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El desafío de la vida comunitaria . Clave para la renovación religiosa

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Colecció11

'Exyeríencías CAMINO HACIA LA PAZ

Henri Nowen, 1a. ed. CAMlllO DE COMPORTAMIENTO Y AliTORREALlZACIÓN

Jorge Renato ]ohann, 311. ed. CÓMO CONSEGUIR AMIGOS

J. Maurus, 3a. ed. CÓMO FORMAR LÍDERES

Si!vio Botero, 6a. ed. CÓMO TRABAJAR LOS SENTIMIENTOS

Miguel Lucas, 11a. rrimpr. CÓMO TRABAjAR NUESTROS PROBLEMAS

Miguel Lucas, 2a. reimpr. CÓMO VENCER LA DEPRESIÓN

Marc Schwob, la. ed. CONOCERSE: UN CAMINO PARA SER FELIZ

Miguel Lucas, 411. ed. CRISTO SOMOS HERMANOS

Vicente Moros, la. ed. CUERPO HABLA, EL

Pierre Weil- Roland Tompakow, la. cd. CULTIVE SU AUTOJMAGEl'\

). Maurus, 411. rdmpr. CULTIVE SUS SENTIMIENTOS

). Maurus, 3a. ed.

CURSO DE MEDITACIÓN INTEGRADA Marco Vinkio Rueda, 6a. reimpr.

ENTREVISTA CON SAN AGUSTÍN Miguel Lucas, la. ed.

ESCUELAS PSICOLÓGICAS Y PSICOTERAPÉliTICAS Rafael Prada, 411. ed.

ESQUEtv!AS DE TRABAJO PARA UN ANil\fADOR DE GRUPOS

Sílvio Botero, 6a. ed. EVANGELIO PARA JÓVENES

Sílvío Botero, <la, cd.

EVANGELIO PARA TU LIBERTAD, EL Cario Maria Martini v colaboradores, 2a. ed.

FENÓMENOS PARANÓRMALES, LOS Paola Giovetti, 2a. ed.

FENÓ~1ENOS PARANORMALES Y DONES MÍSTICOS

Vittorio Marcozzi, 2a. ed. GRUPOS JUVENILES Y VOCACIONALES

María de jesús Alzate, 3a. ed. HOLÍSTICA: UNA NUEVA VISIÓN Y ABORDAjE DE LO REAL

Pierre Weil, 3a. ed. MANUAL DE PARAPSICOLOGÍA

Armando Pavese, 2a. ed. OTRO LADO DEL HOMBRE, EL

Miguel Lucas, 2a. ed. PARAPSICOLOGÍA EN EL EQUILIBRIO INTEGRAL, LA

Miguel Lucas, 4a. reimpr. PEDAGOGÍA DEL TIEMPO LIBRE

Hernando Duque, la. ed RELÁJESE Y VIVA FELIZ

Nubia Maciel Franca- Haroldo j. Rahm, 311. r~ímpr. SEA SU PROPIO PSICÓLOGO

Miguel Lucas, 5a. ed. SEXUALIDAD Y AMOR

Rafael Prada, 3n. ed. Y LA SANAClÓN, LOS

A. Sanford, 311. ed. TERAPIA A SU ALCANCE

Rafael Prada, 3a. ed. DESAFÍO DE LA VIDA COMUNITARIA, EL

Miguel Lucas, la. reímpr.

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Miguel Lucas

El desafío de la vida comunitaria

Clave para la renovación religiosa

SAN PABLO

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Miguel Locas El P. Miguel Lucas Peña, nació en España el 8 de mayo de 1936. Ha realizado estudios de Filosofía, Psicología y Sociología que le han permitido desempeñarse como sacerdote, psicólogo, escritor y conferencista.

Entre sus obras publicadas están: "La Parapsicología en el equilibrio integral", "Cómo trabajar los sentimientos", "Sea su propio psicólogo" y "El otro lado del hombre". Durante su trayectoria profesional ha dado cursos de Parapsicología en varios países de América y Europa. Actualmente es Director de la Clínica de Psicología "Mente y Corazón" en Sao Paulo, Brasil.

Título original El dt:safío de la vida comwril!.tria

Impresor Sociedad de San Pablo Calle 170 No. 23-31 Bogotá - Colombia

Autor ISBN Miguel Luw< 95&-692-063-J

©SAN PABLO Crun:ra 46 No. 22A-90

Tel.: 3682099- Fax: 2444383 Barrio Quintaparedes

E-mail: [email protected]

la. reimpresión, 2{X)4 Queda hecho el depósito legal según Ley 44 de J 993 y Decreto 4óO de 1995

Distribución: Departamento de Ventas Ollle 18 No. 69-67 PBX: 4114011 FtL<.' 4114000 A.A. 080152 E-mail: spdircom@coi l.tclecom.cmn.co

BOGOTÁ COLOMBIA

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Introducción

Este libro está dirigido principalmente a los religiosos y religio~ sas de los 30 a 40 años, lo que corresponde a parte de la primera y de la segunda edad.

Una encuesta hecha en Brasil revela que los religiosos están des~ contentos con el ambiente de las Congregaciones. Un 79,5% de los hombres denotan deficiencias en la vida religiosa. Entre las mujeres, el índice es un poco menor: 73,8%.

Los principales problemas señalados son: individualismo y falta de ideales. Los religiosos se quejan también de la falta de espíritu de oración, de superación, peleas por el poder y falta de sinceridad.

Es conveniente analizar ciertas normas que orientan nuestro ta­lante de vida: relaciones fraternas, vida apostólica y proyectos de formación.

La encuesta realizada por iniciativa de la Conferencia de Religio­sos de Brasil destaca 17 elementos que deben cambiar en la vida religiosa.

En p1imer lugar aparece la vida comunitaria. Y a se han hecho mu­chos cambios, pero necesitamos perfeccionar aún más las relaciones fraternas para que se conviettan en fuente de satisfacción afectiva.

La encuesta revela que las relaciones fraternas son superficiales y que el amor es aún muy frágil, y algunos miembros se sienten mar~ ginados e infravalorados.

Los jóvenes de hoy desean la ayuda de profesionales competentes porque, en la comunidad, no encuentran una acogida fraterna, ni un

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clima de confianza donde puedan manifestar sus experiencias y llo­rar sus frustraciones. Y lo que es peor aún, a veces son tratados con amenazas.

La mayoría de los institutos ya adoptó un estilo de comunidad que favorece la vida apostólica de hoy, basada en las relaciones personales de amistad en el Señor. Ese nuevo estilo tiene como punto clave la comunicación en profundidad, y en el clima de fe entre sus miembros. En esta forma se consigue el conocimiento mutuo y de él se pasa a la aceptación y al amor de unos a otros. Éste es el modelo de comunidad deseado por todos y que puede ser al­canzado, escribe la hermana Ida De Lucca, en el Periódico "O Sao Paulo", de Sao Paulo (Brasil), del día 25 de noviembre de 1998.

Una de las causas de los problemas en las releciones fraternas es el exceso de trabajo, el activismo. Existen religiosos que no se iden­tifican con la comunidad, no tienen tiempo para estar con sus her­manos en las reuniones y momentos de ocio. Estas personas se sien­ten valoradas por lo que hacen, no por lo que son. Otros no se identifican con el trabajo, con el apostolado y lo tienen como car­ga, como escape o fuga.

La vida de comunidad es el elemento clave para solucionar el resto de problemas de la vida religiosa (crisis de vocaciones, crisis de identidad, problemas apostólicos, etc.).

Antes de terminar esta introducción quiero dejar claro que, aun­que la comunidad es importante, es vital, no puede ser el fundamen­to de la vida religiosa. El fundamento es una relación "teologal", y no estructural, pastoral o social. Estos aspectos forman parte, cierta­mente, de la vida religiosa, pero son consecuencias.

La vida religiosa se ancla, se fundamenta en Jesucristo. Por eso, sin un ritmo consistente de vida espidtual, hecho de oración, escucha de la Palabra de Dios, meditación y sacramentos, la vida religiosa no tiene la firmeza sufuciente.

La comunidad es "una" razón de la vida religiosa, no "la" razón. Pero, en todo caso, la comunidad es un apoyo, un desafío y una prue­ba. Incluso en todo eso la vida de comunidad nos es útil y nos forma.

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1 Realidad objetiva

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Descontento con el ambiente de las Congregaciones

La crisis de las instituciones

Los cambios rápidos y profundos en la sociedad mostraron la necesidad de cambios en las estructuras, mentalidad y actitudes de la vida religiosa.

A partir del Vaticano II hay una crisis de apertura, de pérdida de muros, de lanzarse a la realidad, y de estar sujetos al momento actual de la historia.

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ANTES DEL CONCILIO Vida religiosa cerrada en sí

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DESPUÉS DEL CONCILIO Pérdida de muros

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A veces la preocupación de salvar la institución nos convierte en víctimas de la estructura. La persona queda en función de un grupo que no está al servicio de las personas, sino de otros intereses. La persona no es oída.

Las estructuras no promueven a las personas sino que parecen anularlas. La vida religiosa está deshecha y bien vale la pena la crisis que busca en la vida algo nuevo.

No se trata de acabar con la institución, sino de ponerla al servicio de quien la instituyó.

Las crisis son síntoma de vitalidad y la sabiduría está en saber aprovecharlas en el proceso vital del nuevo grupo -comunidad o congregación- de tal modo que la dinámica, los objetivos, las personas y las estructuras se relacionen en un proceso armonioso.

Cuestionamiento

Proceso armonioso del nuevo grupo

¿Somos víctimas de las estructuras? ¿O somos creadores de "algo nuevo"?

La crisis de identidad

Pikaza nos habla de los principales problemas que pueden influir en la crisis de identidad: la vida mundana y el desánimo.

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l. La vida mundana

No se mantiene la vida religiosa facilitando las cosas: ofreciendo más compensaciones a los candidatos, abriéndoles mayores posibili­dades de disfrute, haciendo que se sientan más independientes, etc. Se ha dado en los últimos años, en ciertos sectores de la vida religiosa, una especie de tendencia hacia el facilismo, hacia la abundancia de bienes materiales, la comodidad y la vida independiente. Ése es uno de los mayores peligros para muchos religiosos. Para superarlo es importante redescubrir el valor y la exigencia de una renuncia fuerte y liberadora, que sea capaz de ponernos al servicio del Reino.

2. El desánimo

Ha sido famoso en los tratados sobre la vida religiosa el riesgo de caer en el desánimo que a veces se ha llamado "demonio meridiano"; es el peligro del cansancio que llega en el declive de la vida. Se han apagado las ilusiones, se ha tenninado el tiempo de la creatividad gozosa y con la madurez, llega el desánimo, una especie de desilusión o desinterés que destruye nuestra visión de futuro.

¿Qué hace un religioso cuando pierde la ilusión? Ha consumido los años de su juventud; han pasado sin dejar huella los tiempos de creatividad ... y ahora, en plena madurez, hay muchos religiosos que se encuentran cansados, dispuestos a renunciar a eso que pudiéramos llamar el compromiso con el futuro de su vida.

Este desánimo puede tener dos motivos: uno interior y otro exterior.

El cansancio interior viene del mismo paso de los años: nos cues­ta seguir asumiendo la responsabilidad; se nos hace duro un trabajo que, en gran parte, es distinto de aquello que habíamos pensado hace 20 ó 30 años. El cansancio exterior está marcado por las dificultades de este mundo nuevo en el que tenemos que seguir encontrando soluciones nuevas y siendo, en algún sentido, protagonistas de los cambios. esta situación pueden darse, en general, tres soluciones:

a. Algunos dejan la vida religiosa, buscando fuera (si es que pueden) unas compensaciones que el convento ya no les ofrece.

b. Otros se jubilan dentro de la misma vida religiosa, en gesto de retraimiento y huida. Normalmente buscan la facilidad, un modo de

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vida individualista, sin complicaciones, con cierta sequedad interior, sin ilusiones. El convento se vuelve lugar para instalarse y arrastrar el aburrimiento por el resto de la vida.

c. Otros buscan la compensación del legalismo. Falta la vida interior y la verdadera creatividad, pero quedan las reglas, las normas ... Por eso algunos buscan el apoyo de la institución, en una especie de nuevo fundamentalismo sin creatividadt.

