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EL MOVIMIENTO ECUMÉNICO Y EL PROBLEMA RACIAL el pastor WYA? V~SSER’T HOOFT UNESCO PARIS

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EL MOVIMIENTO ECUMÉNICO

Y EL PROBLEMA RACIAL

el pastor WYA? V~SSER’T HOOFT

U N E S C O P A R I S

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LA CUESTION RACIAL Y EL PENSAMIENTO MODERNO

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En la misma colección:

La Iglesia católica y la cuestión racial

El pensamiento judio como factor de civilización por el Rvdo..P. YVES M.J. CONGAR, O.P.

por LEON ROTH

En la colección La cuestión racial ante la ciencia moderna:

Los mitos raciales

Raza y psicologia

La mèzcla de razas

por JUAN COMAS

por OTTO KLINEBERG

por HARRY L. SHAPIRO

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Acubado de' imprimir en abril de 1954 en la imprenta M. Blondin, París,

por la Organizacidn de las Naciones Unidas para lu Educacidn la Ciencia g la Cultura, 19, au. Kléber, Paris

SS 54 IX 35

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I N D I C E

Introducción . . . . . . . . . . 7

LOS HECHOS

,Antecedentes históricos . . . . . . . 10 Las iglesias y la cuestión racial en los Estados Uni- dos de América . . . . . . . . . 17

Las iglesias y la cuesti6n racial en la Unión Sud- africana. . . . . . . . . . . -30

Las iglesias y el racismo nacionalsocialista. . . 36 L a actitud de las diversas iglesias . . . . . 42 L a voz de las conferencias ecumhicas. . . . 47

LOS PROBLEMAS

La Iglesia suprarracial . . . . . . . 54 La concepción cristiana de la raza. . . . . 56 Las relaciones interraciales y la vida social . . 59 Teoria y práctica. . . . . . . . . 62 El problema de las iglesias Btnicas. . . . . 64 , L a futura labor . . . . . . . . . 68

Bibliografía . . . . . . . . . . 71

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INTRODUCCION

Hemos dado por titulo al presente folleto tEl movimiento ecumCnico y el problema racial>. El movimiento, cuya posición trata de recoger este opúsculo, es característico de la vida cristiana de nuestros dias por cuanto engloba varías iglesias diferentes; el Consejo Ecuménico de Igle- sias representa en la actualidad a más de ciento sesenta iglesias protestantes y ortodoxas del mundo entero. Los puntos de vista fundamentales de estas iglesias y las con- vicciones que las guían en esta materia se exponen breve- mente en las páginas que siguen, porque en el espacio de que se dispone no es posible precisar en todos sus detalles algo tan complejo como la actitud de las iglesias ante el problema racial.

PLAN GENERAL

Unas palabras necesarias para explicar la estructura del presente estudio. Comenzamos por una breve historia de los principales contactos entre cristianos protestantes de raza blanca y cristianos protestantes de otras razas, sobre todo africanos, durante los siglos XVIII y XIX. Esta rápida exposición del papel que desempeñó la iglesia en los tiem- pos de auge y decadencia de la esclavitud y en la Cpoca de expansión de las misiones tiene importancia decisiva en la obra, por cuanto trata de los años en que por pri- mera vez se vieron negros y blancos en contacto coti- .diano. Estudiamos despues la situación actual en las iglesias de los Estados Unidos de Am6rica y de la Unión Sudafricana. En estos dos paises, las iglesias cristianas, y especialmente la protestante, se ven en nuestros dias colocadas frente a gravisimos problemas y al mismo tiempo ante Ias posibilidades mAs amplias en lo que atañe a relaciones interraciales. Tratamos luego de una situacibn bastante distinta: la

actitud de las iglesias en ta lucha contra el racismo nacio-

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nalsocialista en Europa. El problema general de las rela- ciones entre cristianos y judíos no es esencialmente una cuestión racial, pero en ese caso particular las iglesias habían de enfrentarse a una ideología racista que les obligaba a adoptar una actitud sobre la cuestión racial. Presentamos después el problema de las relaciones inte-

rraciales tal como se plantea a todas las iglesias, aunque se presta particular atención a los países de Africa Orien- tal y de Asia.

Terminamos la primera parte con un breve resumen de lo dicho sobre la cuestión racial en las conferencias ecu- m&nicas durante los cuarenta años Últimos. En toda esta primera parte procuramos así exponer brevemente la actitud en que se han colocado las iglesias respecto a la cuestión racial. En la segunda parte tratamos de plantear la cuestión

de la raza desde el punto de vista de la teología cristiana, partiendo del criterio de que sólo puede hablarse de iglesia y cuestión racial en el terreno en el cual la propia iglesia concibe su genuina naturaleza. Procuramos definir lo que significa la noción de raza con arreglo al Evangelio, y examinar las consecuencias que de ello se siguen para las relaciones interraciales en la sociedad en general y la responsabilidad de la iglesia en tales relaciones. Estudiamos despuCs uno de los principales problemas

que se plantean a las iglesias como tales; la cuestión de si puede o no justificarse, conforme a la revelación biblica, la existencia de iglesias separadas en estructuras diversas según criterios étnicos; y por último tratamos de indicar cuál habrá de ser la misión de las iglesias en cuanto a las relaciones interraciales en las perspectivas que para el porvenir se esbozan.

TERMINOLOGiA I

Se refiere el presente estudio a una cuestión tan compleja que no siempre resulta totalmente adecuado el empleo de la palabra %raza,, porque el uproblema racial, que se plantea a las iglesias es, más que una cuesti6n biolbgica, un problema sociológico en el que intervienen factores teológicos, culturales y psicol6gicos. Sin embargo, el pro- blema racial se presenta en muchos paises como un pro- blema étnico y seria vano artificio tratar de establecer

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precipitadamente una distinción tajante entre ambos casos. Nos damos perfecta cuenta de que el término, así empleado, es eacientificoB, pero creemos que es inevitable mientras las diversas ciencias no hayan logrado darle una definición común y universalmente aceptada. Utilizando así la palabra raza en su acepción más gene-

ral y popular, contamos al menos con la ventaja de subrayar el nexo que une el problema de las relaciones. interraciales a los problemas que plantean las relaciones entre naciones, clases y otros grupos sociales. El conflicto racial no difiere esencialmente de otras formas de con- flicto entre los hombres. Todos ellos son sintomas de la sehsación de inseguridad y de la reacción de egoismo que caracteriza la condición humana. Todos ellos deben ser superados por la fe en Cristo, que ofrece al hombre una seguridad que le permite tratar al prójimo como a su hermano.

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LOS HECHOS

ANTECEDENTES HIST~RICOS

La mentalidad contradictoria del siglo XVlll.

El siglo XVIII fué la época en que, por la actitud inhumana de los blancos hacia las otras razas, se sembraron los gCrmenes de que habían de surgir las tensiones raciales del mundo moderno. Pero fué al mismo tiempo la Cpoca en que esporadicamente comenzó a tomar cuerpo un nuevo gentido de la responsabilidad interracial. La trata de esclavos, con todos sus horrores, estaba en

su apogeo. Pero al mismo tiempo habia ya personas que no sólo hablaban vagamente de los derechos del hombre, sino que eran partidarios de llevarlos a la práctica. Jef- ferson, por ejemplo, estimaba que amantener en la escla- vitud a seres humanos nacidos con derechos iguales a los nuestros y que nada más difieren de nosotros en el color de la piel, no es s6lo una injusticia bárbara y cruel, sino una vergüenza*>. Pero no consigui6 convencer a sus compatriotas. Samuel Johnson era cenemigo declarado de la esclavitud en todas sus formas,, pero Boswell. su admirador y bihgrafo, consideraba que la abolición de Ia trata de esclavos <cerraria a la humanidad las puertas .de la misericordiab. En novelas y obras podticas se en- comiaba al cbon sauvage,, pero cuando los misioneros moravos convertían a esclavos negros, se los acusaba de uenseñar a los negros a ser mejores cristianos que sus dueños%. En la vida de las iglesias de Europa y de América ob-

servamos la misma mentalidad Contradictoria. La mayo- ría de ellas habia perdido todo sentido de la naturaleza suprarracial del cristianismo. Algunas de las antiguas

I, Tomado de las Memorias de Philip Mamei, en: Hellen Hill, George Mason,

2. Lale o/ Dr. Johnson, Everyman’s Edition, vol. II, p8gs. 146-148. 3. Spangenberg, 1,eben von Zinzendorf, 1774, pag. 1171.

Cambridge (Estados Unidos de America), 1938, p8g. 218.

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iglesias de Asia y de Africa habían desaparecido virtual- mente. Poco o nada se sabia de las que subsistían. Los escasisimos cristianos que se consagraban a actividades misionales eran considerados como fanáticos. Desde el punto de vista del Occidentc, el cristianismo parecía ser la religión de los blancos, mientras las razas de color parecian representar el mundo pagano. En una época de formalismo eclesiástico, pocos eran los hombres de espí- ritu clarividente y visión cristiana capaces de orillar esa identificación inconsciente de religión y raza. En aquellos tiempos, la separación se basaba más en

la religión que en el color, como lo demuestra el hecho de que los pocos negros cristianos que vinieron a Europa fueron cordialmente acogidos. Cuando Zinzendorf volvió de las Indias Occidentales en 1739, llevó consigo a Ale- mania a un negro cristiano ccpara que visitara las congre- gacionesl,. Analogamente un negro de la Costa de Oro estudió en Leyden y fué ordenado ministro de la Iglesia reformada holandesa. Uno de sus compatriotas obtuvo el titulo de doctor de la Universidad de Halle. Philippe Quaque, de la Costa del Cabo, estudi0 en Inglaterra y fu6 ordenado en la Iglesia anglicanaQ. La trata de esclavos se extendi6 en el siglo XVIII con

enorme rapidez. Hoy en día resulta incomprensible que tantos eclesiásticos participaran en la defensa de la escla- vitud e incluso de la trata de esclavos. Pero aquel siglo también produjo profetas cristianos que elevaron su voz contra prácticas tan inhumanas y fueron precursores de la lucha contra los prejuicios raciales. Uno de los pri- meros fué John Woolman, cuáquero americano que con- sagró gran parte de su vida a tratar de convencer a sus compatriotas de que d a libertad es un derecho natural de todos los hombres por igual, y de que la esclavitud es un mal porque Icq africanos ccson seres humanos cuyas almas son tan valiosa: como las nuestras%. Otro cub quero americano, Anthony Benezet, escribió en 1771 un folleto contra la esclavitud, que en Inglaterra inspiró a Thomas Clarkson el impetu con que durante toda su vida luchó contra la esclavitud. El renombrado tedogo eongregacionalista Samuel Hopkins insistió en 1776 ante

,

I. Spangenberg. ob. cit., pag. 1181. P. Groves, The Planting of Chn'stlanity tn Alrica, pilgs. 151, 175. 3. John Woolman. JouTnal, Everyman's Edition, pag. 54.

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el Congreso continental en la necesidad de emancipar a todos los esclavos africanos. En la Gran Bretaña, John Wesley intervino en la gran controversia con su obra Thoughts on Slavery. Su opinión a este respecto se halla expresada en la carta que pocos dias antes de morir escribió a Wilberforce, animándole a proseguir la lucha: <Continuad, en nombre de Dios, y apoyado en su poderio, hasta hacer desaparecer la esclavitud americana, la m8s vergonzosa que vieron los siglosi.,

La lucha contra la esclavitud.

La primera victoria importante en la lucha contra la esclavitud se debió al infatigable esfuerzo de cristianos británicos. También en este caso fueron los cuáqueros los precursores, pero los dos hombres que lograron mo- vilizar la opinión publica contra la trata de esclavos fueron Granville Sharp y William Wilberforce. Sharp, que fundó la <Sociedad para la abolición de la trata de esclavos, y consiguió establecer el principio de que todo esclavo que llegara a territorio británico quedara auto- maticamente en libertad, era nieto del arzobispo de York del mismo nombre y fu6 uno de los principales funda- dores de la British and Foreign Bible Society. Wilber- force era uno de los dirigentes de la secta llamada de los (Clapham,, grupo de evangélicos de la Iglesia de Ingla- terra que emprendió múltiples actividades de espíritu cristiano y humanitario e influyó considerablemente en la formación del movimiento misional moderno. Inició su campaña parlamentaria contra la trata de esclavos en 1787 y no cejó en su empeño, a pesar de los reveses que sufrió y de las burlas de que fué objeto, hasta que por fin, en 1807, quedó oficialmente abolida la trata en todo el territorio del Imperio británico. La argumenta- ción de Wilberforce estaba claramente fundada en mo- tivos de orden religioso. En un discurso pronunciado en 1789 decía francamente: (El principio en que fundo la necesidad de la abolición no es la politica, siiio la jus- ticia?., Y en 1792 añadía: (Hay personas que reconocen sin reservas que la religión, la justicia y la humanidad

i. Luccok y Ilutchinson. The Story of Methodism, Nueva York. pBg. 205. 2. Memoria de Wilberforce, en Wllber/orce: o practical view, Londres,

1837, pSg. 28.

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exigen la abolición de la trata de esclavos, pero alegan que no tienen mhs remedio que oponerse a esta medida, porque perjudicia a los intereses nacionales. Espero y confio que no habremos de oír esta noche semejante argumentación, que equivaldría a plantearnos un dilema entre Dios y M a m m ó n y a dar preferencia a éste, a des- tronar el Ordenador moral del universo y a rendir culto al idolo del interés's.

Después de combatir la trata de esclavos, hubo que combatir la misma esclavitud. Wilberforce fué nueva- mente uno de los primeros en hacer oír su voz. Poco antes de su muerte, la ley de abolición de la esclavitud quedaba aprobada en segunda lectura en la Chmara de los Comunes. La (familia de los emancipadoress cuenta con otros muchos nombres famosos. Sólo podemos men- cionar aqui a John Smith, misionaro de la London Mis- sionary Society (Sociedad de misiones de Londres), que se consagró totalmente a los esclavos de Demarara y, aunque les aconsejó no recurrir nunca a la violencia, fué acusado de promover el descontento entre ellos y murió en la chrcel en 1824. Su muerte Caus6 profunda impresión en la Gran Bretaña y fué, como dijo lord Mor- ley, fatal para la esclavitud en las Indias Occidentales @. En los Estados Unidos de América, las opiniones de

los cristianos siguieron profundamente divididas largo tiempo respecto a la esclavitud. D e hecho, ciertas igle- sias que a fines del siglo XVIII o comienzos del XIX se habían opuesto claramente a la esclavitud se vieron en la imposibilidad de mantener esa actitud en los decenios ulteriores pues los partidarios de la esclavitud defendían su tesis con redoblada energia, debido principalmente a los cambios ocurridos en la situación económica de los Estados del Sur. Esto indujo en los del Norte a la for- mación de las sociedades antiesclavistas; y en no pocas iglesias surgieron graves conflictos sobre los fines y los métodos de tales sociedades. En esos debates, numerosos dignatarios eclesihsticos, sobre todo en el Sur, aunque no allí exclusivatnente, trataron de defender la escla- vitud basándose en motivos de orden teol6giço. Sin em- bargo, entre los promotores del movimiento antiescla- vista no faltaron eclesihsticos de renombre como Henry

1. memoria de Wilberforce, en Wilberforce: a practical vgew, Londres,

O. Kathleen Simon, Slavery, Londres 1930. pkg. 218. pkg. 34.

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Ward Beecher y Theodore Parker. Harriet Beecher Stowe (hermana de Henry Ward Beecher) tuvo, durante un oficio religioso en Nueva Inglaterra, la inspiracidn de escribir La cabaña del tio Tom. La impresión que causb en ambos bandos fu8 tan profunda que en varias iglesias se produjo una escisión. Algunas sólo han vuelto a re- cobrar su unidad en nuestros dias, y otras aún siguen divididas. No es fácil evaluar serenamente lo que los cristianos

de AmCrica del Norte han hecho respecto a la esclavitud. Henry Wilson, a quien debemos la exposición más deta- nada del desarrollo y la decadencia de la esclavitud en Norteamérica, llega a la conclusión de que las grandes organizaciones eclesiásticas y misionales vacilaron y cedieron, pero una minoria combativa m o dejó nunca de proclamar su oposición,, por lo que puede afirmarse que eel antiesclavismo nació del seno de la fe cristiana,'.

Las iglesias, las misiones y el progreso de las razas atrasadas.

Booker T. Washington, el gran dirigente negro en los dias que siguieron inmediatamente a la abolición de la esclavitud, dice en su autobiografía: tSi no hubiera ha- bido ninguna otra consideración para persuadirme del valor de la vida según los principios cristianos, la obra cristiana que las iglesias de todas Ias confesiones han llevado a cabo en Norteamérica durante los treinta y cinco años Últimos en favor de la elevación del negro habría hecho de mi un cristiano2.2 Y Alan Paton, ha- blando de la aparición de una nueva categoria de inte- lectuales africanos, escribía: ase debe en gran parte a los misioneros cristianos3~. ¿Puede decirse que las igle- sias y misiones cristianas hayan adoptado deliberada- mente el principio de asignar plenamente a las razas no blancas el lugar que les corresponde en la vida del mundo? La respuesta es negativa por cuanto no han proclamado firmemente una filosofia 'política determi- nada, pero positiva en el sentido de que su labor de

'

1. Henry Wilson, Rise and Fall or the Slave Power in AmenCa, vol. III,

2. u p from slavwy, The World's Classics, i945, pdg. 143. (Primera edici6n

3. Alan Paton. South A/ricu Today, Public Anairs Pamphlet, t951, pbg. 33.

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PdgS. 718-719.

en 1901).

