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LADISLAO GRYCH
EL HERMANO MENOR (29) A mi padre
Hay varios motivos que me llevan a José; podrían ser la muerte de mi
padre y la imagen de la reconciliación entre los hermanos; a la vez, deseo
entrar en el camino de José; está tan pleno de gracia aún en medio de los
sufrimientos y las adversidades, mientras el Señor lleva su Proyecto que
se entiende luego de la reconciliación.
El reencuentro entre los hermanos inicia una nueva etapa, aún tiene que
ver con el Señor en medio de sus vidas; pero antes, ellos deben lograr
reconciliarse.
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PREFACIO
Necesitamos de las vivencias de otros tiempos, y es bueno
evocar a los grandes del tiempo anterior; es que la realidad es
compleja y misteriosa a la vez; y como en la hora de Jesús,
aparecen Moisés y Elías, hoy es como si debiesen venir ellos,
para proyectar una nueva vida; incluso, si Jesús resurge hoy,
viene en medio de aquellos que anticipan su venida, como
abriéndole el camino.
José es uno de aquellos grandes, muy claro en su mensaje;
vuelvo a él, con el cariño que le tengo; pues sería esa parte
que viene de la predilección del Señor, mientras José cumple
con una misión que supera sus tiempos.
Sarandí del Yi, 15 de nov. de 1994
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1. MI PADRE
Cuando describía el encuentro de Francisco con su padre, a
la vez, estaba mi padre.
Volví a hablar del Padre, en la reflexión de Jesús en la Plaza
del Templo, y en mi corazón estuvo mi padre igual.
También, en lo profundo de la inspiración, cuando nacen las
vivencias del Padre nuestro.
Es mi vivencia, mi búsqueda, mi sueño.
La distancia no significa lejanía; los que están lejos, pueden
sentirse cercanos por lo que les une, por el pensamiento y el
deseo del encuentro.
La distancia más bien, colabora para crear nuevas búsquedas,
tan buenas y necesarias para este tiempo.
Unos meses antes de la muerte de mi padre, volví a leer mis
textos donde la imagen del Padre es evidente.
Mis textos hablan del Padre de los cielos, aún en medio del
mundo; entonces, los comparto con los que nos escuchan en
nuestros programas radiales.
¿Y por qué vuelvo a estos textos, justamente, a dos meses
del fallecimiento de mi padre?
Pocos días antes de su muerte, le escribí la última vez.
La carta no llegó a tiempo; fue un jueves, estuve apurado,
tenía previsto un viaje; y mientras tanto, debía atender un
pueblo de la campaña, pero no podía ir, me impedía el río,
pareciese molestándome.
Me quedaba un poco de tiempo, ¿qué hacer?; sentí que debía
escribir a mi padre; y cuando le envié la carta, me quedé en
paz; después, al volver del viaje, me esperaba la noticia.
¿Cuál es la imagen que tengo de mi padre?
De mucho silencio frente a mí, a la vez presente, y cuando ni
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siquiera lo piensas, él está plenamente entregado por mi vida.
Fue la imagen del acercamiento, pareciese desde la lejanía; el
tiempo aguardaba los cambios, quizás, más en el corazón de
mi padre que en el mío; y cuando la distancia fue grande,
presentí que me esperaba.
Los últimos días de su vida, iba esperando a su hijo.
El hijo esa vez, no vino; las circunstancias no se dieron; aún
fue previsto que se encontrasen, no obstante, quedó tan sólo
el deseo; así, comparto mi pena que llevo por mi padre.
Me acuerdo de una de las despedidas de nuestra casa; fue el
día de mi partida para estudiar; ya comenzaba mi sendero al
sacerdocio; y lo vi llorar a mi padre.
Entonces, supe cómo me amaba; y él no solía expresar sus
sentimientos más profundos.
El recuerdo me iba acompañando por tantos años.
Aún recordaba su trabajo, su dedicación por nuestra familia;
él no buscaba nada para él; sí, vivía luchando, desgastándose
por todos nosotros.
El recuerdo me abría la luz para verlo en su corazón.
Fui leyendo su corazón escondido en el tiempo de su vida;
no es quien buscaba expresiones; tan sólo sonreía.
Su vida fue sencilla, entregada; ni siquiera hablaba de lo que
entregaba ni lo reclamaba, como si todo le pareciese normal.
Yo volvía a nuestra casa, de vez en cuando; miraba su cara,
lo que él vivía en su interior.
El hijo volvía a su corazón, donde estaba siempre.
No hablaba mucho; a veces, preguntaba por algunas cosas,
sin apurar; otras veces, callado, contemplaba mi vida.
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No me acuerdo de grandes consejos, que me diese; no sé si
se borraron o no solía hacerlo; y sólo contemplaba la vida.
Enseñaba a trabajar con respeto y responsabilidad, valorando
el tiempo de nuestra vida; eso sí, nos enseñaba a trabajar; el
trabajo no fue la carga ni el dolor, mientras lo hacíamos con
alegría, felices.
Miraba los campos y el crecimiento, contemplando la vida;
tenía un Dios muy grande, tan silencioso.
No hablaba mucho de Él; lo vivía en medio de las tierras;
hoy, cuando hablo de las tierras del Señor, miro el corazón
de mi padre; cuando hablo de unir las manos con la tierra, en
la obra del Señor, también pienso en mi padre.
Lo veo en los bosques, donde trabaja y descansa.
Vuelve cansado a la casa, pero lleno de vida de los pinos.
Cuando sus pies ya no dan un paso apurado, él vuelve feliz a
nuestra casa, después de vivir una jornada plena de vida.
Una vez, lo vi muy triste; fue luego de volver del campo.
Él fue a ver la tierra y los sembrados maduros, después de la
tormenta con un fuerte granizo.
Volvió triste, pensando en la necesidad de la familia; pero
fue sólo un rato; pronto levantó sus brazos para luchar.
Y su oración respetuosa, de rodillas, que cambiaba su rostro,
me queda grabada para siempre.
Después de la muerte de mi madre, aún tuve un tiempo para
mirar a los dos corazones, leyendo en el mío, lo que tenía de
ellos, de mi padre y de mi madre; y comencé a poner en la
balanza de mi corazón, a los dos.
La balanza quedó quieta; ellos tan grandes para mí.
La muerte de mi madre fue como un nuevo espacio para mi
padre, que se quedó sin ella, por unos nueve años; y fue ese
tiempo que aportó para que mi corazón lo descubriese en las
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alturas; y mi padre no decía nada; sólo estaba en mi vida.
Entonces, me di cuenta de cómo vivía por mí, cómo luchaba,
cómo me cuidaba; descubrí a esos sentimientos de mi padre
que no se imponían, sino que esperaban, aún dispuestos y sin
reclamar nada.