José Luis Martínez dice que puede agravarse la crisis de identidad cuando el religioso, principalmente el de la segunda edad, viviendo sólo en una ascética desencarnada, no consigue autofonnarse, integrar su yo, tomar cuenta de sí y crecer. Es el mismo religioso que se dedica únicamente a trabajar, se alimenta mal, no se hace un examen ni con­trol médico preventivo, no practica el ejercicio, no tiene ningún pasatiempo, no se pemrite un tiempo libre ni un descanso; acostumbra a cargar sobre sí algún malestar, siente continua presión y ansiedad, se relaciona de manera inestable y agresiva, manifiesta tristeza, vive que­jándose, no encuentra mucho sentido en su vida.

Parece que el trabajo, la misión, la vocación, dejaron de estimular, perdieron el atractivo. El contacto con Dios es esporádico, ajeno. Se duda de la vida, se pierde el rumbo en el presente, no se vislumbra el horizonte del futuro, faltan metas para continuar caminando, Dios parece estar ausente.

Consecuentemente, su dimensión bio-psico-espiritual se va dete­riorando. La persona se va abandonando, pudiendo llegar a situa­ciones extremas de alienación y enfermedad2

Hoy sabemos que muchas enfermedades orgánicas no se deben a elementos externos. Éstas se pueden dar por falta de sentido de lo que somos o hacemos, y de la vida (estrés, tensiones, preocupaciones ... ).

La falta de identidad, no aceptarnos ni asumirnos, no integrar la realidad de la propia persona (el propio ser, el ser de los otros, la comunidad, la autoridad, la vida, Dios) pueden llevar también a la no-responsabilidad, al vacío interior y a volverse hacia el exterior.

l. PIKAZA, Xavier. Identidad de la vida religiosa. CONFER, mayo-junio 1994, Madrid, p. 40-41.

2. MARTÍNEZ, José Luis. La segunda edad de la vida religiosa. CRB, Sao Paulo, 1995, p. 15.

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3. La no-responsabilidad

Hoy necesitamos el auto-conocimiento, entrar en nosotros mis­mos para confrontarnos y saber quiénes somos y hacia dónde ca­minamos. De lo contrario, podemos perdernos.

Si esto ocurre, el individuo procura permanecer ajeno a sí mismo, tiene dificultad para tener conciencia de sí mismo, para asumir responsabilidades. Descarga los resentimientos y tristezas que siente sobre sí mismo contra los otros. Tiende a la soledad, a la agresividad y a la simulación. Como si ahora fuese uno y después otro. Es el ca­so de la doble personalidad. Procura identificarse con otras personas que le den seguridad. Depende de otros para actuar; no es autónomo.

4. El vacío interior

Este vacío es acompañado por profunda angustia y depresión, y obliga a la persona a la fuga total (alcohol, deseo de poseer muchos aparatos electrónicos, leer muchos libros, etc.), o al activismo (exceso de actividad). religioso no tiene tiempo de hablar con sus compañeros.

S. Volverse hacia el exterior

Hacia la política, pastoral, trabajos ... , que suplantan a la persona y toman su lugar.

Aceptarnos como somos es condición indispensable si queremos aceptar a los demás, porque yo transfiero, consciente o inconscientemen­te, a Dios y a los demás las actitudes que tengo para conmigo mismo. Si no me amo a mí mismo, ¿cómo puedo ser tolerante con los demás?

La conciencia que tenga de mi propio valor como persona, es esencial para que me estime convenientemente y me ame, en la medida justa, y también desarrolle la capacidad que tengo para darme como don precioso a los demás. Y o soy un don para alguien, merecedor de valor y estima. Creer en nosotros mismos, tomando conciencia de nuestras capacidades -junto con una dosis de mucha humildad- nos dará también la posibilidad de superar nuestros complejos de inferioridad, el miedo al fracaso, a ser criticado, y nos permitirá perder nuesh·a imagen positiva delante de los demás, y nos

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permitirá acabar con la inseguridad, hacerle frente a los problemas de la vida y asumir responsabilidades.

A veces no nos aceptamos por un sentimiento de insatisfacción profunda y descontento con todo y con todos. Esto sucede más fre­cuentemente en la llamada segunda edad.

La primera etapa o mitad de la vida tiene como tarea principal lo expansivo, el ir hacia fuera, la construcción de un mundo externo, y nuestra energía psicológica está claramente orientada en esa dirección.

En la segunda mitad de la vida --entre los 35/40 y 45/60 años aproximadamente- la persona peregrina en busca de sí misma, la energía psíquica va hacia nuestra interiorización. Por la interioriza­ción vemos que:

- Los religiosos aprendieron a donarse y a amar a los otros, a trabajar.

-No aprendieron a amarse a sí mismos y a cuidar su propia vida.

Son lanzados al apostolado para cuidar de los otros. No saben cuidar de sí y, por eso, a muchos les cuesta rezar, evitar el estrés, cultivar el estudio, dedicarse a una afición: pintar, oír música, pasear, descansar ... ; a algo que les transcienda, que les realice más, que dé más sentido a su vida y les haga autónomos.

La persona está madura, en cualquier edad, si ella está abierta al crecimiento y al desarrollo. Y uno de los aspectos que nos mantiene abiertos al crecimiento es la "capacidad de dedicarnos al ocío"3

José Luis Martínez dice que desde el período de formación se percibe la tendencia a responder a los desafíos de la realidad de ma­nera inmediata e impulsiva, entrando de lleno en múltiples activida­des que solicitan su atención. Intentar alcanzar metas externas a sí mismo es su principal ocupación y preocupación, en cuanto él se ha abandonado a su propia suerte.

En la práctica psicoterapéutica aparece una vivencia conflictiva caracterizada por activismo pastoral, descuido orgánico, compulsión sexual, explosión emocional, frialdad espiritual, planteamiento voca­cional y ausencia de contacto espiritual con Dios. El sujeto se acos­tumbra a vivir en el entusiasmo del trabajo, recibiendo un retorno

3. GATICA, Soledad. 3er. Seminario Nacional de Religiosos Psicólogos. Belo Horizonte, 1992, p. 15.

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agradecido de personas. Permanece ajeno al reclamo del cuidado de sí. Vive en la ambigüedad en el campo afectivo-sexual. Siente la an­gustia creciente de un ser dividido y un hacer cada vez menos satis­factorio. Difícilmente Dios le resulta alguien que le habla y que puede experimentar.

Para que el religioso pueda realizar su misión tiene que cultivarse en todas las dimensiones: cuidar su cuerpo, alimentar relaciones in­terpersonales fecundas, orientar saludablemente su afectividad, cul­tivar el estudio, mantener el contacto personal con Dios. Quien no toma cuenta de sí, ¿cómo podrá tomar cuenta de los demás?4

Por la interiorización se ve cómo a muchos religiosos de la se­gunda mitad de la vida les cuesta la auto-aceptación:

Aceptar su cuerpo, sus limitaciones biológicas, cuidar del cuer­po, el aspecto intelectual, psicológico y espiritual.

Aceptar el sentimiento de culpa cuando las cosas no han ido como ellos pensaron.

Para auto-aceptarse necesitamos perdonarnos a nosotros mismos, aprender a ser personas amorosas con nosotros, dejar aparte los lá­

.tigos con los cuales a menudo nos flagelamos, dejar de anularnos ...

El hombre humillado por razón de su pecado, cree levantarse sin la gracia, haciéndose juez de sí mismo. Es éste el orgullo más dia­bólico que existe.

el momento de poder abrirnos realmente y aceptar el amor de un Dios misericordioso que nos ama5

Para estar en condiciones de cuidar de los demás, tengo que cuidar de mí. Cuanto más cuide de mí, del aspecto biológico, psicológico y espiritual -no en un sentido narcisista o egocen­trista- y oriente mi vida hacia un sentido, hacia alguien o una misión, más realizado me sentiré.

Cuestionamiento

Una religiosa me decía:

"Para que todo salga bien me preocupo mucho y trabajo dema­siado, entonces viene el estrés y el cansancio, y exploto con todos".

4. MARTÍNEZ, José Luis. Vida Pastoral, n. 20, Paulus, Sao Paulo, noviembre de 1993.

S. GATICA, Soledad. Op. cit.

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¿Procuro estar ajeno a mi mismo y por eso no asumo responsabi­lidades en el apostolado? ¿O me vuelvo siempre hacia el exterior: ha­cia la política, pastoral, trabajos, que suplan la persona y tomen su lugar?

¿Cuido de mí, de mi parte orgánica, psicológica y espiritual? ¿Qué necesito para cuidarme mejor?

¿Sabía yo que el bienestar del cuerpo y de la psique humana guardan estrecha relación entre sí y con la actitud espiritual frente a la vida?

Síntesis de la realidad objetiva

Los principales problemas en la vida religiosa son:

* Individualismo y falta de ideales.

* Falta de espíritu de oración.

* Clima de competición.

* Interés por el poder.

* Falta de sinceridad.

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2 Discusión de la síntesis

de la realidad y esquema

2. El desafío de la vida comunitaria

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Análisis del estado de la vida religiosa

¿Cuáles son las d~ficiencias más notorias de la vida religiosa lwy?

Hoy se detecta un estado de inquietud por algunas carencias de nuestro estilo de vida:

La primera afecta a nuestro ser religioso. Se advierte un proble­ma de identidad religioso-sacerdotal. No significa que hayamos perdido el sentido de nuestra consagración a Dios en la vida re­ligiosa, sino que sus manifestaciones prácticas son pobres y esto re­fleja un debilitamiento de nuestro propio ser consagrado. Diversidad de actos de nuestra vida muestran dicha situación: carencias en el servicio y la generosidad, en la comprensión, en la comunión, en las dificultades para la acción pastoral-ministerial, en la escasa centrali­dad práctica de la Eucaristía y la oración en nuestra vida.

Tales hechos, entre otros, denotan un testimonio pobre que no trasluce una opción fuerte de radicalidad evangélica. Y o diría que coexisten entre nosotros diferentes formas prácticas de comprender las implicaciones de nuestra vida que dificultan nuestra respuesta.

En clara referencia a nuestra identidad se advierte una escasez de vida comunitaria, manifestada en la dificultad práctica de entablar, mantener e incrementar relaciones interpersonales; en muchos casos son poco profundas y referidas a pequeños grupos o personas con-

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cretas. Surge fácilmente la crítica, la desconfianza, el individualismo al realizar nuestras tareas.

Por otra parte, elementos propios de nuestra realidad cultural se ha­llan presentes, en mayor o menor medida, en nuestras comunidades. Se detecta el influjo del ambiente consumista, hedonista y secula­rizante de nuestra cultura. Así, muchas de nuestras acciones no refle­jan actitudes de generosidad, entrega o servicio a los otros sino, más bien, comodidad, consumismo, individualismo y búsqueda de placer en uno u otro sentido. A esto quizás contribuya la ubicación de nues­tras obras, circunscritas muchas veces a ambientes acomodados.

Es preciso señalar, por otra parte, que el estado de ánimo y mo­tivación de los religiosos, muchas veces, es bajo. Algunos aspectos ya referidos sobre la vida religiosa (deficiencias de la vida co­munitaria: relaciones, confianza, corresponsabilidad) unidos a la escasez de vocaciones y al envejecimiento progresivo, han generado un estado de ánimo bajo y suponen unafalta de estímulo a la hora de afrontar la realidad de nuestra vida.

Atendiendo a la misión que realizamos (colegios, parroquias, for­mación, etc.), resalta como positivo nuestro trabajo y esfuerzo. Traba­jamos mucho en cifras absolutas y, generalmente, estamos satisfechos del esfuerzo realizado. Pero, también aquí es preciso mejorar en dirección, estilo y actitudes:

Se aprecia un marcado individualismo en la forma de realizar y afrontar las tareas. Aún tenemos poca experiencia práctica en las implicaciones del trabajo en equipo y el compromiso comunitario: al programar, emprender y evaluar las acciones.

Vivimos desde una profesionalización que diluye en la acción el sentido de nuestra realidad personal-comunitaria de religiosos. Nues­tro "hacer" pesa mucho; nuestro "ser" queda escondido. No nega­mos lo que somos (personas consagradas) ni tenemos tendencia a ser algo diverso (simples profesionales en algo). Es más bien la cen­tralidad práctica de nuestra acción la que desdibuja el sentido de lo religioso. El "ser religioso" pasa a un segundo plano, en términos prácticos, por la situación de activismo: dedicación intensiva, can­sancio, absorción de la actividad1

El documento de la Congregación de Religiosos "La vidafraterna en comunidad", dice:

l. MORAL, Alejandro. Discurso Programático, p. 1, Editorial Religión y Cultura, Madrid. Capítulo Provincial Ordinario. La Vid (Burgos), 1995, p 13-14.

