el lado oscuro de la moda

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Desarrollo y Gestión Interculturales Construcción de identidades Equipo: Estrada Real Bárbara Rosalía López Castellanos Anahi Mendoza Iniestra Priscilla Diamanda Rivas Colín Natalia EL LADO OSCURO DE LA MODA. La moda ha sido abordada desde distintas perspectivas, al estar directamente relacionada con el cuerpo se ha asociado con necesidades biológicas, sin embargo, someterse a las incomodidades que algunas vestimentas conllevan colocan a la moda en un ámbito más bien irracional que ha llevado su estudio a intentar explicarla en términos de funcionalidad. Vista desde la perspectiva de la historia del arte, ha sido analizada en términos de atributos y fechas o como un mecanismo de diferenciación de clase. A la vez, la moda ha ido a la par del desarrollo económico del capitalismo y esto dirige su estudio a considerarla un fenómeno más del consumismo. Para no redundar en los abordajes previos, nos acercaremos a la moda desde su democratización, es decir, girando en torno a varios centros de poder y adscrita al ámbito urbano, a partir de un cuerpo portador de cargas ideológicas, maniquí de protestas y colectividad de miradas y reflexiones que, sumándose, conforman una autoimagen y multitudes de identificaciones que vistas a través de la globalización conforman redes que han logrado

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Desarrollo y Gestión InterculturalesConstrucción de identidades

Equipo:Estrada Real Bárbara RosalíaLópez Castellanos AnahiMendoza Iniestra Priscilla DiamandaRivas Colín Natalia

EL LADO OSCURO DE LA MODA.

La moda ha sido abordada desde distintas perspectivas, al estar directamente relacionada

con el cuerpo se ha asociado con necesidades biológicas, sin embargo, someterse a las

incomodidades que algunas vestimentas conllevan colocan a la moda en un ámbito más

bien irracional que ha llevado su estudio a intentar explicarla en términos de funcionalidad.

Vista desde la perspectiva de la historia del arte, ha sido analizada en términos de

atributos y fechas o como un mecanismo de diferenciación de clase. A la vez, la moda ha

ido a la par del desarrollo económico del capitalismo y esto dirige su estudio a

considerarla un fenómeno más del consumismo.  

Para no redundar en los abordajes previos, nos acercaremos a la moda desde su

democratización, es decir, girando en torno a varios centros de poder y adscrita al ámbito

urbano, a partir de un cuerpo portador de cargas ideológicas, maniquí de protestas y

colectividad de miradas y reflexiones que, sumándose, conforman una autoimagen y

multitudes de identificaciones que vistas a través de la globalización conforman redes que

han logrado transformar lo que antes era un circuito cerrado de información para

convertirse en herramienta de empoderamiento para grupos anteriormente invisibles.

El problema de cómo la moda sirve de mediadora entre identidad y diferencia encuentra

su solución en términos de agencia y estructura. Desde una primera perspectiva, la moda

es considerada como el producto o el reflejo de las estructuras sociales, económicas y

culturales, pero, desde un segundo punto de vista, es posicionado fuera de estas

estructuras o más allá de ellas. Sin embargo, la relación interdependiente entre agencia y

estructura casi determinaría que si la moda se encuentra fuera de la estructura, la agencia

a través de la indumentaria sería imposible. Por lo tanto, “la construcción de una identidad

individual en la moda es posible solamente usando diferentes vestimentas, y son las

diferentes vestimentas disponibles en un cierto momento las que forman una estructura y

las estructuras de diferenciación son generadas solamente por la agencia de los

individuos quienes construyen constantemente sus identidades por sí mismos” (Barnard,

2007, 184).

Cuerpo y moda.

Existe una estrecha relación entre la construcción del sistema de las apariencias:, vestido,

entorno, y las necesidades político económicas que tengan las sociedades en cada una

de sus etapas históricas. Durante el desarrollo de la sociedad industrial y post industrial, el

vestido de moda a impuestos sus privilegios sin considerar la comodidad y el bienestar de

un cuerpo que, sumiso, sólo era utilizado como soporte.

Durante la etapa industrial la obsesión por aumentar la producción y el consumo impulsan

al sistema de la moda a visualizar el vestido como un objeto seriado con múltiples

variaciones continuas pero no esenciales. Estas variaciones digitadas por la moda son

funcionales para el sistema pero no para los usuarios.

El cuerpo como soporte debió adaptarse a las estrategias de la cultura de masas. Tuvo

que aplanarse, homogeneizarse, adelgazar hasta asexuarse porque su única función era

conformar con el vestido masivo la imagen exigida por la sociedad. A mayor similitud de

formas tanto femeninas y masculinas, mayores beneficios económicos resultan de la

posibilidad de industrializar talles únicos.

El cuerpo fragmentado es considerado como un conjunto de partes que le permiten

cumplir diferentes funciones tanto físicas como simbólicas, se  visualiza como materia

prima. En el marco de la cultura de la imagen y para lograr el adecuado y compartido

soporte, es natural que todas las miradas y cuidados confluyen a ese cuerpo, que  sólo es

conformado por la mirada del otro.

El cuerpo ha sido utilizado como instrumento de placer, de seducción, autodestrucción,

violencia e indicador de estados de ánimo, pero cuando la naturaleza técnica actúa sobre

él se convierte en materia prima que produce  al cuerpo estético, el sano, enfermo,

delgado etcétera. Cada contexto sociocultural influye en la forma de sentir el  propio

cuerpo, de percibirse asimismo. En  las épocas en que la supremacía del vestido es

evidente se desconoce al  cuerpo y cuándo la importancia del vestido tiende a ser menor,

adquiere el cuerpo un mayor protagonismo. Esto ha dependido de las situaciones de

poder que según la sociedad e contexto necesite.

