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C apítulo IX EL ÚLTIMO GOBIERNO DE LA HEGEMONÍA

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C a p ít u l o I X

EL ÚLTIMO GOBIERNO DE LA HEGEMONÍA

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S e a b r e e l t e l ó n

La descripción, hecha con testimonios socialistas de esa generación casi perdida, que soñaba con que algún día se escribiera esta historia y se pudiera llevar a las escuelas, retrataba la Hegemonía como un círculo de poder impenetrable, exclusivo, donde sus dueños desataron una de las más grandes cargas de arbitrariedad aunque a los ojos de los demás Colombia aparecía como una democracia. La historia del gobierno de Abadía Méndez la relataban con un rictus amargo, más o menos así:

\Jn gobierno que no fue respetado ni acatado, una cúpula en el poder donde campeaban la zancadilla, el engaño, la máscara y las influencias, un Alinistro de Guerra, cabeza de la maquinaria infernal de las Bananeras, que sin embargo acabó con fam a de hombre ingenuo y un presidente de caminadito marcial que con lo único que se identificaba era con su plata, estuvieron haciendo patria desde el 20 de julio de 1926.

...Elpaís entró en un panorama de tempestades, los empréstitos contraídos con los Estados Unidos ocasionaron la dependencia de los; países latinoamerica­nos y eso se reflejó en todos los hogares. Ya la injerencia europea, especialmente inglesa, había decaído en casi todo el Continente, ahora los ojos, mentes, y bolsi­llos dependían de los gringos. De esa dependencia no todos fuimos responsables, los nortemericanos no habrían podido imponerse si no hubieran tenido socios que, a su vez, ganaron en poder y acumulación de riquezas. Aludías fortunas se amasaron entonces.

A grandes rasgos esa fue la visión sobre aquel gobierno y otros que en América Latina desataron en la misma época la persecución contra todo lo que se opusiera a sus designios: personas, partidos, sindicatos, grupos o sectores rebeldes o simplemente en desacuerdo. Si éstos eran fuertes y amenazaban la alianza, los gobernantes criollos pedían ayuda de sus pro­tectores gringos. Tal el caso del desembarco cómplice de cinco mil marines a Nicaragua en diciembre de 1926.

Pero a cada caso un tratam iento adecuado. Uno de los países con más alta inversión norteamericana era Chile y en el litigio que por aquel entonces se presentó entre ese país y el Perú, el fallo arbitral lo dio el go­bierno de los Estados Unidos favoreciendo al país austral. Supuestamente las intervenciones imperialistas se hacían “en defensa de los intereses de los ciudadanos estadounidenses”, léase monopolios, por lo que la injerencia

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M a r ía T ila U r ib e

en los asuntos internos se volvió lo común. Este caso se rubricó con un solemne compromiso: la oligarquía chilena (que ya había dado muestras de su criminalidad contra los mineros en Puerto Mont, 1911) aceptó ser la cabeza de la maquinaria de contrainsurgencia en todo el Continente. De esa manera se desató en ese país la más rabiosa persecución anticomunista. Pero partían de un supuesto: aseguraban que los conflictos sociales eran ar­tificialmente producidos, inducidos por unas cuantas personas que recibían órdenes directas de Moscú. Por una parte, esto evidenciaba los dos grandes campos en que se había dividido el mundo; por otra, las burguesías se tapa­ban los ojos ignorando el hambre ajena, las enfermedades, las necesidades de estudio y superación; y esto se sentía como una guerra sin dinamita pero igualmente mortal. De ahí los conflictos sociales en América Latina, que fueron dejando un fermento revolucionario.

Como de la práctica se extrae la teoría, la guerra interior iniciada en Chile se convirtió en escuela; si en Venezuela los métodos estaban en bruto. en Chile los sofisticaron, corrigieran y aumentaron, no para quedárselos sino para ofrecerlos con experiencia y rutina incluidas a los gobiernos aná­logos. Así nació este historial de profesionalización de oficiales en el arte de la represión y el exterminio de las ideas políticas, cuyo primer y más sobresaliente alumno fue un colombiano, coronel por entonces y agregado militar de la Embajada en Santiago de Chile, que de discípulo pasó a ser maestro con el cargo de “Jefe de la Comisión Militar de Estudio en Chile y Argentina”. A la postre, este fue el hombre que dirigió en persona la masacre de las Bananeras: el general Carlos Cortés Vargas.

En una nueva etapa el ejército colombiano fue entrenado por las misiones militares chilenas, formadas a su vez en la feroz disciplina anti­popular prusiana (alemana). Por entonces la idea de hacerse militar para defender las fronteras empezó a quedar atrás o en la cabeza de unos pocos generales, de esos que en la sala de su casa colgaban el sable y la bandera tricolor para cuando la patria los llamara. Como una leyenda esa corriente se extinguía para dar paso a la nueva mentalidad, acorde con la convulsiva situación colombiana, las relaciones con los Estados Unidos y los nuevos objetivos y no pocos oficiales estaban en esa línea de cambio, entre ellos el ministro de Guerra Ignacio Rengifo, que en el gobierno anterior había desempeñado el cargo de gobernador del Valle.

Allí como en otras regiones habían cogido ventajas las huelgas, la resistencia, el puño en alto, la palabra y la actitud de las gentes; existía un

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Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ El último gobierno de la hegemonía

aire de rebelión que les provenía de la observación directa y de una reali­dad que más que todo les pesaba y perseguía. De ese ambiente el nuevo ministro de Guerra podía hablar mucho, como que vio el Departamento que administraba completamente paralizado y a la deriva hasta que los trabajadores del ferrocarril del Pacífico levantaron su huelga. Sin duda eran un poder y una amenaza no sólo encima de los trenes sino en las planta­ciones de caña y otras concentraciones cuando de reclamar derechos se trataba. Había que contenerlos! Y en eso, el primer oficial que estableció una lógica de la operatividad militar y una estrategia preventiva no fue el entonces gobernador, que se ocupaba más de llevar una buena vida, sino su inmediato asesor, el comandante de la Tercera División del Ejército de Cali, Gregorio Victoria. Era conocido entre la sociedad porque exhibía la belleza de su enjoyada esposa, entre la tropa por ser un duro y entre los trabajadores por echa-bala. El inteligente general Victoria contribuyó a alimentar la cabeza reaccionaria del general Rengifo, quien con investidura de ministro emprendió dos tareas: modernizar el ejército y trazar la estra­tegia de contención al socialismo revolucionario colombiano. Dos tareas y en la práctica una sola que sabía asegurada, porque no estaba.aparte ni era independiente de las intenciones y los intereses de los altos políticos, por el contrario, como el agua y la tinta, ejército y gobierno fueron un solo cuerpo. Esas dos tareas se iniciaron justamente con el período de elevación del socialismo-revolucionario.

L a h u e l l a d e l o s h e c h o s

Hay momentos, hechos y circunstancias claves que en cualquier sem­blanza del PSR es necesario abordar. Uno de estos momentos fue la tercera gira de María a Boyacá para llevar el mensaje del recién fundado partido, también fueron Mahecha, Tomás, Torres Giraldo y otros de sus compañeros. Esta gira, preparada por la delegación que asistió al Congreso, se desarrolló en ese período protagónico del PSR, y fue vista así por El Espectador:

María Cano fue puesta en libertad con sus compañeros

...se tuvo noticia ayer de que en las horas de la noche del día martes fueron arrestados en la ciudad de Tunja las Señoritas María Cano y Sofía López, Flores del Trabajo de los obreros de Medellín y Bogotá, respectivamente, y los señores, Ignacio Torres Giraldo, Raúl Eduardo Mahecha, Tomás Uribe Márquez y Servio Tulio Sánchez, quienes fue­ron a ese departamento invitados por la Federación Obrera de Boyacá,

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M a r la T ila U r ib e

a fin de que hicieran conocer las labores del Tercer Congreso Obrero reunido recientemente en Bogotá. (...). Como la multitud le pidiera insistentemente que hablara, la señorita Cano pronunció una vibrante conferencia acerca de la creación del Partido Socialista Revolucionario y de la situación de las masas trabajadoras de Boyacá. (...). Después de pronunciados varios discursos por la señorita Cano y los señores Torres Giraldo y Mahecha se presentó al salón donde esto tenía lugar, una comisión de las autoridades locales con orden expresa de arrestar a los comisionados del Congreso Obrero. A pesar de las protestas de los asistentes la orden fué cumplida de una manera estricta. (...).

La condición para la excarcelación fue la de abandonar inmediata­mente Boyacá, según resolución dictada por el gobernador, y así lo hicieron con abundante escolta. Pero... aquí viene la versión de Torres Giraldo, en­treverada con otros datos coincidentes y repetidos por los socialistas:

Pronto reconstruimos la gira y marchando de noche y según el plan para esquivar los focos principales de la reacción ¡entramos a Sogamoso en verdadera apoteosis!33 Esta vez se tomaron más precauciones, pues la policía estaba advertida; la delegación llegó a Sogamoso, allí se concentró gente hasta del Casanare, y durante tres días estuvimos en trance de oradores. Pero... desde el primer día se nos dijo que estabamos bloquea­dos, que las carreteras y caminos comarcales estaban cortados con repe­tidos retenes de policía para chequear cuando saliéramos de Sogamoso. ¡Caeríamos de nuevo en las garras del horrible jefe! (En Sogamoso no se atrevería a proceder) Dos choferes de camión que recorrían la ruta hacia Bogotá, planearon la manera de “pasamos por las narices” del iracundo jefe policial, y construyeron un túnel de madera en el planchón del más grande de los camiones y allí se nos introdujo. Luego se cubrió el dicho túnel con fardos de alpargatas, cajones con huevos, jaulas con gallinas y costales con frutas, todo de habitual transporte a la capital. Por encima de tal cargamento gente del lugar cubierta con sus grandes ruanas grises. Salimos de noche. El camión del túnel marchaba adelante. Al llegar a un retén nos rodeaban los policías, apuntaban por todas partes la luz de sus lámparas, y en algunos casos empezaban a introducir varillas de hierro. Pero llegaba precisamente a la línea el otro camión, arreglado en forma que se hacía sospechoso, y los requisadores nos soltaban para caerle con avidez. Después de cada retén nuestro camión reducía la marcha para descontar la demora del otro. En un retén nuestro camión recogió a tres campesinos, quienes, al llegar al siguiente y al oír que la requisa empezaba con el grito “¿Viaja gente en ese camión¿”, contestaron en perfecto coro de iglesia: “¡No señor, aquí no vamos sino nosotros!” Bueno, la cosa fue que a la una de la madrugada pisamos tierra de Cundinamarca y allí se nos desempacó, luego de “pasar por las narices” del iracundo jefe policial

33 Torres Giraldo, Ignacio. Los inconformes, Editorial Latina, tomo 4, pág. 850.

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Los a ñ o s e s c o n d i d o s ] [ El último gobierno de la hegemonía

a quien el mismo día dirigimos desde Bogotá un flamante telegrama que seguramente le afectó el hígado”34

Su estadía en territorio cundinamarqués estuvo alentada por las me­jores perspectivas que tuvieron a su haber: en el parlamento los amigos del PSR (Armando Solano, Hernández Rodríguez, Gabriel Turbay Cote, Bossa Navarro, Cuberos Niño y otros) desataban un debate alrededor de la detención de los cuatro dirigentes en Tunja, y al regresar a Sogamoso medio pueblo en las calles estaba esperándoles, a la expectativa. Había llegado el punto en que la cantidad de apoyo se convierte en calidad, por lo que alojamiento, seguridad, acompañamiento y bestias para transportarse sobraban.

