el doble: una aventura de intriga y suspense de gabriel

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Índice

CoverTítuloDedicatoriaCitaCapítuloUnoCapítuloDosCapítuloTresCapítuloCuatroCapítuloCincoCapítuloSeisCapítuloSieteCapítuloOchoCapítuloNueveCapítuloDiezCapítuloOnceCapítuloDoceCapítuloTreceCapítuloCatorceCapítuloQuinceCapítuloDieciséisCapítuloDiecisieteCapítuloDieciochoCapítuloDiecinueveCapítuloVeinteCapítuloVeintiunoCapítuloVeintidósCapítuloVeintitrésCapítuloVeinticuatroCapítuloVeinticincoCapítuloVeintiséisCapítuloVeintisieteEnlaces

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ElDoble

PorPabloPoveda

2018©Todoslosderechosreservados

PortadarealizadaporPedroTarancón.

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Amislectores.Graciasporsercomosois.

Graciasporhacerestanovelaposible.

Ati,V.,porlatanimportanteynecesarialaborquehaces.

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Encuentrolapasiónporlajusticiabastanteaburridayartificial.

―PatriciaHighsmith

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CAPÍTULOUNO

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Losrayosdelsoldelmediodíaderretíanelúltimohielodelvasodecristal.LabrisadelmarazotabamissentidosyamisoídosllegabaelbulliciodelostubosdeescapequecruzabanCondedeVallellano.Cientos de recuerdos se apelmazaban bajo mis párpados. Tantos que me

resultabaimposiblerecordarsiquieraunodeellos.Sentado en la terraza de uno de mis lugares preferidos del paseo de la

Explanada, daba pequeños sorbos a un vermú agotado, aguado y del que sóloquedabaunaaceituna.Asíeralavida,asíeralamía.Cadacualeralibredeelegirsuválvuladeescapepreferida.Losañospodíanpasarsinquenosdiésemoscuentadelcambio,dequetodo

llegabaasufin,mientrasquenosdebatíamosenestúpidascrisisexistenciales.Alolejos,observabalosbarcosatracadosenelpuerto,estáticoseinmutables

altranscursodeltiempo.Unapostalquecambiabadeprotagonistas,derostros,pero que mantenía el color que había guardado siempre. Turistas perdidos,familiasdesquiciadaspornosaberadóndeir.Parejasdeextranjerosensandaliasquedisfrutabandesusprimerosdíasdeplaya,descansoypaella.También estaban los otros, los que nunca salían en la foto o, si lo hacían,

formabanpartedeldecorado.Losqueseguíanlevantándosealassieteenagostoparairalaoficina,alatienda,aservircervezasfríasaquienessonreíanporelgocedeunalibertadtemporalymalpagada.Eran días de regata. En los últimos meses me había interesado por los

timones,lasproasylosmástiles.Frutodelaburrimiento,quizá,odelabúsquedainsanaquetienenlosvaronesporencontrarseenalgúnlugarqueleshagalucirbien.Unavezmás,Hollywoodnoshabíaengañadoatodos.Los veleros de laVolvoOceanRace se ponían a punto antes de batirse en

mediodelMediterráneo.Me fijé en un grupo mixto de veinteañeros primerizos que cargaba con

cámaras ymicrófonos.Caminaban despreocupados, como si de unas prácticasuniversitarias se tratase. Periodistas del nuevo amanecer, saciados deinformación,hambrientosporlamodayenfermosdeinseguridades.Caí en la nostalgia, en la memoria del pasado, en los días en los que yo

formabapartede aquella resistencia salvaje en la que las redacciones echabanhumo y sacar los trapos sucios era un trabajo propio de los servicios deinteligencia. Todavía podía sentir el olor a cerrado que emanaba de losdespachos y el abandono que sufrían algunos cuando de sacar la verdad setrataba.Recordabaaquellocongusto,apesardehaberperdidoaunpuñadodeamigos

parasiempre.Mesentíviejo.Tampocohabíapasadotantotiempopero,esque,

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unavezse tocaelcielo,unosiempresepermiteel lujodefantasearconquiénseráelsiguientequeloderroque.Somos tan imperfectos que nos pasamos la vida creyendo ser diferentes y

únicos,hastaquellegaeldíadenuestrasepultura.Perosiemprehayunasombra,uncoyotequenospersigue,unbuitrequevuelaporencimaesperandonuestrofinal.Aveces, somosnosotros.Otras, el resto.Mientrashaya ambición, habráalguienquelointente.Volví a mirar a esos chicos y pensé que no podía quejarme. La vida me

sonreía,loteníatodoyeseeramitemormásprofundo.Rozando la treintena, en unos años, había pasado de miserable periodista

metomentodo a afamado escritor de novelas demisterio. Hablar demí nuncahabíasidotanfructífero.Atrásquedabanlosdíasdemiseria.Ahoraminombreocupabalosestantesde

losquioscosdelosaeropuertos.Unacadenadetelevisiónfrancesahabíarodadouna serie basada en mis libros. La clase política me recibía con los brazosabiertospordondepisaba,buscandounafoto,olvidandolosproblemasqueleshabíacausadoañosantes.Enelamor,enlaguerrayenlapolítica,todosevalía.Porotrolado,habíaganadoencalidaddevidasentimental.Desdehacíacasi

dos años, vivía el momento más dulce jamás imaginado en una relación. SunombreeraSoledad, laúnicamujerquehabía logradoamansaral torodelidiaque habitaba en mí. Una morena de piernas largas, cabello liso, tez cálida ymelenacortaqueposeía lamiradadeunlince ibérico.Soledadera la luzentretantaoscuridadque,peseasunombre,siempreestabaamilado,alumbrandoenlosmomentosmásdifíciles.Yaunque,comoencualquierciclo,habíamostenidosubidasybajadas,ella,

máscabalqueyo,lograbaponermeenmilugarcuandolasituaciónlorequería.Ellaconsutrabajocomopolicíayyoconelmíocomoescritor.Peronotodoeraunapelículadeamor.Desdehacíauntiempovivíamosjuntos,peroseparadosmentalmente.Soledad ansiaba con desarrollar su carrera en el Cuerpo de la Policía

Nacional. Me lo había comentado en varias ocasiones. No me sorprendió enabsoluto. Unamujer independiente como ella siempre quería algomás. Sabíaqueyoleimportaba,peroesonolaibaafrenardeseguirhaciadelante.Por supuesto, no le faltó mi apoyo, por lo que opositó para ascender a

subinspectora.Mesestensosenlosqueapenasnosveíamosmásdetreshorassinoestábamosdurmiendo.Ellaestudiabayyomepasabalosdíassolitario,enelapartamento de Santa Pola que había comprado tras el viaje de Portugal.Tecleaba, bebía, repasaba la discografía de Coltrane, paseaba por las calascristalinas yme ensimismaba creyendo ser alguienqueno era.Por las noches

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regresabaacasa,cenábamosjuntosyhablábamosdenuestrajornada.Lo suyo, un duro desafío digno de admirar y por el que jamás yo habría

pasado.Lomío,uncaprichomásdelavida.Undía,llegóconunasonrisa.Todohabíaterminado…ocasitodo.Alconocer

lanoticia,nopudealegrarmemásporella.Lohabíalogrado,peromeentristecíaloquevendríadespués.SeismesesdeformaciónenÁvila.Seismesesdurmiendosolo,sinacariciarsu

cuelloconminarizaldespertar.Ella,conlasutilezaquemostrabaparalasmalasnoticias,habíapropuestoquelaacompañara.Losentíyrechacélaoferta.Meconocíademasiadobien.Eracuestióndetiempoquemeconvirtieraenunestorboparalosdos.EnAlicanteteníapazygloria,mipropiofeudoyunmontóndelugaresenlos

quehacerquelashoraspasaranmásrápido.Nomeimportabaviajaryvisitarla,peromarcharconellasupondríauntremendoobstáculoparanuestrarelación.Aunquenolegustómirespuesta,noinsistióyasícomenzóunodelosveranos

másextrañosenmuchotiempo.Enmenosdeveinticuatrohoras,Soledadpartiríaentrenhaciaelcentrodela

Península.Yyo, ingenuodemí, agotaba lasúltimasgotasde labebida sinconocer las

desastrosasconsecuenciasdemierráticadecisión.

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Abandonélaexplanadaycaminéhastaelfinaldelaramblaparainspirarmeconlanaturalidaddelospeatones.Anadieparecíaescandalizarlequelamayoríadecomerciosfueranfranquiciasdecomidarápida.EnelsigloXXI,noexistíapaísquenohubierasucumbidoauncartóndepatatasfritasyunahamburguesaporunpardemonedas.NisiquieraEspaña,consuodaalatortilladepatatasyalosbocadillosde jamón.Lugaresquemehabían salvadodeun aprieto enmásdeuna ocasión, pero que albergaban la misma vida que una estación de trenesabandonada.El verano daba un tono anaranjado al entorno y el periodismo sufría los

latigazosdeunarevolucióndigitalqueparecíairreversible.Lasmalasprácticasempresariales, lafaltadeprevisiónyunexcesodeorgullogeneralizadoenunade las profesiones más precarias de la historia, habían desencadenado en unaguerradondeelpapeleralaprimeravíctima.Paramisuerte,dichatragedianoeramásqueunhechoanecdóticodelqueme

había desligado hacía tiempo. Las novelas eran más interesantes y fáciles deescribir.Me había despreocupado de pensar en el trágico fin demes y no tenía que

pasarporelarodequienesestabanporencimademí.Noobstante,sihabíaalgoque echaba de menos era la socialización. Nos movíamos como roedores, ensilencio,dejándonosverenlosbares,en lasruedasdeprensa,enlascafeteríascercanas al ayuntamiento, pero siempre con una intención y un puñado depreguntasenelbolsillo.Una vida de altibajos constantes, tan parecida al latido de un corazón. En

ocasionesfrenéticayenotrasunmalditosopor.Tantristecomoundramadondelos buenos siempre pierden. Y, quizá por esto último, el único diariosupervivientedelaprovinciamehabíaofrecidolacolumnatraseradesuedicióndepapel.Laúltimapágina,lasúltimaspalabrasquerecordaríaellectorantesdedoblar

elperiódico.Aceptéporellosypormí.Penséquehabía transcurridoel tiemposuficiente

paraquelamareabajaraypudierareencontrarmeconmisorígenes.Laideadeescribirunavezporsemana,deobligarmeasaliralacalleycontarlavidadesdemisojos,mesedujo.Porprimeravez,alguienatenderíaa loque teníaquedecirantesdepasar la

hoja.Entonces,allíplantadojuntoa lacristaleradeunaconocidacadenacafetera,

de pronto, sentí la llamada pasajera de la curiosidad y me detuve en unsemáforo.Un sentimiento extraño, como un repentino dolor de cabeza antes de una

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tormenta.Guiadoporelruidodelasirenadeambulancialejana,levantélavistacuando

un coche de Policía, a toda velocidad, apareció por la calleMayor a escasosmetrosdelpasodepeatones.Sonóunfuerteyagudoderrape.Eloloragomaquemadaenelasfaltovicióelaire.Unamujermayorqueesperabaamiladomeagarróconfuerzadelbrazo.El

vehículoderrapóysaliódisparadoenlínearecta,cruzandoelPortaldeElche.Se oyeron gritos. Los coches estacionados en la bajada de la avenida

esperabanaquetodopasara.Todosucediórápido.Lasbocinasseamontonabanenelruido.Despuésllególacalma.—¿Estábien?—Preguntémirandoaesaseñoraqueparecíaunamomia—.Ha

estadocerca.—Sí,hijo…—dijoella,arrugadaysecándoselasgotasdesudordelafrente

conunpañuelodepapel.Usabaunperfumedulceyllevabaloslabiosdecolorcarmín—.Ay,Dios…Notengoelcuerpoparaestossustos.—Nohacefaltaquelojure…La señorame soltó el brazo yme agradeció la ayuda.Después continuó su

camino.Sorprendido,notécómoelcorazónmelatíaconfuerza.Coloqué la mano sobre el pecho y escuché lo que el cuerpo intentaba

decirme.Noeramiedo,nisiquierasorpresa.Era la adrenalina de estar perdiéndome algo, de saber que esa podría ser la

próximahistoriademinuevacolumna.Todaslaspersonastenemosunaguerrainternaconlaquedebemoslidiaruna

vida entera. La mía era aquella, había nacido con ella y no tenía nadie paradetenerme.Sinpensarlodemás,meescabullíentrelamultitud,crucélacalleycambiéde

rumboparaseguirelrastrodelcochepatrulla.

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AtravesélaplazaGabrielMiró,bajolaatentaycuriosamiradadecomerciantes,hostelerosyclientesqueparecíanajenosaloquepasabaosecomportabancomomerosespectadoresdeunacarreradeciclismo.LacaminatamellevóhastalacalledelCid,unestrechocallejóndeviviendas

antiguas,entradasdeaparcamientos,portalestapiadosyfachadascoloridasconlapinturadesconchadaporlosañosylahumedad.Unlugarcéntricoydesobraconocidoporelvicio,laspeleasentreborrachosylapresenciadedamiselasqueregalabanminutosdesuamorporunoscuantosbilletesazules.Meencontrécómodomoviendolasueladeloszapatosporlasbaldosasdela

acera,dejándomeguiarporlasconsecuenciasdelazar.Estabavivoynoexistíamejorsensaciónqueesa.Elcochepatrullasedetuvoal finalde lacalle, juntoaunviejoportal.Asu

lado,unaambulanciaesperabalasórdenesdelosagentes.Dospolicíassebajarondelcocheyentraroneneledificio.Enlapuerta,tres

mujeresyunhombresemovíannerviosos.Intercambiaronunaspalabrasconlosmédicosdelaambulancia.Algohabíasucedidoenunadelasviviendas.Echéunvistazoporlosbalconesynotélapresenciadelosvecinosmáscuriosos.—¿Qué ha ocurrido?—pregunté a la primera persona que se cruzó en mi

camino.Era un hombre chato, con un cigarro en la boca, una camisa de cuadros

arremangadahastaloscodosypantalonesdepinzas.Susgruesascejasparecíanpegadasalamonturadelasgafas.Suexpresión,unaauténticabroma.Eltipodiounacaladamalhumoradoyexpulsóelhumoconfuerza.—Loque teníaquepasar...—dijo tras lapausa—.Losmunicipales siempre

llegantarde.—Problemasenelvecindario,¿eh?Peroelcomentarionolehizograciaalguna.Eltipodiootracaladayesperóantesderesponder.—Losricosnotienenestosproblemas.Aellosleshacenmáscaso.—Nolotengoesomuyclaro...Noerasudía,nitampocoelmíoparahablarcondesconocidos.UnMercedesclaseCdecolornegrocruzóelcallejónatodaprisaydesvióla

atencióndeaquelhombre.Alguiengritóparaquefrenara.LaPolicíanohabía tenido tiempoacerrar elpasoyel conductordel coche

alemánsehabíametidoenellugarequivocado.Harto,eldesconocidotocóelclaxonhastatresveces.Elbullicioaumentóen

la calzada.Los tresdesconocidosde lapuerta insistían enque semarchara en

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direccióncontraria.—Esto es a lo que me refería, ¿sabes? —dijo el hombre señalando al

deportivo.Finalmente,elconductorbajólaventanillaycruzóunaspalabrasconlos médicos de la ambulancia. Uno de ellos arrancó el motor y movió lafurgonetahastaquepermitióelpasoalvehículo.DespuéselMercedesseperdióenlalejaníaconunfuerteruidodemotores—.Privilegios.Meadelantéunosmetrosparaacercarmealportal.La tensiónaumentaba, lo

podíaoler,lopodíasentirbajolosporosdemipiel.—¡Lavaamatar!—gritóunadelasmujeresenlapuerta.Erarubia,delgadayteníalapielarrugada.Suacentoeraextranjero,talvezde

algúnlugardelcentrodeEuropa.Amedidaqueveíaconmásclaridadlaescena,entendíamejorlasituación.Lohabíavistoenotrasocasiones.Dinero,pasiónypoder.Habíaquienmatabaporunadeesasrazonesytambiénquienlohacíaporlas tres. Observé de lejos la entrada. El interior del edificio estaba sucio yruinoso.UnsegundocochedePolicíaLocalmealertócon lasirena.Meretiréydos

agentes,unhombreyunamujer,espantaronalosfisgones.Instantesdespués, llegaronlosrefuerzosyelvehículoazuldelosnacionales

sedetuvojuntoalaambulancia.Deallí salieron trespolicíasvestidoscon suuniformeazul.Estaban fuertes,

puedequedemasiadocomoparaplantarlescara.Cruzaronelumbralysubieronlas escaleras. Después se oyó un alto, varios gritos femeninos procedentes dediferenteslugares.Luegolavozdeunhombredesesperado.Seescuchóunfuertegolpe.Elcristaldeunaventanasehizoañicosy todos

retrocedimos asustados. No seme había perdido nada en aquel lugar, pero lacuriosidadporconocereldesenlacemeobligóaquedarmehastaelfinal.Segundosmás tarde, uno de los policías acompañaba a una chica protegida

conunachaquetadechándal.Suspasosdejaronunligerorastrodesangresobrela acera, propio de un corte superficial. La muchacha caminaba sin fuerzas,temblorosaysemidesnuda.Entróenlaambulanciayéstasepusoenmarcha.Después,otrosdosagentessacaronesposadoaunhombremayorquelachica.

Lucíabigote,eraalto,fuerteyteníalapieltostada.Parecíaebrio,aturdidopero,sobretodo,derrotado.Lospolicíaslometieronalafuerzaenelcochepatrulla.—Hayquiennodiferencia entre amorynegocio—dijo el espontáneode la

camisadecuadros.Seechólasmanosalosbolsillosycaminóhastalapuertadelestablecimientodelquehabíasalido—.GraciasaDios,éstahatenidomássuertequeotras.Suspalabrasmehicieronreflexionar.Preferínodecirnadayguardarmelaopinión,puesquiénerayoparajuzgara

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quienponíaenpeligrosuvidaadiario.La escena continuó, pero había perdido su encanto. De nuevo, me había

dejadoengatusarporunadesgraciaqueanadieleinteresaba.Algunashistoriasnomerecíansercontadas.Miréelrelojyeranlasdosdelatarde.Soledadnoterminaríasujornadahasta

las ocho. El estómago pedía su turno y yo no encontraba el momento deenfrentarmealabarradeunbar.Odiabacomersolo.Erapatético.Conunaestúpidasonrisaenlacara,dimediavueltayregresépordondehabía

venido, regocijándome enmis propios pensamientos y entregándome, una vezmás,alasbienaventuranzasqueeldíateníapreparadasparamí.Cuandolleguéalaesquinadelacalle,mecoloquélasWayfarerymiréhacia

lacostaporelcrucedelacalleValdés.Unabella rubia secruzóenmicaminohablandoporel teléfonomóvil.Nos

miramos durante un instante, pero ella tenía la atención puesta en suconversación.Me embelesó con los ojosmarinos yme regaló de recuerdo elperfumeque dejó impregnado en su estela.Uno de esos ángeles nórdicos quellegabancadaañoalaciudad,cuandolosrosalesseponíanenflor.Recompuesto, sentí una presencia a mi espalda. El tufo de la colonia era

familiar,paranadafemenina.Megiréyloencontréfrenteamí,adosmetrosdedistancia.Eraél,elinspectorRojo.Miamigo,misombraymicartaastral.NuestroúltimoencuentrohabíasidoenLisboa.Después,comosolíahacerya

loqueyamehabíaacostumbradoconlosaños,nohabíavueltoasaberdeél.Sonreía con picardía, pero con la suficiente seriedad para no preguntar al

respecto.El polo negro marcaba su pectoral y dejaba a la vista unos bíceps que

abultaban el doble que los míos. Había trabajado en el gimnasio más de lacuenta. Llevaba el pelo corto, fijado con gel y sus indistinguibles gafas deaviador.—Algunas cosas nunca cambian, ¿verdad, amigo? —dijo con voz de

ultratumba.Lomiréymepreguntéelporquédesuvisita.—Algunaspersonas…tampoco.

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CAPÍTULODOS

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Rojoteníabuenaspecto,quizáelmejorquehabíatenidodesdequeloconocía.Guardabatantaspreguntarporhacerle,quenosabíapordóndeempezar.Unavezroto el hielo del reencuentro, me acompañó a uno de aquellos lugares quesolíamosfrecuentarenelpasado.CaminamoshastaelMercadoCentralymepusoaldíadesusmovimientos.

RojocontinuabasiendoelInspectorJefedelaBrigadadeHomicidiosdelCNPde Alicante. Tras su inesperada aparición en Lisboa, me contó que se habíatomado un respiro en dar con el paradero de Eme, la mujer que en tantosproblemas nos había metido. Llevar dos vidas paralelas nunca había sido undeportesaludableylosachaquesdelesfuerzocontinuoempezabanahacermellaenél.Laplazadelmercadodeabastosbrillabadevidayalegría.Peseavivirenla

mismaciudad,sentíquehabíaperdidocontactoconella.Lascallesestabanrenovadas,loscomercianteshabíanhabilitadovariosbares

en la plaza en los que servían aperitivos, botellines de cervezas y vermú bienfrescoantesdelacomida.Ruidoenlacalle,personasdediferentesedadesyunmismolema:disfrutardelverano,delavidaydelospequeñosmomentos.Mesentículpable.Habíaolvidadotodoaquello.El olor apescado fresco, a cervezadebarril ymáquinade café expreso.El

jolgorio,lasrisasdesternillantesylasconversacionesconlosdesconocidosconlos que compartes espacio.A veces, el dinero y la comodidad nos impone unestilodevidaque,apesardelasapariencias,estálejosdelasnecesidadesmásintrínsecasdenosotrosmismos.Pareceque,unavezsubesalpodiodelafama,yanopuedesbajardosescalones.Contemplandoelpaisajehumanoquesemovíaamialrededor,atravesamosel

meollohastallegaralotroladodelaplazaybajarporunasescalerasdecementoquenosacercabanalacallePintorVelázquez.Rojo sabía cómo pasar desapercibido entre la multitud sin que nadie lo

delatara. Era un foco de inspiración. No todos los policías podían decir lomismo,peroélnoeraunoficialaluso.Quienaprendeallevarmáscaratodasuvida,semuevecongraciaenelbailededisfracesqueeslavida.DejamosatráslasalaStereo,aspiréconfuerzaycomprobécómoeltiempose

habíallevadolosrecuerdosdemipasado.Vivirenlamemoriallegabaaresultaragotador.Ahora,muchosdeloslocalessehabíanconvertidoenbazareschinos,establecimientos de compra y venta directa y salones de belleza y relajación.Empecé a entender que vivía en una realidad que poco se asemejaba a lostiemposquecorrían.Paramisuerteylademiestómago,algunossitiosseguíanremandoapesarde

lasmodas,lascrisisylosdisparatesquedesdeotrospaísespretendíanimponer.

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Elcartelblancoconeltoronegroseguíaenelmismolugardondesiemprehabíaestado.El bar Guillermo, aquel lugar tan costumbrista que formaba parte de la

herencia cultural alicantina, semantenía a flote para servir a una clientela fieldesinteresadaenlostiemposmodernos.Llegamos hasta la esquina de la calle y cruzamos la estrecha entrada de

maderamarrónqueinvitabaalinterior.Ellugarsemanteníaigualquesiempre:labarrademadera,laneveradecristaldondeguardabanlasraciones,elmapadeAlicanteenblancoynegroentrelasbaldasdelasbotellas,losjamonescolgadosdel techo y el arco de ladrillo que separaba la entrada y formaba un íntimocomedor, con las paredes cargadas de fotografías de la ciudad en sus tiemposremotos.TantoRojocomoyoéramoshombresdebarra,deapoyarelcodoytenerun

pie sobre el suelo, pero habíamos llegado tarde y nuestro sitio ya estabaocupado.—Eseolor…—dijemientrasnosacercábamosaunamesademaderapequeña

consillasdelmismocolor—.Parecequefueraayercuandoestuvimosaquí.—Losbaresnuncacambian—contestóRojo—, laspersonassíy,desdeque

nosconocemos,túhascambiadobastante.Eloficialrio.—Mejornomehagashablar.—Reconócelo,Caballero.Tehashechounsibarita.Un hombre de camisa blanca y pantalón negro se acercó a nosotros. Nos

ofreció una carta, pero no la necesitamos, así que pedimos una ración deensaladillarusa,croquetasdebacalao,huevosestrelladosconpatatasyjamónyunplatodehígadodepato,acompañadosdeunabotelladetintodeMarquésdelPuerto.—¿Hígado de pato?—PreguntóRojo. El camarero tomaba nota de nuestro

encargo—.¿Enserio?—¿Notegusta?—Loqueyotedecía…—respondióhaciendounamueca—.Unsibarita.Elempleadonopudoevitarlasonrisa.—¿Esoestodo,señores?—Preguntóalterminardeanotar.—Doscañasbienfrías,siestanamable…—añadióRojo—.Hayquehidratar

elcuerpo.Lostresnosreímosyelcamarerosedespidiódevueltaalacocina.—Desconocía esa faceta tuya, tan humorística… —comenté—. ¿Has

conocidoaalguien?—En absoluto. Sólo me he relajado. Me sienta bien no jugarme la vida a

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diario.—Yaveo…—contesté.Lascervezasllegaronacompañadasdeunasaceitunas

partidas.Brindamosy laespumacruzómigargantacomounbálsamocelestial—.Supongoquehabrásestadoaltantodemismovimientos.Era una afirmación retórica. No necesitaba preguntar para saber que Rojo

siempreme tenía en su punto demira, como un guardaespaldas, como si mehubieseintegradounchipenelhombro.—Más o menos —respondió y suspiró con desgana—. Son cinco veranos

haciendodeniñera.Digoyo,queyaerahoradepasarelrelevoaalguien…—¿Te refieres a Soledad? —Pregunté. Él asintió con la mirada. Con una

agenteencasa,nohabíaporquépreocuparse—.Ellanoescomotú.—Terecuerdoquesupadreyyofuimosbuenosamigos—explicó—.Ellaes

comosupadre.—Esonocambianada.Losplatosdeensaladillarusaydecroquetasllegaronalamesa.Rojooptópor

desviarlaconversación.Veníaensondepazynoparecíatenerganasdesubirsealcuadriláterodialéctico.—¿Quétetraeporlaciudad?—Preguntóhincandoeltenedorenlapequeña

montaña de ensaladilla—. Pensé que te habías hartado de ella y por esocomprasteesecasónenlaplaya.—Lasnoticiasvuelan…¿Hasestadoporallí?—¿Lodudas?—¿Yporquénotocastealapuerta?—Nomehasinvitado—respondióconfalsamolestia—.Yasabesquenome

gustaincordiar.—Túnuncahasnecesitadoqueteinviten.YRojosoltóunacarcajada,porprimeravezenesatarde.—Ahora,enserio,¿estástrabajandoenalgonuevo?Mesorprendiósuinsistencia.Eloficialjamáspreguntabapormislabores.Mi

presencia, para él, era un sinónimode embrollo. Sólo se aseguraba de que noterminaraenalgúnlíomayor.—Los del Diario Información me han ofrecido escribir una columna de

opinión en la contraportada —expliqué y probé una croqueta de bacalao.Aquelloeraunplacerdivino—.Mivisióndelaciudad,dicen.—ElescritormásodiadodeAlicantehablaasusciudadanos…—Nosoyelmásodiado—recriminé.El camarero trajo labotella, sirvió en

unacopay señalé aRojoparaque loprobara.Despuésdedar el vistobueno,llenólasdoscopasdetinto—.Siemprehayalgúnpolíticoalqueodiarmás.Perolaspalabrasdeloficialibancargadasdeseriedad.

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—Aquílaprensanoestámuycontentacontigo—prosiguiómirandocómoellíquido rojo semovía por el cristal—.Vendiste tu intimidad y sus secretos entodasesasnovelas,dejandoalgunosnombresporlossuelos…Aeso,súmalequete has cosechado una fama de doble filo en estos últimos años, mientras tellenabas los bolsillos. Tus colegas de los periódicos no quieren saber de ti ysupongo que ahoramenos, después fichar por su equipo, cobrar el doble queellosytrabajarmenosdelamitad…Aúnasí,enhorabuena.Surespuestamezarandeóelorgullo.LopeoreraqueRojoteníarazón.—Fueronellosquienesmellamaron.Yonolosbusqué.—Nome fastidies,Caballero,quenosconocemos…—replicó inclinando la

cabeza y dando un sorbo a la copa—. Sabes como yo que podrías haberrechazadoesaoferta.Tesobraeldinero,¿oesqueyatelohasgastadotodo?—Noeseso,joder…—dijemirandohacialabarra—.Túnoloentiendes.—Claroqueloentiendo—contestóconpaternalismo—.Erescomoelrabode

unalagartija.Nimuertopuedesestartequieto…Tegustademasiadoquehablendeti.—Prefieroqueseaparabien.—Mucho pides tú—dijo y agarró una croqueta—.Dime la verdad…Todo

estoesunaexcusaparavolveralruedo,¿cierto?Elempleadotrajodosplatosmás.—Su hígado, señor—remarcó apuntando a la broma—.Que lo disfruten y

buenprovecho.Todoteníaunapintamuyapetitosa.—Gracias…—dije y regresé a la pregunta—. Siento desilusionarte, Rojo,

peronotesigo.—Vaya,nomevengasahoraconquetecuestaleerentrelíneas…—Deverdad,quenoséadóndequieresllegar.—Después de Lisboa, no has vuelto a escribir nada…—continuó y seme

erizóelvello.Nohaynadamásdesagradablequeenfrentarsealaverdadcuandoestasaledelabocadeotro.Elorgulloyelegodespiertancomoelanimalariscoy rabiosoqueveenpeligro su territorio—.Y te estámatando lentamente.Poresohascorridodetrásdelcochepatrulla,comounniñodetrásunagolosina.Nopuedesremediarlo,Caballero,yniegasaceptarlo.—¿Elqué?Noqueríaescucharloqueibaadecirme.—Quetehasquedadosinmagia…Notefustigues,atodosnospasa.Notéelsudorbajomicamisa.Sentíunfuertecalorrepentinoenmirostroyle

echélaculpaalvino.—Esoesabsurdo.Todavíamequedamechaporquemar…

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—Admítelo,Gabriel—insistióconuntonoconciliador—.Sientoseryoquientelodiga,perosoytuamigo.Tehasquedadosinbalas,esoestodo.Dagraciasqueno tepasaen la cama…En fin, ahora tequedahacer loqueel restoparamantenerlavidaquellevas.Escompletamentelícito.Di un sorbo a la copa de vino, aunque hubiese deseado bebérmela de un

trago.MiproblemaconRojoeraqueélcarecíadeescrúpulosparadecirme loque

pensabaymiorgulloerademasiadograndeparadigerirlosinenervarme.Deesedía,loúltimoquehabíaimaginadoeraquetermináramoshablandode

mi final.Perdí el apetito, apenasprobé el hígadoyvaciamos labotella con lacompañíadelrestodeplatos.Elalcoholsiempreayudabaacalmarlossilenciosyasentarlasverdades,pormuchoqueéstasdolieran.Llegamosalcaféyevitamoslospostres.—¿Quéhaydeti?—Pregunté—.¿Aquévieneesecambiodeimagen?Rojosonrióydioungolpecitoalmantelconlacucharillametálica.—Yotambiénheagotadomimunición—confesó.Lecostaba reconocersus

propias derrotas, casi tanto como a mí—. Después de Lisboa conduje hastaFrancia. Tuve problemas con el carburador de la moto y me quedé tirado enHendaya.Mientraslareparaban,aprovechéparaorganizarlasideas.Undíamedespertéymepreguntéquécoñoestabahaciendoconmivida,deaquíparaallá,buscandoalalíderdeunaorganizacióncriminalanivelinternacional…yosolo.Pero eso no era lo que hacía. Estaba ciego. La realidad era otra…Me estabaperdiendolajuventuddemihijo,laposibilidaddeverasupadrefeliz,despuésdetantosaños.Laocasióndehacerlecreerquepodemosserunafamilianormal,conunavidatranquilaysinmentirasnisecretos.—Hombre,muynormalnoeres.—Vetealcarajo.Terminamosloscafésypasamosalacremadeorujo.Peseatodo,debíamoscelebrarnuestroreencuentro.—¿Quéeslosiguiente?—Preguntéconmiedoaquemarme.Rojo levantó la mirada y se mantuvo en silencio unos instantes. Después

sonrió.—Yatelohedicho—contestóydiounsorboalchupitodelicor—.Nohay

siguientepaso.Lascosaseneltrabajoestántranquilas,noquieromásfollones,yporesoestoyaquí.Tampocovoyametermeenlostuyos.Debemosmoverficha,amigo.Rojo colgando las botas enmi cara.Una verdad amedias porque las suyas

siempreibancondoblerasero.Pero,porotraparte,nolefaltabarazón.

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Desde el primer encuentro, nuestras vidas habían estado unidas por losproblemas que yo causaba. Había conseguido un amigo, pero también a unhermanomayor queme echaba un capote cuandomás lo necesitaba. Empero,como había dicho en la mesa, debíamos mover ficha y empezar a cuidar denuestros propios asuntos. Madurar debía ser aquello, cambiar lasresponsabilidadesdemano.—Bueno, ¿entonces qué?—Preguntó intrigado. Sus ojos se alumbraron de

nuevo—.¿Vasahablarleatuslectoressobreelamigopolicía?Nomeobliguesaasaltartuapartamentoamedianoche…Nosreímos.Laconversaciónsubiódefrecuenciaytomóuntonojovial.—Descuida,mantendrétuanonimato,siesquequedaalgo…—respondíyme

bebí el sorbo de crema de un trago. Después pedí la cuenta al camarero,haciéndole una señal con la mano—. Como siempre, tus palabras han caídocomounjarróndeaguafría.Necesariasaunquedolorosas.—Notepongasallorarahora,hombre…—Ya te gustaría verme entre lágrimas… ¿Sabes? Tal vez descarte esa

colaboración.—¡Venga,nojodas!Estássiendodemasiadodurocontigo…—criticó—.Lafamatehahechodeplastilina,Caballero.Puedequenecesitesunapausa,

unasvacacionesparareplanteartequérumbovasa tomar.Trabajarsinpresión,buscarotros temas…Ya sabes, esas cosasquehacen los artistas.No tepuedoayudardemasiadopero,sidejasdebuscar,lavidasiempreteponedelanteloquenecesitas.—Quizátengasrazón.—Suelotenerlaylosabes.Reímosporúltimavezypaguélacuentadejandounapropinagenerosa.Abandonaronelbarycaminaronderegresoalbarrioviejodelaciudad.Sinnotarlo,habíanpasado lashoras, laplazadelmercadodeabastosestaba

vacía y tranquila y el sol comenzaba a tomar un tono anaranjado con rumbohaciaelcrepúsculo.—Llámame cuandoquieras hablar—dijo el oficial—, siempre y cuandono

seadesdeloscalabozos.—¿Porquiénmetomas?—Preguntéynosdimoslamanoconfuerzaamodo

dedespedida.—Tusaparicionesnuncasoncasuales,Gabriel.—Lastuyastampoco,Vicente.—Seráscabrón…—Siemprelohesidounpoco.—Cuídate y dale recuerdos a Soledad —dijo y se despidió caminando en

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direccióncontrariaalamía.Esperéaquedesaparecieracomoesaspersonasqueaguardaban sentadasen

loscineshastaqueloscréditosfinalessefundíanennegro.Alaesperadeunasorpresafinal.Peronohuboninguna.Rojodoblóunaesquinayyotomérumboalaparcamientodondehabíadejado

mi Porsche Boxter rojo, el descapotable que simbolizaba el principio de unabonitahistoriadeamorconelmundo.Ladespedidadeloficialmehizopensarenella.Pronto llegaríaalapartamentoquecompartíamosen laciudad.Seríanuestra

últimanochejuntosantesdesucursodeinstrucción.Mehubiesegustadodecirlequenosefuera,quenomedejaraallíconmisdemonios,peronopodía,niellaharíanadaalrespecto.Comprobélasllamadasynoteníanisiquieraunmensaje.Erasuúltimanoche,debíaserespecial.Me detuve en una tienda veinticuatro horas y compré una botella de vino

blanco y unos bombones. Esa velada cenaríamos en casa y yo cocinaría paraella.AlcancéelaparcamientodeAlfonsoXElSabio,destapélalonaqueprotegía

el techo, me subí en el deportivo y puse la bolsa en el asiento del copiloto.Despuéssalíalexteriorymeencontréconeltráficodeunatardecualquieraenlacapital.Unaligerabrisaconolorasalitreyneumáticoacariciómispómulos.Siemprehabíapensadoqueconducirundescapotablenoteníasentido,hasta

quememontéenuno.Por los altavoces Coltrane tocaba su Summertime, a lo lejos podía ver el

castillodeSantaBárbarayporlacallelaschicaslucíansuspiernasbronceadasbajolosvestidosfinosycoloridosquetandemodasehabíanpuestoeseverano.Y es que no existíamejor época para disfrutar de la vida, para beber buenosvinos y reír enmejor compañía, para amarse cada noche y emborracharse degraciabajolasestrellasmientraslasolasdelmartearrastranhaciaelsueño.NoexistíatalcosacomolaCostaBlancaenverano.

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Cuandoaterricéenelapartamento,Soledadtodavíanohabíallegado.Puseaenfriarelvinoenelcongeladorymearmédevalorenlacocinapara

prepararlacena.Hacíatiempoquenococinabanadaespecialparaella.Asíquecorté varios calabacines para combinarlos con la merluza al cava y loslangostinosquehabíacompradoesamismamañana,en la lonjadeSantaPola.Abrí la nevera, destapé un botellín de cerveza y sopesé las palabras de Rojomientrasechabaunasgotasdeaceitesobrelasartén.Razónno le faltaba.Me costaba creer quehabía agotado todas las historias

que tenía por contar.Hacía tiempoque sufría una crisis creativa, pero todo sedebíaalomismo.Mefaltabaalgoquenoencontrabaenlavida.Yesque,nomebastabaconcontentarmeconunaexistenciafeliz,ausentedeproblemas,carentedechispa.Necesitabaalgomás, regresara las raíces,a la razónpor laquemehabíacomprometidoconlashistoriasdelacalle,conlaúnicaverdadqueexistíapara mí. Tal vez fuese un problema de ego, no querer que el tiempo pasaramientrascontemplabadesdeunaventanacómootros solucionabanelmundoagolpedetitular.Decidínosopesarlomásdelacuentacuandolasarténempezóahumear.Depronto,escuchélasllavesalotroladodelapuertadelaentrada.Después

seoyóelgolpedelcerrojo.Eraella.—Estásaquí—dijoSoledadconunavozdulcey sosegada.Estabacansada,

pero noté algo más en su tono, cierta pesadumbre al saber que aquella seríanuestra última cena en mucho tiempo. Aunque no me lo dijera con palabras,sabíaqueaellatampocoleapetecíaalejarsedemí.Caminóhastalacocinaymeabrazóporlaespalda.Despuésnosbesamos.Olíaextremadamentebien,siemprelohacía.Sucortinadepeloacariciómicara.—Quérico,Gabri…—susurróatrapándomeentresusbrazos—.¿Celebramos

algohoy?Pobre Soledad. Me había olvidado de ella y, aún así, seguía queriéndome

comoelprimerdía.Mesentíafortunadoasulado.Eralaúnicapersonacapazdehacerme olvidar el resto de cosas que sobrevolabanmi cabeza. Ella tenía esedon.Labeséen los labios, saquédoscopas,abrí laneverayagarré labotellade

vino.Despuésladescorchéyservíelcaldo.—Pornosotros.Ellasonrió.—Claro,¿porquiénsino?—Dijoysemordióellabioinferior—.Echabade

menostusplatos.Elfindeunarelacióncomienzaporelestómago.—Nomedigaseso…

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Ellamediounligerogolpeenelbrazo.—Estoy de broma, tonto—replicó juguetona—. No quiero que esta noche

suene a despedida. Las odio. Así que más te vale fingir que actúas connormalidad.—Comousteddesee,señorita—contestéyalcélacopa.Despuésdiuntragoy

lamiréalosojos,antesdevolveralacocina—.Tansólobuscabasorprenderte.—Lohacesadiariosinesforzarte,aunquenosiempreseaparabien—dijocon

tonojocosoyseacercódenuevoamí—.¿Cómohaidotudía?¿Hasvueltoalamentartedelotristequeeslavidaenlabarradealgúnbar?Guardésilenciounossegundos.Podíacontarlelaverdad,aunquetambiénpodíanohacerlo.—Hetenidomássuerteestavez…—contesté.Lamerluzasecocinabaenla

plancha—.HecomidoconRojo.Ahorafueellaquienhizounapausa.Miróasucopaydiountragolargo.No

parecióhacerledemasiadagracia.—Todavíaestásatiempodevenirteconmigo.—Tranquila—dije,girélacinturaypusemismanossobrelassuyas—.Esta

vezhavenidomásrelajadodelonormal.—Sinohabloporél…—Notienesporquépreocuparte.Lascosashancambiado.Ellarioconsarcasmo.—¿Desdecuándo?¿Desdeestamañana?—Déjame explicártelo…—respondí antes de sacarla de sus casillas. Todo

teníaunarazóndepeso,perolacocinanoeraellugarparaabrirunfrenteenelquellevabalasdeperder—,enlamesa.Terminédecocinar, serví losplatosynos sentamosa lamesade cristaldel

comedor.Lasvelasestabanencendidasyelambienteeramáscálidode loquehubieraimaginado.Soledadestabahermosa,radiante.Normalmenteloestaba,peroesanoche,ya

fuese por el calor de la luz o las ganas que tenía de dormir con ella, brillabacomounaestrella.—Estamerluzaestádeliciosa,Gabri…¿Desdecuándococinastanbien?—Desdecuándonolohago,tepreguntarás.—Ahoraqueconozcotusecreto,teobligarémásamenudo—respondióynos

reímos.Volvimosabrindar—.Ybien,¿enquélíoteestabasmetiendoparaquesepresentaratuamigoasocorrerte?—Enninguno,esaeslasorpresa.Digamosquefuiyoquiénlobuscó,noéla

mí.—Buenintento,peronocuela.

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—Rojo ha decidido… ya sabes… —arranqué. Las palabras salían condificultad.Hablardelpasadome resultaba incómodo—.Hadecididodejar suscuestionespersonalesaunlado.—Ytútelashascreído.—No.—Puesyomenos.—Pero estaba distinto, más calmado. Parece que se haya hartado de no

encontrarloquebuscaba.Soledaddiounbocadoalpescado.Agachólavistayvolvióamirarmealos

ojos.—¿Ytú,Gabriel?—Preguntóconlacopaenlamano—.¿Hasencontradolo

quebuscabas?Supreguntametambaleó.Me sentí como un boxeador hastiado, aguantando antes de caer derrotado

sobrelalona.Peroquéestúpidoera.Así que agarré mi copa, extendí la mano libre y acaricié sus dedos por el

huecoquehabíajuntoalplato.Sucuerpovibróyelmíofloreció.—Loencontréhacetiempo—contestétranquilo,conunasonrisaenloslabios

—.Ylotengodelantedemisojos.

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Esa noche hicimos el amor como dos universitarios en plena explosiónprimaveral.Bajolassábanasysemidesnudo,dormícomounbebéreciénnacido,sinpausas,nidespertaresfrutodepesadillasosueñospesados.Alamañanasiguiente,trasunaduchayuncafébienfuerte,acerquéaSoledad

hastalaestacióndetrenesenmicoche.Enocasiones,leincomodabasubireneldeportivoporelmerohechodequetodoelmundonosobservaba.Ellaeramástímidaymenospresuntuosaqueyo.Respectoamí,noteníaproblemasenirensucochepero,acausadeundespistemío,lohabíadejadoaparcadoenlacasadelaplaya.Cuandollegamosalaestación,lasmáquinasestabanenmarchaalaesperade

lospasajerosquehacíancolaparaembarcar.Caminamosensilenciohastaunadelascolasdepersonasynotélatensiónde

sucuerpo.Nos íbamosa extrañar enexceso.Elproblemaesqueellano teníaidea de cuánto notaría su ausencia. Al llegar al control, dejó su maleta en elescánerymesoltólamano.—Supongo que hasta aquí—dijo acariciándome la cara con la palma de la

mano.Estabafríayensusojostodavíapodíanotarelcansancioacumulado—.Pórtatebien,nomehagassufrirmásdelacuenta.—Nosvamosaverenunassemanas,notepongasmelodramática,anda…—Tienes razón—dijo y dibujó unamueca—.Volveré a leer alguno de tus

libros,yaquenomevasallamar.—Haréunesfuerzo—respondícondulzura.Odiabahablarporteléfono,pero

ellaeramiexcepción—.Loprometo.—Cuídate,Gabriel—dijo,meabrazóynos fundimosenunbesoeternodel

quenomequisedesprender.Peroalavidanoleimportaloqueansiemos,puespocotienequeverconnuestrosdeseos.Soledadcruzóelpasodecontrolycaminóarrastrandosumaletahastaunode

lostrenesqueibancondestinoaMadrid.Miróatrás,sedespidiódenuevoconlamanoydesapareciótraslapuertadel

vagón.Suspiré profundamente y sentí una ligera caída emocional, como si fuera el

pétalodeunaflor.Seismesespordelante, cientoochentadíasdeesperahastaque retomase la

rutina en pareja. La oportunidad para escribir un nuevo libro, replantear miexistenciay,porquéno,aceptarmitrágicofinal.Miréel relojde laestación,quemarcaba lasnuevede lamañana,ymedije

queerademasiadotempranoparacavarmipropiatumba.El estómago me rugía y qué mejor para calmarlo que un desayuno bien

cargadoenlacafeteríaqueseparabaelinteriordelaparcamientoprivado.

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Entréyeloloracaféybolleríareciénhechameinvitóaquedarme.Las cafeterías de las estaciones tenían cierto encanto difícil de encontrar en

otros lugares. A diferencia de los aeropuertos, el viajero de tren raramenteconsumíaantesdesubir.Silohacía,eraporquellevabademasiadotiempoentrevagones,hastiadodelcaféaguadoyde losmenúsprecocinados.Por tanto, losbaresdelasestacioneseransureducto,ellugarenelqueleerlaprensaantesdeencauzarsuvida,unavezmás,entreraíles.Rostrosdesangelados,cuadernosdenotas,revistasdecrucigramas,cervezasenelamanecer.Lainfinidaddeltiempodistorsionaba la realidad y quien sumía su vida entre ferrocarriles llegaba asentirseentierradenadie.Pordesgracia,esamañanalacafeteríaestabavacía.Unempleadorecogíacon

unaescobalasuciedaddelsuelo.Meacerquéalabarra,observélavitrinadecristalyesperéaquelacamarera

meatendiera.Elolordulzónyviciadollegabaaseragradable.Ella se acercó. Tenía el pelo largo y oscuro como el carbón de las vías,

recogidoenunacoladecaballo.Surostroeraredondeado,conojossaltonesyposeíaunanarizpuntiaguda.Conagradecidaamabilidad,parasertantemprano,me atendió sin reparo. Pedí un café solo y uno de esos cruasanes rellenos dejamóncocidoyquesofundido.Mientrasmeservían,amivera, encimadeunamesavacíay llenadevasos

sucios, encontrédobladounperiódico.Me levantédemi sitio,divariospasoshastaélylotrajedevuelta.Despuésloabrí.Mequedéatrapadoporuntitular.Unodelosimperiosmásgrandesestabaapuntodecaer.

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CAPÍTULOTRES

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Para muchos de los mortales que vivían centrados en su trabajo, en lasvacacionesdeveranooenlasfacturasquellegabanamediadosdemes,imaginarque algunos de sus vecinos podían pertenecer a la nobleza española, era elúltimodesuspensamientos.Sinembargo,larealidaderaotrayenlaComunidadValencianavivíanmásdedoscientoscincuentanoblesque,adiario,manteníanensilencioellegadodesusantepasados.Apesardequemuchosvivíancercanosa Valencia, Alicante no se escapaba de su presencia. Desde su existencia, laciudadportuariasiemprehabíatenidoelencantoparaatraeragrandesinversoresdebido a su condición de capital pequeña, el clima mediterráneo y el puertomarítimo.Lanoticiaseabríaconunfuertetitular,breve,directoymarcadoennegrita.

Una de las familias más antiguas y ricas de la provincia, encabezada por lacondesa de Terranostra y emparentada con el monarca Juan II de Aragón,anunciabapúblicamente laventadelHoldingTerra, la sociedaddecarteraqueregentaba la familiadesdehacíamásdeun siglo.Tras el franquismo,unavezrecuperados los terrenos bloqueados por la dictadura, la condesa suporentabilizarsustierrasconvirtiéndolasenterrenoedificableportodalacosta,alavezqueinvertíaenelcrecimientodenegociosinmobiliarios,enlasbodegasdevinosyenlossectoresdelahosteleríaydelarestauración.Eltiempolediolarazón,losinversoresextranjerospusieronenelojoensus

negociosysuestrategiaelevóhastadiezveces losbeneficiosdelgrupoque lafamiliadirigía.Perotodoperiodollegaasufin.La crisis inmobiliaria, unos hijos acostumbrados a una existencia cómoda y

sin preocupaciones y la avanzada edad de la condesa sin haber encontrado unsustitutoasualtura,provocaronelpasodefinitivoparaabrirunanuevaetapaenmanosajenas.La noticia, que era cualquier cosa menos novedosa, apuntaba a un grupo

japonéscomoposiblecompradordelasociedad.Conocíaesetipodemovimientos.Unaprácticamuycomúnenlosgabinetesdeprensadelasempresasque,bajo

talonario,seanunciabanenlosdiariosunavezyaestabaelnegociocerrado.Losperiodistas sólo tenían que editar y publicar, sin cuestionárselo dos veces,echando a un lado lo que sí importaba para el día siguiente, cuando ya erademasiadotarde.Nomehabríasorprendidoporloleidosinohubiesesidoporlafotografíaque

habíanpublicadoparailustrarlainformación.Ocupandomásdeunterciodelapágina,LeonardodeTorrevella,hijomenor

de lacondensayportavozde losnegocios familiares,aparecíavestidode traje

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azulmarinoygafasdesol.Unhombreconporte,deespaldasanchas,cabellooscuro,faccionesalargadas

yrostroserio.Unchicoguapoyaltoquehabíaheredadolabellezaaúnlatentedelamadreylaclasenobiliariadesudifuntopadre.Juntoaél,unahermosaydelgadamujerdetezblanca,ojososcurosycabello

castaño,vestíaunconjuntodefaldaychaquetadecolorcrema.EraMaríaLuisadeTorrevella,lahermanamediana.Supreocupaciónporelanuncioeramásquenotable.Mefijéen loquepudeverdeellaen la foto,observandocadadetalledesu

lenguaje corporal y me pregunté cómo no había coincidido con esa mujeranteriormente.Eldestinoselasarreglabaparacruzarunoscaminosysepararotros.Finalmente,alotroladodelafoto,juntoalamadre,sinelportedeLeonardo

y con el semblante de alguien que hubiese preferido seguir en la retaguardia,Federico de Torrevella, el mayor de los tres hijos de la condesa, agarraba lamanoarrugadadesumadre.Teníalosojoshundidosyunanotablecalviciequeintentabaocultarpeinándosehaciaunlado.Aunqueasimplevistasólose tratabadeunanoticiadesociedadcon laque

llenarlaspáginasdeunformatoendecadencia,cualquieraquetuvieraunpocodeolfatosedaríacuentadequelascaraslargasnoencajabanconeltitular.Mepreguntécuálseríalatrampa.En otras circunstancias, nome hubiese alarmado que, una vez enterrada la

condesa de Terranostra, los vástagos hubiesen hecho trizas el patrimoniofamiliar.Peronoeratalelcaso.Con la madre aún en pie y dando una imagen de unidad, el comunicado

apestabaapodridodelejos.Lacamareramesirvióelcruasánrecalentadoenunplatoyunatazadecafé

blancaconmiexpresodemáquina.Sorbíparanotarlatemperaturaenmislabiosydiunbocadoalemparedado.Terminédeleerelrestodelanoticiaypasélasdemáspáginassinencontrar

nadadeinterés.El titular chirriaba demasiado.Era demasiado evidente para que quedara en

algoanecdótico.Tan pronto como empecé a fantasear con aventuras e investigaciones

clandestinasparaacercarmealafamiliayconocersusmotivos,olíelperfumedeSoledad, todavía impregnado en mi camisa, acompañado de sus palabras.Después llegaron las de Rojo y finalmente doblé la gaceta y la dejé sobre labarra.Eramejorquedarsequietoenlugardemetersedondeaunonolellamaban.

