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EDUCACION AMBIENTAL, ECOLOGÍA POLÍTICA, CONFLICTO ARMADO Y POSACUERDO EN COLOMBIA Darío Alonso Carvajal Aranda 1 ABSTRACT El momento histórico que vive Colombia implica para sus habitantes, no solo dar por superada la confrontación armada, sino hacer un ejercicio de memoria de los factores de la guerra. Dentro de esos generadores de conflicto está la dimensión ecológica, ya que los ecosistemas estratégicos de Colombia benefician a sus habitantes, pero se debe reconocer que en esos lugares se ha focalizado el conflicto armado y el de los intereses de multinacionales. La paz implica una protección de la riqueza ecológica colombiana, desde la memoria social y el buen vivir. The historical moment that Colombia lives implies for its people, not only to overcome the armed confrontation, they will make an exercise of memory of the factors of the war. Within those generators of conflict is the ecological dimension, since Colombia's strategic ecosystems benefit its people, but it must be recognized that in those places has focused the armed conflict and the interests of multinationals. The peace implies a protection of the Colombian ecological wealth, from the social memory and the “Buen Vivir”. PALABRAS CLAVES: Conflicto, Ecología Política, Posacuerdo, Ecosistemas Estratégicos, Grupos Armados, Recursos Naturales. El conflicto armado y prolongado que ha sufrido Colombia, ha tenido consecuencias de orden ecológico que no se pueden desconocer. La ecología política, se refiere de manera primigenia a los conflictos de distribución ecológica, el acceso y control de los recursos naturales. El objetivo de este escrito es relacionar el conflicto y el posacuerdo en Colombia desde el horizonte de la ecología política, y dentro de la conclusión se busca presentar alternativas frente a la problemática ambiental consecuencia de este proceso de paz que está viviendo el pueblo colombiano. 1 Licenciado y Magister en Teología Pontificia Universidad Javeriana Bogotá. Estudiante de II Semestre del Doctorado en Educación y Cultura Ambiental. Universidad Surcolombiana. Director Administrativo Colegio Claretiano Neiva. Dirección: Calle 44 No. 1-109 Barrio Cándido Leguizamo (Neiva) Teléfono: (57 8) 8746000. E-mail: [email protected]

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EDUCACION AMBIENTAL, ECOLOGÍA POLÍTICA, CONFLICTO ARMADO Y

POSACUERDO EN COLOMBIA

Darío Alonso Carvajal Aranda1

ABSTRACT

El momento histórico que vive Colombia implica para sus habitantes, no solo dar por superada la

confrontación armada, sino hacer un ejercicio de memoria de los factores de la guerra. Dentro de

esos generadores de conflicto está la dimensión ecológica, ya que los ecosistemas estratégicos de

Colombia benefician a sus habitantes, pero se debe reconocer que en esos lugares se ha

focalizado el conflicto armado y el de los intereses de multinacionales. La paz implica una

protección de la riqueza ecológica colombiana, desde la memoria social y el buen vivir.

The historical moment that Colombia lives implies for its people, not only to overcome the armed

confrontation, they will make an exercise of memory of the factors of the war. Within those

generators of conflict is the ecological dimension, since Colombia's strategic ecosystems benefit

its people, but it must be recognized that in those places has focused the armed conflict and the

interests of multinationals. The peace implies a protection of the Colombian ecological wealth,

from the social memory and the “Buen Vivir”.

PALABRAS CLAVES: Conflicto, Ecología Política, Posacuerdo, Ecosistemas Estratégicos,

Grupos Armados, Recursos Naturales.

El conflicto armado y prolongado que ha sufrido Colombia, ha tenido consecuencias de orden

ecológico que no se pueden desconocer. La ecología política, se refiere de manera primigenia a

los conflictos de distribución ecológica, el acceso y control de los recursos naturales. El objetivo

de este escrito es relacionar el conflicto y el posacuerdo en Colombia desde el horizonte de la

ecología política, y dentro de la conclusión se busca presentar alternativas frente a la

problemática ambiental consecuencia de este proceso de paz que está viviendo el pueblo

colombiano.

1 Licenciado y Magister en Teología Pontificia Universidad Javeriana Bogotá. Estudiante de II Semestre del Doctorado en Educación y Cultura Ambiental. Universidad Surcolombiana. Director Administrativo Colegio Claretiano Neiva. Dirección: Calle 44 No. 1-109 Barrio Cándido Leguizamo (Neiva) Teléfono: (57 8) 8746000. E-mail: [email protected]

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La ponencia presentara los siguientes tópicos, en primer lugar, se buscará tener una mirada

planográfica del conflicto armado Colombiano y como se llegó a la urgencia de un proceso de

cese del conflicto. En segundo lugar, tendremos en cuenta las consecuencias y urgencias

ecológicas que deja este proceso del conflicto y el posacuerdo. En tercer lugar, se hará la

presentación sucinta hacia una posible racionalidad de la ecología política, y como conclusión se

expondrá algunas posibles propuestas de mejoramiento ambiental desde el horizonte de

construcción de la paz en el que se está Colombia.

