el gran Óscar ítulo 2 - el cast gran Óscar 30 capítulo 2 - el castlng 31 el abuelo convocaba a...

9
el gran Óscar 22 c a p í tulo 2 - el castl ng 23 La madrugada posterior a la función se hizo larga para Óscar y Leo, quienes se estrujaban los sesos intentando desvelar el misterio de la foto borroneada. Exactamente a las ocho de la mañana, Rufus el perro labrador empezó a ladrar a pocos metros de la ventana entreabierta de Óscar y Leo. Como no recibía respuesta alguna, insistió haciéndolo más fuerte y más seguido. No dejaba de mover la cola, hasta que inició una serie de brincos casi hasta golpear con su hocico en el vidrio. Sólo bastó con que repitiera esa acción unos pocos segundos para lograr el efecto deseado.

Upload: others

Post on 25-Apr-2020

3 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

el gran Óscar

22

capítulo 2 - el castlng

23

La madrugada posterior a la función se hizo larga para Óscar y Leo, quienes se estrujaban los sesos intentando desvelar el misterio de la foto borroneada. Exactamente a las ocho de la mañana, Rufus el perro labrador empezó a ladrar a pocos metros de la ventana entreabierta de Óscar y Leo. Como no recibía respuesta alguna, insistió haciéndolo más fuerte y más seguido. No dejaba de mover la cola, hasta que inició una serie de brincos casi hasta golpear con su hocico en el vidrio. Sólo bastó con que repitiera esa acción unos pocos segundos para lograr el efecto deseado.

el gran Óscar

24

capítulo 2 - el castlng

25

-¡Hoy todos sabrán que eres el mejor inventor del mundo!- dijo Óscar con entusiasmo mientras estiraba su pequeños brazos, desperezándose. Leo le agradeció con una palmada en la cabeza y ambos se vistieron en tiempo récord. Afuera Rufus ya se había cansado de ladrar y los esperaba recostado y mascando un hueso junto a un neumático de la caravana. Cuando los niños abrieron la puerta, el perro los empezó a seguir a un par de metros de distancia. Leo detuvo el paso y giró, apoyándose sobre una de sus muletas. Sin rencores por el madrugón que le había hecho pasar, le acarició las orejas a Rufus y lo invitó a caminar a su lado. Óscar llevaba en su hombro la cámara mágica. Mientras los dos chicos iban andando por la parte exterior de la carpa, el sol ya se había levantado por encima de la ciudad y comenzaba a dibujar las primeras sombras de la mañana.

Estaban buscando una oportunidad para hacer una nueva foto. Aparte de la que habían hecho durante la función, sabían que en cualquier momento del día podían probar la precisión de la cámara. Sólo era cuestión de poner de frente a la cámara a alguno de los súper héroes en pleno uso de sus poderes. Y comprobar luego que lo que saldría reflejado sería la magia de situación retratada tal cual la veía Óscar, y no la ilusión óptica que percibía el resto de la gente. Unas voces que provenían del escenario pusieron en alerta a los hermanos. Rufus volvió a ladrar. Leo se asomó al interior del circo corriendo una cortina lateral y allí vio a Shaka y Zulina, los hermanos equilibristas africanos que, siendo las nueve de la mañana, estaban a punto de arrancar con uno de sus ensayos.

-¡Ey, Leo, qué haces por aquí!- le gritó Shaka apenas lo vio y enseguida divisó también a su hermano que se metía en la carpa detrás de Rufus - ¡Y Óscar! ¿Sois nuestro nuevo club de fans?

Leo le contó la historia de la cámara a Shaka, con quien tenía una gran amistad a pesar de que el delgado y fibroso equilibrista

-¡Ya está bien, Rufus! -se asomó Leo sobresaltado, buscando medio a ciegas ese bulto borroso que no se quedaba quieto frente a sus ojos desprovistos de gafas- No sé qué te habrá dicho Luna, pero un par de ladridos hubieran sido suficientes -agregó en el momento en que comprobó que el encargo hecho a su amiga había sido cumplido con éxito. La noche anterior, Leo le había pedido a Luna que le avisara al perro para que éste los despertara a las ocho.

