Download - REVISTA Arqueología y Sociedad 15
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Arqueologa y Sociedad N 15
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Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Rector
Luis Izquierdo Vsquez
Centro Cultural de San Marcos
Director General
Federico Garca Hurtado
Museo de Arqueologa y Antropologa
Presidente del Comit Directivo
Javier Alcalde Gonzales
Miembro del Comit Directivo
Harold Hernndez Lefranc
Miembro del Comit Directivo
Virgilio Cabanillas Delgadillo
Cartula: Tapiz excntrico de Waka Malena perodo Horizonte Medio. Coleccin del Museo de
Arqueologa y Antropologa de San Marcos. Fotografa, Wilbert Salas.
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oArqueologa y Sociedad N . 15
Museo de Arqueologa y Antropologa
Centro Cultural de San Marcos
Universidad Nacional Mayor de San Marcos
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Edicin
Museo de Arqueologa y Antropologa
Diagramacin, correccin y diseo
Christian Altamirano
Gabriel Heredia
Jos Martnez
Vctor Paredes
Juan Roel
Wilbert Salas
Cecilia Nnez (Orbis Tertius)
Lissett Vara (Orbis Tertius)
Comit Editorial y de lectura
Javier Alcalde Gonzales
Carlos Del guila Chvez (MNAAHP)
Rafael Vega-Centeno
Comit Directivo
Javier Alcalde Gonzales
Harold Hernndez Lefranc
Virgilio Cabanillas Delgadillo
Museo de Arqueologa y Antropologa
Centro Cultural de San Marcos - Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Primera edicin, 2004
Hecho el depsito Legal: 2006-7502
ISSN: 0254 8062
Museo de Arqueologa y Antropologa
Centro Cultural de San Marcos
Av. Nicols de Pirola 1222 - Parque Universitario
Centro Histrico de Lima
Telfono - fax6197000 - anexo. 5216
E-mail: [email protected]
Pgina web: http://museoarqueologiasanmarcos.perucultural.org.pe
http://www.ccsm-unmsm.edu.pe
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Presentacin
La Muralla de Santa
Dr. Julio C. Tello Rojas +
Arquitectura pblica del Arcaico Tardo en el valle de Fortaleza.
Reflexiones sobre las sociedades complejas tempranas en la Costa Nor
Central
Rafael Vega-Centeno
Variabilidad y funcin de la cermica del sitio Wari de Marayniyoq,
Ayacucho
Lidio Valdez
El Horizonte Medio en los Andes Centrales a travs de los textiles del
Museo de Amrica de Madrid
Mara Jess Jimnez
Asentamientos Yauyos en el valle alto del ro Caete: Distritos
Huangascar y Viacc
Consuelo Gonzlez Madueo y Carmen Pacheco Sivirichi
Acerca de la ocupacin Inca del valle bajo del Mala
Henry Tantalen y Omar Pinedo
La ocupacin Inca en el valle del Cunas (Junn, Per): una aproximacin
desde el sitio arqueolgico de Arhuaturo
Manuel F. Perales Mungua
CONTENIDO
9
11
33
61
93
119
135
155
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Observatorios y alineamientos astronmicos en el Tampu Inka de
Hunuco Pampa
Jos Luis Pino Matos
Produccin y uso de cermica inka en el sitio La Huerta (Quebrada de
Humahuaca, Provincia de Jujuy, Argentina)
M. Andrea Runcio
El arte del Per Antiguo visto por los viajeros del siglo XIX: Wiener,
Squier y Marcoy
Virgilio Freddy Cabanillas
La arqueometalurgia en el Per
Luisa Vetter Parodi y Pilar Portocarrero Gallardo
Historia de la esclavitud africana en el Per desde la Conquista hasta la
Abolicin
Maribel Arrelucea
Shullupacanga: El registro arqueolgico de un cementerio con
pictografas en el cerro San Cristbal de Chiquin
Javier Alcalde Gonzales
173
191
203
219
239
279
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A travs de este nuevo volumen de Arqueologa y Sociedad, el Museo de Antropologa y
Arqueologa de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos cumple con la satisfactoria tarea de
continuar lo iniciado en 1970: el desarrollo de un espacio de difusin del quehacer cientfico relacio-
nado con la arqueologa, as como un espacio de opinin acerca de la problemtica existente con rela-
cin al patrimonio arqueolgico nacional y la actividad profesional del arquelogo.
En esta ocasin, la revista aparece con un formato diferente al de volmenes anteriores, hecho
que se debe fundamentalmente a una adecuacin de nuestra publicacin a estndares nacionales e
internacionales de revistas cientficas, que a un cambio en la lnea editorial que Arqueologa y
Sociedad tuvo desde sus inicios.
Tomar la posta de esta tarea es, a la vez, una responsabilidad y una motivacin y, por lo tanto, una
prioridad en el trabajo del presente Comit Directivo del Museo. En esta direccin, esta presentacin
quiere ser, tambin, una invitacin abierta a todos los aquellos que busquen un espacio para compar-
tir los resultados de sus investigaciones o reflexiones sobre los temas antes mencionados.
El presente volumen cuenta con una interesante reunin de contribuciones cuyos aportes varan
significativamente. El primer trabajo, es un notable testimonio de la calidad del trabajo de Julio C.
Tello como investigador de campo. En l, observamos su capacidad de observacin y de anlisis del
dato emprico, gracias a la cual logra desarrollar una interesante explicacin, an vigente en muchos
de sus aspectos, de la llamada Muralla de Santa.
El segundo texto, autora de R. Vega-Centeno, presenta nuevos datos sobre los asentamientos
monumentales del Perodo Arcaico Tardo en el valle de Fortaleza, junto con algunas reflexiones te-
ricas sobre sus implicancias.
El tercer trabajo, escrito por Lidio Valdez, nos presenta de manera detallada un contexto alta-
mente significativo del tipo de actividades econmicas que se desarrollaron en los sitios con arquitec-
tura formal Wari de la zona de Ayacucho. Valdez presenta, adems, una sugerente metodologa para
reconstruir las dimensiones funcionales de artefactos cermicos y lticos y, a travs de ellos, definir
reas de actividad al interior de conjuntos arquitectnicos.
El cuarto texto, escrito por Mara Jess Jimnez, nos pone delante de una de las colecciones ms
notables de textiles del rea Andina, ubicada actualmente en el Museo de Amrica de Madrid.
Jimnez presenta un anlisis bastante detallado de las colecciones relacionadas con el fenmeno Wari
en diferentes partes de los Andes Centrales, indicando los rasgos diagnsticos que permiten definir
tradiciones tecnolgicas e iconogrficas, as como sus distribuciones espaciales. Este anlisis le permi-
te adems proponer interesantes hiptesis acerca de la dinmica de produccin y distribucin de bie-
nes textiles durante la poca Wari en los Andes Centrales.
El quinto texto, presentado por Consuelo Gonzlez y Carmen Pacheco, presenta de manera pio-
nera una aproximacin a la arqueologa de perodos tardos en la cuenca alta del ro Caete. Gonzlez
y Pacheco documentan patrones constructivos, formales, de organizacin del espacio y, de adecua-
cin al territorio y al paisaje, en cinco asentamientos del rea en cuestin, discutiendo su relacin con
la abundante informacin etnohistrica existente para la cuenca alta del ro Caete.
Presentacin
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El siguiente artculo, de Henry Tantalen y Omar Pinedo ha buscado, a travs de la evidencia
emprica de las ocupaciones tardas del valle bajo de Mala, discutir las implicancias de los procesos
imperiales y sus connotaciones ideolgicas.
A continuacin Manuel Perales nos ofrece un panorama de la ocupacin Inka en el valle del
Cunas, discutiendo la problemtica cronolgica y de sistema de asentamiento a travs del caso espe-
cfico del sitio arqueolgico de Arhuaturo.
El octavo artculo, de Jos Luis Pino nos presenta un detallado estudio de los posibles observato-
rios y alineaciones astronmicas de algunos sectores de la ciudad Inka de Hunucopampa, entendida
por el autor como tampu Inka. Entendemos este trabajo como un acercamiento a la importancia que
los elementos y fenmenos astronmicos tuvieron en la sociedad Inka y su planificacin arquitectni-
ca y de asentamientos.
El noveno texto del presente volumen nos presenta un trabajo de Mara Andrea Runcio sobre la
produccin y uso de cermica Inka como elemento econmico activo para el sustento de su estado
imperial. Esta produccin, controlada estatalmente, as como sus influencia han sido constatadas en
el sitio La Huerta en Quebrada de Humahuaca, Jujuy, Argentina.
Virgilio Freddy Cabanillas, historiador y profesor de nuestra universidad nos presenta un artculo
que resume las visiones e interpretaciones de Wiener, Squier y Marcoy sobre el arte del Per Antiguo.
Cabanillas define con claridad las lneas de pensamiento y criterios con la que cada uno de estos viaje-
ros del siglo XIX observaron las manifestaciones de poca prehispnica.
El dcimo primer artculo, presentado por Luisa Vetter y Pilar Portocarrero nos presenta las impli-
cancias de la arqueometra para el estudio de la metalurgia prehispnica. Este acercamiento a las tc-
nicas de estudio resulta un texto bsico de consulta para nefitos y especialistas ya que es un breve
pero rotundo estado de la cuestin de la arqueometalurgia en el Per.
La historia de la esclavitud de poblaciones tradas de frica, as como la insercin social de sus des-
cendientes son las preocupaciones que motivan el texto que la historiadora Maribel Arrelucea pre-
senta en este volumen. El tratamiento de temas cotidianos as como otras particularidades temticas
constituyen la estructura de este artculo, de responsabilidad absoluta de la autora.
El ltimo artculo es una presentacin de datos recuperados en un cementerio con pictografas
muy cerca del poblado de Chiquin. Sin mayores referentes regionales el autor, Javier Alcalde, pasa
directamente a discutir las posibles implicancias del arte rupestre, los cementerios de shullpa, y las
caractersticas del paisaje en las relaciones intrasociales o intrasocietarias.
Javier Alcalde Gonzales (ed.)
Carlos Del guila Chvez
Rafael Vega-Centeno
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La Muralla de Santa*
Dr. Julio C. Tello Rojas
Resumen En este artculo, luego de sus diversas exploraciones al Maran, el Dr. Julio C. Tello
present las conclusiones de sus trabajos acerca de la Gran Muralla de Santa. Tello
sustent que sta no era otra cosa que un camino que conectaba la zona costea con
la andina y cuyo carcter era eminentemente religioso y comercial. Asimismo,
describi minuciosamente el curso de la Gran Muralla, sus ramales, y las aldeas,
ciudades y edificios contiguos a ella. Finalmente, dio cuenta del hallazgo del templo
de Ipuna, dedicado al dios Apocatequil.