CONFLICTO ARMADO Y PROCESO DE POSACUERDO.

Un esquema básico para exponer los tópicos del conflicto armado en Colombia, es entender tres

aristas de la confrontación, una es la comprensión del conflicto ampliado, otra es la de un

conflicto prolongado, y por último la de un conflicto degradado.

El conflicto armado prolongado, se comprende desde la comprensión de los conflictos

domésticos, con influencia de debilidad estatal, en muchas ocasiones se transforman en violencia

interestatal, con la implicación del crecimiento de los riesgos para la seguridad humana, la

seguridad nacional y el orden global. En el campo internacional, se tiende a traspasar las

externalidades asociadas con los conflictos internos y la posible contribución de los estados

vecinos a las guerras. Por lo general, “otras estados en otras latitudes y organizaciones

internacionales también se pueden involucrar en problemas de seguridad doméstica”. (Mason,

2000)

En el caso colombiano, los estados vecinos están siendo afectados por su inseguridad y violencia

y por la poca capacidad de gobierno central para detener el conflicto y controlar sus fronteras.

Existe un gran número de refugiados colombianos en muchas partes del mundo, consecuencia de

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la confrontación armada en Colombia, del tráfico de armas y actividades criminales. Por eso

mismo, encontramos que los países fronterizos en Colombia han fortalecido su presencia militar

en las fronteras e incentivan a una solución regional a la crisis de seguridad en Colombia. La

dimensión regional de los conflictos internos es doble, ya que por un lado la seguridad del

entorno es amenazada por el problema de seguridad en Colombia, y por otro lado del modo como

responden los países fronterizos, podría exacerbar la inestabilidad de Colombia y empeorar el

conflicto.

Además se considera que el conflicto colombiano es una guerra irregular, la guerrilla de las

FARC-EP se originó en el departamento del Tolima en 1966. El ELN nace en el municipio de

Simacota en el departamento de Santander. Con el paso del tiempo, el conflicto armado se

extendió en diversas regiones. En algún momento, las regiones con mayor influencia de los

grupos armados insurgentes fueron denunciadas como “Repúblicas Independientes” que

escapaban de la soberanía nacional (Vélez, 2001) y a finales del siglo pasado existían en el país

“zonas rojas”, que son lugares donde se agudizaba el conflicto entre las fuerzas del Estado y las

guerrillas.

El traspaso y ampliación de la guerra que traspasó las fronteras de Colombia, incluye que “por

motivos de la guerra irregular, hay un número indeterminado de personas que están exiliadas en

Europa, Estados Unidos, Canadá, Brasil, Ecuador, Venezuela y otros países. Pero no solamente

están los exiliados, los que pidieron protección o asilo en otro país sino que existen refugiados o

desplazados que cruzaron las fronteras hacia Venezuela, Panamá y Ecuador”. (Flórez, 2015)

Con respecto al conflicto prolongado, se constata que la guerra en Colombia no ha sido de corta

duración. En el momento que nacieron los movimientos guerrilleros en los años sesenta, se buscó

desde el inicio de la confrontación armada una respuesta en el plano militar, que se prolongó por

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más de 50 años. Dentro de las dificultades de este conflicto prolongado, están los obstáculos para

el desarrollo de los procesos integradores en el ámbito del reconocimiento de los derechos

humanos y ciudadanos y la formación de la conciencia nacional. De la misma manera, la

desintegración social, la fragmentación de la sociedad y la desconfianza ayuda a la pervivencia

del conflicto. También, el estado de guerra incide en el tejido social, en los sentidos de identidad

y pertinencia, en las maneras de vivir las diferencias y las exclusiones.

La vivencia de un conflicto prolongado, se manifiesta en las prácticas sociales, las cosmovisiones

de las personas afectadas, los aprendizajes y los aprestamientos para afrontar los momentos

puntuales de violencia, que de manera directa o indirecta afectan una misma región y/o familia.

Muchas generaciones de nacionales han vivido sin ver un solo día la paz por el conflicto armado

prolongado. Una terminación del conflicto por la vía armada es una quimera, se pudo haber

llegado a un dialogo por parte del Estado Colombiano para buscar una solución para las

reclamaciones de las guerrillas, pues por la vía militar no ha logrado la derrota de ninguno de los

bandos.