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Depronto,sonólavozpormegafoníaanunciandola llegadadel trendealtavelocidadprocedentedeMadrid.Concluímidesayunocongustoypaguéparasalirdeallíantesdeenfrentarme

a un nuevo día. Al cruzar la puerta del bar queme devolvía al interior de laestación,vilasiluetadealguienquemeresultabamásquefamiliar.Nopodíasercierto,eraelladenuevo,despuésdetantotiempo.Lara Membrillos, la estrella del informativo del mediodía, la voz que

susurraba a los españoles a la hora de la comida, la antigua compañera deFacultaddePeriodismoparalaquehabíasidoinvisiblehastaqueeléxitotocóamipuerta.Pese al paso del tiempo, había sabido sacar punta a una belleza natural,

imponenteydespampanante.No todospodíamosdecir lomismo.Su rostro sehabíaganadolagloriatrasparticiparenunodeesosprogramastelevisivosdondelosfamososbailabancondesconocidos.Más tarde, aparecería en las contraportadas de las revistas femeninas

anunciandocremasparalapiel.Sucarreraibamásalládelapantalla,igualquesuambición.Sin embargo, Lara y yo no nos habíamos vuelto a dirigir la palabra desde

nuestroúltimoencuentroenElche,elmismoveranoenelqueconocíaSoledad.Porentonces,yoeraotro,mástruhánymenosseñor.Porentonces,Laramiraba,comosolíahacer,porsupropiointerésyyo,enelojodelhuracán,noestabaadispuestoacontarletodoloquehabíaaveriguadosobreelasesinoenseriequeteníaacongojadaatodaunaciudad.Despuésdeaquello,ellanosupomásdemí,aunqueyosídeella.Talvezmi

renovadaimagen,conelpasodelosaños,despertóuninterésenlapresentadoraque hasta entonces había obviado. Ella podía tener al hombre que quisierabailándoleelagua,perosehabíaencaprichadoconmigo.Noloentendía.LaraMembrillosme escribió algunosmensajes de textoque jamás tuvieron

respuesta. Yo estaba conociendo a Soledad y, la entonces teniente, se habíaganadodesobramicorazón.Por esa razón, allí a escasos metros de ella, me avergoncé de no haber

respondido a Membrillos como debí en su momento, haciendo justicia a miapellido.Cuandointentéescabullirme,ellaestabaenmicamino.—¿Gabriel?—Preguntó agachando lamontura de las gafas de sol. Llevaba

unacamisadecolorazulcielo remangadaypor laquedejabaveruncolgantedoradoylalíneadesuspechos.Lateladelosvaquerosblancosseceñíaasusmuslos.Lara jugabaaldespisteconcadamovimiento, llamando laatencióndelasmiradasconlainocenciadequienviveenunaburbuja.Ellasíeraunaestrella

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mediáticaconluzpropia—.¿Erestú,Gabriel?Meruboricéporunsegundo.Esemalditocalorinterior,otravez.—Lara,quésorpresa…Sinesperarlo,seabalanzósobremíparadarmeuncálidoabrazo.Laraolíaaperfumecaro,frescoaunqueempalagoso.Eraunadeesaspersonas

quedisfrutabadejandosumarca.Seacercóami rostroymebesó loscarrillos.Sentíuna ligerapresióndesu

pechosobreelmío.LaraMembrillos,lamujerimparable.—¡Mi escritor favorito!—Exclamó. Algunas personas se fijaron en ella—.

¿Quéhacesaquí?—Podría preguntarte lo mismo… —contesté apretando la mandíbula para

forzarunhoyueloenmimejilladerecha—.¿Echasdemenoselarrozdemamá?Ella soltó una carcajada y me tocó el brazo. Me fijé en la alianza de

compromisoquellevabaeneldedo.—Siempre tan chistoso…—respondió al recomponerse—.No, esta vez no

creo que tenga tiempo de ir a Elche. He venido por asuntos de negocios, yasabes…—Cosasdecelebridades,imagino.—Más o menos —dijo y volvió a sonreír. Le iba bien y era feliz. Había

llegadoasucúspide,contentándoseconella,adiferenciademí—.¿Enquéestásahora?Nomeapetecíainiciarunaconversaciónsobrelacrisisexistencialporlaque

estabapasando.Niellateníaporquésoportarla.Caviléconrapidezyelaboréunaartimañaparasalirdeallíairoso.—Enlodesiempre—dijeconfiado—.Quenuncafaltenlashistorias…—Nilaimaginación—terminólafrase,citandoaAntonioHidalgo,amigoy

profesoralquehabíaperdidoañosatrás.Larasoltóunarisaligeracargadadelanostalgia de aquellos tiempos. El pasado y lamemoria nunca eran una buenacombinación—.Parecequefueraayer.Nosmiramosalosojosconcomplicidadsinentendersusintenciones.—Sí…¿Quéhacesestatarde,Lara?Mipreguntaladejósinhabla.—No lo sé…No tengo planes después de las seis—explicó confundida—.

¿Meestásproponiendounacita,Gabriel?Entoncesfuiyoquienrio.—Dejémosloenunencuentroamigableentredospersonasquehace tiempo

que no se ven—contesté sorteando su indirecta—.Vayamos a cenar, a tomaralgo.Serádivertidorecordarbatallasdelayer.

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Laraparecíasorprendida.Al contrario de lo que podía creer, mis intenciones no iban más allá del

entretenimientoy lacompañía.Teníacuriosidadporescuchar suhistoria,nadamás.—Estábien—respondió—.MehospedoenelAmérigo.—Cincoestrellas.Noesperabamenosdeti…—Sivasatrabajar,almenos,duermebien—contestó—.Teesperoalassiete

enlapuerta.—Entendido.—Porcierto,¿tienesminúmero?Seformóunapausaincómoda.—Sí.Ellasuspirócomosihubieserecordadountrágicoepisodio.—Claro que lo tienes… —dijo recompuesta—. A las ocho. Sé puntual.

Detestoalostardones.Lara Membrillos se marchó y abandonó la estación junto al montón de

personasquehabíallegadoconellaenelmismotren.Mequedépasmado,conlamenteenblancoyunacaradeidiotaqueprefería

noverenelreflejodeningunaventana.Nosabíaloqueestabahaciendo.Aunquemisintencioneseranbuenas,sabíaquesiemprelocomplicabatodo.Y

yanopormí,sinoporella.Talvezmesintieramalpormisaccionesdelpasado.Laculpaeslapeordelascargasysiemprebuscamoselmodomásrápidode

librarnosdeellas.Fueracomofuere,meprometíqueseríadivertido.

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SoledadyahabíallegadoaÁvilacuandomeabrochabalosbotonesdelacamisablancaconlaqueacudiríaamiencuentro.El viaje había ido bien, sin sorpresas y a partir de esa tarde, tendría que

adaptarseduranteseismesesaunentornonuevo.Charlamos lo justo y evité contarle sobre mi encuentro fortuito con

Membrillos.Penséqueerainnecesario.Aunqueconfiábamoselunoenelotro,lasdistanciasnuncaeranbuenasconsejeras.Salíalacalleymesubíalcoche.Estabasucio,peronoimportaba.Laranolo

vería.Unanocheconella incluiríaalgunaqueotracopa,asíqueloúltimoquedeseabaerauncontrolpolicialquemeretiraraelcarnédeconducir.Unavezhubeaparcadoenelcentrodelaciudad,medejécaerhacialacosta

sumergiéndome en la multitud que pululaba por las tiendas, los bares, lasterrazas y disfrutaba de un verano caluroso e idílico. El sol se ponía y lospeatones eran una amalgama de gente arreglada antes de una cita formal,aquellosquellevabanelchándalcomoseñadeidentidadylosqueregresabandelaplayaenchanclasytoallasencimadelhombro.Latemporadaestivalparecíaquecareciesedenormas.Bajéporlaramblaylleguéhastalaesquinaquemellevabaalaplazamayor.

Allí,iluminadaporfocosyprotegidaporunabonitacristalera,LaraMembrillosesperabaenelinteriordelhotelvestidaconunvestidonegro.Porsupuesto,erauna mujer confiada que conocía la posición que representaba. Cada detalleestabacalculado.Miréelreloj,todavíateníacincominutos,peroalsaberqueestabaallí,caminé

hastalapuerta,dondeunmiembrodeseguridadvigilabaaloshuéspedes.—¡Vaya! ¡Sí que cambia la gente con el tiempo!—Exclamó al verme. El

vigilantemeechóunamiradaodiosa,comosinoestuvieraalaalturadelacita.Todossabíanquiéneraella,peronadieconocíaquiénerayo.—Laprimera impresión es la que cuenta—contesté.Lara salió a la calle y

miróalrededor—.¿Ytucoche?Noexistíanadapeorqueserunaemperatrizdebarrio.—Seguroqueentuhotelteconsiguenuntaxi.Asintióaregañadientesyentródenuevohastalarecepción.Minutosmástarde,uncocheblanconosrecogíaenlapuertadelhotel.Cruzamos el corazón de la ciudad callejeando por el casco histórico y el

chófernosdejófrenteaunadelascallesquelindabaconCastaños.Lanocheentrabaconesplendoryelaugedelajuventudconganasdecomerse

lamadrugadapodíaolerseenelambiente.Membrillos desconocía a dónde la llevaba, pero estaba seguro de que mi

elecciónlesorprendería.

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ApostéporelBistrot,unlocalexclusivodeestéticaparisinaqueocupabalosbajosdelTeatroPrincipaldeAlicante.Laterraza,decoradaporpalmeras,mesasaltas, taburetes de madera y grandes sombrillas de tela blanca sobre unasuperficie de tablas, brillaba con esplendor frente a la fachada del históricoedificio.Allínocabíaunalfiler.Hombresconamericanayacicalados,mujereselegantes cargadas de bisutería. El Bistrot era conocido por su alta exquisitezculinariayunaselectacartadevinos.Unmundoalquenopertenecía,peroenelquemehabíaacostumbradoaestar.En una situación normal, hubiese optado por un lugar más clásico, más

castizo, pero Lara Membrillos era una de esas celebridades que buscaba laexcentricidadporencimadeldisfrute,asíqueimaginéqueallí,rodeadadecarasconocidasdelpanoramaalicantino,sesentiríacomopezenelagua.Unjovenempleadonosllevóhastaunadelasmesas.Para mi suerte, había reservado previamente a nombre de la presentadora.

Nuncafallaba.Dehabersidoelmío,talvezestuviéramoscenandoenotrolugar.Yesqueunacaraconocidasiempreteníamáspesoqueunafirma,pormuchosejemplares que ésta vendiera. Los escritores, como otros muchos artistas queplasmabansustrabajosperosehacíanverpoco,nuncallamabanlaatención,nisiquieraalahoradepagar.—Meencantaestesitio,¿esnuevo?—PreguntóMembrillosanonadadaporel

paisajeque la rodeaba.Ella, tan acostumbrada al elitismodeMadrid, ponía ellistón bien alto. Y no me importaba. Sólo quería hacerla sentir cómoda,compensarla por esosmensajes perdidos en lamemoria demi teléfono—.Mehasvueltoasorprender.Viniendodeti,penséquemellevaríasaunlugar…—Los prejuicios te pueden, Lara —dije y reímos. Detrás de cada chiste

siemprehayunaverdad,ymicomentarionohabíasidounabroma.Dimosunvistazoa lacarta,pedimosquesoscurados, croquetasde lechede

oveja Latxa, boletus guisados, quisquilla con tartar en sopa de cerezas y uncrianzadePagodeCarraovejasde2009conelque,trasverelprecio,supequehabríasaldadomicuenta.Hablamos de informalidades bajo una noche tranquila con un cielo azul

estrellado,laluzdelasfarolasyelairecillomediterráneo.Cuandoelmetrellegóconlabotellaparasudegustación,señaléaLarapara

quehicieraloshonores.Ellamirócómoelcaldorociabalacopayesperóaqueelempleadoterminara.Después,moviólacopacomounaexpertaenmateriaydiounligerotrago.Pusolamiradaalcielodispuestaaevaluarlacalidaddelvinoyconsólounamiradasupequenoteníalamásremotaideadeloqueseestababebiendo.—Estábueno—contestóasintiendoydejólacopasobrelamesa.

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Sinceramente,esperéalgomás.Elmetresirvióalosdosybrindamos.—Mealegroqueteguste.—Eresunacajadesorpresas,Gabriel.—Másbien, diría que soy una caja de truenos—contesté.El comentario le

sacó una sonrisa.No existía tensión alguna entre nosotros, ni siquiera sexual.Esomealivió.Porfin,podíadisfrutardelacompañíadeunamujeratractivasinque los demonios empezaran a cantarme al oído. Entendí que eso era lo quesignificabaestarenamoradodeotrapersona—.Ahora,cuéntame…¿Quiéneselagraciado?LosojosdeLanaseabrieronydesviólosojosasusortija.Tuvelaimpresión

dequesehabíaruborizado.—Puesno te lovasa creer…—dijoella tomandoaireparacrear intriga—.

Supongoquemehabrásvistoenesteprogramadebaile,¿verdad?—Nosoydeverlatele,peroalgoheoído.—Bueno, no importa—respondió ignorandomi comentario—.Resulta que,

durantelosensayos,conocíaunodelosproductoresdelprograma,queasuvezesunodelosaccionistasdeCanal5…—Yteenamorastedeél…—No, no en el primer encuentro —explicó—. Así, de primeras, no me

impresionó.Ya sabes, los estudios están llenos de chicos guapos que entran ysalen,deaquíparaallá.Tehacesunaidea,¿verdad?Todoelmundoquieresalirenlatele,esotrarealidad…—Me lo imagino—dije y di un trago al vino.Estaba realmente bueno.Me

preguntécuántoduraríaelsoporíferorelato.—El caso es que, un día, este hombre, Alfredo, apareció mientras

practicábamosunadelascoreografías—prosiguióconentusiasmo—.Yyoconropa de gimnasio, sudada, te lo puedes imaginar… Comenzó con palabrasbonitassobremitrabajo,micarrerayquequeríallevarmealosinformativosdesucadena,queeslacompetencia.—Hastaahí,llego,Lara…—Pero,claro…nopodíaser—argumentó—.Asíquemeinvitóacenar,sin

pretensiones,paraprofundizarunpocomás.Élqueríaconocermássobremí,demiorigen.Decía serunenamoradodeElcheyya sabesqueamí conesomeganacualquiera…—Claro…—Unauténtico galán,Gabriel, como los quenoquedanhoy—remarcó.La

pobre había tenido malas experiencias sentimentales—. No intentó nada, nisiquiera un acercamiento.Me llevó a casa en su propio coche yme dejó allí,

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todo muy informal, muy llano. Reconozco que su apariencia no me cautivódesdeelprincipio,puesheestadoconhombresmásatractivos,perosupeverqueestabaanteunauténticoseductor.Aquellomehizopensarynuestrosencuentrosempezaronasermásfrecuentes.—Quécosastienelavida,¿eh?—Preguntémientrasdisfrutabadelapelícula

quesehabíamontadoenlacabeza.Aellasiemprelehabíagustadoserlareinadelbaile—.¿Quiéndioelprimerpaso?—Él, bueno… los dos —reculó—. ¿Qué importa eso? Yo no me iba a

declarar.Sabíaqueestabadivorciado,quehabíatenidootrasrelaciones.Nomepodíaenfrentaralrechazo.No,mientrassiguieraeneseprograma…—Perovuestrossentimientossecorrespondían.—Asíes.—Bonitahistoria—dijeyalcélacopa—.PortiyporAlfredo.Mealegrode

veras.Larasonrióynuestrasmiradassetocaroncomounchispazo.Talvezestuviera

feliz, tal vez no, pero había logrado lo que siempre había deseado y eso eradigno de admirar. No siempre se llega a la meta. A veces, una vida no essuficiente.Mealegréporellayledeseélomejorensilencio.Los platos empezaron a llegar a la mesa. Degustamos y disfrutamos como

niñosantelosmanjaresquenoshabíantraído.Erareacioaesetipodelugaresdemoda,perodeboreconocerquenomearrepentídemielección.—Cuéntamesobreti—dijolimpiándoselos labiosconunaservilletadetela

—.¿Siguesconesachica?¿Lapolicía?Membrilloshabíahechosusdeberes.—Asíes—dijeyservímásvinoenlascopas.Eltintoempezabaarelajarmis

órganosyesoeraunabuenaseñal—.Elordenhavenidobienamivida.—Nuncamejordicho.Volvimosareír.Eralomásingeniosoquehabíadichoenlanoche.—¿Sabes,Gabriel?—Arrancó lanzandoal aireun interrogantequemehizo

temblar—.Siempreserásunaespinitaclavada.Levantólacopaalaalturadesurostroparaocultarsecomolaniñapequeña

quehabitabaensuinterior.—Me alegra saber que me llevarás allá donde vayas —dije sorteando la

trampaquemehabíapuestoydesviélaconversación—.¿Cuálessontusplanesenlaciudad?—Estaréaquídosdíasmás,hastaelsábado.DespuésregresaréaMadridyen

unasemanameiréaVeneciaconAlfredounosdías.—Unclásico.

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—Entodaregla.Ymegusta.Brindamosdenuevo.PeseaqueMembrillosfueraunadepredadorasocial,resultabadivertidayme

caíamejordeloquerecordaba.Comoelvino,laspersonastambiénenvejecen,nosóloporfuera.Algunasconmásgraciayotrasincapacesdesoportar.Traslospostres,pedílacuentaymedignéanomirarelinterior.Laramelo

agradeció.Dispuestosaabandonarellugartrasunamagníficavelada,miréalapresentadora.Teníalaatenciónpuestaenalgoqueocurríaamisespaldas,porloquenopodíaentenderquépasaba.—¿Sucedealgo,Lara?Ellafruncióelceñoyapretóloslabiosponiendocaradeintriga.—Hayunachicaahí…—dijoseñalandoconelíndice—.Sucarameresulta

delomásfamiliar,aunquenosabríadecirteelporqué.—Quédemonios…—respondí.Intrigadomegiré,perosóloviunmontónde

comensalesdisfrutandodelanoche—.¿Quién?Yentonceslavi.Notardénidossegundosenreconocerla,pormuycambiadaqueestuviera.Tenía el cabello más largo y lucía mechas californianas que le sentaban

fenomenal. Ibaacompañadadeunhombrerubiodepielbronceada,horterasincomplejos,conunaamericanaveraniegayunacamisadelinodebajoporelquemostrabasupectoraltrabajadoenelgimnasio.Poseíaunmentónprominenteylamiradaverdeesmeralda.Estabaanteunatransformaciónradical.Ella había dejado atrás las camisetas de grupos de rock y los pantalones

desgastadosyahoravestíadenoche,conunconjuntonegrocontransparencias.Una vez pasada la insensatez de la primeramitad de la veintena, los años lahabían devuelto al grupo social del que procedía.En lasmanos, unmonederorectangulardelmismocolor.Mequedésinsaliva.Losastrossehabíanalineadoenmicontrallevándosea

Soledadydejándomeenmediodelabismo.SiencontrarmeconLaraMembrilloshabíasidounasorpresa,estoponíalaguindaalpastel.—¿Gabriel?—Preguntólachica.Esavoz,esetono,eseperfume.—¿Blanca?Sí, era ella. Blanca Desastres, después de tanto tiempo. Mi exnovia, mi

segundo amor verdadero,mi punto de inflexión. La chica por la que estuve apuntodedejarlotodo.

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CAPÍTULOCUATRO

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Duranteunosinstantes,nosupequéresponder.Mehabíaquedadosinpalabras,algo poco frecuente en mí. Blanca Desastres estaba allí, delante, y lo másinteligentequehicefuequedarmeensilencio.Fue una casualidad que los dos nos encontráramos en el mismo lugar. Era

verano,muchosmadrileñosviajabanhasta lacostaparapasarsusvacacionesyaquel restaurante eraunode los sitiosdemodade la ciudad.Puedeque aquelhubiesesidomierror.Mecostómuchosuperarlo,peronuestrarelaciónnopodíafuncionar.SiLaraMembrillosera laantítesisde loquebuscabaenunamujer,BlancaDesastres era la periodista idílica con la que siempre había imaginadotenerunromance.Yasísucedió,perotodosefuealgareteencuantoelsueñoterminóylavida

real nos puso a cada uno en nuestro sitio. Los líos, las aventuras peligrosas ycorrer tras lanoticia eraun chutede adrenalina, pero ellabuscaba estabilidad,formarunafamiliaycomprarunacasa.Mástempranoquetarde,seacabóhartandodemisllegadasadeshoras,delas

juergas nocturnas que concluían con el amanecer, de los concietos de jazz, demisdramasdeescritorcontralasociedadydelaprecariedadsalarialquesufríaporentonces.Siempre pensé que, si hubiese esperado un poco más, quizá habríamos

aguantado. Pero el azar no lo quiso y convencerse de ello era una simplebobada.Blanca era de una familia acomodada del centro deMadrid y la presión le

pudo. Así que entendí que decidiera pasar página, dejar de lado a loscorrecaminosybuscavidascomoyoparasembrarseunfuturofructíferodentrode la profesión.Y, de paso, encontrar a un hombre con la cabeza en su sitio.Despuésdenuestra rupturaen lacapital,novolvíaverla jamás,nisupimoselunodelotro,hastaesemomento.—Quésorpresaverteporaquí—dijoellacondesconfianza—.Notehacíayo

porestossitios…—Sinembargo,yoatisí—contesté—.Vaya,mehacostadoreconocerte.El

cambiotesientademaravilla.—Gracias—dijoysonrióporeducación.Podíasentirelresentimientoensu

voz—.Tú,encambio,estásigual.—Sifunciona,paraquécambiarlo,¿nocrees?—Ya,yaveo…—respondióymiróconreceloamiacompañante—.Siempre

bienacompañado.Hola,minombreesBlanca.Larasacópechoyextendiólamano.PuedequeBlancadesprendieraclaseal

caminar,unportequenoseconseguíacondinero,peroLarano teníamiedoanadie.EraelrostrodeEspaña.

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—Encantada, soyLara—dijoy estrechó lamano—.Vosotros habéis tenidoalgo,¿verdad?PrimerderechazodeLaradirecto al estómagodeBlanca.Estaba jugandoal

ataque,sembrandocelosenelcompañerodemiexpareja,convirtiéndomeeneltemadesuconversaciónporelrestodelanoche.—Verdad —dijo Blanca con brevedad—. Buen olfato, ni que fueras

periodista.Ambas rieron con extrema falsedad.La situación era tensa, picanteyyono

podíamásqueaguantarmelasganasdesalircorriendodeallí.—¿Quétetraedevueltaporlaciudad,Blanca?—Preguntéquitándolehierro

alaconversación.—Oh, perdona. Él es Pedro —dijo presentando al chico—. Estamos de

vacacionesunasemana.Después regresaremosaFormentera.Mejorahoraqueenagosto.Estoseponeinsoportable.—Siemprefuistedeislas.—Esquetieneelamarreallí—explicóBlanca.—Hemosvenidoenmiyate—añadióél.Laconversaciónseponíacuestaarriba.—Vaya,debesganarmuchoparaser…¿Modelo?—Preguntécongracia,pero

noparecióagradarle.—Empresario—respondiósinmostrarápicedeempatía—.Enmifamilia,los

Lacruz,tenemosunnegociodeexportacióndeacero.—Interesante—dije—.Llámamecuandonecesitéisunabiografía.Blancasegiróhaciasuacompañanteyloagarródelbrazo.—Mealegrodeverte,Gabriel—comentóantesdemarcharse—.Hasidouna

sorpresaencontrarte…aquí.Quetevayatodomuybien.—Lomismodigo,Blanca.Hastalapróxima.BlancaDesastresyPedrosefueronhaciaelinteriordelrestaurante.Elregusto

delcafésehabía transformadoenunasensaciónamargaydensa.VeraBlancanofueunagratasorpresa.—¿Hasta la próxima?—Preguntó Lara siguiéndolos con la mirada—. ¿De

verdadquieresvolveraveraesainsolentemalcriada?Giréelrostro,apoyéelcodoenlamesayacariciéaLaraporlabarbilla.—¿Sabes,LaraMembrillos?Esonolodecidoyo…Quieraono,siemprehay

unapróximavez.

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Pese al sabor agridulce que me había dejado la cena, la velada terminó sinsobresaltos. Ver a Blanca, después de todo, me había revuelto las tripas. Losamoresnoseolvidanconlafacilidadquesolemoscreer.Haypersonasquesonreemplazablesparaelcorazón,peronoparalamemoria.Paseamosbajolaalgarabíadelanocheyeltráficodeloscochesquecruzaban

lasarteriasdelcentrodelaciudad.Recordamosmomentosdelpasadoy,porunmomento,mesentícomoBogartenunapelículadelosañoscuarenta.Finalmente,acompañéaLarahastasuhotel.Teníamisdudasdeaquello,pero

nocabíaotraopción.Unodebecumplirconelcódigoalqueesfielyelmíoeraése,pormuchoquecambiaralasociedad,pormuchoqueéstaquisierahacermecreerquepertenecíaaotrostiempos.En la puerta, Lara Membrillos se quedó quieta, silenciosa y leí en sus

movimientos que estaba a punto de ofrecerme una última copa.Una señal deagradecimiento, quizá. Tal vez, algomás.No lo supe, porque no iba a ser yoquiendieraesepaso.—Hasidounanocheredonda,Gabriel—dijosujetandoelmonederodeLouis

Vuittoncon lasdosmanos.Enotraocasión,mehabría lanzado.Pero,porunavez,teníalasideasclarasyelrestonoeramásqueproductodelacienciaficción—.Hacíatiempoquenomedivertíatanto.Noesperabaquefueraasí.—Notodoslosescritoressomostiposaburridos—contesté.Ellasonrió.Bajó

laguardiayentendióquehabíamosllegadoalfinal—.Eresunamujerestupenda.Nopermitasqueteengañenconcuentosdesirena.Ellaabriólosojossorprendida.Esperabaotrarespuesta.—Tendréencuentatuconsejo—dijoymiróhaciaelinteriordelhotel,ahora

vacíoytranquilo—.Estarde,mañanatengounlargodíapordelante…Llámamesinecesitasalgo,osiquierestomaruncafé.—Seráunplacer.Diounpasoalfrenteyseacercóamí.Elcorazónsemeaceleró.Larame dio un beso en lamejilla y se quedó frente amis ojos, a escasos

centímetrosdemirostro.Unamiradapenetrantealaqueunhombredifícilmenteseresistía.Seseparóyesbozóunamueca.—Buenasnoches,señorCaballero.

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Fue una noche calurosa, en la queme costó conciliar el sueño por diferentesrazones.TeníalaplenituddehaberhecholoquesentíayesomealivióeldolordetripasqueBlancaDesastreshabíadejadoenmí.Enefecto,comoRojohabíadicho,algunoscambianyyoeraunodeellos.Dormirasolasseconvirtióenunejerciciodealtadificultad.Lacamaparecía

el doble de grande sin Soledad y no hice más que dar vueltas buscando unaposiciónquenoencontraba.Alamañanasiguiente,losrayosdesolprimerizosdelamañanameabrieron

los ojos. Sería otra jornada calurosa y ese apartamento, de la noche al día, sehabíaconvertidoenunaprisiónmental.Mediunaduchabienfría,preparécaféydecidíquevolveríaalacasadela

playahastaqueSoledadregresara.Allíestaríamástranquilo,sinlatentacióndevolcarmeenlasbarrasdelosrestaurantesycometeralgúnactopecaminoso.Erami cautiverio personal y me venía bien pasar unas semanas alejado de laactividad social.Así pondría enordenmis ideas, escribiría la columnapara eldiarioyempezaríaeselibroquetantosemeestabaatragantando.Bajé a la callehasta la cafeteríade la esquinaparadesayunar.Losbaresde

barrio siempreayudabancon lascrisispersonales.Nohabíamásqueecharunvistazoyescucharlasopinionesinnecesariasdeotrosparadarmecuentadequeno estaba tan mal. Supongo que era un acto reflejo y que todos los clientespensábamoslomismodelresto.Olíaapantostado,zumodenaranjanaturalybolleríaindustrial.Mesentéenlabarrametálicaypedílodesiempre:uncaféexpresoymedia

tostada de pan con tomate rallado y unas lonchas de jamón serrano. Alguienechabadineroalamáquinatragaperrasdelfondo.Esasíqueeraunaformadeacercarsealafortuna.Medeslicéunoscentímetrosyalarguéelbrazoparaleerlasnoticiasdeldía.

Hacíatiempoquehabíadejadodeleerlaprensaquenofueradepapel.Laredsellenabadeinformaciónquenollegabaarecordarhorasmástarde.Paramiasombro,alpasarlasprimeraspáginas,volvíaencontrarmeconuna

noticia que captó todomi interés. Empero, esta vez no fue curiosidad lo queexperimenté,sinopánico.Alguien había provocado un incendio y las llamas estaban a punto de

quemarme.

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CAPÍTULOCINCO

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La fotografía que ocupaba el centro de la página mostraba, de nuevo, a lacondesadeTerranostraagarradadelbrazodesuhija,MaríaLuisadeTorrevella.EraunaimagendearchivosacadadeunadegalabenéficaenlaqueMaríaLuisaparecíamásjovenylacondesarespirabavitalidad.Sobrelafoto,yconunmontajeelaboradoaúltimahora,habíanestampadoun

sellorojo,comoenlaspelículasdeespías,conlapalabraEXCLUSIVAenrojo.A su lado, unos documentos escritos amáquina con aspecto de telegrama.Lanoticiadecíaasí:

La familia de Torrevella al borde del

colapso

Unafuenteanónimarevelalascausasporlas

que la condesa de Terranostra ha puesto en

ventasumayorfortuna.

Lapasadanochedeljueves,laredaccióndel

DiarioAlicantinorecibióuninformeanónimo

enelqueseexplicanlasrazonesporlaque

laBeatrizLucerosdeFinestrat,condesade

Terranostra, anunciaba la venta del grupo

empresarialfamiliar.

Lejos de las declaraciones de su hijo,

Leonardo de Torrevella, director del

conglomerado de empresas familiar, la

urgencia por deshacerse de más de la mitad

del accionariado se debe al desastre

financiero que arrastra el grupo Holding

Terradesdemásdediezaños.

Más de quinientos despidos en el último

trimestre. Tres empresas liquidadas en los

últimosaños.Apesardelasapariencias,la

sucesiva mala gestión de las cuentas y

diversas inversiones desafortunadas en el

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sectorinmobiliariohanpuestoalosnobles

en la quiebra. Por otro lado, la redacción

Diario Alicantino posee en exclusiva un

sumariodelosmovimientosquecuestionanla

dudosarentabilidadquehamantenidoaflote

lasempresas.

Hasta el momento, como responsables de la

verdad y del oficio, antes de verter

calumniasalosafectadosyservíctimasde

unengañoenlostiemposquecorren,fiela

nuestra ética, la dirección del diario se

guardará el derecho a publicar el resto de

datos hasta que corrobore la validez de

estos.

Aunque la fuente se presenta de carácter

anónimo,diversosperiodistasexperimentados

delaprovinciabarajanalgunosnombrescomo

posibles autores de este arriesgado

comunicado.Debidoalasintaxisyalestilo

enelqueestánredactadoslosexpedientes,

todoapuntaaunafamadoescritoralicantino

denovela,anteriormentetambiénperiodista

ycolaboradordelosdiarioscomarcales.

Lasmanosmetemblaban.Escuchabaloslatidosdemicorazóncomoeltictac

de una bomba a punto de explotar. No es queme considerara el ombligo delmundo.Eraobvioquelaredaccióndeesediariosereferíaamí.Almenos,cabíaesaposibilidaddentrodemicabeza.Pensarenloquepodríavenirdespuésmeparalizó.Cuando fui adarun sorboal café, sehabíaenfriado.DesdequeSoledad se

habíamarchado,parecíahabersecreadouncaosconfusoamialrededor.

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Tenía que ser una broma de mal gusto, una estratagema de algún antiguoempleadodespedidoodealguienqueteníaganasdehundiralafamilia.Seguroqueexistíaunaexplicación,ymehabíanelegidoamícomocabezadeturco.Didosbocadosalatostadaparanoirmeconelcuerpoelayunas,paguéysalídeallí.Penséconclaridad,rápidoyconcreto.Miletargodeplayayescrituratendría

queesperarunashoras.Sólohabíaungrupodepersonasquemepodíaayudaraencontrarluzentodo

eseasunto.Lamentablemente,mivisitanolespondríadebuenhumor.Aveces,nosetienealternativa.

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Toda la vida se había dicho que las noticias corrían como la pólvora por sufacilidad para propagarse. Sin embargo, prefería pensar que, a diferencia delpolvocombustible,lainformacióneramásparecidaaunvirusletal.Unabacteriaque pasaba de boca en boca, mutando, convirtiéndose en otra cosa hasta quearrasabacontodo.Ademásdecontaralgoquepudierasercierto,lasnoticiassefabricabanpara

quelagentetuvieraalgodequehablardurantelashorasquepasabadespierto.Nadiedeseabavivirentresilenciosincómodos.Mesubíaldeportivoypiséelaceleradorconcentradoenunasoladirección.Regreséalcentrodelaciudad,crucéelbarriodeVistahermosa,dejéaunlado

el estadio del Hércules y aparecí en la avenida Doctor Rico. Allí, a lo lejos,estaba el templo queme ayudaría a aclarar el embrollo en el queme queríanmeter.La redacción del Diario Información se encontraba junto a un solitario

McDonald's. El edificio era grande, amplio y mantenía un aspecto decente apesardelosaños.Enlapuertahabíaeltránsitotípicodeunafactoríadenoticias:becarios, taxis que recogían a reporteros, cámaras, algún que otro agente deseguridady,sobretodo,fumadores.Atrásquedabanlosdíasenlosqueyomeuníaalacortinadehumo.Lavida

en esas cuatro paredes era lo más parecido a un programa de telerrealidad.Sabíascuandoentrabas,peronuncacuándosalías.Detuve el coche en el aparcamiento contiguo a la redacción ymi presencia

despertólasprimerasmiradas.Algunasdeadmiración,otrasdeodio,lamayoríaderesentimiento.El Información era el diario más fuerte de la región y en el que todos

confiaban,oasílohabíasidodurantemuchotiempo.Noobstante,enunaépocadetitularesrápidos,clicsvirtualesynoticiasfalsas,habíanperdidotracción.Tras ladesaparicióndeotrasgacetas,elDiarioAlicantinoseconvirtióenel

panfletosensacionalistaquecubría loqueel Informacióndejabaaun lado.Lacompetencia más directa. Una plantilla estelar, cientos de miles de euros definanciaciónyunaccionariadoconcentradoen llenarse losbolsillosacostadelostrapossuciosajenos.Noobstante,queestosfueranahora losbuenosde lahistoria,nosignificaba

quefueranmejoresquesuscompetidores.Mi paso por allí había sido temporal. Siempre había trabajado para la

competencia, ahora extinta, hasta que comencé a colaborar con algunosreportajes.Nuestrarelaciónterminótrasvariospercancesprofesionales.Contarenmislibrosloquepensabadesdelasentrañas,fueunodeellos.Así que me había ganado un séquito de adversarios innecesarios que no

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dudaríanenvendersealmejorpostorcon talde tirarmedel trono.Peronomeimportaba.Ningúnreygobiernasinenemigos.Mi esperanza estaba allí, en un entendimiento, en encontrar el lado más

humano de quienes dirigían todo aquello. Por supuesto, a cambio de algo.Siemprehabíaunprecioquepagaralahoradehacerfavores.Bajé del auto y caminé hacia el interior.Ami paso, notaba los ojos de las

personasconlasquemecruzaba,atravesadosenminucacomoclavosdeacero.Cuando crucé la entrada principal, un puñado de recuerdos me erizaron el

vello.Elolorapapel,acafédemáquina,aequiposinformáticos.Elecodemispasoseraperturbador.Unasecretariamerecibióenelmostrador.—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle? —Preguntó. Su rostro era

desconocidoparamí.—Me gustaría hablar con LeandroAgulló, el director—dije. Lamujerme

mirócondesaire—.Sipuedeser,claro.En un acto reflejo, dirigió sumano hacia el teléfono de lamesa. Después,

rectificó.—ElseñorAgullóestáocupado,perosimedasunombre…Puselosbrazossobreelrecibidorymeacerquéunoscentímetros.—DígalequeestáaquíGabrielCaballero.Su cuerpo tomóuna posición defensiva, aunque no parecía saber con quién

tratabayesolaconfundió.—El señorAgulló no recibe visitas fuera de agenda—explicó—.Lepuedo

dejarunanotaysepondráencontactoconustedencuantoloconsidere.—Esunaurgencia, señorita—insistí—.Nocometa el error dequedarse sin

empleo.Fuidemasiadoduro,loreconozco.Perosurtióefecto.Me aproveché de su falta de conocimiento para empujar todavía con más

fuerza. La mujer reflexionó unos segundos mientras yo seguía allí plantado.Despuésdescolgóelteléfonoymarcóunnúmero.—Buenosdías,señorAgulló…—dijoyseescuchóunavozinteligibleporel

auricular—.Sí,losé,perohayaquíunseñorqueinsisteenhablarconusted…GabrielCaballerodicellamarse…Estábien,sinproblema.Asíharé.Colgó y me miró con desaprobación. Luego sacó una tarjeta con banda

magnéticaparainvitadosymelaentregó.—El señorAgulló leesperaen suoficina—dijoa regañadientes—.Estáen

el…—Conozco el lugar—interrumpí y sonreí para calmar la situación, pero no

pareciórelajarse—.Graciasporsuatención.Medirigíhastalaentradaycrucéantelavigilanciadelpersonaldeseguridad.

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Las cosas habían cambiado. En otros tiempos, no había más que un bedelencargadodequitarleelpolvoalmobiliario.Caminépor lospasilloshasta las escalerasy evité asomarmea la redacción

principalen laque losperiodistas tecleabana todavelocidad.Depronto,antesdetomarlospeldañosquemellevabanalaprimeraplanta,notéquealguienmeseguía.—¿Caballero?—Preguntóunavozroncaycansada.Cuandomedilavuelta,allíestabaél.Cargado con una cámara de fotos y una mochila al hombro, Pomares, el

fotógrafo por antonomasia de la provincia, me observaba en la distancia. Sureacción fue una amalgama de emociones. Pomares y yo habíamos sidocompañerosenelpasado,hastaquenuestrarelaciónllegóasufinacausademiimpertinencia.Mehabíaaprovechadodesuingenuidadyesoteníasuscostes.En aquella profesión, quien creía ser amigo de todos sin separar entre lo

personalyloprofesional,terminabaconvirtiéndoseenelcharcodelágrimasquenadiequeríasoportar,viendocómoelrestoascendíamientrasnadaocurríaasualrededor.Noexistenadapeorcomodarlástima.Pomareseraelejemplomásclarodelfracaso.Suaspectoseguíasiendoeldeunserqueseabandonaconelpasodelosdías.

Desordenado,conunacamisetadescolorida,vaquerosdesgastadosyunabarbaquehacíaesfuerzosporcrecer.—Hombre,Pomares…—dijesinacercarme—.Cuántotiempo…Suimpotenciaeramásqueobvia.Hastaunaplantapodíasentirla.—Siestásaquíporloquecreo,mealegradecirtequeestásacabado.Enefecto,elvirussehabíapropagadoyPomaresestabaal tantodequeme

habíanseñaladocomoprincipalautordelafiltracióndelosTorrevella.—Te recuerdo que ahora trabajo con vosotros —dije esquivando el

comentario—.Esperoqueleasmicolumna.—Siguessiendoelmismogilipollasdesiempre…—contestóbabeandoodio

—.Ríetemientraspuedas.Acada cerdo le llega suSanMartíny contigohantardadodemasiado.—Veoquetútampocohascambiado—dijecaminandohacialasescaleras—.

Losiento,notengotiempo.Hablaremosotrodía.—Tefotografiarécuandotemetanentrerejas—comentóamisespaldas.Seguíaallíquieto,plantado.—Noolvidessacarmimejorperfil,recuerdaqueeselderecho…—dijeysubí

losescalonesdejandoatrássusilueta.Hablar con él me dio mal augurio. Nunca había temido a Pomares, pero

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parecíatansegurodesímismoquesuspalabrasmecondicionaron.En la planta superior, la puerta del despacho deAgulló estaba abierta. Para

másinri,enelinteriornoestabasóloél,sinotambiénAlfonsoSerrano,veteranoredactorjefe,cincuentón,delgado,camisadecuadrosdemangacortaymonturasrojasdepasta;yLucianoRomán,otrocuarentónprofesordeuniversidadvestidodeamericanablancayconairesdeTomWolfe.—Estosíqueesunrecibimiento—dijemostrandolaspalmasde lasmanos,

fingiendounasonrisaparaganarmelasimpatíadeltrío.—Pasa, pasa, Caballero…—dijo Agulló limpiándose la frente de sudor—.

Siéntate,anda.Agullócorriólacortinadelacristaleraparaquenopudieranvernosdesdeel

exterior. Román cerró la puerta con seguro y se apoyó en unmueble con losbrazos cruzados. El aire acondicionado mantenía la temperatura fresca delcuarto.Agulló tenía el despacho decorado con imágenes en las que aparecía él y

algúnfamoso.Tambiénhabíarecortesdenoticiasenmarcadas,unordenadordepantallafinasobreelescritorioyunmueblecargadodearchivadores.Alfonso Serrano me ofreció un vaso de agua y una silla para que me

acomodara.Tuvelasensacióndequehabíamordidounceboinvisible.Meviacorralado

poreltercergradoqueestabanapuntodehacermeesostres.Las cosas no parecían salir como había esperado pero, antes de juzgar la

situación,debíajugarmiscartassobrelamesa.—Imaginoquenoestásaquíparahablardelascondicionesdetucontrato…

—comentó Agulló sentándose en su sillón de cuero. Escuché unas risillas defondo.EnelescritoriohabíaunejemplarfrescodelDiarioAlicantino.Supepordóndeibanlostiros—.Túdirás,Caballero.Seformóunsilencioenelcuarto.Lavoznomesalía.Estabaallíparapedirlesayuda.Meibanadestriparvivoa

cambiodeella.—Iré al grano—dijeydiun sorboal vasodeplástico—.Esperoqueno le

hayáisechadopentotal…—Déjate de gilipolleces, ¿vale? —Respondió tajante el director—. ¿Qué

quieres?—Respuestas—dije.El agua fresca aclarómigarganta—.No séquién está

detrás de esto, si es una campaña contra mi persona o si están utilizandominombreparaotrosfines,peronotieneningunagracia.Hacetiempoquedejédemetermedondenomellaman.—Ylorentabilizastebien,amigo…—comentóRoman.

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—Aversi loentiendo,Gabriel…—dijoAgulló—.Nosquieresdecirquetúnotienesnadaqueverconestaspublicaciones.Eseso,¿verdad?—Sí.—Entonces denuncia al diario —respondió Alfonso Serrano con voz

sacerdotal.—Nohevenidoaquíparaeso.Quierosaberquiénestádetrásdeesteasuntoy

saberporquémeseñalanamíynoaotro,porejemplo.LeandroAgullórioconsutileza.—¿Seguroquenoesotradetuscampañasdepromociónparaseguirenalza?

—Preguntóeldirectorconmofa—.Anosotrosnosbeneficiaytodo…Romándiounpasohaciadelanteypusounafotocopiaencimadelamesa.Era

uno de los documentos filtrados. Exactamente, un correo electrónico. Adiferencia de cómo habían mencionado en el diario, quizá para darle másmisterioaloslectores,estabaescritoenordenadorynoamáquina.Despuéssacóotrafotocopiaylapusoallado.—Encuentra las siete diferencias—dijo soberbio. La segunda fotocopia era

unodeloscorreosqueyohabíaintercambiadoconAgullóenelpasado.Enefecto,elestilo,lapuntuación,laspalabrasusadas,lasintaxis…Todoera

idéntico.Alguien,conmuymalasintenciones,habíaestudiadomiescrituraparacopiarlaaldetalle—.Noexisten,¿verdad?—Se te olvidó lomás importante,Gabriel—añadióAlfonso Serrano—.La

redacciónesprimordialparaidentificarasuautor.Firmaressecundario.—Estetextoesapócrifo.—Loquetúdigas,majo…—replicóRományvolvióalmueble.—Escucha,Gabriel—dijoAgullócansadodetalpérdidadetiempo—.Seastú

ono,nopodemoshacernadaporti,pormuchasrazones…Enestosmomentos,tunombreesunmanchaenelnombredelaprofesión.—Pero…—Simepreguntas—prosiguió—, la ideadedarteunacolumnaeneldiario

fuemeramente económica y, a pesar de nuestro rechazo, no nos quedó otra...Órdenesdelajunta,ellosmandan.Porsuerte,loquetúescribas,noseximederesponsabilidad… Sin embargo, aquí tratamos con otro asunto. Ayudarte, nospondría en mal lugar entre los colegas, tú me entiendes… ¿Verdad? Quizádebiste pensarlo antes de ponernos a parir en tus noveluchas de venta al pormayor…Enfin,eresunhombreafamadoycondinero.Cúbretelasespaldas…Esoestodoloquepuedoaconsejarte.—No necesito un abogado—respondí ofendido—. No me han acusado de

nada.—De momento —dijo Román. Parecía divertirle verme como un ruiseñor

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desplumado—.Sitienessuerte,noteharáfalta,pero…yoquetú,meblindaría.LosTorrevellasongentedepoder.—Y esa condesa de Terranostra… —añadió Serrano preocupado—, tiene

famadetenerlosovariosbienpuestos.Guardésilencio.Nosupebienquédecirymiréalostreshombresquemeatendían.—Nopensáisecharmeunamano,¿cierto?—No—dijoAgulló.—Estáis perdiendo vuestro tren —argumenté—. Tenéis la oportunidad de

tumbar a los delDiarioAlicantino para siempre y lo vais a dejar escapar pororgullo.—Asíes—respondióRomán.—Y no sólo eso. Además de permitir que os roben ventas y dejar que un

farsante se burle en la cara del gremio, vais a permitir que me apaleenpúblicamente.—La vida son decisiones, Gabriel —dijo Serrano—. Lo siento. Nosotros

hemostomadolanuestra.Habíausado todosmis recursosyellosnoparecíandispuestosa recular.Lo

último que podía hacer era macharme de allí removiendo sus concienciasidealistas.—Estábien,comoqueráis…—dijeymepuseenpieconexpresiónindignada

—.Denuevo,sedemuestralaéticaqueexisteeneloficio.Osacordaréisdeésta,yalocreo…yoslamentaréisdehaberosquedadoconlosbrazoscruzados.—Suertecontodo—dijoAgullóinmutable—.Lanecesitarás.Resoplé, caminé hasta la puerta y tiré del pomo. Antes demarcharme, me

dirigíaldirector.—Porcierto,respectoaesacolumna…Yaospodéisbuscaraotro.

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No existía mejor analgésico que un buen trago después de una situaciónangustiosa.Misintencionesnoeranlasdeemborracharmeytampocobebermeayudaría a olvidar. Pero el gusto de una copa siempre me ponía en mi sitiorecordándomequenotodoestabaperdido.Sentado en una mesa del Noray, un bonito bar de carácter minimalista y

situadoenelpaseomarítimo,apaciguabamimenteconunvermúenlamanoyunejemplardelDiarioAlicantinomientrasobservabalosbarcosatracadosenelpuerto,aescasosmetrosdemí.UnpensamientofugazadestiempomellevóarecordaraBlancaDesastresya

ese idiota que la acompañaba. Bobadas. Eran historia o debían serlo en esemomentoparamí.Esemalditoartículomearruinaríalaexistencia.Alsalirdeaquellaredacción,mesentítandesamparadoquenosupeaquién

recurrir. Empero, soy de las personas que cree que todas las casualidades deldestinotienenunporqué.Ávido, supe ver quemi encuentro con LaraMembrillos no había sido una

coincidenciasuperflua.Tan pronto como aparqué en el centro de la ciudad,mientras esquivaba los

lugaresmásconocidosymaquinabaunpasoquemepusierapordelantedeesoscretinos,nodudéenllamaralapresentadoraparaquemesocorriera.Buscabacompañía,unhombroenelquelloraryaalguienqueentendierami

puntodevista.Demicírculomáspersonal,Soledadera laúltimapersonaa laquedeseaballamar.Lehabíaprometidomantenermealmargendelosembrollosylasmalasnoticiasnoleharíansentirmejor.Porotrolado,mifielamigoRojono podía hacer mucho por mí. A pesar de su red, quien sabe si infinita, decontactos, meterse con la familia Torrevella eran palabras mayores. Rojotampoco sabía nada sobre cómo funcionaban las entrañas del Periodismo.AsíquejuguémiórdagoalagrandeypuseenLaratodasmisesperanzas.Trasunallamada, la suerte sepusodemi ladoyLara,desconozcosipor interésopurasimpatía,accedióareunirseconmigoparaelaperitivo.Unratomástarde,allísentadoviendoondearlasvelasdelasembarcaciones,

sentí una fragancia despertarmis sentidos.Después escuché el taconeo de loszapatossobrelastablasdemaderaqueformabanlaplataforma.Laravestíadeunmodoinformal,congafasdesoldeconcha,vaquerosrotos

porlasrodillas,zapatosdetacónyunablusablancaveraniega.Llevabaelpelorecogido y el rostro apenas maquillado. Parecía otra, más natural e igual delinda.—Penséquetardaríasmásenllamarme—dijoconcariño—.¿Quétal,señor

escritor?

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—Mal—dije señalando al vaso de vermú vacío—. ¿Has leído las noticiaslocales?Larasequitólasgafas.Parecíainteresadaporloqueteníaquecontarle.—No, no he tenido tiempo—respondió.El camarero se acercó y pidió una

copadecava—.Tiendoadesconectarcuandonotrabajo.Nocreoqueelmundosevengaabajosinmí…—Eltuyo,seguroqueno…—¿Quésucede,Gabriel?—Preguntóyleacerquéelperiódico.Ellaloabrió,

violanoticiaysuexpresióncambiósorprendida.Luegopasólaspáginasycerróelejemplar—.¡No!—Sí—dije desanimado—. Encimamienten.Yo no lo he escrito.No tengo

nadaqueverconeso…—¿Quépiensashacer?—Ni idea—dije y levanté lamano para queme pusieran otro trago—. Lo

peor de todo es que vengo de hablar con los del Información y no estándispuestosaecharmeuncable…Laraparecíapensativa.—¿Porquéalguienharíaalgoasí?—Yoquésé—dije—.¿PorquélagenteveGranHermano?Elmundoesun

completosinsentido,Lara.—Megustaríaayudarteconestopero,yasabes…—Sí,sí…Notepreocupes—expliquécalmándola.Noqueríacargarenella

mi culpa—. No te he llamado para que uses alguno de tus contactos.Simplemente,necesitabahablarconalguienquemeentendiera.Ellapusosumanosobrelamía.Elanillodecompromisoseguíaahí.—Eso es muy tierno por tu parte, Gabriel… —dijo con una sonrisa—.

Lamentablemente, no voy a tener tiempo de quedarme por aquí, pero se meocurrealgo.Conozcoaunapersonaquepodríaayudarteenesteasunto.—Siesunperiodista,mejorolvidarlo…—No, no. Para nada —aclaró segura de sí misma—. Lo último son más

periodistasenestahistoria.—Entonces,¿quién?¿Unguardaespaldas?—No, escucha—dijo tomando aire y me miró fijamente—. Ahora que lo

recuerdo,tengosucontactoporaquí.Sacóelteléfono,buscóenlaagendayencontróunnombre.—Sorpréndeme…—NoconozcoalacondesadeTerranostrapersonalmente—explicómirandoa

lapantalla—,pero,haceunosaños,mereuníconelabogadoyconsejerodelafamiliaparaunreportajesobrelanoblezaenEspaña.Laimagenquedideellos

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entusiasmóalacondesa.Despuésdeaquellaentrevista,acudíaalgunoseventos.Esunhombredetotalconfianzayestoyseguradequetepodríaayudarsiselopido.Tantoaelloscomoati,nolesinteresaesteasunto.Laideaeratentadora,perodemasiadoarriesgada.Ibademasiadolejos.Nisiquieramehabíanacusadodenada.—¿Haríasesopormí?—Preguntéinseguro—.Nosé,Lara.Apreciotuayuda,

perocreoqueesmetermeenlabocadellobo.Estoquehanpublicadosonsólosuposiciones,bulos…Nisiquierahanmencionadominombre.Estagentevivedelsensacionalismo.Ellaasintió.—Lollamaréestatarde—insistió—,porsisepusierapeorelasunto…Nole

diréquiéneres.Deesoteencargarás tú…si locreesnecesario.Piénsalo,es tuúltimacarta.Miúltimayúnicacarta.Cuandosejuegasabiendoqueyalohasperdidotodo,lapartidaseconvierte

enalgomásarriesgadoqueunsimplepasatiempo.

