. Si antes seguir la regularidad establecida de un relato era garantía de dominar un género, de lo que se trata hoy es de saber hacer explotar los soportes para producir nuestros propios recorridos.

Luego del plagio, en el segundo lugar de la nómina de temores digitales está la presunción de la brevedad y la inmediatez como conspiración contra la calidad.

por Natalia Zuazo*

El parto de la literatura electrónica

36 | Le Monde diplomatique | el Dipló 145 | julio 2011

Nuevos géneros y formas inesperadas de creación colectiva

Gustavo Cimadoro (www.muycima.tk)

La revolución digital, con el drástico cambio en las maneras de comunicarse,

de escribir y de procesar un texto que conlleva, manifiesta un alcance que va

más allá del nivel tecnológico: está engendrando nuevos géneros literarios,

con fronteras difusas y, tal vez, modificaciones radicales en la forma misma

de concebir la literatura y el papel del autor.

Page 2: El parto de la literatura electrónica

Le Monde diplomatique | el Dipló 145 | julio 2011 | 37

En todo pasaje de lo que decimos a lo que escribimos transformamos el tiempo en espacio. Lo que se dice, se dice con una temporalidad. Y en internet, cambia radi-calmente algo de lo temporal, por la inme-diatez de la publicación: de un post, de un comentario, que no tienen que esperar la aprobación de un editor ni la imprenta para que otros los lean. “La Web se ha convertido en la mayor editorial y fotocopiadora que el mundo haya visto”, suele decir el gurú del marketing digital Jeff Bullas. Abierta la foto-copiadora para todos, no es sólo una herra-mienta de publicación sino un soporte que trae sus propias formas de publicar.

¿Esto mata a las formas anteriores? Por ahora no. Mucho de lo que “se sube” a internet son textos que antes fueron artículos periodísticos o libros, y mucho de lo que se lee y se escribe en la red siguen siendo palabras reunidas con las funciones de antes: escribir una carta, leer para saber algo nuevo, expresarnos. ¿Que esté más distribuido y fragmentado nos hace leer menos que antes? Los estu-dios dicen que no; que al contrario, lee-mos más, sólo que en distintas platafor-mas: la lectura como forma de informar-se, en descenso desde el nacimiento de la televisión, revirtió esta tendencia y se

triplicó desde 1980 hasta 2008, porque es la forma en que recibimos la información por internet (5). Y si queremos pode-mos usar la red para escribir más, como lo demuestra la reciente creación de The Atavist (atavist.net), una plataforma de publicación de artículos en formato largo, especialmente pensados para ser leídos en dispositivos portátiles, como tabletas y celulares, dirigida por el ex redactor jefe de The New Yorker, Nicholas Thompson.

Finalmente, nos enfrentamos a una ter-cera tensión: la muerte del autor. ¿Quié-nes recordarán nuestro sello original si las bibliotecas se remplazan por archivos? ¿Quién nos pagará nuestro derecho de autor y nuestro prestigio si quedamos librados a los bits?... se escucha decir a los que recla-man la vigencia de la propiedad de autor, “la más sagrada, la más personal de todas las propiedades”, como la llamaba Le Cha-pelier en la Asamblea Constituyente de la Revolución Francesa, en 1791 (6).

Tomemos un ejemplo cotidiano de nuestro recorrido online: un diario en papel publica un artículo. Al subirlo a la web, los lectores lo comentan. Al día siguiente, un blog lo toma como disparador y escribe una entrada. Nosotros, desde nuestra com-putadora, podemos leerlo y comentarlo, o enviarlo por mail y compartir el link en las redes sociales, soportes que a su vez lo diseminan entre muchos otros lectores. Luego podemos leer los comentarios que otros dejaron en las redes sociales, e inclu-so hacerlo desde nuestro celular, mientras viajamos al trabajo. El proceso podría seguir su curso infinitamente, mezclando informa-ción, opinión, reflexión en primera persona, y por qué no, literatura. En ese punto, res-ponder a “¿quién es el autor?” resulta difícil.

