el misterio de la inmaculada. hacia una lectura actualizada

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PLIEGO La solemnidad de la Inmaculada Concepción de María (8 de diciembre) nos invita a reflexionar sobre este dogma de la Iglesia católica proclamado por el papa Pío IX en 1854. La complejidad de cuanto en él interviene, como la realidad del ‘pecado original’, hace necesaria una renovada actualización de esta doctrina de profundo arraigo entre los fieles. Eso es lo que proponen estas páginas, extracto de la conferencia que el autor pronunció el pasado 14 de noviembre en la Hermandad del Silencio de Sevilla. EL MISTERIO DE LA INMACULADA Hacia una lectura actualizada ANTONIO Mª CALERO, SDB 2.920. 6-12 de diciembre de 2014 La Inmaculada Concepción, de Pedro Pablo Rubens

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Pliego de la revista Vida Nueva sobre la inmaculada

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  • PLIEGO

    La solemnidad de la Inmaculada Concepcin de Mara (8 de diciembre) nos invita a reflexionar sobre este dogma de la Iglesia

    catlica proclamado por el papa Po IX en 1854. La complejidad de cuanto en l interviene, como la realidad del pecado original,

    hace necesaria una renovada actualizacin de esta doctrina de profundo arraigo entre los fieles. Eso es lo que proponen estas

    pginas, extracto de la conferencia que el autor pronunci el pasado 14 de noviembre en la Hermandad del Silencio de Sevilla.

    EL MISTERIO DE LA INMACULADA

    Hacia una lectura actualizada

    Antonio M CAlero, SDB

    2.920. 6-12 de diciembre de 2014

    La Inmaculada Concepcin, de Pedro Pablo Rubens

  • PL

    IEG

    OP

    LIE

    GO

    Designio de gracia y santidadaducidos (Gen 3; Sal 51, 7) una doctrina del pecado original tal como fue desarrollada en la teologa occidental, tanto catlica como protestante, a partir de Agustn de Hipona2.

    B. A su vez, desde la perspectiva cientfica, la afirmacin de la procedencia de todo el gnero humano de una nica y misma pareja humana est igualmente cuestionada, desde el momento en que los sucesivos descubrimientos y estudios paleontolgicos que se siguen haciendo en la actualidad, lejos de abogar por una humanidad proveniente de un mismo y nico tronco o pareja humana, hace constatar de forma irrefutable la aparicin en lugares muy distantes, y en forma ms o menos simultnea, de seres humanoides que, gracias a la evolucin, fueron llegando al estado propiamente humano. Y no precisamente con formas y actuaciones humanas llenas de inteligencia y de hermosura, sino marcadamente semejantes a los animales de los que lentamente fueron evolucionando.

    Y es que, frente al poligenismo, no estamos simplemente ante lo que podemos llamar una instancia cultural: es decir, frente a una determinada interpretacin de la realidad. Aqu

    estamos ante una realidad objetiva que es una verdadera instancia cientfica que, lejos de retroceder o ponerse en cuestin, se

    reafirma ms y ms de manera prcticamente irrefutable3.

    Se contradice as, frontalmente, la presentacin

    que durante siglos se ha hecho en la iglesia de la aparicin

    del hombre sobre la tierra: un ser humano (varn y mujer), que proceda directamente de las

    manos de Dios, lleno no solo de dones naturales (belleza, inteligencia, armona corporal y psicolgica, pleno dominio de

    s), sino tambin preternaturales

    e incluso sobrenaturales, que perdi precisamente a causa de su desobediencia a Dios. esa prdida la transmiti de una forma ineludible, con un determinismo gentico inexorable, a todos sus descendientes. Problema este el de la transmisin que no ha dejado de preocupar a los telogos a lo largo de la historia.

    la presentacin negativa del Misterio y del correspondiente Dogma de la inmaculada caracterstica de la teologa latina (a partir del mismo san Agustn), debe ser, si no substituida por respeto al texto de la bula Inffabilis Deus de Po iX (1854), al menos, s completada con la perspectiva de los Padres griegos, mucho ms atentos al aspecto positivo del Misterio. ellos parten de la plenitud de gracia de Mara y, por consiguiente, de la perfeccin de la-toda-Santa (pan-aga).

    I. UNA LARGA Y APASIONADA HISTORIA

    1. La postura de los Santos Padres hasta san Sofronio (s. VII)

    Mara es, por antonomasia, la toda Santa. no estuvo sometida, por consiguiente, a ninguna forma de pecado. es cierto que, en trminos generales, no especifican de manera uniforme el momento desde el que esa plenitud de gracia inund la persona de Mara.

    2. El tema del pecado original en san Agustn

    es indudable el influjo decisivo que, en la formulacin y reflexin teolgica sobre el pecado original ha tenido en la historia del cristianismo la figura de san Agustn. l fue el que acu el trmino tcnico de pecado original4. en su lucha contra Pelagio, que como se sabe defenda la absoluta santidad de Mara sin necesidad de la intervencin redentora de Cristo, Agustn apur el argumento de la necesidad absoluta de la obra redentora de Cristo para

    INTRODUCCIN

    en el umbral mismo de esta reflexin es necesario hacerse una pregunta: por qu es posible, ms an, obligado hacer una lectura renovada del Dogma de la inmaculada, forjado laboriosamente durante siglos y siglos (al menos desde el Xii hasta el XiX) en la vida de la iglesia? la respuesta es, al mismo tiempo, simple y enormemente compleja: porque los elementos que con-forman este dogma configurndolo estn en la actualidad, si no en una seria crisis, s en una profunda y decisiva revisin. estos elementos son dos: la realidad misma del llamado pecado original, por una parte, y la hiptesis cientfica del monogenismo-poligenismo por otra1.