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"Se ha difundido con mayor o menor intensidad el individualismo bajo las más diversas formas, como la necesidad de protagonismo y la exagerada insistencia sobre el propio bienestar físico, psíquico y profesional; la preferencia por un trabajo ejercido por cuenta propia o seguro de prestigio, la prioridad absoluta dada a las aspiraciones personales y al propio camino individual, sin preocuparse de los demás y sin verdadera referencia a la comunidad. Por otra parte, es necesario buscar el justo equilibrio, no siempre fácil de alcanzar, entre el respeto a la persona y el bien común, entre las exigencias y necesidades de cada uno y las de la comunidad, entre los carismas personales y el proyecto apostólico de la misma comunidad. Y esto dista tanto del individualismo disgregante como del comunitarismo nivelador. La comunidad religiosa es el lugar donde se verifica el cotidiano y paciente paso del 'yo' al 'nosotros', de mi compromiso al compromiso confiado a la comunidad, de la búsqueda de 'mis cosas' a la búsqueda de las 'cosas de Cristo'" (n. 39).

El mismo documento dice también: "Además, es necesario recordar siempre que la realización de los religiosos y religiosas pasa a través de sus comunidades. Quien pretende vivir una vida independiente, al margen de la comunidad, no ha emprendido ciertamente el camino seguro de la perfección del propio estado. Mientras la sociedad occidental aplaude a la persona independiente, que sabe realizarse por sí misma, al individualista seguro de sí, el Evangelio requiere personas que, como el grano de trigo, sepan morir a sí mismas para que renazca la vidafratema" (n. 25) (Cf. Lumen gentium, 46b).

Es necesario perder el miedo al cambio y desarrollar las capacidades que tenemos

Las personas que no evolucionan acostumbran a ser rígidas, sólo les interesa la ley, viven en torno a sí mismas y sufren al cargar el peso de sus dificultades personales, que detienen tanto su propio ca­mino como el de la congregación. Llenas de recelos y miedos, son obstáculos para el cambio.

La práctica clínica permite percibir cómo nuestras instituciones no están orientadas hacia las reales necesidades de las personas. El gran cambio que habría que realizar, sería cambiar las necesidades falsas y aparentes de las personas y los objetivos de las instituciones. Si la vida religiosa llevase esto a la práctica, tendríamos personas más vi­brantes y llenas de vida en nuestro medio, y sería una hermosa profe­cía en medio de este mundo organizado en función del lucro.

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Debemos perder el miedo al cambio. Hay que abandonar los sentimientos de pérdida y dejar de lamentarse.

Escribe san Agustín: "En la vida somos peregrinos, caminantes. Debemos sentirnos insatisfechos con lo que somos, si queremos llegar a donde esperamos. Si estamos satisfechos con lo que somos, dejamos de progresar. Si nos convencemos de que somos suficientes, no daremos un paso adelante en la vida. No podemos parar, porque entonces andaríamos para atrás"2

Con frecuencia el religioso, en lugar de ser creativo, generador de vida, pasa por el mundo repitiendo viejos esquemas que le fueron transmitidos.

Hay que regresar a la espiritualidad de los fundadores, porque si las reglas no responden a las preguntas de hoy, se convierten en, ídolos.

Es necesario desarrollar las capacidades que tenemos pues, de lo contrario, estaremos con las manos vacías, con tedio. Hay que renacer y crear condiciones para ser señales atrayentes del Reino.

Consagración, sentido y vivencia

Desde la apertura al Espíritu, necesitamos clarificar el sentido de nuestra consagración y reavivarlo prácticamente, redescubriendo nuestra identidad y actualizándola en forma concreta en nuestra vida. Es preciso potenciar nuestro ser religioso por encima del activismo.

La primera realidad es fomentar una actitud de cambio y renova­ción personal, como base para la misma renovación comunitaria. Se refleja básicamente en la doble actitud señalada anteriormente de sentir la necesidad y aportar una voluntad real de cambio. Si nos quedamos sólo en la intención no conseguiremos nada.

Es necesario organizar comunitariamente nuestras actividades y, simultáneamente, ofrecer tiempos para la persona y para la relación comunitaria. Si el trabajo nos agota o podemos refugiarnos en un hipotético exceso de trabajo, no será posible renovación alguna. Ciertamente la misión que realizamos goza de gran importancia y requiere tiempo, pero no puede privarnos del tiempo necesario para nuestra reflexión, estudio, preparación y relación comunitaria con los hermanos. Si disponer del tiempo necesario para esto exigiera otros replanteamientos en la distribución de tareas o en la forma de

2. SAN AGUSTÍN. Sermón 169, 15-18.

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realizarlas, no quedaría otra solución que estudiarlo en comunidad y dar otras respuestas.

Es preciso programar en forma practicable la celebración comuni­taria de la Eucaristía y la oración. Son pilares fundamentales para el sentido y la guía de nuestra vida, al la vez que para la constmcción de la comunidad.

En esta misma línea, es necesario establecer tiempos aptos y efectivos para retiros, capítulos de renovación y ejercicios comu­nitarios en todas las comunidades.

Para clarificar el sentido de nuestra vida y reavivarlo se debe fomentar la formación permanente de los religiosos3

Frente a los principales problemas de la vida religiosa presentamos este esquema:

La vida de comunidad~ al individualismo

El apostolado o misión ____... a la falta de identidad

La vida de oración ...,. al activismo

La encuesta realizada por iniciativa de la Conferencia de Re­ligiosos de Brasil señala 17 elementos que deben cambiar en la vida religiosa. En primer lugar aparece la vida comunitaria.

Como ya se dijo antes, la vida de comunidad es un elemento clave para solucionar el resto de los problemas de nuestra vida religiosa.

La Exhortación apostólica "Vita consecrata" presenta tres aspec­tos fundamentales de la vida consagrada: "Confesión de la Trinidad, signo de fraternidad y servicio de caridad" (Introducción).

En primer lugar, necesitamos, perfeccionar las relaciones frater­nas para que se conviertan en fuente de satisfacción afectiva.

La encuesta realizada en Brasil revela que las relaciones fraternas son superficiales y que el amor aún es muy frágil porque falta un am­biente de confianza y algunos miembros se sienten marginados e infravalorados.

3. MORAL, Alejandro. Op. cit.

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Es preciso, pues, adoptar un estilo de comunidad que favorezca la vida apostólica de hoy, basada en las relaciones personales de amistad en el Señor.

Ése es el modelo de comunidad deseado por todos: "La comuni­dad se fundamenta en dos modelos: uno inmanente (la comunidad de Jesús con los suyos y la primera comunidad de Jerusalén), y otro trascendente (el modelo Trinitario)" (VC 41). Por eso, estamos Ila­mados a ser testigos de comunión y de comunidad.

"La vida religiosa será tanto más apostólica cuanto más íntima sea la entrega al Señor Jesús, más fraterna la vida comunitaria y más ardiente el compromiso en la misión específica del instituto" (VC 72).

Si buscamos renovar nuestra vida religiosa, la vida comunitaria será, necesariamente, el primer elemento que debemos renovar.

Después del Sínodo, ¿hacia dónde ?4

Hasta el Sínodo de los Religiosos, la renovación era necesaria pero no había sido suficiente. No había sobrepasado la identidad teológica y se olvidaba del nivel estructural de las formas y pará­metros, quedando fuera del necesario proceso de inculturación. Este es el verdadero desafío que la vida religiosa enfrenta.

A lo que vino después de la renovación, algunos tuvieron el valor de llamarlo "refundación". Dice José María Arnáiz -uno de los padres sinodales- que la "refundación" tiene mucho que ver con un proceso de cambios estructurales y no simplemente de adaptaciones o mudanzas en los modos de proceder.

Modelo de "refundación": el de la solidaridad y la transcendencia

En la formulación del nuevo paradigma nos dimos cuenta de que el futuro de la vida religiosa dependería del modo de manifestarse, y no tanto con palabras sino con la vida diaria. Los religiosos, además de seguir a Cristo más de cerca, han sido los terapeutas de una

4. ARNÁIZ, José María. En la revista CONFER mayo-junio, Madrid, 1995, 25, hace un análisis de la vida religiosa a partir del Sínodo. MACISSE, Camilo en su libro, Propuestas del Sínodo y diario de un Padre Sinodal. Ediciones El Luchador, Brasil, 10, J 995, también analiza la vida religiosa a partir del Sínodo.

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humanidad herida por la violencia y sin una adecuada percepción de lo invisible, o mejor, del Padre. La vida religiosa se dio cuenta de que tenía una misión muy delicada y difícil: se trataba de salvar la cultura contaminada por el eclipse del sentido de Dios y de la persona humana, evitando todo tipo de deformación de los deseos y nece­sidades humanos, de procreación, de poseer, de autogobernarse.

Todo esto llevó a la vida religiosa a ser más radical. Llamó a la refundación y ésta contribuyó mucho para dar una forma mejor al modelo que surgía. La vida religiosa renació cuando tuvo la intuición de que lo esencial de su misión es proclamar la dignidad de la per­sona humana y el amor de Dios para con ella.

La solidaridad y la caridad se colocaron como centro de la refundación

La caridad se ubicó en el centro.

Una vida religiosa auténtica manifiesta el gran amor de Dios hacia cada persona en la tierra. El religioso es llamado a ser aproxi­mación y presencia del Dios que ama a quien desesperadamente tiene necesidad de Él.

Quizás la profecía más legible en aquellos días fue la capacidad que adquirió la vida religiosa de mostrar la fuerza humanizadora y transformante del amor de Dios en medio de nuestra sociedad. Re­cordamos que en el corazón de la teología de la vida religiosa está el carisma, y el carisma más cotidiano y menos espectacular, el más ne­cesario y transformador era la caridad. La vida religiosa se trans­formó en un modelo de comunión y de solidaridad. La lección que nos ha dejado es que la "refundación" de la vida religiosa pasa por la fraternidad. Todas las formas de vida consagrada, incluso aqueJlas que no prevén la vida en común, promoverán la vida fraterna: "La Iglesia encomienda a las comunidades de vida consagrada la particu­lar tarea de fomentar la espiritualidad de la comunión, ante todo en su interior y, además, en la comunidad eclesial misma" (VC 51).

En el contexto socio-cultural de hoy, el Sínodo reafirma el valor y la dimensión de la vida fraterna en comunidad, como aspecto esencial de la vida religiosa y de las sociedades de vida apostólica, según lo expresado en los documentos del Magisterio y, en particular, en el documento "La vida fraterna en comunidad", dice Camilo Macisse.

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La comunidad comenzó a ser, sobre todo, una fraternidad que genera fraternidad; un lugar de oración que da significado a la vida.

"Se pide a las personas consagradas que sean expertas en comu­nión. La vida de comunión será así un signo para el mundo y una fi1rerza atractiva que conduce a creer en Cristo. De este modo, la co­munión se abre a la misión, haciéndose ella misma misión. Más aún, 'la comunión genera comunión y se configura esencialmente como comunión misionera'" (VC 46).

Los religiosos se dieron cuenta de que el problema del mundo no era la falta de bienes, y que ni los espirituales ni los materiales eran escasos. Faltaba la comunión. Se necesitaban células de comunión que reprodujeran y sanearan el cuerpo social. Se necesitaban hombres y mujeres que tratasen a los que tenían delante como a hermanos. Eran más urgentes los signos de comunión que los servicios. En ninguna otra época ha habido la posibilidad de tantos servicios como en la actual. Pero, a pesar de todo eso, no se ha visto que la pobreza o el aislamiento hayan disminuido. Faltaba aún el elemento clave para acabar con esas situaciones: la fraternidad.

Sólo una sociedad fraterna podrá ser una sociedad justa y sin pobres. En una sociedad en que todos colaboran y donde se vive la comunión de bienes, las necesidades acaban, o mejor, son satis­fechas porque todos tienen lo necesario para vivir.

De este modo, la vida religiosa, poco a poco, recibió y dio a este mundo, que es el suyo, lo que más necesita: comunidad y solidaridad, pobreza y servicio, contemplación y oración. Así, esos aspectos se convierten en los elementos claves de esta forma de vida que nacía para sanar y generar vida5

Realizar este modelo alternativo es ahora la misión de la vida religiosa

Los Institutos apostólicos que entraron en el proceso de "refun­dación" tienen que decidirse a transformar el propio carisma en es-

5. La mayor parte de los Institutos de hombres y mujeres nacidos después del siglo XI, tienen el ministerio en el corazón de su carisma fundamental. "No nacieron del deseo de vivir juntos el Evangelio, ni de servir mejor al Señor, ni fundamentalmente para profundizar en la comunión cristiana; nacieron para prestar un servicio a la Iglesia o al mundo; por supuesto este primer elemento que apareció en el génesis de estas familias religiosas es su apostatado" (J. Lozano). Revista Confer, mayo-junio, Madrid, 1995, 26.