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educación y evangelización contribuyó poderosamente al progreso de las diversas razas con las que se pusieron en contacto; y de que, como consecuencia inevitable de su propia labor, fueron en múltiples casos los defensores de los derechos del hombre de esas razas. La relación entre el interés estrictamente misional y

las preocupaciones de carácter general humanitario se observa especialmente en la vida de David Livingstone. Había salido para Africa del Sur como misionero de la London Missionary Society en 1847, y la obra de evan- gelización siguió siendo el fin esencial de sus actividades, pues en 1850 escribía: uSoy misionero de corazón y de espíritu. Espero consagrar mi vida a esta obra y morir a su servicio'., Sus primeros viajes tuvieron por objeto descubrir nuevas regiones para la obra misional. Pero en esos viajes no tardó en ver todos los horrores de la trata de esclavos en los países árabes. Y pronto estuvo uconvencido de que los principales obstáculos con que tropieza la propagación del Evangelio radican, más que en la voluntad hostil de los individuos, en los grandes males sociales de la sociedad africanab. En adelante, todos sus viajes tuvieron por objeto librar a los africanos de esos males. Al abrir las puertas del continente afri- cano a un comercio legítimo podría ponerse fin al comer- cio en seres humanos, y se crearía así una situación que permitiría el trabajo eficaz de las misiones. L a tarea esencial inmediata era por consiguiente la abolicidn de la trata de esclavos. Así decía al final de sus dias: aSi 10 que he revelado pudiera conducir a la supresión de la trata de esclavos en la costa oriental, lo estimaría como una hazaña mayor que el descubrimiento de todas las causas3.p L a vida de Livingstone constituye, en muchos sentidos,

una excepción; pero la alianza del propósito evangeliza- dor con el interés activo por el bienestar y el progreso de los pueblos de Africa y de Asia ha seguido caracterizando a las tendencias predominantes del movimiento misional. Podrían citarse ejemplos de muchas partes del mundo, pero como recientemente se ha publicado un estuldio sumamente detallado de la influencia de las misiones sobre el régìmen colonial en Africa Oriental, estudio

i. Blaikie, The Life 01 David Ltvtngstone, 1906, pdg. 104. 2. Roland Oliver. The MfssionaTy FactoT in East .4f~ica. 1952, pdg. 10. 3. Blaikie, oh. cit., pdg. 359.

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escrito por un historiador profesional1 sin relación con ninguna obra de misiones, preferimos tomarlos de la mencionada región. Muestra el Sr. Oliver que, cuando la poderosa influen-

cia del Occidente comenzó a transformar la vida africana, <los misioneros se vieron obligados a entrar en la escena política y a proteger con medidas que ya no podían ser meramente espirituales lo que para ellos eran los inte- reses de la Iglesia africana. Esta acción los llevó a ejer- cer, en el desarrollo de una nueva fase de la política colonial, una influencia, que ningún historiador del Africa Oriental puede desconocer%. Describe despuCs el autor la paciente y eficaz campaña que llevó a cabo J. Oldham, del Consejo Misional Internacional, con per- sonalidades de la iglesia y de la administración civil, ganadas por él a la causa de una política auténticamente progresiva. Ya hacia 1920 los directores de diversas mi- siones insistían en ciertos puntos esenciales, precisa- mente los mismos de que tanto se oye hablar en nuestros días: el problema de las reservas, la seguridad en la tenencia de tierras, la proporción de tierras cedidas a los europeos, las consecuencias del contacto con la civi- lización occidental para la organizacih tribal, la ade- cuada representación de los intereses de los indígenas en el gobierno del paíss. El gobierno cedió respecto a varios de estos puntos, pero muchos de los conflictos y padeci- mientos registrados en los decenios siguientes habrían podido evitarse si se hubiera aceptado en mayor medida la tendencia que propugnaban las misiones. Otra aportación esencial de las misiones al progreso

de los pueblos de Asia y de Africa es su labor educativa. .Oldham decía en 1923 que <en algunas de las colonias y protecforados británicos en Africa toda la obra de edu- cación indígena se lleva a cabo en las escuelas de las misiones; y en la mayor parte de los demás territorios hacen las misiones las nueve dCcimas partes de la labor4. Lo mismo podría decirse de otras regiones de Africa y de algunas de Asia. Los gobiernos se ocupan ahora más de la enseñanza que en 1923, pero aún hoy día puede decirse que la educación es una responsabilidad

1. R. Oliver, ob. dt. 2. Id.. ibid., pdg. 247. 3. Id.. tbfd., phg. 255 4. Id.. ibid.. pdg. 268.

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que incumbe en proporción considerable a las misiones. La obra educativa ha permitido a iglesias y misiones

formar dirigentes cuya influencia ha rebasado en m61- tiples casos el ámbito de su iglesia respectiva, que se han hecho portavoces de su raza ante el mundo entero y han luchado por promover la comprensión interracial. Difícil seria excederse en el encomio de lo que hombres como Aggrey en Africa, K.T. Paul, S.K. Datta y Azariah en la India y Kagawa en el Jápon han hecho por demostrar que todas las razas contribuyen con su aportación propia a la vida común de la iglesia y de la humanidad en SU conjunto.

LAS IGLESIAS Y LA CUESTIÓN RACIAL EN LOS ESTADOS UNIDOS DE AMERICA

Gunnar Myrdal tituló su conocido libro sobre la situación de los negros en la vida norteamericana The American Dilemma (El dilema norteamericano). Existe este dilema, a su juicio, a causa de la discrepancia entre los ideales que casi todos los norteamericanos profesan y las prác- ticas que realmente siguen en las relaciones entre grupos raciales. Myrdal reconoce la influencia considerable del cristianismo en la formación de lo que se ha llamado el ecredo norteamericano,, pero indica también que Jas iglesias de los Estados Unidos de America se han visto colocadas ante el mismo dilema: proclaman que todos los hombres tienen igual dignidad y valor a los ojos de Dios, que todos necesitan en igual medida de la reden- ción ofrecida en Cristo, pero al mismo tiempo admiten muchísimas de las prácticas usuales de la comunidad en generali.

Iglesias exclusivamente para negros.

La mayoría de los negros norteamericanos son cristianos protestantes. Probablemente 8.300.000 de los 14 millones

i. El problema de iglesias y razas en los Estados Unidos de America com- prende los que plantean las relaciones entre norteamericanos blancos de origen europeo y norteamericanos de raza negra o pertenecientes a gru- pos Øtnicos japones, chino o Indio. como el problema esencial es, sin embargo, el de las relaciones entre negros y blancos, nos limitam" aquí a tratar dnicamente de este aspecto de lo euestibn.

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de negros de los Estados Unidos de América pertenecen . a iglesias cristianas; aproximadamente 8 millones son protestantes y. de estos 8 millones, unos 7.500.000 per- tenecen a confesiones exclusivamente para negros'. Estas confesiones integradas por negros tienen su origen en el periodo que siguió a la guerra de Secesión, época en que muchos de los esclavos recién emancipados se incorpo- raron a las iglesias. En su inmensa mayoría, los negros protestantes son baptistas o metodistas. Las principales confesiones para negros están organizadas nacional- mente, con estructura m u y similar a las de las respecti- vas confesiones constituídas por blancos. Entre la iglesia de negros y la iglesia de blancos de la misma confesibn no hay diferencias considerables en materias de fe o de doctrina, ni en las formas del culto. En toda la vida de la comunidad negra ha tenido y

sigue teniendo una influencia considerable su propia iglesia cuyos dignatarios son, en muchos casos, diri- gentes de la comunidad. Se ha dicho más de una vez que tales dignatarios oponen cierta resistencia a la formacibn de iglesias sin distinción racial, en las cuales podrian verse privados de su posición influyente. No deja sin embargo de ser significativo que en 1944 cien dignatarios de iglesias negras publicaron una declaración en la que afirmaban: cLa libertad de cultos, si algo significa, es la libertad de rendir culto a Dios por encima de las fron- teras de raza; la libertad de todo hombre y toda mujer para escoger la iglesia que prefieran, sin distincih de raza. La iglesia tiene que ser real y potencialmente la iglesia para todos, sin distinción de raza ni de color, o tiene que dejar de proclamar la doctrina de la paternidad de Dios y de la fraternidad de los hombres2.2 Puede afirmarse con certeza que las iglesias de negros existen en los Estados Unidos de América porque los negros no tienen grandes esperanzas de ser acogidos sobre una base de igualdad, como hermanos cristianos, en la mayoria de las iglesias protestantes; y en muchísimos casos los he- chos corroboran aquel sentimiento. El problema del negro en las iglesias norteamericanas

es así, como en el país en general, más que un problema de 10s negros, un problema de los blancos, pues Cstos son

i. Frank Loescher, The Protestant Church and the Negro, Nueva York,

2. Cítado por Pope en: Surwegl Gmphtc, enero de 1947. pbg. 103. 1848, pdg. 51.

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quienes dominan, no sólo en la vida social, politica y econbmica, sino tambih en la vida eclesihstica. Todo cambio efectivo de la situación dependerá en gran medida de una modificación de las actitudes y prácticas de la mayoria blanca. Los cristianos blancos se encuentran constantemente ante el problema de conciliar los princi- pios de igualdad que profesan con las prácticas de segre- gaci6n. Como ha dicho James Weldon Johnson, <de la cuestión racial depende la salvacidn corporal de la Amé- rica negra y la salvación espiritual de la blancaB. En el terreno espiritual es donde se desarrolla el conflicto para los cristianos protestantes, que se dan cuenta de su res- ponsabilidad en la situación actual de sus iglesias.

La condicidn de los negros en las iglesias de los blancos.

Unos 500.000 negros norteamericanos pertenecen a con- fesiones en que predominan los blancos. Pero esto no quiere decir que los domingos por la mañana medio millón de negros se reúnan en la iglesia con sus herma- nos blancos. En su inmensa mayoría, aquellos forman parte de congregaciones negras. Dos confesiones, la de los metodistas y la de los <discípulos de Cristo,, tienen una organización que equivale a una separación nacional para las iglesias de los negros, aunque estos tambidn esthn representados en las asambleas eclesihsticas nacio- nales constituidas con criterio interracial. E n la mayoria de las demás iglesias, las congregaciones de negros tienen representantes locales y regionales, así como en !as asam- bleas nacionales en que se reune la iglesia. Esto puede afirmarse en lo que se refiere a la Iglesia baptista, a la Unión luterana y a la Iglesia episcopal protestante. Los presbiterianos de los Estados Unidos de America y los congregacionalistas presentan en su organización la ano- malia de tener sinodos o asociaciones exclusivamente para las iglesias de los negros en el Sur y admitir la integración en el resto del pais, lo cual significa que la mayoría de los eclesiásticos y de las personalidades se- glares de raza negra no se reúnen con sus hermanos blancos sino en las asambleas nacionales o regionales de sus confesiones respectivas. Sin embargo, en proporcidn m u y reducida, aunque sig-

nificativa, hay tambidn negros que pertenecen a congre- gaciones de blancos. En un estudio publicado en 1948,

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Frank Loescher señalaba que su número no excedia de 8.000, es decir, del 1 por mil de los cristianos protestantes negros. Indica el mismo autor que en seis de las confe- siones cuya situación ha estudiado, sólo el 4,8 % de las iglesias locales estaban organizadas sin discriminacibn racial. Un estudio de fecha más reciente, sobre tres con- fesiones (Unión luterana, iglesias cristianas congregacio- nales e Iglesia presbiteriana) indica, no obstante, que aproximadamente el 10 % de las congregaciones de estas iglesias tienen fieles pertenecientes a más de una raza. L a diferencia que se observa en las estadisticas se debe, en parte, a haberse estudiado iglesias distintas, pero quizá también a que la situación no ofrece en los Estados Uni- dos de América rasgos constantes, sino que va cambiando poco a poco, pero claramente. N o es posible indicar el ritmo exacto del cambio, porque no se dispone de cifras, pero la realidad del cambio es bien evidente.

Por consiguiente, aunque en reducido número, existen en los Estados Unidos de América congregaciones inte- rraciales, y los estudios llevados a cabo prueban que su número aumenta constantemente. Ciertamente, muchas de ellas están situadas en regiones donde hay relativa- mente pocos negros y donde son generalmente mejor acogidos por la comunidad en su conjunto y están mis integrados en su vida, señaladamente en Nueva Ingla- terra y en la parte norte del Estado de Nueva York, donde generalmente se considera que los negros son tratados con mayor simpatia. Los datos recogidos por Loescher muestran que, ya en 1948, 465 de las 4.000 congregacio- nes episcopales protestantes y cerca de 400 de las 5.000 iglesias cristianas congregacionales contaban con uno o varios fieles <de colon (incluyendo a los orientales y a los mexicanos, asi como a los negros). L o mismo podia decirse de 367 iglesias baptistas de los Estados del Norte y de 73 iglesias presbiterianas unidas.

'

El papel de las iglesias en la educacidn de los negros.

Antes de que se promulgara la ley de emancipacibn, las iglesias norteamericanas desempeñaron un papel impor- tante en el movimiento abolicionista de la esclavitud y pu- blicaron mliltiples declaraciones sobre esta materia; pero fueron m u y pocas las ocasiones en que, entre 11165'~ 1914, adoptaran una actitud definida respecto a la cue*

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tión racial. No quiere decir esto, sin embargo, que se mantuvieran en la inactividad. El director del departa- mento de relaciones culturales y raciales del Consejo Na- cional de las Iglesias de Cristo en los Estados Unidos de América escribe a este respecto: uEl amplio programa de educación de los negros que

las iglesias han desarrollado aproximadamente desde 1865 hasta nuestros días en los Estados del Sur es la más elocuente de todas las pruebas. Ese programa educativo entrañaba una actitud respecto a las relaciones interra- ciales. Ese programa afirmaba, en favor del negro, la igualdad de derecho a la educación y de posibilidades económicas y sociales en una sociedad que imponía la segregación racial de los negros. La iglesia ofreció esas posibilidades antes de que los Estados se percataran de la responsabilidad que tenían en esta materia. Aun des- pués de reconocer éstos sus obligaciones, las posibilidades de educación upor separado pero igual, que los Estados procuraban eran muy insuficientes y las que ofrecían las iglesias y más tarde las instituciones de enseñanza pri- vada siguieron siendo un complemento importantisimo del sistema de enseñanza de que podían disponer los ne- gros en los Estados del Sur. Durante los años que siguie- ron inmediatamente a la emancipación de los esclavos, estas instituciones eclesiásticas se ocuparon de la ense- ñanza elemental y secundaria, así como tambiCn de la superior. Cuando se crearon en todos los Estados del Sur escuelas públicas, elementales y secundarias, muchos de aquellos establecimientos se transformaron en centros de enseñanza superior. vMuchos de los dirigentes negros, que ahora participan

activamente en el movimiento encaminado a eliminar la segregación racial y a conseguir un régimen de justicia en favor de las minorias raciales en los Estados Unidos de AmBrica, se han formado en estas instituciones liga- das a las iglesias'.,

Reaccidn de las iglesias ante los estados de tensidn racial y ante la dìscrimìnacidn racial.

En la Cpoca que siguió a la primera guerra mundial se observaron en todo el territorio de los Estados Unidos de

1. 0.8. Oscar Lee, en un memorandum de junio de 1953.

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America sintomas agudos de agitación interracial. Veinti- cuatro dignatarios eclesiásticos, en representacih de catorce confesiones, se reunieron por entonces para crear conjuntamente un organismo de acción de las iglesias respecto a la cuestión racial. Reunidos en WBshington el 21 de julio de 1921 establecieron estos eclesiásticos la Comisión de Iglesias para Negros y de Relaciones Interra- ciales, del Consejo Federal de Iglesias. El movimiento que originó la creacibn de esa comisión habia surgido de mul- tiples debates sobre las tensiones de carácter racial y reflejaba la honda preocupación que tales estados de ten- si6n habían suscitado en los medios eclesiásticos. También actuaron individualmente ciertos cristianos.

Aun antes de que terminara la conflagración mundial en 1918, algunos de los dirigentes cristianos mejor informa- dos entre la población blanca de los Estados del Sur ini- ciaron un plan para mejorar las relaciones interraciales en aquella región. Dos años después se unieron a ellos dirigentes negros, y la comisión interracial así formada contribuyó en gran medida a aminorar la tensión y la animosidad entre las razas. Bajo su direccidn se fundaron organismos interraciales similares en cada uno de los trece Estados del Sur y en unos 800 de los 1.300 condados de esos Estados. En unión con el Departamento de Rela- ciones Interraciales del Consejo Federal de Iglesias y la Asociación Nacional para el Progreso de las Razas de Color, la comisión interracial favoreció la campaña que tuvo por resultado la disminución del número de lincha- mientos, que pasó de 83 en 1919 a 10 en 1929. En el decenio de 1930, la crisis obligó a las iglesias

norteamericanas a preocuparse más que nunca de los pro- blemas sociales. D e 1930 a 1940 se hicieron cuarenta de- claraciones sobre la cuestión racial : <<Sin embargo, estas declaraciones de las diversas confesiones eran de carácter muy general, y aun en su mayor parte sólo trataban del problema de primer plano: las incapacitaciones e injus- ticias de que eran objeto los negros. El mal más evidente, el linchamiento, es el que mls preocupa a los autores de casi todas ellas, pues son contadas en esos textos las pala- bras que se refieren a la discriminación económica, pro- blema más fundamental, pero tambih más controvertido. Rara vez se menciona la discriminación'.) El problema

1. Frank Loescher, ob: cit., pSg. 31

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esencial, el de la segregación de las razas, sólo atrajo la atención oficial de dos confesiones. aLas declaraciones [de aquel decenio] son tan reveladoras por lo que dicen como por lo que no dicen. Incluso una lectura rápida de esos textos nos permite apreciar hasta qu8 punto ignoraba la iglesia las deficiencias de sus propias prácticas’., En cambio, el decenio siguiente, el de 1940, se caracterizó en las iglesias por una visión totalmente distinta de la situa- ci6n. *En lugar de seguir colocando en primer plano la ‘igualdad de derechos’ en favor de los negros, varias confesiones ... exigieron ‘los mismos derechos’ sin distin- ción alguna de raza o de color. Y en lugar de concentrar la atención en las prácticas de la vida secular, diversos Órganos confesionales e interconfesionales adoptaron una actitud de introspección y exigieron cambios radicales en su propio modo de proceder. Este. nuevo punto de vista ha116 su primera manifestación importante en la Confe- rencia de Oxford en 19372., Esta asamblea ecuménica planteaba sciialadamente a las iglesias norteamericanas la necesidad de examinar sus propias prácticas en ma- teria raciaP. Varias confesiones estudiaron asi la situa- ción existente en sus universidades y centros de ense- ñanza superior, algunas designaron comisiones especiales que debían ocuparse de la cuesti6n de las prácticas racia- Jes en la respectiva confesi6n y otras hicieron del pro- blema de las relaciones interraciales la preocupación fundamental de sus fieles en determinados momentos. Una declaracibn ecuménica muy importante fué la que

public6 en 1946 el Consejo Federal de Iglesias, con el titulo The Churches and Race Relations (Las iglesias y las relaciones interraciales). Posteriormente se unió a esta declaración, en forma más terminante todavía, el Consejo Nacional de las Iglesias de Cristo en los Estados Unidos de América, de estructura aún más interracial. Es curioso señalar que este organismo, portavoz de las principales iglesias protestantes y ortodoxas de los Esta- dos Unidos, estimó necesario cambiar el titulo del docu- mento por el de The Churches and Segregation (Las igle- sias y la segregación). El titulo primitivo implicaba la necesidad de que d a iglesia, se interesara en el problema

i. F. Loescher, ob. cit., p8g. 33. 2.L. Pope, xCaste in the Church,, en Survey Graphic, enero de 1947. 3. Yease mas adelante IR sec‘cibn titulada <La voa de las conferenrias ecu- menicas).