Un conflicto armado y prolongado, ha creado condiciones para ser degradado, debido al

surgimiento de otros participantes en la confrontación violenta nacional como el nacimiento de

otras guerrillas, la creación de grupos paramilitares que atacaron a la población civil, y la

consolidación del narcotráfico en Colombia que permeó a grupos armados y a instituciones del

Estado, que se beneficiaron económicamente con la conservación de la misma degradación del

conflicto armado. Un conflicto de más de sesenta años, que en Colombia ha transitado entre la

lucha partidista a la guerra insurgente, llegando a un conflicto degradado, donde pasan a un plano

minusvalorado de las normas mínimas, enfatizando la lucha por el control territorial, político y

económico en las regiones y desde allí llega al poder central.

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Debido a la prolongación y degradación del conflicto armado colombiano, la población civil

queda cautiva en medio de las disputas libradas entre el Estado, los grupos insurgentes y

contrainsurgentes. De ahí surge el desplazamiento forzado. La población civil al encontrar

amenazada su integridad física o su libertad o su vida, la gente está abocada a abandonar su

hogar, su entorno vital huyendo a las urbes. El desplazamiento es el resultado de prácticas que

trasgreden el derecho internacional humanitario como operaciones militares en áreas densamente

pobladas, el lanzamiento de cilindros bomba, la contaminación de aguas, lo ataques contra

oleoductos y torres de energía. El desplazamiento es un comportamiento degradante al obligar a

un individuo a huir del sitio en el que había decidido residir y construir su vida laboral, social y

familiar, llegando a una lesión al derecho a no ser sometido a tratos crueles e inhumanos.

Otro de los aspectos del conflicto degradado, es que su ciclo de violencia se genera y se perfila

alrededor de un modelo de sociedad intrínsecamente conflictivo, que trae como consecuencia la

generación de movimientos sociales y políticos de todo orden de carácter no violento. Las sin-

salidas y baños de sangre en que estos movimientos se ven ahogados, generan a su vez las

variadas expresiones de rebeldía armada que todavía se prolongan y se acrecientan. De una

manera concreta, en el ámbito de las cifras, a junio de 2015 el conflicto armado interno de

Colombia ha dejado 7’643.282 víctimas, de las cuales 6’213.989 son desplazados. El dato

anterior conlleva a entender que por lo menos el 16% de la población colombiana ha sufrido

secuelas de la guerra. Estos datos son reportados de la Unidad Nacional de Victimas.

Según el informe Basta ya, en Colombia debido al conflicto armado hubo 220.000 muertos, de

las cuales 179.300, que representan al 81.5% fueron no combatientes o civiles y 40.700,

equivalentes al 18.5% fueron combatientes guerrilleros, paramilitares y fuerza pública. Es decir la

mayoría de las muertes violentas hacen parte de la población civil, de campesinos, indígenas,

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afrocolombianos y demás personas que no han tomado las armas. Por tanto, la necesidad de

acabar con la guerra es reducir el número de muertes de civiles.

Este horizonte del conflicto armado en Colombia, presenta la necesidad de una salida negociada y

no militarista y se puede concretar en tres causas a saber, en primer lugar la conciencia de la

derrota militar, en segundo lugar la necesidad del gobierno de normalizar el país y en tercer lugar

un cambio de estrategia. A propósito de estos planteamientos, constatamos que el gobierno de

Álvaro Uribe Vélez (2002-2010) negó la existencia de un conflicto armado en Colombia, y que

más bien existía una “amenaza terrorista” donde el estado era víctima y no actor del conflicto y

de ahí que el deber de la sociedad era respaldar al gobierno en una lucha contra “terroristas”. A

consecuencia de esto, se incrementó la acción militar con el apoyo del Gobierno de los Estados

Unidos por medio del plan Colombia y se representaron los más llamados “falsos positivos” que

eran ejecuciones extrajudiciales y a sangre fría de ciudadanos comunes, primero secuestrados o

levantados, cuyo cadáveres después se disfrazaban y se pretendía pasar como si fueran de

guerrilleros, paramilitares o traficantes caído en Colombia (Reveles, 2012). Por lo tanto, el

incremento de la acción militar reciente no disminuyo el conflicto, ms bien refuerza la necesidad

de una salida negociada.

Con respecto a la conciencia de la derrota militar que genera la pertinencia de un proceso de paz,

se reconoce que cada una de las partes no puede vencer militarmente a la otra. Esto no quiere

decir que el Ejército, el ELN, o las FARC estén derrotados, pero cada parte sabe que esta guerra

se puede prolongar por muchos más años pero no se va a lograr la derrota y el sostenimiento del

otro. Además considerar que el conflicto interno armado se resuelve si se logra “derrotar” al

adversario, se puede diluir la naturaleza especifica que conlleva la violencia política expresada en

el conflicto interno armado (Vargas, 2003).

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En cuanto a la necesidad del Gobierno de normalizar el país, el punto de partida es la paradoja de

Colombia al proclamarse “la democracia más antigua de America Latina” y declararse “Estado de

Derecho” tener casi 8.000.000 de víctimas de violaciones de derechos humanos y un despojo de

tierras de más de 8.000.000 de hectáreas. Por tanto, el país tiene una inestabilidad jurídica,

negando la esencia de la democracia, que es respeto a los derechos humanos y la garantía al

derecho de propiedad. Esta estabilización nacional, crea una situación de intranquilidad para los

grandes inversionistas, que necesitan hacer negocios que les brinde una seguridad jurídica y por

antonomasia que no tenga conflicto armado.