Leo solía empezar el día de mal humor, pero eso le duraba un cuarto de hora. Necesitaba solamente tres cosas para ahuyentar a su mal genio matutino: ponerse sus gafas, lavarse los dientes y despertar a su hermano menor. Éste tenía el sueño pesado pero, una vez abría los ojos, atesoraba el increíble don de sonreír.

el gran Óscar

el gran Óscar

26

capítulo 2 - el castlng

27

minutos ya estaban de nuevo en su caravana, nerviosos y encendiendo el ordenador con una ansiedad incalculable por ver cómo había salido la segunda foto. El revelado se demoró el tiempo exacto para que apareciera de repente la simpatía hecha niña en los pies de Luna, siempre en los momentos en que algo importante estaba a punto de pasar.

-¿Me he perdido de algo? -preguntó con una mezcla de inocencia y picardía. Óscar la miró y le hizo un gesto abriendo su palma como diciéndole que aguardara un segundo. Leo sacó una foto que acababa de salir de la impresora, la puso frente a sus ojos y no pudo evitar sonreír en señal de aprobación. Acto seguido, le enseñó la prueba a su hermano.

-¿Es esto lo que tú ves cuando actúan Shaka y Zulina?

le llevaba diez años. Su hermana gemela Zulina era una bellísima morena. Después de que Leo les pidiera si podían hacer la prueba de la “caminata invertida”, le dijo a la joven que el traje dorado que había usado en la última función le sentaba muy bien. Entonces, Zulina sonrió y bajó la cabeza sin soltar ni media palabra. Su piel tan oscura le servía para ocultar la timidez, porque si no fuera por su color moreno todos notarían que se sonrojaba a cada rato.

Zulina comenzó a escalar por una de las estrechas y altas escaleras mientras Shaka la seguía por detrás. Los hermanos, que eran oriundos de Zambia, ganaron altura hasta llegar a la zona donde nacía una tensa soga que recorría unos treinta metros hasta acabar atada a otra torre exactamente igual a la que habían subido. Óscar estaba en la primera fila de las gradas, junto a Leo, con la cámara lista para hacer “click” en el momento indicado.

Los equilibristas dieron los primeros pasos atravesando la soga, primero Zulina y después su hermano, sólo con un metro de distancia entre ellos. Recorrido un tercio del trecho entre una y otra torre, la chica continuó su caminata pero Shaka de golpe aflojó su cuerpo y se deslizó hacia la izquierda. Parecía que iba a caer desde allí arriba, pero velozmente entrelazó sus piernas con la cuerda y quedó enganchado, con todo su cuerpo invertido de forma que su cabeza era la que estaba más abajo. De ese modo, gracias a la potencia y destreza de sus miembros inferiores que lo asían a la soga, desafiaba la gravedad y podía seguir avanzando en la misma dirección. Los gemelos estaban ensayando uno de sus números favoritos, en el que la chica caminaba al derecho y el joven lo hacía “boca abajo”, y por eso el nombre de la “caminata invertida”.

Óscar sacó la foto justo cuando pasaban por un lugar que era iluminado por un rayo de sol. Ni tuvieron tiempo para ver las siguientes pruebas que los hábiles artistas fueron superando con éxito. En pocos

capítulo 2 - el castlng

el gran Óscar

28

capítulo 2 - el castlng

29

día tranquilo, y entonces los súper héroes se relajaban y podían darse el lujo de ignorar cualquier molesto despertador. Pero eso sí, ninguno quería perderse por nada del mundo la clásica comida del día después que les preparaba la esposa del Abuelo, que para cualquiera en el circo era sencillamente la Mamma.

De origen italiano, era como esa abuelita que todos sueñan tener. Amable, divertida, siempre dispuesta a ayudar y demostrando en cada consejo una inagotable fuente de sabiduría y sentido común. Casi todos habían acudido a la Mamma en algún momento, en una crisis ocasional o tan sólo para compartir algo especial con ella. Pero tampoco habrían de creer que detrás de su sonrisa no encontrarían una mujer con carácter sino todo lo contrario: cuando se enfadaba era mejor estar a varios kilómetros de su sombra, y el Abuelo podía, con cierto tono de resignación, dar fe de la enorme personalidad de su mujer.

