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ACTAS DEL III COLOQUIO NACIONAL DE INVESTIGADORES EN ESTUDIOS DEL DISCURSO ISBN 978-987-1171-62-0 Carolina Duek 1 CONICET Universidad de Buenos Aires DE BAJTÍN A PIÑÓN FIJO UN ESTUDIO SOBRE LOS PROGRAMAS INFANTILES DE TELEVISIÓN INTRODUCCIÓN Los medios de comunicación forman parte del “ecosistema comunicativo” en el cual se desarrollan, actualmente, las vidas de los sujetos (Martín Barbero, 2003). Según los datos del Centro de Estudios para la Opinión Pública (CEOP), a mediados de los 90´, la televisión se había convertido en el principal entretenimiento para el 77 por ciento de los hogares de nuestro país. Esto quiere decir que los niños que ahora tienen entre 8 y 10 años se criaron con la presencia de la televisión y su vida escolar comenzó luego de haber tenido algún contacto con un producto mediático (pueden ser programas de radio, de televisión o, en otros casos, el contacto no alfabetizado con los diarios o revistas a través de las fotografías, dibujos o historietas). El objetivo de este trabajo es caracterizar, analizar y problematizar la relación que los programas de televisión infantiles “Piñón Fijo es mi nombre”, “Yo soy Panam” y “Caramelito”, establecen con los niños. A su vez, se analizará el modo de concepción de la infancia como “público rentable”. La hipótesis que guía el presente trabajo es que a través de diferentes dispositivos y recursos, se apunta a la construcción de un tipo único de sujeto- infante relacionado con los mensajes de los medios de comunicación y el mercado de bienes como consumidor autónomo e independiente del mundo adulto. Es decir, diferentes estrategias (algunas más cercanas a lo pedagógico, otras a la relación “pícara” con los niños, etc) terminarían confluyendo en el mismo sujeto-ideal de infancia. Un niño consumidor pasa a primer plano dejando en segundo lugar a un niño inocente, un sujeto que se forma en(tre) los consumos y su participación en el mercado de bienes materiales y simbólicos. El mercado es uno de los principales “conocedores” de los infantes y este conocimiento es poder sobre ellos (Corea, 2001). Será desde este marco complejo que intentaré dar cuenta principalmente de los procesos de construcción de identidad a través del análisis de los programas mencionados, tomando como punto 1 Licenciada en Ciencias de la Comunicación. Becaria del CONICET con sede en el Instituto de Investigaciones Gino Germani. Docente de la FSC-UBA.

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ACTAS DEL III COLOQUIO NACIONAL

DE INVESTIGADORES EN ESTUDIOS DEL DISCURSO

ISBN 978-987-1171-62-0

Carolina Duek1 CONICET

Universidad de Buenos Aires

DE BAJTÍN A PIÑÓN FIJO

UN ESTUDIO SOBRE LOS PROGRAMAS INFANTILES DE TELEVISIÓN

INTRODUCCIÓN

Los medios de comunicación forman parte del “ecosistema comunicativo” en el cual se

desarrollan, actualmente, las vidas de los sujetos (Martín Barbero, 2003). Según los datos del

Centro de Estudios para la Opinión Pública (CEOP), a mediados de los 90´, la televisión se había

convertido en el principal entretenimiento para el 77 por ciento de los hogares de nuestro país. Esto

quiere decir que los niños que ahora tienen entre 8 y 10 años se criaron con la presencia de la

televisión y su vida escolar comenzó luego de haber tenido algún contacto con un producto

mediático (pueden ser programas de radio, de televisión o, en otros casos, el contacto no

alfabetizado con los diarios o revistas a través de las fotografías, dibujos o historietas).