El cambio de estrategia, viene por los cambios políticos que se han presentado en los últimos

años en America Latina, las guerrillas como las FARC- EP, han tomado la decisión de finalizar

con la estrategia de la acción armada para la toma de poder, sin embargo esperan seguir haciendo

políticas sin armas integrados a la vida civil, y se deciden realizar este proceso de paz. “El

acuerdo en participación política considera hacer realidad la aplicación de estatuto para la

oposición, garantías efectivas para la actuación política de las organizaciones sociales y las

iniciativas ciudadanas y una circunscripción electoral especial territorial a favor de la población

de las zonas afectadas por el conflicto durante las últimas décadas” (Villaraga, 2016).

ECOLOGÍA Y CONFLICTO.

El conflicto armado colombiano, también ha tenido consecuencias ecológicas que se pueden

ubicar desde los ecosistemas estratégicos y los megaproyectos extractivitas que se desarrollan en

el país. En cuanto a los ecosistemas estratégicos, a finales del siglo pasado el Ministerio de

Medio Ambiente de Colombia reconoció como regiones ecológicas de importancia para el país la

Sierra Nevada de Santa Marta, la Serranía del Cocuy, el Eje Cafetero, el Piedemonte Amazónico

y el Macizo Colombiano. Por regiones aparecen: Cuenca de río Sinú, La Mojana del río San

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Jorge, en la región caribe; cuenca del río Atrato, Serranía Baudó Darién y el cañón de Dagua, en

la región pacifica; humedales y madres viejas del río cauca, valle geográfico del rio cauca,

Paramo Las Hermosas y Cerro de Patascoí, en la región andina occidental; Páramo de Sumapaz,

cuenca del alto Magdalena y Laguna de Totas, en la región andina oriental; cuencas de loso ríos

Arauca y Cusiana y corredor del río Guaviare, en la región de la orinoquía; lo mismo de la

Macarena, Trapecio Amazónico, Medio y Bajo Putumayo, Medio Caquetá y Medio Bajo Caguán,

en la región de la Amazonia.

Estos ecosistemas estratégicos han sido afectados por la violencia suscitada por el narcotráfico,

los grupos armados de la guerrilla y paramilitares y la violación de los derechos humanos, las

instituciones, la infraestructura física y los ecosistemas estratégicos. Ecosistemas como el Macizo

Colombiano, el Nevado del Huila, la Cordillera oriental y las selvas Amazónicas, son de gran

importancia por su producción hídrica y biodiversidad, pero son más conocidas porque sufren el

conflicto armado. Otro de los ejemplos recientes es el Cerro de Patascoí, que es famoso en el

ambiente nacional e internacional por las tragedias que se desencadenaron por el conflicto

armado.

El conflicto armado sumado al fenómeno del narcotráfico, desestabiliza la paz y genera fuertes

impactos ambientales contra los ecosistemas. El cultivo de la amapola constituye una de las

principales causas de deforestación en la cuenca del Alto Magdalena, en zonas que abarca los

parques nacionales naturales y alrededores, importantes por su producción hídrica y la

biodiversidad. También la erradicación de coca y amapola mediante la fumigación genera

problemas de contaminación hídrica y afecta de forma negativa los bosque nativos y la

biodiversidad, “situación que se agrava más con el deterioro del ecosistemas acuáticos debido a

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los derrames de crudo producido por actos terroristas contra la infraestructura petrolera (Olaya,

2003)”

Es decir, a consecuencia directa o indirecta del narcotráfico y el conflicto armado, la producción

agrícola merma de manera cuantitativa y cualitativa el aporte de los beneficios, funciones,

servicios ecológicos, económicos y sociales de los ecosistemas estratégicos, que se expresan en

formas de escasez que agudizan la violencia de los departamentos y regiones del país. Los grupos

armados guerrilleros, narcotraficantes y paramilitares tienen sus propósitos como grupo y su

territorialización es una base de su existencia y elemento integrante de sus directrices.

Los ecosistemas estratégicos de mayor relevancia ecológica, económica y social en Colombia son

escenarios directos e indirectos de varias formas de violencia. Se podría dibujar el mapa de los

ecosistemas estratégicos de Colombia en donde se encuentra estos lugares ecológicos de

importancia, aparecerían también el mayor control militar en bases, campamentos y movilización

tanto de guerrilleros, paramilitares, y narcotraficantes. Pero también podemos colegir que

teniendo en cuenta la importancia en el desarrollo ecológico y ambiental de los ecosistemas

estratégicos, están asociados con la confrontación armada que afectan la paz y la ecología del

país.