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CAPÍTULOSEIS

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Nomeagradabalaideadellamaraesetiposinnecesidad.Mostrarmepúblicamenteanteelasesordelafamilia,meponíaenjaque.Vería

mi rostro, sabría identificarme. Aunque escribiendo mi nombre en losbuscadores se podían encontrar fotografías, no era lo mismo. Las personastomábamos diferentes anotaciones en una primera impresión, un cara a cara.Rojomehabíahabladodeello.Quienesdenunciabanilícitamenteatravésdelasfotos,solíandescribira lossujetostalycomolosveían:cabello,rostro,altura,color de ojos… Sin embargo, quien lo hacía desde la experiencia, ya fuesetestigo o víctima de un suceso, además de los rasgos físicos, también poníanénfasis en el movimiento, los detalles de su cuerpo, la respiración, los tics einclusolamaneraenlaquecaminaban.Presentarmeanteesehombre,despejaríatodaslasdudas.RodolfoSorianoerasunombre.Larameenviósucontactoenunmensajedetexto,terminamoslasbebidasy

medespedídeella,estavez,conmáspreocupaciónymenosgalanteríaqueennuestra cita previa. Una vez más, me di cuenta de que los ángeles existían,escondidossiempreenquienesmenosseespera.Preocupado, caminé hasta el aparcamiento y regresé a mi coche. Se me

ocurrióque lomejor eradesaparecerde allí hastaque todo se aclarara.Enmiinteriortodavíaquedabalaesperanzadequehubiesesidounmalentendido.Teníaqueserlo.Porunavez,noerayoquiensemetíaenproblemas.Estabalibredeculpay

confiabaenlajusticiadivina.Pero,antesdecaerenlatentacióndelpecado,decometer estupideces fuera de lugar, producto de la soledad y la sobrecarga depensamientos, decidí poner rumbo al apartamento de la playa, a unos quincekilómetrosdeallí.Abandonélaciudadbordeandolacostaporlacarreteranacionaldelsur.Ami

derecha, el grandioso palmeral de la ciudad, las fábricas abandonadas, laperiferiaysuformadeentenderlavida.Amiizquierda,lainmensidaddelmar,siempre presente; las vías de los trenes de cercanías que iban y venían desdeMurcia.Elolorasalitre,avaradero,averano.Elairesoplabacontramicaracomounventilador.Ráfagas calientes mezcladas con intermitentes atisbos de frescura. La

carretera sebifurcaba, asíque toméeldesvíoquecontinuabapegadoalmarydejaba a un lado a la cola de vehículos que se dirigían a la ciudad de Elche.Disfrutabadelavistadelpaisaje.Noeramejornipeorqueotrosquehabíavisto,peroeramío,nuestro.Latierrasecayamarillentacombinabaconlostonosazulesdelmaryelverde

de laspalmerasqueaguantaban lasaltas temperaturasdelestío.Un lienzoque

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muchosdetestaban,sobretodo,trasnohabervistootropaisajeenaños.SantaPolaeraunpequeñopuebloquevivíadelapesca,laagriculturaydela

hostelería. Desde las últimas décadas del franquismo, el municipio se habíaconvertido en la residencia vacacional de los vecinos de Elche, así como demadrileños,vascosyotrosciudadanosdelaPenínsula.Lastemporadaspasabande estar las calles vacías, a quemás de cienmil personas convivieran en lasterrazasdelosbares.Unavezterminadaslasalegrías,comolamarea,todovolvíaalacalma.Pero los tiemposcambiabanyahoraeramáscomúnencontrara familiasde

foráneosparloteandoenidiomascrípticosparaeloído,mientrasdisfrutabandeunapaellaalasdiezdelanoche.Micompraenlaparteestedelmunicipiohabíasidounainversiónprofesional.

Duranteelaño,estabalibredevecinosycuriosos.Allínohabíanadamásquecasas junto al mar, de gran tamaño, minimalistas y de corte colonial;pertenecientes,ensumayoría,afabricantesilicitanosdecalzadoyempresariosdelaprovincia.Muchasdeellasdesocupadashastalosmesesdejulioyagosto.Después demudarme a vivir con Soledad, el apartamento que poseía en la

ciudad semequedabapequeñoparaescribir.Eso fue loque ledijeaella.Sinembargo, todo los escritores poseen susmanías y lamía era tener alrededor aotraspersonasmientrastecleaba,pormuchoquelasquisiera.Un día, paseando por allí, con la imagen de la isla deTabarca al fondo, lo

decidícomosideunantojosetratase.Soledadnopusoinconveniente,pueseramidineroymideseo,yelegimoslaviviendaquemejorseadaptabaanuestrasnecesidades.Asíqueallíestaba,aescasosmetrosdemiviviendaenunacalleestrechadel

este del pueblo, poco transitada aunque sin lugar en el que aparcar, donde elterrenoedificableterminabayunacarreteradeasfaltosalvajeconducíahastalasdunas.Elfaroiluminabaalosbarcosdesdeloaltodelamontaña.Pulséelbotóndelmandoylapuertametálicaseabrió.Merecibióundúplex

de color blanco y de corte minimalista con grandes ventanas de cristaltranslúcido.Unaedificaciónrectangularysintechodetejacomoguardabanlasotrascasas,congarajeprivadoyunapequeñapiscinaendesuso.El paseo se encontraba lleno de parejas que caminaban con las manos

agarradas.Montonesdecochesregresabandelascalasquehabíabajoelfaro.Alolejos,viunviejoFordaparcadoenunaexplanada,juntoalasrocas.Ungrupodehombresmontabaconpacienciasuscañasdepescar.Lasgaviotassobrevolabanelcieloenbuscadealgoqueecharsealaboca.Miréalrededorycomprobéquelaviviendacontiguaestabavacía.Noesque

meimportara,puesnohabíacruzadomásqueelsaludoconmisvecinos.Erande

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Elche,unmatrimoniotranquiloyeducadocondoshijoscriadosentrealgodones.Nada más entrar, vi el automóvil de Soledad en el interior de la parcela.

Aparqué el deportivo en el interior del garaje y abrí la entrada principal de lacasa,unavoluminosapuertademadera.Olíaacerrado,apolvoyapintura.Algunasviviendas,apesardelosmeses,

manteníaneseoloranuevo.Había sidoundía largo, llenode sobresaltos inesperados.Cadavezqueme

despistaba,lamentemetraicionabaconpensamientostóxicos.Largarmedeallí,irmeunatemporadaaÁvilaconSoledad, llamaraBlancaDesastresparaverladenuevo…Ningunodeellosmeaportabanada,asíqueoptéporcaminarhastalaneverayrefrescarmeconalgoquemellevaraaotrosterrenos.Abrí el frigorífico, cogí un botellín deMahou y vi el ordenador portátil de

aluminio sobre labancada.Mesentéenun taburetede lacocinay loencendí.DespuésabríunaventanadelnavegadorybusquéinformaciónsobrelacondesadeTerranostraysufamilia.En el peor de los casos, si iba a enfrentarme a ellos, debía conocer sus

debilidades. Pero internet nome ofreciómás que un puñado de resultados denoticias relacionadas con la compra y venta de propiedades, reseñas sobrerestaurantes, noticias de sociedadyun árbol genealógicode la familia.Pese atodo, fue extraño atar toda la información: tres hijos herederos y una madredispuestaaponerlasfundacióndesulegadoenmanosdeunosnipones.Talvezeseaficionadoquepretendíaimitarme,hubieradescubiertoalgoreal,

peroseguíasinentenderporquémehabíaelegidoamí.Las posibilidades eran variadas: un seguidor de mi trabajo, un antiguo

compañero de trabajo con ganas de hundirmi reputación; un exempleado concomplejodenovelista,unmiembrodelpropioclandispuestoasacar tajadadetodoaquello…Diuntragoalacerveza.Estaúltimaideateníamássentido.Revisélasfotosdenuevo.Examinéalosdescendientesdelacondesa.MaríaLuisa,labellayúnicahija,

solíaaparecerjuntoasumadreenlasfotografías.Uncisnedelicado,insuficientey sin pareja oficial. Quién sabe si traumatizada por la presión de una madreautoritaria.También estaba Leonardo de Torrevella, cuarentón, guapo y frío como un

témpano.Teníalaaparienciadesertenaz,calculadorycarentedeempatíahacialossuyos.Puedequelavidaenuncolegiointernadolecambiaraparasiempre.Quelaausenciadeunpadre,fallecidoenunaccidentedetráficoantesdequeélcumpliera los doce años, le obligara a tomar las riendas de su propio destino.Estabasegurodequenosentíaelmenoraprecioporsusotroshermanos,quienes

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noteníanprofesiónalguna.Finalmente,siempreapartadodelasfotosyconlaexpresióndesairada,fuera

dellugar,comosinoquisieraaparecerenlafoto,estabaFederico.Eldandi alocadode la familia, elhijopródigoy favoritode la condesa.Un

juguete rotodesatendidopor la fragilidadde sumadre, el temperamentode suhermanomayor y la rivalidad conunahermanaque copaba la atenciónde lascámaras.Teníafamademujeriego,defiesteroy,sobretodo,deingenuo.Cuandomedicuenta,elsoldelatardesehabíafundidoenelcielocomooro

líquidoyelresplandordelcrepúsculosecolabaporlacristalera.PedíunapizzaMargaritaadomicilioyseguíbuceandoenelciberespaciosinéxito.Necesitabaun abogado. Uno de los buenos. Lo más preocupante era que, si medenunciaban, podía pasar, como mínimo, tres años entre rejas. El pulso metembló.Eratodotanabsurdo…Depronto,elteléfonosonó.ElnombredeSoledadaparecióenlapantalla.Noestabaenlasmejorescondicionesparamantenerunaconversaciónhonesta

pero,nohacerlo,traeríasusconsecuenciasmástarde.—Vaya, el desaparecido…—dijo con voz afable. Sonaba cansada y decidí

guardarme las sorpresas—. ¿Has vuelto ya a tu dieta de pizza y cerveza? ¿Otodavíanohasregresadoacasa?Meconocíademasiadobien.—No han pasado veinticuatro horas y yame echas demenos…—contesté

obviandosupregunta—.¿Quétalelviaje?—Largo.Metocóal ladoconunadeesaspersonasqueroncanaldormir—

dijoynosreímos—.Porlodemás,bien.Loscompañerossonsimpáticos,aunquemetemoqueseráunperiodointenso.—¿Tengoquepreocuparmeporalgo?—Preguntéconfalsacuriosidad.Noera

celoso. Sabía que podía confiar en ella, a pesar de que Soledad tuviesepretendientes a diario. No concebía nuestra relación de otra forma. De locontrario,convivirconalguienseríauninfierno.—Hay compañeros guapos y más fuertes que tú—respondió juguetona—,

peromehasmalacostumbradoalasemocionesfuertesymetemoqueellossonbastantepredecibles…—Elfísicoenvejece,lamentenuncadejadecrecer…—Sobretodo,latuya…—dijoysuspiró—.¿Siguesencasaohasvueltoatu

cueva?—Esunacuevamuybonitayconvistasalmar—respondí—.Tengopensado

escribir, probar cosas nuevas y mantenerme ocupado para que se me pongacuestaarribatuausencia…Tratarédeencontrarmeamímismoestosdías.Quizá

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sirvadealgotodoesto.—Lleva cuidado,Gabri…—contestó tras soltar una risilla—,no seaque te

pierdasbuscándote…Ahoratengoquedejarte,estoyhechapolvoymañanamelevantoalascinco.—Entiendo—dijealiviado.—Prométemequemellamarás,aunqueseaparadecirmehola.—Promesas,promesas…—Hazteunfavoryescribeunanotaenlanevera.Teacordarásdemícadavez

queabrasunacerveza.—¿Ysisemeolvida?—Tellamarépararecordártelo—dijoybostezó—.Buenasnoches,Gabri.—Buenasnoches,Sol.Cortélallamadaydejéelaparatosobrelasuperficie.Me sentímal por no haberlo dado todo, pero no fui capaz.Los nerviosme

comíanlasentrañasytemíqueSoledadlohubiesepercibidotambién.Nopodíacontarleloqueestabapasando,almenos,hastaquesucedieraalgorelevante.En el fondo, lo que tenía no era más que un ovillo de emociones en mi

interior.Fuialanevera,toméunbolígrafoyescribíloqueSoledadmehabíaindicado.

Realizarunaactividadpensandoenunserquerido,funcionabacomoanalgésicoemocional.Despuéssalídelacocina,tomélasescalerasquemellevabanhastalaplanta

superioryentréenlahabitación.Atravésdelaventana,unacristaleradivididaqueocupabacasitodalapared,

vi un lucerito en el mar. Solitario, navegando en una noche de cielo raso yestrellado. Ese barco era una metáfora de mi vida. Tan solo en medio de unocéanodepersonas.Mequitélaropa,entréenlacamaymetumbébocaarriba.Labrisadelanocheeraagradableydesdeallípodíaescucharalosgrillosya

los jóvenes que comían pipas en los bancos de la calle y hablaban de cosasmundanas.Disfrutabamirandoalasestrellas.Obviamosloinsignificantesquesomos.Lentamente,mismúsculosserelajaronylapazllegóamicuerpocerrándome

lospárpados,llevándomehastaloscaminosdeMorfeo.

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Deseéque todohubiesesidounmalsueño.Despertéymedesperecéestirandocadaunodelosmúsculosdemiespalda.EranlassieteymediadelamañanayelLorenzoestabafuera.Traseldescanso,mesentírejuvenecido,aliviadoymuchomejorqueeldíaanterior.Toméunaducha,mevestíysalíalexteriordelacasa.Elsolbrillaba,ibaaser

undíaextremadamentecaluroso.Losentíaenelaire.Rompiendomirutinahabitual,decidíiraporlaprensa.Nomequitabadela

cabezaquealgohubieseocurridomientrasdormía.Cogí las llavesdel cochedeSoledadymemetí envehículo.Todavíaolía a

ellay esomehizo sentir bien.ElFiat 500de color cremaparecíauna latadesardinas comparado con mi deportivo, pero era más manejable y fácil deconducir por las estrechas calles del pueblo.Cuco ymoderno. Suficiente parapasardesapercibidoconestilo.Condujehastaunpequeñosupermercadoquehabíaen laentradade lazona

residencial y aparqué junto a unos contenedores. Después caminé hasta elinterior con la impresióndeque todosmemiraban.No eramásqueuna falsasensación.Compré una barra de pan y miré las portadas de los diarios. En principio,

ningunollamabamiatención.MirédenuevoalrededoryagarréunejemplardelDiarioAlicantinocomosisetrataradelSantoGrial.Sinaparentarpreocupación,sonreíalatendera,paguépormiscomprasymepuseelperiódicobajoelbrazo.Alregresaralcoche,ávidoynervioso,abrílaspáginasybusquéuntitularque

medieseunarespuesta.Yallíestaba,juntoamirostro.La noticia iba acompañada de un montaje con cuatro fotografías: un folio

escritoamano,elrostrodepreocupacióndeLeonardodeTorrevella,uninformeredactado y una de las fotos promocionales que había hecho para mi últimolibro.

Nuevas irregularidades y preocupación en la altasociedadLeonardo de Torrevella, director del grupoempresarial Holding Terra, ha expresadopúblicamente su preocupación por las difamacionesvertidas sobre su familia y lo denunciará ante laJusticia.

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Tras la llegada de los documentos filtrados al diariopor una fuente anónima durante los últimos días, enlos cuales sedestapaban lasprácticas ilegalesque lafamiliaTorrevellahaocultadotrasañosenrelaciónasus negocios, la redacción del Diario Alicantinovuelveapublicarpartedel informequedesestabilizalasnegociacionesdeventade losTorrevella con susinversoresjaponeses.

En la fotografía adjunta a esta noticia se encuentranalgunasdelasfacturasquevariosdelosrestaurantes,pertenecientesalgrupodeempresas,hanfalseadoenlos últimos trimestres. Tras constatar, a través deexempleados y antiguos clientes, que las prácticasfueronrealizadasconelpropósitode tapar lanefastagestión,sinpronunciarsesobreesteasunto,lafamiliaTorrevella ha comenzado los trámites con susabogadosparallevaralacortealperiodistayescritoralicantinoGabrielCaballero.

Comoaugurólaredaccióndeestagaceta,lingüistasyprofesionales del sector apuntaron sin titubeo alliterato tras analizar la sintaxis y el estilo de losinformesfiltrados.Hastaelmomento,elescritornosehapronunciadoalrespectodelasacusaciones,aunquemuchos creen que es otra de sus artimañaspromocionalespara levantarunacarrera literariaquellega a su fin.Una estrategia que le podría costar la

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libertad.Nopodíarespirarenelinteriordelvehículo.Bajélaventanillaansioso.Tenía

lasmanos humedecidas y el aire de la calle no era suficiente para llenarmispulmones.Encendí el aire acondicionado, cerré las páginas y dejé el periódico en el

asientodelcopiloto.Contéhastadiezyrespiréprofundamente.Debíacalmarmecomofuera.Meresultabaimposiblepensarconelcorazónacelerado.Saquéelteléfonomóvildelbolsilloybusquéentreloscontactos.Allíestaba

sunombre:RodolfoSoriano.La idea seguía sinconvencerme.Losabogadosdeotros,nuncaerande fiar.

Reunirme con él no haría más que complicarlo todo, ponerme más nerviosotodavía.Sopeséladecisióneintrodujelasllavesenelcontactodelcochepararegresar

acasa.Paramisorpresa,cuando lleguéa lacalledondeseencontrabamivivienda,

atisbéuncochedePolicíaaparcadoenlapuertademipropiedad.Doshombresvestidosdepaisanoyuntercerodeuniformeesperabanaquealguienlesabriera.Esealguienerayo.Tal vez estuvieran allí para detenerme. Quizá sólo desearan hacerme unas

preguntas. Por desgracia, yo seguía siendo un ser primitivo, un hombre deinstintosincontrolablesporlalógicaydirigidosporlaintuición.Aquellavisitanome augurabanadabuenoy, aunque largarmede allí sólo agravaríamásmisituaciónpenal,necesitabatiempoparapensarantesdedarunarespuesta.Lentamente,echémarchaatrásyregreséalabifurcacióndelacarretera.Sin

llamar la atención de los agentes, tomé la dirección opuesta y salí de la zonaresidencialparasalirporlacarreteraquesubíaporlamontaña.Debíaserrápido,conciso y pensar con acierto. Tarde o temprano, darían conmigo. Si no ellos,Soledad.Yesopondríafinatodoloqueteníaenestavida.Unavezenlacarretera, tomélacuestaymedesviéporuncaminodegrava

que llevaba al mirador del faro. Un lugar romántico y turístico para muchasparejaspero,aesashoras,eraunlugarseguroenelqueestacionarsindespertarsospecha.Bajédelcocheparaestirarlaspiernasycargarlospulmones.Volvíamirarla

pantalladel teléfonoypenséenquiénmáspodría llamarantesde jugar, comohabíamencionadoMembrillos,miúltimacarta.No tardémuchoenaceptarqueestabasoloycargadodeproblemashastael

cuello.Unavezpulsaraelbotónverde,nohabríamarchaatrás.

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Pensándolobien, denada sirve retroceder cuandonos encontramosal bordedelprecipicio.

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CAPÍTULOSIETE

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Fuemejor de lo que había imaginado.Me sentí revitalizado, como si hubieratiradopartedemiequipajealmar.Tuvelasensacióndequeesehombreesperabamillamada.Comohabíaprometido,LaraMembrilloshabíapuestoalabogadoalcorriente

de la situación, quizá más de lo que hubiese sido necesario, pero no podíajuzgarla por ello. Por ende, a pesar de las demandas del hijo de la condesa,RodolfoSorianonohabíainiciadoningúntipodeaccióntodavía.Hablamos unosminutos y le dije de encontrarnos en un lugar neutral de la

ciudad.LaplazadelMercadoCentraldeAlicanteeraunbuenlugarparaello.Diferentes salidas, un entramado de calles que conocía y la posibilidad de

escapar airoso en caso de quemehubiese tendido una trampa.Agradecido, elconsejerodelafamiliaaceptóenreunirseconmigo,detallequeinterpretécomounintercambiodefavores.Elencuentroserealizaríaalasoncedelamañana,horaperfectaenlaqueel

mercadodeabastosseencontrabaenhorapuntay losbaresde losalrededoressacabanlasmesasalasterrazasparaprepararelmomentodelaperitivo.Estonosdaríamargenparaescabullirnosentrelamultitudydialogarconcalma.Aunquedesconocíasuapariencia,élsiconocíaquépintateníayo,asíqueme

indicó que llevaría un panamá de color crema con el cinto negro. No puseobjeción,puesprobablementefueseelúnicoentodalaplazaconsombrero.Unavezenlaciudad,atravesélaentradadelaviejaestacióndetrenes,crucé

laavenidadeAlfonsoXElSabioydejéelcocheenelaparcamientoquehabíajuntoalaplazadelmercado.Salí de allí con la sensaciónde tenermiradaspor todaspartes.Desdeniños

aprendemosahuircuandohacemosalgoquenodebemos.Bordeélaplazadel25deMayoysubílosescalonesporunodeloslaterales.

En unas horas, aquel lugar se convertiría en un patio de encuentro paratreintañerosdispuestosacomenzarunatardequeterminaríacuandolasbateríasselesapagasen.Perotodavíaerapronto.Decenasdepersonasentrabanysalíanconbolsasdeplásticoycarritosdela

compra.Olíaapescadofresco,asalitre,averdurareciéntraídadelcampoyalaceitefritoquesalíadelasmáquinasdechurros.Vestidoconunacamisablancaabotonadahastalasmangasyunospantalones

de pinzas delmismo color que su sombrero,RodolfoSoriano esperaba de piemirandoalhorizontebajosusRay-BanClubmaster.Llevabauncorteclásicoyteníaelcabelloondulado,manchadodecanasypeinadohaciaunlado.Lucíaunbigotefinoqueibaacordeasuformadevestiryalageneraciónquepertenecía.Sorianotendríapocomásdesesentaañosysemanteníaenbuenaforma.Loque

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másmellamólaatenciónfueelcolordesupiel.Bajoelsol,acalorado,parecíaun tomate fresco. Aunque se mantenía serio, se mostraba un tipo entrañable,todolocontrarioquehabíapercibidoatravésdelteléfono.—Puntual como un inglés—dije acercándome a él. Estrechamos la mano,

miré a nuestro alrededor para cerciorarme de que no iba acompañado y mecoloquéasulado—.Graciasporvenir.—Elplaceresmío,señorCaballero—respondiócontonofirmeperoeducado

—.Lamentoquehayallamadotantarde.—Ya… —dije y me mordí el labio inferior—. He leído las noticias.

Acompáñeme.Serámejorquedemosunpaseo.¿Havenidosolo?—Asíes.Tomélainiciativaynosdirigimoshaciaelinteriordelanavequeformabael

mercado.Eraun lugar enorme, comocasi todos losmercados centrales de losmunicipios españoles. Allí, separados por secciones, columnas y láminas deacero, los comerciantes ponían a la vista la calidad de sus productos: carnes,pescados, verduras, frutos secos, aceites… Cualquier comestible natural teníacabidaenelinteriordeaqueledificiohistórico,diáfanoyrectangulardecarácterecléctico.Sorianocaminabaamiladoconunamanoenelbolsilloyotralibre.Parecía

tranquilo,muchomásqueyo.—Loprimerode todo—dijerompiendoelhielo—,debeustedsaberqueyo

notengonadaqueverconloquehanpublicado.Nielmásmínimointerés.—Esomeconsta,aunquenolocrea—respondióparamisorpresa—.Poresa

razónheaccedidoareunirmeconusted.—Elhijodelacondesanopiensalomismo…—Mi posición es la de abogado y consejero de la familia —replicó

justificándose—.Sinembargo,estoyalejadodelasdecisionesquepuedantomarlosmiembros.Cruzamoslospuestosdefrutasyviunasombradeslizarseentre lamultitud.

Algonomarchababien.—¿QuédebohacerparaconvencerledequeTorrevellaestáequivocado?—

Preguntéapresurado.Lasombravolvióamoverse—.Sinpasarporlosjuzgados,claro…—Encontraraquienestáhaciéndosepasarporsudoble.Quéingenioso,pensé.—Comprenderáquenotengoeltiemponilosrecursosparaello…—contesté

—.Estoysegurodequeustedsabealgomássobreestahistoria.Derepente,lasdossombrasquehabíapercibido,tomaronformahumana.Tras nosotros, a varios metros y abriéndose paso entre los clientes de los

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mercaderes, los dos hombres que habían tocado a mi puerta estaban allí,recortandolasdistancias.—Escuche,metemoquetengoquedejarle—dijecondesasosiego—.Reúnase

conmigoparaelcafé.HayunlugarllamadoHostalMaruja,endirecciónalsur...Encuéntremeahí.—Pero…—dijo el hombre. Después se dio cuenta de los agentes que nos

seguían—.Hastamástarde,señorCaballero.Rodolfosorianoseapartóhaciaunladoylosagentesempujaronaunacolade

personasqueesperabaparacomprarpescado.Dosmujeresseencararoncontralosagentesagritos.Elcaosylaconfusiónllenóelpasillodelmercado.Meagachéycorríencuclillasunadecenademetroshastaquediconunade

lassalidaslateralesparacargaydescargadevehículos.Elbullicioaumentóyladiscusiónsubiódetono.Interrumpidos por la confusión de los viandantes, los policías se quedaron

atrapados entre lamultitud. Sinmirar atrás, corrí comoun caballo de carrerashastaelaparcamiento,busquéelcocheyabandonéellugaraprovechándomedelasalidadeotroconductor.Seoyeronbocinasamipaso,llamadasdeatenciónysirenasdelaPolicía.Cuando me di cuenta, había alcanzado la plaza de toros y, aunque no

condujera un bólido, las sirenas tomaron otra dirección. Les había dadoesquinazoporlospelos.Enaquellaciudad,camuflarmeentrelamasacomounsercamaleónicoeraunademisespecialidades.

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Lasolasdelmarrompíanenlaorilladejandounrastrodeespuma.Elreflejodelosrayosbrillabasobreelaguay,adiferenciadeloqueaquelloeraenverano,estabarodeadoderuidoypersonasmojadasquecaminabansinbañador.Nadiemeencontraríaallí.EraelúltimolugardondelaPolicíabuscaría.Aesasalturas,yahabríanvisitadomiotraresidencia,sinéxitoalguno.El Hostal Maruja era un lugar al que guardaba cariño. Una gran casa

construida durante el franquismo en la playa del Pinet, una pequeña bahía depescadores,quehabíaservidoduranteañoscomohostalturísticodelazona.Fachadasblancasdesconchadasporlahumedad,pilaresdemosaicodepiedra

ycasasdedosplantasconmediometrodeacera,sirviendoéstademuroylímitedelmar,eranpartedeldecorado.Noobstante,lagraciadevisitaraquelsitioeninviernoseperdíaporcompleto

unavezllegadoelverano.Crucélacarreterasecundariabordeandolacostahastatomareldesvíoqueme

llevaba a un extenso pinar salvaje junto a una gran explanada de tierraamarillentallenadevehículos.Abandonéelcocheentreunmontóndeárbolesycaminé doscientos metros por el polvoriento camino hasta llegar a la puertaprincipal.Entrarenaquelsitiometrajodemasiadosrecuerdos.Allí,veranosatrás,cuandolavidametratabapeoryvivíaentreidealespara

salvar la verdad de las garras del sistema, pasé un par de noches con BlancaDesastres.Fuerondíasrománticos,juntoalmar,trabajandocodoconcodo,amándonos,

sintiéndonos parte de algo. Como siempre sucedía, mi primera impresión fuetrágica. Recordaba ese sitio de otramanera, tal y comomimemoria lo habíadistorsionadoconeltiempo.Unavezhubereservadoydejadolaspocaspertenenciasqueguardabaenuna

habitación de la segunda planta, bajé hasta el bar yme senté en una silla deplástico roja junto a unamesa demadera. Ami lado, una familia hablaba envalenciano y comía raciones de sardinas asadas. Observé a los bañistasdisfrutando de las olas, a los niños construyendo castillos de arena sin unpropósitoconcreto.Las vacaciones permitían que desconectáramos de todo aquello que nos

impedíasertalycomoéramos.Elcamarerome trajounbotellíndecervezamuyfríoynomedio tiempoa

darleuntragocuandovitraselcristalelpanamádelabogado.—Unlugaracogedor—dijoSorianoquitándoseelsombreroacausadelcalor.

Tomóunasillaysesentóamilado—.Unlugarseguro,sinduda.—Loshaypeores—contesté—.¿Lehanseguido?

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—¿Creequesoytanestúpido?—Disculpeladesfachatez—dijeechándomehaciaatrás—.Esperoquenole

incomodelafaltademanteldetela…—Descuide—dijoyrio—.Siyolecontara…—Precisamente,esoesloquemegustaría.Quemecuente.El camarero regresó. Pedí una ración de calamares a la romana, sepia a la

plancha,pantostadocontomateralladoyotracervezaparaelinvitado.—Leseréhonesto,Caballero.Esteasuntomepreocupa.—¿Porquéhaaccedidoaverseconmigo?Dejóelpanamásobrelamesaydiountragoalacervezaquelehabíanpuesto.

En su expresión noté que la necesitaba. Ese hombre estaba cargando condemasiadoestrés.—Suamigatieneunpoderdeconviccióninnegable—explicóaclarándosela

voz—, además de que tengo mis propias teorías sobre todo lo que estásucediendo.—Usteddirá,porqueyonotengoninguna.—Lacondesa estápreocupadapor las filtraciones, peromás aúnpor loque

estopuedasignificarparasushijos.Existeuninterésclaroporquesevendalacarteradeempresas,asícomoquenosehaga.—Explíquemeeso.Miróalbotellínyreflexionósobresuspalabras.Temíaqueletirarademasiado

delalengua.Eraunhombreprecavido,lealasusclientes.—La razón por la que me he reunido con usted no es porque la señorita

Membrillosmelohayapedido—dijo,hizounapausaymiróporencimadesusmonturas—.Uno tieneexperiencia, sabehacer su trabajoy estudiar conquiéntrata. En su caso, sé lo que ha hecho hasta ahora, tanto oficial comoextraoficialmente, por lo que su perfil, como ya le he dicho antes, quedadescartadocomoposiblesospechoso.—Laprensanopiensalomismo.—Ambossabemosqueesabasuraquierecargarconusted—respondió—.Por

elcontrario,haymiembrosdelafamiliaquepodríantenerinterésenqueasílohiciera.—¿Guerraentrehermanosporelpoderfamiliar?—No, en absoluto—aclaró—. Hace apenas unmes y medio, Sabrina, una

sobrinasegunda,hijadeldifuntoprimodelacondesa, llegódevacacionesalafinca.Enprincipio, suvisita ibaa ser temporal.EllaviveenSuizadesdebienpequeña…pero,yasabe,siemprehaytiempoparaestrecharlazosperdidosconlosmiembrosdelafamilia,sobretodo,cuandoexistedineropormedio.—¿Creequepuedeserella?

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—No he mencionado tal cosa —reculó—. Lo que sé es que, en tan pocotiempo,larelaciónconsusprimosha…digamosquecambiado.—Unmomento…—dijerecapitulando.Eraélquienmeestaballevandoasu

terreno—. Antes de empezar, quisiera saber si los informes publicados sonciertos.Esomarcaríaunpuntoyaparteenestaconversación.—Nohevenidoahablardeello.—Lo tomaré como una afirmación —respondí. Su expresión seguía

inmaculada,aunqueamínomeengañaba.Eraunprofesional,sabíaguardarmásde un secreto—. Todavía no entiendo qué quiere de mí. En estos momentos,estoyexpuestoaunaposibledenunciapúblicapor,supuestamente,hacerpúblicauna información sensible y privada, además de las calumnias hacia la familiaTorrevella…Todoesto,sinsumarlehabermedadoalafugadelasautoridades…—Déuntragoyvayamásdespacio,Caballero.—Sigo sin entender por qué tendría usted que ayudarme—dije y planté el

cebo.Sorianoseabanicólacaraconelpanamá.Elcalorerasudebilidad.—Tengo entendido que es un buen investigador,más allá de lo que escriba

después…Quetieneundonparaestascosas,vaya.—Yquierequeinvestigueparaustedquiénestádetrásdeestelío.—¿Sabe?Yotambiénsoyunhombredeintuición…ycreoque,si logradar

consudoble,lapersonaqueseestáhaciendopasarporusted—señalóconfiado—, encontraremos también a quien pretende partir en dos la estabilidad de lafamilia.—Dígame una cosa, ¿esto tiene que ver también con los japoneses? —

Pregunté.Sorianodiounsorboalabotellaylavolvióaponersobrelamesa—.Entiendo.Esustedunhombreparcoenpalabras…¿Cuáleselprecio?Elabogadoesbozóunasonrisa.—Esustedunchistoso.—No,noesunabroma.—Salir airoso de ésta—dijo ymiró a lamesa.Después se dirigió amí—.

Sientoinformarledequenoestáenposicióndepedirnadamás.—Teníaqueintentarlo…—respondí.Volvíainspeccionaraaqueltipo.Noera

peligroso, aunque sí desconfiado de los listillos como yo. Debía ganarme suconfianza—.Entrandoenmateria…Hablamosdeunconflictodeinteresesenelsenodelafamilia.—Esoesloquepienso.—Entonces,semeocurrealgo.—Sorpréndame.

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—Consígame un encuentro con ellos de forma casual—dije.Mis palabrasiluminaron su rostro, cambiándole la expresión por primera vez en toda laconversación.Lehabíasonadoadisparate—.Eslaúnicamaneradeconoceralafamiliaysacarmispropiasdeducciones.—¿Esotrodesuschistes?—En absoluto —contesté. Ahora el confiado era yo. Membrillos estaba

equivocada.Miúltimacartanoeraelabogado,sinoinvolucrarmeeneseenredo.Laseñalquehabíabuscadodurante tanto tiempo, la teníadelantedemí—.Yotambiénsoyuntipodeintuiciones,aunquemifuerteeslapresencia,el facetoface.—¿Feistufeis?—Preguntódescolocado.—Elcaraacara,malditasea.—Qué cosa más absurda, por Dios… ¿Cree que no le reconocerán en el

momentoquesepresente?—Nadiehadichoquemetengaquepresentar—rectifiqué—.Puedohacerme

pasarporotrapersona.—¿Y qué hará? —Cuestionó despreciando mi iniciativa—. ¿Cambiarse el

peinado?—No,nitampocoapareceréconunbigotecomoelsuyo—respondíylopuse

ensusitio—.Déjemeesoamí.Talvezlessueneminombre,perodudomuchoquehayanvistomirostroenalgunaparte…¿LeenlaprensalosTorrevella?—Noenlaqueustedaparece.—¿Quéhaydelasnoticias?Sorianosefrotóloslabiosconelíndice.—Leonardosóloleelaspáginasdecolorsalmón.Delresto,yaleinformansus

asesores.Esunhombreocupado,¿sabe?—Nolopongoenduda.Hadeserarduodirigiratodounservicio…Elcomentarionolehizogracia,peroesehombreestabadispuestoaceder.—EstanochecelebraránunacenaenelrestaurantedelhotelPolamardeSanta

Pola… —dijo a regañadientes. Me sorprendió que fueran a un sitio así yentonces se explicó—. A la condesa le gusta el trato y la comida. Comocomprenderá,losnobleshandejadodeserbienvistosconelpasodelosaños.Aella le trae recuerdosdecuando ibaconsumarido…Estarán todos, incluso lasobrina.Seráalasdiez.—Graciasporsuconfianza.—Estodoloquetiene—dijo,agarródenuevoelbotellínyseloterminóde

untrago—.Siloarruina,nuestrotratohabráconcluido.—¿Esosignificaqueladenunciaesperará?Sepusoelsombreroyselevantódelasilla.Despuésmiróalaplayaybuscó

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lasalidaentrelamuchedumbre.—Porelbiendelosdos,esperoquesepaloqueestáhaciendo,Caballero—

dijodepie—.Antesdemarcharme,megustaríapedirleque…—Sí,sí—interrumpímolesto.Siempredecíanlomismo—.Estaconversación

nuncaexistió.Elabogado,enunacto informal, levantóelpulgardesumanoderechayse

tocóelaladelpanamá.—Gracias por su tiempo—sentenció e inició su camino hacia la salida—.

Disfrutedesuaperitivo.

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CAPÍTULOOCHO

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Lamisiónnoerafácily tampocodisponíademuchotiempo.En todamivida,habíafingidosermuchascosasperonuncaotrapersona.Dada lasituacióny la imposibilidaddeservistoen laciudad,viajéhastael

centrocomercialmáscercanoparahacermeconalgunasprendasyprepararmivestuario.Laocasiónlorequería.Cuandoregreséalhostal,toméunaduchaymevestíconunospantalonesde

pinzasdecolorblancobienentallados,unpardemocasinesburdeos,unacamisaazulcelestey,porsupuesto,miamericanaestrechadecolorazulmarino.Conelpelotodavíahúmedo,apliquéungelfijadorsobremicabezaydespués

mepeinéhaciaatráscomosolíanhacerlosmásremilgados.El toque final, unas gafas con cristales sin graduar, de montura redonda y

gruesa.Meobservéanteelespejo.ParecíaCaryGrantconaspectodeempollónysupequeesedetalledisiparíatodasospechadeserreconocido.Listoyconcienciado,abandonéelhostal,ahoramásrelajado,ycaminéhasta

elcoche.ElhotelPolamarseencontrabaaunosdiezkilómetrosdemilugardepartida.

Elrelojmarcabalasnueve,asíqueteníatiempodesobraparaaparcarydejarmeverantesdequellegaranlosTorrevella.Unavezenelpueblo,penséenirhastamicasaycomprobarquetodoestaba

enorden,peronomepodíaarriesgaraquemesorprendieransincerrareltratoconelabogadodelafamilia.Unameteduradepataytodoelcastillodenaipessevendríaabajo.Situadoen lacallede losAstilleros, juntoa lacomisaríadePolicía,elhotel

eraungran edificiode ladrillo a orillas de la playa, conunavista de ensueñoperodeaspectomoribundoyanticuado.Ya teníanque serbuenos los recuerdosqueese lugar evocabaa la condesa,

pensé.Durantelosañossetenta,elPolamarhabíasidounsímbolodel turismoyde

lascelebridades,comoSaraMontiel,quesehospedabanallí.Sinembargo,pocoquedaba ya de aquel encanto, a pesar de los esfuerzos por darle un lavado deimagen.Variasbanderascolgabandelaentradaprincipal,rotuladaconunatipografía

feaquepretendíaotorgarfrescuraalapuerta.Enlapartebaja,yporunodeloslateralesquedabanalaplayadeLevante,se

encontrabalaentradadelrestaurante.El paseo peatonal estaba transitado por familias de turistas y locales que

paseabantrasunacenaenelbulevardelpuertooenelcascoantiguo.Lanocheeraagradable,frescaperosinviento.Viendoatodasesasparejascogidasdelamano,mepreguntéporquénuncaanteshabíallevadoaSoledadporallí.

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Lolamentéypenséenllamarlaparadecirlelomuchoquelaechabademenos,peroeratardeyteníaqueconcentrarmispensamientosenotrosquehaceres.Subí los peldaños de una escalera de mármol y entré en el restaurante.

Mientras esperaba aqueme recibieran, vislumbré suficientesmesasvacías sinreserva,porloquesupequelanochecomenzabaconbuenpie.—Disfrutedelacenayleinvitamosalbailequehabráapartirdelasdoce—

dijolaempleadadelrestaurante,unamujerentradaenlatreintena,rubiayconloslabiosligeramenteoperados.—¿Baile?Ellaasintió.Estupendo,consuerte,tendríaunaexcusaparaacercarmeaellos.—También puede ir a la última planta del hotel —dijo al comprobar mi

reacción—.Laterrazaestáabiertahastalastresdelamañana.El lugar me sorprendió. Pese al estilo del salón, propio de otra época, de

baldosasamarillasymarronescomosi fueraun tablerodeajedrezycolumnascargadasdeláminasinnecesarias,lasmesasestabanbienpresentadasylasvistasalmarayudabanasubirlapuntuación.Entre los comensales que ocupaban el resto de mesas había extranjeros y

foráneos de otras partes del país. Los primeros, sobre todo, eran fáciles deidentificar.Pedí una copa de vino blanco, una ensalada de marisco, una ración de

quisquillayunarodajademerluzaalvaporcomoplatoprincipal.Noconveníaactuarconelestómagodemasiadollenoycaerenlasgarrasdelasomnolencia.Cuandouncamareroseacercóalamesaconlabotelladevinoparallenarmelacopa,sumiradasedirigióhacialaentradadeunmodomagnético.Giréelcuerpocondelicadeza.RodolfoSoriano,lacondesadeTerranostrayelrestodesusacólitos,habían

llegadoalrestaurante.Nopudeevitar fijarmeen labelleza innatadeMaríaLuisa, laheredera.Era

máshermosaenpersonaqueenlasfotografías.Sucabellocastañohabíatomadoun tono rubio y brillante, quizá por la exposición a la tórrida luz del sol. Susiluetaeracomouncaminopeligrosoenelqueresultabafácilperderseymorirallí.Nolefaltabanada,nitampocolesobraba.Vestidaconunospantalonesdenocheyunafinablusaquecruzabasucuerpo,

dejandoaldescubiertopartedelhombroderecho,agarrabaasumadredelbrazo.Lacondesa,maquilladaconunacoloridasombradeojosycargadadejoyas,

caminabaapasolentorodeadadesushijos.Adiferenciadelasdamas,Leonardonolograbasucumbiralainformalidadde

su familia y había optado por la pulcritud de un traje como solía hacer.

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Finalmente,Federico,elmayorde los tres,acompañadodeuna jovenpelirrojade mirada pícara y piel blanquecina, vestía con una camisa blanca y unaamericanaquelequedabagrandedemangas.CrucéunamiradaconSoriano,queparecíamásnerviosodelohabitualyvolvíainspeccionaralapelirroja,guapa,delicadaypeligrosaporsulenguajecorporal.Latemidasobrinadelacondesa.—Afortunados sus maridos —dije mirando la copa de vino. El camarero

volviólavistaasutarea.—Solteras e inaccesibles —respondió inclinando la cabeza hacia un lado

comosignodedecepción—.Sonnobles.Quiénsabe…enotravida.—Muerenigualquenosotros—dijemirándolealosojosconvozgrave—.No

esperesaotravida.Recibió mis palabras con optimismo, pero éste se desvaneció a los pocos

segundos.Pensóqueseríaunidealista.Quizá,elchicojamástuvieralasagallasparahaceralgoasí.En fin, no me importaba. Mis asuntos eran otros y la partida acababa de

empezar.

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Lacenatranscurriósinsobresaltos.Lafamiliaparecíadisfrutardeunatranquilareunión, quedando en la sombra por el alboroto de otrasmesas. Tuve tiempopara pensar enmí, en lo que estaba haciendo, en quién podría estar detrás detodo,haciéndosepasarpormí,haciéndomesentircomounauténticotraidor.Sinrespuestas a ninguna de mis preguntas existenciales, cuando pedí el café, vicómo Rodolfo se había levantado de la mesa para ir al baño. Hizo un ligeromovimiento demanos que interpreté como aviso para que siguiera sus pasos.Aprovechéelmomentoparaencontrarmeconélsinllamarlaatención.Entonces,cualquierapodíadarsecuentadenuestracomplicidad.Abrílapuertaconsigilo,asegurándomedequeningunodelosempleadosme

vigilaba.Enelinterior,viamicómplicelavándoselasmanos.Antesdeesputarpalabra,unamiradaatravésdelespejomeindicóqueaguardara.Habíaalguienmásconnosotros.Segundosdespués,unhombrecorpulentoconaspectonórdicoabandonóuna

delasletrinasysedispusoautilizarellavabo.Meescondípormomentosenelsegundobañoquehabíalibreyesperéaquesemarchara.—Yapuedesalir—dijoSorianoconvozseria.Lasituaciónleincomodabay

entendíqueeraunadeesaspersonasquehabíapasadotodasuvidamanteniendoelcontroldesusactos—.Sitardomucho,sospecharán.—Ustedtieneyaunaedad…—dijeamododebroma—.Dudoquelohagan.Noparecióhacerlenipizcadegraciamicomentario.Unavezmás,elvinome

habíaalargadolalenguademás.Mediounrepasodedesaprobaciónconlamirada.—La cena está siendo un desastre—comentó—. ¿No tenía nadamejor que

ponerse?—Ledijequepasaríadesapercibidoyesohehecho.—No pensé que desapercibido significaba invisible para usted —dijo

secándoselasmanosconuntrozodepapel—.Nosequitelasgafas.—Mequedanbien,¿verdad?—Le hacen parecermás tonto y eso juega a su favor—contestó tirando la

toallitaaunapapelera—.Cuandoterminelacena,lacondesasubiráalaúltimaplantadelhotelparatomarunacopa.Pídaseundaiquiriyleharálagraciaquenohaconseguidoconmigo.Ellatomarálomismo.—ComoHemingway.—¿Quién? —Preguntó confundido—. Haga lo que le digo y llame su

atención. Si le pregunta por qué lo bebe, dígale que le recuerda a Cuba.InvéntesealgosobresusviajesporelCaribe.—Pero…yonuncaheestadoallí.—Daigual,cuéntelecualquierbanalidad.Ustedes,losescritores,sabencómo

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hablarmuchosindecirnada,¿no?Demuéstrelo—ordenó.Percibíciertatensiónen sus movimientos—. No importa lo que diga, ella hablará de sus viajes aSantiago.Siemprelohace.El abogado salió del cuarto y esperé unos minutos para que nadie nos

relacionara.Melohabíapuestodifícil.Todo lo que sabía delCaribe procedía de esas películas de piratas y de las

novelasde JamesBond.Temíque lacondesa se limitaraa tragarmispatrañasparaponermeapruebaydejarmeenridículo.Tocabaimprovisar.Losvalientessiemprelohacían.Cerrélapuertadeloslavabosyregreséamimesadondemeesperabaelcafé

yelaguacongasquehabíapedidoparaaclararmeelsabordelvino.De pronto, sobresaltado,miré hacia lamesa de los Torrevella tras escuchar

unafuertediscusión.Poralgunarazónquemehabíaperdido,Federico,exaltado,se levantaba de la mesa malhumorado y con un cigarrillo en la boca sinencender. La condesa parecía ruborizada por la escena que su hijo estabahaciendo.MaríaLuisalesirvióaguaenunvasoparaqueachacaraloscaloresdelavergüenza.Leonardo, serioycon lamandíbula tensa,miróa suhermanoy ledijoalgo

quenopudeescuchar.Suspalabrasenfurecieronaúnmásalmayor.Elabogadosemanteníacalladocomountemplario,ajenoaloquesucedía.Yahíestabaella,lachicapeligrosa,sujetandodelbrazoasuprimoparaquesecalmara.Supapelenaquellahistoriaera,cuantomenos,misterioso.Después,Federicosaliódelrestauranteagitadocomountorobravo,capazde

tumbaraquiensepusierapordelante.Yconél,lapelirroja.Regreséamisitioydisorbosalcaféconcentrándomeenloquealcanzabaa

verconelrabillodelojo.Leonardoseguíaquietoconloscodossobrelamesa,mostrandosudecepción.—Vámonosacasa,mamá—dijolahijaalolejos—.Serálomejor.—¡No,no!—Replicólacondesa—.Mihijonomevaaamargarlanoche,a

estasalturas…Leo,hijo,pidelacuenta.Quierosubiratomarunacopa…—Pero,mamá,lamedicación…—advirtióelprimogénitoelevandolavoz.—Soytumadreyhacesloquetedigo—ordenólamujer.Puedequeestuviera

apuntodeperder el patrimonio, pero seguía tiendo a su familia bien atada—.Rodolfo,acompáñemealascensor…Teesperaremosallí,hijo.Madre,hijayconsejeroselevantarondelasilla.MaríaLuisaleofrecióelbrazoalacondesayéstalorechazóvaliéndoseporsí

sola.Despuéscaminaronhastalaentradadelascensorquelosllevabaalaúltimaplanta.

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Llaméalcamareroypedíquesecobrara.Durantelaespera,observéelsobredeazúcarsinabrirquemehabíanservidojuntoalcafé.Lobebíasiempresolo,porloquenomehabíadadocuentadesuexistencia.Sinembargo,megustabaleerlasfrasesquealguiensededicabaaescribirenellos,pensandoenquealgúndíalasmíasacabaríanallí.Esossobreseranlagalletadefortunapatria,capacesdecambiarelrumbodel

díaencuestióndesegundos.Dilavueltaalabolsitayleísucontenido.“Sicreesquetodovabien,esquehasobviadoalgo”.LafraselafirmabauntalMiguelCampechano.Endefinitiva,lafrasenoibaparamí,pueslascosasmeestabansaliendopeor

deloimaginado.Puse el sobre junto a la taza y giré el rostro hacia la mesa. Encontré a

Leonardohablandoporteléfono.Mioportunidadparaescaquearmeeraloúnicoobvioallí.Pagué,dejéunapropinaconsiderableaesemuchachoytomérumbohaciael

recibidor del hotel. Saludé a los recepcionistas, pulsé el botón del ascensor yesperé viendo cómo los números del marcador digital descendían lentamente.Unasescalerasapartadasdelhotelmesugirieronelcaminomásrápido,perolascinco plantas de altura entraban en conflicto con la rodaja de pescado queintentabadigerir.Entonces,acausademidescuido,sentílasombradeLeonardodeTorrevella

acercándose al elevador. Los nervios se apoderaron demí. Era él quien iba adenunciarmey,decerca,nolecostaríareconocerme.Suspasos sedetuvieron junto a losmíos.Sonó la campanay laspuertas se

abrieron.Elinteriorestabavacío.Esperéunossegundos.Con suerte, me pondría delante de él dándole la espalda, pero el noble se

adelantóamijugada.—Pase,pase…—dijoconeducación.Nomepuderesistirydiunpasoalfrentecolocándomealfinaldelhabitáculo.

Despuésélhizolomismo,conandaresfirmesyelegantes.—¿Adóndeva?—Preguntémirandoalosnúmerosyevitandosusojos.—A la terraza—respondió. Lo tenía casi encima demí. Estaba a punto de

tirartodoelplanporlaborda—.¿Yusted?Pulséelbotóncon lentitudydespeguéeldedo.Micabezaprocesabaa toda

velocidadunarespuestaingeniosa.—También—dijesinmás.Crucélosbrazosyolíelhalodesufragancia.

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Miréhacialarecepción,toméaireylaspuertassecerraron.