Palabras clave: Costa Nor-Central, valle de Santa Gran Muralla, Waka Corral, Arquitectura
Monumental, Alfareria Muchik.
Abstrac After several surveys conducted towards the Maraon river, Dr. Julio C. Tello pub-
lished the results of this research on the Sant Great Wall. Tello stated that this wall
was a road that connected the coastal zone with the highlands, and had a religious
and economic role. Tello provided a detailed record of the Great Wall course an its
branches as well as its adjacent villages, cities and others kinds of building. Finally,
he accounted the find of the Ipuna temple dedicated to the Apocatequil god.
Keywords: North Central Coast, Santa valley, Great Wall, Waka Corral, Monumental
Architecture, Muchik Pottery.
11
* Este artculo se basa en la revisin que hizo el Sr. Jorge Crovetti del artculo escrito por Julio C. Tello en el diario El
Comercio de Lima, el 11 de octubre de 1938, con el ttulo La Gran Muralla del Norte del Per. Crovetti present la revisin
al Dr. Tello en un informe fechado el 11 de agosto de 1945, donde adems propone incluir un breve anexo que contiene
datos de la expedicin a la hoya del Maran de 1934 realizada por Tello y los norteamericanos Richard Cross y
Cornelius Van S. Roosevelt. La presente transcripcin y seleccin fotogrfica fueron realizadas por Vctor Paredes
Castro y Wilbert Salas Egsquiza.
Arqueologa y Sociedad,
N 15, 2004
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XXVI//P5//F1: (1-18)/
La Muralla de Santa, descubierta en 1931 por
los jvenes aviadores Shippee y Johnson, ha
sido uno de los objetivos de mis exploraciones
arqueolgicas en el norte peruano durante los
ltimos aos. El resultado alcanzado en los
diversos viajes que he efectuado con este fin lo
doy a conocer aqu sintticamente. Para ello
trato a continuacin:
1ro. Del descubrimiento y estudio de la
Muralla. 2do. De su recorrido y estructura. 3ro.
De la supuesta asociacin entre la Muralla y
otras estructuras contiguas a ella. 4to. Del pro-
psito de su construccin y de la Nacin,
Cultura, y Edad a que pertenece. 5to. De la
existencia de monumentos similares a ste en
otros lugares del Per.
Descubrimiento y estudio de la muralla
Los aviadores Shippee y Johnson realizaron,
el ao 1931, tres viajes areos de reconocimiento
de la Muralla y, adems, uno a pie para examinar-
la en su extremo occidental. Durante el primer
viaje areo, efectuado de oriente a occidente del
valle, la distinguieron sobre las cimas de los
cerros que bordean el ro Santa en su parte alta.
En el segundo viaje, la siguieron de occidente a
oriente, desde la desembocadura del ro hasta la
sierra por ms de 40 millas, perdindola de vista a
causa de la neblina. En el tercer viaje fotografia-
ron catorce fuertes, unos circulares y otros rec-
tangulares, que hallaron sobre los cerros a uno y
otro lado de la Muralla. Por ltimo, en el viaje a
pie, la siguieron por su extremo occidental
explorndola ligeramente.
A fines de julio de 1934, realic un viaje al
Alto Maran y a mi paso por el valle de Santa,
acompaado por los jvenes Richard Cross y
Cornelius Van S. Roosevelt, explor durante
varios das la Muralla en su tramo occidental,
entre Las Salinas de Guadalupito y el fundo
Tanguchi, en una longitud aproximada de 20 km.
En la Expedicin Arqueolgica al Maran
[de 1937] explor nuevamente la Muralla en
compaa de Toribio Meja Xesspe, antiguo
conservador del Museo de la Universidad, cuya
colaboracin es muy valiosa dada su vasta
experiencia en los trabajos arqueolgicos. En
esta oportunidad estudi con mayor detalle la
Muralla, trac su exacto curso, levant los
planos de las aldeas, ciudades y edificios princi-
pales contiguos a ella y, mediante excavaciones
de prueba, logr reconocer la edad y la cultura
de los ms importantes grupos arqueolgicos,
junto a los cuales pasa la Muralla, en mi afn
por descubrir las posibles asociaciones que
pudieran existir entre s; y por ltimo, logr
descubrir el celebrado Templo de Ipuna, dedica-
do al Dios Apocatequil, de muy alto rango en el
antiguo Panthen peruano.
Los aviadores Shippee y Johnson dejaron
constancia documentada e ilustrada de la exis-
tencia del monumento sin avanzar explicacin
alguna fundamentada sobre su propsito o finali-
dad, sobre la edad y la cultura a la cual pertenece.
Los peruanistas norteamericanos consulta-
dos en el ao 1932 por American Geographical
Society sobre la ndole e importancia de la
Muralla descubierta, como Kroeber, Seville y
Olson, se han limitado, unos discretamente como
Kroeber, a remarcar la necesidad de que un
arquelogo competente la examine en el terreno
antes de formular juicio sobre ella; y otros a emitir
diversas hiptesis de carcter meramente especu-
lativo. Literatos y periodistas extranjeros y nacio-
nales han exaltado posteriormente el descubri-
miento de Shippee y Johnson, dando margen a
fantsticas teoras y atrevidas especulaciones.
De su recorrido y estructura
An no se ha realizado la completa explora-
cin de la Muralla en todo su largo recorrido.
Shippee y Johnson la siguieron a lo largo de la
margen derecha del Santa, desde las vecindades
de Corongo hasta la ribera del Ocano Pacfico.
La naturaleza misma de los viajes areos de
reconocimiento no les permiti conocer las
ramificaciones que tiene, las interrupciones que
presenta ni los mltiples detalles relacionados
con los monumentos y yacimientos arqueolgi-
12
Arqueologa y Sociedad, N. 15 2004
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cos, junto y a travs de los cuales pasa, y cuyo
conocimiento es imprescindible para la acertada
interpretacin de su significado. Bajo la impre-
sin sin duda de que sta Muralla era similar a
otras de la antigedad, como la Gran Muralla del
Emperador Adriano que divide en dos la Gran
Bretaa, o a la Gran Muralla, que en el siglo III a.
C. hizo construir en la China el Emperador Che-
Hwang-Te, los aviadores americanos la conside-
raron como parte de un sistema de fortificacin,
un lindero territorial. Creyeron que las estructu-
ras rectangulares y circulares que aparecen sobre
las cimas de algunos cerros eran fuertes asocia-
dos a la Muralla, sin percibir que estas estructu-
ras no son accesorias de ella desde que aparecen
tambin en las colinas de la otra margen del
valle, sino que son acrpolis muy comunes en
todo el Per. Adems, como es de suponer, no
siendo arquelogos, no prestaron atencin a los
mltiples cementerios explotados, salpicados de
osamentas blanqueadas por el Sol, junto y a
travs de los cuales pasa; ni tampoco a los tem-
plos donde conducen los diferentes ramales de
esta Muralla.
Las exploraciones que yo he realizado en el
valle de Santa con el objeto de estudiar este
importante monumento han puesto de manifies-
to que la Muralla, en su recorrido a lo largo de la
margen derecha del ro, es simple. Esto es, no
presenta restos de ramificaciones en el tramo
comprendido entre Tanguchi y Waka Corral. El
primero de estos lugares est a 21 km al oriente de
la desembocadura del Santa y el segundo a 10 km.
En Waka Corral presenta su primera bifurcacin y
a partir de este sitio, en su corto trayecto hacia el
mar, sus ramificaciones son ms frecuentes.
La Muralla en todo su recorrido pasa a travs
de poblaciones, de cementerios correspondien-
tes a diversos perodos, y de wakas o restos de
antiguos adoratorios y templos, monumentos
que existen en las hoyadas y flancos de las colinas
del valle.
La parte explorada de la Muralla corresponde
a tres secciones que fueron recorridas de occi-
dente a oriente: 1 la de los ramales terminales;
2 la comprendida entre la casa del fundo Waka
Corral y la casa del fundo Sarcope; y 3 la com-
prendida entre Sarcope y las ruinas situadas
frente a la casa de la hacienda Tanguchi.
En setiembre del ao 1934, acompaado por
los jvenes norteamericanos Roosevelt y Cross,
encontr un ramal de la Muralla que corre muy
cerca de Las Salinas de la hacienda Guadalupito.
A poco menos de medio kilmetro, antes de
llegar a la casa de Las Salinas, la Muralla cruza el
llano en direccin SO - NE. Ella es aqu relativa-
mente baja, un poco ms ancha en la base que en
la parte superior: mide 4 m mximo en la primera
y apenas 1 m en la segunda. Su altura no ha
podido determinarse porque en gran parte se
halla total o parcialmente desmoronada. Est
construida siempre con los materiales que se
hallan en las vecindades o ms a la mano, ya sea
fragmentos de rocas de los peones contiguos o
cantos rodados transportados de la playa marina;
siempre pircadas cuidadosamente en sus dos
caras y con un relleno de ripio, tierra o basura,
esto es, con los materiales extrados del propio
terreno sobre el cual pasa.
A poca distancia de Las Salinas, hacia el mar,
la Muralla pasa por un antiguo campamento de
pescadores revelado por montones de conchas y
basura: conchas pecten quemadas, huesos de
llama y ceniza. Este sitio se llama Cabeza de Toro.
La Muralla, despus de atravesar el llano cubier-
to de arena, el cual en parte presenta restos de
antiguos cultivos por una distancia como de
kilmetro y medio de Las Salinas, desaparece
como sepultada por la arena en un largo trecho y
reaparece ms lejos, casi en el lmite de la tierra
cultivada del fundo Pusal, frente a la isla del
Corcovado.