Creo que la distancia lo iba inclinando cada vez más, por mi
vida; es que él verdaderamente vivía por mí.
La muerte de mi padre abre un nuevo tiempo; pues Él fue la
última raíz más grande de mi vida; me unía a la tierra donde
nací, donde crecí; donde trabajé.
Hoy, es otro tiempo, ¿qué tiempo sería?
Y mi padre no está donde quedaba su tierra.
Me tomaré un tiempo, antes de que vaya a ver su tumba.
El tiempo será bueno para aquietar lo que nos une, y depurar
el agua de la vida definitivamente.
Quiero llegar con la paz en mi corazón, para poder estar con
él, inmensamente agradecido.
Sé dónde descansa; su cuerpo está donde descansa mi madre,
están los dos; para mí, los dos han sido tan grandes.
Hoy, lo veo y lo digo convencido, pero es cierto que luché
mucho en mi vida, para poder verlos como son.
Cuando murió mi madre, me pareció que me acompañaba; y
creo que sigue ayudándome a resolver tantas cosas; hoy casi
igual, lo veo a mi padre que está por la misión que me
espera, que está por llegar; hay muchas cosas del Señor que
podrían encontrar su buen rumbo, porque mi padre está tan
cerca.
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2. LOS SUEÑOS
a. YO SOÑABA
¿Por qué sueño?; ¿es el capricho de un hijo y un hermano?
Y como compartí mis sueños con mi padre y mis hermanos,
ellos lo tomaron a mal; ¿y qué podría hacer yo?
Mis hermanos se tratan mal, porque mi padre me ama.
Me quedo en casa, y ellos van con el rebaño, lejos de la casa,
del padre; y al volver, les cuento los sueños, pero no quieren
escucharme.
Miro el sol, la luna y las estrellas en el firmamento; y luego
pienso en mi padre, en mis hermanos; y como las estrellas
siguen girando, estoy en medio de las vidas.
Las gavillas de trigo que juntamos en el campo, se ponen
con reverencia, ante la mía que permanece en pie.
¿Por qué sueño así?; ¿y por qué ellos se enojan?
Mi padre, a pesar de mis sueños, me ama mucho.
¿Quién recordaría los sueños de mi niñez, junto a mi padre?
¿Servirán mis sueños?
Por alguna razón, el Señor los despierta en mi corazón; ¿qué
será de mi vida, y qué quiere decirme el Señor, mientras sigo
soñando semejantes cosas?
Los sueños molestan a mi padre y a mis hermanos.
Me quedo con los sueños en mi corazón; así perduran, hasta
que el Señor se los lleve donde quiera.
¿Serían los sueños por mis hermanos?
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b. MI PADRE ME ENVIÓ
Mi padre me envía a ver a mis hermanos.
Salgo contento, feliz; quiero encontrarme con ellos, llevarles
las noticias de nuestra casa.
El padre me bendice antes de partir; aún dice que lleve su
bendición para mis hermanos.
Sigo corriendo por el valle, fijándome por todas partes.
¿Dónde están ellos?; hace tiempo que los busco, pero no los
encuentro; y quiero llegar a ellos, porque mi padre me envía.
Si pregunto, me dicen que mis hermanos se han ido.
Entonces sigo sus huellas; he recorrido el valle y no les veo,
¿dónde estarían?; ¿se habrían ido lejos?
Aún sigo corriendo; parece que escucho voces extrañas; ¿de
quién serían?; no creo que fuesen de mis hermanos.
¿Dónde estarían?
Las voces son como si me aproximase a ellas.
Tengo miedo de quienes serían, no obstante, sigo; y quiero
encontrar a mis hermanos cuanto antes; aún les llevo las
noticias de nuestra casa.
Voy llegando; parece que están de fiesta.
Miro las caras y casi no lo creo; ¿serían mis hermanos?
Ellos me miran de modo extraño, como si aún se preguntasen
quién sería el que viene.
Todo parece extraño y ellos, como si se preguntasen.
¿No saben que vengo de nuestro padre?; ¿qué es lo que pasa
con mis hermanos?
Parece que ya no esperan noticias, ni les interesa que yo haya
venido.
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Quiero saludarles; parece que no lo esperan.
Como si se olvidasen de quién fuese yo, para ellos.
¿La lejanía de nuestra casa les habría cambiado?; ¿qué es lo
que les pasa?
Mis hermanos se ríen, como si hablasen de mí.
Escucho que ha venido el soñador.
Lo escucho; pero, ¿quién sería ese soñador?
c. ELLOS ME VENDIERON
Me acerco tímidamente, quiero saludarles.
No quieren contestarme, como si no quisiesen que viniera.
Algo les pasa, como si tuviesen preparado alguna cosa.
Miro sus caras frías; me asustan.
Aún están decididos.
Me agarran como si yo fuese una fiera del campo.
Me amenazan; uno de mis hermanos me defiende.
¿Quieren matarme?; no entiendo nada.
Uno de mis hermanos me defiende, ¿y los demás?
¿Por qué están contra mí?
Me quitan la túnica que tengo de mi padre.
Me llevan al pozo donde no hay agua.
¿Se irían, dejándome en el pozo?
Parece que van a enviar la túnica a mi padre.
Entonces, ¿qué harían conmigo?
No me van a matar; no quieren derramar sangre.
Van a venderme, para quedarse con el dinero.
Ellos no quieren verme más.
Me venderían por un poco de dinero; son mis hermanos.
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Vengo a verlos; mi padre quiere saber cómo están.
¿Por qué me pasan estas cosas?; a pesar de la traición, sigo
siendo su hermano.
Mi vida se queda en las manos de mi Señor; y no sé qué
camino me espera; ¿volveré a verlos?
¿Acaso debo irme de una vez para siempre?
¿Volveré algún día?; pues veo que vivo por ellos.
Aún, me venden para que no vuelva nunca más.
¿Un esclavo podría volver?; no obstante, aún presiento que
vuelvo.
¿Un esclavo podría volver a ver a sus hermanos?
Quisiera volver; es el deseo más grande de mi corazón.
¡Cómo quisiese ver a mi padre!
No entiendo nada de lo que pasa.
Tampoco sé por qué me odian y me rechazan.
Guardo el deseo de estar con mis hermanos.
Presiento que algún día, volveré a ellos.
¿Sería mi sueño o es la gracia, lo que el Señor espera de mí?
Y ahora, me voy triste.
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3. EN LA TIERRA AJENA
a. ¿POR QUÉ?
¡Qué triste es el camino del esclavo!; aún vendido por sus
hermanos, llevado por los extraños a otras tierras; ellos son
dueños de mi vida; han pagado por mí y pueden hacer lo que
quieren.