El objetivo de este trabajo es caracterizar, analizar y problematizar la relación que los

programas de televisión infantiles “Piñón Fijo es mi nombre”, “Yo soy Panam” y “Caramelito”,

establecen con los niños. A su vez, se analizará el modo de concepción de la infancia como

“público rentable”. La hipótesis que guía el presente trabajo es que a través de diferentes

dispositivos y recursos, se apunta a la construcción de un tipo único de sujeto- infante relacionado

con los mensajes de los medios de comunicación y el mercado de bienes como consumidor

autónomo e independiente del mundo adulto. Es decir, diferentes estrategias (algunas más cercanas

a lo pedagógico, otras a la relación “pícara” con los niños, etc) terminarían confluyendo en el

mismo sujeto-ideal de infancia. Un niño consumidor pasa a primer plano dejando en segundo lugar

a un niño inocente, un sujeto que se forma en(tre) los consumos y su participación en el mercado de

bienes materiales y simbólicos. El mercado es uno de los principales “conocedores” de los infantes

y este conocimiento es poder sobre ellos (Corea, 2001).

Será desde este marco complejo que intentaré dar cuenta principalmente de los procesos de

construcción de identidad a través del análisis de los programas mencionados, tomando como punto

1 Licenciada en Ciencias de la Comunicación. Becaria del CONICET con sede en el Instituto de

Investigaciones Gino Germani. Docente de la FSC-UBA.

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de partida la teoría de los géneros discursivos. La propuesta es llegar a la caracterización,

problematización y análisis de la infancia tal como es construida por los medios de comunicación:

sólo y en tanto que sujeto de y para el consumo. En este marco se intentará encontrar los

enunciados estables del género analizado.

La elección de los programas2 mencionados se basa en tres razones diferentes: por un lado,

porque están transitando su segundo año en el aire (es decir, ya tienen un tiempo de recorrido que

permite que los niños estén familiarizados con sus propuestas); por otro, porque los considero

ilustrativos y representativos en relación a la oferta existente tanto en la televisión de aire como en

el cable para los niños; y finalmente, porque son los más vistos en la actualidad3. El hecho de que

sean todos programas emitidos por la televisión de aire en Capital Federal y en repetidoras en el

interior del país posibilita un común conocimiento de los productos por parte de padres, docentes y

estudiantes, es decir, forman parte de sus consumos culturales.

Géneros, discursos y medios de comunicación

Desde la aparición de la televisión en Argentina en 1951 se comenzaron a emitir diversos

programas destinados a los niños. De este modo, se fue conformando un género que podría

llamarse “infantil”4 cuya característica más evidente es que sus productos están destinados a una

franja etaria: niños de entre 3 y 10 años. Siguiendo a Steimberg ([1993]1998) en su definición, los

géneros son clases de textos u objetos culturales, en todo lenguaje o soporte mediático, que

presentan diferencias sistemáticas entre sí y que instituyen condiciones de previsibilidad en

distintas áreas de intercambio social”. Si bien la definición de género proviene del campo de las

letras, la puntualización mencionada nos permite caracterizar géneros relacionados a los medios

masivos de comunicación.

2 Para la realización del presente trabajo se grabaron las emisiones de los programas mencionados

durante las dos últimas semanas de junio de 2004. Esta fecha fue elegida porque es un momento clave para

los programas: se estaban publicitando los espectáculos para las vacaciones de invierno. 3 Si se consideran programas para niños en televisión abierta la oferta no es mucho más diversa que los

tres programas elegidos. Pero éstos, al tener la posibilidad de producir los programas con algo más de

recursos que otros, permiten analizar en su totalidad, los productos que se ofertan en cada emisión y los

modos de relación que se establece con ellos. 4 Más allá de la posible definición de dicho género, es necesario establecer que una clasificación bien

pensada de los géneros discursivos se relaciona con las esferas de la praxis (Bajtín, [1979] 2003:253).