Buena parte del mapa del desplazamiento forzado en Colombia ubica que las zonas de donde se

expulsan colombianos de manera violentas, son aquellas en las que se ubican megaproyectos.

Algunos de ellos son:

- El canal seco Atlántico, Pacifico, las interconexiones con el ferrocarril Medellín –

Buenaventura y las carreteras del Pacifico a Medellín y Pereira.

- La carretera Urabá – Maracaibo.

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- La inter comunicación Rio de la Plata, Amazonas – Napa – Putumayo que comunicaría a

Tumaco con Manaos y Belén del Para conectando las costas Pacificas y Atlántica.

- La hidroeléctrica de Ituango en el nudo de Paramillo.

- La troncal del llano que se uniría con la carretera marginal de la Selva para comunicar por

tierra las fronteras venezolanas y ecuatorianas.

- En el Magdalena Medio troncal del Magdalena, zona franca industrial fluvial, tecnología

ambiental y un puente entre Barranca y Honda.

Existen ecosistemas dentro de la misma dinámica de guerra irregular del resto de Colombia,

zonas catalogadas como corredores, los cuales refieren a tránsito de armas, paso de ejército,

circulación de mercancía ilícita, zonas para repliegue de los grupos armados y aledañas a los

centros de decisión política. Los territorios que son ricos en recursos mineros y energéticos, son

lugares donde conviven diversos intereses y se convierten en primer momento en zonas de

disputa y en segundo momento, después de confrontación armadas en territorio de dominio del

grupo armado que se impuso.

Cabe resaltar, que dentro de la estrategia de lucha antisubversiva de militares y paramilitares, las

zonas en donde tradicionalmente se ubica la guerrilla con sus respectivas bases sociales de apoyo,

fueron objeto de enfrentamientos armados y de hostigamientos y masacres contra la población

civil por considerarlas como simpatizantes y colaboradoras de la guerrilla. “En este sentido, los

territorios son despoblados y repoblados al antojo de los actores armados. Las acciones de

expulsión no cesan sin embargo, pues las guerrillas intentan volver a ganar el centro de sus

antiguas zonas y continuamente despliegan acciones en este sentido (Bello, 2003)”.

Otro de los aspectos problemáticos dentro del conflicto armado colombiano es la instalación y

desarrollo de proyectos extractivistas mineros, con las implicaciones económicas, culturales,

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políticas o ambientales. Las propuesta extractivistas entran en conflicto con las dinámicas

sociales de pueblos indígenas y campesinos, convirtiéndolos en víctimas de los emprendimientos

mineros, porque afectan sus derechos territoriales, políticos, culturales y los sistemas legales

propios de los indígenas reconocidos por la Constitución Colombiana. Otra de las dificultades

son las consecuencias propias de su extracción como conflictos nuevos por la tenencia de la

tierra, apogeo de grupos armados ilegales por capturar una parte de la renta minera, demanda

crecimiento por el agua, contaminación de los suelos y del agua, daños al paisaje y al suelo entre

otros.

La economía colombiana ha incrementado la exportación de recursos naturales no renovables,

con un deterioro incontrolable del medio ambiente, debido al consumo doméstico de materiales

tratando de equipararse al de los países industriales. Esta supuesta aceleración económica, trae

consecuencias en la biodiversidad nacional, la contaminación de las aguas y el cambio climático.

En el año 2010 Colombia ya era el tercer país más afectado del mundo por los efectos del cambio

climático. “En el ensamble multimodelo de escenario de cambio climático se estima que para el

periodo 2011- 2040 Colombia tendrá una disminución de la precipitación entre el 10% y el 30%

en cerca del 20% del territorio nacional. La disminución se daría en la zona Andina y Caribe, que

son las regiones del país con mayor concentración de la población. Para el periodo 2017- 2100 se

acentuara la situación especialmente en la zona Caribe y con mayor énfasis en los departamentos

del Cesar, Bolívar, Sucre y Córdoba. Además se preven algunas zonas en donde la precipitación

incluso podría disminuir más del 30% (Leal, 2013). Los proyectos extractivistas están dentro de

los factores de desplazamiento forzado en Colombia.

Por último el tema de ecología y conflicto debe tener en cuenta la coyuntura nacional del

posacuerdo. El pueblo colombiano por varias generaciones estuvo en medio de la violencia, y

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quizá no aceptamos vivir sin ella. Por lo que es importante la justicia, la verdad, el perdón y la

reparación, con el fin de lograr una reconciliación posible dentro de la sociedad expresada en

actos de generosidad y de bondad para lograr el perdón y exigir de los victimarios ciertas

responsabilidades.