Desde la antropología se ha afirmado que la decoración es una de las motivaciones

principales del vestido que surge  con la finalidad de embellecer a la apariencia física para

atraer miradas significativas de otros y fortalecer la autoestima. Y desde el ámbito social

se utilizó el pudor como motivación del vestido, un impulso que aparece cuando se planea

abandonar el vestido artístico y ritual, en un contexto que necesitó sustentar, dentro de la

lógica de la moda la visualización de las diferencias sociales.

Con la reproducción de la cultura de masas en los años setenta las categorías masculinas

y femeninas reformaron su importancia a favor de los estereotipos de madurez y juventud.

El cuerpo  cuenta con rastros que relatan su propia historia, huellas que la posmodernidad

enmascarará para enfatizar los discursos de poder propios de una cultura de la imagen.

La posmodernidad fragmentada trasladó la visión del mundo mercantilista hacia la

percepción de un cuerpo lleno de servicios que cumple funciones y mandatos exteriores

Abierto, público, desbordado fragmentado y por lo tanto inexpresivo, el vestido disputa la

primacía por saber representar la sumisión, pero a partir de 1995 se comienza a enfatizar

la importancia de la salud y la calidad de vida, influenciado por  la transformación  que

implicó la multiplicación de las redes cibernéticas, esto  impulsó un nuevo discurso global

de las apariencias y la vez fue consecuencia de que la piel  no fue  más el límite entre el

vestido  la sociedad y el cuerpo pues conformaron una fluida red entre identidad, el

entorno y los sentidos. Dónde el cuerpo aprendería a construir su identidad más allá de lo

social, sin embargo la sociedad actual impone su juego, manteniendo fraccionado al

cuerpo. (Saulquin, 2001; 177)

Potenciado por los medios audiovisuales masivos, para modelar imágenes se satura con

múltiples representaciones hasta obtener aquello que se cree necesitar, se instala en una

cultura del espectáculo que predispone un entretenimiento  para el cual fue necesario

reemplazar los modelos inspiradores de vida por modelos de moda que pudieran ayudar a

imponer la despótica estética de una perfección juvenil; por supuesto los cuerpos jóvenes

y delegados atraen como imanes al juego de las proyecciones e identificaciones

necesarias para imponer el deseo de cambiar. Aquí se refleja como la presión que la

sociedad imprime al cuerpo para moldearlo en su beneficio tiene efectos cambiantes y

que resultan aceptados, pues como E. Balibar, los sujetos actúan en función de las

identidades que son impuestas para pertenecer y no quedar marginado.

Dominique Picard  piensa que el interés, que las diferentes clases sociales tienen en la

presentación del cuerpo está relacionado con las oportunidades de provecho material o

simbólico que les pueda proporcionar. Ahora esta se produce a  partir de la imagen de

juventud pero también  habría que considerar que hasta ellas están sometidas a una

construcción que se da desde el exterior, mediante un diálogo de reconocimiento o

desconocimiento con el exterior.

Instalar el máximo poder  en el segmento de la juventud y la idealización del cuerpo

genera narcisismo del yo como verdadero objeto de culto a partir de gimnasias, estéticas

reparadoras, rigurosos regímenes y largas jornadas deportivas. La relación que cada

persona tiene con su propio cuerpo reproduce la relación que tiene con su ámbito social,

se multiplica por un proceso de imitación una generalizada sumisión a los parámetros de

perfección estética. La sociedad también necesita a los creadores imagines, especialistas

que saben diseñar y comunicar las correctas imágenes de las personas que ella les

demanda.

Jean Braudillard afirma que, inmersos en una sociedad dominada por el éxtasis de la

comunicación, sólo existimos como terminales de múltiples redes. Y que el tránsito actual

hacia una sociedad de la información se tiene un marcado interés en la importancia de los

cuerpos, que resultan igualmente sumisos y castigados ante la figura esbelta por la

necesidad de la homogeneización de las formas de la cultura masiva, entonces el

supuesto interés de atender sólo a las necesidades psicosociales resulta ficticio.

(Saulquin,2001; 179)

Los pensadores de la moda y el cuerpo consideran que disminuyendo las presiones

sociales en la nueva configuración cultural, las relaciones se darán entre personas más

atentas a sus propios requerimientos que buscan marcar su heterogeneidad y por lo tanto

su identidad, en sus cuerpos y objetos. La autenticidad como no valor indicará el mejor

cuerpo será aquel que corresponda a la conformación natural de cada persona. El

atractivo de un cuerpo estará en la imagen que represente salud. Múltiples  serán las

razones económicas y culturales impulsarán este cambio en el imaginario social,  algunas

de ellas son las atenciones de los ciudadanos hacia los recursos naturales humanos que

comiencen a tener auge en el siglo XXI. (Saulquin,2001,189). Aunque ya entrados en

siglo XXI en un pequeño vislumbre de lo que sucede y de las inclinaciones de la sociedad

ante estos recursos humanos podemos ver que la sumisión del cuerpo y del autoestima

de las personas sigue siendo parte estratégica en el discurso de la moda, tal vez los

cambios se den de manera más paulatina; pero algo que no podemos dejar pasar

desapercibidos es que la moda y los estereotipos cambian de acuerdo al contexto cultural

y político, y pueden fungir como herramienta de dominación hacia los integrantes del

discurso estado-nación que necesita a las personas inseguras e inferiores para que se

mantengan bajo el  régimen del gobierno, sin dejar de lado el inevitable proceso de

pertenecer, que indudablemente llega a tener una parte violenta.