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Cada segundo allí dentro, se hacía eterno. Con la atención puesta en losnúmeros, tan sólo deseaba salir al exterior y pedirme ese cóctel quemehabíasugerido el abogado.Todo lo solicitado que había estado el ascensor antes desubiraél,erahistoria.Leonardo de Torrevella comprobaba la pantalla de su teléfono móvil con

aparenteconcentración.Diosbendigalatecnologíaenmomentoscomoaquel.Afaltadeunasubidamás,bloqueóeldispositivoymedirigióunossegundosdecuriosidad.Nuestrasmiradasseencontraronporaccidente,suexpresióncorporalseabrió.—¿Nosconocemosdealgo?—Preguntóconlavisiónfijaenmíyelmentón

agachado.Inconsciente, fruto del nerviosismo y el embuste, toqué el puente de mis

monturas.—No,queyosepa—dijeysonreíinseguro.—Sucarame resulta familiar—respondióabrumado—.Comosi lehubiese

vistoenalgunaparte…—Seguramente me confunda con alguien que conoce… El subconsciente

sueleengañarnosconfacilidad,siempreenbuscaderostrossimilares.—Talvez…—contestóydejódeinsistir—.Puedequeseanlasgafas…Tiene

razón.Lehabréconfundido.Laspuertasseabrieronyéstavezfuiyoquiencedióelpasoamiinterlocutor.La cafetería de aire retro no era más que un gran salón con sillones de

estampados,mesasdecristal,radiosantiguas,unagramola,unafalsabibliotecapintada sobre la salidade emergenciayunabarra alargadadecolor rojo en laqueunhombreyunamujerservíanlasbebidas.Lamediadeedaderasuperioralamía,másacordealadelacondesa.Unade

las cristaleras teníauna salida al exterior.Variosgruposdepersonasbebían alotroladodelaventana.Defondosonabaunalistadetemasaleatoriosdepianojazz,conlaintencióndedarleuntoquedeclaseaunlugarquecarecíadeella.Lacondesaysuhijaestabansentadasenunodelossillonesdelfondo,juntoa

Rodolfo Soriano, que ocupaba otro de ellos. El camarero llevó varioscombinadosenunabandejadealuminiohastalamesa.Alsalirdelascensor,LeonardoTorrevellafueconpasofirmehastasufamilia.

Esperé que se calmaran los aires y di un vistazo por la sala.Aquel paripé nopodríadurardemasiado.Saquépechoyerguílaespaldaparaaparentarconfianza.Caminéhastalabarraconpasoserenoydandolargaszancadasconelfinde

llamar la atención de las dosmujeres. Una vez allí, me apoyé en uno de lostaburetes.

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—Buenasnoches—dijolaempleada,unamorenadeojosverdes,másjovenqueyoyconunasonrisaprometedora—.¿Quélepongo?Traguésalivayapretéeldiafragma.Queríahacerunimpacto.—Un daiquiri, por favor —pedí con voz grave y sonora, imitando a los

detectivesprivadosdelosañoscincuenta—,conmuchalima,siestanamable…Ellaasintióyesperéaqueprepararaelcombinadoconunbrazoencimadela

barra.Volvíadarunbarridoalasalaparaterminarenlamesaqueteníaamisespaldas.Tocadoyhundido.Las pestañas de la condesa se movieron como el aleteo de una mariposa.

Absorto,mepreguntésiseríaunflirteo.Abonélacuenta,agarrélacopaporsualargadotalloycaminéhastalaterraza.Desde allí podía ver toda la playa, el puerto y su esplendor en la noche,

iluminado por luces amarillas y los tubos de colores que daban vida al nuevobulevar.Bordeé la terraza abriéndome paso entre desconocidos vestidos de noche y

observéalosTorrevellatraselcristal.Leonardonollegóasentarse.Seagachóparadecirlealgoasumadreysedespidiódelrestoparatomarlasalida.Lasituaciónmejorópormomentos.ConSorianoamifavor,camelarmeaesas

dos doncellas sería pan comido, además de entretenido. La diversión estabaasegurada.Di un sorbo al cóctel y sentí la acidez de la lima enmi lengua.Me había

pasadoconlasexigencias.Caminédevueltayabrílapuerta.Nohizofaltamásquecruzarelumbralpara

llamarlaatencióndelacondesaydesuhija.—Buenas noches—dije asintiendo cuando lasmiradas chocaron.Debía ser

cuidadosoconmismovimientos,eleganteyseguro,comoquiensejuegasucasaenunapartidadepóker.Cada segundo contaba.Alcé la copaymedirigí a lacondesa en la distancia—. Veo que todavía quedan personas con gusto. A susalud.LacondesadeTerranostradirigióunamiradaasuhijayéstasesonrojócomo

unaniñapequeña.Teníasentido.Buscabaunpretendienteacordealafinuradesuhijayacababadeencontrarunoasualtura.—¿Estásolo?Mehiceeldespistadoseñalándomeamímismo.—Pronto llegarán, espero…—contesté para bajar la guardia. Los solitarios

nuncatraíannadabueno.—Siénteseconnosotros—dijolacondesa.—¿Está segura? —Pregunté mirando a Soriano y la hija—. No quiero

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interrumpirsunoche.—Nointerrumpenada—dijoMaríaLuisagirando,finalmente,elrostrohacia

mí.Decercaeratodavíamásbella.Titubeante, no supe bien cómo presentarme, así que opté por sentarme

evitandolasformalidades.Eralanocheynounareunióndenegocios.DadoqueSorianoocupabaunodelossofásylasdamaselotro,mequedéenelterceroquehabíavacíojuntoaellas.—Agradezco la invitación—respondí elevando de nuevo la copa con una

sonrisapreparada—.MinombreesMiguelCampechano…¿EstándevacacionesporlaCostaBlanca?Lacondesaserioconmipregunta.Habíamordidoelcebo.Beberlesentababien.—No, en absoluto…—dijo ella respirando con placidez—. ¿Yusted, señor

Campechano?—Enrealidad,estoydepasounosdíasporAlicante—expliquéponiendoun

tonointeresanteenmivoz—.Tengoalgunosnegociosporestazona.—¿Quéclasedenegocios?Ademásdeconfiada,entrometida.—Todosaquellosquegeneranbeneficios—respondíylamujervolvióareír.

Soriano parecía pasarlo francamente mal—. Inversión en criptomonedas,desarrollodeaplicacionesvirtualesparateléfonos…Todoloquetengaqueverconestemundodospuntocero.—Muyinteresante…—dijolacondesaydiountragoasucopa.Porsupuesto,

aquelámbitolaponíafueradejuego—.Disculpemifaltadeeducación,peronolehepresentadoamisacompañantes.EllaesMaríaLuisa,mihija,yesteseñoresRodolfoSoriano,nuestroabogado.—¿Yusted?Sorianoestabaapuntodesufriruninfarto.—Beatriz de Finestrat —dijo ladeando la cabeza con una sonrisa—. La

condesadeTerranostra.—Elgustoesmío,señoracondesa—asentíconelrostro,señaléaMaríaLuisa

conlamiradaymedirigíalamadre,generandociertaincomodidadpremeditada—.Simepermite,debodecirquehaheredadotodasubelleza.ElcomentarionotardóensacarloscoloresdeMaríaLuisa,queseacalorócon

elcumplido.—Ylaastucia—agrególacondesa.MaríaLuisa cruzó las piernashaciamí, señal de interés silenciosaydioun

sorboaunapiñacoladaquesujetabaentrelasmanos.—Dígame, señor Campechano —intervino con picardía—. Si dice estar

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esperandocompañía…¿Porquéhacenadosoloestanoche?Laflechaseclavóenmipecho.Reíporpuronerviosismo,perofuirápidoynopermitíquesalieraalexterior.—¿Mehaestadoobservando?Vaya,todounelogio.—El señorCampechano tendrá susmotivos—dijo lamadre—.No seas tan

entrometida.—Noesproblema…—contestéquitándolehierroalasunto—.Loreconozco,

he venido solo, pero no se lo digan a nadie…De alguna extraña forma, estelugarme recuerda amis viajes a Cuba… Sé que no tiene comparación, perociertadecadenciaylasensacióndequeeltiemponohapasadoporaquí,mehacesentirbien…Lanostalgiaseencargadelresto.Lascuencasdelacondesaseiluminaron.Sorianoteníarazón.—Pero,ustedesmuyjoven…Levantéunaceja.—Queyo sepa,paraviajar senecesitaunbillete, no lamayoríade edad—

respondí—.Todamividahesidounhombredeaventuras.—¿Sabe? Me encanta Cuba, sobre todo, Santiago —dijo la condesa ya

sumergidaenlanebulosadesusrecuerdos—.Noheconocidounparaísoigual…—¿Yausted?—Preguntéa lahijamientras losojosde lamadre se ibanal

cielo.—Amímegustaqueleencanteamimadre—respondióconciertocoqueteo

—.Comove,todossalimosganando.—Yotodavíanoheganadonada—disparé—.¿Dóndeestámipremio?MaríaLuisadeTorrevellanopudoocultarsusonrisayagachólamiradacon

timidez por unos instantes. Detrás de aquella muñeca de porcelana había unmujerastuta,calculadoraypícara.Conocíaelperfil.Nomelopondríafácil.—¿SequedarámuchotiempoporAlicante?—Preguntócuriosa.—Unosdías.—¿Esparatodotanbreve?—Dependedelmomentoydellugar.Sorianonopodíasoportarmás la tensiónsexualquesehabía formadoentre

nosotros.Coloradocomounpimiento,seabanicóconlasmanosydiountragoaunvasodeagua.—¿Saben? Siempre he sentido admiración por la vida palaciega—expliqué

trayendodevueltaalacondesaalaconversación—.Jamáspenséqueterminaríatomandounacopaconunadelasfamiliasconmásrenombredelaprovincia…Mesientoafortunado.Supongoqueesmidíadesuerte.—No diga bobadas… —dijo la condesa con humildad—. Somos gente

común,entregadosalacorona,perocomún,alfinyalcabo.Loshayconmás

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dineroquenosotros…Nuevosricos,lesllaman.Quizáseaustedunodeellos.Soltéunacarcajada.Aquellofuegracioso.—Me temoqueno—respondíydiun tragoal ácidocóctel—.Sólo intento

cuadrarmiscuentas.Misúltimaspalabras formaronun ligero silencioqueapagó la conversación

porunossegundos.SorprendíaMaríaLuisaconsusojospuestosenmíyretirólamirada.Erahorademarcharseantesdedejarlesunmalrecuerdodemipersona.Así

que fingí que el teléfono vibraba en el bolsillo interior de la americana ymelevanté.Despuéscomprobé lapantallaconasombroymoví losdedossobreelcristalparadevolverelaparatoalinteriordelachaqueta.—Hasidounplacerconocerlesestanoche,perosientoanunciarmiretirada—

dije dejando la copa sobre la mesa—. Sobre todo conocerla a usted, señoracondesa, y a suhija…Ojalá el destinovuelva a cruzarse ennuestros caminosparaseguirconversandoenotraocasión.Comogotasdeveneno,mispalabrassurgieronelefectodeseado.—Noseatanformal,señor…—dijolacondesa.—Campechano.—¿Porquénovisitanuestra fincaantesdeabandonarAlicante?—Preguntó

entregada—. Estoy segura de que María Luisa estará encantada de ser suanfitriona.Miréalamujer.Ellaguardósilencio.Soriano,unpasopordelante,sealzódesuasientoymeentregóunatarjetade

contacto.—Llámemecuandolodecida—dijoelabogado—.Meencargarédeencontrar

unhuecoquenointerfieraconloscompromisosdelafamilia.Tomélatarjeta,mostrémimejorsonrisaylaguardéenelpantalón.—Gracias—contesté—.Lesllamaré.Agradezcosuinvitación.Disfrutendela

velada.Como el estudiante que sale después de un examen con la seguridad de

haberlo pasado, caminé hasta el ascensor como si recibir invitaciones de lanoblezafuerapartedemirutinadiaria.El plan había salido tal y como lo habíamos planeado, a pesar de no poder

conocerenprofundidadaningunodelosmiembros,nitampocoexaminaraeseFederico.Peronoimportaba.Loquehabíaconseguidoeramuchomejor.Teníaelpasodirectoasumansiónyesomeaventajaba.Porfinibaasentirme

comouncaballerodeverdad.

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CAPÍTULONUEVE

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Una gaviota se posaba enmi ventana cuando sonó el teléfono.Abrí los ojos,cansado por el sinfín de emociones del día anterior, estiré el brazo hasta lamesilladenocheyagarréelteléfono.Elavediounsaltoyseperdiódemivista.Eranlassietedelamañanayenlapantallaaparecíaunnúmerodesconocido.—¿Sí?—Dijemirandoporlaventana,curiosoporquiénhabríaalotroladode

lalínea.—Buenosdías,Caballero—respondióSorianoconsuparticular tonomilitar

—.¿Todavíaduerme?—¿Seleocurreotracosamejorquehacer?—Disculpe… —murmuró. Estaba de buen humor—. Olvidaba que era

escritor.—¿A qué hora es la cita de hoy? Apenas he pegado ojo pensando en las

armadurasqueguardalacondesaensucasa…—Muy astuto, pero no tan rápido—advirtió—. Hoy tengo para usted otra

tarea.—Yadecíayo…—A pesar de que no comulgo con su manera de hacer las cosas, debo

reconocerqueanochemeimpresionó.Porunmomento,penséqueloarruinaríatodo.Lovivenir,perosupodesenvolverseconarte.—¿Asíquehanretiradoladenuncia?—¿Estásordo?—Cuestionóofendido.Aquelloeraunanegativayentendíque

eseabogadodeldemoniomeexprimiríatantocomolalimadelanocheanterior—. La condesa quedó prendida con usted… Está preocupada por su hija, yasabe…Tieneunaedadysiguesinencontrarunpretendiente.—Porquenoquerráteneruno.—Eso no es de mi incumbencia —aclaró—. Y tampoco de la suya…

Centrémonos.—¿Quéquieredemí?—LaseñoritaMaríaLuisaestaráenunashorasenelpuertodeAlicante,enel

yatede lafamilia—explicócondetalle—.Quieroquesepresenteporallíy laconvenzaparaquesequedeentierrafirme.—Vaya,¿asantodequé?—Dice que tiene la necesidad de acercarse al mar, pero es un embuste…

Segúnmisfuentes,celebranunafiestaenlosalrededoresdelaisladeTabarca.No le quepa duda que estarán los moscones de la presa en busca de unainstantánea.Porelbiendelafamilia,loúltimoquenosinteresaesquepubliquenfotografías de algúnhijo de la condesa con aire despreocupado, despuésde laqueestácayendo,yameentiende…

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—Entiendo—dijepensativo—.Yotampocotengointencionesdevolveraesaisla…¿Nodeberíaserustedquienmediaraconesto?—Soyabogadoyasesor,nosupadre.—¿Yquéopinalacondesa?Elabogadorio.—Paraesomepaga.—Esperoqueasíestemosenpaz.—Yotambiénloespero—dijoagitado—.Notardedemasiado.Allíestaráella

conelpatrón.Apresúreseantesdequeseademasiadotardeynopermitaquelesfotografíenjuntos.Esoseríaunadesgracia.—Paratodos.—Hagatodoloqueestéensumano—dijoycolgó.Laconversaciónmedejódestemplado.Mehabíaequivocadoconesehombre.Enelfondo,habíasidounestúpidoalcreerqueSorianomedejaríaentraren

su círculo de confianza tan rápido. Sólo miraba por su interés, por salvar sucuelloyeldelacondesa,yestabadispuestoachantajearmeloquehicierafaltasiemprequelefueraútil.

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Mepuseunacamisaazulyunospantalonesdecolorcremaysalídelhostaltrasel desayuno. Decidí prescindir de las gafas de vista, pues no iban a suponerningunadiferencia.Pensándolobien,encontrarmea solasconMaríaLuisamedabaunaventaja

que Soriano había pasado por alto. Sin él presente, podría moverme consuavidad y delicadeza, marcando mis propios límites y los de la hija de lacondesa. Estaba seguro de que ella me sorprendería, una vez estuviésemos asolasynoacompañadosdesumadre.CondujehastaAlicante enunamañanade cielodespejadoqueprometía ser

calurosa.Enmenosdetreintaminutos,habíadejadoelcocheenelaparcamientodelpuertoymedisponíaairenbuscadeesamuchacha.Soriano, nervioso, había olvidado darme más información sobre la

embarcación,peronofuenecesaria.Seríamásnaturaleimprovisado.Los barcos atracados rebosaban de tranquilidad. El puerto estaba desierto y

sólo me encontré con algunos trabajadores públicos que limpiaban las calles.Bordeéelpaseomirandoporlascubiertashastaque,alolejos,diconlaspiernasbronceadasdeunamujer.Eraella,nodudéen reconocerla.Llevabael cabellorecogidoenunmoño.Vestíaunacamisetadecolor azul con losbordesde lasmangasremangadosyunosvaqueroscortosdecolorblanco.Crucélapuertadelmuelleycaminéapasoligerosinquemeviera.Respiréhondo,estiréloshombrosypreparéunademismejoressonrisas.El

sonidodeloszapatosdespertósuatención.Yallíestabayo,casual,conlasmanosenlosbolsillosdelpantalón,lamirada

protegidapormisWayfarernegrasyunarelajadaactitudantelavida.—¡Buenos días, señor Campechano!—Exclamó desde la popa del yate. A

MaríaLuisaparecióagradarlemiinesperadavisita—.Vayaunasorpresa…—A decir verdad, para mí no lo es…—dije haciendo referencia al barco.

Observéelnombredelbarco:Trinidad.Laobsesióndelacondesallegabaalotroladodelocéano—.Bonitoyate,porcierto.Ellamedevolviólasonrisa.—¿Qué hace tan temprano por aquí? —Preguntó—. No me diga que ha

quedadoconalguien,yanolecreería.—No, para nada… Ni siquiera tengo barco. No podría permitírmelo —

contestédejándomefueradesu lista—.Aúnasí, soñaresgratis,¿nocree?Megustaverlossiemprequepuedo.Esoestodo…—Puesdejedesoñarysuba—dijoanimándomeymeofreciósumano.Ese

detallemesorprendió.Cogísusdedos,finosycuidados,ymeimpulséparasubiralapartetrasera—.¿Hasubidoalgunavezenuno?—Nunca en uno como éste —dije y volví a sonreír. Aunque mostrarse

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demasiado afable provocaba sospecha, no podía evitarlo. Esa mujer medesconcertaba—.¿Vaaalgunaparte?Ella me miró con recelo. Hubo algo en su vistazo que no me gustó. Si

desconfiabademí,estabaperdido.Teníaunalargafaenapordelante.—Adarunavuelta,nadamás.—Quiendavueltasenelmar,terminaperdido.—Seráunavueltacorta—dijo.Unhombremayorquenosotrosseacercóala

embarcación—.AquíestáJuan,elpatrón.María Luisa no parecía estar dispuesta a cambiar de opinión, pero debía

intentarloigualmente.Mesentéenunodelossillonesymiréamialrededor:barcosdetodotipoyde

diferentespaíses.Navesquecostabanmásdinerodelqueyoveríaenvida.ElpatróncaminóhastalasalademandosyMariaLuísatrajounabotellade

cristalderefrescodecola.—¿Quéhaydelcavayelcaviar?—Preguntéhaciendoreferenciaalabebida

—.Pensabaqueustedesselomontabanmejor…—Sonlasdiezdelamañana,señorCampechano—dijocondesaire—.Nole

convienebeberantesdenavegar.Podríasentarlemal.Calléabatidoporsurespuestaydiuntragoalrefrescoquemesentócomoun

bálsamo.Alolejos,observéaunaparejaqueseaproximabaanosotros,siendoincapazdecontemplarsusrostrosacausadelsol.Cuando di el segundo trago, la pareja ya había recortado distancia.Estaban

justodebajodemí.—Estosíqueesunacasualidad—dijoBlancaDesastres.Iba acompañadade ese empresario con airesdemodelo, vestidosdeverano

comodosturistasadinerados.Elrefrescosaliódemibocaenformadeespuma.Era la última persona que esperaba allí y estaba a punto de hundirme en elridículo—.¿Desdecuándonavegas?—Hola,Blanca…—dijeaturdido—.No,noesmío…MaríaLuisa,quehabíaentradoparahablarconelpatrón, salióalexteriory

pusolosbrazosenjarra.—Anda,yameextrañabaamíquenoestuvierasacompañado—contestóal

veralahijadelacondesa.Sentírayoslásercruzándoseentreellas.MaríaLuisadiounpasoalfrenteprotegiendoloqueerasuyo—.Elotrodíaconuna,hoyconotra,nohascambiadonada,querido…Recé por que no pronunciara mi nombre. El cuello se me inflaba por

momentos.—¿Osconocéis?—PreguntóMaríaLuisaacabandoconlasformalidades.

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—Másomenos…—contesté—,cosasdelpasadoquenoselleganaolvidar.—¿Perdona?—PreguntóBlancaofendida.—Blanca,noesmomentodeponernosasacartrapossucios…—Sí,mejor—sentencióMaríaLuisa—.Haceundíademasiadobuenocomo

paraarruinarloconhistoriasdelpasado,¿verdad?Se creó una tensión innecesaria. Observé a su acompañante y, por un

momento,penséquesubiríahastaelbarcoparapartirmelacaraconsusmanosdegigante.BlancayMaríaLuisasemiraronconintensidad,hastaquelaperiodistaagarró

asunoviodelbrazo.—Vámonos, antes de que el sol empiece a picar…—dijo y tiró de él para

continuar el paseo en el muelle. Sin despedirme, observé a María Luisa queseguíalospasosdeDesastresysuacompañante.—¿Quéhasidoeso?—Preguntéintrigado.—¿Elqué?—Respondióyseretiródelbordedelapopa.—¿Conocesaesamujer?—Erestúquienlahasaludado.—Entonces,¿porquéhasdicholodelpasado?—Parafraseaba tus palabras —contestó. Yo me quedé mirándola y ella se

detuvofrenteamí,hartadepreguntas—.¿Quénoentiendes?Elmotorsepusoenmarchayesodistrajomiatención.—¿Adóndenosdirigimos?—Yatelohedicho—dijoella—.Adarunavuelta.Nosmovíamos.—Noheavisado…—respondíimprovisando—,peromemareoconfacilidad.MaríaLuisaseacercóamíymepusolasmanosenloshombros.—Notepreocupes,relájateynotepasaránada—contestódisfrutandoconla

escena—. Cuando quieras darte cuenta, estaremos chapoteando en el agua…Serámásdivertidodeloqueesperas.Voyatraerteunbañador.Lahabíasubestimado.María Luisa era más ingeniosa de lo que hubiese imaginado. Me estaba

poniendoaprueba.Elbarco sealejódelmuelley lentamentenosmarchamosdelpuerto.Había

falladoaSorianoynosemeocurríaformadedeteneraesamujersintirarmealmar.Talvezaquellofueralomásinteligente.

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EnmediodelMediterráneo, supequenonos dirigíamos a la ínsula cuando elbarco tomó rumbo norte y no este. A lo lejos veía la mancha que formabaTabarcaenelmar,cadavezmáspequeña,hastacasidesaparecerdemivista.Olía a carburante y aguamarina. La espuma delmar bordeaba el barco. El

ruido de los motores se convirtió en parte de la melodía marina y el vientosoplandoenmicarasetransformabaenunasensaciónplacentera.Mequedéquietounosminutosreflexionandosobrelosucedidoenelmuelle,

aguantandolaspreguntasantesdeasaltaraesamujerconellas.QueellaconocíaaDesastreseratanevidentecomoqueyonosufríamareos.

Pero,asaber,pensé.BlancaDesastreshabíaestudiadoencolegiosprivadosdeMadrid,porloque

tampocomeextrañabaqueahoraestuvierasaliendoconunhijodepapá.No la juzgaba, pues todos buscamos un porvenir. A veces, con nuestro

esfuerzoy,otras,coneldeotros.ApesardelosañosylaHistoriadenuestracivilización,enlasalud,eldinero

yelamor,lasreglasseguíansinparecerclaras.MaríaLuisaabandonóelcamaroteconunbañadorderayasazulesyblancas

en lamano. Era uno de los clásicos, los que yo utilizaba, en los que el cortesiemprequedabaporencimadelarodilla.—Estoesloqueheencontrado—dijoofreciéndomelo—.EsdeFederico,creo

queestutalla.—¿Vamosabañarnos?—¿Tedamiedoelagua?—No,enabsoluto.—Puescámbiate—dijoellayserio—.Estamosllegando.Entréenelinteriordelyate.Eraamplioaunquenoelmásgrandedelosque

habíavistoenelpuerto.Enlapartedelanteraestabaaquelhombrealosmandos,sentadoenasientode

pielacolchado.Juntoaél,unsalóncocinaformadopormueblesdemadera,unfregadero,unaneverayunamesarodeadaporotrosillón.Unasescalerasdabana losdormitoriosde labodega.Bajéypeguéunvistazo.Lasdoshabitacionesparecían limpias. En una de ellas, sobre el colchón de una cama, estaban lasprendas deMaría Luisa.Olía a perfume y desinfección.Anduve hasta el otrodormitorio,dejémispertenenciassobrelacamaymedesvestí.Cuando regresé al exterior,MaríaLuisa se había desecho de los pantalones

cortos y ahora lucía un triquini negro que dejaba al aire los laterales de sucintura.Carnetrémula.Llegadosaesepunto,entréenunligeroestadodeconfusión.Desconocíalas

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intencionesdeMaríaLuisaymepreocupabanohabermesentidoculpableporestarallí.ElpatrónnosllevóhastaunadelascalasquepertenecíanaElCampello,un

municipiocosteroqueseencontrabaalamismadistanciadeAlicantequeSantaPola,peroalnortedelacapital.Alolejosviunamontañadeedificiosblancosyunaplayadeaguacristalinay

arenanatural.Unacuerdaconboyasflotantesdelimitabaelpasodelosbarcosybañistas.Elyateperdióvelocidad.MaríaLuisa saltóhacia al agua sumergiéndose comoundelfín.Mequité la

camisa, la tiré encima de los sillones y la seguí. El agua fría despertó missentidos.Aquelchapuzónmedevolvióalarealidad.Ellaflotabaenelmarcomounasirena,ociosaaligualqueunaniñapequeña.

Y yo, que iba en busca de la persona que intentaba arruinarme la vida, mepreguntaba,sidisfrutarporunrato,mepasaríafactura.Nadamoshaciael interior,chapoteamoscomoadolescentesentremiradasde

complicidadyfinalmenteregresamosalapartesuperiordelbarco.—¿Teencuentrasmejor?—Mepreguntóconelcabellomojado.Lequedaba

bien, dándole una imagenmás informal, más cercana. Al final, iba a ser unabuenapersona—.Notehevistomuyafectado…—Habrásidoelbarco,quenosemovía.—Iréaporelcava.Yadebeestarfrío.Mientrasmesecabaalsol,ellasalióconunabotelladeJuve&Campsenuna

cubitera.Meentregóunacopa,ladestapóysirvióelespumoso.Lejosdetierrafirme,lasangreteníaelmismocolorparatodos.Brindamos, bebimos yMaría Luisa se sentó frente amí, al otro lado de la

popa,enunasientoacolchado.—Noteimaginascuántonecesitabaundíaasí—dijodespreocupada,comosi

nuestraconfianzasefortaleciera—.Despuésdelaqueestácayendo…—Perdona,noteentiendo…—fingí.Ellamemiróysedetuvo.—Olvídalo, no te quiero aburrir—reculó y caminó hasta lamesa.Después

agarróunacajetilladeMarlborogrisysepusouncigarrilloentreloslabios—.Lavidanosiempreesfácil.—Precisamente,lavuestraesmásfácilqueladeotros…Peromicomentarioleparecióunagrosería.—Esoes loquemuchoscreen—respondió—,peroestonoestáhechopara

todos.Hayquienlollevamejoropeor,peroserlahijadeunacondesatedaunaslibertades y también unas obligaciones. Muchas veces me habría gustado noserlo.

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Antes de sacar toda su bilis sentimental y hacer de aquello un dramainnecesario,decidítomarlasriendasdelaconversaciónyllevarlaamiterreno.Lossorbosdecavayelsolimponentemeayudaríanconello.—Notienesquedarmeexplicaciones,teentiendoperfectamente…—dijecon

voz conciliadora—. He leído algo en las noticias sobre lo que está pasando.Nuncaesfácilcuandosetratadelafamilia.—Precisamenteesoesloquemásmepreocupa,mifamilia.—¿Esciertoloquecuentan?Ellaguardósilencio,miróalacopa,diountragoydespuésdiounacaladaal

cigarrillo.—Sitesoysincera,nolosé,aunquenomeextrañaría…—respondiódándole

coneldedoalfiltroparadeshacersedelascenizas—.Yonollevolosnúmeros,esolohacemihermanoLeonardo,mientrasqueFedericointentametermanoenellos. Pero sé que mi madre está preocupada y demasiado mayor para másdisgustos…—¿Tushermanossíytúno?—Esunabatallaperdida.—Ya, claro…—dije insatisfecho con su respuesta—. ¿Quién era esamujer

queosacompañabaenlacena?Ellavolvióalanzarmeunamirada.Otrovistazoasíycaeríaporlaborda.Teníaquemedirmiintensidad.—¿Aquévienetantacuriosidad?—Norespondassinoquieres.Eraporhablardealgo…—Perdona, es que me pone de los nervios… —aclaró finalmente—. Es

Sabrina,miprima.Desdequeestáaquí,mimadrepierdelosvientosporella.—Vaya,primerossíntomasdecelos…—No te equivoques —contestó—. Ha venido a por el dinero, pero nadie

quiere verlo. Leonardo la ignora, Federico le baila el agua y mi madre leconsienteloquenoestáescrito,peroamínometomaelpelo.Teníaunapreguntamásparaella,perodecidíreservármelaparamástarde.El

sol picaba más de la cuenta y pronto tendría el mismo tono de piel que elabogado.Disfrutandodelespumosoydesucompañía,meacerquéunpocomásaMaría

Luisaconelfindehacerdeaquellounmomentoíntimo,aunquesincruzarlaslíneasrojas.—¿De qué conoces a Blanca Desastres? —Pregunté con voz grave y

seductora—.Nopensarásquemevoyacreertusembustes…—Nosédeloquemehablas,laverdad—dijoellasinmoversedesusitio.—MaríaLuisa,aquínonosescuchanadie.Estamosenmediodelmar.

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Ellamiró el reloj que colgaba de la cocina interior, sonrió y se levantó delsillóndejándomeconlamielenloslabios.—¿Conocesalgúnlugardondehaganbuenosarroces?—Conozcovarios,pero…—Tengo hambre…—dijo ignorando por completomis palabras y mirando

hacialacosta—.¡Juan!Regresamosalpuerto.—Escucha…—Siento interrumpirte,Miguel—respondió con voz suave—, pero soy una

mujerfrágileincapazdepensarcuandotieneelestómagovacío.Esperoqueloentiendas…¿Adóndemepiensasllevar?Me encogí de hombros yme puse la camisa para evitar convertirme en un

chorizocriollo.Despuésmerecostéenelasientoymiréensilencioaesabellamujer.Laembarcaciónsepusoenmovimientocondirecciónalpuertomarítimode

Alicante.Cansarme,unbuenmovimientoporsuparte.Me cuestioné cuál sería su estrategia, si es que María Luisa de Torrevella

jugabaaalgo,encasodenoimprovisar.Deloqueestabaseguroeradequenosesaldríadenuevoconlasuya,no,con

vino por medio. Tenía razón esa muchacha: iba a ser más divertido de loimaginado.

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CAPÍTULODIEZ

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Regresamos al puerto, caminamos hasta el aparcamiento y nos subimos en elFiat500decolorcremadeSoledad.Porsupuesto,hubiesepreferidoconducirmicoche,peroeraunriesgoqueno

ibaatomar.Puedequenofueseloqueellaesperabademípero,aesasalturasdelapelícula,meimportabauncarajo.Enelinteriordelvehículoitalianoparecíamosdossardinasenlata.MaríaLuisa se fijó en la tapicería y encendió la radio.El locutor deRadio

Nacional de España hacía un monográfico de Astrud Gilberto, la famosacantante brasileña de bossa nova. Su voz eramiel para nuestros oídos en unaépoca en la que la música prefabricada copaba las listas radiofónicas. ConGilberto poniendo banda sonora a nuestro trayecto, conduje hasta San Juanbordeando la costa.MaríaLuisapermanecía silenciosa,disfrutandodelpaisajecomounaturistamás.Entoncesfuecuandoentendísuspalabras.Noerafácilserquienera,apesardellujoylascomodidades.Privilegiosque

servían como válvula de escape de una vida llena de presión y obligaciones.Arribaoabajo,lafragilidaddenuestralibertaderalamismaparatodos.Crucéelcentroymedirigíalinteriorporlacarreteraqueatravesabalasfincas

alejadas del ruido. Minutos después y con las torres de edificios a nuestrasespaldas,llegamosaMiCasa,unrestauranteconocidoporsusarrocesfinosylagastronomíatípicaalicantina,construidoenelinteriordeunagranfincadeairerústicoyrodeadadejardines.Unlugarbonito,ricoysinlanecesidaddevestirdeetiqueta.Hacíaañosquenoibaporallí,peroeraelsitioperfectoparacomersinsobresaltosypodersonsacarleloquenecesitaba.MaríaLuisavestíaunosvaquerosyunablusablancayyo llevaba lamisma

ropaconlaquehabíasalidoesamañana.Elsalónparecíaunagranvivienda,pintadodeblancoyconeltechodevigas

demadera.Unempleadonosllevóaunamesaparacuatropersonasquehabíaenunode

loslaterales,juntoalamadreselvadeljardín.Mefijéenladecoraciónformadaporcestosdeesparto,tinajasrestauradasycítricosquedabancoloralentorno.Con el poder de la decisión enmismanos, pedí una ensaladamurciana, un

platodeembutidosyunarrozdeconejoycaracolesparados.Parabeber,optéporuncrianzadeEmilioMoro,yaquenoteníanRamónBilbao,mifavorito.MaríaLuisamiraba a los comensales, personas de a pie, bien vestidas pero

comunes como el resto demortales. Lasmesas del salón estaban ocupadas yhabíamos tenidosuertedequeuna reservasehubieracanceladopocoantesdellegar.—Meencantaestesitio—dijoellaconasombro—.Estan…

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—¿Normal?—Natural—aclaró—. Todo elmundo está disfrutando de sumomento, sin

importarlequiénsesientaenlamesadeallado.—Porfortuna,sueleserasí—dijeconpena—.Almenos,enestepaís.—Enelpaísquetúconoces.Lametretrajoelvino,mostrólabotellaeinvitóaMaríaLuisaaquelocatara.

AdiferenciadeLaraMembrillos,ellasíqueteníanocionesdecómohacerlosinparecerunaidiota.Labaseresidíaenlaeducaciónyenlosinteresesauténticosdecadapersona,noenlasmodasnienlasapariencias.—Megusta,tieneunposoconfuerza.Genialparaelarroz.—Eresunacajadesorpresas,mujer.—Crecí entre viñedos y barricas —explicó mientras la empleada servía el

vinoenlascopas—.Alguienteníaquehacerlo.LeonardoyFedericosiempreseinteresaronmásporlaspesetas.—Elmayorcontraelpequeño.—Federicosiemprefueelfavoritodemimadreporquellegóelprimeroyeso

Leonardosiemprelollevómal—explicó—.Serelúltimoparatodo…Pero,conlamuertedemipadre,Leonardosetransformódelanochealdía.Sevolviómáscallado,tímidoyempezóagenerarproblemas.—¿Quéclasedeproblemas?—Loexpulsabandelasescuelas,faltabaalrespetodelosprofesores…Mamá

tuvoqueenviarloauninternadohastaqueterminaraelbachiller—prosiguiósintapujos—.Apenas lo vimos en unos cuantos años y aquello pareció calmarlo.Paraentonces,Federicosehabíaganadoeltronoyhacíaloqueleveníaenganaenlauniversidad,hastaqueLeonardoempezóaestudiar.—Lodejóatrás…—No,quéva—aclaró—.Leonardoseconvirtióenotrapersonadespuésde

pasardosañosenNuevaYork.Había terminadoDerechoyAdministracióndeEmpresas y se había marchado para estudiar un máster allí. Ninguno losabíamos,perosólomimadreparecíaestaralcorriente.—YSoriano.—Sí,bueno…élesunaextensióndelcerebrodemimadre—dijosonriendoy

continuó—.Leonardodijoquesequeríahacercargodelentramadodeempresas,así,delanochealdíaysinhaberloconsultadopreviamente.—¿Ytumadreaceptó?—¿Qué iba a hacer? —Preguntó—. Él le atacó donde más le dolía,

reprochándole lo abandonado que se había sentido mientras que el restollevábamosunavidafeliz,untemadiscutiblepero,bueno…PuedesimaginarlareaccióndeFederico.Apartirdeentonces,lascosasencasaempezaronairpeor

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ytodosevolvióextraño…TemoqueLeonardoseestécobrandounavenganzapersonal.Nomeextrañaquehayacontratadoaunescritordepocamontaparaquepubliquelascuentas…—¿TútambiéncreesqueeseseinfamedeCaballero?—No lo sé—contestó—.PeroLeonardo está obsesionado con hundirlo.Es

confuso.Dicen que quien acusa a alguien sin razón, también oculta algo. Sonmis hermanos, pero eso no exime que sospeche de ellos. Hay demasiadosinteresespersonalesenestahistoria.—Vaya,sientoquetodohayatomadoestadirección…—dijeanonadadopor

elbombazoquehabíasoltado—.¿Tienesbuenarelaciónconellos?Ellasopesóydiounsorboa lacopa.Elvino leafectabacomoa todosysu

debilidaderahablardemasiado.—Comoyatehedicho,laspersonascambian,alparecer,ynopodemoshacer

nadacontraello,pormuchoquenospese…Perobastayadeesteasunto,¿quéhaydeti?—¿Demí?—Meheexcedidohablandodemi familia—reprochó.Nomegustóelgiro

que tomaba nuestra charla—. Creo que has oído más que suficiente por hoy.Cuéntamedeti,MiguelCampechano…—Pocohayquecontar…—contesté tocandolaservilleta—.Soyhijoúnico,

así que no puedo decirte mucho sobre hermanos. No llegué a terminar launiversidad y decidí emprender por mi cuenta… Estuve de aquí para allá,invirtiendo, fracasando, hasta encontrar algo quememotivara… y aquí estoy.Para serte sincero,mividaes algomonótona, aunque intento sacarle elmayorjugoposiblealasoportunidades.—¿Eséstaunadeellas?Levantéunacejayladeélacabeza.—Paranada—respondíydi un trago a la copa.Los entrantes llegaron a la

mesayseloagradecíalapersonaquelostrajo—.Éstaesunabonitacasualidad.Notengointencionesdeaprovecharmedeti.María Luisa se mordió el labio inferior ligeramente, como un acto

inconsciente.Pensamientospeligrosos.—Nollevasalianza…¿Tienespareja?Otrogolpeentodalabocadelestómago.Sabíadesmontaracualquiera.—Nomegustaesetérmino—respondíaireandosupregunta—.Laspersonas

noseposeen,seacompañan.—Entonces,¿quiénteacompaña?—Enestosmomentos,MaríaLuisadeTorrevella,lahijade…

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—¡Chissst!—Susurróconelíndiceenloslabios—.Nolodigas…Ellarioybajólaguardia.Supe que lo intentaría más tarde. Esa mujer no se iba a rendir con tanta

facilidad.Degustamos los entrantes y más tarde nos trajeron el arroz con conejo y

caracolesenunbonitopaellerodeaceronegro.Elarrozestabaensupuntoyensujustamedida,conapenasundedodegrosor.Elrostrodeellaeraunarcoirisdesensaciones.—Tu madre es una mujer simpática —comenté sacando de nuevo la

conversación—.Cambiómipercepcióndelascosas.—¿Delascosas?Delosnobles,querrásdecir.—Nobleestodoaquelqueposeeunbuencorazón.—¿Ytúeresnoble,Miguel?—Esocreo.Nonecesitountítuloquelocorrobore…Volvimosareír.Sentíqueelalcoholempezabaadaruncolorrosadoasucaraytemperaturaa

lamía.—Lodicesporqueteinvitóalafinca.Amítambiénmesorprendió.—Soyun tipoafortunado—dijecongracia—.Ahora faltaqueme invitesa

verlosviñedos…Ellaapoyóeltenedorensuplato.—¿Deverdadquieresverlos?Lehabíadadodondemásdolía,ensuinfancia.Conunasolamirada,entendí

la faltade afectoquehabía recibidodurante su infancia, cobijándose entre lasuvasylosjornalerosquecuidabandeella,aquellosquelaveíancomoaunaniñamás,apesardeserlahijadequienlespagabaelpan.Tambiénviquenoestabaacostumbradaaloshombrescomoyo,aquellosquelograbanvermásalládesubellezaofortuna.—Porsupuesto.Estaríaencantadoderecibirunaclasemaestra.Ellaapoyólacabezasobrelamano.—Supongo que te lo has ganado…—dijo abriéndose a mí—. Podemos ir

antesdequetemarches.Seráunplacermostrartedóndemehecriado…—¿Quéteparecealterminarlacomida?Ellamemirósorprendida,perofueunareacciónagradable.—Estábien—dijo sonriente y agarró sumonedero—,pero antes debo ir al

baño…Simedisculpas.—Pedirélacuenta.María Luisa abandonó la mesa y se acercó a uno de los empleados del

restauranteparapreguntarporlosaseos.Estabasiendounacomidafructífera.

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Ahorasabíaquenopodíaconfiarmásde lacuentaenSorianosiqueríadarconelenigmafamilia.Élsiempreresponderíaporlacondesa.Partiendodelahistoriaquemehabíacontadoysincuestionarsuveracidad,el

rompecabezas se complicaba: un hijo amargado por una adolescenciamartirizada, otro con síndrome de niño terrible y una hija desolada que habíacrecidocomobisagraentrelosdos,sinlaatencióndesumadreperoconelamorsuficienteparapreocuparseporella.Adecirverdad,nomeextrañabaquecualquieradelostrestuvieraintenciones

dedarleunalecciónalacondesayalrestodelafamilia,sincontarconSabrina,lamisteriosa sobrina que había aparecido en elmomento perfecto de la crisisparallevarsesutrozodelpastel.Lamujerquenoshabíaatendidoalprincipiometrajolacuentaenunacarta

decuero.Enelinteriorhabíaunreciboyunapequeñanotadoblada.Supusequeseríadeagradecimiento.Laabríyencontréunmensajeescritoamano.“Dateprisa.Elcazadorestáapuntodesercazado.”

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CAPÍTULOONCE

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Sentíuncosquilleoenelcuello.Doblélanotaylaguardéenelbolsillo.Mepreguntéquiénpodríahabersido.Talvezunabroma,talvezno.Quizáun

mensajedeSorianoparaalertarmedeunpeligro…Loqueestabaclaroeraquealguienmehabíaestadoobservandomientrascomía,yesonomehacíalamenorgracia.Sielcazadorerayo,habíaquesermuyingenuoparaimaginarsequiéneseranlosotros.Cuando lamujer se acercó a retirar la carta, le sugerí con un gesto que se

acercara.—¿Quiénlehaentregadolanota?Ellaseencogiódehombros.—Nosédeloquemehabla,señor…Nohevistoningunanota.—Estabaenelinterior,juntoalacuenta.—De verdad, no tengo la más remota idea —explicó sin saber qué más

decirme—.Puedopreguntaramiscompañeros.Enladistancia,vilafiguradeMaríaLuisaregresandoalamesa.—Esigual,gracias—dijeylamujerseretiró.Cuandolahijadelacondesase

acercó,melevantédelasillaydiunvistazoalsalónponiendoatenciónenloscomensales,peronoreconocíanadie—.¿Teparecesinosvamos?—¿Ya?Penséquetomaríamoscafé.—Mejorlohacemosenlafinca—dijeconmovimientostorpes—.Acabode

recibirunallamadaquemehacomplicadolatarde…—Podemosposponerloparaotraocasión.Meacerquéaella,lacogísuavementedelbrazoylaempujéhacialasalida.—No,no,vamos…Abandonamoselrestauranteapresuradoshastaelcoche.María Luisa caminaba confundida reclamando una explicación que no le

podíadar.Dehacerlo,nomellevaríahastalafincayfracasaríaenmimisión.Elcocheardíapordentro.Habíaolvidadocolocarelparasol.Arranqué,puseprimeraysalídeallíconladudadesieraciertoonoloque

decíaelmensaje.Alejándonosdelrestaurante,porelespejoretrovisornotardéenverunVolkswagenPassatdecolorazulmarinoestacionadojuntoalaentrada.Hablando con uno de los empleados del restaurante, reconocí a uno de esosagentesdepaisanoquehabíanidoavisitarmeenSantaPolaparadespuésdarlesesquinazoenAlicante.—¿Sucede algo? —Preguntó María Luisa desconcertada—. Actúas de un

modoextraño,Miguel…Encendíelaireacondicionadoygirélaruedaalmáximoparaqueseenfriara

elvehículo.Elsudorempapabamicamisa.Ladigestióndelacomidasevolvía

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máspesada.—Tiene que haber sido el arroz… —dije y tomé la primera salida que

encontrémientrasobservabaporelespejo—.Semepasará.—¿Sabesadóndevamos?Lamiréyellaserio.—No,parasertesincero…—Al menos, conocerás Tibi —dijo y asentí. Tenía sentido. Tibi era un

pequeñopueblodelinterior,conocidoporsucastilloyporsucercaníaalaSierradelMaigmó—.Cuandoestemoscerca,tedirécómollegar.Loqueelladesconocíaeraquellevábamoscompañíadetrás.

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BordeéelbarriodelaSantaFazytomédirecciónalaautovíadelMediterráneo.El sedán azul nos seguía en la distancia sin acercarse demasiado. Encendí laradio para romper lamonotonía del silencio y evitar despertarmás sospechas.Cuandopasamoslarotondadelauniversidad,tomélasalidaquenosmetíaenlaA-77conelfindedespistarlos.Elpaisajeeradelomásdesolador,comoenunapelículadeloesteamericano.

Coloresáridos,torresdecableadoeléctrico,asfaltoyunacarreteravacíaquenosllevabahacialasierra.A esas horas de la tarde, sólo los más atrevidos o quienes viajaban de

vacacionesseaventurabanaconducirbajoelardientesoldorado.Aliviado, creí haber dado esquinazo a esos agentes hasta quevolví a ver el

cochealolejos,enelcarrildeincorporación.Pisé el acelerador, consciente de que mi coche no superaba los noventa

caballos de potencia.Me cambié al carril de la izquierda y adelanté a los tresvehículosqueteníadelante.Elcochealemánhizolomismo.ElinteriordelFiatvibrabarevolucionado.Alcanzábamosloscientoveintekilómetrosporhora.María Luisa miró por el espejo retrovisor, puso las manos sobre sus finas

piernasyapretóelabdomen.—Podríasirmásdespacio—dijosujetándosealreposamanosdelapuerta—.

Nohayningunaprisaporllegar…—¿Tienes miedo? Ni siquiera estoy infringiendo la ley… —contesté

mirándolaconcaradepreocupación—.Tansóloquieroverdeloqueestecocheescapaz.Mantuve la velocidad, agarré con las dos manos el volante y volvimos a

introducirnosenlaA-7parasuperardenuevoellímitedevelocidad.Lacarroceríatemblaba.Cualquiermovimientotoscoyperderíaelcontroldel

automóvil.Esacajadesardinaseralomásinestablequehabíaconducidoenlavida. De pronto, el paisaje cambió y las praderas comenzaron a tomar unatonalidadmásverdosa.Nosvimosrodeadosdemontaña.Elcochedelosagentesnospisabalostalones.MaríaLuisavolvióamirarporelespejoderecho.—Creoquenosestánsiguiendo…—dijoalarmadaygiróelcuello.—No digas tonterías, ¿quién nos va a seguir? —Pregunté haciéndome el

despistado—.Ymásenestecoche…—Teloestoydiciendoenserio,Manuel.—Yyoati.UnaseñalblancamarcabaeldesvíoquenosllevabaaTibi.—Esporaquí—señalólamujer—.Poresasalida.Peronoibaatolerarquenuestrosperseguidoresconocieranmidestino.

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Memantuveenelcarrilderecho,pegadoalalíneadiscontinua.Depronto,elVolkswagen Passat recortó un poco más la distancia. Tenía que pensar másrápidoqueellos.Elmotordemicochenoaguantaríamuchoaeseritmo.—¿Estás sordo? ¿Qué estás haciendo? —Preguntó desconcertada—. Te he

dichoqueesesasalida.—¿Qué?—Fingípreguntardenuevomirandoalretrovisor.Unosmetrosmás

ymedesharíadeellos.—¡Teestáspasandoeldesvío!—¡Ah!—Exclamécomouningenuo.Unaisletablancaponíafinalcarrildesalidaconunaseñalazuldeplástico.Sin encender el intermitente, giré bruscamente hacia la derecha y retomé la

direcciónantesdeestrellarmecontraelquitamiedosdehierro.MaríaLuisapusolasmanossobreelsalpicadero,presadelpánico.Seescuchó

unafuertefrenadaprocedentedeatrásyvariasbocinasalunísono.ElVolkswagenquedóalotroladodelacarretera,enlaautovía,sinmargende

maniobra. Un brazo salió por la ventana, pero era demasiado tarde paradetenernos.Nosotrosyaestábamosfuerayellossehabíanquedadoatrapadosenunacoladecamionesquecontinuabanhaciaelnorte.—¡Estás loco! —Gritó dándome un puñetazo en el brazo—. ¡Casi nos

matamos!Reíconfuerza,alegredehabermequitadodeencimaaesasgarrapatas.Por fin, nuestros ojos vislumbraron los viñedos, las áridas montañas del

paisaje del interior de la comarca y los bancales de olivos y almendros. Eracomo si, una vez fuera de la autovía, nos hubiésemos trasladado a otra zonacompletamenteajena.Levantéelpiedelpedaly relajé losmúsculosdemisbrazoshaciendode la

conducción algo placentero.María Luisa estabamolesta aunquemás relajada.MeindicóconfrasescortascómosalirdelacarreterasecundariaquellevabaalpueblodeTibi,paratomarelcaminohacialafinca.—¿Estásenfadada?—Preguntéconlavozdeunniñoarrepentidotrascometer

unagamberrada—.Nopretendíaasustarte.—¡Pueslohashecho!—Exclamó,peronotéqueeraunreprocheafableyque

intentabaserduraconmigo—.Eresunodeesoshombres…—Locos por vivir, por hablar, por salvarse… —contesté parafraseando a

Kerouac y sonreí tocándome la montura de las gafas de sol—. ¿Sabes qué?Deberíasestaragradecida.Estoysegurodequehasidolomásemocionantequetehapasadoenlosúltimosmeses.Latensiónsedisipó.Finalmente,elcaminodetierranosllevóhastaunagranextensióndeviñedos

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yunaenormemasíadepiedra,posiblementeconstruidasiglosatrás,acotadaporunacercakilométricaqueseparabaelcaminodelapropiedad.Lagranpuertadehierromepermitióverel interiorde laentrada,enelque

había un jardín con una fuente en el centro y unas escaleras de piedra quellevabanaungranportóndemaderamaciza.Unlugarhermoso,másdeloquehubeimaginado.Enlaentrada,habíaotrovehículoaparcado.—Hemosllegado—dijoMaríaLuisaquitándoseelcinturóndeseguridad.Bajamosdelcocheynosadentramosenlapropiedad.Enlapuerta,atisbéla

figura de Soriano junto a la de otro hombre que reconocí al instante. Sedespidieronyelindividuo,vestidodeamericanayrepeinadohaciaatrás,caminóhacianosotros.Aquellomediomuymalaespina.—Buenastardes—dijoLucianoRomány,sinperdermástiempo,abandonóla

finca.—¿Conocesaesehombre?—Pregunténervioso.QueRománestuvieraallí,notraeríabuenasnoticias.—SeráunconocidodeSoriano.Nosdirigimosalasesordelafamilia,queseguíaplantadoenlapuertacomo

unguarda,vestidodetrajeyconunosdocumentosbajoelbrazo.—Señorita, sumadre desea hablar con usted—dijo sinmediaciones—.Me

temoqueesimportante.—¿Lehapasadoalgo?Sorianomemirótenso.—Laesperaenelpatio—abrevió.MaríaLuisasegiróymetocóelbrazo.—¿Puedesesperarmeaquí?—Porsupuesto…—dije,aunquenoestabasegurodequefueseahacerlo—.

Ve,notepreocupes.Elladesapareciótraslapuertayaprovechéparaencararalabogado.—¿Quéhacíaesecretinoaquí?—Incordiar,comotodosustedes—contestóSorianoconciertamolestiaensu

expresión—.¿Yusted?¿Quéselehaperdidoenestelugar?—Fueellaquienmeinvitó—contestémirándolealosojos—.Graciasporla

nota.Sorianoechólacabezahaciaatrás.—Nosédequémehabla—dijo.Esosíquefueunasorpresa—.Serámejor

quesevaya,Caballero.Hasidounerrorvenirhastaaquí,¿nolove?Ahora,esosmamarrachosdelaprensatienenalgoconloquechismorrear…¿Aquénotaserefiere?