Reconocido y estudiado este tramo de la
Muralla volv a Las Salinas y, desde este lugar,
continu la exploracin del mismo ramal hacia el
oriente en su ruta a la Sierra. Para ello tom el
camino de herradura que conduce a Santiago de
Chuco y que corre casi paralelamente a aqul
desde donde se le puede seguir perfectamente. A
menos de medio kilmetro de Las Salinas ascien-
Julio C. Tello Rojas La Muralla de Santa
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de por la falda occidental del elevado cerro de
prfido de Waka Corral, que se halla al NE de
aquel lugar. La Muralla avanza hasta la mitad de
la falda y all desaparece. La cuesta es muy empi-
nada y el ascenso es dificultoso, no slo por esta
causa, sino porque las partes no inclinadas estn
cubiertas de una capa gruesa de arena arrastrada
por el viento. Se asciende por el camino de herra-
dura de Santiago de Chuco hasta alcanzar una
garganta, desde este sitio tuerce hacia el Sur y
sigue el curso de la quebrada de Las Brujas que
conduce directamente al valle de Santa. Este
camino, segn refieren los naturales, es muy
antiguo. Por l trafican las gentes que bajan de la
sierra al valle de Santa, empleando de cuatro a
cinco das en el viaje desde Santiago de Chuco a
dicho valle.
Descendiendo por esta quebrada, junto al
camino y un poco ms abajo de la garganta, hay
dos rocas aparentemente ferruginosas, de formas
extraas con eminencias y oquedades que tienen
el aspecto de metal fundido o de aerolitos. A la
percusin producen un sonido metlico y su
forma general hace la impresin de porciones
desprendidas de un cuerpo mayor. Una de estas
piedras simula, muy lejanamente, la silueta de
parte del cuerpo de una mujer. Ambas estn casi
totalmente cubiertas con una multitud de pie-
dras amontonadas por los caminantes que pasan
por este sitio. Dichas rocas, segn la leyenda
popular, son wakas o piedras sagradas donde
moran o se hallan encantadas diosas femeninas
que, como las brujas, tienen la virtud de tomar
formas de diversos animales como bhos, guilas
y an cuadrpedos alados que vuelan o corren
tan velozmente como el venado.
En tiempos muy remotos estas diosas tenan
su imperio en las serranas de Santiago de Chuco.
Eran las proveedoras de la sal, cuya bsqueda y
comercio ha sido siempre uno de los ms caros
afanes de los indios de la sierra. Ellas lo transpor-
taban desde largas distancias, controlaban su
suministro y comercio. Gracias al poder que
posean de encarnarse en animales alados, goza-
ban del privilegio de ser dueas nicas del precio-
so elemento cuya adquisicin era pagada por los
indios con sacrificios cruentos y ofrendas de
sangre. Cansados los indios de esta tirana de las
diosas buscaron secretamente otros medios
menos penosos de conseguir la sal. Con este fin,
trataron de descubrir de donde la sacaban sus
proveedoras; disfrazndose de gente muy pobre,
recorrieron el pas mendigando sal y alimentos.
De esta forma pudieron saber que en la costa otras
diosas ms benvolas posean ingentes riquezas
de este mineral. Desde entonces, los indios de
Santiago de Chuco se socorran de all, muy
secretamente, librndose de antiguos sacrificios.
Como era de esperar, el hallazgo produjo un
cambio de actitud en las gentes hacia las diosas
serranas de la sal. Todas las ceremonias destina-
das al culto de ellas se debilitaron; los cruentos
sacrificios fueron cada vez ms raros. Esto las
alarm y las oblig a espiar a los indios en sus
viajes, descubriendo muy pronto que ellos
extraan de Las Salinas grandes cantidades del
precioso elemento a cambio de alimentos como
carne de llama, papa, oca, chochoca y que ofren-
daban a sus dueas que eran tambin diosas
semejantes a aquellas.
Las diosas serranas se empearon desde
entonces en posesionarse de Las Salinas de
Santa, haciendo guerra a muerte a sus legtimas
dueas. Se entabl, por esta causa, una lucha
que dur muchos aos; algunas veces alcanzaron
victorias, en otras fueron vencidas. En una de
estas luchas, la ms cruel y tal vez la ltima, las
diosas de la costa lograron sorprender a las serra-
nas que se hallaban escondidas en la quebrada.
Tomadas prisioneras fueron descuartizadas y sus
restos arrojados al aire, los cuales al caer a tierra
quedaron petrificados. Dos partes de cuerpo de
estas diosas son las piedras meteoritas ya men-
cionadas.
Desde entonces los indios de Santiago de
Chuco obtienen la sal de Las Salinas de Santa
amparados por las diosas vencedoras que custo-
dian este precioso elemento. Sin embargo, los
indios temen todava la venganza de las diosas
petrificadas; por esto, al pasar por este lugar, y
2004
14
Arqueologa y Sociedad, N. 15
-
con el fin de evitar su desencantamiento o la
influencia de sus poderes malficos, le arrojan
piedras para sepultarlas o anularlas. Las ofrendas
de piedras frescamente fracturadas, los guijarros
y astillas producidas por el rayo, y cargadas por
tanto de poder mgico, son arrojadas por los
caminantes a los cerros y peones, a las lagunas y
manantiales donde se considera que residen los
espritus malficos.
La Muralla, que qued interrumpida en la
falda del pen de Waka Corral, reaparece a
trechos sobre las partes ms altas del flanco
izquierdo de la mencionada quebrada, y corre en
lnea recta en la misma direccin del eje de sta
hasta unirse con una muralla ms grande y mejor
conservada que la de Las Salinas, y que est
ubicada exactamente a poca distancia del banco
norte del valle de Santa. Un reconocimiento
cuidadoso de esta muralla grande permiti
asegurarme que era la muralla principal, la des-
cubierta por Shippee y Johnson, la que no se
alejaba (como la de Las Salinas) demasiado del
valle, sino que corra muy cerca de la tierra
cultivada ascendiendo por las colinas que bor-
dean la margen derecha.
Entre Waka Corral y Tanguchi, hasta donde
alcanza mi exploracin, la Muralla corre casi en
lnea recta a travs de las faldas de las colinas que
bordean el lecho del ro y a muy corta distancia de
ste. Atraviesa los llanos o pampas de arena
contiguos a la playa, las mesetas altas y los blancos
de aluvin que bordean el valle; asciende a la cima
/F4/2a/ Parte de
un antiguo
sistema de
irrigacin, muy
cerca del lugar
donde la Gran
Muralla colinda
con el mar.
/F4/1a/ (Lugar
donde la Gran
Muralla empieza
su ascenso a las
montaas. Vase
el mar en la parte
superior de la
fotografa).
Julio C. Tello Rojas La Muralla de Santa
15
-
de las lomas y cruza en partes, zigzagueando, las
faldas de los cerros, subiendo y bajando por las
eminencias y depresiones del terreno, evitando
en lo posible los rodeos y desarrollos, o bien,
situndose paralelamente al lecho de las peque-
as quebradas como para evitar su desmorona-
miento por accin de los derrumbes que, de tiem-
po en tiempo, se suceden en estas regiones. En los
sitios en que el terreno es muy accidentado se
desva de su recta direccin y donde tropieza con
pendientes muy empinadas o rocas cortadas a
pique, como algunas que se hallan en los bancos
de ro, se dobla para ascender en lnea quebrada
hasta dominar la altura. Tal sucede en una sec-
cin de la Muralla que se halla a menos de 1 km al
/F4/3a/ Vista
panormica de
la Muralla de
Santa
atravesando las
faldas de los
cerros.
/F4/3b/ En este
punto la Gran
Muralla
asciende por la
colina de los
cerros. Hacia el
fondo se puede
apreciar que la
Muralla viene
del mar.
oriente de la casa de Waka Corral. Por regla gene-
ral, el muro no sigue el fondo de las muchas que-
bradas secas que encuentra en su recorrido, ni
asciende a las cumbres de las colinas muy eleva-
das; se mantiene siempre en los flancos de los
cerros contiguos a la quebrada, atravesando en
lnea recta las ondulaciones del terreno.
La continuidad de la Muralla se manifiesta
en toda su longitud. Sin embargo, en las partes
ms altas parece que desapareciera pero fcil-
mente se descubre que sus escombros estn
confundidos con las formaciones del terreno
natural, y muchas de las piedras que la formaban
han descendido al fondo de las quebradas veci-
nas. Las piedras, de un modo general, son mucho
16
Arqueologa y Sociedad, N. 15 2004
-
ms pequeas en las partes altas que en las bajas.
En casi todas las quebradas del trayecto recorri-
do, el muro ha sido destruido por las avenidas,
principalmente la de 1925, la cual ha barrido la
Muralla en porciones considerables y, junto con
ella, ha cargado con los basurales y cementerios
gentilicios situados en sus vecindades y en las
partes bajas. En algunas quebradas entre Waka
Corral y Sarcope quedan todava, en sus flancos,
los muros frescamente cortados por las avenidas
que han arrastrado todo el material acumulado
en el fondo de ellas.
La parte ms interesante de mi exploracin
es el tramo comprendido entre Waka Corral y la
ribera del Ocano Pacfico. Al pie oriental del
cerro Waka Corral y muy cerca del banco de ro,
la Muralla se divide en dos ramos: uno asciende
por la falda del cerro, un poco al NO. Siguiendo
de cerca el camino antiguo de Santiago de
Chuco, se pierde a trechos y aparece nuevamen-
te junto a Las Salinas; contina por el llano
Cabeza de Toro, que es un viejo paradero cubier-
to de basura; y desaparece cerca de Pusal.
El muro que va al pen y pasa cerca de Las
Salinas mide entre 1.2 m y 1.5 m de ancho y su
altura no puede ser mayor de 3 m dado el volu-
men del desmonte acumulado al pie. Su estruc-
tura es relativamente simple: algunas piedras de
tamao regular, las ms grandes en la base, angu-
losas, transportadas de las faldas de los cerros
donde hasta ahora existen grandes acumulacio-
nes. Casi todas las piedras han sido colocadas
directamente sobre el suelo o sobre la arena, sin
cimientos, y no se descubre que haya habido
trabajo cuidadoso de mazonera. No son muros
construidos como los de las terrazas agrcolas tan
comunes en la sierra, en los cuales las piedras
estn bien adaptadas entre s y las caras exterio-
res niveladas, sino son paredes a manera de
cercos rsticos, construidos mediante el apilona-
do en hileras de piedras con un relleno de cascajo
y piedra. Esta falta de solidez ha originado el
derrumbe casi total de la Muralla, la que slo se
mantiene casi intacta cuando en la tierra baja ha
sido construida con adobes rectangulares y
adobones. El examen del relleno verificado en
varios sitios no pone al descubierto resto alguno
de la actividad humana a no ser cenizas, frag-
mentos de alfarera utilitaria, salpicadas muy
escasamente en el terreno.