    A. es indudable, e igualmente innegable, el profundo arraigo que, en no pocos lugares de la iglesia catlica, tiene la doctrina de la exencin de Mara del llamado pecado original, convertida en dogma de la iglesia al ser proclamada como tal, por el papa Po IX el 8 de diciembre de 1854.

    esta doctrina, que ha sido tradicionalmente proclamada en forma negativa (concebida sin pecado), ha tenido como fundamento ltimo la enseanza de los primeros captulos del Gnesis (1-3), en los que se narra la creacin del cosmos y del hombre, y la reaccin negativa de los primeros seres humanos en su relacin con Dios.

    Ahora bien, la doctrina de ese dogma, fruto de una lectura literalista de los primeros once captulos del mencionado Gnesis, est hoy seriamente cuestionada. efectivamente, sera un perfecto anacronismo pretender encontrar en los textos usualmente

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  • todos los hombres sin excepcin, incluida por supuesto tambin Mara. el motivo de esta necesidad absoluta era para Agustn la forma rgida y unidireccional de entender el concepto de redencin: el concepto y la realidad de la redencin iban unidos de forma absoluta e inseparable a la realidad del pecado en acto, es decir, del pecado ya cometido. no conceba la redencin como har siete siglos ms tarde Duns Scoto como una accin salvadora que puede incluso adelantarse y prevenir a que el sujeto cometa pecado. Para Agustn si no hay pecado objetivo, no existe necesidad alguna de redencin. Afirma a este propsito L. Serenth que las ambigedades de la doctrina de la predestinacin representan el desenlace ms significativo de anteriores insuficiencias de la teologa agustiniana. en estas insuficiencias se ve tambin comprometida la reflexin sobre el pecado original: un vnculo de los hombres en Adn antes de su vinculacin original con Cristo y un rechazo pecaminoso de Dios, sumo bien prescindiendo del primitivo plan cristocntrico de la salvacin en el que Dios manifiesta en qu sentido l es, en concreto, histricamente, el sumo bien, tienden a convertirse en afirmaciones autnomas, privadas de un verdadero contenido cristiano y expuestas al riesgo de cargarse de otros contenidos heterogneos. () Desgraciadamente, la fijacin dogmtica de ciertos planteamientos agustinianos ha influido en su endurecimiento, en hacer que conserven cierta materialidad opaca, en impedir que llegase hasta ellos una benfica influencia evolutiva que habran podido recibir si se hubieran insertado ms dinmica y fluidamente en la evolucin general de los otros temas teolgicos ya sealados5.

    3. El tema del pecado original referido a Mara

    San Agustn, cuando se hace la pregunta de si implic absolutamente a todos los hombres el pecado original, hace una salvedad: Mara, de la que prefiere no opinar, posiblemente porque senta un cierto vrtigo de incluir en

    ese pecado a Aquella que no solo era la Madre del Verbo encarnado, sino que haba odo tambin las palabras del ngel: Ave, gratia plena (lc 1, 28). Su enseanza en este punto dej el tema en la duda.

    Del siglo XII al XVII. no obstante, el tema del pecado original, despus de unos siglos de silencio, vuelve a recobrar protagonismo en la vida de la iglesia, referido en este caso de manera especfica a la condicin de Mara, la Madre del Seor6. Y lo hace influenciado por la larga sombra de san Agustn, que no super del todo la carga de negatividad procedente de su formacin filosfica y de su propia experiencia personal de vida. Se encuentra, en primer trmino, Anselmo de Cantorbery con su obra Cur Deus homo, en estrecha conexin con el problema de la redencin de los hombres. el argumento era simple y lgico al mismo tiempo: si Cristo es el redentor de todos los hombres sin excepcin, y para que haya redencin tiene que haber necesariamente pecado cometido, Mara, que fue tambin redimida por Cristo, tuvo que tener necesariamente pecado aunque fuera en el primer instante de ser concebida. en esa misma direccin, y por ese mismo planteamiento, se mueven en sus reflexiones Bernardo de Claraval, Alberto Magno, Toms de Aquino, Buenaventura, etc. todos ellos fueron grandes estudiosos y devotos de Mara, cuyas virtudes y grandezas ensalzaron con grandes elogios. todos ellos, sin embargo, no dudaron en pensar, en lnea con la enseanza de Agustn, que, puesto que Mara haba sido redimida por Cristo, tuvo necesariamente que

    haber estado inmersa en el pecado de origen, siquiera por un momento. Ser el franciscano Duns Scoto el que, siguiendo la lnea de pensamiento de su maestro Guillermo de War, dar un giro realmente copernicano al planteamiento hamartiolgico de los pensadores y telogos anteriores, para entrar decididamente en un planteamiento caritolgico: es decir, desde el protagonismo de Cristo y de la Gracia en todo el tema de la redencin. Y el instrumento mental usado por Duns Scoto fue, precisamente, el de aceptar y afianzar el concepto de redencin, entendido no como una accin exclusivamente liberadora de una situacin negativa en algn aspecto (moral, psicolgico, econmico, cultural, etc.), sino tambin y con igual derecho como una accin preventiva de la incursin en el mal moral en cualquiera de sus formas7.