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piritualidad, la espiritualidad en misión y método evangelizador, y la misión en compromiso socio-político-cultural.

Cuestionamiento

¿Sabía usted que en las propuestas del Sínodo de los Religiosos se habla de que son más urgentes los signos de comunión que los signos de servicio? ¿Y que la solidaridad, que es comunión, pasó a ser el centro de la vida religiosa?

¿Después del Sínodo, en su congregación, provincia y comunidad, la "refundación" pasa por la fraternidad, promueve la vida fraterna como aspecto esencial de la vida religiosa?

¿Cómo transforma su Congregación el propio carisma en espiri­tualidad, la espiritualidad en misión y en método evangelizador, y la misión en compromiso socio-político-cultural?

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3 Plano teórico de acción

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¿Qué puedo aportar a la comunidad para construirla?

l. La comunidad signo profético

a. Situación social: ¿Cuáles son los valores que mueven la acción del ser humano? Responden:

-Mercantilismo.

- Rivalidad, ambición, agresividad.

- Individualismo, interés personal. Prisas, activismo desmesurado.

-Estos elementos tienen una gran incidencia en nuestra propia vida religiosa.

b. Frente a esta situación, ¿la comunidad es un signo capaz de decir algo a la persona de hoy? Manifiestan:

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* La gratuidad y la fraternidad.

* La serenidad: paz.

* La comunión: compartir vida y bienes.

*Abre a la experiencia de Dios: plenitud.

* Se convierte en signo y profecía real cuando:

-Se vive el amor, la fraternidad, la comprensión y la gratuidad.

Se proyecta esa vivencia hacia afuera del grupo.

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2. Acentos de la vida comunitaria hoy, en su camino de renovación

Se observa un mayor dinamismo en la expresión de la vida comu­nitaria, que brota del deseo de vivir en comunidades que sean cada vez más fraternas.

a. Paso de un estilo de vida más estructurado a otro más dinámico.

b. Se valoran más las relaciones interpersonales.

c. Paso de la vida en común a la comunidad de vida. - Vida común: asistencia "externa" a los actos establecidos institucional­mente. - Comunidad de vida: riqueza de relaciones humanas.

d. Más atención a la compenetración de espíritu que a la simple presencia física.

e. Participación y corresponsabilidad.

3. Algunas dificultades de la vida comunitaria

Se destacan dos:

a. Falta de conciencia práctica de que estamos convocados por el Señor.

- Tener conciencia de que los demás son elegidos por Dios nos posibilita la aceptación mutua.

b. La deficiente intercomunicación personal.

- Constatamos un problema: no nos conocemos lo necesario (niveles lícitos) entre los religiosos.

- Una vida comunitaria profunda exige: comunicación abierta humilde y sincera. Medio a nuestro alcance: el diálogo.

4. Sugerencias para afrontar los conflictos

a. Evitar:

Posturas irreformables.

Romper la comunicación.

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b. Fomentar:

-Abordar los conflictos desde la fraternidad.

-Analizarlos sin pasión.

* Aceptar el pluralismo.

* No dramatizar las situaciones.

5. Actitudes personales para construir la comunidad

a. Responsabilidad. Integración personal en la comunidad.

b. Respeto sincero a las personas.

*Aceptación del otro.

* Evitar críticas.

c. Reconocer las cualidades del otro y animarlo.

d. Cultivar las relaciones desde la sencillez, la naturalidad y la sinceridad.

e. Generosidad y gratuidad. Amar y servir a fondo.

f Perdonar y olvidar.

g. Fomentar la alegría y el optimismo.

h. Expresar la fe y orar con naturalidadt.

Cuestionamiento

- Entre las sugerencias que se ofrecen para afrontar los conflictos en la comunidad, resalto dos o tres, según le parezcan más importantes.

¿Qué aspecto resaltaría usted de la comunidad como profecía para nuestro mundo? ¿Qué ofrece y qué denuncia?

- Cada uno de nosotros, ¿ha tomado conciencia del deber de colaborar en el crecimiento de la comunidad, aportando tiempo, dis­ponibilidad y afecto?

¿Presentamos los problemas en la reunión de comunidad? A veces, se critica a uno y a otro, una cosa y otra, porque antes no se hablan las cosas en común o con la persona interesada. Hay que hablar, dialogar.

l. GUERRERO, José María. La utopía de la comunidad religiosa. Madrid, 1996. p. 90.

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- ¿Respetamos los actos de comunidad como ocasiones que tenemos a nuestra disposición para construir la verdadera comunión?

Lo fundamental en la vida religiosa es la consagración a Dios como carisma de vida. El programa es una mediación para realizar nuestra consagración a Dios, quien me envía. Necesitamos, pues, de una convivencia de comunión, de los actos comunitarios. En el reli­gioso que no permanece en casa, no se ve su mediación de comunión.

La vida fraterna hay que construirla teniendo presentes los principios básicos de la convivencia. Si estamos unidos para formar "una sola alma y un solo corazón", hay que demostrarlo en los momentos comu­nitarios: en la oración, en las reflexiones, y en todas las actividades comunes pues, si no es así, ¿cómo se demuestra esa comunión?

- Los miembros de la comunidad a la que pertenecemos, ¿se sienten a gusto y realizados en la comunidad o, por el contrario, se sienten a disgusto y van a buscar en otras partes su realización?

¿Qué conciencia tengo de mi compromiso con el apostolado o misión?

a. Criterios para la misión

Nuestra misión se distingue por su carácter comunitario. Somos enviados de la comunidad a la que representamos con nuestra persona y acción.

Por esto, nuestra misión exige algunas acciones y actitudes:

Programación comunitaria de nuestra actividad, desde los diversos ámbitos de trabajo (colegios, parroquias, etc.).

Acoger, asumir y realizar los encargos comunitarios como la forma concreta de contribuir a la evangelización.

-Trabajar en equipo, desde la comunidad o desde plataformas más concretas que la comunidad establezca, evitando las actitudes individua­listas.

- Buscar la acción testimonial de nuestro apostolado, tratando de manifestar el estilo de vida propio de nuestra consagración religiosa, a través de acciones que sean vistas como signos de salvación en el mundo.

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b. Trabajos realizados en equipo

Las relaciones afectivas de los miembros de una comunidad de­ben expresarse también mediante la realización de un trabajo creativo y en equipo.

Existen trabajos altamente positivos y productivos, generadores de vida, cultura, saber y compañerismo, en los cuales las personas logran expresarse espontáneamente. Con este tipo de trabajo se busca:

- servir a las personas,

- promoverlas,

construir el Reino.

Es un tipo de trabajo donde no hay envidias y las personas se valo­ran las unas a las otras, se alegran con la promoción y el triunfo de sus semejantes. Es un trabajo solidario, fruto de una vida compartida en mu­chas cosas. Trabajando así, las personas se sienten bien, las cosas se ha­cen más. rápidamente, hay mayores garantías de calidad, dejan mayores márgenes de rentabilidad y todos colaboran en un trabajo productivo, signo del Reino de los cielos que camina hacia su plena consumación.

Los religiosos que viven y trabajan juntos "en comunidad" ponen a la persona como primer valor. Lo que une a los religiosos no es el trabajo que realiza la comunidad, sino:

-la vida,

- el carisma,

- la consagración a Cristo.

La unidad de los religiosos no la configuran los elementos externos corno los horarios, la estructura, los hábitos, etc., sino la comunión profunda de las personas, con miras al Reino de Dios.

El trabajo de los religiosos "insertos" en pro de un nuevo ordena­miento social, abre otro campo de relación dentro de la vida consagra­da. La inculturación de la que habla Santo Domingo, la identificación con la causa de los pobres en la búsqueda de un mundo más justo, re­presenta una manera nueva de formar personas solidarias, con capaci­dad para trabajar por los demás. Cada uno de los pequeños gestos, por­tadores de esperanza para los oprimidos, engendra vida, y forja personas libres y nuevas, dueñas de sí mismas y capaces de compromiso en favor de mejores causas2

2. LOSADA, Manuel M.R. o.c. A afetividade na Vida Religiosa. Editorial Loyola, Sao Paulo, 1990. 40.

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Sobre el trabajo conviene considerar algún otro aspecto: frecuen­temente es absorbente, lo que impide en gran medida la vida de comunión. A quien le absorbe el trabajo habría que decirle: "No trabajes tanto y cuida más de ti". Y, si es necesario, "organízate más, evitarás estrés y enfermedades psicosomáticas".

No es el trabajo el que ocasiona el exceso de presión arterial y el estrés consiguiente, sino la actitud ante él. Cuando el trabajo o las ac­tividades son importantes y tienen sentido, no producen una sobre­carga de presión y desajuste afectivo.

Cuestionamiento

En mi comunidad, ¿las actividades se organizan comunitariamen­te, dejando el tiempo necesario para que la persona tenga buenas relaciones comunitarias?

¿Me siento agotado por el trabajo?

¿La programación comunitaria de mi comunidad se hace consi­derando los diversos ámbitos de trabajo?

¿Acojo, asumo y realizo mis actividades comunitarias como contribución para la evangelización?

¿Trabajo en equipo, evitando actitudes individualistas?

Puede ser que nos falten motivaciones suficientes, metas claras, que nos entusiasmen y lleven a identificarnos más con el trabajo.

En el gesto de "lavar los pies" a sus discípulos, Jesús nos dice que "no ha venido a ser servido sino a servir". Nos revela que la vida consagrada es vida de amor oblativo, de concreto y generoso servicio, especialmente a los pobres y necesitados.

El principal trabajo del religioso es la oración, y la contemplación es la madre de la acción

Según san Agustín, el principal argumento en la búsqueda de Dios es el hambre de amor que siente el ser humano. Por eso, en su búsqueda, el ser humano debe centrarse en el amor. Y para centrarse en el amor, nada mejor que la oración.

Tenemos tiempo para vacaciones, ¿pero tenemos tiempo para Dios? Las personas más contemplativas, muchas veces, son las más acti­

vas. Tienen tiempo para todo, porque organizan su tiempo y sus dones.

33 3. El desqfio de la vida comunitaria

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Si descuidamos la oración por causa del trabajo, ese trabajo será vacío.

La oración es el mejor modo de fomentar la unidad de la comunidad.

Orar no es otra cosa que vivir en Dios, sumergirse en su gracia y dejarse penetrar de sus sentimientos, para difundir luego en la vida, en las actitudes y en el obrar, el buen olor de Cristo.

El religioso que ora es como aquel que come ajo: éste no necesita decir que comió ajo, todos lo perciben. Quien ora lo irradia, porque la oración aflora en su vida.

Sería muy saludable aceptar con realismo que la vida religiosa ca­rece, a veces, del sabor evangélico que fue su vocación primera. Y cuando falta el sabor todo sabe mal. Aquí está, probablemente, la explicación de muchos aislamientos y agresividades, malestares y resistencias, críticas y desánimo.

Cuando falta la experiencia de Dios o el sabor evangélico, la vida religiosa se convierte en una farsa que avergüenza a los de dentro y escandaliza a los de afuera. Surge la incoherencia entre lo que se pro­fesa y lo que se es, entre lo que "dicen" y lo "que son y hacen".

El problema no sería tan grave si todo quedara en casa. Pero el sinsabor evangélico transciende los muros de los monasterios en di­versas formas. Una de ellas es la esterilidad apostólica. La gente tie­ne olfato para saber dónde hay Evangelio y dónde está ausente. Por eso, nada tiene de extraño que donde falta el sabor evangélico se haga presente la esterilidad apostólica, a pesar de la proliferación de activismo. "Si el Señor no construye la casa, en vano se afanan los constructores" (Sal 127, 1 )3

¿Cómo mantener el equilibrio entre la acción y la contemplación?

El religioso debe saber conjugar el estar con la gente y el es~ar con Jesús, quien nos llamó, como a los Após}oles, para estar con El. Por eso, hay que tener tiempo para estar con El, en su intimidad. Esto nos dará la experiencia personal de Dios. Después nos enviará a la misión.

3. MARTÍNEZ, Felicísimo. Refundar la vida religiosa. San Pablo, Madrid. 1994, p. 19-20.

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Hay que envolverse personalmente con Cristo. Necesitamos dedicarnos a oración, ofreciendo a Dios lo mejor del tiempo, como hacía Abel, que daba al Señor siempre lo bueno. Y no hacer como Caín, dar a Dios lo peor, rezar al final del día, cuando estamos cansados.