El camino lleva por el desierto; si cuidan mi vida, es porque
quieren que llegue al destino.
Quizás, me venden una vez más; un camino tan oscuro.
Ni siquiera quiero pensar en el futuro.
Si me vendieron mis hermanos, ¿qué esperar de otros?
Pasan los días y las noches del desierto; los días son pesados,
las noches aún más oscuras.
Pienso en mi padre, en mis hermanos; me pongo triste.
No encuentro respuestas; la tristeza me ahoga.
¿Y qué esperar?
Veo las estrellas de una noche tan solitaria.
Las estrellas me hablan; es como si me acompañasen; en un
mundo de los seres que no sienten, ellas con su luz, ven mi
tristeza, mi resignación.
Siguen calladas; no pueden hacer otra cosa que sólo callarse.
Los vientos soplan tristemente, casi llorando.
Me acompañan en mi llanto, lloran conmigo.
Lloro por mí, por mis hermanos; ¿qué pensarían ellos?
Quizás, duermen tranquilos; no se acuerdan de mí, ni piensan
en mi dolor y mi pena.
¿Por qué me hicieron algo semejante?
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¿Es posible que los hermanos vendan a su hermano?
No obstante, en mi propia vida lo voy sufriendo.
Es tan triste vivirlo.
Sigo en el camino tan incierto; mientras lloro por mí, por mis
hermanos que me vendieron, mi corazón está por estallar.
¿Dónde estás, mi Señor?
Te busqué siempre, en mi vida; no te escucho ni te veo,
¿dónde estás?
¿Te olvidaste de mí, que te necesito?; ¿dónde estás?
Antes te llamaba y llegabas para hablar a mi corazón; ¿dónde
estás?, ¿me abandonas en esta hora tan triste?
Estoy tan triste, tan solo.
¿Qué sentido tiene mi llanto, si no me escuchas?
¿Qué vale mi reclamo, si estás lejos de mí?
Te llamo, y no estás; ¿te olvidaste de tu hijo que soñaba en
ser tuyo?
Ya no tiene sentido que siga llorando en el desierto.
A pesar de la soledad y de las ausencias, presiento un poco
de calma; mientras lloro y aún reclamo, me tranquilizo en mi
corazón; pero nunca comprenderé a mis hermanos que me
vendieron.
Aún sigo el camino en un desierto desolado y yo, perdido.
¿Y las fuerzas que voy sacando?; no sé de dónde me vienen.
b. EN LA CÁRCEL
En fin, me llevan a Egipto; me venden una vez más; mi amo
es un funcionario del Faraón.
Comienzo la vida de esclavo, lejos de mi padre.
Todo es tan triste para mí y yo, luchando para vivir.
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Pero el Señor no me abandona; me bendice; también, los que
me rodean se dan cuenta de su bendición que toca mi vida; y
por medio de mí, el Señor bendice a ellos.
Pronto asumo las responsabilidades; el Señor me da nuevas
fuerzas, para sobrellevar este tiempo.
El amo confía en mí; soy esclavo y él me brinda confianza.
Estoy bien en su casa, cumpliendo con mi tarea; aún vuelvo a
mi padre, a mis hermanos.
Sí, me queda la tristeza que no se borra; aún, lucho para estar
bien; es que el Señor me da fuerzas para poder luchar.
Y como otras veces, me espera lo triste; de un día para otro,
me ponen en la cárcel; ya no estoy en la casa del funcionario
y Él, enojado conmigo, me encarcela; se cierran las puertas
de la cárcel para un esclavo castigado por su amo; es como si
mi vida hubiese tenido sólo este destino de que alguien me
castigase, me encarcelase.
¿Por qué el hombre es tan cruel, y aún se enceguece por los
caprichos e intereses, dejando de lado el bien, la justicia?; ¿y
qué es lo que gana con esa actitud?; ¿acaso, le hace bien?
La vida se enceguece y sigue el camino hasta el final; ¿y qué
hacer?; no hay nada que hacer, sólo esperar.
Luego de lo que pasó con mis hermanos, ya no me sorprende
nada en mi vida, y las cosas se vienen como la lluvia; casi no
espero otra cosa, sino tan sólo la tristeza.
Mi vida está muy triste; y si por un tiempo, veo que el Señor
bendice mis pasos, me tocan la humillación y el rechazo.
Sin embargo, he comenzado con una nueva esperanza; ya no
me siento tan entregado como antes, cuando me había ido de
mis hermanos; y es como si mi vida acostumbrada a sufrir,
comenzase a levantarse; y el Señor me bendice.
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No puede dejarme vencido una vez para siempre; pero, ¿por
qué me pasan estas cosas?; pregunto sin saber por qué.
Pronto, mi vida ha empezado a cambiar; nuevamente gano la
confianza; y no sé por qué, confían en mí; ¿quién abriría el
camino?
Es que el Señor está conmigo, y cuando estoy hundido, cuida
mis pasos, y abre los corazones de los que están a mi lado;
aún en la cárcel, confían en mí.
He comenzado a ayudar a otros presos; aún les hago ver su
futuro; el Señor me hace ver sus cosas; así puedo ayudarles,
cuando sea la hora.
Y yo, esperando que, algún día, salga de aquí; si el Señor
acepta que estoy en la cárcel, creo que algún día, podré salir.
Mi estadía aquí, es por lo que Él tiene en cuenta; ¿qué es lo
que espera de mí?
Los días pasan, y yo en la cárcel; de vez en cuando, aún me
acuerdo de la casa de mi padre; ¿qué pasaría con él, y cómo
están mis hermanos?
Me acostumbro a vivir, haciendo lo que puedo.
Los días pasan, ¿cuándo saldré de aquí?; ¿es por un tiempo,
o para siempre?
Siguen pasando los días; aún pregunto si es mi lugar para
siempre; ¿veré a mi padre?
Hubiese podido decirle mi dolor; mi vida no cambia, pero
hubiese podido decírselo.
En uno de estos días, me dicen que el Faraón quiere verme;
¿qué es lo que pasa?
Otra vez, nacen la inquietud, la duda y la preocupación.
¿Qué va a pasar, si el Faraón me llama?
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c. POR EL PUEBLO
El Faraón precisa que alguien le explique sus sueños; sabe
que son importantes, pero nadie se los sabe aclarar; entonces,
llaman a un esclavo encarcelado; como el esclavo acertó una
vez, ahora se acuerdan de él.
Me llaman; pero el Señor tiene su proyecto, aún más allá de
lo que quieren los hombres.
Me presentan ante el Faraón, y el Señor me inspira lo que le
debo decir; mi corazón ve el sentido de los sueños.
Parece el Señor me conduce en la tierra extranjera; los que
me escuchan, toman mi palabra con respeto, confían en lo
que les digo; es que el Señor está en mi palabra sencilla.