    A partir de ese momento (siglo Xiii), y durante seis siglos, las escuelas dominica y franciscana estuvieron fundamentalmente divididas y hasta seriamente enfrentadas, a causa de la situacin que vivi Mara en relacin con el pecado desde el primer momento de su existencia terrena.

    Del siglo XVII al XIX. la tradicin tridentina, fuertemente condicionada por la doctrina luterana, hizo que la relacin entre la condicin admica del hombre y su condicin cristolgica, en lugar de plantearse en una perspectiva en la que Cristo fuera visto y aceptado como centro de la creacin, principio y origen de toda gracia, lo fuera nica y exclusivamente como redentor del hombre en el sentido ms formal y estricto del trmino: es decir, del

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  • cuanto criatura perteneciente al gnero humano, gracias a la accin reconciliadora de Cristo. la santidad primordial que la iglesia ha reconocido oficial y solemnemente a Mara no es fruto de sus mritos, ni resultado de sus esfuerzos, sino pura gracia recibida de Dios.

    Por ltimo (aunque no es lo ltimo), la referencia a la ausencia de pecado en Mara, debida a la plenitud de gracia causada por la presencia en ella del espritu Santo.

    en las otras iglesias cristianas no catlicas, la proclamacin del Dogma no fue objeto de la misma gozosa recepcin: en las iglesias ortodoxas desacreditaron dicha definicin por intil. la exencin de Mara del pecado original era una doctrina tan larga y normalmente admitida por los cristianos de aquellas iglesias, que no era necesario en absoluto llegar a una definicin de esa naturaleza. Por su parte, en las iglesias de la reforma, sobre todo de fe luterana, esa definicin se haca sobre un supuesto falso, desde el punto y hora que el hombre est irremediablemente corrompido a causa precisamente del pecado de origen. ese pecado persiste de forma objetiva en la vida del hombre. Solo que, despus del Bautismo, Dios no se lo imputa.

    Ambas iglesias (oriental y protestante) coincidan, adems, en rechazar de plano la capacidad que el obispo de roma se arrogaba a s mismo de definir personalmente como dogma de fe cualquier contenido doctrinal de la revelacin cristiana.

    II. EL TEMA DE LA INMACULADA EN LA IGLESIA DE HOY

    el planteamiento que sobre el pecado original se ha mantenido durante siglos por la iglesia (toda la humanidad procede de una nica y misma pareja humana perfecta humana y sobrenaturalmente) no parece posible sostenerlo y defenderlo en todos sus extremos en el momento actual. De hecho, el mismo Catecismo de la Iglesia Catlica, al situar la doctrina del pecado original despus de haber tratado ampliamente la vocacin humana del hombre (capaz de Dios), as como la

    la presencia y de la accin de Cristo en el mundo desde el pecado, en lugar de hacerlo desde la riqueza enorme que representa Cristo como el Hombre por antonomasia, prototipo y paradigma de la humanidad nueva pensada y querida por Dios8.

    Por su parte, en espaa, desde el inicio mismo del siglo XVii, la doctrina de la Concepcin inmaculada de Mara vista desde la ausencia de todo pecado, incluido el pecado original (in-maculada = sin mancha), cobr una importancia y hasta una centralidad tal que polariz otros muchos temas igualmente importantes de la revelacin cristiana9.

    Del siglo XIX a nuestros das. la frmula dogmtica de la inmaculada Concepcin es el resultado de una

    larga evolucin en occidente, tanto en el plano de la piedad como en el

    plano de la teologa10. en efecto, esa declaracin fue precedida

    de largas y acaloradas discusiones entre las diversas escuelas teolgicas desde la edad Media. esos debates (no desprovistos

    con frecuencia de hirientes y sarcsticas descalificaciones) fueron amainando a medida que nos acercbamos al momento

    mismo de la definicin. Pero no desaparecieron del todo. De forma que el acto magisterial de Po iX, el 8 de diciembre de 1854 ,fue entendido como un colosal triunfo

    de Mara y, por consiguiente, recibido con enorme gozo por parte de los catlicos. no faltaron, con todo, algunas voces debidamente silenciadas dentro incluso de la iglesia catlica.

    el proceso de dogmatizacin de la doctrina inmaculista engloba tres elementos importantes y hasta decisivos:

    Ante todo, el sensus Ecclesiae y el sensus fidei del Pueblo de Dios, fundado en la presencia y asistencia

    del espritu Santo no solo en la jerarqua de la iglesia, sino tambin, y

    de forma igualmente decisiva, en todo el Pueblo santo de Dios.

    en segundo lugar, la afirmacin inequvoca de

    la redencin de Mara en

    hombre cado en pecado desde su mismo origen. Segn este planteamiento, Cristo naci fundamental, si no exclusivamente, para redimir al hombre cado, muriendo para ello en la cruz. Se eliminaba, o pasaba al menos a segundo lugar, todo el riqusimo y trascendental enfoque paulino de Cristo como centro, causa principio y sentido ltimo de toda la Creacin y, en especial, de la humanidad (ef 1, 3-22; 4, 12-13; Col 1, 15-23; 2, 9-13). Dicho de otra manera, se haca un planteamiento de

