antípoda. revista de antropología y arqueología no. 17

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Universidad de los Andes, Colombia Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Antropología Revista de libre acceso Consúltela y descárguela http://antipoda.uniandes.edu.co/

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julio - diciembre 2013

revista del departamento de antropología de la facultad de ciencias sociales universidad de los andes

bogotá, colombia

antropología y economía

ANTIPODA17

.Pablo Navas Sanz de Santamaría

Rec tor

Hugo Fazio VengoaDec ano Facultad de C i enc i a s Soc i a l e s

Alejandro CastillejoDirec tor

Departamento de Antropolog í a

Martha Lux Martelo Ed i tor a de l a Facultad

pub l i c ac iones fac i so@uniandes .edu .co

.comité ed itor ial

Consuelo de Vengoechea Rodríguez, DocteurUni v er s idad Nac iona l de Colomb i a

mcder@una l .edu .co

Friederike Fleischer, Ph.D.Uni v er s idad de los Ande s , Colomb i a

f . f l e i s che r406@uniandes .edu .co

Jaime Arocha Rodríguez, Ph.D.Comi t é C i ent í f i co Une sco - ruta del E scl avo

j a imearocha@gmai l . com

L. Antonio Curet, Ph.D.Nat iona l Museum of the Amer ic an Ind i an

cu re t a@s i .edu

Maria Clara Van Der Hammen, Ph.D.Uni v er s idad E x t ernado de Colomb i a

mar iac la ravande rhammen@hotma i l . com

Margarita Cháves Chamorro, Ph.D.I n s t i tu to Colomb i ano de Antropolog í a e H i s tor i a

mchaves@ic anh .gov. co

Pablo Jaramillo, Ph.D.Uni v er s idad de los Ande s , Colomb i a

p. ja rami l lo23@uniandes .edu .co

Sonia Archila, Ph.D.Uni v er s idad de los Ande s , Colomb i a

sa rch i l a@un iandes .edu .co

.comité c ient íf ico

Cris Shore, Ph.D. The Un i v er s i t y of Auck l and, Nue va Zel anda

Christine Hastorf, Ph.D. Uni v er s i t y of C a l i forn i a , Berk el e y,

E s tados Un idosChris Hann, Ph.D.

Ma x Pl anck Ins t i tu t e , A l eman i aClaudia Briones, Ph.D.

Uni v er s idad Nac iona l de R ío Negro , Argent inaEduardo G. Neves, Ph.D.

Uni v er s idade de São Paulo , Br a s i lGerardo Otero, Ph.D.

S imon Fr a ser Un i v er s i t y, C anadáJoanne Rappaport, Ph.D.

George town Un i v er s i t y, E s tados Un idosJon Landaburu, Ph.D.

Cnrs , Fr anc i aMarisol de La Cadena, Ph.D.

Uni v er s i t y of C a l i forn i a , Dav i s , E s tados Un idosPeter Wade, Ph.D.

Uni v er s i t y of Manche s t er , Ingl at err a

.

editor a inv itada

Friederike Fleischer, Ph.D.f . f l e i s che r406@uniandes .edu .co

.equipo editor ial ant ípoda

Ed i tor aMónica L. Espinosa Arango, Ph.D.

ed i to raan t ipoda@uniandes .edu .co

Ed i tor a A s i s t ent eNidia Vargas Medina, Ms.

nva rgas@uniandes .edu .co

.tr aducción al inglés

Juan Manuel Espinosa j uan .manue lesp inoza@gmai l . com

Felipe Estradafe l i pe .es t r ada .p rada@gmai l . com

tr aducción al portuguésRoanita Dalpiazroan i t ad@gmai l . com

fotogr af íaLarisa Honey, Ph.D.

l honey@qcc .cuny.edu

correcc ión de est iloGuillermo Díez

diseño or iginalDiego Amaral Ceballos

diseño y d iagr amaciónLeidy Sánchez

l e id y731@yahoo .es

impresiónPanamericana Formas e Impresos S. A.,

qu ien so lo ac túa como impreso r.

.ventas y suscr ipc iones

Librería Uniandes l i b re r i a@un iandes .edu .co

La librería de la Uw w w. la l i b re r i ade lau .com

Siglo del Hombre Editoresw w w.s ig lode lhombre .com

c anjesPublicaciones Facultad de Ciencias Sociales

pub l i c ac iones fac i so@uniandes .edu .co

Sistema de Bibliotecas Uniandessbadqu i s i c iones@uniandes .edu .co

.prec io por e jempl ar :

$24.000 / US$15.00 Tir a j e : 500 e j empl are s • 17 x 2 4 cm • 296 pp.

P e r i o d i c i d a d : s e m e s t r a l

.

ANTIPODARE V IS TA D E A N T RO P O LO GÍ A Y A RQUEO LO GÍ A

No. 17, JUL I O - D IC I EMBRE 2013ISSN ( V. Imp re s a) 19 0 0 – 5 4 07, I SSN ( V. D ig i t a l ) 2011- 4273

h t t p : / /an t i p o da .un iande s .e du .co

Antípoda-Revista de Antropología y Arqueología No.17 Se terminó de imprimir en el mes de noviembre de 2013.

Las opiniones e ideas aquí consignadas son de responsabilidad exclusiva de los autores y no necesariamente reflejan la opinión del Departamento de Antropología de la Universidad

de los Andes. El material de esta revista puede ser reproducido sin autorización para uso personal o en el aula de clase, siempre y cuando se mencionen como fuente el artículo y su autor y a Antípoda-Revista de Antropología y Arqueología del Departamento de

Antropología de las Universidad de los Andes. Para reproducciones con cualquier otro fin es necesario solicitar primero la autorización de la Editora de la revista.

departamento de antropologíafacultad de ciencias sociales

universidad de los andesdirección postal: carrera 1 este no. 18ª – 12 - edif icio gb, piso 6, oficinas 601 y 603 - bogotá d.c., colombia

teléfono: 57.1.339.4949, ext. 3483 o 4808 – telefax: 57.1.3324056página web: ht tp://antipoda.uniandes.edu.co

Antípoda - revista de antropología y arqueología pertenece a los siguientes índices, sistemas de indexación, catálogos, bases bibliográficas y repositorios:

• SCOPUS(DatabaseofAbstractsandCitationforScholarlyJournalArticles.)Elsevier,desde2013• PUBLINDEX– ÍndiceNacional de Publicaciones (Colciencias, Colombia) desde 2008. Actualmente en

categoría A2• CABAbstracts(www.cabi.org,EstadosUnidos),desde2011• SciElo-ScientificElectronicLibraryOnline(Colombia),desde2010• HLAS–HandbookofLatinAmericanStudies(LibraryofCongress,EstadosUnidos),desde2009• LatAm–Studies,EstudiosLatinoamericanos(InternationalInformationServices,EstadosUnidos),desde2009• HAPI–HispanicAmericanPeriodicalsIndex(UCLA–LatinAmericanInstitute,EstadosUnidos),desde2008• IBSS–InternationalBibliographyoftheSocialSciences(Proquest,EstadosUnidos),desde2008• SociologicalAbstracts andLanguageBehaviorAbstracts (CSA–CambridgeScientificAbstracts,Proquest,

EstadosUnidos),desde2008• CREDI–CentrodeRecursosDocumentaleseInformáticos(OEI–OrganizacióndeEstadosIberoamericanos),

desde2008• Latindex–SistemaRegionaldeInformaciónenLíneaparaRevistasCientíficasdeAméricaLatina,elCaribe,

EspañayPortugal,desde2008• CLASE–CitasLatinoamericanasdeCienciasSocialesyHumanidades(UNAM,México),desde2007• DIALNET–DifusióndeAlertasenlaRed(UniversidaddeLaRioja,España),desde2007• DOAJ–DirectoryofOpenAccessJournals(LundUniversityLibrary,Suecia),desde2007• InformeAcadémico,AcademicOneFile(GaleCengageLearning,EstadosUnidos),desde2007• RedALyC–ReddeRevistasCientíficasdeAméricaLatinayelCaribe,EspañayPortugal(CLACSO,UAEM,

México),desde2007• CIBERA–BibliotecaVirtualIberoamericana(GermanInstituteofGlobalandAreaStudies,Alemania),desde2007• AIO–AnthropologicalIndexOnline–RoyalAnthropologicalInstitute(ReinoUnido),desde2005• EP Smartlink Fulltext, Fuente Académica, Current Abstract, TOC Premier, Académica Research Complete

(EBSCOInformationServices,EstadosUnidos),desde2005• PRISMA–PublicacionesyRevistasSocialesyHumanísticas(Proquest,EstadosUnidos),desde2005• Ulrich’sPeriodicalsDirectory(Proquest,EstadosUnidos),desde2005• OCENET(EditorialOcéanoEspaña),desde2003

P O R T A L E S W E Bhttp://www.lablaa.org/listado_revistas.htm(BibliotecaLuisÁngelArango,Colombia)http://www.portalquorum.org(QuórumdeRevistas,PortalIberoamericanodepublicaciones,España)http://biblioteca.clacso.edu.ar/(ReddeBibliotecasVirtualesdeCLACSO,Argentina)

Antípoda es la revista bianual indizada del Departamento de Antropología de la Uni-versidad de los Andes (Colombia, Suramérica) dedicada al avance y diseminación del conocimiento antropológico, y al análisis crítico de temas socioculturales, metodoló-gicos y teóricos relevantes para la comprensión de los problemas humanos.

Antípoda conforma un foro abierto y plural en donde se publican artículos y tra-bajos que permitan adelantar discusiones en la frontera del conocimiento antropológico y de otras disciplinas afines de las ciencias sociales y humanas. El criterio para la publi-cación de trabajos es el de su calidad y pertinencia intelectual, así como su contribución en la discusión y el debate en la comunidad académica nacional e internacional. Los res-ponsables editoriales de Antípoda garantizan una evaluación seria y profesional de todos los materiales sometidos a su consideración por parte de pares de reconocida solvencia intelectual, académica y ética. Además de tener un enfoque regional latinoamericano, Antípoda también tiene un interés especial en difundir y compartir las experiencias del trabajo antropológico tanto de Colombia como de las antropologías del mundo.

A partir del nombre de Antípoda como una metáfora de la alteridad, la revista pre-tende presentar las diversas visiones de los temas sobre los cuales trata la disciplina. Las secciones se organizan desde las siguientes alegorías espaciales:

Meridianos: en esta sección se señala la orientación del número. Aquí se publican artículos originales, resultados de investigaciones que están directamente relacionados con el tema central. Igualmente se presentan trabajos de investigado-res reconocidos en la disciplina los cuales hacen referencia al tema central y que en algunos casos se traducen para hacerlos accesibles al público hispanoparlante.

Paralelos: tienen lugar en esta sección artículos que están relacionados con el tema central del número, no necesariamente de una manera directa pero sí a través de aportes tanto teóricos como empíricos.

Panorámicas: Una sección amplia y abierta que recoge escritos con temas de actualidad y que no necesariamente se relacionan directamente con el tema central del número.

Reseñas: presenta reseñas bibliográficas de nuevas publicaciones u otros tra-bajos de interés para la revista y sus lectores.

Documentos: sección que ofrece a los lectores trabajos inéditos que pueden ser escritos, fotograf ías u otros documentos de carácter histórico.

* Palabras clave: Antropología social y cultural, Arqueología, Antropología Bioló-gica, Lingüística, Etno-historia y Cultura.

* Libre acceso: Todos los documentos publicados en Antípoda son de libre acceso y se pueden descargar en formato PDF, HTML y en versión E-book.

ANTIPODA

Antípoda  is the biannual, peer-reviewed journal of the Department of Anthropology (Universidad de los Andes, Colombia, South America) dedicated to the advancement and dissemination of anthropological knowledge, and the critical analysis of sociocultural, methodological, and theoretical issues that are relevant to the understanding of human problems.

Antípoda  forms a plural and open forum that publishes articles and papers that allow further discussion on the border of anthropological knowledge and related social science and humanistic disciplines. The criterion for publication of papers is their intellectual quality and relevance and contribution to the discussion and debate within the national and international academic community. The responsible editors of Antípoda ensure a serious and professional evaluation of all material submitted for consideration by recognized intellectual, academic, and ethical persons. In addition to having a regional focus in Latin America, Antípoda has a special interest in disseminating and sharing the experiences of anthropological work both from anthropology in Colombia and other parts of the world.

The name Antípoda suggests “otherness”. In this sense, the Journal aims to present various views on issues the discipline is about. The sections are organized according to the following spatial allegories:

Meridians: This section indicates the number,s orientation. Here original articles with research results related to the topic are published. In addition, work by widely recognized researchers in the discipline are presented, that relate to the central theme.

Parallels: Articles that are related to the topic that guides the number are published here.

Panoramics: A broad and open section that collects writings about current is-sues and that are not necessarily directly related to the central theme of the number.

Reviews: Presents bibliographic reviews of new publications or other works of interest to the Journal and its readers.

Documents: Section that offers readers unpublished works including written texts, photographs, and documents of historical nature.

* Key Words: Sociocultural Antropology, Archaeology, Bioantropology, Linguis-tics, Etnohistory and Culture.

* Open Access: All articles in the Journal are available and can be downloaded in PDF, HTML and E-book version.

ANTIPODA

Antípoda  é a revista semestral, indexada do Departamento de Antropologia da Universidade de los Andes (Colômbia, América do Sul) dedicada ao avanço e à dis-seminação do conhecimento antropológico e a análise crítica de questões culturais e teóricas metodológicas relevantes para a compreensão dos problemas humanos.

Antípoda reúne um fórum aberto e plural para a publicação de artigos e trabalhos voltados para desenvolver discussões dentro do âmbito do con-hecimento antropológico e de outras disciplinas afins das ciências sociais e humanos. O critério para a publicação de trabalhos está baseado na qualidade e pertinência intelectual, bem como na contribuição do trabalho para a dis-cussão e debate na comunidade acadêmica nacional e internacional. Os re-sponsáveis editoriais da Antípoda garantem uma avaliação séria e profissional de todos os materiais submetidos à consideração por parte de pares de recon-hecida solvência intelectual, acadêmica e ética. Além de ter uma abordagem re-gional latino-americana, Antípoda está interessada, especialmente, na difusão e troca de experiências do trabalho antropológico tanto da Colômbia quanto acerca das antropologias do mundo.

A partir do nome de Antípoda como uma metáfora da alteridade, a revista pretende apresentar as diversas visões sobre os temas tratadas pela disciplina. As seções são organizadas desde as seguintes alegorias espaciais:

Meridianos: esta seção introduz a orientação do número. Aqui se publicam artigos originais com resultados de pesquisas relacionadas com o tema central ou trabalhos de pesquisadores amplamente reconhecidos na área que também tratam o tema central.

Paralelos: esta seção abrange artigos relacionados com o tema principal do número.

Panorâmicas: uma seção ampla e aberta que reúne escritos com temas de atualidade mesmo não relacionados diretamente com o tema central do número.

Resenhas: apresenta resenhas bibliográficas de novas publicações ou outros trabalhos de interesse para a revista e os seus leitores.

Documentos: seção que oferece aos leitores trabalhos inéditos que podem ser artigos, fotografias ou outros documentos de tipo histórico.

* Palavras chave: Antropologia sociocultural, Arqueología, Bioantropología, Lin-guística, Etno-história e Cultura.

* Acesso aberto: Todos as artigos da revista estão disponíveis gratuitamente e podem ser baixados em PDF, HTML e versão E-book.

ANTIPODA

Antípoda-revista de antropología y arqueología 

agradece la colaboración de los evaluadores anónimos

de este número

C R É D I T O S I M Á G E N E S A N T Í P O D A 1 7Larisa Honey ©

PortadaLiberty Tree 10.24.11

Fotograf ía página (página 22)Man at OWS 10.08.11

Fotograf ía página (página 106) OWS Water Grey System 10.08.11

Fotograf ía página (página 202) End the Fed Zuccotti 10.08.11

ANTIPODANota editorial

MónicaL.EspinosaA. .................................................................................................................................13

PreseNtacióNOccupy Economic Anthropology

FriederikeFleischer......................................................................................................................................17

MeridiaNosEnergía vital. La corriente de relaciones

StephenGudeman ......................................................................................................................................25El régimen alimentario neoliberal y su crisis: Estado, agroempresas multinacionales y biotecnología

GerardoOtero .............................................................................................................................................49The Uncertain Consequences of the Socialist Pursuit of Certainty: The Case of Uyghur Villagers in Eastern Xinjiang, China

ChrisHann ...................................................................................................................................................79

ParalelosEntre las crisis globales y los contextos locales. Elementos para una introducción a la antropología económica

MauricioMontenegroRiveros .............................................................................................................. 109Interacciones económicas, interacciones simbólicas. Una aproximación etnográfica al significado social del dólar blue en Argentina

MaríaSoledadSánchez .......................................................................................................................... 133Credencialismo y recomendación: las bases de la reproducción de la clase obrera siderúrgica en la Argentina contemporánea

LauraPerelmanyPatriciaVargas .......................................................................................................... 153Interdependencia y economía de dones. La “ayuda” (quipalehuiya) como forma económica básica entre los nahuas, México

YuribiaVelázquezGalindo .......................................................................................................................175

PaNoráMicasComplicaciones de lo ilegal y de lo informal: el “Business”, una propuesta conceptual

JohannaParra ............................................................................................................................................205Trabajadores indígenas en el Chaco argentino: algunos sentidos estigmatizadores

ValeriaIñigoCarrera ................................................................................................................................229

Índices: temático, alfabético de autores y cronológico ..........................................................................252

Normas para los autores ....................................................................................................... 261

índice

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ANTIPODAeditorial Note

MónicaL.EspinosaA. .................................................................................................................................13

PreseNtatioNOccupy Economic Anthropology

FriederikeFleischer......................................................................................................................................17

MeridiaNsVital Energy. The Current of Relations

StephenGudeman ......................................................................................................................................25The Neoliberal Food Regime and Its Crisis: State, Agribusiness Transnational Corporations, and Biotechnology

GerardoOtero .............................................................................................................................................49The Uncertain Consequences of the Socialist Pursuit of Certainty: The Case of Uyghur Villagers in Eastern Xinjiang, China

ChrisHann ...................................................................................................................................................79

ParallelsBetween Global Crises and Local Contexts. Elements for an Introduction to Economic Anthropology

MauricioMontenegroRiveros .............................................................................................................. 109Economic Interactions, Symbolic Interactions. An Ethnographic Approach to the Social Meaning of the “Blue” Dollar in Argentina

MaríaSoledadSánchez .......................................................................................................................... 133Credentialism and Recommendation: The Bases for the Reproduction of the Iron and Steel Workers in Contemporary Argentina

LauraPerelmanyPatriciaVargas ......................................................................................................... 153Interdependence and the Gift Economy: “Aid” (quipalehuiya) as a Basic Economic Form among the Nahuas, Mexico

YuribiaVelázquezGalindo .......................................................................................................................175

PaNoraMicsComplications of the Ilegal and the Informal: “Business”, a Conceptual Proposal

JohannaParra ............................................................................................................................................205Indigenous Workers in El Chaco, Argentina: Some Stigmatizing Concepts

ValeriaIñigoCarrera ................................................................................................................................229

indexes: Thematic, alphabetical of authors and chronological..........................................................252

submission guidelines ............................................................................................................261

cOnTenTS

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ANTIPODANota editorial

MónicaL.EspinosaA. .................................................................................................................................13

aPreseNtaçãoOccupy Economic Anthropology

FriederikeFleischer......................................................................................................................................17

MeridiaNosEnergia vital. A corrente de relações

StephenGudeman ......................................................................................................................................25O regime alimentar neoliberal e sua crise: Estado, agroempresas multinacionais e biotecnologia

GerardoOtero ..............................................................................................................................................49As consequências incertas da busca socialista pela certeza: o caso do povo Uyghur em Xinjiang Oriental China

ChrisHann ....................................................................................................................................................79

ParalelosEntre as crises globais e os contextos locais. Elementos para uma introdução à antropologia econômica

MauricioMontenegroRiveros ............................................................................................................... 109Interações econômicas, interações simbólicas. Uma aproximação etnográfica ao significado social do dólar blue na Argentina

MaríaSoledadSánchez ........................................................................................................................... 133Credencialismo e recomendação: as bases da reprodução da classe operária siderúrgica na Argentina contemporânea

LauraPerelmanyPatriciaVargas .......................................................................................................... 153Interdependência e economia de dons. A “ajuda” (quipalehuiya) como forma econômica básica entre os nahuas, México

YuribiaVelázquezGalindo .......................................................................................................................175

PaNorâMicasComplicações do ilegal e do informal: o “Business”, uma proposta conceitual

JohannaParra ............................................................................................................................................205Trabalhadores indígenas no Chaco argentino: alguns sentidos estigmatizadores

ValeriaIñigoCarrera ................................................................................................................................229

Índices: temático, alfabético de autores e cronológico ............................................................. 252

Normas para os autores ........................................................................................................ 261

índice

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Antipod.Rev.Antropol.Arqueol.No.17,Bogotá,julio-diciembre2013,296pp.ISSN1900-5407,pp.13-16

N o t a E d i t o r i a l

A N T R O P O L O G í A y E C O N O M í A

mónic a l. esPinosa ar ango*[email protected]@uniandes.edu.coUniversidad de los Andes, Bogotá, Colombia

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda17.2013.01

c on el número 17, dedicado a la antropología y la economía, Antípoda comienza un nuevo período en su dirección editorial. Bajo el derrotero de mejorar sus están-dares de calidad académica, pertinencia e internacionali-zación, Antípoda inicia esta etapa acompañada de nuevas autoridades y especialistas académicos en sus comités

editorial y científico; a todos ellos les damos una especial bienvenida. esta etapa marca además un renovado esfuerzo por mejorar los procesos edi-toriales, mantener la revista abierta a los debates científicos nacionales e internacionales, y propender a un crecimiento de su base nacional e inter-nacional de evaluadores. esto no podría ser así sin la gestión de la doctora claudia steiner como anterior editora, ya que sus esfuerzos coadyuvaron al crecimiento actual.

Antípoda 17 reúne un conjunto de artículos que demuestran la vitalidad y pertinencia de la antropología económica en el mundo contemporáneo, así como la importancia de la reflexión sociocultural en la comprensión de los fenómenos económicos. Basados en estudios de caso e investigaciones antro-pológicas en Argentina, México, Panamá, Colombia y China, los artículos que se presentan iluminan el fino engranaje simbólico y material entre eventos económicos macro, tales como la globalización, la migración poblacional, la consolidación del régimen alimentario neoliberal, la reforma del socialismo en China, la privatización de las empresas y la acción misma del mercado, y

* Ph.D.,UniversityofMassachusetts,EstadosUnidos.

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A N T Í P O D A N º 1 7 | J U L I O - D I C I E M B R E 2 0 1 3

Antipod.Rev.Antropol.Arqueol.No.17,Bogotá,julio-diciembre2013,296pp.ISSN1900-5407,pp.13-16

eventos regionales y locales, cuyos efectos experimentan de manera cotidiana las personas, las familias y las colectividades, tanto en sus trabajos, dilemas y sin salidas laborales como en sus sentimientos de vulnerabilidad, fragilidad, desencanto, inseguridad o solidez.

En nuestra sección Meridianos, Antípoda presenta tres artículos de reconocidas figuras internacionales de la antropología económica: Stephen Gudeman, Gerardo Otero y Chris Hann. El artículo de Stephen Gudeman nos introduce a una sensible reconsideración del rol simbólico y económico de la casa para las poblaciones rurales de Panamá y Colombia. La casa es un eje articulador de una economía sutil y sólida fundada en el compartir y en el flujo de energía vital entre personas, cosechas, comida, materiales, obje-tos y seres vivos. Dicha economía, en la que el cuidado es un valor intrín-seco, emerge en claro contraste con la economía de mercado. Por su parte, el artículo de Gerardo Otero nos permite comprender el rol del Estado en la neorregulación nacional e internacional del paradigma tecnológico de la agricultura moderna, la centralidad otorgada a la biotecnología y la acción de las grandes agroempresas multinacionales, agentes económicos centrales del capitalismo global. El régimen neoliberal alimentario emerge a partir de la confluencia de estas agencias, pero también presenta fisuras visibles: sobreproducción y volatilidad en los precios, procesos que son par-ticularmente evidentes en América Latina. En este sentido, el artículo de Otero nos permite comprender mejor lo que está en juego en la lucha de los movimientos sociales contra el poder de las agroempresas multinacio-nales. Finalmente, el artículo de Chris Hann nos acerca a la dif ícil situación de millones de migrantes internos y, en particular, a los graves dilemas de la minoría Uyghur en la China de hoy. A partir de su concepto de “socia-lismo enraizado” (embedded socialism), Hann examina la manera como un sistema que funciona y provee seguridad social para algunos sectores de población se vuelve problemático con relación a grandes minorías. y el efecto de dicho desequilibrio son el resentimiento y resistencia violenta por parte de los excluidos.

En nuestra sección Paralelos, Antípoda presenta un conjunto de destacados artículos de investigadores latinoamericanos, que están empujando creativamente las fronteras conceptuales y metodológicas de la antropología económica. En su artículo, Mauricio Montenegro nos ofrece una revisión crítica de la antropología económica y del rol con-ceptual que ha desempeñado el análisis de las crisis económicas recien-tes, particularmente de la llamada “crisis de 2008”. Su artículo nos lleva a través de los principales temas y problemas de la antropología económica,

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Antipod.Rev.Antropol.Arqueol.No.17,Bogotá,julio-diciembre2013,296pp.ISSN1900-5407,pp.13-16

N O T A E D I T O R I A L | M ó n i c a L u c í a E s p i n o s a a r a n g o

sus debates metodológicos y los posibles caminos de las nuevas tenden-cias. Presenta de manera específica, al valor y lo moral como conceptos útiles en dicho resurgimiento, e intenta enlazar dichas ideas con temas contemporáneos en Colombia. Por su parte, el artículo de María Soledad Sánchez analiza el significado social del dolar blue, en contraste con el dólar blanco (oficial) y el dólar negro (divisas ilegales) en Argentina al comienzo del siglo XXI, durante la crisis económica. La autora centra su reflexión en las redes heterogéneas de interacciones económicas y simbólicas en las que el dinero –su origen, circulación, legalidad e ile-galidad– condensa una serie de valores morales y sociales. Desde otro ángulo y tema, el artículo de Laura Perelman y Patricia Vargas estudia un frente importante de la economía argentina: los mecanismos de repro-ducción de la fuerza de trabajo en la industria siderúrgica y el efecto de los procesos de privatización. La tensión emerge de la tendencia de la nueva empresa a dar prioridad a criterios de calidad, polivalencia y pro-ductividad, a los procesos de contratación y permanencia laboral, y la acción de los trabajadores, quienes utilizan redes sociales para acceder a los puestos de trabajo mejor pagados y estables. Finalmente, el artículo de yuribia Velázquez nos acerca a una dimensión muy etnográfica de la vida económica: las prácticas de intercambio de dones y las visiones del mundo de los habitantes nahuas de la Sierra Norte de Puebla, en México. Lo que los nahuas llaman quipalehuiya es, como lo demuestra la autora, toda una economía de dones basada en nociones locales de ayuda que son continuamente reciprocadas, vinculando a la población con su entorno social y ecológico.

En la sección Panorámicas, Antípoda presenta dos estudios de gran inte-rés sobre las prácticas económicas y los sentidos culturales desplegados por los actores locales en dos contextos interesantes: los mercados ambulantes en ciudad de México y la situación (re)productiva de los qom en el Chaco centro-oriental argentino. El artículo de Johanna Parra investiga el sistema social lla-mado “el business” en los mercados ambulantes de la ciudad de México, que involucra prácticas ilegales y que los comerciantes locales usan para enfrentar los efectos de la globalización capitalista. En este sentido, este artículo se detiene en sus comportamientos y en sus formas de raciocinio, marcados por una pro-funda informalidad social. Por su parte, el artículo de Valeria Iñigo examina la situación de los qom del Chaco centro-oriental, quienes han sido desplazados de la producción agropecuaria, en particular, de la producción algodonera. Su análisis se centra en la manera en que estas personas viven y asumen una con-ciencia de su situación mediante su distinción entre “marisca” y “trabajo”; de

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Antipod.Rev.Antropol.Arqueol.No.17,Bogotá,julio-diciembre2013,296pp.ISSN1900-5407,pp.13-16

igual forma, examina los discursos construidos en torno a la supuesta ausencia de una “cultura productiva” y la “dependencia” en que se encontrarían sumi-dos, resaltando el problema derivado de la fuerte estigmatización por parte del Estado y de la población criolla de las formas en que los trabajadores indígenas chaqueños (re)producen su vida.

El trabajo editorial desplegado para dar una respuesta adecuada a la gran afluencia de textos académicos que llegaron a la convocatoria dedicada a la antropología y la economía ha sido la base de un proceso de crecimiento y aprendizaje para el Equipo Editorial de Antípoda. Durante este proceso, los lineamientos de la editora invitada, la doctora Friederike Fleischer, tuvieron un rol fundamental. y qué mejor para abrirle camino a la interesante metáfora resaltada por Fleischer en su prólogo editorial, “Occupy Economic Anthropo-logy”, que ilustrar Antípoda con las fotograf ías que les tomó Larisa Honey a los inconformes del simbólico 99%, durante las ocupaciones de 2011 del parque Zuccotti y de zonas aledañas en la parte baja de Manhattan (Nueva york), cora-zón del centro financiero, así como las ocupaciones de otros centros financieros del mundo. Dicha movilización hermanó reivindicaciones expresadas por el inmenso número de manifestantes de España y lo que se conoce como el Movi-miento 15-M o Indignados. Las fotos de Honey ilustran las palabras y el des-pliegue ritual de todos aquellos que, haciendo eco de los reclamos de millones de personas excluidas de los beneficios del capitalismo financiero imperante, se instalaron en el “centro” mismo del mundo. Desde allí, mediante centros comunitarios de comunicación, bibliotecas móviles, ollas y camas comunales, le dieron vida a una acción colectiva de gran impacto y que parece estar inme-recidamente olvidada en nuestro medio académico. Larisa Honey es doctora en Antropología y profesora en el Queensborough Community College (City University of New york). Está dedicada a investigar temas de género, salud y movimientos transnacionales a través de redes que van desde Moscú hasta la ciudad de Nueva york. .

1 7

Antipod.Rev.Antropol.Arqueol.No.17,Bogotá,julio-diciembre2013,296pp.ISSN1900-5407,pp.17-21

P r e s e n t a c i ó n

Occ u Py EcOnOM ic A n Th ROPOLOg y1, 2

F r i e d e r i k e F l e i s c h e r *[email protected] de los Andes, Bogotá, Colombia

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda17.2013.02

the 2008 global financial crisis sparked a significant questioning of economic policies around the world. Anglo-phone free-market defenders have embraced Keynesian interventions to guide and control markets and economic practices. Whereas the fall of the Berlin Wall appeared to have given (near) global reign to neoliberal politico-eco-

nomic thinking, governments have now been attributed a new role, via bail-outs and supervising legislature for financial institutions. Not satisfied with the one-sided, i.e., business-saving, government measures, in 2011 the Occupy protests erupted, first in the U.S. and later in other parts of the globe.3 While the movement is heterogeneous, a connecting principal concern is the belief that large corporations and the global financial systems control the world in a way that disproportionately benefits a minority, undermines democracy, and is generally unstable. The movement gained much popularity through its empha-sis on the large and increasing wealth gap in the U.S. The slogan “We are the 99%” also took aim at the fact that the majority of people affected by the crisis

1 ThetitleofthistextistakenfromMaurer(2012).2 IwouldliketothankClaudiaSteiner,generaleditorofANTIPODAuntilMay2013,andMonicaEspinosa,thenew

generaleditorofthejournal,fortheirenthusiasmandcontinuoussupportthroughoutthisproject.WecouldnothavefinishedtheissuewithouttheinvaluableworkofoureditorialassistantNidiaVargasMedina.IwouldfurtherliketothankFabricioCabreraforhisadviceandsuggestionsasregardsthetopicandpossiblecontributors.Finally,Iowespe-cialthankstoMauricioMontenegroforhiscommitmenttotherealizationofthisissueonanthropologyandeconomy.

3 AlthoughtheOccupyMovementismostactiveintheUnitedStates,byOctober2012therehadbeenOccupyprotestsandoccupationsindozensofothercountriesacrosseverycontinentexceptAntarctica.

* Ph.D.,CityUniversityofNewYork,EstadosUnidos.

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did not benefit from the governments’ crisis management, but instead were actually those who had to pay for the mistakes of a tiny minority. Meanwhile, those identified as the culprits of the cascading global debacle, such as inves-tors, financial speculators, banks, etc., not only went “scot free”, in many cases they also continued to receive enormous bonuses. The Occupy Movement has quieted down since it was evicted from its camp at Zuccotti Park in Manhat-tan at the end of 2011. Nonetheless, it has remained active as evidenced by the news on web pages, such as http://occupywallst.org/.

The Occupy Movement has also made explicit the role of the economy in our daily lives, an economy that we often perceive as an abstract system beyond our influence, i.e., “financial politics,” “trade agreements,” the “GDP,” or the “stock exchange.” On television, in the newspapers, and in public and academic debates the economy is discussed in terms of “investments,” “taxes”, “unem-ployment rates,” “national debt”, and “inflation rates”. The economy appears to be something powerful and abstract; a massive system represented and understood through charts, models, and numbers; global flows and processes detached from humans. The only people appearing in this picture are politi-cians, economists, and financial analysts, experts in the science of economy, which is portrayed as being a “benevolent machine of growth” (Hart, Laville, and Cattani 2010:3). We know that “the economy” affects us in our daily lives. It affects our job perspectives and salaries; the cost of food and education; our rent and mortgage rates; and the retirement age and safety of our pensions—all of which are connected to the apparently distant and abstract “economy.” yet, for most of us, exactly how these spheres converge and what the human factor in these processes is remains obscure (Anderson 2011).

The economic crisis has produced a number of books calling for a “Human Economy” (e.g., Hart, Laville, and Cattani 2010), an economy that satisfies all human needs, not only those met through market transactions (Hann and Hart 2011:8). This project opposes neoliberal politics and, more generally, the idea of human nature propagated by economists, i.e., that we all strive for our own per-sonal benefit; that all our actions are rational and motivated by maximizing our advantages vis-à-vis others in a fight over limited goods. Moreover, the human economy also takes aim at dominant economic thinking, which suggests that an insurmountable dichotomy exists between self-interest and mutuality, ratio-nal economic behavior and social consideration.

For a long time now, anthropologists (and, more generally, social sci-entists) have questioned the rational-choice-based understanding of eco-nomic processes upheld by economists. Exploring how actors’ perceptions, social relations, and obligations affect economic decisions, anthropologists

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have highlighted the importance of culture, power, and local social condi-tions. Inspired by the work of Karl Polanyi and the “substantivists”, they have shown that homo economicus is “absent from many societies and does not even reflect what is best about ourselves” (Hart, Laville, and Cattani 2010:2). Moreover, the supposed inherent contradiction between self-interest and mutuality is not globally applicable; in many societies, self and other are actu-ally often inseparable in practice (Hart, Laville, and Cattani 2010:4-5). “The economy” is not an isolated domain; in fact, it is part of a wider series of affective and causal relations. As such, it is a human creation and the result of human meanings, values, desires, choices, politics, and decisions. Thus, Hann and Hart (2010:9) state:

Whereas rational choice theorists emphasize the individual, in the tradi-tion of robinson crusoe, and believe that even decisions to cooperate with others are ultimately to be explained as the outcomes of individual calcu-lation, the emphasis in speaking of the ‘human economy’ is on persons, whose preferences and choices are sometimes shaped by calculation, but usually also by the familial, social and political contexts in which humans are enmeshed or embedded.

The 2008 financial crisis and the Occupy Movement have sparked a renewed interest in the subdiscipline of economic anthropology. Over the last several years, the resurgence in the use of Marx’s name in panel titles at inter-national anthropological conferences has been remarkable; anthropologist David Graeber, who helped organize the original Occupy Wall Street move-ment, has become a public figure beyond academia; and a flurry of new books in the field of economic anthropology4 have taken issue with the reification of “the economy” and suggest an “embedded” analysis of economic processes. As such, to anthropology, the Occupy Movement is a welcome reminder of the field’s activist project/side; “studying up” also means to study the powerful and the wealthy, and to contribute to contemporary questions and problems.

As I write these lines, Colombia’s peasants (and parts of the country’s transportation sector) are on strike. Blocking vital roads and supply lines in different regions of the country, the strikers protest against unfulfilled government promises and demand different agricultural politics. Mean-while, Colombia’s government is pushing the extractive and re-primariza-

4 Forexample,DavidGraeber’sDebt, the First 5,000 Years(2012),ChrisHannandKeithHart’sEconomic Anthropology (2011),StephenGudeman’sEconomy’s Tensions: The Dialectics of Community and Market (2012),Hart,Laville,andCattoni’sHuman Economy (2010),KarenHo’sLiquidated: An Ethnography of Wall Street (2009),andMichaelChibnik’s Anthropology, Econimics, and Choice(2011).

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tion economy (as in mining and oil-drilling) (Herreros and Durán 2011). Concomitantly, the educational sector is increasingly experiencing cuts in funding. Observing a global tendency to especially underfund the humani-ties and foster subjects to economic growth, Martha Nussbaum complains in her book (or manifesto, as she calls it) Not for Profit (2010) that students are being trained to become “useful profit makers with obtuse imagina-tions” (XX:141-142), but without critical thinking. She rightly laments that, in education today, there appears to be little effort to nurture our values of democracy, empathy, tolerance, and free speech. All of these processes are questions where the on-the-ground, person-centered, and contextual approach of anthropology can—and I would like to emphasize, should—make its contribution.

Hart, Laville, and Cattani (2010:5) call for rescuing “the project of eco-nomics from the economists.” The idea behind this volume, then, is an invita-tion to examine “the economy” in anthropological and sociological research and writing. As such, this volume is consciously not an exploration of the sub-field of “economic anthropology”; rather, it is an invitation to widen our scope of analysis and overcome narrow definitions of academic disciplines and sub-disciplines; indeed, it is an invitation to “Occupy Economic Anthropology”! .

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R e f e R e n c e s

1. Anderson,Ryan.2011.Introduction:TakinganAnthropologicalPerspectivetoEconomics,

Anthropologies: A Collaborative Online Project,accessedAugust26,2013inhttp://www.

anthropologiesproject.org/2011/07/introduction-taking-anthropological.html.

2. Chibnik,Michael.2011.Anthropology, Economics, and Choice,Austin,Texas.UniversityofTexasPress.

3. Graeber,David.2011.Debt: The First 5,000 Years.NewYork.MelvilleHouse.

4. Gudeman,Stephen.2008.Economy’s Tensions: The Dialectics of Community and Market.

Oxford.Berghahn.

5. Hann,Chris,andKeithHart.2011.Economic Anthropology. History, Ethnography, Critique.

Cambridge.Polity.

6. Hart,Keith,Jean-LouisLavilleandAntonioDavidCattoni(eds.).2010.The Human Economy: A

Citizen’s Guide.Cambridge,Polity.

7. Herreros,Sebastián,yJoséDuránLima.2011.ReprimarizaciónydesindustrializaciónenAmérica

Latina. Dos caras de la misma moneda, Mesa Redonda sobre Comercio y Desarrollo Sostenible.

Montevideo.CEPAL.

8. Ho,Karen.2009.Liquidated: An Ethnography of Wall Street.Durham,DukeUniversityPress.

9. Maurer,Bill.2012.WhatI’mreading.OccupyEconomicAnthropology,Journal of the Royal

Anthropological Institute18,pp.454–460.

10. Nussbaum,Martha.2012.Not for Profit. Why Democracy Needs the Humanities. Princeton,New

Jersey,PrincetonUniversityPress.

MeridianosENERGÍA VITAL. LA CORRIENTE DE RELACIONES

stePhen gUdeman 25

EL RÉGIMEN ALIMENTARIO NEOLIBERAL Y SU CRISIS: ESTADO, AGROEMPRESAS MULTINACIONALES Y BIOTECNOLOGÍA

gerardo otero 49

THE UNCERTAIN CONSEQUENCES OF THE SOCIALIST PURSUIT OF CERTAINTY: THE CASE OF UYGHUR VILLAGERS IN EASTERN XINJIANG, CHINA

chris hann 79

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Artículorecibido:12denoviembrede2012|aceptado:16demayode2013|modificado:2dejuliode2013

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* TextopublicadooriginalmenteeninglésporBerghahnBooks.Gudeman,Stephen.2012.VitalEnergy:TheCurrentofRelations,SocialAnalysis,56(1),pp.57-73.TraduccióndeJuanManuelEspinosa.

** Ph.D.,CambridgeUniversity.*** Notadel traductor:utilizoFortunaenmayúsculaparadenotarelusooriginalespañoldelapalabraquese

refierea“destino”,“fatalidad”yparadiferenciarlodelafortunacontemporánea,quetiendearestringirseaunsentido económico.

En ERgí A v iTA L . L A cOR R i En T E DE R EL AciOn ES*

stePhen gUdeman**[email protected] of Minnesota, Minneapolis, Minnesota

R e s u m e n La “energía vital” es una idea central en las economías

panameña y colombiana. Conocida como “fuerza”, y acumulada

a partir del ambiente, esta corriente conecta todas las actividades

en las economías locales y establece relaciones, desde el nivel

de parientes hasta el de extraños. Los humanos componen esta

energía vital, pero sus fuentes son limitadas y se agota con el uso.

Su disponibilidad es un regalo de Dios y es parte de la fortuna

impredecible con la que todos se enfrentan. Esta economía pone

de manifiesto un contraste entre la corriente social y la moneda del

mercado. Ofrece una perspectiva materialista, provee una crítica a

la economía estándar, sugiere que el compartir, y no la reciprocidad

ni la escogencia racional, es la práctica económica “fundamental”

y muestra cómo la economía puede ser una especie de ritual

legitimado por la creencia en un poder divino que es desplegado a

través de la Fortuna*** personal.

P a l a b r a s c l a v e :

Corriente, fuerza, economía del hogar, mercados, compartir, ahorro,

energía vital.

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda17.2013.03

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EnErgia vital. a corrEntE dE rElaçõEs

resumo A “energia vital” é uma ideia central nas economias panamenha e colombiana. Conhecida como

“força”, e acumulada a partir do ambiente, essa corrente conecta todas as atividades nas economias locais e

estabelece relações, desde o nível de parentes até o de estranhos. Os humanos compõem essa energia vital,

mas suas fontes são limitadas e se esgotam com o uso. Sua disponibilidade é um dom de Deus e faz parte da

fortuna imprevisível com a qual todos se enfrentam. Essa economia manifesta um contraste entre a corrente

social e a moeda do mercado. Oferece uma perspectiva materialista, dá uma crítica à economia padrão, sugere

que o compartilhar, e não a reciprocidade nem a escolha racional, é a prática econômica “fundamental” e

mostra como a economia pode ser uma espécie de ritual legitimado pela crença em um poder divino que é

implementado por meio da Fortuna pessoal.

Palavras-chave:

Corrente, força, economia do lar, mercados, compartilhar, poupança, energia vital.

vital EnErgy. thE currEnt of rElations

abstract ‘Vital energy’ is a central idea in the economies of Panama and Colombia. Known as ‘strength’

or ‘force’, and assembled from the environment, this current connects all activities in the local economies and

establishes relationships, from kin to strangers. Humans compose vital energy, but its sources are limited, and

it is expended in use. Its availability is a gift from God and part of the unpredictable fortune that everyone

faces. This economy exhibits a contrast between a social current and a market currency. It offers a materialist

perspective, provides a critique of standard economics, suggests that sharing rather than reciprocity or rational

choice is the ‘fundamental’ economic practice, and shows how an economy may be a kind of ritual legitimated

by a belief in divine power that is displayed through personal fortune.

Key words:

Current, force, house economy, markets, sharing, strength, thrift, vital energy.

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En ERgí A v iTA L . L A cOR R i En T E DE R EL AciOn ES

s t e P h e n g U d e m a n

l a “energía vital” es un concepto y un hilo central en las economías rurales de las tierras bajas de Panamá y en la zona montañosa de colombia. llamada localmente “fuerza”, es la corriente de la vida, y conjeturo que se puede encon-trar también en otras áreas de américa latina1. recogido del ambiente, este flujo biosocial les otorga vitalidad y Fortuna a

los humanos, animales, y a otros seres vivos. conecta a todas las actividades materiales en las economías locales y construye y media las relaciones socia-les entre parientes y extraños distantes2.

Por cuanto es el lazo de la vida, la energía vital tiene múltiples implicacio-nes. Inicialmente prometida por Dios y ganada a través del esfuerzo del trabajo, su flujo varía y se puede perder. Obtener fuerza del medioambiente es un acto de Fortuna, tal y como el destino de la vida no es controlable ni revelado a los humanos. Esta economía santificada, sin embargo, tiene una base materialista que desaf ía la división entre lo material, lo social y lo divino.

La corriente de energía no es la totalidad de las economías locales, pues las personas desde hace mucho tiempo han estado envueltas en transacciones mercantiles y de dinero, pero su concepto de fuerza provee una estructura para la vida material y es una crítica implícita a las economías de mercado que pre-sumen de un crecimiento ilimitado, riesgos calculados y una negación de las leyes de la termodinámica. La energía vital está limitada no sólo por la Fortuna individual sino por su propia naturaleza, puesto que, a diferencia de la moneda, sus fuentes no son renovables en el mundo material, y se disipa con el uso.

1 Un lector amistoso objetó mi palabra “conjeturar” como si no inspirara confianza, pero la utilizo conscientemente parasignificarunahipótesis.ConozcobienlasetnografíasdelosagriculturalistasdeAméricaLatinayocasional-menteencuentroenellaspistassobreelconceptode“fuerza”,ytambiénunoscuantosetnógrafosconquieneshehabladoparecenestardeacuerdoconestoensumaterial.Ellectorsedarácuentadequeelconceptoresuenacon ideas europeas antiguas, por ejemplo, vis vitae(fuerzavital).Creoqueestecomplejoesundescubrimientoetnográficoy,porlotanto,sugierosuposibleexistenciaenotroslugares.

2 GísliPálsson(2009)ofreceunrecuentonodualistadelavidaconsuconceptode“relacionesbiosociales”.Estoyendeudaconélporsudisposiciónacompartirsuinteresantetrabajoconmigomientrasescribíaeste artículo.

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Panamá y colombiaMis primeros estudios de campo y los subsiguientes en Panamá y Colombia fueron sucesos fortuitos y afortunados porque me llevaron al estudio de las economías del hogar. Cuando comencé mi trabajo de campo no tenía expec-tativas. No sabía lo que era una economía de la casa, y a duras penas tenía una imagen de las economías modernas nacionales tal y como eran presentadas en escritos populares o en textos formales. Sólo fue con una conciencia y sor-presa lentamente incipientes que me empecé a dar cuenta de las economías sistemáticas en los márgenes de los mercados donde estaba localizado. Estas economías no se parecen a nada de lo que se experimenta en las economías industriales, y los libros en los que busqué ayuda ofrecían poca ayuda.

Viví en un pueblo de Panamá con mi esposa durante dieciocho meses, a finales de la década de los sesenta. Localizada en el interior del país, la comuni-dad estaba conformada por noventa y un hogares. Una década después exploré con mi colega Alberto Rivera las economías de los hogares en las zonas monta-ñosas de Colombia3. Panamá fue parte de Colombia desde su independencia de España a principios del siglo XIX hasta que se convirtió en una nación indepen-diente en 1903, inmediatamente antes de la construcción del Canal de Panamá. Esta separación de una nación única se debió más a intereses políticos y eco-nómicos que a diferencias culturales y sociales o a la voz de la población rural. Durante mi primera investigación en Panamá sabía que trabajaba en medio de una zona social, cultural y económica cuyas ramas se extendían más allá del istmo hacia Centroamérica en el norte, y más allá de la selva del Darién al sur hacia Colombia, y fue ésta la razón principal por la que fui después allí. Entre las dos áreas de trabajo de campo, sin embargo, había diferencias.

El pueblo panameño se ubicaba en las tierras bajas, excepcionalmente húmedas y calurosas en el centro del país, a una distancia alrededor de 150 millas (241 kilómetros) de la ciudad de Panamá y del Canal. Estas dif íciles condiciones, que comparte la mayoría del país, afectaron profundamente a los trabajadores originales del Canal, aunque la mayoría de las enferme-dades graves que alguna vez caracterizaron el área estaban ya bajo control cuando llegué a Panamá. Aun así, el interior panameño –como se le conoce– no era un lugar popular para los habitantes de la ciudad o para los intereses económicos. El área era pobre en recursos y estaba alejada de mercados accesibles. Encontré a muy pocos de los habitantes originales de la zona, incluso en las áreas más inaccesibles, pues su número había disminuido

3 LamayoríadelainformaciónacercadePanamáfuepublicadaenGudeman(1976y1978),perolaestoycomple-mentadoaquí.ElmaterialacercadeColombiafueengranpartepublicadoenGudemanyRivera(1990).

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hacía mucho tiempo. Aquellos que habían permanecido hablaban español y vivían en mayor medida como la población rural que estudié. La población rural había estado tan aislada durante los últimos siglos que aún conservaba ciertas frases españolas de los siglos XVI y XVII que no se escuchaban en ningún otro sitio. Había muy poca historia escrita acerca de ellos, aunque me di cuenta de que eran herederos de tradiciones hispanas que caracte-rizan a otras partes de América del Sur y Central. Estos agricultores, que vivían en casas de techo de paja con paredes de barro y cañabrava, se vestían de manera simple, iban descalzos o con alpargatas hechas en casa y usaban (o “tiraban”) el machete y unas cuantas otras herramientas aceradas para satisfacer sus necesidades. Las personas dependían de una agricultura de roza, tumba y quema, mientras que la tierra de la cual extraían su sustento era dura y crujiente en el verano y muy cenagosa en la estación lluviosa. Esta gente trabajadora cultivaba el arroz y un poco de fríjol, maíz y hortalizas de jardín, y para ese entonces tan sólo empezaban a plantar caña de azúcar como cultivo con miras a la venta. Continuamente me veía sorprendido por su buen estado de ánimo y su capacidad de trabajo en medio del calor, la humedad y las lluvias estacionales, teniendo en cuenta su posición marginal o de bajo estatus y olvidada en la sociedad.

Las condiciones f ísicas en Colombia eran las opuestas. Allí mi colega y yo trabajamos a lo largo de los niveles más altos de los Andes, que se extienden desde el norte del país, casi en el Caribe, hasta el sur, donde el país limita con Ecuador. A esa altura, el tiempo era a menudo gélido, con lluvia, escarcha y vientos helados. Casi en todas partes se cultivaba papa, y esto se suplemen-taba con tubérculos y hortalizas de jardín, y las personas comerciaban para completar sus alimentos y satisfacer otras necesidades. Como en Panamá, las herramientas eran aceradas pero la agricultura se basaba más en el azadón que en el fuego, y nos encontramos con algunos arados con bueyes. El estado de las viviendas era simple y las personas trabajaban duro.

Dada la gran distancia entre estas áreas, así como las diversas ecologías y los diferentes tipos de cultivos, esperaba que las economías locales fueran diferentes. Para mi sorpresa, bien fuera en los márgenes de las tierras bajas de Panamá o en las alturas de los Andes de Colombia, la economía –o más exactamente, la economía de la casa, con su corriente de energía vital y su base ritual– era casi idéntica a lo largo de esta gran área. Las prácticas, las palabras y los valores eran tan similares que uno podía utilizar los hallazgos de un país en otro. Fue tan impactante este descubrimiento que mi colega y yo decidimos usar nuestro tiempo en Colombia para explorar este tipo de economía desde el norte hasta el sur de la cordillera de los Andes.

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ModelosLos economistas con razón se enorgullecen de la belleza, simplicidad y robustez de sus modelos. La elegancia y la coherencia son consignas –si no claves– de su poder de persuasión. En este sentido, deberían fascinarse y sentirse impresionados por los modelos locales en Colombia y Panamá porque son coherentes, imaginativos y factibles en los márgenes de los mercados. Estos modelos le fueron explicados al antropólogo inquisitivo con lucidez; se usaron ejemplos, y la robustez de los modelos (la cual los economistas valoran tanto) fue demostrada al incluir nueva información. Estos modelos también permiten una reflexión algunas veces desalentadora acerca de nuestra economía. Cuando nos enfocamos en estos modelos loca-les de economía, se refinan las diferencias entre mercados y las formaciones mutuas. Tenemos diagramas, ecuaciones y modelos estadísticos que nos muestran qué ocurre en la economía, pero hay otras maneras de comunicar esto, maneras que proveen diferentes imágenes e implicaciones. En Panamá y Colombia la población rural tiene un modelo de la economía que usa la imagen de la casa como su modelo. Como el diagrama de un libro de texto, la figura de la casa f ísica presenta una imagen de la economía. Veo esta ima-gen como un modelo o como una metáfora en la cual se recurre a la expe-riencia local y a lo que se encuentra a la mano para pensar y hablar acerca de la vida material. ¿Deberíamos sorprendernos? Justo antes del modelo revo-lucionario de Adam Smith sobre las economías de mercado en su centro, James Steuart usó la imagen de la casa para hablar acerca del ordenamiento de la economía política nacional. Antes de esto, los mercantilistas en los siglos XVII y XVIII y los bullionistas en el siglo XV sostenían que la riqueza y el balance del comercio se podían reproducir, en parte, como el modelo de una casa pero al nivel de la nación. Karl Marx, siguiendo a Adam Smith, construyó un modelo de la economía basado en una infraestructura y en una superestructura. Hoy en día concebimos los modelos económicos como un conjunto de funciones, ecuaciones, fuerzas y sistemas. Estas imágenes pueden ser útiles para nuestra época, ¿pero acaso son menos metafóricas que aquellas que encontramos en el área del trabajo de campo?

La corriente de la economíaEn Panamá y Colombia todos los actos materiales de la economía –cantar, cui-dar animales, cosechar, cocinar, consumir y cuidar– son significativos, no sólo debido a sus efectos materiales manifiestos, sino también porque señalan algo más. Ellos encarnan la fuerza. Los cultivos, dice la gente, proveen de fuerza a los humanos (y a los animales), y los humanos necesitan de esta fuerza para

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vivir y trabajar. Cuando la fuerza se acaba, se acaba también la vida. Esta fuerza es la manifestación del poder de Dios.

Más allá de ser un poder f ísico, la fuerza es la energía que las personas necesitan y usan en todos los actos diarios. La fuerza de los cultivos y de la casa es parecida a la vis vitae –fuerza o energía de la vida– que los humanos deben tener para vivir. Cuando esta energía vital se termina, la vida se extingue.

La fuerza es la corriente de la economía de las personas, y me atrevo a pensar que también es un tipo de moneda. Un economista puede segura-mente mofarse diciendo que esto no es dinero, puesto que no se puede ver o manipular, como si nuestro dinero fuera siempre tangible. Para él, esta moneda parece vaga o abstracta, como si nuestra moneda representara algo con lo que todos estamos de acuerdo. Hay una diferencia clara: la energía vital es una corriente material o se representa con objetos materiales que la encarnan, mientras que nuestra moneda puede ser material, tal y como en los casos de las mercancías o las monedas o billetes, pero usualmente ésta no señala la esfera material de la economía. La moneda del mercado yace en el exterior del cuerpo y puede ser obtenida o intercambiada con otros, mientras que la corriente de la fuerza se encuentra dentro del cuerpo y de las cosas vivas. Esta fuerza se gana, se gasta, se reemplaza, se trueca y se comparte con otros. Tal y como una persona lo explicó: “Al trabajar uno usa la fuerza de la comida. Uno gasta salud y energía. Cuando uno come, uno reemplaza esta fuerza. Uno come y uno gasta. Esto ocurre siempre con el cuerpo. La gente sufre cuando no tiene suficiente fuerza para trabajar. Gas-tan su salud. Uno tiene que mantenerse a sí mismo”.

La corriente de la fuerza viene de la tierra y de otros elementos como el viento, la lluvia y el sol. Los constituyentes de esta corriente vital se encuentran también en ciertos materiales inertes, como el carbón, el cual es una reserva de fortaleza acumulada en el pasado. Los humanos no crean estas fuentes de fuerza, ni crean la fuerza misma. En cambio, la obtienen, transforman y rehacen. Ellos son transportadores pero no creadores de fuerza. Como dice la gente, su trabajo “ayuda a componer” la fuerza, es decir, ellos la articulan de maneras que pueden ser usadas por ellos mis-mos y por otros. Su trabajo es como el del artesano o el manufacturero. En Panamá, por ejemplo, el agricultor de roza, tumba y quema que cultiva arroz es visto mediante la imagen del barbero que arregla el pelo. Luego de ser quemado el bosque y plantada la tierra, el artesano agricultor desmaleza o “limpia”, lo cual puede hacerse de tres maneras: o bien se puede usar el machete “con torpeza” en la maleza, se puede “podar” la maleza un poco, o bien puede “romperle la cabeza” a la tierra. Luego se “corta” la cosecha que

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ha crecido, después de lo cual se limpia la “barba” del campo para que así éste pueda ser plantado al año siguiente. En esta economía no hay grandes empresarios que busquen dominar la naturaleza a través de innovaciones y crear un crecimiento económico. Estos economistas locales ven la riqueza como un ciclo limitado en su naturaleza y que debe ser cuidadosamente administrado. Ellos ocupan una humilde posición en su modelo económico, que asume que hay límites en la acumulación.

Los humanos consumen la fuerza que han recogido durante un año del ciclo agricultor para devolvérsela a la tierra al año siguiente, cuando la gastan en el trabajo que le ayuda a la tierra a proveer más. Al comer de la tierra, los animales también viven a partir de la fuerza. El trabajo efectuado, bien sea en los campos, en la casa u otro lugar, representa el uso de la fuerza. Los objetos manufacturados, bien sean las herramientas, los muebles, la ropa o las casas, surgen sólo a través del uso de la fuerza, cuyo gasto éstos encarnan. La casa almacena esta fuerza en forma de comida para sostener sus habitantes.

Esta corriente de vida económica es biológica y ecológica. Tal y como la corriente de la economía, la fuerza es más parecida al concepto de fuerza y de energía, en el sentido de las ciencias naturales. La noción de fuerza puede ser comparada con la conservación y con la entropía de la energía o con las leyes primera y segunda de la termodinámica. De acuerdo con la primera ley, la ener-gía no se crea ni se destruye en un proceso; en cambio, se conserva. De acuerdo con la segunda ley, la ley de la entropía, la forma de la energía o el potencial para su uso cambia. En ciertos aspectos, esto es lo que la gente de estas regio-nes quiere decir cuando habla de componer y luego de gastar la fuerza. Ellos tienen una noción entrópica, de conservación y organización de la fuerza o de la energía vital. Por ejemplo, de acuerdo con su modelo, la fuerza en el suelo, el agua y el viento se preserva mientras pasa a los cultivos y luego a los humanos, quienes la recogen y la gastan al vivir, y, al plantar nuevos cultivos, ayudan a componer más fuerza.

Luego de un día de trabajo en los campos, un hombre puede decir que está acabado, exhausto o agotado, en el sentido del flujo de la energía, pero podrá trabajar de nuevo al día siguiente. No dice que esté débil, algo que seña-laría un deterioro de su cuerpo. La gente también habla del suelo agotado o empobrecido, con lo cual quiere decir que éste ya no tiene más fuerza o más elementos que dar a los cultivos. Como lo explican, la energía se ha ido a otro lugar y ya no se encuentra en la parcela de la tierra. Cuando pregunté acerca de utilizar fertilizante para ayudarle a la tierra a producir de nuevo, la gente me respondió diciéndome que aplicar fertilizante sólo mueve la fuerza de un lugar a otro, lo cual no es una creación sino un uso de fuerza. Incluso, permitir que

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un bosque crezca y luego quemarlo para hacer que los nutrientes acumulados en los árboles caigan a la tierra no crea fuerza; en cambio, consolida la fuerza disipada que se encuentra en la lluvia, el sol, el viento y la tierra.

La corriente de la fuerza sube, baja y fluye entre los humanos y el medioambiente, haciendo que las personas sean parte del mundo natural. No sólo las conecta con el medioambiente, sino también con una fuerza espiritual, puesto que la fuerza se encuentra en el mundo sólo por el poder o la voluntad de Dios. La economía no está anclada a una creencia en la creatividad humana, como en el caso del emprendedor de Schumpeter; o en la existencia de recursos ilimitados, tal y como algunos piensan; o en la esperanza de que el futuro sea distinto. En cambio, la economía está anclada en un Dios que no sólo provee esperanza y legitimidad a las acciones sino que también provee una base con-ceptual para la economía, la cual está fundada en la obtención y el sustento de una corriente de fuerza otorgada por Él. Cuando se habla acerca de obtener fuerza de la tierra, las personas usan la palabra “dar”, como en “la tierra la da”, y cuando cosechan dicen que “toman” el cultivo maduro. Un ciclo agrícola exi-toso se alcanza cuando se llega al momento en que la tierra y Dios pueden dar y los humanos pueden tomar, y ellos luego deben “devolver” lo que tomaron para luego recibir más. Algunas veces comparan este proceso con un trueque, pero nunca es “medida por medida”. Ellos ponen trabajo y riqueza en la tierra pero ésta devuelve algo diferente y mucho más: a cambio de semillas y trabajo, la tierra devuelve comida.

La fuerza, dice la gente, provee alimento corporal durante la semana, y el poder de Dios provee alimento espiritual el domingo. A menudo se puede escu-char a los hombres, al plantar semillas, decir un pequeño ruego: “Que crezca bien”. Actuar con fe en el futuro material a medida que se labra, se planta, se cosecha y se cocina es un acto de fe en el poder de Dios para proveer fuerza. La puesta en efecto de esta economía expresa una creencia en Dios, en la misma medida que una creencia en Dios se pone en efecto en las prácticas económi-cas. Permítaseme agudizar una conexión con las economías de mercados avan-zados. ¿Es en efecto el deseo de reservar una corriente de fuerza apoyada por Dios acaso algo distinto a nuestro deseo de reservar una corriente de dinero apoyada por una nación?

El ciclo agrícola no es predecible. Algunas veces el suelo provee abun-dantemente, y otras, con escasez, pero nunca se sabe de antemano. Algunas tierras producen más fuerza y otras menos. Cuando las cosechas son pequeñas, la gente del campo dice: “La tierra no está dando este año”. El uso de la palabra “dar” señala que el componente más importante de su economía –la fuerza– se encuentra más allá de su control: es un regalo contingente de lo Divino. En los

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Andes del sur de Colombia, una vez un agricultor muy trabajador proclamó: “Ah, cultivar papa es una suerte, es una fortuna”. Otros hablan de la agricul-tura como una “apuesta” o una “lotería” o parte de su propio destino. “¿Qué es la suerte?”, preguntábamos en Colombia. “Es lo que uno no controla”, era la respuesta. Otro agricultor explicó: “Nosotros, los agricultores, somos aventure-ros”. La misma noción de suerte se ve reflejada a la hora de elaborar manufactu-ras, artesanías, y desarrollar otros proyectos. “La suerte”, dicen algunos, “es para algunas personas, pero no para todas”. Los resultados son inciertos porque, en última instancia, dependen de un poder impredecible.

Pienso que en las economías de mercados avanzados muchas personas no respetarían estas prácticas y aseveraciones. Nuestros técnicos de mercados intentan persistentemente ocultar la incertidumbre como riesgo con el propó-sito de crear aseguramiento o arbitraje. El economista que nos siga podría decir que esta agencia exterior e impredecible es una “variable exógena”, la cual no es tenida en cuenta por el modelo (de mercado). Es sin embargo parte del modelo de la gente, porque dar en su economía comienza, no con el individuo o con las relaciones sociales, sino con la Divinidad. El regalo divino de la energía vital o fuerza, ofrecida sin recompensa alguna, apuntala la economía, pero es una fortuna impredecible.

En Colombia, mi colega y yo preguntábamos si Dios, quien es omnipo-tente, podría entonces crear más fuerza para el mundo y reabastecer la que ha sido usada. La gente nos respondía diciendo que no habían visto que eso ocurriera, y no creían que pudiera pasar. Sintiéndonos alentados por sus res-puestas, luego preguntábamos: si todo el mundo necesita fuerza para trabajar, y puesto que con el trabajo se reabastece la fuerza que se gasta, ¿de dónde se saca la primera fuerza para trabajar? Las personas entonces respondían que su fuerza para trabajar venía de su casa y de su base, recurriendo entonces al modelo de la casa. Con esta imagen en mente, precisamos la pregunta y le preguntamos a un grupo: si se necesita una base de ahorro para construir una base, ¿de dónde vino la primera base? Por algunos momentos sólo hubo silen-cio. Luego, con un juego de palabras típico, un hombre nos dijo: “Sus preguntas nos hacen sentir como si no tuviéramos base”. La gente estaba perpleja, y hubo silencio hasta que otra persona respondió: “Dios nos dio la primera base: el Jar-dín del Edén”. Su respuesta, elegante y sucinta, selló el modelo de su economía como un sistema circulatorio de riqueza. Dios proveía la primera base, garanti-zando el funcionamiento del sistema al otorgar un mundo de elementos de los cuales se podía componer más fuerza por medio del trabajo.

La gente habla a veces de sostener la casa, pero no está argumentando que la economía sea sostenible. Al contrario, una y otra vez escuché describir

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la vida como una “lucha”. Me desconcertaron por mucho tiempo el uso y el sen-tido de esta palabra. ¿Acaso se referían a la lucha f ísica con el medioambiente? ¿O a que la economía más general les presentaba una lucha? ¿Se referían acaso a una lucha competitiva con otros? ¿O bien se referían a una lucha existencial para comprender el mundo? Ahora creo que el término tiene un sentido, en primera medida, material. Cuidar la casa y cuidarse uno mismo es una lucha constante. Incluso si los elementos de la energía vital están dados, obtenerlos y componerlos para su uso es un esfuerzo sin fin. Por eso, cuando un hom-bre dice que sembrar papa es una fortuna, quiere decir algo más que la simple suerte: sembrar papa es su Fortuna para obtener fuerza.

La casaEn Colombia y Panamá la casa f ísica provee un modelo de procesos econó-micos. Por ejemplo, se dice que los cultivos “sostienen” o “mantienen” la casa, la “soportan”. La casa no es construida f ísicamente con cultivos (aunque los techos pueden ser de hoja de caña). Los cultivos sostienen a la gente, y través de ellos mantienen la casa f ísica y la economía de la casa. Cuando una casa inter-cambia bienes o trabajo con otra casa o en el mercado, se dice que su trabajo o sus bienes se van “por la puerta para afuera”. Cuando una casa es autosufi-ciente o se autoprovee, actúa entonces “de puertas para adentro”. Al mantener las puertas cerradas, una casa conserva para sí misma sus capacidades de tra-bajo y sus productos. Por ejemplo, sembrar cultivos para comer en la casa se considera como un trabajo de puertas para adentro, aunque f ísicamente tenga lugar afuera de la casa. y cuando los trabajadores paran para comer algo en la casa durante los primeros momentos del día, “refuerzan” con comida el trabajo para la casa. El modelo de la casa presenta una imagen de la economía como una unidad, idealmente, cerrada. Tiene bordes que deben ser mantenidos para poder contener su fuerza.

En Colombia en especial, la gente habla acerca de la “base” o “fundación” de la casa, lo cual significa más que los cimientos f ísicos. La base son la riqueza y la fuerza de la casa que están dentro de sus puertas, incluso si parte de la riqueza y la fuerza se encuentra fuera de estas puertas. La base se refiere a toda la comida almacenada en la casa, a las herramientas y a todo el otro equipa-miento que la casa tenga, a todo el trabajo anterior que la casa ha puesto en los campos, a todos los animales que sostiene, a la estructura f ísica misma, y a la tierra que está siendo trabajada. Por ello, cuando comienza una nueva tempo-rada agrícola, la gente habla de “retornar” a la agricultura, en el sentido no sólo de comenzar de nuevo sino también de usar lo que ya tienen en la base para retornarlo a la agricultura y luego retornarlo con una nueva base. La casa vive

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en un ciclo continuo de fuerza que fluye desde la base al medioambiente, y de ahí a la base, a través de las personas. Cuando se reemplaza la base por medio del trabajo, la casa se soporta y se sostiene por sí misma; cuando la base es más que reemplazada con el trabajo, la casa avanza. Pero cuando la base no se reem-plaza con trabajo, se desgasta, y si esto continúa, la casa cae en “ruinas”. Llamo “desbaratar” (debasement) a este proceso de contracción, el cual puede ocurrir en la agricultura o en el comercio mercantil. El desbaratar extingue la econo-mía de la casa y señala un colapso más total que el que sugiere nuestra palabra “bancarrota”, puesto que una casa en ruinas no tiene apoyo social externo ni bienestar comunal. Este desbarajuste representa mucho más que una pérdida de dinero, puesto que los cultivos obtenidos en el campo y almacenados en la casa, y consumidos a medida que sea necesario, y considerados como parte central de la base, representan mucho más que el alimento que se come. Su desaparición es la pérdida de la vitalidad de la vida.

La gente sostiene la casa al “cuidar” y al “tener cuidado con” la base, que quiere decir preservar y ahorrar la energía vital. Ellos no argumentan que sea una economía sostenible, y ellos no quieren decir que tengan un sistema sos-tenible cuando hablan acerca de sostener la casa. Pero sí tienen un modelo claro de vida en un mundo material y no monetario. Ellos no pueden comprar ni hacer intercambio más allá de sus propios límites. Su corriente no se puede expandir con un sistema bancario de reservas fraccionales: sólo puede ser uti-lizado con mayor o menor cuidado para poder preservarlo. En las economías avanzadas, hablamos de que la economía entera se expande o se puede conver-tir en algo sostenible. Pero esto no tiene sentido. El modelo económico de la casa en América Latina es una concepción más realista de una economía que debe ser cuidada porque tiene límites materiales. ¿Acaso los agricultores tienen un sentido más preciso de los límites materiales porque viven en una econo-mía de riqueza material, en contraste con una economía de riqueza comercial o financiera? El entendimiento de que lograr la sostenibilidad de una casa es dif ícil y de que uno debe ser ahorrativo apunta a una mirada cautelar. ¿Estas personas se verían acaso alguna vez envueltas en tráfico de carbón, como si al mover los elementos de la fuerza de un lugar a otro se pudieran resolver los problemas de contaminación y de recursos?

compartir la fuerza en la casaEl término usual para parejas que cohabitan es juntado, que tiene una acepción de unión, articulación, y por extensión, conexión. Esta conexión es la relación sobre la cual están fundadas las economías de las casas y la economía de una comunidad más grande. Cuando un hombre y una mujer trabajan juntos en la

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casa están haciendo mucho más que complementarse a sí mismos en sus dis-tintos trabajos: ellos están uniendo las fuerzas de cada uno. El sostenimiento material en la casa es el producto de esfuerzos conjuntos o una recolección y unión de contribuciones de fuerza separadas. Al vivir de este producto con-junto hecho en el pasado, y luego en conjunto componer más fuerza a través de su uso común, ellos doblan, redoblan y doblan de nuevo su fuerza conjunta, o en una frase común, “ambos los dos”. Su trabajo conjunto, unido al de otros habitantes, hace de la casa un sitio compartido: cada miembro es incremental-mente un producto y un contribuidor de la energía vital de todos y para todos. Se tornan personas conectadas o conjuntas a través de la ofrenda y recepción de la energía y de la fuerza vital de las otras personas, para luego devolverlas con más trabajo. La casa es el locus classicus del compartir, lo que hace que las conexiones de la casa en esta economía material sean muy distintas a los con-tratos mercantiles y provenientes de la reciprocidad, tal y como lo comprenden algunos antropólogos. No es simplemente compartir el alimento del hogar lo que conecta a la gente; en cambio, cada persona llega a la casa a compartir y encarnar la fuerza y la vida de los otros, y a encarnar su propia fuerza a través de las contribuciones de otros que incorporaron su vitalidad.

Poco después de salir mi esposa y yo de Panamá, nació nuestra primera hija. Cuando regresé tras unos años con fotos de ella, la gente aseguraba que nuestra hija tenía cara de panameña. Cuando les pregunté por qué –puesto que ellos aseguraban que había una conexión de parentesco basada en la seme-janza familiar–, me explicaron que nosotros debimos haber estado comiendo alimentos de la tierra panameña cuando mi hija fue concebida. Nosotros com-partimos con ellos la fuerza de la tierra.