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general de das relaciones interraciales, ; el segundo sig- nifica que <cada iglesia, tiene una responsabilidad en el problema concreto de la <segregación,, pecado funda- mental contra la comunidad cristiana. Como expresión de la actitud oficial del más alto de los

Órganos ecuménicos norteamericanos, este documento merece un examen más detenido. Se propone proclamar algunas de las consecuencias que claramente se deducen del mandamiento de Cristo: &Amarás a tu prójimo como a ti mismo., Comienza por señalar los desastrosos efec- tos de la segregación: a) como expresión de una uactitud de superioridad racial, : b) al envenenar la mente de la juventud; c) al someter a millones de norteamericanos a la humillación y privarlos de la igualdad de ventajas y de posibilidades en la vida económica; d) al debilitar la situación moral del pais, en su vida nacional e interna- cional; y e) al exacerbar en general las tensiones raciales. Después, la declaración plantea directamente el problema esencial: *Sobre todo, el principio de segregación es la negación de la moral y de la fe cristiana, que como nos ha enseñado Nuestro Señor se fundan esencialmente en que todos los hombres han sido creados como hijos de Dios. El régimen de segregación se opone totalmente a las creencias del cristiano sobre la dignidad de la persona humana, y para ser fieles a la fe cristiana debemos adop- tar una actitud contraria a ese régimen'., Reconociendo cuán erróneas son las prácticas interra-

ciales de la comunidad en general, el Consejo Nacional confiesa que las iglesias tienen en ciertos casos maxima culpa. <Mientras el sistema de instrucción pública no impone, en gran parte de su dominio, la separacih racial, son relativapente pocas las iglesias que en la práctica abren sus puertas a varias razas 2 . ~ Señala con satisfac- ción este documento que muchas de las iglesias han hecho suya la declaración publicada en 1946 por el Con- sejo Federal, pero hace notar que siguen aplicando la segregación en sus congregaciones, lo mismo que en sus hospitales, seminarios y centros de enseñanza superior. La parte más importante de la declaración dice así: aEl Consejo Nacional de las Iglesias de Cristo en los

I. The Churches and Segregation: an olficial statement and resolution adopted hy the General Board of Nattonnl Councit of the Churches of Christ in the U.S.A., Chicago (Ill.), 1 1 de junio de 1952, pdg. 5.

2. Ibid., pBg. 5.

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Estados Unidos de América, en su estructura orgánica y en su funcionamiento, renuncia y recomienda Q las igle- sias que de é1 forman parte que renuncien al régimen de segregación basado en distinciones de raza, de color o de origen nacional, porque es innecesario y perjudicial y constituye una violación del Evangelio de amor y de fra- ternidad humana. Reconociendo que ciertos factores his- tóricos y sociales pueden dificultar en unas iglesias mAs que en otras la comprensión del ideal cristiano opuesto a la segregación, el consejo insta a todas las iglesias que lo constituyen a realizar un esfuerzo que las conduzca firme y gradualmente a abolir en la iglesia la segregación, como finalidad propuesta a la fe y a la practica de la primitiva comunidad cristiana y como elemento esencial de la idea de la Iglesia de Cristo tal como lo expone el Nuevo Testamento. Como prueba de nuestra sinceridad al hacer esta renuncia, el Consejo Nacional de las Iglesias de Cristo laborará por una iglesia sin segregación y por una comunidad sin segregación1.)> Termina el documento instando a las iglesias a que <estudien en casos concretos sus propias prácticas>, a que (eliminen de sus prácticas la segregación> y a que <contribuyan a aminorar los es- tados de tensión en la comunidad,. Después de leer esta declaración y otras análogas,

adoptadas por diversas confesiones, no puede negarse que las iglesias norteamericanas han dado un gran paso hacia adelante en lo que se refiere a su actitud ante el problema racial. <Difícil sería imaginar qué es lo que podrían añadir muchas confesiones a lo que ya han dicho en sus declaraciones sobre la cuestión fundamental de la segre- gación en la iglesia2.B Por consiguiente, lo esencial es lo que las iglesias de

los Estados Unidos de América hacen en realidad para mejorar la situación en su propio seno y en la sociedad.

Accidn de las iglesias.

Las iglesias norteamericanas procuran conscientemente señalar a sus fieles la necesidad de la fraternidad interra- cial. Reconocen que la iglesia verdaderamente integrada por todos los fieles ha de basarse en gran medida en una

1. Ibid., pap. l i . P. Loescher, ob. cit.. pag. 42.

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actitud fundamentalmente más justa de cada uno de ellos para con los fieles de otras razas, en todos los aspectos de la vida. Los negros no se sentiran dispuestos a fre- cuentar las iglesias abiertas a todos mientras no crean que serán acogidos totalmente como hermanos por los cristianos blancos. En una ciudad de Nueva Inglaterra, por ejemplo, los dignatarios de una confesión importante (fieles principalmente blancos) hicieron todo lo posible para conseguir la fusión con la pequeña iglesia para negros de la misma confesión, pero en ese caso fué la iglesia de los negros la que opuso resistencia a la fusión. Probablemente no creían los fieles negros que todos los fieles blancos los aceptarían francamente en su vida co- mún. Por tanto, los jefes de la iglesia tienen que esfor- zarse por una mayor comprensión en todos los aspectos de la vida y especialmente por despertar entre sus fieles la conciencia de la urgencia del problema. En el Consejo Nacional de las Iglesias de Cristo hay un

departamento dc relaciones culturales y raciales que tiene por objeto ccayudar a las iglesias a ajustar su vida y su obra con el mandato que inexorablemente impone el Evangelio cristiano : la aplicacih del principio de frater- nidad y el corolario que de él se deduce, la plenitud de posibilidades para todas las minorias raciales y grupos culturales; apoyar a las iglesias en su esfuerzo por con- seguir la participación de todos los grupos, sin discrimi- nación ni segregación, en el consejo, en las igIesias, en la educación, en los diversos empleos, en la vivienda, las actividades recreativas, los servicios sanitarios, la admi- nistracih y todos los demás aspectos de la sociedad norteamericana,. Diez confesiones religiosas costean, en secciones especiales, funcionarios encargados de desarro- llar una acción en este campo. Cada año, en febrero, celebran las iglesias el <<Domingo de relaciones interra- ciales, en el cual numerosos predicadores tanto negros como blancos cambian mutuamente de púlpito y se cele- bran en muchos puntos oficios interraciales. En el verano de 1949 se organizó la primera conferencia interconfe- sional de relaciones culturales e interraciales. Tuvo tanto Cxito que en 1950 se organizaron otras dos, y luego han venido reuniéndose tres conferencias cada año. Estas reuniones, patrocinadas por diversas iglesias y por el Consejo Nacional, tienen por objeto ayudar a la dirección de cada una de las iglesias protestantes a resolver los

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problemas prácticos que se plantean a medida que avan- zan hacia la <iglesia sin segregación en una sociedad sin segregación,. Patrocinadas por los consejos locales de iglesias, se organizan en diversas ciudades, en todo el territorio del país, reuniones interraciales en las cuales se estudian los problemas particulares de cada región y se proponen soluciones. Los consejos locales suelen tambidn organizar programas de eaucación interracial en sus comunidades respectivas. En su inmensa mayoría, las diversas confesiones religiosas consagran al pro- blema racial particular atención en sus publicaciones parroquiales, en sus manuales escolares y en sus confe- rencias de verano. En ciertos casos, las iglesias tomaron la iniciativa de

la aproximación entre negros y blancos. E n 1944, por ejemplo, las iglesias del Estado de Vermont, poblado casi exclusivamente por blancos, invitaron a unos ochenta niños de una gran iglesia para negros de la ciudad de Nueva York a pasar dos semanas en los hogares de algu- nos de sus fieles. En su mayoria, los niños pasaron aque- llas dos semanas en granjas o aldeas y participaron en la vida de las comunidades. Lo mismo, salvo detalles de escasa importancia, se hizo en otros puntos del país y actualmente son muchos los niños que cada verano ac- túan así, sin darse cuenta, de precursores de la compren- sión interracial. Por otra parte, no faltan personas firmemente conven-

cidas de la necesidad de hacer inmediatamente algo que contribuya a dar a la iglesia un carácter interracial y que han adoptado ya, en casos concretos, procedimientos como los siguientes : 1. En zonas de transición, y especialmente en las grandes ciudades en donde el predominio demográfico de los blancos va pasando a los negros, algunas congregacio- nes realizan un esfuerzo considerable para incorporar a su vida y a sus prácticas religiosas a los negros que llegan a sus zonas respectivas sin perder a los fieles blancos que pudieran trasladarse a otras zonas.

2. Se han creado varias iglesias con un propósito delibe- radamente interracial, como ejemplos frente al sistema predominante de segregación. Entre estas iglesias, unas tienden a atraer a la juventud instruida y muchas veces son interconfesionales, mientras otras, de tipo confesional, organizadas en regiones de mezcla de ra-

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zas, se proponen servir a la comunidad sin distinción de raza y son menos conscientemente interraciales.

3. Entre las iglesias para blancos de más antigua funda- ción, algunas, no muchas, se han convertido en iglesias interraciales a consecuencia de la profunda convicción de sus ministros y de sus fieles más ilustrados.

4. Diversas asociaciones interraciales chan ido surgiendo como instituciones subsidiarias de iglesias ordinarias, con la intención de ofrecer a gentes de razas y reli- giones distintas oportunidades de celebrar conjunta- mente actos del culto, si así lo desean, y de ayudar asi a las iglesias existentes a transformarse en iglesias interraciales*>> .

5. Algunos cristianos de raza blanca han ingresado indi- vidualmente en iglesias para negros sin dejar de ser fieles de sus propias congregaciones de blancos.

Son todavía relativamente pocos los cristianos que ini- cian esta labor de aproximación interracial; pero, a pesar de su reducido numero, su actitud abre un camino que otros podrán seguir más tarde.

Sintomas de progreso.

Unos cuantos ejemplos, tomados de acontecimientos re- cientes, nos permitirán juzgar de la actitud de las iglesias y de sus dignatarios en la América de nuestros dias. La Iglesia presbiteriana de los Estados Unidos (Estados del Sur) acordó el 31 de marzo de 1952 suprimir el sinodo negro e incorporar las congregaciones negras a los síno- dos regionales. La Iglesia metodista, en mayo de 1952, publicó una instrucción para garantizar la plena parti- cipación de todos sus fieles en todas las asambleas y 6rganos nacionales; y adoptó medidas por las que se permite a las iglesias para negros abandonar la jurisdic- ción central reservada a los negros y pasar a las jurisdic- ciones regionales. En marzo de 1953, la junta general del Consejo Nacional de las Iglesias de Cristo publicó una declaración2 en la que se lee: <Las asambleas nacionales y regionales del consejo o de cualquiera de sus 6rganos sólo se celebrarán donde existan, en hoteles u otros loca-

l. S. Garry Oniki, uInterrscia1 Churches in Americsn Protestantism,, Sodo(

2. Bcicnienical Press Serutce, 20 de marzo de 1853, p8g. 3. Action, enero de iQ50. p8g. 9.

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les de reunión, posibilidades para que participen en ellas todos los fieles sin distinción de raza ... > En el Sur, donde la separacibn de razas se apoya en la

ley y en las costumbres, se observan ciertos cambios. La Asociación de Ministros de Norfolk (Virginia) adoptó por unanimidad el acuerdo de poner fin a la segregación racial en sus misiones de predicación, e incluso de aban- donar estas misiones si no pudieran ser interraciales. En noviembre de 1952 se fundó, sobre una base interracial, el Consejo de Iglesias de Georgia, que unió su actitud a la de los de Virginia y Carolina del Norte. Aquel mismo año, los profesores de la Facultad de Teologia de la Uni- versidad del Sur dimitieron sus cargos cuando la junta de regentes negó el derecho de matricula a los negros, alegando que la ley del Estado de Tennessee impedía concedérselo. Merece señalarse este incidente, entre otras razones, por ser el Único caso públicamente conocido, en los cuatro o cinco años Últimos, de un seminario que haya adoptado en el Sur una actitud negativa respecto a la admisión de los negros. En 1953, no obstante, la direc- ción de aquel centro de enseñanza anuló la prohibición, haciendose eco de numerosas criticas de personalidades eclesiásticas y seglares. En todo el territorio de los Esta- dos Unidos, señaladamente en el Sur, los centros de ense- fianza ligados a la iglesia han ido poco o poco admitiendo a los negros, y este hecho ya no llama la atención de nadie. No quiere esto decir, simembargo, que no quede todavía un largo camino por recorrer hasta que las igle- sias consigan, tanto en su propia vida como en la de sus instituciones afiliadas, dar realidad palpable a esa verdadera comunidad cristiana que está por encima de todas las fronteras de raza. Es cierto que las iglesias norteamericanas no son ver-

daderamente interraciales, pero puede afirmarse que se 'han percatado de que deberían serlo. En un plano nacio- nal, regional y local, las iglesias procuran combatir los prejuicios, ilustrar a sus fieles y mejorar en general las relaciones entre todos los miembros de la sociedad. Cier- tas personas, movidas por su fe cristiana, actlian de innu- merables formas por el mejoramiento de las relaciones interraciales. La situacich se plantea en los Estados Uni- dos en tdrminos dinhmicos y las iglesias desempeñan un papel m u y importante en la lucha por dar solución al edilema norteamericano,.

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LAS IGLESIAS Y LA CUESTI~N RACIAL EN LA UNIÓN SUD- AFRICANA

L a situación racial en la Unión Sudafricana es peculiar, ya que en ella tres factores han influído al mismo tiempo. En primer lugar, un gran número de Europeos vive en este pais (que es para ellos su patria) en medio de un número mucho mayor de bantúes. En segundo lugar, un considerable número de asiáticos se ha trasladado a esa regibn. Y, en tercer lugar, la civilizaci6n moderna occi- dental con su industrialismo tiene consecuencias más devastadoras y desintegradoras en la antigua sociedad colectivista y rural de las tribus africanas que en las zonas donde los Europeos no se encuentran en número tan considerable. Estos tres factores juntos explican por qué los problemas de las relaciones interraciales en esa parte del mundo son más difíciles de resolver que en cualquier otra. El Último factor mencionado debe ser especialmente

señalado, porque denota que un aspecto importante (quizá a la larga el más importante) de lo que generalmente se entiende por problema racial no es primordialmente una cuestión racial, sino un problema sociológico. Alan Paton, en su libro tan leido Cry the Beloved Country, describe al joven africano de sencillo origen rural, para quien la gran ciudad moderna de Johannesburg0 resulta un lugar de perdición. Las estadísticas de criminalidad y los infor- m e s de los misioneros y trabajadores sociales muestran que este inexorable proceso de desintegración social y moral se produce en las vidas de decenas de millares de jóvenes africanos. Este proceso de desintegracih de las tribus que arranca a los hombres de su estructura social tradicional, sin darles nuevas raíces o nuevos fundamen- tos morales, sólo puede tener efectos devastadores; cons- tantemente se intensifica a medida que la Unión Sudafri- cana se desarrolla y, al parecer, nadie puede o quiere detenerlo. Ahora bien, es claro que este fenómeno socio- lógico tiene un doble apoyo en las relaciones interraciales. Por una parte, crea una clase de bantúes desarraigados que poco o nada tienen que perder y que pueden por lo tanto llegar a ser fácilmente presa de dirigentes irrespon- sables. Por otra parte, confirma en la población blanca el temor a tentativas violentas para resolver el problema racial. La gran cuestión es, por tanto, si los dirigentes

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politicos e industriales de la Unión Sudafricana tendrin la perspicacia y el valor de ocuparse de este fundamental problema social, económico y sobre todo moral, que no cesa de acrecentar el problema crucial de la Unión y que tiene sus repercusiones en el Africa central. Las iglesias tienen que desempeñar un papel m u y im-

portante en esta situación. Por su obra misionera han ejercido y confinúan ejerciendo profunda influencia en la sociedad africana. En la Unión Sud-africana, alrededor del 50 ’% de los indígenas se han convertido al cristia- nismo y una parte m u y importante de los servicios edu- cativos y médicos de la población está en manos de los misioneros. Por otra parte, la práctica seguida en las iglesias con respecto a las relaciones interraciales ha te- nido una considerable importancia en el desarrollo de la norma social general. ¿Cuál es esa práctica? Comencemos con las iglesias de lengua afrikaan, es

decir, con las iglesias holandesas reformadas. Hacia el año 1857 estas iglesias fueron en principio y en la prác- tica totalmente interraciales, aunque se debe añadir que en ese tiempo el número de sus miembros bantúes o de color era reducido. Después de esa fecha comenzaron a organizarse congregaciones separadas para los diferentes grupos raciales y más tarde aiglesias de misión, separa- das para los grupos de color y bantúes. Debido a la acti- vidad misional endrgica, estas iglesias de misión se han desarrollado considerablemente. Su existencia como igle- sias separadas ha sido no pocas veces defendida, esti- mando la separación racial como un deber cristiano. Más recientemente su justificación se basaba en razones prác- ticas, más que de principio, aunque ciertos pasajes del Antiguo Testamento acerca de la separación del pueblo judío de los pueblos circundantes son todavia citados como prueba de que la separación en la vida de la iglesia es al menos permisible. Al mismo tiempo, se recalca que aa pesar de las barreras de separación, hay que atenerse a la unidad de la fe, aunque sea imperfecta,, pues asomos miembros de un mismo cuerpo y cada uno necesita de otrob . En la práctica esto significa que las aiglesias de mi-

l. Estas citas estan tomadas del informe de la conferencia mAS represen- tativa que las iglesias holandesas relormadas han tenido sobre el pro- blema racial. Ese congreso, bajo los auspicios del Consejo Federal de Ildlslones. se reuni6 en Bloemlonteln en 1850.

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sión, de la confesión holandesa reformada, con sus miembros bantúes o de color, están organizadas como entidades eclesiásticas separadas, tan sólo ligadas por los misioneros a las iglesias madres constituidas por blancos y que sus congregaciones apenas tienen contacto con las congregaciones de los blancos. Por otra parte, la exten- sión de esta obra misional, proporcionalmente una de las más considerables empresas misioneras en el mundo, y sus efectos sobre la poblacibn en los aspectos mCdico, educativo y social son factores importantes en el progreso &de los bantúes.