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Ahora bien, la primer definición nos posiciona en un marco que permite justificar la existencia

de un género televisivo para niños. Pero, para una aproximación teórica e histórica al complejo

universo de los géneros discursivos es inevitable recurrir a Bajtin ([1979] 2003:248): “cada

enunciado por separado es, por supuesto individual, pero cada esfera del uso de la lengua elabora

sus tipos relativamente estables de enunciados, a los que denominamos géneros discursivos“. Y

para complementar:

una función determinada (científica, técnica, periodística, oficial, cotidiana) y una

condiciones determinadas, específicas para cada esfera de la comunicación discursiva

generan determinados géneros, es decir, unos tipos temáticos, composicionales y

estilísticos de enunciados determinados y relativamente estables (Bajtin, op. cit.: 252)

La definición de Bajtín se puede complementar con la de Benveniste, para quien el lenguaje

presenta disposiciones que lo tornan apto para servir de instrumento; se presta a transmitir lo que se

le confió, “una orden, una pregunta, un aviso y provoca en el interlocutor un comportamiento

adecuado para cada ocasión” (Benveniste, s/d:179). Finalmente, es la condición de

intersubjetividad única que hace posible a la comunicación lingüística. Este aspecto de

intersubjetividad será central para nuestro análisis. Por un lado, por la representación que se realiza

en los programas de los espectadores que los verán (que podrán coincidir o no con dicha

representación). El concepto de representación es indisociable del de comunicación y expresión

(Derrida, 1989: 353). Y por otro, porque toda comunicación incluye a un otro que recibe el

mensaje. Siguiendo a Arfuch,

la caracterización del enunciado como esencialmente destinado, marcado por una

prefiguración del destinatario- “tal como me lo imagino”- y, por lo tanto, una actitud

respecto de él, que es a su vez una tensión y una respuesta (Arfuch, 2002a:55).

En esta tensión constitutiva de todo enunciado encontramos discursos. Como tales y por

definición son históricos y no pueden entenderse por fuera de las condiciones que los hicieron

posibles. “Los enunciados y sus tipos, es decir, los géneros discursivos, son correas de transmisión

entre la historia de la sociedad y la lengua” (Bajtín, op. cit: 254).

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El análisis de los programas infantiles de televisión mencionados nos permitirá indagar sobre

los modos de constitución de la infancia contemporánea5 cuyo mecanismo de interpelación nace en

los medios de comunicación y cuyo espacio se propone como lugar de constitución identitaria. Tal

como puntualiza Laclau, la proliferación de los medios de comunicación masivos “obliga a una

teorización de los géneros que depende menos de apoyos materiales evidentes que de formas

relacionadas con el carácter virtual” (Laclau, 2002:14). Los valores dominantes promueven una

identificación entre democracia y libertad de mercado y tienden a limitar el concepto de libertad

ciudadana a la capacidad de elegir como consumidor entre varios productos (Alonso, Matilla y

Vázquez, 1995:178)6. Finalmente, la televisión es siempre educativa porque influye sobre los

contenidos y la manera de aprender, sobre el proceso donde se mezcla la racionalidad y la emoción,

informaciones y representaciones no organizadas (Jacquinot, 1996).

INFANCIA E IDENTIDAD

Para poder enmarcar el análisis ya no sólo en relación a las características de los programas

seleccionados (en función al género que pertenecen), es necesario plantear algunas consideraciones

sobre la infancia como construcción social e histórica.

La identidad del niño es siempre precaria, relacional y abierta (Carli, 1999:26). Es decir, se

constituye en función del contexto económico, político, social y cultural en el que se desarrolla. Tal

como afirma Hall, las identidades se construyen dentro y no fuera del discurso, debemos

entenderlas como producidas en lugares e instituciones históricas, en formaciones y prácticas

discursivas a través de estrategias de enunciación (1996).

Los cambios que se dan en el pasaje de un modelo de estado de bienestar, también educador, a

un modelo neoliberal, de la modernidad a la posmodernidad, inciden en la conformación de los

sujetos y las instituciones y modificarán, también, los modos de definición de la niñez.