De una manera concreta, el Acuerdo de Paz con Las FARC-EP comprende la construcción de una

paz estable y duradera, que implica la participación del pueblo colombiano. Sin embargo no se

puede desconocer que estamos en un modelo que profundiza la inequidad y pobreza, que llega a

disuadir la convergencia interna entre los ámbitos urbano y rural hacia el desarrollo

socioeconómico, y es excluyente porque beneficia los grandes capitales que concentran la

propiedad. En el ámbito social, desconoce la participación productiva y de estabilización local de

los grupos sociales minoritarios y la mujer, no ofrece posibilidad de participación política con

una institucionalidad débil y poca legitimidad democrática.

Colombia ocupa el séptimo lugar en el ranking internacional de desigualdad, con un coeficiente

Gini de 53,5 según los datos del Banco Mundial a febrero de 2016. El 27,8% es el índice de

pobreza nacional y en el interior ese dato se constata que el 7% de los colombianos se encuentran

en la pobreza extrema. La pobreza urbana alcanza el 24.1% de los habitantes y la rural el 40.3%

de la población. Al analizar 318 fuentes hídricas que abastecen las cabeceras municipales, el

índice de vulnerabilidad hídrica al desabastecimiento presentó una alta probabilidad (IDEAM,

2015)

En cuanto a la sostenibilidad ambiental, el modelo de desarrollo colombiano lleva a un uso no

apropiado de los recursos naturales que pone en riesgo la biodiversidad, la conservación, el uso y

el manejo del agua, elemento transversal de la vida sobre el que se sustenta toda perspectiva

actual y futura de progreso económico y cultural. Pero la coyuntura neoliberal permite su

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explotación y contaminación de manera indiscriminada y desconoce los derechos humanos que

aluden al recurso del agua. Lo construcción de una paz estable y duradera pasa por erradicar las

causas estructurales del conflicto (Correa y Nova, 2016)

El proceso de posacuerdo debe tener en cuenta la importancia del ordenamiento territorial

democrático que suscite la preservación y la conservación de los recursos naturales, y la

protección de las culturas. La paz estable y duradera abarca la construcción de políticas de

redistribución de la tenencia de la tierra y acceso al agua. Es urgente repensar la explotación

minera energética, y potenciar la producción y la seguridad alimentaria. También se debe dar

reconocimiento político a las comunidades marginadas, víctimas de la violencia socioeconómica

por medio de la participación política y su derecho jurídico. Es pertinente la creación de

condiciones de una verdadera paridad participativa, siguiendo los principios de reconocimiento

de la pluralidad y de distribución equitativa de los recursos económicos.

El objetivo de considerar la relación entre posacuerdo y ecología, es por una parte reconocer la

relación que existe entre el modelo económico y la violencia y por otra parte, abogar por una

perspectiva comprensiva que integre las dimensiones ambientales económica, cultural, y social

del conflicto. El tema ecológico debe incluirse en una reforma rural integral, en la consolidación

de una sociedad democrática y en la reparación a las víctimas del conflicto armado. En el

momento que se propicien las “garantías de no repetición” se establecen las condiciones para la

realización autentica del derecho y del deber constitucional de la paz en Colombia.

La naturaleza es víctima del conflicto, debido a que en el capitalismo y la colonialidad, están

presentes la explotación y mercantilización de la naturaleza que se expresa en la biodiversidad,

seres humanos, fuentes hídricas, entre otras, es explotada, arrasada, industrializada, urbanizada, y

reconfigurada. La naturaleza aparte de ser el escenario donde se libra el conflicto, hace parte del

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botín de la confrontación. Comprender la dinámica de extracción, apropiación y mercantilización

de los bienes comunes es muy importante para entender el desarrollo del conflicto armado

colombiano y para entender la conflictividad que vendrá en el posacuerdo o posconflicto

(Avendaño y Urrea, 2013).

POSIBLES APORTES DE LA REFLEXION DE ECOLOGIA POLÍTICA AL

HORIZONTE DEL CONFLICTO ARMADO

Después de presentar la urgencia de un proceso de paz, y algunas implicaciones del conflicto en

el ámbito ecológico colombiano, en este apartado se busca interrelacionar algunos aspectos de la

ecología política que podrían dar pistas a la dimensión ambiental del conflicto armando y

posacuerdo. En el conflicto armado colombiano, encontramos la falta de la valoración ética

dentro de las valoraciones de la naturaleza, tanto en el daño ecológico de las confrontaciones

armadas, como en las víctimas y desplazamiento de indígenas y campesinos por megaproyectos y

el extractivismo.

Los daños ecológicos se derivan en una parte por la expansión de los cultivos ilícitos y por los

mecanismos aceptados para destruirlos como la fumigación de glifosato. También en Colombia,

la extracción de petróleo implica conflictos con las instituciones y las poblaciones, ya que los

daños ambientales y la invasión de territorios étnicos propicia la violación de los derechos

humanos por la respuesta opresiva a la resistencia de comunidades indígenas y poblaciones

campesinas. En cuanto a lo minero, en Colombia ejercen influencia en la política económica

minera las corporaciones mineras, agencias de cooperación internacional e instituciones

financieras internacionales.

