el contexto historico

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Page 1: El contexto historico

Primera lección

El contexto histórico para leer Facundo (1798-1845)

Domingo Faustino Sarmiento forma parte de la generación de intelectuales post-

independentistas que se plantean la necesidad de pensar un proyecto nacional, y que se

asignan como tarea central la creación de una literatura propia, una literatura nacional.

Facundo forma parte del acervo de textos que nos han llegado desde este proyecto. Son

estas, dos razones suficientes para afirmar que Facundo tiene un sentido que no puede

ser escindido del medio que lo vio nacer. Como tampoco se puede separar a su autor del

periodo que lo fecundo. En Facundo texto, contexto y autor son solidarios porque con

este libro Sarmiento quiso causar un efecto político en su entorno, porque Facundo es

historia y porque con Facundo Sarmiento hace historia.

Trazar en solo algunas paginas un cuadro que pueda resumir las características

sobresalientes del periodo y sus figuras principales puede que sea una tarea obligatoria

para entrar en el texto pero, no por ello, una tarea sencilla. Dos problemas se presentan

en este caso. El primero tiene que ver con el recorte histórico que organice la selección

espacio-temporal: ¿dónde empezar? ¿dónde terminar? Dicho de otro modo, la primera

dificultad radica en la pregunta ¿cuál es el criterio que debe imponerse el lector a la hora

de reconstruir un contexto histórico que le pueda ayudar a comprender mejor el libro?

El segundo problema, claramente relacionado con el anterior, tiene que ver con el tipo

de reconstrucción a la que pretendemos. Porque no se trata de una mera presentación,

en el sentido de una exposición cronológica de eventos, sino que ella supone ya una

cierta lectura del texto. Al seleccionar un determinado recorrido histórico y no otro para

la presentación histórica del texto, al ofrecer un contexto y no otro, ya estamos, en

alguna medida leyendo el libro. Ya que el criterio utilizado para la reconstrucción esta

fundado a su vez en una cierta idea del libro, en una cierta forma de leerlo. Porqué haber

elegido ese evento particular sino porque, a nuestro entender, el puede explicar algún

pasaje del texto, alguna influencia sobre el autor, etc.

Estas inquietudes, sin embargo, una vez establecidas, enunciadas y anunciadas

pueden, por el contrario, transformarse en bastiones sobre los cuales comenzar a leer y

construir nuestra lectura del texto. Para ello, entonces, proponemos a las preguntas

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formuladas la respuesta siguiente. Esto es, que el contexto que aquí se ofrece esta

fundado sobre la idea que Facundo debe ser leído desde una Historia de las ideas. Es

decir, que antes que cualquier otra cosa, el criterio que organiza esta breve presentación

histórica es que Facundo es un libro de ideas, un libro de filosofía. Y, en este sentido, que

nuestro recorrido debe estar organizado en función de, o entorno a los eventos mas

representativos, siendo que es en ellos que se condensan las miradas, como si fueran

aglutinadores de dichas ideas. Se trata entonces de resaltar los eventos que, a su vez,

están en relación con ciertas ideas y principios, que se explican a partir de y a través de

las ideas. En esta primera lección nos contentaremos con presentar estos eventos desde

una perspectiva histórica. Solo en la lección siguiente nos consagraremos a un análisis

filosófico, o que responda mas bien a una historia de la ideas.

Se parte aquí de la idea que Facundo se inscribe en una línea de producción que

nos viene de lejos, que tiene su propia historia. Permítasenos entonces recordar al lector

que uno de los problemas que han ocupado a los exegetas de la obra de Sarmiento,

problema que esta en relación directa con lo que acabamos de enunciar y que será

tratado extensamente en la tercera lección, es el problema del género. Esto es, la

dificultad que representa responder a la pregunta ¿cuál es el género en Facundo? Y, si

con lo dicho ya hemos respondido en parte, ya que al declarar que el texto debe ser leído

desde la Historia de las ideas lo estamos asociando explícitamente al universo filosófico,

al género de la filosofía. Sin embargo, como se vera un poco mas adelante, las cosas no

son ni tan simples ni tan claras como quisiéramos. Esto para decir que si desde nuestra

perspectiva Facundo pertenece, principalmente, al género filosofía, su lectura no puede

ser reducida a la sola tradición europea de la cual la filosofía es debitaría, de la cual ella

es originaria.