Después de Sogamoso los dirigentes tomaron direcciones opuestas: María e Ignacio regresaron a Bogotá en el camión de marras mientras Tomás y Mahecha continuaron en dirección al Llano, acompañados por otros so­cialistas baquianos. Y en medio de las peripecias que afrontaron por el acoso policial y de las adversidades que previeron por las trochas desconocidas, a toda rienda fueron a reunirse con un grupo de la dirección revolucionaria venezolana. Ese encuentro selló el compromiso de ayuda a la organización hermana, paso importante del que algunos veteranos siempre tuvieron qué decir o qué contar y con el que se dio término a la agitada gira.

Ahora nos resta imaginar cuánto aprendieron en esos días que comieron en cocinas distintas, las emociones que debieron sentir al ver a los campesinos aglomerados hablándoles con confianza y la pobreza que contemplaron y no pudieron olvidar jamás:

Con sólo cruzar las carreteras boyaccnses -escribía Tomás en el artículo titulado “La servidumbre agraria en Boyacá”-e/ viajero se da cuenta del estado de esclavitud y miseria del campesino, que vive en chozas sórdidas y primitivas, ranchitos de terrón cubiertos con paja podrida o en galpones junto con los animales del patrón, usando como lecho cueros o tablas sobre estacas o simplemente en el suelo; el peón boy acense cantina descalzo y vive harapiento... (Ver anexo 2).

Cuando María regresó a Bogotá Mahecha y Claudina la estaban es­perando para iniciar la cuarta gira. Debía recorrer el río Magdalena desde Girardot hasta Barranca, donde se preparaba la gran huelga, e iría acompa­ñada por Ignacio. Por su parte, Mahecha era esperado con ansiedad por los trabajadores petroleros y Tomás retornaba a Bogotá para continuar con la

" Torres Giraldo, Ignacio. M aría Cano. Apostolado Revolucionario, págs. 78 y 79.

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M a r ía T il a U r jb e

estructura organizativa del partido, tarea que había dejado muy adelantada en Boyacá. "En esas giras Torres Giraldo y Tomás Uribe M árquez se ocupaban de resolver los problemas políticos organizativos que se planteaban en los Núcleos Locales del socialismo revolucionario//3S

C o b e r t u r a o r g a n i z a t i v a 1926

Fue por este tiempo que el proceso inició esa dimensión espontánea y popular sin la cual no hubiera podido ir tan lejos y en ello influyó el hecho de que los socialistas no hacían de su lucha una actividad aparte, impe­netrable y propia sino que a ella fusionaban hijos, compañeras, cuñados, padres, amigos, el señor de la esquina, los vecinos. Ya he mencionado que esta es la historia de familias enteras.

Entre las cosas que alzó el viento y se llevó el olvido están las formas voluntarias como se agrupaban familias y parejas en los núcleos locales, que fueron parte de la base popular del PSR y se multiplicaron por todo el país. El estilo carecía de nombramientos formales: no existía el “compañero presidente” sino Pedro o José; el “secretario” era quien supiera leer y escribir mejor, pero le decían Juan o María o como se llamara. Posiblemente así las relaciones eran menos distantes, más personales y afectivas. Muchos de es­tos núcleos venían de atrás, habían sido comités contra la pena de muerte, grupos barriales iniciados en la protesta o gremios afines no sindicalizados. Otros despegaban con gentes agrupadas por oficios: núcleos de músicos, aguadoras, marchantas, deshollinadores, floristas... y si alguien quería contar acciones de importancia bastaba con que diera el número de núcleos por él

fundados. Gastón Caicedo, típico personaje del socialismo-revolucionario y afilador de oficio, no dejó ni un sólo organillero por fuera de los núcleos lo­cales y él llevaba la batuta. Otros muchos compartían la obsesión y llegaron a calcularse para el año 27 en más de 100 los núcleos locales de Bogotá.

Otro de los niveles de organización fueron las numerosas Sociedades Obreras. El historiador Gonzalo Sánchez cuenta que a través de ellas se reclutaba a los militantes del PSR y posteriormente a los protagonistas del levantamiento del año 2936. Las Sociedades Obreras tuvieron proporciones nacionales y de ellas se desprendieron a partir del año 26 las Asociaciones

35 Medina, Medófilo, op. cit., págs. 115 Y 116.38 Sánchez, Gonzalo. Los bolcheviques del Líbano, Ecoe Editores, segunda edición, Bogotá.

1981, pág. 73.

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Los a ñ o s e s c o n d i d o s ] [ El último gobierno de la hegemonía

de Segundo Grado Regionales, y otros organismos que tuvieron distintos nombres: Comités Obreros Socialistas, Centros o Sociedades Obreras, Co­mités Femeninos de Trabajo, Procomunales Obreras, Cooperativas, etc. La lista original (que incluimos completa en el anexo 3, se conservó porque fue otra de las incautadas a Torres Giraldo en 1928) contiene 122 organizaciones en total. Las primeras son:

ORGANIZACIONES OBRERAS SOCIALISTAS DEL PAÍS

• FEDERACIÓN CENTRAL OBRERA DE ANTIOQUIA Medellín, Antioquia.

• FEDERACIÓN REGIONAL OBRERA DE ANTIOQUIA Departamento de Antioquia.

• COMITÉ OBRERO SOCIALISTA DE SOPETRÁN Antioquia (Pablo Ruiz).

• COM ITE OBRERO SOCIALISTA SAN JERÓNIMO Antioquia (Manuel A. Echavarría).

• COMITE OBRERO SOCIALISTA DABEIBA Antioquia (Juan de Dios Betancurt).

• CO M ITÉ OBRERO SOCIALISTA FRONTINO Antioquia (Pedro Elejalde).

• COMITÉ OBRERO SOCIALISTA YARUMAL Antioquia (Enrique Mery).

• COM ITÉ OBRERO SOCIALISTA RIONEGRO Antioquia (Adolfo Giraldo E.).

• COMITÉ OBRERO SOCIALISTA SEGOVIA Antioquia (Félix A. Correa).

• COMITÉ OBRERO SOCIALISTA TITIRIBÍ Antioquia (José Jaramillo).

• COMITÉ OBRERO SOCIALISTA REMEDIOS Antioquia (Leonel Olano).

• SINDICATO OBRERO SOCIALISTA ZARAGOZA Antioquia (Roberto Herrera).

• CENTRO OBRERO SOCIALISTA CONCORDIA Antioquia (Juan Villa).

• COMITÉ OBRERO SOCIALISTA VALDIVIA Antioquia (Eduardo Rojas).

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M a r ía T ila U r ib e

• FEDERACION OBRERA ENVIGADO Antioquia (Jesús M. Isaza).

• SINDICATO OBRERO PUERTO BERRÍO Antioquia (Eugenio Cárdenas Villate).

• FEDERACIÓN OBRERA DE CALDAS Manizales, Caldas.

• CENTRO FEMENINO OBRERO Caldas - Manizales, Caldas.

Un buen porcentaje de estas organizaciones fue dirigido por artesa­nos y algunas con existencia anterior se incorporaron al PSR conservando sus nombres.

Para efectos de su organización los dirigentes socialistas dividieron el país en 5 zonas, e intentaron darle organización celular hasta 1928; la primera circular de ese año firmada por Tomás y Torres Giraldo, terminaba con estas palabras: ■

Es necesario proceder a la organización donde no existe y a la compac- tación donde ya esté iniciada. Para este fin nos ofrecemos irrestricta­mente. Donde haya tres hombres libres, se debe construir una célula revolucionaria. Donde exista un ser altivo se debe clavar una bandera de revolución.

Por su insistencia en lo que consideraba vital, Tomás mantuvo algunos criterios para la cuestión organizativa: estimulaba el paso de los jóvenes a puestos de responsabilidad como una tarea inaplazable, mediante el estudio y trabajo político. Esta preocupación que ya habíamos mencionado es a todas luces comprensible, entre otras razones porque en los años Veinte el pro­medio de vida era muy bajo, Tomás como Torres Giraldo, Mahecha y otros dirigentes que estaban en tomo a los 40 seguramente creían haber entrado en la ancianidad. Otro de sus desvelos era la organización en las regiones y zonas campesinas; el país ocupaba más de las tres cuartas partes de los casi 7 millones de habitantes en actividades agrícolas37 y una de las tareas organizativas era la creación de muchas cooperativas en esos lugares.

Sobre cuál pudo ser el número de militantes del PSR no hay respuesta. Se conserva otra lista con el título original de “clientes del club rotario”, en que aparecen 177 poblaciones de 15 departamentos con 563 responsables de actividades políticas y gremiales. Su encabezamiento es como sigue:

37 Bejarano, Jesús Antonio, op. cit. pág 55.

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Los ANOS ESCONDIDOS ] [ El último gobierno de la hegemonía

CLIENTES DEL CLUB ROTARIO*

ANTIOQUIA

Puerto Berrío:Félix A. Correa Jesús Ramírez Juan de J. Vásquez Juan C. Londoño Dabeiba:Manuel Echavarría

Zaragoza:Roberto Herrera José H. Tafur Rafael Mejía Segovia:Escolástico Alvarez Eugenio Cárdenas Ovidio Prada

Pero aquella organización no era centralizada, de disciplina estricta que utilizara la crítica y la autocrítica como herramientas de análisis, no se dio en ella la sujeción de unos organismos inferiores a otros superiores ni se habló de principios organizativos. Las principales características del PSR en este sentido obviamente obedecieron a su época, a los razonamientos de sus militantes más capaces y estructurados y consistieron, como ya lo hemos visto, en un sistema libre de elección de los dirigentes, un partido de base social amplia y de raigambre popular y un programa que vino a ser publicado en 1927. El mismo Tomás, conocedor de la carente organización de su partido, declaraba en 1929: “¿Que si creo en la eficacia de una revolu­ción en Colombia¿ Mientras el partido socialista no organice celularmente a los trabajadores no solo no creo en esa eficacia sino que juzgo un suicidio colectivo cualquier intento"31. Añadía en la misma entrevista que para organizar un partido con base celular se requerían por lo menos seis años.

Falta algo en este recuento, referente a Bogotá y propio para una crónica sobre el PSR: la historia, relatada por el “Negro” Guerrero, de una mujercita del barrio de las Cruces, comparable de alguna manera a los personajes típicos como lo fueron “Pomponio”, “Plácido Plá”, el “Bobo de los tranvías” e inclusive la “Loca Margarita” posteriormente. Se trata de la Señorita Conchita” Agüitas de Gualanday”, a quien llamaban así porque siempre llevaba un canastico con yerbas aromáticas curalotodo: “agüitas, agüitas de Gualanday” repetía con voz nasal la señorita Conchita cuando

Ver lista completa en el Anexo 3.El Espectador, marzo 7 de 1929, pág. 4.

