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342 eL FORO ALTOiMPeRiAL de LuCENTum. cOnTeXTOS MATeRiALeS de SU FUndAciÓn antonio GuilaBert MaS 1 , f. JaVier Moltó PoVeda 2 , Manuel olcina doMénech 1 , eVa tendero PorraS 1 Museo arqueológico de alicante inTROdUcciÓn sobre el promontorio hoy conocido como el tossal de Manises, en el paraje denominado la albufereta, se constituyó hace algo más de veinte siglos la pequeña ciudad romana identificada con el nombre de Lucentum (fig. 1.1). regida por el derecho latino, como nos hace saber plinio 3 –que junto con pomponio Mela (2. 93) y ptolomeo (Geogrh, 6, 14), hace someras referencias a la antigua urbe–, se sitúa en la actualidad a 3,5 kilómetros al ne del centro de la ciudad de alicante. en el momento de su fundación fue determinante su posición elevada junto a una zona de marjal, que contaba con una pequeña manga marina que penetraba hacia el interior y que fue empleada durante los períodos ibérico y romano como embarcadero, atestiguado recientemente por la investigación arqueológica (ortega pérez et al. 2005). esta pequeña albufera, junto con la posición privilegiada del cerro solar del yacimiento, elevado hasta los 38 m.s.n.m., entre el Cabo de la Huerta y la serra grossa, ocupando el corazón de una bahía a resguardo de los vientos de tramontana y levante, fue clave en la elección del emplazamiento. en sus alrededores se constata abundante presencia humana durante época ibérica, focalizada en el yacimiento urbano del Cerro de las Balsas (rosser limiñana, elayi, pérez Burgos 2003) y sus inmediaciones (rosser limiñana, Fuentes Mascarell 2007), así como en la necrópolis de la albufereta (rubio gomis 1986; verdú parra 2005), a los pies del tossal de Manises (fig. 1.2). Fue este promontorio el elegido en el último tercio del siglo iii a.C. para la construcción de una potente fortificación de 2,2 hectáreas, bien ex novo bien sobre un pequeño núcleo habitacional previo en la culminación del cerro (olcina doménech 2005: 159), con la que se iniciará un proceso de habitación marcado por momentos de desarrollo vigoroso y otros de atonía, reflejo de las épocas históricas y el contexto regional en el que se inserta. PeRiOdiZAciÓn hiSTÓRicA deL TOSSAL de MAniSeS el resultado de las excavaciones realizadas en el último decenio, ha permitido establecer un esquema de periodización para el enclave, corroborado en posteriores actuaciones (fig. 2.1), articulándose en nueve fases que abarcan temporalmente desde la época ibérica hasta la actualidad. Como ya hemos señalado, este desarrollo temporal no es un proceso lineal, sino que a lo largo de la secuencia se observan altibajos, momentos de efervescencia y decadencia, que no hacen sino plasmar, a nivel local, los avatares de la historia regional. un elemento determinante para el devenir del enclave urbano romano fue su ubicación entre la Colonia Iulia Ilici Augusta 4 y el municipium existente bajo la actual vila Joiosa, cuya fundación, en época flavia 5 , marcaría el inicio del periclitar del municipium lucentino y su abandono en el siglo iii d.C. se iniciará entonces una fase de frecuentaciones que se perpetuaría hasta la actualidad, con excepción de la maqbara emiral recientemente publicada (tendero porras, guilabert Mas, olcina doménech 2007). el primer gran episodio constructivo se atestigua en el último tercio del siglo iii a.C., momento en el que se erige una potente fortificación que sigue modelos de una avanzada arquitectura defensiva helenística. este hecho nos hace

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eL FORO ALTOiMPeRiAL de LuCENTum. cOnTeXTOS MATeRiALeS de SU FUndAciÓn

antonio GuilaBert MaS1, f. JaVier Moltó PoVeda2, Manuel olcina doMénech1, eVa tendero PorraS1

Museo arqueológico de alicante

inTROdUcciÓn

sobre el promontorio hoy conocido como el tossal de Manises, en el paraje denominado la albufereta, se constituyó hace algo más de veinte siglos la pequeña ciudad romana identificada con el nombre de Lucentum (fig. 1.1). regida por el derecho latino, como nos hace saber plinio3 –que junto con pomponio Mela (2. 93) y ptolomeo (Geogrh, 6, 14), hace someras referencias a la antigua urbe–, se sitúa en la actualidad a 3,5 kilómetros al ne del centro de la ciudad de alicante. en el momento de su fundación fue determinante su posición elevada junto a una zona de marjal, que contaba con una pequeña manga marina que penetraba hacia el interior y que fue empleada durante los períodos ibérico y romano como embarcadero, atestiguado recientemente por la investigación arqueológica (ortega pérez et al. 2005). esta pequeña albufera, junto con la posición privilegiada del cerro solar del yacimiento, elevado hasta los 38 m.s.n.m., entre el Cabo de la Huerta y la serra grossa, ocupando el corazón de una bahía a resguardo de los vientos de tramontana y levante, fue clave en la elección del emplazamiento. en sus alrededores se constata abundante presencia humana durante época ibérica, focalizada en el yacimiento urbano del Cerro de las Balsas (rosser limiñana, elayi, pérez Burgos 2003) y sus inmediaciones (rosser limiñana, Fuentes Mascarell 2007), así como en la necrópolis de la albufereta (rubio gomis 1986; verdú parra 2005), a los pies del tossal de Manises (fig. 1.2).

Fue este promontorio el elegido en el último tercio del siglo iii a.C. para la construcción de una potente fortificación de 2,2 hectáreas, bien ex novo bien sobre un pequeño núcleo habitacional previo en la culminación del cerro (olcina doménech 2005: 159), con la que se iniciará un proceso de habitación marcado por momentos de desarrollo vigoroso y otros de atonía, reflejo de las épocas históricas y el contexto regional en el que se inserta.

PeRiOdiZAciÓn hiSTÓRicA deL TOSSAL de MAniSeS

el resultado de las excavaciones realizadas en el último decenio, ha permitido establecer un esquema de periodización para el enclave, corroborado en posteriores actuaciones (fig. 2.1), articulándose en nueve fases que abarcan temporalmente desde la época ibérica hasta la actualidad. Como ya hemos señalado, este desarrollo temporal no es un proceso lineal, sino que a lo largo de la secuencia se observan altibajos, momentos de efervescencia y decadencia, que no hacen sino plasmar, a nivel local, los avatares de la historia regional. un elemento determinante para el devenir del enclave urbano romano fue su ubicación entre la Colonia Iulia Ilici Augusta4 y el municipium existente bajo la actual vila Joiosa, cuya fundación, en época flavia5, marcaría el inicio del periclitar del municipium lucentino y su abandono en el siglo iii d.C. se iniciará entonces una fase de frecuentaciones que se perpetuaría hasta la actualidad, con excepción de la maqbara emiral recientemente publicada (tendero porras, guilabert Mas, olcina doménech 2007).

el primer gran episodio constructivo se atestigua en el último tercio del siglo iii a.C., momento en el que se erige una potente fortificación que sigue modelos de una avanzada arquitectura defensiva helenística. este hecho nos hace

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pensar en una creación bárquida concebida como punto de control de la costa y afianzamiento territorial derivado de la expansión cartaginesa aunque, por otra parte, la existencia de incontestables influjos púnicos, traducidos también en la presencia de cisternas a bagnarola, no ha de ocultar que gran parte del conjunto material y algunas construcciones son claramente ibéricas, lo cual parece señalar una evidente comunión de intereses y estrechas relaciones entre la población autóctona y los cartagineses (olcina doménech, pérez Jiménez 2003: 92; olcina doménech 2005: 159; olcina doménech, pérez Jiménez 2007: 26). esta fase, la ii de la periodización, culminará con la destrucción del primer recinto amurallado, que aunque no es generalizada sí ha sido constatada en diversos puntos del recinto murarlo. Ésta se produce a finales del siglo iii o los inicios del ii a.C., dando paso a un largo período que abarca buena parte del siglo ii a.C. en el que, si bien los contextos denotan la frecuentación del enclave, la evidencia arqueológica no arroja luz alguna sobre episodios constructivos. tendremos que esperar hasta los momentos de transición entre esta centuria y la siguiente para constatar la reconstrucción de las murallas en todo el perímetro primigenio, adosándose a las del período bárquida y recuperando el espacio original de la primera fundación urbana del enclave. a lo largo de la primera mitad del siglo i a.C. se le añadirán dos grandes bastiones, uno al se del yacimiento y otro protegiendo la puerta oriental de acceso a la ciudad.

esta primera gran intervención romana en el yacimiento, datada por la presencia de producciones de Campaniense a, del Círculo de la Campaniense B y cerámicas itálicas de cocina de formas propias de la segunda mitad del siglo ii y primera mitad del siglo i a.C. (olcina doménech, pérez Jiménez 1998: 58-61), fue inmediatamente seguida, en una fecha poco concreta –anterior en todo caso a la llegada de los barnices rojos itálicos pero ya en la segunda mitad de la primera centuria previa al inicio de la era–, por el trazado de las calles principales del yacimiento, la de popilio y la del foro (fig. 2.2), cerca de cuyo cruce se erigirá un complejo arquitectónico organizado en torno a un gran espacio abierto. en uno de sus lados, al menos, se levantarán varias tabernae con acceso a la posible plaza, datada en nuestra Fase iii. esta estructura, difícil de datar ya que los materiales a ella asociados ofrecen una horquilla temporal que abarca desde el último cuarto del siglo ii a.C. hasta finales del segundo tercio del siglo i a.C. (vid. olcina doménech, tendero porras, guilabert Mas 2007: 86-88), quedó fosilizada en el trazado del foro altoimperial. sus líneas maestras y ejes determinan la ubicación de los elementos de éste, especialmente las cloacas, arco monumental, pedestales y las puertas de acceso al espacio forense, centrándose respecto a aquel, y no respecto al área civil del foro altoimperial, la disposición del area sacra, motivo por el que se le ha dado la denominación de posible foro i.

Ésta será la estructura arrasada para la construcción del foro altoimperial, o foro ii, iniciada durante el gobierno de augusto y finalizada ya en época de tiberio, cuyo contexto material presentamos en esta reunión, ubicado en el esquema de periodización del yacimiento a inicios de la Fase iv.

LA FUndAciÓn deL FORO ALTOiMPeRiAL

el foro municipal se sitúa en la vaguada resultante de la cercanía de dos elevaciones asimétricas en la culminación del cerro (fig. 2.2). topográficamente ocupa un lugar central en la ciudad romana, relacionándose con las dos vías más importantes del municipium, tanto la calle del foro como la calle de popilio. en torno a estos dos viales se articula el resto del callejero lucentino, condicionado en un primer momento por la orientación del segundo sistema de amurallamiento y, con posterioridad, por la ubicación del complejo forense imperial que determinará, al menos al s y se, un progresivo acomodamiento de las nuevas construcciones a dicha área de representación del poder.

el contexto material que aquí presentamos estratigráficamente abarca el momento de amortización del posible foro i para la construcción del área civil del foro ii, situándose topográficamente los sondeos en la zona centrooriental del pórtico noreste –la estancia i del posible foro i– y la parte exterior de la esquina nordoriental del complejo, conocida como espacio 27 (figs. 3.1, 3.2 y 4.1). se analizan un total de cinco unidades estratigráficas (uu.ee. 1066, 1067, 3871, 3872 y 3876), que obedecen al proceso de obliteración de las estructuras de la construcción previa (uu.ee. 1067 y 3872), al trazado de las fosas de fundación del muro perimetral del foro altoimperial (uu.ee. 1066b y 3875), a la construcción sensu stricto de los elementos estructurales del área civil del foro ii (uu.ee 3333, 3035, 3300, 1004, 1005, 1006, 1007, 1012, 1039, 1040, 1098 y 1099), el relleno de las fosas de fundación (uu.ee. 1066 y 3876), las regularizaciones y preparado para la pavimentación del pórtico noroeste (uu.ee. 1070 y 1089) y el relleno del espacio 27 para uniformar su superficie de tránsito como un área abierta (u.e. 3871), cuya secuencia sintética puede consultarse en la figura 2.1.

del conjunto referido, sólo las ya enumeradas uu.ee. 1066, 1067, 3871, 3872 y 3876, contienen material arqueológico, repartido de forma desigual entre los seis mil doscientos sesenta y ocho fragmentos cerámicos de u.e. 1067, los mil

