el hijo del papá del ahuizote no. 09

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Autores: Al fin liebre, Ache Ele, Ánima de San Bruno, Constancio - Rutherford, Froy-Balam, Gumaro Güigüí, Hernän Brizuela C., Irán Sánchez, Jorge Jolmash, La estrella púrpura, Omarbeat, Rosario Carmona, Rosuka Pop, Ser Aramís, ts'ujul. Más información en: http://alfinliebre.blogspot.com/2011/08/ano-iii-no-15.html

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El hijo del papá del Ahuizote

por el momento es una publicación quincenal encaminada a la difusión de textos literarios de diferente índole. Los autores que contribuyen en la creación de esta publicación son, al igual que tú, querido lector, personajes que en el ejercicio pleno de sus habilidades lúdicas alimentan el imperioso modus vivendi que es la creatividad.

El contenido vertido en cada uno de los textos, así como del material gráfico que se presenta en esta publicación, nada tiene que ver con el criterio de AL FIN LIEBRE ediciones digitales, salvo en las ocasiones en las que la edición participa como un autor más.

El hijo del papá del Ahuizote es una publicación sin fines de lucro, de manera que, si te intentan cobrar por la visualización, lectura, difusión o reproducción del material aquí vertido, avísanos y haremos lo necesario para partirles su madre.

El hijo del papá del Ahuizote No. 07: ocipítA ocipóT: Portada:

«Convalescencia en Valencia» Autor: Froy-Balam Técnica: distópica Año: 2011 Medidas: tamaño carta Ubicación: Portada del número 9 de «El hijo del papá del Ahuizote». Autores:

§ Al fin liebre § Ache Ele § Ánima de San Bruno § Constancio - Rutherford § Froy-Balam § Gumaro Güigüí § Hernän Brizuela C. § Irán Sánchez § Jorge Jolmash § La Estrella Púrpura § Omarbeat § Rosario Carmona § Rosuka Pop § Ser Aramís § ts’ujul

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El hijo del papá del Ahuizote Estridentópolis, La Vieja. jueves, 25 de agosto de 2011.

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EDITORIAL

Llevé algunos días que ha dejado la lluvia arrastrándose frente a mi puerta en la guantera de mi vehículo, pero en sí, mi propio vehículo se ha quedado atascado en la piel del huracán que curiosamente se estancó apacible en mi calle.

Llevé también, como quien lleva la lonchera repleta de dulces en vez de comida, algunos de sus mejores gestos a la hora de explotar; algunos de sus cabellos más finos —los más—, que bajaron sigilosos por sus hombros mientras ella recargaba dulcemente su rostro sobre su hombro izquierdo para terminar de diseñar algo; llevé por supuesto un par de sus pinceles virtuales todavía con proyectos incompletos en la punta, haciendo alarde de su imperfección, de su inconclusión como si de una estampida de elefantes se tratase, reconfigurando todo, convirtiéndolo en nada; llevé durante kilómetros sus oasis, ojos de agua en el páramo yermo; me até una botella de vidrio azul a la cadera, la llené con su líquido sexual y reconforté mis largas noches de exilio con la fragancia de sus jugos; me colgué sus besos al cuello, más atrás, en la espalda. Era mi fetiche, mi parafernalia espiritual, con sus electrones rodeándome día y noche nada podría dañarme.

¿Qué más podría pedir en esta existencia tan banal?

Tenía más de lo que cualquier otro pudiera desear, un universo anidaba en sus manos y lo proyectaba con esa mirada penetrante; una constelación entera incubando estrellas en sus ojos, en su iris, en sus pupilas ensanchándose con cada nuevo latido de su corazón desbocado.

Mi mano en la suya supuso una unión perfecta, una concordancia cósmica irreductible. De tal suerte que bajo el cobijo de nuestro enlace nuestras pisadas eran hirientes lanzas que acribillaban las calles, que se adueñaron de ellas como si de dos gatos en celo apoderándose de los tejados de la ciudad se tratase.

«Can you give me sanctuary?/ I must find a place to hide/ A place for me to hide/ Can you find me soft asylum?»

Cada ángulo de ella me hacía estremecer. Y aún ahora se presentan en mi memoria como antiguos ecos de gloriosas hazañas. Aún ahora

viene un destello de memoria a este lugar tan desolado.

¡Ay de mí! ¡Si tan sólo pudieras ver cuánta tristeza habita en tu olvido!

Este es un desfile oscuro y silencioso; una marcha de sonámbulos siguiendo la luz cuál estúpidos mosquitos hematófagos. Y la luz no es otra cosa que el destierro final de este mundo.

«Successful hills are here to stay./ Everything must be this way./ Gentle streets where people play./ Welcome to the Soft Parade»

Ahora tan solo quedan algunos recuerdos de aquellos caminos tan luminosos; su indiferencia se convirtió en mi único sustento y mi estómago pronto se saturó de ese bocado tan amargo.

Poco a poco caí en desuso.

Lo recuerdo limpiamente, sin polvo y arañazos, sin desenfoque Gaussiano, sin ojos rojos: Artemisa —La cazadora; mi propia Elsa Galván, mi Elisa Gavilán— me miró fijamente, estaba sentada, casi como todas las veces que me miraba de esa manera; su mirada, más perceptiva que nunca buscaba en mi figura con avidez, como anhelando encontrar el pretexto perfecto. Y entonces, con un rápido movimiento de su diestra comenzó a quitarme todo lo que me había otorgado, todo lo que me había construido.

