El Evangelio en las Pláticas para Primaria(C)

FOMENTO DE CENTROS DE ENSEÑANZA2010

ALGUNOS TEXTOS QUE ENCAUZAN Y SEÑALAN LA FINALIDAD DE LAS PLATICAS

"El Misterio de la fe", exige que los feles crean en él, lo celebren y vivan de él en una relación viviente y personal con Dios vivo y verdadero. Esta relación es la oración" (Catecismo 2558)

La oración: “es relación personal y viva de los hijos de Dios con su Padre infnitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo que habita en sus corazones” (Compendio 534)

"Intentar comprender su oración (la de Jesucristo), a través de lo que sus testigos nos dicen en el Evangelio, es aproximarnos a la santidad de Jesús Nuestro Señor como a la zarza ardiendo: primero contemplando a El mismo en oración y después escuchando cómo nos enseña a orar, para conocer fnalmente como acoge nuestra plegaria" (Catecismo 2598)

Jesús nos habla en el Evangelio: “Los cuatro Evangelios, siendo el principal testimonio de la vida y doctrina de Jesús, constituyen el corazón de todas las Escrituras” (Compendio, 22)

"Al abrir el Santo Evangelio, piensa que lo que allí se narra —obras y dichos de Cristo— no sólo has de sa-berlo, sino que has de vivirlo. Todo, cada punto relatado, se ha recogido, detalle a detalle, para que lo encar-nes en las circunstancias concretas de tu existencia. —El Señor nos ha llamado a los católicos para que le sigamos de cerca y, en ese Texto Santo, encuentras la Vida de Jesús; pero, además, debes encontrar tu propia vida. Aprenderás a preguntar tú también, como el Apóstol, lleno de amor: "Señor, ¿qué quieres que yo haga?..." —¡La Voluntad de Dios!, oyes en tu alma de modo terminante. Pues, toma el Evangelio a diario, y léelo y vívelo como norma concreta. —Así han procedido los santos. (Forja 754)

Me comentabas que hay escenas de la vida de Jesús que te emocionan más: cuando se pone en contacto con hombres en carne viva..., cuando lleva la paz y la salud a los que tienen destrozados su alma y su cuerpo por el dolor... Te entusiasmas —insistas— al verle curar la lepra, devolver la vista, sanar al paralítico de la piscina: al pobre del que nadie se acuerda. ¡Le contemplas entonces tan profundamente humano, tan a tu alcance!—Pues..., Jesús sigue siendo el de entonces. (Surco 233)

En la vida espiritual no hay una nueva época a la que llegar. Ya está todo dado en Cristo, que murió, y resuci-tó, y vive y permanece siempre. Pero hay que unirse a El por la fe, dejando que su vida se manifeste en no-sotros, de manera que pueda decirse que cada cristiano es no ya alter Christus, sino ipse Christus, ¡el mismo Cristo! (Es Cristo que pasa, 104)

"Jesús, creciendo y viviendo como uno de nosotros, nos revela que la existencia humana, el quehacer co-rriente y ordinario, tiene un sentido divino. Por mucho que hayamos considerado estas verdades, debemos llenarnos siempre de admiración al pensar en los treinta años de oscuridad, que constituyen la mayor parte del paso de Jesús entre sus hermanos los hombres. Años de sombra, pero para nosotros claros como la luz del sol. Mejor, resplandor que ilumina nuestros días y les da una auténtica proyección, porque somos cris-tianos corrientes, que llevamos una vida ordinaria, igual a la de tantos millones de personas en los más di-versos lugares del mundo.

Así vivió Jesús durante seis lustros: era fabri flius, el hijo del carpintero. Después vendrán los tres años de vida pública, con el clamor de las muchedumbres. La gente se sorprende: ¿quién es éste?, ¿dónde ha apren-dido tantas cosas? Porque había sido la suya, la vida común del pueblo de su tierra. Era el faber, flius Ma -riæ, el carpintero, hijo de María. Y era Dios, y estaba realizando la redención del género humano, y estaba atrayendo a sí todas las cosas. (Es Cristo que pasa, 14)

En los medios de formación grupal, las pláticas, y en la atención personal, procuraremos ayudar, contando siempre con la gracia de Dios y la libre correspondencia de cada persona, a que « la fe, ilustrada por la doc-trina, se haga en los hombres viva, explícita y operativa» (Directorio General de Catequesis)

PLÁTICA CATEQUÉTICA

ESQUEMA

1. Partir de un hecho de vida para situar a los oyentes ante Jesús en el pasaje del Evangelio que se va a ex-plicar.

2. Ayudarles a escuchar a Jesús que nos habla ahora en el Evangelio. De acuerdo con la edad habrá que po -ner distinta intensidad y acentos.

3. Diálogo, con los más pequeños, para asimilar la enseñanza. En el caso de las Pláticas, con alumnos ma -yores de Primaria, los interrogantes que se recogen en las pláticas serán contestados por el sacerdote y no será necesario fomentar el dialogo.

4. Sugerir algún propósito sencillo para vivirlo durante la semana. Es conveniente tener en cuenta la virtud que en ese momento tratan en el plan de formación

5. Hablar con Jesús y pedirle ayuda para vivir el propósito.

Domingo 1 de Adviento (C) Lc 21, 25-28.Evangelio:

«Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y le -vantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación.»

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Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria.

1. Hoy os voy a contar una historia, con tres actos, de una familia cuyos tres hijos van al colegio:

a) Rosi tiene 4 años, va a educación infantil. La profesora ayuda a sus alumnas a preparar un dibujo muy sencillo para el día de la madre. Llega a casa, la abraza y le dice dándole el dibujo: «Mamá, te quiero mucho». La madre se la come a besos de contenta.

b) Al cabo de unos días, Luisito, el hijo de 7 años, jugando ha caído en un charco y se ha puesto todo perdido de barro. Entra llorando, su madre lo limpia de arriba a bajo y lo sienta en la mesa para comer con todos. Todo se convierte en alegría.

c) El tercero de los hijos, Juan, ha sido atropellado por un coche. Está tan mal que se muere. Los pa -dres lloran, porque le quieren mucho; pero al día siguiente lo tienen que sacar de casa y lo llevan a enterrar.

2. Hoy es el primer domingo de Adviento... El evangelio nos dice: «Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas (...). Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria».

Nos hemos de preparar para la venida de Jesús, que al fnal de los tiempos vendrá como Juez, a pe-dirnos cuenta de la vida entera. Y estos son los tres modos cómo los hombres nos podemos presentar ante Jesús, Juez de vivos y muertos: Nos podemos presentar ante Jesús con la inocencia de Rosi que, con gran sencillez, le decía a su mamá: «Mamá, te quiero mucho». Son aquellos que hacen bien las cosas de cada día por amor a Jesús. Y Él les da el cielo para siempre.

Hay otros que, como Luisito, caen en las charcas del pecado: no oyen Misa los domingos, dicen pala-bras que desagradan a Jesús, se portan mal... Y, al darse cuenta después que han ofendido a Dios, se acer-can a la confesión y Él los limpia de todos sus pecados, como la madre lavó a Luisito. Estos también van al cielo. Pero hay quienes se portan mal y no se confesan. Les pasa como a Juan que, después del accidente, murió y sus padres lo llevaron de casa, porque los padres quieren a sus hijos vivos. Y cuando uno ha pecado y no se confesa, no puede estar con Dios y se va al Inferno. Porque Dios también quiere a sus hijos vivos, no muertos.

Quiere que nos preparemos muy bien para aquel día, que llevemos las manos llenas de obras bue-nas. Así Jesús no será para nosotros Juez, sino Jesús, Salvador. Y entraremos con Él en el cielo para siempre. Hoy es un buen día para examinarnos con sinceridad delante de Jesús, que está aquí presente, pedirle luz para ver..., y perdón por las cosas que hemos hecho mal. Y ¡a volver a empezar!

3. (Diálogo) ¿Quien es Jesucristo?... ¿Es verdadero Dios?... ¿Y verdadero hombre?... ¿A qué vendrá Je-sucristo al fn del mundo?... ¿A quienes juzgará?... ¿A donde irán los buenos?... ¿Y los que mueran en peca -do mortal?... Y vosotros ¿dónde queréis ir?... ¿Qué hemos de hacer para ir al Cielo?...

4. Nosotros queremos prepararnos muy bien para el examen que nos hará Jesús al fnal del mundo... Decidirme a hacer bien lo del momento presente: ahora voy a levantarme a la primera; ahora voy a estu-diar, ahora voy Misa, porque es Domingo... Así agradarás siempre a Jesús.

Vamos a hablar unos momentos con Nuestro Señor, diciéndole: Señor, quiero vivir para agradarte.

Ahora quiero obedecer,

Ahora te quiero amar.

Porque en aquella última hora

me quiero salvar.

Domingo 2 de Adviento. (C) Lc 3, 1-6.

Evangelio:

En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea, y Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene; en el pontifcado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas; todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo tortuoso se hará recto y las asperezas serán caminos llanos. Y todos verán la salvación de Dios.

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Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados

1. ¿Habéis visto alguna autopista? Antes de hacerla, todo aquel terreno, que ahora veis tan llano, con vallas, puentes, árboles y zonas de descanso, eran montañas, rocas y hondonadas por donde corrían las aguas en tiempos de lluvia. Eran lugares intransitables.

Los ingenieros hicieron los proyectos, llevaron la maquinaria adecuada y los trabajadores empezaron a allanar los terrenos, a pasar las apisonadoras..., a hacer puentes, hasta dejar el trazado tan perfecto, que por él pueden correr los coches a gran velocidad.

Eso viene a ser el Adviento para nosotros: un tiempo de preparación de nuestros corazones para reci-bir al Salvador de los hombres. Todos tenemos pequeñas montañas de enfados, de pereza, de desobedien-cias, de palabrotas, de cosas que desagradan al Señor. Así no puede entrar Jesús en nuestro corazón; es ne -cesario purifcarnos.

Necesitamos allanar lo montañoso, hacer rectos los caminos tortuosos de nuestra convivencia, y pre-parar el corazón para que entre Jesús, y se encuentre muy a gusto en él.

2. A eso nos invita el Evangelio que hemos leído hoy, y que nos dice: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas; todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo tortuoso se hará recto y las asperezas serán caminos llanos. Y todos verán la salvación de Dios.

Qué importante es que los niños y los mayores escuchemos estas palabras de Jesús, que hoy nos diri -ge a cada uno:

- Oye, ¿tú quieres que me acerque a ti? Pues mira, debes allanar el camino de tus conversaciones para que pueda estar contigo. Has de ser valiente para decir siempre la verdad. Debes querer a todos los ni -ños aunque te caigan menos bien. Vencer el egoísmo para ayudar en casa y en el colegio.

- Debes vencer la pereza, que te impide oír Misa todos los domingos con tus padres. Has de cuidar las oraciones de la mañana y de la noche...

3. (Diálogo). ¿Para que nos preparamos en el tiempo de Adviento?... Y ¿qué hemos de preparar, las carreteras o nuestros corazones?... Y ¿cuáles son las cosas que afean nuestro corazón?... Y ¿cómo se limpian los pecados?... ¿Quién puede perdonar los pecados?...

4. Hoy dile a Jesús, que está vivo en el Sagrario. que te enseñe y te ayude a preparar muy bien tu alma en estos días de Adviento para que haga de ti un «sagrario vivo».

Lo único que ensucia el alma es el pecado; por eso prepárate muy bien para hacer una confesión, acompañado de tus padres y de toda tu familia. Y el día de Navidad le podrás decir a Jesús:

Jesús, ahí tienes, no sólo mi corazón, sino también a mis padres, abuelos y a toda mi familia. Todos queremos ser tuyos.

Ven, Señor, ¡no tardes!

Ven, que te esperamos.

¡Ven pronto, Señor!

¡Ya estás aquí con nostros!

Inmaculada Concepción. Lc 1. 26-38.

Evangelio:

Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y en-trando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.» Ella se conturbó por estas palabras, y dis-curría qué signifcaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y será llamado Hijo del Altsimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fn.» María respondió al ángel: « ¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altsimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, por -que ninguna cosa es imposible para Dios.» Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y el ángel dejándola se fue.

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«El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altsimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios.

1. Contaba un sacerdote amigo mío que muchas veces se acordaba de infancia, que vivió en un pue-blo pequeño y junto a muy buenos amigos.

Íbamos a jugar mucho por los alrededores del pueblo. Sobre todo, no sé por qué, íbamos a un campo que estaba muy próximo a un basurero, donde los hombres y mujeres echaban todo lo que estorba en las casas.

Recuerdo, como si fuera ahora, que en medio de aquella materia tan sucia y mal oliente nació una azucena blanca y muy hermosa, que siempre recuerdo con alegría.

Al llegar a casa le dije a mi madre:

— «He visto una flor muy bella en medio de un estercolero. ¿La quieres para la Virgen?.

2. Este hecho tan sencillo me viene a la mente, de modo especial, en este día de la Inmaculada Con -cepción de la Santsima Virgen, porque me recuerda una verdad muy alentadora:

— ¡Qué poderoso es Dios que, en medio de la basura, hace nacer una flor tan bella. Yo, que soy basu-ra, con la gracia de Dios puedo llegar a ser limpio de corazón, santo! «Bienaventurados los limpios de cora -zón porque ellos verán a Dios».

Dios quiere que contemplemos a la Santsima Virgen, a la Madre de Dios y Madre nuestra, la criatura más bella que ha salido de las manos de Dios.

Todos nacemos con el pecado original, que es la herencia de nuestros primeros padres. Sin embargo, la Virgen, elegida para ser la Madre de Dios, la quiso hermosa y limpia desde el primer instante de su con -cepción. Nunca, ni de lejos, el demonio tuvo parte en Ella.

Por eso, la Iglesia le canta: Toda hermosa eres, María. En ti no hay mancha de pecado, porque Dios te ha elegido para ser su Madre.

3. Diálogo) ¿Quién es la Virgen María?.... ¿Cómo se llama el pecado con el que venimos al mundo?... ¿Qué es el pecado original?... La Virgen María ¿tuvo pecado original?... ¿Por que Dios la quiso tan hermosa?...

4. La Virgen es la Madre de Dios y Madre nuestra, que está en el cielo en cuerpo y alma. La madre es siempre el espejo en el que se deben mirar los hijos, para aprender de ella las cosas buenas que nos ense -ña.

Mirar con cariño, especialmente en estos días, a nuestra Madre del cielo, porque Ella es el ideal que hemos de imitar.

Hoy nos habla de Pureza, de limpieza plena del corazón... Somos templos de Dios, miembros de Cris -to. Guardar el corazón y la vida sólo para nuestro Dios. Tuyos somos, y tuyos queremos ser.

María, tú eres la Madre de Dios.

¡Qué grande eres! ¡Qué poder tienes!

Tú eres mi Madre y eres también

Madre de todos los hombresHaz que amemos más a tu Hijo.

Domingo 3 de Adviento. (C) Lc 3, 10-18.

Evangelio:

La gente le preguntaba: «Pues ¿qué debemos hacer?» Y él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo.» Vinieron también publi -canos a bautizarse, y le dijeron: «Maestro, ¿qué debemos hacer?» El les dijo: «No exijáis más de lo que os está fjado.» Preguntáronle también unos soldados: «Y nosotros ¿qué debemos hacer?» El les dijo: «No ha-gáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias falsas, y contentaos con vuestra soldada.» Como el pueblo esta -ba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo; respondió Juan a todos, diciendo: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo para limpiar su era y recoger el trigo en su granero; pero la paja la quemará con fuego que no se apaga.» Y, con otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva.

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«Pues ¿qué debemos hacer?» Y él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo.»

1. Beatifcación de la Madre Teresa de Calcuta. Una familia pone a sus hijos un vídeo de la Madre Te-resa en el que se ve su labor con los más pobres entre los pobres: niños abandonados, hombres y mujeres despreciados que llenan los barrios de Calcuta... etc. Ella los recoge en un asilo y cuida de ellos hasta la muerte.

Entonces, Begoña pregunta a su madre:

— ¿El mundo está enfermo, mamá?

El mundo no está enfermo, sino que lo estamos los hombres.

Ella volvió a insistir:

— ¿Y tú crees que el mundo es malo?

El mundo, dijo su madre, es como lo hacemos los hombres. Ella volvió a preguntar:

— Y ¿qué es lo que falla en los hombres?

Mira, lo que falla es que los hombres queramos de verdad hacer el bien. El mundo dentro de 15 años será como lo hayan hecho los chiquillos de ahora; si sólo contamos con chavales que se sirven a sí mismos, mediocres, lo único que lograremos será que el mundo siga enfermo.

Pero si me esfuerzo por llenar mis manos de obras buenas: trabajar más y mejor, vencer la pereza, ayudara los demás, etc. cambiaré yo y, con mi ejemplo, ayudaré a que cambien otros y sean mejores.

Me viene a la memoria aquel punto de Camino: «De que tú y yo nos portemos como Dios quiere —no lo olvides— dependen muchas cosas grandes» (n. 755).

2. A esto nos invita Jesús en el Evangelio de este domingo, al esfuerzo para poner nuestro corazón, no en las cosas, sino sólo en Dios. La gente le preguntaba: «Pues ¿qué debemos hacer?» Y él les respondía: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga lo mismo» . De este modo nos dispondremos para recibir a Jesús en la próxima Navidad.

Quiere que aprendamos a hacer lo mismo que hacemos cada día, pero de otro modo. Un chaval des-cubrió lo siguiente: Cuando hago los deberes por contentarme a mí mismo, todo es muy aburrido y tristón. Sin embargo, un día me di cuenta que esas mismas cosas, hechas por amor a Dios, se volvían fabulosamen -te grandes.

3. (Diálogo). ¿Qué tiempo litúrgico vivimos ahora?... ¿Que hemos de hacer en este tiempo de Advien-to?... ¿Qué nos enseña Jesús en el Evangelio de hoy?... ¿Cómo hemos de hacer lo que hacemos cada día?... ¿Qué nos enseña el punto de Camino que hemos leído?...

Vamos a pedirle a la Virgen que nos ayude a prepararnos para la Navidad, ayudando a nuestros pa-dres, a los compañeros de clase, a hacer muy bien los deberes diarios, y a hacer lo que nos dicen a la prime -ra.Madre mía, recuérdame muchas veces cada día a vivir esto que te acabo de prometer. así me prepararé muy bien para la venida de Jesús en esta Navidad, que quiere entrar en mi corazón.

Madre, muéstranos a Jesús,

fruto bendito de ti vientre.

Y haz que nunca me separe de Él

Y ayude a mis amigos a quererle más.

Domingo 4 de Adviento (C) Lc 1, 39-45.

Evangelio:

En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».

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«Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno»

1. Hace no mucho tiempo, pasaba por una calle..., camino del colegio.

A unos cien metros, vi a una pareja que venían hacia mí discutiendo con cierto desenfado...

Ellos en el momento en que nos cruzamos, observé cómo el marido quería hacer las paces con su mujer, llamándola y dándole el califcativo maravilloso de «reina».

A lo que ella contestó, en el mismo momento en que nos cruzamos, diciendo:

— «Sí, mucho “¡reina!, ¡reina!”. Pero, yo soy una reina sin trono».

2. En estos días que anteceden a la Navidad del Señor, aparece en el Evangelio la fgura de la Santsi -ma Virgen, como servidora de su prima Isabel, que la va a necesitar hasta que nazca su hijo, Juan el Bautis -ta.

Realmente santa Isabel, cuando saluda a María y la recibe en su casa, la coloca en el trono mayor que Dios ha preparado para la Virgen: el trono de la fe con la que confesa que María es la Madre de Dios, y el trono del cariño con el que la acoge en su casa.

«Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?.

Isabel confesa que María es la Madre de Dios y, como a tal, la acoge en su casa y, sobre todo, en su corazón. La Virgen se encontró tan bien allí, que permaneció con su prima varios meses sirviéndola en todo.

3. (Diálogo) ¿Quien es la Virgen María?... ¿Quién ha nacido de la Virgen?... ¿A quién fue a visitar?... ¿Cómo reconoció Isabel que la Virgen es la Madre de Dios?... ¿Para que fue a casa de su prima Isabel?... ¿Qué celebraremos el día de Navidad?...

4. Nosotros nos preparamos para vivir cristianamente la Navidad. Creemos que el Hijo de Dios se hace hombre; viene al mundo para salvarnos y hacernos partcipes de la vida divina. Nos llama a participar de la felicidad de Dios para siempre.

Cada uno de nosotros puede hacer mucho bien en esta Navidad y siempre. ¿Cómo?:

— Acércate a los demás con un corazón grande que sepa comprender, perdonar, servir y sembrar paz y alegría entre la familia y los amigos.

— Habla frecuentemente con la Virgen repitiéndole al oído: Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ruega por nosotros ahora y siempre.

— Y, antes de rezar, antes de comer, antes de reír, mira a tu alrededor por si tuvieras que repartir tu oración, tu pan o tu sonrisa con alguien. De este modo harás felices a muchos.

María, Madre mía y Reina mía.

Que mi corazón entero

sea tu trono de Reina

lo será si estoy en gracia.

Día de Navidad (C) Lc 2, 15-20.

Evangelio:

Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado.» Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, dieron a conocer lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les de -cían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón. Los pastores se volvie -ron glorifcando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho.

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Y fueron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.

1. En cierta ocasión explicaba a unas niñas el nacimiento de Jesús en Belén.

José y María vivían en Nazaret. Y Dios dispuso las cosas de tal manera, que se hizo posible que se cumpliera la profecía de Malaquías, que decía que el Mesías nacería en Belén.

Al llegar, la Virgen pregunta a José donde se iban a hospedar para que naciera dignamente su Hijo. José pensaba que sus parientes les dejarían una habitación de su casa. Pero no fue así.

Buscan una habitación en la posada. Y allí tampoco hubo lugar para ellos.

Al cerrarse todas las puertas, deciden ir a una cueva de ganado que había en los alrededores de Be-lén, y allí nació el Salvador de los hombres.

Al escuchar lo mal que se portaron los habitantes de Belén con la Virgen y san José, una niña de siete años me dijo:

— «Si yo hubiera estado allí...», hubiera dejado toda mi casa para ellos.

Seguro que eso se lo decimos todos en estos momentos a María y a José.

Pero, mirad: tú y yo no estábamos entonces allí; pero aquel Jesús que nació en Belén ¡está ahora aquí!... Y ¿qué hacemos con Él?...

2. «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado.» Y fue-ron a toda prisa, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Necesitamos imitar a los pastores que, al recibir el anuncio del Ángel, llenos de alegría se ponen en camino hacia el portal de Belén para adorar al Mesías y Salvador de los hombres.

Cuatro cosas dice el Evangelio que hicieron los pastores:

- Se animaron unos a otros para ir a Belén y ver el prodigio que el Señor les había anunciado.

- Fueron a toda prisa y hallaron al Niño con María, su Madre, y con san José, esposo de la Santsima Virgen.

- Contaron a otros todo lo que habían visto y oído...

- Alabaron y glorifcaron a Dios, dándole gracias por el benefcio que habían recibido.

3 Diálogo) ¿Qué celebramos hoy?...¿Quién es Jesucristo?... ¿Para que se ha hecho hombre el Hijo de Dios?... ¿Quién se apareció a los pastores?... ¿Qué cantaban los ángeles?... ¿Qué les dijeron?... Cuando lle -garon los pastores al portal de Belén ¿a quienes encontraron allí?...

4. Queremos unirnos a los pastores en estos días de Navidad y aprender de ellos a buscar a Jesús, a encontrarle, adorarle y ofrecerle regalos. Los regalos que más le agradan son: hacer lo mismo que hacemos todos los días, pero por amor a Jesús.

Dile: Jesús me levanto a la primera, porque eso es lo que te agrada. Jesús, quiero hablar bien de to -dos, porque eso es amarte. Quiero rezar al levantarme y al acostarme, porque así manifesto que soy un buen hijo tuyo. Quiero oír la Santa Misa todos los domingos, porque me esperas Tú para llenarme de tu gra -cia.

Necesito, Jesús, que no ceses de ayudarme, porque yo soy muy débil y me olvido de lo que te prome-to.

Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.

Que sepa querer a los demás con el mismo amor con el que Jesús nos quiere

por eso viene a nosotros

para enseñarnos el camino de la felicidad para siempre.

Domingo Sagrada Familia (C) Lc 2, 41-52.

Evangelio:

Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la festa de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la festa y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban en-tre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca. Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y pregun-tándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angus-tiados, te andábamos buscando.» El les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.

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Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos.

1. En un pueblo, como tantos que conocemos, llamado Nazaret, vivía Jesús con sus padres. Allí Él cre -cía en edad, sabiduría y gracia delante de Dios y de los hombres.

Nazaret, como todo pueblo judío, tenía unas costumbres religiosas: Cada año para celebrar la festa de la Pascua y dar gracias a Dios por haberles librado de la esclavitud de Egipto, iban al templo de Jerusalén.

Esta ley no obligaba a los ancianos, ni a las mujeres ni a los niños antes de cumplir 12 años.