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trescientos cincuenta y ocho de la u.e. 3871 o los apenas doscientos de u.e. 1066, sumando en total ocho mil seiscientos sesenta y seis fragmentos cerámicos que suponen un número mínimo de individuos identificados de cuatrocientos noventa y dos ejemplares. su tratamiento como un conjunto unitario y homogéneo obedece al hecho de su coherencia estratigráfica y cronológica, ya que pese al hecho de contener abundante material residual, en lo que constituirá un rasgo recurrente en los contextos materiales del yacimiento desde su fundación6, los ejemplares más modernos que datan el conjunto ofrecen un panorama unitario, presentando unas fechas post quem que se concentran en una horquilla de tan sólo diez o quince años, que son los que marcan los inicios de producción de los materiales más modernos presentes en las unidades estratigráficas referidas. no obstante, el peso específico de u.e. 1067, con el 72,33% del total del material cerámico analizado, cuyo rasgo más significativo es la ausencia de sigillatas de barniz rojo, determinará una apariencia más arcaica que la que sus materiales más modernos parecen definir.

analizado en detalle, para enmarcar el hecho fundacional del foro altoimperial, el conjunto oblitera parcialmente un grupo de unidades constructivas y de uso relacionadas con el posible foro i y sus tabernae asociadas, en las que se detecta la presencia de fragmentos de cubilete de paredes finas de la forma M. iii y fragmentos de Campaniense a y del Círculo de la Campaniense B7, localizados tanto en la estancia ii como en el espacio 27. sobre éstas, las unidades inferiores del conjunto analizado con las que se inicia el proyecto del foro ii, presentan una datación post quem situada en torno al 25-20 a.C., por la identificación de ánforas romanas de las formas dressel 7/11 y dressel 2-4, así como paredes finas de la forma M. Xii o Xiv (Molina vidal 1997: 149-152; py 1993: 516; lópez Mullor 1989: 133-138), que suman un total de siete ejemplares para el caso de u.e. 1067; su unidad equivalente en el espacio 27, u.e. 3872, nos muestra una fecha post quem similar, determinada en esta ocasión por la presencia de un ejemplar dressel 7/11 de producción bética, un ejemplar de la forma Cons. 2.1 en sigillata itálica y otro, M. Xii o Xiv, en paredes finas (ettlinger et al. 1990: 54; roca roumens 2005: 93; py 1993: 516; lópez Mullor 1989: 133-138).

por encima de ellas, rellenando las fosas de fundación de dos muros perimetrales del conjunto, se identifican las unidades u.e. 1066 y u.e. 3876. la primera de ellas, al interior del pórtico noroeste, nos muestra entre sus materiales un ejemplar de ánfora bética de la forma dressel 7/11 y dos individuos de barniz rojo itálico, formas Cons. 12.1 y 22.1, que rebajan la fecha post quem al 15 a.C., muy similar a la de la segunda unidad, u.e. 3876, datada por la presencia de ánforas dressel 7/11, paredes finas de la forma M. XXXiii y un ejemplar Cons. 22.1, acompañado en esta ocasión por un plato indeterminado y una forma 7.2 también en sigillata itálica, junto con fragmentos de una lucerna Bussière B i 1 (ettlinger et alii, 1990: 64, 90; Molina vidal, 1997: 151-152; roca roumens 2005: 93; py 1993: 516; lópez Mullor 1989: 160-162; Celis Betriu 2005: 441-442; Casas i genover, soler i Fusté 2006: 30).

Cubriendo estos rellenos se detectan, al interior del pórtico, la regularización y el preparado para la pavimentación de la galería, no conservada al haber sido objeto de expolio durante los siglos ii y iii d.C., que no depararon materiales, siendo equivalentes a la regularización del espacio 27 como lugar abierto, u.e. 3871. Ésta, por el contrario, presenta un conjunto apreciable de producciones cerámicas, que ofrecen una fecha post quem situada entre los años 15 y 10 a.C. por la presencia de ejemplares de paredes finas de las formas M. XXiv y M. XXXiii, así como Cons. 12.1 y 14.1 en sigillata itálica (ettlinger et al. 1990: 72, 76; roca roumens 2005: 93; py 1993: 516; lópez Mullor 1989: 148-150, 160-162).

en síntesis, asumiendo que el proceso de construcción del área civil del foro ii se concibe como obra unitaria, que lleva indefectiblemente al arrasamiento de las estructuras previas del posible foro i con el objeto de erigir el nuevo espacio de representación política, civil y religiosa, acorde con el status recién adquirido de municipium romano, hemos de concluir que el inicio de dicha obra se sitúa plenamente en el principado, en una fecha posterior al año 10 a.C. determinada por la presencia de tres ejemplares de la forma M. XXXiii, si atendemos a las cronologías propuestas para la forma por M. passelac (1993a: 519), que son un poco más antiguas en el trabajo de lópez Mullor (1989: 161). en todo caso, la presencia de formas de sigillata itálica cuyo inicio de producción se sitúa ya en el principado, en torno al 15 a.C. –formas Cons. 12.1, 14.1 y 22.1–, amén de aquella que aparece en torno al 20 a.C. –Cons. 2.1, de la que se contabilizan dos ejemplares–, parece evidente que el inicio de la obra se localiza en un momento posterior a esta fecha. la existencia de materiales cuyas fechas de inicio de producción se adelantan al 10-15 d.C. en las obras de aterrazamiento exterior del area sacra, unidas al hecho de que tanto la decoración pictórica del apodyterium de las termas de popilio, coetánea a la construcción del foro altoimperial, como el programa marmóreo de la cella8, nos remiten a un contexto de inicio de obra en época tardoaugustea, a la cual corresponderían el conjunto cerámico que presentamos, para finalizar durante los primeros años del gobierno de tiberio, acorde con todos los datos disponibles en la actualidad.

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eL cOnTeXTO MATeRiAL de LA FUndAciÓn deL áReA ciViL deL FORO ii

Como hemos apuntado, el conjunto material que aquí presentamos, reducido sólo a las producciones cerámicas, se compone de un total de ocho mil seiscientos sesenta y nueve fragmentos, que conforman un número mínimo de individuos estimados en cuatrocientos noventa y dos ejemplares distribuidos por producciones como muestra la tabla 1 (fig. 5).

las ánforas (tabla 2, fig. 5; fig. 4.2) son el grupo más abundante del depósito, con un número mínimo de ciento noventa y cinco ejemplares, que representan el 39,63% sobre el total de las cerámicas del conjunto. Hay un predominio de los envases surhispanos (43,59%), seguidos por las producciones itálicas (21,02%) y por los contenedores de tradición púnica del Mediterráneo occidental (15,90%). en menor medida, se documentan ánforas púnicas centro mediterráneas (8,72%), ánforas púnico-ebusitanas (4,10%), ánforas ibéricas (3,08%), que siguen produciéndose hasta el principado, así como ánforas de origen tarraconense (2,05%).

dentro de las producciones púnicas centro-mediterráneas se incluyen diecisiete ejemplares estimados, que suponen el 8,72% sobre el total de las ánforas identificadas. entre las formas catalogadas, el tipo Mañá d 1a / t-5.2.3.1, un contenedor muy frecuente en el tossal de Manises, está representado por tan solo dos ejemplares, situándose su producción entre el último cuarto del siglo iii y el primer cuarto o tercio del siglo ii a.C. (ramón torres 1995: 198). por su parte, hemos contabilizado un mínimo de once ejemplares de ánfora Mañá C 2a / t-7.4.3.1, que se fecha en la primera mitad del siglo ii a.C., especialmente en el segundo cuarto de este siglo (ramón torres 1995: 211), ambos tipos, de marcado carácter residual en el conjunto. las ánforas tripolitanas antiguas están representadas por cuatro ejemplares, que se encuadrarían en el tipo 3 de van de Werff. estos contenedores comienzan a producirse desde los años finales del siglo iii a.C. hasta poco antes de época augustea (van der Werff 1977-78: 180-181, figs. 4.3 y 12), y presentan unas pastas muy similares a las de los tipos anteriormente citados. este tipo se encuentra en la fase 3 a de la cisterna de Burriac, en un contexto que se fecha entre el 70 y el 40 a.C. (Miró i Canals, pujol i del Horno, garcía roselló 1988: 27-28). en Iluro, se documenta en distintos sectores en niveles del 50 al 25 a.C. y del 25 a.C. al cambio de era (garcía i roselló, pujol i del Horno, zamora i Moreno 2000: 66-67), mientras que en Baetulo aparecen representadas en contextos de mediados del siglo i a.C. (Grau i segú et al. 2000: 78).

el único tipo identificado como producción de tradición púnica del Mediterráneo occidental es el ánfora Mañá C 2b / t-7.4.3.3, de la que hemos contabilizado un mínimo estimado de treinta y un individuos, que representan el 15,90% sobre el total de las ánforas del conjunto. aunque tradicionalmente se las ha considerado como la evolución de las Mañá C 2a / t-7.4.3.1, parece que se habrían originado a partir del tipo t-7.4.3.2 o de otros tipos aún no identificados. su cronología comprendería desde el 110/100 al 50/30 a.C., pudiendo perdurar hasta época augustea (ramón torres 1995: 212-213). se trata de un contenedor bien documentado en ambas orillas del estrecho, así como en toda la costa mediterránea de la península ibérica. en la ciudad de Baelo aparece asociado a ánforas dressel 1 C y lamboglia 2, Campaniense a tardía y Campaniense B de la primera mitad del siglo i a.C., llegando a época augustea (domergue 1974: 27-28, fig. 7). en Cartagena se constata su presencia (ramón torres 1995: 55-57), documentándose en las fases 3 a 5 del anfiteatro, entre finales del siglo ii y primera mitad del siglo i a.C. (pérez Ballester, Borrera, Cebrián 1996: 346-347). en la costa catalana se haya en ciudades romanas como Baetulo o Iluro, y especialmente en núcleos ibéricos romanizados como olèrdola (devenat i lópez, sanmartí i greco, asensio i vilaró 1999: 67) y Burriac (Miró i Canals, pujol i del Horno, garcía roselló 1988: 27). en distintos sectores de Iluro se documenta en contextos del 50 a.C. al cambio de era (garcía roselló, pujol i del Horno, zamora Moreno 2000: 66-67). en la provincia de alicante se encuentra bien representado, documentándose en hallazgos subacuáticos del litoral de denia (gisbert santonja 1985: fig. 6.1), en el fondeadero de la vila Joiosa (espinosa ruíz 1997: 26), en el yacimiento de Cap negret en altea, así como en el tossal de la Cala de Benidorm, en un contexto fechado en la primera mitad del siglo i a.C. por su asociación con ánforas dressel 1 y cerámica Campaniense B (ramón torres 1995: 50). en el tossal de Manises es un tipo muy frecuente, encontrándose tanto en los fondos antiguos procedentes de este yacimiento (Molina vidal 1997: 6-7) como en las excavaciones que se desarrollan en la actualidad.

entre las producciones púnico-ebusitanas se documentaron un mínimo de ocho ejemplares que suponen 4,10% sobre el total de las ánforas del conjunto. un ejemplar se adscribe al tipo pe-17 / t-8.1.3.2 (0,51%), mientras que los siete restantes se encuadran en el tipo pe-18 / t-8.1.3.3 (3,59%). la pe-17 es el envase púnico-ebusitano característico del siglo ii (ramón torres 1995: 224), teniendo su presencia en el conjunto un carácter residual. las ánforas pe-18 / t-8.1.3.3, sucesoras del tipo anterior, se distribuyen fundamentalmente en las islas Baleares y en el levante peninsular, situándose su producción entre el 120/100 a.C. y el 50/75 d.C.. en el litoral alicantino se conoce un ejemplar procedente del tossal

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de la Cala de Benidorm, así como otros probables en denia, Jávea y la alcudia de elche (ramón torres 1995: 50-51). en el tossal de Manises se conocen tres ejemplares procedentes de los fondos antiguos (Molina vidal 1997: 86), además de los hallados en las excavaciones en curso. ambos tipos se documentan en Iluro en niveles del 75 al 50 a.C., pareciendo estar ausentes en contextos posteriores a esta fecha (garcía roselló, pujol i del Horno, zamora Moreno 2000: 66-67), y en Baetulo en niveles de mediados del siglo i a.C. (grau i segú et al. 2000: 78-79), teniendo en ambos contextos la pe-17 un marcado carácter residual.

las producciones de procedencia itálica suponen un mínimo de cuarenta y un individuos que representan el 21,02% sobre el total de ánforas estudiadas. Contamos con un ejemplar de ánfora greco-itálica, que formaría parte del material residual del conjunto. se incluiría en el tipo grecoitálica “clásica” o “estándar”, equivalente a los tipos C y d de lyding-Will (1982: 346-353) o Msg vi (vandermersch 1994: 81-87), que se fechan hacia el último cuarto del siglo iii y mediados del siglo ii a.C. el origen de estos contenedores, dedicados al transporte de vino, se encuentra en la italia central y meridional.