Siempre me ha sorprendido la habilidad de las personas del campo para emprender diversas tareas; esto no es hacer mil cosas al mismo tiempo (multi-tasking) sino hacer muchísimo (manytasking). No todo el mundo emprende la misma labor. En Panamá la gente dice que los hombres son para el campo, las mujeres para la casa, y los niños ayudan o asisten en ambos lugares. En Colom-bia la gente dice que el trabajo del hombre es más pesado y el de la mujer más liviano. Sin embargo, añaden que ninguno es más valioso que el otro: ambos trabajan juntos como un par de bueyes. En Panamá una vez hice una lista de trabajos masculinos y femeninos. Pero al hacerla estaba asimilando su trabajo al modelo de mercado de la especialización o de la división del trabajo, que no es capaz de captar sus prácticas. La casa no está constituida por una duplica-ción de las tareas, en las cuales cada uno hace lo mismo que el otro, ni tampoco es una línea de producción. El trabajo es hecho conjuntamente por hombres y mujeres que se sostienen juntos y entre sí. En el trabajo conjunto, cada per-

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sona se relaciona con el otro y asiste o ayuda en el proyecto común, el cual les asegura la fuerza para sostener la casa. Hay disparidades en los esfuerzos y en quién obtiene ganancias, pero las personas no conservan cuentas formales de quién hace qué, aunque las diferencias en esfuerzos tácticos o de corto plazo son tenidas en cuenta. Una casa no tiene un calibrador subyacente por medio del cual se pueda hacer comparable y contable la distribución de las recompen-sas. La transacción principal de la casa es el compartir, no el ojo por ojo, el true-que, el intercambio, la reciprocidad o el toma y daca. No sugiero que la gente en la casa sea ciegamente altruista o que no piensen o actúen de acuerdo con algún tipo de métrica, pero el compartir es distinto. Crea una unión de fuerza en el trabajo cuyos resultados serán devueltos a cada persona. El compartir algunas veces se asemeja a una razón de mercado, cuando se vuelve un cálculo de usos eficientes y de distribución de recursos, especialmente en teorías acerca de la utilidad o eficiencia de las tierras comunales. Pero unas tierras comunales regu-ladas no son lo mismo que juntarse o combinar la fuerza, lo que crea la casa, la economía y las relaciones.

¿corriente o moneda corriente?En Panamá los hombres acostumbraban hablar acerca de disfrutar una comida con arroz; luego cerraban un puño, golpeaban el bíceps de la mano empuñada con su otra palma y lanzaban con satisfacción la expresión “¡ah!”. El arroz, decían, daba fuerzas para trabajar. Encontré el mismo gesto en Colombia, pero aquí el alimento era distinto: la papa y algunas veces el fríjol. El cultivo principal (el arroz, la papa, el maíz, el fríjol) era considerado como capaz de contener una fuerza especial y como necesario para poder trabajar. Por ejemplo, en Colom-bia una persona dijo: “El maíz es básico, da toda la fuerza a los humanos, las gallinas, los marranos. El maíz es todo. Lo básico es el sustento de uno y de su familia, desde el desayuno hasta la comida y la ropa. Todo es producto de la tie-rra”. En las dos áreas, y en otras, la gente habla acerca de las “necesidades” o de lo que necesitan en la casa para sobrevivir. Esperaba encontrar una lista común, pero varía de región a región, incluso de persona a persona, y algunas veces incluye productos del mercado. Ahora me doy cuenta de que las necesidades del hogar tienen como piedra angular la idea de la energía vital. Estos bienes necesarios proveen de la fuerza necesaria para vivir.

Nunca escuché a la gente hablar de cantidades de fuerza, comparar los cultivos con cantidades de fuerza o usar volúmenes de fuerza para medir otras cosas. Las personas sí cuentan, sin embargo: cuentan los tamaños de la cose-cha, las semillas necesarias, los días de trabajo efectuados y los que quedan por venir, y la magnitud de las tareas de trabajo en pasos y en distancias corpora-

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les, el número de tareas necesarias para completar un trabajo, cuánto tiempo durará una reserva de alimentos, cuántos animales tienen, y más. Cada una es una medida individual, como tomarle la temperatura a alguien, luego el peso, la presión y el nivel de colesterol, pero sin sumarlas para adquirir un número único o una cantidad ganada. En áreas rurales no hay una medida estándar final (como el dinero) o un balance final (como la rentabilidad). La riqueza de una casa es diversa, y tiene diferentes encarnaciones de la fuerza.

Nuestro economista espectador podría comparar la riqueza de la base material colombiana o panameña –que consiste en herramientas, alimen-tos, animales, bienes en la casa, y su estructura f ísica– con la noción mer-cantil de capital. Después de todo, el capital también tiene muchas formas –inventarios, equipo, tierras, patentes–, las cuales convertimos en valores monetarios. Nosotros incluso hablamos de “capital social”, como si las rela-ciones humanas pudieran ser monetizadas. Nuestro economista observa-dor podría añadir que incluso si algunas formas del capital moderno aho-rran más trabajo o son más productivas que el machete panameño o que el azadón, la distinción entre la base y el capital sólo es una diferencia en el desarrollo tecnológico. El economista podría incluso sofisticar el argu-mento para decir que las personas siempre medirán y compararán cuando se les pida declarar sus preferencias, lo cual muestra que los valores, en efecto, caen dentro de una escala, y pueden ser organizados, y que las per-sonas utilizan esta escala para escoger de una manera racional. Pero la pre-gunta y quien la hace son los que inducen la respuesta escalar. En la econo-mía de la casa, la corriente de fuerza tiene muchas formas y no es medida. En todas partes las personas “cuidan de la base”, dadas sus necesidades y las capacidades de la casa. Sin embargo, cuidar de la base se hace más por tacto o por tanteo que por cálculo racional, tal y como el rematador de Walras, quien supervisa la obtención del equilibrio general de todos los mercados al reconocer todos los precios, y lo hace por tanteo (tâtonnement), no por planeamiento previo. Planeamiento, medida y adhesión a un valor de escala son actividades realistas sólo en un mundo considerado como controlable por decisiones basadas en probabilidades o por riesgos conmensurables, en vez de pura suerte.

Ahorro (thrift )El proceso económico clave en la casa se centra en el gasto o uso de la fuerza. La gente intenta no desperdiciar su fuerza vital o usarla sin ponerla a trabajar. Lo dado o el abastecimiento de los elementos naturales por parte de Dios, debe complementarse con la lucha por componer estos elementos, porque la fuerza

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obtenida es de nuevo gastada constantemente. Como lo dice la gente: “El maíz obtiene su fuerza de los vegetales en la tierra. Los humanos tienen que ayudar a ponerlo ahí, y usan su fuerza de trabajo para hacerlo. Su fuerza se gasta; uno no lo ve”. Sin embargo, simplemente obtener fuerza de la tierra a través de cultivos o animales no hace que la economía de la casa sea exitosa; debido a la corriente –incluido el trabajo de producción–, la fuerza debe ser bien administrada. La buena administración significa organizar y ser ahorrativos y economizar. Noso-tros pensamos el ahorro (thrift) como guardar bandas elásticas, hilos, bolsas de compra o contenedores, o guardar y reutilizar sobras de comida. Pero el ahorro es más ubicuo y se practica más creativamente en la economía de la casa: los restos de comida se conservan; acortar y afilar una cuchilla rota o hacer un nuevo mango repara las herramientas; la ropa se remienda y se vuelve a arre-glar. Poco se tira a la basura, con la esperanza de que pueda ser reutilizado. Un trozo de plástico claro y delgado que ha sido dejado a un lado en el mercado se convierte en un impermeable en las montañas frías y húmedas; un ladrillo roto se convierte en una piedra del hogar.

Las dinámicas del ahorro en la casa son diferentes a las dinámicas de la ganancia con ánimo de lucro en los mercados. Ambos actos sirven de medio para un fin; ambos tienen que ver con medios limitados; y ambos se desenvuel-ven en el tiempo. Pero el ahorro presume que el flujo de la riqueza es limitado, mientras que la producción de ganancias asume que puede expandir este flujo. Con el ahorro, uno limita el uso de los medios –bien sea un ovillo, una olla de comida o dinero para las compras– para tener algo sobrante el día siguiente. Ahorrar es un acto cautelar, que se efectúa de cara a un futuro incierto. El ahorro reserva lo que se tiene. La producción de ganancias puede incluir ser ahorrativo, por ejemplo, cuando se compran recursos menos costosos, lo cual se dirige a minimizar los medios. Pero en el proceso de producir ganancias el enfoque es más amplio que la relación entre los medios y los fines: el deseo de rentabilidad se centra en la diferencia entre los fines y los medios, y luego, en la relación de esta diferencia con los medios, es decir, con el rango de rendimiento. Las ganancias se consumen, guardan e invierten, mientras que la preocupa-ción de la casa ahorrativa es mantener una reserva de fuerza. Una cosecha de papa, arroz o maíz se administra con parsimonia. Las sobras son un ahorro, una cobertura contra el futuro, y parte de la base para continuar la economía. En palabras que fueron repetidas muchas veces, un hombre dijo: “Si se acaban las semillas, todo se acaba. Si yo sólo tuviera uno o dos sacos de papas, las plantaría antes que comérmelas. y nunca vendería las papas por completo: ¿cómo acabar eso? Uno necesita algunas como semillas”. En contraste, al obtener ganancias, todo el dinero disponible puede ser dirigido hacia la inversión, si los cálculos de

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ganancias y riesgo sugieren que se justifica hacerlo. La obtención de ganancias puede usar el ahorro para apoyar inversiones o puede incorporar la parsimo-nia en el proceso de búsqueda de ganancias, pero los ahorros no se preservan necesariamente a lo largo del tiempo. Obtener un beneficio es un proyecto más abarcador y una manera distinta de relacionar los fines con los medios, aunque la acción de la casa deje su trazo en la práctica del mercado.

Una diferencia significativa separa al ahorro (thrift) de la producción de beneficios. En la economía de la casa, el ahorro se refiere al uso de los mate-riales. Es un concepto acerca de la corriente de la fuerza y de las sustancias de la riqueza, mientras que en una economía de mercado, el ahorro se mide en dinero. La primera gira alrededor del flujo de fuerza de los materiales con sus gastos; la segunda se refiere al flujo del dinero y a los usos o costos antepuestos. Están relacionados porque los costos monetarios son un tipo de gasto material en la casa; sin embargo, no todos los gastos son costos monetarios.

Pero ahora llegamos al punto en el cual la economía de la casa contradice, se opone, y sin embargo apoya la economía de mercado. El ahorro tiene una historia ambigua en las teorías económicas, las cuales lo ignoran hoy en día en gran parte. He aquí el problema: por medio del ahorro, las sobras son creadas en una corriente material. Estos retazos pueden ser guardados para el futuro. ¿Pero cómo puede un fondo material creciente articularse a una economía de mercado y al uso del dinero? El “cuidado” de la casa se opone a las dinámi-cas del mercado, que requieren gasto de la casa y corporativo, el cual fue el argumento central de Keynes. El acaparamiento entorpece el consumo en el mercado. A principios del siglo XIX, J. B. Say sostuvo que no hay impedimen-tos, ni interrupciones, ni distensiones en el ciclo de la economía. En términos generales, desde Say hasta Keynes (con las excepciones de Malthus y Marx), el punto general era que, a través de los salarios pagados y de las compras hechas, la producción crea el poder de compra necesario para el consumo, es decir, la producción crea su propia demanda. Keynes no lo veía así. En tiempos incier-tos y períodos de recesión, observó, las personas conservan lo que tienen y se vuelven ahorrativas, en un movimiento preventivo. Ellos crean acopios, lo cual es la práctica de la casa. ¿Acaso nosotros no restringimos nuestros gastos, usamos sobras y nos las apañamos en malas épocas? Pero la casa que mantiene sus existencias de fuerza vital para sí misma interrumpe el mercado, lo que requiere que el dinero sea gastado para que se pueda mantener en movimiento. Hoy día pensamos que podemos eludir esta dialéctica de la casa y del mercado insertando el gasto gubernamental en el ciclo y expandiendo el suministro de la moneda. ¿Pero puede esta acción en un nivel macro reabastecer el sótano de la casa con energía o dejarlo desocupado mientras se incrementan la deuda

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nacional y la dependencia de la casa en el mercado? En momentos dif íciles, ¿debe la economía de la casa gastar su base, así como prolongar e incrementar sus deudas monetarias para ayudar al mercado? Aumentar significativamente la deuda personal con los bancos, mediante tarjetas de crédito y a través de hipotecas, es una señal de este desbarajuste o de este des-ahorro de fuerza.

conexionesEl ciclo de fuerza vital que sostiene la economía de la casa en Panamá y Colombia conecta a los miembros de la casa dentro de la morada, hacién-doles ser personas que comparten entre sí, mientras que al mismo tiempo conectan la casa con un pasado y con otras casas en la comunidad. Para recibir la fuerza de lo divino a través del medioambiente, los miembros de la casa deben primero hacer uso de una previa acumulación de energía para componerla mejor. Esta fuerza proveniente del pasado ha sido almacenada en la base, de modo que siempre hay un don del pasado para el presente, así como de la divinidad al medioambiente. El regalo es material, se manifiesta en las sustancias de la base y es conceptual, se expresa en el conocimiento que se requiere para sostener la casa. La afirmación de la gente de que la primera base es el Jardín del Edén denota esta dependencia del pasado y de la divinidad. Cada casa es parte de una empresa continua, con avances y retrocesos o acumulación de reservas o déficits.

La casa es un componente de una comunidad que se desenvuelve en el tiempo, y sin embargo participa en el marco contemporáneo, en el cual se rela-ciona con otros afuera de la casa por medio de transacciones de fuerzas. Este intercambio tiene diferentes modalidades: trabajo recíproco o intercambiable, trabajo festivo u hospitalidad a pequeña o gran escala. Incluso, si una casa es casi autosuficiente, siempre necesitará ayuda externa en labores de agricul-tura y en otras actividades. Una manera de obtener fuerza es el intercambio de trabajo. Algunas veces los días de trabajo en el mismo tipo de labor se inter-cambian, en otras ocasiones los días se intercambian en tareas distintas. Este intercambio entre casas no es un trueque ni un comercio mercantil. La gente habla acerca de “ayudarle” a otra persona y usa expresiones metoní-micas (hablan de una parte para expresar el todo) para indicar el intercambio, por ejemplo, “brazo por brazo”, “costilla por costilla”, “espalda por espalda”, “dar una mano”, “una mano prestada”, “un brazo prestado”. Estas frases denotan la equivalencia del intercambio y de la demora en el retorno. La primera vez que escuché estos términos los interpreté como maneras prácticas de hablar acerca del intercambio de esfuerzos corporales o de fuerza de trabajo. En efecto lo son, pero también significan algo más. El trabajo es un gasto de energía vital y las

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personas hablan acerca del intercambio del gasto de fuerza. De hecho, el tér-mino general para este intercambio de labor entre casas es “fuerza por fuerza”. La energía vital recolectada por una casa se da, recibe y devuelve entre casas, para que así cada una pueda ser sostenida.

Por ejemplo, un pequeño grupo de hombres puede decidir rotar sus esfuerzos en agricultura, pastoreo u otra empresa. Comparten sus energías vitales al ayudar a otros a mantener sus casas. Cuando la fuerza se intercambia entre casas, quien recibe la fuerza alimenta a los trabajadores. El trabajador es sostenido con fuerza inmediata de la casa que recibe la ayuda, mientras que su fuerza acumulada se gasta. La casa anfitriona provee la fuerza para el gasto de trabajo mientras recibe fuerza que reabastecerá su base. El sentido de este intercambio se puede ver cuando los trabajadores son alimentados con una ver-sión cocinada de la comida que ellos están cosechando. Algunas veces se les da una pequeña porción cruda de la cosecha que acaban de obtener, en adición a la comida. Ambas ofrendas son apoyos materiales y símbolos o retornos promi-sorios en agradecimiento a la fuerza recibida, y significan exactamente lo que se está intercambiando. Esta extensión del intercambio de casas ubica la fuerza o la base de una casa en la otra, y viceversa. Por medio de este intercambio, las casas y los miembros contienen la energía vital de otros; la fuerza se distribuye entre la gente y los conecta entre ellos y con sus casas. Compartir en la casa a través del trabajo conjunto y del consumo común, lo cual hace que las personas estén conectadas con otras, provee el modelo para el intercambio entre casas a través del cual hay un intercambio más amplio de energía vital que conecta a los unos con los otros.

Las concurrencias de trabajo colectivo son más complejas, las cuales tienen un elemento ritual o festivo, incluso si algunas veces son ambiguas en sus motivos y pueden ser utilizadas para explotar o para la apropiación. El hombre que tiene un trabajo especial que lograr, por ejemplo, construir una casa de barro y cañabrava o una gran cosecha, puede convocar una junta4 o reunión para un día en particular. Quienes le ayudan llegan tem-prano en la mañana y parten sólo cuando la labor se ha completado. El anfitrión debe entonces un día de trabajo a cada participante, aunque el pago a menudo es atenuado o no se hace, y también provee de comida y bebida. Las preparaciones comienzan días antes. Todos los materiales, en el caso de la construcción de la casa, deben ser preparados y alistados para la construcción, y la comida debe ser recogida y parcialmente preparada

4 Laraízdelapalabraeslamismaqueparaeltérminojuntado, usado para describir una pareja que comparte la fortaleza para mantener su casa.

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por los miembros femeninos de la casa, algunas veces con la ayuda de otras mujeres de otras casas. La bebida local, hecha de maíz, puede tomar días para fermentarse. A los trabajadores, quienes son invitados semanas antes, no se les paga pero reciben la obligación nominal del anfitrión de trabajar en sus juntas, y se les suple a lo largo del día con comida y con bebida pro-ducidas en casa (lo cual, en dinero, es mucho más de lo que recibirían en efectivo por su trabajo). Los participantes cantan, bailan, hacen bromas y hablan mientras trabajan, hasta que al final del día sus esfuerzos se distien-den. El anfitrión podría hacerlo mejor si contratara la mano de obra, pero no podría reclutar el número de trabajadores deseados porque la natura-leza festiva del encuentro es un atractivo. El evento también le otorga al anfitrión un grado de prestigio comunal al ser capaz de llevar a cabo una construcción de una casa, organizar una reunión y lucir la reserva de fuerza que tiene a su disposición5. Esta colecta de trabajo es unilateral, puesto que la fuerza inmediata proveniente del alimento se intercambia por fuerza a largo plazo encarnada en la casa o en otro empeño. Es más atenuado que el trabajo de puertas para adentro, pero sigue siendo una forma de compartir y de reciprocidad que conecta a las personas por medio de la corriente, y al hacerlo niega la existencia del ser autárquico.

Nuestro economista espectador podría interrumpir diciendo que el anfi-trión de la junta utilizaría mejor sus escasos recursos para construir la casa ofreciendo un salario más alto, en vez de comida y bebida, lo cual disminuye los esfuerzos del día. Sin embargo, el cambio de corriente a moneda corriente le costaría al anfitrión dinero que no tiene, mientras que la concurrencia festiva suscrita por la corriente de fuerza le permite ahorrar dinero o ser ahorrativo a través del uso de la comida y bebida de la casa, las cuales están apoyadas en el trabajo no remunerado proveniente de la casa. La observación de nuestro economista sería muy útil si el trabajo de una junta estuviera dirigido a cons-truir una mercancía para la venta. Mi amigo panameño podría poner a la venta su casa de barro y cañabrava; las personas podrían recurrir al trabajo de junta para cosechar arroz y papa para la venta. En tales casos, el anfitrión del trabajo estaría utilizando mano de obra no remunerada para obtener un producto que se vende por dinero. yo no escuché acerca de este uso de las reuniones festivas, pero el proceso más general de transformar la corriente en moneda corriente, o pasar de un circuito a otro, es de central importancia para entender cómo las

5 Alosparticipanteslesplacerecibircomidayjuntarfuerzasconamigosyconocidos,peroeltrabajoengruponoessiempreunasituaciónagradable.Hevistopersonassacarcuchillosalcaerlatardeenunajunta, aunque sin resultados perjudiciales.

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economías al margen a menudo participan en mercados y pierden su funda-mento. El cálculo y la práctica económica desbaratan y deshacen las conexiones locales y el compartir de la casa.

Algunas veces la corriente de vitalidad se gasta en una festividad y no se transforma en trabajo. En adición a la hospitalidad cotidiana, en la cual se puede ofrecer té o café, en ocasiones una casa puede invitar a un momento de celebración, como puede ser un bautizo o un matrimonio. Se sirve comida y bebida, incluso se puede contratar un instrumento de cuerda. La energía vital de la casa se comparte con otros. Sin importar que sea grande o pequeño, un evento como éste representa el gasto de la fuerza que no trae ningún retorno material. Esta transacción es distinta de todas las otras en las cuales la base se mantiene a lo largo de ciclos económicos. Las personas recuerdan con gusto estos momentos de celebración, y cuando una casa lleva a cabo una celebración extraordinariamente grande, tal vez una vez en la vida, la gente habla de “tirar la casa por la ventana”. Esta expresión, ostentosa y sin embargo precisa significa que la corriente de la vida se sale de la casa, no por las puertas, como de cos-tumbre, sino por una abertura que no permite un retorno. La vitalidad humana es gastada sin cuidado en el momento en que la casa se voltea de adentro hacia afuera. Al “desperdiciar” (gastar) su fuerza y posicionar su base con otras, la casa se desbarata a sí misma y sacrifica su futuro de reconocimiento comunal al desperdiciar su identidad y fuerza vital hacia otras.

En cambio, la casa que nunca ayuda ni asiste a otras se priva de una conexión. Aún más, la casa que recibe fuerza pero que no devuelve esta vita-lidad está tomando la vida de los otros. Negar la reciprocidad es una fuerza destructiva, la cual hace parte del significado de la reciprocidad, de la misma manera que el compartir la fuerza de la vida. Base de la vida al mismo tiempo que regalo, fuente y diseminación de la identidad, producto del compartir que debe ser compartido, y manera de conectarse con otros por medio del compar-tir la propia vida, la corriente económica puede tener un poder ambiguo.

conclusiónComo una antorcha encendida, esta etnograf ía proveniente de América Latina fulgura en múltiples direcciones. Muestra cómo una corriente de vitalidad constituye y conecta a las personas, provee un recuento materialista de la eco-nomía y señala las conexiones que vinculan a las personas con una tierra limi-tada. Borra la división entre la sociedad humana y el medioambiente y sugiere que el compartir, y no tanto la selección racional o la reciprocidad, es la prác-tica económica fundamental que apoya la vivencia individual. Sugiere que la corriente incierta de la vida tiene una base mística o divina. Exhibe el contraste

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entre la corriente social y la moneda corriente del mercado e insinúa la nece-sidad de una manera diferente de “medir” los impactos socioambientales de una economía. Por último, muestra que la economía es un ritual social, desde las plegarias elevadas para la producción hasta la sociabilidad del intercambio, pasando por las festividades del consumo: todas se refieren a una corriente de relaciones que se mantiene o interrumpe. Los actos económicos son significa-tivos no sólo por sus efectos materiales, sino también por lo que hacen social-mente, lo cual está sujeto a la Fortuna.

AgradecimientosUna versión inicial de este ensayo fue presentada en la Universidad de Lund por invitación de Alf Hornborg, quien desde hace tiempo me ha sugerido que desarrolle las implicaciones ecológicas de estas ideas locales acerca de prácticas materiales. Debo agradecer a Giovanni da Col por sus ideas y entusiasmo. .

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R e f e R e n c i a s

1. Gudeman,Stephen.1976.Relationships, Residence and the Individual. Londres:Routledge.

2. Gudeman,Stephen.1978.The Demise of a Rural Economy.Londres:Routledge.

3. Gudeman,Stephen.1986.Economics as Culture.Londres:Routledge.

4. Gudeman,StephenyAlbertoRivera.1990.Conversations in Colombia: The Domestic

Economy in Life and Text.Cambridge:CambridgeUniversityPress.

5. Hornborg,Alf. 2006. FootprintsintheCottonFields:TheIndustrialRevolutionasTime-Space

Appropriation and Environmental Load Displacement. Ecological Economics 59(1),pp.74-81.

6. Hornborg,Alf.2007.LearningfromtheTiv:WhyaSustainable EconomyWouldHavetoBe

‘Multicentric’.Culture and Agriculture 29(2),pp.63-69.

7. Hornborg,Alf.2009.Zero-SumWorld:ChallengesinConceptualizingEnvironmentalLoad

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8. Löfving,Staffan(ed.).2005.Peopled Economies: Conversations with Stephen Gudeman.

Uppsala.CollegiumforDevelopment Studies, Uppsala University.

9. Pálsson,Gísli.2009.BiosocialRelationsofProduction. Comparative Studies in Society and

History 51(2),pp.288-313.

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Artículorecibido:19defebrerode2013|aceptado:2deoctubrede2013|modificado:11deoctubrede2013

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* El autor expresa su agradecimiento a los evaluadores anónimos de Antípoda. Asimismo, agradece el financia-mientorecibidodelConsejoparalasCienciasSocialesylasHumanidadesdeCanadá,quehavenidoapoyandosusinvestigacionesdesde1994.

** Ph.D.enSociología,UniversidaddeWisconsin-Madison,EstadosUnidos.

EL R égi M En A Li M En TA R iO n EOLiBER A L y Su cR iSiS: ESTA DO, AgROEM PR ESA S Mu LTi nAciOnA LES y BiOT Ec nOLOgí A*

ger ardo otero** [email protected] Fraser University, Canadá

R e s u m e n La biotecnología se ha erigido en la forma

tecnológica central desde la reforma neoliberal del capitalismo

en los años ochenta. La perspectiva del régimen alimentario

introducida por Friedmann y McMichael (1980) anticipó la

transición hacia un tercer régimen desde el segundo régimen,

centrado en el Estado-nación, y que estuvo vigente desde los

años de posguerra de la Segunda Guerra Mundial. Este artículo

propone una caracterización de lo que hemos llamado régimen

alimentario “neoliberal”, para captar sus dinámicos componentes

centrales: el Estado, que promueve la neorregulación nacional

e internacional para imponer la agenda neoliberal; las grandes

agroempresas multinacionales (AEM), que son los agentes

económicos cruciales del capitalismo global, y la biotecnología,

que conduce el paradigma tecnológico de la agricultura moderna

a una nueva etapa.

P a l a b r a s c l a v e :

Biotecnología, agricultura moderna, neoliberalismo, neorregulación,

campesinado, Revolución Verde, paradigma tecnológico.

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda17.2013.04

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o rEgimE alimEntar nEolibEral E sua crisE: Estado, agroEmprEsas multinacionais E biotEcnologia

resumo A biotecnologia vem se construindo na forma tecnológica central desde a reforma

neoliberal do capitalismo nos anos 1980. A perspectiva do regime alimentar introduzida por

Friedman e McMichael (1980) antecipava a transição a um terceiro regime a partir do segundo,

que estava centrado no Estado-nação nos anos da segunda pós-guerra mundial. Este artigo

propõe uma caracterização do que chamamos de regime alimentar “neoliberal” para captar seus

componentes centrais dinâmicos: o Estado, que promove a neorregulação nacional e internacional

para impor a agenda neoliberal; as grandes agroempresas multinacionais (AEM), que são os

agentes econômicos cruciais do capitalismo global; e a biotecnologia, que conduz o paradigma

tecnológico da agricultura a uma nova etapa.

Palavras-chave:

biotecnologia; agricultura moderna; neoliberalismo; neorregulação; campesinato; Revolução

Verde; paradigma tecnológico.

thE nEolibEral food rEgimE and its crisis: statE, agribusinEss transnational corporations, and biotEchnology

abstract Biotechnology has become the central technological form in agriculture since the

neoliberal reformation of capitalism in the 1980s. The food-regime perspective introduced by

Friedmann and McMichael (1989) anticipated a transition to a third regime from the second,

nation-centred regime of the post-World War II years. This paper proposes a characterization

of what is called the “neoliberal” food regime to capture its central dynamic components: the

state, which promotes international and national neoregulation imposes the neoliberal agenda;

large agribusiness transnational corporations (ATNCs), now the crucial economic actors in global

capitalism; and biotechnology, the driver behind the modern agricultural paradigm.

Key words:

Biotechnology, modern agriculture, neoliberalism, neoregulation, peasantry, Green Revolution,

technological paradigm.

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EL R égi M En A Li M En TA R iO n EOLiBER A L y Su cR iSiS: ESTA DO, AgROEM PR ESA S Mu LTi nAciOnA LES y BiOT Ec nOLOgí A

g e r a r d o o t e r o

introducción

l os cultivos transgénicos, producto de técni-cas avanzadas de ingeniería genética basadas en el adN recombinante, empezaron a ser comercializados a mediados de los años noventa. desde mucho antes de su comerciali-zación, la biotecnología en general y los cultivos transgé-nicos en particular fueron enarbolados como tecnologías

milagrosas. si sólo se les diera una oportunidad, harían que los desiertos florecieran y que el mundo acabara con el hambre. la intensidad de estas aseveraciones no ha sido aminorada por el hecho de que muchos cultivos transgénicos ni siquiera están dirigidos al consumo humano directo. los cultivos transgénicos se venden en los mercados globales volátiles como materias primas para producir alimento para ganado, biocombustibles, aceite de cocina y edulcorantes, entre otros productos. Éstos son cultivados en gigantescas operaciones industriales de monocultivo (las cuales ascien-den a dos terceras partes de la producción alimenticia global cultivada con biotecnología), como la soya, el maíz (una cuarta parte de la producción global), el algodón y la colza.

El propósito de este artículo es presentar un resumen del régimen alimen-tario neoliberal y de su crisis. Si un régimen alimentario es la articulación de un conjunto de regulaciones y de instituciones que permiten que sea posible y estable la acumulación de capital en la agricultura, la crisis global inflacio-naria de los precios de los alimentos en 2008 es posiblemente una indicación de que las contradicciones de este régimen se encuentran ahora a la vista de todos. La crisis en los precios de los alimentos llegó después de casi cien años de un declive continuo de estos precios. Las clases populares, desde luego, son las más afectadas, y simultáneamente han salido beneficiados los principales comerciantes de granos, las agroempresas petroquímicas y los grandes super-mercados. Con el régimen alimentario neoliberal hemos pasado de una era de sobreproducción y precios bajos a otra de sobreproducción y volatilidad en los

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precios. Los monopolios han hecho su agosto extrayendo mayores ganancias a través del acaparamiento, la especulación y la financialización1. Si bien la biotecnología ha aumentado la actividad agrícola, la gama reducida de culti-vos que afecta es disputada por un pequeño grupo de agentes económicos con intereses variados y antagónicos. Este choque está en la raíz de la crisis; por lo tanto, este artículo presta particular atención al papel de la biotecnología. Para poder comprender lo que hay detrás de la crisis, debemos también desenredar los rasgos centrales del régimen alimentario neoliberal: ¿cuáles son sus factores dinámicos principales y cómo se podrían modificar para resolver la crisis de una manera progresista?

Tal y como lo hemos argumentado en otro lugar (Pechlaner y Otero, 2008 y 2010), tres de los factores dinámicos claves del régimen neoliberal de los alimentos son: 1) el Estado y la neorregulación, los cuales proveen el con-texto político legislativo y administrativo; 2) las agroempresas multinacio-nales, las cuales constituyen los actores económicos que lo impulsan; y 3) la biotecnología en cuanto forma tecnológica principal escogida para aumentar el rendimiento. En la siguiente sección se analizan los primeros dos factores, y luego se realiza un análisis de la biotecnología como la forma tecnológica principal. Arguyo que la biotecnología es la continuación del paradigma agrí-cola moderno, el cual comenzó con la revolución petroquímica, mecánica y de semillas híbridas en la década de los treinta del siglo XX. Este para-digma también ha sido llamado “agricultura industrial intensiva”. Presento un resumen de cómo la biotecnología ha sido utilizada para reconfigurar las estructuras agrarias latinoamericanas en el giro neoliberal. La tercera sección ofrece una descripción de las contradicciones económicas del régimen ali-mentario neoliberal y de cómo esta crisis global ha impactado a un grupo de países latinoamericanos. La inflación de los precios de los alimentos ha sido mucho más alta en Latinoamérica que en los países capitalistas avanzados. La sección final discute las consecuencias políticas de nombrar al régimen alimentario neoliberal y de su posible futuro.

El régimen alimentario neoliberal¿Cuál fue el régimen alimentario que surgió con el neoliberalismo en los años ochenta, y más específicamente desde el despliegue de los cultivos

1 Lafinancializaciónesuntérminoutilizadoendiscusionessobreelcapitalismofinancieroenlaépocaneoliberal,apartirdelosañosochentadelsigloXX.Suponequeelapalancamientofinancierotiendearestarvaloralcapital(equity)ylosmercadosfinancierostiendenadominarlaeconomíaindustrialylaagrícolatradicionales,invadidaspor la lógica especulativa.

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transgénicos a mediados de la década de los noventa? El neoliberalismo consiste en la postura ideológica y las prácticas que proponen que la mejor forma de lograr el bienestar humano se da mediante la liberación de las libertades y las destrezas empresariales individuales dentro de un marco institucional que se caracterice por sólidos derechos de propiedad privada, mercados libres y libre comercio (Harvey, 2005: 2). El discurso neoliberal ha sido hegemónico desde los años ochenta, hasta el grado de convertirse en el sentido común a partir del cual se interpreta, se vive y se entiende el mundo (Harvey, 2005: 3).

Uno de los argumentos centrales de David Harvey en su discusión del neoliberalismo es que se trata de un proyecto de la burguesía para restablecer su poder de clase. Dicho poder había disminuido en la época de la posguerra con el keynesianismo, por cuanto éste había conferido un mayor poder adquisitivo a las clases obreras durante esa época, tam-bién llamada fordismo. Aquí se trataba de generar tanto una producción masiva como un consumo masivo, lo cual produjo un juego de suma positiva: es decir, todas las clases involucradas tenían algo que ganar. La crisis del fordismo, sin embargo, obligó a la burguesía estadounidense, sobre todo, a buscar aumentar sus ganancias frente a sus competidores alemanes y japoneses mediante el abaratamiento de la mano de obra. Desde luego, los alimentos han sido siempre uno de los componentes principales de los costos de la mano de obra. Pero una marca del neoli-beralismo como proyecto de la clase burguesa ha sido también reducir el poder organizado de las clases obreras. Esto se logró en gran medida por la transferencia de gran parte de la producción manufacturera del norte de Estados Unidos hacia el sur de ese país y hacia países con bajos sala-rios como México y China. Además, se ha dado una recomposición de la propia burguesía, con la fusión de capitales manufactureros, comerciales y financieros (Harvey, 2005: 31-36). Como propone Harvey, las políticas de “divide y vencerás” de las clases dominantes se tienen que confrontar con una alianza política de las izquierdas interesadas en recuperar los poderes locales de autodeterminación (2005: 203). Esto se aplica central-mente en la producción de alimentos, que constituyen una parte elemen-tal en la reproducción de las clases populares.

Un buen punto de partida para abordar la pregunta de cómo caracte-rizar la agricultura posterior a los años ochenta, entonces, es la perspec-tiva del régimen alimentario, tal y como la conceptualizaron Harriet Fried-mann y Philip McMichael (1989). Un régimen alimentario es una dinámica temporalmente específica en la economía política global de los alimentos.

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Se caracteriza por estructuras, normas institucionales particulares y reglas no escritas acerca de la agricultura y de los alimentos que están circunscri-tas geográfica e históricamente. Estas dinámicas se combinan para crear un “régimen” cualitativamente distinto de las tendencias de acumulación de capital en los sectores agropecuario y de alimentos. Dichas dinámicas encuentran su durabilidad en la conexión internacional entre la producción agroalimenticia y las relaciones de consumo, de acuerdo con las tendencias de acumulación de capital global más generales. Friedmann y McMichael identifican dos regímenes alimentarios claramente demarcados: el pri-mero, el régimen de colonización, que emergió con la hegemonía británica desde finales del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial, estaba basado en la expansión de la frontera agrícola para la acumulación de capital, pues la agricultura moderna todavía no estaba presente. El segundo régimen ali-mentario, dominado por Estados Unidos, surgió después del período tran-sicional entre la Primera y la Segunda Guerra mundiales y duró hasta los años setenta. Este segundo régimen alimentario estaba basado en el para-digma de la agricultura moderna apoyada en petroquímicos, maquinaria y semillas híbridas que generaban un superávit productivo. Cada régimen de alimentos ha estado basado en relaciones comerciales internacionales relativamente estables (aunque típicamente desiguales) y se ha apoyado en éstas, y ha estado asociado con un paradigma tecnológico específico, tal y como se discute más abajo.

Philip McMichael (2005) ha propuesto que un tercer régimen ali-mentario surgió después de la crisis del fordismo en Estados Unidos. Cen-tral para el segundo régimen alimentario, el fordismo era un régimen de acumulación que se enfocaba más que todo en las economías naciona-les, en la producción y el consumo masivo y el Estado de bienestar. Su crisis llevó a intentar extender la acumulación de capital más allá de las fronteras nacionales hacia una escala global. El tercer régimen alimenta-rio está basado, por lo tanto, en un proyecto político global. McMichael argumenta que su tensión central yace entre la globalización de la agri-cultura empresarial y los movimientos de oposición informados y basa-dos en principios de soberanía alimentaria y en un enfoque nacional para la agricultura. Esta caracterización refleja, sin embargo, una perspectiva bastante general de la escuela de la regulación (l’école de la régulation) y de la teoría del sistema-mundo, en la cual estaba arraigada la perspectiva del régimen alimentario. Esta visión macro produjo críticas de otros aca-démicos con respecto al estructuralismo de la perspectiva del régimen alimentario original (Goodman y Watts, 1994) y sugirió la necesidad de

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una investigación más matizada y de un análisis de nivel medio (Bonanno y Constance, 2001 y 2008). Por ejemplo, si bien la perspectiva de McMi-chael reconoce el papel del Estado, especialmente en países capitalistas avanzados, a la hora de mantener los subsidios para sus agriculturas, ésta hace demasiado énfasis en las empresas como principales beneficiarias del régimen alimentario, y en la resultante dependencia del Sur. La for-mulación de McMichael deja claro que los mercados se construyen polí-ticamente por medio de los Estados, como miembros de la Organización Mundial del Comercio. Esto significa, a su vez, que los Estados están suje-tos a la resistencia de movimientos de oposición, los cuales son parte de la dialéctica y transformación de los regímenes alimentarios.

El problema es que el análisis de McMichael se refiere a la economía a escala mundial, así que mi objetivo es proveer una enmienda amistosa que introduzca ciertos matices para la escala nacional del análisis, pues éste es el punto en el cual se implementa cualquier programa de soberanía alimentaria.

Si bien no hay duda alguna de que las grandes empresas multinaciona-les se han convertido en los agentes económicos dominantes, especialmente después del giro neoliberal de la década de los ochenta –con su concomitante disminución del bienestar social–, sostengo que debemos seguir ilustrando explícitamente el papel específico del Estado. En contraste con la caracteriza-ción de “Régimen alimentario empresarial (corporate)” (McMichael, 2005 y 2009), prefiero llamarlo “régimen alimentario neoliberal” (Pechlaner y Otero, 2008 y 2010). Esta caracterización tiene en cuenta las luchas y resistencias en el ámbito del Estado nacional y en el local o doméstico. Lo anterior contrasta, por ejemplo, con la preeminencia que McMichael le otorga a un movimiento social particular: Vía Campesina. Es verdad que ésta es la organización social de base más importante, cuya lucha se ubica en la escala transnacional. Lo que debemos reconocer, sin embargo, es que las luchas de las organizaciones que son parte de Vía Campesina están firmemente arraigadas en la escala nacio-nal (Desmarais, 2007 y 2008): los objetivos de su lucha son principalmente sus Estados nacionales y la participación del Estado tanto al nivel de la legislación local como al nivel de las regulaciones internacionales promovidas y promulga-das por organizaciones supraestatales.

Si bien Vía Campesina y sus organizaciones afiliadas han sido bastante exitosas a la hora de contener las negociaciones de la Ronda de Doha de la Organización Mundial del Comercio, cuyo objetivo central era proseguir con la liberalización del comercio agrícola, este sector ya estaba considera-blemente liberalizado, debido a la aceptación previa de las rondas de Uru-guay de la Organización Mundial del Comercio en 1993. El alcance que esta

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liberalización ha logrado en cada uno de los sectores agrícolas de los países depende, sin embargo, de la interacción entre los Estados y las movilizacio-nes y resistencias domésticas.

Por lo tanto, no se trata simplemente de que el “Principio fundamental”, con el movimiento del segundo al tercer régimen alimentario, se haya despla-zado del Estado hacia el mercado, tal y como lo plantea McMichael (2009). Más bien, el Estado continúa teniendo un papel central, incluso si ha cambiado para favorecer el predominio de las agroempresas multinacionales (AEM) en la producción y distribución de alimentos (incluidas las grandes cadenas de supermercados). Además, “el mercado” no existe como abstracción; está cons-tituido en gran parte por Estados que también despliegan unas mínimas reglas del juego del mercado y legislan, entre otras cosas, los derechos de propiedad intelectual, los cuales son fundamentales para el desarrollo de la biotecnología. Por lo tanto, bajo el neoliberalismo, el aparato estatal, en efecto, ha contraído y recortado programas sociales. En este sentido, hay una crisis del Estado social progresista. Pero el Estado continúa siendo un actor central a la hora de faci-litar el dominio de las grandes agroempresas. Los elementos más dinámicos del régimen alimentario neoliberal que se discuten en este artículo son, por lo tanto, el Estado –el cual promueve la mejor regulación, una serie de acuerdos internacionales y de legislación nacional que impone la agenda neoliberal–, las grandes agroempresas multinacionales –las cuales se han convertido en los actores económicos centrales– y la biotecnología –en cuanto forma prin-cipal tecnológica que continúa y acentúa el paradigma moderno de la agricul-tura contenido en la Revolución Verde previa–. Los supermercados son otros impulsores clave del régimen alimentario neoliberal, pero no se discuten aquí (Reardon et al., 2003; Brunn, 2006; Burch y Lawrence, 2005 y 2007). Pasemos entonces a los dos primeros elementos dinámicos.

El Estado y la neorregulaciónDado el papel clave que tiene el Estado nacional a la hora de promover el nuevo conjunto de políticas y regulaciones asociadas con el globalismo neoliberal, uso el término neorregulación, en vez de desregulación, tal y como es común en la literatura sobre el régimen alimentario y en otras literaturas (Ó Riain, 2000; Weiss, 1997). A pesar de la retórica del libre comercio, el Estado estadouni-dense se ha esforzado por coordinar políticas y regulaciones para facilitar el desarrollo de su industria biotecnológica (Kloppenburg, 1988a; Kenney, 1986). Si bien las AEM se han convertido en los actores económicos principales en la producción y en la diseminación de insumos (véase la siguiente sección), este incremento del dominio tuvo lugar en la estrecha asociación de estas agroem-

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presas con el Gobierno estadounidense, a través del Departamento de Agricul-tura y de las universidades con dotaciones de terrenos (Land-Grant Universi-ties), fuertemente financiadas por el Estado tanto en el ámbito federal como estatal. Estas últimas produjeron ciencia con fondos públicos, y las empresas privadas desarrollaron los insumos para la agricultura moderna, incluida la biotecnología (Pavitt, 2001). El Estado estadounidense también fue muy activo a la hora de presionar a otros Estados para homogenizar las leyes de patentes, de modo que sus compañías biotecnológicas tuvieran una mejor protección de los derechos de propiedad intelectual en la economía global.

El apoyo gubernamental o público no ha estado limitado sólo a la finan-ciación de la investigación y el desarrollo. Ha incluido la expedición de nuevas políticas y legislaciones para proteger los derechos de propiedad intelectual, tal y como será discutido más abajo. Si bien los agricultores estadounidenses tam-bién participan en esta alianza, éstos nunca tuvieron un rol determinante con respecto a las tecnologías que habrían de ser introducidas; ellos fueron simple-mente recipientes de innovaciones tecnológicas que respondían a la lógica de maximización de ganancias de las AEM (Pechlaner, 2012).

Aunque existen otros acuerdos internacionales relevantes para las bio-tecnologías agrícolas, a la fecha, el organismo regulador supranacional más significativo sigue siendo la Organización Mundial del Comercio (OMC). La agricultura ha tenido un rol prominente en las negociaciones de la OMC desde que reemplazó y absorbió el Acuerdo General de Tarifas y Aranceles (GATT, por su sigla en inglés), en 1995 (Pechlaner y Otero, 2010). La cues-tión de reducir la distorsión del comercio en la agricultura se ha convertido en un punto cada vez más importante en las subsecuentes rondas de nego-ciación. Las negociaciones no han avanzado, sin embargo, ya que los países en vías de desarrollo argumentan que, hasta la fecha, los acuerdos hechos apoyan las prácticas proteccionistas de países desarrollados como Estados Unidos, mientras que los objetivos del “desarrollo” se han abandonado. No obstante, un grupo de acuerdos logrados durante las rondas de negociacio-nes de Uruguay del GATT (1987-1993) han tenido un impacto significativo en la neorregulación de la biotecnología agrícola. Los más notables son el Acuerdo de medidas sanitarias y fitosanitarias (AMSF) y el Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC [o en inglés, TRIPS]), cuyas implementaciones comenza-ron en 1995, al tiempo que la OMC (Pechlaner y Otero, 2010).

El punto más relevante para nuestra discusión aquí es que los Estados continúan siendo medios centrales en el despliegue de la neorregulación bur-guesa y de las políticas que implementan su proyecto neoliberal. Sin importar

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si sus pueblos están a favor o no de participar en acuerdos supraestatales o de legislaciones en países en desarrollo, los Estados han sido los actores clave en la implementación de la neorregulación. James Klepek (2012) documenta un con-traejemplo de Guatemala, en donde, gracias a la movilización popular, se han resistido a aspectos de la neorregulación: Guatemala ha sido capaz de resis-tirse a la adopción del maíz transgénico, dada la gran biodiversidad de maíz existente dentro de sus fronteras. Tal resistencia viene de abajo, en la forma de movimientos sociales campesinos e indígenas y sus aliados ambientalistas. Al contrario, Elizabeth Fitting (2008 y 2011) ha mostrado que la red contra el maíz transgénico en México ha movilizado un simbolismo similar alrededor del maíz. Ha acaparado tanta cobertura mediática internacional y participación de ONG transnacionales porque es el primer caso de “contaminación genética” en el centro originario del cultivo (véase también McAfee, 2008). Aun así, la neorregulación se ha expandido en México fácilmente y el maíz transgénico estaba por desplegarse comercialmente desde principios de 2013.

Hasta 2006, el caso brasileño era emblemático de un Estado que se había resis-tido a la comercialización de la soya transgénica durante años (Jepson, Brannstrom y De Souza, 2008; Hisano y Altoé, 2008). Por último, debido a la presión de grandes terratenientes que, de hecho, habían estado ingresando ilegalmente semillas trans-génicas desde Argentina, y a la influencia política de Monsanto, el gobierno de Lula cedió en 2006 a esta presión de grandes actores económicos. Sorpresivamente, sin embargo, los grandes terratenientes, en un momento dado promotores de la lega-lización y de la adopción de los cultivos transgénicos (Herring, 2007), ventilaron protestas contra la dependencia de Monsanto, una de las AEM más importantes del mundo: tal dependencia se ha convertido en una desventaja económica, pues Monsanto se queda con la mayor parte de las ganancias. Karine Peschard (2012) documenta esta resistencia de la burguesía agraria fuertemente tradicional de Bra-sil. Habrá que ver si el Estado brasileño revierte la neorregulación, en vista de estas nuevas presiones desde una fracción importante de su clase dominante.

La pregunta que se plantea para las clases populares en América Latina respecto del Estado es la siguiente: ¿En qué medida se pueden aprovechar sus contradicciones para promover un proyecto alternativo al neoliberal y con carácter popular-democrático? Lo que se ha presenciado a escala continen-tal es que lo que había anticipado Karl Polanyi (1944) en su trabajo seminal The Great Transformation fue un “movimiento doble” entre la liberalización mercantil y la defensa protectora de la sociedad. Es decir, el gran movimiento hacia la liberalización del mercado que afectó los fundamentos de las clases trabajadoras a la vuelta del siglo XX fue seguido por un contramovimiento para proteger a la sociedad. Dicha defensa se dio a partir de los sindicatos obreros y

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de la intervención del Estado. El primer gran movimiento de liberalización del mercado estuvo centrado en Reino Unido, al iniciarse el siglo XX, seguido por revoluciones sociales en varias partes del mundo (Wolf, 1969). El segundo gran movimiento liberalizador se dio a partir del neoliberalismo, impulsado desde los años ochenta. Para fines de los años noventa, y sobre todo a principios del siglo XXI, varios países latinoamericanos han elegido gobiernos autodenomi-nados de izquierda (Barret, Chávez y Rodríguez Garabito, 2008; Cameron y Hershberg, 2010; Levitsky y Roberts, 2011). Si bien dichos gobiernos varían en el grado en que han tratado de trascender el neoliberalismo, por lo menos demuestran que las clases populares tienen ciertas capacidades políticas con-testatarias. Éste es el supuesto bajo el cual planteamos la posible viabilidad del programa de soberanía alimentaria en la región.

Agroempresas multinacionales (AE M)Cinco compañías agroquímicas dominan la producción y el desarrollo de pro-ductos biotecnológicos, mientras que sus clientes son, en primer lugar, agricul-tores de mediana o gran escala, bien dotados de capital y cuya lógica principal de producción está regida por el impulso de generar ganancias. Tal y como McMichael individualmente ha caracterizado el tercer régimen alimentario, las agroempresas son el actor económico central. Pero los Estados han regu-lado los mercados, incluso si esa regulación se ha configurado para el benefi-cio de las agroempresas. Por ello, las agroempresas, en cuanto rasgo explícito del régimen alimentario neoliberal, han llegado a dominar tales mercados: el número de agroempresas integradas horizontal y verticalmente que dominan la producción agrícola es cada vez más limitado. Esta estructura concentrada de mercado –oligopólica– presiona a los productores frente a un puñado de vendedores de insumos, procesadores y minoristas, y además limita las opcio-nes del consumidor (Hendrickson y Heffernan, 2007). Tal y como lo enunció aguda y sucintamente el US Agribusiness Accountability Initiative (AAI) (Ini-ciativa para la rendición de cuentas de la agroindustria estadounidense):

este sistema [el controlado por las aeM] no les funciona a los agricultores. el poder de las grandes agroempresas tanto en el momento de comprar como en el de vender significa que los agricultores tienen cada vez menos control sobre lo que producen, sobre la manera en que producen, sobre dónde pue-den vender y qué precio pueden pedir. el sistema tampoco es bueno para los consumidores ni para las comunidades rurales: a todos nos afecta cuando la agroindustria presiona a la economía rural o les da más relevancia a las ganancias que a factores ambientales o de salud o a valores comunitarios o a un pago justo. (aai, sin fecha: 1)

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Además, la ubicuidad de las AEM en el sistema agroalimentario es importante no sólo con respecto a su influencia en la neorregulación sino también con respecto a su habilidad para desviar la resistencia a cualquier rasgo socialmente no deseado del nuevo régimen, como puede ser lo que algunos grupos consideran respecto a las biotecnologías agrícolas. La ausencia de etiquetado para el contenido de productos manipulados gené-ticamente en Norteamérica es uno de estos puntos. Se podría argüir que los agricultores de todas las clases, incluida la burguesía agraria, han sido subsumidos bajo el capital agroindustrial.

Biotecnología, agricultura moderna y neoliberalismoLa revolución biotecnológica coincidió con la reforma neoliberal del capi-talismo, y, por ello, exacerbó y profundizó los efectos socioeconómicos de la revolución agrícola previa en América Latina, la llamada “Revolución Verde” (1940-1970). Según la definición de la Agencia Canadiense de Ins-pección de Alimentos, el término “‘biotecnología moderna’ se usa para dis-tinguir las aplicaciones recientes de la biotecnología, tales como la ingenie-ría genética y la fusión celular, de los métodos más convencionales, como pueden ser el cultivo o la fermentación” (CFIA, 2012. Énfasis en el original). De acuerdo con la misma fuente, por ejemplo, “mutagénesis” supone “el uso de métodos para cambiar f ísicamente o ‘mutar’ la secuencia genética, sin añadir ADN de otro organismo”. Hago énfasis en las semillas transgénicas, lo cual supone la introducción de material genético extraño en las varie-dades de plantas, pero reconozco que hay otras formas de biotecnología moderna que no involucran tal alteración genética.

La Revolución Verde fue la encarnación de lo que había surgido antes en la forma del paradigma agrícola moderno en Estados Unidos. El paradigma tec-nológico de la agricultura moderna involucra un paquete específico de insumos compuesto por variedades de plantas híbridas o de alto rendimiento, mecaniza-ción, pesticidas y fertilizantes agroquímicos e irrigación. La Revolución Verde “es el nombre adoptado por este paquete tecnológico cuando es exportado a los países en vías de desarrollo. Si bien la Revolución verde técnicamente comenzó en México en 1943, con un programa que promovía las variedades de trigo de alto rendimiento” (Hewitt de Alcántara, 1978), su origen y desarrollo inicial se ubicaron en la agricultura de Estados Unidos, que empieza en la década de los años treinta del siglo XX (Kloppenburg, 1988a). La exportación de este paquete pronto se convirtió en el “paradigma tecnológico” para la agricultura moderna a lo largo del siglo XX (Otero, 2008).

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La Revolución Verde ha sido llamada el “paradigma” tecnológico (Otero, 2008), ya que el espectro de soluciones a los problemas de la producción agrí-cola tiende a ser resuelto con base en una pequeña variedad de opciones dise-ñadas por este paradigma. En analogía con el “paradigma científico” de Thomas Kuhn, Giovanni Dosi (1984) sugirió que los paradigmas tecnológicos se mue-ven acorde a las trayectorias tecnológicas formadas por la solución “normal” de los problemas. Tales paradigmas tecnológicos no sólo seleccionan ciertas solu-ciones, sino que también excluyen soluciones que no pertenecen al paradigma. El paradigma tecnológico, por lo tanto, define tanto las agendas de investiga-ción y de desarrollo como las tecnologías que están siendo excluidas por este campo de visión, y la imaginación tecnológica de los ingenieros y, en nuestro caso, los fitomejoradores de plantas e investigadores agrícolas. Se debe resaltar aquí que no se trata de un determinismo tecnológico. En vez de simplemente responder a una necesidad social, quienes promueven tecnologías particulares son en su mayoría los científicos y los tecnólogos, las instituciones, incluidas las agroempresas, y los diseñadores de políticas públicas.

Los problemas que surgen en la agricultura muy probablemente serán resueltos según las líneas determinadas por esta trayectoria tecnológica. Otras nuevas tecnologías que surgieron en los años noventa, como el cultivo de alta precisión basado en GPS, por ejemplo, también han sido concebidas para opti-mizar el uso de “la agricultura industrial intensiva”, compuesta en su mayor parte por “fertilizantes químicos, pesticidas sintéticos, mecanización a gran escala basada en tractores, variedades de plantas genéticamente uniformes, de alto rendimiento y que responden a los fertilizantes” (Wolf y Buttel, 1996: 1270). Los monocultivos y los cultivos a gran escala también se han conver-tido en rasgos clave de la agricultura moderna. No es sorprendente entonces que la aplicación de productos químicos agrícolas se haya incrementado de un modo significativo con la difusión de este paradigma desde su lugar de origen, Estados Unidos, hacia la mayoría de las regiones del mundo que practican la agricultura capitalista. Tampoco debería sorprender que las AEM involucradas en su producción se hayan convertido en los actores económicos dominantes en la agricultura mundial, como se muestra arriba.

¿De qué manera hace parte la biotecnología del paradigma tecnológico de la agricultura moderna? Desde su inicio, en la etapa de laboratorio de los años ochenta, quienes la proponían describían la biotecnología agrícola, en gene-ral, y la ingeniería genética, en particular, como herramientas potentes para el desarrollo sostenible y como un esfuerzo para eliminar el hambre mundial, la inseguridad alimentaria y la desnutrición. Es bien sabido que estos problemas se concentran desproporcionadamente en los países en vías de desarrollo, los

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cuales también tienen una mayor proporción de su población dedicada a la agricultura. Pero el perfil tecnológico de la agricultura moderna se concentra más que todo en la mejora de la productividad de las operaciones a gran escala: aquellas que están altamente especializadas en un solo cultivo y son muy inten-sivas en el uso de capital, y no tanto de mano de obra. En comparación con este modelo y sesgo productivo y tecnológico, por lo tanto, la mayoría de los cultivadores campesinos y pequeños agricultores en países en vías de desarro-llo han sido considerados como “ineficientes”: simplemente no cuentan con la capacidad financiera para adoptar el modelo de la agricultura moderna.

Según los cálculos de la Organización de las Naciones Unidas para la Ali-mentación y la Agricultura (FAO), entre veinte y treinta millones de campesinos fueron desplazados por las nuevas políticas y las nuevas tecnologías durante los años noventa (Araghi, 2003). Algunos de estos campesinos se transforma-ron en trabajadores asalariados de fincas grandes y capitalizadas, mientras que muchos otros se unieron a los desempleados. Muchas de estas personas han contribuido a la creciente tendencia de migración interna e internacional, sepa-rándose de sus comunidades y de sus familias permanentemente o durante pro-longados períodos. Por ello, Castells y Miller (2003) han llamado al capitalismo neoliberal “la era de la migración”. En México, por ejemplo, cientos de miles de personas pasaron a ser redundantes para la agricultura (Corona y Tuirán, 2006), mientras que el resto de su macroeconomía era incapaz de absorberlos (Otero, 2006 y 2011). Como resultado, México se convirtió en la nación número uno en migración internacional: entre 2000 y 2005, México expulsó a dos millones de personas, en su mayoría hacia Estados Unidos pero crecientemente hacia Canadá (González y Brooks, 2007). En comparación, según datos del Banco Mundial, China e India enviaron a menos migrantes al exterior durante este período, incluso aunque son diez veces más grandes que México en cuanto a población (González y Brooks, 2007). El consenso creciente de por qué México ha expulsado a tantos migrantes es que su Gobierno ha tenido una de las polí-ticas neoliberales más agresivas en todo el mundo (Otero, 2011; Cypher y Del-gado-Wise, 2010; Moreno-Brid y Ros, 2009; Otero, Pehchlaner y Gürcan 2013).

Las reformas neoliberales que comenzaron en la década de los ochenta tuvieron consecuencias profundas, muchas de las cuales fueron negativas para los sectores agrícolas de América Latina. El preámbulo ideológico de estas reformas lo constituye lo que ha sido llamado el globalismo neoli-beral (Otero, 2006 y 2008). Esta ideología denigra la intervención estatal y glorifica al sector privado y al libre comercio, y surge durante las admi-nistraciones casi simultáneas de Margaret Thatcher, en Reino Unido, y de Ronald Reagan, en Estados Unidos. Para América Latina, la liberalización

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económica generalmente suponía el fin de las políticas proteccionistas uni-laterales, la apertura de los mercados agrícolas, junto con la reducción o eliminación de aranceles y de permisos de importación, la privatización o el desmantelamiento de las agencias gubernamentales de crédito rural, la infraestructura, el mercadeo o la asistencia técnica, el fin o la revocación de reformas agrarias, y/o la reorientación de políticas alimentarias centradas en mercados domésticos hacia la economía agrícola orientada a la expor-tación. No obstante, la reforma neoliberal se implementó en la agricultura de países capitalistas avanzados sólo de manera parcial, puesto que éstos continúan subsidiando y protegiendo sus sectores agrícolas con miles de millones de dólares cada año, poniendo a los productores latinoamericanos en una gran desventaja competitiva.

El “globalismo neoliberal” es considerado una ideología, en el sen-tido de que el pensamiento y las políticas asociadas a él no son inevita-bles. Pueden ser modificados bajo una perspectiva distinta, la cual debe ser reforzada por fuerzas políticas y sociales alternativas, tales como los movimientos sociales de base que exigen que los Estados implementen programas de soberanía alimentaria.

¿Cuál es entonces el problema con el dominio emergente de las AEM, si éstas pueden producir alimentos de manera más eficiente para una pobla-ción creciente? ¿O acaso en verdad pueden hacerlo? Durante milenios, los campesinos han sido los directamente responsables de la preservación de la gran diversidad biológica vegetal. De hecho, dados los caprichos de la naturaleza, los países en vías de desarrollo poseen la más grande diversidad biológica vegetal en el planeta (Fowler y Mooney, 1990), así como los pro-blemas más graves de erosión de suelos y degradación ecológica (Montgo-mery, 2007), algunos de los cuales están relacionados con el calentamiento global, creado en gran parte por los países capitalistas desarrollados desde el inicio de la Revolución Industrial (Foster, 2000 y 2009; Jarosz, 2009). En palabras de Sreenivasan y Christie, “toda la biodiversidad es más rica en el sur que en el norte […] Esto es cierto tanto para la biodiversidad agrícola como para la diversidad silvestre o biológica” (2002: 1).

Los agricultores intensivos y con alta capitalización no pueden preser-var la diversidad biológica, dado el sesgo hacia los monocultivos de la agricul-tura moderna, a favor de las variedades de plantas transgénicas o híbridas de alto rendimiento. Es decir, para que los grandes productores puedan seguir presentes en el mercado, deben especializarse, dedicando grandes áreas de tierra a una única variedad de cultivo. Es irónico que los fitomejoradores, quienes requieren la diversidad vegetal como materia prima para mantener

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el proceso de mejoramiento de los cultivos, dependan de la disponibilidad de la diversidad genética vegetal que los pequeños campesinos conservan. Es en estos materiales donde los fitomejoradores encuentran los rasgos deseables para mejorar los cultivos. Si los campesinos desaparecen, por lo tanto, la misma suerte le espera a la materia prima en el futuro fitomejora-miento (Fowler y Mooney, 1990; Kloppenburg, 1988b). Combinada con el globalismo neoliberal, la biotecnología agrícola sólo puede exacerbar las tendencias hacia la polarización social y la degradación ecológica, dada su pertenencia al paradigma de la agricultura moderna.

Más allá de las preocupaciones ecológicas, la lógica de producción de la agricultura moderna contrasta con la de los campesinos y pequeños productores mercantiles, que son parte de la pequeña producción mercantil simple. En vez de producir para generar ganancias, los pequeños agriculto-res orientan su producción hacia el autoconsumo y hacia la producción de mercancías para los mercados locales, regionales y nacionales. Por defini-ción, el productor mercantil simple se contenta con producir valores de uso de calidad para el consumo humano que generan rendimiento suficiente para la reproducción simple de sus unidades domésticas. Tal producción puede ocasionalmente generar ingresos que superan las necesidades de la reproducción simple. En este caso, tales ingresos pueden contribuir a la mejora de sus estándares de vida o incluso a la cimentación de las condi-ciones de su aburguesamiento, que implicaría una reproducción ampliada, basada en la contratación de fuerza de trabajo asalariada. La mayoría de las veces, sin embargo, los pequeños agricultores se encuentran cerca del nivel de supervivencia económica, dadas las presiones estructurales bajo las cua-les operan (Chayanov, 1974; Wolf, 1966; Otero, 2004). La Unión Europea considera el apoyo a pequeños productores mercantiles como una manera de preservar el medioambiente, reconociéndoles así, en un nivel institucio-nal, sus servicios ecológicos.

El punto aquí es trascender una vía dicotómica de clasificar a los pro-ductores agrícolas. Tal y como lo he argumentado en otro lugar (Otero, 1998 y 2004), existe la posibilidad de que los pequeños productores mercan-tiles se conviertan en empresarios campesinos, incorporándose de manera exitosa a los mercados modernos. Sus propiedades son fincas familiares de agricultores cuyas actividades pueden incluir los monocultivos dirigidos a la exportación, así como la agricultura combinada orientada hacia los merca-dos locales, regionales e, incluso, nacionales. Estos productores claramente forman parte del mercado y no se dedican sólo al autoconsumo, si bien no constituyen agroempresas capitalistas. Van der Ploeg (2008) también ha

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postulado una categorización tripartita de los productores agrícolas, en la cual incluye la categoría “agricultura empresarial” entre la agricultura cam-pesina y la capitalista. Los agricultores empresariales tal vez son los más indicados para comprometerse con un programa de soberanía alimentaria, puesto que también puede ser ecológicamente sostenible. Su producción está orientada hacia el mercado, pero su lógica de producción sigue estando imbuida de una economía moral (Van der Ploeg, 2008: 140), de reproduc-ción simple. En esta economía moral, el mercado, sin duda, representa un contexto continuo y severo, y sólo unos pocos “ganarán”. Debido a que el campesinado empresarial se contenta con recuperar los costos y ganar lo equivalente a un salario autoatribuido, no obstante, sus cifras podrían ser mucho mayores que si sólo prevalecen los productores capitalistas. Es decir, aquéllos sólo buscan una reproducción simple (para el reemplazo de sus medios de producción y fuerza de trabajo), mientras que los capitalistas requieren también la ganancia para la acumulación de capital

En cambio, los agricultores capitalistas deben, en primera instan-cia, producir valores de cambio basados en trabajadores asalariados, para uso humano o no humano. Su principal objetivo es producir una ganancia que va más allá de las necesidades de reproducción simple, para así seguir siendo competitivos (Van der Ploeg, 2008: 2). Por ello, mientras los agri-cultores capitalistas también deben operar bajo un modo de supervivencia económica continua como capitalistas, su lógica productiva les permite –en efecto, los obliga– mirar más allá de la producción de valores de uso para el consumo humano. A medida que las AEM incrementan su dominio sobre la investigación y producción agrícolas, se exacerba igualmente la promoción de explotaciones agrícolas capitalistas. Por tanto, el valor de cambio y la lógica de la ganancia han pasado a prevalecer, ya sea para producir alimen-tos o biocombustibles (Bello, 2009: 15).

El modo capitalista de producción de cultivos de alimentos no es, por ello, el más adecuado para satisfacer las necesidades humanas, y tam-poco es el más sostenible en términos ecológicos o sociales. No obstante, la inflación de precios de los alimentos a escala global que empezó en 2007 desencadenó un retorno a la retórica que pone toda su fe en la biotecnología y en los transgénicos. Esta tecnología es vista una y otra vez como la solu-ción necesaria para la crisis alimentaria (Paarlberg, 2008, Lee, 2008; Har-vey y Parker, 2008, y). De acuerdo con esta perspectiva, el hambre mundial puede ser erradicada en los países pobres sólo con mayores rendimientos, cultivos más eficientes y menos costosos, y presuntamente los transgéni-cos pueden volver realidad esta promesa. Un observador particularmente

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implacable argumentó que sería criminal dejar de lado la esperanza que la biotecnología les ofrece a las personas desnutridas del mundo (Lomborg, 2009). Los críticos de la posición de que la biotecnología ofrece soluciones para los pobres en el mundo, sin embargo, han multiplicado sus voces con investigaciones empíricas desde las ciencias sociales (Glover, 2010a, 2010b, 2010c y 2010d; Hisano, 2005; Jansen y Gupta, 2009; Scoones, 2002 y 2008).

La idea según la cual podemos solucionar la crisis de alimentos sim-plemente mediante el incremento de la producción es problemática, en un mundo donde el hambre está presente en medio de la plenitud: el mundo produce suficiente comida para todos en el planeta pero los hambrientos sencillamente no la pueden costear. El asunto esencial es de inequidad y de falta de acceso a los alimentos, y no una cuestión de no poder producir la suficiente cantidad. Desde la década de los sesenta el mundo ha visto una reducción en el número de personas afectadas por las hambrunas, incluso a pesar de que el número de personas con inseguridad alimentaria ha crecido sin parar. Tenemos entonces el fenómeno según el cual la obesidad se com-bina con la hambruna a una escala planetaria (Patel, 2007). La importación de cultivos transgénicos producidos a bajo costo no ayudó a proteger a los mexicanos de los altos precios del maíz, una vez que la crisis los golpeó, debido a las desigualdades existentes en México: cuando la inflación del precio del maíz fue de 15% en diciembre de 2007, el consumo cayó un 30% (Notimex, 2009).

Sin importar cuál sea el nivel de adopción de los cultivos transgénicos en México o en otros países de América Latina, es dudoso que esto ayude a alimentar su población. Al contrario, durante cada ciclo agrícola, las AEM venden desde Estados Unidos sus semillas a agricultores, siempre como parte de un paquete tecnológico que incluye herbicidas y otros agroquími-cos, y todo bajo contrato (Peschard, 2012). La adopción más directa de los cultivos transgénicos conduce a una mayor dependencia de las importacio-nes de insumos intensivos en el uso de capital, lo que disminuye la demanda de mano de obra y, por lo tanto, amenaza a la agricultura campesina. Esta tendencia sólo incrementará los efectos de polarización social desencade-nados por la Revolución Verde (Pearse, 1980; Hewitt de Alcántara, 1978) y conllevará una mayor expulsión de trabajadores del campo (Otero, 2011; Cypher y Delgado-Wise, 2010).

Quienes adoptan cultivos transgénicos para producir soya o maíz con miras a la exportación, lo cual puede ser más lucrativo que el mercado domés-tico en América Latina, son los agricultores de gran escala con considerables recursos de capital. La agricultura de exportación ocupará, por supuesto, tierra

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cultivable que podría ser usada en la producción de alimentos para el mercado doméstico. Es por ello que encontramos la paradoja argentina a inicios del siglo XXI (Teubal, 2008): habiendo sido el segundo exportador de soya en el mundo después de Estados Unidos (hasta que fue desplazado por Brasil), y uno de los exportadores agrícolas más grandes del mundo, tuvo sin embargo un creci-miento considerable en el número de personas hambrientas.

Si bien la agricultura campesina no es altamente productiva en térmi-nos económicos, es decir, en cuanto a la generación de rendimiento para los productores, por lo menos puede producir alimentos y subsistencia para aquellos que dependen de ella para su vida, para mercados locales, regiona-les y nacionales. Por otro lado, los campesinos tienen escasas oportunidades de trabajos alternativos en una economía que no ofrece un empleo con un pago suficiente o adecuado a migrantes urbanos, ni tampoco los derechos o la dignidad a los migrantes internacionales (Cypher y Delgado-Wise, 2010; Otero, 2011). Por lo tanto, la sustitución de la agricultura campesina por la agricultura capitalista orientada hacia la exportación fuerza a muchos en la población rural a depender de las remesas de dólares de parientes migrantes y, por consecuencia, incrementa la inseguridad alimentaria al nivel familiar, incluso si la producción agrícola total de la nación se viese incrementada. Además de producir para la subsistencia, los campesinos le ofrecen gratui-tamente a la sociedad el servicio de conservación biológica de variedades vegetales, puesto que no se enfocan en los monocultivos como lo hacen los cultivadores a gran escala (Bartra, 2006).

Las tendencias de polarización social producidas por la Revolución Verde, y luego por la biotecnología y la reforma neoliberal, fueron exacer-badas con la crisis de la inflación en los precios de los alimentos de 2007-2008, la cual resurgió en 2010-2011. Al excluir un proceso de innovación tecnológica que viniese desde abajo, que se alimentara de las necesidades reales de los pequeños agricultores, la reacción de algunas instituciones supraestatales como el Banco Mundial ha sido la promoción de la agricul-tura industrial (Akram-Lodhi, 2012). Basada en la necesidad de obtener ganancias, dicha estrategia a duras penas puede ayudar a mitigar la crisis alimentaria. Varios estudios han mostrado los límites de la biotecnología promovida por las AEM, incluidos las grandes dudas acerca de su compor-tamiento económico efectivo, la fuerte tendencia a favorecer a las AEM y los limitados beneficios para los productores a pequeña escala o para los hambrientos (Friends of the Earth International, 2009; McAfee, 2008; Otero, Poitras y Pechlaner, 2012; Otero y Pechlaner, 2005; Otero y Pechla-ner, 2009; Pechlaner y Otero, 2008 y 2010).

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La crisis del régimen alimentario neoliberal y la inflación global de precios de los alimentos

El régimen alimentario neoliberal entró en un período de crisis extendida en 2007, momento en el cual hubo un retroceso de casi un siglo de disminución de los precios de los alimentos. La crisis fue generada, en primera instan-cia, por la presencia de nuevos actores económicos centrados en el valor de cambio, y no tanto en el valor de uso de los alimentos; por ejemplo, el capital financiero en los mercados de futuros agrícolas. Pero también contribuye-ron centralmente a la crisis las políticas estatales de los países de capitalismo avanzado. Orientadas por cálculos de geopolítica de la dependencia en el petróleo y la energía, las políticas públicas estadounidenses y de la Unión Europea encaminadas a la expansión de la producción de biocombustibles cambiaron el uso de las tierras utilizadas hasta ese entonces para la produc-ción de alimentos (Bello, 2009; McMichael, 2009). Pero ésta es tan sólo la punta del iceberg, pues la producción agrícola moderna también se ha con-vertido en el contribuidor central del cambio climático al producir alrededor del 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Un punto crítico de antagonismo que surge con la agricultura domi-nada por el capital es que ahora hay varios intereses intraburgueses compi-tiendo por los mismos cultivos. El ejemplo más dramático es el del maíz. Con su producción impulsada por considerables subsidios estatales, el maíz es apetecido por industriales que lo procesan para producir etanol, empleado como combustible; para hacer jarabe de maíz con alto contenido de fruc-tosa; por criadores de ganado que lo utilizan como forraje; y finalmente, por especuladores financieros que invierten en los mercados de futuros del maíz. Este último grupo está interesado en que el maíz tenga precios altos, mientras que a los otros les interesa un bajo precio, pues lo utilizan como materia prima. Pero que el maíz sea utilizado para producir etanol o para producir alimento tiene consecuencias muy diferentes. En efecto, producir etanol en vez de alimentos también tiene un gran impacto en la inflación general de los precios de los alimentos (Turrent, Wise y Garvey, 2012). Más aún, si bien muchos piensan que el etanol es verde o ecológico, están equi-vocados: el etanol producido con maíz genera incluso, de hecho, más emi-siones de gases de efecto invernadero que la gasolina (Otero y Jones, 2010) y es insostenible sin subsidios. La sequía de 2012 en Estados Unidos sin duda exacerbará los antagonismos y las tensiones entre estos grupos con grandes intereses en el maíz. Los consumidores de los productos de maíz están muy fragmentados y a merced de esta competencia marcadamente oligopólica por alimentos vitales, los cuales también se emplean para pro-

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ducir combustible o generar rendimientos financieros directos. Sólo que el Estado puede proveer una agencia lo suficientemente fuerte para regular estas fuerzas en una dirección distinta. En Estados Unidos, la pregunta es si el Estado seguirá estando controlado por grupos de cabildeo con gran capacidad financiera y que hacen una fuerte presión política, desvirtuando esencialmente su supuesta democracia.