La infancia es un tiempo que los niños recorren de manera cada vez más diversa y

desigual en una sociedad atravesada por los procesos de globalización social y cultural

5 También llamada “posmoderna” por algunos autores aunque dicha caracterización es aún producto de

debates. Es en el movimiento a través del cual el mercado puja por desplazar a las tradicionales instituciones

de constitución del sujeto infantil (primero la familia, luego la escuela) que se redefinen también los modos y

espacios de constitución de la niñez y de su identidad como tal. De allí que se defina en muchos casos a la

infancia contemporánea como posmoderna. 6 Cfr. García Canclini (passim).

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y por las políticas neoliberales. La infancia es una constitución social e histórica, en

cuyo análisis es posible leer la configuración de la sociedad contemporánea (Carli,

1999:9).

Finalmente, la identidad sería no un conjunto de cualidades predeterminadas sino “una

construcción nunca acabada, abierta a la temporalidad, la contingencia, una posicionalidad

relacional sólo temporariamente fijada en el juego de las diferencias” (Arfuch, 2002b:21).

DIFERENTES ESTRATEGIAS, ¿DIFERENTES RESULTADOS?

Los programas de Caramelito, Panam y Piñón Fijo construyen y despliegan diferentes

estrategias a lo largo de sus emisiones que van a definir el tipo de relación que establecen con los

niños como receptores. Las propuestas de cada uno nos permitirán indagar por la existencia de los

enunciados estables que van a influir en las características comunes de los programas más allá de

que en un primer nivel se muestren como opciones “diferentes”.

Unos de los programas que integra el corpus, el de “Caramelito”, tiene una fuerte propuesta

didáctica a través de temáticas tales como los derechos del niño, la necesidad de decir “muchas

gracias”, “por favor”, de lavarse los dientes, de comprender el lenguaje de señas (con una profesora

que enseña), y es a su vez emitido desde el “Museo de los niños del Abasto”, cuya estructura se

relaciona con el entretenimiento y el consumo. Este lugar es un “ciudad de adultos en miniatura”

con la particularidad que cada uno de los espacios (hamburgueserías, supermercados, etc.) está

identificado con nombres de marcas que los niños reconocen o, de lo contrario, aprenden a

reconocer. Será a través del juego en los espacios que los niños incorporarán los logotipos y las

marcas que luego consumirán. “No tenemos simplemente identidades sino, más bien,

identificación” (Laclau, 2003:63). En esta línea, Benjamin (1989) afirmaba que el hábito entra en la

vida como juego y que la repetición es su esencia. Si bien los contenidos (a nivel temático) del

programa de Caramelito nos podrían llevar a pensar que es un programa con un fuerte objetivo

didáctico-pedagógico, debemos considerar por un lado el espacio desde donde se emite (el Museo

de los Niños); por otro, los juegos que se realizan en él. El año pasado había un juego de la AFIP

en el cual se “educaba tributariamente” a los niños para que sean buenos contribuyentes en el

futuro. Este año no se juega al “Tribukit” en el programa pero sí es parte de los regalos que los

participantes reciben. La conductora agrega repetidas veces: “si no pagamos los impuestos cierran

los hospitales, los teatros, etc”. También se juega al “supermercado” y los chicos tienen que llenar

sus carritos de compras con una lista que les entrega la conductora a los dos grupos de

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“repositores” y de “limpieza”. El grupo que logra “comprar” todo es el ganador. Es decir, el niño

exitoso e ideal que propone el programa es un “ciudadano” que paga sus impuestos, se relaciona

con los medios de comunicación y consume lo que ellos proponen desde niños.