Herederas de tipo anterior, y también dedicadas al comercio del vino, son las ánforas dressel 1. Hemos identificado un mínimo de veinticinco ejemplares, que representan el 12,82% de las ánforas del conjunto y el 60,98% de las producciones anfóricas itálicas. su origen se sitúa en la italia tirrénica, desde etruria hasta la Campania. para su clasificación se ha realizado la clásica subdivisión en tres subtipos –a, B y C–, atendiendo a los criterios establecidos por empereur, Hesnard y tchernia (empereur, Hesnard 1987: 30-31; tchernia 1986: 312-320). de este modo, nueve ejemplares se han adscrito al subtipo a, doce al B y cuatro al subtipo C –suponiendo el 4,61%, 6,15% y 2,05% del conjunto total de las ánforas, respectivamente–.

todos los ejemplares de dressel 1 a identificados son de origen campano, y tan solo uno de los ejemplares, hallado en el fondo del depósito, se encontraba completo. la cronología de este subtipo comprende desde el último cuarto del siglo ii hasta mediados del siglo i a.C. de las dressel 1 B sólo un ejemplar presenta la típica pasta campana, mientras que el resto podría situarse en la zona centroitálica o en áreas próximas a la Campania; este subtipo se fecha desde inicios del siglo i a.C. hasta principios del siglo i d.C. Finalmente, los cuatro ejemplares de dressel 1 C identificados, presentan pastas adscritas al área centroitálica y a la zona campana, centrándose su cronología desde los años finales del siglo ii hasta comienzos del siglo i d.C.. además de lo referido, se documenta la presencia de un titulus picti sobre un cuello, cuya pasta se adscribiría a las ya referidas producciones de la zona centroitálica o de áreas próximas a la Campania. la grafía es ilegible y está realizada con un colorante rojizo. en la cisterna de Burriac en un contexto fechado entre el 70 y el 40 a.C. las ánforas dressel 1 son los contenedores mayoritarios del conjunto (Miró i Canals, pujol i del Horno, garcía roselló 1988: 117). de igual forma, en un vertedero de Baetulo de mediados del siglo i a.C. las dressel 1 en sus distintas variantes suponen la casi totalidad de las ánforas itálicas (Comas i solà 1999: 222).

la lamboglia 2 se encuentra representada por un mínimo de catorce ejemplares que suponen el 7,18% sobre el total de las ánforas del conjunto y el 34,14% de las ánforas de procedencia itálica. se trata de un tipo destinado al transporte de vino y producido desde finales del siglo ii a.C. hasta inicios del siglo i d.C. (Cipriano, Carre 1989: 82-84 y 91), situándose el origen de estos contenedores a lo largo de la costa adriática, fundamentalmente en apulia y Calabria (Cipriano, Carre 1989: 83). sobre el borde de uno de los ejemplares, localizamos un sello en cartela cuadrada en doble registro con el texto q·aqti / ilaq (fig. 4.2). en Baetulo, en contextos de mediados del siglo i a.C. en un vertedero situado en la parte baja de la ciudad, se encuentra escasamente representada frente a otros tipos itálicos como las dressel 1 (Comas i solà 1999: 222). este escaso porcentaje frente a las dressel 1 se observa también en la cisterna de Burriac, tanto en niveles fechados entre el 80 y 70 a.C. como entre el 70 y 40 a.C. (Miró i Canals, pujol i del Horno, garcía roselló 1988: 23-25). en la zona central de la costa layetana aparece en diferentes contextos a lo largo de todo el siglo i a.C. (garcía roselló, pujol i del Horno, zamora Moreno 2000: 65-67). en Ilerda, se documenta en un contexto del 50 al 30 a.C. (payà Mercé 2000: 243). en Cartagena es un tipo muy escaso en contextos de finales del siglo ii y primera mitad del siglo i a.C. (pérez Ballester, Borrera, Cebrián 1996: 346). para la provincia de alicante su presencia se ha señalado en yacimientos como el tossal de Manises, la alcudia de elche, el Monastil o el Portus Ilicitanus (Molina vidal 1997: 74-92). de las ánforas dressel 6, una evolución del tipo anterior, hemos documentado un solo ejemplar. originales de las costas noradriáticas de italia, fueron destinadas fundamentalmente al transporte de vino, produciéndose desde la segunda mitad del siglo i a.C. hasta finales del siglo i d.C. (tchernia 1986: 129-135). es un tipo muy poco frecuente en las costas hispanas, y en el ámbito de los yacimientos costeros entre valencia y Murcia tan sólo se documentan dos ejemplares procedentes del Portus Ilicitanus (Molina vidal 1997: 141; Márquez villora 1999: 67-68).

de las producciones surhispanas se han identificado un mínimo de ochenta y cinco individuos, que suponen el 43,59% del total de ánforas estudiadas. en torno a mediados del siglo i a.C., tras unos años en los que se documenta la fabricación

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de imitaciones locales de prototipos foráneos, aparecen los primeros contenedores propiamente hispanos, tanto en la Bética como en la tarraconense, plasmando el proceso de descentralización política y económica que tendrá lugar durante el principado, que se impone vinculado a la pacificación del imperio, y que se asocia al crecimiento de las exportaciones provinciales (Molina vidal 1997: 230-241). Fruto de este proceso, durante los últimos años del siglo i a.C. se produce un cambio en los sistemas productivos que provocará la progresiva sustitución de los envases itálicos por los béticos. este cambio se observa en nuestro conjunto, duplicando los contenedores béticos a los itálicos, siendo un argumento más, junto con la aparición de tipos ya claramente augusteos, como la dressel 7/11, y la concentración de formas que durante el gobierno de augusto ostentaron un gran auge, caso de las lomba do Canho 67 o de las Haltern 70, para incidir en la cronología augustea avanzada ya propuesta.

entre los tipos béticos, las ánforas lomba do Canho 67 se encuentran representadas por veinticuatro ejemplares, que suponen el 12,30% de las ánforas estudiadas y el 28,23% sobre el total de los contenedores anfóricos surhispanos. estos contenedores, producidos probablemente en el valle del guadalquivir y en el círculo del estrecho, representan el tránsito a algunos tipos más modernos producidos en la misma zona, situándose su cronología entre el segundo tercio del siglo i a.C. y principios del siglo i d.C.. su difusión alcanzó el litoral atlántico y mediterráneo de la península ibérica, así como el norte de África, llegando incluso a italia, siendo destinadas al transporte de pescado, vino o aceite bético (Molina vidal 1995: 420; Molina vidal 1989: 145-147). este tipo aparece en el campamento epónimo de lomba do Canho (arganil, portugal), datado entre el 62 y el 25 a.C. (Fabiao 1989: 65-70); en Albentimilium se encuentra en contextos del 50 al 30 a.C. (lamboglia 1955: fig. 15-16) y, finalmente, en Ilerda, en la fase 1 del Carrer Bafart se documenta en un conjunto fechado del 30 a.C. al cambio de era (payà Mercé 2000: 244). Junto con este tipo, hemos identificado un mínimo de diez ejemplares bajo la denominación de “familia de las lomba do Canho 679”. representan el 11,76% sobre el total de ánforas surhispanas y el 5,13% con respecto a las ánforas del conjunto. se trata de contenedores emparentados con las lomba do Canho 67, que presentan perfiles muy similares tanto a éstas como a las dressel 7/11. la evolución de una forma a otra vendría marcada por la progresiva aproximación entre el borde y la pronunciada moldura que caracteriza a las lomba do Canho 67, hasta llegar a su definitiva unión, mostrando así el perfil propio de las dressel 7/11. estaríamos, pues, ante un tipo situado a mitad de camino en la evolución de estas dos formas. los ejemplares identificados presentan arcillas prácticamente idénticas a las de las lomba do Canho 67 identificadas, lo que indicaría su adscripción a los mismos centros de producción. su cronología, a caballo entre las lomba do Canho 67 y las dressel 7/11, se centraría en torno al último cuarto del siglo i a.C.

las Haltern 70 están representadas por un mínimo de treinta y un ejemplares, que suponen el 15,89% sobre el total de las ánforas del conjunto y el 36,47% de los contenedores surhispanos. las pastas muestran una gran homogeneidad, presentando idénticas características que las lomba do Canho 67, que confirmarían un origen común para ambos tipos anfóricos, así como el grupo que hemos denominado “familia de las lomba do Canho 67”. su producción se situaría en distintos puntos del curso del guadalquivir y en la bahía de Cádiz desde mediados del siglo i a.C. hasta época flavia, centrándose su expansión en época augustea (Bernal Casasola 1998: 173-175; garcía vargas 1998: 95-99; Carreras Monfort 2000: 421). se trata de envases destinados al transporte de vino, sapa/defrutum o líquidos similares, aceitunas negras conservadas en defrutum, así como incluso productos marinos (tchernia 1987: 329; Carreras Monfort, 2000: 421). este contenedor se encuentra en Ilerda en el conjunto ya mencionado de la fase 1 del Carrer Bafart, fechado entre el 30 a.C. y el cambio de era. en la zona de Iluro está presente en niveles del tercer y último cuarto del siglo i a.C.. no obstante, en estos contextos citados, se documenta ya la presencia de sigillatas itálicas de cronología augustea (payà Mercé 2000: 244; garcía roselló, pujol i del Horno, zamora Moreno 2000: 66-67). asimismo en un contexto de la ciudad de Valentia fechado entre el 5 a.C. y el 10 d.C., las Haltern 70 son el tipo mayoritario, suponiendo el 21’4% sobre el total del conjunto anfórico y el 50% sobre el total de producciones béticas, asociadas a otros envases también típicos de la etapa augustea como son las dressel 2-4 y las oberaden 74 (albiach descals et al. 1998: 150). en la provincia de alicante su presencia ya fue señalada en el tossal de Manises, además de constatarse en yacimientos como duanes (Xàbia), la alcudia (elche), el Portus Ilicitanus (santa pola) o el Monastil (elda) (Molina vidal 1997: 74-96).

de la forma dressel 7/11 se identifican dieciséis ejemplares, que representan el 18,82% de los contenedores surhispanos y el 8,20% sobre el total de las ánforas del contexto. su producción se sitúa fundamentalmente en talleres costeros en torno al estrecho de gibraltar (garcía vargas 1998: 76-93). debido a la elevada fragmentación de los ejemplares identificados, hemos optado por la solución propuesta por F. zevi, que incluye los tipos 7, 8, 9, 10 y 11 de la tabla de dressel bajo la denominación de dressel 7/11 (zevi 1966: 229-247). este tipo se encuentra documentado en la zona de Iluro en diferentes contextos fechados entre el 50 a.C. y el cambio de era (garcía roselló, pujol i del Horno, zamora Moreno 2000: 66-67). en Valentia

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suponen el 7,1% del total de ánforas y el 15,3% de los contenedores béticos, en un contexto del 5 a.C. al 10 d.C. (albiach descals et al. 1998: 150). la presencia de estos contenedores también se ha señalado en el tossal de Manises, así como en otros yacimientos de la provincia de alicante, si bien es cierto que no se trata de conjuntos cerrados con una datación precisa, sino de materiales procedentes de fondos antiguos y de diferentes intervenciones arqueológicas (Molina vidal 1997: 74-96).

las ánforas dressel 12 están representadas por un mínimo de cuatro individuos, que suponen el 4,70% de las ánforas béticas y el 2,05% del total de las ánforas del conjunto. las pastas identificadas presentan las mismas características a las de las ya analizadas lomba do Canho 67, “familia de las lomba do Canho 67” y Haltern 70. las dressel 12, situadas entre mediados del siglo i a.C. e inicios del iii d.C. (garcía vargas, 1998: 95) fueron destinadas al transporte de derivados de pescado. este tipo anfórico lo encontramos en Iluro en un contexto situado entre el 25 a.C. y el cambio de era (garcía roselló, pujol i del Horno, zamora Moreno 2000: 67).