Uno a uno eliminó los objetos que había puesto sobre mí para dotarme de personalidad, para que pudiera acompañarla en este recorrido. Me despojó de todo; y viéndome desnudo un golpe de realidad azotó sus neuronas, borró de manera furiosa mi paisaje de fondo; quedé en eterno blanco, inseguro y lánguido blanco.

Mirándome a mí, su obra imperfecta, optó por desagrupar mis elementos, quitarlos uno a uno; dejar espacio libre para el próximo diseño; me construyó una tumba poco profunda y salió de prisa no sin antes guardar los cambios.

AL FIN LIEBRE ediciones digitales

Estridentópolis, agosto de 2011

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Froy-Balam. «La pérdida». 2003.

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11 IMÁGENES

Colección de Jorge Jolmash

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PEQUEÑO RECUENTO DE LAS INUNDACIONES La tarde acomete con la lluvia y los truenos que han pospuesto nuestra salida Tu boca busca mi lengua con su lengua más húmeda aún Mis manos no quieren destruir la escultura de piel que habitas Pero tu boca se deslíe ahora contra mi cuello Va hasta mis tetillas, se amordaza en mi pecho Lengüetea mis costados, me busca la dureza que sobresale Jugosa y líquida hasta que esa lengua relame Los costados, para terminar engullendo acariciante todo el pedazo de carne Enhiesto, palpitante y se arrodilla Mama, muerde, babea Luego me toma de la mano, me tira sobre la sábana Un relámpago de afuera enaltece sus rudezas Cuando yo de espaldas ella se monta sobre mí girando Su dorso es mi óleo reciente donde poso la mirada Pero su trasero erguido me distrae ahora más con sus dos hoyuelos Cercados de piel morena y roja En el primero de ellos ensarta mi persistente probidad Primero acomoda, siente dentro, lisonjea Después en vaivén llegan sus nalgas a romper el silencio Contra mi bajo vientre y entrepiernas Se mueve, galopa, se estremece Ese ritmo zurce con hilo invisible cada tramo de mi respiración Se agita, yergue su espalda, se toma el pelo Cabalga cada vez más fuerte /La noche se ha posado como gato que por el pasadizo, Sobre el piso de cuadros blancos, que ahora se inunda, Ya no puede transitar/ Ella continúa perlada la espalda Su oblonga cabellera gotea mi ombligo Es cuando el relámpago le nace en el sexo, en el vientre Y estalla después de balbucir mi nombre Aquí la aurora del otro movimiento Mi agudeza desgarra las telas de su encierro El fuerte mete y saca permite Mirar la consistencia de su funda de mujer El hermoso cuadro vivo de su culo Justo cuando la cera caliente desborda Su espacio y chorrea hasta gotear la sábana La tempestad ha pasado El gato recuerda que iba a cruzar el pasillo Hacia su propia soledad Sale, la puerta entreabierta Permite observar el sigilo de una sombra que atisbaba Ahora el gato no caminará sobre las aguas Alguien lo llevará en brazos y quizá le dé de comer Sonrisas francas sobre la sábana inundada.

Ache Ele.

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ÁNIMA EN PEPENA Tenías en la mochila mendrugos piadosos, para cuando los leones dejaran el hastío y se aposentaran

a tus pies bajo la sombra de la palmera;

Tenías en la espalda años de resistencia, ciclones instantáneos para abrirte cancha en los templos gachos de la usura;

Tenías en las rótulas callos beatíficos, siempre besando la sombra de tus deidades, no fuera que una mañana ya no amanecieran para ti las fuentes de las mínimas trácalas;

Tenías en los dedos anillos misericordiosos, tacto fino para apaciguar las estrategias del hambre y la sed, para esgrimir pases mágicos contra la soledad del cuerpo y las ataduras de la rutina, más bien de la saudade chinta;

Tenías entre las lágrimas pétalos de orgullo, la inolvidable flor que apacienta amaneceres sobre cobijas maternas y adioses satisfechos;

Tenías en la osamenta todas las leyes mecánicas y alquímicas para pasar de humano a árbol, de persona a perchero de almas, de sujeto a insumiso guerrero, de individuo a astrónomo de lo interno;

Tenías en la lengua, más bien debajo de la lengua, las fórmulas del silencio, las atroces impertinencias del doble sentido, la verborrea en dislate contra oídos finolis, el exabrupto mientamadres de cualquier arranque nervioso o contraído en la rigidez muscular;

Tenías en los pies vaivén, jícamo, giro sobre sí, vuelta y vámonos, mambito, polka en escaramuza, arrancazacate y levantapolvos de otras mareas, ritmo, encantamiento, pisa y corre, velocidad para el esquinazo más allá de selvas homínidas y sudores encerrados, y al fin cómo chingaos caer parado como los felinos domésticos;

Tenías en la mirada un no sé qué que quedaba estampado en otras miradas menos culeras, mirada de paciente desesperanza, ojitos de agüita café, canicas de chipo de botella Don Píter, oclayos de venao disecado, pedazos de estrella ensartados en alcancía de cochinito de barro;

Tenías en el sexo un modo de contemplar activamente el goce fémino en cuartos de hotel donde se hacinaban melancolías y calcetines impares, frascos de dudas y navajas de suicidios interrumpidos, almohadas convulsivas y sillas durmientes, también en cuartos de camas ajenas, donde el sudor y los pelos de la zozobra mantenían calistenias inauditas y desfogues apresurados y en veces hasta propiciadores del sopor;

Ahora sombra de tu sombra, apenas refulges cuando alguien te nombra, cuando alguien disloca una sonrisa, cuando un ojo atento te mira, te fuma y termina por apachurrarte contra el cristal cortado de sus prisas.