También debemos analizar las publicidades que se emiten en el programa (del Gobierno de la

Ciudad, de productos infantiles y de empresas de viaje, por ejemplo). Este último aspecto es común

en los tres programas. “Yo soy Panam” se compone de un conjunto de publicidades más una o dos

canciones que los complementan: ésa es la dinámica de todo el programa. Albumes de figuritas,

perfumes, golosinas y, por supuesto, infinidad de repeticiones sobre la obra de teatro que realizan

en base al programa (esto aparece también en Caramelito).

Si bien dijimos que la presencia de la publicidad era fácilmente detectable a los tres programas,

en el caso de Panam es un recurso que se lleva hasta el límite: ocupa tres cuartas partes del

programa constituyéndose en la lógica según la cual se organizan los juegos y las interacciones

entre los niños con la conductora y los niños entre sí.

“Piñón Fijo” arribó a Buenos Aires (él es cordobés) el año pasado y tuvo un gran éxito. La

comercialización de su imagen llegó hasta límites insospechados (gorros, alfajores, golosinas de

todo tipo, muñecos, remeras, juegos de mesa, etc.) pero la diferencia está en que tuvo que “retirarse

de la televisión de Buenos Aires” y se volvió a Cordoba urgido por problemas impositivos que le

exigieron una retracción en su imagen, en sus apariciones públicas y en los productos que se

publicitaban de manera permanente en los medios de comunicación. Ahora emite su programa con

un acentuado cambio: las publicidades dentro de la emisión se redujeron al mínimo y

excepcionalmente se publicita la presencia del conductor en el teatro o en algún otro evento

(aunque de hecho sigue estando en recitales, estadios, etc). El “contrato” que Piñón Fijo establece

con los niños se relaciona con una imagen del infante dulce y “familiero” que va al colegio (al

programa van jardines de infantes y colegios primarios con sus docentes). Pero más allá de estas

características, la necesidad de “ofertar” bienes y generar demanda por parte de los infantes para su

consumo está presente. En un principio, Piñón Fijo se propuso a sí mismo (y fue explícito cuando

explicó la idea del programa) como una “alternativa” a la oferta existente en lo que respecta a

programas para chicos. Pero, la lógica comercial del medio y las elecciones tomadas dentro y fuera

de las emisiones por parte del conductor impidieron que su propuesta de alternatividad de pudiera

plasmar en el producto final.

Estos elementos nos deben llevar a preguntarnos: ¿Cómo se considera la infancia

contemporánea? ¿qué tipo de niño se piensa como televidente? En primer lugar (y principalmente

en América Latina) las crisis económicas afectaron significativamente la posibilidad de una

infancia sana, bien alimentada e instruida; en segundo lugar, el mercado de bienes y los medios de

comunicación comenzaron a considerar a la infancia como un nuevo target de consumidores. Es

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por este motivo que la existencia de publicidades y de productos de los programas televisivos es de

significativa importancia para el análisis: a través de ellas se establece un “circuito de consumo”

que comienza en los programas y se extiende a los teatros, a los cines y a las jugueterías. El afán

por incentivar de manera permanente el consumo en los niños es parte de esa concepción actual

sobre la infancia. Tal como afirmara Minzi (2003), a través de la interacción con los productos y

agencias instaladas por el mercado, los más pequeños no sólo gastan dinero y consumen productos

sino que organizan muchas de sus acciones cotidianas, construyen conocimiento acerca del entorno

y edifican su identidad.

Por otra parte, las temáticas de los programas permiten pensar el modelo de infancia que

subyace en cada uno de ellos7. Porque, “todo enunciado es un eslabón en la cadena, muy

complejamente organizada, de otros enunciados” (Bajtín, op. cit: 258). Las temáticas comunes a los

tres programas se relacionan con el aprendizaje (tienen canciones sobre los días de la semana o los

números) pero a través de diferentes modalidades. En Caramelito, todo está orientado hacia el

“deber ser”, hacia el futuro-ciudadano-educado-correcto. Se enseñan los derechos del niño, se

rescatan a través de canciones las diferentes costumbres y características de las provincias del país,

entre otras propuestas.