Moda y Pertenencia

Las situaciones de pertenencia son las que constituyen las formaciones identitarias o

formas de subjetivación y, a la vez, es el plexo de identificaciones con el entorno, el medio

y con las alteridades. (Aguilar; 1)

La moda es pertenencia a partir de que existen procesos de identificación y des-

identificación, que junto con la mirada y el reconocimiento del otro son  elementos clave

para construir y reencontrar  identidades tanto personales como colectivas. Partiendo de

esta perspectiva en la cual  la moda construye el “cómo me veo a mí mismo” y “como me

ven los demás”, cabe aclarar que  la pertenencia juega un papel crucial en el proceso de

la construcción de identidades, pues la moda va más allá de pertenecer a un cuerpo,

también puede ser a partir de una nacionalidad,  de una clase social, o bien, de un  grupo

social.

Es importante señalar, que  la visión que se tiene de uno mismo, del cuerpo y de los

deseos de cómo y de qué manera vestirse parte de la idea del reconocimiento social,

pues con base a lo que los individuos piensan de sí mismos y  el lugar que ocupan en las

relaciones sociales, la mirada del otro es el elemental constituyente de la identidad. Por

ello cada contexto sociocultural también influye en la forma de sentir el propio cuerpo, de

percibirse a sí mismo y a los otros y en la manera de representarlo. Esta representación

de la espacialidad compartida es la que ha permitido, en las diferentes épocas y

sociedades, la peculiar coherencia en la relación cuerpo-vestido. (Saulquin 2001, 171)

El incremento de las redes cibernéticas el concepto de pertenecer a una sola identidad, ya

no parece ser válido ni seguro pues estamos rodeados de múltiples identificaciones, que

si bien, nos hace pertenecer a aquello que necesitamos o anhelamos ser, sin la necesidad

de movilizarnos o de afectar a terceros, como Gilberto Giménez (2005, 4)menciona:

Las culturas están cambiando continuamente por innovación, extraversión, por

transferencia de significados, por fabricación de autenticidad o por “modernización”

pero esto no significa automáticamente que sus portadores también tengan que

cambiar de identidad, como también nos dice George de Vos, pueden variar los

“emblemas de contraste” de un grupo sin que altere su identidad.

Sin embargo, al hablar de identificaciones y procesos de identificación el sujeto dentro de

estos   se reconoce ante el semejante pero también puede ser visto en sentidos

diferentes, por ejemplo, en términos de igualdad considerando lo que se tiene en común

con la otra persona o bien como “ideal” que considera como un querer llegar a ser.

Aunque la relación que cada persona tenga con su propio cuerpo y vestimenta reduzca la

acción con el ámbito social, también se puede multiplicar por un proceso de imitación que

se ha generalizado mediante la sumisión de los parámetros de perfección, que han sido

impuestos tanto hegemónica como socialmente. (Saulquin 2001, 178)

Cabe aclarar que muchas veces estas identificaciones pueden llegar a ser negativas

generando procesos violentos al no entrar en la totalidad marcada por la sociedad. Por

ejemplo, al hablar de identidades políticas,unívocas o bien arbitrarias, expresadas por

rigidez, intolerancia y formas diversas de racismo, en las cuales se tiende a construir,

sobreproteger y manipular  identidades que al no ser integradas al orden acatado por

normas arbitrariamente consensadas tiende a  desconocerse aquello que no corresponde

a lo establecido produciendo imágenes devaluadas del sujeto llegando a transmitirle

sentimientos de inferioridad o humillación, causando  con ello la negación, inclusión la

exclusión de aquello que no cumple con lo establecido, situación que ha generado que la

lucha para pertenecer y ser reconocido por los otros tenga que ser una forma violenta  de

renunciar sí mismo y aparentar para poder llegar a pertenecer a una totalidad.

Lo cierto es que también esto puede ocurrir de manera inversa y resistir ante este paraje

de imposición, pues la resistencia  en este caso, es una manera evitar pertenecer a la

totalidad del  otro.  Elizabeth Wilson (2001, 287) ha considerado hasta qué punto la moda

está globalizándose, pues podrá haber una globalización económica pero en el nivel de la

imagen hay tanto una globalización como también tendencias opuestas por grupos

étnicos que quieren aferrarse a sus identidades culturales. La pertenecía muchas veces

puede hablarnos de resistir a aquello que se considera  malo, intolerable o extraño, sin

embargo aquí la cuestión es ¿Hasta qué punto la resistencia a la moda puede llegar a ser

gestionada y efectiva ante los tantos espacios de identificaciones que tenemos como

hasta ahora han sido los medios de comunicación masiva?

Claro está que la moda  ha servido como un elemento necesario de identificación, des-

identificación y re-significación, que sin lugar a duda también ha pasado a ser  una forma

de manipulación y violencia que muchas veces se enmascara por juicios de valor  de lo

que es bueno, aceptable o civilizado y que inevitablemente los individuos han interiorizado

y transmitido,  no obstante de que también ha generado grandes conflictos de

empoderamiento, etnocentrismo y exclusión.  Por ello es muy importante considerar que

la identidad no es algo dado de una vez para siempre, sino que es móvil; pues las

identificaciones están siempre en proceso de reacomodo y de reestructuración, sugiriendo

que incluso la pertenencia pueda variar según las maneras de identificarse con el mundo.

MODA VIRTUAL Y SU NOMADISMO

“Los sueños más poderosos son sueños impersonales”

Michael Maffesoli.

Tiempo atrás fueron los reyes quienes dictaminaban los usos de la indumentaria, el largo

de los vestidos, la altura de los peinados, los colores de la nobleza, las telas de los

plebeyos, fue hasta el surgimiento de la burguesía que éstas imposiciones comenzaron a

contrastarse con la nueva capacidad de adquisición de los comerciantes. ¿Qué sucedió

cuando el pueblo comenzó a notar que sin designios divinos uno podía vestirse de

terciopelo? Es aquí donde entró la deidad inventada de los ‘creadores de moda’, quienes

utilizaban su sensibilidad estética para vestir a sus clientes a contracorriente del resto,

principalmente de quienes económicamente los alcanzaban y superaban. Las variaciones

más mínimas: un pliegue en el hombro, el largo en la falda, el ancho de una solapa,

cualquier cosa era una herramienta para hacer sentir desorientado al contrincante. Porque

solamente cuando uno deja de parecerse a uno mismo se vuelve inimitable.