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En lo concerniente a indicadores económicos y socio políticos, Colombia es considerada como

potencia en materia de recursos naturales estratégicos. En la producción de petróleo el país es el

séptimo proveedor de crudo a los Estados Unidos, es la segunda potencia biodiversa del mundo

detrás de Brasil, con un inventario entre 45.000 y 55.000 especies de plantas y 3389 especies de

reptiles, aves, anfibios y mamíferos, es el primer productor de esmeraldas del mundo y de oro en

Latinoamérica. Igualmente se extraen considerables cantidades otros minerales como plata,

platino, cobre, níquel, gas natural y carbón. Además Colombia es uno de los países del mundo

con mayores recursos en materia de bosques tropicales y de agua dulce gracias a su red de

cuarenta y cinco cuencas agrupadas en cinco áreas hidrográficas Caribe, Orinoco, Amazonas,

Pacifico y Catatumbo (Laviaux, 2005)

En simultáneo con la riqueza en recursos naturales encontramos graves problemas de inseguridad

política militar, y humana, esta última desde los énfasis económico, social y ambiental. Cabe

llamar la atención la marginalidad del tema en el tratamiento político, académico e incluso

societal del conflicto armado colombiano. Encontramos que en el tiempo de los gobiernos de

Andrés Pastrana y de Álvaro Uribe Vélez, el discurso gubernamental ambiental fue débil y

supeditado a la aplicación de la política de seguridad nacional, y a su vez amparaba la política de

seguridad de Estados Unidos. Es de resaltar que el gobierno de Álvaro Uribe Velez, negó la

existencia del conflicto armado en Colombia y se inculcó en los nacionales la idea de una

amenaza terrorista en donde el estado era víctima y no actor del conflicto, y era deber del

conjunto de colombianos respaldar al gobierno en esa “cruzada” contra los terroristas. Es decir

el discurso guerrerista no considero lo ecológico ni mucho menos los daños al medio ambiente.

Dentro del contexto colombiano, encontramos valoraciones de la naturaleza en función de lo

económico de la estrategia militar, en ocasiones con invocación de lo nacional, utilizando

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discursos mercantilistas y bélicos para destruir la naturaleza y manipular el entorno. Por una

parte, en un proceso de posacuerdo deben incluirse los valores estéticos, históricos y culturales de

la naturaleza y el reconocimiento de sus derechos. Los derechos de la naturaleza conllevan un

cambio radical en la racionalidad del ambiente, el desarrollo de la justicia. Por otra parte, es

importante llamar la atención, en el aporte de las cosmovisiones indígenas a este aspecto de

reivindicar la naturaleza y se pueden considerar importantes para ese aspecto de los valores de la

naturaleza (Gudynas,2011)

Las diferentes cosmovisiones de los indígenas, reconocen valores propios en el ambiente

inherente, que consideran a los otros seres vivos como agentes morales y políticos análogos a los

seres humanos. Recordemos que no solo se deben escuchar los mercados, ya que estos no son

seres ontológicos, se debe escuchar la tierra. Los indígenas U’wa, según sus creencias, Dios los

eligió para cuidar la tierra, y el hombre con el uso de pesticidas la contaminó y la tala de árboles

estarían planeando un suicidio.

El objetivo de la ecología política es analizar los conflictos socioambientales, y ofrecer

alternativas de solución frente a la perdida de la bioseguridad, el cambio climático y/o las

contaminaciones locales. Tiene su origen en la geografía humana y la antropología social, busca

estudiar como el poder político afecta en los conflictos socioambientales y en el surgimiento de

alternativas productivas locales con una racionalidad ambiental. También la ecología política se

ubica en el estudio del metabolismo social y en el análisis de los flujos de energía y materiales,

un ejemplo concreto es que el poder de las empresas llena un déficit de democracia local.

La relación que existe en la caminada entre sociedad- naturaleza repercute en los imaginarios

sociales. De ahí la pertinencia de tener en cuenta la perspectiva histórica de los pueblos y su

historia ambiental, y las relaciones de poder entre la humanidad y la naturaleza. El poder sobre la

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naturaleza implica por antonomasia poder sobre los seres humanos. La ecología política tiene en

cuenta el trinomio relaciones de poder poniendo en evidencia aspectos que el debate político

oculta que son los costos ambientales y la dinámica depredatoria de los recursos naturales. A

continuación en el marco del posacuerdo se podría sistematizar dentro de la ecología política son

la negación de algunas comunidades del Huila a proyectos extractivistas y las Zonas de Reserva

Campesina.