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le abrían la puerta para comprarle yerbabuena, manzanilla, hojas de coca, limonaria y otras para curar el estómago, el corazón, el insomnio... Pues tenía el remedio para todo. Pero este oficio se le volvió accesorio porque se convirtió en una especie de “activista” que llevaba razones, informaba sobre sitios de reunión y anunciaba los últimos o próximos sucesos de “desorden” público. Al lado de las yerbas o debajo, mantenía volantes y propaganda socialista que repartía en inquilinatos, casas y tiendas con maneras clandestinas. Así pasó sus últimos años esta mensajera, envidia de cualquier organización popular de años posteriores.

U n a c u l t u r a q u e l l e g ó m u y h o n d o

La razón por la cual muchas mujeres acudieron al socialismo-revolu­cionario de manera individual, colectiva o familiar no fue únicamente de orden político (de clase) o económico (por reivindicaciones). Podrían darse uno de estos motivos, o los dos, pero el verdadero imán consistió en que allí se descubrían a sí mismas como personas, no sólo con fertili­dad corporal sino mental. Imaginemos una muchacha que ya no llevaba la cabeza baja como su mamá y sus tías, que dejaba de taparse la boca cuando reía y aumentaba el tono de su voz, se cortaba el pelo “a la garçon” y se iba a trabajar a un taller. Una compañera de trabajo o una amiga le contaba que había un lugar frecuentado por hombres donde se hablaba de temas terrenales. Ella iba, después de oir que el mundo no se reducía a la ventana, que allí se derrumbaban las ideas viejas poco a poco, que podía aproximar su cuerpo al de los hombres sin que apareciera como pecaminoso; después de aprender y practicar un lenguaje distinto ? podría volverse atrás, cuando su vida cobraba otro sentido y encontraba razones para reivindicarse^

El momento era propio a las aspiraciones de las militantes, por el cambio general de mentalidad en relación con la imagen femenina. In­cluyendo la moda, que subía de un golpe la falda hasta la rodilla, dejaba por primera vez las piernas entre medias de seda, bajaba los escotes hasta donde el pudor de cada chica lo permitía y anulaba los corsets. Arman­do Solano en una crónica sobre la moda femenina de los años Veinte, escribió:

“Los teólogos dedicados a la modistería, he aquí una sorpresa que nosreservaban nuestros tiempos. En los años Veinte, la falda pasó del tobillo

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Los a ñ o s e s c o n d i d o s ] [ El último gobierno de la hegemonía

a la rodilla y el escote, de la garganta al pecho; subieron las faldas y bajaron los escotes. Los curas, que tradicionalmente reglamentaron la moda de una manera pasiva, porque la censura al respeto estaba interiorizada, tuvieron que salir al pulpito a hablar de la moda. Esto evidencia, por lo menos, un cambio en el control tradicional eclesiástico sobre la vida cotidiana y sobre la mujer, ya que el cura está a la defensiva desde el púlpito, contradiciendo de hecho su tradicional ofensiva en el confesionario; es algo que ha cambiado ya en la sociedad, el teólogo ocupado de la moda...”.39

En el PSR se impulsó con vehemencia todo aquello que fue propio del socialismo: la emancipación femenina, el plano material de igualdad, el respeto, los niveles parejos de participación y decisión, en fin, sin que hubiesen reglas absolutas en estos asuntos entró la preocupación por la cuestión femenina, contraviniendo la mentalidad tradicional. Se empe­zaron a tocar temas hasta entonces prohibidos, espinosos, como el de la prostitución y sus causas. Cuestionaron la campaña que por entonces de­sató la élite criolla señalando el comercio sexual como “la perversión de la sociedad”, pero al mismo tiempo estimulando su práctica. Se ocuparon del vicio de la droga (morfina en ese tiempo) y del vicio del licor, igualmente combatido a nivel estatal e igualmente estimulado con las políticas fisca­les que desde entonces se inventaron para aumentar su consumo (desde allá viene el título que se ganó Colombia de “Estado cantinero”). En 1927 Tomás publicó una serie de artículos con esos temas que le ocasionaron citaciones y multas del Juez de Prensa y Orden Público; con el último de ellos titulado “Los Celestinos”, el funcionario lo arrestó por varios días y remató el castigo con lo que creyó un remedio infalible: decomisarle la máquina de escribir (Ver anexo 2).

Esa especie de destape recogía agudos problemas y abría las puertas para la mayor presencia femenina. La palabra, claro, era la comunicación y en medio de ese modelo de transmisión de la palabra que se vivía en el PSR, Enriqueta y Elvira daban charlas en serie sábados y domingos a los núcleos locales que las solicitaban; aclaraban el compromiso socialista con la emancipación de la mujer y decían cómo entendían la educación para explicársela a los hijos. Después extendieron su radio de acción como lectoras en grupos de obreros y comités femeninos de trabajo. María

” Tomado de: Correa, Hernán Daño. La cotidianidad cultural y política en los años veintes, en Jornadas del centenario del natalicio de M aría Cano, Comité Centenario María Cano, Medellín, 1987, pág. 13.

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M a r ía T ila U r ib e

utilizaba un desenfrenado juego de palabras para subvertir el orden moral dominante:

“Sois el gran motor que mueve la prodigiosa máquina del progreso. Si se os necesita, haced que se os respete. Y un día yo os lo vaticino: se os amará... Amigas, hermanas mías, quiero que en vuestras mentes y en vuestras almas se encienda este fuego sagrado que os hará libres. Quiero que, pene­trándonos en la santa misión del amor, cerca al hombre, no os contentéis con el sacrificio, que es una fase de la resignación, sino que, valientemente os unáis para la lucha en la conquista de la igualdad. Jamás os hablaré de resignación, esto es apocamiento, esto es cobardía...”

También Cecilia de Mancera exhortaba al cambio en las hojas de “La Libertad”, es decir, las socialistas aflojaron el freno que el ambiente imponía a las demás mujeres y en esa búsqueda su proceso fue más importante que el fin, porque al querer transformar la sociedad se transformaron ellas mis­mas, mucho o poco según el caso. Entonces nuevas visiones de la relación hombre-mujer llegaron a concretarse: las organizaciones obreras iniciaron debates sobre su situación tanto en el hogar como en el trabajo; la prensa popular invitaba a quienes quisieran elevar el nivel de conocimiento y la formación de la mujer. Escritores y estudiosos dedicaron su tiempo al tema, entre ellos Jorge Uribe Márquez, que a partir de los expedientes de “ilegiti­midad” y lo que recogía al interior del PSR, confeccionó e hizo público un “escandaloso” proyecto sobre divorcio e igualdad entre los hijos porque la ley establecía completa diferencia entre los llamados legítimos y los naturales (este proyecto sólo tuvo entrada y fue leído por él en el Congreso nueve años más tarde):

...La necesidad social y humanitaria de levantar el nivel moral y legal de los hijos que han nacido fuera del matrimonio, y que la legislación actual coloca en una irritable situación de parias sin derecho a tener padres, no obstante no haber pedido a sus progenitores la vida.

Se sanciona a éstos, lo que es obra de sus padres, por una sociedad que se tilda de cristiana y a nombre de una moral injusta que establece la más repugnante desigualdad civil entre quienes llevan la misma sangre, las mismas taras, las mismas virtudes de la raza.

Por tales leyes se pretende establecer diferencias y desigualdades donde la naturaleza proclama la igualdad y solo para aparentar ciertos conven­cionalismos y prejuicios sociales; y para libertar a ciertos padres desna­turalizados que carecen del más bello de los sentimientos humanos: el amor al hijo escudado en una Ley que impide al hijo llegar hasta ellos para reclamar el derecho a vivir. Pero si solo el matrimonio por amor es moral, también lo será solamente aquel en que continúe el amor. El amor

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Los a ñ o s e s c o n d i d o s ] f El último gobierno de la hegemonía

no durará igual en todos los hombres y cuando acabe es mejor para ellos y para la sociedad que acabe el matrimonio.40

Aún se recuerda el desprecio social que existió para los hijos naturales y para sus madres, y aunque en los sectores populares esta condición era (y ha sido) común, aquel desprecio no hubiera significado preocupación de no ser porque tenía consecuencias en la vida diaria, sobre todo para las mujeres y los niños. Ellas no podían aspirar a ciertos trabajos si no mostraban la partida de matrimonio; los niños no entraban como gente decente a la escuela si en su partida de bautismo figuraba la frase "hijo de padre desconocido". Eran personas en "pecado mortal" y el señalamiento era inevitable.

L a u n ió n l i b r e

A manera de respuesta y como reflejo de los valores que evolucio­naban, en las Federaciones y demás organismos obreros cobró sentido el reconocimiento a la unión libre, en actos que realizaron con toda la intensidad doctrinaria. El amor como única razón de la unión se convirtió en una especie de movilizador cultural y surgió lo que llamaron en el PSR “el contrato libre y amoroso”.

Lo del PSR, como se nota, fue toda una cultura que se metió en la sangre de las mujeres y hombres de la cordillera, el río, los valles y cafetales, llegó hasta sus más hondas fibras y los condujo no sólo al coraje de la lucha sino además al baile y la alegría. En Bogotá seis destacados líderes socialistas decidieron unir sus vidas antes, durante y después del Tercer Congreso Obre­ro41. Pero esa cultura no atravesó impunemente los años de la hegemonía, fue controlada con severidad cuando trascendió su práctica, sobre todo en Girardot, los puertos del río y El Líbano. De este último lugar Gonzalo Sán­chez recogió varias actas y cartas ilustrativas en los juzgados o Tribunales, copias de sentencias de Jueces que calificaron esos hechos como “seducción” cuando no de “curiosos”42.

Una anotación final: si las mujeres participaban en la organización, en la ejecución de las acciones y en parte en la formulación de la política era

1 Lozano, Pedro Pablo. El divorcio en Colombia, tomo 1, Imprenta Nacional, Bogotá, págs.14,15 Y 17.

1 En la defensa que hace Jorge Eliecer Gaitán de Tomás Uribe Márquez menciona su casa­miento. El texto completo está publicado en El Tiempo, mayo 20 de 1929, pág. 13. Sánchez, Gonzalo, op. cit., págs. 78,79,82-84.

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M a r ia T i i a U ribh

porque querían que la igualdad marcara el paso. Pidieron entonces control para la conducta individual, normas disciplinarias para los hombres que abusaran del alcohol y dieran malos tratos en el hogar. A esas normas de­bían sujetarse en primer lugar los dirigentes y todos aquellos que juraran comprometerse. Además, la condena a la práctica de la poligamia y otros excesos porque no pocos jóvenes socialistas tenían más hijos de los que un soltero debe tener. Pero se necesitaba más de un siglo para cambiar el pensamiento y aquella mentalidad que aseguraba la supremacía masculina en las normas morales. Según narraba Enriqueta, encontraron oposición abierta entre grupos de obreros y encubierta de algunos dirigentes que brindaban confianza y apoyo a las muchachas pero sólo para que se ani­maran a impulsar un pequeño catálogo de reivindicaciones económicas. En todo caso encabezaron la primera quiebra de la sociedad patriarcal en nuestro país.