para finalizar este apartado sólo resta señalar que dentro de las producciones béticas hemos documentado el único sello para la totalidad del conjunto anfórico. se encuentra sobre un fragmento informe, enmarcado en una cartela rectangular, y con la marca eio (fig. 4.2). así mismo, se constata la presencia de tituli picti sobre dos fragmentos informes de producción bética. están realizados con un pigmento de color rojo, y en ambos casos las grafías que se aprecian son ilegibles.

las ánforas tarraconenses identificadas, destinadas al transporte de vino, se encuentran escasamente representadas, con tan sólo cuatro ejemplares que suponen el 2,05% del total de las ánforas del conjunto. un ejemplar se adscribe al tipo pascual 1, dos al tipo layetana 1 y un cuarto no ha podido ser identificado. las pascual 1 aparecen en la década del 50-40 a.C., continuando su producción hasta poco antes de los emperadores flavios (Miró i Canals, pujol i del Horno, garcía roselló 1988: 116; Comas i solà 1999, 222-226). por su parte, las layetana 1 se producirían desde mediados del siglo i a.C. hasta época augustea (Comas i solà 1999: 222-226). en Baetulo, la layetana 1 se asocia a la Campaniense a tardía, a las formas M. ii y M. iii de paredes finas y a los contenedores itálicos dressel 1, mientras que las pascual 1 están ligadas a las primeras sigillatas itálicas, a las formas de paredes finas de época augustea M. Xiv y XXXiii, así como a la aparición de las ánforas béticas dressel 7/11 y dressel 20 (Comas i solà 1999: 225), cuyos tipos, con la excepción de la forma dressel 20, están asociados en el contexto que aquí presentamos.

para finalizar el grupo de las ánforas, sólo nos resta mencionar tres ejemplares de difícil adscripción que hemos optado por analizar de modo separado. el primero de ellos corresponde a un ejemplar de ánfora de tipo y procedencia indeterminada, que a nivel cuantitativo sólo supone el 0,51% del conjunto total de las ánforas, siendo estadísticamente poco relevante. los otros dos corresponden a sendos ejemplares de ánforas del tipo dressel 2-4, por sus inconfundibles asas, si bien no se ha podido precisar su lugar de origen, dificultado por ser sin duda el tipo más imitado y difundido del mundo romano, con multitud de áreas de producción identificadas (Molina vidal 1997: 146-147). su cronología de inicio de producción es claramente augustea, siendo recurrente en los contextos de esta época, como es el caso ya mencionado de Valentia (albiach descals et al. 1998). su escasa relevancia en el conjunto analizado, del que suponen tan solo el 1,02% sobre el total de los contenedores de este tipo, debería ponerse más en relación con la presencia abundante de los tipos a los cuales acabará sustituyendo –dressel 1, pascual 1 y layetana 1– que con un problema de datación del contexto, que aparece firmemente sostenido por las diversas clases cerámicas analizadas. por último, sólo nos resta mencionar la identificación de seis ejemplares de ánfora ibérica (el 3,08% de su clase cerámica), cuya problemática radica en su larga perdurabilidad, que sin duda alcanza el principado, siendo difícil distinguir entre elementos residuales y en uso, por lo que no podemos esclarecer si su aparición en el contexto analizado obedece a una u otra causa.

la cerámica ibérica, con un mínimo estimado de ciento diez ejemplares, constituye un 22,35% sobre el total acumulado del conjunto, erigiéndose en el segundo grupo más representado (tabla 3, fig. 6; fig. 9: 1-5). dentro de la distinción funcional establecida por C. Mata parreño y H. Bonet rosado (1992), distinguimos una cerámica de almacenaje, en la que se incluyen cuatro ejemplares estimados, pithoi en todos los casos, que representan el 3,63% del total de la cerámica ibérica. la cerámica de despensa con cuarenta y siete ejemplares individualizados supone el 42,72% y se compone de urnas, lebes y kalathos. la cerámica de mesa con treinta y seis ejemplares estimados y un 32,72% con respecto al total de la cerámica ibérica identificada, se encuentra representada por olpes, cubiletes y platos. Finalmente, dado el estado fragmentario del material, han sido identificados un número indeterminado de veintitrés individuos, que no podemos adscribir sin dudas a ninguno de los grupos referidos, por lo que preferimos aislarlos, que suponen un 20,90% del conjunto de las producciones ibéricas.

Hemos documentado cuatro ejemplares de pithos, que representan el 3,63% del total de la cerámica ibérica. Corresponden a los tipos a.i.2.1 de Mata y Bonet, tres individuos, y a.i.2.2, un único individuo. este último, localizado en

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la u.e. 1067, presenta una decoración consistente en tres bandas de dientes de lobo en el borde, y una banda horizontal sobre el cuello, por debajo de la que se distinguen dos motivos zoomorfos que miran hacia la derecha: un ave de la que se conserva la cabeza, el cuello y parte del ala, y la cabeza de un animal indeterminado.

las urnas suponen el 18,17% del conjunto de la cerámica ibérica, con un total de veinte ejemplares. todas ellas se inscriben dentro del tipo a.ii.2.2.1 de C. Mata y H. Bonet (1992). los lebes están representados por dieciséis ejemplares, que suponen el 15,54% sobre el total de la cerámica ibérica. Corresponden al tipo a.ii.6, sin que podamos precisar el subtipo debido a que sólo se han conservado fragmentos de borde. los kalathos, con once ejemplares individualizados, representan el 10% del total de la cerámica ibérica documentada. se inscriben dentro del tipo a.ii.7, y debido a la fragmentación que presentan, tan sólo dos de ellos se han podido incluir en el subtipo ii.7.2 de perfil troncocónico. todos muestran un borde de ala plana, una decoración de dientes de lobo en el borde, así como bandas y líneas horizontales en el cuerpo. en general se trata de una forma ampliamente documentada a partir del siglo iii a.C., no obstante, el subtipo troncocónico, al parecer de cronología más avanzada, se fecharía ya en el siglo ii a.C.. Hemos identificado diez ejemplares de olpe, que tipológicamente se encuadrarían dentro del tipo a.iii.2.2 de Mata y Bonet (1992). suponen el 9,09% del total de la cerámica ibérica identificada. todos los ejemplares con decoración muestran dientes de lobo sobre el borde. también son comunes las bandas y líneas horizontales, los reticulados oblicuos, los trazos horizontales en las asas, los arcos secantes entrelazados y los trazos horizontales en grupo en los cuellos. destaca uno de los ejemplares por tener representados la cabeza de un conejo o liebre y un ave con las alas desplegadas, motivos característicos del estilo elche-archena. este tipo de vasos corresponden a la forma Xiii b de M. M. ros sala, y ofrecen una cronología tardía, que se situaría a partir del siglo i a.C. (ros sala 1989: 113-116).

Cuatro ejemplares corresponden a cubiletes, un tipo de vaso de borde convexo y cuerpo de tendencia bitroncocónica que no recogen C. Mata y H. Bonet en su tipología, al tratarse de imitaciones de M. ii, documentados en otras zonas de Lucentum (sala sellés et al. 2007: 136), junto con imitaciones ibéricas pintadas de M. X, que también aparecen en este contexto. representan el 3,63% sobre el total de la cerámica ibérica. sólo uno de ellos presenta decoración, consistente en una cenefa de dientes de lobo sobre el borde y motivos vegetales y geométricos en el cuerpo. este tipo de vaso lo encontramos en la “tienda del alfarero” de la alcudia en un contexto de finales del siglo ii - inicios del siglo i a.C. una forma similar fechada por s. nordström en el siglo i a.C. se localiza en el yacimiento de el Monastil (sala sellés 1992: 107). por último, disponemos de varios ejemplares procedentes de Cartagena fechados por M. M. ros sala en torno a la segunda mitad del siglo i a.C. y la primera mitad del siglo i d.C. (ros sala, 1989 101-103). los platos están representados por veintidós ejemplares, que suponen el 20% del total de la cerámica ibérica, correspondientes al tipo a.iii.8.2, de borde reentrante o páteras, documentado durante toda la época ibérica.

si bien muchas de las formas enumeradas presentan un abanico cronológico muy amplio, que en algunos casos va desde el ibérico antiguo al ibérico reciente y otras, por el contrario, se producen tan solo en su última época. nos referimos a los kalathoi de perfil troncocónico, los olpes de boca circular y los cubiletes, que podemos situar en los siglos ii y i a.C. dentro del repertorio decorativo de la cerámica ibérica del conjunto hemos desglosado los distintos motivos identificados, agrupándolos en cuatro grandes grupos: geométricos, vegetales, zoomorfos y antropomorfos.

se observa un claro predominio de los motivos geométricos, siendo los elementos más frecuentes las bandas y líneas horizontales, los costillares, los dientes de lobo, los semicírculos concéntricos y, en menor medida, las líneas en zigzag. las composiciones con estos motivos son características ya en época clásica, hasta llegar a la denominada decoración geométrica estandarizada donde se encuentran bien representadas (llobregat Conesa 1972: 185). la combinación de las líneas en zigzag con los costillares, presente en nuestro conjunto, es uno de los elementos que define la decoración geométrica estandarizada, en parte contemporánea del estilo elche-archena (sala sellés 1992: 124).

los reticulados oblicuos con rombos rellenos alternados quedan bien atestiguados en el conjunto. este motivo se documenta fundamentalmente en la segunda y, sobre todo, la primera centuria a.C. (ros sala 1989: 62; sala sellés 1992: 123), y lo encontramos en contextos de mediados del siglo i a.C. en el tossal de Manises, el Monastil (nordström 1973: ii, 125) y en la alcudia (ramos Fernández 1975: 169, lám. 87, fig. 5).

los arcos secantes entrelazados, que generalmente aparecen en la parte inferior de los vasos y asociados a los reticulados oblicuos, son muy característicos de las producciones ibéricas de los siglos ii y i a.C. (ros sala 1989: 68). Fue constatado con anterioridad en el tossal de Manises (nordström 1973: ii, 141, figs. 26.7 y 32.5) y es muy frecuente en la alcudia de elche (ramos Fernández 1975: 141, lám. 63-64; 1990: 141, lám. 46.1; sala sellés 1992: 53, fig. 27). este motivo suele tener un carácter secundario, al igual que las series de “eses”, siendo recurrente en el estilo simbólico

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y apareciendo, generalmente, en cenefas debajo de las escenas principales. este esquema lo encontramos en uno de nuestros ejemplares, que conserva sobre la cenefa de series de “eses” las patas de lo que pudiera ser un ave. el motivo de series de “eses”, que para M. M. ros sala no aparece antes del siglo ii, y perdura en el siglo i a.C. (ros sala 1989: 69), se documenta en yacimientos como el tossal de la Cala, el Monastil y la alcudia, siendo frecuente en este último yacimiento en la denominada “tienda del alfarero”, que se fecha entre finales del siglo ii y comienzos del siglo i a.C. (sala sellés 1992). las líneas onduladas simples, a modo de cenefa de volutas entrelazadas, aparecen en el único ejemplar de tinaja con hombro identificado. este motivo, que se corresponde con el catalogado como 6 b de F. sala sellés, documentándose desde el siglo iv a.C. hasta el siglo i a.C. (sala sellés 1992: 125, fig. 62.6).

otro de los motivos identificados es el definido por M. M. ros sala como línea recta vertical, con círculo central relleno de color, entre grupos de líneas paralelas verticales (motivo a.1.6) (ros sala 1989: 29, fig. 7, 61). su presencia ya fue señalada por J. lafuente vidal en el tossal de Manises, situándolo entre finales de la república e inicios del imperio (lafuente vidal 1944: 81, fig. 15). se encuentra en el repertorio decorativo de la cerámica ibero-romana de la alcudia (ramos Fernández 1990: 257, fig. 120; 263, fig. 126; 265, fig. 128), apareciendo también en la necrópolis altoimperial del parque de las naciones –formando parte de la decoración de un kalathos empleado como urna cineraria–, fechada entre augusto y tiberio, que pertenece al municipio que aquí presentamos (rosser limiñana 1990-91: 86 y ss.; olcina doménech, pérez Jiménez 1998: 89). los trazos horizontales en grupo se han identificado asociados a retículas oblicuas, a motivos zoomorfos y a dientes de lobo. Corresponden al motivo a.11.1 de M. M. ros sala (1989: 69), que esta autora señala como motivos típicos de los oinochoes, distribuyéndose siempre en el cuello de dicha forma. la combinación de trazos horizontales en grupo en el cuello y de dientes de lobo en los bordes es característica de la forma Xiiib de M. M. ros sala, ampliamente representada desde finales del siglo i a.C. en la alcudia, el tossal de Manises y villena (ros sala, 1989: 113). el último motivo geométrico individualizado se corresponde con el a.11.2 de M. M. ros sala, trazos verticales en grupo, fechado en torno al cambio de era y primera mitad del siglo i d.C., en función de los paralelos establecidos con el tossal de Manises y la alcudia (ros sala 1989: 70). lo hallamos representado en la zona inferior de un fondo que se corresponde con la forma Xiiib de esta misma autora y cuya decoración principal, apenas conservada, consiste en una retícula oblicua.