Sin la oración, la experiencia cristiana se va agotando y secando, y con ella los motivos y el significado profundo de la evangelización.

La contemplación consiste en acoger la vida divina, vida que nos empuja a dar lo recibido, o sea, la misma vida, no a dar mis obras humanas, aunque sigamos actuando a través de ellas.

El auténtico evangelizador es un contemplativo que transmite a otros su propia experiencia de Dios y del Reino. Por eso, hay que dejar un espacio real para Dios en la vida y en la acción, a través de la contemplación.

La contemplación exige la capacidad de interiorizar, de hacer si­lencio interior. Exige una cierta disciplina personal, un control de sí mismo, de la sensibilidad y de la afectividad. Exige un dominio so­bre las actividades que tienden a arr-astrarnos y hasta a esclavizamos.

A veces, el compromiso social o la concentración en las activi­dades impiden que se dediquen tiempos más prolongados a la re­flexión contemplativa. Y esto repercute en un enfriamiento de la fe, manifestado en la falta de equilibrio en armonizar vida apostólica y vida de oración, vida apostólica y exigencias de la comunidad".

"La íntima unión entre contemplación y acción permitirá, hoy como ayer, acometer las misiones más difíciles" (VC 74).

"Si la Iglesia solicita vuestro concurso --escribe san Agustín­no queráis anteponer la tranquilidad de vuestra vida a las necesidades de la Iglesia"\ "Si nadie impone el peso del ministerio apostólico, debemos atender a la búsqueda y al logro de la verdad; si alguien nos lo impone debemos aceptarlo por el deber de la caridad. Pero también en este caso no debemos perder el deleite de la verdad, para que no ocuna que, alejados de esta dulzura, quedemos oprimidos por aquella necesidad"6

4. CLAR. La vida según el Espíritu de las comunidades religiosas de América Latina. Bogotá, 1973.

5. SAN AGUSTÍN. Carta 48. 2. 6. SAN AGUSTÍN. Ciudad de Dios. 19, 19.

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A nadie se le oculta que la solución de san Agustín consiste en relacionar el amor de la verdad con el deber de la caridad, la contemplación con la acción del apostolado. Pero el problema sigue en pie. ¿Cómo superar, en la práctica, la inevitable tensión entre la vida activa y la contemplativa?

De este principio se vale muchas veces san Agustín para significar que la vida del creyente, del monje y del apóstol puede y debe ser ella misma oración. Deja incluso de ser preocupante el problema planteado, si nos convencemos de que orar siempre, equivale a desear siempre a Dios. "Tu deseo es tu oración; si el deseo es continuo, continua es la oración ... Si no quieres dejar de orar no interrumpas el deseo; tu deseo continuo es tu voz, o sea tu oración continua"7

• "El deseo ora siempre, aunque calle la lengua. Si siempre deseas, siempre oras. ¿Cuándo se adormece la oración? Cuando se enfría el deseo"8

Cuestionamiento

Teniendo en cuenta que hoy existe la neurosis de hacer obras, de volverse hacia lo exterior. ¿Cómo equilibrar la interioridad y la acción pastoral?, es decir, ¿cómo armonizar las cosas que hay que hacer y una vida espiritual intensa?

San Agustín dice que la vida espiritual no se puede medir por el tiempo que se dedica a "rezar". La medida exacta de lo interior y lo exterior la da el espacio que tiene Cristo en nuestros corazones. La medida de nuestra acción y de nuestra espiritualidad está en la dimensión que Cristo tiene dentro de nosotros.

El Cristo de san Agustín tiene que vivir en el corazón del ser humano. De ahí saldrá la unión entre acción y contemplación. Él es el que recompone la unidad entre lo material y lo espiritual, entre las cosas que tenemos que hacer y lo que tenemos que vivir. "Ama y haz lo que quieras" es fundamental para entender esta unidad.

Siempre ha sido experiencia de la Iglesia, a través de los siglos, que la eficacia de una actividad o de un testimonio dependa, cierta­mente, de las dotes humanas del apóstol y del testigo; pero depende, sobre todo, de su santidad, esto es, de la medida en que en su pre­sencia y actividad se puede expresar el santo por excelencia: Jesús.

7. SAN AGUSTÍN. Comentarios a los Salmos. 37, 14. 8. SAN AGUSTÍN. Sermón 80, 7.

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Reconociendo nuestra poca santidad, tratarnos de multiplicar instrumentos pastorales en vez de potencializar la presencia de Jesús. Olvidarnos que, sí la hernorroísa se curó tocando el manto de Jesús, no fue por la fuerza del manto, sino porque bajo el manto estaba Jesús, y de Él salió una fuerza que curaba a todos.

Para que el comportamiento de una persona sea virtud cristiana en sentido pleno, no basta que corresponda a los dictámenes del Evangelio, sino que se requiere que sea expresión de la vida de Jesús en esa persona: "No soy yo quien vive, es Cristo que vive en mí"9

9. Ga 2, 20.

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Plano práctico de acción

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l. Comunidad de vida

El tiempo y el espacio en la vida religiosa

¿Cuándo y cómo la vida religiosa está condicionada por el tiempo y el espacio? Ellos interfieren condicionando, facilitando o difi­cultando nuestros éxitos o nuestro bienestar.

Nunca podemos estar fuera del tiempo y del espacio. El espacio puede ser externo (lugar amplio o pequeño) e interno (espacio de encanta­miento, de seducción de la comunidad, de oración). La comunidad ce­rrada aísla su espacio, no lo comparte con los extraños. Un lugar abierto facilita la relación calurosa. Un espacio formal formaliza las relaciones.

El tiempo tiene relación con el pasado (el carisma, la tradición congregacional, el Evangelio) y con el futuro (a través de la creatividad).

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(Evangelio, carisma, tradición)

1 espacio externo 1 (lugar)

(creatividad)

espacio interno (de encantamiento)

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Formación humano-afectiva

a. Motivaciones esenciales

A veces nos falta motivación para la vida comunitaria, de trabajo y de oración, motivo por el cual no nos identificamos con ella.

Para encontrar una motivación, la primera relación es con nosotros mismos, para conocernos y así aceptarnos como somos, y tener autoestima.

Quien tiene autoestima, se relaciona bien con Dios, con los demás y con el trabajo, y las personas lo verán como una persona madura, equilibrada.

Es cierto que las metas, los objetivos, entregarse a una causa o a alguien sirven para motivarnos, pero si "esa causa, ese alguien" no es Jesúscristo y el Evangelio, el resto no nos motivará suficientemente para identificamos con la vida comunitaria, con el trabajo y con la oración. Pnes, "la vida religiosa será tanto más apostólica cuanto más íntima sea la entrega al Señor Jesús, más fraterna la vida comunitaria y más ardiente el compromiso en la misión específica del instituto" (VC 72) .

• b. Niveles de experiencia afectiva

Hay tres formas o niveles de amor: el del impulso, el de los afec­tos y el de las opciones.

1er. Nivel el del impulso corresponde al muchas personas sólo placer carnal conocen el amor carnal

2do. Nivel el del afecto se manifiesta canalización en los sentimientos de la afectividad

el de canalización de las 3er. Nivel

las opciones de los valores opciones (por la castidad, por el matrimomio ... )

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El amor por las opciones exige la renuncia a la realización de los impulsos eróticos. Esta energía debe salir por otros canales.

Así, la afectividad del religioso debe ser canalizada, orientándose hacia Dios, a la comunidad y a la misión, lo que generará vida. Pero si esa fuerza se reprime, revienta a la persona por dentro y se convier­te en causa de enfermedad, de desequilibrio personal y comunitario.

c. Desarrollo de la personalidad

Como dice san Agustín, el hombre desconoce la verdad porque no se conoce: "Señor, cierto que tú estabas delante de mí; pero como yo había huido de mí mismo, no me encontraba. ¿Cómo iba a en­contrarte a ti?" (Confesiones 5, 2, 2).

El autoconocimiento nos llevará a aceptamos como somos y a ver y a aceptar a los demás como son.

¿Cuáles son los primeros pasos para el autoconocimiento?

- Aprender a observarnos: darnos cuenta de cómo pensamos, sentimos, hablamos y actuamos.

Descubrir las características de nuestra personalidad.

La personalidad

La personalidad puede ser entendida según los estados del YO: ellos regulan la conducta de una persona en su medio ambiente. Esta división en tres estados del YO, se denomina análisis transaccionaL

El padre:

Se guía por lo que se debe hacer. autoritario, agresiva, impo-ne sus puntos de vista, no se sabe escuchar al otro ... ).

El adulto:

Se guía por lo que conviene hacer. (Dialoga, escucha a los demás y decide ... ).

niño:

Se guía por los sentimientos. (Es alegre, acogedor, comunicativo, cariñoso, sensible, amigo ... ).

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Lo ideal sería desarrollar los 3 estados del "yo", pero colocamos mucho hacia fuera al padre y al adulto. N os guiamos por lo que se debe hacer o conviene hacer y no por los sentimientos. Somos per­sonas frías. Nos falta la fase del niño: dar un abrazo, cariño y afecto.

Cómo desarrollar mi personalidad

* ¿Cómo veo al otro?

Conocemos al otro a través de nuestras estructuras ( carac­terísticas personales, condicionamientos, puntos de vista), y las estructuras de él (mediante las cuales se manifiesta). Todos nos mostramos a través de nuestras estructuras.

Estructuras yo otro

Estructuras

Los fariseos veían a Cristo "desde su yo", desde sus leyes, o estructuras, y por eso lo atacaban, y el pueblo lo veía "desde las es­tructuras del propio Cristo": como Hijo de Dios.

*Para poder ver bien a mi hermano tengo que "ser yo mismo"

Tengo que estar bien conmigo. San Agustín, por ejemplo, para encontrarse con Dios debió realizar una conversión.

Vamos "elaborando" diferentes formas de responder a las diversas situaciones que debemos enfrentar. Hemos construido un programa de vida con respuestas fijas a las distintas situaciones.

Poseemos muchas estructuras que condicionan nuestra percepción de la realidad. Hay que limpiarlas, eliminarlas. Tenemos que "limpiar nuestra mirada".

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* ¿Cómo limpiar nuestra mirada?

Aprendiendo a "venne" y a "ver".

Quien aprende a observarse a sí mismo, se encuentra a sí mismo. ¿Cuántas veces te has mirado realmente?

Comenzamos a entender cómo somos cuando descubrimos cuáles son los pensamientos y sentimientos que guían lo que decimos y hacemos.

*¿Cómo aprender a "venne" y a "ver"?

Si yo quiero ver a través de un vaso lleno de jugo de manzana, no puedo ver lo que hay detrás del vaso.

Pero si dejo reposar el jugo, conseguiré ver claro lo que hay detrás del vaso.

Cuántas veces estamos perturbados y por eso, no vemos todo claro. Si estamos tranquilos, como en el caso del vaso con el jugo reposado, veremos todo claro. ¿Cómo está "tu vaso''?

Lo que yo tengo que poner es mi vaciamiento, los medios hábiles, idóneos.

Mi tarea fundamental es que esté en calma. La senda espiritual se inicia vaciando, capa tras capa, las estructuras egoístas que condicio­nan mi percepción de la realidad. El despojarme de mí mismo es la vía ideal para trascender el Y o y comenzar a percibir de otro modo.

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* ¿Cuál es el mayor obstáculo para ello?

Es nuestro mismo Y o. Él se halla condicionado por formas es­tructuradas de "ver" la realidad. Confundimos nuestra particular "cosmovisión" con la verdadera realidad, permaneciendo lejos de poder "ver" con una mirada limpia.

Para no llevar al otro lo negativo de mí. En todo encuentro con el otro tengo que preguntarme: ¿Cómo estoy yo? ¿Me coloco en silencio?

Si llego al otro desde mis categorías, quiero que él sea a mi imagen y semejanza, lo cual es imposible.

* ¿Y si invito al otro a estar tranquilo y él no quiere?

Yo, "con mi vaso de jugo de manzana reposado", al estar tran­quilo, puedo invitar al otro a quedarse tranquilo.

Es decir, si yo estoy bien, si me vacío, y me tranquilizo, llegaré más fácilmente al otro.

Es necesario dar afecto a quien nunca lo recibió.

*¿Regalo al otro mi malestar, mi preocupación o mi sonrisa?

A la persona con la que hablamos, generalmente le damos información, en vez de darle un abrazo, una mirada. "La caricia" (el afecto) es muy importante en la vida para crecer.