A l i a n z a s d e l PSR

Al empezar 1927 la Hegemonía con 41 años, estaba deteriorada pero conservaba su poder. Por eso el PSR insistió en alianzas y no en aparecer como un partido conformado sólo por obreros y los de abajo. No obstante, como no quedaron documentos de debates, uno se pregunta: ¿Hasta dónde pudieron tener en cuenta todas las dimensiones de su luchad Se sobreentien­de que el PSR había alcanzado para esas fechas una significación política; eran fuertes las fuerzas que lo sustentaban, pero ¿midieron el grado de avance de esas fuerzas^ ¿En qué casos estimaron transitorias o sólidas sus alianzas^ ¿Calibraron las contradicciones entre las distintas corrientes^ Y al buscar el debilitamiento político y militar de la Hegemonía ¿previeron las modificaciones que podrían presentarse^

Es claro que entre el momento de la fundación del partido y el mo­mento de la reunión de La Dorada del año 27 cambiaron muchas circuns­tancias que ya iremos viendo. Mientras tanto, en el terreno de la práctica habían avanzado las alianzas como uno de los aspectos tácticos del PSR. Esas alianzas dinamizaron la nueva y nada despreciable corriente socialista, pero al mismo tiempo, algunos individuos de esos grupos jugaron un papel nefasto en el destino final del socialismo-revolucionario.

Tales alianzas se dieron en dos direcciones: la primera, con los libera­les-socialistas, intelectuales a quienes ya nos hemos referido. Con el tiempo

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quedaron confusiones y equívocos respecto de esta corriente porque sus nombres fueron echados en un sólo saco, sin diferenciarlos, a tiempo que se trataba intelectuales de distinta naturaleza. Los socialistas reconocieron siempre el valioso aporte de Armando Solano, que renunció a la Dirección del Diario Nacional para ingresar al PSR; Pablo Emilio Sabogal, abogado de la Liga de Inquilinos que prestó siempre sus servicios gratis; Abel Botero, “José M ar”, Diego Luis Córdoba, Angel María Carrascal y tantos otros de Bogotá o provincia. Naturalmente hubo otros, los del papel nefasto, a quienes se referían los veteranos como aduladores, envidiosos, vanidosos, y todo lo que caracteriza a ciertos letrados. A la hora final del PSR en que los dirigentes estaban en las cárceles, el destierro o el cementerio fueron ellos quienes tornaron en sus manos el control político. Años después, el dogma­tismo procedió a llamar “pequeñoburgueses” a tirios y troyanos, copiando esquemas que en nuestro medio trajeron más perjuicio que beneficio.

La segunda alianza la hizo el PSR con una franja de los llamados generales (los llamaron “Panchos”) de tradición liberal-radical. Para varios, si no para todos ellos, aún estaban vivas las luchas de la Guerra de los Mil Días (veinticinco años atrás) y la idea de que “frente a los godos las cosas se resuelven a plomo”. También para muchos de ellos debía estar viva la herida por el asesinato del general Uribe Uribe, trece años antes. No quedó establecido cuántos de ellos eran de carrera y cuántos de campo de batalla. No conformaban una corriente como tal, eran más bien individualidades, unidades sueltas seguidores del más destacado de ellos, Leandro Cuberos Niño; simpatizaban con el socialismo-revolucionario fundamentalmente por su “antigodismo”, era pues una simpatía coyuntural y débil.

A estos generales un Inri los marcó en vida y hasta después de muertos por la sentencia que finalmente les dictó la IC, señalándolos como “los viejos jefes del partido liberal que encauzaron la conspiración del PSR”, “Generales agentes de Wall Street”, “latifundistas que explotan a sus peones” y “jefes militares del PSR” (Ver anexo 2). Tales esquemas se repitieron tantas veces de manera literal después de 1930 en documentos, artículos, discursos, reuniones y libros que acabaron por ser aceptados como “verdad” y sobre ellos tuvieron la última palabra no pocos comunistas que metieron el “coco” en la época prehistórica de su partido. Nadie podría negar -sin generalizar- que en el grupo de los generales hubo quienes quisieron servirse del PSR, o los que actuaron atropelladamente, o aquellos que jamás entendieron de qué se trataba el socialismo, o algún par de retardados a quienes los tenían en cuenta más por caridad que por eficiencia, pues sobre “Los Panchos” se

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tejieron también anécdotas risueñas. Pero lejos, muy lejos estuvieron de ser una franja compacta militar con los poderes que les atribuyó la IC; la prueba está en que sólo uno de ellos figuró con título mayor al de militante o responsable de algún núcleo local.

Pero, ¿quiénes eran, dónde estaban, cómo actuabany qué represen­taban estos generales^ Existía entre esta treintena de hombres un común denominador por aquella tradición bipartidista que venía desde la guerra de los Mil Días y servía para dividir regiones, pueblos y hasta familias enteras. Se trataba de la política del “porque sí”, que consistía en que los descendientes de liberales debían ser “rojos” y los de los conservadores “azul- turquí”. Para algunos de ellos ya era hora de tomarle cuentas a la Hegemonía, olfateaban que el PSR podía sacudir la apatía y congelamiento liberal. En este partido no encontraban posibilidad alguna política o bélica, por eso volvieron sus ojos a la organización que cohesionaba a la gente y hablaba de llegar al poder; pues aunque éste no había sido tomado ni en Alemania ni en Inglaterra nuestros socialistas-revolucionarios estaban empeñados en variar el curso de los acontecimientos.

Los había también más humanistas que guerreros, que encontraron de interés los aspectos programáticos y analíticos del PSR y se acercaron a participar en los debates sobre los grandes temas de justicia social. En donde puede llegarse a generalizar el pensamiento de los generales es en la veta nacionalista que los animó: casi todos expresaron su solidaridad con los militares venezolanos igualmente nacionalistas e inclusive Cuberos Niño, Nogales Méndez y otros tenían comunicación con ellos y les brindaron ayuda hasta el año 29. En consecuencia eran anti-imperialistas a su modo, llamaban a los gringos “los raptores de Panamá”. Y como el sentimiento anti-yanqui seguía creciendo en Colombia, ya por los acontecimientos de la huelga de Barranca que para esos momentos (enero 1927) estaba en su punto crucial o por los atropellos en las minas de oro y en la Zona Bananera, o por la actitud colonialista de la compañía americana y también por la solidaridad con Nicaragua, varios de ellos se sumaron a la campaña llamada “Alianza Democrática” que el PSR adelantaba. El general Nieto, por ejemplo, quemó por primera vez públicamente una bandera norteamericana en Bogotá y convirtió su casa en sitio de reuniones de cuantos vecinos del barrio de La Candelaria se contagiaron por ese viento y ese fuego.

Es imposible precisar o siquiera acercarse al proceso personal de aque­llos aliados del PSR; cada uno tendría un pasado y un trabajo precedentes

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posiblemente mayores en su experiencia militar que en la frescura política (pero la intención en este escrito es ubicarmos allí donde ya la memoria no existe para que pensemos lo impensado de esa época). ¿Cuántos llegaron al PSR accidentalmente1? ¿Cuántos por amistad, conveniencia, convicción o afinidad en algunos aspectos^ Solo se puede hacer una síntesis de sus acti­vidades para no aventurarse en hipótesis. En cuanto a sus nombres (faltan algunos) y sitios de trabajo político, fueron los siguientes:

Cuberos Niño: era para entonces vicepresidente del Senado y poco después presidente del Directorio Liberal. Según Tomás, aún en cargos de tanta resonancia era un adversario del estruendo. Se incrustó en los debates contra la pena de muerte, encabezó en el Senado el rechazo por el encarcelamiento de los líderes socialistas en Tunja; se sumó a la campaña de solidaridad con Nicaragua y tuvo otras actitudes de apoyo registradas por entonces en la prensa.

Nogales Méndez: Periodista barranquillero, vivió en Venezuela por el tiempo en que Tomás estuvo en ese país; allí se conocieron. Según el mismo Nogales Méndez dejara escrito43, conoció los suplicios aplicados en las cárceles de Juan Vicente Gómez, por el horror que esa situación le ocasionó decidió publicar posteriormente en Barranquilla las atrocidades de Eustaquio Gómez, primo del sátrapa venezolano, ladrón del tesoro público y torturador, entre otros, de los colombianos Darío Casaro y Lara Colmenares, simpatizantes de la causa rebelde. Por esas denuncias el entonces cónsul venezolano lo demandó ante el Juez Tercero de Orden Público, pero Nogales Méndez con su particular dignidad y bien documentado como estaba, no sólo salió vencedor en la querella sino que logró desatar en la opinión pública barranquillera una verdadera ola de repudio hacia Juan Vicente Gómez y de simpatía por los rebeldes venezolanos. En noviembre del año siguiente (1928) el ministro de Venezuela en Colombia desató una persecución contra Nogales Méndez, a quien el ministro Rengifo ya le había puesto el ojo por su vinculación con el PSR y los revolucionarios del hermano país.

Pablo Emilio Bustamante; José del Rosario Duran: mediadores en conflic­tos y huelgas, el primero en Girardot, el segundo en la Zona Bananera.

11 El artículo titulado El GeneraI Nogales Méndez y el Cónsul de Venezuela fue publicado en el periódico La Prensa, Barranquilla, noviembre 1 de 1928. En ese diario aparecieron otros artículos sobre el tema. Biblioteca Departamental.

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General Saavedra (y su hija); Dimas Borrero (en Moniquirá): de ellos rememoraban los veteranos su contribución en ganado, bestias y dinero para los militantes y grupos socialistas. Brindaron cobertura para hacer posibles las reuniones con los venezolanos, de quienes se consideraban igualmente aliados. Para ellos el pensamiento de Bolívar era su más grande ideal. Anhelaban volver a una Gran Colombia sin fronteras, sin esas líneas divisorias amañadas, trazadas para dividir los pueblos artificialmente. De forma similar pensaban los siguientes:

Chaves Pinzón; Galvis (en Bogotá): amigos de infancia, beligerantes, envueltos en los sucesos del Consejo de Guerra en 1929, sobre el que vol­veré finalmente.

Justo L. Duran (Bucaramanga): orador, colaborador en Vox Póputi y donante de periódicos socialistas de los Santanderes.

Demetrio Moran, H oracio Trujillo; "Teleche" (Medellín): señalados directamente por el ministro Rengifo de un acuerdo con otras gentes para tomarse los cuarteles en Medellín en un día no indicado de 1929.

Isidro Parra: Personaje liberal en El Líbano, ni opositor ni colaborador del PSR, pero amigo personal de algunos dirigentes socialistas a quienes ayudó.