No se inquiete el lector que las cosas se irán aclarando a medida que avancemos

con el texto. Comencemos entonces desde el principio. Desde el evento mas significativo

del siglo XIX en la historia de la América Latina, esto es, el proceso independentista. En

efecto, contra lo que muchos críticos han afirmado, Facundo hay que comenzar a leerlo

desde aquí, desde este evento fundamental. Y esto por dos razones. La primera es que

Sarmiento, como el mismo lo afirma en su autobiografía, pertenece a la generación que

viene inmediatamente después de aquella que asumió la difícil tarea de llevar adelante

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el proceso que va a desencadenar en los eventos de Mayo 1810. En algún sentido, que ya

precisaremos, Sarmiento es el heredero y continuador de este proceso. La segunda

razón, y quizá la mas importante, es que Facundo puede ser leído como una explicación a

aquel proceso. Como se afirma en el mismo texto, lo que allí interesa es dar un sentido a

lo ocurrido en 1810. Dice Sarmiento en el capitulo IV, “Hé aquí esplicado el enigma de la

Revolucion Arjentina, cuyo primer tiro se disparó en 1810 i el último aun no ha sonado

todavía”. En efecto, según Sarmiento, si el último disparo no ha sonado aun es porque

todavía falta su explicación.

Ahora bien, el proceso independentista rioplatense tiene un origen diverso, difícil

de trazar o de delimitar en un solo espacio. De un lado, este proceso esta relacionado con

los eventos y fundamentalmente con las crisis por las que atraviesa el viejo continente

entre los siglos XVII y XVIII. La historia de estas crisis, nos referimos a las diversas

manifestaciones políticas, intelectuales y militares que van a participar a la caída y fin de

los regimenes monárquicos sustentados por un poder absoluto, se puede decir que tiene

su punto culminante en Inglaterra en 1688 luego de la “gloriosa revolución”. Ya veremos

en la próxima lección cuales fueron las ideas que se enfrentaron en ese conflicto, ideas

que luego serán retomadas en nuestras tierras americanas como una forma de legitimar

el proceso de la independencia.

Luego de esta revuelta, liderada por distintos sectores de la burguesía, familias de

comerciantes y grandes terratenientes, encabezada militarmente por Olivier Cromwell,

en Inglaterra se abolió definitivamente la monarquía absoluta y se inicio la época de la

monarquía parlamentaria. Esto sirvió de ejemplo e inspiración a los filósofos del mundo

entero. Así, su influencia se puede localizar tanto en la independencia norteamericana

(1776) como en la revolución francesa (1789). Dos eventos mayores cuya significación

trascendental ha alcanzado para obnubilar algunos espíritus apresurados haciéndoles

olvidar que, desde este lado del océano, las condiciones necesarias para la revuelta

habían comenzado a desarrollarse desde bien antes de las invasiones inglesas.

Así, si por un lado, las crisis europeas, a las que España no tarda en asociarse por

sus intereses, fundamentalmente por los compromisos suscritos a través del tratado de

familias, arrastraran con ellas al debilitado Imperio. Por otro lado, y en el marco de estos

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conflictos, van a surgir las condiciones suficientes, gracias al tratado de Fontainebleau

firmado entre España y Francia, para que su primera aliada, con Napoleón Bonaparte a

la cabeza, invada la península abriendo así una brecha irreparable. En efecto, como es

bien sabido, bajo el pretexto de reforzar las milicias frente al enemigo portugués, aliado

de Inglaterra, y frente a una situación de inestabilidad creciente luego que el rey Carlos

IV hubo de abdicar en favor de su hijo Fernando VII, justamente como consecuencia de

la presencia militar francesa –lo que motivo el motín de Aranjuez (1808)-, Napoleón va a

tomar cautivo al nuevo rey obligándolo a abdicar, esta vez, en favor de su hermano José

Bonaparte.