Las iglesias de habla inglesa adoptaron una actitud \opuesta al principio de segregación en la vida de la igle- sia. En una de sus recientes reuniones conjuntas decla- raron: <Afirmamos que la iglesia fundada por Dios en #este pais es multirracial y debe continuar si6ndolo. Esta es una de sus gloriasi.> Están convencidas de que la lealtad a la concepcih de la iglesia según el Nuevo Testamento requiere la asociación interracial con la iglesia. Un in- forme de fecha reciente sobre esta materia dice: aE1 Nuevo Testamento prueba que en la Iglesia cristiana ’

había gentes de todas las razas... En el Nuevo Testa- nlento no pueden basarse iglesias raciales o nacionales, sean locales o de más amplio carácter. Esto no quiere decir que por la diferencia de idioma, de costumbres, etc. no sea a veces aconsejable a los cristianos reunirse sepa- radamente para el culto. Lo que significa es que el Nuevo “Testamento no autoriza a considerar la separación racial ’dentro de la Iglesia como esencial, ni como deseable*.,

Estas iglesias en su mayoría tienen usualmente sino- dos y asambleas en donde las diferentes razas están repre- sentadas. Pero, en la vida ordinaria de las congregaciones locales, los servicios de culto multirraciales son la excep. ción, más que la regla. También en esto la norma general de segregación social dificulta para las iglesias el cum- plimiento del principio de asociacih suprarracial.

Es ‘más dificil generalizar acerca de la actitud de las iglesias con respecto a los problemas raciales en la socie- dad sudafricana. En lo que se refiere a las iglesias hblan- desas reformadas, el mejor punto de partida es la impor-

i. Inlorme de la Conrerencia de Rosettenville celebrada en 1949 por el

2. Race: what does the Bible say? Informe de la comisi6n designada pOr el Consejo Cristiano de la Unt6n Sudafricana.

Consejo Cristiano de la Uni6n Suduricana, 1952, pdg. 24.

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tante conferencia celebrada en Bloemfontein en 1950, bajo los auspicios del Consejo Federal de Misiones; en ella se trató de formular una politica racial constructiva y se adopt6 una actitud muy definida en favor del principio de segregación'. Pero la conferencia aclaró bien que esto no significaba

el mantenimiento estricto del presente statu quo, pues definió la segregación como un aproceso de desarrollo encaminado a dirigir a cada sector del pueblo, por el camino más claro y rhpido, a su propio destino, bajo la bondadosa providencia de Dios,. Ya que este objetivo no puede lograrse mientras las razas vivan juntas en los mismos territorios, la conferencia aboga por un sistema de segregación territorial, lo que significa la conversión de las zonas indígenas en verdaderas patrias de los ban- túes, con plenitud de oportunidades para su desarrollo y autonomia. Se admitió que este sistema entrañaría gran- des sacrificios para la población blanca, pero se estimó que debía pagarse este precio a fin de lograr la justicia interracial y la paz. Puesto que la desintegración de la sociedad de los bantiies es ce1 problema crucial de hoy en la Unión Sudafricana,, el objetivo debe ser salvar la vida social de los bantúes, en todo lo posible, desarro- llarla y reconstruirla donde haya sido destruida. Esto puede hacerse tan sólo convirtiendo los distritos reserva- dos a los indígenas en verdaderos hogares para los ban- túes. En la revista Foreign Affair@, el Sr. J.W. Patten ha

calificado a la conferencia de Bloemfontein como aun formidable retoB. Su concepción de la separación terri- torial que es en algunos aspectos similar a las proposi- ciones hechas por los dirigentes liberales de la Unión Sudafricana y presentadas por la delegación de la India en el segundo período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, significaria ciertamente una re- orientación fundamental de la sociedad sudafricana. Mas el gobierno reaccionó contra esa propuesta radical.

El primer ministro declaró cque la segregación total es impracticable en las condiciones existentes en la Unión

I . Los dirigentes de la Iglesia holaiidesa reformada han manifestado, sin embargo, que consideran Ia palabra apartheid (segregacidn) como enga- Rosa y prefleren la expresibn cdesarrollo con arreglo a cada cultura (o grupo),.

2. Enero de 1952.

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Sudafricanav y que uno conviene a ningún partido esfor- zarse por conseguir lo imposible,. Hay pocas personas en posiciones de responsabilidad en la administracibn civil o en la industria que crean aún posible hacer tal cambio radical en la estructura económica y social del pais. El problema para las iglesias holandesas reformadas es, por tanto, o atenerse a su concepción de segregación, a pesar de esos obscthculos insuperables, o procurar encontrar otra solución a los problemas raciales de la nación. Las iglesias que colaboran en el Consejo Cristiano de

la Unión Sudafricana (en su mayoría iglesias de habla inglesa y cierto número de iglesias de misión) rechazan el principio de segregación. Desearían sustituirlo por el principio de conceder el derecho a votar a todo el que sea capaz de ejercerlo; y creen que esto puede lograrse en una sociedad multirracial. Han propuesto que se con- voque a una convención nacional, verdaderamente repre- sentativa de todas las razas, ya que (en asuntos que se relacionan con la vida diaria del pueblo de todas las razas del país, la consulta colectiva es el Único medio de conseguir el beneficio de la paz y de la convivencia armó- nican. Han protestado repetidas veces contra varias formas

de discriminación racial. Así, Ia Iglesia metodista de la Unión Sudafricana declaró en 1952: uUna legislacibn que establece diferenciaciones contra grupos particulares, únicamente por motivos de raza o color, es esencialmente injusta., El sínodo de la Iglesia (anglicana) de la pro- vincia de Africa del Sur declaró en 1950: <Esta discrimi- nación entre hombres por motivos únicamente de raza es incompatible con los principios de la religión de Cristo., El Consejo Cristiano de la Unión Sudafricana mAs de una vez ha recurrido al gobierno y pedido insistente- mente que modificara su política con respecto a las razas no blancas. Es, sin embargo, característico de la situaci6n en la Unión que ni esta actitud ni la politica de segrega- ción total han encontrado apoyo popular o politico apre- ciable. Es de advertir que gran número de cristianos bantúes

que son miembros de las iglesias de origen europeo no han respondido al propósito de formar una iglesia unida, exclusivamente compuesta de bantúes. Sus jefes religio- sos, aun aquelIos que apoyan el movimiento de emanci- pación política de los bantúes, han adoptado la actitud

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de considerar esencial que los cristianos de diferentes razas fraternicen en todo lo posible con cada uno de los otros y que, por tanto, ninguno de los lazos que hoy existen deberían romperse. Por otra parte, se presenta un fenomeno en las sectas

de los bantúes, de las que existen actualmente más de mil. Estas sectas, quc se extienden desde ciertos grupos no muy diferentes de las sectas cristianas occidentales hasta otros grupos que son mas paganos que cristianos, deben su Cxito, en gran medida, al hecho de que elos afri- canos deseosos de expresarse por sí y de ser indepen- dientes consideran que Ia esfera de la religión es la 6nica eh que pueden organizar a su pueblo a este efecto, sin ingerencia algunal, . Por ello, su existencia constituye un grave problema y un reto para las fuerzas cristianas de la Unión Sudafricana. De lo anterior se sigue que la situación del cristianismo

en la Unión Sudafricana es todavía muy fluctuante. Todas las iglesias del país han de hacer frente a la cuestión de cual ha de ser su proxima iniciativa con respecto a las relaciones raciales. Así, en las iglesias holandesas refor- madas, la aparición del libro del profesor Ben Maraisz, que analiza la situación de la Unión Sudafricana, teniendo en cuenta la existente en los Estados Unidos de América y en el Brasil, y niega que la segregación pueda justifi- carse con argumentos de la Biblia, ha abierto una discu- sibn provechosa. Por otra parte, los banthes cristianos tienen que decidir que actitud adoptarán respecto al mo- vimiento de resistencia pasiva. En este debate tratan de participar los cristianos de

otras partes del mundo. Iglesias y consejos de iglesias, en varios países, han expresado su preocupación por la situación racial en la Unión Sudafricana. Esta interven-, ci6n ha producido a menudo resentimiento en los cris- tianos del Africa del Sur, porque acontece frecuentemente que se expresan opiniones antes de haber intentado seria- mente conocer los datos de hecho de la situación. Por otra parte, el problema racial es tan claramente un pro- blema mundial y las repercusiones de un conflicto inte- rracial en una zona en que el problema existe son tan considerables sobre otras zonas, que tales casos vienen

,

~~ ~

1. B. Sundlrler, Bantu PT0phet.g in South Africa, Londres, 1948. 2. CO~OUT; unsolved problem of the West, ciudad del Cabo, 1953.

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a ser inevitablemente motivo central de discusión ecu- ménica entre las iglesias. Por esto el Consejo Mundial de Iglesias se ha preocu-

pado también de la situación en la Unión Sudafricana y su comité central, después de haber recibido al respecto un informe de su secretario general', ha expresado sus convicciones sobre el particular en una resolución en la cual se dice expresamente: aEl comite central estimula a todos aquéllos que en la Unión Sudafricana y en cual- quier otra parte trabajan por una solución del problema racial conforme al Evangelio cristiano., Y se reafirma el principio de la no discriminación racial y se exhorta a las iglesias a consagrarse al ministerio cristiano de la reconciliación.

L A S IGLESIAS Y E L RACISMO N A C I O N A L S O C I A L I S T A

Ei desarrollo del movimiento nacionalsocialista en Ale- mania significó la creación de un formidable problema para las iglesias. La más grave cuestión planteada era decidir qué actitud debia adoptarse ante la ideologia antisemítica y las medidas de discriminación racial basa- das en esa doctrina. Aunque, como es sabido, el antise- mitismo no fué invención nacionalsocialista, pues ha exis- tido desde hace largo tiempo en muchos países, las igle- sias no se habían visto nunca obligadas a considerar frente a frente las consecuencias de tal doctrina como tuvieron que hacerlo en aquella coyuntura. Desde el punto de vista de la Iglesia, el antisemitismo

no es unica ni principalmente problema de relaciones ra- ciales. La estrecha relación entre la iglesia cristiana y el pueblo judío, sus tradiciones comunes, su acuerdo en ciertas cuestiones fundamentales y su desacuerdo sobre otros puntos no menos esenciales son, sobre todo, de natu- raleza religiosa y teológica y se hallan por tanto más allá del orden biológico y sociológico. Pero en el caso de1 na- cionalsocialismo, las iglesias se encontraron frente a una forma de antisemitismo basada en el concepto del vaIor absoluto de la raza, lo que no s610 las oblig6 a definir nuevamente la actitud cristiana ante el pueblo judío, sino

i. W.A. Visser't Hooft, A Vtsit to the South African Churches, LOndreS y Nueva York, 1952.

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también a formular sus convicciones relativas al conjunto del problema racial. Una vez más la conducta de las iglesias no fu8 und-

ninie; mientras algunas de ellas cedieron y buscaron f6r- mulas de compromiso, otras resistieron, y, en circuns- tancias de excepcional peligro, mostraron extraordinaria entereza, confirmada en ciertos casos por el valeroso su- frimiento de sus miembros en defensa de la verdad. En la primera fase del desarrollo de este problema la

cuestión principal fu6 la aplicación a las iglesias de la crclAusula aria,'. En 1953, el movimiento del acristia- nismo alemán, (que propugnaba la adaptaci6n de la igle- sia al nacionalsocialismo), se apoder6 con la ayuda de las autoridades nacionalsocialistns de numerosas iglesias re- gionales, consiguiendo imponer la tcláusula aria, en las mismas. La reacción no se hizo esperar. El profesor Karl Barth

lanzaba en su libro Theologische Existenz heute una ver- dadera declaración de guerra: <No es la sangre, ni por consiguiente la raza, sino el Espíritu Santo y el bautismo lo que determina la comuni6n de los fieles que forman parte de la iglesia. Si la Iglesia evangClica alemana ex- cluye a los judíos cristianos o los trata como a cristianos de segunda clase, deja de ser cristianaz.,

Varios grupos de profesores de teología publicaron de- claraciones sobre cuesti6n tan palpitante. Algunos trata- ban de llegar a un acuerdo, pero otros.se expresaban en tdrminos inequivocos. Así, la Facultad de Teologia de la Universidad de Marburgo se declar6 netamente en contra de cualquier discriminacih racial en la vida de la igle- sia3 y diecisiete renombrados te&logos, especialistas en el Nuevo Testamento, publicaron una declaracich en la que proclamaban que, por su naturaleza misma, la iglesia debe ser la iglesia de todas las razas y naciones*.

Pero por el momento los *;cristianos alemanes, goza- ban de la protecci6n del Estado e imponian en algunas iglesias su doctrina de que la base de la iglesia es la *raza

1. La gclausula aria, en lo que a las iglesias se reflere establech que las personas que no fueran de origen arlo o que estuvieran casadas con otra de origen no ario no podian ejercer el cargo de pastor ni funci6n algunas de las iglesias.

2. Theologische Existenz heute, pBg. 24. 3. Die evangelische Kirche $91 Deutschland und die Izidenfrage, pbg. 47. 4. Ibid., pBg. 68.

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como creación de Dios,' a pesar del rapido incremento del movimiento de resistencia que llegó a cristalizar en la creación de una liga bajo la dirección del pastor Martin Niemöller y en la organización del movimiento de la dglesia confesional, . En la fase siguiente, la cuestión fundamental, mas que

en la cláusula aria, fué la tentativa de convertir a las iglesias en dóciles instrumentos del Estado totalitario y de la propagación de un racismo pagano, ofrecida como moderna alternativa de las <anticuadas, enseñanzas del cristianismo. El sínodo de la Iglesia confesional en la antigua Unión prusiana se vici obligado a declarar, en 1935, que en la nueva religión se idolatrizaba la sangre y la raza y que esa religión se hallaba en total oposición con el primero de los mandamientos del Decálog4. In- cluso en este periodo durante el cual la Iglesia tuvo que luchar por defender su propia vida, no dejci sin embargo de manifestar su doctrina sobre la cuestibn judía. En un memorándum enviado a Hitler en mayo de 1936, afirma- ban los altos dignatarios de la Iglesia confesional: <Si la ideología nacionalsocialista impone el antisemitismo a los cristianos para que odien a los judíos, los cristianos deben oponer a eso el mandamiento de amor al prÓjimo3.~ En 1938, la persecución de los judíos alcanzó propor-

ciones sin precedentes. Se incendiaron las sinagogas, se destruyeron los comercios, y los judíos fueron atacados y encarcelados. Existía tal atmcisfera de terror que m u y pocas personas se atrevían a expresarse abiertamente. Pero la Iglesia confesional pidió públicamente a las pa- rroquias que ayudaran al pueblo judío en sus tribula- ciones4 y pronunció palabras de aliento y de apoyo para aquellos pastores aque ante la persecución contra los judíos han predicado los diez mandamientos y han sido perseguidos por ese motivos,. Pero ni siquiera tan terri- bles acontecimientos lograron que los cristianos alema- nes, cambiaran de actitud pues publicaron en 1939 la llamada <Declaración de Godesberg, en la que manifes- taban su oposición a cualquier iglesia supranacional (e implícitamente suprarracial) por considerarla como cuna

1. Hermelink, KirChe im Kampf, pilg. 58. 3. Euang. Kirche ..., pdg. 143. 3. Ibtd., pBg. 159. 4. Ibtd., p8g. 163. 5. Ibfd., pilg. 164.

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degradación politica del cristianismo,. L a declaracibn obtuvo, sin embargo, m u y pronta respuesta: la Iglesia confesional afirm6: aNegar el caricter supranacional de la iglesia es destruir la unidad del Cuerpo de Cristo',. El Consejo Mundial de Iglesias (entonces en proceso de for- maci6n) declaró: <El reconocimiento de la unidad espiri- tual de todos los que están en Cristo, sin distinción de raza, nación o sexo, pertenece a la esencia de la iglesia. Esta debe ser la expresi6n clara y visible de dicha uni- dad ... La iglesia siente gran allegria al recibir en SU seno a las personas de raza judía que hayan aceptado el Evangeli&.>

Durante Ia guerra, las posibilidades de acción de la Iglesia confesional se vieron severamente limitadas; pero algunos de sus fieles siguieron expresando valerosamente sus doctrinas. Así, el obispo Wurm, de la Iglesia de Wür- temberg, continuó dirigiéndose a la conciencia de las au- toridades y de la nación, y en diversas cartas dirigidas a Hitler, Goebbels y otros dirigentes protestó contra los cri- menes cometidos en nombre de Alemania. En enero de 1943, refiriéndose al <asesinato sistemático de judios, en ciertos paises ocupados, añadía: aLa ejecución de gentes sin proceso y a causa s610 de su nacionalidad ... contradice totalmente el terminante mandamiento de Dio.+.> An& logamente, en julio de 1943, abog6 por las personas no arias que todavia permanecian en el país y dijo, refirign- dose al propósito de deportarlas y aniquilarlas: 6Esos planes se hallan en completa oposición con el manda- miento de Dios y con los fundamentos de la cultura y tradiciones de Occidente: es decir, el derecho a la vida y la dignidad de la persona humana conferidos por Diosd., Y en el mismo año, la Iglesia confesional en la antigua Uni6n prusania publicó una declaración para su lectura desde el púlpito que contenía estas palabras: aiAy de nosotros y de nuestro pueblo ... si se considera justo ma- tar a los hombres que, por pertenecer a otra raza, no tienen derecho a la vida5.~ Entretanto las iglesias de los paises ocupados también

tuvieron que hacer frente a la cuesti6n del racismo. Asi,

i. Ibtd., pbg. 176. 9. International ChfWìan Press Service, 1939, n.o 19. 3. Hermelink, ob. cit., p8g. 565. 4. Id., fbid., pbg. 655. 5. Niesel, Der 5T-q der Bekennenden Kirche, 1947, pbg. IS.