Vespaciano Jim énez (en Cartagena): único en servicio activo. Se sabe que mantenía relación con Nogales Méndez y se le mencionó más que todo porque fue víctima del delirante general Rengifo, cuando este dio por hecho que venía un barco de Inglaterra con un gigantesco cargamento de armas para los socialistas. Semejante noticia tuvo un despliegue sensacional en la prensa del país en abril de 1928. En realidad se trataba de un episodio pro­tagonizado por contrabandistas de armas, extranjeros, que nada tenía que ver con Colombia, como se aclaró finalmente. El montaje lo urdió Rengifo para evitar la movilización del Primero de Mayo, fecha para la cual hizo detener a mucha gente incluido Vespaciano Jiménez, supuesto hombre clave del asunto, con algunos comerciantes importantes de Cartagena.

En las listas de militantes responsables de grupos socialistas, figuran los nombres de otros siete “generales” en sus respectivas regiones:

Narciso Castellanos Chiquinquirá

Teófilo García Cumaná (Cund.)

Carlos Heredia San Bernardo (Cund.)

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Los a ñ o s e s c o n d i d o s ] [ El último gobierno de la hegemonía

Apolonio Cruz

Jeremías Castro

Antonio Valbuena

Félix Venancio Pardo

Une (Cund.)

Quetame (Cund.)

Yacopí (Cund.)

Bucaramanga

Otro general figuró en El Socorro, dos más en Guataquí (Cundinamarca); un pariente político de Soledad Herrera, también llamado general, en Ibagué; el general Nieto padre de los hermanos Nieto, músicos, en Bogotá y el coronel Pedro Arguello, en Paime (Cundinamarca). En el Tolima otro más actuó con la misma calidad. En cuanto a los restantes no se tienen más datos aparte de las borrosas remembranzas de los veteranos. Quizá nunca supieron la sentencia que recayó sobre ellos y sirvió de baldón para los socialistas; quizá el sumarse a los revolucionarios y no a los que mantenían el statu quo, les hizo morir en paz con su país.

L a p e n e t r a c ió n a l o s c u a r t e l e s

Entre las borrosas remembranzas que acabamos de mencionar fi­guraban las ayudas que obtuvieron de algunos de aquellos generales para conocer la intimidad de los cuarteles. Para los socialistas se trataba de hacer posible lo necesario, y necesario era neutralizar la tropa en la creciente carga represiva y en su utilización como fuerza de trabajo para romper las huelgas. Asignaron entonces importancia estratégica a la penetración en los cuarteles, que comenzó en Bogotá de manera constante a través de volantes, periódicos, cancioneros y romanceros con páginas ilustradas. El sistema fue simple pero efectivo y no siempre fue el mismo; necesitó del concurso de muchas personas, por lo general mujeres y niños que se rotaban. En principio consistía en envolverle el pan, la panel a, tal cual librito de ortografía o cualquier otro artículo que los soldados invariable­mente compraban cada día, en las hojas impresas. Para eso contaron con algunos dueños de tiendas en los alrededores de los cuarteles (donde hoy están el Hotel Tequendama y el Palacio de Nariño); después entraron la propaganda en los carritos que ordinariamente dejaban el bastimento al pie de la cocina; también los afiladores y otros pregoneros portaban la propaganda por si al pasar eran solicitados. Una vez adentro las misivas, no faltaba el soldado que pudiera leerlas, pasarlas, remitirlas a su pueblo, guardarlas debajo del colchón o entregarlas a sus familiares el día de la visita.Y eran de este estilo:

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M a r ía T ila U r ib e

"En las garras de los reclutadores"

...El cuartel es un antro de corrupción por donde todos los años desfilan millares de campesinos que la disciplina militar convierte en muñecos de resorte, atentos al grito del amo o a la señal caprichosa del sable. En el servicio militar obligatorio se transforma el trabajador del campo en un ente servil, sólo atento a las personas interesadas en su mansedum­bre porque saben que así siempre habrá gente dispuesta a sacrificarse defendiendo los intereses de los privilegiados. Es en el cuartel donde el hombre se adiestra para matar a sus semejantes; es allí donde se le enseña al humilde el manejo de las armas que impone la sinrazón del déspota; es en esos cuarteles donde se fomenta el odio, la vileza y la insolencia...44

"El partido socialista habla así a las madres campesinas"

...Vosotras, también esclavas, despreciadas por esta sociedad de lobos voraces, ayudad a abolir el militarismo, oponeos al servicio de recluta­miento, que demasiadas lágrimas han surgido de vuestros débiles pechos y de vuestras ya secas pupilas a causa de esa iniquidad (Ver anexo 2).

La orientación de penetrar a los cuarteles se extendía por carta a to­dos los dirigentes del país, como en ésta dirigida a Mahecha, Russo, Sixto Ospino y otros:

...Hay que organizar un movimiento de simpatía individual hacia los soldados a efecto de procurar la fratemalización, a fin de alcanzar esto ustedes procederán a imprimir hojas diversas para repartirlas a la tropa, a la vez que obtendrán la manera de celebrar con algunos grupos de ellos conferencias privadas de confratemalización.

Tomás Uribe Márquez, Secretario General.45

Tropa viene de “troppus” rebaño, pero en los años Veinte ese rebaño no fue tan pasivo. En parte esa circunstancia permitió que en la segunda mitad de la década se llevaran a cabo las conferencias privadas de confraterna- lización en muchos sitios y en los cuarteles circulara la propaganda con una buena dosis de malicia indígena. Y no era para menos: crecía el descontento en las fuerzas armadas por los atrasos hasta de diez meses en los pagos, el trato cruel, el hambre por la falta de raciones... Soldados, policías y guardia

44 Archivo personal.45 Aparte de la carta enviada por Tomás en 1928 a los dirigentes de la Zona Bananera. Se

puede leer en su totalidad en el capítulo 11 de este libro. Archivo personal.

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Los a n o s e s c o n d i d o s ] [ El último gobierno de la hegemonía

- ¿Y quieres que devuelva este salchichón?- Si, y le dices al tendero que que si no me envuelve las cosas en un folletín más interesante, ¡remos a comprar a otra tienda.

civil protagonizaron por esos años sublevaciones, protestas, huelgas, “franca rebeldía”, cuando no deserciones. Algunos de estos casos fueron:

- Protesta por retiro de 30 agentes de la Policía de Ibagué, julio de 1920.- Protesta del Ejército en la misma ciudad, agosto 1921.- Sublevación del Ejército en Tunja por falta de raciones, enero de

1922.- Franca rebeldía de 20 policías en Manizales, noviembre de 1923.- Huelga de los guardias civiles en Girardot, febrero de 1924.- Hechos subversivos en Bogotá, abril de 1925.- Hechos subversivos en Manizales, febrero de 1926.- Hechos subversivos en Calamar, julio de 1926.- Conato de rebeldía en Girardot, segundo semestre de 1926.- Franca rebeldía de la tropa en Bogotá, 1927.- Deserciones de grupos de soldados en la Zona Bananera, noviembre

de 192 846

Hay que aclarar que con su campaña los socialistas no pretendían que se dieran insurrecciones en los cuarteles sino la toma de conciencia

Los ocho primeros casos se encuentran en el artículo de Mauricio Archila aparecido en la colección Historia de Colombia, fascículo 86, pág. 1607. Los siguientes dos casos son memorias de los socialistas, y el último se encuentra registrado en Arango, Carlos, Sobre­vivientes de las Bananeras, segunda edición, Ecoe editores, Bogotá, 1983.

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dentro de ellos. A esos conatos de rebelión se sumaron otras situaciones y el mismo general Victoria expresaba en carta a su ministro:

Quienes prestan el servicio militar no llegan allí por convicciones ciuda­danas sino forzados por la inscripción. Pero no solamente la tropa llega al cuartel contra su voluntad sino que allí está mal alojada, mal alimentada, mal vestida, mal tratada. Y si, además, todos los reclutas provienen de las clases más incultas y miserables, no solo se dan cuenta que el servicio militar pesa exclusivamente sobre ellas sino que un gran porcentaje de esos contingentes es desafecto al gobierno y a las instituciones que rigen la nación; hay más, esas clases que vienen a los cuarteles traen la simiente del anti-militarismo, del desconocimiento de toda autoridad y extraviadas por las disolventes ideas del socialismo, ideas que van apoderándose de la mente irreflexiva de las masas trabajadoras que así se van convirtiendo en el problema más grave que habrá de presentársele al país.

El ministro apretaba los dientes, identificaba al enemigo en calles, plazas, imprentas, en la tienda de la esquina, el taller, la fábrica, los vecin­darios pobres y hasta en las mucuras de los niños que recogían agua en el “Chorro de Padilla”; pues hasta ellos llegaron los detectives del “hombre púas” para romperles los chorotes en búsqueda de propaganda. Entonces concibió el “Decreto 707 de Alta Policía” que dictó en abril de ese año 27; según su letra, la policía secreta podía allanar cualquier recinto, prohibir reuniones, prohibir la palabra en público y arrestar por “sospecha”. Es de­cir, con ese decreto se iba a la cárcel medio pueblo para que el otro medio escarmentara. Peligroso y tramposo, quiso sujetar a la gente para pedir permiso de ejercer sus derechos, mas no lo consiguió con el Decreto.

Desde luego, esto no fue una respuesta exclusiva para la infiltración a los cuarteles sino, en general, por el ascenso del socialismo-revolucio­nario y del movimiento obrero. La radicalización de los conflictos a partir de enero de 1927 incluía amenazas de huelga general, violencia defensiva y agitación revolucionaria con el consiguiente resultado de la movilización radical y la solidaridad de los sectores populares y medios. Todo esto estaba determinado básicamente por dos causas: la tremenda situación económica que se soportó en ese período de inflación, acaparamiento, especulación, “serruchos” y demás lacras conocidas, y la comprensión generalizada de esos mismos sectores de defenderse de la llave estado-patronal-fuerzas armadas. En este último aspecto fue clave el papel jugado por el PSR, con todos sus errores, en la historia de las luchas sociales en Colombia.

Cuando el decreto se dio a la luz, en vísperas del Primero de Mayo, habían transcurrido 3 de las 10 huelgas que se dieron ese año: un mes antes,

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Los a ñ o s e s c o n d i d o s ] [ El último gobierno de ¡a hegemonía

la de los choferes de Bogotá; dos meses antes, la de los ferroviarios de Am- balema y en enero la gran huelga de los petroleros en Barranca (segunda en su historia).

El ministro era ahora el hombre fuerte, líder de la caverna por su profunda filosofía : si el PSR y sus huelgas significaban la chispa incendiaria, su objetivo era eliminarlos. De esa manera los hombres de bien podrían vivir tranquilos, especular tranquilos, acaparar tranquilos y condecorarse los unos a los otros por compatriotas. ¡Atrás el PSR y sus asquerosas utopías!