En Cristo el afecto estaba muy desarrollado. Y tú, ¿convives o "aguantas"? ¿Te relacionas bien? ¿Sabes dar y recibir afecto? En la medida en que lo hagas, tu vida será alegre o conflictiva, e indicará el grado de madurez que has alcanzado.

* Cómo hacer experiencias profundas de silencio para conseguir un vaciamiento total

Cuando hacemos experiencias profundas de silencio, se reduce la agresividad, lo que nos permite captar o contemplar otra realidad. Los orientales usan técnicas para lograr un vaciamiento total, para liberarse de los condicionamientos. Y esto lo hacen sin argumentar. Usan la técnica de la relajación. El relajamiento es un medio para el silencio.

d. Clima de amistad

Si no hay clima de amistad en las comunidades no lo habrá en la comunidad eclesial.

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San Agustín nos describe muy bien el interno de la vida comunitaria donde lo humano y lo divino se abrazan, lo sublime y lo tdbial se dan la mano: "Conversar, reír, servirnos mutuamente con agrado, leer juntos libros bien escritos, chancearnos unos con otros y divertirnos en compañía: discutir a veces, pero sin animadversión. como cuando uno disiente de sí mismo, y con tales disensiones, muy raras, condimentar muchas conformidades; enseñarnos mutuamente algo, suspirar por los ausentes y recibir a los que llegan con alegría. Con estos signos y otros semejantes, que proceden del corazón de los amantes y amados, que se manifiestan con la boca, la lengua, los ojos, y mil movimentos gratísimos, nuestras almas se derretían, como con otros tantos incentivos. y de muchas se hacía una sola" 1

Es tan importante para' san Agustín el valor de la amistad, que la presenta,• incluso, como característica propia de la verdadera frater­nidad: "Cuando amas a tu hermano, amas siempre a un amigo, por­que por el hecho de él estar contigo, está unido a ti con una unidad que se extiende a todos los hombres"2

Sin embargo, el factor aglutinante de una comunidad no es la amistad, sino el Espíritu del Señor que convoca y posibilita que per­sonas tan diversas puedan vivir como hermanas.

Me parece que lo esencial de la comunidad en la vida religiosa re­side en la vivencia de una amistad auténtica y madura entre los miem­bros vinculados por un compromiso común, caracterizada por la calidad.

e. Comunicación abierta, humilde, sincera. Medio a nuestro alcance: el diálogo

La persona humana es un ser dialéctico que está en continuo diálogo con los demás y con las cosas. Tiene la capacidad intrínseca de abrirse al otro, de acogerlo y de valorizar lo que él ofrece. La madurez humana consiste, precisamente, en salir de sí mismos para ir al encuentro de los demás.

Para poder conseguir esta comunicación hay que estar en continuo diálogo, hay que estar abiertos al otro, acogerlo, respetarlo, valorarlo. Pero, muchas veces, nos falta humildad para reconocer nuestros errores; queremos imponer nuestra opinión o autoridad y, por eso, se producen las tensiones entre unos y otros.

l. SAN AGUSTÍN. Confesiones 4, 8, 13. 2. SAN AGUSTÍN. Tratados sobre el Evangelio de san .luan 10, 7.

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Tener apertura es señal de equilibrio y de buen funcionamiento psicológico.

La persona fue hecha para vivir en comunión. Por eso, tiene que "abrirse". En la vida adulta lo que más reafirma la propia identidad es la percepción del otro. Mas cada uno tiene su modo propio de ver las cosas. El gran problema viene cuando se transforma "un modo de ver" en "el modo de ver" absoluto.

Si alguien vive dentro de "un modo", ese modo se cristaliza, por­que así le fue enseñado, porque siempre fue así, y nunca descubrió que hay posibilidad de otras alternativas.

Una de las alternativas es la de "estar abiertos" a otras posibili­dades, a todo lo que acontece.

Debo saber distinguir "mi yo", "de mis modos, hábitos y potencia­lidades".

Se trata, pues, de intensificar una experiencia de diálogo. Y la persona es dialogante con los otros en la medida en que es dialogante consigo misma. La no flexibilidad con los otros puede venir de no estar abierto a sí mismo. El crecimiento comunitario se apoya en la manifestación de sí mismo. No decir lo que pienso ni lo que se me ocurre, sino decirme a mí mismo, cómo soy, cómo vivo.

Es cierto que cada uno no podrá dejar de ver las cosas como las ve. Pero para vivir en comunión con una persona no es necesario comulgar con sus ideas y sus proyectos. La mayoría de las verdades no son ecuaciones matemáticas con las que todo el mundo tenga necesariamente que coincidir. Da la impresión de que queremos más las ideas que las personas y que anteponemos nuestros proyectos personales al de ser hijos de Dios.

Rechazar en forma sistemática toda idea nueva que alguien pro­pone, rompe la estructura comunitaria.

En la práctica, una buena comunicación se da empeñándose cada miembro de la comunidad en crear un clima de alegría y buen humor, de cálida amistad. El sentido del humor, hacer reír, contar anécdotas, chistes o hacer chistes de cada circunstancia de la vida, y el no dar demasiada importancia a las cosas o a los hechos, nos relaja y nos quita las tensiones que se van acumulando día a día.

Y cuando alguien de la comunidad no esté dispuesto a participar en ese clima de alegría, de humor, de cálida amistad, ¿qué hacer con él?

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No dar impot1ancia a sus puntos de vista "dogmáticos", a su opinión fija, y seguir adelante sin él. Puede ser que, al verse solo, acepte participar en la búsqueda de distensión y, así lleguemos todos a una buena comunicación comunitaria.

Arturo Purcaro presenta un esquema interesante sobre cómo dialogar.

*Dios nos enseiia a dialogar

"La prueba de amor de

1º Dios toma la iniciativa 1

que Dios nos ama es que Cristo murió por nosotros

cuando aún éramos pecadores" (Rm 5, 8)

2º El amor de Dios 1 es la fuente del diálogo

3º El diálogo de la salvación no Dios ama al ser humano se ajusta a los méritos, ni se porque es su creatura

limita a los resultados (su hijo)

4º Dios no obliga, no impone por "Si quieres ser perfecto ... la fuerza el diálogo ven y sígueme"

de la salvación

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A

u T o E S T

M

A

* Lo que dificulta el diálogo

Dificulta el diálogo Facilita el diálogo Dificulta el diálogo

La agresión La afirmación la sumisión

Es imposición, invasión del espacio La sumisión es estar

del otro dispuesto a que el Es decir lo que otro decida. Dejar

CL) pienso y siento, perder mi identidad. con claridad No puede haber

y autenticidad diálogo, porque éste Cuando invado se fundamenta en

el espacio del otro, decir quién soy le quito su identidad

1 Solo puede haber diálogo cuando la

autoestima esté alta El diálogo comienza con la y nos aceptemos identificación personal:

1

diciendo lo que pienso y siento. Si tú estás de

Porque el diálogo acuerdo con todo, ¿cómo

te vas a identificar? se fundamenta

en decir quién soy

* ¿Qué medios emplear para calmar los ánimos y permitir el diálogo?

Debemos imitar a Dios que toma la iniciativa. No obliga, no impone por la fuerza el diálogo de la Salvación.

Uno de los dos tiene que tomar la iniciativa.

49 4. El desafío de fa vida comunitaria

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OTRO

Cuando otro está lleno de sí, es intolerante ...

Después, cuando el otro esté sereno

o

TÚ Yo tomaré la iniciativa: me portaré normalmente y con

serenidad. Mi papel es escuchar, no corregirlo ni interrumpirlo

o Me compete afirmar, exponer

mis puntos de vista, sin agredir. Vamos a ver lo que nos separa

Y cuando los ánimos se alteran, ¿qué hacer?

Ambos deben relajar los ánimos. Alguien tendrá que tomar la iniciativa. Afirmar, sin agredir, exponiendo lo que se siente, calma

los ánimos y lleva a un estado en que se puede dialogar

Cuestionamiento

¿Cómo es mi conducta con los hermanos que no piensan como yo?

¿Soy capaz de contactos personales profundos con los miembros de mi comunidad?

En mi comunidad, ¿hay algún tiempo dedicado al diálogo, al intercambio de experiencias humanas y de experiencias apostólicas, de éxitos, de alegrías y fracasos, de luces interiores y estados de espíritu, que haga que nos sintamos "más miembros de un cuerpo"?

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¿Cómo es mi relación con los otros miembros de la comunidad? ¿Es formal, burocrática, familiar, amistosa? ¿O siempre quiero ser el centro del universo, que todo sea perfecto?

En la vida, cada uno tiene la obligación de buscar la perfección. ¿Pero es justo exigir la perfección de los otros en perjuicio de la unión o de la caridad?

La caridad es la plenitud, la perfección de la ley. Por eso, ''es mejor ser menos perfecto dentro de la unión, que ser más perfecto fuera de ella".

Esto quiere decir: es mejor que ignore o no le dé impottancia a mis puntos de vista, si esto me lleva a la unión con los demás, que hacer prevalecer mi opinión, creando la desunión entre los hermanos. Vale más la unión que la opinión.

Y o conocí un religioso que, en las reuniones de la comunidad siempre buscaba discutir sus propias ideas, tener su opinión respe­tando la de los otros; pero, después, en lo cotidiano, era un religioso amigo de todos. Sabía distinguir un momento de otro.

¿No seré yo el que tiene que cambiar? Una religiosa me decía que desde que ella cambió, cambió la comunidad.

2. Comunidad de servicio

a. Desempeño de funciones

José Luis Martínez elaboró el siguiente trabajo sobre este desem­peño.

En la comunidad todos los miembros tienen su función, y la comunidad es tanto más estable y sana cuanto más capaces son sus miembros de armonizar sus funciones.

Se entiende por función todo lo que la comunidad tiene el encargo de desempeFiar para su bien interno y su función externa.

La figura representa una comunidad donde cada miembro de­sempeña su función en armonía con los demás. Se da una comple­mentariedad y las necesidades son atendidas. Se ocupan los espacios de acuerdo con el campo propio de cada uno. Eventuales fallos en el desempeño se subsanan satisfactoriamente, y cuando surgen espacios

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vacíos que corresponden a nuevas necesidades, tanto esporádicas como permanentes, se detectan y atienden convenientemente por parte del grupo hasta el momento de su definición funcional, dentro del cuadro de funciones existente en la comunidad. Las relaciones entre los miembros son claras, solidarias, y la vida de la comunidad transcurre por vías de armonización, estabilidad y crecimiento.

En la figura siguiente percibimos superposición y desajuste de funciones con espacios vacíos, abandonados, y espacios disputados. Cada miembro mira hacia sí y su respectiva función, desempeñándola según su propia opinión y sin tener en cuenta a los demás. Ignora el todo comunitario y a los demás miembros de la comunidad. La con­fusión funcional reinante caracteriza una comunidad desajustada, en contlicto. Normalmente, se atienden de manera más satisfactoria las necesidades materiales de la comunidad. Las necesidades emociona­les y espirituales de los miembros, más difíciles de observarse, mani­festarse y atenderse, sufren una carencia y dificultad creciente de satisfacción en un ambiente grupal frío y conflictivo. Las relaciones entre los miembros son difíciles, tumultuosas, y la vida de la comunidad se enfrenta con problemas crecientes.

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En la figura que sigue la comunidad pide al religioso que asuma una función importante. El religioso, sin embargo, la desempeña a medias por causa de su interés en otras ocupaciones particulares, dejando vacío un amplio campo y, en consecuencia, priva a la comunidad de su colaboración. Se perfila un vacío importante que interferirá en el desarrollo de las actividades y de las relaciones comunitarias.

posicionamiento esperado

posicionamiento real

En la figura siguiente el religioso prefiere organizar la función desde sus gustos, prescindiendo de la orientación comunitaria que le señaló unas tareas especificas acordes con las necesidades. Como puede percibírse, el resultado es, además de un amplio campo de ope­raciones desatendido, colisiones y superposiciones con otras funcio­nes. Como resultado se dan conflictos en las relaciones y desajustes comunitarios.

resto de la comunidad

posicionamiento esperado

posicionamiento real

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En la figura que sigue se representa al religioso que no asume ninguna ftmción delegada por la comunidad, conserva su espacio f~.mcional sin re:.puesta por su parte mientras atiende a solicitudes externas al ambiente comunitario, que coinciden con sus intereses particulares. Seguramente la comunidad se verá obligada a asumir el espacio que queda vacante, para aliviar la tensión y evitar la parálisis funcional. postura individual de alienación comunitaria da lugar a la ruptura con el grupo y hace prever un posible abandono comunitario totaP.

resto de la comunidad

b. Criterio de prioridad

posicionamiento real ¿

posicionamiento esperado

Es un principio desarrollado por Elizabeth Lukas dentro del marco teórico de la Logoterapia. La vivencia comunitaria responsable invita a colocar los propios dones a disposición de los demás, asumiendo la función necesaria en combinación y en armonía con los otros miembros de la comunidad.