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    Estatua de la Inmaculada Concepcin en la Plaza de Espaa de Roma

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    revelacin y la obra de Dios creador, ha dado un vuelco radical de perspectiva: lo primero no es el pecado que, como tal, orientara toda la historia humana y justificara la redencin. lo primero es el Proyecto de Dios sobre la Creacin y sobre la humanidad, as como la vocacin de hijos de Dios de todo ser humano

    1. Es posible en la actualidad mantener el puro continuismo de una Tradicin gloriosa?11

    en la doctrina eclesial de la inmaculada hay implicadas dos grupos de cuestiones sometidas hoy a una seria y profunda revisin:A. Ante todo, el relato que del pecado

    original (originante y originado) hace el Gnesis: la naturaleza de los once primeros captulos del Gnesis12.

    B. en segundo lugar, la doctrina sobre el origen y aparicin del hombre sobre la tierra: es decir, el aspecto paleontolgico de la humanidad.

    A. Sobre la naturaleza peculiar de los once primeros captulos del Gnesis, es preciso recordar que, hasta fechas relativamente recientes (los aos 50), se ha hecho en la iglesia catlica una lectura de los once primeros captulos del Gnesis, y en especial del captulo tres, como si fuera la descripcin literaria de una fotografa tomada del natural. Hasta el punto que podramos preguntarnos: en qu jardn botnico podramos encontrar hoy, por ejemplo, el rbol de la ciencia del bien y del mal? (Gen 2,1 6-17).

    Hoy, sabemos, con una certeza garantizada incluso por las declaraciones oficiales de la propia iglesia, que esa narracin es la plasmacin literaria de la doctrina que sobre el pecado y su origen aparece en otros lugares de la escritura: vgr. Sab 2, 24; Sir 25, 24; 2 Cor 11, 3; tim 2, 14.

    Se ha admitido, adems, de manera oficial, gracias especialmente al Concilio Vaticano ii, la decisiva doctrina de los gneros literarios en la escritura13. la revelacin cristiana, que durante largos aos se entendi de una forma totalmente literal, puede ser interpretada con mucha mayor verdad y objetividad que antes de esa enseanza conciliar. todo esto nos lleva a concluir

    que, ms que una historia de las civilizaciones o incluso de las religiones, Gen 1-11 es una lectura creyente de la compleja historia de la frgil relacin del hombre con Dios, y una orientacin para acoger la salvacin de Dios.

    B. Por su parte, los datos de la paleontologa sobre el origen y condicin del hombre primitivo nos hacen caer en la cuenta de que, despus de siglos de cierta ingenuidad de la iglesia e incluso de gran parte de los cientficos acerca del origen del cosmos y de todos los fenmenos y procesos referentes a la aparicin del hombre sobre la tierra y a su responsabilidad frente al propio cosmos, en nuestra poca se ha tomado conciencia de la complejidad de los problemas que afectan al cosmos, a su formacin, a su desarrollo y en particular a su teleologa: hacia dnde va el cosmos?, cul es la ruta de su camino? Y, en particular, cul y cmo ha sido el proceso de hominizacin del ser humano?

    la admisin, por parte del Magisterio de la iglesia, de la evolucin de las especies, y en particular de la especie humana, no ha sido nada fcil. el monogenismo humano es decir, la descendencia de toda la especie humana a partir de una sola y nica pareja primitiva, con su propio nombre incluido: Adn y Eva se ha presentado, enseado y defendido por el Magisterio como una verdad absolutamente irrenunciable, ya que, negando dicha

    doctrina, se vena abajo precisamente toda la enseanza del pecado original.

    2. Qu dice al hombre de hoy, incluso al creyente, la realidad del pecado, en general, y del pecado original, en particular?

    no es ningn misterio para los estudiosos de la sociologa, tanto en el plano social como religioso, la constatacin de la prctica desaparicin de la conciencia de pecado en el hombre contemporneo. en todo caso, hay un deslizamiento del plano moral en el que se mova esa conciencia al plano simplemente social: las cosas estn bien o estn mal, segn se ajusten o no a las leyes sociales, o a la apreciacin que de las mismas se hace en cada caso. la dimensin trascendente del pecado como ofensa a Dios ha quedado reducida al mbito cristiano (no siempre y en todos), o ha desaparecido directamente.

    la constatacin y hasta la experiencia del mal en todas sus formas y maneras es algo absolutamente innegable para el hombre actual. Pero, ms que reflexionar sobre el origen de esos males, la preocupacin del hombre de hoy es cmo superarlos de forma que pueda llegar a formarse un mundo sin dolor y sin mal.

    teniendo presente este contexto general y las consideraciones que venimos haciendo a lo largo de este trabajo, se constata que se va abriendo camino entre no pocos autores contemporneos, tanto exegetas como telogos, la persuasin de que ms que hablar de un pecado original, en el sentido de un hecho histrico puntual, cuyas consecuencias se habran transmitido de alguna manera a las generaciones posteriores, parece ms apropiado entender el pecado original como un pecado fundamental de la humanidad. el pecado de Adn es el pecado de todos nosotros14.