Y para utopías -contaban- “Tabaco” y “Fray Lingote”. Dos cronistas discípulos del “Negro” Guerrero y campeones en la multiplicación de hojas que se iban para los cuarteles. “Tabaco” era el mismo que había tenido su “bautizo” de comisaría cuando lo cogieron empapelando las paredes de Pala­cio, al que le decían en privado “Burroienko”; adoptaba las poses de Trotski y usaba anteojitos diminutos y gruesos como aisladores de piano. Estos dos tipos nunca se separaban aunque conformaban una pareja de contrastes: “Ta­baco", bajito y enjuto, “Fray Lingote” alto y “cuajao”; el primero hablaba en forma desfallecida mientras el segundo era atropellado; calmado era “Tabaco” y el otro parecía una mata de nervios. Se parecían en cuanto que ambos eran soñadores impenitentes, para su archivo intelectual redactaban entre otros el esbozo de una constitución para cuando Colombia fuera socialista. Uno de los dos tuvo en sus manos una carta de los revolucionarios venezolanos, cartas que terminaban con frases de Bolívar y ambos se las arreglaron para hacerla llegar a un oficial mala sangre, comandante de guardia de Palacio, o mejor a la boca del mismo porque se la metieron entre un pan. Sobra hablar del castigo que le infringió al batallón pues la frase decía:

“Maldito sea el soldado que dispare contra el pueblo, y si lo hace, se quede sin patria y sin bandera”.

Simón Bolívar

LA HUELGA DE BARRANCA EN LOS OJOS DE UN ADOLESCENTE"... La relación, correspondencia y coordinación de los líderes socialistas era intensa: eran ingeniosos, porque las cartas no siempre llegaban. Ven­cían las distancias a lomo de muía o caminaban, utilizaban el telégrafo, los trenes o los carros de manivela que había que empujar. Pero ellos no siempre podían desplazarse por trochas y ferrocarriles, por eso muchos jóvenes hacíamos de correo: el correo rojo. Caminábamos por días con un morral al hombro que por la noche nos servía de almohada o nos tre­pábamos a las embarcaciones del río o a los vagones, a veces viajábamos

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escondidos entre los bultos de café o de carbón. Así fuimos a Cali, Honda, Barranca, Tunja, nos le medimos al Magdalena y recorrimos regiones del Tolima, Santander, Cundinamarca y otras. Eramos seguramente muchos pero yo conocí más a los de mi grupo, que recuerde... estaban Pedro, Guillermito Rodríguez, Hernando Restrepo, Gabrielito Reyna, Leónidas y otro chiquitín. Encontrábamos descanso, escondite y pan algunas veces en la casa de Juan de Dios (Romero), aunque él se mantenía a distancia de la organización y tareas del partido.

Una vez Pedro y yo debíamos ir a Barranca a llevar una carta y razones a Mahecha. Salimos a la madrugada... era enero de 1927. Llegamos en mitad de la huelga... aquello fue terrible, quién lo vió no lo pudo olvidar. Habían nombrado alcalde militar y declarado el Estado de Sitio. La ciu­dadanía estaba del lado de los huelguistas y también los comerciantes locales, toda esa gente enviaba como 3.000 raciones diarias para el otro lado, donde estaban los huelguistas. Pero había hambre, mucha hambre porque los trabajadores eran 8 o 10 mil según decían, más sus familias. Nosotros teníamos que encontrar a Mahecha y entregarle la carta que mandaba Tomás. La carta nos la dio el “Mico” Heredia con la adverten­cia de regresar con la respuesta de su puño y letra. No se vengan sin esa respuesta, carajo, ¡o no vuelvan! nos dijo.

Ya la huelga tenía un apoyo muy fuerte‘ habían parado los ferroviarios en casi todo el país, los marinos y los braceros de las compañías navieras, mu­cha gente. Esa capacidad del PSR para activar la solidaridad era inmensa.

Antes de salir nosotros de Bogotá ya habían salido más de veinte socialis­tas como delegados a estimular los paros. Tomás, De Heredia, el “Negro”, las mujeres, nadie paraba y dormían por momentos. El movimiento en las imprentas era colosal y había que improvisar la gente: llegaba un grupo de panaderos a ver qué hacían y los ponían a mover la “dúplex", llegaba un tipo como Sabogal y lo mandaban con las aguadoras a vender periódico, llegaban los tranviarios y los ponían a escribir...

Nosotros llegamos de mañana a Barranca, sin saber por dónde empezar a buscar a Mahecha, entonces nos dirigimos donde había gente, al pie del río, ahí estaban los braceros así en toda la orilla porque llegaba un barco y querían que se uniera al paro y no descargara, estaban gritando: ¡No descarguen compañeros, no descarguen! Los trabajadores del barco

* ’’Hoy cuentan los huelguistas con 7.000 hombres unidos estrechamente. El comercio co­lombiano, así como la colonia siria, ha contribuido generosamente al sostenimiento de los trabajadores en paro. El obrerismo ha tomado hoy de los almacenes de aprovisiona­miento $4.589... de Antioquia, Cundinamarca, Santander, Huila, Cauca, Valle, Tolima y Nariño llegan sin cesar telegramas de adhesión... El entusiasmo es inmenso... Nadie bebe aguardiente... los obreros de la Andian se han unido al movimiento y acaban de parar las bombas del oleoducto, los obreros de los barcos de la Tropical acaban de unirse a la huelga...” (Comunicado de Mahecha en enero 12 de 1927).

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Los AÑOS e s c o n d id o s ] [ El último gobierno de la hegemonía

estaban desmontando el puente y contestaban: ¡No vamos a descargarle nada a la Tropical, venimos a ayudarles! Alguien nos mandó a la orilla, como a quince o veinte que estábamos en ese grupo y nos fuimos a recibir el puente. Fue cuando llegó la tropa, el oficial venía bramando ¡DESCARGUEN! ¡Quiten esos hijueputas! y nos mandó la tropa y nos pusieron así los fusiles, nosotros teníamos el río detrás y no teníamos ni para dónde coger y, pues, nos enfrentamos, así, con el fusil a un metro del pecho y detrás de nosotros el río, de manera que listos al paredón nos les enfrentamos, nos les botamos y les agarramos los fusiles y toda esa cosa, así, pero como locos y los tipos no dispararon.

Pedro llevaba la carta y de pronto salió corriendo. Creo que se botó al río con toda esa gente. A mi me cogieron preso y me llevaron con otros sobre un vagón a puro sol, me caían las chispas de la locomotora y me metieron después en una cárcel por unos días, acostado en el suelo, con una disentería tremenda... Ser revolucionario en ese tiempo no era una pera en dulce, no era tener una teoría para ser revolucionario como es hoy...

...A media noche entró un suboficial, me parece verlo, llamó a dos de los que estaban ahí presos conmigo, luego oí que le dijeron: traiga al muchacho. Entró uno de ellos y me sacó, el suboficial dijo en voz baja: váyanse. Entre la oscuridad buscamos un sitio y ahí dormimos mientras amanecía. Cuando me desperté estaba solo y me dio mucho miedo. Tenía hambre; habría caminado un poco cuando vi un perro que llevaba en la jeta un pan largo, le salía a lado y lado del hocico, entonces me le tiré; fue una lucha tremenda y larga, por defenderse soltó el pan y me mordió el tobillo, pero se lo quité, y lo espanté a patadas y piedra, luego me senté en un tronco y me comí el pan. Desde entonces creo que puedo enfrentarme a todas las adversidades de la vida.

Yo seguí deambulando, vi a los trabajadores y sus familias que iniciaban el éxodo hacia el monte o en balsas y canoas por el río, porque se sabe que de tantos miles solo vinieron a quedar 300 trabajadores en Barranca. Ya había pasado el 19 de enero día del enfrentamiento, ya habían reco­gido los muertos47. Esa marcha era fúnebre pero no me quise ir con ellos porque pensaba en Pedro y en la carta que él tenía en el bolsillo. Por ahí el 25 de enero, creo, oí el grito de Pedro: Carlos, hermano! me encontró en una tiendecita donde pedí comida, la señora nos dio, a él y a mí, una ración de yuca y plátano y nos fuimos otra vez hasta el centro, luego al río, a Pedro le habían dicho que Mahecha estaría por allí. El buque que habíamos visto llegar el primer día estaba desierto y había otro cerquita, el cañonero... Colombia.

’ El Espectador de la fecha dio cuenta de 15 muertos.

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M a r Ia T il a U r ib e

Nunca pudimos entregarle la carta a Mahecha ni traer su respuesta porque en esa oportunidad, escondidos entre los matorrales de la orilla vimos la brutalidad de las escenas: los gendarmes traían a Mahecha y otros compañeros a golpes de culata, se caían porque tenían amarradas las manos y los metieron en el cañonero. Eso fue todo lo que pudimos contar cuando llegamos a Bogotá, pero aquí nos recibieron con cariño, el mismo De Heredia nos llevó donde el médico y parecía un papá...". (Relato de Carlos Cuéllar Jiménez).

Carlos sobrevivió al paludismo, las brasas de la locomotora y una disentería; Pedro a los mismos quemones con tizones candentes y la pica­dura de una culebra voladora.

Durante los 21 días que duró la huelga fueron arrestados en los puertos del río: Jorge del Bosque y Ocampo Vásquez en Honda; Carlota Rúa, Servio Tulio Sánchez y otro dirigente tuvieron mejor suerte porque cuando fueron por ellos ya estaban bien lejos de la ciudad. Todo el comité directivo de la Federación del Trabajo, en Cali incluido Torres Giraldo; An­gel María Cano y tres directivos más de Girardot, sin duda ellos fueron los más mal tratados porque los trajeron a Bogotá amarrados con lazos por el cuello y los brazos, entre un camión destinado a transportar locos de alta peligrosidad. A María Cano la amordazaron en Medellín con una multa de 500 pesos si hablaba en público, suma para entonces muy alta (se podría decir que esa suma se la ganaba un trabajador en un año), naturalmente el PSR canceló dicha multa.

El comité de huelga de Barranca con Mahecha a la cabeza fue asal­tado por la tropa por orden del Jefe Nacional de Policía y conducido, como prisioneros de guerra, al cañonero que vieron los niños. Sin embargo, la gente respondía a pesar de la prisión, no tenía miedo de pensar y actuar a riesgo personal, a ratos dentro del imperio de la anarquía y otras veces con las orientaciones del partido. Las organizaciones de base formaron una red de comités de huelga para cumplir con el comunicado que el Comité Ejecutivo Socialista sacó en Bogotá.

Solicitamos a todos los sindicatos y organizaciones socialistas-revolucio­narias adhesiones al conflicto de Barranca y el envío de todos los recursos posibles para el mantenimiento de la huelga.

Las respuestas no se hicieron esperar. Durante el tiempo que duró la huelga, inclusive en sitios donde los trenes estaban listos para llevar la tropa tan pronto como lo ordenara el gobierno, se colocaron carteles como este:

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Los a ñ o s e s c o n d i d o s ] [ El último gobierno de Ia hegemonía

* B Gobierno decretó ayer el**?» "

, criado de litio en Bu tm c« *** .------

Se invita al obrerismo del puerto para el domingo a una manifestación de protesta contra el imperialismo yanqui. Los doce obreros muertos porque pedían pan, marcan una hora sangrienta en el movimiento del proletariado de Colombia. A tal punto llega el miedo y el cinismo del gobierno que ha declarado a Barranca en Estado de Sitio, para asesinar a mansalva a los obreros en huelga.