en lo que respecta a la decoración vegetal, menos abundante que la geométrica, hemos contabilizado cuatro motivos. el primero de ellos se identifica con el motivo B.1.1 de M. M. ros sala, tallos espiriliformes con hojas reticuladas (ros sala,1989: 71), y con el motivo 3 b de F. sala sellés brotes reticulados (sala sellés 1992: 120-122). esta última autora lo encuentra ampliamente representado en el repertorio decorativo del conjunto de la “tienda del alfarero” en la alcudia, señalándolo como uno de los motivos más empleados del estilo elche-archena. las hojas de hiedra, motivo 2 de F. sala sellés, las encontramos formando una cenefa enmarcada por grupos de bandas y líneas horizontales, en un fragmento de pared de un vaso de grandes dimensiones, posiblemente una tinaja. aunque este motivo ya aparece en el siglo iii a.C., es otro de los elementos que caracteriza al estilo elche-archena (sala sellés 1992: 120). el siguiente elemento decorativo corresponde al motivo 1 b de F. sala sellés, flor tipo violácea. la flor en cuestión está incompleta conservando tan solo dos de los pétalos, y aparece representada en un cubilete junto al motivo a.1.6 de M. M. ros sala, línea recta vertical, con círculo central relleno de color, entre grupos de líneas paralelas verticales. los paralelos más cercanos los hallamos en el conjunto de la “tienda del alfarero” de la alcudia de elche, en el tossal de la Cala de Benidorm y en archena (sala sellés 1992: 119). por último, citar un pequeño fragmento en el que aparece el motivo B.3.4 de M. M. ros sala, que se incluye dentro del grupo de hojas esquematizadas (ros sala 1989: 71), y para el que encontramos abundantes paralelos en el repertorio decorativo de la cerámica ibero-romana de la alcudia de elche (ramos Fernández 1990: 257-266, figs. 120-129).

dentro de la decoración zoomorfa hay un mayor predominio de las aves, estando representadas por un total de cinco fragmentos, de los que tres son informes. el primero de ellos corresponde a un prótomo de ave. tres fragmentos corresponden a alas desplegadas, estando representada una de ellas, como ya vimos, en el cuello de un olpe de boca circular, asociada a un conejo o liebre (fig. 9: 4). tanto el tipo de ave como el conejo o liebre, así como la asociación de ambos, son elementos característicos que definen el estilo elche-archena y para los que disponemos de abundantes paralelos en la provincia de alicante, siendo alguno de los más significativos los hallados en la alcudia de elche o en el propio tossal de Manises (sala sellés 1992: 112; ramos Fernández 1990). un último motivo de ave difiere claramente de las anteriores, tanto por sus menores dimensiones como por su trazo más esquemático, apareciendo además asociada a un animal indeterminado. dos fragmentos informes muestran un mismo esquema compositivo, formado por una cenefa de

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hojas de hiedra, en un caso, y de series de “eses” en otro, en cuya parte superior aparecen representadas sendas garras de animales. en el primero de ellos las garras son de mayores dimensiones y muestran unas características protuberancias que también se aprecian en las de algunos carniceros representados en la alcudia (ramos Fernández 1990: 161, fig. 64). el segundo ejemplar muestra unas garras más pequeñas, que quizá podrían corresponder a un ave. en cualquier caso nos encontramos de nuevo ante motivos zoomorfos propios del estilo elche-archena. las diferentes representaciones zoomorfas aludidas están ampliamente representadas en el conjunto de la “tienda del alfarero” de la alcudia de elche en un contexto del tránsito del siglo ii al siglo i a.C. (sala sellés 1992: 198).

Mención aparte merece un fragmento de lebes con decoración figurada, al que ya hemos aludido, y que muestra una escena con un jinete a caballo. los rasgos esquemáticos del jinete, las crines del caballo, así como la doble voluta que separa un motivo muy deteriorado que pudiera ser los cuartos traseros de otro caballo, podrían relacionarse con las decoraciones figuradas narrativas de ciertos vasos de la serreta de alcoy (grau Mira 1996: 103-106). no obstante, en la alcudia de elche encontramos también vasos con este tipo de decoración dentro del estilo elche-archena (ramos Fernández 1990: 222, 238, 239, figs. 97, 113, 114). en cualquier caso, la fragmentación de nuestra pieza nos impide precisar más sobre este aspecto.

dentro de las producciones ibéricas, para finalizar, sólo nos resta señalar, entre los servicios de mesa, la existencia de imitaciones de ejemplares de paredes finas en cerámica ibérica pintada, de las que se detectan dos tazas M. X y un cubilete M. ii (fig. 9: 1-3). en un trabajo anterior (sala sellés et al. 2007: 136) señalamos, a partir del estudio de los ejemplares localizados en el sector B-C que imitaban las formas M. iX y M. X, que a tenor de los resultados de obtenidos sospechábamos que la imitación venía a sustituir a la forma original tras su desaparición. Con los nuevos datos en la mano, hemos de modificar esta opinión, concluyendo que además de perdurar ligeramente a la desaparición de la forma original sin duda son contemporáneos, al menos parcialmente, con ellas.

tras los grupos de producciones anfóricas y cerámicas ibéricas, el tercero más representativo es aquel conformado por las cerámicas comunes de cocina y mesa romanas (tabla 5, fig. 7). este grupo incluye las producciones de cocina, caracterizadas por terminaciones poco cuidadas, pastas toscas, tanto oxidantes como reductoras, con abundantes inclusiones y superficies ennegrecidas por la acción del fuego, así como las cerámicas de servicio y almacenaje de tipología claramente romana. se han individualizado 54 ejemplares que suponen el 10,97% sobre el total del conjunto, correspondiendo el 53,70% del grupo a las comunes y el 46,29% a los elementos de cocina.

las ollas son el tipo más abundante con 19 ejemplares de cocina y 4 en cerámica común, presentando bordes horizontales de sección cuadrangular, y en ocasiones con moldura superior para el ajuste de la tapadera. las cazuelas se encuentran representadas por dos ejemplares, con borde biselado al exterior a arista viva y paredes exvasadas, mientras que se documentan tres ejemplares de tapaderas de cocina más cinco en común, que recuerdan en su forma a las producciones itálicas. el servicio de mesa común presenta mayor diversidad formal, destacando la presencia de cubiletes, platos, tapaderas y jarras que, en cerámica común, imitarán las formas de vajilla fina documentadas en el yacimiento (fig. 9: 6-7).

las distintas producciones de barniz negro (tabla 4, fig. 6; fig. 9: 8-14), con treinta y nueve ejemplares estimados, suponen el 7,92% sobre el total de las cerámicas del conjunto, constituyendo el cuarto grupo estadísticamente más relevante. es significativa la variedad de producciones identificadas, tales como el barnices negros ático, itálico del siglo iii a.C., púnico, las Campanienses a, los ejemplares del Círculo de la Campaniense B, aretinas de barniz negro o producciones de pasta gris propias del siglo i a.C., destacando la ausencia de Campanienses C que sí se atestiguan en otros puntos del enclave.

Como materiales residuales hemos de señalar un ejemplar de lam. 24 en barniz negro ático así como un lecythos de barniz negro ebusitano, cuya carena alta recuerda más a prototipos áticos que itálicos. el ejemplar de barniz negro púnico, forma lam. 42 Bb, es otro de los materiales residuales del conjunto, junto con los tres ejemplares identificados de barniz negro itálico del siglo iii a.C., que suponen el 7,69% del barniz negro identificado. uno de ellos es un fondo indeterminado que hemos atribuido con reservas al taller de las pequeñas estampillas; otro corresponde a la forma lamb. 42Bb/F 4152, vaso que deriva del bolsal ático F 4162 (sparkes, talcott 1970: 532-561) –la producción de esta copa de dos asas horizontales, que tiene una talla algo mayor (13/14 y 16/18 cm) que la de los ejemplares áticos (10/12 cm) (Bats 1988: 104-105), se situaría en la italia central hacia los inicios del siglo iii a.C.–; el último ejemplar identificado de esta producción lo hemos atribuido al tipo lamb. 25/F 2765, una copita de pequeñas dimensiones heredera de forma lamb. 24/F 2786 (sparkes, talcott 1970: 943-944).

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la Campaniense a esta representada por ocho individuos, que suponen el 20,51% del total de la cerámica de barniz negro identificada, constituyéndose en el segundo grupo más numeroso tras las cerámicas del Círculo de la Campaniense B. dos ejemplares corresponden al plato lamb. 5-7/F 2250-80, producido sólo en Campaniense a tardía (vivar lombarte 2005: 29), uno al plato lamb. 6/F 1431-1452, otro a una copa lamb. 8 B / F 2942, un ejemplar de copa lamb. 27 a-b, dos de la forma lamb. 31b y un plato lamb. 36, que a excepción de la copa lamb. 27 a-b, se fabricarán hasta el final de la producción (vivar lombarte 2005). varios de los ejemplares muestran las características de la fase tardía de las Campanienses a, en la que se aprecia una pérdida en la calidad de las piezas con respecto a los productos clásicos. las pastas ofrecen una tonalidad granate o marrón oscuro, un torneado descuidado e irregular y barnices de color marrón rojizo, situándose su cronología hacia el 100/40 a.C. (Morel, 1980: 102; 1981: 47). en ampurias el final de las importaciones de Campaniense a se sitúa en contextos bien datados del tercer cuarto avanzado del siglo i a.C., pudiendo llegar en torno a los años 30. la aparición de las sigillatas itálicas marcaría el fin de las importaciones de barniz negro en esta ciudad (aquilué i abadías et al. 2000: 40). en Ilerda se propone una fecha en torno al 30 a.C. para el final de las importaciones (payà Mercé 2000: 233), y en la zona central de la costa layetana se plantea una perduración del uso hasta el cambio de era (garcía roselló, pujol i del Horno, zamora Moreno 2000: 60). en Tarraco se documenta el dominio de los barnices negros de Cales, Campanienses B y, en menor medida, Campanienses a tardías, durante los primeros años del gobierno de augusto, siendo progresivamente substituidos por los barnices rojos itálicos, evidenciando la aceptación y larga perdurabilidad que tuvieron estas producciones (díaz garcía, otiña Hermoso 2003: 75).

al igual que en la capital de la Citerior, el grupo dominante dentro de las producciones de barnices negros lo constituye el del Círculo de la Campaniense B10, al cual pertenecen 17 individuos que suponen el 43,59% del conjunto. el inicio masivo de la exportación se sitúa hacia el 125 a.C., sin embargo, los niveles en los que sus porcentajes son ya superiores a la Campaniense a parecen situarse a partir del 100-75 a.C. este predominio de las producciones campanienses del Círculo de las B frente a la Campaniense a, se observa en algunos puntos de las comarcas septentrionales de litoral valenciano hacia el 75 a.C. (arasa i gil 2000: 86). en la ciudad de valencia este cambio se fecha en torno al 110-90 a.C. (ribera i lacomba 2000: 93); por su parte, en el foro de ampurias, en contextos de los años 80-70, se observa un equilibrio entre ambas producciones, mientras que, a mediados de siglo, el porcentaje de la Campaniense del tipo B es tres veces superior al de la Campaniense a (aquilué i abadías et al. 2000: 41). en Baetulo ambas producciones están a la par, y tan sólo a mediados del siglo i a.C. se observa una acentuación en el dominio de las B en detrimento de la Campaniense a (grau i segú et al., 2000: 75), constatado también en Tarraco (díaz garcía, otiña Hermoso 2003: 73-75). en Pollentia la Campaniense a es mayoritaria en niveles del 120-80 a.C., mientras que en contextos del 80 y del 50 a.C. ya hay un predominio de la Campaniense del tipo B (sanmartí grego, principal i ponce 2000: 146). en total hemos documentado un mínimo de diez platos que se constituye en la forma mejor representada de esta producción, con casi el 60% de porcentaje dentro del grupo. tres ejemplares corresponden a la forma lamb. 5 / F 2255, 2257 y cuatro a la forma lamb. 7 / F 2283-84, constatándose dos ejemplares de la forma lamb. 5-7.