Óscar no salía de su asombro. Se veía lo mismo que sus ojos habían observado en el momento de tomar la foto. A simple vista se apreciaban a los hermanos caminando por la soga, la chica haciéndolo de forma normal pero el chico deslizándose al revés, con su cabeza hacia abajo. Eso era lo que veían casi todos, pero en la imagen obtenida con la cámara se demostraba que el joven africano no avanzaba con sus piernas entrelazadas en la cuerda, sino que de la misma cuerda brotaban extensiones de hilo recreando pequeños brazos que cogían los pies de Shaka. De esa forma, la realidad exacta que casi ninguno veía -excepto Óscar- quedaba evidenciada en la foto demostrando el porqué de los poderes de los hermanos africanos. Para poder adherirse a cualquier superficie, ellos no necesitaban realizar esfuerzo alguno, era más bien el elemento que ellos pisaban el que se encargaba de asirlos con total seguridad. En su prueba de la “caminata invertida”, la propia soga cobraba vida impidiendo que cayeran.

-Te lo he dicho hermano, esta cámara y tú sois lo máximo -alcanzó a decir Óscar antes de que Luna le arrebatara la foto.

-Es una buena prueba de que la máquina funciona -replicó Leo-, aunque yo la seguiría probando y después habrá que ver qué pasó con el borrón de la primera foto.

klñññ´´¡ññ´klñ

Mientras el Yin Yang Clan seguía analizando la cámara y acaso buscando nuevas oportunidades para tomar la tercera foto, ya comenzaba a escucharse un jaleo entre las caravanas y la carpa porque poco a poco todos iban levantándose. El día posterior a un estreno, probablemente debido a la tensión acumulada y a la adrenalina que les provocaba el contacto con el público, la mayoría de los artistas dormían a pata ancha porque sabían que las siguientes horas serían de descanso y recuperación. Pasados los nervios del show, se venía un

capítulo 2 - el castlng

el gran Óscar

30

capítulo 2 - el castlng

31

El Abuelo convocaba a un casting para descubrir nuevos valores, y por supuesto que si alguno de los aspirantes lo sorprendía lo suficiente y lo consideraba extraordinariamente bueno, le ofrecía sumarse al elenco de artistas del circo. Ese era el objetivo de Lorenzo, pero los últimos intentos habían sido frustrados, presentándose muchos candidatos pero todos carentes de magia o talento. La percepción de Eusebio de que existía “un elegido” en el pueblo ilusionaba mucho al director del circo, y por ello el Abuelo creía que era esencial esa búsqueda.

klñññ´´¡ññ´klñ

Salomón, el Domador, tenía buen trazo y por tal motivo le encargaban la creación de cualquier cartel en el circo. En pocos minutos tuvo listos una decena de pósters que anunciaban el casting, pidiendo que los interesados se presentaran al día siguiente en la puerta de la carpa principal. El Hombre Bala los pasó a buscar por la caravana y salió, cruzándose justo en la puerta con Dimitri, el Faquir, que entraba a darle un vistazo a la frase. A pesar de su nacionalidad rusa, éste dominaba varios idiomas y también era un erudito en la escritura. Este don, totalmente ajeno a sus poderes de súper héroe, lo había convertido en el “profesor oficial” del circo. Aunque sus alumnos hubieran preferido a cualquier otro porque Dimitri les daba duras penitencias cuando no hacían su tarea. El Faquir les impartía clases a Leo, Óscar, Luna y África, la pequeña hija del Mago. Y justamente por su conocimiento sobre gramática, en ese momento había sido enviado por el Abuelo para revisar la ortografía de las palabras del cartel. Salomón se había quedado con una copia y se la enseñó a Dimitri.

-Aquí has puesto “Caravana” con “be” y va con “uve”- le dijo el Faquir.

-Pues te has cruzado hace diez segundos con Hermes que fue a pegar los carteles a la ciudad -le respondió resignado y cruzándose de brazos, hasta que un gesto de sorpresa le invadió la cara-. Mira, pensé que se

La Mamma era una gran cocinera. Ese mediodía les preparó a sus artistas -que para ella eran como sus hijos- su plato favorito que eran los típicos spaghettis italianos con una deliciosa salsa de su propia autoría. “Esta receta es más secreta que cualquiera de vuestros trucos”, decía cuando algún súper héroe le preguntaba la clave del sabor de sus pastas.

Ya finalizando la alegre comilona, el Abuelo seguía preocupado por el pequeño fallo de los trapecistas mexicanos durante la función, pero no había encontrado la oportunidad de hablar con ellos.

-¿Sabéis dónde están Trinidad y Tanok? -les preguntó a sus amigos del Soberbio Trío.