Salgo de la cárcel y recupero la libertad; ya puedo tener a mi
familia; aún el Faraón se preocupa por mí; ahora, me caso
con la hija de Putifar.
Aún vuelvo a mis viejos recuerdos, a mis penas; luego de los
castigos, es bueno que todo se arregle.
Mi vida vuelve a cierta normalidad, luego de estar fuera de
mi casa, de mi padre, de mis hermanos; ya tengo mi familia y
parece que estoy bien.
El Faraón me pone frente a su pueblo; debo procurar que
todo el pueblo tenga pan suficiente, para la hora del hambre
que el Señor anticipa.
El pueblo comprende el mensaje del Señor y que es Él, que
me lleva por el camino; es la obra del Señor, tan sólo estoy a
su servicio.
Vuelvo a pensar en mi padre, en mis hermanos; ¿qué pasa
con ellos?
Trabajo por el pueblo que no es mío, en una tierra extraña;
¿y por qué las cosas son así?
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Es cierto que tengo libertad, a mi familia, pero en esa tierra
extraña, y lucho por un pueblo que no es el mío.
Ese pueblo me respeta más que mis hermanos, pero no es mi
pueblo; ¿el Señor quiere que luche por ese pueblo?
¿Qué es lo que Él proyecta?; ¿quizás, espera alguna cosa de
mi vida?
Ahora, como mi vida se proyecta con un futuro más seguro,
voy volviendo a mi padre y a mis hermanos; luego de lo que
viví, parece que no tengo rencor por lo que me hicieron; aún
sigo volviendo a lo que había pasado en aquellos días; pasé
tantas cosas, sufrí tanto; todo pasa y hoy, es otra realidad.
Agradezco al Señor por su protección, y porque está en cada
instante de mi vida; y si no fuese por Él, ¿dónde estaría?
Vuelvo a los sueños de mi niñez; fui feliz con mis sueños.
Cuando soñaba, es como si se abriese una gran luz del Señor,
pero mis pobres hermanos, lo tomaban a mal; todo ya pasó.
Es cierto que sufrí mucho; ¿cómo estarían mis hermanos?
Aquí, en esa tierra, ni siquiera sé hablar de ellos; ¿con quién
podría hablar de lo que me hicieron?
¿Alguien me creyese, si les hablara?; y si me creyese, ¿para
qué hablar?; aún tanto dolor tras de lo que viví; pero son mis
hermanos.
La gente responde con respeto y reconocimiento, por lo que
hago para el pueblo que me dio libertad, un lugar importante;
se van llenando los graneros, no hay que desperdiciar nada,
mientras el Señor da en abundancia.
Todos se esfuerzan, colaboran, se preparan para el tiempo
que viene y yo, cumpliendo con lo que el Señor me pide para
ese pueblo.
Los graneros están llenos; hay que ir llenándolos aún más; se
aproxima la sequía.
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Por ahora, el pueblo presiente lo que podría pasar; y al vivir
su necesidad, vendrían a buscar el trigo.
El pueblo se dará cuenta de la bendición; el Señor ya bendice
para el tiempo de la sequía; ya previene con las cosechas que
abundan, pero el hombre no siempre lo toma en cuenta; por
eso, se sorprende y se desespera.
El pueblo vuelve a buscar trigo; todos reciben lo necesario
para vivir; y sigue volviendo el pueblo cada vez que le falte y
yo, tan empeñado con las necesidades.
Me acuerdo de mis tiempos, cuando me faltaba pan; quiero
devolvérselo a ese pueblo; es el pueblo que me recibe y está
agradecido; es que ni siquiera mis hermanos hubiesen sido
tan agradecidos, como ese pueblo.
Y yo, en mis tareas, repartiendo el trigo, entregado cada día,
por la necesidad del pueblo; y feliz por cumplir con la tarea,
hasta me olvido de mi familia, sirviendo al pueblo que viene.
Todo parecería seguir no sé hasta dónde, pero aquí pasa lo
que no he pensado; es lo que removerá cosas que parecían un
pasado; es lo que debe llegar desde mis sueños lejanos.
Aparecen mis hermanos en esta hora; entonces, ¿qué es lo
que pasa conmigo?; hasta me asusto de mí mismo; y parece
que no tengo tanta paz como me parecía.
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4. POR MIS HERMANOS
a. YO SOÑABA EN ESTE ENCUENTRO
No pude prevenir mis reacciones, cuando llegué a ver a mis
hermanos; y me parecía que lo tenía resuelto en mi interior,
lo que había pasado en aquel tiempo; si es que iba soñando
en encontrarme con mi padre y con mis hermanos, no creí
que podríamos llegar a vernos.
Como siempre, los encuentros abren otra realidad, aún algo
más que nos lleva y nos sirve como un vehículo; pero en lo
más profundo es encontrarnos.
El sueño aparecía, cuando mi vida se ponía pesada; en lo
más hondo de mi ser, sentí que debía volver a ellos, o ellos
debían venir.
Parece que no existe otro camino para la reconciliación; es
por medio del encuentro, a pesar de que el mismo es muy
doloroso, como despertar las heridas de las cicatrices sanas;
no obstante, no están sanas, por eso, hay que abrirlas.
Cuántas veces, pensaba en mi padre.
Sentí que me faltaba; necesitaba apoyarme en él.
Mientras más lo necesitaba, me faltaba más aún.
Y volvía mi tristeza, cuando me vendían mis hermanos; me
costaba verlo; aún en medio de las noches, me despertaba y
seguía llorando solitariamente.
Con nadie compartía aquel tiempo tan triste para mí.
Yo estaba bien, después de lo difícil que había pasado.
Mi vida volvía como una bendición aún más grande.
Sin embargo, lo más triste de mi vida no se borraba.
A veces, me envolvía como un solitario en mi casa; y así
estuve con mi familia.
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Mi familia, ¿no sé si me comprendiese?
Ellos veían mi camino abierto desde la esclavitud, para llegar
a ser tan importante; estaban orgullosos de mí, tan entregado
por la vida de los demás, y por ellos.
Sin embargo, no sé si me comprendiesen por lo que llevaba
en mí; porque, ¿cómo entender la vida, cuando los hermanos
venden a su hermano?
Los días pasaban y yo, soñando en otros lados.
Me preguntaba por ellos, si estaban bien, si no les faltaba
pan; llegaban noticias tristes del hambre en todo el mundo.
¿Y mi padre, aún vive?; él, que me amaba, ni siquiera pudo
despedirse de su hijo; yo, tampoco pude decirle mi último
adiós; qué triste.