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—Noimporta,mehabréconfundido—reculé.Siélnomehabíaentregadoelmensaje,eraobviodequehabíaalguienmás

jugando en esa partida. Tal vez alguien que quisiera ayudarme desde elanonimato.Sinduda,elabogadonoteníalasrespuestasquebuscaba,aunqueyosíposeyeralasqueélqueríaescuchar—.Serámejorquememarche.—Porfindicealgoconsentido.—¿Algunanovedadsobrelainvestigación?—De momento, ninguna —respondió con brevedad—. Los de la prensa

siguenpensandoqueesustedlapersonaqueestápublicandotodaslasmiseriasde la familia. Al parecer, además de las cuentas, también tienen informaciónrelacionada con la situación personal de cada uno…Undesastre, vamos.HanenviadootroinformealaredaccióndelInformaciónparaquesehagaecodelanoticia.GraciasaDios,heimpedidoqueestaspáginasllegaranalacondesa,asíquedebeestarmeagradecido.—Sin duda, es ustedmi salvador—dije y acerqué lamano a la carpeta—.

¿Mepermiteverlos?—Metemoquenopuedohacereso.Márchese,deverdad—ordenómirandoa

lapuerta—.MaríaLuisa regresaráencuantosedécuentadequesumadrenoqueríanadayquehabíasidountrucoparahablarconustedasolas…—Esamujeresmáslistadeloquecreentodos.—Lo sé, la he visto crecer—explicó y se rascó elmentón—.Ha hecho un

buentrabajoyseloagradezco,Caballero.Pero,selopidocomofavorpersonalybiendeusted…Manténgasealejadodeella,delafamiliaydetodatentacióndevida pública hasta nuevo aviso.Con suerte, haré entrar en razón a la condesaparaqueretirenladenuncia.—Meloprometió,Soriano.PorelamordeDios.—Losé.Hagotodoloqueestáenmimano.—Puesdeseprisa—insistí.—Buenastardes,Caballero.Medilavueltayabandonélafincaignorandoelhermosopaisajequeteníaa

mialrededor.Laspreguntas seamontonabanenmicabeza.Crecíancontradiccionesenmi

interior.Por un lado, creía haber dado con algo. Por otro, me sentía herido y

traicionadopor todos,víctimadeuna treta suciay rastrera.Elembrollode losTorrevellasehabíaconvertidotambiénenunproblemapersonalparamí.EsosdelInformaciónolvidabanquiéneraGabrielCaballero.Leibaapartiren

doslacaraaeseRomán,nosinantesaveriguarelcontenidodelospapelesquelehabíadadoaSoriano.

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CAPÍTULODOCE

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Abandonélafincaysalídisparadohacialacapital.Nadiepodíadetenerme.Lamayorpartedelviajemantuvelamenteenblanco.Nolograbapensaren

nada.Enocasiones,eralomejor.DejéelcochemalaparcadoenelinteriordelrecintodelDiarioInformación,

caminéhastalapuertaprincipalymeencontré,denuevo,conesarecepcionista.Algomedecíaquenolotendríatanfácilparaentrarcomoenmiúltimavisita.—Vengoaveral señorAgulló—dije.Ellamiróalguardadeseguridadcon

complicidad—.Dígalequeestoyaquí.—Losiento,elseñorAgullónorecibevisitashoy—contestósin levantarel

teléfono—.Lediréquehapreguntadoporél.—Séqueestánahíarriba.Déjemepasar,esurgente.—Ya la ha oído —intervino el guardia—. No quieren recibirle. Tenemos

órdenesexactas.Miré al tipo, más proporcionado que yo y con unas manos enormes que

podíanarrancarmelacabezadecuajo.Eracorpulento,perotambiénlento.DavidcontraGoliat. Sólo porque fueramás grande ymás fuerte, no significaba quefueramáslisto.Dadoquenomeibanapermitirpasar,teníaquedesviarsuatenciónantesde

correrescalerasarriba.Miréalrededorde laentrada:sillonesparaesperar,plantas,mesasdecristal,

unamáquinadecaféyundispensadordeagua.Tenía una oportunidad única ymuy poco tiempo para hacerla funcionar. Si

salíamal,nomequedaríaotrasalidaquecorrer.—Estábien…—dijerelajándomeyfrotándomeelmentón—.Comoquieran.Me acerqué al dispensador. El depósito era demasiado grande como para

arrancarloylanzárselo.Afinémiagudezamental.Agarréunvasodeplásticoylollenédeagua.Menos,siempreesmás.Enunmovimientorápido,loalcésinperderdevistaalguardia.—¡Cógelo!—Gritéyselolancé.Elvasovolóporelaireyelaguasederramósobreél.Una fracción de segundos que rompió su estado de atención y le obligó a

reaccionardemanera inconsciente.Elgrandullón levantó lavistaymostró laspalmas para recoger el vaso de plástico que iba hacia él.Después se echó lasmanosalacaraparanomojarse.Meaprovechédeldespiste,corríhaciaeltornodeseguridad,saltéymedirigí

alasescalerascomounlince.—¡Sehacolado!—Gritólarecepcionistalevantandoelteléfono.Lostrabajadoresseapartarondemicamino.Subílospeldañosdedosendos,

conscientedequemisuertependíadeunfinohilo.

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Cuando llegué a la planta superior, vi la puerta cerradadel despacho.En elinterior,oílasvocesdeesetríodetruhanes.Amiespalda,sentílaspisadasdelassuelas de goma del guarda, escuché su respiración entrecortada, ansiosa pormachacarmeloshuesos.Noeraunavisitapacíficayelloslosabían.Agarré velocidad y le di una fuerte patada al pomo dorado. Sonó un

estrepitosogolpe.Lamadera astilladavolóhasta caer en el suelo, lapuerta seabrió y vi los tres rostros pálidos, sorprendidos, interrumpidos pormi entradatriunfal.Román,AgullóySerranosereuníanalrededordeldirectordelperiódico.Seprovocóunligerosilencio.Agullólevantólavistaenfadado.—¿Quécojoneshaces,Caballero?—Preguntófurioso—.¡Estabaabierto!—Tenemosquehablar—dijeseñalándoleconelíndice—.Ahora.—Has roto la puerta, imbécil…—añadió Román tapándose la cara con la

manoyriéndosedelasituación.Una ligera brisame sopló el cuello para convertirse en un picor acentuado

sobrelapiel.Lamanodeesetipomeagarródelpescuezoymeempujócontraelsuelo.Elprimerimpactocontralasbaldosasfuehorrible,frío,seco.Forcejeésinéxito para quitármelo de encima. El despacho se convirtió en un cuadriláteroimprovisadodeluchalibre.Variossegundosdespués,estabareducidoenelsueloconlacaradeeseogro

mirándomeconodio.—Déjalo,Martínez—dijoAgullóconunademándemano—.Yameencargo

yodeesto.—¿Estáseguro?—Preguntóelmastodonte—.Puedoavisaralosmunicipales.—Bah,nosemoleste…—respondióeldirector—.Noesunaamenaza.Lasmiradasregresaronamí,peromeguardélaspalabras.Elgrandullónmesoltóydiconlafrentecontraelsuelo.Lasangrévolvióa

fluirportodomicuerpo.—Sinecesitaalgo,llámeme—dijoydesapareciódeallí.Respiré,puselasmanossobreelsueloymeapoyéparaponermeenpie.Los

tres periodistasme observaban de brazos cruzados esperando una explicación,una justificaciónporaquello,peronoestabadispuestoadejarque ledieran lavueltaalatortilla.Enlamesahabíaunmontóndefolios,losmismosque,unratoantes,Román

habíaentregadoaSorianoenunafundadeplástico.Miré con rapidez en busca de algún detalle, pero no vi más que correos

electrónicosyellogotipodeMicrosoft.

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Cuandoeldirectorsediocuentademisintenciones,cerrólacarpetaylaalejódemivista.—Tepiensocobrarlapuerta…—dijoAgulló—.Ahora,¿nosvasadecirqué

coñohacesaquí?MiréaRomán,queesperabacabizbajomirespuesta.—Quiero ver esos documentos—respondí—.Quiero ver el informe que le

ibaisaentregaralacondesa.—Estetíoesidiota…—murmuróAgullóabochornado.—¿Porquétendríamosquémostrártelos?—PreguntóRomán.—Porqueyonosoyquienlosestáfiltrandoylosabéis—expliquéseñalándole

—.Simplemente,osponecachondosvermesufrir,peroestáissiendocómplicesdeljuegodequienestádetrásdetodoesto,comoestúpidasmarionetas…—Mientrastúintentascamelartealahijadelacondesa,¿cierto?—Cuestionó

denuevoRomán.—Esonoesasuntotuyo.—Entonces,aversi loentiendo…—intervinoAgullócontonodereflexión

—.Dicesnoserquienestádetrásde lospapelesy, sinembargo,ereselúnicoreportero que conozco que tiene relación directa con la familia y la confianzapara llevar a la hija de la condesa a su hogar…Paramás colmo, en lugar deveniratucasadeconfianza,envíaslosdocumentosalacompetenciamásdirectadeldiario,asabiendasdelosrecortesenelsector,delafaltadesuscriptoresy,peor todavía,conscientedeldañoquenospuedeshacer…Enfin,unonosabequépensar,comocomprenderás,peroloúltimoquepuedohacerescreerte.—Yloúnicoqueseosocurreeschantajearalacondesaconunacopiaqueni

siquieraeslaoriginal…—repliqué—.¿Osdaiscuentadelopatéticoquees?—Unpocoderespeto,porfavor—dijoAlfonsoSerrano,elmásdócildelos

tres—.Aquínadiehajuzgadotusmétodos.—Susmétodossininfames…—comentóAgullóporlobajo—,nisiquierase

ponenenduda.Dialogarconelloseracomodarpatadasaunladrillo.—Estaconversaciónesunapérdidadetiempo…—Notendríasquehabercruzadoesapuerta—dijoeldirector.—¿Quéesloquequieres?—PreguntóRomán.—¿Que qué es lo que quiero? —Cuestioné—. Hay alguien ahí fuera

burlándosedetodosnosotros.Sihubiesequeridopublicarestahistoriadesdeunprincipio,yalohabríahecho…¿Oesquenomeconocéis?Nonecesitojugaraldespiste para que pronuncien mi nombre. No tengo pudor en meterme enproblemas.—Deesononoscabeduda…—comentóSerrano.

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—Todavíanohasdicholoquequieres—insistióRomán.—Dejadmeveresoscorreos—dijeyseñaléalacarpeta.Agullósoltóunafuertecarcajada.—Caballero,nosésieres tontoopecasde idealista—esputó—.Encasode

que te creyéramos, ¿crees que seríamos tan imbéciles de darte ventaja en esteasunto?Conlotramposoqueeres,nosrobaríaslaexclusiva.—Y,sipuede,terobalacartera—agregóRomán.—Seguíssinentendernada.—Te equivocas, eres tú el problema—apuntó de nuevo—.Recoge la poca

dignidadquetequedaylárgate,dehombreahombre.Memordíellabioalaesperadequealgointeligenteburbujearaenmicabeza,

peroesafrasenollegóacuajar.—Así que esto es lo que buscáis…—dije asintiendo con la cabeza—.Está

bien…yaconocéiscómoacabalahistoria.Yosiempregano.—Guárdate las amenazas para el juez —dijo Román—. Nosotros nos

encargaremosdesacarteguapoenlafoto,notepreocupes.Dialogarestabademás.Dadoloencontradoenesaredacción,salídeallíconlaconcienciatranquila,

sabiendoquieneseranmisrivalesyconquiénnopodríacontar.Las cartas estaban echadas, los intereses por derribar mi presencia eran

obvios.Peronomeasusté.Subiresfácil,mantenerseenloalto,notanto.Abandonépormipropiopieyregreséalcoche.Despuéscondujeporlacosta

hastaelapartamentodelaplaya.Anochecía lentamente y el horizonte se fundía en tonos rosados y violetas

sobreunmardecolorverdeoscuro.Todo aparentaba estar como lo había dejado. La calle gozaba de una

tranquilidadplacentera,pococomúnduranteesosmeses.Caminéhastalacocina,abrílaneverayagarréunbotellíndecerveza.Había

sidoundía largoy agotador.Las ideas no fluíanyme sentía atrapado enunajaulainvisible.Conlamiradaperdidaenelinteriordelahabitación,mefijéenelinterruptor

bermellóndelaalarmadelacasa,conectadaatravésdelaredtelefónica.Esomellevóapensarque,quienquieraquehubiese filtrado losdocumentos, lohabríahechodejandounahuella.Deesemodo,existiendounpatrón,talvezpudieradarconeldomiciliodelapersonaquelosenviaba.Qué estúpido había sido al ignorar que los correos podían ser rastreados,

aunqueyocarecieradelosconocimientosnecesariosparahacerlo.Saquéelteléfonomóvildelbolsilloydesbloqueélapantalla.Erancasilasdiezdelanoche.

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Nocreíquefueranecesarialallamadaqueestabaapuntodehacer,peronosemeocurriónadamejor.Meaterrabaenfrentarmealasoledaddelacama.

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CAPÍTULOTRECE

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Aunparde callesdemi casa, esperé en la terrazadeLaParmigiana, entre lavegetación,losgatoscallejerosyelbulliciodelanoche.Un restaurante italiano de luces tenues, pilares de piedra, mesas rústicas,

manteles de cuadros blancos y rojos y paredes coloridas. Era el único lugarabierto a esas horas en el que cenar sin sobresaltos. A mi alrededor habíafamilias,lamayoríadeellasespañolas,yparejasquehabíanoptadoporelhaloderomanticismoclásicoqueguardabanesaclasedelugares.Nosehizoesperardemasiado.Antes de que el camarero se acercara con la carta de vinos, vi su figura a

escasosmetrosdelamesa.—¿Vas a declararte esta noche, Caballero? —Preguntó Rojo con mofa.

Estrechamoslamanoysesentóenlasillaquehabíafrenteamí.—Loharíasituvieralaconcienciatranquila.Elchicomorenoquemehabíallevadohastalamesaseacercóanosotros.—Buenasnoches—dijoconacentoitaliano—.¿Lesdejolacarta?—Gracias—dije.—¿Sabenquevanabeber?—UnRamónBilbao—contestóRojoconfiado.Eljovenfruncióelceñoenunactoreflejoyleentregóunacartadevinos.—Losiento,peronotenemosesevino…Sinembargo,lesdejolacarta.Hay

tintosmuybuenosdelaToscana.—Estábien—rectificódevolviéndosela—.Tráenosunbuentinto,esoestodo.Elempleadonosupocómoreaccionarporuninstante,comosihubieradicho

algoinapropiado.Despuésrecogiólacartaysemarchó.—Unlugarquenotienevinosespañoles…Yatevale.—Esunitaliano—reproché—.Nounatabernaandaluza.Rojoserio.—Enelfondomedaigual.Vasapagartúestacena—añadióacomodándose

enlasilla—.Ybien,¿aquésedebetantaurgencia?¿Meechabasdemenos?—Sabesdesobraporquétehellamado.Necesitotuayuda.ElempleadoregresóconunreservadeLaSpinettaChianti,lomostróyRojo

hizolacata.Trasdarlelaaprobación,sirviólascopasypedimosunosentrantesdequesosypatésyunapizzaparacompartir.—En realidad, me ha sorprendido que tardaras tanto en llamar… —dijo

mirandoalabotelladevino—.Notequejarás,hasvueltoalasportadas…—Notengonadaqueverconesto.Éstavez,no.—Ya,yalosé—dijooliendoelinteriordelacopa—.Noerestanidiotapara

haceralgoasí,aunquesíparadartealafugadosveces,unadeellasacompañadodeunanoble…¿Enquécojonespensabas?

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—Esmáscomplejodeloquepiensas…—En el cuerpo no se han atrevido a preguntarme todavía sobre nuestra

relación, pero es cuestión de tiempo que alguien lo haga. ¿Sabes lo que esosignifica?—Másomenos.—¿Másomenos?—Preguntóofendido—.Queestásenlamierda,Caballero.Los comensales de lamesa que teníamos al lado se giraron al escuchar las

palabrasdeloficial.Éstelesdevolvióunamiradahostilyregresaronasusplatos.—Asíqueexplícateantesdequemebebaelvino…—Sólo intento cazar a quien está haciéndose pasar por mí —aclaré—.

Contactéconelabogadodelafamiliayéstemedijoquesospechabadealguiendelseno,algúnmiembroqueintentabahundirelpatrimoniodelamadre.Asíqueforzó un encuentro para que conociera a la condesa y a sus hijos…No saliócomoesperaba,peromeganélaconfianzadesuhija.Esoestodo…—¿Tehasacostadoconella?—Menudodisparate—contestéofendido—.¿Porquiénmetomas?—Porelcrápulaquesiemprehassido.—Puesteequivocas.TerecuerdoquesoyunhombrefelizconSoledad.—Sigue,anda…—Estamañana,elabogadomehapedidoquevisitaraaMaríaLuisayevitara

atodacostaquefueraaunodeesosencuentrossocialesllenosdefotógrafos.—Ahoralallamasporsunombre,vaya…—Déjameterminar,¿quieres?—Reprochéenfadadoporsuinsolencia—.Era

unabuenaoportunidadparaestarasolasysonsacarleinformación.—¿Ybien?—Tengomi teoría, aunqueme faltandatos.Haydemasiados interrogantesy

presientoque estánusandominombre comopodríanusar el de cualquierotroparallamarlaatenciónyconfundiralaprensa…—continuédandountragodevino—.Puedeserelhermanomayor,elquedirigelaempresa.Esfrío,carecedeempatía y parece estar hasta las pelotas de aguantar al resto de la familia.Pero…—Pero…—interrumpió.—Por otro lado, está el pequeño, que tiene síndrome de Peter Pan y es

especialistaenarruinarloquetoca.Ahora,además,haaparecidounasobrinadelacondesa,así,delanada…—¿Yalahascautivadocontuelocuencia?—No he podido tratar con ella, pero con verla una vez supe que sus

intencionesnoeranbuenas...—¿Quéhaydelabogadoese?

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—Esunfalderodelacondesa.Noesdefiar.—Ya…—dijoydiootrotrago—.¿Yella?—¿Quién?—Lachica,coño.Meentróunligerocalorenelcuerpo.—No,quéva.Ellanopuedeser.—¿Por qué no?—Preguntó y puso los dedos sobre elmentón.Trajeron los

platosyloscolocaronenelcentrodelamesa—.Tefíasdelamosquitamuerta.Espabila,Caballero…—Porqueno.Ellanoleharíaesoasumadre.—Laestásdefendiendo.—Queno,joder…Rojoagarróunatostadadepanyuntóelpatéporencima.Despuésledioun

bocado.—Estás cayendo en la misma trampa de siempre, inútil —respondió

finalmente—.¿Notedascuenta?—No tengo razones para pensar que es ella —argumenté—. Tal vez haya

necesitadomáscariñodepequeña,perosepreocupaporsumadre.—Eseestuproblema.—¿Cuál?—Pueseldesiempre,panoli—replicó limpiándose labocacon laservilleta

—.Unamujerbonitatedicequeestáenapuros,tútelocrees,temetesenunlíoyalfinaltengoqueiryoasalvarteelculo.—Esonosiempreesasí…—Penséquehabíassuperadotufasedehéroe…—dijoysellenólaboca—.

Porcierto,estepatéestáquetemueres.LaspalabrasdeRojocalaronenmiconcienciacomounpotenteherbicida.No

queríaescucharloqueteníaquedecir,peropodíaestarenlocierto.—Estásvolcandosobremítustraumasdelpasado.—Venga,nomefastidiesahora…—PuedequeMaríaLuisaseamásinteligentedeloquemuchoscreen,perono

laveocapazdehaceralgoasí.—Lo único que veo yo —intervino el policía—, es que están sacando

informaciónconfidencialentunombreytúnoestáshaciendonadaporcubrirtelas espaldas… No sé, Caballero, o has perdido facultades o el karma te estádevolviendolasjugarretasdelpasado…Tardeotemprano,vanadarcontigoytevanameterenunbuenlío,seastúonoquienhayaenviadoesosdocumentos.—Siguessincreerme…—Claroquetecreo,amigo—respondiódandootrotrago—.Antesmecreoa

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un perro que a los tabloides…Así que ve al grano y dime para quéme hasllamado.Hiceunabrevepausaynostrajeronlaspizzas.Rojoestabaenlocierto.Teníapoco tiempoynadaenmibolsillo,pero laocasión tampocomehabía

dadoparamás.—La fuente envía los informes por correo electrónico—dije calculando la

pisada—. He pensado que, tal vez, alguno de tus colegas de la Brigada deDelitosInformáticos…—Nidecoña.—Dejaquetermine…—No, no te molestes, anda —insistió negándome la oportunidad de

convencerlo—.Nopuedohacereso,aunquequisiera.Apenastengocontactoconellos, ya me conoces… Sus métodos contra los míos… Lo cuestionan todo,comosiunputoordenadorfuesecapazdepredecirelnúmerodelalotería…Enfin,esalgoquemetocabastantelamoral.Simerelacionancontigo,irédetrásdetialparedón.—Sirastrearaelorigendeloscorreos…—Frena,hacker.—Podríamos saber desde dónde los envía y anticiparnos a su próximo

movimiento.—Paraeso tendríasque recibiruncorreoelectrónico, ¿es el caso?—Dijoy

dio otro trago—. Espera, no respondas. No…Ya te lo digo yo. Lo que estáspensandoesundelito,Caballero.—Ninguno de esos periodistas se enterarían de que hemos entrado en sus

cuentas… La mayoría no sabe ni encender un ordenador —repliqué. LaexpresióndeRojoeraneutra.Estabadispuestoaescuchar,peronoacolaborar—.Piénsalo.¿Yladeproblemasquepodríamosahorrarnos?Rojosonrió,aunquenofueacausademicomentario,sinodelaposiciónque

estabatomando.—¿Te escuchas?—Volvió a preguntar—. Te estás convirtiendo en eso que

tantoodias.Teestásconvirtiendoenellos,justificandoundelitoyasísalirteconla tuya… Para empezar, el problema lo tienes tú y no yo… Rastrear unadirecciónnoestansencillo.Cuandoenvíasuncorreo,ésterebotavariasveces.Podemos localizar el servidor desde el que es enviado, pero no su origen,siempreycuandonohayadocumentosadjuntos…—Peroloshay—interrumpí.—Déjame acabar ahora amí—dijo ymemiró a los ojos. Su tono de voz

cambióhaciaunsusurrodeultratumba—.Quienseaqueestádetrás,dudoque

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cometaelerrordenotomarprecauciones,asíquepiensaconlamentefríaynotedejesllevarportusemociones.Eresmáslistoqueellos.Losomos…Estoesun caso local y privado, no una película americana de ciberdelincuentes.Simplifica,Caballero…¿Dedóndedemoniossalenesosdocumentos?—Supongoquedealgunaoficina.—Las suposicionesno sirvendemuchoenestas situaciones…—respondió,

agarrólabotellaysirviómásvino—.¿Quéoficina?—Nolosé.—Entérate—contestóycortóuntrozodelapizzacongambasychampiñones

que había en el centro—. Haz lo que tengas que hacer, pero entérate… Sidescubres quién tiene acceso a esos documentos, quién entra y quién sale deallí…empezarásatenercandidatos.Cuandoestésseguro,tetocaráseguirlos…ytellevaráhastalapersonaquebuscas.—Suenademasiadobien.—No,hombre—reculó—.Paraentonces,másvalequetengaspreparadoun

buennumerito,unodelostuyos,yasegúratedequelaprensasehagaeco…Esote ayudará a disipar las dudas, pero has de atinar bien, el reloj no juega a tufavor.Unplaninteligente,simpleperoeficaz.Rojomeabríaloshorizontesconlabofetadaquenecesitaba.Noobstante,su

estrategianollegabaaconvencermedeltodo.—Nosé,Rojo…—De todos modos —agregó terminando su bocado—, terminarías antes

asegurándote una defensa especializada en estos temas, en caso de que secomplicara la situación... Puedes pagarlo, Gabriel… Además, tampoco se hademostradoqueseastúelculpable.—¿Ydejarquesesalganconlasuya?—¿Quiénes?—LosdelInformación.—Ya veo…—dijo y sopesó sus palabras—. Dime la verdad, ¿por qué lo

haces?—Porsaberquiénestádetrás.—Lo sabía—contestó convencido—.Sabíaqueno lohacíasporquitarte el

muerto de encima, sino por limpiar tu nombre. Otra vez, ese maldito ego tepuede,Caballero…—Si no lo hago, seré el hazmerreír de toda esta gente.Mi carrera también

pendedeunhilo.Rojobebiódelacopaparaaclararselabocaytragó.—Escucha…—comentórecostándoseen lasilla—,yonosoy tupadrepara

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decirteloquedebesonohacer…Yasomosmayorcitosynosconocemosdesdehacealgúntiempo…Sicreesqueeslojusto,veaporello.Lamentodecirtequenoestoydeacuerdocon tus accionesnubladaspor la emoción…quedeberíasanteponertuvidarealaloqueotrospiensendeti…—Esalgomásqueeso.—Creo que te estás dejando llevar por una disputa personal entre los

mediocres de tus colegas de profesión y tú, para ver quién se lleva el gato alaguaodemostrarquiénlatienemásgrande—remarcó—,peroallátú…Sidasunpasoenfalso,siletocaslasnaricesaquiennodebes,teverásenunfollón…Notengomásquedeciryesotúyalosabes.Guardé silencio y pedí la cuenta con un gesto de mano invisible mientras

limpiabalasmigasdelmantelypensabaenunarespuesta.Noleibaamencionarquetambiénlohacíaporella,porMaríaLuisa.Sindarmecuenta, su tristemiradasehabíaapoderadodemispensamientos.

En el fondo, sabía que le gustaba. La pena que sentía hacia ella, sumada a laausenciadeSoledad,meimpedíadejarladelado.Eraunauténticoimbécil,peronopodíaevitarlo.Pagué con la tarjeta y caminamos hasta el final de la calle en silencio.

Despuésbajamosunapequeñacuestay llegamosalpaseoque ibapegadoa laplaya.AlolejossepodíanverlaslucesdeTabarca.Rojomiróalaislaysuspiró.—Telohasmontadobienhastaahora,amigo—dijoponiéndomelamanoen

elhombro—.Portubien,noloarruines.Ningunodelosdosestamosparamásfandango.—¿Tequierestomarlaúltimaencasa?Rojoserio.—¿Vasaacostarteconmigo?—YatehedichoquesoyfielaSoledad.Ambosreímosdenuevo.—Agradezco tu invitación, pero es tarde y tengo cosas que hacer…—dijo

excusándose—.Hasidoagradablecharlarcontigo,Caballero.Piensaenloquetehedicho,noseasbobo.—Haréloquepueda.Rojoseacercóymediodospalmadasenelhombro.—Buenasnoches—dijo,diomediavueltaysemarchópordondehabíamos

bajado.Despuésdesaparecióaldoblarlaesquina.Hacíaunanocheagradable.Lasaguasestabantranquilasyelsonidodelmar

relajabamissentidos.Regreséacasacalmado.Rojoeraunadeesaspersonasquesabíansacudirtela

ansiedaddelcuerpoconunratodeconversación.Conél,losdramaspersonales

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ylascuestionesexistencialesseconvertíanenpurasnimiedades.Alentrarenlacasa,volvíasentirelperfumedeSoledadporunossegundos.

Todavía olía a ella. Ni siquiera había pasado una semana desde que se habíamarchado,peroparecíanmeses.Medesvestí,subíhastalaplantasuperiorymeacostéenlacama.Lacristaleraestabaabierta,talycomolahabíadejadolanocheanterior.Las

cortinassemovíanporlabrisaveraniega.Elcielooscuroylimpioyloslucerosdelaislaalfondo,enformadepequeñospuntosblancos.PenséenMaríaLuisa,entodoloquehabíamoscompartidoesatarde.LaconversaciónconRojohabíanubladomijuicioyahoramecuestionabasi

lahijadelacondesahabíasidojustaconmigo.Sihabíaalgunacosaqueodiabaenestavida,dudardeotraspersonassellevabalaprimeraposición.Dejé la mente reposar y puse la atención en una estrella del cielo. Sin

esperarlo,elrostrodeBlancaDesastresmevinoalacabeza,comosiesaesferaluminosallevarasunombre.Ellayesechicoquelaacompañaba.Mepreguntécómoleiríayquéhabríapensadoalverme.Misteriosquenunca

llegaríaadescubrir.Notélospárpadosentumecidosycómolapercepcióndelarealidadsedistorsionabalentamente,mezclándoseconloonírico.Medejéllevar,puesnoteníasentidoalgunooponerse,ycomencéacaerhaciaunagujeronegroflotante.Aveces,pensarestásobrevalorado.

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Dormireraelmejoranalgésico.Despertérevitalizado.Micuerpopesabalamitadqueeldíaanterioryparecía

queunrayomehubieserecargadolasbaterías.Saltédelacamahastaladuchaymesumergíenunplacenterobañodeagua

fría.Dispuesto a poner punto y final a la carga emocional que había arrastrado

durante los últimos días, decidí prepararme el desayuno en casa antes deangustiarmeleyendolasnoticiasenlabarradealgúnbar.EncendíelequipodemúsicaydejéqueColtranetocaraMyFavouriteThings

paramímientrasmedesenvolvíaenlacocina.Rallétomate,tostépanycalentéunacafetera.De vez en cuando,me sentía bien haciendo aquello, al igual que en antaño

cuandonomepodíapermitirelalmuerzoenlascafeterías.Una vez listo, disfruté de la quietud de mi momento junto a la ventana,

contemplando los apartamentos de la calle y observando cómo las persianasseguíanbajadas.Miréelrelojdelacocina.Eranlasochodelamañana.Sentíunaligeravibraciónsobrelamesa.Elteléfonoseencendió.Por un instante, dudé en atenderlo, pues no estaba dispuesto a que nadie

rompiera aquel estado de paz que tanto estaba disfrutando. Pero la reflexiónapenasduró.TanprontocomovielnombredeSoriano iluminadoen lapantalla,estiréel

brazoymellevéelaparatoaloído.—Buenosdías,señorCaballero…—dijolavozroncayestiradadelabogado,

antesdequellegaraapronunciarme—.¿Estabadurmiendo?—No, esta vez no… —contesté y di un sorbo al café para aclararme la

garganta.—Mealegraescuchareso…—comentó.Escuchéunaligerarisadefondo.No

supeinterpretarsiSorianoestabadebuenhumor—.Tengoalgoparausted.—¿Otramisióndeincógnito?—No,no,nadadeeso…—respondióytomóaire,haciendounaligerapausa

—.Le llamopara informarledequeel señordeTorrevellanopondráningunadenunciacontrausted.Unalivio,¿verdad?—Vaya,esosíqueesunanoticia—dijeymequedéquieto—.¿Cuálessonlas

razones?—Digamosquelacondesalehahechoentrarenrazón—argumentó—.Noha

sidofácil,peroelinterésdeunafamilianosenegocia…Enfin,salgaalacalle,diviértase y haga lo que tenga que hacer,Caballero.Hoy es un buen día paratodos.

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Penséendespedirmeycolgar,peroardíapordentro.—¿Así,sinmás?—Preguntéintrigado—.¿Quépasaconlosinformes?¿Qué

ocurre con la persona que está filtrando toda la información para cargarse elnegocioconlosjaponeses?LarespiracióndeSorianocambió.Ocultabaalgoypudenotarlo.—La familia se ha encargado personalmente de silenciar cualquier tipo de

información…venidera—explicóindeciso—.Ningúndiariovolveráapublicarnadarelacionadoconelasunto.—¿Qué?—Preguntésorprendido—.¡Estáncometiendoungraveerror!—¿Disculpe?—Lespediránmásdinero,tardeotemprano.—Existencontratospormedio,estátodobienatado—aclaróelconsejero—.

Lapalabreríaseladejamosaustedes.—Elenemigosigueestandoensucasa.—Creoquehecumplidoconlapartedeltrato,¿verdad?—Dijoconánimosde

concluir—.Quetengaunaagradablemañana,señorCaballero.Hasidounplacerconocerle.Lallamadasecortóantesdequerespondiera.Dejéelteléfonoenlabancadaygritéfurioso.Debíaestarcontento,puesnohabíadenunciapormedio,peronoeraasí.Me

sentía traicionado, vacío y cargado de ira, como si necesitara la presión de lajusticiaparasentirmevivodenuevo.Una vez quitada la denuncia y sobornados los diarios,mi nombre quedaba

fueradejuegoyyosinpasatiempo.Elteléfonovolvióasonar.Locogíconcaradeestúpido,conelmismosemblantequeponenaquellosque

creentenerlarazónantesdeescucharalotro,ydescolgué.—Sabequetengorazón,esunerrorloquehanhecho…—¿Miguel?—PreguntólavozalmidonadadeMaríaLuisa.Reculéymemecí

elpelo—.¿Estásbien?—Perdona,meheequivocado.Penséqueerasotrapersona…Ellaseriocondulzura.—Esoespero…¿Siguesenlaciudad?Supreguntamedescolocó.Había olvidado por unmomentomi segunda identidad. No le podía contar

dóndeestaba,nitampocoquiénera.No,almenos,hastaquetodosesolucionaracomoeradebido.—Sí…Hedecididoquedarmeunosdíasmás–expliquéconvozdehombrede

negocios—.Tengoalgunasreunionespendientes.

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—Genial —contestó. Por su tono, supe que tramaba algo—. ¿Dónde tehospedas?ImaginélaciudaddeAlicantedeunbarrido.—En el Meliá —respondí marcándome un farol—. El que está junto a la

playa…¿Porqué?¿Vasaenviarmeflores?Ellasoltóunaligerarisa.—Yategustaría…—dijo—.Ahoraentiendoquemeencontrarasenelpuerto.—Asíes.—Quiero verte otra vez, Miguel —señaló. Mis tripas se removieron. No

esperabaquemelodijera—.Voydecaminoalaciudad,teesperoenlapuertadetuhotel.—No,no…—contestéapurado—.Hesalido,estoyfuera…—¿Noquieresverme?—Escucha,noeseso…Tengounareuniónconunosclientesparallegaraun

posibleacuerdodecooperación…Terminarétarde,peropodemoscenarjuntos.Ellaesperóantesderesponder.—Vale.—¿Ybien?—Doyporentendidoquevasarecogerme,¿verdad?Malditasangreazul.—Claro.—AlasochoenlapuertadelAmérigo.—Asíharé.Colguéymeechélasmanosalacara.Meencontrabaentre laespaday lapareddemiconciencia.Loqueestabaa

punto de cometer, podía traerme graves consecuencias. Más escándalos, máschismes y, cómo no, más problemas en mi vida amorosa. Si Soledad leía untitularenlaprensa,memataríaynuestrarelaciónllegaríaasufin.Porotrolado,erademasiadoapetitosoteneralahijadelacondesaenbandeja,

sóloparamí,sin límitesdehorariosnicochespatrullapisándonos lospies.Laoportunidadperfectapara reblandecerunpoquitomássucorazónyexprimirlocomo una fruta hasta sacarle los entresijos de su familia. Un plan vil ydeshonesto,perounbuenplan,afindecuentas.Laintuiciónsiemprehabíasidomibrújula,porencimadelasemociones,pero

enestecasonosabíaaquiénescuchar.Simequedabamuchoratoallísentado,mearrepentiríadenohaberlohecho.Me levanté y caminé hasta elmueble donde guardaba las llaves del coche.

Agarrélaamericanaazul,lasgafasdesolysalídecasa.Sinquererlo,yahabíadecidido.

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CAPÍTULOCATORCE

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Alasochoenpuntode la tardeesperabaen lapuertadelhotelAmérigoenelinteriordelFiat500deSoledad.Mehabía tomado lamolestiade reservarunahabitación en la última planta del hotelMelía, un espléndido lugar junto a laplayadelPostiguetconvistasalmar.Noteníaintencionesdeterminarallíconella,peroqueríamantenerlasapariencias.MaríaLuisaesperabaenlapuertaprincipal,eleganteconunvestidodecolor

azul marino estampado con flores que le cubría los muslos y con el cabellosueltoylacio.Toquéelclaxonysumiradasedirigióamí.Cuandosubióalvehículo,elembriagadorperfumellenóelinterioravivando

mis sentidos. Estaba hermosa, maquillada, cuidando cada detalle de suapariencia.Sinduda,queríasorprenderme,obligándomeaquesólotuvieraojosparaella.MaríaLuisaconocíaeljuegodelaseducciónyhabíasacadotodassusarmas.Mediounbesoenlamejillayseajustóelcinturóndeseguridad.—Estáspreciosa.—Yatehedichoqueteníaganasdeverte—contestóysonrió—.¿Ytusgafas?Lashabíaolvidado.—Llevolentesdecontacto.—Megustasmás así—dijo ladeando el rostro—.Con ellas pareces unode

esosescritoresdepacotillaqueintentanparecerinteresantes.—Peorseríaunabarbadechivo,¿nocrees?—Contestéyarranquéelcoche

parasumergirnoseneltráficodelahorapunta.El destino era La Ereta, un exclusivo restaurante demoda construido en la

subida del castillo de Santa Bárbara. Sin carta, dos menús a elegir y platoscuidadosperodiferentesalosquesolíacomerenlastabernascastizas.Aparcamosenlacuestaquenosllevabahastaloaltodelcastilloycaminamos

por un sendero de piedra desde donde se veía una panorámica de la ciudad.Alicanteeraunlugarbello,tantodedíacomodenoche,ypasearporallíconelcrepúsculodefondo,hacíadelaocasiónunmomentopropiodelcine.Lareservaestabaaminombreficticio.Elrestauranteeraunlugarampliode

estilominimalista,paredesdecristalyvigasdemadera.Tambiénhabíaunagranterrazaexterior,lacualpreferíevitarparanoencontrarnosconcarasconocidas.Habíaestadoallíantes,unosañosatrás,enunadeesascomidasconagentes

literarios y personal de negocios que buscaban hacer un impacto en míllevándome a lugares caros, con el fin de que creyera que su empresa estabatambiénalaaltura.Elegí una mesa situada en uno de los rincones por donde se podía ver el

puertoylostejadosdelaurbe.

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MaríaLuisasesorprendióconladecisión.En lamesanosesperabanunasfloresenun jarróndecristalydoscopasde

champaña.Detallesquemehabíaencargadopersonalmentedepedir.Agarrésusillaylainvitéaquesesentara.Despuésmeacomodéyelmetrese

acercóconunabotelladecavaquenotardóenservir.Asusojos,noéramosmásque una pareja de jóvenes ricachones enamorados. A los míos, un comboperfectoparadarriendasueltaamispreguntas.—Eresunacajadesorpresas,Miguel—comentótraselbrindisdebienvenida

—.Nodejodepreguntarmecuántossecretosguardarásahídentro.—Tantoscomoseannecesariosparavivirconintensidad—respondíconuna

sonrisaensayada—.Sólobuscabaunlugaragradableenelquepudiéramostenerintimidad.—Lohasconseguido.—Mealegro—dijeytoquésubrazocondelicadeza.Pedimos uno de losmenús, peroMaría Luisa no esperó a que llegaran los

platosparadesvelarlacausaporlaquesehabíareunidoconmigo.Sin razón aparente, tensó la columna y la expresión de su cara tomó cierta

amargura.—¿Estásbien?—Séquiéneres,losétodo—dijoconvozseriaperosinlevantareltono.Mehubiesegustadovermirostroenesemomento.—¿Aquéterefieres,MaríaLuisa?—Quelosétodosobreti…Eresunfarsante.—Mira,nosédequémeestáshablando,laverdad…Lossudoresfríoscomenzaronamanifestarseportodomicuerpo.Elegir aquel rincón no había sido la mejor de las ideas. Ahora estaba

acorraladofrenteaellaylasalida,simplemente,demasiadolejos.—No te llamas Miguel Campechano —señaló—. Tu nombre es Gabriel

Caballero.Ereselperiodistaquehapublicadotodas lasdifamacionessobremifamilia.Era unamujer fuerte, pero no estaba preparada para hacer aquello. Sentí la

furia en su voz, aunque el odio que desprendía no iba haciamí.Me preguntécuántasveceslahabríanignorado,tomándolaporunaniñainocente.—Escucha,notenemosporquéhacerestoaquí.—¿Asíquenoloniegas?—Preguntó.Parecíaqueibaaromperenunllantoy

esoeraloúltimoquedeseaba,yanoporelrestoquenosacompañaba,sinoporella.Me rompería el corazónal ver sus lágrimas—.¿Cómohaspodido? ¿Quéclasedehombreeres?—Tienesquecreerme,siesquepuedeshacereso…—expliquéponiendomi

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manoderechasobresubrazo.Ellanoloapartóyfueunbuenindicador—.Yonolohehecho,nohesacadoesosinformesnitengoelmenorinterésenhundiratufamilia…Dehecho,desconocíavuestraexistenciahastaahora.Levantólosojos,cristalinosporellagrimal,yguardósilenciosinmoverse.Su

tactoerasuavecomoeldeunamuñecadeporcelana.—Sorianocontactóconmigoparaqueleayudara—confesédesconociendosi

aqueleraunpasoenfalso—.Hayalguienusandominombreparahacerosdañoavosotrosy amí, aunque estoúltimono importe.Leprometí al abogadoquedescubriríasuverdaderaidentidad.Ellaapartóelbrazo,yoevitéquesedeshicierademí.Memiródefrente.—¿Pretendesquemecreaunargumentotanpobre?—Debeshacerlo,MaríaLuisa—roguédesesperado—.Ereslaúnicapersona

enquienpuedoconfiar.Sorianoytumadrehansobornadoalosmediosparaqueguardensilencio,perosóloostraerámásproblemaseconómicos,máschantajesylatotalquiebra…Talveznoveanlaluz,peroteaseguroque,sinoloaceptan,losdocumentosllegaránalosjaponeses.MaríaLuisadiountragoalespumoso.Podíacreermeocreerlesaellos.Sin embargo, ella no parecía estar al corriente de los tejemanejes de la

condesa y su asesor. Eso la hizo sentirse peor, abandonada por todos,insignificantecomoenlainfancia.—¿Porquéquieresayudarnos?—Porqueasíayudaréalimpiarminombre—respondíconhonestidad—.Los

problemasdetufamiliasehanconvertidoenmicruzadapersonal…Sécómotesientes, yo he estado ahí antes… Nadie más que tú quiere que esto acabe…Nadiemásqueyodeseaencontraraesapersona.

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El cava y las palabras de redención afloraron sentimientos olvidados en elcuerpodeMaríaLuisa.Por fin, laspuertasde su fortaleza se abríanhacíamí.Habíasidoungolpecertero,arriesgado,peroútil.Contarle laverdadmehabíaquitadoungranpesodeencima,ademásdealigerarnuestraconversación.Pasoapaso,entremariscosydelicadosplatosdecocinadeautor,leexpliqué

cada una de mis hipótesis, exceptuando que ella fuera una sospechosa de milista.MaríaLuisaescuchabaconatenciónyasentía.Después tomó su turno de palabra yme explicó lo lejana que se sentía de

todos aquellos chismes.Al parecer, las cuentas de la familia estabanmás queatadasporsumadreysuhermanoLeonardo.Hastaesemomento,nomelohabíacontadotodo.La relación entre los hermanos fraguó cuando el más pequeño regresó de

Estados Unidos y se puso al cargo del edificio de oficinas Marsamar, uncomplejodecuatromilseiscientosmetroscuadradossituadoenlaentradadelaciudad,lanuevabasedeoperacionesdelafamiliaTorrevella.Fue una decisión de la condesa y no hubo diálogo pormedio.A ella no le

importó,pues siempre era laúltimaen lasdecisionesde lamadre.Empero, elnuevocargodesuhermanoafectódrásticamenteaFederico,queesperabaserélquientomaraelrelevo.—Recuerdounamañana,antesdeldesayuno,veraFedericoacompañandoa

mimadrealsalónconunacarpetabajoelbrazo…—explicabarecreándoseenlas imágenes de su memoria—. Les di los buenos días, pero ni siquiera meescucharon.Mamácaminabadespacio, comoaturdida…Hace tiempoqueestábajotratamiento,nosabríadecirtemuybiendequé,perolograqueelpsiquiatralerecetelosansiolíticos…—¿Depresión?—Talvez…—murmuró—.Elcasoesquelosseguíymequedéenelmarco

delapuerta,vestidaconelcamisón…Federicollevabaunbolígrafoenlamanoeinsistíaenquefirmaralosdocumentos…Yoestabaapuntodellorar,llenaderabia, pero no podía hacer nada, no era capaz de enfrentarme a él sola, ymequedéallí,clavadacomounacruz…Devezencuando,elperfumedeMaríaLuisallegabaamícomounbálsamo

de frutas.Su triste expresión lodecía todo.Quise consolarla, pero antesdebíaterminarsurelato.—¿Quéconteníanesospapeles?Ellaalzólamirada,comosalidadeuntrancehipnótico.—Eltestamento,laherencia…—señalóconvozsuaveylineal.Diootrotrago

alacopayleservímás—.Gracias…Federicoqueríaaprovecharsedelestadode

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mimadreparaquefirmaraunborradordeltestamentoquehabíaescritoantesdequeLeonardo regresara…¿Sabes?Antesde su regreso, éramosotra familia…Nuncalleguéaentenderquécambió.—¿Ylohizo?—No,notuvoesasuerte…—contestó,estavezconuntonomássobrio.La

melodíadesuvozcambiabaentornoasusemociones—.Leonardoentróporlaotrapuertadelsalónenesejustomomentoylosorprendióconlasmanossobrelospapeles…Menudaescenamásbochornosa…Suertequenadiedel servicioanduvieraporallí…Sinmediarpalabra,LeonardolesoltóunbofetónaFedericoyésteintentódevolverleunpuñetazo,peroLeoloredujoendosmovimientos…Porsupuesto,mimadrenoseenteródenada.—¿Tevieron?—No,queyosepa.—¿Lohablastecontuhermano?—¿Estásloco?—Cuestionóofendida—.Esloúltimoquedesearía…—¿Creesquealgunodeellospuedeestardetrásdeesto?Ellamemiródenuevo.Dudabaencompartirsuopiniónconmigo.Puedequehubieseidodemasiado

rápido.—Nolosé…—respondió—.Desdeesedía,Federicohaintentadollamarla

atencióndenuestramadre,despilfarrandodineroenfiestas,dejándoseasesorarporfalsasamistadescontaldeprobarqueeracapazdevalerseporsísolo…y,sin embargo, no ha hechomás que perder y perder dinero…Esmuy fácil deconvencerpara llevárteloa tu terreno.Tehabríacostado lamitadqueyo…Escomounniño…Aún así, no creo que le alegre que los japoneses rechacen laoferta. Su forma de vida, tal y como la conoce, terminaría…La suya y la detodosnosotros.—¿YaLeonardo?—A saber…—dijo y giró el rostromirando el horizonte que había tras el

cristal—.Desdequesupolodeltestamento,nomeextrañaríaquequisieradejaren la ruinaanuestrohermano…Leonardo tienesuscosasaparte,peroson tanherméticascomoél,yameentiendes.No,nolosabía,peroeraundatoquenoimportaba.La venganza era siempre uno de los detonantes pasionales por el que se

llevabanacabolosplanesmásviles.Cuantomásfría,mejorsabría.—¿Dedóndesalenlosdocumentosfiltrados?—Nolosé.Esoeslomáspreocupante.—Enalgúnlugarestarán,¿no?

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MaríaLuisaserascólacabeza.—Ya te lo he dicho—reprochó—. Sonmimadre y él quienesmueven los

hilos.Unligerosilencioseposóenlamesa.Me seguía pareciendo un disparate que Leonardo quisiera aleccionar a su

hermanomayor.CaínyAbel,sóloqueaquíresultabacomplicadodefinirquiéneraquién.Tras la pausa, retomé la conversación sin muchas expectativas. Estaba

agotando los cartuchos emocionales de esa mujer y pronto se hartaría de laspreguntas.Todostenemosunlímite.—¿Porquéyo?—Preguntépararematar.Teníaquehacerlo.Lacuriosidadera

superioramisfuerzas—.Esdecir,¿porquémeeligióamí?Ellasonrió.—Leonardo siempre fue un chico alegre hasta que pasó lo que pasó y lo

pusieronfirme…—expresó—.Supongoquetienetirriayciertodesprecioalostipos como tú, desordenados, perdonados por la vida y cayendo en gracia allápordondepisan…Paraél,nosoismásqueunosdesgraciadosviviendoacostadesusimpuestos.—Haymilesdeescritoresenestepaís…—Pero sólo uno en mi mesilla de noche, Gabriel Caballero —respondió

cambiando laposturade sucuerpo.Depronto, talvezpor lasburbujas,MaríaLuisa había recuperado la sensualidad y abandonado la pesadumbre—.DesdequetevienlamesadelhotelPolamar,allísentadoconesasestúpidasmonturas,solitarioyesperandoaqueelteatroterminara…supequeerastú.Mesonrojé,nopudeevitarlo.Hacíamucho tiempoque alguiennome reconocía de esamanera.Me sentí

halagadoyunaespléndidasensacióndebienestarrecorriómicuerpoerizándomeelvello.—Deboreconocerquenoeresmalaactriz…—Teníacuriosidadporsaberadóndeibas—confesó—.Mehubiesegustado

cazarteyentregartealaPolicía.—Todavíaestásatiempo…—Eresunhombregracioso—contestóconuna sonrisa—,peromihermano

no piensa lo mismo, así que mejor no darle ideas… Que uno de tus librosdescansaraenmimesillanoesunacasualidad.Queríasaberlotodosobretiparaasíconocerlaaella.—¿Aella?—Claro,aesanoviatuyadelpasado—especificó.Ahorasíquenosabíapor

dóndeiba—.BlancaDesastressellama,¿verdad?

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Esofueungolpebiendado.MaríaLuisasabíadominarlaconversación.Sincomerlonibeberlo,mehabíaarrinconadoensuterreno.—Tienesentido,tuactitudenelpuerto…—Leonardoyella tuvieronuna relaciónenMadrid—prosiguióconesavoz

sensualqueacariciabamisoídos—.EsofuedespuésdevolverdeAmérica,antesde hacerse cargo del negocio familiar... Ella es la hija de unos burguesesespañolesdel barriodeSalamancay coincidieron en repetidasocasiones en elcírculo de amigos de Leonardo... Ahí donde la ves, esa mojigata tiene másdineroquenosotros,aunquecarezcadeclase…—¿Cómosurgió?—Como todas —apuntó—. Empezaron a verse con más frecuencia, él se

esforzópor sorprenderla y terminaron enamorándose, almenosmi hermano…Desafortunadamente,Leo,unhombreque siemprehabía conseguido loque seproponía, fue incapazdequitarlede la cabezaa esa chica alburdoescritordenovelasconelquehabíasalidountiempoantes…Pormuchoqueseesforzara,pormuchoquequisiera reemplazarle, esaBlanca siempre terminaríapensandoenél…Laestupidezfuesuperioraél.Leonardonopudosoportarlo.—Nohacefaltaquemenospreciesmilabor…—comentésacandoelmorroy

asintiendo. Su testimonio me había dejado traspuesto—. Ahora, resultará quesoyelculpabledetodo…María Luisa puso sumano encima de lamía y se acercó unos centímetros

haciamí.—Yonohedichotalcosa,eraunaanécdota…—dijoaliviándome—.Túhas

preguntadoyyoteherespondido.Ahorayaconoceslasrazonesporlasquemihermano no simpatiza con juntaletras… No siempre es bueno escuchar laverdad.—¿Ytú?—Preguntécurioso.Noteníasentidoenfadarmeporloquepensara

eseamargado—.¿Quépiensasdemí?Labotelladescansabavacíaenlacubitera.Laveladahabíasidotanentretenidaque,sindarmecuenta,delantedemísólo

quedabaunatazadecafévacíayunplatomanchadodepostre.—TengounaopinióndiferentealadeLeonardo…—susurróconsensualidad

ymiróalabotella—.¿Porquénonosvamosdeaquí?Mevendríabienunpocodeaire.Paguéysalimosalexterior.Estabaoscuro.Lasfarolasiluminabanelcaminodepiedrayahoralaciudad

brillabaconfuerza.Me hubiera parado a disfrutar del paisaje, si no hubiera tenido una

acompañantecomoMaríaLuisa.Todavíaquedabanmásentresijosporconocer,

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aunquehabíalogradotirarledelalengua.Ellasemostrabaabierta,receptivayadvertíquesusseñaleslaconduciríana

unacercamiento físico.Teníaqueevitar esemomentoa todacosta sinparecerdemasiadoobvio.Silarechazaba,semarcharía.Le ofrecí el brazo con un gesto de galantería y caminamos con los pies

sincronizadoshastallegaralcoche.—Unlugarinteresante—dijoantesdeabandonarelaparcamiento—.Espero

regresaralgúndía.—Nosalesmucho,¿meequivoco?Ellamemirócondesaire.—Lojusto.Ladiscreciónesunavirtud.Comprobéelrelojdelcoche.Eranlasonceymediapasadasylaconversación

parecíallegaraeseprecipiciodondetodaslascharlasmueren.Despuésdeahí,lomásdignoeradeciradiós.—¿Quieresquetellevealhotel?—Pregunté.Ellasoltóunacarcajada.—¿Qué

estangracioso?—¿Esasícomoseducesaunamujer?—Sóloestoysiendoeducado.—Vamosaltuyo,quetienevistasalmar.Tomemosunacopaallí.—Laúltima—añadí.—Sí,claro.