Ahora cuando te hacinas, sin permiso, alguien pide la escoba y te rejunta sobre el periódico, de ayer, ensalivado, y te arroja a su tacho de basura junto a cachos de pan, cabellos sueltos, cascaras de fruta, caspa, y un sinfín de partículas de olvido, así regresas a la bolsa de las seguridades hasta que el campanero, velocista nocturno, anuncia que es hora de partir.

Ánima de San Bruno.

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TIJUANA

Una noche como cualquier otra mientras vaciaba mi vaso de whisky, ella entró a mi oficina, era pasada la media noche y mis pensamientos divagaban hacia el norte, cuando de repente se vieron interrumpidos por aquél aroma, ese aroma a sexo y tabaco que manaba de su cuerpo ardiente, no puede resistir mirarla a los ojos y el vacío profundo que había en ellos me puso en alerta.

~

Se acercó a mí contoneando sus caderas y el olor a channel número cinco invadió mis fosas nasales, prendado de ese aroma le ofrecí una copa y un hombro donde llorar, y sin más, nos besamos en la boca, mi cuerpo era un torrente de pasiones que no podía contener y aquel cuerpo que otrora me había parecido amenazante, se tornó de pronto en la flor más frágil del universo, hicimos el amor de forma animal, un interminable ir y venir de olores, sabores y sensaciones recorrían mi cuerpo desde lo más profundo de mi ser, aquello fue como morir, y volver a nacer.

~

Esa madrugada ella no me dijo nada, se fue como llegó, sin más. Y yo, prendado de su aroma, como un loco, me revolví en mis pensamientos hasta entrada la mañana ¿Quién era esa mujer? y ¿Qué es lo que quería de mi?, acaso ¿Alguna damisela en apuros que me ofrecía su cuerpo, a cambio de mis servicios?, ¡no!, ella era diferente, y sin embargo, algo no cuadraba, me desplomé cansado, harto de confabular y deseoso de tener en mis manos el cuerpo al que pertenecía aquel aroma, que no podía sacar de mí ser.

Continuará… Constancio - Rutherford

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RE-GÉNESIS

Capítulo I

En un principio había nada, una impresionante cantidad de antimateria. Fue entonces que levantó la copa, aquel que siempre fue, y dijo con voz seca y libre de cualquier matiz sentimental: «Hágase el universo entero, con sus dobleces y agujeros negros, nebulosas y galaxias, estrellas gigantes rojas, enanas blancas, quarks, polvo cósmico, cometas, meteoros, asteroides, satélites, planetas e infinidad de cosas extrañas que aquel al que concederé la cúspide de mi obra no podrá entender jamás.» Terminó de hablar y apareció en aquella «nadedad» un enorme manto negro salpicado de todo tipo de ocurrencias que sólo una mente divina pudo imaginar.

Mirando su obra, aquel que siempre estuvo, sintió que algo faltaba, —y brindó por ello— levantó la copa recién colmada de alguna bebida embriagante que sólo los que son como él tienen derecho a tomar. (No por otra cosa que no sea el enigma de la identidad de aquella bebida, porque de saberlo el hombre común, el elíxir sagrado sería tan común como el común hombre-común). Con agigantados tragos celestiales acabó el contenido de la copa y la llenó de nuevo. Levantando el receptáculo etílico y con carácter omnipotente dijo: «Hágase entonces la vía láctea, hágase en uno de sus costados, (a imagen y semejanza del Adán aquel y su sacrosanta costilla curviforme, extasiable y espantablemente femenina), un pequeño sol diminuto y su séquito de planetas circundantes, hágase en el tercero de los planetas, el clima propicio para mis planes.» Igualmente terminó su mandato y apareció en aquel cosmos creado con anterioridad, una galaxia con las caprichosas características que al ser aquel se le ocurrió mencionar.

Mirando su obra, sintió que todo iba bien y se sintió tan alegre que apuradamente acercó la barrica en la que se añejaba el licor y abrió la llave para precisar unos cuantos tragos directos sobre la barrica. Una vez que la bebida hizo mella en su cordura y su sobriedad, sonrió enrojecido por el calor que subía a su cabeza y apresuradamente gritó de felicidad ingiriendo un par de tragos más: «Hágase entonces, en aquel

pequeño planeta una terrible atmósfera infestada de tormentas y erupciones volcánicas, blanco perfecto de fragmentos de meteoros y descargas eléctricas descomunales. Aparezcan en ese clima inclemente el carbono, el hidrógeno, oxígeno y nitrógeno y mézclense estos para propiciar así la vida unicelular. Sea la vida en este planeta capaz de evolucionar sin excepción alguna a través de algo inexplicable llamado tiempo.» Alegremente resonó su carcajada en la bóveda celeste —que nadie sabe en dónde está dicho lugar— y la barrica y su boca volvieron a besarse unas cuantas veces, mientras el omnisapiente bailaba y aplaudía por su gran obra.

Dos danzas y media barrica después, aquel que todo lo ve y sabe, tirado en la superficie de su morada, ensayando una borrachera inminente dijo, para agregar sabor a su caldo de aminoácidos y protozoarios: «Que pase el tiempo con vertiginosa rapidez, año tras año, lustro tras lustro, milenio tras milenio… y que la vida que me debe la existencia siga su gran curso, para así poder diseñar al que será la cúspide de esta beldad.» Cerró sus labios, sólo para abrirlos cuando hubiera que beber nuevamente.