    3. Sigue teniendo sentido, pues, hablar del pecado original en s como pecado de una pareja de hombre y mujer? Cul puede ser, en todo caso, ese sentido?

    el hombre contemporneo tiene una conciencia muy viva del cmulo ingente de dolores, sufrimientos,

    La Inmaculada Concepcin, de Murillo

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    Cristo. Como dice agudamente S. De Fiores, es urgente cristologizar la doctrina del pecado original17. la presencia de Cristo en la humanidad no es, segn la revelacin cristiana, una mera y simple consecuencia del pecado, original o actual. Cristo es origen, principio, fuente y razn ltima no solo de la Creacin, sino de la misma humanidad (cf. ef 1, 3-12; Col 1, 13-20; Jn 1, 3; Heb 1, 3; rom 8, 29).

    Por otra parte, la persona y el misterio de Mara tienen que ser contextualizados en el marco de la revelacin cristiana en general y, en particular, en el mbito del Misterio de la trinidad. Mara, la llena de gracia desde el momento mismo de ser concebida como criatura humana, es una seal inequvoca del amor gratuito de Dios Padre a la humanidad; es la expresin de la reconciliacin en toda su plenitud del hombre con Dios; y es verdadera y definitiva creacin del hombre por obra del espritu Santo. Hay que sealar, a este propsito, que, en la bula definitoria de la inmaculada (1854), aparece claramente la persona de Dios Padre que tom la iniciativa. Aparece, igualmente, la persona de Cristo el Seor, cuyos mritos y cuya gracia reconciliadora impidieron que Mara cayera en el pecado de origen. Pero no aparece en absoluto la persona y la accin del espritu Santo, cuya accin santificadora (divinizadora, diran los Padres y telogos orientales) es absolutamente imprescindible, llenndola con su gracia. Solo as es posible afirmar que la obra de la santificacin de Mara desde el primer momento de su existencia histrica es un momento invadido por el amor y la gracia de Dios, uno y trino. esta perspectiva trinitaria, y en particular pneumatolgica, es la que hace posible superar el planteamiento negativo e insuficiente preservada del pecado original, determinado por el recorrido histrico-teolgico que desemboc en la definicin dogmtica de 1854, por una visin positiva plenitud de gracia-don del espritu a la que es ms sensible la teologa oriental18.

    2. la narracin dramatizada del pecado de los primeros hombres, recogida en forma de relato en el Gnesis, quiere expresar, en primer

    impone, en definitiva, hacer una lectura desde la positividad del Proyecto de Dios sobre el hombre y su historia. es lo que pretendemos hacer en esta tercera y ltima parte de nuestra reflexin.

    III. PARA UNA LECTURA ACTUALIZADA DEL DOGMA DE LA INMACULADA CONCEPCIN

    el Misterio de la concepcin de Mara en el seno de su madre, santa Ana, desde una perspectiva positiva es decir, desde su plenitud de Gracia ya en el momento primero de su existencia, fue abordado hace aos por K. Rahner15. esta lectura, de todas formas, hay que situarla en el marco del sacramento del Bautismo como se entiende y se vive hoy, es decir, en clave positiva16.

    estos seran, a nuestro juicio, los jalones fundamentales que conforman el enfoque positivo de este dogma, largamente reflexionado y debatido en la historia de la iglesia, manteniendo vivo y actual el sensus fidei que tuvo una parte decisiva en la definicin dogmtica del 8 de diciembre de 1854.

    1. Ante todo, al hablar del Misterio de la Concepcin de Mara, es preciso superar el peligro de aislarlo, haciendo de Mara un ser autorreferente. Por una parte, es preciso sacar el pecado original y la doctrina correspondiente del aislamiento en el que hasta ahora se ha mantenido, para insertarlo en el conjunto de la revelacin y, particularmente, en el Misterio de

    injusticias, crueldades inhumanas que aquejan a la humanidad: es una situacin verdaderamente trgica, que llega a convertirse en desesperada. Se atribuye todo este cmulo de males al pecado original? Personalmente, lo dudamos. incluso y es digno de prestarle atencin, en el mismo rito del Bautismo cristiano, aparece mucho ms enfatizada hoy la doble pertenencia a Cristo y a la iglesia del recin bautizado, que no la limpieza del pecado original.

    De aqu que, frente a las consideraciones hasta aqu expuestas brevemente, es obligado, ms que lgico, hacerse la pregunta de si en la actualidad es posible seguir fundamentando y sosteniendo la doctrina de la inmaculada Concepcin sobre las bases bblicas, histricas, sociolgicas y paleontolgicas sobre las que, de hecho, se ha fundamentado durante siglos. teniendo presentes los serios y contundentes condicionamientos que impuso la recia personalidad de Agustn a la iglesia occidental (no as a la iglesia oriental) con su indudable visin pesimista, aceptados por el mismo Magisterio (baste recordar la Sesin quinta del Concilio de trento: DH 1510-1516), hay que decir claramente que tanto la lectura literal que se ha hecho de los primeros captulos del Gnesis (en particular, de los captulos primero al tercero), por una parte, como el indudable planteamiento monogensico implcito en el relato, por otra, son hoy sencillamente insostenibles.