Aquellos días se vivieron con distinta ansiedad en cada región, para los dirigentes de Bogotá fueron cruciales porque si el régimen no se atre­vió a echarles el guante, posiblemente por miedo a la respuesta del pueblo bogotano que tenía un espíritu combativo muy alto, sí destacó detectives noche y día para que los siguieran. Con esos taimados a cuestas -com o les llamaban- tuvieron que recurrir a la imaginación y el ingenio; cambiar de aspecto, de actitudes, reunirse en sitios inimaginables como en una iglesia, entre los arbustos de Monserrate, en el Salto de Tequendama y hasta en las mismas narices de la oligarquía porque ocuparon un reservado del Jockey Club, del que tenía la llave De Heredia y vigilaban los “botones” de marras. Ahí elaboraron el anterior comunicado; ahí redactó Tomás la proposición para que un Tribunal de Honor se apersonara de los problemas de la huelga y ahí también planearon la manifestación de apoyo.

La manifestación resultó grandiosa no sólo por su número sino por­que no siendo Bogotá una ciudad donde los norteamericanos estuvieran de cuerpo presente, su esencia fue resueltamente anti-imperialista, Era una multitud que la prensa estimó en treinta mil48. La organización que trazó el PSR se cumplió a la letra: filas de 8 en fondo, banderas de 3 ochos, todos los niños a la calle, orden y vigilancia. En la primera fila tomados por los brazos

Un dato igual se encuentra en Medina, Medófilo, op. cit., pág. 109.

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iban Tomás, De Heredia (que hizo su aparición pública en esa fecha), Dávi- la, los intelectuales y oradores Eliseo Arango y Bernal Azula; el líder obrero Patrocinio Rey, el “Negro” Guerrero, Enriqueta y Elvira; en ella aparecía el perro “Ney” a su lado. Esa imagen quedó indeleble en una fotografía que se conservó por muchos años49, Seguían en el desfile los primeros voluntarios del contingente para ir a pelear al lado de Sandino, los intelectuales jóvenes, los obreros, barrios populares, sindicatos y gremios. En el parque de San­tander los manifestantes cantaron por primera vez la Internacional.

Las mismas escenas con el mismo contenido político y humano se repetían simultáneamente en la otra gran manifestación de la ciudad de Bucaramanga donde habló Jorge Uribe Márquez, y en menor proporción en movilizaciones que hubo en otros sitios. Las demostraciones de solida­ridad fueron muchas y en fechas distintas. Otra de ellas se dio en Bogotá espontáneamente el día que trajeron a los sumariados girardoteños con la soga al cuello. De Heredia, Tomás y media docena de socialistas fueron a recibirlos y cuál no sería su sorpresa al-ver la gente aglomerada abriéndoles camino entre los ¡Vivas!. Recibimiento y despedida porque en Girardot otra muchedumbre había acompañado a los presos a la hora de su salida.

Pero a Dios rogando y con el mazo dando. Los socialistas creyeron del caso mover todos los resortes posibles ante la situación y resolvieron hablar con el excelentísimo Abadía Méndez, para eso fueron designados Tomás y Francisco De Heredia. Y fueron con más escepticismo que optimismo pero ese fue el manejo que en ese momento el PSR le dio a su política; (estas acciones irían a ser duramente criticadas por la IC como pruebas de “retro­ceso”) (Ver anexo 2). Armados de honestidad llegaron a Palacio a negociar, no a transigir, porque sabían que si transigían les cogían ventaja. Iban en nombre de su gente, no en el de ellos propio y tenían ventajas, sobre todo por la contradicción pública del ministrillo, que en entrevista a El Tiempo, después de palabras prepotentes agregó esto:

La solidaridad entre los huelguistas es tan completa, que habiendo el mi­nisterio dispuesto enviar municiones a la compañía que está en Beltrán, no pudo hacerlo, porque cuando se embarcaron en Girardot las cajas del parque, la marinería en masa abandonó el barco, declarando que en ningún caso transportaría las municiones, hubo necesidad de descargarlas para que el buque pudiera zarpar.50

49 Dicha fotografía reposaba en el baúl decomisado por la IV Brigada de Institutos Militares en marzo de 1977.

50 El Tiempo, enero 25 de 1927.

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Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ El último gobierno de la hegemonía

A eso se sumaba lo que había dicho este mismo periódico en su primera página:

El gobierno nescesita abordar con resolución el problema de la propa­ganda socialista-revolucionaria a todo lo largo de la línea esencial de comunicaciones del país, de Bogotá a Barranquilla. La huelga de Barranca ha demostrado que en cualquier momento y con mayor eficacia que el verano los socialistas pueden paralizar todo el tráfico entre el interior y la Costa. (...) Hoy por hoy, el comercio (la industria, la prosperidad y la bienandanza) de todos los habitantes del interior están pendientes de la buena voluntad de los señores socialistas. Ya ellos han decretado que a Bogotá no llegará gasolina y el gobierno ha sido incapaz de burlar las órdenes de los huelguistas.

Nadie ignoraba en que consistía la propuesta: arreglo de los pro­blemas en Barranca (en el solo punto de la salud había dos médicos para tres mil obreros y los medicamentos se suministraban sin examen previo, invariablemente eran quinina, aspirina y yodo); no más encarcelamientos y libertad para los detenidos; rectificación sobre los cargos hechos al alcalde de Barranca (destituido) de ser otro cabecilla de la huelga; no impedir a María Cano su legítimo derecho de usar la libertad de palabra, consagrado en la constitución. Y un último puntico: investigación a las autoridades civiles y militares por la matanza de los obreros. A cambio se levantarían las huelgas de solidaridad que representaban un conflicto de extensión nacional, el transporte y la producción del país volverían a la normalidad.

La negociación no llegó a ninguna parte. En referencias de Tomás, cuando ellos llegaron a Palacio salió el espantajo con la bandera tricolor terciada que había mandado a hacer a doble ancho a invocarles patrioterismo, reconocerles inteligencia como personas, hablarles de sus deberes familiares, etcétera, etcétera, etcétera. Al resultado de su filosofía individualista lo llama democracia, decía Tomás y resumió al excelentísimo con estas palabras: es ducho en el manejo de la hipocresía. Un mes después De Heredia le dirigió una extensa carta51 al señor Abadía, que fue profusamente publicada. Con guante blanco pero con gran firmeza prácticamente repitió la entrevista, revivió uno a uno los hechos y de paso destapó de una buena vez por todas la posición política de su partido:

...Somos revolucionarios... hemos adoptado ese nombre y aspiramos a merecerlo. Queremos cambiar el orden social existente. Pero lo haremos con pleno Derecho y dentro de la Ley que nos rige52.

51 El Tiempo, enero 22 de 1927, pág. 1 Y siguientes.33 El Tiempo, febrero 27 de 1927.

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M a r ía T il a U r ib e

Imaginemos por un momento la gigantesca sorpresa de los círculos de la sociedad y del Jockey Club en los que se movía el “mico” Heredia, ante tal destape!

Todos los que participaron en los análisis posteriores de la huelga (historiadores y quienes tomaron parte en el conflicto) coincidieron en decir que había hecho temblar las bases mismas del régimen, que fue presa del pánico. Y es explicable: Ya el país estaba hipotecado, los préstamos representaban a su vez un chantaje, “no hay préstamos sin petróleo y sin préstamos el régimen se desploma” decía El Tiempo. ¿Con qué cara le salían a la potencia Norteamericana si el conflicto se había originado contra la política de sus monopolios en su mismo territorio^ ¿Y qué explicación darle ante las demostraciones masivas de anti-imperialismo¿ El problema era hondo y mucho más mirado en perspectiva pero para eso estaban los estrategas oficiales. Ellos trazaron como directriz acusar a los socialistas y sus aliados de estar preparando la revolución armada y hacer ver en cada huelga una “insurrección bolcheviquje”. Para paralizar la acción de los dirigentes vinculados a los trabajadores y a los problemas económicos y sociales del país, interceptaron sus vidas con cuanta vigilancia, cinturones militares, multas, arrestos, cierre de periódicos, allanamientos y demás sistemas democráticos encajaron en el mencionado Decreto de Alta Policía.

Para bien o para mal en esos análisis se contemplaban otros aspectos. María Cano en su artículo publicado en Nueva Era los sintetizó así:

El primer triunfo está hecho. Pocos son los días transcurridos desde la proclamación del Partido Socialista Revolucionario de Colombia y en tan poco tiempo ha desenmascarado a los enemigos del proletariado, a la faz del mundo entero, y al empuje con que empieza a levantar se ha hecho temblar toda la plutocracia.

El primer triunfo está hecho. Ha sido sellado con sangre de mártires y tendrá por himno el rumor de las cadenas de quienes no tiemblan hoy ante la presión ni mañana temblarán ante el cadalso, buscando la libertad para sus hermanos.

La huelga de Barrancabermeja, con sus solidarizaciones, ha hecho temblar el gobierno, haciéndolo movilizar sus fuerzas, saliéndose de la legalidad y la justicia, mostrándose ante las demás naciones como un gobierno débil y carcomido, cuyos cimientos vacilan ante una huelga pacífica y ajustada a la Ley. (...).

Torres Giraldo también se refirió a la importancia del costo político que tuvo la huelga para la imagen del gobierno, pero puso más peso en lo

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Los ANOS e s c o n d i d o s ] [ El último gobierno tle la hegemonía

María Cano. Foto de Floro Piedrahita.

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M a r ía T ila U r ib e

De izquierda a derecha: Maecha, Ricardo López, Floro Piedrahita, Julio Buriticá. Panóptico deTunja, marzo de 1927. Delitos: asonada, sedición.Historia de esta foto: Floro Piedrahita, reconocido fotógrafo de la época, vivia en Barranca. En esa ciudad lo apresaron durante la histórica huelga petrolera que dirigiera Maecha. Los condujeron a pie hasta Tunja amarrados con cadenas por la cintura. El llevaba su cámara en las manos. Uno de los guardianes, curioso por esa "máquina", le pidió que le enseñara. Estos iban montados en muías. Ya en el penal y frente a cepo, Floro le explicó como hacerlo; así que aquel guardián anónimo fué quien tomó esta foto para la posteridad. (Cedida para este libro por Estela Piedrahita).

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Los a n o s e s c o n d i d o s ] [ El último gobierno de la hegemonía

negativo: "terriblederrota"53, “un fracaso” (escribió treinta años después) y criticó ácremente a Mahecha.