Se crea entonces una situación inédita, no solo a los ojos de las juntas que en

reacción a este avasallamiento se forman en la metrópoli, sino desde su periferia. Esto es

en las colonias americanas. La pregunta que allí se impone como un exordio es respecto

de la relación que puede o no ligar a las colonias al nuevo mandatario francés. Luego de

algunas idas y vueltas, se llega a la conclusión que la invasión napoleónica a la península

ibérica ha dejado a las colonias en una situación de vacío de poder. Vacío que deberá ser

llenado en la urgencia. Esta es, sin dudas, una de las facetas decisivas en los avances

independentistas en América latina.

Pero, si bien es cierto que estos eventos participan en el proceso de ruptura

definitiva con España, no es menos cierto que, desde las colonias, las inquietudes, los

descontentos y los conflictos no cesan de manifestarse, ya desde las últimas décadas del

siglo XVIII. Los factores de descontento son múltiples y variados según las distintas

regiones. Sin embargo, para la economía de la exposición, estos se pueden resumir en

dos grandes líneas. Por un lado, los descontentos de tipo económico, y por otro lado, los

descontentos de tipo social.

Es suficientemente notorio el hartazgo que suscito en las colonias americanas,

durante todo el periodo, pero especialmente durante el siglo XVII, el trato que los

españoles practicaron con la sociedad autóctona. La sobre explotación de la mano de

obra, la esclavitud, y los excesos fueron moneda corriente en las relaciones sociales y

solo comenzaron a ser rectificados luego de la llegada de los Borbones a la corona de

España en 1700. Por su parte, la población indígena, mas allá de algunos raros eventos

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aislados durante el siglo XVI, no expondrá una verdadera resistencia sino hasta bien

entrado el siglo XVIII, justamente con el comienzo de las reformas borbónicas.

A pesar de las denuncias que desde las primeras horas de la colonia comenzaron

a afluir a la Corona de España, con Bartolomé de las Casas o la Escuela de Salamanca, los

testimonios revelan respecto de la población indígena, mestiza y luego negra un statu

quo de opresión invariable hasta incluso después de la independencia. Lo cierto es que, a

mediados de los XVIII, principalmente en la zona del noroeste del virreinato del Alto

Perú, justo antes de la nueva división administrativa dentro de la cual veremos aparecer

al virreinato del Río de la Plata (1776), la población indígena, los ayllus, confluye a los

espacios previstos por el sistema colonial para denunciar la situación de opresión social.

Las quejas y las denuncias, cuyos registros pueden ser consultados, se acumulan en los

despachos coloniales sin continuidad alguna. Estas denuncias revelan, sin embargo, la

presencia y actualidad del conflicto. Mas aun, ellas exponen el comienzo de una reacción

por parte de la población civil. En cierta medida, es este descontento, y son estos mismos

grupos, los que unos años mas tarde encontraremos alineados detrás del cacique Tomas

Katarí, en el frustrado levantamiento de 1781.

Ahora bien, si los maltratos, la explotación y el abuso son marcas distintivas del

periodo colonial desde la llegada de los primeros conquistadores hasta bien después de

las independencias, el conflicto económico va a tardar varios siglos antes de tomar una

dimensión y forma significativa. En realidad, los grupos que se van a ver afectados por el

rígido sistema colonial de impuestos, de libre comercio y otras medidas monopólicas

son los grupos que se forjan en el seno de la colonia, los descendientes de los españoles,

también llamados criollos. Son estos, hombres blancos, que habiendo nacido en tierras

americanas han perdido su acceso a la vida publica de la administración. Una medida

justificada desde la metrópoli como forma de control tanto del clientelismo local como

de los intentos revolucionarios de independencia. En efecto, los criollos, aislados del

sistema administrativo, al menos de las altas esferas de las funciones administrativas

son, sin embargo, los dueños de la economía. No solo representan el grupo mejor

posicionado respecto de la posesión de la tierra, sino que son estos mismos hombres lo

que se van a formar en las mejores universidades europeas y que van a enviar a sus hijos

a completar sus estudios en el extranjero. Así, la clase de los criollos es la que posee el

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poder económico al tiempo que se forma como clase, y sobre todo, como “futura” clase

dominante, en tanto que clase letrada.