El otro ramo es un poco ms complicado en sus
bifurcaciones. Pasa por dos cimas de las colinas
contiguas al valle; salta la honda quebrada de
Gallinazos, donde seguramente debi existir un
/F4/4a/ Lugar donde se encontr la Gran Muralla por primera vez.
Julio C. Tello Rojas La Muralla de Santa
17
-
puente; y alcanza una amplia meseta donde se
halla mejor conservada. Aqu tiene una direccin
perfectamente rectilnea; su ancho aproximado
es de 2.5 m. Junto a ella aparece, en este sector,
una pista ancha, amplia, bien nivelada, como si
hubiera sido construida recientemente. Al llegar
la Muralla a la entrada de Inka Pampa, donde hay
un pen con algunas ruinas de habitaciones, se
divide en tres ramales: uno, apenas perceptible,
que va a perderse en el terreno de cultivo y a
destacarse claramente mucho ms lejos, en la
falda del cerro que se halla junto al puente moder-
no de Santa donde est el templo de Ipuna. Los
otros dos ramos se dividen, a su vez, en subramales
que van francamente hacia el occidente, sobre la
cima, el pie y la falda de las colinas, hasta alcanzar,
unos la tierra cultivada y las acequias antiguas, y
otros, la cima del pen llamado Entre Cerros. La
arena ha ocultado el muro en sus terminaciones
occidentales pero se nota que l no ha respetado,
en ciertos sitios, la tierra cultivada ni los viejos
acueductos, como si su propsito fuera alcanzar,
venciendo toda dificultad, su destino que en mi
concepto fue, por un lado, el Templo de Ipuna, y
por otro, algn otro templo que debe existir sepul-
tado en la isla de Corcovado, porque el muro
parece terminar su recorrido en un pen que
puede haber servido de embarcadero de balsas.
Casi todas las islas de la costa peruana, principal-
mente las islas guaneras, contienen restos de
templos dedicados al culto de la Luna.
En suma, el trazo de la Muralla, en las seccio-
nes exploradas por m, es casi recto y las desviacio-
nes que presenta se deben a obstculos insalva-
bles o al obligado alejamiento de los acantilados
que bordean el valle. Este trazo se adapta, por su
estilo, al de los senderos de las serranas por donde
trafican a pie los indios. El trazo de estos senderos,
como el de la Muralla, obedece principalmente a
la necesidad de acortar las distancias. De all por
qu se mantiene el predominio de la lnea recta y
se da preferencia al ascenso y descenso, muchas
veces casi vertical, en vez de los largos rodeos para
cruzar las sierras. Los datos relacionados con el
trmino oriental de la Muralla son todava muy
inciertos y slo cabe conjeturas y suposiciones
sobre la base de las informaciones locales y de los
restos de los muros all existentes.
Parte de la gran Muralla cerca de Gallinazo.
18
Arqueologa y Sociedad, N. 15 2004
-
Los aviadores americanos distinguieron la
Muralla en las vecindades de Corongo. Hasta
ahora no ha sido todava posible seguirla en su
recorrido a travs de la provincia de Pallasca. Las
informaciones suministradas por los nativos
sobre el particular, a pesar de ser vagas e inciertas,
son lo suficientemente sugestivas como para
vislumbrar que la Muralla, al penetrar a las sierras
y cruzar las tierras cultivadas, se divide y subdivi-
de como sucede en su trmino occidental. Desde
luego, en su curso por la margen derecha del ro
Santa, debe necesariamente mantenerse en la
altura porque de otra manera no habra sido
percibida por los aviadores. La exploracin de
este tramo permitir conocer si se conecta con el
camino incaico que va en direccin N - S, entre
Pallasca y el Callejn de Huaylas, y que fue el que
sigui Hernando Pizarro en su viaje a
Pachacamac; o si lo atraviesa trepando la cordille-
ra para pasar a la cuenca del Maran. La
Muralla, de acuerdo con las notas de Shippee y
Johnson, no aparece en rigor claramente sino en
las alturas de La Limea. Es muy posible que de
este lugar parta un nuevo ramo contiguo a la
quebrada de Chumllay y que avance por las pobla-
ciones de Llapuy y Tauca hasta alcanzar el afama-
do Templo de Cabana. Este es el tramo menos
problemtico que lo menciono slo a base de
informaciones populares. Otro ramo, el ms
importante, sigue la margen derecha del
Tablachaca o Chuquicara, ms o menos a lo largo
del viejo camino de herradura entre el valle de
Santa y Santiago de Chuco. Las informaciones
sobre este ramo son ms precisas y es probable que
la Muralla avance ms all de Santiago de Chuco
hasta alcanzar Porcn, donde estn las ruinas del
celebrado Templo de Apocatequil.
Los restos de muros encontrados cerca de
Santiago de Chuco, Pallasca, Corongo y
Huamachuco pertenecen sin duda a una red
mural desprendida del tronco principal del
Santa. Se podra imaginar, tal vez, que la Muralla
sigue por la margen del ro Chuquicara en direc-
cin de Huaylillas, afluente de ste, hasta
Santiago de Chuco; o bien puede avanzar a la
hacienda Angasmarca y por aqu continuar por
la quebrada de Quishguayhuar, penetrar a la
Pampa de Yamobamba, donde existen restos
claros de la Muralla, y avanzar hasta Marka
Huamachuco. Por ltimo, puede haber seguido
el ro Tablachaca, penetrar por la quebrada de
Piscochaca hasta encontrar el muro cerca de
Corongo y alcanzar el cerro Huaylillas, la Laguna
Negra y el Cerro Sasn, lugares donde aparece
otra vez la Muralla. Por ltimo, restos de otro
ramal aparecen en la margen izquierda del Santa
entre, La Limea y Pachmar, y contina hasta
alcanzar Corongo.
El material empleado en la construccin de la
Muralla es el que se halla ms accesible en los
sitios por donde pasa: trozos pequeos de rocas
fragmentadas por la accin de los cambios de
temperatura, cantos rodados, grava, barro, y an
basura para los rellenos.
En las partes bajas y llanas, cerca del Ocano
Pacfico, la Muralla est construida con adobes
rectangulares y en algunos sitios con un cimiento
de piedras rodadas. En el extenso llano de Inka
Pampa contiene piedras cargadas de las colinas
contiguas y adobes rectangulares hechos con
tierra sacada de los terrenos de cultivo.
En las partes ms elevadas y sobre las faldas
empinadas y cima de las colinas hay un predomi-
nio de piedras pequeas que al desmoronarse han
sido, en parte, arrastradas por las lluvias y el mor-
tero de barro eliminado por el viento. De un modo
general, la Muralla es muy delgada en las partes
altas y aumenta de grosor y altura a medida que
desciende al llano.
La tcnica de la construccin es semejante a la
empleada por los indios en trabajo de mamposte-
ra, andenes agrcolas, andenes viales, calzadas y
cercos. Los lienzos de sostenimientos son de
piedras apilonadas, barro, cascajo y basura.
Ciertos rezagos de torta hallados en las caras del
muro permiten suponer que, por lo menos en
parte, ha estado tarrajeado y enlucido. Los tem-
blores, las fuertes lluvias y las
han hecho colapsar los muros en algunos sitios
hasta su base.
corrientes areas
Julio C. Tello Rojas La Muralla de Santa
19
-
De la supuesta asociacin de la Muralla con
otras estructuras contiguas a ella.
En su recorrido, la Muralla pasa al lado o a
travs de ruinas de poblaciones y paraderos, de
cementerios y muy distante de las pukaras o
acrpolis construidas sobre los cerros que bor-
dean el valle por ambos lados. El ramal de Las
Salinas pasa por un antiguo paradero de pesca-
dores llamado hoy Cabeza de Toro cuya vasta
rea est indicada por residuos de cocina, huesos
de animales marinos y llama, y fragmentos de
alfarera rstica. Sobre estos restos se destacan
montones de piedras rodadas, sin duda cimien-
tos de viviendas, algunos batanes y fragmentos
de morteros y an restos de origen post-
colombino.
En el tope y falda del Cerro Ipuna, la Muralla,
por su estilo, recuerda a la que circunda y ascien-
de en caracol el pen de Chim Capac en Supe
y que tiene de lejos la apariencia de una fortaleza.
Pasa tambin junto a las ruinas de poblaciones de
diferente extensin. Algunas son grupos de
posadas modestas; otras parecen corresponder a
residencias de curacas por la circunstancia de
estar ubicadas sobre subestructuras tronco
cnicas. En Inka Pampa, la Muralla tiene un
pequeo ramal que conduce directamente a un
templo que debi tener cierta importancia por-
que algunas de sus habitaciones estn adornadas
con frescos policromos de estilo Muchik.
A la entrada de la quebrada de Gallinazos,
contigua a la tierra cultivada y a muy corta dis-
tancia de la Muralla, se hallan las ruinas de un
templo incaico. El estilo de las construcciones,
los pequeos nichos trapezoidales de las paredes,
los depsitos destinados al almacenamiento de
vitualla y el estilo de la alfarera hallada en frag-
mentos en la basura constituyen un conjunto de
elementos culturales caractersticos de la cultura
incaica. Esta clase de establecimientos se
encuentran en casi todos los valles de la costa y
corresponden al asiento o residencia de los
colonos, gobernadores o administradores incai-
cos, encargados especialmente a la recaudacin
de los tributos.
Frente a la casa hacienda de Vinzos y sobre
una extensa formacin rocosa contigua al lecho
del ro Santa, se encuentran las ruinas de una
interesante poblacin: la de Sarcope. Todas las
habitaciones son de piedra; muchas de las pare-
des estn todava en buen estado; al pie de la
poblacin hay un montculo artificial de 5 m de
alto y con terrazas escalonadas. En la parte
superior del montculo hay numerosos restos de
alfarera ordinaria.
La Muralla atraviesa la poblacin, dividin-
dola en dos mitades, sin que exista el ms insigni-
ficante vestigio de relacin entre ambas, como si
hubiera estado abandonada cuando aquella fue
construida. Restos de viviendas arruinadas se
hallan tambin en El Cenicero, que es una anti-
gua fbrica de alfarera Muchik, y que se encuen-
tra entre Sarcope y Tanguchi. Se ve aqu las
ruinas de una poblacin de alfareros, un cemen-
terio y gruesas capas de basura que atestiguan
una larga ocupacin. Las lluvias torrenciales del
ao 1925 han cortado estas capas hasta una
profundidad, en ciertos sitios, de 3.5 m poniendo
a la vista multitud de fragmentos de alfarera,
tanto ceremonial como utilitaria.