Este año Jesús había cumplido los 12 años, y fue a Jerusalén con María y José. Todos los de un mismo pueblo iban en una caravana...

¡Con qué gusto iría el Niño a la casa de su Padre! ¿Con qué respeto estaría en el templo, que es la Casa de Dios!...

Pero sucedió algo insospechado para José y María: Jesús se quedó en el templo, sin que lo advirtiesen sus padres... Han perdido a Jesús...

Lo buscan con gran pena para su alma... y ¡nada!... Vuelven a Jerusalén y lo encuentran en el templo enseñando a los sabios de Israel... Pero, «¿por que has comportado así con nosotros? (...) ¿No sabíais que yo debo ocuparme en las cosas de mi Padre? (...) Bajó con ellos a Nazaret y les obedecía»...

2. Dios ha querido que su Hijo viniese al mundo en el seno de una familia, como nacen todos los ni -ños. Hoy celebramos el día de la Sagrada Familia, compuesta por Jesús, José y María. En ella vivió hasta los 30 años, enseñándonos a convertir en divinos todos los trabajos y situaciones de la vida. Todo lo podemos convertir en el modo de amar a Dios.

3. (Diálogo) ¿Que festa celebramos hoy?... ¿Quienes componen la Sagrada familia?... ¿En qué pueblo vivió Jesús con sus padres?... ¿Adónde fue la Sagrada Familia cuando Jesús cumplió 12 años?... Y ¿qué ocu -rrió al volverse a casa?... ¿Dónde encontraron a Jesús?... ¿Qué hacía?...

El cuarto mandamiento de la Ley de Dios nos manda honrar a los padres, con nuestra obediencia, res-peto y cariño...

Hemos de contemplar mucho a Jesús en Nazaret para aprender a obrar como Él nos enseña... «Bajó con ellos a Nazaret y les obedecía»...

Vamos a pedirle que sepamos vivir siempre muy unidos a los TRES.

Jesús, María y José,

que esté siempre con los TRES.

Así obedeceré como lo hizo Jesús a María y a José.

María, Madre de Dios (C) Lc 2, 16-21.

Evangelio:

Los pastores fueron con presteza y encontraron a María, a José y al Niño acostado en un pesebre, y viéndole contaron lo que se les había dicho acerca del Niño. Y cuantos los oían se maravillaban de lo que les decían los pastores. María guardaba todo esto y lo meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron glorifcando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, según se les había dicho. Cuando se hu-bieron cumplido los ocho días para circuncidar al Niño, le dieron el nombre de Jesús, impuesto por el Ángel antes de ser concebido en el seno.

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María guardaba todo esto y lo meditaba en su corazón. Los pastores se volvieron glorifcando y ala-bando a Dios por todo lo que habían oído y visto

1. Tengo un amigo, muy amigo, sacerdote como yo, que va cada día a visitar a la Santsima Virgen del Pilar, que se ha dignado venir a Zaragoza en carne mortal para cuidar de nosotros como la mejor de las Ma -dres.

En una ocasión, precisamente el dos de Enero, día de la venida de la Virgen del Pilar a Zaragoza, nos encontramos los dos: él, que salía de ver a la Virgen y yo que iba a estar con Ella un ratico. Le dije:

— Luis, hoy ¿qué le has pedido a la Virgen?

Me contestó sin dudarlo un momento:

— «Hoy no le he pedido nada. Hoy le he dicho sencillamente ¡Gracias, Madre! por haber venido a esta Ciudad, para cuidar de todos».

¡Qué bonita contestación la de este sacerdote, ¿verdad?

2. Hoy, precisamente, al empezar el nuevo Año, celebramos la festa de la Maternidad divina de la Vir-gen; el ttulo más grande que Dios ha preparado para Ella. Es la Madre del Hijo de Dios, hecho hombre para salvarnos a todos. Y es también Madre de todos los hombres. La Madre de Dios, a la que Él nada puede ne -gar y por la que todas sus gracias llegan a nosotros, es mi Madre.

Nosotros la vamos a mirar con inmenso cariño, y le diremos con el corazón lleno de alegría: “Dios te salve, María, Hija de Dios Padre. Dios te salve, María, Madre de Dios Hijo. Dios te salve, María, Esposa de Dios Espíritu Santo”.

¡Madre, más que Tú, sólo Dios!

La Virgen nos dice el Evangelio de hoy que todas las maravillas que contaban los pastores de Jesús, eran un tesoro. Y Ella las guardaba en su corazón y las meditaba. De este modo aprendía a las enseñanzas de su Hijo y las vivía, dándole muchas alegrías.

Y Los pastores se volvieron glorifcando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, según se les había dicho.

3. (Diálogo) ¿Qué festa celebramos hoy?... ¿Quien es la Virgen María?... ¿Cómo se llama la Madre de Jesús?... Y el esposo de María, ¿cómo se llama?... ¿Dónde vivían cuando Jesús era pequeño?...

4. Jesús bajó con sus padres a Nazaret y les obedecía. Eso es lo más grande y hermoso que podemos hacer, aunque veamos que haya quienes se olvidan de obedecer.

Hemos de guardar en nuestro corazón esta enseñanza y pedirle que nos esforcemos para vivirla siempre. Haremos felices a nuestros padres, y Jesús estará muy contento de nosotros si nos esforzamos por obedecer siempre a la primera.

Jesús, José y María;

enséñame a obedecer

siempre a la primera

Domingo 2 después de Navidad (C) Jn 1, 1-18.

Evangelio:

En el principio exista la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. Hubo un hom -bre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. La Palabra era la luz verda-dera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibie -ron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y clama: «Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque exista antes que yo.» Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia. Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha contado.

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Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Este vino para un testimonio, para dar testimo-nio de la luz, para que todos creyeran por él.

1. Un anciano, analfabeto, hacía un viaje con una caravana en la que iba un grupo de amigos. Observa el jefe de la caravana que el anciano reza todas las noches con mucho fervor. Lo llamó y le dijo:

— ¿Por qué oras con tanta fe? ¿Cómo sabe que Dios existe, si ni siquiera sabes leer?

— Sí sé leer, señor. Leo todo lo que escribe Dios.

¿Cómo es así?

El anciano se explicó:

— Cuando recibís una carta de un ausente, ¿como reconocéis a quien escribe?

Por la letra, contestó el jefe de la caravana.

— ¿Cuando os regalan una joya, ¿cómo sabéis quien la hizo?

Por la marca del orfebre.

— Cuando oís pasos de animales alrededor de la tienda, ¿cómo sabéis si se trata de un carnero, un caballo o un buey?

Por las huellas, respondió el jefe, sorprendido ante aquel interrogatorio.

Entonces el viejo le invitó a salir de la tienda y le mostró el cielo.

— Señor, aquellas cosas escritas allá arriba, este desierto aquí abajo, nada de eso podría haber sido diseñado ni escrito por la mano del hombre. ¡Eso es obra de Dios!

2. El evangelio de hoy nos cuenta que hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Este vino para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él en Jesús, que es la luz que ilumina a todo hom-bre que viene a este mundo.

La luz sirve para ver las personas, los animales, las cosas. Sin luz nada vemos. Aquel sabio veía algu -nas cosas de la tierra, pero le faltaba luz para ver las cosas del cielo, para ver a Dios. Sin embargo, el anciano analfabeto sabía ver a Dios a través de las cosas creadas...

3. (Diálogo) ¿Sabéis para que sirve la luz?... Con los ojos vendados, ¿podéis ver si los semáforos están en rojo o en verde?... ¿Habéis visto el mar?... ¿Las grandes montañas?... ¿Las flores?... ¿Quién las ha crea-do?... Y ¿Quién es Dios?... ¿Cuántos dioses hay?... ¿Dónde está Dios?... ¿Hablas con Dios cada día?...

4. La creación entera nos habla de Dios. Todo lo ha creado para el hombre. Cuando vea lucir el sol, los árboles, las flores, los hombres que piensan, conocen y aman... Todo te debe ayudar a levantar el corazón a Dios y decirle:

Señor, que grande eres Gracias, porque todo me lo das Tú.

Día de los Reyes Magos.

Evangelio:

Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estre-lla en el Oriente y hemos venido a adorarle.» En oyéndolo, el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jeru -salén. Convocó a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo, y por ellos se estuvo informando del lu -gar donde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: «En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo Israel.» Entonces Herodes llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el tiempo de la aparición de la estrella Después, enviándolos a Belén, les dijo: «Id e inda -gad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando le encontréis, comunicádmelo, para ir también yo a adorar-le.» Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándo-se, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y, avisados en sue -ños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino

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Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra.

1. Hay una costumbre en muchos pueblos y ciudades de celebrar la cabalgata de los Reyes Magos, para distribuir juguetes a todos los niños.

En una Parroquia muy conocida de una ciudad, se hizo una campaña con los niños, a fn de recoger juguetes y distribuirlos a quienes nada tenían para jugar en su casa. A todos les pareció muy bien la pro-puesta de compartir sus juguetes con los demás.

Una niña muy generosa, por cierto, y que tenía mucho de todo, llevó a la Parroquia muñecas valiosísi -mas, de esas que se mueven y hasta pronuncian algunas palabras; llevó también una pista de coches de choque; y hasta diversas clases de paraguas, cuentos infantiles... Todo esto lo llevó ella con su padre en el coche, para que lo entregara a la persona encargada de recibir los regalos. Mientras ella iba con una muñe -ca de trapo de la que estaba enamorada.Una vez entregados los regalos, la profesora le pidió aquella muñe-ca de trapo que tanto apreciaba, aunque, lo cierto es, que valía muy poca cosa. Sin embargo aquella niña tan generosa, no fue capaz de entregarla por que estaba muy pegada a ella. ¡Qué pena!

2. Hoy el evangelio nos cuenta cómo los Reyes Magos vienen de un país lejano, guiados por una es-trella, porque no sabían el camino, y entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Le dieron lo mejor que tenían, porque sabían que Jesús es nuestro Salvador.

3. (Diálogo). ¿Que festa celebramos hoy?... ¿Dónde vivían los Reyes Magos, cerca o lejos de Belén?... Y ¿quién les enseño el camino?... Y ¿con quién estaba Jesús?... ¿Qué ofrecieron a Jesús?... Y vosotros, ¿qué le vais a ofrecer hoy?...

4. Lo que mas quiere Jesús que le entregues es tu corazón, tu cariño, manifestado en visitarle cada día en el Sagrario, hacerle compañía y que te parezcas a Él en casa obedeciendo a la primera a tus padres.

Cada vez que vayas al Sagrario, dile con todo tu cariño:

“Jesusito de mi vida,

Que estás aquí por amor;

por eso te quiero tanto

y te doy mi corazón.

Bautismo de Jesús

Evangelio:

Como el pueblo estaba a la espera, andaban todos pensando en sus corazones acerca de Juan, si no sería él el Cristo; respondió Juan a todos, diciendo: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego.

Sucedió que cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto en ora-ción, se abrió el cielo, y bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo: «Tú eres mi hijo; yo hoy te he engendrado.»

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«Tú eres mi hijo; yo hoy te he engendrado.»

1. Me contaba un amigo mío lo que le sucedió a su pequeña sobrina Laia, de cuatro años (que había perdido su padre cuando ella tenía dos años), un día que jugaba mucho en el pueblo con sus amiguitas, que vivían en la misma calle.

Lógicamente, a esta edad, los niños hablan de sus padres con mucha frecuencia... Laia, sin embargo, no podía hablar de su padre porque había muerto cuando ella sólo tenía dos años, y no lo conocía.

Un día las amiguitas se dieron cuenta que Laia estaba muy triste. Le dijo una de ellas:

«Laia, ¿qué te pasa, por qué lloras?»

Contestó ella.

— «Yo no puedo hablar de mi padre como vosotras, porque murió cuando era muy pequeña, y no lo he conocido».

Su amiguita le dijo:

No te preocupes que, desde hoy, mi padre será también tu padre. Vente conmigo a mi casa y estarás con nosotros».

Laia se lo contó a su abuela, y recuerdo que lloraba de emoción al ver el buen corazón de aquella niña.

2. Hoy el evangelio nos refere también cosas muy bonitas acerca del amor de Dios a los hombres. Su-cedió que cuando todo el pueblo estaba bautizándose, bautizado también Jesús y puesto en oración, se abrió el cielo, y bajó sobre él el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cie-lo: «Tú eres mi hijo; yo hoy te he engendrado.

Él nos ama mucho más que todos los padres del mundo juntos; quiere que seamos sus hijos y que le llamemos con toda razón ¡PADRE! Este prodigio lo realiza en cada uno cuando recibimos el Bautismo. Por este sacramento renacemos a la vida divina y somos hechos hijos de Dios.

Cada vez que Dios mira desde el cielo a un bautizado que vive en gracia, repite las mismas palabras que dirigió a Jesús en el río Jordán: «Este es mi hijo, muy amado».

3. (Diálogo) ¿Qué hacía Juan el Bautista en el río Jordán?... ¿Quién fue a bautizarse?... ¿Quién es Je-sucristo?... ¿Qué voz se oyó desde el cielo?... ¿Cuando nos hacemos hijos de Dios los hombres?... ¿Cuál es la oración de los hijos de Dios?...

4. ¡Qué bien se está junto a los padres!, porque nos quieren mucho. Todo lo que ellos tienen es para los hijos. Lo mismo hace Dios con nosotros: nos hace partcipes de su vida divina, y toda su herencia, que es el cielo, quiere que sea para sus hijos. Dios mío; enséñame a corresponder a tu amor queriéndote con todo mi corazón, porque eres mi Padre.

Vamos a rezar todos juntos el Padrenuestro:

Padre nuestro,

que estas en el Cielo,

santifcado sea tu nombre;

venga a nosotros tu Reino;

hágase tu Voluntad en la tierra como en el Cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas,

como nosotros perdonamos a los que nos ofenden,

y nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.

Amén.

Domingo 1 de Cuaresma (C) Lc 4, 1-13.

Evangelio:

Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y era conducido por el Espíritu en el desierto, du-rante cuarenta días, tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días y, al cabo de ellos, sintió ham-bre. Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.» Jesús le res -pondió: « Esta escrito: No sólo de pan vive el hombre.» Llevándole a una altura le mostró en un instante to -dos los reinos de la tierra; y le dijo el diablo: « Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque a mí me ha sido entregada, y se la doy a quien quiero. Si, pues, me adoras, toda será tuya. » Jesús le respondió: « Esta escrito: Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto. » Le llevó a Jerusalén, y le puso sobre el ale -ro del Templo, y le dijo: « Si eres Hijo de Dios, trate de aquí abajo; porque está escrito: A sus ángeles te en-comendará para que te guarden. Y: En sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna.» Jesús le respondió: « Está dicho: No tentarás al Señor tu Dios.» Acabada toda tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno.

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Jesús le respondió: « Está dicho: No tentarás al Señor tu Dios.»

1. El Papa Juan Pablo II invitó a monseñor Álvaro del Portillo, por entonces Prelado del Opus Dei, a una comida de trabajo...

A la hora prevista llegó al Vaticano... Y esperó en la antesala la llegada del Papa...

Cuando llegó Juan Pablo II, le saludó con gran afecto, e inmediatamente le dijo:

— «Don Álvaro, ¿Usted ha visto alguna vez al demonio?»

Y don Álvaro le contestó:

«Santidad, nunca le he visto; pero lo noto todos los días»

Y el Papa le contestó:

— «Lo mismo me pasa a mí».

2. El demonio es un ángel, malo, pero ángel, por eso no tiene cuerpo, es un espíritu que no se puede ver con los ojos de la cara, ni tocar con las manos.

Los ojos sólo pueden ver las cosas materiales, como los árboles, los coches, etc. Jamás pueden ver las cosas inmateriales, como la verdad, el amor, la sabiduría, etc. Estas se conocen por medio del entendimien-to. Por eso le decía don Álvaro que no había visto al demonio, pero lo notaba todos los días.

Su misión es tentar a los hombres para que desobedezcan a Dios, se aparten de Él, y así sean unos desgraciados que le acompañen siempre en el inferno. ¡Fijaos si es malo el demonio! Lo hemos de despre -ciar siempre. ¿Sabéis cómo se desprecia al demonio?:

Haciendo muy bien lo que hacemos, y siendo cada día los mejores amigos de Jesús.

Al empezar la Cuaresma Jesús nos recuerda que el demonio está muy activo, hasta el extremo que Dios le permitió tentar al mismo Jesús, el cual conducido por el Espíritu al desierto, durante cuarenta días, fue tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días y, al cabo de ellos, sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.» Jesús le respondió: «Esta es -crito: No sólo de pan vive el hombre».

3. (Diálogo) ¿Quién tentó a Jesús?... ¿Qué pedía el demonio a Jesús?... ¿Quién es el demonio?... ¿A qué se dedica el demonio?... ¿Qué hemos de hacer para rechazar las tentaciones del demonio?...

4. La tentación es una invitación que el demonio hace a los niños y a los mayores para apartarnos de Jesús. Nosotros solos no podemos luchar contra el demonio, porque él es un ángel malo, y tiene muchísimo más poder que los hombres.

Para vencerle hemos de acudir a la Virgen, que es la única criatura que ha pisoteado la cabeza al de-monio. Y huye rápidamente de Ella.

Santa María, Madre de Dios,

Ruega por nosotros, pecadores,

ahora y en la hora de nuestra muerte. Amen.

Domingo 2 de Cuaresma (C) Lc 9, 28-36.

Evangelio:

Sucedió que unos ocho días después de estas palabras, tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y su-bió al monte a orar. Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante, y he aquí que conversaban con él dos hombres, que eran Moisés y Elías; los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que iba a cumplir en Jerusalén. Pedro y sus compañeros esta -ban cargados de sueño, pero permanecían despiertos, y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Y sucedió que, al separarse ellos de él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías», sin saber lo que decía. Estaba diciendo estas cosas cuando se formó una nube y los cubrió con su sombra; y al entrar en la nube, se llenaron de te -mor. Y vino una voz desde la nube, que decía: « Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle.» Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo. Ellos callaron y, por aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.

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Y vino una voz desde la nube, que decía: « Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle.»

1. Jesús hoy hace una excursión con Pedro, Santiago y Juan a un monte alto llamado el monte Tabor.

Se disponen a hacer la ascensión con gran espíritu deportivo, por que es largo el camino y bastante empinada la cuesta.

Nosotros acompañaremos a Jesús con aquellos tres apóstoles, en esta subida a la cumbre del Tabor. Y, mientras caminamos, escuchamos la conversación mantenida entre ellos. Hablan de las multitudes que le siguen en busca de su doctrina y de sus milagros...

Llegados a un lugar de la montaña, Jesús comienza su oración. Habla con su Padre del Cielo. Entretan-to los apóstoles se duermen, rendidos por el sueño y el cansancio.

Cuando despiertan ven a Jesús hablando con Moisés y Elías. El rostro de Jesús brilla como el sol y sus vestidos están blancos como la nieve.

2. Esta hermosura embelesa tanto a Pedro que no puede menos de exclamar:

— «Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Pedro quiere alargar aquella situación espléndida, porque ¡se está tan bien allí! No quiere aban-donar aquel monte, en el que ve las maravillas de la gloria del Señor.

Sin embargo, Pedro no sabía lo que decía: porque lo bueno, lo que importa, no es hallarse aquí o allí, sino estar siempre con Jesús, en cualquier parte.

«Estaba diciendo estas cosas cuando se formó una nube y los cubrió con su sombra; y al entrar en la nube, se llenaron de temor. Y vino una voz desde la nube, que decía: «Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchad-le».

Pedro, ¿tú quieres estar con Jesús? Pues mira, este es el camino: ¡escúchale y obedécele!

3. (Diálogo) ¿De qué nos habla el Evangelio de hoy?... ¿Quienes acompañaron a Jesús en la subida al monte Tabor?... Jesús, al llegar al monte, empezó a orar: ¿Sabéis qué es orar?... Y ¿quién es Dios?... ¿Cuán -tas Personas hay en Dios?.. ¿Qué dijo aquella voz venida del cielo que se oyó en el Tabor?...

4. «Este es mi Hijo, el Amado; escuchadle». Dios Padre nos manda escuchar con atención las ense -ñanzas de Jesús que, como sabéis muy bien, están contenidas en el catecismo.

En él catecismo se nos enseña que el hombre ha sido creado para conocer, servir y amar a Dios en esta vida, y después gozar de Él para siempre en el Cielo.

Conocemos a Dios, cuando aprendemos las verdades del Catecismo, y nos famos plenamente de lo que Él dice.

Servimos a Dios, cuando obedecemos a la primera a nuestros padres y nos esforzamos por hacer bien lo que nos mandan.

Amamos a Dios, cuando le ofrecemos de buena gana las cosas bien hechas de cada día.

Jesús, ¡Qué bien estoy junto a Ti!

¡Haz que nunca me separe de Ti!

¡Que te oiga en la oración!

¡Que cumpla tu voluntad!

Domingo 3 de Cuaresma (C) Lc 13, 1-9.

Evangelio:

En aquel mismo momento llegaron algunos que le contaron lo de los galileos, cuya sangre había mez-clado Pilato con la de sus sacrifcios. Les respondió Jesús «¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos, porque han padecido estas cosas? No, os lo aseguro; y si no os converts, to -dos pereceréis del mismo modo. O aquellos dieciocho sobre los que se desplomó la torre de Siloé matándo -los, ¿pensáis que eran más culpables que los demás hombres que habitaban en Jerusalén? No, os lo asegu -ro; y si no os converts, todos pereceréis del mismo modo. » Les dijo esta parábola: «Un hombre tenía plan-tada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córtala; ¿para qué va a cansar la tie-rra?" Pero él le respondió: "Señor, déjala por este año todavía y mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas.».

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Mientras tanto cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante.

1. Cuenta un sacerdote que cuando se fue al seminario, un amigo suyo que de 9 años, al despedirme de sus padres para empezar los estudios sacerdotales en el Seminario, pasó muchos ratos llorando —según me contaron ellos después—, porque quería venirse conmigo y prepararse para ser sacer-dote.

Al volver al pueblo de vacaciones, me acerqué a él y le animé a venirse conmigo para empezar el nue -vo curso. Se puso muy contento. Entonces me preguntó:

— ¿Qué hacéis en el Seminario?

Mira, le dije, los seminaristas hacemos tres cosas muy importantes:

— Aprender a ser piadosos, es decir a querer mucho a Jesús y tratarle en el Sagrario como a nuestro mejor Amigo. Y también amar mucho a la Virgen, porque es nuestra Madre.

— Estudiar y asistir a las clases todos los días, menos los festivos.

— Y tercero, pasarlo muy bien, porque allí formamos una gran familia en la que todos nos queremos y ayudamos mucho.

A lo que mi amigo respondió:

— A mi todo lo que acabas de decir me gusta mucho, menos una cosa, que es estudiar.

Entonces, tú no sirves. Tu puesto lo debe ocupar otro que quiera aprender a vivir las tres cosas.

2. Este chico no pudo ir al Seminario, a pesar de que decía tener muchos deseos, porque no quería dar frutos de trabajo. Quería vivir sin trabajar, sin dar frutos agradables a Dios. Y eso no puede ser. Así nos lo enseña el evangelio de hoy:

«Un hombre tenía plantada una higuera en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: "Ya hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro; córta -la; ¿para qué va a cansar la tierra?" Pero él le respondió: "Señor, déjala por este año todavía y mientras tan -to cavaré a su alrededor y echaré abono, por si da fruto en adelante; y si no da, la cortas». Jesús tiene pa-ciencia, sabe esperar, pero quiere que todos demos frutos buenos.

Jesús caminaba por aquellos senderos de Galilea. Un día, cansado y hambriento, se acercó a una hi -guera a buscar fruto. Y no lo halló, sólo tenía hojas. Jesús la maldijo, y aquel árbol se secó.

3. (Diálogo). ¿Quien es Jesucristo?... ¿Jesús tenía hambre, se cansaba, dormía?... ¿Por qué?... ¿A qué árbol se acercó?... ¿Qué encontró?... ¿Qué hizo Jesús con aquella higuera?... ¿Que busca Jesús cuando se acerca a nosotros?... ¿Qué le vas a dar tú en el día de hoy?...

4. Hoy se acerca a cada uno de nosotros a buscar una sonrisa, actos de amor, que manifestemos con el trabajo bien hecho: estudio, encargos, compañerismo, conversaciones, oír Misa los domingos... Y a veces se queja porque no le damos nada. Nos ve despreocupados de Él. Sólo pensamos en nosotros, en nuestros gustos, egoísmos... Él quiere que pensemos en los demás y les ayudemos.

Jesús.

Yo para Ti nací.

¿Qué quieres, Señor, de mí?

Domingo 4 de Cuaresma (C) Lc 15, 11-32.

Evangelio:

Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde." Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. « Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fncas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros." Y, levantándose, partió hacia su padre. « Estando él todavía le-jos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una festa, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron la festa. « Su hijo mayor estaba en el campo y, al vol-ver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. El le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobra -do sano." El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba. Pero él replicó a su padre: "Hace tan-tos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para te-ner una festa con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha devorado tu hacienda con pros -titutas, has matado para él el novillo cebado!" « Pero él le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una festa y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado".