la forma lamb. 1 se encuentra representada por un mínimo de cuatro individuos y se sitúan dentro de las series F 2321-22 y F 2331. en Pollentia los ejemplares identificados de esta última serie con procedencia estratigráfica conocida, vienen del nivel iv de sa portella, al que se le sugiere una cronología del tercer cuarto del siglo i a.C. (sanmartí grego et al. 1996: 31). así mismo, la especie 2330 se encuentra en el estrato iv de la Muralla robert de ampurias, datada aproximadamente hacia el 80/75-50/40 a.C. (sanmartí grego 1978: 300 y 310). la copa lamb. 2 / F 1220 aparece documentada por dos ejemplares. en el foro de ampurias, esta forma está ausente en los niveles de los años 80-70 a.C., documentándose ya en contextos de mediados de siglo y de los años 40-30 a.C. (aquilué i abadías et al. 2000: 35-39). en la zona central de la costa layetana se constata a partir del 100-75 a.C. hasta el 25-cambio de era (garcía roselló, pujol i del Horno, zamora Moreno 2000: 65-67). por último, la forma lamb. 10 / F 3451 se encuentra representada por un único ejemplar. en la mayoría de yacimientos esta jarrita de dos asas ofrece porcentajes menores que las anteriores formas citadas. en la cisterna de Burriac se documenta un solo ejemplar en niveles de la fase 90-70 a.C., y otro en la fase 70-40 a.C. (Miró i Canals, pujol i del Horno, garcía roselló 1988: 19, 57, 111). en Pollentia los ejemplares identificados con procedencia estratigráfica se fechan en pleno siglo i a.C. (sanmartí grego et al. 1996: 36).

relacionadas con las producciones del Círculo de la Campaniense B, sobre todo con el tipo B etrusco, encontramos un ejemplar de aretina de barniz negro, que representa el 2,56% del conjunto de estas producciones en el contexto analizado. su fabricación se localiza en arezzo durante el siglo i a.C. (principal i ponce, 2005: 50). Corresponde a un fondo de pátera de grandes dimensiones que, por su característico pie con resalte interior (141c/178d 1), se incluiría en la

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forma lamb. 7 / F 2286-87 / Cons. 1.1. entre otros lugares, se localiza en Ilerda y en Iluro, en niveles de la segunda mitad del siglo i a.C. (garcía roselló, pujol i del Horno, zamora Moreno 2000: 62; payà Mercé 2000: 236); en ampurias, en contextos avanzados del siglo i a.C. (aquilué i abadías et al. 2000: 42-43); y en Baetulo, en niveles de mediados del siglo i a.C. (grau i segú et al. 2000: 77), al igual que ocurre en Magdalensberg (ribera i lacomba 2000: 427). no es una producción frecuente en el tossal de Manises, no obstante conocemos dos ejemplares más que presentan marcas en disposición radial. uno procede de los fondos antiguos y presenta la estampilla q·aF, marca del alfarero q. af(ranius) (oxé, Comfort 1968: nº 28); el otro, aunque procede de excavaciones recientes, apareció en niveles superficiales, y muestra la impronta C·v del alfarero C. um(m)idius (oxé, Comfort 1968: nº 2460). si bien ambos ejemplares se encontraron fuera de contexto, el hecho de que estos dos ceramistas aretinos produjeran tanto en barniz negro como en barniz rojo, nos lleva a situar las importaciones hacia el 40/20 a.C. (oxé, Comfort, Kenrick 2000).

para finalizar las producciones de barniz negro, sólo nos resta señalar el grupo de los barnices negros de pasta gris, representado en yacimientos con contextos del siglo i a.C y que copia las formas del Círculo de la Campaniense B y la C. en ampurias se documentan en contextos del 40/30 a.C. a la cabeza de las cerámicas de barniz negro, y sólo superada en el grupo de las cerámicas de importación por las paredes finas (aquilué i abadías et al. 2000: 32 y 43). en Ilerda se encuentran ausentes en contextos del 80 al 50 a.C., escasamente representadas en contextos del 50 al 30 a.C., y bien representadas en niveles del 30 a.C. al cambio de era (payà Mercé 2000: 242-245), y en el contexto que analizamos constituyen casi el 18% del conjunto, con siete ejemplares identificados. en un trabajo anterior (sala sellés et al. 2007: 138, gráficos 4 a 7) ya hicimos referencia a que en el sector B-C del yacimiento estas producciones siempre superarán porcentualmente a las de Campaniense C, ausente totalmente en el contexto que presentamos, estando bien representadas en el registro hasta época de tiberio, donde se igualará a la Campaniense a ya como material residual. los platos, uno de la forma lamb. 5 –2,56%–, otro indeterminado –2,56%– y dos de la forma lamb. 5-7 –5,12%–, son el tipo más representado del grupo, siendo el otro el de las copas, una de la forma lamb. 2 –2,56%– y otra indeterminada, con el mismo porcentaje.

el quinto grupo mejor representado, con 27 ejemplares identificados que suponen el 5,49% del total del conjunto, es el de la vajilla común itálica y las cerámicas de barniz rojo pompeyano (tabla 6, fig. 7) y (fig. 10), que sólo suponen el 11,11% del grupo, con tres ejemplares identificados, uno de ellos indeterminado. las pastas de las piezas individualizadas presentan una gran homogeneidad, mostrando unas tonalidades que oscilan entre el rojo anaranjado y el marrón rojizo, con abundantes partículas negras y brillantes. la procedencia de este tipo de arcillas se localiza en el campo vesubiano, y su utilización se situaría en los múltiples talleres que debieron existir en la Campania desde aproximadamente mediados del siglo ii a.C. hasta finales del siglo i d.C. (aguarod otal 1991: 40-42).

ocho ejemplares corresponden a la cazuela de borde bífido vegas 14, que supone el 29,62% de la cerámica itálica de cocina identificada. si bien su producción está constatada desde la segunda mitad del siglo ii a.C. hasta mediados del siglo i d.C., su difusión se centra fundamentalmente durante el siglo i a.C., siendo numerosos los contextos de mediados del siglo i a.C. en los que se encuentra esta forma (aguarod otal 1991: 93-96), así por ejemplo, en Iluro se documentan en niveles de los años 50 al 25 a.C. y del 25 a.C. al cambio de era (garcía roselló, pujol i del Horno, zamora Moreno 2000: 66-67), siendo atestiguada en contextos del Mediterráneo occidental hasta mediados del siglo i d.C. (Bats 1993: 360).

los platos-tapadera están representados por trece ejemplares, que suponen el 48,14% del total de este conjunto, y un 54,17% de las cerámicas comunes itálicas. la forma Celsa 80.8145 está documentada por once ejemplares. tanto las características de las arcillas (pasta 2 de aguarod) como el ahumado que presentan sus bordes las incluyen dentro del grupo de cronología más moderna que C. aguarod distingue dentro de esta forma, que se sitúa desde mediados del siglo i a.C. hasta mediados del siglo i. d.C. (aguarod otal 1991: 113-115). de la forma Celsa 79.15 hemos individualizado un solo ejemplar, que en la tarraconense se documenta desde época augustea hasta principios del siglo ii d.C. (aguarod otal 1991: 117-118), aunque su origen parece ser más antiguo. por último, hemos atribuido un ejemplar al plato-tapadera Celsa 79.106, forma que se fecha desde inicios del siglo ii a.C. hasta mediados del siglo i d.C. (aguarod otal 1991: 102). los tres ejemplares restantes pertenecen a cazuelas de la forma Celsa 79.28, aparecida en contextos desde mediados del siglo ii a.C. hasta el cambio de era, apareciendo como material residual hasta mediados del siglo i d.C. (aguarod otal 1991: 102-103). por su parte, las producciones de barniz rojo pompeyano se reducen a tres ejemplares, uno de ellos de forma no identificada y otros dos de la Forma 3. luni 1 (aguarod otal 1991: 63-67), que aparece en las últimas décadas del siglo ii a.C., llegando a época de augusto, e incluso de tiberio, como una perduración o ya de forma residual.

las paredes finas (tabla 7, fig. 7) y (fig. 10) se encuentran representadas por 20 ejemplares estimados, con el 4,06% sobre el total del conjunto. el repertorio formal es bastante amplio, distribuyéndose en poco más de una decena de formas

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reconocidas, algunas con reservas dado su precario estado de conservación. de éstas, la M. id y la M. ii, con un ejemplar cada una, presentan fechas de final de producción en torno a los años 50 y 20 a.C., respectivamente, siendo a priori las más antiguas del conjunto (lópez Mullor 1989; passelac 1993a).

un segundo grupo de producción estaría compuesto por las formas M. ii/iii, M. iii, M. iiia, M. v y l.M. lvii11, cuyos fines de producción se situarán hacia el cambio de era. los tipos mejor representados son el de la M. ii/iii y la M. iii, con un 15% sobre el total del conjunto en ambos casos. el cubilete M. ii/iii, cuya producción comienza el torno al 100 a.C. prolongándose hasta el cambio de era (passelac 1993a: 512), presenta su máxima expansión en época augustea (lópez Mullor 1989: 113); los ejemplares de cubilete M. iii identificados son de origen itálico y su cronología se centra desde mediados del siglo ii hasta finales del siglo i a.C. (lópez Mullor 1989: 104), aunque M. passelac (1993a: 513) reduce la cronología de la forma desde mediados del siglo i a.C. al cambio de era. en la cisterna de Burriac, las primeras importaciones de vasos itálicos de esta forma se sitúan a partir del 80-70 a.C. (Miró i Canals, pujol i del Horno, garcía roselló 1988: 114), siendo una forma muy abundante en la fase 4 del anfiteatro de Cartagena, fechada entre el 40/30 a.C., junto a las formas i y ii de F. Mayet y sigillatas itálicas antiguas (pérez Ballester 2000: 134). el ejemplar de M. iiia presenta una horquilla cronológica que M. passelac (1993a: 513) sitúa entre el segundo cuarto del siglo i a.C. y el cambio de era, que a. lópez Mullor (1989: 108) alarga hasta el 20 d.C. Más restringida es la cronología del cubilete M. v, entre mediados del siglo i a.C. y el cambio de era (passelac 1993a: 514), prolongando a. lópez Mullor (1989: 120) su uso hasta época tiberiana. por último encontraríamos formando este grupo a la jarra l.M. lvii, cuya cronología se extiende a lo largo del siglo i a.C. concentrándose en su último tercio, si bien la forma no aparece recogida en el diCoCer (py 1993) y la fabricación ebusitana que le otorga a. lópez Mullor (1989: 214) no aparece reflejada por J. a. Mínguez Morales (2005: 351-352); no obstante pudiera incluirse dentro del tipo XXiii, de producción ebusitana, recogido por J. a. Mínguez, y vinculado por a. lópez Mullor (1989: 148) con la forma lvii, datándose en este caso desde el último tercio del siglo i a.C. hasta mediados del i d.C., coincidiendo con M. passelac (1993a: 517).

el tercer grupo de paredes finas documentadas está compuesto por los ejemplares de las formas M. Xii, M. Xii o Xiv, M. Xvi, M. XXiv y M. XXXiii, cuyas fechas de inicio de producción son ya augusteas y seguirán fabricándose hasta el final del principado (M. Xiv y M. Xvi), época tiberiana (M. XXXiii) o el gobierno de Claudio (M. Xii y M. XXiv). dos ejemplares presentan características formales y técnicas que los sitúan entre los cubiletes de paredes cilíndricas M. Xii o M. Xiv, siendo en ambos casos su procedencia itálica, por lo que es difícil determinar a cual de ellos pertenecen los fragmentos documentados12. F. Mayet situó la cronología de ambos vasos en época augustea (Mayet 1975: 50-52), sin embargo su presencia en numerosos contextos podría centrar su expansión a partir de inicios del último cuarto del siglo i a.C., llegando su producción, al menos, hasta inicios del reinado de tiberio en el caso de la M. Xiv y hasta época claudia en el caso de la M. Xii (lópez Mullor 1989: 133-138; passelac 1993a: 516). en la zona de Iluro la forma Xiv se documenta en contextos de los años 50 al 25 a.C. asociada a las formas M. ii y iii, y en contextos del 25 a.C. al cambio de era junto a las formas M. ii, iii, iX, X, Xii y XX, encontrándose también la forma M. Xiv; en ambos contextos citados, y ya de forma masiva en el segundo, se constata la presencia de sigillatas itálicas (garcía roselló, pujol i del Horno, zamora Moreno 2000: 66-67). el cubilete M. Xvi, con dos ejemplares, posee una cronología exclusivamente augustea (lópez Mullor 1989: 139; passelac 1993a: 517); de mediados del gobierno de augusto a época claudia se situaría la producción del ejemplar de cubilete M. XXiv y, finalmente, los tres individuos de M. XXXiii, presentarían según M. passelac (1993a: 519) la fecha de inicio de producción más temprana del conjunto, comenzando a fabricarse a partir del 10 a.C., que a. lópez (1989: 161) retrasa hasta el 25-30 a.C., para finalizar su manufactura en torno al 30 d.C.