Mi objetivo aquí no es el de centrarme en una discusión detallada de la crisis inflacionaria global de los precios alimentarios de 2007-2008, la cual ya ha sido analizada por muchos académicos (por ejemplo, Bello, 2009; Holt-Giménez, Patel y Shattuck, 2009; McMichael, 2009). Ha quedado claro que la crisis no afecta tanto a los capitalistas como a las clases populares. Quiero, por tanto, enfatizar el papel de la dependencia de las importaciones de alimentos en el impacto de la crisis dentro de una muestra de países latinoamericanos, que, junto a otros pocos países, me permiten ir más lejos en la comparación y el contraste. Todos los datos provienen de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (véase la gráfica 1). En general, las economías de los países ricos y pertenecientes a la Organización para la Coo-peración y el Desarrollo Económicos (OCDE) experimentaron unos índices de inflación acumulada no mayores a unos treinta y cinco puntos con respecto a los niveles de los precios desde el año 2000 (año que se toma como base, 2000=100) hasta 2011. Al comparar Reino Unido, Francia y Alemania, se ve claramente que Reino Unido fue el país más afectado por el incremento de precios: alrededor de 35% para 2010, probablemente debido a su temprana e incondicional adopción de las reformas neoliberales, en contraste con Alema-nia (18%) y Francia (23%). A pesar de este nivel de inflación, Reino Unido, al igual que el resto de los países de Europa occidental –con excepción de España y Portugal–, fueron considerados como países con un bajo riesgo de inseguri-dad alimentaria (Carrington, 2011).

En contraste, hay una aguda disparidad en los índices de inflación ali-mentaria de los países latinoamericanos, en comparación con los países de economías capitalistas avanzadas, ya que están acompañados de un mayor riesgo de inseguridad alimentaria (Carrington, 2011). La inflación alimen-taria en Argentina se disparó a más de 200% en 2006 y alcanzó más del 300% acumulado para 2011. Brasil también experimentó una considerable inflación, pero su índice en 2011 estaba alrededor de 100 puntos por debajo del argentino. En las Américas, Estados Unidos y Canadá estaban al final de la lista de los índices acumulados de inflación alimentaria más bajos desde el año 2000, con un 36 y un 37%, respectivamente, mientras que todos los países en vías de desarrollo tenían índices tres o cuatro veces más altos. La

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excepción notable fue la inflación en Cuba, la cual ha estado por debajo, incluso, de los países capitalistas avanzados, lo que probablemente refleja el hecho de que su Gobierno ha sido el único en el mundo que ha promovido una política de soberanía alimentaria para el país en su conjunto.

conclusionesEn trabajos previos (Pechlaner y Otero, 2008 y 2010) hemos argumentado que los principales factores dinámicos del régimen alimentario neoliberal son el Estado, las AEM y la biotecnología. Los Estados continúan siendo el actor principal a cargo de la implementación de la neorregulación, es decir, el tipo de legislación y políticas públicas que mejor protegen los derechos de propie-dad intelectual de las AEM y de su auge protagónico en la economía; las AEM dominan claramente los mercados diseñados por el Estado; y la biotecnología es la forma tecnológica central que permite la continuación y profundización del paradigma tecnológico de la agricultura moderna (Otero, 2008).

Sostengo que el Estado es el actor central del régimen alimentario neo-liberal con respecto tanto a su despliegue como a la posibilidad de su tras-cendencia. Incluso si el neoliberalismo ha supuesto una reducción de la

Fuente:elaboraciónpropia,condatosde:http://faostat.fao.org/site/683/DesktopDefault.aspx?PageID=683#ancor(Últimoacceso:1°dediciembrede2012).

Gráfica1.Índicedeinflacióndepreciosalimentarios(2000=100)

Argentina, Buenos Aires

Brasil cuba ecuador Guatemala México

350

300

250

200

150

100

2000

2001

2002

2003

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intervención estatal directa en la economía y en las políticas sociales, el Estado continúa teniendo un papel crítico a la hora de proveer considerables subsidios y de producir las condiciones bajo las cuales el sector privado entra al mer-cado a través de la neorregulación. El tener una mejor imagen de los factores dinámicos clave nos pone en una mejor posición para desarrollar estrategias de resistencia y tal vez trascender el régimen alimentario neoliberal, con la mira puesta en el Estado. Es decir, al enfatizar sólo los aspectos “empresariales” (corporate) se le resta fuerza a la posibilidad de un análisis más dialéctico del Estado y la manera en que éste opera, no sólo para imponer la lógica del capital sino también para responder a la movilización y a la presión que viene desde abajo, como lo planteaba Polanyi. ¿Necesitamos acaso que se nos recuerde que el Estado mismo es una relación social penetrada por contradicciones y que no sólo responde a las necesidades funcionales del capital (Poulantzas, 1969; Jessop, 2007)? Las clases subalternas pueden, por lo tanto, utilizar estas con-tradicciones para hacer avanzar una causa popular-democrática, tal como la soberanía alimentaria. Si bien las AEM son los agentes económicos claves, no son todopoderosas. Los Estados pueden controlarlas e influirlas, pero sólo con presión desde abajo. Incluso un pequeño Estado como Guatemala ha podido mantenerlas a ellas y a sus tecnologías a raya, si el Estado encuentra suficiente presión proveniente de movimientos sociales organizados (Klepek, 2012).

La biotecnología surgió en la década de los ochenta como una industria en sí misma, impulsada en ese entonces por la asociación entre capitalistas de alto riesgo (venture capitalists) y académicos con productos prometedores basados en la biología molecular y la ingeniería genética (Kenney, 1986). No obstante, la biotecnología pronto fue absorbida por las grandes firmas preexistentes en las industrias química y farmacéutica, que la convirtieron en una tecnología “habi-litadora” (enabling) (Otero, 2008). La biotecnología, por lo tanto, les permitió a estas industrias extender el paradigma tecnológico de la agricultura moderna del cual tanto se habían beneficiado.

Si bien la tecnología misma puede, en efecto, contener teóricamente pro-mesas insospechadas para aliviar asuntos humanos y ecológicos, la cuestión es quién dirige el desarrollo tecnológico, en función de qué “problemas” tecnoló-gicos se encauza este desarrollo, de quién son esos “problemas” y a quiénes les interesa resolverlos. Las agendas de investigación dirigidas por el paradigma tecnológico de la agricultura moderna y por sus actores económicos principa-les –las grandes AEM– han servido, en primera instancia, para maximizar sus propias ganancias. No está claro que incluso los grandes campesinos capitalis-tas se puedan beneficiar de la tecnología, por no mencionar a los campesinos empresariales o de subsistencia. Dado el papel de estas AEM en la producción

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agrícola y alimenticia, podría pensarse que la gran mayoría de los cultivado-res que entran en la órbita de la biotecnología a lo largo de las Américas se han convertido en los administradores de los contratos con estas agroempresas para desplegar sus productos biotecnológicos. Incluso, la burguesía agraria está viéndose subsumida bajo el capital agroempresarial.

Es probable que la inflación de los precios de los alimentos, la cual emergió de nuevo en 2010 y 2011, motive el fortalecimiento de movimien-tos de resistencia como Vía Campesina. Se sugiere que el Estado puede ser un objetivo crucial para conducir al régimen alimentario en una dirección progresista. En un momento en el cual la era de los alimentos baratos parece haber llegado a su fin, la creciente dependencia alimentaria que resulta del régimen neoliberal ha hecho que las clases populares de los países latinoa-mericanos se vean más vulnerables ante la volatilidad de los precios de los alimentos. El programa de soberanía alimentaria, fuertemente impulsado por Vía Campesina (Desmarais, 2007), es la ruta política más segura para los países en desarrollo, ya que eleva a los pequeños agricultores a un papel central en términos productivos y ambientales. La crisis del régimen ali-mentario neoliberal fue producto de la neorregulación que favorecía al sec-tor privado. Las fuerzas popular-democráticas pueden continuar forzando a los Estados a trascender este régimen hacia una era posneoliberal que beneficie a las mayorías. .

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Artículorecibido:8demarzode2013|aceptado:30deagostode2013|modificado:20deseptiembrede2013

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* ACKNOWLEDGEMENTS:EarlierversionsofthispaperwerepresentedtointerdisciplinaryaudiencesataconferenceatVillaVigoni(June2011)andattheUniversityofShihizi,XUAR(March2013).Iamgratefulforthediscussionontheseoccasions,forthecommentsofAntípoda´stwoanonymousreviewers,andasalwaysfortheadviceandcorrectionsofIldikóBellér-Hann.Thepaperderivesfromourjointproject‘Feudalism,SocialismandthePresentMixedEconomyinRuralEasternXinjiang’,fundedbytheMaxPlanckInstituteforSocialAnthropology;seenote2.

** Ph.D.,UniversityofCambridge,England.

Th E u nc ERTA i n cOnSEqu Enc ES OF Th E SOci A LiST Pu R Su iT OF c ERTA i n T y: Th E cA SE OF u ygh u R v i LL AgER S i n EA ST ER n X i n ji A ng, ch i nA*

chris hann**[email protected] Planck Institute for Social Anthropology, Halle, Alemania

A b s t R A c t The article is based on the author’s conviction that

ethnographic analysis can illuminate big issues of world history. In the

framework of substantivist economic anthropology, concepts of (un)

certainty and social security are applied to Chinese socialism, which has

outlived its Soviet prototype. Socialism is theorized in an evolutionist

perspective as the transcendence of uncertainty in modern conditions.

The case study of peasants in eastern Xinjiang highlights the problems

of the Uyghur minority, who are attracted to the city but lack the

networks and language skills to facilitate migration, and experience

discrimination in urban labor markets. China’s embedded socialism is

currently successful in balancing forms of integration in such a way as

to reduce existential uncertainty to a minimum for the dominant Han

population, both inside and beyond the village. However, Uyghurs find

it more problematic to exit their villages. This has led to resentment and

violent resistance in recent years, to which there is no end in sight.

K e y w o r d s :

China, economic anthropology, embeddedness, Maoism, reform

socialism, social security, uncertainty, Uyghurs, Xinjiang.

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda17.2013.05

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as consEquências incErtas da busca socialista pEla cErtEza: o caso do povo uyghur Em Xinjiang oriEntal, china

resumo Este artigo está baseado na convicção do autor de que a análise etnográfica pode iluminar grandes

temas da história do mundo. No âmbito da antropologia econômica substantivista, aplicam-se os conceitos

de (in)certeza e segurança social ao socialismo chinês, o qual vem sobrevivendo a seu protótipo soviético. O

socialismo se teoriza na perspectiva evolucionista como a transcendência da incerteza em condições modernas.

O estudo de caso dos camponeses de Xinjiang oriental ressalta os problemas da minoria Uyghur, que é

atraída à cidade, embora careça das redes e habilidades linguísticas para facilitar a migração e é vítima de

discriminação nos mercados laborais urbanos. O socialismo enraizado na China atualmente equilibra com

sucesso as formas de integração de tal maneira que reduz ao mínimo a incerteza da dominante população Han,

tanto no interior da aldeia quanto fora dela. No entanto, os Uyghurs enfrentam mais problemas para sair de

suas aldeias, o que gerou rancor e resistência violenta em anos recentes sem um final à vista.

Palavras-chave:

China; antropologia econômica; enraizamento; Maoísmo; socialismo de reforma; segurança social; incerteza;

Uyghurs; Xinjiang

las consEcuEncias inciErtas dE la búsquEda socialista por la cErtEza: El caso dEl puEblo uyghur En Xinjiang oriEntal, china

resumen Este artículo se basa en la convicción del autor de que el análisis etnográfico puede iluminar

grandes temas de la historia del mundo. Teniendo como marco la antropología económica sustantivista,

se emplean los conceptos de (in)certidumbre y seguridad social para examinar el socialismo chino, el

cual ha sobrevivido a su prototipo soviético. La perspectiva evolucionista teoriza el socialismo como la

trascendencia de la incertidumbre en condiciones modernas.

El estudio de caso de los campesinos de Xinjiang Oriental resalta los problemas de la minoría Uyghur,

que es atraída a la ciudad, aunque carece de las redes y habilidades lingüísticas para facilitar la migración

y es víctima de discriminación en los mercados laborales urbanos. El socialismo enraizado en China

actualmente equilibra con éxito las formas de integración, de manera tal que reduce al mínimo la

incertidumbre de la dominante población Han, tanto dentro de la aldea como fuera de ella. Sin embargo,

los Uyghurs enfrentan más problemas para salir de sus aldeas, lo que ha generado resentimiento y

resistencia violenta en años recientes, sin que haya un final a la vista.

Palabras clave:

China, antropología económica, enraizamiento, maoísmo, socialismo de la reforma, seguridad social,

incertidumbre, Uyghurs, Xinjiang.

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ThE u ncERTAin cOnSEquEncES OF ThE SOciALiST PuRSuiT OF cERTAinTy: ThE cASE OF u yghuR viLLAgERS in EASTERn XinjiAng, chinA

c h r i s h a n n

introduction: socialism and the taming of uncertainty

M y starting point is that the dominance of the ethnographic method in twentieth-century socio-cultural anthropology has hindered the dis-cipline’s capacity to address human social evolution and world history (Hann and Hart 2011). We rou-tinely claim that our meticulous investigations of a

particular worldview or local social relations illuminate bigger questions, but it turns out to be very difficult to specify the micro-macro links; some-times, the claims are unsupported assertions, the lip service of scholars who do not wish to be considered mere parochial folklorists. some big questions of world history in the era in which anthropologists have been plying their trade have attracted remarkably little attention. the one that concerns me in this paper is Marxist-leninist-Maoist socialism. long after the end of the cold War, it is the continued topicality of socialism that makes it so problematic for us, including those of us who that have experienced it in more democratic, “electoral” variants (Goody 2003). anthropological theo-ries and methods were formerly designed for application to remote peoples and more recently to marginalized people “at home.” it is not easy to address beliefs and practices that still polarize political opinions, not only in the communities under investigation but also inside our own scholarly com-munities. in spite of the disrepute into which they fell, above all as a result of the soviet experience, socialist ideals remain arguably the most powerful alternative we have to neoliberal capitalism. However, few anthropologists have illuminated these alternatives theoretically, and even fewer have done so on the basis of ethnographic data, the main distinguishing feature of their discipline in the last century. that is the goal of this paper, even though it concludes by leaving further questions unanswered.

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There are many ways to theorize socialism. Most social science approaches emphasize continuities with the European Enlightenment. Socialists critique private property, the volatility of capitalist markets, and the alienation, exploi-tation, and class-based inequalities that result from these forms of economy. They propose correcting these inequalities on the basis of rational interven-tions to restore equity while maintaining and even improving the efficiency of new, industrial productive systems. For anthropologists, the element of ratio-nal design opens up connections to evolutionist theories. Socialism exempli-fies human aspirations to do better than the natural, spontaneous processes of the market by intervening with some sort of plan. The theoreticians of market society regard this as a fatal conceit. In the tradition of the later Adam Smith, they believe that the invisible hand of the market, not central planning, will deliver the optimum outcomes. There is an affinity here to biological mecha-nisms of natural selection, in which design emerges not from a master plan but through the actions of myriad actors (though whether the prime level of selection is the gene, the core genome, the organism, or some larger collectiv-ity is still disputed). The principal theoretician of this evolutionist approach, legitimating a pro-market political economy with reference to fundamental lib-erties, is Friedrich Hayek. The principal critic of market society is Karl Polanyi, who, without quite embracing a socialist alternative (it was not easy to do so in North America in the years of the Cold War), insisted that freedom in a com-plex industrial society must be based on democratic government rather than allegedly self-regulating markets. These Central Europeans published classi-cal formulations of their contrasting paradigms toward the end of the Second World War (Hayek 1943; Polanyi 1944).

In the second decade of the twenty-first century, following the finan-cial crisis that erupted in 2008, the scientific and ideological stakes appear remarkably similar. Can the history of the last seven decades help us to resolve the great debate? We now know a great deal more about Stalinist repression and the gulag camps than Hayek and Polanyi could have known in the early 1940s. We know about catastrophic famines in early 1930s Ukraine, a trag-edy repeated some three decades later in the course of Mao Zedong’s “Great Leap Forward” (launched in 1958). We know about the enormous human and ecological costs of socialist interventions, such as the Virgin Lands program in the U.S.S.R. and the Three Gorges Project in China. Desertification and pollution have been endemic to the breakneck growth of these large socialist societies. All this suggests that Hayek was right. Centrally planned economies may set out to improve human welfare and tame the vagaries of nature, but in practice, they have achieved only the opposite. The fact that the majority of

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citizens rejected Soviet-style socialism as soon as they had a chance to do so appears to confirm this interpretation.

However, alternative interpretations are also possible. Much changed in the last decades of the Soviet Union and in China following the death of Mao Zedong. No one experienced hunger any longer. Many developmental indica-tors reveal favorable performance in comparison with the capitalist world in domains such as health care and education. I argue that these mature socialist societies provide support for the Polanyi position. The U.S.S.R. of the Brezhnev years did not have a particularly successful economy, and consumers had to find ingenious ways to cope with shortages of consumer goods, yet the overwhelm-ing majority of citizens enjoyed a degree of existential security and conditions of relative equality never experienced previously. As Alexei yurchak has shown, they could not imagine living in any other social system and were completely taken by surprise when the U.S.S.R. imploded (yurchak 2006).

The path of China, the main focus in this paper, has been different. It remains socialist, but since 1979 it has steadily expanded the domain of the market. I argue that the main effect of these policies was to stabilize socio-eco-nomic relations such that, as in the U.S.S.R. earlier, historically unprecedented conditions of security prevailed for the vast majority of the population. This was most obvious in the countryside, even though peasants did not partake to the same degree as city dwellers in the welfare institutions of the state. Egalitarian land distribution and the interventions of an active local state combined to ban-ish the threat of absolute poverty and hunger. However, since the early 1980s, hundreds of millions of peasants, the “floating population,” have sought work in China’s booming cities. For some, migration may be the only option, but others evidently prefer the often harsh conditions of unskilled urban employment to those of small-scale, subsistence-oriented agriculture. This is the background of my case study. Some argue that the principle of the market has become so powerful as to constitute a variant of “neoliberalism with Chinese characteris-tics” (Harvey 2005). I find this to be too simple and offer instead a concept of “embedded socialism” (Hann 2009). China’s relative immunity to the ongoing global economic crisis shows the success of power holders in retaining control over the trajectory of their economy.

Within China, I concentrate on the Uyghurs, a minority in the Northwest. The peasants of the Xinjiang Uyghur Autonomous Region (XUAR) have not flocked to work in the prosperous provinces of southern and eastern China. On the contrary, large numbers of Han peasants have migrated westward into Xinjiang as an alternative to the coastal provinces. Their language gives them an advantage over local Uyghur peasants in the labor market. Moreover, there

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is very significant variation within the sub-regions of Xinjiang and even within townships and villages. It follows that my ethnographic data from one village in the oasis of Hami cannot be regarded as representative of the XUAR, let alone the People’s Republic of China (PRC) as a whole. I shall nonetheless argue that my detailed materials shed light on the very large issue addressed above, namely socialism as a world-historical force to improve human lives by provid-ing basic social security in the framework of what Polanyi (1944, 1968) termed an embedded economy. Another way to phrase this is to say that socialism set out to combat the major sources of uncertainty affecting human lives, includ-ing individual and collective life chances. Before turning to the ethnographic setting, in the following section, I consider some of the influential approaches to uncertainty in the literature of economic anthropology, where it is closely linked to the concept of risk and opens up to more comprehensive investiga-tions of social reproduction.1

uncertainty and social security in anthropologyRisk and uncertainty, like many other topics and virtually everything pertaining to the economy, are approached in radically different ways by different kinds of anthropologists. Some consider it the task of the social sciences to formulate universal laws in the manner of physics, but even economists have not been notably successful in this respect. Scholars in fields such as evolutionary psy-chology hazard general statements about human nature over millennia on the basis of what anthropologists have documented in recent fieldwork in societies with “simple” technologies. Such inferences are highly dubious. In any case, socio-cultural anthropologists have greatly expanded their field of study. For most specialists in economic anthropology, an ethnographic investigation of the London Stock Exchange is nowadays just as legitimate a subject as the sur-vival strategies of remote groups of hunter-gatherers in the Kalahari. This sub-field has long lacked theoretical coherence. At one extreme, those who operate within “formalist” or “decision-taking” paradigms see no need to modify the axioms of neoclassical economics in studying the diversity of non-market, non-industrialized economies. In other words, the toolkit of the modern economist is, in their view, truly universal. Such scholars may be sympathetic to evolution-ist approaches in accounting for varying surface manifestations of economic behavior. Alternatively, they may simply attribute such diversity to a black

1 Theusualdistinctionbetweenuncertaintyandriskisthatinthecaseofthelatteritisatleasttheoreticallypossibletomakeamoreorlessprecisecalculationoftheprobabilities(e.g.,pastexperiencehasshownthatoneharvestinfiveislikelytobesignificantlyaffectedbyreducedrainfall).

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box called “culture.” At the other end of the spectrum are those culturally ori-ented colleagues who approach every economy as deeply, not just superficially unique, best investigated not on the basis of a universalist psychology but in terms of the “local models” held by its agents. Between these extremes, those in the “substantivist” school established by Karl Polanyi reject the universalism of the formalists but nonetheless attempt to develop general types. Polanyi him-self relied throughout his career on the concept of “forms of integration” (his main examples were reciprocity and redistribution; for a mature synthesis, see Polanyi 1977, 35–43). The substantivists investigate the “embeddedness” of the economy in wider social contexts, asking questions similar to those posed by economic and historical sociologists and social and economic historians (see Hann and Hart 2011, 56–63).

These incommensurate paradigms have colored analyses of the signifi-cance of uncertainty and risk for economic behavior, and for social organi-zation more generally. Even for so-called hunter-gatherers (those formerly known as Naturvölker), a scientific consensus is lacking. There is overwhelm-ing evidence to show that, in regions where food supplies or climatic variation pose obvious threats, human communities respond by evolving institutions to cope with these risks. Rules of egalitarian sharing are one such institu-tion. Marriage rules that require mates to be sought outside one’s own group can be viewed as a mechanism to create wider social networks such that, no matter how bad the crisis at home, help may be provided by affines occupy-ing a different ecological niche. With the development of storage facilities, a chief typically regulates redistribution. Many socio-cultural practices can be related to specific economic rationalities; generally, the greater the risk is that a resource important to sustaining human life might become unavail-able, the greater the egalitarian pressure will be to share it (Cashdan 1990). The benefits, for example in terms of better nutrition, accrue to the group as a whole. The issue of group selection remains controversial. In any case, the maximization of adaptive fitness is a different principle from the economist’s axiom of individual utility maximization, though some research into “opti-mal foraging strategies” has sought to combine these perspectives. However, there is also evidence from economic anthropology that points in another direction by challenging the assumption, still widespread among economists, that earlier forms of society were necessarily more vulnerable to risk and uncertainty. The substantivist Marshall Sahlins (1972) pointed out that many hunter-gatherers need spend only modest amounts of time working to obtain all they need to satisfy their limited wants; did these people perhaps lack our preoccupation with uncertainty?

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In the second half of the twentieth century, anthropologists widened their scope to engage with economies known as “peasant.” The definitions were often imprecise, but peasants were held to differ from farmers in owning little capi-tal, consuming a significant proportion of their output, and being poorly inte-grated into national and international markets. Peasants were usually locked into wider structures of power and often harshly exploited. Like hunter-gath-erers, they had to develop institutions to deal with risk and uncertainty, includ-ing unpredictable market prices for their cash crops. In his influential study of Southeast Asian peasants, James Scott (1976) adapted historian E. P. Thomp-son’s concept of the “moral economy,” originally applied to the urban crowd in eighteenth-century England. Moral economies tend to be conservative in the sense that their agents will not take risks that might jeopardize the subsistence of their families, and they will sanction the behavior of those who flout this norm. This principle of “safety first” had affinities with influential strands in the cultural anthropology of the “modernization” era. Clifford Geertz (1963) found that “shared poverty” was one way in which Javanese peasants coped with increased population pressure, though this strategy hindered them from proceeding down the road of differentiation and development. George Fos-ter’s (1965) theory of “limited good,” based on Mexican examples, was another influential explanatory model of the peasant economy. Although none of these scholars worked exclusively in economic anthropology, all had an affinity with Polanyi’s substantivist school.

The “formalists” criticized the substantivists for exaggerating the extent of risk-averse behavior and the egalitarian value consensus that allegedly under-pinned it. Scholars such as Sutti Ortiz (1973) emphasized the way in which peas-ant farmers, in her case in Colombia, coped as individual choice-makers with the challenges presented by their uncertain environment, including the uncertainties of market prices, yet Scott’s most basic contentions concerning the importance of a “subsistence ethic” were not refuted. In a period in which the prices of food staples are rising sharply on world stock exchanges, this notion has renewed per-tinence in many parts of what we now call the “Global South.” Indeed, in the age of neoliberal markets and the “risk society,” it should not be a surprise that, at least on campuses and in certain think tanks, notions of a moral economy and the ethical foundations of markets are again being widely debated (see Hart, Laville and Cattani, 2010). Uncertainty concerning employment, pensions, and living standards has risen in the most advanced capitalist economies of Europe and North America, and it also characterizes the rapidly growing economies of other continents. Jane Guyer (2009), following Karl Polanyi, has proposed that risk be added to the substantivists’ list of “fictitious commodities.”

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As indicated in this brief review, most anthropologists in this field do not confine themselves to the study of economic adaptations but extend their interest to all of the social institutions through which human commu-nities cope with uncertainty and risk-taking. First in line are the institutions of kinship, fundamental in the provision of help across all human societies. It is well documented that, as evolutionists would expect, kinship generally means biological relatedness. However, while gatherers tend to work indi-vidually and to share food with a small group of relatives, hunters typically supply meat to all the members of a camp. Among the !Kung San of the Kalahari, personalized reciprocal links are systematically cultivated so that individuals have additional sources on which to draw beyond their relatives and affines (Lee 1979). Kinship remains of fundamental importance in the provision of social security in contemporary European societies, although there is considerable variation between north and south and between rural and urban sectors (see Heady 2010).

Another source of support may come from the beliefs and practices we generally gloss with the term “religion.” In early human societies, taboos and rituals can be understood as mechanisms to reduce risk and thereby increase social cohesion and evolutionary fitness. With the emergence of religious specialists and churches, doctrines such as the Christian call to provide disinterested support to one’s neighbor can underpin substantial material transfers to those in need. Cosmological beliefs provide reassur-ance and solace to the individual, but they also sustain collective identities and ways of life. Nurit Bird-David (1990) showed that the Nayaka forest dwellers in India have a “local model” that emphasizes the high degree of food security provided by their “giving environment.” This sense of prime-val security made it very difficult to discipline them for new lives as farmers or factory workers in a modern Indian society full of uncertainty for most of its members, but not for the Nayaka, to the extent that they retained the time orientation and preferences of their forest past.

Finally, almost everywhere in the contemporary world, the state plays a vital role in the provision of the citizens’ well-being. The institutions of kinship and religion are not entirely displaced, but European states (and within Europe those of Scandinavia) have led the way in developing systems of social insur-ance and welfare provision that extend “from the cradle to the grave.” A com-prehensive approach must therefore integrate state provision into the evolved beliefs and practices of the domestic and religious domains. Legal anthropolo-gists have pioneered the conceptualization of this field under the general term “social security” (von Benda-Beckmann and von Benda-Beckmann 1994).

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china, Xinjiang, and uyghurs in hami/qumulHaving outlined my big question and noted some of the anthropological literature pertinent to uncertainty, let me now turn to some data from China. The world’s most populous state is now in its seventh decade of socialist rule. In terms of sci-ence, technology, and proto-industrial initiatives, imperial China vied with the West over millennia. However, the West obtained a decisive advantage through the Industrial Revolution and drove this home with its colonial expansion in the nineteenth century. China was not formally colonized, but the entire society was radically undermined. Political instability, capitalist penetration, and demographic growth accentuated economic uncertainties for a population that remained pre-dominantly rural. New systems of credit and ownership destroyed the small-scale rural industries that had evolved over centuries. As a result, malnutrition, and fam-ine were endemic. The condition of the Chinese peasantry in the pre-socialist era was one of extreme vulnerability, famously likened by Tawney (1932, 77) to a “man standing permanently up to the neck in water, so that even a ripple is sufficient to drown him.” A close-up anthropological account of how poverty and inequality played out in one village in the lower yangtze valley was provided by Fei Xiao-tong in his doctoral thesis, prepared in London under the supervision of Bronislaw Malinowski (Fei, 1939).

The micro data I present in a chronological outline below derive from a recent project at the Max Planck Institute for Social Anthropology. Space does not allow a comprehensive summary, but it is clear that kinship, religion, and the state all play a significant role in enabling villagers in eastern Xinjiang to deal with uncertainty. Each of these components has undergone change in the course of history, as has the manner of their interaction, especially in the turbulent history of the last century. An Uyghur village in Xinjiang is evidently a setting very different from Fei’s case study in the yangtze delta, but I shall emphasize themes that I consider valid across the entire country.2

The Uyghurs are a Turkic-speaking people who number around nine million in the XUAR. Distantly related to inner Asian nomadic tribes, they can look back on more than a millennium as sedentary farmers in the fertile oases of the Tarim Basin. Conversion to Islam was a slow process that began in the west in Kashgar

2 Thispaperdrawsonlong-termresearchinXinjiangcarriedoutjointlywithIldikóBellér-Hannsincethe1980s.Forpreliminaryresultsconcerningthecorethemesofrecentwork,seeBellér-Hann(forthcoming).Thedatapre-sentedinthispaperwerecollectedbetween2006and2009intheeasternoasisofQumul(Chinese:Hami;theUyghurformisusedhenceforthinthispaperbecauseUyghurvillagersarethemainfocusoftheanalysis).ThisfieldworkwasmadepossiblebyacooperationagreementwithXinjiangUniversityintheframeworkofaprojecttitled“KinshipandSocialSupportinChinaandVietnam.”IamgratefultoArslanAbdullaandRahiläDawutinUrumchiandtoSämätÄsraandBusaremImininQumul,althoughtheybearnoresponsibilityfortheargumentsIdevelopbelow.Forfurtherdetail,seehttp://www.eth.mpg.de/cms/de/people/d/hann/project1.html.

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in the eleventh century and was completed in the east in Qumul only in the seven-teenth. The Uyghurs have differentiated themselves from their pastoral neighbors, Kazakh and Kyrgyz. None of these identities congealed in its present form until the twentieth century, when they were institutionalized through the impact of socialist minority policies. Although artisans and traders flourished in the celebrated oases of the Silk Road, the economy of Xinjiang remained predominantly agricultural and pastoral after the region was conquered by the Qing in the middle of the eigh-teenth century. Social divisions were marked, even within the farming population. The major settlements received water from surrounding mountains and were not vulnerable to rainfall variation. However, when Kashgar was hit by an earthquake in the late nineteenth century, local power holders responded by helping those in need. Public almshouses and granaries were grafted on to the practices of Islamic charity, but the fundamental safety net for the vast majority of the population was provided by the family (Bellér-Hann 2008, 159; Bellér-Hann (forthcoming)).

In the pre-socialist period, the Uyghurs formed more than three quarters of the population of the XUAR. Nowadays, they constitute about 45%, while Han Chinese make up almost 40%. The remaining 15% is made up of numer-ous smaller minorities, among whom the Turkic-speaking Kazakhs and Man-darin-speaking Hui (Chinese Muslims) are the most numerous.3 There is con-siderable tension between the two major nationalities, whose socio-economic profiles differ greatly. According to the precepts of the minority policy, reaf-firmed in recent years in official rhetoric promoting the “harmonious society,” the rights of minorities are generously safeguarded. These policies have not been implemented consistently, and preferential policies have been curtailed following the intensification of market-oriented reforms after the introduction of the Develop the West campaign in 2000. As a result, Uyghurs are nowadays hugely under-represented not only in the state sector but in the market for skilled labor in general (Fisher (forthcoming); cf. Hann 2011). Most Han in the XUAR live and work in urban blocks, identical to modern buildings all over the PRC, and in the unique institutions of the bingtuan.4 The rural periphery

3 Forrecentcensusanalysis,seeFisher(2013:65-6).Uyghurscommonlypointoutthat,whentheHanpopulationsofthemilitaryandthequasi-militarycoloniesofthebingtuanareincluded,pluslargenumbersoftemporaryHanmigrants,theUyghurmaynolongerconstitutethelargestnationalityoftheXUAR.

4 ThebingtuanisofficiallyknowninEnglishastheXinjiangProductionandConstructionCorps.ThisinstitutionhasmilitaryoriginsintheQingcolonialerabutwasformallyre-establishedinthemiddleofthe20th century aftertheincorporationofXinjiangintothePRC.Independentoflocalandregionalgovernmentorgans,it isoftensaidtoconstitutea“statewithinthestate.”ItfarmsahighproportionofthebestlandavailableintheXUAR,mostlyona largescale,usingadvanced,highlycapitalizedtechniquesthatcontrastsharplywiththesmallunitsofUyghurhousehold-based agriculture.SeeCliff(2009)forarecentoverview.ItisdirectlyunderthejurisdictionofBeijing,ratherthanUrumchi.

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is populated overwhelmingly by Uyghur peasant farmers (Uyghur: dehqanlar). Population densities are heaviest in the south. young people with no prospects of finding work in their prefecture migrate to the regional capital Urumchi and other Han-dominated towns of the north, where jobs are more readily avail-able, but they cannot compete equally with Han immigrants and have difficulty establishing formal urban residence.

In the eastern prefecture of Qumul, which borders on the province of Gansu, Uyghur are nowadays heavily outnumbered by Han in the city, though here too, most rural districts remain solidly Uyghur. To the north of the Tian Shan Moun-tains, there is a Kazakh Autonomous County, but rates of Uyghur-Kazakh inter-marriage are low (marriages with Han are even more rare). Qumul has a successful economy, and it has not experienced significant violence in recent decades, which is why we received permission to live in Uyghur villages and to carry out fieldwork without supervision. Most of this time was spent in a settlement which, though nowadays classified as rural and inhabited mainly by dehqanlar, had constituted the heart of the old Uyghur city in the pre-socialist era. In this paper, however, I focus on changing patterns of social security among the peasants of the upland vil-lage of Qizilyar in the Tian Shan township, 55 km to the north.5

According to local tradition, Uyghurs (who did not yet call themselves by this name) migrated from the adjacent oasis to establish the community of Qizilyar in the early nineteenth century. Agriculture is enabled by river water, which flows from high glaciers (over 4000 m). This supply is secure, but irrigation systems are essential and annual rainfall does have an impact on the quality of pasture. In Qizilyar and adjacent settlements at an eleva-tion of around 1500 m, it is possible to grow wheat. Higher up in the val-ley, only barley and oats can be cultivated. Due to poor soil, yields in the mountains are much lower than in the fertile villages of the oasis. This is compensated for by transhumance. Traditionally, some members of at least some households accompanied the animals (mostly sheep and goats but also cattle, horses, and camels) to high pastures in the summer and looked after them at intermediate locations in the spring and autumn. Presumably, the original migrations of the nineteenth century were induced by pressure on resources in the oases, but it is difficult to reconstruct the history. The pioneers in the mountains remained subjects of the ruler (Wang) of Qumul, whose Muslim dynasty had come to power in the late seventeenth century

5 IspentjustunderthreemonthsinQizilyarbetween2006and2009.Adetailedanalysisofthedatacol-lected,includingtheresultsofaneconomicsurveyofallseventyhouseholds(allofthemUyghur)hasyet to be completed.

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and held on to it by means of a close alliance with the Qing Emperor in Beijing. yet the early twentieth century witnessed violent rebellions in the mountains against the tax demands of the Wang.6

We do not know much about the moral economy of upland villages in the pre-socialist era. Certainly, there were inequalities between households, and these were only slightly mitigated by the norms of Islamic charitable redistribu-tion (öshrä-zakat). It seems likely that inequalities existed within extended fam-ilies but that these close relatives were the first source of help in an emergency, i.e., if subsistence was threatened. This could happen through losing a harvest due to storm damage, but it was doubtless exceptional, and a household was in danger only if it lost its animal stock at the same time (e.g., through disease). Grain was produced for subsistence, not the market. Animals, which formed the household’s principal reserve and security in this harsh environment, could be sold for cash as well as to pay taxes. Overall, these transhumant populations in the hills were probably no more vulnerable to subsistence threats than the older settlements of the oasis, where the peasant economy was less diverse but the climate was more predictable and the society more stratified.

We know even less about the worldview of the pre-socialist dehqan-lar. The uncertainties of the profane world were, to some extent, balanced by certainties in the form of firm beliefs in the sacred book. However, peasant rebellions against their Islamic rulers suggest that uncertainties may have been growing in this realm, too. Uyghur ethnographers have shown that the rural economy of Uyghur peasants in the pre-socialist era was still suffused with rituals invoking supernatural agency (Häbibulla 1993). The prayers spoken at the completion of the harvest resemble popular practices in other parts of the Muslim world. Some rituals integrated pre-Islamic beliefs and practices, such as weather magic, to allay existential fears in a harsh and vulnerable environ-ment. In the central villages of the Qumul oasis, it was customary until the late 1950s to perform a spring fertility ritual at a nearby stream (Hann 2012). The performance of rainmaking rituals, somewhat later in the season, adjacent to a stream or spring, was a related practice in mountain villages such as Qizilyar (Bellér-Hann and Hann (forthcoming)).

6 Inspiteoftheserebellions,nowadays,theWangareincreasinglyreveredbyQumulUyghursaspatronsofUyghurcultureand/oraswiseandbeneficentrulerswhoredistributedwealthaccordingtotheprinciplesofIslam.Violenceeruptedagainthroughouttheoasisfollowingtheabolitionofthiskhanateanditsformalincorporation into the province of Xinjiang after the death of the last ruler in 1930 (Bellér-Hann 2012).ThemainreasononthisoccasionseemstohavebeentheincursionsofHansettlerstoappropriatescarceirrigableland(thoughthereisnorecordoffoodshortageatthistime).Instabilitycontinueduntiltheestab-lishmentofthePeople’sRepublicin1949.

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MaoismThe Maoist decades destroyed the integrity of the traditional peasant economy: in the mountains, in the oasis of Qumul, and all over the PRC. The support of the rural population was essential in the military struggle that brought the Communist Party to power, but it was not long before the new power holders moved beyond egalitarian land distribution to emulate the collectivist mecha-nisms pioneered in the U.S.S.R. As elsewhere, the villagers of Qizilyar were at first encouraged to join collective farms voluntarily, while former “rich peas-ants” were prevented from joining. With the Great Leap Forward (1958), all dehqanlar were drawn into the People’s Commune, within which brigades and production teams constituted the effective economic units. These collectives, the rural equivalents of the new urban work-unit, were supposed to provide all citizens with protection against the uncertainties of nature and markets in the new planned economy (Parish and White 1978). However, Qizilyar villagers have almost uniformly negative recollections of this era, especially of the years during which cooking at home was prohibited and all food centrally rationed. They experienced malnutrition in the 1960s, but the peasants of Qumul and Xinjiang in general were spared the massive famine and deaths that afflicted many other parts of China. Local protests in these upland communities were quickly repressed. Mosques fell into abeyance during the Cultural Revolution (1966–1976) and some were destroyed, including that of Qizilyar. Some prac-tices persisted clandestinely, but the old principles of charitable redistribution could not be implemented since households no longer had significant resources at their disposal. Collective management of both arable lands and pastures was highly inefficient. As a result, communities were plunged into the Maoist vari-ant of Geertzian “shared poverty.”

Nowadays, it is permissible to speak critically of the errors and abuses of the repressive era, which persisted until the death of Chairman Mao in 1976, yet Communist Party members and even some other peasants who did not join the Party and held no position of responsibility in the Maoist hier-archy also point to positive accomplishments. Qizilyar and its neighbors in Tian Shan township benefited from investments in a new irrigation network. Communication routes to the oasis center were improved, allowing swift access to hospitals for the first time. People still speak with respect of the ideals of this era: to eliminate structural inequalities and free the population from the vagaries of the uncertain mountain environment. However, they are scathing when they recall ambitious projects of social engineering, such as terracing hillsides and the construction of new roads across the mountains, most of which were washed away in the first major storms of the winter. Their

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labor power was exploited in senseless, sometimes cruel ways. Overall, the political uncertainties of the Maoist era brought more turmoil and hardship than the uncertainties of the natural environment. For dehqanlar, the politi-cal contingencies were harder to calculate than the optimal timing of agricul-tural tasks. Fertility and rainmaking rituals were prohibited as “superstitious feudal customs.” Communities such as Qizilyar thus experienced a dramatic “disenchantment” during the early socialist decades—unless one consid-ers the charismatic leadership of Mao to be a new form of magic (images of Chairman Mao himself were incorporated into practices of ancestor worship in many Han regions, but this did not happen in Muslim Xinjiang).

The reform eraThe reforms (usually known as the “household responsibility system”) that began in Beijing in 1979 reached Xinjiang a few years later (see Starr 2004). The devolution of production tasks back to the household was universally welcomed. Plots were allocated on a strictly egalitarian basis according to the number of persons to be fed. They were held with long-term leases and not privately owned. In Qizilyar, the allocation is regularly adjusted by the Village Committee according to needs.7 Seed, fertilizer and water supplies are all guar-anteed by the local state through township cadres and the Village Committee. Households are responsible for sowing and irrigating their land, but in prac-tice, they have little scope for autonomous decision-making. In theory, they can choose to plant other crops for cash. In practice, virtually all inhabitants of Qizilyar use the greater part of their allocation to produce wheat, most of which they consume themselves. As a result, no one has gone short of nan in recent years. Small surpluses of wheat or flour are either sold or sent to urban relatives. The local economy remains highly self-sufficient. It is acknowledged that this food security owes much to the egalitarian and solicitous measures of the reform socialist state.

At the local level, the state is continuously active in raising yields by intro-ducing new seeds for staples and encouraging the cultivation of supplementary crops (beans and maize in recent years), for which the expert advice of agrono-mists is enlisted. These initiatives are welcomed by Qizilyar peasants.8 There is a nominal obligation to perform labor service for the community (eight days

7 Thisredistribution, inprincipleannual,contradictstheprincipleof long-termleasestability,whichis thenormelsewhere,butitmeetswiththeapprovalofthevillagersofQizilyar.

8 ThesituationinKashgarinthe1990swasquitedifferent.InKashgar,dehqanlarfrequentlyobjectedtotheobli-gationtogrowcotton,whichhasneverbeenenforcedintheQumuloasis.OthergrievancesheardinKashgarweresimilarlylackingorpresentonlyinattenuatedforminQumul.

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annually), but this is not strictly enforced. Taxes have been reduced to nominal levels; the state certainly spends more on maintaining the irrigation infrastruc-ture than it receives in revenue through the water tax.9 The state has also made funds and expertise available to assist in a scheme for establishing orchards on newly irrigated land. The opportunity to earn a little money without jeopardiz-ing subsistence has proved attractive to some, though others remain doubtful that such schemes are worth the investment of their labor.

The most ambitious scheme of the local state was the “return migration” of twenty households to the oasis lowlands, where they benefit from modern irrigation in a zone that was previously desert. young families were given pri-ority in the allocation of comfortable brick houses, which enjoy not only elec-tricity (also available via the XUAR grid in Qizilyar) but also piped water. They were allowed to retain their plots in Qizilyar for subsistence production, which enabled them to devote their land and energies in the new settlement to cash crops. The scheme proved successful, though the settlements are 70 kms apart and coordination of economic activities is not straightforward. The main cash crop is cotton, which is popular in spite of its heavy labor demands and the fact that returns nowadays depend heavily on world prices, which peasants in Xinjiang have no way of predicting.

For households which did not benefit from the relocation scheme, it is dif-ficult to obtain cash through agricultural activities. Many young men find sea-sonal work in bingtuan and private farms harvesting grapes and cotton (Hann 2009). The most significant opportunity to accumulate wealth in the mountains is in the livestock sector, where the state has, in effect, stepped aside in recent years. Local officials claim that they supervise complex arrangements to regu-late which villages have access to which distant pastures at different periods of

9 DuringashortreturnvisitinMarch2013,wefoundthatthistaxhadbeeneliminated.Thisvisitrevealedfurtherfar-reachingchangesconsistentwiththeanalysisofthispaper.Qizilyarseniorcitizenswerepaidasmallmonthlypensionfrom2011onward,whenthisschemewasextendednationwide.Furtherinvestigationwillbenecessarytodeterminetheimpactofthesechangesonfamilysupportpractices(insomecases,itseemsthatthemoneyisdrawnandretainedbyyoungerfamilymemberswhosecashneedsaregreater).Themostdramaticrecentchangewasthelevelingbybulldozer in2012ofall theoldadobehousesofQizilyar.Aftertemporaryaccom-modationinyurtsduringthesummer,residentstookpossessionofattractivenewbrickhouseserectedforthembythestate.Theywererequiredtopayonly10,000RMB,barely10%oftheofficialcostofthebuilding,andeventhispaymentcouldbeeasedviacredit.This“development”schemewassupposedtofacilitatethebeginningsoftourisminthevalley,sincemanyfamilieswouldnowhaveenoughspacetoofferroomstovisitors.Publicinfra-structurewasalsoimprovedwiththeconstructionofnewasphaltroadsandapipedwaternetwork.Moreover,toraisestandardsofcleanliness,animalswerehenceforthtobekeptinnewbarnsoutsidetheresidentialcenter.Weweretoldofplanstoextendthisschemetothevillagenextdoorinthesummerof2013.WhiletheresidentsofthesevillageswerethusgivenstrongincentivestoremainintheTianShantownship,thoseofothersettlementsathigheraltitudewereencouragedbytownshipcadrestoresettletonewhousingestatesintheoasis,whereofficialswouldofferthemassistanceinseekingurbanemployment.

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the year; in practice, animal migrations proceed according to customary prac-tices dating back to the pre-socialist era. In the most common arrangement, the owner pays a daily fee per animal to the shepherd, but the full risk remains with the former. Many families have increased their holdings in recent decades, and there is general agreement that the high pastures have deteriorated signifi-cantly due to over-grazing. So far, however, the state has not intervened. The principal constraint on herd size, as in the past, is the household’s ability to provide winter feed, but it is nowadays possible, if one has the money, to pur-chase fodder in the city to supplement that produced on local meadows (which are subject to the same principle of egalitarian distribution as arable land). A few families have built up large herds and negotiated special grazing rights in distant pastures with local state officials. These families continue to farm their subsistence plots and to participate in the moral economy of the community, just like those in the new settlement on the plain, even if they are no longer full-time residents of Qizilyar.

The state has been active in multiple domains throughout the reform decades to reduce existential risks for all citizens of the Tian Shan township. It has built a large new school at a central location, from which numerous Qizi-lyar children have proceeded to higher education and found jobs as cadres and teachers. A few have pursued impressive careers in Urumchi and elsewhere on the basis of their diplomas. Until the late 1990s, a college degree guaranteed lifetime employment in the state sector. That this is no longer the case is a source of deep resentment to urban Uyghurs (as it is to Han), but it has little impact on the demand for education in upland townships. The major change to affect Qizilyar in recent years has been the transfer of children in the senior high school grades to board in the oasis center, where teaching is conducted almost entirely in Mandarin. While parents are generally enthusiastic about measures which they hope will improve career chances, they grumble about dormitory conditions and their children’s extended absence from home; some are critical of the “assimilationist” language policy (Hann 2013: 204).

The state has also built a large medical center in the township. It is reck-oned to be poorly staffed and equipped in comparison with hospitals in the city and was definitely underutilized at the time of our fieldwork. Health offi-cials encourage all villagers to contribute to an insurance scheme which, for a modest annual payment, allows them to benefit from urban facilities at dis-counted rates. In Qizilyar, almost everyone subscribes to this form of health insurance. The costs of major surgery are still an enormous burden. Families are then forced to borrow money, usually from relatives. The system is less egalitarian than it was under Maoism, but it provides a higher standard of

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care. Apart from motor policies (there are many motor bikes in Qizilyar), this health insurance is the only form of insurance villagers know. However, in the event of a natural catastrophe, such as the severe flooding that affected the valley in summer 2007, those who suffer can be confident that the state will intervene promptly (in this case by building them a new home—though since the new houses were built to a standard Han model by mobile Han brigades, they were criticized for being culturally inappropriate).

The communitarian dimension of Qizilyar’s moral economy in the years 2006–9 was vividly displayed in wedding rituals, for which it was still custom-ary (as it was for funerals) to invite the entire community. Women worked together for days beforehand to prepare the hospitality. The payments asso-ciated with marriage have become a major financial burden since the 1980s. Mosque communities have revived their activities over the same period. Even Communist Party members attend the major Islamic festivals, which the state nowadays classifies as national holidays for the Uyghur minority. Party members also participate surreptitiously in household rituals to remember deceased ancestors. People say that having control over household produc-tion allows them to provide the hospitality that accompanies these rituals and observe öshrä-zakat as they did in the past.

However, transfers from the local state are probably more significant nowadays than religiously motivated donations. These transfers often take the form of payments in kind (flour, oil, rice, etc.), sometimes delivered at the Islamic feasts and explained with the rhetoric of the “five guarantees,” a social support baseline still acknowledged by the post-Mao state.10 One elderly wid-ower, though he still had close kin in the village, was recently admitted to a state home (sanatorium) in the city. It was apparently the first time that this had happened, but it did not generate critical comment; the old man himself spoke well of the institution when returning to visit his son. More commonly, state officials or members of the Village Committee will put informal pres-sure on kin to initiate private action to support a family member in need. For example, an elderly peasant incapable of producing his own grain supply may sharecrop his land with a neighbor; if the neighbor has no need of more wheat, cultivation might be switched to beans, with either a cash sum (half of the proceeds) or an equivalent in flour being paid to the infirm rights-holder. One old man in Qizilyar regularly received gifts of food from the households

10 The fiveguarantees, first formulated in themid-1950s, cover essential food, clothing, shelter,medicines, andfuneralexpenses.The listwas laterexpanded,but it reverted to theoriginal five in thepost-Maoperiod.Theprecisedefinitionofthoseeligibletobenefithascontinuedtofluctuate.

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of his neighborhood; this did attract critical comment, since his daughter was a township cadre; however, if relatives fail to carry out their duty, strangers may offer help because it is virtuous to help a poor old man and they can be certain that Allah will reward them.

Recourse to the rhetoric of Islamic morality and the vigorous revival of both household-based and collective rituals should not be taken to indicate that the changes that have taken place in Qizilyar since the 1980s have reinstated the institutions and cultural notions of the pre-1949 era. Here, as throughout rural China, the successful elimination of the threat of hunger and malnutrition has been accompanied by novel forms of individualism and consumer-oriented behavior (cf. yan 2009). However, these sociological trends are attenuated in villages such as Qizilyar by a number of factors: not just physical remoteness and the patriarchal nature of Islam but the cultural barriers that inhibit Uyghur dehqanlar from seeking urban employment even in their local oasis center, let alone in the XUAR capital Urumchi, or the growth centers of the east that have attracted so many millions of Han peasant migrants. In Tian Shan town-ship, the 1980s also brought a modest revival of traditional rainmaking rituals. In Qizilyar, they soon fell into abeyance, but they were performed in 2007 at another community higher up the valley, and rain followed the next day. When reporting these events to me, even older villagers smiled. They did not seriously believe in the efficaciousness of the ritual. If it has any future, it will be as a form of folklore heritage to attract tourist spectators. The villagers themselves will seek remedies to the problems of water shortage, pasture degradation, and uncertainty in general, not through appeals to supernatural agency but in the form of better management by a rational but caring local state, which, as I have shown in this section, is already active on their behalf in so many domains. The disenchantment brutally imposed during the Maoist period has been softened since the 1980s, but it cannot be reversed.

Mädäniyät and qadirThe preceding section has provided an overview of the rural economy, including the moral economy, of Qizilyar as it has developed in the era of reform socialism. I have shown that, in this variant of socialism, following the chaos of the Maoist years, subsistence uncertainty was definitively ban-ished. Building on infrastructural improvements in the irrigation network dating back to the 1950s, the state nowadays intervenes strongly in almost all domains. Most of these measures are viewed positively, the major excep-tions being demographic, linguistic, and religious policies. However, there are also deeper sources of disquiet, which I shall attempt to specify via brief

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portraits of two individuals, Mädäniyät and Qadir. Mädäniyät means civili-zation or culture in Uyghur, and it betrays the year of his birth: 1966, when the Cultural Revolution was launched. He was an only child and had little education. He, his wife, and their two school-age children rely on their small plots and have only a few animals and no other source of income, apart from small sums that she earns by selling her embroidery (via intermediaries at the bazaar in Qumul). They have few relatives and do not cooperate significantly with any other households. Mädäniyät feels vulnerable. A long-term sickness makes him often listless and depressed. It is possible that his diet is insuffi-cient to sustain a physique that is much larger than the local norm. He once asked me if I could possibly make enquiries in Europe about some foreign medicine that might improve matters; although he subscribed to the insur-ance scheme, like everyone else, he did not have enough money to allow him to consult doctors in the city.

Mädäniyät’s preoccupation in 2006–2009 was the recurring invasion of mice, which threatened his store of grain and forced him to devise ever more ingenious defense mechanisms. He was not the only villager who had this prob-lem. Poison was available in city shops, but few were willing to spend scarce cash for this item. Mädäniyät saw himself as poor. He and his wife placed great hopes in their young children, who, if they studied well enough, might one day escape from the village, but they were at the same time reconciled to their lot, knowing it to be greatly preferable to the terrible uncertainties of the Mao-ist decades which had marked their childhood. Mädäniyät felt secure in the knowledge that, in an emergency, help would be forthcoming from the state.11

Qadir is almost ten years younger than Mädäniyät. With support from his father, soon after marriage, he had acquired a new house outside Qizi-lyar, close to the administrative center of the township. His main source of income came from butchering sheep and providing catering facilities for senior officials, in particular Han who were not locally resident. The lat-ter activity was a source of moral anxiety in his own family because it was linked to alcohol consumption, but in addition to giving Qadir a basic grasp of Mandarin, it enabled him to become one of the first young men to own

11 Morehelpwasforthcoming.By2013,Mädäniyät’sfortuneshadimprovedsignificantly.Thestate’sgiftofanewhouse(seen.9above)hadseeminglydealtwiththerodentproblemonceandforall.Thehouseinteriorwasalmostunchangedfromtheformeradobebuilding,buthepointedtothesmalltractor(state-subsidized)withwhichhenowcarriedoutmostofthetasksthatin2006–9hehadundertakenwithhisdonkey.Sellinghisdonkeyhadenabledhimtoacquireasecond-handmotorbike.Hisdaughterhadnotdonewellenoughintheexamina-tionstoproceedtocollegeandwasnowworkinginthekitchensinthecentralofficesofthetownship.Hewasstillhopefulthathissonmightescapefromthevillagebytheeducationalroute.

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a motorbike. He was officially classified as a peasant and, although living separately, his labor power was still at the disposal of his father. He was obliged to work in the fields alongside other family members when sum-moned. In return, he received from his father all the grain he needed for his own small household. Qadir and his wife had signed to commit themselves to having just one child and received a significant financial sum for this sacrifice. Like other Party members I knew in the oasis, Qadir explained this political affiliation in instrumentalist terms. He had not volunteered, but the Qizilyar cell was required by higher levels to recruit more members who qualified as dehqanlar. He had agreed because, although he had no wish to attend tedious meetings (and seldom did so), he did not mind pay-ing the price of having to forego regular mosque attendance, which would otherwise have been expected of him. Party membership is a rational step for a would-be businessman almost everywhere in rural China to reduce the risk and uncertainty faced by their enterprises.12

Qadir had cousins who had gone to college and moved permanently to urban jobs. He had not been given this opportunity, but he was doing every-thing he could to make the best of his fate. Other young dehqanlar in the township would have been grateful for even the small opportunities that had opened up for Qadir. Most have no Mandarin skills at all and usually have to live with their parents for years after marriage. They till the fields and take ani-mals up to the high pastures, and even if they go down to the oasis for seasonal work in late summer, they are expected to hand over the cash they receive to their father. In sum, their lives are characterized by frustration and boredom since, although their subsistence is no longer uncertain, they feel themselves to be imprisoned within an old-fashioned, technologically primitive peasant economy. Their main grievance is not an extractive, exploitative state but the absence of any real opportunity to take risks and break out of the village once and for all. This is what makes rural Xinjiang different from Han-populated regions of the interior, for whom the option to join the “floating population” in the cities is a great deal easier, if only due to the fact that they speak Mandarin. This brings me back to the larger questions broached in the introduction. Even when Uyghur do manage, against the odds, to acquire fluent Mandarin, when they are as qualified as Han applicants or even better qualified, there is evidence

12 By2013,QadirhadbeenappointedDeputySecretaryofthevillage.Hewasveryactiveintheimplementa-tionoftheredevelopmentsummarizedabove(seefootnote9).Heandhiswifehadalsosoughtandbeengrantedpermissiontohaveasecondchild;theywerenowtheproudparentsofason,twelveyearsyoungerthanhissister;yetheremaineddependentinnumerouswaysonhisfather,especiallyinmattersconcerningtheirjointfarmingactivities.

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that they experience discrimination in urban labor markets (Fisher (forthcom-ing); cf. Hopper and Webber 2009). These tensions exploded in the regional capital Urumchi in July 2009, when almost two hundred persons were killed in “ethnic rioting”.13 I argue that this violence was not a consequence of hunger or absolute poverty, nor of uncertainty. Nor did it have anything to do with reli-gious fundamentalism. Rather, the ongoing tragedy (surely non-functional in evolutionary terms, a clear case of maladaptation) of violence in the XUAR is the result of relative deprivation and the strong perception that discrimination is denying Uyghurs equal opportunities in a territory officially classified as their homeland (Hann 2011).

conclusions: embedded socialism in chinaQizilyar cannot stand for the whole of eastern Xinjiang, let alone for the south-ern districts where most Uyghur dehqanlar live. Obviously, the ethnic dimen-sion makes their situation different from that of the rural population elsewhere in China, which for linguistic reasons has a much easier task in joining the urban labor force in the eastern and southern provinces where China’s expan-dig economy is experiencing a great shortage of labor. In some regions of rural China where demographic densities are high, environmental endowments poor, and egalitarian land distribution does not suffice to guarantee subsistence, liv-ing standards have fallen since the 1980s; here, significant numbers of peasants are effectively compelled to migrate. However, this is the exception. The more common motivation is the will to improve one’s lot and escape the boredom and frustration of the peasant condition. Although statistically unrepresen-tative, the balance between what Karl Polanyi termed the economy’s “forms of integration” in Qizilyar resembles that which one finds at the macro level throughout rural China. Reciprocity redistribution, householding and mar-ket exchange are all significant. This embedded socialism in the PRC today is not a euphemism for neoliberal capitalism. The Chinese state, unlike post-Soviet Russia, has not implemented drastic shock therapy but pursued gradu-alist policies of marketization and privatization. Key sectors of the economy, including the extractive industries that underpin the boom of recent decades in the XUAR, are still under state control. Labor has been extensively com-modified, but the land (its pendant in Polanyi’s conceptualization of “fictitious

13 Althoughindependentlyverifieddataarehardtocomeby,itiswidelyacceptedthatmanyoftheUyghursinvolvedintheriotswerenotregisteredcitydwellersbuthailedfromthecountrysideinthesouthoftheXUAR(forfurtheranalysis,seeMillward2009).TherewasnoevidenceofanyparticipantsfromQumul.However,amajorincidentinnearbyTurfaninApril2013showsthatUyghurunrestisnolongerconfinedtothesouth,wheretheyaredemo-graphicallydominant.

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commodities”) remains in the hands of those who farm it. If only because the peasantry, still by far the largest occupational group in China, has not been dis-possessed, but on the contrary receives every possible support from the state to provide for its own subsistence, it seems premature to identify a “capitalist road” (cf. Arrighi 2007). Many migrants are able to return to their villages after decades in the cities with at least a small pension—enough to make them mate-rially independent of their rural kin.

However, a peasantry that has not been dispossessed can still be exploited. Although they benefited from the reforms introduced after 1979, there is abun-dant evidence that the rural population has lost out in recent decades. The wages paid in China’s booming factories are kept at the lowest possible level as a result of the government’s policies—policies that ultimately serve the hegemonic interests of the United States rather than the citizens of China as a whole (Hung 2009). Within China, benefits have accrued to new urban elites, but the countryside has been starved of investment and excluded from genuine participation. Income inequality coefficients have risen steeply. Protest is not always a consequence of hunger or absolute poverty; a perception of relative deprivation may suffice, especially when it is accentuated by an ethnic coloring. When socialist accomplishments in terms of reducing existential uncertainty are recognized, but nonetheless felt to be insufficient, the outcomes can inten-sify other kinds of uncertainty, including political stability.

Following a multiscalar approach, I have argued that Qizilyar and China are instructive for what they reveal about socialism in world history. In its early decades, the PRC was a very bad advertisement for the promise that socialism could, through rational design, achieve better welfare outcomes than the institutions it replaced. The failures of the Great Leap Forward and the Cultural Revolution have been partially recognized in official historiogra-phy (though the extent to which this can be articulated in the public sphere varies with the vicissitudes of politics). Following the death of Mao Zedong in 1976, reform socialists performed much better. In the course of economic decentralization, deep-seated changes in the nature of social and familial relations have been accomplished. Inequalities have increased, but egalitar-ian landholding and low unemployment rates have virtually banished the fear of fundamental existential uncertainty. The canopy provided by this “giving state” might be compared with the “giving environment” of the Indian forest dwellers studied by Nurit Bird-David (1990).

However, as we have seen, merely banishing the threat of hunger and mal-nutrition is nowhere near enough to satisfy the aspirations of dehqanlar such as Qadir in Qizilyar. He would like nothing more than the opportunity to move

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to the city, escape the bonds of patriarchal authority, and take risks in devel-oping his business interests. Such entrepreneurial options, repressed in the Maoist era, are nowadays available in cities such as Shanghai or Guangzhou, but they remain closed to the great majority of rural dwellers. In this respect, Chinese reform socialism has not found a balance that satisfies all population groups. While older generations of peasants are more likely to appreciate the subsistence guarantees and security assured by the present regime, their chil-dren and grandchildren have new expectations. For dehqanlar in Tian Shan township, not even the option to swell the ranks of the new urban proletariat is readily available; upward mobility via education has shrunk, and exclusionary pressures have intensified in Han-dominated labor markets.

The original hubris of the central planners was the dream of banish-ing risk and uncertainty. The omniscient planners would play the role of the auctioneer in neoclassical equilibrium theory, ensuring that all markets would clear and ignoring the noise that a later school of economists would call “transaction costs.” In practice, the socialist economies developed dif-ferent forms of hoarding and “plan bargaining” that led to far greater imper-fections. Risk and uncertainty persisted for the planners and the enterprise managers, but the majority of citizens in both industrial and agricultural sectors were well insulated from these deficiencies. In existential terms, social life under the mature varieties of Soviet socialism was virtually risk-free, more secure even than life in the mixed economies (or welfare states or “embedded liberalism”) of Western democracies.

Did millions of citizens of the U.S.S.R. and its allies reject this secure canopy twenty years ago? If so, why? Because this security extending well beyond the guarantee of a livelihood, was considered excessive, because it was boring and incompatible with a taste for uncertainty? Does this pref-erence necessarily imply an extension of the market principle in Polanyi’s sense? The canopy is changing rapidly in contemporary China, where mar-kets have gained ground but at the same time pensions and social security entitlements are being steadily extended and labor markets are still closely controlled by the state. It is true that decentralization has already led to mass unemployment in the northern “rust belt,” and the compromises of China’s “embedded socialism” will come under more pressure from global market forces in the future. Would Chinese citizens reject their “giving state” today, if given the opportunity, in favor of an alternative political economy that offered more individual liberty but entailed higher levels of risk and uncertainty? Are democratic elections the only way to resolve such big questions? .

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Qadirwithhiswifeanddaughter,Qizilyar,2009

Mädäniyätpreparinghisthreshingfloor,Qizilyar,2009

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ParalelosENTRE LAS CRISIS GLOBALES Y LOS CONTEXTOS LOCALES. ELEMENTOS PARA UNA INTRODUCCIÓN A LA ANTROPOLOGÍA ECONÓMICA

maUricio montenegro riVeros 109

INTERACCIONES ECONÓMICAS, INTERACCIONES SIMBÓLICAS. UNA APROXIMACIÓN ETNOGRÁFICA AL SIGNIFICADO SOCIAL DEL DÓLAR BLUE EN ARGENTINA

marÍa soledad sÁncheZ 133

CREDENCIALISMO Y RECOMENDACIÓN: LAS BASES DE LA REPRODUCCIÓN DE LA CLASE OBRERA SIDERÚRGICA EN LA ARGENTINA CONTEMPORÁNEA

laUra Perelman Y Patricia Vargas 153

INTERDEPENDENCIA Y ECONOMÍA DE DONES. LA “AYUDA” (QUIPALEHUIYA) COMO FORMA ECONÓMICA BÁSICA ENTRE LOS NAHUAS, MÉXICO

YUriBia VelÁZQUeZ galindo 175

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Artículorecibido:1odemarzode2013|aceptado:16deseptiembrede2013|modificado:27deseptiembrede2013

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* El presente artículo se deriva del trabajo como investigador visitante en temas de antropología económica en el GraduateCenterdelaCityUniversity,NuevaYork.

** Magíster,EstudiosCulturales,UniversidadNacionaldeColombia;DoctorandoenAntropología,UniversidaddelosAndes,Bogotá,Colombia.

En TR E L A S cR iSiS gLOBA LES y LOS cOn T EXTOS LOcA LES . ELEM En TOS PA R A u nA i n TRODucción A L A A n TROPOLOgí A EcOnóM icA*

maUricio montenegro riVeros**[email protected] de los Andes, Bogotá, Colombia

R e s u m e n Recientemente se han reactivado la producción

académica y el debate en el área de la antropología económica,

como atestigua esta convocatoria de la revista Antípoda. Con el

fin de ubicar esta nueva producción en un marco significativo, este

artículo pretende brindar algunos elementos de interpretación a

partir de cuatro contextos. El primero de ellos es el de las crisis

económicas –particularmente, la llamada “crisis de 2008”– que han

servido de coyuntura a la reactivación de la subdisciplina. El segundo

tiene que ver con los desarrollos históricos de sus principales temas

y problemas. El tercero, con la consideración sobre su singularidad

teórica y metodológica. En este punto propondré pensar en los

conceptos generales del valor y lo moral como nociones centrales

desde las cuales puede iniciarse un estudio de antropología

económica. Por último, y como contexto final, reseñaré los intereses

contemporáneos de este campo, incluidos algunos de sus desarrollos

actuales y potenciales en Colombia.

P a l a b r a s c l a v e :

Antropología económica, revisión histórica, teoría antropológica.

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda17.2013.06

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EntrE as crisEs globais E os contEXtos locais. ElEmEntos para uma introdução à antropologia Econômica

resumo Recentemente, reativaram a produção acadêmica e o debate na área da antropologia

econômica, prova disso é este edital da revista Antípoda. Com o objetivo de posicionar essa

nova produção em um referencial significativo, este artigo pretende oferecer alguns elementos

de interpretação a partir de quatro contextos. O primeiro deles é o das crises econômicas –

particularmente, a chamada “crise de 2008”– que serviram de conjuntura à reativação da

subdisciplina. O segundo se refere ao desenvolvimento histórico de seus principais temas e

problemas. O terceiro, à consideração sobre sua singularidade teórica e metodológica. Neste

ponto, proporei pensar nos conceitos gerais do valor e da moral como noções centrais a partir

das quais pode se iniciar um estudo de antropologia econômica. Finalmente, resenharei sobre

os interesses contemporâneos desse campo, incluídos alguns de seus desenvolvimentos atuais e

potenciais na Colômbia.

Palavras-chave:

Antropologia econômica, revisão histórica, teoria antropológica.

bEtwEEn global crisEs and local contEXts. ElEmEnts for an introduction to Economic anthropology

abstrac Recently, academic work and debate in the field of economic anthropology are

resurging, as shown by Antípoda’s latest call for articles. To put this new academic production

into context, this article offeres an interpretative aproximation based on four on different

contexts. The first one is economic crises –in particular the so-called “2008 crisis”–, which have

served as setting for the sub-discipline’s reactivation. The second is related to the historical

development of the main themes and problems of economic anthropology. The third one reviews

some of economic anthropology’s singular theories and methodologies. Here, I propose to think

of value and moral as pivotal notions from which to begin a study of economic anthropology.

Finally, I identify the contemporary interest in economic anthropology including some of its

current and potential developments in Colombia.

Key words:

Economic anthropology, historic review, anthropological theory.

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En TR E L A S cR iSiS gLOBA LES y LOS cOn T EXTOS LOcA LES . ELEM En TOS PA R A u nA i n TRODucción A L A A n TROPOLOgí A EcOnóM icA

m a U r i c i o m o n t e n e g r o r i V e r o s

l a antropología económica se consolidó como sub-disciplina antropológica a mediados del siglo pasado, y hasta la década de los setenta fue espacio de debates intensos e influyen-tes que marcaron la formación de varias generaciones de antro-pólogos1. sin embargo, la subdisciplina perdió protagonismo en las ciencias sociales durante varias décadas. en latinoamérica,

y particularmente en colombia, la antropología económica ha sido poco explo-rada, aunque muchos temas de investigación recurrentes en la agenda de las ciencias sociales podrían beneficiarse del uso de sus teorías y perspectivas. en general, las relaciones disciplinares entre la economía y las ciencias sociales en colombia han sido dif íciles y poco productivas. economistas y científicos socia-les se acusan mutuamente de falta de rigor o de sentido crítico, y pocas veces se resuelven a debatir en términos que no se excluyan entre sí.

La antropología económica, junto con otras subdisciplinas como la his-toria, la sociología o la geograf ía económicas, intenta precisamente mediar en esta oposición en apariencia irreconciliable, y en este proceso ofrecen valiosas posibilidades analíticas y metodológicas. Este número de Antípoda es una exce-lente oportunidad para explorar estas posibilidades en el contexto de una reac-tivación por el interés en la antropología económica, que ha respondido –entre otros factores– a las últimas crisis financieras globales, como puede verificarse en el volumen de publicaciones y eventos académicos que se han dedicado al tema en los últimos años. Con este fin, quisiera proponer algunas coordenadas que nos ayuden a identificar los temas y preguntas principales de este campo de estudio, así como sintetizar sus desarrollos históricos, para ponerlos al servicio de problemas contemporáneos.

1 AgradezcoaMichaelBlim,enelGraduateCenterdeCUNY,yaFriederikeFleischeryFabricioCabrera,en laUniversidaddelosAndes,aquienesdebomuchasdelasreferenciasbibliográficaseideassobreelestadoylasposibilidades de la antropología económica.

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Para la estructura expositiva de este artículo he decidido usar como introducción el contexto de las recientes crisis económicas globales, a par-tir de las cuales se han articulado viejos y nuevos problemas de la antro-pología económica, como el debate sobre las formas de definir y medir el desarrollo económico. A continuación, tras la necesidad de dar un contexto a los debates actuales, propongo una breve historia de la subdisciplina. Este esquema histórico de desarrollos de la antropología económica me da la oportunidad de abordar, en un tercer momento, el problema de su singula-ridad teórica y metodológica; allí propondré pensar en las preguntas por el origen y la definición del valor, y por los arreglos morales en torno a la vida económica como las principales formas de integración de los debates en antropología económica.

Finalmente, con el fundamento de estos tres contextos (el coyuntural, el histórico y el teórico) perfilaré algunos de los principales retos de la antro-pología económica actual, en particular el estudio del capitalismo global, el desarrollo inequitativo y las nuevas alternativas socialistas. Intentaré ubicar éstos y otros problemas en Latinoamérica, y en especial en Colombia, sugi-riendo por supuesto la especificidad de sus economías, actualmente presio-nadas por fenómenos como la desindustrialización, la reprimarización y el extractivismo (Herreros y Durán, 2011), y que al mismo tiempo enfrentan los retos globales arriba señalados.

