el cuerpo que vibra. pensar la música con jean luc nancy

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El cuerpo que vibra. Pensar la música con Jean-Luc NancyMiguel Corella. Universitat Politècnica de València. Publicado en la revista La Tempestad, Ciudad de México, vol. 16, nº 96, págs. 132-135, mayo- junio 2014. Pensar las artes, el tema que nos propone la revista La Tempestad, es sin duda una cuestión problemática y puede que ningún filósofo contemporáneo haya asumido la complejidad del asunto como Jean-Luc Nancy. El problema consiste en que, de un lado, el arte escapa a la captación del lenguaje y expresa lo que está más allá del mismo o lo que le es previo y, por otro, el pensamiento -y la filosofía como su forma más elaborada- corre el riesgo de anular la voz que resuena en las artes tapándola con el ruido de su propia cantinela. Tal como enuncia el título de uno de los escritos de Nancy la cuestión es cómo puede la filosofía “decir de otro modo” lo que el arte de alguna manera dice 1 . Planteada en estos términos, la pregunta por la relación entre la filosofía y las artes o entre el entendimiento y la escucha, obliga a repensar la historia de la filosofía y lo que en ella habría sido un, digámoslo así, olvido del arte. Se trata por tanto de una doble tarea consistente en pensar el arte desde la filosofía y en repensar la filosofía desde el arte. En lo que respecta a la música podríamos decir, con Nancy, que la filosofía ha cerrado los oídos a la música en un esfuerzo inútil, pues, si bien podemos cerrar los ojos, no podemos por más que queramos cerrar los oídos (“las orejas no tienen párpados”). Esto hace que, de entre todas las artes, la música plantee a la filosofía un reto insoslayable: el de ponerse a la escucha manteniendo la tensión entre pasividad y actividad, dejándose llevar por la escucha pero también aguzando el oído para escuchar lo que la música dice sin decir. La escucha musical se convierte así en modelo para una actitud estética y filosófica consistente en captar la sonoridad antes que el lenguaje, actitud dirigida no ya a lo que se dice sino a lo que se susurra, no a la letra de la canción sino a la música. Es por esto que la música ocupa un lugar privilegiado en la estética de Jean-Luc Nancy pues pone a la filosofía frente a sus propios límites, forzándola a pensar de otro modo. Pero también es cierto que el desafío que la escucha plantea al entendimiento no es exclusivo de la música sino que es compartido por todas las artes. No por casualidad la música se ha apropiado del nombre que designa a la pluralidad de las artes, todas ellas musicales en tanto inspiradas todas por diferentes musas. La música es pars pro toto y totum pro parte de las artes y, por tanto, pensar la parte será una forma de pensar el todo o, dicho de otra manera, será una forma de pensar aquello que todas las artes comparten. Es por ello que la estética musical de Jean-Luc Nancy constituye una especie de ontología regional que nos brinda las claves de una posible ontología general de las artes. La estética de Nancy se ocupa en definitiva de penar las artes desvelando aquello que siendo característico de cada una de ellas en particular constituye sin embargo cierta cualidad o propiedad compartida por todas. 1 J.L. Nancy, “Decir de otro modo”, en La partición de las artes, Valencia, Pre-Textos, 2013, traducción de Cristina Rodríguez Marciel y Juan Soros, estudio introductorio de Miguel Corella.

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Publicado en la revista La Tempestad, Ciudad de México, vol. 16, nº 96, págs. 132-135, mayo-junio 2014.

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Page 1: El Cuerpo Que Vibra. Pensar La Música Con Jean Luc Nancy

“El cuerpo que vibra. Pensar la música con Jean-Luc Nancy”

Miguel Corella. Universitat Politècnica de València.

Publicado en la revista La Tempestad, Ciudad de México, vol. 16, nº 96, págs. 132-135, mayo-

junio 2014.

Pensar las artes, el tema que nos propone la revista La Tempestad, es sin duda una cuestión

problemática y puede que ningún filósofo contemporáneo haya asumido la complejidad del

asunto como Jean-Luc Nancy. El problema consiste en que, de un lado, el arte escapa a la

captación del lenguaje y expresa lo que está más allá del mismo o lo que le es previo y, por

otro, el pensamiento -y la filosofía como su forma más elaborada- corre el riesgo de anular la

voz que resuena en las artes tapándola con el ruido de su propia cantinela. Tal como enuncia el

título de uno de los escritos de Nancy la cuestión es cómo puede la filosofía “decir de otro

modo” lo que el arte de alguna manera dice1. Planteada en estos términos, la pregunta por la

relación entre la filosofía y las artes o entre el entendimiento y la escucha, obliga a repensar la

historia de la filosofía y lo que en ella habría sido un, digámoslo así, olvido del arte. Se trata por

tanto de una doble tarea consistente en pensar el arte desde la filosofía y en repensar la

filosofía desde el arte.