los morteros (tabla 8, fig. 7) están representados por un mínimo de dieciocho individuos, que suponen el 3,66% sobre el total de las cerámicas del conjunto. la mayoría de los ejemplares, once individuos, –el 61,11% del grupo– se caracterizan por una gran homogeneidad tanto en su morfología como en las pastas. Éstas muestran las mismas características que las arcillas de los tipos anfóricos béticos ya descritos, por lo que su fabricación habría que situarla en los mismos centros de producción. Muestran un borde de sección alargada y cóncava al exterior, presentando estrías en la superficie interna y ofreciendo unos perfiles muy similares al tipo itálico CoM-it-8f, cuya cronología se sitúa desde el 125 hasta el 25 a.C. (Bats 1993: 362), perviviendo probablemente más tiempo que el prototipo itálico, coincidente con el creciente peso de las producciones béticas en los reestructurados mercados altoimperiales.

tres ejemplares itálicos han sido identificados, correspondiendo dos de ellos a la forma Emporiae 36,2. su producción se inicia aproximadamente desde mediados del siglo ii a.C., para desaparecer durante la segunda mitad del siglo i a.C. la comercialización de estos recipientes, cuyo origen se sitúa en la Campania, está íntimamente ligada a las importaciones de vinos itálicos en los contenedores dressel 1 (aguarod otal 1991: 123-126), abundantes en el contexto analizado. en

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la ciudad de Iluro se encuentran en contextos del 50 al 25 a.C. y del 25 a.C. al cambio de era (garcía roselló, pujol i del Horno, zamora Moreno 2000: 66-67). esta producción vino a ser substituida por la forma dramont d1, del que se constata un ejemplar, que empezará a producirse en torno al 40 a.C. para finalizar su producción en época flavia (aguarod otal 1991: 137-138), encuadrándose por tanto en la cronología propuesta para la fundación del complejo forense altoimperial. los cuatro ejemplares restantes de mortero, muy fragmentados, corresponden a tipos indeterminados.

las sigillatas itálicas (tabla 9, fig. 8) y (fig. 10) contabilizan once ejemplares que suponen el 2,23% del total del conjunto, repartidas en siete formas identificadas y una sin identificar, situándose sus fechas de inicio de producción entre los años 40/30 a.C. y el 15 a.C.. la forma más antigua atestiguada es un ejemplar del plato Cons. 1.1, que recordemos también está presente en el contexto como aretina de barniz negro, fabricado desde inicios de la producción de barniz rojo itálico hasta el 15 a.C. (roca roumens 2005: 93); con el mismo inicio de producción, perdurando hasta el 10 d.C. encontraríamos un ejemplar de copa Cons. 7.2 (roca roumens 2005: 94). dos ejemplares de plato Cons. 2.1, datados entre el 20 y el 10 a.C., fueron identificados, presentando la misma cronología que el ejemplar Cons. 5.3 atestiguado (roca roumens 2005: 94; passelac 1993b: 556). Cinco son los ejemplares cuyas fechas de inicio de producción se sitúan en torno al 15 a.C., suponiendo el 50% de las sigillatas con forma identificadas, repartiéndose en un ejemplar de copa Cons. 14.1 –producida entre el 15 a.C. y el cambio de era–, dos platos Cons. 12.1 y dos copas Cons. 22.1 –ambas formas con fechas de producción comprendidas entre el 15 a.C. y el 15 d.C.– (roca roumens 2005; passelac 1993b; ettlinger et al. 1990). así pues, para las fechas propuestas para el conjunto, las formas Cons. 1.1, 2.1 y 5.3 habían finalizado su producción, estando en su apogeo las formas Cons. 7.2, 12.1, 14.1 y 22.1.

si bien el peso específico de las sigillatas itálicas en el contexto es manifiestamente reducido, sólo un 2,23% del total, esto se debe, como en los demás casos sobre los que más adelante volveremos, a la alta representatividad de u.e. 1067 –con seis mil doscientos sesenta y ocho fragmentos de los ocho mil seiscientos sesenta y seis que suma el total de piezas revisadas (un 72,33% de los fragmentos y un 56,50% del número mínimo de individuos identificados)–, con unas fechas ligeramente más antiguas y donde su rasgo característico es precisamente la ausencia de las producciones de barniz rojo itálico. si atendiéramos al conjunto prescindiendo de esta unidad, los porcentajes variarán significativamente, sumando entonces las sigillatas itálicas el 5,14% de número mínimo de individuos, muy cerca del 7,47% de las producciones de barniz negro y de las paredes finas, con idénticos porcentajes. en época de tiberio, marcando el final de la obra del foro en la parte del area sacra, los porcentajes de las sigillatas itálicas supondrán el 14,28%, cayendo la representación de las producciones de barniz negro al 7,14%, reflejando el proceso de sustitución de la nueva vajilla y su generalización, atestiguada con anterioridad en otras zonas del imperio (ribera i lacomba 2006: 427; díaz garcía, otiña Hermoso 2003: 78).

el noveno grupo más representativo es el formado por las lucernas (tabla 10, fig. 8; fig. 9: 15-16), de las que se han constatado seis ejemplares que sólo representan el 1,22% del conjunto, una de ellas indeterminada. el ejemplar más antiguo corresponde al tipo Bussière a vi 1/ricci g (fig. 9: 13), lucerna que parece estar ya presente en la segunda mitad del siglo ii a.C.. en Albintimilium se documenta desde el 130 al 30 a.C., siendo su período de mayor difusión en torno al año 70 a.C. (ricci, 1974, 222-223), cronología con la que parecen estar de acuerdo C. Casas y v. soler (2006: 26), aunque recientemente r. Celis Betriu (2005: 440) las sitúe en la segunda mitad del siglo i a.C. las pastas grises y el barniz negro brillante que frecuentemente las cubre, ha supuesto que se las relacione con las Campanienses del tipo C (ricci 1974, 226), aunque el mal estado de conservación de nuestro ejemplar, que también presenta la pasta gris y un barniz negro muy perdido, nos impide precisar si se adscribiría a esta última producción.

dos ejemplares han sido identificados como Bussière a vi 4/dressel 2 y Bussière a vi 5a/dressel 2/3, con reservas, dado el estado fragmentario que presentan los escasos restos recuperados, produciéndose ambas durante la segunda mitad del siglo i a.C. (Celis Betriu 2005: 440; Casas i genover, soler i Fusté 2006: 26). destaca la vinculación de éstas, especialmente la Bussière a vi 4/dressel 2, con las formas antiguas de sigillata itálica y Bussière a vi 1/ricci g en la fase iv del anfiteatro de Cartagena, cuyo momento de formación se sitúa a partir del 40/30 a.C. (pérez Ballester 2000: 134). Bien conservado se encuentra el ejemplar de la forma Bussière a vi 6a/dressel 3, decorado con motivo antropomorfo, siendo la primera forma con decoración en el disco (Celis Betriu 2005: 419), que se conserva prácticamente entera y que se fabrica en la segunda mitad del siglo i a.C. Finalmente, se ha identificado, muy fragmentada, un ejemplar de lucerna de volutas del tipo Bussière B i 1/loeschke i13, con el margo de las loeschke 1 ó 2a, producida en los principados de augusto y tiberio (Bussière 2000), siendo contemporánea por tanto a la fundación del foro altoimperial lucentino.

para finalizar, sólo nos resta mencionar una serie de producciones constatadas en proporciones muy reducidas que, salvo el caso de los dolia –cuatro que suponen el 0,81% del conjunto total–, no superan el 0,40% de la muestra

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(tabla 11, fig. 8). estos cuatro ejemplares, debido a su pequeño tamaño y al escaso grosor de sus paredes, se incluirían en los denominados doliola, contenedores de idénticas características técnicas, morfológicas y funcionales que los primeros, diferenciándose de éstos por ofrecer unas dimensiones más reducidas.

sólo un ejemplar ha sido clasificado como cerámica gris ampuritana, compuesto por un pequeño fragmento de borde vuelto de sección cuadrada cuyo tipo nos es imposible precisar; esta producción, muy definida y realizada entre el 200 a.C. y el último cuarto del siglo i a.C., se vio substituida a partir de esta fecha por las cerámicas ampuritanas tardías, que sobrevivirían para ir diluyéndose hasta desaparecer a partir del segundo cuarto del siglo i d.C. (nolla Brufau, sagrera i aradilla, Burch rius 2007: 48), que al presentar las mismas características técnicas que nuestro ejemplar lo dota de un amplio marco temporal en el que se nos hace difícil discernir si aparece en el conjunto como material residual o todavía en uso. se han documentado dos ejemplares de cerámica común púnica, una jarra y un lopas, atestiguado este último de forma masiva en los contextos tardorrepublicanos y augusteos de Tarraco (díaz garcía, otiña Hermoso 2003: 77), por lo que su uso en este momento es evidente. por su amplio marco temporal, difícil es precisar si la común púnico-ebusitana identificada estaba en uso o aparece como material residual, al igual que los dos ungüentarios identificados, uno de ellos de probable origen púnico o ebusitano.

Finalmente, se constatan cuatro fragmentos de dos ejemplares de cerámica africana de cocina, dos cazuelas u ollas indeterminadas, que suponen el 0,40% del número mínimo de individuos identificado y el 0,046% de los fragmentos contabilizados. la representatividad estadística de esta producción es ínfima, si bien su existencia nos obliga a plantear la causa de su presencia. aunque el inicio de esta producción se atestigua en torno al cambio de era (atlante 1981), en Tarraco no se documenta hasta momentos avanzados del gobierno de tiberio o inicios del de Claudio (díaz garcía, otiña Hermoso 2003: 78). en Lucentum queda patente su presencia desde tiempos augusteos, aunque tendremos que esperar a la segunda mitad del siglo i d.C. para que su presencia sea significativa (olcina doménech, ramón sánchez 2000: 412). es por ello, que las evidencias disponibles sitúan la aparición de esta producción desde finales del siglo i a.C. o inicios del siglo i d.C., siendo acorde con la cronología tardoaugustea que proponemos para el contexto; no obstante, no podemos descartar que se trate de intrusiones de material tiberiano, pero su presencia en las unidades al interior y exterior del foro aquí presentadas, así como en los contextos de fin de obra ya de época tiberiana, sugieren una pauta más acorde con la primera posibilidad que con su supuesto carácter intrusivo14.

dentro de los materiales no cerámicos localizados, claramente minoritarios, destacaríamos la presencia de escasos restos de fauna y malacofauna, un glande de plomo, una fusayola acéfala bicónica, una aguja de hueso, un fragmento de molino, un alisador, un pondus, fragmentos de hierro, bronce y plomo, así como restos constructivos formados por ladrillos, tegulae, fragmentos de opus caementicium, restos de estuco y partes de una cornisa realizada en piedra local, siendo este tipo de restos, los constructivos, recurrentes en las unidades relacionadas con la creación del foro altoimperial y sus alrededores.

analizado en conjunto, el rasgo más relevante del contexto presentado es sin lugar a dudas el peso “excesivo” de u.e. 1067 –que recordemos una vez más presenta el 72,33% de los fragmentos y el 56,50% del número mínimo de individuos identificados–, siendo además donde se concentra mayoritariamente el material residual y donde no aparecen las formas más modernas documentadas: especialmente destacada es la ausencia de sigillatas, siendo sus materiales más modernos cinco ejemplares de ánforas dressel 7/11, uno de dressel 2-4 y dos de paredes finas de la forma M. Xii o Xiv. desconocemos el origen de esta unidad, prácticamente compuesta por material cerámico, entre el que destacan los contenedores anfóricos (fig. 4.2), pero es innegable el hecho de su utilización como estrato de regularización en la obliteración de las tabernas anexas al espacio interpretado como foro i para la construcción del foro ii. este aspecto queda atestiguado por el hecho de que cubra puntualmente tanto al muro perimetral del espacio abierto del foro i –u.e. 1064– como a los muros que delimitan la antigua taberna que queda colmatada –uu.ee. 1055 y 1056–, por lo que su adscripción al hecho fundacional del foro ii es innegable, obedeciendo a causas probablemente pragmáticas su empleo: por cuestiones de disponibilidad, cercanía, funcionalidad, etc… si omitiéramos su peso en el análisis (tabla 12, fig. 8), observamos cómo se producen cambios notables en la representatividad de las producciones, más ajustadas a la realidad de su época, marcando una tendencia evolutiva que continuará en tiempos de tiberio.