El recuerdo de mi padre y de mis hermanos, ya fue como una
herida que sabía cicatrizarse; parecía que todo estaba bien;
sin embargo, hubo algo que la abría y hacía doler, esperando
un nuevo tiempo para poder cicatrizarse; de este modo, seguí
volviendo sin saber hasta cuándo.
A veces, caminaba en medio de la gente, con lo mío; y en
medio de tantos, yo encerrado en mis cosas; y aún soñaba,
como si mi espíritu estuviese volando a la tierra donde estaba
aquella casa, y donde vivía mi padre.
¿Vive mi padre?; ¿lo encontraré vivo?
Tan sólo para estar con él, y con mis hermanos.
b. ¿POR QUÉ LOS CASTIGUÉ TANTO?
Les reconocí, no bien entraron.
Desde hacía tiempo, los esperaba; soñaba en que ellos iban a
venir; a veces, detenía mi mirada por si no llegaban ellos.
Me parecía una cosa rara soñar así, pero lo hacía.
¿Fue sólo un deseo, tan grande?
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No sabía cómo entenderlo, pero es cierto que les esperaba
con mis ojos abiertos.
Creo que esto fue como una alerta; con el tiempo, aún me iba
preparando para recibirlos en paz, si es que la hay para esos
momentos; y si no la hay, hay cierta fuerza que nos sostiene.
¿Por qué no me reconocieron?; ni siquiera podían pensar en
que yo llegase tan lejos; ellos, si me recordaban, me veían
entre los esclavos, si aún yo viviese y luchase por la vida.
Quise ayudarles; sentí tanto dolor por ellos, por mi padre, por
mí; pero si no me reconocieron, era mejor no hablar.
Esta vez, perdí la alegría que solía tener, cuando ayudaba a
los demás; porque la tristeza fue muy grande.
No supe estar con ellos; les atendí como podía y me retiré;
aún ordené que les devolviesen el dinero.
Y ellos se fueron; creo que después de todo, se fueron bien.
¿Por qué no les dije ni les expliqué nada de lo nuestro?
¿Fue por mi miedo, por mi cobardía, o habrá otras cosas que
duelen y encierran hondamente?
Aún, me enteré de mi padre; ¡cómo quisiera que él estuviese
a mi lado!
¿Por qué encerré a uno de mis hermanos?; ¿por el deseo de
verlos a todos o es la venganza que me promueve?
¿Qué es lo que me pasa?; no lo sé, no me comprendo.
Les traté de espías, como si no supiese quiénes eran.
Les amenacé; todo es tan triste, lo que hice con ellos.
Y lo hice yo, quien quería encontrarlos.
Es tan triste lo que les hice; no sé por qué soy así; no lo sé.
Uno de ellos quedó encarcelado, y es mi hermano.
¿Volverán?, ¿tendremos una nueva oportunidad para vernos
o, asustados, no vuelven jamás?
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Ahora sí, todo se va removiendo; mi mente está enloquecida;
pienso en mis hermanos, en mis actitudes frente a ellos, tan
asustados, en un tiempo difícil para ellos.
Ellos, sin el pan, vienen de lejos a buscarlo; y yo contra ellos,
aún encarcelo a uno de mis hermanos; ¿qué es lo que pasa
por dentro de mí?
Lo único que pude hacer por ellos, es devolverles el dinero;
lo hice también por mi padre; ¡cómo quisiese verlo!
¿Volverán mis hermanos?; aún tienen miedo de mí, después
de lo que pasó; y soy su hermano, que hace lo que quiere, se
aprovecha del poder frente a ellos.
¿Volverán mis hermanos?
¿Por qué no les dije quién era yo?
No lo supe decir, no tenía fuerza para decírselo; es que
estaba envuelto con el pasado, y no lo supe hacer.
Pero tuve la oportunidad; no sé si tendremos otra como ésta;
y no supe hacerlo; ¿es por la pena que tengo o hay otras
cosas que no las resuelvo?
¿Por qué no les dije quién era yo?; y si no me reconocieron,
¿cómo decírselo?; ¿cómo hacerlo, si no lo esperaban?
Pasan muchos días, mis hermanos no vuelven.
Cada día los espero; y cuantos más días se van, espero más
aún, hasta me desespero y me culpo; lo que hice contra mis
hermanos no les ayuda a que viniesen.
Mis hermanos, ¿no vendrán más o alguna cosa les pasa?
Les dejé el dinero para que volviesen y que no les faltase, por
si habría que volver; ¿ellos lo entendieron así?
¿Por qué no vuelven mis hermanos?
Ha pasado tanto tiempo; ni siquiera puedo creer que vuelvan;
¿se asustaron, no necesitan trigo?
Han dejado a uno de sus hermanos, ¿no vuelven a buscarlo?
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Si han vendido a uno de sus hermanos, ¿tendrá importancia
un hermano encarcelado?; no sé qué pensar de eso.
Pero es cierto que no les ayudé a que volviesen; y si les
dijese quién era yo, ¿ellos volverían?
No sé qué les pasa, pero parece que no vuelven.
Y una vez más, cuando no les espero, aparecen en una nueva
mañana, pareciese tan común como las demás.
Han vuelto mis hermanos; y todo fue para el bien.
c. SOY SU HERMANO
Vinieron todos, menos mi padre.
Sufrían de verdad; necesitaban de alimentos para sobrevivir,
en ese tiempo de sequías prolongadas.
Les traen la necesidad, la urgencia; ¿por qué tardaron tanto?
Quizás tenían miedo; es que no fui bueno con ellos, cuando
vinieron la primera vez.
Les quise tratar como mejor podía hacerlo.
Son mis hermanos; nos une la sangre de nuestro padre.
Les invité a mi casa; lo aceptaron con cierto miedo, pues aún
sospechaban; ¿qué les pudiese pasar, si soy su hermano?
Cómo me gustaría compartir la mesa, como en aquél tiempo;
tan sólo podía invitarles a que comiesen, a que lavasen sus
manos y yo, comiendo aparte, como si fuese un egipcio.
Me fijaba en ellos, aún miraba sus caras con la ansiedad de
hermano; ellos tenían miedo de mí, sospechaban.
¡Qué triste es el encuentro de los hermanos, después de tanto
tiempo, cuando otras vivencias se quedan por dentro!
Hay que vivirlo para ver.
Soy su hermano y ellos, ni siquiera lo sospechan.
Quieren volver cuanto antes, como si tuviesen miedo de mí,
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o quisieran salir antes de que no les pasase nada.
Qué triste es el encuentro de los hermanos, después de tantos
años; y ellos no saben quién soy.
Quizás, será mejor que no lo sepan.
Tantas veces, tenía ganas de decírselos y no lo podía hacer.
Alguna cosa me frenaba, me impedía hacerlo.
¿Serían el dolor, el miedo, el resentimiento?
¿Me creerían que soy su hermano?