En lo que respecta a la música podríamos decir, con Nancy, que la filosofía ha cerrado los oídos

a la música en un esfuerzo inútil, pues, si bien podemos cerrar los ojos, no podemos por más

que queramos cerrar los oídos (“las orejas no tienen párpados”). Esto hace que, de entre todas

las artes, la música plantee a la filosofía un reto insoslayable: el de ponerse a la escucha

manteniendo la tensión entre pasividad y actividad, dejándose llevar por la escucha pero

también aguzando el oído para escuchar lo que la música dice sin decir. La escucha musical se

convierte así en modelo para una actitud estética y filosófica consistente en captar la

sonoridad antes que el lenguaje, actitud dirigida no ya a lo que se dice sino a lo que se susurra,

no a la letra de la canción sino a la música.

Es por esto que la música ocupa un lugar privilegiado en la estética de Jean-Luc Nancy pues

pone a la filosofía frente a sus propios límites, forzándola a pensar de otro modo. Pero

también es cierto que el desafío que la escucha plantea al entendimiento no es exclusivo de la

música sino que es compartido por todas las artes. No por casualidad la música se ha

apropiado del nombre que designa a la pluralidad de las artes, todas ellas musicales en tanto

inspiradas todas por diferentes musas. La música es pars pro toto y totum pro parte de las

artes y, por tanto, pensar la parte será una forma de pensar el todo o, dicho de otra manera,

será una forma de pensar aquello que todas las artes comparten. Es por ello que la estética

musical de Jean-Luc Nancy constituye una especie de ontología regional que nos brinda las

claves de una posible ontología general de las artes. La estética de Nancy se ocupa en

definitiva de penar las artes desvelando aquello que siendo característico de cada una de ellas

en particular constituye sin embargo cierta cualidad o propiedad compartida por todas.

1 J.L. Nancy, “Decir de otro modo”, en La partición de las artes, Valencia, Pre-Textos, 2013, traducción de

Cristina Rodríguez Marciel y Juan Soros, estudio introductorio de Miguel Corella.

Page 2: El Cuerpo Que Vibra. Pensar La Música Con Jean Luc Nancy

La reciente edición de una selección de artículos, agrupados bajo el título de La partición de las

artes, permite al lector en español corroborar esta idea pues este libro se ocupa de la

singularidad de la pintura, la música, la fotografía, la danza o el teatro; pero atendiendo al

hecho de que usamos un mismo nombre, arte, para referirnos a una pluralidad de actividades.

Lo que de común encuentra Nancy en todas ellas es lo que en el nombre latino arts conserva el

sentido del griego techne y que define el arte como el ejercicio de la técnica y la búsqueda de

la excelencia en el hacer. El arte es, podemos decir, la puesta en acto de la tecnicidad misma,

ya que recurre a la técnica no en tanto medio para un fin, sino en cuanto genera un goce en la

capacidad misma de hacer. Si el arte consiste en este goce por y en el hacer, podemos definirlo

en general a partir del rasgo que es propio de una de las artes, la poesía, pues en su sentido

griego originario “poesía” (poiein: hacer, crear, producir) significa lo hecho por excelencia y la

excelencia en el hacer y es el nombre con el que designamos cualquier técnica o saber hacer

que implica un doble movimiento, activo y pasivo, que accede a la cosa extrayendo un exceso

de sí misma y que, al tiempo, cede ante ella. Pero hay algo en la poesía y la literatura que las

hermana con la música y con las artes del movimiento, artes que trabajan la temporalidad,

técnicas del presente, en las que la vivencia del tiempo se trae a la presencia.

Toda composición musical, como también cualquier relato literario o cinematográfico, deja en

suspenso los acontecimientos, los trae al presente dejándolos abiertos a una procedencia y

una subsecuencia, a la manera en que todo sonido repite o recuerda uno anterior que en él

resuena mientras anticipa el posterior que en él se espera. Toda composición recurre a

procedimientos de combinación que anticipan su propio desarrollo, de manera que las notas o

las frases despiertan tanto la esperanza o la expectativa de lo que está por venir como la

resonancia o el eco de lo ya escuchado. En esta resonancia, concepto central de la estética de

J-L Nancy, radica la ejemplaridad de la música en relación a las artes de la temporalidad y el

movimiento pues en ella como en ninguna otra se cumple la definición hegeliana de la Verdad,

que Nancy resume así: “lo verdadero es el resultado a través del camino”. En la música se hace

evidente que ese camino es “la recuperación infinita de todos los momentos de un recorrido”

y que la Verdad no está en el final conclusivo y totalizador, sino que en cada momento resuena

el anterior y se anticipa el siguiente en un constante retorno o ritornello.