Se sentó a la orilla de su morada a observar el cumplimiento de su mandato, abrazado a la barrica que había llevado consigo. La tierra comenzó a cambiar, emergía y hundía sus paisajes, bailaban sus continentes, se enfriaba y se calentaba, se humedecía y se secaba. Las formas de vida por su parte, salieron de las aguas en múltiples formas y tamaños, salieron de la superficie y volaron en múltiples formas y tamaños, y crecieron y se multiplicaron, y poblaron la tierra. Unas se extinguieron y otras aparecieron. Cada una de ellas siguiendo el capricho divino llamado evolución. El omnipresente se regocijaba y alborotaba con cada cambio en su creación… bebía con cada flor, animal, hongo o virus que nacía en su mundo y bailaba de tanta felicidad. Sin embargo su corazón estaba consternado, en toda la faz de la tierra no había ni un sólo ser que le dedicara un pensamiento a él, el arquitecto de aquella maravilla. Ni un sólo ser en esa vastedad tenía un sólo pensamiento siquiera.

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Entonces, Él, decidió crear su más compleja invención, la más perfecta de todas, —y brindó una vez más por ello—, se sentó en medio de su morada acompañado de una barrica medio llena, o medio vacía según sea el caso, y puso todos sus pensamientos y empeños en culminar gloriosamente su obra. Bebió.

… Estúpida y divinamente ebrio, aquel que siempre estuvo y siempre fue, se descubrió desnudo en un espejo de finos acabados y al verse tan perfecto exclamó: «¡Hágase el hombre a mi imagen y semejanza! Conserve en sus rasgos mis rasgos; conserve en su ADN mi información genética y bríndesele el enten-

dimiento para gloria y alabanza mía.» Al término de su osadía cayó en un profundo sueño, mientras aparecía en los árboles de África, cubierto de pelo: El hombre…

Capítulo II

… No obstante, el hombre, bajó del árbol aquel, del cual tenía prohibido bajar y sintió el mundo en sus pies y la herramienta en sus manos: Evolucionó. Sin embargo, aquel que siempre estuvo y siempre fue, en tanto que lo estuvo y lo fue: No pudo cambiar más.

Froy-Balam

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NADA

Gumaro Güigüí

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EL DIABLO DE ME APARECIÓ UNA MAÑANA El diablo se me apareció una mañana.

Con su sombrero de ala ancha creó neblina en pleno mayo.

De su gabardina sacó un puro Te-Amo. Y parafraseando a Pink Floyd dijo: I have a cigar y se puso a fumar.

Vestía un traje de Casimir azul y una camisa blanca con mancuernas de piedras preciosas.

Su corbata era gris, de la más fina seda traída de China, y hacía juego con sus cabellos casi plateados.

Usa aún sus zapatos de ante azul, es un tremendo clásico el tío.

Con sus manos jugueteó la arenilla del parque y alimentó con maíz aves viajeras como él.

Sus palabras fueron sabias: de abuelo que da consejos a sus nietos, para que crezcan y tomen el camino del bien. Más sabe el diablo por viejo que por diablo, me dijo con una sonrisa sincera.

Conoce cientos de idiomas: unos perdidos, otros muertos, unos vivos, otros olvidados.

Me contó que nunca le dio a morder la manzana a Eva. Que no incitó a que Caín matara a Abel, que esas son historias para desprestigiarlo ante el mundo. Que siempre fue un buen guerrero del Señor, el preferido, por eso los otros Arcángeles le tenían envidia y lo traicionaron. Siempre ha existido un Judas entre nosotros, me dijo. El que me acusó hizo que Dios me castigara y me desterrara del cielo, me convertí así en el ángel caído.

Ha vivido en la tierra desde entonces.

Luzbel es apuesto, tiene los rasgos del ciudadano del mundo.

El ser más precioso que ojos mortales hayan visto. Irradia aún su luz de paz: la luz más bella.

Es de aquí y de allá. Ha recorrido el planeta como imparable trotamundos.

Hablamos un rato y luego se fue caminando con su habano de Los Tuxtlas en mano, hasta perderse en la bruma de la ciudad: entre almas extraviadas y el barullo citadino que va despertando a un día más en la tierra: en el paraíso perdido.

Hernán Brizuela Casimir.

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HAMBRE El Kabubi es mi perro callejero, no vive

conmigo, su casa es la calle, allí entre Lázaro Cárdenas y la vía del tren, por la Crystal. Y tenemos algo en común. Siempre tenemos hambre.

10.30 pm y las entrañas me animan a revisar el bolsillo; mmm… pa’tres órdenes me alcanza y me sobran pa los “tabiros” de mañana; y algo más por si se ofrece, uta!, pensé, que bien administro mi “lana”.

Los autos pasan por Lázaro Cárdenas, son menos a las 11 de la noche, y es cuando sale mi “chica” que se instala allí enfrente, donde está el negocio de los perfumes y el internet público. La “Scarlett” y la “Deborah”, me hacen un saludo discreto mientras se estaciona un auto frente a ellas. Camino hasta el semáforo y chiflo fiu fiu fiu fiuuuuuu; el Kabubi se asoma por la rendija de la puerta de madera de lo que quedó del aquel antro, que años atrás me recibía para destilar unos ojos cafés que no caben ahora en esta página.

