EL HOMBRE EN BUSCA DE SENTIDO

VIKTOR E. FRANKL

Edgar Isaac Luévano Herrera

El autor narra a través de experiencia propia las etapas psicológicas que pueden

llegar a apoderarse del hombre (prisionero) en un campo de concentración,

menciona diversas faces como el shock, la apatía y el desahogo.

El autor nos menciona como primer síntoma del prisionero la fase de shock:

Aquí el prisionero todavía tiene la ilusión de que va ser liberado y todo saldrá bien

o la idea de que se le perdonará, lo que es conocido en psiquiatría como el

estado de ánimo de la “ilusión del indulto”, la cual posteriormente se pierde pues

se apodera de ellos la curiosidad, la ansiedad y la sorpresa (acerca de la

capacidad que tiene le hombre de soportar), donde el único remedio para estos

males es el sueño el cual tres consigo olvido y alivio al dolor mientras dura.

El autor nos menciona “hay cosas que deben haceros perder la razón, o entonces

es que no tenéis ninguna razón que perder”, donde ante una situación anormal, la

reacción anormal constituye una conducta normal.

La segunda fase al autor la titula o la relaciona con la apatía (muerte emocional):

En esta fase el autor menciona que toda tortura que sufrían surgían más las

añoranzas de su casa y de su familia, donde los prisioneros mostraban vista

pérdida y el asco, piedad y horror eran emociones que no podían sentir.

La apatía es vista como el adormecimiento de las emociones y el sentimiento el

hecho de que a uno no le importaría ya nunca nada, donde el aspecto más

doloroso no eran los golpes sino el insulto.

La apatía también es el principal mecanismo necesario de autodefensa, donde el

prisionero hacia un regresión mental hacia su nivel primitivo (pan, pasteles,

cigarrillos, baños, agua caliente) como el alimento, los cuales se veían reflejados

en sus sueños a través de sus apetencias y deseos, donde el hombre hambriento

experimenta fuertes conflictos con el alama y la fuerza de voluntad, con una

ausencia total de sexualidad y sentimentalismos.

Frankl menciona que aun cuando todo se ha perdido, existe una salvación del

hombre en el amor y través del amor, pues es el amor la meta última y más alta a

que puede aspirar el hombre, dicha felicidad la podrá conocer si contempla al ser

o a los seres queridos, pues recordemos que el amor trasciende la persona física

del ser amado y encuentra su significado más profundo en su propio espíritu, en

su yo íntimo.

Cuando el sufrimiento ocupa toda el alma y toda la conciencia del prisionero o del

hombre tanto si el sufrimiento es mucho como si es poco, el humor es otra de las

armas con las que se lucha por la supervivencia, tomado el humos como una arma

donde la preocupación de supervivencia de uno mismo y de los que lo rodean

carecen de valor, donde el hombre fue despojado de su voluntad y su existencia

rebajada al nivel de vida animal.

En el campo de concentración era común la añoranza del prisionero de estar a

solar consigo mismo y con sus pensamientos (su intimidad y su soledad).

La apatía causada por falta de sueño y de hambre trae consigo la irritabilidad, la

cual crecía cuando se acaba con la apatía de los otros.

Al hombre s ele puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades

humanas, la elección de la actitud personal ante el conjunto de circunstancias,

para decidir su propio camino, donde surge la llamada “existencia provisional”,

donde le hombre que no puede ver el fin de su existencia provisional, tampoco

puede aspirar a una meta ultima en la vida, donde dicha meta llega de manera

instintiva y con fe en el futuro, pues la perdida de fe en el futuro es el final.

El autor nos menciona que el hombre necesita tener una motivación y actitud

hacia la vida la cual nos puede servir de guía, para encontrar el porqué del vivir

(meta) y poder soportar el cómo y hacerle frente al sufrimiento, dicha actitud hacia

la vida se debe de influenciar como manera más efectiva con el ejemplo.

La tercera fase el autor nos menciona el deshago:

En esta fase se corre el peligro de pasar de ser oprimidos a opresores, y

experiencias mentales como la amargura y la desilusión pueden afectar el carácter

del prisionero liberado.