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"Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo."

1. Un hombre tenía dos hijos. El menor dijo a su padre: Dame la parte de herencia que me correspon-de. El padre les repartió su fortuna.

El hijo menor recogió la parte que le correspondía, abandonó a su padre y marchó a un país lejano. Allí malgastó todo el dinero con falsos amigos, que sólo buscaban aprovecharse de él.

Cuando se quedó sin nada, se produjo gran hambre en aquella comarca y comenzó a pasar necesi -dad. Buscó trabajo para poder comer; y se vio obligado a guardar cerdos.

Entonces, roto y deshecho por dentro, empezó a pensar:

— ¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan de sobra, y yo aquí me muero de hambre. Iré, y le diré:

— Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Perdóname...

Y el padre le lavó, le vistió, y lo introdujo en su casa. Hizo una gran festa para celebrar la venida del hijo.

2. Jesús ha terminado de hablar. Las gentes se quedan emocionadas del amor de aquel padre al hijo que malbarató su hacienda. Así nos trata Dios a los pecadores que nos acercamos arrepentidos a Él: «Padre, he pecado... Tenme como a uno de tus criados»...

La vida cristiana es un constante volver a la casa de nuestro Padre para que nos acoja, nos perdone, y nos introduzca en su familia, en la que hemos nacido, y ahora queremos crecer, vivir y morir en ella.

3. Volvemos por medio del sacramento de la Penitencia, que es el sacramento instituido por Cristo para perdonar los pecados cometidos después del bautismo.

Hemos de preparar la confesión cuidando las cinco cosas que se necesitan para confesarse bien: exa -men de conciencia, dolor de los pecados, propósito de la enmienda, decir los pecados al confesor, y cumplir la penitencia.

4. De la misma manera que nos lavamos frecuentemente, nos cambiamos la ropa interior, etc. tam-bién es muy bueno confesarse con frecuencia. Para ello hemos de cuidar tener un día fjo, y ese día hacer todo lo posible para confesarme. Cuenta con tus padres para que te ayuden; y procura que te acompañen a recibir este sacramento. Cada noche pide perdón:

¡Señor, perdón por mis pecados!

Ayúdame a no volver a pecar!

Acudiré a la Confesión para que me perdones

Domingo 5 de Cuaresma (C) Jn 8, 1-11.

Evangelio:

Mas Jesús se fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles. Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?» Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tie -rra. Pero, como ellos insistan en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin peca -do, que le arroje la primera piedra.» E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír estas pala-bras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?» Ella respondió: «Nadie, Señor.» Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más».

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¿Nadie te ha condenado?» Ella respondió: «Nadie, Señor.» Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más».

1. Padre viudo, que vive con su única hija, de 14 años. Esta niña es muy rebelde...

El padre es afcionado a pintar... Un día pintó la escena de Jesús llamando a una puerta...

Se la enseñó a su hija, siempre malhumorada, y que sólo gozaba haciendo sufrir a su padre...

La hija, al ver la pintura de su padre, exclamó:

— ¡Vaya birria!... ¿No ves que en esta puerta falta el cerrojo?

A lo que el padre, mirándola a la cara, le dijo:

— «Hija mía, en las puertas donde llama Jesús, el cerrojo está por dentro».

Se dio cuenta de lo que eso signifcaba. Calló, empezó a pensar y cambió su manera de ser. Se arre -pintió, cambió de conducta y, desde aquel día, hizo feliz a su padre.

2. Hoy nos habla el evangelio de una mujer a la que los judíos querían apedrear, porque la habían sor-prendido cometiendo un pecado muy gordo.

Entonces se acercaba Jesús al lugar de la escena. Le dicen los judíos:

— Esta mujer es una pecadora. Según la ley debe ser apedreada. Tú, ¿qué dices?

Jesús les miró con pena, y les dijo: el primero que esté limpio que eche la primera piedra. Todos huye-ron. Y se quedaron solos Jesús y la mujer. Le dijo:

— Mujer, ¿nadie te ha condenado?

Nadie, Señor.

— Tampoco yo te condeno. Anda, y no peques más.

3. (Diálogo) ¿Qué nos cuenta el evangelio de hoy?... ¿Por qué la querían apedrear los judíos?... ¿Qué les dijo Jesús?... Y cuando oyeron a Jesús. ¿qué hicieron los que querían apedrearla?... Entonces, ¿que le dijo Jesús a la mujer pecadora?... ¿Cómo nos perdona Jesús hoy los pecados?... ¿Cuántas cosas son neces-arias para confesarse bien?...

4. El pecado es la causa de todos los males del mundo. ¿Sabéis por qué? Mirad, Dios es la fuente de la felicidad, de todo bien. Pecar es rechazar a Dios, que es el bien. Entonces nos quedamos sin el Bien. So -mos unos desdichados.

Por eso, es necesario acudir enseguida a Jesús, que nos espera en el sacramento del Perdón para lim-piarnos y devolvernos su amistad.

Di muchas veces durante el día oraciones de petición de perdón:

Jesús, perdón por mis faltas y pecados

me he enfadado por nada;

he dicho palabrotas que ofenden a Dios y a los demás,

he sido un egoísta

Te pido perdón, y beso la Cruz.

Y te visitaré en el Sagrario.

Domingo de Ramos (C) Lc 19, 28-40.

Evangelio:

Y habiendo dicho esto, marchaba por delante subiendo a Jerusalén. Y sucedió que, al aproximarse a Betagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciendo: «Id al pueblo que está enfrente y, entrando en él, encontraréis un pollino atado, sobre el que no ha montado to -davía ningún hombre; desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: "¿Por qué lo desatáis?", diréis esto: "Porque el Señor lo necesita." Fueron, pues, los enviados y lo encontraron como les había dicho. Cuando desataban el pollino, les dijeron los dueños: «¿Por qué desatáis el pollino?» Ellos les contestaron: «Porque el Señor lo necesita.» Y lo trajeron donde Jesús; y echando sus mantos sobre el pollino, hicieron montar a Jesús. Mientras él avanzaba, extendían sus mantos por el camino Cerca ya de la bajada del monte de los Oli -vos, toda la multitud de los discípulos, llenos de alegría, se pusieron a alabar a Dios a grandes voces, por todos los milagros que habían visto. Decían: «Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas.» Algunos de los fariseos, que estaban entre la gente, le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos.» Respondió: «Os digo que si éstos callan gritarán las piedras».

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«Os aseguro, contesta Jesús, que si estos callasen, las piedras gritarían»

1. Hoy es una festa especial de los niños, que son los mejores amigos de Jesús. Él ha querido que le acompañasen en este día en el que va a hacer su entrada triunfal en Jerusalén, junto a las personas mayores que le van a aclamar como Rey y como Mesías.

Jesús sale muy de mañana de Betania, camino de Jerusalén. Cuando ya se acercan a la ciudad, dice a dos de sus discípulos:

— Id a ese caserío; allí encontraréis un borrico. Desatadlo y traedlo. Si alguien os pregunta qué ha-céis, decidle que lo necesito yo.

Los dos apóstoles salen a cumplir el encargo, y vienen con el pollino. Colocan sus vestidos encima para que Jesús vaya cómodo

Jesús monta en él y camina, con los suyos, hacia Jerusalén. Enseguida corre la noticia. Todos salen a su encuentro, se quitan sus mantos y los extienden sobre el camino. Otros con palmas y ramos le dan la bienvenida: «Bendito el que viene en nombre del Señor». Hoy es un día de triunfo para Nuestro Señor.

Hay algunos que, llenos de rabia por el triunfo del Señor, le dicen sin ningún reparo: Maestro repren-de a esta gente y dile que se calle.

— «Os aseguro, contesta Jesús, que si estos callasen, las piedras gritarían».

2. Empezamos la Semana Santa en la que Nuestro Señor nos va a manifestar el Amor inmenso que nos tiene: va a dar la vida por nosotros muriendo en la Cruz, para abrirnos las puertas del Cielo.

Nosotros queremos acompañarle, especialmente el Jueves y Viernes Santo, días en los que se va a ver abandonado de los suyos. Va a sufrir por mi Él solo, desamparado. Únicamente la Virgen, y pocas personas más, le acompañarán hasta el Calvario.

Nosotros, Jesús, no podemos ni queremos dejarte solo. Pasaremos ratos contigo en el Monumento, te entregaremos nuestro cariño, nuestros buenos deseos y también nuestros pecados.

3. (Diálogo) ¿Qué domingo es hoy?... ¿Qué hizo Jesús el domingo de Ramos?... ¿Qué carroza llevaba para entrar en la Ciudad Santa?... ¿Quiénes le acompañaban?... ¿Y ¿qué llevaban en las manos?... ¿Qué va a hacer Jesús esta Semana Santa?... Y nosotros ¿qué haremos por Él?...

4. Jesús desea también entrar triunfante en nuestra vida. Quiere que demos testimonio de Él en la sencillez de nuestro trabajo bien hecho, con nuestra alegría que llene de gozo a nuestra familia, con nuestra ayuda a los demás.

Dile que te ayude a llenar su Corazón de tus pequeños consuelos, que no son otros que el esfuerzo por hacer muy bien lo que te dicen en casa.

Repite con frecuencia esta Semana Santa:

«Santo, Santo, Santo, es el Señor, Dios del universo.

Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria».

Domingo de Resurrección. (C) Jn 20, 1-9.

Evangelio:

El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba os-curo, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.» Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípu-lo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el sue -lo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos.

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Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muer -tos.

1. Han pasado tres días después de la muerte de Jesús en el monte Calvario. Ahora se aproxima el momento de su Resurrección. Imagínate la escena: es el amanecer del primer día de la semana, y una de las piadosas mujeres, llamada María Magdalena va corriendo al sepulcro cuando todos dormían, con la idea de ungir con aromas el cuerpo del Señor.

Y, al llegar al sepulcro, observa cómo la piedra grande y pesada, con la que se cerraba el sepulcro, está removida. ¿Qué ha ocurrido?, se dice a sí misma. Está inquieta, y no puede más.

A vista de lo cual, corre asustada en busca de Pedro para contarle todo lo sucedido. Ella tenía una pena muy grande porque creía que los judíos habían robado el cuerpo del Señor, y ella no sabía donde le habían puesto.

Pedro y Juan salen corriendo hacia el sepulcro, para enterarse bien de lo sucedido. Llegan, y ven que allí no está el cuerpo de Jesús, pero se fjan cómo las vendas y el sudario estaban plegados y recogidos. Y creyeron que Jesús había resucitado.

2. Hoy es el día del triunfo de Nuestro Señor. Recuerda cómo sus enemigos quisieron acabar con Él condenándole a muerte, y muerte de Cruz.

Al contemplarlo el Viernes Santo, cosido con clavos de amor en la Cruz, los verdugos creían que nun-ca jamás se sabría nada de Él.

Pero Jesús ha resucitado tal como lo había dicho. Vive para no morir jamás. Así acompaña siempre a sus amigos, busca a todos los hombres, quiere salvar a todos para que reinen con Él en el cielo.

Al resucitar Jesús, une su alma al cuerpo y sale del sepulcro para no morir jamás. La resurrección es el mayor de los milagros, ya que Jesús vence a la muerte por su propio poder, sin ayuda de nadie. Es la prueba principal de que es verdadero Dios.

Cada domingo se llama «Día del Señor» y en él celebramos su triunfante Resurrección de entre los muertos. Por eso la Iglesia quiere que asistamos a Misa los domingos y demás días de precepto.

3. (Diálogo) ¿Cuándo murió Jesús?... Después de muerto, ¿dónde lo colocaron?... ¿Qué festa cele-bramos en este domingo?... ¿Quién resucitó?... ¿Qué es resucitar?... ¿Quién fue muy temprano al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús?... ¿Cómo encontró el sepulcro?... ¿A quien fue a visar?... ¿Que hicieron Pedro Y Juan?...

4. Hoy es un día de mucha alegría para los cristianos, porque Jesús ha vencido a la muerte resucitan-do de entre los muertos. La muerte ya no tiene poder sobre Él. Hoy es un día especial para confesarnos y limpiar nuestra alma de todo pecado. Así participamos de la alegría de Jesús, de la Virgen y de los amigos del Señor. Jesús es la resurrección y la Vida. Y el que cree en Él no morirá para siempre, sino que tendrá vida eterna.

Jesús es la Vida.

El pecado es la muerte,

porque nos separa de Él eternamente.

Resucitamos cada vez

que pedimos perdón por nuestros pecados

Domingo 2 de Pascua. (C) Jn 20, 19-31.

Evangelio:

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Se-ñor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.» Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.» Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y To-más con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros.» Lue-go dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.» Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío.» Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.» Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro. Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.

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«Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído.»

1. Después de la muerte del Señor los discípulos, llenos de miedo y acobardados por todo lo ocurrido el Viernes Santo, se dispersan y huyen. Algunos se van al lugar donde comieron con Jesús la Pascua.

Todo lo tienen cerrado, puertas y ventanas. Están muertos de miedo, no sea que hagan con ellos lo mismo que hicieron con el Maestro.

Estando así las cosas, de pronto llega Jesús. Poniéndose en medio de ellos les dice:

— «La paz sea con vosotros».

Todos se asustan porque creen que ven un fantasma. Mientras el Señor continúa:

— «No temáis. Ved mis manos y mis pies; soy yo. Tocadme y convenceos de que un espíritu no tiene carne ni hueso, como yo los tengo».

2. Pero allí falta uno de los amigos de Jesús, Tomás. Al atardecer cuando llega, todos le dicen con in-menso entusiasmo:

— «Hemos visto al Señor».

Tomás no les cree de ninguna manera. Y con mucha tozudez les dice:

— «Si no veo en sus manos la señal de los clavos. No creeré».

A los ocho días vuelve de nuevo Jesús. Y después de saludarles, mira con cariño a Tomás y le dice:

— «Aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo sino creyente».

Entonces Tomás, arrepentido de su pecado, le dice:

— «¡Señor mío, y Dios mío!».

3. (Diálogo) ¿Dónde se escondían los Apóstoles antes de la resurrección del Señor?... ¿Por qué cerra -ban puertas y ventanas?... ¿Quién entró allí?... ¿Faltaba algún apóstol?... ¿Tomás creyó a los apóstoles cuando le decían que habían visto al Señor?... ¿Qué les contestó Tomás...? ¿Qué le dijo Jesús?...

4. Jesús quiere que sus apóstoles crean en su resurrección; porque es el fundamento de nuestra fe. Por eso se les aparece tantas veces. Habla y come con ellos para que crean que Jesús ha resucitado y vive para no morir jamás.

Jesús ha resucitado

y vive para siempre.

Yo viviré con Él,

si le amo verdaderamente.

Domingo 3 de Pascua. (C) Jn 21, 1-19.

Evangelio:

Después de esto, se manifestó Jesús otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. (...). Des-pués de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos.» Vuelve a decirle por segunda vez: « Simón de Juan, ¿me amas?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas» Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres? » Se entristeció Pedro de que le pregun -tase por tercera vez: «¿Me quieres? » y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.» Le dice Je -sús: «Apacienta mis ovejas. «En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras.» Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorifcar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígue-me».

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«Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.»

1. Ha terminado de comer Jesús con los suyos. Están pasando un rato muy agradable de sobremesa escuchando al Maestro.

Después de una animada conversación, Jesús mira a Pedro y le hace unas preguntas sobre una cosa que todos sabemos y necesitamos hacer, como es amar:

— «Simón hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?»

Le dice él:

— «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»

Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos.»

Vuelve a decirle por segunda vez:

— «Simón hijo de Juan, ¿me amas?»

Le dice él:

— «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»

Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas»

Le dice por tercera vez:

— «Simón hijo de Juan, ¿me quieres? » Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.» Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas». Cuida de todos los hombres del mundo.

2. Pedro pasó un mal rato ante el examen que le hizo Jesús; y es que se acordaba de las tres veces que le negó en la noche en la que prendieron a Jesús para condenarle a morir en la Cruz.

Y, al ver que estaba ante el que lo sabe todo y conoce los secretos del corazón humano, no pudo me -nos de confesar humildemente: «Señor, Tú lo sabes todo. Tú sabes que te quiero».

Jesús le premió esta humilde confesión entregándole el poder supremo sobre la Iglesia. Él será, por deseo del Señor, el primer Papa, el Pastor Supremo que gobierne no sólo a los feles, sino también a los de -más Pastores de la Iglesia. Así se cumple la promesa que le hizo en Cesarea de Felipe: «Tú eres Pedro y so-bre esta piedra edifcaré mi Iglesia».

3. (Diálogo) Jesús, después de comer ¿a quién examina?... ¿Quién era Pedro?... ¿Qué le pregunta Je-sús?... ¿Qué responde Pedro?... ¿Qué encargo le dio Jesús a Pedro?... ¿Quién es el Vicario de Cristo en la tierra?... ¿Cómo se llama el Papa que tenemos hoy?... ¿Queréis mucho al Papa?... ¿Por qué?...

4. Jesús quiso que san Pedro fuese el primer Papa de la Iglesia. Le dio el poder de enseñar, santifcar y gobernar a los feles y a los pastores de la Iglesia, que son los obispos.

El Papa es el sucesor de Pedro, por eso tiene los mismos poderes que tuvo Pedro.

Nosotros que somos los feles, tenemos que obedecerle en todo lo que nos pide, y aceptar con adhe -sión plena cuanto nos enseña.

El Papa es el Vicario de Cristo en la tierra

Quiero amar y obedecer al Papa,

Porque es el dulce Cristo en la tierra.

Domingo 4 de Pascua. (C) Jn 10, 27-30.

Evangelio:

Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno.

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: «Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perece-rán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano».

1. En la vida de los pueblos hay una escena maravillosa que llama poderosamente la atención, sobre todo a los niños: el pastor que conduce a las ovejas a los pastos abundantes que hay en los campos después de la siega.

Todas las ovejas van juntas guiadas por el pastor, el cual, ayudado por los perros, las lleva por el buen camino en busca de los pastos que tanto necesitan para amamantar por las noches a sus corderos.

El pastor quiere tanto a sus ovejas que, cuando necesitan cruzar la carretera para llegar a los campos donde pastar, llama a los perros para que le ayuden a guiarlas de manera que los coches nunca les hagan daño. Las ovejas siempre escuchan la voz del pastor y le obedecen. Y el pastor se ve muy feliz junto a sus ovejas.

Un niño, al ver al pastor tan contento, le preguntó:

— Oye, ¿cuántas ovejas tienes?

Trescientas, le contestó el pastor.

— Y ¿para qué las quieres?

A ti, le preguntó el pastor, ¿te gustan las costillas a la brasa?

— Muchísimo, le contestó el niño, chupándose los dedos. Ayer mismo me las comí.

Pues mira, las quiero para alimentar a todos los niños de este pueblo, a ver si son tan obedientes a sus padres, como lo son las ovejas al pastor.

2. Eso mismo nos quiere enseñar Jesús en el evangelio de hoy: «Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano».

Las ovejas de Jesús somos todos los hombres que vivimos en la tierra, las almas del Purgatorio y los santos del Cielo. Y Jesús es el Buen Pastor que ha venido a este mundo a salvarnos del pecado, para que tengamos el gozo de vivir siempre con Dios en el Paraíso.

Necesitamos escuchar la voz de Jesús que llega hasta nosotros por medio del catecismo: en él nos dice que somos hijos de Dios desde el día que recibimos el Bautismo, que hemos de aprender a portarnos como los mejores hijos de Dios, obedeciendo siempre sus mandatos. Así llegaremos a gozar con los santos en el Cielo.

Por eso debemos aprender bien las preguntas del catecismo, que es el alimento de nuestra alma. Así al cabo de unos años, sabremos lo que Jesús nos enseña, le pediremos ayuda muchas veces para cumplirlo, seremos obedientes, y llenaremos de alegría el corazón de nuestros padres.

3. (Diálogo) ¿Quién es Jesucristo?... Para que ha venido Jesucristo al mundo?... ¿Quién es el Buen Pas-tor?... ¿Quienes son sus ovejas?... ¿Qué hemos de hacer sus ovejas?... ¿Adónde nos conduce el Buen Pas-tor?... Vosotros ¿queréis ir al Cielo?... ¡Sigue, pues, a Jesús!

4. Las ovejas de este Buen Pastor somos los hombres, y también los predilectos de Jesús, que sois ni-ños. Él nos dice: Mirad cuánta gente hay en el mundo. Yo quiero que todos se salven. Pero necesito que vo-sotros me ayudéis. ¿Cómo?.

— Necesito que muchos niños quieran ser sacerdotes para enseñar el Catecismo, celebrar la Santa Misa y perdonar los pecados. Hoy tengo muy pocos sacerdotes.

— Tú, ¿quieres ser sacerdote? Habla de ello con tus padres; y sé muy amigo de Jesús; dile: Aquí estoy, si quieres seré sacerdote.

¡Señor, danos muchos y santos sacerdotes!

Ellos representan a Cristo y los necesitamos

Ofrezco algún sacrifcio por el Papa, los obispos y los sacerdotes

Domingo 5 de Pascua. (C) Jn 13, 31-33.

Evangelio:

Cuando salió Judas, dice Jesús: «Ahora ha sido glorifcado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorifca-do en él. Si Dios ha sido glorifcado en él, Dios también le glorifcará en sí mismo y le glorifcará pronto.» «Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros».

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Ahora ha sido glorifcado el Hijo del hombre

1. En cierta ocasión seguían muchedumbres de gente a Nuestro Señor Jesucristo con el deseo de es-cuchar sus palabras, ya que llenaban de consuelo y aliento los corazones de aquellas multitudes.

Estaban tan a gusto con Él que no se acordaban ni de comer, y además, no podían comprar nada por -que estaban en un lugar desierto. Para satisfacer esta necesidad, Jesús hizo el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces. Comieron todos. Y aún sobró.

La gente se quedó tan agradecida que lo querían hacer Rey de su pueblo. Pero Jesús se escondió y no lo hallaron.

A los pocos días les explicó el sentido de aquel milagro: «Yo soy el pan vivo bajado del cielo; si alguno come de este pan vivirá para siempre».

Todos se escandalizaron al oír aquellas palabras, y empezaron a huir unos y otros, hasta dejar solo a Jesús con sus apóstoles.

Entonces les dijo:

— ¿También vosotros os queréis marchar?

Y Pedro le contestó:

— Señor, ¿a quién iremos? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna.

2. Es como si le dijeran: ¡Qué bien estamos contigo, Jesús! Queremos ser siempre tus amigos.

Jesús les dice:

— «Hijos míos, ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir, os digo también ahora a vosotros».

Les recuerda que pronto subirá a los cielos, y allí se sentará a la derecha de Dios Padre. Pero quiere tanto a los hombres que se marchará al Cielo, pero se quedará también con nosotros en el Sagrario. Jesús se va y se queda.

Allí, en la Sagrada Eucarista —que es el sacramento del Cuerpo y Sangre de Jesucristo bajo las apa-riencias de pan y de vino— hemos de buscar a Jesús, no con los ojos de la cara como le buscaban las gentes mientras estaba visiblemente en el mundo, sino con los ojos de la fe

Fe es creer frmemente lo que me dice Dios, porque no puede engañarse ni engañarnos. Y Él nos dice que Jesús esta en la Eucarista con su cuerpo, sangre, alma y divinidad.

3. (Diálogo) ¿Qué milagro hizo Jesús para alimentar a tanta gente?... ¿Por qué puede hacer milagros Jesús?... Jesús ¿es también verdadero hombre?... ¿Qué hizo Jesús el día de la Ascensión?... ¿Y nos ha dejado solos a los hombres?... ¿En dónde se ha quedado Jesús?... ¿Jesús está en el Sagrario vivo o muerto?... ¿Qué es la fe?...

4. Así es, Jesús está vivo en la Eucarista: con aquel Corazón que tanto amaba a los hombres, con aquella mirada tan cariñosa con la que miraba a los niños, está allí con todo su poder de hacer milagros por-que es nuestro Dios.

En el Sagrario nos espera a todos para que le acompañemos como a nuestro mejor Amigo, le conte-mos lo que nos pasa y le pidamos lo que necesitamos.

Jesús, cuando voy a visitarte

Yo te miro y tú me miras

Tú, que lo tienes todo.

Y yo que lo necesito todo.

¡Ayúdame a ser santo!

Domingo 6 de Pascua. (C) Jn 14, 23-29.

Evangelio:

Jesús les dijo: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y ha-remos morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado. Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho. Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobar -de. Habéis oído que os he dicho: "Me voy y volveré a vosotros." Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis.

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“el que me ama será amado de mi Padre, vendremos a él y haremos nuestra morada en él”

1. Un niño, llamado Guillermo, aprendió en la escuela un secreto para estar contento: que es tener buenos amigos.

El maestro les decía que la “medicina”, o receta efcaz, para tener buenos amigos es quererles mu-cho, ayudarles siempre que lo necesiten, y tener confanza para contarles las cosas que nos pasan.