La crisis de 2008En 2008 se hizo visible en los medios globales de comunicación una serie de desfalcos financieros que venían teniendo lugar desde hacía varios años en el mercado bursátil, sostenidos en la excesiva confianza en la autorregulación de los mercados. Este exceso de confianza puede interpretarse, en el ámbito ideo-lógico, como prueba de la hegemonía de la doctrina del libre mercado, que el célebre economista Milton Friedman (1962) declaró invencible, en la década de 1960. En particular, los fraudes en el sistema de créditos hipotecarios inicia-ron una recesión en el sector inmobiliario que trascendió rápidamente a otros sectores económicos, primero en Estados Unidos y luego en el sistema global asociado a la economía estadounidense (Barth, 2009).

Aunque la recesión no puede entenderse como un hecho aislado ni coyuntural, y tiene causas estructurales e históricas, muy pronto, sin embargo, la cobertura mediática dio a esta serie de fenómenos el sonoro apelativo de “crisis de 2008” y emparentó el evento con hitos de la historia económica como la “Gran Depresión de 1929”. De inmediato, la atención de la opinión pública

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se centró en la crisis, y muchos se interesaron por sus causas y consecuencias. La industria académica, como no podía ser de otro modo, se sincronizó rápi-damente con estos intereses y promovió numerosos estudios desde diversas disciplinas, para intentar explicar o conjurar la crisis. En parte, este renovado interés quizá respondió también al impacto que tuvo la crisis sobre un sector académico compuesto en su mayor parte por clases medias, quienes han visto recortados de modo sistemático los beneficios que pudo ofrecer una economía boyante en Estados Unidos y Europa.

Este estado de cosas facilitó la creación de cierto consenso académico que hoy, cuatro años después, puede parecernos apresurado. Tal consenso dictaba que la crisis nos habría hecho conscientes de la arbitrariedad, pre-cariedad y supuesta fragilidad del sistema capitalista imperante. Muchos economistas moderadamente críticos se volvieron contra las ideas de Fried-man e hicieron un llamado a fortalecer los controles del Estado sobre los mercados, a castigar la especulación financiera y, en fin, a no confiar en la proverbial “mano invisible” de la que habló Adam Smith. Un buen ejemplo de esta tendencia es la serie de textos recogidos en el volumen Time for a Visible Hand. Lessons from the 2008 World Financial Crisis, editado por Joseph Stiglitz et al. y publicado en 2010. Incluso, hubo en éstas y otras pro-clamas cierta autocomplacencia, cierto tono de reproche, casi una exigencia de desagravio para el triunfalismo neoliberal post-1989.

La crisis, sin embargo, puede interpretarse también de otro modo: no como un fracaso, sino como una victoria neoliberal. Como anota Fabricio Cabrera: “en muchos casos estas crisis logran ser aprovechadas por algunos sectores, en otros son incluso creadas por sectores estratégicamente situa-dos con miras a ‘administrarlas’” (2011: 17). Ambas interpretaciones, en todo caso, señalan la necesidad de examinar críticamente la economía, en particular desde las ciencias sociales, y es en este contexto donde especialidades como la antropología económica cobraron protagonismo en el panorama académico.

Cabe añadir, sin embargo, que la producción en el campo de la antro-pología económica ha sido constante durante las últimas décadas, aunque no haya sido, como ahora, visible para un público más amplio. Para atesti-guar la constancia y coherencia del trabajo en el campo está, por ejemplo, la Society for Economic Anthropology, que desde 1980 patrocina reuniones anuales y publicaciones especializadas, o la revista Research in Economic Anthropology, fundada en 1978 por George Dalton, un cercano colaborador de Karl Polanyi, y activa desde entonces. En particular, en la última década hay algunas referencias importantes que vale la pena señalar como antece-dentes de la actual reactivación del campo.

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La primera de estas referencias es el libro de Stephen Gudeman The Anthropology of Economy: Community, Markets and Culture, publicado en 2001; este libro recoge las principales reflexiones teóricas de Gudeman, quien permaneció activo durante las décadas de menor producción de antropología económica, las de 1980 y 1990. Hasta la aparición de esta obra había pasado mucho tiempo sin que se presentara un panorama amplio de la subdisciplina, que además arriesga una teoría general, partiendo de la categoría de “base” económica, que Gudeman ha perfeccionado desde entonces. Con este impulso, varios estudiosos del campo que venían desarrollando un trabajo sostenido, aunque marginado por el mainstream académico, se dieron a la tarea de pre-sentar las bases y los desarrollos de la antropología económica a una nueva generación de científicos sociales; entre estos esfuerzos se destacan Economies and Cultures: Foundations of Economic Anthropology, de Richard Wilk y Lisa Cligget (2007), y Economic Anthropology, de Chris Hann y Keith Hart (2011). Tal vez el principal acontecimiento editorial y académico de este proceso fue la aparición, en 2005, de un handbook de antropología económica, dirigido por James Carrier, en el que se incluyeron textos de varios autores que han sido centrales en la reactivación del campo, entre ellos los propios Hann y Hart, así como el polémico David Graeber (hoy ampliamente reconocido), el mismo Stephen Gudeman, Susana Narotzky, Don Robotham, uno de los principales impulsores de la revitalización, también, del marxismo; incluso Sutti Ortiz, quien publicó cuarenta años antes en el clásico Themes in Economic Anthropo-logy, editado por Raymond Firth (2004 [1967]).

Precisamente, a raíz de la crisis de 2008, los editores del handbook vieron la oportunidad de lanzar una segunda edición, ampliada y actualizada, en la que se incluyó una sección entera llamada “The crisis”, con artículos de Michael Blim, Horacio Ortiz, de nuevo Keith Hart, entre otros. El propio Carrier (2012) postula en la introducción a esta segunda edición que la crisis dio un nuevo aire a la antropología económica. El mismo comentario puede hallarse en el prólogo a The Human Economy (2010: 1), otro handbook, esta vez no estric-tamente antropológico, aunque la mayoría de sus colaboradores son antropó-logos. En dicho prólogo los editores (Jean-Louis Laville, Antonio Cattani y, sí, Keith Hart) advierten sobre la necesidad de “repensar” la economía después de la crisis de 2008, que supuestamente probaría el fracaso de las teorías econó-micas hegemónicas.

Estas convicciones no estaban lejos de las de la opinión pública ilus-trada, e incluso dieron lugar a movimientos como “Occupy Wall Street”, al que se unieron públicamente varios intelectuales. Es en este ambiente aca-démico y político que aparece el ya citado Economic Anthropology (2011),

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un libro sobre el que precisamente dice Bill Maurer (2012), en una reseña convenientemente titulada “Occupy economic anthropology”, que más que un trabajo académico es un trabajo político. y tiene razones de sobra para decirlo, pues Hann y Hart dedicaron, por ejemplo, un capítulo a la reflexión sobre la alternativa socialista en el mundo contemporáneo. El propio Mau-rer comenta, de un modo quizá demasiado agudo como para suponerlo un elogio, que “uno puede detectar que Hann y Hart han sido influidos por 1968, más que por 2008” (458).

Sin duda, hay una fuerte relación entre este libro y el anterior proyecto de Keith Hart, The Human Economy; incluso, parece revelarse un programa de trabajo que seguramente tendrá nuevas entregas. Maurer sintetiza esta relación con contundencia: “si Economic Anthropology es la teoría, The Human Economy es la práctica”. Por ahora, y para dimensionar mejor los debates que recogieron estas producciones influidas por la crisis de 2008, quisiera dejar de lado por un momento esta tensión entre teoría y práctica y ofrecer una historia sintética de la antropología económica, para luego identificar algunos problemas con-temporáneos, de interés para la subdisciplina, y proponer algunas formas de aproximarse a ellos.

Breve historia de la antropología económicaComo ya he anotado, para muchos estudiosos la crisis de 2008 hizo patente la necesidad de retomar el trabajo sobre la antropología económica, entendida como la perspectiva más inclusiva para pensar en las posibilidades económicas. Esto nos remite de nuevo a la importancia de la disciplina en la concepción de una “economía humana” que se interese por la satisfacción de todas las nece-sidades, no sólo por aquellas que puede cubrir el mercado: también los bienes públicos, la educación, la seguridad, el medioambiente, y por “cualidades intan-gibles como la dignidad, que no pueden ser reducidas a indicadores económi-cos” (Hann y Hart, 2011: 8).

En este proceso de concebir una economía (más) humana, es necesario permanecer alerta sobre los peligros de sobreextender el principio de los mer-cados; una lección que nadie expondría mejor, aun hoy, que Karl Polanyi. En la mayor parte de la literatura sobre antropología económica se hace explícita la enorme deuda que ésta tiene con Polanyi, y en particular con su teoría de la imbricación [embeddedness] entre economía y sociedad. De allí que la histo-ria de la subdisciplina usualmente distinga como referente principal el debate clásico entre formalismo y sustantivismo, entre las décadas de 1940 y 1970, momento que algunos autores (Hann y Hart entre ellos) han llamado “la edad de oro de la antropología económica”.

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Aunque es común señalar el citado debate como un hito, podría no ser precisamente una “edad de oro”, pues se trató de una discusión agotadora en la que se contrastaron las posiciones en disputa, a tal punto, que amenazó con hacerse bizantina. En todo caso, se trató de un momento clave para la subdis-ciplina en la conformación de los debates contemporáneos. Con este presu-puesto, a continuación propongo una clasificación histórica, muy esquemática, marcada por un antes y un después del debate formalista-sustantivista.

El antesAntes incluso de la consolidación de la antropología económica, o de la antro-pología y la economía como disciplinas singulares, pueden señalarse algunos antecedentes importantes de sus respectivas formaciones. En principio, habría tres momentos generales: el Mundo Antiguo, en el que la economía sería entendida como administración doméstica; el medieval, en el que se abrirían debates sobre la propiedad y el origen del valor; y la economía política de los siglos XVIII y XIX, en la que tomarían importancia problemas como la división del trabajo y las leyes del mercado. En este tercer momento –la economía polí-tica–, puede hablarse ya de una antropología económica incipiente, expresada, por ejemplo, en el interés que Karl Marx mostró por la economía precapitalista, especialmente en los Grundrisse (2005 [1857]).

Los inicios de la antropología económica propiamente dicha estarían marca-dos por el trabajo etnográfico de figuras como Franz Boas o Bronislaw Malinowski, quienes se interesaron por los regímenes de intercambio en sociedades conside-radas primitivas. De algún modo, este interés por “otras” economías distintas del capitalismo hegemónico, que ya avanzaba globalmente a inicios del siglo pasado, constituye el corazón mismo de la antropología económica; es en estos contrastes, oposiciones e hibridaciones donde se revela la importancia de su perspectiva.

El principal aporte de estas etnograf ías habría sido la postulación de dos categorías, el kula (Malinowski) y el potlatch (Boas), para designar tipos de intercambio singulares que retan la hipótesis de la generalización del mercado capitalista. El kula, por una parte, designa un complejo sistema de intercambio de objetos aparentemente sin mucho valor (principalmente collares y braza-letes), en el que participan cientos de personas en un ciclo de navegación que cubre unas dieciocho islas en al área de Trobriand, en Papúa-Nueva Guinea. Los objetos que se intercambian en el kula son valorados por su antigüedad y por la red de personas que los han poseído y entregado. Malinowski estudió este tipo de intercambios en la década de 1910 y concluyó que, lejos de limi-tarse al paradigma económico de “decisiones racionales” y maximización de beneficios, respondían a la reproducción de la autoridad política, a las relacio-

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nes de parentesco y a las jerarquías sociales, al tiempo que creaban el contexto social necesario para el intercambio de otros bienes.

El potlatch, por otro lado, designa un ritual de ofrenda de diversos bienes y trueque de otros, practicado por varias comunidades indígenas en la costa del Pacífico estadounidense y canadiense. Para Boas, quien lo estudió en la década de 1880, el potlatch es un sistema de redistribución directa de la riqueza; tan es así que incluye en algunos casos la destrucción de bienes que se conside-ran superfluos o excesivos para las necesidades de la comunidad, aunque esta misma destrucción esté asociada al estatus de quien sacrifica lo que de otro modo podría beneficiarlo. Una práctica que, sin duda, reta la limitada imagina-ción económica del paradigma neoclásico.

Quien consolidaría teóricamente estos hallazgos etnográficos sería Mar-cel Mauss (2000 [1924]), al proponer una teoría general del don que intentaba explicar las lógicas sociales del intercambio más allá de supuestos económicos como la maximización de la utilidad o la llamada acción racional. Para Mauss, el kula y el potlatch son ejemplos de “economías del don”, en las que la recipro-cidad es más importante que la eficacia o la generación de plusvalía. Es tal vez a partir del trabajo de Mauss que empieza a perfilarse la pareja conceptual que en la siguiente sección postularé como central en la antropología económica: el valor y lo moral; por cuanto las economías del don subrayan la producción social del valor y la imposibilidad del intercambio sin un acuerdo sobre su defi-nición, pero también sin un acuerdo sobre las premisas morales que ubican a los sujetos del intercambio en posiciones sociales específicas.

A partir de estos trabajos pioneros, las aproximaciones antropológicas a la economía asumieron un papel crítico, en particular respecto del etnocen-trismo latente de las categorías de análisis económico:

los ejemplos del kula y el potlatch, reconocidos como modelos etnográficos, dieron lugar a descripciones de instituciones semejantes por parte de la antro-pología, a las cuales, más allá de reinterpretaciones recientes y críticas a algunos postulados, debe reconocérseles el impacto que produjeron para el tratamiento de las cuestiones económicas en antropología. significaron, tal vez, un llamado de atención en torno a la viabilidad de los conceptos de escasez, necesidad, utilidad, etc. que de alguna manera articulaban (y en parte lo hacen aún) las concepciones predominantes en la teoría económica. (trinchero y Balazote, 2007: 81)

En efecto, el impacto de la descripción del potlatch se tradujo en la nega-ción del principio económico de la escasez como fundamento del valor, tesis fundamental de David Ricardo y sus discípulos, y dio lugar a interpretacio-nes arriesgadas sobre la función social (y económica) del derroche, como las

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propuestas por Georges Bataille (2007 [1976]). El kula, por su parte, afirmó la importancia del valor simbólico en el intercambio, y la posibilidad de inter-cambios no económicos (al menos no en el sentido de la economía neoclásica). Finalmente, al recoger estas dos categorías etnográficas y proponer una econo-mía del don, Mauss inició un trabajo de zapa en los cimientos de los modelos de la utilidad individual y recuperó las tesis de Émile Durkheim sobre la solida-ridad (mecánica u orgánica) como principio de la vida social.

El debate formalismo-sustantivismoEn La gran transformación (1944), Karl Polanyi defiende la hipótesis de un cam-bio radical en la vida económica a partir del ascenso del capitalismo: su abstrac-ción de la vida social. Este proceso implicaría el desplazamiento del interés por las situaciones concretas de producción e intercambio, en favor del estudio de modelos formales pretendidamente generales. La creciente legitimidad de tales modelos no haría más que naturalizar los supuestos de la economía neoclásica (de nuevo: la acción racional, el individualismo metodológico, la maximiza-ción de recursos). En abierta oposición a esta tendencia, y retomando a Mauss (2000 [1924]), Polany (1944) invocó aspectos de las economías domésticas o de pequeña escala, como la tendencia a la reciprocidad y la redistribución. Las ideas de Polanyi fueron recibidas y propagadas por un conjunto de autores pos-teriormente llamados “sustantivistas”.

El sustantivismo es tal vez la corriente de pensamiento paradigmática del interés antropológico en la economía, pues hace énfasis en la importan-cia de la diferencia cultural en el análisis económico: la imbricación de la que habla Polanyi imposibilita (o al menos dificulta) las generalizaciones formales (y las morales, también), y señala el camino de la etnograf ía (Gemici, 2008). Sin embargo, es el formalismo condenado por Polanyi el que realmente con-voca a la antropología y a las ciencias sociales en general a pensar en términos económicos, de modo que pudiera darse un debate informado en un campo ya constituido y, de hecho, hegemónico. Al menos ésa es la posición de Melville Herskovits (1940), abanderado del formalismo, quien defiende la posibilidad de aplicar la teoría económica moderna en el estudio de sociedades premodernas; una idea que no estaba muy lejos de experiencias etnográficas como la de Ray-mond Firth (1939), quien ya había descrito la vida económica de los Tikopia a partir de la teoría de la elección racional.

Es con el debate entre formalistas y sustantivistas que la antropología se ofrece como una herramienta reflexiva para la economía, necesaria por cuanto los métodos económicos “han conducido a la negación sistemática de la historicidad de sus categorías” (Trinchero y Balazote, 2007: 12). Esta

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reflexividad se ha expresado comúnmente, o bien cuestionando la teoría dominante ofreciendo ejemplos contrastantes, o bien, como propone Ray-mond Firth, ayudando a afinarla:

Puede argüirse que la relación a veces postulada como disgregación entre la eco-nomía y la antropología es de la misma naturaleza que la relación entre la econo-mía y la historia económica. cuando el antropólogo o el historiador aplica un test institucional empírico a proposiciones económicas teóricas, puede encontrar que las proposiciones mismas necesitan ser ampliadas o modificadas, especificando con mayor precisión las condiciones en que operan. (2004 [1967]: 14)

Esta preocupación por las condiciones de reproducción de las lógicas económicas fue compartida por un movimiento de la teoría económica rela-tivamente ajeno al debate entre formalismo y sustantivismo, e incluso a la antropología económica en su conjunto. Se trata del grupo formado en la Lon-don School of Economics y la Universidad de Cambridge, alrededor de figu-ras como Piero Sraffa (1960), quien intentó rehabilitar la economía política de Adam Smith, Karl Marx y, particularmente, David Ricardo, ante la avanzada hegemónica de la economía neoclásica. Precisamente, en esta tradición, deno-minada a veces “neorricardiana”, en diálogo con la antropología social britá-nica de la década de 1930, se formaron antropólogos como Stephen Gudeman, quien todavía hoy tiene un importante ascendiente en el campo.

Hay que subrayar, por último, que muchos autores que participaron ini-cialmente en el debate formalismo-sustantivismo, incluidos Clifford Geertz (1963) y Marshall Sahlins (1972), decidieron, cuando la antropología econó-mica perdió protagonismo en la segunda mitad de la década de 1970, decan-tarse por el análisis de la cultura en cuanto sistema simbólico.

El despuésPrecisamente, con el ascenso de la antropología simbólica y de la etnograf ía reflexiva, en el contexto del llamado giro culturalista, la antropología econó-mica fue relegada por algún tiempo a focos locales que no trascendieron con facilidad las fronteras nacionales, como el marxismo francés encabezado por Maurice Godelier y Claude Meillasoux (Seddon, 1978), o bien fue subsumida en movimientos intelectuales para los cuales no fue, sin embargo, central. Este último es el caso del feminismo, que mantuvo precisamente una posición crí-tica frente al marxismo, por considerar que éste difundía una definición res-tringida de la reproducción social, obviando, por ejemplo, la importancia de la economía doméstica (Narotsky, 2004: 224); en este empeño, la crítica feminista amplió el campo del análisis antropológico de la economía.

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Por otro lado, la década de 1980 vio el avance del llamado nuevo institu-cionalismo, una escuela de análisis económico que compartía ciertos presu-puestos, si no de la antropología, al menos de las ciencias sociales, en particu-lar, el interés por el capital social y, en general, la génesis social del valor (North, 1986). La nueva economía institucional, que de algún modo tomó el relevo del formalismo, llegó incluso a hacer merecedores del Premio Nobel de Economía a Douglass North y Robert Fogel, en 1993.

En la década de 1980 también tomó forma una subespecialidad de la antropología económica que puede denominarse “antropología del dinero”, interesada especialmente en la formación del valor. El referente imprescin-dible de este empeño es el volumen Money and the Morality of Exchange, editado por Jonathan Parry y Maurice Bloch (1989). Pero el mayor volu-men de investigaciones y publicaciones se concentró en la antropología del consumo: autores como Daniel Miller (1987), Arjun Appadurai (1991 [1986]) y Mary Douglas y Baron Isherwood (1990 [1974]) dirigieron sus intereses hacia las prácticas de consumo, adivinando allí aspectos más cer-canos a las predominantes teorías posmodernas y culturalistas, como la fragmentación institucional o la capacidad de agencia individual. En esta transición del examen de sistemas de producción e intercambio a sistemas de consumo se mantuvieron, sin embargo –con nuevos términos–, deba-tes clásicos de la antropología económica; por ejemplo, la oposición entre mercancías y regalos subrayada en la influyente obra de Appadurai (1991 [1986]) no dista mucho de las ideas de Mauss, e incluso de la oposición general entre forma y sustancia. Es así como, de un modo sutil e intere-sante, el mismo giro cultural que de algún modo eclipsó los avances de la antropología económica cumplió también con las expectativas del sustan-tivismo más radical.

Esta breve reseña histórica podría complementarse con una intere-sante propuesta de Hann y Hart (2011): presentar los hitos de la antropo-logía económica también en clave de “tradiciones nacionales”: la alemana, la británica, la estadounidense y la francesa. Esta perspectiva nos permite además reparar en la evidente concentración de esta producción intelec-tual en Europa y Estados Unidos. Para contrarrestar un poco este desequi-librio, sería necesario revisar la agenda contemporánea de la antropología económica y las subdisciplinas más asociadas a ella; valga decir: la antro-pología política, la historia económica, la geograf ía económica y la antro-pología del desarrollo. En todos estos casos, tanto los problemas de estudio como los movimientos intelectuales y los investigadores pertenecen cada vez más al sur global.

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Esto no es del todo inesperado teniendo en cuenta que la actual eco-nomía global está crecientemente dominada por las economías asiáticas, mientras que las latinoamericanas, e incluso las africanas, emergen con dinamismo. De nuevo, la llamada crisis de 2008, que habría tenido sus mayores efectos en Europa y Estados Unidos, sirve como punto de referen-cia de estas transformaciones.

La utilidad de este recuento histórico reside, entre otras cosas, en la oportunidad que brinda para identificar fenómenos de largo plazo de inte-rés para la antropología económica, así como constantes teóricas y meto-dológicas que permitan fortalecer el campo, pues la ausencia de teorías y métodos propios ha sido precisamente una de las críticas más insistentes que se le han hecho, a pesar del esfuerzo de trabajos como el volumen de artículos editado por Jean Ensminger (2002) sobre los debates teóricos más desarrollados en la subdisciplina.

A propósito de la necesidad de examinar la singularidad del cuerpo teó-rico de la antropología económica, a continuación exploraré rápidamente una propuesta inicial: dar centralidad a los conceptos generales del valor y lo moral.

una nota sobre la singularidad teórica y metodológicaSi los debates teóricos y metodológicos de la antropología económica tienen aspectos singulares que los distinguen y los hacen necesarios en el campo ampliado de las ciencias sociales, es posible que los conceptos generales del valor y lo moral constituyan el eje mismo de tal singularidad. En mi opinión, han sido las preguntas sobre el origen y las transformaciones del valor, y la tensión entre solidaridad y egoísmo, las que han guiado la mayor parte de investigaciones en el campo. Puede afirmarse que la mayor parte de la antropología económica influida por Karl Marx ha regresado a las pregun-tas fundamentales sobre el valor que se hacen en El capital; por ejemplo, la pregunta por la definición misma de “mercancía” ha guiado la discusión sobre las tensiones acerca de lo que puede (o debe) intercambiarse o no, y cómo. Estas decisiones entrañan numerosas disputas por la legitimación de juicios morales y concepciones culturales particulares sobre el intercambio. La antropología económica ha desarrollado diversas herramientas teóricas para estudiar estos procesos de integración o exclusión de bienes y personas en lo que se ha convenido en llamar “esferas de intercambio”. Estas esferas son espacios sociales en los que imperan acuerdos, provisionales o no, sobre las lógicas y los contenidos del intercambio; cada una excluye por definición los términos del intercambio en otras esferas (Sillitoe, 2006). Así, por ejemplo,

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nuestras ideas sobre el intercambio de favores entre familiares difieren de aquellas que guían nuestras acciones en el regateo de mercancías en un mer-cado popular. Más aún: algunos bienes pueden declararse exentos de partici-par en regímenes de intercambio en un espacio social particular; es el caso de ciertos objetos sagrados, o colectivos; y esta exención puede servir también para dimensionar el valor de aquello que sí se intercambia (Kopytoff, 1991).

Por otro lado, la antropología económica influida por Émile Durkheim ha estado más interesada por los acuerdos morales que garantizan los inter-cambios económicos y disuaden del uso de la violencia para apropiarse de recursos. Para Mauss, por ejemplo, el intercambio debe estudiarse como un tipo de “contrato” que sólo es posible bajo el supuesto de unas obligaciones solidarias. Más allá, como anotan Wilk y Cliggett (2007), la teoría econó-mica surge en Europa como una filosof ía moral. En este sentido, las discu-siones protoeconómicas promovidas por Thomas Hobbes todavía tienen eco en los debates sobre la naturaleza social del individuo, así como las de Jean-Jacques Rousseau. No en vano, Adam Smith, considerado el principal precursor de la teoría económica moderna, se interesó tanto en asuntos morales (2004 [1759]) como en asuntos económicos.

Pero también influyentes trabajos contemporáneos replican la centralidad de estas categorías. Es el caso de las investigaciones de David Graeber (2001) sobre la noción de valor, o la propuesta de Stephen Gudeman (2001) de entender la antro-pología económica a partir de la tensión comunidad-mercado, en donde los acuer-dos morales posibilitan la homogeneidad de la comunidad, mientras que la legiti-midad del valor hace posible el mercado. Una de las principales implicaciones de la perspectiva moral es la concepción del intercambio como un sistema de relaciones entre personas por intermedio de las cosas. El mercado, aun siendo una ficción (no es observable, como sí lo son los intercambios concretos), es una ficción activa: cumple un rol de referente moral y cognitivo.

Este énfasis se debe a Mauss, en el sentido de que son las relaciones que causan o expresan, y no las cosas en sí mismas, las que constituyen el centro de las prácticas económicas:

My account rejoins a Maussian perspective in that i see innovation as creating relations between people through things. The relationship between people as mediated by things–whether in the market or in community, whether via capital or the base–is the stuff of economy. (Gudeman, 2001: 147)

Luego, sobre la singularidad metodológica, vale la pena insistir en la importancia de combinar la etnograf ía con la historia económica y de dar perspectiva geográfica a ambas, en especial en lo referente a la integración de

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observaciones locales y globales, de modo que se eviten simultáneamente la exotización y las alusiones abstractas a “flujos globales”.

La preocupación por delimitar los métodos de la antropología eco-nómica queda bien ilustrada en la propuesta de Caroline Dufy y Florence Weber (2009 [2007]) de pensar en una “etnograf ía económica”; una pro-puesta de cuño sustantivista, por cuanto afirma que la etnograf ía ayudaría a objetivar las abstracciones económicas, de modo que puedan examinarse posteriormente a la luz de teorías antropológicas o de las ciencias sociales. En todo caso, no se trata simplemente de hacer etnograf ía de temas econó-micos, o con preguntas económicas.

Por último, cabe anotar una clave tanto teórica como metodológica: la integración de las esferas comúnmente opuestas de lo económico y lo cultural. Es necesario superar la dicotomía que Viviana Zelizer (2005: 20-35) llamó “teo-ría de los mundos hostiles”, que opone la esfera económica –en donde reinarían el dinero y el interés– a una esfera cultural idealizada –en la que reinarían la solidaridad y los valores simbólicos–. Sobre esta integración fundamental entre economía y cultura escribe Kirsten Simonsen:

[…] culture (as the production of meaning) and economy (as meaningful practices) are inseparable. economic activities should therefore not be set in opposition to extra-economic cultural and social forces but be understood as just one category of social relations, much as kinship and religion. (2001: 50)

La antropología económica está llamada a dar forma a esta integración, como afirman Wilk y Cliggett (2007: 42-46), al perfilar la articulación entre tres modelos básicos del pensamiento económico: el primero, el modelo social, se expresa particularmente en la economía política y se concentra en el poder y las instituciones; el segundo, llamado modelo moral, hace énfasis en la con-ducta y en el sentido; un tercer modelo, el modelo individual (self-interested), supone la libertad, la autonomía y la competitividad “natural” del sujeto. Este último es el modelo que ha hecho carrera en la economía liberal. La tarea de la antropología en su relación con la teoría económica consiste en problemati-zar sus tendencias más formalistas y abstractas. La cultura es un contexto que cuestiona las hipótesis de autodeterminación económica y enriquece las aplica-ciones concretas de las cuestiones morales que subyacen a todo el conjunto. La antropología tiende a ampliar el concepto de cultura más allá de los límites de “la producción de sentido” comúnmente aceptados, de manera que los modelos señalados arriba no deben entenderse como excluyentes, sino como un todo orgánico: la cultura sería la síntesis de los hechos sociales, individuales y mora-les (Wilk y Cliggett, 2007: 46).

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La antropología económica hoy (y aquí)Más allá de estos debates, interesan los campos en los que podrían ser útiles las lecciones históricas de la antropología económica, en especial algunos de los grandes problemas de nuestro tiempo, como el desarrollo desigual o inequita-tivo, la alternativa socialista y el capitalismo global.

Sobre el desarrollo inequitativo pueden invocarse las principales tesis de la antropología del desarrollo, muy cercana a la antropología económica, en particular la denuncia del colonialismo sostenido ideológicamente en la empresa desarrollista, y la consecuente “invención del tercer mundo” (Esco-bar, 1996). Al respecto, vale la pena anotar que, si la antropología econó-mica no ha tenido protagonismo en la academia latinoamericana, sí lo han tenido subdisciplinas muy cercanas en sus intereses, como la antropología política y la del desarrollo. Tal vez esto pueda explicarse por la importancia que han tenido para el sur global marcadores como el “subdesarrollo”, y la necesidad de examinarlos críticamente.

Aunque el problema del desarrollo no sea estrictamente económico, ni el campo económico se agote en el debate sobre el desarrollo, la produc-ción académica de ambas subdisciplinas ha estado fuertemente ligada, al menos en la academia estadounidense, como lo comprueba el handbook de Marc Edelman y Angelique Haugerud (2005), que reúne a muchos autores clave, la mayoría de los cuales ha contribuido también en el relanzamiento de la antropología económica. Allí se publicó el artículo ya clásico de Jean Comaroff y John Comaroff sobre el “capitalismo milenarista”, en el que se relaciona la expansión cultural de la ideología neoliberal con dos fenóme-nos contemporáneos: la catástrofe ambiental asociada a la mala gestión de recursos naturales, y la nueva división global del trabajo, cuyo modelo inequitativo se sostiene en la presión demográfica.

Sobre la alternativa socialista, hay que subrayar que ideológicamente ha influido sin duda en la historia de la antropología económica (tanto Mauss como Polanyi, para no ir más lejos, declararon y defendieron al socialismo como su filiación política), y, por lo tanto, vale la pena considerar sus propias lecciones históricas. Con este fin, pueden distinguirse tres momentos: el socia-lismo hasta 1989, el postsocialismo en la ex-Unión Soviética y Europa del este, y el reformismo socialista actual en países como China, Vietnam y Cuba. Sobre este último momento recae la atención de Hann y Hart (2011), quienes se con-centran en la descripción del caso chino, que les parece ejemplar, por cuanto ha logrado integrar eficazmente capitalismo y socialismo; es decir, que ha logrado integrar la producción eficaz de plusvalía (el valor) con diversos modelos de redistribución (lo moral).

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Las posibilidades de éxito de las economías de tendencia socialista habrían aumentado con la crisis financiera del “Primer Mundo”, como demostraría el resurgimiento latinoamericano en una década marcada por el giro hacia la izquierda de la mayor parte de sus gobiernos nacionales. Sin embargo, el sistema-mundo (Wallerstein, 1976) consolidado moviliza múltiples y poderosas resistencias, especialmente asociadas a la división global del trabajo y la explotación de recursos, y a los arreglos financieros entre organizaciones multilaterales, corporaciones multinacionales y Esta-dos. Así, uno de los problemas centrales para la economía contemporánea es la llamada “financialización2”, que para algunos autores corresponde a la actual forma histórica del capitalismo (Arrighi, 1994), y cuyo estudio desde las ciencias sociales sigue siendo limitado.

De allí que el tercer campo de interés contemporáneo sea el estudio del capitalismo global. Un campo que reta a la disciplina antropológica, por cuanto recusa la tendencia al exotismo y llama a estudiar la cotidianidad de un capi-talismo heterogéneo y deslocalizado. Un buen ejemplo de las posibilidades etnográficas en este campo es el interés por las redes sociales y las prácticas culturales del mundo financiero, desde el trabajo pionero de Ellen Hertz (1998) sobre la bolsa de Shanghái hasta el trabajo de Karen Ho (2009) sobre la cultura institucional de Wall Street, o el de Emil Røyrvik (2011) sobre el modo en que se hacen negocios en las corporaciones multinacionales.

Actualmente, es de particular interés la transición del capitalismo nacio-nal al mundial, que sería una nueva expresión de la ampliación histórica de la economía doméstica: hacia el feudo, el pueblo, la ciudad, el Estado, el mundo; una ampliación que implica siempre la recomposición de los regímenes de pro-piedad, producción e intercambio. y una transición que estaría señalando el mismo camino de la transición demográfica: Asia (Arrighi, 2007). Más allá de dónde se concentran la población y la fuerza de trabajo, puede pensarse tam-bién en dónde se concentran los recursos ecológicos y minero-energéticos. Ese camino conduce tanto a África como a Latinoamérica.

A partir de esta idea, quisiera aprovechar para llamar la atención sobre algunos posibles campos de aplicación de la antropología económica en la Colombia contemporánea. En todo caso, es necesario anotar que la antro-pología económica en Latinoamérica se ha interesado especialmente por las relaciones entre campo y ciudad, las dinámicas de la migración, el desarraigo

2 Suelellamarseasíalacaracterísticadelcapitalismoavanzadosegúnlacuallosmercadosfinancierosdomi-nan sobre los sectores industrial y agrícola, pues generan mayor plusvalía con menores inversiones de capital y trabajo.

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y la reconfiguración cultural de lo rural en lo urbano. En este sentido, ha estado muy cerca de la antropología rural, y sólo en los últimos años se ha enfren-tado a contextos como el capitalismo financiero. Así, la llamada “crisis de 2008”, que sirvió de escenario para la reactivación de la subdisciplina en Esta-dos Unidos o Europa, no ha tenido el mismo efecto en Latinoamérica o en Colombia, en donde, en efecto, ha tenido impactos, pero su estudio se ha rele-gado tras la urgencia de tratar el despojo violento de tierras, la expansión de monocultivos o la explotación minera indiscriminada en el contexto, como he anotado ya, de la llamada reprimarización de la economía.

Todo ello tiene implicaciones en la recomposición de las prioridades de inversión estatal, en las infraestructuras viales e industriales, y, por supuesto, en los conflictos por la propiedad de la tierra. Actualmente avanzan diversas investigaciones con perspectiva antropológica en este campo, y pueden seña-larse algunos precedentes inmediatos centrados en los impactos de la econo-mía minera en la división social del trabajo y los lazos comunitarios y familia-res, ya sea en las minas de esmeraldas de Boyacá (Parra, 2006) o en las minas de carbón de La Guajira (Puerta, 2010).

Sin embargo, muchos de estos problemas están directa o indirecta-mente asociados con la creciente financialización de la economía. Es el esquema global de producción y distribución del capital el que presiona por la reprimarización de la economía latinoamericana. En Colombia, mientras el sector agrícola produce ganancias mínimas para los trabajadores, muchas de las empresas más grandes del país son entidades financieras, y obtienen ganancias extraordinarias; sólo el sector de créditos crece a un ritmo del 6% anual (Portafolio, 2013).

En este panorama financiero hay además sectores de crédito y esque-mas de inversión informales (e incluso ilegales), que crecen también a un ritmo sostenido. Asociado a la informalidad y la ilegalidad está el estudio de fenómenos locales que niegan la supuesta homogeneización global de la racionalidad económica. Existen, por ejemplo, visiones y versiones andinas sobre la riqueza y la acumulación que son objeto de investigación etnográ-fica; algunas sociedades rurales pueden mostrar formas de interacción con aspectos del capitalismo que sería preciso estudiar etnográficamente, como anota Fabricio Cabrera, quien agrega que no deberían sorprender las creen-cias en guacas, pirámides y otras “ilusiones económicas”, cuando “en los medios de comunicación se ven constantemente referencias a la existencia de inmensas fortunas y a estilos de vida opulentos, casi inimaginables, que no parecen estar relacionados con ningún proceso de trabajo como aquel que muchas gentes enfrentan en su día a día” (2011: 19).

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Tal vez esta línea de análisis ya había sido planteada de algún modo desde los estudios de Michael Taussig (1993 [1980]) sobre la oposición entre ciertas formas precapitalistas de fetichismo y el moderno fetichismo de las mercancías. Por supuesto, también puede pensarse en las múltiples formas de interrelación, cooptación, fusión de estos modelos, que no son necesa-riamente excluyentes, como han demostrado nuevas etnograf ías sobre la acción empresarial de algunas comunidades indígenas y campesinas. Mar-garita Serje y Roberto Pineda (2011), por ejemplo, han mostrado cómo ha sido la integración conflictiva de los indios pastos a modelos económicos cooperativos en el crecientemente competitivo mercado de la leche.

El estudio de sectores informales de la economía, especialmente urba-nos, desde una perspectiva antropológica, o con enfoques diferenciales (de género o raza), ha ganado constancia en varios países de la región. En Perú, Rodolfo Masías (2003) ha seguido las trayectorias y estudiado los imagina-rios económicos de pequeños y medianos empresarios, y su articulación con ideologías económicas imperantes. En México, Sandra Alarcón (2008) ha examinado la articulación entre comerciantes informales y pauperizados con redes globales de comercio y nuevas formas de tercerización laboral. En Colombia, sin embargo, este tipo de estudios continúan en una etapa diagnóstica, comúnmente cuantitativa y más cercana a la sociología eco-nómica, como puede notarse en el estudio de Noelba Millán, Luz Prada y Jorge Renza (2008) sobre la importancia del género en el trabajo informal, en el que se reseñan diversos trabajos sobre la inserción y las condiciones laborales de las mujeres desde 1996.

La tensión entre bienes públicos y privados también sugiere numero-sos escenarios de análisis. La ampliación de las formas de propiedad privada y privatización de la administración de recursos públicos ha impulsado diversas investigaciones sobre la apropiación del patrimonio cultural en el mercado (Montenegro, Chaves y Zambrano, 2010) o sobre la propiedad en disputa de recursos naturales y conocimientos tradicionales, como ha mos-trado Shane Greene (2006) a propósito de la pretensión de algunas multina-cionales de patentar productos botánicos como la ayahuasca. Una variante de estos temas que resulta de especial interés para la antropología econó-mica es el problema de las definiciones del valor y los conflictos culturales que conllevan; es el caso de la aparente inconmensurabilidad entre las con-cepciones sobre la explotación del petróleo y la noción de bien común entre los indígenas U’wa y la multinacional petrolera Oxy (Uribe Botero, 2005). También puede resultar de interés, en la actual coyuntura, la legislación de los regímenes pensionales, y en general el problema de la concepción estatal

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(y privada) de la seguridad social, la administración de recursos públicos y los procesos de privatización en sectores como la salud y la educación.

y, por supuesto, están los tres temas globales en los que he insistido: si se trata de desarrollo inequitativo, Colombia es uno de los cinco países más desiguales entre los que tiene información el PNUD; si hablamos de alterna-tivas socialistas, el contexto latinoamericano está tensionado por proyectos políticos que van desde el movimiento indigenista en Bolivia hasta el “boli-variano” en Venezuela; finalmente, si se trata de los efectos de la economía global, Colombia ha entrado de lleno en la política de los llamados “tratados de libre comercio”.

Esta breve enumeración me reafirma en la convicción de que una escuela de antropología económica en Colombia podría aportar una pers-pectiva muy valiosa al estudio de éstos y otros fenómenos. Si las ciencias sociales, y en particular la antropología, dejan de ocuparse, y con rigor, de asuntos económicos, son responsables de dejar en libertad la difusión de un neoliberalismo irreflexivo.

La antropología económica ha querido articular las preguntas abstractas por el origen y la reproducción del valor, más propias de las ciencias económi-cas, con las preguntas concretas por los acuerdos morales de las comunidades, más propias de las ciencias sociales. Al tiempo, esta articulación hace posible que las escalas global y local encuentren puntos de contacto; si el interés por las crisis financieras de la actual literatura académica anglosajona tiene algo en común por el interés latinoamericano en fenómenos como la reprimarización de la economía, es precisamente porque ambos movilizan cuestiones que han sido centrales para la antropología económica. .

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Artículorecibido:2deabrilde2013|Aceptado:2deseptiembrede2013|Modificado:16deseptiembrede2013

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* Este artículo es resultado de la investigación que llevo adelante para mi tesis doctoral y es financiada por una beca deposgradodelConicet.

** LicenciadaenSociología,UniversidaddeBuenosAires(UBA).BecariadoctoraldeConicet,Argentina.

i n T ER AcciOn ES EcOnóM icA S , i n T ER AcciOn ES Si M BóLicA S . u nA A PROX i M Ación ET nOgR á FicA A L Sign iFicA DO SOci A L DEL dól A r blu e En A RgEn Ti nA*

marÍa soledad sÁnche Z**[email protected] de Buenos Aires, Argentina

R e s u m e n En el presente trabajo nos proponemos reflexionar

sobre el significado social del dólar blue en Argentina, a partir

de la caracterización de la red de relaciones sociales en las que

es (ilegalmente) intercambiado y de los significados morales

que condensa. Consideramos que también en las sociedades

tardomodernas, el dinero debe ser pensado en su pluralidad

semántica. Buscamos explorar, a través de un análisis etnográfico

del mercado ilegal del dólar, los vínculos entre prácticas

monetarias, sentidos culturales y relaciones sociales.

P a l a b r a s c l a v e :

Dólar blue, estrategias ilegales, red, interacciones económicas,

interacciones simbólicas.

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda17.2013.07

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intEraçõEs Econômicas, intEraçõEs simbólicas. uma aproXimação Etnográfica ao significado social do dólar blue na argEntina

resumo Neste artigo, propõe-se refletir sobre o significado social do dólar blue na Argentina, a

partir da caracterização da rede de relações sociais nas quais é (ilegalmente) intercambiado e dos

significados morais que condensa. Consideramos que também nas sociedades modernas tardias,

o dinheiro deve ser pensado em sua pluralidade semântica. Buscaremos explorar, por meio

de uma análise etnográfica do mercado ilegal do dólar, os vínculos entre práticas monetárias,

sentidos culturais e relações sociais.

Palavras-chave:

Dólar blue, estratégias ilegais, rede, interações econômicas, interações simbólicas.

Economic intEractions, symbolic intEractions. an Ethnographic approach to thE social mEaning of thE “bluE” dollar in argEntina

abstract In this article, we analyze the social meaning of the “blue” dollar in Argentina,

based on the characterization of the network of social relations in which it is (illegally)

exchanged and on the moral meaning it represents. We consider that in late modern societies

money should be seen in light of its semantic plurality. Through an ethnographic analysis of the

illegal dollar market, we explore the relations between monetary practices, cultural meanings,

and social relations.

Key words:

blue dollar, illegal strategies, network, economic interactions, symbolic interactions.

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i n T ER AcciOn ES EcOnóM icA S , i n T ER AcciOn ES Si M BóLicA S . u nA A PROX i M Ación ET nOgR á FicA A L Sign iFicA DO SOci A L DEL dól A r blu e En A RgEn Ti nA

m a r Í a s o l e d a d s Á n c h e Z

consideraciones iniciales

e n las últimas décadas, novedosos estudios antropológicos y sociológicos han puesto en evidencia que el análisis del dinero se presenta como un vector privile-giado para la reflexión sobre la estructuración de los órde-nes sociales, la dinámica de sus relaciones y sus significa-ciones morales. entendemos que, en el caso argentino, la

reflexión sobre el fenómeno económico y cultural del dólar se presenta como un objeto de este tipo.

Si bien las prácticas de dolarización de activos remontan sus orígenes a la década de 1950, sólo a partir de los años setenta alcanzan una rele-vancia y magnitud estructurales en Argentina (Gaggero, 2012). A partir de entonces, y bajo distintos escenarios económicos, políticos e históricos –con crecimiento o con recesión, con alta o baja inflación, con endeu-damiento o desendeudamiento externo, con gobiernos democráticos (de distintas tendencias políticas) o con dictaduras militares–, la tendencia a la dolarización de activos se ha sostenido como una constante entre las prácticas económicas locales. De hecho, alcanza actualmente su máximo histórico, al aproximarse al 40% del PBI, posicionando a Argentina como el segundo país con mayor cantidad de dólares per cápita, luego de su país emisor, Estados Unidos.

Eso no es todo. La dolarización de activos se presenta íntimamente ligada a diversas formas de evasión, configurando la fuga de capitales como un práctica estructural en Argentina (Gaggero Casparino y Libman, 2007; Gaggero, Kupelian y Zelada, 2010). Para decirlo de otro modo, gran parte de los activos dolarizados no se encuentran declarados, encontrándose atesorados en mercados externos o fuera del circuito financiero local. En noviembre de 2011, en un contexto de crecimiento exponencial de la fuga

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de capitales, que comenzaba a ejercer impacto sobre variables macroeco-nómicas centrales, el Gobierno nacional dispuso la implementación de un nuevo sistema de fiscalización de las operaciones cambiarias, con el fin declarado de limitar la demanda de divisas. Desde entonces, el mercado ilegal del dólar pasó a ocupar un lugar trascendente en el debate público local. Articulando paradójicamente ilegalidad y visibilidad, las formas de venta y cotizaciones del denominado dólar blue recorrieron la agenda polí-tica y mediática, instalándose al mismo tiempo en el imaginario de sentido común. Si bien este mercado preexiste a su institución como problema social, político y mediático, entendemos que es allí donde se constituye como un terreno de disputa sobre la definición legítima del valor del dólar. Es por esto que, a pesar de que puede ser considerado como un mercado marginal en cuanto al volumen de sus operaciones, su relevancia socio-lógica reside en condensar dimensiones más profundas de la lógica del capitalismo argentino y sus formas de producción de referencialidad de la moneda. Es por esto que abordar la especificidad sociológica del dólar blue constituye el objetivo del presente artículo.

Con tal horizonte de análisis, revisitaremos algunos desarrollos socio-lógicos sobre el dinero, problematizando la perspectiva de los autores clásicos a la luz de nuevas aproximaciones que se proponen cuestionar la neutralidad cultural del dinero (incluso, en aquel pretendido terreno de la instrumentalidad y la objetividad que es el mercado financiero). Tales pers-pectivas teóricas nos permitirán reflexionar sobre el modo en que los flujos de dinero adquieren significados diversos, al circular en redes económicas y simbólicas heterogéneas. Buscaremos, luego, reconstruir los elementos que componen la red del mercado ilegal del dólar, con el objetivo de especifi-car los canales de circulación del dólar blue. Identificaremos las formas de intercambio ilegales, los diversos actores que las llevan adelante, los modos en los que éstos se relacionan, así como los vínculos que establecen con el mercado financiero legal. Esta reconstrucción supone aprehender no sólo la forma material de esos intercambios financieros, sino también su dimen-sión simbólica. Desde una aproximación etnográfica, buscaremos ilustrar los sentidos y valores que organizan estas formas de interacción social y que invisten a su objeto de intercambio de un significado cultural específico. Como estrategia analítica, indagaremos sobre la distinción entre el dólar blue y el dólar negro, por cuanto estos juegos cromáticos hacen visibles las disputas sobre las formas de comprensión de los intercambios, las ambigüe-dades y contradicciones en la definición de los objetos y las pugnas sobre las formas legítimas/ilegítimas de circulación.

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Los sentidos sociales del dinero: prácticas monetarias, significados culturales y redes de relaciones socialesLas instituciones, los procesos y las prácticas económicos constituyen pro-blemas centrales de la disciplina sociológica desde su período clásico. Los desarrollos teóricos de Karl Marx, Max Weber y Georg Simmel –gestados a la luz de la Revolución Industrial, la expansión de los mercados y la irrup-ción del dinero como equivalente de intercambio generalizado– evidencian la preocupación de la sociología por ilustrar estas grandes transformacio-nes sociales, que inauguran la sociedad propiamente moderna (Baker y Jimerson, 1992). En particular, el dinero y su poder de transformación sobre los vínculos sociales constituirán un objeto privilegiado en la imaginación sociológica de los teóricos más relevantes del siglo XIX y principios del XX. Para los teóricos sociales clásicos, la creciente hegemonía del dinero como medio de intercambio constituía la evidencia más irrefutable del pro-ceso de “desencantamiento del mundo” al que se asistía con la modernidad. El dinero, “el elemento más abstracto e impersonal que existe en la vida humana”, según Weber (1946), o “la más pura reificación de los medios”, para decirlo con Simmel (1977), era el símbolo más acabado del moderno proceso de racionalización de la vida social. El dinero encarnaba, para esta mirada decimonónica, una nueva forma de aprehensión del mundo que invadía cada uno de los espacios sociales: la lógica instrumental, regida por el cálculo racional en cuanto a costo-beneficio. Así, con el dinero, los vínculos sociales eran cada vez menos personales y más instrumentales, cada vez menos religiosos y más materiales. Reducido a su dimensión y fun-ción estrictamente económicas, el dinero aparecía entonces completamente disociado de todo atributo valorativo. Siendo el medio objetivo y general para el intercambio, ostentaba la capacidad para neutralizar toda diferen-ciación cualitativa entre mercancías. Un verdadero “dios entre las mercan-cías” (Marx, 1976: 156). Este poder indiferenciador del dinero afectaba, al mismo tiempo, a los vínculos sociales. Los pensadores clásicos considera-ron que la generalización del dinero poseía efectos devastadores y/o moral-mente corruptores sobre los vínculos sociales, al producir una creciente homogeneización que arrancaba todo lo que de singular había en lo social. Los lazos instrumentales desplazaban todo vínculo personal, reduciendo lo social a su aspecto racional e impersonal.

Oponiéndose tanto a las tradiciones que avizoran la despersonaliza-ción de las relaciones sociales frente al avance de las formas mercantiles y monetarias como a quienes reducen su lógica a una mera racionalidad

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instrumental, ha surgido en las últimas décadas un grupo heterogéneo de estudios que han dado un nuevo impulso a la especificidad de las miradas antropológica y sociológica sobre la economía, deconstruyendo la forma de problematizar determinados objetos o espacios tradicionalmente consi-derados “económicos” y evidenciando, de este modo, un potencial heurís-tico de relevancia para el estudio de las relaciones sociales (Abolafia, 1998; Bourdieu, 2010; Callon, 2008; Granovetter, 1995 y 2003; Knorr-Cetina y Bruegger, 2000; Knorr-Cetina y Preda, 2005; Preda, 2007; Zelizer, 2011)1. A pesar de las especificidades y marcadas diferencias, todos ellos compar-ten el rechazo por la definición utilitarista de la economía como una esfera autorregulada de acción, que sería analítica y empíricamente distinguible de la política y la cultura. Por el contrario, se han propuesto pensar la eco-nomía como un “hecho social total”, en el sentido de Marcel Mauss (Bour-dieu, 2010), es decir, como un fenómeno social cuya significación es siem-pre “a la vez social y religiosa, mágica y económica, utilitaria y sentimental, jurídica y moral” (Lévi-Strauss, 2009: 91). y esto en cuanto toda acción eco-nómica, como argumenta Mark Granovetter (2003), se encuentra arraigada (embeddedness) en la estructura de las relaciones sociales, concebida esta última como el conjunto de las redes interpersonales en las que todo agente se encuentra inmerso2. Más que individuos atomizados que actúan racio-nalmente en búsqueda de un beneficio, esta perspectiva buscó observar y reconstruir las redes de interacción social (interpersonales e instituciona-les), que consideraron primarias en la definición y explicación de cualquier actividad o espacio económico. y son fundamentales, no porque condicio-nen o contextualicen la actividad económica, sino que en y por las redes, los espacios sociales y sus lógicas, así como las identidades de los agentes, se configuran como tales (Callon, 2008).

1 Evitamosaquíreducirelabanicodetrabajosaloquesehadenominado“nuevasociologíaeconómica”.Distintascorrientesdepensamientohanproducidounaportealoquepodríamosreferir,generaleimprecisamente,comoestudios sociales de la economía.

2 El concepto embeddednessfueacuñadoporPolanyi,enprimerlugar,yluegorecuperadoporGranovet-ter,para criticarel carácter atomizadode losprocesos y agenteseconómicos. SibienGranovetterhasido criticado porque los procesos sociales parecerían simplemente proporcionar un caparazón a una economía que seguiría estando definida por los sistemas de intercambio racionales tal y como la ciencia económicalosconceptualiza(Zelizer,2008b),Callonargumentaquelanociónderedsocialpropuestaporaquelautorquiebraaquellamirada tradicionalde lacienciaeconómica.En términosdeCallon, lareddeGranovetternoconectaentidadespreexistentes,sinoqueesunaredqueconfiguraontologías:el agente, susdimensionesy susprácticasdependende lamorfologíade las relacionesen las cualesestáinvolucrado(Callon,2008).“Enlasredessociales,talcomolasdefineGranovetter,lasidentidades,intereses y objetivos de los agentes, en suma, todo aquello que puede estabilizar su descripción y su ser sonresultadosvariablesquefluctúanconlaformayladinámicadelasrelacionesentreesosagentes”(Callon,2008:18-19).

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En el marco de estos desarrollos teóricos, categorías fuertemente pene-tradas por el saber económico (como los conceptos de mercado y dinero) serán revisitadas a la luz de un análisis propiamente sociológico. Por un lado, y aten-diendo a la innegable relevancia que el mundo financiero ha adquirido en las sociedades del capitalismo tardío –no sólo en el campo económico, sino tam-bién en el político y cultural–, desde los años ochenta, los análisis sobre mer-cados financieros han proliferado en este campo. En términos amplios, pos-tularon que el mercado, aquel espacio social fantaseado como el lugar de la instrumentalización y abstracción más completa, es “intensamente social, tan social como las redes de parentesco o los ejércitos feudales” (White, 1988: 232), y no una arena autónoma simplemente “afectada” por procesos sociales. Traba-jos como los de Abolafia (1998), Callon (1998 y 2008), Knorr Cetina y Bruegger (2000), Knorr Cetina y Preda (2005), Preda (2007), entre otros, se propusieron identificar procesos y relaciones sociales en el corazón mismo de la actividad económica del capitalismo tardío.

Por otra parte, y en relación con el dinero, diversos estudios consideraron que el enfoque sociológico tradicional adolecía de ciertas limitaciones (Bloch y Parry, 1989; Zelizer, 2008a y 2011). Deslumbrados por las características imper-sonales y transferibles del dinero, los teóricos clásicos (y algunos contemporá-neos) olvidaron, para esta perspectiva, que “el dinero no es ni culturalmente neu-tral ni socialmente anónimo” (Zelizer, 2011: 34). Desde esta nueva aproximación teórica, se cuestionará la limitación de la conceptualización del dinero a aquel referente objetivo para el intercambio, “absolutamente fungible, cualitativamente neutral, infinitamente divisible y por completo homogéneo” (Zelizer, 2011: 24). Centralmente, se considerará que el dinero posee múltiples significados y usos, en múltiples espacios sociales3. Partiendo de esta premisa teórica, se ha sostenido que también en la tardomodernidad el dinero debe ser pensado en su mul-tiplicidad significativa. Aun en los tiempos de la globalización financiera, la estandarización e informatización de los intercambios económicos, “una misma moneda es distinguida según fines específicos, asociada a contextos de interac-ción diferenciados y a sentidos sociales igualmente variados” (Luzzi y Neiburg, 2009: 4). Para decirlo con Zelizer (2011), los dineros se distinguen en sus usos, en

3 Algunos de los elementos centrales de esta crítica pueden reconocerse en los desarrollos teóricos de la antropología.Losantropólogos,entreellosKarlPolanyiyMaryDouglas,habíanyareflexionadosobrelosprocesosdedistincióndeldineroenlasdenominadassociedadesprimitivas:atravésdeprocesosrituales,diversas clases de dineros eran distinguidos en relación con diferentes tipos de intercambios sociales. Los antropólogoshabíanyacolocadoenelcentrodeldebateteóricosobreeldinerosudimensiónsimbólica,aunquelimitaronsusanálisisal“dineroprimitivo”,y,enmuchoscasos,diagnosticaronlapérdidadeestascualidadesenlassociedadesmoderno-occidentales.

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las formas y los espacios apropiados para su intercambio, y, por lo tanto, compor-tan significados sociales diversos. Lejos de constituir procesos individuales, son las redes de relaciones sociales y los diversos sistemas de significados los que otorgan al dinero su sentido específico (Zelizer, 2011: 34). Es posible afirmar, en este sentido, que los dineros son cualitativamente heterogéneos: están culturalmente enraizados en determinados tiempos, lugares y relaciones sociales. En otras palabras, las prácticas monetarias son ellas mismas formas de lazos sociales particulares. Las diferenciaciones de las formas de transfe-rencias monetarias refieren a las definiciones del tipo de relaciones sociales en las que tienen lugar. Considerar el significado social del dinero permite entonces hacer más complejo el análisis sociológico tradicional. Mientras que los desarrollos clásicos habían pensado al dinero como a-significante y como objeto de intercambio de una única red (utilitaria), esta perspectiva nos permite introducirnos en los múltiples significados que el dinero adquiere al ligarlo a las interacciones específicas en las que circula. Para decirlo de otro modo, “esto significa que el dinero, como un operador de equivalencia, no puede ser disociado de su trayectoria o por lo menos de parte de ella; en otras palabras, de sus espacios de circulación” (Callon, 2008: 48).

Los procesos de creación de dineros por fuera de la esfera del mercado han sido, sin dudas, los que han recibido mayor atención por parte de los acadé-micos. Numerosos estudios se han focalizado en el análisis de la producción y de los sentidos de los llamados “dineros informales” (cupones, vales de comida, cheques de regalo, entre otros), con el objetivo de evidenciar la relevancia de tal fenómeno frente a la creación oficial de monedas. Ahora bien, ¿qué ocurre con el dinero en el mercado financiero? ¿Los flujos de dinero que circulan a través de las instituciones y los agentes financieros se mantienen fuera de estos pro-cesos de distinción? ¿Acaso el dinero de mercado es aquella moneda incolora y carente de significación que imaginaron los clásicos? Queremos argumentar aquí que el dinero intercambiado en el mercado financiero se encuentra tam-bién significado por las redes de interacciones sociales en las que circula. La heterogeneidad de formas de flujos y la heterogeneidad de sentidos y valores que se entretejen en esa “red de redes” que es el mercado financiero diferencian los dineros, sus formas de circulación y sus significados.

A pesar de compartir su homogeneidad material, las variadas interac-ciones sociales que componen el mercado financiero en Argentina producen distinciones entre diversos dineros: dólar oficial, dólar blue y dólar negro son algunas de las clasificaciones monetarias (aunque no agotan las existentes) que serán centrales para nuestro análisis. ¿Cómo es que aquel objeto incoloro que pensó Simmel se ha convertido en azul (blue)? ¿Cómo es que lo que no debería

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tener color, lo tiene? Buscaremos aproximarnos a las respuestas a partir de esta etnograf ía sobre la red de intercambios ilegales de dólares. Consideramos que sólo a partir de la descripción de la red de relaciones económicas y simbólicas en las que el dólar blue es puesto en circulación, es posible reflexionar sobre su significado social. Esta aproximación etnográfica nos permite aprehender la dinámica microsociológica de esta red de ilegalismos, a partir de la indaga-ción en el universo significativo de los agentes. Dicho de otro modo, posibi-lita explorar la serie de interacciones económicas y simbólicas, recuperando el mundo significativo de los actores en situación4.

juegos cromáticos como juegos de significado: la red de flujos ilegales de divisas y el dólar blueTomemos como punto de partida una serie de postales de estos tiempos con-vulsionados en el mercado de divisas argentino, que evidencian la complejidad de la problemática en cuestión: el microcentro porteño poblado de arbolitos al grito, pocas veces discreto, de “cambio, cambio”; cuevas financieras que desa-rrollan sus negocios dentro de casas de cambio, bancos, y hasta un consulado extranjero; coleros contratados para comprar dólares en el mercado oficial local, así como para ingresarlos desde mercados extranjeros vecinos; perros de la Administración Federal de Ingresos Públicos entrenados para olfatear billetes de dólar que viajan escondidos en autos de alta gama o equipajes; “cacerolazos” en los barrios más pudientes de la Ciudad de Buenos Aires que exigen “libertad para comprar dólares”; agentes de Estado que se reúnen con los ejecutivos de las principales casas de cambio del país para negociar la cotización del dólar blue; los principales exportadores agropecuarios (decisivos en la generación de divisas) que retienen la liquidación de sus cosechas; pequeños y medianos ahorristas que retiran sus depósitos en dólares del sistema bancario.

La caída estrepitosa, entre fines de 2001 y comienzos de 2002, del régi-men de la Convertibilidad (que había establecido por ley la paridad entre el peso argentino y el dólar durante toda la década de los noventa) dio lugar a una redefinición de la estructura y dinámica del mercado cambiario local. En febrero de 2002, tras el inicio del proceso devaluatorio del peso argentino, se estableció y reguló el Mercado Único y Libre de Cambios como canal exclu-sivo para la comercialización de divisas. Posteriormente, y de forma paulatina

4 Losanálisisetnográficosdeprocesoseconómicosposeenhoyunampliodesarrollo(DufyyWeber,2009),enespecialparaelestudiodeprocesosoespaciosqueseubican“enlosmárgenes”delasociedad(WilkisyCarenzo,2008).Lasetnografíaseconómicasseorientanagenerardescripcionesmicrosociológicasdediversasformasdetransaccionesointercambios,buscandoevidenciaratravésdeellaslassignificacionesquetienenparalosagentes(DufyyWeber,2009).

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a lo largo del período de la posconvertibilidad, se implementaron regíme-nes de regulación y/o limitación, así como nuevos sistemas de fiscalización sobre la compra-venta de divisas. Estas transformaciones tuvieron el objetivo declarado de regular la demanda de dólares, a la vez que mermar su salida al exterior del país, dado que ambas prácticas alcanzaron niveles extraordina-riamente elevados en el último lustro, impactando sobre variables macroeco-nómicas (Gaggero et al., 2007; Gaggero et al., 2010). En concomitancia con estas transformaciones, se entretejieron y articularon nuevas estrategias ile-gales relativas al intercambio de divisas, en la forma de un mercado ilegal, configurando circuitos de intercambio económicos y simbólicos novedosos. Como ya se mencionó, y dadas las recientes restricciones gubernamentales sobre la compra-venta de divisas5, el dólar blue –su forma de venta y su coti-zación– puede encontrarse en cualquier medio de prensa gráfico o televisivo, así como en las redes sociales6. Mientras que el dólar oficial no ha superado a la fecha los 5,80 pesos, la cotización del dólar blue ha alcanzado los 10 pesos, en un contexto donde la capacidad del dólar como “reserva de valor” ha sido cuestionada por múltiples analistas económicos, y mientras asistimos a un proceso mundial de desvalorización de dicha moneda.

Por todo lo dicho hasta aquí, comenzaremos por describir la red de relaciones, agentes y prácticas en la que es intercambiado el dólar blue. Alejándonos del lenguaje de los “bajos fondos” al que conduce la literalidad de la imagen de la cueva financiera, entender al mercado como una red nos permite referir a la multiplicidad de interacciones económicas y simbólicas que lo estructuran, y que invisten de significado al objeto privilegiado de cir-culación7. Posibilita, además, quebrar todo análisis en términos dicotómicos de lo

5 Ennoviembrede2011,elGobiernonacionaldispusolaimplementacióndeunnuevosistemadefiscalizaciónparalacompradedivisas,quesesumaaunaseriedecontrolesyrestriccionesaplicadosanteriormente(comolacreacióndelímitesparalacompradedivisasy/ogirodelasmismas;laaplicacióndecontrolessobrelasoperacio-nesqueserealizanenelMercadodeValores;laeliminacióndelastransaccionesconlosdenominados“paraísosfiscales”;nuevosrequerimientosparalaautorizacióndelascasasderepresentacióndebancosextranjerosenelpaís,entreotros).Desdeentonces,bancosycasasdecambiodebenahoracotejarconlaautoridadfiscal,atravésdeunsistemainformático,lacapacidadeconómicadelapersonaoempresaquerealicelatransacción.Estamedidageneralinicialsehaidocompletandoalolargode2012conotrasespecíficas,comolacancelacióndelaopcióndecompraparaatesoramientodedólares(sólopuedencomprarsedivisasconobjetivoscomercialesoturísticosespecíficos),laexigenciaderealizarlacompradedólarescondinerobancarizado,laventadelasmone-dasnacionales(ynodedólares),enloscasosdeviajesapaíseslimítrofes,mayorcontrolenlasoperacionesdelasagenciasdeturismo,ytambiénenlasempresasdetarjetasdecrédito.

6 BastamencionarlosusuariosdeTwitter@DolarBluey@ValorDolarBlue,queofrecendiariamentelacotización.7 Esposibleafirmar,entérminosgenerales,queunaredconstituyeunaformadeagregadosocialdefinidopor

la interrelaciónyasociacióndeelementosheterogéneos(BoltanskiyChiapello,2002;Callon,1986y1998;Latour,2008;Tonkonoff,2011).Sonmuchoslosanálisisqueseproponenaprehenderlosmercadosencuantoredes(Callon,1986y1998;Preda,2007).

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legal y lo ilegal, como dos ámbitos que se excluyen mutuamente, haciendo énfasis, por el contrario, en las relaciones y prácticas que se constituyen en el continuum entre uno y otro. Para decirlo más específicamente, el mercado ilegal de divisas no opera “más allá” ni en oposición a una economía legal, sino que el dólar blue circula a través de una red de relaciones y prácticas que se constituyen en el terreno liminar de lo legal/ilegal (Pegoraro, 1984 y 2003; Tonkonoff, 1998 y 2007). Entendemos que estas prácticas financieras ilegales, más que formas patológicas de destrucción del orden o prácticas anómicas en un espacio social dominado por la desterritorialización de sus relaciones, constituyen formas de sociabilidad que tienen lugar en un entramado relacional complejo, regulado tanto económica como simbóli-camente. Las formas ilegales de intercambio y circulación de dólares deben ser entendidas, igual que toda práctica social, como “modos de hacer, sentir y pensar”, cuyos valores, racionalizaciones y motivaciones son aprendidos en procesos de interacción que tienen lugar en las redes sociales y económi-cas del sector (Bourdieu, 2007; Sutherland, 1992)8.

Las cuevas financieras constituyen uno de los agentes centrales de esta red. Estudios privados estiman que existen 500 cuevas en el país –poco menos de la mitad de ellas operan en la City porteña– y que negocian aproximada-mente 10 millones de dólares diarios (frente a los 400 millones del segmento formal). Las cuevas son sociedades financieras sustraídas de toda formalidad legal para operar: su actividad se centra en la recirculación de dinero sin ningún tipo de registro. Mayoritariamente, a través de préstamos, descuentos de che-ques (por los que entregan el efectivo en forma inmediata, aunque reteniendo una parte del valor, a título de comisión) y compra-venta de dólares blue. Estas actividades financieras permiten a empresarios y ahorristas evadir los controles en torno a los límites para la compra de divisas y el pago de impuestos diversos (principalmente, los gravámenes a las ganancias). A partir de las últimas regu-laciones anteriormente mencionadas, el mercado del dólar blue ha adquirido una mayor relevancia entre las estrategias de los “cueveros”, dado el salto en la rentabilidad de sus operaciones: si antes la brecha entre el dólar oficial y el blue se aproximaba al 10%, ahora se ubica entre el 50% y el 75%. Las cuevas inician sus transacciones monetarias con el público tras la publicación de la cotización del mercado oficial (es decir, poco después de las 10 de la mañana) y permanecen

8 Más que una excepcionalidad relativa al intercambio de divisas, las prácticas ilegales constituyen, de hecho,modosdehacerhabitualesysistemáticosenelmercadofinancierolocal,apesardeserescasamentepenalizadasporlasagenciasdecontrolpenal,invisibilizadasenlosdiscursosmediáticossobreelfenómenodeldelitoyexen-tasdelapeligrosidadatribuidaporelimaginariocolectivoalosmicrodelitospopularesurbanos(Sánchez,2011).

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operando hasta las 15:00 horas, al igual que bancos y casas de cambio. Esto no impide, sin embargo, continuar recibiendo consultas o cerrar operaciones tele-fónicamente por fuera de ese horario, pautándolas para el día siguiente.

Una gran cantidad de cuevas funcionan como parte de instituciones financieras pertinentemente registradas. Las casas de cambio son un ejem-plo tan significativo como extendido de una doble estructura: a la vista del público, se realizan las transacciones con los registros legales pertinentes, mientras que en otras oficinas de las mismas instalaciones, retiradas de cualquier mirada, tienen lugar las operaciones de compra-venta ilegales. Pero no sólo las casas de cambio funcionan con esta doble estructura. Ban-cos, y hasta un Consulado de un país africano, fueron penalizados en los últimos años por poseer una estructura financiera ilegal9. Si las casas de cambio se orientan hacia los clientes con un alto poder adquisitivo, tam-bién lo hacen aquellas cuevas que se ubican en lujosos edificios de oficinas céntricas, así como en exclusivos barrios privados. Las más improvisadas se ubican en joyerías, y hasta en maxiquioscos del centro financiero, y tienen como público al pequeño ahorrista o al turista. En todos los casos, los vínculos con el mercado financiero legal son fundamentales (y muchas veces, sumamente estrechos), tanto para conseguir divisas como para poner en circulación el dinero en el mercado local, o bien llevar a cabo maniobras de fuga al exte-rior. Sin embargo, la extensión de las conexiones y la intensidad de los flujos de dinero que circula posicionan diferencialmente las cuevas en esta red, configurando un espacio desnivelado. Debemos también destacar que las conexiones hacia los mercados legales no se reducen al ámbito financiero, sino que se extienden también hacia cooperativas y laboratorios (utilizando las exenciones impositivas que los benefician), agentes gubernamentales, corporaciones de prensa, oficiales de justicia, entre otros.

Las cuevas financieras no agotan la red del mercado ilegal del dólar. Los arbolitos son agentes que procuran clientes –y generalmente lo hacen en el espacio público– para la compra-venta de dólares, constituyendo el punto de conexión entre los clientes y las cuevas. Por esto, suelen trabajar con una cueva en particular, a comisión, por las transacciones obtenidas. Algunos de ellos, los mejor posicionados, coordinan el trabajo de un grupo

9 UnodeloscasosquealcanzómayorresonanciafueeldeBNPParibas,unodelosprincipalesbancosfrancesesquefuncionabaenelpaís.En2008,serevelaqueenunasupuestaoficinaderepresentacióndelbanco(quesóloposeeautorizaciónparabrindarserviciosdeorientaciónoasesoramientoaclientes,peroenningúncasopuederealizaroperacionesbancarias)serealizabatodotipodeoperacionesfinancieras,aunqueparaunacarteradeclientesreducidaqueejecutabatransaccionesdealtosmontos.Porotraparte,en2009sedescubrióquefuncio-naba una cuevafinancieraenelconsuladodeGuinea-Bissau.

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de arbolitos y trabajan también con comisarios que se encargan de finalizar la operación con el cliente (aunque la negociación está, siempre, a manos del arbolito). Por otra parte, en este entramado de ilegalismos participan los denominados coleros, quienes son contratados para comprar dólares en bancos o casas de cambio al tipo oficial, en pequeños montos pero en forma reiterada. Los coleros, al utilizar su identidad para realizar la compra, permiten a sus contratantes evitar los controles cuando no pueden justi-ficar la compra o cuando superan los montos de cambio establecidos. Los coleros constituyen vehículos del pasaje de dinero desde el mercado oficial hacia el ilegal: se envía a un colero a comprar dólares en el mercado oficial, para venderlos luego como dólares blue. Dadas las transformaciones en los controles sobre el mercado oficial de divisas, el trabajo de los coleros se ha dificultado en el ámbito local pero ha traspasado las fronteras: se busca ingresar dólares obtenidos en los mercados de divisas vecinos (mayorita-riamente, en Uruguay) para venderlos luego en el mercado ilegal local. Los coleros objetivan así las interconexiones (necesarias) entre los diversos cir-cuitos de intercambio de dinero.

Participan también los denominados liquidadores. Éstos son quienes transportan el dinero en una operación. Si bien los clientes pequeños retiran el dinero en las oficinas de las cuevas, los grandes clientes cuentan, generalmente, con el beneficio de la entrega en el domicilio. En estos casos, los liquidado-res transportan los billetes escondidos en sus cuerpos, sus medias, riñoneras o alguna vestimenta especialmente preparada para la ocasión. Sin embargo, cuando las operaciones son de grandes montos, suelen realizarse en bancos o casas de cambio donde los “cueveros” poseen cajas de seguridad.