-A Trini la he visto salir de su caravana -contestó Hermes-. Pero no sé nada de Tanok.

-Pues alguien debería saber algo -dijo preocupado y se mantuvo en silencio por unos segundos-. Pero ahora debemos poner en marcha el casting. No hay tiempo que perder.

-¿Crees que es un buen momento para un casting? -respondió el Mago después de pensar unos segundos.

-No lo sé, Maurice, pero no os olvidéis que estamos ante una situación muy delicada y ya nos lo ha dicho Eusebio: además del peligro que existe en este pueblo, también hemos venido porque hay indicios de que hay alguien muy especial que podría ayudarnos. Y quién dice que podría presentarse al casting -hizo una pausa para apurar su vaso de vino y enseguida se dirigió al Hombre Bala-. Lo haremos mañana mismo… Hermes, ¿puedes encargarte ahora de pegar algunos carteles en la ciudad? -el súper héroe más veloz asintió- Perfecto, recuerden que nos quedan sólo tres días para marcharnos, y deberíamos resolver todo antes de la función de despedida.

el gran Óscar

32

capítulo 2 - el castlng

33

de hombres y mujeres se habían presentado al casting y formaban una zigzagueante fila que nacía en la puerta del circo. A las once en punto, uno a uno fueron pasando los aspirantes a una suerte de recepción donde la Mamma les preguntaba cuál era la habilidad que los diferenciara del resto. Más de uno acababa reconociendo que, en realidad, especial lo que se dice especial no era, y que sólo se había presentado por mera curiosidad. “Pues eso es lo que mató al gato, no me hagáis perder el tiempo”, los despedía la Mamma con una última mirada sonriente.

El Abuelo, que estaba a punto de entrar a la carpa, vio pasar a pocos metros a tres de los músicos del circo.

-¡Escuchad, amigos! -se dirigió a los integrantes de la banda- Si vais para el centro de la ciudad, ¿podéis fijaros si Tanok está por allí? Se fue después de la función de anteanoche y aún no ha vuelto.

Remigio, Stefan y Lars le dijeron al Abuelo que se quedara tranquilo, que ellos buscarían al mexicano por las calles de la ciudad.

-¿Quieres que lo traigamos? -preguntó Stefan.

había ido pero aquí regresa… -agregó Salomón y le señaló a Dimitri la puerta por donde irrumpía nuevamente el Hombre Bala- Escucha, Hermes, qué bien que no has pegado los carteles porque hemos encontrado una falta y debemos retocarlos.

-Los carteles ya han sido colocados -fue la respuesta tajante del Hombre Bala. Salomón y Dimitri se miraron con extrañeza e incredulidad al mismo tiempo y luego no les quedó otra que echarse a reír.

klñññ´´¡ññ´klñ

Ya cuando el atardecer amenazaba con rodear a las nubes de un intenso color rosáceo, en la caravana de Leo estaban éste, Óscar y Luna, el Yin Yang Clan completo. La cámara mágica había sido probada un par de veces más luego de la foto a Shaka y Zulina, y Leo continuaba analizando las imágenes sacadas con el aparato. Su hermano le insistía sobre un tema que ya empezaba a fastidiarle.

-Ya está bien, Óscar, ¡me lo has pedido más de cinco veces!

-Pero prométeme que me lo harás -le repitió-, me dices que sí y no te volveré a molestar.

Leo endureció su boca, contó para adentro hasta cinco y, en vez de enfadarse con Óscar prefirió sonreír y asentirle con la cabeza. Y como respuesta recibió una mueca de satisfacción de su hermano pequeño, que cumpliendo su palabra se fue con Luna y no volvió hasta bien entrada la noche.

klñññ´´¡ññ´klñ

A la mañana siguiente, sobre las diez y media ya empezaba a crecer un murmullo que brotaba de las afueras de la carpa principal. Decenas

capítulo 2 - el castlng

el gran Óscar

34

capítulo 2 - el castlng

35

-Me llamo Adrián -rompió el hielo un joven vestido todo de negro y calzando unos también negros y relucientes zapatos.

-¿Y qué haces, amigo?- lo interrogó Hermes.

-Puedo levitar- dijo sin titubear y se dispuso a entrar en acción apenas acabó el Abuelo con su “pues vamos a verlo”. Explicando que su talento sobrenatural requería de máxima concentración y que sólo podía hacerlo una vez al día, Adrián fue desplazándose del centro del escenario hacia la izquierda, hasta quedar en una posición oblicua con respecto a la mesa del jurado.