Y luego, ¿cómo vivirlo?
¿Volverían una vez más, si se enterasen?
Tantas veces quise decirles, gritarles desde mi corazón que
sufría; no para reprocharles, sino para decirles la verdad de
mi vida, frente a ellos, mis hermanos.
Ha pasado mucho tiempo, y yo sigo igual.
No me animo a decir; estoy tan solo con lo mío.
Ellos, como si sospechasen que yo tuviese contra ellos.
Si lo sospechan, quieren irse cuanto antes, volver a su padre,
a su tierra; ¿cómo está mi padre?
¿Estaría bien, después de lo que sufrió por mí?
Se van mis hermanos, y yo quisiera detenerlos.
No deseo que se vayan, no sé cómo impedírselos.
No tengo fuerzas para decirles lo nuestro, ¿cómo hacerlo?
No sé qué hacer, pero ellos deben irse.
Les devolveré el dinero; que no tengan miedo de mí.
No quiero castigarles, son mis hermanos.
Están tan pobres, asustados.
No pude detenerlos, no sabía cómo; esta vez, les metí mi
copa en el trigo; no sé por qué lo hice.
Después, mandé a buscarla, y que la encontraran.
Los tomaron por ladrones, a mis pobres hermanos.
¿Por qué les castigo?; no lo sé, tampoco quiero castigarlos.
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Así, van a volver y voy a estar con ellos un rato más.
Necesito de mis hermanos.
Luego del castigo que mis hermanos no merecían, aún pude
hablar con ellos; esta vez, quise estar solo con ellos, y sentí
que debía decirles nuestra verdad.
No importa cómo la tomen, debo hacerlo; porque así no
podemos seguir más.
Estallé entre el llanto y la pena que fue muy honda.
Mis hermanos se atemorizaron; nunca hubiesen sospechado
lo parecido, pero la verdad es ésta; ahora, aún necesitan su
tiempo para poder asumir en sus corazones, lo más triste que
hemos sufrido, mis hermanos y yo.
Necesitamos esperar, hasta que se aquieten los corazones.
En fin, por detrás de las penas, las culpas y el dolor, están los
corazones que laten; en ese latido, vamos encontrándonos;
hay que esperar.
Después de tanto sufrimiento que fue parte de todos, no es la
hora para reprochar ni vengarse, ni enfrentarse.
Lo que hemos vivido, que nos ayude para que estemos bien y
más felices que antes; porque todos hemos sufrido.
Tantas veces, me preguntaba por qué me vendieron, pero no
hallaba la respuesta; aún creo que ellos se hacían la misma
pregunta, sólo para sufrir y para culparse.
Ya no es el tiempo para castigarnos más, tampoco podemos
explicar lo que pasó entre nosotros; es la hora para expresar
que somos hermanos, a quienes no separan ni el tiempo ni la
distancia.
Estuvimos lejos por las cosas que pasaron; a pesar de todo,
podemos estar juntos; ¡qué grande es el Señor!
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No es la hora para reprocharnos; y si nos reprochamos, es
porque lo humano es tan fuerte en medio de los corazones.
Es el tiempo para vivir en paz, el encuentro de los hermanos,
a pesar de que nos habían dividido las debilidades, tanta pena
y tanta culpa; pues, el Señor quiere vernos juntos.
Necesitamos de la gracia del Señor para llevar a un buen fin
nuestras vidas y aún, para entender lo que habíamos pasado;
el Señor está más allá de la debilidad y de las vidas; nos hace
ver las debilidades y los errores, para que todo termine bien,
como Él quiso que terminase.
Aún podríamos decir que el Señor estaba en aquel tiempo,
cuando me vendían mis hermanos; si es que no quiso que lo
hiciesen, Él estaba igual; Él mismo llevaba nuestras vidas
para que nos encontrásemos; y eligió el modo y la hora del
reencuentro.
Ahora sí, que mis hermanos se queden en paz.
Que descansen en mi casa; luego, vayan con la bendición del
Señor, para ver a mi padre; que le lleven la noticia de la paz
entre los hermanos, y que vuelvan pronto con nuestro padre.
Yo les espero; seré distinto para mis hermanos, y no les voy
a castigar jamás; son mis hermanos desde siempre.
d. DESPUÉS DE LA BATALLA
Ellos se fueron, y me quedé; fui más tranquilo que antes; es
como si terminase una gran batalla.
Tanto tiempo, me iba preparando para este momento; ahora,
es como si desapareciese, de repente, toda la tensión en mí.
No fue fácil; aún más, por lo que les hice sufrir, después de
las cosas enterradas en los corazones; pero fue necesario para
que comenzásemos a vivir.
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Al hablar con ellos, viene un alivio; pero aún hay vivencias
que duelen, confunden, hay tantos pensamientos.
Y ellos, ¿cómo están ellos?
Seguramente, tendrán el camino para cuestionarse.
¿Necesitan de este tiempo?; creo que sí.
¿Cómo van a hablar con nuestro padre?
Ahora sí, le deben decir, luego de la mentira que guardaban.
¿Les comprenderá nuestro padre?; si el hijo está vivo, ¿qué
más esperaría?; sin embargo, tendrá su tiempo de reproches;
también, necesita del tiempo del Señor, para llegar a vivir en
paz, la gracia del reencuentro entre los hermanos; es que aún
necesitará de ese tiempo, en medio de los reproches que les
haga; pero la paz llegará pronto.
Sigo con mis cosas; si estoy solo, estoy con mis hermanos y
con mi padre; casi presiento que ya llegan a la casa; quisiese
escuchar lo que hablan; quisiese ver a mi padre sorprendido
y feliz, enojado, pero calmándose, luego de razonar un poco;
si es que sufren mis hermanos, aún tendrán la paz que siguen
buscando.
Cómo me gustaría que viniese nuestro padre; y que viniesen
ellos; aquí hay pan para todos; aún más, para mi padre y mis
hermanos; ya no necesito esconder a mis hermanos frente a
ese mundo; es cierto, esa tierra y esa gente me han recibido,
pero ellos son mis hermanos; estoy orgulloso de mi padre y
de mis hermanos.
Cómo me gustaría que viniesen; aún podría hablar de ellos a
todo el mundo; creo que les recibirían bien, quizás mejor que
a mí mismo; aún sueño con que vuelvan; hasta comienzo a
hablar de mis hermanos, lo hago en mi familia, lo hablo con
otros.
Todo parece distinto; creo que la gente me ve diferente.
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Y todos están bien, porque me encontré con mis hermanos;
aún puedo decir que me vendieron, y eso no me avergüenza;
creo que no será para avergonzar a ellos; porque el tiempo, el
dolor, la culpa y la pena han servido para ver de otro modo,
lo que todos hemos sufrido.