En el caso de Panam, la infancia se representa como “piola”, “rebelde” y “canchera”, es un

niño-contemporáneo el que aparece interpretado en el programa, a tal punto que el vocabulario que

utiliza la conductora excede cualquier posibilidad de comprensión por parte de los chicos. Por

ejemplo, en un diálogo con uno de los personajes de la Isla (el “Pavo”, a quien se le dice entre otras

cosas “no podés ser tan pavo, Pavo!”), luego de descubrir que comió mucho, Panam le dice

“¿Sabés una cosa? Vos tenés que ir a un veterinario psiquiatra (sic) para que analice tus

personalidades (sic). No podés comer así!”. Acto seguido se sucede una puesta en escena que se

repite en las emisiones del programa: los personajes se pegan entre sí, se insultan y se juran

venganza unos a otros. Luego la conductora interviene diciendo “Pavo, ¿estás loco? Si seguís, te

voy a cortar las alas. Pedile perdón a tu compañero”, y el contesta: “Perdón, pero antes te la

devuelvo” y le pega al otro. En el mismo programa, las referencias a la violencia o a agresiones se

multiplican. Canciones que incluyen letras como: “No quiero a mi hermanito. Tengo celos, estoy

de los pelos”, “Mi abuela me engaña”, “Si me das un beso hago los deberes” y finalmente,

“abrazame muy fuerte y te juro que no me baño”.

En el caso de Piñón Fijo, la concepción de infancia está más relacionada a la inocencia, a la

ternura y a la posibilidad de aprender cosas nuevas. En una de las secciones, los chicos hacen una

7 “Es el género elegido el que preestablece los tipos de oraciones y las relaciones entre estas” (Bajtín, op.

cit: 271).

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pregunta y un personaje-científico las responde con gráficos y explicaciones o antes de una canción

la canta despacio para que los chicos la aprendan o la recuerden. Si bien pareciera diferente a los

ejemplos presentados, también el científico tiene un juego que se vende en jugueterías. Es decir, es

también parte del merchandising del programa.

En un primer nivel de análisis los ejemplos presentados estarían dando cuenta de diferentes

relaciones y representaciones de la infancia contemporánea. Ahora bien, ¿hay elementos comunes?

Y en caso de que los hubiera, ¿qué peso tienen en relación a las estrategias discursivas que se

ponen en juego en cada programa?

Ambas preguntas son complejas, pero es notorio que, si bien cada emisión de los mencionados

programas despliega diferentes estrategias para “captar” audiencia, hay enunciados estables que se

pueden identificar y están, en su mayoría, relacionados con el mercado de bienes y sus productos.

Por otro lado, los resultados buscados son los mismos: mantener el nivel de audiencia o aumentarlo

pasa a ser secundario porque el objetivo es que los niños consuman sin cesar los productos tanto

del merchandising propio como de los anunciantes. Asimismo, se propicia constantemente que los

niños concurran a los teatros, estadios, etc, en los que se presentan tanto Caramelito, Panam o

Piñón Fijo siguiendo con una cadena de consumo que pareciera no tener fin. Una vez comprada la

entrada para el teatro aparece el disco nuevo, el perfume, las golosinas... una cadena interminable

que genera deseos cuyo cumplimiento no estaría en comprar dicho producto sino el que sale

inmediatemente después. Más allá de las diferencias que se pueden reconocer, es claro que desde

diferentes perspectivas el objetivo es uno solo: “educar” a los niños desde la televisión para que

consuman periódicamente (como “niños bien educados”) los productos ofertados.

CONCLUSIÓN

El (breve) análisis precedente nos abre la posibilidad de preguntarnos: ¿se pueden pensar

productos televisivos para niños sin relacionarlos directamente con un consumo presente o futuro?