A la entrada del Ro Seco, muy cerca de
Tanguchi, se ve igualmente los restos de una
poblacin o tambo al pie de un cerro de pendien-
te muy fuerte que forma el flanco de la quebrada
por el lado occidental. Aqu hay dos grandes y
altas murallas como de 9 m de alto: una de ellas
orientada de S - N, en direccin al eje de la que-
brada, y otra de E - O, dirigida hacia las pendien-
tes del cerro y perpendicular a la primera. Tal vez
ellas sean restos de una muralla rectangular que
encerraba o defenda una pequea poblacin a
juzgar por las acumulaciones de basura y de
cocina existentes en sus inmediaciones.
Ms hacia el oriente de la quebrada de Ro
Seco, y contiguo al fundo Tanguchi, existen
tambin ruinas de pequeas poblaciones dis-
puestas en terrazas y mesetas naturales. Hileras
de piedras amontonadas, formando pequeos
rectngulos, y un denso salpicado de fragmentos
de alfarera son testimonios de antiguos estable-
20
Arqueologa y Sociedad, N. 15 2004
-
Julio C. Tello Rojas La Muralla de Santa
/F4/6b/ Fuertes que
estn a lo largo de la
Gran Muralla, muy
cerca de Waka
/F4/9q/ Grandes
fortificaciones junto
a la Gran Muralla
cerca de Waka
Corral.
/F4/9p/ El Dr. Tello
tomando nota de los
detalles de la
construccin del
gran templo que est
detrs de Santa
Clara y junto a la
Gran Muralla.
21
-
cimientos humanos en estos lugares. La Muralla
pasa junto a estas poblaciones, y an a travs de
ellas, y a ciertos sitios aproximadamente corre
paralela al camino de herradura que conduce a
Santiago de Chuco.
Son muchos los cementerios a travs de los
cuales pasa la Muralla. En El Cenicero, en
Tanguchi, en Waka Corral, en Gallinazos y
principalmente en Inka Pampa, los wakeros han
explotado tumbas que se encuentran muy cerca
o debajo de los cimientos de muro. En uno de
estos cementerios, como el que se halla entre
Sarcope y El Cenicero, comprob la existencia
de dos tumbas superpuestas correspondientes a
dos periodos: la inferior contena un cadver con
fragmentos de alfarera del tipo arcaico de
Huaylas y la superior contena cadveres relati-
vamente recientes con alfarera de tipo Muchik.
No existen, en rigor, como se ve, testimonios
que permitan establecer una clara asociacin
entre los cementerios, las pequeas aldeas, los
templos, adoratorios y otras estructuras de dife-
rentes pocas, y la Muralla. Pero puedo afirmar
categricamente que los ramos terminales de la
Muralla conducen, casi todos ellos, a las cimas de
los peones que dan al mar en donde hay estruc-
turas aparentemente de carcter religioso y
cementerios en sus contornos.
/F4/8a/
Cementerio
cercano a la
Gran Muralla,
muy cerca de
Waka Corral.
El Dr. Tello
tomando notas.
/F4/8b/ En esta
vista, la Gran
Muralla
atraviesa, por
encima, un
cementerio.
22
Arqueologa y Sociedad, N. 15 2004
-
Del propsito de su construccin y de la
nacin, cultura y edad a que pertenece.
La existencia de una muralla tan extensa
como la de Santa, que parte de la ribera del
Ocano Pacfico, asciende directamente hacia la
Sierra y avanza con toda probabilidad hasta
sobrepasar la Cordillera Occidental, da margen a
muchas suposiciones cuando se pretende indagar
acerca de su origen y fines a que fue destinada.
Dos son las principales hiptesis hasta ahora a
planteadas: 1 .- La de una muralla de defensa o
de un sistema de fortificacin, segn pensaron
sus descubridores Shippee y Johnson; y 2.- La de
un lindero territorial, tal como lo supona el
eminente y ya finado americanista Marshall H.
Saville.
A estas hiptesis yo me permito, basado en
mis estudios en el terreno, plantear la siguiente
tesis: La Muralla de Santa es un camino de pene-
tracin que atraviesa el pas de occidente a
oriente y que representa uno de los tantos ele-
mentos del vasto y admirable sistema vial de los
antiguos peruanos.
Cuando los aviadores descubrieron la
Muralla lo que ms les impresion fue la presen-
cia, sobre las cimas de las colinas contiguas a ella,
de estructuras circulares y cuadrangulares que
parecan fuertes. Desde el avin les fue difcil
disociar estos dos elementos arqueolgicos. No
existe entre ellos, como lo he dicho antes, rela-
cin alguna de contigidad o contemporanei-
d Los supuestos fuertes son acrpolis que
existen desparramadas por todo el territorio del
Per y que los espaoles llamaron indistintamen-
te castillos, fortalezas, huacas y que, en rigor, no
son otra cosa que pequeos templos o adorato-
rios. Ninguno de estos fuertes podra dar cabida a
mas de cincuenta personas y muchos de ellos
ad.
/F4/10b/ Antiguo sistema de irrigacin sobre el valle, detrs de Santa Clara. El gran templo se
encuentra al fondo, mientras el muro corre a travs de la fotografa. Tambin se ve una zanja paralela
que da la apariencia de una carretera.
Julio C. Tello Rojas La Muralla de Santa
23
-
estn situados en lugares de difcil acceso y
carentes de los medios indispensables de vida.
Cuando un pueblo edifica una muralla de
fortificacin lo hace impulsado por un espritu de
defensa, por el inters de salvaguardar su patri-
monio territorial del asedio de otra nacin ene-
miga. Por consiguiente, la barrera levantada para
este fin tiene que llenar ciertos requisitos que
aseguren este propsito. La fortificacin tiene
que ser lo suficientemente slida para evitar que
el enemigo la destruya, la asalte o la socave con
facilidad. Tiene que ser suficientemente alta
para no ser escalada y contar con elementos
accesorios como parapetos, escalas, entradas
fortificadas y atalayas.
La Muralla de Santa no satisface el propsito
de una fortificacin. Lejos de hallarse edificada a
lo largo de los lugares ms encumbrados para
dominar al enemigo desde la altura se halla, por
el contrario, casi en toda su longitud, en las
faldas y partes ms bajas de las colinas y en
muchos sitios al nivel del llano, penetrando an
en el cauce del ro. En el llano, su altura no es
suficientemente apropiada para una defensa. A
juzgar por el volumen del material descombrado,
su altura no sera nunca mayor a 3 m. En los sitios
en que el suelo presenta elevaciones, el muro al
pasar sobre ellas se reduce considerablemente y,
en ciertos lugares, su altura no debi ser mayor a
1 m. Ninguna de las estructuras contiguas a la
Muralla pueden ser consideradas como fuertes.
An menos fundamento existe para sostener
la tesis de que la Muralla sea un lindero territo-
rial divisorio entre las naciones antiguas de la
costa. En su largo recorrido atraviesa, como he
dicho ya, tierras cultivadas, cementerios y pobla-
ciones situados en la hoya hidrogrfica del Santa.
Sera lgico suponer que una cadena de cerros,
un ro o cualquier accidente natural sirviera
como lindero entre una nacin y otra, como
sucede en las tierras pastales y de cultivo de los
ayllus del interior del Per. Pero parece fuera de
toda lgica suponer que una muralla que pasa a
travs de pueblos, tierras de cultivo y de otros
lugares de intensa actividad humana, correspon-
diente a la regin agrcola de Santa, sirviera
como lmite territorial de naciones como la
Chim e Inka, por ejemplo.
La Muralla es una lnea casi montona,
desnuda, una obra de mazonera que atraviesa
slo en parte terrenos bajos, frtiles o de cultivo.
Ella no ofrece, en los muchos kilmetros que la
he recorrido paso a paso, atractivo alguno.
Siguindola por donde pasa es como seguir la
lnea del telgrafo. Compulsando los mltiples
hechos, productos de mi larga y perseverante
/F4/10a/ Pila de huesos encontrada en un bajo
pasadizo en el cerro la Virgen, cerca de Santa
Clara. Se supone que han sido brujas convertidas
en piedras.
/F4/12b/ Momia de beb encontrada en el flanco
oeste del cementerio en Waka Corral.
24
Arqueologa y Sociedad, N. 15 2004
-
observacin, lleg al convencimiento de que la
Muralla no es otra cosa que un camino: unas
veces se camina sobre el muro y otras veces a su
lado, como si ste no fuera sino una marca que
seala la ruta ms corta entre dos puntos aleja-
dos. Es un camino de penetracin de la costa a la
sierra, de carcter comercial y principalmente
religioso. Debi servir para el intercambio de los
productos marinos y serranos y para el comercio
de sal; pero, sobre todo, debi ser la va sagrada
por donde traficaban los cuidadores y peregrinos
de los templos erigidos en la costa y en la sierra a
una misma divinidad o a una misma clase de
divinidades.
La Muralla es una construccin reciente.
Debe remontarse ms all del perodo incaico.
/F4/9m/
Sistema de
irrigacin muy
cerca del
templo que
est detrs de
Santa Clara.
Ntese la
principal zanja
de irrigacin al
lado de las
colinas del
fondo.
/F4/11b/ Vista
donde la Gran
Muralla
termina en el
mar. A la
izquierda se
aprecia el
antiguo
sistema de
irrigacin.
Julio C. Tello Rojas La Muralla de Santa
25
-
Est construida en muchos sitios sobre cemente-
rios Muchik y Sub-Muchik, Chim y Sub-Chim,
comprendidos dentro de los ltimos horizontes de
la prehistoria peruana. En ciertos lugares, tumbas
recientes Sub-Chim han sido halladas dentro de
los escombros de la Muralla lo cual revela que los
cementerios por donde cruza sta continuaban
usndose an despus de la conquista espaola.
No se podra determinar con exactitud qu
nacin construy este monumento. Este acon-
tecimiento debi tener lugar dos o tres siglos
antes de la Conquista y en ella tomaron parte,
seguramente, varias naciones coetneas que
usaban diversos tipos de alfarera bicroma y
policroma que estuvieron incorporadas dentro
de una vasta organizacin poltica sea Chim,
Huamachuco o Inka.