cOncLUSiOneS

en vista de los datos analizados, la fecha post quem que ofrece el conjunto estudiado ha de situarse a partir de la última década del siglo i a.C., siendo por tanto sus materiales más recientes los ejemplares de M. XXXiii y los de africana de

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cocina atestiguados15. esta fecha post quem se muestra coherente con las decoraciones pictóricas del apodyterium de las termas de popilio y con el programa musivario del area sacra, por lo que proponemos una fecha tardoaugustea para el inicio de la construcción del área civil del foro altoimperial lucentino. si bien la obra comenzó por esta parte del complejo arquitectónico, los materiales indican que la intervención concluiría pocos años después, ya en el principado de tiberio, con la colmatación, contemporánea a la construcción, de los muros de contención que contornean la cabecera del foro. insistimos de nuevo en que estas ligeras diferencias cronológicas no han de ocultar el hecho de que se trate de una obra unitaria, acometida en un solo acto.

dos son los contextos materiales que señalan el fin de obra, ambos con escaso material, pero muy ilustrativo. el relleno de la terraza suroeste –u.e. 4881– (fig. 4.1), a las espaldas del edificio del pavimento de opus signinum y al so del templo, contenía ciento treinta y un fragmentos cerámicos donde se identifica un número mínimo de individuos de quince ejemplares, entre los que destaca un plato Cons. 4.6, producido entre los años 15 y 50 de la era (roca roumens 2005: 94), una copa de la forma Cons. 22, sin que podamos precisar el subtipo –recordemos que los subtipos 1 a 3 comienzan a fabricarse en torno al 15 a.C. y las variantes 5 y 4 desde los años 10 y 15 d.C. respectivamente (roca roumens 2005: 97), y un plato indeterminado con sello de cartela rectangular en doble registro con la marca Cn·ate / zanti, perteneciente a uno de los libertos de Cn(eo) ate(ius), Xanthus (oxé, Confort 1968: nº 176), que comenzarían a firmar los productos de la Muette de lyon alrededor del 10 a.C. y desde el 5 a.C. las producciones de los talleres pisanos (roca roumens 2005: 87).

al otro lado del templo, en el solar de la habitación del horno, reconvertido ahora en espacio abierto de tránsito, se documentan dos unidades de colmatación –uu.ee. 5437 y 5282– que suman ciento quince fragmentos cerámicos entre los que se contabilizan un mínimo de doce ejemplares16. en una de estas unidades, u.e. 5437, se recuperaron los restos de un ejemplar de copa M. XXXv17 con decoración arenosa, cuya fecha de inicio de producción coincide con el inicio del gobierno de tiberio (passelac 1993a: 519), si bien a. lópez Mullor (1989) retrasa este momento a época augustea. Junto con esta pieza, con fechas de inicio de producción más antiguas, reconocemos una M. XXiv (datadas entre el 10 a.C. y el 50 d.C.), una Cons. 22.1 en terra sigillata itálica, fabricadas durante todo el principado de augusto, y una fuente o cazuela africana de cocina de fondo plano, siendo el resto de los materiales más imprecisos en su cronología por presentar mayores horquillas cronológicas en su manufactura.

atendiendo a las cronologías proporcionadas por los materiales de los paquetes que regularizan la cabecera del foro, coincidiendo con la misma fase de construcción del primer edificio anexo al se del foro –probablemente un aedes–, contra el que se adosará una vez construido una taberna –que ya presenta entre sus materiales de fundación las primeras sigillatas sudgálicas del yacimiento18 acompañadas de sigillatas itálicas Cons. 32, cuyas variantes más modernas, sin contabilizar la tardo-itálica, llegarán al principado de Claudio (roca roumens 2005: 98)–, coincidente con la reforma de las termas de popilio en una fecha posterior al 23-29 d.C. realizada por Marco popilio onyxs19, denotan que fue en este momento cuando finalizarán tanto la construcción del foro altoimperial como la adecuación de sus estructuras adyacentes y próximas, configurando el núcleo civil y religioso de esta pequeña urbe que tan solo medio siglo después comenzará a presentar los signos de su inexorable decadencia.

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(plin., N.H., iii, 3, 19-20). 4. Fundada, a tenor de los datos expuestos por g. alföldi (2003), en primera instancia en torno al año 42 a.C., como Colonia Iulia Ilici –con el status de

colonia inmunis–, y refundada como Colonia Iulia Ilici Augusta –recibiendo el ius italicus– entre los años 27 y 19 a.C., o en una fecha inmediatamente posterior, y en cualquier caso anterior al año 12 a.C., ya que las menciones realizadas por plinio el viejo relativas a la geografía política de Hispania se basan en la obra geográfica de Agrippa, finalizada poco antes de su muerte acaecida ese año.

5. identificada por J. Corell vicent (1999) con Allon, g. alföldi (2003: 49) señaló la ausencia de fundamentos convincentes para ello. un reciente trabajo aporta nuevas evidencias arqueológicas que se suman a los argumentos tradicionales para defender la nomenclatura antigua de la actual vila Joiosa, aunque el autor de éste reconoce que a falta de certeza, a día de hoy constituye la explicación más probable (espinosa ruiz 2006: 237). así pues nos encontraríamos, muy probablemente, con la antigua Allon, fundada como municipium en torno al año 73/74 d.C., con la Lex Flavia Municipalis.

6. recordemos que en los contextos del último tercio del siglo iii a.C. aparecen materiales áticos de finales del siglo v o inicios del siglo iv a.C. (olcina doménech 2005: 158; olcina doménech, pérez Jiménez 2007: 26), iniciándose en esos momentos una de las pautas que se irá repitiendo a lo largo de toda la secuencia estratigráfica del tossal de Manises.

7. entre los escasos restos materiales recogidos asociados a la fundación y uso del posible foro i destacan fragmentos indeterminados de dolia y ánforas romanas, paredes finas de las formas M. i, ii y iii, Campanienses a y del Círculo de las B, de las formas lam. 5 y 5 ó 7, así como cerámicas itálicas de cocina de las formas vegas 14, Celsa 79.28 y Celsa 80.8145 (vid. olcina doménech, tendero porras, guilabert Mas 2007: 86-87).

8. estudiado por B. soler Huertas, de próxima publicación en el estudio monográfico del foro lucentino.

9. este grupo presenta características formales que no coinciden plenamente con el tipo definido por J. Molina (1997: 145-146), aunque la investigación en portugal las agrupe, junto con las lomba do Canho 67, dentro de la Classe 67 (arruda, viegas, Bargão, 2005: 285).

10. siguiendo los criterios de J. principal (2005) se incluyen en este apartado las cerámicas identificadas de pastas claras –del beig rosado al beig anaranjado, con partículas blancas y micáceas visibles– que presentan idénticas características a las producciones calenas definidas por l. pedroni (1986). aunque no tengamos la certeza de la procedencia calena de las mismas, sus características técnicas las situaría dentro del área campana. la única excepción la presenta un ejemplar, el fondo de un plato lamb. 5-7/F 2250, 2280, que muestra unas características distintas que la emparentan con las producciones portuguesas individualizadas por M. delgado (1971: 417), siendo su pasta porosa, blancuzco-amarillenta, de dureza media, harinosa, de fractura recta pero descuidada y con un barniz marrón muy oscuro, muy fino y saltado, que oscila del brillante al luciente.

11. en un trabajo anterior (olcina doménech, tendero porras, guilabert Mas 2007: 88), por una errata, la forma l.M. lvii aparece como l.M. Xlii, que no existe en la tipología del autor. allí se distingue entre la forma M. Xlii (lópez Mullor 1989: 198), un cubilete, y la l.M. lvii (lópez Mullor 1989: 214), una jarra, siendo ésta la que aparece representada en el contexto material referido del tossal de Manises.

12. Mientras que el tipo M. Xiv se produce en etruria y se imita en ibiza (lópez Mullor 1989: 136), el tipo M. Xii se fabricaba en italia y en el taller de la Muette (lópez Mullor 1989: 133), coincidiendo en ambos casos el origen itálico de la producción y de sus características técnicas.

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13. agradecemos a ana garcía Barrachina la identificación de la pieza, así como las sugerencias bibliográficas sobre lucernas.14. Junto con los ejemplares de plato-tapadera ostia ii, fig. 302, las cazuelas ostia ii, fig. 310 tendrían también una cronología augustea.15. en la campaña de excavación realizada entre los años 2001 y 2003, en el sector B-C del yacimiento, fue localizado un ejemplar de plato-tapadera

ostia ii, fig. 302 en un contexto indudablemente augusteo (u.e. 3686), lo que refuerza la idea de la presencia de estas producciones en el yacimiento desde este momento, si bien no se generalizarán hasta mediados del siglo i d.C., siendo desde época flavia cuando llegarán de forma masiva.

16. Con u.e. 5362, que no aporta materiales tiberianos pero que pertenece sin duda al mismo contexto, sumarían noventa y nueve fragmentos y catorce ejemplares identificados a los ya enumerados, apareciendo el total cuantificado en la tabla 12 (fig. 8).

17. en un trabajo anterior (olcina doménech, tendero porras, guilabert Mas 2007: 88) aparece citada, por una errata, como una M. XXXiv, cuando sin duda se trata de una M. XXXv con decoración arenosa.

18. aunque no podamos precisar su forma, en las unidades de esta fase excavadas en el sector B-C será siempre la forma drag. 27 la primera de las producciones sudgálicas atestiguadas. también en estos paquetes se identifica un ejemplar de cáliz itálico Cons. r9.3, producido en el segundo cuarto del siglo i d.C. (roca roumens 2005: 102).

19. en la reforma citada aparece, incrustado en el pavimento del frigidario/vestuario de dichas termas, un semis de tiberio acuñado en Cartagena con esa datación (ripollès i alegre, abascal palazón 2000: 337).

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Figura 1.1. Localización del municipium romano de lucentum.Figura 1.2. Localización de la ciudad romana de lucentum y su entorno inmediato, con algunos de los yacimientos citados en el texto.

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Figura 2.1. Periodización del yacimiento del Tossal de Manises, con indicación de la posición del contexto material analizadoy su matriz sintética.

Figura 2.2. El Tossal de Manises, planta de la ciudad donde es visible en entramado urbano y la localización centrada del foro altoimperial.

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Figura 3.1. Secciones B-B’ y W-W’ con las unidades analizadas en el presente artículo destacadas.Figura 3.2. Planta del foro lucentino con las secciones de la figura 3.1 señaladas.

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Figura 4.1. Plano esquemático del foro con sus estancias y accesos, donde aparecen señalados, como Estancia I y Espacio 27,los sondeos analizados.

Figura 4.2. Material anfórico y morteros béticos.

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Figura 5. Tabla 1: clases cerámicas; Tabla 2: ánforas.

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Figura 6. Tabla 3: cerámica ibérica; Tabla 4: producciones de barniz negro.

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Figura 7. Tabla 5: comunes/cocina romana; Tabla 6: itálica de cocina/barniz rojo pompeyano;Tabla 7: paredes finas; Tabla 8: morteros.

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Figura 8. Tabla 9: terra sigillata itálica; Tabla 10: lucernas; Tabla 11: otros materiales cerámicos;Tabla 12: comparativa de materiales de fundación de las áreas civil y sacra.

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Figura 9. 1-3, imitaciones de paredes finas (M.II y M.X) en cerámica ibérica pintada; 4-5, cerámica ibérica pintada; 6-7, imitacionesen cerámica común reductora (L.7 y L.36); 8, Campaniense A Tardía (L.31b); 9-12, Campanienses del Círculo de las B (L.1, L.5 y L.7);

13-14, barniz negro de pasta gris (L.5 y L.2); 15-16, lucernas (Ricci G y Dr. 3).

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Figura 10. Cerámicas itálicas de cocina, paredes finas y sigillatas itálicas.