En principio (y será el tiempo el que permitirá que esta respuesta provisoria se refute o no), la

respuesta pareciera ser que no. Los programas refieren a la infancia de diferentes formas pero lo

que tienen en común es la concepción de un “consumo infantil incompleto” que pareciera poder

identificarse como invariante en los programas analizados. Es decir, ver el programa es parte de

otros consumos que empiezan cuando termina la emisión del mismo. Por ejemplo, Caramelito tiene

una revista, una obra de teatro, accesorios, discos, etc; que forman parte de los mensajes y

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contenidos del programa. Lo mismo ocurre con Panam y con Piñón Fijo (aunque en menor medida

este año por los problemas ya mencionados)8.

Siguiendo a Zires (1983), los programas televisivos proporcionan a los niños un conjunto de

saberes reconocidos y de prestigio, o de fantasías privilegiadas al ser compartidas entre ellos. En

este marco, los niños son sometidos a un modo muy particular de violencia que establece la

pertenencia a un mundo de fantasía que permite el entendimiento y reconocimiento de chistes,

sketches, juegos, a través de un post-cosumo. Aquí es donde aparece la condición señalada por

Bajtín respecto de la “estabilidad” o “previsibilidad” según Steimberg. Los niños aprenden a

(re)conocer el género pero con un aditivo: pareciera que el aparato comercial presente es ya parte

constitutiva de los programas. La existencia de intereses y campañas de marketing pareciera estar

naturalizado por padres y docentes que no cuestionan lo problemático de la omnipresencia

publicitaria en programas específicamente destinados a niños. En un contexto de profunda crisis

económica, pensar los productos infantiles como uno más de los tantos que hay en el mercado

puede causar una diferenciación hacia dentro de los grupos de niños según la cual aquel “que tiene

lo que yo tengo” es mi amigo y el que no, se tendrá que integrar en otro grupo de referencia.

Consecuentemente, esto implica discutir la urgencia de una educación que pemita a los docentes,

padres y alumnos televidentes no sólo aprender y aprehender los contenidos básicos comunes sino

que contribuya a pensar críticamente los mensajes de los medios de comunicación y, en

consecuencia, poder desarmar las cerradas cadenas de consumos que desde ellos se propician.

Los sujetos (y la infancia, en este caso) no pueden considerarse ni analizarse aislados de sus

condiciones reales de existencia. “Es imposible tratar separadamente la instancia comunitaria y el

dispositivo de comunicación, una sociabilidad y una tecnicidad” (Debray, 1997:38). Estos

dispositivos incluyen en la actualidad la globalización, el auge del paradigma neoliberal, el poder

(casi indiscutible) de los medios de comunicación y el mercado como nuevos agentes de

socialización que se piensan y enuncian a sí mismos como “reemplazantes naturales” de las

instituciones modernas en crisis (la familia y la escuela, principalmente); la aparición de la cultura

infantil, en consecuencia, la construcción de la infancia como categoría de marketing y la posterior

fragmentación hacia dentro del seno familiar.

Concluimos con Laclau que

El automatismo de los mecanismos de mercado es en buena parte un mito-en

verdad, la intervención estatal en la regulación de la economía ha sido mayor bajo los

8 De todos modos, se pueden encontrar en las jugueterías todos los productos relacionados con el

payaso. Que ahora no los mencione reiteradamente no significa que se hayan sacado de los locales.

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regímenes neoconservadores que en el período del estado de bienestar- y también

porque los resultados de tal automatismo,en los casos en los que ha operado

libremente, han sido cualquier cosa menos beneficiosos para la sociedad en su

conjunto (Laclau, 2000 [1990]: 13).

No hay nada de natural en la hegemonía del mercado ni nada de automatismo en los

mecanismos y estrategias que despliega en la construcción de la infancia contemporánea como

sujeto de y para el consumo. Se deberían, entonces, desarmar los entramados que construyen para

identificar los modos en que se está haciendo desaparecer la infancia como período cultural e

histórico transformándola en un segmento de consumo del cual extraer ganancias.

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