De pelo untado al cuerpo, tanto que las costillas se le marcan por los costados, ladra y corre con ligero rengueo hacia donde estoy. Blanco y con una mancha negra que le cubre el ojo, menea la cola mientras se acerca a mi ladrando —“…che” Kabubi… cómo estás?... venga viejo, vamos a cenar, seguro tienes hambre verdad “caon” El alegre perro menea la cola y me da vueltas, se para en sus cuartos traseros, le ladra a los autos que pasan veloces; corre de una lado a otro mientras yo camino despacio. Digo, a esas horas de la noche, qué más puedes esperar de la vida que unos tacos del “Vale” para apaciguar el hambre.

Antes de llegar al puesto el Kabubi se para frente a un negocio de empeño, husmea el lugar, levanta la pata trasera y marca su territorio; ¿qué? ¿muy acá, no?… che perro, ¿quién te ha de alegrar tu noche que no sea yo? estate aquí, me esperas a que traiga la cena, no te acerques al puesto, ya ves el patadón que te dio el méndigo “panterita” la otra noche que te dejó rengueando.

¿Qué onda mi güero?, ¿cuántos? ¿cuántos? me dice el Vale quien mueve hábilmente las manos agarrando tortillas y levantando el plástico para ponerlas sobre el suadero, la maciza, lengua, ojo, seso, tripa y bistec, y el vapor me empaña los lentes. Saca un trozo de carne de suadero, lo pone en la tabla, con la mano derecha toma el cuchillo para partirlo velozmente en pedazos pequeños; levanta el plástico, saca tortillas, las pone junto a la carne, hace un taco, dos, tres… cinco, todos en una mano; coge con la otra mano la cebolla revuelta con el cilantro y la esparce por toda la orden; toma la cuchara de la salsa, la vierte, los coloca en un plato y los extiende a

la cajera del Súper. Todo esto tan veloz que lo repite una y otra vez surtiendo tacos por doquier a las casi quince gentes que embelesados vemos la velocidad de sus manos. No sé qué sea, si su velocidad o el hambre que apremia, pero todos fijamos la mirada sobre la tabla donde coloca la carne y los prepara.

— Nada Vale, pos aquí viniendo por los rigurosos… dame tres de bistec con todo.

— Sale “mai”, deja sacar los pedidos y de “volón” te atiendo.

Miro a los hambrientos vecinos absortos en la pericia del Vale. El velador, el taxista, los de la empresa de valores, las cajeras, los que cenan esperando el último camión para Plan de las Hayas, los juniors que llevan los tacos a las “barbies” que esperan sentadas dentro del auto “… Sony, por fas sin cebolla, sin cilantro y poca salsa… ash, no me oye este idiota”, le dice una rubia a su amiga. Llega el albañil con mochila de herramienta y bolsa de pan en mano pidiendo cinco de tripa para llevar.

— Güero! que milagrazo!, escucho me dicen por la izquierda.

— Que tal Chilo! pues ya ves, aquí visitando a los cuates ¿Dónde te metes? tiene rato que no te veía.

Agacha la cabeza y me dice Estuve en rehabilitación Güero, allá en la Colonia El Tanque, tres meses que se me hicieron eternos, pero ya salí y con el favor del de allá arriba (levanta la mirada hacia el negro cielo) pues aquí sigo. Ahora trabajo aquí, me dio chance el Vale y pues tengo la cena segura. ¿Qué?, ¿de cuál?, tengo de manzana, esprai, escuer y pecsi.

— Nada Chilo, ora van en seco. Oye, que bien que ya la andas girando, échale ganas, ya no te botes al “agua”, ¿no?

— Pues ya ves mi Güero, uno pone y Dios dispone…

— Tres de suadero pa‘llevar Vale! dice una voz detrás de mí. Son pa’la Scarlett, que se los prepares como ya sabes, harta verdura, y que luego te paga. Me toca el hombro, Que dice que vayas, te espera allí en el Pingos.

— Chido Barbas, dile que mañana, ando sin varo y ya sabes, luego “aquellita” se pone fina y quiere vino.

— ¿Ya mero mis tres de bistec con todo Vale? levanto la voz mirando al Vale

— Voy voy Güero… aguántame

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— Ora pinche perro!!! escucho que gritan junto al Barbas. Es el “panterita” quien lanza una patada al Kabubi, que desobedeciendo mis órdenes se acercó al carro de tacos.

— Tranquilo “caon”, no le pegues, no te hace nada reto al panterita, parándome del banco que ya está preparado con la escoba para rematar el Kabubi que le muestra los dientes y le ladra con los pelos erizados del lomo.

— Llévatelo!, me cae que si vuelve otra vez te lo mato, neta!!.

— No vas a matar a nadie cabrón!! ¿oíste?, le digo mientras la gente se abre en círculo. Y como experto en estas lides, le suelto: Que la Scarlett no te haga caso no quiere decir que te desquites con mi perro.

El Vale deja de picar la carne, la gente deja de comer, las “barbies” le hacen señas al “gel boy”, le gritan: “vámonos Sony!!, te dije que no viniéramos aquí con esta bola de nacos, vámonos plis plis!!!” A los únicos que no les importa es al velador y a los de la empresa de seguridad, que siguen cenando pero con la mirada en nosotros. Quizás porque están acostumbrados al conflicto que intuyen que no pasará de unas cuantas amenazas y mentadas de madre.

— Ya, ya, ya!, dice el Chilo, tranquilos vatos que hay gente cenando, no manchen, luego arreglan sus broncas.