Al llegar a casa, Guillermo preguntó a su madre qué debía hacer para estar seguro de que él ama a sus amigos y estos le quieren a él. Y le decía:

— Mamá, ¿cómo sabré que un amigo me quiere?

A lo que ella le contestó:

— ¡Por las obras! Porque «obras son amores y no buenas razones».

Mira el árbol bueno da frutos buenos, y el árbol malo da frutos malos. “Por los frutos se conoce el ár -bol”. Los frutos que damos los hombres son las obras. Si en nuestro comportamiento agradamos a Dios, da-mos frutos buenos, es decir, amamos con toda seguridad a Dios.

2. Jesús, después de resucitado, se apareció a los Apóstoles para asegurarles que había resucitado, y vive para no morir jamás. Habiendo comido con ellos, preguntó a Pedro tres veces:

— “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? Él le dijo: Señor, Tú lo sabes todo, Tú sabes que te quiero”.

Sabemos que lo que une de verdad a los amigos es el amor sincero con que se quieren.

Hoy nosotros también decimos a Jesús que le queremos muchísimo, y queremos manifestarlo cum-pliendo su voluntad siempre.

Y Jesús nos recuerda a los que le decimos, como Pedro, que le queremos, una realidad maravillosa que conviene que escuchemos con atención, y que la recordemos durante el día:

— Pues mirad, “el que me ama será amado de mi Padre, vendremos a él y haremos nuestra morada en él”. El amor siempre une, porque no es otra cosa que la fusión de dos voluntades.

Cuando estamos en gracia, y hacemos la voluntad de Dios, está tan contento que la Santsima Trini-dad viene a poner su morada en nuestra alma. Nos convertimos en un templo de Dios, en un Sagrario vivo. Dios vive en mí y yo en Él.

La gracia es un don sobrenatural que nos hace hijos de Dios y herederos del cielo.

3. (Diálogo) ¿Quién es Dios?... ¿Cuántos dioses hay?... ¿Cuántas personas hay en Dios?... ¿Cómo se llaman?... ¿Quién habita en el alma que vive en gracia de Dios?... ¿Qué es la gracia?...

4. Somos portadores de tesoros divinos en vasos de barro. Dios mora en mí y yo en Él. Estamos “en-diosados” desde el día de nuestro Bautismo. Cuando vamos por la calle después de comulgar, somos como

una “custodia” con la que hacemos la procesión del Corpus Christi. Jesús mira y bendice a todos. Dale mu -chas veces gracia a Dios que vive en tu alma. Al cruzar los brazos, abraza a Dios en tu alma, y dile que le quieres con todo tu corazón.

Jesús, Tú estás en mi,

porque me amas.

Y yo estoy en Ti,

porque te amo.

Solemnidad de la Ascensión. (C) Lc 24, 46-53.

Evangelio:

Jesús les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando des -de Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas. «Mirad, y voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto.» Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se se -paró de ellos y fue llevado al cielo. Ellos, después de postrarse ante él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo, y estaban siempre en el Templo bendiciendo a Dios.

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«los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los ben-decía, se separó de ellos y fue llevado al cielo».

1. Jesús, nada más resucitar, podía muy bien haber subido a los cielos. Pero quiso esperar cuarenta días para que le vieran los Apóstoles radiante de gloria, y para enseñarles lo que ellos tenían que predicar a todos los hombres de la tierra: que ¡Jesús ha resucitado!

Cuentan los mismos Apóstoles las tres cosas más importantes que hizo Jesús durante aquellos cua-renta días que transcurrieron entre la Resurrección y la Ascensión a los cielos.

- Se apareció en repetidas ocasiones a los Apóstoles, a sus discípulos y a un grupo de piadosas muje-res que le acompañaban durante su Vida pública.

- Les hablaba del cielo, adonde Él iba a subir muy pronto, y allí prepararía un lugar para sus seguido-res. Les hablaba también de la Iglesia, que es una familia a la que están llamados a pertenecer todos los hombres.

- Por eso debéis ir a predicar el evangelio a todo el mundo, y administrar los Sacramentos, porque los que crean y se bauticen se salvarán. Y Jesús quiere que se salven todos los hombres.

2. Una vez les dio este encargo, Jesús «los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los ben-dijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo» . Los Apóstoles vieron cómo Jesús subía al Cielo hasta que una nube se lo quitó de la vista. Estando así, se les aparecieron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:

— «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al Cielo, volverá como le habéis visto marcharse».

Y les animaron a ir al Cenáculo acompañados de la Virgen y allí, con oración incesante, esperaran la venida del Espíritu Santo que les llenaría de sus dones para cumplir la tarea de ir por todo el mundo a ha -blar de Jesús, Salvador de los hombres.

3. (Diálogo) ¿Qué festa celebramos hoy?... Y ¿qué ocurrió el día de la Ascensión?... ¿Quién es Jesu-cristo?... ¿Subió a los cielos como Dios o como hombre?... ¿Dónde esta ahora Jesucristo?... ¿Para qué se ha quedado Jesús en la Eucarista?...

4. Cuarenta días después de la Resurrección, Jesús subió a los cielos por su propia virtud y poder, ante el asombro de sus Apóstoles y discípulos, que se quedan embelesados mirando al cielo.

Sin embargo, el Señor, aunque está en el Cielo, también se encuentra con nosotros en la tierra, ya que está realmente presente en el Sagrario. Visítale con frecuencia y pide por todos los hombres.

Es una invitación que ellos nos hacen hoy a nosotros a mirar con frecuencia el cielo; sobre todo cuan-do nos cuesta hacer las cosas bien. Allí está nuestra habitación, el lugar que Jesús ha ido a prepararnos para que estemos siempre con Él. Recordad que nos decía:

— «Os conviene que me vaya... Voy a prepararos un lugar, para que donde estoy yo, esté también mi servidor»

Buscad las cosas del cielo donde se halla Jesús, sentado a la diestra de Dios Padre. Tened gusto por las cosas de arriba y no os afanéis demasiado por las cosas que se acaban enseguida.

Hoy Jesús sube al Cielo,

y sigue aquí con nosotros

le acompaño en el Sagrario,

le llevo a mis amigos

para que siempre deseemos el Cielo

Domingo de Pentecostés. (C) Jn 20, 19-23.

Evangelio:

Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Se-ñor. Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

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Como el Padre me envió, también yo os envío

1. Habían pasado diez días desde la Ascensión del Señor a los cielos. Los Apóstoles obedecieron a Je -sús que les había dicho:

— Id con la Virgen al Cenáculo, y allí dedicaos a orar y esperar el momento de la venida del Espíritu Santo.

Efectivamente, el día de Pentecostés todos los discípulos estaban juntos. De repente, se sintió un viento muy fuerte, que hacía como retemblar la casa donde estaban reunidos. Una luz muy clara iluminó toda la sala. Y aparecieron lenguas de fuego que se posaron sobre la cabeza de cada uno. Y se llenaron de los dones de Dios.

De este modo recibieron el Espíritu Santo, que es la tercera Persona de la Santsima Trinidad, que pro-cede del Padre y del Hijo.

Y desde aquel día, los discípulos de Jesús que habían sido tan cobardes, y que se habían dejado arras-trar por el miedo, todo cambió en ellos. Empezaron a hablar con valenta ante el pueblo diciendo:

— Jesús de Nazaret al que vosotros habéis matado, ha resucitado y vive entre nosotros. Él es el Me-sías y Salvador del mundo.

Y todos los que escuchaban les preguntaban qué debían hacer para salvarse.

Pedro con gran valenta les dijo:

— «Arrepentos y bautizaos en el nombre de Jesucristo; y recibiréis el don del Espíritu Santo»

2. No lo olvidéis; el Espíritu Santo es verdadero Dios, como el Padre y el Hijo. Y como el Padre y el Hijo debe ser adorado y alabado por los hombres.

El Espíritu Santo no es ninguna lengua de fuego, ni es un viento impetuoso; ni tampoco es una palo-ma, como la que apareció en el Bautismo de Jesús. Estos signos son representaciones que nos recuerdan a la tercera Persona de la Santsima Trinidad.

El día de nuestro bautismo Dios empezó a vivir en nuestra alma. Permanece con nosotros mientras no lo echemos por el pecado mortal. Entonces necesitamos que Dios perdone nuestros pecados en el sacra-mento de la confesión. Así nos lo recuerda hoy el evangelio:

Como el Padre me envió, también yo os envío.» Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Es-píritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les que-dan retenidos».

3. (Diálogo) ¿Qué festa celebramos hoy?... ¿Qué sucedió el día de Pentecostés?... ¿Dónde estaban reunidos los Apóstoles?... ¿Con quién estaban?... ¿Quién es el Espíritu Santo?... ¿Cuantos dioses hay?... ¿Cuántas Personas hay en Dios?... ¿Cuando recibisteis el Espíritu Santo?...

4. Dios está en todas partes. También lo está el Espíritu Santo porque es Dios. Pero de un modo espe-cial habita en las almas que están en gracia de Dios. No lo olvidéis, sois templos de Dios.

Huid del pecado, de todo lo que desagrade a Dios, para que el Espíritu Santo permanezca siempre con vosotros, y os colme de sus dones.

Ven, Espíritu Santo.

Llena nuestra alma de tus dones.

Haz que seamos apóstoles

Y santifca los corazones.

Solemnidad Santsima Trinidad. (C) Jn 16, 12-15.

Evangelio:

Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros.

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Mucho tengo todavía que deciros

1. Cuando Jesús fue al río Jordán, donde estaba Juan bautizando, para recibir de sus manos el bautis -mo, dice el Evangelio que ocurrió una cosa muy bonita:

Una vez bautizado Jesús, salió del río, y se abrieron los cielos. Y Juan, en ese mismo momento, vio al Espíritu de Dios descender como paloma y venir sobre Jesús, mientras una voz del cielo decía:

— «Este es mi hijo amado, en quien tengo mis complacencias».

¿Veis? Aquí aparecen las tres Personas de la Santsima Trinidad. A Dios Padre no se le ve, pero se le oye cuando dice: Este es mi hijo amado, en quien tengo mis complacencias. A Dios Hijo se le ve recibiendo el bautismo de manos de Juan el Bautista. Y Dios Espíritu Santo se manifesta en forma de paloma.

Ahí, pues, tenéis las tres Personas divinas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que son un solo Dios verdadero.

Son tres personas distintas, iguales en perfección,

Padre, Hijo y Espíritu Santo. Un sólo Dios, las tres Personas son.

2. La Santsima Trinidad es el mismo Dios Padre, Hijo y Espíritu santo; tres Personas distintas y un solo Dios verdadero.

De este modo, el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios. Pero no hay tres dioses, sino un solo Dios verdadero.

Esto lo sabemos porque el mismo Dios nos lo ha revelado. Y ahora, en su nombre, nos lo enseña la Iglesia guiada por el Espíritu Santo. Por eso nos dice Jesús en el Evangelio de hoy:

« Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir».

3. (Diálogo) ¿Qué festa celebramos hoy?... ¿Quién es la Santsima Trinidad?... ¿Cuántos dioses hay?... ¿Cuántas personas hay en Dios?... ¿Cómo se llaman?... ¿El Padre es Dios?... ¿El Hijo es Dios?... ¿El Espíritu Santo es Dios?... ¿Son tres dioses?... ¿Quién es más poderoso el Padre, el Hijo o el Espíritu Santo?...

4. La Santsima Trinidad no creáis que está lejos de nosotros, allá en el Cielo, como si no se preocupa -se de los niños y de los hombres que vivimos en este mundo.

A poco de nacer y estar en los brazos de nuestra madre, nos llevaron a recibir el Bautismo para que nos borrase el pecado original, y empezásemos a ser hijos de Dios. Y nos bautizaron en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo

Desde aquel día la Santsima Trinidad, es decir Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, habita en nuestros corazones ayudándonos a convertir en cielo todo lo bueno que hacemos.

Te has de acordar con frecuencia que tú eres un templo vivo de Dios, un Sagrario que llevas a Dios por todas las partes por las que tú vas. Procura no desagradarle nunca.

Repite durante el día esta oración:

Gloria al Padre,

Gloria al Hijo,

Gloria al Espíritu Santo.

Amen.

Solemnidad del Corpus Christi. (C) Lc 9, 11-17.

Evangelio:

Jesús curaba a los que tenían necesidad de ser curados. Pero el día había comenzado a declinar, y acercándose los Doce, le dijeron: «Despide a la gente para que vayan a los pueblos y aldeas del contorno y busquen alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar deshabitado.» El les dijo: «Dadles voso-tros de comer.» Pero ellos respondieron: «No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que va -yamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente.» Pues había como 5.000 hombres. El dijo a sus discípulos: «Haced que se acomoden por grupos de unos cincuenta.» Lo hicieron así, e hicieron acomodarse a todos. Tomó entonces los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición y los partió, y los iba dando a los discípulos para que los fueran sirviendo a la gente. Comieron todos hasta saciarse. Se recogieron los trozos que les habían sobrado: doce canastos.

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No tenemos más que cinco panes y dos peces

1. Un día Jesús y sus Apóstoles se dirigen al mar de Galilea, suben a una barca para dar un paseo, y descansar juntos. Cruzan el mar y poco a poco llegan a la orilla. Allí se encuentran con una sorpresa: se ven rodeados de una gran multitud, que ha venido de muchos lugares en busca del Señor.

Jesús les mira con amor y, al descubrir que traen muchos enfermos, se compadece de ellos, los con-suela y los va curando. Pasa el día, y nadie se separa del Señor.

Al atardecer se le acercan los discípulos y le dicen:

— Estamos en el desierto y se acerca la noche. Despide a las gentes para que vayan a las aldeas a comprar comida.

Jesús, mirándoles a la cara, les responde:

— «No necesitan marcharse; dadles vosotros de comer»

Ellos le contestan: sólo tenemos cinco panes y dos peces. Y ¿qué es esto para tanta gente?.

Jesús les dice:

— «Traédmelos, y haced que todos se sienten sobre la hierba»

Jesús entonces hizo el milagro de la multiplicación de aquellos panes y peces. Comieron todos, y aún sobró mucho.

Al ver este milagro tan grande, la gente decía: Éste es el Mesías que esperábamos.

2. Este milagro signifca el gran regalo de Jesús a los hombres, que es la Eucarista. Nos la dio el pri -mer Jueves Santo de la historia, momentos antes de entregarse a la muerte por nuestra salvación. Aquel atardecer hizo el milagro de convertir el pan en su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Y dio poder a los sacerdotes para hacer lo mismo que hizo Él. Desde el momento de la Consagración de la Misa, la hostia ya no es pan, sino el mismo Jesús vivo...

La festa del Corpus está dedicada a venerar y alabar al Santsimo Sacramento del Altar. Hoy el Señor, puesto en una hermosa Custodia, sale en procesión por las calles de los pueblos y ciudades bendiciendo a los hombres que le miran con fe.

3. (Diálogo) ¿Qué festa celebramos hoy?... ¿Cuándo instituyó Jesús la Eucarista?... ¿Qué es la hostia antes de la consagración?... ¿Y qué es después de la consagración?... ¿Quién esta en la Eucarista?... ¿Jesús está allí vivo o muerto?... ¿Qué es la sagrada Comunión?...

4. Sabéis que la hostia consagrada no es pan; es el mismo Jesús con su cuerpo, sangre, alma y divini -dad. Y que el vino del cáliz después de la consagración es también el mismo Jesús.

Este don es el alimento que fortalece nuestra alma en el camino que lleva al Cielo. «Mi carne es ver -dadera comida y mi sangre verdadera bebida».

Queremos ser los mejores amigos de Jesús que ha querido, sólo para ayudarnos, quedarse día y no-che en el Sagrario. Le visitaremos cada día.

Jesús cada día iré a verte al Sagrario

creó frmemente que estás aquí.

Invitaré a mis amigos a acompañarte

Te amo, te adoro y soy tuyo.

Domingo 2 Tiempo ordinario (C) Jn 2, 1-12.

Evangelio:

Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltara vino, porque se había acaba -do el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: «No tienen vino.» Jesús le responde: «¿Qué tengo yo conti -go, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.» Dice su madre a los sirvientes: «Haced lo que él os diga.» Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purifcaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una. Les dice Jesús: «Llenad las tinajas de agua.» Y las llenaron hasta arriba. «Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala.» Ellos lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio y le dice: «Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora.» Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos. Después bajó a Cafarnaúm con su madre y sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días.

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«Haced lo que él os diga.»

1. Un día estaba en el Colegio dando una clase de Religión a las alumnas que se preparaban para reci-bir el sacramento de la Confrmación; hablábamos de la presencia real de Jesucristo en el sacramento de la Eucarista. Les decía que Jesús hace un milagro muy grande: convertir toda la sustancia del pan y del vino en su Cuerpo, en su Sangre, en su Alma y en su Divinidad.

¡Qué poder tan grande el de Jesús!, ¿verdad?

Entonces una alumna que tenía mucha fe, me dijo:

— Si Dios pudo hacer con su Palabra todas las cosas, diciendo: «Hágase» el sol, las montañas, los ma-res...; y todo se hacía conforme a lo que Dios mandaba, ¿qué inconveniente hay que, con esa misma pala -bra, cambie el pan de trigo en Él?

Efectivamente, Dios puede hacer todo lo que quiere, sin que ninguna cosa le sea difcultosa, porque es el Señor, el Amo y el Dueño de todo. Y todo le obedece.

2. Hoy el Evangelio nos enseña el primer milagro que hizo Jesús, al empezar su Vida Pública. Se cele -braba una boda en un pueblo, llamado Caná de Galilea. Allí acudieron Jesús, sus apóstoles y la Santsima Virgen. Cuando estaban en plena comida, María se da cuenta de una cosa, y le dice a Jesús: «No tienen vino.» Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.» Dice su madre a los sirvientes: «Haced lo que él os diga.» Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purifcaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una. Les dice Jesús: «Llenad las tinajas de agua.» Y las llenaron hasta arriba. «Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala.» Ellos lo llevaron. Lo probó y quedó admirado de la calidad del mismo. Nunca había bebido un vino tan rico como aquel.

El jefe del banquete les preguntó: ¿de dónde habéis sacado este vino?

— Ellos le dijeron señalando con el dedo a Jesús, ¿ves aquel Señor?... Nos ha mandado llenar las tina-jas de agua, y, no sabemos cómo, la ha convertido en vino. ¡Qué grande y poderoso es Jesús!

3. (Diálogo) ¿Qué nos cuenta el Evangelio de hoy?.. ¿Quienes asistieron a aquella boda?... ¿Qué hizo la Virgen al darse cuenta de que se acababa el vino?... ¿Quién es la Virgen María?... Y ¿qué les dijo a los criados?... ¿Qué mando Jesús a aquellos sirvientes?... Y ¿qué ocurrió?... Pero ¿Jesús puede hacer milagros?.... ¿Por qué?... ¿Quien es Jesucristo?...

4. Los hombres tenemos muchas necesidades, unas se referen al cuerpo, como el hambre, la sed, el sueño...; otras se referen al alma, como el obedecer, perdonar, ser buen amigo de los compañeros..., ven-cer la pereza para ir a Misa los domingos, etc.

Sabemos lo que debemos hacer, pero... ¡no lo hacemos! por una serie de excusas que nos inventa -mos, y porque no somos valientes para luchar.

La Virgen nos enseña a acudir a Jesús, pidiéndole ayuda para vencerme y hacer lo que Él me manda. Con su ayuda haremos con prontitud las cosas que nos mandan, como las hicieron aquellos criados que ser -vían en las bodas de Caná de Galilea.

Jesús, yo solo no puedo.

Pero Tú lo puedes todo.

Con tu ayuda estudiaré más

y seré mejor amigo de mis amigos

¡Ayúdame más!

Domingo 3. Tiempo ordinario. (C) Lc 1, 1-4; 4, 14-21.

Evangelio:

Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verifcado entre noso-tros, tal como nos las han transmitido los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra, he decidido yo también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, es-cribírtelo por su orden, ilustre Teóflo, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.

Jesús volvió a Galilea por la fuerza del Espíritu, y su fama se extendió por toda la región. El iba ense -ñando en sus sinagogas, alabado por todos. Vino a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del pro -feta Isaías y desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: «El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la libera-ción a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor». Enrollando el volumen lo devolvió al ministro, y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fjos en él. Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy».

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El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva

1. Un anciano, analfabeto, hacía un viaje con una caravana en la que iba un grupo de amigos. Observa el jefe de la caravana que el anciano reza todas las noches con mucho fervor. Lo llamó y le dijo:

— ¿Por qué oras con tanta fe? ¿Cómo sabe que Dios existe, si ni siquiera sabes leer?

— Sí sé leer, señor. Leo todo lo que escribe Dios.

— ¿Cómo es así?

El anciano se explicó:

— Cuando recibís una carta de un ausente, ¿como reconocéis a quien escribe?

— Por la letra, contestó el jefe de la caravana.

— ¿Cuando os regalan una joya, ¿cómo sabéis quien la hizo?

— Por la marca del orfebre.

— Cuando oís pasos de animales alrededor de la tienda, ¿cómo sabéis si se trata de un carnero, un caballo o un buey?

— Por las huellas, respondió el jefe, sorprendido ante aquel interrogatorio.Entonces el viejo le invitó a salir de la tienda y le mostró el cielo.

— Señor, aquellas cosas escritas allá arriba, este desierto aquí abajo, nada de eso podría haber sido diseñado ni escrito por la mano del hombre. ¡Eso es obra de Dios! Aquel sabio quedó sorprendido de la fe del anciano, y cambió.

2. Hoy el Evangelio nos presenta a Jesús como el Maestro que entra en la Sinagoga (es como la es -cuela donde los judíos iban a escuchar a los “maestros” para aprender la Biblia). Todos escuchan con aten-ción a Jesús; y allí enseña a todos los hombres que Él es el Mesías, el Salvador. Y que para agradar a Dios e ir al cielo hemos de cumplir los Mandamientos.

Les decía Jesús: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la li -bertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor».

3. (Diálogo) ¿Quién es Jesucristo?... ¿Por qué Jesús sabe mucho más que los sabios de este mundo?... ¿Hay alguna cosa que no sepa? (¡Lo sabe todo!). ¿A qué ha venido Jesús al mundo?.... ¿Cual es el camino que lleva al Cielo?... ¿Cuántos son los Mandamientos de la Ley de Dios?...

Vamos a aprender hoy los tres primeros:

- El primero: Amarás a Dios sobre todas las cosas.

- El segundo: No tomarás el nombre de Dios en vano.

- El tercero: santifcarás las festas.

Domingo 4. Tiempo ordinario. (C) Lc 4, 21-23.

Evangelio:

Comenzó, pues, a decirles: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy.» Y todos daban testimonio de él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. Y decían: «¿No es éste el hijo de José?» El les dijo: «Seguramente me vais a decir el refrán: Médico, cúrate a ti mismo. Todo lo que hemos oído que ha sucedido en Cafarnaúm, hazlo también aquí en tu patria.» Y añadió: «En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria.» «Os digo de verdad: Muchas viudas había en Isra-el en los días de Elías, cuando se cerró el cielo por tres años y seis meses, y hubo gran hambre en todo el país; y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda de Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue purifcado sino Naamán, el sirio.» Oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciu-dad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edifcada su ciudad, para despeñar -le. Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó.

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En verdad os digo que ningún profeta es bien recibido en su patria

1. Preparación de las niños para la primera Comunión... En una de las charlas les decía que, después de recibir al Señor, se quedasen hablando con Él durante unos momentos...

Y para ayudarles les indicaba, que el día anterior a la Comunión, escribiesen en un papel cinco cosas que le querían ofrecer a Jesús...; y otras cinco que le iban a pedir...

Entonces un niño, al que le había enseñado su profesor una poesía, para recitarla a sus padres el día de su Comunión, me dijo:

— Oiga; ¿y lo he de escribir en prosa o en verso?...

Los demás niños se rieron, porque les había hecho gracia aquella “salida” de su compañero.

Ya sabéis que a Jesús le da lo mismo el modo cómo escribamos (en prosa o en verso), o cómo diga -mos las cosas, en un idioma o en otro, (las podemos decir en francés, castellano etc.)... Lo que quiere es que creamos y confemos en Él, que todo cuanto le digamos o hagamos le sea agradable.

2. El Evangelio de este domingo nos cuenta que, en cierta ocasión, Jesús hacía cosas maravillosas y enseñaba las sorpresas bonitas que Dios ha preparado para sus hijos en el Cielo, de tal modo que las gentes se admiraban de las palabras que salían de su boca. En el Cielo todo será alegría, paz y una felicidad que no se acabará nunca. Allí seremos amados de Dios, y con ese amor le amaremos a Él, y nos querremos entre nosotros.

Pero había algunos, muy envidiosos, que desconfaban de Él, diciendo, ¿pero no es éste el hijo de José? ¿De dónde le viene tanta sabiduría? Y querían apartar a las gentes de Jesús para que no le amasen.

Jesús seguía hablando de las cosas buenas que quiere hacer en las almas de cuantos le escuchan con deseos de aprender; y oyendo estas cosas, todos los de la sinagoga se llenaron de ira; y, levantándose, le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edifcada su ciudad, para despeñarle. Pero él, pasando por medio de ellos, se marchó.