-Es importante que entendáis que no puedo repetirlo, así que prestad mucha atención- continuaba mientras los tres examinadores intercambiaban gestos atónitos, algo mareados por el discurso de Adrián-. Flotaré por un corto tiempo, pero lo veréis claramente… ¡allá voy!

El primer participante del casting se había puesto de espaldas al público y tenía sus brazos extendidos en forma de cruz. En el preciso instante en que realizó su levitación, por el costado del escenario llegaba Shaka, uno de los equilibristas, y justo vio como Adrián dejaba la punta de su pie izquierdo en el suelo mientras simulaba elevar todo su cuerpo a unos diez centímetros de altura. Desde la visión que tenía el jurado, ese detalle era imperceptible, con lo cual la supuesta levitación sorprendió por unos segundos al Soberbio Trío. Pero claro, el aspirante nunca se dio cuenta de que Shaka captó su trampa y les dirigió a sus compañeros examinadores una sentenciosa y delatora mirada. Mordiendo su labio inferior, el súper héroe africano les dejó en claro a los tres que Adrián era un farsante.

-Bueno, bueno, nos has sorprendido, ya nos pondremos en contacto contigo si creemos que das la talla, aunque sea para payaso del circo- le

-No es necesario. Avisadme en cuanto lo veáis -les indicó Lorenzo-. Y vigiladlo por las dudas, su larga ausencia ya está empezando a preocuparme.

Los tres músicos conformaban, junto a otros tres artistas, una pequeña orquesta que jamás había dejado de ponerle música a cada función del circo. Remigio, un alto y delgado italiano nacido en los suburbios de Nápoles, era el que tocaba animadamente el violoncello. Los encargados del fagot y el contrabajo eran unos gemelos, Stefan y Lars, oriundos de Suecia y con personalidades muy diferentes. El primero era uno de los más alegres del circo, mientras que el segundo era más bien melancólico, no tenía muchos amigos y apenas se lo veía conversar de tanto en tanto con el Payaso Takahara. Otros dos músicos que en ese momento no estaban yendo hacia la ciudad eran Arthur y Bernardo. El primero era un refinado inglés que había pasado muchos años como chef en una residencia de Oxford, y llevaba con la flauta travesera un ritmo que le envidiarían no pocos músicos. Y Bernardo, de cuyos pulmones salían altas y claras las notas del clarinete, era un asturiano con corazón noble y pasado de monje hasta que descubrió que su pasión por la música era más grande que sus ganas de servir a Dios. El sexto músico era el mismísimo Abuelo, que luego de ver alejarse a sus compañeros, se decidió a entrar al circo para que diera comienzo el casting.

En el interior de la carpa, de frente al gran escenario, estaba ubicada una larga y estrecha mesa que albergaba tres sillas en uno de sus lados. El Mago, el Abuelo y el Hombre Bala rellenaban esos lugares de izquierda a derecha. Detrás del Soberbio Trío, pero ya sentados en las gradas, se dispersaban una veintena de personas más entre otros artistas y músicos del circo y familiares de algunos de los convocados al casting.

-¡Silencio, por favor!- pidió el Mago al mismo tiempo que el primer aspirante ponía sus dos pies sobre la pista.

el gran Óscar

36

capítulo 2 - el castlng

37

haberse matado por mi culpa”, era la frase que le rebotaba una y otra vez en su cabeza.

-¿Por qué? -hablaba solo por la calle- ¿Por qué me ha pasado esto a mí?

El desconsolado súper héroe iba caminando casi todo el tiempo mirando al suelo, pero al levantar la vista observó de golpe un lugar que podía servirle de ayuda: la biblioteca de la ciudad. Ya había pasado por allí unas tres o cuatro veces pero nunca se había dado cuenta. Entonces Tanok subió las escaleras del gran edificio conformado por cuatro plantas repletas de libros, enciclopedias y revistas. Casualmente, Remigio, Stefan y Lars lo vieron en el momento de entrar. Los tres músicos habían llegado al centro poco tiempo antes y justo pasaban por la acera de enfrente de la biblioteca.

-¿Subimos?- preguntó Remigio mientras se acercaban a la puerta.