Pero la resonancia no tiene que ver tan sólo con la percepción de un sonido externo, sino que

afecta al cuerpo del oyente y en él a la propia conciencia (no intelectual sino sentida) de sí. El

sonido no sólo remite a lo anterior y a lo posterior de una línea melódica sino que resuena en

el cuerpo del oyente que descubrimos así como una campana o como un tambor que retumba

al vibrar con la piel sobre la que la realidad externa repica; cuerpo que es también una

columna sonora hueca, espacio donde se opera la transición entre el adentro y el afuera.

Cuando algo suena, es el cuerpo del que está a la escucha el que vibra en su interior

expandiendo esta misma vibración a su entorno inmediato. El libro que Nancy dedica a la

música, A la escucha2, constituye así una fenomenología de la música y, más allá de ella, una

ontología del sujeto y ello porque la escucha es el lugar privilegiado para entender el sentir, la

aisthesis, que siempre es un sentir sentirse. Así pues, afirma Nancy, es sobre el registro sonoro

que esta estructura reflexiva se expone del modo más manifiesto. Sujeto es, podemos concluir

con Nancy, el que siente sentir un sí mismo o el que, estando a la escucha, está abierto al

2 J.L. Nancy À l’écoute, Paris, Galilée, 2002; traducción de Horacio Pons, Buenos Aires, Amorrortu, 2007.

Page 3: El Cuerpo Que Vibra. Pensar La Música Con Jean Luc Nancy

sentir sentirse y a la estructura del sí-mismo en cuanto tal. Dicho de otro modo, el ser de la

subjetividad es ese estar a la escucha.

En esta ontología del sí-mismo el ritmo juega un papel fundamental, en primer lugar, porque

rompe la linealidad de la sucesión temporal permitiendo la conciencia del tiempo, pero

también porque con ello define al sujeto como eso que se separa del puro ahí y también de sí

mismo, plegándose y desplegándose sobre sí. En este punto Jean-Luc Nancy entre en debate

con la fenomenología del tiempo de Husserl, con las críticas de raíz heideggeriana a Husserl

que propuso Gerard Granel y con las teorías de Lacoue-Labarthe. Si el análisis huserliano del

tiempo toma como referente la melodía y destaca la idea de que la percepción presente

retiene por un lado la impresión pasada y por otro se anticipa a la impresión por venir, Nancy

parte del ritmo y del tiempo del ritmo como retorno, eco o repetición. Como decíamos, es la

experiencia del ritmo la que permite tomar conciencia de la temporalidad, del sentir y el

sentirse sintiendo y, en definitiva, de la propia existencia. Lo que se escucha no es un simple

estado de cosas externo sino el latido o la vibración del sí mismo. En tanto el análisis de

Husserl se basa en la melodía implica una cierta intencionalidad, una linealidad, un telos en el

que concluiría aquel resultado al final del camino de que hablaba Hegel. Pero si, más allá de la

melodía, pensamos con Nancy en que lo esencial a la música y las artes del movimiento es el

ritmo, abandonamos entonces el territorio del sujeto intencional para adentrarnos en un

sujeto de la resonancia o, como él afirma, pasamos de una lógica de la manifestación y una

fenomenología del yo a una lógica de la evocación. Evocación antes que manifestación porque

esta experiencia del sí mismo que el ritmo de la música permite nunca acaba por manifestar

una cualidad última ni sustrato alguno resultante final del ejercicio de reducción

fenomenológica, sino que es experiencia del sí mismo en tanto apertura. No habría por tanto

una esencia o substancia fundamento de la subjetividad sino una conciencia (o mejor una

vivencia corporal, una aisthesis) de la diferenciación constante, de un eterno movimiento de

intercambio en que consiste el estar a la escucha. Con ello la filosofía de la música abandona el

pathos romántico según el cual la escucha revela una supuesta esencia subjetiva para

revelarse como el lugar en el que la filosofía asume la condición temporal de la existencia. De

este modo la ontología del sí mismo abandona toda concepción sustancialista para percibirse

como un movimiento sincopado en el que no hay identidad más que en la diferenciación

constante. Como afirmaba Jean-Luc Nancy en una conferencia inédita, “el sí mismo del cuerpo

en tanto que cuerpo, forma del cuerpo –es decir alma- tiene lugar en la síncopa, la

simultaneidad del corte y de la unión”3.

3 J.L. Nancy, “Image/danse”, conferencia inaugural del II Congreso Internacional Estética y Política: en

torno al pensamiento de Jean-Luc Nancy, Universitat Politècnica de Valéncia, 2012. Esta conferencia se publicará en un próximo número monográfico dedicado a Nancy de la revista Res publica, Universidad Complutense.