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en Noruega, las <autoridades provisionales de la Iglesia, protestaron en noviembre de 1942 contra las nuevas leyes antisemitas, dirigiendo al gobierno de Quisling la súplica de eque cese la persecución de los judíos y se reprima el odio que contra ellos fomenta la prensa de nuestro pais',. En Francia, un grupo de autoridades eclesiásticas pro- testantes hicieron en 1941 auna solemne protesta contra todo decreto que trate de excluir a los judíos de la socie- dad humana%. En los Paises Bajos, la lucha contra el antisemitismo

fu& una de las Características màs importantes en el pro- longado conflicto entre las iglesias y las autoridades de ocupación. Cuando se publicó la primera disposicih rela- tiva a la destitución de los funcionarios judíos, los digni- tarios de cinco iglesias protestantes enviaron una urgente petición al comisario del Reich para que aboliera dicha disposición, haciéndose pública esta gestión mediante una declaración leída desde el púlpitos. En enero de 1942, delegaciones oficiales de las iglesias protestante y cat& lica presentaron un memorándum al comisario del Reich insistiendo en que cesara la deportación de judíos4. En julio del mismo año ambas iglesias enviaron un telegrama a las autoridades (leido, mhs tarde, en algunas iglesias) en el que aparecían las frases siguientes: <Las iglesias abajo firmantes han recibido con gran horror la noticia de las nuevas medidas que disponen la deportación de hombres, mujeres y niños y de familias enteras a Alema- nia o a los países actualmente bajo ocupación. Los sufri- mientos que tales medidas infligen a decenas de millares de seres, la conciencia de que ofenden el màs profunde sentido moral del pueblo neerlandés, la oposicibn que entrañan a las leyes divinas de justicia y caridad, todo ello nos fuerza a enviarle la más urgente súplica para que no aplique esas disposiciones5., El año siguiente y en un lenguaje aún más claro protestaron todas las iglesias cris- tianas contra la esterilización y los llamados cmatrimo- nios mixtos,: *La esterilización es una violacih tanto de los mandamientos divinos como de los derechos huma- nos. Es la ú,ltima consecuencia de una doctrina racista

1. Norwegische Klrchendokumente, Ztkrich. 1943, p8g. 70. 2. Dit? Kirche spricht ZUT Welt, Ginebra, 1942, p8g. 70. 3. The Struggle of the Dutch Church, Nueva York, 1945, p8g. B. 4. Ibid., pBg. 44. 5. Ibid., p8g. 48.

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anticristiana que destruye a las naciones y de una auto- exaltación sin límites ... Las iglesias cristianas de los Paí- ses Bajos, en nombre de Dios y de Su Palabra, comunicam a Vuestra Excelencia : Vuestra Excelencia tiene el deber de hacer cesar la vergonzosa práctica de la esteriliza- ción'.,

Hasta ahora sólo hemos hablado de protestas públicas, pero, ilas acompañó alguna acción? L a respuesta es afir- mativa, aunque las acciones no fueron tan generales como hubieran debido. Aunque no disponemos de bastante es- pacio para narrar todos los detalles, sin embargo deben señalarse algunos de los puntos más importantes. En Alemania la labor del pastor Grüber y de sus asociados ayudó a hacer posible la emigración de muchas personas- no arias, pero como resultado de esas actividades se en- carce16 al pastor Grüber. Al llevarse a cabo las expulsio- nes en masa de judíos a Francia en 1940, la *Cimade,, entitad creada por las organizaciones de las juventudes cristianas francesas, prestó notables servicios en los cam- pamentos de recepción. Posteriormente, e1 mismo orga- nismo consiguió organizar una emigración clandestina a Suiza que se desarrolló en gran escala. En los Países Bajos muchos miembros de las iglesias acogieron en SUS hogares a niños judíos, siendo arrestados y deportados. bastantes pastores por haber intentado salvar a judíos. A partir de 1939, el Consejo Mundial de Iglesias contó con un servicio propio de refugiados, consiguiendo coor- dinar y finanzar, con la ayuda de las iglesias de los Esta- dos Unidos de Amdrica, Reino Unido, Suiza y Escandi- navia, las diversas actividades consagradas a salvar el mayor número posible de judíos. No podrá conocerse nunca la historia completa de la ayuda cristiana a los judíos en los momentos de persecución, porque en m u - chos casos los protagonistas de ella trabajaron callada- mente en la oscuridad. Terminaremos esta seccihn diciendo que si bien muchos

cristianos no cumplieron con su deber de resistir de palabra y de obra contra las inhumanas doctrinas racis- tas del nacionalsocialismo, gran número de autoridades eclesihsticas y de miembros de las iglesias dieron claro testimonio de la realidad de la fe cristiana. Los cristianos que se entregaron a la lucha saben mejor que nadie cuán

i. Iba., pags. 57-58.

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a menudo las iglesias, y aún ellos mismos, dejaron de hacer lo que debían. Así, las iglesias alemanas no habla- ban sólo en nombre propio al confesar públicamente, des- puds de la guerra, su sentimiento de culpabilidad & ede respecto. En dicha declaracih, formulada por el sínodo de la Iglesia evangdlica alemana, que es el organismo mAs representativo de las iglesias alemanas, se encuentran las palabras siguientes: <Declaramos que la Iglesia está cons- tituida por cristianos, judíos y gentiles que forman un solo cuerpo en la paz de Cristo Jesús ... Confesamos libre- mente que por nuestra negligencia y silencio nos hemos convertido en cómplices, ante el Dios de misericordia, del crimen cometido contra los judíos por hombres de nues- tra nación ... Suplicamos a todos los cristianos que abju- ren de toda idea de antisemitismo y que ofrezcan una firme resistencia dóndequiera que levante nuevamente la cabeza tal doctrina, y que acojan con espfritu fraterno tanto a los judíos practicantes como a los convertidos al ‘cristianismol.,

LA ACTITUD DE LAS DIVERSAS IGLESIAS

L a falta de espacio nos impide estudiar los problemas raciales que se plantean en todos los paises. Pero con- viene recordar que el problema de las relaciones interra- ciales no se limita sólo a algunas regiones, por lo que nos referiremos a la situación en otras partes del mundo.

Asia.

¿Se les plantea a las iglesias asiáticas problemas de tipo racial? No de la misma índole que los que preocupan a las iglesias de los Estados Unidos de AmCrica y de la Unión Sudafricana, ya que en aqudllos se acepta por lo común el principio de que debe admitirse en su seno a las personas de toda raza; además, pertenecen a paises donde las diferencias entre raza y color no entraiian una distinción. No obstante, hay dos razones que nos obligan -incluso en este breve estudio- a hacer mención espe- cial de las iglesias de Asia.

La primera es que estas iglesias manifiestan un pro-

l. Ecumenical Pte88 Setnice, 1950, n.o 18.

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fundo interCs en los conflictos raciales de otras partes del mundo. El hecho mismo de que el establecimiento de esas iglesias haya sido obra de los misioneros occidentales presupone el carácter suprarracial de la iglesia en sí. Con el incremento del nacionalismo y la obtención de la inde- pendencia politica ha sido necesario considerar de nuevo la funcidn que desempeñan los extranjeros en la vida de las comunidades cristianas. Pero, en las discusiones sobre el necesario ajuste de las tareas de los misioneros extran- jeros no se puso en tela de juicio la cuestión del principio basic0 del carácter supranacional de la iglesia; por el contrario Cste fu6 a menudo endrgicamente reafirmado. Desde el punto de vista de las iglesias de Asia, la exis- tencia de otras en determinados lugares del mundo suje- tas a una discriminación racial constituye una situación andmala y un grave obstáculo. Al mismo tiempo el hecho de que las naciones que se llaman cristianas practiquen la discriminación racial sirve para debilitar la causa cristiana. Por consiguiente, es natural que, tanto en raz6n del principio en cuestión como por el efecto que puede causar sobre la obra misional, los cristianos asiáticos' se duelan profundamente de que los cristianos de otras partes del mundo no se opongan a la discriminación ra- cial en todas sus manifestaciones. En segundo lugar, no obstante, debe señalarse que en

muchos países asiáticos existen problemas causados por las relaciones entre grupos de diferente origen Ctnico, no descritos generalmente como cuestiones raciales a pesar de tener muchos elementos comunes con las que en otros paises reciben tal denominación.

Las relaciones entre los chinos y los grupos Ctnicos indígenas de Indonesia y de Tailandia, entre los chinos y los indios en Malaya, entre los cingaleses y los tamiles en CeilAn, entre los karenos y otros grupos Btnicos en la Unión Birmana constituyen un ejemplo de lo que veni- mos exponiendo. En la mayoria de esos casos han surgido comunidades cristianas de un caracter Ctnico especial cuya existencia se justifica desde el punto de vista lin- giiístico y no por consideraciones raciales; pero es inevi- table que esa existencia aparte llegue a desarrollar o, cuando menos, a mantener una conciencia Ctnica. Tam- bien en este caso el desarrollo del movimiento ecumenic0 ha permitido neutralizar las tendencias a la división. L a cooperación en sínodos comunes, en consejos cristianos

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nacionales y en los organismos ecuménicos mundiales ofrece oportunidades para establecer contactos mutuos de vital importancia. Asimismo, hay muchas congrega- ciones locales en las que se reúnen para el culto cristia- nos de distintos grupos raciales o Ctnicos. E n ciertas circunstancias de gran tensión entre varios grupos étni- cos, el vinculo cristiano ha resultado ser m á s poderoso que las fuerzas políticas desintegradoras, por lo pue los cristianos han podido actuar como fuerza reconciliadora. Como declara un birmano cristiano : aMuchos miembros de las iglesias de Asia han llegado a conocer el carácter suprarracial de la iglesia a travCs de amargas lecciones y al precio de profundas experiencias personales.,

Africa central y oriental.

No nos es posible ocuparnos de todas las regiones de Africa, pero en vista de recientes acontecimientos debe- mos señalar dos factores en la situaci6n de Africa central y oriental que ilustran la función que allí desempeñan las iglesias. En esa región, el fondo sobre el que se desa- rrolla el conflicto racial lo constituye el problema de la desintegración social. Al tratar de las causas más pro- fundas del problema de los mau-mau en Kenia, Margery Perham 1 dice que la clave está en la esfera psicológica, en los efectos mentales de la desintegración producida por el contacto con los europeos. Aiiade que el sistema de la migración de la mano de obra, considerado durante mucho tiempo como el m á s conveniente para Africa, ha significado un grave daño en ese continente. Entre las pocas fuerzas que se oponen a esa desintegración figuran las misiones cristianas. Los kikuyus cristianos, someti- dos a una poderosa presión para conseguir que partici- paran en violentes actividades terroristas, pagaron con sus vidas la firmeza de su negativa. Pero, como indica Margery Perham, ello no significa que los cristianos de Africa acepten sin reservas la politica de los gobernantes blancos de sus paises. Por el contrario, en toda esa región existe actualmente una <crisis de confianza, sobre los propósitos de los europeos y esa crisis afecta tanto a 10s cristianos de Africa como a cualquier otro grupo. Los organismos misioneros conocen m u y bien esas

1. The Times, 23 de abril de 1953.

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profundas corrientes, y han lanzado una alarma que ha hallado eco en las iglesias del Reino Unido. Donde la situación reviste mayor gravedad, es en la Federaci6n de Africa Central (Rhodesia del Norte, Rhodesia del Sur y Niasa) pues allí la gran mayoría de africanos así como los misiòneros y sus iglesias metropolitanas estiman que el sistema actual no ofrece garantias suficientes contra una subordinación permanente de los derechos e intereses de los africanos a los de los colonizadores europeos. Por ese motivo algunas iglesias británicas y sociectades mi- sioneras, así como el Consejo Británico de Iglesias, han publicado una declaración en la que recomiendan que no se adopte el plan de federación hasta tanto se le hayan incorporado las garantias necesarias sobre la participa- ción africana en la vida politica. En una carta al Times‘, el arzobispo de Canterbury, el moderador de la Iglesia de Escocia y el moderador del Consejo Federal de la Iglesia Libre declaraban: <Si queremos que la federaci6n consiga resultados satisfactorios, nos es preciso granjearnos la confianza de los africanos ... Por consiguiente, estimamos necesario que se realice, antes de inaugurar la federacih, una campaña inteligente, basada en la confianza y en la comprensión, para demostrar a los africanos que el pro- pósito del plan de federación no es sino formar el marco político y económico necesario dentro del que puedan progresar todas las razas mediante una cooperación efi- caz. Para demostrar eficazmente esta intención nada sería mejor que suprimir algunas leyes discriminatorias y cier- tas prácticas actuales que destruyen la armonía racial ... Adlogamente, el obispo de Chichester criticó en la CB- mara de los Lores, el 1.” de abril de 1953, la omisibn en el plan de una declaración terminante sobre los propósi- tos de la Asamblea Federal en lo que concierne al pro- greso de los africanos. Recomendó la celebración urgente de una conferencia en la que esth representados todos los elementos interesados a fin de llegar a un acuerdo que permita una verdadera colaboración interracial.

En otras partes del mundo.

La solución del problema racial no depende s610 de la actitud de las iglesias en paises donde conviven grupos

1. 4 d e marzo de 1953.

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de razas distintas, sino tambidn de la actitud de Ias iglesias en los paises de unidad racial. La experiencia lograda mediante la celebración de conferencias interna- cionales nos demuestra que los prejuicios raciales existen incluso entre personas pertenecientes a países donde no existen problemas de raza. Esto demuestra una vez m8s la influencia ejercida por la propaganda racista antise- mita en paises que hasta entonces se vieran libres de complejos raciales, y la facilidad con que puede suscitarse el sentimiento racial, subrayando al mismo tiempo la importancia de que las iglesias adopten una posici6n clara a este respecto. En este punto debemos hacer referencia a las actuales

relaciones in tercontinentales. Existe una noción m u y ex- tendida en Asia y en Africa de que, a pesar de la desapa- rici6n gradual del imperialismo colonial, la actitud de europeos y americanos respecto a aquellos continentes se caracteriza todavia por un complejo de superioridad más bien que por el respeto a las demhs culturas y por el sentido de solidaridad. Es m u y común la opini6n de que esto se debe en gran parte a un prejuicio racial, cons- ciente o inconsciente; pero las iglesias han llegado a saber por medio de su labor misional que no existe justi- ficación alguna para esa actitud de superioridad. Los esfuerzos para propagar la causa cristiana realizados por muchas iglesias de reciente creaci6n destacan m u y favo- rablemente en relación con los de otras iglesias que Ile- vaban mucho tiempo dedicadas a esa tarea. Otra vez aqui el movimiento ecuménico ha ayudado notablemente a demostrar que de todos los continentes y razas pueden surgir personas altamente capacitadas para hacerse cargo de la función directriz en las iglesias. L a personalidad de los obispos Azariah de la India, Aggrey de Africa, Kagawa del Jap6n y gran número de jóvenes dirigentes cristianos han servido para desmentir la opinión de que en las rela- ciones intercontinentales las influencias espirituales se transmiten en un s610 sentido. Pero aún queda mucho por hacer para destruir la peligrosa noción de que las tensiones raciales intercontinentales -o incluso, en un futuro lejano, una guerra intercontinental- son inevi- tables. Actualmente, cuando el cristianismo ha alcanzado realmente categoria de religión mundial, las iglesias de- ben aprovechar esta oportunidad para despertar en sus fieles el sentido de la confraternidad y de la responsabi-

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lidad para con los hombres de todas la8 razas y conti- nentes, y ayudar a los estadistas a desarrollar una politica de asistencia y solidaridad intercontinentales. Las cam- pañas realizadas por algunas iglesias occidentales en favor de una ayuda en gran escala a los paises orientales, en tiempo de guerra o de hambre, constituyen una ver- dadera contribucih a la comprensión interracial. A este respecto, se les plantea un problema particular

a las iglesias de los paises que cierran totalmente sus fronteras a los emigrantes que no sean de raza blanca, pues es evidente que esta forma de discriminacih crea un resentimiento semejante al que produce la discrimi- nacidn dentro de una nación donde conviven varias razas. Las iglesias de los Estados Unidos de América han pro- testado más de una vez contra la chumillante discrimi- naci6n racial, de las leyes de inmigracihl y las iglesias de Australia han seguido ese ejemplo2. No sugerimos con esto que puedan resolverse mediante una fórmula sencilla los problemas causados por el exceso de población, pero si que gracias a una actitud inteligente esos problemas podrían enfocarse de tal manera que se evitara la impre- sibn de que las soluciones propuestas se hallen inspiradas en los prejuicios raciales. Las iglesias, como parte que son de una confraternidad suprarracial, ppdieran m u y bien alentar esa actitud inteligente.

LA voz DE LAS CONFERENCIAS ECUM~NICAS

L a primera de la serie de conferencias mundiales de amplio carácter ecuménico fu6 la Conferencia Misional Mundial reunida en Edimburgo, en 1910. En aquel tiempo,

, las iglesias fundadas por la actividad misional de las instituciones eclesiásticas occidentales se hallaban, en gran parte, bajo direccibn occidental y en dicha confe- rencia hubo tan sólo diecisiete delegados asiáticos y no hubo ninguno africano3. La cuestión de las relaciones entre las razas no fué especificamente discutida. La primera guerra mundial impuso a la atenci6n de las

iglesias la cuestión de las relaciones interraciales. La conferencia de Estocolmo sobre *Vida y trabajo,, en

i. MacFarland, Christian Unity in the Making, Nueva 2. The Student World, cuarto trimestre de 1951, pBg. 3. W.R. Hogg, Ecumenical Foundations, pBg. 396.

Pork, 1948, pBg. iQ3. 336.

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. 1925, se ocupó del tema, pero en vista de la débil sítua- ción de las delegaciones no occidentales, no le dedicb la debida atención. En 1928 se trató por primera vez a fondo la cuestión,

en su coyuntura universal, en la reunión de JerusalCn del Consejo Misional Internacional. La reunión fu& amplia- mente interracial por su composición. La discusión sobre el problema de la raza fué promovida por el Sr. John Hope, presidente del bien conocido Colegio Negro de Atlanta (Georgia) y la sección especial sobre este tema fué presidida por el obispo Uzaki, del Japón. La confe- rencia adoptó una extensa declaración que es la primera manifestación clara de una conferencia ecuménica sobre las relaciones interraciales'. <Toda discriminación contra seres humanos por motivos de raza o de color, toda explotación egoísta y toda opresión del hombre por el hombre están en contradicción con la doctrina de Jestis., La conferencia analizó las diversas clases de problemas interraciales, señaló los medios especifìcos que debían aplicarse en cada caso y declaró que aen los países donde coexisten diferentes razas, la plena participación en la confraternidad interracial social, cultural y sobre todo religiosa, y el desarrollo de la amistad personal que dicho trato engendra, son la expresión natural de nuestro cris- tianismo común,. Su conclusión fué que ela misma obra misional, como instrumento de Dios para establecer entre todas las razas la Iglesia de Cristo, es por su propia natu- raleza la mayor fuerza creadora que trabaja por la unidad interracial universal,. Esta dirección dada por el movimiento misional fué

continuada por la segunda conferencia sobre avida y trabajo,, que en 1937 se reunió en Oxford. La reunión, a la que asistieron dirigentes representantes de ciento veintiocho iglesias y cuarenta y cuatro paises, hubo de hacer frente a las nuevas doctrinas totalitarias y racistas que dominaban la escena desde 1930 y, por lo tanto, prestó atención m u y grande a la cuestión racial. El in- forme fundamental de la sección dglesia y Comunidad,, bajo la presidencia de Sir Walter Moberly, tiene un capí- tulo sobre el problema racial que es la mas fuerte y expresa declaración que sobre este asunto haya hecho una

d. Vease Informes de la reuni611 del Consejo Rlislonal Internacional, Jeru- salen, 1928, vol. IV. EEte volumen contiene tambien importantes docu- mentos de trabajo.

