el cementerio de espada

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Historia del primer cementerio de la Habana, conocido como Cementerio de Espada

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CIUDAD DE LA HABA�A

EL CEME�TERIODE ESPADA

En los primeros años del siglo XIX,el obispo Juan José Díaz de Espada,quien estuvo al frente del Obispadode San Cristóbal de La Habanaentre 1802 y 1832, con el apoyo delcapitán general y gobernadorSalvador de Muro y Salazar,marqués de Someruelos, laSociedad Patriótica de Amigos del

País de La Habana, las parroquias de la Diócesis y elmédico Tomás Romay Chacón, logró dos medidassanitarias fundamentales: la prohibición de losenterramientos en la iglesias y conventos con la creación delCementerio General y la extensión del uso de lavacunación.Al hacerse cargo de la mitra el veintiocho de febrero de1802, el obispo Espada se convirtió en puntal de la luchapor eliminar la antihigiénica costumbre de enterrar en lasiglesias, hondamente arraigada en la población, peroinsostenible ya a principios del siglo XIX por la falta deespacio de las edificaciones religiosas donde se inhumaba.La cuestión de los enterramientos era, por esas fechas,monopolio exclusivo de la Iglesia que controlaba lassustanciosas ganancias obtenidas por ese concepto. Pese atodo, el obstáculo fundamental a franquear para elestablecimiento de la necrópolis en extramuros fue deíndole económico.

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La construcción del campo santo habanero, que pasaría ala historia con el nombre de Cementerio de Espada, enjusto homenaje a su obispo fundador, se prolongó durantedos años (1804-1806).Su localización se planteó a una distancia aproximada deuna milla al oeste del recinto amurallado de La Habana,limitando por el noreste con el pequeño cementerioprovisional del hospital de San Juan de Dios, donde seconstruiría más tarde, en 1828, la Casa de dementes de San

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Dionisio; a continuacióndel cual se encontrabaestablecido el Hospital deSan Lázaro. El perímetrodel cementerio lodibujaban las calles Aramburu, San Francisco, San Lázaroy Vapor, en el actual municipio capitalino de CentroHabana. Muy cerca de allí, en la manzana rodeada de lasactuales calles 25, Hospital, Espada y Príncipe, estaban lasantiguas canteras de San Lázaro, donde los presos eranobligados a realizar trabajos forzados.Los planos del cementerio, la portada principal, la capilla,los edificios de servicio anexos y la forma de ejecuciónfueron propuestos por el arquitecto francés de gustoneoclásico Étienne-Sulpice Hallet. Lamentablemente estosdibujos no han podido localizarse en los archivos y en labibliografía consultada no existe ninguna referencia queaporte luces en este sentido, por lo que es bastante probable

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que no se conserven los originales.La ejecución del proyecto también estuvo a cargo de unearquitecto, radicado en los Estados Unidos desde 1789,donde se dió a conocer como Stephen Hallet, aunque amenudo su nombre ha sido transcrito como Allet.Según las investigaciones realizadas, este arquitecto habíaparticipado en el concurso para la construcción delCapitolio de Washington en 1793, en el que su diseño quedóen segundo lugar detrás del proyecto propuesto por elarquitecto William Thornton que, se plantea, fue aprobadoy corregido por el propio presidente GeorgeWashington. Sedice que Étienne-Sulpice Hallet supervisó los trabajos delCapitolio entre los años 1793 y 1794, momento en el quesurgieron diferencias, por lo que abandonó la construccióndel edificio.La figura de Étienne-Sulpice Hallet se pierde dentro de labibliografía de arquitectura cubana del siglo XIX. Suefímero periplo por la isla no ha sido suficientementeabordado, quizás en parte porque las dos construcciones enlas que participó no se conservan en la actualidad. Lamayoría de los textos que hacen referencia al CementerioGeneral no le mencionan siquiera, incluso,en muchasocasiones, como hemos podido comprobar, se trueca suapellido.Todo parece indicar que el experimentado arquitecto setrasladó a La Habana alrededor de 1800, para asumir pocodespués la reconstrucción total del otrora Coliseo de las