El eje principal del descontento criollo que como se vera en el análisis de Facundo

es el primer motor de la revolución rioplatense, es el factor económico. Indudablemente

este malestar no puede ser aislado de su contexto político. Si los criollos se quejan de los

altos impuestos, y una parte también del sistema monopólico que les es impuesto desde

la metrópoli, esto se debe al simple hecho de que son gobernados desde fuera, y que los

intereses de la corona no son los mismos que los del grupo de criollos. Ya se percibe

entonces cómo desde lo económico se pasa progresivamente a un estado de conciencia

política mas desarrollado en el que los americanos comienzan a poner en duda las

relaciones que los ligan con España.

Detengámonos un instante y veamos como se inserta este primer intervalo del

contexto histórico en el libro de Sarmiento. Ya lo hemos dicho, Facundo se puede leer,

entre las muchas entradas que ofrece el libro, como una explicación de lo ocurrido en el

Río de la Plata en mayo de 1810. Sarmiento quiere entender qué es lo que paso allí y

sobre todas las cosas cómo se paso de esos eventos gloriosos a la desastrosa situación de

1845. Es decir que para él, tal y como lo explica en el capitulo IV, existe una relación

necesaria entre el proceso independentista y el ascenso y llegada al poder de Juan

Manuel de Rosas. La relación que él establece, de continuidad por un lado y por otro

como insertado en la propia lógica del progreso es interesante ya que muestra la

comprensión profunda que tiene de los procesos históricos.

Por otra parte, es interesante destacar la división profunda que existe entre los

diversos sectores de la población respecto de los cuestiones mas elementales. En cierta

manera, podemos afirmar, lo que opone a los dos grupos descriptos mas arriba, el de la

futura clase dirigente del resto de la población –que en el ideario de Sarmiento es

representada por la ciudad de Buenos Aires de un lado y el interior del país el otro- es la

forma en que cada uno percibe el mundo. Mientras que los primeros, los de la futura

clase dirigente, ven la situación a partir de una construcción teórica, la cual a su vez esta

mediada por la cuestión económica. Esto es, que perciben la relación con España a partir

de una construcción simbólica muy abstracta: impuestos, circulación de mercancías,

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libre comercio, etc. La que, mismo si en el origen parte de una cuestión concreta, de una

situación real, es analizada en términos puramente teóricos. Para el segundo grupo, en

cambio, la relación con España parte de una experiencia directa y se organiza desde esta

sola experiencia. La desigualdad, el maltrato, la explotación, etc. son conceptos que

remiten directamente a la carne. No hay elemento de mediación teórico, como en el caso

anterior, no hay representación abstracta. Se trata simplemente de una transformación

del dolor en reclamo. Ya veremos un poco mas adelante en algunos textos de la época

como se manifiestan cada una de estas dos formas del reclamo. Lo importante aquí es no

perder de vista que ya antes de la independencia hay una conciencia diferente, según los

grupos sociales, de las prioridades del futuro país. Dos lógicas en las que los puntos de

divergencia son significativamente mas importantes que los puntos de acuerdo.