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conferencia ecuménica t. El informe adopta una clara actitud contra el nuevo racismo. uLa arrogación por cualquier raza o nación de la supremacia de sangre o de destino debe ser vigorosamente negada por los cristianos como desprovista de fundamento en la realidad y total- mente contraria a la esencia del Evangelio., Pero se com- prueba que el problema es universal y que las naciones ucristianas, del Occidente son especialmente responsables de la peligrosa situación presente. <Las situaciones ac- tuales más agudas se deben en gran parte a movimientos del pueblo iniciados por las naciones de raza blanca lla- madas ‘cristianas’, en vista de su propio interés. Sobre los cristianos personalmente y sobre sus iglesias pesa una

. gran culpabilidad. w Se indican principios específicos, como éste: <La necesidad de tales cambios económicos y sociales abrirh el camino a amplias oportunidades para las personas de todas las razas., Pero se subraya fuerte- mente que la iglesia debe principiar por poner en orden su propia casa: <En sus servicios de culto público, en sus más sencillas asociaciones y en su organizaci6n, no debe haber lugar ni pretexto alguno para la exclusibn o la segregación impuesta a causa de raza o de color ... L a congregación o comunión que permita que su linea de acción esté determinada por tal discriminación racial niega el Evangelio cuya predicación tiene por misión y encargo., Y el mensaje de la conferencia a las iglesias cristianas, redactado por el arzobispo William Temple, compendia la labor de las iglesias con respecto a la cues- tión racial, en tres frases cortas: aEl cristiano mira las distinciones de raza como procedentes de la voluntad de Dios para enriquecer a la humanidad con diversidad de dones. Contra el orgullo de la raza o el antagonismo raciaI, la iglesia debe alzarse implacablemente conside- randolo como rebelión contra Dios. Especialmente en SU propia vida y en el culto, no ha de levantarse ninguna barrera a causa de la raza o del color., Este ataque contra los prejuicios de dentro y de fuera de

las iglesias produjo su fruto. Se pudo observar que en los años que siguieron a la Conferencia de Oxford, muchas iglesias prestaron una atención mAs seria a su propia responsabilidad en esta materia.

I. The Churches Survey thdr Task, Londres, Allen and Urwln, 1937, pdgs. 130-235.

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En 1936, en la Conferencia de Tambaram (Madrás) del Consejo Misional Internacional, donde el número de dele- gados orientales fué aproximadamente igual al de los occidentales, los problemas de relaciones interraciales se plantearon en varias secciones l. Al tratar del tema .La iglesia y el orden social,, la conferencia se expres6 en estos téminos : <Desearíamos establecer la unidad de cooperaci6n de la raza humana. N o podemos detenernos en Ia unidad de clase, de Estado, de raza o de iglesia y decir: hasta aqui y no más allá se extenderá nuestra cooperación., Y al ocuparse de uLa iglesia y el orden internacionals, declaró: uDios ha creado a todos los pueblos de un solo linaje. Ninguna raza puede por tanto desconocer los derechos e intereses de otras razas. L a persecuci6n racista es particularmente execrable. La igle- sia debe ejercer su influencia en favor de todos los movi- mientos que trabajan por la plena e igual participación de todas las razas en la vida común de la humanidad. Al hacerlo, la iglesia debe expurgar su propia vida de toda discriminación racial., L a primera asamblea del Consejo Mundial de Iglesias,

reunida en Amsterdam en 1948, en la cual participaron ciento cuarenta y siete iglesias de cuarenta y cuatro países, representantes de diversas razas, calific6 la exis- tencia de iglesias separadas por motivos de raza y color como aun escándalo dentro del Cuerpo de Cristo*>. Reco- noci6 que la iglesia aha rechazado y luego consagrado por su ejemplo el prejuicio racial desatado en el mundo,. Estas prácticas se oponen a todo lo que la iglesia cree acerca del amor de Dios a todos sus hijos; y han de ser eliminadas de la comunidad cristiana. Además, acon todos los recursos a su alcances, las iglesias adeberian oponerse a la segregación impuesta por motivos de raza o color y trabajar por el reconocimiento progresivo y la aplicación de estos principios en todos los países del mundo,. En los años siguientes, el comité central del Consejo

Mundial de Iglesias continuó ocupándose de la situaci6n racial y especialmente de su evolución en Africa del Sur: Su intento de enviar a la Unión Sudafricana una delega-

,

1. The World Mission of the Church, Londres, 1939, pags. 55, 128, 130, t38.

2. The First Assembly of the World Council of Churches, Nueva York. 142.

Harper. pkgs. 56. 81, 94.

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ción ecuménica que representara a varias razas, para una conferencia con las iglesias de aquel país, no pudo lle- varse a efecto, pero el secretario general del consejo visitó la Unión en 1952. Su informe fu6 presentado al comitC central reunido en Lucknow (India), en enero de 1953. En su resolución, adoptada después de la discusión del informe, el comité central declaró: <El comité central estimula a cuantos en la Unión Sudafricana y en cual- quier otra parte trabajan por una solución del problema racial de conformidad con el Evangelio cristiano, y ex- horta a todos los cristianos a apoyarlos con el pensa- miento, la oraci6n y los actos de reconciliación. El comité central quiere aprovechar esta oportunidad para expresar su profunda convicción de que la primera y principal contribución que las iglesias en todas partes pueden y deben dar a la solución del problema racial es manifestar en su propia vida que en Cristo toda divisi6n racial está superada y que toda politica de segregación violenta en cualquier aspecto de la vida eclesihtica es incompatible con la verdadera naturaleza de la Iglesia de Cristo. El comité central, sosteniendo fuertamente las convicciones expresadas por la primera asamblea, afirma que toda discriminación politica, social o económica, basada en la raza, en cualquier parte que exista, es opuesta a la volundad de Dios según está expresada en el Evangelio cristiano. Reconociendo que las discrimina- ciones raciales existentes acrecientan la tensión y el odio en varias partes del mundo, el comité hace un llama- miento a las iglesias que lo integran para que se dedi- quen al ministerio cristiano de la reconciliación y hagan todo cuanto puedan a fin de poner término a tal discri- minación dondequiera que exista., L a Alianza Mundial de Asociaciones Cristianas de J6-

venes, la Asociación Cristiana Mundial de Juventudes Femeninas y la Federación Mundial de Asociaciones Cris- tianas de Estudiantes han adoptado también una actitud definida sobre este asuntp. Las palabras que siguen, de una resolución de la Asociacibn Cristiana Mundial de Jóvenes, adoptada en 1937 y confirmada en 1950, son significativas : <La conferencia hace constar su creencia de que las discriminaciones basadas en la raza y en el color son opuestas a la voluntad de Dios; [y] sostiene que ninguna asociaci6n general o local deberia adoptar con respecto a sus miembros normas exclusivamente ra-

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ciales, o prohibir cualquiera de sus actividades a persona alguna a causa de su raza o color*., Las principales organizaciones confesionales han expre-

sado también sus convicciones sobre las relaciones inte- rraciales. La Federación Mundial Luterana declarb en 1947: CLOS hombres de toda raza, lengua y nacionalidad son de la misma naturaleza y tienen el mismo valor a los ojos de Dios. Cristo murió por todos los hombres. Ningún grupo es intrínsecamente superior o inferior a cualquier otro. La existencia de las desigualdades admi- tidas aumentan la responsabilidad, no el privilegio, de quienes se hallan en posición favorecida2.B Los arzobispos y obispos de la comunión anglicana reu-

nidos en Lambeth, en 1948, declararon: <Exhortamos a todos los cristianos, en todas partes, a reconocer que su hermandad en Cristo cs más fuerte para unir que la raza y el color para dividir ... La doctrina de la iglesia, tal como está expresada en el Nuevo Testamento, entraña que todo miembro de la iglesia ha de estar seguro de una cordial acogida en todo culto, en toda casa de Dios, en el mundo entero3. B Podriase muy bien preguntar si estas declaraciones

inequívocas han sido llevadas a la práctica mediante actos igualmente inequivocos. La contestación ha de ser que las mencionadas opiniones han ayudado ciertamente a suscitar una inquietud de conciencia en muchas iglesias que las ha llevado a hacer frente a sus propias negligen- cias en la cuestión racial. Al propio tiempo, los citados principios han dado base al trabajo de la Comisión de las Iglesias para Asuntos Internacionales que en nombre del Consejo Mundial de Iglesias y del Consejo Misional Internacional ha tratado de promover la aceptación de una norma general de derechos del hombre en que se incluye la no discriminación. Es verdad, sin embargo, que subsiste un abismo entre lo que las iglesias conocen como justo y verdadero y lo que en realidad hacen en situa- ciones de conflictos de presión social. Se debe añadir a esto que el servicio m8s importante

que el movimiento ecumdnico ha prestado respecto de las relaciones interraciales radica no en aquello que sobre el

1. Porwmd together, inIorme de la reunion del comite mundial de las

2. Proceedings of the L.W.F., Lund (Suecia). 1947. pbg. 88. 3. Lambeth Conference, 1948, 2.a parte, pbg. 33.

asociaciones cristianas de j6venes, 1850, pbg. 27.

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asunto se ha dicho, sino en el hecho de que en su propia vida el problema ya no es un problema. Importantes conferencias ecuménicas e innumerables reuniones ecu- mhicas más reducidas, en que cristianos de diferentes razas han aprendido a vivir, a practicar el culto, a discu- tir juntos a base de una completa igualdad, han hecho comprender a los cristianos que esta auténtica relaci6n humana es normal y que la segregacih es fundamental- mente anormal.. El verdadero significado del movimiento ecuménico para la soluci6n del problema racial se halla en este redescubrimiento de confraternidad sin restrik- ciones, a base de una lealtad común que sobrepasa todas las barreras humanas.

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LOS PROBLEMAS

LA IGLESIA SUPRARRACIAL

Nuestro breve estudio de la actitud de las iglesias en Io que al problema de la raza se refiere ha servido quizas para indicar la existencia de un acuerdo cada vez m8s amplio en lo que respecta a sus doctrinas sobre tal cues- tión. Ahora pasemos a definir más claramente la natura- leza y el contenido exactos de esa opinión general. El punto de partida lo constituye la comprensión que

la Iglesia tiene de su naturaleza intrínseca, ya que aquélla no puede contribuir concretamente a la solución de los problemas de las relaciones interraciales si no es un organismo sui generis con una concepción propia de la justicia en las relaciones humanas. En otras palabras, la labor de la Iglesia no tendrá efectividad alguna en el campo de las cuestiones raciales si olvida sus propios postulados y adopta las nociones del ambiente que la rodea. La Iglesia sólo puede contribuir Útilmente a la superación de las tensiones raciales si adquiere de nuevo plena conciencia de su misión Única en el mundo. Una de las características más notables de la posición

actual de la teología es que, tanto en el dominio de los estudios bíblicos como en la teología sistemática, la con- cepción de la Iglesia vuelve a considerarse como una categoría central de la fe cristiana, y que a pesar de considerables divergencias sobre otros puntos existe una substancial concordancia de opinión sobre ciertos aspec- tos fundamentales de la concepción original y básica de la Iglesia en el Nuevo Testamento. Esa concepción puede formularse de la siguiente ma-

nera: aLa Iglesia es el pueblo de Dios, reunido por Jesu- cristo, para representar la nueva humanidad., La Iglesia es el pueblo de,Dios. No es una institución creada por el hombre sino por la volundad de Dios y pertenece a El y a Jesucristo que murió para acongregar en un cuerpo a los hijos de Dios, que estaban dispersosi,. Por consi-

'

1. Juan, XI, 52.

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guiente, los hombres no pueden proceder a su antojo en la Iglesia y con la Iglesia. N o osarán proceder con ella como si se tratara de una asociación en la que pueden dictar las normas que les parezcan convenientes. L a cons- tituci6n fundamental de la Iglesia ha sido dada, y aunque pueda ser difícil llegar a un acuerdo sobre la determinación de los elementos de fe y de orden que entraña dicha constitución, es* indudable que el fin de la Iglesia es servir a toda la humanidad y que, por tanto, no puede ser monopolio de una sola raza o nación. Cuando la Iglesia realiza su misión en el seno de una raza o nación determinada, no corresponde a aquella adaptarse a las normas de vida de dicha raza o nación, sino m8s bien a éstas adaptar su conducta a los preceptos que ema- nan de la esencial naturaleza de la Iglesia. Esta Iglesia se llama un pueblo; y no es mera hiper-

bole. Indica que los seguidores de Jesucristo no son indi- viduos aparte, sino que forman un conjunto coherente, unido por lazos no menos estrechos que los de la nacio- nalidad. Los primeros cristianos fueron considerados una raza aparte (tertium genus) por sus enemigos y ellos aceptaron ese título como una verdadera descripcih de su confraternidad porque tenían realmente una tradición y una lealtad comunes que los distinguían de los demás grupos humanos. Este pueblo es un pueblo nueuo. Nuevo porque perte-

nece a la nueva edad que ha tenido su principio con el advenimiento de Jesucristo. También es nuevo por estar caracterizado por Ia creación de nuevas relaciones entre los hombres. En la vida del antiguo pueblo (judío) coin- cidían la nacionalidad y la fe resultando de ello que sólo podían existir profundos lazos fraternos etltre los miem- bros de la nación judia. Unicamente incorporándose a tal nación podían los demas hombres compartir esa profunda confraternidad. Por el contrario, el ccpueblo nuevo, debía demostrar la verdadera universalidad del amor de Dios por los hombres. En esa nueva confraternidad se han de- rrumbado todas las barreras raciales. Adquirir la mueva naturaleza, significa vivir en una comunidad en la que eno hay distinción de gentil y judío, de circunciso y no circunciso, de bárbaro y escita, de esclavo y libre: sino que Cristo es todo y está en todos',.

I. Colosenses, III. 10; vease Ghliitns. III. 28.

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i Debe considerarse esa confraternidad suprarracial y supranacional como un fenómeno puramente aespiri- tuab, que no necesita explicarse de manera concreta y visible? No; es evidente que el upueblo nuevo, debe dar realidad a esta nueva relación entre los hombres de dife- rente raza y religión en su vida cotidiana en la Iglesia. En realidad, las iglesias locales fundadas por San Pablo se componían de cristianos tanto judíos como gentiles, entre los que existía una fraternidad ilimitada, lo que no se consiguió sin grandes esfuerzos. Para muchos de los judíos que regían los grupos cristianizados les parecia revolucionaria la idea de aceptar a los gentiles sin incor- porarlos previamente a la nación judía. En la crisis de Antioquíal triunfó el principio propugnado por San Pablo, es decir, que el origen nacional o racial no debía dividir a la Iglesia cristiana. Con ellos ase habia derrumbado la últinia barrera%. Este principio fundamental del carácter suprarracial

de la Iglesia cristiana es parte integrante de su propia naturaleza. Si se enturbia, se enturbia tambiCn al mismo tiempo la naturaleza esencial de la Iglesia; mas allí donde se manifiesta revela el verdadero significado de la Iglesia como nuevo pueblo de Dios.

LA CONCEPCI~N CRISTIANA DE LA RAZA

Con respecto a la concepción de la raza existe una cre- ciente coincidencia de opinión entre los pensadores cris- tianos. Las iglesias han creído siempre en la unidad fun- damental de la humanidad. Cuando los hombres de cien- cia convocados por la Unesco declararon uque todos los hombres pertenecen a la misma especie, la del homo sa- piens, y descienden de un mismo tronco común, (decla- ración de septiembre de 1952), quienes conozcan el Nuevo Testamento recordarán las palabras de San Pablo, escri- tas hace diecinueve siglos: uEl es el que de uno solo ha hecho nacer todo el linaje de los hombres, para que habi- tase la vasta extensión de la tierra%. Pero, no se puede negar que en varios períodos de la historia de las iglesias cristianas la fuerza de esta convicción fundamental ha

i. Hechos de los Ap6stoles. 15; GBlatas. 2. 2. Harnack, Misston und dusbreitung, Leipzig, í915. pSg. 63. 3. Hechos de 10s ApOStOleS, XVII, 26.

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quedado gravemente debilitada a causa de la aceptación de ideologias o doctrinas que establecían una jerarquia racial. Así, la actitud de la Iglesia ante el pueblo judio, que en los primeros siglos de la era cristiana estuvo total- mente fundada en razones religiosas y teológicas, se con- virtió desde la época de Constantino el Grande, y espe- cialmente durante la edad media, en una extraña combinación de justificables motivos teológicos y del más anticristiano antisemitismo'. El resultado fué, según lo demuestran las leyes de la época, que los judíos fueron considerados como una clase inferior de seres humanos. Además, cuando las naciones occidentales entraron em contacto directo con los pueblos de Africa y llegaron a ejercer sobre ellos su supremacía, ciertos teólogos pre- tendieron justificar esa dominación basándose en la maldición que Noé lanzó contra el hijo de Ham, quien habría de ser <un servidor de los servidores de sus her- manos%. Más recientemente hemos conocido el desdi- chado fenómeno de un movimiento que pretendió com- binar el cristianismo con el racismo nacionalsocialista. Afortunadamente, podemos decir que esas aberraciones han encontrado decidida oposición y que hoy es difícil encontrar a un teólogo serio o una autoridad eclesiástica que defienda tan endebles armazones teológicas construí- das gen defensa de la (mala) causa,. La declaración de la representativa conferencia ecuménica reunida en Oxford, en 1937, refleja esta concordancia general de opinión al manifestar que <no hay razón para establecer ninguna diferencia entre las razas en cuanto a su valor intrínseco. Por todas vela igualmente Dios, pues que todas han sido1 creadas por El para aportar a Su servicio los singulares y distintivos dones de cada una3.~ Debemos aclarar, sin embargo, que la concepción cris-

tiana de la raza tiene características distintivas, pudiendo decirse que es más teocéntrica que antropocéntrica. La afirmación de San Pablo, citada anteriormente, principia con estas palabras: <El [Dios] es el que de uno solo ha hecho nacer el linaje de los hombres,. En estas palabras radica la diferencia entre un vago cosmopolitismo que considera las razas y naciones como puros accidentes y

i. Dicha transici6n est& claramente descrita en la obra de Oepke Das neue

2. Genesis. IX, 25. 3. The Churches ..., p8g. '72.

Gottesvolk, Guterskoh, 1950, phgs. 287, 285, 288.