Pero también lo fue antes del siglo XVIII,

cuando se produjo la gran transformación que hizo que apareciera la mano del autor, la propiedad literaria y la idea de la obra vinculada “al corazón” de su creador, como decía Diderot. Como señala Chartier (7), “antes, entre el siglo XVI y XVII, se podía escribir retomando historias existentes; había una práctica de la escritura colectiva que estaba muy desarrollada, particular-mente para el teatro pero no únicamente, y no existía la propiedad literaria del autor. Pero a partir de que se produjo esta trans-formación en la perspectiva de la creación literaria, surgió una obsesión por ‘la mano del autor’”. Esa obsesión, que persistió hasta nuestra época, se enfrenta en la era digi-tal con un soporte abierto, con la escritura colectiva. Como hace siglos, ¿será que en unas décadas muchos libros ni siquiera ten-drán el nombre del autor en sus portadas?

El ¿nuevo? mundo

En la era digital, las fronteras de los géne-ros se confunden. La voluntad enciclope-dista de darle a cada cosa una definición y, sobre todo, encerrarla en límites, se vuelve imposible. En el caso de los géneros digi-tales esto es particularmente difícil por-que sus novedades se basan en elementos prexistentes y lo viejo, a su vez, retorna con otras formas, ayudado por los nuevos soportes. Son necesarias otras categorías, pero sobre todo, reconocer el valor en los soportes, hoy tan constitutivos de las obras como los propios contenidos.

Quien modifica un soporte, además de quien crea para él o a partir de él, también es un autor. Quien crea nuevos soportes donde se puedan combinar los contenidos de maneras novedosas está creando nuevas formas de decir, nuevos géneros tal vez. Quien explota los sopor-

tes o los contenidos compartiendo la autoría colectivamente, crea valor.

Lo digital tal vez nos está dando una gran oportunidad: pensar que el valor es colectivo, compartido, modificable, y que los géneros que van tomando forma en esa dinámica, estarán para siempre abiertos. Podrán llamarse un día haiku, otro tweet. Podrán hoy ser una canción de amor de cuatro minutos y mañana un rap con la misma letra y diferente ritmo, subidos a internet para conquistar a un amor de otra década. Podrán ser hoy una noticia poli-cial subida a un diario online y mañana un blog de ficción comenzado con ese crimen. Podrá ser Leonard Cohen ganando un res-petadísimo y literario premio Príncipe de Asturias por las letras que escribió para las canciones, en la época que existían los discos. ¿Alguien se opone a ese premio trans-género? ¿Entonces, por qué hacerlo con el tweet que cita al ministro que cita a los Redondos, que logra la música en ese recuerdo de 140 caracteres? n

1 RogerChartier,El orden de los libros,Gedisa,Barcelona,1992.

2 AlessandroBaricco,Los bárbaros. Ensayos sobre la muta-

ción, Anagrama,Barcelona,2008.

3 LevManovich,El lenguaje de los nuevos medios de comuni-

cación,Paidós,BuenosAires,2006.

4 ElconceptoesdeBrettGaylor,activistawebydirectorde

“Rip!ARemixManifesto”,http://ripremix.com

5 RogerBohnyJamesShort,“Howmuchinformation?”,http://

hmi.ucsd.edu/pdf/HMI_2009_ConsumerReport_Dec9_2009.pdf

6 BeaBusaniche(ed),Argentina Copyleft,FundaciónHeinrich

BöllyFundaciónVíaLibre,BuenosAires,2010,pág.32,www.

vialibre.org

7 RogerChartier,“LasnuevastecnologíasseacercanalsigloXVI

yXVII”,notadeSilviaFrieraenPágina/12,13-6-10.

*Periodista especializada en cultura digital.

© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur

Lo que en papel

es intertextualidad,

en los formatos digitales

está sospechado de

plagio.