Así, observamos que los años que preceden a la revolución de mayo exponen una

imagen clara de la situación social y política de la nueva sede de la administración

española en el Río de la Plata, la que se va a hacer aun mas nítida luego de las invasiones

inglesas a Buenos Aires. Estas invasiones se explican tanto por los problemas de la

corona española, la derrota de Trafalgar, como y sobre todo por las dificultades para el

comercio en el Río de la Plata. Así, en junio de 1806 la ciudad es invadida por una flota

inglesa, dirigida por Home Popham. Una vez en el poder, luego de la humillante huida

del virrey Sobremonte a la ciudad de Córdoba, los ingleses dejan en claro que el motivo

de la invasión no es, en ningún caso, el de fomentar cualquier intento independentista.

Así, la mayor parte de los funcionarios permanecerán en sus puestos. Sin embargo, la

breve subsistencia del invasor, repelido unos meses mas tarde por la milicia dirigida por

Santiago de Liniers, va a poner en marcha una serie de procesos fundamentales para

comprender mayo 1810.

Por un lado, desde Córdoba y Montevideo se van a organizar las nuevas milicias

que, no mas tarde que el mes de Agosto, van a expulsar al invasor bajo la dirección de

Liniers. La aparición de esta nueva milicia será un factor decisivo en el proceso de Mayo.

Constituida mayoritariamente de criollos, y en la cual los peninsulares son relegados al

segundo plano, es la primera fuerza de choque militar a dominancia americana. Por otra

parte, la instalación del gobierno ingles, si bien mantiene las figuras administrativas,

introduce algunos cambios que servirán de aliciente a las ambiciones de ciertos grupos

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de americanos. Desde lo social, vemos renacer entre los esclavos el deseo y la idea de

libertad. Aunque esta fue rápidamente desmentida por el gobierno ingles, la sola idea, el

mero resurgimiento de la misma, alcanza para exponer la fuerza encubierta que se

esconde detrás de este deseo. Una fuerza que no tardara en liberarse. Por otro lado,

desde la perspectiva de los criollos, la baja de los impuestos, así como la liberalización de

ciertos productos, el tabaco y los naipes, abrirá la vía a la expansión de las ideas

liberales. Estas ideas, que ya ocupaban un espacio muy importante en las reflexiones de

ciertos intelectuales americanos como Mariano Moreno, son las que, en definitiva, van a

conducir a la futura clase dominante a dar el paso decisivo. Pero, quizá, el aporte más

importante que va a dejar esta primera invasión, y que se va a consolidar con la segunda,

solo unos meses después, en 1807, es la participación criolla en la administración y

gobierno de la ciudad.

Lo que van a revelar las invasiones inglesas, y que el mayo de 1810 va a exponer

de manera definitiva, es la serie de reclamos que desde la visión de los americanos se

imponían como necesidades absolutas. Esto es, fundamentalmente, la idea de libertad.

Para los unos, esta libertad era, simplemente, una cuestión física; la libertad de los

esclavos, pero también, la libertad de trabajo, de circulación, de vida. En esta serie, se

resumen los reclamos de los estratos mas bajos de la sociedad: el negro (esclavo), el

mestizo (explotado), el gaucho y el indio (perseguidos). Para los otros, la libertad era un

concepto complejo que iba desde las cuestiones mas elementales a las mas complejas. En

cierta manera, en el concepto de “libertad” se condensaba, para estos últimos, lo

expuesto en la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano.

Cada uno de estos grupos, podemos decir, ira a la guerra de independencia por un

motivo diferente. Esto debe ser señalado ya que, generalmente, se cree que todos los

integrantes de las milicias tenían una conciencia histórica de la acción a la cual estaban

participando. Esto es, la inscripción de esta acción liberadora en el marco de un proyecto

futuro de nación. Sin embargo, seria muy difícil demostrar que la población gaucha que

predomina ampliamente en estas milicias es consciente del proceso. De esto se deduce

que su participación es, en gran medida, el resultado de una instrumentalización por

parte de las clases dominantes. Y, ya veremos cuando leamos Facundo, que en este punto

Sarmiento estaba equivocado. En el libro, él sostiene que el movimiento desordenado y

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anárquico que se va a producir luego de la primer etapa independentista responde a los

intereses personales de caudillos locales, que el movimiento proviene del interior del

país. Pero, como se acaba de ver, esto es desde todo punto de vista imposible ya que las

fuerzas que él cree ver en el interior del país, y entre la población baja, en realidad no

sabia lo que ocurría, no al menos en el sentido que las clases dominantes imprimieron al

movimiento.