Hoy, hay que ver la felicidad que es nuestra parte; ha llegado
como si fuese el fruto del pasado.
Pronto llegarán mi padre y mis hermanos; y la gente ya está
interesada en que vengan; esto me alegra.
La gente aún se preocupa porque mi padre y mis hermanos se
queden aquí, porque tengan su lugar, su tierra.
Pronto estaremos todos, junto a nuestro padre.
El Señor nos llevaba por los caminos muy distantes, pero
apuntaba al encuentro que sería definitivo; nos bendecía en
los caminos hechos con el dolor de los hermanos separados;
hoy, es otro tiempo; aún presiento que mi vida debía ser así,
y también la de mis hermanos.
¡Qué grande es el Señor en medio de nuestras vidas!
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5. LOS CAMINOS DEL SEÑOR
a. TE ENCOMIENDO EL CAMINO DE MI VIDA
Señor, en tus manos encomiendo mi camino.
Presiento que me sigues llevando; aún, comprendo muy poco
el tiempo y las cosas que me pasan; sé que todo está previsto
por ti, en tu obra que me supera.
Luego de tanta gracia que aún sigo viviendo en mi corazón,
sé que me llevabas de la mano, en el camino que quisiste que
lo hiciera; en medio de mi debilidad, estabas con tu gracia; y
hoy me haces ver mejor, mi vida frente a ti.
Lo que he vivido, tiene su propio sentido, pues, tu gracia va
dando el verdadero valor a mi vida.
Si hoy, quisiese enfrentarla para vivirla nuevamente, quizás,
debería pasar por el mismo camino, por más que me doliese
aceptar mis equivocaciones y errores
¿Cuál es tu proyecto sobre mí?; si me llevas en tu camino,
¿cuál es tu proyecto, Señor?
¡Cuánto tiempo necesitaba para poder mirar mi vida, y para
tratar de verla en medio de tu presencia!; ¡y cuánto tiempo,
para poder encontrar el sentido aún en mis tiempos tristes,
dolorosos!; las cosas que, aparentemente, no tenían sentido,
las veo de otro modo; me lo haces ver, me das tu paz, Señor;
así puedes llevar a mi vida hasta dónde quieres que llegue;
entonces, te agradezco por tu tiempo, por tu obra.
Sigo recorriendo mi vida, miro la realidad por la que luché y
sufrí; hoy, todo tiene un nuevo sentido.
Me ha costado tanto; y si es que mi vida se envolvía triste, es
porque no supe verla bien; no obstante, el sufrimiento y las
penas han tenido su propio valor en el camino; es que, de
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otro modo, no hubiese podido llegar hasta aquí; y si es que lo
alcanzase, mi llegada sería distinta, y no tan plena del Señor.
Quizás por eso, puedo mirar las vidas de mis hermanos y no
me apuro con mis juicios; es que las vidas necesitan de ese
tiempo y de una reflexión compasiva, para levarlas a la paz;
después de tantas luchas, solemos comprender mejor y aún
llevar a la paz, las vidas que desean reconciliarse, pues hay
mucha fuerza en nuestra palabra.
Sigo agradeciendo al Señor por cada instante de mi vida.
Agradezco por mis tiempos de dudas y de cuestionamientos,
de dolor, de penas y de reproches, porque hallan su sentido,
para llevarme a la paz.
Estoy como por iniciar un nuevo camino, como si hiciese el
primer paso; después de tanto tiempo de buscar a Jesús en mi
vida, estoy por comenzar; y soy consciente de este paso.
Ahora, mi confianza en el Señor debe ser aún más grande y
tú, Señor, me das nuevas fuerzas, una nueva luz; y me haces
presentir que debo hacer este paso, a pesar de que viene en
un momento difícil, aún sin ver cómo hacerlo ni hacia donde;
de todos modos, estoy decidido y confío en ti, Señor.
Hace tiempo que me vas acostumbrando a que haga los pasos
que comprendo muy poco, y que haga lo que deseas, a pesar
de que no entienda nada; luego me lo haces ver, por eso, me
animo; así sigues abriendo mi sendero y yo sólo veo algunos
pasos, no veo todo el camino; y el camino es tuyo, Señor.
Hoy, más tranquilo que en otros tiempos, entrego mi vida en
tus manos, esperando a lo que quieras de mi; creo que aún
me vas sanando en medio de mis búsquedas, de mis deseos;
lo tuyo es lo que vale; quisiera vivir sólo por lo tuyo, Señor.
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b. EL PROCESO INTERIOR
José llega a asumir el camino del Señor.
La Biblia no habla tanto de sus vivencias que, seguramente,
fueron muy dolorosas; no dedica mucho tiempo para ver el
proceso interior, sus luchas y cuestionamientos; parece como
si él no las tuviese; digo parece, es porque se trata de algo tan
real en la vida.
Si él no hubiese tenido esas guerras y esos cuestionamientos,
se le habría quitado a José, una gran parte de su vida; si no
luchase y no lo viviese por dentro, no llegaría tan lejos en el
crecimiento y en el perdón.
A la vez, es la sabiduría de esta clase de los escritos, como
en el caso de José; si es que, de antemano, suponen a dónde
llegan, al camino de las luchas lo deben pasar, y es propio de
cada persona, tan particular; en fin, hay que enfrentar la vida.
José ve que el Señor está por encima de los acontecimientos;
Él es quien le hace enfrentar en paz, la realidad, pues, de otro
modo, no hubiese podido superarla.
Si deseo recorrer el camino de José, es porque aún quisiese
vivirlo como viene del Señor, ver como la realidad adversa y
difícil puede llevar a un bien; no hay otro camino, es sólo
éste, si se trata de la obra del Señor; y soy consciente de eso.
¿Cuánto camino hay que hacer, para llegar a comprender
que, si no lo hubiesen vendido, él no habría podido llegar a
lo que fue, a lo que debía cumplir ante el Señor, quien debía
valerse de la debilidad de sus hermanos?
En realidad, el Señor tendrá su tiempo para nosotros, y para
lograr verlo; creo que José tuvo ese tiempo, y quizás fue la
hora del silencio del Señor; o sólo Él mismo le aseguraba en
silencio, que todo estaba bien.
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¿Y las injusticias que tocan a un esclavo?; pues, debía llegar
a ser y a sufrir como esclavo; si no le pasasen las injusticias,
¿podría llegar tan lejos en el Proyecto del Señor?
Entonces, todo tiene su sentido; las cosas que había pasado y
había sufrido, sirven en medio del proyecto del Señor, para
que la misión de José se exprese plenamente, en el camino
desde un esclavo hacia un salvador.
Las obras del Señor logran ser claras; no obstante, se realizan
en medio de tantas sombras y tanto dolor.