-El Abuelo dijo que sólo lo vigiláramos -les recordó Stefan-. Turnémonos para montar guardia aquí y luego le avisaremos, porque a esta hora todavía debe estar en el casting.

klñññ´´¡ññ´klñ

En el circo seguía adelante la búsqueda de talentos, pero no aparecía ningún supuesto artista que sorprendiera a la mesa examinadora. Hubo un par de horas en las que un buen número de simpáticos personajillos fueron desfilando por el escenario, mostrando ridiculeces tales como enredarse los brazos por detrás de la espalda, aguantar la respiración por un puñado de minutos o intentar caminar por una pared. El Abuelo ya estaba desencantado y sólo permitió que pasara el siguiente aspirante porque vio que Shaka le hizo una seña de que se trataba del último.

carraspeó Hermes a Adrián que no entendía nada.

El segundo concursante se presentó diciendo que era capaz de echarse y resistir el peso de un elefante caminándole por encima. “¿Tenéis un elefante?”, preguntó con soltura dispuesto a demostrar su habilidad si le llevaban ese gran animal al escenario. Pero en el circo, si bien se hacían números con algunas fieras salvajes, éstas no estaban en cautiverio ni a disposición de ninguna persona. Entonces, no habiendo posibilidad de que Ronald les enseñara su talento utilizando cuadrúpedo alguno, el jurado decidió convocar al súper héroe más pesado de la compañía para prestarse a la prueba.

Salomón, el Domador, estaba en las gradas con un ojo todavía medio pegado entre legañas, porque la noche anterior se había acostado cerca de las tres de la mañana y por ello no podía dejar de bostezar. Se acercó parsimoniosamente y sólo se limitó a seguir las instrucciones de un Ronald que ya se había acostado y empezaba a vérsele preocupado a medida que se acercaba a él una mole de carne y de músculos de más de dos metros de altura. Salomón pasaba los ciento diez kilos de peso y, apenas puso un pie encima del pecho del desamparado joven, éste se retorció del dolor e intercaló entre sus quejidos un grito de “¡esta bestia me ha roto algo, llamad a un médico!”. El jurado no daba crédito a lo que estaba viendo, mientras el Domador abría sus brazos y se excusaba diciendo “y eso que todavía estoy en ayunas”. En realidad no había sido para tanto la lesión del desconsolado Ronald, y mientras lo calmaban entre la Mamma y la mujer del Mago, el casting siguió adelante.

klñññ´´¡ññ´klñ

A esa misma hora, Tanok vagaba por las calles del centro de la ciudad. El trapecista mexicano llevaba ya dos días deambulando sin rumbo fijo, preocupado por su fallo en la última función. “Mi hermana pudo

el gran Óscar

38

capítulo 2 - el castlng

39

En el final se presentó alguien de no mucha altura, envuelto en un traje con máscara que le tapaba la cara por completo. Se quedó unos segundos tieso hasta que rompió el silencio.

-Puedo leer la mente de las personas -expresó con una extraña voz.

-¿Ah, sí? -le contestó el Abuelo intrigado- ¿Entonces podrías decirme qué estoy pensando en este momento?

-Usted está desilusionado porque no ha descubierto a ningún súper héroe en toda la tarde- hizo una pausa y se notó que le sirvió para coger más coraje y continuar hablando-, pero sabe que quizás no haga falta buscar afuera, y que en realidad el nuevo “elegido” puede estar más cerca de lo que se imagina…

-¡Cordones y capuchones! ¡Malditos cordones y condenados capuchones! -se exaltó el Abuelo, y sus dos amigos se sorprendieron, porque lo conocían bien y sabían que cuando soltaba esos vocablos era porque lo habían sacado de quicio- ¡Cordones y capuchones, Óscar! ¡Quítate esa máscara, niño, y no nos hagas perder más el tiempo!

El Abuelo tenía razón. Era Óscar quien estaba escondido detrás de ese traje usando un sintetizador de voz que le había diseñado Leo. Aquella situación de tensión lo superó, no pudiendo hacer otra cosa que quitarse la máscara y quedar retratado delante de todos. Sólo le salieron algunas palabras confusas en un intento de excusarse ante el Abuelo, pero no resistió más y se largo a llorar antes de desaparecer del escenario. Y mientras afuera Leo intentaba consolarlo, adentro del circo todos supieron que el fallido casting había terminado.

el gran Óscar