    Se impone, por consiguiente, el ineludible trabajo de releer, para reinterpretarla, una doctrina que, aun en su formulacin negativa, est diciendo algo profundamente estimulante y renovador: a saber, que por encima de todas las negruras, maldades, dolores, enemistades y pecados que experimenta el hombre (todo hombre y todos los hombres) desde que tiene memoria de s, est la accin salvadora de Dios, uno y trino, que quiere (con autntica voluntad positiva y eficaz) que todos los hombres se salven (1 tim 2, 4). Se impone, adems, el esfuerzo de hacer un planteamiento positivo dentro del realismo que sugiere la Palabra revelada y la experiencia del propio hombre. Se

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    La aparicin de la Inmaculada a San Francisco, de Juan Van der Hamen

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    lugar, que el mal no lo ha creado Dios, pero tampoco procede de un antidios, sino que el mismo hombre lo ha introducido en el mundo al abusar de la libertad que Dios le dio. lo que ocurre es que el autor bblico perteneca a una cultura narrativa y no se expresaba en esos trminos abstractos19. Siendo Dios plenitud de ser, de luz, de amor, no puede actuar desde la negatividad; acta siempre desde la positividad. Dios llena de gracia a Mara y, en consecuencia, el pecado no tiene cabida alguna en su persona. no estamos pues, ante una crnica del pasado, sino, en todo caso, ante una reconstruccin un relato etiolgico de lo que al principio tuvo que suceder20.

    3. Por eso,no podemos acercarnos al pecado de Adn, con mentalidad de historiadores, como podramos hacer con el pecado de David, por ejemplo. es ms: Adm ni siquiera es un nombre propio, sino una palabra hebrea que significa hombre, y que, por si fuera poco, suele aparecer con artculo (el hombre)21.

    esto lleva a pensar de forma inmediata que, aunque la teologa clsica tendi a pensar el pecado de Adn como un hecho histrico, no por ello dej de entrever este aspecto ms radical del pecado original como estructura fundamental de todo pecado. Ahora bien, si Adn designa a toda la humanidad, no estamos ya ante un esquema cronolgico segn el cual un pecado vendra antes que otros. estamos ms bien ante la revelacin crtica, en forma de relato, de la estructura fundamental que subyace a todo pecado22.

    4. En la teologa del pecado la nocin de gracia es lo primero. la vida cristiana, que parte del misterio positivo de la encarnacin, es, ante todo y sobre todo, y aunque parezca una tautologa, una vida y no una mera carencia: es decir, es una realidad positiva, desde la cual se desarrolla la existencia del cristiano en su integridad. Para ello, hay que valorar debidamente los textos del nuevo testamento en los que se pone de relieve la accin gratificante de Dios sobre la humanidad antes de que existiera el tiempo. la carta a los efesios describe al nuevo israel de Dios (la comunidad cristiana) como la

    esposa radiante toda gloriosa, sin mancha, ni arruga, ni nada parecido, santa e inmaculada (cf. ef 5, 26-27). Segn esta perspectiva paulina, el dato primario de la experiencia cristiana no es el pecado, sino la gracia, es decir, la bondad gratuita de Dios que se nos dio por medio de Cristo y que se nos sigue dando por medio de los sacramentos de la iglesia. () esta perspectiva cristocntrica de la historia humana tiene como consecuencia directa un optimismo salvfico. () los hombres nacen en un mundo en el que est presente la gracia de Cristo que, como dice san Pablo, es ms fuerte que el pecado23.

    5. este planteamiento positivo lleva a la comunidad cristiana a reafirmar la necesidad de vivir la vida cristiana desde la positividad: es decir, desde la persuasin de que Dios, en Cristo, nos ha hecho definitivamente hijos suyos y, por consiguiente, capaces de vivir desde el inefable gozo de serlo (cf. 1 Jn 3, 1). esto quiere decir que la gracia de la que est llena Mara es patrimonio de todo el pueblo. () toda de Dios, Mara es ya prototipo de aquello que el pueblo es llamado a ser. la inmaculada concepcin es utopa que da fuerza al proyecto y sostn a la esperanza del pueblo de Dios. es la prenda de garanta de la posibilidad de que la utopa de

    Jess el reino de Dios es realizable en esta pobre tierra24.

    6. en el caso de Mara, hay que pasar, decidida y definitivamente, de una lectura negativa (in-maculada = sin-mancha) a una lectura positiva basada en el texto de lucas 1, 28: Mara es la-llena-de-gracia. De hecho, dice K. rahner: la inmaculada concepcin de la santsima Virgen consiste simplemente en la posesin de la vida divina de la gracia desde el comienzo de su existencia; vida de gracia que le es concedida sin mrito por su parte, por la gracia preveniente de Dios, para que con este comienzo de su existencia llena de gracia pudiera llegar a ser la madre del redentor tal como Dios la haba querido para su propio Hijo. Por esta razn, desde el comienzo de su vida, fue rodeada del amor redentor y santificante de Dios25.