3. Diálogo) ¿Dónde vivió Jesús durante los años de su vida oculta?... ¿Con quienes vivía?... ¿Quien es ese Jesús que creían que era el hijo de José?... ¿Qué nos enseña Jesús?... (el camino del Cielo) ¿Cuál es el camino que lleva al Cielo?... ¿Cuántos son los Mandamientos de la Ley de Dios?...

4. Señor, nosotros creemos que Tú eres el Hijo de Dios, hecho hombre, que naciste de la Virgen Ma-ría, para salvarnos del pecado, y así poder ir al Cielo. ¡Tú lo puedes todo! Queremos conocerte muy bien, por eso asistimos todos los domingos a Misa, con nuestros padres y abuelos.

Hoy vamos a repasar otra vez los tres primeros... Y además vamos a aprender otros tres:

- El cuarto: Honrarás a tu padre y a tu madre.

- El quinto: No matarás

- El sexto: No cometerás actos impuros.

Domingo 5. Tiempo ordinario. (C) Lc 5, 1-11.

Evangelio:

Estaba él a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre él para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentán -dose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Boga mar aden -tro, y echad vuestras redes para pescar.» Simón le respondió: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes.» Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hun-dían. Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador.» Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado. Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres.» Llevaron a tierra las barcas y, dejándo-lo todo, le siguieron.

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«Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar»

1. ¿Habéis visto alguna vez el mar?... Sabéis muy bien que todos los días, desde el puerto, salen los pescadores con gran ilusión, mar a dentro, a realizar su trabajo, que es buscar los lugares en que hay mu-chos bancos de peces, echar allí las redes hasta llenarlas de muchos peces. Así pueden ganarse su jornal y alimentar a su familia, llevar a sus hijos al Colegio y darles una buena educación.

Un pescador profesional nunca va a pescar él solo. Son varios pescadores formando un equipo de tra-bajo: juntos compran la barca, preparan las redes, las lanzan a las aguas del mar y, todos a una, las sacan, y ven con inmensa alegría la pesca, que llevarán a vender. Luego se reparten las ganancias.

Y no se desaniman cuando el resultado es negativo. Una y otra vez, en un sitio o en otro, echan las re-des para pescar. Al fnal llega la pesca.

Pues bien, esa escena de unos pescadores que preparan sus redes para ir a pescar aparece muchas veces en el Evangelio. Sabemos que algunos de los Apóstoles eran pescadores.

2. Fíjaos lo que nos cuenta el Evangelio de este domingo: Jesús vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas, lavaban las redes y dijo a Simón: «Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.» Simón le respondió: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes...

Pedro y sus compañeros echaron de nuevo las redes y pescaron una gran cantidad de peces. Trabajar con Jesús es asegurar el éxito.

Pedro, al ver aquella pesca tan maravillosa, se emocionó, se acercó a Jesús y le dijo: «Apártate de mi, que soy un pecador». Jesús le dijo: «desde hoy vas a ser pescador de hombres».

3. (Diálogo) ¿De qué nos habla el Evangelio de hoy?... ¿A qué trabajo se dedicaban Pedro y otros Apóstoles?... ¿Pescaron muchos peces aquella noche?... ¿Qué les dijo Jesús?... Como Pedro amaba mucho a Jesús ¿qué le contestó?... Obedeció a Jesús, y ¿qué ocurrió?...

4. Ya veis que importante es el trabajo de cada uno. En él todos podemos agradar a Dios, cualquiera que sea ese trabajo que realicemos... Lo importante es hacerlo muy bien y con mucho amor a Dios.

Por eso, siempre que empieces a estudiar, a hacer tus deberes del colegio, eleva el corazón a Dios y dile que se lo ofreces a Él. Cuando te vas a levantar de la cama, levántate a la primera, porque quieres amar a Dios. Cuando hablas con tus amigos, habla bien, de manera que Jesús esté contento de ti.

Así cada día llenarás las redes de tu trabajo de obras buenas con las que ganarás el cielo.

Señor, mis redes de pesca son mi trabajo y mi obediencia.

Jesús, te ofrezco el estudio para amarte.

Jesús, ayúdame a obedecer para ser tuyo.

Domingo 6. Tiempo ordinario. (C) Lc 6, 17-25.

Evangelio:

Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón. Y él, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bien-aventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas. «Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos pro-fetas.

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Bienaventurados. Felices

1. Tenía un monaguillo, llamado Rufno, que me ayudaba a Misa un día laborable. A penas acabó la Santa Misa, me dijo que se encontraba muy enfermo. Lo llevé a su casa, su madre le puso en cama. Y llamó inmediatamente al médico.

Este acudió muy pronto, habló con el enfermo y enseguida se dio cuenta de lo que le pasaba: eran febres tifoideas.

Le recetó unas medicinas de las que era muy enemigo Rufno, porque eran muy amargas.

Fui a verle, le pregunté qué le dolía...

— Me duele mucho el vientre.

¿Quieres curarte?

— ¡Sí!, y cuanto antes.

Pues mira, para ello has de ser valiente y tomarte las medicinas, por muy amargas que sean. Sólo ellas podrán curarte.

— Si es así, le prometo que me las voy a tomar.

Efectivamente, se las tomó, y a los pocos día ya esta bien.

2. Jesús quiere hacernos felices, santos. El camino que nos enseña es costoso y, a veces es amargo como la medicina que se tomaba Rufno, pero él sólo curó tomándose aquel medicamento tan desagrada-ble.

Fíjate lo que nos dice Jesús hoy a los que queremos ser felices y santos: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo.

De este modo, nuestro corazón no será para las cosas del mundo, sino sólo para Dios.

3. (Diálogo) ¿Qué hizo Rufno para curar de su enfermedad?... Las medicinas eran muy amargas, pero ¿hubiera curado sin tomarlas?... Vosotros ¿queréis ser santos?... ¿Qué hemos de hacer para ser santos y fe -lices? (seguir las bienaventuranzas)... ¿Cuántas son las bienaventuranzas?... Dime la primera: Bienaventura-dos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de Dios.

4. Rufno necesitó del apoyo de su madre, del sacerdote y del médico para tomarse aquella medicina tan amarga. No le gustaba, pero se la tomó porque quería sanar.

En la vida Jesús me pide muchas cosas (como ir a Misa los domingos, hablar sin decir tacos, obedecer a la primera, etc.) que no me gustan porque no las hacen mis compañeros...

Si aquel monaguillo no hubiera hecho caso al médico, no hubiera curado. Si tú no haces caso a Jesús, no serás bueno, ni podrás ir al Cielo.

Jesús, ayúdame a decirte siempre «Sí».

Cuando te diga que «no»,

Ayúdame a pedirte perdón.

Domingo 7. Tiempo ordinario. (C) Lc 6, 27-38.

Evangelio:

«Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si ha -céis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pe -cadores para recibir lo correspondiente. Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altsimo, porque él es bueno con los ingratos y los perversos.» Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no se-réis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la me -dida con que midáis se os medirá.»

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Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?

1. Imagen de la fuente de mi pueblo para entender y vivir la caridad. Todos los pueblos tienen una fuente que mana sin cesar...

- Es la atracción de los niños y también de los mayores... Junto al agua juegan los niños, crecen las plantas y los árboles en los que anidan los pájaros...

- La fuente mana sin cesar....; y cántaro que se le acerca cántaro que llena hasta rebosar, sea de barro o sea de plata..., aunque esté roto. A nadie niega el agua. Y, entre cántaro y cántaro, la fuente sigue manan -do, siempre dando, sin esperar recibir nada...

Recuerdo que un día, era ya de noche, y siendo muy niño, tenía 6 años, mi madre me mandó coger el botijo, e ir a la fuente a llenarlo de agua. A lo que yo - que era muy miedoso- le contesté:

— Ya iré mañana; porque por la noche la fuente duerme, y no sale agua.

Ella me dijo de nuevo:

— Mira, la fuente es tan generosa que de día y de noche ofrece a todos el agua, a los buenos y a los malos, y la da sin pedirles nada a cambio.

Es muy bonito pensar que la fuente de noche, cuando todos duermen, sigue manando; siempre dan-do y sin esperar recibir nada.

2. Así nos ama Jesús... Y los hombres así hemos de aprender a querernos unos a otros; aunque nos caigan mal.

Esta lección tan hermosa es la que nos enseña Jesús en el evangelio de este domingo: «Pero yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen (...) Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, re-bosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá».

Está claro que Jesús quiere que nos amemos unos a otros como Él no ha amado: nos busca, nos per -dona, nos acoge y se nos entrega en la Comunión. ¡Qué bueno eres, Jesús, con nosotros! ¡Gracias!

3. (Diálogo) ¿Habéis visto alguna fuente?... ¿Qué nos da la fuente?... ¿La fuente niega el agua a al-guien?... Y por la noche cuando todos duermen, la fuente ¿sigue dando agua?... Así es el Amor de Dios a los hombres.

4. El hombre creado por amor no puede vivir sin amor: o ama a Dios, o ama las cosas del mundo.

Así debemos querernos los hijos de Dios, y hemos de querer también a los que no nos quieren; por-que amar a un hombre es amar al mismo Cristo.

Este modo de comportarse cuesta mucho. Jesús nos lo tiene que enseñar y ayudar a vivir. Y nosotros se lo pediremos cada día diciéndole:

Jesús mío, te amo y te doy mi corazón.

¡Tómalo!, tuyo es, mío no!

Domingo 8. Tiempo ordinario (C) Lc 6, 39-45.

Evangelio:

Les añadió una parábola: «¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo por encima del maestro. Todo el que esté bien formado, será como su maestro. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: "Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo", no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sa -car la brizna que hay en el ojo de tu hermano. «Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inver -sa, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los es -pinos, ni de la zarza se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca.

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“saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna que hay en el ojo de tu her-mano”.

1. Dani es un buen deportista. Se entrena todos los días con un grupo de amigos del colegio. Todos admiran su dominio del balón. Con él, en los pies, hace virguerías. Cuantos le ven jugar, le consideran como un auténtico campeón.

Pero tiene un problema: se encuentra solo, sin amigos; y por tanto, cuando abandona el césped se queda triste y abatido.

Su entrenador, que le conoce muy bien y le quiere mucho, le hace ver el modo de solucionarlo; y le dice:

— Dani, has de jugar en equipo, consuela y acoge al que ha fallado: enseña a todos tus compañeros. Sé amigo de todos. Ayuda en casa...

Al cabo de un tiempo, Dani se ve rodeado de amigos y muy feliz, porque ha descubierto que la alegría está en dar más que en recibir.

Además ha descubierto otra cosa muy importante: que Dios está muy contento, al ver desde el cielo, los esfuerzos que hace por ser buen compañero de todos.

2. Hoy Jesús nos enseña una cosa muy importante en el evangelio. Dice así: no hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro del co -razón saca lo bueno, y el malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca.

Cada uno de nosotros somos como un árbol que ha plantado Dios en el jardín de la familia, del cole -gio y de los amigos. Allí todos esperan y necesitan que dés buenos frutos: que seas servicial..., alegre..., ge -neroso... y buen deportista.

Para ello has de se muy amigo de Jesús; déjalo entrar en tu corazón y aprende el catecismo en la es-cuela de tus padres. Así serás amigo de todos y les enseñarás a ser muy buenos cristianos.

3. (Diálogo) ¿Cómo son los frutos que produce un árbol malo?... ¿Y los que produce el árbol bueno?... ¿Que esperan tus padres de ti?... ¿Y tus amigos?... Para dar frutos buenos hemos de tener el corazón limpio, porque de lo que hay en el corazón habla la lengua.

4. Queremos imitar la generosidad, el compañerismo y la obediencia de Dani... Así seremos como ar-boles buenos, que darán frutos de buen ejemplo a los compañeros y amigos.

Cada día hemos de acercarnos a Jesús y pedirle ayuda para vivir el compañerismo con todos.

Jesús, enséñame a tratar a los demás

como quiero que me traten a mí.

Jesús, ayúdame a querer a todos,

porque así te amo a Ti. Amén.

Domingo 9. Tiempo ordinario (C) Lc 7, 1-10.

Evangelio:

Cuando hubo acabado de dirigir todas estas palabras al pueblo, entró en Cafarnaúm. Se encontraba mal y a punto de morir un siervo de un centurión, muy querido de éste. Habiendo oído hablar de Jesús, en -vió donde él unos ancianos de los judíos, para rogarle que viniera y salvara a su siervo. Estos, llegando don-de Jesús, le suplicaban insistentemente diciendo: «Merece que se lo concedas, porque ama a nuestro pue -blo, y él mismo nos ha edifcado la sinagoga.» Iba Jesús con ellos y, estando ya no lejos de la casa, envió el centurión a unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi te-cho, por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra, y quede sano mi criado. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: "Vete", y va; y a otro: "Ven", y viene; y a mi siervo: "Haz esto", y lo hace. » Al oír esto Jesús, quedó admirado de él, y vol -viéndose dijo a la muchedumbre que le seguía: «Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande.» Cuando los enviados volvieron a la casa, hallaron al siervo sano.

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Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande

1. Hace unos días estaba hablando con Jaime, hijo de unos amigos míos. Lo vi muy fuerte... ¿De don-de sacas tanta fuerza? Me dijo: es que soy deportista; y mi deporte favorito es el fútbol.

Para probar su fuerza le dije: Jaime, ¿te atreverías tú solo a sacar a la calle uno de los bancos de esta Iglesia? Contestó sencillamente:

— ¡Imposible!, porque estos bancos pesan mucho. Y yo tengo muy poca fuerza.

Y si te dijeran: Mira, tú haz lo que quieras y sepas, pero si lo sacas a la calle te regalaremos el coche que más te guste. Tú ¿qué harías para sacarlo? Y Jaime mirándome dijo:

— Buscaría a unos cuantos hombres y les diría que, por favor, me ayudasen. Yo solo no puedo, pero con la ayuda de ellos, sí que puedo.

Entonces le dije: Me gusta mucho tu modo de pensar. Es cierto, solos, podemos muy poco; con la ayuda de otros, podemos un poco más. Con la ayuda de Jesús, lo podemos todo.

2. Esta es una lección que Jesús quiere que aprendamos muy bien; por eso nos recuerda la maravilla que Él hace a un hombre que le pedía la curación de su criado: Se encontraba mal y a punto de morir un siervo de un centurión, muy querido de éste. Habiendo oído hablar de Jesús, envió donde él unos ancianos de los judíos, para rogarle que viniera y salvara a su siervo.(...) «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo, por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra, y quede sano mi criado (...) Cuando los enviados volvieron a la casa, hallaron al siervo sano.

¡Qué fe tan grande la de este centurión!... Creía frmemente que con una sola palabra que Jesús dije -se, su criado quedaría sano. Y así fue. Así ha de ser nuestra oración: llena de fe..., de confanza... y de perse-verancia.

3. (Diálogo) ¿Quién se encontraba a punto de morir?... ¿Qué le dijo el centurión a Jesús?... ¿Por qué puede hacer milagros Jesús?...Y Jesús ¿dónde está ahora?... Y ¿para qué se ha quedado Jesús en el Sagrario?...

4. Jesús, creo frmemente que estás realmente presente en este Sagrario; es decir, que estás aquí ¡de verdad, de verdad, de verdad! Creo que me ves por dentro y por fuera, que me oyes siempre aunque a mi parezca que no se nota; y creo que me amas, pues por amor a mí te has quedado en este Sagrario.

Yo quiero venir todos los días a visitarte, yo te contaré mis cosas: te diré que aumente mi fe, mi espe -ranza y mi caridad; que perdones nuestros pecados para ser tus amigos; y que nunca nos apartemos de Ti. Dile con frecuencia:

Señor, no soy digno de que entre en mi alma;

Mas di una sola palabra y mi alma quedará sana.

Domingo 10. Tiempo ordinario (C) Lc 7, 11-17.

Evangelio:

Y sucedió que a continuación se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo úni-co de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo com -pasión de ella, y le dijo: «No llores.» Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él dijo: «Joven, a ti te digo: Levántate.» El muerto se incorporó y se puso a hablar, y él se lo dio a su madre. El te-mor se apoderó de todos, y glorifcaban a Dios, diciendo: «Un gran profeta se ha levantado entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo». Y lo que se decía de él, se propagó por toda Judea y por toda la región cir -cunvecina.

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Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: «No llores.»

1. Cuentan que el rey Midas tenía un poder especial para transformar en oro todo lo que tocaba.

Pero esto no deja de ser un puro cuento para distraer a los niños pequeños, que son capaces de ima-ginarse, como cierto, las cosas más inverosímiles.

Así dicen que un día llevaron a este «mago» un enfermo paralítico, incapaz de moverse, para que lo curara; pero, después de muchos intentos, nada pudo hacer para que aquel tullido pudiera moverse.

Es que los hombres pueden hacer ciertas cosas, pero no todas, ni muchísimo menos; quieren mucho, pero pueden poco.

2. Sin embargo, Dios puede hacer todo lo que quiere, porque Él es el Señor, el Amo de toda la crea -ción. Ha creado el sol, las estrellas, los mares, las montañas... Con su poder infnito ha hecho de la nada to -das las cosas.

Jesús, verdadero Dios y verdadero hombre, ha hecho milagros... Hoy nos dice el evangelio que se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acom -pañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: «No llores.» Y, acer -cándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él dijo: «Joven, a ti te digo: Levántate.» El muerto se incorporó y se puso a hablar, y él se lo dio a su madre.

A este chico, que llevaban a enterrar, ningún sabio de este mundo, ningún poderoso, ningún empera-dor... ¡Nadie! le pudo devolver la vida...

Sólo Jesús, que es el Hijo de Dios, es capaz de resucitarle con una sola palabra: ¡«levántate»! Aquel joven que llevaban a enterrar se levantó y Jesús se lo entregó a su madre. Y junto a Jesús, el dolor de aque -lla madre se convirtió en una alegría inmensa. ¡Cuántas gracias le daría esta madre a Jesús! No quería sepa-rarse de Él.

3. (Diálogo) ¿Qué nos cuenta el evangelio de hoy?... Los sabios, los poderosos, los magos ¿pueden devolver la vida a un muerto?... ¿Quién tiene más poder los hombres o Dios?... Lo que no pueden hacer los hombres ¿lo puede hacer Dios?... ¿Por qué?... ¿Quien es Dios?... ¿Quién es Jesucristo?... ¿Por qué Jesucris -to puede hacer milagros?... ¿Dónde está ahora Jesucristo?...

4. Hoy, Jesús, estos chicos que nos reunimos para escuchar tu Palabra, queremos darte gracias por to-dos tus regalos. Te agradecemos las maravillas de la creación, te damos gracias por la vida, por nuestros pa-dres... y profesores... Te damos gracias porque te quedas a vivir con nosotros en este Sagrario. Aquí nos es-peras para ser nuestro Amigo..., para que te recibamos en la Comunión..., para hacernos semejantes a Ti por el don inmenso de la gracia.

Ahora te decimos todos con una sola voz y un solo corazón:

Buenos días, Jesús,

Te ofrezco este día.

Buenos días, María,

Ayúdame a hacer lo que El me diga

Gracias por todo, gracias por este día.

Quiero vivir dando gracias

todos los días de mi vida.

Domingo 11 Tiempo ordinario (C) Lc 7, 36-50.

Evangelio:

Un fariseo le rogó que comiera con él, y, entrando en la casa del fariseo, se puso a la mesa. Había en la ciudad una mujer pecadora pública, quien al saber que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume, y poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume. Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: «Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pecadora.» Jesús le respondió: «Simón, tengo algo que decir-te.» El dijo: «Di, maestro.» Un acreedor tenía dos deudores: uno debía quinientos denarios y el otro cin-cuenta. Como no tenían para pagarle, perdonó a los dos. ¿Quién de ellos le amará más?» Respondió Simón: «Supongo que aquel a quien perdonó más.» El le dijo: «Has juzgado bien», y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mo -jado mis pies con lágrimas, y los ha secado con sus cabellos. No me diste el beso. Ella, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con aceite. Ella ha ungido mis pies con perfume. Por eso te digo que quedan perdonados sus muchos pecados, porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra.»Y le dijo a ella: «Tus pecados quedan perdonados.» Los comensales em -pezaron a decirse para sí: «¿Quién es éste que hasta perdona los pecados?» Pero él dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado. Vete en paz ».

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llevó un frasco de alabastro de perfume, y poniéndose detrás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume

1. Tengo un amigo que es detective. Se dedica a conocer los pasos que dan ciertas personas con el fn de pasar desapercibidas por sus compañeros y conocidos.

En una ciudad vivía una familia con varios hijos. Uno de ellos, llamado Rubén, quería ser sacerdote, pero sus padres se oponían a que su hijo fuese al Seminario Ya sabéis que el Seminario es el lugar donde los jóvenes estudian, se forman y se preparan para el sacerdocio.

Rubén, para vencer la oposición de sus padres, iba siempre «de incógnito», de modo que nunca po-dían saber donde iba su hijo para salir con la suya.

Un día su madre encargó a un detective que siguiese los pasos de su hijo y que le informase de los lu-gares y de las personas con las que se relacionaba. Ella también quería saber qué pensamientos y qué amo-res tenía el hijo en su corazón.

El detective hizo su trabajo y manifestó a la madre:

— «Su hijo va con un sacerdote que es muy bueno...; acude a unas clases de formación sacerdotal...; tiene muy buenos amigos y él se porta muy bien en su vida de trabajo.

Pero un detective nunca le podrá manifestar las intenciones ocultas del corazón del hombre»

2. Lo que los hombres no saben ni pueden conocer, Jesús si conoce los pensamientos más íntimos de nuestro corazón. Hoy nos dice el evangelio que Había en la ciudad una mujer pecadora pública, quien al sa-ber que estaba comiendo en casa del fariseo, llevó un frasco de alabastro de perfume, y poniéndose de -trás, a los pies de él, comenzó a llorar, y con sus lágrimas le mojaba los pies y con los cabellos de su cabeza se los secaba; besaba sus pies y los ungía con el perfume. Al verlo el fariseo que le había invitado, se decía para sí: «Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, pues es una pe -cadora.».

Jesús conocía a esta mujer perfectamente; sabía que había hecho cosas muy malas...; per también conocía que estaba arrepentida y quería ser muy buena.

3. (Diálogo) ¿Qué nos cuenta el evangelio de hoy?... ¿Quién se puso a los pies de Jesús?... Y ¿qué ha-cía esa mujer a los pies de Jesús?... ¿Por qué conoce Jesús lo que hay en nuestro corazón?... ¿Cuándo pedi -mos perdón a Jesús?...

4. Nos tiene que dar mucha alegría saber que Jesús conoce nuestro corazón. Cuando te confeses, no tengas nunca miedo a Jesús. Él lo sabe todo, lo puede todo y te ama tanto que está siempre dispuesto a perdonarte y a abrazarte. Ama mucho la Confesión y acércate a ella de la mano de tus padres. Verás que alegría tendrás.

Cada noche al acostarte, dile a Jesús:

Perdón, Señor, perdón.

Gracias, Señor, Gracias

Ayúdame más que lo necesito

Domingo 12. Tiempo ordinario (C) Lc 9, 18-24.

Evangelio:

Y sucedió que mientras él estaba orando a solas, se hallaban con él los discípulos y él les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos respondieron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había resucitado.» Les dijo: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? » Pedro le contestó: «El Cristo de Dios.» Pero les mandó enérgicamente que no dijeran esto a nadie. Dijo: «El Hijo del hombre debe sufrir mucho, y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser mata-do y resucitar al tercer día.» Decía a todos: « Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará.

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«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? » Pedro le contestó: «El Cristo de Dios.»

1. Asistimos a una sesión del Cine de Dios, que reciben los niños de educación infantil. Estamos en el salón de actos. Los niños están sentados en el suelo mirando a la pantalla. Allí aparece, en medio de un cie -lo estrellado, una de las cosas creadas por Dios: la luna.

El sacerdote les invita a mirar la hermosura del frmamento, cubierto de estrellas.

Les pregunta ¿sabéis que es la luna? ¡Síiii!

A ver, decidme, ¿qué es la luna?

Unos responden:

— eso, que se ve brillar por la noche en el cielo, es un balón.

— otros afrman que es un queso...

— hay quien dice que es un pandero...

— Y Cristina dice que es un lucero creado por Dios para iluminar a los hombres por la noche.

Nosotros hemos escuchado las respuestas de aquellos niños. Decidme, ¿la luna es un balón?... ¿Es un queso?... ¿Es un pandero?.... ¿Es un lucero?... ¿Quién de estos niños tenía razón?

2. Jesús sabe que los hombres dicen muchas cosas de Él. Y no todas son verdaderas. Para enseñarles quién es Él, nos dice el evangelio de hoy, que se reunió con los Apóstoles y les hizo unas preguntas sobre lo que los hombres piensan de Él. Y les dice:

— «¿Quién dice la gente que soy yo?» Ellos respondieron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que un profeta de los antiguos había resucitado.» Les dijo: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro le contestó: «El Cristo de Dios».