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Loqueparaellaestabasiendounatravesura,paramíeracomounapiedraenelinteriordelzapato.Subimoshastalahabitacióndelhotelyencendílaslucesalentrar.—Penséquelodelhoteleraunfarol—comentóalcruzarlapuerta—.Yaveo

queeresunprofesional.—Nuncasesabe…Porlaventanasepodíacontemplarelmardesdeunaperspectivadiferenteala

que tenía en casa. Allí estaba más alto y más oscuro, pero no dejaba de serimpresionante.Abríelminibarysóloencontréalgunasbotellitasdewhiskyyvodka.Llaméalarecepciónypedíunabotelladechampánbienfría.MaríaLuisasequitóloszapatosyseechósobrelacamacomosiestuvieraen

sucasa.Empecéasentiruncosquilleoenelcuerpo,frutodelalcohol,elcortejoqueellaestabaaplicandosobremíylashormonasrevolucionadasqueesperabanenmicuerpoparasalircomounaarmadaespartana.Elempleadotrajolabotellaenunacubiteraconruedasyservílascopas.—Deboreconocer…—dijealbrindar—,quemehasorprendidolahistoriade

tuhermano.Elmundoesunmalditopañuelo.—Nopuedescontárseloanadie,Gabriel—advirtió—.Nadade loque tehe

contado…Nisiquieraaella.—Tranquila,tusecretoestáconmigo…—respondíymeacerquéalaventana

—. Simplemente, me sorprende que tu hermano se fijara en una chica comoBlanca, aunque no me extraña que fuese Blanca quien le hiciera eso a tuhermano…Amímehizolomismo.—Siempre nos atrae lo opuesto, lo diferente, aquello a lo que no

pertenecemos… —contestó y bebió a la vez que se levantaba el vestidoligeramente,mostrándome el brillo de sus bronceadas y apetecibles piernas—.¿AcasocreesqueEvasólomordiólamanzanaporqueestabaprohibido?—Poresoestásaquí,¿verdad?—Preguntéymeacerquéalospiesdelacama

—.No sólo paramorder lamanzana, sino para saber qué se siente cuando lohaces.MaríaLuisaseacercódegolpeyseabalanzósobremishombros.Nuestrosrostrosseunieronyellamebesóloslabios.Mevienvueltoentresu

peloyelagradablearomaachampú.Contacto,laagarréporlosbrazosyechélacabezahaciaatrás.—Mejorno,MaríaLuisa—susurréyellasemantuvoensusitio.Al entendermi reacción, se arrastró hacia atrás en silencio, generando una

tensióndesagradableentrelosdos.Depronto,lahabitaciónestabaheladaysóloqueríamarcharmedeallí.

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—¿Notegusto?—Preguntóinsegura.Hastalaspersonasmásbellassufríaneltemordeserrechazadas—.¿Eseso?¿Nosoytutipo?—No digas estupideces, eres una mujer… eres una de las mujeres más

hermosasqueheconocido.—Esoselodirásatodas.—Atodaslasqueheconocido,porsupuesto—contestéysonreí.Ellapercibió

que algo no funcionaba. No estaba acostumbrada a las negativas y, muchomenos,alasdeunhombre.Sinembargo,aceptóladerrotacondecoro—.Existeunamujerynosemereceesto.Ella,no.Lahijadelacondesabajólasdefensasyvolvióacubrirselaspiernas.—Almenos,duermeconmigoestanoche.—¿Nomehasoído?Nopuedo…Seacercóamíymeacaricióelrostro.—Gabriel,miamor…—dijoconunasonrisa—.Notengohotelnilugarenel

quequedarme…Comotú,yotambiénheactuadosobreelguión.Unapenaquenohayaacabadoconfinalfeliz…—¿MeestásdiciendoquelodelAmérigoeraunafarsa?—Tanfalsocomotusgafas.Miréalabotella,alaventanayalanoblequeteníadelante.Misentidodela

galanteríameimpidióecharladeallí.—Puedollamarauntaxi.—¿Deverdadlopiensas?Volvióapensarenlasopcionesymediporvencido.—Está bien, pero sólo dormir…—respondí—. Espero que esto no cuente

comoinfidelidad.Lamujerestirólosbrazosysedejócaersobreelcolchón.Luegoselevantóy

caminóhastaelbañoparadarseunaducha.Enefecto,eraunaniñatraviesaatrapadaenunpersonajefeudal.Enelfondo,

lo que deseaba era realizar las fantasías que no había podido llevar a cabodurantelaadolescencia.Yoteníalomíoyellalosuyo.Con lo que me había contado, no me costaría demasiado desenmascarar a

LeonardodeTorrevella.Abandonadoenlahabitación,medesabrochéelprimerbotóndelacamisay

agarrélabotellaporelcuello.Despuésdiuntragoymesentéenel ladodelacamaquedabaalaventana.Aquello no estaba bien, ni para ella, ni para mí. Existen ciertas acciones,

aparentementeinofensivas,quesiemprenostraenconsecuencias.Paracuandoellasaliera,yoyamehabríadormidoemborrachadodeburbujas.

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Asíqueesperé,conlavozdeMaríaLuisacantandoenladucha,aqueelcavadelabotellaseterminara,misojossenublaranylanocheseconvirtieraenunfondodeestrellasdelmodomásrápido.

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CAPÍTULOQUINCE

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Ella todavía dormía cuando abandoné el hotel.Medespedí conunanota y unbeso en la frente y tomé rumbo a casa. Aquel fue un adiós y no lo queacostumbrábamosaverenlapantalla.Paramifortuna,esedíanorecibíningunallamada.Teníaqueorganizarlasideas.Digerirtodoloquemehabíacontadodurantela

velada.Las disputas familiares cercaban el círculo de sospechosos, aunque no las

teníatodasconmigoparaaveriguarquiéneraelcausantedeaquelescándalo.María Luisa, hábil ymanipuladora, se las había ingeniado para echar de la

conversaciónaSorianoyasuprimaSabrina,enfocandolaatenciónensusdoshermanos,principalmenteenelpequeño.El testimonio no dejaba dudas de que Leonardo tenía motivos más que

suficientes para hundir a su familia y poner a su hermano en ridículo ante laopiniónpública,sinmencionarlacruzadapersonalqueteníaconmigo,undetallealquenoledidemasiadaimportancia.BlancaDesastreseraaguapasadaenmivida y, por lo que había comprobado en los últimos días, yo también para lasuya.Lavilezade las intencionesdeLeonardosecontradecíanconelhermetismo

queguardabaasualrededor.Unamadreconocedemasiadobienasuhijoy lacondesa,apesardetodosloserroresquepudierahabercometidoenelpasado,nohabíadejadoenmanosdeLeonardolosnegociosfamiliaresporazar.SiéstehubiesetenidointerésporhumillaraFederico,lohabríahechodeotromodo,sinsertanestúpidodeponerenjuegosuhonor.Venderelgrupodeempresasaotracompañíacobrabamássentido.Tal vez el episodio de la herencia hubiese tenido algo que ver con todo

aquello,peronoeranmásquesuposiciones.Poralgunacausaquenomehabíacontado,aMaríaLuisaleinteresabaqueyo

pensaradeesemodo,yesomeprodujounadesconfianzadesagradablehaciasupersona.Finalmente,abríelordenadorymeconectéa la redparabuscar lasnoticias

quehabíansidopublicadasdurantelosdíasanteriores.Con todos los enredos de familia, había pasado por alto analizarlas con

detenimiento.Peronoquedabarastroenlosportalesnienlosbuscadores.Todohabíasidoeliminadodelciberespacio,inclusodelamemoriacaché.Asíqueteníaqueregresaralafinca,estavezsinqueelabogadonilahijase

enteraran.Debíareunirmeconlacondesayaclararlaincógnitaquemeimpedíaresolverelrompecabezas.Ellateníalallavequemellevaríahastamidoble.

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Aldíasiguiente,desayunandoenunadelascafeteríasdelvaraderoconlaplayavacíafrenteamí,agarréelperiódicoqueunclientehabíadejadoenlabarra.Tuveunmalpresentimientoalabrirlo.Nofueparamenos.Lasfotografíasaugurabanunmalpresagio:Soriano,Leonardo,MaríaLuisay,

cómono,GabrielCaballero.

ElfindelosTorrevella:unaherenciafraudulenta

CuentasByuntestamentoinjusto

Unnuevo informe esclarece losmotivos por las queLeonardodeTorrevellaquierevenderHoldingTerraaquienestédispuestoapagarlo.

El Diario Alicantino publica en exclusiva datosesclarecedores que ponen al descubierto la auténticacaradelosTorrevella.

Ademásdelasanterioresnoticiasrelacionadasconlascontinuaspérdidaseconómicasquelosnegociosdelafamilia han generado, un nuevo informe de carácteranónimodestapalasampollasenelsenodelafamiliaaristócrataalicantina.

Todo apunta a que un testamento redactado por lacondesadeTerranostra,enelquebeneficiaenpartealhijo mayor, Federico de Torrevella, ha sido eldetonante para la llevar a cabo la venta del grupoempresarial.

De este modo, Leonardo de Torrevella, director de

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HoldingTerra,trasprevioacuerdolegal,recibiríaunaimportante suma económica por el traspaso ymantendría supuesto comodirector sinque laventaafectaraasusintereses.

Así se extinguiría la posibilidad de que Federico deTorrevella encabezara la dirección del grupo en unfuturo.

Por otro lado, existen rumores de que las empresasgestionadasporlafamiliallevenañosmanejandounadoble contabilidad con el finde eludir aHaciendaylos altos impuestos a pagar al Estado. De ser estocierto, las negociaciones con el grupo nipón podíanverseenpeligro.

Apesardelasamenazasaladireccióndeestediarioparaevitar lapublicaciónde lanoticia, la familiadeTorrevella ha tomado acciones legales contra ladirección de la empresa y contra el periodista yescritorGabrielCaballero.

Lasdudassobresuautoríahansidoesclarecidas trassorprender al periodista reunido en varias ocasionescon María Luisa de Torrevella y Rodolfo Soriano,abogadoyasesordeconfianzadelafamilia.

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CAPÍTULODIECISÉIS

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Elteléfononocesabadevibrar.Lanoticiahabíacorridocomolapólvora.Amiscompañeros de profesiónno les importó hacer públicomi númerode teléfonoentresuscontactos.Números desconocidos aparecían constantemente en la pantalla. Era

imposiblemanejarelaparatosinquesemoviera.Regreséacasa,desconectélalíneatelefónicaybajélaspersianas.Losbuitres

notardaríanenmerodearporallí.Cuandolasllamadasparecieroncesarporunosminutos,busquéelcontactode

MaríaLuisaylallamé.Fracaséenelprimerintento.Supusequeestaríafuriosa.Volvíamarcarsinéxito,denuevo.Trasintentarlocuatroveces,fueellaquienmellamó.—¿Cómoteatrevesa telefonear?—Preguntóansiosa—.¡Eresuncerdohijo

deperra!—¡Espera!—¡Mehastraicionado,desgraciado!—Bramóalotroladodelaparato—.¡No

telovoyaperdonarenlavida!—¡MaríaLuisa!—Exclamé—.¡Nocuelgues!¡Yonohesido!—¡Perocómoerestanembustero!¡Malditofarsante!—Continuógritando—.

¡Mehasutilizadoparatubeneficiopropio!¡Sindejardetalleenelaire!—Tienesqueescucharloquetevoyadecir…—No,Caballero…—dijocalmandolavoz—.Nopiensoescuchartemás.Te

voyaaplastarcomoaunacolilla…Nadievaaperdonarloquelehashechoaestafamilia.Despuéscolgódejándomeconlapalabraenlaboca.Detestabaesasensación.Enparte,entendílacrispacióndeMaríaLuisaytambiénquelecostaracreer

que no había sido yo.Una cosa era confesar un secreto y otra que el secretofueraacompañadode fotografíasa todocolor.El interiorde la fincaestaríaenllamasaesashoras.Busquéelteléfonodelabogado,comoúltimorecurso,ymarqué.—¿Todavíalequedanganasdehablar?—Soyescritor,lomíosonlaspalabras…—Veoquesigueigualdemezquino.—Escuche,Soriano,nohesidoyo,selojuro…—Meimportauncarajoquehayasidoustedono—replicóconautoridady

enfado—. Las fotografías en las que aparece con la señorita María Luisa lehacenunflacofavor.¿Quéledije?¿Cómohapodidosertandescuidado?—Tengoque hablar con la condesa—respondí saltándome las preguntas—.

Ellaeslaúnicapersonaquemepuededecirquéesloqueestápasando.

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—Puedoresponderporella.—Haycosasqueseescapandesuresponsabilidad.—Entonces,metemoqueesoesimposible.—Venga,hombre…Déjesedeformalidades.Sólointentoayudar.—Aunque quisiera, me lo impedirían… La condesa está ingresada en la

clínica privada de Vistahermosa… —explicó—. Ha sufrido una crisis deansiedad.—¿Porlanoticia?—Portodo,engeneral…—Presientoquetengoquedejarle.—Deseprisa,notienemuchotiempo.Medespedíycaminéhastaelexteriordelavivienda.Yanohacíafaltaesconderse.Estabaharto.AbrílapersianadelgarajeyvimiPorscheBoxterrojoreluciente,esperandoa

queloarrancara.Yasíhice.MepuselasgafasdesolytomérumboaAlicante.

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Porcausasdeldestino,habíaestadoallíantes.Visitarloshospitalesnuncatraíanadabueno.Laclínicaprivadaeraungranedificioblancodeformarectangularrodeadode

palmeras.Ellugarestabatranquilo.Dejéelcocheenelaparcamientopúblicoquehabía

juntoalaparadadeautobúsydiunvistazoparaasegurarmedequenocaerantelosfocosdelascámaras.Colarmesinquemevieran,noseríafácil.Sorianonomehabíainformadosobrelaplantaenlaqueseencontrabalacondesa.Dadalasituación,lomásseguroesquelahubieransacadodeurgenciaspara

trasladarlaaunahabitaciónmástranquila.Caminéhastalaentrada,quegozabadeunasorprendentenormalidadparala

queestabacayendo.Saludéalasdosrecepcionistasymeacerquéalmostrador.—Buenosdías,¿podríandecirmedóndeseencuentralafamiliadeTorrevella?Lasdosmujeresmemiraronconrecelo.—¿Esustedfamiliar?—Soy Rodrigo de Torresmontes —improvisé adoptando un tono serio y

formal—.ElsobrinodeBeatrizLucerosdeFinestrat.La confianza con la que había pronunciadomi inexistente apellido puso en

alertaalasempleadasdelcentro.—Un segundo… —dijo una de ellas y consultó algo en la pantalla del

ordenador.—¿Se encuentra María Luisa y Federico con ella? —Pregunté mientras

esperaba—.Leonardomelohacomunicadoestamañana.Elaprietodelasdosempleadoslasforzóaceder.Loúltimoquedeseabanera

jugarseelpuestodetrabajo.—Plantatres,habitacióntrescientosdos.—Hansidoustedesmuyamables.Dimediavueltaycaminéhacialosascensores.Cuandolaspuertasseabrieron,entréypulséelbotónnúmerotres.Antesde

que se cerraran, vi a Federico abandonar el ascensor que había frente a mí.Agaché la vista y me hice el despistado. El aristócrata no llegó a notar mipresencia.Estuvocerca.Ahorateníaelcampolibre.

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CAPÍTULODIECISIETE

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Laplantaterceradelhospitalolíaadesinfecciónyamaterialclínico.Divariospasos en silencio, evitando el contactovisual de losbedelesy las

enfermerasquesecruzabanpormicamino.Finalmente,allíestabalapuertaconelnúmero302enunachapametálica.Toquélafríamanivela,lagiréhaciaunladoyempujé.Lahabitacióneraaséptica,decolorblanco,conunbañointerioryunaventana

porlaquesepodíaverlaciudad.La condesa estaba acostada con los ojos cerrados, descansando en un

momentodecalmainterior.Cerréconsigiloydiunpasoalfrente.Pesealruidode mis zapatos, ella no hizo ningún gesto de interés. Recurrí al plan b ycarraspeé.Lamujerlevantóunpárpado.Labolsadelsueroestabaconectadaasubrazo.—¿Usted? —Preguntó confundida—. ¿Qué hace aquí? ¿Cómo ha logrado

entrar?—Cálmese,novengoadarlemásdisgustos.Despuésabrióelsegundoojoyseincorporóparasentarse.—Sabía que aparecería tarde o temprano… —confesó, siendo yo el

sorprendido—.Mihijamelocontótodosobreusted.—Losiento—respondísintiéndomeculpable,sinsabermuybienporqué—.

Loúltimoquedeseabaeraque…—Nosepreocupe,séquenopintanadaaquí—interrumpió—.Lomíoviene

delejos…Noesfácilsermadreenestafamilia,¿entiende?Mepreguntoquéhehechoparamereceralgoasí.—Señoracondesa,no tengomucho tiempo…—dijeacercándomeaella.La

mujermemirabadelmismomodoquelohabíahechounasnochesatrásenaquelhotel de Santa Pola. Tomé aire—. Estoy cerca de resolver lo que estásucediendo,peronecesitosuayuda.Meencuentroaltantodeloocurridoconeltestamento,MaríaLuisamelocontó…—Nopuedeestarsecallada…—Tambiénséquelapresenciadesusobrinanoleinfundeningunaconfianza,

aunquecreoqueella sóloestápor interésparaverqué lepuedecaermientraschupa de las cuentas familiares… Tengo la impresión de que sus hijos estánlibrandounaguerrapersonalparaacabarcontodoloquetienen…Unodeellosestádetrásdelasfiltraciones,deloqueestásaliendoalaluz,yloestáhaciendoa travésdealguienqueusaminombre.Sinembargo,soy incapazdeseñalaraningunodelosdos…Poresolepidoquemeayudeaponerunpocodeluzenesteplano.—Ay,hijo…—dijoellaadoptandountonomaternal—.Lamentodecirteque

todoeltrabajoquehashechonohaservidoparanada.

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—¿Cómodice?—Por supuesto que Leonardo y Federico se llevan mal desde que se

conocieron…—explicócontristeza—.Lapérdidademimaridomellevóaunafuerte depresión, de la cual no sé simehe recuperado…Quise ser unabuenamadre, pero carecía de instrumentos para ello… ¿Cómo iba a criar a doshombres habiendo sido siempre unamujer de porcelana? ConMaría Luisa loteníamás fácil pero, aún así, fracasé…Pusedemasiada atención en corregir aesosdosmequetrefes…—¿Porquédiceeso?—Me absorbían la energía por completo —explicó—. Con el tiempo,

Leonardosealejómásdelseno,hastaqueloenviéalextranjero…Eralaúnicaformadesepararlosyestablecerlacalmaencasa.ConfiéenFedericoparaqueaprendieraagestionarlosnúmeros,perolosuyosiemprehasidolafarándula,aligualquesutío…—PoresocambiódeopinióncuandoLeonardoregresó.—LohabíaenviadoaEstadosUnidosconesepropósito—contestósincargo

deconciencia—.Élaceptó,conlacondicióndequeFedericosequedarafueradetodoy,porsupuesto,quenovieseniuncéntimodelaherencia.—Peroesonoesposible…—Losabogadoshacenque todo seaposible—aclaró—,perounamadreno

cedealchantajedesushijos.—Yaveo…—Míreme—ordenó—. Soy una vieja, nome quedamucho tiempo en este

mundoantesdequeDiosmelleve…¿QuépasaráconMaríaLuisayFederico?Sin dinero, se convertirán en un par de desgraciados miserables. Le pedí aLeonardo que vendiera la cartera de empresas y, a cambio, le dejaría toda lafincaparaél,laúnicaherenciaquenosquedadelafamiliadesangre.—¿Todoporunacasayunostrozosdetierra?—Esmásqueeso.Esnuestrahistoria.—¿YMaría Luisa?—Pregunté sorprendido—.Tiene un especial apego por

losviñedos.—Hijo,lavidaesasí.Ellayaesunamujeradultayesoescosadehombres—

respondió. No podía ser más clasista—. María Luisa tiene que encontrar unmarido,comohiceyo…Esoestodo.Lamentablemente,noentendíadelegados.—¿CreequeesFedericoquienestádetrásdelaspublicaciones?Elrostrodelamujersearrugó.Ibabienencaminado.—Mecuestareconocerlo,peroesasí—confesócondolor—.Noseimaginalo

que supone para una madre. Soy incapaz de pararle los pies, póngase en mi

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lugar.—Estáclaroquenoactúasolo…Hayalguienmásconél.—Podría ser cualquiera. La pérfida de mi sobrina, por ejemplo. No me

sorprendería…—¿Taningenuoes?—Amínohasalido,desdeluego…—Soriano me dijo que intentaron detener a la prensa, pero no ha tenido

muchoéxitoelsoborno…—¿Lo dice por las fotos y los chismorreos?—Preguntó altiva—. Federico

puede contarle a esos muertos de hambre lo que quiera… Todo lo que hanpublicadoesirrelevante,notienenpruebas…¿Estamosarruinadososomosunosimpostores? Esa es una verdad a medias, pero… ¿Quién no lo es? A losjaponeseslesimportanunbledoesascosas.Ellossabendedóndevenimosylainfluenciaquetenemos.Quierenseguiradelante.Sinosucedenada,endosdíasfirmaremoselacuerdo.—¿Notememásescándalos?—Pregunté—.¿Queelfraudesedestape?Ellasonrió.—Estoy aquí por la edad y por el dolor que siento al ver lomal que lo he

hechoconmishijos,todosenfrentadosporeldinero,comoburdospobres…—respondió con desaire—. Lo que realmenteme preocupa se encuentra a buenrecaudoenlasoficinasdeMarsamar.—¿Quées?—Lacontabilidadparalela…Esopondríaenriesgonuestrocompromisocon

losnipones.SóloLeonardotieneaccesoalosficheros.—¿Porquémelocuenta?—Porque sé quenova a ser tan imbécil demeterse dondeno le llaman—

contestó.Visusojosymeclavólamirada—.Lequedademasiadogrande,señorescritor.Entrarallínoescomocolarseenunhospital,ademásdeserundelito.Al otro lado de la pared, en la lejanía, escuché voces familiares que me

desviarondelaconversación.EraFedericoyveníaacompañadodealguienmás.—Tengoqueirme,graciasporsuayuda…—dijeantesdedarmelavuelta—.

Porcierto…Suhijamehadenunciado.Lacondesaguardósilencio.Agarrélamaniveladelapuerta.—¿Esciertoquelarechazó?—Preguntódesdelacamaconseveridad.Giréelrostroporúltimavezyencontréaunamadredespechada.—Asíes.—Entonces,asumalasconsecuencias.Abandoné lahabitación,vi la figuradeFedericodeTorrevella en su trajey

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acompañadodeunodelosagentesquemehabíanseguidodíasatrás.Caminéendireccióncontrariaaelloshaciaelfinaldelpasillo.Después tomé las escaleras de emergencia y desaparecí como una sombra

silenciosa.

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Labotelladecervezahabíadejadounamarcadeaguasobreelpapel.Encimadelamesadelahabitación,unalibretaabiertaconteníanotasescritasconbolígrafo.Demasiadasmentirassobreeltapete.Había regresado al hostal Maruja tomando distancia de los problemas,

buscandoespacioparapensaryasíordenartodoloqueteníaenlacabeza.Pero,inclusoaquellugar,comenzabaanoserdeltodoseguro.Porfin,despuésdevariosdíasdeincesantetrajín,tuvetodaslaspiezassobre

eltablero.—Sabrina, Sabrina… —murmuré en voz alta mirando a la pantalla del

ordenadorportátil.Estabadispuestoasaberlotodosobreella.Almenos,todoaquelloquelosTorrevelladesconocíanonosehabíanatrevido

acontar.Tecleésunombreenelbuscador,seguidodelapellidodelafamilia.Aunqueno fuerael suyo, los resultadosno tardaronen llevarmealperfilde

SabrinaGuerrero,unaespañoladetreintaydosaños,acomodadaenGinebra,sinprofesiónaparente,hijadeuncondeespañolydivorciadacincoañosatrásdeunpintorfrancés.Estabamuycambiadaenlasfotografíasqueencontraba.Laprensaginebrina

nohablabamuybiendeella.Debido a los escarceos amorosos y la ruina económica de su padre, que

malvivía de las rentas que le dejaba el hotelGeneva, situado en la partemáshumildedelacapital,Sabrinaeraconocidacomolasanguijuelaespañola,yaqueaprovechabasuscontactosdelaburguesíalocalparaacercarsearicossolitarioseilusos,tocadosporlavaritadelafortunayeléxito,conelfindepagarsuestilodevida.Unejemplarcomopocos,pensé.Ademásdelosartículosdelaprensasensacionalista,lasobrinadelacondesa

de Terranostra había estudiado arte dramático durante dos años en Lyon. Sinpenanigloria,sucortacarrera terminabaconla interpretacióndeunpersonajesecundarioenuncortometraje.Alparecer,prontosediocuentadequeeramásrentablefingirentrepersonas

queantelascámaras.Culta, educada, conocedora de cuatro idiomas y con facilidad para

desenvolverseencualquierentorno.Sabrinaposeíaelhistorialperfectoparaserquienestabadetrásdeminombre.Trasmiconversaciónconlacondesa,reflexionésobrelomencionadoenaquel

edificio. No me había revelado el secreto de su familia por accidente, peroseguirlelacorrientesincalcularmispasospodíaserunerror.

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Mepreguntésieraamíaquiententabaconunseñueloosirealmenteeratandespiadadadeapartarasuhijodeunmodotanruin.Nosupequépensar.Yanopodíaconfiarenningunodeellos.VolvíamirarlafotodeSabrina.Elrelojdearenasevaciabasinquehicieranadapordetenerlo.María Luisa, despechada y confundida, me hundía la vida en público. La

prensa local largaba mentiras sobre nuestra relación y el inexistente amor deverano que nos unía. Agulló y los suyos estarían frotándose las manos en laredacción.Todosmequeríanveracabado.ElteléfonoseguíasonandoySoledadnomehabíadadoseñalesdevida.Derepente,oíunanotificación,unsonidoagudoprocedentedemiordenador.

En la pantalla, un símbolo me advirtió de que había recibido un correoelectrónico. Pensé que sería otro de esos correos basura, pero me equivoqué.ParecíaunadirecciónanónimaregistradaenlosservidoresdeMicrosoft."Séqueestásahí",decíaelasuntodelmensaje.Larespiraciónsemecortó.Miréalrededordelahabitaciónymelevantéhacialaventana.Comprobéque

todoseguíaenorden:laplayallenadebañistas,elbaratestadodeclientesylasgaviotasenbuscadeuntrozodecomida.Diuntragoalacervezaymemovíalrededordelordenador.Abríelmensaje

con intriga, pero no encontrémás que una línea y un usuario deTelegram, laaplicacióndemensajeríaencriptadaqueutilizabanlosperiodistasparaevitaralaPolicía.Nomesorprendióqueaesasalturasmehubieranpinchadolalínea."¿Hablamos?",preguntó.Abríelprogramadesdeelteléfonoeintrodujesunombre.Despuésiniciéuna

ventanadediálogo.ElusuarioMarkFeltentróenlínea.Tenía su gracia. Utilizaba el nombre del agente del FBI que había actuado

como Garganta Profunda en el famoso casoWatergate estadounidense en losaños setenta, revelando los secretos del gobierno de Richard Nixon. Pero, adiferenciadeFelt,estapersonanobuscabadesenmascararaunpresidente,sinoarruinarmelavida.Losdedosmetemblaronantesdeescribir.—¿Esestoseguro?—Tecleé.Elusuarioestabaescribiendo.—Sí.—¿Quiéneres?—Pregunté.Larespuestasehizoesperarunossegundos.—¿Quéclasedepreguntaesesa?—Respondió—.Sabesdesobraquiénsoy.—Sabrina—escribí.

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—Frío,frío…Caballero.Mefrotélasmanos.Estabanhúmedasyfrías.Notabaloslatidosenmicuello.—¿Quéquieresdemí?Noentiendoporquémeestáshaciendoesto…—Siempre has presumido de ser el mejor… a costa de otros—escribió—.

¿Quésesientealprobartupropiamedicina?Meremoviólasentrañas.Estabadándolefuerteamiegoyesoeraloquemásmedolía.Debíasermásinteligente.—Si realmente eres quien creo que eres, temo decirte que tu broma se ha

acabado.Denuevo,setomóunapausaparacontestar.—¿Ahsí?—Sí.—¿Quétehacepensareso?—Paraempezar,notienesladecenciasuficienteparadarlacara—recriminé

—. Si realmente quisieras emularme, no habrías escrito esa basura. Te faltaclase.—Nomeimporta.Elfinjustificalosmedios.—¿Ycuálestufin?—Ponerteaprueba,vercómotucarreraseechaaperder.—Para eso, necesitarías otra vida.Nome hagas perdermás el tiempo.Das

pena.Cerrélapantallaydejéelteléfonoenlamesa.Pegué un trago a la botella y di un par de vueltas sobre la habitación. El

teléfononoemitióninguna señal.Segundosdespués,volvió avibrar.Teníaunmensajenuevo.—LasoficinasdeMarsamar—escribió—.Últimaoportunidad.—Yatelohedicho—repetí—.Novoyacaerentujuego.—Lascuentasennegro—respondió.Volvióatomarseuntiempoycontinuó

—. O lo sacas tú, o lo haré yo… De cualquier modo, irá a tu nombre, porsupuesto.—Nosédequémehablas…—Losabesdesobra—escribió—.Losjaponesesquierenentrarenelmercado

español por la puerta grande, por la reputación que les da absorber HoldingTerra.Laspérdidassiempresepuedenrecuperar,pero lacontabilidadennegroesunainfamiaparatodos.Mesentíacalorado.Erademasiado.¿Dedóndedemonioshabíasacadoaquello?

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Mordísuanzuelo.—Buenintento,perotutrampaapestaakilómetros…—Hasperdidofacultades,Caballero…—contestótentándome—.¿Noerastú

quiendecíaaquellodequiennoarriesganovive?Medetuve a reflexionar por un instante, buscando en los recuerdos a quién

podríahaberledichoaquello.Pordesgracia,eraunafraseclichéqueusabaamenudo.Aesasalturasdelaconversación,miatenciónestabaabsorbidaporlapantalla

deldispositivo.—Demuéstramequeerestú.—Yoteenviéesanota,enelrestaurante—confesó—.Yoteavisédequela

Policíaosseguía.Laspalabrasmesobrecogieron.Escuchépasosenelexterior.Medirigíalapuertayabrí,peroeranunoshuéspedesingleses.Regreséhastalaventanaydiunvistazoporellasacandomediocuerpoporel

marco.—¿Dóndeestás?—Tan lejos, tan cerca… —dijo y me sentí atrapado, como si sus ojos

estuvieranencimademí—.Elhorariodeoficinasterminaalassiete.Elguardiajuradohaceelcambiodeturnoalasdiez.Detidepende…Mañanapuedeserungrandíapara tunombreoelcomienzode tudeclive.Tic, tac,Caballero…tic,tac.El corazón me latía con más fuerza. Si ese fantasma quería despertar un

sentimientodeodiohaciaél,lohabíalogrado.—¿Ydespuésqué?—Tecleénervioso.Elusuariosedesconectó.Esperéunossegundos,peronocontestó.Miréelrelojdelteléfono.Eranlascincodelatarde.Mesentéenelbordedelacamaymiréalcielorogandounarespuesta.AvisaraRojodeloqueestabaapuntodehacer,noeraunabuenaidea.Entrar

eneseedificiopararobarlascuentasilegales,tampoco.Peroexistenmomentosenlavidaenlosqueunapersonadebedemostrarsu

valía,aunqueéstapuedaresultarenvano.Porprimeravezenmuchotiempo,mesentípreparado.Nolohacíapormí,tampocoporlosTorrevella.Criticar al sistema no sirve de nada si no somos capaces de evitar las

injusticiasquenospasanpordelante.Comoperiodista,mi responsabilidadera ladedesenmascarar a esapersona,

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antesdequesiguieraperjudicandoaotras.

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CAPÍTULODIECIOCHO

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Meapresuréantesdequecerraranlasinstalaciones.Teníamediahoraparapasarantesdequelasoficinasterminaransuhorariolaboral.EledificioMarsamaresperabadelantedemí.Uncomplejominimalistadesieteplantas,divididoendosbloquesgrises,uno

de ellos con forma curva y ambos rodeados de una bonita arboleda que losprotegíadelasfalto.Observélapuertaylosalrededores.Variaspersonasvestidasdetrajeentraban

ysalíandelaentradaprincipal.Comohabíasupuesto,losTorrevellasóloocupabanunapartedelenjambrede

oficinas,porloqueentrarnoseríamuyarriesgado,siempreycuandonollamaralaatención.Cauto,abandonéelcocheycaminéhaciaelinteriorbajolamiradadelguardia

deseguridadqueprotegíalosalrededoresdelarecepción.Unapantalladerótulosinformabadelosnombresdelasdiferentesempresas

queseregistrabaneneledificio.Atrás,quedabalarecepciónenlaqueunjovensentadomirabapor lapantalladeunordenador.Regresaríamás tarde,medije.Rápido,contélasposicionesdelrótuloymequedéconlaquintaplanta.Unabonitamujeresperabajuntoaltornodeseguridadquedejabapasoalos

empleados del recinto.Medirigí a ella y le regalé una sonrisa. Iba vestida detraje,apesardelcalorquehacíafuera.Llevabaunasgafasdepastamarronesyel cabello recogido en una cola. Era hermosa, tenía una mirada penetrante ydestilabaseguridad.Supusequeseríalajefadealgúndepartamento.Poseía una sola oportunidad para inmiscuirme allí dentro y no estaba

dispuestoadejarlamarchar,asíqueempecémijuego.Detenido frente al torno,me eché lasmanos al interior de la americana en

buscadeunatarjetadeaccesoquenoexistía.Lamujer,quemirabasuteléfonomóvil,percibiómifastidio.—Malditasea,debodehaberladejadoencasa…—murmurémirandoalsuelo

mientrasmeconcentrabaenmismovimientos—.Menudacabeza…—¿Vasaentrar?—Preguntó.Giréelrostro.—Esointentaba…—No es problema —dijo ella y puso la tarjeta sobre el detector—. A mí

tambiénmehapasadoaveces.—Acabas de salvarme la vida —contesté aliviado—. Gracias… ¿Nos

conocemos?—Puede ser que nos hayamos cruzado, no lo sé… —dijo ella sonriente.

Observé cierto coqueteo en su gesto, como si esperara que continuase con lainteracción—.Somostantos…

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—Cierto—comenté—.Siemprehayunaprimeravezparatodo.Crucélapuertadeaccesoycaminéhastaelascensor.Cuandoestabaapunto

dealcanzarelbotón,sentíelpasodeunostaconesacercándoseamí.—Espera—dijolamujer.Unligerocosquilleoseapoderódemispiernas—.

¿Adóndeibas?Traguésalivacontantafuerzaquetemíquemeoyera.—Atomarelascensor…Ellalevantóunaceja,yoencogíloshombros.—Deberíasdormirmás—respondióycolocólatarjetasobreelmarcodigital

quehabíajuntoalascensor.Sinsuayuda,jamáslohabríaconseguido.—Sí,perdona…Eselmalditocalor…Odioelverano.—Noimporta—dijoconunamueca—.Quevayabien.Las puertas automáticas se abrieron y yo crucé el umbral. Cuando éstas se

cerraron,suspiréprofundamente.Habíaestadocerca,denuevo.Vi los números frente a mí, pulsé el cinco y la cabina comenzó a subir.

Cuandosalí,topéconunsolitarioyvacíopasillodedosdirecciones.Unóvaloblancoiluminabalasubidadeunasanchasescalerasdepiedragris

que subían al siguiente piso. Ami derecha, una recepción en forma de barracontinuademaderayunaparedrepletadecasilleros.Juntoaestos,unapareddeazulejosseescondíahacialosbaños.Eltechoerabajoyestabacubiertoporunaalargadarendijametálicaquefuncionabacomoextractordeaire.Avancé unosmetros hacia la izquierda siguiendo el canto de las voces que

escuchaba a lo lejos y di con una mampara de cristal que funcionaba comopuerta.Trasellaydesdeladistancia,viaLeonardodeTorrevellaacompañadodeunhombreyunamujer,ambostrajeados.Antesdequemesorprendieraymereconociera,porqueahorasíqueloharía,

regreséalvestíbuloymeescondíenlosbaños.Laslucesseencendieronautomáticamenteconmipresencia.Estabasoloyescuchémirespiraciónenelsilencio.Megiréhaciaelespejo.—Malditasea…¿Quédemoniosestáshaciendo?—Mepreguntéenvozalta.

Elecoseapoderódelcuarto.Estaba alterado, sentía un hormigueo constante por las manos y el ritmo

cardíacosemehabíadisparado,peroyanohabíamarchaatrás.Lomásgraciosode lasituacióneraque todavíanohabíahechonada.Podía

salirdeallíporelmismolugarquehabíaentradoyregresaracasa.Entoncesllegaronlasdudas.

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A lo lejos, oí el ruido de unas llaves y las pisadas de varias personascaminandohacialosascensores.Después,unospasossedirigieronhaciaellugarenelquemeencontraba.Con sigilo, abrí la puerta deunode losurinariosprivadosyme senté en la

tapa.Elevélaspiernasyesperéhastaquelaslucesseapagaron.

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Trascuarentaminutosdeespera, laquintaplantadeledificiosehabíaquedadovacía.Empero,lomásarduoestabaporllegar.Debíavolveralaentradadeledificioyhacermeconlasllavesdelapuertade

laoficina.Siemprehabíaunjuegodellavesenlarecepción.Abandoné losbañosymecerciorédeno tenervisitas inesperadas.Sólomis

pisadasirrumpíanenelaterradorsilenciodelvacío.Despuéstomélasescaleras,bajéhastalaentradaymefijéenlascámarasde

seguridadque,porsuerte,apuntabanalaentrada.Encuclillas,memovícomounreptilhastaelmostrador.Enefecto,allíhabía

varioscajones,perotodoselloscerradosconllave.—Mierda…—murmuréyoíunruidoqueprocedíadelapuertaprincipal.Un

hombresubidoenunaVespaaparcóenlasinmediaciones.Sinquitarseelcasco,sedirigióhacialaentrada.Salídisparadohacialasescalerasparaocultarme.Elhombreabriólapuertade

lasinstalaciones,burlóeltornodeaccesoyllamóalascensor.Desdemiposiciónnopodíaobservar,sóloescucharsusmovimientos.Cuando

measegurédequeestabadentroylaspuertassehabíancerrado,subílasplantasal mismo ritmo que el elevador tomaba impulso hacia la oficina de losTorrevella.Me detuve entre las dos plantas y pegué la espalda a la pared.Los zapatos

abandonaronelascensorygiraronhacialamamparadecristal.Eldesconocidomusitóconmolestiacuandosequitóelcascointegralquele

ocultaba el rostro. Sacó un manojo de llaves e introdujo una de ellas en lacerradurametálica.Lapuertaseabrió.Medesplacéunosmetrosyvisufiguradeespaldas.Seadentró en laoficinay caminóhastaunode losdespachos.Sabía loque

hacía.Mepreguntésiseríaél.Recortéladistanciaacercándomehastalapuerta.Di un barrido visual y sólo vi mesas, sillas de oficina, ordenadores y un

extintorquehabíajuntoaunacristaleraquealguiensehabíadejadoabierta.MisorpresaaumentócuandoreconocílasiluetadeLucianoRománvestidode

traje actuando conmovimientosmecanizados.No estaba nervioso, ni tampocoparecíaapresurarseporencontrarelficheroqueyotambiénbuscaba.—¿Román?—Pregunté.Elecodelahabitaciónamplificómivoz.Élsedetuvo,respiróysediolavuelta.Rioconsoberbia.

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—Losabía—contestóél—.Estabasegurodequeerastú.—¿Quécojoneshacesaquí?—Pregunté.Estabaasombrado.—¿Bromeas? Túme has traído aquí, Caballero.Querías que viniera y aquí

estoy.—Teequivocas,yonoesperabaverte…—expliquéconfundido—.¿Cómohas

logradoentrar?Románsemecióelpeloirritado.—¿Pensabasqueeraimbécil?Yotambiénconozcoagente,¿sabes?—Replicó

—.Hayqueteneramigoshastaenelinfierno…Y,ahora,¿mevasadecirdóndeestánlospapeles?CuandoRomándescubrióenmireacciónquenosabíadeloquemehablaba,

suexpresiónsetensó.—Dimequeerestúquiensehapuestoencontactoconmigo…—No tengo todo el día, idiota. ¿Es otro de tus trucos? —Preguntó

decepcionado—.Hehecholoquemehaspedido.Ahoracumpleconlapartedeltrato.¿Dóndecojonesestánlosdocumentos?Noshabíantendidounatrampaalosdos,sóloqueélseguíapensandoqueyo

habíasidoelartíficedetalartimaña.—Escucha,creoquenoshanengañadoparaqueacabásemosencontrándonos

aquí.—Venga,ya…Nomecuenteshistoriasbaratas…—respondióymiróporlos

estantes—. Te has acojonado. Pensabas que no iba a venir. Pues mira, te hasalidoeltiroporlaculata.¿Dóndeestán?—Quenolosé,yatelohedicho.—Meestáshartando,Caballero.Derepente,elelevadorsepusoenfuncionamiento.Teníamosvisita.—¿Quéhasidoeso?—Preguntóasustado.—Serámejorquenoslarguemos.—Yonomevoyaningunaparte, inútil—afirmó—.Nohearriesgado tanto

paranada.ElperiodistacaminóhastaeldespachoprivadodeLeonardo,separadoporuna

mamparadecristal.Abriólapuerta,entróybuscóporloscajones.—Nosvamosameterenunbuenlío,Román—insistíponiendoatenciónenel

recorridoquehacíaelelevador—.Usaunpocolacabeza.—Vetealcuerno,anda.Elascensorllegóanuestraplanta.—Ajá,aquíestán—dijoconunacarpetaenlamano—.Tienenqueserestos.

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Los pasos fueron más rápidos que mis movimientos. El tufo a colonia meobligóadarmelavuelta.—¿Quédiablos?—DijoFedericodeTorrevellavestidodeamericana,camisa

blancaypantalonesdepinzas—.¿Quéestáishaciendoaquí?Antesdeescucharunaexplicación,metiólamanoenelbolsillodelachaqueta

yempuñóunapequeñapistoladecolornegro.Despuésnosapuntóconella.Levantélasmanosydiunpasohaciaatrás.Sentícómoeledificiosederrumbabayyoconél.Habíallegadodemasiadolejos,peronoeramomentodelamentos,nitampoco

de escuchar las palabras de Rojo rebotar en mi cabeza. Lo único que meimportabaerasalirdeallísinunagujeroenelcostado.Románlevantólavistaysequedópasmadoalverelarma.Federicodibujó una sonrisa, como si supiera quenos iba a encontrar enun

aprieto.—Malditabasura,esoesloquesois—murmuróysedirigióaldespachodesu

hermano—.¿Québuscas,desgraciado?—Nada…Nohagasningunatontería,porfavor.Románhabíaperdidotodasualtivezyahoralaspiernasletemblaban.Nadie

seacostumbraaverdecercaelfinal.—Asíquesoisvosotrosquienesestáispublicando todasesasmentiras sobre

mifamilia…—dijo.Nolorecordabatanalto,nitansegurodesímismo—.Vaisapagarporestoelrestodevuestrasvidas.—Teequivocasdepersona…—dijoRománymeseñaló—.Esélquienestá

detrásdetodoesteembrollo.¡Élmehatraídohastaaquí!—¿Seráscabrón?FedericodeTorrevellamemiródirigiendoelcañónhaciamipecho.—¡Tú!—¡Esoesmentira!—Griténerviosoconlasmanoslevantadas—.Yotambién

recibíelmensaje.Federicovolvióasonreír.—No me gustan las falacias y uno de los dos quiere colarme un gol —

contestó y se dirigió al despacho de nuevo—. ¿Qué es eso que tienes en lamano?Románestabapálidocomounapared.—Escucha,estonoesloqueparece…—Dameeso—ordenó.ElperiodistaseloentregóyFedericoechóunvistazo

alinterior—.Deputamadre…¿Ospaganbienpormeterlasnaricesenlamierdaajena?Ningunodelosdosabriólaboca.

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—Podemosarreglarlo,Federico,perodéjatedememeces.—¿Arreglarelqué?Lovuestroyanotienearreglo.Miréhacialapuerta,todavíamequedabaalgunaposibilidaddesalirairosode

aquellasituación.—Esa él aquien tendríasquepedirle explicaciones…—volvió a acusarme

Román.Noleimportabaquemedieranunbalazomientraselhijodelacondesano lo desplumara—. Ni siquiera trabajo para el diario que ha estadopublicando…—Cierralabocadeunajodidavezycamina—dijoindicándoleconelcañón

delapistola—.Vamos,rapidito.Lapuntadelarma lodirigióhasta lapareddecristalque limitaba laoficina

conelvacíoexterior.Federico sacó el teléfono móvil del bolsillo con la mano que tenía libre.

Románsedetuvoantesdellegaralacristaleraabiertaymehizounaseñalconlamiradaparaqueloentretuviera.—Nonos vas amatar, ¿verdad?—dije sin pensar demasiado en lo ridículo

queerapreguntaraquello.—VoyallamaralaPolicía—contestómirandoalapantalla.Entonces,sinavisar,RománseabalanzósobreFedericoparadesarmarlo.La

pistola y el teléfono cayeron al suelo. Se escuchó un fuerte golpe metálico.Federico,másaltoqueRomán,sedeshizodeélconunpuñetazoylorematóconunapatadaquelodesplazóvariosmetros.Todosucediótanrápidoquenopudesepararlos.ElcuerpodeRománsetambaleóhaciaatrásacercándosealapuertadecristal

abierta.El hijo de la condesa saltó hacia delante para agarrarlo, pero el periodista

resbalóycruzóelumbralhaciaelvacío.Despuésseescuchóunfuerteylejanoestruendo.Cuandomiréporlacristalera,elcadáverdeRományacíabocabajosobreuna

manchadesangrequelorodeaba.

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CAPÍTULODIECINUEVE

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Unaccidente.Esas fueron las dos últimas palabras que salieronde la bocadeFedericodeTorrevellaantesdequeuncochepatrulladelaPolicíallegaraalasinmediacionesdeledificioMarsamar.Laesperasehizoeterna.Unahoraymediamástarde,meencontrabaenelinteriordelacomisaríade

Alicante.Losagentesmellevaronallíparatomarmedeclaración.Denunciadoporfiltracióndedatosconfidenciales,acusadopordesobediencia

gravealaautoridadyallanamientodemoradaysospechosodeuncrimen.Asíempezaba el expediente que uno de los agentes leía en voz alta mientrasesperabasentadoenunbancodeplástico.—¿Qué fue lo que sucedió, señorCaballero?—Preguntó la policía queme

tomabaladeclaraciónensuordenador.—Huboun forcejo, el señor deTorrevella intentódetenerlopero…—relaté

repitiendolaspalabrasqueLeonardomehabíaencargadosinoqueríabuscarmeproblemas. Ninguno de los tres podía estar allí—, simplemente, resbaló poraccidente.—Claro—dijoelsegundoagentequelaacompañaba.Lapolicíatecleabaatodavelocidad.—¿Quéhacíaustedallíaesashoras?—Preguntódenuevo.Laspalabrassemeatragantaron.Derepente,alguientocóelcristalconlosnudillos.Losagenteslevantaronla

vista y la puerta se corrió hacia dentro. Era Rojo, con cara de pocos amigos.Suspiré.Habíavenidoasalvarme.—Necesito hablar con este sujeto—dijo abriéndose paso—. ¿Me dais unos

minutos?—Inspector,estamosenmediodeunadeclaración…—Eso puede esperar, agente Robles —dijo apartando al policía—. Una

declaraciónnonosdiránada.—Pero…—Unpardeminutos,esoestodo.Losdospolicíassemiraronsinsaberquéhacer.Rojoeraelinspectorjefede

laBrigadadeHomicidiosyaquelcasoerasuyo.Veteranoen lacomisaría,eramejorcederenciertosmomentosquebuscarlelascosquillas.—Señor Caballero —dijo la mujer levantándose de la silla—. ¿Sería tan

amable de disculparme unos minutos? Necesito hacer una llamada antes decontinuarconsudeclaración…Losdosagentesabandonaronlaoficina.Rojoesperóaqueseperdieranporel

pasilloparacerrarlapuerta.

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Despuésregresóhastaelescritorioydiounpuñetazocontralamadera.Elgolpemeechóhaciaatrás.—¿Qué coño hacías? —Preguntó cabreado—. ¡Os habéis cargado a un

periodista!¿Sabesquésignificaesoparati,gilipollas?—Unmomento,unmomento…—dijeempujandoelaireconlasmanos—.Yo

nohematadoanadie…Hasidounaccidente.—Dejaderepetireso,parecesuntarado—contestó—.Nomeimportaloque

hayapasado,nopuedestenermásmierdaencima…Estoyaquíparaavisarte.Nodeclares,noterminesladeclaración.—Tienesqueescucharme,Rojo…—Siemprequeteescucho,lascosasterminalmal…—intervinodemalagana

—. Hagas lo que hagas, te van a hundir… Ahora tienes a la prensa y losTorrevellaentucontra,asíquebúscateunbuenabogadoygástatelosbilletesdeunamalditavez,porlosclavosdeCristo…¿Porquénomehicistecaso?Esloquetendríasquehaberhechodesdeelprincipio.—Telodigoenserio.Noshantendidounatrampa,alostres…—Nomecuentesmáshistorias,porfavor.—Mi doble nos ha contactado por mensajería para que fuésemos allí… al

mismotiempo—continué—.Hemosmordidoelcebocomoaficionados…—Sobretodo,tú…¿Cómonolovistevenir?—Medijoalgoquemehizocreerle—respondínostálgico—.Cuandoestaba

conMaríaLuisacomiendoenSanJuan,medejóunanotaavisándomedequelaPolicíaibatrasdemí…Enunprimermomento,penséquemehabíasalvadoypor eso le seguí la corriente.Ahora caigo en la cuenta de que estaba jugandoconmigotodoeltiempo.Los agentes tocaron a la puerta. Rojo hizo un gesto de mano para que se

dieranlavueltayseesfumaran.—Nonosquedamuchotiempo—dijofrunciendoelceño—.¿Porquéfuisteal

edificio?—Esunalargahistoria…—Puesresume.—Un chivatazo —dije—. Parte de la facturación en negro estaba allí

guardada.Alparecer,losnegociosnovantanmal,sóloquenoestádeclaradoloquefacturan.Sóloespuraapariencia.Alosjaponeseslesinteresapenetrarenelmercado,perosiseenterandelfraude,seecharánatrán.—¿Ydóndeestánesospapeles?—Ahoralostieneelhijodelacondesa.—Puesasuntoresuelto—sentencióelpolicía—.Estándondeteníanqueestar.