    7. la profundizacin de la doctrina inmaculista, hecha desde la perspectiva positiva en que nos hemos situado, da la certeza de que, en el origen de todo, como fuente y motor de todo lo que existe, est Dios (cf. rom 11, 35-36). en el principio de todo est el Amor de Dios infundido en el corazn del creyente por el espritu Santo (rom 5, 5), y que, con la encarnacin del Verbo en el seno de Mara, realiza lo que proclama el Apocalipsis: He aqu que lo hago todo nuevo (Ap 21, 5). esta perspectiva de novedad va necesariamente unida al dinamismo propio de la Alegra, de la Creatividad, de la Concordia y Solidaridad entre los hombres, y, en definitiva, de la Fraternidad universal.

    8. Desde la perspectiva antropolgica, debemos reconocer, adems, que en Mara, llena de gracia desde el primer momento de su existencia terrena, encuentra el hombre en general y el creyente en Cristo, en particular, la realizacin objetiva y personalizada al paradigma del verdadero y definitivo Proyecto de Dios sobre el ser humano como tal. en la homila pronunciada por Benedicto XVI en la Fiesta de la inmaculada del ao 2005, no dud en afirmar que solo el hombre que se confa plenamente a Dios, encuentra la verdadera libertad, la anchura grande

    Baslica de la Inmaculada Concepcin de Washington

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    de constatar a cada momento, en s mismo y a su alrededor, la presencia nefasta del pecado ha visto en la inmaculada un valor irrenunciable: su pertenencia a un designio de gracia y de santidad por parte de Dios. ese pueblo ha ido realizando, a la luz de Mara, una profesin de fe en la potencia salvadora de Cristo; ha mantenido un acto de esperanza en el triunfo del bien sobre el mal; se ha complacido en el ejemplo de una criatura predilecta del Padre, que se ha convertido en don de amor para la humanidad30.

    definitiva caritolgica. en el misterio de la Concepcin de Mara no se parte del pecado con todas sus funestas consecuencias, para llegar a la realidad de la reconciliacin liberativa realizada por Cristo, sino todo lo contrario: lo hacemos desde Cristo, plenitud y coronamiento de toda la creacin, para llegar a aquel que es la cspide de los seres creados: el hombre29.

    CONCLUSIN

    Han sido muchos y largos los aos en los que el pueblo cristiano con una admirable perseverancia y a pesar

    y creativa de la libertad del bien. el hombre que se inclina ante Dios no se empequeece, sino que se engrandece, porque, gracias a Dios y en unin con l, se engrandece, se diviniza, llega a ser verdaderamente l mismo. () Cuanto ms cerca est el hombre de Dios, ms cerca est de los hombres. lo vemos en Mara. el hecho de que est totalmente en Dios, es la razn por la que est tambin tan cerca de los hombres26.

    De esta forma, Mara, llena de gracia desde el momento mismo de ser concebida, se revela como plenitud de significado antropolgico de la vida, por cuanto invita al hombre a evitar todo temor, para experimentar, por la gracia, una existencia sorprendentemente gratificante y benfica27.

    incluso en la formulacin negativa de ese Misterio (Mara exenta del pecado), es posible descubrir, segn J. Ratzinger, el dinamismo de la positividad: Preservacin del pecado original () significa que Mara no se reserva como una realidad exclusivamente suya ningn sector de su ser, de su vida, de su voluntad, sino que llega a ser propia y verdaderamente suya en la total expropiacin para Dios28.

    9. Hace unos aos, Clodovis M. Boff, en una obra robusta en su factura y sugerente desde la perspectiva en que se sita, ha puesto de relieve la que podemos llamar dimensin social del misterio de la Concepcin de Mara. en ella, despus de hacer un breve repaso del contexto socio-poltico y cultural en que se movi el tema de la inmaculada, sobre todo entre los siglos XVii y XiX, reflexiona y presenta el Dogma de la inmaculada como respuesta a los desafos sociales de hoy: fuente de inspiracin para la independencia poltica, expresin de la gracia como realidad anterior y superior a toda desgracia y pecado, inspiradora de una autntica santidad poltica, y como realizacin efectiva de los ideales ms altos de la humanidad.

    10. en resumen, hay que decir que la novedad fundamental y decisiva en el tema que nos ocupa est en pasar de una concepcin y planteamiento hamartiolgico del misterio, y de la misma vida cristiana, a una concepcin

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    1. La literatura bblica y teolgi-ca sobre el pecado original no solo es amplsima, sino que no hace ms que ampliarse cons-tantemente. Baste citar una obra reciente: J.-M. Maldam, El pe-cado original. Fe cristiana, mito y metafsica, Ed. San Esteban, Salamanca, 2014.

    2. A. Gonzlez, Pecado original, en J. J. Tamayo (dir.), Nuevo Diccionario de Teologa, Trotta, Madrid, 2005, p. 724.

    3. Basta pensar, entre otros, en los yacimientos de Atapuerca, que no hacen sino refrendar cons-tantemente la hiptesis evolu-cionista, al hablar de homnidos de hace 400.000 aos.

    4. Ese influjo se reconoci ya en vida del Santo: cf. DH 237. El punto de partida de su doctrina sobre el pecado original fue, sin duda, el captulo 5, 12 de la carta a los Romanos. Sus planteamientos en el tema de la relacin del pecado original con la Gracia influyeron notablemente en el Concilio de Cartago (a. 418): DH 222-224; en la conocida Epistola Tractoria: DH 231; en el Concilio de fe-so (a. 431): DH 267-268; en el Concilio de Orange (a. 529): DH 371-372.396.