Esta estrategia continuó durante la industrialización, la revista Vogue pasó a

institucionalizar el dictamen de lo que ‘se lleva’ y lo que no, y la manera de articular dichos

dictámenes fue estudiada a fondo por Umberto Eco en El Sistema de la Moda, primero a

modo de lingüística de la indumentaria. Sin embargo, quedan pocas monarquías y ese

sistema de la moda que sigue en pie se ha ganado el nombre que le da Gilles Lipovetsky,

El imperio de lo efímero. Lo efímero es lo único que se apuesta inalcanzable porque tiene

un tiempo delimitado pero, a la vez, indefinible, y lo indefinible no es conquistable. ¿O lo

es? La palabra ‘tendencia’ en el campo de la física se refiere al punto a donde se dirigen

todas las fuerzas de un momentum. El término pasó al sector económico, matemático y

estadístico; fue también usado en las ciencias sociales por Herman Kahk y Michel Godet

para definir los aspectos difícilmente cuantificables de la cultura, la textura de los tiempos,

la emoción, eso que engendra estilos de vida. En ese mismo contexto, una tendencia

puede ser entendida igualmente como ‘anomalía’, una rareza, una inconsistencia o una

desviación de la norma que poco a poco se vuelve prominente y produce cambios en la

gente y sus ideas. A estos cambios se les ha denominado “estilos” o “movimientos”, el

estilo es la manera distintiva de manifestar el cambio. Es decir, mientras el estilo es sobre

la distinción, la tendencia es sobre la dirección en que esa distinción viaja.

La tendencia es esa manera de definir lo efímero, de medir lo pasajero, de conquistar lo

etéreo. Actualmente hay empresas de consultoría especializadas en el análisis de

tendencias, hay reportes de predicción de tendencias de moda con hasta 5 años de

anticipación. Estas consultoras miden su precisión y precisión es lo que venden, lo hacen

basadas en teorías de tendencias que han resultado eficientes. ¿Es posible adivinar con

precisión? ¿Se puede decir con seguridad que dentro de 3 años las mujeres de Nueva

York querrán usar vestidos de tul rosado? ¿Se puede predecir estadísticamente el paso

de los nómadas o el movimiento de la inquietud?

EL GEN EGOÍSTA Y SU DIFUSIÓN

El Gen Egoísta es el título del libro de Richard Dawkins, biólogo evolucionista, etólogo y

humanista, que trajo a colación el término meme (1989), cuya raíz etimológica viene del

griego mimema, de mímica y mimetizar, pero también se le relaciona con el francés meme

para ‘lo mismo’. Como el autor lo explica, el meme es la versión cultural de un gen que se

autorreproduce en respuesta a lo social y lo ético. Pueden ser cualquier cosa –una

canción, una frase, un color, la manera de atarse las agujetas- y migran de cuerpo en

cuerpo, cual virus, a través de la imitación. La propuesta de Dawkins es la siguiente:

evolutivamente hemos sido programados con estrategias de supervivencia social,

intelectual y cultural, de modo que reflejamos o imitamos las características de otros,

especialmente cuando éstas nos ofrecen ventajas en competitividad, belleza, inteligencia

o sociabilidad.

Las tendencias caen en la  definición de meme y el funcionamiento de la moda se explica

bastante en los términos de infección. Uno compra ropa de moda porque le gusta, porque

aporta a su felicidad, porque asociamos la posesión de un artículo de moda a ciertos

valores: nos hace sentir bien. ¿Es pura felicidad lo que nos invita a seguir la corriente y

comprar zapatos amarillos? El sociólogo Everett Rogers, a través de un estudio con

granjeros de Iowa y su competencia por la innovación, notaba que hay ‘fuerzas ocultas’ -

algunos insisten en que son ‘fuerzas cultas’-, sutilezas traducidas en presión social,

psicológica o ambiental actuando desde el lugar de trabajo, la familia, los medios masivos

de comunicación o hasta completos extraños, ‘algo’ que nos hace ir más con la corriente

de lo que nos gustaría admitir.

Rogger llamó a su teoría Difusión de Innovaciones (2003) identificando un patrón de

difusión en un grupo particular que se repetía en varias comunidades y tribus sociales. El

patrón se divide en tipos porcentuales como vemos a continuación:

+ Innovadores – 2.5% del grupo

Responsables del desarrollo de la innovación o la introducción de una nueva idea, no

siempre son los creadores de ideas pero son quienes las articulan de manera que tiene

sentido para otros miembros.

+ Seguidores tempranos – 13.5% del grupo

Tienen gusto por las ideas nuevas y están listos a seguirlas cuando los expositores son

gente que respetan o en quien confían. Suelen estar más integrados a la vida en sociedad

que los innovadores, por lo que son más valorados y confiables. Traducen la amplia visión

global y el conocimiento radical de los innovadores en versiones locales, llamativas y

comunicativas.

+ Mayoría temprana – 34% del grupo

Vigilan la manera en que los seguidores tempranos adaptan la nueva idea y sirven como

puente con el resto del grupo al reafirmar dichas adopciones. Este grupo es altamente

sociable y muy activo a través de Internet, pero no necesariamente tiene deseos de

liderazgo, sino que son seguidores naturales; mas seguidores ‘confiables’ por otros por

ser considerados lo suficientemente sensibles para no adoptar cosas demasiado

radicales.