Nohaslogradonadaytevanacargarunmuerto.Deputamadre,Caballero.

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—Espera, no es así del todo… —repliqué levantando el dedo índice—.Federico de Torrevella no tiene permiso para acceder a esa información. Lamismacondesamehaconfesadoenelhospitalquesospechabadesuhijo.Rojosetapólacara.—¿Tambiéntehascoladoenunaclínicasinpermiso?—Tenía que hacerlo —expliqué levantando el pulgar—. De todos modos,

tampocosésicreerla,estabamediodrogada…Elcasoesquenoséquéhacíaallí,unavezqueeledificiohabíacerrado.Handebidoavisarle,comoal resto,peroélnoparecíacomportarsecomoalguienquedeseatraicionaralossuyos…Intrigante,¿nocrees?—Lode esa familia huele a podrido…—respondió frotándose la frente. El

agentevolvióaacercarsealamamparadecristal—.¿Porquésigueshablandodetudoblecomosifueraunhombre?—¿Qué?—Lasobrinadelacondesa.—No, no, ella no puede ser—negué—. En el chat me habló como si me

conocierayesamujernosabenadademí.—¿Quéhaydelahija?—¿MaríaLuisa?Yasabesloquepienso.—Hablaconlavieja—añadióconvencido—.Tesacarádedudas.—Yalohehecho…—Háblaledeella,joder,quehayquedecírtelotodo…Lapuertaseabrió.Losdosagentessehabíanhartadodeesperar.—Subinspector…—Sí,sí…—dijoysealejódelamesaclavándomelamirada—.Graciaspor

suayuda,señor…—Caballero.—Eso—contestóymiróasuscompañeros—.Noperdáiseltiempoconél,no

oscontaránadarelevante.

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Rojonoquisoescucharme,peroyoteníaunaexplicación.Recortélasfotosdelafamiliaquehabíanaparecidoenlosdiariosyseparéa

susmiembros.Despuéslascoloquésobreelsuelogrisdelsalóndemicasa.Organicéloshechoscronológicamente,desdeeliniciodeloocurridohastala

muertedeRomán.Algosemeescapaba,estabasegurodeello.Escribísobrecartulinaslosnombresdelaspersonasconlasquehabíatratado

yconlasquepodríaestarrelacionadoelasunto:Soriano,Agulló,Román…Luegoestablecíconexionesentreellosconhilosdecolores.Elmapaeradesolador.Laúnicapersonaquenoparecíainvolucradaennadaeraella,MaríaLuisa.No

teníaconexionesconlaprensa,noparticipabaenlosnegociosfamiliares,estabafuera de las disputas con la herencia… A ella, la única conexión fuerte queasociabaerasumadre.Puse un interrogante sobre su foto. Era obvio que ganaba con diferencia al

restodesospechosos.Tantoenlaficcióncomoenlavidareal,quienmenosloaparentabaeraquien

másculpatenía.Hastaelmomento,habíadescartadociegamentesuposición,ya fuerapor la

pena, el cariño o el estúpido prejuicio de que unamujer tan inocente pudierahaceralgoasí.Noobstante,laspiezasencajabanconsolidez.Lanotadelrestaurante,untrucofácil.Nisiquieraestabaenlamesacuandomellegó.PudohabervistoalaPolicía

llegar. Si conocía de antemano quién era yo, también sabría que me estabanbuscando.Enesemomento,entendíporquélacondesamehabíacontadosusecreto:ella

sabíaloqueestabaocurriendoynoloibaareconocerenalto.NoleimportabaqueFedericopagaraelcastigo,peronoibaadelatarasuhija.Noobstante,sabíaqueyoeraelúnicoquepodíapararalosdos.Verter sospechas sobre Federico, era parte de su ocurrencia y una de mis

habilidadeseraaquella,ladeleerentrelíneas.Detrásdecadahombre,siemprehayunamujer.Toquésufotoconlayemadelosdedos.ColoquéunhilorojoquelaconectabaconsuhermanoLeonardoyunsegundo

que iba hacia mi foto. La sospecha ganaba fuerza: mujer desatendidaemocionalmente, presionada por un núcleo familiar duro y conservador ydescuidadaporunamadredepresivaquesólopensabaenellayenelfuturodesuscuentasbancarias.MaríaLuisahabíapasadosusañossiendoelcuadrodelaparedquenadiemiraba.Auna tempranaedad sehabíadadocuentadeque subelleza,mezclada con una inocencia ensayada, le podía ayudar a conseguir lo

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quedeseara,siempreycuandonolohicieraella.Aprendióautilizaraotrosdeunaformaindirecta,asícomohabíahechoconmigolanochedelhotel.Elrechazolarompióendos.Lectora demis libros, interesada pormi vida,mi pasado…y consciente de

que la única forma de recuperar el amor perdido de una madre era haciendotabula rasa, destruyendo los cimientos de su atención y librándose de la vidacondal,empezandoasídenuevo,comounamujerlibre.Algoenmiinteriormedijoquenodebíaseguirlassospechas,peroloshechos

evidenciabanqueyahabíacometidosuficienteserrores.Sehabíaburladodemíyesoeraloquemásmedolía.

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CAPÍTULOVEINTE

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Aldíasiguiente,comprélaprensayleílasnoticias.El obituario deLucianoRománocupabaunapágina entera.Varios artículos

hablabandeélydesufatídicamuerte.Pasélaspáginasynoencontréminombreporningunaparte,tampocoeldela

familiay,nipor asomo,una línea relacionadacon los asiáticos.Sorianohabíahechounbuentrabajosilenciandolasredacciones.Víctima de la culpa que cargaba sobremis hombros y en busca del perdón

ajeno,mevestíparaacudiralfuneraldeLucianoRomán.Mipresencianoibaagustarle a nadie.Allí se reunirían los peces gordos de la prensa, su familia ytodos los compañeros de profesión que habíamos compartido con él algúnmomento.Enmicaso,elúltimodesuvida.Mepresentéallíconunaexplicaciónbajoelbrazo,unalientoparasaldarmis

deudasconellosyfirmarlapaz.El cementerio Nuestra Señora del Remedio se situaba a las afueras de la

ciudad.Cuandollegué,laceremoniayahabíacomenzado.Crucéelblancoportaldepiedraycaminéporel jardíndenichoshastaque

vislumbré una multitud alrededor de una tumba y el féretro que albergaba elcadáverdelperiodista.Vi a Agulló, a Alfonso Serrano y a sus acólitos de la redacción. También

estabanporallíalgunosconcejalesdelAyuntamiento,sumujervestidadenegroyacompañadadelhijopequeño.No fue fácil caminar hasta ellos. La última intención era la de ser el

protagonista,aunquenoencontréocasiónmejorparacontarlestodoloquesabía.Elsonidodemiszapatoscontralagravadespertaronlaatencióndealgunos,

quenotardaronenchismorrearacercademipresencia.Elmurmuroaumentóamedidaquemeacercabaentrelosárboles.Susmiradasseclavaronenmirostrocomoagujasafiladas.Agulló avanzó entre la muchedumbre y se dirigió hacia mí con el rostro

encendido.—¡Lárgate!—Gritóinterrumpiendolasúltimaspalabrasdelsacerdote—.¡No

eresbienvenido!Guardésilencio,metraguélabilis.Elgrupodespertócomounabandadadepájaros.Laviudarompióallorarcon

másfuerza.—¿Qué haces aquí, indeseable?—Preguntó Alfonso Serrano. El bonachón

habíapasadoaconvertirseenunahienaenfurecida—.¡Notienesvergüenza!Finalmente, llegué a ellos y formaron un corro ami alrededor. Pomares no

cargaba con su cámara, pero sí con unmontón demala leche dispuesta a serrepartida.

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La viuda de Román, una rubia demasiado delgada con ojeras y el rostropálido, seacercóhastamíymepropinóunbofetón.Sentíelpicor recorrermicaraylasangrefluiratodavelocidad.—¡Hijodeputa!¡Lomataste!Mantuve mi voto de silencio. Me equivoqué. No era el momento. Nadie

estabadispuestoaescucharloqueteníaquedecir.—Losiento—dijeconlavozquebrada.Lavoznometerminabadesalir—.

Yonolohice.Lamujermemiró furiosa, cargadade impotencia, ymeabofeteódenuevo.

Aguanté inmóvil como un saco de boxeo. Cuando lo intentó por tercera vez,Agullólaagarróparaquenolohiciera.—Estásdébil,Cristina—comentóconsolándola—.Nopierdaseltiempocon

estepedazodemierda.—¡Tendríasqueestartúenesacaja!—Bramólamujeryrompióallorar.Pomaresseacercóamíymediounempujónhaciaatrás.—Piérdete,Caballero.Antesdequetepartalacara...Ganasnomefaltan.Su rostro serio, descuidadoy tenso,me advirtierondel peligroque sufría si

seguíamástiempoeneselugar.Pomaresdisfrutabadeello,despuésdetodo.Enelfondo,leimportabauncarajolapérdidadeRomán,perolehacíasentirfuerteponiéndomeencontradetodos.Levantélasmanosenactoderedenciónyasentí.Allínoencontraríalaayuda

quebuscaba.—Estábien,meiré.—No tendrías que haber venido —añadió Agulló—. Eres una escoria de

persona.Fueron momentos dolorosos, pues yo no era de piedra, a pesar de lo

desvergonzado que podía llegar a parecer algunas veces. Dicen que hasta losárbolestienensentimientos.Abandonéelcementerio,mesubíalcocheytomérumboalhospital.Habíallegadolahoradesaldarmiscuentas,hablarconlacondesayponerfin

aestafarsadetelenovelaquemeestabaamargandolaexistencia.

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CAPÍTULOVEINTIUNO

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Sihabíaalguienquepodíaponerpuntoyfinal,eralacondesadeTorrevella.Cuandolleguéalhospital,lasrecepcionistasmeesperabancondecepción.—Buenosdías,minombreesRodrigodeTorresmontes,elsobrinode…—Váyase, señor comosellame—dijo la chica que me había atendido el día

anterior—.NonosobligueallamaralaPolicía.Nomegustócómosonó.—Le salió bien una vez, pero no dos —añadió la compañera—. Déjenos

trabajar.Estoesunhospital.—Perosóloqueríaconocerelestadodelacondesa.—Lacondesayanoestáenelhospital—respondióconvozymiradaseria—.

Márchese,deverdad.—¿Selahanllevadoacasa?—Pregunté.Ellasmemiraronconasombro.Aceptéladerrotaydimediavuelta.Suspiré.Lapocaluzdeesperanzaseapagaba,hastaquelaviaella.María Luisa esperaba en el aparcamiento junto ami coche, vestida con un

veraniegoconjuntodeunasolapiezadecolorazulmarinoyunasgafasdesoloscuras.Subellezameeraindiferente.Yanolapodíamirardelamismamanera.Sehabíaconvertidoenalgoquenoqueríaver.—¿Quéhacesaquí?—Preguntésorprendidocuandolleguéamivehículo.Su

silenciomeresultóperturbador.—Esomismotepodríapreguntaryo.—Mira,MaríaLuisa…—Heretiradoladenuncia,losiento—dijoysentíunlatigazoenelestómago

—.Mecomportécomounaniñarabiosa.Nodebíhacerlo.Mepreguntésiseríaotrodesustrucos.Podía contarle lo que sabía, decirle que estaba a un paso de delatarla y

terminarconelculebrónenelquemehabíainvolucradosinpedírselo,peronohubiesesidointeligente.—Veníaadespedirmede tumadre…—dijeomitiendo laexplicación,saqué

lasllavesydesbloqueéelcierre—.¿Estábien?Ellameagarródelbrazoantesdeabrirlapuertadelconductor.—Precisamente por eso estoy aquí, Gabriel —respondió con esa voz

aterciopelada que era capaz de confundir a cualquier hombre—. Necesito tuayuda.Toméaire.—¿Notehasdivertidolosuficiente?—Hanintentadoenvenenaramimadre—contestó.

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Estudiésuexpresión.Malditaembustera.—¿Es otro de tus engaños para ligar conmigo?—Pregunté. Ella apretó mi

brazo—.Déjameenpaz,¿quieres?—Federicoestádesaparecidoytienelospapelesconél—explicódesesperada

acercándosemás—.Mañana los japonesesvienenaAlicantea firmar laventa.Metemoquelovaaarruinartodo.—¿Quésabesdeesospapeles?—Esunalargahistoria.—Tengotodoeltiempodelmundoparaescucharla.—Nosvaabuscarlaruina…Ayúdame,porfavortelopido.—Corta el rollo, guapa—dije yme solté de sumano. De nuevo, volvía a

actuarcomolaniñaqueera—.Paraquemuevaundedo,mevasacontartodoloquesabes.—¿Aquí?—No,aquíno—respondíyabrílapuertadelcoche—.Sube.Semeocurreun

lugarmejor.

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Esesitioeramicasa.Arriesgabademasiadopero,unavezallí,nosaldríasinunaconfesión. Estaba dispuesto a hacer todo lo que estuviera en mis manos, megustara o no. Supe que poniéndola delante de las evidencias, la haría cantarcomoaunloro.Condujeensilenciohastaelapartamentodelaplaya.Aparquéenelinteriory

measegurédequenadienosviera.MaríaLuisanoprestóatenciónalaarquitecturaminimalista,nialapiscinay

tampococomentólacomodidaddemicoche.Estabapreocupada,aunquenosupedetectarsiporella,porsumadreopormí.Cuandoabrílapuertadelacasa,lainvitéaqueentrarahastaelsalón,paséel

cerrojocondoblevueltaymeguardélasllaves.Sureacciónfueinesperada.MaríaLuisavioelmuralquehabíaconstruidoenelsuelouniendotodoslos

indiciosquetenía.Mientraspermitíaqueellasedeleitaraycomenzaraasentirsecomoundespojo, caminéhasta la cocina, agarré unabotella de JackDaniel's,dosvasosdecristalyregreséhastaelsalón.—¿Tegusta?—Pregunté.Servíelbrebajeyleofrecíuno.Norespondió.Noteníapalabrasconlasqueconstruirunafrase.Agarróelvasoy sebebióelwhiskydeun trago—.Despacio, amiga.No te

vayasaemborrachar.—¿Quéestodoesto?—Preguntóconlosojosabiertosdeparenpar,alpunto

delahisteria—.¿Porquésoylaprincipalsospechosa?Aplaudílentamente.—Eresestupenda…Bravoporti,MaríaLuisa—contesté—.Ahora,laverdad,

desdeelprincipio.—Pero,Gabriel,estásequivocado…—Empiezacontándomeloquesabessobreesascuentas…Despuésquieroque

mehablesdeltestamento.Tumadremelocontótodo.—¿Porquépiensasquesoyyoquienquierehacerdañoamifamilia?—Porqueeslaúnicaformadelibrartedeella.Lascuentasennegro,notengo

todoeldía…Ellaseechólamanoalacara.Estabaacalorada,peromeneguéaabrirlasventanas.—Eraunsecretoavoces—explicórendidaamispresiones—.Federicomelo

contó, se lo había escuchado a mi madre y a Leonardo en una de susconversaciones en el patio… Esto sucedió hace unas semanas. Me dijo queteníamos elmismoderechoque ellos de saber qué estabaocurriendo, quenosocultaban información y que, por eso, nos iban a dejar tirados…Que nuestra

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madrenonosquería.—Un poco raro, ¿no?—Pregunté—. Las empresas en crisis y vosotros al

mismoritmodevida.Todopornopagarimpuestos…—Jamás pensé que llevaran una contabilidad en negro —contestó

avergonzada—.Noentiendonadasobrenúmeros.—Nomesorprende—dije—.¿Quéhiciste?—Ledijequeyonoqueríasabernada,queteníamosqueconfiarenLeonardo

—prosiguió—,pero,claro…Eracomohablarleaunmurodeladrillo.Lopeordetodoesquesabíaquealgocomolodeayersucedería…—Podríashabérmelodicho…Noshabríamosahorradounfiambre…¿Porqué

avisasteaRomán?—Yonolohice.Nosédequémehablas,Gabriel.—Ahorame vas a decir que no fuiste tú quien se levantó de lamesa para

dejarlelanotaalcamarero.—Estásconfundido,Gabriel.—¡Venga, ya!—Exclamé y di una palmada contra la estantería.Me estaba

poniendonervioso—.Sabíasdesobraquiénerayo,túmismaloadmitiste.—Yonodejéesanota…—Reconoce, al menos, que nos enviaste a la oficina de tu hermano para

montar todoestenumeritoyquenosdetuvierana los tres…—esputé—.Debodecirquefueunmovimientointeligente.Prensa,escritorylaovejanegradelafamilia,todosdetenidos…perotesaliómal.—Te juroqueno tengonadaquever con esosmensajes…¿Tanto te cuesta

creerme?Meacerquéaella,lepuselamanoenelhombroyladirigíhaciaelmural.—Mira, princesita…me cuesta escucharte pero,muchomás, creerte—dije

apuntandoa la conexióndehilosy cartulinasquehabía enel suelo—.Séquetodospiensanqueeresingenuaeinsegura,peroamínomevendestuteatro…Heconocidoamuchascomotú…Asíque,portubienyporeldetufamilia,nome hinches más las pelotas y dame una explicación para que esto no tengasentido.MaríaLuisanorespondió.Giró el rostro hipnotizada por mis amenazas y caminó hasta el montón de

papelesyfotografías.Despuéssearrodillóytocólascartulinasqueasociabanhechosypruebasalas

imágenes.—¿Cuáleselorden?—Cronológico.—¿Enquétebasas?—Preguntómoviéndoseporlosazulejos—.¿Relaciones?

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—Conexiones,últimoscontactos.Primero,descartóasuprimaSabrinayvolteólafotografía.DespuésapartóaSorianodelalista.—Ellosdesconocenlaexistenciadeesosregistros—dijo—.Sorianotieneun

contratolegal,yolohevisto.Observé susmovimientos. Por una vez, parecía concentrada en contarme la

verdad,enlugardevendermefantasíasyembustes.Se acercó a Leonardo y estudió la relación con ella y con Federico. Luego

retirósuimagen.—Creoqueesobvio.—Nuncadescartesanadiehastaquedesconelculpable—dije.Ellasonrióy

siguióconsujuego.Elsilenciosehacíaagotador,asíquepusemáswhiskyenelvasoymesentéa

disfrutardelespectáculo.Fueraloquefuerequeestabahaciendo,sólolepedíaDiosquenolohiciera

envano.Comoeradeesperar,dejósufotografíaenelcentrohastaelúltimoinstante.

Queríademostrarquenoeraellaaquienbuscaba.Echóalosperiodistasquehabíacolocado,rompióloshilosquerelacionabana

Federicoconalgunosempresariosdelosquesospechabayvolteólaimagendesumadre.Dosfotografías,ellayFederico.Unmontóndecordelessueltosycincocartulinasescritasamanoalrededorde

susrostrosenblancoynegro.—Estoestodoloquehasconseguido.—Asíes—asentíydiuntrago.—Poresopiensasquesomosnosotros.—Pienso que eres tú —contesté y la señalé—. ¿Vamos a contárselo a la

Policía?—Dameunbolígrafo—dijo.Busquéunoyseloentregué.Ella agarró una cartulina que había desechado y escribió mi nombre en la

partequeestabalimpia.Actoseguido,seagachóylapusoentresufotografíayladeFederico—.Desdeunprimermomento,faltabastúenestahistoria.—Ya me daba por incluido —contesté moviendo la cabeza—. ¿Intentas

culparmedealgo?Cogióotrotrozodepapelymemiró.—¿Conquiéntehasrelacionadoúltimamente?—Contodasesasfotosquehasretirado.

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—¿Algúnempresario?—No,queyosepa.—¿Periodista?—Román,Agulló,todaesapanda…—expliquéhaciendomemoria—.Tienen

motivosparahundirme,peronolaspelotasparasaltarselasnormas.Amedidaquehablaba,ellaescribíayvolvíaa recuperarnombresquehabía

descartado.—¿Alguienmás?—No,norecuerdo.—¿QuiénteacercóaSoriano?Esosíqueeragracioso.—Lara Membrillos, la presentadora de televisión, pero ella es un descarte

evidente.Tieneelfuturoasegurado.Escribiósunombreenlafichablancaylacolocóalladodelmíoydelafoto

deSoriano.—¿Alguienmás?—Pormuchomáswhiskyquebeba,creoquenovaaayudar…Susojosemitieronundestello.Apresurada,escribióalgosobreunaenésima

cartulina.Nopodíahaberestadomásciego.—BlancaDesastres—dijo ella y la puso ami lado—. ¿Es una posibilidad,

verdad?Unaabsurdacoincidencia.—Ponlasiquieres,peronotienesentido…—Noestoytansegura—dijo,agarróuncordelrojoyasocióasuhermano—.

Ellasaliócontigo,rompióconmihermano…¿Tambiénlepartisteelcorazón?Sus palabras me hicieron temblar. Un fuerte cosquilleo atravesó mi espina

dorsal.BlancaDesastresnoteníamotivosparahacerlo,oquizádemasiados.Añosatrás,Blancayyohabíamostrabajadojuntos,antesdeempezarasalir.

Despuésllegóelsaltoalafama.Nuncareconocísutrabajoenmisobras,aunquepensé que la deuda había quedado saldada con el salto profesional que dio aMadrid.Ellanodigirióbienmisprincipiosdefama,nielestilodevidalibertinoque

solíallevar.Blancameabandonóporotrotipocuandonuestrarelaciónfraguabaenlosmaresdelamor.—Sólosemeocurreuna formadesaberlo—dije,cogíel teléfonoybusqué

entre las últimas llamadas realizadas—.Toma, llama al restaurante y preguntaporella.María Luisa me miró con desprecio, como si hubiese dicho una

mamarrachada.

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—¿Crees que me lo van a decir así por las buenas? —Preguntó altiva—.Piensaunpoco,Gabriel,ydejadebeber…¿Cómosellamaél?—Pedro…Lacruz,creo…¿Quéimportaeso?—Lareservasiemprelashacéisvosotros—contestó—.Oscreéisimportantes

así…yanosotrasnosdaigual.Interesantepuntodevista.MaríaLuisamarcóelnúmeroycarraspeó.Suvoztomóunmatizimponente,

delicadoyconairesdeesnobismo.—Hola, buenos días… —dijo con un tono meloso. María Luisa asentía

mientrashablabaporelaparato—.Verá, llamabaporquehaceunosdíasestuveallíconmiparejaycreoquemedejéunanillosobrelamesa…Sí,claro…Lareservaestabaanombredemiesposo,PedroLacruz…ajá…Vaya,unalástima.Gracias…Adiós.—¿Ybien?—Preguntéintrigadoporlaconversación.MaríaLuisaguardósilencioymeentregóelteléfono.—Eraella.Estuvoallí.Lasparedesdelacasasederrumbaron.Deseéquenofueracierto,peronoiba

apasarporaltootracasualidad.—Pero…—dije buscandouna explicación—, ¿quépasa conFederico? ¿De

dóndesacalainformaciónella?—¿RecuerdaslafiestaenTabarcaalaquenoasistimos?—EllaestuvoallíconFederico…—dijoavergonzada—.Soyunaestúpida.Se

habíanvistodíasantes…Élmismohablódeesamujerenlacenadelrestauranteyyosindarmecuenta…—Unmomento,unmomento…—contestéconfundido—.¿Esa fue la razón

porlaquetuhermanosaliócontuprimadelPolamar?—Federicocomentóquehabía encontradoaBlancaenAlicantey esono le

sentó bien a mi otro hermano… —explicó recordando la escena—. Laconversación subió de tono. Se lanzaron reproches, historias del pasado yLeonardoledijoqueélnuncapodríaestarconBlanca.Erademasiadamujerparaél.—YBlancasehaaprovechadodetuhermano—añadí—.¿Quépasaconese

guaperas?—¿Lacruz?Quiénsabe…Detodosmodos,mihermanoLeonardotienerazón.—Menuda hija de perra…—comenté con saña—. Entonces, Blanca sigue

aquí.—Nuncasehaido,Gabriel…Tienesentidoqueosquierahacerdañoatiya

mi hermano. No le habrá costado engatusar al idiota de Federico. Ahora ellatieneesas copiasy laoportunidaddedar elmateenestapartida—expresó—.

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TenemosquecontárselotodoaLeonardo.—¿Estásloca?Tuhermanonotienepiedad.Loqueseaqueseleocurra,no

harámásqueahuyentarla…Blancaesmásinteligentequeeso.MaríaLuisaseacercóamí.Notéelcalorqueemanabasupiel.Sentímiedo

porloquepudierahacer.—Confíaenmí,Gabriel—dijomirándomealosojos,aescasoscentímetros

demis labiosysujetándomeel rostrocon laspalmasde lasmanos—.Porunavez,deverdad…Hablaconél.Meseparédeellayretrocedídospasos.Elteléfonoseguíaensumano.Tardeotemprano,laspersonasquesemarchandelavidadeformabruscao

violenta,regresanparasaldarsuscuentas.Quiénibaapredecirque,alfinaldeesta historia, terminaría sentado en la mismamesa con el exnovio de BlancaDesastres.

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CAPÍTULOVEINTIDÓS

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La voz de Leonardo sonó seria pero calmada. En realidad, esperaba esemomentocasimásqueyo.Laconversación fuebreve.Noscitamosenunaantiguacasadeplaya, a las

afueras deAlicante, situada por el cabo deLasHuertas, a escasosmetros delmar.MaríaLuisame indicócómo llegary,mientrasconducía,yomepreguntaba

porenésimavezquiéneraBlancaDesastres,enquiénsehabíaconvertidoconlosaños.Pasamoslavidaconlafalsacreenciadeconoceralotrocuando,enrealidad,

noesmásqueunoasis ideadopornosotrosmismos,unespejismoquenosdaseguridad.Ningunodelossupuestosfinalesparaesahistoriameconsolaba.Blancayyo,

denuevo,unidosporunacausamayor,porunproblemaenelquesólounodelosdospodíasalirbeneficiado.Estabaexpectanteporescuchar losargumentosdeLeonardoysuvisióndelasunto.María Luisa y yo no hablamosmás de lo necesario durante el viaje.Ni yo

estabapor la labor,ni ella teníamuchoquecontar.Asíquedejé laspreguntasparaelfinal,consuhermanodetestigo.Porlaradiosonabaunespecialdemúsicasurfmexicanayelairecalientede

latardenosquemabalacara.Llegamos a una estrecha y empinada calle de asfalto que terminaba en la

costa.Aparquéfrenteaunmurodepiedradeciertaaltura.Nopodíavermásalládelpinarquesalíapordetrás.Prácticasdelaprivacidadyelaltoabolengo.María Luisa tocó el timbre y la puerta se abrió. Nosmiramos y ella entró

primera,guiándomeporuncaminodebaldosasseparadasyrodeadasdecéspedquenosllevabanhastalacasa.Eraunaviviendaantigua,deplantabajayestilocolonialaunquereformada.

El tejado rojo, las paredes blancas y la ornamentación propia de los patiosmediterráneosdelsigloanterior.Asíytodo,lapropiedaderasencilla,másdeloque solían ser las casas de los alrededores. Sin piscina, ni pistas de juego, unpatioexteriorservíadeterrazaycomedero.Nadamásentrar,viunvehículoaparcado.Nomediounabuena impresión.

EraunMercedesclaseCdecolornegro,elmismoquehabíacruzadodíasatráslacalledelCidmientraslaPolicíasalvabaaesamuchacha.Leonardoyyo,aescasosmetros,comodosauténticosdesconocidos,rozados

porelazar,pocoantesdequenuestroscaminossecruzaranalafuerza.Mecostabademasiadoignorarlascasualidades.Vi la silueta del hijo de la condesa al otro lado del jardín, desde donde se

podíaobservarlacalmadelmar.Éldabacaladascortasauncigarrillo.

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Sinmediarpalabra,fuimosarrastradosporsumagnetismo.Leonardo tiró el cigarrillo al sueloy lo aplastó con lapuntadel zapato. Iba

vestidodetraje,aunquesehabíaquitadolachaqueta.Suhermanaseacercóaélylediounbesoenelladoderechodelrostro,como

sifuerasupadre.EntoncesentendíelpapelqueLeonardojugabaensufamiliayquiénestabadesuparte.—Alfinnosconocemos—dijoconpalabraslentasyvozgrave,clavándome

los ojos oscuros en la cara. Extendió lamano y, sinmover los pies, alargó elbrazohaciamí—,denuevo.LeonardodeTorrevellanoeraestúpido.Nuncalohabíasido.—Noséporqué,perosupequediríaeso.—Síquelosabe,sí…—dijoysecruzódebrazos—.Escuche,Caballero…El

tiempocorreynoestamosaquíparatomarcaféyhablardelavida…Séquenonecesito ponerle al tanto de la situación, pues ya estoy informado de que hasabidoarreglárselasporsucuenta…Tampocoquierohacerdeestounacuestiónpersonal.Loquesucedieraentre laseñoritaDescartes,ustedyyo, sonasuntosdelpasadoquenonosatañenahoramismo.—¿Estáseguro?—Mañana tenemos una reunión con los interesados en comprar más de la

mitad de Holding Terra—contestó imponente—. Mi hermano se llevó de laoficina los documentos que atestiguan parte de la contabilidad paralela de losúltimosmesesy,aunqueélnolocrea,laseñoritaDescartesselosvaasacar.Siesoocurre,lohabremosperdidotodo.Mefrotéelmentón.—Mejorseráqueobvielapartesobrelaestafaalosjaponeses…—Sólointentosalvaramifamilia—excusó—.Aelloslesinteresaentrarpor

la puerta grandey a nosotros ahorrarnos las tasas. Siemprehayunprecio quepagar,paratodo.—Ya…—dijearegañadientes.Noestabaenposicióndenegociar.Sinoaccedía,yotambiéniríaalacárcel.

Poseíandemasiadoparaponerenmicontray,despuésde todo,nos interesabatener de vuelta esos papeles. Lo que sucediera después, no era asuntomío—.¿Por qué dice que no cree queBlanca le vaya a sonsacar la información a suhermano?Leonardomiróasuhermanaysonrió.—Es una larga historia, pero le haré un resumen—respondió ladeando la

cabeza—.Federicocreequeestásalvandoalafamilia…—¿Contándoseloalaprensa?Leonardorio.

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—Mihermanoesun idiota,perono tienemalas intenciones—agregó—.Suluchaconstantepordemostrarnos lo imposible, lehahechodescargar todaesarabiaenBlancaDesastres.—Queesquiennosponecontralapared.¿Cómoseconocieron?—Noestoyaquíparahablardemividaprivada.—MereferíaaFederico…—Ah… —dijo reculando—. Nuestra prima Sabrina los presentó. Por

supuesto, para la señorita Desastres, mi hermano no necesitaba una carta depresentación…—¿Nuncaselapresentóasufamilia?—¿Yo?No—contestóconfirmeza.MaríaLuisamemiró.Menudadespechada,BlancaDesastres.—¿Dóndeestánlospapeles?—Con Federico —dijo María Luisa—. La cuestión es… ¿Dónde está

Federico?—¿Habéishabladoconél?—No—dijoLeonardo.—¿Aquéesperáis?—Norespondealasllamadas.Piensaqueestamoscontraél.Miréalosdoshermanosypenséconrapidez.SiqueríamosatraparaBlanca

Desastresy evitar el cataclismo,debíamos cazarprimero aFederico.El quesosiempreatraíaalratón.—Se me ocurre algo… —dije. Ellos me observaban con detenimiento—.

Dada la situación a la que nos enfrentamos y el drama que tenéis en vuestrafamilia, si es cierto lo que dices, debéis convencer a vuestra madre para quellameaFederico.—¿Anuestramadre?—PreguntóMaríaLuisa.—Siga.—Federico no escuchará a nadie que no sea ella—continué—.Él busca la

aprobación, eso es todo, aunque no sea muy habilidoso. Es algo innato. Lostraumasdelpasado,malgestionados,siguenlatentesennuestrasacciones…—Noentraráenrazón,yaselodigoyo—replicóél.—Unallamadanobastará—dije—.Sumadretienequepersuadirlo,darlelo

queélbusca,queenestecasoeseltronoqueustedposee…—¿Lodiceenserio?—Totalmente—agregué.Leonardomiróasuhermanacondesacuerdo.—¡Menuda desfachatez! —Bramó—. ¿Ha venido aquí para reírse de

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nosotros?—Sumadrelehaceentrarenrazón,suhermanotraelospapelesynosllevaa

BlancaDesastres—contesté—. Fin del juego.Ustedes ganan, yo vuelvo amicasa.—¿Por qué habría de hacer yo algo así? —Preguntó una voz femenina y

desgastada. La condesa de Terranostra salía del interior de la viviendaacompañadayagarradadelbrazodeRodolfoSoriano,quecaminabajuntoaella—.Noestoydispuestaamentiramihijodenuevo.¡Bastayadementiras!—Mamá,cálmate—ordenósuhijo.—Condesa,mealegraverqueseharecuperado…—Caballero…—dijoSorianoamododesaludo.Meechéhaciaatrásymiréalséquito.—LoquediceGabrieltienesentido,mamá—añadióMaríaLuisa.Sumadre

lamiróconrecelo—.Federiconoaccederádeotraforma.—¿Gabriel? —Preguntó ignorando el resto de la explicación—. ¿Te has

acostadoyaconestehombre?—No,señoracondesa.Soyunhombredevotos.Lamujermemiróydeseóquemepartieraunrayoenesemomento.—¿Quépiensas,Rodolfo?—Preguntó.El asesor miró al resto pensativo mientras articulaba una respuesta que

complacieraalafamilia.—Creoquedeberíaescucharasuhijo,señoracondesa.—¿Ybien,Leonardo?—Mirespuestaesno—sentenciódesafiante—.Nopiensocederatalinsulto.

Nuestrafamiliatieneunhonoryuncódigoylasartimañasnoformanpartedeello.Almenos,fueradelasfinanzas.—Estás arriesgando la estabilidad de tu familia por orgullo personal—dije

olvidándomedelasformalidades.Mis palabras no gustaron. Los ojos deLeonardo se incendiaron y temí que

todohabíaterminadoallí.Depronto,MaríaLuisaseabalanzósobreélenunactodesesperadoylepuso

lasmanossobreelpecho.—Leonardo,porfavor…—dijoenunadesusactuacionesestelares.Lomejor

detodoeraqueyosólopodíaverlo.Advertílopocoqueconocíanaesamujerensupropiafamilia—.Porunavez.Elhermanosuspiróvacilanteydiovariospasosencírculos.Después,levantó

lacabezaysedirigióasumadreyaSoriano.—Hagaesallamada,Rodolfo—ordenóalasesorydespuésmiróalacondesa

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—.Nonosquedaopción,mamá…Quieroqueledigasexactamenteloquehasescuchado…Loqueseanecesario…Quieroquelotraigasaquí.

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Formando un círculo sobre la fina hierba que cubría el jardín que rodeaba lacasa,esperamosensilencio.RodrigoSorianoregresóconelteléfonoprivadodelacondesa,unviejoaparatodeconcha,unmodeloenvíasdeextinción.Se loentregó,abriólamitadyellabuscóelnúmeroenlaagenda.—Estonoesunabuenaidea…—dijolamujerconsuvozdesgastada.Pulsó

lateclayselocolocójuntoaloído.Los segundosdeespera sehicieroneternos.Miréa losdemás, atentosa las

palabrasdesumadre.Untono.Dostonos.Trestonos.Yalguiendescolgóalotroladodelalínea.—Hola,Federico…—dijofinalmentelamujertomandounaactitudmaternal

—.¿Dóndeestás,hijo?Metienespreocupada…—¿Creesquecederá?—SusurréaMaríaLuisa.Lacondesanosmiróparaque

callásemos.—Esoespero…—respondiólahijaporlobajo.—Escucha, Fede, hijo…—prosiguió la mujer. Hablaba con ansia. Su hijo

tampocoestabarelajado—.LaPolicíalehacontadoaRodolfoloquepasóenlaoficina…Sí,sí,yaséquequeríasprotegerelbiendelafamilia…Espera,notanrápido… Por eso precisamente te llamaba, necesito que vengas aquí, te loexplicarétodo…Sí,sí,todoestodo,Federico…—Seestáhaciendoderogardemasiado—murmuróLeonardo.Lacondesavolvióamirardereojo.—Mira,Fede…—explicóporelaparatoasuhijo—.Yotampocosabíanada,

Leonardome lo ha contado…No te imaginas cuántome arrepiento de haberdesconfiadodeti…¿Cómo?Claroquesí,telodigodecorazón…Hesidounaestúpida, hijo, y quiero arreglarlo…¿Que cómo?Pues en las escrituras, ya losabes…Sí,sí,ahoramismo,poresotellamo…Enlacasadelcabo,sí,aquíteespero, pero trae esos documentos… ¿Por qué? Porque son necesarios, peromejorlohablamosenpersona,nomegustaelteléfono…Claro…—Pregúntalesisehavistoconalguien—indicóLeonardo.—Ah, hijo—interrumpió la condesa—. ¿Has hablado de esto con alguien?

¿Deverdad?Vale…Niseteocurra.Nadieesnadie.Sólopodemosconfiarenlafamilia.Nomefalles…Adiós,hijo,adiós.Lamujer cerró el teléfono y se lo entregó a Soriano. Después suspiró con

fuerzayagachóloshombrosmirandoalsuelo.—¿Ybien?—PreguntóLeonardoexpectante.—EsperoqueDiosmeperdonealgúndía.

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UnahoratranscurrióhastaqueelVolvoS90deFedericoaparcóenlapuertadelacasa.Losnerviossesentíanenelambiente.Sesentaminutostensosenlosquenadie

estuvodispuestoaromperelhieloyabrirelcajóndelostruenos.Hábil,guardémisbalasparaelmomentooportuno.Por lo que presentí, ninguno sabía realmente lo que había sucedido en las

oficinasdeledificioMarsamar,másalládelinformedelaPolicía.Esomeponíaenunaligeraventaja.Lapuertaautomáticaseabrió.Federicoentróporsupropiopiealinteriordel

jardín.Paramiasombro,despuésdevernosenladistanciaaguardandohastasullegada,siguióconpasorectoydecidido,dispuestoaenfrentarsealatrampaquelehabíanpuestosusfamiliares.—Federico,hijomío…—dijolacondesaapuntoderompera llorarcuando

éste se acercó a ella. Pero el hijo la ignoró y continuó dirigiendo su caminarhaciamí.Sintiempoparareaccionar,FedericodeTorrevellameencajóunpuñetazoen

lamandíbulaquemehizogirarnoventagradosycaerhaciaatrás.Elgolpefuecertero,propiodeboxeadorexperimentadoybuscadordepeleasdebar.Despuésdetodo,Federiconoeraelniñodespreocupadoquemehabíanvendido.Porsucorazónseguíacorriendolasangreazul.—¡Tú!—Exclamófrotándoseelpuño.MaríaLuisaseechósobremí.Leonardolodetuvoantesdequemepropinara

unasacudida.Temíqueel rostrosemehincharíaencuestióndeminutos, regalándomeun

insoportable dolor que me duraría semanas. Palpé mi cara, moví la boca y,afortunadodemí,noparecíatenernadaroto.—¿Quéestodoesto,mamá?—Preguntóabrumadoalverelelencoquetenía

frenteaél—.¿Quéhaceestasabandijaaquí?—Cálmate,¿quieres?—OrdenóLeonardoylosoltó.Federicoseestiró lasarrugasde lacamisa.Mepuseenpiecon laayudade

MaríaLuisa.—El señorCaballero está aquí para ayudarnos—dijo sumadre—.Al igual

quetú.—¿Ayudarél?—Dijoymeseñalóconeldedoacusador,alargandosubrazo

haciamí—.¡Estamalditarataestálucrándoseconnuestrasdesgracias!Puedequenofueraunniño,peroseguíasiendounidiota.—¡Cállate!—Exclamósuhermano.Federicolomirófuriosoyencaróasumadre.—¿Paraesomehastraído,mamá?¿Parahumillarmedelantedetodos?

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—¡Federico! —Gritó la condesa. El hijo se calmó. Todavía guardaba elrespetoasumadre—.Tehellamadoporqueereselúnicoquepuedesalvaraestafamiliadeldesastre,¿noloentiendes?Depronto,porartedemagia, losánimosse relajaron.Sorianoregresóde la

casaconunabolsadehieloquehabíaencontradoenlacocina.Esomealiviaríalahinchazón.—Sientoseryoquientedigaqueestásequivocado,hijo—dijolacondesa—.

NoeselseñorCaballeroquienhapublicadotodasesasfalaciasenlosdiarios…—Mamá,estecretinoentróarobarayerenlaoficina.—¿Ytúquéhacíasallí?—Preguntóelhermanopequeño.—Tambiénesmioficina,porsinolorecuerdas.—Estásseñalandoalculpableequivocado—comenté.Federicomemiróconsaña.—Cierraelpicosinoquieresquetedestrocelacara.—¡Escúchale,porelamordeDios!—Reprendiólamadre.Suvozdesgarrada

mostraba la falta de energía y elmalestar que le producía todo aquello—. ElseñorCaballeronoshaestadoayudandodesdeelprincipiodeesteasunto.Hayalguienqueteestáusando,Federico,¿esquenoloves?—¿Usarme?¿Amí?¿Otravezconelmismocuentodesiempre?—BlancaDesastres tehautilizado—intervinoLeonardo—.Suinterésporti

noesotroqueeldehundiraestafamilia.La contestacióndeLeonardo cayó comoun trueno sobre las cabezasde los

presentes.Federico no sabía cómo reaccionar. Su semblante era un abanico de

emocionesenconstantecambio.—Vaya,yaveodequévatodoesto…—dijoconunamuecadesconfiada—.A

tiloquetejodeesqueBlancayyopodamosteneralgoserio.Enefecto,unidiota.—Nopiensorazonarconél,noesposible…—dijoLeonardoacercándosea

suhermana.—¡Federico!—DijoMaríaLuisa,enunintentoabsurdodellamarsuatención

conelteatroquelacaracterizaba—.Lehascontadotodosnuestrosproblemasaesadesconocida, aunamujerquenoconocesdenada. ¿Nopuedesverque teestámanipulando?—Cortaelrolloymantentealmargen,chiflada.—¡Nolehablesasíatuhermana!—chillólacondesayseechóallorar.Elpanoramanoerafavorableparanadie.Ladiscusiónnoparecíallegarapuerto.MaríaLuisasocorrióasumadreyla

apartódeallí,llevándosealaunadelassillasquehabíaeneljardín.

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—¿Hasvistoloquehasconseguido,tarado?—Reprochóelmayor.—Serámejorquemevaya—contestóFederico.Entonces,delanada,Sorianodiounpasoalfrente.—¡Basta ya! ¡Maldita sea!—Gritó el abogado con la voz sórdida ymilitar

quelecaracterizaba.Nadie esperabauna reacción así de él, siempre a la sombra, siempre tras el

susurroylapredisposicióndelafamilia.Soriano, recto como una estaca de madera, medió entre los dos hermanos

dandounpasoalfrente.—Nopiensopermitirqueestafamiliasehunda,entodossusaspectos,poruna

riña infantil entre hermanos—reprendiómirando al frente, señalando al sueloconcadagolpedevoz,coloradocomounaframbuesayconelpechohaciafuera.Sorianoibaaexplotarylametrallanosibaaalcanzaratodos—.Heservidoalacondesaconmimáspreciadalealtaddurantequinceaños,mirandosiempreporlo mejor para esta familia…Mañana es un día importante para que ustedes,señoritos,quenohanhechomásqueexpoliar el legadode su sangremientrasvivíanentrealgodones,sigansiendoquienessonypuedanvivircomoviven…SirealmentellevanelapellidodelosTorrevellaconhonor,haganeljodidofavordeponeraunladosusrencillaspersonalesymirenporelbiendetodos.Por unos momentos, Soriano había tomado el rol paternal ausente durante

décadasenelsenodelosTorrevella.Ningunodelospresentes,nisiquieralacondesa,seatrevióapronunciarse.Federicoagachóelmentónymiróasuhermanoconvergüenza.Leonardose

acercóaélcompasivo.—Escucha,Federico…—dijoconvozrelajada.Lamiradadesuhermanose

iluminó.Hacíaañosquenolollamabaporsunombre—.LamentoqueBlancateestéhaciendoesto.Lamentotambiénloquetedijeenlacena…Sóloesperoqueentiendas lo que está pasando. Esa mujer busca venganza y la busca en mí,personalmente.—Yenmí,noloolvides—intervine.Ellosmemiraroncomosinoestuviera

allípresente.—BlancaDesastres jamásaceptóquenoquisierapresentarlaensociedad—

confesóazorado—.Megustaba,ellalosabíapero,poraquelentonces,yoerauncretinoquesólopensabaenemparentarmeconalguiendenuestraclase.—Eso es estúpido, Leonardo—respondió su hermano—. El mundo ya no

funcionaasí.El restomirábamoseldiálogo,alparecer insólitoenaños,dedoshermanos

confesándoseabiertamente,buscandoelapoyoenelotro.—Lo sé, perome di cuenta tarde—prosiguió—. Sin embargo, advertí que

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habíaalgoenesachicaquenomegustaba.Desdequeledijequiénera,ellanoqueríadejarme,aningúncoste…Asíqueobrémalyaparecíconotramujer.—Yatevale…—recriminólahermana.—Eraloúnicoquesemeocurrióenesemomento…—explicó—.Penséque

así la ahuyentaría. Y lo hice, al menos, físicamente. Desde entonces, me hesentidomalporello…peroestabaequivocado.—¿Porquéleíasmislibros?—Preguntéintrigado.Élsegiróhaciamí.Soltar lastre, quitarse la mochila de pesadumbre con la que había cargado

duranteaños,lehizosentirmásligero.—Teníacuriosidad—respondióconunamiradanoble—.Ellamehablódeti,

nomuy bien, yme pregunté qué clase de hombre serías. Entre las páginas loentendítodo.Cuandotodoparecíaelfinalfelizdeunapelículayelmomentodedescorchar

elespumosohabíallegado,lacondesaselevantódelasilla.—¿Dóndeestánlospapeles?—PreguntóalverqueFedericoteníalasmanos

vacías.—Enelcoche—señaló.Sehabíarendido.—¿Hashabladoconelladeesto?Federicoseechólasmanosalacabezaysefrotóelrostro.—Nofastidies,Fede…—dijoMaríaLuisamordiéndoseellabio.—Ledijequesabíadóndeestabanguardados…—contestóarrepentidoporel

error que había cometido con Blanca Desastres—. Ella me dijo que losmantuvieraasalvo,queesopodíallevarnosalacárcelatodos…Seofrecióparaguardarlos, así nadie los encontraría… Iba a reunirme con ella esta noche,malditasea.—Genial—dijeyLeonardomemiróconunasonrisa.GabrielCaballeroestabaapuntodecazarasudoble.

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CAPÍTULOVEINTITRÉS

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Federico de Torrevella escuchó lo que teníamos que contarle y terminóconfesandotodalaverdad.Lo que había comenzado como un acercamiento casual, terminó en un

romancepremeditado.BlancaDesastres jamásfueaFormentera.Federicohabíacaídoensusredes

comoLeonardoyyohabíamoshechoenelpasado.Blancateníaunencantoqueera difícil de rechazar: desafiante, misteriosa, soberbia en ocasiones y muydivertida.Ellasabíacómodespertarlaatenciónenloshombresqueidealizabanel amorverdadero, enaquellos tiposquevagabanpor la sociedadenbuscadealguienquelescomprendiera.Sehabíamimetizadoporcompletoconvirtiéndoseenelreflejodemujerideal

queelhijodelacondesateníaensumente.—Laprimeranochequenosconocimos,mehablódelanuncioqueLeonardo

había hecho en la prensa—dijo sentado en el jardín, rodeado de los que allíestábamosyabrumadoporeldesencanto—.Penséqueestabainteresadaenmícomopersona, en lahistoriadenuestra familia.Esanoche, suacompañante ladejó solayofrecí aBlanca tomarunacopaenel apartamentoque tengoen laplayadeSanJuan.—¿Dormisteisjuntos?—Preguntósuhermano.—No,enabsoluto—dijorechazandoconlacabeza—.Tomamosunacopade

vino, hablamos de ti y le ofrecí la habitación de invitados…Antes de irse adormir,mepidióutilizarelordenadorparacomprobarsucorreoelectrónico.—¿Notepareciósospechoso?—Pregunté.—Yoquésé—dijohorrorizado—.Llevabaunascopasdemás,penséqueeso

aligeraría el asunto, ya me entiendes… Me fui a la ducha, la dejé en mihabitaciónmirandosuscosasyesperéaque terminara.Loúltimoque imaginéeraquefisgonearíaenmisarchivospersonales.Más tardé llegó la primera filtración basada en los correos que había

encontrado en la cuenta personal de Federico. Eran algunos de los correoselectrónicosquesehabíaenviadocon losdirectoresdevariasempresasque laempresaposeía.Documentosantiguos,aunquesuficientesparalanzarelprimerórdagoalaprensa.—A partir de ahí, creció su interés por vernos de nuevo…—continuó—.

Nuestrosiguienteencuentroseprodujoenesa fiestadeTabarca,pero fuemuybreve.Ellaseguíaconese tipo.Yoibaenelbarcodeunosamigos.Hablamos,bebimos una copa de champán y se puso un poco borracha… Eso la hacíaparecer más tierna. Entre tanto, se mostró preocupada por lo que habíanpublicadoymedijoquepodíaconfiarenella.MecontóqueconocíaaCaballerodeantes,quehabíatrabajadoconélyquenoeradefiar…Mientrasquetodos

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seguíaisocultándomeloquesucedía,Blancafuelaúnicapersonaqueestuvoahíparaapoyarme.Mesentíatansolo…—Penséqueestabasaliendoconeseguaperas—agreguéhaciendounaligera

interrupción.—¿Lacruz?—Preguntóyseriocondescaro—.Esunalargahistoria…Ledije

aSabrinaqueseocuparadeél,queesachicamegustabadeverdad…Yasíhizo.Todosganamos.Sabrinateníaciertoapetitoporcazaraunricachónconelquequedarse en España, pero Alicante no terminaba de convencerle… CuandoBlancalosdescubrióbesándoseenelcamarotedesubarco,lemontóunaescena.Volvieronapuerto.Denuevo,creíquemesalíaconlamía…—Despechadaysinlugaralqueir,BlancaterminóatuladoenAlicante…—

añadí.—Másomenos…—aclarómirándomea losojos—.Esamismanoche,nos

volvimosaver.MeconfesóquehabíarotoconsuparejadurantelacomidayquenoqueríavolveraveraSabrina.NoteníaadóndeiryhabíadecididoregresaraMadrid…Leinsistíparaquesequedaraconmigoenelapartamento,perooptóporhospedarseenelAmérigo.—Vaya,atodasosgustanloshotelesdecincoestrellas…—dijemirandocon

complicidadaMaríaLuisa—.Yfuecuandonosdejólanota.—¿Quénota?—Noimporta,sigue…—Espera —interrumpió Leonardo levantando la mano derecha—. ¿Cómo

supo sobre la contabilidad paralela? Supuestamente no estabas al corriente denada…Federico miró a su madre. La condesa se vio acorralada por los ojos

acusadoresdesushijos.—¿Mamá?—DijoFederico.—Noserácierto…—murmuróLeonardoabochornado.La condesa abrió la boca horrorizada y se tapó los ojos. Le temblaban las

manos.—Losiento,hijo…—Estupendo.Seformóotromomentotensoysilencioso,elcualaprovechéparaintervenir.—Paraentonces,Blancayahabíadormidocontigo,¿meequivoco?Federicopareciómolesto.—¿Cómoosas?—Es la única explicación que se me ocurre para que Román entrara en la

oficina y abriera con un juego de llaves —expliqué con seguridad—. Hastadonde sé, los únicos que tenéis acceso sois vosotros tres. Partiendo de que

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Blancahabíatrabajadocomoperiodistaañosatrásyconocedecercaaquienesdirigen las publicacionesmás importantes de la provincia, una cosa llevó a laotra. Su intención era que los tres nos encontráramos allí, dejándonos enevidencia.Ati,pararecuperarlospapeles.Anosotrosdos,paraeliminarnosdelmapaypasaramanosdelaPolicía.Ellaganaba,túconseguíasloúnicoaloqueella no podía acceder y nosotros nos callábamos para siempre. Blanca seaprovechódeti,unavezmás,yleentrególasllavesaRomán.Federicodiounfuertegolpecontralamesa.—Descarga tu ira si quieres, pero de nada sirve ahora lamentarse…—dijo

Leonardoconfrialdad—.Lohecho,hechoestáyhablaremosdeesomástarde.Loqueprimaesquelascuentasseencuentranasalvo,asíqueesteasuntoquedazanjado.AhorahayqueencontraraesamujeryentregarlaalaPolicía.—¿Leshasdichoqueteibasareunirconnosotros?—PreguntóMaríaLuisa.—No.—Nomientas,hijo—remarcólamadre.—Hedichoqueno.—Losepaono,eshoradehablarconella…—dije—.¿DóndeestáBlanca?Todaslasmiradassedirigieronhaciamí.Despuésdetodo,yoerapartedelacausadelproblema.Y, aunque no tuviera nada que ver con Hacienda, también estaba allí para

saldarmiscuentas.