— Pues éste y su pinche perro ya me tienen hasta la madre!!, y órale wey con lo otro ehhh, “aguantas vara” el día que te encuentre solo la Scarlett se va a quedar sin su papirrín porque se lo va a cargar el payaso

— Dame mis tacos Vale, no’mas me amarga la noche este wey; chale, ni que fuera el dueño de los tacos; órale! le digo mirándolo retadoramente vete pa’tu puesto de chácharas robadas que eso es lo único que sabes hacer bien.

Con mayor velocidad, el Vale saca las tres órdenes de bistec, las envuelve y me las extiende en una bolsa de plástico. Con salsa aparte y unos pepinos Vale Rápido el Chilo me da otra bolsa con lo que pedí. Pago y me separo de la gente que ya volvía la mirada a sus tacos. Sale Vale, ai’mañana, no? Me despido del Chilo que se persigna con los tres pesos que le doy de propina.

— … y tu córtalas wey, ya sabes, no te metas con el Kabubi ni con ella

— Cuando quieras wey, no te extrañes que ya no veas mañana a tu jodido perro.

— Vete al carajo pinche gordo rotoplas. Kabubi!! vámonos!

Y atrás queda el murmullo de la gente, el tac tac tac del cuchillo sobre la madera, y las barbies diciendo “…Sony, ¿no te hicieron nada esos estúpidos?, ¿estás bien?, ashhh… cuánto naco hay aquí… bueno mi vida, por fas, ¿me traes otra sin cebollita, ni cilantro y poca salsita?

Me siento en la esquina de Lázaro Cárdenas y Chedraui Caram, saco una orden y se la pongo al Kabubi que la devora en un instante, mientras yo acabo el primer taco. Le pongo la otra y ocurre lo mismo, desaparece en su hocico ya ni la haces caón, mastícalas una vez por lo menos, le digo mientras me mira, o más bien mira al taco que tengo en la mano. Mmmta, órale, llégale y le extiendo los últimos tres tacos que desaparecen enseguida.

Pasa el Barbas junto a mi diciéndome, ¿Tons qué?, ¿mañana?, ya sabes que es muy sentida la Scarlett ehhh!!!

— Simón simón, mañana por ai’la veo. Dile que como a las once y media, que si está ocupada que despache al “panterita” pero así como va (trueno los dedos muy rápido) porque llegará el mero mero.

— Sobres carnal, ai’mañana; ni peles a ese wey, se pasa de lanza siempre

— …che kabubi, me metes en broncas de faldas. El idiota ese quiere con la Scarlett pero como ni lo pela cuando llego yo, se desquita contigo. Enciendo uno sin filtro y miro para el carro de tacos y luego al perro ya vete, por hoy cenamos.

Camino lento por la avenida y el perro queda allí mirándome, da vuelta, cruza la calle y se pierde por la ranura de la puerta del antro abandonado. Atravieso la avenida y subo la escalera del Pingos.

Tengo hambre, pero de un abrazo.

— Mi amor!!! te esperaba mañana! Tavo!!! mándame dos vinos!!!!

Irán Sánchez

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LA VIDA ES COMO LA ESPUMA, POR ESO ME DOY COMO EL MAR En una noche fría de primavera de un

momento a otro, me encontré sentada frente a la inmensidad del oscuro y plateado mar que estaba siendo iluminado bellamente por una luna llena, blanca y enormemente resplandeciente.

Caminaba cerca de los leves golpeteos del mar, para sentir la fría ola que acariciaba mis pequeños pies. Me regocijaba mucho con esa caricia fría en mis dedos. A veces me detenía para admirar con asombrosa incredulidad, la hermosa luna llena que iluminaba todo a mí alrededor. El mar, la arena, el horizonte. Mis ojos. Mis lágrimas.

En cierto momento, me detuve por completo. Tenía que admirar tal belleza con toda calma posible. El corazón no dejaba de palpitarme harto. Se me salía del pecho toda emoción. La luna había lanzado su encanto. Lanzó su encanto sobre mí, sobre el mar. Sólo que aún no lo sabía.

La vista era tan hermosa que eclipsaba mi frío en el cuerpo mío. Sólo podía sentir el frío golpeteo del mar en mis pies. Eso y nada más.

Cansada de caminar, con los tobillos fríos, anchos, decidí sentarme a descansar. A admirar. A callar. A ver. Había lanzado su encanto.

A la tarde siguiente, amanecí en otra playa, con otras olas. Con otro sol. Mi sorpresa apenas vendría.

Nadé y nadé. Sencillamente no sabía hacer nada más que nadar. De repente. Algo distinto sentí en mí. Algo había cambiado, no me sentía

la misma. El agua salada ya no ardía en mis ojos. Ya no sentía el asco en mi boca por el agua salda. La piel no se me arrugaba. Algo estaba pasando y sin embargo no sentía miedo. Alcé mis ojos al cielo. Este se abrió frente a mis ojos. Cayó un rayo de sol en el mar. Y sin más ni más. El mar con su eterno vaivén, suavemente y con toda delicadeza me llevó entre sus olas hacia el rayo. Sólo me dejé llevar, el camino lo conocía. Y entre ese golpeteo de las olas en todo mi cuerpo hacia el rayo, algo reconocí. Mi gusto por el agua salada y en ese momento comencé a llorar. Lloraba porque recordé lo mucho que me gustaba el agua de mar. Lloré porque lo extrañaba, durante todo este tiempo. Me fui yendo en las olas hacia el rayo.

Ahora recuerdo. Todo comenzó en ese momento.