Decidme:

— Jesús ¿es Juan el Bautista?... ¿Es Elías?...

— Jesús ¿es el Hijo de Dios vivo?....

Sólo Pedro confesó quien era verdaderamente Jesús: «Tú eres el Cristo de Dios». Y lo sabía porque se lo enseñó el mismo Dios, que está en el Cielo, en la tierra y en todas partes. Y Dios lo sabe todo.

3. (Diálogo) Vosotros escucháis todos los domingos a Jesús que nos habla y enseña el Catecismo. También tenéis las clases de religión. Vamos a ver lo que habéis aprendido. ¿Quién es Jesucristo?... ¿Cómo se llama la Madre de Jesús?... ¿Dónde nació Jesús?... ¿Cómo murió Jesús?... Y ¿por qué murió clavado en la Cruz?... ¿Qué sucedió al tercer día de su muerte?... Ahora ¿dónde está Jesús?...

4. Nosotros queremos aprender muy bien el Catecismo porque nos enseña a conocer a Jesús, a traba-jar bien, a perdonar, a obedecer. Así es cómo ganaremos el cielo y haremos felices a nuestros padres y fami-liares. Vamos a hacer un propósito: aprender muy bien el Catecismo, y lo que os enseñan en las clases de Religión. Esto es muy importante, porque nos enseña el camino del cielo, y nos ayuda a seguirlo. No olvides nunca este pensamiento:

El que se salva, sabe.

El que no, no sabe nada.

Domingo 13. Tiempo ordinario (B) Lc 9, 51-62.

Evangelio:

Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, él se afrmó en su voluntad de ir a Je-rusalén, y envió mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepa-rarle posada; pero no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén. Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?» Pero volviéndose, les reprendió; y se fueron a otro pueblo. Mientras iban caminando, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas.» Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.» A otro dijo: «Sígueme.» El respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre.» Le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios.» También otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero déjame antes despedirme de los de mi casa.» Le dijo Jesús: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios.»

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«Te seguiré adondequiera que vayas.»

1. Jesús se aparece a un niño de 7 años y le pide a una cosa:

— ¿Ves esa roca tan grande?

El niño le dice sí que la veo.

Jesús entonces le dice:

— Acércate a ella todos los días; y haz fuerza con tus manos.

El niño iba todos los días, hacía fuerza con sus manos, creyendo que movería la roca; pero la roca no la podía mover.

Uno de los días, se le acercó el demonio para que desistiese.

El niño le contestó:

— ¡No!, que me lo manda Jesús.

Pero ningún día podía mover la roca.

Al fnal se va a quejar a Jesús...

Y Jesús le contestó:

— «No te dije que la movieras, sino que hicieras fuerza».. Empezó de nuevo a hacer el ejercicio que le había mandado. Y aquel chico se hizo muy fuerte, robusto. Pero la roca no la podía mover.

Jesús le dijo al oído:

— Yo te mandé que hicieras fuerza para prepararte a una tarea que te iba a encomendar. Quiero que me sigas y que seas un santo. Así animarás a muchos a seguirme.

Le chico le dijo:

— Jesús, aquí estoy dispuesto a seguirte. Ayúdame.

Pasó el tiempo y aquel niño es ahora san Estanislao.

2. Hoy el evangelio nos dice que mientras iban caminando, uno le dijo: «Te seguiré adondequiera que vayas.» Jesús le dijo: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.» A otro dijo: «Sígueme.» El respondió: «Déjame ir primero a enterrar a mi padre.» Le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios.».

Los cristianos hemos de estar siempre con Jesús. Somos sus discípulos. Pero, para seguir a Jesús hay que estar muy preparado, ser muy valiente y quererle mucho. Vamos con Él también cuando no tenemos

donde reclinar la cabeza..., cuando hay que hacer las cosas sin ganas..., y hemos de caminar contra corrien-te, es decir, sin seguir a los desobedientes, perezosos, a los que no van a Misa los domingos... El amigo de Jesús debe buscar siempre agradar a Jesús, no a los hombres.

3. (Diálogo) ¿Qué nos cuenta el evangelio de hoy?... ¿Qué es ser cristiano?... ¿A qué esta obligado el discípulo de Cristo?... ¿Cuantos son los Mandamientos de la Ley de Dios?... ¿Qué debe hacer un cristiano el domingo?... ¿Cómo se debe oír la Misa?...

4. Jesús, sabemos que, a veces, seguirte cuesta mucho, porque no hemos de hacer lo que nos apete -ce, ni lo que hacen los niños desobedientes, sino lo que a Ti te agrada. Para ello he de prepararme esforzán-dome todos lodos los días por levantarme a la primera, y hacer bien los deberes del colegio.

Al levantarme te ofreceré todo lo que voy a hacer:

Jesús mío

Los santos siempre son muy felices

Y te dan toda su vida

Son todo tuyos, como Juan Pablo II

Domingo 14. Tiempo ordinario (B) Lc 10, 1-12.

Evangelio:

Después de esto, designó el Señor a otros 72, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciu-dades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Due -ño de la mies que envíe obreros a su mies. Id; mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No lle -véis bolsa, ni alforja, ni sandalias. Y no saludéis a nadie en el camino. En la casa en que entréis, decid prime -ro: "Paz a esta casa." Y si hubiere allí un hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; si no, se volverá a voso-tros. Permaneced en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero merece su sala-rio. No vayáis de casa en casa. En la ciudad en que entréis y os reciban, comed lo que os pongan; curad los enfermos que haya en ella, y decidles: "El Reino de Dios está cerca de vosotros." En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid: "Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca." Os digo que en aquel Día ha -brá menos rigor para Sodoma que para aquella ciudad.

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Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies

1. Javi es un buen deportista. Se entrena todos los días con un grupo de amigos del colegio. Todos ad -miran su dominio del balón. Con él, en los pies, hace virguerías. Cuantos le ven jugar, le consideran como un auténtico campeón.

Pero tiene un problema: se encuentra solo, sin amigos; y por tanto, cuando abandona el césped se queda triste y abatido.

Su entrenador, que le conoce muy bien y le quiere mucho, le hace ver el modo de solucionarlo; y le dice:

— Javi, has de jugar en equipo, consuela y acoge al que ha fallado: enseña a todos tus compañeros. Ayuda en casa...

Al cabo de un tiempo, Javi se ve rodeado de amigos y muy feliz, porque ha descubierto que la alegría está en dar más que en recibir.

Además ha descubierto otra cosa muy importante: que Dios está muy contento, al ver desde el cielo, los esfuerzos que hace por ser buen compañero de todos.

2. Jesús quiere que participemos todos en “el juego” de la salvación de los hombres. Cuenta conmigo para ayudar a todos a ir al Cielo. Así nos lo enseña en el evangelio de hoy:

«Después de esto, designó el Señor a otros 72, y los envió de dos en dos delante de sí, a todas las ciu -dades y sitios a donde él había de ir. Y les dijo: «La mies es mucha, y los obreros pocos. Rogad, pues, al Due -ño de la mies que envíe obreros a su mies». Cada uno de nosotros somos uno de aquellos que Jesús elige para que le ayudemos con nuestra oración, con el trabajo y aprendiendo bien el catecismo.

3. (Diálogo) ¿Quién es Dios?... ¿Cuántas personas hay en Dios?... ¿Cómo se llama la segunda Persona de la Santsima Trinidad?... ¿A qué ha venido Jesús al mundo?... ¿A quiénes ha elegido para enseñar su doc -trina a los hombres?...

4. Jesús ayer designó a otros 72 y los envió de dos en dos a todas las ciudades y sitios a donde Él ha -bía de ir. Hoy, aquí en esta ciudad, nos envía a nosotros, también a los niños a quienes Jesús ama de modo especial.

Jesús espera tu respuesta. ¿Qué le vas a decir?... No lo digas ahora en alta voz. Ya sabes que Él conoce hasta nuestros pensamientos. Dile pues en silencio:

Aquí estoy, con mi familia, con mis compañeros.

Quiero enseñarles con las palabras y el ejemplo

que amar a Jesús es el camino del Cielo.

Domingo 15. Tiempo ordinario (C) Lc 10, 25-37.

Evangelio:

Se levantó un legista, y dijo para ponerle a prueba: «Maestro, ¿que he de hacer para tener en heren-cia vida eterna?» El le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?» Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.» Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás.» Pero él, queriendo justifcarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?» Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Ca-sualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pa -saba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva." ¿Quién de estos tres te pa -rece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» El dijo: «El que practicó la misericordia con él.» Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo».

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«Maestro, ¿que he de hacer para tener en herencia vida eterna?» El le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?» Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.»

1. Y ¿quién es mi prójimo? Hace unos años un Obispo, hizo la Visita Pastoral a un pueblo que se llama Navasa. Es un pueblo situado en la falda de la peña Oroel.

Antes de administrar el sacramento de la Confrmación a los niños les examinó de Catecismo. Pre-guntó a una niña: ¿Cual es el primer Mandamiento de la Ley de Dios?

Contestó la niña con todo desparpajo:

— amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo.

Y el señor Obispo le volvió a preguntar: y ¿quién es el prójimo?

Y la niña contestó rápidamente:

— “Todos, menos yo”.

2. Hoy Jesús nos quiere enseñar, por medio de un ejemplo, quién es nuestro prójimo y cómo nos he -mos de portar con él. Dice así en el evangelio: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto... Pasaron varios y no hicieron el menor caso... Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compa-sión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia ca-balgadura, le llevó a una posada y cuidó de él...

Y entonces Jesús les pregunta: ¿Cual de estos se portó como verdadero prójimo con aquel que quedó herido en el camino?...

3. (Dialogo). ¿Sabéis cuantos son los Mandamientos de la Ley de Dios?... ¿Cual es el primero?... ¿Y el segundo?... ¿Y el tercero?... ¿Cual es el resumen de los 10 Mandamientos?... ¿Quién es Dios?... ¿Quién es mi prójimo?... ¿Cómo hemos de amar a nuestro prójimo?... Piensa con quien has de hacer las paces hoy...; y a quien amar un poco más.

4. Nosotros también le preguntamos hoy a Jesús: Señor, ¿qué debo hacer para ser bueno y para ir al Cielo? Él nos responde como a aquel sabio: «Amarás a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a ti mismo».

Amar a Dios es tratarle, rezar cada día al acostarte y al levantarte... ; ir a Misa todos los domingos...; recibir con frecuencia los sacramentos de la Confesión y de la Eucarista...

Amar al prójimo es servir a tus hermanos y compañeros..., hablar bien cuando juegas y siempre; ani-marles siempre a agradar a Jesús en lo que hacemos.

Amar a Dios es ser buen hijo.

Amar al prójimo es ser buen amigo.

Para lo uno y para lo otro necesito oración, confesión y comunión.

Domingo 16. Tiempo ordinario (C) Lc 10, 38-42.

Evangelio:

«Yendo ellos de camino, entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude.» Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte bue -na, que no le será quitada».

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¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude».

1. Estreno de una película en una sala de cine de Nueva York. La sesión empieza a las 10 de la noche. La sala está abarrotada de gente.

El director de la misma hace la presentación de la película. Todo el mundo, de pie, aplaude.

Eran las 11 de la noche, cuando hay un «apagón». Todo el salón se queda a oscuras. La gente reaccio -na con silbidos, quejas y enfados. No se veía nada.

Entonces salió al escenario un señor, con una vela encendida, y les dijo enseñándoles la vela:

— «Es mejor encender una cerilla, que maldecir de la oscuridad».

Es decir, si en vez de chillar y enfadarse, cada uno de ustedes hubiera encendido una cerilla, se hubie-ra hecho la luz en esta sala, y todos hubieran podido salir tranquilamente. Les venía a decir:

— Con quejas nunca se soluciona nada. Debemos aportar soluciones.

2. En el evangelio que acabamos de leer, hemos escuchado cómo Jesús fue a Betania a casa de unos amigos suyos. Se llamaban Marta, María y Lázaro. Éstos quieren agasajarle y le preparan una buena comida. Marta se va a la cocina y empieza su trabajo con el que debía santifcarse... Mientras, su hermana María es-taba a los pies de Jesús escuchando las cosas bonitas que Él decía, que le hacían tanto bien, y que le iban a servir para ser luz entre los hombres.

Marta, toda afanosa y cansada del trabajo de la cocina, se va a quejar de su hermana a Jesús, dicién-dole: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude».

Jesús la vio tan nerviosa y agitada que no pudo menos de decirle: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».

Y ¿por qué le dice esto Jesús a Marta? Sencillamente, para enseñarnos a ser mejores junto al Maes-tro. Nos enseña a ser sus amigos y no dejarle nunca solo, a escucharle... Así seremos, con el buen ejemplo, una vela encendida que dará luz en la oscuridad de tantas personas egoístas, que sólo piensan en sí mis -mos.

3. (Diálogo) ¿Cómo se llamaban estos amigos de Jesús?... ¿Dónde vivían?... ¿Qué hacía Marta?... Y mientras tanto, ¿qué hacía María?... ¿Por qué se quejó Marta de su hermana?... ¿Qué debe hacer uno cuan-do trabaja? (amar a Dios....) Y ¿cuándo escucha a Jesús? ... Si todos vivimos para amar a Dios, haciendo muy bien lo que Él quiere, seremos luz que llevará a Dios a los que nos ven.

4. Todos tenemos un trabajo: estudiar..., ayudar..., servir..., obedecer... Para hacerlos bien, no pienses en tus ganas o no ganas de hacerlo, sino en agradar a Jesús. Verás que feliz vas a ser, y qué feliz harás a tus padres y amigos.

Para hacer lo que debes bien hecho pide ayuda a Jesús antes de empezar la tarea. Dile con san Jose -maría:

«Jesús, con una miradica que me eches, te serviré con alegría».

Domingo 17. Tiempo ordinario (C) Lc 11, 1-13.

Evangelio:

Y sucedió que, estando él orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: «Se -ñor, enséñanos a orar, como enseñó Juan a sus discípulos». El les dijo: «Cuando oréis, decid: Padre, santif -cado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación». Les dijo también: « Si uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: "Amigo, préstame tres panes, porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle", y aquél, desde dentro, le responde: "No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos", os aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se le -vantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite». Yo os digo: «Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!»

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Cuando oréis, decid: Padre

1. Una embarcación, repleta de pasajeros, emprende viaje rumbo a Mallorca. Todo va bien, y la gente va muy divertida contemplando el panorama maravilloso de la inmensidad de las aguas. Un niño se divierte con su balón...

Al cabo de un tiempo, se inicia una tempestad que, poco a poco, sorprende a los tripulantes con un gran oleaje... La gente se marea, tiene mucho miedo por el peligro que supone aquella tempestad.

Mientras todos están asustados, el niño sigue tranquilamente jugando sin tener miedo a la tormenta.

Un señor le dice: pero, niño, ¿no tienes miedo? ¡Baja de prisa a tu camarote!

El niño le responde:

— Yo no tengo miedo, porque mi padre es el capitán.

2. Hoy Jesús nos presenta en el evangelio una verdad muy consoladora: Dios es nuestro Padre del cie-lo. Es un Padre que lo sabe todo, lo puede todo y nos ama sin límites. Por eso hemos de acudir a Él siempre, confar del todo en Él. Para no olvidarlo nos enseña a rezar la oración de los hijos de Dios: Cuando oréis, de-cid: Padre, santifcado sea tu Nombre, venga tu Reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, y perdónanos nuestros pecados porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en tentación.

Quien se sabe hijo de Dios, no debe tener miedo a nada ni a nadie, porque mi Padre Dios dirige todas las cosas para bien de sus hijos, aunque a veces los hombres no lo entendamos. Dios sabe más. Dios nos ama más. Dios saca de todo el bien para sus hijos.

3. (Diálogo) ¿Qué nos enseña Jesús en el evangelio de hoy?... ¿Quién es Dios?... ¿Dónde está Dios?... ¿Dios lo sabe todo... ¿Dios lo puede todo?...¿Qué es rezar?... ¿Cuál es la oración que Cristo nos ha enseña -do?... ¿Sabéis el Padrenuestro?... Vamos a rezarlo todos juntos...

4. Puesto que Jesús hoy nos enseña que Dios es nuestro Padre del cielo, que nos ama más que todos los padres del mundo juntos, y que espera que hablemos con Él y le contemos muchas cosas, vamos a pro -meterle que rezaremos todos los días al levantarnos y al acostarnos aquellas oraciones que nos enseñan nuestros padres y abuelos. Además haremos una Visita a Jesús en el Sagrario y allí junto a Él rezaremos el Padrenuestro.

Padre nuestro, que estas en el Cielo, santifcado sea tu nombre;

venga a nosotros tu Reino;

hágase tu Voluntad en la tierra como en el Cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día;

perdona nuestras ofensas,

como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden,

nos dejes caer en la tentación. Y líbranos del mal. Amen.

Domingo 18. Tiempo ordinario (C) Lc 12, 13-21.

Evangelio:

Uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo». El le respon-dió: «¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre vosotros?» Y les dijo: «Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes». Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: "¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?" Y dijo: "Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edifcaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea." Pero Dios le dijo: "¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?" Así es el que atesora ri -quezas para sí, y no se enriquece en orden a Dios».

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«Mirad y guardaos de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes»

1. Se llama Jorge y tiene cinco años. Acude a mi despacho del Colegio, acompañado de su profesora. Está vergonzoso, como «gallina en corral ajeno». Tiene dos hermanos. uno de 10 años y otro de 3.

La profesora me dice que la madre de Jorge está maravillada de su hijo porque, mientras sus herma-nos «van locos por las chucherías», observa que Jorge las rehuye, porque quiere ayudar a los niños que no tienen nada.

Le pregunté: Jorge, tú ¿qué quieres ser cuando llegues a mayor? El niño contestó:

— «Yo quiero ser sacerdote como tú, y portero del Zaragoza».

Entonces ¿querrías ayudar a algún niño para que un día pueda ser sacerdote? Y sin dudar, dijo:

— ¡Síiii!.

Al cabo de varios meses volvió el niño a mi despacho, acompañado esta vez de su madre. Jorge lleva -ba un sobre en sus manos con dinero; era el importe de chucherías no tomadas, que su madre ponía en una hucha.

El importe de todo un curso de privaciones fue de 90 euros que envió, a través de su madre, a un Se -minario de Roma. ¡Qué alegría daría a Jesús la generosidad de Jorge!

2. El Maestro de los hombres es Jesús. Hoy nos quiere enseñar a todos nosotros la importancia de la generosidad, la grandeza de ayudar a los que tienen menos que nosotros, seguros de que las cosas de este mundo todas se acaban, sin embargo permanecen las obras buenas que hacemos, como hizo Jorge.

Mirad y guardaos de toda codicia, sed generosos y ayudad a los demás, porque la vida de uno no está asegurada por sus bienes, sino por las obras buenas que hace. Y, después de haber hecho una obra buena, ¡qué felicidad se tiene!

3. (Diálogo). ¿Quién es el Maestro de los hombres?... ¿Qué nos enseña hoy Jesús?... ¿Qué hizo aquel niño de cinco años, llamado Jorge?... ¿Duran mucho las cosas de este mundo o se acaban?... ¿Qué es lo que dura siempre y nos llena de alegría? (las obras buenas que hacemos)... ¿Ayudas a tus compañeros?... ¿Qué has hecho esta semana por ellos?...

4. Dios nos da todo lo que somos y tenemos: nos da la salud..., los padres..., la inteligencia... Es muy bonito que le digamos con frecuencia: ¡Jesús, soy todo tuyo! ¿Qué quieres de mi?

Él te dice: quiero que seas generoso y ayudes a tus padres y compañeros.

Jesús, ¡Ayúdame!

Yo sólo no puedo.

Con tu ayuda seré un apoyo para mis padres

y compañeros

Domingo 19. Tiempo ordinario (C) Lc 12, 35-40.

Evangelio:

«Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos! Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le hora -dasen su casa. También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre».

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También vosotros estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hom-bre

1. El sacristán de Pancrudo era un hombre de una familia que, a lo largo de muchos años, tenía a gala desempeñar este cargo.

Era el año 1953... Se llamaba señor Benigno. Tenía de sesenta y cinco a setenta años. Este año 53 en-fermó. El sacerdote tenía por costumbre visitar los enfermos diariamente; como es lógico, al sacristán de modo especial. Al ver que no mejoraba, el sacerdote le dijo si quería confesar y comulgar. El buen hombre le dijo:

— «Mosen, hoy no, que no estoy preparado. Mañana ya me ayudará y me confesaré». De acuerdo, le contestó el Párroco.

Como es lógico, la primera visita del día siguiente fue para el sacristán. Después de una breve conver-sación sobre cosas del pueblo, le invitó a confesarse. El sacristán se emocionó y empezó a sollozar.

¿Qué le pasa?, le preguntó el sacerdote.

— «Mire mis manos; las tengo vacías. No sé qué le voy a presentar a Jesús».

El sacerdote se las cogió y le besó las palmas. Y entonces le preguntó al buen sacristán:

— «Señor Benigno, ¿cuántas veces ha tocado a Misa a lo largo de su vida?

— «Todos los días, contestó».

Y cuántas veces ha ayudado a Misa, ha acompañado al Santsimo al llevar el Viático a los enfermos, ha barrido la Iglesia, ha tocado a la oración...?

— «Siempre, contestaba».

Entonces le dijo el sacerdote: «Pues, eso, señor Benigno, es lo que he de presentar a Dios, y verá qué abrazo tan fuerte le dará.

El sacristán emocionado rompió a llorar de alegría. Y con esa paz y alegría entregó su alma a Dios.

2. Dios quiere que, mientras vivimos en este mundo, nos preparemos y hagamos muy bien lo que es -tamos haciendo en cada momento; así es como ganaremos el cielo. Dichosos los siervos, que el señor al ve-nir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá.

3. (Diálogo) ¿Sabéis para qué ha creado Dios al hombre?... (Para conocer, servir y amar a Dios en esta vida y después verle y gozarle en el cielo) ¿Vosotros queréis ir al cielo?... ¿Qué debemos hacer para ir al cie -lo?... ¿Los que tienen el alma sucia por el pecado mortal irán al cielo?... ¿Qué deben hacer éstos para sal -varse?...

4. «El que se salva sabe; el que no, no sabe nada» Los verdaderos sabios son los que siguen el ca-mino que lleva al cielo. Los que hacen bien todas las cosas, y por amor a Dios. Así le vamos a decir a Jesús que deseamos vivir siempre. Pero necesitamos su ayuda y su perdón.

Nos espera en el Sagrario. ¡Visítale cada día!

Nos ofrece su perdón. ¡Confésate con frecuencia!

Nos da a su Madre como Madre nuestra. ¡Acude a Ella: Madre!.

Domingo 20 Tiempo ordinario (C) Lc 12, 49-53.

Evangelio:

«He venido a traer fuego a la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla! «¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división. Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra».

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Fuego he venido a traer a la tierra y que quiero sino que arda

1. Recuerdo que en mi pueblo la víspera de san Antón hacían en medio de la Plaza una inmensa ho-guera, que acudía a ver toda la gente. Un niño, al explicar este acontecimiento, me preguntó:

— Y ¿cómo la hacían?

Mira, le dije, aquel día todos los hombres, al venir del campo, traían cargas de leña y la dejaban en la misma Plaza.

Los encargados apiñaban aquellas ramas y aquellos troncos, hasta hacer un montculo...

En la parte inferior ponía ramas secas, virutas y muchos papeles de periódico.

Allí no podían faltar los niños de la escuela, acompañados de su maestro. Unos jugaban, otros obser -vaban.

El maestro aprovechaba esta ocasión para enseñarles una sencilla lección. ¿Veis este montón tan grande de leña?

— Síiii, decían.

Pues fjaos bien, porque hoy vais a aprender una lección muy bonita. Todos miraban al maestro.

¿«Veis esta cerilla tan pequeña?»

— Síiii, volvían a decir.

Esta cerilla tan pequeña, les decía, es capaz de quemar todo este montón de leña.

— ¡Imposible!, decían los niños.

Mirad todos. Voy a encender la cerilla. Ahora la voy a echar en estas ramas y en estos periódicos. Se enciende el fuego. Y poco a poco se va haciendo una gran hoguera hasta que a los dos días ya había quema -do todo. Sólo quedaban las cenizas.

¿Habéis visto? Entonces les dijo con gran entusiasmo:

— Una chispa es capaz de producir un gran incendio. Nosotros somos muy pequeños, pero podemos hacer cosas grandes con la ayuda de Dios.

2. Esto mismo nos dice hoy Jesús en el evangelio: quiere encender a todos los hombres en el amor a Dios y a los demás. Pero Jesús quiere que nosotros seamos las cerillas que, con nuestro buen ejemplo, ayu-demos a otros a ser buenos hijos de Dios.

También dijo el Papa a todos los jóvenes del mundo: «Si sois lo que debéis ser, prenderéis fuego en el mundo».

Es verdad que somos muy poca cosa, pero si queremos de verdad a Jesús, que es el fuego de Dios, Él trasformará el mundo, si yo me pongo en sus manos y me dejo guiar por Él.

