el espejo del extranjero

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  • 7/23/2019 El Espejo Del Extranjero

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    PRIMER PREMIO

    IX CONCURSO DE CUENTOS RISAS Y LLANTOS DE UNA NUEVA VIDA 2012

    EL ESPEJO DEL EXTRANJERO.

    RAUL OSCAR IFRAN-PUNTA ALTA-BUENOS AIRES-ARGENTINA

    I-

    El nuevo departamento es modesto, casi miserable. Es hmedo, de paredesdescascaradas. La pequea ventana no alcanza a aliviar la constante penumbra. Pareceque uno puede atravesar cualquier frontera geogrfica, pero nunca las fronteras de lapobreza. Se puede hur de los machetes y las piedras de los mercenarios, pero no de lacimitarra del hambre. Sin embargo es algo alentador no escuchar el rumor de la guerradel otro lado de la puerta. Esto ya es un gran triunfo.A veces, al despertar, escucha pasos y se sobresalta. Son los blancos, o los azules, o losverdes, o los rojos! No conozco el nombre que diferencia la sangre en su patria. En todoslados hay nombres que tratan de diferenciar la creacin de Dios. Y los hombres persigueny matan blandiendo esa diferencia como bandera. Pasado el primer instante de estupor,

    sentado en el borde de la cama, con el corazn agitado por el miedo, entiende que esten otro lugar, lejos de su tierra. Aqu no existen los blancos, los azules, los verdes o losrojos.Lo nico que conserv de sus escasos bienes materiales es un gran espejo rectangular,herencia de varias generaciones de antepasados. En su azogue se reflej la sabidura desus abuelos, la viril prestancia de los varones y la belleza de la raza en las mujeres de lafamilia. En l se reflej su infancia, los das de escuela, la adolescencia en medio de unapaz inestable, la juventud arrollada por el humo de las bombas y el estruendo de losdisparos.En l anhela ver reflejada alguna vez la alegra de una nueva vida pintada en los rostros

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    de sus hijos y en su propio rostro. Por ahora, ve el rostro de un hombre triste, azotado porla mano implacable de una vida difcil.Sale a la calle y trata de ser uno ms en medio de la transente caterva.Camina con paso decidido porque as se siente ms seguro. Aunque nada es seguroalrededor de su persona. Siente que todo el mundo lo mira y que todos se dan cuenta quees un extranjero. Este sentimiento no pasara de ser un tic subjetivo, si no supiera que lamayora de la gente desprecia al extranjero. Lo lgico sera que no debiera preocuparse,

    porque los extranjeros tambin son seres humanos. Hay un dicho que dice que el hombrees ciudadano del mundo.Levanta la frente en un gesto de dignidad ms que de orgullo.Ha cambiado su vestimenta tpica por un pantaln, una camisa, un saco y un par dezapatos. Los ha comprado en un mercado de ropa de segunda mano. Luce humilde perolimpio y prolijo aunque se siente raro. Extraa la amplitud de su tnica, la comodidad desus sandalias y la proteccin de su turbante. Cada renuncia es su aporte de buenavoluntad al intento de adaptacin a este nuevo mundo. Considera que l debe amoldarsea las costumbres de esta sociedad extraa. Sin embargo no ha podido cambiar el color desu piel, ni la mota del pelo, ni los anchos labios que denuncian su origen.Sus nios son tan bellos que no entiende el hostigamiento que sufren de los dems niosen la escuela. Su esposa es tan buena que no entiende porque llora en silencio todas las

    noches, cuando se quedan solos.Mientras camina por estas calles atiborradas de gente de variado aspecto, siente que enalgn rincn de su pensamiento se extiende su desierto natal, con la arena dorada almedioda y gris en los crepsculos, con las dunas movindose en un prodigioso xodocorridas por los ejrcitos del viento. En medio del murmullo constante de voces y gritos,del interminable rumor de las pisadas sobre el cemento y el eco de las bocinas, creeescuchar el melodioso canto de los pastores que arrean sus cabras y vacas con alegra ydespreocupacin.Desesperadamente, trata de reconocer en medio de la marea de rostros indiferentes unacara amiga. Con ansiedad busca un gesto, un saludo, una sonrisa.La luz roja del semforo ha detenido momentneamente la caravana del trnsito. Mientraslos motores ronrronean, los escapes destilan finos hilos de humo y los rostros de los