Una muestra de la distancia que separaba los intereses de los dos grupos en que,

intencionalmente estamos dividiendo a los habitantes de la región del Río de la Plata, y

que refleja el error de Sarmiento, es la que aparece en la descripción que Sir Walter Scott

hace luego de las invasiones inglesas de los gauchos, a los que describe como “una

especie de salvajes cristianos (…), cuyo principal mobiliario son los cráneos de caballos

muertos, cuya única comida es la carne cruda con agua, cuya única ocupación es apresar

ganado cimarrón (…) y cuya principal diversión es montar a caballo hasta reventarlo

(…). Lamentablemente –agrega Sir Walter Scott-, prefieren su independencia nacional a

los algodones y muselinas” de Inglaterra. El prolífico escritor había visto en el gaucho su

profundo arraigo a la tierra, el cual oponía a cualquier otro interés. Ya veremos que esta

correcta apreciación de Scott contrasta con la visión de un Moreno.

Llegamos así a los cabildos abiertos de la tercer semana de mayo de 1810. Las

ultimas noticias venidas de Europa confirman lo que, desde las clases patrias, se venia

consolidando como una idea firme : las colonias americanas se encontraban en una

situación de acefalía. Había entonces llegado en momento de pasar a la acción. Pero,

¿cómo?, y ¿qué forma tendría que adoptar el nuevo gobierno? En realidad, había mas

preguntas que respuestas. Sobre todo, porque las respuestas eran demasiado diversas.

Unos años antes, y en coincidencia con la primera invasión inglesa, se van a ver

aparecer las primeras formas de organización política en el Río de la Plata. Se trata de

jóvenes criollos y españoles, hijos de la alta burguesía de Buenos Aires, funcionarios de

la Corona, militares, o letrados, y que, en su gran mayoría maniobran dentro del sistema

colonial, ya sea como funcionarios de la administración, ya como miembros dirigentes

de la milicia, ya como personas influyentes en el cabildo abierto. En estas primeras

organizaciones se distinguen cuatro grandes grupos. El primero, liderado por Juan José

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Castelli, tiene por objetivo la independencia de las provincias del Río de la Plata de la

Corona Española. El fin de la relacion con Espana es, para ellos, decisivo. Es por ello que,

para lograr su objetivo no dudan buscar la protección de la princesa Carlota de Portugal,

o el Imperio Ingles, sin descartar la idea de una independencia puramente americana,

sin ayuda externa. El segundo grupo, liderado por Martín de Alzaga, esta formado

íntegramente por españoles europeos que buscaban es consolidar su poder. El tercer

grupo, liderado por Cornelio Saavedra, a predominancia militar es regido por una cierta

idea de la prudencia. Estos están igualmente abiertos al plan carlotista, como a la ayuda

británica. Hay que mencionar también una línea oficialista, constituida de funcionarios

leales a la corona española y cuyo proyecto es, justamente, la restitución del poder

español.

Luego de la invasión inglesa, y frente a la ineptitud del virrey Sobremonte para

garantizar al defensa de la ciudad, el cabildo de Buenos Aires destituyo, en un acto sin

precedentes, al virrey y nombro en su lugar al héroe del momento, Santiago de Liniers.

Su mandato, que mas tarde será reconocido por el rey, dura hasta mediados de 1809 en

que desde España llega el nuevo virrey, Baltasar Hidalgo de Cisneros. Ultimo gobernante

español en el Río de la Plata. Ya se ve, en los antecedentes a la revolución de mayo, que

desde este lado, la situación había evolucionado en pos de una futura independencia. No

solo la aparición de las milicias, pero fundamentalmente, la nominación de Liniers, dejan

ver a las claras las intenciones de ciertos sectores de la población.

