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entrevista

Con sus más de 800 metros de altura, el otrora cerro Tupahue

ha sido testigo y protagonista de siglos de historia en nuestra

capital. Sin embargo, sólo en tiempos recientes ha asumido el

importante rol turístico por el que hoy lo conocemos.

por francisco maldonado u. foto vivi peláez

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uesta creer que hace poco másde un siglo, el monumentalcerro San Cristóbal no era sinoun sitio eriazo, prácticamenteestéril, apenas cubierto de espi-

nos y que pertenecía a múltiples dueños. Alas puertas del Bicentenario, sus instalacio-nes -entre las que se cuentan un zoológico,una piscina, un santuario, zonas de picnic ysistemas de funicular y teleférico- son unamarca registrada de la capital, constituyén-dose en uno de los puntos más atractivosde la ciudad. El San Cristóbal pertenece aun cordón montañoso de 6 kilómetros quese desprende de la Cordillera de Los Andesy que penetra en la cuenca de Santiago, alcual también se suman los cerros Cha-carillas, Los Gemelos y La Pirámide. Estosaccidentes geográficos, junto a sus zonasaledañas, conforman el Parque Metropolita-no, uno de los mayores parques urbanos delmundo, con una extensión de más de 720hectáreas. Llamado Tupahue por los indíge-nas (palabra de origen quechua que podríatraducirse como “centinela”), el cerro fuerebautizado por los españoles en honor aCristóbal de Licia, patrono de los viajeros. Se

dice que antes del siglo XX, su principal uti-lidad fue como cantera. De su ladera sur seextrajeron piedras que fueron usadas en lostrabajos de construcción del Puente de Cal yCanto y del Palacio de La Moneda, así comopara encauzar el río Mapocho y adoquinarlas calles de la ciudad.

En 1872, el intendente de Santiago, Benja-mín Vicuña Mackenna, comenta su sueñode convertir esta cumbre agreste en unnuevo pulmón para la capital, tal vez con laintención de que, una vez terminadas lasfaenas que convertirían al Santa Lucía en unparque, le siguiera el San Cristóbal. “Pero fuesu sobrino, Alberto Mackenna Subercaseaux,quien junto al senador Pedro Bannen quieneslogran impulsar su transformación con unacampaña en 1916”, apunta Miguel Laborde,autor del libro “Parques de Santiago: historiay patrimonio urbano”. La campaña estabacentrada, en primer lugar, en la adquisiciónde los terrenos del cerro a sus distintos due-ños. Aunque ya en 1903 un grupo de cientí-ficos de la Universidad de California habíainstalado en una de sus cumbres un observa-torio astrofísico (actualmente inutilizable porlas luces artificiales de la ciudad) y, en 1908,

se había inaugurado el Santuario de la Inma-culada Concepción por iniciativa del arzo-bispo de Santiago, Mariano Casanova, reciénentre 1917 y 1921 se desarrollaron las primerasetapas de forestación del cerro. Especies exó-ticas como aromos, eucaliptus, pinos, acacioso almendros fueron utilizados para dar vidaa esta montaña, hasta entonces árida y des-provista de vegetación. En 1925 se inauguróel funicular, el zoológico y el Torreón Victoria,y en 1931 la capilla. En 1966 se unificaron losservicios en el llamado Parque Metropolita-no de Santiago, y en 1980 comenzó a operarel teleférico, conformado por 72 cabinas deacrílico que recorren más de cuatro kilóme-tros (trayecto de ida y vuelta) a una velocidadpromedio de 14 kilómetros por hora, con unaaltura máxima de 38 metros.

los mayores símbolosEntre los paseos obligados del cerro se

cuentan, sin duda, la cumbre -coronada porla estatua de la Virgen- y el Jardín Zooló-gico Nacional. Los cronistas aseguran quedurante varios siglos el San Cristóbal habíasido un lugar de peregrinación, incluso para

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diarios). Los meses de invierno, en tanto, estascifras caen a poco menos de la mitad.

El zoológico, por su parte, se encuentra enla ladera sur poniente del cerro, y su origense remonta a una llamativa exposición deanimales exóticos en la Quinta Normal en1875. En 1882 se fundaría el primero de estosrecintos en la misma Quinta Normal, y tras lainauguración de un zoológico en Concepción,dos décadas después, se decidió crear unparque de carácter nacional en Santiago. En1925 se destinaron casi 5 hectáreas del SanCristóbal para su construcción, y sus prime-ros animales provenían de la colección de laQuinta Normal y de los zoológicos de Men-doza y Buenos Aires. En la actualidad cuentacon más de mil animales de casi 160 especies,muchas de ellas autóctonas. Recreación yeducación, así como conservación e investi-gación, son los principales objetivos de estatradicional atracción turística.el camino hacia un parque verde

Convertir un cerro sin vegetación en unbosque fue, sin duda, un enorme desafío.Pero la opción de sus fundadores de plantarárboles foráneos trajo diversas consecuen-cias para el suelo. Por ejemplo, con el paso delos años, los temporales y nevazones afecta-ron a las especies exóticas que, no adaptadasa las condiciones climáticas, se quebraron

o cayeron. Si se suman las enfermedadesy plagas que asolaron sucesivamente a lavegetación del parque, el escenario era bas-tante decadente.

Frente a esta realidad, la última década seinició un amplio plan de saneamiento vege-tal y de reforestación con especies nativas.Éstas fueron elegidas, justamente, por sumayor grado de adaptación a las condiciones

de suelo y clima. Su carácter perenne, ade-más, permite que el proceso de purificacióndel aire se desarrolle durante todo el año. Porotro lado, se implementaron técnicas de rie-go más modernas y eficientes, y se incorpora-ron nuevos equipos que permiten una mejorprotección del bosque y manejo del fuego.

No obstante estas medidas, en el ParqueMetropolitano destacan el largo y siste-mático trabajo que se ha realizado, desdesus inicios, sobre la superficie mayormenteestéril del cerro para dotarlo de áreas verdes.

Una vez creado y estabilizado el suelo fértilque ha permitido sustentar la exuberantevegetación que lo adorna, la autoridad se haabocado a la conservación, previniendo cual-quier actividad que erosione tanto el suelocomo la capa vegetal. Para el cronista MiguelLaborde, eso sí, aún se podría hacer más.“Sindesconocer todas sus plantaciones, siemprefaltan árboles, sobre todo cuando uno mira

los faldeos que dan hacia el norte, tan secosque a veces duele”, advierte. Pero rescatauna iniciativa internacional que podría serreplicada en nuestro país:“en Bogotá logra-ron una plantación masiva con el sistema deno regalar simples tarjetas de saludo sino,por el mismo precio, ‘tarjetas verdes’ que seinvertían para plantar y mantener árboles. Yasuperaron los 15 millones”, señala, y agregaque “podría ser un proyecto Bicentenario,dejar un San Cristóbal verde para todos lossectores de la ciudad”.

“Llamado Tupahue por los indígenas (palabra de origenquechua que podría traducirse como “centinela”), el cerrofue rebautizado por los españoles en honor a Cristóbal de

Licia, patrono de los viajeros. Se dice que antes del siglo XX, suprincipal utilidad fue como cantera.

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