    5. L. Serenth, Pecado original, en L. Pacomio y otros, Diccionario Teo-lgico Interdisciplinar, Sigueme, Salamanca, 1982, p. 754.

    6. Cf. G. Sll, Storia dei dogmi ma-riani, LAS, Roma, 1981, pp. 272-318; A. M Calero, Mara, Signo de esperanza cierta, CCS, Madrid, 2010, pp. 63-76; 221-226.

    7. Ordinatio III, d. 3, q. 1, n. 42. Este profundo cambio en el concepto de redencin aplicado a Mara ha llevado a algn autor a formularlo poticamente diciendo: Ningu-no del ser humano como Vos se pudo ver; que a otros los dejan caer y despus les dan la mano. Mas Vos, Virgen, no caste como los otros cayeron, que siempre la mano os dieron con que pre-

    servada fuiste (M. E. Gonzlez Fuenmayor, Himno de Laudes en la Fiesta de la Inmaculada Con-cepcin de Santa Mara).

    8. Cf. Juan Pablo II, encclica Re-demptor hominis 13, (Roma, 4 de marzo de 1979). Cf. Id., nn. 8, 14, 18.

    9. Cf. C. Ros, La Inmaculada y Sevi-lla, Editorial Castillejo, Sevilla, 1994; A. Martnez Sierra, La In-maculada y el misterio del hom-bre, BAC, Madrid, 2004; E. Lla-mas, La Inmaculada Concepcin y el desarrollo de la Mariologa en Espaa: siglos XVI-XVII, en Estudios Marianos, 71 (2004), pp. 241-267; P. Castaeda-M. J. Cocia (cords.), Sevilla y la Inma-culada, Cajasur, Crdoba, 2007.

    10. A. Kniaseff, La Mre de Dieu dans lEglise orthodoxe, Cerf, Pars, 1990, p. 112. Esta reflexin la aborda este autor con cierta am-plitud en la misma obra desde la perspectiva y sensibilidad ortodoxa, en pp. 111-127.

    11. El tema del pecado original, en la forma tradicional recogida por el Concilio de Trento, apa-reci, como no poda ser menos, tambin en el Concilio Vaticano II. Y lo hizo de la mano de la Co-misin Preconciliar, resumido en cinco proposiciones fusionadas en un solo bloque que fueron rechazadas por los Padres con-ciliares (cf. J.-M. Maldam, El pecado original. Fe cristiana, mito y metafsica, Ed. San Esteban, Salamanca, 2014, p. 210).

    12. Cf. Pontificia Comisin Bblica, La interpretacin de la Biblia en la Iglesia, PPC, Madrid, 1994, pp. 67-70.

    13. Cf. Concilio Vaticano II, Consti-tucin Dei Verbum 12.

    14. A. Gonzlez, Pecado original, en J. J. Tamayo (dir.), Nuevo Dic-cionario de Teologa, Trotta, Ma-drid, 2005, p. 725.

    15. Ya K. Rahner, en sus reflexiones sobre el Misterio de la Inmacula-

    da, hizo de este planteamiento positivo un inequvoco punto de partida: cf. Mara, Madre del Seor, Herder, Barcelona, 1967, pp. 51-65.

    16. Cf. Juan Pablo II, Christifideles laici 10-13; 16a-17; Novo millen-nio ineunte 31.

    17. S. De Fiores, Immacolata, en Id., Maria. Nuovissimo Dizionario 1, EDB, Bolonia, 2006. p. 841.

    18. PAMI, La Madre del Signore. Memoria, Presenza, Speranza 47, Ciudad del Vaticano, 2000.

    19. L. Gonzlez-Carvajal, Esta es nuestra fe. Teologa para univer-sitarios, Sal Terrae, Santander, 199821, p. 23.

    20. Idem.21. L. Gonzlez-Carvajal, o.c., p. 21.22. A. Gonzlez, Pecado original,

    en J. J. Tamayo (dir.), Nuevo Dic-cionario de Teologa, Trotta, Ma-drid, 2005, p. 728.

    23. I. Sanna, Pecado original, en Diccionario Teolgico Enciclop-dico, Verbo Divino, Estella, 1995, pp. 752-753. Cf. Rom 5, 15-21.

    24. M. C. L. Bingemer, Mara, en J. J. Tamayo, Nuevo Diccionario de Teologa, Trotta, Madrid, 2005, p. 568.

    25. K. Rahner, Mara, Madre del Seor, Herder, Barcelona 1967, p. 53.

    26. Benedicto XVI, Homila en la Fiesta de la Inmaculada (8 de diciembre de 2005).

    27. S. De Fiores, Immacolata, en Maria. Nuovissimo Dizionario 1, EDB, Bolonia, 2006, p. 875.

    28. J. Ratzinger, La figlia di Sion, Jaca Book, Cinisello Balsamo, 20052, p. 67.

    29. Es esta una perspectiva que, a nuestro juicio, es profundamente ireniana segn la afirmacin del obispo de Lyon: Gloria Dei, vi-vens homo (Ad. Haer. IV, 20,7). Cf. Vaticano II, GS 22.

    30. S. De Fiores, o.c., p. 879.

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