Sobre la existencia de monumentos similares a
ste en otros lugares del Per
La Muralla de Santa no es la nica en el terri-
torio del Per. Existe en Huaura otra muralla
importante entre el trmino de la hacienda
Rondoy, por el Este, y el pen de Chacaca, por el
Oeste. Esta Muralla es el antiguo camino que,
viniendo de la sierra, penetra al valle, atraviesa
por la hacienda de
Maso, y llega a Chacaca
donde estn las ruinas
del antiguo Templo de
Choke Ispana. En el
valle de Supe he encon-
trado restos de otra
muralla que parece par-
tir del Templo de Chim
Kpac y avanzar hacia el
interior. Algunos inves-
tigadores han credo que
ste sea el camino de los
incas. En el valle de
Huarmey hay otra mura-
lla que lo cruza de Norte
a Sur y asciende a las coli-
nas alcanzando, por un
lado, uno de los peones
contiguos a la ribera marina. Por la falda norte del
gran pen de Chiquitanta, en el valle de Chilln,
aparece igualmente otro soberbio muro del
mismo estilo que el de la Muralla de Huaura;
asciende a la cumbre del pen en la tierra culti-
vada para aparecer ms tarde en los peones que
bordean el lado norte del valle.
Tambin de la vieja ciudad del Lima, llamada
Hutica, de la misma ciudadela sagrada donde
estn los grandes templos llamados Waka
Arambur, Waka Concha y Waka La Campana,
parte otra muralla en direccin NE y aparece en la
margen derecha del ro Rmac, en diversos sitios
como Mango Marka y Cajamarquilla. La llamada
Muralla de Circunvalacin de Pachacamac posi-
blemente es tambin el trmino de otro camino,
tal vez el de la gran va que pasaba por Lomayacu,
Mushia y Pariakaka.
A poca distancia del balneario de Pucusana
existe tambin otra muralla semejante a la de
Santa en sus porciones ms bajas. Parte del pie del
antiguo templo hoy llamado Cerro de la
Bandurria; corre en direccin Norte sobre la cima
de las colinas; se pierde en el llano desrtico y rea-
parece al pie de los espolones occidentales de la
Cordillera.
/ F4/12a/ El Dr. Tello junto a la Gran Muralla por el lugar donde sta cruza
un cementerio
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Arqueologa y Sociedad, N. 15 2004
-
ANEXO*
De los cementerios encontrados
De la choza de Waka Corral a Sarcope hay
una legua y cuarto. En este trayecto el camino de
herradura sigue casi paralelamente a la Muralla.
A muy poca distancia de la choza se encuentra
un pequeo cementerio sobre el cual pasa el
muro. Est situado sobre una pequea loma o
montculo y contiene tumbas del tipo Muchik
puro, sin mezcla de otros estilos. Sin embargo, los
cadveres estn frescos. Adems, abundan las
palas de madera para excavar o de labranza;
tambin hay muchos fragmentos de tazas campa-
nuladas, sobre todo cntaros antropomorfos que
representan hombres con un mono en la frente.
En la falda norte de este montculo, el joven
Roosevelt encontr de modo casual, por haber
pisado su caballo una olla grande muy quemada,
el cadver de una criatura como de 7 aos. La
olla, en la que se guardaba esos restos, estaba
acuada o protegida con piedras y fragmentos.
El hallazgo de Roosevelt me oblig a estudiar
este cementerio. Se halla en la parte alta de los
ranchos viejos de Waka Corral. Es grande y sobre
la superficie se constatan hileras de adobes
rectangulares y tambin algunas piedras. La
posicin de los cadveres enterrados es horizon-
tal; el crneo parece deformado con aplasta-
miento occipital; el paladar est manchado de
verde. La alfarera es muy abundante, tanto la
fina como la utilitaria Muchik; hay muchos
fragmentos de vasos grandes campanulados,
restos de cabezas de alfarera con cerquillo y en
las orejas tubos cilndricos. Tambin muchos
restos de balanzas de mates, alfarera represen-
Julio C. Tello Rojas La Muralla de Santa
/F4/9a/ Capa profunda del cementerio que est junto a la Gran Muralla, cerca de Waka Corral.
Ntese los ladrillos cnicos redondos
* Este anexo fue escrito por Jorge Crovetti, quien lo adjunt en el informe que le present al Dr. Tello para que se
incluyera en la versin final del texto sobre la Muralla de Santa.
27
-
tando figuras humanas y, en general, gran varie-
dad morfolgica y figurativa de alfarera Muchik.
En el camino de Santa Clara a Waka Corral
se pasa por cuatro cementerios: el primero, est
cerca del canto del ro en la culata de Waka
Corral; el muro pasa a cierta distancia de este
cementerio que es de tipo andino. El segundo
cementerio, est en la quebrada del camino real
y es el que anteriormente se ha descrito; en l se
han encontrado tumbas explotadas y parece
estar cubierto por los derrumbes del muro.
Dentro de los terrenos de Waka Corral se
encuentran los cementerios principales: uno (el
tercero) est en la falda del cerro, al Este de la
choza del yanacn Novoa. Este cementerio es
grande y contiguo a la Muralla. La waka se llama
Toma de Corral. El cementerio est muy explota-
do, encontrndose considerables cantidades de
huesos humanos en la superficie. De las excava-
ciones que se hicieron se pudo encontrar tumbas
del tipo Callejn, adems muchos fragmentos de
alfarera tipo Muchik con predominio de las
tazas grandes campanuladas. Las tumbas son
sistos construidos con piedra, no hay abobes. El
muro pasa sobre este cementerio.
Avanzando un poco ms hacia el oriente se
encuentra el cuarto cementerio de Waka Corral.
Aqu tambin el muro pasa por el propio cemen-
terio que, como el anterior, est muy explotado.
Las tumbas, vaciadas pero manteniendo todava
los productos encontrados en ellas, como huesos
y fragmentos de cermica, estn situadas en el
muro. Una de las tumbas tiene especial inters
porque se halla en asociacin con la Muralla
misma. Est debajo de la base de la Muralla y ha
sido excavada profundamente. Tiene en la
actualidad 2.5 m de profundidad. La excavacin
permite cerciorarse de que el muro no tiene
cimientos sino que las piedras han sido colocadas
encima del suelo que ya guardaba cadveres,
como si al construirse la Muralla se hubiera
ignorado la existencia de este cementerio. De la
base del muro a la profundidad donde ha sido
excavada la tumba hay de 3.8 m a 2 m. Un poco
ms afuera de esta excavacin se encuentra otra,
tan amplia y profunda como la anterior, cuyo
examen ofrece datos muy ilustrativos. Se trata de
un pozo grande, de 3.3 m de profundidad. El
dimetro del pozo, cerca de la boca, es de 4 m en
direccin N - S y es un poco ms largo en direc-
cin E - O. A juzgar por las capas de las paredes
de la excavacin, sta ha cortado primero una
capa de tierra suelta; despus un muro formado
por varias hileras de abobes odontiformes dis-
puestos en tres o cuatro hileras apilonadas y
alternando entre s. En la capa de tierra suelta
aparecen adems dos hileras de adobes rectan-
gulares cuyas caras presentan surcos que no son
sino huellas del molde de caas que debi ser
usado para su fabricacin. Esta capa de tierra y
adobes rectangulares tiene como 1.20 m de
espesor y corresponde, seguramente, a las tum-
bas de la capa superficial. Este mismo tipo de
adobes aparece en las paredes de otras tumbas
abiertas contiguas a sta y que tambin contie-
nen multitud de fragmentos de cermica
Muchik dejada por los huaqueros.
Los cementerios hasta ahora descritos se
hayan, en su mayor parte, sobre pequeas terra-
zas o lomas bajas casi al pie de la falda de los
cerros que bordean el valle por el Norte o bien en
alguna hoyada. Todos ellos han sido violados por
los huaqueros. La Muralla pasa siempre a muy
poca distancia de estos cementerios, y en la
mayora de las veces por encima de ellos. Casi
todas las tumbas abiertas presentan huellas
frescas de excavacin y abundan en la superficie
restos de esqueletos humanos y alfarera corres-
pondiente a diversos estilos. As, se encuentran
corrientemente ollitas quemadas con ornamen-
tos en relieve, tazas campanuladas, alfarera
ceremonial Muchik, alfarera negra Chim, etc.
No se halla hasta ahora resto alguno de alfarera
propiamente andina de Santa.
De Sarcope a Tanguchi hay aproximadamen-
te dos leguas. Dentro de los lmites de Sarcope se
encuentra el gran cementerio de El Cenicero
que se halla al pie de un cerro muy elevado, el
cual tiene muros y terrazas alrededor y que pro-
bablemente es una waka o templo. Este cerro
28
Arqueologa y Sociedad, N. 15 2004
-
llamado El Castillo se ve bien desde El Cenicero
y las murallas que lo circundan son de piedra y
barro. Hace algunos aos, un individuo de
Sarcope trabajaba este lugar en la creencia de
que all exista algn entierro.
El cementerio de El Cenicero es muy exten-
so. Est dividido en cuarteles por medio de
muros a manera de terrazas o muros de conten-
cin. Uno de stos -el principal- divide, por
decirlo as, al cementerio en dos grandes propor-
ciones: una superior y otra inferior. En el cuartel
inferior hay abundante tierra amontonada y el
superior es cascajoso y est sembrado por todas
partes de fragmentos de cermica. En rigor, el
cementerio est en un enorme basural que por
los restos de alfarera que presenta hace la impre-
sin de una fbrica de alfarera. Las tumbas en
la parte superior del cementerio son relativa-
mente pequeas, los cadveres frescos, y la
alfarera de tipos muy mezclados, aunque con
predominio de los tipos utilitarios. En la parte
inferior, los pozos son grandes y profundos; los
crneos no tan frescos como los del cementerio
superior; la alfarera es muy abundante y con
predominio de la ceremonial Muchik, pero
siempre asociada con las formas utilitarias, y
tambin con vasijas negras con ornamento y
vasijas con ornamentaciones en relieve de tipo
andino. Llama la atencin la falta de deforma-
cin de los crneos recogidos en la parte baja del
cementerio.
Cerca del camino de herradura que pasa a
travs de este gran basural, en direccin S - N, he
examinado una tumba grande. Las paredes han
sido formadas con piedras pequeas pircadas y
en la parte superior con varias hileras de adobes
rectangulares. Dentro de la tumba y en los con-
tornos he encontrado trozos grandes de alfarera
ceremonial Muchik y un cadver relativamente
fresco.