+ Mayoría tardía – 34% del grupo

Conservadores por naturaleza, necesitan de altos niveles de reafirmación y explicaciones

de cómo la nueva idea funcionará y sólo la adoptan si es ‘diluída’. Son grandes imitadores

y cuando la nueva idea les aparece apetente la adoptan con emoción. No obstante, al

estar gobernados por normas sociales tanto como por las reglas del mercado, dejan

rápidamente la idea cuando sienten que cuestiona su sentido de identidad.

+ Rezagados – 16% del grupo

Los más lentos en adoptar una idea, resistentes para tratar cosas nuevas. Se ajustan a

reglas tradicionales o largamente probadas. Como ortodoxos, sospechan de lo nuevo y

les disgusta lo que cuestiona el status quo. Adoptan la nueva idea solamente bajo sus

términos o de manera parcial, marcando el fin de la ‘nueva idea’.(Raymond, 2010)

Por años, los métodos de producción han contemplado estas personalidades y sus

variables de consumo. Al innovador lo podríamos pensar más allá del mercantilismo, sin

embargo, en cuanto sus ideas son masificadas su identidad creadora se pierde en la

uniformidad, mientras el rezagado, tras oponerse a los cambios, termina por avalarlos y

confirmarlos al integrarlos, aun parcialmente, a su estilo de vida. Pero podríamos pensar

también al innovador como una especie de profeta que, desafiando lo instituido y sin dejar

de pertenecer a la comunidad, nunca se establece y evita también que la comunidad se

establezca (Maffesoli, 2005).  Así, el análisis de tendencias podría leerse también como el

análisis del nomadismo de cuerpos que permanecen en un lugar pero viajan mediante el

pensamiento y proyectan sus ires y venires mentales en su vestimenta. La tendencia sería

entonces el espíritu transindividual que se manifiesta a través de la moda.

Los mismos nombres de las categorías de la teoría de Difusión de Innovaciones –

seguidores tempranos, rezagados-  hacen pensar en un grupo que camina, pero eso no

los hace a todos caminantes y puede que sea justo eso en lo que la industria de la moda

se apoya. La predicción de tendencias analiza a los recién llegados y a los excluidos, a

aquellos que están siempre en movimiento, para que los productores de indumentaria

puedan ofrecer a la mayoría establecida una estética de la transición que aparente ser

una libre trayectoria, ese oxímoron de “arraigo dinámico” pero con un dinamismo

determinado años atrás por la cantidad de hilo producido en un color particular.

Siguiendo con la terminología, el nombre con se conoce a quienes identifican las nuevas

tendencias y reconocen a los innovadores, es ‘cazadores de tendencias’ (en inglés

coolhunters). Su papel es recorrer las calles o los sitios web más populares para intentar

atrapar el zeitgeist que se desplaza libre entre un cuerpo social no siempre consciente

pero se deja ver a través de sútiles indicios. Son una especie de cazadores recolectores,

al modo de los grupos nómadas, y con toda razón, pues sólo un itinerante entendería la

trayectoria de los innovadores, y, al mismo tiempo, sólo un itinerante asentado podría

traducir el movimiento de los viajeros, la “pulsión migratoria” (Mafessoli, 2005), en algo

estático –o estético- y reproducible para la industria. ¿Es posible producir masivamente el

camino y la búsqueda de unos pocos para saciar los deseos de libertad de las mayorías?

LA BLOGOSFERA DE LA MODA

La emoción que provoca la moda se basa en la posibilidad de expresar la identidad o de

transformarla sumada a la idea de que hay jugadores clave en la conformación de la

moda. La respuesta de los blogs fue pieza clave en el desarrollo de la moda dentro del

mundo virtual. Desde que en 2005 el conocido fotógrafo Scott Schumann publicará su

blog The Sartorialist con fotografías –obviamente profesionales- de gente “bien vestida”

haciendo su vida cotidianamente en las ciudades cosmopolitas, la oferta de convertirse en

una de las personalidades anónimas de la moda que aparecían en su sitio web fue

irresistible para un público como la ‘mayoría temprana’. Lo que The Sartorialist mostraba

es que hay gente con un sentido innato para la moda, que debajo de las pasarelas había

un mundo independiente que articulaba su identidad con ropa más convencional o recién

salida de la pasarela pero en combinaciones únicas, que los plebeyos citadinos (nunca

provincianos) podían dar clases de estilo a los reyes de los grupos industriales de moda.

Y la restricción era precisamente esa, uno debía encontrarse en los lugares más

exclusivos de alguna de las ciudades más globalizadas para ser fotografiado. Pronto la

gente “normal” que aparecía en el blog comenzó a ser reconocida por otros como algunos

dueños de corporativos, descendientes de la nobleza europea o elite discreta. Pronto se

generó la resistencia, chicas de todo el mundo comenzaron a llevar egoblogs, blogs

consistentes en tomar con cierta frecuencia fotografías de ellas mismas mostrando su

‘estilo’, exhibiendo su furor por la moda, sus fetiches de diseñador y su amplio

conocimiento del tema. Uno de los casos más surrealistas fue el de Tavi Gevinson, una

chica judía de Oklahoma con imagen estrafalaria quien ganó fama a sus 12 años en 2008

con su blog Style Rookie (que se traduciría en algo como “novata del estilo”). Pronto fue

invitada a la primera fila de las Semanas de la Moda en Europa, fue fotografiada con

diseñadores de alta costura y vendió la cobertura de los desfiles a las revistas de moda.

No fueron pocos los que se preguntaron de qué manera se catapultó su popularidad y qué

tan políticamente correcto era que dejara la escuela a los 16 años para dedicarse a

colaborar con diseñadores y a editar su propia revista.