En esta playa, el mar me llamaba. Me acaricia las pantorrillas. Me besaba la piel. Me llamaba por mi nombre, por mi antiguo nombre. Susurraba mi nombre. Me extendía los brazos sobre el mar, y suavemente me jalaba. No luché. Al principio sí, pero era porque no recordaba. Cuando perdí el miedo, fue cuando gritó mi nombre y recordé todo lo de antes.

Nunca más volví a la forma que tenía. Sólo recuerdo lo que solía hacer. A veces extraño la otra vida, pero estar de vuelta al mar es lo mejor. La vida es como la espuma, por eso me doy como el mar.

La Estrella Púrpura

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ROMANCE: LA MUERTE, YO Y ÉL Regálame una hora más de vida

Devuélveme un poco del todo que te llevas, permite que conserve lo que a mi nublado juicio considero lo mejor.

La muerte me anda buscando, entre calles, tristezas y alcoholes.

Las penas hunden el barco en que llevaba sus turbios remos mi felicidad, entre penumbras se pierden tu hermosa sonrisa y el profundo de tus ojos.

Te he pedido de más alma mía y más no puede ser. Has dado de ti, lo que has sentido y más allá de tu carne no me es posible pedirte.

Mas si Dios mediante amor mío, esperare cuidadosa, aquel día en que sueño vivo. Ese sueño en que sólo yo soy feliz. Ese sueño es sólo mío, quiero cumplir un día.

Caminaremos por verdes prados, caminaremos por bellas playas. Te regalaré un día que puedas amarme, más si no logras tal triunfo, decepcionada estaré, entristeceré y contigo el amor enterraré.

Amor mío dame vida, amor dio dame amor, sé que ahora es exigencia, perdona mi dolor que quien habla.

Tienes una hora, antes de que yo perezca por favor no seas injusto amor, deja que la niña juegue, con el roce de tus cabellos.

Abre tus golpes de seda, abre tus ojos hermosos, mírame por última vez, que queda menos del día.

Deja que la niña juegue, deja que la niña ría, será por fin culminación de todo el dolor sufrido.

Regálame una hora, regálame la vida mía, moribunda de amor no permitas que así muera. En tus manos tienes todo, en tus manos tienes mi vida.

Quítate el ropón de seda, quítate el alma mía, abrázame esta noche amor, que yo muero de miedo.

Abre tu camisa blanca y permite que te abrace, te has de ir un día, y ese día es tu día… hoy.

A tu sabio ser encomiendo, penas, tribulaciones y fe, sueño sombrío has sabido ser, mas si un día desearas ser mi amante, no temas no me negaré.

Hoy muerte tan primorosa, hay muerte amiga mía, yo estoy a tu lado, tan sólo permite que le robe un beso. Deja que la niña juegue, deja que sea esa niña… Una hora tuve de vida…

La Estrella Púrpura

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COMPRENSIÓN Quisiera saber por qué sigues aquí

Tienes milenios rondando por estas tierras

Y una sola vez te proyectaste hacia el espacio exterior

Después de tu caída nunca te volviste a levantar

Este universo era perfecto antes de tu llegada

Lo manipulaste exagerando las cosas que te disgustaban

Deformaste la realidad para tu conveniencia

Pariste ideas putrefactas que los contaminaron

Por algunos momentos funcionaron las cosas...

El tiempo ha permitido la liberación

Aunque la mayoría necesita despertar para aprender a vivir

Ya no hay marcha atrás, no hay otro camino

Perdiste tu batalla, es hora de dar paso a la nada

La nada es aquí

La nada son estos pensamientos

La nada es ya no tener miedo

La nada es estar completo por fin

Ten, toma todo lo que sale de mí…

Será divertido que lo entiendas por ti mismo.

Omarbeat, 2011

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SIDERAL En estas líneas y este espacio sideral no encuentro nada en absoluto para sacar a

flote las ideas, que se quedaron ahogándose en los

pantanos del olvido en el que hoy resucito.

Sin embargo, abrazo y acurruco este ocio para dar lucidez a la nada que me acontece y que poco a poco me va encauzando el

pensamiento sombrío.

Y caminé por las zonas del silencio y me senté en una roca vi pasar entes, fantasmas, ¿personas?, perros en su mundanal realidad buscando

escombros de vida saciando hambres con las migajas que le da

“su mejor amigo” EL HOMBRE.

Observé en lo alto un ave, paloma o tordo (quizá),

hubiera deseado ver un cuervo volar, pues representa, para diferentes mentes tan

locas como la mía el más lúgubre pensamiento para quien no

está haciendo Nada en lo Absoluto.

Acudió a mí una efigie, hasta mis disparatadas neuronas,

de un viejo solitario que cayó en el abismo de un maldito vicio

revolcándose en el olvido de los suyos y pereció.

Y entre patéticos pesares de la Humanidad traté de encontrarme y decidí meterme

debajo de las sábanas, encontré un exquisito aroma a pasión, y me duché en silencios comulgando entre

los valles oscuros de la soledad, robándole el suspiro a un deseo,

y no encontré Nada que pudiera darme la respuesta.

Solo que para mí, hablar de la Nada significa:

el reencuentro en el ocio y la desesperación,

que encuentro en el perro que hoy vi husmear entre el rincón de la peste

sin encontrar “nada” para tragar; también recordé aquél hombre que murió

solo, sin un alma que lo acompañara en su último adiós, tocando el suelo por

última vez, regresando a ser polvo.

Y me hallo en esta hora sin nada más que hacer

que convivir conmigo misma salgo a la azotea, siento el viento alocar el

mar de mis pensamientos, acaso tranquilo, pero llega el náufrago moja mis velas, se irá de nuevo para dejarme “Alone again, naturally”.