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la concepción cristiana que las admite como parte de la estructura de la vida humana, que es un don de Dios. La Iglesia cristiana no defiende ninguna forma de racismo. <Contra el endiosamiento o antagonismo racial, la Iglesia debe encararse implacablemente como ante una rebelión contra Dios'., Pero esto no significa que defienda un interracismo abstracto. En tanto que traza, es un concepto puramente bioló-

gica, no hay razón para atribuirle un significado espiri- tual. El color de la piel no tiene relevancia alguna desde el punto de vista de los valores cristianos. Pero en el transcurso de la historia, los principales grupos denomi- nados trazas, han sido los portadores de específicas experiencias históricas y han creado determinadas for- m a s de cultura. Es Útil recordar que la ciencia moderna nos enseña que las llamadas razas no son compartimentos estancos ni entidades inmutables, lo que nos ayuda a evitar el peligro de considerar absolutas las Características culturales distintivas de toda raza. Sin embargo, esas Características existen, y desatenderlas o negarlas en aten- ción a una uniformidad general es tan erróneo como negar a las personas el derecho a la específica función de sus propios dones y facultades. En este sentido es verdad que, según expresó la Conferencia de Oxford en 1937, cada una de las razas de la humanidad ha sido bende- cida por Dios con dones distintivos y singulares,, y que tel cristiano mira las diferencias raciales como parte de la voluntad de Dios para enriquecer a la humanidad con una diversidad de dones,. El reconocimiento de estas dife- rentes facultades no significa una diferenciación de razas en cuanto al valor intrínseco de las mismas.

Esta situación no es estática. Pueden producirse nuevas situaciones como se han producido en el pasado y existen hoy en algunas partes del mundo, en donde las aporta- ciones de varias razas se han unido en una nueva sintesis. Esas aportaciones deben ser bien recibidas y respetadas como una contribución a la vida común de la humanidad. El gran evangelizador africano Aggrey gustaba de repetir la parhbola de las teclas blancas y negras del piano que, juntas, producen m6sica armoniosa. Parábola exacta si se la entiende no con relacih al color sino a la función. Las diferencias raciales son auténticas pero relativas, ya

1. The ChilTehes ..., pBg. 58.

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que van enderezadas al cumplimiento del destino de la humanidad como un todo. En último anAlisis, los hombres todos pertenecen a una sola raza humana, que Dios cre6 y desea salvar.

LAS RELACIONES INTERRACIALES EN LA VIDA SOCIAL

¿Qué consecuencias debieran producir tales convicciones en la vida social? No es difícil ver lo que ello significa para las relaciones personales de los cristianos con hom- bres y mujeres de otras razas. Una actitud espiritual que no influya sobre las realidades de la vida humana no tiene relación alguna con la fe en Cristo, el Verbo hecho carne. Cuando San Pablo escribe a Filemh rogándole que

reciba de nuevo al esclavo Onésimo, fugitivo, ano ya como siervo, sino como quien de siervo ha venido a ser un hermano muy amado,, añade: <según la carne y según el Señor., Es decir: no sólo como a un hermano en un sentido espiritual, sino al mismo tiempo como a un hermano en las relaciones diarias de la vida humana. Este fué, en verdad, el gran papel que la Iglesia desem- peñó en sus orígenes y que ha continuado desempeñando siempre que se ha mantenido leal a su verdadera natura- leza, transformando las relaciones personales entre hombres que pertenecen a grupos sociales, nacionales o raciales diferentes. Y esto, no tan sólo dentro de la comunidad cristiana, ya que cuando consideramos que cualquier hombre de cualquier raza es un miembro *PO- tencial de dicha comunidad, llamado a servir al mismo Señor, no podemos tratarlo como a un extraño, sino como un ser humano por quien todo cristiano se siente respon- sable. Es indudable que este enfoque personal del pro- blema de las relaciones entre los grupos humanos ha tenido una profunda influencia en el conjunto todo de la situación interracial. Ha construido puentes a través de los abismos del odio racial; ha consolado en parte la amargura causada por la humillación de una raza por otra; ha hecho menos intolerable la explotación racial. Pero este enfoque personal no es suficiente. En reali-

dad, como declaró la Conferencia de Oxford, en 1937: aUna excesiva insistencia en las grandes posibilidades del amor al pr6jimo en las relaciones personales, dentro del

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marco de un sistema de justicia dado, o de una estructura social establecida, puede llevar a los cristianos a permitir que sus actos personales de caridad sirvan para ocultar la injusticia y sustituir a la justicial., El problema de las relaciones entre las razas en modo ninguno queda restringido al orden de las experiencias personales. Es, en especial, un problema de orden social que debe ser tratado en el plano institucional, social, económico y poli- tico. En una sociedad en que las iglesias gozan de la oportunidad de influir en la concreción de normas socia- les y en que los fieles comparten la responsabilidad en la realizacidn de la obra total de la vida de la comunidad, las iglesias no pueden limitarse a la mera promulgación de normas éticas individuales. Las iglesias deben derra- mar la luz penetrante del mensaje cristiano sobre las perniciosas prácticas hoy firmemente introducidas en las instituciones y leyes de las naciones. Mucho tiempo han necesitado las iglesias para redes-

cubrir esta uproféticaw tarea. Y aún hoy, de ning6n modo puede decirse que la estCn realizando de manera consis- tente. Pero, por lo menos la han comenzado. Y elevan hoy su voz contra la discriminación y la injusticia racia- les. Al obrar así adoptan una firme posición en favor de los derechos del hombre, lo que no significa que separen tales derechos de los deberes del hombre. La asamblea de Amsterdam afirmó: uLa libertad humana tiene su con- trapartida en la responsabilidad humanag. w Pero, esto significa que residen en el hombre ciertos derechos esen- ciales uen virtud de su creación, redencih y destino%. Algunas iglesias pondrán de relieve que tales derechos se derivan especialmente de la situación del hombre como criatura de Dios. Otras insistirán'en que en Cristo tene mos ula seguridad de la victoria final de la justicia sobre todas las injusticias de la tierra,, lo que debe eestimu- larnos a la b6squeda de un mayor grado de equidad en la esfera social y política, y a luchar contra toda injusta discriminación de clase y raza y contra toda negaci6n de los derechos humanos, ya sean políticos o econ6micos4~.

I. The Churches ..., p8g. 95. 2. InIorme de la primera asamblea del Consejo Mundial de Iglesias, Lon-

3. Ibid., pBg. 97. 4. Informe de la Comisibn Consultiva, The Ecumenical Review, octubre de

dres, 1949, pbg. 93.

1852, p8g. 96.

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Pero todas están de acuerdo en que estos derechos son dones de Dios y no creaciones humanas. CES temerario por parte del Estado arrogarse la capacidad de otorgar o negar los derechos fundamentales. Al Estado corresponde incorporar esos derechos en su propio sistema lega1 y garantizar su observancia en la práctica'., LCuáles son esos derechos? Uno de los primeros con

respecto a la raza es sin duda el derecho a la igualdad de oportunidades para la educación y el desarrollo de la personalidad. Es justo que el hombre aspire a lograr con el tiempo el pleno desarrollo de sus facultades latentes y a contribuir de lleno a la vida de la humanidad: nada es tan profundamente desconsolador como un porvenir sin esperanzas. Estrechamente relacionado con lo anterior se halla el derecho a participar conscientemente en la rida de la comunidad según la propia capacidad de cada uno. El Congreso de la Iglesia holandesa reformada, cele- brado en Bloemfontein (Unión Sudafricana), declaró m u y acertadamente que cdebemos recordar que ningún pueblo de la tierra que se respete a sí mismo vivirir permanente- mente contento de un régimen en el que se le prive de toda participación -o sólo se le permita una participa- ción indirecta- en la organización política, social y eco- nómica del pais en el cual se toman decisiones sobre sus intereses y su porvenir%. El creciente ejercicio de este derecho es indudablemente un factor fundamental y posi- tivo en la presente situación del mundo. No podemos enumerar todos los derechos que tienen

relación con la situacih racial, pero debemos mencionar uno más: el derecho a ser tratado como persona, más que como miembro de una unidad biológica. En este derecho esta comprendido el de libre asociacidn con otros hombres y mujeres. La discriminación basada en el simple hecho del color y la segregación forzada significan el rebaja- miento de la victima a un nivel de inferioridad humana. La Iglesia de Cristo, que se considera a si misma como una comunidad de personas, cada una de las cuales tiene su valor específico propio sub specie æternitatis, y que afirma su caracter de institución suprarracial, debe, por

2. Informe de la primera asamblea del Consejo Mundial de Igleslus, Londres,

2. Dfe Natu+eltenvmagsluk, informe del Congreso de la Iglesia, Noenilon- 1949, p8g. 93.

tein, 1950. p8g. IOO.

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su intrinseca naturaleza, alzar su voz de protesta allí donde sean violados esos derechos.

TEORIA Y PRACTICA

El problema surje al tratar de averiguar por quC las con- vicciones que hemos intentado formular y que han sido defendidas no sólo por un grupo selecto de pensadores cristianos sino por un número considerable de miembros de la Iglesia han sido tan imperfectamente llevadas a la práctica. Porque existe una evidente discrepancia entre la afirmación de que la Iglesia es una entidad suprarracial y la separacibn real que se observa entre las distintas razas en las iglesias de varios paises. Análoga discrepan- cia se puede encontrar frecuentemente entre las declara- ciones de las iglesias sobre la cooperacih interracial y la actitud que realmente adoptan sus miembros en la vida social. &No quiere decir esto que las normas sociales del ambiente en el que existen las iglesias (aun a veces las normas sociales de ayer) son más poderosas que las convicciones que las iglesias predican? ¿En Último tCr- mino, son las iglesias total o marcadamente producto del ambiente? O (para usar la terminologia de Karl Marx) Arepresentan esas iglesias solamente ael aroma espiri- tual, de una sociedad que no ha encontrado todavía la verdadera soluci6n a los problemas de las relaciones humanas? En la primera parte de este opúsculo se halla la res-

puesta a estas interrogaciones. Tanto la historia pasada como la experiencia de la hora presente prueba que las iglesias son instituciones sociales cuya vida está deter- dinada principalmente por las costumbres, convicciones o prejuicios generales de las naciones en donde se en: cuentran establecidas. Debemos ir aún más lejos y aceptar que, en vista de la tendencia demasiado humana de con- fundir una tradición meramente social con una venerada tradición religiosa, con frecuencia las iglesias progresan más lentamente que las demás instituciones sociales, para adaptarse a las normas cambiantes de la sociedad. Pero, esto de ningún modo encierra toda la verdad acerca de las iglesias. Dentro de esas instituciones tan frecuentemente conservadoras actúa otra fuerza que los cristianos creen que es el Espíritu Santo y que otros consideran como una

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reaparición de las convicciones básicas y originales del cristianismo. Cuando esta fuerza renovadora se adueña de la Iglesia, se rompe la alianza íntima entre ésta y la sociedad que la rodea, y la Iglesia reafirma su libertad de atenerse a sus propias leyes internas y manifiesta sus características distintivas. Así, las iglesias que pueden representar, en ciertas épocas de su historia, un elemento retardador del proceso de solución de los problemas que plantean las relaciones humanas, en otras épocas, por el contrario, son precursoras que señalan nuevas y más constructivas soluciones. La historia de la Iglesia registra tanto la transigencia con la servidumbre como la oposi- ción enérgica a ésta. A veces, esos dos aspectos tan con- tradictorios de la influencia de las iglesias pueden refle- jarse en una sola vida humana, como en el caso de John Newton, el gran escritor de himnos, hombre profunda- mente religioso que, dedicado durante algún tiempo al comercio de esclavos, llegó a. reconocer que tal actividad era totalmente incompatible con el cristianismo y se convirtió en valeroso profeta de la abolición de la escla- vitud en todas sus formas, e influyó sobre Wilberforce, quien dedicó a esta labor su vida entera. No debe suponerse, sin embargo, que este proceso de

liberación de la Iglesia resuelve todos los problemas, ya que las iglesias pueden ir tan lejos en su emancipación de JOS prejuicios de la sociedad circundante que terminen por perder toda posibilidad de influir en esa sociedad. @Existe un perpetuo dilema ante la Iglesia cristiana, ya que el compromiso es el reverso de la responsabilidad. O la Iglesia sale al mundo para convencer las naciones y ejercer influencia en las instituciones sociales, o bien trata de mantenerse como organismo selecto de cristianos confiados'., En otras palabras, las iglesias que aceptan su responsabilidad en la vida total de la comunidad en que existen no pueden desentenderse de las costumbres de esa comunidad. Su tarea no debe ser ni conformarse con las normas existentes ni retraerse al aislamiento de una selecta aristocracia espiritual. Por una parte, deben ser la conciencia de esa sociedad y mantener constante- mente la tensión entre las convicciones cristianas básicas y las realidades sociales, lo cual supone una labor de

1. John C. Bennett, The Church 0nd the Disorder of Society, Londres, 1948, pAg. 94.

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.autocrítica a la luz de sus principios fundamentales y una crítica de la sociedad a la luz del mensaje del Nuevo Testamento acerca de las relaciones humanas. Por okra parte, las iglesias tienen una responsabilidad pastoral hacia sus miembros y no deben avanzar con tal rapidez que queden totalmente aislados del grueso del ejército. Esto no significa que siempre pueda encontrarse justi-

ficacibn a la conformidad de la Iglesia con el medio ambiente de tal modo que su propia naturaleza y su misión queden oscurecidas. Quien, por motivos raciales, niegue a otro cristiano el nombre de hermano en Cristo no tiene -ni puede tener- justificación posible. En esto, no se trata ya de si la Iglesia se aproxima o no a su propio ideal sino, simplemente, de si obedece o no al mandato recibido.

EL PROBLEMA DE LAS IGLESIAS I~TNICAS

El más arduo de los problemas que prácticamente se plantean a la Iglesia en este campo es el de saber si debe propugnarse, permitirse o prohibirse la organización de iglesias aparte, a base de un criterio étnico, o por lo menos de servicios religiosos para grupos étnicos deter- minados. Hemos preferido la expresión (iglesia étnica:, en vez de tiglesia racial,, por ser más amplia y porque la separaci6n de los grupos raciales en la vida de las iglesias se justifica generalmente por razones Ctnicas, y no por motivos raciales. En otras palabras, cuando se arguye en favor de servicios u organizaciones eclesiásti- cas aparte para las diversas razas, los argumentos invo- cados no son, en muchos casos, puramente raciales, sino que comprenden factores de orden social o cultural.

Consideremos los argumentos opuestos. L a raz6n que con mayor peso aboga en favor de la existencia de iglesias .&nicas aparte es el factor lingüístico. Se sostiene que cada pueblo debe oír la predicaci6n de la palabra divina en SU propia lengua. Así surgieron en muchas partes del mundo iglesias cuya creaci6n no tuvo en principio más finalidad que la de enseñar el Evangelio a un pueblo determinado, en su propia lengua. Pero el idioma no es un fen6meno aislado; esti5 intimamente ligado a la cul- tura y a las tradiciones nacionales. Muchas de las iglesias ,que nacieron sin mAs nota distintiva que el idioma se

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convirtieron así en iglesias étnicas en sentido lato, y no faltan casos de iglesias de esta índole que siguen exis- tiendo como órgano aparte aunque ha desaparecido ya toda posibilidad de justificación lingüística. Citaremos, como ejemplo, el de algunas iglesias chinas de Indonesia, que ahora emplean el indonesio, o el de ciertas iglesias de los Estados Unidos de América, que al principio emplea- ban el alemán, el sueco, el holandés, etc. y que no se fundieron con otras iglesias a pesar de haberse convertido el inglés en su lengua usual para la predicación y el culto. Cabe preguntarse si el mantenimiento de determinadas

tradiciones culturales nacionales justifica la organización de iglesias aparte. Puede contestarse diciendo que cada grupo étnico (y no faltaría quien quisiera añadir racial) debería expresar su fe en formas culturales propias y que sólo así podría contribuir plenamente a la vida mul- tiforme de la totalidad de la Iglesia cristiana. En efecto, este argumento cultural es el que actualmente se aduce con mayor frecuencia. Para algunos partidarios de esas iglesias étnicas, no se trata sino de una cuestión de adap- tación práctica, pero otros defienden su posición con una verdadera teología de nación y raza, afirmando que (Dios quiso que existieran razas y naciones aparte, dotada cada una de ellas de su lengua y de su cultura; y por consi- guiente, una separación racial (incluso dentro de la Iglesia cristiana) que mantenga las razas aparte no sólo debe permitirse sino que constituye un deber cristiano', . Como es natural, las personas que sostienen ese punto de vista -que tiene mucha afinidad con el punto de vista teológico contra el que hubo de pronunciarse la Iglesia confesional alemana en los años de lucha por los que atravesó entre 1930 y 1940- llegan a la conclusión de que no sólo es posible la organización étnica de las iglesias, sino que constituye la forma más genuina de la vida eclesiástica y que las iglesias interétnicas o interraciales no son tan sólo un error, sino que se oponen al espíritu de la Biblia. Sin embargo, no son éstos los únicos argumentos que

se aducen en favor del mantenimiento de iglesias o

*

1. La cita esti tomada de un documento de la Iglesia reformada holandesa de la Unidn Sudalricana, pero no debe interpretarse como opinidn de todos los tedlogos de la Iglesia reformada holandesa del pais, por haber otros que niegan que la segregacldn racial constituye una cuestidn de principio.

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congregaciones étnicas aparte. Existen otras razones pu- ramente practicas e incluso oportunistas, que adquieren todo su peso cuando el ambiente social dificulta o impo- sibilita un estrecho contacto interracial. La iglesia para blancos invoca en esos casos el argumento de que, aun cuando la confraternidad interracial en la Iglesia es ciertamente el ideal absoluto, en las circunstancias actua- les esa confraternidad llevaria a una confraternidad social general (incluso al matrimonio entre distintas razas), lo que plantearia un conflicto entre las iglesias y la sociedad en cuyo seno viven, y añade que sólo una evoluci6n pro- gresiva de la opinión pública permitiria paulatinamente la creaci6n de iglesias interraciales. Las iglesias para negros argumentan en parte con los

mismos motivos y en parte con motivos distintos. Insis- ten en que el sistema de iglesias raciales aparte constituye un error fundamental, pero no obstante, muchos de SUS dignitarios y fieles opinan que en la situación actual es preciso mantener separadas las iglesias pata negros, por- que las mixtas no garantizarían a los dirigentes de raza negra una participacich adecuada en la gesti6n de los asuntos eclesiásticos y porque mientras los cristianos blancos comparten en general las actitudes de la sociedad en que viven los negros no se sentirán verdaderamente bien acogidos'.