Como Tavi, surgieron más bloggeras que pronto acapararon la atención de los medios de

la industria al atrincherarse contra los líderes de opinión proponiendo un estilo discordante

que dejaba de solicitar la aprobación de la prensa de moda para cuestionar la libertad de

expresión en un mundo que vendía, simultáneamente, diferenciación y pertenencia.

Pronto fue notoria la potencialidad de una personalidad para incorporar una tendencia en

un público con gustos muy definidos, implicando menores pérdidas en mercadotecnia; las

bloggeras recibían ropa, accesorios, maquillaje y zapatos como ‘regalos’ o ‘cortesías’ para

portarlos y exhibirlos como parte de su estilo, dando crédito a la marca hasta el grado de

conseguir grandes patrocinios y poder dejar estudios y trabajo por mantener sus blogs

activos.

Lo que comenzó como un acto de rebeldía – en el que casi la totalidad eran mujeres

jóvenes- fue pronto asimilado a una estrategia más de mercadotecnia. Las bloggeras de

moda se habían convertido en una especie de Robin Hood del estilo, que robaban de las

pasarelas algunas piezas diseñador mezcladas con ropa de segunda mano para

integrarlas a un estilo que reafirmaba su identidad soberana y desafiaba el estar ‘fuera de

moda’ con una estética más llamativa que la propuesta anteriormente por la industria.

Eran las vagabundas de las tendencias que “deambulan en las megápolis posmodernas

[y] son la causa y el efecto del “espíritu de los tiempos” modelado por una desenvoltura y

una insolencia un tanto libertarias” (Maffesoli, 2005, 182). Proponerse como una figura y

no como simple reproducción, sin pertenecer a la aristocracia (aunque a veces con altos

niveles económicos), fue lo que causó tal impresión en el sistema.

Estos cambios, todos ocurridos durante los últimos 5 años, han propulsado la creación de

nuevos perfiles laborales y nuevos centros de poder en la moda anclados en el

funcionamiento de las redes sociales y de la moda. La naturaleza de éstas resultó ser

simbiótica, ambas se centran en las apariencias y la actualidad, las redes prestando su

estandarte de accesibilidad y la moda el de personalización. El espacio social creado a

través de moda y redes sociales se ha convertido en otro de los escenarios para los

investigadores de tendencias, referencia para los industriales y campo de prueba para las

marcas, al grado de que no son pocos los que hablan ahora de la existencia de varios

sistemas de la moda, de una moda descentralizada como nunca antes hubo.

Quizá esto fue posible en parte por la volubilidad de las opiniones y también por la falta de

figuras emblemáticas suficientes en que el individuo globalizado pudiera reconocerse, ya

no alcanzaban las reinas, ni las modelos de portadas de revistas de moda, se necesitaban

mujeres  excepcionales que formaran parte del deambular cotidiano y que ostentaran la

belleza de la anachoresis, de la pureza que existe en la renuncia pero que a la vez

permanecieran en la vida pública  y permitieran a las demás sentir la proximidad de lo

lejano (Maffesoli, 2005) . Sin embargo, a todo exilio sigue un reintegración y la difusión de

lo subversivo en los medios masivos de comunicación pronto provocó el asentamiento de

las bloggeras en estética demasiado caprichosa para continuar siendo auténtica, dejaron

de lado su verdadero papel para convertirse en ‘alguien’ dentro del mundo de la moda.

El impulso de la vida errante jamás podría ir a la par del sistema económico capitalista

que rige la industria de la moda, sin embargo, es necesario aparentar la libertad de

experimentar para dar a las masas la sensación de descubrir algo que lleva años

predeterminado para ellas. El hecho de que existan varios sistemas de la moda no evita la

administración de las novedades ni el control de su contagio psíquico, al contrario, puede

transformar la búsqueda de una identidad propia en la simple evasión de la misma.

Moda y Resistencia

“El cuerpo simboliza la lucha

entre orden y desorden

en todas las sociedades”

La ropa que se espera que las mujeres usen –y la que se espera que no usen- es una

forma de control. Como los ejemplos que pone Bourdieu (2000: 43-44): la falda, que limita

la movilidad, y los tacones, que provocan desestabilidad. Ésto va ligado con los roles de

género, el que se relacione la feminidad con la delicadeza, la vulnerabilidad, la fragilidad.

Así, la moda manifiesta una ideología en un contexto determinado, expresa una situación

social, política y económica.

La legitimación de las violaciones por la ropa que usa la mujer (“se ponen falda y luego se

quejan de que las violan”) es un discurso que se repite en muchos países,

independientemente del nivel educativo. En Canadá, por ejemplo, un policía dijo en una

escuela de derecho que si las mujeres no querían ser violadas, no debían vestirse como

putas. La diferencia reside en la respuesta de la sociedad a este discurso (resistencia en

el sentido en que la propone Foucault). En Canadá, ese suceso desencadenó el

surgimiento de algo que ahora es un movimiento internacional: La marcha de las putas.

Quienes participan en ella defienden sus derechos sexuales con consignas como “No es

No”, dejando claro que una se puede vestir como quiera, y eso no le da permiso a nadie

de hacer algo que ella no quiere. El sólo hecho de que el modo de vestir ya implique

forzosamente un mensaje hacia los hombres, habla de una idea del cuerpo de la mujer

(únicamente) en función del hombre; que no se puede concebir el cuerpo de la mujer sin

una relación con el hombre. Y que el hombre no pueda hacerse responsable de sus actos,

sino que sea la mujer la culpable (empezando por la narración de Adán y Eva), son

manifestaciones del machismo y de la heteronormatividad –como lo plantea Ana

Amuchástegui (s.a.: 4)- es decir, que la única relación sexual y afectiva que se pueda

concebir es la de hombre-mujer.