Ahora bien, ¿cómo caracterizar los vínculos de esta red? ¿Qué sentidos y valores organizan las formas de interacción social en este entramado de rela-ciones? y a partir de allí, ¿qué significados sociales condensa su objeto de inter-cambio, es decir, el dólar blue? El análisis de las entrevistas en profundidad con “cueveros” e informantes clave, así como las observaciones participantes que hemos realizado en el centro financiero porteño desde comienzos de 201110, nos permiten comenzar a delinear algunas de las conexiones entre las prácticas monetarias y los sentidos morales.

10 Lasentrevistasenprofundidadnoconstituyenúnicamenteunrecursoparalaindagaciónsobrelavidaotrayec-toria de una agente individual, sino que, a partir de un relato particular, pueden reconstruirse procesos sociales oformasdesociabilidadrelevantesparalainvestigación.Hemosutilizadoun“muestreoselectivo”(MallimaciyGiménezBéliveau,2006).Másquealcanzarunarepresentatividadentérminosestadísticos(tareaque,además,severíaimposibilitadaporlapropianaturalezadenuestroobjeto),buscamosseleccionarloscasosapartirdesurelevanciaentérminosconceptuales,procurandoreconstruirtodoslosnodosycircuitosqueestructuranlared.

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A pesar de la heterogeneidad de las funciones y de las dimensiones de los diversos agentes, es determinante señalar que todos ellos se enlazan y configuran por una misma dinámica microsociológica, donde las relaciones personales son definitorias para los intercambios económicos. Teniendo en cuenta los desarrollos de investigación hasta aquí alcanzados, es posi-ble sostener que, a pesar de que la globalización financiera y el gran salto tecnológico han modificado las formas de organización del sector finan-ciero, la red de lazos sociales personales conforma un aspecto central en la estructura y dinámica del mercado del dólar blue. Relaciones interpersona-les que remiten a “vínculos débiles” (Granovetter, 1995), formas de sociabi-lidad difusas en cuanto a la intimidad e intensidad del contacto, pero con un gran poder estructurador sobre las redes. Si los vínculos débiles conforman una red menos densa, no por ello son menos eficaces en cuanto a la cohe-sión social efectiva que producen (Granovetter, 1995). Son estas relaciones interpersonales las que se presentan como determinantes en el desarrollo de las estrategias ilegales de este mercado, tanto para la constitución del negocio como para el establecimiento de una clientela. Así, los clientes de las “cuevas”, pero también los contactos con bancos y casas de cambio, son conocidos, conocidos de conocidos, amigos de familiares, excompañeros de escuela, excompañeros de trabajo. Estas formas de sociabilidad exce-den, entonces, el mundo estrictamente económico. y también lo hacen las formas en las que se reproducen. Cenas en algún restaurante de moda; par-tidos de fútbol, tenis o golf; o incluso encuentros casuales en las calles del microcentro, son los espacios de sociabilidad que, con frecuencia esporá-dica, afianzan los vínculos de esta red. Así, más que relaciones abstractas en un mercado impersonal, el establecimiento de vínculos personales, débiles en intimidad o frecuencia pero poderosos en cuanto a sus efectos estructu-radores, es aquí condición del intercambio económico. En este sentido, es posible afirmar que comprar o vender divisas en esta red ilegal constituye prácticas económicas profundamente personales.

Lo expuesto permite sostener que la red de interacciones sociales hasta aquí descripta constituye no sólo una forma material de intercambios monetarios, sino también una forma simbólica. Sería erróneo pensar que esta red, por ser ilegal, es una red anómica. Por el contrario, estas estra-tegias ilegales reproducen formas de intercambio de dinero, pero también ciertos sentidos y valores, que organizan las interacciones sociales en este entramado de relaciones particulares.

El “código de palabra” es identificado por los entrevistados como el que regula la realización de los intercambios monetarios. En un medio

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donde no hay ningún registro formal de las operaciones y, por lo tanto, ningún compromiso legalmente contraído, lo que está acordado de palabra, está hecho: “Vos cerraste una operación por teléfono con alguien: ‘Te com-pro 20 mil dólares a 4,25’. Listo. En el medio, se prendió fuego la oficina. Vos los dólares los compraste, no te podés echar para atrás. yo esa cultura la tengo de la Bolsa [...] yo te los tengo que pagar. No importa lo que pase en el medio [...] Es así. Es de palabra y punto. Sí. La palabra existe” (entrevista con F. P.). Dado que los clientes se acercan siempre “por relación”, es central, según los entrevistados, construir un vínculo comercial basado en la con-fianza, que permita “fidelizar” los clientes: “¿Viste cuando los jubilados se quejan que retiran plata en los cajeros y es plata falsa? yo me tengo que cui-dar mucho de no darte un billete falso, de no cagarte. Si mi negocio es que vos vuelvas, como dice Unicenter. El trabajo viene por ahí, por relaciones. Si vos hacés cagadas, te empiezan a decir no vayas ahí que es garca [...] Hay que ser muy prolijo, no hacerse el vivo” (entrevista con F. P.). Las formas de intercambio, aun las financieras, comportan significados específicos que se producen y reproducen en el entramado de relaciones sociales. Por lo tanto, una transferencia incorrecta o incumplida no puede reducirse a un problema monetario, sino que transgrede la forma de una relación social particular (Zelizer, 2008a). Por esto, quienes no se ajustan a los códigos de las transacciones económicas son calificados como “garcas”, término que evidencia la condena moral de sus prácticas.

Los umbrales morales no sólo distinguen a los “empresarios de pala-bra” de aquellos que transgreden los códigos relativos a las operaciones económicas de este particular mercado. Los entrevistados sostienen que las prácticas ilegales que desarrollan no pueden ser consideradas, estric-tamente, como delitos: “Ilegalmente sería en negro, ¿no? Tampoco es que estás cometiendo un delito” (entrevista con F. P.). Es decir, consideran que sus prácticas lejos están de ser delictivas, y ellos mismos, más lejos aún de ser delincuentes. De manera enfática, buscan distinguirse a sí mismos y a sus prácticas de las de “los pibes chorros11”, quienes aparecen en sus discursos como lo otro de la ley, de la moral y de la sociedad: “No quieren trabajar sabiendo que les dan plata sin hacer nada [en referencia a los planes sociales], que tienen un lugar porque pueden ocupar […] ¿Cómo sacás a esa gente de esa cultura? […] Uno tiene ambiciones, ellos no. No saben lo que

11 Refiereunimaginarioestereotipadoydeusosumamenteextendidoconelquesebuscadescribiralosjóvenesdesec-tores populares infractores de la ley penal como individuos diversos, portadores de una diferencia radical con respecto alosno-delincuentes,ydefinidoscomouncompletamenteotro,hostilypeligroso(verTonkonoff,2007).

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es trabajar. y tienen libertad […] El que me robó a mí el jueves a la mañana está robando acá en frente. No pasa nada, eso es lo que da bronca. Por eso uno cada vez más trata de evadir, esquivar. yo creo que viene por ahí. Es una cosa cultural” (entrevista con F. P.). Aquí, se hace presente la relevancia de la dimensión performativa de la nominación social en relación con cuáles conductas serán tenidas por criminales y cuáles no (aun cuando estén pena-das por la ley), y con quiénes serán calificados como delincuentes y quiénes no obtendrán esa calificación (aun cuando hayan transgredido la ley).

Las estrategias ilegales de compra-venta de divisas son diferenciadas por los entrevistados de cualquier “negocio malo” o “negocio sucio”. De hecho, los entrevistados consideran que el mercado ilegal de divisas cumple una “función social”, lo que explicaría su existencia, así como su perdurabili-dad. Criticando los altos costos del sistema bancario local, sus trabas buro-cráticas y la lentitud de sus transacciones, los discursos de los entrevistados buscan señalar la importancia que poseen sus servicios para los pequeños y medianos comerciantes y empresas, así como para los pequeños ahorristas. “No lo hago por altruismo, lo hago porque gano plata […] Pero no es ningún negocio malo […] Lo que afecta es toda la burocracia que te piden […] Si lo que necesita el tipo que viene acá es la plata para pagarle el sueldo a los tipos que laburan, para que produzcan y para dar la vuelta, para caminar y para agrandarse […] Vos vas a un banco a pedir un crédito y te piden el ADN del perro de tu vecino […] y no lo vas a conseguir […] Entonces es muy dif ícil que las entidades financieras ayuden o apoyen al tipo que tiene que laburar […] Los grandes sí, las grandes empresas ya se manejan a otro nivel […]” (entrevista con F. P.).

Esta frontera moral trazada respecto al “negocio sucio” es la que dis-tingue al dólar negro del dólar blue, por cuanto circulan por redes econó-micas y simbólicas heterogéneas. Mientras que el dólar negro refiere a un dinero “malo”, manchado por su origen vinculado a las redes de tráficos ilegales de bienes o personas, el dólar blue circula en estas redes de inter-cambio que consideran ilegales, pero no inmorales. Los agentes interpretan sus prácticas como prohibidas, pero no como moral o socialmente dañosas. Es decir, el dólar blue condensa una serie de interacciones económicas y simbólicas que buscan distinguirse moralmente de toda actividad delictiva, a la vez que diferenciar éticamente el origen de ese dinero. Lejos de pro-venir de lo que los agentes entienden como actividades delictivas y, por lo tanto, inmorales, el dólar blue se originaría en estrategias comerciales éticas que luego se desplazarían “necesariamente” hacia un mercado “infor-mal”, dadas las “excesivas presiones del sistema impositivo”: “La carga de

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impuestos es altísima, es un disparate [...] Entonces esa exageración en el cobro de impuestos hace que la gente diga: ‘No, pará, voy a tratar de evadir lo más que pueda para quedarme con más plata’. y otro motivo es que si vos me dijeras que pago sobre 10 mil pesos que gano, 5 mil de impuestos, pero estoy seguro que puedo ir a un hospital, que no tengo que pagar una obra social privada, una prepaga, no tengo que pagar seguridad en forma privada, no tengo que pagar educación en forma privada, decís: ‘Bueno, te lo pago, total no tengo que gastarlo por otro lado…’ Pero la realidad es que pagás un montón de impuestos y salís a la mañana, las calles están todas rotas, el tráfico está desorganizado, tuviste un accidente que más vale que te lleven a tu obra social porque en el hospital sos boleta [...] Te roban por todos lados [...] Entonces decís: ‘¿Para qué voy a pagar impuestos si a mí no me vuelve todo eso?’. yo creo que de eso se ha generado una cultura, eh…”. Entonces, no sólo el sistema impositivo es considerado como excesivamente opresivo, sino que el Estado incumpliría en su obligación de restituir a la sociedad lo que ella paga con sus impuestos, a través de los servicios sociales y de la gestión de problemáticas públicas (desde el tránsito hasta la seguridad). El dólar blue se vincularía a actividades económicas y a individuos ligados al mundo del trabajo (opuesto al “mundo de la delincuencia”) y, por lo tanto, moralmente aceptados. Los agentes de este mercado disputan el sentido de sus transacciones económicas, intentando legitimar sus prácticas al distin-guirlas de otras que consideran inmorales. Esta construcción moralizante en términos positivos de sí y en términos negativos de los otros, articulada a la desigual persecución de estos ilegalismos por parte de las agencias de control penal (dimensión central para esta construcción legitimada de la actividad), puede ayudarnos a comprender por qué no es un tabú hablar o escribir, pero también comprar dólares blue.

A modo de conclusiónEste artículo se propuso presentar un análisis introductorio sobre el signifi-cado social del dólar blue, a partir de la caracterización de las redes de rela-ciones sociales en las que circula y de los sentidos que estas interacciones económicas reproducen.

Tomamos como punto de partida teórico los desarrollos del campo de los estudios sociales de la economía sobre el dinero, buscando aprehender los vínculos entre prácticas monetarias, relaciones sociales y sentidos culturales. Entendimos que, incluso en las sociedades tardomodernas signadas por el proceso de globalización financiera y las nuevas tecnologías de la informa-ción que crean un terreno espacio-temporalmente homogéneo y abstracto

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para las transacciones monetarias, es necesario reflexionar sobre la plurali-dad semántica del dinero. y esto por cuanto toda práctica tradicionalmente entendida como económica debe ser pensada como constituida en una red de relaciones sociales, que otorga a su objeto de circulación un significado específico. Lejos de poder reducirse a un objeto siempre homogéneo e infi-nitamente intercambiable, el dinero posee múltiples significados y usos en las diversas redes de interacciones por las que circula. Consideramos, ade-más, que el propio mercado financiero, aquel pretendido espacio de la instru-mentalidad y despersonalización más acabadas, se constituye por una hete-rogeneidad de flujos, relaciones y sentidos que distinguen diversos dineros, al dotarlos de significados diferenciales. Aunque “un dólar es un dólar”, las distinciones entre el dólar oficial, el dólar blue y el dólar negro nos remiten a redes de interacciones económicas y simbólicas heterogéneas.

La característica fundamental de la red de relaciones y prácticas sociales en la cual el dólar blue se intercambia es constituirse en un terreno liminar, donde lo legal y lo ilegal se conectan o yuxtaponen. Su color azul condensa la existencia de un espacio híbrido entre el blanco (en referencia al dólar oficial) y el negro, espacio en permanente tensión con estas otras formas de circulación. A partir de su distinción respecto del dólar negro y, por lo tanto, de cualquier actividad moralmente condenable, los agentes buscan legitimar sus formas de interacción económicas y simbólicas. Al diferenciar éticamente el origen del dinero, los agentes se diferencian a sí mismos y a sus intercambios de toda práctica delictiva. En este sentido, es posible afirmar que los agentes del mercado ilegal de divisas consideran que sus prácticas son prohibidas, pero no inmorales. Una frontera moral distingue entre la pluralidad de ilegalismos extendidos a lo largo y ancho del cuerpo social, aquellos que son inmorales; frontera moral que diferen-cia también distintos dineros. .

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Artículorecibido:19deabrilde2013|aceptado:11deseptiembrede2013|modificado:19deseptiembrede2013

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* Esteartículoformapartedelosresultadosdeunainvestigacióninternacionalcomparadasobreindustriasiderúr-gica,realizadaenelmarcodelProyecto“ModelsandtheirEffectsonDevelopmentPaths:AnEthnographicandComparativeApproachtoKnowledgeTransmissionandLivelihoodStrategies(MEDEA)”(2009-2012),coordinadoporVictoriaGoddardde Goldsmiths,Universityof London,ReinoUnido, ySusanaNarotzkyUniversidaddeBarcelona,España,yenArgentina,RosanaGuber,enIDES.

** DoctorandaenCienciasSocialesdelaUniversidaddeBuenosAires(UBA),Argentina.*** DoctoraenAntropologíaSocial,UniversidadIberoamericana,México.

cR EDEnci A LiSMO y R EcOM En DAción: L A S BA SES DE L A R EPRODucción DE L A cL A SE OBR ER A Si DERú RgicA En L A A RgEn Ti nA cOn T EM POR á n EA*

laUr a Perelman**[email protected] Buenos Aires (UBA), Argentina

Patricia Vargas***[email protected] de Desarrollo Económico y Social (IDES), Buenos Aires, Argentina

R e s u m e n Este artículo se focaliza en la reproducción de la

clase obrera siderúrgica en la Argentina contemporánea. La

etnografía se centra en una de las más importantes acerías

integradas del país, la exestatal SOMISA, privatizada en la

década de 1990. Tras la privatización, se transformaron los

modos de reclutamiento y contratación, y se descontinuaron

los mecanismos consuetudinarios que posibilitaban dicha

reproducción a través del linaje fabril. Este proceso intenta

ser continuado y reinventado, vía el credencialismo y la

recomendación, por los trabajadores.

P a l a b r a s c l a v e :

Reproducción de la clase obrera, industria siderúrgica,

credencialismo, recomendación, etnografía.

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda17.2013.08

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crEdEncialismo E rEcomEndação: as basEs da rEprodução da classE opErária sidErúrgica na argEntina contEmporânEa

resumo Este artigo se focaliza na reprodução da classe operária siderúrgica na Argentina

contemporânea. A etnografia se centra em uma das mais importantes aciarias integradas do país,

a ex-estatal SOMISA, privatizada na década de 1990. Após a privatização, transformaram-se os

modos de recrutamento e contratação, e se interromperam os mecanismos consuetudinários que

possibilitavam essa reprodução por meio da linhagem fabril, processo que tenta ser continuado e

reinventado, via o credencialismo e a recomendação, pelos trabalhadores.

Palavras-chave:

Reprodução da classe operária, indústria siderúrgica, credencialismo, recomendação, etnografia.

crEdEntialism and rEcommEndation: thE basEs for thE rEproduction of thE iron and stEEl workErs in contEmporary argEntina

abstract This article focuses on the reproduction of the iron and steel working class in contemporary

Argentina. The ethnography looks at the case of the formerly state-run steel company Somisa,

which was privatized in the 1990s. After privatization, staff recruiting and hiring practices

underwent a substantial transformation, marking the end of the earlier custom-based mechanisms

of intergenerational job transfer. However, workers still attempt to preserve and reinvent these

mechanisms at the factory through credentialism and recommendation.

Key words:

Reproduction of the working class, iron and steel industry, credentialism, recommendation.

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cR EDEnci A LiSMO y R EcOM En DAción: L A S BA SES DE L A R EPRODucción DE L A cL A SE OBR ER A Si DERú RgicA En L A A RgEn Ti nA cOn T EM POR á n EA

l a U r a P e r e l m a n

P a t r i c i a V a r g a s

introducción

e ste artículo tiene por objetivo contribuir al conocimiento del proceso de reproducción de la clase obrera siderúrgica en la argentina contemporánea. el estu-dio se centra en una de las más importantes acerías integra-das del país, y principal demandante de empleo industrial en el entorno urbano que la rodea1. se trata en sus orígenes de

una empresa de propiedad estatal que fue privatizada en los inicios de la década de 19902. el pasaje a manos del capital privado implicó una drástica reducción de la dotación de trabajadores estables y contratados de manera directa por la empresa. esta reestructuración impactó muy negativamente en las oportunidades que tienen los jóvenes de la clase obrera de continuar con la tradición laboral familiar, cuyo linaje adscripto a la fábrica se remonta en muchos casos a sus abuelos, e incluso bisabuelos. Mientras que las primeras generaciones de obreros llegaron de diferentes regiones del país a instalarse en san Nicolás, ciudad lindante con la acería, y se incorporaron a la fábrica

1 Eltrabajodecampofuerealizadoentreabrilde2010yabrilde2012enSanNicolásdelosArroyos,ciudadsituadaa240kmalnortedelaCiudaddeBuenosAires,enelprincipalpolosiderúrgico,ubicadoentrelasprovinciasdeBuenosAiresySantaFe.CercadeestaciudadencontramoslafábricamásimportantedeTerniumSiderar,empresaquepertenecealgrupoTechint, actualmenteelprincipalproductordeaceroenArgentina.Durantenuestrasmúltiplesvisitasconversamosconmásdecienentrevistadosvinculadosdeunmodouotroalaactivi-dadsiderúrgicadelafábrica:obrerosdediferentesgeneraciones,supervisores,reclutadoresdepersonaldelascontratistas, gerentes fabriles, sindicalistas, educadores y estudiantes.

2 LasiderúrgicanacionalrecibióunfuerteimpulsoenArgentinaduranteladécadade1940,enelmarcodelmodelodecrecimientobasadoenlaIndustrializaciónporSustitucióndeImportaciones.En1947sesancionópor ley el Plan Siderúrgico Nacional y se creóSomisa (SociedadMixta SiderúrgicaArgentina), unaplantaintegradaparalaproduccióndearrabio,acero,productossemiterminadosychapalaminadaencaliente.Sibienelproyectosedemoróhastaprincipiosdeladécadade1960,seconstituyócomolaempresadeaceromásimportanteacargodelEstadoargentino.Enelmarcodelasreformasneoliberalesdeladécadade1990en Argentina, Somisa fue privatizada.

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sin mayores requisitos educativos, sus hijos, amparados en un mecanismo consuetudinario de traspaso del puesto de trabajo, usual entre los empleados del estado, tenían garantizado su ingreso a somisa.

Esta situación se modificó profundamente con la privatización: los requisitos educativos mínimos para el ingreso se incrementaron, a la par que la fábrica reestructuró su modo de organización laboral. Como parte del proceso de flexibilización promovido por el capitalismo de corte neo-liberal, la empresa actual, Siderar, provee empleos de muy disímil calidad, de acuerdo con el tipo de relación contractual que entabla con cada uno de sus trabajadores3. Cada vez son menos los puestos de trabajo permanen-tes, y muchas de las actividades que antaño dependían de la empresa, hoy son subcontratadas de manera precaria e inestable. Esto produjo una fuerte segmentación entre las condiciones laborales y salariales a las que accede el personal de planta permanente y las que padecen los trabajadores que realizan sus tareas dentro de la fábrica, pero que son contratados por una red de subcontratistas y agencias de empleo. Resulta lógico, entonces, que la aspiración de la mayoría de los trabajadores, tanto fijos como eventuales, que prestan sus servicios en las compañías contratadas sea lograr en algún momento el ingreso a la empresa madre.

En este nuevo contexto de difusión de modos flexibles de contratación y utilización de la fuerza de trabajo, la reproducción de la clase obrera siderúr-gica adquiere características inéditas respecto de las generaciones precedentes. A lo largo del artículo mostraremos los mecanismos centrales a través de los cuales los miembros de la clase obrera inscriptos en un linaje fabril reinventan modalidades novedosas para su reproducción. Para su ilustración, nos focali-zamos en dos momentos específicos de las trayectorias de los nuevos trabaja-dores: el ingreso a la fábrica y las formas de progreso o promoción laboral. Dos elementos resultan centrales en este proceso: por un lado, la educación formal y la formación vinculada con el trabajo siderúrgico, y por el otro, la recomen-dación y los contactos que los candidatos pueden movilizar.

3 Aliniciarseelprocesodeprivatización,laempresacontabacon11.600trabajadores,deloscuales8.822eranope-rariosagremiadosenelsindicatodetrabajadores,1.491eransupervisoresenroladosenelsindicatodemandosmedios,yelrestoerapersonaljerárquicoyfueradeconvenio(González,1996).Lafábrica,alpasaramanosdeungrupoprivado,redujoelnúcleodeempleopropioyprotegidotercerizandonumerosossectoresmayormentevinculadosconlosserviciosanexosalaproducción(mantenimiento,transporte,puerto,centralhidroeléctrica,limpieza, catering, entreotros).En laPlantaGeneralSavio,Siderarempleaactualmentea3.500 trabajadoresde manera directa, que se identifican a sí mismos y son reconocidos por el resto de los trabajadores como “los propios”.LascompañíascontratistasqueofrecenserviciosaSiderarempleanunnúmerosimilardetrabajadores,denominados“losde las compañías”.Segúnestosúltimos, las compañíasofrecenempleosmás inestablesyprecarios y pagan salarios inferiores por una tarea similar, respecto a lo que cobran los trabajadores “propios”.

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Hoy, contar con un título secundario técnico constituye un requisito básico y excluyente para aspirar a trabajar en Siderar. Para responder a este requisito, los jóvenes y sus familias realizan denodados esfuerzos para que los aspirantes obtengan los títulos que los habiliten para ingresar y realicen capaci-taciones que los posicionen mejor en la industria siderúrgica. En consonancia con estos mayores requerimientos de formación para el trabajo que se imponen en la actualidad, la oferta educativa de la ciudad se ha ido expandiendo y arti-culando en torno a las organizaciones empresariales y sindicales vinculadas a la siderurgia. Asimismo, determinados actores sociales fortalecen su rol como mediadores entre las familias y la empresa, al mismo tiempo que se fue desar-ticulando el mecanismo automático de traspaso del puesto.

Siendo que en el pasado sólo bastaba con haber tenido un padre en la industria siderúrgica para poner en marcha el mecanismo de herencia con-suetudinaria del puesto de trabajo, hoy por hoy, tener una familia ligada a la siderurgia deviene en un recurso informal pero de suma relevancia. Este mecanismo, que todos conocen y que quienes pueden lo ponen estratégi-camente en juego, expone de manera flagrante la desigualdad de recursos con los que cuenta cada potencial candidato a un puesto de trabajo esta-ble. Aun cuando la empresa insiste en presentar el ingreso a trabajar como exclusivamente sujeto a cánones meritocráticos basados en la formación, la disciplina laboral y el alto compromiso con la tarea que se realiza, todos en San Nicolás saben que, en última instancia, serán las redes de recomenda-ción las que propicien y, en muchos casos, determinen una reproducción privilegiada dentro de la clase obrera siderúrgica.

En el presente artículo proponemos la “recomendación” como un meca-nismo social de reproducción de clase, a la vez que como un factor de poder para la consolidación del papel del sindicato4. En particular, nos centraremos en el sindicato de los trabajadores, exponiendo los modos en que los obreros side-rúrgicos buscan activamente, por mediación de sus representantes, promover el ingreso de sus hijos a la fábrica. Por último, mostraremos cómo los trabaja-dores aprenden a trabajar y cómo pueden estructurarse diversas trayectorias de promoción laboral.

En nuestra exposición, partimos de una situación de campo que pone de relieve cómo se construyen y consolidan los “contactos”, una práctica que

4 En el caso que nos ocupa, la recomendación no forma parte de una estrategia de confrontación o resistencia sindical respectode los requisitosdeseleccióndepersonalquehace laempresa, sinodeunmecanismodereproducción y consolidación de su propio poder como organización y el de sus líderes. Este poder se objetiva tanto frente a la empresa, cuando los miembros del sindicato promueven el ingreso de determinados aspirantes, como frente a los viejos trabajadores, cuando el sindicato facilita el ingreso de su progenie.

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nos involucró de manera directa, al quedar nosotras, como investigadoras, enredadas como parte de un intercambio de favores entre una familia de un candidato a ingresar a la fábrica y un líder sindical. A través de la descrip-ción densa (Geertz, 1995) del “Día del Metalúrgico”, veremos cómo las fami-lias invierten recursos para que los jóvenes, en este caso adscriptos a un linaje fabril que se remonta al auge de la siderurgia estatal, accedan a la red de recomendación del sindicato de los trabajadores. Esta viñeta etnográfica nos permitirá ilustrar las transformaciones en los modos de reproducción de la clase obrera en Argentina a partir de la radical irrupción del modelo neoliberal durante la década de 1990.

Estos resultados serán analizados a la luz de la articulación de las teo-rías crítico-reproductivistas de la educación y las teorías del patronazgo y la recomendación, con vistas a pensar la reproducción de la clase obrera siderúrgica en los nuevos contextos del capitalismo flexible. Hasta el pre-sente, la tradición académica abordó estos dos elementos –la formación y el patronazgo– por separado, informando profusamente sobre cómo la educa-ción coadyuva a la reproducción de la clase obrera5 o la limita, o sobre cómo las redes de recomendación hacen posible el ingreso a determinados nichos laborales6. Sin embargo, para poder comprender el proceso de reproducción

5 Las teorías crítico-reproductivistasde laeducaciónhancentradosumiradaen la relaciónentreeducación (ocultura)ytrabajo,enparticularrespectodesucontribuciónalareproduccióndelasclases(BourdieuyPasseron,1977;BowlesyGintis,1986;BaudelotyEstablet,1987;Bernstein,1989).Básicamente,estosautoreshanintentadomostrar la correspondencia entre nivel educativo e inserción laboral, o la relación entre clase social y tipos de códigoslingüísticos,emparejandolossectorespopularesconeldominiodecódigosrestringidos,ylossectoresmedios y altos, con el manejo de códigos amplios. En este sentido, la educación adquiere un potencial ambiguo, por cuanto puede posibilitar la legitimación de los saberes de los sectores subalternos, coadyuvar a la movilidad de lasclasesopropiciaruna transformaciónsocial revolucionaria,a travésdeunapedagogíade la liberación(Freire,1970).Porúltimo,cabemencionarladiscusiónsobrelaluchaentrelaarbitrariedadculturalhegemónicaylos saberes de los estudiantes que no participan del mismo, por su origen de clase, y cuya negativa a reproducir estoscódigoshasidointerpretada,obiencomoresistencia,obiencomounaformadeladominación,porcuantotienencomoconsecuencialareproduccióndelaclasesocialylasdesigualdadesconcomitantes(Apple,1986;McLaren,1994;Giroux,1996;McRobbie,2009).Enelmarcodeestadiscusión,retomamoseltrabajodePaulWillis(1988),elcualtendráunlugarespecialenelpresenteartículo.

6 Las teorías sociales sobre los intercambios de favores entre personas con distintos grados de vinculación (parentesco,vecindad,amistad,padrinazgo, jefaturay subalternidad)cuentanconuna larga tradiciónenlaantropología.Elacentohasidocolocadofuertementeeneltipodeintercambio, lasobligacionesrecíprocas y las relaciones de poder y las diferencias de estatus entre los “patronos” y sus “seguidores” (Wolf,1999;Gellner,1985),ysehautilizadofundamentalmenteparacomprenderlasprácticaspolíticasdel“clientelismo”.Unalecturamásafínala ideaderedeshasidocrucialalahoradecomprenderlosfenómenos migratorios, en particular para interpretar los procesos relacionados con el “dar y conseguir trabajo”(Vargas,2005),propiciarelingresoaunrubrolaboral(Bourgois,1989;Wallman,1979)ogaran-tizar undeterminado tipode conductapor parte de los trabajadores (Pardo, 1996). Por último, cabemencionarlosestudiossobreelpapeldelasrelacionessocialesalahoradeconseguirrecursos,apartirdelasideaspromovidasporPierreBourdieu(2000),quienconsiderólasrelacionesysuposibilidaddehacerlasjugarenelcampoeconómicocomounaformamásdecapital(elcapitalsocial).

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de la clase obrera siderúrgica de San Nicolás debemos entender que estas dimensiones operan de manera conjunta y se potencian mutuamente en contextos específicos.

“El día del obrero metalúrgico”: las redes de recomendación en movimientoComo cada año, el 7 de septiembre de 2011 se conmemoró en Argentina el día del obrero metalúrgico. Aunque no fue mencionado en ningún fes-tejo, se realiza en homenaje al natalicio de fray Luis Beltrán, en 1784, un fraile perteneciente a la orden de los franciscanos con un papel destacado como Jefe del Parque de Artillería del Ejército de los Andes del prócer de la Independencia, José de San Martín. “El Tigre”, un miembro de la comi-sión directiva del sindicato de trabajadores, nos invitó a participar de los diferentes actos y festejos con los que se conmemora localmente el día del obrero metalúrgico.

Acompañamos a los líderes y delegados que depositaron flores frente al “Monumento a la familia metalúrgica”, y, acto seguido, en el “Monumento a la memoria de los compañeros fallecidos en el lugar de trabajo”, emplazado en un predio del sindicato. Luego nos movilizamos hasta el camping del gremio, donde se ofició la ceremonia de inicio del campeonato de fútbol que se realiza todos los años. Toda la atención se focalizó en el campo de juego. Allí, una mujer con un niño en brazos y un adolescente ocupaban la escena central, junto a un sindicalista y el secretario general. “El Tigre” nos contó que se trataba de la mujer de un obrero que murió de cáncer. La máxima autoridad sindical pro-metió ante todos los presentes que el sindicato seguiría apoyando la familia del compañero ante su triste deceso. Dicho esto, saludó a la viuda e invitó al joven a dar el puntapié de apertura.

Después de un largo recorrido por las instalaciones del camping, “El Tigre” nos llevó al festejo con “los químicos del laboratorio” porque “es el área donde trabajan más mujeres”, y le pareció que, en compañía femenina, nos sentiríamos más a gusto. Cuando llegamos a la quinta donde se hizo el asado7, “El Tigre” nos presentó a “Tincho”, nuestro anfitrión. Le comentó nuestro interés por recabar “historias de familias y entrevistar diferentes generaciones de metalúrgicos”, y acotó: “Tratáme bien a las chicas”. Solícito,

7 El “asado”atiendeaundoble sentidoenArgentina.Porun lado, respectodel tipodealimentoquesevaaconsumir,yqueconsistebásicamenteencarne(devacaodecordero)ysecocinaalairelibreconfuegodirectoo con brasas. Por otro lado, “ir a un asado” constituye, como en este caso, la situación social que convoca esta forma tradicional de la comensalía argentina, y que, por el tiempo que conlleva, deviene en una situación social propicia para la reunión, la conversación y los intercambios, tal como la que aquí presentamos.

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el dueño de casa respondió: “Sí, sí. No te preocupes”, y a renglón seguido nos dijo: “Si acá el compañero nos da una mano, vamos por una generación más”. y al “Tigre”: “¿vas a venir a conocer al ‘pibe’ hoy?”. Nos contó con entu-siasmo que su hijo estaba recién recibido del colegio técnico y que toda la familia tenía expectativas de que ingresara a la fábrica.

A medida que transcurrió la jornada, nos fuimos enterando de que el abuelo del “pibe”, suegro de nuestro convidante, es uno de los dueños fundadores de la quinta. Procedente de una provincia del norte del país, en 1964, y contando apenas con estudios primarios, llegó a San Nicolás, se “anotó” para trabajar y al otro día fue llamado para ingresar a Somisa. Sen-tados bajo el sol del mediodía, nos refirió con pesar que su único hijo varón entró a trabajar a la fábrica, pero al tiempo decidió dejar su puesto y migrar a otra ciudad. Esto le provocaba angustia y tristeza porque estaba seguro de que ya nunca más tendría la oportunidad de obtener un empleo de esa calidad. “Tincho” se sentó junto a su suegro y se sumó a la conversación. Comentó cómo entró a trabajar, a los dos años de haber egresado como técnico químico, en 1984. Al igual que muchos trabajadores que ingresaron en la década de 1980, su papá se jubiló en la fábrica estatal y él entró gracias a la costumbre de que, una vez jubilados los padres, los hijos cubrían en el plantel la vacante vacía.

Nuestro anfitrión nos presentó algunas de las pocas mujeres que par-ticipaban del festejo. Una de ellas era Florencia, una joven de 22 años que nos contó animadamente que hacía cuatro años trabajaba para la empresa: “tres de contratada y uno efectiva”. Mientras cursaba su secundario en la escuela del sindicato, hizo pasantías en Siderar. Una vez recibida de técnica electromecánica, entró a cubrir vacaciones durante varios años, a través de Sesa Select, la selectora de personal que fungía como antesala del ingreso a la planta permanente. Nos comentó: “yo entré porque mi papá es super-visor, y hace veintisiete años que trabaja como siderúrgico. Conoce mucha gente y habló con alguien del gremio para que me tuvieran en cuenta. Hice la prueba de ingreso, me fue bien y me llamaron para trabajar”.

Aunque tenía una credencial educativa formal vinculada con una especialidad técnica, y la empresa la mandó a hacer cursos de perfec-cionamiento en el centro de capacitación de oficios del sindicato, que es donde los trabajadores de planta perfeccionan sus habilidades laborales, Florencia nos aseguró que “se aprende a trabajar en el puesto, con la ayuda del supervisor, quien día tras día te va explicando cómo hacer los trabajos requeridos por la jefatura”. y agregó que para promocionar, “a medida que vas ganando experiencia y ya dominás tu trabajo, vas mostrando tu

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interés por aprender otras tareas. Hacés tu trabajo más rápido, y en los tiempos libres vas a aprender las tareas del puesto al que querés ir”. Flo-rencia se sabía muy afortunada: “Mis amigos, mis compañeros del colegio, muchos quieren entrar, y me dicen: ‘¡Tuviste suerte, entraste!’. y una se siente ¡ah! Sí, yo tuve suerte. Porque visto desde afuera, te sentís impor-tante de estar adentro, de trabajar en la fábrica como ‘propia’, con bene-ficios, buenos salarios y un trabajo estable”. Florencia sabía que muchos de sus compañeros quisieran estar en su posición, pero no todos tienen su misma suerte.

Miramos a nuestro alrededor. Contamos más de cuarenta personas, todas muy entretenidas: algunas preparaban el asado, otras jugaban al fútbol, otras tocaban la guitarra, el acordeón y cantaban, mientras otras conversaban animadamente en pequeños grupos dispersos por todo el predio. Finalmente, comenzó el almuerzo. Los trabajadores nos señalaron un hombre al que apodaban “Gardelito”8, al que estaban homenajeando porque se acababa de jubilar. Los compañeros le pidieron que dijera unas palabras. “Gardelito” agradeció y, con voz solemne, anunció: “Aunque yo me jubile, voy a seguir perteneciendo por siempre al sindicato… no, no, quise decir, voy a seguir siendo obrero metalúrgico…”. Todos nos dester-nillamos de risa en respuesta a lo que fue considerado colectivamente como un lapsus lingüístico.

Después del asado llegó el hijo de “Tincho” y fuimos presentados. El “pibe” nos saludó un poco avergonzado y nervioso. Durante los breves minutos que duró la conversación, mantuvo una actitud retraída, como quien se ve obli-gado a asistir a una cita a ciegas no demasiado convencido. Mientras tanto, su padre y su abuelo nos hablaron efusivamente de sus virtudes y de la expectativa familiar de que pronto ingrese a trabajar a la fábrica. Conversamos unos minu-tos más y, a medida que las pocas mujeres que había en el festejo comenzaron a irse, decidimos retirarnos también.

credencialismo, excelencia académica y meritocracia: la cara formal de la política empresaria Estadísticamente, se ha constatado que la educación cumple un rol central en el tipo de inserción de los trabajadores en el mercado laboral: a mayor nivel educativo, más posibilidades de obtener puestos de trabajo mejor

8 “Gardelito”esundiminutivoderivadodesuasociaciónconelcantantedetangosCarlosGardel.

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remunerados y más estables9. Este saber trasciende la esfera académica y forma parte de un sentido común ampliamente difundido entre los traba-jadores acerca de las cada vez mayores exigencias en cuanto a credenciales educativas que demanda el mercado de trabajo. No es casual entonces que en la ciudad de San Nicolás, donde la industria siderúrgica ha sido el eje productivo de la zona desde la década de 1960, el sindicato y la fábrica de acero dispensen cuantiosos recursos a instituciones educativas a las cuales asisten anualmente cientos de jóvenes que, al igual que vimos con Florencia o el hijo de “Tincho”, tienen como expectativa entrar a trabajar en el sector10. Acorde con estos esfuerzos, la actual política de empleo empresarial privilegia de manera excluyente para sus filas de operarios a egresados de escuelas técnicas, en el marco de un discurso meritocrático que coloca el acento en la excelencia académica, el credencialismo y lo actitudinal hacia el trabajo.

Durante nuestro trabajo de campo nos encontramos con muchos trabajadores jubilados que nos contaron que esto no era así al inicio de la fábrica estatal. Al igual que el abuelo del “pibe” en su juventud, muchos migrantes como él provenientes del norte, el litoral y las provincias linderas se mudaron a la ciudad del acero incorporándose en las diferentes áreas productivas y de mantenimiento, hasta alcanzar un número cercano a los diez mil trabajadores hacia fines de 1980 (González, 1996). Según nuestros entrevistados, en su mayoría venían apenas con la escuela primaria termi-nada, se anotaban en un listado y al día siguiente ya estaban trabajando. En aquel momento, las credenciales educativas de nivel medio no eran requisi-tos indispensables para el ingreso.

Los hijos de estos primeros siderúrgicos ingresaban a la fábrica como lo hizo “Tincho”, porque su papá se jubiló y la empresa priorizaba su ingreso. Los hijos gozaban de un derecho consuetudinario (no escrito ni legislado) de ingresar a la fábrica, situación que se agilizaba en caso de fallecimiento del padre. De este modo, la fábrica estatal garantizaba el rol del proveedor de la familia, que traspasaba al hijo varón en caso de

9 Laeducaciónesunpredictorrelevanteenrelaciónconlacalidaddelempleoyelniveldeingresos.Estarelaciónsemuestra,porejemplo,enelestudiosobrelaCiudaddeBuenosAiresrealizadoparaelperíodo2006-2008,atravésdeunanálisisderegresiónlogística(Perelman,2010).

10 Unindicadordelinterésempresarialenlaformacióndelosjóvenesloconstituyeelprogramadefortaleci-mientodealgunasescuelastécnicasdelazona,que,comopartedelaspolíticasfabrilesderelaciónconlacomunidad, provee a los mejores estudiantes de equipamiento, mejoras edilicias, formación docente, pasan-tíasenlaempresaybecas.Encuantoalsindicatodeobrerosmetalúrgicos,encontramosescuelastécnicasde nivel medio y superior de su dependencia, así como una escuela de oficios, con carreras y especialidades vinculadasalasidero-metalurgia.

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muerte. Esto no ocurría de manera lineal respecto del mismo puesto de trabajo, sino que, al producirse una vacante, se completaba con trabajado-res de la segunda generación vinculados por lazos filiales11. Es por eso que “Tincho”, con su título de técnico químico, ingresó en el área de control de calidad, a diferencia de su padre, que trabajó en el área de coquería del alto horno. Sin embargo, en la década de 1980 todavía no era un requi-sito excluyente contar con la secundaria terminada, aunque sin dudas su credencial educativa lo ayudó a posicionarse en un área considerada más prestigiosa dentro de la fábrica.

En el contexto actual, no tener un título de nivel medio no parece ser una opción para los jóvenes que aspiran a ingresar a la fábrica, ya que cons-tituye un requisito formal básico y prácticamente ineludible para ser con-siderado siquiera como candidato. Como vimos en el caso de Florencia, para ella y otros jóvenes de su generación, entrar a la fábrica constituye un anhelo vehemente. Muchas familias apoyan económicamente sus hijos para que consigan credenciales académicas en colegios públicos, o como en el caso de Florencia y el de sus compañeros, un título técnico del colegio privado del sindicato. De entre los más de 200 jóvenes estudiantes de nivel técnico y de oficios a los que indagamos sobre su futuro laboral, la mayoría coincidió en que una de sus mayores expectativas era algún día ingresar al corazón de la fábrica de acero como trabajador permanente. Sin embargo, la demanda de mano de obra ya no es la misma que reinó hasta los años ochenta, y los mecanismos de ingreso cambiaron sustantivamente.

En los inicios de la década de 1990, durante la presidencia del peronista Carlos Saúl Menem (1989-1999), la fábrica expulsó alrededor de 7.000 traba-jadores de todas las áreas. En 1992, la empresa dejó de pertenecer al Estado, y los nuevos dueños continuaron implementando políticas de reducción de la mano de obra propia, amparados en la nueva legislación de corte flexible. La “privatización” nos fue señalada reiteradamente por los trabajadores como el evento que asestó un fuerte golpe a la vida fabril, nombrándola indistin-tamente también como “terciarización”. La fábrica, al pasar a manos de un grupo privado, redujo el núcleo de empleo propio, siendo ahora las compa-ñías contratistas las encargadas de contratar los nuevos trabajadores, pero bajo relaciones laborales precarizadas e inestables.

11 UnmecanismosimilarhasidominuciosamentedocumentadoparalaburocraciaestatalargentinaporLauraCola-bella(2012).Enamboscasos,lodestacableesqueelEstadohayaimpulsadolapromocióndelinajesfamiliaresdirectos(padresahijos)enelmundolaboraldesudependencia,porencimadeotroscriteriosposibles,talescomoelméritooelgénero.

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Para que entendiéramos el nuevo sistema de reclutamiento y la rela-ción entre las empresas, varios de nuestros entrevistados nos hicieron un dibujo análogo al sistema solar. Nos explicaron cómo el núcleo central representa la fábrica de acero con sus trabajadores “propios” y los pla-netas circundantes, las “compañías” subcontratistas, con sus trabajado-res “contratados”. Asimismo, éstas ocupan una posición jerarquizada en función de la distancia respecto del centro del sistema: las compañías proveedoras de mano de obra están más cerca, y las compañías proveedo-ras de servicios subcontratados, más lejos. A su vez, cada compañía, que los trabajadores denominan “empresa satélite”, tiene su propio subsistema de “propios” y “contratados”. A diferencia del pasado, actualmente nadie ingresa de manera directa a la planta permanente. Al igual que Floren-cia, los trabajadores deben ser promovidos desde las contratistas hacia el corazón de la fábrica. Cuanto más cerca están los candidatos de los anillos concéntricos, más cercanos al núcleo fabril, más oportunidades tienen de llegar a ser uno de los “elegidos”.

Al preguntarles a los gerentes de la empresa sobre esta cuestión, des-pliegan un discurso fuertemente credencialista y meritocrático que hace descansar las oportunidades de ingreso y movilidad entre compañías, exclusivamente, en la formación educativa y las actitudes para con el tra-bajo que los jóvenes deben mostrar. Hoy, “tener el secundario completo” es un requisito básico que la empresa subraya como excluyente y que los aspirantes reconocen y, al igual que Florencia, combinan con las actitudes que consideran apropiadas y esperadas por los adultos que los vigilan, cla-sifican y promueven dentro de las compañías. “Mostrarse motivado”, “con interés de aprender”, “comprometido con el trabajo”, son algunas de las conductas que la mayoría de los jóvenes entrevistados consideran que son altamente valoradas tanto a la hora de realizar las pruebas para el ingreso como, una vez sorteado este primer filtro, en el trabajo cotidiano en las compañías. Esta percepción resulta correcta, toda vez que escuchamos a uno de los mánager corroborar los mecanismos de control que implementa la empresa, “haciendo circular una planilla entre las contratistas para que registren el historial de comportamiento laboral, mientras hacen todo el caminito [por las contratistas]”.

El proceso de evaluación es realizado por sucesivos selectores de per-sonal, supervisores, jefes y, eventualmente, delegados sindicales. Ellos son quienes, en el día a día, encarnan un primer tipo de recomendación que atiende a las pautas empresariales vinculadas al credencialismo, lo actitu-dinal y lo meritocrático. Florencia “pasó” las pruebas de ingreso y entró a

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la contratista más cercana al círculo de anillos de la fábrica, la proveedora de mano de obra temporaria. Una vez allí, sus posibilidades de pasar a ser empleada de Siderar se desplegaron a medida que fue dando muestras de respetar y cumplir las órdenes, aprender nuevas tareas y observar una acti-tud proactiva. Después de tres años de estar “contratada”, alguno de sus superiores pidió que la promovieran como parte del personal de planta per-manente, para lo cual, además de su buen desempeño y obtención de las credenciales necesarias, contó con las redes que pudo movilizar su padre, un antiguo supervisor de la fábrica.

Florencia también contó con el sostén económico de su familia durante los años de prueba, signados por la inestabilidad. En los períodos en que ella se quedó sin trabajo, en el lapso que separa un llamado para un contrato eventual de otro contrato eventual, fue su familia quien la mantuvo y le brindó su apoyo. Nuestros entrevistados coinciden en que, de los cientos de trabajadores que las contratistas toman todos los años para cubrir vacacio-nes o hacer pasantías, sólo unos pocos llegarán a formar parte del núcleo estable de la fábrica. Tanto es así que el gerente de la empresa nos señaló que de los cuatrocientos candidatos que toman anualmente para cubrir empleo eventual, sólo veinte tendrán la oportunidad de incorporarse como “propios”. En este escenario, el apoyo de las familias de los jóvenes trabaja-dores resulta crucial en un camino que puede durar casi un lustro, pero que sólo termina bien en algunos casos.

Una vez “efectiva”, Florencia empezó a pensar en promocionar. Así, hizo lo que los demás trabajadores nos contaron que vienen haciendo desde los tiempos de la empresa estatal: cuando dominan la tarea del puesto de trabajo y la ejecutan con pericia, se hacen de un tiempo para aprender nue-vas tareas, miran, preguntan, se interesan y asisten a capacitaciones, con vistas a progresar. Esto puede significar la promoción a puestos de mayor calificación, puestos mejor remunerados o áreas de igual remuneración pero que resultan deseables y satisfactorias, según las expectativas de cada traba-jador. Muchas veces nos encontramos con trabajadores “propios” haciendo cursos de perfeccionamiento o carreras terciarias, con el único propósito de cambiar desde un lugar con turnos rotativos a uno con turnos fijos o de un área que involucra tareas repetitivas o mecánicas a intentar moverse a un puesto que posibilite habilidades más creativas o menos rutinarias, aunque no signifique una mejora en cuanto a salario.

Este doble movimiento de aprendizaje y promoción muestra seme-janzas y diferencias con respecto a los modos en que se aprendía y se pro-gresaba en el pasado. Por ejemplo, a diferencia de los trabajadores de las

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viejas generaciones, hoy los jóvenes ingresan con una base técnica que –ya sea por el entrenamiento en los talleres, el uso de máquinas, el dominio de oficios vinculados, o el hecho de haber realizado pasantías en la empresa– los introduce en la fábrica desde un lugar de familiaridad con el espacio, los tiempos y algunas de las actividades laborales más comunes. Sin embargo, al igual que antaño, el aprendizaje del trabajo específico se sigue haciendo en el puesto: el joven trabajador observa, pregunta y se integra paulatina-mente a las tareas bajo la orientación de un obrero más experimentado, un supervisor o un jefe.

Esta dimensión intergeneracional de la enseñanza y el aprendizaje en el espacio laboral continúa, aunque con la privatización, lo que cambia es quién está efectivamente a cargo de dicha socialización en cuanto a capital. Mientras que el núcleo fabril produce las políticas de empleo y determina el tipo de per-fil educativo y conductual que espera de sus empleados, las empresas satélites cargan con el costo de la enseñanza y el aprendizaje de cada trabajo específico por parte de las nuevas generaciones, y las familias, con el costo económico que conlleva el período de inestabilidad laboral.

En lo que respecta a la promoción, en el pasado los obreros se movi-lizaban entre puestos y áreas, con la tranquilidad de saberse estables desde el primer día. Actualmente, el esfuerzo personal y familiar se dedica al solo hecho de llegar a formar parte del núcleo protegido de la fábrica. y aun cuando una vez logrado este objetivo los trabajadores continúen promo-viéndose igual que antaño, en la actualidad llegar a ser “propio” constituye por sí mismo un indicador de progreso, en un contexto signado por profun-das desigualdades y escasas oportunidades de reproducción del segmento más privilegiado de la clase obrera siderúrgica.

En su ya clásica etnograf ía Aprendiendo a trabajar, Paul Willis (1988) mostraba de manera elocuente que la clase obrera de las principales ciu-dades fabriles de la Inglaterra del pleno empleo, en la década de 1970, se reproducía a través de la apropiación por parte de los jóvenes de una cultura contra-escolar. Prácticas consideradas inadecuadas por los educadores pero compartidas por los “colegas” ofrecían a los doce muchachos analizados por Willis un marco cultural significativo para incorporarse al mundo del tra-bajo negando al mismo tiempo el valor del estudio y el desarrollo intelec-tual. Si comparamos estos resultados con la reconstrucción del pasado que hacen en el presente los trabajadores siderúrgicos de la ex-Somisa, encon-tramos que en la misma época tampoco eran importantes las credenciales educativas. A la hora del ingreso, la demanda de mano de obra era muy numerosa, y se aprendía a trabajar en el trabajo.

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Los cambios efectuados por los nuevos modos del capitalismo flexible (Harvey, 1990), y que en Argentina, como ya puntualizamos, llegaron de la mano de la ola neoliberal, dejaron su impronta hasta el presente. Resulta notable la descripción que realizan de este proceso los autores del volumen conmemorativo de los veinticinco años de Aprendiendo a trabajar, llamado Learning to Labor in New Times (2004). Allí, sus compiladores, Nadine Dolby y Greg Dimitriadis, y el propio Paul Willis muestran, para el caso de dos países industrializados (Inglaterra y Estados Unidos), cómo este nuevo contexto del capitalismo promueve nuevas respuestas entre los jóvenes. Por un lado, porque la contracultura como vía para reproducir socialmente su propio lugar como obreros blancos era posible en un marco del capitalismo del pleno empleo, tal como era el contexto de los años setenta, en el cual Willis hizo su etnograf ía seminal. Por otro lado, veinticinco años después, ningún empleo espera a los muchachos sin credenciales educativas, por lo cual los jóvenes no sólo intentan asimilarse a las pautas escolarizadas, sino también aferrarse a los espacios sociales que los pueden contener: el barrio, la familia, los lazos de parentesco y las identidades con base en las adscrip-ciones etnonacionales o raciales.

En algún aspecto, este cambio es similar al ocurrido en San Nicolás respecto de las condiciones laborales. Después de la privatización, y en un contexto signado por las políticas neoliberales, queda poco lugar para el conflicto y la resistencia entre aquellos jóvenes que desean formar parte de la reproducción cada vez más restringida del segmento privilegiado de la clase obrera siderúrgica. Según lo presentado hasta aquí, encontramos una fuerte coherencia entre el discurso empresarial y el primer modo que asume la recomendación. La aceptación de los valores asociados al credencialismo y a la disciplina laboral da sus frutos cada vez que un buen trabajador es bien evaluado por sus superiores y promovido entre contratistas hasta llegar a formar parte del núcleo permanente. Sin embargo, también escuchamos de la boca de Florencia que muchos de sus compañeros –buenos estudiantes, con título secundario técnico y probada conducta– ansían entrar pero no tienen su misma “suerte”. En este sentido, la tan ponderada relación entre formación y trabajo no alcanza a explicar el éxito de algunos candidatos: tener un currículo impecable, un promedio excelente y las actitudes apro-piadas no garantiza necesariamente que puedan avanzar en los diferentes peldaños que conducen hacia el núcleo estable de la fábrica.

Como afirman todos los autores del texto conmemorativo de Willis, asistimos cada vez más a un proceso donde los vínculos de base territorial adquieren un importante papel para la integración de los jóvenes al mundo

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social. En San Nicolás, este lugar ocupado por los “contactos” resulta deter-minante tanto en el momento del ingreso como a la hora de la promoción entre compañías, dejando al descubierto los límites del discurso meritocrá-tico del capital. La posibilidad de movilizar redes sociales vigentes a la hora de recomendar el ingreso de un nuevo candidato expone la importancia de la familia de origen como parte de un linaje siderúrgico. Quienes tengan padres o abuelos que hayan acumulado conocidos tanto entre sus superio-res como entre sus representantes sindicales estarán mejor posicionados que aquellos que no cuentan con estas trayectorias sociales. A continua-ción, y retomando la escenificación en la cual nos vimos envueltas en una red de solicitudes y favores personales, mostraremos este proceso: qué más pueden poner en juego algunos candidatos para poder ingresar y tener su oportunidad de llegar a ser uno de los escasos elegidos.

Recomendación personal y cadenas de favores: “Para llegar a ser ‘propio’ hay que tener contactos”El “Día del Metalúrgico”, sin proponérnoslo, quedamos enredadas en los inter-cambios de solicitudes de favores y apoyos recíprocos entre la familia del “pibe” y “El Tigre”. Es decir, participamos del modo en el cual las familias que pro-vienen de un linaje metalúrgico, como en este caso, con dos generaciones de trabajadores fabriles, movilizan sus redes personales para que su progenie sea recomendada como candidato a ingresar al circuito que, eventualmente, lo pueda conducir hacia el núcleo del sistema. Cuando el abuelo pone a disposi-ción el lugar para hacer el asado, y “Tincho”, además de sus compañeros de tra-bajo, invita a un líder sindical y sus “recomendadas”, a quienes se compromete a atender a cambio de que su hijo sea a la vez “recomendado”, se va tejiendo ante nuestras narices una cadena de favores y apoyos recíprocos.

Hasta ese momento, prácticamente todos los trabajadores nos seña-laron la eficacia de que un dirigente sindical intercediera frente a los directivos fabriles, para poder ingresar a la planta. Los delegados sindi-cales, en consonancia con este hecho, nos comentaron que numerosos trabajadores les acercan los currículos de sus hijos, e incluso los interpe-lan cuando el ingreso no se hace efectivo. Los jóvenes estudiantes de los centros de capacitación del sindicato nos contaron cómo, en los tiempos de descanso, se la rebuscan para merodear por las instalaciones con la expectativa de cruzarse con el secretario general y tener un contacto per-sonal y directo, con vistas a obtener alguna “recomendación” de fuerte peso, o bien, destacarse con los profesores o instructores durante las cla-ses o las pasantías en la fábrica.

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Pero lo que la escenificación del intercambio de favores deja al des-cubierto no es la relevancia de la recomendación asociada al mérito, tal y como pudimos analizar dentro de los canales estipulados como parte de la evaluación empresarial de los candidatos, a cargo de sus superiores fabriles y representantes sindicales. Lo que pone de manifiesto esta práctica, con-densada en el asado del “Día del Metalúrgico”, es el caudal de recursos que puede poner en juego el que pide la recomendación, y la posición de poder de quien puede recomendar, en cuanto a gauchadas recíprocas. Si bien el “pibe” había cumplido ya con una parte ineludible, como es contar con un título técnico, su familia, que tuvo la oportunidad de construir lazos perso-nales con jefes y sindicalistas a lo largo de cuarenta años de inserción en la fábrica, los puso en juego para mejorar las oportunidades de acceso al largo camino hacia el corazón de la planta.

Nuestro “contacto”, “El Tigre”, es un directivo de la seccional sindical de los obreros metalúrgicos. Como es de fuerte tradición en Argentina, el sin-dicato cumple múltiples funciones, que exceden con creces lo estrictamente gremial (Perelman, 2006; Marshall y Perelman, 2008). En este sentido, dispensa numerosos servicios a sus afiliados, al punto de que “El Tigre” muchas veces nos parafraseó la letra de un cántico de una hinchada de fútbol: “Con este sin-dicato bonachón te acompañamos de la cuna hasta el cajón”. Una de las tantas visitas que hicimos por las instalaciones dependientes del gremio tuvo como eje vertebrador, precisamente, el ciclo vital: el hospital; las escuelas, que abar-can todos los niveles educativos (jardín, primario, secundario, terciario, entre-namiento en oficios, biblioteca y centro de idiomas); las viviendas; los monu-mentos (ya mencionados) en homenaje a los trabajadores metalúrgicos y sus familias; el camping recreativo y los centros de turismo nacional; el anfiteatro, con helipuerto, y los servicios de sepelio.

Pero, además de proveedor de numerosos servicios para los trabajado-res, el sindicato es percibido por los trabajadores como un actor central en los mecanismos de reclutamiento que implementa la empresa, aun cuando este rol, en los hechos, no esté formalizado en ningún acuerdo o convenio. En este escenario toma significatividad “el asado”, en el que “Tincho” le pide al “Tigre” que conozca a su hijo y lo recomiende para ingresar a la selectora de personal, y donde “El Tigre”, a cambio, le pide el favor de atender a las investigadoras. Este principio de reciprocidad asimétrica y jerárquica no se podría mantener sin el apoyo personalizado de los trabajadores a sus representantes sindicales. Es por esto que “Gardelito” expresa, a través de un acto fallido, la importancia de “vincularse con el sindicato” para “ser un obrero siderúrgico”.

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Sin embargo, los gremialistas no son los únicos que pueden hacer favores y ayudar, a través de la recomendación, a aquellos con quienes se cultiva un lazo personal. También nos fueron mencionados los superviso-res, los jefes y los gerentes de la fábrica, como aquellos a los que se les puede “solicitar una mano”. Este mecanismo informal, pero efectivo en cuanto a acceso y movilidad entre empresas, descansa en la relación entre el que pide y el que da, y no exclusivamente en las virtudes de los candidatos. En el caso del “pibe” de “Tincho”, tiene su sustento en el linaje familiar, cuyas redes fueron construidas durante la trayectoria del padre y del abuelo como obreros siderúrgicos.

A pesar de esta situación reconocida por todos, tener un título secun-dario técnico, hacer cursos de perfeccionamiento en oficios vinculados con el trabajo fabril o seguir la carrera terciaria especializada en sidero-metalurgia siguen siendo apuestas válidas de formación. Cientos de jóve-nes asisten a estas instituciones educativas, esmerándose por aprender y destacarse, y tal vez ellos también cuenten con su oportunidad. Pero esto no quita que la recomendación personal sea experimentada como injusta y arbitraria por aquellos que creen firmemente en la exclusividad del discurso meritocrático –tal y como es propuesto por la empresa–, pero que además no cuentan con relaciones que involucren intercambio de favores persona-les. Es allí donde el “acomodo” suele instalar la sospecha sobre el mérito del recomendado, a la vez que cierne sobre su persona un halo de protección emanado del poder de quien recomienda.

Eric Wolf, en su análisis sobre las relaciones en las sociedades com-plejas, plantea que los sistemas institucionales de poderes económicos y políticos coexisten y se coordinan con diversos tipos de estructuras no ins-titucionales o intersticiales, tales como el parentesco, la amistad y el patro-nazgo (Wolf, 1999: 20). Este autor destaca el papel polivalente de la familia y su influencia tanto en el prestigio social de que goza una persona como en el tipo de recursos sociales de que dispone para actuar fuera del medio fami-liar (Wolf, 1999: 27). Es ahí cuando el parentesco se mezcla con la amistad; pero si el desequilibrio es desmedido y una de las partes dispone de posibi-lidades claramente superiores para conceder bienes y servicios, la relación deviene en patronazgo: mientras el patrono proporciona ayuda económica y legal o usa su influencia en favor del cliente, el cliente devuelve estima, lealtad y apoyo político (Wolf, 1999: 34-36).

Todos los elementos mencionados por Wolf (1999) muy bien podrían aplicarse al caso analizado. La característica más destacable en la relación entre “quienes piden” y “quienes dan” es que se trata, como dice James Scott

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(1986), de una “reciprocidad entre desiguales”. “Quienes piden” son las fami-lias provenientes de un largo linaje siderúrgico, que intentan reconstruir el mecanismo consuetudinario de reproducción de la clase obrera siderúrgica y de la burocracia estatal argentina, mecanismo desarticulado por la priva-tización. A través de la movilización de sus redes personales construidas durante sus años de trayectoria en la fábrica, anhelan que sus hijos ingresen a trabajar al núcleo protegido, bien remunerado y prestigioso de Siderar. “Quienes dan” la recomendación también buscan su propia reproducción como representantes de los trabajadores, a la vez que cuentan con la posibi-lidad de facilitar la reproducción de ciertas familias siderúrgicas.

Esta modalidad de ingreso a la fábrica, donde la recomendación funge como garantía de las conductas apropiadas hacia el trabajo, forta-lece los mecanismos de control hacia toda la red de relaciones en la que los candidatos quedan enredados. Cualquier ruptura de la confianza en alguno de estos eslabones podría interrumpir el largo y sinuoso camino reservado a unos pocos elegidos. En este sentido, “aprender a trabajar” en San Nicolás es también comprender la compleja red de favores y apoyos entre familias siderúrgicas que pretenden seguirlo siendo respecto de sus representantes sindicales.

La recomendación personal, entonces, pone en el tapete la tensión entre el discurso empresarial del ideal meritocrático (fundamentalmente basado en el desempeño académico y las actitudes comprometidas con el trabajo) y su incumplimiento por parte de quienes lo postulan. Al consentir las prácticas de solicitud de favores y apoyos personales, jefes empresariales y sindicalistas coadyuvan a la reproducción cada vez más restringida del segmento estable de la clase obrera siderúrgica de San Nicolás, en condiciones que combinan de maneras diversas el credencialismo y la recomendación.

Palabras finalesIngresar a Siderar, la empresa argentina productora de acero más importante del país, representa para los cientos de aspirantes que presentan su currículo cada año su máxima aspiración en el plano laboral. Esta expectativa se funda, por un lado, en razones históricas que vinculan el crecimiento de la ciudad y el progreso de la clase obrera nicoleña con la instalación de la ex-Somisa y actual Siderar (Soul, 2002). Pero también se alimenta de un hecho que no puede ser soslayado: esta empresa es proveedora de empleos estables, de calidad y relati-vamente mejor remunerados para quienes lograr flanquear la puerta de ingreso a un puesto permanente.

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Si bien antes de la privatización el ingreso estaba vinculado con la reproducción de la clase obrera a través del linaje, significando la exclusión de quienes no habían ingresado en las primeras décadas de instalación de la fábrica, con la empresa privada se produce un cambio de política aparente-mente más af ín al credencialismo meritocrático. Mientras que la posesión del título secundario y la excelencia académica son ponderadas por parte de la empresa como elementos centrales para el ingreso, los trabajadores continúan movilizando los recursos acumulados históricamente. Con la privatización de la empresa y la tercerización de gran parte de sus áreas no productivas, se genera una segmentación en las estrategias de progreso de los trabajadores. Mientras que unos buscarán promoverse entre empresas contratistas con la expectativa de ingresar al corazón de la fábrica, otros buscarán progresar en sus trayectorias individuales a través de la moviliza-ción de contactos que los acerquen al núcleo fabril.

Este hallazgo que surge del trabajo de campo nos permite mostrar un proceso social que es experimentado como una profunda contradicción, y que podemos interpretar teóricamente como la articulación entre el credencia-lismo y la recomendación. Aun cuando la empresa, las familias y los jóvenes conf ían en el modelo meritocrático dominante en las narrativas igualitaristas de ascenso social y de igualdad de oportunidades para todos, los mecanismos que descansan en las redes de recomendación con base en el intercambio de recursos cumplen un papel fundamental, que deja al descubierto el margen de arbitrariedad y discrecionalidad que permea al sistema de reclutamiento. Como plantea muy aguzadamente Ernest Gellner, “el patronazgo nos desa-grada porque ofende nuestro igualitarismo y nuestro universalismo” (Gellner, 1986: 9). Tal es el sentimiento que acompaña a quienes, aun sabiendo de la importancia de la recomendación, no cuentan con los recursos sociales nece-sarios para movilizarla. Sin embargo, son tan pocos los puestos de trabajo protegidos que se abren cada año, que se constituyen en un objeto de lucha, donde sólo unos pocos elegidos lograrán dar continuidad a la “familia side-rúrgica” en condiciones que eludan la flexibilidad laboral, precariedad que ni sus padres ni sus abuelos conocieron. .

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Artículorecibido:2deabrilde2013|aceptado:4deseptiembrede2013|modificado:16deseptiembrede2013

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* Resultadodelproyectodeinvestigacióndoctoraltitulado“Losusosdelpasado.Transmisiónculturalyconstruc-ciónsocialdelapersonaentrelosnahuasdelaSierraNortedePuebla”,financiadoporConacyt.

** DoctoraenHistoriayEtnohistoria,EscuelaNacionaldeAntropologíaeHistoria,MéxicoD.F.

i n T ER DEPEn DEnci A y EcOnOM í A DE DOn ES . L A “Ay u DA” (qu i pA l eh u i yA) cOMO FOR M A EcOnóM icA Bá SicA En TR E LOS nA h uA S , M éX icO*

YUriBia VelÁ ZQUeZ galindo**[email protected] Iberoamericana Ciudad de México, México

R e s u m e n Con base en información etnográfica, recopilada

desde 1993 hasta la fecha, busco demostrar que los nahuas

contemporáneos desarrollan ciertos aspectos de sus vidas en el

marco de una economía de dones, que la reciprocidad nahua

expresa bajo la forma económica básica de “ayuda”, llamada

localmente quipalehuiya. Y, finalmente, sostengo que esta

“ayuda”, entregada como bienes o servicios, es reciprocada

mediante redes sociales dotando de fundamento al modelo de

interdependencia que vincula de manera total a esta población

con su entorno social y ecológico.

P a l a b r a s c l a v e :

Reciprocidad, nahuas, interdependencia, redes sociales.

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda17.2013.10

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intErdEpEndência E Economia dE dons. a “ajuda” (quipalEhuiya) como forma Econômica básica EntrE os nahuas, méXico*

resumo Com base em informações etnográficas, recopilada desde 1993 até a data, procuro

demonstrar que os nahuas contemporâneos desenvolvem certos aspectos de suas vidas no âmbito de

uma economia de dons, que a reciprocidade nahua expressa sob a forma econômica básica de “ajuda”,

chamada localmente quipalehuiya. E, finalmente, que esta “ajuda”, entregue com bens ou serviços,

é reciprocada mediante redes sociais que dotam de fundamento ao modelo de interdependência que

vincula de maneira total a esta população com seu contexto social e ecológico.

Palavras-chave:

Reciprocidade, nahuas, interdependência, redes sociais.

intErdEpEndEncE and thE gift Economy: “aid” (quipalEhuiya) as a basic Economic form among thE nahuas, mEXico

abstract Based on ethnographic data collected from 1993 to date, I seek to demonstrate that

contemporary Nahua develop certain aspects of their lives in the context of an economy of gifts.

Nahua reciprocity expresses this in the basic economic form of “aid”, called quipalehuiya locally.

I argue that this “aid”, given as goods or services, is reciprocated through social networks and

provides a foundation for the model of interdependence that completely links this population with

its social and ecological environment.

Key words:

Reciprocity, Nahua, economic interdependency, social networks.

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i n T ER DEPEn DEnci A y EcOnOM í A DE DOn ES . L A “Ay u DA” (qu i pA l eh u i yA) cOMO FOR M A EcOnóM icA Bá SicA En TR E LOS nA h uA S , M éX icO

Y U r i B i a V e l Á Z Q U e Z g a l i n d o

e l objetivo de este escrito es demostrar –apoyada en información etnográfica obtenida mediante trabajo de campo realizado entre los nahuas de la sierra Norte de Puebla (México), desde 1993 hasta la fecha– que la “ayuda” –llamada localmente quipalehuiya– es la forma económica básica que adquiere la reciprocidad nahua. a lo largo del

artículo busco demostrar 1) que los nahuas contemporáneos se asumen como seres interdependientes, 2) que orientan su vida colectiva en el marco de una economía de dones que es altamente efectiva, 3) que esta interdependencia se expresa mediante redes sociales de apoyo que tras-pasan los límites familiares y se extienden a ámbitos intra e intercomuni-tarios, permitiendo la supervivencia de grupos familiares en situaciones de crisis y 4) que aunque estoy hablando de un grupo que ha sido some-tido a procesos de colonización muy intensos, su legado –a pesar de haber integrado aspectos ajenos de manera muy profunda– no puede explicarse sólo en cuanto a la cultura de los vencedores, por cuanto sus miembros a través del tiempo han llevado a cabo procesos complejos de reproducción y resistencia cultural –aun en el marco de la dominación– para mantener su identidad y para andar su propio camino.

Para facilitar la exposición, he dividido este escrito en cuatro apar-tados: en el primero abordo las implicaciones económicas de la noción de persona como ser interdependiente; en el segundo describo las caracterís-ticas ecológicas y poblacionales de la zona de estudio; en el tercero argu-mento la posibilidad de definir la zona de estudio como una región, en virtud de un uso cultural común del ambiente que –como ha encontrado Masferrer (2006 y 2009), en su trabajo etnohistórico1 en el llamado Toto-nacapan– guarda grandes correspondencias con el aprovechamiento de

1 Esteautorutilizafuentesdocumentalescolonialesycontemporáneasparasostenersusargumentos.

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los diversos nichos ecológicos propuestos por John Murra (2004: 85-112). En el cuarto apartado explico en qué consisten los sistemas de “ayuda” contemporáneos que los nahuas utilizan, y por último, por cuestiones de espacio, presento brevemente algunos ejemplos etnográficos del funcio-namiento de los mismos.

En este trabajo abordo la cultura como un conjunto de procesos colecti-vos, creativos y dinámicos que se encuentran vinculados con el contexto de vida de aquellos agentes que los producen, reproducen y transforman mediante su acción, y para los cuales constituye una realidad plausible. Sostengo, siguiendo a Roseberry (1989: 19), que los significados son entendimientos socialmente construidos sobre el mundo que forman la base para la acción de las personas, y que éstos son creados, configurados y transformados por los seres humanos en colectividad, siempre teniendo como base la vivencia cotidiana de un mundo real y dinámico, nunca desligados del mismo.

Siguiendo esta línea teórica, en el desarrollo del trabajo doy priori-dad al material etnográfico y al contexto en el cual éste se genera, con el propósito de hacer comprensibles los sistemas de significados locales y la lógica cultural detrás de ellos que les provee de sentido y que los funda-menta. Estoy convencida de que esta lógica cultural responde a situaciones concretas vinculadas al contexto en el cual surge y se transforma; por ello, analizar el entorno ecológico, las formas de producción y la organización social aporta elementos para comprenderla.

Persona e interdependenciaEn este trabajo utilizo la noción de persona como una construcción rela-cional, colectivamente constituida y culturalmente determinada, que es útil para establecer vínculos particulares entre el ser humano y su entorno. Esta visión establece a la persona como “un complejo de relaciones sociales” (Radcliffe-Brown, 1974: 212) intrínsecamente relacionado con el recono-cimiento social dentro del sistema de derechos y de responsabilidades, por una parte, y, por otra, con los valores sociales.

Una de las autoras más importantes en el argumento que busco desa-rrollar es Strathern (1988), quien, realizando una crítica a los conceptos “naturalizados” de Occidente, ha demostrado que la dicotomía individuo-sociedad no es un hecho universal, sino una construcción cultural parti-cular explicable en el contexto donde surge y se mantiene. Para esta visión, el individuo es definido como un ente biológico poseedor de autonomía y, por tanto, de sí mismo, de sus atributos personales, de su cuerpo y de su mente; y es directamente responsable de sus propias acciones, lo que

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lo convierte en un sujeto activo. Este sujeto surge en un estado presocial, “natural”, y necesita formar relaciones sociales para lograr ciertos fines que requieren someterse a los principios y valores de la sociedad donde ha nacido. y señala que esta construcción oposicional individuo-sociedad es producto de una “economía de bienes”; por tanto, tal concepción será distinta en sociedades con una “economía de dones”. Tal distinción entre “economías” es una diferencia en torno a la concepción cultural de los objetos, la producción y el intercambio de objetos, así como de la natura-leza de las relaciones contractuales que los sujetos definen a través de los objetos y el intercambio. Algunas de estas ideas fueron propuestas por el economista Karl Polanyi (1976a: 111-140), quien argumentó que la econo-mía es un sistema cultural no sujeto a leyes científicas, como se planteaba en la década de 1950-1960.