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comedias, más tarde conocido como Teatro Principal, quereabrió sus puertas en 1803. Esa obra se levantó al pie de lacalle de los Oficios, frente a la Alameda de Paula, y era unode los teatros más conocidos de la época colonial, con unafachada de diseño francés, es decir neoclásico y unadistribución muy similar a la del Teatro Principal deMadrid.Joaquín E.Weiss, en su clásico Arquitectura colonialcubana. Siglos XVI al XIX, decía no tener certeza de que setratara del arquitecto francés del Capitolionorteamericano. Sin embargo, �arciso GarcíaMenocal,profesor de la Universidad de Wisconsin, en Madison, enun artículo más reciente, que redefine la figura de Hallet ysu recorrido profesional, refiere la presencia del arquitectofrancés en La Habana, por esos años.Queda constancia de ello también en la prensa de la época,ya que el Papel Periódico, del nueve de febrero de 1804,

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anunció una función en beneficio de Hallet, arquitecto ydirector de la fábrica del Coliseo. En 1804 le seríaadjudicada la construcción del Cementerio General de LaHabana, ejerciendo además como contratista en esta obrafuneraria, que como se verá más adelante introdujo deforma fehaciente el neoclasicismo dentro de la arquitecturahabanera.Para la construcción se adoptó la tipología de cementerioporticado, al aire libre, de acceso más o menosmonumental, con capilla al fondo del recinto.Correspondía a un tipo de trazado muy habitual en laépoca, que de hecho se extendió por diversos lugares deEspaña, sobre todo en las grandes poblaciones, y tuvo unapreciable arraigo endistintas zonas del PaísVasco, donde ese fruto dela Ilustración adquirióparticular relevancia.Con toda certeza el obispoEspada tenía informacióndetallada en materia decementerios yprobablemente propusobasar el diseño del camposanto habanero en el modelo de planta y alzado queproponía la Real Cédula de Carlos III, es decir elCementerio del Real Sitio de la Granja de San Ildefonso

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(Segovia), inaugurado el ocho de julio de 1785. Así, elantecedente neoclásico del recinto habanero podría habersido este cementerio modelo, uno de los primeros que seconstruyeron en España, o cualquier otro similar. Laplanta rectangular, la capilla frente a la puerta de entrada,las formas geométricas simples y la portada de ingresorematada en frontón triangular -que en el caso habanero setransmuta en ático con inscripciones-, fueron elementosrecurrentes y característicos de la tipología funerariadurante estos años.Dos estructuras del recinto funerario sobresalían como lasde mayor importancia: la portada de ingreso y la capilla,La primera de unos 41,80 metros de ancho, era la mástrabajada artísticamente. Concebida como límite entre elespacio sacro y el profano, como división entre el mundo delos vivos y el mundo de los muertos, se distinguía por su

acentuada severidad y por el predominio en la misma delmacizo sobre el vano, cuando menos la paridad entreambos. Todos los huecos del recinto estaban protegidos porrejas y cumpliendo aquella disposición establecida por laReal Cédula de Carlos III, en la que se indicaba lanecesidad lógica de acotar el terreno con una verja más omenos artística, para la protección del recinto sagrado.Además, la portada estaba articulada en dos cuerpos y trescalles, de las que la central acogía el acceso, que eraadintelado y estaba delimitado por dos pilastras concapiteles toscanos. Otros dos huecos, también adintelados,protegidos por rejas con barrotes de sección cuadrada,adornadas por antorchas de bronce, presidían losextremos. El cuerpo alto estaba diseñado a modo de ático,decorado por relievesque representaban el Tiempo y la Eternidad en las callesextremas, mientras que sobre el ingreso, aparte de lacartela en la que se leía la inscripción A la religión. A lasalud pública-Año 1865. El marqués de Someruelos,Gobernador. Juan de Espada Obispo, había un ánfora,vaso típicamente clásico, cuya simbología alude al pasofugaz por la vida y el poder destructivo del tiempo, quetodo lotransforma en humo. El atrio terminaba con dos macetasrealizadas en piedra de las canteras de San Miguel,colocadas en los extremos. A ambos lados de la portada sepintaron dos imágenes enmarcadas entre las pilastras: la

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Medicina -en la izquierda- y la Religión -a la derecha-.Adentrándonos en el recinto encontrábamos la vivienda delos sepultureros, a la izquierda y la del capellánal lado derecho.Resulta oportuno anotar además que éste era uncementerio mixto de inhumación y de nichos. Los nichosque como sabemos, constituyen un sistema deenterramiento más económico, se construyeron en 1845 ensustitución de las sepulturas para los enterramientos yresultaban muy acertados en este caso, pues duplicaban otriplicaban la capacidad inhumatoria del recinto

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funerario.