En cualquier fase del proyecto común se tiene en cuenta, primera­mente, lo comunitario. De esta manera, cada miembro de la comunidad, procurando en primer lugar cumplir la rnisión que le corresponde y buscando el bien de las personas, ofrece estabilidad y bienestar y hace que la comunidad alcance sus objetivos dentro y fuera de sí misma.

3. MARTÍNEZ, José Luís. Sobre el cuel]JO y el espíritu. San Pablo, Madrid, 1997, p. 80-83.

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No revela nada especial para quien, por su consagración religiosa, se compromete a darse enteramente a Dios y a los hermanos y a procurar el bien común antes que el propio.

Sin embargo, sale al encuentro de una praxis individualista que considera como lo único importante la búsqueda del propio provecho, la satisfacción y los intereses personales, señales intensas y cada vez más frecuentes de cómo el egocentrismo y el narcisismo pueden do­minar a las personas, provocando distanciamiento de la comunidad y, no raramente, abandono vocacional.

c. El proyecto comunitario

La vida de la comunidad debe pasar por un proyecto comunitario, que toma su raíz del carisma del grupo religioso. Hay que programar la vida y evaluarla.

La programación lleva a que la comunidad haga un "diagnóstico", conozca su realidad y, conforme a esto, haga una planeación, marcando los objetivos generales y específicos, en el sentido del ser, del crecimiento y del hacer, de realizar este o aquel trabajo. Sin programa, nos perderemos.

Hay que centrar la atención en los objetivos que van a ser progra-mados, en pocos puntos. Por ejemplo:

- Oración y contemplación

- Vida comunitaria

-Misión

- Formación permanente

Promoción vocacional

Dimensión administrativa

Descanso y vacaciones

Después, cada 3 ó 4 meses, y al final del año, debe marcarse una reunión para evaluar la programación de la vida comunitaria y de trabajo.

Es necesario ver cómo crecemos y lo que tenemos que mejorar. Y, a partir de la evaluación final, vamos a marcar los próximos pasos del crecimiento.

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d. El proyecto personal

Dentro del proyecto de crecimiento existe también el proyecto personal. En la práctica éste debe estar subordinado al de la comunidad, pues, en la vida de comunidad tiene que prevalecer el bien común sobre el bien particular, pero hay que llegar a un equilibrio entre el proyecto personal y el comunitario.

El religioso tiene que cuidarse de no sobrecargar a los demás, perturbar las relaciones interpersonales y la vida común y dificultar el crecimento de la congregación con su inmadurez y egoísmo. Sólo quien consigue dejar de buscarse a sí mismo, su provecho e interés personal, y quien orienta su vida hacia objetivos y tareas con sentido, es capaz de vivir armoniosamente el significativo proyecto de la vida religiosa4

Para programar y evaluar la vida de comunidad, presentamos algunos puntos, que serán de gran utilidad, siempre y cuando los combinemos con la dosis suficiente de responsabilidad personaL

• Con relación a los hermanos, ser solidarios con ellos, ofrecerles estímulos de crecimiento, resaltar sus valores y realizaciones y hablar menos de sus defectos y fracasos. • Luchar permanentemente para crear un clima de confianza, que abra el camino al diálogo franco y desarmado. • Hacer todos los intentos necesarios para ser feliz con los hermanos de comunidad. Ver las cosas y las actividades de la comunidad más con los ojos de los hermanos que con los de las personas externas. • En la comunidad, dar importancia a los "detalles", a las pequeñas cosas que hacemos o dejamos de hacer, que son, en realidad, manifestaciones de nuestra actitud de servicio, para evitar que sean motivo de inquietud y malestar. • Participar en las reuniones de la comunidad con espíritu abierto y generoso, ofreciendo los propios aportes, sin adoptar posiciones intransigentes. • Procurar que las reuniones tengan espontaneidad y sean creati­vas. Es indispensable el diálogo fraterno, que facilite decidir y hacer los programas con el pensamiento de la mayoría, para llevar a efecto, después, como un solo cuerpo, las determinaciones tomadas, que pasan a convertirse en compromiso de la comunidad.

4. MARTÍNEZ, José Luis. Viviendo en Comunidad. San Pablo, Bogotá, 1993, p. 94.

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e Crear un ambiente de aceptación de todos los hermanos de la comunidad, para que cada uno pueda expresar, con libertad, en las reuniones, cualquier problema que tenga, con la seguridad de que lo escucharán y le ofrecerán su ayuda.

e Promover, como actividad de la comunidad, con relativa fre­cuencia, excursiones, salidas y recreaciones comunitarias que distensionen, activen las energías personales y refuercen el clima de amistad.

• Animar y vivir intensamente la oración personal y comunitaria, fuentes puras de la mejor experiencia de Dios.

• Cuidar, con amor, la puntualidad a los actos de la comunidad, sobre todo los actos de oración, programados al comenzar el año.

• Participar activamente en los cursos y programas de formación permanente, con miras a renovarnos interiormente y a prestar un mejor servicio.

• Distribuir mejor las responsabilidades de trabajo, asumirlas con firmeza y seriedad, dar confianza comunitaria al hermano que las recibe.

• Evitar los exclusivismos. No hacer una isla del propio lugar o departamento de trabajo, porque se rompería la unidad. Ser abiertos y poner en común la marcha del trabajo realizado, los problemas surgidos, las situaciones creadas, con el propósito de que nadie se quede al margen.

• Respetar los compromisos asumidos con la comunidad y no aceptar otros en los mismos horarios.

• Vivir nuestra propia vocación en sus expresiones más genuinas, para servir de estímulo y atractivo en la pastoral de las vocaciones.

• Evaluar periódicamente las actividades y los programas. Toda iniciativa nueva hay que hacerla preceder de una evaluación.

• Planear y programar, con responsabilidad comunitaria, el año escolar o pastoral. Exigir y cumplir esos programas.

Conclusión

Es necesario que en nuestras comunidades haya una mentalidad abierta, libre y autónoma, para entablar un diálogo franco con los otros, a fin de que cada uno pueda tener y expresar sus propias ideas y así lograr que cada cual sea él mismo, libre, respetando las rela-

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ciones entre los otros y la nuestra con ellos. El respeto por las personas es un enriquecimiento de la vida religiosa hoy.

Tenemos que aprender a vivir con Dios, aprendiendo a vivir con los demás.

Humildad, comunión de almas y corazones, compartir los bienes, corrección fraterna, perdón de las ofensas, atención a los débiles y enfermos, obediencia y amor filial al superior... sirven para regir la perfecta vida común. Viven en la unidad aquellos que practiquen la verdadera caridad de Cristo.

Para conseguir todo esto hay que tener presente que el ser humano puede ejercer su libertad adoptando posturas, reaccionando ante los he­chos, luchando contra sus condicionamientos y dependencias (instin­tos, sentimientos, sufrimientos, frustraciones ... ), estableciendo una meta por alcanzar, un ideal de valor por realizar y un sentido pleno para su existencia.

Muchos proyectos comunitarios han fracasado precisamente por falta de realismo. Aunque llamados por el mismo Señor y unidos en la misma fe, las diferencias siguen existiendo. Cada cual tiene su origen y su historia, su carácter, su cultura ... Si la convivencia de otros grupos primarios, que son naturales, corno el matrimonio y la familia, está resultando especialmente difícil, es comprensible que la convivencia resulte también difícil en la comunidad religiosa. Si los que se casan muy enamorados encuentran difícil la convivencia y fracasan a veces en su proyecto, nada tiene de extraño que sea difícil la convivencia entre quienes viven juntos sin haberse escogido mutuamente. La convivencia es una de las tareas más arduas en la vida humana.

En este sentido es importante para la comunidad religiosa hacer uso de la ciencias humanas para facilitar la convivencia y el trabajo en equipo. La formación inicial, el discernimiento vocacional, el procesamiento de conflictos, la organización de la misión común ... , se beneficiarán mucho de la ayuda de la psicología y la pedagogía5

Aquí es preciso cuidarse de aquellos que todo)o quieren resolver mediante ciencia infusa. Ya lo decía Teresa de Avila: "Nosotros no somos ángeles, si no que tenemos un cuerpo. Querer ser ángeles estando en la tiena -y tan en la tiena estoy yo- es desatino"6

5. MARTÍNEZ, Felicísímo. Op. cit. 6. S.M. Alonso. La vida consagrada. Síntesis teológica, ITVR, Madrid, 1992,

p. 303.

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Muchas crisis personales y comunitarias han tenido su origen en esta falta de realismo. A veces se pide demasiado de la comunidad.

Cuestionario sobre la vida de comunidad y de trabajo

Responda dando una nota de 1 a 1 O, conforme a su juicio. Muy bien = 10, 9; bien = 8, 7; razonable = 6, 5; regular 4, 3; muy regular == 2, l. Es un termómetro que servirá para tomar su tempera­tura y la de su comunidad en lo referente a la vida comunitaria.

A. ¿Qué piensa usted con relación a su situación en su comunidad?

1- ¿Cree usted que trabajas en equipo? ( )

2- ¿Pide usted ayuda a sus hermanos? ()

3- ¿Colabora y participa? ( )

4- ¿Sirve usted generosamente a los demás? ()

5- ¿Se aísla? ( )

6- ¿Da el primer paso o espera que los otros lo den? ()

7- ¿Ora usted con la comunidad? ()

B. ¿Qué piensa con relación a su comunidad religiosa?

8- ¿Hay respeto por la persona? ( )

9- ¿El diálogo es frecuente? ( )

10- ¿Se trabaja con optimismo? ()

11- ¿Se disfruta y valoriza toda actividad del día? ()

12- ¿Se busca la unión con Dios comunitariamente? ()

C. ¿Qué piensa con relación a su comunidad de trabajo pastoral?

13- ¿Se revisan los objetivos? ()

14- ¿Se sopesan los valores humanos y la calidad de vida en el trabajo, con las realizaciones económicas? ( )

15- ¿Se pregunta frecuentemente por qué y para qué se hacen las cosas? ()

16- ¿Se cuestiona lo que se está haciendo para ayudar a los más pobres que están a nuestro alrededor? ( )

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17- ¿Se procura innovar o nos confonnamos con la rutina? ()

18- ¿Conseguimos innovar a todos en el amor a Dios y a los hermanos? ( Y

3. Comunidad orante

La afectividad en la oración

En nuestra vida existen cosas, personas, actividades, ideas, Dios.

Dios debe ocupar el espacio de mi vida.

En los santos, Dios ocupaba todos los espacios de su ser. Concre­tamente, el espacio afectivo.

Existen dos formas de afectividad: una humana y la de la nueva creatura (la de los santos). La primera funciona como el soplar del viento, y su punto más alto es la aridez; la segunda se origina en el diálogo continuo con Dios, del cual hablamos anteriormente.

7. LUCAS, Paulo, 1991, p. 6

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Os religiosos e a evangelizar;ao da cultura. Paulus, Sao

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Resolver el problema afectivo es importante para conseguir una buena oración. Mientras permanezcamos afectivamente unidos a personas o a cosas, no resolveremos el problema de la oración. Mientras no nos vaciemos de los espacios que nos arrastran afecti­vamente, no habrá modo de relacionarnos con Dios ni con los demás, será una relación superficial.

El estar atado a personas o cosas se puede percibir cuando llega el momento de renunciar a sí mismo a través de un cambio de casa, de un cargo ... Con frecuencia se destruye todo lo que se ha cons­truido, y en muchos casos para siempre, debido a la negativa o re­sentimiento contra el superior.

Un ejemplo nos puede ilustrar cómo las cosas nos desvían de Dios en la oración. El ejemplo del toro y del torero. El toro tiene como objetivo arremeter contra el torero, pero cuando el toro agarra al torero, los otros toreros distraen al toro con sus capas rojas, éste va detrás de ellas y ya no logra su objetivo, que era anemeter contra el torero. Nuestro objetivo es Dios, pero cuando intentamos aproximarnos a Él, las cosas nos distraen y no llegamos a ÉL

Hay que ordenar el amor: "Purifica tu amor y las aguas negras se convertirán en aguas claras de un huerto; los mismos ímpetus que tenías para el mundo, tenlos para el artífice del mundo"8

Para orar mejor necesitamos, la ayuda de los otros, principalmente del acompañante espiritual. El es la persona más indicada para esclarecer las dificultades.