Es que la Gracia nos sostiene en todo el tiempo; si la vida se
pone difícil, tan complicada, a la vez, la paz nos llega; y es el
tiempo de un verdadero crecimiento.
¿Por qué José tenía tanta fuerza para ver y hablar de modo,
como lo hizo?; es que su vida halló la comprensión y la paz;
y de su vivencia interior, se abría este gran paso.
El Señor lo iba formando para que pudiese enfrentar en paz,
a los que lo castigaron; y José no quiso actuar con bajeza;
entonces, ¿cuánto tiempo, el Señor obraba en su corazón?
¿Y cuánto tiempo, el Señor obra en ese corazón que tuvo
motivos para estar resentido, desde los tiempos lejanos?; y si
José volvía a hablar ante aquellos que lo castigaron, la fuerza
estaba en su paz, en la comprensión que superaba y vencía
los resentimientos y reproches; pues en esas circunstancias,
él tenía fuerza para hablar; sin embargo, se le hacía difícil,
delante de sus hermanos; pero el Señor tenía su proyecto; Él
tenía la otra parte.
La vida de José aún iba volviendo a su casa, a su padre, a sus
hermanos; no sólo para sufrir y llorar por el pasado.
El Señor tenía su proyecto; es porque José debía volver a sus
hermanos o ellos debían llegar a él; y él aún, debía recibirlos
como si no hubiese ocurrido nada; es el camino que el Señor
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prepara en medio del corazón de José.
Nos impacta el perdón, es muy grande; y viene de José, diría
del Señor; no nace de los hermanos que habían vendido a su
hermano, sino desde el esclavo que halla Luz.
¿No será que, por allí, deberían abrirse nuestros pasos y es lo
que el Señor espera de nosotros?; no obstante, hay que vivir
la tristeza y las penas de ser vendido por los hermanos.
Es la tristeza que nos bloquea, encierra y separa por mucho
tiempo; pero por la gracia del Señor, se transforma en una
verdadera fuerza, cuando aparecen los hermanos.
Él obra para que ellos aparezcan, cuando sea su hora.
El tiempo es de una gran prueba, y de la gran gracia.
El Señor viene y los hermanos vuelven a ser hermanos.
c. LA SABIDURÍA DEL PERDÓN
Aún, contemplo el proyecto del Señor, en el encuentro de los
hermanos que estaban separados durante muchos años; no es
sólo una reconciliación, sino más bien, es volver a vivir; es el
proyecto de la vida, aún más allá de la reconciliación y del
reencuentro.
Es cierto que la reconciliación es un gran comienzo; quisiera
verla como una vivencia interior, donde no hay reproches ni
culpas, ni humillación, ni tristeza, ni pena; pues deseo ver la
reconciliación como la que supera a la maldad y más aún,
nos hace crecer en el bien del Señor; y viene la felicidad que
resurge del reencuentro, luego del sufrimiento que nos han
tocado; pero el pasado sirve para crecer aún más felices.
¿Quién de nosotros, ha llegado a esta clase de vivencias?
Si no hemos vivido la reconciliación, no sabemos hablar del
espíritu del Evangelio, pues aún no hemos podido lograr las
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vivencias que parten de Jesús; es que Él sí, puede sembrar
los principios del Señor, desde que inicia la reconciliación, al
superar las vivencias humanas.
Nosotros, los cristianos, estamos en el camino que nos lleva
a la reconciliación; luego, el Señor va a construir cada vez
más, sobre nuestras vidas reencontradas.
Por eso, aún debemos estar muy comprometidos en la tarea
de la reconciliación, en medio de la luz del Señor; y de este
modo, podemos ayudar a los hermanos a que comiencen a
buscar la reconciliación; a pesar de que la misma se proyecta
como un camino difícil, no obstante, es donde el Señor obra
plenamente.
Mientras la vida se presenta con muchos obstáculos, frente al
perdón y la reconciliación, podemos llegar aún más lejos; es
como si el Señor precisase de esas vivencias, y que pasasen
por nuestro corazón, para ver su gran obra.
El perdón y la reconciliación son muy grandes; sin embargo,
recién inician lo nuevo que el Señor espera.
El mundo sueña en el perdón, en la verdadera reconciliación;
¿y por dónde comenzaría el Señor?; quizás, muchas vidas
necesitan pasar por el camino del dolor, hasta que algún día,
no sólo hallen la luz del Señor para poder perdonar, sino que
sean aún, las que generen el bien en medio del Proyecto de
los reencuentros viven el mundo y los hombres.
Es como si la vida guardase el misterio del Señor, en medio
de los conflictos que viven las familias y sociedades; como si
necesitase de los desencuentros muy dolorosos, en el camino
que está por abrirse.
Pero, ¿cuándo se abre ese camino del Señor?; no creo que
sea muy tarde; hay que estar atento para poder ver la obra del
Señor; si aún deseamos ayudar a las familias, a los hijos, a
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los padres y los hermanos, a que se reencuentren, más bien,
debemos ver el proyecto del Señor, en el camino de la Gran
Reconciliación y de la Vida que viene de Él.
Si van a nacer las nuevas fraternidades, quizás resurgen
desde los hermanos perdidos, divididos por los conflictos y
las distancias; llegará un tiempo feliz para los hermanos, el
tiempo de la gracia; pues ellos serán el fermento para otros
hermanos.
Como hablamos del espíritu de la fraternidad, aún soñamos
en la misión de Francisco, pero más aún en la de Jesús.
En fin, si el espíritu de Francisco volviese hoy, quizás sus
hermanos lo rechazarían y él se iría a otras tierras, donde los
hermanos podrían reencontrarse con él, como lo fue con los
hermanos de José; es que necesitaban llegar a Egipto para
poder reencontrarse, aún en medio de un mundo diferente.
Ante todo, necesitamos presenciar la reconciliación en medio
de los hermanos.
Agradezco al Señor por permitirme vivir su gracia, mientras
sigo reflexionando y compartiendo mis vivencias.
Ojalá, si Él quiere, mis hermanos se nutran de la fuente; que
el Señor los bendiga en el sendero de las reconciliaciones.
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PREFACIO 3
1. MI PADRE 5
2. LOS SUEÑOS 9
a. yo soñaba 9
b. mi padre me envió 10
c. y ellos me vendieron 11
3. EN LA TIERRA AJENA 13
a. ¿por qué? 13
b. en la cárcel 14
c. por el pueblo 17
4. POR MIS HERMANOS 21
a. yo soñaba en este encuentro 21
b. ¿por qué les castigué tanto? 22
c. soy su hermano 25
d. después de la batalla 28
5. LOS CAMINOS DEL SEÑOR 31
a. te encomiendo el camino de mi vida 31
b. el proceso interior 33
c. la sabiduría del perdón 35
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