El Cementerio de Espada, de aspecto decoroso, aunque untanto modesto, estuvo cercado por una pared demampostería mixta con caballete de sillería labrada. Por lodemás, la necrópolis se ajustó a la tradición de colocarcinco cruces, una en el centro y otras cuatro en cada uno delos ángulos. En este caso la primera se ubicó al norte-capilla-, mientras que en los vértices se instalaronobeliscos de un material que imitaba el jaspe negro. Bajoestos últimos, en cuyos muros se leía la inscripción bíblicaExultabunt osa humiliate (Se regocijarán los huesoshumillados) estaban los osarios, construidos a modo depozos, en los que se depositaban los huesos una vezexhumados los cadáveres.La capilla del cementerio, situada, como hemos visto, allado norte, tenía planta rectangular, una rigurosa simetría,vanos en los costados, cubierta a doble vertiente y estabaprecedida por un pórtico de cuatro columnas exentas, quesostenían un frontón triangular, en el que se leía en letrasde bronce una frase en latín. Sobre este particular, existendiscrepancias en las fuentes consultadas, porque, segúnafirmó el periodista y escritor romántico español, JoséMaría de Andueza (Aben-Zaide era su seudónimo), lainscripción rezaba.Ecce nune in pulveri dormiam-Job VI y debajo Et egoresucitado cum in novísimo die- Juan VII. Esto no coincidecon lo indicado por Francisco Xavier de Santa Cruz y

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Mallén, conde San Juan de Jaruco, que colocó en el mismolugar el conocido versículo del Apocalipsis Beati mortiu quiin Domino moriuntur: opera inimolorum seuuntier illosapoc. �o obstante, ambos afirmaron que este conjuntoestaba rematado por una cruz de piedra caliza, del tipo de

cruz trebolada, con decoraciones circulares en su interior,pintada de color ocre rojizo con manchas negras. Duranteaños fue esta la única cruz que existió allí, porque el obispoEspada había prohibido el uso decorativo de las cruces enlas sepulturas privadas.En referencia a la capilla se ha dicho que tenía (…) un sellopeculiar de templo antiguo, y que era sencilla y de buengusto . En otro lugar fue definida como una pequeña ypulcra capilla que contenía unas pocas pinturas al fresco yun casto altar en forma de sarcófago. Lo cierto es que, por

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la imagen que sugieren las escasas descripciones queexisten de este lugar, era un severo templo ubicado al fondode la avenida principal del recinto funerario, en cuyoexterior llamaba la atención la austeridad, dada lacontenida ornamentación reducida a los volúmenesesenciales.El Cementerio de Espada fue demolido en 1908. Luego elterreno fue vendido y sobre ese espacio se levantaronnuevas construcciones, sobre todo viviendas familiares. Latranscendencia de esta obra pública, paradigma dentro dela historia de esta tipología arquitectónica en Cuba y enLatinoamérica, al ser el primer cementerio municipalconstruido en la América hispana, proyectado porunarquitecto a la manera de los más sobresalientes ejemploseuropeos de la época, queda expresada en el patético cantoque el poeta Manuel de Zequeira y Arango le dedicara:

Desciende, Musa de la cumbre y cantaCon nuevo sistro y con canoro alientoEl público Panteón, el monumentoQue á la salud levanta,Y á la Religión pura juntamenteLa caridad ardiente:Para esto ¡ó ninfa del castalio coro!Tu voz, tu metro, tu favor imploro.(…)Y al verlo desplomarse al hondo abismo

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Volví de mi letargo.Y entonces conocí que todo el sueñoEra un vivo diseñoDel Cementerio abierto en aquel díaSalud y gloria de la patria mía.

Fuente: �eoclasicismo, cementerios eIlustración en Cuba en las primeras décadasdel siglo XIXAutora Martha Elizabeth Laguna Enrique

Elaboración y edición : Luis Britonoviembre 2012

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