Cuestionamiento

¿Hasta qué punto Dios ocupa todos los espacios de mi ser, prin­cipalmente el espacio afectivo?

¿Hay en mí una búsqueda de interioridad que se oponga al consumismo y a vivir de ciertos estímulos superficiales?

8. SAN AGUSTÍN. Comentarios a los salmos, 31, l.

6]

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4. Los grandes retos de la vida consagrada (VC 88, 90 y 91)

El reto de la castidad consagrada

"La respuesta de la vida consagrada consiste, ante todo, en la práctica gozosa de la castidad pe~fecta, como testimonio de la fuerza del amor de Dios en la fragilidad de la condición humana"(n. 88).

El reto de la pobreza

"La pobreza evangélica consiste en dar testimonio de Dios como verdadera riqueza del corazón humano"(n. 90).

El reto de la libertad en la obediencia

"La obediencia hace presente de modo particularmente vivo la obediencia de Cristo al Padre y es testimonio de que no hay contra­dicción entre obediencia y libertad"(n. 91).

5. Fidelidad a la Congregación y a la Iglesia

Una renovada presencia de los religiosos en la misión de la Iglesia en pro de la evangelización y de la promoción humana no resultaría plenamente auténtica si hubiera de renunciar, aunque fuera sólo en parte, a las características de la vida religiosa o a la índole propia de cada instituto9

• Esta exigencia que aflora constantemente ha de constituir un empeño asiduo de las comunidades religiosas.

Hemos sido llamados a la radicalidad del Evangelio en un cuerpo apostólico que ha sido portador de salvación en mi historia. Por esto no puedo dejar de amar ese cuerpo, de sentirme parte de él y de asumir mis responsabílidades en él.

9. VATICANO Il. Lumen gentium n. 6, San Pablo. Bogotá, 1990.

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El carisma es siempre una función de servicio para la comunidad. Por eso, debe estar pem1anentemente abierto a las nuevas exigencias de la vida. La mejor manera de conservar el carisma no es repetir sus concretizaciones pasadas, por más venerables que sean, sino vivirlo en radicalidad, darle las formas nuevas que mejor respondan a nues­tro tiempo, que es también tiempo del Espíritu. Por la renovación se reactualiza el carisma y se mantiene la fidelidad a la tradición.

Del mismo modo, a todos los religiosos les incumbe el deber de trabajar con entusiasmo y diligentemente en la edificación y el crecimiento de todo el cuerpo de Cristo, y por el bien de las Iglesias particulares.

Los religiosos y las religiosas, por su parte, deben dar testimonio de su presencia afectiva y cordial a la familia diocesana. No sólo ha­ciéndose disponibles, según su carisma, a las exigencias de la Iglesia local, sino ofreciendo su experiencia espiritual a los sacerdotes dio­cesanos y facilitando a todos los fieles los encuentros de oración10

Esta pertenencia a la propia congregación y a la Iglesia, según el carisma del fundador, es una pertenencia con miras a la evange­lización de la cultura que intenta la vida religiosa en el mundo.

Cuestionamiento

¿Tenemos conciencia de nuestra identidad de cristianos y de religiosos en la Iglesia? ¿Cuáles deberían ser las actitudes que aumenten nuestro sentido de pertenencia?

El servicio que nuestra comunidad presta a la Iglesia, ¿responde a las necesidades y problemas actuales? Cuando la comunidad presta este servicio, ¿comunica la espiritualidad de la congregación como el mejor valor?

Dentro de nuestra comunidad, ¿cuáles son los actuales obstáculos (estructurales o no) que impiden la comunicación eficaz de los valores de esa espiritualidad?

¿Tenemos presente que el idioma que habla el corazón, el amor, es el elemento más importante para ser pastores? Si los que represen­tan en autmidad la Iglesia no proponen la verdad de modo convincente y agradable a la mente y al corazón, el pueblo no la aceptará. Por eso, cuando se habla, hay que hablar para que el pueblo reflexione y acepte la enseñanza, y no sólo para que adquiera conocimientos.

10. PABLO VI. Christus Dominus n. 34, 1965.

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6. María como estímulo para la fidelidad al Señor y a la misión

El ejemplo de la Virgen María para la vida consagrada y para todos los que participan en la misión apostólica de la Iglesia 11

,

adquiere una luz particular cuando se presenta en las actitudes espirituales que la han caracterizado.

* María, la Virgen a la escucha de la Palabra. Escuchar la Palabra y dejarse dirigir por ella es más importante que obedecer a un proyecto existencial. Es hacer lo que hizo María, atreverse a intentar algo humanamente imposible: participar de la divinidad.

Este tema está anunciado en el Génesis: la tierra muerta, a la que Dios pidió producir algo "vivo": la vegetación, y la tierra tuvo éxito por su confianza. Vemos lo mismo en el caso de la multiplicación de los panes en el desierto, donde había "mucha hierba".

*María, la Virgen en oración12, que se ofrece como modelo exce­

lentísimo de la Iglesia en el orden de la fe, de la caridad y de la perfecta unión con Cristo13

María, "sierva" de Dios, es figura de una Iglesia que, sin usurpar el poder humano, intenta cambiar el mundo. María es icono de la persona consagrada "a la vida".

La plegaria de María consistió en cuidar de Jesús; el religioso ora cuidando a los pobres.

* María en la boda de Caná es un ejemplo de solidaridad y de amor a la familia, al hermano necesitado.

* María es la mujer "intrépida" que no llora desesperadamente al pie de la cruz de su Hijo "fracasado", porque sabe que Él, al morir, nos salvó y nos dio la vida en plenitud.

Al revivir el culto a María, siguiendo las enseñanzas y la Tradi­ción de la Iglesia, los religiosos y religiosas encuentran el camino seguro que guía y fortalece la dimensión contemplativa de toda su vida.

11. V A TI CANO IL Lumen gentium 63. San Pablo, Bogotá, 1990. 12. PABLO VI. Maríalis cultus nn. 17-18. San Pablo, Bogotá 1990. 13. VATICANO JI. Lumen gentíum 63. San Pablo. Bogotá 1990.

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La vida contemplativa de los religiosos estaría incompleta si no se orientase a un amor filial hacía aquella que es Madre de la Iglesia y de las almas consagradas.

Este amor de la Virgen se manifestará con la celebración de sus fiestas y, especíalmente, con las oraciones cotidianas en su honor. Las cosas se entienden mejor cuando se encarnan. Por este motivo, la figura de María, consagrada a Dios y al servicio de los hermanos, es más elocuente que la teoría. Ella, en el marco de su vida ordinaria X normal, es un estímulo para la fidelidad al Señor y a la misión, que Él confía a los que se dedican al servicio del Reino, misión que con­siste en transformar y perfeccionar este mundo en que viven los seres humanos y hacerlo una anticipación del siglo nuevo.

65 5. El desafío de la vida camtmitori11

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Apéndice

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Dinámicas para tomar conciencia de nuestra identidad

José Luis Martínez propone dos dinámicas.

a. Espacio Vital (afectivo)

o Ego

<> Comunidad, Iglesia,

movimientos

o Tareas

D Dios

68

Cosas, sentidos, impulsos. Si se integran o construyen, se forma el Yo (el sí mismo, el self).

¿Dónde me encuentro en -----~•~ mi comunidad? ¿Estoy

cerca o lejos de ella?

¿A qué distancia estoy de las tareas?

¿Quién es Dios para mí? ¿Dónde queda en mi espacio vital?

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¿Dónde están nuestros amores?

Ejemplo

Aquí Dios está lejos de mi espacio vital

No estoy ni cerca . ni lejos de mi comunidad

No mantengo distancia de mis tareas

Ahora, haga usted el ejercicio

1. Coloque en el cuadro el lugar que ocupa su ego Q (en el me­dio, a un lado ... ).

2. Coloque en el cuadro la distancia que usted mantiene con la co­munidad. o

3. Coloque en el cuadro su distancia de las tareas O y ¿dónde queda Dios para usted? c:=J

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4. Mirando su espacio vital, ¿qué le sugiere lo que colocó usted en el cuadro? ¿Se siente cómodo en su espacio vital? ¿Aspira a tener un espacio vital mayor?

5. Ahora observe la distancia entre el yo y el ego. ¿Qué le sugiere? ¿Debería hacer algo para disminuir esa distancia? ¿Qué?

6. ¿La distancia que mantiene de la comunidad ¿es la que usted desea?

7. ¿Qué le sugiere su distancia de las tareas? ¿Es la distancia que usted desea?

8. Para mí, Dios es ----------------­(Complete la frase).

b. Cuenta bancaria de vida común

En su comunidad se es consciente de las necesidades de los demás y de los objetivos comunes que tienen prioridad sobre los propios. Cada religioso tiene en cuenta a los demás en su propio plan de vida.

V amos a imaginar y, quién sabe si está de acuerdo con la realidad, que su "cuenta bancaria de vida común" presenta un déficit, lo que produce una gran deuda de comunión por parte del banco de la comunidad. Para que la cuenta se equilibre y se normalice, es nece­sario que cada uno "pague" cierta cantidad, con buena voluntad, sin exigir nada a cambio y sin pedir nada a nadie. Ahora invito a cada uno de ustedes a decir con qué está dispuesto a contribuir (cambiar, perfeccionarse, esforzarse, colocar, intensificar, atender, dar priori­dad, etc.), para saldar la deuda de la cuenta comunitaria. Necesita hacerse espontánea y libremente, sin exigencias o expectativas con relación a los demás.

Después de la libre manifestación de los miembros de la comunidad, el coordinador pregunta:- ¿Se consiguió cubrir el défi­cit comunitario? - Si no se cubrió, ¿qué falta y qué se puede hacer para subsanarlo? - Si se cubrió, ¿de qué manera vamos a utilizar la estupenda riqueza acumulada?

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Conclusión

Para concluir podemos decir que la vida religiosa se renovará realmente y transformará la sociedad y la cultura:

- Si se constituye en comunidad de personas unidas en Cristo, creadora de espacios de comunión, caminando como fraternidad hacia Dios.

- Si se constituye en un lugar de paz.

Si en ella todo es común y nada privado.

- Si el amor es su fuerza y su motor.

Si asume una opción preferencial por los pobres, sin excluir a nadie.

- Si valora las pequeñas cosas: la amistad, el encuentro fraterno y caritativo, los detalles.

Si no se distancia de la gente.

- Si constituye un hogar sencillo de fraternidad.

Si es un pequeño taller de evangelización y pastoral misionera. Al llegar aquí, tal vez reconozcamos que tenemos necesidad de

una conversión, para lo cual hay que reconocer que debemos cambiar y perdonarnos mutuamente.

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Indice

Introducción 5

l. Realidad objetiva 7

Descontento con el ambiente de las Congregaciones 8

La crisis de las instituciones 8

La crisis de identidad 9 l. La vida mundana 10

2. El desánimo 1 O

3. La no-responsabilidad 12

4. El vacío interior 12

5. Volverse hacia el exterior 12

2. Discusión de la síntesis de la realidad y esquema 17

Análisis del estado de la vida religiosa 18

¿Cuáles son las deficiencias más notorias de la vida religiosa hoy? 18

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Es necesario perder el miedo al cambio y desarrollar las capacidades que tenemos 20

Consagración, sentido y vivencia 21

Después del Sínodo, ¿hacia dónde? 23

3. Plano teórico de acción 27

¿Qué puedo aportar a la comunidad para construirla? 28 ¿Qué conciencia tengo de mi compromiso con el apostolado o misión? 31

a. Criterios para la misión 31

b. Trabajos realizados en equipo 32

El principal trabajo del religioso es la oración, y la contemplación es la madre de la acción 33

¿Cómo mantener el equilibrio entre la acción y la contemplación? 34

4. Plano práctico de acción 39

l. Comunidad de vida 40

El tiempo y el espacio en la vida religiosa 40

Formación humano-afectiva 41

2. Comunidad de servicio 51

a. Desempeño de funciones 51

b. Criterio de prioridad 54

c. El proyecto comunitario 55

d. El proyecto personal 56

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3. Comunidad orante 60

La afectividad en la oración 60

4. Los grandes retos de la vida consagrada 62

El reto de la castidad consagrada 62

El reto de la pobreza 62

El reto de la libertad en la obediencia 62

5. Fidelidad a la congregación y a la Iglesia 62 6. María como estímulo para la fidelidad al Señor y a la misión 64

Apéndice 67

Dinámicas para tomar conciencia de nuestra identidad 68

Conclusión 71

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