3. (Diálogo) Según el evangelio de hoy ¿a qué ha venido Jesús al mundo?... El fuego de Jesús es el Amor. ¿Cuál es el Mandamiento nuevo?... El que ama perdona; el que ama, obedece; el que ama, dice la verdad.

4. Necesitamos, Jesús, acercarnos a Ti para que nos enseñes que solos, nada podemos; pero contigo, lo podemos todo. Para Dios nada hay imposible.

Hoy nos dirigimos al Espíritu Santo, que es el Amor de Dios, y le decimos:

Ven, Espíritu Santo,

llena los corazones de tus feles;

y enciende en ellos el fuego de tu Amor.

Domingo 21. Tiempo ordinario (C) Lc 13, 22-30.

Evangelio:

Atravesaba ciudades y pueblos enseñando, mientras caminaba hacia Jerusalén. Uno le dijo: « Señor, ¿son pocos los que se salvan?» El les dijo: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, mu -chos pretenderán entrar y no podrán. «Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, os pondréis los que estéis fuera a llamar a la puerta, diciendo: "¡Señor, ábrenos!" Y os responderá: "No sé de dónde sois." Entonces empezaréis a decir: "Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas"; y os volverá a decir: "No sé de dónde sois. ¡Retiraos de mí, todos los agentes de injusticia!" «Allí será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras a vosotros os echan fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se pondrán a la mesa en el Reino de Dios. «Y hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos».

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"Hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas"

1. Es un día normal de Colegio. Por la mañana, unos minutos antes de la primera clase, Fátima está de rodillas en un banco del Oratorio, con los ojos puestos en el sagrario. Se le notaba que hablaba con Jesús, y que Jesús hablaba con ella. Aquello era la conversación entre dos amigos.

Me acerco a ella, y la veo sonriendo, segura de que allí no está sola; se siente acompañada por Jesús, que está vivo en el Sagrario.

¿Qué haces?, le pregunté con voz baja. Ella me contestó:

— Le estoy contando a Jesús que ayer fue el bautizo de mi hermano Juan. En mi casa todos estamos muy contentos.

Muy bien. Desde ahora le has de decir a Jesús que tu hermano, tus padres tus amigas del colegio... y todos los hombres escuchen al Señor y se salven. ¡Que todos vayamos al Cielo!

— Y ¿qué oración rezaré para pedir esta gracia a Jesús?

Dile muchas veces cada día: Jesús, perdónanos. Jesús, sálvanos.

2. Ante la oración de Fátima, me venía al pensamiento aquella otra que hacía una monjita de Polonia a la que el Señor le reveló que es misericordioso y quiere perdonar los pecados de los hombres para que to -dos se salven. Rezaba así:

— «Por tu Pasión dolorosa, perdona nuestros pecados y los del mundo entero».

Esto es lo verdaderamente importante, y no lo que los apóstoles preguntan hoy a Jesús: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» El les dijo: «Luchad por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán».

Es pura curiosidad lo que les mueve a hacer esa pregunta. Lo importante no es saber el número de los que se salvan. Lo verdaderamente importante es que yo me salve, que tú te salves y que todos nos sal -vemos. Para eso ha venido el Hijo de Dios al mundo y para eso ha dado la vida por los hombres. Y para eso hemos de rezar y ofrecer pequeños sacrifcios todos los niños.

3. (Diálogo). ¿Recordáis quién es Jesucristo?... ¿Para qué ha venido al mundo?...¿Cómo murió Jesu-cristo?... Y ¿por qué quiso morir en la Cruz?... (para manifestarnos su amor infnito). ¿Qué oración rezaba aquella monjita de Polonia? («Por tu Pasión dolorosa, perdona nuestros pecados y los del mundo entero»).

4. El Papa Juan Pablo II nos ha dicho que «este mundo lo salvará la gente que reza». Ya sabéis que la oración lo puede todo, porque el que reza se apoya en Dios para quien nada hay imposible.

Nosotros vamos a rezar con mucha fe todos los días esta oración en favor de la salvación de todos los hombres:

«Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal.

Perdona nuestros pecados y los del mundo entero».

Domingo 22. Tiempo ordinario (C) Lc 14, 7-14.

Evangelio:

Notando cómo los invitados elegían los primeros puestos, les dijo una parábola: «Cuando seas convi-dado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya sido convidado por él otro más distinguido que tú, y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: "Deja el sitio a éste", y entonces va -yas a ocupar avergonzado el último puesto. Al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el últi-mo puesto, de manera que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba." Y esto será un honor para ti delante de todos los que estén contigo a la mesa. Porque todo el que se ensalce, será hu-millado; y el que se humille, será ensalzado». Dijo también al que le había invitado: «Cuando des una comi -da o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a tus vecinos ricos; no sea que ellos te inviten a su vez, y tengas ya tu recompensa. Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque no te pueden corresponder, pues se te recompen -sará en la resurrección de los justos».

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"Amigo, sube más arriba"

1. El Presidente del gobierno de un país impone la condecoración máxima a las tres personalidades que más destacaron en ese año. Eran un ingeniero, un investigador y un educador.

El salón, en el que se hacía el homenaje, está a rebosar. Entran solemnemente los protagonistas de la festa, acompañando al Gobierno en pleno.

Antes de la imposición de las medallas, cada uno de los homenajeados debía hacer una presentación del trabajo por el que recibía ese honor.

— Ingeniero: tengo el honor de presentar a ustedes el diseño del puente más atrevido que se ha he -cho en este país. Lo explicó; y todo el mundo rompió en aplausos.

— Investigador: Les puedo asegurar a todos que desde hoy, podrán adquirir en las farmacias la solu-ción para las crisis infecciosas. Era una especie de antibiótico. Los asistentes aplauden con alegría.

— Educador. Era san José de Calasanz... Y él, con tono sencillo y humilde, como si nada hubiera he-cho, dijo: Yo no puedo decir nada grande, como estos señores que me han precedido.

«Sólo puedo decir que he enseñado a rezar a un niño». Al oír esto, toda la asamblea, puesta en pié, aplaudió incesantemente durante cinco minutos. De este modo manifestaban la importancia de la labor he-cha por el educador.

2. A los hombres nos gusta mucho hablar de las cosas que indican que somos los primeros..., que ha-cemos los trabajos mejor que los demás..., nos gusta hablar de nosotros mismos como si fuéramos mejores que los otros.

Jesús, sin embargo, recomienda que cuando seas convidado, vete a sentarte en el último puesto, de manera que, cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, sube más arriba." Y esto será un honor para ti delante de todos los que estén contigo a la mesa. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.

Nos enseña, con su ejemplo, que para ser los primeros en el cielo, hemos de ser en este mundo servi -dores de los demás: Él «no ha venido a ser servido, sino a servir» y a dar la vida en rescate por los hombres...

3. (Diálogo) ¿Qué nos enseña Jesús en el evangelio de hoy?... ¿Sabéis que sitio eligió Dios para que naciese su Hijo?... ¿En donde vivió durante 30 años?... ¿A qué se dedicaba?... ¿Cual es la cosa más grande que hizo san José de Calasanz)...

4. En todas las cosas que hacemos, que serán siempre cosas pequeñas, como son estudiar..., hacer los deberes..., jugar..., rezar..., las hemos de hacer todas con mucho amor de Dios. Así todo, hasta lo más pe -queño, lo convertiremos en grande por el amor.

Jesús te pregunta: ¿Me amas?... Demuéstramelo haciendo bien lo que mandan.

Cuando te pones a hacer una cosa dile a Jesús: esto es para Ti, porque yo te quiero amar con toda mi alma.

Dile muchas veces durante el día:

«Señor, Tú lo sabes todo. Tú sabes que te quiero»

Domingo 23. Tiempo ordinario (C) Lc 14, 25-33.

Evangelio:

Caminaba con él mucha gente, y volviéndose les dijo: «Si alguno viene donde mí y no odia a su padre a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas y hasta su propia vida, no puede ser discípulo mío. El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío. «Porque ¿quién de vosotros, que quiere edifcar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabar -la? No sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo vean se pongan a burlarse de él, diciendo: "Este comenzó a edifcar y no pudo terminar." O ¿qué rey, que sale a enfrentarse contra otro rey, no se sienta antes y delibera si con 10.000 puede salir al paso del que viene contra él con 20.000? Y si no, cuando está todavía lejos, envía una embajada para pedir condiciones de paz. Pues, de igual manera, cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.

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. «Porque ¿quién de vosotros, que quiere edifcar una torre, no se sienta primero a calcular los gas-tos, y ver si tiene para acabarla?

1. En mi pueblo cuando yo era niño nevaba mucho... Los días de grandes nevadas los aprovechaban los cazadores para ir a los montes a cazar toda clase de piezas, sobre todo conejos, liebres y jabalíes.

— Y ¿cómo lo hacían?

Salían siempre un grupo de amigos para ayudarse unos a otros en caso de necesidad, y en los mo-mentos difciles. Iban con los perros de caza. Y cuando ya estaban en el campo se fjaban especialmente en la nieve que cubría la tierra. ¿Sabéis por qué?

Porque si pasa por allí algún animal deja las huellas en la nieve; los cazadores siguen el rastro hasta que alcanzan la pieza.

Entonces llaman a los perros; estos buscan y levantan la pieza, y entonces los cazadores disparan y la matan.

Gracias a las huellas que dejan en la nieve han podido saber donde se hallaba aquel animal.

2. Hoy Jesús nos quiere enseñar que Él ha vencido a este mundo para salvar a todos los hombres y enseñarnos el camino del cielo. Él es el Camino que lleva al cielo. Y ha querido dejar sus huellas entre noso -tros para que las podamos seguir y, de este modo, llegar hasta donde está Él

Así dice Jesús a sus discípulos y a cuantos le quieren seguir: El que no lleve su cruz y venga en pos de mí, no puede ser discípulo mío... Pues cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.

La cruz es obedecer, la cruz es trabajar, la cruz es decir la verdad, la cruz es agradar a Jesús, aunque haya niños que no lo hagan.

Estas son las huellas que nos deja Jesús. Y nosotros las hemos de seguir para llegar hasta donde está Él.

3. (Diálogo) ¿Qué nos pide Jesús en el evangelio de hoy? ¿Quién es el Camino que lleva al Cielo?... ¿Quién es Jesucristo?... ¿Cuántos dioses hay?... ¿Quién es la Santsima Trinidad?... ¿Cuál es la cruz que he-mos de cargar para agradar a Jesús? (obedecer..., trabajar..., decir la verdad...).

4. Siempre que un niño quiere hacer una cosa, y él solo no puede, pide ayuda a sus padres. Cogido de su mano, el niño camina; ayudado por él, el niño levanta un peso; y cuando se ha hecho una herida, el beso de su madre le cura.

Nosotros solos no sabemos ni podemos cargar con esas cruces y seguir las huellas de Jesús. Por eso hemos de acercarnos mucho a Él y pedirle su ayuda.

Jesús, ayúdame a obedecer.

Jesús, ayúdame a trabajar más y mejor.

Jesús, ayúdame a decir la verdad

Domingo 24. Tiempo ordinario (C) Lc 15, 1- 10.

Evangelio:

Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle, y los fariseos y los escribas murmu -raban, diciendo: «Este acoge a los pecadores y come con ellos». Entonces les dijo esta parábola. «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las 99 en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: "Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido." Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se con-vierta que por 99 justos que no tengan necesidad de conversión. «O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas, y dice: "Alegraos conmigo, porque he hallado la dra -cma que había perdido." Del mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta.

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"Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido."

1. Dani es un buen deportista. Se entrena todos los días con un grupo de amigos del colegio. Todos admiran su dominio del balón. Con él, en los pies, hace virguerías. Cuantos le ven jugar, le consideran como un auténtico campeón.

Pero tiene un problema: se encuentra solo, sin amigos; y por tanto, cuando abandona el césped se queda triste y abatido.

Su entrenador, que le conoce muy bien y le quiere mucho, le hace ver el modo de solucionarlo; y le dice:

— Dani, has de jugar en equipo, consuela y acoge al que ha fallado: enseña a todos tus compañeros. Ayuda en casa...

Al cabo de un tiempo, Dani se ve rodeado de amigos y muy feliz, porque ha descubierto que la alegría está en dar más que en recibir.

Además ha descubierto otra cosa muy importante: que Dios está muy contento, al ver desde el cielo, los esfuerzos que hace por ser buen compañero de todos.

2. El entrenador de Dani le enseñó el secreto de llegar a ser campeón: jugar en equipo, consolar, aco-ger al que falla y enseñar a jugar a los demás... Esto le llenó de gozo, porque tenía muchos amigos.

Eso mismo hacía Jesús buscando a los publicanos y pecadores, que andaban solos y despreciados por los escribas y fariseos. Jesús les acoge, les enseña y les ayuda para ser sus amigos, así se ven felices. «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las 99 en el desierto, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y lle -gando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: "Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido. ¿Veis? Jesús busca a todos, ama a todos...

Hemos de enseñar a nuestros compañeros a ser verdaderos campeones del trabajo, de la amistad, de la verdad y del servicio. Así todos gozaremos de la amistad con Jesús.

3. (Diálogo) ¿Quien de vosotros ha oído hablar de Jesús?... ¿Quién es Jesús?... ¿A qué ha venido al mundo?... ¿Jesús es amigo sólo de un grupo de niños o de todos?... ¿También quiere ser amigo de los peca-dores?.... ¿Y qué tiene que hacer un pecador para ser amigo de Jesús?... Cuando nos confesamos ¿quién perdona nuestros pecados?... ¿Cuántas cosas son necesarias para confesarse bien?...

4. Desde hoy hemos de rezar para que se confesen todos los de nuestra familia. Así buscamos, con Jesús, las ovejas que se han descarriado o que están enfermas. Ël quiere acoger a todos con una ternura in-mensa; Él quiere sanar a los que tienen el alma enferma; Él quiere ser Amigo de todos.

Los amigos se buscan.

Los amigos se cuentan las cosas.

Los amigos se quieren.

¡Jesús, quiero ser tu amigo!

Domingo 25. Tiempo ordinario (C) Lc 16, 1-13.

Evangelio:

Decía también a sus discípulos: «Era un hombre rico que tenía un administrador a quien acusaron ante él de malbaratar su hacienda; le llamó y le dijo: "¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu administra -ción, porque ya no podrás seguir administrando ."Se dijo a sí mismo el administrador: "¿Qué haré, pues mi señor me quita la administración? Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer, para que cuando sea removido de la administración me reciban en sus casas." «Y convocando uno por uno a los deudores de su señor, dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi señor?" Respondió: "Cien medidas de acei -te." El le dijo: "Toma tu recibo, siéntate en seguida y escribe cincuenta." Después dijo a otro: "Tú, ¿cuánto debes?" Contestó: "Cien cargas de trigo." Dícele: "Toma tu recibo y escribe ochenta." El señor alabó al ad-ministrador injusto porque había obrado astutamente, pues los hijos de este mundo son más astutos con los de su generación que los hijos de la luz. «Yo os digo: Haceos amigos con el Dinero injusto, para que, cuando llegue a faltar, os reciban en las eternas moradas. El que es fel en lo mínimo, lo es también en lo mucho; y el que es injusto en lo mínimo, también lo es en lo mucho. Si, pues, no fuisteis feles en el Dinero injusto, ¿quién os confará lo verdadero? Y si no fuisteis feles con lo ajeno, ¿quién os dará lo vuestro? «Nin-gún criado puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero».

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El que es fel en lo mínimo, lo es también en lo mucho

1. Cuando yo era niño como vosotros, había en mi pueblo una casa muy rica que tenía, entre otras cosas, un hermoso rebaño de ovejas.

Perico, conocido por todos los niños, era el pastor que, diariamente, sacaba las ovejas a los campos; allí comían durante todo el día. Al atardecer venían de nuevo al corral, donde las esperaban ansiosamente sus corderillos para mamar.

El entretenimiento de los niños del pueblo era ver la escena: como las ovejas balaban y los corderillos les respondían esperando el encuentro con sus respectivas madres.

Un día hubo sorpresa: Perico ya no era el pastor de las ovejas. ¿Qué ha pasado?, preguntamos a nuestros padres.

— Fue despedido porque vendió dos ovejas sin permiso del amo.

El dueño de las ovejas le llamó y le dijo:

— «Perico, quién es el amo de las ovejas tú o yo?»

Perico respondió:

— El amo es usted.

Entonces te despido por haberse portado mal y ser tramposo.

2. Jesús nos quiere buenos, que sepamos respetar las cosas de los demás niños; que nunca cojamos de la clase, del armario, ni de ningún sitio, lo que no es nuestro. Eso es robar. Y las cosas que se roban las hemos de devolver. Y quien respeta las cosas de los otros, ese respeta también las cosas de Dios...

Por eso dice Jesús en el evangelio: El que es fel en lo mínimo, lo es también en lo mucho; y el que es injusto en lo mínimo, también lo es en lo mucho.

3. (Diálogo) ¿Qué nos enseña Jesús en el evangelio de hoy?... ¿Cuántos son los Mandamientos de la Ley de Dios?... ¿Sabéis cual es el séptimo Mandamiento de la Ley de Dios?... ¿Qué es robar?... Y el que roba una cosa ¿qué debe hacer?... ¿Quien ha creado todo?... ¿Quién es el Amo, el Señor de todas las cosas?...

4. Nosotros, pues, hemos de hacer las cosas como quiere el Amo, porque somos sus servidores... Dios nos dice: mirad la creación entera, las plantas, los animales, el sol... «Todo es para vosotros, pero vosotros

sois para Dios». ¡No lo olvides nunca! Yo soy de pies a cabeza, todo entero, de Dios. Por eso el Papa dice: «Todo tuyo»

Y nosotros se lo repetiremos también muchas veces:

Jesús, soy tu amigo

Quiero ser todo tuyo.

Quiero quererte más cada día

¿Qué quieres de mí?

Domingo 26. Tiempo ordinario (C) Lc 16, 19-31.

Evangelio:

«Era un hombre rico que vesta de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas festas. Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico... pero hasta los perros venían y le lamían las llagas. Sucedió, pues, que murió el po-bre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. «Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: "Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama." Pero Abraham le dijo: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormen-tado. Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros." « Replicó: "Con todo, te ruego, pa-dre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento." Díjole Abraham: "Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan." El dijo: "No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán." Le contestó: "Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muer -to resucite"».

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Era un hombre rico que vesta de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas festas. Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas, deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico...

1. San Ignacio de Loyola se encontró en La Sorbona —una de las mejores universidades del mundo de entonces— con otro español, inquieto y muy inteligente. Este joven, soñador y apasionado, era Francisco Javier...

San Ignacio quería proponerle nuevos horizontes en los que soñar, y apasionantes empresas que rea-lizar... Y le dijo:

Javier, tú ¿qué carrera quieres estudiar?

— «Quiero ser abogado»

¡Muy bien! ¿Y después?

— «Después seguiré estudiando en otras universidades importantes para ser uno de los mejores ju-ristas del mundo».

¡Estupendo! Y si lo logras, después ¿qué vas a hacer?

— «Después, me casaré, tendré una familia y educaré a mis hijos»

¡Todo eso me parece maravilloso! Pero..., y después ¿qué?

Javier se quedó pensativo...; y no supo qué contestar.

Y san Ignacio le dijo:

— Javier, después te morirás y tendrás que dar cuenta a Dios de tu vida... Si te has portado bien, irás al cielo. Y si te has portado mal, al inferno para siempre. Piensa lo que te acabo de decir..., y ya me contarás lo que has decidido.

Javier, después de meditar lo que le dijo aquel sacerdote, se decidió a entregar su vida a Dios en la Compañía de Jesús. Y fue el gran apóstol y evangelizador del Extremo Oriente.

2. Hoy nos enseña Jesús que había un hombre rico que vesta de púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas festas. Y, junto a él, un pobre, llamado Lázaro. El rico no ayudaba a aquel mendigo llamado

Lázaro, ni siquiera le daba las migajas que caían de su mesa. Sólo pensaba en pasarlo bien... Murieron los dos; uno fue al cielo porque ofrecía a Dios su indigencia y sus dolores; el rico, en cambio, fue al inferno, porque sólo vivía para sus gustos.

Javier, al pensar que después de esta vida nos espera el cielo o el inferno para siempre, escuchó a Dios que le hablaba por medio de san Ignacio, y se decidió inmediatamente a ser bueno, a seguir a Jesús para alcanzar el cielo. Pasó los años sirviendo a Dios, y hoy es san Francisco Javier.

3. (Diálogo) ¿Qué nos enseña Jesús en el evangelio de hoy?... ¿Quiénes van al Cielo? (Van al Cielo los que mueren en gracia de Dios). ¿Quienes van al Inferno? (Van al Inferno los que mueren en pecado mortal). ¿Qué es el pecado?... ¿Cómo perdona Dios los pecados?... ¿Vosotros queréis al cielo o al inferno? Y ¿qué hemos de hacer para ir al Cielo?...

4. Jesús nos dice. Me voy a preparaos un lugar junto a mí, porque donde estoy yo también quiero que esté mi servidor, mi amigo. Para ir al Cielo he de saber servir en casa, en el colegio, a mis compañeros, por -que en ellos sirvo a Jesús.

Al Cielo, al Cielo quiero ir.

A mis amigos ayudaré para que vayan también

Para eso tengo que querer a Jesús y ayudar a los demás.

Allí estaremos con Jesús, y seremos para siempre felices.

Domingo 27. Tiempo ordinario (C) Lc 17, 5-10.

Evangelio:

Dijeron los apóstoles al Señor; «Auméntanos la fe.» El Señor dijo: «Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: "Arráncate y plántate en el mar", y os habría obedecido.» «¿Quién de vosotros tiene un siervo arando o pastoreando y, cuando regresa del campo, le dice: "Pasa al momento y ponte a la mesa?" ¿No le dirá más bien: "Prepárame algo para cenar, y cíñete para servirme hasta que haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú?" ¿Acaso tiene que agradecer al siervo porque hizo lo que le fue mandado? De igual modo vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os fue man -dado, decid: Somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer».

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«Auméntanos la fe»

1. Está atardeciendo junto al mar de Galilea. Jesús ha terminado de hablar a las multitudes que le si -guen ansiosas de escuchar su palabra, y se despide de ellas. Mira a sus discípulos y les dice:

— «Subid a la barca; vamos a la otra orilla del lago».

Los niños y sus familiares, y cuantos asistimos a esta Misa también queremos estar con Jesús, y subi -mos a la barca con Él.

Todos miramos a Jesús cansado, que se sienta, se apoya la cabeza sobre unas cuerdas, y se duerme.

Mientras navegamos en medio del mar, se levanta una tempestad. El viento es muy fuerte y las olas saltan hasta la barca... Pedro y los demás apóstoles se llenan de miedo, porque no pueden dominar la bar -ca.

Se acercan a Jesús, le tocan en el hombro, le despiertan y le dicen angustiados:

— «Señor, sálvanos, que perecemos».

Jesús les pregunta:

— «¿Por qué dudáis, hombres de poca fe?»

Mirando al viento y al mar les increpa diciendo:

— «¡Calla, enmudece!» El viento y el oleaje cesaron y vino la calma.

Los apóstoles asombrados decían:

— «Pero ¿quién es este que hasta el viento y el mar le obedecen?.

2. Jesús en el evangelio de este domingo nos enseña que tengamos fe en Él, es decir, que nos femos plenamente de su palabra: Dijeron los apóstoles al Señor; «Auméntanos la fe.» El Señor dijo: «Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: "Arráncate y plántate en el mar", y os habría obedecido», porque para Dios nada hay imposible. Ya veis, con una palabra calmó la tempestad y se apaci-guó el mar... Dios con su palabra hizo todas las cosas de la nada... ¡Qué poderosa es la palabra de Dios!

3. (Diálogo) ¿Qué nos dice el evangelio que os acabo de contar?... Jesús sube cansado a la barca, y ¿qué pasó?... ¿Qué sucedió en el mar mientras Jesús dormía?... ¿Qué hizo Jesús?... Y ¿por qué puede hacer milagros Jesús?... ¿Sabéis que es fe? (Fe es farse plenamente de Dios)... ¿Quien es Dios?... ¿Cuantas perso -nas hay en Dios?... ¿Dónde está Dios?...

4. Porque Dios está en todas partes y lo ve todo, nosotros hemos de tener plena confanza en Él por-que es nuestro Padre, y nos ama más que todas las madres del mundo juntas.

Cuando hacemos las cosas bien, hemos de mirar a Dios que está aquí, y decirle: ¡Gracias!

Cuando hemos hecho una cosa mal, mira a Dios que te acompaña, y dile. ¡Perdón! ¿Verdad que me perdonas, Jesús?

Siempre que haces un propósito para hacer bien tus deberes, mira a Jesús y dile: ¡Ayúdame más!

Repite con frecuencia esta oración:

La fe crece con la gracia de Dios

La gracia la conseguimos en los sacramentos y en la oración

Jesús que vaya a misa, que me confese, que haga un rato de oración.

¡Gracias, Perdón, ayúdame más!

Domingo 28. Tiempo ordinario (C) Lc 17, 11-19.