Para Polanyi (1976a: 151-152), la economía, en un sentido amplio, es un proceso orientado a asegurar la subsistencia de un grupo humano, en donde la determinación de “lo necesario” estará definida por las pautas culturales del mismo y las relaciones sociales que estructuran la organi-zación de los hechos económicos. Este autor (1945) trata de establecer empíricamente la idea de que el capitalismo es una producción histórica ligada a una sociedad específica. Para él, el eje del capitalismo es el mer-cado libre, no las relaciones de producción (Good, 2007), en donde el pro-yecto del liberalismo económico genera una sociedad caracterizada por el fortalecimiento del poder del Estado y la destrucción de la retícula social –mediante la exaltación del individualismo–, y de sus cimientos materia-les y políticos. En este sentido, el modelo económico moderno está fun-damentado en la noción de persona, entendida como un individuo autó-nomo, aislado de su grupo social, que toma decisiones y realiza elecciones racionales, eminentemente utilitarias, en función de su propio beneficio. Las acciones de este individuo pueden ser expresadas, en función de su utilidad, en términos matemáticos. Sin embargo, ésta es sólo una forma específica de construir la noción de persona, y no es el modelo universal en que ésta se estructura.

Polanyi (1976b: 296), siguiendo a Marx, propone que el significado real y empírico de la economía deriva de la dependencia en que se encuen-tra el hombre con respecto la naturaleza y a sus semejantes para conseguir el sustento. Esta visión se refiere al intercambio con el entorno natural y social, en cuanto es esta actividad la que proporciona los medios para satisfacer las necesidades materiales. El significado real no implica elec-ción por individuos autónomos, ni escasez de recursos como presupuestos

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universales; el sustento del hombre no tiene por qué implicar la necesidad de elecciones, y si existen, no tienen por qué estar determinadas por el efecto limitador de la escasez.

En este trabajo sostengo que la cultura desempeña un papel importante en las categorías económicas: el trabajo, los intercambios y el uso del dinero también se encuentran determinados por significados culturales, motiva-ciones y valores que regulan la vida colectiva (Good, 1988). Sin embargo, con esto no quiero decir que las comunidades en estudio se encuentren aisladas del sistema económico mundial, sino que en estas poblaciones se generan significados locales específicos que permiten la articulación con el sistema global desde una lógica propia. Tampoco sugiero que los nahuas posean un marco de significados unánimemente compartido, pues, como toda construcción social, posee contradicciones internas y un gran rango de variabilidad. Sin embargo, sí presenta ciertas formas institucionalizadas comunes, como el quipalehuiya, que es el objeto de este escrito.

El modelo económico que opera con base en la mercancía presenta diferencias sustanciales con aquel que opera con base en los dones. La economía de bienes opera con base en el intercambio de las relaciones mer-cantiles, y el individuo es enajenado del producto de su trabajo –la mer-cancía– mediante una estricta distinción entre las cosas y las personas que las producen. Mientras que el don, a diferencia de la mercancía, es aquello que se entrega en un acto, individual o colectivo, aparentemente volunta-rio que pueden o no haber solicitado el receptor o los receptores. Por ello, implica relaciones entre personas –el dador y el receptor– que se gene-ran en un marco religioso, moral y jurídico particular tomando la forma de “prestación total”, indicativo de que involucra distintos ámbitos de la vida social (Strathern, 1988). Otra diferencia importante es que en una sociedad de bienes, las personas y las cosas están reificadas, mientras que en una economía de dones las personas y las cosas son personificadas, mediante un proceso que hace visible las relaciones sociales a través de los objetos (Strathern, 1992: 189).

En el marco de una sociedad con economía de bienes, la persona se configura como un ser interdependiente y autónomo de su entorno social; que se define a sí misma en oposición a los demás o a la sociedad. Por su parte, en el marco de una sociedad con economía de dones, la persona es concebida como inherentemente social: es un “microcosmos de relacio-nes” (Strathern, 1988: 131); la persona ya contiene las relaciones, y son estas relaciones las que se hacen visibles, a lo largo de su vida, mediante la acción. Es decir, en este tipo de sociedades las relaciones sociales son con-

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sustanciales a la persona f ísica: ella y sus relaciones forman una unidad. Las relaciones sociales y la persona son la misma cosa, y, por analogía, una persona puede aparecer como una versión de los otros que lleva adentro (Strathern, 1992).

Las propuestas desarrolladas por Strathern realmente fueron de mucha ayuda para comprender a los nahuas de la Sierra, pues ellos se consideran a sí mismos como parte de una colectividad, que –como un palimpsesto– forma parte de otra cada vez mayor que llega a conformar el cosmos entero. Presento la enunciación de Don Alfonso, que expresa una idea general nahua, al intentar explicarme la imposibilidad de verse como una persona aislada de un colectivo, carente de sus redes de apoyo:

Yo no puedo ser solito, yo nací… no nomás porque yo quise, nací por… pos por mi papá y mi mamá, y ellos tampoco nacieron solos… así nomás. Y… tampoco yo no me crecí solito, ¿quién me dio de comer? ¿Quién me cuidó? ¿a poco yo solo?… Pos mis papas, mis abuelos, mis tíos, mis hermanos mayores, mis padrinos… ora… hasta mi mujer y mis hijos…, pos sigo creciendo… onque ora ya no sea pa’ arriba… nomás pa’ abajo…, pos sí, mucha gente ayudó para que yo creciera… y sigue ayudando… toda esa gente… es mi gente... Yo no puedo ser solito. (don alfonso, diario de campo, octubre 2011)

La explicación dada me dejó claro algo que ya sospechaba a partir del comportamiento colectivo de los nahuas, que describiré un poco más adelante: la imposibilidad de los nahuas de verse a sí mismos como indi-viduos aislados; en este sentido, retomo la propuesta de Strathern (1988) para abordar las sociedades donde la persona es vista y vivida como un ser interdependiente. En esta visión –que también es explicativa del compor-tamiento de grupos actuales de origen indígena en México, en donde las relaciones sociales se hacen evidentes, visibles y analizables en el marco de su expresión en la vida social–, la persona ya posee esas relaciones por el hecho de haber nacido en el marco de un grupo familiar, pero expresa su capacidad de agencia al generar, otorgando su propia “ayuda” a otros, nue-vas redes sociales a través de su vida.

Las características de la zona de estudioEl municipio de Naupan pertenece al estado de Puebla y se localiza en la Región Sierra Norte del mismo estado. Colinda con el municipio de Acaxochit-lán (estado de Hidalgo), y con Chila Honey, Pahuatlán, Tlacuilotepec y Huau-chinango, pertenecientes al estado de Puebla. Tiene una superficie de 96,96 kilómetros cuadrados, con altitudes que varían desde los 2.300 hasta los 560

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msnm (ver la figura 1), lo que genera dos tipos de microclimas: clima templado-húmedo, que se localiza en las zonas altas, y semicálido subhúmedo, en las zonas bajas (Pérez Ruiz, 2006).

El municipio pertenece a la región hidrológica Tuxpan-Nautla, repre-sentada por parciales de las cuencas de los ríos Tecolutla, Cazones y Tux-pan. En el municipio de Naupan, el río más importante es el San Marcos, que sirve de límite con el municipio de Pahuatlán, y, en la parte oriental, con Tlacuilotepec. En esta zona, que pertenece a Tenextitla, el cauce del río San Marcos crea una profunda depresión en forma de cañón, en cuyo margen se encuentran las altitudes mínimas del municipio, de 560 msnm. Casi todas las localidades tienen acceso a las zonas que bordean los ríos, las cuales, al tener menor altitud, poseen una vegetación exuberante, y es donde se realizan la recolección y, de manera eventual, la caza y la pesca (ver la figura 2).

La mayor parte de la vegetación natural del municipio ha desapa-recido; sólo quedan pequeñas áreas no perturbadas, en zonas de dif ícil acceso. En la zona alta, al oriente del municipio, se encuentran vestigios de bosque mesófilo de montaña, en las áreas de las quebradas; aunque cuenta

Figura1.VistapanorámicadelageografíadeNaupan,Puebla.FotografíadeHugoRodríguezGonzález,2013

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Figura2.Variacionesecológicasenlazonadescrita.FotografíadeHugoRodríguezGonzález,2013

con diversas especies, éstas son escasas, ya que la explotación de los bos-ques ha sido muy alta, lo que ha provocado un cambio drástico en los pro-cesos biológicos de síntesis del humus de estos suelos. Aquí la humedad es alta y se presenta neblina durante todo el año; en la zona de altura media se encuentran especies de bosque tropical perennifolio y algunos elementos de selva alta perennifolia en la ribera del río San Marcos perteneciente a Tenextitla –la población más alejada, al oriente, de la cabecera municipal–. En esta área es posible encontrar algunas especies de caoba y otras maderas preciosas (Pérez Ruiz, 2006).

El municipio está conformado por varias localidades, distribuidas en diferentes altitudes: a) en la zona alta (de los 2.300 a los 1.600 msnm) se ubi-can las poblaciones de Naupan, Tlaxpanaloya, Chachahuantla, y sus juntas auxiliares Coahuitzotitla, Chiautla y Alambique, y b) en la zona media (de los 1.600 a los 1.000 m), los pueblos de Copila e Iczotitla, y en la zona baja (de los 1.000 a los 560 m), las poblaciones de Mextla Arriba, Mextla Abajo, Cueyatla y Tenextitla.

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De manera general, todas estos asentamientos tienen una población mayoritariamente indígena (más del 90%), hablantes del náhuatl y bilin-gües del español, aunque se tiene registrada casi una centena de hablantes de totonaco que habitan en Copila. El censo de 2010, entre sus resultados preliminares, reporta que existen 9.707 habitantes; aún no se estima la cantidad de hablantes de lengua indígena. El náhuatl que se habla en el municipio pertenece a la variante que utiliza el tl al final. Esta lengua tiene similitudes notables con el náhuatl texcocano “clásico”, como resul-tado de la conquista y dominación de la Sierra por parte de este grupo (Garrido, 2003: 42).

La principal actividad económica de los pobladores de la zona es la agricultura de temporal (ver la figura 3), el cultivo de la milpa2, el cual se realiza con fines de subsistencia, al igual que la recolecta, y en menor medida, la caza y la pesca. También realizan cultivos para el comercio, que corresponden, según la clasificación realizada por Alfaro Martínez y Masfe-rrer (2010) para la Sierra Norte de Puebla, al agroecosistema de café de baja tecnología, en donde los cultivos del café, el chile, la jícama y el cacahuate son realizados especialmente para la venta, y donde el cultivo, debido a lo escarpado del terreno, se realiza utilizando como herramientas fundamen-tales la coa y el machete.

2 Sistemaagrícolaprehispánicoqueincluyelasiembraconjuntademaíz,frijolycalabazaenelmismoterreno.

Figura3.Áreasdecultivoenlazonaalta.FotografíadeHugoRodríguezGonzález,2013

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La obtención de las cosechas se encuentra determinada tanto por el esfuerzo humano como por la benevolencia de las fuerzas de la naturaleza, y el ciclo agrícola se encuentra enmarcado por rituales que buscan propiciar a las deidades, llamadas genéricamente “aires” o yeyekatlames, para proteger las siembras y obtener de la naturaleza la medida justa de lluvia, viento y sol que permita cosechar los productos de la tierra (ver la figura 4).

Figura4.Ritualespropiciatoriosparalaproteccióndelascosechas.FotografíadeHugoRodríguezGonzález,2013

Generalmente, es necesario complementar los recursos generados para la autosubsistencia con los productos agrícolas y artesanales dedicados a la venta, y el empleo como jornaleros temporales, lo que los ha llevado a generar una relación simbiótica con zonas urbanizadas, tales como la ciu-dad de Huauchinango y el Distrito Federal, con quienes sostienen un inter-cambio constante de productos y de fuerza de trabajo. Actualmente existen varios proyectos gubernamentales como Progresa y Procampo, que actúan como paliativos temporales en la resolución de los problemas económicos de los campesinos.

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El municipio de naupan, como región

A pesar de ser un término controvertido, utilizo el concepto de región para caracterizar el municipio serrano de Naupan, por ser una herramienta analítica que permite enfocar, con base en ciertas características útiles para aquello que se desea explicar, un elemento central como articulador de los diversos componentes del espacio que se busca definir. Para este caso, propongo como elemento articulador la modalidad específica de interacción que establecen los grupos humanos con su el ambiente, y que depende tanto de las características ecológicas de la zona como de las for-mas de producción y explotación diferenciadas de sus recursos. Sostengo que esta manera de analizar el espacio permite comprender los procesos históricos, no sólo al reconocer la acción humana en la modificación del paisaje, sino porque es una perspectiva que permite apreciar constantes en el aprovechamiento social del entorno, a la vez que expresa un uso cul-tural y una percepción local del mismo.

Para analizar las influencias mutuas entre la ecología, la sociedad y la cultura, expresadas en la visión de la persona nahua como un ser interdepen-diente, es necesario retomar dos propuestas importantes: el modelo de control vertical de múltiples nichos ecológicos propuesto por Murra para analizar la economía andina, y la propuesta de Polanyi para abordar las economías tradi-cionales. Esta elección está respaldada por las características ambientales de la Sierra3 y por el sistema de reciprocidad que encontré entre los nahuas, que describiré en los apartados siguientes.

Murra (1984) utilizó la metodología etnohistórica (Velázquez, 2011) en la búsqueda de la organización social y económica andina que había generado lo que algunos observadores llamaron un “Estado de bienestar” colectivo entre los indígenas de los Andes peruanos, previo a la llegada de los españoles a América. Como parte de sus hallazgos, publicó en 1972 el artículo “El control vertical de un máximo de pisos ecológicos en la econo-mía de las sociedades andinas”, el cual puede ser definido como un sistema extraordinariamente eficaz de administración social que actuaba bajo un modelo de “control vertical” y “complementariedad ecológica”,

[…] [que] consiste en la ocupación simultánea, permanente, de diversos pisos o nichos ecológicos, geográficamente dispersos, por un mismo grupo étnico-político. dicho en otras palabras, una misma unidad político-cul-tural crea asentamientos permanentes, dispersos en diferentes nichos

3 Enelcasodelmunicipioanalizadoenestetrabajo,heseñaladoqueenunáreade96,96km2 se encuentran alturasquevaríandesdelos2.300msnmhastalos560msnm.

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ecológicos, en donde los habitantes explotan los recursos específicos de cada lugar. estos recursos circulan internamente entre las poblaciones geográficamente lejanas, pero étnicamente unidas, lo que les da acceso de manera complementaria a todos los productos que generan los miembros de su etnia en cada uno de los medios ecológicos que ocupa. este modelo de “complementariedad ecológica” andina operaba a varias escalas […]. (Good, 2007: 87-88)

El ideal andino de autosuficiencia, dentro de cada unidad étnica, limi-taba los intercambios comerciales, por lo cual no eran necesarios los mercados. Este sistema alterno facilitaba la obtención de los diferentes recursos que cada medio natural permitía explotar4 y la generación de un intercambio interno regido por las prácticas de reciprocidad entre los miembros y de redistribución entre el cacique y sus subordinados. El aporte de la propuesta de Murra (2004) es demostrar la integración dinámica entre la ecología, las prácticas económi-cas y la organización social en un solo modelo. Esta construcción retoma varias ideas de Polanyi (1976b), como la de que en las economías tradicionales no hay una organización económica autónoma, sino que el sistema económico está incrustado en las relaciones sociales.

Sólo en el caso de la sociedad moderna es posible analizar con inde-pendencia la esfera económica, representada por el libre mercado, el cual emerge y florece en la Inglaterra del siglo XIX como un accidente histórico que coincide con la aparición de otros fenómenos ideológicos de la época: el modelo de la libre empresa como virtud social; la democracia “libre” e “igualitaria” en la que gana la mayoría en un sistema de “un hombre, un voto”; una estructura de clases sociales “abierta”; la libertad religiosa y la libertad de asociación; la libertad de escoger la pareja matrimonial; una unidad familiar reducida y centrada en un ego. Todas estas características implican una ruptura en las complejas redes de relaciones sociales prece-dentes (Good, 2007: 85).

Polanyi (1989 y 1979) busca demostrar que el mercado moderno no es una forma universal, como suponían los economistas clásicos, y reconoce que existen diferentes formas institucionales de ordenar la economía, que éstas se encuentran vinculadas con la organización social y los valores culturales, los cuales permean todos los aspectos de la vida colectiva. Enfatiza la organización de los sistemas productivos tradicionales en los que la economía está empo-trada y señala que en dichos sistemas,

4 Elusocolectivodelosdiferentesnichosecológicosyeldesarrollodeprácticasproductivasviablesencadaunodeellos,talescomoelcultivodelapapaenzonasaltasyfrías;elmaíz,enzonascálidas;elpastoreo,entreotras.

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[…] las motivaciones individuales, definidas y articuladas, surgen como una norma de situaciones determinadas por hechos de orden extraeconó-mico (familiar, político o religioso); el lugar de la pequeña economía fami-liar es poco más que un punto de intersección entre líneas de actividades llevadas a cabo por grupos de parentesco más amplios en diversas locali-dades; la tierra es de uso común como pasto o bien sus diversos usos pue-den adjudicarse a miembros de diferentes grupos; el trabajo es una mera abstracción de la ayuda mutua que se prestan las personas y grupos en ocasiones determinadas; por lo tanto, el proceso económico se desarrolla por vías marcadas por estructuras diferentes. (Polanyi, 1976a: 117)

Al integrar una visión antropológica al análisis de las formas económicas tradicionales, Polanyi (1976a) propuso una definición de la economía como un proceso orientado a asegurar la subsistencia de una comunidad, en el cual la autosuficiencia del grupo humano como postulado de supervivencia está ase-gurada, siempre y cuando:

[…] [sea] posible físicamente el abastecimiento de “lo necesario”. con este término se quiere designar los bienes que sirven de sustento y se pueden almacenar, es decir que se conservan […] los ciudadanos y los miembros de la familia han de poder vivir de ellos en casos de carestía o de guerra. la cantidad que la familia o la ciudad necesitan es un dato objetivo. la familia es la unidad de consumo más pequeña y la polis la mayor, en los dos casos “lo necesario” está determinado por las pautas de la comuni-dad, de donde la noción de su carácter es intrínsecamente restringida. (Polanyi, 1976a: 151-152)

Polanyi estableció para las ciencias humanas un doble sentido de la pala-bra economía; por un lado está el significado “formal”, que es una versión avan-zada de la lógica de la preferencia, que está vinculada a supuestos históricos y antropológicos dudosos fundados sobre principios etnocéntricos. y por otro lado, el “sustantivo” o significado real empírico de la economía, que deriva de la dependencia en que se encuentra el hombre con respecto a la naturaleza y a sus semejantes para conseguir el sustento. Esta visión “sustantivista” se refiere al intercambio con el entorno natural y social, por cuanto es esta actividad la que proporciona los medios para satisfacer las necesidades materiales del grupo social. Sobre este punto, Polanyi señala:

[…] la observación empírica demuestra que las pautas principales son la reciprocidad, la redistribución y el intercambio. la reciprocidad supone movimientos entre puntos correlativos de agrupaciones simétricas; la redistribución consiste en movimientos de apropiación en dirección a un centro primero y, posteriormente, desde este centro hacia fuera otra

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vez, por intercambio entendemos movimientos recíprocos como los que realizan los “sujetos” en un sistema de mercado. superficialmente podría parecer que las formas de integración no hacen sino reflejar agregados de las formas respectivas de conducta individual […] pero los meros adere-zos no bastan para producir las estructuras. la conducta de reciprocidad sólo integra la economía si están ya dadas las estructuras de parentesco. (Polanyi, 1976b: 296)

Coincido con Masferrer (2006 y 2009), quien –al analizar las varian-tes ambientales de la Sierra, la información etnográfica actual y aquella contenida en las fuentes coloniales conocidas como Relaciones Geográfi-cas– propone que en el antiguo Totonacapan y la actual Sierra de Puebla se presenta un modelo parecido, con variantes regionales, al modelo de “complementariedad ecológica”.

La “ayuda” entre los nahuasLa “ayuda” entre los nahuas puede ser entendida como un sistema de inte-racción social que forma la base de la vida colectiva; el dar “ayuda” a otros y solicitar la “ayuda” de otros “pidiendo el favor” me llevó a entender la “ayuda” como un tipo de don inserto en un sistema de reciprocidad definido como una forma económica de intercambios entre puntos correlativos de agrupaciones simétricas5, diferente a la mercantil, pero provista de raciona-lidad explicable bajo una lógica local (Good, 2007). Este sistema se expresa mediante el intercambio de bienes y servicios equivalentes6 que vinculan socialmente a las personas o grupos en los niveles intrafamiliar, interfami-liar, intracomunitario e intercomunitario, constituyendo redes que rebasan el tiempo y el espacio llegando, incluso, a integrar a las deidades.

Para comprender el funcionamiento de la “ayuda” fue útil la propuesta de Strathern (1988), quien señala que en una “economía de dones”, la per-sona que actúa considera a la otra persona como la causa de su acción, y, por lo tanto, no es un autor autónomo de sus propias acciones (1988: 272-273). Es decir, una persona no puede actuar por sí sola, sino que tiene que esperar la acción de otra persona para que la lleve a actuar. Esto, sin embargo no implica una manifestación de poder o de imposición de uno sobre otro, sino que más bien se refiere a un señalamiento de que en el contexto de interrela-ción permanente, las personas se necesitan mutuamente para poder actuar,

5 Lasimetríaimplicaigualdaddeestatusenelmarcodelaestructurasocial.6 Algunosautoressostienenqueenlareciprocidadtantolasimetríacomolaequivalenciasonsimbólicas,más

alládelaposiciónsocialydelanaturalezadeloqueseintercambia.

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son seres interdependientes; como Magazine señala, en su estudio sobre Texcoco, el pueblo es como una rueda que necesita la acción del mayor-domo para que inicie el movimiento que llevará a la realización de la fiesta (Magazine 2010 y 2012), y esto se constituye en una excelente metáfora para explicar la acción colectiva interdependiente.

En este trabajo analizo la “ayuda” como un tipo de don que se entrega en un acto “voluntario”, aunque también posee un componente de obliga-toriedad, que se realiza de manera individual o colectiva, que pueden o no haberlo solicitado aquél, aquéllas o aquellos que lo reciben, y que implica relaciones entre personas –el dador y el receptor–, y cuya expresión involu-cra distintos ámbitos de la vida social.

el donar instituye una doble relación entre el que dona y el que recibe. Una relación de solidaridad, ya que el donante comparte lo que tiene, o lo que es, con aquel al que dona, y una relación de superioridad, ya que el que recibe el don y lo acepta contrae una deuda con aquel que se lo ha donado. (Godelier, 1998: 25)

Godelier (1998) llega a la conclusión de que el don de Mauss es una deuda, pero lo que lo convierte en deuda es la posición relativa de las dos partes antes del intercambio. Otros autores (Alberti y Mayer, 1974: 23) señalan que el centro del intercambio yace en la obligación mutua que une las dos partes a reciprocar en algún momento en el futuro. Esto es lo que los convierte en “iguales”; por ello, a pesar de su desigualdad, los intercambios asimétricos7 son aún recípro-cos. Por su parte, esta relación de deuda nunca se cierra completamente; el incremento o “interés” que ésta lleva es precisamente la causa de su apertura; por ello, los morosos son excluidos de los intercambios recíprocos. La deuda, entonces, nunca puede agotarse, porque pondría fin a la vida social misma.

La propuesta que me ha sido útil para organizar la información encon-trada en campo –sobre el intercambio y la persona– es la enunciada en el modelo fenomenológico de Good (2005) para interpretar la organización social y la vida ritual de los nahuas de Guerrero, el cual, señala, se articula en torno a cuatro “ejes conceptuales”: el trabajo, el intercambio, la “fuerza” que circula y la continuidad histórica.

El concepto fuerza corresponde a la energía vital, la cual, en el caso de los nahuas serranos, es un aspecto inmanente a todos los elementos personificados del cosmos. El concepto tequitl (trabajo) se refiere al uso de tal energía en accio-

7 Losintercambiosasimétricosserefierenfundamentalmenteaaquellosqueinvolucranaloshombresyalas deidades.

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nes f ísicas, espirituales, intelectuales y emocionales con una intencionalidad o propósito social. (Cabe señalar que no sólo los seres humanos trabajan, sino también los muertos, las deidades, las plantas y el mundo natural). Dos concep-tos más se articulan con los anteriores en el ámbito de las relaciones sociales: el amar (tlazohtla) y el respetar (tlakaiita), los cuales dotan de contenido emo-tivo a la circulación social de “fuerza” y de trabajo, constituyendo la base de las redes de intercambio y reciprocidad entre los individuos y los grupos sociales. Ambos conceptos explican el significado local de la reciprocidad, pues quien ama y respeta da su “fuerza” mediante su trabajo para el beneficio de otros, en donde los objetos se perciben como cristalizaciones del trabajo invertido en producirlos (Good, 2005: 91-99).

En el caso de México, aquello que se intercambia en el don es la “fuerza” o energía empleada en el trabajo que se entrega o que está contenida en los objetos que se donan, así como la carga emotiva que los envuelve. Ambos aspectos otorgadores de valor son los que obligan a devolverlos, si no de forma idéntica, mediante otros tipos de intercambio. Esto tiene implica-ciones importantes en el ámbito de la teoría de la persona. Good (2008) propone que entre los nahuas de Guerrero,

[…] una persona se define por el trabajo que realiza, por cómo trabaja, en qué trabaja y lo que produce. su ser se expresa y se conoce por todas sus acciones, y por los frutos de su trabajo en un sentido amplio. en este contexto cultural, el trabajo mismo y los beneficios del trabajo se socializan –siempre se comparten con otros– y a la vez que da, cada persona también recibe los beneficios de los esfuerzos de los demás. Una persona no puede trabajar sola, para sí misma, sino que siempre está inmersa en intercambios recíprocos de dar y recibir trabajo desde que nace hasta que muere. la vida de una persona, y su identi-dad social se construyen en este contexto de “trabajo” que realiza, comparte y recibe con otros seres humanos y no humanos. (Good, 2008: 6)

Esta descripción concuerda con mis propios datos: la concepción del tra-bajo entre los nahuas de la Sierra Norte de Puebla, y especialmente del trabajo que se ofrece mediante la forma de “ayuda”, es aquella que conlleva en sí el aspecto emotivo y valorativo –el amor y el respeto–; esto se constituye en el eje fundamental que genera y mantiene las relaciones sociales, y que a la vez las hace visibles y empíricamente observables.

Los sistemas de ayuda (quipalehuiya) como forma económica básica. Ejemplos etnográficos La lógica cultural nahua se expresa mediante ejes conceptuales en donde el trabajo o téquitl es el eje ordenador central y se refiere al uso de la energía o

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chicahualistli con una intencionalidad o propósito social en un sistema espe-cífico, donde tanto el trabajo como sus productos se otorgan a otros como expresión de amor y de respeto constituyendo la base de la reciprocidad.

[…] cada persona recibe constantemente los beneficios del trabajo de otros, y comparte con otros los beneficios de su propio trabajo. dar y recibir trabajo es el factor esencial que genera toda relación social. esta circulación de energía está expresada en cualquier actividad humana. (Good, 1994: 144)

El trabajo (téquitl), en estos términos, no se aprende ni se enseña con el sentido de una actividad molesta o desagradable; al contrario, es parte integral de la vida, es una forma de estar en el mundo. De hecho, los nahuas dicen que se está en este mundo para trabajar, para actuar en él, y esas acciones tienen un significado cultural desde la lógica nahua. El trabajo se convierte en una forma de expresar sentimientos de amor y de respeto hacia el entorno humano y no humano8.

La participación en este sistema de intercambio constituye la base del reconocimiento colectivo como persona, es decir, los nahuas serranos ven a la persona como un agente capaz de recibir trabajo de otros y dar su trabajo a otros como expresión de emociones y sentimientos (Velázquez, 2012). La práctica de la “ayuda” como ejercicio de la propia capacidad de actuar genera un sentimiento de libertad y es la expresión misma de la humani-dad. Sin embargo, estas relaciones sociales y sus valores motivadores no son exclusivos del entorno humano, sino que son compartidos por los diferentes entes que habitan el cosmos, quienes toman parte activa en esta circulación de trabajo y energía; todos se encuentran unidos, trabajando juntos para la conservación de la vida, y todos, sin excepción, son concebidos como per-sonas integrantes de un mundo social.

Desde la lógica nahua, el derecho principal de las personas nahuas a par-ticipar en un colectivo se refiere a ser sujeto de “ayuda”, es decir que, por perte-necer a un grupo, los demás miembros tienen la responsabilidad de “ayudarle” a sobrevivir, pero, de la misma manera, la principal obligación como miembro de una colectividad es brindar “ayuda” a quienes se la soliciten. En este sentido, lo que constituye y delimita el grupo es el hecho de que todos los miembros “hacen cosas juntos”, producen, cumplen con sus obligaciones de servicio al pueblo, comparten los recursos sociales y productivos y asumen como grupo la responsabilidad de las obligaciones de intercambio recíproco con otros.

8 Sobreunanálisisdelaformaespecíficaenquesetransmiteentrelosnahuaselvalordeltrabajoydelainterde-pendencia,verVelázquez(2012).

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Para comprender la importancia de los sistemas de “ayuda” que fun-cionan en los ámbitos familiar e interfamiliar señalaré el sistema conocido como “mano vuelta” (ver la figura 5), gracias al cual es posible realizar de manera colectiva todas las actividades vinculadas al ciclo agrícola de una manera rápida en los tiempos requeridos. Este sistema permite que un grupo familiar extenso o un grupo generacional se reúnan, por ejemplo, para sembrar un terreno de cultivo. Los dueños del terreno “piden el favor” a alguien para que funja como “padrino de la semilla”; esta persona tiene la obligación de acudir a su vez a “solicitar el favor” a varios acompañantes para que lo “ayuden” con su compromiso. El día acordado los dueños del terreno, todos los acompañantes y el “padrino de la semilla”, quien será el “capitán de la siembra”, realizan un ritual para los “aires” del terreno e ini-cian la siembra de la milpa. Al final de la jornada los dueños del terreno otorgan alimentos y bebidas a todos los participantes. Por formar parte de este sistema, cada integrante adquiere a su vez el compromiso de ir a sem-brar en el terreno de cada uno de los participantes.

Figura5.Paraelcultivoseutilizaelsistemade“manovuelta”.FotografíadeHugoRodríguezGonzález,2013

Otro sistema que vincula a los distintos grupos familiares en el ámbito intracomunitario es el tequio. El tequio es trabajo que se otorga en beneficio del pueblo al que se pertenece; en su conjunto, “es ayuda para todos”. En cada poblado, las autoridades locales señalan un día para realizar este trabajo colectivo, que puede emplearse, por ejemplo, para limpiar de basura el río, para rellenar los hoyos de la carretera, para chapear

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(limpiar de maleza) las veredas importantes, para colocar el agua entu-bada a cierta calle, entre otras cosas.

Todos los hombres que son padres de familia tienen la obligación de aportar cada semana un día de tequio a la comunidad; este compromiso es personal, aunque puede ser transferible; si el padre esté enfermo, puede enviar al hijo mayor a realizar el trabajo. En algunos lugares, la no partici-pación en este sistema se castiga con una multa o un arresto; sin embargo, la mayor sanción es la imagen social negativa que se genera y que lo clasi-fica como una persona floja, “sin seriedad” o “sin compromiso”. Quien no “ayuda” en el tequio es visto como una persona engreída que sólo quiere disfrutar de los beneficios colectivos sin trabajar para ello.

El trabajo comunal, de manera general, no es visto como una carga, sino como un buen momento para socializar con los demás hombres de la comunidad; se encuentran los amigos y compadres, se acompañan, se cuentan las novedades y bromean juntos. Siempre que se realiza el tequio, los hombres llevan el itacate (provisión de comida) que sus mujeres les pre-paran, y al mediodía es compartido entre todos los participantes; general-mente, durante el desarrollo del trabajo, la autoridad convocante les ofrece cervezas o aguardiente de caña.

En este trabajo daré un poco más de espacio a la descripción etnográfica de un sistema de intercambio de “ayuda” que funciona en los ámbitos intra e intercomunitarios, que es sostenido por relaciones como el compadrazgo y que vincula las características ecológicas de la zona, la manera en que es significado el entorno, con las formas de organización social y la dependencia que tienen los grupos familiares hacia su entorno natural.

Para explicar este sistema, cabe señalar que la siembra del maíz en las zonas altas ocurre de febrero a marzo; aunque es una zona húmeda la mayor parte del año, la temporada de lluvias inicia en el mes de mayo –señalada con la Fiesta del Agua– y culmina a mediados de agosto –con la fiesta de Tonan-tzin Tlacagosto (Virgen de la Asunción)–; durante los primeros meses, la milpa debe ser deshierbada de forma continua para permitir el crecimiento del maíz y del frijol. Hasta que la milpa produce los primeros elotes (mazorca tierna), los pobladores dependen de las reservas de maíz provenientes de la cosecha pasada y de los recursos que brinda “el monte”.

Durante la temporada de lluvias las mujeres salen en grupos a recolectar diversos tipos de hongos que nacen en las zonas orientales de bosque de pino y encino. Además, recolectan plantas silvestres alimentarias en los diferentes nichos ecológicos del bosque mesófilo de montaña, las cuales se conocen bajo la categoría nativa de quilitl o quelites, que se refiere a un tipo especial de plan-

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tas que pueden ser consumidas en diversos platillos. Actualmente se tienen registradas en la zona cerca de ochenta especies dentro de este rubro (Evange-lista y Basurto, 2003: 22).

Además de las plantas silvestres, los nahuas también clasifican como que-lites algunas plantas cultivadas, tales como el fríjol, del cual, además del grano, se consumen la flor, el follaje, la vaina tierna y el grano verde; la calabaza, de la que aprovechan, además del fruto, la flor y las puntas tiernas; del chayote se consumen, además del fruto, la raíz, las hojas y las puntas tiernas. Al final de este período del ciclo agrícola, pueden consumirse, además, productos como los elotes, la calabaza y el frijol tierno. El uso de los recursos silvestres que ofrece el monte es señalado por Doña Luisa:

[…] aquí nadie se muere de hambre… nomás los f lojos o los borrachos… si va uno al monte hay cosas para comer… si va uno a la milpa, aunque toda-vía no haya maicito… hay cosas para comer… si baja uno al río… hay cosas para comer. Nomás teniendo uno fuerza para moverse y voluntad para ir… así hago yo y así hacemos todos… que se me acabó mi maicito… pos agarro pa’l monte y vamos a ver qué cosa podemos traer… (doña luisa, diario de campo, septiembre 2010)

Los productos de la recolección son usados principalmente para el auto-consumo, aunque en caso de necesidad los pobladores recurren a la venta de los mismos ofreciéndolos de casa en casa o en los mercados locales de las comunidades vecinas. La mayoría de las veces los productos son intercambia-dos por maíz con los integrantes de sus redes sociales de amistad, parentesco y afinidad que se extienden a través de las diferentes poblaciones que constituyen el municipio y que, incluso, las sobrepasan.

Este uso de las redes sociales permite el flujo de los recursos silvestres locales en todas las direcciones. El intercambio de forma consuetudinaria ocu-rre entre conocidos a través del trueque de productos silvestres o cultivados por maíz: hojas de quelites, flor de frijol, puntas de chayote, hongos, plantas medicinales, entre otros.

El intercambio por maíz sucede mediante el “regalo” de los productos de la recolección entre amigos, parientes, compadres o ahijados y padri-nos de las comunidades cercanas, muchas veces en días de mercado. En la ocasión que pude registrar este intercambio, Doña Luz, quien necesitaba el maíz porque sus reservas estaban por terminarse, salió temprano a reco-lectar quelites al monte para venderlos en la ciudad de Huauchinango, un sábado en la mañana. Llevaba la bolsa llena de quelites atados en manojos, como se acostumbra para la venta. Mientras llegaba el camión hacia la

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ciudad decidió pasar a visitar a una comadre y le entregó cuatro manojos de quelites “para que se hiciera unos tacos”, mientras le informaba de su decisión de ir a venderlos a la ciudad.

En este caso observado, la comadre de Doña Luz recibió el regalo e inició una larga negociación hasta que Doña Luz aceptó, como obsequio, un cuartillo de maíz, que fue recibido con la promesa de devolución al término del ciclo agrícola. Posteriormente fue aplicado el mismo esquema con dos comadres que Doña Luz visitó en Huauchinango, antes de llegar por fin al mercado a vender su carga. El dar y recibir, en este contexto de necesidad, implica el establecimiento de relaciones más cercanas. De este modo, quien ha dado el maíz se sentirá con “confianza” cuando –en caso de necesidad– deba recurrir a los recursos silvestres locales para solventar sus requeri-mientos del grano básico.

En temporada de secas, cuando el maíz se ha desarrollado, se “dobla” para permitir su secado. Es común que en esta fase del ciclo agrícola los hombres abandonen sus pueblos y viajen a las ciudades cercanas, a fin emplearse como peones y obtener dinero para cubrir las necesidades fami-liares. En esta época, las reservas familiares de maíz y frijol decrecen y su consumo se vuelve más cuidadoso; en la dieta cotidiana se procesan bajo la forma de diversos tipos de tamales y atoles. Las mujeres, acompañadas de sus niños, bajan a lavar la ropa al río y aprovechan para visitar los diferentes árboles frutales que se localizan en la zona baja.

Entre las frutas que recolectan y que consumen mayoritariamente en fresco, y que aportan vitaminas y minerales a la dieta convencional, están la guayaba morada, el zapote, la capulina, la naranja, entre otros, y se usan para preparar bebidas como aguas, atoles o tamales dulces. Estos productos –de las zonas bajas– son muy apreciados por los pobladores de las zonas media y alta, por lo que, en caso de necesidad, pueden venderse; sin embargo, generalmente son usados como regalos-incentivo para mantener vigentes las redes sociales mientras llega el fin de ciclo agrícola, que es utilizado para saldar préstamos corrientes.

Una alternativa más para el intercambio, llevada a cabo por los hom-bres de las distintas comunidades, se da al visitar las zonas altas, donde pre-domina el bosque de pino-encino para “leñar” (cortar madera para consumo doméstico). La leña es un producto fácil de vender o intercambiar por maíz u otros alimentos necesarios, nuevamente utilizando las redes sociales intraco-munitarias e intercomunitarias.

En varias ocasiones fui testigo de la entrega y el “recibimiento” obli-gado de “cargas” de leña. A continuación describo la “entrega” de una de

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ellas a su madrina, por parte de un ahijado. En el caso que detallo, Doña Lorenza, la madrina, recibió con agrado la leña y le dijo al ahijado dónde acomodarla. Luego lo invitó a comer un plato con frijoles mientras el joven le contaba sobre su situación.

[…] pues sí, madrina… no tuvimos buena cosecha este año porque nos tocó la helada, mi mamá anda triste porque me voy un rato a trabajar con el simón a la ciudad de México, pero pos qué cosa vamos a hacer… se necesita el dinero para aguantar hasta que se dé la cosecha de este año, que gracias a dios ya va como por acá (señaló con la mano una altura de 80 centímetros), mi papá y el José se quedan a cuidar la milpa.

Mientras el joven platicaba, la mujer preparó una bolsa y le vació tres “cuartillos” de maíz; ella seguía preguntando por los detalles del viaje y el estado de salud de la comadre y los hermanos pequeños. Cuando el ahijado terminó de comer y se colocó el sombrero listo para despedirse, la madrina le entregó la bolsa de maíz disculpándose por no tener más que darle: “anda llévale aunque sea este poquito de maicito para mi comadrita”. y él contestó:

ay, dios, madrina, yo no venía por esto… yo nomás pasé a saludarla y a dejarle la carga de leña… no vengo a venderla… pero la llevo porque de veras necesi-tamos orita el maicito, le agradezco mucho… ora que tengamos, le devolvemos su favor que nos ha hecho. (Macrino, diario de campo, marzo 2011)

En ambas formas de intercambio registrado, quelites por maíz y leña por maíz, el incentivo del intercambio es el “regalo” –de quelites o leña–, que obliga a reciprocar, de forma consuetudinaria, el maíz. En ambos casos, el maíz entre-gado es considerado un préstamo que debe ser saldado al final del ciclo agrí-cola. De manera general, se lleva un registro cuidadoso de estos préstamos y se devuelve un poco más. No con el sentido de un interés acumulado, como señala Ferraro (2004), sino, como me explicó Doña Juana:

[…] no se devuelve lo que se recibe… siempre se da un poco más como agrade-cimiento por el momento de necesidad en que se recibió. (doña Juana, diario de campo, marzo 2011)

Es decir, el hecho de solicitar “el favor” y recibir la “ayuda” en un momento de “necesidad” implica la “entrega” de una cantidad mayor a lo solicitado. Esta costumbre de reciprocar en mayor cantidad aquello que se ha recibido permite revertir el “endeudamiento” y, por tanto, la posibi-lidad de mantener vigente el apoyo a las redes sociales. Los casos arriba relatados llamaron mi atención porque su sistema no está basado en el

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intercambio monetario, al igual que los casos mostrados antes y que se refieren al intercambio de trabajo; éstas son formas económicas distin-tas al sistema económico capitalista; estoy convencida de que son cultu-ralmente exitosas y merecen ser analizadas con cuidado porque involu-cran de manera integrada los ciclos de la naturaleza y los recursos que el entorno ofrece, de forma tal que es casi imposible pensar en la suficiencia alimentaria familiar sin tener en cuenta el uso de los recursos del entorno y de las redes sociales que facilitan la producción, la circulación y el con-sumo de diversos productos locales entre las comunidades que se encuen-tran en diferentes ámbitos ecológicos.

conclusionesLas características bióticas y abióticas en que se encuentra el municipio de Naupan no permiten el uso de ningún tipo de mecanización para el cultivo, y tampoco el uso de sistemas de riego; por ello, toda la producción depende directamente de la benevolencia de las fuerzas de la naturaleza. En el marco general de la cosmovisión nahua, todas estas fuerzas están personalizadas y componen grupos organizados que integran a los difuntos: el “dueño” de la tie-rra cultivable y los difuntos que habitan el Mictlan; el “dueño del “monte” o de la tierra virgen y sus recursos, y los “malos aires”; el dueño del río y los difuntos ahogados; el “dueño” del rayo y los “rayados” (quienes murieron porque les cayó un rayo), entre otros.

La relación que los nahuas establecen con estas fuerzas es de recipro-cidad, entendida como “ayuda”. Los no humanos aportan su esfuerzo para que los humanos tengan alimentos; de hecho, el maíz deja que lo coman para que los humanos se alimenten, y el agua permite que la beban, para que no mueran de sed. Si este sistema de reciprocidad o “ayuda” mutua se rompe, se corre el riesgo de que los “dueños” abandonen sus lugares de resi-dencia, y con ello, los humanos perderían su capacidad para alimentarse y morirían sin remedio9.

El medioambiente natural tiene una gran influencia en la noción nahua de la persona como un ser interdependiente, debido 1) a la existencia de pequeños nichos ecológicos con variedades locales de productos silvestres útiles para el autoconsumo y 2) a la existencia de pequeños resguardos ecológicos que per-miten la supervivencia de productos agrícolas básicos –maíz y frijol–. Ambos factores posibilitan la existencia de un sistema de intercambio en el cual los productos silvestres son factibles de ser intercambiados en las redes sociales

9 Sobreestetema,desarrolladoporextenso,consultarVelázquez(2013).

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intracomunitarias e intercomunitarias por granos básicos que, ante fenómenos meteorológicos como sequías, heladas o huracanes, hayan podido ser resguar-dados en ciertas áreas protegidas y en donde estos recursos no son propie-dad privada, sino propiedad de aquellos miembros de las redes sociales que los solicitan en momentos de necesidad. En situaciones extremas, estos sistemas, vinculados a la ecología se convierten en un apoyo importante para la supervi-vencia de los grupos familiares ante las crisis alimentarias.

Los miembros de las redes sociales actúan otorgando apoyos en especie mediante préstamos de granos y productos básicos que serán a su vez soli-citados ante situaciones apremiantes: escasez, festividades del ciclo de vida, tales como bodas, bautizos, entre otras, o compromisos comunitarios como las mayordomías. Evidentemente, la necesidad de contar con los recursos ajenos en situaciones de necesidad obliga a generar y mantener redes sociales amplias, sólidas y saludables. Es una obligación muy importante el sostener las redes ya constituidas con parientes lejanos o con compadres; muchas veces, estas rela-ciones se continúan a través de las generaciones entre grupos de descendencia en diferentes poblaciones.

En el caso de Naupan, en el estado de Puebla, todas sus poblaciones se encuentran vinculadas entre sí por redes sociales de parentesco y afinidad que rebasan los límites municipales y que les permiten a sus pobladores contar con los recursos provenientes de otros lugares. Por la ubicación de la Sierra, los mayores desastres son las “heladas” y los huracanes, cuyos vientos fuertes y lluvias torrenciales pueden destruir las milpas, dejando a los pobladores con pocos recursos alimenticios o sin alimentos. La solución a tales situaciones extremas se encuentra en mantener fuertes y vigentes las redes sociales, que pueden aportar su “ayuda” a la supervivencia de un grupo doméstico. Otra estrategia es la compra de tierras cultivables en sitios alejados de la comuni-dad y/o el pedir “prestado” algún terreno a los compadres que habitan en otras poblaciones u otorgar su “ayuda” mediante la mano de obra, que en español llaman “echar la mano” a la mayor cantidad de personas conocidas –dentro y fuera de la comunidad– y que responden de manera responsable en el sistema de reciprocidad al que pertenecen.

En este sentido, la “ayuda” se constituye en la base de un modelo econó-mico que integra a los seres humanos con su ambiente social y natural mediante un sistema de reciprocidad que incluye el intercambio de bienes y trabajo como expresión de sentimientos y de afectos, y que se fundamenta en la conciencia de la interdependencia con el entorno. Quizá sea útil girar la mirada hacia lo propio e integrar algunos aspectos de estas visiones para generar alternativas que per-mitan superar las deficiencias mostradas por el modelo hegemónico actual. .

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L i s t a d e e n t R e v i s t a d o s :

1. DonAlfonso,45años;campesino

2. DoñaLuisa,32años;amadecasa

3. Macrino,16años;campesino

4. DoñaLuz,50años;amadecasa

5. DoñaLorenza,65años;amadecasa

6. DoñaJuana,27años;amadecasa

PanorámicasCOMPLICACIONES DE LO ILEGAL Y DE LO INFORMAL: EL “BUSINESS”, UNA PROPUESTA CONCEPTUAL

Johanna Parra 205

TRABAJADORES INDÍGENAS EN EL CHACO ARGENTINO: ALGUNOS SENTIDOS ESTIGMATIZADORES

Valeria iÑigo carrera 229

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Artículorecibido:3deabrilde2013|aceptado:3deseptiembrede2013|modificado:16deseptiembrede2013

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* EsteartículohacepartedemiinvestigacióndoctoralenlaEscueladeAltosEstudiosenCienciasSocialesdeParís(Cespra).LainvestigaciónsellevóacabograciasalabecaBSTdelInstitutdeRecherchepourleDéveloppement(IRD,Francia)yelCentrodeInvestigacionesyEstudiosSuperioresdeAntropologíaSocial(Ciesas, México DF). Agradezco ampliamente a Asher Gutkind por su acompañamiento, comentarios yaportes para el desarrollo de esta investigación.

** Diplômed’étudesApprofondies(D.E.A.–Maestría)enEtnologíaySociologíaComparada,ParisX–NanterreUniversité,Francia.

cOM PLicAciOn ES DE LO i LEgA L y DE LO i n FOR M A L: EL “BuSi n ESS”, u nA PROPu ESTA cOnc EPT uA L*

Johanna Parr a**[email protected] Universidad del Rosario, Escuela de Ciencias Humanas, GI en Ética, Trabajo y Responsabilidad Social, Bogotá, Colombia.

R e s u m e n El presente artículo es una reflexión teórica basada

en un extenso trabajo etnográfico en los mercados ambulantes

de la capital mexicana. Examina los usos de las categorías ilegal

e informal y las limitaciones que presentan estas definiciones

jurídicas y económicas para el estudio antropológico de la

economía y de la sociedad, para el caso de los comerciantes

ambulantes en Ciudad de México. Se presenta el concepto

del Business como construcción conceptual que facilita la

comprensión de este mundo.

P a l a b r a s c l a v e :

Informal, ilegal, México, mercados, antropología económica.

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda17.2013.11

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complicaçõEs do ilEgal E do informal: o “businEss”, uma proposta concEitual

resumo O presente artigo é uma reflexão teórica baseada em um extenso trabalho etnográfico

nos mercados ambulantes da capital mexicana. Examina os usos das categorias ilegal e

informal e as limitações que apresentam estas definições jurídicas e econômicas para o estudo

antropológico da economia e da sociedade, para o caso dos comerciantes ambulantes na Cidade

do México. Apresenta-se o conceito do Business como construção conceitual que facilita a

compreensão deste mundo.

Palavras-chave:

Informal, ilegal, México, mercados, antropologia econômica.

complications of thE ilEgal and thE informal: “businEss”, a concEptual proposal

abstract This article is a theoretical reflection based on extensive ethnographic fieldwork on

the street markets of the Mexican capital. It examines the uses of the categories “illegal” and

“informal” and the limitations these legal and economic definitions imply for the anthropological

study of economy and society in the case of the street merchants of Mexico City. We present the

concept of “Business” as a conceptual construction that helps in understanding this world.

Key words:

Informal, illegal, Mexico, markets, economic anthropology.

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cOM PLicAciOn ES DE LO i LEgA L y DE LO i n FOR M A L: EL “BuSi n ESS”, u nA PROPu ESTA cOnc EPT uA LJ o h a n n a P a r r a

El business : construcción de un concepto

e l estudio del comercio ambulante en ciudad de México, que realicé entre 2005 y 2009, me llevó a la teoriza-ción de lo que he denominado el sistema social del Business. siguiendo las divisiones de la antropología entre etnograf ía y etnología, la descripción etnográfica da la base para construir el concepto etnológico de explicación de un sistema social

que he denominado el Business. Me valgo de la palabra local que utilizan los comerciantes estudiados para nombrar sus actividades, y a partir de estas observaciones, elaboro una explicación de sus comportamientos y racioci-nios. esta distinción es central para comprender la naturaleza descriptiva de la investigación que dio paso a la formulación del sistema social del Business, que presento en este artículo, y que se aplica a los mercados del centro Histórico y tepito, en la ciudad de México (ver el mapa 1). Probablemente, este concepto pueda ser usado para interpretar otros grupos de comercio, pero será nece-sario afinar las descripciones, características y particularidades de cada caso.

Mapa1.CiudaddeMéxico.CentroHistórico.TepitoyLaMerced(principalesmercadosobservados).Ref.www.colectivomapaalaire.com

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Razones para no detenerse en un semáforo en rojo: el business¿Cómo poder sacar mi investigación del inmenso tema de la “informalidad”?

¿Por qué razón cuando nos detenemos en un semáforo que está en rojo, los otros autos tocan las bocinas y nos hacen sentir que hicimos algo incorrecto?

Ésta es la pregunta que me permitió salir de la enormidad de la “infor-malidad”, que me ayudaría a salir de la rigidez de las leyes y que daría vía libre a mi interés sobre “ese comportamiento” o “esa actitud” frente a la prohibición. Un interés sobre las actividades que llevan a muchos grupos a ser parte de lo ilegal. En la pregunta del semáforo está implícito que lo inco-rrecto “socialmente” es detenerse, es decir, cumplir la ley. Pareciera existir una norma social entre los conductores que indica que hay que continuar el camino, a pesar de la señal de alto de la luz roja, y que quien se detiene está haciendo lo incorrecto.

Entre las actividades comerciales observadas ocurre algo similar. Los actores saben que algunas de las actividades comerciales que realizan violan las leyes del comercio y de la regulación del espacio público, pero es social-mente aceptable, y, muchas veces, no hacerlo es una violación del compor-tamiento grupal. La comprensión de estos comportamientos es el objetivo de la sociología del Business.

Los primeros datos recolectados en los periódicos y las entrevistas realizadas en 2005 al presidente de la Asociación de Comerciantes Estable-cidos del Centro Histórico, Víctor Cisneros Taja, señalaron rápidamente al Centro Histórico y al barrio de Tepito como los lugares de almacenamiento y distribución de mercancía contrabandeada. Fue así que en los primeros recorridos se observaron las enormes cantidades de mercancías provenien-tes de Asia, las cajas marcadas Made in China que se acumulaban en todas las esquinas y las montañas de mercancía china expuestas en los escapara-tes de los puestos ambulantes.

La densidad de los mercados en el centro del Distrito Federal (DF) me introdujo en un mundo de comerciantes callejeros denominados ambulan-tes. Se trata de grupos de comerciantes, muchas veces de familias extensas, que se han ubicado en las calles del DF para ejercer su actividad de ventas. Se trata de grupos con características socioeconómicas muy diversas y, por lo tanto, muy dif íciles de definir y de tratar de manera unívoca como un solo grupo. Estos grupos sociales se concentran alrededor de un líder o representante de la calle en la cual ejercen su actividad comercial. Es así que para 2007 existían 110 organizaciones de comercio ambulante. Aun-que con comercio ambulante se hace referencia a grupos que tienen cierta

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movilidad espacial en el momento de ejercer su actividad mercantil, lo que se registró en las observaciones es que muchas veces se trata de comercian-tes que no tienen movilidad espacial porque funcionan en un local comer-cial que no cambia de lugar, pero que está ubicado en el espacio público. También se encontraron empleados de comerciantes establecidos que ins-talan negocios alternos en puestos callejeros como estrategia de diversifi-cación de sus puntos de venta. Estas observaciones nos obligan a redefinir este grupo denominado ambulantes y a verlo como un grupo complejo del que hacen parte líderes de comercio ambulante (algunos son comercian-tes, y otros sólo desarrollan su actividad política informal), comercian-tes ambulantes, empleados de comerciantes ambulantes, empleados de comerciantes establecidos, agentes de seguridad y de control que trabajan para las organizaciones de ambulantes. ya en la definición del grupo de estudio nos encontramos con una complejidad que obliga a la rigurosidad de la observación y a la descripción de estos actores y de sus actividades, para poder comprender la manera en que se entrecruzan la “informalidad” y la “ilegalidad”. Todo esto es lo que comprende lo que he denominado la sociología del Business.

En este sistema social, los individuos usan los recursos que transgre-den las leyes con el fin de articularse con la economía y en la política en el período de la globalización capitalista actual, y participar en ellas. La glo-balización se entiende como el período del capitalismo caracterizado por tres procesos económicos: 1) el incremento del comercio mundial, que se manifiesta en los cambios de competencia facilitados por tecnologías de información que permiten la creación, el desarrollo y el control de las cade-nas productivas; 2) la transferencia de firmas occidentales a Asia y el cre-cimiento y expansión de esas economías a otras latitudes; 3) el crecimiento sustancial de deudas, desigualdad y competencia en el mercado financiero (Fligstein, 2001: 193).

El Business es la palabra local utilizada por los comerciantes estudiados para nombrar las prácticas y los raciocinios que ellos consideran que trans-greden la normatividad comercial y política (Parra, 2010). El Business engloba las categorías jurídicas y económicas de la “informalidad” y de la “ilegalidad”, y comprenden la venta en la vía pública, la evasión de impuestos, la venta de mercancías de dudosa procedencia –ya sean mercancías piratas, de contra-bando o robadas–, la fayuca, el narcomenudeo, la venta de armas, la compra-venta y renta del espacio público.

Alrededor del Business se aglutinan inmensos sectores sociales y polí-ticos que dan paso a un sistema social en el que el ejercicio del Business

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determina las estructuras de control social, de seguridad, y las normas loca-les que regulan, ordenan e imponen sus jerarquías y su normatividad. En este sistema, el actor acude a los recursos legitimados por el Business para encontrar las habilidades que le permiten participar en la economía y la sociedad mexicanas.

El sistema social del Business está constituido de un cierto control de la fuerza, de un territorio y de unas redes sociales, económicas y políticas.

En el Business participan vecinos y comerciantes que habitan en el Centro Histórico o en otros barrios populares del DF. Es común que los líde-res que regulan el comercio en las calles del Centro provengan de barrios, pensiones y vecindades, y que hayan fundado sus negocios con la ayuda de su familia. El conocimiento de su barrio y de sus calles les facilita el control de la seguridad, la organización de redes de solidaridad y de alianzas estra-tégicas, que les permiten desde el control de los robos hasta la movilización de sus grupos en períodos electorales y la recolección de recursos econó-micos. En efecto, durante el trabajo etnográfico se encontraron diferentes tipos de líderes de comercio: 1. Un tipo “político”: este tipo de líder detenta un poder político sobre sus

agremiados y sus calles, gracias al apoyo del gobierno distrital, que a su vez apoya para ciertas acciones y elecciones políticas, y a su vez, para cerrar el círculo, es apoyado por autoridades políticas capitalinas que le permiten o le facilitan o le toleran su permanencia.

2. Un tipo “empresarial”: este tipo de líder se destaca por su participación grande y productiva en el comercio. Puede ser importador de productos de EE. UU. y Asia, principalmente. Poseen tiendas mayoristas y surten a sus agremiados. La relación de subordinación con estos líderes tiene como eje central su poder económico.

3. Un tipo “mafioso”: según la definición de Anton Blok (1974), la mafia se caracteriza por tres aspectos estructurales de su poder: el control de la fuerza, el control de la producción, el control de un territorio. Siguiendo esta definición, la tercera categoría de líderes, en Tepito, por ejemplo, responde al tipo “mafioso”: controlan y regulan la violencia en las calles del Centro al monopolizar la fuerza en un territorio específico y al controlar la riqueza económica a través, principalmente, de nego-cios amplios y diversificados, que pueden variar desde los negocios de telas y ropa, piraterías de película y de música, hasta el narcotráfico y el tráfico de armas.

La sociedad mexicana contiene una totalidad de relaciones en las que los individuos tienen actividades y comportamientos que respon-

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den a circunstancias particulares, donde cada individuo hace uso de sus recursos. Es así que existen individuos que usan los recursos de la “eco-nomía informal”, de las actividades económicas ilegales, de la corrup-ción y del clientelismo en la política, para el desarrollo de sus actividades sociales y económicas.

La transgresión de la ley se convierte en el modus operandi dando paso a una serie de comportamientos que se instauran como la norma local.

La relación del Business con la economía mexicana actual se observa en:1) La perpetración de la “informalidad”, que encuentra su nicho en las

estructuras de asociación familiar para la actividad económica. La tra-dición de trabajar en familia no es una excepción de la “economía infor-mal”. Al contrario, es porque preexisten estas estructuras familiares que gran parte del “comercio informal” logra desarrollarse y expandirse. ya en las observaciones realizadas por Oscar Lewis, en los años sesenta, y por Larissa Adler de Lomnitz, se detallan etnografías relevantes de las maneras de asociación familiar para la migración y el trabajo (Lewis, 1961; Adler de Lomnitz, 1975). Si bien han ocurrido ciertos cambios estructurales en la economía y la sociedad, y la pobreza se ha trans-formado, está presente la asociación de las familias para el trabajo y para el caso concreto del comercio “informal”. Las organizaciones de comerciantes funcionan a través de liderazgos familiares que se heredan de una generación a otra. De padres a hijos o de padrinos a ahijados, o incluso entre hermanos, se va cediendo el poder de las organizaciones. Siempre sobresalen los integrantes de la familia más activos y entusias-tas por la política o por los mercados. Entre los comerciantes “ambu-lantes” también se observa lo mismo. En la recolección de las primeras encuestas que realicé en Mixcalco entre 2005 y 2008, no fue raro encon-trar que en una de las concurridas esquinas todos los propietarios de los espacios y los trabajadores tuvieran el mismo apellido1. Los espacios de venta pasan de generación en generación y se venden y compran entre familiares. En el “comercio informal”, la solidaridad y la confianza son centrales para el desarrollo de la actividad, y son los lazos de sangre los que más pueden dar garantías. La solidaridad es central porque, al no contar con prestaciones sociales, la organización de “comercio informal”, liderada por su representante y financiada por las cuotas de sus agremiados, permite que quienes

1 ResultósermuyestimulanteparaelespíritudelainvestigaciónquelaprimerafamiliaencuestadaenelcampotuvieracomoapellidoSánchez.

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experimenten alguna enfermedad o calamidad cuenten con el apoyo económico de su grupo. En las encuestas realizadas (Parra, 2009) se encontró un porcentaje alto de hombres jóvenes cuyo primer empleo es la venta informal: comienzan como empleados de familiares o patrones no familiares, y luego se independizan, o bien porque acceden a un negocio propio con un amigo o con un hermano, o bien porque rentan su puesto de venta; algunos lo logran comprar, y se hacen patrones. Esta evidencia puede ser sustentada con el trabajo de demografía económica de Huesca y Camberos (2009), que demuestra que probabilísticamente los trabaja-dores más jóvenes son empleados, dentro de lo que llaman el “sector informal” –siguiendo las definiciones economicistas de Hernando de Soto (1987) y de Tokman (1992)–, como asalariados, y luego, con mayor experiencia, se observa un traspaso hacia actividades independientes o por cuenta propia (Huesca y Camberos, 2009: 33-36). Luego de esta etapa de inicio, ya pueden tener empleados y su negocio crece en sur-tido; el paso siguiente es hacerse fabricantes. Por supuesto, no puedo decir que ésta sea la regla del “comercio informal”, porque la crisis eco-nómica, la disminución de las ventas que se refleja en el estancamiento de los ingresos de patrones y de los sueldos de los empleados, mantiene al sector “tranquilo”, para usar una expresión de ellos mismos. Hay que subrayar que el hecho de que los jóvenes mexicanos ingresen a la “infor-malidad” como su primer empleo no es sólo el resultado de una mala gerencia de las políticas públicas de empleo, sino también una elección de los jóvenes por ingresar a las filas del comercio informal, que ellos consideran más adecuadas que la formalidad. La cultura laboral de la “informalidad” establece unos patrones de vida que pasan de generación en generación consolidando las creencias de que el trabajo no formal les permite escalar mejor en su situación socioeconómica, ser independientes, no tener patrones, acumular más dinero que siendo empleados en una empresa formal, o incluso ganar más dinero de lo que se ganaría con los estudios. Esta idea es soportada por los elementos encontrados en el mismo trabajo de demograf ía económica de Huesca y Camberos (2009), donde se muestra que la escolaridad tiene una relación directa con el tra-bajo asalariado “formal”, pero no apoya la actividad emprendedora; es decir, a mayor escolaridad en México, mayor probabilidad de trabajar por cuenta propia en el “sector informal” (Huesca y Camberos, 2009: 33).En México, como en otros muchos países en desarrollo, no existe una idea positiva de los beneficios de las prestaciones sociales, sino que las

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necesidades de salud, pensión y bienestar que podría brindar el Estado las suple esa solidaridad que entretejen las relaciones familiares, de amistad y de “informalidad”.

2) La imposibilidad de la economía nacional para crecer y generar empleos con salarios aceptables. La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo que recaba el Instituto Nacional de Estadística y Geograf ía (Inegi) muestra que en el primer trimestre del año 2010, el 28,5% de la población ocupada labo-raba en el sector informal.Según estimaciones del Centro de Investigación en Economía y Nego-cios del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), esto se traduciría en 12,7 millones de personas. Durante la crisis de 2009, la ocupación informal fue de 12,85 millones de personas. En su comparación trimestral, la tasa de ocupación en la informalidad aumentó 1,33 puntos porcentuales con relación a la del trimestre octu-bre-diciembre de 2010, esto sin reportar los datos corregidos después de notar en el efecto poblacional del Censo 2010, un reporte de 6 millones de mexicanos más de lo previsto.En el primer trimestre de 2011, la tasa de desocupación fue de 5,2%; por-centaje de la Población Económicamente Activa (PEA), tasa inferior a la de 5,3% en igual trimestre de 2010. Según cifras desestacionalizadas, la tasa de desocupación nacional disminuyó 0,30 puntos porcentuales con relación al trimestre inmediatamente anterior, al pasar de 5,49% a 5,19% de la PEA. La desocupación en los hombres descendió 0,32 puntos por-centuales, y en las mujeres, -0,28%.El elevado nivel de desempleo y las malas condiciones de empleos con bajos ingresos y sin prestaciones reflejan la falla estructural del mercado laboral. El Inegi expuso que la tasa de desempleo “no muestra una situación de gra-vedad en el mercado de trabajo, sino más bien la presión que la población ejerce, lo cual está influenciado por varias situaciones como son principal-mente las expectativas y conocimiento de las personas que no laboran sobre la posibilidad de ocuparse, así como por la forma como se organiza la oferta y demanda del mismo”2, que va en línea con la evidencia encontrada por Huesca y Camberos (2009).

3) La estampa de la flexibilización económica, que ha convertido a los jóvenes mexicanos en empleados de maquila, pequeños emprendedores clandesti-nos y comerciantes informales, a la vez que sentencia a las generaciones venideras a las actividades ilegales.

2 IxelGonzález,“Enlainformalidad12,7millonesdemexicanos”,viernes,13demayode2011,El Universal.

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complicaciones de lo ilegal y de lo informalLa mayor dificultad de esta investigación ha sido trazar los límites de la socie-dad y de las actividades estudiadas. El interés por los temas de informalidad y de ilegalidad en las sociedades latinoamericanas remite a un sinnúmero de acti-vidades legales y formales en las que se desarrollan algunas actividades ilícitas, o a un medio de informalidad que se ha vuelto lo normal del funcionamiento social. Lo legal y lo ilegal se tornan borrosos.

“Lo informal y lo ilegal” toman un espacio amplio en el lenguaje de los ciudadanos y de la ciudad. Se habla de lo informal, de lo ilegal, de lo corrupto, de la transa3, lo que demuestra que los actores se sienten afectados o com-prometidos. Para poder comprender estos fenómenos, es necesario distinguir los discursos y los grupos sociales que los emplean. La dificultad es que ni el discurso ni los grupos son estáticos, cambian constantemente. Lo que hemos comprendido con esta investigación es que ni lo ilegal, ni lo informal, funcio-nan separadamente de lo formal y de lo legal. Por el contrario, existe una racio-nalidad en lo formal y en lo informal. Un orden en lo ilegal y en lo informal, un sistema y una organización que la mayoría de las veces se presentan de la mano de actividades legales y formales.

Lefort (1981) piensa que lo político es lo que constituye lo social, lo que hace que lo social sea lo que es. Lo político es lo que hace que una entidad política sea lo que es. En el caso de la informalidad en la política, la informalidad de las relaciones políticas constituye la condición de la polí-

3 Transa es la palabra que utilizan los comerciantes ambulantes para referirse a individuos y actividades que no cumplen las reglas locales. Un individuo transa es alguien que no tiene lealtad con el grupo, que es desleal.

FotoaéreadeTepitoydelMaracaná(CanchadefútbolygimnasiodeTepito)Ref.www.fotolog.com

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tica, y a su vez, es esto lo que constituye las entidades políticas mexicanas. El Business es el nombre que le doy a esa forma política que hace posible que la informalidad e ilegalidad se presenten con límites borrosos en la sociedad “normal”. La forma política del Business constituye una borrosidad dentro de la sociedad mexicana y, muy probablemente, dentro de las sociedades latinoamericanas. Es por esto que no se parte de comprender los mercados callejeros4 y los grupos de ambulantes en sí, sino de comprender por qué ocurre este fenómeno, y las maneras en que interactúan los grupos sociales. Para poder entrar en materia con el Business, es necesario aclarar algunos de los usos de los términos ilegal e informal cuando hablamos del caso de mercados callejeros en México. Es la complejidad de las definiciones, la imprecisión de las distinciones, lo que me ha llevado a usar el término Busi-ness para referirme de manera general a las actividades y los raciocinios que realizan los grupos involucrados para desarrollar sus relaciones sociales, políticas y económicas.

Cuando escuchamos hablar del funcionamiento de algún negocio es usual escuchar cómo se nombran algunas de las actividades ilícitas que ocu-rren detrás de éste; sin embargo, tratar de comprenderlas no es tan fácil. La cantidad de discursos y de definiciones tan convenientes a cada actor social hacen aún más complejo el problema. Según el derecho, lo informal es lo que no cumple con cada uno de los requisitos establecidos para ejecutar algo, según un código legal. Lo legal es aquello prescrito por la ley y conforme a ella, algo o alguien que es leal o formal en su comportamiento; por lo tanto, lo ilegal es aquello que incumple lo prescrito por la ley. Éstas son definiciones estrictas de lo formal y de lo informal, a partir de las cuales podemos ver que en ambas hay incumplimiento de lo prescrito.

¿Cuál es entonces la diferencia entre lo informal y lo ilegal? ¿Acaso se trata de un uso que depende de la gravedad de la violación? Un abogado a quien se le preguntó al respecto, respondió: “La informalidad es diferente a la ilegalidad. Por ejemplo, un vendedor ambulante en su carrito no es ilegal, porque el hecho mismo de vender en la calle no es ilegal”. Vemos en esta respuesta una confu-sión habitual sobre la “economía informal”, tan expandida en las economías en desarrollo, y ahora también en las desarrolladas. Por supuesto que vender en la calle sin permiso de las autoridades es un delito, no solamente porque existe una prohibición de venta callejera, sino también porque hay un uso del espacio

4 UsaremosindeterminadamentemercadoscallejerosparareferirnosalosmercadosenvíapúblicayalostianguisdelcentrodeCiudaddeMéxico.Noseusaeltérminomercado popularporsucontenidopolítico;eslamaneracomo es nombrado en los decretos sobre “mejoramiento del comercio popular”.

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público que no está permitido en la ley, y algunas veces se comercian mercan-cías de dudosa procedencia, con facturas falsificadas o sin facturas, y porque no se cumple con las obligaciones de los derechos de los trabajadores. Es aún más complejo por la existencia de permisos temporales de venta. Se trata de permi-sos especiales, que, en el caso estudiado, se hicieron permanentes5.

Hablamos de diferentes cosas cuando nos referimos a la “informalidad”. La informalidad, en el caso del comercio, se refiere a comerciantes ambulantes que realizan la mayoría de sus ventas en espacios públicos, y que en algunos casos venden mercancías de dudosa procedencia. Pero cuando hablamos de informa-lidad también nos estamos refiriendo a una manera de relacionarse, de organi-zarse y de hacer política a partir de la sociedad, y sin que la organización ni el orden creado lleguen a hacer parte formal de la organización de la sociedad. Esta manera de organizarse, llamada informal, hace parte importante e indispensable del funcionamiento de la sociedad mexicana y el control de las autoridades polí-ticas sobre diversos sectores de la población.

Para hablarlo claramente: el manejo que se da a los términos informal e ile-gal en el plano jurídico no corresponde sólo a un conjunto de delitos vistos como menores, sino que, además, por decreto o por ley se ha establecido un acuerdo para el ejercicio de la venta en vía pública. Las ventas callejeras han pasado a un plano de menor gravedad, y los abogados encuestados manejan un discurso populista de “necesidad y supervivencia” de sectores desfavorecidos, que deben recurrir a la informalidad como medio de subsistencia: un discurso probablemente derivado de las definiciones de la informalidad que desarrolló la Organización Internacional del Trabajo (OIT) al tratar la informalidad como sinónimo de la pobreza, a partir de los años setenta. Distintos grupos de estudiosos de la informalidad de la OIT y de la Cepal han desarrollado discursos neoliberales o marxistas, cada uno con argumentos que muestran la necesidad de la informalidad en un medio donde las exigencias burocráticas dificultan la formalización de algunos sectores (notable-mente, vivienda y comercio), para el primer caso; o la informalidad como una etapa del desarrollo de las economías tercermundistas, en el que hace parte estructural de la economía, para el segundo caso.

De manera paralela a la ruptura de algunos de los mitos sobre la acción polí-tica de la población marginal, dentro de la línea institucional, la OIT publicó en 1972 un informe donde se emplea, por primera vez, el concepto de “sector infor-

5 LostianguisymercadoscallejerosexistenyhanexistidoenMéxicodesdetiemposprehispánicos.Eldesa-rrollo y crecimiento de la ciudad y la regulación de la misma dieron necesariamente paso a una regulación delespaciopúblico.Hastalosañosochentaeltemadelos“mercadospopulares”fuetratadodemanerahigienista,yapartirdeestafechatomóunimpulsopolíticoqueredefiniósuimportanciaylasrelacionesconestosgrupos,hastaeldíadehoy.