El 22 de mayo de 1810 en el Cabildo Abierto de Buenos Aires se evoca la vacancia

de poder, y el carácter representativo de la capital del virreinato para una eventual toma

de decisión. Algunas voces se alzaron a favor del Cabildo como órgano de decisión, otras

en cambio, lo contestaron. El 23 de mayo el Cabildo asumió el poder vacante. La

revolución ya estaba en marcha. El 24, el poder es relegado a una Junta presidida por el

virrey e integrada por Saavedra, Castelli, Inchaurregi y Sola. El mismo 24, Saavedra y

Castelli anuncian sus respectivas renuncias aduciendo la falta de reconocimiento por

parte del pueblo. Los otros seguirán los pasos de Saavedra, solo unas horas mas tarde. El

25 de mayo, el Cabildo rechaza las renuncias. En las calles el descontento se hace saber.

Desde el interior del cabildo este es interpretado como la necesidad de abandonar las

intransigencias. El virrey es removido de la dirección del cabildo. Las milicias exigen la

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destitución de la Junta precedente. Es así que finalmente se conformo la Primera Junta

revolucionaria presidida por Saavedra, la revolución había triunfado. Sin embargo, este

no es sino el comienzo de una larga y tumultuosa sedición que, como se sabe, tomara

seis años en oficializarse.

La elección realizada en el Cabildo Abierto de Buenos Aires no era sino un primer

paso. La Primera Junta necesitaba como condición sine qua non para funcionar la triple

legitimidad: la del Cabildo, la de la Audiencia y la del Virrey. Se decidió entonces enviar

milicias al interior del virreinato del Río de la Plata, que recordémoslo se extiende a las

regiones de las actuales Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, Norte de Chile y sur de

Perú, para comunicar las noticias. Las reacciones fueron diversas. El Noroeste, casi en su

totalidad, se opuso a la Junta. Desde Lima se organizo una milicia realista y se decidió

que las provincias altoperuanas vuelvan a la jurisdicción del virreinato de Perú. La Paz,

Cochabamba, Charcas y Potosí, opuestas al principio terminaron subordinándose a la

Junta luego de la victoria de Suipacha. Las provincias de la actual Argentina, en cambio,

se plegaron a la revolución.

Córdoba se levanto contra el poder de Buenos Aires bajo el mando de Liniers y

Gutiérrez de la Concha. La resistencia, sin embargo, no duro mucho tiempo ya que el

apoyo local a los realistas fue parcial. Luego de Salta, Córdoba caería bajo el dominio

revolucionario. La Banda Oriental, en cambio, se presentaba como un bastión duro de la

resistencia. No solo por su larga historia secesionista sino, principalmente, por el apoyo

eventual que estos podían recibir de los portugueses que en ningún momento habían

abandonado sus pretensiones sobre ese territorio.

Entre fines de 1810 y comienzos de 1815 el ejercito revolucionario se lanza en la

campaña del alto Perú. Algunos éxitos aislados, como el de Belgrano en Las Piedras o en

el Campo de las Carretas dieron el tono de la ofensiva que hasta fines de 1814 se

empeñaba en hacer oídos sordos a la propuesta de José de San Martín. La que consistía

en abandonar cualquier avance que no tuviera las garantías necesarias. La estrategia fue

finalmente incorporada en enero cuando el general Martín Miguel de Güemes tomo la

dirección del ejercito del norte con la prerrogativa de limitar su misión a la defensa del

territorio bajo el mando revolucionario.

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La campaña de Paraguay, liderada por Belgrano tendría una resolución muy

diferente. Luego del éxito en Campichuelo, donde Belgrano logro dispersar a los realistas

que retrocedieron hasta el río Tacuari, los revolucionarios fueron derrotados en

Paraguari. El 10 de marzo Belgrano firma un armisticio por medio del cual se desligaba

al ejercito revolucionario de la región del Paraguay que desde 1813 caería bajo el

gobierno del Dr. Gaspar Rodríguez de Francia.