Otra forma de protesta con respecto al cuerpo es mostrarlo públicamente desnudo. Dentro

de esta forma de protesta, hay dos movimientos: el nudista y el nuditista. El nudista se

limita a usar el desnudo como forma de protesta; el nuditismo, que surge en Cataluña, va

más allá, pues reconoce que no sólo la vestimenta por sí sola es parte del orden social,

sino que además está reglamentada socialmente según el espacio y la ocasión. El

movimiento busca entonces transgredir esas normas sociales, permitiéndose usar ropa

que parece fuera de contexto. Estos ejemplos son también modos de resistencia a la

norma, tanto a tener que vestirse como a vestirse de acuerdo a la ocasión.

Uno de los grupos nudistas más conocidos internacionalmente es Femen, un movimiento

que surge en Ucrania en 2008 y que proclama “Mi cuerpo, mi manifiesto”. Usa el desnudo

como arma para combatir el patriarcado, inquietar a dictadores y molestar a la religión y a

sus instituciones.

Tatuajes: ¿moda?

Actualmente, el tatuaje se considera una moda. Cuando se habla del tatuaje como moda,

se entiende como si fuera algo superficial, temporal. Resulta paradójico pensarlo así,

considerando que los tatuajes son permanentes y se inscriben varias capas bajo la piel.

Se cree que lo que se define como moda carece de significado y de intención, porque es

algo que ‘muchos usan’, pero con esto se olvida que todos somos ‘víctimas’ de la moda,

entendiendo la moda como algo que efectivamente cambia, pero que siempre está

presente. Y que la presentación corporal, incluyendo todo lo que conforma, desde

indumentaria y ornamentación corporal hasta modificaciones corporales y cuidado general

del cuerpo (Martí, 2010:109), están sometidos a la moda, a eso que es aceptado y

rechazado socialmente en un contexto determinado. Que aún el ‘no estar a la moda’ es

moda.

Quien se tatúa hoy ´por moda´ lo que subvierte no son los códigos del

tatuaje, sino más bien los de la moda, puesto que hace estallar lo que le es

más inherente: su transitoriedad y su capacidad de reemplazarlo por otra,

que se instale en su lugar. El tatuaje al fijar la moda, la mata y ese réquiem

es ritual

Si bien en sus orígenes el tatuaje era -y actualmente en ciertas culturas sigue siendo- una

marca de pertenencia y de homogeneización en un grupo, por ser, por ejemplo, parte de

un ritual de iniciación, actualmente es más bien una práctica de diferenciación y de

identificación resaltando la individualidad:

Mientras que antes las transformaciones permanentes del cuerpo eran

uso exclusivo de determinados grupos sociales, hoy en día es

bastante difícil definir quién es el tipo de joven que se tatúa, y es

totalmente equívoco querer buscar explicaciones en la pertenencia de

clase o el capital cultural. (Porcio, L. 2004:107)

Aunque los estigmas hacia los tatuajes han cambiado (se han reducido), todavía hay un

rechazo social en algunos sectores. Por ésto mismo también es una expresión de

protesta.

Como en los reclusos de California, son un acto subversivo para

reestablecer la autoridad sobre su cuerpo y retar al sistema que intenta

controlarlo, una forma de afirmar la posesión de su cuerpo y su identidad.

(Moro J, 2005:186)

Es una forma de resistencia ante la pérdida de libertad y de posesión sobre el cuerpo.

Las tribus urbanas como los punks y los skinheads también modifican y visten el cuerpo

de una forma que manifiesta una resistencia. A continuación se dará una breve

introducción sobre estos movimientos contra-culturales.

El movimiento skinhead nace en Inglaterra en 1969 como una fusión de otras dos

culturas: los rude boys de Jamaica y los mods de Inglaterra. Los rude boys tenían una

tradición obrera, los mods tenían prácticas y gustos más cercanos a la cultura dominante.

Los skinheads surgen tras divisiones entre grupos en grupos más pequeños, algunas de

estas distinciones por motivos de moda: que un grupo quisiera conservar los valores de la

clase obrera inglesa, como las botas, los pantalones de mezclilla, los tirantes y la camisa,

y otro grupo que quería estar a la moda, abandonando esas tradiciones.

Para 1977, cuando surge el movimiento punk, el movimiento skinhead ya había decaído

mucho, pero en ese año tiene un nuevo auge cuando los políticos de extrema derecha

aprovechan el sentido de pertenencia de clase de los skinheads y lo utilizan para legitimar

un discurso nacionalista y racista (contra la inmigración) a través de una exacerbación de

la pertenencia étnica. Por esto, los medios han contribuido a difundir una idea de los

skinheads como nazis, cuando dentro de los skinheads existe un grupo de nazi-

skinheads, mas no todos los skinheads son nazis. Así, los tatuajes son un modo de

diferenciación entre skinheads, es decir, antifascistas, y nazi-skinheads.

La incidencia del tatuaje en la sociedad contemporánea, evidencian cómo la

relación entre ésta práctica es determinante para expresar la identidad. Para

algunos jóvenes, que no se conforman con los estereotipos dados por la

cultura hegemónica, expresa “rebeldía”, mientras que para otros, que siguen

los dictámenes de la moda, expresa “consenso”. Un tatuaje puede ser “arte”

y también “subversión”, un pequeño dibujo en la piel es un aparato más de

la “moda”, pero si se elige un símbolo, aunque de dimensiones reducidas,

puede manifestar una “ideología”. Un tatuaje expresa una identidad “visible”,

pero el deseo de “poseerlo” puede presentarse al mismo tiempo como

necesidad íntima y personal: del “visto” se pasa al “no-visto”. (Porcio, L.