Nada es; vanalidad, apatía, sarcasmo, ¡bah!, simplemente si no existes, no serás

absolutamente nada en este mundo de errores y accidentes para

los pesimistas, pero si eres de los que se arrastran a pesar

del dolor obtendrás el triunfo ganado por las simples

batallas de tu pensamiento tan selecto, tan demente, tan poético, tan indiferente.

Nada es tan maravilloso como vivir tu compañía y saber disfrutarla.

Rosario Carmona

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INFORME DE COHABITACIÓN

Nuestra fe

No hablaré de rectángulos, porque el espacio que miro es redondo, poco creíble para formar parte de una edificación colectiva de corte social. En medio hay un árbol, es alto, fuerte y con raíces que alcanzan a dibujar una palma marcada de la mano. Es hermoso. Tengo algunos metros qué acomodar pero esas paredes están limpias, recién pintadas. He tomado el cuidado de impermeabilizar por fuera y dentro, no habrá humedad en el nuevo hogar. El árbol no representa ningún riesgo, será quien me acompañe cuando me queden grandes las esferas de la recámara.

Flotando encuentro ideas asociadas de capital variable, con proyecciones redituables sin necesidad de establecerse en actas ante notario público. Conocemos estos terrenos. No pensé hallar este sueño en un cuarto piso, no aparece en el diario (frecuentemente visitado por mí de dos meses para acá), estaba reservado. Cuando supe que incluía un árbol no pude resistir quedarme aquí. Hoy he pintado una línea del grosor de 8 centímetros para que parezca un suelo el suelo (quizá sea lo menos importante, la estabilidad está implícita). Con mis pupilas dibujo los

muebles, me van a abrazar mucho rato. De pronto me siento feliz.

Respeto el tiempo, nada logrará golpear el reloj esta vez, ni para acelerarlo ni para detenerlo. Sé que sentiré la ausencia como ninguna otra, pero me dejas el árbol más bello con rizos en sus hojas, con música en el tallo. Las flores en botón, su tronco. Lo miro, ahí, humilde. Lo miro con brazos que están hechos para protegerme y con una voz asomada hacia dentro, grave, serpenteante, caricia para mi cuello. Gracias por el traspaso, qué bueno que me lo dejas sin dejarme.

Me haré cargo de mantener la humedad y el sol, me daré a la tarea de que el aroma de esa casa tan particular sea amable. Iluminaré el altar con las fotografías y con esa vela antigua que me conecta cada mañana. Usaré sólo el lado izquierdo de la cama y mantendré el derecho dormido. Reencontraré ese cuarto donde besé los pies de papel de mi abuela y convertiré en estudio el lugar donde tomé mis primeros calmantes.

Cuando uno encuentra su lugar lo sabe de inmediato. Ante la inquietante voz de energías desmedidas, el sonido tranquiliza, el alma toca la frente del otro y duerme. “No pienses, no pienses más porque el cabello se te caerá”. Comienzo a guardar silencio y a alimentar la alcancía con el tiempo, pero este corazón no cabe ahí y anda por los pasillos ocupándose de su hogar. Hay que distraerse, hay que subir a la rueda de la fortuna a esos motores, en una de esas vueltas ese músculo brincará para taparte cuando llegues, y dormiré por fin entre las ramas del árbol. Avísame cuando vengas... No me avises cuando ya por fin te quedes a habitar conmigo el Universo…

Rosuka Pop

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ARA-SUNYATA O LA VACUIDAD SEGÚN YO En un cuartel desmesurado,

donde el frío como agua se mete y empapa mi cuerpo congelando mis manos,

se mueve el deseo de tenerte a mi lado, de besar tu mano en la vena Y

de decirte que te amo hoy más que ayer…

En la niebla de las tierras altas, donde los silencios pesan más que el agua

busco tu voz, desesperado, sabiendo que no podré encontrarla,

pero incesante la busco y creo encontrarte, que engaño, odio saberte distante.

En medio de mis manos frías

con las que soporto, lentos, los días, anhelo estrechar tu rostro, y mirarte dulce,

y decirte te amo sin hablar, y respirarte callado. Es en medio de mis manos frías

donde tu ausencia se mueve, donde me faltas, donde no estás.

Es en el vacío de mi alegría, donde tu nombre resuena como un eco en el valle, donde guardo todos los días las caricias dulces y mis fantasías, los gritos sonoros,

las locuras, la poesía; “el darte un abrazo, gritar mi verdad”. Es en ese inconmensurable vacío de no tenerte,

donde te guardo un abrazo un beso un te amo, que no tienen final.

Ser Aramís

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SIN TÍTULO

En el silencio de las palabras no pronunciadas

no declaradas

no dichas

ni susurradas;

hay un corazón amordazado,

castrado, mutilado, vetado, anulado, apagado.

Sentido contrario

un impulso motor destructor

contra latidos del corazón.

Nada queda.

Nada hay.

Se acabó.

ts’ujul

Anabagayan, Silence.

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« todas esas frases en tu cuerpo.

Una y otra vez hice que tu lluvia desbordara sobre el río de mis poros.

Descubrí esa noche cada centímetro de tu piel. y pude beberme todas las ganas que sentías por

mí. Un respiro, un instante, mucho placer

desbordante: la noche que te amé…»

Melina Cortés Hernández

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Se terminó de digitalizar el jueves, 16 de junio de 2011 en Estridentópolis, La vieja.

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