Domingo:

Y sucedió que, de camino a Jerusalén, pasaba por los confnes entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!» Al verlos, les dijo: «Id y presentaos a los sacerdo-tes». Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorifcando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samari -tano. Tomó la palabra Jesús y dijo: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están?».

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«¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!»

1. La madre Teresa de Calcuta y sus Religiosas se dedican a atender a los más pobres de entre los po -bres. Busca ayuda en todas partes para servir bien a quienes más lo necesitan.

En 1986 llega a Nueva York. Se planta ante el mismísimo Alcalde de la ciudad para pedirle un terreno y hacer una casa en la que poder acoger a los enfermos contagiados de SIDA.

Todo fueron «peros» por parte del señor Alcalde. La gente de aquí está muy atareada, y no podemos atenderle.

La Madre insista: “Vd. déme los terrenos, que yo haré, con mis enfermos, la casa.

El alcalde decía a Madre Teresa:

— Pero, usted no sabe lo que dice, si esos enfermos son gente que no se puede tener en pie...

La Madre Teresa le dice enérgicamente:

— «Si los leprosos, que no tienen pies ni manos pueden hacerlo, ¿por qué los habitantes de Nueva York no, si tienen las extremidades? Usted deme el terreno que yo me ocuparé de lo demás

— Y ¿cómo va a amueblar la casa, las camas, etc.?

— «Por favor, usted no se preocupe de eso, Dios proveerá».

Por fn el alcalde se decidió a darle los terrenos. Y hoy allí está la casa de los enfermos del SIDA. Es un centro dotado de todo en el mismo Nueva York.

2. Jesús en el evangelio de este domingo nos cuenta cómo se preocupaba de sanar a los enfermos de lepra, que era una enfermedad incurable y además contagiosa; por lo cual estos enfermos los llevaban a ca-seríos solitarios en medio del campo.

Un día Jesús «pasaba por los confnes entre Samaría y Galilea, y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia y, levantando la voz, dijeron: «¡Jesús, Maes-tro, ten compasión de nosotros!».

Curó a diez leprosos, y sólo uno volvió a darle las gracias. Jesús sintió mucho el desagradecimiento de aquellos nueve enfermos. ¡Con lo poco que cuesta ser agradecidos!

3. (Diálogo) ¿Qué nos dice el evangelio de hoy?... ¿Qué le decían los leprosos a Jesús?... ¿Qué hizo Je-sús?... ¿Por qué se quejó de nueve leprosos?... Dime cosas que te da Dios cada día... ¿Eres agradecido al Señor?... ¿Le das gracias después de las comidas?...

4. Recuerda que es de bien nacidos ser agradecidos. Dios nos colma de bienes: la salud, el sol, el aire para respirar, los padres, etc. Y sobre todo nos da la grandeza de ser hijos suyos, nos promete el cielo para siempre si mientras estamos en este mundo le somos agradecidos de palabra y con las obras...

Jesús nos perdona siempre

Le ofendemos cuando nos olvidamos de los demás

Cuando le desobedecemos

¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!

Domingo 29. tiempo ordinario (C) Lc 18, 1-8.

Evangelio:

Les decía una parábola para inculcarles que era preciso orar siempre sin desfallecer. «Había un juez en una ciudad, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquella ciudad una viuda que, acu -diendo a él, le dijo: "¡Hazme justicia contra mi adversario!" Durante mucho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: "Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que no venga continuamente a importunarme."» Dijo, pues, el Señor: «Oíd lo que dice el juez injusto; y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche, y les hace esperar? Os digo que les hará justicia pronto. Pero, cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará la fe sobre la tierra?».

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Ni temía a Dios ni respetaba a los hombres

1. Hace bastantes años que José Stalin hizo, por medio de un intermediario suyo, esta pregunta a Pío XII:

— ¿Dónde están las divisiones, los ejércitos del Papa, para cambiar el mundo?

A lo que contestó el Papa:

— Los poderes del Papa no son de la tierra; son del cielo. Esos poderes son la oración de los niños, el dolor de los enfermos que ofrecen a Dios por sus intenciones, y las súplicas de tantos hombres y mujeres que elevan al cielo por la conversión de los pecadores.

Lo mismo se preguntan no pocos hombres y mujeres en nuestros tiempos: ¿dónde radicaba la fuerza de la Madre Teresa de Calcuta para conseguir atender tantos orfanatos donde moran un número grande de niños enfermos?

A estos les responde también la Madre Teresa:

— «El truco es algo muy viejo. Tanto que ya está en el Evangelio: “Pedid y se os dará”. Aunque no sea más que para que le dejéis dormir y quitarse la murga de encima, os dará lo que le pedís».

2. Hoy Jesús nos enseña a rezar, a acercarnos a nuestro Padre del Cielo con mucha confanza, porque Dios lo sabe todo, lo puede todo y nos ama más que todas las madres del mundo juntas.

Dice así: «Había un juez en una ciudad, que ni temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había en aquella ciudad una viuda que, acudiendo a él, le dijo: "¡Hazme justicia contra mi adversario!" Durante mu -cho tiempo no quiso, pero después se dijo a sí mismo: "Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda me causa molestias, le voy a hacer justicia para que no venga continuamente a importu-narme"».

Rezar es hablar con Dios para pedirle lo que necesitamos..., para darle gracias por sus benefcios..., para pedirle perdón de nuestros pecados. Si acudimos a Él con constancia, pidiendo día y noche. Llamando confadamente a la puerta de su Corazón, piensas que Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que están cla-mando a él día y noche, y les hace esperar? Os digo que les hará justicia pronto.

3. (Diálogo) ¿Qué nos enseña Jesús en el Evangelio de este domingo?... ¿Qué es rezar?... ¿Qué hemos de decirle a Dios cuando rezamos?... ¿Por qué hemos de dar gracias a Dios?... ¿Por qué le hemos de pedir perdón?... ¿Qué es el pecado?... ¿Cómo nos perdona Dios nuestros pecados?...

4. Recuerda que todos los hombres del mundo somos pecadores. Por eso todos necesitamos pedir perdón a Dios; debemos confesar nuestros pecados.

Yo sé que tú rezas todos los días; sabes que rezar es hablar con Dios, que es nuestro Padre; y que Él desea perdonarnos siempre que hacemos una cosa mal.

Acostúmbrate a pedir muchas veces perdón a Dios por tus faltas. Dile cada día:

«Padre, perdona nuestras ofensas,

como nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

No nos dejes caer en la tentación.

De esta manera podemos comenzar un rato de oración

Domingo 30. Tiempo ordinario (C) Lc 18, 9-14.

Evangelio:

Dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: "¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlte-ros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias." En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se gol -peaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!" Os digo que éste bajó a su casa justifcado y aquél no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalza-do».

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Te doy gracias porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano

1. Recuerdo que estaba un día en una clase de niñas de segundo de Primaria para darles una cate -quesis sobre la oración. Les decía: Orar es contar a Jesús las cosas que nos pasan, tanto las buenas como las que son menos buenas.

Lo importante es que en la conversación con Jesús digamos siempre la verdad. A Él nunca le podemos engañar.

Les decía que una niña posee muchas cosas que se ven: tiene juguetes, libros, vestidos...etc. Pero lo más grande que tiene es lo que no se ve, aquello que lleva en su corazón: allí están las alegrías, las penas, el amor que tiene a Jesús y a sus padres... Nadie puede conocer esas maravillas que hay en tu corazón si tú no las cuentas.

Pero también es cierto que una niña, al hablar, puede decir mentiras y engañar a quienes le escu-chan.

Entonces una niña me dijo:

— ¿Verdad que a Dios no le podemos engañar nunca?

Claro que no; Él lo sabe todo; lo ve todo y todo lo tiene presente.

— Entonces, cuando hablamos con Jesús hemos de decir siempre la verdad, aunque nos cueste un poco.

2. Esta lección es la que quiere Jesús que aprendamos hoy. Se queja en el evangelio del modo de re-zar de un fariseo, mientras le agrada cómo reza un publicano: «Dos hombres subieron al templo a orar; uno fariseo, otro publicano. El fariseo, de pie oraba en su interior de esta manera: "¡Oh Dios! Te doy gracias por -que no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros, ni tampoco como este publicano. Ayuno dos veces por semana, doy el diezmo de todas mis ganancias." En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Oh Dios! ¡Ten compasión de mí, que soy pecador!".

El Fariseo menta cuando hablaba con Dios, porque se creía mejor que los demás. Todos eran malos menos él. Por eso, su oración no agradó a Dios.

Mientras que el publicano se sabía pecador y pedía perdón al Señor; y Dios le perdonó.

3. (Diálogo). ¿Que nos cuenta el evangelio que leemos en la Misa de hoy?... ¿Qué es orar?... ¿Hemos de decir la verdad o la mentira cuando rezamos?... ¿Cómo rezaba el fariseo?... ¿Y el publicano?... ¿Podemos engañar a Dios?... ¿Por qué?...

4. Dios, infnitamente rico, nos espera en la oración para llenarnos de sus bienes. Hemos de acercar-nos a Él diciendo siempre la verdad. Por eso hemos de pedirle cosas buenas que necesitamos; y también hemos de pedirle perdón, porque somos pecadores.

Acércate a Jesús, que esta vivo en el Sagrario, mírale con cariño. Te espera con deseos de ayudarte. Y dile:

Jesús, tú me ves tal como soy

No me da vergüenza que me conozcas, porque ya me conoces

Quiero ser valiente para decir siempre la verdad. ¡Ayúdame!

Todos los verdaderos amigos de Jesús, dicen la verdad.

Domingo 31. Tiempo ordinario (C) Lc 19, 1-10.

Evangelio:

Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de peque -ña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.» Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.» Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: « Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo.» Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha veni -do a buscar y salvar lo que estaba perdido».

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«Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.»

1. Cuando el Papa va a visitar un país se hacen grandes preparativos; se mueve a la gente para que asistan a los actos programados con motivo de su venida, para que haga mucho bien la presencia del “dulce Cristo” en la tierra”.

Habéis visto en la televisión la reunión del Papa con los jóvenes: qué multitudes se ponen en marcha para estar con el Papa. Todos quieren estar cerca de él, cada uno quiere escucharle unas palabras dirigidas a él m ismo, y recibir su bendición.

En la última visita que hizo a España Juan Pablo II, el 4 de Mayo de 2003, unas antiguas alumnas de un colegio de Fomento fueron a Madrid a recibirle. Querían estar con él. No sabían cómo hacerlo. Al fn se «colaron» y subieron al estrado en el que estaban los Obispos. De este modo le podrían ver mejor, y hasta saludarle.

Al volver no sabían cómo expresar su alegría a sus padres y familiares. Pero, Arancha, ¿qué os ha di -cho el Papa?

— Que «después de cincuenta y seis años de sacerdocio, os aseguro que vale la pena dar la vida por Cristo».

— Y que no tengamos miedo de ser santos.

Y tú, hija mía, le dijo su madre ¿qué piensas hacer?

— Yo quiero cambiar. Prometo que, desde hoy, voy a confesarme con frecuencia y a llevar dirección espiritual.

Hija mía, ha valido la pena ir a Madrid y acompañar al Papa. ¡No tengas miedo! ¡Adelante con tus propósitos!

2. Estar con Jesús hace mucho bien a todos, porque Él es el Salvador del mundo y quiere ayudar a cuantos se le acercan: Fíjate lo que dice el evangelio de hoy: Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pe -queña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuan -do Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.» Se apresuró a bajar y le recibió con alegría.

Zaqueo recibió a Jesús en su propia casa. Le escuchó, y la conversación que mantuvo con Jesús le hizo tanto bien que, desde aquel día, rehizo su vida... «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido».

3. (Diálogo) ¿Qué nos cuenta el Evangelio de hoy?... ¿Quien era Zaqueo?... ¿Qué hizo para poder ver a Jesús?... ¿Y por qué se subió a un árbol?... ¿Qué le dijo Jesús?... ¿Qué hizo Zaqueo?...

4. Hoy Jesús nos espera a todos porque quiere salvar a la humanidad entera. Necesitamos acercarnos a Él. Pero hay muchos que todavía no le conocen..., otros están ciegos y no le ven... Hay quienes llevan una venda en los ojos, y tampoco le ven.

Tú acércate al Sagrario, donde está Jesús vivo, y dile: ¡Jesús!, mis padres... ¡Jesús!, mis profesores... ¡Jesús!, mis hermanos... Así tu oración moverá a Jesús a que se les dé a conocer; también ellos pondrán en orden su vida y se salvarán, como Zaqueo.

Jesús, vengo al Sagrario para estar contigo.

Te recibo cuando comulgo.

Tu Señor vienes a mi casa, a mi corazón.

Quiero recibirte en mi corazón como Zaqueo.

Domingo 32. Tiempo ordinario (C) Lc 20, 27-38.

Evangelio:

Acercándose algunos de los saduceos, esos que sostienen que no hay resurrección, le preguntaron: «Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno, que estaba casado y no tenía hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. Eran siete hermanos; habiendo to-mado mujer el primero, murió sin hijos; y la tomó el segundo, luego el tercero; del mismo modo los siete murieron también sin dejar hijos. Finalmente, también murió la mujer. Esta, pues, ¿de cuál de ellos será mujer en la resurrección? Porque los siete la tuvieron por mujer.» Jesús les dijo: «Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrec -ción de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como án -geles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan lo ha indicado tam-bién Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven».

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El Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos

1. San Ignacio de Loyola se encontró en La Sorbona —una de las mejores universidades del mundo de entonces— con otro español, inquieto y muy inteligente. Este joven, soñador y apasionado era Francisco Ja -vier...

San Ignacio quería proponerle nuevos horizontes en los que soñar, y apasionantes empresas que rea-lizar... Y le dijo:

Javier, tú ¿qué carrera quieres estudiar?

— «Quiero ser abogado»

¡Muy bien! ¿Y después?

— «Después seguiré estudiando en otras universidades para ser uno de los mejores juristas del mun-do».

¡Estupendo! Y si lo logras, después ¿qué vas a hacer?

— «Después, me casaré, tendré una familia y educaré a mis hijos»

¡Todo eso me parece maravilloso! Pero..., y después ¿qué?

Javier se quedó pensativo...; y no supo qué contestar.

Y san Ignacio le dijo:

— Javier, después te morirás y tendrás que dar cuenta a Dios de tu vida...Piensa lo que te acabo de decir..., y ya me contarás lo que has decidido.

Javier, después de meditar lo que le dijo aquel sacerdote, se decidió a entregar su vida a Dios en la Compañía de Jesús. Y fue el gran apóstol y evangelizador del Extremo Oriente.

2. Hoy Jesús quiere enseñarnos que estamos de paso en este mundo; y que a todos Dios nos da un encargo que realizar, con el que ganar el cielo, que se logra cumpliendo la voluntad de Dios. Los que alcan-cen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos... son como ánge -les, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección.

Los que agradan a Dios alcanzan el cielo. Y, al fn del mundo, Dios, con su poder, resucitará nuestro cuerpo, que se unirá al alma en el cielo para siempre. Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven».

3. (Diálogo) ¿Con quién se encontró san Ignacio en la universidad?... ¿Qué le dijo a Javier?... Después de pensarlo, ¿a qué se decidió Javier?... Y ¿hoy quién es este joven?... ¿Dónde van las almas de los que mueren en gracia de Dios?... ¿Qué hará Dios con nuestros cuerpos al fn del mundo?...

4. San Francisco Javier nos enseña a elegir la mejor parte, el cielo para siempre. El camino que condu-ce al cielo es agradar a Jesús en todo lo que hacemos.

Pero como somos tan débiles y nos olvidamos de hacer bien lo que nos dicen, Jesús nos quiere ani -mar a acercarnos a pedirle perdón cada vez que nos portemos mal. La confesión es la fuente de la vida; allí los muertos resucitan. Viven de nuevo la vida de Dios. Recuperan su amistad.

¡Jesús, dame la valenta de esforzarme

por hacer las cosas bien!

Y si las hago mal

Acudiré a confesarme, porque Dios siempre perdona

Así también yo ganaré el Cielo.

Domingo 33. Tiempo ordinario (C) Lc 21, 5-19.

Evangelio:

Como dijeran algunos, acerca del Templo, que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, él dijo: «Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida.» Le pre-guntaron: «Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocu-rrir?» El dijo: «Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: "Yo soy" y "el tiempo está cerca". No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fn no es inmediato.» Entonces les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo. «Pero, antes de todo esto, os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la de -fensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra ca -beza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

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Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan pri -mero estas cosas, pero el fn no es inmediato.

1. Era un año de grandes lluvias... Las aguas torrenciales asolaron muchos puentes, de modo que no se podía pasar con el coche para llegar a un pueblo, cercano al mío.

El Presidente de la Diputación provincial tenía necesidad de visitar aquel pueblo. Le advirtieron que con el coche no podría ir. Pero él no hizo el menor caso. Y fue.

Efectivamente, al llegar cerca del pueblo, vio que el puente estaba destruido. Y empezó a quejarse por no haber sido informado adecuadamente del estado de aquel puente.

¡Ya se lo hemos dicho!, le contestó su secretario.

— Sí, pero yo creía que iba de broma. No os hice caso, y no he podido entrar en el pueblo.

Mire usted, le dijo su secretario:

— «Las cosas son como son, y no como le gustaría a uno que fueran».

2. Estamos de paso en este mundo. No podemos olvidar que la vida es un viaje hacia la eternidad. Así nos lo enseña Aquel que lo sabe muy bien, porque es quien ha creado al hombre. Jesús nos dice en el evan-gelio de hoy: «Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida». Todo se acabará.

Después de esta vida nos espera a todos la eternidad, que tiene un doble signo: el cielo, que vivir eternamente feliz con Dios; lo alcanzan quienes mueren en gracia de Dios. La gracia es un regalo de Dios que nos hace hijos suyos y herederos del cielo.

El inferno es la condenación eterna, para quienes mueren en pecado mortal. Pecado mortal es una desobediencia voluntaria muy grande hecha a Dios.

A veces no nos lo acabamos de creer, y hasta nos imaginamos que es de otra manera. Pero no olvides nunca aquella verdad que el secretario le dijo al Presidente de la Diputación: «Las cosas son como son, y no como a uno le gustaría que fueran».

3 (Diálogo) ¿Vivimos para siempre en el mundo?... ¿Cuándo dejamos el mundo?... Y después de la muerte, ¿qué nos espera?... ¿Quienes van al Cielo?... ¿Quienes van al Inferno?... ¿Qué es la gracia santif -cante?... ¿Qué es pecado mortal?...

4. Vamos a escuchar atentamente a Jesús, que es la Verdad, nuestro Salvador. Él nos dice que ha ido a prepararnos un lugar en el cielo, para que donde esté Él, estemos también sus servidores. Y el camino que lleva al cielo es vivir para agradar a Dios en todo. Portarnos como los mejores hijos de Dios.

No olvides nunca que «las cosas son como son, y no como a uno le gustaría que fueran».

Y Dios nos dice que hay Cielo e Inferno. Ahora estamos en tiempo de elegir. Queremos estar con Dios para siempre.

«El que se salva, sabe;

el que no, no sabe nada»

Jesús, con tu gracia, quiero ir al Cielo.

¡Jesús, guíanos a todos!

¡Jesús, sálvanos a todos!

Cristo Rey. Último domingo de Octubre (C) Lc 23, 35-43.

Evangelio:

Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: «A otros salvó; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido.» También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofre -cían vinagre y le decían: «Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!» Había encima de él una inscripción: «Este es el Rey de los judíos.» Uno de los malhechores colgados le insultaba: «¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!» Pero el otro le respondió diciendo: «¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma con-dena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho.» Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino.» Jesús le dijo: «Yo te asegu -ro: hoy estarás conmigo en el Paraíso».

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«Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino.» Jesús le dijo: «Yo te aseguro: hoy estarás con-migo en el Paraíso».

1. Hace no mucho tiempo, iba por la calle..., camino del Colegio.

A unos cien metros, vi a una pareja que discutan con cierto enfado...

Ellos venían hacia mi; y en el momento en que nos cruzamos, se ve que el marido quería hacer las paces con su mujer llamándola «reina».

A lo que ella contestó en el mismo momento en que nos cruzamos:

— «Sí, mucho “¡reina!, ¡reina!”. Pero, soy una reina sin trono».

2. Celebramos hoy una festa muy grande y muy hermosa, la festa de Cristo Rey del universo. Es Rey porque todas las cosas han sido creadas por Él y para Él. Es el Señor de la Creación visible e invisible (como son los ángeles).

Además es Rey del universo porque es el Redentor de todos los hombres, nos ha rescatado del demo-nio, en cuyas manos todos habíamos ciado por el pecado. Ciertamente Cristo es el Rey de todos; y nosotros queremos que sea de verdad Rey de nuestras vidas.

Pero hemos de procurar que no se queje de nosotros como aquella esposa se quejaba de su marido: «Sí, mucho “¡reina!, ¡reina!”. Pero, soy una reina sin trono».

Señor, te amamos; y deseamos que nuestro corazón sea tu verdadero trono. Queremos que esté muy limpio. Por eso te pedimos perdón de nuestros pecados. Purifcalo, hermoséalo. Así estarás muy a gus-to en este trono.

3. (Diálogo). ¿Qué festa celebramos hoy?... ¿Quien ha creado todas las cosas?... ¿Cómo las ha crea-do?... ¿Quién ha redimido a los hombres del pecado?... ¿Quién es, pues, el verdadero Rey de nuestro cora-zones?...

4. Si Cristo es el Rey de nuestras almas, debe ser el único Señor, el verdadero Amo de ellas. Por eso, hoy es un día maravilloso para entregar la vida entera a nuestro Rey.

Jesús te entrego mis ojos y mis sentidos,

mi lengua y mi corazón, mi alma y mi memoria,

el entendimiento y la voluntad

Jesús, en este día tan grande para Ti,

te entregó también mis pecados

para que me perdones y me limpies más y más.

San José: Día del Seminario. Mt 9, 35-38.

Evangelio:

Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando todo enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies».

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Sanando todo enfermedad y toda dolencia

1. Me contó un amigo mío sacerdote, cómo descubrió su vocación: “Venía con mi madre de un pue-blo vecino... La distancia era de 6 Kms.... Después de un buen rato de caminar, descansamos...

Mientras, nos alcanza el sacerdote de mi pueblo, que venía también del mismo lugar que nosotros.

Me coge del brazo y me invita a pasear con él. (Mi madre se quedó con su amiga hablando).

¿Te gustaría ser pastor?

— ¡No!...

Y ¿maestro?

— Tampoco...

Y ¿médico?

— ¡No!

Por fn, me dijo:

¿Te gustaría ser sacerdote?

— ¡Sí!, porque quiero ser como usted.

Pasó el tiempo... hubo una guerra entre medio... Y, después de tres años, mi madre me recordó la conversación con Don Pascual... Y me repitió: ¿quieres ser sacerdote?

Aquella semilla que sembró en mi alma Don Pascual, gracias a Dios, ha dado su fruto”.

2. Jesús podía salvar Él solo a todos los hombres; pero quiere contar con la ayuda nuestra... Dice así el evangelio: Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies». En la festa de san José celebramos el Día del Semi-nario, que es el lugar donde se preparan los seminaristas para ser sacerdotes.

¿Sabéis lo que es un sacerdote? Escuchadme: A Dios nadie le ha visto jamás, porque es un Espíritu y no se puede ver con los ojos de la cara. Pero ese Dios invisible, un día se encarnó en el seno de la Virgen María. Entonces Dios se hizo hombre. Y con aquel cuerpo que le dio la Virgen, los hombres ya podían ver a Dios, escucharle, hablarle, etc...

Pues mirad, lo mismo que hizo ayer Dios con aquel cuerpo que le dio la Santsima Virgen, lo quiere hacer hoy por medio del sacerdote. Jesús se acerca al que se va a ordenar de sacerdote y le dice:

— ¿Me quieres dar toda tu persona para que yo perdone y bendiga con tus manos, consagre, bautice, predique... por medio de ti?

Y cuando le dice que sí, Jesús le otorga el poder de perdonar, predicar... Todo eso lo hace Jesús por medio de su sacerdote. El sacerdote es el mismo Cristo.

3. (Diálogo). ¿Quién es Jesucristo?... ¿Para qué ha venido al mundo?... ¿Con quienes cuenta ahora Je -sús para predicar, perdonar,...?... ¿Quién es el sacerdote?... ¿Qué es el Seminario?... ¿Quiénes son los semi-naristas?... ¿Qué hemos de hacer para que haya muchos y santos sacerdotes?...

4. Hoy Jesús sigue diciendo a los niños, a los jóvenes y a todos los que estamos aquí: «Rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies». Nosotros acogemos el mandato de Jesús y, desde hoy, le repetire -mos esta oración:

Señor, danos muchos y santos sacerdotes.

El mundo los necesita, porque en la misa traen a Jesús.

De la misa nos vienen todos los bienes que necesitamos.

Jesús tú sigues llamando por este camino a muchos jóvenes.

Danos sacerdotes a la medida de tu Corazón