Este gran basural presenta hoy una enorme
facilidad para su estudio porque las lluvias del
ao 1925 lo han cortado, produciendo zanjas
profundas que hoy permiten ver claramente los
detalles estructurales de este terreno y, principal-
mente, conocer el monto y las variaciones de
Julio C. Tello Rojas La Muralla de Santa
/F4/9d/ El Dr. Tello junto a una porcin de la Gran Muralla, mostrando el tipo de construccin.
Santa Clara.
29
-
estilo de las enormes masas de alfarera rotas que
se hallan dentro de estos basurales. En ciertos
sitios las zanjas tienen 5 m de profundidad, y la
basura en ambos lados de la zanja es ms o menos
uniforme: tierra negruzca mezclada con arena,
de aspecto de humus, fragmentos de sogas, telas
rsticas de algodn, caas, corontas de maz,
frejoles, y trozos de alfarera casi en su totalidad
rstica o quemada. Llama la atencin la escasez
de alfarera ceremonial Muchik en la basura, y la
frecuencia con que aparece esta alfarera mezcla-
da con Chim en las tumbas abiertas en este
basural. Entre los fragmentos colectados por m
en el recorrido que hice de este extenso cemen-
terio, figuran los siguientes tipos (apreciados slo
por sus fragmentos):
1-. Cntaros semi antropomorfos: el gollete
transformado en una cabeza humana y las manos
en relieve sobre la panza del cntaro. Este tipo es
uno de los ms frecuentes, y aqu aparecen sus
ms tpicas representaciones (en la cabeza un
gorro).
2-. Grandes tazas campanuladas y de tamao
medio y pequeo: las de tamao medio y peque-
o sin pedestal, baado en rojo y con dibujos
simples trazados con lneas gruesas y blancas.
3-. Cntaros de diferentes tamaos cuyo gollete
(y slo el gollete) est transformado en una
cabeza humana escultrica bien moldeada.
4-. Cntaros globulares del tipo ms fino cere-
monial Muchik con gollete tubular arqueado.
Estos tipos son los nicos que aparecen hacia la
parte oriental del cementerio y hacia la occiden-
tal es donde ya aparecen los otros tipos, o sea, los
muy ordinarios Muchik y los Chim.
Las informaciones dadas por los huaqueros
coinciden con los siguientes hechos: 1.- Que no
hay tipo nico de tumbas; tampoco hay costum-
bre uniforme de enterrar los cadveres. 2.- Las
tumbas pueden ser simples hoyos abiertos en el
terreno cascajoso natural cubiertos con basura y
pueden ser hoyos abiertos dentro de la misma
masa de basura, con paredes de piedras pircadas;
o bien pueden ser hoyos rectangulares con ado-
bes igualmente rectangulares. 3.- El cadver
aparece por lo general echado, en algunos casos
sentado y enfardelado y, en casos excepcionales,
parado. 4.- El cadver est envuelto en telas
rsticas de algodn y algunas veces tiene tiles
de costura o de tejidos, objetos de cobre y en
algunos casos telas de diferentes colores. 5.- En
cada tumba se encuentra, por lo general, cuatro
o cinco piezas de alfarera, unas ceremoniales y
otras ordinarias o comunes; no es raro encontrar
piezas finas Muchik con cntaros comunes
negros Chim.
Fbrica de alfarera muchik
Al recorrer El Cenicero, lo que ms llama la
atencin es la gran abundancia de alfarera
Muchik y el predominio en ella de sus tipos
utilitario y ceremonial. En la parte interior del
cementerio se encuentra alfarera mezclada y se
recogen varios fragmentos de ejemplares que
corresponden a cntaros globulares algo cnicos,
con asitas auriculares en el hombro y el gollete
transformado en cabeza humana en su mitad
inferior, y en la superior libre, pero que hace la
impresin de un gorro; ste es todo hecho en
barro negro. Este tipo de alfarera no es ni
Muchik, ni Chim; posiblemente es una forma
correspondiente a algn otro tipo ignorado.
Adems, en esta parte del cementerio he recogi-
do grandes fragmentos de alfarera muy gruesa,
que en la cara interna presenta surcos gruesos y
profundos; alfarera que he encontrado tambin
en los basurales que se hallaban al oriente del
pueblo de Chimbote y en Lacramarca y en algu-
nas Wakas de Chincha y Pisco.
En la parte baja del cementerio he hallado
una considerable cantidad de fragmentos de
trompetas, muchos pedazos de cuchimilcos y
cntaros con ornamentaciones en relieve. No he
encontrado por ninguna parte huellas manifies-
tas de construcciones que correspondan a anti-
guas habitaciones. Es posible que hayan existido
chozas, dentro o fuera del rea del cementerio.
No se explica donde ha vivido la gente que ha
fabricado tanta cantidad de alfarera y que ha
dejado tan gruesas y extensas capas de basura.
30
Arqueologa y Sociedad, N. 15 2004
-
31
Julio C. Tello Rojas La Muralla de Santa
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32
Arqueologa y Sociedad, N. 15 2004
-
Arquitectura pblica del Arcaico Tardo en el valle de
Fortaleza. Reflexiones sobre las sociedades complejas
tempranas en la Costa Nor-Central
Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse*
Resumen En este texto se presentan los resultados de la prospeccin y mapeo de sitios con
arquitectura monumental temprana de una seccin del valle medio de Fortaleza. Se
analiza la arquitectura de los sitios asignados tentativamente al perodo Arcaico
Tardo, planteando algunas hiptesis sobre su desarrollo. Los sitios de Fortaleza son
comparados con otros valles de la costa Nor-Central, plantendose que los
complejos arquitectnicos existentes en esta regin parecen corresponder a
entidades sociopolticas de alcance local, antes que a centros de alcance regional. Se
concluye con algunas reflexiones sobre nuevas perspectivas tericas para entender
el surgimiento y desarrollo de estas sociedades.
Palabras Clave Costa Nor-Central, Arquitectura Monumental, Escala, Complejidad del Espacio,
Montculo Piramidal, Plaza Circular.
Abstract I present in this article the results of survey and mapping at sites with early monu-
mental architecture in the Middle Fortaleza Valley. Architecture provisionally
assigned to the Late Archaic period is analyzed, and some hypotheses on its devel-
opment are proposed. The Fortaleza sites are then compared with other ones
throughout the North Central Coast. I propose that the architectural complexes in
this region seem to correspond to local-range sociopolitical entities, instead of large,
regional polities. Finally, I conclude with some thoughts on new theoretical per-
spectives to understand the origins and development of such entities.
Keywords North Central Coast, Monumental Architecture, Scale, Spatial Complexity,
Pyramid Mound, Circular Court.
* Profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Correo electrnicol: [email protected],
33
Arqueologa y Sociedad,
N 15, 2004
-
Este trabajo presenta los primeros resultados
de las investigaciones del Proyecto
Arqueolgico Fortaleza, dirigido por el autor,
llevadas a cabo en el valle del mismo nombre. Se
hace un resumen de la informacin obtenida en
la prospeccin y mapeo de sitios con arquitectu-
ra monumental temprana de la llamada Zona IV
del valle medio de Fortaleza. Luego de una des-
cripcin de las evidencias registradas, se hace un
anlisis de la escala y complejidad de los sitios, a
partir del cual se plantean algunas hiptesis
sobre la naturaleza de las sociedades responsa-
bles de la construccin de la arquitectura estu-
diada.
Estos resultados son comparados con la
informacin de otros valles vecinos, en particu-
lar el valle de Supe. Sobre la base de esta compa-
racin, se busca sintetizar el estado de la cuestin
del estudio del Arcaico Tardo para la denomina-
da Costa Nor-Central. Finalmente, se plan-
tean algunas reflexiones tericas para contex-
tualizar el estudio de estas sociedades en el
marco de la reflexin internacional sobre el
surgimiento de sociedades complejas.
La Costa Nor Central est ubicada entre los
150 a 205 km al norte de la ciudad de Lima, e
incluye a los valles de Huaura, Supe, Pativilca y
Fortaleza. La cercana de los tres ltimos permite
la formacin de una franja frtil de 25 km, deno-
minada Complejo de Pativilca por Paul Kosok.
Fue este mismo autor quien llam la atencin
acerca de impresionantes complejos arquitect-
nicos tempranos en el valle de Supe (Kosok
1965:217-223).
La documentacin de sitios tempranos con
arquitectura monumental en el valle de Supe, se
enriqueci notablemente con el trabajo catastral
llevado a cabo por el Instituto Nacional de
Cultura (Williams y Merino 1979). En este
trabajo se identificaron alrededor de 20 sitios de
estas caractersticas, que brindaron nuevas
perspectivas al estudio de las primeras tradicio-
nes arquitectnicas andinas (Williams
1980:405-407). Casi simultneamente, Robert
Feldman dio cuenta de la presencia de sitios con
caractersticas semejantes en los valles de
Pativilca (5 sitios) y Fortaleza (3 sitios) (Feldman
1980:Fig. 2). Esta informacin fue posteriormen-
te refrendada por Carlos Williams para el valle
de Pativi lca (Wil l iams 1985, 1988).
Recientemente, el autor, en compaa de Luis
Felipe Villacorta, Luis Cceres y Giancarlo
Marcone, ampli la muestra de sitios tempranos
en el valle de Fortaleza (Vega-Centeno et.al.
1998). Asimismo, el Proyecto Arqueolgico
Caral, bajo la direccin de Ruth Shady, ha pro-
porcionado mayor informacin acerca de los
sitios tempranos del valle de Supe, presentando
planos de los sitios previamente documentados
(Shady et al. 2000).
En contraste con la abundante informacin
proveniente de reconocimientos superficiales,
las excavaciones han sido escasas. El sitio de
spero, en el valle bajo de Supe, adquiri noto-
riedad por ser uno de los pocos sitios de estas
caractersticas excavado antes de la dcada del
noventa (Feldman 1980, 1985, 1987; Moseley y
Willey 1973; Willey y Corbett 1954).
Recientemente, los trabajos dirigidos por Shady
en los sitios de Caral y Chupacigarro (Shady
2000; Shady y Leyva 2003) han llevado a replan-
tear anteriores consideraciones sobre la arqui-
tectura pblica temprana de esta regin, en par-
ticular en lo que concierne a su ubicacin crono-
lgica (v.g., Burger 1992:76; Kaulicke 1994:298;
Lumbreras 1989:109; Vega-Centeno et. al.