El consejo municipal de San Agustín, en el departamento del Huila, aprobó el acuerdo, por medio

del cual, prohíbe la construcción de proyectos hidroeléctricos, minería e hidrocarburos en su

territorio. Se trata de una decisión basada en la voluntad popular, que gestionó la ciudadanía con

el objetivo de defender un territorio de los daños que ya se ha visto que ocasionan los diversos

tipos de proyectos extractivistas en otros lugares de colombia.

Con esta medida, el departamento del Huila continúa consolidándose como una población que le

dice no a este tipo de actividades que irían en contra de la vocación agrícola propia. Tarqui ,

Pitalito, Oporapa, Acevedo, Altamira, Elias, El Agrado, y Timana, de esa misma región, se han

negado a la realización de actividades de este tipo mediante acuerdos autónomos. Cabe recordar

que la contraloría ha señalado por medios de informes que no existe la cantidad de regalías que

aseguras el gobierno por parte de la minería, y en cambio muchas empresas mineras declaran

renta en 0 pesos. A su vez, en áreas de reparar los graves impactos ambientales, están haciendo

obras públicas que realmente debe proveer el Estado.

Este panorama, debe hacer pensar al gobierno en consensos, ya que son varias las comunidades

que mediante la revisión de planes de ordenamiento territorial, la realización de consulta

populares y los acuerdos autónomos, han encontrados mecanismos constitucionales para defender

sus territorios, ante la negativa del gobierno en cuanto a debatir sobre el futuro y vocación de

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diversos lugares del país. El anuncio del municipio de San Agustín de parte del consejo llega

justo cuando el aparato estatal defiende la realización de proyectos mineros en los municipios del

Huila, argumentando su papel en el posconflicto.

Otro aspecto que puede ser alternativo para cuestiones prácticas de la ecología política es lo

concerniente a las zonas de reserva campesina, cuyo punto de partida es una promesa del

presidente Juan Manuel Santos que busca la formalización de pequeña propiedad agraria para que

los campesinos puedan trabajar la tierra. Esta propuesta subyace al reconocimiento que el

conflicto armado destruyó las condiciones productivas de las regiones afectadas que provocaron

el fenómeno del desplazamiento y el temor de los campesinos de volver a sus tierras.

A partir de la inquietud sobre qué hacer para que el retorno de los campesinos no los conviertan

en objetivo para los violentos, existen las zonas de reserva campesina, una figura de

ordenamiento territorial que tiene como finalidad entregar a los campesinos de bajos recursos

tierras del estado cultivables pero ociosas. Estas zonas han surgido en contextos de conflicto, y

buscan fortalecer la economía de la tierra por medio de un control del estado que exige a cada

propietario tener máximo 200 hectáreas.

CONCLUSIONES

En estas conclusiones buscamos presentar alternativas para continuar con la reflexión entre

ecología política y el proceso de posacuerdo colombiano, con miras a dialogar con la temática

propuesta en el seminario de la Dimensión Internacional de la problemática ambiental, se

propondrán tres tópicos de reflexión para presentar una epistemología de los argumentos

presentados en el ensayo. En primer lugar, tener en cuenta el aporte de la Encíclica Laudato si,

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en segundo lugar la inserción de la categoría de memoria social, pasado reciente e historia

reciente, y en tercer lugar la nación del buen vivir.

Uno de los riesgos concretos que tiene el horizonte del posconflicto colombiano es que se pase

del daño ecológico de la confrontación armada al daño ecológico de los grupos paramilitares y de

las multinacionales aliadas con el gobierno para sacar adelante proyectos extractivitas

contaminantes.

La noción de buen vivir, que han asumido otros pueblos latinoamericanos es una apuesta

epistemológica para el proceso de posconflicto desde su clave ecológica. Todos los pueblos

indígenas consideran aspectos comunes sobre el “buen vivir”, que tiene en su campo semántico

conceptos como plenitud, armonía con los ciclos de la madre tierra, equilibrio y respeto con el

cosmos. Aunque estos conceptos refieran a ese buen vivir planteado por la sabiduría ancestral de

América Latina, ya que el proceso de extrapolación es reductora con el verdadero significado

para los indígenas.

El buen vivir, dentro de los urgentes reajustes que necesita el país para pasar del posacuerdo al

posconflicto y la paz estable y duradera, conlleva cambios profundos en el desarrollo, no solo

desarrollos alternativos que mantengan las mismas aristas de la racionalidad neoliberal de

concebir el progreso, el uso de la naturaleza y las relaciones con el prójimo. Es decir, pasar de

desarrollo alternativo en palabras de Arturo Escobar a “alternativas al desarrollo”.

En el caso concreto colombiano, en el proceso de participación social y ciudadana que urge un

proceso de paz, no podemos dejar a un lado el papel de tradiciones culturales negras, de los

indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta en cuanto a la construcción nacional del Buen

Vivir. Además, como Nación inspirados en la memoria social e historia reciente buscar

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alternativas de mercado, que no impliquen víctimas y excluidos como las que se han trazado en el

país.

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