En su momento el Comité Ejecutivo Socialista dio su apoyo al líder, pieza clave de esa dirección colectiva; en el punto 5 decía el comunicado:

Ratificamos los poderes dados por esta dirección al compañero Raúl Eduardo Mahecha para asumir la dirección del movimiento en Barranca, en nombre del socialismo-revolucionario.54

Mahecha resaltó el aspecto de la solidaridad de esta manera:

Llamamos a la solidaridad de los obreros del Magdalena... El gobierno mandó 2.000 hombres a Girardot para masacrar a los obreros en huelga, ipero los compañeros marítimos se negaron a embarcarlos! ... Se les rodeó a esos 2.000 hombres de manera que no podían ir ni para atrás ni para adelante. Vinieron 3.000 hombres de Bogotá y los compañeros no les dieron buques. Mandaron las fuerzas de Medellín y los compañeros, solidarios, les respondieron que no había trenes para transportar a los masacradores...55

Además de los aspectos mencionados, mucho tiempo después algu­nas personas precisaron otra situación característica de la época, no sólo de esa huelga: la imposibilidad de controlar el ímpetu de los trabajadores o de las gentes de cualquier sector. Algunos, destacados, vivían en una etapa de constante enfrentamiento; se lanzaban a ofensivas no planeadas, elaboraban comunicados por su cuenta, invitaban a acciones sin prepa­ración. Muchas veces los dirigentes se vieron desbordados por iniciativas incontrolables a las que tenían que sumarse o no oponerse, a riesgo de acusaciones injustas de los mismos trabajadores. Cuando crecía la marea -recordaban- nadie podía contenerla y relataban episodios terminados en fracaso o en suerte. De la huelga de Barranca sostenían que estaba prevista para un tiempo después.

Sea como fuere, no es difícil concluir que dentro de los distintos ni­veles de experiencias, limitaciones o apasionamientos un aspecto por demás evidente los unificaba: no aceptaban la dominación norteamericana, ni su arrogancia ni su explotación y pensaban que sobre las riquezas naturales el pueblo colombiano tenía derechos. Es que además de reclamar buen trato, derecho a la lectura y mejores salarios querían construir una nación.

53 Torres Giraldo, Los inconformes, op. cit., pág. 865.; El Tiempo, enero 27 de 1927.

Palabras pronunciadas en la conferencia de la IC, 1929.

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V id a s e n e b u l l ic ió n

Para el mes de febrero los dirigentes presos empezaron a quedar en libertad y varios de ellos se dirigían a Bogotá, donde se preparaba un sencillo acto en honor de los trabajadores petroleros y de Mahecha, aún preso con sus compañeros; con qué sufrimientos abominables soportaron aquella odisea que además significaba un golpe duro para el PSR.

Para esas fechas Tomás presentó un proyecto de prensa en el que planteaba como prioritario el sostenimiento de los dos periódicos en Bogotá. Ya Vox Pópuli y La Humanidad estaban a las puertas de ser diarios en Cali y Bucaramanga respectivamente, Nueva Era y Revolución debían salir semanal el uno y mensual el otro. La ola periodística invadía el ambiente y aquella campaña fue un éxito. Por la suscripción de los tabloides socialistas se pa­gaba entre ochenta centavos y un peso mensual, independientemente de la periodicidad con que salieran y contaban con avisos. Los encabezamientos de las cartas para nuevos suscriptores eran de este tenor:

Salud y Revolución Social

No ocultándose a usted la enorme importancia de la propaganda del periódico que divulga y defiende los sacros principios del Socialismo Revo­lucionario; siendo el periódico socialista un apóstol que en la tranquilidad del hogar enseña cotidianamente las enseñanzas... etc, etc.

Francisco Cote, Jorge Uribe Márquez

En Bogotá las suscripciones no tuvieron siempre carácter personal. Familias enteras o personas pobres, aun iletrados, compraban cualquiera de los dos voceros en compañía y buscaban a alguien que les leyera. En esto de leer periódicos había campeones y el viejo Carlos Unda era uno de ellos; lo rodeaba la gente del barrio los domingos desde por la mañana mientras el viejo se bañaba los pies en un platón, hasta entrada la noche; a esa hora ya se había aprendido casi de memoria el contenido. Esa práctica lo volvió erudito de noticias y cuando terminaba de comentarlas el viejo seguía con historias, por ejemplo, explicaba con referencias textuales que Aquiles, Briceida y Agamenón eran personajes de La Ilíada. Otra modalidad de tipo pedagógico fue la que introdujeron maestros como Julio Buriticá en Girardot, Fideligno Cuéllar en Bogotá y otros con la utilización de los periódicos en el estudio: describir, narrar, argumentar y comentar sobre temas sociales fue tarea que pusieron aquellos profesores en las escuelas. En cuanto a la venta era labor de todos quienes quisieran participar en ella: los estudiantes lo

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Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ El último gobierno de la hegemonía

hacían en sus horas libres más que todo en los cafés y tertuliaderos santafe- reños; los cobradores del tranvía ofrecían los periódicos a los parroquianos que se montaban en los coches; los afiladores y vendedores de cachivaches los llevaban a las casas de sus clientes. La fiebre cobijaba también a ciertos personajes de alto vuelo; alguna vez se presentó uno de los parlamentarios amigos a ver en qué ayudaba, alguien sin conocerlo le preguntó: ?Y usted qué hace¿ el padre de la patria contestó: soy abogado pero quiero trabajar de vendeperiódico.

Por otra parte sobraban voluntarios en los núcleos locales y demás grupos organizados para lo que tuviera que ver con el trabajo de apoyo: la comunicación de sus actividades, noticias, datos, etc; la elaboración o redacción de notas, artículos o crónicas, dibujos o pequeños gráficos fueron labores apetecidas por lo novedosas y agradables. El aprendizaje se hacía en la práctica, sin teoría alguna, pero luego vinieron la confrontación y los razonamientos porque de ese dinamismo que generaba cierto orgullo se desprendió otro vínculo que los unificaba en un nivel digamos especializado; los entusiastas aprendices formaron su propia instancia y pidieron instruc­tores... más trabajo para “Tabaco”, “Fray Lingote” y otros duchos.

La vida de los dos periódicos que se editaban en Bogotá estaba en­trelazada: material que no cupiera en uno se iba para el otro; dinero, papel o tinta que llegara (y en esto Armando Solano y los amigos de El Diario Nacional los proveyeron generosamente) se repartía; los grupos de planta se confundían y el equipo básico de redacción era el mismo. En este los fijos eran Tomás, el “Negro” Guerrero, “José M ar”, De Heredia, Felipe Lleras y demás inquietos que a su vez recibían colaboraciones y escritos de toda la nómina de intelectuales, sin que faltaran los de Armando Solano que contribuía con análisis y una continuación del “glosario sencillo”. Cuando concibieron su trabajo, poco antes del Tercer Congreso, el proyecto fue re­flejar el mundo en formatos pequeños que serían herramientas para plantear cuestiones nuevas, promover y establecer relaciones con personas y grupos identificados con los mismos intereses y denunciar, pinchar la base misma de la injusticia, decir lo que había que decir mostrando dónde estaban las víctimas y dónde sus verdugos.

Quienes giraron en torno a esa vida y conocieron todos sus avatares, amén de la pasada por cárceles y comisarías, disfrutaron también de uno de los lados amables de la época socialista y conservaban una colección de historias sencillas pero interesantes llenas de humanidad, tristezas, alegrías

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y tensiones permanentes. Llegaban a las discusiones desprevenidos a aportar lo que tenían, aprender lo que podían y reflexionar en cómo estaban cami­nando; ahí tenían cuerda para rato. El “Negro” Guerrero, negado a seguir el curso común y lineal de la mayoría de los mortales, echaba mano de la ironía para no hacer tan solemne la pobreza. “José M ar” se proponía en sus escritos alentar a la humanidad, provocar el vuelo, abrir las ventanas; él, con otros intelectuales convertidos en militantes se asesoraban del albañil Manuel Abella y del herrero Patrocinio Rey para escribir notas ágiles de no más de 50 líneas de linotipo y con otros obreros salían a realizar labores de adoctri­namiento. De Heredia escribía largo y directo; emotivo y receptivo recogía todo lo que giraba a su alrededor y rectificaba versiones malintencionadas del gobierno. Felipe Lleras, quien para entonces apenas tenía dónde dormir y con qué comer y beber, sobre todo beber, a medio palo la emprendía contra el establecimiento y le cargaba la mano al periódico de mayor circulación en el país, del que recomendaba leer con la nariz tapada por su contenido ultraderechista. Para Tomás el acto de escribir era como una defensa, escribir era su cura, como el diván para los pacientes del sicoanálisis porque soltaba todo lo que se le venía a la cabeza pero en función docente. Los periódicos socialistas alentaban el trabajo político a partir de las necesidades de la gente, unían a los temas el sentido y la acción cooperativa.*

Muchos otros participaron de esa vida en ebullición, desde obreros que salían de su labor corriendo para las reuniones del periódico hasta un tipo que llevaba diez años sin trabajo; desde los ágiles de la buena prosa que podían, escribiendo al sesgo o en un apunte breve, retratar la realidad entera, hasta alguien que cargó con el sambenito político de ser el autor de cuantas ordinarieces produjera el PSR; o ese otro que creía que siendo sucio y desharrapado lo consideraban buen revolucionario. También estaba el viejo luchador que decidió ser la sombra de Tomás, especie de protector^ honorem y voluntario para cualquier gestión; en el argot de entonces, un geniol. Era el viejo D ’Achiardi, carpintero del sindicato de la construcción, un protestón de grueso calibre que expresaba sus argumentos con un 99 y medio por ciento de vulgaridades pero en presencia femenina se iniciaba como un

“El movimiento cooperativista estaba adquiriendo fuerza en el país al punto que de Bu- caramanga, Manizales y otras ciudades se pedía al secretariado el envío de comisionados capaces de ayudar a la organización de cooperativas locales. En diciembre (1926) se había organizado ya una cooperativa obrera en Puerto Berrío. En el Valle se proyectaba ampliar el radio de las cooperativas de producción y consumo con secciones de crédito popular, y marchando sobre esta orientación se preparaban los planes...” (Torres Giraldo. libro citado, p. 855)

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Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ El último gobierno de la hegemonía

auténtico cachaco bogotano, saludaba de venia y beso en mano. Luego se le olvidaba, llamaba a los enemigos políticos hijueputas irredentos y seguía con una serie de apelativos impublicables. Sin embargo, no se le veía como a un patán, era más bien un loco de esos que caen simpáticos.

La '‘principal”, que no era otra sino la tintorería heredada de Savin- ski, era el sitio de encuentro de estas gentes, su oficina. En esas reuniones nadie bostezaba ni se dormía entre otras cosas por el calor de las enormes pailas donde se teñía la ropa, de ahí salía constantemente un vaho que lo inundaba todo. Así se combinaban el ámbito intelectual iticrescctuio con el pesado trabajo de mantener vivo el fuego y revolver la ropa con palas tan grandes como remos, tarea en la que colaboraban los más asiduos. Des­cansaron cuando la tintorería fracasó, no por efectos del Decreto Policial sino porque un grupo de acomedidos se puso a teñir un montón de abrigos claros recomendados a Patrocinio Rey y quedaron de distintos colores. El daño desacreditó la tintorería pero el local siguió cumpliendo su cometido periodístico por buen tiempo.

Con toda esa actividad surgió la iniciativa de hacer un evento nacional al que le alcanzaron a dar el pomposo nombre de Primer Congreso de Periodis­tas y Escritores Revolucionarios, pero había avanzado la represión, el gobierno negó el permiso y conminaba los periódicos. Decidieron entonces aplazarlo, a tiempo que para otras exigencias del momento continuaron impulsando sus luchas más allá de los reducidos límites que les permitía la burguesía.

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