1998:229-231). Junto con los continuos trabajos
del Proyecto Arqueolgico Caral, se vienen desa-
rrollando otros dos proyectos arqueolgicos en la
regin: El Proyecto Norte Chico, en los valles de
Pativilca y Fortaleza, a cargo de Jonathan Haas y
lvaro Ruiz; y el Proyecto Fortaleza, a cargo del
autor, en el valle del mismo nombre.
Puede decirse que el estudio de las socieda-
des tempranas en la Costa Nor-Central se
encuentra en una etapa expectante, con tres
proyectos trabajando la misma problemtica en
forma simultnea. Los resultados de esta con-
fluencia de iniciativas deben empezar a verse en
los siguientes aos. En esa direccin, se presen-
34
Arqueologa y Sociedad, N. 15 2004
-
Figura 1. Mapa del valle medio de Fortaleza. Ubicacin de los treinta sitios identificados con
arquitectura temprana.
Arquitectura pblica del Arcaico Tardo en el valle de Fortaleza...Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse
35
-
1 Estos trabajos fueron patrocinados y financiados por la Direccin Acadmica de Investigacin de la Pontificia
Universidad Catlica del Per.2 Los planos fueron hechos con apoyo de una estacin total Pentax 315. Incluyeron la indicacin de elementos
arquitectnicos visibles, as como del entorno topogrfico de los conjuntos identificados.
tan los primeros resultados de los trabajos en la
Zona IV del valle medio de Fortaleza, dirigidos 1
por el autor en el ao 2002 .
La arquitectura pblico-ceremonial tempra-
na en la Zona IV de Fortaleza
El valle medio de Fortaleza se encuentra en el
lmite de los departamentos de Lima y Ancash.
Comprende una franja frtil de 60 km de largo
ubicada entre los 25 y 1600 m.s.n.m. Esta regin
puede dividirse en cuatro zonas diferenciadas
por su topografa, clima y tipos de suelos (Vega-
Centeno et al. 1998:220-222). A lo largo de estas
zonas, se han podido identificar un total de
treinta sitios con arquitectura temprana que
puede ser definida como de carcter pblico y/o
ceremonial (Figura. 1).
Las evidencias de superficie slo permiten
una asignacin cronolgica tentativa y, adems,
bastante gruesa de los sitios. Elementos arquitec-
tnicos, tales como montculos piramidales aso-
ciados con plazas circulares hundidas, asemejan a
los edificios encontrados en el vecino valle de
Supe y, en particular, a las estructuras del sitio de
Caral, recientemente asignadas al Arcaico Tardo
(Shady et al. 2000). Por su parte, estructuras de
plataformas adosadas a lo largo de un eje longitu-
dinal y articuladas a una estructura piramidal en
uno de sus extremos, asemejan las estructuras del
Formativo Temprano en los valles de Casma y
Huarmey (lvarez y Espinoza 1997; Pozorski y
Pozorski 1987; Williams 1972). Estos indicadores
sugieren que los sitios inicialmente asignados al
Formativo Temprano (Vega-Centeno et al.
1998:229-230) pueden ser asignados a ms de un
perodo. En tal sentido, las investigaciones en el
valle medio de Fortaleza estn orientadas, entre
otras cosas, a precisar la ubicacin temporal de las
diferentes tradiciones arquitectnicas tempranas
all desarrolladas, en el marco de un estudio
mayor, sobre la naturaleza del surgimiento de for-
maciones sociales complejas.
Como etapa previa al desarrollo de excavacio-
nes, se levantaron planos de trece de los treinta 2
sitios identificados en 1996 , incluyendo todos los
sitios de lo que hemos llamado Zona IV del valle
medio. La Zona IV es un rea caracterizada por el
ensanchamiento de la planicie aluvial y la reduc-
cin de la pendiente a lo largo y ancho del valle.
Dentro de esta zona se pudieron identificar siete
sitios con arquitectura pblica temprana (Figura
2). Estos son los sitios de Tunn, Cerro Blanco
Norte, Cerro Blanco Centro, Cerro Blanco Sur,
Caballete, Cerro Lampay y Porvenir.
Dentro de estos sitios fue posible identificar
ocho tipos de unidades arquitectnicas. Cinco
de estos tipos corresponden a unidades de volu-
men. Es decir, unidades que definen espacios a
partir de la construccin de planos elevados. Por
otro lado, tres tipos corresponden a unidades de
rea, o unidades que definen espacios a partir de
la modificacin de la superficie del terreno.
Las unidades de volumen son:
1. Plataforma aterrazada.
2. Plataforma simple.
3. Montculo piramidal simple.
4. Montculo piramidal con atrio en la cima.
5. Montculo piramidal con atrio intermedio.
Por su parte, las unidades de rea son:
1. Plaza cuadrangular hundida.
2. Plaza circular hundida.
3. Patio rectangular.
En base a la identificacin de estas unidades,
se pueden definir estructuras arquitectnicas
como los espacios discretos generados a partir de
la articulacin de una o ms de las unidades
antes mencionadas.
El Cuadro 1 presenta las estructuras arqui-
tectnicas de los sitios de la Zona IV, indicando
el nmero y tipo de las unidades componentes en
cada estructura. Asimismo, presenta las dimen-
siones de rea de las estructuras en su conjunto,
as como una estimacin tentativa de las dimen-
siones en las unidades de volumen.
36
Arqueologa y Sociedad, N. 15 2004
-
Como puede observarse, los sitios pueden
clasificarse en tres estructuras aisladas (Tunn,
Cerro Blanco Norte y Cerro Lampay) y cuatro
complejos arquitectnicos de tres (Cerro Blanco
Sur), cinco (Cerro Blanco Centro), doce (Caba-
llete) y trece (Porvenir) estructuras arquitect-
nicas.
Cronologa Tentativa
Cualquier intento por entender la organiza-
cin espacial de una regin requiere de la identi-
ficacin de tipos arquitectnicos susceptibles de
ser considerados contemporneos. En tal senti-
do, en el caso de la Zona IV de Fortaleza, se
pueden distinguir dos patrones arquitectnicos
muy marcados. Uno se
caracteriza por la
construccin de mon-
tculos o plataformas
de pendiente pronun-
ciada, eventualmente
asociadas con patios o
plazas hundidas. El
otro patrn es de
construccin de plata-
formas asentadas sobre
las faldas de cerros,
articuladas con uno o
ms patios dentro de
los cuales pueden
encontrarse plazas
h u n d i d a s . C o m o
indicamos anterior-
mente, ambos patro-
nes pueden ser relacio-
nados con tradiciones
arquitectnicas de
distintos perodos. El
primero asemeja a las
evidencias diagnsti-
cas del Arcaico Tardo
en la Costa Nor-
Centra l (Feldman
1980, Shady et.al.
2000, Williams 1980 y
1988), mientras que el
segundo parece rela-
cionarse con las tradi-
ciones arquitectnicas
d e l F o r m a t i v o
Temprano (Pozorski y
Pozorski 1987, Vega-
Centeno 1995, 1999).
Figura 2. Mapa de la Zona IV del valle medio de Fortaleza que muestra la
ubicacin de los siete sitios identificados con arquitectura temprana.
Arquitectura pblica del Arcaico Tardo en el valle de Fortaleza...Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse
37
-
*Las cantidades no corresponden al volumen real, sino al producto del rea de las unidades de volumen por su altura mxima.
** No se puede definir su altura mxima.
Cuadro 1
38
Arqueologa y Sociedad, N. 15
Volumen rea
total
2004
-
El Arcaico Tardo en la Zona
IV. Descripcin de las
evidencias arquitectnicas
Para los fines de esta
presentacin, se opta por
restringir la muestra a los
cinco sitios asignables al
Arcaico Tardo, con el fin de
lograr una aproximacin
sincrnica a la organizacin
espacial de la Zona IV. Nos
referimos a los sitios de Cerro
Blanco Norte, Cerro Lampay,
Cer ro B lanco Cent ro ,
Porvenir y Caballete.
Cerro Blanco Norte
(Figura 4) est compuesto por
una sola estructura. sta se
compone de un montculo
orientado hacia el Noroeste,
construido sobre un promon-
torio natural de forma alarga-
da (Figura 3). El montculo se
compone de por lo menos tres
plataformas, teniendo la
plataforma intermedia un
rea delimitada en tres de sus
lados, comparable con un
atrio. El montculo se asocia
a una plaza circular hundida.
Cerro Lampay (Figura 5)
se compone de un montculo
de forma cuadrangular, orien-
tado hacia el Noroeste, par-
cialmente asentado sobre una
terraza natural. Este montcu-
lo est asociado con un patio
de grandes dimensiones, en
medio del cual encontramos
una plaza circular hundida
(Figura 7). Por otro lado,
existe un extenso muro-
plataforma adosado a la parte
posterior del montculo.
Figura 7. Vista panormica de la estructura arquitectnica de
Cerro Lampay.
Figura 8. Vista frontal de la Estructura 2 de Cerro Blanco Centro.
Figura 3. Vista de la estructura arquitectnica de Cerro Blanco
Norte desde el Noreste.
Arquitectura pblica del Arcaico Tardo en el valle de Fortaleza...Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse
39
-
Figura 4. Plano del sitio de Cerro Blanco Norte.
0 10 20 30 40 50m.
L E Y E N D A
PROBABLE ZONA DOMSTICA
OCUPACIN POSTERIOR
ARQUITECTURA DEFINIDA
ARQUITECTURA PROYECTADA
ALTERACIN MODERNA
0 10 20 30 40 50m.
L E Y E N D A
PROBABLE ZONA DOMSTICA
OCUPACIN POSTERIOR
ARQUITECTURA DEFINIDA
ARQUITECTURA PROYECTADA
ALTERACIN MODERNA
E 1
95,9
00
N 8'823,300
E 1
95,8
50
E 1
95,8
00
E 1
95,7
50
N 8'823,250
N 8'823,350
N 8'823,400
N 8'823,450
90
85
08
75
59
Figura 5. Plano del sitio de Cerro Lampay.
40
Arqueologa y Sociedad, N. 15 2004
-
Cerro Blanco Centro
(Figura 6) es un complejo
arquitectnico compuesto de
cinco estructuras. La estruc-
tura de mayor tamao
(Estructura 1) cuenta con un
montculo-plataforma asen-
tado sobre la ladera de un
cerro vecino. Este montculo
cuenta con un rea interme-
dia a desnivel (a manera de
atrio) y se asocia con una
pequea plaza cuadrangular
hundida. Delante de esta