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CAPÍTULOVEINTICUATRO

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A esas alturas de la partida, Blanca Desastres habría ejecutado su planalternativo. Lo más probable es que hubiera desaparecido del hotel sin dejarrastroalverqueFedericonoatendíaasusllamadas.AtraparlanoibaasertanfácilcomolosseñoritosdeTorrevellaimaginaban.

Elloscreíanqueeraunapersonamáshaciendotravesuras,peronopodíanestarmásequivocados.Yolaconocía.Blancanoeraestúpida.Blancaseestabahaciendopasarpormí

y,poresarazón,debíapensarenGabrielCaballeroynoenella.Lopeor,auditarmispropiasacciones.Las personas vivimos con la creencia de ser únicas pero, a la hora de la

verdad,cuandonosdetenemosaanalizarcómosomos realmente, encontramosunabismoaterrador.Desconocía por dónde empezar. Cualquier atisbo de mi personalidad se

convertía en un cliché copiado de otros escritores. ¿Era eso lo que queríaBlanca?¿Dejarmesinautoestima?Lohabíaconseguido.Comencé a sentirme inseguro, una copia barata de otra copia que había

intentadoimitar.¿CómosecomportabaGabrielCaballero?Mecostabahorroresdiferenciar entre el personaje y la persona, pues me había convertido en unailusióndemipropiopensamiento.Traslaconversacióneneljardíndelacasa,LeonardoyFedericosemiraron

como dos hermanos arrepentidos. Ahora debían permanecer unidos. Lo quevinieradespués,seríaotrocuentoparalaposteridad.Miréelrelojdemiteléfono.Eranlasochodelatardeylapuestadesolerahermosaycálidadesdeaquel

lugarcercanoalaplaya.Saboreéelmomentopues,apesardequeelsolsaleyseponecadadía,nuncasabemoscuándoserálaúltimavezqueloveamos.—Llámala—ordenóLeonardo—.Donde sea que esté, iremos y la haremos

cantar.—Notanrápido—dijeparándolelospies—.Subestimassuinteligenciayeso

tedejafuera.—¿Vasadarmeleccionesdecómosolucionarmisproblemas?—Nodiscutáis…—intervinoFedericomediandoentre losdos—.Dudoque

esofuncione.Pensándolobien,siempreesella laque llamay todavíano lohahecho.Leonardoresoplócondesprecio.—Cuandolohaga,tediráqueestáenuntrendevueltaaMadrid.—Podría haberse largado ya, ¿no crees? —Cuestioné. Él me miró con

desagrado—.Podríahaberenviadotodosesoscorreosdesdeotro lugaryno lo

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hahecho…Blancanoseiráhastaqueterminesujuego.Esorgullosa,quizámásqueyo.—Sitanbienlaconoces…—respondióLeonardoevitandocualquiertipode

formalidad.Eltiemposehabíaacabado—.¿Quésugieres,lumbrera?—El problema no es Blanca—insistí—. El problema soy yo. Ella empezó

jugando a ser yo, copiando mi estilo a la hora de escribir, de moverse, dementir…—Losescritoresysusproblemasdeego…—dijoLeonardoyserecostóenla

silla—.¿Cómoterminalahistoria?Sorpréndeme.—Nolosé…—dijedudoso—.Normalmente,bien…paramí.Enestecaso,

paraella…—Detallaesodebien—dijoLeonardo.—Atrapoalmalo,loentregoalaPolicía,descubroelcrimenalaprensayme

voyconlachicaguapaabebercavaaunhotelconvistasalmar…Asíescomoacaba.Enestaocasión,losrolesestáncambiados.—Entonces,habráqueentregarteati.—¿Bromeas? —Pregunté. Pero no parecía hacerlo—. Y un cuerno, no

pienso…—Tiene sentido—dijo Federico apoyándose en su hermano—.Creo que lo

más inteligente es tenderle una trampa y que tú seas el cebo. Ella piensa queestoyconvencidodequeestásdetrásdetodo…EntregartealaPolicíadelantedeellaessumayorplacer.—Noserátanestúpidadecaer…Noteolvidesdelosdocumentos.—Desconoce que los tengo—prosiguió. Federico tenía los ojos encendidos

—.Selosdarástú.Yyolosrecuperarédespués.—Demasiadoarriesgado…—respondióLeonardo—.Lospapelesnopueden

salirdeaquí.Nihoy,ninunca…¿Haspensadoenquésucederíasiseextravían?¿Si los descubre un agente? No es sólo ella quien va detrás. Hay mucho enjuego.¡Piensaunpoco!Federicolomirócondesafío.—Sideverdaderesmihermanoyestásconmigoenesto,tepidoqueconfíes

enmí—dijoclavandosumirada—.Porunavezentuvida,teprometoquenopiensometerlapata.Todosaldrábien.—¿Ysino?—Pregunté.—Noconciboesaposibilidad.—LamentodecirtequeconGabrielCaballero…puedesucedercualquiercosa.

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Todami vida había sido un especialista en meterme en problemas y, por esarazón,detestabafuncionarbajolasórdenesdeotro.Federicosepusofirmeyplanteóquelamejoropciónparadarjaqueymatea

BlancaDesastresseríaenunlugardelquenopudieraescapar.—Lallamaréylecontaréquehelocalizadolosdocumentosyquevoytrastu

pista—dijoconcentradomirándonosasuhermanoyamí—.Quemihombredeconfianza te ha estado siguiendo y ha dado contigo…Le explicaré que vas areunirteconlaprensaparavenderleslaexclusiva.—Debeserunsitiotranquilo—dijoLeonardopensativo.—La azotea del hotel Tryp Gran Sol —respondió Federico rascándose la

barbilla—.Esunhotelhistórico,conocidopor todos,peroalejadode lascarasconocidas. Si no recuerdo mal, hay un restaurante en la planta veintiséis…Llegaraloaltodebeserpancomido.—¿Porquétevaacreer?—Pregunté.—Ya te lohedicho.Ellano sospechanada—aclaró—.Hasta ahora,meha

convencidodequetúeraselcausantedetodo…—Perotambiénmehemantenidoalmargendeestahistoria—argumenté—.

¿Porquéhabríadecambiardeopinión?Federicomemiróyladeólacabeza.—Nolosé,dímelotú.Buenarepuesta,pensé.MaríaLuisaseacercóalamesaypusosumanosobremihombro.—PorqueeresGabrielCaballero,unbandidoenbuscadeprotagonismo…—

dijoellaconunasonrisapícara—.Nointentesnegarlo,siemprehassidoasí,pormuy reformado que quieras parecer… Creo que empezamos a conocernos…Además, tú lohasdichoantes.Contigo,puedesucedercualquiercosa…yesonosgustaalasmujeres.—¿Quépasarádespués?AntesdequeLeonardosepronunciara,Federicoseechóhaciadelante.—Yoesperaréenlasescalerasgrabandolaconversación,juntoalapuertaque

daalexterior—añadió—.CuandoBlancaconfiese,entraréyladesmontaremos.Después,llamaremosalaPolicíaylecontaremoslosucedido.—Irécontigo—dijoLeonardo.—No —rechazó su hermano—. No podemos cometer ese error. Debemos

mantenernos fieles al curso de los hechos… Si, por lo que sea, Blanca ve aalguienquenoseamosnosotros,sedarácuentadelplanysaldrácorriendo.—Yahísíquelahabremosperdido—añadí.Leonardo,impotente,notuvootraopciónqueladeconfiarensuhermanoy

seguirlaestratagemaquehabíaplanteadoenlamesa.

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Eraunplanimprovisado,sinduda,perotodosqueríamosponerpuntoyfinalaunahistoriadeveranoquenoshabíarevolucionadoporcompleto.—Estábien,llámala.La noche entraba y las luces de la ciudad se encendían. La azotea se

convertiría en un lugar oscuro y peligroso. Ya no me importaba Blanca, nitampocoesafamilia.Tansólodeseé,quetodoterminaradeunavezpararegresaralanormalidad.

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Una carpeta de piel conunmontónde folios sujetos por dos anillasmetálicasestabatumbadasobrelamesa.Unbalancedecuentas,unpuñadodepáginasconmovimientos en dinero negro que la familia Torrevella había ocultado paraevadirimpuestos.Noestabantodos,perolossuficientesparatirardelacuerdayllevarlosalostribunales.Federicosacóelteléfonoyloacostósobrelamesa.MarcóelnúmerodeBlanca,pidiósilencioyactivóelaltavozparaquetodos

pudiéramosescucharlaconversación.La condesa de Terranostra y Soriano aguardaban en el interior de la casa.

María Luisa, Leonardo y yo, esperábamos a que la voz de Blanca Desastresaparecieradeunmomentoaotro.Trasdostonos,alguiendescolgóelteléfono.—Hola,Federico—dijoellaconvozsensualyrelajada—.¿Dóndeestás?Élnosmiró.—Notelovasacreer,Blanca…—¿Elqué?Tenotoalterado.—HecazadoaesecabróndeCaballero—dijolanzándoleelcebo.—¡Nomedigas!—Respondióconunaasombrosafaltadeinterés—.¿Quéha

pasado?—Contratéaundetectiveparaquelosiguieradespuésdeentrarenlaoficinay

llevarselosextractosdellibrodecuentas…LavozdeBlancatomóotraentonación.—Nomehabíascontadoeso—dijopensativa.ConocíaaBlancademasiado

bien, aunque hubiese hecho esfuerzos durante años para olvidarla. Estabaenfadada,lopodíanotarensuvoz.Depronto,eltonosevolviómástenso,peroellaintentabadisimularlo—.¿Cómolohasdescubierto?—Aveces,hayqueusarmétodosquesealejandelalegalidad—contestó—.

EsecretinovaavenderlelaexclusivaalInformación.—¡Esonoesjusto!—Exclamódesesperada—.Parati,quierodecir…¿Tiene

éllospapeles?—Esoparece…yvoyarecuperarlosahoramismo.—¿VasaveraGabriel?—Preguntó.Enelfondo,todavíaguardabaciertoestimapormí.—Élnolosabetodavía—respondióymemirómientrashablaba—.Mevoya

encargardequeesedesgraciadopagueportodoeldañoquenoshahecho.—¿Dóndeestá?—¿Cómo?—Que dónde está Gabriel Caballero—insistió con voz neutra ymecánica.

Blanca estaba a punto de explotar de emoción. Conocer mi paradero y ser

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partícipedemifinaleraalgosuperioraella.Entoncesrelajólavozyadoptó,denuevo, una tonalidad suave y entrenada—. Puedes confiar en mí, Fede.Conmigo,estaránasalvo.—SevanareuniralasdiezenlaazoteadelhotelTrypGranSol,asíqueme

temoquetendremosquedejarlacenaparaotrodía,Blanca…—Teentiendoperfectamente,notepreocupes.—Noteimaginascuántoheesperadoestemomento.—Losé…Séloduroquehasidoparatitodoesto…—dijoBlancaforzando

la voz para parecer más emotiva—. Sólo te pido que lleves cuidado… Esehombreespeligroso.—Tellamarémástarde…Unbeso—dijoFedericoycolgó.Loscuatronosmiramosyrespetamoselsilencio.Leonardocogiólacarpetaymelaacercó.—Suerte—dijo—.Serámejorquetevayas.

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Seguílasinstrucciones.Hiceloquemeencomendarontalycomomelohabíanindicado.Condujebajolanochecerrada,laslucesdecoloresyeltráficobulliciosode

unaciudadquesedespertabadenuevoparapaliarelcaloraritmodediversión.Casualmente,enRadio3hacíanunprogramadedicadoalasbandassonorasdelaspelículasdeJamesBond.NancySinatracantabaYouonlylivetwicediciéndomeaquellodequehabía

unavidaparamíyotraparamissueños,mientraslosviolinessefundíanconsuvoz.UnavidaparamíyotraparaSoledad.Amedidaquemeacercabaalcentrodelaciudad,losnerviosseapoderaban

demisextremidades.SeríaextrañoreencontrarmedenuevoconBlancaenesascircunstancias.Teníamuchodeloquehablarconella,demasiadaspreguntasporhacer.Peroloquemásmeintrigabaerasabersitodoaquellomerecíalapena.Jamás había entendido la venganza como algo útil. Simplemente, por el

esfuerzoquerequeríallevarlaacabo.Talvez,habíanacidoparaseruncobarde.Vieledificiodegranalturaquesobresalíadelosdemás.ElhotelTryperaun iconodel turismode losaños setentay la tercera torre

másaltadelaciudad.ConstruidoenlosúltimosañosdeladictaduradeFranco,poseía treintayunaplantas levantadasennoventaysietemetrosdealtura.Unlargo hotel rectangular de balcones simétricos con vistas almar y un extrañomuralpintadoenellateral.Enloaltodeledificio,unasletrasamarillasdegrantamañoiluminabanelhotelentrecables,antenas,regeneradoresycajonesdeaireacondicionado.Dejéelcocheenelaparcamientodelpuerto,agarrélacarpetadepielycaminé

porlaexplanadaendirecciónalarambladeMéndezNúñez.Rodeadode turistas,mispasoscruzabanunmosaicodeazulejosdecolores,

laspalmerasmevigilabanyunmúsicocallejerotocabaelacordeónacambiodeunasmonedas.Teníalasensacióndequeelentornoerapartedeunaproyecciónqueestabaa

puntodeterminar.Cuando alcancé el McDonald’s y pasé la pizzería que hacía esquina y me

llevabahastalarambla,nopudedetenermisrecuerdos.Loscochessubíanybajabanporlaempinadacuesta.Lucesylucesdecolores.

Lasacerasestabanatestadasdeviandantesde todas lasedadesenbuscadeunamordeveranoodeldisfrutedelqueyatenían.Todosevolvióconfuso,demasiadoreal.Díasantes,allímismo,juntoaesamujermayor,veíapasarelcochepatrulla

disparado hacia el edificio de la calle Cid. Nada de esto había sucedido. Los

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pájaros cantaban, el sol brillaba por donde pasaba y las mariposas de miestómagobuscabanalgoconloqueentretenerme.Unamañanacualquiera,aparentemente.El día que la chispa me arrastró hacia la mecha del peligro para estallar

después.Aveceshayquetenercuidadoconloquesepidesinespecificar.Crucé por el paso de peatones yme detuve frente a la puerta giratoria del

hotel.RestauranteElMirador,decíalaentradaconletrasdealuminio.Me dirigí al ascensor evitando a los recepcionistas y esperé hasta que una

parejadeholandesessedetuvieronamilado.Estabanrojos,probablemente,deexponersedemasiadoalsol,hacerlosrecorridosturísticossincremasolaralasdiez de la mañana y beber demasiada sangría en las terrazas de la playa delPostiguet.Pero,tirandodelrefranero,sarnacongusto,nopica.Pulsé el botón de la planta 26 y el ascensor se puso en marcha. Los

enamoradosdesaparecieronunnivelantesymedespedídeellosasintiendoconlacabeza.Finalmente,laspuertasseabrieronyvidefrentelaentradaalrestaurante.Fingiendohablarporteléfono,esperéaqueungrupodecuatrohombresque

abandonabaellugarsemetieraenelelevador.Unavezlimpioelescenario,vislumbrélasalidadeemergenciaquellevabaa

lasescaleras.Consumocuidado,empujélapuertaycrucéelumbral.Miréhaciaarriba,estabaoscuro,peroconlaclaridadsuficienteparasubirlospeldaños.Cuandoalcancélaplantanúmero30,escuchéunasvocesquesedirigíanhacia

elinteriordelasescaleras.Retrocedíymeescondíenelrellanoquehabíaentrelosdospisos.Dosempleadosdelhotelentraronysacaronuncigarrillo.—Mierda…—murmuréparamisadentros.Losdosdesconocidosempezaronafumaryahablarsobreunodelosclientes

conelquesehabíancruzado.Entonces,miteléfonocomenzóasonar.Raudo, metí la mano en el bolsillo y pulsé todas las teclas laterales para

silenciarlo.—¿Quéhasidoeso?—Preguntóunodeellosmosqueado—.¿Lohasoído?—Sí,unteléfono,¿verdad?—Respondióelotro.Cuandocomprobéelaparato,norespondía.Mehabíaquedadosinbatería.Apretélosdientes.Simeencontraban,meecharíandeledificioy,porende,no

llegaríaamiencuentro.—¿Hay alguien ahí? —Preguntó de nuevo el primero y dio una calada al

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cigarro.Elecodesuvoznoobtuvorespuesta.—Déjalo,habrásidodecualquierotrolado.—Seguro.Apagaronelcigarrilloyvolvieronalinteriordelpasillodelhotel.Finalmente,alcancélaúltimaplantayvilasescalerasquellevabanalapuerta

de la terraza.Subíenérgico,empujé labarrahaciaabajoy laentrada seabrió.Unacorrientedeairemeabofeteólacara.Diunpasoalfrenteysalíalexterior.

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Era una panorámica extraña de la ciudad. Rodeado de conductos de aireacondicionadoycontadoreseléctricos,elbrillodelasletrasquerodeabantodalaazoteaalumbrabamishombros.Me acerqué a uno de los laterales y observé la ciudad desde allí arriba. Lo

podíavertodo,diminuto,perotodo.Laciudadparecíaunamaquetadecartónaescalareducida.Lomássorprendenteeraqueelruidodeloscochessellegabaaescucharcomosiestuvieramuchomáscerca.Cuando intenté desviar la vista hacia la calle, sentí una fuerte presión en el

estómagoyunaligerapérdidadelequilibrio.Retrocedí.No era un hombre de vértigos pero, a esas alturas, cualquiera se

sentíaintimidadoporlamuerte.Estabaintranquilo,laspalmasdelasmanosmesudabanhumedeciendolapiel

delacarpeta.Intentécalmarmispensamientos,puesnoteníaotraalternativaqueladeesperarallíaqueBlancaaparecieraporlapuerta.Aguardéhastatreintaminutoscuandoescuchélacerraduragirar.Respirécon

fuerza,acongojado,superadopor lasituación.Elmiedopuedefuncionarcomoempujeofrenada,ynosiempresabemosconquécaranossorprenderá.Bajo las sombras, aprecié los zapatos de tacón, sus finas piernas, ahora

tostadasporelverano,yladelgadafiguradeBlancaDesastres.Ella,tandelicadacomounaflordecristalytanvilcomounhierrocandente,

cerrólapuertaconcuidado,conlanaturalidaddequienentraenlaconsultadeundentista.Llevabapuestounvestidodeveranodecolorrojopasiónquesedeslizabacon

la brisa marina. Después levantó sus ojos intencionadamente y me los clavócomosifueranespinas.—¿Blanca? —Pregunté siguiendo el plan tal y como habíamos ideado—.

¿Quédemonioshacesaquí?—Sabesdesobraquéhagoaquí,Gabriel.Suspiernassecruzabanalcaminar, recortandodistancias,acercándoseamí,

queesperabaapoyadoenelmurodehormigónquelimitabalaterraza.—Nodeberíashabervenido…—Déjatedehistorias,¿quieres?—Dijosinrodeos—.Dameesoquetienesen

lamano.Nopudeevitarreírme.—Lohashechofatal—dijesaliéndomedelguión—.Hascaídoentupropia

trampa.Derepente,Blancasacóunanavajaylaabriódelantedemí.—Dameesacarpeta,Gabriel—ordenóseñalándomecon lapuntade lahoja

—.Telodigomuyenserio.Noestoyparabromas.

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—Unmomento…¿Vasaherirme?—Nointentesconfundirme—respondió—.Estavez,no.El arma era afiladaypuntiaguda.Lahojabrillababajo el resplandorde los

rótulosamarillosdelhotel.Blancaseacercóymequitólacarpetadelasmanos.Nomeresistí.Lamujer

queteníadelantenoeralaqueyohabíaconocidoañosatrás.Eltiempocambiay,conél,laspersonastambién.Teníaunamiradadiferente:desafiante,persuasiva,peligrosa.Aunquemanteníamisdudassobresiseríacapazdeacuchillarme,supuseque

FedericodeTorrevellanotardaríaenaparecer.—¿Quévas ahacer con ellos?—Preguntéunavez sehuboechadoatrás—.

¿Publicarlosbajominombre?—Hagaloquehaga,noesasuntotuyo.—Claroqueloes…—dijeycaminéhaciaunlado—.Hasestadousandomi

nombre, mi identidad, mi estilo… Blanca… ¿Tanto daño te hice para queacabáramosasí?Lohabríamossolucionadoconunallamada.Ellasonriócomosiyonosupieradequéibaaquello.—Algunascosasenlavidanotienensolución.—Teequivocas—dije—.Sólolamuertenolatiene.—¿Sabeslacantidaddedineroquemehanpagadoporesto?Hedesplumado

lascuentasbancariasdeesosmediosdepacotilla…—¿Aquiénintentasengañar?Nolohacespordinero—repliqué—.Túnolo

necesitas.—¿Túquésabrásloquenecesito?—Porqueteconozco.Yséqueexistealgomás…Talvezhayasqueridodarme

unalección,¿meequivoco?—Eseestuproblema—reprochó—.Tecreesserelombligodelmundo,que

todoloquesucedea tualrededorestárelacionadocontigo,queeresmejorquenadie…—¿Ynoesasí?—Preguntétentándolaacontarmelaverdad.—¡Porsupuestoqueno!—Gritódesquiciada—.¿Nolohasvisto?¿Noteha

quedadoclaro?Cualquierapuedehacersepasarporti,cualquierapuedeimitarte.¿Ysabesqué significaeso?Que tu firmavale lomismoque ladeunbecario.Eresunmediocre,Gabriel…Bastayadeengañaratodoelmundo…—Cualquiera,no…—dijemirandoalapuertaporencimadesuhombro,pero

nadieaparecía.Debíaalargarmáslaconversación—.Sóloalguiencomotú.Unaniñataricachonayamargadaalaquenosoportaningúnhombre.Nosomostandiferentes,Blanca, pero admiteque siempre lohe llevadomejor que tú.En elfondotehajodidoquetuhistorianoleinteresaraanadie…

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—Serás cabrón… —dijo mordiéndose el labio con fuerza. La estabaprovocandomásdelacuentayesonoterminaríabien.Blancasosteníalanavajatodavíaensumanoyapretabaelpuñoconfuerza—.Noteimaginascuántovoyadisfrutarviéndoteentrarenlacárcel.Tejuroqueguardaréesaportadacontufoto.Blanca estaba llena de odio, pero también de inseguridades y dolor. Verme

sufrirerasuplacerprohibido.—Debo reconocer que te ha salido demasiado bien, Blanca… ¿Lo habías

planeadotodotúsolita?—Mírate, a pesar de estar en las últimas, sigues subestimándome. Eres un

cretino.—¿QuéocurreconlosTorrevella?—Preguntécuriosoydiunpequeñopaso

alfrentesinqueellasediesecuenta.Siladistraía,podríaarrebatarleelarmadeunapatada.—Digamosquelosastrosseencontraron.—Digamos que no creo que en las casualidades y tú tampoco—contesté y

avancé otro pequeño paso mirándola a los ojos—. Sé que Leonardo te dejóporquenoestabasalaaltura.Nuncaloestuviste.—Cierraelpico,nosabesnada…—CuandoFedericoseenteredequeloutilizasteparafastidiarasuhermano,

nadietecreerá…—dijeydiotropaso—.¿Habíaspensadoeneso?—Leonardo es un amargado inseguro y Federico… el idiotamás inmaduro

conelquemehetopadoenaños,ymiraquetúpusisteellistónbastantealto.—Noestábienjugarconlossentimientosajenos,Blanca—respondíyavancé

un pequeño pasomás. Estaba a punto de alcanzarla—.El tiempo nos lo hacepagar.—Yaquíestástú,lavozdelaexperiencia.—¿Por quéme dejaste esa nota, Blanca?—Pregunté estirando su atención.

Unossegundosmásymipietocaríasumano—.Ladelrestaurante…Denoserporti,mehabríandetenido.—Yeljuegosehabríaterminado—replicó—.Meestabadivirtiendoyquería

alargarlapartida.Comoves,nosoytanmala…—¿Cómolosupiste?—Pregunté—.Fuealgoimprovisado…Ellasonrió.—Eres tan ingenuo, Gabriel —dijo con una mueca—. Esa amiga tuya

compartetodoloquehaceenlared…A punto de propinarle una patada voladora, Blanca se percató de mis

intencionesyextendióelbrazoconfirmezaenposicióndeataque.—Niunpasomás,Gabriel.Nomeprovoques.

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Retrocedí.—¿Quéharásdespués?—Disfrutardemidinero.—Lárgate y deja los documentos, Blanca…—aconsejé—. Todavía estás a

tiempodesalirdeésta…Ella se rio y yo sentí pena.Ha de ser complicado perder cuando crees que

estásganando.—La Policía está al caer, Gabriel —afirmó y dio un paso hacia atrás en

direcciónalasalida.Despuésabriólacarpetaysacóelteléfonoparafotografiarlosdocumentos—.Todoslosindiciosapuntanhaciati.Inclusotengofotografíascomprometidasquetehiceconesaestiradayconelabogadodelafamilia.Tusdíasdeglorialleganasufin…Disfrutadelapanorámicaporquenolaverásporuntiempo.—Escúchame,Blanca—dijealertándoladenuevo—.Lárgateantesdequesea

tarde…Tieneseldinero,metienesamí.Veteantesdequetedetengan.—Nofinjassalvarmecuandosólotehaspreocupadoportupellejo.Seescuchóunligeroruidoprocedentedelaentrada.Blancarecogiólacarpetaymiróhaciaatrás.Habíatardadomásdeloprevisto

pero, finalmente,FedericodeTorrevellaentrabaenescenapara salvarme.Quécosas,pensé.Blancaguardóelarmaensubolso.Yobajélasmanos.—¡Federico!—Exclamóhaciéndoselasorprendida—.¡Menosmalqueestás

aquí!—¿Quéestodoesto,Blanca?—Preguntóelhijodelacondesaconvozrectay

seria.Memiróymeencogídehombros.Entendíquemipapelenlafunciónhabíallegadoasufin.—Notelovasacreer…—dijoellaconsuvozsensualyaterciopelada,pero

Federiconolepermitióterminarlafrase.Laagarródelbrazoconfuerza,lequitólacarpetadepielylaempujóhaciael

frente.Blanca tropezó y cayó al suelo protegiéndose con las manos. Observé su

rostroentrelassombrasyencontréelhorrordelaincertidumbre.Meacerquéasocorrerlaabrazándolapordetrásylaayudéaqueselevantara.—¿Estásbien?—Pregunté.PormuchoqueBlancaDesastresquisieraamargarmelavida,noibaapermitir

que un imbécil la humillara en el suelo. Podíamos tener nuestras diferencias,peroseguíasiendopartedemipasado.Cuandoquisimosdarnoscuenta,FedericodeTorrevellanosapuntabaconsu

pistola, lamismaquehabía empleado en la oficina contraRomán.Apartir de

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entonces,niBlancaniyosabíamoscómocontinuaríalaescena.Noeraelúnicoquesehabíasaltadoelguión.—Tiraelteléfonoalsuelo,Blanca—ordenóFedericoconsemblantetenso—.

Hazloquetedigo.—Pero,Federico…—¡Yamehasoido,joder!Blancanorechistó.Sacóelmóvildesubolsoylolanzóalospiesdelhombre.—Bajaelarma,yatienesloquequieres—dije.Elserio.Porprimeravez,sucarcajadasonóasatisfacción.Habíasidounestúpido.Esedesgraciadonoshabíallevadoasuterreno.—No, todavía queda algo más —respondió caminando hacia nosotros—.

¿Creíasqueteibaadejarmarcharasí,sinmás?Despuésdetodoslosproblemasquemehasdado…Estabaisenlocierto…Nosoymihermano.YosoyFedericodeTorrevellayquienmemolestasellevasumerecido.—Nonoshagasdaño,porfavor…—dijoBlancaasustada.—¡Cállate,zorra!—Tienes lo que quieres —intervine y sujeté a Blanca por los hombros,

poniéndomedelantedeella—.LlamaalaPolicía,entréganos,peronodispares.Sólolocomplicaráaúnmás.Piensaentufamilia.Elhijodelacondesasonrióenlapenumbra.—No, no…No voy amataros—explicó. Disfrutaba con nuestromiedo—.

Pero, como comprenderéis, no puedopermitir que salgáis de aquí con todo loquesabéis…Vamosadarleaestoun finalshakesperiano…Súbetea lavalla,Caballero.—Nolodirásenserio…—Pregúntaselo a ella—dijo señalando a la pistola—. Tal vez te convenza.

Vamos,mueveelculo.—JamásdeclaréentucontrasobreRomán.—Meimportauncarajo.Hazloquetedigoonoresponderédemisactos.Cosquilleoseléctricosrecorrieronmiespalda.Blancamemiró de lamisma forma que había hecho en el pasado, cuando

estábamosjuntos,cuandocuidábamoselunodelotro.Detrásdesumáscaramalévola,ella todavíaguardabaelcorazoncitoqueme

habíaenamoradoensudía.—Federico…—Túirásdespués—señaló—.Asíquecierraelpicoynomehagascambiar

deopinión.Con el cañón apuntando a mi pecho, di varios pasos hacia atrás hasta que

choquéconelmurodehormigón.Cientosdepensamientossecruzaronpormi

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cabeza a toda velocidad. Los latidos del corazón retumbaban como tamborestribalesenelinteriordemishuesos.Teníalabocaseca,medolíatodoelcuerpo,laspalabrasnosalíanymecostabatragar.PenséenSoledad,enRojo,enloserroresdelpasadoyenelrápidofinalque

estabaapuntodetener.Mepreguntéquéhabíahechomalparaacabarasí.Poruna vez en la vida, no tenía solución. Nadie vendría a socorrernos y sí, losdeseosdeBlancaseharíanrealidad,seríaportadaenlosperiódicos,peroenlaseccióndeobituarios.MiréaBlancaalosojosymedespedídeellaensilencio,parasiempre,para

reencontrarnosdespués.Enesemomento,elsilencioeramejorquecualquiercosa.Puse la mano sobre el muro. Estaba frío y rugoso. Vi la ciudad estática y

tranquila.Dirigílavistahaciaabajoycontemplélaramblaanimadaporlosquevivíanenunaburbujadefelicidad.Enunossegundosyotambiénestaríaallíconellos,sobreeltechodealgúncoche.—¡Dateprisa,joder!—InsistióFederico.Blancaseacercóamíymetocópordetrás.—Lo siento… —susurró a escasos centímetros. El brillo de los rótulos

iluminabasulagrimal.Teníalosojoscristalinos,apuntodeestallarenunllantopavoroso.Estabaarrepentida,selehabíaidodelasmanos.Meguardélaspalabrasdealientoymiréhaciadelante.—Daunpaso—dijolavozamisespaldas.Peronopodíahacerlo.—Voyacontarhastatres,Caballero…Nomeobliguesatirardelgatillo.—Pero…—dijoBlancatemblando.—Uno…Cerrélosojosylevantéelrostro.—Dos…Respiréycarguélospulmones.Mimenteeraunlagovacío.—Tres…Derepente,sintiempoareaccionar,escuchéunfuerteruidoqueprocedíade

atrás.Blancagritóyalgocayócontraelsuelo.Mevolvírápidohaciaellaysaltécontraelsuelo.ViaLeonardodeTorrevella

depieyasuhermanoFedericoaturdidoenelsuelo.Lehabíaasestadounbuengolpeporlaespalda.—¿Leonardo?—PreguntóBlancaDesastres.Esasíqueeraunasorpresa.—Imbécil…Nunca confié en ti, tampoco lo iba a hacer ahora—murmuró

encarandoasuhermanoyquitándoleelarmadelasmanos.Despuéssedirigióa

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la chica—. Lárgate, Blanca. Coge tus cosas y desaparece de mi vista… parasiempre.Federicoselamentabaaturdidoenelsuelo.Blancanorespondió.Ávida,sedirigióhaciaelteléfonomóvil.—Dejaesodondeestá—ordenóLeonardo.Las miradas se encontraron y, como Federico había dicho, él no era su

hermano.Sinremordimientos,Blancatomósubilletedeidaydesapareciódeallíporlas

escalerasdelhoteldejandounrastrodeperfumeveraniego.Soltétodoelairequehabíaenmispulmonesymefrotélosojos.—Tútambién,piérdete—apuntó—.Estamosenpaz.Estoyaescosamía.—Gracias… —respondí recuperando el aliento y caminé hacia la salida

mientrasLeonardolepisabaelcuelloasuhermanocontraelsuelo.SalítrasBlanca,todavíaatiempodeatraparla.Cuando llegué a la planta inferior, un grupo de agentes de la Policía

irrumpieronporlapuertadeemergenciaatodavelocidadhacialaterraza.Aguardéunossegundos,busquéaBlancaDesastresentrelascabezas,perono

veíanada.—¡Alto,Policía!—Gritóunodeellosenlaterraza.Elpersonaldelhotelylos

clientesmás curiosos entraron a ver qué sucedía—.Queda usted detenido porintentodeasesinatoylamuertedeLucianoRomán…Crucé ansioso la entrada que separaba las escaleras y el pasillo de

habitaciones y vi la puerta del ascensor cerrarse.El halo era de su perfume yBlancaDesastreshuíadelantedemisnarices.Pulsé el botón hasta tres veces y di un puñetazo a la chapametálica. Todo

habíaterminado.Blanca sehabía largadoy,conella, todas laspreguntasqueguardabaenmi

interior.

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CAPÍTULOVEINTICINCO

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Dicenqueelorganismoconocealapersonamejordeloquesumentecree.Elmíome conocía demasiadobieny esanochemeobligó a dormirmásdediezhorasdeunasentada.Con un sol ardiente que entraba por la cristalera, desperté a las once de la

mañana como un recién nacido. Una extraña sensación de tranquilidad semanifestabaportodomicuerpo.Adiósalosdoloresmusculares,alasjaquecasya lafaltadesueño.Elfantasmadelmalquehabíaperturbadomialmadurantedíassehabíaesfumado.Eraunhombrelibre,anónimo,sinlalíneadeteléfonocolapsadaydisfrutando

desusvacaciones.Conelestómagovacío,toméunalargacaminataporelpaseohastaunodelos

kioscosambulantes.Pedíuncafésolo,uncruasánypreguntéporelperiódico.Mientrasasimilabavariosdelosmomentosvividoslanocheanterior,hojeéel

DiarioInformaciónyviunafotografíaquemellamólaatención.LeonardodeTorrevellaaparecía juntoaunhombrenipóndecabello largoy

peinado hacia atrás, ambos vestidos de traje, estrechándose las manos. LaabsorcióndeHoldingTerraporHayashiCorporationeraunarealidad.Elhijodela condesa lucía una sonrisa amedias en la instantánea. La noticia había sidoescrita por alguienqueno entendía demasiadode finanzas, pero eso era lo demenos,despuésdetodoloquehabíasucedido.Pasé las páginas en busca de un titular que hablara de la detención de

Federico,perolaredaccióndeldiarioseguíasilenciadaporlainfamecantidaddedineroquelacondesahabíaabonadoparacallarlos.UnasumadelaqueBlancaDesastressehabíallevadounbuenpellizco.Parasupesar,laprensanocallaríapormuchotiempoy,tardeotemprano,la

cara de Federico de Torrevella saldría por algún lado. Pero esa ya no eramiguerra.Cerré lagacetaydiunsorboalcafé.Contemplé laplayadelCarloti llenaa

esashorasdelamañanayagradecíaDiosseguirvivoundíamás.—¿Estáocupadaestasilla?—Preguntóunavozformalyprofunda.Volteé lacarayencontréaRodolfoSorianovestidoconunospantalonesde

colorcremayunacamisablanca.Y,cómono,protegidoporsusgafasdeaviador.—Penséqueestaríacelebrandolanoticiaconchampañaenelbarco…Sorianosonrió.Estabamásrelajado.Todosloestábamos.—Lareuniónsehizoanoche—explicó,pidióotrocaféysesentófrenteamí

—. Los japoneses llamaron alarmados por lo que habían publicado en los

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diarios. El señor de Torrevella es un hombre honesto, ¿sabe? Les explicó losproblemasquehabíantenidodurantelosúltimosaños…Enunprimermomento,no les hice mucho gracia lo de la contabilidad en B, pero llegaron a unacuerdo…Losniponesapreciaronsusinceridadydecidieronseguiradelanteconlasnegociaciones.—Vaya,unasorpresa…—dijeyreflexionésobrelosucedidoenlaterraza,si

perdonar a Blanca le habría hecho cambiar de opinión, empezar de cero, sinmentiras—.Nosésialegrarmedequeasíhayasido.Nodejadeserunfraude…—Comoentenderá,señorCaballero—dijobuscandoalgoenelinteriordesu

bolsillo—,nohevenidoaverleparadisfrutardeldesayunoconusted.—Puesnoentiendoporqué—bromeé—.¿Acasonoesestounparaíso?—Noselohamontadomalusted,no…—dijoysacóunsobredobladoque

puso sobre la mesa—. La condesa quiere agradecerle lo que ha hecho por lafamilia.Observélasdimensionesdelsobre.Erafinoyenelinteriorhabíauntrozode

papelrectangular.Sorianoloempujóconlosdedoshaciamiladodelamesa.Sinabrirlo,puselamanoencimaylomovídevuelta.—Apreciosugesto,peronotodoenestavidasepagacondinero…ymenos

conése.—Noseaestúpidoycójalo—insistióelabogado—.Está limpio…Ahora le

hablocomoindividuo,nocomoempleado…Ustedtienepareja,¿noesasí?—Sí,alacualdeberíallamar…—Puesgásteselo en unbuenviaje y cómprele algobonito—sugirió—.Esa

mujerseloagradecerá.Tienequeserunagranseñora.Ustednoesunapersonafácil.—¿Alguienloes?—Preguntéyvolvíamirarelsobre—.¿Ylasuya?Sinoes

muchopreguntar.Sorianomiróasuanillodecasado.—Lamíafalleció,perolehabríagustadoquehubiesetenidoundetalleasícon

ella.Yalocreo.—Es usted un buen tipo, Soriano. ¿No se harta de los tejemanejes de esa

familia?Elabogadomiróalmarysopesólarespuesta.—¿Sabe?Avecesme lo cuestiono…—explicó conpesadumbre—,perono

tengohijos.Ellossontodoloquetengo,ademásdelrecuerdodemiseñora,yyosoyparaellossumayorreferenciaexterna,suhombredeconfianza.Enelfondo,escomounarelaciónmutua…Cuandolacondesafallezca,quizámevayaunatemporadaaLatinoamérica.Memueroporconoceraquello.MeimaginéaSorianoconbermudas,gafasdesolyunacamisadepalmeras

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caminando por las calles de Lima o visitando el Aconcagua. La imagen eragraciosa.—¿QuépasaráconFederico?LaexpresióndeSorianovolvióasuestadonatural.—Me temo que nuestros abogados tendrán trabajo para una larga

temporada… —dijo sin ataduras—. Ese muchacho ha cometido demasiadoserrores.Debeaprenderdealguno,¿nocree?—Estoydeacuerdo.Seformóunligerosilencio,comosilaconversaciónhubieraterminado.—LaseñoritaMaríaLuisasientegranaprecioporusted.—¿HavenidoparahacerdeCelestina?—No,porfavor…—dijoysonriódenuevo—.Diosmelibre…Sóloeraun

apunte.Séqueesunhombreconprincipios.—Yfinales—agregué—,aunquelamentoqueestenoseaelcaso.MaríaLuisa

es unamujer bella, inteligente y de buena familia…Encontrará a un hombredecentequesepadarleelcariñoquelefalta.—En eso, precisamente, es en lo que no se fija… —comentó—, en los

hombresbuenos…Megustaríaquedarmeaquíconusted,disfrutandodeestesolydelasbonitasmujeresquehayenesaplaya,peroeldebermellama.Hasidounplacervisitarleporúltimavez,Caballero…Yasabedóndeencontrarme.Soriano se levantó de lamesa e hizo un ligeromovimiento para guardar el

sobrequehabíapuestosobrelamesa.Apuntéconelíndice.—Deje eso ahí —dije. Él levantó una ceja—. Me ha hecho cambiar de

parecer.Sorianoesbozóunamuecaamigable.—Prométamequenoselobeberátodo…—Intentarénohacerlo.Elabogadosepusoenpie,sedespidióysemarchóporlacarreteraquesubía

hacia las casas. Una vez hubo desaparecido, guardé el sobre en el bolsillo ycontinuédisfrutandodelavista.

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CAPÍTULOVEINTISÉIS

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De regreso a casa, las imágenes de los días anteriores se fundieron entremisreflexionescomounaacuarelatodavíafresca.Tansólohabíasidounasemana,peroparecíaquehubierapasadounmes.La

intensidaddelosmomentosesloquehacequenuestrosrecuerdosseestireneneltiempo.Saquélasllavesparaabrirlapuertayelteléfonovibró.EraSoledad,miamadaSoledad.Mehabíaolvidadodellamarlayfuecuando

comprobélosmensajessinrespuestaquemehabíadejado.—Alfincontestas…—Soyunimbécil,losé…—¿Estás bien, Gabriel?—Preguntó preocupada—. Llevo llamándote desde

ayerypareceque la tierra tehaya tragado…Niencasa,nienelmóvil…¿Sepuedesaberdóndetehasmetido?Meechélamanoalacabeza.—Encasa,comosiempre…—dijeexcusándome—.Desconectéelrouterde

laredcontaldeevitardistracciones…Sientohabertepreocupado.Ellasuspiróaliviada.Enelfondo,temíaquemehubiesesucedidoalgo.—¿Cómoestás?—Pregunté.—Bien, cansada—dijo y escuché ruido de la calle de fondo—. No es tan

intensocomoesperaba,perosonmuchascosasalavez.—Mealegraescuchartuvoz.Aunquenolovi,séquesonrióalotrolado.—Séquenoteheavisadocontiempo,peronoimportasiestásocupado…—¿Dequéhablas?—Mañana llegaré a Alicante a las diez —dijo insegura por escuchar una

respuestaquenoesperaba—.Necesitoverelmar.—Yvermeamí.—Esotambién—contestóynotéeldescansodesuvoz—.¿Irásarecogerme?—Ytellevaréadesayunaraunlugarestupendo.—No…—rogó—.Llévameacasa,contigoycocinaparamí…Esoestodolo

quenecesito.—Suspalabrassonórdenes—contestéconairejovial—.Quetengasunbuen

viaje,Sol.—Tequiero—dijoellaycolgó.Fueunallamadareconfortante.Escucharlasiempremeponíadebuenhumor.

Lamentéhaberlementido,peroeramejorasí.Deotromodo,nohubiesehechomásquellenarsucabezadeestúpidaspreguntasquenollevabananada.Cuandointrodujelallave,descubríquelapuertaestabaabierta.Mepregunté

dosvecessihabríasidoundespistemío,peronofueasíylosupecuandovila

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siluetadeaquelhombredepie,juntoalapiscina.—Paranodistraerte,necesitasalgomásqueapagarelrouter…—dijoRojo

conlosbrazoscruzadosyunacamisetademangacortaquemarcabasusbíceps—.¿Todavíasiguesconlosembustes?Noaprendes,amigo…—Tútampoco…—dijemolestopornohabermeavisadodesuvisita—.Hay

unacosaenlapuertaquesellamatimbre.—Dejadelloriquear,Caballeroeinvitaatuamigoaunrefrigerio,quehaceun

calordelcarajo.La presencia de Rojo siempre era bienvenida, aunque sus métodos no

agradaranatodos.Dejé las llaves sobre la mesa de la cocina, agarré la botella de Yzaguirre,

preparédosvermús,envasosanchosycortos,conmuchohielo,bienfríosyunaaceitunaportrago.Despuésregreséalpatioyleentreguésucopa.—¿Quétetraeporaquí?—Preguntémientrascaminabaalamesaredondade

cristal.—Alfinal,tehasalidolajugadacomoquerías.—Nomepreguntescómo—dijedandountragoalvaso.Elalcoholacarició

milenguacomoaguabendita—,perosiemprelohago.Debodetenerunángel…—Caído—respondióelpolicíayalzóelvaso—.Joder,Caballero…Estosabe

agloria.Alparecer,sabeshaceralgomásquemeterteenlíos.—Tenamigosparaesto.Rojoserioydiootrotrago.—Lasnoticiasvuelanenlacomisaría—comentómirandoalacosta—,pero

debemostenerlabocabiencerrada,almenos,lossuperiores.Esericachónlovaapasarmalchupandohierro…Lacárcelnoesunlugarfácil.—Seadaptará.Atodosehaceuno,Rojo.—¿Ytú?—Preguntódesafiante—.¿Tehicisteatudoble?—¿Cómo?—Nomedigasqueeraelpimpolloese…porquenomelocreo.—No,no…Tesorprenderíaconocersuidentidad.—Dispara,noestoyparaadivinanzas.—Blanca Desastres —dije y, conforme terminé la frase, sentí un alivio

interior,elmismoqueLeonardodeTorrevellahabríasentidoaldejarlamarchar—.LamismaBlancaDesastres.Rojointentóesconderelasombro,perosurostroeraunpoema.Diountragoy

memiróalosojos.—¿Dóndeestá?—Nolosé,noimportaya.

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—¿Lahasdejadomarchar?—Digamosquefueunajustadespedida.—Túverás…—rechistóypusoelvasosobrelamesadandounligerogolpe

con el culo del cristal—.Después demás de cinco años conociéndote… ¿Nocreesqueyatienesenemigosdesobra?—Puede ser—dije y saboreé el último trago—.Aunque, sin ellos, nuestras

vidasseríanmuyaburridas.—Enesotedoylarazón—dijoyguardósilencio.Unagaviotaseposósobreelbalcón.Héroes contra villanos, el bien y el mal... El mundo, tal y como lo

concebíamos,nopodíaexistirdeotramanera,siendoconscientesdelladoalquepertenecíamos.

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CAPÍTULOVEINTISIETE

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Lacarreteraeramía.HerbAlperthacíasonarsutrompetaporlosaltavocesdeldescapotable,elazul turquesadelmarbrillabaamiderechaylaspalmerasmesaludabanmovidasporelairedelamañana.Mesentíavivo,másvivoquenuncaycapazdevolarcomoesospájarosque

llenabanelcieloenbuscadeotrolugarmásfrío.Lamelancolíameacompañabaenelcorazón,permitiendoquedieraunúltimo

adiós,entrelasnotasdelacanción,atodasesaspersonasquehabíaconocidoyquedeseabanovolveraverjamás.Decíanquelosmediterráneoséramosgentemuyviva,talycomohabíansido

losromanosenelpasadoolosespañolesdurantesusgestas.Vivo o no, debía poner freno al incesante número de funambulista que

practicaba con la vida, siempre con los pies sobre la cuerda, manteniendo elequilibrioentrelaexistenciayelmásallá.Peroeraalgoincontrolable,al igualqueelcolordelcabelloomiamorporeljazzylasmujeres.LaciudaddeAlicantemerecibíatranquila,apuntodearrancarundíamásen

plena jornada veraniega. Algunos turistas, equipados con sus sandalias deDecathlony lasmochilas cargadasde aguayguías turísticas, aprovechaban elfrescomatinal para patear las calles antes demorir abrasados por el calor delmediodía.Llegué a la estaciónde trenes y dejé el coche en el aparcamiento contiguo.

MiréelrelojyteníatodavíamediahorahastaqueeltrendeSoledadllegara.Crucélapuertadelacafeteríadelaestación,talycomohabíahechocasiuna

semanaantes.Sentíunaligeraparamnesia,undeja-vu,quediríanlosfranceses.Creíhabervividoesemomentoantes,peronoeraasí.Lacamareramorenayanoestabatraslabarrayloscruasanesvegetalessehabíanterminado.Pedíuncaféyunatostadaconjamónyagarrélaprensa,queestabasobrela

barra,comopartedelritual.Lasnoticiaseranpropiasdelverano:aburridas,sinfundamentoycargadasde

artículossobrelasfiestasdecadamunicipio.Inclusolaprofesiónteníaderechoadescansardelasdesgracias.Cuando cerré el diario y lo puse bocabajo, vi el rostro de Agulló en la

columna trasera, la página que iba a escribir aquel verano y que no llegué aempezar.Undesplanteaúltimahoraylafaltadetiempoparaencontraraunsustituto,

lehabíandadotrabajodemás.Retoméelperiódicoymeacerquélapágina.Juntoalacolumna,unafotomíasacadadelared.

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UNHÉROEYUNADISCULPA

LeandroAgulló

Muchoha sucedido en los últimosdías en la ciudadde Alicante. Finalmente se cierra un capítulo en elperiodismo local trayendo un poco de luz sobre loslíos financieros, de los que tanto se ha hablado, quehan afectado a la condesa de Terranostra y susnegocios.

Encontrade todopronóstico, la fuenteanónimaquehabía filtrado, a esta y otras redacciones de lacomarca, la situación del grupo Holding Terra, hamanifestado abiertamente no tener ningún tipo derelaciónconelperiodistayescritoralicantinoGabrielCaballero.

La escandalosa detención de Federico deTorrevella,comoculpablepor lamuertedelcompañeroLucianoRomán, pone en entredicho todas las acusaciones yteoríasvertidassobrelaimagendeCaballero.

Como responsable y director de este diario, desdeaquíquisierapedirenminombre,yenelde toda laredacción, una disculpa pública al señor GabrielCaballeroporhabermanchadosuhonor,guiándonospor pruebas que parecían reales, pero que no lofueron.

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Conesto,quisieradejarconstanciaallectordequeelperiodismo siempre estará con la verdad, la únicaguerra por la que hay que luchar, y que, comoprofesionales e hijos de este oficio que somos, notenemoselmenorreparoenaceptarnuestroserrores,siempreycuando,acerquenalpueblolaveracidaddeloshechos…

Porúltimavez,penséenBlancaDesastres.Enefecto,esehabíasidonuestro

últimoadiós.Pormegafoníaanunciaronlallegadadeltren.Lacolumnacontinuaba,aunquenoterminédeleerla.Nonecesitabamás.Dobléelperiódicoylodejésobrelabarra.Pagué,medespedíysalídeallí.Agulló estaba equivocado. El periodismo no se hacía desde un escritorio

esperandoaquealguientevendieraunaexclusiva.Paracontar lanoticiahabíaque sudar las historias, correr tras ellas, aventurarse en los peligros de lasociedad y entender que había ciertas verdades que no siempre podían serdestapadas.Y,paraeso,notodoelmundoestabapreparado.

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SobreelautorPablo Poveda (España, 1989) es escritor, profesor yperiodista. Autor de otras obras como El Profesor, Lachica de las canciones o MotelMalibu. Ha vivido enPoloniadurante cuatroañosyahora resideenAlicante,dondeescribetodaslasmañanasjuntoalmar.Creeenlaculturasinatadurasyenlasimplicidaddelascosas.Haescritootrasobrascomo:SerieGabrielCaballeroCaballeroLaIsladelSilencioLaMaldicióndelCangrejoLaNochedelFuegoLosCrímenesdelMisteriMedianocheenLisboaElDobleTodosloslibros…SerieDonOdioDonMiedoFuriaSerieRojoRojoTraiciónTrilogíaElProfesorElProfesor

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ElAprendizElMaestroOtros:MotelMalibuSangredePepperoniLaChicadelascancionesElCírculoContacto:[email protected] te hagustado este libro, te agradeceríaquedejaras

uncomentariodondelocompraste.

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