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mal” urbano. Esta publicación detonó una serie de estudios, políticas públicas y documentos de organismos internacionales. La aparente neutralidad ideológica con que fue presentado se hizo atractiva para las instituciones gubernamentales y de cooperación para el desarrollo, sin la carga política que representaban el con-cepto de marginalidad y las discusiones impulsadas desde el marxismo. En Amé-rica Latina, la incidencia del concepto “informalidad” se traduce en un debate entre distintas formas de concebirla, de las cuales se destacan tres en particular. La primera de ellas corresponde a la influencia que tuvo el Programa Regional de Empleo para América Latina y el Caribe (PREALC-OIT, 1978), que concibe el mercado de trabajo segmentado en dos sectores: el sector formal y el sector informal, retomando el modelo de crecimiento económico de Lewis (1955), que opone un sector de subsistencia a uno capitalista. Desde este enfoque, se espe-raba que el sector informal fuera desapareciendo de manera gradual, a medida que los países de la región fueran creciendo. Sin embargo, como señala Tokman, 1992, “Estas tendencias previsibles no alcanzaron a mostrarse en la evolución efectiva de la estructura del empleo en las tres décadas anteriores a la crisis de los ochenta. Según datos del PREALC, entre 1950 y 1980, la participación del “sector informal” en el empleo no agrícola se mantuvo constante, en alrededor del 25%. Esta estabilidad refleja por un lado, la presión de las migraciones sobre el empleo urbano, ya que, aunque durante ese período los sectores modernos generaron empleo al 3,9% acumulativo anual, esto resultó insuficiente para “absorber” al “sector informal” (Castells y Portes, 1989: 17-18).

No obstante, esta mirada sectorial fue ampliamente criticada, con argu-mentos similares a los que se hicieron a las teorías duales de la moderniza-ción. Siguiendo a Portes (1995), las críticas a esta mirada se concentraban en las siguientes: 1) Su visión sectorial, que opone el sector formal al “sector informal”, sin ver con mayor énfasis sus vinculaciones e influencias mutuas. 2) No consi-dera suficientemente la gran heterogeneidad de las actividades pertenecientes a este sector, asimilando como miembros de un mismo sector al comercio que se realiza en las calles con el trabajo doméstico. 3) La visión sectorial impide con-siderar que muchos trabajadores formales pueden complementar sus ingresos a través de las actividades del “sector informal”.

Posteriormente, durante los años ochenta, en un contexto de aplicación de las políticas neoliberales y de debilitamiento del papel del Estado en la regulación económica, el debate sobre la informalidad pasa de una definición sectorial a otra que concibe la informalidad como producto, o bien del exceso o bien de la ausencia de regulación por parte del Estado. En este debate se inserta el segundo enfoque sobre la informalidad, desarrollado por Hernando de Soto en su libro El otro sen-dero (1987: 12), que desde una perspectiva liberal considera que la informalidad

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es el resultado del exceso de regulación por parte del Estado. Como lo explica Silva (2012: 24), “[bajo esta perspectiva] la informalidad es el producto de la capacidad revolucionaria que tienen los pobres y marginados frente a las trabas legales que le impone el Estado a la economía”. Para este autor, la informalidad es producto de la revolución popular frente a un Estado ineficiente que produce una legislación inadecuada y no tiene la capacidad coercitiva para hacerla valer, y que además se encarga de amparar las prerrogativas obtenidas por los grupos privi-legiados. Por su parte, la tercera perspectiva es la elaborada por Castells y Portes (1989), quienes, a diferencia de De Soto, parten de concebir la informalidad como un rasgo de las sociedades capitalistas actuales. Para Castells y Portes, la infor-malidad corresponde a una estrategia para flexibilizar la mano de obra necesaria para competir en un contexto de economía globalizada, por lo cual es generada por la menor participación del Estado en la economía. Por ello, es el resultado de la “definición social de la intervención del Estado” (Portes, 1995: 165), cuyos límites estarán dados por el contexto y las circunstancias históricas de una socie-dad determinada. El uso del término informalidad desde estas tres vertientes ha privilegiado el análisis de sus aspectos económicos, y de manera más reciente, la influencia que tiene el papel del Estado en su forma y sus expresiones.

Hay que señalar que la teoría de Hernando de Soto, la teoría del “otro sendero”, fue diseñada y estudiada en casos concretos de la informalidad en el Perú de los años setenta. Hernando de Soto, en su libro El otro sendero (1987), define la informalidad como una respuesta popular a la rigidez de los Estados “mercantilistas” predominantes en los países latinoamericanos, que otorgan a una élite el privilegio de participar en la economía formal; en este sentido, las empresas informales representan la irrupción de fuerzas reales del mercado en una economía aprisionada por las regulaciones del Estado. El tema de la infor-malidad y el desarrollo de los discursos se han dado de manera generalizadora, como si la informalidad fuera siempre la misma y siempre ligada con situacio-nes de pobreza y exclusión. Como lo señala Alejandro Portes, esa “caracteri-zación dinámica del sector informal terminó desdibujándose a medida que el concepto se fue institucionalizando en la burocracia de la OIT, que redefinió la informalidad y la convirtió en sinónimo de pobreza”6. No se debe perder de vista que muchos de los estudiosos de la informalidad han sido expertos en la pobreza, y la informalidad aparece como una de las estrategias y los recursos

6 EnelusoqueadoptólaburocraciadelaOITyqueluegosepopularizóentrelosestudiosos,“laeconomíainfor-malerauna‘modalidadurbana’caracterizadapor1)laexigüidaddelosobstáculosalingreso,enloqueserefierealasaptitudes,elcapitalylaorganización;2)lapropiedadfamiliardelasempresas;3)loreducidodelaescaladeoperaciones;4)elempleodemétodosdeproduccióndegrandensidaddemanodeobraydetecnologíasanticuadas;5)laexistenciademercadosnoreguladosycompetitivos”.PortesyHaller(2004:9).

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que permiten “sobrevivir a los marginados”, según la famosa expresión de la antropóloga chilena-mexicana Larissa Adler de Lomnitz (1975).

Sin embargo, la economía informal es rica en diferencias y consti-tuye un sector heterogéneo de agentes que desarrollan actividades del más diverso tipo, donde el común denominador es que su oficio no cumple con la totalidad de los parámetros de la formalidad, ya sea de ventas, trabajo, comercio o habitación. El caso estudiado es un mercado particular, princi-palmente de textiles en Mixcalco, y de venta de artículos varios (películas, vestidos, juguetes) en la zona de Tepito. Se observaron diferencias noto-rias entre los comerciantes que ejercen las ventas en la calle (Parra, 2009). En México existe un grupo social de la informalidad, que puede calificarse como precario, dados los ingresos de su negocio, y que sobresale en un nivel de ventas callejeras de dulces, helados y frituras. Sin embargo, el grupo en observación no está en situación de precariedad y, en todo caso, no es la población más empobrecida de la ciudad. Hay que señalar que las personas que pueden tener un negocio cuentan con: 1) cierto capital para iniciar un negocio; 2) una red –principalmente familiar– que les procura un lugar de ventas o los contactos para obtenerlo.

En el desarrollo del discurso sobre las ventas informales y la evolución de las leyes en Ciudad de México –y en los países latinoamericanos, donde casi todos han adoptado las políticas de la OIT y la Cepal sobre la “informalidad”–, se ve claramente la afectación directa del discurso político y la transforma-ción de las normas como instrumento político de negociación y control de un amplio sector de la sociedad. Es así que podemos ver una categorización del comercio ambulante en el sector de la economía “informal”.

Para lo informal, vamos a decir que es un concepto usado para carac-terizar ciertas economías donde la asociación ocurre entre redes de familias, amigos, no se ciñe a las obligaciones burocráticas, no paga impuestos, ni afilia a sus empleados a un sistema de prestaciones sociales, etcétera. Para caracterizar a los actores de estas economías, algunos expertos influyentes7 crearon este término de economía informal. Este concepto ha tenido un desarrollo político que ha influido ampliamente sobre los diferentes sectores sociales en países en desarrollo y desarrollados. Feige (1990), un estudioso del tema en economías desarrolladas, aparece con una posición menos comprometida, y teniendo en cuenta las normas institucionales de las que la informalidad hace caso omiso en una actividad económica determinada, nos propone una taxonomía del término

7 Porquepertenecenaorganismosinternacionalesquedefinenpolíticasdeempleoodictaminanpolíticasparalospaíses subdesarrollados.

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genérico de economía subterránea (economía ilegal, economía no declarada, economía no registrada, economía informal), donde existe una superposición entre sí (ver el gráfico 1), ya que la economía informal tampoco se registra, ni se declara. Sin embargo, Feige (1990) distingue las actividades informales de las ilegales poniendo el acento en la producción y comercialización de bienes. Según esta definición, la economía ilegal supone la producción y comercia-lización de bienes definidos en un lugar y un momento determinados como ilegales, mientras que, según Feige y Portes, las actividades informales están relacionadas con bienes lícitos.

Castells y Portes propusieron en 1989 un diagrama interesante que ha marcado el desarrollo de varios trabajos sobre el tema. Según este diagrama, la diferencia fundamental entre la economía formal e informal tiene relación con la forma en que ésta es producida o intercambiada.

Fuente:CastellsyPortes(1989:14).

Gráfico1.TIposdeactividadeseconómicaseinterrelacionesentreellas

informal

Formal

del ict iva

c d

A

eF

B

I . Definiciones + = l íc i tas - = i l íc i tas

NotasA. interferencia del estado, competencia de las grandes empresas, fuentes de capital y tecnología.B. Bienes de consumo e insumos industriales más baratos, reserva flexible de mano de obra.c. interferencias y perturbaciones del estado, suministro de determinados bienes controlados.d. corrupcción, ingresos de determinados funcionarios del estado por concepto de “cobre de peajes”.e. capital, demanda de bienes, nuevas oportunidades de generación de ingresos.F. Bienes más baratos, reserva flexible de mano de obra.

I I . Relaciones

Proceso de produción y distribución + - -

Producto final + + -

Tipo de economía Formal informal del ict iva

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Se trata de actividades informales que se producen fuera del ámbito de la regulación del Estado; se ha hecho una clasificación funcional de las actividades informales según sus objetivos. En primer lugar, economías de supervivencia. Se trata de una actividad que procura la supervivencia de una persona o un hogar a partir de la producción directa o de la venta de bienes y servicios en un mercado. En segundo lugar, economía informal de explotación dependiente, cuando la acti-vidad informal está orientada a mejorar la gestión y a reducir los costos laborales de empresas formales, a través de contrataciones no declaradas y/o de empresarios informales. En tercer lugar, economía de crecimiento, organización de pequeñas empresas con el objeto de acumular capital, aprovechando las relaciones de soli-daridad que puedan existir entre ellas. Portes y Castells ponen como ejemplo de la economía informal de supervivencia la autoconstrucción de viviendas y la prolife-ración de la venta callejera. No se puede clasificar de esta manera la venta callejera, que es el caso que nos concierne.

Los mercados callejeros del Centro Histórico de México están ocupados por comerciantes que llevan por lo menos tres décadas ocupando el Centro. Dos o tres generaciones de familias de comerciantes. Muchos de ellos tienen sus talleres de confección y realizan diseño, corte, confección, y luego, la venta de los artículos en algún puesto callejero, o si no, trabajan como pequeños proveedores. El caso del textil fue el que se observó más detalladamente, pero no podemos dejar de mencionar los puestos de venta de piratería de música y películas. Estos puestos distribuyen un inmenso mercado de discos piratas que constituyen un giro fuerte de ingresos a los comerciantes, principalmente varones jóvenes, que se dedican a este negocio. También están los que realizan pequeñas ventas de comida, dulces, bebida, que son los que entran en la categoría de economía informal de superviven-cia. Se trata de vendedores cuyo único recurso es la venta diaria. En los puestos de este tipo trabajan los hijos, y se trata mayoritariamente de mujeres cabeza de hogar, ancianas viudas y algunos hombres mayores enfermos.

Las distinciones que se hacen sobre la informalidad son muy útiles, y en la realidad se puede observar la manera en que se sobreponen o funcionan de manera conjunta. En la elaboración del cuadro de Castells y Portes (1989) sobre tipos de actividades económicas, es interesante el hecho de ver que los autores no se crean complicaciones con la distinción entre informal e ilegal. Sin embargo, al nombrar los tipos de economía usan las categorías informal y delictiva, según las irregulari-dades en la producción, la distribución y el origen del producto.

Después de aclarar que + es lícito y – es ilícito, los autores proceden a mostrar que un producto lícito que pasa por un proceso de producción y distribución lícito pertenece al tipo de economía formal. Cuando se trata de un producto ilícito, las drogas, por ejemplo, pasa por un proceso de producción y distribución igualmente

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ilícito y pertenece a un tipo de economía delictiva, también llamada en otras cate-gorías economía criminal, ya que en ella circulan productos ilícitos, y, además, se desarrollan de la mano con un alto nivel de violencia. Cuando se trata de un pro-ducto lícito que pasa por procesos de producción y distribución ilícitos, se clasifica como informal. Esta clasificación es muy útil; sin embargo, con las características de producción y distribución de mercancías actuales, resulta insuficiente y sobre todo dif ícil clasificar las actividades en algunas de ellas.

El gráfico 2 muestra las combinaciones que puede haber a lo largo de los procesos de producción y distribución, y las dificultades para clasificarlos en un tipo de economía.

Gráfico2.TIposdeeconomíasegúnprocesosdeproducción,circulación,distribuciónyproducto

Proceso de producción

Producto final

Proceso de circulación

Proceso de distribución

Tipo de economía

++

++

++

+-

Legal/FormalLegal/informal

+-+

+++

-+-

++-

ilegal/Formalilegal/Formal

ilegal/informal

- + - + ilegal/Formal

---

++-

+--

---

ilegal/informalilegal/informal

ilegal/informal o criminal

- - - + ilegal/Formal

-+-

---

++-

+++

ilegal/Formalilegal/Formalilegal/Formal

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Según las observaciones realizadas en México, el tercer tipo, es decir, el tipo informal, debe ser ampliado, de manera que podamos entender las rela-ciones que pueden incidir en la clasificación del producto en un tipo de eco-nomía. Se presentan en el gráfico 2 los tipos de economía posibles cuando se observan la producción, la circulación, la distribución y el tipo de producto. He trazado en este gráfico todas las posibilidades cuando se mira la relación entre los procesos de producción, circulación, distribución y tipo de producto, con el objetivo de ver la complejidad de las relaciones sociales y económicas y la complicación al usar tipologías.

La flexibilización de la economía, la ubicación de las plantas de pro-ducción en diferentes países en los que los costos de producción son míni-mos, la enorme cantidad de rutas, de normas, de formas de transportar las mercancías, hacen que cada vez sean más dif íciles la medición y el con-trol de la economía y de los mercados, además de obstaculizar también la manera de nombrarlos y clasificarlos.

En el gráfico 2 se muestran las posibilidades de carácter legal e ilegal en los procesos de producción, circulación y producto final. En el gráfico 1 se muestra que Portes y Castells (1989) usan las categorías lícita e ilícita para caracterizar estos procesos, según su legalidad. Estos autores, como se dijo antes, retoman la distinción que Feige hace entre informalidad e ilegalidad, dándole a la infor-malidad un carácter tolerante, dado que las estrategias de la informalidad no son criminales, y le dan el nombre de delictivo al tráfico de drogas y al crimen. Estos autores presentan de manera conjunta la producción y la distribución, sin separar ambos procesos.

Para la elaboración del gráfico 2 se separa la producción de la distribu-ción, ya que puede haber producción lícita y distribución ilícita, y viceversa. Se presenta la circulación, en la que se tienen en cuenta los procesos de salida, transporte y recepción de productos. Se usan las categorías legal e ilegal para referirse al uso de estrategias lícitas o ilícitas, es decir, que cumplen o no con las normas, y que cuando no lo hacen, violan las leyes del comercio, leyes naciona-les o internacionales, según sea el caso.

Debemos decir con franqueza que son escasos los productores, ya sean grandes, medianos o pequeños, que cumplen con todas las normas y los requerimientos de los procesos de producción, circulación y distribución. Históricamente, se sabe con certeza que el origen de la corrupción se sitúa en la invención de impuestos aduanales, leyes, controles, y, por supuesto, la idea de violarlas.

En el gráfico 2 damos un carácter legal o ilegal a los procesos de pro-ducción y circulación. Existen irregularidades en la producción por evasión

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de impuestos, explotación de mano de obra, dumping, subsidios estatales, como en el caso de China, que con estos subsidios viola requerimientos de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Todos los procesos de producción que presentan irregularidades o que tienen prácticas amañadas. Este espectro va desde grandes plantas productivas hasta pequeños talle-res clandestinos familiares, que muchas veces producen con mercancías de dudosa procedencia. En el proceso de circulación también se observaron diversas prácticas de naturaleza ilícita, como el contrabando de varios tipos, según el volumen de la mercancía y las rutas por donde transita. También hacemos alusión a una amplia gama de actividades que legalizan o, como dicen los “contrabandistas”, enderezan las mercancías, a través de procesos poco claros y tramposos, como el cambio de etiquetas o la facturación y creación de papeles de origen falsos. Así, hablar de un producto final lícito es dif ícil. Gran parte de las manufacturas del mundo actual pasan en algún momento de su vida de mercancías –entre los procesos de confección y la venta final– por alguna práctica comercial dudosa. Si solamente se tienen en cuenta el tráfico de drogas o el contrabando de armas, dejamos por fuera una inmensa cantidad de mercancías “inofensivas”, tales como ropa, jugue-tes, bisutería o mercería, que se mueven por canales de contrabando o son mercancías piratas. Son todas estas minucias las que nos obligan a ampliar la lectura para lograr una clara caracterización de los procesos, y, así, poder discutir sobre la ilegalidad. Las categorías del proceso de distribución se han definido en función de si su venta final ocurre en un lugar que podemos llamar formal o informal. Aunque podría llamarse también legal o ilegal, siempre y cuando cumplan o no con los requisitos exigidos para la venta. Si está prohibido ejercer actividades comerciales, es claramente ilegal; sin embargo, los discursos que le dan peso y un carácter menos grave a la infor-malidad la distinguen de la ilegalidad. Éste es el discurso que se impone en las sociedades latinoamericanas.

La importancia que ha tomado la economía informal en las economías obliga a tenerla en cuenta de una “manera tolerante” y a entender su compleji-dad y sus relaciones con la legalidad y con la ilegalidad. Es por esto que, según sea la caracterización de los procesos de producción, circulación y distribución del producto, lo llamamos formal/legal, formal/ilegal, informal/legal, informal/ilegal. Estas posibilidades nos permiten mencionar la complejidad de la carac-terización y mostrar desde el inicio la naturaleza de las economías y, por lo tanto, de las relaciones.

Sobre lo ilegal y lo informal se deben distinguir dos niveles de análisis como ejercicio previo necesario para poder comprender la sociedad que

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deseamos entender. Un nivel político, en el que el uso de lo informal pre-valece sobre lo ilegal haciendo una distinción de grados de delito, preten-diendo mostrar que el mundo informal es menos grave que el ilegal. Se le da un uso populista, que tiene como objetivo no estigmatizar a los “pobres” o a las clases populares. Es el uso que ha tomado en algunos de los discur-sos sobre economía informal que muestran la informalidad como un sector principalmente constituido por clases desfavorecidas. El problema de tratar la informalidad como un sector es que funciona como un gran paraguas bajo el que se abrigan múltiples realidades.

Un segundo nivel, que llamaremos moral, se incrusta en la estructura política, moral y jurídica mexicana, que históricamente ha conformado una nación centrada en la sociedad, y no en el Estado, en un sentido más bien anti-Estado, dándole una centralidad a la sociedad mexicana y haciendo que los mexicanos no crean en la legitimidad del Estado, sino en las reglas tradicionales de la familia, del grupo social al que pertenecen, de su lugar de origen y socialización. Una relación con la nación mexicana que está atra-vesada por relaciones sociales informales, que cuenta con intermediarios locales que sirven de lazo con las autoridades. La idea de la informalidad, de cierta ilegalidad, es un elemento inescrupuloso que está presente en México y en otros países latinoamericanos. Una suerte de historia de héroes de la patria que son admirados y respetados y que tienen un lugar importante en la formación de la nación, que se han movido en los límites de la legalidad, en la porosidad con lo ilegal. Próceres locales y nacionales que han sido bandidos o que han participado en acciones ilegales, que se han valido de maneras violentas, son característicos de algunos de los héroes admirados por los mexicanos (Zaid, 1979; Bartra, 1987).

conclusionesEl Business define el contexto, las disposiciones, las posibilidades, las per-manencias y las transformaciones en los que ocurren las relaciones sociales e implica una informalización de las relaciones. El desarrollo de relaciones cara a cara y de relaciones a distancia que siguen la estructura de poderes de barrio-ciudad, se configura en los mercados y a través de las maneras como han sido afectados por la ciudad, por los gobiernos, por la nación y por la globalización capitalista.

Los grupos estudiados enfrentan situaciones que los llevan a tomar posición frente a las normas establecidas y los conducen a la creación de sus propias reglas. El Business es la configuración social que resulta de una historia económica basada en la recurrencia al contrabando, la piratería,

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y la desobediencia fiscal (cf. Roitman, 2005; Bernecker, 1994); de una his-toria social de redes barriales y familiares desapegadas de la normatividad estatal (cf. Adler de Lomnitz, 1975); de una cultura mafiosa que legitima los favores, la violencia y la lealtad; de una historia política corporativista (cf. Cross, 1998; Escobedo, 2006; De la Peña, 1988 y 2000; Salmerón, 2002) y clientelista que hace posible una cultura relacional, una cultura política que no pasa por las instituciones formales, sino por intermediarios políticos informales y/o ilegales.

El Business es el concepto etnológico que propongo para una explica-ción de esa forma política que hace posible que la informalidad y la ilega-lidad se presenten con límites borrosos en la sociedad “normal”. La forma política del Business, que hace la borrosidad constitutiva en la sociedad mexicana y entre las sociedades latinoamericanas, sólo puede cambiar mediante la creación de una nueva forma política. Un cambio de política económica no produce cambios estructurales, sino en ciertos rasgos de la economía nacional. La apertura de las economías estatistas en los años 1980 hacia una liberalización económica en México dio paso a un nuevo manejo de la economía nacional, que sin duda pudo haber polarizado a la sociedad mexicana, como lo muestra Dussel Peters (2000). Pero de ninguna manera puso fin al contrabando, a la evasión de impuestos, a la corrup-ción, y a todos los recursos que transgreden la ley o negocian de manera ágil con las normas para restablecer, paralelamente a las normatividades de las instituciones formales, lo que llamo Business, en unas poblaciones mexicanas como las que habitan y comercian en el Centro Histórico de la capital mexicana. Sin duda, hay otras formas de nombrar este fenómeno mexicano, como en los análisis que proponen, respectivamente, Guillermo de la Peña (2000), Roger Bartra (1987), Gabriel Zaid (1979), entre otros. Como un cambio de forma política no ocurre fácilmente, se puede pensar que, a pesar de los cambios profundos en la economía mexicana a causa de las políticas económicas nacionales en tiempos del TLCAN y de los impac-tos de la globalización capitalista, el sistema social del Business seguirá su curso por mucho tiempo. .

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Artículorecibido:1°demarzode2013|aceptado:17deseptiembrede2013|modificado:5deoctubrede2013

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* Las consideraciones aquí vertidas fueron presentadas anteriormente en mi tesis doctoral, que analiza el proceso de producción de los qomdel este de la provincia argentina de Formosa como trabajadores, ciudadanos eindígenas(IñigoCarrera,V.,2008).LainvestigaciónfuefinanciadaporelConsejoNacionaldeInvestigacionesCientíficasyTécnicas(Conicet)ylaUniversidaddeBuenosAires.Agradezcoalosevaluadoresanónimosyalaeditora invitada, cuyos comentarios enriquecieron la versión final del presente trabajo.

** DoctoraenAntropología,UniversidaddeBuenosAires.Argentina.

TR A BAjA DOR ES i n DígEnA S En EL ch AcO A RgEn Ti nO: A Lgu nOS SEn Ti DOS ESTigM ATi z A DOR ES*

Valeria iÑigo carrer a**[email protected] Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet). Universidad de Buenos Aires, Argentina

R e s u m e n Los qom del Chaco centro-oriental (en el extremo

noreste de Argentina) constituyen una población trabajadora

desplazada de la producción agropecuaria. El objetivo del

presente trabajo es avanzar sobre las formas que la materialidad

de este proceso asume en la conciencia de los sujetos, a través

del despliegue de los siguientes sentidos: la tensión entre

“marisca” y “trabajo”, la supuesta ausencia de una “cultura

productiva” y la “dependencia” en que se encontrarían sumidos

los indígenas chaqueños.

P a l a b r a s c l a v e :

Qom, marisca, trabajo, producción, Chaco argentino.

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda17.2013.13

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trabalhadorEs indígEnas no chaco argEntino: alguns sEntidos EstigmatizadorEs*

resumo Os qom do Chaco centro-oriental (no extremo nordeste da Argentina) constituem uma

população trabalhadora deslocada da produção agropecuária. O objetivo do presente trabalho é

avançar sobre as formas que a materialidade desse processo assume na consciência dos sujeitos,

por meio da implementação dos seguintes sentidos: a tensão entre “marisca” e “trabalho”,

a suposta ausência de uma “cultura produtiva” e a “dependência” em que se encontrariam

submersos os indígenas do Chaco.

Palavras-chave:

Qom, marisca, trabalho, produção, Chaco argentino.

indigEnous workErs in El chaco, argEntina: somE stigmatizing concEpts

abstract The indigenous Qom people of the central-eastern Chaco (in northeastern Argentina) are

workers who are being expelled from agrarian production. This work seeks to help us understand

the materiality that this process assumes in peoples’ minds, teasing out the following meanings: the

tension between “marisca” and “labour”, the supposed absence of a “productive culture”, and the

“dependency” in which Chaco indigenous people allegedly are immersed.

Key words:

Qom, marisca, labor, production, Argentinean Chaco.

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TR A BAjA DOR ES i n DígEnA S En EL ch AcO A RgEn Ti nO: A Lgu nOS SEn Ti DOS ESTigM ATi z A DOR ES

V a l e r i a i Ñ i g o c a r r e r a

introducción

e n los últimos años, las formas de acción política de los qom de la porción oriental del Chaco central (en el extremo noreste de Argentina)1 revelan una particulari-dad: su implicación en un proceso de lucha desplegado a mediados de la década de 2000 por pequeños productores de mercancías agrarias y trabajadores rurales criollos (es

decir, descendientes de aquellos procedentes de las provincias argentinas de Chaco y Corrientes y de la vecina República del Paraguay). Esta partici-pación encontró su expresión en los reclamos contenidos en los petitorios del Movimiento Campesino de Formosa –Mocafor–, cuyo destinatario era la administración provincial: subsidios compensatorios para pequeños pro-ductores algodoneros, apoyo tecnológico y precios justos para producto-res campesinos, trabajo para desocupados mediante la agroindustria, agua potable y energía eléctrica para las comunidades rurales, becas para estu-diantes de pocos recursos, mayor presupuesto e inversión en salud y educa-ción públicas, regulación de las producciones transgénicas, devolución de tierras expropiadas a las comunidades indígenas, tierra para trabajo a fami-lias campesinas sin tierra, defensa de los recursos naturales ante su con-centración, extranjerización y destrucción (Mocafor, 2005). Que la lucha fuera por derechos considerados básicos (educación, salud, trabajo), por la tierra (su acceso, devolución, titularización, no concentración ni extran-jerización) y por la asistencia en la producción, comercialización e indus-trialización de las mercancías agrarias, y luego, también, por el acceso a los programas sociales de asistencia a la pobreza y al desempleo, no hace sino

1 SetratadeaquellaporcióndelChacoargentinoqueseextiendeentrelosríosBermejoyPilcomayo(límitefron-terizo,allí,entreArgentinayParaguay),comprendiendolatotalidaddelaprovinciadeFormosayelnorestedeSalta.Merefiero,enestetrabajo,alosqomdeMisiónTacaaglé,PotaeNapocnaNavogoh(ambas,comunidadesruralesubicadassobrelarutanacionalN°86,cercanasalríoPilcomayoydistantes,respectivamente,unos195y137kmdelaciudadcapitaldeFormosa)yNamqom(barrioperiurbanoubicadoa10kmdelacapitalformoseña).

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evidenciar que quien la protagonizaba era una población trabajadora que se encontraba cada vez más en exceso para los requerimientos del capital agropecuario en general y algodonero en particular2.

No es mi propósito aquí avanzar sobre las mencionadas formas de acción política en sí mismas, cuyo análisis ha sido objeto de otros escritos (Iñigo Carrera, V., 2012a y 2012b). Antes bien, la finalidad del presente trabajo es exa-minar el proceso que se encuentra en su base: el desplazamiento de la produc-ción (me refiero, en particular, a la producción algodonera) del que son objeto los qom del Chaco centro-oriental.

Por cierto, de las formas que tomó el avance del capital en el Chaco cen-tral, fue el cultivo del algodón el que, desde que inició su ciclo sostenido de expansión en la década de los treinta, absorbió en mayor proporción la masa de brazos indígenas de la porción oriental de dicha región (Bartolomé, 1972; Gordillo, 2004); aquella separada, de manera repentina y violenta, de sus condi-ciones materiales de existencia originarias3. La incorporación de los qom a esa producción fue bajo la forma de trabajadores asalariados de temporada en las labores de carpida (desmalezamiento) y cosecha del cultivo y como pequeños productores independientes de algodón en bruto. Pero su absorción o su expul-sión se vieron determinadas por los sucesivos momentos de fuerte expansión, intercalados con otros de igualmente fuerte contracción, que han caracterizado históricamente la escala de la producción algodonera; la tendencia decreciente en la superficie implantada y en el volumen de la producción, que se detecta detrás de esos movimientos de vaivén; el cambio en las condiciones técnicas de la producción de algodón, a partir de la década de 1980, a través de la intro-ducción del control químico y mecánico de las malezas y de la cosecha mecá-nica; el proceso de concentración y centralización del capital algodonero y su expresión en la creciente diferenciación entre los agentes de la producción, que aceleró su tendencia en los noventa.

El conjunto de estas determinaciones ha generado la progresiva muti-lación de los atributos productivos de la fuerza de trabajo indígena, la cual encuentra múltiples expresiones: la también progresiva limitación en la par-ticipación del cultivo del algodón, como productores independientes del textil y como trabajadores estacionales; el arrendamiento de sus parcelas de tierra a terceros, por falta de herramientas e insumos para ponerla en producción, y su

2 Elalgodóneselprincipal,sinoúnico,cultivocomercialdemedianosypequeñosproductores,entreestosúlti-mos, los qom.

3 CordeuySiffredi(1971)yMiller(1979)reseñaronlaimportanciadelaagroindustriadelalgodónparalosqom delaprovinciadeChaco(entérminosregionales,elChacoaustral).

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posterior asalarización como carpidores y cosecheros en sus propias tierras; la caída del salario obtenido como cosechero, que apenas representa la reproduc-ción f ísica durante el período de trabajo; la venta de los productos del trabajo artesanal y de los subproductos de la “marisca” (caza de animales silvestres, pesca, recolección de frutos silvestres y miel) por debajo del valor al que luego se realiza normalmente en el mercado, con lo que quien adquiere la mercancía del productor directo indígena se apropia de una parte del valor que éste pro-dujo; la constitución generalizada de los qom en beneficiarios de programas sociales de asistencia a la pobreza y al desempleo.

Decía que el propósito de este trabajo es examinar el proceso de desplaza-miento de la producción del que son objeto los qom del Chaco centro-oriental. Pero, por cuanto abordé su materialidad en otro sitio (Iñigo Carrera, V., 2008 y 2009), lo que aquí me interesa es atender a las formas que asume esa materia-lidad en la conciencia de los sujetos4. La tensión entre “marisca” y “trabajo”, la supuesta ausencia –o, en el mejor de los casos, pérdida– de una “cultura pro-ductiva” y la “dependencia” en que se encontrarían sumidos los indígenas cha-queños constituyen los ejes de construcción de sentidos (y prácticas) cotidia-nos que habitan –de maneras encontradas y no fijas– la conciencia y asumen expresión en enunciaciones o concepciones (de los qom, agentes del Estado, criollos), cuya presentación atraviesa este trabajo. Mi argumento, que sintetizo en el apartado conclusivo, es que se trata de unas construcciones de sentido que evidencian una estigmatización de las formas en que los trabajadores indígenas (re)producen su vida.

¿“Marisca” versus “trabajo”? “Así como mariscan en el monte, mariscan en la ciudad” constituye una expre-sión frecuente entre los agentes de la administración pública formoseña. Se refieren, claro está, a los pobladores indígenas de la provincia5. A principios

4 AtendiendoaloplanteadoporMenéndez(2002),enelsentidodequelamayoríadelosantropólogos,apesardepreocuparsecasiinéditamenteenlaactualidadporrecuperarelsujeto,noexplicitannireflexionansobrelaconcepcióndesubjetividadquemanejan,quisierarealizaralrespectodosseñalamientosdemanerapordemássintética,puessetratadeunacuestiónqueexcedeampliamenteloslímitesdeestetrabajo.Primero,quetodosujetoexiste socialmente comoconfiguración resultantedeunamultiplicidaddedeterminaciones (históricas,estructurales,institucionales,cotidianas)(Trinchero,1994).Segundo,que,encuantoloanterior,elsujetocons-truyesentidos–oproduce representaciones–demaneracondicionadaporundeterminadodesarrollode lasfuerzasproductivasdelasociedad(MarxyEngels,1973)o,loqueeslomismo,quelaconcienciaeslaexpresiónenideasdelascondicionesmaterialesdelavidahumana(IñigoCarrera,J.,2008).

5 Según los resultados del Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2010, habitan Formosa32.216personasqueseautorreconocencomodescendientes(porquetienenalgúnantepasado)oper-tenecientes (porque sedeclaran como tales) a algúnpueblo indígena. Representan, así, un6%de lapoblación total de la provincia.

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del año 2000, quien presidía el Instituto de Comunidades Aborígenes (ICA), la agencia provincial para la administración de los asuntos indígenas, enriquecía aquella expresión en los siguientes términos: “Viste que ellos le dicen mariscar. Salís a mariscar al monte y como que también el mariscar se traslada a este monte que es la ciudad: visitar el Ministerio de Acción Social, una gran depen-dencia de pedir todo. Entonces, bueno, si consigo, consigo. Así como cuando vas a cazar, si cazás, cazás, si no…”.

Pero la proyección de la práctica de la caza, pesca y recolección al espacio urbano para explicar la forma de (re)producir la vida en este último constituye un supuesto fuertemente arraigado que no se revela exclusivo de los agentes del Estado provincial. Un pequeño productor criollo de la localidad de Misión Tacaaglé, integrante del Mocafor, no sólo reproducía aquella proyección, sino que también explicaba la productividad del trabajo indígena en la producción algodonera sobre la base de aquella especificidad cazadora-recolectora:

son lentos para cosechar algodón. Hacen ochenta kilos, mientras que el blanco hace ciento veinte kilos. Pero son más limpios6. son menos pro-ductores que los criollos, producen en menor cantidad. los aborígenes no tienen esa cultura. sólo algunos son buenos productores. Pero ellos tienen otra cultura. Preparan el suelo, tiran la semilla y dejan, no se ocupan. Viste que históricamente han sido más cazadores-recolectores. […] antes maris-caban en el monte, ahora en el pueblo7.

6 Lascualidadesdelindígenacomocosecherosoncompartidasporquiensedesempeñabaen1999comosubse-cretariodeEmpleodelaprovincia:“Elcosecheroaborigenproduceunalgodóndeunamuybuenacalidad,unalgodónlimpio.Perosurendimientoesbajo.Cosechaentreveinticincoytreintakilospordíacontrasetentakilosdelcriollo.[…]hacenelcálculodecuántotienenquecosecharparaconseguirlacomidaparasubsistirduranteeltiempoqueduralacosecha.Notienenelconceptodeacumulaciónnieldereserva”.

7 Laproducciónacadémicasobreestospueblosnohasidoajenaaeste tipodeargumentación.Másadelantehagoreferenciaalaetnologíafenomenológica–queconociósuapogeodurantelosañosdelaúltimadictaduramilitarenArgentina–ysucontribuciónalaproduccióndecontenidosdeesencialismoyahistoricidadentornoaaquéllos.Másacáeneltiempo,idénticoscontenidoshanvistolaluzbajolaformadeotraexpresión:laatribuciónala“culturadecazadores-recolectores”deunroldeterminanteensusactualesformasproductivas.Porcierto,“laculturadelosindígenasdelGranChacoexplicaríalaimportanciaentreellosdeltrabajoasalariado,ladependenciaaprogramasasistencialesydedesarrollo,lamendicidad,labúsquedaderesiduosenlasciudadesylarelativa-mentedébilgravitacióndelaproducciónagrícolamercantil”(Gordillo,2006:279).Distintosantropólogoshanformuladoestetipodeargumentación.VonBremen(1987y2000)sostienequeelajustedelosayoreodelChacoparaguayoa lascondicionesmodernasdevidaencierraensíunacontinuidad,encuantosociedadcazadora-recolectora que no producía mediante una acción intencional y consciente los bienes necesarios para satisfacer sus necesidades sino que tomaba los recursos ya existentes en la naturaleza, en su adaptación a las condiciones actualesdevidaelinteréssiguesiendoelmismo:laadquisicióndeobjetosyaexistentesydadosparasupropioconsumo,ylacazayrecolección(ylaconductaylaconcienciaenellasimplicadas),comomedioparaalcanzarla,asumennuevasbases,talescomoeltrabajoasalariadoylosproyectosdedesarrollo.Porsuparte,BraunsteinyMiller(1999)yAlvarsson(1999)señalan,demanerarespectiva,quelagentedelGranChaco(Argentina,BoliviayParaguay),engeneral,ylos‘Weenhayekbolivianos,enparticular,hantransferidosuscapacidadesrecolectorasalaciudaddándoleformaalaprácticadelamendicidad.

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Lo que es más importante aún, la apropiación más o menos directa de recursos ya dados –antes, de la naturaleza, ahora, mayormente de la asistencia del Estado– encarnada en la “marisca” se asociaría a una forma “no productiva” de transformación de la naturaleza. Por cierto, “no hacen producción” es otra de las expresiones habituales. Quien en 2004 era funcionaria de la Secretaría de Planeamiento y Desarrollo provincial se explayaba así: “Para ellos, la tierra no es para trabajarla, sino para habitarla. En un sentido, es similar a una posi-ción ecologista. El primer gobernador era proindígena y les dio las tierras más lindas8. Se han hecho programas, se les han entregado cosas, herramientas, pero han hecho desastres, todo han vendido”. En una palabra, la funcionaria transmitía la actitud pasiva que en apariencia tendrían los indígenas hacia la naturaleza. y aun cuando se reconoce que trabajan, el carácter productivo de su trabajo resulta constantemente tensionado:

ellos son cazadores-recolectores. Históricamente, y todavía mantienen. enton-ces yo creo que nosotros nos hemos equivocado en querer implantar un modelo productivo que son modelos nuestros: ladrillería, carpintería, agricultura. [...] entonces, hemos transferido lo que nosotros conocemos, lo que creemos válido, y ahí es el choque porque [...] el sistema que funciona no es el de ellos. [...] Pero también entra el concepto cultural, ¿no? es decir, un poco aquello de que ¿qué hacía el paisano? el paisano recolectaba, iba a pescar [...] ahí es donde lo económico no funciona. tienen la tierra, por ejemplo, todas las comunidades tienen la propiedad de la tierra. Y, bueno, creo que es un paso importante. Pero vos no ves tierras productivas, que se encare algo desde la tierra. [...] No es que el aborigen es vago porque si no se deforma, se dice “el aborigen no trabaja”. Yo creo que salir a cazar, salir a las ocho de la mañana a cazar y volver a las seis, siete de la tarde, que tenés que caminar en el monte con el calor y todo, es un trabajo. si hacen ése pueden hacer otro, entonces no es que la gente no tra-baja, cuesta insertarse. [...] el problema del Plan trabajar9, otro inconveniente. Nosotros hemos planteado que el Plan trabajar no responde a las necesidades

8 FloroBogadoejerciólagobernaciónentre1983y1987.En1984,conlasancióndelaLeyIntegraldelAborigenN°426, se inició la regularización de la situación de dominio de las tierras que ocupan las comunidades indígenas. SegúndatosdelInstitutoProvincialdeColonizaciónyTierrasFiscales(2012),lasuperficieruralenmanosdeesascomunidades(yafuerabajolaformapredominantedetítuloscomunitariosytambiéndetítulosindividuales)ascendíaen2012a307.424hectáreas.Noobstante,porcuantolatransferenciadederechossehalimitadoaáreasreducidas,lamovilizaciónindígenaesaúnendefensadelterritorioyentornoalmanejodelosrecursosnaturalespresentesenelámbitodelfrenteexpansivoregional.

9 Se trató de un programa de empleo para la emergencia ocupacional ejecutado durante los noventa. Susbeneficiarios(desocupadosquenocontaranconningúntipodeprestaciónsocial)recibíanunaayudaeco-nómica no remunerativa, debiendo realizar a cambio tareas en proyectos desarrollados por organismos de la administraciónpúblicauorganizacionesnogubernamentalessinfinesdelucro.Delconjuntodeprogramasimplementadosenesedecenio,enlamayoríadeloscasosbajolaórbitadelMinisteriodeTrabajo,EmpleoySeguridadSocialdelaNación,sedestacóelProgramaTrabajar,tantoporsuduraciónefectiva(desdefinesde1995hasta2001)comoporelnúmerodebeneficiariosquetuvo(Golbert,2004).

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de las comunidades. Por lo general, el Plan trabajar se le da a la municipalidad de un lugar, entonces, ¿qué pasa? Vos te imaginás, nosotros tenemos comuni-dades que en vez de poder, queremos alambrar, tenemos el alambre y queremos que el Plan trabajar pueda cubrir la mano de obra, y eso no está contemplado. entonces vos tenés que al aborigen lo llevan a arreglar la plaza, hacer trabajos en el pueblo, porque eso está contemplado. lo que nosotros planteamos es que para las comunidades no haya un Plan trabajar especial pero se tenga en cuenta que es una problemática distinta, que tiene que responder a las necesidades de la comunidad. Bueno, ésa es una discusión. cuando se habla de programas trabajar productivos, ¿cuál es la concepción de lo productivo? […] Nosotros presentamos programas de alambrado de tierras y no se lo considera produc-tivo en el Plan trabajar. ahora nosotros creemos que alambrando las tierras es productivo, por cuanto la conservación del monte, mejoran las tierras, y es el aspecto de una economía propia, la gente indígena vive de la caza, la pesca, la recolección de frutos, recolección para hacer su artesanía. entonces eso es productivo. en el sistema capitalista eso no se considera.

Más adelante avanzo sobre la productividad del trabajo, que, en la concep-ción de quien se desempeñó por cerca de diez años como presidente del ICA, se presenta como esencialmente indígena. Por el momento, no resulta baladí señalar que, con sus palabras, reconoce en la caza, pesca y recolección prácti-cas productivas ajenas a la organización capitalista de la producción social. Es cierto que la “marisca” no constituye la expresión más evidente de la falsedad de tal ajenidad. Pero es largamente sabido que, ya sea empuñando el hacha en el obraje maderero, el machete en la zafra en los ingenios azucareros o la azada en los algodonales, los indígenas chaqueños se constituyeron tempranamente en brazos baratos para la expansión del capitalismo regional10.

La tensión entre “marisca” (recordemos, caza, pesca y recolección) y “tra-bajo” (agricultura, cría de animales, artesanía, trabajo asalariado estacional, empleo en el sector público), presente de manera recurrente en las enunciaciones incluidas

10 SesabequelarepresentacióndelChacocomounterritorioprácticamenteinexpugnable,tantoporlanaturalezadesusuelocomoporaquellaatribuidaasuspobladoresoriginarios,fuecorrienteenlosiniciosdelcursohistóricoconcretoquesiguióelprocesodeacumulacióndecapitalenlaregión.AúnafinesdelsigloXIX,éstaemergíacomounespacioqueseresistíaasersometidoaldominiodelcapitalydesuproyectogeopolítico.Perotambiénseerigía,apartirde las riquezasdesuambienteydelcarácterde límite fronterizoconotrosEstados-naciónsudamericanos, en un espacio de potencial económico e importancia política, destinado a estar sujeto, desde y con los inicios de su colonización, a la renovada expansión de relaciones capitalistas de producción. Se sabe, ade-más,queeldesarrollodelasdistintasagroindustriasenlaregión(obrajesmadereros,explotacionesganaderas,ingeniosazucareros,plantacionesalgodoneras)tuvoporcondicióndeposibilidadnosólolaapropiaciónprivadadelatierra,sinotambiénladisponibilidaddemanodeobraindígena.Porcierto,próximoafinalizarelsigloXIX,el indígena,ensucarácterdefuerzadetrabajoaclimatadaybarata,eravistocomoelúnicobrazoapropiadoparaelChaco(Beck,1994;Lagos,2000).Lanecesidaddesusometimientoperotambiéndelareproduccióndesu existencia fue lo suficientemente clara para quienes expresaron política, militar, científica y espiritualmente el interésdelcapitalagroindustrial(IñigoCarrera,N.,1984).

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en este trabajo, es un tópico repetido en la literatura antropológica referida a los indígenas chaqueños (Citro, 2009; Gordillo, 2004; Vivaldi, 2010; Wright, 2008). Lo es también, según Gordillo (2004), en la experiencia histórica de los qom. El autor asume que se trata de una tensión entre diferentes relaciones sociales de produc-ción11. Comparto su preocupación por analizarla, antes que de una manera bipolar (es decir, como expresión de una “economía dual”), como una práctica social sin-gular en cuyo seno se desenvuelven múltiples contradicciones (Gordillo, 2004: 5; mi traducción). En su expresión metodológica, tal preocupación lo conduce a cen-trar el análisis en los significados culturales producidos en torno a ambos términos (“marisca” y “trabajo”). Es cierto que, al hacerlo, la “marisca” se erige en un “símbolo crucial de aboriginalidad” (Gordillo, 2004: 24; mi traducción). Quiero decir: en mi propia experiencia antropológica se repetía la evocación de los qom a la “marisca” como “la esencia de la cultura aborigen”. No obstante, también era frecuente su alusión como una práctica de “los que son pobres”. Cierta vez, un cazador asiduo en los campos que circundan Namqom explicaba así la práctica de la “marisca”:

entrevistado: toda la gente aborigen marisca. […] porque por supuesto que somos pobres. ¿adónde vamos a sacar la platita para comprar puchero? si entra, bueno, puede ser que vas a comer. Pero a través de este momento, en esta época, andamos sin trabajo, si tenés un arma por ahí, podés mariscar charata, tatú, carpincho, guazuncho, es carne todo. [...] Pero hay veces dicen la gente: “¿por qué cazan ustedes?”, como esta mañana fuimos en la Fauna [dirección de Fauna y Parques de la provincia de Formosa]. Y, bueno, nosotros estamos mariscando acá por nuestra, por nuestra raza, qué va a ser de nuestro viejo, salió de, y bueno salimos de pobres, algunos, y bueno, no dejamos, nunca vamos a dejar nuestra cultura. Parte de la cultura. Y hay que mantener. le dijimos esta mañana, “¿qué trabajo […]?”. Y nada, no trabajo, no tengo trabajo, como el otro mi hermano también no tiene.Valeria: ¿lo hacen porque no tienen trabajo o porque es parte de su cultura?e: Parte de la cultura y parte es que no hay trabajo. Porque estando en la casa qué es lo que podemos mantener para nuestros hijos. tenés suerte traés miel de abeja, todo, se consigue. [...] siendo aborigen vamos a seguir siendo, porque vos mismo no podés cambiar. teniendo plata podés cambiar.

11 Esésteelcontenidoqueasumíalamencionadatensiónenelcontextodelaaccióndelasmisionesfrancis-canasinstaladasenFormosaaprincipiosdelsigloXX.Porcierto,lasformasdetrabajocomprendidasenelámbitosedentariodelamisiónentrabanenclaratensiónconlasformasenquehistóricamenteorganizabanlaproduccióndesuvidasocialquienessequeríanconvertirencristianos,asalariadosycolonos.Eraéstauna tensión que se les aparecía a los misioneros como indolencia y falta de apego al trabajo, y que los indígenas resolvían en las retiradas estacionales al monte circundante para cazar, pescar y recolectar. La movilidad implicada en la “marisca”, a la vez que forma de resistencia cotidiana al trabajo agrícola, actuali-zabaunaexcesivaproximidadconlanaturalezaquedebíaquedarenelpasado.Wright(2008)dicequeenlos intentos franciscanos por lograr la conversión de los qom–enproductoresmercantilesytrabajadoresasalariados–,trabajo,misiónycolonoseconstituyeronenlacontrapartede“marisca”,desiertoeindio.

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La “marisca” se evidencia –para los qom– como una práctica inmuta-ble y eterna de los indígenas. Imposibilitados de abandonarla, los diferen-cia. Pero no sólo lo hace, en cuanto indígenas, del resto, sino que también diferencia a “los que son pobres” de quienes no lo son. Cuando no se tiene “trabajo”, la “marisca” es una práctica a la cual se puede recurrir. Gordillo sostiene que “esta aboriginalidad [la simbolizada por la “marisca”] es tam-bién un marcador de clase, y mucha gente considera la marisca como una práctica que separa a los tobas [qom] pobres de los acomodados” (2004: 24; mi traducción). Pero en más de una oportunidad he escuchado a los qom afirmar que “el criollo también caza”. A este respecto, el qarashe (es decir, el líder junto a su pueblo) de Potae Napocna Navogoh decía:

es común. Pero la diferencia es que el criollo a veces abusa de esto, porque como ellos tienen esa costumbre de buscar cosas es para vender. los indíge-nas se van en busca de eso es para consumir. entonces ahí es donde está la diferencia. entonces cuando el criollo se va al campo cualquier animal que encuentra lo mata, es para poder vender en la ciudad, pescar la misma cosa, piel de animal silvestre la misma cosa. todo es economía el tema de la marisca para el criollo. el indígena la única cosa que hace es buscar el ñandú, traer la carne y las plumas vender. Pero no así depredar.

La práctica de la “marisca”, común a indígenas y criollos, encuentra en las anteriores palabras una distinción fundada en un sentido armónico de la trans-formación del medio f ísico atribuido a los primeros y en otro sentido contra-puesto al anterior ligado al saqueo de los recursos de la naturaleza imputado a los segundos. Esto no me impide, sin embargo, sugerir que, en cuanto marcador de clase, la “marisca” establece la separación sin distinciones étnicas –aunque, quiero decir, con un peso histórico e identitario ciertamente distinto– entre quienes logran obtener de manera regular sus medios de vida y quienes no12.

Por otra parte, si continúo con la propuesta de centrar la mirada en los sentidos construidos en torno a la “marisca” y el “trabajo”, uno y otra constituyen prácticas, en principio, mutuamente excluyentes. La referen-cia más clara en este sentido remite al tiempo de “los antiguos” (es decir, los antepasados de los actuales qom). En el recuerdo de un qom de Misión Tacaaglé, de unos 35 años:

12 Sapkus(2002),ensuclasificaciónenestratosdeloscriollosintegrantesdelMocafor,atribuyealos“campesinossemiproletarizados”o“productoresdeinfrasubsistencia”–lagranmayoría,porotraparte,dequienesconformanlabasedelmovimiento–,larecurrenciaregularalacazadeanimalessilvestresylarecoleccióndemielparaelautoconsumo y la venta como parte de las tareas extraprediales realizadas para la supervivencia.

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e: Porque ese tiempo, yo no lo viví, pero no conseguían trabajo. o digamos no conocían trabajo.V: ¿cómo no conocían trabajo?e: Y, claro, porque ellos vivían en el monte. Y ellos lo que conocían más es mariscando. los antiguos no trabajan, mariscan en el monte. [...] Pero ahora con éste que estamos, nosotros estamos modernizados, conocemos trabajo. conocemos lo que es como construcción, así, conocemos todo eso. estamos modernizados, ya no existe casi la marisca ahora.

En este contrapunto entre “marisca” y “trabajo”, el tiempo marca una divisoria de aguas: mientras que el de “los antiguos” fue uno en el que sólo se cazaba, pescaba y recolectaba en el monte, la modernidad ha traído consigo el trabajo asalariado (aquí, en un rubro característico del medio urbano: la construcción). Por su parte, desde su casa en Namqom, un frecuente maris-cador y trabajador estacional en la producción de algodón rememoraba su experiencia más inmediata:

Y mi papá trabajaba en la zafra algodonera y a la vez se iba a mariscar. entra-mos en la carpida algodonera y después de ahí empieza la cosecha algodonera, que es ahora, justamente esta es la época [mes de marzo]. si terminaba eso ya nosotros no teníamos trabajo, empezamos a vivir en la caza solamente. o sea, a partir de terminar la caza, a partir de mayo, finaliza todo ese mes de mayo, junio, julio, agosto, septiembre hasta que llega el trabajo, todos esos meses nosotros vivíamos de la caza.

En cuanto a su carácter estacional, “marisca” y “trabajo” se suceden tem-poralmente: al fin de uno, sobreviene la otra. Sin embargo, la tensión entre ambas prácticas deja, por momentos, de ser tal. La “marisca” aparece en la con-ciencia como un “trabajo”; por cierto, uno que tiene al sacrificio como forma necesaria. Una artesana de Namqom me decía al respecto:

es algo para vivir también, porque se van y consiguen algo de..., en vez de traer esos dos, tres pesos a la casa, traen carne del monte; porque uno trabaja en el centro, le dan plata, ¿no es cierto? en cambio, uno se va en el monte, trae carne. Pero no es que sólo la carne traen, porque todo lo que es del animal ñandú servía. sirve. Porque hay gente todavía que se van al monte y traen las plumas, la carne, todo. entonces con esa platita que jun-tás de las plumas, del cuero, con eso se compra algo de ropa para los chicos. Y así, es una especie de trabajo, y así, todas esas cositas del monte sirven.

La marisca “es una especie de trabajo”, por cuanto constituye una pro-ducción para el consumo directo de lo obtenido: la carne de los animales del monte alimenta. Pero lo es también, y en mayor medida, según el énfasis de

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los propios qom, por cuanto constituye una producción de mercancías: las plumas y el cuero del ñandú se venden13.

Resulta oportuno, a esta altura del análisis de las formas de la conciencia, detenerme en la materialidad que expresan: quiero decir, en el carácter productivo o improductivo del trabajo. Observan Marx y Engels (1973) que el hombre se dife-rencia del resto de los animales por su capacidad para transformar al medio en un medio para sí mediante el trabajo, es decir, por la capacidad de actuar consciente y voluntariamente sobre la naturaleza, a fin de producir los medios de vida para su reproducción social. Es decir, que el trabajo se revela como condición de la vida humana: hay una producción intencional del medio, a través del uso de instrumen-tos de trabajo que, junto con la materia prima objeto del trabajo, constituyen los medios que es necesario consumir en el proceso de trabajo, con el fin de producir los valores de uso necesarios para satisfacer las necesidades humanas. Pero esto es así desde un punto de vista abstracto general (es decir, de manera independiente de las modalidades que asume en las distintas formas sociales). En la producción capi-talista ya no alcanza con que el obrero produzca en términos generales: “Dentro del capitalismo, sólo es productivo el obrero que produce plusvalía para el capitalista o que trabaja para hacer rentable el capital” (Marx, 2001: 425-426; subrayado en el original). Desde el momento en que el objeto deja de ser simplemente la pro-ducción de valores de uso para pasar a ser la producción de plusvalía, el trabajo del individuo que aplicaba su fuerza de trabajo de manera directa en el proceso de producción va a perder contenido en sí mismo para pasar a constituirse en una forma subsumida en la reproducción del capital. De ahí en más, es el movimiento del capital total de la sociedad el que determina qué es un trabajador productivo, atribuyendo ese carácter sólo al que trabaja para adicionar más valor al capital, o sea, para la autovalorización del capital (Iñigo Carrera, J., 2004).

Por cierto, las actividades de caza, pesca y recolección, realizadas bajo la organización de la producción social fundada en las relaciones directas de dependencia personal, implicaban formas de trabajo relativamente simples. Esto, en el sentido de que se trataba de tareas para cuya ejecución bastaba con el desarrollo natural de la fuerza de trabajo, es decir, que el individuo hubiera desarrollado tanto la aptitud f ísica como la conciencia y voluntad requeri-das para trabajar, y con el desarrollo de cierta pericia adquirida en el ejercicio mismo del trabajo (Iñigo Carrera, J., 2004). Sin embargo, lejos de ser abstracta-

13 Cabe aclarar que la caza comercial presenta limitaciones vinculadas al carácter de propiedad privada de loscamposdondeserealiza.Setratadelimitacionesque,enelmejordeloscasos,sesorteanatravésdepermisosconcedidos de manera informal por los propietarios de las explotaciones agropecuarias, que da como resultado, enocasiones,laconfiscacióndelarmadefuegoportada,porlafaltadesuregistroantelaDireccióndeFaunayParquesdelaprovinciae,incluso,situacionesquepuedenadoptaruncarácteraltamenteconflictivo.

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mente improductivas, aquellas formas de trabajo resultaban productivas desde el punto de vista material de la producción social, por cuanto producían los valores de uso necesarios. Aún hoy, lo son en idéntico sentido; a pesar, claro está, de la ya mencionada restricción en la posibilidad de su realización por la creciente discontinuidad de la cobertura boscosa ante el avance de las tie-rras agropecuarias y por el progresivo acorralamiento territorial producto de la apropiación privada individual de los campos. Ahora bien, estas mismas formas de trabajo resultan productivas también desde el punto de vista de la organiza-ción de la producción social a través del mercado, por cuanto producen valor, y, aun, desde el punto de vista de la organización capitalista de la producción social, cuando de lo que se trata es de la producción de plusvalía. Por cierto, la mercantilización de los recursos obtenidos de la caza conlleva una apropiación de plustrabajo, por cuanto el productor directo vende la mercancía por debajo del valor al que luego se realiza normalmente en el mercado.

De pérdidas, ausencias y dependenciasProductivas por donde se las mire –las formas de trabajo implicadas en la caza, pesca y recolección–, no obstante, la condición de trabajador produc-tivo de los indígenas ha sido paradójica y sistemáticamente obliterada, en pos del diseño del estigma de improductivo como justificador del proceso de creación de las condiciones para la valorización capitalista de su trabajo (Trinchero y Leguizamón, 1995)14. Es de notar que, aún a mediados de la

14 Lejosdehabersidoexpresadaúnicamenteporquienespersonificaronelavancedelcapitalsobrelaregión,lanegacióndelacondicióndetrabajadorhasidoencarnada,asimismo,ydemaneramuchomásreciente,por quienes monopolizaron en los setenta la producción de conocimiento antropológico sobre los indíge-nasdelChaco:laetnografíafenomenológica.Surepresentantemásconspicuososteníaqueesenelmitodonderesidelaesenciadelaculturadelhombreetnográficoyes,portanto,enéldondedebereferenciarselaexplicacióndesucomportamiento(Bórmida,1969y1976).Apartirdeestaargumentación,primero,seatribuyeneldesarrollodelastécnicasimplicadasenlasactividadeseconómicasdeproducción,asícomolacreacióndelosinstrumentosutilizadosenesastareas,yaunladivisiónsexualdeltrabajoylasprácticasdeconsumoinvolucradas,alaaccióndepersonajestesmofóricosynoaladesplegadaporloshombres;ysegundo, aquellas actividades, a la vez que restringidas a la caza, pesca y recolección, no son concebidas como trabajo, el cual, por su parte, es identificado con la agricultura y el trabajo asalariado y presentado comoajenoalanaturalezadelhombreetnográfico(Mashnshnek,1975).Sobrelabasedelaatribucióndeestoscontenidosa laconciencia indígena–recordemos,presentadacomomítica, irracionalyajenaa losprincipiosde la razónoccidental–, loquecaracterizaríaa los indígenas, antesqueelestigmade impro-ductivo,es laposesióndeunacualidaddistintiva:su incapacidadradicaenqueel trabajoesajenoasunaturaleza–unainalterableconlahistoria–.Laetnologíafenomenológicaevidenciósucinismoalconsagrarlanaturalidaddelapobrezaenqueesospueblosproducíansuvida.Comosilapobrezaestuvieraportadaensumismacondicióndeindígena(Bórmida,1969).Porcierto,lospropiospueblosindígenasterminaronimputadosconlaresponsabilidadporlapersistenciaencondicionesdevidamiserables.Imputaciónque,ala vez, ponía en duda la necesidad, por ejemplo, de intervenir en pos de la mejora de esas condiciones de vida(Bórmida,1976).

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década de 2000, y como beneficiarios de programas sociales (nacionales y provinciales) en materia de empleo y alimentación, los indígenas eran presentados como portadores de la necesidad de la asistencia. Por cierto, la carencia de bienes y servicios básicos, fundamentalmente alimentarios, y de trabajo, fue institucionalizada como carencia particular o del sujeto individual, obliterando así la relación social que da lugar a la asistencia (Grassi, 2003). y, en su modalidad, las acciones asistenciales y compen-satorias primaron sobre las de promoción de actividades destinadas a la producción de mercancías que entraran en el consumo social general, es decir, sobre el impulso al desarrollo de los atributos productivos de los qom (Iñigo Carrera, V., 2008). Quiero decir: también las modalidades de la asis-tencia a la pobreza y al desempleo (que comprendían ayudas económicas no remunerativas, asistencia alimentaria directa, pensiones asistenciales no contributivas) construían como su objeto a un sujeto a quien negaban su condición de trabajador. ¿Bajo qué forma se les presenta esto a quienes se encuentran en la gestión de esas modalidades de la asistencia? Como la sim-ple ausencia o, en el mejor de los casos, pérdida de una “cultura productiva” que alguna vez el trabajador indígena supo conseguir a través del aprendi-zaje de la agricultura.

Por cierto, esta forma específica de la actividad productiva ha sido eri-gida, de manera histórica, en la quintaesencia del trabajo verdaderamente productivo. La radicación del indígena en la tierra y su introducción, edu-cación y entrenamiento en las labores agrícolas, como formas de su con-versión en trabajadores productivos para el capital, han sido parte de un proyecto civilizador cuyos coletazos es posible advertir en el presente. Es sabido el papel encarnado por el Estado (en sus distintos niveles, de forma directa o mediada por el accionar de otros actores, de manera solidaria pero también en tensión) en el desarrollo de un trabajador con determinados atributos productivos; esto, desde el momento mismo de expropiación –de manera violenta– de la población indígena de sus condiciones materiales de existencia originarias.

En la colonización de la subjetividad de los indígenas –tanto en sus atribu-tos materiales como mentales– desempeñaron un papel insoslayable las misiones religiosas y las reducciones estatales establecidas en las primeras décadas del siglo XX, en cuanto “formas legales de espacialización y organización de colectivos indí-genas” (Briones y Delrio, 2002: 45). Aquélla encontró una continuidad –sobre otras bases– en la creación de colonias agrícolas hacia la década de 1940, cuando la ges-tión estatal de los asuntos indígenas –encarnada por el Consejo Agrario Nacional– pasó a consistir, antes que en su colocación, en su integración (Briones y Carrasco,

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1996)15. El objetivo seguía siendo, aún entonces, su incorporación a la civilización –a través de la instrucción elemental, agrícola y religiosa–, y las maneras evidencia-ban la persistencia del paternalismo estatal, a través de la entrega de tierras, semi-llas, implementos agrícolas y alimentos. En una misma dirección, en los inicios de la segunda presidencia de Juan D. Perón, se implementó el Segundo Plan Quinque-nal (1953-1957), que establecía como un objetivo la protección del indígena por la acción directa del Estado mediante su incorporación progresiva al ritmo y nivel de vida general de la nación (Dirección de Información Parlamentaria, 1991), y se sancionó una ley de creación de colonias granjas de adaptación y educación en, entre otras jurisdicciones, el Territorio Nacional de Formosa. Con posterioridad a su provincialización en 1955, la colonización con indígenas fue también contem-plada en el marco de una ley de carácter general y en la órbita de un organismo específico. La Ley N° 113/60 de Colonización y Tierras Fiscales señalaba que el ciudadano aborigen podía ser adjudicatario de la tierra fiscal, previa acreditación de su capacidad para ello, y preveía planes especiales de habilitación, con el objeto de conseguir el aprovechamiento integral, racional e intensivo de la tierra, invir-tiéndose su producto en la adquisición de máquinas y herramientas para uso de los indígenas. Por su parte, la Dirección de Colonias Aborígenes –creada en 1963 bajo la égida del Ministerio de Asuntos Sociales, con el fin de que el Estado provin-cial tomara a su cargo lo atinente a la población indígena– tenía como funciones: colonizar con aborígenes las reservas existentes, sobre la base de la subdivisión en unidades económicas, de acuerdo con la Ley N° 113; incrementar las fuentes de tra-bajo existentes y propiciar la instalación de nuevas explotaciones agrícolas e indus-trias; planificar y dirigir la ejecución de los trabajos en chacras y talleres; tomar a su cargo lo relativo a la comercialización e industrialización de las producciones de las colonias; otorgar préstamos en herramientas, animales, mercaderías y controlar su amortización; garantizar a los indígenas la posesión de sus propiedades (Decreto

15 BrionesyDelrío(2002)señalanquealasprimerasdosformasderadicación(misionesyreducciones)subyacíalaconstruccióndelosindígenaschaqueñossegúnparámetrosdemáximaalteridad,ylaconcepcióndelanece-sidaddesucivilizacióncomomomentoprevioasuargentinización;y,alaradicaciónencoloniasagrícolas,laconclusióndeesaargentinización.Enelcasodelascomunidadesreferidasenestetrabajo,Tacaagléfue,ensusorígenes,unamisióncatólicadelaordendelosfranciscanos,fundadaen1901,enelmarcodelArt.100delaLeyN°817deInmigraciónyColonizaciónde1876,quedisponíalacreacióndemisionesconelobjetodeprocurarlaatraccióngradualdelastribusindígenasalavidacivilizada,estableciéndolasporfamiliasenlotesdecienhectá-reas(ConsejoAgrarioNacional,1945).Porsuparte,PotaeNapocnaNavogoh(anteriormente,LaPrimavera)fue,primero,unamisióndelaIglesiaprotestantebritánicaEmmanuel,que,establecidaen1937,procurósuciviliza-ciónapartirdelaprédicaevangélica,laalfabetizaciónylatransformaciónentrabajadoresagrícolas,yluego,en1952,unacoloniabajolajurisdiccióndelaDireccióndeProtecciónalAborigen(creadaen1946,enelámbitodelaSecretaríadeTrabajoyPrevisión,enreemplazodelaComisiónHonorariadeReduccionesdeIndios,ydisueltaen1955conelgolpemilitaraJuanD.Perón),encargadadelaadquisicióndeimplementosagrícolasyganadocon destino a las colonias existentes.

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N° 1363). Es de notar que, en la actualidad, la dedicación de los qom de Misión Tacaaglé y Potae Napocna Navogoh a la producción de algodón sólo es posible por la asistencia brindada por el ICA y el Ministerio de la Producción y Ambiente de la provincia, consistente en la preparación del suelo, la provisión de las semi-llas necesarias, el suministro de los insumos utilizados (herbicidas, insecticidas, regulador de crecimiento) y la entrega de mercaderías (harina, azúcar, yerba, sal, grasa) para el sostenimiento inmediato de las familias durante el período de ocu-pación en las tareas agrícolas16.

En síntesis: los indígenas fueron orientados hacia la labor agrícola, disci-plinados en la organización de los procesos de trabajo, adiestrados en la comer-cialización de su producción, administrados en su subsistencia e instruidos escolar, moral y religiosamente. Todo lo cual, sostiene Arengo (1996), erosionó, cuando no socavó por completo, su autonomía para garantizar la misma sub-sistencia. Una de las manifestaciones señaladas de manera corriente aún hoy es la necesidad de contar con instancias de coordinación externas a la hora de poner en marcha sus atributos productivos. Así lo refería quien se desempeñó como presidente del ICA:

e: Nosotros formamos cooperativas de hacheros, […] tuvimos aserraderos. Pero vimos que todos esos programas económicos funcionaban en la medida en que el mercado funcionaba y que estábamos nosotros administrando eso. ¿Por qué? Porque la gente su trabajo lo hace, pero ellos siempre tienen una palabra que a nosotros no nos gusta pero que refleja. es decir, nosotros, ¿qué pasa?, les decimos “les vamos a dar, vamos a hacer un proyecto de carpinte-ría, son diez, bueno, les vamos a dar los medios, todo”, pensando que ellos ya están en condiciones de funcionar. después fracasa. entonces atribuimos que fracasa porque la gente no trabaja. entonces ellos dicen: “lo que necesitamos es un capataz”, que es como lo formulan, como que necesitan la presencia del blanco para que esté encima y dirija. [...] Yo creo que es cuestionable, no es lo correcto, no es lo que tendría que ser, pero cuando ellos te dicen, ellos tienen el concepto de que en el trabajo necesitan una conducción, un responsable.V: ¿ellos mismos?e: ellos mismos. el capataz es como aquel que estaba en el ingenio, que les marcaba “hay que hacer esto, esto es lo que hay que hacer, hoy se cosecha tanto, acá termina la tarea, hoy se limpia tantos surcos”, era el capataz que hacía el seguimiento. Nosotros hemos encontrado como que entre ellos no se respeta esa autoridad [la de un indígena sobre los otros], viste que es un poco como algo familiar. […] es como que el blanco, entre ellos es positivo eso, ¿no?

16 ClaroestáquedetrásdelaaparentecontinuidadenelroldelEstadoenloreferidoalapromocióndelaproduc-ciónagrícolaatravésdeldesplieguedemecanismossimilaresalosdeantañoasomanmutacionespropiasdelcursohistóricoconcretoquesiguióelprocesodeacumulacióndecapitalenlaregión.

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A la hora de hacer referencia a la presentación de proyectos por ser eje-cutados en el marco del Plan Nacional de Desarrollo Local y Economía Social “Manos a la Obra”17, el coordinador del Mocafor en la localidad de Misión Tacaaglé me comentaba: “Lo que necesitan [los indígenas] es una buena coor-dinación. Muchas veces han vendido los animales o herramientas que han tenido. Pero eso es por la falta de un buen trabajo. Si se les baja bien la infor-mación, ellos entienden”.

En su argumentación acerca de la “dependencia” en que se encuentran sumidos los indígenas chaqueños, Arengo llega a sostener, incluso, que “Cierta-mente, contribuyó a crear y mantener una cultura de la dependencia que prác-ticamente ha definido la vida económica de los aborígenes en la porción este del Chaco, hasta el presente” (1996: 212; mi traducción). Es indudable la produc-ción de dependencias en la que, a lo largo de la historia, se han visto implicados los indígenas, por un lado, y, en el mejor de los casos, un Estado proteccionista y paternalista, por otro. Sin embargo, suponer, con la autora, que se trata de una “cultura” que, con origen en el “proceso civilizatorio”, se encontraría en la base de –aún más, definiría– la naturaleza misma de su lógica actual de producción –una lógica, dice, relacionada con el crédito y los subsidios– implicaría soslayar la determinación general de los qom como una población trabajadora cuyos atributos productivos se han visto progresivamente mutilados.

Por cierto, la asociación de la práctica de asistencia del Estado con la gene-ración de lazos de “dependencia”, más aún, con la pérdida paulatina y continua de la “cultura productiva”, se revela generalizada en la administración pública formoseña. Diversos funcionarios se expresan en este sentido. El subsecretario de Empleo de la provincia aludía, a fines de la década de 1990, a la “pérdida de la cultura productiva como consecuencia de las políticas implementadas por el Estado basadas en el asistencialismo”. Por su parte, el ya citado presidente del ICA refería, como mencioné al inicio de este trabajo, “una gran dependencia de pedir todo”, ilustrando la adopción de formas pasivas de receptividad18.

La “dependencia” –en principio, pero no de manera única– para la obtención de los medios de vida se hace presente también en las formas de

17 Se trató de un programa de asistencia al desempleo lanzado en 2003 que procuró transcender el subsidio transitorioalingresodeloshogaresatravésdeestrategiasquepromovieranlacreaciónyconsolidacióndeemprendimientos productivos y comunitarios de pequeña escala con criterio de autosustentabilidad, estra-tégicosenelmarcodeldesarrollolocal.Enagostode2004eran73losproyectosaprobadosenlaprovinciadeFormosa.Aquellospresentadosporcomunidadesindígenas(entreellas,Namqom)serestringíanalaconfección de artesanías.

18 Yamencionélosanálisisantropológicosquehablandela“dependencia”respectodelaasistenciabrindadaporlosorganismosestatales,ylaexplicansobrelabasedeformularlaexistenciadeuna“culturacazadora-recolectora” natural y esencialmente propia.