    conductores mastican la impaciencia, recuerda el nico autobs que recoga a la gente desu pueblo para llevarla hasta la ciudad a hacer las compras, ver al mdico o visitar algnpariente. Era un viaje tan placentero que hoy parece de otra historia. Piensa que el dolordel extranjero no radica exclusivamente en la adaptacin. Hay otra herida que punza elalma, el desarraigo.

    II-

    El tiempo ha pasado. En el occidente moderno el tiempo parece pasar ms rpido que enel resto del mundo. Debe ser por la urgencia que prima, por los intereses que se mueven,por los vencimientos que acechan. Uno se levanta al amanecer y, como por arte demagia, se encuentra en la mesa de la noche sirvindose los despojos del da para lacena. Esta sensacin no slo se percibe con el da, se proyecta sobre semanas, meses yaos.La familia ha logrado pequeos triunfos en su lucha. Tienen una pequea casa levantadapor ellos mismos, tan pequea y humilde como la que tenan en su lejano pas. Lasubsistencia requiere esfuerzos despiadados. Semanas de mucho trabajo haciendo todolo que aparezca, mecnica, albailera, carpintera, pintura. Casi siempre por la mitad delprecio que le pagaran a un trabajador local. Esto le acarrea alguna inquina, algn sordorencor y un poco ms de discriminacin. Trabaja el doble y slo puede comprar la mitad.Siente que est en medio de otra guerra, donde los blancos, los rojos, los verdes o los

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    azules estn por todas partes ocultos bajo otras denominaciones. La bala, el filo delcuchillo, no son los nicos que matan.A veces entona los viejos cantos de sus ancestros en la lengua madre, que suena distintaen su boca que lucha por manejar el nuevo lenguaje. Las exticas palabras de su infanciase acomodan en el aire y dan forma a la nunca olvidada poesa natal. Cierra los ojos y lameloda lo arrastra, sugestiva y poderosa, hacia sus races. Siente que siendo otro, nodeja de ser l mismo.

    Su paladar consume la dieta fornea pero no consigue olvidar los sabores tpicos. Almedioda, entre los olores que emana el barrio, cree identificar una especia, uningrediente, una receta de las que alimentaron a su raza. La protena del recuerdo nutre elorganismo de su exilio.Cuando el da termina desanda las calles en el regreso hacia el hogar. Le contar a susnios las antiguas leyendas de su tierra pobladas de hroes y demonios. Frente a ellos sesentir grande e importante, una sensacin que ha dejado enterrada en las arenas deldesierto. En el fondo de sus bolsillos guarda el amuleto que protegi a los abuelos de susabuelos. Est hecho con plumas de ave mgica y dientes de len. De cualquier modo seacostumbr a la frase si Dios lo quiere que tanto se usa en su nuevo mbito. Ningunafrmula est de ms.El aspecto de su casa ha mejorado un poco. En medio de ella se luce ms el antiguo

    espejo heredado. Se mira en l tratando de ver a un nuevo hombre. Sin embargo el viejoazogue le devuelve la imagen de un hombre triste. Piensa que la condicin de extranjeroes una nacionalidad en s misma. Nadie deja de ser chino, ruso espaol. Por ende, elextranjero nunca deja de ser extranjero. A lo mejor debera deshacerse del espejo, tal vezen su luna est la clave del estigma; a lo mejor debera olvidar los cantos nativos con suspoesas embrujadoras; a lo mejor debera borrar de su cabeza los cuentos ysupersticiones de sus genearcas.Si es cierto que los espejos absorben las imgenes y las atrapan en su interior, piensoque este pobre espejo de la historia tambin debe estar desconcertado. En su largaexistencia, es la primera vez que refleja la tristeza de un extranjero.