Pero los que se oponen a las iglesias étnicas recuerdan anto todo la naturaleza suprandcional y suparracial de la Iglesia cristiana. La confraternidad creada por una fe común en el Señor no debe ser una mera relación invi- sible, una especie de ideal platónico, sino que debe mani- festarse y tomar cuerpo en una nueva relación entre los hombres de diferentes razas y naciones. Ningún pasaje de la Biblia impone la distinción entre

naciones y razas como valor permanente y fundamental. L a Biblia no nos lleva hacia atrhs, hacia sistemas nacio- nales, raciales o culturales inalterables, sino hacia ade- lante, hacia el Reino de Dios en el que los conceptos de nación y raza no regirán como principios de división; y es misión de la Iglesia dar a los hombres el goce anti- cipado de ese Reino. En ciertas circunstancias pueden justificarse las iglesias Ctnicas por razones de caracter

i. Veanse las respuestas al cuestionario de Culver, en: Mwais, Colour:

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unsolved problem of the West, ciudad del Cabo, 1953, pbg. 185.

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puramente práctico, pero en ningún caso debe verse en ellas la organización genuina de la Iglesia, porque cons- tituyen más bien la excepción que la regla. Por otra parte, debemos precavernos contra el peligro de crear iglesias anacrónicas, esto es, iglesias que traten de man- tener artificialmente vivas una lengua o una cultura, cuando la situación real exige la adopción de un lenguaje de uso más amplio y la integración de un grupo cultural minoritario en un conjunto cultural más vasto. En todo caso, el argumento lingüístico o cultural no debe servir nunca de pretexto para una forma de segregación pura- mente racial. En el terreno de las cuestiones raciales, las iglesias no deben seguir el lento progreso de la sociedad, sino dar ejemplo de lo que deben ser las relaciones hu- manas. Por consiguiente, las iglesias han de aplicar resueltamente los corolarios de su propio apostolado y misión, incluso si están en conflicto con las costumbres del medio que las rodea. Puede afirmarse que también sobre este punto va plas-

mándose paulatinamente la unanimidad de pareceres. La experiencia ha enseñado a las iglesias, en tiempo del ra- cismo nacionalsocialista y en el período de nacionalismo agresivo en Asia, a juzgar con un criterio más objetivo los factores nacionales y culturales que intervienen en la vida de la Iglesia. La difusión del ideal ecuménico ha ejercido una influencia similar. En la actualidad puede decirse que existe unanimidad de pareceres, aunque no universal, sobre los puntos siguientes : 1. La existencia de iglesias étnicas aparte no puede justi- ficarse en principio desde el punto de vista teológico. En ciertos casos, su existencia puede justificarse por razones pastorales de carácter práctico.

2.La formación de iglesias étnicas especiales no debe considerarse nunca sino como una solución meramente provisional del problema de nación y raza en la Iglesia cristiana. Siempre se procurará lograr cuanto antes la Creación de iglesias supraétnicas y suprarraciales. El sistema sociológico del medio en que vive la iglesia no constituye a este respecto en modo alguno un argu- mento decisivo contra esa tendencia, porque la misih de la Iglesia consiste en indicar el camino que conduzca a la verdadera confraternidad entre los hombres de todas las razas y naciones.

3.No puede justificarse en ningún caso la segregación

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forzada, la negativa a admitir en una iglesia cristiana a una persona determinada, por mera distinción de

4. Donde existen iglesias étnicas (raciales) aparte, tienen estas iglesias el deber especial de hacer patente, por todos los medios posibles, que son realmente miembros de un mismo y único cuerpo.

5. Esta preocupación por la expresión de la unidad supra- rracial cristiana debe manifestarse no sólo en los sino- dos o consejos nacionales sino particularmente en los contactos regulares entre las diferentes’congregaciones locales y sus fieles.

6. En último término, el fin perseguido debe ser la crea- ción de iglesias y congregaciones locales que pongan de manifiesto la unidad de los hombres de todas las razas y de todos los pueblos, en su común relación con el unico Señor, idéntico para todos.

, taza.

LA FUTURA LABOR

Cabe preguntarse si las iglesias facilitarán o dificultarán Ia supresión de los prejuicios de raza y el establecimiento de relaciones genuinamente humanas entre las razas. Con arreglo a nuestro estudio, no puede negarse que las igle- sias serán un obsthculo si se acomodan al medio am- biente que las rodea o aún se aferran al pasado; pero debe decirse que constituirán un factor positivo si saben com- prender su verdadera misión en el mundo como nuevo pueblo de Dios. Ninguna institución puede resolver mejor los proble-

mas raciales que la Iglesia cuando tiene conciencia de la importancia de su misión. Esto puede parecer una preten- sión exagerada, pero hay que mantenerla. Porque el pre- juicio y el antagonismo sólo pueden ser superados por una fuerza que esté aún más profundamente enraizada - y que una mutuamente a los hombres en una genuina confraternidad. El optimismo de Carlos Darwin i que en 1875 sostenía que, al ir ampliándose los horizontes sociales, bastaria el sentido común para que el hombre se diera cuenta de que debe vivir en buenas relaciones

1. Vease la cita en la <Declaraci6n sobre razas publicada por la Unesco en julio de 1950.

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con sus prójimos, no ha sido muy brillantemente confir- mado por los acontecimientos de los setenta y cinco años Últimos. Tampoco podemos atrevernos a esperar que baste plantear científicamente el problema racial para obtener resultados decisivos. Para combatir prejuicios tan hondamente enraizados en la estructura de la socie- dad y en las actitudes humanas, no basta el conocimiento y la razón, que pueden ser p u y Útiles para explicar los prejuicios y procurar las armas que tanto necesitamos para luchar en favor de la comprensión racial, pero no pueden infundir el dinamismo necesario para que un prejuicio sea sustituido por una actitud positiva hacia las personas de raza distinta. Como ha dicho Reinhold Niebuhr, el prejuicio racial es una forma de irraciona- lidad alimentada por profundos impulsos humanos : aE1 prejuicio racial acompaña inevitablemente al orgullo ra- cial, como éste a la volundad étnica de vivir ... En el im- pulso de todo ser humano por sobrevivir hay elementos espirituales cuya corrupción es el orgullo y la ambicih del poderi., En otras palabras, el prejuicio racial no es meramente una forma de ignorancia que pueda disiparse paulatinamente mediante la instrucción o la proclamacidn del ideal de la comprensión interracial. El orgullo sólo puede superarse con la fuerza que da la humildad. Una ambición egoísta del poder sólo puede neutralizarse con un profundo sentido de afinidad y responsabilidad para con quienes corren el peligro de convertirse en victimas de esa actitud. El miedo obsesivo a las fuerzas desconocidas, extrañas

y, por tanto, aparentemente peligrosas que representan las otras razas sólo puede curarse con el descubrimiento de esa profunda seguridad que es el don de la fe en la Providencia divina. Por otra parte, es evidente que estas razones fundamentales resultarán ineficaces si no se cumplen dos condiciones. Esas dos condiciones se hallan claramente formuladas por el Sr. O.F. Nolde en el eMes- sage for Race Relations Sunday, 1953>2, y son: cuna modificación manifiesta de la actitud de un número de personas suficiente para influir en la opinión pública, y auna acción concertada por ambas partes,. En muchos

1. Reinhold Niebuhr. The Children of Light and the ChildTen of Darkness,

2. National Counril of the Churches of Christ in the U.S.A., febrero de Londres, 1945. pBg. 96.

1953.

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paises, las iglesias pueden cumplir esas condiciones, pues ejercen su influencia sobre una gran parte de Ia pobla- cibn y cuentan, entre sus propios fieles y por sus relacio- nes en el movimiento ecumhnico, con posibilidades Únicas para desarrollar la cooperacih interracial. Por consiguiente, pueden poner de manifiesto que ia

fe cristiana confiere a los hombres esa humilidad, ese sentido de la responsabilidad y esa conciencia de frater- nidad interracial que puede destruir las barreras que actualmente dividen a la humanidad. .

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B I B L I O G R A F I A

E n esta corta bibliografía sólo se enumeran algunos de los trabajos más importantes sobre la cuesti6n de la Igle- sia y la raza. Se señala también a la atenci6n de los lee- tores la bibliografia que va al final del estudio del padre Congar, La Iglesia catdlica y la cuestidn racial, en esta misma colección.

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Iglesia católica y la

cuestion racial 0 )

por el Rvdo. P. Yves M.-J. CONGAR, O.P.

El presente estudio contiene, en forma sucinta, un sinnúmero de datos sobre la posici6n adop- tada por la Iglesia ante la cuesti6n racial, tanto en el dominio espiritual como en el temporal. El autor, un tedogo eminente, examina la cuesti6n racial desde el punto de vista del dogma cat6lico y de la historia, y demuestra que los principios del catolicismo se oponen radicalmente a la dis- criminach racial. Tanto por la calidad de su argumentacibn como por su documentaci6n abundante y la elegancia de su estilo esta obra está llamada a tener una resonancia considerable.

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Las publicaciones de la Unesco pueden adquirirsr en las librerias y en las agencias de venta de la

Unesco (véase la lista)

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PUBLICACIONES DE LA UNESCO: AGENTES GENERALES DE VENTA

ALEMANIA Unesco Vertrleb for Deutschland, A. Oldenbourg, MUNICH.

Editorial Sudamericana. S.A., Alsina 500, BUENOS AIRES.

Oxford University Press, 346, Little Collins street. MELBURNA.

ARGENTINA

AUSTRALIA

AUSTRIA Wilbelm Frick-Verlag, 27 Graben, VIENA I.

Librairie Encyclopedl- BELGICA

que, 7, rue du Luxembourg, BRUSELAS IV.

BOLIVIA Libreria Selecciones, Avenida 16 de Julio 216. LA PAZ.

BRASIL Livraria Agir Editoria, Rua Mexico 98-B, Caixa postal 3291, Río DE JANEIRO.

CANADA De lengua inglesa: University OP Toronto Press. TORONTO.

De lengua pancesa: Periodica Inc., Centre dé publications internationales, 5112, avenue Papineau, MONTREAL 34.

CEILAN Lake House Bookshop, The Associated News- papers of Ceylon Ltd., P.O. Box 244, COLOMBO I.

COLOMBIA Emilio Royo Martin. Carrera 9a, 1791, BOGOTA.

TreJos Hermanos, Apartado 1313, SAN Jose.

COSTA RICA

CUBA Unesco, Centro Regional en el Hemisferio Occidental Calle 5. n.: 306, Vedado, Apartado 1350,

CHECOESLOVAQUIA

LA HABANA.

Artia Ltd., 30 Ve SmeckBch, PRAGA 2.

Librería Lope de Vega, Moneda 924, SANTIAGO.

M. E. Constantinides, P.O. BOX 473, NICOSIA.

Einar Munksgaard Ltd., 6 Norregade, COPENHAGUE K.

Casa de la Cultura Ecuatoriana, Avenida 6 de Diciembre

QUITO.

La Renaissance d’EgYpte, 9, rue Adly-Pacha,

CHILE

CHIPRE

DINAMARCA

ECUADOR

332,

EGIPTO

EL CAInO.

ESPASA Agullar, S.A. de Ediciones, Juan Bravo 38, MADRID.

ESTADOS ASOCIADOS DE CAMBODIA, LAOS Y VIETNAM Librairie nouvelle Albert Portail, B. P. 283. SAIGON.

ESTADOS UNIDOS DE AMERICA Columbia University Press, 2960 Broadway, NUEVA YORK 27.

FILIPINAS Philippine Education CO., Inc., 1104 Castillejos, QUiaPO. MANILA.

FINLANDIA Altateeminen Kirja- kau pa 2 Kesih&.t, HELSINKI.

FORMOSA The World Book Co. Ltd., 99 Chung King south Road, TAIPEH.

FRANCIA Al por menor: Libreria de la Unesco, C.C.P. Por& 21-97-90 Societe Generale. 45, avenue Kleber, Compte 13.801.

Unesco, Dtvisi6n de Ventas, 19, avenue Kleber.

Eleltheroudakis, Ltbrairie Internationale, ATENAS.

GUYANA HOLANDESA Radhakishun and Co. Ltd. (Book Dept.), Watermolenstraat 30, PARAMARIBO.

Librairie u A la Caravelle B. 36, rue Roux, PUERTO PRINCIPE.

Swindon Book Co., 25 Nathan Road, KOWLOON.

Kultura, BUDAPEST 62.

PARk3 16.

Al POT mayor:

PARh 16. GRECIA

HAITI

B.P. 111-8,

HONG KONG

HUNGRIA

P.O. BOX 149,

INDIA Orient Longmans, Ltd.: Indian Mercantile Chamber, Nicol Rd.. BOMBAY: i7 Chlttaranjan Ave., CALCUTA: 36-A Mount-Road. MADRAS.

Subdepdsftos: Oxford Book and Stationery Co., Scindia House, NUEVA DELHI: Rajkamal Publications, Ltd., Himalaya House. Hornby Rd., BOMBAY I.

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INDONESIA G.C.T. van Dorp and CO., Djalan Nusantare 22, DJAKARTA. I.

IRAK McKenzie’s Bookshop, BAGDAD.

JSRAEL Blumsiein’s Book- stores, Ltd.. 35 Allenby Road, P.O. B. 5154. TEL AVIV.

G. C. Sansoni, Via Gino Capponi 26. Casella postale 553. FLORENCIA.

ITALIA

JAMAICA Sangster’s Book Room. 99 Harbour Street, KINGSTON ; Knox Educational Servlces. SPALDINGS.

ZAPON Maruzen Co. Inc., Nlhonbashi, TOMO.

JORDANIA HACHEMITA Joseph I, Bahous and Co., Dar ul-Kutub. Salt Road, AMMAN.

Librairie Universelle, Avenue des FranGais, BEIRUT.

Librairie Paul Bruck. 50, Grand-Rue, LUXEMBURGO.

LIBANO

LUXEMBURGO

MADAGASCAR La Librairie de Madaçrascar. TANhNARïVO.

MALAYA y SINGAPUR Peter Chong and Co., P.O. Box 135, SINGAPUR.

Sapienza’s Library, 26 Kingsway. Lh VALETTE.

Difusora de las Publi- caciones de la Unesco, 127, avenida Ejido, Esc. 401, MEXICO D. F.

MALTA

MEXICO

NIGERIA C.M.S. Bookshop, P.O.B. 174, LAGOS.

NORUEGA A/S Bokhjornet, Sportingsplass Y, OSLO.

NUEVA ZELANDIA Unesco Publications Centre. 7 de Lacy Street, DUNEDIN, N.E. 2.

PAISES BAJOS N. V. Martinus Nijhoff. Lange Voorhout Q. LA HAYA.

PAKISTAN Ferozsons: 60, The Mall, LAHORE Bunder Road, KARACHI;. 35 The Mall, PESHAWAR.

PANAMA Agencia Internacional de Publicaclones, Apartado 2052, Plaza de Arango n.0 3. PANAMA R. P.

PERU Librería Internacional del Perd, S.A., Apartado 1417, LIMA.

PORTUGAL Publicaçoes Europa- America, Ltda., Rua da Barroca 4. LISBOA.

PUERTO RICO Panamerican Book Co.. SAN JUAN 12.

REINO UNIDO H.M. Stationery omce, P.O. Box 569, LONDRES S.E. I.

SENEGAL Librairie <Tous leg Livres,. 30, rue de Thiong, DAKAR.

SIRIA Librairie Universelle, DAMASCO.

SUIZA Cantones de lengua alemana: Europa Verlag, 5 Raemistrasse, ZURICH.

Cantones de lengua [Tancesa: Librairie de 1’Univer- site. casa postale 72. FRIBURGO.

Suksapan Panlt, Arkarn 9, Haj-Damnern Avenue, BANGKOK.

Centre International, %O, rue Moliere, TANGER.

Victor Boukhors, 4. rue Nocard,

TAILANDIA

TANGER

TUNEZ

TUNEZ.

T.URQUIA Librairie Hachette, 469, Istiklal Caddesi, Beyoglu, ESTAMBUL.

UNION BIRMANA Burma Educational Bookshop, 551-3 Merchant Street. P.O.B. 229. RANGUN.

Van Schaik’s Book- store, P.O. Box 724. PRETORIA.

Centro de Cooperacidn Científlca para Ame- rica Latina, Unesco. Bulevar Artigas 1320, MONTEVIDEO.

Libreria Villegas Venezolana, Madrices a Marr6n n.o 35. Pasaje Urdaneta, Local B, CARACAS.

UNION SUDAFRICANA

URUGUAY

VENEZUELA

YUGOESLAVIA Jugoslovensks Knjiga. Terazije 27/11, BELGRADO.

BONOS D E LIBROS D E LA UNESCO Los bonos de libros de la Unesco permiten adquirir revistas y obras de caracter educativo. cientiflco o cultural. Pidanse informaciones complementarias a:

BOYOS DE LIBROS D E LA UNESCO, 19. av. Kleber, París 16

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LOS MITOS RACIALES JUAN COMAS Por

Las publtcacàones de la Unesco pueden adqUtTiTSe en las 12bTeriaS en las agendas de venta de la Unesco (vease la lista).

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ApoyBndose en citas de antiguas fuentes. como Arist6teles, Cicer6n. la Biblia, etc., el autor sellala los orígenes del racismo y su evoluci611 a traves de los siglos, y demuestra como esas manifesta- ciones echan raíz cuando parece hallarse amens- zada la seguridad individual y colectiva. Se ana- lizan y exponen los mitos de la superioridad de la sangre y de la inferioridad racial de los judíos, de los pueblos de color y de los mestizos.

$ .25 1 /6 75 fr.

RAZA Y PSICOLOGIA OTTO KLINEBERG PO?

Por medio de ejemplos de las pruebas psicol6gicas llevadas a cabo con diferentes grupos raciales. Y mediante una exposicidn razonada acerca de Su validez, el autor sostiene que el resultado COnCretO de todos los estudios ePectuados en este domini? comprueba que no han llegado a demostrarse las diferencias raciales innatas de inteligencia. L* relaci6n entre lo fisico y lo moral, los efectos de la mezcla de razas y las diferencias en personalidad Y temperamento se examinan en este opOsculo. entre otros temas.

$ .25 1 /6 75 fr.