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la conciencia indígenas. Es cierto que la “ayuda del Gobierno”, identificada con las distintas formas de la asistencia estatal pero de manera predomi-nante con la entrega de mercaderías, es valorada de modo positivo por diri-gentes políticos indígenas con vínculos con la estructura de poder local, a partir de su empleo en la administración pública provincial o municipal, su pertenencia a facciones del Partido Justicialista, históricamente dominante en Formosa, o a asociaciones comunitarias. Pero no es menos cierto que, reconocida como de larga data, la “dependencia” es también concebida como claramente intencionada. Al respecto, me decía un qom de Misión Tacaaglé: “Hemos sido sometidos de esa forma. Se le busca depender del otro para poder seguir recibiendo las migajas que el otro le da. Todo el tiempo esta-mos dependiendo, ‘¿cuándo voy a tener una olla popular, cuándo voy a tener una caja, cuándo me van a dar pensión?’”. Esta concepción no está aislada; por el contrario, muchos de sus elementos resultan recurrentes:

el tema es que acá a la gente le hicieron, le hicieron acostumbrar en el comedor. Vino la política ésta, crearon comedores comunitarios, la gente se van ahí, retiran comida, le dan bolsita. Y entonces la gente ya están acos-tumbrados, ya están en pleno, o sea, ya le metieron la mentalidad de mos-trar a la bolsita de pan. o sea, al pueblo aborigen lo enseñaron de mirar a la olla. Porque viste que acá, allá está el comedor ése, y está el otro comedor comunitario y acá se está por levantar otro comedor. es decir, nosotros, yo a mi hija yo ya le enseño que a ella le mantengan. en vez de enseñarle a mis hijos que ellos trabajen, que ellos sean algo más que yo. la verdad nosotros necesitamos, yo necesito para comer al día, pero necesito de vivir de un trabajo digno y, bueno, lo que gano compro para mi mercadería y con eso me mantengo. Pero no es lo que me malacostumbren, ya que ellos me man-tienen. […] o sea, que la gente ya no, ya nos hicieron acostumbrar, le hicie-ron acostumbrar totalmente. Nunca usted vas a escuchar un aborigen de que te dice “yo necesito el título definitivo de la propiedad de la tierra, yo quiero trabajar, necesito el apoyo técnico para trabajar en la tierra, nece-sito que me entreguen semilla en tiempo y forma”. Nunca. si vos hablás con uno, dice: “nosotros queremos caja [alimentaria]”, empiezan a […] porque eso le hicieron, le hicieron meter en la cabeza de que les regalan cosas. Y eso es la mentalidad de ellos. No sé, hay muchos hermanos que están en la conformidad porque viven en la dependencia pero no en la independencia. lo que le dice el Gobierno, bueno, agradecen. Y muchos hermanos que hoy se mueren de hambre porque dependen mucho del Gobierno, de la religión, de los partidos políticos, o sea son gente que dependen, y no de sí mismos para poder salir a rebuscar estas cosas. Yo creo que eso lo que tiene que cambiar el pueblo indígena, de no vivir en la dependencia […] entonces el pueblo indígena no queremos ser dependientes, sino queremos ser inde-pendientes y nosotros seamos los protagonistas de lo que vamos a hacer.

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Dos son las cuestiones por subrayar respecto de estas palabras de un qom de Namqom. Primera: resulta significativa, en cuanto implicancia de la “depen-dencia”, y ya no sólo causa o manifestación, la pérdida progresiva de atributos productivos (materiales pero también mentales). Segunda: resulta igualmente significativa, en contraposición con aquellas construcciones de sentido que hablaban de la ajenidad del indígena al trabajo, la reivindicación de una trayec-toria como trabajador.

conclusiónDije en la introducción que el propósito del presente trabajo era examinar el proceso de desplazamiento de la producción del que son objeto los qom del Chaco centro-oriental, atendiendo a las formas que asume su materiali-dad en la conciencia de los sujetos. Para ello, desplegué la construcción de unos sentidos cotidianos (producidos por los qom, agentes del Estado, crio-llos) que expresan, de manera paradigmática, esas formas: la tensión entre “marisca” y “trabajo”, la supuesta ausencia –o, en el mejor de los casos, pér-dida– de una “cultura productiva”, y la “dependencia” en que se encontrarían sumidos los indígenas chaqueños. y, al hacerlo, invité a realizar un contra-punto entre aquéllos –y su correlato en la academia– y las formas en que los indígenas (re)producen su vida. De resultas, se trata de unas construcciones de sentido que evidencian una estigmatización de estas últimas19. A lo largo de la historia, son raras las veces en que el Estado, tanto nacional como pro-vincial, no construyó representaciones estigmatizadoras sobre los pueblos indígenas (Vázquez, 2002); agrego: narrativas hegemónicas incorporadas, internalizadas y disputadas por los mismos sujetos. En el Chaco central, el proceso de estigmatización –en su constitución en condición de posibili-dad de formas de legitimación política de prácticas de poder concretas– ha tenido por objeto uno evidente: el que nos muestra Trinchero (2000) en su análisis de las trayectorias sociales sobre las que el Estado diseña sus moda-lidades de intervención. Allí, el autor despliega el proceso de estigmatiza-ción, sobre la base de la naturalización, de las racionalidades (re)producti-vas indígenas. Por cierto, las construcciones de sentido desplegadas en este trabajo no hacen sino naturalizar las formas productivas de los trabajadores indígenas, en cuanto configuradoras de una “cultura cazadora-recolectora”

19 Ensuconocidoensayosobreelestigma,Goffmandistinguetrestiposdeatributosindeseablesdevenidoseste-reotipos–talladefiniciónquebrindadeestigma–:“lasabominacionesdelcuerpo”,“losdefectosdelcarácterdelindividuo”y–losqueaquínosinteresan–“losestigmastribalesdelaraza,lanaciónylareligión,susceptiblesdesertransmitidosporherencia”(2003:14).

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a la que se borra de toda especificidad histórica, desde el momento en que se busca con ella explicar la forma de su inserción actual en la organización capitalista de la producción social. Frente a esto, los qom son elocuentes respecto de la forma en que sus prácticas (re)productivas históricamente específicas son objeto de la producción de estigmas sociales.

ya Marx (1973), refiriéndose a los economistas clásicos y su afirmación del carácter natural y, por tanto, eterno de las instituciones y relaciones de producción burguesas, advertía que la atribución de relaciones sociales, y del producto de esas relaciones sociales, a la naturaleza hace olvidar su génesis y carácter históricos. y de los peligros que ello encierra. Reconstruidos entonces los términos en que son construidos los sentidos acerca de los indígenas como trabajadores, la pregunta –que se abre a partir de lo hasta aquí desarrollado– es por las posibles implicancias de esa construcción en las formas de acción política de los qom de la porción oriental del Chaco central, y en particular, en los límites y posibilidades del proceso de lucha mencionado en la introducción. Pero éste será el objeto de futuros trabajos. .

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Í n d i c e t e m á t i c o

� Activación patrimonial (Cardona, No. 14) � Affirmative Action (Cicalo, No. 16) � Afrodescendientes (Peralta, No. 14) � Agencia (Rojas, No. 16) � Agricultura moderna (Otero, No. 17) � Ahorro (Gudeman, No. 17) � Alfred Döblin (Werkmeister, No. 15) � Amazonas (Werkmeister, No. 15) � Antropología (Birkenmaier, No. 15; González, No. 15) � Antropología económica (Hann, No. 17, Montenegro, No. 17; Parra, No. 17) � Apropiación simbólica (Peralta, No. 14) � Archivos (Viane, No. 16) � Arqueología (Cardona, No. 14; Conforti y Endere, No. 14; Field, No. 14; Rojas No. 16) � Artefactos (Herzfeld, No. 14) � Avant-garde (Subirats, No. 15) � Biotecnología (Otero, No. 17) � Bogotá (Gómez, No. 16) � Brazil (Cicalo, No. 16) � Campesinado (Otero, No. 17) � Canasto (Vivas. No. 15) � Catarsis (Subirats, No. 15) � Chaco argentino (Iñigo, No.17) � China (Liu Xin, No. 16; Hann, No. 17) � Chocó (Peralta, No. 14) � Clima y cultura en Colombia (Martínez, No. 15) � Colonialismo (Subirats, No. 15; Londoño, No. 16) � Compartir (Gudeman, No. 17) � Comunicación académica (Viane, No. 16) � Comunicación pública de la ciencia (Conforti y Endere, No. 14) � Comunidades indígenas (Tocancipá, No. 16) � Confiabilidad (Apud, No. 16) � Conservación (Herzfeld, No. 14) � Construcción del patrimonio (Enrique, No. 14) � Consumidores de drogas (Casilla, Olsen y Epele, No. 14) � Corriente (Gudeman, No. 17) � Credencialismo (Perelman y Vargas, No. 17) � Cultura (Marcus, No. 16) � Cultura como Texto (Werkmeister, No. 15) � De sobremesa (1925)(Martínez, No. 15) � Derechos humanos (Jaramillo, No. 14; Viane, No. 16)

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� Desarrollo (Marcus, No. 16; Tocancipá, No. 16) � Desconfianza (Gómez, No. 16) � Deuda (Jaramillo, No. 14) � Disciplina (Rojas, No. 16) � Diversidad (Funari, No. 14) � Dólar blue (Sánchez, No.17) � Economía del hogar (Gudeman, No. 17) � Emociones (Gómez, No. 16) � Energía vital (Gudeman, No. 17) � Enraizamiento (Hann, No. 17) � Ensayo latinoamericano (Birkenmaier, No. 15) � Escritura (Londoño, No. 16) � Espacios de uso (Peralta, No. 14) � Estadistica (Liu Xin, No. 16) � Estrategias de resolución de problemas (Casilla, Olsen y Epele, No. 14) � Estrategias ilegales (Sánchez, No.17) � Ethnography (Cicalo, No. 16) � Etnograf ía (Bernand, No. 15; González, No. 15; Werkmeister, No. 15; Londoño, No. 16;

Marcus, No. 16; Perelman y Vargas, No. 17) � Etnograf ía conceptual (Liu Xin, No. 16) � Etnograf ía multitécnica (Apud, No. 16) � Exclusión (Ortiz No. 15) � Fernando Ortiz (Birkenmaier, No. 15) � Filología (Birkenmaier, No. 15) � Frontera sur (Enrique, No. 14) � Fuerza (Gudeman, No. 17) � Garcilaso de la Vega (Bernand, No. 15) � Géneros poéticos (Vivas. No. 15) � Gimnasios (Rojas, No. 16) � Globalización (Bernand, No. 15) � Gow, D. David (Tocancipá, No. 16) � Guaquería (Field, No. 14) � Identidad (Funari, No. 14) � Identificación (Bernand, No. 15) � Ideologías oficiales (Herzfeld, No. 14) � Ilegal (Parra, No. 17) � Imitación (Herzfeld, No. 14) � Inca (Bernand, No. 15) � Incertidumbre (Hann, No. 17) � Industria siderúrgica (Perelman y Vargas, No. 17) � Infancia (Gómez, No. 16) � Informal (Parra, No. 17) � Interacción (Rojas, No. 16) � Interacciones económicas (Sánchez, No.17) � Interacciones simbólicas (Sánchez, No.17) � Interdependencia (Velázquez, No.17)

� Jagagi (Vivas, No. 15) � José Asunción Silva (1865- 1896)(Martínez, No. 15) � Justicia (Viane, No. 16) � Justicia indígena (Viane, No. 16) � Justicia transicional (Viane, No. 16) � Kirigai (Vivas. No. 15) � Literatura (González, No. 15; Werkmeister, No. 15; Londoño, No. 16) � Literatura moderna latinoamericana (Subirats, No. 15) � Literatura y etnograf ía en Colombia (Martínez, No. 15) � Localidad 20(Gómez, No. 16) � Maoísmo (Hann, No. 17) � Marisca (Iñigo, No.17) � Medio de comunicación (Conforti y Endere, No. 14) � Medio natural (Peralta, No. 14) � Mentalidad de gobierno (Liu Xin, No. 16) � Mercados (Gudeman, No. 17; Parra, No. 17) � México (Parra, No. 17) � Minika (Vivas, No. 15) � Mito (González, No. 15; Subirats, No. 15) � Modernidad (Tocancipá, No. 16) � Modernismo (Martínez, No. 15) � Muerte (Gómez, No. 16) � Museo del Oro (Field, No. 14) � Nación (Ortiz No. 15) � Nahuas (Velázquez, No.17) � Neoliberalismo (Herzfeld, No. 14; Otero, No. 17) � Neorregulación (Otero, No. 17) � Novela (Mächler, No. 15) � “Otras voces” (Bernand, No. 15) � Paradigma tecnológico (Otero, No. 17) � Pasta base/paco (Casilla, Olsen y Epele, No. 14) � Patrimonio (Cardona, No. 14; Conforti y Endere, No. 14) � Patrimonio cultural (Funari, No. 14) � Percepción territorial (Peralta, No. 14) � Periodismo (Mächler, No. 15) � Perú (Ortiz No. 15) � Pos-conflicto (Gómez, No. 16) � Posesión (Subirats, No. 15) � Prácticas de cuidado (Casilla, Olsen y Epele, No. 14) � Procesos educativos (Tocancipá, No. 16) � Producción (Iñigo, No.17) � Pueblos indígenas (Jaramillo, No. 14; Ortiz No. 15; Viane, No. 16) � Qom (Iñigo, No.17) � Race (Cicalo, No. 16) � Rafue (Vivas, No. 15) � Razonamiento estadístico (Liu Xin, No. 16)

� Reciprocidad (Velázquez, No.17) � Recomendación (Perelman y Vargas, No. 17) � Reconciliación (Viane, No. 16) � Red (Sánchez, No.17) � Redes sociales (Velázquez, No.17) � Reflexividad (Apud, No. 16, Gómez, No. 16) � Reforma agraria (Mächler, No. 15) � Relaciones familiares (Casilla, Olsen y Epele, No. 14) � Relaciones interétnicas (Enrique, No. 14) � Reproducción de la clase obrera (Perelman y Vargas, No. 17) � Revisión histórica (Montenegro, No. 17) � Revolución Mexicana (Mächler, No. 15) � Revolución verde (Otero, No. 17) � Seguridad social (Hann, No. 17) � Significación cultural (Enrique, No. 14) � Silencio (Gómez, No. 16) � Sistemas lícitos-ilícitos (Field, No. 14) � Soberanía estatal (Jaramillo, No. 14) � Socialismo de la reforma (Hann, No. 17) � Socialismo enraizado (Hann, No. 17) � Sociedad (Marcus, No. 16) � Sumapaz (Gómez, No. 16) � Temporalidad (Herzfeld, No. 14; Jaramillo, No. 14) � Teoría antropológica (Montenegro, No. 17) � Teoría etnográfica (Viane, No. 16) � Testimonio (Mächler, No. 15) � Topograf ía moral (Ortiz No. 15) � Trabajo (Iñigo, No.17) � Transculturación (Birkenmaier, No. 15) � Transformación histórica (Field, No. 14) � Transición (Marcus, No. 16) � Uitoto (Vivas, No. 15) � University education (Cicalo, No. 16) � Uso público (Cardona, No. 14) � Usos del pasado (Enrique, No. 14) � Uyghurs (Hann, No. 17) � Validez (Apud, No. 16) � Vargas Llosa (Ortiz No. 15) � Viaje (Londoño, No. 16) � Writing Culture (Marcus, No. 16) � Xinjiang (Hann, No. 17) � yurupary (González, No. 15)

Í n d i c e a l f a b é t i c o d e a u t o r e s

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� Apud Ismael (No. 16)

� Bernand Carmen (No. 15) � Birkenmaier Anke (No. 15) � Britt Arredondo Christopher (No. 15)

� cardona Machado, Héctor (No. 14) � carvalho Aline V. (No. 14) � castilla, María Victoria (No. 14) � cicalo André (No. 16) � conforti María Eugenia (No. 14)

� Endere María Luz (No. 14) � Enrique Laura Aylén (No. 14) � Epele María E. (No. 14) � Espinosa Mónica L. (No. 17)

� Falconi José L. (No. 14) � Field Les (No. 14) � Fleischer Friederike (No. 17) � Funari Pedro Paulo A. (No. 14)

� gómez Ruiz, Sebastián (No. 16) � gonzález Galvis Juan Camilo (No. 15) � gudeman Stephen (No. 17)

� hann Chris (No. 17) � herzfeld Michael (No. 14)

� iñigo Valeria (No. 17)

� jaramillo Pablo (No. 14), (No. 16)

� Liu Xin (No. 16) � Londoño Wilhelm (No. 16) � Lozada Mendieta Natalia (No. 15)

� Mächler Tobar Ernesto (No. 15) � Marcus George E. (No. 16) � Martínez Pinzón Felipe (No. 15) � Montenegro Mauricio (No. 17)

� Olsen M. Celeste (No. 14) � Orrego, Juan Carlos (No. 15) � Ortiz Rodríguez María de las Mercedes

(No. 15) � Otero Gerardo (No. 17)

� Parra Johanna (No. 17) � Peralta Agudelo Jaime Andrés (No. 14) � Perelman Laura (No. 17)

� Roca José (No. 15) � Rojas Contreras, Janeth (No. 16)

� Sánchez María Soledad (No. 17) � Serje Margarita (No. 15) � Steiner, Claudia (No. 14), (No. 15) y

(No. 16) � Subirats Eduardo (No. 15)

� Tocancipá-Falla, Jairo (No. 16)

� vargas Patricia (No. 17) � velázquez yuribia (No. 17) � viaene Lieselotte (No. 16) � vivas Hurtado Selnich (No. 15)

� Werkmeister Sven (No. 15)

Í n d i c e c r o n o l ó g i c o

No. 14 ENERO - JUNIO 2012. ANTROPOLOGíA y TEMPORALIDADSteiner, Claudia. Nota editorial, pp. 11-14

Meridianos � Herzfeld, Michael. Ritmo, tempo y tiempo histórico: la experiencia de la temporalidad

bajo el neoliberalismo, pp. 17-40 � Jaramillo, Pablo. Deuda, desesperación y reparaciones inconclusas en La Guajira, Colom-

bia, 41-66 � Field, Les. El sistema del oro: exploraciones sobre el destino (emergente) de los objetos de

oro precolombinos en Colombia, pp. 67-98

Paralelos � Carvalho Aline V. y Pedro Paulo A. Funari. Memoria y patrimonio: diversidades e iden-

tidades, 99-112 � Peralta Agudelo, Jaime Andrés. De lo “doméstico/manso” a lo “lejano/arisco”. Un reco-

rrido por la cartograf ía simbólica del territorio negro de Chocó, pp. 113-138 � Enrique, Laura Aylén. Reflexiones acerca de la significación cultural de un malón indí-

gena (Mercedes, provincia de Buenos Aires, Argentina), pp. 139-160

Panorámicas � Conforti, María Eugenia y María Luz Endere. La imagen de la arqueología y el patrimo-

nio arqueológico en los medios de comunicación. Un análisis sobre la prensa gráfica local, pp. 163-184

� Cardona Machado, Héctor. Viejos conceptos para un nuevo contexto: aportes desde la arqueología en comunidades de la costa central venezolana, pp. 185-208

� Castilla, María Victoria, M. Celeste Olsen y María E. Epele. Dinámicas familiares, prác-ticas de cuidado y resolución de problemas asociados al consumo intensivo de pasta base/paco en Buenos Aires, Argentina.pp. 209-230

Documentos � Falconi, José L. Stitched by Fire: the Thread of Sparks of Santiago Escobar-Jaramillo’s

“Colombia, tierra de luz, pp. 233-243

.

No. 15 JULIO - DICIEMBRE 2012. ANTROPOLOGíA y LITERATURASteiner, Claudia y José Roca. Nota Editorial, Miler Lagos pp. 11-14

� Orrego, Juan Carlos y Margarita Serje. Presentación. Antropología y Literatura: travesías y confluencias, pp. 15-26

Meridianos � Subirats, Eduardo. Mito, magia, mimesis, pp. 31-66 � Bernand, Carmen. Contrapuntos entre ficciones y verdades, pp. 67-84

Paralelos � Martínez Pinzón, Felipe. Leer a Silva a contrapelo: De sobremesa como novela tropical,

pp. 89-109 � Ortiz Rodríguez, María de las Mercedes. La fisura irremediable: indígenas, regiones y

nación en tres novelas de Mario Vargas Llosa, pp. 111 � Mächler Tobar, Ernesto. Entre la entelequia y el mito: la traición de la Revolución Mexi-

cana y de su reforma agraria, pp. 137-168 � Werkmeister, Sven. De la ilegibilidad de lo ajeno. Lectura mágica y escritura mimética

en Alfred Döblin, pp. 169-191 � Birkenmaier, Anke. Entre filología y antropología:Fernando Ortiz y el Día de la Raza,

pp. 193-

Panorámicas � Vivas Hurtado, Selnich. Kirigaiai: los géneros poéticos de la cultura Minika, pp. 223-244 � González Galvis, Juan Camilo y Natalia Lozada Mendieta. La ilusión del hermano: expe-

dición a las mitograf ías antropológica y literaria del yurupary, pp. 245-268

Documentos � Britt Arredondo, Christopher. Los límites de la solidaridad: etnograf ías de salvación,

novelas de perdición, y la selva de Matavén, pp. 273-292

.

No. 16 ENERO - JUNIO 2013. ETNOGRAFíAS EN TRANSICIÓNSteiner, Claudia Nota Editorial, pp. 11-12

� Jaramillo, Pablo. Presentación: etnograf ías en transición: escalas, procesos y composicio-nes, pp. 13-22

Meridianos � Liu, Xin. El Enigma de China, pp. 27-58 � Marcus, George E. Los Legados de Writing Culture y el futuro cercano de la forma etno-

gráfica: un boceto, pp. 59-80

Paralelos � Viaene, Lieselotte. La relevancia local de procesos de justicia transicional. Voces de sobre-

vivientes indígenas sobre justicia y reconciliación en Guatemala posconflicto, pp. 85-112 � Cicalo, André. Race and Affirmative Action: The Implementation Of Quotas For “Black”

Students In A Brazilian University, pp. 113-133 � Gómez Ruiz, Sebastián. “Sí, me he sentido triste, pero no se lo puedo decir”: la reflexivi-

dad etnográfica en la investigación sobre emociones de la muerte con niños y niñas de Sumapaz en contexto de “(pos)conflicto”, pp. 135-156

� Rojas Contreras, Janeth. Los gimnasios contemporáneos como evidencia material del cambio en la disciplina corporal moderna a la posmoderna, su relación con la agencia y el contexto social, pp. 157-176

Panorámicas � Londoño, Wilhelm. Tres momentos de la escritura antropológica en Colombia: notas

para una discusión, pp. 181-211 � Apud, Ismael. Repensar el método etnográfico. Hacia una etnograf ía multitécnica,

reflexiva y abierta al diálogo interdisciplinario, pp. 213-235

Reseña � Tocancipá-Falla, Jairo. Replanteando El Desarrollo: Modernidad Indígena E Imaginación

Moral De David D. Gow, Editorial Universidad Del Rosario, 2010, pp. 239-248

.

No.17 JULIO - DICIEMBRE 2013. ANTROPOLOGíA y ECONOMíAEspinosa, Mónica L. Presentación, pp. 13-16

� Fleischer, Friederike. Occupy Economic Anthropology, pp. 17-21

Meridianos � Gudeman, Stephen. Energía vital. La corriente de Relaciones, pp. 25-47 � Otero, Gerardo. El régimen alimentario neoliberal y su crisis: Estado, agroempresas mul-

tinacionales y biotecnología, pp. 49-78 � Hann, Chris. The Uncertain Consequences of the Socialist Pursuit of Certainty: � The Case of Uyghur Villagers in Eastern Xinjiang, China, pp. 79-105

Paralelos � Montenegro, Mauricio. Entre las crisis globales y los contextos locales. Elementos para

una introducción a la antropología económica, pp. 109-131 � Sánchez, María Soledad. Interacciones económicas, interacciones simbólicas. Una

aproximación etnográfica al significado social del dólar blue en Argentina, pp. 133-152 � Perelman , Laura y Patricia Vargas. Credencialismo y recomendación: las bases de la

reproducción de la clase obrera siderúrgica en la Argentina contemporánea, pp. 153-174 � Velázquez, yuribia. Interdependencia y economía de dones. La “ayuda” (quipalehuiya)

como forma económica básica entre los nahuas, México, pp. 175-201

Panorámicas � Parra, Johanna. Complicaciones de lo ilegal y de lo informal: el “Business”, una propuesta

conceptual, pp. 205-228 � Iñigo, Valeria. Trabajadores indígenas en el Chaco argentino: algunos sentidos estigma-

tizadores, pp. 229-251

.

Normas

2 6 2

G u í a   d e p o l í t i c a s é t i c a s d e A n t í p o d a -R e v i s t a d e A n t r o p o l o g í a y A r q u e o l o g í a

Publicación y autoría Antípoda  –Revista de Antropología y Arqueología es la publicación perió-dica académica del Departamento de Antropología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia), y esta última es la encargada del soporte financiero de la publicación. La oficina de la Revista se encuentra ubicada en el Edificio Franco, Gb-603, campus universitario. La dirección electrónica de la Revista es http://antipoda.uniandes.edu.co/index.php,  y su correo,  [email protected]; el teléfono de contacto es el 3394999, extensiones 4808 y 3483.

Todos los contenidos de la Revista son de libre acceso y se pueden descar-gar en formato PDF, HTML, y en versión e-book.

La Revista cuenta con la siguiente estructura: una editora, una editora asistente, un comité editorial y un comité científico, que garantizan la cali-dad y pertinencia de los contenidos de la Revista. Los miembros son evalua-dos bianualmente en función de su prestigio en el área y de su producción académica, visible en otras revistas y publicaciones académicas nacionales e internacionales.

Los artículos presentados a la Revista deben ser originales e inéditos y no deben estar simultáneamente en proceso de evaluación ni tener compromi-sos editoriales con ninguna otra publicación. Si el manuscrito es aceptado, el equipo editorial espera que su aparición anteceda a cualquier otra publicación total o parcial del artículo. Si el autor de un artículo quisiera incluirlo pos-teriormente en otra publicación, la revista donde se publique deberá señalar claramente los datos de la publicación original, previa autorización solicitada al editor de la Revista.

Asimismo, cuando la Revista tenga interés de publicar un artículo que ya haya sido previamente publicado, se compromete a pedir la autorización correspondiente a la editorial que realizó la primera publicación.

Responsabilidades del autorLos autores deben enviar sus artículos a través del siguiente enlace: http://antipoda.uniandes.edu.co/index.php “Presentar Artículo”, que aparece en el menú del costado izquierdo de la página web de la Revista, en las fechas establecidas por la Revista para la recepción de los artículos. La Revista tiene normas para los autores de acceso público, que contienen las pautas para la presentación de los artículos y las reseñas, así como las reglas de edición.

2 6 3

Éstas se pueden consultar en las páginas finales de la versión impresa de la Revista y en el siguiente enlace:  http://antipoda.uniandes.edu.co/page.php?c=Normas+para+los+autores, “Normas para autores”, menú del cos-tado izquierdo del sitio web de la Revista.

Si bien la editora aprueba los artículos con base en criterios de calidad, rigurosidad investigativa, y teniendo en cuenta la evaluación realizada por los pares anónimos, los autores son los responsables de las ideas allí expresadas, así como de la idoneidad ética del artículo.

Los autores tienen que hacer explícito que el texto es de su autoría y que en el mismo se respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros. Si se utiliza material que no sea de propiedad de los autores, es responsabilidad de los mismos asegurarse de tener las autorizaciones para el uso, reproducción y publicación de cuadros, gráficas, mapas, diagramas, fotograf ías, etcétera.

También aceptan someter sus textos a las evaluaciones de pares externos y se comprometen a tener en cuenta sus observaciones, así como las del equipo editorial, para la realización de los ajustes solicitados. Estas modificaciones y correcciones al manuscrito deberán ser realizadas por el autor en el plazo que le sea indicado por la editora de la Revista. Luego que la Revista reciba el artículo modificado, se le informará al autor acerca de su completa aprobación.

Cuando los textos sometidos a consideración de la Revista no sean aceptados para publicación, el equipo editorial enviará una notificación escrita al autor explicándole los motivos por los cuales su texto no será publicado en la Revista.

Durante el proceso de edición, los autores podrán ser consultados por el equipo editorial para resolver las inquietudes existentes. Tanto en el proceso de evaluación como en el proceso de edición, el correo electrónico constituye el medio de comunicación privilegiado con los autores.

La editora se reserva la última palabra sobre la publicación de los artículos y el número en el cual se publicarán. Esa fecha se cumplirá siem-pre y cuando el autor haga llegar toda la documentación que le es solicitada en el plazo indicado. La Revista se reserva el derecho de hacer correcciones menores de estilo.

Los autores de los textos aceptados autorizan, mediante la firma del “Documento de autorización de uso de derechos de propiedad intelectual”, la utilización de los derechos patrimoniales de autor (reproducción, comunica-ción pública, transformación y distribución) a la Universidad de los Andes, para incluir el texto en la Revista (versión impresa y versión electrónica). En este mismo documento los autores confirman que el texto es de su autoría y se respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros.

2 6 4

Revisión por pares/ responsabilidad de los evaluadores

Al recibir de un artículo, el equipo editorial evalúa si cumple con los requi-sitos básicos exigidos por la Revista. El equipo editorial establece el primer filtro, teniendo en cuenta el formato. En caso de presentarse problemas de formato, el autor recibirá una notificación escrita en la que se le detalla-rán los asuntos que debe corregir y/o modificar en su texto para cumplir los requisitos básicos de formato de la Revista. Después de esta primera revisión, se definen los artículos que iniciarán el proceso de arbitraje. Los textos son sometidos a la evaluación de pares académicos anónimos y al concepto del equipo editorial. El resultado será comunicado al autor en un período que puede durar hasta seis meses a partir de la fecha de recepción del artículo. Cuando el proceso de evaluación exceda este plazo, el equipo edi-torial deberá informar al autor dicha situación.

Todos los artículos que pasen el primer filtro de revisión serán sometidos a un proceso de arbitraje a cargo de pares anónimos, quienes podrán formu-lar sugerencias al autor, señalando referencias significativas que no hayan sido incluidas en el trabajo. Estos lectores son, en su mayoría, externos a la insti-tución, y en su elección se busca que no tengan conflictos de interés con las temáticas sobre las que deben conceptuar. Ante cualquier duda, se procederá a un reemplazo del evaluador.

La Revista cuenta con un formato que contiene preguntas con criterios cuidadosamente definidos sobre el artículo objeto de evaluación, que el evalua-dor debe responder. A su vez, tiene la responsabilidad de aceptar, rechazar o aprobar con modificaciones el artículo arbitrado. Durante la evaluación, tanto los nombres de los autores como los de los evaluadores serán mantenidos en completo anonimato.

Responsabilidades editoriales El equipo editorial de la Revista, con la participación de los comités editorial y científico, es responsable de definir las políticas editoriales para que ésta cum-pla con los estándares que permiten su posicionamiento como una reconocida publicación académica. La revisión continua de estos parámetros asegura que la Revista mejore y llene las expectativas de la comunidad académica.

Así como se publican normas editoriales, que la Revista espera sean cum-plidas en su totalidad, también deberá publicar correcciones, aclaraciones, rec-tificaciones y dar justificaciones cuando la situación lo amerite.

La editora es responsable de la escogencia de los mejores artículos para ser publicados. Esta selección estará basada en las recomendaciones

2 6 5

derivadas del proceso de evaluación y el proceso de revisión editorial del artículo, en el que los criterios de calidad y relevancia, originalidad y con-tribuciones al conocimiento social son centrales. En este mismo sentido, cuando un artículo es rechazado, la justificación que se le da al autor deberá orientarse hacia estos aspectos.

El equipo editorial es responsable del proceso de todos los artículos que se postulan a la Revista, y debe desarrollar mecanismos de confiden-cialidad mientras dura el proceso de evaluación por pares hasta su publi-cación o rechazo.

Cuando la Revista recibe quejas de cualquier tipo, el equipo editorial debe responder prontamente, de acuerdo con las normas establecidas por la publi-cación, y en caso de que el reclamo lo amerite, debe asegurarse de que se lleve a cabo la adecuada investigación tendiente a la resolución del problema.

Cuando se reconozca falta de exactitud en un contenido publicado, se consultará al comité editorial, y se harán las correcciones y/o aclaraciones en la página web de la Revista.

Tan pronto un número de la Revista salga publicado, el equipo editorial tiene la responsabilidad de su difusión y distribución a los colaboradores, eva-luadores, y a las entidades con las que se hayan establecido acuerdos de inter-cambio, así como a los repositorios y sistemas de indexación nacionales e inter-nacionales. Igualmente, el equipo editorial se ocupará del envío de la Revista a los suscriptores activos.

N o r m a s p a r a l o s a u t o r e s

Antípoda es una publicación semestral que se proyecta como un espacio de encuentro y discusión sobre temas de interés para la disciplina antropoló-gica. Su objetivo es incentivar el intercambio académico entre la antropología y todos sus subcampos y las otras disciplinas sociales y humanas. La Revista tiene un interés especial en desarrollar y profundizar en los análisis de dichas áreas en torno a problemáticas actuales y regionales.

Dado nuestro interés por crear lazos entre pensamientos académicos de otros contextos nacionales y continentales, la revista Antípoda publica textos inéditos en español, inglés y portugués.

Los autores deben presentar en una hoja aparte su información (nombre, afiliación institucional, etcétera). Asimismo, deben garantizar la confidencia-lidad de su autoría dentro del texto. Deben regirse por las normas de citación especificadas en “Requisitos para la presentación de artículos”.

2 6 6

Proceso editorial

� La Revista abre semestralmente una convocatoria abierta de artículos en todos los subcampos de la antropología y en las disciplinas sociales y humanas afines. Entre el 1º de noviembre y 30 de enero y, entre 1º de mayo y 30 de julio.

� Cada cierto tiempo, la Revista prepara un dossier especial. El tema de dicho dossier es sugerido por la editora y el comité editorial.

� Los autores deben enviar sus artículos a través del siguiente enlace: http://antipoda.uniandes.edu.co/index.php “Presentar Artículo”, que aparece en el menú, costado izquierdo de la página web de la Revista.

� Los artículos presentados no deben estar en proceso de evaluación ni tener compromisos editoriales con ninguna otra publicación.

� Si se utiliza material que no sea de propiedad de los autores, es respon-sabilidad de los mismos asegurarse de tener las autorizaciones para el uso, reproducción y publicación de cuadros, gráficas, mapas, diagramas, fotograf ías, etcétera.

� Una vez se cierra la convocatoria, el equipo editorial hace una primera revi-sión de formato del texto. Luego, el texto aprobado pasa al comité editorial en pleno, el cual hace una revisión cuidadosa de los artículos presentados. Allí se evalúa si el escrito cumple con los requisitos de calidad y pertinencia exigidos por la Revista.

� Posteriormente, los artículos seleccionados son sometidos a evaluación por parte de dos árbitros anónimos, sugeridos por la editora y avalados por el comité editorial. La decisión final se informará a los autores en un plazo máximo de seis meses.

� El equipo editorial se encargará de enviar un concepto inicial a cada autor (aprobado, aprobado con cambios, aprobado con cambios importantes, o rechazado). Igualmente, se inicia un proceso de seguimiento a los artículos aceptados, que consta de las siguientes etapas: evaluación, corrección por autores, revisión editorial y corrección de estilo. Las modificaciones y correc-ciones del artículo deberán ser realizadas por el autor en el plazo que le será indicado por el equipo editorial de la Revista.

� Al finalizar el proceso de evaluación, la editora deberá revisar los conceptos recibidos y determinar cuáles serán los artículos publicados. Igualmente, defi-nirá en qué sección serán publicados y qué cambios requieren. Esta decisión será comunicada al autor tan pronto se tenga toda la documentación que le ha sido solicitada en el plazo indicado.

� Los autores de los textos aceptados autorizan, mediante la firma del «documento de autorización» de uso de derechos de propiedad intelec-tual, la utilización de los derechos patrimoniales de autor (reproducción,

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comunicación pública, transformación y distribución) a la Universidad de los Andes, Departamento de Antropología, para incluir el texto en Antí-poda - Revista de Antropología y Arqueología (versión impresa y versión electrónica). En este mismo documento los autores confirman que el texto es de su autoría y que en el mismo se respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros.

� Al finalizar este proceso, los textos no serán devueltos. � Los autores recibirán dos ejemplares del número en el que participaron. � En caso de que un artículo quisiera incluirse posteriormente en otra publi-

cación, deberán señalarse claramente los datos de la publicación original en Antípoda, previa autorización solicitada a la dirección de la Revista.

Requisitos para la presentación de artículosAntípoda recibe textos en español, inglés y portugués, máximo de veinti-

cinco (25) páginas (8.500 palabras aproximadamente, incluidos pies de página y referencias bibliográficas).

Al presentar un artículo, se deben cumplir las siguientes especificaciones: � Los trabajos deberán presentarse en el siguiente formato: tamaño carta,

márgenes de 2,54 cm, doble espacio, letra Times New Roman 12 puntos, numeración de página desde 1 hasta n, en el margen superior derecho, con un uso mínimo de estilos: negrita sólo para títulos y subtítulos y cursiva para énfasis dentro del texto. Las citas textuales deberán aparecer siempre entre comillas.

� Cada texto debe incluir el título del artículo y un resumen en español o en el idioma escrito y en inglés, que tenga un rango entre 150 y 250 palabras; asi-mismo, debe incluir 5 palabras clave en español e inglés.

� El autor debe mantener confidencialidad respecto a su autoría en el texto. » El autor debe incluir en archivo adjunto un resumen de la hoja de vida que

incluya nombre, dirección, teléfono, dirección electrónica, títulos acadé-micos, afiliación institucional, cargo(s) actual(es), estudios en curso y publi-caciones de libros y artículos. Además, indicar de qué investigación(es) resultó el artículo y cómo se financió.

» Todos los cuadros, gráficas, mapas, diagramas y fotograf ías serán deno-minados “Figuras”, las cuales deben ser insertadas, numeradas, en orden ascendente, e identificadas y referenciadas en el texto mediante un pie de foto. Éstas deben ser enviadas en formato .jpg o .tiff de alta resolución, es decir, de 300 pixeles por pulgada (ppp).

2 6 8

� La forma de citación debe corresponder a las normas Chicago adaptadas por Antípoda. » Para citas al interior del texto seguir las siguientes indicaciones: (Rabi-

now, 1999: 167-182), (CEH, 1999), (Prensa libre, 2005), (Sheriff, 2001; Fry, 2005), (Carvallo et. al., 2007).

» Las referencias bibliográficas deben estar organizadas en estricto orden alfabético, numeradas en números arábigos, en orden ascendente, y deben listarse al final del artículo. Ver modelos de presentación de los datos bibliográficos en los siguientes ejemplos:

Libros:Apellido, Nombre. Año. Título. Ciudad, Editorial.1. Varona, Luis S. 1980.  Mamíferos de Cuba.  La Habana, Editorial

Gente Nueva.2. Behrensmeyer, Anna Kay y Andrew Hill. 1980. Fossils in the Making:

Vertebrate Taphonomy and Paleoecology. Chicago, University of Chi-cago Press.

capítulo de libro o artículo de contribución:Apellido, Nombre. Año. Título capítulo. En Título libro, eds., pp. Ciu-dad, Editorial.3. Uribe, Carlos Alberto. 1992. Aculturación. En Palabras para desar-

mar,  eds. Margarita Serje, María Cristina Suaza y Roberto Pineda, pp. 25-37. Bogotá, ICANH.

Artículos en revistas:Apellido, Nombre. Año. Título artículo, Título Revista, vol. (núm.), pp.4. Adam, Peter. 2004. Monachus tropicalis. Mammalian Species 747,

pp. 1-9.5. Bradley, Bruce y Dennis Stanford. 2004. The North Atlantic Ice-edge

Corridor: A Possible Paleolithic Rout to the New World.  World Archaeology 36 (4), pp. 459-478.

Textos consultados en internet:Autor. Año. Título texto. Consultado [fecha de consulta] en URL.6. DANE. 2012. Indicadores demográficos y tablas abreviadas de mor-

talidad nacionales y departamentales 2005-2020. Consultado el 11 de febrero de 2012, en http://www.dane.gov.co/index.php?option=com_content&view=article&id=238&Itemid=121 

2 6 9

7. Carini, Sergio. 2010. Mercedes, Una mirada diferente sobre los oríge-nes de la ciudad. Consultado en enero de 2011 en: http://mercedes-memoria.blogspot.com/2010/02/mercedes-b-una-mirada-diferente-sobre.html 

8. 2001. Caribbean Monk Seals or Hooded Seals? The Monachus Guar-dian 4 (2), consultado electrónicamente bajo la dirección de http://www.monachusguardian.org/mguard08/08newcar.htm, el 23 de mayo de 2009.

Tesis consultadas:Apellido, Nombre. Año. Título tesis. Grado académico al que corres-ponde (pregrado, especialización, maestría o doctorado),  Departa-mento, Facultad, Universidad, Ciudad.9. Fernández A., Katherine. 2010. Con Dios y el Diablo. Prácticas mági-

cas de comunidades negras en el Chocó. Tesis de Periodismo, Facul-tad de Comunicaciones, Universidad de Antioquia, Medellín.

Como Revista académica,  Antípoda  respeta y está abierta a diferentes líneas de pensamiento. Sin embargo, Antípoda no se hace responsable de las opiniones y conceptos de los autores que aparecen en cada número.

Equipo editorialBogotá, 17 de octubre de 2013

2 7 0

A N T Í P O D A E T H I C S G U I D E L I N E S

Publication Practices and Responsible AuthorshipAntípoda - Journal of Anthropology and Archaeology is the periodical aca-demic journal of the Department of Anthropology in the Faculty of Social Sci-ences of the Universidad de los Andes (Bogota,Colombia). The latter is respon-sible for the financial support of the publication. The journal office is located at building FR, Gb-603, University Campus.

The online version of the journal can be accessed at http://antipoda.uni-andes.edu.co/index.php. The email address is [email protected] and the telephone number is 3394999, extensions 4808 and 3483.

All content is freely available and can be downloaded in PDF, HTML, and e-book version.

The executive structure is as follows: an editor, a publishing assistant, an editorial board and a scientific board. They all guarantee the quality and rel-evance of the contents of the journal. Members are evaluated biannually based on their reputation in the area and the visibility of their academic production in other journals and national and international academic publications.

Articles submitted to the journal must be original and not published or submitted for publication elsewhere. If the manuscript is accepted, the Editorial Team expects that its publication precedes any other total or par-tial publication of the article. If the author of an article would like to include it later in another publication, authorization must be requested from the editor of Antipoda by the journal where is to be published, and original publication information would have to be included in the republication.

Also, when the journal is interested in publishing an article that already has been previously published, it will request the corresponding authorization from the publisher who made the first publication.

Responsibilities of the AuthorThe articles must be submitted within the submission dates established by the journal. To submit articles, authors should go to http://antipoda.uniandes.edu.co/index.php and click on “Presentar Artículo”. This option is located on the left-hand menu. Rules for authores incluiding guidelines for presentation of articles and reviews as well as editing guidelines can be found on the pages of the printed version of the journal and at the following link: http://antipoda.uni-andes.edu.co/page.php?c=Normas+para+los+autores, “Normas para autores”, located on the left-hand menu.

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Even though the editor approves the articles based on criteria of quality, sci-entific rigor, and anonymous peer concepts, authors, not Antípoda, are responsible for the content of their articles, the accuracy of quotations and their correct attri-bution.

Authors must acknowledge their authorship and that the intellec-tual property rights of third parties are respected. If authors use material other than their own, they must ensure that they obtain authorizations for the use, reproduction and publication of pictures, charts, maps, diagrams, photographs, etc.

Authors also accept to subject their manuscripts to the evaluations of exter-nal peers, agree to consider the observations of the reviewers, as well as those of the Editorial Team, to make the necessary adjustments. These amendments and corrections to the manuscript must be carried out by the author in the term indi-cated by the editor. After the journal receives the modified article, the author will be informed about its approval for publication.

In case manuscripts submitted for consideration are not accepted for pub-lication, the editorial team will send a written notice to the author explaining the basis for the decision.

During the editing process, authors may be contacted by the Editorial Team to resolve any existing concern. Both during the assessment and editing process, email will be the preferred means of communication with the authors.

The editor has the final say over publication date of the articles and the issue in which they will be published.

This date will not be changed provided that the author sends the documenta-tion requested within the indicated period. The journal reserves the right to make minor style corrections. By signing the copyright and consent form, the author of the accepted article gives copyright to the Department of Anthropology, Univer-sidad de los Andes, and permission to publish the article in Antípoda - Journal of Anthropology and Archaeology (printed and electronic version). In the same doc-ument, the author acknowledges that the article is his and that third-party intel-lectual property rights are respected in it.

Peer Review/Responsibilities of Reviewers Upon reception, the Editorial Team decides whether the article meets the basic journal requirements. This first filter focuses on the format. In case there is any formatting problem, the author will receive a written notice explaining the issues that need to be corrected and/or modified so that the article meets the formatting requirements. After this first filter, the articles that will undergo the review process are selected. The articles are

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subject to review by anonymous academic peers and the Editorial Team. The authors will be notified of the result within six months upon reception of the articles. In case the review process exceeds this period, the Editorial Team must notify the author.

All articles that pass the first review filter will undergo a review process conducted by anonymous peer. They may make suggestions to the author, and note relevant references that have not been included in the work. The review-ers are, for the most part, external to the institution, and their election seeks to avoid out any conflicts of interest. Any reviewer having a real conflict of interest will be replaced.

The journal has an evaluation format containing carefully designed review questions that must be answered by the reviewer. The reviewer must accept, reject, or accept with modifications the article under review. During the review process, the identity of both the reviewers and the authors will remain anonymous.

Editorial ResponsibilitiesThe Editorial Team, supported by the Editorial and Scientific Boards, is respon-sible for defining the editorial policies aimed at meeting the standards that allow the journal to be recognized as an academic publication. The continuing revision of these guidelines ensures the constant improvement of the journal and the fulfillment of the expectations of the academic community.

Besides publishing the editorial guidelines, which are expected to be met in their entirety, the Team must also publish corrections, clarifications, rectifi-cations, and justifications when warranted.

The editor is responsible, after the evaluation process, for choosing the best articles to be published. This selection will be always based on the qual-ity and relevance of the article, its originality and its contributions to the field. In this sense, in case an article is rejected, the justification that is given to the author shall aim at these aspects.

The editorial team is responsible for processing all submitted articles and must develop confidentiality mechanisms during the peer review process until they are published or rejected.

In case the journal receives complaints of any kind, the editorial team must respond promptly, in accordance with the rules laid down by the journal. If the situation warrants it, the team must ensure that an appropriate investiga-tion aimed at the resolution of the problem is carried out.

In case of inaccuracy detected in the published content, the Editorial Com-mittee will be consulted and the corresponding corrections or clarifications will be

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published on the journal website. As soon as an issue of the journal is published, the Editorial Team is responsible for its dissemination and distribution to part-ners, evaluators, and entities with which there are exchange agreements, as well as national and international indexing systems and repositories. Equally, the Editorial Team will be in charge of sending the journal to all active subscribers.

guidelines for AuthorsAntipode is a semi-annual publication that attempts to create a space of encoun-ter and discussion on issues of importance to anthropology. Its objective is to promote academic exchanges between the discipline and all its subfields and other social and human disciplines. It seeks to further the professional inter-ests of anthropologist by developing and deepening the analysis of these areas around existing and regional issues.

In order to advance our goal of promoting academic discourses between national and international contexts, Antípoda publishes previously unpub-lished texts in Spanish, English and Portuguese.

Authors must submit an additional file containing their personal infor-mation (name, institutional affiliation, and so on).

Authors must avoid references to themselves and/or their own work in the manuscript. They must follow by the citation guidelines specified in Article Submission Guidelines.

Editorial Process � Every six months, the journal has an open call for articles in all subfields of

anthropology and related social and human sciences. � Every so often, the journal prepares a special dossier. The topic of this issue is

suggested by the editor and the editorial board. � Antípoda calls for papers twice a year. The first period extends from Novem-

ber 1 to January 30 and the second period extends from May 1 to July 30 � In order to submit articles, authors should go to http://antipoda.uniandes.

edu.co/index.php and click on “Presentar Artículo”. This option is located on the left-hand menu.

� Submitted articles must not be in process of evaluation or have editorial com-mitments with any other publication.

� If authors use material other than their own, they must ensure that they obtain authorizations for the use, reproduction and publication of pictures, charts, maps, diagrams, photographs, etc.

� Once the call is closed, the editorial team makes an initial review of the text format. Then, the approved articles go to the Editorial Committee where

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they are thoroughly reviewed. The committee decides whether they meet the requirements of quality and relevance required by the journal.

� Subsequently, the selected items are evaluated by two anonymous referees suggested by the editor and endorsed by the editorial Committee. The final decision will be informed to the authors within six months.

� The editorial team will send an initial concept to each author (approved, approved with changes, approved with changes, or rejected). Similarly, the accepted articles go through a monitoring process consisting of the following phases: evaluation, correction by the authors, editorial review and copyedit-ing. Amendments and corrections must made by the author within the term indicated by the editorial team of journal.

� At the end of the evaluation process, the editor must review the received concepts and determine which articles will be published. Similarly, she will define in which section they will be published and what changes are required. This decision shall be communicated to the author as soon the author sends all the information requested within the indi-cated period.

� By signing the copyright and consent form, the author of the accepted article authorizes the Universidad de los Andes, Department of Anthropology to use the economic rights of copyright (reproduction, public communication, transformation and distribution) and publish the article in Antípoda - Journal of Anthropology and Archaeology (printed and electronic version). In this same document, the author acknowledges that the article is his and that third-party intellectual property rights are respected in it.

� At the end of this process, the texts will not be returned. � Authors will receive two printed copies of the issue in which they participated. � In case the article wants to be included in another publication, the origi-

nal publication data in Antípoda must be clearly stated, prior authorization requested to the direction of the journal.

� All content is freely available and can be downloaded in PDF, HTML, and e-book version.

Article Submission guidelinesThe articles might be in Spanish, English, or Portuguese. The manuscripts must be no longer than 8,500 words including notes and references.

To submit an article, you must comply with the following specifications: � All text should be Times New Roman 12-point font and double spaced . All

margins should be 1 inch. Pages must be numbered in the top right-hand cor-

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ner. Use bold only for titles and italics for emphasis. Citations must be places within quotation marks.

� The text must include the title of the article and an abstract of 150-250 words in Spanish or in the language of the text, as well as in English. It must also list 5 key words in Spanish and English.

� The author must include a file with his/her name and personal information. The author must keep hi/hers identity confidential in the manuscript. » The résumé of the author(s) including name, address, phone, email address,

academic qualifications, institutional affiliation, current position(s), stud-ies in progress and publications of books and articles must be attached. Additionally, the author must indicate from what research the article is derived and how it was financed.

» All pictures, graphs, maps, diagrams and photographs will be referred to as “Figures”. They must be inserted, sequentially numbered, and identified and referenced by a caption. They must be submitted in high-resolution JPG or TIFF format , i.e. 300 d.p.i.

� Antípoda follows the citation style of The Chicago Manual of Style with a few modifications. Authors must conform to it. » For citations in the texts, authors must follow this format: (Rabinow, 1999:

167-182), (CEH, 1999), (Prensa libre, 2005), (Sheriff, 2001; Fry, 2005), (Carvallo et. al., 2007).

» Bibliographic references should be arranged in strict alphabetical order, numbered sequentially in Arabic numerals, and listed at the end of the article. See some examples below:

Books:Last name, name. year. Title. City, Publisher.1. Varona, Luis S. 1980. Mammals of Cuba. La Habana, Editorial

Gente Nueva.2. Behrensmeyer, Anna Kay and Andrew Hill. 1980 Fossils in the Mak-

ing: Vertebrate Taphonomy and Paleoecology. Chicago, University of Chicago Press.

Book chapter or article contribution:Last name, Name. year. Title chapter. In title of the book, Eds ., pp. City, Publisher.3. Uribe, Carlos Alberto. 1992. Aculturación. En Palabras para

desarmar, eds. Margarita Serje, María Cristina Suaza y Roberto Pineda, pp. 25-37. Bogotá, ICANH.

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Articles in journals: Last name, Name. year. Article Title, Journal Title, vol., pn. 4. Adam, Peter. 2004. Monachus tropicalis. Mammalian Species 747,

pp. 1-9. 5. Bradley, Bruce y Dennis Stanford. 2004. The North Atlantic Ice-

edge Corridor: A Possible Paleolithic Rout to the New World. World Archaeology 36 (4), pp. 459-478.

Web sources: Author. year. Text Title. Consulted [date] at URL. 6. DANE. 2012. Indicadores demográficos y tablas abreviadas de mortali-

dad nacionales y departamentales 2005-2020. Consulted on February 11, 2012, at http://www.dane.gov.co/index.php?option=com_content&view=article&id=238&Itemid=121

7. Carini, Sergio. 2010 Mercedes, a different look on the origins of the city. Consulted in January, 2011 at: http://mercedesmemoria.blogspot.com/2010/02/mercedes-b-una-mirada-diferente-sobre.html.

8. 2001. Caribbean Monk Seals or Hooded Seals? The Monachus Guardian 4 (2), consulted electronically at http://www.monachus-guardian.org/mguard08/08newcar.htm, on May 23, 2009.

consulted Theses:Last name, name. year. Thesis title. Corresponding Academic Degree, Department, Faculty,City9. Fernandez a., Katherine. 2010. With God and the devil. Magical prac-

tices of black communities in Chocó. Journalism Master’s Thesis, Department of Communication, University of Antioquia, Medellín.

Being an academic journal, Antípoda respects and is open to different lines of thought. However, Antípoda is not responsible for the opinions and concepts expressed by the authors.

Editorial TeamBogotá, October 17th, 2013

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G u i a d e p o l í t i c a s é t i c a s d a A n t í p o d a - R e v i s t a d e A n t r o p o l o g i a e A r q u e o l o g i a

Publicação e autoriaAntípoda – Revista de Antropologia e Arqueologia é a publicação perió-dica acadêmica do Departamento de Antropologia da Faculdade de Ciên-cias Sociais da Universidade dos Andes (Bogotá, Colômbia), e esta é a encarregada do suporte financeiro da publicação. O escritório da Revista se fica no Edif ício Franco, Gb-603, campus universitário. O endereço ele-trônico da Revista é http://antipoda.uniandes.edu.co/index.php, e seu e-mail é [email protected]; o telefone de contato é (57 1) 339-4999, ramais 4808 e 3483.

Todos os conteúdos da Revista são de livre acesso e podem ser baixados em PDF, HTML e em versão e-book.

A Revista conta com a seguinte estrutura: uma editora, uma editora assistente, um comitê editorial e um comitê científico, que garantem a qualidade e pertinência dos conteúdos da Revista. Os membros são ava-liados bianualmente em função de seu prestígio na área e de sua produção acadêmica, visível em outras revistas e em publicações acadêmicas nacio-nais e internacionais.

Os artigos apresentados à Revista devem ser originais e inéditos, bem como não devem estar simultaneamente em processo de avaliação nem ter compromissos editoriais com nenhuma outra publicação. Se o texto for aceito, a equipe editorial espera que seu aparecimento anteceda a qualquer outra publicação total ou parcial do artigo. Se o autor de um artigo quiser incluí-lo posteriormente em outra publicação, a revista na qual se publicará deverá indi-car claramente os dados da publicação original, com autorização prévia solici-tada ao editor da Revista Antípoda.

Além disso, quando a Revista tiver interesse em publicar um artigo que já tenha sido previamente publicado, compromete-se em pedir autorização cor-respondente à editora que realizou a primeira publicação.

Responsabilidade do autorOs autores devem enviar seus artigos pelo link: http://antipoda.uniandes.edu.co/index.php “Presentar artículo” (Apresentar artigo), que aparece no menu esquerdo da página web da Revista, nas datas estabelecidas pela Revista para a recepção dos artigos. A Revista tem normas para os autores de acesso público, que contêm as pautas para a apresentação dos artigos e das resenhas, bem como

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as regras de edição. Estas podem ser consultadas nas páginas finais da versão impressa da Revista e no seguinte link: http://antipoda.uniandes.edu.co/page.php?c=Normas+para+los+autores, “Normas para os autores”, menu esquerdo da página web da Revista.

Embora a editora aprove os artigos com base em critérios de qualidade, rigorosidade investigativa e considere a avaliação realizada pelos pares anôni-mos, os autores são os responsáveis pelas ideias expressas no texto, bem como pela idoneidade ética do artigo.

Os autores têm que deixar explícito que o texto é de sua autoria e que nele se respeitam os direitos de propriedade intelectual de terceiros. Se for utilizado material que não seja de propriedade dos autores, é responsabilidade destes ter as autorizações para o uso, reprodução e publicação de quadros, gráficos, mapas, diagramas, fotografias entre outros.

Também aceitam submeter seus textos às avaliações de pares externos e se comprometem a considerar suas observações, bem como as da equipe edi-torial para a realização dos ajustes solicitados. Essas modificações e correções no texto deverão ser realizadas pelo autor no prazo que lhe seja indicado pelo editor da Revista. Assim que a Revista receber o artigo modificado, o autor será informado sobre sua completa aprovação.

Quando os textos submetidos à consideração da Revista não forem acei-tos para publicação, a equipe editorial enviará uma notificação escrita para o autor, na qual se explicará os motivos pelos quais seu texto não será publicado na Revista.

Durante o processo de edição, os autores poderão ser consultados pela equipe editorial para resolver dúvidas existentes. Tanto no processo de avalia-ção quanto no de edição, o e-mail será a forma de comunicação privilegiada com os autores.

A editora tem a última palavra sobre a publicação dos artigos e o número no qual se publicarão.

Essa data se cumprirá contanto que o autor envie toda a documentação que lhe foi solicitada no prazo indicado. A Revista tem o direito de fazer corre-ções menores de estilo.

Os autores dos textos aceitos autorizam, mediante a assinatura do “Docu-mento de autorização de uso de direitos de propriedade intelectual”, a utili-zação dos direitos patrimoniais do autor (reprodução, comunicação pública, transformação e distribuição) à Universidade dos Andes, para incluir o texto na Revista (versão impressa e eletrônica). Neste mesmo documento, os autores confirmam que o texto é de sua autoria e se respeitam os direitos de proprie-dade intelectual de terceiros.

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Revisão por pares/responsabilidade dos avaliadoresAo receber um artigo, a equipe editorial avalia se cumpre com os requisitos básicos exigidos pela Revista.

A equipe editorial estabelece o primeiro filtro considerando o for-mato. Caso o texto apresente problemas de formato, o autor receberá uma notificação escrita na qual serão detalhados os assuntos que deve corrigir e/ou modificar em seu texto. Depois dessa primeira revisão, definem-se os artigos que iniciarão o processo de arbitragem. Os textos são submetidos à avaliação de pares acadêmicos anônimos e ao conceito da equipe editorial. O resultado será comunicado ao autor em um período que pode durar até seis meses a partir da data de recepção do artigo. Quando o processo de avaliação ultrapassar esse prazo, a equipe editorial deverá informar ao autor sobre essa situação.

Todos os artigos que passarem o primeiro filtro de revisão serão sub-metidos a um processo de arbitragem sob a responsabilidade de pares ava-liadores anônimos, os quais poderão formular sugestões ao autor e indicar referências significativas que não tenham sido incluídas no trabalho. Esses leitores são, em sua maioria, externos à instituição e, em sua eleição, pro-cura-se que não tenham conflitos de interesses com as temáticas sobre as que devem dar conceito. Diante de qualquer dúvida, será realizada a subs-tituição do avaliador.

A Revista possui um formulário que contém perguntas com critérios cuidadosamente definidos sobre o artigo objeto de análise, às quais devem ser respondidas pelo avaliador. Este, por sua vez, tem a responsabilidade de aceitar, recusar ou aprovar com modificações o artigo avaliado. Durante a avaliação, tanto os nomes dos autores quanto os dos avaliadores serão man-tidos em completo anonimato.

Responsabilidades editoriaisA equipe editorial da Revista, com a participação dos comitês editorial e cien-tífico, é responsável por definir as políticas editoriais para que se cumpram os padrões que permitem seu posicionamento como uma reconhecida publica-ção acadêmica. A revisão contínua desses parâmetros garante que a Revista melhore e satisfaça as expectativas da comunidade acadêmica.

Assim como se publicam normas editoriais, que a Revista espera que sejam cumpridas em sua totalidade, também deverá publicar correções, escla-recimentos, retificações e dar justificativas quando for o caso.

A editora é responsável pela escolha dos melhores artigos para serem publicados. Essa seleção estará baseada nas recomendações derivadas do pro-

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cesso de avaliação e do processo de revisão editorial do artigo, no qual os cri-térios de qualidade e relevância, originalidade e contribuições para o conheci-mento social são centrais. Nesse sentido, quando um artigo é recusado, a justi-ficativa dada ao autor deverá ser orientada a esses aspectos.

A equipe editorial é responsável pelo processo de todos os artigos que são enviados à Revista e deve desenvolver mecanismos de confidencialidade enquanto durar o processo de avaliação por pares até sua publicação ou recusa.

Quando a Revista receber reclamações de qualquer tipo, a equipe edito-rial deve responder o mais breve possível, de acordo com as normas estabele-cidas pela publicação. Se for necessário, a editora deve garantir que se realize a adequada investigação para a resolução do problema.

Quando se reconhecer falta de exatidão em um conteúdo publicado, o comitê editorial será consultado e serão feitas as correções e/ou esclarecimen-tos na página web da Revista.

Assim que um número da Revista for publicado, a equipe editorial tem a responsabilidade por sua difusão e distribuição aos colaboradores, avaliadores e às entidades com as quais se tenham estabelecido acordos de intercâmbio, bem como aos repositórios e sistemas de indexação nacionais e internacionais. Além disso, a equipe editorial se ocupará do envio da Revista aos assinantes.

normas para os autoresA Revista Antípoda é uma publicação semestral que se projeta como um espaço de encontro e discussão sobre temas de interesse para a disciplina antropoló-gica. Seu objetivo é incentivar o intercâmbio acadêmico entre a antropologia e todos seus subcampos e as outras disciplinas sociais e humanas. A Revista tem um interesse especial em desenvolver e aprofundar na análise dessas áreas sobre problemáticas atuais e regionais.

Ao considerar nosso interesse por criar laços entre pensamentos acadêmi-cos de outros contextos nacionais e internacionais, a Revista Antípoda publica textos inéditos em espanhol, inglês e português. Os autores devem apresentar em uma folha avulsa sua informação (nome completo, afiliação institucional entre outros dados); dentro do texto, devem garantir a confidencialidade de sua autoria. Além disso, os autores devem seguir as normas de citação especifica-das em “Os requisitos para apresentar artigos”.

Processo editorial � A Revista abre semestralmente um edital de artigos em todos os subcampos

da antropologia e nas disciplinas sociais e humanas afins. Entre 1º de novem-bro e 30 de janeiro e entre 1º de maio e 30 de julho.

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� De forma não periódica, a Revista prepara um dossiê especial. O tema deste é sugerido pela editora e pelo comitê editorial.

� Uma vez selecionado o tema do número, a Revista lança, com seis meses de antecedência, um edital por um período determinado pelas diferentes redes acadêmicas. Regularmente, recebem-se artigos que cumpram com o objetivo geral do edital.

� Os autores devem enviar seus artigos pelo link: http://antipoda.uniandes.edu.co/index.php “Presentar artículo” (Apresentar artigo), que aparece no menu esquerdo da página web da Revista.

� Os artigos apresentados não devem estar em processo de avaliação nem ter compromissos editoriais com nenhuma outra publicação.

� Se for utilizado material que não seja de propriedade dos autores, é responsabilidade destes garantir as autorizações para o uso, reprodu-ção e publicação de quadros, gráficos, mapas, diagramas, fotografias entre outros.

� Uma vez encerrado o edital, a equipe editorial faz uma primeira revisão de formato do texto recebido. Em seguida, se aprovado, o texto passa para o comitê editorial, o qual faz uma revisão cuidadosa, na qual se avalia se o texto cumpre com os requisitos de qualidade e pertinência pela Revista.

� Posteriormente, os artigos selecionados são submetidos à avaliação por parte de dois árbitros anônimos, sugeridos pela editora e avaliados pelo comitê editorial. A decisão final será informada aos autores em um prazo máximo de seis meses.

� A equipe editorial é encarregada de enviar um conceito inicial a cada autor (aprovado com mudanças, aprovado com mudanças substanciais ou recusado). Além disso, inicia-se um processo de seguimento aos arti-gos aceitos, o qual passa pelas seguintes etapas: avaliação, correção por pares, revisão editorial e revisão de texto. As modificações e correções do artigo deverão ser realizadas pelo autor no prazo que lhe será indicado pela equipe editorial da Revista.

� Ao finalizar o processo de avaliação, a editora deverá conferir os conceitos recebidos e determinar quais serão os artigos publicados. Além disso, definirá em qual seção serão publicados e que mudanças são requeridas. Essa decisão será comunicada ao autor assim que a editora tiver toda a documentação que lhe foi solicitada no prazo indicado.

� Os autores dos textos aceitos autorizam, mediante a assinatura do “Documento de autorização de uso de direitos de propriedade inte-lectual”, a utilização dos direitos patrimoniais do autor (reprodução, comunicação pública, transformação e distribuição) à Universidade

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dos Andes, Departamento de Antropologia, para incluir o texto na Antípoda – Revista de Antropologia e Arqueologia (versão impressa e eletrônica). Neste mesmo documento, os autores confirmam que o texto é de sua autoria e que nele se respeitam os direitos de proprie-dade intelectual de terceiros.

� Ao finalizar esse processo, os textos não serão devolvidos aos autores. � Os autores receberão dois exemplares do número do qual participaram. � Caso se queira incluir um artigo posteriormente em outra publicação, deve-

rão ser indicados claramente os dados da publicação original na Revista Antí-poda, autorização prévia solicitada à direção da Revista.

� Todos os conteúdos da Revista são de acesso livre e podem ser baixados em PDF, HTML e em versão e-book.

Requisitos para a apresentação de artigosA Revista Antípoda recebe textos em espanhol, inglês e português, de no máximo vinte e cinco (25) páginas (8.500 palavras aproximadamente, incluídas notas de rodapé e referências bibliográficas). Ao apresentar um artigo, devem--se cumprir as especificações relacionadas a seguir. � Os trabalhos deverão ser apresentados no seguinte formato: tamanho carta,

margens de 2,54 cm, espaço duplo, letra Times New Roman 12 pontos, nume-ração de página na margem superior direita, uso mínimo de estilos: negrito só para títulos e subtítulos e itálico para ênfase dentro do texto. As citações textuais deverão aparecer sempre entre aspas.

� Cada texto deve incluir o título do artigo e um resumo em espanhol ou no idioma escrito e em inglês, entre 150 e 250 palavras; além disso, devem-se incluir cinco palavras-chave em espanhol e inglês.

� O autor deve manter confidencialidade a respeito de sua autoria no texto. » Deve incluir-se em um arquivo anexo um resumo do currículo do autor

ou dos autores que inclua nome, endereço, telefone, e-mail, títulos aca-dêmicos, afiliação institucional, cargo(s) atual(is), estudo(s) em curso e publicações de livros e artigos. Além disso, indicar de que pesquisa(s) o artigo foi resultado e como se financiou.

» Todos os quadros, gráficos, mapas, diagramas e fotografias serão deno-minados “Figuras”, as quais devem ser inseridas, numeradas, em ordem ascendente, identificadas e referenciadas no texto mediante uma legenda de foto. Estas devem ser enviadas em formato .jpg ou .tiff de alta resolução, ou seja, 300 pixels por polegada (ppp).

� A forma de citar deve corresponder às normas Chicago adaptadas pela Revista Antípoda.

» Para citações no corpo do texto, seguir as seguintes indicações: (Rabi-now, 1999: 167-182), (CEH, 1999), (Prensa libre, 2005), (Sheriff, 2001; Fry, 2005), (Carvallo et. al., 2007).

» As referências bibliográficas devem estar organizadas em ordem alfabé-tica, numeradas em números arábicos, em ordem ascendente, e devem ser listadas ao final artigo. Veja alguns modelos de apresentação dos dados bibliográficos que aparecem nos seguintes exemplos.

LivrosSobrenome, Nome. Ano. Título. Cidade, Editora.1. Varona, Luis S. 1980. Mamíferos de Cuba. La Habana, Editorial

Gente Nueva.2. Behrensmeyer, Anna Kay e Andrew Hill. 1980. Fossils in the Making:

Vertebrate Taphonomy and Paleoecology. Chicago, University of Chi-cago Press.

capítulo de livro ou artigo de contribuiçãoSobrenome, Nome. Ano. Título do capítulo. Em Título do livro, eds./orgs., pp. Cidade, Editora.3. Uribe, Carlos Alberto. 1992. Aculturación. Em Palabras para desar-

mar, eds. Margarita Serje, María Cristina Suaza e Roberto Pineda, pp. 25-37. Bogotá, ICANH.

Artigos em revistas Sobrenome, Nome. Ano. Título do artigo, Título da Revista, vol. (núm.), pp.4. Adam, Peter. 2004. Monachus tropicalis. Mammalian Species 747,

pp. 1-9.5. Bradley, Bruce e Dennis Stanford. 2004. The North Atlantic Ice-

-edge Corridor: A Possible Paleolithic Rout to the New World. World Archaeology 36 (4), pp. 459-478.

Textos consultados na internetAutor. Ano. Título do texto. Consultado [data da consulta] em URL.6. DANE. 2012. Indicadores demográficos y tablas abreviadas de mor-

talidad nacionales y departamentales 2005-2020. Consultado em 11 fev. 2012, em http://www.dane.gov.co/index.php?option=com_content&view=article&id=238&Itemid=121

7. Carini, Sergio. 2010. Mercedes, Una mirada diferente sobre los orígenes de la ciudad. Consultado em janeiro de 2011 em: http://

mercedesmemoria.blogspot.com/2010/02/mercedes-b-una--mirada-diferente-sobre.html [Consultado em janeiro de 2011].

8. 2001. Caribbean Monk Seals or Hooded Seals? The Monachus Guar-dian 4 (2), consultado eletronicamente em http://www.monachus-guardian.org/mguard08/08newcar.htm, em 23 de maio de 2009.

Teses/dissertações consultadasSobrenome, Nome. Ano. Título do texto. Grau acadêmico correspon-dente (graduação, mestrado, doutorado), Departamento, Faculdade, Universidade, Cidade. 9. Fernández A., Katherine. 2010. Con Dios y el Diablo. Prácticas mági-

cas de comunidades negras en el Chocó. Tese de Jornalismo, Facul-dade de Comunicações, Universidade de Antioquia, Medellín.

Como revista acadêmica, Antípoda respeita e está aberta a diferentes linhas de pensamento. No entanto, Antípoda não se faz responsável pelas opi-niões e conceitos dos autores que aparecem em cada número.

Equipe editorialBogotá, 17 de outubro de 2013.

C O N V O C A T O R I A A B I E R T A

Antípoda publica trabajos académicos en todos los subcampos de la antropolo-gía incluyendo la arqueología, la antropología sociocultural, la etnohistoria, la bioantropología y la lingüística. También publica trabajos académicos en disci-plinas afines. Se reciben artículos en español, inglés y portugués.

Los artículos tendrán un tiempo de respuesta de no más de seis meses luego de ser sometidos.

Antípoda establece dos períodos al año para la recepción de artículos: entre el 1º de noviembre y 30 de enero y, entre 1º de mayo y 30 de julio.

http://antipoda.uniandes.edu.co

p r ó x i m o n ú m e r o :Antípoda 18- Antropología y Economía, segundo número

f o r t h c o m i n g :Antípoda 18- Antropology and Economics, second number

p r ó x i m a e d i ç ã o :Antípoda 18- Antropologia e Economia, segundo numero

O P E N C A L L F O R A R T I C L E S

Antípoda publishes academic articles in all anthropology´s subfields including archaeology, sociocultural anthropology, ethnohistory, bioanthropology, and linguistics. It also provides a venue for scholarly essays of cognate disciplines. Articles are recieved in Spanish, English and Portuguese.

Response for submitted articles is given within a period of six months after submission.

Antípoda establishes two periods a year to receive articles: from 1 November to 30 January, and May 1 and July 30.

For further information go to: http://antipoda.uniandes.edu.co

R E A B E R T U R A D E R E C E P Ç Ã O D E A R T I G O S A C A D Ê M I C O S

Antípoda é a revista semestral, indexada do Departamento de Antropologia da Universidade de los Andes (Colômbia, América do Sul) dedicada ao avanço e à disseminação do conhecimento antropológico e a análise crítica de questões culturais e teóricas metodológicas relevantes para a compreensão dos proble-mas humanos. Antípoda publica trabalhos acadêmicos em todas as subáreas da antropologia, incluindo arqueologia, antropologia sociocultural, etno-história, e biantropologia linguística. Também publica artigos em disciplinas relaciona-das. Os artigos podem ser em inglês, espanhol e português.

Estes tem um tempo de resposta de não mais de seis meses após ter sido submetido à publicação.

Antípoda estabelece dois períodos para receber os artigos: 1 de Novem-bro e 30 de janeiro de entre 1 de Maio e 30 de julho.

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