2004:109)

La moda Punk

El punk empieza con una crítica a lo establecido, principalmente a los valores de la clase

burguesa. Esto era muy visible en la presentación corporal, tanto en la indumentaria y

ornamentación, como en la modificación corporal:

Una continua actitud de rebeldía marcada por una puesta en escena que

rompía con los códigos establecidos en las conductas éticas y sociales, [que

convertían] los insultos en eslóganes de reacción estética. Los orígenes del

punk incidieron (…) en la moda [y] en la intervención del propio cuerpo (a

través de tatuajes), y sus rasgos sirvieron para crear una estética de

resistencia con la idea de plantear una visión del mundo en la que perviviera

una atracción hacia la anarquía, el nihilismo y la negación absoluta a lo que

pudiera pasar en el futuro.

En un inicio la estética de los artistas punk intentaba ser antimaterialista.

La ropa se cubría con parches y botones con mensajes que transmitían la ideología

anarquista y anticapitalista.

Sin embargo, en 2010, salió una propuesta de pasarela de Christophe Decarnin, basada

en el punk. Vendía camisetas rotas a 2000 euros.

Comercializar una ideología que ataca el consumismo es la mejor manera de

desvalorizarla y deslegitimarla. Por lo general, prohibir o censurar prácticas sociales tiene

el efecto opuesto: además de que atrae la atención sobre ello, lo convierte en una

tentación, pues lo prohibido siempre se vuelve más interesante. En cambio, si se

introduce al sistema, se invisibiliza y aniquila por completo su sentido de resistencia u

oposición, de modo que ya no representa un peligro, pues se vacía toda la carga

ideológica de la práctica.

Vestidas para matar

En la lucha contra el patriarcado y la ropa que nos categoriza, Hélene Cixous nos dice

que los vestidos son “sueños llenos de historia, de personas no-conocidas conocidas”

hilos entretejidos que nos dan la de impresión de “ sensaciones, continuidades y la

habilidad de comunicar a través de las barreras del tiempo y memoria” (Benstock y Ferris,

1994; 10) en (Root, 2001; 240) y las mujeres que vivieron en la época de las

independencias en Latinoamérica , cuando presas de la mirada del otro, las mujeres

estaban vestidas para matar gritando su inconformidad ante la invisibilización de su

existencia y apoyo en las luchas de aquella época.

La invasión inglesa a Bueno Aires en 1806 despertó en las mujeres un espíritu de lucha

contra los invasores, apoderándose a través del uniforme masculino algunas se

incorporaron  en actividades bélicas. Sin embargo la mayoría se ocupó en la esfera

doméstica, cortando y cosiendo uniformes, vistiendo a los hombres para matar. Pero

después formaron parte de una estrategia que las consideraba como un arma de guerra,

llenando el vacío que el amor a la patria podía dejar. Fue así que sus nombres fueron

grabados en las armas convirtiéndose en instrumentos de victoria.

Las editoriales les brindaron a las mujeres un espacio para expresar y protestar contra el

doble discurso que emitían, cuando gritaban “libertad, igualdad, ciudadanía, derechos

sociales…” y a ellas las relegaban a los confines de una casa careciendo de voz y

participación pública. La cotorra era una revista que se destacó por desafiar el orden

establecido.

“Trastocó las estrategias narrativas que pedían a las mujeres usar su belleza para

electrificar a los hombres en la construcción de naciones latinoamericanas y sugirió

que la mujer volviera su belleza en contra de ellos, convirtiendo a sus accesorios

de moda en armas y su gracia natural en un arsenal” (Root, 2001; 245).

Fue así que las mujeres resistieron, no aceptaron su exclusión, quedándose y protestando

exigían su reconocimiento. Lo hicieron a través de sus accesorios, usaban peinetones,

parecido a una peineta pero con una medida que llegaba a un metro de ancho y de alto, el

peinetón reclamaba la mirada de los otros dotándolas de un estatus de participante

pública. Muchos se quejaron de la presencia del peinetón pues les parecía que contrataba

con la delicadeza de la mujer. Las mujeres vestidas para matar desafiaron el problemática

papel de representar la vanidad de la política, rompiendo con el “rol bello” anteponiéndose

al estereotipo de mujer de porcelana.

Conclusiones.

Después de la ola de homogenización del capitalismo las personas han buscado

diferenciarse y defender su propia identidad.      La globalización y la comunicación han

proporcionado más herramientas para tener acceso a tendencias diferentes de modo que

se facilita e incita a la imitación.

En la moda la temporalidad es algo determinante. Por ello, cuando se trata de resistir a

los valores hegemónicos en el ámbito de la moda, por ejemplo los estilos propios, es

imprescindible que esa resistencia sea paralela a las tendencias, para ser visibles y tener

el reconocimiento social.

Cuando se toma una postura radical es más fácil ser absorbido por la estructura porque

justo la moda juega con las oposiciones, entonces aunque en algún momento haya sido

una resistencia, eventualmente será asimilada por el mercado.

Aun así  en estos tiempos en lo que te venden es que el cuerpo es tuyo y que es una

posición dejamos en duda que tanto sigue respondiendo  a las representaciones sociales,

por el objetivo de ser reconocidas o simplemente por no cuestionar el inconsciente

colectivo.

La moda ya no se limita a la indumentaria, ahora tiene un gran peso sobre el cuerpo: esto

implica una interiorización de un ideal de belleza corporal, que se legitima por un discurso

de salud como que un cuerpo esbelto es un cuerpo sano. Actualmente se propone  dar

importancia y ser consciente de la manipulación sobre el cuerpo ante los modelos de

belleza, de modo que uno pueda ejercer agencia para cuidarlo y vestirlo como sea la

voluntad de cada persona.

¿Cómo visibilizar y aceptar el cuerpo real dentro de la estructura de la moda sin despojar

al individuo de su corporeidad?

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